Kenzaburo O
Dinos Cmo Sobrevivir A Nuestra Locura
Kenzaburo O
Dinos Cmo Sobrevivir A Nuestra Locura
Prlogo
El pasado es una mmica inabordable: de convenciones rituales, de
sufrimientos autoinfligidos, de actos desesperados que se sumergen
en los silencios extrahumanos de la locura, del harakiri (Kawabata,
Mishima, los kamikazes estrellndose contra los portaaviones
norteamericanos en nombre del emperador). El futuro, desde el
vemos, una promesa incumplida: en el hijo deficiente o condenado,
en el cncer que se extiende inexorable, en la imposibilidad
metafsica de producir un cambio y situarse en ese otro lugar que no
es ahora.Escritura entre abismos, la obra de Kenzaburo O (Ose,
Japn, 1935) da a ese presente al que se confina inmvil como el
pasado mtico de las fbulas un sentido muy distinto del mero
abandonarse a lo que depare el da. Al igual que en el tiempo
ahistrico del sueo posmoderno, sus personajes son prisioneros de
una experiencia a la que les estn negados, en primera instancia,
tanto la esperanza redentora del futuro como el consuelo del ciclo
de conjeturas genealgicas y explicaciones mticas del pasado. Pero a
diferencia de aqul, su literatura insiste en interrogar ese
presente inescapable en busca de las constantes del destino del
hombre. En sus personajes cautivos, siempre al borde de lo
autobiogrfico, la locura quiere descifrarse a s misma y reponer al
hombre en su relato discontinuo, en la pista de su sentido
extraviado. Desde la aparicin de sus primeros cuentos en la dcada
del sesenta, O ha ocupado un lugar principal en la literatura
japonesa posterior a la segunda guerra mundial. Formado en la
tradicin francesa, profesor en el Colegio de Mxico durante los aos
setenta, conocedor de la literatura hispanoamericanaque lee en su
lengua original, fluido interlocutor de escritores como Octavio Paz
o Gnter Grass, O alcanz notoriedad en Occidente, a partir de los
ochenta, con libros como La presa, Una cuestin personal y El grito
silencioso, que contribuyeron a abrir las fronteras literarias de
su pas. Yukio Mishima, de quien O puede considerarse el polo
opuesto, dej en una frase un testamento atendible: "La cspide de la
literatura japonesa actual hay que buscarla en Kenzaburo O". Henry
Miller, para quien el autor de Crimen y castigo, El idiota y os
hermanos Karamazov representa la mayor gloria literaria, no escatim
en el elogio: "Kenzaburo O es un legtimo heredero de Dostoievski".
En 1994 ese reconocimiento mundial hizo cuerpo en el premio Nobel
de literatura.Kenzaburo O, escritor dotado de un intenso sentido
musical, de una prosa precisa y aparentemente simple cuyas
resonancias se paladean en muchos niveles de lectura, y de una
penetracin humana clida y desesperada, ha sabido, en todo caso,
como Dostoievski, fundir la tragedia singular de los personajes con
la tragedia colectiva de sus tiempos histricos.Seguidor de Dante,
de Erasmo y Rabelais, de los grandes humanistas del Renacimiento,
apasionado lector del Quijote, O manifest siempre su adhesin al
personaje de Sancho Panza: la locura se desdobla en su propio
escudero, que la secundar como una sombra para suplicarle desde el
fondo de la propia alienacin, igual que el hombre gordo del relato
que presentamos aqu:"0h, te lo suplico, dime cmo sobreviviremos
todos a nuestra locura!". A pesar de haberse reconocido a s mismo
como un pesimista en el brevsimo plazo de una vida humana, o en el
de unas cuantas generaciones, Kenzaburo O ha defendido en su
literatura y en su vida la necesidad de refundar el humanismo, que
slo puede surgir, segn el escritor, de nuestros fantasmas ms
oscuros, del vrtigo capital de los horrores de este siglo: Nankn,
Auschwitz, Dresden, Hiroshima.Ariel Dilon
Dinos cmo sobrevivir a nuestra locuraDurante el invierno de
196..., un hombre anormalmente gordo estuvo a punto de caerse al
estanque de agua sucia donde se baaban los osos blancos. Aquello
fue para l una experiencia tan dura, que casi se volvi loco.
Gracias a este suceso, no obstante, logr librarse de una idea fija
que hasta entonces lo haba obsesionado; pero, una vez liberado, una
lastimosa sensacin de soledad hizo encoger todava ms el alma
pusilnime de aquel hombre gordo. Entonces, aunque no vena a cuento,
debido sobre todo a que por su carcter obraba siempre movido por
impulsos repentinos, decidi quitarse de los hombros otro peso que
lo oprima. Se jur a s mismo que iba a liberarse de una vez por
todas de l, sucediera despus lo que sucediera, y, lleno de una
energa y un valor que rebosaban por todos los poros de su cuerpo un
cuerpo de aspecto desagradable y que, adems, an llevaba adheridos
el hedor y las escamas de las sardinas podridas que haba en el agua
que hizo saltar como un surtidor la gran piedra que cay en su lugar
al estanque de los osos blancos, llam por telfono, aunque era
medianoche, a su madre, que estaba en su lejano pueblo natal, y le
dijo:Haz el favor de devolverme las notas y el manuscrito que me
robaste y tienes escondidos! Estoy hasta las narices! S todo lo que
has hecho! El hombre crea firmemente que su madre estaba, con el
anticuado auricular descolgado, al otro lado del hilo, a ms de mil
kilmetros de distancia. Incluso estaba convencido, de una manera
muy poco cientfica, de que por ser medianoche, una hora en que tena
pocos usuarios la lnea telefnica, poda or la respiracin de la
persona que guardaba silencio al otro extremo del hilo; y como se
trataba de la respiracin de su madre, sinti una especie de opresin
en el pecho. A decir verdad, lo que oa no era ms que su propia
respiracin a travs del auricular que tena apretado contra su oreja,
desproporcionadamente pequea en comparacin con su enorme cabeza.Si
no quieres devolvrmelos, all t! dijo chillando, fuera de s, pues
acababa de darse cuenta de su equivocacin. Voy a escribir de nuevo
la biografa de mi padre, pero esta vez ser mucho ms franca; revelar
que, despus de volverse loco y vivir durante aos y aos recluido
voluntariamente, de pronto, un buen da, solt un alarido y, acto
seguido, muri. Por mucho que lo intentes, no conseguirs
impedrmelo!El hombre se qued callado de nuevo, y cubriendo ahora el
auricular cuidadosamente con la palma de su gruesa mano, intent
captar la ms mnima reaccin por parte de su interlocutora. Y al or
colgar el telfono al otro extremo de la lnea, con una suavidad que
no por ello resultaba menos significativa, se puso plido, igual que
una chiquilla asustada, volvi a la cama tembloroso y, a pesar de
las nuseas que le provocaba el olor del agua sucia del estanque de
los osos blancos, desliz su corpachn entre las sbanas y rompi en
sollozos de indignacin. Si temblaba como una hoja agitada por el
viento, era tambin a causa de la tremenda y lamentable soledad
interior que senta desde que aquella maana, en el zoo, haba
experimentado lo que para l fue una liberacin. Eso era lo que le
haca sollozar envuelto en la oscuridad maloliente de las sbanas,
donde era obvio que nadie le vea. El hombre gordo gimoteaba a causa
de la indignacin, el temor y la pattica sensacin de soledad que se
haba apoderado de l, igual que lo habra hecho si las fras mandbulas
de color pardo amarillento del oso blanco, inmerso hasta los
hombros en el agua sucia casi congelada, hubieran mordido con
fuerza su enorme cabeza que pareca un pez exageradamente
voluminoso, ya que no slo abultaba por el dimetro de su crneo sino
tambin por la manera que tena de peinarse el pelo, en direccin
opuesta al remolino de su coronilla, lo cual haca que se le
alborotara. Transcurrido cierto tiempo, las sbanas del lado de la
cama en que estaba tumbado quedaron empapadas y se cambi al otro
lado, donde se acurruc y permaneci as, sollozando, durante un buen
rato. El hombre gordo dorma solo desde haca unos aos en la cama de
matrimonio que antao haba compartido con su mujer, y le resultaba
placentera esta libertad un tanto particular, que no por ser
insignificante era de desdear.La noche en que el hombre gordo se
qued dormido acurrucado en su cama de matrimonio, lloriqueando, su
madre, en su pueblo natal, se decidi a emprender la batalla
decisiva contra su gordo hijo. As pues, bien mirado, el hombre
gordo no tena ninguna razn para acongojarse, pues la causa de su
pena era que pensaba que su madre no le haba hecho ni caso. Cuando
era nio, cada vez que interrogaba a su madre sobre la vida de
confinamiento y la repentina muerte de su padre, ella, para no
responderle, se haca la loca. Y un da, por fin, el hombre gordo
fingi volverse loco antes de que lo hiciera su madre, y, tras
destrozar todo cuanto encontr a su alrededor, se tir de cabeza
desde el muro que haba al fondo del jardn a un talud donde crecan
unas frondosas matas de helechos. Pero ni siquiera as consigui que
su madre le respondiera, aunque sabore una intil sensacin de
gloria. Ello contribuy simplemente a crear una relacin de
permanente tensin entre el hombre gordo y su madre durante veinte
aos, en el curso de los cuales ambos reconocan en secreto que
resultaba victorioso en sus enfrentamientos el primero de los dos
que decida hacerse el loco. Era una tensin comparable a la de los
pistoleros de las pelculas del Oeste cuando avanzan el uno hacia el
otro con la mano a la altura de la funda del revlver. Pero aquella
noche, finalmente, las cosas empezaron a cambiar. Decidida a
reanudar la lucha dndose un nuevo planteamiento, la madre del
hombre gordo, tras redactar inmediatamente despus de colgar el
telfono el texto de una circular, lo llev a la imprenta del pueblo
vecino a la maana siguiente, y cuando estuvo impresa envi un
ejemplar por correo urgente y certificado a los hermanos y hermanas
del hombre gordo, a sus cuados y cuadas y a todos sus parientes. En
la circular dirigida a la esposa del hombre gordo se indicaba que
era "confidencial", aunque, a causa de su contenido, tuvo que
mostrrsela a su marido. Deca as:Nuestro REYEZUELO se ha vuelto
loco, pero su locura no ha sido heredada, lo cual le comunico para
su conocimiento. Es consecuencia de una sfilis que contrajo en el
extranjero, por lo que, para evitar un posible contagio, le ruego
que rompa toda relacin con l.Firmado: X
Invierno de 196..."El orfanatocon sus retretesen el patio...Pero
a los treinta y tres aos...?"
HYAKKENPor desgracia, de todas las personas a las que iba
dirigida la circular, slo el hombre gordo poda comprender su
significado. La alusin a sus treinta y tres aos
de edad y el apelativo despectivo de "reyezuelo" slo pretendan
zaherirlo, y otro tanto poda decirse del poema final (aunque l no
estaba seguro de que fuera de Uchida Hyakken), con aquella
miserable indirecta acerca de los retretes de un orfanato, como si
su madre quisiera dar a entender que no era hijo suyo; tan
mezquinas alusiones manifestaban a las claras el odio que la
redactora de la circular senta por l. Con todo, entre el hombre
gordo y ella exista un indudable vnculo de sangre, pues, al igual
que su hijo y su nieto, estaba hecha una botija. Cuando el hombre
gordo ley la circular, a pesar de que estaba seguro de que su mujer
no creera que haba contrado ninguna enfermedad en el extranjero, le
deprimi muchsimo la idea de que el impresor del pueblo vecino por
fuerza tena que haberla ledo, y tambin que hubiera llegado a manos
de sus parientes en los cuatro puntos cardinales del Japn.
