Para poder entender mejor este evangelio sobre el tributo al Cesar (Mateo 22,15-21), conviene saber
lo siguiente:
Fariseos: Los fariseos eran una secta rigurosa, de carácter
religioso, que tuvo sus comienzos
probablemente en el siglo II a. de Cristo (a.C.).
La mayoría de sus miembros eran personas corrientes, no
sacerdotes, que observaban muy
rigurosamente la ley judía. Ampliaban a menudo el alcance de las leyes hasta tal punto que
éstas resultaban difíciles de observar.
Además, la rigurosa observancia de estas reglas hacía que las
personas se obsesionaran tanto con el
cumplimiento de todos los detalles de la ley, que
a menudo perdían de vista su "espíritu".
Pero el motivo era bueno. Los fariseos creían que sus reglas "creaban un muro de defensa en
torno a la ley".
Según ellos, si se observaran todas esas reglas, la gente correría
menos peligro de desobedecer la ley de Dios.
Muchos fariseos eran personas piadosas, pero se inclinaban a
despreciar a los que no observaban, o no podían observar, sus onerosas
prescripciones.Y los llamaban "pecadores".
Sin embargo, a pesar de las polémicas
que Jesús tuvo con los fariseos, algunos de ellos llegaron a ser sus
seguidores o discípulos, como Nicodemo y
Pablo.
Herodianos: Son partidarios de la dinastía reinante impuesta por la
autoridad romana (Mc. 3,6), seguidores de Herodes
el Grande y de sus sucesores.
Herodes es el hijo de Antipater, que fue nombrado gobernador de Judea por Julio César en el año 47
a.C.
Antipater nombró a Herodes gobernador de Galilea. Después de
la muerte de su padre y de su hermano José, que era gobernador de Jerusalén,
los romanos concedieron a Herodes
el título de «rey de los judíos».
Herodes fue aborrecido por los judíos, aunque había dedicado al
templo grandes sumas.
Asesinó a varios miembros de la familia judía de los asmoneos, a
los que consideraba una amenaza para su trono.
Cuando los sabios de oriente vinieron
a adorar al niño Jesús, él volvió a sentirse amenazado y ordenó la
matanza de todos los niños varones de Belén, de menos
de dos años. (cf. Mt 2)
Así, podemos entender por qué los herodianos (seguidores de
Herodes) querían colaborar con los fariseos
para eliminar a Jesús.
Por las enseñanzas y obras de Jesús, mucha gente le seguía. Por
eso, le consideraban como una
amenaza al reinado de su gobernador
Herodes.
En el momento de la vida pública de Jesús, los hijos de Herodes el
grande eran los gobernantes.
Después de la muerte de Herodes, el reino se dividió entre sus hijos (Arquelao, Antipas y Filipo) que
fueron aborrecidos también por los judíos.
Arquelao trató con mucha crueldad a los judíos y a los samaritanos.
Herodes Antipas encarceló a Juan bautista y, como consecuencia de una promesa imprudente, accedió a los deseos de su mujer de
decapitarlo.
César: Título de los emperadores romanos en tiempos del Nuevo
Testamento.
Recuerda que Judea fue colonizado por los romanos en este tiempo.
Por tanto, los judíos estaban bajo del poder romano. Por eso, Roma
tenía representantes para administrar y asegurar que se
cumplían sus leyes y mandatos en esta tierra. Este representante
era el gobernador, como Herodes y
sus hijos.
Sin embargo, en Roma estaba el emperador, el César.
Cuando nació Jesús, el César que reinaba era Augusto. Según los
relatos del evangelio, Jesús empleó
algunas veces este término para referirse
a la «autoridad que gobierna».
Conviene recordar aún que la dominación romana en Israel venía del tiempo
de los Macabeos (cerca de 150 años antes de Cristo), cuando los propios judíos pidieron la protección de los romanos contra los
enemigos que los asediaban. Y después renovaron varias veces esa alianza. (1 Mac 8. 14. 15).
Autoridad: En la carta a los Romanos, Pablo dice que las
autoridades constituidas provienen de Dios.
Por eso, el que se opone a la autoridad,
se resiste al orden divino, y los que resisten se atraerán
sobre sí mismos la condenación.
Por ello, hay que pagar los impuestos, porque los
recaudadores son funcionarios de Dios.
