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PADRES Y MARIDOS.
LOS VARONES EN LA FAMILIA1
Catalina Wainerman
INTRODUCCION
Se nace mujer o varn, este es un hecho biolgico. A partir de
este hecho original, las
culturas asignan a unas y a otros rasgos fsicos y psquicos y
roles sociales que la sociedad
convierte en "naturales". En tanto el sexo est hecho de materia
biolgica -y esta s es natural-
y determina que cada ser humano sea hembra o macho, el gnero se
construye socialmente,
est hecho de materia cultural, y determina la pertenencia de
cada ser humano al orden
femenino o al masculino. El sexo es un dato dado, de modo
relativa si no absolutamente
permanente. El gnero, en cambio, es una construccin que organiza
la vida y que emerge y se
define en contextos histricos y sociales particulares y es, en
consecuencia variable (Hunt y
Hunt 1987). Los roles de gnero, que se aprenden fundamentalmente
en la infancia va el
proceso de socializacin, se producen y reproducen en la vida
cotidiana, en la interaccin
interpersonal, en el marco de un sistema que define qu es
apropiado y qu no lo es para ellas
y para ellos (Thompson y Walker 1995; Zvonkovic, Graves,
Schmiege y Hall 1996). En el
hacerlo se crean y trasmiten creencias y expectativas de
conducta, modos cmo las personas
en interaccin se perciben mutuamente y esperan del otro u otra
determinadas conductas y no
otras. En suma, como dice De Barbieri (1992), lo sistemas de
sexo/gnero estn formados
"por prcticas, smbolos, representaciones, normas y valores
sociales que las sociedades
elaboran a partir de la diferencia sexual antomo-fisiolgica y
que dan sentido a la
1 El presente captulo es una versin revisada y actualizada de la
ponencia presentada en el Seminario "Men,
Family Formation, and Reproduction, organizado por el Comit de
Gnero y Poblacin de la International Union
for the Scientific Study of the Population (IUSSP) que tuvo
lugar en Buenos Aires en Mayo 13-15, 1998. En la
elaboracin de la presente versin cont con la valiosa colaboracin
de Gabriela Benza, joven y promisoria
sociloga, en el marco del proyecto Reestructuracin econmica y
dinmica familiar: explorando las
transformaciones en la conyugalidad y la paternidad, auspiciado
por la Agencia Nacional de Promocin
Cientfica y Tcnica, mediante el contrato CENEP BID 1201/OC-AR
Proyecto N 4-6228 (2000-2003).
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satisfaccin de los impulsos sexuales, a la reproduccin de la
especie humana y, en general, al
relacionamiento entre las personas" (pg. 114).
Por su reconocida importancia en la vida de la sociedad y de los
individuos, los
cientficos sociales han venido a reconocer al gnero como un eje
alrededor del cual se
organiza la vida social de una importancia comparable a la clase
social o al grupo etreo o
tnico de pertenencia, tanto en el nivel macro (de la asignacin y
distribucin de recompensas
en la sociedad) como en el nivel micro, (de la formacin de
identidades individuales y de la
interaccin interpersonal) (Hood 1993).
En la familia, desde al menos el siglo XIX, a los varones se les
asign la
responsabilidad por la provisin econmica y a las mujeres por el
cuidado del hogar y de la
prole en consonancia con las representaciones de la masculinidad
(potencia, actividad,
fortaleza, inteligencia) y de la femineidad (suavidad,
pasividad, debilidad, afectividad)
compartidas en la sociedad. Estas asignaciones culturales
afectan las imgenes y
representaciones de los roles de esposa/esposo y de madre/padre
con una notoria persistencia
que encuentra sentido en el hecho de que las instituciones
sociales relativamente estables,
como la familia, se conciben como "formas de organizacin
'naturales' de la vida colectiva
antes que como productos cambiantes de la accin social. En el
caso de la familia esta
tendencia a la 'naturalizacin' est muy reforzada por tratarse de
la institucin a cargo de la
regulacin social de actividades con bases biolgicas definidas:
el sexo y la reproduccin.[...]
La naturalizacin no slo afecta a la estructura formal de la
familia, tambin a su organizacin
interna, basada en la divisin sexual del trabajo" (Durham 1991;
p.40).
Pero, como en otros momentos de la historia, en la actualidad
las transformaciones del
contexto econmico y social, que han afectado fuertemente a la
institucin familiar, estn
sacudiendo las definiciones genricas de la femineidad y la
masculinidad tanto en lo relativo a
sus capacidades biolgicas y psicolgicas como a sus capacidades
sociales y, por ende, a los
roles sociales en general y en la esfera de la familia en
particular. No tiene sentido abundar en
las transformaciones macrosociales ocurridas en las ltimas
dcadas en la regin y en el pas
que ya tratamos con suficiente extensin en el captulo 2 de esta
misma obra. El aumento de la
participacin econmica de las mujeres, en especial entre las
casadas y unidas, madres de
familia, junto a la prdida del empleo y la persistente
desocupacin masculina, sobre todo
entre los jefes de hogar, acompaados por el aumento de las
separaciones y divorcios, de los
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hogares monoparentales y de los encabezados por jefas de hogar
mujeres, son algunas de las
mayores transformaciones sociales a las que estamos asistiendo
en nuestra historia reciente.
Son cambios motorizados y/o acompaados por cambios de valores,
en medida muy
importante generados en el mbito del movimiento feminista que
han puesto en cuestin las
definiciones de gnero. En este proceso las mujeres han recorrido
un largo camino atrapando
la atencin de la academia, adems de la de organismos
internacionales que, como las
Naciones Unidas, han tomado conciencia de las desigualdades de
gnero y lo han expresado a
lo largo de varias conferencias mundiales dedicadas las mujeres
y sus derechos, adems de
haberles consagrado toda una dcada de la historia reciente.
Con bastante retraso, la condicin masculina ha venido a
convertirse en objeto de
reflexin y estudio dentro y fuera de la academia. A partir de un
incipiente movimiento en los
80, la dcada de los 90 asisti a un creciente inters por la
masculinidad desde la perspectiva
psicolgica (cf. Brod 1992, Kimmel 1996; Marsiglio 1995, entre
los ms destacados) y desde
la perspectiva (social y psicosocial) de los roles de gnero (cf.
Pleck 1987; LaRossa 1997;
Mullan Harris et al. 1998; Furstenberg 1988, entre muchos
otros). En particular el rol de padre
y la paternidad se ha convertido en un tema de estudio
notablemente prolfico (cf. Marsiglio,
Amato, Day y Lamb 2000 para una extensa revisin del conocimiento
originado en los 90).
Con relacin a los Estados Unidos, Furstenberg (op.cit.) opina
que la revuelta masculina que
sigui tras la revolucin feminista de los 70 contribuy a
reorganizar la vida domstica dando
lugar a una familia que difiere del modelo tradicional surgido
en el siglo XIX. Afirma que "El
colapso del 'buen proveedor' y la entrada simultnea de la mujer
en la fuerza de trabajo son
productos gemelos" (p. 346).2
Pero una cosa son las ideas, imgenes y representaciones que
circulan en el nivel de la
sociedad y moldean las orientaciones de los individuos y sus
comportamientos, y muy otra
son los comportamientos cotidianos; una el discurso y otra el
quehacer cotidiano. Porque
mientras son muchos los estudios llevados a cabo en Estados
Unidos y en muchos otros pases
que han constatado cambios en el nivel del discurso, son tambin
muchos los que constataron
la permanencia de comportamientos que subsisten del pasado
lejano. Dice Coltrane (2000)
2 Bernard (1981), Pleck (1987), han sealado a menudo que la
imagen cultural dominante, aunque no
exclusiva, de los padres del siglo XX en Estados Unidos ha sido
el modelo del "padre proveedor" o del "buen
proveedor", una imagen que empez a desdibujarse despus de la
dcada de los 60.
