PRÓLOGO
Con profunda emo ción y gratitud recibí el honroso y lison
j ero encargo de revisar y poner en cuart i llas para la imprenta
el manuscrito autógrafo de l as M emori as de ni ñez y juventud
or i ginales del inmortal Dr . D . Federi co Rubio , con quien tan
prietos vínculos de cariño perdurable me unen . En el campo de
l os sentim i entos co i ncidíamos siempre , y con frecuencia gran
dísim a en la esfera d e las ideas .
L a revis i ón del or i g inal la he hecho al ponerlo en limpio
para imprim i rse . Leve cuanto grata ha s i do mi modest i sima
obra .
Como borrador escrito con l a enorme facil i dad que para ello
tenía el i ns i gne maestro,quien j amás vo lvía a leer sus propios
trabajos,n i aun para corregirlos , mi tarea se ha reducido a
quitar una palabra repet i da , poner un vocablo que faltaba, colocar la deb i da puntuación , completar con algún verbo una
oración demasiado elíptica,etc . ; pequeñeces , en suma , que no
tocan a la redacción , y respetan en abso luto la frase y el pen
samiento prop i os del escri tor .
Esta obra póstuma'
e inédita consta de dos partes : N i ñez y
Juventud, una y otra divididas en parágrafos numerados con ci
fras romanas , rotulados los último s de la primera parte y casi
todos los de la segunda . He completado la rotula01 on poniendo
los epígrafes que faltaban y tomándolos de frases textuales
contenidas en el parágrafo correspond i ente , o bien de su idea
madre . Para que no se l e atribuyan esas útiles y sencillas adi
c i ones mías , he señalado con un asterisco los epígrafes puestos
por el mismo Dr . Rubio .
Si a lo antedicho se añade la d i recmon editorial y la correc
ción de pruebas,queda expuesto así por completo cuanto cons
t i tuye l a humilde labor que he realizado para darse a la estam
pa l a obra más primorosa d e mi venerado maestro y entraña
ble amigo del alma .
Aquí debiera terminar esta nota , con el carácter de mera
advertencia prelim i nar a los lectores .
M as,una voluntad superior a la m ía me obl i ga
,con dulce
forzam i ent'
o, a que la noticia se alargue hasta Prólogo . Esa vo
luntad es la de la muy i lustre dama D .
a' Sol Rubio, viuda d e
G arcía del B usto,h ij a ún i ca del glorioso cirujano
,escritor y
ñlántr0po ; l a cual señora , en cumplimiento d el mandato pa
terno , costea la presente ed i ción , que delata por sí misma l a
carenc1a de todo móvil d e lucro,aun siendo honrado y respe
table , como la ganancia mercantil . Quiere la cu l tísim a dama
que…
yo diga al público lo que acerca de esta obra de su amado
padre le he dicho en el seno de la bondadosa y fina amistad
con que D .
& Sol (o . p . b .) me honra y favorece .
He aquí la expresiva carta en que tiene a bien encomendarme todo lo antedicho
x
c Sr . D . Luis Marco .— Amigo mío : Deseo cumplir con un
deber publicando unas Memorias inéd i tas de m i amado pa
dre (q . e . p . ¿ Quién como usted puede prestarme ayuda en
esta obra piadosa? Usted,con su talento de escritor insigne ,
con el amor que conserva a su memoria , nunca desmentido , es
el indicado para prestarme su apoyo , como siempre , desi nte
rosado y leal .» G uardo en el fondo de mi alma
,impresas siempre , las pa
labras que , pocas horas después de morir su maestro , escr i b ía
usted y publicaba por la noche L a Ep oca . Decían así : N o ten
go que enseñar a los m i os a quererte; tú solo hi ci ste que te ama
sen —los seres a qu i enes amo y que me aman .
» N o fueron palabras vanas ; usted y los suyos son los mío stambién
,son los que me prestan amor y cºmpañ ía son los
que me muestran a todas horas lo mucho que amaron a m i pa
d re, queri e
'
ndom e a mí inmerecidamente .
» ¿ Quiere usted ordenar las cuart i llas escritas , correg i rlas y
poner Prólogo a la obra y , por tanto , ayudarme a publ i car lasaM em 0ri as de un niño contadas por un v i ej o » ?
» N o dudo que lo hará,y será una prueba más de su adhe
310 11 y car iño a la h i ja de Federico Rub i o .
» De usted siempre agradecida y afectísima ,— Sol R ubi o,
V i uda de G arcía del B usto . »
Así como en Inglaterra es muy cop i osa la l i teratura b i ográ
ñoa y en Franc i a lo es la autobiográfica total o parcial , en E s
paña escasean esos dos géneros de monografías históricas , par
t i cu larm en te el úl t 1mo .
R eñri éndom e no más que a las de autores modernos , de
gran talla l i terar i a y social,sólo recordaré aquí las M emor i as
d e un setentón (Mesonero Romanos) , las de Alcalá G al i ano ,las del segundo marqués de Mend i gorría (G eneral Córdoba) ,las del poeta Z orrilla (R ecuerdos del t i emp o vi ejo) , la obra de
Cánovas E l sol i tari o y su t i emp o (referente a su t ío D . Serafín
Estebanez Calderón) ; s in contar alguno s otros libros relac i o
nados con hechos políticos de un período contemporáneo, re
feridos por actores más o menos secundari ºs en los sucesos
que narran con mayor o menor ñdel i dad .
Es una verdadera lást im a que nuestros grandes hombres ,en toda especie de el evadas ac tividades humanas
,no hayan
publicado sus M emori as .
L as de D . Federico Rubio t i enen dos l imitaciones volunta
rias : primera , no abarcan toda su vida , sino sólo las épocas de
la n 1u ez y de la juventud escolar ; segunda , tampoco abarcan
todos los aspectos de estas dos edades ,”s1no únicamente el
“
a s
pecto pedagógi co en sus dos ramas fundamentales , la i nstruo
c ión académ ica,la educac i ón fam i l i ar y social . Ambas lim i ta
c i ones consti tuyen el plan y la fi nal i dad de las presentes M e
mori a s, por del i berado y man i fiesto pr0pós i to del autor
H ijo y ni eto éste de abogados y méd i cos y catedrático s,en
plena cla se m ed i a i lustrada , y aun ilustre , en plena Andalucía
pintoresca,y en pleno período trág i co d e trans i c i ón del rég 1
m en absolut i sta al rég imen l i beral , estos tres elementos mez
clados íntimamente retratan no ya la vida de un ind i vi duo ,antes de adqu i rir personal i dad y rel ieve como los que
,andan
do el t i em po , adqu i r i ó Rubio , sino a la vez y hasta con toques
más brioso s , s i cabe , la vid a nacional española y la vida regio
nal andaluza,en ese período de transformaci ón social
,de lucha
a muerte entre lo pasado y lo entonces venidero , actual hoy
en nuestra patria .
¡L a clase media! Ella m i sma se pone en solfa por boca de
escritores de sus propias ñ las , com o una mezcla i nforme y
compleja de i ntereses m ezqu i nos,de amb i c i ones ch i cas , de m 1
serias y van idades comb i n adas en lo curs i , de asp i rac i ones sm
l ím i tes a l a r i queza y al po der,s i n pujos de heroísmo ni d e
santi dad, si n grandes vicios n i grandes vi rtudes , todo ,
a ras del
suelo ; reptando o gat eando para avanzar y subir s i n gloria , por
n o poder correr,saltar n i trepar en el asalto a las alturas so
c i al es ; sabedora de que es ella la Democrac i a que vence por
obra de la Revolución,y,no obstante su plebeya burguesía ,
desprec i ando y explotando a quienes económ i cam ente estánpor bajo , a la vez que adm i rando y 00piando en caricatura a
la nobleza por ella derribada (luego de destruído el feudalismo
por l os reyes absolutos) , para venir a parar ridículamente en
ex celen tísimos e i lustrís im os señores , en aristócratas haitia
nos de nuevo cuño borroso,z año y de b aja l ey , cual moneda
falsa .
Y esa m isma clase m edi a tan heterogénea es en la presente
ºrgan i zamºn económ 10a el nervio d e la sociedad actual (cºmo
la clase proletaria es carne ya
sangre ) , cºn lºs título s de agri
cultores ; industriales , comerc i antes , hombres de carrera , fun
c i onari os , intelectual es y clases d i rectora s burguesas ,ñl i steas , b eº c i as . Tºdº ellº representa
,nº la total i dad de las
energías y del trabajº sºcial , pero sí la r i queza y la cultura
n aciºnales .
Pues bien : l a clase media,tan pequeña al parecer , indivi
duo por i nd i vi duo , tan grande en realidad por su empuj e v1 tal ,lleva en l a evºluc i ón de su existenc i a un sello trag i cómico ,dramát i cº y n o ép i co , in tensamente humano , y
'
s i n reflej os o
camb i antes"
sem i d i v i nº s cºmº l º s de las altas clases d i rectºras
ant i guas , a qu i enes destronó y susti tuyó en la v i da soc i al y
pºlít i ca .
Es una ex i stenc i a entreverada de lances ridículº s cºn ener
gi as cºlosales, prim erº para sºsteners e
,luego para i r subiendo
,
al ñu para ll egar a las cumbres lo s que l legan . Es una v i da de
cºm bates contínuos en la conqu i st a del pan nuestrº de cada
día, de l as i nd i spensables levita y chis tera , hasta del frac y el
clac,de los peri follos aparatosos para la muj er y las h i jas
,de
l a carrera fru ctuosa para los h ijºs,de la fama º la r i queza
,
del poder o de la glºr i a .
D . Federi coº
R ub ío pinta al vi vº y del natural la clas e me
d i a españºla en sus M emori as . Y la p i nta en Andalucía, y la
p i nta durante la guerra entre l º ant i guº y lº mºderno en la
España del 23 al 48 d el pasadº s i glo .
De igual mod o que la clase m edia es un sem i llerº de cºn
trastes vigorosos dentro de su ,al parecer
,mºnótona y hasta
ramplona m ed i ocr i dad,Andalucía es una cºmarca en que te
rreno y poblac i ón tienen individual i dad prºpi a y profundºs
cºntrastes d entrº de su,a primera vista , ligereza alada .
M arismas , llanura s , vegas , costas , montañas y serranías
cºn tajos hondísim ºs y p i cºs que asci enden a la región de las
nieves perpetuas en un clima“
meridional ; viñedos , ºlivares y
dehesas , puertos exter i ores e interiores , ríºs navegables : to d o
eso y mucho más , bañado en luz espléndida , en cuanto al te
rreno .
En cuantº a la pºblac i ºn , bella y graciºsa en tºdas las
clases soc i ales,n º meramente con gracej o natural
,sm c cºn
una gra ci a que no necesita ser át i ca,pues le basta y aun sº
bra con ser andaluza ; población ligera y superfici al , alegre y
gozadora,l lena de imagi nac i ón y júb i lº i nfant i l
,t i ene a la
par los más v i r i les , enérg i cos , i nfat i gables , talentosºs , prºfun
d os y ser i os caracteres que en España i lus tran todas las cien
cias y las artes tºdas . De ese pueblo,tan ºri ental º t an afr i ca
nc , salen hombres de h i errº cºn i ncrustac i ones de ºrº fuertes
y bellºs cual joyas de Zuloaga º armaduras del R enac i m i en
to . Q ue son una minoría,se d i rá ; pero ¿ dónde no son la m i nº
ría lº s grandes hºmbres,que s i empre sºn a la vez grandes ca
rac teres? Claro que el elementº reg i onal común,lº típicº vul
gar,es la Andalucía d e pandere ta y crºmo de cajas de pasas
lo pintorescº y de exportac i ón,lº más burdº y falso , la car i
catura de un país .
D . Feder i co Rubio es i n i mitable costumbrista andaluz en
sus M emor i a s . P i nta a l pueblº gaditanº (y me p i enso que a l
sevillano i gualmente) como un G oya al madr i leño casi por l a
m i sma épºca ; las mod i fi cac i ones traídas pº r el escasº inter
valo de t i empo entre ambos , casi nº son más que de i ndumen
taria .
Y esto m e trae a hablar de la época . L a retratada pºr el
Dr . Rub i o,empieza tras la sublevac i ón de R iego por l a L i
b ertad en España,y termi na tras la sublevac i ón de varias na
c i ºnes de Eurºpa pºr l a Demo cracia en 1848 . Es el períºdo
culm i nante de la guerra entre l i berales y absolutistas , exalta
dos y moderados,crist i nos y carlistas
, prºg res i s tas y reacc i º
nari os : l iberales,exal tados
,cristinos y pro gresistas , el régi
men nuevo que nace ; absolutistas , moderados , carlistas y re
accionar i os,el rég imen v iej º qu e muere matando .
A l .presen tarnos a lºs exaltados como unos locos de atar , a
lº s prºgresistas comº unos tontos de capiro te , al Ejército cºm º
1 1
bandas pretorianas en busca de botín con lº s pronunc i am i en
tos, si qu i enes así hablan son l i berales , resultan ingratos , o l vi
dadi zos e incºnscientes ; s i » sºn reaccionariºs,dan la cºz del
asnº,no al león mºri bundo , s i no al enem igo
'
victºriosº , y es
tán en su del pataleo .
Aquellos locºs y aquellos tontos y aquellos pretorianos
sublevados , con su entus i asmo loco, con suhonradez tonta,con
su valor y su sangre , con la pérdida de la libertad , la patria ,los bienes d e fortuna , la vida , el sosiegº d e la fam i lia , cºn las
lágr imas de lº s seres quer i dºs y el sudor de la pelea cruenta ,traj eron a España lº que tenemos de rem ºzam i en to y barniz
mºderno . Todo esº , que representa v i gºr , abnegaci ón , grande
za de alma , persecuci ºnes , dest i erros , ll antº y m i ser i a , cárce
les y pres i d i os,hºrca
,garrote v i l
,fus i lam i entos
,batallas cam
pales , moti nes urbanos , todº esº constituye las gestas l i bera
l es en la generac i ón heroica de la primera mitad del s i glº X I X .
¡Qué cómºdº es h ºy ser o llamarse l i beral o demócrata , so
c i al i sta o anarquista ! ¡Cuán pacífica y hºnestamente burgués
todo el l o,cuán mansº y acomodat i c i o
,cuán burocrá t i co y
financzero! S i ; ri ámonº s de aquellºs locºs y tontºs y pretoria
n ºs , bien repan t i g adºs nosotrº s en blandos s i llones de accio
n i stas,mano a mano con los enemigos eternos d e aquello pºr
lo que nuestros abuelºs y padres sacrificarºn todº lº suyº en
bien de l ºs demás .
H ij º Rubio de un cºmpañerº de Riegº,al describir los
añºs negro s de su v i da y fam i l i a , del ayacucho que sucede al
negro , cºmo consecuencia de las pers ecuci ºnes polít i cas cºntra
lºs l i berales,nºs hace ver la épºca tr i ste y gloriosa d e sus
días de niñez y juventud en aquella r i ente y jocunda Andalucía , dond e vino al mundo para ser su gala
Sabido es que D . Federico Rubio nac i º en el Puertº de
Santa María,el 30 d e Agosto de 1827
,y mu rió en Madrid , el
31 del m i smº mes del año 1902,o sea cuandº a cababa d e
cumplir tres cuartºs de s i g lº justos . Sus M emor i a s abarcan el
período de su vida corrido hasta los comienz os ídel año 1850,
e n que term i nó en Cád i z su carrera de médico ; en realidad , no
son vei nt i dós años , s i no v e inte , l os de vi da cºnsc i ente reme
mºrada,pues la ¿pr imera ¡impres i ón d e su s recuerdºs
,la más
remºta en su m e in ori a sen i l,se refiere a cuando tenía cumpli .
dº s nº más que los dos años i n i c i ales de su ex i stenci a .
¿ Cuándo escri b i ó R ubiº la presente ºbra? E n ella d i ce él
m i smº haberla redactadº a lºs sesenta “muy cumpl i dos, l ºcual
,dada l a prec i s i ón con qu e señala en el texto las edades
de lº s person ajes que menc i ona,i nd i ca haberse escr i tº ,por el
añº de 1888 , probablemen te pºcº antes d e cum plir los sesenta
y un º ,al fi n d e la pr imavera y cºm i enzos del veranº .
Fuera d e esº, no h ay hechos contemporáneos de la fecha
de la redacc i ón m ás que la referenc i a a las hazañas de un pe
rro (el p erro P a co) , y las hazañas d e un bandido (el B i zco del
B orge) , m ed i ante dºs alus i on es . He ahí cuanto puedº precisar
que la s M emori as del Dr . R ub i o fueron escr i tas pronto hará
vei nt i cuatrº años cabales,en el momentº d e publ i carse pº r el
amºr fi l i al en el décimº añ º de la defunc i ón del autºr,cum
pl i éndose la vºluntad manifestada por el escritºr i ns igne d e
que n º se di esen antes a la imprenta .
El fi n de la obra es esenc i almente pedagóg i cº , narrandº
R ub i º cómo y qu i énes l e i n struyeron y educaron en su v ida
familiar,escº lar
,estud i an t i l
'
y soc i al , hasta l a fecha en que i b a
a reva l i darse para adqu i r i r el tí tulº d e L i cenc i adº en Med i c i
na . Anal i za todos lºs momentºs culm i nantes de su prºp i a i n s
trucc i ón y educac i ón,para sacar consecuenc i as t rascenden ta
les,úti les y práct i cas en ese terrenº de tamaña impºrtanc i a
para la patria . Ti ene para ellº que p i ntarse a s i m i smº , que
retratar a cuantos le rodearon en su país y en su épo ca duran
te aquel período de rudo aprendizaj e de la v i da y estudiº d e
una carrera un i versitaria .
De ahí resultan el co lo r lºcal gad i tano y el sabor d e época
de transición políti ca y social ; cºlor y sabor t an reales qu e
cºnstituyen el mayºr encantº de este preciosº librº , B iblia delbu en decir .
_ 13_
Cosas y persºnas están enfodadas admirablemente , con vi
gor de p incelada franca y ñnura de toques a un t i empo , conjustº y br i llante coloridº ,
¡
firme d i bujo , enérg i cº c laroscu
ro,
”
perspec t i va l i neal y aérea tan exactas como la realidad se
representa estereoscópi cam ent e en nuestras ret i nas . Las ñgu
ras (¡qué hermºsa y var i a galería de s oberb i ºs retratºs !) sºn
semblanzas v ivientes ;'
lº s fondºs y accesor i os son costum br i s
t as , const i tuyendo en conjunto una ser i e pasm'osa de cuadrºs
d e gónerº , jugosos , plásti cos , l lenos d e brío y d elicadeza jun
tamente,comº los de un maestro d e l ºs Paíse s B aj os .
Cuando el Dr . Rub i o te'
oriza y general i za en sus refi e
x iºnes,el l ector aprobara º desaprob ará , según su pa rticular
criter i º sobre todas º cada una d e las i deas del p ensador .
Mas,cuandº Feder i co R ub i o narra
,descr i be
,d i aloga y
p i nta,aquí t i enen que un irse tod os los lectºres para declarar
que el a rtista , el escr i tºr , el l i terato , sºn de primer ºrden en
las l etras españºlas
Léx i co ricº, si n rebuscam i en t o de vocablºs ; un decir flu i
dº,senc i llo
,natural
,claro
,transparente
,en el regi stro medi o
(el d e los grandes cantºres) , que abrillanta las notas del regis
tro alto y red ondea las d el regi strº baj o ; d ono sura , gallardía ,espºn tane i dad , agudeza , g ra cejº, suave i rºnía , benevºlenc i aamable para las humanas ñaquezas del prój imo , severa i nfle
x i b i l i dad consigo m i smo_, candor ºpt im i sta s i n enervam 1en t º s ;
fe en s í prºpio,fe en la tierra
,fe en
'
el c i elo ; robustez v iril y
delicadeza femen i na en sent imientºs y actos ; juventud sana
de cuerpº y alma ; construcc i ón si n táx i ca en estil o cortad º y
aun a veces elípt i co ; sºbri º de adornºs y afei tes , enem i gº de
lo ampuloso,del es t i lo peri ódico
,oratori o
, ñor i do , ori ental ,que tanto i nfluye en la
'
l i teratura española : todo estº veº y me
asºmbra en las M emor i a s de D . Federicº Rubio .
No hay d i t irambo n i nganº en este merec i dº y pál i do el og i o
a l escr i tor , ni me mueve la pluma el amºr que tuve a su perso
na y guardo a su memoria querida . Honradamente he tratadº
en este Prólogº de huir del influj o avasallador del cariñº , del
respeto,de la venerac10n ,
d e lá admirac i on a l hºmbre y al sa
b i º , para que en m i s impres i ones d e lector nº se reflejasen
esºs puros y nobles sentimientos y extravi asen la im parci al i
dad de m i modestº juici º literar i º persºnal , hasta por el moti
vo d e que carezco de au tºri dad para hacer lº que se l lama
a lta críti ca a la moderna .
L a o bra del Dr . Rubio no es para los médicos , s i no para
el públ i cº general , desde quien sólº sepa leer hasta los que
mej or saben escr i bir artísticamente . Para aprec i arla no hace
falta cultura general n i espec i al d e n i ngún 'l i naje . Y cuantº
mayor en extens i ón e intensidad sea la cultura d e quien l eyere ,más y mejores goces tendrá en la lectura de ella .
S i yº tuv i ese la autºridad l i teraria que neces i taría para
emitir una opinión-dogmática,d i ría que estas M emor i as me
recen ser c lás i cas porqu e lo sºn en sí m i smas a l aparecer . Perº
esto i n cumbe decirlº,si así lo est iman justo
,a nuestros gran
des maestros en el pensar y en el,dec i r . A ellºs cedº respetuº
s º l a palabra solemne y defin i ti va .
Yo abandono el proscen i o saludandº,me reti ro por el foro
y d ej º que a l fi n se alce el telón ; tºdo para regoc i jº del públ icº am ante de las grandes obras
,escr i tas pºr lº s magnos inge
n i ºs en la rºtunda y elegante habla españºla castiza .
D E . LU IS MA R CO
M I SMAESTROSYM I EDUCACI ÓN
M E M O R I A S D E N I N E Z Y J U V E N T U D
PRIMERA PARTE
LA EDUCACI ÓN nr: UN Niñº, CONTADA ros UN V I EJO
I N T R O I T O
Hace t i empo,me preocU pa el problema de la Educación .
Acreci ó m i i nterés con l a lectura del B oi et i n de la I nsti tu
c i on L i bre de Enseñanza , que , ll evandº en nuestrº país la ban
dera d e lº s últimos adelantos pedagógicos , al tratar los mult i
ples t em as que da m i sma entraña , h a ag i1 ijºneadº m 1 perezosa
vºluntad hasta hacerla saltar y , sin poder con tenerm e,tºmar
la pluma y dejarla correr .
¿ Cómo se educa al hombre? 0 l o que es lo m i smº : ¿ cómº
debe educarse a un n iño para que sea buen hombre? Este es el
prºblem a d el Emi l i o, el problema que prºcura resºlver la gran
cienc i a de la Pedagogía . Para hacerlº cºn ac iertº y frutº,t ra
bajan muchºs pensadºres de buena voluntad . D éjo los en su
n oble labor . Qu i erº reducirme a más humildes propós i tos : a
averi guar , por la"
observac i ón y la exper i enc i a prop i as,cómº
se ha educado a los'
n i ñºs en el t iempº en que yo l º era ; y ,para errar menos en las apreciaci ones
,cómº me han educadº a
mí , con l o cual pºdré hacer un estud i o de au to ¿ ob servac i ón y
d e endo-observaci ón u observación interna , que no cºnsiderº
d e tod º punto inútil para servir d e dato a la Pedagogía ge
neral .
16
M i p r i m e r r e c u e r d o : u n a l fi l e r .
¿ Cuándo , en qué época º edad de la infanc i a tiene el niñº
idea o conc i enc i a d e sí prºpi o? Creº que este prºblema nº dej a
de ser i nteresante .
P ºr mi parte,l º que puedo decir es que uno la idea pr ime
ra d e m i ex i stencia con la del pr imer recuerdo . Antes de este
recuerdo,nada sé de m i . Después de él , puedo dar cuenta , más
º menºs part i cular i zada , de los d i stintos hechos , emoc i ones y
pensamientos que cºnst i tuyen l º s eslabºnes de l a cadena de la
v i da . ¿ Prueba esto , por ventura , que antes d e ese recuerdº no
tuvi era yo alguna i dea de mí m i smo? Creº que debía tenerla ;pero no involucremos cuestiones de suyo compl i cadas ; dejemos
estº para luego . A partir de la ºbservac i ón de m i m i smo , ten
go que as i gnar hoy a mi conciencia la fecha del primer recuer
do m ío que yo alcanzº .
¿ Qué recuerdº fué éste? Allá va su relato . ¡Con qué viveza
se presenta a la mente! ¡Cuántºs otros de ayer lºs veo más
borrado s y confusos !
E n un co lchonc i tº extendid o en el suelo , la cabecera t o
cando a la pared,en el centro de una alcoba blanca , cºn una
puerta abierta al comedor,dºnde h abía una luz que dejaba
colar tenue claridad en la estancia,acababa de acºstarme mi
bend i ta y entonces h erm ºsi simá madre . Me había desnudado ,co locando las rºpas en una silla baja , de asientº de anea . Co
g i éndom e la mano,me persi gnó , diciéndome ella despaci o las
palabras para que yº procurara repetirlas ; me dió un besº yme dejó acurrucadº
No debí , como otras veces , quedar dormido : una pequeña
cosa dura mºlestaba m i sien derecha,que apoyaba sobre la al
m ohada ; llevé allí la maneci ta,y lºs dedos asieron una diminuta
y dura redondez ; tiré de ella y salió un alñler grande, que en
A ndalucía llaman zanca o alfi lerº
de =
a ochavo . L o llevé a la
boca y,sin saber cómº , se fué adentro . E l tem or más profundo
s e apoderó de m i : no sent ía dolºr ni molestia , perº estº nº m e
t ranquñ i z aba ; creí fi rmemente que un alfi ler tan grande , tra
gado,tenía que s er , s i n remedio , causa de inmediata muerte .
Pensé si gritar para que acudiese mi madre ; no lo hice , repri
mí el llorº . Razones que me i mpulsaron a guardar silencio : la
i dea de haber hechº una di ab lura ;'
la d e que nadie pºdría ya
sacarm e el alfi ler del cuerpº , y que la cosa nº tenía remedio .
Entonces me encogí cºmo un fetº ; hechº un º villº y temb lan
d o baj o la cubierta de la cama , eSperé la y me quedé
dormido .
Desperté por la mañana , y fue gran sorpresa ver que nº
había mu erto , al convencerme de que estaba b ien“ y de que
nada me dolía . Hagamos puntº en el relato . He reflexionado
muchas veces , en disti ntas edades , sºbre él , y siempre he sa
c ado iguales consecuencias .
P or el enlace de recuerdos sobre sucesos pºsteriores , pºr
preguntas hechas a mi madre acerca de la cam ita en el suelo ,l a habitación cont i gua al cºm edor , la s i lla baj a al ladº dere
c hº de la cabecera, etc .,resulta_que el caso o curr i º en la ciu
dad de M ed i nasi don i a,hacia el otoño del 29
,cºntando yo , por
t anto , de ve i nt i cuatro a ve i nt i cinco meses : Quiere decir,que
un niño de dos años,aun antes de poseer ampliº lenguaje , tie
ne ya i deas y sentimientos sufi cient emente desarrolladºs para
d arse cuenta de lºs mismos y dejarlos indeleb les en la memo
r i a,como puntº de partida de su existencia consc i ente .
He preguntadº a hermanos de menºr edad,a nietºs '
y a
otras personas cuya vida íntima me es sufi cientemente conoci
da , y en todos he comprobadº que ese primer recuerdo se esta
blece en la primera infancia . E n m i hermanº coincide a la
misma edad ; en los'
demás se advierte algún retardo , depen
d iendo ,'
entre ºtras causas,de la ocas i ón de un accidente ca
paz de producir gran atención y'
pensam i ento reflexivo so
b re e'l .
— 18
Anal i cemos ahºra el contenido del primer recuerdº .
Desde luego , supone necesar i amente , a modo de imperativo
categór i co , que al ocurr i r el lance ya tenía yº i dea _y conocí
m i entº perfecto de m i madre , de m i cama , de mi habitación ,de sus relac i ones con la p i eza contigua , de m i relación cºn to
dºs esº s obj etºs,de la luz natural , d e la claridad emanada de
la art i ñc i a l ; tenía también intu i c i ón de lo b i en y de lº mal he
cho,de la v i da , de la muerte ; y un sentir muy vivo del pel i
g ro , de su causa y sus efectos ; y un senti r más vivº aún d el
susto d e mor i r . Pero no resultan del análisis estas i deas y es
t º s sent im ientos tan sólo ; hay además ºtros actos intelectualessuper i ores : la reflexión que hace guardar s i lenciº
, pºr el m º
tivo b i en fundado de que nadie pºdría sacarme el alfiler .
Luego es evidente que s i yo no tengo hoy de mi madre una
idea an ter i ºr a la d e la noche en que tragué el alfi ler,nº es
pºrqu e carec i ese entonces d e su cºnº cimientº , sino porque se
me h an olvidadº la hºra y el puntº anter i ores en que lal legué
a con ocer ; y así puede afi rmarse de l o d emás enumeradº . L a
soluc i on de este asunto , por o t ra parte , nº ent i endo que sea
tan d ifi ci l cºmo a pr imera v i sta parece . E s un problema qu e
se plan tea en el hombre d i ar i amente , hasta en su edad m ás
a vanzada . N º hay día en que no pu eda adquirirse algún cono
c im i ento que , apareci endo cºmo nuevo a nuestro ju i c i o, no
t i en e nada de nuevº en real i dad ; sinº sólº que se nos presenta
en tonces y se n º s aparece con u na luz más clara,porque
, por
cualqu i era otra causa , fijamos más y mejºr la atenci ón en él .
E sto qu i ere dec i r que de lo i nconsci ente a lo cºnsciente nº
h ay solución , sólo h ay una seriada gradación ; y hasta en la s
m i smas c i eri c i as cºnsti tuidas , l abor la más alta¡yprºfunda del
género hum ano , h ay cosas meramente sentidas , cosas confa
sas,cºsas sueltas
,m a l relac i onadas
,y otras (las menºs) bien
art i culada s y sis temat i zadas .
Deseo que d i scurramos ahºra sobre si tienen º no tienen
va lor y trascendencia para la v i da práctica posterior las pri
m era s impresiones . Cºmo las m ías quedan enumeradas en el
de esºs cuadrºs anti guos , de fºndo ºscuro , cuyas ñguras sobre
cargadas de sombras sól o perm i ten ver una nar1z,una mano u
ºtra pequeña parte , Si n embargº d e lº cual dejan declarar el
asuntº . Este recuerd o , pues , lo conservo comº en dos partes
una perfectamente gráfi ca , y que podría dibujar ; ºtra de fon
do , que no se presta al d i bujo , perº de ex i stencia pos i tiva en
m i mente , y que completa el cuadrº .
U n señor , del que sólo veo ahºra la cara y una espada cc
n1da,me hace car i cias ; tómame en brazºs y me saca a l a calle ,
conduciéndome a una confi tería ; me sienta en el mºstrador y
me da un cartuchº de dulces .
L a espada,la cara del señor
,el cartucho de dulces
,el mos
trador y la conñt ería están en mi memoria representat i va vi
v ísim os , hasta en sus más pequeñºs detalles,hasta en el talcº
dorado y plateado d e las vi tri nas y l a caoba del mostrador .
L a cara d e mi ºb sequ i an t e era un poco oblonga,de color
clarº encendidº,nar i z pequeña ; labiº super i or , cub i ertº de es
peso bigote cas t año algº canoso,corrido a ambos lados*
con las
pati llas,cortadas a medio carrillo
,en forma de chuleta . L a
espada era ceñi da,con empuñadura de oro y nácar . Claro es
que d i cho señor d ebía de estar vestido de un i forme , debía dellevar en la cabeza algº cºrrespºnd i ente al mismo ; y , s i n em
bargo,es segurº que nº atendí a estas part i cular i dades
,y,
por cons i gu i ente,no se revelan a mi acuerdº . Nótese ahora el
contraste que s i gue : el nºmbre de ese señºr,primerº de quien
recibí un obsequio,y hacia el que sentí el pr imer movim i entº
de gratitud,nº se me ha ºlvidadº nunca : D . B enitº Cha i n .
El nombre lo rec i bí entonces,pues por t al órgano entran
las impresiones fonéticas,perº en m i nº ex i ste crón i ca para
ellas ; a sí , no pºr representación, cºmº sucede con la memori a
de lo visual o de lo sentido cual emoción,s i no por cálculº ,
asigno l a época en que adquirí el conocimientº de dichº n om
bre . E l hecho es que nº lo he ºlvi dado , y que resulta el pri
mero i nscritº en la lista de los nombres propi os .De D . B enito Chain nº vuelvº a hacer memoria ocular , y ,
2 1
sin embargº,cºntinuamos rel aciones algún tiempo ; pero por
relatos a él referentes,de m i s padres y ºtras personas afi nes ,
recogidos nº sé cómº ni cuándo, sºy la única ex i stente h ºysobre la t i erra que pueda dar algunas nºticias de la biºgrafía
de d i cho señor . Aquella prim era'
em oc i ón de gratitud que des
pertó en m i ser , qu i ero pagarla ahora , s i endº'
la última ºnda ;
tenue y apagada , de la memºr i a de qu i en la produj º .
D . B enitº Chain era un Español natural de Chi le ; su fa
milia,de las m ás antiguas , d i stinguidas y opulentas del país .
Dedicado desde su juventud a la m i l i01a,l e sºrprendió la su
b levac i ón separati sta mandando cuerpo ; n o sólº permaneció
fi el a la bandera que había jurado s i no que resist i ó y comba
t i ó pºr ella heroicamente . Perdida la campaña, v inº a España
con restos d e “otras trºpas . Así dej ó el país donde naciera , fa
m i lia,deudos
,i nmensas prºpi edades y riquezas , para presen
tarse en la madre patria (que nº conocía) , con sólo su fi el es
pada,gloriosa
,aunque nº vencedora , y su empleº d e B riga
dier,ganadº en los campos de batalla
Infestada decontrabandi stas y malhechores mucha parte
de España,en n i nguna había tºmado el m al tan graves pro
porc i ones cºmº en Andalucía . Nº i nd i viduºs , nº familias , nº
pueblos : comarcas enteras se dedicaban a la vida del contra
bando,haciendº de é l su casi exclusivº modo de v ivir . Cºn
ventos con sus guard i anes a la cabeza,en vez de al cºrº
,mar
chaban a las veredas y encruc i j adas,mºntados a caballº sºbre
sus tercios , convi rtiendº los claustros en depós i tos d e telas y
tabacos . Pueb los en totalidad,con su aristocracia de aldea ,
nobles de blasones y aun titulados,alcalde
,cura
,alguacil y
fi el de fechos , salían a los caminos,tapadas las caras con pa
ñuelos de seda , a emular las glorias d e Jºsé María .
Por m ás que la seguridad individual nº se consid erase en
tºnces función del G ºbierno,el escándalº pºr una parte , y pºr
otra (más principalmente) l a anulación de la,
renta de Adua
nas , obli garon a tºmar alguna determinación . Fue ésta , orga
nizar un cuerpo de ejércitº,divididº en tres columnas º briga
das . L a cºrrespondi ente a la provi nc i a d e Cádiz recib i o el
nombre de 3.
º'Cºlumna m óvil d e Andalucía,cºnñri éndº se el
encargº de organ izarla y mandarla al brigad i er D . B enitº
Chai n , por su fama de hombre incorruptible , acti vº y bizarrº .
Esto debió de suceder el año 1828 .
Al ºrgan i zar_la br i gada , en el Puerto de Santa María , se
encºntró el Jefe con la neces i dad de un Asesor . Había d e persegu i r el cºntrabandº
,tenía que descubrir y castigar
, no sólo
a los fautores , s i nº a sus j efes y d i rect ºres ; tení a que i ncoar
procedim i en tº s cºntra band i dos de baja y alta estofa ; y para
todo esto neces i taba un Abogado .
Tºmó varios informes,y un día se anunció y presentó en
casa de m i s padres .
— Soy el B r i gadier Chain,necesito un Asesºr para mi cº
lum na,y vengº a supl i carle que admita el cargº .
Mi padre quedó sorprend idº de tan inesperada prºpos i c i on ,
y tuvo que contestarle— Señor
, ¿ no sabe usted que estºy impur i ficado y que nº
puedº ejercer?— Sí que lo sé . Cºmº sé que es usted un negrº de los más
peligrosos de la Pro vinc i a ; que fue usted el segundo de la
partida de D . Pedro V aldés , fus i ladº hace poco en A lgec i
ras ; y que después fue usted ayudante de R i egº y pri sionero
en Jódar .
— Pues b i en , s i usted lo sabe , s abrá que n o sólo estoy b ajº
la v i g i lancia d e l a Autor i dad , s i no que i ncurr i ría en las pe
nas que se imponen a lº s i mpuriñcados cuando quebrantan la
cºndena .
— E so queda a mi cargº : el régimen absolutº tiene sus ven
t ajas , y una de ellas es que cada Autor i dad puede hacer lo
que qu i era , s i n darle cuenta a nad i e . Yo sºy el Jefe d e mi
columna,y en en ella mandº yº . Además
,escribiré al Coman
dante general y al Mi nistrº,que lo he nombrado a usted porque
a sí conv iene . Necesito un Abogado entendid º,activo y que nº
se deje ganar pºr i nñuenc i as ni d i nero
23
Se marchó,mandó un ºfi ciº a mi padre nºm brándole Ase
s ºr,y así quedarºn las co sas
,a pesar de la i mpuri ñcac i ón .
Organ i zada la cºlumna,se divid i ó en vari as partidas , esta
b le'
c i éndose la plana mayor en la ciudad de ¡Medina,adonde
,
pºr consiguiente,fué a v ivir mi padre con la familia .
A fi nes de otºño del 29se trasladó la plana mayor a Vej er ,
p ºr conveniencia del servicio . Allí hubº de res i d i r poco t i em
pº , no obstante lo cual corresponden av esa época m i s 3.
º
,4 .
º
,
5 .
º y 6.
º recuerdºs .
M u j e r e s l l o r a n d o .
Comº al fm de una mañana y cercano el medio día , mi pa
dre,tomándome de la mano
,me conduj o a una plaza cuadra
da,terri za y muy bañada pºr el sol . En el , frente pr i ncipal , un
edificio aisladº,mayor y de mejor aspecto que los demás de la
plaza : En la puerta,unos soldados . Mi padre d i j o a uno
— Tenga usted este n i ño,hasta que yo salga .
Y desaparec i ó portal adentro .
El soldado,unas veces paseándome y otras cog 1endºm e en
brazºs,prºcuraba entretenerme .
M i padre tardaba,y yo sentía
,ºra impaciencia
,ºra aburrí
m i ento . P or la puerta aquella entraban y salían más gentes
de lo que yo estaba acostumbradº a ver . Había tran'scurri d o
muchº tiempo . M i impacienc i a llegaba a puntº de impulsarme
a l lorar , cuando un grupo m ás numerºsº que los anter i ºres,
del cual salían voces y gem i dos,nº sólº me dis traj o
,s i no que
absorbió del tºdº mi atención .
En el grupo venían unºs presºs,y tras ello s tres mujeres
l lorando a grandes gritos,haciendº exclamaciones y cºntºrs i º
nes supl icantes , de desesperación y de dºlor .
No sé cómo me di cuenta,pero encontré cierta relac i on en
”
tre aquellas mujeres , aquellos presº s , mi padre y D . B enitº
— 24
Cha i n . Sentí un movim i ento …de v i va compasmn haci a las que
lloraban y se retorcían otrº de disgusto hac i a m i padre y dºn
B en i tº . Quedé triste largº rato , salió mi padre , me recogió y
no recuerdo más .
Según se desprend e del relatº , fi ja este recuerdo , comº los
anter i ores,una emoción prºfunda , una vibrac i ón de la sen sib i
l idad i nterna , más viva que las ordinarias y de naturaleza di st inta de las habituales
La huella de compas1on que tal escena prºdujo en m i esp iritu quedó indel eble por tºdºs los días de mi vida , dejándºme
desarm ado para resistir la súplica llorosa d e cualqu i era mujer .
El trance m ás d i fícil en que puedo verme es qu e una muj er
m e pida así una cosa irregular . Me s i entº en casos tales s i n
fuerza para resistir ; la lucha entre el deber y la conciencia de
no poder sostenerme,me obliga a fingi r enfado y falsa i ndi g
n ación, a levantar la voz para llamar con disimulº gente qu e
cºrte la demanda y sal ir del apuro .
M e c o n ñ r m a n .
Hacia la m isma época corresponde la primera imagen de un
t emplº que cºnserva mi memor i a : iglesia de una sola nave , el
presb i teriº dºs º tres escal ones el evadº ; una balaustrada lº
separa de lo demás del t emplº . En su centrº , a mi derecha , veº
el cancel d e madera que aísla la puerta pr i ncipal ; encima de
ella , una gran ventana , lucerna circular cerrada por pequeñºs
V idr i os empañados
N o recuerdº qu i en me cºndujº,ni si había gente . En cam
b i o , meparece de ha poco la s i guiente escena : véom e sentado,
al ladº del E vangelio , sobre el pasamano de la balaustrada ; al
guien me s ºstenía allí seguramente,quizá de mi prºpi a fami
l i a, pero no guardo la representación . Si veo salir po r una pe
quena puerta , del lado d e la Epístola , un señºr raro : ancho
por abajº , terminadº en punta por arriba , que se viene a m i
d espac i o,como de un a s ºla p i eza . Del señor sólº disti nguía la
cara,pequeña y arrugada . No s ent i m i edº porque relucía cºn
sedas y dºradºs desde lºs pies á la cabeza . Lentamente llegó
adonde yº estaba , y qu edóse un rato delante de …m i , cºmº ha
blando para s i . Le miraba con extrañeza ; me di ó un gº lpec i to
en la mejilla , a modo de car i cia , aunque cºn l a cara seria , y
en este punto se interrumpe el cuadró.
El lector habrá comprendidº que se trataba del actº de m i
cºnfi rmación . A él,seguramente
,acudierºn var i as persºnas
de m i familia,con l os padr i nºs ; debe nºtarse cómo , conser
vando la representaci ón gráfi ca de tantas part i cular idades ,queda el cuadro vacío de toda otra imagen de persona , fueradel señºr Obispo ; y es , sm duda
,que la atención es la puerta
de toda idea o todo conocimiento,así ºbj etivº como subjetivo .
Recuerdº , pues , l º que , por serme extraño y nuevº ,mºvió m i
atención ; y quedaron borradas y vanas en absºlutº todas las
demás cosas que m e eran ya cºnocidas y habituales .
La exper i enc i a poster i or de la vida me ha hechº ad vertir
que a l ºs niños nada les es tan fácil como entender; lº que l es
es difícil es a tender . Por más que lº que acabo de decir me pa
rece una verdad vulgar , tengo motivos para lamentarme d e
que , si no la ignoran , muchos parecen ignorarla .
He podido hacer,i gualmente
,otra ºbservac i ón baladí . L ºs
niñºs nº es pºr mala vºluntad pºr lº ¡
qne n o at i enden,sino
pºr dos motivos d istintos : por cansanciº y agotamientº tem
porale'
s, o por distracc i ón ; o , lo que es lo mismo , por hallarse
solicitada su atención pºr muchos objetos a la vez . Son para
ellos muchas cosas , y , por consiguiente , los niños efectúan un
trabaj o de atención tres o cuatro veces más grande que e l d e
cualquier adulto .
— 26
P r i m e r e s p e c t á c u l o
Ignoro qu i en me ha conduc i dº a un corral grande,limita
do por v i ejos paredones . E n su centro, con bastante númerº
de bancos y d e sillas , queda circunscri tº un espac i o c i rcular ,interrumpido a mi derecha .
Estoy sentadº,as i cºmº ºt ras gentes ; pºr detrás del cercº
hay también algunºs espectadºres de p i e .
Un payasº toca una trºmpeta ; sal e una jaqu i lla enana , que
cocea , pers igue y muerde al trompet_ero ; luego se amansa , entran en amigables coloquiºs y hace varias hab i l i dades .
Después,una mona vestida de mujer , cºn papalina blanca
y traj e encarnadº absºrbe m i s potenc i as . Ent i endo que es ani
mal y que se parece á las personas . Salta pºr un arº , tºca el
v i olín y castañetea lo s d i entes . Crec i ó m i agrado cuando , sa
liendo al redondel un perrº de lanas,la mona semontó en él ,
cºrr i erºn el circuitº e h i cieron otras gracias .
También sal i ó de actor un osº,que se puso en dos pies ,
an duvº cºmº un hºmbre y , con un palo”al hombrº , hizo el
ej erc i c i o .
No es fácil describir ciertas emociones ; y , entre ellas , la
más difi cil de expl i car puede que sea la emºc i ón que prºduce
lº grºtesco . S i n embargo,ºpino que hay mucho campº que es
t ud i ar en estas parti culares sensaciºnes endonérveas . De bue
n a gana pensar i a ahºra sobre la materia,s i nº resultara ex
t empºráneº y empalagoso .
Diré,s i ntetizando
,que s i me preguntaran en un examen
¿ Qué entiende usted por grotesco? , contestaria : Toda emoción
semejante a la que se experim enta la“ primera vez que se ve
una mºna .
— 28
pcs verdes y campºs pardos , que se pierden y confunden pºcºa pocº cºn el velº de nebl i na de
'
un di a cub i ertº y m elancól i
cº,de pr i nc i p i os del t i bi o i nviernº de Andalucía .
Cºmpleta el cuadro una vieja , que , sentada en un burro y
arrebujada la cabeza cºn su rºj º zagalej o vueltº , transita pº r
la h ijuela , segui da de u n muchachº a pi e , y de un perri l lo
ruin con el rabº enroscado .
M uy grato deb i ó serme aquel espectáculo imprevistº . P ºr
vez pr imera , si n duda , había ñjadº la atenc i ón en cosas seme
jantes . G rata , melancó li ca y senci lla la impres i ón , todavi a me
agrada su recuerdo . Y ahºra caigo en una particulari dad que
hasta aquí no había entendido : m i afi c i ón a descubrir el c am
po desde lugar cerradº ; mi preferencia pºr lºs d i as de tibia
luz amortiguada por las nubes .
Del relato resulta que a pocº más de lºs dos añºs pude
sentir una emoción estética . Si el hechº este nº fuera de ºb
servación , y de m i prºp i a ºbservación , no lo c reería . El senti
do estéticº,es
,qui zá
,el más super i or de todºs , el que tarda
más en d esarrollarse,y aun el que suele faltar en gran nume
rº de ind i vi duos . Pºr o tra parte,es un sent i dº cuyas puertas
sºn varias ; y es común ºbservar que unas están abiertas y otras
cerradas en las distintas persºnas . S i n salir d e m í , es s i ngular
el con t raste . Qui en sintió emoción estéti ca mºvid a pºr la v i
sión de un pa i saj e natural,ha teni dº cerrada la puerta mu
s i ca l hasta la edad de treinta años . Antes,la mús i ca me era
i ndiferente,y hasta molesta
,si proseguía mucho t i empo . D es
pués d e los treinta años comenzó a serme grata , aunque no
han l legado a em oci onarme más qu e ciertos cantos religiosos
y l a música guerrera .
Nada tan frecuente cºmº encontrar individuºs que tienen
abierta la puerta mus i cal has ta llevarlos de la emºción al ex
tasis , y tienen cerrada la puerta de otras B el las Artes , siendo
les indiferente que un cuadrº, una escultura o un edifi cio sean
mej ores o peºres,nº alcanzandº a diferenciarlos ni distin
g u i rlºs .
29
También es muy cºmún que personas cultas y de altº sen
tido e stético tengan cerrada la puerta d e la con teni plac i on de
la natural eza,v i éndose que , lejºs de agradarl es , les resultan
enojosos el cam pº,los paisaj es y todo otrº gran espectáculo
natural . L os habitantes de Madrid , por lº cºmún , pecan de
estº .
L a aptitud desarrollada para sentir lºs placeres dulces y
sencillos , es el mejºr antídºtº d e las pasiones y de lº s v i ciºs
grºseros . Poseedores d e esta verdad , es reprensibl e que no se
ponga más cuidadº en desarrºllar y cultivar el sent i do estét ico
en lº s n i ñºs .
Al presente,fuera de l ºs prºfesores d e la I nst i tucwn Libre
de Enseñanza,nadie p i ensa en estº . An tes al cºntrar i º
,cºn
la fatal y secular m an ía d e enseñar la retóri ca y poét i ca,la li
t era tura , l a música y el d ibuj o por preceptos , aburren a lºs
n i ñºs ; y en ellºs agotarían tºdº sentim i ento estéticº , si l a sa
b i a naturaleza no se,0pusiera a tan estúp i da mutilación , ini
c i ándolº s en el arte pºr el intermedio d e lo grºtescº .
Efectivam ente , obsérvese lo que pasa en lºs niñºs y en l ºs
pueblos nuevº s , que V i enen a ser pueblºs n i ños . Pues los ni
ños , como los pueblos inci vilizados , sienten una atracción
i rresistible pºr lº grºtesco . L ºs payasos,las pantomimas , las
muecas,contorsiones y escenas ridículas
,esas sºn las cºsas
que les agradan y que prºcuran con afán .
Nótese ahora que el arte,en sus com i enzºs , empieza tam
b i en por lo grotescº . Díganlo si n º las figuras que d i buj a el
niño con carbón en la pared . Díganlo el ídolo i ndiº,el ameri
canº , las pr i meras deidades (egipcias , la Prºserpina española ,lº s tºrºs de G u i sandº
,el tamboril y las danzas de negros
, la
huesera,
'
el pitº y el chinesco .
Es más : por tºdo el mundo está hecha y adm i ti da la ºb ser
vac i ón de que , cuando un pueblo civilizado retrograda , se
marca , como el calºr p ºr un term ómetro , por el re troceso de
sus artes . Pues b i en , el retroceso llega hasta a volver a lo gro
tesco . ¿ Qué quiere estº decir? Pues declara que la emoción es
teti ca empieza por la sensac i on m ás primitiva , más sencilla y
natural : por e l placer de la r i sa . De tal modº,el niño ab re , su
sensib i l i dad subjetiva por el intermed i o de la objetiva , crean
do así por el usº una función superior que lº perfecciona y
dign i fi ca .
Tongo pºr ci erto que s i n la cºnm oci ºn que prºdujo en m i
sens i b i l i dad la mºna hab i l i dosa , s in la atenc i ón que desenvº l
vi ó en m i el espectáculº , s i n aquellos vagos pensam i entos so
bre s i era un b i chº º una criatura rac i onal , mi espíritu nº hu
b iera quedado pred i spu esto y apto para i inpres i onarse por e l
primer pa i saj e d esplegadº a m i V i sta al asomarme a un a
ventana .
E n l a . a m i g a
I n d i cha s B uenº es que empi ece pedantescamente
e s te recuerdo,puesto que va a relatar el primer paso de lº qu e
entonces (¡ah , y ahºra !) se entendía por educaci ón .
P ºr aquellos días me l levaron a un a am i ga : qu i ere d ecir , a
una espec i e d e rudimentaria,n atural y espºntánea escuela de
párvulºs,que en tºnces se usaba
,y de las qu e , de segurº , aún
habrá muchas en España . Allá va la est ereº t i pi a que de la m ía
cºnservº grabada en la calva mollera .
En la acera de un a calle excusada, un portalón inmenso
pºr donde podría entrar una galera cargada . En el portalón
un postigo,ún i co que se abría y se cerraba , por el cual pasé a
un corral largo y estrecho,cerrado por altos paredones . A la
derecha (entrando) el d i ntel , peldaño y marco d e una puerta
s i n puerta,esto es
,l i bre al a i re y demás elementos . D a accesº
a una sala baja d esmantelada ; d i go mal , en ella ha b ía una
c arcajada » de cañas y un poll ero d e m imbres , ambos desalqu i
lados d e gallinas y pollo s,o sea
,de su s prºp i os hab i tantes .
En dicha sala , a sus t esteros , en el de la izquierd a una co
c i n i l la y en el d e la derecha una puerta comunicante cºn ºtra
habitación,en la que entró
,y. qne constituía el local propia
mente d icho de la am iga . E ra de fi gura cuadrada,ni grand e
u i —pequeña,ilum i nada pºr un a alta ventana abierta . Su mue
b laje , el siguiente : ñla de s i ll i tas cºrrida a lºs ladºs d e las pa
redes ; una más robusta y de más ancho asiento , aunque baj a
también,en el centrº del testero . De las s i lli tas , unas estaban
vacías , ºtras ºcupadas por niños de mi edad próximamente . E l
asiento, de an ea , perforado pºr un vanº circular ; debajo , entre
la s patas d e la s i lla , un orinal . !De brazº a brazº d e la m i sma ,un pal o al través , c i rcunscri b i endo con el respaldo un lugarcerradº en el que el niñº quedaba sen tadº y pr i siºnerº . En l a
s i lla central,una anc i ana pºbremente vesti da , que se levantó
y ade lan tóse para reci b i r a su nuevo alumnº .
L a cr i ada que me conducía llevaba en la mano izquierda
una s i l l i ta de pal os blan cos y asiento d e anea , semejante a las
d escritas , pero s i n el cºnsab i do agujerº . L a maestra me miró,
y tomandº la s i lla , hubº de hacer reparºs sºbre la falta ; l a s1r
viente cºntestó que su n i ñº era l impiº y que pedía la a
cuya razón la maestra me vºl vió a m i rar,bajandº y subiendo
la cabeza,con ci erto a i re d e consideración y respetº .
H i c i éronm e tºmar plaza en mi as i ento . Me puse a exami nar
lº que me rodeaba , y comº a pºcº concluyese la tarea , cºm en
cé a aburri rm e ; sentí después ciertº m alestar e impulsºs d e le
van tarm e ; al fi n ,n o pude resistirlos y m e
, puse de pie . L a
maestra,desd e su s i tiº
,d ij º : 4 N i ñº , sen tadi to .
» Aunque eltºno fue algº amable
,yo entendí que expresaba mandatº
,y me
senté . L a s i tuac i ón n o podía: ser más monótona ni desagrada
ble . El olºr de la estancia,empalagoso ; algún ch icuelo qu e
l loraba ; la maestra que“ prºcuraba sosegarlº : esto era todo .
G racias a Dios , d ió una hora,l evantóse la maestra y rezó el
B end i to ; algunos chiquillº s le hicieron coro , y ºtros continua
rºn m udos º llºrandº .
Term i nado el B end i to,fué la maestra' descorri endº el pal o
travesero de las sillas : l os que sabían andar saltarºn del asien
to, yo eché a correr con más velocidad de la que cº rrespondía
a m i s años . Salimos al corralón ; unos a gatas y ºtrºs en p i e ,comenzamºs a gri tar , rºdar y cºrrer desatentadamente . E n
esto,se abría de vez en cuandº el post i go ; entraban una º unas
mujeres,que , d i rigiéndºse al revueltº grupº , cogían una cría
tura y se la llevaban en brazºs . Al ñu llegó m i vez .
— P alamito d e Tal— gritó mi sirviente . Corrí a ella y me
condujo a m i casa .
Pocos días (cuatrº º cinco) duró mi educac i on en aquella
pobre am i ga , pºrque la Plana mayor , en su prºpiº mºvimientº
m i l i tar,dejó a V ej er y regresó a M edi nas i donm .
N o aprendí muchº que digamos , y , s i n embargo , algo
aprendí . Prim erº , la necesidad d e estar sentado largas hºras
aguzó en mi ser la desagradable ag i tación de la impaciencia ,y me hizo i mpaciente y defectuosº en tal respecto pºr todos
lºs d ías d e m i vi da .
La impaciencia me hizº revoltoso,cuandº antes lº era me
nos . Y un tan t i co ladino,pues al segundo día ya ºbservé que la
maestra solía d ejarnºs algunos ratos para entrar en la cºcina ,echar carbón º zangolo tear la olla para que nº se le pegasen
lºs fréj oles ; ellº es que aprovechó el pr imer momento para le
vantarm e,correr por la academia y contagiar a otros parvu
los d e la aristocracia de lºs limpios , con lo que , percatándo se
la maestra , vº l vió enfadada y nos puso en ºrden , am enazándº
nos con una l arga caña .
Aprºvechando la l ecc i on , ya en ºtra ausenc i a me levantº
quedo,con el dedo en la bºca impongo i gual conducta a mis
cofrades , y salimos a la chita callando hacia el corral . D eb i óse
de hacer la disimulada la maestra o transigió cºn aquella esca
pat ºri a , siquiera porque pecábamos con d i simulº y sin escán
da lo . L a cosa fué que ya al tercer día considerábamos las auseu
cias d e la profesora comº un derechº para irnos,sin empachº
ni disimulº .
Aquella sºciedad de pequeñºs libertinos la componíamostres o cuatro de sexºs diferentes
,pºrque en las am igas se re
_ 33_
c i b i an niñºs y niñas . Aunque la fi sonom ía de la infancia es
común a lºs dos sexo s , y en tal edad y por aquellos d i as vest íamos
'
i gual,de enagíí i l las unos y otras , yº (s i n saber por qué)
d iferenciaba bien los n iñºs de las niñas ; nº ºbstante , una oh
servación , tra i da al azar , me preocupó curiº sº .
L a arcajada y el pollero no estaban aquel día en la sala de
e ntrada , s i no en el corral , comº su'
sitio prºpi o . Ver la arcaja
da y ocurrírsenos meternos dentrº , fue una misma cosa ; y pºr
a sociación de ideas , vernos convertidos en gallinas y ocurrirse
nos jugar a lºs pollitos , fue también cosa de un mºm ento . Nº
puedº recordar en qué consiste este juego infantil , pero s i re
cuerdo que nos sentamos apretados , tocando pie con p i e'
unos
con otros . Las cortas enagñ i l las y (aunqu e l imp i os) la maternal
precaución de disponer abier tos l º s calzones para facil i tar
c iertos casos , púsome,a la vi sta notables diferencias entre las
Mariquitas y los Juan i tos … N o eché en saco ro to la observación
anatómica , y aun saqué consecuencias sºbre su correlativa va
riante fi si ológica en la emisión de la ºrina .
Resumen : en cuatrº º cinco d i as aprendí en la am iga a ser
impac i ente,a ser travieso , a burlar la auto ridad , a d i stingu i r
anatóm i cam ente los sexº s . Tales fueron los frutºs del primer
paso de mi educac i ón .
E l t í o M e j í a
Otra vez en Med i na , habitamºs la m isma casa : calle de la
Loba . Apenas instalado … cont raje el vínculo d e mi pr imeraamistad .
En la accesoria abierta a la calle , a la derecha de la acera
de mi casa , ha lláb ase establecid o un puestº . Cualquier cosapongo yº a que el lector que nº sea andaluz ignora lo que sea
un puesto , a secas , cºmº nº se trate de un puesto de peri ódicºs .
_ 34 _
V éase lo que en otra acepc i ón s i gnifi ca en m i querida tierra . Un puesto es una pequeña tienda de materias varias , ya
al aire l ibre sobre tablas o sobre el suelo , ya fi j º en una humil
d e estanc i a de un inmueble .
La accesºria , en verdad , era cºrta y estrecha , Si n ser m ás
pród i ga en altura ; y ocasionaría chichones al inqu i lino , s i nºrobara al suel o dos
,escal ºnes bajº el n ivel de la calle .
Comº es consiguiente , l a puerta de entrada era estrecha y
baja,hallándose cas i obstruída por vacías cajas de higºs pues
tas boca *abajo , a derecha e“
izquierda , dejando entre si un
ajustadº paso .
Yacían sobre las cajas diversas mercancías, a saber : un le
b ri llejº cºn a ltramuces , un caj etín cºn piedras de encender,
una esport i l la cºn yesca de cardo , otra con torrados,un ca
jonbi l lo de pasas sequeronas . N o era estº solo el surtido de la
tienda ; también había , cºlgados en la pared , algunº que
o trº soplador de esparto , c uatro º seis escºbas de palma , un
m anojo de torcidas para candil y otro de amarillas pajuelas .
Comº pasé por allí , se me antojaron los garbanzos,y m e
compraron un ochavo ; el comerciante me lº dió colmado , y m e
fu i muy contentº .
Naturalmente , quise repet i r otros días el bateo ; con lo cual
llegué a en trañable conocim i entº, y más que cºnºcimientº ,dulce e im pei
º
ecedera am i stad con el vendedor .
M e parece que le estoy m i rando : apenas se destaca su figu
ra ,sentado en medio de la oscura tienda , s obre el mazo d e
un p i t aco ; pero , entrando , ya lo s ojos se acostumbran a la es
casa luz , y puedo contemplar con deleite a mi viejo amigo .
Al to,enjuto
,encorvado por los añºs y el amor a la lumbre
,
i nc l i nase sobre una cazol i l la con p i cón encendido que le S i rved e braserº . Parece el persºnaje que sirvió de ºrigi nal a lºs
v i ej os de barro fabricados en Málaga para los Nacimientos de
Navidad .
A las pºcas vis i tas , nº consi nt 10 en tomarme los ochavos .
R ºg aba a la criada que me dejase un rato ; yº sentía b ienestar
— 36
la discreción poner sus l ímites . Saltaré por muchos , trayendo
a cuento uno que sirva de jalón , marcando el fi n del año .
T e m o r e i m p r e v i s i ó n .
Serían las primeras hºras d e la mañana,y a poc o de levan
tado , oí unos berridos horrorosos que partían del pat i o de mi
prºpi a casa ; habitaba el pi sº altº . Excepto en Cád i z,las casas
de Andalucía constan , por lo cºmún , de dos plantas : baja
y alta .
Sentí m i ed o y también curios i dad . V i cerrado el portón de
la escalera , cºn lo que el susto dism i nuyó y acrecentóse la cu
r i osi dad . Los berridos iban apagándose ; me atreví a asomarme
a la cri stalería del balconcillo que del corredor m i raba al pat i º .
Oi a gente que hablaba en el cºrredor bajo de la derecha,a cu
b íertº preci samente de mi v i sual . P ugnaba inútilmente pºr
enterarme .
Pasó t i empo,y todº quedó en s i lenci º . Por ñu me dec i dí
arrastró una silla para aumentar s ºbre ella m i estatura , l evan
té el picaporte del portón de la escalera , ret i ró la s i lla , abrí la
puerta una raj ita,m i ré
,escuché . ¡Nada !
Abro más,dudo
,me atrevº y bajo el primer tramo
,que
formaba ángulo con el s egundº . Apenas lo afronto , al llegar al
d escansº me sobrecoge un encuentrº : dº s hºmbres d e mala
traza están sentados en lº s primero s peldaños del segundo
tramo . Qu i ero vºlverme y hu i r , perº nº puedo ; ñgúrasem e ce
rrado el portón y qu e van a cogerme pºr la espalda . Pero me
danlas suyas y n º me han visto . Queda un espac i º libre en el
peldañº,por donde pºder pasar .
—Pegado a la pared me deslizo
cal landi to . Mas apenas reb aso la l ínea de los hombres , ent i en
do haber caídº en el mismo pel i grº que t em ía : el dar la espalda a aquellos hombres . No encontré más remedio que seguir
bajando,mirándolos disimulado con el rabillo del ojo .
¡Horror! El mismo horror me d i º fuerzas . De aquellºs hombres
,feºs , negros , pa t i l ludos y pringosos , estaba el _unº escri
b i endº en un papel sobre la palma de la manº ; el otrº t enía en
la derecha un tinterº de cuernº y una romana entre las pier
nas . ¡En ambos se veía a la cintura un anchº y enorme cu
ch i l lº !
L os hombres , distraídos en sus cuentas, no me d i jeron
nada. A cabó de bajar,cºn la cabeza vuelta , si n perderlo s
'
d e
vis ta , esperando a cada mºmentº que me echaran manº . Ape
nas estuve en el corredor , di á correr cuantº pude , viendº al
pasar un cerdo abierto y cºlgado tomé pºr un estrecho pasa
di zo que conducía al corral para ganar la escalera exc'
usada
que desde él ascendía al cºmedºr . Todº ello lº recorrí si n vº l
ver la cara ; m as al llegar al descanso y encontrarme cerca de
salvamentº , d i media vuelta para ver si me seguían ; pero con
tal desgraci a y a tolondro , que perdí pie y caí al suelo del co
rra]. Carecía de balaustres la escal era,y quedaba más al tura
que mi cuerpo entre e l piso y el pasamano .
A pesar de la elevación , no me hice daño : el suelo , t erri zo ,
estaba removi do por el cerdo y enfangado por la lluvia . E
más , no eXperim en té sustº pºr aquellº : si lº sentí de verme
menºs lej os de los hºmbres,y emprendí de nuevº la subida
cºn la mayºr veloc i dad que pude .
El recuerdº transcritº man i fi esta cuán desenvuelta y pode
rosa es la curi osidad en los n i ños : t an pºderosa,que lucha con
el m i edo y hasta vence al terror . Si supiera aprovecharse la
curiosidad de las cri aturi tas aplicándola a la educación,se ob
tendrían resultados sorprendentes .
Cosa extraña : cuando de ºtrºs sucesºs anteriores , ºb tu ve
ci erta enseñanza, ya intelectual , ya afect i va , del últimº no
entendí—
la consecuencia . Algu i en debiera hab erme dichºsN iño , el temor imaginar i o t rae pel igros y daños efectivos . »
Advi erte además la observac i ón del casº , cómo la previ sión
es muy escasa º nula en la primera i nfanc i a .
“El niño s i ente lo
presente , recuerda con conc i encia”ºsin ella lº pasado y carece
— 38
aún del sentidº de lo futuro . Sentí el pel i grº presente de vol
ver la espalda , y nº pude pre'
sentir que después de emparejarcon lºs hºmbres aquellos , había de dársela necesariamente . En
efectº ; para adqu i r i r la facultad y virtud de la prev i s i ón es
necesari º tener la facultad de ver en lº presente la i magen
de lº futurº , y también de sentirla . D i cha prºpi edad sólº
se adqui ere pºr la experiencia . Un chi qu i t ín se sube en una
silla, se apoya cºntra el respaldo , pierde el centrº de gra
vedad , cae y se asusta,ó se asusta y a l mismo ti empº se
hace dañº . Cºmo sólº se asuste,s in otras consecuencias
,el
sucesº nº le sirve de lección ; antes bien , l e estimula a repet i r
la diablura , pºr gozar de la atractiva emoción del sustº des
vanec i dº . Si se lasti ma,ya es o tra cºsa : le s i rve de eXperi en
ci a ; y cºmo la memºria del suceso no se bºrra , toma para otra
vez sus precauciones ; º lo que es lo mismo , pºne su mente en
relación con lo futuro .
Resulta pºco efi caz el pretender que lºs niños sean preca
vidos por mera admonición : c ¡Fulan i to , estate qu i etº , que te
vas á caer ! ¡Fulan i to , suelta esas tijeras , que te vas a pinchar !»
Sºbre que ellos se han mº vidº ºtras veces y no han sufri dº
nada,y sºbre que t i enen en las manºs las tijeras y no les pi n
chan,co ntrad iciendº el presente que cºnºcen al futurº qu e
no s1enten , desarrºllan con estº un pr i nc i p i º de i ncredu
lidad .
P ºr tantº , debe enseñárseles pºr exper i enc i a , dej ándolessubir a la sil la , estar al avi sº , recogerl os al caer y decirlesaU n niñº se mató pºr sub i rse en una s i lla ; s i yo nº estoy al
cuidadº,te haces dañº . » Y respecto a la t ijera , decirles
<<V am º s a jugar con ella , tú me la das a m i y luegº yo a
t i . » Exclamando en el juego : a ¡Ay ! que me he pinchadº .
Mira,esto (pºniendo la punta en su manita) pincha ; juguemos
cºn otra cosa .»
N o entra en mi plan intentar nada que se refi era a la Pe
dagº g ía dºcente ; p erº han de perdonarme que en aquellºs
puntos don de advierta grandes vac i os , aunque sea enojo so , me
permita hacer l i geras indicaciºnes . L a mayor par te de las des
d ichas de l a vi da prº viene de tener atrofi ado el sentidº de lo
inmediatº futurº . El de lº mediato futuro o más remoto , es
cosa d e santidad , que también alcanzan por c i enc i a c i ertºs
hombres en algunas esferas, verb i graci a , la Astrºnomía , la
Med i c i na y otras . Perº de lº futuro i nmediato , t ºdo)
sér raci º
nal,y aun muchos i rraciºnales
,tienen senti do ; no hay m ás
s i nº que en la inmensa m ayoría de las criaturas es tardo en su
aparición,y queda atroñadº pºr falta de educación y de ej er
c i cio . Acerca de este particular de tanta mºnta , nº cºnozcº que
se emplee más prºcedimientº que el de acostumbrar a los es
c olares a hacer impºsiciones pecuniari as en las Cajas de Ah º
rrºs ; y para esº , sólº se practi ca en las mejores escuelas de los
pai ses adelantadº s . Algº es, perº cºmparándºlo cºn la m ag
n i tud e importancia del asunto , me parece muy pºcº .
¿ Deben establecerse ºtros muchos ejerc i cios y prácticas para
despertar el sent i dº antedichº,y en el mayºr número de di
recc i ºnes que sea posible : verbigracia , dándºles dinerº para
que cºmpren el juguete º fruslería que apetezcan , cºn unº u
otrº motivº , se demºrará que lo adquieran inmediatament e ,fa cili tándoles así la ocas i ón de que pierdan la mºneda 0 la gas
ten eu otras fruslerías . Conseguido esto,s e les hará pasar
comº al acaso por el punto dºnde se halle el juguete deseado ,y a su pet i c i ón para adquirirlo se les dirá : x E s muy bonitº ,haces bien en quererlº y en cºmprarlo ; saca tu d i nero . » El
n iño entonces echará de ver que lo ha perdido o gastado y queno puede adquirir lo que desea . Qui zá llºre y tome una perre
ra , pero es necesario hacerse firmes y decirles : eN o llºres, yº te
daré un realito cada día ; y cuando reúnas los ºcho que p iden
por el muñequito , te traerá para que lº cºmpres . »
E n º tra dirección : este vaso de agua verde? ¿ V esésta blanca? ¿ A que te las hagº negras? » Se v i erte el agua deagallas en la disºlución de caparrosa , y el niñº quedará admi
rad o de la realidad de la previsión . Otro día se l e induce a
que haga el milagrº , y se le muestra en qué cºnsiste,evi
t andº a pl i caciones . El talento , en puridad , sólo cons i ste en
ponerse sobre el tiempº : es 'una facultad de previsión des
a rrº l lada .
El asuntº lo he indicadº,no más . Nº puedo ºm i ti r una
cºsa : es prec i so dar a conºcer al niñº que él m i smº es el pr i n
cip al factor de su destino .
C am a q u e a n d a .
Al rayar el día,una sensac i on de menudos gºlpec i tos fríºs
en la cara me sacó del sueño . Me l levó la manº a ella y advertí
humedad . Como aquellº caía,miré al techo ; y en lugar de su
v i sta encontré el cielo , oscuro , llovi znando sobre m i . La extra
ñeza que esto me produjo calcúlela el lector . B usqué con la
vista las paredes de m i hab i tación , y nº estaban ; m i ré al suel o ,y hab ía desaparec i dº . L a cama no era la m ía : ºtras cubiertas ,m ás corta
,m ás angosta . Mi confusión , lej os d e menguar , cre
cía por mºmentos : la cama andaba , y yº en ella . Sentí que es
taba suspendido en el espacio,y echó a llorar desconsolada
m ente .
— a ¡H ijº , nº gritó una vº z , que era la de mi pa
dre . Siguió mºmentáneo ruidº de trote,y apareció junto a l
extraño lecho mi padre,montado en un caballo . Cºn el cora
zón ºpr im i dº continué sollozando,hasta que
,poco a poco , re
adqu i rí la calma .
Más tranqu i lº,quise darme cuenta d e
“
tan extraña situa
c i on . P rocure incorporarme cuanto pude : vi el pescuezº y la
cabeza de un mulo ; delante , un hombre a pi e que lo l l evaba
del rºnzal . En el mulo,dºs capachos d e m imbre de los que s i r
ven para cºnduci r sardinas, uno a la i zqu i erda y ºtro a la de
recha : el primero,convertido en cama provisional , y allí dur
m i endo m i hermana mayºr , t apado el cuerpº cºn una manta ;el segundº
,d i spuesto d e igual suerte
,era el que yo ocupab a
4 1
y me correspondía . Delante,algo más lejos
,m i madre en un
burro cºn jamug as y mi ºtra hermana al pechº .
Tranquilº ya de que nº andaba perdidº por los aires y quecaminaba acºmpañado de m i s padres
,como s i guiera llºviendo ,
metí la cabeza bajo la manta ; y el cuneo del m u lº en el capa
chº me produjº sueño .
Al parar la caravana desperté . Nº llovía entonces , el cielº
cont i nuaba ceniciento . B ajaron a m i hermana y a m i del altº
m ulo y no s sentamos en el bancº de un a venta . Sobre una
mesilla desataron los picºs de una servilleta : apareció liada
e n papeles una tortilla,frutas y pescadº frito .
A pesar del cam i no y d e la hora,nº tenía hambre . L a pro
funda emºc i ón de la mañana , el cambiado aspectº de mi padre
que parecía pensati vo,el besar y estrechar mi madre a mi her
mana mayºr y a m i cºn m us i tada frecuencia y con lo s ojºs
l lorosos,todo esto producía cierto nº sé qué , anulandº lá ale
gri a infantil que tanto excitan las novedades . Poco después
vºlvimos a la marcha , ocupandº nuestras respectivas posi
c i ones .
V endría a ºcurr i r lo relatadº hacia Enerº del año 80. D es
pués de comer , la*tarde se hi zo cºrta y oscureció en el cam i no .
Aunque menudo , l lovía a ra tos y a ratos escampaba . Tem i a
perderme en la ºscuridad , y escuchaba atento el paso d e las
caballerías ; no ºyendº la de m i padre , daba vºces llamándole
y me contestaba cerca : aAqu i voy , aquí voy . »
Más entrada la nºche , el p i sar de las bestias se hizº ruidosº
de cuando en cuando ; saqué la cabeza , y V i que habíamos entrado en un pueblº . Me pareció mayor que Medina . L as puer
tas a la calle , ab i ertas ; bastantes zaguanes , l imp i os y alum
brados . Sin embargº , en algunºs sitios se metían en fango las
caballerías , hasta el puntº de atascarse el burrº que conducía
a mi madre . Al fi n , llegamºs a una calle aún más fangosa quelas otras . N ºs paramos ante la puerta de una casa . Sal i ó una
familia , y d i erºn muchos abrazos a la mía . E ntrárºnme en braz os , y en lºs que me cogierºn me cogió el sueño .
< ¡A c a s a,a c a s a ! »
Recuerdo el despertar al otro día . U na sala grande , con
bastantes cuadros ; en el suelo una cama , ya deshecha y desi er
ta ; yo en otra , cºn m i hermana . G ri té,y vinº al punto mi m a
dre . En tres o cuatro días no camb i ó la situación . ¡Estaba ex
traño aquello !
L a casa era hermosa , muchº mayºr y más nob le que la dela calle de la Loba . L os muebles m e llamaban la atención : me
sas doradas , con tablero de piedra de bonitos colºres ; s i llºnes
grandes,de caoba ; aparadores y vitrinas , de metal y cristales ;
'
cuadrºs grandes cubriendo las paredes . Todo eso era nuevº
para'
m i,y me hacía andar cur i oso y embobado . El ajuar de
mi casa era el de un impuri íi cadº converti dº a l a vida militar :
alguna cama de bancos y tablas,unas mesas de pinº mayores
y menores, varias sillas del Norte y media docena de baúles
forrados de pellej º .
El nuevº mobiliariº me atraía , despertando cierto respetº
de super i or i dad hacia sus dueñºs . Hasta aquí , todo i ba bien .
Pero mi madre extremaba cada vez su s caricias y lloraba
tomándome en su regazº,s in pºder contenerse . Las señoras de
la casa hablaban cºn mi madre,procurando consolarla . Me
quitaban de su falda ; hacían tamb i én por acari ciarme y d i s
traerme . Alguna vez me preguntarºn : a ¿ Te qu i eres quedar cºn ,
nosotras? » R espondí que no , llorando y alargando lºs brazos a
mi madre,como s i fuese a perderla para s i empre .
Otra vez ºí ( cárcel »,
aM al var » , c desterradº » , y tºdº , estº
m e daba mala espina,haciéndome andar receloso . Cuando
,a
fuerza de obsequios y estampas y de llevarme a la cuadra para
ver el caballº,o al corral para enseñarme l ºs palomos y las
gallinas , echaba de ver que me habían separadº de mi madre ,
pugnaba por volver adonde la había dejadº .
que me d i j era que árboles de tanto valor pºdían robarlos , que
el hortelano lºs t enía guardados , y que nº tardaría en llegar
con la llave . V olví a protestar , de la única manera que puedehacerl o un n i ñº : renegando , l lºrando y pataleando . L a cris i s
fue más corta ; estaba agotado y sucumb í'
al cansancio .
— a ¡A casa , a casa!» exclamaba si n viºl enc i a y m ás bien
supl i cante : c ¡a casa !» — cA l lá vamos » , cºntestaba la buena de
G ertrud i s , que debió de padecer mucho aquel d i a .— c ¡A casa!»
Y salió del huertº cºmo entramos,llevándome en sus brazos .
A nduvº el campo , entró en una calle,luego en otra larga , y
así fuimos mucho ratº . Cºnocí que alargaba el cam i nº y que
tardábamos más en el regreso que en la i da . Sólº podia reite
rar mi súplica angusti osa : » ¡A casa , a casa !» G ertrudis teme
ría l legar antes de que m i s padres hubieran tenido tiempº
para irse .
Al fi n,ll egamos . Llamó a la campan i lla del portón , y sal i º
a rec i bim os la familia de la casa . mamá !» Soltá
rºnm e y sal i corr i endo'
por en med i o de todo s . salidº ,perº vuelve prºntº — me contestaron . papá!» y corrí
a la sala : las camas habían desaparecido .
No es pºs i ble pintar m i descºnsuelº . Largo ratº anduvº la
fam i l i a rodeándome y detrás d e m i , para amenguar o d i straer
m i desolada pena ; mientras más hacían , más aumentaban m i
d ºlor . Añ i g i dos tamb i én , y v i endo que todo era inútil , tºm a
ron el buen acuerdo de dejarme solo .
T r i n i d a d M a l v a r .
Este verdadero drama infantil necesita ligeras explica
c iºnes .
Por aquel tiempo se había recrudeci dº la persecu c i on a lºs
l iberales . Fernando V I I nom bró un intenden t e de pol i cía“
ad
hoc, para que purgara de negros la prº vi ncia de Cádiz . I ba
— 45
revestido de tº da clase de poderes , al igual de los ministros , y
superi or a tºda ºtra au tºri dad c i vi l , m il itar y judicial .
A poco de i nstaladº , olfateó a mi padre , averiguó su para
dero'
y dir i gió a D . B en i to Cha i n la orden que sigue :
a l nmedi a tamente que reci ba V . S . el p resente mandato, cons
t i tu i rá V … ¡S. en p ri s i ón segura a D on J. R . y L asesor de su
columna , y si n p érd i da de ti emp o lo hará conduc i r conven i en
teni ente custodi ado y bajo la m á s estrecha responsab i l i dad de
V . S . a la cárcel de Jerez de la Fronteoa , recogi endo el comp e
tente rec i bo del a lca i de, con el v i sto buenº del comandante de ar
mas .— TR IN IDA D MA L VA R .
»
D . B eni to Chain se pusº lívido y luego roj o,echó tacos y
v enablos , pensó escri b i r a Malvar y al m i n i stro ; perº después
de pensado,escuchando l ºs consej os de m i padre , v i ó que tod º
era inútil,contraprºducente
,y que sólo sería parte a aumentar
l ºs r i gores de la pena . Pero no consint i ó prender al aseso r ni
mandarlº escoltado . Aceptó m i padre el benefi c i o,cºn st i tu
yéndose presº bajo palabra de honºr . Así dejó de ser asesºr , a
pesar de D . B enito Chain .
El mismo día mandó a Jerez,con el ordinario , unos baules
cºn la rºpa de la familia , y a la madrugada d el siguiente m e
despertaba la fr i aldad de la lluvia , viaj andº sºbre un m u lº en
un capacho de sardinas . P or la nºche de aquel día , después de
saludar a la familia a cuya casa fu imos,se presentó en la cár
cel : quedó preso,y mandó el rec i bº cºn un prºp i o a D . B e
n i to Cha i n .
Ejercía el cargº de cºmandante de armas D . Tomás de
Castro , comandante de real i stas ; hal lábase emparentadº cºn
la familia de que éramos huéspedes .
Tan feliz casualidad,hizo que
,a pesar de ºbrar en su pº
der una orden muy severa de Malvar para que al hacérsele
entrega del preso lo mantuviese así , esperando sus órdenes y
r i gurosamente vigilado , a ruegos de la fam i l ia , y nº obstante
sus contrarias ºp i n i ones , casi fanát i cas por ci erto , pretextando
para si que mi padre era militar , 10 hizo conducir al cuartel de
— 46
realistas ; y ya en él , bajo palabra de honor , le permiti º sal i r
hasta que el intendente di spumera
Cºmo había decretado la prisión tan sólo por sºspechas , no
v iendº térm i nºs para poderle ahorcar , esperó a mej or ocasión,
reduc i éndºse entretanto a mandarlo desterradº a Morón , baj o
la v i g i lanc i a/.de las autºridades y los fra i les
,y así no perderlº
de l a mano . R ecibida l a orden,mis padres se v i eron forzados
a d i vi d i r la familia. A la hermana mayor le cupo en suerte ser
recog i da pºr la abuela materna ; a m i , quedarme en*Jerez en
la casa dºnde me hallaba . Mis padres marcharºn cºn la niña
de pecho a cumplir el destierro .
XIII
I n d u c c i o n e s .
Si del recuerdº anteriºr al que se acaba de relatar sacamºs
pºr cºnsecuencia que la previsión se desarrolla tardíamente ,del cºntenido del últimº resulta
,entre ºtras cºsas , que el niño
a las prox i midades de los dºs añºs y med i º puede ya gºzar de
la facultad de l a inducción,que en l a jerarquía psicºlógica
parece ser una de las más elevadas facultades .
En efecto , nada resulta tan d i fi cil cºmº hacer bi en una in
du cci ón . Atender,a tender con a tenci ón ,
que es un princ i piº de
observac i ón , comparar , sent i r la relación cºnforme º d i scon
forme de dºs o más ºbjetos entre s i,enjuiciar
,en una palabra
,
y hasta deducir º “sacar de una cosa algunas d e sus partes ,t odo esto es fácil relativamente , y nad i e duda que puede hacer
10 un niñº tan pequeñº . Pero ¿ inducir? Precis º es un hecho d e
º bservación autógena e interna para dejarlº establecido . ¿Y
qué clase de inducción? Pºrque debe ad vertirse , que hay mu
chas clases de inducciones . Las hay directas , i ndirectas , pºr
l ógica natural y por malici a .
En toda inducción entran dºs elementºs : unº ideal y ºtro
sentimental º de sensibilidad interna . A si , pues , para inducir
- 47
nº basta la razón , es precisº que se asocie a el la ei m ti r,estº
es,ciertº v i brar artísticº . Conclui r de la vistade un burrº cºn
jam ugas que m i s padres iban a aba ndonarme , examinadº bajo
el aspectº exclusivamente raci ºnal , no tiene congruencia ; pero
s i se agrega el elemento de V i bración sentida o de vi braciºnes
seriadas y correlat ivas , como en el casº relatado , se verá lóg i
camente .y se ex p licará fi siºlógicamente por cualquiera la ex ac
t i tud de la inducción .
Observando en otros n iñºs lºs primeros indic i ºs de esta
facu ltad,me ha parecido encºntrarlºs en la mal i ci a . Esta cºn
di c i ón del niñº revela los primerºs pasos cºmº i nciertºs , y ,
pºr cºnsigu i ent e , torpes , de la facultad de inducir
Atri buyo la precºcidad ºfrecida en m i i nd i viduº al alfi ler
t ragadº , que , por el mero i nstinto d e conservación , puso en
cºnmºción varias facultades y afectividades ,de mis centrºs
psi cºfísícos y a la circunstancia de ser ya poseedºr de la sensi
bi lidad estéti ca,según he dadº cuenta .
U n a e x p l i c a c i ó n .
Deseara pasar por a ltº ciertas relaciones que a nadie pue
den interesar y que me sºn penosas . Perº exponer cómo me he
educado y en qué cºnsistía la educaci ón de m i ti empº es im
posible , s i supr i m imos el mediº externº de la vida , las condi
ciºnes particulares y generales en que la educaci ón se des
arrolla .
X V
D o s c a r i á t i d e s
A sºlas , sm m is padres y hermanas, una vez que cesarºn
las so licitudes d e la familia de la casa , cambió mi génerº d e
pena : de exasperada y protestadora , v i nº a melancólica .
El sya no tiene remedio »,no me consoló
,perº me hizº re
— 48
s i gnadº . L a duda de si vºlvería a ver a mis padres llevaba y
traía mis esperanzas , conmoviendo el d ºlºr con las olas del
mar que se ab i sman y suben . Aunque más quedº,seguía l lº
rando . Lloraba y pensaba , primerº en mis padres , después en
m i s padres y en m i s i tuación , más tarde en mi situac i ón y en la
fam i lia d e la casa . A medida que pensaba,se i ba i nterrum
pi endº el llanto pºr intervalos mayores . Al princi p i o andaba
v ivº por las galerías del pati o , cºmo s i fuese en busca de mis
padres ; después , de menºs a más lento . Por fi n ,me detuve
ante dos cariátides de p i edra,que adornaban las claves de dºs
arcºs de la galería,una de mujer y ºtra de hºmbre . L a pareja
traj º a mi pensamientº al señºr y a la señora de la casa ; y cºn
ese pensar v i no otro : el de que habia hechº m a l rechazandº
sus caric i as . Entonces,cabizbaj o
,fuí aprox imándome al dintel
de l a puerta de la sal a donde se hallaban,pegándome al qui
c i º si n atre'
verm e a entrar . No tardaron en adve'
rt i rlo,y l la
m áronm e cºn dulzura . Entré despac i º,con la cabeza baja ,
repr imiendo los últ imºs pucheros .
X V I
L a fa m i l i a T o r r e s .
L a gran i nfluenci a que la nueva fam i l i a ejerci º en mi edu
cación obl i ga a darla a cºnocer .
Allá,por el año 20
,descollaban entre los estud i antes de
Derecho de la Universidad de Sevi ll a , s i nº pºr más estud io
sos , por más v ivos , alegres y gallardos , D . R amón de Torres
y m i padre . De igual edad,el unº de Jerez , el ºtro del Puertº
d e Santa Maria,s i mpat i z aron pºrque en muchas cosas se pa
recían y en muchas ºtras desemejaban . L a ami stad llegó a tan
estrecha , que m i padre quería a Ramón sobre sus prºp i os her
manos , y éste a aquél , cuantº un am i gº puede querer a ºtrº .
Tan vec i nos el Puertº y Jerez , cºnclui da la carrera y liceu
c i ados ambos , cont i nuaron sus estrechas relaciones,jamás lue
go interrumpidas hasta la muerte .
— 49
Torres, por liberal , pasó en la pr i mera épº ca sus apuros
,
a unque su temperamento y sus cºndic i ºnes , pasada la edad
e studiantil , l leváronle al campo mºderado , cºn l º que gozó de
una paz octavi an a . Mi padre comenzó cºn lºs exaltados y con
c luyó con los progresistas , con lo que pasó la aperreada vida
que puede suponerse .
L as am i stades de lºs cond i scípulos trascend i erºn a las fá
milias . A lº s padres de Ramón se les ca i a la baba con la gracia
s impáti ca de P epe , y cºmº cosa prºpi a se dolían de que fuese
d e ºp i n i ones exaltadas .
L a señora madre de D . Ramón era el m iembro más impor
tante de la casa . Matrona de t ipº fi no , tez blanca , ojos azules ,carácter prºnto y enérg i co , corazón excelente , dom inaba a
t odos .
Su marido,la bondad y afabilidad person i fi cadas ; estas
mismascºndiciºnes le hacían posmner su voluntad a la de su
espºsa . Demasiado obeso , ten i a los hábitos reposados de su
t emperamentº y pos i ción de prºpietar i º . Carecía de ºpiniºnes
pºlíticas . R el i g iosísimº si n ser fanáti co,º ía diariamente la
primera misa , rezaba mucho , l eia las hºras y nº se le caia el
brevi ario de la manº .
Aparte de R amón , tenía ºtrº hi jo y una hija : Joaquín , mé
dico , perº que no ejercía; la h i ja , soltera , y por la época a queme refierº
,de edad de veinte años.
XV II
G am a d e a fe c t o s .
Un niñº ch i qu i t i n, en una famil i a sm pequeñºs,prºntº se
abre pasº . A gregáb ase el ser hij o de unos amigos muy quer i
dos y en situaci ón desgraciada . E n la familia sentí la varia
escala de la gama de los afectos . L a señora me tºmó un amorvehemente ; el señor , un afectº dulce y de constante altura ;Joaqui n adquirió hacia el niño un cariño profundo , desigual y
50
a veces exaltado ; el d el cºmpañero de m i padre era diverso : se
m antenía a c i erta distancia , no me festejaba tanto , aunque
sentía y me mºstraba agradº . P arécem e que su act i tud queríareemplazar la ausenc i a de mi padre
,tºmando la ser i edad que
se n ecesi ta para que'
los niñºs cºnozcan la super i oridad y nº
se suban a l as barbas .
Qu i zá el m i smº día , º al s iguiente , ya lº s había califi cadº
y puesto nombres : llamé a la señºra M amá a buel i ta ; a l señor ,P ap á abuel i to; al cond i scípulo de m i padre , E l caba l lero; a los
ºtros dos h ijos (así , con sans-facon) , Joaqu ín y Concha a secas ..
Y estos nombres segui usandº,menos el d el Caba l lero
, que
t rºqué cuandº adultº por el suyo prºp i º de R amón ; hasta que
uno tras ºtro fuerºn desapareciendo por la muer te .
XV III
L a c a v e r n a d e l d r a g ó n .
Tomado el terreno,no por esº me consideré dueño de la
casa . L a i dea de que n º era la m ía , l levábam e a guardar cier
tos m i ram i entºs,a nº ser ex i gente
,a n º alborotar demasiado .
Pºr otra parte,el alma cont i nuaba templada por la p ena . A
veces'
la desechaba cºn la distracc i ón y—temporal olvi do , a ve
ces se despertaba espontáneamente o por cualqu i era cosa .
L a casa era grande . Andaba por aqu i y pºr allí ; aquella l i
b ertad me complacía , y así nº experimentaba impaci encia n i
i ncl i nac i ón a las travesuras .aE s un niñº bueno »
,exclama
ban con frecuenc i a,y muy parti cularmente la A buel i ta . L le
vábanm e al corral,en el que estaban la cuadra y la puerta de
la bºdega. E l corral y la cuadra eran mi di cha . Aqui el b ºrri º
quito chi cº ; aquí la jaca negra , reluciente y hermosa ; aquí elborrico p i o , grande comº un mulo , blancº cas i todo , salpicad º
“
de manchas negras . A l lí las gallinas y los pollitos recién naci
dºs ; all í también , huraña y con las alas cortadas , una c i gñeña
fl aca y langaru ta , de patas sobre un palo atravesadº de pared
52
Cºn la espalda pegada a la pared , doy vuelta a l pozº,y una
vez en el pasillº , echº a cºrrer ; atrav i eso corriendº el callejón ,descerrºjo la puerta del corral , entro rápidº y echo la ald_abilla
en un mºmento ; respiro ; me vuelvº cºn alegría para ir hacia
la cuadra,cuando en el m i smº puntº la flacucha c i g i i eña ,
queme ve solo , se prec i p i ta de una zancad a sobre m i , hi ri éndºm e
con su picº en la flexura del párpadº super i or izqu i erdo . Dºyun gr i tº , l lévom e la manº a l ºjº , me vuel vo de espaldas , pegº
la cara a la puerta del cºrral,abro y salgº huyendo y 110
randº .
A mi gritº acud10 la familia. G randes fueron el sustº y la
ans i edad al verme el ºjº cubierto por la sangre . Lavalo Joa
quín presuroso , recºnºce que el pico ha penetradº pºr encima
y no está h erido el globº ; me pregunta s i veo con él , y le cºn
testo añrm at i vam ent e . Me preguntan cómo ha sidº aquello ;digo que la c i g i í eña .
Joaquín toma un palº y se precip i ta hacia el corral .
A m i me d i ó alegría : sentí pºr vez primera el placer de la
venganza .
( S a n a , s a n a , c u l i t o d e r a n a . »
En unos días,nº volví sºlº al cºrral . Cuandº entré , apr o
vochando una i da del mozo de la cuadra , no estaba la c i g i íeña .
Pregunté por ella al cr i ado , quien me cºntestó—A esa bruja la han matadº .
L o sentí ; tuve , pues , cºnceptº de la injusti c i a , por la des
prºporc i ón de la pena . Y,s i n emba rgo , ¡cuánto tarda el hom
bre en cºrreg i rse ! P ºr una co incidencia singular , puedº apre
ciarlo .
Ya en edad“ provecta , hal láb am e en el campº con m i s nie
t os . M i nieta , por entonces poco mayºr de un año , salió a la
puerta de la h acienda . De una trºpa de gansas destacóse una ,
_ 53_
que cºn cuellº tieso y alas batientes se arrºj o sobre la cr i atura
,tirándola un picotazo . M i nieta gri tó
,de ese mºdº con
que piden auxil i º las criaturas ; al gritº , salí corriendº y l a
encontré desemb lan tada .—¿ Qué te ha sucedido? , pregunté .
Apenas sabía hablar aún,y señalándome la bºca del estóm a
go , me contestó : — P ap á , p ip i pupa . Monté en cólera , y cºn el
revólver sºltó un t i ro al pájaro ; no l e d i , le di sparó el segundo .
I ba a—tirar el tercerº,cuando
,calmado el pr imer rapto , ,
eché
de ver que era yº t an ganso como la gansa y que obraba sinreflexión , por ni ero impulso .
L a satisfacción producida pºr la venganza es un asunto
que merece atenc i ón seri a . Impl i ca necesariamente que en la
na tura lez a hum ana ex i ste i nnatº un m al sentimiento . L a ob
servación demuestra que ya se patentiza en la primera edad .
Debe de ser , pues , y l º es en efecto , un sentimientº atávico
que V i ene heredándose de padres a h i j ºs desde los ti empºs salvajes . Entonces , s i bien se mira , no existiendo más garantía
de seguridad individual que la fuerza de cada unº, era cou s i
guiente el estadº de lucha ; de ahí los temores y sufrimientos
de la derrºta , y , por tanto , el placer de la vi c tºr1a , a segurado
con la sat i sfacción de la venganza . Aún,al presente
,nº cºn
s i guen la ley ni la justicia defender de la lesión mºral ; y pºr
eso subs i ste i mperante la cº stumbre del duelo .
De todas maneras,es de esperar que t an avieso sent im i en
t o vaya m enguandº a medida que la acción de la justicia soci al
se perfecc i one . Para cºnseguirlo,con viene también que la Pe
dagºg ía fij e m ás su atención sºbre es te puntº , y nº se contente
con decir : “Los niños no deben ser vengat i vos . » Importa sobre
todo desterrar ciertas cºstumbres que tienden a fºmentar el es
p i ritu de la venganza .
Frecuentemente , cuandº un niño cae o trºp i eza con un
mueble y se lastima , se echa mano , para acallarlo y consolarlo
, de dos recursos singulares .
El primerº consiste en encararse cºn el mueble en que el
niño trºpezó o con el pisº dºnde cayó,y darles gºlpecitºs con
la manº a manera de azotes , d i c i endo : < ¡Tºm a, tºma , pícaro ,
por haber lastimadº al n i ño. » E n efectº,suele verse que el
ni ñº atiende y suspend e el llanto , consolado por el placer de la
v enganza . Nad i e que posea sentido cºmún dejará de conocer la
brutal i dad d el prºcedim i ento , y cuán efi caz resulta para a l i
mentar y desenvolver ese m a l inst i nto,que la educac i ón debe
prºponerse atenuar ; y ,Si le
'
es posible,exti ngu i rl o .
P ºr veni r a pelº , qu i erº tamb i én i nd i car otro prº cedim i en
to más i nocente,pero nº menos curi oso
,que se emplea para
tranquilizar a lo s n i ñºs cuando se last iman . Frótanl es con la
mano la parte dolorida,leve y velozmente , al m i smo t i empo
que les dicen : e sana,sana
,cul i to de rana .
»
D i cha práctica,que s i n sentido y por mera trad i c i ón viene
empleándose desde sabe Dios cuándo,ofrece m ás qué pensar
de lo que su simpl i cidad aparente man i fi esta . Cºnsti tuye nada
menos que unº de los pocos ensalm os que nºs quedan de las
pr imeras épºcas humanas . L º juzgo tan anti guº como el can
to del sueño y el d e la muerte . Es en salmo perfecto, pºr cºns
tar de dºs partes : una locuti va y o tra de acc i ón o ceremoni osa .
L a locuti va , el <<sana,sana
,culitº d e rana » . La ceremoniosa ,
el fricc i onar la parte dolorida rápida y suavemente . Considero
del mayºr interés el asun to,pºrque , en cosa tan oscurecida
pºr el tiempº,este ensalmo completº , m i lagrosament e salvado
de la ru ina de lºs s i glos, viene a ser comº un monumentº des
enterrado que nos revela cºn cierta claridad la naturaleza y
virtud de ello s .
Efecti vamente , éste , al meno s , nº resulta una nonada ; tie
ne la virtud d e acallar y cºnsolar a los n i ñºs de su dolºr , cuan
do se last iman . ¿ Cómº y por qué? He ahí el m i steri o , la“
v i r
tud . E l hechº es que los n i ños callan .
