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Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio | AMSAFE

May 09, 2023

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Khang Minh
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AliceMunronosinvitaaparticiparenunjuegocuyasreglasprontoseconocengraciasadosniñasdelOntariodelosañoscuarenta:escribetunombreyeldel chicoque tegusta, tacha todas las letrasqueserepiten y cuenta el resto recitando: «odio, amistad, noviazgo, amor,matrimonio». Cuando llegues al final averiguarás qué os depara elfuturo.Traseste juego infantil e inocenteseescondenpreguntasdegran profundidad: ¿Cómo nacen las relaciones? ¿Son fruto de lacasualidad o del destino? ¿Son de la misma naturaleza las queescogemos de las que no? En los nueve relatos recogidos en estelibro,laliteraturasevuelveitinerantecomolamemoriamisma,ycreapersonajes tan contradictorios como cualquier persona de carne yhueso.

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AliceMunro

Odio,amistad,noviazgo,amor,matrimonio

ePubr1.0Titivillus24.04.16

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Títulooriginal:Hateship,Friendship,Courtship,Loveship,Marriage

AliceMunro,2001

Traducción:MarceloCohén

Diseñodecubierta:AnneSiems

Editordigital:Titivillus

ePubbaser1.2

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ASarahSkinner,congratitud

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Índice

Odio,amistad,noviazgo,amorymatrimonio

Puenteflotante

Losmueblesdelafamilia

Consuelo

Ortigas

Posteyviga

Loqueserecuerda

Queenie

Verlasorejasallobo

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Odio,amistad,noviazgo,amor,matrimonio

Haceaños,antesdequedejarandepasartrenesportantosramales,unamujerdealtafrentepecosayflequillorubicundoentróenlaestacióndeferrocarrilaaveriguarquéhabíaquehacerparadespacharmuebles.

El encargado de la estación solía aventurar a lasmujeres algún piropo,sobretodoalasfeúchasqueparecíanapreciarlos.

—¿Muebles?—dijo,comosilaideanuncaselehubieraocurridoanadie—.Bien.Aver.¿Dequétipodemueblesestamoshablando?

—Unamesa de comedor y seis sillas.Un juegode dormitorio, un sofá,unamesitadeté,rinconeras,unalámparadepie.Tambiénunarmariochinoyunaparador.

—Caramba.Esoesunacasaentera.

—Yonodiríatanto—repusoella—.Nohaynadadecocinayessólounahabitación.

Losdientesdelamujerseagolpabandelantedelabocacomodispuestosadiscutir.

—Necesitaráuncamión—dijoél.

—No.Quieromandarlosportren.Tienenqueiraloeste,aSaskatchewan.

Lamujerlehablabaenvozmuyalta,comosiélfuerasordooestúpido,yalgonoencajabaensuformadepronunciación.Unacento.Pensóquetalvezfuera holandés—últimamente se establecíanmuchos holandeses por allí—,perolamujernoteníaelaplomodelasholandesas,nilatersapielrosadanielpelorubio.Debíadeestarpordebajode loscuarenta,pero¿qué importaba?Noeraunareinadelabelleza,quesedijera.

Fuedirectoalosnegocios.

—Primero tendráque traerlosdesdedonde seahasta aquí en camión.Y

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ojalá se trate de un lugar de Saskatchewan por donde pase el tren. Si no,tendráquearreglarqueselosrecojan,pongamos,enRegina.

—EsenGdynia—dijoella—.Eltrenpasaporallí.

El cogió una guía grasienta que colgaba de un clavo y le pidió que ledeletrearalapalabra.Ellacogióellápiz,quetambiénestabasujetoauncordely,sacandounpapelitodelmonedero,escribió:GDYNIA.

—¿Yesodequénacionalidades?

Elladijoquenosabía.

Elrecuperóellápizpararecorrerlaslíneas.

—Por ahí hay montones de lugares llenos de checos, húngaros yucranianos—aclaró.Mientraslodecíaseleocurrióquetalvezellafuesealgodeeso.Peroyqué;eraunmerohecho—.Aquílotengo.Escierto.Estáenlalínea.

—Sí—dijoella—.Quieroenviarloselviernes.¿Podrán?

—Podemosdespacharlos.Loquenopuedoesprometerleque lleguenaldía siguiente. Depende de las prioridades. ¿Habrá alguien atento cuandollegan?

—Sí.