Paradjicamente, este incidente le hizo darse cuenta de lo
importantes que haban sido para su bienestar personal las pesadas
cadenas que hasta entonces lo unan (o, al menos, eso pensaba l) a
su hijo, con independencia de lo que pudieran suponer para ste. Sin
embargo, despus de la terrible experiencia en el zoo, vea con
claridad que la existencia de tales cadenas era sumamente dudosa y
que ms bien era l quien se haba empecinado en mantenerla. Adems, la
libertad que haba obtenido al liberarse de ellas no poda
desprenderse de sus manos ni de su corazn, como si se tratara de un
trozo de celo extraordinariamente adhesivo que le impidiera volver
a la situacin anterior.Hasta el da en que estuvo a punto de darse
un chapuzn en el estanque de los osos blancos y al borde de perder
la razn, el hombre gordo no se separaba de su hijo: iban juntos a
todas partes, jugaban revolcndose por el suelo, coman juntos... Por
esta razn, y de una manera muy concreta, para el hombre gordo su
hijo representaba una cadena ms pesada y ms molesta que cualquier
otra cosa en el mundo, pues regulaba su vida cotidiana a la vez que
penda sobre ella como una amenaza. Y a pesar de que, en realidad,
era l quien se lo haba buscado, le gustaba verse como una vctima
pasiva y soportaba pacientemente todas las trabas que la presencia
de su hijo le impona. El hombre gordo era de esas personas a las
que por naturaleza les gustan los nios; tanto es as, que se haba
licenciado en tres especialidades distintas en el campo de las
ciencias de la educacin, y al acercarse el momento de que naciera
su hijo corran por todo su cuerpo una especie de convulsiones,
mezcla de esperanza e inquietud, que no le dejaban permanecer
quieto ni un instante. Al reflexionar ms tarde sobre este fenmeno,
dedujo que depositaba en la llegada de su hijo al mundo la
esperanza de iniciar una nueva vida desembarazndose de la sombra de
su difunto padre. Sin embargo, cuando el mdico sali del quirfano,
tras el nacimiento de la criatura, a la pregunta impaciente que le
formul su padre, que en aquella poca todava estaba delgado, contest
con tono sereno diciendo: "Su hijo tiene un grave defecto congnito;
me temo que, aunque le operemos, muera o quede retrasado mental".
En ese instante, algo en su interior se resquebraj
irreparablemente. Y el beb llen muy pronto esa brecha que se haba
abierto; era como si un cncer ocupara ese lugar destruyendo las
clulas normales y avanzara multiplicndose. Para realizar las
gestiones previas a la intervencin quirrgica, el hombre gordo, que
entonces todava estaba delgado, corra de un lado para otro, de tal
manera que estuvo a punto de enfermar. Entre tanto, sus nervios
presentaban un estado catico, con unas zonas hipersensibles y otras
embotadas; era algo as como si desde el fondo de una lcera
comenzara la cicatrizacin con brotes de tejido nuevo en algunos
puntos, y al tocarlos con miedo no sintiera nada y, sin embargo, un
momento despus, cuando ya estaba tranquilo, el dolor le hiciera
temblar. Lleg la fecha lmite para inscribir al recin nacido. y fue
a la oficina del registro civil; pero no se le haba ocurrido pensar
qu nombre le pondra a su hijo hasta que la empleada se lo pregunt.
Por esas fechas todava estaba pendiente de la operacin, es decir,
an no se haba decidido si el destino de su hijo sera la muerte o el
retraso mental. A una existencia as, podra ponrsele algn
nombre...?El hombre gordo (que, vuelvo a repetirlo, en esa poca
estaba ms delgado que nunca por el exceso de trabajo), al recibir
el formulario de inscripcin, sin embargo, record una palabra latina
de las que haba aprendido en el primer curso de la universidad:
mor, que poda relacionarse tanto con la muerte como con la vida
carente de inteligencia de un vegetal, pues significa "bosque" en
japons, y bautiz a su hijo con este nombre. Despus, se fue al
retrete con el formulario en la mano, y all se mondo de risa
durante largo rato sin poderse contener. Este acto repentino tan
despreciable era consecuencia, en parte, de los nervios que tena;
pero aquel hombre gordo, desde pequeo, tenda a burlarse sin el
menor reparo de su propia vida y de la de los dems, en los momentos
ms cruciales.
Esto era algo que se le hizo cada vez ms evidente cuando comenz
a vivir con Mori una vez que su hijo hubo dejado la clnica. Cada
vez que llamaba al nio por su nombre, crea or, en las tinieblas del
fondo de su espritu, su propia risa, espantosa, desconsiderada, por
no decir indecente, que converta en burla toda su existencia. De
modo que se propuso darle un sobrenombre a su hijo para usarlo en
la vida cotidiana, hecho que no saba cmo justificar ante su esposa.
As pues, le puso el sobrenombre de Eeyore, el asno misntropo que
aparece en WinniethePooh. Por lo dems, haba vuelto a pensar que las
relaciones con su padre, al cual, cuando era nio, haba visto vivir
en reclusin voluntaria durante mucho tiempo antes de su repentina
desaparicin, constituan la causa principal de la ambigedad, la
falta de equilibrio y la falsedad en su ser actual, y se haba
propuesto intentar reconstruir en su totalidad la imagen de aquel
padre del que slo guardaba un recuerdo difuminado. Ello dio origen
a nuevos y reiterados conflictos con su madre, quien, mediante el
subterfugio de sus ataques de locura simulados, se opona
sistemticamente a contestar a las preguntas con que l la apremiaba
acerca de las causas del encierro voluntario y la muerte de su
padre. No slo no consigui arrancarle ni una palabra sobre esta
cuestin sino que, adems, en vez de cooperar, aprovech una estancia
en su casa mientras l se encontraba de viaje por el extranjero para
robarle las notas y el manuscrito todava no concluido de la
biografa paterna que estaba escribiendo. Y todava estaba en su
poder...! No era imposible que los hubiera destruido; pero como
esta posibilidad le daba ganas de asesinarla, no tena ms remedio
que evitar pensar en ello. Dicho esto, le era forzoso reconocer que
era anormal que un hombre de su edad dependiera todava hasta tal
punto de su madre.
Una noche en que el whisky que usaba como somnfero le emborrach
en exceso, mientras jugueteaba con una figurita de adorno que
representaba a un perro, recuerdo de Mxico, un artculo
evidentemente falseado en serie, pues la arcilla slo estaba
decorada por la parte que deba quedar a la vista, descubri por
casualidad un orificio debajo de la cola del animal, sobre el cual
sopl con todas sus fuerzas, como si se tratara de una flauta; y de
ah, para su gran sorpresa, sali una espesa nube de fino polvo negro
que se pos como un velo sobre sus pupilas. Creyendo que se haba
quedado ciego, conmocionado por el pnico, grit implorando a su
madre: "Mam! Mam! Ven a ayudarme, por favor! Si me quedo ciego y
pierdo la cordura como mi padre, qu va a ser de mi hijo? Oh, te lo
suplico, dime cmo sobreviviremos todos a nuestra locura!" Aunque an
no tena motivos para ello, no paraba de pensar con inquietud en la
cada vez ms prxima vejez de su madre: si se mora dejando las cosas
tal como estaban, se llevara con ella a la tumba el secreto que le
haba ocultado durante tantos aos, las explicaciones relativas no
slo a la reclusin voluntaria y a la muerte de su padre, sino tambin
a las extraas causas de todo aquello... y de la inestabilidad de su
hijo, as como de la existencia del pequeo retrasado mental, que no
poda ser ms autntica, un retrasado mental del que presuma que no
podra separarse jams. En efecto, tanto la familia como la gente de
su barrio estaban perfectamente al corriente de que el hombre gordo
y su hijo Mor, al que daba el sobrenombre de Eeyore, iban siempre
juntos. Como he dicho antes, la noche que sigui a aquella terrible
experiencia, en la que poco falt para que se remojara en el
estanque de los osos, durmi ms solo que nunca en una cama demasiado
grande incluso para alguien de su talla. Pero aquella soledad tena
su explicacin. Hasta ese da decisivo, en efecto, l no haba logrado
jams conciliar el sueo sin tener un brazo extendido hacia la cama
de su hijo, instalada junto a la cabecera de la suya; y si su mujer
se haba trasladado a otra habitacin, no era por desavenencias entre
ellos, sino porque no quera inmiscuirse en la intimidad entre el
padre y el hijo, a fin de que ste, si se despertaba por la noche,
pudiera alcanzar inmediatamente en la oscuridad, por encima de su
cabeza, la mano obesa y clida de su padre.
Esta actitud pona de manifiesto la voluntad deliberada de ste de
ser su protector y su salvador. Pero ahora le era forzoso reconocer
que, incluso en esos detalles de su existencia, alguna cosa no
marchaba, pues sinti la misma desazn que si unos granos de arena de
afiladas aristas se le hubieran metido en los zapatos; y esto era
consecuencia de la ruptura que se produjo dentro de l
inmediatamente despus de aquellos minutos durante los cuales
aquella pandilla de gamberros que lo tenan agarrado por la cabeza y
los tobillos hacan accin de ir a tirarlo al fondo del estanque,
desde donde los osos blancos le dirigan miradas llenas de un
inquietante inters. No caba la posibilidad, mirndolo bien, de que
fuera l, el hombre gordo que supuestamente dorma con un brazo
extendido para prestar ayuda a su hijo, quien buscara la clida
manita de la criatura para reponerse tras haber sido arrancado del
sueo por alguna terrorfica pesadilla en plena noche...? Una vez
aceptada esta posibilidad, surgida del fondo de s mismo, todos y
cada uno de los detalles de aquella existencia compartida con su
hijo, acerca de los cuales hasta entonces haba estado persuadido de
que eran la expresin de su esclavitud respecto a l, se le
presentaban ahora bajo un aspecto nuevo, cargado de incertidumbre.
No obstante, los detalles ms simples de la convivencia de aquel
padre obeso con su hijo no menos obeso no estaban afectados por los
granos de arena de aquellos pensamientos perturbadores, lo cual fue
un consuelo para el hombre gordo ahora que estaba de nuevo inmerso
en la lucha contra su madre, ya que se senta tremendamente solo. De
hecho, aun despus de su terrible aventura, su comportamiento
respecto a los aspectos cotidianos de aquella existencia segua
siendo, en cierto modo, el mismo.Los dos, hiciera literalmente el
tiempo que hiciera, montaban en bicicleta para ir a un restaurante
chino donde encargaba una PepsiCola y tallarines en caldo de carne.