'Pero nº quedemºs ató
n i tos y con la bºca ab i erta . La v irtud es i ndudable . Respectº
al misteri o,el cómo y pºr qué
,oigamos a la esfi nge : c Sana ,
sana , culito de rana . »
E l niño neces i ta creer . Cree desde que nace : de ahí su cre
du l i dad ; nº hay niñº escép t ico . Al decirle a sana , sana » , cree
— 55
que va a sanar y se pone en aptitud de sugest10n .
'
P ro lóngase
e l tiempº de ésta pºr el agregadº de la frase que vi bra en
su ºído con la cadenc i a rítm i ca,parando la vi bración en ºtra
s emejante pºr la consºnancia cul i to de rana . L a idea de sanar ,la fe que presta , la mé trica y la consonanci a , reúnen cuantº es
pºsible reunir para efectuar un actº de sugestión . Añádase a
esto que el n iñº separa la atención de su dolºr para fij arlo en
e sas palabras extrañas y algº maravi llosas pºr su misma i n
congruenc i a .
Pero,por S I no bastara , todavía queda la parte de acc i on 0
ceremon i a : la fr i cc i ón l igera y suave sºbre el pun tº dolor i d o ;remed i o fi s i ºlógi ca y terapéut i camente mucho más efi c az y
c i ent ífi c o que el arni ca y otras i nsulseces que suelen recom en
d ar algunos sab i os . E n efectº,la fri cc i ón sºbre la parte dolo
rida es un remediº instint i vo , cuya u t i lid ad nº se ha reconocí
do por la c i enc i a de un modo perfectº hasta hace pºquís imºs
añºs , dando lugar a una rama de la terapéutica , bautizada hoycºn el nombre de amasam i ento .
C u e n t o s d e a b u e l a
Pasé felizmente el añº 1830. Con frecuencia me l levaban alc ampº ; en él sentía un bienestar i ndeñn i b le ,
'ese placer quesienten los pájarºs y lº s niños
,el placer de la vida .
C onviene que la educación tienda a hacer buenos a los hºmb res , pero también a ser fel i ces . Y para estº considerº capitale l desenvolver en ellos la afi ción y el placer de los goces cam
p estres . Son i nñn i tºs : la siembra de árbo les y flores,la cri a de
animales , la salida y puesta del sol , los paisajes , la caza y pes
(1 ) Aún es más larga la frase en M adri d , pues yº la he oído así , den i nº : aSana , sana , cul i to de rana ; s i no sanas hoy , sanarás mañana o ,_L o M o
— 56
ca,la merienda con hambre después del ej ercicio , Las carreras
al aire l i bre , salvar un ríº a nadº cºn las rºpas en la cabeza ,ascender una loma empinada , rodar por ºtra suave ; tºdº estº
y mil cosas más t emplan el eSpíri tu infantil v i rilmente , des
arrº l lan el amor a la l i bertad y a la vida , por el placer i nefa
ble que en v i vir se experimenta . Ninguna mejor gimnas i a fi s i
ca y moral .
Hoy que la edad y los trabajos han apagadº todos mis de
sec s , cºnservº v ivº el de l a v ida campestre ; y a ella me entre
garia , como un mozo al amor , si los deberes no me ataran al
vivir urbano .
En m i tiempº,sólº se ent endía por educaci ºn lo que resul
tará de m i s apun tes . G racias a que la naturaleza llenó los va
cios y corr i gió tan tas absurdidades . Digº que el campº me
educó sufic i entementep ara corregir muchºs entuertos surg i dos
de la escuela . Nº adelantemos lº s juic i os .
En este año , tercero de m i v i da , se acumulan,
tan tís i ni ºs
recuerdos,que es imposible enumerarlos
,ni menos relatarlos .
En lo que tengan de más influencia educativa , unos cºrrespon
den a sucesos,emociones e impresiºnes que ya he ind i cado ,
venidos po r la acción del campo y su prºp i a l i bertad sobre mi
espíritu ; ºtros prºceden de la influencia del amorosº tratº fa
m il i ar, y muy especialmente de l ºs cuentºs .
La A buel i ta me acostaba todas las noches en una camita
b aja , al ladº de su cama ; me hacia pers i gnar y rezar el B endi
t o, y allí permanecía queda hasta sent i r la acompasada y sua
ve respiración que declara que el niñº se ha dormidº . Tardé en
hacerlo una vez , y la abuela se puso a contarme un cuentº .
¡Nº le cayó mala lot er i a ! Desde aquel punto hasta cumplidºs
c i n co años nº la dejé respirar,si nº me cºntaba unº o m ás
cuen tºs cada noche .
A gotó su repert ºri o , que por cierto no era pºbre , y hasta
se convirtió en autºra fecunda de este génerº l iterariº . L a
bl anda arcilla no se presta y amº lda a la m ano del alfarero ,c om o m i ser entero al influjº de aquellas relaciºnes .
— 57
Ya sea por ellas mismas , ya por las circunstancias en quese encuentra un niñº
,cuando entrando en reposº su i nerva
ción muscular,por el cercano sueñº
,parece reconcentrar t ºda
l a atención y toda la sens i bilidad en l º s centrºs cerebrales , el
hechº evi dente es que a esas hºras un cuentº resulta en sus
efectºs lo que un drama representado pºr buenos actºres , en
un buen teatrº y con magnífi cas decºraciones , respecto a otro
ej ecutado—
pºr u na compañi a de la legua en el mesón de un
lugar . B ien dir i gidº,nadie sab e adónde podría alcanzar e l
cuentº como instrumentº de educaci ón .
Deploro nº acordarme de las parti cularidades y trama de
los m i smºs . No es extraño,luego s e verá pºr qué ; m as impor
t a pºcº el caso . Con relac i ón a mis impresiºnes , puedo d ivi
dirl os en var i as clases : i nocentes,como el cuentº de las b ormi
guitas ; cóm i cos , cual el del pºbre zapatero que se encuentra
un tesºro ; dramá ti cos, comº el de las m a t i tas de albahaca ;heroi cos, cual el del i nfante de la estrella de ºro ; fantá sti cos,comº los de brujas
,duendes y mágicos .
Realmente,tºdos me gustaban
,pero cada clase pro ducía
efectos muy disti ntºs . Prefería,con muchº , l ºs heroi cos, y
esta preferencia deja fuera d e duda que el gustº nace hechºen l a cr i atura
,cºsa que contrad i ce en redondo el apo tegm a
admitido generalmente de que el a gust º se hace » . El gustº se
perfecci ona ; pero , como todº asunto de sensibil i dad subjetiva ,está i nm anen te en el indi viduº . Ahora bien
,lº que nº sé es el
mot i vo de mi án i mº para esa preferenc i a . Pensando ahora sº
bre t an curio sº tema , veº entre lº s cuentºs heroi cos que me referian y las nº velas que criticó Cervantes , cierto parecido , digº
mal , identidad . Los cuentos esºs resultan verdadero s bºcetº s
de historias d e Caballería ; a detenerme en la materia , quizápudiera probar que fuerºn cºmo el huevº d e dºnde surg ierºndichºs librºs .
Al influjo de aquellas relaciones,mi eSpíri tu se ampliaba
saliendo al exterior : quería volar pºr aquellos espaciºs imaginari os
, penetrar en los castillos m urados , con la palºma m en
58
saj era que afi rmaba la fi del i dad amºrºsa del valiente caballerº
y anunc i aba l a'
próx ima l i bertad de la c auti va . Comº el del
hérºe,se con traía mi brazo en la ºcasión de dar cuch i lladas y
m andob les . Ya me sentía vºlar sobre el caballo,y hund i r el
acicate en sus i jares ; s i endo l a parti cular que esa especi al sen
sac i ón todavía de'
vi ejº lo experimento muchas veces , en esºs
intervalos i ndec i sºs entre el sueño y la vigi lia .
Así cºmo esºs cuentº s me exter i or i zaban,en c i erta mane
ra,pon i endo en energía actual todas m i s afect i vi dades y pº
t enc i as , cual una luz que , apagada , se enc i ende de pronto y l le
na un . gran espac i o,así
, pºr contrario modo , los cuentos de
brujas y de duendes me replegaban y encogían .
He extraviado algo la primera i dea . I b a a d ecir que mi
gustº dec i d i do pºr los cuentos heroi cos pudi era pro ceder de la
parti cular tensión d e m i sens i b i lidad deb i da al atav i sm o ; sin
duda,mis ant ecesores la t emplaron así , con l a lectura de los
l ibrºs de Caballería .
Andando el t i empº,nº dudo que podrá sacarse gran parti
d º de todo esto,no sólº para la educación y la i nstrucción
,
s ino comº mediº terapéuti cº para cºrregir ciertas d i recciºnes
mºrbºsas que en su afecti vidad suelen presentar los niños , yque más tarde los cºnsti tuyen , ya en huraños , ya en egoístas ,
ya en i rasc i bles , ya en ind i scretos , ya en groseros; ya en hi
pºcºndríacºs y neur0pát i cos para toda la vida .
XXII
R e c o n c o m i o s .
Las s impatías del niño trascendi eron a las personas aneja s
de la familia . L a A buel i ta tenía un hermanº casadº , que care
c i a de h i j os . Experimentaba , tanto cºmo su señora , esas ansiasque producen lºs deseos i nsatisfechos .
— Déjame el n i ño,para que lº vea María— rogaba cºn fre
cuencia a su h ermana, consi gu i éndºlo a veces .
s iºnes más s i ngulares , de pena , enºj º y disgusto ; era la prime
ra vez que la exper imentaba de su espec i e : la impresión de
preterici ón , de amºr prºpi o ofendido y de desaire .
No se había acordado de m i padre . Olvi dé , s i n duda,que
m i s padres estaban d esterrad ºs a muchas leguas . Perº el caso
m ani fies ta que , t ranscurridº un año , los conservaba en lºs plie
gues más recondi tos del cºrazón . Salí del cºrral y entré mo
h i no en las habitaciones
Hub i eron de notar m i aspecto,y me preguntó el tíº P e
riquito :— a ¿ Q ué t i enes? » Y yo contestez— Q A casa d e Abue
l ita!»
Y como continuara así,rep i tiendo lo mismo , me llevaron
a la call e d e Piernas .
La susceptibilidad,esa especie de pasión indefi nida y tan
compleja , se desenvuelve muy precozmente en las cr i aturas .
Si en m i se man i festó a los tres tres añºs y cuatrº meses,sería
porque no ocurriera antes una ºcasión que la provo cara . L a
he observado en n i ñºs d e menos edad,en mi nieto
,s i endº aún
de pechº (podría tener d i ez u ºnce meses) , cºn el mºtivº si
guiente : vo lvía yº de un v iaj e , y traía varias émari tatas » ,
cºmº recuerd º a la familia .
Trajérºnme los nietºs,y cºmencé a sacar d e la maleta sus
regal ºs . D i ó la casualidad de que venían encima 1ds de mi nie
t a . Extraj e una muñeca , y se la d i ; su hermanº , en brazos del
am a,miró la muñeca c ºn interés . Saqué un cochecitº , y lº en
tregué a la nieta ; extraj e ºtrº juguete , y resultó tam bien de
lºs ded i cados para la n i ña . E l n i ño sufr i ó conforme el segun
do . Perº al tercerº rompió a l lorar , al punto mism º que el
am a,nº distraída cºmº yº e i ntimada con lºs sent imientºs d e
la criatura,exclamó sulfurada y encend i da :— a ¡Todº para la
n iña , y nada para mi niño!»
Prontº los tranquilicé,mºstrando los juguetes que le co
rrespºndían .
Desde el punto que sentí la impres1on aquella , vine a ser
m uy susceptible . Esta pasión es tan cºmpleja,que la conside
— 61
rº cºmº la más varia , más diversa, más difi cil d e apreciar yanalizar en lºs matices d e sus numerºsas mºdalidades . B aste
recºrdar el sinnúmero de palabras,frases y fi guras que em
plean lºs id i ºmas para signifi car esa pasión .
Del que la sufre,se d i ce en castellanº : susceptibl e , i m pre
si ºn ab le , sentidº , sens i ble , punt i llo so , del i cadº , p i cadº.
,p i ca
joso,quem ado
,requemado
, voladº , enºjadº , last imado , resen
tid º,etiquetero
,desa i rado
,menosprec i ado
,preter i do
,ºfend i
do,desatendido
,ºlvidado , desconsiderado , pºstergado , etc . Y
nº bastando esas palabras,muchas de ellas imprºp i as pºr te
n er diversas acepciones y ser todas metafóricas (lº cual prue
b a la falta de precisión cºn que se lucha para expresar neta
mente d i cho sentim i ento) , todavía echamºs mano de frases nº
menos equ i vocas , imprºp i as y metafóricas , como : amor propiº
herid º,puntº de hºnra
,sentimientº de dignidad , vol ver por
sus fueros , humº pºr las nari ces , fi nº de ep i derm i s , blando de
sensib i l i dad,suprasensi b le , jy o tras . Todo esto demuestra
'
( qu e
hay una defi c i enc i a en el l enguaj e .
Ciertos afectos y pasiones tienen un s i gnº fonéticº prºpiº
y b i en defi nido,si n otra más acepción
,por ejemplº : amºr
,
odiº,i ra
,env i d i a
,cºd i c i a , etc . Perº ese sentir que se eXperi
menta,cºmº yº cuandº el regalo de lºs pavos y mi n ietº
cuando el repartº de lº s juguetes, ¿ por qué nº ha de tener un
nom bre prºp i º , netº y exclus i vº? eSeñ t im i en t º » se le dice ; ya sentimiento » es una voz genérica que corresponde l º mismoa l amor que a la amistad
,al odiº que a la impac i encia .
B i en es c i erto que recibe una acepc i ón particular cuandº
trata de ese'
part i cu larísi mº que nos ocupa . Pero ¿ sent imientº
de qué? Para mi usº,lº d i st i nguiría perfectamente llamando
lº e l sentim i entº de pavº . S i n duda,sería muy conveniente
darle ºtrº nºmbre m ás prop i o y también más parti cularizad o
que el que,a falta de otrº
,resulta i mperfectº en el l enguaje
cºrr i ente .
Pocas cosas h ay tan d i fíciles como inventar y hacer acep
tar una palabra . Sin embargo,las ciencias
,descubriendº oh
— 62
jetos nuevos , se ven obl i gadas a inventarlas , y muchas luegº
las rec i be el habla cºrr i ente .
R espectº a ese sent imientº especi al de que tratamos , nº
h ay duda que se n ecesita una palabra prºp i a , y que ha./
de
i nventarse cuandº por el estud i º de lºs estadºs de án imº sean
éstºs m ás cºnºcidºs .
Para m i , el de que hablo ahora es un estado pat i co inte
rior,muy prºfundo : puede const i tu i r una enfermedad del es
p i ri tu , y de aguda y transitor i a hacerse crónica ; no veo lu con
veniente en denom i nar a d i chº afectº,hasta nueva ºrden y de
un mºdo i nterino,impa tta .
Abordo lº s i ncºnven i entes del pedanti smo , pºrque s i n esº
nº pºdría expresar lo que se me ocurre acerca de t an impor
t an te mater i a .
Perº,siendº cºsa larga
,antes d e entrar en ella n º quiero
d i fer i r ºtra º bservación que surge del relato : esa i m pres i ón d e
resentim i ento es tan fuerte,que bºrra los anteri ºres sent i
m ientos de gratitud .
Cuandº tanto s agasajos y consideraciones personales a ca
baba de recibir,una supuesta desconsi derao i ón m eramente
imag i nati va,pues t o que mis padres no pºdrían reci b i r pavºs
encontrándose ausentes ; un merº olvido a lo sumº en caso
pºsible,mu eve en m i un fuerte
,íntimº , dº lºrósº , exasperado
y despechado sentim i entº de ofensa , que me hace no sólº olvi
dar la gratitud,s i nº t rocarla en desafecto .
¿ Qué m i ster i ºs son éstos del cºrazón humanº? ¿ Es mala ín
dº le d e mi part i cular naturaleza? ¿Es un resorte un i versal en
tºdas las criaturas? ¡Cuántº hay que observar y estudiar en
tºdº ello !
Y que ese sentir viciosº tiene una fuente pura , no hay qu e
dudarlo . Ser sent i dº,ser delicado
,ser pundonoroso
,cºnst i tu
yen modos afectivos virtuºsos . ¡Cuán grºsera y best i al sería
s in ellos l a especie humana !
P erº , comº to dº afecto purº , ofrece gran aptitud a la des
a rmonía . Resulta en esto lo que en las obras de arte delica
60
das , dºnde el más leve defecto las echa a perder . Así , el amºr
se cºnvierte en pas i ón y s e transforma en ºd i º ; el i nstintº d e
conservac i ón ,en cobardía ; el sent i dº de previ sión , en avari
cia ; la d i gni dad , en fatua vanidad
D i ría que mi n ietº mostró su estado de ánimo comº fi s i oló
gi cº,su sent imiento era sanº ; y que yo lo ex p_er1men té pato
lóg i co,enfermº . ¿ Por que l a variante en m i n i eto y en m i ? E l
temperamentº en m i n i etº es más dulce,nº es sanguineo ; el
mío es más arrebatado,cºmº sanguíneº y nervi oso .
Además,m i n i etº no había estadº en n i nguna am iga . Yº
en ella , atado a un a s i lla y s i n pºder mºverme , quedé impa
ciente,y por tantº
,d i spuestº a dispararme cual un arcº . de
acerº en forzada tens i ón .
.
A hora b i en ; dejemos las palabras a sent i do,resent i dº
,del i
cado,pundonoroso
,d i gnº.
,para el sentim i entº purº
fi siºlógicº,y adoptemos la palabra i mp a tta para que sirva de
s i gno matri z d e sus d i versos estados patológ i cos .
Curándomepºco de r i g ori sm ºs et imológicos , para adaptar
me a la var i a proceden c i a de nuestro i dioma castellano , con lº
cual será más fác i l que se cºmprenda l a s1gn 1ñcac i ón de las
nuevas palabras,de i mp a t ta pueden induc i rse el verbo impa
t i r y todos sus correlativos t i empºs ; quedando ese sent i r i ndu
b i tadº y espec i a 1ísim º en pºs i bil i dad de expresarse l ocutiva
mente de un mºdº prec i so,neto y s i n tener que apelar a du
dosas anfi bº l ºg ías .
Será de i gual manera pºs i ble sign i ficar esa multitud de
gradºs d i versºs d el m ºwm i en to pas i ºnal de que se trata , que
dando llenº el vacíº que ad vertimos .
I mp a to o imp a ti ble pºdrá decirse de aquel que sea suscep
tible , ocasion ado º fác i l para experimentar esa emºción .
'
I mp a to, el actº de raptº interior que se experimenta . Nó
tese la semejanza de esta palabra con la cºrriente y usual d ec ímpetu »
. Adviértase que ímpetu es un mºvimientº anímicº
fuerte , pero que vien e del interior al exterior y desarrolla una
fuerz a que se exterioriza ; tanto , que en el ímpetu hay explo
s10 n y a veces acºmetida externa a persºna o cosa , º cuandº
menos dercarga por vºces , interjecc i ones º esfuerzºs m uscu
l ares ; mientras que el i mputa cºrresponde a un movi m i ento i n
terno que no se exter i or i za , s i no que más bien se interiori
za , determ i nandº un fenómenº lóg i cº que se expresa muy
bien d i ci endo de él que es un ímpetu para adentro o un ímpetu
a l revés .
I ni pá ti co eXpresará al tocado de ese vi cio afectivº .
I mp a toni l podrá decirse del tan en extremº susceptible a
l a emºc i ón,que se mueva pºr un nada o pºr mera sospecha de
mºtivº i nfundado que su prºpi a mente fragua . V endrá a re
presentar con s i gno prºpiº 10 que hºy queremºs ind i car conl a palabra
I mp a t iforme signi fi cará el dadº a i mpres i onarse”pºr moti
vºs de forma exter i ºr , cual el que hace cuestión grave de amºr
prºp i º lo que se refiere a las cosas de eti queta . Nótese que la
palabra r et i queter0 » la usam os en nuestrº l enguaj e cºrri ente
en dos senti dos : uno , que se apl i ca a lº s que sºn muy dadºs a
l as ceremon i as de la et i queta , y s i , pºr observarlas , se hacen
empalagoso s , ceremon i osos o eti queteros ; el otro sentido es
referente a los que en cualquiera om i s i ón de forma,sea real o
supuesta,que cºn ellos se tenga , sienten una exagerada emo
ción de amor prºpiº ofend i do . Convendría , pues , dejar la pa
l ab ra s et i qu et erº » para la prim era acepción,y la de a impat i
forme » para la segunda .
1mp a tuoso es grado y afect i b i l i dad algº parec i dºs a lºs an
t eri ºres,perº distante de ellos ; se refi ere al s impá ti co » pºr ex
c eso de infl ac i ón y vanidad .
I mp a ti dor debe decirse d e ciertos ind ividuºs que t i enen la
mala cond i ción d e pro vocar el i mpa ti smo en las personas a
quienes tratan . Es un defecto grave,muy cºmún
,y que
,a
falta de palabra que lo sign i fique , ha procurado expresarlo la ,
necesidad del común senti r,por medio de frases más o menºs
preci sas,dic i endo
, p ºr ej emplº : a¡Q ué eargan te es Fu lanº !
D ºn Zu tano no habla sino hiriendº . E l señºr de Tal me en
c ocora , S i n saber p or qué . Don M enganºr tiene la virtud de
ofender a tº do el mundo .» Etcétera .
Cuántº import a al p edagogo , al padre , , a la madre y al tu
t or del niño med i tar sobre el punto que tratamos , para pºder
e stud i ar en la cri atura la manera cómo siente esos efect os y
lºs gradºs en que los s i ente , n o cabe pºnderarlº B as ta saber
que,de un ladº , pºdrá dar lugar a que salga un hºmbre deli
cado,sent i do , pundonoroso , ap to ¡ para toda honradez y em
presa noble ; m i entras que , de la m i sma fuente , puede sal i r un
hºmbre susceptible,punti lloso
,cócºra
,an t ipát i cº , i nsº porta
ble,ofensor de la d i gnidad de los demás y (lo que es peºr aún
rencoroso,y más tarde vengat i vº y cr im i nal .
E n efecto , la inip a t i a , mºvi endo hac i a adentro l a sens i
b i l i dad,concentra el sent im i ento
,predispºne a l a tristeza oró
nica,a la envid i a
,a l a malquerenc i a , a l resent im i entº torvo y .
mudo,que a ciertos organ i smos los lle va a fraguar prºyec tos
d e rencor y de venganza .
Sobre tºdº,no se reprim a a l n i no : desenvo lvam os en é l la
cual idad d e la franqueza ; que no guarde nada en su inter i or .
Observad le ; y si no declara l º que s i ente , i n ves t i gadle y de
clarádselo vosotros para que se aco stumbre a sent i r hac i a afue
ra . N º repr i mái s sus i m petus : el ímpetu es lo contrar i o al i m
pato y su mejor med i cina ; el i mpetuoso podrá ser v i olentº ,pero s i empre es nºble . E l i mputo vie'ne s i empre a rencoroso y
vengati vo . E l i mpetuosº,lueg o del raptº , se calma , y cºn
educaci ón suave , é l m i sm º se corr i ge . E l imp a to va de más en
m ás,hasta ser un desd i chado .
Se h a dicho pº r algu i en que cada escuela abierta cerraba
un pres i d i o . Es i nexacto : en las escuelas no se educa . En la
educac i ón , lo de meno s es enseñar ; lo de más , lo esencial , esmodelar lº s afectºs y hacerl º prácticamente .
L a mayºria de la s cri aturas nacen para el b i en ; perº de
éstºs , muchos ab erran por c i rcunstanc i as externas . Otro s,ya
por atavi smo , ya pºr defectºorgánico , nacen para el mal . De
los ab e1ºrados , no hay que decir s i pud i eron haberse librad º de5
— 66
su destinº . Pero aun respectº a lºs atávicos y orgán i cºs , nº »
debe perderse la esperanza .
'Yo la tengo de que,andandº el
ti empº,ha de surg i r una rama de la frenopati a
,que se ocupe
,
n º ya en curar al loco de la inteli gen c i a,s inº al pati co de lºs
afectos en su infan c i a . El ºpiº,las preparac i ºn es de bromuros
y º tras drºgas , l os cuentos y espectáculos aprºp i adºs , la die
tet i ca , etc . (y aun las ºperaci ones qu i rúrgicas) , pºdrán lºgrar ,una vez hechº el diagnóstico d e una enfermedad afecti va
,co
rreg i rla y curarla .
XXIII
Y e l p r i m e r h u e v o, ¿ q u i é n l o p u s o ?
Entrandº en el año 31,en cuyo mes de Agºsto hube d e
cumpl i r los cuatrº de mi ex i sten cia,no encuentrº en sus re
cu erdos suceso s culminan tes que refer i r,de esºs que sºn cºmº
lla ves m aestras del corazón y de la intel i genc i a del n iñº .
No ºbstan te,es evi dente que el t i empº no pasó en balde .
La influenc i a d el cariño de la fam i l i a adºpti va , el recuerdº d e
la prºpi a , las frecuen tes i das a l campo , mi afición a lº s cuen
tos y demás m ed i os externºs , fuerºn ahondando la s buenas y
las m alas d i spos i ciones que ya conocen los l ectores?Sºb re dºs
pequeñeces quierº hacer punto y aparte .
Es la primera,que hac i a esta época v i ne a ser un pregun
t ón i nsºportab le . No me acercaba a persona de mi confianza
que n o Le preguntase alguna cºsa , y que , obtenida la respues
ta,no rep i tiese ºtra pregunta sobre el la , y así hasta el i nfi ni
tº,cºncluyendº el interrºgator i o cºn la paciencia d el interro
gado,que al fin ponía térm i no al asuntº con e sta frase
,sin
gular por el tonº algo am ostaz ado con que la pronunciaba
¡Caramba cºn el niñº,que es más preguntón que un
fraile !
Efectivamente,he observadº en
'
todo el cursº de mi vid a
que los n i ños son muy cur i osos y , …por tanto , preguntones . N o
Me miró sºrprendida , y me d i jº
—¿ Son gall i nas?
—No,perº todºs lº s an imales “ponen huevºs ; aunque a a l
gunos no les salgan del cuerpo , s i nº que se les quedan dentro .
Perº al escarabaj º le salen fuera , y lº s ponen dentrº de esa
bºlita de esti ércol , para que , cºn el calor , se an imen y salgan
l ºs escarab aji t os chico'
s .
¿ Salen de huevº s los b i chºs?
—Sí , todºs , y aun los que nº son bichos : hasta tú y papá
Qu i cº .
Y saltando pºr una serie de preguntas que ella se tuvo quehacer y cºntestar a sí mism a
,en s i len c i º
,sin conti nuar el pro
ceso i nmediato de su cur i osidad , m e preguntó de prontº :
— Y el pr i mer huevo , ¿ qu i én lo pusº?
Aprovechemos esta prec i osa cual i dad de los n i nos , para
instru i rlos y educarlos . Ellºs van rápidamente a lº últimº,al
p or qué . Y ,sin apagar ese deseo de saber
"
esencial,convendrá
declararles que en el por qué de las cosas somos t an ignºrantes
cºmo ellºs,perº que en el cómo y relac i ón de l as cosas entre si
sabemºs bastante más ; y que esº se averigua y aprende,no sólº
preguntando,sino ºbservando
,m i rando las cosas cºn reflex i ón
y cuidado . Sería un ejerci cio u t i l i s im o y cap i t al , , cuandº un n i ñº
nº s haga un a pregunta fácil de contestar,que nº l º h i c i éra
mos i nmed i atamente , s i nº que pus i éramos al n i ño en el cami
no de hacer , con nuestra ayuda , pºr s i m i smo , la aver i guac i ón .
P ºr ejemplo , en el casº de l a pregunta d e la rata , haber con
testado
— Pues m i ra,no lo sé ;
“
pero mañana encargaremos que nos
trai gan un animal cºn rabº , un cºnejº que cºmpren en la pla
z a ,y así veremos por qué la ratay el cºnej º y otros an imales
tienen rabº .
Estoy seguro de que el n i no ansiará la venida del nuevo día ,y que as i s t i rá gustºsº y será un actor útil de una d i secci ón en
que,insensiblemente
,y s in trabaj o
,aprenderá lo que es piel ,
músculo , huesº , t endón ,vérteb ra y la cºnst ituc i on del rabo y
de la columna vertebral .
_Tampoco dudo de que , a pocas investi gaciones en unº u
º tro senti do , adqui r i rá la pau ta inicial para la invest i gación
i ndepend i ente,discurrirá pºr s i m i smo
,y nº se verá reducidº
al papel d e repet i dor o de mºna i ntelectual,que es adºnde
lleva y ll ega la m alhadada educac i ón que pre tendieron darm e .
Lasegunda pequeñez se refiere a la hºnda afic i ón que sen
t i a c i ertos an imales,y que
,por ser también cºndición general
d e todºs los n i ñºs,es important e examinar .
Reflex i ºnandº sºbre las gratas y atracti vas i mpres i ºnes
que me prºducían los an i males cº lum b ro en ellas un a raíz
muy honda ; y puesto que el fenomenº es cºmun a todos lºs u i
ños,convi en e ver en qué puede cºns i stir y si es suscepti ble de
apl i cac i ón educat i va .
S i n duda,lo veº b i en ,
, l a atracc i ón depende del apeti tº de
super i or i dad y de domin i o que tº da cr i a tura trae i nnatº , al
verse cerca de pºder sat i sfacerlo .
Podrá el sér humano parecers e anatómi ca y fi si ológ i camen
te cuan t º se qu i era a lº s dem ás animales ; pero , en cuantº a
una determi nada categºría de sus afectos,hay tanta o más dis
tanci a que entre las facultades i ntelectuales del l lamadº irra
c i onal y las del raci ºnal .
Sea cºmo quiera , el hombre está sobre la t i erra para l lenar
una m i s i on que l e es exclus i va , única en mi conceptº que é s
tab lece la d i vi sºr i a i rreductib le entre é l y el restº d e la natu
raleza, así an imada comº inan imada : esa mis i ón es la de dom i
nar el espacio y el t i empo ; o , lo que es lo mismo , vencer en
lucha a la fatalidad,ser libre .
Como este es el i deal i nnatº que persigue,claro está que
aun hoy día nº ha l legado a alcanzarlo como colect i vi dad ;pero , s i b i en se exam i na
,no queda duda de que empieza a lo
grarlo parc i a lmente , y cas1 del todo , por ciertºs y determ i nadºs i ndivi duºs
,aunque escasos .
El más escéptico no podrá desconocer ni negar que el hom
bre c i vilizadº es menos esclavo de la naturaleza y “estamenºs
sujeto a l a rfa ta l idad del espaci o y de l t i empº que el habitante
de las selvas .
Poco a poco hemos ven i dº cºnqu i standº y dominando lº
fatal , o sea la naturaleza bruta . El que cam i na en ferrocarril
se cºlºca sºbre el t i empº y el espac i º lo que va de d i ferencia
entre el año que se emplearía para i r a pi e de Lisboa a R us i a
y lo s pºcos días en qu e ahora puede recorrerse igual distancia .
Cºlón , descubr i endº Amér i ca , dominó la t i erra ; cºn el telégrafº
eléctr i co tenemos pr i s i ºnerº el espaci o y el t i empo en una de
sus formas de mayor interés para la v i da l i bre
Tales hechºs prácticos y evidentes sºn n ada , comparados
con los triunfos sºrprendentes que sobre la Naturaleza hemos
de alcanzar,tan sºrprendentes que p asarían por qu iméricos si
hºy se anunc i aran .
V ol vi endº al punto de partida , d i gº qu e mi atracción º añ
c i on a los an imales prºcedía de la ocasión que daban para sa
t i sfacer la prºpi a i ncl i nación de posesión y de dºmin i º sºbre
aquellºs seres .
El apeti tº éste se desp i erta en el n i no y se acentúa por cºn
traste . S i éntese déb i l , i nferiºr y depend i ente de lºs humanºs
que le rºdean . V e au t or i dad en el padre,en la madre , en lº s
par i entes,en l ºs am i gºs de la casa ; por todas partes si e ve rº
deadº de personas de mayºr fuerza y de mayor inteligenc i a .
Sólº advierte cierta i nferioridad en lº s sirvientes : pºr esº lºs
niñºs prefieren hallarse en las cºcinas a estar en las salas , y el
tratº de lº s criados al de los am i gos dela casa ; pero tºdavía
nº quedan sati sfechºs cºn lºs ser vi dºres , v i endo en ellos algo
menos,perº nº materi a de poses i ón y perfecto dom i n i o . Este
deseo lo s i enten plenamente rea l i zado en su comercio con los
v i vos irraciºnales , y el n i ñº goza inconscientemente (sin ex
pl i carse e l pºr qué , perº goza) ; é l , su bºrd i nadº e i nfer i or a
los demás humanºs,se ve j efe , superiºr y dueñº de ºtras cria
turas .
Observemos cuidadosam ente al niño en el ejerc i c i º de su
i mperiº ; nada pºdrá dar a conocer mejor su naturaleza . En él
veréis al hombre del pºrven i r : en él se declarará bueno , hu
mano,compasivº ; en él tamb i én ,
durº,despótico
,tirano . Ya
veré i s el niño que se pr i va de los postres , para regalar cºn
ellºs al an imal amigo ; ya le veréis , con mal igna frialdad , p im
z arle lºs ojos cºn un a aguja .
G rac i as a Diºs, yº nº recuerdº haber caído en tales exce
sos ; sm embargo,comº se verá más adelante , cuando tenga
que refer i rme a sucesºs de alguna mayºr edad,tendré que acu
sarm e también de algún pecadº de tiranía . Respectº a la a que
ahºra me refi ero , bien puedo refer i r mis impresiºnes .
Las gallinas me gustaban,pero nº las apetecía . L os polli
t ºs eran mi delei te ; m as al cogerlos y poseerlos me pareci an
pºca cºsa : así comº s i,s i end o mujer
,me deslum brase una
joya,que , examinada , resultase de p i edras de Francia sola
mente . Los palºmºs , hermosís i mos, ¡cuánto los apetecía para
m i ! Pero volaban y nº se dejaban cºger . L as echabamigas d e
pan y aun de bizcochº ; bajaban a p i carlas , y cuando , cerca ya
de ellos,yo me i ncl i naba para pasarles la mano y hacerles una
caricia, ¡ingratos! vºlaban , m i rándºme desde el tejadº .
El caballº, ¡ºh ,
el caballo !,hubi era cºnsti tuído m i fortuna .
Perº hab ía en él mucho de brutal para m i s tiernas fuerzas . L a »
c i gñeña me hab i a hechº más cautº y receloso ; así , me acerca
b a al caballo guardando respetuosa d i stanc i a . Procuraba se
du c i rlo hab lando le de lejos y enseñándole u n pedazo de pan .
Aquí las cºsas no pasaban a mayºres,excepción hecha de
cuando llegaba el mozº d e cuadra a echar el pienso ; mºmen tº
en que aprºvechaba la coyuntura para acercarme más , y an
dandº d i as , hasta para darle alguna pa lmadi ta* en el arranque
de l º s brazos .
E n fi n, ya que nº con el caballo , m e atreví cºn el borr i co
p i º , m ansº y burrº de b i en comº el mejor del mundº . Am a
há más a l borri qu i tº chicº ; perº , inestable y travieso , se m e
huía y acercaba ; y con sus m ori squetas y respingos , cºnocía yo
que , sin mala intención , podri a last i marme .
L a d i fi cultad m i sma del pl enº dº minio aumentaba m i s em
peñ os . De“ el lo saco que debe,
ser malís imo para la educac ión
sat i sfacer el d eseº en lºs infantes i nmed i atamente , tanto por
que p i erden su resºrte , cuantº pºrque pred i spone al hastío y
m ás tard e a la i nfel i c i dad mayºr que hay en el mundo : la ln
felic i dad de lº s felices .
Cº n estos antecedentes se pºdrá calcula r cuánto placer re
c i b i ría un a tard e , a l traerme un criado del campo una a vefría
que cogi ó vi va , y a la que recortó las alas para que no se esca
pase . Más pequeña, parecíase a una palºma . Tenia plumas
blancas,otras tornasoladas entre azules y negras
,br i llantes . “
La cogí entre las dº s manos ; la besaba y metía su pi co en tre
m i s lab i os . Qu i se darle de comer,no qu i sº ; agua , tampo cº .
Estaba tr i ste,tantº cºmo yº alegre ; me daba pena Quise dar
le a entender que n º tem i ese,que yº era su am i gº
,que la que
ri a y la tra taría muy b i en,perº nada ; s i n duda , el an i m al i tº ,
separado de lº s suyºs , sentía la pena que yo cuandº las c i r
cunstan c i as me separarºn de m i s padres .
aM añana estará a legre »,pensé
,y seguí con m i a vefría , si n
dejarla u n mºmento .
Llegó la noche,y qu i s i erºn encerrarla dentrº de un canas
t º . N º l o consentí : era m ía,y defendí m i derecho
,d e ta l mºdº ,
que la fam i l i a trans i g i ó .
D esnudáronm e,me acostaron
,recé el B end i to y otra ora
c i ón al Angel de la G uarda,que me habían en señado . Aquella
nºche nº ped í lº s cuentos . Me acºsté con el pájarº , le d i besºs ,10 a curruqu é conm igº , ten i endº la precauci ón de dejarle la
cabeci ta fuera del embozo,y m e dºrmí t an fel i z como la m a
dre que da el pr imer pechº a su reci énn aci do .
Al despertar por la m añana,los ºj os y el pensam i entº se
abri erºn para mi a ve ; y ¡ah ,horrºr ! estaba muerta , debaj º de
m i propio cuerpº,con la cabeza aplastada ; y una m ancha de
sangre seca en la sábana y en m i cam i sa , denunc i ándome cºmº .
a sesino .
XXIV
N o q u i e r o am i g a s .
A este n i no es necesariº enseñarl e ya la doctrina— d ij o
un día D . Ramón .
— Es muy ch i qu i t ín— contestó la Abuel i ta ; además , sabe
pers i gnarse y el B enditº , y ºtras cosas que yo le enseñº al
acostarlo— No basta
,mujer ; no digo a nosºtrºs , a l os padrinos que
no vi ven con l º s n i ñºs les ordena l a Iglesia que , a falta de l ºs
padres,enseñen la doctr i na a sus ah ij ados .
L a razón n º tenía vuelta de hoja , y dieron cºn mi cu erpo
en otra am i ga .
Era peor y era mejor : peºr , porque no había co rral ni aire
libre ; mejor , porque s i qu i era a los ch i qu i t i nes se nos ºcupab a
en algo . E so si , sen tadi tos h oras m ºrtales .
En coro se nos hacía persignar : la º
m aestra , atenta a la cc
l ocac i ón de lº s dedºs, pº rreg ía las imperfeccmn es . T ambién a
cºrº rezábamos el B end i tº y la Salve y el Padrenuestro , l l e
vando la voz la m i sma maestra .
En la pared pendían algunos cartones con dºs o tres abe
cedari os, pres i d i dos por una cru z que daba cºmienzº a ellos .
A la cruz se le ll amaba Jesús M a ri a .
Con la caña,i ndispensable cetro de l as maestras d e su es
pec i e , señalaba a la cruz,y lº s n i ños en cºro pronunc i ab an
Jesús M ar i a . Actº seguidº señalaba la a,y los ch i cuelosde
b íam º s repetir aaa, y así suces i vamente . E l JesusM ar i a lº “
aprendí , pero nº las letras ; porque , no atend i endo a la caña ,sólo cuidaba de repetir cºn los demás párvulos el son idº que
prºnunciaba la m aestra
Concluído s tan sanos ejerc i c i º s , se daba reposo a las labores ;pero , eso si , cuidando de que los niñºs no hiciesen ruidº ni se
movieran . Luego , vuelta a empezar cºn el persignado y el
B endito,con la caña y el Jesús M ari a .
Alguna que ºtra vez,consentía la d i sciplina alguna i ndul
genc i a m ayor : como , por ej emplº , dejarnos echar la“madej i
t a ; cosa que aprendí desde ! l a a cun i ta » a d os c ºrdeles »,mien
tras que en el abecedariº no pasé del signº de la cruz .
A pesar de m i humildad,ten i a avers i ón a ir a la am i ga ; y ,
aunque no protestaba y me dejaba conduc i r,la A buel i ta cono
c i ó el sacrifi c i o y decid i ó suspender m i educac i ón . Protestó el
esposo ; vºl vió a apelar a l a autor i dad de la Santa Iglesia ;pero , como la Abuel i ta era de carácter más enérgico
,d ij º que .
no, y quedó libre y ºtra vez feliz .
XX V
L a v e n d i m i a
N o sólo i ba al campº cuando s olía ir l a familia , sinº tam
bién todos los sábados en que el capataz pagaba l ºs jºrnales ,llevándome é l mºntad º en el borrico p i o y delante yo , suj etºentre sus brazºs . N º hay que dec i r que Orihuela (ta l era su
nombre) , antiguº y honradº s i rvi ente , me cobró muchº cari
ño , y que yo le correspondía .
P ºr la vend imia , la tempºra da era más larga . Todos per
m anecíam os en el campo,exceptº D . Ramón y E l Caba l lero
el uno quedaba atend i endº a la casa y el o tro a su bufete , si
bien e l último i ba los sábadºs por la tarde para regresar el
dºmingo por la nºche .
L a casa de la v i ña no pºdía ser más pequeña . En un a sºla
estanc i a hal láb anse el lagar y la bodega de los mostos , y las
t i netas y. lo s demás utensiliºs de labºr ; s i n embargº , en lºs pe
queñ º s clarºs y en un a pequeña cuad ra , aseada y habi l i tada
para el efecto,dormíamos perfectam ente . ¡Qué fel i z se puede .
ser cºn pºcº !
N o sé,pero hay ºperaciones tristes y ºperaci ones esencial
u n n i ñ o d e l i c a d º !»
Me daba muy b i en cuenta de mi situación . Oi a dec i re ¡P epe es m uy loco !» Ese P epe era mi pad re . Por otra parte
,
esº era lo mejor ymás cariñºsº que se podía entonces decir deun exaltadº ; º ,
lo que es lº m i smº,de un li beral d ispuesto
s i empre a sa cr i fi car su repºsº,su fºrtuna
,su vi da y su fam i li a
por el tr i unfo de la susp i rada L i bertad,y s i n cuyos hero i cºs
esfuerzos estariamºs todavi a en aquella ºdi ºsa s i tuac i ón de los
Fe l i pes y Fernandos .
Que no debía abusar,que n eces i taba hacerme gratº , l º te
nía muy sabidº y procuraba atemperar a ello m i conducta .
Lo primero era la A buela, ya pºrque sentía su amºr comº
más vehemente, ya pºrque cºnoci que era el verdaderº jefe de
la casa . M i afecto seguía después para Joaqu ín : era el menos
en la fam i li a,pero
,después d e su madre , es el qu e me demos
traba más ternura . V en ían luego E l Caba llero,el Sr . D . R a
m ón,y su h ija
,la última .
Al levantarme , rec i b i r las caric i as de la A buel i ta y corres
pºnderla s , i ba d e habitac i ón en hab i tación de cada unº , dan
dº les lº s buenºs días y haciéndºles una vi s i ta : pr imero a ver
al Ca ba l lerº; en segu i da , a la hermana y a Jºaquín ; por últ imº ,a D . Ramón
,cuando vºlvía d e m i sa , pºr l evantarse con el
a lba,º i r la s c i ncº º se i s pr imeras d i ari am ente en los fra i les
de Santº Dom i ngº,y nº vºlver a casa hasta las diez de la
mañana .
Un d ía,al entrar en el cuartº de Joaqu i n , éste deb i ó de es
tar de m a l humor (aunque bueno y cari ñosís imo conm i go , era
des 1gu a l) ; el caso fue que , en vez de rec i b i rm e con agradº , me
d i jo : c ¿ A qué vienes aquí? ¡V ete !» Añadiendo a la palabra la
acción de empujarme .
L o de los pavos nº fue nada , para el i mputa que aquello
me produjo . Sal ime al corredor , y en el ángulo de sus paredes
ceñí mi cuerpº cºmo S i qu i s i era que la tierra me tragase . N o
llºré ; aunque dolor , arrebato , enojo , sentimientº , pena , y todºun i dº ; parecía conjurarse y recºrrer desde los dedos al cºrazón
y desde la cabeza a las entrañas .
Pensé y dec i dí i rme de all í,hu i r de la casa
,,
marcharme en
busca de m i s padres . Pero , n o sabía dónde estaba Mºrón , ni
pºr dónde se iba ; en la lucha , no pud i endo vencer , quedé ab a
tido baj º el pesº de mi dºlºr , no resignadº cºmº al tragar el
alfi ler ; y es que hay penas que siente la criatura más V i vas yprofundas que el present i r la muerte .
Pasada una h ora larga,salí d e mi rincón ; aunque procura
b a repri ni irm e y reca tarm e,Concha salió al paso
,y al verme
así,me preguntó : c ¿ Q ué t i enes? » Sin poderme contener , salió
'
un pucherº,y d ij e : a ¡Q ue Jºaquín me ha echado !» A lº que
contestó : a /¡V aya un n i ño del i cado !» Con lo cual vºlví a caer
en l º profundo .
No sé cuánto duraría el es tadº agudº , po rque de estas cº
sas,como de otras muchas
, se sab e dónde empiezan , perº nº
dónde acaban . Lº que puedo dec i r es que la impa tta me
quedó crónica hasta hace pocº , en que ya a la vej ez , conven
c i dº de que nada valgº y que es neciº el amºr prºpiº , he lo
grado poner a raya el dºlo r de sus heridas ; y aun a veces me
complacen , porque la exper i enc i a me ha enseñadº que las a la
banzas de la amistad,o s i rven pocº o perjud i can
,mientras que
las ofensas , s i sºn i njustas , n º deben mel lar el ánimº de ¿ los
fuertes , y s i justas,han de aceptarse cºn res i gnación comº su
prema enseñanza para corregi rnos »
.
No obstante la impa t i b i l i dad a que quedé sujetº,seguí
amando a Joaquín,si n conservarle rencor , ni d i sm i nuir en
nada m i afecto hac i a él . Perº,esº si , m e quedó cierto rescol
do perseverante , que me llevó al prºpósi to de ser algún día
superiºr a él .
L a d u e ñ a d e m i s d e l i o i a s .
Tampocº guardé ningún resent im i ento cºn la t i a M ari qu i ta ;
antes por el contrariº, volvió a aparecer mi atracción hacia su
casa,donde tanto me d i vertían y obsequ i aban . Así , pues , n o
puse inconven i ente,pasado algún tiempo
,en dejarme llevar
pºr ti o P er i qu i to .
Acababa de cumpl i r lº s cuatrº años,cr1ab am e robusto ; por
una parte,el campo y las cabalgatas en el p i o ; por ºtra , mi
prºpi a n aturaleza,fuerte desde su ºrigen
,y la i nfluenci a d e
las c i rcunstanc i as,todo contr i buía a determi nar alguna preco
ci dad fi sica,afecti va e intelectual ; así es que cualquiera me
hub i era tºm ado como un n i ño de cincº añºs,o qu i zá m ás .
Hallándome ya en casa del t i o P er i qu i to, l legarºn a m i s
º ídºs po r primera vez las marciales v i braciones de una banda
m il i tar . Oírla y pedir que me sacaran a la calle fue l o m i smº , y
a cceder la fam i l i a cosa inmediata . Me tºmó de la manº el cria
dº ; y , calle ad elante , desembocamos en la ca ll e Larga , por
dºnde pasaba el reg im i entº,que s i n duda
'
,ven ía
x
de fuera,a
juzgar por lº suc i o y empº l vado de los uniformes .
En Medina,a pºco de llegar , había vistº s oldados sueltºs
y alguna guard i a ; perº no un regim i ento con su mús i ca y su
cºronel a la cab eza,l ºs batallones cºm partidos por sus clases ,
l as compañías de a cuatro en fondo,1ós ofi c i ales a un
'
ladº ;
detrás los carrºs llenºs de cºsas varías , revueltas cºn algunos
soldados y ch i qu i l lºs que asomaban la cara entre sacºs y cajº
nes . Después infinidad de borricos,unos cºn ofi c i ales v i ej ºs y
comodones , ºtros con señoras raramen te vesti das : grandes
ahuecadores en los hombros y el arranque de lºs brazºs y más
grandes sºmbrerºs,entre cuyas alas , a modº de guardapolvo
de calesa, quedaban ocu ltas e invisibles cabeza y cara ; otrºs
_ 79_
burrºs tamb i en , m ás traseros , cargadºs de ex cusab arajas ybaúles ; fi jando m i atención principalmente unº de ellos , en
que,enc ima de un gran baúl , y atada a una de sus asas por
una caden a , venía sentada y caminando mil i tarmente una se
ñora mona .
¡U na mºna! ¡La dueña de m i s delicias , y a q u i en volvían a
ver m i s ºjºs otra vez,desde l º s títeres !
Pasó el regimientº enterº , pasó la imped imenta larga,y
tºdº fue perd i éndose sucesi vamente en el lejanº pºlvº de l a
an cha vi a denºm i nada la P olvera ,y que entonces
,nº empe
drada,éra lº en realidad .
V olví a ca sa sa t i sfechº del marcial espectáculº ; aunque , a
decir verdad , pº r aquel tiempo no era muy bel la la m arc i al i
dad de nuestras trºpas . Deformes lºs uniformes,con unºs cue
llºs qu e disputaban el s i t i oº
a los cogotes ; unos faldones que
chapa le teab an las pan torrillas ; V i vos amarill ºs que , sobre unv erde indist i nto y oscurecid o por la suciedad , daban al rºpaj eciertº v i so a l os depend i entes de nuestras actuales funerarias ;y unºs m orri ones
,que n i negrºs bac i nes puestos al revés .
Pasado largo rato pensaba tºdavía en el regimientº , en las
señoras de los ahu ecadores y sombreros ; pero , sobre tºdo y
muy princ i palmente,en la mºn a del baúl .
A este punto , sºnarºn fuertes aldabonazos en el portal
cºsa extraña y desusada,pºrque ten i a campanilla y todº el
mundo llamaba con ella .
—¿ Qu i én es?— preguntó ásperamente el criadº .
Cºnvº z más áspera,más alta y con tºno imperante
,con
testó otra voz— Alojados .
El criadº abr i º humilde ; y , boleta en manº , cruzó el dintel
un asistente .
Pasó a los señores la boleta,de la cual resultaba que
'
ha
b i an de dar alojamiento pºr tres d ías al capitán don Fulanº ,con su familia y asistentes .
A catada la o rden , salió el asistente y cºmenzaron a rebu
l l i r en la calle las p i sadas de una recua de burrºs, que daba n
la vuelta comº para penetrar por la puerta de labor , paso de
la s caball erías .
Naturalmente , mi cur i osidad de niñº me llevó hacia el co
rral , donde dicha puerta abría . Y,en efectº
,a poco entró el
cap i tán caballerº en un jumento,detrás la cap i tana en jamu
gas sobre ºtro,detrás una cri ada gorda y muj er del sargentº
de la compañía ; a p i e el sargento cºn dos ch i qu i llos de la mano ,luegº un as i stente cºn un n i ñº d e teta en brazºs
,y, pºr últi
m º,el ºtrº asistente de la bºleta ti randº d e dº s burros a la
vez . Pero, ¡oh sºrpresa !, unº de ello s cºn la prºpi a mona , se
ñora de m i s deseos .
¿ Qu i én me despedazaba a m i de tan agradable compañía?
B ajó el cap i tán , que para capitán era harto v i ej o , y cºmenzó
a andar pa t i zambo por las agujetas . B ajaron a la señºra , que
se mostró más d i ligente , y luego a la cri ada . Los v i penetrar en
la casa,impaciente pr imerº
,después c ºn impac i enc i a y júb i lº .
Los as i stentes desmontaron l º s baúles,soltaron los burros ;
y al que le tºcó la mona,m i ró alrededor como para buscar
dónde atarla . Después de esta i nspecc i ón , di ri g i óse cºn ella a
la escalera que del corral ascen día a un corredºr descub i erto
y cercadº pºr un baranda! de h i erro , a uno de cuyos barrotes
ató la cadena de l a mºna . Con clu i da la faena,bajó al corral y
s i guió cºn el cºmpañerº transportando baúles al i nter i or d e
la casa .
Apenas me veº solo , subo por la escalera con l ºs pies y las
manºs para llegar más pronto,me parº a cierta d i stancia y
c ontemplo embebecido al an imal . N º me hace caso,n i s i qu i era
me mira . Está sujeto por un c i nturón de cuero que le c i ñe pºr
bajo de la barriga . Se mira hac i a el ºmbl igo y se rasca allí,
cuchare teándose con la mano para arriba . Doy un pasº ; l evanta
lºs blancos párpados , m e mira ind i ferente,l º s vuel ve a bajar
y se rasca en un cuadri l . D ºy medio ; me vuelve a mirar y cas
t añetea los d i entes . Ya estºy casi en lo s lími tes de la juri sdi cción de la cadena
,nº me atrevº a avanzar , pero inclinº e l
— 81
cuerpo,alargo la mano , y le digo : M ona
,mon i na ; se endereza
so bre las posaderas , hace visaj es con la cara y vuel ve a casta
ñetear lºs d i entes con m ás fuerza . Nada,nº me atrevº a lle
garm e, parécem e que va a mºrder .
Así suspenso,entre idas y venidas del miedº y del deseº
,
se me ocurrió un exped i ente eclécticº : nº tºcar a la mona , perº
sí desatar del barrote la cadena y tenerla en m i manº ; cºn l º
cual tºmaría poses i ón del an imal , d e cierto modo i ndi rectº .
Pensado y hecho . Pero no tan prºnto cºmo el animal , dando
un tirón,me h i zº resbalar en el v erdín del descubierto corre
dor,caer y arrastrarme a la escalera (porque yº no sºltaba la
cadena,n i pºr los catalanes) . Mas , ¿ qué le importaba al av i eso
animalito? Mi arrastrado cuerpº se h i zo más ligerº en el planº
incl i nadº de la escalera ; sufrí la ráp i da seri e de golpes corres
pºndientes a cada escalón , a mºdo de tecladº , en la cabeza , la
cadera y las costi llas . Así , la'
i ngra ta cºrriendº a cuatro pies
y yo rodandº,en un abrir y cerrar de oj os l legamos a l corral .
Aunque maltrechº y atolondrado por los gºlpes , yo no cedía ;y,más firme en el suelo empedrado , pugnaba pºr suj etarla y
le vantarme . Entºnces , enfurec i da , se abalanza a m i , ya mediº
i ncºrpºradº ; me agarra de los rizo s y me t i ra un bocado , al
que hur té la cara , descargando en la cabeza . Conocí m i l ufe
r i ºri dad : yo no tenía d i entes que pºder ºpºner a los de la
mona . Cedí entºnces , y solté l a cadena ; ga teó la m ona n o sé
pºr dónde y perdi óse pºr lºs tejadºs .
E l mordisco nº hizº más que arrancarme unº o dos bucles“
de los rubios y r i zados que a la sazón tenía ; gracias a ellos no
pudo her i rm e el cráneo . Pero todo eso no era nada ; m i gran
de apuro consistía en que se llegara a saber e l au tºr de la fuga
de la mºna .
Entré en la casa : conoc ía bien sus rincºnes . Era grand e,
mucha de ella deshabitada ; en una sala baja , l lena de trastos
d e labor , allí me ºcultó mientras me l imp i aba como pude el
verd ín de las rºpas , me arreglab a la cabellera con l ºs d edos y“
s ºsegaba el semblante alteradº pºr el susto y la lucha .
_82 _
No tardó mucho tiempo en volver al cºrral el asistente,
qu i en comenzó a echar tacºs y venablos por la desaparición de
l a mona . A las vo ces acudieron el sargentº y el o tro asisten
te : a coro empezarºn a lanzar excl amaciones,cundi ó la alar
m a,sal i eron el cap i tán y la capitana
,que
,hechos dºs furias
,
a cuál más increpaban y amenazaban al asistente . S in frutº,
antes b i en los exc i taba más , juraba y perjuraba que la habíadej adº b i en atada . Por últ imo
,en med i o de l a tempestad
,se
le o curr i ó a l sargentº s i se habría id º por las azºteas ; sub i e
ron y , en efecto , v i erºn a la mºna saltando pºr l os tejadºs ,haciendº monerías . E cháronse tºdos a correr por l ºs caballe
t es,y a la pºstre l ºgrarºn hacerla pr i s iºnera .
En cuanto a m i,l legó la hora d e cºmer ; y aqui era ella .
No podían menºs de … notar lº sucio de mis vestidos , cºmo t am
b i én algún cardenal en la cara y en la frente . Aunque entrérecatándºm e
,tuv i erºn que advert i rlo
,y me dij eron :
—¿ Qué es eso , n i ño ; te has caído?
V i el c i elo ab i ertº .
— Sí,he resbalado
,he caído , perº no me he hecho nada .
Al egre por haber sal i do del paso con una med i º ment i ra,y
tranqu i l o pºrque la m ºna se hallaba a buen recaudo , m i ale
gria y el buen apeti tº desenvuelto por lºs esfuerzo s de la lu
cha,dejaron ºculta la segunda lección que recibí d e parte de
una mºna .
No fue, pºr cierto , t an sabia cºmo la primera . Aquélla des
pe rtó , por lº grotescº , mi sentidº estéticº . Perº és ta n º fue
menos eñcaz para la v i da : desarrolló en m i el sentido de la
previ s i ón ; facultad , pºr c i ertº , pocº frecuente en quienes na
cem º s en Andalucía .
Punto es éste de interés para los efectos de la educac i on , y
cºnviene exam inarlo .
Con el picotazo de la c igu eña se agregó otrº factor,que
,
en m i apetec i da sºciedad zoo lógica , me hi zº andar cºn tiento
para acercarme al caballo . S i n embargº,la facultad permane
c i a en mantillas hasta que la ingrata mºna , cuandº menos lº
esperaba , con el arrastre , gºlpes y bºcado , desenvolvi ó en mi
i ntel i gencia su m ás útil facultad .
En qué cºns i sta xel pºder o nº poder sentir el t i empo futu
rº ,lº conceptúo unº de esºs m i steriºs a pr imera vista oscuri—
i
s imos y que realmente sºn claros cºmo la m i sma luz .
He aquí la clave del en i gma : la causa de n º prever está en
el sºl .
La mucha luz deslumbra l ºs ojos ; la mucha luz , de i gua l
manera , deslum bra la i ntel i genc i a . Después d e todo,s i b i en se
exam i na,por vibración ºbra la luz
, pºr v i bra c i ón la vista ,
pº r vi brac i ón la i ntel igenc i a .
L a luz fuerte , con su fuerte vibrar , dificulta e imp i de per
cib i r las vibrac i ones más tenues y suti les que en d i recc i ón cen
trípetá vienen al puntº de presente desde el pasado y el por
veni r . Sucede exactamente lº mismº que cuando entramos de
la calle en nuestras casas de Andalucia,donde a pesar de sus
ab i ertos corredores y _sus patiºs , apenas vemºs y andamos a
tientas en las habitaciones,que en rea l i dad t i enen luz sufi
ciente .
A si he podido observar muy despaciº multitud de ind i vi
duos de mi tierra , que resultan del i ciºsos ti pºs . La gen erali
dad,por nº decir la universalidad
,se refi eren a este que
apuntº .
E l C . de C .,persºna intel i gente
,culta y simpática al ex
tremo,l o era i ntelectualmente d e un m ºdo prod i gi osº . ¿ Se ha
blab a de amor? Pues había que oírle cºn la bºca ab i erta há
b lar de l amºr casto a la esPosa; y los apuros , m i serias , di sgus
t ºs , deshonras , del i tºs y larga cadena de , desgrac i as que vi e
nen en pos del amor impur'
o .
¿Hablaba del juegº? Pues no pºdría encontrarse mora l i sta
que mejor escr i biera cºntra esa pasión . Y así de todo,
¡en to…
— 85
dos los terrenos . Más que un sabio intuitivo , parecía un prº fe
ta . Todo el mundº declaraba que , hablandº , era el prºtºt i po
del hºmbre previ sor y raci onal .
Pues bien,persona más i mprevi sora y calavera nº la ha
habid º en Sevi lla , desde el t i empº del Don Juan que di ó ori
gen a l eyendas y dramas .
Como lo tra tara ínt i m am en te,estud i e al sujetº y puedº
dec i r que n º era hi pócrita n i faltº de s i nceri dad ; hablaba se
ri am en te , cºn el cºrazón en la mano .
Pero ¿ cómº demon i ºs , pensando usted así , hace tºdº lº
contrario y resulta tan perd i do?— Pues no lo sé— me contestaba —
¡L a desgrac i a , hºmbre ,la desgrac i a!
—¿ Qué desgrac i a n i qué cuatrº cuartos? — Usted , de las
primeras fami li as ; usted , que ha pulver i zado tres caudales ; us
ted,que
,aun en su estado de ru i na
,t i ene hºy diez veces más
que yo , aunque mañana nº*
tendrá qué com er, ¿ cómº se llama
desgrac i ado?
El no sabía por qué ; tampo co yo , hasta más tarde , que , es
tudi andº el asunto por m i y sobre lº s m i smos ej emplares , pre
sumº haberlo aver i guado . In ducen,prevén a m i l leguas todº
cuanto se qu i era ; perº vi bra en ellºs una emºci ón , un senti
m i entº,un apeti tº de presente
,y cºn t a l fuerza
,que nº dejan
sent i r entonces absolutamente nada el porven i r , cºmº s i fuese
un m i to que el sol hub i era de sal i r al ºtro día . Al que gasta en
una fruslería la ún i ca moneda que posee,suele º currírsele que
podrán quedarse s i n comer al día s i gu i ente él y su fam i l i a ;perº acto conti nuo se contesta a si m i smº : a ¡B ah , D i os dará !»
¡Es el sol , y solamente e l sol ! Q ue así comº hace pintºrescolor i stas
, hace también almaceneros de imprevi s i ón .
Mírese pºr o tro lado . Los pueblos calientes sºn todos im
previ s ores , así cultºs cºmº i ncultºs , a si sabios cºmo salvajes .E l sol aviva la producción . Cuando el indiº se contenta cºn
plátan ºs y aguardiente , con tenderse a la sombra en una ha
maca , ¿ qué previsión ha de sentir , si para el plátano no t i ene
— 86
ºtra cosa que hacer s i no alargar la mano , para el aguardiente
un agujero en el cogºllo d e una p i ta,y para la hamaca tomar
las hojas de palma desñlachádas por la vejez y echar unº s nu
dos? ¿ Qué previ s i ón ha de nacer en Andalucía , donde se man
t i ene mucha gente comiendº h i gºs chum b ºs al pasar pºr lº s
vallados , dºnde el campo da mej ºr cama qu e la casa la m i taddel añº y dºnde el sºl suple a la leña comº el ºrº al cºbre , s i
hace frío? ¿ Q ué sevi llan o guarda nada para e l i nvi ernº? Pero
l l evadlo a l a montaña , dºnde la n i eve cubre lºs campos y ta
p i a las puertas de las m º radas : y o morirá de h ambre y fríº ,con cluyendo con él y su raza imprevisora , 0 tendrá qu e adap
tarse a l med i o y hacerse previs or , pues allí no ha d e venir el
padre Febo,cal i ente y lum inoso , a supl i r al haragán .
Pereza,lax i tud , alegría , vi vi r vi vº , no pensar , y s i se pi en
sa,curarse poco º nada del d i a de mañana
,sentirlº tºdº pron
to y verlº con an im adís im os cºlºres , son térm i nºs c orrelati vos
y depend i entes de una m i sma causa : ¡el exceso de sol !
Ahora , pedagogºs , s i en la cr i atura cuya educación os es
tuvi ese confiada adv i rt i éra i s que c arecía de la facultad de pre
ver º sent i r el pºrven i r , resu l taría acertadº m andarla a edu
car a los cl imas del Norte .
XXIX
P i n d o e l B r a v o .
Comº todº no puede dec i rse al m i smº t i empo , tengo n ece
sidad d e volver algo atrás para dar a conºcer a ºtrº personaj e
de la mayor influen cia en m i extraña educación .
L a moda,esa man i festación de las determinaciones del ca
pri chº , pºn i a punto a la afi c i ón por l ºs perri l los dogos , que ya
quedaban relegadºs a las faldas d e alguna v i ej a am a de cura .
A rey muerto,rey puesto ; a moda imperante , otra que la de
rogue . Tocó entonces a lºs dogos el ser derrºtados por lº s te
rri ers, perros tamb i én pequeños , negro s comº la mora , de pa
titas canela y una manch i ta sobre cada ojo .
El cºnde de V illacreces i ntrºdujº en Jerez esta raza intel i
gen tís im a,hac i endo gala de sus numerºsos ej emplares , ense
ñándo les a entender d i versas órdenes en francés , en inglés , en
español y ºtros i diomas , n º sólo pronunc i adas con imperio ,
sinº en d i sti ntos tºnºs y hasta en secreto,a l ºído de los an i
males . Solía vender lo s perros conforme a su menor magn i tud ,juntamente con su mayor intel igenc i a y belleza ; perº , com º
extraord inaria prueba d e amistad , regaló unº deste tadº a l
Caba l lero.
Yº,que nº hab i a podido satisfacer en la soci edad z oº lóg i
ca m i s i nstintºs de poses i ón y de dºm i n i o,desvanec i dos dra
mát i cam en te en el avefría ; yo , que no era dueño de l caballº , y
sólº encºntraba sumisión en el borrico p i o ,vi de repen te lle
nos mis deseºs cuando me trajerºn el'
perri llº . Jugábamos ambos comº dos cri aturas
,de l a mañana a la noche en el zaguán
de la casa,al sº l
,mientras lº tºmaba D ; Ramºn , sentadº en
su s i llón leyendo la G aceta ; y n i é l ni yº nº s cansábam º s ja
más . Me ºbedecía a la mirada . Fue ráp i damente crec i endº ,i
y
resultó más fuerte y de más talla que sus hermanos . P ero,
s
en
camb i o, ¡qué amºr a todos lºs de la casa y a m i en particular !"
¡Qué mºdo de leerme el pensam iento y qué valor! Cumplidos
ocho meses , no había perrº chico ni grande en la vec i ndad
que le bajara la cabeza ; y de los gatºs no hay qué dec i r : gatovisto , gatº muertº . Pero se tºmaba a un gatº en brazos , y eu
señándose lo,se l e decía : ' aM i ra
,P i ndo (que ese era el nombre
de mi personaj e) , a este gatº nº se le toca ; » y ya se l e podía
sºltar en lo s hocicos , seguro que nº había de osar hacerledaño .
Fuera muy largº el relatar todas las muestras de fidelidad
y de talento que d i ó P i ndo durante los largos años de su v i da :B aste deci r que el perrº P aco y ºtrºs canes célebres no se desdeñarían de la histºria de éste
,si a hacer su historia fuese .
Mucho le quería , pero más él a m i . Mi vºluntad , la suya .
s N o hagas t a l cºsa » ; y así rºyera un hueso , lo dejaba . C i ertº
d ía,nº sé por qué , m e refunfuñó . Estábamos en el corral , y
al verlo i n subord i nado (¡yo el señor , yo el amo ;'
él mi escla
m ºnté en i ra,tºm é de la cuadra una vara y d i al an imal
una pa li za con toda la cólera de un déspota i nfant i l . Y P i ndº
el B ravo,el val i ente sºbre todos los val i entes , el que hub i era
despedazado a l a mona que me arrastró cºmo un andrajo,s i se
hallara presente,thm bóse de y prºcuraba lamer la
m an o que con tanta sevi c i a le tratara . Al ver estº suspendi
la fur i a,y me dierºn ganas d e, l lorar y vºl ver la vara con tra
m i m i smo . N º troqué en car i c i as el injusto cast i go,porque la
autºr i dad n º puede equi vºcarse y n º es cosa de que p i erda su
prest igio ; pero quedé pen sat i vo , se hizo m ás prºfundº m i ca
r i ño a P i ndo , y lº con s i deré desd e entonces , n ºº
com o un escla
vº , s i no cºmº m i mejor am i go .
¡Cuántas vulgares reflexiºnes se agolpan ahºra a mi mente ,evocadas pºr este suc eso ! N º qu i erº darlas a l a pluma ; perº
debº cons i gnar dos d e ellas, pºr ser ambas trascendentales e
influyentes en mi educación .
La pr imera : que desde el puntº y hºra en que el hombre
l lega a estimarse como superiºr a cualqu i era cosa , sea anima
da o i nerte , se cºnstituye en t i ran º . Así,la dºctr ina que daba
pºr dogma la superior i dad Real º la del Feudo , como la del
Señorío laico º ecles i ás t i co,tenía que produc i r comº frutº i n
elud i ble la tiranía . L a s imple Autºr i dad de nuestros tiempºs ,l º m i smº la civi l que la judicial , y m ás la m i l i tar y la rel i g i o
sa , ya que no puede ser t i ránica , muestra una dec i d i da i nol i
n ac i ón hac i a el abu so . ¿ Qué es esto? Un fenómeno semejante
a l que º curre con la del i cadeza y con el s impa t i sm º ».
L a segu nda i i º es refl exiva,en puridad
,s i nº la resºnanci a
m ás trascendental d el sucesº referidº . Después del casti go ln
justo , por exces i vº y sañudo , de mi humilde amigº , quedé muy
d i sgustadº de m i . Perm anecí pen sat i vo , y mis pensamientºs
eran otr as tantas voces que en forma de i deas me decían
— 89
— Has sido injusto,has sidº cruel ; P i ndo es mej or que tú
Dios debía haberte hecho P i ndo, y a P i ndo tú .
Ya'
a estas fechas,entre m i madre y la Abuel i ta , y ver tan
to rez ar al Abuel i to, me había hecho rezador . Sabía d e memo
r i a,además de persi gnarm e
,el B end i to
,l a orac i ón al Angel
de la G uarda,el Padrenuestro y la Salve . Hab íanm e d i chº m u
chas veces . s L os niños no hacen eso,que les casti ga Dios . »
Este temor al casti go y esas ºraciones,i nen t endi da s
,d i cha s
pºr hábitº y de carreti lla , consti tuían la estrecha esfera de mi
Relig i ón .
Al castigar a m i perro y cono cer m i sev101a,se m e v i nº a
las mientes el recuerdo de Diºs que castiga ; y comparándome
yo cast igador con D i os casti gado r,resulté para m i m i smo
m ºnstruº sam en te inhumanº y d i gnº del mayor cast i gº .
Lo cual qu i ere de0 1r que s i a los dos añ ºs º pocº más tuve
concienc i a persºnal de m i,el h echº de plena conc i enc i a moral
que he refer i do,ligado a la primera idea práctica rel igi osa ,
ºcurrió en m i con ocasión de la tunda de mi buen P i ndo, a los
cuatrº añºs y pºcºs meses d e edad .
XXX
J u a n i t o J u a n
D i ce la gente , por intuic i on : ( Los animales nºs enseñan .»
Yo también lo decía , de rut i na y si n saber su al cance ; has
ta que , recordando .mi vida y las etapas d e m i desarrollº afec-r
tivº , intel ectual y moral , h e ven i dº a caer en que mis mejºresm aestros han salidº de la Fauna .
Ahºra vamºs con el último . A muy poco,tom ó poses i ón de
la bodega de la casa un nuevº huésped : l lamáb ase Juani to Juan!
Carecía de fe de bautismo ; pero respecto al nºmbre , nº hab íaduda : cuandº se l e preguntaba pºr su nombre
,dec i a constan
_ 9g _
temente él m i smº Juan i to Jua n; y muchas veces , aunque nº se
lº preguntaran . Además , cas i todo Jerez , 0 cuandº menºs
todº el barrio , desde tiempº i nmemorial , pºr Juani to Juan l econocía .
Tra táb ase de un grande, viej o y m al i gn ís im o cuervo
,den
trº de cuyº cuerpº debía de hab i tar algún espíritu burlón y
cºndenadº . El casº es que se cºntaban de él,por lºs ant iguºs
,
cºsas estupendas y mara vi llosas .
Formalmente se decía que las personas d e m ayºr de ed ad en
Jerez le cºnºc i erºn ya com o un cuervo hecho y derecho . Q ue
en los pr i nc i p i os,hab ía vividº en una viej a tahona . Que se
descuidaron una vez en cortarle a tiempº la s alas,y tºmó el
pendi ngu e , corriendo por el mundo , sm vºlver a dejarse ver
durante muchºs años . Que,desd e que había memoria
,contes
b a,al preguntarle su nºm bre : Juan i to Juan; únicas palabras
que sabía o quería prºnunc i ar . Q ue , muerto ya el t ahonerº , y
venido a edad madura un su h ijº y sucesºr , se presentó un día
el fug i tivo d i ciendo Juan i tº Juan , restab leci éndose s i n ver
gñenza como huésped . Q ue , dando en la d i ablura de matar
mºscas en los mulos del trabajo,pasó a mayores tomandº la
mala maña de sub írseles enc ima y darles p i co tazos en las m a
taduras , con lº cual se armaba la sarrac i na d e coces y bº leºs
que se puede imag i nar . Y que , cºn es te mºt i vº , r el tahonero
pensó matarlo ; perº el maestro herrador del
la calle d e Sevi
lla,a quien hacia mucha grac i a el pajarra cº ,
se lo p i dió al ta
hºnerº y éste se lo di ó sahumado .
E n efectº,en casa del herrador estuvo muchos años , y esa
era ya hi stor i a pºsit i va y contemporánea ; allí lº cºnºc i ó desd e
muchºs años D . Ram ón de Tºrres (pad re) andar y revolar pºr
delante de la tienda,y picotear lºs recºrtes de los cascºs de
las caballerías . M as,al fin
,cambió de dueño el es tab lec im i en
to ; y el nuevo herradº r nº lle vaba cºn paciencia que le revol
v i era la espu erta de los clavºs , l e perdi era y escond i era m a
chos, as i cºmo las otras mo lestias de sus mal i gnidades y di a
b luras .
ataque,me fuí declarandº » en retirada y ganó la puerta del
corra l .
A la verdad , quedé móh i nº . ¡B urlarse así de m i un cuervº
con las a l as cortadas !Y , l o que era aún peºr, ¡sentirme y cº
nocer de un modº clarº qu e , a emprender la lucha , h a bía de
ser derrºtado pºr el a vechucho ! Hurtaba los tran cazos con la
mayºr faci l i dad,y con l a “m i sm a pºd i a impunemen te desb ara»
tarme las nar i ces de un p i cotazo . Cor. es to aguzaba l a i ntel i
genc i a,fragu ando nu evos planes de combate , cuando se me
ocurr i ó un a id ea peregrina—¡P i ndol
P i ndo acude saltando ; con m i perrº y mi palo , entrº en la
bºdega a cºmbat i r cºn las armas de l a cab a l lería y la infante
ría . No b i en entramos,cuando P i ndo y Juani to Juan estaban
ya al cabº de la calle : el perro empezó a m i rar bel i coso , ame
n azadºr y alegre a l pajarracº , mientras yo me adelantaba de
c i d i do ; y Juani to Juan tan qu i eto . Ya a d i stanc i a prºporc i o
nada P i ndo y yº , acometemos , él fur i oso y yº seguro del
tr iunfº . A punto de caer el cuervº entre los d i entes d e m i
perrº y baj o la descarga de m i pa lo,de un revuelo se pone
sobre una bota de la segunda h i lada,y cºn sºrna irri tante
grita :— Juani to Juan .
Esta vez , siqu i era , aunque burladº , quedo dueñº del campc : no fu i yo , auxi l i ado de m i P i ndo el B ravo , qu i en tuvº que
d ecl ararse en retirada .
XXXI
P a r a m a e s t r o s ,l o s b e n d i t o s fr a i l e s .
— E l n i no no sabe nada ; ya es tiempo de que siquiera
aprenda la doctri na y a cºnocer las letras . ¿ Q ué dirá su padre ,S i se lº mandáramos hechº un b ºrri qu i tº?
Estº deci a D . Ramón a su señora,hallándonos todºs a la
m esa .
— Tiene razón papá— añad10 E l Caba llero .
— A la am iga no vá — repl i có la seño ra :— allí nº aprend e
nada y el n i ñº se en tr i stece .
— No— agregó E l Caba l lero;— pero ya debe ir á la escuel a .
—¿Y a qué escuela?
— preguntó Joaqu i n .
— Pues,a la de Santo Dom i ngo , que es la m ás cercana
contest ó D . R amón .
Al s i gu i ente lunes , el cri ado me llevó a la escuela .
Tºdavia permanece enhiesto el conventº de Santº Domin
go en Jerez . L a i glesia y el pórche del cºnvento , como esta
b an entonces están hoy . La igles i a nada t i ene que ver con el
relato .
El porche s i ; dará idea de un a escuela de entºnces .
De las escuelas que pasaban por mejores : las de l ºs bend i
tos frailes .
El pºrche es un pat i o des_cub i erto , empedrado , an chº, cor
to . D a hºy al paseº llamado de Isabe l II ; entºnces , a una pla
zoleta que unos llamaban de San Juan de _L e trán y ºtros d e
Santo Dºm i ngº,s i n duda pºrque ambas iglesias , fren t e a
frente , se disputaban el nombre de la vía públ i ca . Desde ella ,por un portalón muy grande en tráb ase en el porche ; un a vez
dentro,a los pocºs pasºs , por una escalera de ladr i llºs es tre
ch a se pºdía sub i r a un ex tensº granerº , bajo de techº , cas i
ºscurº,d i vi d i do en dº s andenes por p i lares gruesos y arco s de
mampºstería .
E l granero , ahºgado e i mpºnente , ºscurº y tris te , era la
E scuela .
He aquí el mºb i liar i o : hi leras de bancas y bancºs negrºs,
cºmo las fi las de una cºmpañía . L as bancas,cºn barrotes d e
madera eu'
su bºrde poster i ºr,del que pendían marcos con
muestras de escritura ; en la tabla i nclinada super i or , tan t os
agujeros como muestras , ºcupadºs por un sombrerete de plo
mo que s i rve de tinterº . En los banco s correSpºndi en t es a las
bancas , muchachos de todas cataduras , sentados alli pegandºcºdº con cºdo .
Dandº frente a la m asa escolar,una mesa vieja , de herra
je , cºn un tinterº grande de piedra en forma de cubo , del que
sobresal ían grandes plum as de ave . Detrás de l a m esa,un
s i llón grande , cuadrado , con asi entº de raqueta y anchos bra
zos de tabla .
El maestrº dej º el s i llón (ya estaría hablado pºr D . R a
m ón) , y adelan tóse a rec i b i rm e . No me d ij º una pa labra : me
señaló un bancº si n banca,a i slado , que es taba a la derecha de
su mesa .
E l aspecto de aquel señor n º podía ser más s i ngular . Si en
t ºn ces,cºn m i s escasas facultades
,me hub i eran ped i dº qu e
diese i dea de él,habría puesto un queso de bola * sºbre un b a
rri l encima de un banquillº d e tij era : o tomandº una bellota,
hac i endo en ella un surcº con los d i entes por bajo de su cabeza
y mord i éndol e la punta,l a enseñaría en pie sobre la palma d e
la manº . Hoy,que puedo hacer el di b i i jº menos rudamente ,
digo que era un hombre capaz de pºner espantº en cualquiera
c riatura .
Mediano d e cuerpº,parecía bajo por su desmesurada an
chura . N º era gºrdº,s i no an ch ís im o de membrudo y robusto ;
cabeza y cara esféri ca,en un tºdo cºntrar i a al óvalo s impático
andaluz . E ra de cºlºr blanco,l imp i º y sonrosado
,lo cual
contrastaba más con lo negro de sus oj os y'
cej as ylo rec i º desus barbas
,que
,por muy afe itadas
,daban un tinte plomizo a
todo el terr i toriº cºrrespºnd i ente . Perº lo que hacía más extra
ñ o cra el afeitado de la cabeza y del cogote , juntamente cºn
el cerco de pel º negro que la separaba.
de la cara .
No vest i a en l a escuela el háb i to de la orden , que pudiera
hacerle más simpatico,sinº unºs calzones negros, cºrtados a la
rº dilla,zapatºs y m edias de cºlºr negrº , chaleco cerrado has
t a el cortº pescuezo y un a modo d e chaquetón cºn aldetas ,
también negrºs .
Aquel hºmbre impºnente,en su lugar pºdr i a estar muy
b ien . Había nacido para mayoral de una diligencia prºpi a :
n inguna cuadrilla de ladrones se hubiera atrevi dº a darle el
al tº . Sin disfraz su cabeza y con sus patillas al natura l , qui zá
resultaría un hombre hermoso por su estructura viril y pº
derosa .
Yono me lº explicaba , pero me senté en el bancº t emb lando . Más m e eché a temblar cu andº advertí sºbre la m esa una
vara terciada , comº l a s de la cu adra d e m i casa .
De allí a un ra tº se l evan tó,d i r i g i éndose a l a primera fi la
de ban cas ; fue i ncl i nándose por detrás sobre cada ch i quillº,
unº tras otrº , comº exam i nandº la labo r que hacían . Pasaba
tras de algunos,y no les decía nada . Pero , a otrº le cogía la
m ano con m a l m odo , para que enderezara la pluma ; a ºtrº lereñía y a ºtro le soltaba un cogot az o que , a flojo que fuese ,cºn aquella manº poderosa , l e hacía dar con las narices en la
banca . A s i recºrrió todas las fi las , y volv i óse a su asient o .
¡L ºs de la primera decuria !— d i j o cºn vºz alta e impe
ri osa .
A la voz , o chº º d iez muchachºs de l º s más esp i gados se
l evantaron como pºr resºrte , viniendº a fo rmar un sem i círculodelante de la mesa . E l pr imero de la derecha sacó un libro de
la cartera que ll evaba cºlgada , y se pusº a leer .
A lº s c i ncº m inutos d ij o el maestrº : cA ºtrº . » Y el lector
pasó el l i brº al muchachº de su izqu i erda . Leyó también un
ratº,rep i tiéndo se el aA otro . » Y así sucesivamente ; perº nº
tan en paz cºntinuó la tanda . Cºn frecuenc i a,decía el maestrº
a l ºs lectores : ( ¿ Q ué , qué? ¡L ée esº ºtra vez !» El chicº vºlvia
atrás,l eyendo d e nuevº .
( ¿ Qué , qué? ¡Vuel ve a leerlº con cui
dadº !» gr i taba el fraile , con tonº y ceñº amenazadores . El
discípulo,turbado
,l eía ya mascullando . Al llegar a la pala
bra mal leída,echando el precep tºr mano al bolsillo , sacaba un
manojo de cordel es,o sea n d i sc i pl inas
,con que (a descansar
arriero) cruzaba dos º'
tres veces a l alumnº .
Mi temor estaba ya explicad ¡me lo decía el corazón!
Nº era estº lo peor del casº para m i,sino que al pegar gri
taba : ( ¡B ruto , animal ; ah í nº dice eso , s i nº estº !» Y cºmº yo
vei a que , desd e la primera vuelta a leer,el chicº pºnía sus
c inco sent i dºs , y que si se equivocaba nº era pºr m ala vº lun
tad,sacaba la consecuencia d e que
,sentadº en mi bancº
,esta
b a como el tºci nº para echarlº en sal .
En situación tan grata pasé hasta que d i erºn las dºce,a
cuya primera campanada tºdos lº s ch i cos se pus i eron de pi e ,
y con vº z alta y tonº desagradable se pusieron a gritar :
y el
V º lví a casa , y me preguntarºn :—¿ Qué tal , te gusta i r a la escuela?
No me atreví a contestar .
— Los primeros día s— d i j o D . R amón— todos los n inºs
sienten i r a la escuela,pero luegº se acºstumbran .
Afortunadamente , la fam i l i a comía a las dºs,hora en que
vol vía a abr i rse l a escuela .
Como conc lu i m os de com er a las tres,se puso a d i scus i on
si me llevarían a aquella hora . Pero la abuel i ta cortó pºr me
d i o,d i ciendº cºn su n atural energi a
— De ningún mºdº ; para pr imer día , basta .
Al ºtro,recibí la agradab i lísima sorpresa d e que era di a
de nº sé qué santo,y por consigu i ente no había escuel a .
¡Santº bendito , que D i os te l o pague! Desde entonces adqu i rí
furor pºr los d i as de los Santºs , y , aunque nº había pºcos en
el Almanaque,a dejarme a m i l os hub i era dentupl i cado .
Perº llegó el miércoles,y ¡al granero !; º , lo que es igual ,
¡a la escuela !
En la cárcel he estado yº cuando grandec i to , y digo la
verdad formalmente : es muy preferible estar en ella que ir a
una escuela de esa especie .
Aquel d ía encontré i gual el aspecto de las cºsas . Perº ocu
rri eron algunas var i antes : al co rregir las plan as m enudearon
más l º s pescozones,y aun salierºn a zumbar las disc i plinas sº
bre varias espaldas,c ºn acompañam i entº de palabras du lces ,
cºmo animal,tºrpe
,bruto y otras semejantes .
Luegº d e cºncluir la faena,y sentado en su sillón , d i º la
voz de a ¡Segunda apareciendo al punto una tand a
97
d e muchachºs menºres que lºs del día anterior ; y , descompon i endº la l ínea , unº de entre el lºs , de bastante más edad y é s
t atura , casi un'
zangón
— Diga usted la lecc i on— mandó al primerº de la derecha .
Y éste,cºn una canturía especial y empalagosa , de que
aún se recogen ecos en las malas escuelas, que!pº r desgracia.
todavía abundan , comenzó de co rrido a cºntestar : c L ºs nom
bres“
se dividen en sustantivos y adjetivos ; sºn( B asta
,al otro » — dij o el preceptor .
— E l segund º de la decuria
pros i guió : aSºn (y comenzó á vacilar) , son su s
E l maestro se puso en'
p i e , echando manº a las di s
c i pl inas , en cuyo momento el alumno tºmó la cosa desde el
pri nc i p i o,diciendo cºn gran precipitación : a L º s nºmbres se
d ividen en sustantivºs y adjetivo s ; son sustanti vos lºs de per
sonas o cosas , verb i gracia , Juan , mesa … » E l maestro vºlvió a
s entarse , y dijo : a ¡0 trº !» El otro era precisamente el zangón
de quien dejo hecha referencia . Salió turbado , rep i tiendº :
s V erb i grac i a , Juan , mesa , E l maestrº se pu sº en pie.( Mesa , ¿ qué sigue? ¡B orrico !— exclamó muy destemplado .
— Yel zangón : ( V erbigracia , Juan, s in acertar a seguir
l a taravilla .
Entºnces el fraile empuñó la vara , y desde el mismo si t i º
d ºnde se hallaba se la asestó si lbando . El muchacho,más pºr
instinto que por falta de sumisión al casti go , hurtó el cuerpo ,con lo que el golpe falló el blanco . ¡Nunca hubiera sucedidº !
¡Ni que a l fraile l e hubieran puestº fuego con una m echa !
Salta echandº ch i spas por los oj os ; vara en mano , se abalanza
sobre la v íctima ; del primer cruj i do la derri b a"
en tierra ; y
a llí , entre losf_denuestºs y espum arajos del uno , lºs gritºs del
otrº a cada varazo y sus cºntorsi ones'
de dºl or, en e l silenc i o
de la clase,más s i lencioso que el de los cementeriºs
,resaltaba
el escándalº cual mancha de rºja sangre en l ienzº blancº .
Yo , sentad i to en mi banquillº,no temblaba ya : e l pavor
me tenía inerte , como al pájarº ante la boca de la cu lebra ;'
y
cuandº de puro sofocado , no rend idº , el fraile se vºlvió a su
ás i entº y pude reponerm e , eché a rezar y encomendarme a laV irgen .
Conti nuó el número siguiente balbuceando de carretilla,
con trºp i ezos frecuentes y otros tantos apóstrofes del maestro ;hasta que quisº Dios que concluyera el últimº de la decuria .
V olvieron a sus bancºs respectivºs , y sºnó la vºz de mandº—¡A corregir !
Acto cont i nuo se situó un pequeñº delante de la mesa,
a largando l a plana al prºfesor ; m i róla y nº d i jº nada . Otro
chicº reemplazó al primerº,y así sucesivamente .
A unos les reñía,a ºtrºs los d ejaba pasar después
“
de ver la
plana . Al uno le echaba un tachón sºbre lo escritº y l e man
daba hincarse de rºdillas ; al otrº le echaba dos , y x D e rodillas
cºn los brazos en cruz .» A éste le echaba tres , y le decía : aHín
quese en cruz,y usted se queda encerrado en la clase para te
ner escrita otra plana cuandº yo vuelva pºr la tarde .» A aquél
l e echaba cuatrº,y decía : a ¡A l calabozo !» El zangón del vá
”puleo aparecía con un manoj o de llaves
,y se l levaba al niño
casti gadº por la puerta de la escalera .
D i eron las doce , se rezó el B end i to , y los alumnos sal imos ,unos sol os , otros en busca de sus cr i adºs o pari entes que espe
raban al pi e de la escalera . E n m i tad de la m i sma pregunté a
un n i ñº m ayºrc i t o
Ese n i ño a quien pegó el padre cºn una vara , ¿ no tiene
papá?
Y el i nterpelad o me contestó con la mayºr ino cencia
¡Si el padre es su tío !
D espués , si einpre he observado que los par i entes cercanºs
son poco a prºpós i tº para enseñar a las cr i aturas ; o pecan por
deb i l i dad y parc i al i dad con ellos , o se exc i tan y se impaci en
t an cºn sus to rpezas hasta el furor y la sevi c i a .
Aquel día me d i eron de cºme r solo . Nº pasé más bºcado
que el ind ispen sable para nº d isgustar a la abuel i ta,y a las
dos me volvieron a la escuela .
Temblando m ás que nunca me senté en el banquito , espe
100
común de lºs frecuentes ataques de impaciencia que sufría e l
Padre) ; dar la dºctr i na en'
cºro y alta voz , cºn su cºrrespºn
diente can turía .
D ij e a la A buel i ta que el Padre me había pedi dó la carti
l la ; y aquella misma tarde , cuandº vºlví de la escuela , sal i ó
cºnmigo y me la compró ; además , una cartera de badana ,larga y angºsta , con una cºrrea para colgarla de lºs hºmbros
al costadº .
L a cartil la y la cartera las sentía cºmº el reº que ve lahopa con que le van a ajustic i ar ; aquella nobhe la pasé en ca
pilla . S in embargo , me dormí (pºrque , ¿ qué pena es capaz de
v encer a l sueñº de una perº me dºrmí rezandº
cuantas oraciones sabía,para que me librara l a Virgen de las
iras del Padre .
Pºr la'
mañana,al despertar , sentí gran pena de ver el nue
“
vº día . Sol íame ya“
vesti r y desnudar so lº º con muy poca ayu
da . Perº no me levanté : me hice el remolón , por si así pasaba
la hºra y dejaba de i r a la temible escuela .
En estº,siento rumor de caballerías en la calle ; a pocº , el
tilín de la campanilla . Abren,y suena una voz :
—¡Mi hijo !
Era la voz de m i bendita madre .
XXXII
R e a p a r e c e n m i s p a d r e s .
Apenas calmada la algazara de besºs , abrazºs y vºces de
tºdos los miembrºs de ambas familias , exclamó E l Caba llero:— ¡Pero , Pepe! ¿ Cómo has venidº tan de sorpresa
,sm és
cri b i rnºs ni avisarnos?— Pues
,muy sencillo . Ayer , a las dºs de la tarde , se reci
b i º en Mºrón la noticia del cese d e Malvar , y me dij e : < ¿ Cesa
Malvar? , pues cesa mi destierrº . » Encargué a ésta ( indicandº
a m i gnadre) : aHaz los baúles , que esta tarde salimos para Je
- 101
rez ; hace luna , y en este t i empº se viaja mej or de nºche .»
Salí en busca de y aquí me tienes—¡Hombre , que s i empre has de ser así! ¿ N o cºnsideras que
si cesa el Intendente , otrº le sustituye y nº quedan destru i dasni la Autoridad ni la sentencia?
—¡Pues , ya veremos !— contestó mi padre ,_y prºsi gu i o di
c i endº
— El alma de all i es el viej º abºgado Sancho , más absolu
tista que el m i smº Calomarde . Cºmº cºmpañero , me ha guar
dado algunas cons i derac i on es . Perº , sobre que el G uard i án deSan Franciscº que me v i g i lab a nº h ub iera cºnsentido que yºejerc i ese
,al primer ped imentº ¡ad i ós las cºnsideraci ones de
Sancho !Yyº nº puedo segu i r s i n ganar un cuarto .
— Es verdad— observó D . R amón (padre)— P erº de tºdos
modos,si nos hubieras escrito antes
,habríamos dado algunºs
pasos,t an tead º el terrenº
,y visto si pºdías veni r s i n pel i grº .
Cuandº ahora,lo probable es
”que tu presenc i a prºvoque un
escándalo,te metan en la cárcel y te s i enten la m anº .
—¿Dar pasºs previos? ¡Nada peor !— repuso mi padre , cºn
viveza .— E s evi dente que las autoridades hubieran dichº que
no , en redºndº ; mientras que , ya en el Puerto , harán la vi sta
gºrda . Allí tengº par i entes y am i gos,de tºdºs colores ; y los
absolutistas , si me tienen ojer i za pºr las i deas,nº pueden
prescind i r de sus relaciºnes de tºda la vida .
— E u esº t i enes razón— afi rmó doña A na .— P erº
,el n i no
me lo dejan aquí hasta qu e os establezcáis y vea…s lo que
pasa .
—¡Hasta ahí no , mi . señora doña Ana !— exclamó mi ma
dre , sal tándº sele las lágrimas al ver que mi padre hacía un
gestº de conform i dad .— Yº l es estºy a ustedes agradecida -
con
el alma pºr lº que hanh echº y pºr lo que quieren a mi hijº ;pero , ¡he sufrido tanto , separada de él ! Comprendan ustedes
mi pena , por el disgusto que tienen en dej… s a w —eí—e —º
Cºmº la verdad y el s entimi ento íntimo se imponen,nº
insistieron . Sólo añadió la A buel i ta , con vehemenc i a :
— 102
— Pero le dejarán venir conm i gº algunas temporadas .
— Sí,s i — d i j o mi padrb;— cuantas ustedes quieran .
Co nform es tºdºs cºn el'
trato,se pasó a otrº asun tº .
—¿Y qué te vas a haeer en el Puerto? ¿ Tienes casa?— inte
rrogó E l Caba l lero .
Allá veremos ; por el prºnto , iremºs con mi suegra .
Mi padre,comº se habrá advert i dº , era un andaluz pºr to
dos lados ; pero más por dentrº que por fuera , a causa de su
exter i or dist ingui do y su pronunc iación fina y s i n ceceo .
Dicho y hech º .
'
P agó a los arr i eros , sal ió a l a calle , buscó
a ºtrº s para que transportaran los baúles,maletas y cºlchºnes
al Puerto,y se d i r i g i ó a la posada de San D i on i s i º
,donde sa
b ía haber un cºche para alqu i lar por asientos .
Llegado,tºpó en el patio con el posadero . Entonces cada
ºfi cio da ba al hombre su tipº particular . N º su“
ced i a lº que
ahora,que apenas se diferenc i an pºr el ext er i or más que los
militare s y los curas . Un posadero era un posadero ; un sastre ,no un hºmbre cºmº otrº cualquiera
,sino un sastre ; y lo mis
mo un peluquero,un labrador
,etc . Sería necesar i o ser muy
torpe,para cºnfund i r a un posad ero de entonces cºn un mayo
ral o cºn un mºzo de la posada .
—¿ Ti ene usted tres as i entos en un cºche para el Puerto?
— Preci samente,caballero
,hace qu i nce días qup tengº pe
dido un asiento pºr un padre Capuchino , que'
necesita ir al con
vento d el Puerto y no ha pºd i dº hacer el vi aj e por nº ha berse
presentad º nad i e a ped i r los tres asientos que faltaban .
— Pues,entºnces
,avísele ; y , s i está confºrme , yo desear i a
sali r mañana mismº . A ºraciºnes, vºlveré pºr la razón .
— Pues,cºnforme . ¿ Sab e usted el precio?
—¿ Cuánto?
— U n durº por asientº .
— V ayan lºs tres durºs .
Volvi /ó ,
m i padre gozosº , y refin º todas las d i l igencias que
había practicado,l a fortuna de encºntrar un cºche pºr asien
tos,lº módicº del ajuste y la descºnfi anza del posaderº
”:
za , s i no para que sirva de ejemplo (y nº vago) en el presente .
y de enseñanza en el porvenir .
L a escuela puede dividirse en tres partes : el edifi ciº , el
maestro y los discípulºs .
De la escuela edifi cio queda relatadº lo de más : ¡un granero ! No resulta muy aprºpi ado que d igamos . B óveda baja , queachanta el espíritu ; arcos y pilares anchºs , que pesan y com
primen ; luz escasa y baja , que alumbra las piernas y deja a'
º scuras las nº me parece que resulta la construcción
más adecuada al casº . Aquellos fra i les de Santo Dºm i ngº eranricos
,bastante para haber d i spuesto un local menos imprºp i o ;
perº,sobre que t a les_cºsas , aunque ya escritas por i lustres pe
dagº gos de fuera y »dentrº de España , lo eran en l i brºs que
olían a chamusquina y que nº debían tenerse en cuenta en los
cºnventºs , para ser escuela de éstos nº resultaba mala . No
seamºs egoístas . El cºnvento tenía su escuela para hacer frai
lec i tos , que es lo justo . S i adm i t ía n i ños ind i st i ntamente , era
pºrque nº salían tonsurados del vientre de sus madres ; perº si
lºs escolares no i ban para frailes,para frailes debían ir , y cº
m etían una espec i e de burla al justº prºpósitº de la institu
c i ón . Mi rado así el asuntº , bajº su v erdaderº aspectº , el gra
n ero resultaba que ni de mºlde .
El Muchº tiempo le guardé enemiga ; y ,a pºder ,
hub i éralº m etido con el cuervº en un sacº atadº pºr el cuellº ,y lº hubiera echadº al río . Después , poco a poco ha venido a
ser una de las personas que me han inspiradº m ayºr lástima .