—Eldelviernesesuntrenmixto.Salealasdosydieciochodelatarde.Elcamiónselosrecogeelviernesporlamañana.¿Viveustedenelpueblo?

Asintiendo,ellaescribióladirección:106ExhibitionRoad.

Hacía muy poco que habían numerado las casas y, aunque conocíaExhibitionRoad,élnologrórepresentarseellugar.Sienaquelmomentoellahubiera dicho el apellido McCauley, se habría interesado más y las cosashabríantomadootrorumbo.Porallíhabíacasasnuevas,construidasdespuésdelaguerra,aunquelasllamaban«casasdelaguerra».Supusoquedebíadeserunadeésas.

—Sepagaaldespachar—ledijo.

—También quiero un billete para el mismo tren. El del viernes por latarde.

—¿Mismodestino?

—Sí.

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—Puede ir en el tren hasta Toronto, pero luego tiene que esperar elTranscontinental, que parte a las diez treinta de la noche. ¿Quiere cabina ovagón?Enlacabinahayliteras;enelvagónvasentada.

Elladijoqueviajaríasentada.

—EnSudburytendráqueesperareltrendeMontreal,peronohacefaltaque se baje: un simple empujoncillo y les enganchan los vagones. LuegopasanporPortArthuryvanhastaKenora.UstednosebajahastaRegina;allícogeeldecercanías.

Ellaasintió,paraqueélacabarayledieraelbillete.

Conmáslentitud,élañadió:

—Peronoleprometoquelosmuebleslleguenconusted.Yodiríaquevaatenerlosunpardedíasmástarde.Tododependedelasprioridades.¿Habráalguienesperándola?

—Sí.

—Mejor. Porque la estación no debe de ser gran cosa. Por allá, lospueblosnoseparecenalosnuestros.Lamayoríasonbastanterudimentarios.

Deun rolloque llevabaenelmonedero,envueltoenunsaquitode tela,ellaseparólosbilletesparapagarelpasaje.

Como una anciana.Además contó el cambio. Pero no como lo hubieracontadounaanciana:losostuvoenlamanoyleechóunvistazo,aunqueeraevidentequenose leescapabaunpenique.Luego,groseramente,diomediavueltasindespedirse.

—Hastaelviernes—dijoél.

Aunqueeraundíacálidodeseptiembre,lamujerllevabaunlargoabrigodesvaído,ruidososzapatosdelazoycalcetines.

Élseestabasirviendouncafédeltermocuandoellavolvióaentrarydiounosgolpecitosenlarejilla.

—Losmuebles que voy a trasladar—dijo— sonmueblesmuy buenos.Estáncomonuevos.Noquieroquelosrayen,losgolpeennileshaganningúndaño.Ytampocoquieroquehuelanaganado.

—Puesclaro—concedióél—.El ferrocarril tienemuchaexperiencia entransporte.Ylosmueblesnoviajanenlosmismosvagonesqueloscerdos.

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—Amísólomeimportaquelleguenenelmismoestadoenquesalen.

—Vaya. Pues, ¿sabe?, usted los muebles los compra en la tienda, ¿deacuerdo?Pero¿algunavez sepusoapensar cómo lleganallí?Porqueen latiendanoloshacen,¿no?No.Loshacenenunafábricaqueestáenotrolugar,y luego los transportanhasta la tienda,ymuyposiblementeel transporte sehaceportren.Siendoasí,¿noleparecerazonableconfiarenqueelferrocarrilsepacuidarlos?

Ella siguió mirándolo sin la menor sonrisa ni aceptación de que eranbobadasdemujer.

—Esoespero—dijoella—.Esoespero.