Los das de lluvia, el hombre gordo se enfundaba en un impermeable,
como los que usan los bomberos; y, en cuanto al nio, lo embuta en
un viejo anorak que haba sido suyo. Mientras el nio tuvo un tamao
normal y no engord, lo instalaba en una silla de metal ligero
fijada al manillar y lo llevaba pedaleando. Cuntas discusiones haba
tenido con policas que le advertan:"Le recuerdo que la ley prohbe
formalmente que monten dos personas en una bicicleta, y sobre todo
utilizando artilugios como ste!" Pero l segua en sus trece;
precisamente porque estaba convencido de lo justo de su causa, todo
su ser se alborotaba cuando tena que enfrentarse a un polica. Ahora
bien, al reflexionar de nuevo acerca de ello, no le pas inadvertido
que haba algo que fallaba en toda aquella historia. Estaba, de
verdad, tan convencido...? Ante cada agente que le detena por ir
montados dos en la misma bicicleta, rehusaba rendirse, proclamando
que su hijo era "retrasado mental" (el hombre gordo haba acabado
sintiendo el odio ms profundo por este trmino, por lo que lo
utilizaba incansablemente como arma contra la polica), que el nio,
como era lgico, no tena casi ninguna diversin y que su nico
entretenimiento era sentarse en ese pequeo asiento de metal ligero
por muy ilegal que fuera, para ir en busca de una PepsiCola y unos
tallarines en caldo de carne. El nio, fatigado y aburrido de estar
sentado en la bicicleta parada en una posicin inestable en medio de
la calzada, no tardaba en empezar a gruir malhumorado. El hombre
gordo, a su vez, levantaba indignado la voz, ronca de por s, de
modo que tambin pareca gruir. As pues, por lo general, la discusin
terminaba con la capitulacin del agente de polica. Entonces, como
si continuara siendo vctima de la persecucin policaca a propsito de
un asunto grave en extremo, deca:"Has visto, Eeyore, cmo mantengo a
raya a los polis? Hemos vencido otra vez! Con este ya van
dieciocho!" El nio, al que dejaban por completo indiferente estas
palabras que su padre murmuraba clidamente a su odo, agarrado al
centro del manillar, se contentaba con mirarhacia delante en tanto
que el hombre gordo, lleno de mpetu y nimo, pedaleaba en direccin
al restaurante chino. Mientras aguardaban que estuvieran a punto
sus tallarines en caldo de carne, se dedicaba a contemplar, con
toda la atencin del mundo, a su hijo que beba su PepsiCola.
En el restaurante, adonde iban cada da, los tallarines en caldo
de carne se componan de tallarines, caldo, pedazos de costilla de
cerdo finamente rebozados con harina, espinacas y setas. Cuando,
por fin, se los servan, pona en un pequeo cuenco las dos terceras
partes de los tallarines y algunas setas y espinacas, y se lo daba
al nio; mientras se enfriaba el resto que reservaba para s, no
apartaba los ojos de su hijo, vigilando atentamente cmo coma su
racin. Cuando le pareca que ya se haba enfriado lo suficiente,
empezaba a comerse los pedazos de costilla que se haba reservado; y
cuando, a fuerza de buscar, consegua encontrar con la lengua entre
la fina capa de harina y la carne pequeos fragmentos de cartlago,
examinaba minuciosamente aquella especie de semiesferas
blanquecinas y las pona en un cenicero fuera del alcance de su
hijo; por fin, cuando calculaba que haba llegado el momento, se
coma sus tallarines para terminar al mismo tiempo que el nio.
Despus, con la cara congestionada a causa del caldo hirviente,
pedaleaba al viento de vuelta a casa sin parar de preguntarle a su
hijo: "Eeyore, estaban buenos los tallarines en caldo de carne y la
PepsiCola?" y al or la "respuesta" de su hijo: "Eeyore, estaban
buenos los tallarines en caldo de carne y la PepsiCola?", se senta
lleno de felicidad al pensar que la comunicacin entre los dos era
perfecta. Muchos das estaba completamente convencido de que los
tallarines en caldo de carne que acababa de ingerir eran, entre
todos los manjares que haba comido en este mundo, el ms delicioso.
Una de las razones principales de su obesidad, al igual que la de
su hijo, deba de ser precisamente la ingestin de aquellos
tallarines en caldo de carne. De vez en cuando su mujer le adverta
al respecto; pero, por lo general, l la mandaba a paseo haciendo
valer los mismos argumentos que empleaba con los agentes de polica.
Cuando el nio, demasiado gordo ya, no pudo introducir sus nalgas en
la pequea silla de metal ligero, su padre compr una bicicleta de un
modelo especial con un silln de extraordinaria longitud (era difcil
discernir la intencin con la que haba sido fabricada); ambos se
sentaban en ese silln, el uno delante y el otro detrs, y marchaban
mientras el padre pedaleaba en busca de los tallarines en caldo de
carne y la PepsiCola. Por qu se iban los dos cada da en busca de
los tallarines en caldo de carne y la PepsiCola?.
El hombre gordo haba llegado a la conclusin de que era para que
su hijo captara el placer de comer en toda su autenticidad a travs
del gozo experimentado por un padre en lo ms ntimo de su ser, un
placer y un gozo que el nio le haca sentir a su vez gracias a la
misteriosa simbiosis que pareca existir entre los dos. Pero despus
de su experiencia justo al borde del estanque de los osos no puso
el mismo fervor que antes en detectar con su lengua los pedazos de
cartlago y en analizarlos con minuciosidad; y mientras su hijo
ingera, como de costumbre, sus tallarines en silencio a su lado, ya
no le result tan evidente que el apetito con que coma el nio le
provocara gozosas repercusiones en lo ms ntimo de su propio ser a
l. A veces se preguntaba, hecho un mar de dudas, si la lamentable
obesidad de su hijo no se deba simplemente a la ingestin maquinal
de lo que le ponan delante, y si lo que l haba tomado por marcada
predileccin hacia los tallarines en caldo de carne y la PepsiCola
no habra sido slo una suposicin infundada. Uno de esos das, dado
que no tenan nada de apetito, sali del restaurante dejando intacta
la mitad de sus pedazos de costilla rebozada de cerdo; el cocinero
chino, que jams se haba dejado ver, se lanz en su persecucin sobre
una bicicleta terriblemente mugrienta de grasa y, cuando lo alcanz,
le pregunt en su mal japons: "Si haba algo no le ha gustado, hoy,
del caldo de tallarines con carne?" El hombre, de tan desanimado
que estaba, ni siquiera tuvo el coraje de responderle y se limit a
preguntarle a su hijo:"Eeyore, estaban buenos los tallarines en
caldo de carne y la PepsiCola?" Y al contestarle el nio, con el
tono monocorde que le era habitual: "Eeyore, estaban buenos los
tallarines en caldo de carne y la PepsiCola?", el cocinero chino y
l se quedaron tranquilos.Al reflexionar el hombre gordo acerca de
aquella relacin tan particular entre su hijo y l, haba llegado a la
conclusin de que se haba establecido a causa de una infinita
repeticin de los mismos gestos y las mismas actitudes. Adems,
durante mucho tiempo estuvo persuadido de que l estaba atado sin
remedio a esa forma de vida porque as se lo haba impuesto la
existencia de aquel hijo retrasado mental. Sin embargo, ahora que
volva a reconsiderarlo todo tras su terrible aventura en el parque
zoolgico, descubra con una claridad cada vez ms cegadora que era l
quien ms haba contribuido a establecer aquella relacin tan especial
entre los dos.Hasta el da en que estuvo a punto de ser devorado por
un oso blanco y tom conciencia de que su hijo, como la costra seca
de una lcera, se desprenda de l, no haba dudado jams de que todo
dolor fsico experimentado por el pequeo obeso lo sera al mismo
tiempo por l. En, una publicacin sobre peces ley un artculo
dedicado al celatius; el macho de ese pez, que vive en aguas
profundas cerca de las costas de Dinamarca, es diminuto y permanece
constantemente pegado como una verruga al vientre de la hembra, la
cual, por comparacin, es enorme. Y el obeso se puso a soar que l
era un celatius hembra que creca en las profundidades marinas con
su hijo pegado a su cuerpo como un pequeo celatius macho. Este sueo
era tan dulce, que le dola despertarse de l. Al principio, como era
natural, nadie poda creer, aunque lo viera, que l experimentara los
mismos sufrimientos que su hijo. Pero pasado algn tiempo incluso su
esposa, que era particularmente escptica, termin por convencerse.
Esta sensacin de compartir el mismo dolor no apareci en l
inmediatamente despus del nacimiento de su hijo, sino al cabo de
unos aos; un buen da, de repente, se le revel al hombre gordo.
Aunque el da en que el beb fue sometido a la operacin en el cerebro
inst de tal modo al equipo mdico a fin de que le extrajeran sangre
para las transfusiones, incluso en cantidad superior a lo
indispensable y lejos de todo sentido comn, que los mdicos se
cuestionaron sobre el estado de su salud mental, mientras su hijo
estaba bajo los efectos de la anestesia en ningn momento se sinti
desfallecer ni experiment en su carne un sufrimiento parecido al
del nio. En el plano del dolor fsico, la conexin entre aquellas dos
corpulencias, con toda evidencia, se haba instaurado (para ser ms
exactos, hay que decir que l lo vea as, pues no dejaba de darse
cuenta de que no era posible determinar si el dolor que senta era
autntico o no y de que no hay cosa ms difcil que reproducir con
exactitud un dolor que se encuentra almacenado en la memoria)
cuando su hijo tena tres aos, durante el verano, el da en que se
quem el pie al caerle encima agua hirviendo. Cuando el nio se puso
a emitir algo ms que simples gemidos y grit a pleno pulmn,
desesperadamente, l se encontraba en la sala de estar, echado en el
sof, leyendo una revista, y vio bajo sus prpados, de donde salan a
chorro las lgrimas, con una nitidez meridiana, igual que en una
pelcula a cmara lenta, cmo se ladeaba y basculaba la cacerola de
donde se verti el agua hirviendo; sin embargo, no corri a la cocina
en auxilio del pequeo que lloraba a voz en grito. Permaneci donde
estaba, inmvil en el sof, abatido, sin fuerzas, con la sensacin de
haber tocado el fondo de la debilidad fsica, como cuando una fuerte
subida de fiebre da la impresin de que todos los msculos, todas las
articulaciones del cuerpo, se van desencajando, una tras otra; y
sus propios gemidos hacan coro a las quejas agudas de su hijo. Pero
decir que haba llegado a sentir realmente el dolor fsico es mucho.
decir! Despus de atar slidamente la pesada masa adiposa del nio,
que gritaba como un loco, en el cochecito mohoso que haba sacado
del trastero, logr colocar de modo que no se lastimara, aunque con
mucha dificultad, el pie quemado. Camino de la clnica, que estaba
muy alejada, iba empujando suavemente el cochecito con el nio, que
no paraba de emitir sordos y breves gemidos, bajo la mirada de los
viandantes que observaban curiosos el avance de aquel estrafalario
do; pero l no poda asegurar que, en ese momento, hubiera sentido el
dolor en su propia carne.Mientras el mdico curaba el pie de su
hijo, horriblemente quemado, al hombre gordo, que estaba ocupado
sujetando el pequeo cuerpo, similar a un cohete ahusado sacudido
por furiosas convulsiones, se le ocurri la idea siguiente: poda
darse una situacin de sufrimiento ms espeluznante que aqulla, en la
que se sufra porque el cerebro, oscuramente revuelto, de un pequeo
retrasado mental era incapaz de captar nada de lo que en conjunto
estaba ocurriendo?: no saba por qu, pero de repente sinti dolor, y,
al parecer, nadie estaba en condiciones de calmarlo; adems, pareci
un extrao ser arrogante con el poder de hacerle sufrir todava ms y,
para colmo, su propio padre prestaba ayuda a tal verdugo. En ese
momento, el hombre obeso, que estaba a punto de asustar al mdico y
a las enfermeras mezclando sus gritos con los de su hijo, haba
comenzado a soltar entre sus dientes firmemente cerrados quejas
semejantes a los gemidos de su hijo, porque ahora s que sinti
realmente el dolor lancinante que le produca la quemadura en el pie
(o, por lo menos, el crea sentirlo).Una vez que, lista la cura, el
dolor se hubo apaciguado ligeramente, al lado de su hijo agotado y
plido por el solo hecho de que continuaba sintindose mal, el hombre
gordo tambin estaba cansado, tanto, que no era capaz de proferir
una sola palabra. Su esposa, que haba permanecido en la sala de
curas sujetando al nio, tom un taxi y se march llevndose consigo a
su hijo, dejando que su marido volviera solo a casa por la estrecha
calle que se extenda a lo largo de la va frrea, con las cuerdas con
las que haban sujetado al nio dentro del cochecito vaco. Durante el
camino, lleno de perplejidad, se preguntaba por qu su mujer se haba
ido as, arrancndole a su hijo; habra sentido miedo? Miedo de que,
si volvan todos juntos a casa por el mismo camino, con el pequeo en
el cochecito, su marido atravesara con cochecito y nio las viejas
traviesas desechas, que acababa de plantar a lo largo de la va para
mantener apartada a la gente, y se dejara atropellar por un tren, a
fin de erradicar el sufrimiento fsico del que los dos eran presa?