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que "aunque las creencias acerca de los roles apropiados de
hombres y mujeres en la fuerza de
trabajo han sufrido cambios sustanciales en las ltimas dcadas,
aqullas acerca de quin debe
realizar el trabajo no remunerado en la familia han cambiado ms
lentamente y los cambios en
la conducta domstica lo han hecho an ms lentamente (p. 1208). En
relacin a la paternidad
en particular, LaRossa (1989) expresa algo similar de manera muy
clara, "La cultura de la
paternidad ha cambiado ms rpidamente que la conducta. [y trae en
su apoyo las evidencias
de otro autor] Anthony Rotundo (1985) afirma que desde los aos
70 ha emergido un nuevo
tipo de paternidad, la paternidad 'andrgina' [...] Rotundo no
describe en realidad lo que los
padres estn haciendo sino lo que la gente deseara que los padres
comenzaran a hacer
(p.522). La cultura se ha movido ms rpidamente hacia la
paternidad andrgina de lo que lo
ha hecho la conducta. [Dada esta asincrona] el nmero de hombres
que se sienten
ambivalentes y, por extensin, culpables, en relacin a su
desempeo como padres ha
aumentado en las ltimas generaciones" (p.531). Esta ambivalencia
es indicativa del estado de
cambio cultural al que estamos asistiendo, uno que est pasando
de valorar la imagen de padre
proveedor econmico poco comprometido con los afectos a otra de
un padre responsable del
bienestar emocional adems del material de sus hijos.
En el actual clima de transformaciones de estructuras y valores,
la mayor parte de las
numerosas investigaciones que se han llevado a cabo en las
ltimas dos dcadas en el mundo
desde la perspectiva de gnero acerca de la divisin del trabajo
en la familia entre ambos
miembros de la pareja conyugal coinciden en al menos tres
puntos:
i. en la vida cotidiana las actividades que se desarrollan en el
hogar continan estando
fuertemente segregadas por gnero, con una carga muy desigual que
sigue siendo mucho ms
pesada del lado de las mujeres imponindoles cada vez a ms de
entre ellas el "doble turno"3;
ii. hay una clara distincin en cuanto a la segregacin genrica
entre las tareas del
cuidado del hogar (domsticas) y las de la atencin de los hijos
(maternidad-paternidad)
siendo mucho menor la segregacin en el segundo caso que en el
primero (cf. Dunn 1997;
Durn 1988; Hass 1993; Hochschild 1989; Hood 1986; Morris 1990;
Ramos Torres 1990;
Szinovacz 1984, entre muchos otros); y
iii. el compromiso de los padres varones con la crianza de los
hijos se ha incrementado
3 Trmino acuado por Hochschild (1989) para denominar a la tarea
que hacen (mayoritariamente mujeres) en
el hogar tras haber cumplido con el (primer) turno en el mbito
laboral.
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en las ltimas dos o tres dcadas mientras poco ha variado su
compromiso con las tareas
domsticas (ver Coltrane 1995; Gerson 1993; Marsiglio 1993;
Goldsheider y Waite 1991;
Pleck 1987, 1997; entre otros, y Doherty, Kouneski y Erickson
1998 para una extensa
literatura sobre el tema).
La bsqueda de explicaciones de la persistencia de
comportamientos segregados segn
gnero, ms en la esfera de lo domstico que en la de los hijos, se
ha orientado desde cuatro
perspectivas tericas: la ideologa de gnero, la teora de los
recursos, la disponibilidad de
tiempo, y el curso de vida.
La primera entiende por "ideologa de gnero" al conjunto de
valores internalizados y
de ideales de gnero que moldean las motivaciones de las personas
y, por su intermedio, sus
conductas llevndolas a realizar aqullas tareas que consideran
adecuadas socialmente para su
gnero y a rechazar las que se consideran adecuadas para el otro
gnero (Coltrane 1995;
Aldous et al. 1998; Pittman y Blanchard 1996). Quienes sustentan
esta perspectiva encuentran
asociacin entre la ideologa (tradicional, transicional o
moderna) que sustentan marido y
mujer y el grado de segregacin que ejercen en la divisin del
trabajo en sus hogares.
La segunda, formulada inicialmente por Blood y Wolfe (1960),
postula que la divisin
del trabajo en las familias de sociedades industrializadas
depende de los recursos diferenciales
que los cnyuges aportan al matrimonio y que pueden transar en el
mercado fuera de la
relacin conyugal. Se trata de ingresos, prestigio profesional,
nivel de educacin,
fundamentalmente. En esta perspectiva est implcita la idea de
que las tareas del hogar son
engorrosas e indeseables. Como los recursos relativos definen
las relaciones de poder que se
establecen entre ambos cnyuges, el que tenga ms poder podr
rechazar realizar las tareas
domsticas.
Esta perspectiva cobr un nuevo impulso con la teora de la "nueva
economa
domstica" formulada por Becker (1985), que presupone la
racionalidad en las decisiones y la
unidad de intereses de ambos cnyuges. Segn esta, la divisin del
trabajo domstico es una
funcin de la evaluacin que hacen los cnyuges de los costos y
beneficios de emplear sus
capitales diferenciales en tareas de dentro o de fuera de la
familia. Se trata de que las
utilidades del hogar se maximizan al realizar cada miembro de la
pareja lo que hace mejor y
con menor inversin de tiempo (Aldous et al. 1998; Coltrane 1995;
Pittman y Blanchard
1996).
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La tercera, la perspectiva de la disponibilidad de tiempo, es
una variante de la de los
recursos ya que el tiempo es un recurso. Est centrada en los
modos cmo los miembros de la
familia distribuyen su tiempo entre el mercado y el trabajo
domstico, lo que, en verdad, es un
reflejo de la discriminacin genrica que existe en el mercado de
trabajo. Esta perspectiva no
se pregunta por qu son los varones quienes tienen menos tiempo
para el "segundo turno" que
las mujeres, se lo toma como un hecho dado, natural.
La cuarta conceptualizacin del porqu de la divisin genrica del
trabajo domstico,
la del curso de vida, llama la atencin sobre el papel
explicativo de la secuencia o duracin de
eventos o transiciones de vida de las personas incorporando como
otro factor la historia de
vida de las personas. Por ejemplo, se ha encontrado que los
varones que postergan la
paternidad se involucran ms en el trabajo del hogar (Coltrane e
Ishii-Kuntz 1992); o que,
entre las mujeres, el tiempo que media entre vivir con la
familia de origen y contraer un
primer matrimonio puede ser un importante determinante de sus
actitudes vitales posteriores
(Pittman y Blanchard 1996); o que los hombres divorciados y
vueltos a casar, sobre todo si
tuvieron un hijo en el segundo matrimonio, son ms propensos a
compartir el trabajo familiar.
Por su mayor capacidad explicativa en esta investigacin adopt
una modificacin de
la perspectiva conceptual de la ideologa de gnero, con alguna
correccin sugerida por
Potuchek (1997), quien enfatiza la importancia de los procesos
de construccin de gnero a lo
largo de toda la vida, ms all de las primeras etapas en las que
tiene lugar la socializacin
temprana, procesos que ocurren mediante negociacin, colaboracin
y enfrentamiento dentro
del marco de la institucionalizacin del gnero en las estructuras
sociales y de las condiciones
materiales de vida siempre cambiantes.
En la Argentina hay indicios de que estn ocurriendo cambios en
la definicin de los
gneros similares a los identificados en otros pases
desarrollados. As lo evidencian, entre
otros, el aumento de los hogares monoparentales formados por un
padre y sus hijos (mulos
del modelo personificado en cine por Kramer vs.Kramer), la
emergencia de instituciones
como ANUPA (Asociacin de Nuevos Padres) que naci para bregar por
la legalizacin de la
custodia compartida de los hijos, el desarrollo de grupos
masculinos de debate y
esclarecimiento de temas psicolgicos relacionados con la "nueva
masculinidad", el aumento
de la participacin de padres en las reuniones escolares
denominadas eufemsticamente "de
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padres" y hasta hace no mucho concurridas casi exclusivamente
por madres y, en el plano del
discurso y de su circulacin masiva, la aparicin frecuente de
notas periodsticas acerca de los
cambios en los roles y en las caractersticas de identidad que
tradicionalmente se adscribieron
a los varones.