Sin pensarlomucho, el encargadode la estación habría dicho que en elpueblo él conocía a todo el mundo. Lo cual significaba que conocía a lamitad. Y la mayor parte de los que conocía eran el cogollo, losverdaderamente«delpueblo»,enel sentidodequenohabían llegadoeldíaanterior ni planeaban irse a otra parte. A la mujer que iba a marcharse aSaskatchewannolahabíavistonuncaporquenoibaalamismaiglesiaqueél,ni daba clases a sus hijos en la escuela ni trabajaba en ningún comercio nirestaurantenioficinaadondeélfuera.TampocoestabacasadaconnadiequeélconocieradelosAlces,lalogiadelosOddfellows,elclubdeLeonesolaLegión. Una mirada a la mano izquierda mientras ella sacaba el dinero lehabía dicho —y no le sorprendió— que no estaba casada. Con aquelloszapatos,calcetinesenvezdemediasysinsombreroniguantesenplenatarde,bien podía ser una granjera. Pero le faltaba la indecisión característica, laincomodidad. Le faltaban los modales campesinos; de hecho le faltabanmodales. Lo había tratado como si él fuera una máquina de informar.Además,habíaescritounadireccióndelpueblo:ExhibitionRoad.Siaalguienlerecordabaenrealidaderaaunamonjaconropadecallequehabíavistoenla televisión hablando del trabajo misionero que hacía en una selva;probablemente,esasmujeressedesembarazabandeloshábitosparamoverseconmás facilidad.Devez en cuando, lamonja sonreía paramostrar que lareligiónhacíafeliza lagente,sesuponía,peroengeneralmirabaalpúblicocomo si creyera que los demás estaban en el mundo sobre todo paraobedecerla.

HabíaalgomásqueJohannapensabahacerperoveníapostergando.Teníaque ir a la tienda de ropaMilady’s y comprarse un traje.Nohabía entradonunca en ese local; cuando necesitaba calcetines, por ejemplo, iba a

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Callaghans, Indumentaria paraHombres,Mujeres yNiños. Había heredadomontones de ropa de la señora Willets, cosas como ese abrigo que no segastabanunca.YaSabitha—laniñaa lacualcuidabaen lacasadel señorMcCauley—lellovíanprendascarasheredadasdesusprimos.

EnelescaparatedeMilady’shabíadosmaniquíescontrajedefaldamuycortaychaquetarecta.Unoeradeuncolorherrumbrosoyelotro,deunsuaveverdeoscuro.Dispersas alrededor de losmaniquíes, había grandes hojas dearcedepapelchillón,algunaspegadasalcristal.Enunaépocadelañoenquecasitodossepreocupabanporrastrillarhojasyquemarlas,allílashojaseranlo más exquisito. Pegado en diagonal sobre el escaparate, había un cartelescrito con ondulantes letras negras.Decía:Elegancia sencilla, lamoda deesteotoño.

Johannaabriólapuertayentró.

Justoenfrentedeella,unespejodecuerpoenterolareflejabaconelfinopero amorfo abrigo de la señora Willets, mostrando unos centímetros deabultadaspiernasdesnudasporencimadeloscalcetines.

Lohacíanadrede,porsupuesto.Colocabanelespejoallíparaqueunasehicieraunaideaclaradesusdeficiencias,sinmásvueltas,yactoseguido—esperaban— concluyera precipitadamente que debía comprar algo paraenmendarlaimagen.Unaartimañatantransparenteque,sinohubieraentradobiendecidida,sabiendoquénecesitaba,lahabríaimpulsadoalargarse.

A lo largo de una pared había un perchero con vestidos de noche detafetán,encajesycoloresdeensueñoaptosparareinasdelbaile.Ydetrásdeellos,enunacajadecristalparaquenolosalcanzarandedosprofanos,mediadocenadetrajesdebodadegasablanquísima,saténvainillaoencajemarfil,recamados de cuentas de cristal o de aljófares. Corpiños estrechos, escotesfestoneados,faldasfastuosas.Nidejovenhabíacontempladotantoderroche,no sólo en cuestión de dinero sino también de ambición, en la ridículaesperanzadetransformaciónydedicha.

Pasarondosotresminutosantesdequeaparecieraalguien.Alomejorlaestabanespiandoporunamirilla,pensandoquenodabael tipodecliente,yesperabanquesefuera.Noibaa irse.Habíapasadodel linóleocercanoalapuerta a la alfombramullida y dejado atrás el espejo, cuando, al fondo, seabrióunacortinaydelatrastiendasurgiómiladyenpersona,vestidaconuntrajenegroconbotones resplandecientes.Taconesaltos, tobillos finos, faldatanceñidaquelasmediasdenailonsiseaban,pelodoradoestiradohaciaatrás,

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lacaramaquillada.

—Se me ocurrió que podía probarme el traje del escaparate —dijoJohannaconvozensayada—.Elverde.

—Ah, es un traje precioso—asintió la mujer—. El caso es que el delescaparate es una talla diez. Ahora, se diría que usted es una… ¿catorce,quizá?

Siseando,condujoaJohannaalfondodelatienda,dondecolgabalaropacorriente,lostrajesyvestidosdediario.