Pues si el mdico y las enfermeras no se haban dado cuenta de sus
gritos a do con los del nio, su esposa, que estaba frente a l, al
otro lado de la mesa de curas sujetando la otra mitad del cuerpo
del nio y echndose tanto hacia a delante que su cabeza rozaba la de
su marido, haba tenido que or con toda claridad cada uno de los
gemidos de dolor que ste profera. Aunque empujaba el cochecito vaco
con energa, el regreso a lo largo de la va frrea fue exageradamente
lento; iba a paso de tortuga, como si de verdad tomara mil
precauciones para proteger un pie dolorido que se hubiera quemado y
acabara de ser curado. Si tena que saltar por arriba de un minsculo
charco de agua, no olvidaba jams soltar un grito de dolor: "Ay!
Ay!" A partir de ese da, por lo menos en la medida en que l tena
conciencia, el dolor fsico de su hijo se transmita directamente al
hombre gordo en forma de resonancia a travs de sus manos unidas, y
senta en su cuerpo el mismo sufrimiento que el nio. Si el hombre
gordo daba una significacin positiva a este fenmeno del sufrimiento
fsico simultneo, aunque los temblores que le sacudan fueran
puramente imaginarios, era porque crea que el conocimiento que tena
de tal sufrimiento, por ejemplo, del dolor experimentado al
despegar con una pinza la piel muerta, despus de la formacin de
ampollas, de la quemadura, poda llegar hasta su hijo por el canal
de sus manos estrechamente unidas, y estaba convencido de que as
reinara un poco de orden en el caos de terror y de dolor que invada
el cerebro nebuloso y entenebrecido del nio. Es decir, el hombre
gordo desempeaba para la mente de su hijo sacudido por el dolor, de
algn modo, el papel de ventana, una ventana abierta por un lado
sobre el temible mundo exterior y por el otro sobre el lastimoso y
oscuro universo interior tan slo capaz de sufrimiento y
prcticamente cerrado a las realidades externas. Y as, si el nio no
manifestaba nada en contra de que su padre desempeara ese papel,
ste no tena ninguna razn para dudar de su conviccin. Adems,
portndose de aquel modo, poda conseguir, incluso, el consuelo de
sentirse una vctima inocente que pensaba que sufra por una
esclavitud impuesta por la presencia de su hijo, a la que, sin
embargo, aceptaba someterse voluntariamente.Poco despus de su
cuarto cumpleaos, Eeyore fue sometido a una revisin ocular en el
servicio de oftalmologa de cierta universidad. Fuera quien fuera el
especialista, no era cosa fcil el examinar la vista de un nio
retrasado que exceptuando cuatro palabras, en extremo sumarias
desde el punto de vista de la organizacin de frases y de
vocabulario, palabras, adems, sin relacin con la situacin del
momento, no manifestaban ms que simples reacciones de dolor o de
placer; no poda ser una tarea ms difcil y molesta. Y, adems, el
joven paciente era, aparte de gordo y pesado, y por consiguiente
difcil de llevar en brazos, anormalmente fuerte en las cuatro
extremidades, de modo que si empezaba a resistirse porque coga
miedo a algo, era como una bestia salvaje asustada, imposible de
dominar. Su madre, que pronto not algo anormal en la vista de su
hijo y que se haba dejado llevar por poco cientficas especulaciones
sobre una posible relacin entre este hecho y el retraso mental del
nio, deseaba, desde haca mucho tiempo, someterlo a una revisin
exhaustiva por un especialista en oftalmologa. Pero todos los
oftalmlogos a los que acudieron se negaron a visitarlo.
Desesperados, fueron a consultar al especialista del cerebro, que,
puesto que oper a su hijo a muerte o a retraso mental, como mnimo
haba conseguido que viviera. Y consigui una carta de presentacin
para el servicio de oftalmologa de dicha universidad. Los tres
fueron al hospital; para empezar hicieron aguardar al hombre gordo
en la sala de espera y su esposa subi con Eeyore a la sala de
exploraciones y curas. Cuando, una buena media hora despus, su
mujer reapareci arrastrando por el suelo la masa pesada de su hijo,
que no haca ms que chillar y chillar, le bast con una mirada para
comprender que se les haban agotado todas las fuerzas. En efecto,
apenas comenzada la exploracin, el especialista, las enfermeras y
la madre se haban quedado exhaustos, y los enfermos que esperaban
su turno en la sala de espera, al ver al nio ofreciendo el aspecto
de un animalito cruelmente martirizado, conmocionados, no apartaban
sus ojos de l. Al ver a su hijo en aquel estado, el hombre gordo
comprendi indignado, a la vez que lleno de terror, la razn por la
cual su esposa, a pesar de que l les haba acompaado hasta el
hospital, le indic que aguardara en la sala de espera y prefiri
subir sola con Eeyore a la consulta. Una exploracin a fondo de la
vista de un nio deba conllevar una serie de torturas generadoras de
terrores tan inditos como atroces. Eeyore continuaba emitiendo
desde el fondo de su garganta algo as como el eco de un alarido
apenas audible. El hombre gordo se puso de rodillas en el suelo
sucio para abrazar la pequea masa redonda de su hijo. El nio le ech
los brazos al cuello: sus manitas estaban totalmente mojadas, como
la parte inferior de las patas de un gato que acabara de afrontar
un peligro. Al contacto de esas manos, una vez ms, penetr en l toda
la quintaesencia de aquello que en el transcurso de media hora
acababa de vivir su hijo (as era, por lo menos, lo que l crea
entonces).
Todos, absolutamente todos los salientes y oquedades del cuerpo
del hombre gordo eran presa de una dolorosa torpeza por haber
estado sometido, durante treinta minutos seguidos, a las erizadas
puntas de unos instrumentos de investigacin oftalmolgica que, en
realidad, no haba visto. Y si Eeyore, poco a poco, no se hubiera
puesto a lloriquear por s solo, se habra revolcado por el suelo
profiriendo gritos de terror. Como previsin, la esposa del hombre
gordo la nica persona delgada de la familia haba tomado sus medidas
para impedir que su marido y su hijo dieran un espectculo en la
consulta ofreciendo una imagen de alienacin mental: sa era la razn
por la que le haba dejado solo en la sala de espera. l estaba tan
indignado como su hijo: se identific instantneamente con la
desconsoladora fatiga que se lea ahora en el rostro de aquel nio
tan rudamente tratado, que tena la actitud de un pequeo mrtir
impotente o (por decir las cosas de una manera ms ajustada a la
psicologa del hombre gordo) de una vctima impotente de la temible
estructura burocrtica del hospital universitario, y se lament,
suspirando agitadamente: Ah! Pobre Eeyore! Por qu atrocidades te
habrn hecho pasar! Quines se han credo que son, Eeyore, esos
canallas? Pero si ha sido Eeyore el que se ha comportado como un
animal! Daba patadas a todo el mundo, al mdico, a las enfermeras!
Ha roto un montn de instrumentos! dijo su esposa, que no es que
procurara ser imparcial, pero jams daba alas a la mana persecutoria
de su marido. Al orla hablar as, llena de triste indignacin por la
brutalidad de su hijo, el hombre gordo lo tom como un ataque
personal.No! Se ha debido de cometer un grave error! Si no es as,
cmo Eeyore ha podido comportarse de ese modo tan bruscamente,
siendo, por norma general, un ser inofensivo? Dices que an no le
haban hecho ninguna prueba seria. Si es as, cmo poda captar Eeyore
que le esperaba algo a lo que deba oponerse como lo ha hecho? Digo
que se ha cometido un grave error, aqu, en el servicio de
oftalmologa de esta universidad! Y, sin embargo, a ti te ha pasado
por alto!Con esta perorata, que soltaba a toda velocidad,
interrumpa la rplica de su mujer, muy probablemente fundada en la
razn, en tanto que l, al tiempo que formulaba estas crticas, se
convenca cada vez ms de que ciertamente alguna cosa iba mal en el
servicio de oftalmologa de aquel hospital. Y su veredicto se
fundaba sobre una base inatacable: era su hijo, que haba cesado de
acariciarle la nuca con las palmas de sus manos empapadas de sudor
y que no emita ms que dbiles gruidos, el que le haba transmitido,
por va teleptica, esa informacin. Voy a subir con Eeyore para pedir
que lo examinen de nuevo. Si no consigo obtener un diagnstico, al
menos me cerciorar de lo que va mal! dijo el hombre gordo mientras
su cara redonda enrojeca y le faltaba el aliento, si no, aunque
vuelvas otro da, ocurrir lo mismo, y Eeyore concebir la experiencia
que acaba de vivir en este hospital como una abominable pesadilla
de la que no entender nada, pero de la que siempre guardar un mal
recuerdo.Eeyore no tardar en olvidarlo, dira que casi ya lo ha
hecho.Al contrario! Eeyore no lo olvidar! ltimamente llora con
frecuencia a medianoche. Nunca lo haba hecho durante tanto tiempo.
Pero no te duele imaginrtelo preso de sueos aterradores sin que
pueda comprenderlos? dijo el hombre gordo insinuando claramente y
de modo categrico algo que hizo callar a su esposa: que ella no
pasaba la noche con su hijo.Y lleno de enrgica decisin, con su
abrigo manchado de barro a la altura de las rodillas, se dispuso a
subir las escaleras, con el gordo nio sobre los hombros, hasta la
sala de consultas. El poder mostrar, no sin ostentacin, que para su
hijo, aquella pequea masa redonda, no era su madre sino l, su
padre, el nico ser irremplazable, le llenaba de una exaltacin
indescriptible. Pero, al mismo tiempo, la brbara perspectiva de la
horrible tortura que iba posiblemente a tener que soportar el do
padrehijo pareca provocarle anemia, y a cada paso que daba por las
escaleras su rostro pasaba, alternativamente, de las sofocaciones a
los escalofros. Eeyore, debemos tener los ojos bien abiertos, t y
yo, para ver qu pretenden hacer dijo el hombre gordo en voz alta
dirigindose a la clida, obesa y pesada presencia que llevaba sobre
sus hombros, respecto de la cual haba veces que no saba si
representaba el papel de protegido o de protector. Si Eeyore y yo
conseguimos salir de una manera u otra de sta, iremos a tomar una
PepsiCola y unos tallarines en caldo de carne, eh, Eeyore? Eeyore,
estn buenos la PepsiCola y los tallarines en caldo de carne?
respondi, muy distendido, el nio, evidentemente satisfecho de que
su padre lo llevara en hombros, liberado, por lo visto, de la
experiencia anterior.Lo que corroboraba plenamente el pronstico
materno; y si esa voz no hubiera sido para el padre un poderoso
estimulante, sin ninguna duda, delante de la puerta de la sala de
visitas, el hombre gordo habra perdido el coraje y habra dado media
vuelta. El reloj anunciaba la llegada del medioda, y una enfermera,
con la evidente intencin de no dejar entrar a nadie ms en la
consulta externa, estaba a punto de cerrar la puerta y echar el
cerrojo. Cuando la joven enfermera vio al hombre gordo con su hijo
sobre los hombros, mostr una expresin de repulsin e incluso de
horror, como si hubiera visto de nuevo a un fantasma que acabara de
exorcizar, y se apresur a ocultarse al otro lado de la puerta. El
hombre gordo, depositando sus esperanzas en una manifestacin de
respeto que le inspiraba el prestigio de aquel hospital, dijo con
tono solemne y actitud insistente, mostrando la carta del
catedrtico, especialista en neurologa, que haba escrito una carta
de presentacin para su hijo: "Vengo de parte del profesor X, que me
ha recomendado a ustedes".Seguramente, la enfermera pens que ella,
con sus solas fuerzas, no estaba en condiciones de desembarazarse
de aquel gigante, erguido cuan alto era, y que no desmontaba al nio
de sus hombros. Sin responder nada en concreto, corri, dejando la
puerta entreabierta, hacia el fondo de la sala, donde se
encontraba, separado por una cortina, una especie de cuarto que
estaba a oscuras. Mientras ella alertaba a alguien, l franque
decididamente el umbral y se dirigi hacia el cuarto del fondo. De
detrs de la cortina sali la voz excitada de alguien Que gritaba en
un tono de irreprimible exasperacin:No, no y no! Digo que no! Todo
el personal del hospital no bastara para sujetarle, maldito cro!