En el caso de la prensa escrita, las notas giran alrededor de
dos temas: las
transformaciones en la identidad masculina vistas como
consecuencia de las vividas por las
mujeres y, por otro lado, de la redefinicin del papel del varn
en la familia. El primero es
abordado desde la perspectiva psicolgica y visto como imagen
especular de la "nueva mujer"
que se asocia al aumento de la participacin laboral femenina,
con la consiguiente puesta en
cuestin del lugar de poder que ocupa el varn en la familia y en
el trabajo. As, la imagen de
la masculinidad asociada a la fuerza fsica y emocional, el
ejercicio de la proteccin y la
provisin econmica se desdibuja y deja lugar a una nueva imagen
de varones que expresan
sus sentimientos, cuidan su apariencia fsica y se ocupan de sus
hijos al tiempo que, en
muchos casos, los lleva a perder su autoestima. El segundo tema
es tratado con referencia al
nuevo modelo de padre, comprometido en forma directa con la
educacin y el cuidado de sus
hijos. Muy secundariamente se vincula al varn con las tareas del
hogar (lavar, planchar o
cocinar).
Desde una posicin ms o menos favorable a estos cambios, hay
acuerdo en ambos
casos (identidad de gnero y nuevos roles en la familia) en que
an no se ha instalado un
nuevo modelo hegemnico y que el viejo y nuevo modelos coexisten
en medio de un difcil
debate an lejos de resolverse.4
4 El siguiente es un buen ejemplo del discurso sobre los cambios
en la identidad de gnero masculina.
"Para el psiclogo [GV], este fenmeno tiene una explicacin:
'Del mismo modo que durante mucho tiempo los hombres se han
encargado de determinar el rol de la mujer en la
sociedad, creo que hoy se est dando un fenmeno inverso. Las
mujeres se han pensado a s mismas y nos han
pensado a nosotros. De ese modo, los varones no slo deben
enfrentarse con el desafo de redefinir su identidad,
sino que deben lidiar con la versin masculina que ellas quieren
imponer'" (Revista La Nacin, 27.10.96)
La dos notas que transcribo a continuacin ilustran, a su vez, el
discurso del periodismo escrito de los
diarios de mayor circulacin en la Argentina sobre el nuevo
modelo de padre:
"Nadie los hubiese imaginado dos dcadas atrs. Pero los nuevos
padres no se hicieron esperar; llegaron
como consecuencia inevitable de un mundo donde las mujeres
trabajan a la par de ellos. Y por eso se sienten
responsables de la educacin y los cuidados de sus hijos, a
quienes les brindan su ternura." (Diario Clarn,
11.6.97).
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Dada la ausencia de estudios en nuestro pas, an no sabemos hasta
que punto esta
discusin ha tenido un correlato en los comportamientos en el
interior de la unidad familiar,
en particular, si se est produciendo una redefinicin de la
participacin de los varones (y las
mujeres) en los roles familiares. Esto es, no sabemos en qu
medida la extensin del "doble
turno" a un nmero creciente de mujeres est dando lugar a
negociaciones nuevas de
relaciones de poder, que den lugar a una mayor participacin de
los varones en el tiempo de
trabajo domstico y del cuidado de los nios en el hogar. En otras
palabras, en qu medida el
rol del padre, exclusivamente definido como "proveedor",
distante en la esfera de los afectos,
est siendo redefinido para incluir tambin el de "paternaje",
ejercido por padres afectuosos,
contenedores, "nutrientes".
ACERCA DEL ESTUDIO
El estudio de los varones puede ser abordado por lo menos desde
tres avenidas: 1)
como una categora social en s misma, en el sentido que se
estudia a los trabajadores por
cuenta propia, o a los msicos de rock, o a los consumidores de
droga, o a los adolescentes; 2)
como un grupo de comparacin o de control, en relacin con las
mujeres, para evaluar hasta
qu punto los comportamientos, ideas, valores o actitudes de
ellas responden a especificidades
de gnero o son comunes a los seres humanos o a los seres humanos
en una cierta cultura y
tiempo histrico; 3) como parte de una unidad mayor, y en relacin
a otra parte de esa unidad,
como por ejemplo, como uno de los dos miembros (esposos o
compaeros) de una pareja
conyugal dentro de unidades familiares.
En este captulo resumir los resultados de un estudio
exploratorio de los
comportamientos (no del discurso) de los varones desde la
tercera avenida, como esposos y
padres, dentro de unidades familiares, en relacin con las
mujeres esposas y madres. El
"'Los padres de nuestra generacin no estuvieron presentes en la
sala de partos y rara vez en los
consultorios de los obstetras, salvo para preguntar cules eran
los honorarios y la forma de pago'... coment el
mdico M.S., miembro de la Asociacin Argentina de Perinatologa y
de la de Obstetricia y Ginecologa de la
Ciudad de Buenos Aires.... La presencia del hombre durante el
parto ya es un tema casi fuera de discusin. ... Si
bien demuestran estar cada vez ms involucrados con sus funciones
como padres, segn una encuesta realizada
aos atrs por el Gobierno de la Ciudad [de Buenos Aires], los
hombres todava no simpatizan con muchas tareas
domsticas: en la ciudad, slo el 10 por ciento de los varones se
encarga de sacar la basura por la noche." (La
Nacin, 17.6.01)
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estudio es parte de una investigacin sobre parejas conyugales de
dos proveedores
pertenecientes a familias de nivel socioeconmico medio. Hemos
entrevistado a varones y
mujeres rompiendo con el enfoque tradicional que toma a las
mujeres como las informantes
nicas en estudios sobre la dinmica familiar, como se hace en
otros mbitos cuando se trata
de estimar, por ejemplo, el nivel socioeconmico de la familia
sobre la base exclusiva de las
caractersticas ocupacionales del jefe de hogar (varn), an cuando
la esposa tambin est
ocupada en el mercado de trabajo.
En el curso del ao 1996, entrevistamos separadamente a las
esposas y esposos que
integraban 35 parejas de dobles proveedores, de sectores medios,
residentes en el Area
Metropolitana de Buenos Aires.5 Estudiamos, entre otros temas,
la divisin del trabajo segn
gnero a lo largo de 25 actividades en dos mbitos: el domstico
(12 actividades), y el del
cuidado de los hijos (15 actividades). Ambas series contienen
actividades que se realizan
diaria y ocasionalmente. As, cocinar o lavar los platos son
realizadas todos los das, as como
tambin cambiar paales o hacer dormir a los nios. En el otro
extremo, pagar las cuentas,
hacer pequeas reparaciones en el hogar u ocuparse del
mantenimiento del auto son realizadas
ocasionalmente, al igual que, en la segunda serie de
actividades, organizar una fiesta de
cumpleaos, o comprar ropa para los nios, o asistir a las
reuniones en las escuelas de los
hijos. Adicionalmente, indagamos acerca de la divisin del
trabajo por gnero en los hogares
de origen (entre los progenitores) cuando ellos eran nios de 10
u 11 aos de edad. En
relacin a la generacin anterior, preguntamos por una lista corta
de actividades, teniendo en
cuenta los efectos de la memoria. Con estos datos estamos en
condiciones de responder, para
esta pequea muestra de parejas de dos trabajadores
pertenecientes a los sectores
socioeconmicos medios, las siguientes preguntas:
1. cul es el rol de los varones vis vis el de las mujeres en las
actividades domsticas
y de crianza de los hijos,
2. cul era el rol de los varones vis vis el de las mujeres en
las actividades
domsticas y de crianza de los hijos en la generacin de sus
progenitores, y hasta qu punto
5 Las entrevistas fueron realizadas por seis (mujeres)
estudiantes avanzadas de sociologa, integrantes del
seminario de investigacin 'Familia, trabajo, y gnero' que dirig
en la Facultad de Ciencias Sociales de
Universidad de Buenos Aires durante el ao 1996. Entonces cont
con la invalorable colaboracin de mi entonces
asistente de investigacin, Mariana Heredia que a la sazn era una
joven sociloga.