Ten i a cerca de cuarenta añºs . Aquella ampl i tud hercúlea
de cav i dades , aquellos brazos y piernas cºrtºs y musculºsos ,aquel pelº recio y negro comº e l azabache , contrastando cone l color blanco rosadº de su rº stro , estaban declarando un
A quiles de los campos andaluces,met i dº y ºprim i do contra
naturaleza en la cogul la y pºr los claustrºs del cºnventº . Ya
ese sér,comº una caldera de vapor de mi! caballos con las vál
vu las cerradas , ¡se le pone doctrinar ch i quillos !
Yº , por fortuna , m e l i bró de él . P ero ¿ cómo e l infeliz habrá
podido librarse de si m i smo? El casº es que nº puede echársele
la culpa al Prior . ¿ Q ué po día saber el buen Padre de estas co
sas,si hoy , que se saben , tampoco se tienen en
”cuenta para
nada? Me atreveri a a apostar que al ver a aquel fraile tan ri
j oso,nº le pareció aptº para el púlpitº
,n i menºs para e l con
fesonari o ; y que , con santo acuerdº , lo mandó a que hic i eseejercicios d e paciencia bregando cºn chiquillos .
Nº quisiera m al i ciar ; pero , de todos mºdºs , esa malic i a es
la que casi me hace hoy simpát i co el recuerdº del Padre . Aque
l la cºntestación i nocente del ch i cuelo,inºcentemente enten
'
d i
da pºr m i entonces el padre es su t i o !» — punto de mal i
ciosa i nterpretaci ón después , es exacta . D i go que aquel hombreera un hºmbre bueno y excelente en su medula , cºnvert i do en
fierº y brutal pºr el absurdo med i º en que vi v i a .
M i sºspecha se ha fundadº en un hechº de observac i on : en
el modº más sañu do y feroz de pegar a su sobrino . S i, ,en efec
to, era sobr i no , el frail e seríaun malvadº ; perº Sl era h ij o , e l
frail e sería un corazón hermoso que brotaba sangre y dºlor
pºr m wsi b les her i das .
L ºs caracteres fuertes son más dados a l ºs raptos con las
personas m uy qu ei i das que con las indiferentes º extrañas .Obsérvese a la m ujer celosa qu e araña a su amado , la madre
que se enfurece cºn su h ij º m ás quer i do . Poned este rapto en
un padre exaltad º pºr la impºs i b i lidad de serlº sºc i almente,
en un organismº tan brioso y en un maestrº comº l ºs de su
tiempº (llevaban por lema pedagógicº L a letra con sangre en
tra) , y quedará todº explicadº .
Muchas veces me he detenido a pensar en el fºrzoso celi beto del sacerdocio . A pr i mera vista me pareció siempre absurdº
y ºcas i ºnado a la inmºralidad . Cien sacerdotes castos nº dan
ejemplo de n ada ; unº que deje de serlº escandaliza y desmoraliza más que ci ncuenta laicºs l i bertinos .
Mirando más a fºndº,seecha de ver que el sacerdºciº tie
n e que ejercer c i ertas funciºnes i ncºmpatibles cºn la vida defamilia : las misiones y otras . También hacen gran fuerza va
— 106
rias razones h i stór i cas : la e vi tamon de la casta sacerdo tal , pe
l i gro el más grave para las sºciedades y para el prºgresº ; la
neces i dad imperiosa que , en la Edad'
Media,tuvº la Iglesia
d e reforzar su elementº militante
V ar i ados lºs tiempos , sin que pretenda enmendar la plana
a qu i en sabe más,columbrº que pºdrá llegar el día en que estº
del cel i bato ecles i ásti cº sea capaz de sufri r alguna mod i fica
c i ón. El párrocº , el sacerdote sedentari º , casadº pºdri a estar
mej or que cºn el am a,con h ij os mejor que cºn ahij ados y so
b ri nºs . E l que tuviese perfectº dom i nio sºbre la carne podría
permanecer solterº,así como aquel a qu i en su espíritu le lle
vase a las misiones o a la v i da de pen i t enc i a,de sacrifi c i o y de
pºbreza .
Tamb i en me parece v i slumbrar qu e han d e sufri r cambiº
ºtras cosas : la pºbreza,por ej emplº . E sº de ser pobre
, vivien
do de l imosna,me parece duro ; porque es cargar cºn l a nece
s i dad de su sº stenim iento a o trºs pºb res que trabajan . E n vez
de estº,sería muy loable llevar al espír i tu de comun i dad re
l i g i osa (cºmo ya se in i ció) a sanear cºmarcas insalubres , cºn
menosprecio d e la v i da ; repºblar yermos ; restaurar campºsestér i les pº r el abonº , el r i ego , las labores , el avenamiento ,etcétera ; y hechº estº , repart i rlo entre los trabajadores de bue
na conducta que les hub i esen ayudadº,para segu i r la comuni
dad'
en l a pobreza y prosegu i r su santa ºbra en º tra parte .
Tengo fe en que,modifi cada la condic i ón del cel i bato y cºn_
pocas var i antes en la dirección de las sociedades relig i osas , se
l legaría m uy prºntº a la Igles i a un i versal . L as d i ferentes sec
tas prºtestantes han de sentir,cada día c ºn mayºr fuerza , el
vacio d e autoridad , que más que en
¡
n i nguna esfera se sien
te en los últimos límites del espíritu . El Pontificado nº se
funda ya en el Poder temporal y ex 1guo de un rei neci l lo , y
contrasta,en unos t i empºs comº los presentes , verlo acatad o
por reyes y emperadºres , árbitro de sus litig i os . ¿ Cuál o tro ha
de ser el centro rel i giºsº y mºral del por venir?
Perº volvamºs al fraile .
— 108
Resumen : ¿ qué aprendí allí? Aprendí a ºdiar la escuela con
h orror , cºn terrºr ; a tener m ied o de los frailes .
¿Y nada m ás?
¡Ah , sí ! De rezar por mera rutina , a rezar cºn el corazón
para pedir m i sericordia ; a tºmar a la Vi rgen cºmo abogada ;a ver un milagrº suyº en la inesperada venida de m i madre .
XXXIV
C á d i z e n 1 8 3 2 .
L o corr i do del s i glo : esº llevaba , pºr lº menos , de adelan
t ada la cultura de Cádiz sºbre el restº de la Pen i nsula el añº
t reinta y dos .
Yse cºmprende bien . Acababa de ser el puertº cºmerci al
m ás importante d e España . Ni B arcelºna ni B i lbao podían
cºmparársele . Frecuentada por las marinas de guerra y mer
cantes de tºdas las nac i ones, v i s i tada d i ar i amente por e x tran
jeros , habitada por muchos com erc i antes genºveses , austria
cº s,ingleses y franceses , la c i udad gaditana ºfrecía un carác
ter de cultura y buenas formas que contrastaba con la rudeza
del resto d el país . Agréguese a causas tan pºderosas la c i r
cunstan c i a de haberse reun i dº en ella,cºn mºtivº
xde sus Cºr
t es del 1 2 y del 23,lo m ás granado
,sab i o y culto d e la n ación .
Pero su zona de cultura era muy lim i tada . Fuera de Cádiz
y l a Isl a, ya en
'
el Puertº de San ta María,en Puerto Real y en
en San lúcar se deb i l i taba,y m ás allá se extingu ía por cºmple
t o . La d i v i sor i a era tan marcada , que a I OS jerez anos y vecinos
de lºs restan tes pu eblos se l es conocía con el nºmbre de gansos :
g ansos de Jerez , de Rota , de Medina , eto .
Aun siendo el Puerto de lºs m ás privilegiados b ajo el as
p ecto de la cu ltura , bueno será que demos una idea del verda
d ero estado de ella ; y no por relato más o menos amañado , sinº
p ºr lo que resulta d e la vida íntima'
de las personas que se m e
vían a m i alrededºr .
XXXV
E n e l P u e r t o d e S a n t a M a r i a .
Llegadºs al Puertº , el padre capu ch i nº se baj o en L a V i e.
toria,próximº al convento de su nºmbre . Nºso tros continua
m os hasta la calle de la Nevería , apeándonos ante un portal
o scurº de una casa de la acera de la derecha .
E sa casa era la de m i abuela materna , º pºr mejor decir ,de su t ía dºña Francisca G i l . V éase la casa y entablaremos des
pués relac i ºnes cºn la famil i a
Abiertº el portón,tirando de un cordel i llo que por el z a
guán levantaba el p i caport e , entramos en un patio ench i nado
y l imp i o,s i no lº afeara un cañº descubierto que
,s i gu i endº
el zaguán ,cºrría a morir en ºtrº caño mayºr que i b a por la
calle .
El patiº,cerrado por sus cuatro frentes , en cada unº ofre
c ía una puerta : la de entrada , que pasamos; la frontera , al ladººpuesto
,y en lºs murºs de i zquierda y derecha otra puerta ,
respec ti vamente , y una ventana d e rej a ,a unº y otro ladº d e
ellas . E l pati o carecía de cºrredores y arria tes : la planta baj a
sólº .
Dºña Francisca se reduj o a v i vir en el ladº º pabellón de
la izquierda , y n ºs dió pºsesión del de la derecha .
Para vi vienda inter i na y gratuita , nº resultaba mal : una
sala grande,con la puerta de entrada y una ventana ; una a l
coba cuadrada , espa ci osa , alta d e techo y'
su ventana de rejacºn la correspºndiente celosía , dando vista a la calle ; otra al
cºb a espaciosa,cºn la segunda ventana del pat i o ; y co cina ,
despensa y fregadero en una pieza,en el centrº º fondº del pa
b el lón .
Mobiliar i o : sil las del Norte , bºrdeandº la sala , pegadas ala pared ; en su l i enzº mayor
,una cómºda barr igona
,de caº
b a con incrustaciones de madera amarilla , bocallaves y tira
1 10
dores de metal ; sºbre la cómºda , un tinterº triangular , de b a
rrº v i dri ado , y dos candelabrºs de lo mismº cºn un a modo de
l eón pºr p i e . Las alcºbas,una cama de caºba en cada una
,
también cºn incrustaciºnes amari llas ; cúbrenlas viejas cºlchas
de damascº ; agréguense cuatro sillas bajas del Nºrte , y queda
hechº el inventario .
El departamento de dºña Franc i sca era i gual,con leves
v ariantes de amueblado . L a sala , con una cómoda gemela de
la descrita ; encima , un cºnejitº de yesº , que a cualquier mo
v im i en to subía y bajaba la cabeza ; a l ºs lados , dos vasos
grandes , de vidriº anti guo con fl ores p i ntadas en el mismo , y
flºres naturales metidas por los cabºs en su capac i dad ; las se
rias fi las de s i llas del Norte ; en el esterado suelo , al centrº , un
braserº de cobre (sin fuego) y su badila , embutido en un gran
ruedo de caoba negra claveteado de metal . L as alcobas , cºn
dº s y tres camas ; en la cabecera de una ,un cruci fi j o de metal ;
al lado , una »
p i l i l la de v idrio antiguo , para el agua bendita , y
un rºsariº d e cuentas gordas .
L a modesta mºrada , s i n embargº , tenía un no sé qué de
tranquilo y d i gno que me fue simpático .
Quizá por esº mi curiºsidad se d i ri g i ó hac i a la persºna quev i m ás en cºnsonancia con aquéll a .
Conoci por primera vez a m i abuela , colorada , fresca y
algº gorda ; a mi tía Dºlºres , prec i os i sim a niña de doce añºs,
hermana de mi madre . Vi a Santiago , mozalbete de quince a
diez y seis años , que estuvº con nosºtros una temporada en
Medina ; y volví a ver a mi hermana mayºr .
La que me impresionó más,cºmº he dicho , fue la t i a dºña
Francisca . Y lº extrañº del caso cºnsiste en que su persona nº
presentaba nada de particular . E sº si,era muy vi eja : había
cumplido ochenta años ; no estaba encorvada y caduca ; pero
tampºco tiesa , ni aun menos espetada . Mediana de cuerpº ,fi sºnomía tranquila , regular , ni agradable ni desagradable .
Enjuta si n ser flaca , entre blanca y mºrena , pelº negro , escaso
, cºn pocas canas . Ni hizo extremos al vernº s , ni nos reci
1 1 2
de agua . S in embargo , recuerdº ºtra excepción . Tenía una
sobrina,prima de mi abuela , y a quien dábamos el nºmbre de
Antoni a la larga : en efecto ,'
era alta,delgada y desmañada .
Con gran frecuencia sºlía ir a casa de la t ía .
—¿ A qué vienes aquí?— le preguntaba .
— Pues , ya lo sabrá usted , a ver s i me da alguna cosita .
— Siempre lº mismº , siempre pedi gi í eñeand o ; si tu abuelº
resucitara y te viera tan zarrapastrosa , se vol vía a mºrir de
vergñ enza .
—¡Como semos tan probes!
Has perd i do hasta el modo de hablar ;se puede ser pºbre y vivir cºn decenc i a ; perº te casaste
_
(a pe
sar de tºdos) cºn el primer t ío del camp º que se te puso en elmoño
,y te has vueltº tan tía cºmo él . ¡Tºma y vete!
L ealargaba una peseta , tercera parte de su renta, y terminaba cºn eso el cºloqu i o .
Doña Francisca i ba a misa primera todas las m añanas .
'
N o
tenía v i sitas ni relaciºnes : pºr nº recibir visitas , ni aun de
fra i les ; bien es v erdad que para éstos las hacía excusadas la
circunstancia del v italici º .
Con sus tres pesetas (esº si , l imp i as de polvº y paja) y cºn
su cas i ta para morar m i entra—
s vivi ese , no sólo era ,fel i z
,sino
que cubría multi tud de atenciºnes benéfi cas . Tenía recºgida
a su sobr i na Dolores y a sus dos hij os ; todos los sábados re
partía diez ochavos entre º tros tantos mendigos que acudían
al portal de la casa , y diariamente tres , 10 menos , al salir de la
iglesia . Mandaba dec i r su m i si ta de a dos reales una vez al
m es , pºr el alma de sus padres , y hacía otras limºsnas a las
ánimas bend i tas .
Ciertº que la v i da era entonces más barata , y que el diner ºvalía más ; perº el milagro resultaba del orden .
A las doce,la sopa humeante de pan º de fideos amar i llºs ;
después,en un gran platº sevillanº a modº de l ebri l lete se
volcaba el puchero , compuestº de frij o les , garbanzos y verdu
ras del tiempo , ya coles , ya acelgas , tagarn1nas º calabaz a
— 1 13
y judías verdes . En medio , por l º regular , formaban una pirámide la carne de vaca o de ca rnero , el tocino y los pedacitos
de chorizo y de morc i lla . Con esto se llenaba el estómagº sa
t i sfactºr1ament e, ayudando la digestión un vasº de agua pura ,
unas aceitunas aliñadas,alguno que ºtro higo y hasta un tro
c ito de quesº .
Pºr la tarde , a los n i ños nºs regalaban con merienda , con
s i sten te en frutas y un canterº de pan .
A las º chº en invierno y a las nueve en verano , la cena : un
gui so de patatas , cºn algunº s fragmentos d e carne , y ensala
da ; a veces , ensalada y pescad o frito .
Pues b i en,tal alimentación
,vestidºs y calzad ºs , y socorros
a vivºs y muertºs , tºdº sal i a sin difi cultad n i nguna del vital i
c i o , administrado pºr las manºs de doña Francisca .
N o sabi a leer,ni tamp ºco escribir ; sus hermanos , muchº
menºs ; m i abuela , ídem per ídem . M i madre si,pºr milagro
del amor , y véase cómº
Ni su madre ni su abuela quisieron que aprend iese . Decían
que esto era muy bºnito , perºque había de tener el pel igro d e
los novi o s cuando anduviera e l tiempo ; y , para evi tar cart i tas ,las mujeres no debían saberl eer ni escribir .
Perº, cátate que huyendo del perej il les d i º en la frente .
Mi padre,de estudiante
, v i ó a mi madre y quedó perd i do de
enamoradº . Enamorado debía quedar,cuandº mis abuelos
paternos se alarmaron ; y , para apagar el fuegº , pusieron ti e
rra pºr mediº trasladándºse a Jerez .
Aun así,h ada cons i gu i eron . Cursando en Sevilla , a la me
nºr ºcasión,diez días de rabona
,un caballo alquiladº o pres
tado por cualquier am igo , y ¡zas! al Puerto,cal land i to . ¿ V a
caciones en Jerez? Pues, ya tº dos recogidos y dormidos , del
balcón a los hierros de la ventana,de la ventana a l a calle y
trota que trota a l Puertº , para regresar a Jerez ; y vuelta , dela reja al balcón
,del balcón a l dºrmitoriº
,para que lº encon
traran en la cama .
Nº andaban menos avizores doña Francisca y la abuela : al
portón , llave y cerrojo ; nada de cordel i llo al pi capºrte ; pers1a
n as clavadas ; hºjas de ventana , cerradas concandadº .
V éase un prº ccdim i en t º or i g i nal de pedagogía , y que nº sele pud i era o curr i r al más pi ntadº . Y, sin embargo , es l º c i ertº
“
que por él y si n ºtro maestro aprendió a leer regularmente en
un mes º poco más mi madre ; y aprendió a escri b i r , del modoque luegº se verá .
Para leer , tomó un catecismo de doc trina y preguntó dón
de estaban la Sal ve y el Padrenuestro, a la primera criatura
que sabi endo leer l e deparó el acasº . Acto seguido,se pusº a
m i rar la pr imera letra de la pr imera palabra , luegº la segunda
y todas las sucesivas ; y ella , haciendo su compos i ción de lugar ,decía : <<P a —dre, la primera sílaba es P a , la s egunda es dre; con
la punta de la t ij era rayaba en el revés de una puerta,y co
m e pedía , una P y un a el cºmº las de imprenta . Luego venía< nues-tro » y decía para s i : la primera es la nues, la segun
d a tro,y rayab a en la puerta n
,t . De este modº
,cavi la qu'e
cav i la y dale que le das , cºn un lápiz escondido en el senov
una hoja de papel cualqu i era , comparand o palabras escrit as
en cart i tas d e mi padre con las“
del Padrenuestro y de la Sal
ve , que sabía de memoria , pudº leerlas y ll egar a c ontes
tarlas .
El tío Sebast i an no sabía leer , por otra causa : n º tuvo vº
cac i ón de cura n i d e m i l i tar , y fuera de ambº s casos , para nad a
ha cía falta . Antes pºr el cºntrar i o , si se pertenecía a la clase
de heredado s prºpietariºs , era un títul o honroso el n o saber
escr i b i r : mu estra de nº pender del trabaj o persºnal , de ser in
depend i en te,de vivi r de lo suyº y ser un caballero . He aquí ,
tamb i én,la eXpl i cac i ón de que a dºña Francisca nº le gustara
ver de chaquetón a su hermano .
Del sºbr i nº Sebast i án m i raban comº una desgracia que s u
piera leer y escr i b i r ; pero se res i gnaban al verl e de aprend i z
d e procuradºr , ya que nº teniendº qué heredar no l e qued abaº trº remediº .
Curi oseandº los cajones de la panzuda cómoda , descubr i
— 1 16
nos una v i sita m i padri no . E ra un comandante,retirado jºven
por casarse en el Puerto con una señ ora acaudalada . Amigos y
casados unos y ºtrºs , mis padres fuerºn padrinos del pr i mer
h i jº , y ellºs lº fueron míºs .
Apenas me había sentadº sobre sus piernas y dadome
unos cachet i tos , cuandº exclamó'
—¡Cáscaras , y qué crecidº está m i ahijado !Ya debe de
andar en los c i ncº años . Es precisº que lº lleven a la escuela :
yº me encargº de su educación ; qu i ero tener ese gustº . E l
cºmpadre no piensa en nada ; cuandº venga , díganle queme vea .
En efectº,m i padre había salido .
Escuché la sentencia como puede supºnerse ; y , apenas se
reti ró el padr i no , me eché en brazos de mi madre rogándola
que no me mandase a la escuela . Cºmo no la viese conforme
con mis deseos , lloré . Mi madre,sm decir si ni nº
,prºcuraba
tranquil i zarme .
— N o temas,allí van mucho s n i nºs cºmo tú y juegan . E l
maestro les regala muchos dulces y estampi tas ; tú verás cuán
tas cosas te enseña y lo bien que lo pasas .
Cá lculese el efecto que me harian sus palabras,a m i que
escapé m i lagrºsamente del granero de Santº Dºmingo . Clarº
está : el llanto pasó a rabieta .
Con mis padres , no me creía en el deber de reprim i rm e .
L a escuela era horrorosa ; comº tal la sentía , declarando m i
aversión .
A los dºs º tres d ías , cuando yo esperaba que se hubiese
olvidad o el asunto , mi padre me tomó de la manº .
—¿Adónde me vas a l levar?
A la es cuela .
¡Yº no quiero ir a la“
escuela !— dij e , demudado .
Es preciso,h i jo m i º
, ya tienes edad .
¡Yo no quiero ir a la escuela !— repet i llºrandº y tirando
para desprenderme de su m ano .
— N o hay más remedio , h ijº— replicó sujetándome .
— 1 17
—¡Yo no quiero i r a la escuela !— y me tiré al suelo .
Mi padre me tomó en brazos,si n hacer caso ; º por mejºr
deci r, v i olentándose pocº menºs que yº . A pesar de m i s gritos
y prºtestas,dió conmigº en una accesor i a de la m i sma calle de
la Nevería , esquina a la de Pala ciºs ; donde , con puerta de
calle a la vía pública , se hallaba establecida la escuela de don
Diegº Choquet .
Sal i ónºs éste al paso , hac i endo genuflex i ºnes y afectando
fi nura . Yº nº cesaba de llorar y patear , mientras m i padre y
el maestrº se entendían : l a cºsa era clara,que lle vaban un t o
rito a l mataderº .
Hecha la entrega en fºrma,procuró mi padre desasirse y
reti rarse . Pero, ¡aquí fué ella ! Me agarrº a sus piernas , y por
pºcº nº le tumbº . Mi padre queri éndose despegar,el maestrº
tirando de m i con buenos m odos,y º ch i llando y forcejeando ,
nº
sé si formábamos un cuadrº patéti cº o ridículº . V enc i ó , cºmº
s i empre,la fuerza cuandºnº la autºridad , y quedé pri si º
nerº .
Ret i radº mi padre de la escuela,cºg 1 endom e de un bracito
el maestro,cen más energía y m enos amabilidad , me llevó al
puesto vacío de una banca ; y en el banco correspºnd i ente me
sentó , haciéndºme dar una culada . Advertí cºn esto que albo
reaban lº s proced im i entºs del Fraile ; y tuve que reprim i rm e
l lor i queando bajo , haciendo pucheros y l impiándome las lágrimas cºn lºs puñºs .
Nº h i ce más , ni recuerdº más de las tres horas que debi odurar la clase .
A las dºce , el aye de la escuela puso en fi la de a dºs a tºdºs
lºs ch i quillºs , y se disponía a partir con nosºtros ; perº el
maestrº,reparandº en m i , v i ó que tenía la cara horri b lemen
te t i znada y llena de churretes . En efecto,sentadº delante de
una banca de escritura , manchada de tinta luengos'años
,m i s
puños , chorreando lágrimas y refrescando la tinta , se habían
cºnvertidº en dºs brochas cºn las cuales me puse comº nuevº .
Entºnces el maestrº , sacando su pañuelo moquero comenzó a
— 1 18
restregarm e ; y , no S i endº sufi ciente,l e echó varias sa l i vi tas ,
c ºns i gui endo algº más con t an S i ngular jabonadura .
U na vez l imp i o así , la escuela en pl eno , con el aye detrás ,se pusº en marcha . Cºmº mi casa era la más próx ima , me de
jaron en el zaguán , y la escuela s iguió su prºcesión .
Mi pobre madre,al v erme tan churretoso y sofocado
,do
110 se de m i . P ºr la tarde , a l o i r la voz de un chicº que gritó
en el portón,Fulani to de Ta l
,cºntestó mi madre
— Está malito .
Pero,al día s i guiente n º hubo tu t ía : a la voz del chione
lº m al de mi grado,tuve que i ncorporarme a l a escuela
,tºmar
puestº en l a fi la y , llegando a la clase , ocupar mi sitiº .
XXXV II
U n a e s c u e l a p a r t i c u l a r .
L a escuela,instalada en una accesoria , esqu i na a las calles
de Palacios y la Nevería , según dejamos relatadº , guardaba
en su inter i or la m i sma fo rma angular de las fachadas , estº
es : una cruj i a en para le lóg ram o a una calle ; otra cruj i a i gual
a la segunda calle,y am bas conti nuas pºr el vértice de su i n
t ersecc i ón . Al murº de la Nevería,dos ventanas con reja ; a l
de Palacios,la puerta acr i stalada de ingresº y ºtra
,venta
na enrejada ; todas , cºn sus respecti vas v i dri eras . Al testero d e
la cruj i a de la Nevería , una pu ertec i lla cerrando un cuarto o s
curº : en él un mal excusado,consistente en una tabla horizon
tal perforada por un gran agujero,a la 'a l tura prºporc i on ada
para adultºs ; el restº de dicho cuarto quedaba libre , para una
tinaja de agua con tapadera de p i nº,sºbre la que descansaba
un jarrº de lata abollado y m ºhoso .
Estº y n o m ás const i tuía la escuela . Respecto a ilumina
c i on , mejor que el granerº del cºnventº , en virtud de las tres
ventanas y la puerta de calle ; en cuantº al aire , peor que
— N o se dice anº, señºr» ; se dice unº , Padre » . Diga a su
gente que se la cºmpre .
Cuando le hube cºntestadº,tomó una carti lla refregando
se un ojo ; y haciéndome acercarme mucho entre sus piernas,
para l º cual hi zº girar la silla,me s eñaló la primera letra cºn
la púa rota de una pei neta de cuerno,que le servía de puntero .
Al señalar as i, yº d i je :
— Jesús María .
Corri g i óm e él , diciendº A ; d i º un saltito chicº con la púa ,y recordé que debía decir E ; otro saltito , y d ij e —I ,
'al otrº , 0 , y
luegº U.
— Pues,caballerito
,cºnºce usted las vºcales .
Nada de esp : yo hube de recordar la taravi lla de la amiga
Jesús M ari a,A , E ,
I, 0 ,
U,pero nada más , y ni por piensº el
relac i ºnar estºs sºn i dºs cºn sus s ignºs .
— B i en,b i en ; ahora al revés . ¿ Cómo se llama ésta?
— Jesús María .
El aye , fi j ando bi en el puntero sobre la letra dºnde lº te
nía puesto bajó la cabeza y vºlvió a refregar el ojº pºr la car
t illa,diciendo :
— No , caball er i to , ésta es la D . ¿Y ésta?
Yo nº supe qué decirle .
— Pues esta redondi ta es la 0 . Vamos a ver , vamos a ver
¿ qué letra es ésta?— señalando la primera .
— A .
— Muy bien . ¿Y ésta?— E .
— No , no ; mírela bien .
— U .
— N o ; esta letra en forma de palito es la I . ¿Y esta redon
La 0 .
— Muy bien,muy bien
,caballerito . A ver si me las trae us
t ed aprendidas para mañana .
Decididamente,el pobre ayo aquél se captó m i s simpatías;
12 1
no m e había llamado c¡brutol » ni dadº un simple coscorrón .
Y eso que su prºximidad era bien ingrata, por el empalagoso
olor que despedía a carne vi eja y rºpa suci a .
As í , cuando , dadas las doce y rezado el B end i to, se fºrmó
l a escuela para repartir l ºs niñºs , tu ve un malís imo ratº al sa
l ir a la calle , a causa de que un par de rapazuelos , de sde la
ºpuesta esqui na , comenzaron a abuchear al aye con las s i
gu i entes voces :— ¡D on José V i vanco, cojo, tuerto y manco! ¡D on José V i
vanco, cojó, tuerto y m anco .
Lº m ismo,sobre poco más o menos
,que a mi inolvidable
am igº el t i o M eji a .
Desgraci adamente,era verdad : el aye así se llamaba , don
José V ivancº ; y nº era menºs verdad que le faltaba un ºjº ,
y que pºr efectº d e un ataque cerebral antiguº , arrastraba la
pierna izquierda,y ten ía zopos el brazº y la manº del mismº
ladº .
Cºn estº y su vestimenta , resultaba una desdicha andando ,muy a prºpósi to para que l ºs chiquillºs demala educación se
metiesen cºn él .
Alto,10 hacía m ás su delgadez famélica . En l a cabeza
,un
abollado sombrero de copa alta . En la cara,una cuenca vacía ;
el otrº oj o,saltón ; cuenca y ojo cubiertºs por gafas de ancha
armadura de hierrº y dos cristales cºmº culos de vaso ; nar i z
larga , y más delgada que larga ; boca algº tºrcida , pºr la
parálisis“.
Cuello : represen tadº por alto corbatín , que fue de terciopelº en sus pri nc ip i ºs ; y que , perd i endº el pelo , quedó ters ode mugre .
Levita nº mejor parada ,_ab rochada hasta el corbatín para
ºcultar ausencias de chaleco y defectºs de camisas . Pantalón
lustrina , salpicad o de manchas y lamparºnes : pernil es cioate
rº s y deshilachados pºr ab ajo . B otas viejas , remendadas y rº
tas, completaban el hato del infel i z .
Su biºgrafía , aunque contaría más de cincuenta años nº
— 1 22
resultaba larga . Nac i ó de un cºmerciante de lºs más acandalados
,cuandº Cád i z era empºrio del cºmerc i o . L os Ingleses le
apresaron un barcº de su'
prºp i edad , cargado por su cuenta , y
le hic i eron quebrar . E l hijo,educado para caballerº , muertº
el padre , no encontró dónde meter la cabeza ; y así , dando tum
bos y luchandº cºn el hambre,se fué al Puertº para ampa
rarse de una sºbr i na casi tan pºbre cºmo él,casada cºn un
empleadº del Ayuntam i ento, que gozaba de un sueldo de ochº
durºs mensual es . Con l a s ºbr i na encontró habitaci ón en un
zaqu i zamí ; y hasta cama , de dº s banqu i llos y tres tablas , don
de ponerse horizontal ; perº com i da , v estid º , calzado y rºpa
l impia,D i os lº dé .
Al ñu se condol i ó la Prºvidenci a , deparándo le el cargo de
ayo de ni ños en la escuela de D . Diego, pºr el es t i pend i o de
tre i nta reales que mensualmente deb i a ab onarle ; perº que , en
efecto , debi a , pºrque a duras penas si l e pagaba un m es y se
gu ía deb i éndole lº s restantes .
Nº eran solamente las m i serias fi sicas las que l ºs rapazue
lºs l e echaban en cara,s ino que también
,con motivº d el al tº
corbatín,ajustado con una heb i lla hacia el cogote
,le gritaban
lºs muy mal i gnºs :— D on P ep i to, ¿ y la pri ngada?
Contestando el lºs m i smºs , c ºn vºz di feren te g
— E u el corba tín la l levo guardada .
XXXVIII
S i l a b e o y p a l o t e s , i n s u l t o s y p e s c o z o n e s .
Al mes,conºcía lºs abecedarios
,minúsculo y mayúscul o .
Empleé dº s meses en aprender a deletrear,porque no pºdía en
trarm e en la cabeza que f y a sonaran fa , sinº efea ; perº , a l
fi n ,cºn pacienci a
,D . Jºsé V ivancº me enseñó a prºnunciar las
letras asociadas cºntra las leyes intuitivas de la lóg i ca i nfantil .
N o ºcurrieron tan rápidºs progresºs s i n“despertar en m i
jarm e converti do en un garrote , de puro rígido (pues b i en se
dejará ver que mi deseº de cºnservar las pºs i ciºnes en que m e
colo caba pºníam e tieso y envarado) ; cºn lº cual el maestrº se
desesperó,y graci as que pºr esa vez l imitó su desahogº lla
“
m ándºm e c ¡t orpe , bruto y an imal !»
Ya solº,y algº repuesto d el sustº
,mºje la pluma y pagu é
pºr hacer algún palote ; pero , en vez de raya , sal i ó de la plu
m a un g ot erón y sol tó un chapón mayúsculo . Al notar m i
c ongoja el párvulo de al lado , cogi ó m i plana y pegó un la
m etón sobre la mancha,con lo cua l desaparec i ó lo negrº
,
aunque creci ó 10 húmedo y tiznado .
Con esto,proseguí mi labor
,cuidandº mucho de sacudir la
pluma ; perº , al ponerla en el papel , comº húmedo que estaba ,se corr i ó la ti nta y mucho de lo lamido volvió a ponerse ne
gro . A sí,entre mºrtales angustias y conato s frustrados
,l l egó
la hora terr i ble de enseñar l as planas . Tocóm e el turno y fu i
temblandº con la mía,cual reº que llevara el prºcesº de su
cºndenación . El maestrº se redujº a m i rarme cº n enºj o , ha
cer una piña de la plana y tirarla al suelo . V i endo que nº de
cía nada y que otrº chicuelo me seguía a la espalda , m e retiré
moh i no y me senté en m i banco .
Sobre poco más o menºs,así pasaron varios días , en lo que
respect a a la escritura . Cada vez que venía D . D iegº para eu
señarm e a coger la pluma,pºner el papel y cºlºcar e l cuerpº ,
m e quedaba más agarrotado , rígidº y entorpecido de m ºv i
miento ; la impaciencia del preceptºr se acentuaba , y sobre sus
frases ha lagñ eñas intercalaba algún tirón de orejas y alguno
que otro pescozón .
Con estº,m i suscept i b i lidad imp á ti ca trºcó en altiv a m i
n aturaleza ; muy altiva de por si para tan corta edad , comen
26 a sufri r una metamºrfºsis hºrrible . De nada ser vían m i s
prºtestas cºntra la escuela,ni mis lágrimas en el senº de la
familia . De nada ser vi a mi vºluntad ; tuve que reducirme a de
vºrar en silencio aquella tiranía,sin sentir otrº consuelo que
reconcentrar mi odio al maestro y a la escuela, alimentando
— 1 25
en mi i n ter i or el deseº de venganza , aplazada para cuando
fuese mayor y cºntara con las fuerzas sufi cientes .
¡Oh , qué educaci ón tan aprº pi ada para hacer de un buen
niño un hombre cr im i nal ! S i al ñu n º lo he s i do , atri búyase a
la d i vina m i ser icord i a .
Y pues ya hemos entrado en relac i on con el maestro , será
ºportunº darlº a cºnºcer .
Otro desgraciado , cºmo el frai l e , comº D . José Vivanco ;nº menos d i gno de lástima
,y cuya memºr i a más me mueve a
compas i ón que a respeto, perº de ninguna suerte a odio n i m al
querencia .
D . Diegº Choquet era por entonces un hºmbre de cuarenta
año s de edad,bajº de estatura y fi no de complex i ón ; rubiº co
lor de l i nº , blancº y con chapetas rojas en las mej i llas , escasº
de barba y b i en afeitado ; lim p i º y raído en el vest i r,a purº
cuidar la rºpa y el sºmbrerº . E n la escuela'
qu i tábase la l evita
para no det eri orarla , v i st i endº ún casaqu i n de l i enzo crudº cºn
mangas sobrepuestas de percal negro , para nº rozar lº s cºdos
n i mancharse .
Su fuerte era el pendº l i sm o : hac i a una redondilla que
aventajaba a la impresa en las muestras ; una gallarda , que ni
con un compás ; una inglesa , que parecia l i tºgrafi ada ; y unºs
rasgos,lazºs y garambai nas que le enamoraban de s i mismº
cºmº N arciso en la imagen de la fuente
Su otrº fuerte era la urbanidad y cortesía ; entendiendº
pºr tales el hacer muchas g enuflex 1 0 nes y cum pl im i en t os a l o s
padres y tratar cºn gran crud eza,sever i dad e i njustic i a a lº s
chicuelos , hac iéndoles en cambio aprender de memori a un li
brej o empalagoso y neciº que se titulaba L i bro de urbani dad
y cortesi a .
E ra casadº , m alaven 1do cºn su famil ia y con su suerte .
Tenía un hij o en la escuela , ya zangón , al que trató con granseverid ad hasta lºs diez y se i s añºs , y cºn punible i ndulg en
c i a desde dicha edad en adelan te .
Detestaba su ofi ciº de maestrº de instrucción primaria,
1 26
para el cual , lejos de vocac i on , sentía an t i vocacwn y ted i o .A
grandes vºces y casi diar i amente maldecía de su estado
El escudº de colorines que tenía a la cabecera era su ún i cº
consuelo . N ºs lo enseñaba cºn soberbi a,y desde que los chi
cos escribían planas de pauta séptima (º sea, de dº s rayas es
trechas paralelas) les hacía suscri b i rlas de este mºdº
Hecha p or Fulani to de Ta l , d i scípulo del Sr . D . D i ego Obo
quet de I sla, Suá rez de Fi gu eroa , Z aya s, Guzmán y R ey .
XXXIX
U n a v í c t i m a d e T r a fa l g a r .
En efecto , D . Diegº Choquet de Isla , Suárez de Fi gueroa ,Z ayas
,G uzmány R ey ,
era hijo de un Alférez¡de Navíº que
murió en el cºmbate de Trafalgar,y está de m ás la prueba s i
sería linajudo .
Creº d i fi cil dar idea , n i aun remota , de la vanidad nob i lia
r i a de aquellos tiempos . Qui zá porque la aristºcracia de san
gre veía su ru i na cºn el nacimiento de la clase media,forzaba
hasta la caricatura su presun tuos i dad i mp atuosa . Pero n i los
que ostentaban títulos d e Casti lla , ni sus segundones (más va
n i dosº s aún) pod i an cºmpararse en este puntº a la ºfi ci alidadde la Marina de gu erra .
Desde Trafalgar,quedó arru i nadº el Cuerpº naval . E l G º
bierno,en sus apurºs , escat i mó lº s gastºs
,lº mismo para el
m ater i al que para el persºnal . P asáronse añºs sin dar una
paga,y lam i ser i a de los ofi ciales llegó al co lmº . B ri gad i eres
de Marina,con sus entorchados en la bocamanga , alargaban
l a mano , a las puertas de las i gles i as , para mend i gar una l i
m º sna . Los más honrados se desl i zaban s i pºdían por los al
m acenes del Arsenal , para hurtar cºn d i simulo un pedazo de
cºbre o una herram i enta o cualquiera cosa que pºder vender
para aplacar el hambre . Los prºpi etari os de las palaciegas ca
quejarme , pues nº era de los peor , sm c d e los mejor librados .
B ajo tal aspecto , no dejaba de at emperarse el Sr . D . Die
gº a c i erta justicia distr ibuti va , fundada en una particular
clasifi cación , a saber : niños que nº pagaban , niños que pagaban m al y n i ñºs que pagaban corriente . L os hºnºrariºs
variaban , de 20 a 40 reales mensuales .
Los de 20 debí an llevar las plumas y el papel para las pla
n as ; adem ás , todos lº s sábados un cuartº por el consumo de
agua . L ºs que por pobreza o informalidad de lºs padres no
pagaban,eran cuerpo enoj oso ; y el m al humor del maestrº ,
nº ten i endo cºntrapeso,descargaba en tºda su amplitud . U n
tanto se retenía cºn lºs que al fi n algo aliviaban las necesn
dades del maestro , y bastante m ás cºn los de paga saneada .
,Qué pocos debían de ser
,a juzgar por las estrecheces de
D . D i egº !
L a escuela bien le saldría po r tres durºs mensuales d e
arrendam i ento ; cuatrº o cincº,a lo más
,la casa reservada de
él y su fam i l i a ; treinta reales el ayo y quince una criadilla . E l
presupu estº d e tinta , plumas y papel no l º calculº ; perº el de
vesti dos y alimento s no debía de ser muy largo , al menºs por
lº que desd e la escuela se pºdía ºbservar .
Comer nunca l e vi , pero si almºrzar . A las d i ez en punto
de la mañana traía diariamente el almuerzo a la escuela una
criadilla m al hateada y pocº limpia . Veni a la refacción en
una servi lleta atada por los cuatro picos . Puesta sobre la mesa
del maestro,éste desataba l ºs nudos
,la extendía cuidadosa
mente a modo de abreviado mantel y ºrdenaba el contenido ,cons i stente en una cafetera de hojalata
,una taza y un platº
v idri ado de V alencia , una cucharilla de peltre , un papelillo
de estraza envºlviendº una onza de azúcar mºreno ; y en re
b anadas fritas,mediº cuarterón de pan ,
º sea la octava parte
de una hogaza .
D . Diegº,con gran calma y co n cierta fruición , vertía
de la cafetera el chºrrº,nº de café , sino de un té nom i na l , en
la cuenca de la taza ; le agregab a su cucharadita de azúcar , y
1 29
c omenzaba a mojar allí y a roer de seguida,unº en pos d e
ºtrº, sus pi catost es . Conclu íd os
,acababa pºr sº rb erse el infuso
restante ; y , por último ,s ºnaba la cafetera
, por si en su i nte
rior h ubiese quedado algún remanente no desaprovecharlº .
U na vez todº cºnsum id o , s e) l impiaba prolij º los labiºs con
una punta de la servilleta , cºlocaba en el seno de ésta lºs tre
bojos y … a la cr i ada,que salía cºn el los t an campante .
¡Yque para esto mur i ese un Alférez de Navío en Trafalgar !Por m i parte
,l e perdºnº las gruesas d e palm eta zos que me
endi lgó a cuenta de l ºs palotes . Al rec i b i rlos, ¡qu i én me ha
bía de deci r que , no D . Diego,sino Nelsºn me los daba ! A lo
menºs,és t e tenía la mayºr parte de la culpa .
A juzgar por la analºgía,la com i da deb ía de correr par e
jas ; y ahora , , cºn estºs precedentes,cualquier lectºr podrá
co leg i r el buen humor y temple de ánimº del maes t ro parallevar con paci enc i a la enojo sa o cupaºi ón d e educar n iños .
M as es el caso , que yo ent ºnces no podía penetrar esas pro
fundi dades ; que sólº exper imentaba los efectos del mal tratº
y de la injustic i a,a cuyo influj o , nº solamente se fue depre
vando m i condic i ón moral , s i nº que también sufr i o retrasº y
hasta retroceso l a parte i ntelectual .
Induc i do a la idea de que e l deber estribaba en cºp i ar p a
lotes, p unti llas e i tulfi s , y en repetir cºmo una cºtºrra la dº c
trina y las máximas de urban i dad y cºrtesía , al sent i rme in
hábil para ello y muy i nferiºr a la general i dad de los ºtrº s
n i ños,me cºnvencí de m i tºrpeza , perdi gran parte de m i s
cºndiciones refl exivas y cesé en el háb i to de preguntar . ¿ Cómº
preguntar,si diar i ament e me llamaban tºrpe y bruto? E ra
prec i sº , cuando menos , d isim ular brutalidad e ignoran c i a , n ºd eclararles preguntando lº que nº sabia ; antes bien , cºnveníadisimular y buscar trazas para dar a entender que estaba muy
a l cabº de todas las cºsas .
U n e n c a r g u i t o a P u e r t o R e a l .
Habían corr i do algunos m eses . Mi padre pudo ya buscar
c asa y establecer su bufete de abºgadº .
La casa,d e buen aspectº
,estaba arrendada pºr par tidºs º
pisºs . En el bajo nº recuerdº qui én vivía . Nosºtrºs,en el pri
m erº ; y ºtra fam i lia , con var i ºs ch i qu i t i n es , en el segundo .
De éstos , unº era algº mayor que yo,o trº de m i edad y ºtrº
m ás pequeño .
Como m i madre se en cºn traba en meses m ayºres y próxi
ma a nacer m i h erm ana Adela , púsose en mi conºci m i entº que
se había encargado a Puerto Real un niño chiquititº y muyb on i to
,que pronto traerían en un canasti llo .
Con tal novedad sentí conten tº ; y cºmo l legaran lo s niñºs
d el vec i nº , les anun c i ó a m i vez la buena nueva . Perº , l ejos de
recib i rla cºn sorpresa,el mayor , hac i endº un gestº desdeño
sº y algº autor i tariº,m i ró alrededor
,vol vi ó la espalda y cºn
l a m ano vuel ta cºmenzó a hacernºs señas para que le si gu i ése
m º s . A si lº h i cim os,dejándonºs cºnduc i r hasta que
,llegandº
al dorm i tºriº m ás apartado,con el d edo en la bºca indicó el
mayor s i lenciº ; y levantandº la colcha pendiente d el costado
de la cam a y que caía hasta el suelo , allí , en aquella especie
de escond i te se en tró a gatas,im i tándº le l ºs demás .
U na vez debaj o de la cam a , cºn vºz muy cal landi tº,nºs
dir igió la sigu i ente perorata— No lo creá i s . El niño n º vi ene de Puerto Real . Sale de la
barr i ga de las m amás . Y lº.hacen los papás cuando se acuestan .
Aún entró en otras a p li caciones más particulares y menºs
inºcentes, pºr las que en tendi que entre la florescencia y la
fruct i fi cac i ón no había i nterm edio : error fel i z y d e gran in
fluen cia pºster i or en el restº de m i vida .
¡L a pri mera lección de anatºmía , debajo de un pollero!
XLII
D e t a n t o p u l i r, m e d e s p u l e n .
Cons i dércm e el lector hac i endo,nº ya palotes , sinº medios
pun t i l lo s y punt i l los pºr espac i o de muchºs meses , rezandº
la doctr i na , dandº la cart i lla y cantando la tab la de sumar ,amarradº al banco de la escuela cºmo el galeote al banco de
su remo,si n más diferenci a que la de que en vez del reben
que cruzaran las espaldas frecuentes cºrreazos . Entretanto,
digamos algo de la parte de afuera del aula ; si n perju i c i º de
vol ver a ella después , ya que desgraciadamente hay mater i a
para rato .
Mi buena madre era una m adre s i ngular : de puro buena,
llegó a cºnvertir mi infanc i a , ya penosa pºr l a escuela , en m ás
penºsa tºdavía . L ºs j ueves y lºs dºmingos , que , cºmº de asue
to,debían pertenecer a m i l i bertad y a m i alegría
,se troca
ban en d i as de ºtra clase de martirio .
Por desgracia,decia todo el mundº que yº era un n i ño
bºnito . A m i m adre parecíale un querubín , y cºn esto me
cayó la lºtería .
Los jueves y los dºmingºs , antes de la madrugada , alas
tres d e la noche,hallándom e sum i dº en lo más profundº del
sueño,cºg íam e pºr bajo d e los brazo s y en volanda s me lleva
b a al cuartº de l ºs trastos , dºnde tenía preven i da una t ina de
madera,l lena de agua
,en la que me zambullía de repen tón .
Acto segu i dº,con un trozº de j abón y un estropaj o me araña
*
ba de lºs pies a la cabeza , s i n curarse de prºtestas n i de gr i tos .
Term i nada la faena a sat i sfacc i ón ,m e secaba cºn una saban i
l la y me cubría cºn camisa l impia , sentándome"
en una silla
baja , y comenzando ºtra ºperac i ón no menos dulce .
'
En una horn i l la preparadaf al efectº , tenía d i spuestos dos
pares de tenazas ; después de pe i narme y abri rme ve i nte rayas
en el pelº , comenzaba'
a rizar los tirabuzones,que me caían
hasta los hombrºs y la espalda . Hechº esto , que duraba un
valiente rato , cogía unas duras torcidas de papel , l i ando en
cada una su respecti vo rizo . E n esta disposición , cand entes
m i s orejas , encend i dº el rºstro con el aperreo y el “calºr de las
tenazas,dolorida la p i el por el áspero fregar del estropajo , y
m i cabeza cºnvert i da en caballo d e frisa a fuerza de p ap i l la
tes,vºlvía a cogerme pºr ,
debajo de lº s brazºs y a depº si tarm e
en la cama … para que n º durmiera : las dura s torc i das se me
clavaban ya en la s i en , ya en el cogote, según me echase en la
almohada,impid i éndome coger otra vez el i nt errump i dºSueñº .
Perº esto sólo era el prólogº de m i s del i c i as en lo s días de
asueto .
A l as s i ete de la mañana se enredaba de nuevo en la faena
de ponerme hechº un querubín . Destorcía lo s pap i l lotes, y d i s
tri bu ía l º s ti rabuzones de la manera más bella . P ºn íam e un
corsé,que me dejaba s i n resp i rar ; unas bº t i tas nuevas , b i en
ajustadas,para qu e resu ltarari l º s p i es muy pequeñ i tos ; unºs
cuellos r i zados y almidonados que i nm º vi l i zab an la cabeza,
y después, lºs calzon es y el casaquin º l o que fuese más de
moda y llamativo . Q uedábame converti do en una p i eza . Y ya
por el ajuste o ya porque no me manchase,a mano me daba
d e almorzar m i bonís ima madre ; esperandº al ayo , si jueves ,para que cºn ºtrºs ch i cºs me sacaran de paseº ; s i domingº ,para llevarme a m i sa y después a pasear .
N i qué decir ti ene cómº iría : a cada pasº un dolor , a cada
mºv imientº un ahºgo ; prefería estarme quietº , y lºs minutospareoíanm e siglos .
Tantos trabajos nº tenían más que una compensac i on ,agra
dab i l ís im a si n duda para mi madre,impertinente y en sumº
gradº enoj osa para m i . N º acertaba a pasar moza m V i ej a pºrmi ladº
,que nº parase la escuela y exclamara
—¡Qué niñº tan bºn i tº ! ¿ De quién es?
Lº peor era que se bajasen a darme un besº,ya tuvieran
la cara limpia o sucia,les oliera la boca º l levaran las narices
atacadas de tabaco .
¡M artiriº los d ías d e trabajo , martirio los de asueto ! Otrºspodrán decir que es fel i z la edad de la i nfanc i a . Hºy que sºyviejo , puede creérsem e
,no querría vºlver a la mía por nada
de este mundo .
¿ Qué i nfluencia pudº tener lo relatadº en m i educac i on y
en mis cºstumbres? Mucha y grande : odiº a toda ºpresi ón fi si
ca º mºral ; rotura de respetos hasta pasada la edad v i ril ;reacción en el
'
sent i do de cierta espec i e de l i cencia ; i ncl inación
al abandono d e la forma y de la compostura en el vestir ; con
vert i rm e,en la segunda i nfanc i a y juventud , en un destroza
dor de rºpas ; y perpetuamente , en descu i dado y desmañado .
Aun hoy día,me exalta y sobrex c i ta que cepi l len la rºpa
cuando la tengo puesta , º que me arreglen la corbata : ésta cae
cºmº caiga ; y, para nº verme irr i tado , es necesari o que elvestido lo arreglen y lo l imp i en antes d e ponérmelo . En vanº
he procuradº cºrregir tales defectos : los conozco , y tratº de
cºntenerme ; perº , aun haciendo el prºpós i to , me resulta muy
difícil dºminar la impaciencia si me pegan un botón .
XL I I I
U n S e r a fí n a z o t a a a n g e l i t o s .
P uesto que ya conocemºs al ayo y al maestro , cºnvenienteserá entrar en relación cºn algunºs cond i sc i pu lºs .
Sea el primero Serafín : tal es el nombre del h ijo del barbe
rº d e la esquina a la plaza del Ayuntam i ento,m oza l lón maci
zº, con cara , cuerpº y facha de animal ; su edad
,catºrce º
quince años bien aprovechados . Llevaba el papel y las plumas
y el cuarto para el agua ; era cºntr i buyente nominal , por lº
que y pºr nº desperd i ciar sus aptitudes físicas , sin nombra
miento expreso,pero cºn aquiescencia tácita , ejercía los hon
roso s cargºs de esbirro y de acém ila,escolar .
A su celo estaba encºmendada la denuncia de lºs delito s y
— 136
XLIV
E l p o b r e C a r l i t o s .
Más tarde,mudó la escuela de local . El Rey había muerto
, .
cºn gran contentamien to de lºs ch i qu i llos ; porque , debidº a
'
sus fúnebres exequ i as , nos dierºn vacac i ones .
P ºr m i parte,nº había dejado de adelantar . Ya podi a
'
po
n er en l a plana : s D iscípulo del Sr . D . D i egº Chºquet de Isla ,Suárez de Fi gueroa
,Zayas , G uzmán y Rey . » Ya l eía el Cate
c i smo,a tropezones
,y hasta sacaba cuentas d e restar .
L a escuela se había i nstalado en el p i sº bajo de una casa
en la call e d e Santo Dºmingo,esquina a la de San B artolºmé'
m ejor l ocal,m ás espac i oso y más separadº de la letrina .
El Sr . D . D i egº debía de haber prosperado , aunque su al
m uerzo cºn tinuaba s 1endo de té con p i ca tostes . Calle pºr me
d i o estaba el conventº de Santo Dom i ngº,convert i do ya en
cuartel de Cr i stinos .
Entre m i s buenºs condi sc ipu los con táb ase el pºb re de Car
litos,a qu i en yo amaba por lo m i smo que era objeto de burla
para l a mayºría d e lº s muchachos de la escuela . Y eso que a
su padre le tenía avers i ón y hasta ojeriza .
Le conºcía de haberle visto desde tiempo atrás , cuando i ba
m os con el aye a recoger y d i str i bu i r lº s n i ños . V ivía en el
V erjel , en una casu cha oscura,de escalerilla y pºbre , de los
pr imeros soportales,que ya han desaparec i dº . B ajo aquellºs
pºrtales , negros comº l a nºche y aplastadºs , que parecían
caerse enc ima,sol íase ver frecuentemente paseandº , sºlº , ta
c i turn o y cºn la cabeza baj a,al padre de Carl i tºs .
Erase un señºr tétrico,altº y flacº
,envuelto en un levitón
m ilitar , verde ºscuro , que le l legaba a l ºs tobillos ; cubierta la
cabeza por una gorra d e hule, vi eja , cºn gran visera negra pºr.
arriba y verd e pºr abajo . Su aspectº,entre de militar y depen
diente de las actuales funerarias .
— 137
L a cara tampocº resultaba s impática : sumido de carrillos ,
m uy poblado de cejas ; patillas negras , cortas y estrechas ; afei
tado de bigºte . Sin más i ns i gn i as que unas ti ras de cinta , a la
i zqu i erda del pechº , sabia yo que era cap i tán , y cap i tán ré
t i rado .
Algº grave med i taba aquel señor . Un día corr i o la voz de
que se había i dº con los facc i osos, y a poco v ino otra noticia :
que en la pr imera acc i ón le habían cºg i do y fusilado los cris
tinos .
Quedó Carlitos huérfano . Para colmo de desd i chas , Carli
t º s era j ºrob ado : un caparaz on c i to i nfºrme,sobre dº s p i er
n i tas fl acas,y por brazos dos can i llas fºrradas de pellejo .
Con trabajo lle vaba el cuarto d e agua los sábadºs,cuandº
el padre v i vía . Huérfano,no hay qué dec i r : era más gratu i to
que Serafín,y su cºntraste v i vº (si de un sér t an raquíti co
puede prop i amen te de01rse que v ive)E l casº es que los chiqu i llºs de la escuela le decían : eCar
l i nº,jorºbado »
,y él lº l levaba con paciencia . Pero , am i go , l º
que le i nmutaba y le hacía palidecer era º i f' dec i r :—¡Ahí v i enen lº s cr i stinos !
A esta frase,Carl i tºs se llenaba de pavura y n º sabía dón
de meterse : se escºndía detrás del que estuviera más cercano ,º se acurru cab a hecho un o vi llo debajº de los bancos . Yo n o
podía hacer más que tran qu i l i zarl e y aconsejarle que no hi
ciera casº,que n º era verdad
,y que aquello se lo decían pºr
m ol erle y asustarle . ¡Todo en balde ! Su terror , f ác i l de eXpl i
car y que const i tuía en él hasta un sen timiento sagrado, por
arrancar nada menos que del fusi lam i entº de su padre , era un
terrºr d e l os que nº se pueden dºm i nar .
Conocíamos esto l o m i smº los ni ños que el aye y el maestrº , y s i n ¡Pobre Carl i tos , sólº fel i z pºrque a muypºco terminó su m ísera existenc i a !
Con esº de hallarse próxima la escuela al cuartel d e lºs
Cristinos , pasaba Carlitºs los sustºs que son de suponer , dandopábulo mayor a sus terrores .
138
Cierto día (¡nº pu edo recordarlo aún s i n sentir i ndi gnac i ºnestaba de guardia un mili ciano am igo de D . Diegº ; y , comºpróx imo a la escuela, se le ocurrió entrar a hacerle una visita .
L o mismº fue entrar que pºnerse en pie Carlitos , en acti
tud del conejo sorprendido por el cazador . E n cuyº instante
el zangón de Miguel (que as i se llamaba el prºpiº h ij º de dºnDiegº) , d ij º a Ca rlitºs para asu starle m ás :
—¡U n cr i stino !
A esta voz , cºmº fl echa despedida , sacandº fuerzas nº sé
de dónde,el jorob ad i llo saltó la banca y echó a cºrrer , levantó
el picaporte del zaguán y tomó por la calle arriba cºn una ra
pi dez inverosím i l . E n el m i smo puntº se d i ó la vºz de alarma—¡E l j ºrobadº se ha escapadº de la escuela !
El m i l i ciano,alto
,gordo
,cºn su un i forme flamante y el
m ºrri ón en la mano , se quedó de pie , hechº un pasm aro te,en
medio de la escuela . Irritado y sulfurado D . Diego,al ver un
actº de deserción en su clase y presenciadº pºr un extrañº ,gr i tó a Serafín
¡Corre y tráelº !
Serafín , tal como estaba , s i n tºmar gorra ni sºmbrerº , sa
l i º cual un sabueso tras la pieza . Ya baj º los mismos portalil los d el V erjel y cerca de su casa , echó el guante pºr el pes
cuezo a Carlitos , entrandº en la escuela triunfante y con él en
vºlandas cual mosca en la trºmpa de un arácnid º .
Lo mismº fue sºltarlº , que D . Diegº le disparó un cºrreazº
con cuantas fuerzas pudo , derribándolo al suelo ; allí fué a se
cundarle en su furia i nsensata , y gracias al cristi no , que se me
,t i ó por medio , cºn lo cual , , lejos de apagars e , se encendió más
la i ra del preceptºr .
Carlitos arañab a el suelo , pugnando pºr incorpºrarse ; Se
rafi n le m i raba de pie, seguro de sujetarle en caso necesario ;el crist i no abollaba el m orri ón en su lucha por aplacar y con
tener a D . Diego . Al fi n,éste alcanzó con un puntapié al to
davi a postradº jºrobadi tº ; . con esa descarga , al cabº quedó
más tranquilo el maestro y escuchó las palabras de l pacífi cº
como mozo de u na tienda de montañés,había llegado a dueñº.
de varias , prºp i e tari o , personaj e de campanariº y hasta fi rmecolumna de la soc i edad comº jefe del parti dº moderado . E n
una p a l abra , era unº de esºs ar i stócratas del dinero que habían
ven i do a sust i tu i r a los aristó cratas de pergaminºs y a los del
papel m arqu i l la , cºmo D . D i egº .
P º r tan va l i osos tí tu l os , el m aestrº desplegaba con el dis
cípu lo tºdas l as prescri pc i ºnes de l l i bro de urban i dad y co i te
s i a ; pero no sé cómo , ci er ta vez hubo de correg i rle e l trazo º
rasgo de alguna letra"
cap i ta l . Otero no lo llevó a b i en,y en
t rarºn en d i sputa . D . D i ego tºmó sus t emples de maestrº,Ote
rº l º s de c i udadan o l i bre . El unº increpó de torpe y bruto , el
ºtrº se puso de p i e en act i tud amenazante . Entºnces el pr ime
rº qu i so restablecer la d i sci plina,amenazandº al jºven ; éste ,
cºntestando a l reto,de una montañesa bofetada derr i bó al fi no
de D . D i egº,haciéndole dar med i a vuelta de torni llo , y fur i o
so tod avía , le agregó otra montañesa pa teadura .
N i M i guel n i Serafín acudi erºn a l socºrrº . Pepe Oterº cº
g i º su sºm brero , se lo enca squetó en la cabeza y sal i ó despac i o
de la escuela para no vo lver jamás . Los muchachos , y yº entre
ellos,contemplamºs la escena con a legrís im a emoción .
¡El pºbre Carl i tos estaba vengado !
XLV I
a¡P o r b u r r o !»
Abreviemos,porque o mucho me engaño
,o ya debe estar
el lecto r hasta lºs pelo s de D . Diego Choquet . Pero es precisº
cºncluir el relato , siquiera sea de lo m ás esencial .
M i guel llegó a ser ayudante de su padre ; con él alternaba
en tºmar las lecc i ones de memoria y presid ir las decurias del ectura
Lecc i on de'
memºria jamás llevé una , ni de gramática , ni
de nada . Con esto , m enudeab an'
los castigos , y llegué a ser
cºnsideradº cºmº el más burrº de la escuela . P ºr ende y cºmºtal
,m udada el aul a a la calle de la Palm a
,frente a l a em boca
dura de la calle Larga , hub i eron de colocarme en el balcón ,con una coroza de papel exornada de dos grandes orejas ; al
pechº,uncartelón que en letras gordas dec i a : P or burro, y en
l a m ano una vieja escoba de caña comº cetrº .
¿ Qué proced imientº pºdía i nv entarse más efi caz para hacer
perder la vergñ enz a a una cr i atura?
Todº comentar i º sería oc i osº . Conste la b arb ari dad,
/
para
que nº se pierda en el olvi do ta l prº cedi m i en t o pedagóg i cº .
Cºmo,por más que hacía
,me era imposib le aprender ni
dos líneas de memori a , recurrí a determ i nados arti fi c i os ; y ya
se verá que nº dej aban de tener su méri tº . Espontáneamente,
nº pº r im i tac i ón , el sºborno . G uardé cuantos cuar
tos y ochavos recºgía . Al dar la lección,con d i si mu l º
, alarga
ba a Miguel , ora sei s m aravedi ses , ºra una mota,o ra un cuar
to ; y cuandº no tenía otra cosa , mis postres de la com i da : un …
puñadº de h i gºs secos,una naranja º cuatrº nueces
"
Ellº no sería moral , perº fue efi cac ís i mo . Me e vi tó muchas
dºcenas de palmetazos ; y no vo lví a ser condecoradº de coro
za , cartelón y el escobón consab i dos .
Finalmente,para estimular la aplicac i on y el mayºr celº
de los n iños , se emp l eaba un recurso sapientís im o y muy par
t i cu lar . Cons i st ía en s eeb ar planas,echar puntos en lectura y
echa r puntºs en lecciones » .
Tales echaduras no dejaban de repeti rse con frecuencia
unas veces , pºr orden del maestro ; o tras , por espontánea vºluntad de los discípulºs .
— Zutan i to— solía dec i r D . D i egº ,— hoy echa usted plana
cºn M engan i tº .
— Fulan i t º— hoy echa usted puntos de lectura (o lección de
gramática) cºn P erengan i tº .
U no y otro chicuelo hacían sus planas respectivas cºn elmayor cuidado y
,terminadas , iban juntos a la mesa del maes
142
t ro para presentárselas . E x am i nábalas D . Diego y echaba unarúbrica de vale sºbre la mej or
,entregandº a su autor la pal
meta para que cºn ella y pºr su prop i a manº pegara una docena de palm etazos al cºnd i sc i pu lºS i la echadura era a l eer º a lecc i on de memºria
,l eían unº
en pos del ºtro las lecciones º l as recitaban como papagayºs :aquel que se equ i vocaba menos º las decía de cºrrido
,conver
t íase en verdugº de su compañero . Con t an poderºsº y noble
estímulº , los niños procuraban vengarse cºn nuevas echadura s;y así se estimulaban sanamente la aplicación y el aprovecha
m iento de lºs tiernos párvulos .
XLV II
C u a t r o m o r t a l e s a ñ o s : 1 8 32 -36 .
Del año 32 al 36duró mi brega en la escuela del señºr dºn
Diegº . ¡Cuatrº años !Decir que n o aprendí absº lutamente nada
en ese tiempo seria falso . Terminado dichº plazº,leía
,aunque
n º de corridº . Añádase una circunstancia , de l a que , pºr más
que medito,esta es la hora que nº he pod i do encºntrar expl i
cación : que l eyendo , b i en º mal , pero a l cabo leyendo , nº me
enteraba ni pocº n i mucho de lº leídº . Ta l absurdo,t al con
trasen t i do sería incºnceb i ble ,'
si nº fuera pºrque se repite tantº
en la enseñanza , que cºnst i tuye la regla general : aprender la
t i n ,y no saberlo ; aprender física , examinarse d e ella , decir
desde la primera a la última lección,y nº saber n i pizca de
física ; y así d e todo lº demás .
Muchº pudº deberse al retrºcesº mental y a la perversión
afectiva que la escuela me produjº . Pero,siendo l ey casi gene
ra l el que se concluya la enseñanza cºn ignorar aquello mismº
que se aprueba después de severº examen , s ºspecho que el
fenómenº no era debidº exclusivamente am i i ncapacidad , sino
a l m ºdo cómo procuraron enseñarme .
cuatro mortales años , y que tuvi eron mayºr i nfl uenc i a en el
fºndº de m i educación .
L as vacac i ones entonces , cas i cºmº ahora , correspºndían a
dos meses can i culares, Jul i º y Agosto ; un mes de Nochebuena
y Pascuas,del 10 de Dic i embre al 10 de Enerº , y medio de Se
mana Santa . Sobre estas grandes,hab ía otras más pequeñas
una semana por Carnaval , media pºr el Corpus ; luegº , los do
m i ngos y dias festivºs,que eran numerosºs ; el de l Santº y cum
pleañ ºs del R ey ,los del maestro d e la escuela
,lo s del papá y
la mamá ; y med i as fiestas , lº s j ueves y lº s días de m i sa .
Los días fest i vºs y vacaciones cortas los pasaba en el pur
g at ºri o ,c ºn las composturas d e m i m adre ; perº , las grandes
vacaciones , ya eran otra cºsa . E n la canícula,antes de Noche
buena y pºr Semana Santa , a Jeréz con D . Ramón de Torres
y la abuel i ta . Ya no tenían que cu i dar de m i educac i ón,y nº
me amenazaba n i ngún fra i l e . Todo era alegr i a y gozo y fies
t a s d e m i P i ndo y carreras pºr el campº sobre el P i o . V olvían
los cuentos al acºstarme . Nadi e se ºcupaba en dar fuegº a m i s
ri z º s,n i en ºprim 1rm e las entrañas con el condenado cºrsé .
Antes,por el contrar i º
,la a buel i ta sºlia ob servar y -decirme
Andas cojº . ¡Q ué zapatos tan estrechºs ! Avisad al zapa
tero,para que venga en segu i da .
E n efectº , venía y me tomaba medidas an chas de unºs z a
patos aprºp i adº s para cºrrer pºr el campº .
¡Q ué fel i z era ! Pero las vacaci ºnes volaban , y el ºrdinari º
venía por m i , poniendo térm i no a mi dicha .
Al llegar a casa,apenas me besaba m i madre , exclamaba
“
¡Jesús , qué peste a cuadra!Y acto cont inuo
, ya se sabía , a la tina , al jabón y al estro
pajo ; la faena , cºn rizadura del pelo y pap i l lotes , repe tíase
pºr tres d ías º cuatrº , para desqu i tarse de los perdidos y des
vanecer el últimº tufillo de mi sociedad sº l ípeda .
N º táb arñe yo en las vac i ºnes cºn mayor despeje , como s i
una lºsa se apartase de mi pechº y de mi intel i gencia . P ero
vºlvía a caer desde que d ivisaba el puerto y la bahía de Cádiz,
desde lo alto del cerro de B uenavista . ¡Q ué triste me parecía elPuerto
,y qué alegre Jerez ! Y lo particular es que aún hºy me
impres i onan lo mismo .
Fuera de la escuela no dejaron de ocurrir algunºs sucesºs
que movi eron , ya la afectividad , ya la atención, ya alguna
o tra facultad de mi naturaleza , y que , por tantº , debierºn
produci r algunºs efectºs educativºs .
Sºn demasiado numerºs os para que su narrac i on resulte sº
pºrtab le . Timidamente , y cºn la posible brevedad , daré cuenta
de alg unos .
XLVIII
P r i m e r h o m i c i d i o p r e s e n c i a d o .
U na t arde de veranº venía"
cºn la escuela repartiendo chi
cos pºr las casas , cuando al pasar por la plaza del Castillo
v imos un gran cºrro d e gentes en actitud muy agitada ; la es
cuela en plenº se dispersó , a pesar de lºs gritºs y voces del
pºbre ayo D . José V ivanco . Cada chico,y yo unº de tantºs ,
se dirigió al cºrro , procurando meter la cabeza por lºs inters
t i ci os del gentío ; en t al empeñº estaba , cuando de p rontº se
abrió un ancho portillº en el círculo pºr el mismº puntº p or
donde yº quería penetrar , quedándome solo , cual piedra m i l laren una vía romana .
En el gran espacio del roto círculo,un hombre revº lcándº
se en su sangre ; hacia m i , ºtro descalzº , rem angadº de piernas
y brazos , que huye cºn un cuchillº sangrientº , rºmpe el c ircus
lº con nuevo amagº de salir, -
…y al encontrarme en la línea d e
la rhuída , pone el puñº del arma en mi hombro , me derriba y
s igue veloz su carrera .
Tal fue el primer hºmicidio presenciado . Esto s i que no se
o lvi dai
cºmo la escritura de las planas ; no se olvida n i"
en'
sus
más—ínfimo s detalles.
146
El muerto estaba bienvest ido a m odo de hombre jaquetón .
E l m atador deb ía de ser,un pescadero , a juzgar por su calzón
de lienzo y su camisa despechugada , los brazos y p i ernas arre
m angados y el desusº de zapatos . Tengo en los º ídos el cha
paleteº de sus plantas al herir el suelo en la carrera y un
r i s gruji ente de sus muslºs al rozar entre si y ladear el cuerpo
para salvar el pequeñº ob stáculº de m i presencia en la l ínea de
su fuga .
Nada tan frecuente pºr aquellos tiempºs comº el espectáculo de las peleas cºn esas terribles armas cortas . L o trágicº t i e
ne sus atractivos , y más para aquellas Sociedades que pºr teat rº conocían únicamente la plaza de toros . A sí
,cualquier pe
lea de estas formaba i nconti nenti un espesº círculo de ans i osos
espectadores . A ningunº se le ocurría apaciguar a los conten
d ientes ni llamar a la guardia , lº primero , por demasiado pe
l igrosº ; lo segundº , pºr inútil : la guardia era una , en el cuar
t el de realistas o de milicianos , y estaba demasi adº l ejos .
En este particular han variadº mucho las costumbres ; para
ser justos , debe decirse que en mejora y en empeoramientº .
E n mejoría , pºrque dichas peleas no sºn tan frecuentes , pºrquee l público g rita al menos para impedirlas , pºrque hay poli cía
que suel e acudir y evitar muchas desgracias . En peori a , por
que , en cambio,aquellas luchas , verdaderos desafíos , ºb ser
vab an sus reg las de igualdad y cierta hºnradez . L uchábase
frente a frente , cuerpo a cuerpo , con armas iguales , pºr'
más
que fueran aleves . Perº cºnsideraban deshonrosa la verdadera
a levosía ; no atacaban hasta que su adversari º nº estuviese cºn
su navaj a abierta y preparada . Esta ventaja , al menos , nº se
le puede negar al maton i smo . Luego que lºs tiempos , la poli
c i a y la G uardia c i vil concluyeron cºn los b arateros y mato
nes , vinieron a sustitu irlos los pi nchos, lºs madrugadores, gen
t ec i lla cob arde y despreciab le que pºr entºnces cuidaban de
exterm inar a zarpazos los que gozaban plaza de verdaderºsvalientes.
E l sucesº nº dejó de servirme de lecc i on : desde entonces he
.A!
la sangre no ha i nflui dº poco para buscar y obtener los medi os
de que se p i erda la menºs posible en las ºperaciones queej ecutº .
XLIX
V i d a y m u e r t e d e u n n o t a r i o .
Cuandº m i padre me sacaba de paseº,solía llevarme a casa
de sus amigos . A la que más me agradaba i r , no sé pºr qué , era
a la del nºtariº R . ; tenía aquella casa cierto atract i ve , c i erta
belleza .
Angulo ºpuestº por el vértice de la escuela de D . Diegº ,en ºtra esquina a las calles de Palaciºs y Nevería , hal láb ase
una ermi ta que , aun hoy , abandonada , se denuncia por moho
sa campanuela durmiendo en mezqu ina torrecilla de espadaña .
Pegada a la ermita existía la casa del notar i o .
Zaguán empedradº de menudas chinas y vértebras de cºr
dero,dibujandº grecas y círculºs . Portón si n cordel i l lº , perº
cºn un postigo enrejadº pºr el que asomaba la punta de la na
riz un am a vi eja que reconºcía prolijamente , antes de abrir , a
qu i en tocase el aldabón . Dentro,antes del pat i º , un corredor
0 g alería , cºn dos arcºs de ladr i llo descansando en una colum
na central ; de frente , otra galería gemela . A unº y ºtro ladº ,un arriate co rrido , con macetas º t i estos bien cuidados , de cla
veles y rosales . En el arriate nacidºs , troncos de jazmines y
ºtras enredaderas,una de las cuales daba unas a modo de ca
lab aci tas , en fi gura ya de peras , ya cºmo enanas de peregr i no .
Ent re arri ates y galerías quedaba el pati o casi cuadradº , de
buenas prºporcmnes,crujiente de limpiº
,t an fi namente empe
drado y dibujado como el zaguán . E n el centrº del patiº , un
pºzº cºn brocal y arca de reja , carrillo o pºlea de hierro y sus
correspondientes soga y cubo .
El notario solía recibim os sentadº en“
un S i llón de vaquet a; el ama , a la derech a
,a pºca distancia , en una silla baja .
El , con gorro de seda negra , chaqueta grande y chalecº ne
grº ab º tºnadº hasta el cuello ; los pies cºn zapatos de on
110 , sºbre una zalea . Ella , cºn jubón de cúbica y saya ºscura
de percal , teniendº en la falda un perrito dºgº muy gruñón ,ladradory m a l criad o
L a decoración era bonita , flori da , verde , fresca, limpia ;contrastaba cºn la sequedad de la vejez y con el mal humor
del dogu i l lo . L o que puedo decir es que aquellº me gustaba .
Además,dáb anme licenci a para que cogiese calabacillas , y h as
ta me regalaban rºsas y claveles para mi madre .
L a v i s i ta tampºco era enoj osa pºr larga ; se reducía a pre
guntar mi padre pºr el estadº de un negocio o por el resultado
de alguna dil igenc i a . Parecía la casa la mansión del sosiego ;si no fuese por elmiedo que a lºs ladrones veíase en el ama y
en el nºtariº,para gºzar de paz , allí mejor que en un cºn
ven to .
V iejº el escribanº,nº menºs añosa el ama , sucedió lº que
había de suceder : muri ó el ama,y a poco vinº una apoplej ía
a v i sitar al notar i o . Del primer empuj e quedó si n habla y turulatº ; pero por una hºra readqu i ri ó el conºc i miento Sabido
el accidente por sus relaciones , acudieron al sºcorro , y mi pa
dre com º el más inmediato conocido . E l notario quería hablar”,
y… nº pºdía ; quería escribir , y su mano se negaba . Traslucía
inquietud y vehemente deseo de decir alguna cºsa . Aunque
notario , no tenía hechº testamento , y así murió .
Careciendo de familia, por lo mismo qu e curi al , echóse la
cur i a encima ; cerraron el prº tocºlº y se m ventari ó.
— E l compañero debía tener d i nero,y no parece ; sólº se
han encºntrado seis pesetas en el cajón de la escr i banía , yuna esport i lla con cuartºs .
Esto decía un escribanº, p rºponiendº que se l evantaran
lºs enladri lladºs . Ya iban a cºmenzar,escarbando los arri at es ,
cuando ºtrº escribanº que había estadº cuidando del enfermo
— E l compañero , cuandº nº pºdía hablar ni escribir , senalaba en su fatiga hacia el patiº .
A ta l idea , todos se asomaron a él , y como en su centrºestaba el pozº , a una
,la curia entera dijº
— Que se registre el pozo .
Un viejo alguacil salió a la calle y echó el guante al pri
merº que topó cºn trazas para el casº .
Hi ci éron le bajar por la cuerda del pºzo , atada a la c i ntu
ra,cºn un mart i llo y un farol . Fué regi strandº de arriba a
abajo , sonando las paredes cºn el martillo . A una vara sobre
el nivel del agua , el m artill º dió en un puntº sºni dº a huecº,lº que le hizº gritar
—¡Aqui hay una piedra falsa!
—¡Quítela usted y regi stre !— le contestaron desde arriba .
En efecto,así lº hizº . Metió con ansia la manº , y penetró
en un huecº : en él tºcó maderas cºmo de cajºnes ; procuró
asir uno , perº el peso lo i nm ov i l i zab a . Creció la expectac i ón
ansiosa,y hasta el Correg i dor quería echarse al pozo .
P or fi n, con nuevas cuerdas y mayºres aux i l iºs , v inº arri
b a el primer cajón . Cºn general i mpacienc i a , poco tardó en
saltar la tapa, m ostrandº su cºntenidº de duros mexicanos .
El segundº cajón encerraba también plata acuñada y algunas
monedas de oro . El tercero llevó al colmº la so rpresa : conte
n ía cálices,patenas
, vi najeras de oro , un pectoral , una cruz
epi scºpal y una mitra bordada en ºro, cºn perl as y piedras
prec i osas .
Hasta el segundo caj on,la cºsa se explicaba bien : lo s ahº
rros de toda la vi da del notariº . Perº , ¿ y el tercero? Aqu í las
caras se alargaban y las bocas se abrían , sºbre el fondo de
emoc i ón que lºs hallazgos producen . Un rostro , entre lºs de
m ás , vari aba , ofrec i endo cierta expresión lad ina .
A sí,pasado el primer momento d e sorpresa , exclamó el
Corregidºr :—¡Pero , señor ! ¿ Qué significa esto?
A lo que el viejo alguacil contestó , con sorna—Pues nada , señºr : ¡el tesoro de P i chardo!
Andando el tiempo , parecerá inverosímil que un hºmbresolo pueda burlarse así de la sºc i edad y de las autºridades , y
cometer impunemente ta'
ntas fechºrías . Hºy nº,que aún ve
mos Ejército y G uardia civil quedar i mpºtentes en la perse
cución del B i zco y tantºs otrºs .
Entre lºs robºs d e P i chardo, uno h i zo más ruido que lºsotrºs ; nº pºrque denotara mayor valºr o atrevim i ento , ,
sinº
pºr la calidad del desvalijado . Tratáb ase de una cºnducta
fuertemente custod i ada,a qui en dió el altº al trasponer el ce
rrº de B uenavista , atando a cºnductores y custod i os , y apode
rándose del rico bº tín . Cons i stía éste en los caudales y alhajas
de un ºbispº de Méxicº,que de Cádiz di ri g íase a Madrid
Cºmº cosa sagrada , de la Iglesia , el hecho levantó m ás polva
roda que lºs de otras ocasiºnes,recrudec i éndºse con ese moti
vº la inefi caz persecución .
Si solitariº,P i chardo nº lo era tanto cºmº parecía . Desde
l uegº , era corresponsal respetable y respetado de tºdºs los
capitanes de band i dos que d i scurrían más allá de Jerez hasta
la cºrte , incluyendo Extremadura y la s i erra de Toledo .
E ra la l lave maestra de lºs seguros cºntra el rºbº a manº
armada . L as grandes maestras de las meretrices gaditanas re
c i bían el dinero por los pases de P i chardo, y cºn tan segurº
pasapºrte se podia andar por l os caminos'
comº se navega sº
bre una balsa de acei t e . L os ind i anos que vºlvían a España ,al desembarcar en Cádiz
, ya lo sabían : así fuesen graves oido
res º respetables capi tal i stas ,_dejábanse cºnducir en calesa por
l as señoras del ofi cio,e iban a dar gracias en el cºnventº del
Carmen , por el feliz arribo ; dadas ya grac i as a Dios , se entre
gaban con delicia a los di ab l i l los .
A la verdad, s i bien pºr su dinero , nº dejaban de ser tra
t ados a cuerpo de rey,mej or que en las fondas actuales ; ade
m ás,la maestra les prºpºrciºnaba ,
pºr cantidad convenida , el
p asapºrte de P i chardo.
El Obispº debió ir al palaciº del mitrado y no andar en
153
esos trotes , cayendº d e esta suerte bajo el poder del trabuco
del bandido
Perº,al fin ,
“ comº nº hay plazº que no se cumpla ni deu
da que nº se pague , entrando una mañana nuestro P i chardo
h echo un brazº de mar por la calle del G anadº , cºn capa ter
ci ada y trabuco bajº el brazº , al guarda de la_plaza , que ha
bía tomadº el aguardiente con exceso,le dió la tentación de
ser valiente . Y comº tuviese en mano su negra escºpetucha y
viese a doce pasos el contoneo provocativo de P i chardo vuelto
de espaldas,le hizº la manº
,dandº gusto al dedº
,dejándole
at ravesado de un balazo .
P ºr caer allí,frente a la capilla
,consi deróse asunto m i la
grosº ; y , para certi /fi carlo , quedó como testigo el trabuco .
Explíquese el lector ahora elmiedº del notario y el am a a
lºs ladrones , y el génerº de relaciones que en tre el héroe y el
curial debieron de existir .
<T o d o c o n d e o m a r q u é s n a c e h o m b r e . »
A. fines del ºtºño d e 1833, fueron invadidas pºr el cólera
varias pºblaciones de Andalucía . L a estac i ón,bastante ade
l antada , fue motivº para que S I en algunas produj era estra
gos la epidem i a,se escapara medianamente en las m ás . Pero
llegó el veran o del 34 , y el azote fue severº . Tan estúpido me
tenía la escuela,que apenas m e impresiºnó ; casi me alegró,
porque se cerrarºn las escuelas y se prolongarºn las vaca
ciºnes .
Recuerdº el terror de los v ecinos , la casa cerrada de lºs
P orras : casa princ i pal,de una familia rica de ese nombre y
que tºda pereció .
Recuerdo tamb i én la persecuci on de .los méd i cos , a tan bru
tºs que a ningunº curaban : lom ismº era recetar un agua blan
154
ca (¡el inocente coc im i ento que ya estaba el enfermº
en el otrº mundo » .
También resuena t odavía en m i s oídos la trºmpeta de lafama que pregonaba las prºdigiºsas curaciones
¿
conseguidas
por un bruja que , ap i edada , la Providencia deparó entonces alos infelices apestados.
P erº , ciertamente , nº era nada de esto lo que me preºcu
paba
Mi señor padre tenía sus ºpiniones científi cas . E n estº de
Medicina , siempre fue escéptico . Pero no un escépticº como se
qu i era , de esºs prudentes q ue se reducen a n o creer y son
reirs e de los creyentes cánd i dos,sino un escépticº brioso
, acu
sador y denºstador de la doctrina y sus ministros . L a Medici
na,para él
,nº era cienc i a n i nada ; lºs médicos , unos anima
les de bellota . En cambio , él haci a sus cºmpos1 01 0nes de ln
gar , y hasta i nventaba sus teºrías , m ás º menos ºrigi nales .
P ºn i ase colorado , con la fe de un neóli tº,asegurando que el
cólera era una invasión de an im al i l los que andaban volitando
por el aire , los cuales no se vei an por ser incoloros y pequeñ ísimos ; que se metían por la boca , anidando en el estómagºy los intestinos , produciendº así sus estragos de vómitos , fati
g as y diarreas .
A partir de esos principiºs , di scurr10 el remedio : nº con
tando cºn una escºba para barrerlºs , pareci óle muy pert i nen
te el sistema de Le R oy , con sus vom i t i vos y purgantes . L a
medicina se la aconsejaba a todo el mundo ; quiso aplicarla ala familia ; perº comº mi madre se ponía hecha una furia ,tuvo que transigir . Cesó en su empeño respectº a mujer e
h ijos, y
! se
“
reduj º a preservarse a sí mismo , tºmandº pºr la
mañana un com i , y al di a siguiente un buen purgante .
Mientras más arreciab a el cólera , más apretaba su profi la
x i s ; con lo que los intestinos nº eran tripas , sino boca de caño ,hasta el punto de dudar s i , no ºbst ante esa escºba , quedaríanbichºs pºr barrer y estaba ya acºmetido de la epidemia .
Entre sustºs y pérdidas , llegó al estado de esqueletº ; has
— 1 56
L º que es canasto al brazo, esº nº lo logró mi madre ; unatal ega , y cºn trabajo ; En ella traía el pan ,
y l uego la carne,
y después las cosas de t i enda o las verduras , prefi ri endº ha
cer vari os viajes a uno solº ; y nº pºr el peso , s i no pºrque un
t alegu i l lº medio vacío resultaba menºs indecoroso que trans
pºrtar un saco lleno . Además,conteniendº poca cºsa
,me per
m i t i a correr cºn él haciéndole describ i r círculos a modo d e
juguet eo .
Lº que más me quemaba , era la maldita alonza . Hab ía quel levarla cºn el brazo ti esº para que no se derramase ; a la vez ,su fi gura cón i ca descarada
,nº había mediº de d i s imula
'
rla .
De modo que es cual s i fues e metiendo a todo el mundo pºrlas '
nari ces aquella i gnomi ni a . Di go que me sentía cºmº si al
di os Marte le hubieran puestº una papalina,cºmo D . Diego
en verse maestrº de instrucc i ón primaria .
¡B ien merece meditar sºbre el asuntº !
Es dudºsº que existan ideas i nnatas , pero es menºs dudo
sº que ex i stan nociones innatas ; y ya no es problemát i co , sino
evidente , que exi sten sentimientºs innatos , cºmo congénitºs
sº n los ojºs , l ºs ºidos y los nervios . Esºs sentim i entºs prºce
den del modo o aptitud de la sensib i lidad subjetiva , y esto se
hereda pºr perfectº atavi smo . Desde s i glos atrás , los españº
les tenemos un atáv i co sentimiento enfermº aserca del decºrº ;enfermedad que se m an i fi esta por muchºs síntom as y baj º
d i versos aspectos,siendº unº de ellos el que origina la creen
c i a de que el trabajo es cºsa de esclavo s , v il lanos , pecherºs y
g ente baja . Mientras dure esta enfermedad º preºcupac i ón ,es
imposible que nuestrº pueblº sea feliz .
Y s i he traído a cuento esta mi observación autógena , no
es con otrº prºpós i to que con el de llamar la atención de los
educadores , para que pongan sus cincº sentidºs en corregirla ,combatirla y modifi carla en los educandos .
Está el viciº tan arraigad o en las clases altas comº en las
más humildes . Así,existe horror al trabajº , nº sólº pºr pe
rez a , si nº porque se cree que hum illa . Ved a un menestral a
— 157'
quien favorece la fortuna y se hace ricº . Si fue albañil , tºdº
su empeño cons i sti rá en abandºnar el ofi cio y hacer olvidar
que h i zo mezclas y raspó ladrillos . Si zapatero , dejará la
t i end a,y prºcurará hacer entender a tºdºs que es un pro
píetari º .
Otro efectº de tan ridícula m anía es el de sºbrecargar las
clases improductoras a expensas d e las prºductºras ; Nº haylavandera que no suspire por convertir a su h ijº en padre cura
º empleado o zm édi co,así sea un an i mal
,productº del jºlgoriº
cºn un soldado .
Apenas el carnicerº se ve cºn un durº sobrante , allá va
cºn su h i jo para B achiller y D octcfr i n u troque . Labrador, _ga
nadero , comº n o sea s i rvi ente a secas , n o v ivi rá contento si su
h i jº deja de i r para ofi cial de arti llería o a un empleíto , cuan
do no otra cºsa . Así va resultando una llamada clase media
exuberante,imprºduct i va , hambr i enta , parladora , rapada de
saber,pretendiente y pret en6i osa º presumida .
No es justº ni conveniente vºlver a las cortapisas de anta
ñº , cuando para ser marino o art i llerº se ex igían pruebas .
Pero el caso es que e n mi tiempº se ha pasado de un régimen
absurdº,aunque tenía su ponderación y su equilibrio
,a ºtrº
más raci onal y justo,pero de cuya l i bertad se abusa .
L a instrucc i ón primari a era,según dejamos advertido pá
ginas atrás,para el usº de la Iglesia : para frailes y sacerdº
tes . Luegº se agregaba algún cºntingente para gol i l las , mili
tares y covachueli stas . L os demás no necesitaban letras : si ca
b alleros, pºr caballerºs ; si pecheros , pºr pecheros .
Ya en mi niñez , sin mejºrarse la educación y la instruo
c i ºn en el fondo ni en la forma , fuimos a las primeras letras
para pasar a la segunda enseñanza y de ésta a los estudiºs ma
yores . A sí,en sesenta años del siglo hemºs abarrotado a E s
paña de abogadºs , m édicºs , ºfi ciales de m ar y tierra,i ngenie
rºs, arquitectos , catedráticos , empleados , etc . ; y de tal suerte
y en tal número,que constituyen un verdadero cºnfl icto y una
cr1s18 sºcial , el .proletari ado de levita º de unifºrme .
— 1 58
U n c o n c i l i á b u l o fr a i l u n o .
El cólera cesó en las prºximidades del i nvi ernº . Llegó la
Nºchebuena , y me mandarºn a Jerez , con gran con tentam i en
to m i o , a que pasara el m es de vacaciones . º
El lectºr conoce los vínculºs d e parentescº que exi stían
en tre la famil i a de D . Ramón de Torres y D . Tomás de Cas
tro ; y .cómo el último era a la par comandante de realistas y
jefe civil d e los absolutistas de Jerez .
Tenía dos hijas y un hijo, que contab a m i edad próx i
mamente .Ya éramos amigos,de años antes ; cuandº yo es
t aba en Jerez, venían ellos a casa de lºs Torres a comer y
jugar conmigo ; y , por mi parte , i ba con frecuenc i a a la de
D . Tºmás :
A cºsa de m edio día,enredábamos por corredores y patio
según uso y costumbre , cuando pºr la galer ía al ta asomó dºn
Tºmás a i mponernos silencio .
Este señºr , severº y algo cej ijunto cºn sus h i jos,quizá
pºr seguir el antiguº régimen de educación paterna , era cºn
m igº tan indulgente que rayaba en débil ; así,cuando las h i
jas , el hijº y aun la madre querían pedirle alguna cosa me
echaban de intermediariº . Extrañamos , pues , que nºs llamase
al orden . N os quedamos quietos y silenc i ºsos . Como tal situación era anºrmal en los pºcos años , decidimos irnos a jugar a
unas habitaciones a ltas y lejanas ; mas , cºmo para ellº tuvi é
semºs que pasar pºr la galeri a a lta , lº h i c i mos cal landi to y de
punt illas .
Antes de llegar a la línea de la puerta de la sala , vimos que
estaba casi ent ornada y que salía un rumºr de voces descono
c i das , cºmo el zumb ar de las m oscas en verano . Curioso como
ch i cº , y aún más por i diosincrasia , hice señas los cºlegas
por el“
contento de m i padre . Y hagº memoria de la expulsión
de los fra i les , que le tuvo preºcupado y atareado en el empeñod e su i nfluencia para que se fuesen con Diºs , sa lvos y l i bresde atrºpellos .
Comº quedan tan pºcas personas de las que vivieron bajo
el régimen aquel , veº cºn pesar que se ha perdidº el conceptº
verdaderº y justº del estado social de E spaña bajo la tutela
de l ºs conventºs .
Si hºmbres de Estado comº Cánºvas y Castelar han cºn
t ri buídº a su restablecim i ento,los unos directamente , los ºtrºs
i ndirectamente,es porque
, muy niños entºnces 0 no nacidºs,
nº pueden aprec i ar lo peligroso del casº y la responsabilidad
mºral de su i gnºrancia
Nada m ás peregri nº que ºir dec i r cºmo razón de peso que
la democrac i a,recºnºciendº el derecho de asoc i ación para to
dos los c i udadanºs,nº puede prohi b i r las asoc i aci ºnes rel i
g i osas .
B ueno sería que examináramos antes si lºs fra i les sºn ni
pueden ser c i udadanos .
El carácter de ciudadano implica condiciones precisas , de
term i nadas y esenciales .
Exi ge además obligaciºnes tan sagradas cºmº las de cºn
t ri bu i r a los gastos del Estadº y defenderlº cºn las armas , nº
por, gracia , s i no pºr deber
Si no exige expresamente que mantenga la posibilidad dellegar a cabeza de familia
,nº puede consentir la imposib i lidad
de esta mayºr jerarquía sºc i al .
Y respectº a la libertad de asociac i on,demás está el decir
que el mayor parti dari o de ella no la entiende cºmº absoluta :
ti ene sus límites ; no hay nadie que deje de imponerlos , ya en
la moral, ya en el orden públicº º en la seguridad del Estado .
Quiero recºnocer y no ex am i ne lºs servicios y benefi ciº s
que puedan haber prestadº y prºducido las órdenes monásticas
(en empresas loables y en lºs tiempos de sus respectivas fun
daciones) .
— 161
Todavi a algunas pudieran desempeñar ºfi ciºs cristianºs yb enefi ciºsos , cual rº turar y poner en cultivo tierras m cultas ,
fºmentar las buenas costumbres , sanear lugares insalubres ,e nseñar e introducir industri as nuevas , etc .
Pero de estº a cºnvertir las ci udades en un amas i j º de apret ados conventos y l a sºciedad civil en mero asimiladº de lºs
mism os , hay una d istancia infi nita y paten te,como la que me
d ía entre el uso y el abuso .
L a hecatombe que pºr enton ces d i º fi n en España a las cºm un i dades religiºsas., ha b ºrrado sus cul pas baj º la mancha
de la sangre . Lºs que al ver la hºj a del árbº l encuentran su
existir d ependiente de la l ey y nº de casualidad , tampºcº pue
den m i rar los hechºs d e la H i stºr i a (cual la creación y ex t i n
c ión de las comunidades religiosas) cºmº productº del capri
cho ó del acaso .
Respeto lº s motivºs del nacer , perº me parecen más respe
tables lºs del morir . A unqué muy niñº , to có en mi tiempo ; yalgº pude sentir , ya que nº apreciar , de esº s mºtivºs .
I nñn i tºs frailes provenían de l as clases bajas , y tenían lºsd efectos de la mala educación , agrandados por la grosería del
dºminiº
Infi nitos , insens i bles a l espíritu sutil de l a caridad , eran
una masa carno sa , cºn tºdas sus podredumbres y pas i ones .
Si entre tantos , uno por varón p i adºso , otro por sabiº , otro
p ºr humilde , l ograban el justo amor y respetº de todo el mun
“dº,
“ tal autoridad moral i ba al peculio de la comunidad y de la
institución,para que el mayºr númerº de lºs viciados acreci era
sus imposiciones , sus abusºs y sus excesºs .
Por cada unº despreci adºr de los bienes terrenales , contá»banse diez que
,si n perju i c i º de pretender el cielº
, queri an
tamb i én,cod i c i osos , los bienes de la tierra .
Así acapararon mucha parte de la prºpi edad territºrial ; y
…l a hubieran llegado a poseer tºda , sin el límite infranqueabl e
de otras manos muertas : patronatos , herm andades , vínculos y(prºpi os de los pueblºs .
¡
Orº
den'
es tuyºs fines ha%fsn'
caducaº
dº,
'
cºi no la redenci ondº*ºad t i vº
'
s,
"
vivian sin prºpósi to y en él cº“
rrºim i entº“
deºlº
que existe sin razón para ex istir .
El influj o sº ci al de las cºmunidades sºbre el mediº dfn”b i ent
'
e no pºdía ser peºr : dom inación,casi una casta ; l icenc i a
envuelta en h i pocresía ; mºdelación de la mujer en h i stóri cº
b eata (replegam i eñ to del espi r i tu,escrúpulos de conciencia ,
t emor al diablo , a los duendes y male'
ll c i os) ; pérdi da de la au
tori dad'
mora l d e los jefes de fam i l i a , susti tu i da, una s veces de
pi ano y otra s med i ante imposi ci ón, p or la de una u otro reve
i ºendo .
Si hoy se nota el pºder que despliega cu'
alquiera soci edaº
d
laica pºseedora de valºres o de cºns i derables prºpi edades , cº »
m e las cºmpañías de ferrocarriles , ¡qué pºder soñará en igu'a
larse al de aquellas comunidades que,sºbre ser dueñas de l a
m ayor parte de la º
ri queza inmueble del país , constituían una
falange sagrada,secular e incontrastable !
Esta h ipórtroña de un órganº soci al se efectuaba , y no po
di a ser de otro m ºdo , a expensas de la atrofi a d e lº s demás
organismºs de la nación . Así,las c i udades eepañº las , cºmº
t ºdavía puede verse , eran enred ijos de conventos , entre cuyas
grandes mallas apuntaba alguno que ºtrº caserón solariegoy
alguna que otra casucha de menestral º de “
v illanº.
Ind epend i ente cada orden,cerraba su autoridad dentro de
s i misma en la jerarquía del generalato,super i or S i empre de
h echo (y en muchas materias , de derecho) al episcopado ; te
h i endo'
com º pr i nc i pal ºfi c i º , no él de Corregi r abusos y ex ce
sºs d e la orden ,s i no el de velar por su auge , ampararla
'
y defenderla en derechº y contra derechº .
E l la i cº m ás poderosº de la tierra , así hubiese fundado ,dotado y concºrdado las ºbligaciones de un cºnvento , así re
servase para“
el patronato cláusulas omnímodas ,-quedaba su
potestad en nada desde el puntº y hºra en'
que la comunidad
se
L os cºndes de N ieb la , fundadores , dºtadoiº
es,
'
prºpi etariºs
164
bara degol lacmn de lºs Judíos . Y , si n embargº , ¡qué superfi
cial aparece la H i stºria al t i empo de juzgarla !
Que entrara el furor fanático en el hechº , ¿ qu i en pºdrá
negarlo? ¡Comº entró e l errºr fanáticº de creer a lº s frailes de
Madrid envenenadores de las aguas ! Perº , n i el fanatismº re
l i g i osº pºr s i solº“
hubiera ases i nado a los Jndios,ni el pºpu
lacho i gnorante y fierº de Madrid hu biera dado asenso a la
calumn i a,si causas pred i sponentes , actuando_con l entitud por
muchºs años,no hub i esen cºincid i do con otras coadyu vantes
y con la determ i nante, a pesar de su notºria absurd i dad y
falsedad .