—Estádesuerte.Aquítenemosunacatorce.

Lo primero que hizo Johanna fuemirar la etiqueta del precio.Más deldobledeloquehabíaesperado,ynoibaafingirotracosa.

—Quécaro.

—Eslanadeprimera.—Lamujerestuvotanteandohastaquedioconlaetiqueta.LuegoleyóunadescripcióndelmaterialqueJohannanooyóporquehabía tomado el ruedo para examinar la confección—. Es un paño ligerocomo la seda peromás resistente que el hierro. Ya ve que está totalmenteforradoconunrayóndesedafabuloso.Estonovaacederenelfondilloniadeformarse como los trajes baratos. Fíjese en el cuello y los puños deterciopelo.Tambiénsondeterciopelolosbotoncitosdelamanga.

—Yalosveo.

—Eseltipodedetallesquemarcanladiferencia.Siunalosquieretieneque pagarlos. Me encanta el tacto del terciopelo. Sólo lo lleva el verde,¿sabe?;elmelocotónno,aunquecuestanexactamentelomismo.

Sin duda eran el cuello y los puños de terciopelo los que, a ojos deJohanna, daban al traje un sutil aire lujoso y le despertaban el deseo decomprarlo.Peronoibaadecirlo.

—Quizámeanimeymelopruebe.

Alfinyalcaboparaesosehabíapreparado.Ropainteriorlimpiaypolvosdetalcoenlasaxilas.

La mujer tuvo el buen juicio de dejarla sola en el cubículo brillante.Johanna evitó el espejo como si fuera veneno, hasta que la falda estuvoderechaylachaquetabienabotonada.

Alprincipiomirósóloeltraje.Estabamuybien.Habíadadoconlatalla;

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ciertoque la faldaerademasiadocortapara loque solía llevar,pero loqueellasolíallevarnoeraloqueseusaba.Coneltrajenohabíaningúnproblema.Elproblemaeraloqueasomaba.ElcuelloylacaradeJohanna,elpeloylasmanosgrandesylaspiernasgruesas.

—¿Quétalvaeso?¿Lemolestasiespíounpoquito?

Espíatodoloquequieras,pensóJohanna.Yaverásloqueesunacerda.

—Desdeluegotendráquellevarloconmediasytaconesaltos.¿Cómolesienta?¿Cómodo?

—Eltrajemesientabien—dijoJohanna—.Eltrajenoeselproblema.

Enelespejo, lacarade lamujerse transformó.Dejódesonreír.Parecíadecepcionadaycansada,peromásamable.

—Avecesesasí.Unanuncasabedeverdadcómo le sentaráalgohastaqueseloprueba.Lacuestión…—dijo,conlavozimbuidadeunaconvicciónnueva ymásmoderada—, la cuestión es que usted tiene una buena figura,pero es una figura fuerte. Pero, bueno, ¿qué importa si tiene los huesosgrandes?Esosbotoncitosdeterciopelotanmonosnosonloqueleva.Novalelapenaquesemoleste.Quíteseloyyaestá.

Johanna estaba en ropa interior cuando se oyó un golpecito y por lacortinaasomóunamano.

—Póngaseesto,quédiablos.

Eraunvestidode lanamarrón, forrado, con falda ampliagraciosamenteplisada,mangastrescuartosyunsimplecuelloredondo.Salvoporelangostocinturóndorado, eramuy sencillo.Aunqueno tantocomoel traje,de todosmodosparecíamuycaroparaloqueera.

Almenos, la falda era de un largomás decente y la tela ondulaba connobleza alrededor de las piernas. Johanna se armó de valor paramirarse alespejo.

Estaveznosevioembutidaenunasropasdecomedia.

Lamujerentró,sepusoasuladoyrió,peroconalivio.

—Es del mismo color que sus ojos. Usted no necesita usar terciopelo.Llevaterciopeloenlamirada.

Era el tipo de zalamerías que en Johanna habría provocado un gruñido,salvo que en ese momento parecía verdad. No tenía ojos grandes, y si le

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hubieran pedido que describiera el color, habría dicho: «Supongo que soncastaños». Pero ahora los veía realmente de un marrón oscuro, suave ybrillante.

Noeraquedegolpesecreyeraguapaninada.Sóloqueteníaunosojosdeuncolormuybonito,siselosmirabacomounretazodetela.