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dichos roles han cambiado intergeneracionalmente, y
3. en qu medida las percepciones que tienen los esposos
coinciden con las que tienen
las esposas acerca de la divisin del trabajo por gnero en sus
actuales hogares.
La pregunta que en ltima instancia me interesa responder es la
que dejaron planteada
Goldscheider y Waite (1991) para los Estados Unidos: estos
movimientos concluirn en
"nuevas familias" con los varones y las mujeres compartiendo las
cargas familiares de
manera ms igualitaria-, o bien concluirn en "no familias"
estimuladas por la disminucin
del nmero de matrimonios, el aumento de la edad para contraer
matrimonio, la disminucin
de la natalidad, o el incremento de parejas sin hijos fomentadas
por la insatisfaccin con la
divisin no equitativa del "segundo turno" entre esposos y
esposas?
EL CONTEXTO
Entrevistamos separadamente a ambos cnyuges de una muestra
seleccionada
intencionalmente de 35 familias nucleares, de entre 25 y 45 aos
de edad, pertenecientes a los
sectores medios, con al menos un hijo pequeo. Elegimos familias
de dobles proveedores,
antes que familias que siguieran el modelo tradicional de un
nico proveedor (varn), ya que
es en este tipo de familias en donde tanto los varones como la
mujeres estn sometidos a
mayores restricciones de tiempo y a mayores demandas para
articular la familia y el trabajo.
Adems, presumamos que las familias de clase media integradas por
parejas con altos niveles
de educacin, habran de estar a la vanguardia de los cambios de
valores, de modo que
podran mostrar ms claramente que otras en qu medida estn
teniendo lugar cambios en la
dinmica familiar. Seleccionamos una etapa temprana del ciclo de
la vida familiar pues es un
momento en que existe una fuerte demanda del cuidados de los
hijos, que compite con las
demandas de la vida laboral por el tiempo de ambos cnyuges.
Todos los esposos y esposas estaban ocupados, los primeros en
promedio unas 50
horas semanales (entre 25 y 80 horas), y las segundas alrededor
de 27 horas semanales (entre
6 y 60 horas). En suma, los varones trabajaban diariamente un
promedio de cuatro horas y
media ms que las mujeres. Entre las mujeres, 16 trabajaba menos
de 25 horas semanales,
mientras que slo 7 lo hacan por 40 horas y ms. Ninguno de los
esposos, en cambio,
trabajaba menos de 24 horas semanales y 22 lo hacan por 50 horas
semanales o ms. Estas
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diferencias en los comportamientos de las mujeres y varones son
consecuencia del contexto
social, cultural y econmico en que se desenvuelve la vida de
estas personas, a su vez
socializados en roles sociales marcados por el gnero.
En total, las 35 parejas tenan 67 hijos viviendo en el hogar, en
un rango que iba de 1 a
4 hijos por pareja, y un promedio de 2. La distribucin etaria de
los hijos oscilaba entre los 2
meses y los 19 aos, con una concentracin por debajo de los 7.
Cerca de dos tercios de las
parejas tenan ayuda domstica remunerada, desde 3 hasta 80 horas
semanales. La mayora de
los hijos de 2 y ms aos de edad estaban en el sistema escolar,
fuera en el jardn de infantes o
en el nivel primario. Slo pocas parejas contaban con ayuda
familiar, en su mayora de sus
madres o abuelas, que colaboraran en el cuidado de los bebs o en
el transporte de los nios
hacia y desde la escuela, o quedndose con ellos en el hogar
cuando estaban enfermos.
La mayora de los esposos y esposas tenan altos niveles de
educacin: al menos nivel
secundario y, en la mayora de los casos, estudios
universitarios. Todos ellos tenan
ocupaciones de clase media. Haba maestras, profesoras,
psiclogas, mdicas y empleadas
administrativas entre las esposas; y agentes de seguro,
empleados bancarios, abogados,
arquitectos, psiclogos, mdicos y comerciantes, entre los
esposos.
Provenan mayoritariamente de familias de clase media y media
alta y, slo en unos
pocos casos, de familias de clase baja. El contexto
socioeconmico y cultural en que se
desenvolvan, treinta aos atrs, era bien diferente. Algo ms de un
tercio de sus madres
estaban en el mercado de trabajo como maestras, empleadas
administrativas, pequeas
comerciantes, trabajadoras familiares sin remuneracin en los
pequeos talleres o comercios
de sus esposos. Estos eran terratenientes, arquitectos, mdicos,
abogados, miembros de las
fuerzas armadas, comerciantes, empleados administrativos, o
eventualmente, trabajadores
calificados. En sus hogares, cuando las parejas entrevistadas
tenan 10 u 11 aos de edad, un
poco ms de la mitad de sus progenitores contaba con personal de
servicio domstico. De
stos, alrededor de dos tercios tena personal a tiempo completo
(ms de 35 horas semanales),
y eran muy pocos los que tenan ayuda por poco tiempo (menos de
16 horas semanales). En
los hogares actuales, tambin son ms de la mitad los que gozan de
ayuda domstica; pero
ahora la ayuda a tiempo completo es ms escasa.6 Entre las
parejas actuales, existe una clara
6 En las familias de origen de las mujeres que entrevistamos la
cantidad de horas semanales de ayuda
domstica (649 horas) era menor que en los hogares de sus esposos
(804 horas) en donde, de paso, algunas
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asociacin entre el tiempo de trabajo de las mujeres y el tiempo
de la ayuda domstica
remunerada, lo que sugiere que las esposas pagan su remplazo
como amas de casa y madres.7
Este no es el caso de la anterior generacin, en donde el
servicio domstico remunerado era
mucho ms frecuente.
Las entrevistas fueron realizadas en el hogar o en los lugares
de trabajo, en cafs y en
bares. Pusimos un gran esfuerzo en asegurar respuestas
independientes de ambos miembros
de la pareja, evitando hasta donde pudimos que se influyeran
mutuamente. Adems de
solicitarles formalmente que no comentaran entre s sus
respuestas, fijamos los horarios y
lugares de encuentro para llevar a cabo las entrevistas de modo
de reducir las posibilidades de
"contagio" mutuo. El procedimiento fue harto complejo pero
exitoso.
LOS VARONES Y LAS MUJERES: EL HOGAR Y LOS HIJOS
Interrogamos a los esposos y las esposas sobre una serie de
actividades y les pedimos
que nos dijeran quines las hacan. Formulamos la pregunta de la
siguiente manera: "Dira
usted que hace todo, la mayor parte, una parte, un poco o nada
de cada una de las siguientes
actividades?"
En la esfera de lo domstico, las actividades eran: cocinar,
lavar los platos, poner la
mesa, lavar la ropa, planchar, limpiar la casa, hacer las
compras, pagar las cuentas, ocuparse
del mantenimiento del auto, hacer reparaciones en la casa,
contratar un pintor, un plomero o
un albail, y arreglar salidas con amigos. En cuanto al cuidado
de los nios, preguntamos
acerca de: cambiar paales, dar de comer, baar, vestir, hacer
dormir, hacerlos cepillar los
dientes, llevarlos a la escuela, ayudarlos con las tareas
escolares, organizar las fiestas de
cumpleaos, hablar con los maestros, ir a las reuniones de padres
en la escuela, reprenderlos,
quedarse en el hogar cuando los chicos estuvieran enfermos,
llevarlos al mdico, y comprarles
familias tenan ms de una persona contratada para la realizacin
de tareas domsticas.
7. El 29 por ciento de las parejas en las que la esposa
trabajaba poco tiempo (menos de 19 horas semanales)
tena ayuda domstica remunerada por 20 o ms horas semanales,
mientras que el mismo arreglo domstico
estaba presente en el 35 por ciento de las parejas en las que
las mujeres trabajaban medio tiempo (20-34 horas
semanales), y en el 50 por ciento de aqullas en las que
trabajaban a tiempo completo (35 horas semanales o
ms).