Supºngamos a España muchº m ás pºbre que lº está al pre
sente . Supongamos que en vez de trescientas casas de empeñº
y de usureros hubiera en Madrid diez mil ; y que estos usure
ros fueran pºderosos , y enredando a los afl i g i dos de la m i seria ,l levasen a la desesperaci ón ,
un año y ciento,generac i ones tras
generacion es . Supongamos que no hubiese Autºridad o leyes
capaces de impedir ni casti gar estºs abusos .
Como en la naturalez a v i va y fis i ológica , i gual que en la
puramente fís i ca,las fuerzas se transforman
,pero no se pier
den ; y cºmo la irr i tación que produce la v i ºlenc i a moral de
cada ind i vi duo es una fuerza,y esta fuerza
,aunque se repri
ma y quede inerte al parecer,tampºco se p i erde, si no que sólº
se transmite— al fi n y al cabo,un año tras otro año , llega a
estallar en forma de violencia horr i ble . L os diez m i l usurero s
serian carne y sangre i nsufi ci ente para clavar los cºlmillºs y
las uñas de la ira acumulada ; —como l o fueron lºs Judíos , los
G eníz'
aros,lºs y
, por más que du'
ela decirlº , tam
bién los frailes .
Si las leyes fís i cas sºn d ignas de respeto , es prec i sº respe
tar las leyes biológicas .
Tamb i én la Sociología t i ene sus leyes,aún m ás d i gnas
'
de
respetº : son las l eyes de la Humanidad ; y si nº las ha esta
b lec i do el Supremº Hacedor , yo no sé quién haya pºdidº" de
cretarlas .
Ya muy entradº en años , fui a visitar en B urgos el cºnven i
t o de la Cartuja .
L o encontré casi derruido : muchºs altares , desm antelados ;
los góticos sepulcros , primer del arte , convertidos en oprobio
d e España,que así permite el rºb o y la fractura de t an nobles
e inaprec i ables monumentos .
Allí,entre sºledades y entre escºmbrºs , barría el helado
c i erzc la sangre : caía la l luvi a , encharcando el deso lado p i sº
y calando los pies .
Una sombrablanca aparece en el fondo del claustrº , ade
lanta cºn lentitud y la cabeza baja : es un resto , un esqueletovesti dº d e cartujo , pero cºn la enjuta cara sonrosada .
Cuenta ºchenta y ºcho años . N o quiso abandºnar su con
v entº,y s i gue entre sus ruinas hasta la muerte ; lº man ti en e
allí la Prov idencia , comº al jaramag º el jugo misteriosº'de lºs
arcºs caídos .
Pasó si n m i rarme y sin hablar una palabra .…Yº tampºcº la
pronunc i ó, perº d ij e para mis adentros : a ¡B end i to seas , ancia
no venerable !»
Determinados quehaceres me llevaron en cierta ocas i on a
un lugar de cuyo nºmbre nº quiero acordarme .
L as mujeres andaluzas t i enen un tipº graciºsº , franco y
simpát i cº que les es común,independientemente de que sean
bonitas,regulares º feas .
En las varias pºblaci ºnes del partidº , chºcóme ver un tipº
cºmún en sus muj eres,perº enteramente ºpuesto al de lºs dee
más distritos : ya fuesen guapas , feas o medianas , todas cari
torcidas , antipáticas y desagradables . L ºs hºmbres , sin la m o
v i l i dad y el desplante de la tierra,más b i en socarrones
,rece
lº sos y predominando en ellos la gordura .
Daba vueltas en mi cabeza al prºblema : nº veía diferen
cias de razas ; cosa ésta muy cºmún en España , dºnde es fre
cuente encontrarse , en el cºrtº espaciº de un par de leguas ,
dºs º tres variedades étn i cas pérfeotamenté di stin tas . Tenía
me ya al fi n pºr confundido , cuando la casualidad me di ó*re
suelt o el prºblema .
En el dis tr it º en e de Spob ladº , el conven to de un Cristo m i
lag'
rosº
Cºn la devºción , romerías y abund antes ofrendas . Para re
coge rlas y mandarlas al c i elº,sufi ci ente númerº de f ra'i les
trasconejados , sm regla ni hábito , si n rey n i R ºque,pero con
ºmn im oda influenci a en lºs contornºs . Muchas comadres,m ás
sºbr i nºs (const i tu i dos en autoridades) , y tºdavía m ás confesa
das y muchos más confesados .
Quiere decirse,que hasta ayer mañana cualqu i er observa
dor pºdía estudiar en España lo que eran los frailes,lºs cºn
ventos y su i nfluenci a en la poblac i ón .
Lº mej or y lo peor . L o mejor : hasta arrancar bendic i ones
d e lo m ás hondº y purº del corazón . Lº peor : hasta prºduc i r
ex ecrac i ón y asco .
Dominó y se impuso lo segundo a lo primerº . Cargóse de
i ra la atmósfera , cayó un rayº y estalló el incendiº .
D o n d e e m p i e z a l a fu e r z a c o n c l u y e e l p o d e r .
Andaba por lº s alrededores de lº s ochº años . Había venidº
a serme cada día más enojosa la pen i tenc i a del r i zado a fue
g º , el cºrsé y las composturas . Contra esto arreciaban m i s
protestas y la energía de las mismas .
C ie rtº día llegaron a mayºres : nº me estaba quietº , rabia
ba y pata leaba a la colocación de cada p ap i l lote. Mi pobre ma
dre trató de reduc i rme a la ºbedienc i a cºn amonestaciones
que no me prºdujeron efectº ; luego , con amenazas , y menºs
todavía . Eché a cºrrer ; mi madre cºrri ó tambi én para sujetar
me,lº cua l nº era fác i l por mi infantil ligereza . V iéndose des
168
mero de n iños , hasta que , viudo , tomó tedio a Jerez y trasladése a l Puerto de Santa María .
De los Torres había ll evado recomendac i on para mi padre,
y el buen porte de D . D om 1ngo 11 12 0 que desde luego me en
tregaran a él , qu i tándome , con gran contentamiento m ío , de
la odiosa escuela de D . D i ego Choquet de Isla , Suárez de
Figueroa , Zayas , G u2mán y Rey .
D . Domingo t omó en arriendo una casa princi pal en la
ca lle Larga , esquina a la de los Descalzos . Solamente diez o
doce niños inauguramos la escuela . L os honorarios , tres duros
m ensuales ; y uno más , S i aprendíamos dibujo .
Instaló la clase en la sala princ i pal y en las galerías altas ,con lu ces al patio estas últimas . Aquello estaba “
b i en ,cómodo
y limp i º .
D . D om 1ngb vivía decorosamente . Debía tener ahorri llos ,
con los cuales y una rent i ta de mil pesetas , producto del arr1en
do de un majuelo heredado de su muJer , ayudab alela escuela .
Por otra parte,era un señor origi nal .
Su edad,indescifrable . Representaba al pronto así como
unos cuarenta y cinco años . Observado despacio , lo mismo
podía tener sesenta que setenta u ochenta . En Jerez solíandec i r :
E s más v i ej o que D . Domingo Fartos .X
L o cierto es que no chocheaba , y que hombre m ás acicalado y recompuesto no lo he visto en todos los días de mi v i da .
Mediano de cuerpo, prºporc i onado de carnes , dadas las me
Ji llas con su poqu ito d e arrebol,teñido prol ijamente el escaso
p el o de la cabeza y barba , suplidas ambas defi ciencias con una
peluca r i zada y flamante (de tup c'
a lo M artinez de la Rosa) ,
y
pat i llas postizas (a lo Corad_i no) . G afas de m i ºpe , en fina armadura de oró ; dientes blancos , pequeñitos , e i guales en ambas
m andíbulas , y … tan sin faltas como que eran postizos . Camisablanca
,con gran alfi ler de pi edrasjcorbatín rayado , de charo l ;
chaleco amarillo,de gamuza ; frac azul con botón dorado ; pan
t alones estrechos,de botín ; botas de charol , flamantes : era el
— 169
ñgurín , el currutaco , el lechuguino más cºmpletº y pulido que
concebirse p ueda , sobre un pellejo añosº prolijamente res
taurado .
º
Allí nº había disciplinas u i palmetas . Respiré cºn gozo ; a
b esºs hubiera despintado el arrebol de D . Diego y héchº le
em igrar de su sitiº las art iñc i a les patillas .
Luego se acercó muy amable y me preguntó en qué re
gla escri bía . Se lo dij e , y m e cºntestó
— E so no sirve . Escribirá usted en raya y al dictado . Haga
la letra buena º mala , cºmo pueda : procure sólº que sea i gual
y lleve la m i sma distancia .
Después me dió a leer en el Iri arte , y me dijo
— Lee usted s in sent i dº . Primerº lea para si el pr i mer pá
rrafº ; entérese de lº que dice,y luego que lo haya entendidoleámelº en vºz alta .
A sí que examinó el gradº … en que me hallaba de escritura
y lectura, pasóx a la gramática , haciéndºme una ºbservación
que me dejó cºn tamaña boca abierta , a saber :a Q ue 1gnºrab a en la
'
gramát i ca lo que sabía perfectamentedesde muchos años atrás . Porque no decía las hombre ni el mu
jeres , sinº que hablaba correctamente , concordando en géne
ro y núm erº lºs masculinºs y femen i nºs ; m i entras que pºr la
gram át i ca ignoraba to do estº , al parecer . Añad i ó que nº meapurase , pues cºn un pºco de atención y algº de buena voluntad adelantaría en pºcº tiempº . »
Efectivamente , yº nº sé cómº se las mane_]o aquel benditºde D . Dom i ngo . Al año justo hizo exámenes públicºs en el sa
lón del Ayun tam i ento,presid idos pºr el Alcalde , a lºs cuales
asistierºn el síndicº , los regidores y las famil i as de lºs alum
nos . ¡Y resu ltó el hérºe de la fi esta! Se me encºmendó prºnun
ciar un discursº algº pedante,que aprendí de cºrridº
,a pesar
de'
mi falta de memºria .
Tºdºs lºs chiquillºs salimºs muy cºntentºs ; di érºnme la
m edalla , y el alcalde me enderezó ºtro discursº cual el de Je
t óni mo B aturot , diciendo tamb i en, , entre … ºtras“
cºsas ,p que lºsniñºs aplicadºs éramºs la esperanza de la P atri a.
Cºn esto se dió pºr terminada mi instrucción primaria, ys
pasé a la categoría , de estudiante de latín .
D i gamºs la verdad : de la escuela de D . Dºmingº salí bastante ignºrante . Respectº a leer, Sí , leía de cºrrido . En cuanto a escribir , medianamente . Ortografía
,insegura y aun esca
sa . De Ari tmót i ca : sumar , restar , multiplicar y partir , con grantrabaj o . De Histºria
,que
L ibre E 5paña, feli z, e ind ependi ente,Se ab ri ó a l Cartag inés 1ncautament_e .
De G eºgrafi a : que el mundº tenía cincº partes , y que en
Eurºpa es t aba E Spaña . De Dibujo : cºpiar hasta caras ; y una
pícara manº,con un racimº de uvas , que me llevó tres meses .
Pero,al cabo
, vºl ví a desen tum i r m i s facultades i ntelec a
tuales sentí el estímulo del buen tratº , y m e cº lºqué en cam i
nº de aprender . ¡Si hubiera tenido la fºrtuna de tropezar antes
con ºtros maestrºs cual D . D ºmingº , atentºs y nº rutinariºs !
LVI
U n g e n e r a l d e d o s l u s t r o s »
A medida que los meses me iban alejandºde la escuela deD . Diegº
,m i espíritu venía desplegándose en la de D . D o
mingo .
Llegadº al puntº de entender lo que leía , m otu p rºp ri º lei
el B ertoldo , que nº dej ó de hacerme gracia . Tamb i én leia cuan
t ºs rºmances pregonaban los ciegºs . Y a esto se. reduj º mi pri
mera literatura . Comprendiºb i en las moralejas de las fábulas
de Samaniegº , nº tanto las de Iriarte . De la Historia de E s :
paña no hice alto m ás que en Numancia y en Sagunt º , en Vi
ri atº , en L a Cava y D on Rºdrigo .
Cºn estºs materiales y lºs del mediº ambiente , cuya parte
— 1 72
Discurrí un ataque en fºrma de cuña , que aún hºy me pa
rece mejor y m ás racional que el de cabeza de cºlumna y ºtras
muchas cosas que no sºn perti nentes aquí . Perº que , andandoel tiempº y cuandº entradº en edad viril , pude dedicarme a la
l ectura de algunºs tratadº s militares, v i cºn sºrpresa que pºcº
de lº que decian me era nuevº ; pºrque en m i ardºr infantil
imagi nativº ya lº tenia discurrido y aun algº más, por esa es
pec i e de v i s i ón misteriºsa y lºca cºn que la imaginación suele
ad elantarse .
LVII
<<Yo t r o v a d o r , y o p o b r e y s i n f o r t u n a . »
Nº sé cómo,repent i namente
,d e la nºche a la mañana ,
ocurrió en la sºc i edad portuense un trastºrnº s i ngular : de sº
l i tari a , tr i ste e i ncomun i cat i va (exceptº lºs días de tºrºs) , se
hi zº sºc i able , tertuliana y callej era . El fenómeno fue m ás vi
sible en las mujeres que en lºs hºmbres .
Antes,apenas si salian ellas de sus casas , exceptº lºs do
m ingos para º i r m i sa . Ahºra vei aseles ir y ven i r a casa y de
casa de sus am i guitas,a la Alameda por las tardes y al empa
rrado de la V ictºria pºr las nºches . El teatrº,que antes ape
nas se abría de higºs a brevas , y quedaba vacíº de señºras , por
cºnsiderarlº cºsa de pecadº,l lenáb ase entºnces de bºte en
bºte,desde la cºncha del apuntador hasta la cazuela . L a ca
zaela se decía a lº que después seha ,dad o lº s nºmbres de ga
l l i nero,ignom i ni a , p ara íso, etc . En varias casas particulares se
fºrmarºn tertulias : se bailaba el ri g ºdón langu i damente , se
recitaban versºs y aun,en algunas
,se representaba la M arce
la º algún drama novísimo .
Las mujeres cambiaron lºs huecadores y el mºñº altº (a
sem ejanza del retratº de la Re i na G ºbernadºra) pºr trajes ne
gros , bucles lac i os y mal rizados , prºcurandº tºmar un aspecto
d oliente,enfermizº y sentimental . L ºs hºmbres se dejarºn
1 73
crecer el pelº hasta los hºmbros , sustituyerºn el sºmbrerº de
cºpa pºr chambergo en el inviernº y sombrerº de paja en el
verano .
Ellas tomaban vinagre"
para empalidecer,y cºmían pocº
para pºnerse espiri tuales . Ellºs se d i eron,del anº hacer nada »
andaluz,a pegarse a la guitarra y aprender a cantar , no
'
3a
leos ni bolerºs,sinº unas cºplas lamento-gem i dºras que sºlían
terminar :
¿ (O la muerte º la muerte o tu amor ;» O la muerte º la muerte o tu amºr ;» O la muerte º la muerte o tu amºr . »
A sí , repiti endº tres veces , para que se diesen tºdºs pºr en
torados y nadie pecara de i gnoranc i a .
Perº el casº era que la amenaza la tºmaban tan por l º se
ri º las muj eres , que apenas cualqu i era del sexº feo (a la sazón
más afeado pºr las greñas y lº '
m elancól i cº del semblante) te
n ía con los ºjº s una escaramuza cºn cualqu i era dama, ya
creía ella que estaba a punto de matarse o mori rse el trova
dºr, s i n º le cºncedía sus favºres .
En una palabra : cada hºmbre era un trºvadºr ; cada mu
jer , una dama mal lograda . Para tºdº eventº , llevaban pen
dien te del cuellº con una c i nta negra un pom i to de cr i stal que
no cºntenía nada , pero que deb i era cºntener venenº .
Las sºlteras se quejaban de la tiranía paterna ; las casadas ,y esto era peºr
,de la t iraní a de lº s maridºs . Y todº
,pºrque
pºnían reparos a que la mºda de trºvadºres y rºmánticas nº
llegase a l º vivo .
Realmente,aquellº fue un cºntag10 de h i sterºm anía . 1gnº
rº lºs gradºs que alcanzara en el reste'
deE Spaña ; perº lº que
es en el Puertº y en Cádiz , a juzgar pºr lº que aun pude ohservar
j
añºs después , el fenómeno nº pudº ser m ás curioso ,más
“
hºndº y trascendental .
Nº sólº influyó en lºs trajes y cºstumbres ; s1no que mºd iñcó la afectividad . L os desl i cesº sex uales , ºantes ana temat i zadºs
y s egu i dºs ul dl cºnjur o s ºcia l , ahera : eran mºtivº , de g enera l
cºmpas iónwA:la d enunc i a de a lguna travesura d el d i ºs wen
dado,respond i ase a cºrº :
—¡H ija e(o h ijº
"
D i ºs l e l ibre de u na pas1on !
L ances :de amºr n o satisfacían's i nº se rodeaban —de diñcu l
—tades familia res : =el :rapt º , lº ide al ; e l .cºnfl i ctº de ann duelº fen
¡tre dos ¡trºvadºres , ¿o rentre un t rºvadºr y un hermanº o .un
m aridº tirán i co, el cºlmº de la apº t eos1s pasiºnal .
Hasta el t ºnº l de la voz sufrió su camb i º ; =y .nº hay qué de
cir,lº s temas de cºnversac i ón .
Me parece que acaba de ºcurrir .
*Estoy en el paseº noctur
nº de la V i ctºria . L a t i bia luz de la luna sólo basta para ha
cerm ás vis i bl es las espesas sºmbras de los naranjales y empa
rrados . P or sus estrechas .calles pasan lánguidas señºr i tas
espiritual es . Las mamás,sº pena de incurr i r en nº ta de tira
mi a , q uedan sentadas en lºs bancos d e piedra . L ºs tro vadºres
nº suelen -ir con las am adas :l
perdería el amºr su presti g io con
las fac i l i dades de la aprºx ima ción . Allí , entre lºs árbºles , a l
final º a la cabeza del pa seo,allí está el galán enamºrad º para
aprºvechar una furtiva seña º desl i zar un billete , en verso a
ser pºsible .
Un trºvadºr asenderead o (cºmº que v i ene tºdas las nºches
de Jerez cºn su laúd ) se s i enta en un taburete (vulgº sil la) , de
baj o de un naranjº . u0ua l el rui señºr , en lºm ás ºscurº y en lº
m ás espes0 , conavoz temb lºna y entºnación que tºdavi a re
cuerdan los tenºres de ari etas , canta
<<Yº trovador , yo pob re y sin fºrtuna ,sufrº de amºr , desdenes y esquivez . »
P erº , en ¿ fi n ,este trºvadºr t rashumante *nº resultaba de
m as i adº pel igrosº .
Nº sucedía así : cºn otro que …hab ía . hechº deu0ádi z teatrº
de sus aventuras , y que de cuando en cuandº venía a l …P uertº
la .h aaerwconqui stas .
rEn :efec tº , t era g uapº : _,altº , :delgadº'
, peli negrº , ¿ pálidº ,y
— 1 76
s alía el ºrdinar i o de Jerez para conducir cartas y encargos .
Cºrreo ºfi cial, , aun en pºblaciºnes tan cercanas , no lo hab i adiariamente .
Mi padre , a la hºra señalada , cºnduci am e a la casa del ºr
di nari º,el cual me montaba en un borrico ; y pºrmateria de
ochº reales , cuatrº pºr el burro y cuatrº pºr mi encargº , me
dejaba en la casa de lºs señºres de Tºrres .
Esta vez, contandº mi padre cºn mi fºrmalidad y edad
adelantada , no me conduj º en persona ; me entregó las dºs pesetas
,para que pºr prºpi a autºridad fuese a casa del condue
t or y m e montaseen el burro .
Mas fue el caso que,pºr el m i smo deseo
,adelantó las
hºras,que aquel día me parecierºn retardadas y perezosas .
N º había llegadº aún el ºrd i nariº , l e esperé impaci ente : Sa l i
a la call e,m i rando en una y ºtra d i rección pºr si venía . En
una de éstas me fij o , sobre un pºrtón de cuadra , en un escudº
con la corºna real,en mediº un caballº pintadº
,y haciendo
círculº un letrerº que decia : R ea l ca sa de P astas . Se a lqui lan
caba l los .
Quedé pensativº delante del escudº . Un mºzº V i ej º barríala cuadra perezosamente , comº andaluz y v iejº y en S i esta de
verano .
Un pensamientº atrevidº me pasó pºr l a frente , hiceciertº
e sfuerzº para desecharlo y salí con precipitación a casa del
cº sari º . No había llegado aún : aunque en real i dad nº eran las
cuatro t odavía ,el reloj de mi impaciencia señalaba las cincº .
La idea se pusº entre ceja y c eja cºn mayºr energía . El
viejº cºntinuaba dandº sus escobazos , con tres m inuto s de in
terval º . Al fi n nº me pude cºntener .
—¿ Se a lquilan caballos? — pregunté al barrendero .
— Se alquilan— me contestó,cºmº si sintiera pereza hasta
para hablar .
—¿ Cuánt º cuesta un caballº para Jerez ?
—Um durº .
Yº tenía la mano metida ya en el bolsillº del pantalón ,
t ºcando las cinco peset as de m i cauda l : las dºs que”me d i º
“
m i
padre para el cºsarío , y las tres de los agasajos .
Mi respuesta consistió en sacarlas y pºnerlas en”,
la mano
d el i nt errogadº . G uardóselas éste , me miró cºn i ndiferencia ;y a un cab allot é muy altº , escaparate deh uesºs , que estaba
en_sillado , apretóle la cincha , le pusº un b ocado“ylº arrastró
a la calle pºr la brida .
Mi buena madre , si había desistido de apretarm e l ºs entre
si j os cºn e l cºrsé y de ri zarm e el pelo, nº a sí en lº de compo
nerm e . Para enviarme a Jerez , había puestº los cinco senti
dos . Dorman de pañº verde ºscurº, con tres hileras de bºtones
de cabeza de turco cuellº blancº , de fi nos pl i egúes ;_gorra defuelle , con larga borla de seda en la fl otante punta ; pantalón
bombacho y b ot i tºs de charºl ab º tºnadºs de azabache : tal era
m i indum entaria .
El caballo te , estab a d i spuestº en mediº del arrºyº ; y yº
pugnaba inútilmente pºr enéaramarm e ; el mºzº hubº de cºm
p render la nec esidad d e su auxil iº ; y echándome un puñadº a
lºs fondillos , me dejó pern i ab i ertº sºbre la silla .
Sentirse el jam elg º cºn mºntura y echarse a pasi trote , fue
en un puntº . Tºmó a la i zquierda , embocando pºr la ca l le L arg a , y
'
la siguió tºda al m i smº aire , para tºmar por su prºpia
cuenta el arrec i fe de la Vi ctor i a .
Ni aun t i empº tuve para estimar m i s extrañezas . Jinete
ya y buen jinete en el borrico p i o , al sentir la tentación de
hacer un vi aje a caballº pºr mi prºpi a cuenta , entendía que
de burrº a caballº nº i b a mucha cºsa . ¡Ah i era nada lº del ojº !Desde la pr imera reacción del jaco , saltó med i a vara de la. si
lla ; y al caer nº caí equilibradº , sino tan fuera de centrº , que
gracias si pude agarrarme al bºrren delanterº para no i r a t i e… nra .
“
Con el respingar del cuerpo,la malhadada gºrra de fuell e
d esarrºllaba una fuerza excéntrica , que ya fue m i lagrº no peru
derla al primer pasº ; tuve que echarme el barboquejo cºn una
mano , m ientras cºn la ºtra seguía agarradº adºnde pºdía .
N o teniendº más manºs , perdí las bridas , que cayerºn al12
suelº ; en él fuerºn >
pi s&daS*y rotas —por 1as …patas
idol -rºc in . f a
vaqu eta de la vi ejar
s i l la, encaracolada …pºr
x las faldas ,º estalsa
lustrosa y resbaladiza »ensel a siento, más que si unt ada íde ja
b ón . L º s estri bos no hubº t iempº '
de prºpºrºi ºnarlº s a ¡a l len
g i tud de m i s'
x
pi ernas , denm'
anera que¡
pendu1aban suel tºs,fco
chandº lºs i jares y -a rreando aut ºmáti camente"
a l cab allete .
A si i ba , con lºs atávicos recursºs d e fum ico caballerº p ara
no caer ; y toda vía hay que ¿ m i rar en estº —cosa de m ilagrº
pues tan prºntº me veía mºntadº en e l pescuezº cºmº en ?la
grupa ,» t an prºntº descentrado a la izqu ierd a como a la '
dere
ch a . El anim al , pºr vºluntad prºpia , tºmó el caminº”de la
t rºcha ; y, si n dejar su endemoniado trºte de pºsta , entró en
Jerez a la hºra de salir del Puertº .
Esº si, ¡la entrada fue tr i unfal !
Atravesamos (º , con más prºpiedad , atravesó el R ºci nan »
t e) por lºs espesºs grupºs de gansos jerezanos , que , esperandºajuste de trabajº
,llenaban la amplia plaza del Arenal . Cºmº
vi esen tan mal caballº y t an'
peºr j inete , rºmpierºn en una
salva tan nu trida y resºnante de silbidºs y vºcal trompete
ría , que ni la que tantº provºcó la imp a tuosídad d e D .-An
t on i o .
Mi Pegaso nº se d i º pºr a lud i do . S igu10 su trºte comº si
tal cosa,ll egó a l a calle Larga , cºlóse en la pºsada de la Cºn
solac i6n ; s i n dejar el mismº aire , entró en la cuadra , a p i quede estrel larm e l ºs sesºs cºntra el dintel d e la achatada puerta ;gracias que ad vertí el pel igrº y me cºsí al pescuezº , fºrmandºuna sºla pieza caballo y caballerº . En el pesebre , all i paró .
Me deslicé,cayendº de pie al suelº ; perº tan agarrotado ,
m altrechº y dolorido de agujetas , que apenas pºdía andar .
A s i sali d e la posada , dirigiéndome a la calle d e Piernas : a
pesar de lº molidº,sintiendº c iertº orgullº y satisfacción i n
t eri ºr pºr haber hecho un viaj e … ¡solo !… ¡y a caballº!
En las vacaciones de verano del añº 37 frisaba ya en lo s
diez de mi edad .
Durante el que pasé en la escuela de D . Dºmingo,dejº
dichº que la inteligencia y el carácter se me habían desentu
m ido . Tamb i én el cuerpº había experimentadº esponje y es
perezº ; había creci dº m uchº y emb arnec idº algo ; más pare
ci a de dºce , que de diez añº s .
Nº cºh i b i dºi sen t íame incl inadº,puede que pºr natural re
acc i ón , a atrevimientos y a diabluras , a ser curiºsº , cºn al
gún tantº de'
malicia ; y , s i l legaba el casº , a sal i r de)
apurºs
faltandº a la verdad .
En la calle , frente a casa º pºco distante,jugaba al torº
cºn otrºs ch i cºs del barr i º,mal educadºs ; cºrría la varilla ,
saltaba la mula , jugaba a la patuca y al hoyuelo,y me daba
de pescozones cºn lºs p i l letes cuandº llegaba la ºcasión .
También hacía m i s excursiºnes pºr la vecindad . E l alma
cenerº d e enfrente me regalaba pasas,almendras y castañas
p i lºngas ; el zapaterº”de la accesºria me recibía cºn con
si derac i ón .
Un día fuí a hacerle una v i sita . Había salidº a tºmar me
didas a un parroquiano y sólº estaba el aprend i z,m uchachue
lo de catorce añºs, desvencg ado y mal luc i dº , cºmo suelen los
que pasan la juventud sentados , a ºscuras casi) ºl i endº curti
dos viej ºs y cerote .
La curiºs i dad me llevaba a examinar las cºsas i nmediata
mente,a tentarlas y cogerlas con las manºs . Esto es muy cº
mún en las criaturas ; más cºmún el que se cºnsidere comº unv iciº i nfantil y se les reprenda diciendº
— Las cºsas nº se tºcan ; se miran y _nada m ás .
L a reprensión nº es justa ni es d i screta . L º qu e debe en
cargárseles b i en es que cuiden de no rºmperlas , de examinar
1as cºn esmerº y de volverlas a dejar com º estaban y en su
prºpio sitiº
Ellº es que yº comencé pºr mirar y remirar las leznas , el
pie de cabra , los hierrºs y demás chismes que había en la ban
quilla , cogiendººra unº , ºra otro y palpando sus superfic ies ;
E l aprendiz me d i j º con malº s mºdºs :-¡A ver s i dejas esº !
Y yo le repliqué :
¿Me”
vºy a comer algún pedazº?
E l entºnces , con peºres humºs , contestó— L o que te d i gº es que si vu elves a tºcar , t e bailº un za
p ateaº en la barr i ga .
A esa am enaza,señalándolo la puerta de la calle en són de
desafíº,prorrumpí
—¡Vamos a verlo !
Sal imºs,en efecto ; y , ya en la acera , cºmenzamºs a darnos
d e cachetes . Aunque de mayor edad , por de'
sínedradº y m al
perg eñadº , eran sus m º quetes menºs duros que lºs míos ; a lprº bar su impotencia , entróse en la tienda y cogió una chabe
ta,partiendo sobre m i
Los múltiples y encontradºs i mpulsºs que sentí yo enaquellºs mºmentºs brevís im ºs fuerºn tantºs , tan variºs y tan
cºmplejºs,que sólº se pueden concebir dada la velºcidad del
pensam iento . En trañan datºs de impºrtanc i a que se relacionan con la ps i cºlºgía de la criminalidad
,y creº interesante
darlo s a cºnocer y » anal i zarlºs . M as para nº cºrtar el relatº
diré ahºra que,al verle yº trasponer la puerta de la acceso
ri a , di un saltº a la derecha , tomé el pºrtal de la casa,y le
dejé libre el campº , entrandº disimuladº a cºnversar cºn la
familia del señor Felipe Cºs .
…
¿ H u i d a v i l o
'
r e t i r a d a h o n r o s a ?
Al ver al zapateri llº echar manº a la chab eta , la primera
emoción fue de miedº,acentuadº pºr el recuerdo de l º s cua
drºs del pescadero y el muerto,del bºrracho y el dego l ladº
montañ és . S in » intermediº de fzt i'
empº*apreciable por el reloj ; .
sentí otra emºc i ón poder'
ºs1s1maá
que no borraba el miedo , pero
que se sºbreponía a él . E ra una cºsa i ndeñni b le , la cual sólo
puedº expresar diciendº que de nº seguirla arruinaba todº
mi ideal , t odº el edifi cio deº
lº que *yo *
entendía pºr verg i i en
za , hºnºr , valer , estimación , d i gnidad y capacidad para ha
cerme ll egar a altºs hechºs , m erecedo res d e alabanza y del
aplausº de las gentes . Sentía el honºr y el pundono r a la ma
nera y en el gradº cºmº se aprecian y S i enten en los ro
mances .
En este puntº miré al suelo, por si en derredor m ío había
alguna p i edra . Pºr entºnces,pºcas calles estaban empedra
das en Jerez ; la de Pierna'
s ha l lábase t erri za,convertida en
fangal en lºs inviernºs y en pº lvera en los veranºs .
P or otra parte , yº n º sent ía saña , i ra ni aun m alqueren
ci a cºntra el aprendiz ; y , aunhallada la piedra , hub i érame do
l i dº hacerl e demasiad o dañº .
Quedar quieto para sufrir el ataque ! sin defensa m e pare
cía absurdº , y sºbre tºdº nº satisfa cía m i ideal rºmancescº ;
pºrque en este pasº honroso la lucha no resultaba útil , satisfactºri a y gloriºsa si nº venía acompañada necesariamente de
la victºri a . En este casº parti cular y afºrtunadamente , cºmo
nº pasaba“
nadie por la calle , me pareció que la varg i íenza de
huir quedabacircunscrita a un acto s in testi gºs , del que sólº
yº podía absolverme º reprº charme . Cºn esto me decidí y“
di
el saltº,que tantº pudº ser de hu i da comº de discreta , ya que
nº honrºsa retirada .
D e la g i m n a s i a p s í q u i c a .
Siendº ley universal la lucha pºr la existencia , quizá, nohaya: cºsa que en mi juiciº merezca más atención de parte d ela pedagogía que ºbservar y estudiar las manifestaciones deesta ley en lºs niñºs educandºs .
te, cierta'
salud y det erminadas fuerzas de resistencia“
fís i ca
D edúcese'
del anál i si s , que, andandº el tiempº , se ha de es:
tab lecer una gimnasia educativa para desenvºlver , equ i l i brarL
y armonizar las drºgas de la ant erior receta .
De presente,sólo adviertº dos órdenes en que '
m ás º menos
empíricamente se haya hechº - aplicación práctica d e las i deas
que acabº de enunc i ar : lamil i c i a,en sus ºrdenanzas sapienti
sumas ; y» las órdenes rel i g i osas , en sus reglas .
Perº , la educación laica y civi l n ecesi ta nº abandºnar este
puntº ; antes bi en , a ella cºmpete reducirlº a pr i n c i piºs cien
t ífi cºs,primero por la ºbservación y por el anális i s , después
pºr la síntesis .
( ¡Es prec i sº educar la voluntad ,'para la acc i on en tºdºs sus
incºntables órdenes . »
Cºmº la verdad se impºne aun antes d e ser conºcida , a
m ºdº de necesidad,es innegable que uno de lºs prºpósitºs ta
c i tº s d e la educativa se d i ri ge a prºmºver esa especie de tem
ple y de f uerza del eSpíri tu . Pero , esta rama de la Pedagºgía
se halla aún cºnfusa, algº caótica , sofocada pºr el elementºi nstructivº y por el elementº mºral
E l asun tº'
que ind i co se ve ya descollar en l a Histºr i a ,dandº carác ter a algunºs de sus períºdos , perº con la i n cºns
tanci a del empirismº y a mºdº de fulguraci ones . Esparta cºn
ced i ó a tal elemento y de esa manera empírica un cultº… ex
elusivo sºbre los dem ás , en desprºporcionada educación . Perº
l º m i smº , sus frutºs fuerºn efímerºs .
Igual observación puede hacerse respectº a lºs Est o i cos
Nada cºnstituye las monstruosidades que no esté en la
naturaleza . Poned dºs cabezas sobre una sola columna verte
b ral , y resultará un mºnstruº . Poned un cuerpº educativº do
minandº y atrºñandº a lº s demás , y resultará un m acrºcéfa
H i stori a le juzgue con justi ci a y le conceda i ndulgenci a: me reñero a dºn
E stani slao Figueras .
1 8"
Yº : una sºciedad cºmº la de Esparta 0 una fi lºsofía rígida'
tri st e e i mpasibl e cºmº la estoica .
P erº t antº el hecho históri co cºmo el pensamiento ñlosóñºº señaladºs , muestran de una manera evidente que el temai ndicadº tiene esa grandísima i mportancia pºr m í cºncedida
párrafºs atrás , y que merece detenidº , profundo y ci entífi cº
estudiº . En una palabra : a la g imnasia física hay que agregar
una gimnasia psíquica .
LXII
¡S i h a y p i e d r a s o t e s t i g o s :
Descartado ya de la nec esidad que sentía de expºner las
anteriores indicaciones , por si algo pueden influ i r m ás ade
lant e en las med i taciones d e lºs pedagºgºs , s i go otra vez el
hilº de mi deslucid a lucha con el aprendiz de zapatero .
L a lucha pºr la ex istencia se ºbserva tantº en el microbio
cºmo en el hºmbre m ás perfectº , m ºral y civilizadº . Clarº está.
que elmi crofi to no lucha cºn las mismas armas que el león , perº
en la esencia luchan lº m i smº y para lº mismº ; en cuanto a su
pºder , m ás terrible resulta para el hombre el bacilº t i si ógenº
que el cºlmill º y la pºnz ºña de la serpiente de cascabel .Puestº que es ley de la Naturaleza y nº pºdemºs sustraer» :
nºs de ella , tenemº s que educarnos para luchar y vencer . Estº“
apareja con el natural instintº , pues no sería lógica la Crea—í
ción si , dándºnºs la necesidad , nº nºs diese lº s mediºs de sa
t i sfacerla . Tiene,pues
,el niñº el i nstintº y la incl i nación de la
lucha , destruir , vencer , dºminar ; y tiene el deber de estar aper
ci b i dº, de guardarse , de rechazar y pretender dominar a tºdº
aquello que pueda am enazarle , perjudi carle , destruirlº , ven
cerle y dºm i narle .
Tan brutales inclinaciºnes no pueden n i deben extingu i rse ,perº la soci edad humana s iempre ha procurado y procura y deb erá prºcurar encauzarlas , mºdiñcarlas y dirigirlas . He aquí
"
el”
problema… N ºs llevari a , muy lejos la materia : es el prob lemaeternº de la lucha humana , la lucha entre el ºdi º y el amºr ; 5
P or-lo que tºca directam ente am i rela t o , d igº que nº ven
trat ou pºr na da las cºnsiderac iones ,de la ley ni de la penal i
dad criminal . Niñº , nº la cºnºcía , ni , menºs , la sentía .
Obré según lº hice pºr lºs mºtivºs que dej º referidºs , perº
nº pºr temº r a la pena judicial . Si n embargo,algº me
*
pasó,
por el pensamientº la idea del di sgustº , ,la reprensión y aun
el casti go que , de llegar a mayores , pudieran haberme sobre
venidº pºr parte de mi familia .
P erº , ¡que hubiese d ispuestº de una piedra , de un palº º de
ºtra arma ; que hub i ese transitadº pºr la c a l le alguna gente ,algunºs testi gos de la escena , y es pºsible y aun probable que
hubiera ºcurridº una lesión , una herida y hasta un hºmicidiº ,un delito , un crimen !
N o juzgº inºpºrtunº que , así cºmº los naturalistas estu
dian en lºs seres emb ri ºnari ºs los órganºs y funciºnes en em
bri ón ,para entender
,cºmprender y explicarse mejºr los orga
n i smº s y las func i ºnes superi ºres , así tamb i én el pedagºgº y
el criminalista escudriñen y estudien las peleas d e lºs niñºs , ,sus móviles y cºncausas , para pº der entender y apreciar m ej ºr .
la culpabilidad en lºs del i tos .
Tal es el mº tivº que m e ha impulsadº en las presentes pá
g inas a dar cuenta de lºs móviles y factºres *de m i pri mera lu
cha con un pajarracº y de m i segunda cºn el aprendiz de za
paterº .
E l s e ñ ó F e l i p e y l a s e ñ a A n t o n i a .
Puestº que de un sal tº he ganado la casa puerta (que así
se l laman lº s zaguanes en Andalucía) del señó Felipe 008 , entremºs en relación cºn este mi conºcidº .
puede que m ás lº prrmerº , algº lo segundº y m enºs 10
t ercerº . En cuantº a hablar , no hablaba ; al me a el hombre de más pºcas palabras que he cºnºci dº en m i vida .
U na semana entera se pasaba en esta disposición . Al lle
g ar l a nºche del dºmingº , el señó Felipe hacía'
cºn el trºncº
t res ºsc i laciºnes sºb re el asientº de la silla . En la pr imera ,“
b aj aba lºs brazos y las piernas ; en la segunda , se enderezaba,en la tercera , levan tábase del as i entº . Después desco lgaba _nualb ardón , con muchos caireles , ,
de una palom i lla cºlºcada en
el testerº de la sala,i ba a la cuadra y aparejaba
i
su caballería .
V º lvía por una manta y una alforja valenc i ana , un retacº y
un cabezón ; saliendº a pºcº , tirandº por éste de su j aca , hue
suda y de pescuezº ºblicuº .
Ya en el patio,de par en par abiertº el pºrtón
,aquel hºm
bre , que durante una semana parecía la estatua de la pereza ,en m edia vuelta , de un salto tan fácil y l impio cºmo pudiera
darlº el mejºr titiritero,quedaba sentadº en el cabal lº ; el
cual,al sent i r al dueñº encima
,si n cºrrer , salía a pasº tan
v elºz que caballº y j i nete desaparecían cºmº la fulguración
de un relám pago .
El señó Fel ipe era contrabandista d e tabacº y sedas : de
tabacº,pºr su cuenta ; de sedas , por comisión de hºnradºs y
“
respeta bl es cºmerc i antes .
U na semana empleaba en ir a G ibraltar, hacersus cºmpras
y vºlver ; otra , en descansar de tan ruda y azarºsa faena . Nº
he v i stº cºndición cºmo l a que ºrigina Andalucía : 0 una ener
g i a febr i l , o una pereza apática cual la de lºs adºradºres ex
táticos del B ud i smº .
Pºrque nº huelga,completemos el cuadrº de la familia .
L a señá Antºn i a,mujer del señó Felipe , era una arrºgante
m ºza cuando se cºmpºnía : treinta y cuatrº a treinta y seis »
añºs , alta y bien metida en carnes , blanca y de facciºnes cº
rrectas, a pesar de lºs hºyº s de viruelas . Cºn su pañolón de
espumilla blancº º rºjº, su mantilla de tira º su velo de eu
caje , daba la hºra .
P erº,el atavíº era exc
'
epcional . L º corriente , verla de tra
pillº,sentada en su silla baja , rºdeada del enjambre que le
había deparadº su fe cund idad . Se r.eproducía tºdºs lºs añºs ,y a veces pºr gemelº s ; tenía siempre al pechº algún críº ya lgúnb h i qu i t ín entre las rº dillas ; ºtrºs a lºs l adºs , el unº
q ue se revuelca , el otrº que llºra , éste que pide pan , aquél queya lº ree , sazonadº cºn sus velas de mºco . M adre y prºle mal
vestidas,ellº s churretosºs , ella ºliendo a leche agria y ºrinas
infantiles .
Destacaba del cuadrº,a mºdº de azucena en j ardín des
cuidado,María Jºsefa
,n i ña d e dºce añºs
,hija m ayor
,fi na de
naturaleza cºmº un cºral,limp i a comº una patena y m ás bo
nita que el capullº d e un a rºsa .
LXIV
G ¡YO s e r é m á s !»
El lance del zapat eri llo no bastó a enseñarme que nº era
tan fácil cºmº yo me fi guraba el ser un persºnaje de rºmance .
Segu ía sºñandº y gºzandº con m i s pen samientºs de val entías
y sucesºs glor i ºsos ; y mi natural impaciencia se acrecentaba
cºn la tardanza de los cuatrº o cincº añºs que me pareci a no
c esi tar para sal i r de n i ño
En esa especie d e tens i on se encºntraba mi ánimº , cuandº
d i º la pícara casualidad , _estando de sºbremesa la familia Torres
,de que llegase una carta .
Era de una prima suya , casada cºn un B r i gadier,en que
les daba cuenta de cómº a su hij º Fernandº le habían cºnce
didº el empleº de comandante , por, su bravº cºmportamientº
en las últimas ºperaciones de la campaña .
Comº es muy natural , la carta llenó de jubilo a la familia ,Cºmenzandº unºs tras ºtros a dedicar justas alabanzas al sº l
bri nº . L a conversaci ón me parecía que nº i ba a cºncluirse
nunca ; todºs …escuchaban cºn delei te . Tºmó la p alabra pºr
cuarta vez el í0'abd l lbro,
»
y añadió:—Hay pers
*ºnas
'
de buen a estrella, y
»Fernandº es na ejam
plº : hijo'de un B ri gad i er , rico
”por<su madre , guapº ,a rrºgan
te,ha hechº la c ampaña sin »reci b i r una herida ; entró de ca
de te en el regimientº de su padre , nº tiene ¡veinticuatro años
y ya es
—I ba a prºseguir , cuandº , sal i endºsem e involuntariamente
el Hat o de mi espíritu,le cºrtó la palabra poniéndome en pie :
—¡M ás
º
seré yº !
Impºsible me será pintar el cuadrº , ni dar remºta idea del
efectº que prºduj º en la familia t an singular ex abruptº fTo
dºs a una , desde el i ndulg ent e y pacífi cº D . Ramón hasta la
Abuela a pesar d e su ternura , y nº h ay que decir del Caba l lero, de Jºaquín y de la hermana , estall aron en indignación e
i ra cºntra m i .
¡B otarat e! ¡M ºcº so! ¡A trev i dº ! ¡I nsºlent e! Los niñºs ,cuandº hablan l ºs mayores se meten la l engua en el bºls i llº.
¿ Qué has de ser tú , badulaque? ¡Habrásc v isto el m alcri adº !
¡Vaya con el neciº !
Qué se'
yº la rociada que se me vinº encima , hasta que me
arrojarºn del comedºr, con unán i me gritº de :—¡V aya usted enhºram a la !
Salí,en efectº
,turbado y cºrridº
,bajº ? el embate de mu
chos sentimientºs y de ideas cºntrarias . Nº pºdía entºnces
calcular,lo que no se aprende sinº en larga experiencia de la
v ida , ciertºs resortes íntimºs del cºrazón“humanº . Allí
,en
m ediº de aquel la … eXpansi ón de sºbremesa , fundada en justa
satisfacción de orgull º pºr lº s triunfºs y adelan tºs de un pró
x imo pariente , ¡interrumpir el gºzº , reb ajándº lo y anulando
lo por bºca de un chiquillo !
Una cºsa saqué en claro : que había cºmetid o una impru
d encia,y q ue antes de hablar debía pensar lo que decía .
De todas suertes,desde el puntº de vista de la pedagºgía
'
y de la educación , cºnviene nº echar en saco rºto '
las indis
— 192 =
¿ Qué eran estas escuelas?Yo no lº sabía . ¿ Q ué era esta de
la Aurºra? E so es largº de cºntar: el l ectºr , pºcº a pocº , se
pºdrá, ir enterando .
Si estuvº la Aurora en a lgún tiempº bajº la dirección delos P adres Escolapios , lº ignorº . En Octubre del 37 y si gu i en
tes , cºrreSpondía a una especie de patronato adscriptº a la
i glesia parrºquial : Lindante y pegadº a su antiguº cemente
r i º estaba y está. hoy el edifi ciº de la escuela , escueto y des
habitado entºnces comº al presente .
El señºr teniente cura era el preceptºr universal d e aquellacasa , que n o sé s i llamarla casa a secas . Escuela d e instrucciónprimari a
,nº ; de … latín
,tampºcº : pºrque el padre G alán
, que
ese era el apel l i dº del señºr teniente cura , nos daba las leccio
nes en su domiciliº,dos puertas m ás al lá de la Aurºra . Y s in
embargº,hasta el añº 1857 , en que (si nº equ i vºcº la fecha)
apareció una ley de instrucción pública,ºrdenando l º s estu
dios un i versitarios y académicºs , la denºm i nada escuela de la
Aurora , p ºr no sé qué bulas y privilegio s , tenía facultades para
dar válidº s títulºs de la t i n i dad y fi lºsºfía .
Declarº que al . verme elevado a la categºría de estudiante
d e latín,salte
'de gºzº e hice lº s prºpósitº s m ás fi rmes de es
tudi ar y cumpl i r m i s d eberes . E l primer día trabó cºnºcim i en
t o cºn el prºfesºr y m i s s i ete u ºcho cond i scípulºs : el prim e
rº,el padre G alán
,que ya sabemºs ; lºs segundºs, jóvenes de
ºnce a trece años,tºdº s de la c lase med i a
E l padre G alán,m ás ºbesº que D . Ramón de Tºrres y
algº m ás altº,más tranqu i lo aún y de más acentuada bºnhº
m i e, m e , gustó . Aunque sus ojºs eran pequeños y estaban en
torrados en la grosura d e sus párpados , tenían una m i rada
alegre e indulgen te . N º s habló a tºdºs , unº pºr unº , y nos
dió palmadi tas e n la cara . D íjºm e que cºnºcía a mis pa
dres y que fue am i gº de mi abuelº . Nos encargó que al día
sigu i ente trajéramos el A rte de N ebr ija , para señalam ºs lecc ión
,y nºs despidió .
,Faltóme tiempº para pedir elArte a mi padre , y nº le dej é
193'
a sºl ni a s ºmbra hasta ”que le hice abandºnar sus ocupa
c iºnes .y sal ir conmigº para comprar el“
libro : Dueñº: de él ya,lei su pºrtada , que entendi ; después , la primera hºja , que no
»entendí,_y me quedé triste y pensativo .
Llegadº el ºtrº día , alas nueve en puntº estaba ya en el
Cºleg íº de la Aurºra , quierº decir , en casa de D . Juan G a
lán : Unº a uno fuer ºn llegand º lºs demás alumnºs ; a las diez
e ntró el Padre . N ºs hizº sentar en las sillas de su despacho ; él
t ambién tomó asi ento en un fuerte y ancho sillón, prºpºrci o
nado a su pesº y vºlumen , detrás de una mesa .
—¿ Traéis el librº?
Unos lo habían traído , ºtros nº : l ºs primerºs enseñamºs
el A rte y los segundos dierºn sus disculpas , prºmetiendº ha
cerlº para el d ía siguiente .
Fué m i rand º l ºs l i bros , que pusimos sºbre la mesa , yes
cri b i endo en la primera hoja el nºmbre de su respectivo due
ñº,agregando la rúbrica .
Terminada esta ºperac i ºn , nº s di ri g i º la palabra , y dijº
<<Las declinac i ones de los nºmbres,sºn cincº . L a prim era
,
en as,diptongo
,cºmº musa, musas . L a segunda , en i , cºmo
d om i na s , dºm in i , etcétera .
Y así cºncluyó cºn la última .
M as cºmo quiera que d ij o de palabra lº mismo que decíael A rte en letras de mºlde , resultó que así cºmprendí lo dichº
cºmº entendí lº leídº . Cºn estº,pá seme más tris te
, dudó de
m i inteligencia y me ab i sm é en un mar de cºnfusiºnes .
Así estaba , cuandº nos fué llamandº por el orden en que
nos hallábamos cºlºcadºs lºs provistºs d el Arte. Haciendº una
rayita pºr bajº de la primera declinación, no s fué diciendo :1 Hasta aquí traéis aprendida la lección para mañana. »
A l ºs otros niños vºlvi ó a encargarles que nº dejaran de
traer el l ibro,para que nº se retrasasen en las lecciºnes , y con
e stº se acabó la que se daba .
Salí a la calle y abrí el Arte. Andandº,leía : ( L as declina
=c iones de los nºmbres , son cinco : la primera,en 09, dipton
13
g º , etc . » Y , nada , no entendía . ¡L a pri mera , en es , dipton
gº . . señºr , ¿ qué será dip tºngº? ¡Diptongo, sºrongº'
Sºrºngº es un baile :
( ¡Ay , sorongº , sºrongº , sorongo!
Como me puso mi madre me pºngo , »
Esto había oído cantar . P erº ese sorºngo xuo pºdía tener
nada que ver cºn dip tongo, y nº m e daba luz .
En fi n ; m arcado a fuerza de inútiles cavi laci ºnes , cerré el
l ibro y entré en m i casa ;
Después de un ratº volví a abrirl º , y dije para m i : s pºr el
h ilº se saca*
el ovillº ; qu i zá , leyendº más adelante , me entere
de algº , y ponga en clarº lo que estº quiere decir . Vamºs awver : < L a segunda , en i , cºmº dºm ina s, dºm i ni . » P ero , señºr ,
¿ qu i enes domi na s y qué es dºmzm ?U n mareº a lºs ojos , acºmpañado de aturdimiento de cabe
z a , me dejó alelado largº ratº . Después, una inquietud interiºr
:
me obl igó a echar a andar pºr el cºrredºr 0 galería , cºn el
l ibrº cerradº debajº del brazo . Algº calmado cºn el movi
m i entº,hice esta refl exión :
e L º que pide el Padre es que lleve aprendida la lecc i ºn ,que le repita lo que dice el librº desde aquí hasta la raya .
Pues aprendi éndº lº , aunque no lo entienda , cumplº . »
Entºnces,comencé a l eer y repetir : aL as
'
decl i naci ºnes sºn
c inco : la primera“
en as diptongo , cºmº musa , masas .— L as de
c l i nac i ºnes sºn cincº : la primera en as diptongo , cºmº masa , .
mu sas . » Y así repetía y repetía en vºz alta la cant i ne la , hasta
e l cansanciº ; después hacía la repetición m entalmente . Dejaba
pasar un ratº , para Ver si Se quedaba grabada en la memºria
y seguir la tarabilla . Perº , comº la palabra d ip tongo y la pa
l abra mus'
a nº tenían sentidº ni representación ideal para m i ,quedaba cortadº el párrafº ya en dip tongo, ya en masa . E u
e ste batallar , sºbrevino el cansancio , y arroje el librº para nº
volverlº a abri r .
.A l día si guiente , el padre G alán cºmenzó a tºmarnos la
¡Saber la gramát i ca ! ¡Ahí es nada! No conºzcº nada más
neciº que pretender que un niñº sea gramát i cº . L a gramática
es la ex teri ori zac i ón del alma de la humani dad : cºsa tan honda
que n i lºs académi cºs , ni las Academias , n i lº s autºres de D i c
c i onari ºs , n i lºs pº l íg lºt as , ni tºdos los fi lósºfºs y sabiºs juntos (y cºnjugadºs comº las vºcales de un d iptongo) sab en
'
u i .
sabrán jamás . Cºnten témº nºs cºn 1r1a sabiendº pºcº a pºcº ,para permanecer si n saberse del todº y bien cuando cºncluya
el mundº .
El mu sa , musas, aun agregada la traducc i ºn castellana (º
sea la misma palabra musa) , era para mí cºsa nueva e m i ntel i
g i b le . N º había estudiadº Mitolºgía,ni teni dº ºcasión de cº
nºcer a esas señºras . Quedaban , pues , dºs vacíºs pºr dºnde nº
podía saltar mi inteligenci a,y que en balde prºcuraba suplís
se una memoria que, si bastante para servir a mi razón cºmº
criada , jam ás pude lºgrar que me valies e cºmº dueña .
El métºdº del ben i gnº sacerdºte era el San Machaca : repe
tir y repetir las frases , aprenderlas fonéticamente , y nº º cu
parse n i preocuparse d e lº demás .
L a recºmendaci ón de que aprend1esem ºs la lecc i ºn nº pº
dí a ser m ás absurda . Para esº , para esº se va a la s aulas : para
aprenderlas al lí , bajo la d i rección del maestrº ; nº para apren
derl”a a sºlas en las letras del l i brº .
Hub i éram e enseñad o a <<aprender latín » y, de segurº , sa
b iendº yº estº , al cabº hubiera sabidº lat i n i P ret endi ó a ense
ñarm e latín » de buenas a primeras : no pasé ni la primera pá.
gina,tºmé tediº al estudio ; y , cºmº llºvía sºbre lo mojadº de
la instrucción primari a deficiente , quedé perdidº para siemprecºmº estudiante .
Reduc i do al tristepapel d el últimº ym ás brutº de la clase ,nº me avenía a serlº también de la sºciedad estudiantil . Fuera
deunº º dºs cºnd i scípu lºs que tendrían mi misma edad , lºsdemás eran mayores . Gºtera y M ajarórí , zangones ya : grandu
l lón ,perº linfáticº el pr i mero ; forzudo y rºbustº el segundº ,
éste se impºnía"
. pºr sus fuerzas; P al au , mayºr , pºr su edad y
197
m emºria ; el otrº hermano , por memori a y vivacidad ; Torº ,
por su aplicación , su 8980 y el seriº continente .
Antes de entrar en clase y al sal i r de ella , enredábam os ,jugábamos y corríamos pºr la cºntigua plaza de la Iglesia . A
pºcós juegºs , ya , cºmo en la decuria , cada cual tenía su puest o ; desde Tºrº , que hacía de cabeza , hasta m i , que formabala última vértebra del rabo , en las calles y plazuelas tenía su
lugar cada cual . Al pr incipiº,la cabeza resultó tri céfa la : cºm
pºn ían la M ajarón , G ºtera y yº_.
Gº tera fue,a pºcº
,cºnvi rtiéndose en pescuezº : l e sºbraba
fuerza,perº le faltaba ºsadía . Después
,de' prºp i º grado , pºr
afectº,y n o sé pºr qué , M ajarón se cºnvirtió en mi teniente .
Yo quedé sºlo , de cabeza de mºtín .
Así,m i primera sºc i edad escºlástica y civil vinº a ser el
símbºlº y fi gura de la serp i ente que se muerde la cola . El pri
mero del aula,el últimº en la calle ; el prim erº en la calle , el
últimº del aula . Tºtal i gual : /pºr reflejº d e la i mprocedente
educación,el peor estudiante
,el más atrevidº y el más pillets .
LXV I
H o y s e h a c e r a b o n a .
Jºa quín Tºrº hubiera llegadº a ser hºmbre d e prºvechº,
si la muerte'
nº le hubiese sºrprendido al comienzº de su juventud .
Haremºs cºnºc i m i entº cºn P epe M ajarón y Ramón Cºt era
, ya que sería prºlij º historiar a lº s demás en lº tºcante ahechºs relac i ºnadºs cºn sus educac10nes respect i vas . M uévem e
también a la preferencia la circunstancia de que pude seguir
más de cerca la vida de ambºs
M ajarón tendría entºnces quince añºs, , y Gotera diez y
Hi jº el, pr1merº del boticario de la ,
calle de P ºzuelº , y
198
huérfanº de madre al nacer , se había criadº al cºnstante ca
fºr de su padre y de un t ío a quien la ex clau straci ón había cºn(
vertidº en mancebo de b ºt ica y ama seca del sobrino .
E s de ver cómº las viudas cºn hij os toman fºrtaleza varo
ni l para criarlos y sacarlºs adelante ; y cómº lºs viudos,en
i guales circunstancias , se suavizan y dulc iñcan para educar a
la prºle que perdió el regazº maternal .Padre y tíº , desde dar la papilla hasta lavar y vestir al
niñº , nº había menester que no lo hic i esen : cuandº el unº en
la botica , el ºtrº cºn el niñº ; cuandº el unº mecía la cuna , el
ºtrº despachando las recetas º sosteniendº la tertulia en la
reb ºt i ca .
Ellos mismos , para que el Pepitº nº se pervi rtiera , le en
señarºn las l etras,leer y escribir , las cuentas y la dºctrina ,
en la prºpi a casa ; así como —la G ram át i ca castellana , su pº
qui tº de Histor i a y algunas añadiduras de G eografía .
De esa manera cumplió M ajarón los quince añºs , si n cºnº
cer m ás que el círculº de la farmac i a y las call es del Puerto ,en lºs paseos que le daba el tíº M anuel , llevándºlº de la ma
no,lºs dºmingºs par la tarde .
Perº el exclaustrado nº se atrevw cºn el magisterio de la
t i n i dad ; y , cºmº era prec i so que Pepitº siguiese una carrera ,nº hubº más reme diº que llevarlº a la Aurºra .
El t íº lº llevaba y lº recºgía de la clase ; —,perº ,r
cºmº P é
pito era d e los más crecid os y zangones , esto daba ºcasión a
la rech iña de los estudi an t i l lº s . Am ºstazóse el t ío , se avergºn
zó el sºbr i nº ; y en cºnsejº de familia determinaron que Pepe
fuese cºmo lºs demás a la Aurora , sm cºnductor .
Muchachº más i nocente y mejºr criadº , a este respectº ,no lº he vistº jamás . P erº peºr educadº , tampºcº . Y nº que
fuese grºsero , ni mostrase malas inclinaciones ; antes al con
trari º , era nºb lote , cándidº , más que sencillº ; carecía de tºdainiciativa ,
y s i n embargº,resultaba voluntarioso cºmº niñº
mimadº ; impetuºsº con desigualdad, pºr i gual mºt ivº ; forzudº , por su prºpia naturaleza y estructura .
_ goo_
dos ; más tarde , tres ; y tempºradas hubo en que tºdº el m ºntes e convertía en ºréganº .
LXVII
C r i s á l i d a d e u n p e r fe c t o c o n s e r v a d o r .
D e Gºtera pºco queda pºr decir . Educadº ,en libertad …
y
más crecidº,tenía tratº de gentes ; era el m ás y mejºr e ducadº
de la cuadrilla ; su talentº , clarº si n ser muy penetrante .
Cºn estas cºndiciºnes superiºres a las de los demás,sentía
s e celºso de Toro en el aula,y de verse pºspuestº pºr ¿un m c
n i cacº en la calle . Dependía de que Tºrº e ra más sesudo ,y
aplicadº , y que para atrevimientº no lº había criadº Diºs, .Su v i da no había sido inqu i eta . El padre
,méd i co , gºzaba
b i enestar y desahºgo para asegurar existencia tranquila a la
familia . Tºdº ello hacía que Ramón,si rºbusto , resultase pºr
fuera algº l infát i co , y por dentrº la cri sá l i da de un perfecto
cºnservador .
Y porque nº está. demás para cºnºcer la épºca , referiré
aquí lº que pºr fi dedignas referencias supe acerca de la modesta hºlgura del padre de Ramón .
Que del ej erciciº de la medicina nº v i nº, ,nadi e lº p odrá du
dar , tratándºse de tiempºs en que pºr dºs reales la visita s e
daban lºs dºctºres cºn un cantº .
E l casº fue que la fortuna nos favºreci º en B ailén , según
sabe tºdo el mundo . En las capitulaciºnes entraban que lºsj efes vencidºs saliesen de España cºn sus equipaj es . Verdaderam ente , resultaban demasiadºs bultºs ;
¡y el popu lacho, que
p ºr todº hatº entiende lº que se lía en un pañuelº , nº podía
cºmprender cómº salían tantºs c arrºs y carretas . Desde Anda
luc i a la alta iban l as gentes protestando detrás de la cºnducta .
—¡Esº
— decían— es lº que nºs han rºb adº lºs pícarºs fran …
coses!
X
Si unºs se cansaban de ir a la husma , º tros se agregaban
en lºs pueblºs de tránsitº ; y así el cºrdón engrosaba º dismi*
nuía , pºniendº en aprietº a veces a la escºl ta . Al pasº pºr Je
rez , comº ciudad pºpulºsa , crecierºn las prºtestas y lºs amagos
de meter manº al bºtín , pero la fuerza armada pudº sºbrepo
nerse .
Al llegar al Puertº , puntº del embarque , crecierºn las an
sias,la”gent e y su empuj e , de tal modº , que la trºpa a duras
penas podía contenerlo .
Quisº el diablº que al descargar un carrº en el muelle ca
yese al suelº un cajón , que reventó del golpe y d ejó salir rº
dando unºs cál i ces y ºtras alhajas rel igiºsas . ¡Nº fue preci sº
m ás ! Un rugidº tormentº so , de esºs que sólº del pulmón pº»pu lar salen
,vi bró de unº a ºtro extremo de la muchedumbre ;
…al puntº mismº que sºldadºs y carros , acémilas y gentes , carretas y carreterºs , c ajºnes y baúles , tºdº quedó arrem ºl i nadº
y cºnfundidº en apretada piña , dentrº d e l a cual se estable
cían vórtices mayºres º menºres , cºnfºrme la asfi xia de unos ,la cºdicia d e ºtrºs y el pºderºsº esfuerzo de lº s sºldadºs ha
,c ían pl aza , para cerrarse apenas hecha .
Tranquilamente había idº a la pescadería el padre de Cºtera , según costumbre ; cuando se encontró inmediatº al a lb ºro
tº . U na carreta de la conducta se hallaba nº distante de ,el ,
fuera del cºrazón del remºlinº, Lº mismº él que dºs pescade
ros , a quienes i ba a preguntar el preciº de la libra,mºvidºs
pºr un mismº pensamientº,se abalanz an a e lla . L a carreta
contiene varias cajas ; :Cº tera cºge una más pequeña , con la
que pºdía cargar ; lºs pescaderos ºtra mayºr , que entre ambºsapenas pueden cºnducir . Iban a rºmperla , y el médicº , que ya
e scapaba trabajosamente cºn la suya,les dió ejemplo para nº
detenerse ; tºmárºnlo con tantº m ás mºtivº , cuanto que yavenían comº alanos hacia la carreta otrºs asaltantes .
El médicº llegó a su casa felizm ente . Según el rumor púb l i cº
,su caja contenía de ochº a diez m i l duros en monedas de
o rº, fºrtuna ping i i e para aquellºs t iempºs de penur i a .
202
Nºfuerºn tan fel ices lºs pescaderos . Jadeantes , arrastran
do su cajón, iban ya a desembºcar de la plaza del Castillº en
la calle de Santº Domi ngº , cuandº les salió de manos a bºca
el Alguacil mayºr“
del Ayuntamientº,D . Pedro G i ri bón .
Nadie ex trañe la rimbºmbanc i a del apel lid º. P ara ser en
tonces A lguaci l M ayºr de la M uy N ºble , M ay I lustre y M uy
L eal Ci udad y G ran P uertº de Santa M ar i a,era condición i n
d ispensable ser nºble por tºdos cuatrº cºstadºs . Q ue ' G i ri bón
lº era , nº hay más que atenerse a cómº suena en lºs ºídºs .
E ra,pues , muy nºble ; lo cual nº qu ita para que dej ara de
ser tan cuco,solapado y ladinº comº autºritario .
G i ri bón ,hallándºse en el Ayuntamiento , tuvº nºticia del
desorden y , cual agente pr i nc i pal de la Autºridad que . era ,
d i ri g i óse armadº d e su bastón al lugar del sucesº . Verle
lºs pescaderos y quedarse fríºs , nºtarlº G i ri bón y echar unamirada a la carga
,no fue t an prontº cºmo decirles :
—¿ Q ué l leváis ahí?
N o lº sabemos— contestaron turbados .
—¡A ver , a ver! M etámonºs en este pºrtal .
'
Y en el primerº de la calle entrarºn ; G i ri bón entornó la puer
ta,para nº ser vistºs ni interrumpidos
,dejandº entreabierta
una reja , suñc i ente no más para no quedar cºmpletamenteoscuras .
-¡A ver , muchachos , vamºs a ver qué viene ah í!— d i jo con
t onº amable , aunque de superioridad .
E l mismº sacó un puñal , que siempre l levaba pºr s i fuese
necesariº mantener la autºridad , y levantó la tapa del cajón .
Hallábase repleto de pesºs duros . Entºnces , tomandº unº , dió
sel º á un pescadero , diciéndole :—Cºmo hermanitos , tºmemos uno tú y otrº yo— guardan
dºselº en el bºlsillº .
Y seguidamente,tºmandº el tercer durº , se lº d i º al se
gundo pescadero , repitiendº la frase :— Corno hermanitºs , unº tú y ºtrº yº .
A sí fueron llen andº lºs bolsill os .
El catedráticº dispºnía las cºsas según su leal saber y en
t ender . Distribuía las asignaturas , las daba cuando , cºm o, y
dºnde le era volunt ad ; s us cert i íi cadºs de aprºbación valían
l egalmente ante el Papa y el Rey .
Nº hay m ás sinº que el m agi ster i o se cºmpºnía de la ubicua y exclusiva persºna del ten i ente cura , D . Juan G alán y
Mºrenº : él latín,él i óg i ca , él fís i ca , él ética , y hasta un po
quito de h i stºri a natural ; tºdº revueltº , y cºmº pan de la i n
tel i genc i a distri buidº a canterºs y zoquetes entre sus amadºsdiscípulos .
Pasadº el primer trimestre,unos días , l ºs más , le tºcaba
latín ; ºtros , un rat i tº de latín y otrº de lógica ; ºtrºs , física
ex per imenta l ; y así sucesivamente .
Jam ás he visto demºstrar más ingeniº que el que s acaba
nues trº bºndadosº cat edrát i co para explicar la física < acºm
j ada de ex per imentos » .
Servíale de ayudante su sºbrina Aurºra , jºven guapa , mo
desta y silenciºsa .
—¡Aurora l Tráeme un vasº y un jarro de agua — decía l la
mandola cºn fuerte vºz , para que oyera desde el interiºr de la
casa .
Acudía la sºbrina cºn dichºs menesteres ylºs cºlocaba sºbre la mesa .
D . Juan sacaba del b ºlsillo una bºlsita de cuerº,cºn , lºs
avíº s de encender . Llenaba de agua el vasº , vertiéndola del
j arro cºn gran cuidadº hasta—cas i a punto de rebosar . Miraba
de través la superfi c i e,añadía una gºtita s i nº estaba a su
gustº , y en estándolo enderezab a el troncº cºn satisfacción .
Seguidamente,abría la bºlsa y sacaba el eslabón de acerº en
tre lºs dedºs,al m i smo tiempº que decía
—L a impenetrabilidad es la prºpiedad general que tienen
t ºdºs los cuerpos de nº dejar º cupar su lugar por otrºs cuerpºs .
E sto dicho,dejaba .
caer el eslabón dentro del vasº .
Yo , que no atendía al l atín , atendí al experimentº ; y cºmºatrevi duelº que me venía haciendº , dij e :
205
— Pues D .. Juan , el eslabón ha penetrado .
Entºnces él,más ufano aún , me cºntestó :
— Sí,perº ya ves cómº una parte del agua se ha salidº y
vela aquí mºjandº la mesa ; prueba evidente de que para en
trar el eslabón ha vertidº igual sitiº del agua .
Y cºn esta contest ación , me quedé cºnvencidº .
Otrº día nºs explicó la gravedad , cx p erimentalmente tam
b i en .
—L a gravedad—¿ d i j o— es la prºpiedad que tienen tºdºs lºs
cuerpos de descender al c oentro de la tierra » .
Apenas acabada la ºrac i ón , echó mano a la mota º b ºrl i
lla del solideo y , extend i endº el brazo lº dejó caer , ex cla
m andº—¡Ved la gravedad !
Cºmo estaba t an ºbesº que nº pºdía bajarse a recºger el
cuerpº grave , tºdºs los alumnos , a cual más solícito , nº s arro
jamos a levantarel solideo ; pero , chºcando lºs unºs con lºs
otros,resultó ºtrº efecto experimental d e la gravedad , pues
tropezamos en la mesa y salierºn rºdandº l ibrºs y tintero .
Cuandº le t ºcó,su turnº a la elasticidad
,l lamó a Aurºra
para que le trajese las ballenas del cºrsé ; y , prºvistº del apa
rato,nºs demostró la tendencia de las partículas de los ca er
pºs a vºlver a ºcupar sus pºs i ciones respectivas .
Si yº hubies e sabidº de antemanº lºs días en que i ba
explicar física , lógica , ética , historia natural , y no la ti n , ten
gº pºr ciertº que no hubiera hechº tantísimas rabonas .
LXIX
A q u i h a b i a e s p e c t a d o r e s :
B ien miradº , cada vez i ba a m ás el elementº picaresco ymaligno de tales escapat ori as .
Vistas hoy,“retrºsmct i vam ente
,desde la helada sierra de
la vejez , me parece que responden a una necesidad educati va
206
i nsatisfecha ; a l deseº de libertad , al apetitº del—
gºce de la
v i da , al correr pºr l ºs campºs , al ver lugares nuevos , al cbnº
cer el mundº .
Para que m i predi spºs i c i ºn fuese más acentuada , agrega
base la impaciencia de m i carácter , ya natural , ya exasperada con la quietud desde la amiga hasta la escuela y con las
composturas cºn que mi buena madre me había ºprimidº .
U níase también el placer d el dºminiº . En aquella relajaci ºn de autºr i dad
”y di s ciplina , sm saber por qué, yº resulta
ba obedecido e imperante . En cierta dosis , experimentaba otra
satisfacción mal defi nida , vaga , y por esº mismº atractiva ; el
placer de la aventura , de lº vedadº y peligrºsº .
V erme asaltando una arboleda , para: hurtar la fruta ; º ír al
perrº que ladra ; sentir que el dueñº lº advierte ; trepar , noºbstant e , al peral o a la higuera ; ex pºl i arlos , llenandº preci
p i t adamente lºs bºlsillºs ; cºrrer , saltar la tapia º el valladº:
a l tiempo que se sienten los pasºs y las amenazas del jayan ;v erlo burladº , y ser recibido cºmo un hérºe por el círculº de
z angºnes y chicuelos tímidos— es un placer malignº,que me
rece parar en la casi l la,perº al cabº es un placer .
¿Y ver el mundº? Limitaba la satisfacción del deseº la nece
sidad de atemperarlº a dºs o tres hºras que, a lº sumº , pºdían
disimularse las a usencias de casa : una para ir , ºtra para vol
ver ; media , para arreglar e l semblante y quitar el pºlvº dezapatºs y rºpas .
No se crea , si n embarg º que es tan fácil mantener la au
t ºri dad en una cºmpañía de chiquillºs Nºbleza obliga : p i de
el cargº ser el primerº a las duras y el últimº a las maduras,
para que vean ciertº valºr y cierta generºsidad ; exige maña ,
previsión , y cuando nº hay º tro remediº , jugarse el todo pºr
el tºdº .
L a verdad , y para nº engañarnos : en el fºndo, yº era el
másm edroso . Perº,am igº
,los rºmances me hacían conside
rar el miedo cºmo la m ayor de las deshonras ; y lº disimulaba
y h acía de tripas cºrazón .
208
¡ten la contestac i ºn l— d i je , acºmpañandº a la palabra fun
revés .
Nº hay nada tan desigual comº e l valºr . El tímidº hab i
tual llega un mºm entº en que se cºnvi erte en una fi era . E l
hérºe de cien combates , sºrprendidº un instante , queda inerteAquella naturaleza apática sufrió un cambiº súbitº : la san
gre tºda se l e fué a la cabeza ; y al arrojarse sºbre m i , viendo
yo que tenía lº s peldaños detrás , aprºveché el mºmentº ,'
cºn
trarresté cºn m i impulso el suyº , derri bándº le , y fué a caer al“
otro ladº de la cruz .
Lºs espectadºres pus i erºn la cara de asºmbrº que l ºs I srael i tas al ver pºr el suelº a G oliat .
Nº creí generoso cast igarle caídº , y pensé que agradecidºcesara su porfía ; perº , lejo s de esº , levantándºse s i n imped i
é
men to pºr mi parte , más iracundº aún , echó manº al bºlsillº
y sacó una navaja de las de cabº de marfi l , muy sufi ciente
para cualquiera fechoría .
Aquí había espectadores , y de tal naturaleza , que nº erapºsible hu i r . Sentí miedº e impulsºs de cº rrer
,trºcándolºs cºn
la velºcidad del mismº rayº en saltar el espaciº que mediabaentre nºsºtros : Ramón i b a a descargar al gºlpe
,a dºs varas
d e distanc i a , y se encºntró cºn su enemi gº cºsidº a la barriga .
Cºn l a acción ganada , me fue fácil echarle la zancadilla yarroj arle al suelº . Le qu i tó la navaja y la
“¿t i ró pºr cima de la
t ap i a del cºnventº , diciéndºle— N o te raj o la cara , para que veas que nº es verdad que
sºy un cochi nº .
L o levanté del suelº,y esta vez se le había pasadº ya la
i ra Quedamºs am igºs y*nº vºlvió a prºtestar cºntra la dom i
nac i ºn .
209
LXX
N o v i l l o s y p a t r i o t i s m o .
Aunque lº refer i do acerca del Colegiº d e la A urºra , su en
señanza e i nd i scipl ina , resul ta demasiadº grº tescº , i ncºnceb i
ble , º cuandº”menºs bastan te exageradº al parecer , debº
dec i r qu e , por mºverme solamen te el deseº de dar nºti cia del
estado de la educac i ón en la épº ca de m i i nfanci a y j uventud ,lº narrado es c i ertº en toda s y cada u na d e sus partes . El cº
lºr de lºs cuadrºs es prºpio de l a m isma tierra,y sus efectºs
nº sºn del cop i ante,sinº del ºri g i nal de que se tºmarºn .
Nada sé d el º ri gen y fundamento d e la Aurºra . Fác i l cºsa
sería a ver i guarlo, pºr los papeles de l arch i vº parrºqu i al . U na
lápida,subs i sten te hºy en la puerta que da a las gradas dela
i gles i a,dice así : E scuelas P i a s de la A urºra.
¿Fue en su ºr igen un º de esos cºleg i ºs m i xtºs d e i ns truc
c i ºn pr imaria y human idades cºn fi ados a lºs Padres Escol a
p i ºs? N º me ºcupó entonces en saberlº , i i i hºy he prºcuradº
h acer indagac i ºnes .
Lº qu e s i puedº decir es que pºr m i s t iempºs era un cu e'
r
pº s i n alma : un edifi cio qu e cºn s t aba de una i gles i a ab andº
nada del cul tº,y qu e sólo se a bría alguna que o tra vez para
cºnverti rla en lugar dºnde se sorteaban lºs quintos y en cole
gi o d e ru i dosas elecc i ºnes .
Sºbre la i glesia,unos salºnes desmantelados .
Y aquí paz y d espués glºri a .
Quedaba el huevº , perº s i n yema n i clara. Y quedaba tamb i en el fuerº , que mantenía cºm º depósi tº sagradº D . Juan
G a lán y M ºrenº .
Representaba la Aurºra el últimº suspirº , el gradº postre
ro de decadencia d e aquella s escuela s sem 1m onaca les,sem i cle
r i ca les,que llenaban cºmº podían , durante la Edad Media , las
14
funciones dºcentes y educativas , y que vinierºn lam i endº el
plato cºn más º menºs trabajº hasta el plan centralizador deestud i ºs del añº 1857 .
Pºr lº que respecta al maestrº , nada se puede decir que nºresulte en su hºnra y al abanza .
Sacerdºte hºnest º y senc i llís1m º , apacible y bºndadºsº ,sabía muy -b i en latín y nº sabía enseñarlº
,pºr causa de la ru
t i na cºn que lº hab ía é l aprendido . Sabía pocº d e lógica y
menºs de física“
; y , si n embargº , cºn sus experimentºs e inge
n i ºs idades , pºr grotescos que resul tasen , era un maestrº pin
t iparadº de para una escuela de párvulºs .De las rabonas , luchas y pedreas , de lºs rºbºs en huertºs
y arbºledas,
'nº hay que escandalizarse : tales excesºs , relegadºs ya a las clases íntimas de la ch i qu i llería ,
eran,en aquellºs
tiempºs y lºs antepasadºs , cºsa cºrriente y natural . G arcilasº
pert enecí a a una de las fam i lias españºlas de mayºr nºbleza …y,
acºmodº . Cuandº dice en sus versºs :
Fléri da para m i dulce y sab rºsa
más que la fruta del cercadº ajeno ,
bien deja entender que rºbó lºs frutales,y que nº lº 'haría
cuandº era ya barbudº y ta l ludi to .
P or ºtra parte , dejº indicadº que las rabonas venían a su
pl i r a las excursiºnes escºlares , recºnºcidas hºy cºmº útiles
para lº s efectºs educativºs .
E n unas escapatºri as íbamºs a dar cºn lºs despedazados
murºs del Casti llo de S anta Catalina . Allí , en la plaza de ar
m as,en sus derruidos baluartes , s entía cºmº si el espíritu de
un genio m e gritase lº mismº que a Quintana : c ¡G uerra ,y
venganza!»
Cu andº u n día ,en más dilatada ex curswn
, llegamos a
Puertº Real , sus casas ( incendiadas y hundidas casi tºdas , en
tºnces) nºs'
mºú erºn .a curiosidad y tristeza, impulsándºnºs á.
- 2 12
Las determinac i ones fuerºn : en primer términº, dejarme
s i n i r a Jerez aquellas vacaciones (casti gº , en verdad,grave
para m i ) ; ponerme a estud i ar'
fran0és cºn un pariente nuestrº,
D . Em i l i o Pºlanco ; y , pºr últimº , mandarme a estudiar el la
t i n cºn D . Santiago Castellan ºs .
LXXII
U n p r o f e s o r d e f r a n c é s y u n d óm i n e d e l a t í n .
D . Emilio Pºlancº , casad º c ºn un a prima hermana de mi .
padre,era un apuestº j ºven cºmº de veintisiete a veintiºchº
añºs .
Aún vi vía su m adre,consumiendº l ºs cºrtos restºs de su
an teriºr fºrtuna y prºcurandº nº dar su_braz º a tºrcer . Su es
poso , antes opulen to cºmerc i ante en Cádi z , v i óse envueltº en
la ruina general . L i qu idó la casa , a l ver consum i do tºd º su ac
t i vº , y se retiró al Puertº,para vi vir cºn su famil i a en una .
casa de su prºp i edad , que antañº l e servía—para las tempora
das d e recreº . Cºn muy pºcº numerar i º y u n baúl llenº de i n
cobrables gi rºs,veg etó algunºs año s ; dejandº superviviente a …
su señora para que le s i guiese en el d i fíc i l papel d e v ivir cºn
decorº exterior y cºn pºquísimº d i nero .
Clarº está. que una vez casadº el h i jº, ya nº le alcanzaba
nada de las zurrapas de la fºrtuna .
B eb i e se educadº , cºmo h ijº d e casa rica , en Londres y
París ; había frecuentadº buenas sºc i edades , y es lóg i co qu e
desco lla se pºr su educación y sus maneras dist inguid as .
Perº, ¿ qué hacer , cómo exprimir estas dºtes para sacar d e
el las el pan nuestrº de cada día?
S in cºmerc i º ya y s in industria , , sin nada en qué emplearel trabajº persºnal para hacerlº prºducir
,es un en i gma cómº
pºdía v i vir por entonces , en aquella parte de Andalucía alm enºs , la desgraciada clase media .
— 2 13
Tentó a dar lecc i ºnes d e cºntabil i dad , y nada ; de inglés ,de francés , de matemáticas , y cºn tantas cosas apenas pºdía
ganar al mes cuatrº º cincº d urºs .
En med i º de tantas estrecheces,cºmencé a dar cºn é l lec
ciºnes defrancés . Su métºdº era buenº . Me enseñaba de v iva
v ºz el sºnidº de vºcales y cºnson antes , y me lº hacía repetir .
Me explicaba cada línea de la gram át i ca una pºr una , y hasta
que nº me la hacía entender nº me ordenaba que la aprendi e
se d e memºria . A sí llegamºs hasta traduc i r el Telémacº; y , de
haber frecuentadº m ás la cºnversación , hubiera logradº ha
b lar francés med i anamente
En primerºs d e Octubre abrió su aula D . Sant i ago Caste
llanos,dóm i ne de latín muy cºntra el usº de l º que cualquiera
pueda ñgurarse .
Fama de latino la tenía,y muy grande . ¡Cºn dec i r que
'
se
l e recºnºcía desde el s iglº anteriºr,a pesar de ser l aicº , casa
d o y liberal , está. dichº todo !
P erº,mi D . Santiagº el añº 38 cºntaba ºchenta y ºchº de
edad . Tenía una catarata senil en cada ºjº , que nº le dej aba ver
tres sºbre un burrº . De l a edad , una t ºs habitual que pºr afec
tación de ofi ciº haci a é l más sºnº ra y cam panuda . N º chochea
b a de cabeza ; perº su cerebrº,bati énd ose en reti rada
,se había
qued adº sólº cºn el latín y cºn la estima de la gravedad de su
persºna . Y también de los cargos de Sínd i cº y de Alca ld e,que
había ejercidº en las dº s épºcas del Si stema , cuyº recuerdo nº
dejaba perecer,si mb º l i zándolºs
“
ad p erpetuam en su bastón
d e caña de Indias,cºn puñº de ºrº (aunque s i n borlas) , su gran
sºmbrerº de cºpa y su frac verde cºn botón dºradº y piedra
¿ gata en mediº .
Su cátedra de latín , pºr ºpºsición la había ganadº después
d e mediar el s i glº x v1h ; pe'
ndía de un patrºnatº la retri bu
ción , y cºn sus veinticincº durºs cada mes v ivía cºmº el pezen el agua .
Nº era am i go del Arte de N ebrija . N ºs hizº cºmprar ºtrº ,cuyº nºmbre nº recuerdº Si era Hºrnºs , Hom erº º cºsa paré
oída ; y ya pºdrá calcularse pºr mi ºlvi dº lº muchº que me
aplicaría sobre el A rte .
D . Santi agº tenía la .clase en el cºnventº de San Juan de
Diºs . E ntrábase pºr la calle de la Miseri cºrd i a ; pºr all í mismº
daba accesº a una clase gratui ta de pr imeras letras .Hºy nº puedo menos de sonreírme cuandº º i gº declamar a
algunos varºnes , que nº conº cen de la m i sa la media , pºrque
tuviéramºs hospitales , Ayuntamientºs , G ºb i ernºs c i vi les , Ca
pi tanías generales , cuartel es , cárceles y pres i d i º s establecidºs
en cºn ventºs , s i n cºns i derar que ¿ qué se había d e hacer? Estº
prueba que España nº era nada,que n º había casi hospi tales
ni escuelas,que nº ex i stían
,sinº pºr excepci ón
,ed i fi ciºs para
l º s Capitanes generales,n i para l ºs Jefes c i viles , n i para las
cárceles,etc . Y que
,en camb i o
,tºda pºblación importante se
reducía a un amas ij º de cºnventºs .
V ºlvamºs a nuestrº º ctºgenari º D . Santiagº Castellanºs .
Sen tábase éste en su pu lp i t i l lº º cátedra de madera apoli
l lada,tan v i eja cºmº él ; y cºn tantos golpe s d e t ºs cºmº pa
labras campanudas,expl i caba la lecc i ón . Nº h ay más sinº que ,
p ara nºsºtrºs,así signifi caban las palabras cºmº las tºses : un
rui dº .
Cºnclui da la expl i cación,l lamaba a un cursante para ha
cerle una pregunta ; y el arrap i ezo , abr i endº el Arte pºr dºnde
entendía que d eb i era tratarse del asuntº , abusán dº de la cc
guera del maestrº y de la altura a que se hal laba cºlºcadº ,l eía cºn la mayºr des verg i í enza l a cºntestac i ón .
Perrº viej º , nº dejaba de advertir a veces el engañº ; sobre
tºdº,cuandº al preguntar sºbre lºs pretérito s
,leían pºr l ºs
sup imºs .
Perº a m i en part i cular,me cºgía m enºs veces . Pr imera
mente : no i ba cºn el l i brº enterº , sino cºn la hºja que arran
caba ; así la escondía mejor en la palma de la manº . En segun
do lugar :_trºcab a alguna palabra º cometía alguna equ i vºca
c ión , para hacer perder la p i sta de cºsa que º l i ese a l eída ; y
así me las ingeniaba .
- 2 16
Enredando en el aula antes de veni r el prºfe sºr , t i ró la g º
rra de un muchachº , pºr detrás del estan te , al huecº que hac i a
la puerta tabicada . V i endo la difi cul tad de rescatarla , el due
ñº se echó a llºrar , diciendº que le cast i garían en su casa al
verle entrar s i n gºrra .
Tenía razón el pºbre . Sentí remºrd imientº pºr el dañº cau
sadº ; y s i n pensar en más , tºmº vuelº ; de un sal tº cojo l a c ºr
nisa,que regu i ndo ; trepo pºr d etrás de l estante , recojº la g º
rra y vuelvº a ti rarla fuera , s i endº recog ida pºr su dueñº .
Hasta aqu i,tºdº fué muy bien y a sat i sfacci ón . Perº
,
cuandº p i ensº saltar para sal i r de lº hºndº,veo cºn estupºr
que no puedº tºmar vuelº i i i al canzar la al tura de l estante .
Hagº esfuerzºs desesperadºs para mºverlº , empujandº pºr , la
espalda ; sus tablas cruj en , y el pesº nº se mueve .
Mis c ºmpañeros ríen a carcajadas,al cºns i derar m i s
, apurºs de ratón en ratonera . D eSpue
'
s ent i enden que el asuntº es
seriº ; pret enden ayudarme para m ºver y des vi ar el armariº ,
yº por detrás y ellos pºr del ante . Carece de as i deros y cruje,
declarandº que está m ás prºp i c i º a dejarse romper que a mu
dar d e pºsic i ón . ¡Tºdº un carácter! ¡Tºda una ruina i ncºnmº
v i b le!
E l catedráticº debe de esta r a puntº de l legar . En el apu
rº , discurro y ordenº que pongan un bancº pºr afuera ; que
pºr él salte M ajarón sºbre la tapa d el estant e , que Ramón Cº
t era y otrº s mayºres se regu i nden a sus p i ernas,que M ajarón
eche lºs brazºs pºr detrás d el armatoste para que al saltº al
cance yº las manºs , y por ellas pueda hacer la ascensión .
E l plan es obedecido i ncont i nenti . Ya M ajarón ,tend i dº bºca
abaj º sºbre la cabeza del es tante,alarga sus brazºs y penden
de sus piernas dºs cadenas de ch i qu illºs . Trepo ; y al trepar“
ca
becea el armatoste,pierde el equilibriº y soltamos tºdºs de
r epente .
L a balumba cae , produciendº un ru i dº catastrófi cº Maja
rón queda hechº un sapº sºbre el espaldar ; lºs demás huyen
despavoridos ; yº saltº sºbre las tab las d el estante para levan
2 1 7
tar a M ajarón ; éstas se hunden y sale rºdandº un fragmentº
de altar,cºn San M iguel pºr un ladº y el D iablo , i ndepend i en
te,pºr ºtrº
,de lºs p i es del primerº . ¡Salimºs huyendº !
Nº habíamos cºrri dº M ajarón y yº el primer tramº de es
calera,cuandº la escuela plena
,el maestrº
,lºs ayos , sacrista
nes y cuantºs en el cºnvent º estaban aparecierºn dandº des
cºmunales vºces,unºs de ind i gnación , otrºs de espantº y to
dos cºntra m i, a quien , cºmº era verdad , cºnsiderarºn desde
luegº reº .
Ni el cºrº de lºs puñales de lºs Hugonotes t i ene que ºir ,para aquel cºrº imprº visadº y eSpon táneº . Fue lº peºr , quetuvº ecº , y no faltarºn gentes que cons i derasen la cºsa cºmº
un hºrrible sacr i leg i o,dignº de ser purgado cºn samb en i tº ,
y en hºguera .
Nºs echarºn de San Juan de D i ºs a lºs na tura l i stas , y no s
fuimºs cºn la música a ºtra parte . La ºtra pa rte fue la casa
misma de Gºtera , donde cºnti nuamºs asistiendº a las explica
c i ºnes de Histºr i a Natura l .
Cºmº D . Santiago cºntinuaba dandº su clase en un aula
del mismº San Jnani
de Diºs,me pareció prudente nº asomar
pºr allí m i entras no se calmase la i ra ºcasiºnada pºr el sacr i
leg i º . Pasadºs algunºs días procuró vºlver , impulsadº pºr e l
temºr de que la falta llegara a ºídºs d e mi padre . Di vueltas
pºr el ed i fi ciº,y un condiscípulo de latín
,con qu i en tºpé , nº
me dió buenºs i nfºrmes sºbre el estadº de los ánimºs respectº
a m i negºciº .
Entré a cuentas cºnm i go , y dijee ¿ Q ué vºy a aprender aquí? Subjunti vº, ¿ y qué es subjunt i
vº? G erundi o, ¿ y qué es gerundiº? P luscuamp erfectº : es tº pa
rece que S i gn i fi ca una cºsa más que perfecta º que no tiene tacha ; y si es perfecta
, ¿ cómº'
es más perfecta tºdavía? ¡Al d i a
b lº cºn tales j erigonzas ! M ás quierº sentar plaza , que vºlver
a abrir un mald ecido A rte de L ati n .»
V ºlvi la espalda ; y aquí dierºn fi n , pºr entonces , m i s humani dades .
LXXIV
D e c ó m o s e e n s e ñ a a a b o r r e o e r l o q u e
s e a p r e n d e .
Seguí cºn curri endº a la clase de Histº ria Natural ; y a o tra
de d i bujº,que daba en su casa parti cular un señºr cºmandan
te ret i radº , de cuyº nºmbre no puedº acºrdarme , n i hace
fal ta .
M i s deseºs por aprender a d i bujar eran vehementes . De m i
partió la ex i gencia de que me pus i eran en la clase ; y nº dejé
d e importunar a mi s padres hasta que me cºmprarºn el estu
che d e lap i ceros y di fum i nos .
El pr im er día , púsºm e el maestrº en el papel dºs puntº s
en sent i dº hºrizºntal,para que entre ellºs trazara una línea
recta . Así l º hice . Pasada una hºra vºlvió , y me d ij º que es
taba bien . Perº,cºmº en hacer la raya eché un segundº y es
tuve una hºra sentadº,manº sºbre mano
,sin hacer nada , el
t iempº me pareció eternº ; h i ce péndulo de las p i ernas , me ras
qué el exteri ºr y el i nter i ºr de las narices , cºnté tºdas las v i
gas d e la techumbre,y si tarda más la clase me parece que
revi ento .
V ºlví a l otrº día puntual , aunque ya sm mald i tº el entu
si asmo . Y vuelta a l ºs puntºs , que fuerºn nº sólº hºri zºnta
l es,sinº que también verticales y oblicuos . Así , comº al m an
cebº del bo ticar i o,fué endu lzandº el maestrº m i ex i stencia
unas veces haciéndºme machacar almendras amargas y ºtras
veces almend ras dulces . Cºn estas—
di chºsas líneas , más tarde
cºmb i nadas en paralelas , tr i ángulos y ºtras fi guras geometri
cas,me h i zº pasar un trimestre d eleitoso .
Hice acºp i º de paciencia,cºsa difícil en mi temperamentº
ya por l º que me escarabajeaba la cºnciencia pºr mi mala cºn
ducta de latinº,cºmº pºr el cºmprºmisº a que me ºbligaba el
220
Pºr mi parte, nº faltaba una nºche . Cºg í un fus i l del cuar
to de lº s l eºnes , cºmpré esmer i l ; y , de negrº y m ºhº so , lº
puse reluc i entey nuevº . E ra i nglés , y pesaba más que un cuá
k erº rºbus tº ; esº m i smº me embelesaba . Si sólº dºce añºs te
nía yº d e edad , estaba esp i gado cºmº de quince ºtrºs ch i qui
l lº s , y ten i a u na van i dad vi r i l que supl ía a tºdº . P ºn íam e en
fi la y ºbedecía las vºces d e mandº d e Carn i agº , cºmo cual
qu i er granadero . Re ventaba cºn el fusil aquel,perº no dab a
m i brazº a tºrcer hasta que mandara : ¡D escanso!
E l sargentº Carn i agº era mi am i gº ; un buen patriºt a . Me
diano de cuerpº ; algº más blanco , colºradº y meti dº en car
nes d e lº que cºrrespºnd ía a la m arc i a l i dad ; pelº rubiº rºj º ,ºjºs azules
, b igºtes pºbladºs y retºrcidº s ; fue ,tiempºs atrás ,
vºluntariº cº n m i padre en la persecución de P an t i scº y de
L imones . Desde entºnces le quedarºn su categoría y dejºs mi
l i t ares .
E ra cºrtacab ezas (de picº) de carl istas y frailes , lº s que a
la verdad eran la misma cºsa . Y,a la verdad tamb i én ,
hºm
b re m ás fiero pº r de fuera y más i nºfensivº pºr dentrº , j amás
cºnº c£
P º r papelear en la mayºría , gºzaba de una ayuda de cºs
t as ; despachando billetes en la taqu i lla º < b º t i qu ín » del tea
t ro , y apuntando en la cºncha,las tempºradas de cºmed i a , se
ganaba la vida . L a mujer vengaba la ojeriza , delmar i dº a lºscarl i nºs tratandº s i n suaves mºdos al veteranº persegu i dºr de
P an t i scº .
S in vani dad , tantºs prºgresºs hice en la marcha , en las
vueltas , en andar al pasº y doblar el fºndo , así cºmº en e l
ej ercicio del fusil , que era el mºdelº de la cºmpañía . Cºn estº
me encº ntraba muy ufano,y aun me parece que a m i padre
nº l e d esagradaba .
Hall ábase establec i do el cuartel en el cºnvento de Santº
Dºmingº ; allí , en su anchº patiº y grandes claustrºs hacía
mos nuestrºs ej ercic i ºs nºcturnºs .
E l tambºr de la cºmpañía (me parece que l º estºy viendº ,
22 1
ya se lº habrán cºm i dº lºs gusanºs y"
lo tengº delan te) , el
tambºr , d i gº , en un tiempº de descansº , se me acercó y me
— B i en que maneja el señoritº ese fusil ; perº , ¿ a que nºhace usted lº que yº?
—¿ Q ,
ué hace usted?—Pues
,m i re : me cuadro así
,con el fusil en descansº ; y de
un gºlpe,sol tándolo de la manº , lº tirº al hºmbrº y lº dejº
fi rme , cºgid º c ºn la izqu i erda .
En efectº,así lº hizº ; cºmº veteranº que era y reciente
cumpl i dº de la guerra .
Muchº pesaba el fus i l ; perº , est imuladº m i amor prºpi º ,cºnvertí la van i dad m arc i a l en fuerzas ; y a la vºz de mand º
del tambºr , ¡p af! allá fué el fus i l al a i re , para rec i b i rlº en g º l
pe seco y ñrm e sºbre la culata cºn mi manº izqu i erda .
—¡B ravo , señº ri tº !— Ym e tºcó la cara .
Nº me pareci ó muy b i en esta cari c i a d e tambºr a un gra
naderº,m ás º menºs efect i vº ; perº , nada m a l i c i é .
—¡A fºrm ar !— d ij o Carn i ag º , y fu i a colocarm e en fi las .
A ºtra nºche,prºcuró en l os descansºs nº separarme d e a l
gún grupº de m i l i c i anºs , quitandº así al tambºr la ºcasión de
acar i c i arme cºmº s i fuera un chiqu i ll º . E n las sucesivas , pa
rec ióm e ad vert i r que andaba a vueltas buscandº cºyuntura .
Nº lo he descr i tº,y lº merece .
A la tall a que pid ió Mendizábal,apenas l legaría . Añºs ,
cºmº cuarenta y cincº,trabajad ºs en guerra
,que b i en pare
cían más de c incuenta ; secº de cuerpº , suciº de cºlºr , afi ladº
de nar i z , entrecano el b i gºte , sum i d º d e carr i llo s , ºj ºs negrºs
grandes,perº rebozados pºr párpadºs pe l lejº nes ; apos tura
echada para adelante y algº torcida a un ladº,a m ºdº de
sºld adº b ara terº ; pel o dºblad º a l a d erecha , retºrc ido detrás
de la oreja ; aret i tº d e º rº en el lóbulº de la izqu i erda , y en su
pabellón la cºl i lla d e un piti llº . Uni forme de cuartel y gorri
l la i dem , t i rada a m edi º g an chete , cºm pletaban la fi gura ti pi
ca y truhanesca del rodabal lo .