—Apuestoaquenosueleusarvestidos—aventurólamujer—.Perosisepusieramediasyunmínimotacón…Yapuestoaquenuncausajoyas,ybienquehace,yademásconesecinturónnolasnecesita.

Paracortarlaperoratacomercial,Johannadijo:

—Bien,iréquitándomeloparaqueloenvuelva.

Lediopenadesprendersedellevepesodelafaldayeldiscretocinturóndorado.Nunca antes en su vida había tenido la sensación tonta de que unaprendalafavorecía.

—Espero que sea para una ocasión especial —dijo la mujer, mientrasJohannaseapresurabaaponerselainsulsaropadesiempre.

—Esmuyposiblequelolleveenmiboda.

Lasorprendióqueselehubieraescapadoaquello.Noeraunerrorgrave:lamujernosabíaquiéneraellayprobablementenohablaríaconnadiequelosupiera. Sin embargo había pensado en guardar silencio absoluto. Tal vezhabía sentido que le debía algo a esa mujer, que habían vivido juntas eldesastre del traje verde y el descubrimiento del vestidomarrón, y que esocreabaunvínculo.Locualeraundisparate.Elnegociodelamujereravenderropayhabíatenidoéxito.

—¡Vaya!—exclamólamujer—.Vaya,quémaravilla.

Bueno, quizá, pensó Johanna, o quizá no.Podía casarse con cualquiera.Ungranjeromiserablequenecesitabaunayeguadecargaounviejoexhaustoymedio tullidoenbuscadeunaenfermera.Esamujerno tenía ideadequéclasedehombresehabíaagenciado,ydetodosmodosnoeraasuntodeella.

—Seguroqueesunahistoriadeamor—dijolamujer,comosilehubieraleído los contrariados pensamientos—.Por eso en el espejo le brillaban losojos.Seloheenvueltoenpapeldeseda;notienemásquecolgarloylatelasealisarásola.Siquiere,deleunaplanchaditaligera,perocreoqueniesovaanecesitar.

Luegovinoeltrámitedeldinero.Lasdosfingieronnofijarsemucho,pero

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lasdossefijaron.

—Merecelapena—dijolamujer—.Unasecasasólounavez.Bueno,noesrigurosamenteasí…

—Enmicasoseráasí—puntualizóJohanna.

Tenía la cara arrebatada porque, de hecho, de matrimonio no se habíahabladonunca,nisiquieraen laúltimacarta.Lehabíareveladoaesamujeralgoqueellasuponía,ytalveznohubierasidomuyatinado.

—¿Dóndeloconoció?—preguntólamujer,todavíaenuntonodealegríanostálgica—.¿Cómofuelaprimeracita?

—A través de unos parientes—mintió Johanna.Tenía intenciónde irsesindecirnadamás—.EnlaFeriadeOccidente.EnLondres.

—LaFeriadeOccidente—repitiólamujer—.EnLondres.

Lomismohabríapodidodecir«ElBailedelPalacio».

—Teníamosencasaalahijadeélyasunovio—dijoJohanna,pensandoque en ciertomodohabría sidomás exactodecir que él, SabithayEdith lateníanaella,Johanna,ensucasa.

—Bien, hoy cabe afirmar que he aprovechado el día. He provisto devestidodebodasaunanoviafeliz.Suficienteparajustificarmiexistencia.

Lamujeratóelpaqueteconunacintarosa,hizoungranlazoinnecesarioylediountijeretazomalévolo.

Mepasoaquítodalajornada—dijo—yavecesmepreguntoquéestaréhaciendo.¿Quépiensasquehacesaquí?,medigo.Cambioladecoracióndelescaparateyhagotalycualcosaparaatraeralagente,perohaydías…,haydías…,enqueporesapuertanoentraniunalma.Yalosé…,lagentepiensaqueestaropaesdemasiadocara…Peroesbuena.Esbuenaropa.Lacalidadhayquepagarla.

—Seguro que entran cuando necesitan uno de ésos —dijo Johannamirandolosvestidosdenoche—.¿Adondevanair,sino?