-
13
ropa.
Las mujeres tendieron a ajustarse ms que los hombres a las
preguntas que les
formulamos. Aceptaron y usaron sin inconvenientes las categoras
"todo", "la mayor parte",
"parte", "un poco", y "nada". A los hombres, en cambio, las
preguntas les presentaron
problemas. A menudo, parecan dar vueltas en crculos, eludiendo
el tema, negndose a
ceirse a las preguntas tal como las habamos formulado, haciendo
uso de porcentajes
(cuantitativos) de tiempo, que permiten medir fragmentos ms
pequeos de tiempo que las
categoras (cualitativas) que nosotros les presentamos. De esta
manera, en lugar de contestar
que ellos cocinaban, cambiaban los paales, o cualquier otra
actividad "un poco", estimaban
su contribucin en "5 por ciento", o "10 por ciento". Tambin
usaron expresiones como "a
veces", o "de vez en cuando", que parecen ms positivas o menos
drsticas que "un poco".
Recordaban eventos nicos, excepcionales, tales como: "una vez
fui a ver a la maestra de mi
hijo y le dije que...", o "la semana pasada, cuando el nio se
enferm [l no se qued en casa,
pero], yo llam por telfono [desde su trabajo] una o dos veces
todos los das para preguntar
cmo estaba", o tambin "una vez, estando en Miami [en un viaje de
negocios] le compr [a
mi hijo] zapatillas". Al hacer estos comentarios, los maridos
transformaban actos singulares
en sustitutos (habituales o cotidianos) del compartir el cuidado
de los chicos en trminos
iguales con sus esposas.
En suma, mientras las esposas respondieron rpidamente y de
manera categrica, los
esposos se detenan, pensaban, hacan bromas, intentando hacerse
entender, recordando
ancdotas, etc. Parecan incmodos con el tema y ansiosos por
justificar lo que ellos mismos
juzgaban como un nivel bajo de participacin. Algunos mostraron
cierto grado de irritacin
con el tema o falta de inters en hablar de estas cosas. A menudo
evidenciaron alivio llegado
el momento de hablar acerca de cmo eran las cosas en sus
familias de origen. Muchos de
ellos dijeron: "Ah!, las cosas ah eran mucho ms claras", o "Ah!,
los roles estaban mucho
ms definidos". Seguramente estas muestras de incomodidad de los
varones sea resultado de
la falta de correspondencia entre lo que hacen efectivamente y
lo que piensan que deberan
hacer, conscientes de los cambios que se estn dando en la
definicin de la paternidad.
Vayamos ahora a los resultados que encontramos. Examinar primero
la visin que
tienen los varones de la divisin del trabajo en sus hogares,
empezando por el mbito de los
quehaceres domsticos, que trataron en forma distinta que al del
cuidado de los nios.
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14
Entre la mayora de las 35 parejas que entrevistamos, las tareas
domsticas estn
fuertemente segregadas por gnero, lo que significa que los
varones no participan del
"segundo turno". Para decirlo de otro modo, hay actividades, la
mayora en verdad, que "no
son tareas de hombres". Son aqullas en las que entre el 90 y el
100 por ciento de los maridos
no participan en absoluto, o lo hacen apenas un poco. Son parte
de la rutina diaria, o de
realizacin muy frecuente: cocinar, lavar los platos, limpiar la
casa, lavar, planchar. A su vez,
hay pocas actividades que "no son tareas de mujeres". Cuando se
trata de hacer trabajos
ocasionales como pequeas reparaciones domsticas o de ocuparse
del mantenimiento del
auto, quienes tienen uno, los varones hacen todo o la mayor
parte, y las mujeres poco o nada.
Que la mayora de las actividades domsticas cotidianas no sean
actividades de
varones no significa que sean realizadas exclusivamente por las
esposas. Las mujeres
asumen la total responsabilidad por las tareas domsticas, pero
su ejecucin es slo en parte
una tarea de las esposas y en parte de sus "asistentes",
personal domstico, parientes cercanos
o, menos frecuentemente, los hijos de ms edad. Lo mismo sucede
con los varones y las
reparaciones domsticas, cuando no son realizadas por ellos, lo
son por servicios que se
contratan, pero no por las esposas.
En sntesis, la responsabilidad por la ejecucin debe ser
diferenciada de la ejecucin
misma de las tareas.8 En el caso de las 35 parejas que
entrevistamos, lo que claramente no
comparten los esposos es la responsabilidad, mientras que el
"hacer" pueden compartirlo con
otros. De esta manera, cuando se trata de cocinar, lavar los
platos, limpiar la casa, lavar la
ropa o planchar, las mujeres no comparten su segunda jornada con
sus esposos, sino con el
servicio domstico remunerado, en la mayora de los hogares por
slo unas horas a la semana.
Entre las distintas tareas domsticas, la limpieza de la casa y
el planchado son las que las
mujeres ms fcilmente delegan.
8 Fassinger (1993), quien tambin distingue entre "hacer" y "ser
responsable por", afirma que un factor clave que
ayuda a perpetuar la desigualdad de gnero en el trabajo domstico
es la distinta percepcin que tienen los varones
y las mujeres acerca de la responsabilidad por esas tareas (p.
213). La autora asigna a esas diferencias en las
percepciones la perpetuacin de la desigualdad de gnero en el
hogar.
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15
Hay algunas actividades para las que existe segregacin por
gnero, pero con un nivel
menor de consenso, lo que sugiere que estn en una fase de cambio
hacia la feminizacin o
hacia la neutralidad genrica (compartir?). Son ocasionales y,
adems, tradicionalmente
actividades de varones: contratar plomeros, pintores u otro
personal de servicio, y pagar las
cuentas. Las parejas entrevistadas se dividen en dos mitades: o
bien los esposos/esposas
hacan todo o la mayora de esas actividades y las esposas/esposos
nada o slo un poco, o las
compartan entre ambos.
De hecho, hay muy pocas actividades domsticas que son
verdaderamente
compartidas por varones y mujeres, en las que la segregacin por
gnero no prevalezca. Tal es
el caso de la planificacin de la vida social de la pareja, de
hacer las compras, y de poner la
mesa diariamente. Las dos primeras actividades son compartidas
por alrededor de la mitad o
ms de los esposos y esposas. El compartir tambin caracteriza la
puesta de la mesa, que es
hecha diariamente. Pero sta es una actividad compartida por la
familia, y utilizada por
muchos padres de clase media para comenzar a fomentar en sus
hijos la responsabilidad por
los quehaceres domsticos.
Las cosas son bastante diferentes en relacin al cuidado de los
nios. En primer lugar,
son muchas menos las parejas, y con respecto a relativamente
menos actividades, en las que
prevalece una ntida segregacin por gnero, en tanto que el nmero
de parejas que comparten
la paternidad es mayor. En segundo lugar, cuando la segregacin
existe, toma la forma de
padres que no hacen nada, o slo un poco, y madres que hacen
todo, como ocurre con el
trabajo domstico. Pero a diferencia del trabajo domstico, en
este caso las madres casi no
tienen ayuda de otros en el hogar, sea de un servicio pago o de
familiares. Aparte de la
funcin "guardera" del sistema escolar, el cuidado y la crianza
de los chicos en el hogar es
responsabilidad casi exclusiva de ambos progenitores. No es
transferida ni delegada, excepto
en los casos de compra de ropa, de quedarse en casa acompandolos
cuando estn enfermos,
o de llevarlos y traerlos de la escuela. En estos casos, las
madres pueden ser reemplazadas por
un pariente, una persona de servicio domstico, o por un
transporte escolar. Estas actividades
difieren de las domsticas, las que en muchas familias y en
relacin a varias reas las mujeres
delegan en servicios remunerados sean domsticos o de otro tipo-
que hacen la limpieza, el
planchado, o el arreglo de una canilla, de la ducha o de un
artefacto elctrico.