— 222
A las'tres º cuatrº nºches,se acercó a mi grupº
,y di ci en
doz < Cºn permisº » , me arrebató el fus i l , separóse unºs pasºs
y empezó a exam i narlo muy deteni damente Dahal e vuel tasgy
más vueltas , metía el dedº pºr l a bºca del cañón ,mºntaba
las l laves , y más parecía examen de armero que curiºsidad de
sºldadº .
V i endº que nº cºncluía , adelantó unºs pasºs para rescatar
el arma,y en treg ándºm e la d i jº
— Su fus i l es inglés ; lº cºnºzco cºmº a la madre que me
par i º ; cºn esºs hem º s hechº casi tºda la guerra . L ºs de la com
pañ ía de granaderºs sºn lºs mejores ; lºs que tienen los fusil e
rºs sºn d e desechº . Perº lº que tiene que ver es una pistºla
que yº m i smº le qu i té a D . B as i l i º . ¡Cabal l erº , esº s i que es
un p i stºla! Si el señºri tº la qu i ere ver,arr i ba en m i cuartº la
tengº . Vengase cuandº se acabe el ej erciciº y ¡verá una prenda !
Entºnces cºmº ahºra,la cºnd i ción d e la mal i cia s i empre
se ha presentadº en m i bajº una fºrma singular . Sºspechº ,rechazº la sºspecha comº rui n pensamientº ; y luegº , lº s nue
vos ind i cios para¡
la sºspecha lº s atribuyo a ºbsesión de mi
mal i cia .
El malísimº estudiante de latín,que nº sabía el s i gnifi ca
do de musa musas,ya había hechº cºn ºtrºs escºlares la tra
ducción del aForm ºsus p a stºr Córydon ardeba t A leacim » ; pas
to l impiº y edifi cante cºn que nutrían a la inºcente juventud
aquellºs bend i tºs y ejemplares cogol ludºs º cºgulladºs m ono
pº l i zadºres de la educación cristiana , apºstólica y rºmana ,desde l º s G odos hasta casi hºy día de la fecha .
No m e dió buena esp i na la propºs i ción del tamb orcet e ; l º
achaqué a mi prºpia m alic i a , perº seguí caviloso haciendº su
posic i ones y prºyectos malignºs .
Al rºmper fi las salí para m i casa , cargado cºn el fusil , mi
randº a trás , pºr si el tamb ºrcete me seguía , y diciendº entre
d ientes : ( Pues si este Alexis me quiero hacer su Córydºn , le
metº la bayºneta pºr la bºca del estómagº .»
L a ºcurrencia me pareció magnífi ca .aP erº ¿ y si la caran
— 224
t ºda la fuerza de m i s ideas del hºnºr , tºda la l iteratura d e l ºs
cuentºs y “ d e l ºs rºman ces,de las cºmedias de capa y espada
que había v i stº , y todº el, ambiente externo de hombr i a anda
luza , fºrm aban una tram pa de h i errº que impu lsaba m i vº luntad a un actº que tenía pºr absºlutamente i neludible .
Sonó l a hºra . Cargué cºn m i fus i l y marchó a l pati o del
conventº . <N o hay remediº,el tambºr se propasó y estºy obl i
gado a pasarlº cºn la bayºneta . »
Sen tía pesada y ardo rosa la cabeza ; la resp i rac i ºn , difícil .
Ya apresuraba el pasº para ll egar más prºnto, ya l º retarda
ba para alejar el m ºmentº . El rezo se v i no a mi m ente y a mis
lab i ºs , cºmº en la nºche del últimº día que fuí a la escuela deSan t º Dºm ingº ; y rezando entré en el patiº dcl cuartel , y re
zando a la V i rgen m en talm ente'
m e puse a d i scurrir pºr entre
lºs pºcºs gran aderºs que a la sazón habían llegadº .
Pasó algún t iempo y reun i óse el númerº ºrd inariº .
—¡A forma r! — mandó Carn i ag º ; y empezamºs el ej erciciº .
Me desºjab a m i randº .
—¡A i hombrº , ar!
Y autºm áti camente echaba el fusil al hºmbrº , mientras
seguía rezandº y derram andº la vista pºr tºdas partes .
—¡Terc i en , ar!
Y terciaba,escrutando cºn la mirada lºs ángulºs oscurecí
dos de lº s claustrºs .
—¡D esca 7i seu , ar!
Y rezaba,m i raba y rem 1raba .
—¡E u su luga r, descansº!
—¡R ompan ñlas!
Dejé d e rezar . Un escalºfríº , cºrr1endºm e desde el cogote
a la rabad i lla y desde el espi nazo hasta la pun ta d e lºs dedos,
exprim ió en sudºr m i p i el . a ¡Cºb arde , Y de ama
ril lo y musti o vine a en rºjecerm e . Avanzo al ángulº menºs i lu
m inadº del claustrº , donde presumía pºder hallar al tambºr .N0 estaba . ¡Resp i ré! Cºmpri m í la respiraci ón , hice º trº esfuer
z º y m e dirig í a lºs restantes ángulºs del claustrº . ¡Tampºcº !
— Sargento Carn i ago , ¿ y el tambºr?— Está en el calabºzº , cºn la cabeza partida . Vino borra
chº estamañana a la guardia , se i nsolentó cºn el teniente dela segunda , l º mandó arrestadº , nº quisº ºbedecer , y el centi
la lº desca lab ró,de un culatazo .
Las piernas me fi aquearºn .a ¡D i ºs m íº ! ¡G raci as , V i rgen
Santís ima , madre mía ! ¡Tu m i lagrº me'h a sal v
'
á dº !»
Cºg í el fus i l , nº esperé más ejercic i ºs . Me acosté en segui
da,para entregarme a m i s pensamientºs . Rezaba
,sin pensar
en el rezº , y al m i smo tiempº pensaba así
s Ahºra , que , gracias al m i lagro , si nº val i en te de verdad y
de prºpia val entía , al menºs po r amor prºpiº y pºr aparecer
valiente a tu s m i sm ºs ºjos , has puestº de tu parte cuantº ha
sidº pºsible pºr herir º m atar a un pºbre d i ablº que supones
te quería ºfender , vengamos a un ajuste de cuentas ; veamºs lº
que haya de justic i a y de verdad en tuspensamientºs, prºpó
sitºs y conducta .
» L º pr imerºque veº es que cuandº la V i rgen te» ha quita
do la ºcasión , permitiendº que el tambºr se emborrachara ylº desca lab rasen ,
no era buenº lº que pretendías hacer . L as
congojas que has pasadº , en mucha parte eran de miedº ; perººtras
,eran la angustia que prºduce un prºpósitº criminal , el
recuerdº r epugnante y hºrrorºso del hºmbre asesinado pºr e l
pescadero,del m ºn tañés degolladº y ºtros espectáculºs seme
jantes que has tenid º ocasión de presenciar .
» Si el tambºr pensaba ofenderte , nº te había ofendidº aún .
Ytu, ¡b º tarat e!, lº que deb i ste prºcurar desd e que entraste
en sºspechas,no era facil itar la ºcasión d e que pudiera llegar
a ofenderte , s i nº ev i tárla nº yendº m ás al ejerciciº ni al cuar
t el de la Milic i a , n i ponerte en el casº de que haya venido a
hacer un milagrº lº que tú podías haber hechº pºr prºpi a vº
luntad y razón .
» ¿ P ºr qué nº obraste así , estúpidº? ¿ P ºr nº acusarte de
cºbardía rehuyendo un peli grº? ¿Te quisiste engañar a ti
m ismo ? Después d e tºdº , lºs rºmances , el hºnºr , nº enseñan15
226
esa valentía que te proponías hacer . Ibas a resultar,nº un
guapº , si no un pinchº de tres al cuarto , de esºs m i serables
que nº adm i ran a nad i e '
y_que arrastran un gr i llete .,
»Yluegº , n o te has acºrdado de tu madre . ¡E sa sí que es
val i ente , más que tú : fi era cuandº se irrita , perº siempre nºble
y generosa!Ni d e tu padre ; a quien , aunque le gusta que seas
alentadº y nº un n i ñº enag i í erº y mam alón ,nº le haría mucha
grac i a que le resultaras espº rt i l lero de la cárcel . ,
» ¡De buena te ha l i bradº la Santís ima Virgen ! Nº , nº e s
esº el valºr . Nº hay valºr s i n nºbleza . N i se necesi ta emplear
10 cuandº la prudenc i a puede dejarl º en reserva de mayºr lu
c im i ento . Nº i rás“
más al cuartel ; resi gnate cºn nº hacer el
ej erc i c i o .»
Este relatº , puede que fastidiºsº , quiere signifi car que tal
sucesº i ncluye muchas cosas : el lector pºdrá inducirlas ; nº le
agra vi º supºni endº que neces i ta cuchara de bayeta .
Aquí aparece la conc i encia , a lºs dºce añºs , en perfecta
función . Muchºs antes , ya hablaba yº cºnm igº ; me aprºbaba y
m e reprendía . Esta vez nº resulta una facultad embriºnaria ,sinº en cºmpletº desarrollo .
LXXV I
G i l B l a s d e S a n t i l l a n a .
Nº recuerdº si ya he d ichº que el pri m er librº que leí , deletreandº cas i , fue e l B ertoldo .
Hago ºm i s i ón de l catec i smº , del librº de urbanidad y cºr
tesia,de las fábulas de Iriarte y Samaniego ; porque , leídºs en
la escuela y atentº a aprenderlos de memºria , la vºluntad
puesta en estº,nº lºgraba aprenderlos , ni menºs entender de
ellºs una sºla palabra .
¡A tal extremº alcanzan lºs sistemas ab surdºs ! ¡V ergííen
Y .de ºtrº estante sacó un tºmº , nº pequeñº : era el G i l
B la s de Sant i llana .
Actº segu i dº , para mayor disimulº , cºmencé a leerlº pºr
el prólºgº . ¡Cºsa rara ! Cuandº fuera del B ertoldº jamás de
ºtrº l i brº pude leer n i la pr i mera hoja , del G i l B las . seguí le
yendo , enterándome de tºdo y hasta de la intención del pri
mer cuentº .
Llegó la hºra de cºmer ; la i nt errupcmn me fue enojosa .
Comí por fórmula y de prisa . V º lví a la lectura ; el sºl desapa
rec i ó del hºr i zºnte . Pedí cºn imperiº a la criada que encendi e
ra el velón ; y nº la dejé en paz hasta cºnsegu i rlº , a pesar de
sus prºtestas por lo anti cipadº de la hºr a . Sin cansanciº , si n
mareº,llegó la hºra en que debía acºstarme
,y todavía rega
t ee a mi madre una más para seguir cºn la l ectura .
'Al ºtrº
día , me levantó el primerº ; a la luz crepuscular de la ventana ,abrí el libro ; y si n dejarlº de la manº
,seguí leyendo y segu í
hasta que llegó la última línea .
Sentí pena de haberlo cºncluido,y d i j e a mi padre
—¿ N o tiene usted º trº librº comº ese?
— N o,n i te cºn vienen te distraerían del estudiº .
Quedé meneando la cabeza , sm saber qué cºntestar .
LXXV II
U n a l e c c i ó n d e n a t a c i ó n y d e o t r a s c o s a s
m á s p r o fu n d a s .
Llegó (que tºdº llega y pasa) el veranº de 1840.
Soy casi un hºmbre y nº sé nadar ; quierº aprenderd i j e a mi padre .
“
N º le parec i ó m al . Me cºndujo a lºs bañºs fl ºtantes del
río , tºmó un abºnº para mí , di óle un durº al primer b añerº , y
l e dijoº
— Enseñe usted a nadar a este rapaz .
— 229
Desnudº yº , atóni e una ristra de corchos pºr bajo de lºs
b razºs y una cuerda . Me eché al agua y cºmenzó sus i nstruc
c iºnes : s L º pr imerº es perder el miedº . L os brazºs así , las
p i ernas asá . Respire fuerte , y s i traga agua la escupe . M ás
d espaciº , y a cºmpás brazos y p i ernas . »
Si me hundía , tiraba de la cuerda . A lºs tres bañºs , ga
nado ya su durº , me daba el rosariº de cºrcho , y me dej aba
s ºlº campar por m i s respetºs . Cºmº ºtrºs bañ i stas nadaban
s i n tales adminículos , me arriesgué , hice algunºs gorgoritos ;perº
,cºmº nº me separaba muchº de la ori lla , agarrado a la
e scala , a pºcas tentat i vas , salí fl ºtandº y avanzandº cºn tor
peza . L o principal hab íalo venc i dº ; fu í ag i l i zándºm e,y al ter
m inar el abºnº , ya nadaba pºr dentrº , pºr fuera y pºr los al
rededores del cajón .
Una vez dueñº del líqu i dº elementº , nº pude cºnfºrmarmec ºn ser nadador de tres al cuartº . V eía a variºs hºmbres yhasta mozalbetes
,Si bien mayºres que yº , cómº pasaban el
ríº de la una a la ºtra banda . ¿ Po r qué nº hacerlº yº tam
b ién? ¡Pues manºs a la ºbra !
Cºmº qu i era que el Puertº de Santa M aría está a la des
embºcadura del G uadalete en el m ar,siempre sufre la acción
d e l as m arcas vivas : el río all í,s i crece
,ti ra para adentrº cºn
mucha fuerza ; y s i mengua,tira hac i a el m ar cºmº una carre
t ada de demºniºs .
Ignorando entºnces el fenómenº y su causa , eXperim enté
sus efectºs a pºcº de separarme de la ºrilla ; y viendº lº que
d erivaba y lo escasº del avance , desistí prudentemente del
prºpósitº,vºlviendº rumbº al cajºn fl otante , que , a duras pe
nas y cºn nº pocºs apurºs,pude ganar cºntra cºrriente .
Llegó a, preºcuparm e la contradicción de la difi cultad ; cºmº
a trae el abismº,así me atraía el i rresistible empeñº de ven
c erla . L ºs días siguientes nº eran baños,sinº más bien ape
rreos : yo , pºr avanzar hacia la ºrilla ºpuesta ; el ríº , pºr arras
t rarme dºnde le daba la gana .
Quisº m i desventura que al pasar cerca del puente una no
che d e aquellas viesepºr all í , a la sazón, pºcº anchº el'
ríº,
cas i la m i tad que en el s i t iºde l º s baños . Hacer la ºbservación
y deci r para m i capote c ¡pº r aqu í s i que te y desnu
darm e y cºrrer cºn a i re tr i unfal a la ºri lla,fue tºdº pensa
m i en tº y acc i ón a un t i empo : d i chº y hechº .
Perº,n º había dadº tres pancadas
,cuandº veíam e clavadº
en el fangº de la ºr i lla ; cºsa que me h i zº perder la gallardía
cºrpºral y en cend i ó m ás el án imº cºn la caída al pºzº de tan
su c i a , rem º rº sa e i n esperada cºntrad i cc i ón . El agua cºrrí a
prº vºcat i va ºtrº pasº m ás allá .
D esc la vé trabajosamente el p i e zaguerº , hund1endº se el
delanterº hasta la corva . S i n duda , el pegajºsº l imº , m ás pru
den te y sab i dºr que yº , pretendía re tenermé,y (cºmº en su
l enguaje le era dadº) parese cual s i me hablara y me d i jese
¿Dónde , va s , m an cebo i ncau tº ?
M a s yº , con la obcecac i ón de ch i qu i llº voluntar i oso y inal
cr i adº,fºrc ejea que fº rcejea ,
gan é el agua de l a ºr i lla . G a
narla y hundirm e en el cenagoso l imº,cual tragadº repenti
nam en te,fue tan prestº que sólº d i ó lugar a que cºn la velo
c i dad del pensam i en tº cºnoc i era m i s i tuaci ón,y me d ij ese : d E l
fango te traga, va a pasarte de la bºca y te ah ºg a s . ¿ Qué re
m ed i º? T i énde te si pued es , tºma resuello , mete el cuerpo y la
cabeza baj o el ríº ; y así tend i dº,lucha pºr desclavar las p i er
nas d el fa ngº . »
—¡V i rgen , prº tég em e l— Ym e hundí en el abism º .
M i primera ten t at i va fue la de tenderme bº ca abajº : v i
que no l º perm i t ía la cºyun tura d e la rod i lla . El ríº estaba
m enguandº en su períodº d e m ayor cºrriente,y v i que arras
traba m i cuerpº a la derecha ; fa vºrec i dº de esta fuerza pode
rºsa,m e dejó caer cuan tº pude en esa d i recc i ón ; y a sí
,mediº
d i agºnal,med i o tend idº pºr deb ajº de l agua , cºmencé a pa
“
talsar cuan tº pude en d i rección ºblicua . Z afaba una pierna , y
ºtra se hundía ; nue vºs esfuerzºs , y— no me veía l i bre .
E l al i ento,tomadº a l sumerg i rm e i ba cºnsum i éndºse ;
aprem i aban lºs instantes , aumen taban las angusti as de la si
— 232
que media entre el puente y un almacén que hay a la derecha ,cºnstruidº sºbre pilºtes y que t i ene a mºdº de un muellecito
,
que el ríº cubre en las crecientes y lame en las menguantes :
Cuandº dueño de m i quise ganar el trechº perd i do , hal lábame como a dºs cuerpºs d e edificio m ás allá del almacén .
Nadaba y nadab a,ríº abajº
,y apenas avanzaba lº que d es
hacía la cºrriente . Tºmar la ºrilla fangosa en el puntº más
próximo y seguir pºr ella a pie hasta el lugar de m i s vestidºs,
era impºs i ble ; adelantar a nadº m ás impºs i ble aún . L as fuer
zas m e faltaban , y pºr fi n d i scurrí llegar tend i dº al l imº y en
tre agua y ºrilla arrastrarme pºcº a pºco , perº tend i dº siem
pre de barri ga'
y si n sentar el pi e .
Así lo hice,cºn las difi cultades y pena cºnsiguientes ;
“
tar
dandº en avanzar media vara lo que se puede supºner, con
verti do en tº rpís imo reptil . Aunque mal estud i ante de Histo
ri a Natural , nº se me ºcurrió la dicha que a tales an i m aluchºs
prºpº rci ºna lº cºri áceº y durº de su piel . Y bien debiera ¡ha
b érsem e ºcurr i dº,pºrque a cada impulsº de m i arrastre entre
el fango lamoso salían las coqu i nas a saludarme cºn los afi la
dºs aranos de sus valvas , que me hacían muchº mal . Lacera
do cual se puede suponer , casi exhaustº llegué al puntº dºn
de,sobresaliendº el muelle del almacén
, v i cºrtada m i carrera
de ca imán º de hipopótamo .
“Era prec i sº vºlver a cºnvertirme
en pez . Empresa vana : el cansanciº extremadº , c la rio velozi
en
ºpuestº sentidº , hacíanm e retrºceder lo avanzadº cºn tan pe
noso arrastre . Tenté a ver s i agarrándome a las junturas de
los cantºs de la cºnstrucción pºdía pasar ; y ¡ºh , ventura !,casi a n i vel del agua toqué , nº piedras desam ºrºsas para dé
b il es uñas,sinº una magnífica h i lera de estacas º defensa de
pilºtes que cºrrían pºr tºdº lº largº de la pared . P erº allí v i
pºr experiencia que nº hay dicha cºmpleta .
L a estacada es verdad queíme sacaba del apurº , perº a cºs
ta de dºlºres muy acerbos . L as cºnchas de las coquinas resultaban caricias en cºmparación del tratº que me dierºn unºs
malditºs y c ºrtantes escaramujºs ,“
mºluscºs univalvos que se
incrustan en las'maderas bañadas pºr las aguas del mar y cu
yas puntas de diamante h i eren cºmº cuchil las y es,cuecen cºmº
la pez derreti da en el i nfi ernº . Cada vez que la cºrriente me
acºnchaba cºntra lºs p i lºtes , cºrrían cien espuelas d e fuegº
desde'
ní i s brazºs a las p i ernas , repitiéndo se estº a cada avan
ce del unº al ºtro
Granada ya la última estaca , vºlví a nadar sºbre la ºrilla ;y fuese pºrque el es tribº del puente cortase la fuerza de l as
aguas,fuese pºr haber term i nadº la bajamar
, v i que adelanb a regularmente y sin ºbstáculºs que vencer .
Frente a la rºpa,m e guardé bien de i ncºrpºrarme ni fij ar
l ºs pies,pues nº en balde había pasadº los anteriores apurºs ;
adºptó de nuevº el rég imen de marcha rept i l , y arrastrandº
d e vientre cºn ayuda de cºdºs y rºdillas , crucé la zºna fan
gosa hasta dar con terrenº fi rme .
Nº me causó pº cº embarazo el verme tan arañadº y en
fangadº al puntº de vestirme, ¡T an cerca de allí el agua y tan
vedadº el acercarse a ella para m i aseo ! L a situación nº deja
ba de ºfrecer i ncºnvenientes . ¿ Cómo ºcultar a mi buena m a
dre la suciedad,ni cómº di simu larle m i travesura?
Después de madurº pensamientº,tºmé mi partidº . Vestí
me , segu i el caminº de la Alameda , y en la fuente que hay est ab lec i da juntº al embarcaderº de los vapºres me vºlví a des
undar ; en sus chºrrºs me lavó cuantº pude , así_cºmº la rºpa
interiºr .
LXXV III
R e fl e x i o n e m o s .
Dirigidos estos apuntes al ºbj eto de estudiar sobre el vivolºs factºres de una educac i ón
,faltaría a l prºpósitº pedagóg i
co si nº entrase ahºra a analizar cºsas tan cºmplejas cºmº sºnlas cºntenidas en el últimº relatº .
Surgen del análisis actºs inocentes, verdaderamente infam
t i les,h ijºs de la i gnºranci a , y ºtrºs que sºn falsºs juicios fun
dados en las apariencias ; perº también algunºs que revelan
madurez defju i c i º , y que .hºm bres muy sab idºres y esforzados
nº hub i eran d i scurrido qu i zá .
N ótase bien el m i edº que se apºdera de m i,cºmº de tºda
cr i atura , ante el pel i grº i nm i nente de mori r ; y vuelve a pre
sentarse otra vez el s i ngular fenómenº que aparece ligadºcºn mi primer recuerdº
,l a resignac i ón para mºrir , conservan
dº 0 mej ºr S i ntiendº avi varse la i ntel i genci a hasta el puntº
de d i scurr i r en el cºnfl i ctº,y encºntrar esta vez en la mente
los recursºs necesariºs y ºpºrtunºs para salvarme en tan apu
rada cºmº pel igrºsa s i tuación .
En el períºdº de edad en que me hallaba entºnces , domi
náb am e el afán de la hombría,cºntrari ábam e que me tratasen
comº n iñº . Mi raba al espejº Sl pºr ventura querría aparecer
m e ya el bozo , veía m i cara tan limpia , me impaci en tab a y
parec íanm e siglºs lºs meses,eternºs lºs añºs .
E n tal s i tuac i ón de án imº,empeñadº
&
en nadar cºmº el
m ejºr,impºtente para hacerlº juntº a lºs bañºs flºtantes,me
parec i ó que por lº angºstº del ríº podría lºgrar mejºr m i in
t en to . 1gnoraba que pºr las partes estrechas el pasº es más di
fíc i l y“
la cºrriente mayor . 1gnoraba también que no tºdas las
ºri llas sºn a prºpós i to para ab ºrdarlas . Ignoraba a cuántº
pºne el andar sºbre légam ºs humede cido'
s _Ignoraba que en
la baja de las aguas sºn muy pel i grosas las prºximi dades de
l ºs puentes,pºrque sus primerºs estribos acumulan el fangº ,
pºrqu e ráp i damente después acant i lan la ºr i l la y lºs ºj os au
m entan la velºci dad de la cºrriente . 1gnoraba que pºr el pun
to elegi dº nº se aventura nad i e a bañarse , cºmº nº sea en l a
p leamar . Tºdas estas y otras i gnorancias más , d ºnde aparece
el n i ñº atrevi dº , travi esº , voluntar i oso y malcriado , me con
dujerº n c i egº al ab i sm º .
Una vez dentrº de él , cºm i enza a desaparecer el niño y a
ser sustituidº pºr<
el hºmbre . Preveo y anticipº los sucesºs
qu e van a ocurrir si n demºra de un instante, y rápidº m ás que
— 236
cºn menºr frecuencia , que en ºtrºs casºs a esºs mismos i ndi
v i duº s , o lº que es más cºmún , a otros individuºs , esas m i smasemºc i ºnes del pel i grº les , activan y despejan la inteligencia ,a dqu i riendº una rápida fuerza de cºncepci ón rac i onal
,salva
dºra , pºr térm i nºs de i deac i ón armón i ca tan segurºs,precisºs
e i nstantáneºs cºmº la vibrac i ón de la nºta crºmática m ás agu
da . Nº pensé , rep i tº , en D . Juan G alán , n i en lºs eXperim en
tºs del vasº de agua y lº s a víºs de encender ; perº tengº por
c iertº que aquel pocº de saber,que me quedó dorm i dº en el
c erebrº , se despertó s i n saber cómº y s in darme cuenta en el
mºmentº d el apuro .
B uenº será ºbservar que este génerº y este pºrqué del di s
curri r es más frecuente d e lº que a primera vista parece , aun
en los actºs ºrdinariºs de la vida . Si n apartarme de la escena
que nos viene ºcupandº , puedº señalar otrºs fenómenºs de la
misma espec i e . Pºr ejemplº,andandº el tiempº
, º í deci r va
rias veces , a diversas clases de persºnas : J untº al puente es
muy peligrºsº bañarse,hay hoyas .
» Traduciré esta lºcución ,
c lara para l ºs vec inos del Puertº , ºscura y puede que i n i n tel i
g i b le para mºradores de otrºs pueblºs . L a frase se refi ere a la
c reencia pºpular de que en determ i nadº s puntos del fºndº de
lºs ríºs cºrri entes existen sumiderºs u hºyºs prºfundºs , en lºs
cuales el agua fºrma remºl inos, pºr dºnde si pasa una perso
na se hunde y nº vuelve a aparecer .
Pues bien,respectº al puente de San Alej andrº , la creen
c i a de las hoyas se fundaba en que de vez en cuandº ºcurría elc asº de algún ahºgadº
,principalmente en mozalbetes que para
bañars e se tiraban al ríº desde el puente . Y si n embargo de
m i dura experienc i a en la asendereada lección de natación,y
nº ºbstante m i cºnºcimientº práct i cº de la naturaleza del fon
dº del ríº allí,que tantº tuve en cuenta y puse en práctica a l
regresº, º ía la afirmación de la existencia de las bºyas y su
acusación de causantes de ahºgadº s, si n ºcurrírsem e la expli
cación verdadera de tales desgrac i as .
¿ Qué s i gn iñca estº y qué aplicación tiene a la pedagºgía?
237
U na muy sencilla : que puede tenerse un cºnºcimientº prácti cº
sin llegar a ser teór i cº ; así cºmº puede tenerse un cºnºc im i en
to teóricº si n llegar a darle encarnaci ón práctica . De tºdº estº
se deduce cuán incºn veniente resulta para la educac i ón una u
ºtra enseñanza a i slada ; y cuán vital , ºpºrtunº y cºnveniente
es darlas asºciadas y relaci ºnadas . Ha sido prec i sº que pasen
muchºs añºs para /
'
que al oir la notic i a de un abºgado que se
t i rº del puente y nº se le vºl vi ó a ver , haya caído yº en la
verdadera cuenta del s iniestrº , siéndome tan cºno cida . Al t i
rarse desde el puente , de cabeza o de p i e , nada más fácil que
quedar clavadº en el fºndº cenagoso , s i n necesidad de remol i
nos ni de b ºyas . Perº, ¡cuántº ti empo nº ha tardadº mi tºrpe
inteligencia para cºmpletar tan vulgar conºcimientº !
Otra observación tengº qu e hacer : cuandº el sucesº del
tambor,antes y después d e su desenlace i nesperadº
,sentí l a
emºción rel i giosa , primerº pidien dº a la Madre de Diºs qu e
me sacara de aquel lance,luegº para darle gracias pºr el mi
lagro . Pues en esta ºcasión del ríº , i nvºqué a la Virgen , en cº
m endándom e a su amparº ; al verme libre , lº creí t an m i lagrº
º más que el del tambºr,perº n i di gracias n i se me ºcurrió
tal cºsa . Fu i el verdaderº tipº del i ngratº .
¿ P ºr qué efectºs tan d i stintos? Puestº que se tra ta de cºsas
que pasarºn en mi i nteriºr , me parece que yº , m ejºr que na
die,soy qu i en puede darles expl i cac i ón .
El primer casº pusº en gran act i vi dad mi cºnciencia,antes
y después ; pensé sºbre mis pensamientºs y sºbre m i s senti
m i en tºs . El segundº movió comº una ráfaga (que nº había
tiempº para m ás) mi sentimientº rel igiºsº , perº nº mi cºn
ciencia
Pasado el apurº,n i aun reflexiºnó sºbre lº ºcurridº .
'
El
m ºv imientº del ánimº se fué- a buscar el medio d e lavarme el
fangº y ºcultar la d i ablura ; sºlicitadº pºr este fi nal empeñº ,ni me acºrdé de la V i rgen , pºr más que me quedara la impres i ón de su auxilio milagrºsº .
C a m b i o d e c ará c t e r
Lºs dºs últimºs sucesº s relatadºs y la lectura del G i l B las
prºdujeron c i ertº camb i º en m i carác ter .
P erdí algunas dºsis d e i lusiºnes . E l tambor pºr un_ladº y
el capitán Chinch i lla pºr ºtrº,calmaron
,aunque no ex t i ng ui e
rºn m i ardºr pºr las cºsas de m i lic i a . Ya n º sºñaba tan tº cºn
ser general triunfadºr . L a fuerza de l a cºrriente y el f angº
del G uadalete habían amenguado la van i dad que tenía de mis
prºp i as fuerzas .
M i buena madre,celºsa hasta el deliriº
,turbaba l a paz do
mesti ca . Amándola muchº y también a mi padre,sufría yº pe
nas más prºfundas de lº que parece susceptible en un ch i cuelo :
Tºdas estas cºsas me h i cierºn perder la alegría i nfantil y ese
placer de la vida que sólº se ºbserva en los pájarºs y en lºs u i
ñºs . L a pesadumbre me trajo a reflexivº : ya aceptaba en la
mente prºpósitºs de cºnducta lad 1na,a modo de G i l B las ; ya
vºlvía el pensamientº al exclusivº pºder y voluntad del c i elo .
Cºrría el veranº del 40,y fui a Jerez . U no de m i s prime
ros pasºs fue i r a ver a la vecina fam i l i a del contrabandista ;él estaba ausente ; su mujer y sus h ij os en la misma situaci ón ,exceptº María Pepa
,la hija mayºr . Al verla quedé sºrpren
d idº .
Nº era ya la niña , b ºn i t ís ima , si , perº mal arreglada,ale
gre y juguetºna . Era una señºrita c i rcunspecta , cuidadosa
mente vest i da y limpia , peinada a maravilla , y de una belleza
singular , prºp i a y espec i al ís1m a de alguna que ºtra mujer de
la prº vinc i a de Cádiz , cuya nºta más culminante la cºnstituye
una fi nura de fºrmas exquisita,en cºnsºnancia cºn tºda la
grac i a de las demás muj eres andaluzas.
Su rºstro ovaladº , la nariz perfecta , el colºr b lanquísimº
240
U nos eran de leyes .Ya lºs conºcía pºr sus títulºs : L as Si eteP art i das , L as L eyes de Torº , E l Fuero Juego, L a N ovísima R e
cop i laci ón .
Dejé la requisa.de los tºmos grandes
,que resultaban ser de
leyes , y tºmé unº pequeñitº y de pºcas hºjas , tituladº así :
D i cci onari º cr i t i co—burlesco . Lº abrí cºn ansiedad,supºniendº
que lº burlesco debería resultar graciºsº,y apenas pude leer
cuatrº hºjas ; me pareció tan m sulsº , que vºlví a pºnerlº en el
huecº dºnde se hallaba .
Miré ºtros rótulºs,y dos º tres decían : P oesi as de M art i nez»
de la R ºsa . Cºn esto de anunciar pºesías , bien se me alcanzó
que debían de ser cºsas de rºmance y cºsa alegre ; saqué de su
cas i lla el tºmo primerº .
En efectº,cºn bastante deleite leí el librº . ¡Y cºsa rara!
Cuandº jamás pude aprender nada de memºri a , muchºs versºs
de aquellº s en la memºria se me quedarºn grabadºs . A tal pun
t o , que , n º habiéndolos vueltºs a leer desde entºnces , aún hºy ,ancianº ya y más que nunca desmemoriado , todavía me acuer
do de :
Cºmº tamb i en recuerdº,sin que se deba a la simple cºn
t extura de la estrºfa , aquellº que empieza de este modº :
V i en el Támesi s umb ríºc i en y ci en naves cargadas
de r i queza ;v i su inmenso pºderíº,sus artes tan celeb radas ,
su grandeza .
Ci en veces ci entº ,m i l veces m i ],m á s b esºs dame ,Laura gent i l ,que flºres críanM ayº y Ab ri l
y arenas llevanD arro y G en i l .
P erº el ánima afl ig idam i l suspi ros exhalab a
y ayes m i ]el ver la ºr i lla ñor i dadel mansº D arrº anhelab a
y de l G eni l .
Y nº sól º me agradaron y leí cºn deleite tales compºsi c i º
nes de la cuerda de Erato,sinº que tamb i én
,cºn i gual gus tº y
mayºr interés , la traducción de la Ep i stola de Hºraci º a lºs
P i sones .
Cºmº leyera y l eyera sm d escansº n i l evantar manº , a pº
cºs días term i né lº s tºmºs . Ya había l eídº ºtrºs rótulºs : Q u i n
tana, colecci ón escºg i da . Y,en efectº
,all i un almacén perfec
tamente surtido para m i gustº . U no tras º trº,devºró del pri
m erº“ al últimº v ersifi cador tºda aquella antºlogía . Un ºs pºe
t as fuérºnm e más s impát i cºs que º trºs : Fray Lu i s de León , el
que más ; aquell a estrºfa de <Acude,corre
, vuela »,sºbre
tºdas .
Apreci e y dis tinguí las diferencias de estilo,gustº y ca
rácter d e los diversos escr i tºres . Pºr u na simple lectura y
d e cºrridº, quedárºnse también en mi mem ºria muchas estro
fas de la ºda a Itál i ca,las Soledades d e Lºpe de V ega , la nun
ca bastante celebrada Epístºla mºral , dºnde se dice :
Q ue el cºrazón en terº y generºsºal casº ad verso i ncl inará la frente
,
antes que la rºd i l la a l pºderºso ;
la sabrºsa plática d e la cena, pºr B al tasar del Alcázar
E n Jaén ,donde res i dº
,
v i ve dºn Lºpe de Sºsa , etc .
G ustóme muchº Herrera , y tamb i en C i enfuegºs . Me pare
c i º meloso en demasía Meléndez V aldés ; perº < E l Aguila a l
tanera » enjuagó el dejº . Lº que n º pude resmt i r ni leer fue
las églogas , y las pasaba de largº , exceptº alguna de G ar
c i lasº .
242
Debº nºtar que , excepc i ºn hecha del Q u ij ote, jamás he tenido paci enc i a para leer un librº más de una vez , ni cuandº
n i ñº,n i de mºzº
,ni ya viej º , así trate de l iteratura , de h i sto
ri a º de c i enci a . Defectº capi tal ísimº que no he pºdidº dom i
nar nunca , n i con mis prºpi ºs escritºs ; hasta el puntº de pre
ferir nº correg i rlos , a pasar la pena de vºlverlºs a leer .
Atr i buyo este capital defectº a la cºnjunción de mi carácter impaciente cºn lºs efectº s de la absurda pedagºgía a que
pretendierºn si1jetarme . Aprender de memori a sm entender de
lº que se trataba,obli garme a repetir una lectura una vez y
cientº y mil,prºdujº en mi e5píri tu tal i nd i gestión y tales b as
cas , que , as i cºmº aquel a quien se l e ha indigestado un ali
mento , con sólº recºrdársel º pasadº tiempº , siente náuseas y
repulsión i ndºm inab le,mi nerviosidad i nterna se impacienta
y sufre leyendº cualquier escritº más de una vez . Si lº en t i en
do a la primera lectura , pºrque ya lº entendí ; s i nº lº ent i en
do , pºrque nº l º entendí .
LXXXI
*D e c ó m o l a s c e r e z a s s e v a n l a s u n a s
t r a s l a s o t r a s .
Si “se echara sºbre un harnerº tºda,la Pºesía , desde su
ºrigen hasta el últimº día del pºstrer siglº futurº , l a musa
Erato no tendría suficientes faldas para recoger las que ha
bria i nspiradº ; y las demás hermanas que_dáríanse cºn muy
pºca cºsa .
Tanto amºr conjugadº pºr activa y pºr pasiva no puede
menºs que despertar su sent im i entº , y así me acºnteció .
Me eché a hacer versºs . Limpiandº el pol vo , tºpó Cºnchita
cºn lo s garabatºs ; dió nºti cia del hallazgº a la familia . En su
cariñº , creyerºn que el muchachº era un prºdigiº de fecundaprecºcidad . P arec i érºnles primorosos lº s versºs , y hasta se
adelantarºn a m ºstrárselºs a D . Juan Capitán , literatº ecle
Al verme llegar , cºrr i ó pºr su semblante una especie de
agradº,sal i endº lºs dos hoyuelos de las mejillas a acºmpañar
al de la barba , cºmº si me d ij eran : ( ¡B uenas tardes !» D e'
sú
b i te se ºcultarºn ; y lº rº sadº d el s emblante ex tendi óse pºr la
totali dad de su blancura , l o m i smo de la cara que de la frente
y cuellº .
N º sé lº que me pasó pºr de fuera , pºrque no pºd ía verme ;pºr dentrº s entí cºmº s i algº
,me inundara y saliera en cañº
pºr lºs ºj ºs . M áría P epa bajó la v i sta , y yº también .
Ella tenía m i edad ; y lº que yº había extrañado fue , sin du
da , que la dejé en bº tón de rºsa el añº anter i ºr , y en és te há'
l láb ase'
en el mºmento d e luc i r su s primerºs colºres y fºrmas ,d e exhalar sus arºmas primerºs . Pºr mi parte
,sentí la mayºr
cºnmºción interna que he experimentado en tºdo el restº d e
la vida .
Cuandº niños,María Pepa y yº nºs queríamos cuantº pue
dan quererse dº s cr i aturas . María Pepa nº tenía más vºluntad
que la m ía . S i empre me hab laba preguntándºme—¿ Qui eres que juguemºs? ¿ Q ué qu i eres que haga?
S i empre nºs besábamos a l vern ºs y a l desped i rnºs .
Qu i se besarla cºmº an tes … ¡Hu í !… E lla seguía cºn la vista
baja,y me sentí temblar . L º s oj ºs se me humedec i eron s i n
saber pºr qué . Sentí un mareº . Páseme más encendidº que lºs
claveles d e María Pepa , vºlví la espald a , bajé lax
cab eza *y m e
fu í a casa .
L a mul ti tud d e cºsas que pasan en un sºlº i nstante pºr el
inter i or de l a criatura hace d i fíc i l su enumeración , y más di
fíc i l el dar cuenta d e ellas de una manera ºrd enada ; pºrque se
ºfrecen de modº t an atrºpellado y revuel tº , qu e , pºr mucha“apt i tud analíti ca que se posea y pº r mucha memoria que se
tenga de las prºp i as impres i ºn es , la descr i pción fi el d e tºdº
estº supera a las facu ltades humanas .
M etodi zando cuan tº puedº la m ateria,d i ré que me sentí
arrastradº en dº s ºpues tº s y pºderºsísím º s sent i dºs . El pri
m ero,me arrºjaba a l ºs brazºs de Mar i a P epa ; el segundº , m e
d etenía . En tan rápidº cºnfl ictº , sen tí latir mis s i enes , atur
d írsem e la cabeza , cual s i estuvi ese alcohol izado .
El pr i mer i mpulsº fue invºluntar i º y ráp i dº , cºm º la i ra
que súbita nos acºmete . El segundº , voluntariº e i nvºluntariº
a un tiempº m i smº ; perº nº de emºc i ón ,sinº de mºt i vºs pre
sentados en el cerebrº nº se' cºmº . E l pr i m erº aparec i ó cual
una ráfaga enardeºi da que inundó todº m i sºr ; el segundº ,partiendº pºr detrás d e la frente , quedóse allí m i sm º ta ladrán
dome el cerebrº y amenazandº sa l tarlº pºr la s s i enes .
¿ Qué mºtivºs fuerºn esºs , presentadºs no sé cºm º en el ce
rebro? Fuerºn muchºs, much ís imos . N º podré ñjar ahºra ni
su ºrden de sucesión,ni el valºr cºmparat i vº que a cada unº
pude dar ; perº lº s recu erdº b i en , y sé que pº r el pesº d e su su
m a fue cºntrastadº el primer impulsº , sufri endº un chºqu e
m i se'
r enterº : cºnmºción parecida a la que se eXperim en tará
cuandº dos buques,cºrr i endº a todº vapºr º a t oda vela en
cºntrarias direcc i ones,chºcan entre s i .
Primeramente, yº quería mucho a María Pepa : nº s tratá
hamos desde que teníam ºs tres añºs ; m i vºluntad era la suya ;su finura i nnata
,de cuerpº y de eSpír i tu ,
culm inaba m ás
entre aquella fam i l i a de escasa educac i ón ; era algº míº .
Acababa yº de rec i bir abundº sas i nspi rac i ºnes d e amºr
humanº cºn la l ectura de t an t ís i m a s pºesías ; y aunque i mpu
ras las más , nº h i cierºn mella en m i espíri tu pº r ese ladº ; an
t es bien , determinarºn una cºntrar i a d i recc i ón fluctuante (res
pectº al parecidº) entre el amºr a B eatr i z y e l amºr a D ul
c inea .
¿ P ºr qué este efectº , y nº el m ás d i rectº y natural? E n
cuentrº en m i la explicac i ón,sumamente sencilla : dependió
de la ºhuel la que dejan en el espíri tu las pr i meras impresiones .
Antes de leer el G i l B las y las pºesías de Martínez de la
Rosa , Quevedº , G óngºra , etc .,cuandº en. la cuna me cºn ta
ban cuentºs , éstos concluían en que el príncipe se casaba cºn,
la dama encantada o con la doncella hum i ld e,y nº de ºtr º
mºdº ni a menºs preciº se
]
pºdía hacer su dueñº . Cuandº el
— 246
caballerº,en sus aventuras , era acºg i do en el m i smº lechº ,
únicº,de la castellana alti va , ponia a través de ambºs l a espa“
da pºr fi anza de la hºnesti dad .
M i buena madre,s i ngular tipº de mujer española
,i gnº
rante ,y apasi ºnada , generºsa hasta el herºísmº , humilde caS i
siempre , arrebatada y ciega a veces,era ejemplar de h ºnest i
dad llevada a tal extremo,que nº recuerdº haberla vistº nun
ca en rºpas menºres,ni el senº aunque lactase ; ni sé cuándº
pudº hacer sus dil i genci as,pues d e ta l —manera se recatab a
,
que , a ponérsem e pºr testi go,la tendría que declarar cºmº
cuerpº glºriºsº .
Sent imientº tan v i vº del pudºr , juntº cºn el cºnceptº ad
qu i ri do pºr lº s cuentºs , dir i gierºn m i juic i º a cºnsiderar comº
cºsa abºminab le l a sensual i dad . A fi rmábam e en lº mismº el
sexto mandami entº,y sobre tºdo m i idea del hºnºr . Dºs cº
sas entendía entºnces cºmo deshonrosas en pr imer gradº
para la muj er,el quebrantamientº de su pureza ; para el hºm
bre , ser cºbarde . El rºmance de lºs Cºni cndadºres cºnstituía
mi cºdi go d el honºr . ¿ Cómº deshonrar yº a mi pºbre y queri
da María Pepa !
Perº,tan poderºso fue el vérti gº , al despertar el nuevº
sentimientº,que dudº si lº s mºti vº s expresados hubieran sidº
suñc i en tes para m i det erm i nación . Sé que un mºmento m e
d i je : c ¿Yqu ién lº va a sab er? » Un errºr siñgu lafdisºlvi ó cºmº
la sal en el agua las cºnsecuencias a que iba encaminada lapregun ta .
Mis cºnºcimientºs fi s i ológ i cºs sºbre determinadas func i º
nes se habían perfecciºnadº cºn el estudiº de la bºtánica ;perº entend i endº que cópula y fecundación eran una misma
cosa,y que dada la una era infal i ble la ºtra . Todavia repuse :
—¡Pues me casaré!
Perº,al verme tan n i no y tan fuera d e pºsibilidad casade
“
ra, la lucha cºncluyó pºr aturdi rme,dar giros a mi alrededºr
María Pepa,tap i as y ventana , y huir tambaleante .
María Pepa,si n duda ; m as yº nº era púber aún . ¿Hubiese
— 248
rácter, he prosegui do lºs añºs que llevº de existir hast a hºy ,
sinmás que momentáneas o breves interrupc i ºnes,y el atem
pero pºr ci erta ficc i ón º disimulº para no cºnvertirme en agriº
y desag radab le /a l tratº y estima de las gentes
Calculo s i sería pºr lºs alrededores de Diciembre del m i s
m o añº 40 cuandº mi padre , con la demás fam i lia,se esta
b leci ó en Cád i z . El Puerto , sol i tariº en i nvi ernº , nº ºfrecía
atractivºs para mi ; j uzgaba haber en Cádiz más ampliºs hºri zºn tes .
En la vi da nueva , deb i º ºcuparse mi padre , dadºs la edad yel medro de su h ij º
,en el prºblema de mi educación .
A inducir pºr sus determinaciºnes y las dºctr i nas cºrri en
t es eu las persºnas d e mundº, parécem e que deb i ó de fi jar su
cºns i deración en uno de lº s más salientes prºblemas de la pe
dag ºg ía dºméstica y paternal , a saber : impedir que el niñº
and e en malºs pasºs . Ello es que habiéndome dejadº hasta eu
tºnces en l i bertad para que h i ci era lº que me diese la gana,sin
percatarse ¡
de mi lección de equitación,ni mis rabonas y demás
d iabluras,ahºra me pusº un ayo para que me llevara y traje
ra,acompañándome a tºdas partes .
Apagada mi presunción de hombría,cºmº ºtras cºsas
,ni
m e afeitaba ya el lab i º con el cortaplumas , para adelantar
el bozo, n i me cºntrar iº el c i ri neº de levita , quizá porque Su
ºfi c i º fue breve .
En efectº,a pºcº
,me pusierºn de m ed iº-interno en el Cº
leg i º de San Pedrº ; dºrmía en casa , y pasaba el día en el edi
li cio escºlar,exceptº lºs dºmingos y fi estas .
LXXXIV
P r o s i g u e l a i n t e r r u m p i d a e d u c a c i ó n .
Era directºr el P adre Mºra , un exclaustrado cºnver tido
en sacerdºte , que tenía pºcº de fraile , muchº de bandºl erº y"
m ás de clérigº de misa y ºlla . M ºdestº y'cºnºcedºr de sus
— 249
c ºrtos alcances , ejercía de d i rectºr nºminal , reservándºse la
efectiva de la i nstrucción primaria y la gestión económ i ca .
Sojuzgado,perº nº extinguidº el carh sm º , infºrmaban la
sºciedad de aquella épºca dºs tendenc i as en lucha , que se m a
n i festaban en tºdºs lºs sen t idºs pºsibles , sin excepción de la
m isma enseñanza .
Hab íase establ ecido en Cádiz el Cºlegiº de San Felipe Neri ,
el mejºr sin duda que se cºnºcía entºnces en España y , a decir
verdad , el mejºr en su génerº que ha exi stidº después hasta
hºy día de la fecha .
Fue creadº por comerci antes,ind ianos en su mayºría , cºn
el patrióticº fi n de que sus hijos recib i eran educac i ón españº
la ; esto es , que nº resultaran fi l i busteros , sinº amantes de la
tierra de sus padres .
Poblaron cl Cºlegiº lº s h i j ºs de la gent e acaudalada , cuyainmensa mayºría era pºr entºnces del partidº mºderado ; y
pºr ellº tomó necesariamente cºlºr,
pºlíticº el buenº de San
Felipe .
Algún ri cachón,algunºs r i cºs , y la
…
mayºría de las gentes
mediocres,fºrmandº la falange prºgres i sta , hicierºn ranchº
aparte y enviaron sus hijºs al Cºlegiº de San Pedrº,pºr m ás
que el Padre Mºra fuese tan prºgresista cºmº su abuela .
Frente al Cºlegiº de San Felipe , ya que nº pod ía ºpºner
sunºmbre a l del célebre pºeta D . Albertº Lista,prºcuró bus
car lo mejºrcitº para el desempeñº de las cátedras .
Primeramente arramb ló con el material aprºvechable d e
lºs exclaustrados , sacandº de allí a un Sr . V i rº tó , excelente la
tinº , a quien debió cºger la ex claustrac i ón con la miel en l ºs
labios , sm que le entrase m ás adentro , a juzgar por lº s hechºs
d e vestir correctamente de laicº , nº vºlver a ºcuparse en la
—misa y adºptar un cont i nente más parecido a cºmandante de
reserva que a pretér i to novicio .
También sacó de dicha prºcedenc i a al Padre Martínez , lec
tor agustinº que había sidº,trocado en cléri go llanº y de re
g a lares cºstumbres , bien instruidº en fi lºsºfía dºgmática y
- 2&D
t eolºgía,menºs en la de Condillac y B aldinº t i
,que explicaba
pºr la necesidad de acºmºdarse a lºs tiempºs,y nº levantar
vºces del ladº de San Felipe con que le acusasen de ignorante
y atrasadº .
Para cºncluir cºn el persºnal de ecles1ast i cº ºrigen ,,
diré
que había ºtrºs d ºs exclaustrados m ás,quienes hacían el ºfi
c i º de i nspectºres y daban clases subalternas : unº de ellºs,el
Padre Sarton , tranquilo , indulgente y que debía de ser bueno ,puestº que se c*aptaba el car iñº de lºs muchachºs m anten i en
do en difícil equi libr i º el respeto y la amistad .
Un legº venía , por últimº , encargado del comedor y la
despensa ; pero tan legº , que debió sal i r así del mism º vientr e
de su madre . ¡Ya qu i s i eran haber llegadº Cubas , G uzmán ,Marianº Fernández y
—todos lº s actºres cómicºs de nuestrº
teatrº anti guº,a hacer un legº tan m º t i lón
,tan típ i cº y tan
l egº cºmº el despensero de San Pedrº !
El elemento laicº lº cºnstituían pr i ncipalmente lºs que vºya enumerar .
D . Jºaquín R i quelme,nºtable matemático entre lºs más
nºtables,prºfesºr desde aritmét i ca elemental hasta m atemá
ticas subl imes ; y verdaderº prºfesºr , perº que , por lo mismº ,s i i nmejºrable para hºmbres y persºnas apl i cadas , nº servía
para ch i co s,que tºman la cºsa pºr necesidad y para cumplir .
Seg uía le cºmº hºmbre nºtable su cuñadº , D : Pedrº O'Cru
l ey,prºfesºr d e Inglés y Francés , de Histºria Un i versal y de
España,de Mitolog i a
,Retórica y Pºética . Tºdavía hubiera
pºd i dº desempeñar ºtras cátedras más,a haber quer i dº . P ºr
que, verdaderamente , ya cºmº instruidº , ya cºmº talentºs º ,
muy pºcas persºnas de aquel entºnces le pºdrían aventajar .
Nº hay s i nº que D . Pedrº,cºn ser el talentº de Cádiz , era el
mayºr y más singular bºhemiº que h abía en tºdas las E s
pañas .
Cºn estºs dºs puntales,cºn los elementºs antedichºs , más
unm édicº que daba algunas l ecc i ºnes de Física y de H i stºria
Natural , más un boticar i o que ºñci aba de químicº , unmaestrº
Pasó a la ¡y ni sumar ! Lº peºr del casº es
que sigo asi , cºntando sesenta añºs muy cumplidºs .
Q uedóse atónitº y suspenso el Padre Mºra , m eneó la cabe
za como quien nº sabe qué hacer : debí parecerle demasiado
grandullón para echarme a lºs bancos de la escuela . Al fm
tºmó as i entº detrás de su pupitre y escribió tres papeletas ;una para V i rº tó , primer año de Latín ; ºtra para D . PedrºO'Cru ley , H i storia de España , Mitºlºgía , Retóri ca y Pºética ;
la tercera,para
"
D . Jºaqu ín Riquelme , Aritmética y Algebra .
A las horas cºrrespºndientes , me presenté en las c átedras .
Todº se redujº a º i r , ver y ca llar . Terminada la lección,cada
maestrº m e dió el títulº del librº que debía adquiri r y por el
que había de estud i ar .
Dueñº de ellº s , con resoluc i ºn fi rme , abrí el nuevº Arte de
Latín para recºmenzar l º que tan si n frutº había prºcuradº
en ºtras ºcasiºnes aprender . A deci r verdad , algº más ºb tu
ve ; perº pºcº y prend i dº con a lñleres .
P asé al librº de Histºr i a : cºnsistía en un cºmpendiº,sºbre
pocº m ás º menºs , parec i dº en tamañº al Iriarte . Su esencia
c ºn sistía en un catálºgº de nºmbres y fechas . E nterábam e de
a lgº ; perº cºmº el empeñº y el propós i tº del l ibrº se c i fraba
en el extremº crºnºlógicº principalmente , resu l taba imposi b le
para m i el quedarme cºn las fechas n i los nºmbres si n tras
trºcarlºs ni confund i rlo s .
Abrí el l i brº de Mitºlogía : histºria fabulºsa bien comprend i que era ; cuandº nº pºdía quedarme con la efectiva y real ,me pareció tiempº ºciºso el destinadº a cargarse la cabeza
con la v ida y milagrºs de Júpiter o V enus .
Q uedábanme la Retórica y Poética ; leí dºs º tres páginas ,y parec i óm e tan sandio su cºnten idº , que cerré el libraco , cºnciertº menºspreciº .
< ¡Mal principiº de semana (dije para m i capote) : sºy burrº
de remate! ¿ Para qué querrá m i padre hacerme estudiar? Nº
s i rvº para esto . Que me haga cadete : para'
eso me sobra con
253
saber leer y escribir . En el Regimientº seré el pr i merº ; en el
Colegiº éste,cºmº he sidº en la escuela
,el últimº . »
LXXXVI
D o n d e m e n o s s e e s p e r a , s a l t a i a l i e b r e .
A las nueve empezaba la clase de Latín,durandº hasta las
d º ce . De una a dºs,la de Ar i tméti ca y A lgebra . De c i ncº a
sei s de la tarde,endías alternºs
, unºs H i stºria , ºtro s Mitolo
gía,Retór i ca y Pºética .
V i rº tó tenía la clase dividida en dºs bandºs : Cartagineses
y Rºmanºs . A mi nº me hizº bel i gerante desde luegº ; dejóm e
en paz hasta saber lº s puntºs que yº calzaba .
Al prºntº nº me enteré de l º que s i gn i fi caba aquel lº , peroluegº entendí que era una donosa apli cac i ón de la Histºria
antigua a la Pedagogía .
Viv ían allí lºs lat i nizantes en perpetua lucha,cºn su gene
ral a la cabeza y sus cºrrespºnd i entes decuri ºnes , l ibrándo se
batal las,ganándolas º perdiéndol as
,según l º s puntºs º heri
das que respectivamente hacía cada parte . U na tabl i lla,cºn
una 0 y una R enlazadas y de cºlor rºj º , pasaba lº s bancºs de
la una a la ºtra banda , según Cartagº 0 Rºma lograse la vi º
toria . Cºnfi esº que , a pesar de mis inclinac i ºnes bél i cas , si
amortiguadas,nº exti nguidas aún
,nº me entusiasmó gran
co sa la invención .
A lº últimº,conclu i d a la lucha entre Cartagineses y R º
manºs , cºmenzó el prºfesor unas a plicaciºnes que no entend í .Después empezó a tºmar la l ección a los muchachºs
,de la
parte señalada y expl i cada el di a antecedente,y final i zó pre
guntándºm e nº recuerdº qué .
Cºmº nº acertara a cºntestarle,me preguntó ºtra cºsa .
A sí, bajandº y bajandº , llegó a las decl i nac i ºnes , dºnde a da
ras penas y equ i vocándom e a cada pasº pude salir del apr'
ieto,
254
n º s in dejar ver clarº que nº sabía una palabra y necesitaba
princ i p i ar pºr el A B O'.
Mohi no y cº n las orejas cal i entes,entré a la hora respect i
va en la clase de Aritméti ca . Cºmenzó R iquelme pºr expl i car
u na senc i lla suma de quebradºs . Después fué llamandº unº
pºr uno a cada chi cuelo,nºtándº le cant i dades y hac i éndºselas
sumar .
Me llegó el ¡y aquí te qu i erº ver! Sal i º a la luz del'
d ía tºda m i desnudez , y v iº el maestrº que nº sabía realmente
n i la tabla de sumar : las cuatrº reglas,que a duras penas ha
bía aprendid º cºn D . Dºmingº Fartos,se me habían ºlvidad º .
Nº se impa c i en tº D . Jºaquín,perº me d ij º que si n sab er
bien las tablas de sumar,restar y multi pl i car nº pºdía darse
un sºlº pasº . Salí del aula más cºrrido que una mºna , triste
y malhumorado .
Llegó la hºra de la clase d e O'Cruley ,y entré en ella cºn la
tr i steza y el mal humºr acrecidos . Tºcába lc aqu el día la Retó
r i ca y P ºét i ca , y habló de ellas en general ; pero tan clarº , cºn
tanta sºltura y grac i a,que lº que me pareció sandio en el li
brº,me resultó i nstructivº y amenº sal i endº de sus labios .
Terminada la expl i cación no empezó a preguntar , sinº queentabló conversac i ón con un alumnº sºbre cºsas de versos de
pºcas sílabas y de muchas sílabas ; y así prºcuraba hacer pºr
que los cursantes dij esen algº que se les pud i era ºcurrir , tuer
t o 0 derechº .
En estº se encaró conm i go,y me dij º
—¿ Se ha hechº usted cargº de en qué se ocupa la Mitºlºgía?
Aunque la distracción de la cºnferencia había suspendidº
m i confus i ón y mal humºr,al verme interrºgadº sºbre mate
ri a de que tampºcº sabía palotada , presintiendo que i ba a há
c er un papel rid ículº pºr tercera vez en el primer día , ex aspe
radº le cºntesté— No
,señºr . ¡Ni quierº!
Q uedóse paradº ante el tºnº y brusquedad de la contesta
c i ºn,y. repuestº
,me dij º dulcemente
256
chachos , al l legarm e la vez y meter m i cuartº a espadas,de
cía los hechos de más bultº , y sacandº un papeli tº d i ri g íame
a D . Pedro :
— N o querrá usted que diga un disparate , y para nº tra
bucar los nºmbres n i las fechas,aquí traigº apuntadºs unºs y
o tras .
— Hace usted b i en— contestaba .— Después de tºdº , sería un
b º tara te quien se pus i era a escr i bir d e Histºria fi ándose en su
memºria . M ala Histºria esc i i b i ría no ten i endº a la vista,para
cºn sultarlº s , tºdº génerº de datºs y dºcumentos , así de lºs
sucesºs , comº de su enlace y del tiempo y épºca exactºs en
que ºcurr i erºn .
De ese mºdº i ba pasandº en Histºria casi t an bien cºmo
el m ás dispuestº y memorioso ; perº dºnde alcancé pronta
mente triunfºs inesperadºs y trascendentales fue en Retórica
y Poéti ca .
Cºn l º que cºgía al oídº de las a plicaciºnes de D . Pedrº
y cºn otro factº r ex i stente en m i , y del que , sin embargo , no
m e había dadº cuenta (es a saber : la l ectura de las ºbras de
Martínez d e la R ºsa,la traduc i da Epístº la d e Hºracio a los
P i sones y la cºlecc i ón de Qui ntana) , h i ce un amas i jº de tal
vºlumen , que D . Pedrº y tº dºs lºs”mu chachºs de l a clase se
hacían cruces,creyéndºm e un prºd i g i º
Con este había adquiri dº c i erta autºridad , que subió de
puntº cuandº,en cargandº a los alumnºs de la clase que escri
b i eran un romance sobre nº sé qué tema , salió mi rºmance a
reluci r .
Ya en cam i nº,me pidierºn cuartetas y qu intillas , ºctavas
reales,sºn etºs y muchas cºsas más
,con cada un a de las
"
cua
l es abr i erºn un palmo de bºca d i scípulºs y maestrº .
¡Es un l i tera to ! ¡Es un poeta !— exclamaban asºmbradºs .
¿ Qui én me t º sía ya? ¿ Q ué impºrtaba que nº diese palotada
en el latín y en el sum ar?'
L os m i smºs V i rº tó y Riquelme me
m i raban con respeto . Sin embargº,era lº ciertº que el l i tera
“
257
t º nº estaba segurº de si una palabra debía escribirse cºn h º
s i n ella , cºn b º con v d e cºrazón .
Perº cada t i empº tiene sus mºdas y aun manías . P º r aquel
entonces , tºdº lº que h abía que ser en España era autºr de
cºplas. Quintana , G all egº , Esprºnceda , Z orrilla , Martínez de
la R ºsa , el Duque de R i vas , ll enaban todºs lºs cerebrºs . Ser
pºeta era el cºlmº de l a sabiduría . Al mismº D . Albertº L i s
t a nº se le tenía en nada pºr ecles1ast i cº , n i pºr maestrº , sinº
pºrqu e hacía versºs .
Que nº supiera una patata de Teºlºgía : cºn una ºda más
º menº s lamentable , alcanzaba la Dºctºral cualqu i er cl eri z ºn
te ; º una m i tra si los versº s menºs malºs,y el cura de regular
c ºnducta . N i lºs peri ºdistas ni l º s d i putadºs tragaldab as cºn
seguían , cºmº ahºra , lº s al tos puestºs d el Estadº ; m i entras
que l ºs a sal taba con la mayºr fac i lidad cualquier autor d e cºmedias º de un l i brejº de versºs .
cR i tm º y rima llevaban ha sta a la Pres i dencia del Cºnsej º
d e Min i stros , d el E stam entº de Próceres º de Prºcuradºres .»
Cºn estº cºmprenderá el lectºr el espír i tu d e aquella épºca
y la impºrtanc i a que adquiría en la sociedad escºlar su vate
im prºv isadº .
Dejé de asisti r a latín cºn V i rº tó,si n que nad i e se atre
viese a decirme palabra . I ba cuandº quería a la clase de R i
quelme , y nº se atrevía a preguntarme nada . Entraba y sa
lía en el aula que me daba antºj º , para matar el ti empº ; pa
sandº el día de aquí para allí,asaltando la despensa , haciendº
rabiar al legº,forcejeandº cºn lºs criadºs y derribándolos
cºn l a zancad i lla, fºrzand º las llaves d e lºs calabºzºs para l i
b ertar lº s pr i siºnerºs , jugandº al floret e y al sable,dºnde
mostré aptitudes super i ores a lº s demás discípulºs . Híceme el
gallº de lºs internºs y externos,el desfacedor de entuertos es
c olares , e l niñº mimadº de lºs s i rvientes , i nspectores y
m aestrºs .
Jun t am ente cºn la enseñanza d e D . Pedrº O'Cruley , casi
tantº como la cl ase'
de Esgrima,llegó a interesarme la de L º
17
— 258
gica .y G ramática general que daba el Padre M artínez . Fu i a
ell a espºntáneamente y si n que el Padre Mºra i nterviniera ;fuí pºrque s i , pºrque un día entré curiºsº , entendi bien la ex
pl i cac i ón , y me gustó la materia .
Cºmpré el B aldi nº t i traducidº al castellanº,
"
pºr purº
adºrnº , y una G ramát i ca general ; perº nº lºs abrí . Ya el hºrrºr a lºs l i brºs de enseñanza se había apºderadº de mi espi
ritu de tal mºdº , que m i raba un enem i gº en cada textº . Pero,
esº sí , escuchaba cºn"mucha atención lo que decía el Padre ;
sus ideas nº sólº me las asimilaba , sinº que despertaban en
mi pensamientº ºtras ideas,y prºblemas y conatos de eXpl i
cac i ºnes .
E l Padre me“
cºbró car i nº,prodigándome a pºco las cºnsi
derac i ones d e un cºmpañerº y del más aventajadº de la
clase .
Al fi n del cursº me en cargº el repasº de lºs ºtrºs escola
res . Yaunque estº nº me d i ó la importancia que las cºpla s ,me prºdujº una satisfacc i ón más íntima ; cºbre mayºr con
fi anza en m i mismº , y aun prºduj º en mi eSpíri tu c i ertºs de
jos de i ndependencia i ntelectual , cierta reb eldía al pensam i en
to ajenº .
Crec i eron estas manifestac i ºnes de la inter i ºr sºberb i a
hasta el puntº de denºminar i ntºleranci a a las cºn trad i cc i º
nes de mi ºpinión prºpia ; arreb a táb anm e : las di sputas y en
cendíanme e l espíri tu cºn lº s vendavales de la i ra , cual sº le
mos ver en lº s fanáticos . En tales casºs , cuandº las razºnes
nº bastaban para cºnvencer a l os cºntrariºs , en mi exaspera
c i ón pasaba a los denuestos , dejandº a veces maltratadºs a
amigºs y persºnas queridas . Luegº que sobrevenía la cal
ma,dáb am e pena , cºnºcía la falta y prºcuraba desagra
v i á rlos .
Advertí que pºcas veces s e bºrran del ánimº lºs efectº s del .
i nsultº ; y que el denostado , ri di cul i zadº º i njuriad o una vez ,
pºdrá perdonar,perº conservandº siempre en su interiºr la
huella de la ºfensa .
— 260'
En el mundº pequeñº de los chicºs hay bastantes cºsas
que estud i ar . Algunas h an pasadº casi inadvertidas ; sobre una
de éstas vºy a traz ar algunºs rasgºs .
A pºcº de tomar la t i erra , qu i ere deci r , de cºnºcer el cºle
g i º y encºntrarme cºmo en casa prºpi a , mºv i ó m i i nterés bajo
ci ertº aspectº la persºnal i dad d e tres alumnºs . Ni ngunº de lº s
tres se parecía a lº s ºtrºs e n nada,absºlutamente en nada .
Perº lºs tres , aunque en d i versa fºrma y pºr variº m ºdo erantres víctimas , tres cr i aturas cºndenadas al pastº d e las trave
suras , los insultºs y l ºs malºs tratºs de la pºblaci ón escºlar .
Cºmº tan diferentes eran,necesi tº darl ºs a cºnºcer pºr su s
rasgºs especiales ; y dudº por cuál empezar . Pr i nc i p i aré pºr el
más sencillo .
R amón Piedra era un muchachón de catº rce añºs , ºbeso y
cºmº un rollº d e manteca,m º centón
,tímidº y femeninº
,aun
que no afeminadº . Lºs compañerºs nº le querían mal , nº le
tenían inquina , perº el caso es que nº le dejaban un mºmentºen paz .
Unc l e empuja , ºtrº le pell izca ; éste l e p i nta a la fuerza
unºs'b i gº t es cºn t i nta 0 cºrchº quemadº ; aquél unas patillas .
O ya,cuandº cam i na inadvertidº , viene pºr detrás un diable
jº , y a l a carrera le pºne las manºs en l º s hºmbrºs y salta pºrencima . 0 b i en , si lºs inspectores están lej ºs , se asºcian variºse stud i antes y derriban al pobrete
,gritándole
—
¡G azpacho !
Y el a gazpachº » consiste en quitarle lºs calzºnes , darle azo
tes en las rollizas nalgas,echarle buches de agua en la barr i
ga,sºbarle de lº lindº y pel l i z carle .
A tºdº estº acºmpañaban las naturales prºtestas del agre
didº, asi comº la risa , jºlgoriº y algazara de lº s demás , quie
nes en cada cºz y en cada van º esfuerzº de ¡la v íctima sentían
un placer mal i gno e i ndeñn i b le .
La segunda víctima tenía pºr n ºmbre Manuel L a Riva .
Cºntaría unºs diez y seis añº s . Ni pºcº n i muy desarrºlladº ,rubio
,d e pelº clarº
,fi sºnºmía indiferente casi siempre , descºn
fi ada a veces (lºs chicºs le decían escamón : palabra que nº sé
s i está en el Dicc i ºnariº,perº que da una idea i nex mesab le
pºr n i nguna ºtra .)
Sºbrinº de un montañés enriqueci dº en el Puertº de SantaMaría
,mal educadº (el sºbr i no) , pºr cons i gu i ente voluntarioso
y tími dº,fºrmal y de mediana inteligencia
, guardº sº , s i n esa
generºsidad de lºs m uchachºs,t an nºble en el fondo , que lº s
lleva a dar y repart i r entre lºs cºmpañerºs tºdº lo que tienen :tal era E l E scamón .
Pºr este pecadº comenzó su desdicha . Dierºn lº s condisci
pulº s en asa l tarle el baúl y registrarle la carpeta , fºrz andº
llaves y cerraduras ; Q u i tában le las gºlºs i nas , el dinerill o , l ºs
l i brºs y papeles,cºn lo cual se daba a lº s d i ablºs y quejábase
a lºs super i ºres . V i nierºn las averiguaci ºnes y algún que ºtrº
cast i gº . N º fue precisº más : lºs saqueºs arreciaron , quedóse
hasta s i n calcetines n i cam i sa ; l a palabra del más terrible cºn
juro escºlar pesº sºbre su cabeza: a¡Sºp lónl » , y se v i ó pr i vadº
del agua y del fuegº . Sus cºmpañerºs n º vºlvierºn a d i ri g i rle
l a palabra,sino para mofarse d e él º i nsultar
—
le . Lºs m ás chi
cuelº s teni an pºtestad para maltra tarle,pues tras ellºs estaba
tºdº el Cºlegi o para acºgº tiar a l réprob o , s i fuese ºsado a res
pºnder al i nsultº .
Fue preci sº a lºs d i rectºres del Cºlegiº sacar a L a Ri va
del dorm i tºr i º general,des t in arle una habitación retirada y
a i slada , de cuya llave era dueñº el pri s i ºnerº y estar allí condenado al aislamientº y la sºledad
,si n más amigºs que su car
peta,baúl y cama .
L a tercera víctima era P a imogº : hace pocº que ha muertºy reservº su nºmbre pºr justas cºnsideraciºnes ; además , en el
Cºlegiº sólº le cºnºcíamºs pºr sus dos apºdºs . L ºs chiquillºs
n º se habían contentado cºn unº : P a imºgº le decían despect i
vamente , pºr ser natural d e ese pueblº, en l a prºvinci a de
Huelva ; llamábanle tamb i én D urana,pºr expresarle ant i patía
y malquerenc i a .
262
E l l ectºr nº entenderá qué tiene que ver el nºmb re de D a
rana cºn tales defectºs . Fácil es la a pl i caci ón
P ºr aquellºs t i empºs luchaban desaforadamente lº s parti
dos moderadº y prºgresista . E l últimº se veía vencedºr, gra
cias a que había echadº en el platillo de la balanza su espada
el general Espartero . L ºs mºderadºs venían observando la pº
l ítica v iºlenta y perseguidora que ellºs denominaban a de re
si stenci a » ,y que , cºntinuandº hasta muchºs añºs después , d i óal traste con la cºrºna de Isabel II .
Era el j efe y corifeo de lº s mºderadºs un Sr . Durana,hom
bre cultº,perº de pasiºnes vehementes , mej ºr dispuesto para
las i ntº leranc i as del absoluti smº que para las prudenc i as de
l ºs part i dºs med i ºs . Dedicó su v i da a pelear , acosar , perse
gu i r y an i qui lar a l ºs prºgres i stas,ya pºr mediº de la prensa
en el periódicº de que era directºr, ya desde la esfera del pº
der,ej erciendo el cargo de caci que absolutº de Cád i z y su
'
pro
vincia . Cºn estº resultó aborrecido de los pfºgresi stas y alta
mente impºpular . Al caer los mºderadºs,tuvº que salir a uña
de caballo . Y la pob lación escºlar de San Pedrº,hija de fam i
lias prºgresistas,nº encºntró otrº nºmbre más ºdiºso que
apl i carle a P a imºgº que el segundº mºte de D urana .
Y antes de seguir m i cuentº diré que Durana emigró y que
a p ºcº se su i c i dó en París , pegándose un pistoletazº . Aunque
madurº de añºs , nº teni endº en qué ejercer su fogosidad,se
enamoró de la Re i na Cristi na ; declaró aesta su atrevi dº pen
samiento,y al re cºger las naturales calabazas , nº pudº dige
ri rlas y se l evantó la tapa de lºs s esºs .
P a imogº era un mozuelo d e quince años , mºrenº cºn vis ºs
v erdi negrº s , ojºs grandes y torvos de m i rar ºblicuº , rºb ºradº
entre la contracción de lºs párpadºs y el fruncimiento del en
t recejº . d onp a tuºso » e s impa ti zador » , descubría que si dañaba
de palabra,cºn más gustº dañara cºn ºbras , a pºderlº hacer
impunemente . Nº carecía de inteligencia , perº en l º moral nº
debió a la naturaleza grand es favºres . Envid i oso egºísta , ven
gat i vº , suplía cºn la mala i ntención lº que le faltaba de e se
A l .pºbre de Piedra nad i e lo quería m al , perº era ºbjetº de
las brºmas más º menºs pesadas de la malignidad estudianti l .
E ra un pedazº de carne fofa bauti zada , un ser si n energ ía , y
a fuerza de empellones y d i abluras le fuerºn educando , agili
zando y despab i landº . El métºdº nº resulta muy pedagóg i cº
n i sanº ; nº seré yº quien lo defi enda ni prºpºnga ; perº , a la
verdad , nº cºnºzcº ºtrº cuyos resultadºs abone tantº la eXpe
r i enc i a . Cuando más adelante hable de las novatadas en las
univers i dades y cºleg i ºs d e carreras mayºres,puede que ten
ga que vº lver sºbre el asuntº .
Cºmº L a R i va era del Puertº , y pa i sanº m íº , pºr tantº ,creí caso de hºnra salir a su defensa ; y , en efectº , cºn más º
menºs trabajº pude l i brarle de su muerte civi l . D ejárºnle en
paz,aunque nunca tuvº am i gºs ; yº fu i el úni co . Me lº agra
decía cºn cierta espec i e d e recºnºcim i entº y sum i s i ón , lº cual
nº era parte a que se le ºcurr i era nunca brindarme cºn nada ,n i aun de sus abundantes gºlºsi nas .
Ya en caminº,de desfa cedºr de agravm s
,h ícem e Quij ºte
de la causa de P a imºgº . Cesaron de vejarl e en presenci a m ía ,nº s i n que la empresa me costase dar y reci b i r algunas cache
tinas . Pero prºntº advertí que el buen D urana , nº sólº no
agradecía mis servic i os , s i nº que en su interi ºr le corroía la
envi d i a y hasta la malquerenc i a,cºmº ºfendidº de que ºb tu
viese yº por m i prºpia autºridad y fuerza un favºr para él .
Cºn estº le dejé abandºnad o a su prºpia suerte , guardándolo
constantemente en la memºria cual ti pº d e hºmbre atravesa
do . Después,el tiempº ha ven i do a demostrarme cuánta razón
de in st i nto gºzan lºs muchachºs,y cºmº la prºpi a Naturaleza
p r ºcura i n scºnsci entem ente cºrregir las i mperfecciºnes .
P a imºgº cºmenzó la carrera d e abºgadº ; la abandºnó y
ded i c6se a cºntratista d e obras públicas : fue durº , despiadado
y estrujador de trabajadores ; así se h i zº ricº . V ivió m alque
rido de los humildes,menospreciado de sus i guales , comidº
de envidia pºr la prºsperidad de qu i enes la al canzarºn mayºr
que él . Mur i ó si n que una lágrima humedeciese ningunºs ºjos.
Nº trºpezó , en algún artículo del Cód igo porque lºs cºleg i ales
de San Pedrº le enseñarºn a ta scar el freno , d i s i mular y re
pri m i rse . Perº sus últimos añº s fuerºn desastrºsºs ; casad o ,tuvº hijos que ya nº se educarºn en San Pedrº ; las ramas sá
lierou al trºnco,y esas s i que se enredaron en lºs artículos
del Cód i gº penal .
LXXXV III
L o s e x ám e n e s d e a n t a ñ o .
Celeb rábalos anualmente San Felipe cºn gran pºmpa y
aparatº ; nº había d e ser menºs San Pedrº .
San Fel i pe Ner i estaba en su prºpiº ed i fi ci º , gran cºnven
tº remºzadº y alegre,el cual pudº servir para el obj eto cºn
que fue fundadº,lº m i smº que para
'
Palac i º de las Cºrtes y
que para Cºlegiº d e segunda enseñanza . Tenía y tiene un am
pl i º pati º herm º sís imº,lugar aprºpiadº para lºs juegºs juve
niles y para el espectáculº teatral de lºs exámenes públicºs .
San Pedrº resid ía en un enºrme casarºn de la call e d el
m i smº nºm bre y en ºtras dºs casas más,cºnt i guas y comuni
cantes por la espalda,cºn fachada a la plaza de M i na . Care
—c i endº estºs ed i ficiºs de un pati º tan luc i dº cºmº el de San
Fel i pe , salíamºs d e m adre y veri fi cábamos la fiesta en el m ás
hermºso que había en la c i udad : en el pat i º del Pabellón de
Ingenierºs . Aquell º era de ver cuandº se cel ebraba tan solem
ne espectáculo,a ctº
,fiesta y representación
,porque de tºdº
t enia un pºcº . Epºca fi ja , en l ºs cºmienzºs d e Jun i º
Un gran tºldº de b lanca lºn a , adornadº cºn festones rºj ºs ,tamizaba la luz espléndida del i nic i al est íº
,dandº al ambien
te dulce frescor . L as galerías,lis tadas de bancos ºcupadºs pºr
el púb l i cº anónimº . E l cuadrº central del patiº, v1stº s ísimº .
B anderas y gallardetes ondeando en lº s bal cºnes d e las gale
ría s . P abellºnes de vistosas telas adºrnandº lº s arcºs y colum
nas inferiºres . Alfombrado el suelº.
266
A l frente , amplia tri buna (tres gradas en alto) c i rcuída pºr
balaustres de madera pintada simulandº mármºl . En el cen
trº y al fondº , un dosel de terciºpelº carmesí cºb ijandº e l re
tratº de la Re i na Isabel,en inºcente edad
,cºn dºs sandías al
p i e comº emblema de lº s dº s mundºs de nuestrºs t i empos g lº
ri ºsº s , y la cara malhumorada y greñuda de un león a sº
mándºse . A la derecha , una mesa cºn tapete de damasco rºj º
y un s i llón para el prºfesºr . Acá y allá esferas arm i lares y gl º
b ºs terráqueos ,*mapas y librºs , cºquetam ente y cºn p i ntores
ca distribuciºn cºlºcadºs . P ºr últimº,un gran atr i l susteu
tandº amplia p i zarra negra .
Al frente ºpuestº,ºtra gradería y nuevº tablado , m ás pe
queñ º»
, a gu i sa de estradi l lo , cº n sendos sillºnes ecles i ásticºs
rellenºs cºn las ilustres posaderas del Jefe Pºlíticº y d el señºr
Alcalde,juntamente cºn ºtrºs para el Cºmandan te general y
demás persºnaj es , amén del Padre Mºra y lº s catedráti cºs l i
bres de faena pºr el mºmentº .
Entre el estradº y la tr i buna,ancha calle l imitada pºr hi
leras de bancºs desti nadºs a las famil i as de lº s cºlegi ales ; ex
cepto lºs próximºs a la tribuna,reservadº s para el cuerpº es4
tudi ant i l .
Allí era cºsa de vernºs tan lucidos de p i es a cabeza cºn
nuestrº damante uniforme,cºns i stente en sºmbrerº d e tres
picºs galºneadº de plata , casaca azul cºn bºtºnes y sard i ne
tas del mismº metal , y pantalón tamb i én!
azul e i gualmente
adºrnadº cºn franja de plata . Tan prec i ºsa mºda m i l i tar buenº
es que no se pierda de vi sta,ni se ºlvide su ºri g en . Cºmº se
nºta , existía en esºs Cºlegiºs híbridºs y de trans i ción , ecle
s i ást i cº—aseg laradºs ; cºnservándºse cºn r i gor hasta hºy día de
la fecha en las instituciºnes meramente rel i giºsas , cºmº lºs E s
cº lap i º s y Jesu i tas .
Tres'
días duraba la func i ºn , am en i zando lºs intermediºs
con su música una banda militar , s i tuada en la galería'
supe
r i ºr . El primer día tº caba lucirse a lºs ch i qu i t i nes de i nstruc
ción primaria ; el segundº , a lºs zangones de humanidades .
el nºmbre) y un prºblema sencillº sºbre nº recuerdº qué
asuntº de tr i ángulºs .
P or virtud de tan inocente artifi c i º , no naufragó ningún
muchachº : salvº mi paternidad,que milagrºsamente pudº
salvarse en una tabla .
Hi ce un examen luc i dº en Lógi ca e Ideºlºgía , m edi anejº en
G ramática general . Pasé a trompicones en H i stºria ; y me hu
b i era rºtº las narices si nº me ampara D . Pedrº,pºrque las
fechas escritas cºn lápiz en las uñas pºr la mañana se habíanbºrradº . E n cambiº , me despachº a mi gustº en Ret óri ca yPºética . Perº , am igº , cuandº llegó la vez al Algebra y la G eo
metri a , aquellº fue un cataclismo : ¡el vacíº , la sºledad m ásespantosa
,la nada
,reinaban en m i cerebrº !Ya había sal idº la
pregunta de lºs l ab iºs de D . Jºaquín R iquelme , y yº nº sabía
qué cºntestar .
Allí , en la escena , en altº , en el tablado , aumentaban m i
cºnfus i ón el centenar de cabezas,cºn sus cºrrespondientes pa
res d e ºídºs y de ºjºs que en m i estaban fijº s,desde lºs del
Sr . Jefe Pºlíti cº hasta los de las bellas jºvenci tas y orondas
mamás . Hubiera deseadº que la tierra me tragase . L a ver
g íí enza ,me t i ñó el rºstrº cºmº una remolacha ; v i n i érºnme
irresistibles pujos de llorar ; y para que nº me viesen me vºlví
de espalda . En cuyº mºmentº,a l ver el caballete y la pizarra ,
l ibre de la fascinación de tantºs ºj ºs,tºmandº cursº de ener
g i a la desesperación , me sug i rió una idea.
salvadºra . Cºg í la
tiza ; y escri biendº cºn gran rapidez en el enceradº letras y
signº s,acá y allá mezcladºs cºn y y y y se
, manº
t eandº para cºn l os brazºs i mpedir al púb l icº la lectura y b º'
rrándº l a luegº de repente,me vºlví cºn descarº a D . Jºaqu ín
y al públicº auditºriº ilustre , cºmº dando pºr terminada la
faena .
D . Jº aquín me m i ró absºrtº y me h izo la pregunta de G eom etr i a , pºr ver si cºn ella salía m ás º menºs di sparatadam en
te . Perº una vez hechº el caminº , ya no me paré en barras .
Tracé un triángulº en la p i zarra , le puse una l etra en cada
¡y allí fue de ver el barajar del ángulo a b c cºn el án
gulº b c a ! Y a todº esto , escribe que te escribe y charla que
te charla en a lgarabía º bernard i nas que dejarºn atónitº alpúbl i cº y al m ismº D . Jºaqu ín , qu i en pusº términº al sainete
sub i endº y baj andº la cabezaEllº fue que , prem i º nº , perº ºbtuve la nºta de buenº en
Matemát i cas . E l públicº nº me hizº justici a , ni menºs lºs
m aestrºs , perº si lºs escºlares . Tenía entre ellºs bastante s
amigºs y admiradºres ; gºzaba de buena reputación entre lº s
neutrºs,que siempre compºnen la mayºría de tºd a cº lect i vi
dad ; perº tenía tamb i én'm i s émulos y tal cual enemigo . A l
guno hubº de º i r que un señºr gºrdo decía al Padre Mºra
durante mi examen— Ese muchachº parece de prºvechº .
Y que el Padre Mºra le cºntestó— E s un fi lósºfº , y adem ás hace ºctavas reales .
Con lº cual se agºtó la paci enc i a d e mi émulo y fué a d es
ahºgarse entre sus cºlegas , haciendº lº s justºs cºmentariº s
de m i osadía desvergon zada en el examen de Matemáticas,
y cºncluyendº tºdos p ºr decir q ue yº era un purísim o far
san t s .
La frase resultaba dura ; pero , cºmo eXpres10n de la ver
d ad , no dejó de imprim i r su huella en el ánimº de lº s neutrºs
y rebajar el cºncep to en que me tenían . Nº hay mej ºr juez de'
l ºs estudiantes que sus cºmpañerº s .
Nº pºr descargº de m i s culpas : desde las primeras pág i nas
de los presentes apuntes vengº cºnfesandº m i m gén i ta i nep
t i tud para las ciencias exactas y otras muchas ; es una'
desgra
cia que deploro ; nº es culpa del ciegº el nº ver , que hartº lº
siente . Perº yº digº : si lºs exámenes sºn una mera y pura
farsa , fºrzandº a hacer papel en ella , ¿ qué h i ce m ás que extremar lº s gradºs de la farsa misma?
¡Ah !Nº se d i ga que lºs exámenes de hºgañº son muy ºtrºs
que los descritºs de antañº . Ya demºstrará más adelante quelos exámenes actuales de preguntas pºr papeletas sacadas a la
suerte,resultan más farsa todavía ; y sºbre farsantes , ab sur
dos ; y sºbre absurdos , neciºs ; y sºbre neciºs,inhumanºs e i n
justºs . .
LXXXIX
¿ Q u é e s e s t u d i a r ?
Si pºr estud iar se entiende grabar en la memºria las hºjasimpresas de un librº
,cºmº las graba en un pliegº de papel la
prensa tipºgráfi ca,para leerlº all í dentrº de los sesºs con la
exactitud que se encuentra en el mismº librº ; s i pºr estud i a r
se entiende guardar lºs s i gnos fonéti cos del maestrº º sus mis
mas i deas en la caj a del cráneº,cºmº se guarda la rºpa en el
cajón de una cómºda,para vestirla cuandº ll ega la ocasión ,
¡yº nº estudié n i aprendí cºsa alguna !
Si pºr estudi ar se ent i ende adqu i rir algún conºcimientº ,dar con la clave ºpºrtuna para su examen , desenvºlver la
atención,ensayarla en observar y comparar , despertar el jui
ci º, valºrar las cºsas y sus fenómenºs , seriar éstºs , di feren
ciar las causas de sus efectºs , inducir lº descºnoc i dº por lº
cºnºcidº,aprender a ver 10 exteriºr y formar ju i c i o y adqui
ri r cºnºcim i entº de cºsas y persºnas , y verse unº m i smº i n
teri ºrm ente y adqu i r i r cºnciencia prºpia , ¡nº dejé
yº de estudiar en el Cºlegiº de San P edrº'
FI N D E L A PR I MERA PARTE
272
Q i1 edab an las llamadas carreras . De la Igles i a no habia quehablarme : mejor optara por mari nero o ganapán .
B i en sonaban a m i s oi dos las palabras Arqu i tecto e Inge
n i et o ; empero , sal íanm e al paso el sumar y el divi d i r , las ecua
c i ones y los pícaros tr i ángulos
N o quedaban más que las tres grandes botas de turbi os a
que van a parar las masas de la Juventud en l a clase med i a ymenos que mediana : Leyes , Medicina y Farmacia . N i nguna
, a
la verdad , me enamoraba .
¿ B oticar i o? ¡N i por pienso ! E ra oñc i o demasiado sedentario
para mi eSpíri tu i ntranqu i lo . Por ven i r de cepa,hubi ese pre
fer i do el Derecho ; conceptuab am e más discutidor que mi abuelo y que m 1 padre , y creía poder sacar mejor partido . Pero la
Univers i dad estaba en Sevil la , y la. Escuela de Medicina en la
misma Cádiz,donde residía la familia ; tan importante c i r
cunstan c i a me obligó a aceptar a regañad i entes la candi dat u
ra de G aleno .
En Octubre del d i cho año 42 tomé matrícula en el prepara
torio de Med i c i na y Cirugía,para cursar las as i gnaturas de
Fi s i ca experimental y Quím i ca , que expl i caba , o debía expli
car,nuestro catedrát i co D . José María López ; y la de B otáni
ca,que expl i caba
,en efecto , y enseñaba , el muy d i gno y disti n
guido profesor D . Manuel María de Porto .
Ignoro si alguien ha parad o m i entes en l os gr andes efectos
educativos del primer año de los curso s de uua carrera mayor :
constituye la verdadera divi soria d e aguas de la vi da . Por eso,
p i do perdón s i en el relatar y describir esa divi sor i a resultase
demas i ado prol ij o .
E l Colegio de Medicina de Cádi z fue fundado por el mar
ques de la Ensenada,con el fi n de d otar a las escuadras de un
persºnal médico—quirúrg i co propio , adornad o de los mej ores
conocimientos de la época .
Para la mejor realizac i ón de su propósito , delegó todas sus
facultades en D . Pedro V i rgili , cuyas sabiduria , fama y eXpe
riencia eran entonces preeminentes . De B arcelona pasó d icho
273
señºr a Cádiz . D i º sus instrucciones a l º s arquitectos, y se
levantó de planº el ed i fi c i o donde subsiste l a celebrada Es
cuela .
En tanto se daba térm i no a la obra , el i gi ó D . Pedro los
m édi cos ºi rujan ºs jóvenes más i ntel i gentes y apl i cadºs d e su
Escuela de B arcelºna , para que pasasen a Inglaterra , Franc i a
e Ital i a a perfecc i onar sus estud i os,ºrdenándole
'
s tamb i én se
gún sus apt i tudes las ciencias que deberían ampl i ar m ás espe
cialmente . Decir los nombres d e los eleg idos es d ejar abonadºs
el ac i ertº y la sab i duría d el electºr .
A G imbernat lo m andó a Inglaterra para que conoc i ese sus
ya enton ces adelantadºs c i enc i a y arte quirúrg i cºs . A Mut i s,a
Franc i a,Sueciay otros pai ses qu e hacían grandes prºgres ºs
en B otán i ca y dem ás c i enc i as naturales . A Lubet,mi b i sabue
lo , padre de mi abuela paterna , a B olºn i a y otras c iudades deItal i a
,para ampliar su s conºc imientºs en Hig i ene y P a tº
log i a .
Con éstºs,m ás Am et l ler y el mismo V irg i l i , comenzó la en
señanz a,dándose al Cºl egiº carácter y fuero d e Mari na ; de
m odº que mar i nos eran,y con ºbl i gac i ón de servi r en lº s bu
qu es del Estado pºr c i erto número d e años,los que , termina
dos sus estud i os,habían seguido gratis
,alimentados
,y cºn
una pequeña paga enc ima,la carrera en el Coleg i o gad itanº .
V e j ám e n e s y n o v a t a d a s .
V ejam enes y n ovatadas con st i tuían dºs s ingulares oostum
bres un i vers i tar i as y escºlares , d e que hºy no es fác i l dar per
feota i dea . Los vejámenes tenían m ás carácter de l elemento
fra i luno que i mpregnab a las Univers i dades . Las n º va tadas res
pondían al elemento mil i tar , que fºrmaba el otrº polo d e la
sºciedad vieja eSpañº la .
274
El vejam en era muy groserº : cºnsistía en un públ i co,so
lemne y escandalºsº lud i br i o y remoquete del estud i ante,
cuandº concluía su carrera y tomaba el grado en Cánones º
Teolog ía ,y aun en“ Leyes y Med i c i na .
L a nova tada,al revés
,no era del final
,s i no de los añºs pri
m erº y segundº de la carrera . N º cºnstituía un acto ún i co ,s i no un períºdº durº y cruel a veces , mezcla de mºfa y suj e
c i ón a estado de esclavi tud , algo atenuadº en el segundo añº .
Ya en 1842, como no teníamos pºr junto m ás barcos que el
Vetusto Soberano, la fragata Cortés y dos bergant i nes apo l i l lados
,so braban los méd i cos de la Armada
,y sólo i ban al m ar lo s
estud i antes que lo sol i ci taban . E l Coleg i º,por otra pa rte
,nº
v i vía del presupuesto : a l lá se las arreglaba cºn lº s productºs
d e sus gradºs y matrículas ; pero eso nº obstante , segu i a los
usos y costumbres d e las novatadas tra i doras .
El día L º de Octubre de d i cho año,a eso de la una menºs
cuarto de la tarde , cualqu i er transeunte por la plaza de Fra
j ela,que fuese observador
,bien pºdría fi jarse en un grupo d e
ochenta y dº s m ºz olejos , m ás º menºs zangones , estrecham en
te apiñados,encog i dos , cab i zbajos y que d i rigían las m i radas
recelo sas hacia la puerta d el j ardín bºtán i co del Col eg i o de
Medic i na .
Hal láb am e e ntre ellos . Eramºs lºs ochenta y dºs ñsi queros ,el rebañº corderi l que esperaba t em erº so
,la hora de entrar pºr
vez primera en clase , a través de las hórcas caudi nas que se
sirvieran imponernos l ºs despiadados estud i antes mayºres .
Sonó la hora fatal , y di ri g i óse el apretadº grupº al j ardín ,para ganar el claustrº por su puerta , subir la escalera pr i nc i
pal e invadir d e sopetón el aula , dºnde ya se estaba sal vo pºr
el prºntº .
Ya en el jard ín aguardaban algunos m ayores, qu i enes i n
t erpel aron a algunos ñsz'
queros'
de esta º parec i da manera :— M i ra
,tú
,Napoleón
, ven acá ; que queremºs nºs cuentes
tus hazañas
Napoleón era un físi quero ch i qu i t ín y anchote,llamadº
Elmuchacho l e contestaba lo que pod i a º quedáb ase ca
l i ado .
—Me parece u sted m uy bruto yqu e n o s i rve para el caso .
¡A v er,a ver qué hab i l i dad es t i ene usted ! ¿ Sabe usted ba i lar?
B ai le u sted un poqu i to d e g a vo ta .
Y qu i eras que n o,a bai lar hasta echar el qu i lo
,s i el buen
mayor n º era alg o ben i gno .
— B ai la u sted muy m al , s in arte y s i n gracia . Can te u sted .
Y a can tarfS i e l fi s i quero ten ía correa »
.e i ngen i o,menos
m a l ; perº si se atufaba o demostraba ser b osco , voluntar i oso o
m a l educad o, ¡de D i os le vi n i era el rem ed i o ! Lº menos malo
que l e pºdía suceder es que l e d ijeran
— V amos , u sted n º sabe nada n i sirve para n ada ; por cºn
s i gu i en te , u sted no sabrá. nunca m ás que rebuznar . R ebuzn e
us ted , ¿ a ver s i m e equ i voco?
Desd i chado de él si n o rebuz na ba a med i da y sa t i sfacc¡on
del t i ranº .
—¡B i en ! ¿ Lo ve u sted? Para eso sirve . Pero usted es d e
m as i ado mºd esto , y yº s e'
qu e su s facul tades alcanzan a más .
V u elva a rebuznar , cºn m ás energ ía .
Y así l o l levaba rebu zn ando por los claustros, por el patio ; y
lo sacaba a la Plaza , le hacía sub i rse en un asientº del paseo,
hac i éndºle rebuznar m ºbi et orbi .
No había res i s t enc i a pºs i ble ; p orque la desobed i enc i a,la
i n sºlen ci a u otra prº tes ta cualqu i era pagábase c ºn mantea
m i en to , rapado de cabeza y cej as , y has ta cºn vi olencias y he
t ej ías .
Al hab lar del Cº l egiº de San Pedrº y referir l os m a lºs t ra
tos que dábam ºs a l buen o de Pi edra , a l g uard iñ º so R i va y a l
a v i eso P a i mogº , ya n ºté que estas cosa s de ch i qu i llos , pº r i rre
gu la res y d eplorables qu e ,fuesen
,n º resultaban i njustas n i
van as (muchº menºs) para e l 'f1u educat i vo
Al tºcar ahora este durº tra to qu e se daba a l os coleg iales
novi cios , veº que cºnstituían en el fondº , a través de sus for
277
m as g rºseras , veja tori as y v i olentas , una discipl i na educativa
de no escasos n i perj udici ales frutº s .
E ra un c i erto mod º d e correg i r la ñoñería y el encog im i en
to d e lº s eSpíri tu s vi c i ados po r la mala educación doméstica .
A vi spaba a lº s muchachos , ob l i gándoles a mºstrar su caráct er ,
e l m ayor o menºr despej o,toleran c i a º i ntoleranc i a
,i rr i tab i li
dad o pac i enc i a,º rgullº o l laneza . E ra u na esgr ima del art e
de l mundo,tan necesar i a para saber defenderse en el tratº cºn
l as gentes de sus mal i c i as,burlas
,di scre teos y otros recursºs
que constantem ente,aun hasta los hºmbres seriºs
,empl eam ºs
,en sºci edad para aver i guar y saber lº s grados de intel i genc i a
y educación,las cual i dades que posee u na persºna , y d i scernir
s i vale º no vale , S i es tonto o d i scretº , i nstruidº o ignºrante ,fatuo º senc i llo , y hasta s i es buenº º es malo .
*M i n o vatada, pºr fortuna , se redujº a b i en pºco : un apa
bul lo que sufrí en el sºmbrerº al sub i r la escalera y alguna
broma de no mal género, que rec i bí con tranqu i l i dad , y a la
cua l respondí con la más agradable cortesía que me fue pos i
ble . Criadº en libertad,cºmo habrá. advert i do el lector por
todo m i relatº,tenía el mundo que era dado tener a l os quince
años de v ida un tanto agitada . Pºr otra parte,no dejó de sa
b erse en el Cºleg i o que me p i caba de espadach ín ; y una y ºtra"
cosa hizo que a l mes nº fuese ga ll ina en cºrral ajeno ; y a los
cuatrº , aunque ji si quero tan mayor en fueros y preem i nenc i as
como ºtrº coleg i al de anos mayores .