—Heahíelproblema.Esquenovienen.Vanalaciudad;vantodasallá.Conducen cien, ciento cincuenta kilómetros sin fijarse en la gasolina, y sehacenelcuentodequeasíconsiguenmejorgéneroqueelmío.Yno.Nohaymejor calidad ni mejor selección. Nada. Lo único cierto es que les davergüenzadecirquesehancompradoeltrajedebodasenelpueblo.Alguna

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viene, sepruebaalgoydiceque lovaapensar.Eso significaque intentaráconseguirunacositamásbarataenLondresoenKitchener;yaunquenoseamásbarata,despuésdehaberhechoelviaje,yhartacomoestádemirar,selacomprade todosmodos.No lo sé—confesó—.Tal vez sería distinto si yofueradeaquí.Estepuebloesmuycerrado.Ustednoesdeaquí,¿no?

Johannadijo:

—No.

—¿Noleparececerrado?

Cerrado.

—Quierodecirquealdefueralecuestarelacionarse.

—Yomeheacostumbradoaarreglármelassola.

—Peroencontróaalguien.Yanotendráquearreglárselassola.¿Ynoesfantástico?A veces pienso qué grandioso sería estar casada y quedarme encasa.Claroqueheestadocasaday trabajabade todosmodos.En fin. ¡A lomejorderepenteentraalguiencaídodelcielo,seenamorademíysearreglatodo!

Johanna tuvo que darse prisa; la necesidad de conversar de lamujer lahabíaretrasado.TeníaquellegaralacasayesconderlacompraantesdequeSabithavolvieradelaescuela.

EntoncesseacordódequeSabithanoestaba.Laprimadesumadre,latíaRoxanne,selahabíallevadoelfindesemanaaTorontoparavivircomounaauténtica niña rica e ir a un colegio de niños ricos. No obstante siguióandandodeprisa, tandeprisa queun listillo que estaba sosteniendo la pareddeldrugstorelegritó«¿Dóndeeselincendio?»y,paranollamarlaatención,ellaaflojóelpaso.

La caja del vestido era un estorbo. ¿Cómo habría podido saber que latienda tenía sus propias cajas de cartón rosa conMilady’s escrito en letraspúrpuras?Esoladelataría.

Sesentíaunatontaporhaberhabladodelaboda,cuandoélnohabíadichounapalabrayellahabríadebidorecordarlo.Tantascosassehabíandicho—oescrito—,tantoafectoyanhelosehabíanexpresado,quedabalaimpresióndequeelmatrimonioensísehabíapasadoporalto.Unpococomocuandounahablabadelamañanasiguientesinmencionareldesayuno,aunquesindudapensaradesayunar.

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Comofuera,habríadebidocallarse.

Vio al señor McCauley caminando en dirección contraria por la otraacera. No había problema; él no habría reparado en la caja ni aunque sehubieraencontradoconellafrenteafrente.Sehabríallevadoundedoalaladelsombreroyseguidosucamino,presumiblementedándosecuentadequeerasuamadellaves,aunquequizáno.Otrascosasleocupabanlacabeza,yhastadondesabíantodos,bienhabríapodidoestarmirandootropuebloqueelque veían ellos. Cada día laborable —y a veces, desmemoriadamente, losdomingos o los festivos— se ponía uno de sus tres trajes con chaleco, elabrigoligerooelabrigogrueso,elsombrerodefieltrogrisyloszapatosbienlustrados y subía por Exhibition Road hasta el despacho que conservabaencimade loquehabíasido la tiendadearreosyequipajes.Seconsiderabaaquel despacho como una agencia de seguros, aunque hacía muchísimotiempo que el señor McCauley no vendía seguros activamente. A veces,algunossubíanlaescaleraparaverlo,talvezparahacerleunapreguntasobrepólizas omás probablemente sobre límites de terrenos, sobre la historia deuna propiedad en el pueblo o una granja en el campo. El despacho estaballeno de mapas viejos y nuevos, y a él nada le gustaba tanto comodesplegarlos y sumirse en discusiones que desbordaban con mucho lapregunta.Tresocuatrovecesaldíasalíaadarunpaseo,comoahora.DurantelaguerrahabíamontadosuBuickMcLaughlinsobrebloques,enelgranero,yparadarejemploibaatodaspartesandando.Quinceañosmástardeeracomosi todavía estuviera dando ejemplo. Con las manos enlazadas detrás de laespalda,parecíaunhacendadobenévolodeinspecciónporsuspropiedadesounpredicadorfelizdeobservarasurebaño.Desdeluego,lamitaddelosquesecruzabanconélnoteníanniideadequiénera.