Cmo, han vuelto? Qu? Estn ah? No me diga, no puede ser!Desde luego,
el hombre gordo llevaba las de ganar. Recobrando su presencia de
nimo, deposit con cuidado a su hijo en el suelo, meti poco a poco
su gruesa cabeza tras la cortina, y lo que vieron sus ojos en la
semioscuridad fue un mdico tan diminuto que se le hubiera podido
tomar por un nio vestido con una bata blanca de adulto. Echando
hacia atrs su minscula cabeza, que pareca la de una mantis
religiosa con la cara de color pardo, lanzaba miradas fulminantes a
la perpleja enfermera. Despus de una larga mirada inquisitiva, algo
descorts, el intruso le pregunt con educacin, aunque todo aquello
no dejaba de ser una evidente falta de respeto:Vengo recomendado
por el profesor X, y me he tomado la libertad de presentarme a
usted, doctor. No podra visitar a mi nio, por favor? Yo tambin
podra ayudar a sujetarlo.As comenz la exploracin. El mdico que
recordaba a una mantis religiosa pareca absorto en sus
pensamientos, hirviendo de furor: "Justo cuando le estoy chillando
a la enfermera, cmo puedo mandar a paseo al gigantesco padre de un
paciente, si se me dirige con toda educacin aunque en el fondo sea
un maleducado?" Ignorando sistemticamente la presencia del hombre
gordo, la mantis religiosa comenz la exploracin proyectando el
chorro de luz de su lmpara de bolsillo sobre la pupila del nio,
ahora instalado sobre un taburete redondo y giratorio de poca
estabilidad. Ocurra que, para aumentar la eficacia de la minscula
lmpara, haban apagado las luces y la consulta estaba transformada
en un cuarto oscuro. El padre se instal como pudo, agachndose
incmodamente, en el pequeo espacio que quedaba libre detrs del
taburete y abraz firmemente a su hijo cogindole las manos por
delante. Se senta orgulloso al ver que el nio, que ligeramente
echado hacia atrs lograba a duras penas mantener el equilibrio
sobre el taburete, se mostraba tranquilo, a pesar del miedo que le
haca temblar, porque era l quien lo sujetaba, quien se encontraba
siempre a su lado en las tinieblas de la noche. "Hace media hora,
por no haberse dado cuenta de que Eeyore no soporta el miedo a la
oscuridad si no se orienta por el canal del contacto directo con su
padre, mi mujer, el mdico y las enfermeras le han dejado por
imposible, sin ms, en la misma fase de la exploracin, reducindole a
la categora de un animalito asustado con el que no se sabe qu
hacer. Pero ahora mi cabeza piensa que las tinieblas que nos rodean
no son amenazadoras, y ese pensamiento mo se transmite fielmente al
cuerpo de mi hijo, a travs del apretn de nuestras manos, y anula
todas las seales de alarma inquietantes que aparecen en su mente
trastornada", se dijo el hombre gordo para su gran satisfaccin.Con
todo, en tales circunstancias, Eeyore tena miedo incluso de la
lmpara de bolsillo y no diriga su mirada hacia el lado que quera el
mdico, es decir, precisamente hacia el delgado chorro de luz.
Sacudiendo la cabeza de derecha a izquierda, mirando de soslayo,
intentaba esquivar al minsculo mdico, que se mova precipitadamente,
con la lmpara de bolsillo en la mano. Al cabo de un rato, la misma
enfermera de antes, sin duda para reconquistar el terreno perdido y
volver a estar en gracia con su jefe, se les acerc con ademn de
colaborar de alguna forma, diciendo:"Croa! Croa!" Ese grito
inesperado provoc que el cuerpo del nio se contrajera de una manera
espectacular a causa del miedo. Al levantar la cabeza el hombre
gordo con aire de reprobacin, vio que la enfermera intentaba atraer
la atencin del nio haciendo "Croa! Croa!" y mostrndole con la mano
una asquerosa rana de goma fluorescente que se destacaba claramente
en la penumbra. Justo cuando el hombre gordo iba a protestar
dicindole que dejara de hacer aquella tontera que haba asustado a
su hijo e incluso a l, Eeyore cay en un estado de pnico total; se
puso a retorcerse sobre s mismo asiendo por la articulacin el brazo
de su padre, empez a patalear e hizo caer un montn de cosas: la
lmpara del mdico, la rana de goma que le mostraba la enfermera e
incluso los diversos objetos que haba sobre una pequea mesa
auxiliar que estaba a su lado. Gruendo de rabia, secretamente a do
con su hijo, el padre vio que las patadas de Eeyore haban hecho
caer al suelo, adems de unos libros, un gran cuenco de arroz con
anguila frita que deba de ser la comida del mdico. Vista la
velocidad extraordinaria con la que se desarroll la exploracin a
partir de ese momento, no se poda excluir la impresin de que el
diminuto mdico trataba con espritu guerrero a u desobediente
paciente avivando la llama del odio por un rencor imputable, sin
duda, a las patadas del nio, pero en parte atizado tambin por el
hambre que no haba podido saciar. A este respecto, el cuerpo
compuesto que formaba la pareja padrehijo saboreaba el gozo del
desquite. Pero era tambin el punto de partida de un autntico terror
que no tena ninguna gracia! Pues el mdico enano, que haba pasado la
consulta externa toda la maana, estaba muerto de cansancio y tena
el estmago en los pies; acababa de presenciar el destrozo de su
comida y, a pesar de ello, no tena coraje para insultar al adiposo
padre de aquel hijo retrasado, que enarbolaba una carta de
recomendacin del profesor X. Cmo no temer alguna fechora
desagradable dirigida contra la vista de su hijo? El hombre gordo,
ante esta nueva preocupacin, se sinti arrepentido y lleno de
abatimiento.El mdico reclam exaltado a todo su personal, y tras
hacer que el pequeo paciente se tumbara boca arriba sobre un divn
de cuero negro, les indic a todos, con aire de victoria, que
mantuvieran bien agarrado aquel cuerpo pequeo. (El hombre gordo, no
sin esfuerzo, consigui reservar para s la tarea de sujetar ambas
mejillas de Eeyore entre sus dos brazos y el pecho echndole todo su
peso encima.) A pesar de que era obvio que la primera prueba no
haba terminado satisfactoriamente, pronto se pas a la segunda, que
deba de ser todava ms compleja.As que Eeyore estaba inmovilizado de
pies a cabeza, con lo que se le impeda hacer el menor movimiento.
Slo poda gritar, mostrando el fondo de su cavidad bucal de color
rosa y sus dientes amarillentos. (Era imposible cepillarle los
dientes; le horrorizaba la idea de que alguien, fuera quien fuera,
le hiciera abrir los labios, y si se intentaba introducirle a la
fuerza el cepillo de dientes entre los labios cerrados, se quejaba,
bien porque le haca dao, bien porque le haca cosquillas, y
terminaba por agarrar el cepillo de dientes entre sus
mandbulas.)Una enfermera coloc en la cabecera del divn una especie
de frceps hecho de un fino tubo de aluminio. El hombre gordo, con
slo pensar que le iban a introducir aquel instrumento por debajo
del prpado para abrirlo bien, dejando al desnudo el globo ocular,
ya senta un fuerte dolor que atravesaba sus propios ojos hasta el
eje central del encfalo. Pero, total mente indiferente a su pnico,
el mdico verti dos clases de gotas en el ojo que Eeyore se
esforzaba en mantener cerrado, aunque derramaba abundantes lgrimas
como seal de su protesta. Eeyore reanud sus gritos, y su padre se
puso a temblar. Fue entonces cuando el mdico le dijo a ttulo de
informacin:Es para anestesiarlo; con esto no sentir ningn
dolor.Tras estas palabras, el doloroso hilo de plata que una los
ojos del hombre gordo a su encfalo se volatiliz dejando unas
huellas sospechosas tras de si. Pero Eeyore segua gritando ms y ms,
como si lo estuvieran estrangulando. En medio del gritero, que iba
en aumento, el hombre gordo, enjugndose sus lgrimas con el dorso de
la mano, vio muy cerca cmo el mdico insertaba el instrumento por
debajo del prpado de Eeyore, y dejaba completamente al descubierto
el globo ocular. ste era, en verdad, una esfera voluminosa de color
de clara de huevo, y te dio la inmediata impresin de estar delante
del globo terrqueo que supone el mundo entero del hombre. El centro
estaba marcado por un crculo de color castao levemente difuminado,
donde est abierta, perdida y sin fuerza, la pupila con su luz opaca
y melanclica. Con una expresin de estupidez, de terror y
sufrimiento, intentaba distinguir algo con todas sus fuerzas;
aunque lo vea todo borroso, intentaba distinguir aquella salvajada
que impona sufrimiento. El hombre gordo se identificaba totalmente
con ese ojo. Era cierto que la accin del anestsico le impeda sentir
dolor; pero luchaba interiormente contra un sentimiento mal
definido de discordancia y de temor mientras levantaba su rostro
impotente hacia la masa de rostros desconocidos que le rodeaban.
Estuvo a punto de gritar al unsono con su hijo:"Ay! Ay! Aaay!" Pero
no tena ms remedio que reconocer que el ojo castao difuminado,
lleno de estupidez, de terror, de sufrimiento, perciba tambin su
cara, s, su cara, como una ms del grupo de torturadores
desconocidos. Una brecha de vivas aristas se abri entre l y su
hijo. Meti a la fuerza su ndice derecho entre los dientes amarillos
de Eeyore, que gema y cuyas mandbulas rechinaban sin cesar con un
ruido seco. (No fue hasta despus del incidente al borde del
estanque de los osos blancos cuando admiti que el hecho de que
hubiera metido el dedo entre los dientes de su hijo se explicaba
por el temor a la ruptura que senta y por el miedo de encontrarse,
cara a cara, con la decepcin de que fuera falsa la frmula que haba
construido en todos sus componentes: Eeyore = yo.) Entonces vio
brotar, intilmente, una gran cantidad de sangre a borbotones, la
cantidad equivalente a las lgrimas que verta su hijo, y percibi el
rechinar de huesos de sus propios dientes; entonces, indiferente a
la presencia de los dems, cerr los prpados y se puso a lanzar los
mismos gemidos que Eeyore: "Ay! Ay! Aaay!"Una vez recibidos los
primeros cuidados requeridos por su estado en traumatologa, el
hombre gordo volvi a bajar a la sala de espera. Eeyore, todava
agotado pero de nuevo tranquilo, estaba sentado al lado de su
madre. sta le comunic a su marido el diagnstico del oftalmlogo: la
visin de Eeyore era comparable a la de los ratones; cada ojo tena
un campo de visin diferente; tambin como los ratones, no perciba
los colores; adems, no poda distinguir con claridad los objetos
situados a ms de un metro, defecto que, tal como estaban las cosas,
era imposible de corregir porque el nio no mostraba ningn deseo de
ver con claridad las cosas que tena a distancia.sta es seguramente
la razn por la que Eeyore mira el televisor tan de cerca, pegando
casi la cara a la pantalla, durante los anuncios publicitarios,
verdad?Ella dijo esto con energa, como mujer decidida a mantener,
en todas las circunstancias, la voluntad en buen estado de
funcionamiento, como si, incluso en el veredicto sin esperanza del
mdico, ella hubiera sabido descubrir algn elemento positivo y
beneficioso, y se esforzara por sacudir un poco a su marido y
sacarle de su postracin. Tambin hay nios con visin normal que
siempre tienen la nariz pegada a la pantalla protest sin gran
conviccin.Todo lo que ha hecho ese mdico enano ha sido meterle
miedo a Eeyore, hacerle dao, hacerle llorar y gritar, y todo
salvajemente. Nada ms! Dime, de qu parte de la exploracin ha podido
sacar todo este desastre, eh? Pienso que es verdad que Eeyore no
puede distinguir con claridad los objetos que estn lejos de l, y
que no tiene ningunas ganas de verlos. Su voz, reflejaba,
francamente, su desilusin. Cuando le llevamos al zoo, l, que se
interesa tanto por los animales de sus libros de cuentos, no
manifestaba la menor emocin al verlos en la realidad; se contentaba
con mirar las barandillas o un rincn del suelo a sus pies. Claro
que la mayor parte de las jaulas del zoo se encontraban a ms de un
metro del pblico, verdad?