Lo m i smo,m ás o menºs tardíamente
,
“
fueron a tom ari do la
tierra » algunos cºlegas del añº , a medida d e sus cºnd i ci ones
particulares ; s i endº las m ás va ledoras y eficaces la gracia y el
eSpíri tu abiertº , si n l legar a travi eso .
E n ºtros,por el contrari º , se d i lató el período de no vata
da ; algunos todavía andaban en lº s últ imos añºs s i endº pastº
de las burlas de su s cºmpañeros : lo s vanidosos,los egoístas
,
los escasos de i ntel i gencia,l os embusteros
,etc .
,o lº que es
i gual,lºs más defectuosos .
U n c a t e d r á t i c o ¿ o m o o t r o s , y d e l o s q u e a ú n
h o y q u e d a n v e s t i g i o s .
Era lº de Fisica y Quím i ca D . Jºsé M aría López,tipº tan
singular que hoy más parecerá inven tadº que vi vo y efecti vo .
Juro pºr D i ºs en m i ánima que , lejºs d e exagerar las líneas
de su retrato,h e de suavizarlas respond i endº al afectº que le
tuve y conservo a su memoria ; pºrque sus imperfecciones , defectºs o l º que qu i era que fuesen
,quedaban tºdºs d i simulados
y perdonados pºr una ºr i g i nal i dad , una gracia y un c i erto dón
de atraerse las voluntad es , que no podré decir en queconsistía .
D . Jºsé M aría 'López era ch i clan ero ; su aspectº , formas y
tºnº,lºs de un capataz de bºdega vestidº de dºm ingº . Y es
el caso,que de tres cosas se jactaba .
L a primera,ser el mayor i ntel i gente en vinºs de tºdo el
Univers o ; la segunda , saber de tauromaqu i a más que el que la
i nventó,deb i éndºse a ello y a sus lecci ones la fama de su pa i
sano el célebre Montes,al i as P aqui ro; y la tercera , saber m ás
Fís i ca que Diºs y m ás Quím i ca que María San tísima . Todas
estas j actanc i as van expresadas con sus palabras textuales ,cual s i d e ellas diese fe un escr i ban o .
Cómº un hombre de t an bastas formas ¡hab ía llegadº a ser
catedráti co de una Escu ela dºnde el profesor que meno s,poseía
una cultura exqu i s i ta y muy super i or entonces a la d e tºdºs
los c i entíficºs d e España,es cosa que debe saberse .
D . José María López concluyó su carrera en el Coleg i o de
Cád i z,tomandº pr imer embarque en el n avíº A si a , en ºcasión
de cºnduc i r a Méxicº al último V i rrey , el general Apodaca .
Cayó éste enfermº en la travesía , y López le as i st i óf Q uedóle
agradec i do,y tan prendado
, que al desembarcar en V eracruz
n o qu i sº desprenderse del dºcto r ; cºmo Autoridad suprema
qu e era , dispuso darle de baja en el naví º y llevárselº a Mexi
co de m éd i co de cám ara .
280
Cád iz con su persºna , para i lustrar al Colegio en sus cátedras
de Fís i ca,Quím i ca y Clín i ca méd i ca .
Aunque rapado de cºnº cim i entos,un i nstinto espec i al , ci er
ta i ntu i c i ón muy común en andaluces, y sºbre todo un desen
fado adm i rable , suplían en él con creces tºdas las deñc i en01 as .
A pºderóse de l a Secretaría , y encasti llado allí , en todo
hizº su santísima voluntad , lº m i smo tuerto que derecho . En
el Claustro,nadie levantaba el gallº más que él ; los profeso
res más respetables tenían que ceder,sº pena —de andar a pu
ñetazos ; el decano y todos cºncluyeron pºr trans i gir , cual
mar i dº prudente con esposa imperfecta .
Ynº se diga que lº s tales señores catedrát i cos serían unos
mandr i as º bend i tos de D i os ; nada de eso . Andando el t i empº ,D . Jºsé fue trasladado a Madrid ; y S i endo el últ imº en llegar ,se metió a todo su Clau stro en el bols i llo . U no solº , carácter
duro y entero,cuya fama de t a l iguala o supera a la que ad
qu i ri ó de sab i o , y que cºmo t i po de carácter ha llegadº a ser
persºnaj e de nºvela,procuró res i st i rle
,estando de su parte el
derecho y la razón ; y , s i n embargo , sucumb i ó derrotado por
D . Jºsé M aría López,ten i endo que recurr i r como prº testa a
abandonar su honrada toga y su cl i entela , ret i rándose de M a
dri d . Y es que D . Jºsé M aría tenía un no sé qué , l º cual nadie
podrá dec i r qué cºsa era .
N o vi sitaba más enfermºs que los sºldados“d e la cl ínica
pero sacaba sus provechos , para ayudar al sueldº de la cátedra ,pºr c i en cam i nºs que él sabía d i scurr i r .
De F i s i ca confecc i onó un l i bro gordo , cºn retazos de acá y
d e allá,por el que hacía pagar a cada ¡i si quero cincuenta rea
les d e vellón . Para evitar trampas y fi ltraciones , comenzó el
d iscurso i naugural d e esta manera :— cSeñoreszla Física es la as i gnatura primera y más impor
tan te de la carrera . A los médicºs se l es llama Fi si cos : ¡ya ven
ust edes ! N º se les dice anatómicºs, n i patólogos , ni t erapeu
t as,sino Fi s i cos . Lº cual quiere d ec i r que la medula de todo
lº que hay que estudiar para saber curar está en la Físi ca .
» Pero, pºr mucho que yo trabaj e para m etérsela a ustedes
en la cabeza,sería i nút i l s i no tuvi esen un libro de textº . N i n
guno de los que hab i a valía cuatro cuartos : unºs compend i os
que sólo podían s ervi r para dar alguna i dea a lº s muchachos
graduados de bach i ll eres en los Seminarios ; perº no para lºs
Fi si cos 0 médi cos .
» Para ayudar a u stedes y fac i l i tarles .el estúdi º , he hecho
el libro que tien en ustedes a quí y que sólo aquí se vende . Cin
cuenta reales : lº s l ibrerºs son unºs l adrºnes y les llevarían
m ás caro . Me ha cºstadº m uchºs d olores d e cabeza el hacerlº .
Cuando lº impr imí me costó mucho dinero , y t oda vía estºy
entrampado .
» Los que tra igan lº s c i ncuenta rea les , que se acerquen a la
mesa para llevarse el l ibrº . Los que no tra i gan el d i nerº,que
vengan m añana cºn él para cºmprarlo . P orque,caballeros
, ya
sabe tºdo el m undo que yº soy un catedrát i cº jus ti c i erº . Al
que sabe , l e apruebo ; pero el q ue n o sabe , nº pasa , y no 10 le
vanta n i l a paz y la caridad .»
Term i nadº este i naugural, qu e ya sabíamºs por fama , nºs
acercábamos lº s pre venidos esco lares , sacando de l bols i llo lºs
dos durºs y mediº—¿ Cómo se llama usted?— preguntaba .
— Fulan i t º de Tal .
Y en la pr imera hºja escr i bía el nºmbre del alumnº,y po
n ía una rúbr i ca .
Quedaron vari ºs si n comprar el l i bro . En l a l i sta de matr i
cula anº tó lºs nºmbres de lºs adqu i rentes,poniendº al m ar
gen una crucecita ; y a los que nº se habíanprovisto del texto
se l º recºrdaba , conminándoles para que al día siguient e sm
falta traj esen el d i nerº para el l i bro .
— Conque … hasta mañana, que empezaré la explicación .
Al día s i guiente , antes de sentarse , leyó la lista de lº s to
davia n o cruc iñcado s,la mayor parte delºs cuales venían pro
visto s de los respectivºs c i ncuenta consabidos . Quedaron unos
pocos insolventes,y les d ijo :
282
qué no han traído ustedes el d i nero?
Unos contestaron que no eran de Cád i z y tenían que escr ibir para que se lo mandara n ; otros , que habían estado en casa
de sus apoderados si n hallarlos . Un estud i an t i llo majete,de
capa,faja y ca lañés , con facha de a guapº Francisco Esteban »
en estadº fetal,contestó con empaque :
— Tengo el l i bro .
—¿ Cómo que lo tiene?
—Véalo usted —
y lo sacó de debajo de la capa .
—¡V eneno cºn el tunante ! ¿ Qu i eres rºbarme? ¿ Dónde lo
has comprado?
— E u un puesto de la calle Nueva , por una peseta .
—¡V enenº ! ¡E so n o vale
,esº es estafarm e mi trabaj º ! ¿Nº
ves que est e l i bro está fi rmado y s i rvi ó ya para otrº?— Si
, señºr ; perº como no le falta ninguna hoja , yo creí …
—¡D eja t e de retór i cas , tunante !— i nterrumpió
"
am º stazadº
D . José .— Qu i ere dec i r que estºy yo aquí para quemarme las
pestañas,para gastarme todo el d i nerº que tenía y empeñar
me además,para que cºn una veintena de libros que vendiese ,
pasando en manos de un estud i ant e a otro , quedara yo cornudo
y ¡V ete de aquí , que no te vuelva a ver ; y hasta
que compres tu l i brº no vuel vas a entrar en clase !
Veneno, a qu i en le quedó ese nºmbre , emb ozóse con gran
donai re en su capita cºrta , de vueltas encarnadas , se caló e l
calañés de med i a 'alonza , y con todo el garbo y cºntinente d e
un majo enm i n i atura sal i ó dando cºmpases .
Cuatrº 0 c i nco d ía s d espués,pocº an tes de la hºra de
”
ola
se,vimos ll egar a l a plaza del Colegi º a nuestrº Venenº . V a
rios estud i antes nos d i ri g imos a él , y uno l e preguntó
¿ V i enes a comprar el l ibro?
¡No !— contestó secamente .
¿ V as a entrar en clase?
¡Nº sé !
En tanto cºntemplaba yo a mi hérºe detenidamente .
284
un'
hecho real . Perº todavía repuse : a ¡pel i g rºs de la ju veny de los v i ejos!»
Dejando por el momentº el episºdiº de Veneno, vamºs a la
lecc i ón de D . Jºsé .
Luego que se hubo desahogado y calmadº,d i º com i enzº a
ella de la s i gu i en te manera : alargó la manº,tomó un cuader
nº manuscri to y empezó a leer en él,punto por punto y o por
lo m i smo que impreso contenía la primera l ección de su textº .
Nad i e podría t acharle de i nconsecuente . No ex i stía más d i fe
renc i a sinº que en el librº estaba en letras d e molde , y en e l
cuaderno manuscr i to con grande y clara redond i lla .
Tamb i én se echaba d e ver que D . Jºsé sabía l eer tan d e
corri do , que no hacía punto s n i comas ; lo que , añad i do a su vº z
de sochantre y gorda lengua andaluza,daba el adm i rable re
su lt ado de m i bernard i na matemá t i ca , pero cºn i ncomparabl e
mayºr perfección y maestría .
Cºmo las primeras lecc i ones correspond i esen a las genera
l i dades,d i vi s i ones
,defin i c i ºnes
,etc . ,
nº se h i c i erºn eX perí
mentºs ; pero en las s i gu i entes s i,hasta fi n de curso . M i entras
ab ejorrea ba D . Jºsé,un su sobr i nº (C i sneros) , de años mayo
res,ayudado del mºzo del gabinete de fís i ca , hac i a los eXperi
mentos,y as i pescábamos alguna cosa .
El gabi nete era m agn i fi co,aunque un tan tb anticuado ;
pero estaba prºh i b i do que entrásemos los estud i antes en él ,pºrque nº rompiésemos los aparatºs .
Term i nada la lectura y sus correlativos exper imentos , pa
saba lista el ayudante,y su t ío cºmenzaba a preguntar :
D ºn Fulanº de Tal . ¿ Q ué es Fís i ca?
Y el muchacho contestaba de carretilla,o se atascaba a sí
Fís i ca es la Física es la la
Y'
D . Jºsé l e ayudaba sílaba a sílaba
la cienc i a trata …
—Q,ue trata
Y era d e ver , y no menos de holgarse , con aquel métºdº de
285
enseñanza s i lábica del grac i º sís i ni º , si ngu lari si mº , pac i ent i si
m o y a la vez impaciente D . Jºsé .
P ero lomas diverti do era cuando llegaba el punto a lasexpl i cac i ones d e l a óptica . Comola cátedra hab ía d e quedarse
a. oscuras para hacer lºs experimentºs, ¡aquí te quiero ver!
El aula , a pesar de ser la mayor , el mismo salón de grados o
P aran i nfo (comº hºy se llama,n º sé si cºn dejo pedan tesco) ,
l lenábase de bo te en bote . A tales experimentos no fal taba
ni ngún matriculadº,ni los estudiantes travi eso s de los demá s
cursos .
Leídº en plena luz el capítul o cºrrespondiente , D . Jºséechaba una m i rada imponente , cºrri éndº la pºr todos y cada
unº de los bancºs,y acto cont i nuo endi lgaba este d i scursº
ºral— aSeñºres .
rDodo lo que corresponde a la luz y a sus l eyes ,
su cºm pºs i c i ón ,su d escºmpos i ción pºr el pri sma , etc .
,etc . ,
que
hab ei sm e oído expl i car,no se puede comprender bien si n ver
las cºsas por su s experimento s .
» Como es to in teresa a los que estud i an Física,perº aún
más a lº s que estudian Fi sio logía (porque s i n esº nº pueden
saber lo que es el ºjo ,ni cómo se ve
,ni por qué se ve) , y tam
b i én im porta a lºs Méd i cºs y m ás a los C i rujanos (para ºperar
la s cataratas , etc .,
no extrañº que está l lena la clase .
» P erº , ¡cu i dad º cºnm i go ! Suelen venir algunos cº leg i a l i
tos a darla de grac i osos y perturbar el orden , aprº vechándose
d e quedar la clase a oscuras . Pues ¡mucho ojº ! Porque tengº
dadas m i s d i sposi c i ºnes,y al que coj a lo reviento
,así sea el
sursum corda .
» Andrés (éste era el conserje) , tú te pºnes a l a puerta de la
ventana ; y s i hay escánd alº , cuando yº te diga abres
la puerta d e par en par .
» Alon so (éste era el p ºrtero) , tú te pºnes a la puerta del
aula,y n o dejas sal i r a n i ngún p i llº qu e tra te d e escabull i rse .
» Tú , C i sneros , cºn el mozo , a atender a lºs experimentos
y a cuidar de que no se rompa ninguna lente .
¡mucho ºjº , y lº d i chº d i cho !»
Cerrábanse l as puertas , dejando t an sól o perforac i ºn por
dºnde entrara un delgado_haz de luz . L a clase quedaba en un
silenci o sepulcral .
D . José t º sía,para dar comienzo a su papel de aM aese
Pedro » . Apenas había acabado de pronunci ar la pr imera frase
de c ¡Ahora veran i n terceptándola un ajo pelado y
d esgarradº de las amplias fauces de D . José,era cºntestadº
cºn una carcajada universal , unisona y espon tánea , que a la
vez sal i a de tºdºs los ámbitºs de la clase .
—¡Ya sal ió la jeri ngu i ta ! Alonso , ¿ tienes echada la llave a
la puerta? Nad i e ha de sal i r s i n ser regi strado . ¡Ya se l º diré
yº al d e la jeri ñgu i ta cuandº cºncluyan lº s experimentºs !
V erdaderamente,D . Jºsé n º hablaba con prºp i edad . N º
era una jeri ngu i ta ,s i no jer i nga y muy j er i nga
,sustraída del
Hosp i tal pºr lºs estud i antes de Clínica ; sólo que para que sus
efectºs fuesen m ás efi caces al c aso,no se d i sparaba en grandes
m asas,s i no a pequeños ch orret ones
, para rectifi car la puntería
en la oscur i dad y repet i r los asperges .
— Decía,señores
,que la luz es un flu i do
Telón, talón . Y de un banco sal ía el badaj eo de un cencerro .
D . Jºsé,revi st i éndose de pacienci a , hacía casº ºmi sº y
cºnti nuaba :— Pero no es un cuerpo s imple
, porque ,se descompºne en
s i ete colores : roj o,anaranjado
,
Sonaba la esquila,y contestaban mult i tud de sºnºrºs i ns
t rum entos,campanillas
,pitos
,trompetas y t ejue las de cacha
rrº s ca stañ etean tes,que apagaban la voz gorda del maestro
en el seno de un ru i do i nfernal . Después venia un i ntermediº
s i lencioso,y D . José exclamaba
—Si no he de pºder hablar,ustedes se l o pierden ; se
—harán
los experimentos s i n expl i cación . Cisneros , pon el prisma y
proyect a el espectrº . ¡Otro jeri ngac i tº ! Ha venido de mi i z
qu i erda . ¡Hoy vºy a reventar a uno !
A la amenaza contestaban estridentes carcajadas , cence
presen tan te vi vo de tales fel i no s y roedores , que aumentaban
la confus i ón—¡Ajo,Andrés
,abre !
E ntraba la luz del plenº med i o día , para alumbrar aquel
campo de Ag ram an t e, sembradº de patatas , cadáveres de ali
mañas y algún aparato derr i badº . L a i nm ºvilidad,la ser i edad
y el s i l en c i º sólº eran i n terrump i dos pºr el fu º el m zau de al
gún gato espan tado o por l a fugaz carrera de una ra ta que
procuraba escabull i rse y ocul tarse .
—¡Ahora nos vamºs a ver las caras ! Alonsº
,Andrés
, ¡a la
puerta de sal i da !Abri d só lo una raja , y que no sa l ga nad i e s i n
qu e yº l o reg i stre por m i m i sm º . Ahºra veremºs qu i én es el d e
la jer i ng u i t a ,el que sonaba el esqu i lón ,
y l ºs de las trºmpeta s
y l o s p i tºs . ¡A ve r ! Aqu í n i D i ºs se menea comº y º n º lo man
de . Por b an cºs . Us ted que es tá. el pr i m erº , venga acá. .
Sa l ía el i n terpe lado y se dej aba reg i strar pºr D . Jºsé . Su
p i to º lº que fuese había ya corr i do d e mano en manº entre los
bancºs,y el pecador aparec i a cºmpletam en te l im pi o . D esespe
radº D . Jºsé a lºs ve i nt i c i nco o tre i n ta registros i nfructuosos,
jurando qu e se la hab ían d e pagar , abandonó su tarea de emplea
do de l resguardº y fuese a dar las quej as al D i rectºr,títul º
que entºn ces cºrrespºnd ía a l d e Decanº .
Era lº a la sazón D . Jºsé B enjum eda, i mo de la Escuela ,
padre refunfuñón ,y pº r cºns igu i en te d ébil ; am au t i s im º de l º s
estud i an tes,cuyas travesuras le encantaban
,aunque pºr obl i
gado d i s imulº d e su Autºridad le hacían pºner cara cóm i ca
m en t e hº sca .
— Señor Director,vengo a que quinte usted a lº s estudian
tes qu e h an as i sti d º hoy a m i clase .
—¿ Q ué han hecho , que l os quiere usted arcabucear?
—Aqui no puedo fus i lar . ¡S i estuvi era en el na ví º A si a , ya
se lº d i ri a yo ! Lo qu e qu i ero es que nos re ti namos en j unta de
cated rát i cos,y que de cada cinco alumnos echemº s unº a la
ca lle y pi erda la carrera .
—Pero ¿ qué han hecho?
— 289
Punto por pun tº , D . José le relataba lo ocurridº .
—Pues eso,D . Jºsé , es lo mismo que sucedió el año ante
rior y que le ha'
pasado siempre . ¡Cosas de muchachos , hombre ,cosas
'
de muchachos !—¡Eso es ! Así esto resulta una merienda de negros , y ni se
puede expl i car ni cabe hacer experimentos . Si yo fuera Direc
tor, ya vería usted que
'pronto lo arreglaba .
—¡S i , si , d ígamelo usted a m i , D. Jºsé!Usted nº se aouer
da de que yo era inspector cuando usted estud i ante . Entonces
estábamºs baj o las Ordenanzas de l a Armada ; y si yº hub i ese
sido tan r i guroso cºn usted,sería hoy grumete y no catedrá
t i cº . ¡V aya , vaya , pues a fe que era usted un ch i claneri tº
chusco !
Con tales recuerdºs se aplacab a el enojo de D . José . Estas
escenas se repetían todos lºs añºs; no obstante lo cual , ningu
nº dejó de hacer sus exper i mentºs d e ópt ica .
E n q u e p r o s i g u e e l r e t r a t o d e D . J o s é
y l a ú l t i m a p á g i n a d e V e n e n o .
Como ºchº días antes del Patriarca,pasada lista
,nos lar
gó D . Jo sé la siguiente alocución— <Ha llegado a mis oído s que , según costumbre de todos
los añºs , andan ustedes pensandº qué me han de regalar el día.
de mi santº» Uncís querrán darme mús10a ; ºtros , un ramillete de esºs
g randes que se llevan en parihuelas .
» N o hagan ustedes tonterías . ¡Para músicas estoy yo ! M e
a lborotan la vecindad , me ºbligan a salir al balcón a medianoche y que p i lle un catarro .
» Pues, ¿ y los du lceci tºs? Porque el catafalco de guirlache
y merengue no se eche a perder , es precisº estars e atracando19
una semana , y se les descompºn e la barr i ga a todas las mujeres d e la casa .
» Nada de tonterías . ¡M andádmelo en durºs !»
Acto seguido , abrió el cuaderno y comenzó el trabajo de
su lectura
N o tardó muchº el m es de Mayo,último de curso
,y en
que l a prºxim i dad de los exámenes pºne en un hilº el ánimo'
estudianti l .
El día pr imero del referido mes vol v10 D . Jºsé María L ó
pez a u sar d e sus arengas,y aquélla fue tan breve comº s i gue
aSeñores , desde que soy catedráticº , no he conocido un
curso d e peores estud i antes . El que no es un bruto , es *un des
aplicado . Y aquí me t i enen ustedes en el confl icto de tener quedarles calabazas a todos , si n excepción .
» N o me gusta hacer dañº ,'
y menos o i r lamentos y ruegos ;pero ya sab e tºdo el mundo que en lºs exámenes tengo que serjustic i ero .
» L o ún i co que puedo hacer por ustedes es darles un repaso
pºr las tardes , para que asi puedan contestar algo en el examen .
» ¡No lo hago por interés !Paga adelantada : el repaso , cinco
duros .»
Nº hay que decir que aquí no había tu tía . L os cinco duro s
eran el pa savante i nd i spensable para la aprºb ac i ón . A los dºs
º tres días,cada ¡í si qu
'
ero había satisfecho sucontri bución ; ex
cepc i ón hecha de Veneno , que no había vuelto a aportar por
l a cátedra , ni aun por la plaza del Coleg i o .
El repaso lo dábamos a las cuat ro de la tarde , consistiendo
en lo s i gui ente : D . José dió lectura muy cºrrida al cuadern i l ld
en que iba l a prim era lecc i ón del curso , y después dedicó un
cuarto de hora a hacer preguntas .
Si l eyendo despacio no se entendía lo leído (porque el tonouniforme , la voz gruesa y la falta de pausas de puntº y de coma
que d i eran sent i do a las orac i ones , producían un rumor m ás
bien qu e otra cºsa) , ñgúrese el lectºr qué sucedería leyendºD . Jºsé de mogollón y para salir prºntº del pasº .
— 292
estoy c i erto de que si le preguntan entonces pº r el nºmbre“
de
su padre no hub i era sabido contestar .
V i endº D . Jº se la inuti l i dad de su i mper i o,desist10 , orde
nando al muchacho que para la tarde siguiente traj ese apren
d i das l as l eyes d e la fuerza centrífuga .
Pablito no se durm i o aquella tarde ; y aun le vimos , m i en
tras ab ejorreab a D . Jose'
,musitar una y º tra vez , pararse , mi
rar alternativamente al libro y al techº,y segui r entre d ientes
reci tándºla s .
Llegó el mºmento de las preguntas , y ñel a su prºpia ºrden“
repiti ó D . José :— D . Pablº Sub i rá
,diga usted las l eyes de la fuerza cen
tri fuga .
— L as leyes de la fuerza centrífuga son once . La
Y aquí se atascó ; s i endo lo más extraño que , s i no todas ,las s i ete u ocho primeras las había aprendidº de corrido y lashabía dado muchas veces para sí . “
—¡Diga usted las leyes de la fuerza centrífuga !— gritó el
”
chi c lanero profesºr .
— Las leyes de la fuerza centrífuga sºn once .L a pr i mera …
Y m i entras más gritaba D . José , menos el pobre de Subirá
daba pi e con bola . Sudºso y angustiado éste , sofocado aquél ,concluyóse la escena como la tarde anter i or :
— Para m añana,me aprende usted las leyes de la fuerza
cen trífuga . P orque , ¡o usted las aprende , o yº le reviento !De igual manera se repitieron las cosas tres veces m ás .
Compadecido desde el s egundo día de las angustias d el pobre
Pablitº,antes de entrar en el repaso le d i j e :aprend i da la retahíla que te pide D . José?
— Creo que sí —me contestó ; hace dos nºches que no
duermo y no hago m ás que rezarlas entre dientes .— Dímelas .
Y en efecto , con l eves tropezones , las enjaretó una tras otra .
M i espíri tu ,que tenía por necio e injusto
'
el sistema de ex a
menes,en presencia de aquel caso me hizo conocer que además
era inhumano .
El cerebro de aquel muchacho , amodorrado por el sueño,sale de el bajº la turbación de un a sorpresa y queda pºr un
momento inháb i l para recordar ni discurrir . Se le ordena que
aprenda una larga j erigonza,de memoria . Pone tºda su vo
luntad en conseguirlo ; pero , apenas la emoción que l e prºduce
l a pregunta del profesºr h i ere su cerebro , se trastorna en el
mismo sentido que la vez primera ; una obnub i lac i ón natural i
sima impide tod o recuerdo y toda facultad intelectual . M as ,
en el cas o d e Pabl i to bien puede dec i rse que nº hay m al que
pºr bien no venga . Avergºnzado , nº vol vió a clase,ahando
nando la carrera . Nada vºlv imos a saber d e Subirá .
Doce añºs después , yo , el más afortunado entre los 80 com
pañ eros , el que a los cuatrº añºs de médico había sidº mej ºrt ratad o por la fortuna , tuve que ir a Carmona
,llamado para
una consulta . Allí encontré a Pablo Sub i rá .
Mientras sus cond i scípulos seguíamos engullendo jer i gon
zas comº la de las leyes de la fuerza cen trífuga , él , saltandopºr exámenes y grados
, vend iendº fajas y marsell eses , calzon
ci llos y refajo s,había adquir i do un fuerte capital y una
'
pos i
c i ón honro sa . E ra alcalde,y estaba muy estimado . Ningún
hij º de Escu lapio fue favºrecidº cºmº lo fue él por Mercuriº .
¡Lástima de sociedad ésta , que se empeña en que toda la ju
ventud ha de vivir a la ubre de las carreras profes i onales ! G ra
cias a las leyes de la fuerza centrífuga , Subirá tºmó mejºr am a
de cria .
A la semana de repasº,lº s bancºs se fueron aclarando ; pº
cos días después , apenas si concurríamos seis o siete escolares .L legó_a t al punto la deserción , que D . Jºsé tuvº que cantar lanana tan sólº a D . Antonio Aragonés y a m i . ¡A esto quedó reduc i dº su auditºrio ! Conc luida la lectura , nos dijo
—¡V ám onos! ¿Han vi sto ustedes año d e peores estudian
t es? Luegº , los comprºmisos sºn para m i . V an a examinarse ,'
no contestan una palabra , y para que“lºs aprueben tengo que
andar a puñetazos con los catedráticos que conmigo forman eltribunal .
V erdaderamente que D . Jose'tenía razón
,pero nº dejaban
de tenerla a su vez lº s coleg i ales . L ºs ci ncº duros poseían la
mayor v i rtud : eran la bula que red ime toda clase d e pecados .
Y , por otra parte , ¿ quién aguantaba el runruneo aturdidorde D . Jºsé?
N i él se enteraba de lo que leía , ni a s i m i smo se oía ape
nas . L a prueba.de este aserto está en el hechº que voy a …re
fer1 r .
Segun d i j imos,a más de la cátedra nuestra , explicaba Cl i
n i ca méd i ca a los estudiantes d e sexto y séptimo añº .
Su sistema era i gual para to das las as i gnaturas : leer la lec
ci ón , que llevaba manuscr i ta en un cuaderni llº d e papel y quecºpi ó d e cualqu i er l i bro el pr imer año que tomó el ºfi cio de
catedrático . Ya,cºn tan cómºdo expediente
,los añºs suces1
vos redujo su trabajº a i r puntualmente (eso si ) a su cátedra y
leer los cada vez m ás añosos manuscr i tºs . Pero, ¿ cómº lºs lee
ría, cuan dº un cl i n i cº que llegó a cátedra antes que D . Jose',
al ver el cuaderni llo sobre la mesa,le d i ó la tentac i ón de
'
escri
bir una d i ab lura en el clarº de una l ínea que quedaba después
de un puntº y aparte?
D . José comenzó la tarea de su lectura . N o atend10 s1qu i e
ra a la variac i ón del carácter d e la l etra,y en s u mºnótºna
faena llegó a barbotear de corr i do estas palabras : ( E s una ver
guenza que un catedrá ti co de Cl i ni ca ex p l i que p or un cuader
ni l lo . L ºs”sín tomas
Hasta llegar a la primera sílaba de l a palabra c di ferenc i a
les » , nº cayó en la cuenta . Pon iéndose de súb i to en pi e , ce
rrando el puño y lanzándolo adelante cual si quisiera hundirlo
en las nar i ces del aud i tºri º,le apºstrºfó de esta man era :
—¡Me hagº la tal y la cua l en el tal p ºr el cual que ha es
orito estº !
Y salió bufando .
El primero de Junio cºmenzaron los exámenes . G rande
— 296
si gu i ó con las cal enturas hasta que tomé el partido de m an
darlº a su t i erra , y ya no pudo ven i r hasta pasadas las vacac i ºnes de Na vi dad ; pero en m i clase ha s i dº muy asistente y
sabe bi en la as i gnatura .
D . Manuel m eneó la cabeza ; y antes de que d ij era nada ,comenzó D . Jºsé a hacer preguntas a Venenº , l as cuales con
t estaba éste de corridº .
Preguntó d espués Porto,y no l e cºntestó n i una sola
palabra . An tes que el Secretar i º preguntase , D . José dij o a
—Puede usted retirarse .
Sal ió , y lºs cur i osos despejamos la puerta . Tardaron b as
tante ti empo en llamar al número 9; oíamos vºces de alter
cado entre Porto y D . José . Al fi n votaron D . Jºsé y el Secre
tariº por la aprºbación y D . Manuel por la reprobaci ón ; pero ,c onstituyendo los pri merºs mayoría
,quedó Veneno a flote .
¿ Cómo se había h echo este milagrº? Ahºra se sabrá ; y se
sabrá por boca del m i sm o D . José .
Cursaba con nosotros Fís i ca un hombre h echo y derechº ,d e m ás d e treinta años
,a qu i en ya he nombrado : D . Anton i º
A ragºnés . Cºmo persºna formal,l e d i stinguía D . Jº sé ; y des
pués de clase,se i ban en compañía hablando am i gablemente .
D . Jo sé,con sus gen i al i dades y defectºs , i ncluso el de au
daluz exagerador e i nventºr de embustes (que él m i smo consi
deraha a veces hechºs reales) , era un espíritu aj enº a tºda cla
se de)
hipocresía . L a absoluta carenc i a de t al vicio declaraba
los que tenia,s i n hojas de parra n i veladuras
,haciéndºle t o
m ar c i ertº aspecto cínicº ; pero si n prºducir repugnancia , sino
risa,por las razones que luego m an i fes tará .
Pasados los exámenes , Aragonés i nterpeló al profesºr
D . Jºsé, ¿ cómo fue que Veneno ganó el año?
—¡N o me hable usted de esº ! ¿N o sabe usted lo que ha pa
sadº?
N o , señºr , y pºr eso lo preguntº .
—P ues voy a contar a usted lo que ha hechº ese'
pillº .
cE l día antes de”los exámenes se presentó en mi casa con
su padre,quien se echó a mis p i es , y me d ijº que su niño se lo
había confesado todo : que nº había ido a clase ,—
que nº hab ía
cºmprado el l i bro ni estado en el repaso . Pero que él era un
pºbre labradºr,que hacía grandes sacrifi cios por dar carrera
al n i ño . Q ue s i éste era desapl icad o y d e mala cºnducta (cº sa
di scu lpab le en un muchacho) , en cambio era más valiente que
un gallo inglés , por lo cual tenía fama y era el niño mimadº
en Ronda y tºda la Serranía . Q ue si perdía el año , su madre
se iba a morir d e pena ; tantº más que estaba d e meses mayo
res . Que yo era el cuchil lo y él la carne . Q ue era persona muy
agradecida,y '
gne no perdería yº ni lº del librº n i lo del repa
sº , n i el favºr de aprobar al niño . En fi n ,tantº me suplicó y
me d ijº,que no pude res i st i r . ¡V amºs
,que con este cºrazón
que Diºs me ha dado , cas i se me saltarºn las lágr imas! Pero
como yo he corr i o mucho mundo y a m i nad i e me la pega , d ije
al padre :— V ºy a hacer por usted un i mpº sible : voy a que Veneno
gane el año . Pero de m i nº se burla nadie,y ya sabe usted lo
que pasó con el l i bro y el repaso .
— Sí , señor , se lº pagaré a usted todº : s i ete duros y me
di o . Y pºr el favor de aprobarle , l e daré hasta veinte .
» Como usted comprende , quedaban doce duros y med i º pºr
la aprºbación ( lo cual era un a mezquindad ) , pºr lo que le d ij e
que no,y me cerró a la banda .
» P reguntóm e que cuántº quería , y le cºn testé que c i ncuent a durºs ; pues menos n o era decente que tomase un catedrát i
co comº yº . Me d i jº que era un pºbre,casi un p enjabro; que
nos fuésemos a la tienda de la esquina a tomar unas cañas,y
allí acabaríamos de arreglam os .
» Salimos y me convidó . …
—Tomamos unas cañas ; y , tira y
afl oja , quedamos en que me daría ve i ntic i nco durºs pºr la
aprobación . Pero como yo l e hiciera ver la importancia y d i
ñcu ltad del servi c i o , por causa de m i s compañ eros de tribu
n al y princ i palmente del maricón de Porto , el padre nº se avi
298
nº a entregarme el dinerº hasta que el niñº nº ºbtuvi ese laaprºb ac i ón . Y cºmo yº nº sºy interesado , prºpu se que se de
pºsi tara el d i nerº en manos de Bon i fac i o el m ontañés dueño'
'de la t i enda . Con ven i do¡l lam am ºs a B onifac i o,se le entregó
el d i n ero , se le en teró del trato ; y p i d i éndºle med i o pliego de
papel , t interº y plum a , escri bí—¿ Q ue
'
son cuerp os?— Yaquí va la contestac i ºn .
—¿ Ouá les son las p rºpi edades de los cuerp os?
— Yaquí val a cºntestación
—¿ Q ue
'
es ca lór i co? —Yaquí va la contestac i ºn—¿ Q ué i nstrumentos son los que s i rven p ara medi r el caló
r i co?— Yaquí va la cºn test ac i ón .
» En segu i da le d ij e a Veneno—Aprende b i en estº
,y n o me comprometas .
Veneno contestó b i en a mis preguntas . Pero el mari cón
de Portº,conque n º habia cºncurr i do a su clase
,y conque
no le cºntestó a n ada de B otáni ca , quería reprºbarle y se ates
tó y le e chó bo la negra,por más que yº le echó la escandalo
sa . Pero,como yo era el presidente y el catedráti cº de la asi g
natura pr i nc i pal,el secretar i o
,a qu i en ya le había yo hab la
dº , se vi no conmigo y ganó la vo tac i ón .
» Pero,ahora en tra lº gordo
,lo que no se le pued e a usted
pasar s i qu i era pºr l a imagi nac i ón . ¿ Q ué cree usted que hizo el
p i llo de Veneno? Pues , apenas supo que hab ía sal i do b i en , salió
corr i endº mientras yº quedaba en el tr i bunal ex am i nándº les a
ustedes . Cuando concluí , pasé a la tienda y pedí a B on i facio lºs
veinti c i nco duros .
'Se pusº blancº,y me preguntó :
—¿ E l muchachº salió bien?
—¿ Pues no había de sal i r? ¡Y poco trabajo que me ha
costado ! Dame los veinticinco .
» Se puso más blanco todavi a , y me sºltó el muy bestia
cas i a punto de llorar :—¡D . Jºsé de mi alma , ese tunante de muchacho m e ha
engaña dº ! Entró aquí muy cabizbaj o y se sentó en ese ban
cº,juntº al
*
m ostrador ; le pregunté cómo había sal ido , y m e
pºd i a entender los refi namiento s que la soci edad actual llama
delicadeza ; y encargaba que no gastasen el obsequio en mus i
cas ni en dulces .
L os cinco duros del repasº consideraba en serio que cºns
t i tuían obvenc i ón anej a a su des tino ; y así de todos lºs pro
vech os que podía discurrir .
Esta moral de manga ancha (¡nº hay por qué asustarse!)chocaba en D . J pºrque D . José v ivía retrasadº .
¡Q u e t i e m p o s a q u e l l o s :
E sa mºra l era la imperante,la corri ente como cºsa natu
ral ísi ma a fi nes del sigl º XVII I y comienzos del x x x ,en todo s
los cargos , j erarquías y oficios , desde la Iglesia y la curia ecl e
s i ást i ca hasta la admin i stración de just i cia , desd e los reyes
hasta l ºs regidºres perpetuos,del primerº al último de los
funci ºnariºs .
El rey consideraba cºmo su prºpio pecul i o el de toda la
naci ón . Así pudº verse que un soberano como Fernandº V I I ,que reinó pºcos añºs y en una épºca t an pobre y calami tosa ,pudiera legar en su testamento fabulosa fo rtuna .
Muchos cargos ºfici ales carecían de,retri buc i ºn , s i endº
cºmpensada ésta con arbi trar i as obvenciones ; tºdavía , cuan
do esto escribº,quedan restºs de ºrgan i smºs tan imperfectos
cual se puede ver en la socal i ñadora cur i a eclesiást i ca y en la
escala baja de la judicial .
T i empº s atrás nº se sºl icitaban las mag i straturas en Amé
ri ca , /
n i lºs empleºs,ni aun lºs cargºs de virreyes , pºr el merº
sueldo ; sino por las obvenc i ones , lºs estipendios y elásticasadehalas que cada cual m edi a a su sabor . P re tender que todos
nuestrºs antepasados fueran impuros , sería i njusto ; perº hayque confesar que la pureza tenía en la ºpi n i ón límites menºs
estrechos que en la actualidad .
301
En nues tros t i empºs , D . José María López resulta un pe
queñº trasun to del histórico V erres ; cuaren ta años atrás , era
un catedrá t i co como tantos ºtros en esto de i nventar socal i
ñas para pasar la vid a . Hºy se cºmete un desfalco : si se sabe,
se d enunc i a,lo publica un per i ód i co y lo repiten c i ento .
'
A n
tes,n i aun existía fi scalizaci ón capaz de denunciarlo : cuandº
m enºs,quedaba oscurecid o y no producía escándalo .
R especto al modo de enseñar leyendo un manuscritº , tam
b i en s i se exam i na caerem o s en la cuenta de que es recuerdº
de pretéritos si stemas de enseñanza . L ºs maestrºs de los pa
sados s i glos no daban enseñanzas oral es,s inº lecturas . L ecto
res se l laman aún los maestros d e las órdenes monásticas . L ec
tor de Cánones , Teolºgía , Leyes , Medicina , se decían lº s cate
drát i cos de las Univers i dades . Leer a tontas y a l ocas , s i n pun
tos ni comas , si n sentid o y s i n atender“ '
s i quiera a lº que se
l eía,era ya el último eco de un modºde enseñanza degenera
da y perverti da , tan detestable como la que hoy impera , cons i st en t e en charla i nsu stanci al y gárrula
,urdimbre de lugares
comunes y vulgaridades que se ensartan un día y otro día,
para rel lenar una hºra y salir d el paso .
Abrigo la esperanza de que el cuerpo docente, volviendo
prºntº por los fueros de su prºpi a d i gn i dad , se fi j e en sus de
beres . Al efecto,darán de manº a las parºdi as oratorias . L as
enseñanzas subjetivas (como el Derecho , la Mora] , la L i t eratu
ra,et c . ) se darán leyen dº lºs tratadºs serios , exam i nándolos ,
compulsándo los y explicándolos cºn nºtas y observaciones
orales breve s del m aestrº,para que sean mejºr comprendidas
por los di scípu lºs . Tal sistema de enseñanza es el que prevalece en Alem an ia y otros países dºnde la pedagºgía se encuen
tra adelantada . Y buen º es decir que ya en España algún pro
fesor di gnc y celoso comienza a pract i car dicho sistema , dan
do de mano a la infeliz pretensión de convertir la cátedra en
un aprendizaje del Parlamento .
L as c i enc i as objet i vas (cºm o las Fís i cas , Naturales , etc . ) se
enseñarán … enseñando los º bjetos,m ostrándolos la vista , a
302
la atenc i on , a la o bserva c i on , a la ex perimen taci ºn y a l prºpi o
estud i o de lºs alumnos ; dándoles verbalmente las noticias , lºs
datºs y relaciones que lºs objetºs examinadºs sugieran, así
cºmo las claves para su clasifi cación y observac i ón .
Causa grima tener que repetir cºsas tan tri viales , evidentesy sub i das ; perº a la repetición obl i ga el hecho verdadero y
desgraciadº de que nº se practiquen ni aun por la minºría de
lºs que ti enen e1_sagrado oñc i º de la enseñanza .
¡Ay ! ¡Cuán t0s bochornos , cuántas to rpezas , cuántas i gnº
rancias hubiera yo dejadº de sufrir y cºmeter , si me hubiesen
educado y enseñado de tan sencilla manera!
E l S r . D . M a n u e l J o s é d e P o r t o .
¡Cuán gratº es su recuerdo para m i ! ¡Cuánto respeto me
insp i ra su memºr i a !
En 1842 tendría próximamente cuarenta y cincº años . Suestatura y cºntinente eran muy análogºs a los de D . Salust i a
tiano Olózaga ; nº tan bello cºmo éste , pero si del mismo por
te grave y distinguidº . Su cara algo achatada y con muchºs
hoyºs d e viruela ; cu i dadosamente afe i tado , usaba peluca d e
color castaño,bien peinada y nº ridícula . V estía cºn cºnve
n iente elegancia , adecuada a su edad : tan limpiº y tan fi a
mante,que parecía su rºpa acabada de salir de casa del sastre .
Tan severas sus cºstumbres , que , por nº tener vici os , n i
aun fumaba . Era sºlterº,y nº se hacía memoria en él de n i n
gún de vaneo P or estº y su pulcritud lellamaba D . José M a
ría López amari cón », a sus espaldas , pues en su presencia le
guardaba muchº respetº ; hasta el punto de que sólo al Direc
t or y a Porto trataba de usted .
Hacía religión de sus deberes . Era t ipº de hombre ilustra
do ; no llegaba a profundo , sinº en las as i gnaturas que ten ía
P ºr el curso de estas nºtas resulta demostradº que todo
educa y enseña a la criatura,así lºs an i males cºmo las gentes
,
así la t i erra cºmº el agua y cuanto enc i erran los que decimºs
hºy medio internº y mediº externo . N º hay duda ; enseñan yeducan las prºpi as sensac i ones y emºc i ones , lºs goces ; aún
m ás los dºlores y lasl
pesadumb res . Educa as imismo todo lº que
nos rºdea , y nos enseña e instruye desde que nacemos hasta
l a muerte .
Tanto com º“ de los maestros
,más que de los maestrºs , »
aprendí yo'
del comerc i º y trat º con mis cºmpañero s .
Desde el primer di a se establec i ó en el cuerpo escolar la
cºrri ente d e compenetración que cºnstituye las sociedades .
Dentro de esa especie de p i ña s e construyeron asoc i aciones
part i culares de tres o m ás individuºs que , por atracción de cá
rácter,edad
,educac i ón º simpat i a , venían a hacerse cama
radas .
El grupo particular de m i “ fi liación lo cºmpus i eron D . An
tonio Aragonés,Imperial Ignino y un servidor d e ustedes .
D . Anton i o Aragonés era un hombre de treinta y cuatro
añºs de edad,medianº de cuerpo , forn i do y cerrado de barba
negra .
V estía con lujo,perº sin eleganc i a
,por más que seguía la
últ ima moda . Llevaba grandes alfileres de brillantes en la pe
chera , ricas y numerosas sort ijas i nm ovi l i z ab anx
sus cortºs y
rºbustos dedos,y (para mayor declaración de abundancia en
bienes de fortuna) usaba calabrote de oro para el reloj .
Lºs antecedentes de su vida eran interesantes . De mucha
chº , se acºmºdó de mºzº en una tahona y después en una fá
brica de fi deos . H ízose muy per i to en el ofi cio , llegó a m aestrº
y part i c ipe en la fábrica ; años después quedó dueñº exclusivº .
Exportó sus pastas a las Américas , y le fué vientº en pºpa
Satisfecho por este ladº , sintió el noble deseo de adquiririlustración
,s i guiendo una carrera ; y , en efecto , a fuerza de
fi rme voluntad , pasó la segunda enseñanza y entró a cursar el
preparatºrio de Medicina .
El amor prºpi o , juntamente con su edad , le imponían
grandes esfuerzos para d i sti nguirse d e la turba de lºs mo
z alb etes . Estudiaba cºn testarudez para cºnseguirlº , y buscó
l a amistad de Imperial I gu i no , que era el número uno de la
clase .
Ignino contaba diez y se i s añºs . Yo,entºnces
,qu i nce ;
pero,alto de más de cincº p i es y anchº de pecho
,aunque lige
ro de carnes,seguía como siempre representando tres o cua tro
años más . Resultaba , por consiguiente , después de A rag ºnés ,
el más hombre de la clase ; circunstancia que seña ló m i puestoen aquella trin i dad .
Imperial I gu i no era el h ijº mayor de un catedráticº de
aquella E scu ela de Med icina , de su m i smº nombre y apellido .
Mi camarada,para su temprana edad , tenía uno de esos t a
lentos prodigiosos y env i d i ables que rara vez concede la Na
turalez a : inteligencia clara como el chorro de una fuent e , me
moria fenomenal , casi i rritante “ D i r i gid o por su padre , había
hechº los estudios de la segunda enseñanza cºn seriedad . Sa
b ía Matemáti cas a l dedill o ; Historia Universal y de España ,no cºn puntºs n i comas , sino por ºbras maestras ; conocía los
clás i cos lati nºs,con pelºs y señales ; la Literatura española , a
fondo . Había l eídº y podía recitar c por I) desde las obras de
San I s i dºro y de Santa Teresa has ta los escritos de Jove
l lanºs . Además del latín , hablaba correctamente italiano y
francés . P ºr último , era un erudito , a modo de los Menendez
P elayo .
L ºs apurºs que yo pasaba para no hacer un papel desluc ido en e l triunvirato , sólo Dios lo sabe . Aragonés pasa
'ba las no
ches estudiando en el libro de texto ; I gu ino , a lºs cincº días
lº sabía de memoria . Yo lo abrí , y apenas p ude leer l a pr i mera hoja ; tal y t an arraigada de antiguo era ya mi aversión a
lºs l i bros dogmáticos ,Nada podía sacar en clarº del runrún del profesºr , que
dándome cºn alguna idea que sacaba de lavis ta de los eXperi
m entos,m ás alguna ºtra que me sugería la intuición del len
20
306
guaje técn i co y que fué pegándose al ºído , de las recitac i onesque hacia a su modo Aragonés para su prºpi º uso , y de la
cºntes tac i ón que a m i s ºbs ervaciones y disputas osadas daba
Ignino . P or ej emplº :—Todo eso es ignoranc i a— decía yº ; — la luz y el calor son
una misma cosa y no dist i ntas,cºmo tú aseguras por la autº s
ridad d e lºs librºs .
—E sa idea no es tuya— replicaba Imperial ,— es un pedazo
de añejas y abandonadas doctrinas , como la teoría de los cua
trº elementos , doctri nas en que creyeron lºs antiguos fi lósºfº s
Fulanº y Z utano , M eng ano y P erengano .
Y segui a ensartando una retahíla de nombres latinos y
aun griegos , cºn los textos correspond i entes , que me desespe
raban .
— Pues mira— decíale yo ;— no he leíd o ni pºr el forro a esos
señores,y apenas si lºs conozco de nombre ; lo que afi rmo es
que así se presenta a mi razón ; y me carga que , cºn tus eru
dic i ºnes,qu i eras supºner que he cometido un plag i º .
A cada paso armábamos disputas semejantes,resultand º
siempre que todo cuanto se me ocurría hab íaseles ocurrido ya
a cien persºnas y c i en s i glºs antes .
De tºdas suertes, yo con m i s m ven t i vas e I gu i no con su
saber,andábamos constantem ente enredados ; Aragonés reser
vaha su ºp in i ón ,pero nos oía cºn la b oca » ab i erta . Después d e
tºdo,hablando y hablando de lo que no sabía una jota , i ba
pescando algo y haciendo mis composiciones de lugar .
E l caso fue que , llegados los fementidos exámenes , los tres
ob tuvimºs nota de sºbresaliente : Aragonés , pºrque se metió
el texto en la moll era; Imperial , po rque se lo merecía ;
n o se sabe por qué.
— 308
Pºr otra parte , Si endo Cádiz puerto de mar , ofrecía ocas i on
para el estudi o de una clínica abundante d e br i bones , m atach i
nes , fanfarrones , desgrac i ados y hombres de b i en , veni dos de
muchos puntos , y todos vistºs al desnudo en el espejo de la es
grima . Ya daré cuenta,a su tiempo
,de algunºs ej emplares .
Conºzcamos ahora al que fue mi maestro , D . Juan Camas .
Híbri do franco -h i spano , fi rmaba Camas por españolizar su
apellido Campm as : altísimº de cuerpo,colºradº y gruesº ; cin
cuenta y dos años en 1843, cºn el aditamento de un a peluca
rubia ; ágil y tirador de la buena escuela francesa .
Su h i storia, ¡vaya usted a saberla ! Y nº es pºrque dejase
de contarla todos los días,sino porque en tratándºse de este
punto,era tan embustero
,que trabajo le m ando a quien pro
curase averiguarl a .
Ya decía que pasó una noche herid o , , en Rus i a , y gracias
a que,muerto al lado su caballo
,le ab rió la
.
barriga y se metió
bonitamente en ella cºmº en su caracol B ernardº el Ermitaño ;ya aseguraba que fue pr i s i onero en Austerl i tz ; ya que hab ía
servidº por la causa española en la guerra del Rosellón .
E n último térm i nº , de todo el b erengena l de hazañas ,cuentos
,i n verºsim i l i tudes e i mposi bi l i dades cronológ i cas , sólº
pude sacar en claro que había s i dº soldadº,grac i as a uu ta tua
je que tenía en el brazo izquierdº , algo borrado por veji gatº
rios,y que procuraba ocultar cuidadºsamente .
Por apariencia física,conti nente
,frases y género de fan
farrºnería ,debió de servi r en el ejército francés ; pero cuando
ya descan saba d e su fa tu i dad Napoleón en Santa Elena . De sol
dado aprendería la esgr i ma , llegaría a m aestro , y traídº a E s
paña como uno d e los cien mil h ijos que parió San Lu i s para
nuestro regalo , cumpliría en Cád i z ; y en Cádiz se quedó , demaestro de florete .
Sea lº que quiera , sólº sé de ciencia cierta que l e conºcí
pºr vez prim era en el Cºl egio d e San Pedrº , y en el puntº yh ºra en que fuí a i n i c i arme bajo su magisterio .
El ej ercici º de la esgrima o bliga al cuerpo a mantenerse
— 309
en fi rme equili briº en todas las circunstancias , en los d i versosmovi m i entos y posiciones . Tal condición se adquiere con el
háb i tº de esgri mir ; da a la persºna c i ertº desplante en el mºdº
de estar y de andar,que resulta pro vocativo yfanfarrón s i el
i nd i vi duo no lo advierte y lo corr i ge por virtud de una educa
c i ón delicada .
Carec i endo de'
ella Camas , y vaciado en la turquesa del
ejerc i tº que se … comía los n i ños crudas , resu ltaba una cari
ca tura a este respecto . Como toda caricatura impres i ona a
mºdo de mascarón, prodújom e un efecto educativo ; y ent i endo
que nº debe echarlo en saco rotº la,
Pedagºgía . Advertido de
el lº,prºcure at enuar m i s desplantes
,dis imular la fi rmeza en
las actitudes cºn maneras de la mayor urbanidad y cortesía .
Y véase cómº lo que no pudo consegu i r D . D i ego Chºquet de
Isla,etc .
,etc .
,cºn sus afectadºs cumplim i entos y la sempi ter
na,
l ectura d e su l i brº,l º consigui ó Camas s in pre tenderlº n i
saberlº y por ºpuesto cami nº .
Si Camas era así por fuera , pºr dentrº resultaba un bendi
to de Diºs . B uen padre y mejor espºso,trabajaba cuanto po
día por ganar eLpan de suf am i l i a , s i ntiendo todo el apegº a
la vi da que es prºpiº del instinto de cºnservación , aumentado
pºr l ºs lazºs de mujer e hij os .
Pero,he aquí un contraste : creía que su papel de maestrº
d e armas le obl i gaba a echárselas de planchet a con todº el
mundo y más con lºs t i radores forasteros , princi palmente si
ofrecían VISOS o señales d e pretender establecerse en Cádiz
para hacerle competencia
L as pr imeras veces que asistí a esas escenas me t em blabanlas c arnes : creí que
“
i ba a llegar la sangre al río . L as palabras
gºrdas , las prºvºcaciºnes , los i nsultos recíprocºs llegaban has
ta el punto de echar manº al ºs sables º saltar lº s botones de
l ºs fl oretes y ponerse en guardia . M as era el casº que en llegando aquí , s i n saber cómo , vº lvíase t odº agua de cerrajas .
E so s i, continuaba el ceño y aun los malos modos ; p ero cada
¡feroche se iba por su lad o .
E n J e r e z d e l a F r o n t e r a .
España estaba en armas . E l Duque de la V ictoria defendía
su G ºb i ernº cºn c i erta parte del ejérc i to . Poblaciºnes de im
pºrtan 01a , sólº le quedaban Madri d , Z aragoza y Cádi z ; sub le
vada Sevilla , sufría el bombardeo , cuyº ecº l levaba la noche
serena hasta Jerez .
L a fam i li a Torres,enemiga de progres i stas y ayacuchos,
estaba m ás contenta que unas pascuas ; nº así yo .
Pasé triste la temporada . Hal lábase casada María Pepa .
V eía venirse encim a grandes nublados . N º tu ve gusto para
reg i strar la librería del Caba l lero . Andaba taciturno . Escrib ía
algunos versos , menos vacíos que los de antañº .
En Setiembre regresé a Cád i z,matr i culándome en pr imerº
de Med i cina . Antes de empezar el cursº,habían ocurr i do gra
ves sucesos
En Tºrrej ºn de Ardºz recibi ó el último golpe la causa delDuque de la V i ctor i a ; éste levantó el s i tio de Sevi lla . Las tro
pas fueron abandºnándole ; y sólo cºn los más fi eles llegó hasta
el Puerto de Santa María , donde a duras penas pudo embarcarse y tomar asilo en un buque de guerra i ngles que le espe
raba en la bahía .
Las avanzadas de D . Manuel de la Concha nº encºntraron
resistenci a . Cádiz perm anecía aún por el Duque ; perº cºmº
su causa era perdida,bastó que salieran gritandº algunºs
carab i nerºs para que se abriesen las puertas a D . Manuel de
la Concha .
Según uso y costumbre,cºnstituyó una Junta ; y su pri
m er acuerdo fue el s iguiente ofi cio,que leyó mi padre a las
cuatro de la tarde , estando con nºsotros a la mesa , acabadº
de cºmer :aD e orden de la Junta Suprema
,saldrá usted de Cádiz y su
— 312
parecía tener d i ez y se i s , a los d i ez y sei s representaba ve i nte .
Cºn la mayor y mejo r voluntad que en una cr i atura puededarse
,comencé a estudiarAnatomía , y me dije : cHasta ahºra
has s i do un malís i mo estudiante ,nº has ab i erto un libro; has
ganado los años si n saber cóm º,pºr m i ser i co rdia de Diºs y
h aci endo unos exámenes de farfulla . ¡V id a nueva! Aprende de
tu madre , que no descansa ni de día n i de nºche?que , porquesalgas limpio
, se pasa lavando hasta la madrugada , y luego se
pºne a cº serte la rºpa y a quitarle las manchas , para disimular
en la calle lapobreza . Ya que no sabes ganar un cuar tº para
alivi ar a la fam i l i a y cumplir con tu deber,estudia al menos
,
para ser algún día úti l y digno .»
M ajarón estud i aba , a sí como Cotera y Pal au (m i s paisanºs
y ant i guºs camaradas en la Aurora) , el tercer año ; no neces1
taban ya el texto de Anatºmía , y M ajarón me prestó el suyo ,un tanto sucio y deshojado .
No bien hube llegadº a casa con mi l i bro,cuyo autor era
B ºyer,cºm encé a leerlo . Nº entendía la l ectura .
hºmbre ; párate , y lee cºn pac i enc i a y con más atenc i ón , pa'
.
rrafo a párrafº , ºración por orac i ón . Pero , ¡s i parece que esto
n º está en castellanº ! L a Ana tom i a se d i vi de en Osteologi a ,
M i ologi a , Angi ología, N eu rologi a y E splacnologi a .» ¡Demon i º
de nºmbres tan extrañºs ! Y tendré que conservarlºs en la me
moria . no,pr imero Osteologi a , eso es ,
)
¿ Qué s i gue? M i ologi a . ¿Y ahºra? E splacnologi a .Ya sé,Osteolº
g i a , ¡N o me acuerdo ! A ver el libro : Angi ologi a ,N eurolog i a y E sp lacnologi a . ¡Por vida del d i antre , que vºy aestar rep i ti endo estas palabras hasta que San Juan baje eldedo !
Y me echaba a andar por la casa como un insensato , repi
tiendo : Osteolog i a , Ya rend i do , y no sin trabucarel orden a lº mejor de la taravi lla , continuaba la lectura .
aL a
Osteologi a es la p r imera parte de la Anatom i a , y estud i a“
y trata
de los huesos,de la s arti culaci ones y de los l i gamentos .
» De los
huesos , lº entiendº ; de las arti culac i ones , lo'
entiendº ; de los
313
¿ qué ligamentºs serán éstós? En fi n , ya me lo
dirán .
a L a M i ologi a es la segunda parte de la Ana tomía , y trata de
los músculos y ap oneurosi s .» Músculos
,deben de
ser las carnes rojas ; s i gamos leyendo . a L i ámanse asi de mus ,
muri s,el ra tón
, p or tener parec i do estas partes a l ra tón deso
l i adº .» ¡D i ablo de etimología , tan ridícula
-y pedantesca !
Pero,en fi n , sea de ello lo que quiera , sé que la M i ologi a es la
parte que se ocupa en estudiar la disposición de las carnes .
¡Adelante !aD e los múscu los y de las ap oneurosi s . » Aponeurosis , apo
¡qué demonio de nombre ! ¿Y que signi fi cará? No lº
d i ce aquí ; lº d i rá más adelante . Pero , en el entretantº , ¿ cómo
voy a conservar este nºmbre rarº , ba i lando en mi cabeza , si n
ninguna imagen de ºbjeto o cosa que lo represente?
En fi n,comº a cada pasº tºpab a cºn uno de estº s tropie
zos,la cabeza se ponía a tres b ombas . Procuraba repasar en
lamemºr i a lo leído, para ver s i me acºrdaba , y desesperáb ame
al ver que lo que zurcía por un lado , se des cosía por otrº .
En esta brega seguí un día,una semana
,un mes . Llegó a
ofuscársem e la inteli genc i a de tal suerte , que lº mismo era l le
gar a una palabra como apófi si s, ep i tróclea , etc . , cuyº S i gn i fi
cado no entendía d e primera impresión,que una nube espesa
“y negra,cºrriendo pºr la mente
,me dejaba en estupºr ; t an es
tup i do y soñol i ento,que
,paraapreciar las cosas m ás cºrri en
.t es y usuales , tenía que levantarme , andar y pasarme repeti
das veces la mañº pºr la frente .
— 'Pues,señor
,soy un an imal ; soy i nepto_para todo estudio .
¿ Qué voy a ser? ¿ Qué va a ser de m i y de tºda mi familia?
V olvía a abrir el libro , y no estudiaba : llºraba sobre él .
E l D i r e c t o r E x c m o . S r . D . J o s é B e n j u m e d a .
Por lo m i smo que nada podía sacar en claro del libro , con
curri a a clase con puntualidad , atend i endo con lºs ci nco sen ti
dos y potenc i as a nuestro V i ej o catedráti co .
Desgrac i adamente,c i fraba su sab i duría anatómica en ¿ sa
ber lo mismo que B oyer : seguía su prºpi o método (no muy me
tód i co) , detall i sta y prol i jamente descriptivº , por lo cual re
su l tab a cºnfusº . De todºs mºdos,como los objetos de la des
cri pci ón lºs presentaba en cátedra , algo podía recºger . Con el
l i bro a la v i sta y el coronal en la mano,nº acertaba cuál era
la cara anterior ni cuál la posteriºr ; porque la primera más
parecía superior que anterior,y la segunda más i nferiºr que
pºster i or . Pero estas difi cultades desaparecían cuandº D . José
señalaba la cara de referencia,quitándome dudas y ca vi la
ciones .
Aun cºn t al ayuda , confi eso que la Anatomía resultaba a
mi i nteligenc i a,y más a m i memoria
,un a cosa i nsuperable .
Andaba prºfundamente preocupadº . V eía a I gu i nº tan sa
t i sfecho,navegando viento en pºpa por los golfºs anatómicos .
Aragºnés,masculla que masculla y pasando las noches en claro
a la luz de un qu i nqué,llevaba corri entes sus lecciones . Y yº ,
en cada apó/ís i s, y en cada ep ifi si s, y en cualqu i era gónfosi s,tropezaba cºn un escollo y sentía el n aufrag i o d e l a pºbre inte
l i gen ci a . Ha l lábase afli g i do m i án imo cºn esto , y abatid o ade
más cºn l a tr i ste escasez de la pobreza , rayana en la negra
miser i a s i no l a blanqueasen,ocul tándola , el aseo y las v i rtu
des de mi herº i ca madre .
En lo más profundo de uno de m i s abatim i ento s , caídº el
esfeno ides de l a mano , fijos lºs ºj os en el libro , perº extravia
dos,s i n leer n i aun perc i bir las l etras , m e l evanté repentina y
n erviosamente,d iciendo :
Comenzaron a pºcº los ej erciciºs prácti cos de Osteolºg ía
y M i olog i a ; se acostumbró el ºído a l lenguaj e técnicº de l a
c i enc i a,y pude ya cºrrer s i n andadores y s i n trabaj º .
Imper i al Ignino,a pesar de su intel i genc i a y memºr i a pro
d i g i osa , comenzó a senti rse contrari ado . Sabía el B ºyer tan
bien cºmº D . Jºsé ; perº , a med i da que i ba aprend i endº des
cri pc i ºn es y detalles , la acumulac i ón de los mi smº s le impedíaformarse i d ea precisa y aprop i ada de la s cosas . Sospechab a
que l e pud i eran d i sputar el puesto de prim er estudiante ; y
para nº descender de él,procuraba marcar nuestras d i stanc i as
“
haci éndome preguntas cºmº ésta :—¿ A que nº sabes el origen del 5 .
º par,los filetes que de
él pro ceden y la distr i buci ón de tºdºs ellos?
Clarº está que nº podía cºntestarle de memºri a cumplida
mente , y entonces él relataba c pºr y punto por punto cuan
to había leídº
Pero yº pers i stía en m i s i stema . Si Imperial era as i stente
a la cátedra y a los ejerc i c i ºs,yo atendía cºn más fuerza ; .y si
él , cumpl i dos sus deberes , se marchaba a su casa a leer enc i
cl ºped i as , l i brºs de V i ajes y de histºr i a , yº me quedaba en elanfiteatro con los di sec tores
,ayudándoles pr imero y hac i endº
después lºs trabajºs y preparac i ón de las lecci ones ; pºr lº cual ,no h ay que dec i r s i les sería s impáticº y me quedarían agra
dec i dº s .
L a emulación de I gu i nº nº pasó a envid i a ni a pas10n baja ;bien es verdad que yo procuraba no mort i fi carle y reconocía
d e gradº su superiºridad . D i sputaba , s i , con él , pero no sºbre
Anatomía . E l casº es que en las disputas me enseñaba muchas
cosas de que yo estaba ignorante .
No recuerdo qué guerra había por entonces 0 amenazab a
haberla ; lo ciertº es que , tocandº la cuerda sens i b le de m i s i n
natas y no extinguidas afic i ones m i l i tares,h íz om e sºltar la
sinhueso desmed i damente . E scuchábam e Ign i no entre ,un buen
círculo de estudiantes,y a tajando mi taravilla , comenzó a ha
btar tan eruditamente de táctica,estrategia, organ i zación de
— 31 7
los ejercitos,lineas de ataque , defensa y retirada , de la arti
l lería , castram etac i ón , fortifi caciones m teri nas y permanentes
en castillos y plazas fuertes , que a todos nºs dejó embobados .
A sí que hubº conclu i do , añadí yº :— E s muy sabio todo lo que has dicho , m á s hay un punto
que desde niño tengo entre ceja y ceja . Si las grandes l íneas
de batalla ti enen su apl i cación , los combates colecti vo s se deci
den pºr la misma ley qu e las luchas persºnales : vence el fuer
te al débil . Pero si la fuerza está en relación contraria al mo
V i m i ent º , un débil l igero pu ede vencer a un fuerte pesado .
Después,el qui d está en comb i nar la mayor fuerza posible cºn
la mayor veloc i dad po s i ble en un momentº prec i so ; y para
esto no me parece lo mejor lº s ataques en masas profundas ,d ispuestas en cuadrado o en paralelógramo
,
”cºmo hoy se usa ,
s i nº en triángulo º cuña . Un cuadrado , y más un para lelógra
mº,en dirección normal al frente enemigº , : nº ºfrecen más
acción destructora que las fi las primera y segunda ; todas las
restantes son pesº inerte , pero no fuerza activa .
—¡Calla , calla!— repuso Ignino .
— Extrañaría que no salie
ses con algunº d e tus plag i ºs . Pues , esa invención tuya que
dices,no ti ene más fecha que una anterior a Jesucristo ; es la
célebre cuña romana,que saben por lectura hasta los chiqui
l lºs de la escuela .
Pero,nos hemºs alejadº de D . José B enjum eda .
Ya cºnºce el l ector l o pr i nc i pal , a l o que añadiré : sesentaaños d e edad
, pequ eñuelo de cuerpo , un tanto rechºnchete ,
nariz breve y labio s gordos . El tener los p i es deformados pºr
juanetes y cal los , l e ºbligaba a andar dolorido con torpeza y
las p i ernas abiertas , influyendo tales circunstancias en su ca
rácter, que resultaba malhumorado y refunfuñón . Mas
,cºmo
D . José era por dentro tan ben i gnº , indulgente y buenº , la
aparienc i a contrar i a lo hacía más simpáti cº,respetado y que
rido . S i empre decía que no a todo ; al pet i ci ºnari o l e echaba
una peluca , y apenas éste volvía la espalda , l lamábale D . Joséy le decía
— Pero , ¿ qué qu i ere usted? E sº no puede ser . ¡D ejem e usted¡en paz !
— Pero,Sr . D . José
,s i …
V amºs , vamºs , nº l e dejan us tedes a uno vivir . L o haré ,lo pero ¡déjeme usted en paz !
Y , en efecto , lo hacía , comº no fuese cosa i rregular .
D . Jo sé , con ser menos talentoso que o trºs catedráticos ,gºzaba en Cád i z del primer créd i to y la mayor autoridad ; sien
do muy 'respetado y querido de toda la población,lo m i smo de
las clases altas que de las ínñmas . Había l ogrado el mayor
triunfº que deben procurar los hºmbres : la es timación general .
E l secreto d e ellº estaba en su bºndad,puesta más d e relieve
p ºr su aspecto y hablar bosco . Era,por tanto
,una ñgura de
mucho claroscuro . Cºn estº,y cºn ser formal y exacto cum
pl i dºr de sus deberes , cosa que escasea en tre andaluces ; con
tener un talentº bien equilibradº y mejo r admin i strado,aun
que no descol lase en nada , y cºn ser buen ºperador para su
tiempo, , queda expl icad o y sa b i dº lo que atañe a m i bien ama
do maestro y respetable decano .
D o s p e c a d o s c a p i t a l e s .
Desde que h i ce la vi da de libertad que correspºnde al estudiante de carrera mayºr
,procuré frecuentar los correspondi en4
t es círculos d e am i stades y relaciones .
Queda dicho que M ajarón cursaba Medicina : segundo año ,
cuando yº el preparatorio ; tercero , cuandº yo primero . Cºn
servábale cariñº , y ya se sabe por qué : era nob lón , bºndadosº
y valiente ; me había demºstrado afectº , tomando voluntaria
mente mis deseos por mandatºs .
Claro está que,al encontrarnos otra vez unidos en la carre
ra , procuraría cultivar su trato y amistad ! Pero , mi pobre
mar escándalº y pedir al cºlegial goloso que “le devºl viera e l
honor,casándose con su h i ja .
Esas escenas se repetían alguna que otra vez ; pero todo se
reducía a que el escºlar mudase de casa y patrona , sufriendºdespués por más o menºs tiempo las súpl i cas
,los denuestós y
persecuc i ones de las ofendidas .
Llegaban éstas en últ imo recurso a escr i bir a l a familia del
delincuente,hac i endo la hi stor i a que la Dueña Dolorida a Dºn
Quij ote,y apelandº al honor , la religión y otras muchas cosas .
Pero, a pesar de tantos lances , siempre sacaban el anzuelo s i n
pez y s i n carnada .
Ultimamente la madre d i º a la niña instrucciones severas
de mºral,haciéndºle entender que la prºm i scu i dad era un pe
cadº grave , y que no concediera dádivas sinº a quien le convi
niese por mayor blandura de corazón .
Desde entonces reinó como señor absºlutº Juh an R eyes , y
cºn nuevas artes le fueron enredando para pescarlo .
El estado moral de Jul i án era lo que me parecía más d i gnº
de un fino estud i o .
Ya porque estuviera tísico,ya porque dada su predi spos i
ci ºn a la tis i s la adquir i ese cºn la vi da que hacía , lo cierto es
qu e desde tres años atrás , grado a gradº,quedándose primero
en la cama hasta las d i ez,después hasta las ºnce o las doce ,
luego hasta la una,y así de más en más tarde
, Jul i án resultó
la persºnifi cación de la inacti vi dad y la pereza . Sºlía levan
tarse a las ocho de la nºche , mal ves tirse,peor lavarse , cenar
con los colegas de pupilaje y jugar al tute,si tenía con quién ,
o al solitario , si l e faltabapareja , has ta las alta s horas de la
madrugada . Entonces se volvía a acºstar , ¡y Cristo con todos !
Nº hace falta decir qué tal estudiante resultaría .
Lº ciert o es que ya venía haciendo de t i empo atrás ese gé
nero de vida , cºn su y cºn la hija de la pupi lera .
P or un lado , que el d i ablo las carga, y por otro , que tantova el cántaro a la fuente hasta que al fi n se rºmpe , o no sé s i
por tantas lamparillas de aceite cºmº madre 'e hija encendi e
32 1
ron a lºs pi és de San se ºpi ló la n i ña ; y Jul i an , quizá
por pereza d e dejar la cama y m antener fi eras d i sputas , se
avino a legalizar la situaci ón , aceptandº el dulce y santo yugo
del matrimºnio . No es de pºnderar la a legría pºr tan deseada
y valiºsa pesca : un estudiante d e sépt im º año , un señor médi
co dentrº de muy pºcº .
Pero el hºmbre prºpone (las muj eres , mejºr dicho aquí) , yDiºs dispºne .
Juli án era sobrino de un cura b i en acºmºdado de un puebl o
de la provinci a d e Jaén,y este tío cura l e costeaba la carrera .
Llegó a sus ºídos el fregado del b ºdorr10 , mºntó en cólera y
n º d i ó cuartel . S i i Spendi ó la mesada a Jul i án , l a patrºna tuvo
otra bºca más que mantener,y luego pagar ama para el engen
dro de la escasa y especializada actividad de los ºc i ºs de su
yerno .
En ñn,la cºsa no pudº. salir peor . Jul i an
“
nº pudo ex am i
narse,n i menos allegar el d i nerº para la reválida . L as pupi
leras se desquitaban llamándole p i llo y haragán a cada instan
t e , y escribi éndol e al cura muchas des vergñenzas por su falta
de cr i sti an i smº .
Julián llegó a no l evantarse ni d e n oche . Algunºs rat i tos
jugab a al sol i tari o sºbre las sucias mantas de su cama . Otras
veces alargaba la manº y mecía la cuna del llorón chiqu i ll o .
Yasí la tis i s l e fu,é dejando hueco
,y abandonó este pícarº
mundo para buscar el del eterno d escansº .
F i s i o p a t o l o g í a d e l a p e r e z a .
Considero el vicio d igno de atenc i on pedagógica . La pere ]
za es un vicio , nadie lo dudará . L ºs V I CI Q S , comº las pasiones ,tienen su raíz en una facultad , en una propiedad o funci ón na
tural y .ñsi ológ i ca . A sí,todº vic io y t ºda pasi ón representan
una facultad trastornada . P or tant o,la pereza ti ene un ºri
gen : su fundam ento está en la l ey de i nt ermitencia de la V i da ,
en períºdos d e activi dad y descanso a lternativºs.
V ulgar es , de puro sabido , que no hay función fi siológic a
que nº sea interm i tente : desde la nutric i ón y las ex crec i ones ,
hasta la lºcºmºción,l a respirac i ón y la c i rculación .
A primera vista , parece que el sis tema nervmso i nfringe la
ley ; pero es una falsa apari enc i a . Con decir que ac túa por vi
brac i ones , queda demº s trada la esencia! i ntermitencia de su
funcionam i entº ; verdad es que los i ntervalos sºn i nfi n i tes i ma v
les,pero tamb i én l º sºn en el elemento ac t i vº de la onda . To
davi a hay funciones nerveas cuya intermitencia es percept i
ble, pºr ser, di gámºslo a s i
,macroscópicas ; la atención , entre
º tras . Su l ímite es el d escanso,la abolición de la misma por
un intervalo prºporcional al esfuerzº y a l ti empo que se aten
dió . El vulgo d i ce que el pensam i entº nº puede estar parado ;nada tan falso . S i n traer a cuento los s íncopes y ºtrºs esta
dos anºrmales , en la m i sma normal i dad se da la suspensi ón ,
fenómeno muy común prec i sam ente en los grandes pensa
dores . No insis to con mayores y más num erosas,prueb as ; sería
ºcioso .
Ahora bien,la pereza es una perversión del descanso natu
m i y necesario . Tal vicio asciende a pasión desde el momento
en qu e sojuzga a la voluntad . Hablemos de estex
pun to .
Nótese primeramente que, ya viciº , ya pasión , está muy
relacionada con el c l i ma y con el temperam ento de los i nd i vi
duos . En l ºs cl imas fríos no se observa la pereza , sino a veces,
el estupor que preced e a la congel ac i ón . Por el contrariº,en
los climas cálidos es cºsa frecuente ; y puedo hablar cºn cº
nocimiento de causa y c iencia prºpi a , como nacido en Anda
lucía .
El temperamento es ºtro fact ºr importante : cualqu i era d iría que el linfático ; no es ciertº . El linfáticº es pesado
,pocº
activº , lento en sus resoluciºnes , apático ; pero , pºr lo mismo ,e s rítmicº ; igual , así en su acción como en su descansº . L ºs
324
ofreciendo en una medio sºmnolencia pensamientos profundos,
pun tº s de v i sta lum i nosos y acertados , resºluc i ón fáci l a i ntri n
cados problemas .
Otras veces , de la med i tac i ºn humana se va el pensar , como
por una escala crºmát i ca, a suti les regiones m etafísmas y teo
lógicas . Y s i n esfuerzº,a modo d e revelaci ón
,aparecen eser i
tos en la mente nuevos G énesi s , nuevºs Ap oca l ip si s, nuevas
I m i tac i ones, nuevas M orada s , nuevos N ombres; de t al manera
que , s i no se b ºrrasen d el recuerdº , s i una activi dad , i n terca ¿
lándose en la perdida vºluntad, v i n i era a fi jar tales i magina “
c i ºnes y a mºverno s para pred i carlas,resultaríam 'os un Danie l
0 un Isaías más o menos auténti cºs .
En todºs los estados y grados de pereza,las sensaciones y
los dolºres físicos se atenúan . S i éntese la mºlesti a de una pro
long ada e incómoda postura o pºsición , y , s i n embargº , se so
pºrta por no i nterrump i r el placer de la quietud ensoñadora .
Al fi n y al cabo , l a parte queda anestesiada , y sólo se percib e
el entumec imiento adº lº ri do cuando term ina forzosamente e l
c i clº perezºsº .
L a pºs i ci ón soc i al y los mediºs de fortuna mod i fican much º
las formas de la pereza : en los alto s yb i en acomodadºs arra i
ga más hondo ; en lºs pobres , lºs l leva a la haraganería y a la
mend i cidad . Si la soc i edad presente retrocediera a la Edad
Med i a,lºs haraganes pobres no serían m endi gºs
x
desharrapa
dºs y vulgares ; elegirían la v i da de eremitas,y aun puede que
la de pen i tentes extáticos . B astante más pºdría d i scurr i r sºbre
tan importante materia ; temº ser pesadº y que arrojen el libro
los l ecto res .
N o he de concluir s in rogar a los pedagºgos de los climas
cál i dºs que fi jen su atención educadora en estospuntos . Ob ser
ve n , noa los niños
,sino a lº s jóvenes d e quince añºs en ade
lante . Es vicio que nº correspºnde a la primera infancia ; se
ini cia en la juventud y va creciendo hasta la edadde los cuaren
t a años ; luego hace estado º decrece , perº cuando ya el cuerpº
se halla enferm o y el eSpíri tu entumido .
º A pºco que se i n i ci en en el jºven los albºres de este vicio,
e s necesario acudir cºn la h i giene y la terapéutica pedagógi
cas,que deberán var i ar según sea el t i pº pát i cº a que el in d i
v i duo corresponda .
Engeneral , conn enen lºs juegºs cºrporales , de preferenc i a
a l aire libre , y los bañºs fríºs de impres i ón . Pero sobre tºdº ,romper el háb i tº del reposo prolongado , impºn i endo la volan
t ad del educadºr a la del educando . Al hacerlo así , tenga pre
sent e,que_el perezoso , a l dejar forzado a ello su qu i e t i smo ; sal
ta malhumorado , muchas veces i racundo , algunas furi oso y
c omº demente . Sépa lo para que no lo ex trañe n i se dé por re
sentido,ni menºs pºr desaforado
' de su autºridad . En su“
cºn
s ecuencia,nº cºmeta el desac i er to de responder al V i e i osi l lo ,
y muchº menºs des i st i r del empeño de romper su cadena .
C r e c e n l o s a p u r o s e n l a fa m i l i a d e l d e s t e r r a d o
Soportaba las escaseces , pero sufría muchº . El concepto
mºral que había adqu i ri do de la pºbreza era parecidº al de un
c ierto comº reb ajam i en to y menosprec i o , i ncompat i bles cºn la
d i gnidad persºnal .
Si la pobreza se hubiera pod i do encerrar entre las cuatrº
paredes d e mi casa , menos mal ; pero , ver que se traslucía'y nº
quedaba oculta a lºs ºj ºs de las gentes , prº duc íam e un senti
miento de vergñ enza i gual a si tuv i ese que andar en paños me
nores por la calle .
Pºr más esfuerzos que ha hecho el Cri st i an i smº para dig
ni ñcarla pobreza , no lº …ha cºnsegu i dº ; antes b i en ,creo que ha
dado lugar a un efecto contrar i º , al menos en España . Con
fundiendo la pºbreza con la mendicidad,deshonró a la pr i me
ra y fomentó la segunda . E n sus predi caci ºnes nºs presentabaal Salvadºr del mundo sin tener dónde reclinar la cabeza ; y en
326
sus imá genes ºfrecía lo los ojºs de lºs fi eles vestido con'
ricas
túnicas bordadas en oro y recamadas de piedras preciosas . De
clarab a los trabajos d e la Santísima V i rgen , sumida en los ma
yores dolores y penur i as de la v i da , y la ostentaba cºronada
de perlas,esmeraldas y br i llantes .
Para ejemplo vivo , creaba , en vez de órdenes que v1n esen
pobremente y con decºrº de su trabajo,órdenes que vi vían y
m edrab an pºr l a mendic i dad en contubern i o con las más altas
vanidades humanas . Así , el G enera l de la orden de los mend i
gºs era e l primerº d e los G randes de E sp aña .
Tales absurd os,tantas aberraciºnes
,prºdujerºn unºs efec
tos d eplorables : trocarºn en mend i gos a los tres cuartos d e l a
poblaci ón españºla , y en van i dosos a la ºtra cuarta parte .
Ahºra pºdrá el l ectºr hacerse cargo de mi sufri r , cuando
veía a mi señºra madre sal i r d e noche cºn una labor penosa
mente labrada por sus manos y las d e su hermana Dolºres ,correr de una en otra tienda para venderla , sufr i endo ya un a
destemplada negat i va , ya un soñón ; y grac i as si al fi n , y como
acto de car i dad,la compraba alguno pºr m i tad de preciº
Hub i éram e prºducido menºs vergñ enza , menºs emoc i on ,cualqu i er i nsul to , que la frase de
'
—¡E'res un p obre!
¡A cuántas d esdichas , a cuántos dolores del alma dan lugar
los cºnceptos equivocadºs de las cosas !
Por muchº que fuese nuestro silenciº y d i s imulo , no era
pos i ble que dejara d e transparen t arse la real i dad . Un pariente
lej anº nuestrº,D . Ramón Pardillº
,nºtar i º desahogado , se
presentó a mi madre para hacerla aceptar el pago del arriendo
de l parti do (º sea del cuartº que habitábamos) . Mi madre aco
g i ó el favor co n lágrimas de gratitud ; yo , cºn lágr imas de gra
t i tud (¡D i ºs se lo pague !) y de vergñ enza (¡D i ºs
M i padrinº,D . Franc i sco M i rand a
,aunque seguía resi di en
do en el Puertº , también se percató de nuestra pobreza y
de cuando en cuandº nos socºrría . Mi buen t ío Manuel , gene
roso , aunque d e varia fortuna y muchas veces escasa , vino a
328
Tºd o esto sería muy bueno , s i el muy bestia nº hubiera
pasado a ser un ente tan poseídº d e sus riquezas, que só lo
sabía hablar de ellas ; no b astando a su jactancia recrearse en
e l cont i nuo relato d e su pºsesión , sinº que , para más eleva'
r
se,desprec i aba a todo el mundo . Para él
,los demás labrado
res eran unºs pobretes ; las personas de más visº , unºs pioj o
sos ; no hay que deci r cºn cuánto menospreci o trataría a los
trabajadores y a quienes carecíamos de medio s de fortuna .
E l pr i mer día que me v i ó , su salutación (s in levantarse del
s ºfá donde estaba sentadº cabe su novia , y volviendo la cara
h acia ella) fue'l a siguien te
¿Este es el muchacho p robe que ustedes recogieron?
Nº sé cómo nº le contesté— Sí , t ío bes ti a . Yo soy ; que pºbre y todº no me cambio
por usted ni por toda su casta ; y que nº le dºy de palos , cºmo
a un mulo , por respetºs a esta casa .
Pocas veces me ha costado tantº trabaj o reprim i rm e, y
bien puede la fam i l ia Torres tomarlº como la m ayor prueba
que podía darle de m i cariño,respetº y gratitud .
Ya he hablado páginas atrás del imp a ti sm o y de los imp a
t i zadores; d ifícilmente pºdría presentarse un ejemplo mejo r
que este D . D i ego , de imp a ti zador e impa iuoso .
L o que me h i zº sufri r en aquella tempºrada , sólº D i os lo
sabe . N o bastaba que yº huyera de él c i elºs , y tierra ; no siem
pre podía, viviendo en aquella casa . Además
'
,moralmente , es
taba él allí perenne . Conchita era la n i ña m imada ; enamorad a
de aquel mºntón de carnuza , nº se podía decir d e él “buenºs
ojºs tienes » . Hasta el s i lencio en el corº de sus alabanzas era
sospechoso , y yo temía reventar a cada momento y tirar l os
trastos pºr la ventana .
En verdad que son i nsºport ab les las gentes mal educadas
enriquec i das . Cºmprendº la inquina que lº s ºbreros t i eneir a
los d e su clase que se enriquecen,pues nº a humo de pajas
d ice el refrán : aN i sirvas al que s i rvió , ni p i das a qu i en pidió .»
¡Cºsa rara! Aquel medi o Sansón , medio Becerro , m u ri ó t i
sico . Aquel , cuya frase estereot ípi ca , y que no se le caía de la
boca,era : a ¡Yº uyogo a ése con murió pobre .
A l g o d e H i s t o r i a .
Cayó Espartero a impulsos de una coalic i on heterogénea ;tan ºpuesta en sus condiciones esenciales , que suced i ó lo que
tenía que suceder : los disidentes progresistas,cºn Olóz aga el
elocuente y l i sto,cayerºn en la ratonera de los señºres mode
rados , por roer el hues º de Isabel II .
Narváez estableci ó una polít i ca dura , de res i stenc i a y per
manente persecuci ón . L os prºgresistas y ayacuchos , y todo
bicho viviente que no fuese moderado , declarárºnse en conspi rac i ón perpetua , cada cual a su modo y comº Dios l e daba
a entender .
Clarº está que yo tenía mi puestº v i rt ual :— h ijº de un deste
rrado y padeciendo persecucion es por la just i cia , aunque m an
cebo , ¡cáta te a'Periquito hecho fraile !
Mala v ºluntad conservaba cºntra ciertas gentes, para m inºn sanei a s , que habían sidº en Cád i z i nstrumento de lºs m o
derados para combatir a Espartero . D ában l a de republicanºs ,cuandº '
n o había republicanos n i pºr un oj o d e la cara ; y escr i
b i an c i erto per i ódico anarquista, pºr el est i lo de E l Huracán ,
para hacer º d i º sa la libertad d e imprenta .
¡
R edactában lº y di ri g ían lº un Sr . G oyena, patri º ta insulso
y v i vi dor ; y un tal Mendoza , p i llo redomado que s i guió há
c i endo comercio d e la política hasta la Revolución del 68 i nclu
sive . Pero,en fi n ,
el casº”
fue que los señores moderadºs de
Cádiz no pagaron sus servi ciºs ; y , por consiguiente , el peri ó
dico se declaró en ºposi c i ón a la subida de Narváez . Este no
se anduvº en chiquitas,cºmo Espartero
,y metió a la prensa
en un zapato .
Cóm o ni G oyena ni Mendoza sabían escrib i r más que des
vergñenzas , y no estaba la Magdalena para tafetanes , recurri e
ron a D . Pedro O'Cru ley ,a qu i en ya conocen los l ectºres
,
maestrº míº en el Colegi o de San Pedrº y muy capaz de es
cri b i r cosas fuertes bajº formas untadas cºn manteca . Perº,
no l e sirvió ; mandaron prend erle , mas D . P edrº pudo huir y
ºcultarse .
Como yo hube de cºnservar trato y ami stad con el maes
tro , y como su causa era la mía , claro está que nos ligamos tam
bién pol ít i tamente . I ba a verle al escºndite , le llevaba y tra íá
recadºs de la familia,y hacía de grumete en planes de cºnspi
raciºnes y en burlas a la policía .
De variºs escondites fue preci so saltar . G rac i as a que en el
Cuerpº de lº s mismºs esbirrºs siempre sol ía haber algún'
pa
t ri º ta º algún tunarra que,por comer a dos carrillos , daba elalerta .
La tempºrada más larga la pasó D . Pedrº en un casarón de
ci erta cal le , cuyo nºmbre nº recuerdo , entre la catedral nueva
y la vieja . Estuvo deshabitado , tenía aspectº mister i osº y comº
de casa de duendes . Allí no entraba nadie más que yº , cºn las
necesar i as precauciºnes y recatos ; y tamb i én un ant i guo cºno
cido , que no había vuelto a ver desde años atrás,e l famºsísi
mº Carn i ag o , un pr i mero en la cºmpañ ía de granaderos .
Según pude columbrar, Carn i ago era el consé
'
rje de aquella
casa i nhabitada,di sgmn i endo d e ella como
'
de cosa prºpia . P or
su misma mano,pero ºcultos bajº capa
,llevaba a O,
Cruley el
almuerzo y la comida . Dispon ía éste de un jergón tendidº en
el suelo de una sala espaciºsa,y de un sillón viej o que fue dº
rado en sus m ocedades . Nada menºs y n ada*
más .
Sºbre m i ºfi ciº d e correve i di le,tamb i én servía a m i maes
tro en ºtra cosa : l levaba tºdos lºs d ías una botella de anisado ,sin el cual no podía vivir ; lo tºmaba con agua ; perº , l echada
a lechada,consumía un cuarti llo diariamente .
En aquella monótºna soledad,hablábamos de Retórica y
Poética,de noticias y prºyectos de conspiraciones . Como muy
c i erºri naturales las sal i das de mi maestro,con l o cual entré en
cav i lac i on es y mayor curiºsidad .
E n sus oj i llos negrºs y redondos me parec i o leer que pen
saba en algº d i st i nto de lo que estaba hablandº . Suspend i ó la
conversación , y después de un intervalo de silenciº , me pre
g un tó
—¿Has o ído tú algo sobre masones?
S i, en el púlpitº algunas veces ; y a las viejas beatas las
he visto santiguarse cºmo si se tratara del d i ablo .
—¿Y qué ju i c i º tienes formadº de eso?
— Pues … le diré a usted … Nº sé ; perº tengº entendido que
i nsp i raron o les i nspirarºn las i deas d e l a E nc i clºpedi a , y que
ayudaron poderosamente a la Revo luc i ón francesa ; por lº cual
me son simpáticos . Además,por palabras sueltas que en cºn
versac i ón con algunos ami gos ºí alguna vez a mi padre, há
rrunt o que anduvo en log i as y que algº tuvo de masón .
¿De mºdo que n i te inspiran ºdiº ni crees que tienen rabo
como el diablo?
Nº t a l .
Pues,ºye : yo soy masón . Esta casa es una Log i a . Ahºra
están en suspenso las asambleas,y los sucesºs políticos han
ll evado a cada uno por su lado . Carn i ago)
es un hermano , d e
los m ás antiguos y cºnsecuentes ; t i ene las l laves de la casa y
hace de conserj e hasta que esto se reorgan i ce .
— Si cada masón anda por su lado , uno“será carl i sta , otr
cangrejo,otro p
'
rogresista . ¿ Cómo van a reorganizarse?— Te d i ré . L a Masºnería es una sºc i edad universal ; existe
en tºdas las nac i ones d e E urºpa y de América , en Oceanía y
en las ciudades comerciales de As i a y A frica . Abarca miem
bros de todas rel i g i ones y creenc i as,así fi losófi cas como politi
cas . Tenemºs pºr vínculº una moral un i versal , y la ºbligación
de protegernos y au x i l i arnos mutuamente . Si es verdad que
las luchas pºlíticas nos han desorganizado aqui en España ,nuestro espíritu reform i sta y contrario al oscurantismº sub
s i ete . L o que se necesita hacer aquí es dejar a un lado los
tránsfugas y afi li ar gente nueva . En la Masºnería se entra d e
aprendiz y luego se va ascend i endº en gradºs . Yo pertenezcoal r i to Escºcés y t engo el grado 33.
¿Y usted toma en ser i o todo eso?— le m t errumpi .
¡
"
Pues nº lo he de tomar en ser i o,n i ñº ! ¿ Crees tú que l a
Revoluci ón de Franc i a se hubiera hecho s i n nuestra sociedad?
La m i sma Revºlución española , ¿ por qu i én se i nic i ó s i nº por
nosotrºs? P ºr eso nº s tienen tanta ti rr i a el clero y los sos tene
dºres del mundº viejo . S i fueras a Inglaterra , a Aleman i a , a
los Estados-Un i dos,n o harías esa pregunta . Allí , verías a las
personas más preem i nentes ºcupar lºs altºs puestºs del G ºb i er
no,s i endo masones d eclaradºs . Aquí
,ahora mismo y a pesar
d e nuestra decadenc i a,hay hermanos muy distingu i dos en las
cienc i as,en el comerc i o y en la m i sma Igles i a . Casi tºdos los
cap i tanes de buques,así extranj erºs cºmº españºles
,están afi
l i ados ; les s i rve d e mucho cuando llegan a lº s puertos y ha sta
en los casºs de naufragio .
—¿Y cómo les s i rve? ¿ Llevan algun a señal en la cara?
— No,hºmbre . Para eso tenemos ciertºs signºs . Por ejem
plº : cuando n os vemºs en algún peligro,enlazamº s lºs dedºs
d e ambas manos,y colocándolas así (cruzadas delante d e la
frente) , gri tam ºs : c ¡00nm i golos Hijosl
de . la Vi uda! »
— Eso é s— repuse yo ;— y Sl está usted en Rusia,le entende
rán comº a mi abuela .
— Puede que nº entendieran las palabras ; perº , como ve
rían tu actitud,ya comprenderían que se trataba de un herma
no . Cuando v ino el Ejército de Angulema,mucho s patrio tas
debie'ron su salvación a los hermanos que venían en el Ejército
francés ; y si Riego nº cºmete la torpeza de huir después d e labatalla y se deja coger pr i s i onero , ºtra hubiera sido su suerte .
— Todo esº podrá estar muy bien ; pero si no es más que unasºc i edad de socorros mutuºs , no veo la necesidad de tanto
mister i º .
— Te diré— me replicó .— L a cºnfraternidad universal es
una idea alta y nºb l e , muy superiºr al pensam iento ( lºable ,
s i n duda) de socorrerse los hombres como hermanos . Tenemos
aún más a ltºs pensamientos , representados por símbolos . P ro
curam ºs honrar y d i gn i fi car el trabajo : por eso tºmamos por
emblemas el cºmpás , la escuadra y e l triángulo ; denom i namºs
al Supremo Hacedor el G ran Arqu i tectº del Uni versº. Nuestra
dºctri na se d i vid e en varios grados ; los hermanos se van i n i
c i ando en ella en relación a los grados a que asci enden .
— Me extraña , am igo D . Pedro,que usted
,que es más bien
l igerº que grave , y que es tan dado a l a ironía , hable tan se
r i am en te de esas cosas . Nº sé por qué,se me antoja que en
nuestra tierra de España , d onde t an pºca afi c i ón hay al com
pás n i a trabajar , la mayoría de los hermanos h an de tomar
e sto como un m odus vivend i y un cam i no para buscar empleos .
— De tºdo hay , por d esgracia . Pero no faltan hºmbres de
buena fe ; ahí t i enes al pºbre de Carn i agº .
— Es verd ad— contes té ; — pero Carn i ag o me parece un pºcº
tontº,y en esta t i erra nuestra han desaparecido los Don Quij o
te,han d i sm i nu i do l º s Sanchº Panza y se han mul tiplicado d e
una manera prod i g i osa lº s G i nes i l lº de Pasamonte . Y si nº ,
que lo d i ga su colega de usted,Mendoza .
— E u verdad que no dejas de tener razón ; pero el mundo
no es España . Yo tengo facultad para in i ciar y conceder loso
6
pr i meros grados . ¿ Qu i eres entrar en la soc i edad?— N o , señor .
—¿ Por qué?
— Por una co sa muy sencilla : porque detesto todo lazo
tºda cºsaque me obl igue a algo ; pºrque mi voluntad prº curosuj etarla a mi pensamientº , y m i pensam i entº es mudable .Hoy
creo que una cºsa es verdad , y mañana ent i endo que no lº es .
A sí , yo no he nac i do para ninguna d isciplina . Hoy siento , cºn
m ás vehemencia que n i ngún o tro sentim iento,el sentimiento
de mi l i bertad y el od i º a la t i ranía .
Pues no adelantarás nada ; serás un sºlitario inútil para
ti,y m ás inút i l para la patria .
— Allá lo veremos , D . P edro .
336
D . Vicente , conclu i da la carrera,
'
fué a París para perfecc i onar sus estudiºs y do ctorarse . Entrado en deseos d e ser catedrát i cº , Pacheco , para com placerle , discurrió crear una
plaza» de D i rector de trabajºs a natóm icos ; d i spon i endº duego
que d i chºs directores pasaran a ser catedráticº s d e Anatomía
A sí quedarºn elector y elegidº sati sfechos,a costa del presu
puesto ; v i éndose áquí cómo una med i da acertada y necesari a
tu vo su or i gen , más que en un acto de buen G ºbierno , en un
actº de favoriti smo .
P or ventura , el favºreci dº resultó muy dignº del favºr .
Había estudiadº la Anatomía en París con gran aprovecha
miento , y trajo a la Escuela gaditana lºs últimos adelantos en
la materia , sacándola de los mºldes , ya un pocº envejecidos ,del barón B ºyer .
Cuando le vi preparar , cºmprendí que lo hacía mejor qu e
los Ayudantes d i sectores , y procuré im i tarle ; nº así Pepe Diºs
n i Manuel B enjum eda,qu i enes tºmaron a mala parte las in
nºvac i ones .
Ascendido D . V i cente a Catedrático , no l e agradaba n in
guna preparación,exceptº las que yo hacía si n ºbl i gación y
sólo pºr estud iar .