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16
Cuando se trata de retar a los chicos, asistir a reuniones
escolares, llevar a los hijos al
mdico o, menos frecuentemente, hacerlos dormir o vestirlos,
entre la mitad y tres cuartos de
los esposos entrevistados comparten las responsabilidades con
sus esposas. Pero la situacin
es diferente cuando se trata de baarlos, cambiarle los paales,
darles de comer, comprarles
ropa, organizar fiestas de cumpleaos, hablar con los maestros, o
ayudarlos con los deberes de
la escuela. En estos casos, escasamente un tercio de los padres
comparten las tareas con las
madres. Los otros dos tercios no contribuyen en nada o slo un
poco, y son las madres las que
hacen todo o la mayor parte de esos quehaceres, muchos de ellos
diarios y ocasionales.
El cambio de paales es paradigmtico. Figura entre las
actividades del cuidado de los
nios ms rechazadas por los padres. Los varones pueden llegar a
decir "'mi religin' me
prohibe cambiar paales". Las mujeres pueden llegar a decir que
"l no cambia paales, ni
siquiera los toca, porque le resulta desagradable"; o tambin,
"cuando l est en casa con el
beb, trata de no cambiarle los paales y espera que yo regrese
para que yo lo haga".
En suma, como ha sido encontrado en otras sociedades (ver mencin
al tema en la
seccin Introduccin a este captulo), en estas familias de dobles
proveedores de sectores
medios, el comportamiento de los hombres est menos marcado por
el gnero cuando actan
como padres que cuando lo hacen como esposos. Los hombres se
comprometen ms con los
hijos que con el hogar. El mbito del trabajo domstico es
definido como femenino, mientras
que el de la crianza de los hijos es definido como una empresa
compartida.
Algunos varones dicen sentir pena por las mujeres porque ellas
tienen que trabajar en
casa y con los hijos, adems de hacerlo en su lugar de trabajo.
Pero, como nos dijo un hombre,
"Estoy de acuerdo con lo que dicen los psiclogos: los bebs
necesitan mucho ms de sus
madres...Est culturalmente determinado. Cuando estoy en mi casa
(y yo trabajo 12 horas
diarias), trato de ayudar, pero slo con los nios". Otro es
consciente de que "Ella hace todo, y
adems, trabaja ocho horas diarias. Por eso le tengo lstima. Yo
ayudo, pero ni se me ocurre
lavar un solo plato".
An cuando participen, los padres a menudo no asumen la
responsabilidad total por la
tarea, sino slo por su ejecucin. Actan como asistentes o como
complementos de sus
esposas. As, los esposos llegan a decir: "Si mi hija tiene que
lavarse los dientes, mi esposa me
lo recuerda, y yo le insisto [a su hija] que lo haga". Y las
esposas dicen: "El viste a los nios si
yo les tengo la ropa preparada"; o tambin, "El le da de comer si
le pido que lo haga". En otros
-
17
casos, ellos participan porque les gusta la tarea, no porque sea
necesario hacerla. Uno de los
esposos dijo: "Yo me hago cargo del mantenimiento y la pintura
de la casa porque me gusta
hacerlo". Y las esposas comentan que: "El cocina una vez cada
tanto porque le gusta hacer
pizza"; o "El lustra los muebles de vez en cuando, tiene un
repentino ataque y lo hace".
Vale la pena destacar que lo que fue sealado ms arriba describe
la distribucin de las
actividades domsticas y las de crianza de parejas conyugales en
las que no slo el esposo-
padre est en la fuerza de trabajo, sino tambin lo est la
esposa-madre. Es cierto que mientras
la mayora de ellos trabaja a tiempo completo, y hasta ms,
escasamente un tercio de las
mujeres lo hacen con la misma intensidad, la mitad trabaja a
medio tiempo, y un quinto slo
unas pocas horas a la semana. Pero todas ellas tienen uno o dos,
o hasta tres hijos pequeos en
casa. Algo menos de la mitad no tiene ayuda domstica asalariada,
mientras que un cuarto la
tiene slo una, y excepcionalmente, dos veces a la semana, por
slo 3 a 5 horas por da. Es en
estas circunstancias contextuales que ambos cnyuges construyen
su comportamiento de
gnero poniendo en juego su socializacin temprana en los roles de
gnero.
LA GENERACION DE LOS PADRES: EL HOGAR Y LOS HIJOS
En qu medida la situacin de estos varones y mujeres difiere de
la de sus propios
madres y padres, miembros de la generacin anterior?
Casi dos tercios de las madres de los varones y mujeres que
entrevistamos eran amas
de casa a tiempo completo cuando ellos tenan 10 u 11 aos de
edad. El resto de las madres,
que superaban el tercio de estas familias, participaban del
mercado de trabajo. La tasa de
actividad de este grupo (41,0 por ciento) era relativamente alta
para esa poca, a mediados de
los 70. En el sector de la poblacin femenina a la que pertenecan
en su mayora de clase
media, de entre 35 y 45 aos de edad, con educacin secundaria,
casadas, con esposo y dos o
ms hijos en el hogar la tasa de actividad rondaba entre el 34,0
por ciento y el 36,5 por ciento
(Wainerman 1979). Entre las familias en las que las madres no
estaban en el mercado de
trabajo, alrededor de un tercio tenan ayuda domstica remunerada
a tiempo completo. Entre
aqullas en las que las madres eran econmicamente activas, muchas
a tiempo completo, slo
cerca de la mitad tenan ayuda domstica remunerada, el resto
no.
Cmo era la divisin del trabajo entre los esposos y las esposas
entonces? Dado que
-
18
no existe ninguna investigacin previa sobre este tema en la
Argentina, carecemos de datos
acerca de la forma de vida de la generacin anterior a la de
nuestros entrevistados que nos
posibilite una comparacin. Como no pudimos afrontar el costo de
entrevistar a los padres y a
las madres de nuestros entrevistados, tarea que insume mucho
tiempo y energa dado que
requiere conseguir la colaboracin de dos parejas familiares por
cada pareja actual, tuvimos
que recurrir a otro abordaje. Por lo tanto, an a riesgo de
disminuir la validez de los datos,
adoptamos la estrategia de recolectar informacin pasada a travs
de informantes sustitutos.
Somos conscientes de la dificultad (tan bien sealado por Sudman,
Bradburn y Schwartz,
1996) que involucra el ejercicio de recuperacin de los trazos de
la memoria autobiogrfica
que les solicitamos a nuestros informantes. Es, sin lugar a
dudas, un proceso complicado que
puede ser resultado de ambos, los comportamientos realmente
ocurridos en el momento
pasado y por hechos que sucedieron y/o por informacin que se
incorpor a la memoria con
posterioridad.
Tenemos cierto grado de confianza en la validez de la informacin
sustituta que
recogimos por al menos dos razones. Por un lado, por la elevada
coincidencia que hallamos
entre la informacin (reunida en forma separada) de esposos y
esposas concernientes a sus
propias familias de origen. Por otro lado, por la coincidencia
que constatamos entre los
parmetros sociodemogrficos y econmicos de la poblacin de los
padres y los del universo
del que provenan.9
Tomando en cuenta las dificultades que implica obtener
informacin del pasado de
informantes sustitutos, slo consultamos por 18 de las 25
actividades que estudiamos para las
parejas actuales. De las 18, la mitad tena que ver con el
trabajo domstico y la otra con la
crianza de los hijos. Es slo en relacin con stas que podemos
evaluar hasta qu punto la
9 Uno de los indicadores es la estructura educacional de los
esposos y esposas en las familias actuales y en sus
familias de origen. En la generacin de los padres, el 70 por
ciento de ambos miembros de la pareja conyugal
haban logrado al menos educacin secundaria incompleta, pero con
grandes diferencias por gnero cuando se
trata del ms alto nivel educacional. Slo el 20 por ciento de las
madres vis vis el 44 por ciento de los padres
haban alcanzado el nivel universitario incompleto o ms. Las
cifras equivalentes para los esposos y esposas que
entrevistamos son de 91 por ciento para las madres y de 80 por
ciento para los padres de nivel universitario
incompleto o superior. Los datos muestran una tendencia hacia la
expansin de la educacin (ms marcada entre
las mujeres), y hacia la igualdad de oportunidades para ambos
gneros que ha sido ampliamente documentada por
los datos agregados. (Ver la seccin "Capital cultural relativo
de los cnyuges" en el captulo 2 de nuestra autora
en esta misma obra). Las tendencias intergeneracionales hacia
una mayor participacin en la fuerza de trabajo por
parte de las mujeres, es otro indicador de la relativa validez
de la informacin reunida de ambas generaciones
usando datos de primera mano para la actualidad y datos de
sustitutos para las generaciones pasadas.