El hombre gordo decidi llevar a su hijo al zoo. Con sus propios
ojos y odos como antenas, y teniendo como "bobina" sus dos manos
estrechamente unidas, sus dos cerebros estaran colocados en la
misma longitud de onda y as, a su escala personal, se constituira,
en beneficio de su hijo, en "antena" del espectculo real del zoo.As
pues, en esa coyuntura tan compleja, el tndem formado por los dos
obesos, una maana de invierno de 196..., tom el camino del zoo. Por
temor al efecto del fro sobre el asma de su frgil hijo, su madre le
puso tanta ropa como le fue posible. Por su parte, el padre, que
intentaba diferenciarse lo menos posible de su hijo, su madre le
puso tanta ropa como le fue posible. Por su parte, el padre, que
intentaba diferenciarse lo menos posible de su hijo, le compr
cuando iban hacia la estacin, en una tienda de deportes, un gorro
de esqu de lana negra, el mismo que l llevaba, pero de talla
pequea; y Eeyore pareca, incluso a los ojos de su padre, un pequeo
animal del Polo Norte. Hasta cierto punto, tambin deban parecer los
dos, a los ojos de la gente, dos esquimales, padre e hijo, gordos
pero no demasiado. As subieron al tren, redondos como balones,
cogidos estrechamente de la mano. Sudaban la gota gorda bajo sus
ropas; el sudor corra a lo largo de sus narices, en tanto que sus
caras de luna llena iban enrojeciendo, por lo menos all donde se
poda percibir algo, entre el gorro de esqu y el cuello levantado
del abrigo: y se dejaban mecer dulcemente al comps de la trepidacin
del tren. A Eeyore le encantaba la sensacin de moverse en
equilibrio inestable, comenzando por la inestabilidad de la
bicicleta. Sin embargo, su equilibrio amenazado tena que estar
respaldado por una sensacin de seguridad, de sentirse protegido por
alguien; evidentemente, por su padre. Pero a pesar del gozo que
senta al tomar un taxi, si su padre se quedaba en el vehculo para
pagar y l sala fuera con su madre, terminaba por dar un espectculo
ponindose esquizofrnico; y es probable que si se hubiera perdido en
un tren, hubiera estado a punto de volverse loco. Para el padre,
viajar en tren en medio de extraos con su hijo incapaz, que dependa
por completo de l, era incontestablemente una fuente de
satisfaccin.
Y como, comparada con las emociones que acumulaba, da a da, en
su existencia cotidiana, esta satisfaccin era, en su mismo
principio, altamente positiva y de una incomparable pureza, su
origen con toda seguridad no estaba dentro de l, sino en el
bienestar, parecido a una bruma, que se eleva en el espritu confuso
de su hijo y llegaba a l a travs de las dos manos unidas, un
bienestar que l llevaba entonces hasta la luz de la conciencia. Por
el contrario, a la inversa, su propio contento llenaba a su vez el
alma de su hijo de un gozo nuevo, claramente orientado y localizado
(al menos, as razonaba l) por una relacin anloga a aqulla que
reposaba, en los intercambios mentales entre ellos durante los
regresos en bicicleta despus de degustar la PepsiCola y los
tallarines en caldo de carne... Conforme al diagnstico del mdico
sobre el defecto de visin que impeda a Eeyore distinguir los
objetos lejanos, al nio no le fascinaba en absoluto el paisaje que
desfilaba detrs de los cristales del tren. En cada estacin, era la
apertura y el cierre de las puertas lo que llamaba su atencin. Pero
tena que estar a menos de un metro para poder ver funcionar el
mecanismo; as que, incluso cuando haba plazas vacas, renunciaban a
sentarse y permanecan de pie, agarrados a la barra de seguridad
colocada inmediatamente al lado de la puerta.
Ese da, la atencin de Eeyore estaba puesta, esencialmente, en la
novedad que constitua su gorro de esqu. Pero lo que contaba para l
no era el aspecto exterior del objeto, sino la sensacin al contacto
con su piel. As, despus de toda clase de reajustes en la goma de su
gorro, hasta ocultar por completo cejas y orejas, encontr por fin
la sensacin que le pareci definitiva. Inclinndose sobre su hijo, el
hombre gordo tuvo verdaderamente la sensacin de confort que
abarcaba por completo toda su cabeza. En la estacin donde tenan que
cambiar de tren, a lo largo de los pasadizos subterrneos o en las
escaleras, percibi muchas veces miradas burlonas en la cara de la
gente al ver a un padre y a un hijo tan excntricos; pero, lejos de
sentir la ms mnima vergenza, gritaba entusiasmado, como si
estuvieran solos, al reflejarse sus rechonchas figuras en los
escaparates de la galera comercial: Mira, Eeyore! Somos dos gordos
esquimales! Qu guapos, verdad?La manita del nio le servia de
defensa contra los dems; y l, que cuando sala solo tena que tomar
tranquilizantes, se volva extrovertido. Le bastaba con apretar con
su mano la de su hijo para sentirse liberado, incluso en medio de
la muchedumbre, como si estuvieran rodeados por una pantalla de
proteccin.Caminando despacio, con precaucin, con la mirada
explorando el suelo bajo sus pies, febrilmente ocupado en
determinar con sus pobres ojos que no parecan distinguir bien las
superficies ni los volmenes, como si slo vieran su perspectiva si
el mosaico a cuadros era la continuacin del suelo plano o el primer
peldao de una escalera, Eeyore haca cortsmente eco a su padre:
Eeyore, qu guapos!Eran las diez y media cuando llegaron al zoo.
Como tenan las manos ligeramente hmedas, aunque fuera una maana de
invierno, la comunicacin entre ellos se estableci de manera ideal,
en la medida en que el contento del hombre gordo se acompaaba de
una conciencia clara; y, por adelantado, se exaltaba ante la idea
de toda la experiencia prevista en el zoo y que iban a saborear.
Cuando, por recomendacin expresa de su esposa, penetraron en el
recinto reservado a los nios, el zoo infantil, donde se podan
acercar hasta tocar los corderitos, las cabritas y los cerditos, as
como las ocas y los pavos, que llevaban largos aos de buenos
servicios, estaba a rebosar a causa de la presencia de grupos de
escolares. Y aunque no haba manifiestamente sitio para un nio como
Eeyore, cuyos movimientos eran de una lentitud extrema, no se sinti
especialmente contrariado. Ciertamente, su mujer deseaba que Eeyore
se acercara a menos de un metro de los animales y que los pudiera
contemplar, ver y tocar; pero l tena otra idea en la cabeza:
rechazar el diagnstico desesperante del mdico, convertirse en los
ojos de Eeyore, distinguir con una precisin aguda las bestias que
se encontraban a distancia, y transmitir su imagen a su hijo a
travs del apretn de sus manos unidas; as, al responder su visin a
las seales que le llegaran de dentro, el nio comenzara a apreciar
las formas. Tal era el procedimiento un poco irreal que haba
elaborado el hombre gordo y que era la causa de que hubieran ido al
zoolgico. Despus de un rpido vistazo a los escolares que llenaban
el recinto del zoo infantil, a su aglomeracin delante de las pobres
bestias pequeas, a sus miradas iluminadas en tanto que enarbolaban
los paquetes de palomitas o los cucuruchos de pescado frito,
renunci inmediatamente y llev a su hijo hacia el lado de las jaulas
de los animales salvajes, los ms grandes y los ms feroces.Eeyore,
dime quin ha venido al zoo a ver a las fieras salvajes
semidomesticadas, a los "amigos del hombre". Es que no hemos venido
a ver a los osos, los elefantes, los leones? A ver a esos
ciudadanos que, si no estuvieran en jaulas, seran, no es verdad?,
los "peores enemigos del hombre". As, monologando a medias, el
hombre gordo transmita sus pensamientos a su hijo. ste ltimo no
manifest, como es natural, nada que respondiera al entusiasmo de su
padre, pero al pasar delante de las jaulas de los leones dio la
impresin de ponerse un tanto tenso, como un joven animal sin
defensa, abandonado en plena jungla y reducido a sus propios
recursos que notara a su alrededor la presencia inquietante de las
fieras peligrosas. Entonces, el hombre gordo tuvo una sensacin
exultante de que sus palabras haban sido entendidas
perfectamente.Mira, Eeyore! Un tigre! Lo ves, all abajo, esa cosa
con sus rayas amarillo oscuro y negro, y tambin algunas mechas
blancas? Es un tigre! Eeyore, ests viendo un tigre!Eeyore, ests
viendo un tigre! repiti el nio como un loro mientras que, intuyendo
la presencia de alguna cosa con su sentido del olfato, sin duda muy
agudo, apretaba con fuerza la mano de su padre mientras uno de sus
ojos, pues era bizco, le haca inclinar de lado aquella cara de luna
llena carmes al clavar una mirada inexpresiva sobre el punto del
suelo donde se enterraban los barrotes de hierro de la
jaula.Eeyore, levanta los ojos! Hay una cosa negruzca y redonda, y
encima est sentado un monstruo negro muy peludo, verdad? Es un
orangutn, Eeyore. Es un orangutn! Eeyore, ests viendo un orangutn,
sabes? Eeyore, ests viendo un mono muy grande! Sin soltar la mano
del nio, el hombre gordo se coloc detrs de su hijo y le hizo
levantar la cabeza hacia arriba, mantenindola inmvil contra su
muslo con el brazo que tena libre. Correspondiendo dcilmente a la
voluntad de su padre, Eeyore dirigi sus miradas oblicuas hacia el
cielo de invierno sin nubes; cerr los prpados ante el resplandor
del cielo invernal e hizo unas muecas que formaron finas arrugas en
su piel y le dieron an ms el aspecto de un nio esquimal. Aquello
poda interpretarse como la sonrisa que identificaba al orangutn
acurrucado inquietantemente encima de un viejo neumtico sobre el
fondo del cielo azul, pero no poda tener ninguna certeza de
ello.Eeyore, ests viendo un mono muy grande! repiti el nio con su
voz monocorde, que transmiti directamente la dbil vibracin de sus
cuerdas vocales a la mano paterna que sostena el mentn del pequeo
obeso.A la espera de que el orangutn empezara a hacer sus piruetas,
el hombre gordo mantena firmemente el mentn de su hijo en aquella
posicin, apoyado contra su muslo, con la mirada hacia arriba. Haba
llovido hasta el amanecer y en las alturas soplaba todava un viento
fuerte, por lo que el azul del cielo estaba lleno de un brillo
duro, inhabitual en Tokio. Adems, el orangutn pareca gigantesco;
totalmente negro, su contorno se delimitaba extraordinariamente en
el azul del cielo... El hombre gordo saba, porque lo haba ledo en
una revista de zoologa, que aquel orangutn padeca hipocondra, hasta
tal punto, que tomaba cada da tranquilizantes, y que su actividad
motora estaba reducida en extremo. Verdaderamente, aquel orangutn
reuna todas las condiciones para ser un objeto que pudiera atraer
al ojo de Eeyore. Sin embargo, por desgracia, pareca que los
sntomas depresivos del orangutn eran de una gravedad excepcional;
pues, aunque miraba a menudo con un ojo suspicaz al padre y el hijo
que aguardaban quietos, no hizo siquiera ademn de empezar sus
piruetas. Al fin, la luminosidad del cielo fatig tanto la vista del
hombre gordo, que acab por percibir al orangutn como una especie de
halo negro. Decepcionado, el hombre gordo se alej, llevndose a su
hijo de la jaula del mono hipocondraco.