Así terminó el segundo curso,en la expectativa para m i de
hacer ºposi c i ón a la plaza de Ayudante di sector que debía vacar pºr dar fi n Manuel B enjum eda al último añó
”de Medici na .
El cargo debía prºveerse entre cand i datos del tercero ; el
tribunal habían de fºrm arlo lºs dºs catedráticos de D escri pt i
va y el de Regiones y Anatºmía patológica .
N os d i sputábamos la plaza Imperial Ignino y yo ; verdade
ramente,la lucha era insensata .
L os puntos que calzaba m i cºntrincan te los cºnoce el lec
tor ; pero , aunque así n o fuese , sería el pr i mer caso en queentrando en ºposi di ones un h i jo de catedrático no saliera v i c
tori oso .
Como la neces i dad fabrica ilusos , a despecho de todo , hacía
yo cuantº se puede hacer para ganar la plaza .
-
337
cD ebº ganarla (me decía ) : 1gu i no contestará a tºdo como
s i l eyera el B ºyer , perº yo daré con más seguridad idea de las
cºsas ; Imper i al ha d i secado pºcº , yº he disecado mucho . Se
trata de_una plaza de Bi sector ; y , cuando su preparación se pre
sente—al lado ,de la m ía
,nadie podrá desconocer la di féreñc i a
,»
El sueldo'
d e la plaza nº era ninguna gollería : seis durºs al
mes,una peseta d i aria ; pero una peseta ganada
'
por m i , en las
circunstancias en que me hallaba,valía cºmº un tesoro . U na
del empleº,ºtra de las labores , total do s pesetas y casa paga
da . ¡Cuánta felici dad en lontananza! ¡Y cºn qué amargura ve
nía a cortarla la real i dad !— aE s impºsible , nº me la darán . »
Pensaba i r a Ignino y decirle
Sé generoso con tu pobre amigº . Esta es m i situac i ºn .
Tú nº careces de nada ; nº t e acuestas n i nguna noche sabiendº
que a l d ía S i gu i ente nº tendrán tu madre y tus hermanos nipan que llevarse a la bº ca , si la Pro v i dencia no hace un mi
lagro .»
M as , ¿ para qué i ba a descender a tales súplicas de mendi
gº? ¿No se traslucía la pºb reza de mi situaci ón? ¿ 1gnºrab a na
di e que é ramos la famil i a del desterradº , contando sólº cºn el
d ía y la n oche?
Por o tra parte,si Imper i al seguía s i endo buen camarada ,
a pesar del d i s imulo de la buena educac i ón,asºmaba el i esen
t im i en tº de las rival i dades . No estaba acºstumbrado a llevar
a nad i e delante ; y aunque sólo fuese el paralelº , lastimaba su
amºr prºp i º .
Consi deráb am e empeñado cual si luchase con l as olas en un
m ar sin fi n ; y como en tales s i tuaciºnes el espacio que la v i sta
abarca to ca y se cºnfunde con el c i elo , así m i ánima afl igida
miraba al ciel o,esperando de Diºs y de su Santa Madre (que
com º cri atura carnal se ve m ás cerca de nosótrº s) que m e
prestaran el auxil i º d i v ino , en el combate m ío ,ab i ertamente
opuesto a la naturaleza de la cºndición humana .
El tiempo di s curría con,
lent i tud,alargado pºr m i s ansias ;
pues nº pareceísi no que se cºmplace en ser fugaz para el di22
choso_, como prº l ijº -y tardo para el desgraciado . El rezar me
consolaba ; tranqu i l i zábam e así una interior penumbra,mitad
de fe ciega , m i tad de vaga esperanza .
Llegó al fi n el mes de Octubre del año 1845 . A parec i o en latabl i lla de Secretaría la convocator i a para la ºposi c i ón : Impe
r i al la firmó, yo la fi rmé . Pasadºs qu i nce días,cºnst i tuyóse el
tr i bunal y comenzaron los actos .
¿ Cómo resultaron? Sólo sé que los de Imperi al fueron bue
nos ; los míºs i i º lo sé . Con sinceridad : no lo recuerdo . Sólo
puedo decir que recé como en la nºche del último día qu e fu ía la escuela del fra i le . Sé también que los ejercicios d e ambºs
opºs i tores fueron aprobadºs y califi cados d e sºbresal i entes .
Salieron los jueces , y se dispersarºn . Salió después D . V i
cente Domínguez,y me acerqué a preguntarl e
,con testándo
me cºn emºc i ón :— Pr imer lugar Ign ino
,por tres votos contra unº a favºr
de usted ; segundº lugar usted , pºr unanimidad .
¡Todo estaba perd i d o ! Quedé res i gnadº , y me conso lé di
ciendo :— Dios no me abandonará ; la Virgen me abrirá otras
puertas .
Dos día s después,a esº de las ochº de la noche , un hombre
con galones llegó a mi casa,portadºr de un ofi c i o . Creí que
fuese una equ i vocación ; pero el sºbre venía a mi nombre y te
n ía el sellº del Jefe polít i co . ¡El Jefe polít i co ! Sin duda habría
aver i guado que jugaba a las consp i raci ones , y me impondría
a lgunos azotes .
El hombre de l ºs galones se fué ; temí que m i pobre madre,
al enterars e,acrec i era su padecer ; y guardé el ofi cw,
para en
terarm e a solas . Haciendo el disimulado salí a la calle,y a la
luz de la redºm a de una botica l ei lo s1gu 1en te :
aEn virtud de la autºr i dad que me correspºnde , y en vista
de las prºpuestas hechas por el Tribunal de opºsic i ones a la
plaza de Ayudante d i sector del Colegio de Medicina , he teni
do a bien nºmbrar a usted para el ejercic i o de dichº cargo con
atencione s ; había tenid o ya otra carta particular del mini strº
en que le hablaba de m i . En vista de la urgenc i a de la : c i ta
acudí inmediatamente,y el Jefe me d ijo : c — D i simule usted
que le haya m ccm ºdado . En el correo de esta mañana he rec i
b i do una Real orden, la i cual'
di spºne que lºs Rectores de las
Universidades no sean nombrados por el Claustrº , s i nº por el»
G obiernº ; y que en lºs Inst i tutºs y Colegiºs de estud i os de ca s
rrera separadºs d e Un i vers i dad ej erzan los Jefes pol ít i cºs las
funci ónes d e Rector . Como esto es nuevo y algo ex trañ o*
para
m i,deseº cºn sul tarle respecto a cuáles son m i s a tri b uc i ones “
en
el Coleg id de despaci o la R eal orden , y le»
especifiqué comº pude cuáles eran las prerrºgativas d e los
Rectºres, parec i éndom e que la Dirección del Colegiº debería
quedar convertida en Decanatº y la Jefatura políti ca en Rectorad o como inm ed i ato representante del G obierno . Después
que aclaramos estos puntºs,me acºrdé de usted y le d ij e : a — A
prºpósitº,me alegrº de este cambiº . V a usted a empezar des
haciendo una i njusti ci a . En el Coleg i º ex i ste arra i gada l a cos
tumb re de cºnvertirlo en patrimºn i o fam i l i ar . Allí no entra
nadie comº no sea h i j o º sobri nº de catedrát i co . A m i me m i
ran de reoj o , pº rque he sid o n ombrado fuera de la famil i a . Se
acaban de hacer ºposi c i ones a una plaza de Ayudante d i sector ,y han “
puesto en prim er lugar a un h ijo del catedráticº D . I m
perial Ignino . Es muchacho i nstrui dº y l i stº, pero muy cortº
de vis ta y no sabe d i secar . Mas , cºm º ti ene el padre alcalde ,han pºstergadº al ºtrº ºpºsitºr que d i seca b i en y sabe mucha
Anatom ía . Sólº falta que se reúna el Claustro y se extienda el
nombramiento . Pero , cºmo ahora las cºsas han vari adº,nº es
al Claustro n i a l Decanº,sino a usted
,a qu i en compete el nom
bram i en tº ; pud i endº deshacerse la parcial i dad y nombrar al
segundº , pues los actºs d e lºs dos fuerºn aprºbadºs y cºn la
mi sma cal i ficaci ón de sºbresal i entes . » Después que me hubo
o ídº,hi zo que le dejara nota del nombre de usted ; y ya tiene
explicado lo que ha sucedido .
En efecto ; los moderadºs llevaban la central i zac i on a
paso de carga . Me aprºvechó , gracias a múltiples y m i lagro
sas coincidencias ; s i n su raro concurso no hubiera cºnseguido
l legar a di sector , ni por ende a ºperador afºrtunadº .
L a centralizac i ón por s i misma,s i n las demás c i rcunstan
ve i as,hub i érame s i do muy nºciva . B astara la influencia de don
Imperial para que cualquier cacique gaditano , hablando al Jefe
pº l i t i co , hub i ese conseguido para el hijo lo que D . Vicente
Dºmínguez para m i .
XV III
I n fl u e n c i a s d e l o f i c i o .
Si el hºmbre labora,su labora labra en él . ¿ Tira e l marine
ro de la cuerda? Pues la cuerda tira de las manos del marinero,
l as encallece y agranda . A sí todos los ofi ciºs , al i gual sobre el
e uerpo que sobre el alma ,El cargo de D i sec tor produjo en m i profundas m odi fi cac i o
nes . Los cadáveres ahuyentaron a las musas , y éstas ya no me
soplaron una mala cºpla en lo suces i vº .
Trabajaba bastante . Pepe Diºs y yº teníamºs que preparar muchas lecc i ones : dos para los catedrá ticºs de Anatomía
d escr i ptiva , una para el de Tºpográfi ca ; las autops i as de las
C l ín i cas ; y además , cu i dar y dirigi r lº s tra bajº s de Anfi teatroen las clases prácticas . Necesi tábam os tamb i én concurrir a las
c átedras de nuestros cursos respect i vº s .
Pepe Dios terminó su carrera aquel mismº año,remplazán
d º l e un estudiante apl i cadº, perº pocº ágil d e manºs . Con estº
vinº sobre m i el peso de t oda la carga . Por otra parte,los
prºfesºres se daban al d iantre si las lecciones que habían d e
explic ar no estaban pºr mí preparadas ; favor que les agrade
c ía , perº que hubiera agobiado o tro de complexión menos
robusta .
Ocupadas las horas del día con m i s aulas y en las labºres
anatómicas , quedáb anme libres parte de la tarde y la noche ,t iempº que dedicaba a preparar las lecciones . Según la labor ,
unas y eces comenzaba a las seis , otras a las ocho concluyendo
los trab ajos por lo común a las diez , y en ocasiones a las dos o
l as cuatro de la madrugada .
Cincº años así,desmenuzando cadáveres y reflexionando a
s olas , produjerºn los efectos que la maroma en las manos delmar i nerº .
Cuando se llega a dºminar cualqu i er labºr,parece que el la
se hace pºr s i misma . L a atención qu eda libre,y el pensa
mientº se va por donde quiere . Pasa el tiempo de puntillas,
s i n dejarse sent i r ; y s i el dolor en los lomos,de estar dobladº
tantas horas,no me avi sase
,llegara el alba dando la mano al
crepúsculº vespertinº .
L as cosas sencillas pueden hacerse pºr tºdº el mundo ; mas
es el caso que,por sencillas que sean
, pueden hacerse mal , med i anamente o bien .
¿ Qui én no sabe cºrtar? Pues asegurº que cortarbien es una hab i l i dad extraºrd i nari a .
Mil personas robustas y forzadas tomen sables iguales y
bien cºrtantes todos ellºs . P rºpóngaseles que de'un revés di
vi dan una barra de hi errº de ocho centímetros de espesor , que
se sº stenga v ertical en el suelo pºr su prºpi º pesº . E vi den
temente,ningunº de lºs mil d ivi dirá en '
dºs el férreo cilindro ,como no sepa dar al sable la velocidad y el movimiento prec i
se para ºbtener el efecto apetecido . Nº es l a fuerza sola ; es la
resultante de fuerza, vel oc i dad y dirección lo que ha de cºn
curri r d e un cierto mºdº nº fác i l de en señar , sino reser
vadº a la esfera d e la aptitud i ntuitiva , amaestrada pºr la
práctica .
Si una materia homogénea se corta bien de un modo otra
materia de varia estructura , aunque resulte siempre divi s ible ,t ambién por ende resulta muy difícil de d i vi dirse bien , de ser
b i en d i vidida .
Cortar b i en los tej i dos humanos : véase tan sencilla empre
sa , y se nºtará cuán difícil . A sí como hay literatos y poetas
que ti enen una letra y una ortºgrafía sumamente malas , así
t ador y r i co . Estº , cºnsegu i do a la edad de“
tre inta añºs o pocº
más,demuestra grandes dºtes de hºnradez
,razón clara
, vo lun
tad fi rme y constante , pers i stenc i a en tºdo el lº;'
dé cuyºs'
fac
tºres se i ntegra su verdadero tipo , s impático en alto grado yd i gno de alabanza sin tasa
'
.
Sabe el lectºr que , al verse r i co , entró en deseºs de se1ít i r
s e ilustrado ; cosa que su educac i ón y labores no le habían per
m i t i dº . E n vez de buscar esa ilust rac i ón en la lectura y en“
é li
trato de personas“ sabias,fué
'
a buscarla 'en lºs claustrº s'de
las enseñanzas oficiales . Su edad y su amor prºpi º le"
impu
s ieron la ºb li gac i ón de i r a la par con lº s mejºres estudiantes .
Pero su cuerpo rºbustº y sus b razºs membrudos'
,así comd
su cerebro en plena sazón,ya no perm i tían nuevºs crec i m i eñ
t os . A t i b orróse,pues
,los sesos
'
cºn la Fís i ca y “ el'
primer añ o
d e Med i ci na ; llegó el segundº , y ame te que apri e ta » ,las no
ches en claro a la luz del qu i nqué,algo debió de last imár
'
sela
pºr dentrº . Ya ad vertí que su carácter m ostraba alguna varia
c ión,algo comº i nfanti l
,c i erta tendenc i a a emoci onarse y hu
m edecérsele lºs ojºs .
Al tercer año es talló . Un d ía , en clase , cayó a l suelº s i n
s enti dº . Fuimos a él los compañerºs , y D . Manuel Porto , que
nºs estaba expl i cando Patología general , gritó :—¡Una aplºpeji a ! ¡Sangrad lº al mºmento !
Salí comº el rayº,regresé con lanceta y c i nta , y sangré a
Aragºnés del brazº .
B ajó el am ºrat am i en tº de la cara , pero nº vºl vía en s i .
Cºmo pudimos,en una camilla del Hºsp i tal , lo transportamo s
a su casa .
L a hemorrag i a cerebral deb 10 º
de ser m uy extensa . R epe
t i las sangrías varias veces por mandat o de Pºrto , y º tras
tantas de i n i ciat i va mía ; pues , al ver en ocasiºnes v i º lársel e
la cara,est ertorº sº y cºmº si toda la sangre se l e subiese a l a
cabeza,me pareció que se i ba a mºr i r y que yº dilataba su
postrer mºmentº vol vi endo“
a sahgrarle . Sea lo]
que quiera"
,a
l ºs ochº días coni enzó a abrir los ºj ºs , más tardea b a lbuce'
ai';
345
a l fin lo levantamos del lecho,cºn la b oca horr i blemente tor
º ída,afás i co y hem i pléjico del lado derecho .
Así se h izº llevar , arrastras de un criadº , para exami nar
se del tercero ; y así volvió el cuartº año a clase , con puntua
lidad!
Nº pºdía estudiar , pero lo intentaba . Encom endé a s u mú
j er que le qu i tase todo l i bro ; Aragonés rab i ab aí , exasperandose
,furiºsº . Ejercía yo bastante i nfi ujo en su voluntad ; y , no
obstante,me era d i fícil vencer su obst i nación .
Aunque menores,le repitieron lº s ataques . E x am i nóse del
cuarto añº y se matr i culó en el qu i ntº ; perº , antes de abrirse
el curso,sucumb i ó Aragonés
,y yo l e c erró los ojºs
N o sólo es el m i l i tar , no sólº es el obrero quien sucum be a '
los r i gores de su ºfi ci º .
*Lo que p asa es que las heridas debaj odel pellejº no se ven , no escandal i zan f
N u e v a s r e l a c i o n e s .
Cºm º todo n º puede contarse al mismo tiempº,vº lveremo s
atrás : próx imamente,a los dias en que D . Pedro '
O'Cruley
yacía en su escond i te .
Al pasar a cosa de la una pºr la plaza de San Juan de Diºs ,v i un grupo de gente mal pergeñada ,
y que me parec i ó de pá
tri otas . Llenaba los pºrtales del Ayuntamiento , y me agregué ,cºmo qu i en dice : a ¡A qu í vi ene ºtro !» N o me equivºqué ; perº
no estaban en ademán hºstil,s i no cºmº unidos por un interés
común .
Hacía de cabeza un hºm bre ch i qu i t ín ,de barba n egra muy
cerrada,d esenvuelto d e movim i entos , desastrad o y sucio en el »
vestir . P ºr su pelaje se colegía que nº era menestral ni obrero ,sino de la clase de los pºbres de levi ta . P or la suyaj_nº hubieran dado una peseta en el B ºquete ; ni aun dando él además ,
de prºpina , los pantalones y el sombrero según estaba tºdo derotº
,sucio y desh i lachado .
Lº que más hirió m i atenc i on fue que aquel hombre m os
traba una alt i vez y una energía cual si fuese un general cºn
mandº en jefe y vesti do de gala . ¡Cosa extraña para m i , que
cuando llevaba zurcidos los calzºnes i ba avergonzado !
Esta c i rcunstancia h ízome/
s i mpát i co el sujeto . Me parecía
un espíritu fuerte , cºn ci erta estima de si mismº , y dándºsele
tres higas de su r ºpa .
Me acerqué al grupº . En lºs sentimientºs pº líti cos haymucho que estudiar ; tienen c i erta cºsa que unifi ca rápi damen
te lo m ás heterºgéneº , el sabiº cºn el i gnºrante , el tontº cºn
el discret o,el culto y b i en educado cºn el zafio y grosero , el
pillº con el hºmbre de bien .
A poco de haber cabeceado por entre la gente,me enteré
d e lº que pasaba . V eíase en juiciº la denuncia de E l N ac i onal ..
I ba de defensºr el ch i qu i t i l lº mal afeitado de la barba negra .
Echaba pestes por la bºca ; y en aquellas circunstancias , bien
se daba a entender que con tanto cuidadº le tenía ir a la cárcel
cºmº el que se l e daba de su pelaj e .
Su valor me hizo más gracia ; me puse frente a él en l a pri
mera fi la,y le hice coro como aquel que dice : ( ¡Después que
tú , entro yº !» Algº hubo de encºntrar en m i pues nºs cogimo s
del brazo y echamos a pasear juntos,rompiendo el corro , yo
escuchándole , él dando voces , y m anotadas al aire . A pocº ,desde la puert a del Ayuntamiento
,gri tó un pºrtero
—¡Denuncia de E l N aci ona l l— y to do s nos prec i pi tam ºs a l
zaguán,subiendo la escalera .
En la galería alta se hallaba const i tu i do el Ju zgado en au
d i enc i a pública . E l fi scal leyó el artículº denunciado , y d i jo lo
que le pareció . Tratábase de i njurias , por decir l o impreso que
el Ayuntam i entº estaba formadº contra ley , por nomb ram i en
t º de la Corona , y que era un intruso .
— Tiene la palabra el autºr del artículº denunciado .
— Presente— contestó mi hombre .
s ºmbrerº . Todavía al quedar sºlos esperaba verle desahºgar el
pechº . ¡Cuál sería m i asºmbrº a l oírle prorrumpi r en nasales
c arcaj adas !—¡G a , ga , ga ! ¿No han denunciado el artículº porque les
d ecía i ntrusos? ¡G a , ga , ga ! Pues , l es he d i chº i ntru sºs en sus
barbas .
— No está m al, perº me parece que el Juez le va a encan
s ar pºr desacato .
—¡G a , ga , ga ! ¿ Qué importa? En la causa tendré el gustº
d e ponerlº cºmo un trapo .
—¿De mºdo que a usted le da lo m i smº pºr lº va que pºr
lº que viene?— No
,señºr ; me gustan las peripecias . Nada hace reir tantº
cºmo lo últimº que me pasó en Conil . Estaba de Secretari º del
A yuntamientº . Había traíd o de cabeza a los cangrejos de allí ,que eran los principales de la pºblaci ón . Pronunci ada cºntra
Espartero tºda España,y estando Cºncha en Cád i z
,ya no pude
a guantar más . Se echarºn gri tando a l a calle,p i d i endo mi ca
beza . E l cura,con sus manteos
,cap i taneaba el motín . ¡G a
,ga
,
ga !Yo estaba encerrado en el Ayuntam i ento . E l cura gritaba
g ºlpeandº la puerta , y muchos brutºs con las escºpetas esta
b an impacientes pºr fusilarme . ¡G a , ga , ga! Yº ,vi éndºm e
perd i dº,abro de repente
,me meto entre el cura y sus hºpalan
d as,lo agarrº
,me enredº cºn y entre s i caemºs º n º cae
m ºs , ¡ga , ga , ga !, alcanzº la puerta de la i gles i a ; ya en el por
c he,lº dejo caer al suelº
,donde dió un bravº batacazo , ¡ga
ga , ga !; m étºm e en la iglesia,salgº pºr el posti go y me ocul
t º en la casa de un prºgres i sta pºco vi s i ble , que había al re
vol ver de la esqu i na . Aquella m i sma noche salí d e Conil , ¡ga ,
g a , ga !, y dejé al cura lleno de b i zma s, ¡ga , ga , g a !
Como Sánchez del Arcº llegó a ser una persona d i stingu i
da,y comº fuese quizá quien más es timulara 'mi curiºsidad
en el estudiº de lºs caracteres y las gentes , tendré más d e una
º cas i ón quehablar de él en lo referente a la i nstrucción y efec
tos educat i vºs que su trato y amistad en m i prºdujerºn .
349
L o s h a b i t a n t e s d e l a L u n a .
Para averi guar los ºrígenes del Nilo , sabe Dios cuántas ex
pedi ci on es se llevan hechas ; cuántºs esfuerzºs , cuántas v idas y
cuántº d i nero perdidºs .
Si no tem i ese ir cºntra la cºrriente de la curi ºs i dad , d i ría
que i mpºrta más cºnocer el or i gen de otras cºsas . P º r ej em
plº :'
el ºrigen del nac im i ento de la demºcraci a en España ; de
la democraci a que cºnst i tuye el estado actual , que a tºdo i nfºrm a
,cuyº ad ven im i en t º vi llegar y a cuyº triunfº as i stí con
regºc i jº .
Dejando aparte referenci as erud i t'
as,dºctr i nas esparcidas
acá y allá,y hasta en l i brºs especi ales
,la dem ºcrac i a aparec i ó
'
en España , antes q ue por idea , pºr un sentir natural o interior
sentim i en tº!
Nada más aprºp i adº para dar cuenta de él que relatar sen
c i llam ente cómº fue apareciendo en m i,y de qué mºdº fue en
Señoreándºse de m i voluntad .
Pero , dej emºs para luegº la ex posm i ón directa ; s i gamºs
reseñando lº s puntºs que gradº a gradº van i n i ciando las
cri sta l i zac i one'
s del espír i tu .
Relaciºnes en la buena sociedad , las tenía ; perº , volunta
ri am en te,las corté '
a l verme sorprend i do pºr l a pºbreza . ¿ E ra
ºrgullo o van i dad? Creo que no . Hemºs caminad º mucho,sin
advert i rl º . Hºy, una señºra b i en educada puede presentarse
cºn un traje de percal francés l i mp i º en cualqui era parte . E u
t ºnces y más atrás , era preci sº i r lº que llamaban decente ; n º
se cºncebía la decen01a vestida cºn telas humildes .
Antes,y tºd avía hºy , siendº di ñc i l ís im º el prºblema de la
subsistencia,el que caía y cae de su lugar económicº
,nº que
da agarradº a un escalón m ás º menos inferiºr ; baja hasta lo
prºfundº , a la ruina , y gracias si hace pi e en la pºbreza y nº
s e hunde en la miser i a degradante . P or eso,las personas de la
c lase del derribado huyen de é l . Suponen (y nº se equi vºcan )
que la amistad les ºbl i ga a favº recerle ; y comº pres i enten que
y a nº ha de levantarse jamás y que lº s favores han de ser im
posi bles por cºtid i anºs , se des vían cuantº antes del individuo
que l es causa agºbio .
No sucedería estº si el trabajo resul tase m ás honroso en el
c oncepto sºcial e individual , si la educación adaptara a las
persºnas para el trabaj º más que para lºs relatºs de memºria ;
y s i el trabaj o acumuladº en forma de r i queza,estimulandº a
l ograrla por medio de él, fac i l i tase al m i smº t i empo el desarro
l lº de las artes úti les,del cºmerc i º y d e la industria .
Pero , ¡vaya usted a encºntrar nada de esto , princ i palmen
t e entºnces ! ¡V aya usted a encºntrar trabajo para un señºrito ,c omº no sea de escrib i ente !
Consecuencia de ello : que abandoné m i s relaciones anti
g uas antes de que me dieran de lado , y tºmé otras nuevas cºn
forme iban saliendº naturalmente .
Las mejºres venían del Colegio y de la esgrima ; o tras , de
la calle , cual la de Sánchez del Arco ; y ºtras , de una cierta
a plicac i ón que yº había hecho de la Anatºmía al Mundº , ex
presada en este lema
P ara conocer el cuerp º hum ano, andar p ºr él; p ara conocer
e l mundo y el esp ír i tu humano, correr por el lºs .
L a apl i cación de t al princ i p i o me d i ver t ía . Pocºs sacan
placer cºn la presenc i a de un ciegº típ i co,de un sordo , de un
van i dosº ; yº comencé a mirarlos comº a los cuadros que dis
traen y agradan ; si hub i era sid º pi ntºr , habría º btenido b as
tante prºvechº .
Triste de ánimo,prefería l ºs cuadros de fond o tr i ste , con
fi guras i rón i cas,i ncºnsc i en tem en te grac i º sas . Así fu i l levadº
a l conocimientº de l a fam i li a de lºs B a turon i .
El apellido éste suele oírse en Cád i z y pob laciones vecinas .
Debe de prºceder de algún trºncº i taliano ; quizá de algún
g eno vés em igrado a Andalucía . He cºnocido d e tal nºmbre a
— 352
¡Y a aquella gente , que le p i caran mºscas ! ¿De quévivían?Si lo d i gº a persºnas que n o sean de m i ti erra
,pasaré pºr
exageradº y qu i zá pºr embustero . A los que han visto por sus
prºp i os ºjºs , cómº v iven'
y cómº pueden vi vi r las gentes pºbres en Andaluc i a , ya nº les pareceré n i l º unº n i lo ºtro .
Cada vez que leo l ºs últimos estudiº s fi s i ºlóg i cºs relativºs
a la alimentac i ón,la tran sformación de las fuerzas
,las rela
ciºnes en tre el al imentº,las calorías y el me echº a
reir . T odº eso será muy verdad en lºs climas fríos ; en Anda
lucía y mucha parte de España,nº es verdad . Dºnde no se n e
cesi ta el fuegº , las calºrías guardan ºtra relac i ón cºn el traba
jo . De sol a sºl,se s1 ega con un pºco de gazpacho pºr tºdo
alimento . Si come carne el trabajadºr,enferma i rremisible
mente,toma una borrega (así llaman a una fi ebre gástrica que
degenera en tifi ca) .
N uestrº .p i gm en tº,que p inta la piel
,h ace funciones cuales
las de l a clorofi la vegetal . Esta fi ja en las plantas el carbºno
y se aprºp i a el sº l . Nuestrº pi gm entº fi ja el ázoe,y cierra 0
abre paso a l a luz y al calo r,según lo necesita el ºrgan i smº .
Cuandº el p i gmen to es ex ces i vº,para cerrar la entrada a
la luz y dársela al calºr sºlar , cual sucede en las razas negras ;desde el instante en que se pºn en a la sºmbra
,sienten frí o . Pºr
esº , ved cómo el negro , en pleno veranº , al medio día , cuan
dº entra en su chºza , enciende lumbre y se acuesta juntº a las
ascuas .
Pºdría probar todo—lº dichº de la manera más rigurºsa , situviera pac i encia ; no la tengº , n i ya quierº tenerla , ni me im
porta . En este puntº,la ciencia está en error ; lo dichº d i chº ,
y ya vendrá el tiempo a darme razón .
¿ Que cómº vi vían? Pues , cºmº vºy a decir ahºra .
Por la mañana,una taza de te m igado con un bollº de pan
por barba ; pºr … la nºche,s ei s u ºchº cuartºs de pescadº fritº
(para tºdºs ) , cºn un bºllo (para cada unº ) .
Pero,poquito a pºcº . El sempiterno cantador y gu i tarri s
t a aportab a también alguna cosa . No había baile de candil ,
bateº, fi esta º casamiento a que no concurriera , fuese o nº
fuese cºnvi dado : Iba pºr amor al arte , s i n interés algunº ni
miras egºí stas . Jamás l e ofendieron en su dign i dad ºfreci én
dº le paga . Nº hay más s i n º que el hermano le llevaba la gui
tarra : S i hab ía refrescº , ¡bueno !, se enjuagab an la bºca ; si há
b ía terrones de azúcar , algunos al bolsill o ; si bateº y
dulces, ¡mejor que mej or !; eran golosos y guardaban lº q ue
pºdían ; si bºdas o fun c i ones suculentas , ¡aquellº si que era de
ver , cómº llenaban ventrículo y bolsillos ! Cuanto no deglutían
ambos h ermanos , repa i t íase luegº en casa comº pan bendito .
Y aquí paz y después glori a .
D os cosas sacaban d e qu i cm a las hermanas B aturon i : que
las vec i nas tuvi esen nº vi º , y nunca el las ; que l ºs vecm ºs fue
sen a la p laza de abastos .
Las casas gad i tanas ofrecen d i spos i c i ºn d i stinta que las de
M adrid . En la corte pueden vi vir pared pºr med i º lºs vec i nºs,
s i n verse n i cºnocerse en vei nte añºs . L as casas de Cád i z tie
nen nu patiº común,cercadº d e puertas y ventanas , pº r dºnde
cada veci n o se entera h asta de la respiración d e lºs demás .
Intri gadas estaban las ri be teadoras guan teras con lº que
ocurría en el ºtrº cuartº baj º .
Pues ¿ no ves? ¡Tambi én h ºy vi enen de la plaza !
¿Dónde escarbarán l os habi tantes de la luna?—¿Habrá p i ll adº al padre algún empleº?
N º digas disparates , mujer . ¡Si nº sale de casa en todo
el día ! :
— Pues m i lagrºs nº se hacen . ¡Cºmº no haya sidº algún
tesorº !—¡Aquí hay m isterio ! L as ch i quillas son pequeñas ; fea la
m adre .
— Y en la casa nº entra nad i e
Semejante conversaci ón se repetía tres o cuatrº veces dia
ri am en te : cuand o i b a o venía cºn el danastº el vec i nº º la ve
e i na, cuandº veí an lumb re en el anafe , cuandº olían el tufillo
del pucherº .
—¡A quí hay mis terio ! L os hab i tantes de la luna ti enen me
nos que nosot rº s . Nºsotrºs,s i nos fa l tan guantes, echamºs
mano a los zapatos ; y , en tre tú y yo , d e tres y med i o a. cuatrº
y med i º reales nºs ganamos d i ar i amente . Lºs v ec i nos,hasta
hace pºcº , v ivían peºr que nºso tros : debían sei s meses de cá
sa , y andaban para echa rlo s . Desde que al padre i le qu i tarºn
el empleº , no gana un cuarto ; ¡y tºdos lºs días van a la p la za !
Conque, ¿ me qu i eres tú dec i r qué es estº?
L a tara vi lla“nº se limitaba a moverse entre una hermana
y ºtra . Proponían la cuest i ón a su madre , a sus hermanºs y a
cuantº bichº vivi ente p i saba aquella casa .
En fi n,entre reventar º interpelar al mismº vecino , ºpta
rºn por lo últimº .
Una mañana , al llegar de la plaza , salieron al patiº paraabr i rle solíc i tamente el pºrtón
,y,apenas cumpl i erºn cºn lº s
abuen os días » , agregarºn :— Hola
,vec i n i t º , ¿ viene usted de la plaza? Parece que s u
pºs i c i ón ha var i ado . N º sabe usted cuántº n º s al egramºs to
dos lº s de nuestra famil i a . ¡Q ue sea enhorabuena !— G racias
,grac i as— respond i ó el veci no .
— Tambi én yº de
seo que mejºre la de ustedes . ¿ Cóm º es tá mamá?
— R egular ; éntre usted en casa , én tre usted , que tendrá
mucho placer en verle .
E l bu en hºmbre entró , para hacer sus cum pl im i entos .
— Y,díganos usted
, ¿ cómº h a sidº esº ? ¿ Le han vueltº e l
empleº?— Nada de eso
, ¡ni pºr p i enso ! L a misma neces i dad , ¡la m i s
ma neces i dad ! que aguza el ingen i o .
—¡E s cur i ºso
,es cur i osº ! Siem pre n ºs parec i ó us ted un
hºmbre listº . ¡A sí lo fueran nuestros hermanºs , que ºtrº gallº
nºs can t ara !_D íga u'
sted,d i ga usted .
— L a cosa es b i en sen c i lla : una ocurrenc i a que me vino al
c a letre cuandº m e hallaba a punto de t irarme pºr la muralla .
V erán ustedes .
356
El hºmbre que se perm i tía el luj o de ir a la plaza de abas
tºs ( luj o irr i tan te para l as de B a turon i , porque el las nº iban
n i podían ir) , había sidº cºmandante de mun i c i pal es . Al v enir
un Ayuntam i ento moderadº,la pr imera medida fue echar a la
Calle has ta'el últimº pºr terº , alguacil , escr i bi ente y munici
pal . Y nuestrº pºbre hºmbre , nº pud i endo vºlver al satélite de
dºnde había caídº , en este planeta se quedó ¡pegadº a la pared!c — Pues
, verán u stedes — pros i gu i ó .— Cuandº yo era cº
mandante de mun i c i pal es y andaba por esas calles a deshoras
de la nºche , vig i landº siempre , alguna vez tropecé cºn el con
t rabando que salía pºr lº s hus i llos . Ya se ve , unº solº , la gente
dispuesta a tºdº pºr los i nt ereses ( ¿ qué qu i eren ha
c i a la v ista gºrda , y ¡a vi vi r ! Se acercaba un hombre , me sa
ludaba cºn respetº y me alargaba un onza .
¡»Cuan dº me vi cesante y se acabaron tºdºs lº s recursºs,
¡a morir! Me metí en m i casa aburri o, y ¡a cºmernºs*por
dentro !
»Ya estábam ºs en las guías , todos (ustedes lº saben ) cºmºunºs esqueletos , cuandº la m i sma hambre me d ijº : Vete a los
husi l los .
es tá clarº ! Salgo a las dº s o dos y media , vºy dºnde
yº me sé ; y ya pºr aquí , ya pºr allí , paseº cºmº el que nº
qu i ere l a cosa . Algún conºc i do de an ti guº me saluda ; y sus
cuatrº dur i llº s , sus dº s du ri llos , su duri llo , caen ; m ás º meº
n ºs,nº hay quien me lº s qu i te .
»
—V aya , vaya , ¡qué talentº el de usted ! E so se llama un»
hombre—¡Si nosotras tuv i é ram os un hºmbre ! ¿De qué nºs sirven
l ºs zánganos d e nues trºs dos hermanºs?
L a p a ti si a
t i ene fortuna,
t i ene hab i tan tes
¡ay ,sunsu r i to!
t iene hab i tantes ,como la luna .
357
D escifrad'
o el en i gma , pasó de boca en bºca tº dº el c i rculo
d e relaciones así puedo hacer ésta cºn toda ex actitud .
Además,desde aquel punto nº cesaron las hermanas de
instigar y soliviantar a lºs hermanos para que im itasen la.—est ra tagema del habitante d e la luna . Llegabanhas ta a insul tar
les . Entablaban colºqu iºs dignos de alquilar balcºnes .—¡Calla esa maldita guitarra y nº cantes más , que pareces
un gril lº y ya nos tienes aburridas cºn tus cºplas !M ás valiera
que sup i eses hacer zapatos ; que nosotras , cºn ser muj eres , tenem ºs que manteneros ribeteándolos .
¡Nº seas d esvergonzada , d eshollinador despal'
madº !
¿ Puedes dec i r? Cºn m i guitarra he traído yo en los bºlsil lº s
más bollos,más ace i tunas y más lonj as de jamón que caben en
esta sala . Esº díselo a es te zanguango de tu hermanº , que nº
c abe por esa puerta , y no sirve más que para llevarme la gu i
t erra .
Serí a el cuento de nunca acabar … P or fín ,qu i eras o nº qu i e
ras,echaron a l zangón a
*la calle,a las altas h oras de la ma
drugada .
No sabía otra cºsa sinº que pºr las bocas de los hus i l i esº
andaba el ajo , perº no pºr cuálº cuáles i ba . A nduvº inútil
m ente , y se vºlvió mohino y cabizbaj o de vacío .
—¡Torpe , bruto! ¡Si tuvi éramºs nosotras l ºs calzones !
Y vuelta a empujarlo ot ra vez y ci ncuenta .
Al cabº , una nºche , en un husil lo del barriº de San Carlºs ,¡tºpó cºn un fregado y se hizº el remo lón para dar tiempº .
La cosa seguía y nadie se acercaba a untarle la m anº .
El siguió a pasº de,t ortuga
, s i lbando y mirando a lº s b al
c ºnes . N o salía de la plazoleta,y uno de lºs hombres le grité
—¡Eh , D . Lesmes! ¿ Se le ha p erd i o a usted algº?
P aróse y dijo— N o
, señºr .
— Pues , entºnces , ¡larg º , a su avío !— Yo vºy pº r la calle , y la calle esd el R ey .
— Pues , s i es del Rey , ahºra lo verá
Ycºn -la palanqueta de levantar la lºsa del hus i ll o se fué
pob re , .asentándole un g º lpe q ue lº"
tendió en el suelo .
—¡Me
rhan matadº !— Si vuelve u sted a gritar
,lº tiramºs de cabez a al husi l lo .
a su casa.
es algº?
¡D ºs cºstillas rotas !…
XXII
D e m ó c r a t a y a .
Y así era la verdad . Cuarenta días estuvº sºbre un cºlchón ,
¡y gracias !“
M i pºbreza orgullosa,l a ind iferente y a gala de Sánchez
del Arc o , la crón i ca , s i s temát i ca y m i sérrima de los B aturo
ni , me d i erºn mucho qué pensar .
Nº vei a extrañº que ex i s t i eran des i gualdades de fºrtuna ;
pero nº encºntraba razonables las d i st i nci ºnes pºr la mera
pºs es i ón de las r i quezas . B arrero,enr i quec i do y ºrgullºso
,me
parecía repugnante ; menos d i gno de púb l i ca est imaci ón que
cua lquier pºbre senc i llo , que nº molesta a nad i e , que trabaj apor atender a su fam i l i a y mej ºrar su estado a sei —pos i b le .
Q ue pºr el d i nero y n º por la cualidad de persona humana
se tuviera derechº de vºtar y tomar parte en el G ºb i ernº , lº
juzgué i njustº . Q ue qu i en carece d e r i queza s i rva a la patri a
de sºldado y qu i en la pºsea se hal le exentº de ese d eber , lº
t engº pºr u na des i gualdad i n i cua . Q ue pºr tener bienes pa die
ra expºner su pensam i entº pºr esc i º i t º,y nº pud i era hacerlº
quien de ellº s carec i ese , d i putáb a lº por pri vi legiº irri tante .
Que la com i s i ón d e un del i tº cual ' el cºntrabandº llevara a
p resid i o al pobre , dejandº al rico impune y más enr i quecidº ,era para m i una i nfam i a .
Nada de esto pensaban pºr entºnces lºs progresistas ; has
n—i cºn candil , cºmº en la … persona de D . José G abarrón ,
catedrát i cº de afectos externºs .
Alto tamb i én y regularmen te prºporci onado , moreno , gran
nariz ; ºjos más grandes , negrºs y sal i entes ; labios gruesºs ,péndulº el inferiºr ; lengua gorda , que daba a su vºz t imbre
ºpacº . Nº obstante,natural y fá cil ; expresaba cºn t a l encantº
el pensami entº y congracia t al,que íbamºs a su clase cual s i
fuéram ºs a una —función amena .
Inexacto s i empre en la hora , fal taba muchos días ; c i rcuns
tancia sufi ciente para desorganizar l a as i stenci a de los alum
nºs con cualqui er ºtro profesºr , pero no cºn él : todos le espe
ráb amº s trescuartos de hora,y hasta perder la esperanza de
que vin i ese .
E n cºncepto de tºdos , D . José G ab arrón era la mayor i n
t el ig enc i a de aquel Claustro ; más d i go , d e tºda la Andalucía .
Talentº comº el suyo puede que se vea ºtrº ; superiºr , me pá
rece d i fíc i l
Pose ía suma i lustrac i on : perfecto lat i no,per i to en griego
,
i nstrui dº en humanidades ; de tºdo sabía , y s i algº no supies e
lº ad i vi naba cºmº pº r natural revelac i ón . Lejºs de sent i rse
envanecido por tantas dotes , cas i se tenía pºr cualqu i era cº
sa ; y nº pºr afectación de mºdest i a , s i nº pºrque daba pocº
valor a lº que sabía .
Para cºn los estudiantes era otro estudiante ; el primerº
entre los brom istas y calaveras .
Carecía de orden ; desconºcía tºda autºridad , la suya la pri
mera . Hacía i mpºs i bles para que nº le respetáramos y , s i n
embargo,se le respetaba ; estudiantes y nº es tudiantes , tºd ºs
l e queríamos .
Tenía alguna cl i entela ; y esº a pesar de que veía a los en
fermos cºm º aqu el a quien llevan arrastras , una vez pºr se
mana,a las altas hºras d e la nºche
,a las dos o las cuatrº d e
la. madrugada , apºrreandº las puertas y'
asus tandº a lºs ve
ci nºs .
Ciertº día,en plena clase
, cubiertos pºr los b ancºs, dos é s
tudi antes jugaban al monte . En medio de la lecci on , d ijo dºn
José:
¡Llevo un durº a la sota!
Y pros i guió tan tranquilo su d i scurso , si n perder de vista
lºs naipes .XXIV
E l a n f i t e a t r o .
Dºs había en el Cºlegio ; aún subsisten .
El pequeñº , el anti guo , m ás que anfi teatro resultaba cáte
dra. para explicar Anatomía , cºn una sola mesa giratºri a ; b as
taba para un muerto cuandº la enseñanza anatómica se redu
c ía a la Descr i ptiva .
En el grande,el nuevo, yo fu i el primer d i sectºr que t ra
bajó allí ; construyóse —en mi tiempº,tºmandº para el sºlar
parte en el jardín botánicº,y parte en el cºrrá lón del Hºsp i tal
Ex tenso , b i en ventiladº (¡mejor , azº tadº pºr lºs tempora
les ) , frío , encrudec i do por el. marmóreo suelº : sei s mesas de
piedra,en dos h i leras a lo largo ; al testero , una mesa y º cho
mesas d e pinº ; uno , dos , tres cadáveres , m ás o menºs putre
factos,ya centes en las m esas .
De n oche,la luz de la luna y su penumbra
,s i la había . F,
tºdº tiempo , una vela de sebº metida en el agujero occ i pit“al
de una calavera hab i litada de candelabro ; un d i sec tºr encºr
vado sº bre el cadáver , chamuscándº se el pelº para ver ; ºtra
persona v i va , acurrucada en un rincón,dando cabezadas de
sueñº .
Allá y así pasé la mayºr parte de las nºches de mi fi ori da y
a legre juventud .
¿ Qué aprendí allí?
Anatomía me parece que s i, aun siendº tan bruto como
pensaba mi D . Diegº Chºquet , Isla y etc .,etc . Operaciºnes
me parece que también . ¿ Algo m as? Nº sé . M as, ¡aquella sº
ciedad de muertos silenciosos hablaba tanto! D escartémonos
de! vivº .
— 362
— L afón , tra i ga otra vela ; ésta va consumida . ¡Dafón !
¡Málhaya tu aguardiente! ¡Eh , Lafon ! Ni a patadas desp ierta .
—¿ Qué … qué hay?
—Que se levante y me traiga una vela ; y que afeite y lavemej or otra vez los cadáveres , pues los deja llenos de i nmundi
c i as y p i ojo s .
Dorm i do y b eodo,_se v levan taba dando tumbos .
—¡Estúp i do ! ¿ Quién conocería tu prosapi a?
¿ Qu i ere conocerla el lector? Pues , aunque no qu i era , he de
c on társela . Lafon , el sepulturero , el mozo de anfi teatro , era
n ada m eno s que h ij o de un G eneral .
Tras la imbec i l i dad del alcohol i smo,tras el velo de la de
gradación , b i en se veía—eu su li no pelo rub io,en sus oj os azu
l es,manos pequeñas y p i el blanca , el retoño de una planta de
salón , y no un a flor s i lvestre .
H ijo n atural hab i do en u na quer i da,que con h i jo y todo
abandonó su padre,el G eneral diria “¡A hí queda y se
muri ó luego .
Pero com o l a soledad y las tini eblas crean fantasmagorias
en la imag i naci ón,yo n o veía all i a Lafon el sepulturero : veia
al G eneral a curru cado y borracho,al m i smo G eneral conver
t i d o en mozo de una sala de d i secc i ón,si n un i forme , cruces ,
bandas,faja sombrero d e tres p i cos .
¿Y por qué no? ¿No eran la m i sma carne y lax
m i sm a san
gre? L a vara que arran ca de la tronca de un ol i vo , ¿ no es el
o livo m i smo? S i se sust i tuyen en el espac i o y el ti empo , ¿ qué
hace lo nuevo sino prolongar la m i sma esenc i al existenc i a de
lo anti guo?c —
¡A h ,G eneral
,G eneral ! -decía para m i muchas no
ches .—¿ Qu i en t e había de dec i r que al abandonar a un h ij o te
condenaba s a t i r i tar de frio y de alcohol i smo,pasand o las
noches en cucl i llas en el r i ncón de un anfi teatro ana tóm i co? »l
¡Cuán tas veces , al sen t i r los deseo s del amor , asomaba el
sepulturero -general,d ici éndome : c¡P resentel »
¿ Se deberá. a esto el que ,'
gracxas a Dios , haya hu ido los pe
364
aun en determ inadas º perac i ones quirúrgicas , muchos“
re cur
sos que añad i r,con los cualesmodifi car y enmendar los de8per
fectos que originan la tendencia ºrgán i ca a la cr i m i nal idad .
M u e r t o s q u e h a b l a n .
N eces i tábanse d i ariamente para l a enseñanza tres cadáve
res,cuando menos ; dos o tres lecc i ones para las cátedras , y
luego carne para que se ejerc i taran los alumnos .
Tres muertos n o era m ucho pedir , y cas i nunca los hab i a .
Entonces,como hoy
,escaseab an por no sé qué clase de conspi
ración para no mermar los estipendios de enterramientos .
Qui enes no daban un maraved i para evitar que un cr i st i ano
se muri ese de hambre,daban un duro como obra de m i seri cor
d i a para enterrarlo .
A sí,los muertos andaban por las nubes . Algunos d i as , por
falta d e ellos,suspendían se las cátedras . Los est i rábamos hasta
más no poder,disputándolos a los gusanos , hasta que la pu
trefacc i ón los deshacía . D ábase una mala temporada . Tres días
s eguidos nos d ij o L afón— Hoy no hay cadáver .
Al cuarto,entrada la no che
,nos anunc i o uno . Estábamo s
en lo m ás r i goroso del i nvi erno , llovía a cántaros ; con sólo pá-
1
sar el j ard i n,llegué calad o al anfi teatro .
Los cristales re temb lab an,azotados por el temporal ; xmug i a
el v i ento ; cerradas las puertas y ventanas , penetraba , haci a
c orrerse la vela de sebo , ob l i cuando su llama , y la apagaba .
E ra una de esas noches de temporal que los campesinos d esco
nocen ,y que a los habitantes de islas y costas les ponen pellejo
de gallina,imaginando qué será del padre
,del hijo
,del her
mano o del marid o navegantes .
Escasa siempre la luz de sebo , en aqu ella ocasión apenas
s i se alumbraba a s i m i sma lo necesario para declarar cuándo
la apagaba el viento . Agréguese que los relámpagos , penetran
do súbitos , deslumb rab an la retina , y así podrá imaginarse con
cuán to trabaj o i ba a emprender la d i sección .
Tratábase de l a región i ngu inal ; y l a calavera—palmator i a
hacía garatusas con las sombras . I nc indí la p i el ; instantánea
men te la luz de un relámpago iluminó cuerpo y rostro del ca
dáver , presentándo lo porcompleto a m i s ºjos en el m om entá
neo fulgor eléctr i co .
Pero quedé s i n v i sta y en un confuso estado i ndefi nible al lá
por lo m ás hondo d el ser,donde se elaboran las i deas . Como
no era m i edo,repuesto un tan to
,me pregunté a m i m ismo :
c ¿ Q ,ué te ha pasado? » Yn o pud e respond erme .
Prosegui mecán i camente la d i secci ón : el pensamiento es
taba en otra parte . Suspendí el trabajo y lo volví a cont i nuar .
M editabundo crucém e de brazos,como s i qu i s i era ver el cadá w
ver en las tinieblas
E n esto , un bram i do del vendaval , acompañado del rec i o
azotar d e la lluvi a,apaga la luz d e l a cala yera ; o tro relámpa
go ,entre roj o y azul
,i lum i na el cuerpo muerto ; y el respec t i
vo trueno le s i gue inmed i a to , cual _s i se vin i ese abaj o la bóve
da celeste . Atolondrado,pero menos confuso , grité :
—¡Lafón , luz ; trae dos velas !
L afón , no menos borracho que o tras noches , no dormía ,sentado en un banco
,yacía en las tinieblas de la noche y en
las t i nieblas de su espír i tu .
Echamos fósforos , y con trabajo encendimos tres velas : la
del cráneo y otras dos que tomé,una en cada mano .
Por más que había pensad o acerca de la impresión que meprodujo el muerto a l fulgor del pr imer relámpago
,nada había
pod i do discern i r . Pero al segundo , no obstante el atolondramiento que causa la conjun c i ón de tan fuertes y ru i dosos me
t eoros, me parec i ó que aquel cadáver era algo relacionado con
mi vida , un algo confuso , así como un conocim i ento de ultra“
tumba . P or eso ped í do s velas y me puse a alum brarle el ros“
— 366
t ro , m i rándolo y observándolo con afán y cuidadosamente . ¡Y
nada! U na cara gorda , fofa , inic i al de cadavér i ca descompos i
c i ón ; una cabeza m a l rapada , llena de cortaduras y arañazospor la trémula mano y la navaja -serruch o de l sepul turero
V olví a m i tarea ; pero la negat i va del reconocim ient o no
b astó para d ej arme en paz . I ba la preparac i ón más que » me“
d i ada , cuando , volvi endo y revolvi endo , preguntó a L afón—¿De dónde proced e este cadáver?
— De lo s locos.del H08pi c i o .
—¿ Cómo se llama?
N o l o sé
Pues no pueden haberlo traído s i n papeleta . ¿Dónde tie
n es la papeleta?— E n el depósito estará .
— Pues , vuela y t ráem ela en seguida .
L afón fué al depós i to,cont i guo al front i s Norte del anfi tea
t ro,y traj o la papeleta . En ella leí : Joaqu i n Orihuela .
Quedé suspenso,hum edec i éronse m i s ojos .
¡Pobre Ori huela! Parece que en el seno de la muerte ten i asempeño en que te reconoc i ese yo a la luz d e los relámpagos .
,¿ Qué qu i eres de mi i nfanti l cari ño? M i ra m i s ojos . ¿ Que pída l a
D i os por t i ? Yo ped i ré . Harto has deb i do de sufr i r : los de To
rres vend i eron las vi ñas,dejaste d e ser su capataz ; bastantes
veces pregunté por t i , nada sab i an . ¿Me p i des qu e te dé se
pu l tu ra?
L afón, ¿ qué cuesta el ent i erro más barato?
Qu i n ce duros
¡Qu i nce duros! Ori huela , ya sabes que no los tengo .
¿ Será que m e pides que respete tus res tos y no lo s destroc e
e l crudo escalpelo? ¿ Si será eso?
¡No ! Ex traña preocupación m i a . No puede ser . ¿ Qué le im
porta a un muerto que se lo coman los gusanos entero 0 par
t i do? Pero e l caso es que m i mano se resi ste a segu i r di vi di en
do las carnes de mi buen am i go . ¿ Qu i én te había de decir cuan
d o me acariciabas, querido Orihuela , cuando me l levabas a las
ese reconºc im i ento y examen,esa hasta observac i on , resultan
negativºs . U na cara desconocida,defºrmada por la hincha
zón , cara basta , de expresi ón borrada por la enfermedad m en
tal y por la muerte : ¡nada más! E so no obstante,pospongo l º
raci onalmente observado lo i ndefi nidamente senti do ; y el
pen sam1 ento sol i tario vaga por lº s ri ncones del cerebro como
alma en pena,y al fi n me impulsa a conocer el nombre del
m uertº .
X
Y p i enso qu'
e*deb e cons i stir en que damos más valor a las
sensaciones cuantº son más subjeti vas . P ºr eso,el alucinado
es el m ás creyente en la real i dad de sus Sensac i ones . L a m i s
m a clave ent i endº que puede expl i car el domi n i o que los sen
t im i en t ºs ejercen sºbre la razón .
“
U na persºna recta y de intel i gencia lúcida,de'sahogaba
hace pºcº su pecho en mi cºnfi anza, querellándose de que a
su amada un ma lvado cºnfesºr procuraba apartarla de sus re
lac i ones .
Es de ver cómo el poseído pºr cualqu i er sentimientº acoge
pºd erosa la más fútil razón que favºrezca su sent i r ; y se e x as
pera con las m ás fuertes,y las rechaza s i l e so n contrar i as . P or
e sº es vanº convencer a l fanát i co , pel igrosís im o y con traprº
ducen te pred i car l a verdad a las masas en efervescencia . M i en
t ras que si l lega cualqu i er pelafustán o mal vado , y asegura la
certeza del ab surdo mayor que pueda i m ag i narse ; con tal que
ha lague o aguce el sentimiento en aquel puntº dºm 1nan te ,
arrastrará a la mult i tud como s i tuvi ese una vara mágica .
Cuando luchan el sentim i ento y la'
razón,cosa que sucede
con frecuenc i a,se padece mucho ; pero cas 1 s1 empre , el senti
m i ento tri unfa . Sufrí,entre s i acabar o suspender la disección
en el cuerpo de mi pobre amigo . V enc i ó la razón , porque no
pºdía dispºner l i bremente del cadáver ; de haber pod i dº , nº
hubiera cºnt i nuado .
Muchas veces , después y hasta ahºra“
mismo , sentí y sientº
hºnda pena con aquel recuerdº . El que ha visto quedársele en
las manºs alguna criatura , entre los horrores y la sangre de
369
cruel ºperac i ºn , y al refrescar en su recuerd o el cuadro lo
m i ra sm remord imientºs y si n ¡siéntese i nsat i sfe
chº de 's i m i smo por haber dado unos cuantos cortes más en
un cadáver !Estº debe de cºnsistir en que hay personas que viven de
presente en el pasadº , como las hay que sólo v iven en el díaque les alumbra el sol .
Como l º s hay (¡no sé si más infelices º m ás dichosos !) que
v iven en lo pasado , en lo presente y en lo futuro .
XXVI
L o s m u e r t o s . s i g u e n h a b l a n d o .
De ser otro m i plan, y
“
no el prºpuestº (dar el cuadrº de
mi part i cular educación) , fácil me seri a escribir unas m emº
rías d e anñteatro ; ajustadº y ceñido a referi rlas , resultarían
materiales para un noveladº r materialista y psicólogo .
Y luego , ¡qué mezcla t an horrible ! Mudos lºs muerto s para
el oídº, ¡qué voceadores y escandalosos para el espíritu !Todºs
yacentes en silencio , perº al mismº t i empo no hay uno que
dej e d e tirar hacia sí,como dic i endº : ¡M írame!
Ya es una vi eja cºnsum i da que se ríe de ella misma y de ti
que la estás mirandº y del mundo entero que nº la ve . Ya es
un hombrón ve lludo y fuerte , que blasfema rígido y yerto :Yaun niño encan ijado , encorvadi to , s orprendido por la muerte
tiritando .
Ahora nos detiene un gallardo jºven , cºn'
la cabeza perfº
rada de un balazo,cristal i zadas en sus labios las quejas de la
amarga suerte .
Aquí un hediondo,hinchado y ulceroso vi rulentº , horrible
de ver ; allí una j oven cuya bellez a no se rinde a la muerte
E l mayor número se cºmplace en declarar su histºria . N o
parece sinº que , a punto de borrarse la persºna pºr el escal
pelº y la putrefacción,se dan pr i sa a decir :
—¡Que soy fulanº !
U na vi eja nos grita—¡He s i do guapa ! ¿ N o lº crees? ¡Registra mi pellej o !
En efecto , d i fícil sería encontrar documento más fehac i en
te : un ta tuaje , otro y otro ; un archi vº de lºs impuros amºres
( cºn todas su s cºnsecuenc i as fisiºlógicas y m orbosas) de aque
l la mujer graciºsa y bella en el siglo X VIII , hºrrible y repug
nante hacia med i ados del X I X .
<:Franc i sca G arrido » decía la papeleta ; Soy de Andrés de la
Cruz , el primer tatuaj e , segu i do de un corazón bermellón atra
vesado pºr dº s flechas ; d ebaj o , en negro , Soy de P aco Fuertes ,a ño 1 790
,y un falo azul ; después , P er i co G arzón . Y así cºnt i
nuab an pºr ambos brazºs rótulos y signos .
Separé y desequé aquellos pellejos,para conservarlos ; h i
celº c on tan m a l arte, que se coarrugaron y ennegrec i eron a l
secarse , borrándose la epigrafía amorºsa .
XXV II
E l m a e s t r o m u n d o .
Aparte de los profesores ofi cial es y de mis condiscípulos,
ya e stará convencid º e l paci ente lector de que fueron maestrºs
míos : la prºp i a Naturaleza , una mona , una º i g ií eña , un perro ,un cuervº , el campo y otrºs doctºres extraños en quienes na
d i e podría pensar .
Pero,lo d e << ccn
'
ocer e l mundo,tener mundº » y demás frases
pºr el es til o qu e andan en boca de todos , eso presupone que
este enem i go del alma debe y tiene que ser un gran maestrº .
El que nace favorec i do por la Fo rtuna , carece d e lº s bene
íi ci os sum i nistrados por este supremo pedagogº .
E l que nace en ºscura condición,dentro de estrecho círcu
lo d e necesidades y a spirac i ones , tampoco aprende gran co sad e lo que se llama mundo.
sólo él da la pauta “
del arte de lavida soc i al . Llega enalgunosespíri tus estrechos a un l ím i te b i en b aj o
,hac i éndolos mera
mente vi vi dores; qu i ere deci r , que aprovechan su saber parareduci rlº ,
a un m ezqui no/
egoísm º o arte de medrar'. Llega en
º tros a más nobles esferas , y sólo ent ºnces el mundo viene a ser
el supremo maestrº .
Sentadas estas prem isas , sigamºs cºn los pri ncipales fac
tºres d e m i mundo en la edad verdaderamen te crí tica en que
m e hallaba por lºs año s del , 1844 .hasta el 1850.
XXVI I I
D o n F r a n c i s c o S á n c h e z d e l A r c o .
Mi conocimiento cºn dicho señor, ya saben les lectores
cómo fue . Ahora debo añadir que,pºr las s i ngularidades de
su persona y carácter , a traye'ndose fuertemente mi atención
,
él cºnsiguió ñjarla al impulsarme a . ºb servarle,convirt i endo
así una facultad i nconsc i ente en un hábito d esenvuelto y de
term i nado de estudiar a las personas ; lo cual , d i chº sea de paso ,nº ha impedido que a veces cayera en errºres de apreciaci ón .
Hay palabras cuyo valor es d e c i rcunstanc i as , pasado el
tiempo , casi pierd en su significación primitiva º total , dicenotra cºsa º nada .
A sí , bullanguerº : hoy por hoy sólº dará la i dea de un hom
bre que bulle,que m ete ruidº . En los tiempºs a que nos refe
r imos , caracter i zaba a los exaltadºs de baja estofa que , no te
niendo arra i go n i cosa que perder , gritaban y se agitaban por .
hábito,dando v ivas y “ mueras en las esquinas en toda ocas i ón ,
en las plazas públ i cas en época de pronunc i am ientos , y que l le
gado el triunfº calmaban sus afanes haciendº a las bandas i n i
l i tares tocar el himno de *R i eg º .
De esta ya extinguida clase humilde de políticos d e anta
i h surgierºn D . Francisco Sánchez del Arco , D . L uis G onzá
l ez B rabo y otras personas que llega rºn a ser más ,o menoshonradas »
y m ás o menos ilus tres .
Sánchez d el Arco tenia su mesnada pa triótica eng una bar
b er i a de la plaza de Santo Dom i ngo . E l maestro m i ra ba .a dºn
Franc i sco como a un ser superior . L a t i enda era cas i no dem i
l i c i anos desarmadºs , de cesantes y de a lgún parroquiano pro
.gres i sta . De este núcleo dispºnía y era cabez a D . Franc iscº .
Además,comº sabemos
,se h i zo redac tor de E t N aci ona l ,
periódicº local,cuya suscr i pc i ón apenas daba para
=
el papek y
l a imprenta . P ºr tanto , nada pagaba a lº s redactores ; éranlº ,
pues , por amºr a l arte y a las ideas , D . José Pere i ra y nues
t ro Sán chez del A rco .
E l p rimero se describe con decir que pare cía e l reverso de
la medalla del segundo .
Joven , abogado , medio poeta y m edio l i teratº , tímid º , co
medido,afable
,satisfecho con la median i a de su casa . T i po de
lo que entonces llamaban los ¡mºderados la juventud dorada ,
por una de esas di slºcac i ones tan frecuentes en E spaña , ejer
c i a de progresi sta , cuando su naturaleza real debiera l levarle
a l bando º puesto .
Pero hacía ta l rel i g i on de s us ideas , que hombre más con
s ecuen te n º lo he v i sto jamás . V ivió y mur i ó (mucho después
de la República) s i endo prºgresista y redactºr s i n sueldo de
periód i cos prºgresi s tas , s i n haber sol icitadº n i obteni dº puesto
a lguno re tri b u i do n i honorífi cº . Y s i empre tan cºntento y tan
sati sfecho , s i n que la envidia o la ambición jamás turbaran“
su
sueño
¡Oh inºcente y buenísimº Pere i ra , modelo de patri ºtas des
i nteresados y humildes ! ¡Cuánto más vale tu o scura memoria
que las de tantos otros , más ruidosas !
Qui zá pºr el mismo contraste d e lºs caracteres,Perei ra y
Sánchez del Arco v i vían en una paz º ctavi ana . E l pr imero se
entretenía en escr i b i r artículos d octrinales,m ás o menºs anº
d inos ; el segundo se ufanaba en la polém i ca _ardi ente , —en das
notas aceradas'
y en todº lo que fuese batallar .
Uña vez amigo de entrambos , tamb i en solía yº meter mi
cuartº a espadas , por el honor , s i no de redactºr , al menos de
sotaescri tºr ; y , en efecto , escribí alguno que otrº art i cu lejo
rimbombante , del género declamator i o , zurci do cºn lug ares
cºmunes ;
Con esto del periºdismo,cºn las nu evas de las cºnsp i rac i o
nes,cºn las esperanzas de algún cºmandante o capitán sepa
rado del serviciº , o cºn la palabra formal de un sargento en
activº de sacar su compañía , pasábamºs el tiempº gratamente
y si n sentirlº la redacc i ón,lºs t ertu l i ºs y los parroqu i anos del
barberº .
Sánchez del Arcº no tenía entonces más instrucc i on que la'
indispensable para el desempeño de la Secretaría de Con i l ;pero tenía talentº , v i veza , t ravesura y , sob re todo , una ener
g ía voluntariosa e i rresist i ble , de hºmbre ch i qu i tín .
Toda su i nstrucción literaria reduc i ase al B rocense y Her
m esilla ; aula y l i b rº ,fuera d e éstos
,no cºnºcía n i nguno . Por
l ecturas , el Quijote; y esº si,todº el teatro de Calderón
,parte
del de Lºpe de V ega , algo de Ti rso y de Alarcón . Estas cº
medias,de ediciones ant i guas en forma de cuadernºs
,junta
m ente cºn la ley de Ayuntam i entºs , constituían su b i b lioteca ,apilada en varias s i llas de la casa .
Por Calderón se dió a hacer versos ; por el B rocense y Her
m osi l la , a cºbrar el baratº en tre,cóm i cº s y au tºres de com c
dias,haciéndose temer desd e las columnas de E l N aczona l , y
lºgrando que pºr conseguir su benevolencia crít i ca le bailaran
el agua delante . De este modº,aun rotº
,despe i nado y suc i o ,
se abrió camino en Cádiz, ¡todo exteriori dad y pulcr i tud !
Por las tardes i b a a buscarl e a su casa . Tomábamos café en
el del Comerc i o ; y luego íbamos al B alón , co lándonºs de go
rra por d erecho prºp i o como redactores d e un periód i cº , y de
partíamos acerca de pº lít i ca'
y de m i l cosas d i ferentes .
Algunas tardes me leía Calderón,el cual unas veces m e
agradaba y otras me hacía bostezar (princ i palmente en l os
a utºs sacramental es) . Otras tardes lei a sus prºpios versºs (que
376”
que se alcanzaba era su considerac i on , pero a título de no —con
tradec i rle ni oponérsele ; esto no lº sufría de nadie »
. C onsidera
ba a su mujer , miraba con i nd i ferencia a sus h ijo s ; cons i dera
b a algo a Pere i ra ; un poco m ás a m i , aunque sólo era un!
mo
zalbe te ; algo más a Adolfo de Castro , porque , s i endo”és t e un
eruditº nºtable , le concedía todo en tºdo y hasta en op i nio
nes , así polít i cas cºmo literar i as .
Comp laci ame hom b rearme cºn Sánchez y con Castro, que
me parecían dos personas de pro ; y que , en efecto , lº eran por
d iversºs modºs .
Paseábamos juntos lº s ratos de vagar , cuidando yo de aten
d er a lº que hablaban y de habla r poco,para no descubrir la
h i laza de m i sup1na i gnoranci a . La verdad era que Sánchez
d el Arco estaba a la sazón,sobre poco más o menºs
,a la altura
d e mis conoc im i entos ; pero barajaba su B rocense y sus come
d i as del teatro antiguº cºn tal a i re de peri tº delante de Cas
tro , que éste casi le concedía autºr i dad . Por mi parte , abría
un palmo de boca cuando Ado lfo hacia sus excurs i ones por los
c ampos d e la B ibl i ºgrafía , que era a cada momento ; encon
trando en su instrucc i ón e i nteli genc i a muchos punto s de con »
tacto con Imper i al Igni no , sólo que el últimº no hacía profe
s i ón de bi bl i ófilo como el prim erº .
M e causaba sonroj o comparar tanto saber suyo con tanto
i gnorar m íº . Cºn Ignino podía t enerm elas t i esas ; que , en e l
fºndo de las asi gnaturas,s i él entraba por una puerta , entraba
y o por otra , y ¡santas pascuas !
Pero oír hablar a Castrº de lºs l i brº s de San Isidoro , del
poema del mi o Ci d ,de lº s falsºs cron i cones , del A rte de los i n
geni os , de las o bras d e Herodoto , de las edic i ones del Q u ijote ,de la colecc i ón que tenía reun i da de éstas y de los l i bros d e
Caballería , en fi n ,de todo un catálogº que a modo de b i b l i ote
ca llevaba en la mollera , eso causába ín e verg i í enza , pºr nº te
ner n i la más remota idea de tales cosas . Sánchez d el Arco la s
c ía ind i ferente , cual si le fuesen cºnocidas .
Como Castro se pasaba la m ayºr parte del día revolviend o
377
baratil los y_puestos de libros v i ejos , raro era el en que nº n ºsanunc i ara alguna nueva adqu i sición .
Ci erto día nos mostró , ufano , un manuscritº que decía ser
el B uscap i e' de Cervantes . No parecía sino que descubriera el
N uevºMundo . N os convo có cºn otros,am i g os a una solemne
l ectura del prec i osº hallazgo . Concurrimos a su ca sa para el
efecto ; y todos aprobamos , yo i nclus i ve , que aquello nº pod ía
s er de ºtra pluma sino de la del mismísimº Cervan tes .
A dec i r verdad , para m i capote , aquel fasc i cu l i llº manus
c ri to me parec i ó sin gracia n i sustancia . Que no era superche
r ía n i in venc i ón d e Castro , ten ía lo y lº tengº pºr seguro . A hº
ra,eso de que fuese o no de Cervantes , ¿ qué se yo? ; a pesar d e
las muecas que , un i das a las de más respetables concurrentes,h i ce en señal de calurº sa afi rmación .
Mucho habría aprend i do de la sociedad d e Adºlfo , S I en la
e scuela no me hub i esen i m buído la endiablada i dea de que e s
un del i to m ccnfesab le el“
i gnorar .
—
¿ Qué es tal cosa?— me pregun taban .
Y como nº la supiera de corri dº,en vea de decirme : <<Pues
m i re us ted,es esto y aquello » (con lo cual bastaba para quedar
enterado ) , venían los apóstrofes de c ¡B ru to, ani ma l! » y otrºs
halagºs semejantes .
Con estº , la i gnoranci a viene a imponer el disimulo de tan
feo pecado , y lleva a la farsa ridícula de aparentar saber y aun
e m i ti r ºpinión sºbre aquello que precisamente se ignora,colo
cándonos en el m ás miserable casº ante nuestra prºp i a cºn
cienci a .
Y gracias , gracias s i en esta lucha el amor prºpiº no ven
ce a la conc i enc i a,quedando convertidos en unº de esos fatuos
e ignorantes impen i tentes que tapan sus desni
udeces cºn la i n
flaci ón de la vanidad .
Mucho de historia,de literatura y de bibliografía hubiera
podidº aprender entonces,con sólo preguntaraAdolfo hones
t a y llanamente tantas cºsas como yo i gnoraba y él sabía .
De todos mºdos,algo se me pegó :
al oído,algunas ideas
— 378
t omé al vuelo , algún libro viej o rebusqué en los barat i llos y leí
en ca sa : entre ºtros ciertos tomos i ncºmpletos d e nuestrº gran
enciclopedista Feijóo,las 'Emp resas pol i ti cas de Fajardo (de
cuyo ga l lardísim o est i l º quedé prendado y procuró im i tarlo) ,la Hi stori a de E sp aña pºr Mariana , las G uerra s ci vi les de G ra
nada , algunºs escritºs d e Mayan s y Síscar , una adm i rable y
olvidada traducción de la V i da de Ci cerón; l eí a Quint i liano ,t ambién la colección del Semanar i o erudi to de V i llarro el , las
obras en prosa de Que vedo , las N ºvela s ejemp lares de Cervan
tes,las N oches lúgubres de Cadalso , E l L azar i l lo de Tarmes ,
E l E scudero M arcos de Obregón ,las obras m i l i tares del M ar
qués de San ta Cruz ,el D i oscóri des traducido pºr Laguna , algo
de la E nc i clop ed i a francesa , la M oral uni versa l de no recuerdo
quién , l i brºs más o menos v i ejos y más o menos sustanc i osºs .
Castro,no o bstante su erudic i ón
,en e l trato era puer i l .
Sánchez d el Arco,m ás maduro , cog i endo las cosas al vuelo ,
debía de leer y estudiar a solas , porque adelantó mucho en
poco tiempo ; nº llegó a erud i to , perº salvó la barrera de la
ignoranc i a,creciendo cºn esto en audacia y travesura . Nunca
r i ndió pari a s a n i nguno . Sólº cºn una persona le pude ver
casi hum i ld e y cas i cºrtesano : fue t a l persona un v 1 e3ec i llo
atrab i liar i o,que reapareció pºr Cádiz accidentalmente aque
llos días .
XXIX
D . B a r t o l o m é G a l l a r d o .
Conocía lo de nombre . L o pri mero , por un l i brej i l lo de pºca
más lectura que la Doctrina cri st i ana , cºn el cual topé d e n iñº
entre los l i bros de D . R amón de Tºrres : el D i cci onar i o cri ti co
burlesco,impreso desventurado , de cuyas primeras páginas no
pude pasar,según me pareció d e i nsulso y contrahecho .
—¡Aquí está D .
*
B artolºm é G allardo !— nos d ij º un día
Adolfº,como qu ien comunica una importante nueva .
a llí s e ins taló ,'
It i ra ndo los :trebejºs qu e le estorbaran , con sus
modºs y humºr de todos los diablºs : L a v i uda y su h i jo , cohi
b i dos , nada se atrevieron a decirle ; y xasí quedaron las cosas .
Pero D . B artolº , que ya nº tenía que guardar respe tos al v ie
jo Luna , por d i funto , convi rt i óse en t i ranº de la casa ; y , lo
que fue peor , tomáb ase licencias con las criadas , y llevaba y
t raía algunas am igas a su hab i tación . Después d e muchas an
s i as , la señora , que hab ía cºnsultado como caso de conciencia'
a ! confesor , fue estrechada por éste para que pusiese a G al lar
d o de pati tas en la calle . Pero, ¿ quién l e ponía el cascabel al
gato? L a señora temía a D . B ar to lomé como a una espada
d esnuda ; y desd e e l día en que pisó la casa , se lo pasaba ence
rrada en su hab i tación,sin atreverse a sal i r . Tom as i to , aunque
y a hombre granado , con su timidez,su m oderan t i smo y su
fi losofía , no sólº carecía de fuerza moral para el lance,s ino
q ue , tratado como un doctr i no pºr D . B a rtolo , temía (y no s i n
fundamento) que éste le arrojara pºr el balcón . Fuéronse en
tonces con el expediente al cura,suplicándo le que él
,en nom
bre de madre e h ijo , se encargase d e notifi car e l desahucio ;pero el cura d ij o que ellos y só lo ellos lo habían de
hacer . Por fi n ,d i scurre que te discurre
, ocurr iósel e a Tomás
una idea fel i z y prºpi a de su filosofía Escribió una carta
m uy respe tuosa y muy untada de jabón para que se le desliza
ra suavemente , perº que en el fondo venia a dec i r : q ue muer
to su señor padre,las circunstancias habían var i adº ; que su
s eñora madre,anciana y enferma
,nº podía tener huéspedes;
que sus preocupaciones rel i g i osas la mantenían en una alarma
pel i grºsa para su vida ; que él , entre el amor de su madre y e l
respeto a su maestrº,se hallaba en un cºnfl ictº ; y que , como
nº tenía valºr para arrostrarlo , l e suplicaba , pidiéndole m i l
(1 ) D . T ºmás de L una fue el jefe pri nc i pa l y la I g les i a toda de lºs fi ló
sofos ecléct i cos que en España d i eron los fundam entos de la dºctri na del
j usto m ed i o; se pasó la v i da dando lecc i ones púb l i cas de F i lºsofía. L e oí
v ari as : era un e5píri tu estud i oso, desi nteresadº y b en igno .
perdones,que tomase habitac i on
,que él mismº le prºporc i o
naria , donde pudiera estar t an cómºdamente y con mayor li
b ertad . Q ue , s i no aceptaba el ruego y el ºfrecim i ento que le
hacía,tenía dec i d i do salvar el conñícto sal iendo el mismo de
su casa , para hu i r las quejas y amºnestac i ones de su señora
madre .» Esta carta púsº la Tomás bajo un sobre en la carpeta
de D . B artolomé , aprovechando un mºmento“ d e su ausenci a
Cuandº d e allí a poco volvió éste a la habit ac i ón…
'
y v ió la es
quela d e Tomás , rºmpi ó el sobre , la leyó , tomó la pluma. y es
cri b i ó debajo :Don Tºmá ss i te vas
,
tºnto menºs ;s i te quedas
,
tºntº m ás ,D on Tomá s .
¡G a , ga , ga !— prorrump10 Sánchez—¡Ji , j i , j i l— s i guió Adºlfo , r i éndose de la grac i a de su
prºpi o relato .
Yº no pude reirme .
—¡Vam os a casa d e D . B artolºmé !
—¡V amos !
Y les dejé ir .
En la vis i t a , debieron de quedar citadºs mis amigo s con
G allardº; pºrque , a la tard e siguiente , estando nosotros en el
cafe , entró G allardo , dir i gi éndose a nuestra mesa . Desde que
lo divisaron , se pus i eron en p i e Sánchez y Adºlfo , adelantan
d ose a rec i b i rle y ºfreciéndole cada uno su respectiva silla .
Entºnces conocí al personaj e : un v i ejec i llo con cara avi na
grada y de color de aceituna,grave , —ñaco , con cierto a i re de …
superioridad y protección .
(1 ) Sánchez del A rco no reía nunca : afectaba re i rse . Y, como ri sa fi n
g i da , no salía,naturalmen te , de su s i ti o
,s ino de la parte más posteri ºr de
la faringe ; asi , no reía sobre el soni do de la'
jota , sino sob re el… de la gues“
— 382
Me chocó d esde luego , más que el vi ej o , la actitud de Sán ,
chez . P or pr imera vez , l o vi despojado de su a i re de tacº y
osadía ; antes bien , afectaba u na atenc i ón entre respetuº sa y
humilde para cºn el vej ete . Este saludó d e med i o cuello , y no
qu i sº sentarse , con l º que todos nos pusimos en p i e ; él vºlviól a espalda , dirigiéndose a la puerta de sal i da . Mis am igos le
s i gu i eron , y yo tamb i én ,s i n dec i r nadie una palabra .
Ya en lai
ca l le, dándole la acera , le preguntarºn :
¿ Cómo está usted , Sr . D . B arto lomé?
P si, ¿ cómo he d e estar? V i ej o y trabajado .
— Pero,de segurº que traerá usted algo entre manºs .
— P s i,las añc i ºn es siempre quedan .
Es de ad vertir que todas las obras juntas del labºriºso dºn
B artºlo no harían cuatro l i bras d e lentej as
Pero,en f m, cºmº l as cosas n o se aprec i an principalmente
por la canti dad , s i no por la cal i d ad , prºcuró aquellos días leer
s us escr i tos . P regunte en var i as librerías,i nút i lm en t e . P regun
té a Sánchez de l Arco , y sól o me d i ó noti c i as del D i cc i ºnar i º
c r i ti co; y , o mucho me equivºco , o m e parece que lo había
v isto aún menos que yo . Yo , al menos , l º había tenido en la
mano .
En esto/
l l egam ºs a la Plaza de San Agustín ; D . B artºl o en
tró en una l i brería,que
,s i no recuerdº mal
, se l lamaba de M o
raleda . Apenas abocó en la t i enda,sal i ó un a ex clainac i ón de
var i as bocas :—¡Hola , Sr . D .
"
B artolomé ! ¡Tan to bueno por estas tierras!
Y todos se apresuraron a achucharle,mientras el librero
,
de ten i do por el mºstrador,alargaba el cuerpº y el brazo como
para satisfacer prontº el deseo de estrecharle la mano . Mi ve
jete , grave y seriº , se d ejaba fel i c i tar cºmo s i se lº tuvi era de
sobra merecido , d i gnándose contestar con movi m i entºs de ca
beza . Luegº,diri g i éndºse al l i brero , l e dijo :
—¿Há caído por ahi algo importante?
— N o s eñor; las ediciones antiguas son cada vez más raras .Un Sorapán de R i eros debº tener por ahí .
P roblemas son éstos que sól o pueden reso l verse pºr el estu
d i º del mundo y de las gentes . ¡Cuántas y cuántas veces en el
curso de la v i da he pod i do o bservar esas aberraciones aparen
t es que acabo de referir !
¡Hay tanto que o bserva r en la materia del relato , que no
acabaría nunca s i me parase en el análisis !
L os b i b l i óñlos,en general
,se convierten e n soberb i ºs pºr
virtud del m i smo ofi c i o . El que ejercita su cerebrº en cºnocer
l i bros y autores de to das las materias,adquiere un concepto
ex agerado de su prºpi o saber , cons i derase un portento ; y d e …
aquí nace una especial vanidad , intolerancia y sºberbia , que ,apoderándose d e. ellos
,los cºnvi er t e en una clase de enaj ena
dos,m i tad m aníacºs y mitad ridículos .
Contribuye al arraigo y progreso del daño el público en
general ; y pr i ncipalmente lºs doctos , quienes , pºr ºpuestas
causas,fom entan
/
con la adulación las pobres pasiones del en
fermo moral .
E l público , porque comúnmente ignaro , no puede menºs
de adm i rar a esos hombres que hablan de tantas co sas y que
barajan los nºmbres de lº s sab i os todos del mundo y sus e“da
des todas , cual si bebieran con ellos en el mismº jarrº .
Los por m i edo . ¿ P or m i edo? Si , por miedo ; y all á
va la explicación . A los b i b l i óñlos , su prºpi a vanidad los hace
int olerantes . Se at i borran la mºl lera de lectura y nº les queda
en l ºs sesos n i ngún recobeco donde discurrir . Impotentes para
la producción fecunda de obras propias,échanse a criticar las
aj enas ; resultando , no críticos desapasionados y justo s , sino
apas i ºnados,mal i gnºs , mordaces y casi libel i stas . Echanse a
crítico s , y desuellan a tº do escritor y a todo aquel que produce alguna ' cosa . Si éste les cobra miedo , procura l i brarse de
sus mordiscos a fuerza de adulación y halago , para ver si así
los atraen,si alcanzan su amistad , y con ella su indulgencia .
Sin embargo,la táctica es i heñcaz ; pºr el cºntrario tales
adulac i ones acrecientan m ás y más las vanidades del b i bl i ó
manº cri t i castro , irri tan su i nconfesab le esterilidad y le azu
X/
385
z an,cuando llega el caso , contra el adulador mismo , com o
'éste
valga algo y'
pub l i que alguna cosa . Dígalo,si
'no
,aquel Adolfo
Castrº,a quien algo después enderezó»D . B artolo su sA »Z apa
t i lla ,zap atazo , y a su fa l sº B uscap i e
'
, unp unti l lazo» .
Pues b i en : Sánchez del Arco,el hºmbre más atrevidº , el
más osadº quizá que conocí en toda mi v ida , convert íase en
g elat ina en presenc i a de G allardo . Y es que escribía comedias .
Después ya me he expl i cado muchas cºsas raras , de natu
ralez a análogasP º r ejemplo,un personaj e que adula. a un
c ómico y se arrastra ante él , para que l e p ºnga en escena, un
sainete ; un m i nistro que pasa la mano pºr e l lomº a un pº
bre gacetillero,etc .
XXX
A b i s m o s d e l c o r a z ó n .
Nadie más claro y transparente que Adolfº ; no era preci sº
sºndearlo . A mis ojos,su personalidad y su saber aparecían
como un lago alpes tre : grande,pero tan cri stal i nº
,que pºr
tºdas partes permitía ver hasta los más pequeños gu i jos,d e su
fondo . Con carácter más arriscado el suyº,hubiera i do a pá
rar en bibl i ómano , más o —menos abartºlado; de voluntad débil,a somaba las puntas , y como blandas que eran , no p i ncha ban .
Sánchez del Arco , en cambio , era un ab i smo cuyo fondo ni
él conocía ni lº podía conºcer . ¡Cuántas extrañas cond i ciones ,
qué mezcla de cosas i ncongruentes , qué'
grandes y qué pequeñ as facul tades !
Carecía de t odo pri n cipi º moral , y lamayor parte de susc ostumbres eran morales ; carecía de tºda ambición , y no con
sentía ni reconocía superioridad en nadie ; s in ser valiente ni
pretenderlº , por amºr prºpiº resultaba osado , temerario .
N o es que despreciara las riquezas y bienes mater i ales, era
que desconocía en absolutº su necesidad ; de ahí prºced ía unaprºcaci dad inaudita .
386
Enem i go , éralo sañudo . Amigo , lo era tib i o . Ya he dichade
L él que no sentía el amor .
De todas las facultad es,la que es timaba en más
,por la que
m ás se ufanaba y de la que tenía c i erta van i dad , era la trave
sura . Delei tábase en d i scurr i r el modo d e echar la zancad i lla a
un enem i go ; quizá por eso l e complacía tenerlos . En las luchas
pº l ít i cas , muchas veces se le vi ó solo ; entonces se le veía más
contento , desplegar mayores energías . Ocasiones hubo en qu e
has tael barberº y su tertulia,hasta el prºp i o hermano suyo ,
l e fueron cºntrari os . Con esto,pel eó él solo contra moderados
y progresistas , cºntra todo el mundo ; y venció y se impuso .
Llegó a jefe d e part i do en la pro vinc i a , fue Diputado a“
Cortes en las Consti tuyentes del 54 . N o p i d i ó nada,ni qu i so
nada ; por no tener amb i c i ón , ni aun la de hacerse nºtar .
Murió d e s i ngular manera,y en consonanc i a cºn su carác
ter . B urláb ase de l a Patri a . Cºmo no amaba , no entendía esta
i dea ; afi rmaba que la Patria era un falso ente de razón , cºmo
Diºs y otras fi cciones imag i n'
ativas . Y , si n embargo,era pa
t ri ota,según se puede ver .
Llegó la guerra de Afr i ca ; , s i n ser militar n i tener mald i ta
l a obl i gación , al Africa se fué , s i n cu i darse de nada , y menºs
de su persona .
En Ceuta,dispuesto a seguir a un Cuerpo de Ejército , echó
d e ver que no tenía dinerº . Q uedóse dºs días s i n comer , y no
se le ocurr i ó pedírselº a amigo o conoc i do . L e acometió el có
l era ; cuando no pudo andar , se echó en el suelo . Moribundo
l º recogieron y trasladaron al hºspital ; y allí ñnó m i am i go .
Mi amigo, si , y maestro . ¡Cuánto aprend í en su estudio !
N o fue nada . ¡Q ué dolºr !
Si hubiera amado … ¡qué grande hºmbre !
388
d es fá ci les d e satisfacer , a la sobriedad . Y a la vez , en m i cá
r ácter tri ste abrió una fuente de placer para tºda la v i da , por
q ue , l l egando a mej or estado de fortuna , me di por contentºc on po co : no l legué a senti r las com ezones de la ambici ón , ni
d olºr pºr las pérd i das pecuni ar i as , cons i derandº que bien po
d ía vi vi r cº n menos neces i tando menos . Cºmo el espíri tu'
es
i nterno y no se ve,he de i nsi s t i r en este punto d e confesión .
En aquella edad , los r i gores de la pobreza no los sentía pore l hechº de carecer
,s i nº por el deshonor que ésta para m i im
p l i cab a . E sº de llegar el tendero con la cuenta y nº'
t e'
ner
i
para
pagarle,hacer que vºlvi ese inútilmente , escuchar sus justas
reconvenci ones , etc .,eran escenas que cºn si derab a i ncompat i
bles , no ya con la honra , s i no hasta cºn el más s imple decoro .
Así,en m i conceptº
,era precisº n º aparecer de esta mane
ra ante la sºc i edad , d i simular y ocultar la situación . T a l pró
curab a y aun conseguía,grac i as a los cu i dadº s de m i madre ;
a lº s milagros,mejor d i cho
,de su buena y fuerte voluntad .
Part i endº de esto , considérese l a fasc i nac i ón que ej ercería
en mi espíritu un hombre cual Sánchez del Arco,superiºr a
todo aquello que tanto me m ort iñcab a ; qu i en realmente no
hacía gala de sus d esastres po r c i nismo,sino pºrque desprecia
ba lo exteriºr que la sºciedad honora,llenándose todo cºn la
i nterior estimac i ón de si mismo , que , si 'l e l leva ba a osado , no
l e hacía caer en vanidoso .
Debole , pues (y por ellº l e consagro aquí mimagi sterio sobre el punto más culm inante de la educación .
Con su ej emplo , me h i zo sobr i º en'
apet i tos y pas i ones , sugi
riéndome una especie de placer en el amor a las pocas neces i
d ades .
Viejo hoy,siento contrariedad y cºmº violenc i a en tener
c asa y mesa regular y m ás sirvientes de lºs precisos : miro con
fruición una cas i ta blanca,pob re y l impia . U na cama de “
t ije
ra,una mesa de pinº y cuatro s i llas : a esto reduc i ría mi ajuar
S i no juzgara que había de tenerse por ex travaganc i aº“
mez
qu i na avari c i a .
— 389
Los efectºs desagradables que me producía la amis tad deSánchez eran varios . El pr im erº de todos , su intolerancia : n º
h ab ía mºdo de cºn tradec i rle , no admitía razones , nº se para
b a n i a d i scutir s i quiera . A toda observac i ón que se le hacía , a
todo argumento,contestaba ¡Ca! haciendo un gestº desprecia
t i vo y torciendo del lado contrario la cabeza . No había m ás re
med i o que dejarlo y vºlver la hoja .
Si para mis luchas por la ex i stenc i a resultabaSánchez un
maestro y un efi caz cºnsuelo,para mis luchas interi ores venía
a ser un fi ero tórcu lo .
Yo neces i taba creer,neces i tab a fe : recue
'
rdense lºs pr1n01
pales jalones de mi v i da , las mayores impresiones que troquelaron m i espíritu .
Un alfiler de a ochavo , que tragué en la cuna , pero cuyo re
cuerdo rememora el cºm i enzo de m i vi da de concienc i a ; la i dea
de m i madre,del permgnado , del rezo del B enditº , la idea del
peli gro y de la muerte , la res i gnac i ón para mor i r , la sºrpresa
grata e inesperada al despertar y verme v i vo .
L a escena de la separación de m i fam i lia , el amargo sentir
de la ºrfandad y el abandºno .
El terror de la escuela y del fraile de Santo Domingo,m i
apelación a l cielo y a la V i rgen , la sorpresa del despertar libre
del cóm i tre y en brazos de mi madre .
La o bsesión y ofuscaci ón de mi cerebro en la aventura del
tambor,mi demanda del —auxilio celestial ; el arresto y la her i
da del infeliz aquél , que parecía prº vi denci a bajada de lo alto
en m i espec i al socorrº .
L a casi asfi xia en el ríº G uadalete , con m i s oraciones , m i s
esfuerzos de vºluntad y mi salvaci ón .
Téngase en cuenta lo recordado,y se conocerá que todºs es
tos grandes mart i llazos,dado
_s_en mi eSpíri tu ,
lo habían mode
lado para el sentido de la fe'
y de las creencias en una religión
que l i gaba mi ser a otro Ser Supremº .
Liberal pºr idio sincrasia , quizá por atavismo , por heren
c_i_a, por im i tación , por pro testa contra el dolor de las persecu
c i ºne s y sus consecuencias,conver ti das en lágr im as
,pobreza
y menºsmec i o,hal láb ame en una s i tuación d i ñci lísima
,crít i
c a y que , grac i as a Dios , no podrá experimentar nad i e .
L a cºnc i enc i a me decía : Ama a D i os y resp eta su Santa
R el i gi ón . Y los doctores de la Igles i a me arroj aban del templº
y me decían : R éprobo , l i bera l , enem i gº de los rel i g i osºs fra i
les,huye de aqu i , no p rofanes el temp lo del Señor con tu p re
senci a .
Así , dentro de m i hervía una lucha ºculta , i mplacable , pro
funda,incesante .
M i razón buscaba la sal i da ; nº la hallaba . Hacía alg iín
puntº de reposo, ya en el s imple Deísmo , ya
*en algún tron
cham i en to del árbol secular de las creencias ; reposo i nestable ,cuyº fugaz equilibrio rompía el prºpi o pensam i entº .
Pºdía cerrar lºs ºjos para no ver un Dios creador ; pero no
podía cerrarlos para no ver a la Madre de Jesucri sto . D i ºs ,
por abstra cto y por incºmprensible en su i nf mi tud , nº estaba
tan arraigado en m i concienc i a y en mi ser como la V i rgen ;para desprenderme de lºs lazos que a ella me l i gaban moral yespi r i tualmente
,era necesar i o que me hub i era desposeído de
toda grat i tud,de todo recuerdo
,d e toda idea de m i exis tenc i a
y de m i vida . Yes que a D i os no puede comprendérsele , perºa la V irgen si : como madre
,abºgada
,prºtectora y luz que nº s
alumbra el cam i no de l o que,estando demas i adº lej os de nues
tra naturaleza , nº s debe gui ar al b i en supremº de la vi sión
d ivina .
Esto creía , y esto sigo creyendo .
Aquel Sánchez del Arco,que a toda m s1nuac1ón de moral
(no digo rel i giosa , s inº de moral puramente fi lantrópica) sólo
contestaba c ºn su gesto y su ¡Ca! desprec i ativo , me deséspe
raba . A veces , sol ía estrecharle , dici éndole :— Puesto que considera usted una patraña tºdo pri nc i piº
moral, ¿ por qué no es usted lujuri osº , por qué
”
es usted probº ,
p ºr qué … ?
—¡Ca ! Nº sºy lujuri ºsº , porque no lo soy por naturaleza ;
392
—¿ Q ué querrá conm igo Portº?
N º era profesor d e as ignatura de mi añº , lo había s i dº ;pero me saludaba afable ; yo , reSpetuosam en te
,y nad a más .
Con haber salidº de la m º dorra , volvi ó a revelársem e en
toda su fuerza el cuadro d e m i desesperada s i tuación … Andu
ve por las calles , por la muralla , por las playas , unas ve
ces pensativo , otras ag i tado , hac i endo t iempo a que d i eran
las dºs .
Nº había hecho más que sonar la primera campanada,pi
saba yo el peldañº de .la casa de Porto . Hal iábase este señor
en su despacho,
…y me d ijo— D i spense usted que le haya molestado , y tamb i en me d i s
pensará si l e prºpongº una cosa que pud i era l astimar su decº
rº ; pero soy presidente de la Junta direct i va del Co legi o d e
San Fel i pe,y me han dado para usted la comisión s i gu i en te :
El Sr . Camas se marcha a l a Isla,de maestro de esgr ima de
lºs G uardias mar i nas . E l Rector trató d e aver i guar s i había'
bn Cád i z”a lgún otro maestrº , y parece que no . Llegó a su no
t i c i a que usted era lá ún i ca persona capaz d e enseñar el m a
nejo d e las "arm as ; pero , cºmo la clase d e usted podría reba
—¡Qué rebajarse , n i qué ocho cuartos !— le i nterrumpí , cual
s i . se abriera el c i elo para darme entrada .— Mi padre está d es
t errado desde el 43,m i fam i l i a neces i ta d e m i , yo de trabajº .
¿Maestro de esgr i ma? ¡L º seré ! Si algº más llegase a ser , re
cordaré s1empre cºmo mi títulº m ás honroso el de maestro de
esgrima ; y comº el mayor favor recibido este cargo que usted
m e prºporci ona y que yo aceptº con la mayor grati tud .
Q uedamosícºrri entes ; y desde entonces fu i maestro de flo
rete y sable,hasta acabar la carrera .
XXXIII
A d e l a n t e c o n l o s f a r o l e s .
¡Oh , qué placer el placer de ganarse la vi da ! N o creo qu e
n adie lº haya experimentado como yº . Porque , efec t i vam en
te,para ello se necesitan var i as Ci rcunstancias .
¿ Q ué puede gºzar el b i enhal lado cuando i nsens i blemente ,y sin trans i c i ón , de la cºm od i dad s i gue en la cºmod i dad? M i s
cºmpañeros , cercanºs al fi n de la carrera , susp i raban ,d i
ciendo :
pronto se m e acaba la vida alegre! Ya mi padreme anunc i a que me dejará su titular . ¡Su titu lar ! Dentrº de
poco estaré h echo un facha,desempedrando las calles de mi
p ueblo y b reg ando cºn la t ía Fulana y el bárbaro del alcald e .»
He cºnocid o estud i antes que n o estud i aban y se hac i an dar
c'alabazas ex profeso , para'
prolºngar su vida alegre de estu
diantes . Pero tºdº está compensadº : esºs tales, y o tros c i en»
m i l de diversas clases y condiciones,no han experimentado elº
supremo placer que yo eXperim en té .
¡Cómo entré en casa de mi bendecido D . Manuel d e Pºrto !“
¡Cóm º salí : loco de alegría ! E n tres zancadas voló a mi casa ,eché abajo la campan i lla d el zaguán y entré llamandº a m i i
madre con desaforadas voces—
¡Madre , madre , ya somos felices : soy maestrº d e es
grima !
M i madre me miraba estupefacta y casi con temºr de … que
m e hubiera vuelto lºco . Tan triste antes , tan alegre ahºra ; nº »
pºdía cºmprenderlº .
Maestro de esgrima en San Fel i pe . ¡Doce a catorce du ros
todºs los m eses,
*
y ochº del anfi teatro comº d i sector ; ya ves!Yluegº
,lo que aumente .
Me arrojó a sus brazos , di otro abrazº a mi t ía Dolores , ha
c i endºla perder. el equilibrio ; achuché y besé a m i hermana la
d emente , a Amal i a y Paz , y le van tó en alto a mi hermano pe
queño , José .
Ca i rendido , y recé yíl loré con el alma y cºn los oj os,dando
grac i as a la V i rgen . ¡Q ué felices suelen ser a veces los desgra
c i adº s! Por lo demás , las perspectivas sºn s i empre más r i su e
ñ as que la real i dad .
No es necesario decir que al s i guiente día me presentaba en
San Fel i pe Neri a tomar pºsesión de m i cargº,y al otro fun “
c i ºnab a en su magisterio .
G eneralmente se ins cribían en mi clase de cinco a o chº dis
c ípu l ºs . Mi pl aza nº tenía sueldo fij o ; cada u no me pagaba dosd uros al mes por su lección ; y así , cuando tenía c inco di scípu
l ºs,diez durºs ; cuando ºchº , diez y sei s .