El buen judío tiene que dar a cada cual lo que se le debe: a quien impuestos, impuestos;
a quien tributo, tributo; a quien respeto, respeto;
a quien honor, honor (Rom 13,1-7) .
Como Pablo, Jesús reconoce la competencia propia o autoridad
del César (Mt 22,21).
Pero esto no le cierra los ojos para ver
la injusticia de los representantes de la autoridad (Mt 20,25; Lc
13,32).
Además, la obediencia y el tributo romano, no restan nada a la autoridad superior de Dios.
Jesús dice: «Nadie puede servir a dos
señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se
entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios
y al Dinero.» (Mt 6,24)
Tributos: Eran los impuestos que los judíos pagaban al imperio
romano, signo del reconocimiento de su autoridad.
Estos impuestos eran cargas Para los judíos porque no sólo
los gobernantes lo exigían.
Los recaudadores aumentaban la cantidad que los ciudadanos tenían
que pagar para obtener ganancias de esos
pagos.
Por eso, a los judíos les llamaban pecadores.
Los fariseos y los herodianos querían eliminar a Jesús.
Él fue una amenaza para sus intereses.
Los fariseos iban perdiendo la autoridad de sus enseñanzas
por la mayor autoridad de las enseñanzas de Jesús (cf. Mc 1,21-
28).
Y los herodianos, iban perdiendo el reconocimiento de su autoridad como gobernantes (o seguidores
de los gobernantes).
La pregunta del tributo, era un pretexto para eliminar a Jesús.
Porque si Jesús respondía afirmativamente, le acusaríande colaboración con el poder
romano (al que los judíos odiaban
por los impuestos pesados que tenían
que pagar y por la crueldad de los gobernantes romanos).
Por el contrario, si respondía negativamente, le acusarían de deslealtad al poder constituido
(que para ellos provenía de Dios y había sido constituido por Dios).
Jesús perdía con si y con no
Los fariseos no preguntaron a Jesús personalmente. Mandaron a sus discípulos (de los fariseos) y a los herodianos. Quizás porque
temían descubrir frente a la gente que seguía a Jesús que El era más sabio que ellos.
No le preguntaron en seguida. Primero le alabaron diciendo: «...sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios con
franqueza y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas.» Reconocieron
su prestigio, el bien de su persona (como si le aceptaran de veras).
Pero luego, le preguntaron con la intención de que perdiera su prestigio
y la confianza de la gente. 19 “Mostradme la moneda del tributo.”
Ellos le presentaron un denario. Después les pregunta por la efigie y la leyenda de la moneda.
El denario de Tiberio, conocido entonces también en Palestina, representaba
delante la cabeza del emperador y detrás a su madre Lidia como diosa de la paz; la leyenda decía:
“Tiberios Caesar Diva Augusta Filius Augustas”, y al reverso “ Póntifex Máximus”.
Los adversarios confirman esto ante la pregunta de Jesús.
21 Entonces Jesús les dice: “Pues dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.
Jesús sale airoso y declara un principio básico: el poder humano y el poder divino (Dios) tienen sus exigencias. Por lo tanto, el
cristiano tiene que ser un buen cumplidor de las leyes civiles y sociales,
y un ejemplar cumplidor de los deberes religiosos.
Los fariseos hablaban de "pagar" al César, Jesús habla de "devolver"
la moneda al César. Son cosas distintas (en el original griego, los verbos usados lo dicen
con claridad).
En la pregunta de los fariseos está insinuada la posibilidad de no
pagar el tributo, pero también de
quedarse entonces con el dinero.
Su pretendido nacionalismo no llegaba sino hasta allí. Jesús va a la
raíz: Es necesario erradicar toda
dependencia frente al dinero. No se trata sólo de romper con el dominio político; es necesario romper con la
opresión, que viene del apego al dinero y sus
posibilidades de explotación de los demás
"Devolvédselo al César", les dice, y quedad libres del dinero; así podrán adorar al Dios verdadero y darle lo que
corresponde.
Las obligaciones para con el César eran temporales; las obligaciones para con Dios eran trascendentales.
De ahí la respuesta precisa de Jesús al dilema de los fariseos: “Pues dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.
La adhesión a Dios es fuente de la más genuina libertad, liberando de todo “César” que pueda esclavizar.
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