Elpueblohabíacambiado,auneneltiempoqueJohannallevabaviviendoallí. El comercio se había desplazado a la autopista, donde había unhipermercado,unCanadianTireyunmotelconbarybailarinasen topless.Algunas tiendasde laciudadhabían intentadomaquillarseconpintura rosa,violeta o verde oliva, pero esa pintura ya empezaba a escamarse sobre losviejos ladrillosyvarios interioresestabanvacíos.CasipodíaasegurarsequeMilady’scorreríaesasuerte.

¿Quéhabríahecho Johannadehaber sidoaquellamujer?Para empezar,nuncahabríatenidotantosvestidosdenocherecargados.¿Yencambioqué?Cambiándosea la ropabaratasólohabríaconseguidoentrarencompetenciaconCallaghansyelhipermercado,yprobablementeesonohabríadadopara

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seguir.¿Quétalentoncesprobarconropaselectaparabebésyniñoseintentaratraera tíasyabuelascondinero,dispuestasagastarenesoscaprichos?Delasmadresmejor olvidarse: conmenos dinero ymás juicio, ésas seguiríanyendoaCallaghans.

Perosiellaestuvieraacargodelnegocio,Johanna,jamáslograríaatraeranadie. Podría decidir qué era necesario hacer, y cómo hacerlo, y tambiénpodríadarseunavueltaparasupervisaraquieneslohicieran,peronuncaseríacapaz de atraer o seducir. Tómenlo o déjenlo, sería su actitud. Y sin dudaelloslodejarían.

Eranraraslaspersonasqueseencariñabanconella,yhacíamuchoquelosabía.Sabitha,porcierto,nohabíaderramadoniunalágrimaaldespedirse,yesoqueJohannaeralomásparecidoaunamadrequeteníaSabitha,pueslasuyahabíamuerto.AlseñorMcCauleyledisgustaríaqueellasefueraporquehabía prestado buenos servicios y sería difícil reemplazarla, pero no lededicaríaunpensamientomás.Tantoélcomosunietaeranunosmalcriadosyegoístas.Encuantoalosvecinos,nocabíadudadequesealegrarían.Johannahabía tenido problemas a los dos lados de la propiedad.De un lado habíanvenido por el perro, que cavaba en el jardín para enterrar y recuperar suprovisióndehuesoscuandobienhabríapodidohacerloensucasa.Ydelotro,porel cerezonegro,queestabaenel terrenode losMcCauleyperodaba lamayoría de sus cerezas en las ramas que colgaban sobre el otro jardín. Enamboscasos,ellahabíamontadodisputas,yenamboshabíaganado.Ahoraelperroestabaatadoylosotrosvecinosdejabanlascerezasenpaz.Subiéndosea la escalera, ella podía estirarse de sobra hasta alcanzar las ramas queimportaban;claroqueellosyanoahuyentabanalospájarosyesosenotabaenlarecolección.

El señor McCauley les habría dejado recogerlas. Habría dejado que elperrocavara.Habríapermitidoqueseaprovecharandeél.Partede la razónestribaba en que, como eran familias nuevas que vivían en casas nuevas,preferíanohacerlescaso.Duranteuntiempo,enExhibitionRoadsólohabíahabido tresocuatrocasasgrandes.Enfrentedeellas estabaelpredio ferial,donde se montaba la feria de otoño (oficialmente llamada Exposición deAgricultura,deahísunombre),y,enmedio,huertosdefrutalesypequeñosprados.Hacía alrededordedoceañosqueesas tierras sehabíanvendidoenparcelasdesuperficiemedianaysehabíanconstruidocasas;casitasdeestilosalternos,unadedosplantasyotradeunasola.Algunasyaparecíanbastantedesvencijadas.

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ElseñorMcCauleysóloconocíaalasfamiliasdeunpardecasasconlasquemanteníarelacionesamistosas:ladelamaestra—laseñoritaHood—ysumadre,y lade losShultz,que tenían la tiendade reparacióndecalzado.Lahija de losShultz,Edith, era o había sido lamejor amigadeSabitha.Cosanatural,dadoqueenlaescuelaestabanenelmismocurso—almenoselañoanterior, después de que Sabitha repitiese— y vivían cerca una de otra.AlseñorMcCauleynolehabíapreocupado;talvezsupieraqueenpocotiempoSabithaseríaenviadaaTorontoavivirunavidadiferente.Johannanohabríaelegido a Edith, si bien la niña no era maleducada ni causaba problemascuandoibaalacasa.Ytampocoeraestúpida.Acasoelproblemahabíasidoése:queeralistaySabithanoloeratanto.HabíavueltoaSabithamaliciosa.