Diez,doce , catorce , diez y seis : no es mala escala ; angosta , y
más angosta cºn lºs diez que con los diez y sei s . Pero , en fi n ,cºn
e stº y lº s ocho de la d i secc i ón , ¡como el pez en el si no
fuese porque había que contar cºn l a huespeda . Aquí,la hués
peda no era una,sinº muchas : las bend itas deudas que
,quie
r as o no quieras,pesaban sobre noso tros .
M i buena madre i nsp i raba respeto y cier ta cons i derac i on .
E l almacenero de comesti bles , el aguador , el carbonerº , el panaderº
,el carnicero
,más o menos le fiaban . No de muy buena
gana ; pero , en f m, v eían cierta pobreza decente ; esperaban a l
gran camb i o de fºrtuna ; cobraban un º y se alargaban a dos .
Así en el discurso de años , se h i cieron unas cargad i llas
abrumadoras . A sí,para pagar gastos muy reducidos , con m u
cho orden, ¡vamos , se pºdía pasar ! Perº , obligados como está
bamºs a i r sol ventando antiguas y rec i entes deudas , la co sa no
daba para tanto .
Un duro a cuenta a l honrado aguador (a qu i en debíamos
d i ez y m ás) , junto con treinta reales por el mes corriente ; dº s
duros a l paciente carbonero ; tres al del almacén ; dos al pana
derº,etc .
,etc . Esos desembolsos se l levaban tºdas las ventaj a s
y nºs impedían el ºrden en los gastºs si n el cual nº caben pre
¡E che usted d i nero ! S i nº hubiera sus qu i ebras , ¡como el
pez en el agua ! P ero hab íalas , y graves : el verano era fatal ;lºs cuatro meses de vacac i ºnes
, ¡ad i ós mi d i nero! Me dejaba en
blanco San Fel i pe : en el veranb , nadie quería sudar y a l o sumo
un rezagado .
Con tºdº , ¡cuántº vale cualquier medio d e medio ganarse
la v i da ! V éase un punto de pedagºgía cas i i na tend i dº y de l
mayor i nterés . Esto de mºstrar a la criatura prácti camente
que el trabajo es la ri nica y verdadera fuente de la producción
y que sólo pºr el trabajo se llega al bienestar , al ahorro y la
r i queza,es un punto de grandís ima importanci a , pri nc i pal
mente en nuestro país . A nº estar baj º este aspecto nuestra
educación tan abandonada,nº veríamos a la general i dad de
¡
lºs
señori tos que cons i deran de buen tono y como esencial en l a
clase distingui da el n o ocuparse ,n i trabajar en nada , pasándº
se la vida del cas i no al teatrº,y del teatrº a las V i sitas
,a los
bailes , y vuel ta otra vez al cas ino .
Pienso que en las escuelas y en el seno de la fam i l i a se de
b ían produc i r por los n i ños y comprar por lº s padres o las aso
c i ac i ones algunºs objetos d e labor ; y sus productos en tregár
selos a lºs n iñºs para que d i spus i eran de una parte de ellºs
con orden,y otra parte la impus i eran en las cajas de ahºrros
escolares . Planºs,d i bujos , cºp i as de cuentos y pequeñas com
posm i ones en prosa o verso , labores de muj er,labo res en m a
dera y paja : todo deb eria venderse y distribuirse entre lºs res
pec t i vºs pequeño s productores .
XXX IV
D e c óm o e n s e ñ a n d o a p r e n d e e l q u e e n s e ñ a .
O lo que es lo mismo : que .el Maestro Ciruelº puede llegar
a ser un gran m aestro .
Sin duda,cuandº empecé mi magisterio era un buen afi
cionado,joven , ágil , enérg i co ; todas m i s i nnatas afi c i ones mi
li tares y guerreras habían quedado“
d efraudadas e i nsat i sfe
chas. L a lucha co lecti va, o sea la guerra , estaba fuera d el al
cance de m i s apet i tos ; y com o a falta de pan buenas son tor
tas,tºme con ardor e l arte de l ataque y de
“
la defensa
persºnales .
L o que se emprende cºn vºcación sale adelante , y por esº
co n seguí c i erta fama local de t i radºr .
Esta c i rcunstancia y la necesidad me llevaron a maestrº ,
sm serlo realmente ; perº después , dale que le das , aprendí el
ofi ci o .
Ofi cio que no deja de prº porc i onar sus apuros ; cºmº lo ve
rá, s i tiene pac i enc i a , el discreto l ector .
XXXV
L o s d u e l i s t a s y e l C o r o n e l C o r r e a B o t i n o s .
a Cast i l lo de Santa Cata l i na , tantos— º
de (no me
acuerd o de la fecha) .— Muy señor mío : en otros t i empºs he
s i do maestro d e armas . Me encuentro preso y aburr i do . Pido
a l cºmpañero venga a vis i tarme, pue sto qu e yo n º puedº ha
cerlo . Con este mot i vº , se ºfrece a usted , con la mayºr consi
raci ón,E l Coronel Correa B ot i nos .
»
Esta carta rec i bí,un sábadº prec i samente . No me hice es
perar . E l domingo no teni a lecc i ºnes,n i aula
,n i anfi teatro
, n i
más que prepara r las lecciones en los cadáveres , a la noche ,para l as cátedras del lunes .
E l nombre de Correa B º t i nos me era conºcido ; lº s aboga
dos conocen de nombre a los abogadºs notables , et si c de cua
teri s . Persºnalmente desconºcía a l coronel,pero de fama me
lo tenía al d ed i llo . E n el gremio de espadach i nes mi l i tares y
civi les gozaba de más renombre que P i zarro en las Indias .
me querrá e ste señºr? Allá “
veremos . : Estº i b a *
pº
en
sando'
por el caminº del Castillo de Santa Catalina .
— 398
L as histºrias que había oído de él me eran s impáti cas porun ladº y sospecho sas por ot ro . S impáticas , porque había si do
uno de l os m i l i tares m ás bravos y decid i dos por la causa de la
l ibertad,desde Riego hasta la fecha . Sospechosas , porque su
vi da era un tej i do de violenc i as y atroc i dades .
S i n embargo,i ba contento
,agu ijoneado por la curios i dad
y por mi i ncl i nac i ón a cºnocer y estud i ar los personajes qu e
resultan t i po s y que ºfrecen sm gu lari dades de carácter .
Llegué al rastri lló d i ri g ím e al sargento , y l e d ije— V engo a v i sitar al Corºnel Correa B ot i nos , preso en este
Cast i llo ; pás ele u sted recado .
E l sargento quedó pensati vo un instante ; s i n cºntestarme
entró en el patio d e arm as y desapareció, volvi endo a pºcº .
Abr i ó el rastr i llo , y d i rig i éndose aun soldado , l e di jo
Acompañe usted a este caballero al pabellón número
cuatrº .
Nº deb i ó d e pasar recado al cºronel,seguramente , sino al
cºm andante de la fortaleza ; porque , sub i da la escaleri lla d e
mampostería correspond i ente al pabellón núm ero cuatrº,to
qué a su puerta y nad i e me respondió . El soldado se fué , de
jándºm e solo,una vez cumpl i da sn
'orden . Llamé con m ás
fuerza , y la puerta se entreabr i ó naturalm ente , dejandº ver
parte de la habi tación .
Hal láb ase desamueblada,y entendí que serv1r1 a de i ngreso
a otra más i nterior,dºnde estaría el coronel . Así , quitándome
el sºmbrero , penetró echando pºr delante la frase de—¿ Se puede pasar?
Tam pocº cºntestaron ; y alcanzando a ver que en aquellasala y la s i gu i ente (si amueblada con cama , s i lla y mesa) no
habia nadie,adelan tó más , y pude recºnocer que el pabellón
sólo cºnstaba de la sala de ingreso y el susºdi cho dorm i toriº .
< V amos (dij e para m i ) , habrá salido a algo ; esperemos .»
Aguardé de pie,pero nadie venía . Entonces , por distraer el
aburrimientº,me asomó a una ventana que daba al mar y a
la muralla del Castillº . Un centinela la guardaba , paseandº a
400
jalº caer como d i ciendo c ¡m aldi ta"
sea tu y el cañón,
a l caeer en su lecho de p i edra,apenas sºnó bom
,recordandº
s u mocedades bel i cosas .
Después de esto , B º t i nos quedó tranqu i lo y vº l vm a pasear
u fano acºm pasadam ente .
Con estas y las otras,llevaba ya d e esperar una hora boba ,
y me parec i ó ºportuno conclu i r con aquel negºc i o . B ajé la
e scalera , me asom ó a la muralla y cortésmente,con el som
b rero en la manº,me d i r i gí a m i hombre m terrogándole
—¿ E s al señor Coronel Correa B ot i nos a quien tengo el hº
n ºr de saludar?— El hºnor es m ío
,caballero .
— Soy Fulanº de Tal,a quien usted se ha d i gnado c i tar
pºr carta .
— M i l g racias , señºr , l e agradezco su vi s i ta ; pase usted a
mi hab i tac i ón .
A b ºcam os a la escalera ; me i nd i có que pasara delante , y
y o lo m i smo a él ; después de muchos ruegos por amb as partes ,l e hice precederm e
,alegando los respetºs d e m ayor edad y ci r
c unst anc i as .
— Pues b i en— me d ijo apenas l legamos a su habitac i ón,
he molestado a usted pºr dºs mot i vos . E l pr imero,que siendo
usted maestro de armas y hab i éndo lo yo si do,
i
l a profesi ón n os
i mpºn e el d eber d e au x i l i arnº s . El segundo, que no sé de a s
ted , pero su señºr padre (en esto se l levó la mano debajo del
c uel lº , descansando su p a lma sºbre el p echo) , es un antiguo pa
t ri º ta,compañero mío
,que tamb i én ha sufrido pºr la Liber
t ad . P ºr esto s títulos,me he creído autorizadº para esc ribirle .
'
S i éntese usted .
— M uchas gracias ; después de'
usted .
Hízom e una cortesía de esas particularmente respetuosas
y d ignas , prºpias de nuestro s ant i guºs m i litares , que no sé por
qué han caído en desuso y hºy sólo conserva la oñc i al idad del
ejército austriaco
En esta pris i ºn 'endi ab lada , es toy solo . El “ Comandant e
401
es un ani mal de la cla se de tropa . M i s ant i guºs am i gos de Cá
,d i z , unos han s i d º fusilados , otros andan …pºr ahí a uña de cá
b a llº . M i señºra está en Madri d . De modo que ni e pasº todº
el día escr i b i endo , y cuando ya me canso , no sé que hacer .
Conservo mis añci ones a las armas“
y necesito un am i go con
qu i en tirar . Dada esta explicación , conºce usted mi deseº .
Pues para eso y para todo me ofrezcº a sus órdenes, se
nor Correa B ot inos . L ºs domingos son míos , estoy desocupa
do . L os dem ásºdías
,con m i s clases en el Cºlegiº , las obliga
ciones de la disecc i óny los discípulo s d e esgr ima, día y noche
andº hecho un azacán . P erb, de todo s mºdos , si entre semana
ne cesita usted de m i para alguna cosa,aquí estaré al pr imer
avi sº ; tamb i én podré ven i r a di straerle los días festivos , ade
más de los domingos .
— Muy bi en ; se lo agradezcº . ¿Le hizº a usted esperar el
best i a del Comandante?— N o , señºr , ci ert am ent penas l e anunc i º el sargento
q ue había al rastrillo una persºna para visitar a usted , debió
d e conceder el permiso , puesto que acto conti nuo me dejaron
pasar y un soldado me acomp añó a esta habitación .
— B ien , bien ; se cºnoce que la lección le ha ser vido .
No quise preguntarle qu'
é lección fue esa por no parecer in
di screto . Seguidamente añad i ó :— Pero usted no me encºntró aquí . ¿ Cómo d i º usted con
m i go en la muralla?— D i ré a usted ; eSperé un rato en el supuesto de que usted
vºl ver ía ; perº , tardándose algo , measomó a la ventana , le v i
pasear y b ajó a su encuentro— E n efecto
,salgo a pasear por el único punto dºnde pue
do estirar las piernas en este d i choso castillo . Ya lº conºzcobi en
“
, pues he sido su mqn i l ino tres veces ; la última , hace vein
te años . Entºnces me distraía durante los pasebs =en l evantar
los cañones y pºnerlos de pie . Ahºra he pretendidº hacerl o,y
la pícara fa lta de costumbre no me lo ha perm i tidº hasta hoy
que al fi n ya lºgré levantarlo .
M e guardé b i en de hacerle observar s i esº era efecto'
de la
falta de costumbre o de la sobra de años ; el Coronel tendría a
*la sazón sus c i ncuenta y c i nco m uyb umpl i dos— Traeré a usted careta
,guan te y ñorete .
No , señor , no es necesario ; camino siempre con lºs míºs ,los verá usted .
Yabr i endo un gran cofre , de los que se usan en Filipinas,
sacó de entre las rºpas , nº dos floretes , sinº dos espadas dec ºmbate
,ríg i das y pesadas .
—¿ 8ou estos los floretes de u sted?
— Sí , señor , nunca uso otros ; ni para asaltar ni para duelo .
L a punta es muy aguda,un pocº por enc ima t i ene esta rosca ,
en ella a torn i llo el casquete que deja huecº para que la puntano padezca , y en los asaltºs el casquete s i rve de bo tón .
¡Es ingenioso !— cºnt csté .
G uardándome de añadir que me parecía una barbaridad
primero,porque el arma
,ya de por s i pesada y sóloprºpi a
para cºmbate,aumentaba su pesadez con el vi ro lón acerado
que encerraba la punta ; y segundo , porque el demoniº que
a guantara”un b otonaz o .
L a pequeña mesa de p ino,que cºnst i tuía uno de lºs prin
c i pal es muebles del dorm i tºrio , estaba cubierta d e papel es des
ºrdenados . E l v i ento de mar , casi siempre rec i ox
en el castillº,
entrandº por las ventana s , voló la s h ºjasu A rrojóse B ot i nºs a
recogerl as presuroso , cual s i se tratara de documentos de inte
rés . Confºrme a cortesía , m e eché también a prender prófugas,
qu e , vueltas a la mesa con las demas , sujeté con el tintero de
p i edra,cúb i co
,que , según la facha , debía de ser reglamenta
r i o y prºpi o del Castillo .
E l Coronel no se aqu i etó con esto ; agitado , procuraba or
d enar los pliegos por sus páginas , dando taconazos de impa
c iencia .
¿ P uedº ayudar a usted?—N o , señor , i mposible : a m i es y me ha de costar —mu cho
t rabajo .
pl i r lo de que sean moderados y respetuosos . Este es el pri
m er b orrador , y de spués de tºdº , es el que me parece me
nos mal .
€SE Í I OB A ! Segundo Correa B ot i nos , Corºnel de los R ea
les Ejércitos , pue stº an te lºs p i es d e Su Real Maj estad , etc .,
etcétera . »
A medida que i b a entrando en materia , quedaba yo estupefacto . Siento carecer —de
'
m emori a ; b i en merecía cºnservarse e l
singular documentº,por su fondo y por su forma .
El primero se reducía a decir que desempeñando el cargº
de Cºmandante general del Cuerpo de Carabineros de Fi li pi
nas , había tenido a raya a los contrabandistas y a los emplea
dos ladrones,cumpliendo su deber comº m i l i tar y caballero ,
e tcétera . Es la verdad : en este punto,el Coronel era inflexible
comº sus floretes .
Que habiendo caído el hºnrado G obiernº del Duque d e la
V ictoria , el G eneral Narváez había sustituido a lºs mejores
func i onarios de Fi lipinas por una horda de pres i d i ar i os .— E so
no. sé s i era tan verdad ; perº puede que algo hubiera .
Que i nflu i do el nuevº Capitán G eneral pºr tales bribones ,se atrevi ó a m olestarle injusta e ind ignamente , poniéndºle en!
el caso de rechazar cual cºrrespºnde a un m ilitar pundonoro
sº tan villanas provº cac i ones — E n esto,lo que parece haber
pasado fue que a mi buen Coronel se l e subió San Telmo a la
gavia , tiró d e espada , y s i no se interponen los ayudantes y
acude la guardia , a ll í no queda un G eneral para contarlo .
Respecto a la forma , nº hay qué decir : parecía escri ta'
con
i nfantería , caballería y artillería .
G uardéme bien d e ind icarle que no me parecía aquello muyaj ustado a las recomendaciºnes del consabido art ículo de la
Ordenanza .
Preso D . Segundo,fue enmado a la P enínsula , cºn su pro
ceso al canto,bajo partida de reg i stro . El se creía víctima de la
más inaudita arb i trariedad . En el or i gen del asunto , supºngo
que le sobraria la razón . En cuantº a s u arremetida al G ene
405
ral , me quedé haciendo cruces : no cºmprendía cómo estaba
vi vº , cómo no lo habían fus i lado .
D i cen que un Santº vela por los niñºs y 'por los borrachos .
Puedo añad i r que otrº Santo descºnoc i do vela . pºr los hºm
bres de la catadura de Correa B ot i nos ; si tengo º no razón , ya
s e verá al final d e su h i stºri a .
Entre la pugna del cañón,lº s cumplim i entos , d i scursºs sº
bre las armas,ordenac ión de los manuscritºs y l ectura d el me
m ºri al , ,hab i ase pasado tºda la tard e . Di por term inada m i vi
s ita,y me deSpedí hasta el inmed i atº día festivo .
XXXVI
¿ Q u é e r a ?
Cumpliendº m i palabra , fuí_a Santa Catalina varias veces ;no muchas , porque no tardaron en llevarse a mi hombre a las
pris i ones m i litares de Madrid .
Comº tirador de armas,n o me parec i o cosa del o tro jue
ves ; en camb i o , p odía consi derársele como un modelo de due
listas ºrgánicos .
L os tiempos , las costumbres , crean ciertas cosas e impiden
e l desarrollo de otras que antes ñorecían .
A fortunada inente, ya no hay atmósfera ni medio externo
que permita en las clases bajas , a los b arat erº s ; en las altas , a
l ºs duelistas . De los unos,apenas queda algún recuerdo
, a ma
nera de mueca,en los presi di ºs mal regidos ; de los otros , cier
t os vesti gios en la prensa y en l os Parlamen tºs . Pero ambos
s on a los barateros y duel i stas'
an t i g uos , como l ºs modestos la
g artos de nuestros campºs actuales a los grandes saurios de la
P aleontología .
Duel i stas,hab íalos de varias especies ; a la mej or sm duda ,
a la más noble,pertenecía D . Segundº , si n poderlo remediar .
Q uiere decir , que no por intención maligna , n i aun si qu i eaa
por la van i dad de hacerse superiºr y temible , resultaba due
lista; éralo pºrque su organ i zación y temperamento le condu
cían a los raptos'
de violenci a , y sus id eas acerca del honºr le
sugerían el pr i nc i pio de que sus manchas sólo con sangre pº
d i an lavarse . Añádase a esto cierta susceptibil i dad para ver las
tales manchas a cada pasº ; y pºdrá comprenderse cómo en él:
una palabra equivoca, un gesto , una desatención , una contra
dicción cualquiera bastaban para levantar pº lvareda y encon
t rar los manchones que pedían su correspondiente enjab ºnado
sangriento .
El primer día que hicimos un asalto , le dije— Me permitirá usted que le observe que cºn estas espadas
no podré darl e todo el juegº que desearía .
—¿ P or qué?
— Son muy pesadas para ejecutar con ellas movimientos
complicados y rápidos .— Pues , precisamente por esº las prefi ero a las t i ri ta inas de
floretes , que sólo S i rven para fingir un juego de ch i quillos .¿ Para qué se esgrime? Para ad i estrarse en el manejº del arma
que hemos de emplear en l º s lances . Estas espadas son de due
lº ; tirando con ellas se acºstumbra la m ano a lºs lances reales
y nos habituamos a reducir el ataque y la defensa a la reali
dad , desechando esos fl oreos inútil es de que tanto se paga la
generalidad de los t i radores .
Desde este punto de vista no dejaba de tener razón . Pere
D Segundo estaba ya en guardia , vesti do con su espec i al blu
sa de lana ; yo , en mangas de camisa , si n peto ni reparo , nº
pude menos de echar una mirada compasiva a m i s cºst i llas .
Comenzamos el asalto fuera de medio ; qu i ere dec i rse , a una
distancia mayºr de la necesaria para recibir herida . Como era
justo , dejó que B ot i nºs cºmenzara el ataque , permanec i endºpor mi parte a la defensiva . El
,según formas correctas , s imu
ló m ás bien que extremó el suyo . Pero , a poco , sus ºj os se en
cendi eron , todº su ser se transformó en ardim i ento ; cualqu i er
espectador hubiera creído que se trataba de'
un verdadero du'
e
sado ,“
su mujer le manejaba comº a un n iñº ; para ella, resul
taba un m ansi sim º cordero .
Algunºs años después ( ya debería tener más de sesen ta) ,Correa B ot i nºs pasó por G i braltar y alojóse en una de sus fon
das . N º sé pºr qué , respondió con sus hab i tuales i mper i o 1y
modos prºpi os a un camarero . Este,como buen i nglés
,creyó
el caso clásico para un acto de box eº; y pon i éndosele delante
el Corºnel,le estampó un puñetazo en las nari ces . ¡I ra de D i os ,
que tal hic i ste !
Arrebatado,ciego
,Correa B ot i nos sacó la espada del baúl ;
huye el camarero,corre tras y lº pasó de parte a parte .
¡En G ibraltar , un hºmicidiº ! Fue condenadº a muerte . ¿ L o
fusilaron ?
N o . Un Santo desconoc i do vela p or estos hombres . Fue i n
du ltado por la Re i na de Inglaterra . N o se ha conoc i do otro
ejemplar . Algo después , Correa B º t i nºs falleció de mu erte /na
tural . ¡Verdad ero m i lagrº!
¿ Qué era?
Ya lo hemos dicho : un duelista , pºr ºrgan i zac i on , pºr i n
flujo de i deas exageradas del honor, por educac i ón i mperfecta ;
una p i stola cargada y montada .
¿ Era un cuerdo o un loco?
De todo había : normalmente,cuerdo ; pero , cºmo Don Q u i
j ote, no había que tocarle a sus libros de Caballer ía .
De estos cuerdos,locos a retazos , parecemo que , carta m ás
o carta menºs,se fºrma la human idad .
XXXV II
B a l a p e r d i d a .
En rigor,la educac i on pudiera defi nirse así : E l arte de vi v i r
soci a lmente“
.
Muchos reducen su alcance a la superfi c i e , a la adquisición
— 409
d e ciertas maneras , a la adºpc i ºn de formas cultas y distin
guidas ; quiero decir , l levan el pensamiento a la altura de dºn
Diego Choquet de Isla y su texto de Urban i dad y Cortesi a .
O trºs confunden,según dijimºs en pasados lugares , la edu
cación con la instrucc i ón ; pues , s i bien relaciºnadas entre si ,au x i l i ándose mutuamente
, son del todo distintas . De otra suer
te , no se verían a cada paso verdaderos sab i os mal educados , e
ignorantes sup i nos de correcta educación .
El arte de la vida social,l o de menos importanc i a que con
tiene (con ser mucha) , es lo que se llama fºrma s , m oda les ma
neras . Más la ti ene,si n duda
,aquella parte que enseña el mºdº
de doctri nar nuestras facultades y actividades para que , resul
t ándonos pro vechosas,al m i smo tiempo resulten útiles para la
s ociedad .
Impl i ca , pues , la parte educati va una fi nalidad mora l , y
pºr tantº cºmpletamente estér i l s i no desti la del trabajo prao
t i cº y del ej ercic i o fis i ológ i co d i ri g i dos a una prº ducc i ón . Cºn
lo d i cho se evidenci a que la educación mºral a p r i or i , que has
ta nuestro s t i empos se pretendía enseñar dogmat i camente , re
su l taba estéri l , com o todo absurdo .
P or el contrar i o , enseñad a una cri atura a hacer , a traba
jar, a p rpduci r , g i a haré i s labori osa , honrada ; di scip l i nadla
en el régimen armóni co de sus facu l tades , y necesar i amente es
resultará m ora l .
Como con clusmn inducida del anál i sis d e una multi tud d e
cr i aturas,en los dos anteriores puntos subrayados vienen a es
tri bar lºs fuertes p i lares del edifi cio educat i vo . Añádase luego,
com º cúpula y remate , un p ri nci p i º i dea l : el que , según las fá
cu ltades de cada uno,debe º despertársele o i nduc i rle a que se
l e despierte . Cºn eso está h echº tºdo lo posible para que , a
m edida de susfacultades,resulten hombres útiles y buenºs ; y ,
entre tantos,algunos hombres de pro .
Escuelas talleres,escuelas ofi cinas
,escuelas de artes y ofi
c i ºs , escuelas de adm i ni strac i ón donde se admi nistre , escuelas
de comercio donde se comerci e , escuelas de agricultura dºnde
410
se si emb iºe y se coseche y no se pedantee , etc . Muchas escue
las de trabajo ; m en os , de a,b, c y de c iencias conñadas a l l a
m emoria,l º cual vi ene a ser como_si conñásemos la construc
ci ón de un reloj a un cºmpañero que no ha de saber n i poder
hacerlo . Y corto el h i lº , que ya ¡me reconozcº pesado , I I I SOPOI TH
table .
Nada de lo dicho tiene que ver con las ba las.
p erd idas (al
parecer) ; y , s i n embargo , una bata p erdi da ha traído a m i ca
letre la anter i or algarabía
Dicha ba la perdi da era un hombre ; nº se sabe de dónde ve
n ía . Llegó a m i rodando , entre fría y caliente : fría por el ham
bre , caliente por el alcohol . N o se tambaleaba,pero echáb ase
encima .
Francés o cosa parecida debiera de ser ; chapurraba como
ellos,v estía como cuando ll egan a la divi sor i a entre sastre y
desastre, una prenda pasable y otra pasada . B uen mozo , blan
cº y rubio ; bigote mil i tar y el resto afeitadº con tres días de
retraso ; altura regular , musculatura recia .
Hallábam e dando lecc i ón de ñºre te a un d i scípulo en el B a
lón,cuandº s i n ped i r perm i sº ni saludar , se me entró el hºm
bre por las puertas d i ciendo :— M uá ser m aestro; mud ti rar sable, ba tán e ¡torete .
— Sea enhorabuena— l e respondi,apartandº a un l adº la
cara para hurtar el tuñllo de su aliento .—¿Yen qué*puedo ser
virl e?— M uá ser maestro; mud querer dar lecc i ón .
— Muy b i en ; s i éntese usted , descanse y luegº podrá dar leo
c 10n a un d i scípulo m ío que no tardará en llegar
Sen tóse , con la cabeza baj a y las p i ernas entreabiertas .
Comprendí b i en l º que pensaba : lo que queria no era dar lec
c i ones,s i no tener quien se las pagase . Proseguí mi tarea , y de
all í a poco llegó el jºv en a qu i en esperaba .
M onsi eur— le dij e a mi vez , chapurréando .—¿ Q ué nom
bre tiene usted?— Monsieur Alfredo .
4 12
b i en y_contestaba como un rayo , Si endº en esto verdaderam en
t e fuerte .
N º quedé i nsati sfecho ; él no deb i o de hallar lo que buscaba .
Al cºnclu i r el asalto , su rostro había perd i do el V i sº de provoc ac i ón , y todas sus l íneas eran las naturales en un hºmbre fuer
t e, pero agotado por lºs excesos . Después de descansar un ratº ,
¿me preguntó—¿ Juega usted el ba tón?
— N o,señor
Entonces , echando mano a un bastón que allí—
había , comen
z ó a hacer con él i nfinitos molinetes, a saltar y dar vueltas por
e l a i re y otrºs ej ercicios en que parecía un torbellinº y que demostraban extraordinaria agili dad .
Le celebró la gracia , y animadº cºn es tº vº lvi ó a pregun
tarme—¿ Juega usted al sabot?
N º , señor . ¿ Q ué cosa es esa?
Pelear con el cuerpo .
Fuése al cr i ado , y lo puso en med i o de la sala ; él se retiró
a l extremo,y de una carrera se echó sobre él cual si fuera a
'
a com eterle cº n los puños ; al punto que el cr i ado levantó lo s
brazºs para defenderse,Mons i eurAlfredº
,con el pie derecho ,
d i ó al criado un golpe en la corva y lo t i ró rodando .
Qu i sº hacer º tfa gracia , pero el sirviente nó se prestó al
e nsayo . Entonces se reduj o a fi gurar la lucha con un contrario
supuesto , lucha en que no em pleaba los brazos princi palm ente ,s ino las cuatrº extremidades ; ora figurando dar una cºz a la
al tura del rºstrº del enem i gº, ora una cabezada en l a boca del
e stómago ; ora corriendo hacia él comº para acom eterle d e fren
te,dando un sal to
'
m ºrtal , ponersele a l a espalda , y al caer , an
t es de la repos i ción de la sºrpresa,clavar las dºs manos en , el
s uelo y disparar dºs coces que pudiera envidiar un mulo d e ar
t i l lería .
— Muy bien— le d i je ;— para hacer e so , se necesita ser un
t itiritero .
— 413
— E'u Franci a mucho esto; yo m aestrº .
Efectivam ente , pasadºs los años l legué » a ver el ba i l e del
cancán ,y cºm prendí que pud i era haberse aplicad o a un simu
lacro de. lucha fundada en movimientºs traviesos y gatadas
grótescas
Aquel día nada me i ndicó respecto a lo que quedamos en
el prim erº . A m i nº me cºnvenía reanudar la cºnversación
A solas,m e lo había hablado todº y hechº m i cºmposic i on
de; lugar .
G ajes d el oñ c i o ; había que cºntar cºn ellos y eran de espe
rar . Supon ía sal i ese al pasº , com o a m i »m aestro Camas , algu
nº que otrº matasiete y espan taochº fanfarrón , perº no se m e
daba cuidadº de aquel género conoci do . Mons i eur Alfredo —ni e
parec i ó har ina de otro costal . Tenía todas las trazas de una
ba la perd i da , de uno de esos hombres desalmados , y que , no
teniendº p i zca de verg i í enz a n i nada que perder , lo mismo se !
les da por lo que va que pºn lo que V i ene .
N o cºnºcía su h istori a , n i pude averiguarla . Apostaría,s i n
embargo,que había pasado por las aulas -del pres i dio . Su ori
gen debió de ser la clase m ed i a ; cuando m enos , era desertor
de Argel i a .
Lo de mud ser m aestro , mud querer dar lecci ón, quería
decir : <<usted me deja el puesto » .
Ya por no conºcer esº s m atices del l enguaje que permiten
expresar y no …declai ar las cosas,ya porque nº se atrevi era a
pasar el pu ente sin ten tar el vado , el cas o es que ºptó por losegundo . Ju zgándose muy fuerte en el manejo del sable , pensó
sacar ventaja ; la cosa no le sal i ó a gusto y se c ontuvo . V olvi ó
var i as veces ; una se l e i ba y otra se l e venía“
. Yo lo ºbser
vaha con atención, y al verlo en puntº de rºmper el silenci º ,le dec ía :
— Maestro Alfredo , vamºs a tirar al ilºrete .
B ien sabía yº que no había de aceptar ; su mºdº de .jugar
al sableme declaró que no conocía la espada ni por el fºrro .
Pero la necesid ad … pºr un l adº y sus h ábitºs de. perdido
— 4 i 4'
por otrº , no le permit ían desistir de sus prºpósi tºs , y'
cont i
nuaba encapotado comº gatº que acecha la ocasión de saltar .
No me hacía mald i ta de D io s la gracia tenerme que —romper
la cabeza con aquel perdido . Nada i ba ganandº,y por o tra
parte,siempre he senti dº la pasión del miedo cºn gran antic i
pac i ón'
y mucha fuerza ; defectº que , después de todº , me haservi do de mucho , haciéndºme previsor y templando algún
tanto ciertos ímpetus viºlentos .
En el mismºB al ón tenía establecid º m i compañero B i ers
un t i rº de p i s tola . Yº nunca había d i sparadº un arma ; pero ,c ºmo l a situac i ón del Alfredo conti nuaba sºspechosa , quise
saber qué arte sería el m ío en el tiro al blancº . Puse manos a
l a o bra , y v i que no era cosa del otro jueves : de doce tirºs sa
qué tres veces el muñeco , ºcho puse la bala en el círculo , -y
una fuera , perº tooando a su circunferen cia ; repet í el ensayº
a la distanc i a mayor que perm itía el espac i o , y el resultado fue
i gual sobre poco más o menos .
Si no anduve desacertad o en el blan co,más acertado estu
v e en la pro vi dencia . Aquel m i smo día llegó M . Alfredo algo
bebidº y ex p rofeso si no me engaña la malic i a ; venía hoscº , y
le salí al encuen trº , preguntándol e—¿ Q ué le pasa a usted
,Sr . Alfred o?
— Que hºy pegarme un tiro con uno o pegarm elo a mud .
Estar desesperado . Neces i tar dinero . N º poder -v i vi r .
— Tranqu i l ícese , Alfredo . Para pegarse un t i rº no es me
n ester hallarse con m al hum ºr ; y para comer en la cárcel nº
e s n ecesario dárselo a ºtro ,'con menºs trabajº se come el
rancho . Usted tiene muchas habilidades : t i ra al sable , juega
el bastón y el sabot, cºmo usted llama . ¿ T i ra usted a la pi stº la?— Tiro .
Ea , pues , penas a l a espalda, que detrás de un tiempo
malo viene otrº … peor . Venga usted al tiro de pistºla .
— N o tengo dinerº .
— N o importa . Esta casa y a l e d i j e que era suya . L ºs tirºs
yo los pagaré , y luegº le convido a cºmer .
grado chapurrar menos mal ; sm embargo , nº dejº de costarm e
trabaj o entend er su relación .
R educíase a lo s i gu i ent e : a que haci'a un m es que estaba
“
v iviendo en la Posada de laAcadem i a,sm pagar
,porque no
tenía d i nero ; pero , en camb i o , para cumplir d e algún modo
con su deuda , l e había estado haciendo el amor a la posadera .
E l posadero le exig i ó la deuda,y él contestó que era una des
verg íí enza ped irl e dinero cuandº todas las noches dºrmía con
m adama . L as c ontestaci on es d e la disputa fueron a gritos,
vo ces y amen azas ; llegó la pºlicía y lo arrestaron , sol tándolo
de spués ; pero el posadero , puesta una querella , había cºnse
gu i do la orden de prisión
L a cºsa no dejaba de ser grave : o inju ria y calumnia pro
bada con testi gos,o demanda de adulteri o .
L o que me h acía más grac i a era la persuas i on en que estabael buen Alfredº de que con hacer el amor a la posadera había
hecho mérito s de sobra para no pagar lanzas n i annatas .
— Pues,Alfredo
,no hay que apurarse ; por esta vez nº le
echan el guante . V éngase conmigo .
L o ll evé al muelle , y a un lanchero cono cido le pregunté—¿Para qué puerto sale hoy el primer barco?
— Señor i to,para G i braltar y la carrera .
— A este am i go ahora mismo me lº pones a bordo . Es ex tran
jero y va de prisa . Tú te las compones para que nº ande con
re pulgos . Toma un duro para ti , que no da para más la sacri s
t ía . Ad i ós , M . Alfredo, ¡a Ver Sl m e s i enta la cabeza!
Le di la mano, y en ella cinco durºs . D i óm e un abrazº y
m e b esó en la frente . Algo se l e humedecieron lo s ojos ; me ale
gró que no pasara de ahí , no fuese cosa de que volviera a i nd ignarse consigo mismo .
¡Qué perversión de educación y de cºstumbres ésta , que
m ira y cºns i dera cºmo falta y deshºnor aquello pºco que queda
de buenos sent imientos aun en los corazones corrompidos !
Cosa de d os m eses después , leí en los periódicos de Cádiz elsiguiente suel tº
4 17
a M á laga . E scá nda lo i naudi to .
— A noche ,'
en la“
funcmri del
T eatro,ocurrió la escena más deplorab le
'
y escandalosa que
imagi narse pueda .
» Sal i ó M . Alfredo a ej ecutar sus ej erc i c i os,consistiendo
uno de el los en colocar sobre dºs banquillos un gran tablón
c argadº de cantos y numerosas pesas ; y , colocándºse debajo ,l evantar aquella b alumb a con las espaldas , paseándose pºr º
el
proscenio cargado cºn tan grande número de arrobas .
.» E u esto
,a un espectadºr
,d i rig i éndºse al acróbata , se le
ocurrió decir : a¡Arrel o Y éste , t i rando enfurecido —la carga, se
arrojó del escenario y emprend i óla a puñetazos con el públ i co .
» Hubo,como es consigu i ente
,carreras
,grito
'
s,desmayºs
,
caídas y atrºpellºs ; a duras penas pud i eron lºs municipales su
jetar al atleta furioso , no s i n que resu ltaran var i os con tusºsyheri dos .
» Esperamos que las autor i dades corregirán severamente al
insensato autºr de t al escándalo . »
XXXV III
L a A m a z o n a B e l g a
Serían las tres d e la tarde d e un jueves , cuandº hallábam e
preparando una l ección anatómica en el Anfiteatro grande
E l porterº Andrés se acercó a dec i rme que una extranj eramuy fea estaba en la portería preguntando pºr m i .
—¿ Q ué se le ofrece?
— No lº sé , no la entiendo , habla en lengua extraña ; sólo
he cºmprend i do que l e busca a usted .
— E u mala o casión me encuentro para recibir visi tas , pero
¡qué se le ha de hacer ! Q ue entre en mi cuarto y espere mien
tras me lavo las manºs .
P º r aquel tiempo,moraba interno en el Cºlegio ; concluía
muy a deshoras,de preparar las l ecciºnes , y a las m ete de la
mañana debía estar en planta para asistir a la primera vi sita
de la clínica en el Hosp i tal Mil itar . G anaba t i empº durm i endó
en el Colegio,me ahorrabt. el salir a deshora y podía dispºner
de algún descanso m ás por la mañana : Colegi º de Medicina yHosp i tal M i l i tar ha l lábanse con t i guºs .
Lavadas las manºs , perº manchada la b lusa y de mal pá
recer,l legué a m i cuarto . En él hal láb ase d e p i e una muj er ,
fantasma por lo , al ta , por lo correosa y estrafa lari a . Su traj e
n o cºnven ía con la usanza gad i tana,pero podía pasar
,dado lo
exótico d e quien lo vestía . P ero,n i con esa n i con tºda clase
de indulgenc i as, lº que no podía cºns i derarse admisible era su
sºmb rero,chocante hasta lo sumo por lo raro y desport i l lado .
Nos saludamos a cºmpás,y el pr i mer embarazo que surgió
fue al invi tarla a que tom ara asi en tº . En efecto , en m i hab i
tación estud i antil no hab ía dónde : una silla , que había perdido
el espaldar,hacía de lavamanos ; y otra , coja de un pie , b i en
apoyada al muro,juntº a la cabecera de la cama (de bancos y
tablas) , ofi ciaba de mesa d e nº che . Fuera d e lo menc i onadº,.
un cántarº de agua , s i t o en un r i ncón , y un estante de p i no
coetáneo d e la fundac i ón del Colegi o , const i tuían tod o el m o
b i liário . ¡Ah !, se m e olvi daba : una maleta puesta en el suel o
y que contenía alguna rºpa .
Dir i gí un a m i rada alrededo r , y sal í del … apuro. Despoj e dela j ofa i na a la s i l la lavam anos , poniendo en el suelo aquélla y
el jabón,y o frecí ésta galante a la madama . H i ce otrº tantº
cºn la palm at oria y los d emás trebejos colocadºs en la s i lla.
coja,y me senté en ella
,cuidando de guardar el equ i l ibrio …
—¿ E n qué puedº servir a usted , madama?
— Soy la Amazona B elga— m e contestó en francés .— Muy señora mía—¿No ha ºíd o usted hab lar de m i ?
Dudé s i dec i rlaº
qu e si, por cortes ía ; pero , al ñu , me decidi
por decir la verdad .
— N o,c i ertam ente . Ocupado en m i s estudiºs y trabaj ºs , no»
estºy enteradº d e muchas cosas que pasan en el mundo .
¿ Am i go Haro , haga usted cuan to pueda pºr complacer a esta
señora .» Y escr ibí en la otra : aB . L . M. al Sr . Marqués de Ure
ña , supl i cándole haga por esta com profesºra cuanto le sea pºsible .
» Entregué las tarj etas a la madama,l e di las señas del
dom i c i lo de ambos señores , y _aseguré que me reemplazarían
con ventaj a para la consecuci ón de sus deseos .
Con estº se fué bendita de D i os ; me cºnsideré l i bre de tan
ant i pát i cº marim acho , y volví a mis tareas con los muertºs .
XXXIX
E l M a r q u é s d e U r e ñ a .
D . Jºsé de Haro , efectivamente , era un cari ñoso amigo
mío , y ex cel en t ís ima persºna . De noble est i rpe,comº lº ind i
ca su apell i do , quedó huérfanº de padre en corta edad ; ést e
d ejó a su esposa la ex igua vi udedad de ofi cial del Cuerpo A d
m i n i stra t i vo de la Armada , que , como ya sabemos , no se pá
g'
aban en aquellos calam i toso s t i empos . M i am i go D . José de
Harº tuvo que ded i carse al ofi c i o de latonerº .
Aprºvechandº la estada de los franceses en la Isla , apren
d i ó a t i rar a las armas cºn l os maestrºs de los reg im i entos .
Ag i l y dispuesto para todo , salió tan buen hojalatero como t irador de armas . Em igró a la Habana ; cºn li no y ºtro ofi c i o y
su ejemplar conducta , V IVIÓ decorosamente , educó a sus h ijo s
cual correspºndía a sus ascend i entes,y ahorró cuarenta m i l
pesos,capital con que regresó a España y estab lec i óse en
“
Cád i z .
A unque de mucha más edad que yo , congen1 abamos . .Tira =
ha perfectamente . Carecía d e instrucción,pero en cambio era
de una educación irreprochable y conocía el mundo , comº per
sona de talento natural y que desde la nada se abrió pasº .
Al marqués de Ureña le conocía desde que como afi cionado
cºmencé a t i rar las armas . E l buen marqués era un señor opulento
,pero tan singular que dudo s i pºdré describirlo .
Llevandº uno de los títulos de Castilla más ant i guos , ya se
supone que estaría trºqueladº como tal . En efecto , su estruc
tura era de m agnate . Pero su forma exter i or , entretej i da d e
guapo de romance,torero y p i cador de caballos .
V estía de caballero majo,habitualmente ; de m aestran te ,
en las procesio nes ; de miliciano , en las fiestas cívicas y para
das . Porque el marqués , sin dejar la ostentac i ón de su prosa
pia , qu i zá para hacerla notar más , se las daba de patr i o ta .
Pero , l o que constituía su personal esenc i a , su van i dad,sus
i deales , eran tres j ac tanc i as : no las tenía n i de rico ni de no
ble ; ten íalas por tirador de armas , por caballista y pºr mata
dor d e toros .
Sºb re estas tres ruedas giraba su existencia , procurando
sati sfacer sus neces i dades de e8pír i tu po r i ngen i osos modos . Y
b i en necesi taba de m agnº i ngenio ; porque , flaco , rígi dº y t i e
so por estructura,no pºdía guardar el equ i l i br i o ni en un b u
_rrº , ni tirar a las armas , n i dar una carrera por el estrado,L o de caball i sta y domadºr de potros lo gozaba hablando
siempre de pretér i tas hazañas ; d i sputando sobre el l ibrº d e Don
Juan Segundo,afirmando que tºdº lo más esenc i al que conte
n ía se l o había enseñado él al D ºn Juan ,y que éste d e su b ºca
y de su ej emplº había lo aprendido ; parándose en la call e a di
s ertar sobre el pr imer jam elgº transeúnte , y dandº cºnsejºs
a lo s herradores sobre el arte de la alb e i tería y la c i encia d e
l a veterinaria .
Para al imento de su vanidad esgrimidora,había dedicado
un salón de la planta baja de su casa a sala de armas . A ll í
hacía cºncurrir a lº s maestrºs y afi cionados para dar asaltºs ;nos obsequ i aba con agua , panales º azucari l lºs y ron . Hac i a
lº s honores en cºncepto del m ás antiguo y más caracterizado
de lºs maestros,refiriendo en lº s i ntermediºs marav ill osos
asaltos en que había s i dº hérºe y vencedor . Cuando se le i nvi
t aba a t i rar , elud i a el cºmprºmiso … dic i endo que el florete y el
sable eran armas baladíes ; que no las cons i deraba d i gnas d e
verdadero s maestrº s , s i no corrupción de la mºda y de l ºs tiem
422'
pº s ; que la única arma verdadera y noble'
era la espada espa
ñ ola ; perº que no habiend º quedado en España qu i en la conoc iera , más que él , se veía privadº de su ej erc i c i o favºrito .
En lo de tºrero,así se lds com pºnía . A m ás de su ordi nari º
vesti r , desde las galerías bajas a las altas , desde el estrado a l
c omedor , las paredes est aban cuajadas de respe tab i lís im os re
t ratos de los a scendientes : generales d e mar y t i erra ; ob i spos ,a rzob i spos y cardenales ; altºs mag i s trados , virreyes ; volum i
u osas señorºnas, alguna monja y algunº que º tro reverendo .
Pero,entre cuadro y cuad ro respetab i li s im os
, una cabeza de
toro (que el marqués h ab ía m atado , por supuesto ) , un a moña ,
d os bander i ll as ensangrentadas y ºtros var i os trofeos de ese
j aez,eran ejecutorias de sangre torera .
Además tenía el marqués,en ve tusto arcón d e nogal , varios
lujosos ternos de matador,con sus correspondientes capote
i
s,
e spadas y muletas . De cuandº en cuando sº l ia vestirse con
e ll os y pasearlos por la casa .
P úsole un a vez su afi c i ón en grave compromiso , del cual no
pudo sal ir a despecho d e su ingenio como salía de sus otras
j actancias .
Fue el caso que para un i formar un batallón de milic i anos
se acordó dar una corr i da . Cosa de m i l i c i anos y de to ros , claro
e stá que el marqués había de fi gurar en pr imera línea .
D ejóse cº rrer con su j actancia , y probablemen te pºr el p i
c aro apetito de luc i r sus a lam ares y su cuerpº gent i l vesti do
d e torero . Ello es que se cºmprom et i ó a matar un torº, viend º
sunombre al l ado de otrºs matadores d e cartel .
Llegó el día y procuró escaparse por la tangente , susci tan
do una cu es ti ón grave de tau romáqu i ca et i qu eta : d ij º que le
c orrespondía presid i r la cuadr i ll a y a los demás matadºres , pºr
s er m ás an t i guo . Pero lº s cºm pañeros se d i eron de ojº y le
o torgaron el pr imer lugar ; por este lado no tu t º escapatºr i a ,y sal i ó a la plaza presidiendº a la cuadrilla , hecho un b raz º
d e m ar .
Llegó e l mºmentº crít i cº para él,y di ri g i ose a la Presiden
424
L a C a m o r r a .
N o me parece , pues , que dir i gí mal a la Amazona B elga . E n
efecto , verse cºnsiderado maestro de armas por tan extrañº
personaje le pareció la imposición del sello lacrado en su d i
plom a .
Como no volvi era a verme , olvi dó su negocio ; pºr lo cua l
sentí mayo r sorpresa al fi jar la atenc i ón en una esquina , dond e
lucía un cartel desmesurad º . ¡P erº qué cartel ! Jamás tan viva
m ente me sonrojó la vergñ enza .
Oºh alevosa ortografía y letra infame,con tintas almaza
rrón y humo de pez,declarábase allí que el domingo
,a las
'
doce del d i a , i la famosa e . i nvenci ble Amazona B elga asaltaría
con (aqu i entraba yo, cºn m i nombre y apel l i dº) y con cualqui er
ºtro tirador que quis i ese med i r sus fuerzas cºn ella . Citaba al
a salto para el lo cal de L a Cam orra ,y fij aba el precio de med i º
duro pºr la entrada .
Lo qu e hoy me causa risa , prºdujom e entonces tal bochor
no , tal humillac i ón , que hub i era deseado me tragara la tierra .
V erme anunciado en un cartel por las esquinas , cual un sal
t im bari qu i de la legua , era para desesperar .
Me parec i ó un abuso pun i ble el hacerlo s i n mi co noc imien
to , y mucho más s i n mi consentimiento . Tácitamente y pºr
e vitar que la machota me sacase en papeles , había consentidºen asaltar con ella
,pero en sala particular de am i gos y no des
caradam en t e en público . Enhºrabuena que , si v i vía de aque110 , l ºs concurren tes y afi cionados la hub i eran favorec i do con
el prºductº de un escote ; pero dar a la co sa todo el carácter
de una func i ón a med i o duro la entrada , donde de aquella
dama había yo d e aparecer como galán,lo juzgaba la cosa
más degradante y ridícula que se podía imag i nar .
El hombre nº puede senti r ni pensar del m i smo modo en
t ºdos lºs tiempos y ocasiones . L o que ahora'me parece una
simple per i pec i a cóm i ca de esas que suelen ºcurrir en la vida
s in poderlas evi tar , en tonc es lo juzgaba como un caso de des
doro , de'
rebajam i en t º soc i al , de pérd i da de dignidad ; pues por
aquella época me sentia exageradamente susceptible, ya pºr
los efectos que en mi espíri tu habían producido los romances
cab a l lerescos, ya por la g i mnas i a de este sentim i ento en oculta
lucha con la pºbreza .
Pero , más que el hecho en s i,me ea perab a un accesor i º
del caso,a saber : que en lº s carteles fement i dos (lo s había por
la s esquinas de todos l ºs sit i os frecuentados) aparecía p i ntada
con a lm azarrón y humo de pez la Amazona en su traj e de h á
talla , y ¡horror!… yo también ,con humo de pez y a lm azarrón .
El fenómeno de herir más la sensibilidad y el sentimiento
un detalle que el fondo de la cosa es muy común ; ent i endo qu e
obedece a una l ey natural . El lenguaje ord i nar i o ha i nventadº
una frase para expresar esto : cN º s i ento que me l lames ado
qu ín , si no el ret i ntín .»
E l arte aquél,espontánea e ingenuamente característico de
l as ñguras , era el ret i ntín endiablado del cartel . Monté en ira .
El primer i mpulso fue i r en busca de la Amazona B elga y
ponerla como un trapo . Después,determ i nó no concurrir al
asal to pero desistí del prº pós i to , cºns i derand o que daríalugar
a i nterpretac i ones y pos i blem ente a algún acto de insolenc i a
que me pusiera en s i tuac i ón aún más r i dícula . Q uedóm e el an i
mo enconado con esa especie de r escoldo que producen las
ofensas,y dec i dí cob rárm e lo con creces maltratando a la Ama
zona en el asalto . Cºmo pasó la noche , el rencor se fué evapº
rando de m i pecho,y decíame :
— a¡P ob re m Ujer! Su a specto derrotado i ndica la miseria .
¡A cuánto no lleva la necesidad !Ya has sal i do a la verg i íen z a
en los carteles . ¿ Qué puedes remed i ar? Tienes que res i gnarte yhacer el oso en el asal tº . ¡Pues , a res i gnarse ! Que el animalito
sea lo menos º so pos i ble,y nada m ás .
»
B ajó tal estado de ánimo dirigí los pasos al edifi c i o llama
do L a Camorra,llegando a las doce en *
punto .
L a Camorra es u n edifi cio esencialmente gaditano . Parece
d ifíc i l que la arqu i tectura pueda alcanzar la cond i c i ón de per
s ona humana,en el gradº que lo ofrece L a Camorra . Es frívom
la,coqueta , honesta y deshónesta en ocasiºnes
,alegre unas
veces , tr i ste º tras , cuándo rica , cuándo pobre , si empre culta ,pero con c i erto sabor y dejo de curs i lería .
L a Camorra ,ora s i rve de L i ceo
,ºra de soc i edad de bene
li cenc i a ; y suces i vamente o al ternando , como teatro de afi c i o
nado s,club polít i cq, coleg i o electoral , salón de conferencias ,
c as i no , expºsic i ón de p i nturas , ba i les ar i stocráticos º bailes de
c and i l,cámara de comerciantes
,círculo recrea t i vº , lugar para
fe s tines y para otrºs muchºs menesteres y cºsas que sería pro
l ij o enumerar .
A la sazón i ba a servi r para sala de armas,adaptada a l efec
t o , en virtud del celo y buena diligenc i a del marqués de Ure
ñ a a favor d e l a Amazona B elga .
Al i ngresar en el gran salón que da al jardín 0 patiº , hab ía
ya alguna cºncurrenci a . Ha l lábase d i spuestº un tabladillo pºco
elevado para los t i radores , y numerosos bancos en filas para los
e spectadores .
Allí estaba el marqués dando disposiciones , y me extrañó
e ncºntrar a l coronel So la .
L a extrañeza prº cedía de esta c i rcunstanc i a . G ozaba de
g ran fama como tirador ; referían se var i as anécdotas d e su des
t reza,pr i ncipalmente relaciºnadas con l ºs espada ch i nes y
m aestros d el ejército de A ngulem a ; cuando se hablaba de b ue
n os ño re t i st as,cas i s iempre se º ía esta exclamación
—¡Ah , para ñoret i s tas el coronel Sola !
Desde t i empº atrás tenía yo deseos de conocerle y adm i
r arl e en un asaltº . Alguna vez me atreví a solicitarle para
e llo,pero me cºntestó cºn verdadera i ngenu i dad
— Siento no poder complacer a usted . Cuando teniente y
c apitán de arti llería tiraba , en efecto , y pasaba por un buen
a fi ci onado . Pero la esgrima es agil i dad, y usted cºmpr enda
q ué agilidad tendrá a m i s añºs .
428
d i ligencia; sospeché s i habría intervenido en el asunto la m anº
del marqués . Ha l láb ase a m i lado,y le dije
¿ Cómo es estº d e Sola?
Pues di ré a usted . L a mádama me pi di º que la presentase
a los t i radºres m i s am i gos,para que concurriesen a la funci ón .
Usted sabe que Sola es íntimo m ío ; tirábamos juntos cuando
los franceses , y llevábamos en al to l a bandera de España . L a
madama* l e fue pºr m i presentada , y él acced i ó a cºncurr i r con
la familia . L a madama entonces le p i d i ó que l e hi c i era el ho
nor de rºmper con ella el primer asalto . Sola se res i st i ó di c i en
do,cºmº es verdad , que hacía m ás de v e i nte años que no t i ra
ba ; perº la Amazºna le prºpu so ensayar en el acto , para ver
si la excusa era efect i va . Me parec i ó b i en , y es treché a Sol a re
cordán dole cuando lº s dos t i rábamos . D i chº v hecho ; comº
conserva los trebejos y los tenía en el despachº , se pus i erb n'
a
t i rar ; y claro está , Sºla , como en los buenºs ti empos , sacó gran
ventaja a
'
la Am azona . Quedó compromet i do , y ya l º ve u sted .
En tanto que el marqués me daba la clave del en i gma , el
Coronel se hab ía qui tado la l evi ta , puesto el guante y l a care
ta,hecho el saludº y demás fórmulas de cºrtesía
V i én'dole caer en guard i a preseñ t í el desastre : aquel cuer
po y aquello s músculos no estaban ya para el caso , y menos
para amazºnas .
Al primer fondo estuvº si se cae o nº se cae., a duras penas
pudºvºlver a la guard i a . L a Amazona se destacó con un ata
que durº,compl etamente i nnecesar i o y grº sero ante la deb i l i
dad de l enem i gº ; las estocadas llovían sobre su pechº y v ien
tre . A m ostazadº él,se fué a fondo ; paró la Amazona y contes
tó sºbre la parada cu ando e l pobre Coronel,tratando d e
reponerse,perd ió el equ i l i brio c ºn el gº lpe y cayó al suelo .
A la caída,se l e romp i eron las gafas ; y grac i a s que el cr i s
t a l nº le h i rió un oj o . !.a Amazona d i ó en tºdº señal de su
cr i anza : n i hizo muestras para levan tarlofSub í al tablado y le
ayude, m i entras confuso me decía :— N ó estoy ya para estos trotes .
429
Se puso la levi ta y salió del salón con la familia , que , muysofocada , le i b a regañando .
L a Amazona m archóse por la puerta por donde hab ía eu
trado,para hacer un en treacto ; el cual am en1 zó una murga
d i spuesta po r el Marqu és . Dir i g i éndome a él , l e d ije—¿ Que
'me d i ce usted ahora?
—¡Hombre , hombre ! ¿ Qué le he de dec i r? Que esa m adam e
ti ra muchº .
— Pues, ¿ no me d ijo usted que en el ensayº había sacado
Sºla gran ve ntaja?— Hombre
,h ombre
,sí ; pero ¡ya ve usted !
— Lo que veo es que ha engañado a ustedes …y que es unat ía grº sera . H i zo un juego falsº en el ensayo
,para crear a us
todes la i lus i ón de que manti enen la agi l i dad como en 108 ti em
pos de A ngu lem a ; y lueg o , aquí , ante el públ i cº , adqu i r i r fama
de tem i ble t i radora,a c osta de un anc i ano i ncauto y respetable .
No le hubo de gustar el razonamiento al bueno del Mar
ques , según puso la cara ; nada cºntestó .
L a murga suspend i ó su s trom petaz º s a l presentarse de nue
vo la A mazona . Saludos y aplausos d e unaparte del v ulgo en
mater i a de esgr ima . D i sfrutó de ese ruidº un rato , en actitud
ven cedora , y me señaló con el florete .
Sub í,s i n senti r la verg ií enza de antes ; pero de m a l humor
pºr lº que había pasado y con intenc i ones n º muy buenas .
Despojada la l evi ta y armado,comenzamos el asalto m an
t en i éndom e a l a defensiva . Cºnocí prºntº su juego : era durº
como el de Correa B ºt i nos ; pero menos simple , menos eñcaz y
más ab i erto . Pros igu i ó el ataque d i ez m i nu tos ; com o violento
que era,no pudº cºn tinuar Y se puso
'en columna para tºmar
descanso . P úsem e tambi én del m i smo mo do , esperando e l sa
ludo que según costumbre precede a tºdo com i enzo de nuevo
ataque ; pero la Amazºna no entendía de fórmulas pol ít i cas , y
así que se cons i deró repuesta renovó la acometida . Esta vez ,
mientras ella hac i a garambainas con el florete,la detuve con
una estºcada en la careta . ¡Produjo un efecto deplorable!
¡
430
Como su muelle caía por d en tro d el cascº de latón , éste no
debía de estar muy fi jº en la cabeza . El casº fue que el golpe
d e la careta desqu i c i ó el cascº ,llevándose cºnsigº la redonda
peluca de tirabuzon es , y quedandº desnuda l a mollera , sólo
exornada con un m ºñete exiguo .
Nutrido aplauso celebró el h echº casual . L a Amazona no se
turbó : cogió suº
casco y se lº encajó más fi rme . P úsose en guar
d i a y no tomó la inic i ati va del ataque . Como pasase tiempo
en , di cha el pr i mero de m i parte . Y no hi ce
m al , porque con es to conocí su último recurso .
Sobre un a fuerte parada,corría el h i erro meti endo una es
tocada capaz d e volcar d e espaldas a un jayán ; su parada , so
bre el ataque falso,resultó un ñoretazo al aire . Descub i erta ,
l e seña ló en el pechº suavemente la estocada y vine a guardia.
No lo confesó ; i rri tóse y se descompuso,desatándose en una
l luvia d e acometi das sin orden ni conc i erto tan desatentadas
com o inofens i vas .
D e todas man eras , aquel m artill ear ob l i gaba a reducirlº a
“
justos térm i nos . V olví a señalarl a a la careta ; y la Amazona ,
para evi tar la repet i ción d e la pérd i da del cascº , huyó lacara
a trás . Pero e l florete , cºgiendo el collar de v i dr i o por debajo,al tiempº de echar la cara atrás
,lº sacó del cuello y fué por
el ai re
Nuevos y más nutridos aplausos resºnarón'
. L a Amazona
recogió su collar y m archóse puertas adentro .
La murga romp i ó en sus destemplados p i porrazos . Me puse
la levita y salí d e L a Camorra,huyendo de imper t inentes fe
l icitac i ones .
L a m e j o r l e c c i ó n .
L a r i dícula h i stºria que acabo d e refer i r , me d i º una fama …
de tirador injustifi cada e inmerecida . Hízºme pensar si el aura
— 432
mayor gusto en ofrecerle m i s respetos y le agradezcº mucho
la V i sita .
Pasamos a la sala y nos sentamos en un bancº en mi ha “
“
b i ta c i ón d el Cºleg i o no habría pod i do recib i rlº mej or,n i tam
poco en m i casa .
— Siento que nº se detenga usted más en Cádiz,para
a compañarle y servi rl e de alguna uti l i dad .
— Comprenderá u sted que nº puedo : tengo el b i llete paga
do hasta Marsella .
— Y cuando vuelva usted a Li sboa, ¿ no pasará por aquí?
— Es dudoso que vuelva . Mi carrera es mil i tar ; he estadº
s eparado del Ejérc i to algún t i empº,establ ecido en Lisbºa ;
probablemente,vºlveré al serv1 010 .
— De modo que,según colij o
,esusted
,cºmo yo ,
un m aes í
t ro de esgr ima por accidente y no por o fi cio habitual .
Así es ”— contestó .
Tal circunstan c i a y sus distinguidas maneras ganárºn le m i s
s impatías . Hub i era deseado entrar con él en más i n teri or i da
des,pero lo juzguédnd i scretº en una pr imera vi sita , c i rcuns
c ri b i éndom e a dec i r º
— Soy estud i ante de Med i c i na . Las V i c i s i tudes pol íticas mehan obl igado a buscar en el trabaj o un med i o de vivi r; era u n
afi cionado a la esgr i ma , y de afici ºnado l a necesid ad me traj o
a profesor .
Mºns i eur Peti t hablaba cºrrectamente el castellano ; s i n
d ej o nasal,no º b t an t e ser fran cés .
,
— Mucho se parecen l º s m oti vºs de nuestro magisterio .
Pero,maestro o nº
,mi afic i ón a la esgr ima es tanta como la
d el jugador más vicioso al billar o a las cartas . El día que no
a salto , me falta alguna cosa y estoy de mal humor .
— Pues,me alegrº i nfi nito saberlo ; haremos l os asalto s que
usted quiera ; y , s obre honor , tendré mucho gusto en compla
cerle .
Me levanté ; le ofrecí guante , careta y fl orete ; se desnudó
l a levita ; y sacando un bramante del bolsillo lo anudó a la em
puñadura del » ñorete e hizº un lazo , que con lºs dient es y la
mano i zqu i erda ató a la muñeca d e la diestra .
Cayó en guardia de una manera t an sólida cºmo airosa.
Cruzamos los floretes y le supliqué comenzara el ataque . Se
resisti ó ; perº , vista mi insistenc i a , lo hizo al ñu , deteniendo el
botón media pulgada antes d e tºcarme .
— Tocado— d ij e .
— N o , señor— contestó .
— Usted perdºne ; S i no tocó fue porque usted no'quiso ;
pero yº no tenía su hierro,lo sentía perdidº y la punta de
u sted estaba en mi descubiertº .
Hícele a mi vez un ataque muy suave , y lo paró . Repit i o
el suyº,y no logró tocar su acero ni encºntrarlo ; me ll egó la
estºcada, 81 bien con gran b landura l
— Tocó .
V ºl vimos a la guardia y ataquéj su parada,a t iempo y
certera , no pudº doemar m i arma porque la suya le sal ió d e la
manº , quedando pendiente d el bramante .
— Tocó— d i jo .
— Tocó , perº no me satisface ; usted paró a tiempº y bien,
sólo le faltó un poco d e fuerza .
— N o es extraño— me contestó — soy manco .
D esciñéndose el puño de la camisa,mostró el anteb razº :
º
el
radio anudado mostrab a úna fractura medianamente consolida
da ; los músculos anteriores habían sid o profunda y t otalm en
te d ivididos . L a mano carecía de fl exi ón,no podía dºblar los
dedos ; sólo el grueso y el pequeñº ejercían algunos de sus pro
pios movimientos—¡E s admirable cómo puede usted tirar
"
así !
— Recibí esta cu chillada en campaña , y estuvierºn para
amputarme el braz o ; gracias que sólº perdí el uso de la manº .
— Ahºra cºmprendº pºr qué se ata usted el d orete a la
— N o podría de ºtro modo ; lo tendría siempre en el suelº .
— Señor Petit— le d i j e :— tirando con usted me he visto enes
una situac ion completamente desconºcida . Usted, al caer en
guard i a , m e da el cºn tactod de su hierro ; perº , desde el mº
m ento en que cºm ienza a atacar , nunca logro encontrarlo , y
así quedo indefenso . Es impos i ble , pues , pararlo una esto
cada »—M i prop i a debil i dad m e ºbliga n. atacar mñy. ceñido y
hurtar el h i erro a las paradas .— E s decir , que cºntra usted ¿ no hay másd efensa que la
distanc ia?— Puede ser ; perº s i tirásemos muchas veces , usted adqu i
r i ria más sua vi dad en los mo vi m i entos , ganando en ligerezalº que perd iera en energía .
V ol vimº s al asal to , y fue i núti l cuantº hice : su bºtón to
caba s i empre y no pudehacer una parada .
— M ons i er Pet i t , lo confieso : ¡yo no sé tirar al ñorete!— N o
,c i ertam ente . T i ra usted b i en con cualquiera que
nº sea mancº . Y , sobre todo , es ust ed un t i rador b i én educa
do ; cosa más rara de lo que parece . Usted n o ha abusadº“
de
m i deb i lidad de brazo forzando sus estocadas ; lo que hacentºdºs lºs que t i ran conm i go , para desqu i tarse d e las mías .
D 8 8pll é8 de descansar , despi di óse de m i , hac i éndonºs mu
tuos y s incerºs ofrecim i ento s .
N º tuve el gusto de sab er luegº qué fue de Mºnsieur.
P eti t .
Quedando a solas vine a meditar :
¡Señºr , s i seré brutº ! ¿ Cómº no he caídº antes en que
las grandes fuerzas sólº se vencen con la anulac i ón de la res i a
tencia? A l mar , las arenas ; a Correa B o t i n os,su mujer ; a la
fuerza de l vapor , una válvula ; a m i van idad , ¡un mancº !»
Perd i da la que empezaba a tener , me afan é cuantº pude
por hacerme olvi dar cºmo espadachín , y el púb l i cº empezó a
romper—¡E s un buen chico !
Está b i en , procuró eso : la estimac i on de las gentes . Si M on
s i eur P e t i t'
no me d i ó la mej ºr lecci ón”, venga Diºs y lo vea .
— 436
te , como cuandº yo es tudiab a en San Pedro pasaba por un se
norito de casa acomºdada , y después que varió la suerte pro
curó ocultarlo de todos cuantos me fue posibl e,en su con cep
to,si yo le había sust i tu ídó en el m agisteri o , lo cºnsideraba
cºmo puro amor al arte . Así , mi ofrecimien to le pareció la cosa
m ás_na tural del mundo .—Venga usted conmi go a San Felipe , para despedirme delRector y presentar a usted .
Salimºs , en efecto , a practicar d icha d i l igenci a . A l Rector
no l e hubo de hacer ninguna grac i a el cambio , y obj etó :— Yo no tengo facultad para nombrar los Prºfesores
,n i
para adm itir la x sust i tu c i ón de unos pºr otros ; eso a la Junta
Directiva pertenece . Daré cuenta cuando se reúna , y ella de
terminará l o que tenga pº r conveniente . En el entretanto , es
pero que usted seguirá dando su clase,para nº perjudicar a
nuestros alumnos .— Esta
'. bien— le contesté .
Sal imos,y d i j e a Camas :
— De más está el deci r que desd e ahºra es usted el P rofe
sºr : mientras determ i na la Junta , segu 1ró dandº la clase ; pero
l os honorar i os sº n de usted .
D ióm e las grac i as , con más efus10n que antes .
E lers no se a vi no a tener de so c i o a Camas ; el uno d el otro ,no eran santos i espect i vam en te de su devºc ión . Cesó la escuela
de esgrima en el G imnasiº ; y de los cinco álúmnos , tres algo
adelantados se d 1 e1 0n por sat i sfechos , y los otros dºs convi n i e
rºn en segu ir dando lecciones con Camas .
Vºl ví a quedar con ocho duros al mes , para acudir a todas
las necesi dades . Suprimo relatos angustiosos , que sólo condu
c i rían a aflig i r el ánimº del piadoso lector .
Alguna gota de agua cayó en el campo sediento . El padre
de un estudi ante desaplicado v i no a proponerme que repasara
a su h i jº , para ver si podía ganar curso , y me ofreció cuatro
duros mensuales , ya eran d oce .
P eroaquel año fue de conflagracmn universal ; toda Euro
437
pa se l evantó en armas , y en Madrid pudo Narváez ahogar en
s angre la revolución”. LaHac i enda pública sufrió desquicia
mientos,y dejaron de pagarse las atenc i ones del Estado que no
fueran exclus i vamente m i li tares . Así trascurr1eron muchos
meses .Inventé dar lecciones prácti cas del arte de ºperar , aprove
c hando los cadáveres del anfi teatro ; tuve qu i_nce alumnos , queabonaron tres durºs cada unº , pero sólo duró un mes la cºsa .
Para más duras pruebas , m i hermano menor , entonces de
ºcho años,fue acomet i do del tifus ; cºntag ióse la hermana que
le seguía en edad , seguidamente la o tra , y en pos mi t ía Do
lores . Quedamos incólumes la hermana mayºr (enferma de l a
mente , cºmo atrás dije) , mi santa madre y yº .
Pero mi madre,de acud i r a todo y nº dºrm i r n i aun des
mudarse , d e luchar con tantº s conflictos ,-
s i nº rindió su esp i ri
tu,enérgico y paciente cual ninguno , r i ndió su cuerpo . Ata
c ada de reuma paral ítico , arras trábase de cama a cama , del la
vadero a la cºcina
V i víamos en la calle d e Flamencos B ºrrachos , en lun p i so
entre suelo ; el pr i ncipal lo ºcupaba un santo médico , D . Igna
c i o Mata , que después fue prºfesor en el Coleg i o d e M edicina .
Desd e el pr i mer mºmento acudió a la asistencia de mi her
mano ; vi ó desarrollarse tan grave enfermedad en la mayor
parte de la familia . N o se le pudº oculta r aquella situación ;traía las medicinas y_l as daba por su manº . Siempre que entraba en la
,casa º salía de
'
ella , vis itaba a mis enfermºs y hac i a de enfermerº ; nºs prestaba sus criados y lºs aux il ios de su
familia . Sin su provi denc1a , nº sé qué hubiera sido de nos
—o tros .
De todas suertes,después d e pasar tales confl ictos , la red e
x i ón no al canza a comprendercómº se ha podido salir de el los .
Una nºche llamó a la puerta de mi casa,y nº me abrierºn ;
volví a llamar más fuerte,y oí la voz de mi madre . Tardó mu
c ho en ll egar ; luegº oí que ,
arañaban la puerta por dentro ; a l
ñn, se abrió el pestillº
— 438
¡Pobre madre mártir y Prºvidencia del hogar ! N o
p odía tenerse en pie ; baldada en absoluto , no d i sponía de sus
m iembros ; sólo era dueña de su buena e indo—
mable voluntad »
Al li n , pude ºbl i garla a dejarse conducir a la cama . M i t ía
Dolores y m i herm ana,aunque postradas
,estaban ya. fuera de
peligro . Mi hermano seguía muy grave y si n conocimiento .
Después d e asi sti rlos comº pude,salí para el Colegio a prepa
rar las lecciones y dejó la puerta de la escalera sin cerrar , pº
niendo estaqu i lla en el pest i llo para poder entrar sin repe t i rse
la dolorosa escena que había presenci ado .
Lleno de agobio caminaba hacia el Coleg i o,caída la cabe
za, encorvadas las espaldas cual un v i ej o . ¿ Q ué pensaba? ¡N o
sé! Sólo recuerdo que no recuerdº nada,ni a nad i e v i en el cá
mino . A l entrar/ cn la calle del Tenien te,sentí una fuerte sá
cud i da interior , que me hizo vºlver a la conc i encia de m i m i s
mº , y exclamóc — ¡No puede ser! Esto no puede pasar a más , esto tiene
que cesar . ¿ Cómo? ¡N o l o sé! Como o tras veces . Algº será : ga
naré a la l otería . Pero , ¡si n º has jugado ! Pues nº hay más que
morir o sacar la lotería .»
Despejadº ya , proseguí el cam i no cºn una extraña tranqui
l idad d e espíri tu yuna fuerza interna t al y tan grande , que nº
parecía sino que hub i era absorbido las energías d e m i madre .
P asé en el anfi teatro hasta más de med i a noche , d i secand o ,pensando y orando mentalmente . Discurría cuán egºísta es el
“
dolor : aquel cadáver , en cuyas entrañas i b a laborando , nada
me decía y n º me preguntaba a m i mismo si habría padecido:
cºm o yo ; ya nopadecía .
Terminada la tarea,fuí a mi cuarto , me acosté y dºrm í
tranquilo cual el marinero que después de la tempestad descansa en la bonanza . D espertóm e la campana de visita del
Hospital .
M e acusó d e pereza : debí le vantarme cºn el sol ,“
para ir a
casa, ver a mi madre y m i s enfermºs , hacer por ellos lo que pu
d iera y vºlver a la hora de la visita hospitalaria . Tranquilizá
XLIII
E n p l e n a e s t u d i a n t i n a .
P asados veinte d ías,lºs enfermos estaban cº n va le c i en tes y
en apti tud de tomar el vapºr para la famosa capital d e tºdas
las Andalucías .
Mi padre arrendo y arregló una cómoda y blanca casita en
la calle d e los V iejºs . D espi di óse de m i cºn lágr i mas mi fami
l i a . L os dejé embarcados , partió el vapºr ; desde la borda m e
saludaban con l os pañuel os ; yo , desde l a lancha , con el m i o ;nos perdimº s de vi sta , y me hallé sºlo pisando la escalerade
piedra d el muel le gaditano .
Sentí una confusa mezcla de penas y alegrías al entrar de
nuevo por las puertas de la ciudad . L a plaza de San Juan de
Diosme pareció más animada ; nº eXperi m en té el pesº que pro
dúce en el ánimo el encierro d e una c i udad murada . Conmoví
dº por la separac i ón,ha lagáb am e
, pºr contrar i o modo , la
n ueva pos i cion de r i cº y de persºna exenta de cu i dadºs .
En efecto,en aquel puntº y b ora me cºnsideraba com º un
a caudaladº N o iban aún al cºrr i ente las pagas del Colegio ,perº anunc i ab ase una a cuenta . Además
,aunque el coleg i o de
San Felipe no había decid ido nada sºbre la permuta , y seguía"
dando las l ecc i ones meramente a benefi cio d e mi maestro , male
había de ser que no ganara alguna cosa con lº s eventua les'
re
pasos de Anatomía y otras asignaturas . En f m, parecíame que
n adaba en la abundanc i a .
Llegué a l Colegio ; desde el día an tes hab ían ll evado allí de
mi casa un arca con la ropa a rreg ladi ta por m i madre . N o es
taba del todo m a l . En la exteriºr,aunque el carácter d e estu
d i ante d isculpa deteriºros,éstos eran ya mayºres d e lo que el
buen parecer podía cºnsentir . B icoca el tal incºnveniente . De
rechi to me fuí a casa de Arcos,sastre amigo y de los más acre
d i tados , y con sans facon le dij e
— 441
— Necesito un traje d ecente,lo pagará a dita: tres duros
cada m es .
— Y a unque no m e pague nunca , le vest i rá cºn muchº
— Hágame— L o que yo quiera ; queda a m i ju i c i º el vestir a usted
s egún me cuadro .
— Está bien,lo que usted guste .
Hízome un frac azul con bo tones dorados , un chalecº d e
lan i lla de colo r pajizo (la gran mºda un pantalón
de lana dulce a fi nas listas blancas y. negras ; todo lo cual , en
verdad , me caía bien , pareciendo el primogénito de un e x trac
t or de vinos que vuelve deLondres y París .
Necesitaba una casa de huéspedes donde com er ; para habi
tar tenía mi cuartº en el Colegio . Casas de pupil os , en Cád i z
había un sinfín ; pºdía escoger , perº cºn su cuenta y medida .
L as mejºres,con honºres de fonda , estáb anm e vedadas pºr
motivos económicºs ; debía c i rcunscri b i rme a las de pupilaj e
para estudiantes . Quimera es lº de buscar la iguald ad rígida
y absºluta ; debe entenderse por igualdad la que siéndolo en el
género varía en las especies .
Fuí en derechura a una de la cual t enía buenas nºticias ;estaba a l a cabeza de las estudiantiles : all í paraban lºs escola
res aristócratas , o sea lºs que gozaban d e b uena y cºrri ente
mesada . Llegué a la hºra de almorzar .
Estaba a la mesa , entre lºs que iré dic i end o , Antoni o Fer
nández , el estudiante m ás sumpát i cº y alegre que yº había cc
nacido . P resi díai
un Canóni go , el pupilo m ás antiguo de la
casa ; se las d aba de respetable y al mismo t i empo / de hºmbre
de mundo , de esºs que no se asustan pºr nada y conocen la
aguja de a los demás .A su derecha estaba una actriz , muy en candelero a la sa
zón ; luego ºtros huéspedes que pudiéramos llamar de la clasede tropa ; y a lºs pies de la mesa , Luna , m edi ari
"
º'
cóm i cº randa
luz,más gracioso—en la cal le que en las tablas , . ab iertº , servi
442
e i al y tunante de hnen género , en”
la ' l ínea de los que en : A'
nda
lucía califi camos con el epíteto de p i randón .
P ero era el casº que si Luna merecía este cal i ficativº , aún
más gan ado se lº tenía el Canón i go ; sólo que el uno pi rándósede grac i a y el otrº p i rándose egoísta y desgraciado , de esa os
peci e guasona antipática de los sotanas mundanos, que no
apean , s i n embargo , l º sagradº del carácter .
Cºmº no hay mayor enem i go de la ballena que el cachalo
te , ni el Canón i go pºdía ver a Luna , ni Luna al Canóni go .
Yº había ido a ver a Antºnio Fernández para que me diese
i nfº rmes y precio de su casa ; pero apenas me sentó a su ladº
y un pºco detrás d e él,di vise
'el escenario y esperé alguna es
cena . L os comensales , como buenos e5pañ01es , hablaban todos
a un tiempo y en voz'
alta .
E l Canón i go,to rciendo amable y almibarada la cara a su
derecha,d i ri g íase a la actriz llamándola R i ti ta y ofrec i éndo le
con el tenedo r una aceituna . Después , al entablar conversación
con el la, desde el extremo ºpuesto de la mesa saltó la voz de
Luna,que decía :
— Señor Canónigo, ¿ no es verdad? …
— (E l resto de lá pre
gunta era i ni ntel igz'
ble .
El Canón igo movía la cabeza y los hombros comº entre si
no y qué sé yo , para sal i r del pas º .
Cortada la conversación canonical , vºlvía a reanudarl a po
n i endo la cara esdrúju la y la boca en acentº c i rcunflejº , c
i
º
m enzando de nuevo por :— R i ti ta …
Pero nº habría prºnunc i ado la mitad del i ntro i to d e'
su !
galante y estudiadº tema,cuandº otra vez salía a i n terrum
pi rle la conversac i ón Luna , cruzando su vº z la d i s tancia de
extremo a extremo de la mesa a través de las disputas de los
demás pupilos .
El canón i go hizo un gesto de mal humºr , baj o la cabeza yse puso a re
'
volver con_el t enedor la co,mida de su plato . N o
pasó muchº tiempo si n que le entrasen nuevos deseos de enta
444
Almuerzo : un huevo gallego , med i a tostada con m anteca .,
d e Asturias y una taza de café con leche . ¡Todo, de lo mejor!.
N o había más sino que lºs huevos que tra ían“
de G alicia eranpequeños y ven ían en fa luchº s vi ejís im os
,llenos de cucara
c has ; el huevo tiene tal afi nidad cºnf
el princ i piº aromático de
e sos animalito s , que para pasar un huevo era preci so .ser estu
d iante de Anatomía,tener el estómago a prueba de anfi tea
t ro . L a m anteca, ya era otra cosa : ranc i a
, por. de contadº ;a sí resultaba más alimenticia . El café disputaba con l a l eche
s obre cuál d e los dos ñng ía su papel cºn mayºr prºpi edad!
Com ida : sºpa de arrºz o de fi deos,de pan algunas veces
( cuandº resultaba un remanente de mendrugos) . Puchero de
fri j oles y garbanzos,con hortalizas del tiempo . Carne y tº ci
nº aparte ; y aunque d e tºcino y carne poco , lo sufi ciente parapringar m edia rosquilla . Ensalada después , y luego postres :
un higo secº,o dos nueces
,o una naranj a . Agua , a d i sere
c i ón ; y eso que entonces en Cádiz cºstaba un ojo d e la cara ,
¡un rea l º dos el barril !, cuando se agotaban lº s alj ib es .
Cena : una rodaja , de a cuarto , de cabal la o pescadi lla ; en
s alada ; media rosca .
¿ Parece pºcº? ¡Menºs son cincº reales ! Q ue pºr ellos se
comprºmeta a dar otro tanto aquel a quien le parezca mal .Sufrían hambre alguno s , es verdad ; pero ¡qué d i cha , al
x
tener
unos cuartos,ir a satisface rla en el Candi l o la Sacr i st i a con
a l egre cena !
XL V
L a s c i r c u n s t a n c i a s .
L as varias circunstanci as varían el carácter y la educac i on .
Q ue yo era siempre el mismo , nadie lo pºdrá poner en duda .
Y , si n embargº, ¿ era l o mismo ahora fel iz e independiente ,
q ue pocº antes agºbiadº de trabaj os y pesadumbres? Nº lo
era , sentíame muy ºtrº .
— 445
Ya nº ten i a que repri m i rm e . Ni de niñº ni de j ºven h ab i adisfrutadº alegrías . Estaba sedientº de reir , de brºmear, de
ej ercer acción sºbre l º que me rºdeaba , d e impºner m i s opi
n i ºnes y vºluntades , de arrollar tºdºs lºs ºbstáculºs .
Q uiere deci r , que ex i stía en m i naturaleza un germen de
despºtismº y vasallaj e que nº había pºdidº desenvºlverse bajºel pesº de la d esgracia . O lº que es lº mismº
,que SI la fºrtu
na nº me hace desgrac i adº,si nazco ricº y me educo en la
abundancia,hubiera sidº un Kººmb re durº , a l tanero,viºlentº e
i ncºn s i deradº .
*Cºm º desde el sucesº d el tamb ºr adquir i la cºstumbre de
meditar pºr la nºche acerca d e mis actºs del d i a y hacer es
crut i ni º de ellºs , a cada pasº nºtaba m i s defectºs y hacía pro
pós'
i tºs de enmienda . De mu chº me val i a tan lºable cºstum
bre , perº declarº que algunºs d e esºs defectºs nº ha pºdidº
corregirlos ni aun la n ieve d e la vej ez .
D i scutidor,las disputas me enc i enden . L º que ent i en
'
dmser
verdad , creolo cºn ñrm e'
z'
a'
y en tusm smº : su cºntradicción m e
i rr i ta ; s i el ºpºs i tºr nº ced e, ,s i entº enfadº . l egº a la i ntºle
rancia cºn l º que cºns i derº injustº ; y al fanatismº , y al im c
pulsº d e aniquilar a l ºs que sºstienen la injusticia .
“ º M i s discusiºnes cºn Ignino h i c i érºnse m ás duras . Dej e e ltratº d e Sánchez del Arcº pºrque se me hizº intolerable ; nº
pºdi a sºpºrtar sus i mpº s1cmnes,y nºs hubiéramºs pegadº .
Respectº a ºpiniºnes , he cºnseguidº corregi rme . Nº del
tºdº : at i endº y respetº las cºntrari as , perº defi endº las pro
pias cºn demasiadº calºr, a veces cºn enºj º .
R espect º_a l º que sientº cºmº 1n_]ustº ,nº he pºdidº ade
lantar una l i nea . Yesº'que alguna vez me han declaradº l ºs
hechº s y su cesºs que lº que yº *ent endi a pºr injustº nº lº era ;”yque Ju l ci º s apas i onadºs hab i anm e cºnducidº a lamentable
error .
— 446
Ú l t i m o s m a e s t r o s
Cºrría el sextº añº de carrera . Tres º trºs catedráticºs debo
D . Andrés Azop ardo .— Cincuenta añºs pºr entºnces ; altº ,
cenceño y flexible ; siempre de frac , chalecº y pantalón negrºs ;del a lba de un d i a al del s iguiente . Ca tedráticº de partºs , asi st ía en ellºs a tºdas las señºras gaditanas , desde las ricas a lasmedianamente a cºmºdadas ; as i , pºcas nºches dºrmía en s u
d ºmic i liº . Pasaba la mayºr parte d entrº de sa ' frao,ejerc i en
dº su ºfici º entre cabezadas y esfuerzºs y lamentºs . Cºmº t e
n ía g ran clientela , …para acudir a tºdas partes va l i ase de la
s ingular lºngitud de sus p i ernas ; en seis zan cadas dej aba a trás
la calle , y para hacerl º mejºr , usaba zapatº bajº s i n tacºnes .
Pºdía cºn s i derársele cºmº un “mºdelº d e fi nura gad i tana .
Cul tº , hasta un amaneram i ento que , pºr ser ºr1g 1na l , suyº , re
su l tab a agradable ; en º trº , hub i era parec i dº cari catuíºescº .
Hablaba cºn facundia amena , teni a una ilustración ampl i a ,aunque pºcº hºnda ; cºnºcía su espec i alid ad hasta l º que
a lcanzaba su épºca . G alanteador hab i tual i nºfens i vº , pºr ha
cerse agradable al bellº sexº ; s i bien cayó a veces eh un resb a laderº , sal i endº cºn la s manºs en la cabeza .
Explicaba b i en y agradablem ente su as i gnatura ; asis tía
cºn puntual i dad , a pesar de lºs partºs . G uardaba las distan
c ias cºn l ºs estudiantes ; se hac i a respetar y nº temer .
D . Antoni o Vi l laescusa — Sesenta añºs ; hºmbrón , a ltº y
fornido,blancº y rºjº . León , cuandº irritadº ; niñº gigant e ,
en su ser nºrmal .
Cºmprens i ón tarda,perº sólida ; instrucc i ºn limitada , perº
lº que sabía sab ía lº hºndº . Mºdesto , exactº , ºrdenadº , cas i
reglamentariº . Cazadºr , íntimº amigº de sus¡perrºs . P adre
448
v imi en tº …aquel di straj o a D . Antºniº , a quien s in esº l e sa
l ían ya d e pºr sí las palabras estreñ i das
—¡Estese usted quietº cºn ese p i e l— le
¡gri tó
Q uedóse el muchachº quieto cual un muertº . D . Antºniº
siguió su explicación , teniendº en la manº el largº cuchillº
para m ºs trárselº a l ºs alumnºs ; cuandº , nuevamente distraí
dº Ortiz vºlvió cºn su temb lequeº . En un prºntº,D . Antºniº ,
dandº un terrib le gruñido , clavó la punta del cuch i llº en el
e spaldar dºnd e apºyaba Ort i z el pie . Fºrtuna grande que, a l
rugidº , Ortiz echóse atrás y pudº evitar el gºlpe .
Cºnºc i ó D . Antºniº lº peligrºsº de sus raptos , y dulc iñcó
l a cºsa cºn esta frase—¡D i ab l i l lº de hºmbre , capaz de sacar a un Santº de su s
casillas!
V illaescusa era el representante del elementº revº luc i ºna
ri º en la cienc i a , dentrº de la Escuela G aditana . Había estadº ,después de médicº , en París ; asistió a las clínicas d e sus hºs
pitales , alcanzó las pºstrimerías de Dupuytren , hizº am i stades
cºn V elpeau , Rºux y ºtrºs prºfesºres famºsºs , y traía el espi
ritu impregnadº de las refºrmas de la épºca .
El mº tivº de su marcha a París 10 fue un drama , drama .
real .
Casadº,amaba a su mujer cºmº él sabía amar , cºn alma
y vida . Entre sus íntimºs amigºs cºntaba a un teni ente cºrº
nel,mayºr de plaza en la ciudad .
. Un d i a sºrprendió a una
criada, que a su vista trató de ºcultar una carta . N aturalm en
te,quisº ver para quién era . L a arrebató : el sobre , para su
muj er . Rasga , lee : una cita amºrºsa del falsº amigº a la es
pºsa i nfi el .
Subió , la arrastró a una lejana habitac i ºn ; anonadada , de
rºdillas , lº cºnfesó tºdº ; bien sabía qu e sólº esa actitud la l i
b t aria de la muerte .
—¡L a l lave , la llave !— gritó furiºsº .
L a muj er le dió la llave . Actº seguid º , le d i j º— Si das un pasº fuera de esta habitación antes de que yº
lo ordene , si llamas a alguna criada º hab las cºna lgu1en , ¡di s
ponte para mºrir !
Actº cºn tinuº , en ºtra habitac i ºn encerró'
a lºs criadºs y
les d ijº— Si dais una vºz , si pretende13 salir de aquí , pedi s auxiliº
º hacéis ruidº , ºs ma to a tºdºs .
Se fué a su despachº,m i randº cºnstantemente a l relºj .
U na hºra m ás tarde sal i ó a la calle,echandº la llave a la
puerta . E ncam i nóse a ci erta casa i nhab i tada , abrió la puerta ;la entornó ; la escalera abocaba al zaguán ; subi ó y esperó en
la sa la . Algº después, ºtrº hºmbre vest i dº de militar subia l a
escalera ; llegó al pºrtón altº , l º empujó y bed ió éste . De trás ,cºn vºz de Júpiter airado
,apareció V i llaescusa , quien cºn vºz
de truenº le increpó :—¡Infame am igº !
El mayºr echó manº a la espad a ; perº nº la había sacadº
media cuarta,cuandº un puntapié hereúleº l e derribó en el
suelº,y ºtrº le h i zº rºdar las escaleras .
V illaescusa bajó tras él,ll egó enc ima : el militar era cadáver .
Fuése …a su casa , y pusº en l i bertad a lºs criadºs . Llevó a
su mujer a un cºnventº . E l se marchó a P arís , pºr at enuar supena .
D . José A rboleya.— Hombre venerable para m i
,en tºdº y
pºr siempre d ignº de amºrºsº respetº . Dechado d e virtudes
y de 01en01a,mºdelº de hºnradez prºfesiºnal . P ºr la verdad ,
apasiºnadº ; pºr la dºctrina , fanáticº cºmº creyente cºn ven
º i dº y s i ncerº . ¡Qué instrucción t an vasta , qué elºcuenc i a la
suya ! M ás que catedrá ticº,parecía un pºseídº al explanar su
sistema .
Más que prºfesºr,era unDemóstenes al descri bi rn ºs la fiebre
amarilla en el castillº d e san Juan de U lúa , del que a la sazón
era médicº . P ºn i anºs lºs pelºs d e punta ; llorábamos a veces ,a veces rug íam ºs , cºmº aquellºs cas1 muertºs apestados queiban a dar el últimº suspiro disparandº el cañón y rechazandolºs asaltos.
¡Y qué e c i a tan sentida , tan vehemente y n atural a
un ti empº ! sºbri a de palabras,cuan nu tri da de altºs
pensam i entºs ! ¡Oh España y ºh s i glº desperdi ci adº res! ¿ E n
qué país hubiera exist i dº D . Jºse Arboleya,que su nºmbre nº
anduviese pºr las nubes?
N º escrib º ; en ºtra tierra hub i era escritº . S i n escr i bir,ta
qu i grafº s tºm arían sus lecciºnes,editºres di sputarían se la im
presión . ¿ Cómº ha de llegarse a hºnrar a la patr i a s1 se pºnes…ordina a sus mej ºres órganºs?P ºr la indus tria y el cºmerciº se relaciºnan lºs pueblºs , pºr
l as artes se estiman , pºr l as c i encias se respetan,pºr las ar
m as se temen . Ved Franc i a y Alemania cómº vociferan y su
b l iman a sus sabiºs ; ved Inglaterra y lºs Estadºs Unidºs cómºlºs pagan . Ved a tºdas esas naciºnes
,cuandº carecen de algu
nº de primer ºrden en cualquiera cienc i a 0 rama … cómº lº
i nven tan .
Desde Hipócrates hasta lºs días en que eápl i caba Arboleya ,tengº para m i que nº había ºbra maestra que él nº hubiese
leídº y e s tudiadº de primera manº ; asi hablaba de sus dº ctri
nas cºn tanta seguridad cºmº lucidez . Hab íase él hechº tam
bién la suya , algº semejante a la antigua de Mºntpellier ;perº prºpia
,s i nº me engañº . 0
,s in saberlº él mismº , había
hechº una paráfras i s º un tran spºrte del crist i anismº a la cien
ci a médica .
Nº quisiera equivºcarme , perº de l º muchº que escuºhé desus labiºs
,la V i da resultaba cual una de i dad creadºra , de la
que tºdº ºrganismº prºcedía . En su m i smº senº , cºmº lºs án
geles rebeldes en el senº de la glºr i a c i ertºs entes º gen i ec i
llºs malºs venían a perturbar en determinadº sentidº mºrbosº
las l eyes de la vida y a prºducir , pºr ende , trastºrnºs y enfer
m edades en el ºrganismº . Para él , una fractura nº era en en
ferm edad,sin º en cuantº levantase dºlºr , calº r , fi ebre : reac
ción de lºs fenómenºs puramente vitales , según él .
L as úlceras intestinales de lºs muertºs pºr la fi ebre t i fo i
P R I M E R A P A R T E
La educaci ón de un niño contada por un vi ejo.
PR ÓLOGO , pºr D . Lu i s Marcº ,
1 .— M i primer recuerdo : un a lfi ler .
2 .— U n cartuchº de du lces .
3.— M ujeres l lºrandº
4.— M e
5.— Primer espectácu lº
6.— Pri mera emºc ión esté t ica .
7 .— Eu la am i g a . .
8.— E l t i º M ejía
9.—Temor e imprev i s i on .
l o.— Cam a que anda .
1 1 .— a¡A casa , a casa !»
12 .— Tri n i dad M alvar.
13.— I nduºc i ºnes .
14.— U na eXpl i ca01ºn
15.— D os cari át i des
16.—L a fam i li a T ºrres
1 7.—G amá de a fectºs
18.-L a caverna del drag ón .
19.-E l placer de la venganza
20.— esana
,sana , cu li tº de rana » .
21 .— Cuentos de abuela
22 .— R ecºncomi ºs.
23.-Yel primer huevº , ¿ qu i én lº pusº?
24.— N o qu ierº
25.— L a vend i m i a .
26.—x ¡V aya un n iñº
27 .— L a dueña de m ís
0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
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28.— R l sº l y la imprev i s ión .
29.— P i ndº el B ravº .
30.— Juan i tóJuan .
31 .—Para m aestrºs , lºs b endi tos frai les. .
32 .— R eaparecen mi s padres .
33.— L a escuela de lºs
34.—Cád iz en 1832 …
35.—Eu el P uerta de Santa M ari a .
36. nº qu i erº i r a la escuela !»
37 .
—4U na escuela part i cu lar
38.— Si lab eo y palotes , insu l tºs y pescozones
39.— U na v i ct ima de Trafa lg ar .
40.—N elsºn m e da palmetazos .
41 .— U n encargu i tº a Puertº Real
42 .— D e tantº pu l i r, m e despu len
43.—Um Serafín a zº ta a ang el i tºs
44.—¡E l pºb re Carl i tos!
45.— U n párvu lo de d i ez y ºchº añºs
46.— a l'or b urrº » …
47 .—Cuatro m orta les añºs : 1832 -36
48.— Primer hºm i c i d i º presenc i adº
49.—V i da y muerte de u n nº tari º
50.—E 1 tesºrº de P i chardo .
51 .— <Tºdº cºnde º m arqués nace hºmb re »
52 .—Um cºnci li áb u lº fra i lunº
53.-L os amºs de E spaña
54.— D ºnde empi eza la fuerza cºncluye el pºder .
55.—N i g o lpes, n i i nsu ltºs
56.— U n g enera l de dºs lustrºs
57 . trºvadºr, yº pºb re y s i n fortuna »
58.— M i Peg aso —Roc i nan te .
59.—Hago m i s seg undas armas . Í
60.—¿Huída v i l º ret i rada hºnrºsa?
61 .-D e la g imnasi a psíqu i ca . I
Gº.—¡Si hay p i edras ó test i gºs!
63.—E l señó Fel i pe y la señá A ntºni a
64.— a¡Yº seré
65.— a¡Ay! sºrong o , sºrongº , sºrºngo»
66. se hace rab ºna!»
67 .— Crísál i da de un perfectº cºnservadºr
68.—E l G alán y la A urºra .
69.
—A qu i hab i a espec tadºres .
70.— N ov i llos y patri ºti smº
-l(
—x
—3é
f l .— E x pl i caci ones
18.— I nñuenc ias del ºfi c i º
I S.— U n heri dº en la lucha
20.—Nu evas relac i ºnes .
21 .— L ºs hab i tantes de la luna
22 .— D emócrata ya
23.— D . Jºsé G ardºqu i y D . Jºsé G ab a rrón
24.—E l anfi teatro .
25.—Muertos que hab lan
26.— L os muertos s iguen hab lando
27 .—E l maestrº mundº .
28.—D .F ranc i scº Sánchez del A rco
29.— D . B artº lºm é G al lardº
30.— A b i smos del cºrazón .
SI .— L ucha dentrº y luch a fuera
32 .— Cuandº m enºs se pi ensa
33.— A delante cºn l ºs farº les
34.— D e cómº enseñandº aprende e l que enseña
35.— L ºs duel i stas V e l cºronel Cºrrea B º t i nºs
36.—¿ Q ué era?
37 .— B a la perd i da
38.—L a Amazºna B elg a
39.—E l marqués de U reña
40.— L a Cam ºrra
41 .—L a m ejºr lecc¡ºn . .
42 .—L a b orrasca
43.—En plena estud i ant i na
44.—B uen acºmºdº
45.—L as c i rcunstanc i as
46.— Ú ltimos maestrºs .
ER R ATA .— P ág . 341 , cap . XV I I I , línea primera , di ce : su labora labra en
él; deb e deci r: su labºr labra en él .