El padre comenz a sentirse fatigado y tema que, por el canal de
las manos unidas, su cansancio pasara a su hijo, y cuando pens en
la cantidad de tranquilizantes que deba de tomar el orangutn, tuvo
un disgusto al recordar que antes de salir de casa aquella maana l
no haba tomado los suyos. A pesar de todo, sin renunciar a su idea,
sigui, con esfuerzo, tratando de asumir el papel de "conductor de
visin" entre las bestias peligrosas y el cerebro de su hijo. Quiz
se esforzaba tambin en conservar el nimo por temor a comunicarle a
su hijo que repeta mecnicamente las palabras de su padre mientras
diriga una mirada vaga y mal centrada, ms que hacia los animales,
hacia las malas hierbas tristonas que crecan en el espacio libre
entre la barrera y las jaulas o hacia las gordas palomas que
revolvan con aquel pico que era el smbolo de su ruda torpeza los
desperdicios cados en el suelo el humor de sumisin que haba sentido
cuando con su bata de mdico demasiado grande para l y sucia, el
oftalmlogo, contrayendo convulsivamente su cara de mantis religiosa
de un color que pareca ahumado, haba realizado toda una serte de
crueldades para emitir su desesperante diagnstico. Luchaba tambin
contra una repulsin tan asquerosa como arraigada que amenazaban con
contaminar y ensuciar, al mismo tiempo que su propio pensamiento,
el espritu nublado de su hijo.
La verdad era que, apenas hubo entrado en el zoo, el olor de
todas estas bestias y de sus excrementos le haba dado nuseas y un
inicio de migraa. Este sentido olfativo anormalmente agudo era, sin
duda alguna, una de las seales que garantizaban los lazos de sangre
entre el padre y su hijo. Fuera lo que fuere, y para destruir todos
estos signos de mal augurio, el hombre gordo apretaba todava ms
fuerte su mano hablndole ms alegremente que antes mientras
continuaban su recorrido por el zoo a la buena de Dios. Me oyes,
Eeyore? Ver, eso es captar un objeto haciendo trabajar solamente la
imaginacin! Eeyore, incluso si tus nervios pticos fueran como los
de todo el mundo, a menos que consientas en hacer funcionar la
imaginacin ante las grandes bestias, no veran nada en absoluto! En
general, lo que encontramos aqu no son las cosas que estamos
acostumbrados a ver en la vida cotidiana y que, por tanto, no
exigen que utilicemos la imaginacin. Ves, Eeyore, all abajo, en esa
agua amarillenta, esa especie de planchas de madera, de color pardo
oscuro, con una arista erizada de puntas en medio? Cmo podra
alguien que no tuviera imaginacin darse cuenta de que son
cocodrilos, eh? Y all, al fondo, al lado de los manojos de paja y
el montn de excrementos cerca del surco de cemento, aquellas dos
placas de chapa amarilla que se balancean tranquilamente, quin
podra adivinar que son la cabeza y parte de la espalda de un
rinoceronte, dime? Eeyore, lo que acabas de ver hace un instante,
esa especie de enorme tocn gris, era una pata de elefante; pero que
el verlo no te haya llamado la atencin para que te digas: Veo un
elefante" es totalmente natural; pues por qu un pequeo nativo de
una isla oriental tiene que tener, desde su nacimiento, la facultad
de imaginar elefantes de frica, eh, Eeyore? Ahora, cuando vuelvas a
casa, si te preguntan: "Eeyore, has visto el elefante?", olvida
toda esta historia del tocn gris, grotesco y grande; no pienses ms
que en los elefantes, tan fciles de reconocer, de los dibujos de
tus libros de cuentos, y responde: "Eeyore ha visto el elefante!",
aunque es verdad que el tocn gris es el elefante real; pero, en
definitiva, de todos esos muchachos sanos que llenan el zoo, no hay
ni uno, me oyes?, que, a partir de esa forma gris, de ese tocn, y
slo con su observacin, haga trabajar suficientemente su imaginacin
natural para llegar a identificar el elefante real. Lo que se
contentan con hacer, es redibujar la imagen que tienen en la
cabeza, el elefante de los dibujos! As, Eeyore, si no te has
impresionado demasiado al ver el verdadero elefante, no hay que
desanimarse.Mientras el hombre gordo parloteaba as, medio
monologando, medio dirigindose a su gordo hijo, entraron a pequeos
pasos a un camino en pendiente que los llev a una especie de
desfiladero estrecho. Prosiguiendo constantemente su parloteo, el
padre fluctuaba sin cesar entre dos sentimientos que, en el borde
exterior de su conciencia todava cerrado sobre s mismo, mantenan un
precario equilibrio: por una parte, la sensacin de liberacin de la
aglomeracin; y, por otra, una especie de inexplicable angustia que
oprima su corazn. En ese momento, surgi del suelo, como impelido
por un resorte, un grupo de gente furiosa; parecan trabajadores y
hasta entonces haban estado sentados formando un corro, en el
suelo. El hombre gordo advirti que l y su hijo se encontraban
cercados. A pesar de su aturdimiento, se despoj, para dirigirse
hacia el mundo exterior, de aquella conciencia que quera permanecer
concentrada sobre su hijo, cuya mano tena siempre estrechamente
cogida con la suya; y se dio cuenta de que no solamente se haban
alejado de la aglomeracin, sino de que el sitio donde se
encontraban era una especie de garganta estrecha sin salida. Era la
parte posterior del espacio dedicado a los osos blancos; cuando se
dejaba caer la mirada ms all de la muralla de piedras amontonadas
para figurar una especie de monte rocoso, se perciba un plano
inclinado de cemento que formaba una pendiente muy brusca, imitando
un acantilado de hielo, por donde los osos iban y venan, y un
estanque para que pudieran baarse. Para cualquiera que,
encontrndose en la parte baja en el lado opuesto, hubiera levantado
la vista, el lugar donde se encontraban el hombre gordo y su hijo
en ese momento deba de parecer la cumbre de una alta montaa
desconocida, ms all del acantilado de hielo y del mar. Resultaba
que el padre y el hijo estaban perdidos y se hallaban en la parte
trasera del iceberg.Deba de tratarse de un atajo por donde se daba
de comer a los osos blancos, o por donde se llegaba a aquel ocano
Antrtico artificial para realizar la limpieza tanto de la pendiente
como del estanque, aunque, eso s, no pareca que tomaran demasiado
inters en la tarea. Una vez hubo visto lo que los rodeaba, el
hombre gordo se vio envuelto, como por una nube de moscas, de un
olor inhumano proveniente de la parte trasera del zoolgico, de la
zona donde estaban las fieras. Pero quines podran ser aquellas
gentes? Qu hacan agrupados all, en corro, al fondo del atajo, y por
qu haban cercado, con hostilidad repleta de odio, al hombre gordo y
su hijo, que llegaron all simplemente porque se haban extraviado?
Pens en seguida que era un equipo de jvenes jornaleros que, no
teniendo nada que hacer ese da, haban ido all, fuera de la vista, a
dedicarse a algn juego de azar. De la cmara secreta donde l se haba
encerrado con llave para mantener con Eeyore aquella conversacin
que ms que nada era un monlogo, su conciencia haba salido lo
suficiente al exterior para detectar con prontitud los signos de
una partida interrumpida, aunque, a decir verdad, los jugadores no
tomaban demasiadas precauciones. Manteniendo aquellos dilogos
totalmente personales y exclusivos de los dos, una conversacin que
tena como eje central sus manos estrechamente unidas, padre e hijo
se haban adentrado demasiado en el terreno de los jugadores, o en
su "territorio", segn el lenguaje animal, y no podan evitar un
enfrentamiento.Cogiendo siempre la mano del nio, intent dar la
vuelta, pues no se le ocurra qu decirles; pero uno de los golfos le
cort la retirada apenas intent moverse y otro se puso a pegarle una
y otra vez. Comenz entonces un interrogatorio severo mientras le
llovan bofetadas a diestro y siniestro."Eres de la poli o eres un
chivato? No parabas de hablar hace un instante, era para
comunicarte con la poli con un micro porttil?" Mientras reciba
puetazos y patadas el hombre gordo intentaba explicarse, pero slo
consegua enfurecer an ms a los maleantes.No hacas ms que hablar. y
con qu entusiasmo! Es as como hablas a un cro como l? El hombre
gordo replic en su defensa que su hijo, adems de ser retrasado
mental, vea muy mal, lo que le obligaba a detallarle todo lo que se
encontraba alrededor de ellos, ya que sin tales explicaciones el
nio no aprenda nada. Este cro es tonto! Cmo puede comprender todas
tus parrafadas, eh? Basta con mirarlo, es tonto, no comprende una
palabra de lo que decimos, es evidente, no?Los granujas insultaban
as a su hijo, y l hubiera querido responder que la comunicacin
entre el nio y l se haca por medio de sus manos entrelazadas: pero,
presintiendo la inutilidad de sus esfuerzos, con los labios
agarrotados no abri la boca: cul era el medio de hacer comprender
la relacin especial que le una a su hijo? Quiso poner al nio junto
a s para defenderlo con su cuerpo, pero en un segundo le fue
arrancada de su mano la manecita clida y mojada por el sudor;
varios hombres se apoderaron de l agarrndolo por los tobillos y las
muecas. Sin cesar de proferir amenazas, se pusieron a balancearlo
adelante y atrs, dispuestos a mandarlo al estanque de los osos. l
se vea cogido pasivamente en un movimiento de balanceo que le
elevaba a una altura vertiginosa, y captaba en su campo visual el
cielo y la tierra dando vueltas, la ciudad y sus calles a lo lejos,
los rboles, y justo debajo de l, al fondo de un abismo vertical,
similar a una trampa infernal, el reducto y el estanque de los
osos. En lugar del reflejo esperado de pnico y terror, era una
desesperacin radical, monumental y todava ms grotesca la que le
embargaba, y se puso a dar gritos, cuyo timbre era demasiado
intenso incluso para sus propios odos, gritos que pareca que iban a
desencadenar en respuesta los aullidos de todas las bestias del
zoo.En ese momento, balanceado y propulsado por los brazos de los
golfos hasta lo alto del estanque de los osos tena la impresin de
que calculaban el impulso necesario para arrojarlo en pleno charco,
donde, esperando su llegada, el sucio oso amarillo chapoteaba
sumergido hasta los hombros, el hombre gordo, que haba renunciado a
poner resistencia, tom conciencia con la nitidez luminosa de quien,
sobre un mndala, entrev con toda la fuerza de una revelacin la
confusin entre el tiempo y el espacio de que en la desesperacin que
lo invada, mientras gritaba como un animal, se combinaban tres
cosas diferentes:a) An cuando convenciera a estos granujas de que
no he venido a espiarlos, seguro que, por el puro placer y la
excitacin de hacerlo, me mandaran al estanque de los osos; no me
cabe duda de que son muy capaces de hacer una cosa as.b) O bien,
enloquecido de rabia por haber invadido su territorio, el oso me
devora o bien me herir y entonces, demasiado dbil para nadar,
perecer ahogado en esa agua sucia. Suponiendo que salga de sta, me
volver loco unos segundos; si fue exactamente la locura lo que
condujo a mi padre a llevar una vida de total reclusin hasta su
muerte, por qu, puesto que su sangre circula por mis venas, me
habra de librar yo de ella?c) Represento para Eeyore la nica
ventana que se abre al mundo exterior y que le permite
aprehenderlo. Cuando, a causa de la locura, esta ventana no d ms
que sobre un laberinto en ruinas, inevitablemente, se replegar
hacia un estado de demencia an ms sombro que ahora, an ms turbio;
no ser ms que un animalito martirizado, y entonces desaparecer para
l toda posibilidad de recuperacin. Lo que quiere decir que, ahora,
hay dos seres que pueden ser aniquilados.La complejidad de sus
confusos sentimientos hizo que su mente se precipitara en una noche
de rabia y aplastante dolor, un abismo de insondable profundidad
hacia el que empez a proferir abominables gritos abandonndose a la
cada. Mientras caa a toda velocidad aullando, vio sus globos
oculares completamente despegados de sus rbitas, y en la pupila, en
el centro del crculo color castao, no se vislumbraban ms que el
sufrimiento y el terror; ojos de animal. En medio del estrepitoso
ruido que emiti el agua al saltar, mojado de asquerosas
salpicaduras, el hombre gordo percibi cmo a su alrededor acuda la
manada de osos blancos, sus recias pisadas, el rasgar de sus
zarpazos... Pero se trataba de un pedrusco que alguien haba lanzado
desde lo alto, mientras que l todava era balanceado por aquellos
golfos. Ahora se converta en un globo ocular gigantesco agarrado
por aquellos brazos; la esfera, de color de cscara de huevo, era el
mundo donde haba vivido en su totalidad su propia persona, y por el
sutil castao del crculo central desfilaba el carrusel del
sufrimiento, del miedo, de la idiotez de los retrasados, que
recordaban las irisaciones de una canica de cristal. El obeso slo
era un globo ocular; no estaba en situacin de atormentarse por su
hijo: ni siquiera era l mismo, tan slo era un ojo, un enorme ojo
amarillento, de ochenta kilos de peso... Ya haba anochecido en el
zoo cuando termin el lento proceso que, del estado de globo ocular
gigantesco, le devolvi a su condicin real de fatuo hombre gordo. Un
hedor insoportable que, como si fueran dedos sucios, crey sentir
que hurgaba en su pecho, le estaba torturando. En un primer
momento, el agua ftida de la que su cuerpo y sus ropas se haban
impregnado le hizo creer que en verdad haba sido arrojado al
estanque de los osos; pero al cabo se percat de que slo haba sido
salpicado por el lanzamiento de un pedrusco.