-
19
divisin del trabajo en el hogar cambi entre las dos
generaciones.
En la de los padres, el comportamiento de los varones y de las
mujeres tambin difera
segn fuera el mbito de actividades: los varones tenan mayor
presencia en su papel de
padres que en el de esposos, y compartan ms con las mujeres en
su papel de madres que de
esposas.
La diferencia con la generacin actual en relacin al trabajo
domstico es slo de
grado, ya que la segregacin opera hoy en da bajo los mismos
patrones que en el pasado. Las
mismas actividades eran de las mujeres y las mismas eran de los
varones. Cocinar, lavar los
platos, limpiar la casa, planchar, hacer las compras, eran
responsabilidades de las esposas.
Hacer pequeas reparaciones en el hogar, o cuidar el auto, eran
responsabilidades de los
esposos. Pagar cuentas era mayoritariamente una actividad de los
varones, pero en un tercio
de las parejas estaban a cargo las mujeres. Las percepciones de
los varones y de las mujeres de
las parejas que entrevistamos eran muy coincidentes en lo
referente a la divisin del trabajo
entre sus padres en sus familias de origen.
Las diferencias intergeneracionales radican en que muchos
varones hoy en da
participan un poco cuando hay que cocinar, lavar los platos, o
limpiar la casa, mientras la
mayora de los varones de la generacin de los padres no
participaban nada de estas
actividades. Adems, aunque an de manera incipiente, el compartir
se ha convertido en una
prctica mucho ms popular entre los esposos hoy en da. Pagar las
cuentas y hacer las
compras son buenos ejemplos: slo el 10 por ciento de los padres
de comienzos de los aos
70 compartan su realizacin, en tanto dichas cifras se elevan a
entre un cuarto y un medio
entre sus hijos e hijas, que son padres y madre de fines de los
aos 90.
Es en relacin a la paternidad que el cambio intergeneracional es
verdaderamente
evidente. La escala de este cambio es enorme. Casi todos los
padres de la generacin previa
rechazaban comprometerse en las tareas de baar o vestir a sus
hijos, o de ayudarlos con sus
tareas escolares. Estas eran definidas como actividades de
"madres" ya que la "paternidad" era
culturalmente percibida como "maternidad". Actualmente slo
escasamente un tercio de los
padres de los nietos y nietas de la generacin anterior continan
rehusndose a participar. El
rol del padre ha sido redefinido. Los varones lo han asumido
ampliamente, compartiendo el
cuidado de sus hijos con las madres. Regaar, que ha sido
tradicionalmente dominio del padre
-
20
"vers cuando tu padre est en casa" era una advertencia
frecuentemente esgrimida por las
madres superadas por las travesuras de sus hijos-, es compartido
por ambos esposos en las tres
cuartas partes de las parejas entrevistadas. La paternidad
parece haber adquirido un valor
social que no tena antes, y uno que el trabajo domstico no ha
alcanzado y que es poco
probable que alcance en el corto plazo.
Esta tendencia reproduce la encontrada en los Estados Unidos
desde mediados de los
80, concomitantemente con incremento del "padre nutriente". Como
dijimos en la
Introduccin al presente captulo, son ya muchos los estudios que
proporcionan evidencias
consistentes acerca del incremento del compromiso de los varones
con la crianza de los hijos,
mientras mantienen, al igual que en el pasado, un bajo
compromiso con el trabajo domstico.
Como ha sealado Gerson (1993),
Un creciente grupo de padres, la mayora de los cuales estn
casados con mujeres
comprometidas con el trabajo, estn cambiando paales, llevando
cochecitos,
mimando a sus hijos y, en general, compartiendo los placeres y
cargas de la crianza
de los hijos. (p. 9)
La tendencia parece haber adquirido mayor fuerza en las clases
medias y entre las
familias de dobles proveedores. En la Argentina, la psicologa,
mayormente el psicoanlisis,
que ha permeado los conceptos y mtodos de crianza y educacin
desde fines de los 60,
reforz estos cambios. La "Escuela para Padres", una creacin de
la psicloga Eva Giberti de
los 60, es paradigmtica de este movimiento. Giberti difundi
ampliamente ideas modernas
sobre las relaciones entre los padres y los hijos, y un nuevo
significado de la paternidad a
travs de la radio, los diarios, las revistas femeninas,
conferencias, y de una obra editada en
cuatro volmenes, tambin denominada "Escuela para Padres", que
ocupaba los estantes de la
mayora de las familias educadas de la clase media (Giberti,
1961).
Los libros de lectura de uso en la escuela primaria argentina
proporcionan interesantes
evidencias que son de especial valor ya que la escuela es uno de
los principales agentes de
imposicin de valores culturales. Desde comienzos del siglo XX y
hasta los 70, estos libros
ensearon a los hijos que
Los padres y las madres tienen funciones muy diferentes, casi
sin ningn punto de
contacto. Mientras que las madres estn a cargo de las rutinas
domsticas, los padres
desplegando creatividad, iniciativa y sabidura- encuentran
rpidas soluciones a los
problemas que aparecen en el hogar. Si un aparato elctrico
falla, ellos lo arreglan,
si se necesitan estantes, ellos los construyen. Su actividad
principal es trabajar para
-
21
proveer de apoyo econmico a la familia. (Wainerman y Heredia
1996, p. 86)
Nada de esto se encuentra en los libros publicados a comienzos
de los 90. En la
mayora de estos libros, los chicos y las chicas comparten los
mismos juegos, as como la
realizacin de las tareas domsticas. En la familia esta
coexistencia de roles est tambin
presente.
La mayora de las madres en estos libros estn en la fuerza de
trabajo, an aqullas
con nios pequeos... Aunque en la fuerza de trabajo, ellas
mantienen el liderazgo
sobre los quehaceres domsticos... y el cuidado de los hijos...
No se ha producido
ninguna redistribucin del trabajo entre los esposos. Como hasta
los 70, los hombres
y las mujeres estaban ms comprometidos con la paternidad que con
el trabajo
domstico: ellos compartan su tiempo con sus hijos, ayudaban a
vestirlos,
participaban en las reuniones escolares, los llevaban a pasear,
etc. Pero ellos no
lavaban los platos, no cocinaban, no limpiaban la casa...
Lo que ha cambiado profundamente es la participacin de los
chicos y las chicas en
el trabajo domstico. Mientras en los 70 las nias jugaban a ser
pequeas mams de
sus muecas, y los nios jugaban a tareas que demandaban fuerza e
ingenio, en los
90 ambos ayudan en trminos iguales con los quehaceres domsticos
cocinando,
haciendo las camas, poniendo la mesa, lavando ropa. (Wainerman y
Heredia op. cit.,
p. 92)
DOS HISTORIAS DE LA FAMILIA: MIRADAS DE ESPOSOS Y DE ESPOSAS
Los esposos y las esposas hacan referencia a la desigual
disponibilidad de tiempo y de
flexibilidad del horario de trabajo para justificar la divisin
desigual entre ellos de las tareas
del hogar. Vale pena indicar que en su revisin de las
investigaciones sobre la divisin del
trabajo domstico, Greenstein (1996) no encontr evidencias
favorables para sustentar la
adecuacin de la perspectiva de la "disponibilidad de tiempo", es
decir, ninguna asociacin
clara entre el nmero de horas que trabaja una mujer fuera de su
hogar y el que dedica al
trabajo domstico. Por otro lado, no hay evidencias de que los
hombres desocupados
aumenten sustancialmente su el tiempo de trabajo domstico. Sin
embargo, nuestras
entrevistadas acostumbraban hacer comentarios como el siguiente:
"En el pasado solamos
compartir mucho ms porque estaba ms tiempo en casa"; "El sola
trabajar menos tiempo, y
hacamos todo mitad y mitad"; "Estoy haciendo mucho ms ahora, ...
l tiene que trabajar ms
horas"; "El quisiera hacer ms de lo que hace ahora [en la casa],
pero todo es cuestin de
-
22
tiempo"; "El ao prximo, cuando empiece a trabajar el doble de
tiempo del que trabajo
ahora, ambos haremos lo mismo. Los varones, a su vez, decan que
Es por mi trabajo que
yo no puedo, no es porque no quiera hacerlo"; o "En el pasado yo
estaba ms en casa porque
no trabajaba tanto como ahora [antes de tomar el segundo
trabajo]. Mi mujer, en cambio,
deba tomar turnos en el hospital, trabajando ms horas que yo,
por eso era yo quien cuidaba a
los chicos". Los argumentos parecen reflejar la realidad, vale
la pena recordarlo, que estos
esposos trabajaban (en actividades no domsticas) en promedio
cinco horas por da ms que
sus esposas. Lo que es digno de destacar es que nadie, ni entre
los varones ni entre las
mujeres, se plante qu es lo que hace que las mujeres trabajen
menos horas diarias que los
varones, es decir, sobre qu base o quin es responsable de
decidir que as es en casi todos, si
no en todos, los casos. Las parejas "naturalizan" este hecho, no
cuestionan que ellos trabajen
ms horas que ellas.
Veamos la imagen que los hombres y las mujeres tienen de lo que
sucede en sus
hogares. En el dominio de las actividades domsticas, los esposos
tienden a mirar la situacin
como ms compartida y las esposas como ms segregadas. En
conjunto, los varones perciben
su propia participacin en las tareas domsticas como mayor de lo
que la consideran las
mujeres. Sin embargo, ambas percepciones no estn tan apartadas.
Donde las esposas estiman
que los esposos no hacen nada, los esposos estiman que hacen slo
un poco, pero no parte,
la mayor parte, o todo. De hecho, cuando se trata de cocinar o
de lavar los platos, dos tercios
de las esposas dijeron que sus esposos no contribuyen nada,
mientras que slo un tercio de
los esposos concordaba con esa imagen, y alrededor de un tercio
declar que haca slo un
poco.
Para decirlo sintticamente, las percepciones de ambos miembros
de la pareja
coinciden en general en cuanto a la forma en que ocurre la
divisin del trabajo en la casa. Los
esposos y las esposas son conscientes de que la mayora del
trabajo domstico es segregado (y
es un privilegio de las mujeres), con excepcin de tareas como
poner la mesa o contratar el
servicio de plomeros, pintores y albailes. Pero en contraposicin
con esta visin general, los
varones se atribuyen a s mismos mayor compromiso en el segundo
turno que el que les
atribuyen las mujeres a ellos.
En el mbito del cuidado de los hijos, nuevamente, son ms
numerosas las ocasiones
en las que los esposos se perciben compartiendo las actividades
con sus esposas de lo que
-
23
ellas lo perciben. Esto es cierto en relacin a cambiar paales,
vestir a los hijos, quedarse en
casa cuando estn enfermos, llevarlos al mdico, asistir a
reuniones escolares, y hasta planear
fiestas de cumpleaos. En cambio, tienen una mirada menos
compartida o ms segregada
acerca de llevar a los hijos a la cama, o de hacerles cepillar
los dientes, o de regaarlos,
actividades que en mayor o menor grado implican poner lmites
para moldear el
comportamiento.
En suma, los varones perciben el ejercicio de la paternidad y de
la maternidad como
siendo ms compartida de lo que lo perciben ellas, y lo hacen va
la sobreestimacin de su
propia participacin respecto de la que le atribuyen las esposas.
Los estudios que incluyen
tanto a los esposos como a las esposas (tales como el de Berk
1985, o el de Greenstein 1996)
tambin hallaron que ambos cnyuges subestiman sistemticamente el
esfuerzo del otro. En
nuestro caso esto puede ser la consecuencia de un intento de los
hombres por compensar lo
que ven como una falla de su parte (en presencia de la
entrevistadora, y por efecto del
mecanismo de la "deseabilidad" social que los lleva a
"presentarse" de una manera aprobada
socialmente hoy), o de una verdadera percepcin distorsionada de
la realidad. De acuerdo a
Hertrich (1997), hay tres condiciones necesarias para que la
informacin sea adecuada: que la
persona conozca el dato, que lo recuerde, y que, adems, lo
informe de manera precisa. De ser
as, las preguntas que cabe plantearse son: hasta qu punto los
varones y las mujeres tienen
igual conocimiento de esos datos?, hasta qu punto los recuerdan
con igual precisin?, hasta
qu punto estn igualmente capacitados para informar sobre ellos?
Las consecuencias
metodolgicas de una respuesta negativa a estas preguntas son
evidentes por s mismas. Su
importancia amerita continuar haciendo investigacin emprica
sobre el tema para conocer en
qu medida los estudios sobre la familia y su dinmica llevados a
cabo con un nico miembro
de la pareja conyugal arriban a informacin y conclusiones vlidas
o espreas.
CONCLUSIONES
Las evidencias resumidas ac son un primer paso en el camino de
explorar la cuestin
de la paternidad en las familias de dos proveedores de sectores
medios. No slo no sabemos
cmo funcionan, tampoco sabemos cmo funcionan los varones y las
mujeres juntos en el
hogar, qu hacen y qu sienten al respecto. La pregunta a la que
dan origen estos datos es la
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24
que Goldscheider y Waite (1991) formularon para los Estados
Unidos: "nuevas familias, no
familias?". Las familias argentinas estn en camino de
desaparecer -como lo sugiere el
incremento de la soltera, de las personas sin hijos, y del
divorcio-, o se transformarn en ms
igualitarias como resultado de que los varones comenzarn a
compartir con las mujeres el
segundo turno?
Es demasiado pronto para avanzar una respuesta definitiva, pero
las parejas que
entrevistamos estn compartiendo algo ms de las tareas domsticas
y mucho ms del cuidado
de los nios que lo que hacan sus padres treinta aos atrs. Los
nios de hoy, socializados en
este clima, posiblemente lo reproducirn, si no lo ampliarn, al
momento de llegar a la edad
de formar sus propias familias.
La incomodidad que detectamos en muchos de los esposos que
entrevistamos cuando
se encontraron hablando acerca de cunto contribuan al trabajo
domstico y al cuidado de los
hijos, dan evidencias de las presiones que han estado
ejercindose recientemente sobre los
varones para que se involucren ms con la familia y sus tareas.
En el futuro cercano es
previsible que las mujeres continen ingresando a la fuerza de
trabajo y seguramente en
nmeros mayores. Como no todas ellas pueden ser supermujeres,
capaces de asumir al mismo
tiempo roles familiares y roles econmicos, se puede prever que
los varones incrementarn su
compromiso con el trabajo domstico y la paternidad, compartiendo
de este modo la carga del
segundo turno desempeado por sus esposas trabajadoras y haciendo
que la "masculinidad"
no se iguale exclusivamente con fuerza, actividad, inteligencia
y con las habilidades de los
varones para proveer medios econmicos. Es por esto que votamos
por un futuro de "familias
nuevas" en lugar de uno de "no familias", en las que el balance
de poder entre ambos
cnyuges sea ms igualitario, en las que los varones tengan
oportunidad de desarrollar
sentimientos que hasta no hace mucho se consideraban privativos
de las mujeres, y en las que
los hijos e hijas crezcan intelectual y emocionalmente en un
mundo de expectativas de gnero
ms equilibradas.
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