Entonces empez a hacerse preguntas sobre su hijo, que deba de
haberse convertido en un animalito medio loco. Habra muerto? El
veterinario el veterinario! que se ocupaba de l le dijo qu haba
sido de Eeyore y quiso aprovechar la ocasin para recordarle lo que
hubiera podido pasarle. En la versin del funcionario, le haban
encontrado despus de la hora del cierre del parque, al efectuar la
limpieza, solo; estaba llorando en los servicios, ms o menos en el
lado opuesto al estanque de los osos blancos; durante las horas
posteriores estuvo delirando, profiriendo palabras sueltas acerca
de su hijo. El hombre gordo aleg que no recordaba nada en absoluto
de lo que haba hecho durante sus nueve horas de extravo. Luego,
agarrando al veterinario bruscamente lo conmin a encontrar a su
pequeo, que, si an no haba muerto desquiciado, no tardara en
hacerlo. Entre tanto, un empleado entr en el despacho donde el
obeso permaneca echado en una cama rudimentaria rodeado de animales
disecados: venia a informar de que haba dejado en la comisara a un
nio, seguramente extraviado. Pese a lo pesado que era, el hombre
gordo corri con el corazn en la boca hacia la comisara; all encontr
a Eeyore. El pequeo obeso acababa de engullir una cena tarda en
compaa de jvenes agentes a los que daba las gracias a su manera,
uno tras otro, repitiendo: Eeyore, estaban buenos la PepsiCola y
los tallarines en caldo de carne?Para probar que tena la tutela del
nio, el hombre gordo telefone a su esposa, a la que tuvieron que
esperar. As, por un capricho del azar, le fue otorgada una libertad
cruel exactamente a los cuatro aos y dos meses del nacimiento del
pequeo retrasado, Mori, su hijo.El combate que esta vez libraba muy
conscientemente por exigencia de otra liberacin, no conllev ms que
una reaccin por parte de su madre: la difusin de la circular que
haba mandado a imprimir. En este punto se estabiliz la lnea del
frente, puesto que no obtuvo ninguna otra respuesta. Las sucesivas
cartas con las que la hostig, as como las llamadas telefnicas,
fueron como echar agua al mar: las primeras fueron devueltas y
respecto alas segundas, nadie se tomaba la molestia de
responder.Tras varias semanas de aplicacin de esta tctica,
persistiendo en su determinacin, llam una vez ms a su madre, en
plena noche. La telefonista del pueblo del alto valle, una vez hubo
tomado nota de su conferencia a larga distancia en un japons
mecnico y oficial, le expres instantes ms tarde su simpata, pero
esta vez sirvindose de la lengua local, ms familiar, llamndole, con
la mejor intencin, por su apellido (como era la nica persona
residente en Tokio que telefoneaba al pueblo, le bastaba con tomar
nota del nmero para saber quin llamaba; incluso sospechaba que
escuchaba las llamadas, pero tena otros problemas para perderse en
vanas investigaciones: no estaba para monsergas), para decirle en
voz desolada: Esta noche, a pesar de mi insistencia tampoco
responde nadie. El caso es que ella no es mujer que se ausente de
su casa "ella" era sin duda su madre, que viva sola en su casa del
valle; aunque, por otra parte, estamos en plena noche. No coge el
telfono adrede, siempre la misma cancin! Exagera! Quiere que coja
mi bicicleta y vaya a despertarla?Acept el favor y no tard en
hablar con ella. Mejor dicho, su madre se content con descolgar el
auricular sin decir una palabra. La complaciente operadora, una vez
terminada su misin, haba vuelto a ocupar su puesto a toda velocidad
el deber ante todo!, y seguramente estara escuchando las
recriminaciones que el hombre gordo, en tono un tanto amenazador,
le haca a su madre. Acaso crees que alguien se tragar las mentiras
de tu circular? Enviar eso a la familia de mi esposa! Y suponiendo
que una enfermedad de la que me contagi en el extranjero me hubiera
desquiciado, y que la enfermedad del pequeo fuera consecuencia de
ello, cmo es que mi mujer no se contagi, eh? Tu texto lo sugiere y
se lo has enviado a ella tambin! Quiero creer que t no crees una
palabra de todas esas calumnias, mi enfermedad, mi locura...! A no
ser que hayas vuelto a la vieja escenita de la locura? Es un truco
demasiado viejo; nadie se dejar engaar! Admitamos que lo has vuelto
a hacer, que tu locura presenta todos los sntomas de autenticidad,
los suficientes para engaar a alguien, creme madre, ya no sera una
falsa locura; es que te habras vuelto loca de verdad... Madre,
madre, por qu sigues callada? Por qu escondes el manuscrito y mis
notas? De qu tienes miedo? De que si escribo y publico algo sobre
mi padre, toda la gente que conoce a nuestra familia piense que
estaba loco y que, puesto que su sangre corre por las venas de su
descendencia, mi hijo es la prueba clara, concreta e irrefutable de
ello? Es eso...? Miedo de que mis hermanos y hermanas se sientan
humillados? Pero no te das cuenta de que con su fingida locura, por
una parte, y al propagar que es una enfermedad sucia lo que me ha
hecho enloquecer, por otra, el resultado an puede ser peor? No, yo
no creo que mi padre muriera de locura; tan slo quiero saber qu fue
de l.
En aquella poca mis hermanos mayores estaban en el ejrcito; los
pequeos, y mis hermanas, eran crios; soy el nico que se acuerda de
nuestro padre y de su muerte en el trastero donde se haba recluido.
Quiero saber qu sucedi. Por qu cuando te hablo de ello te escondes
tras el silencio? Por qu finges haber perdido la razn...? Te
preguntas por qu soy el nico de tus hijos que se preocupa hasta la
obstinacin de los ltimos aos y de la muerte de padre? Pero es que
para m es tremendamente necesario! Siempre me contestabas con
evasivas: "Por qu me hablas ahora de esto? Tus hermanos y hermanas
tienen en la cabeza cosas ms importantes!" Pero la verdad es que
para m es muy importante, madre, el conocer hasta el ltimo detalle
de esta historia, de lo contrario, presiento que un da u otro yo
mismo voy a terminar encerrndome a vivir en mi propio trastero; y
luego, un buen da, soltar un grito y a la maana siguiente mi esposa
le dir a Eeyore lo que t me dijiste aquella maana: "Tu padre ha
muerto. No quiero que llores, ni que escupas, ni que hagas tus
necesidades, mayores o menores, sin una razn poderosa, mirando al
oeste...".
Madre, seguro que te acuerdas muchas cosas sobre mi padre. No le
has dicho a mi esposa que si me pierdo en relatos idealizados, tal
como haca mi padre en sus ltimos aos, no crea una palabra? Todos
esos aos, l los vivi confinado en su trastero, sin moverse
siquiera, tapndose los ojos y los odos; no fuiste t quien dijo que
esta historia de encierro voluntario como protesta contra su poca,
como rechazo absoluto a admitir la realidad de la guerra con China,
es decir, contra un pas al que veneraba, era pura y simple
invencin, y que no se deba ms que a una mente enloquecida? Acaso no
te percataste de que en una poca en la que el abastecimiento era
escaso, l se atiborraba de todo lo que tenia al alcance de su mano,
sin que tuviera que moverse para ello pues lo nico que poda mover
era la boca,y que cuando muri no era ms que un saco de grasa? No
querrs insinuar que si no sala del trastero era porque senta
vergenza? Todo esto se lo contaste a mi esposa; entonces, por qu
negarme a m la menor confidencia sobre mi padre? Por qu
escamoteaste las notas que iba tomando cuando me acordaba de
algo?.
Y la maana en que una ilusin hizo creer a mi esposa que estaba
apunto de colgarme, qu le dijiste? Que mi padre jams haca nada "en
serio", que sabas que, hiciera lo que hiciera, no era ms que una
"comedia", ya que l siempre se deca, al emprender algo: "Esto no va
en serio"; que nada le afectaba; que no se daba cuenta de nada, y
que cuando al fin se daba cuenta de algo, ya era demasiado tarde.
Esas cosas que, segn t, no haca "en serio", qu cosas eran? Qu
quiere decir eso de "demasiado tarde"? Madre, si te empeas en
quedarte callada como una tumba, te voy a contar algunas de mis
reflexiones: yo tambin, como mi padre, y con