Todo aquello se había acabado. Ahora que había aparecido la primaRoxanne—laseñoraHuber—,laniñaShultzerapartedelpasadoinfantildeSabitha.

Haréquetelleventodostusmuebleseneltrenloantesposibleypagaré tan pronto como me digan cuánto va a costar. Se me haocurrido que ahora los necesitarás. Supongo que no te sorprenderámuchoquehayapensadoqueno temolestaríaqueyo también fueraparaayudartecomoesperopoderhacerlo.

Estaera lacartaquehabía llevadoal correoantesde ir a laestacióndeferrocarril.Eralaprimeracartaqueleenviabaaéldirectamente.Lasotraslashabía deslizado con las cartas que le hacía escribir a Sabitha. Y las de élhabían llegadode lamisma forma, pulcramente dobladas y con su nombre,Johanna, escrito a máquina en el dorso de la página para no dar lugar aequivocaciones.Asíhabíaevitadoque losde laestafetaseenterasen,apartede que nunca hacía daño ahorrarse un sello. Por supuesto, Sabitha podríahaberlecontadoasuabueloyhastahaberleídoloqueleescribíaaJohanna,pero la niña tenía tan poco interés en comunicarse con su abuelo como enescribirorecibircartas.

Losmueblesestabanalmacenadosenelestablo,queeraunsimpleestablodepueblo,nounestablodeverdadconanimalesygranero.Laprimeravezque Johanna había ido a mirarlos, un año antes, los había encontradomugrientos y salpicados de porquería de palomas. Estaban negligentementeapilados sin nada que los cubriera. Los que había podido arrastrar ella loshabíallevadoalpatio,yhabíadespejadoelestabloparallegarhastalosmásgrandesypesados:elsofá,elbar,elarmariochinoylamesa.Lacabeceradela cama la había dejado aparte. Trató la madera con paños para quitar el

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polvo, luegoconaceitede limón,ycuando terminó relucíacomocaramelo.Caramelo de arce; y es que lamadera era de arce ojo de pájaro. A ella leparecía distinguidísima, como la ropa de cama de satén y el pelo rubio.Distinguida y moderna, en total contraste con la madera oscura y losfastidiosos labrados de losmuebles que lustraba en la casa.Entonces habíapensadoqueaquélloseranlosmueblesdeél,ylomismopensóalsacarlosesemiércoles.Había puestomantas sobre la pila inferior, para protegerla de loqueestabaencima,yhabíacubiertoelconjuntoconsábanasparaprotegerlode lospájaros,ygraciasaesoahora sólo teníauna levecapadepolvo.Sinembargovolvióalustrarlosmueblesconaceitedelimónantesdeguardarlos,protegidosdelamismaforma,alaesperadelcamióndelviernes.

EstimadoseñorMcCauley:

Mevoyeneltrendeestatarde(viernes).Comprendoquelohagosin avisarle, pero renuncio a mi última paga, que el próximo lunessumaríatressemanas.Enlaolladevaporqueestásobrelacocinahayunestofadodeterneraquesólodebecalentarunpoco.Alcanzaráparatres comidas aunque tal vezpueda estirarlo a cuatro.En cuanto estécalienteysehayaustedservidoloqueleapetezca,póngalelatapayguárdeloenlanevera.Acuérdesedetaparloenseguidaporquesinosele puede echar a perder. Recuerdos para usted y para Sabitha.Probablemente tendrán noticias mías cuando me haya establecido.JohannaParry.

P.D.:LeheenviadolosmueblesalseñorBoudreauporquetalvezlosnecesite.Cuandocalienteelestofado,noolvidefijarsesihayaguasuficienteenelfondodelaolla.

AlseñorMcCauleynolecostómuchodescubrirqueelbilletequehabíacomprado Johanna era para Gdynia, Saskatchewan. Le bastó llamar alencargado de la estación y preguntarle. No se le ocurría cómo describir aJohanna:¿parecíaviejaojoven,flacaomoderadamentecorpulenta?,¿dequécolor era su abrigo? Pero no hizo falta una vez que hubo mencionado losmuebles.

Cuandoserecibióaquellallamada,enlaestaciónhabíaunpardepersonasqueesperabaneltrendelatardecer.Alprincipio,elencargadointentóhablarenvozbaja,peroalenterarsedequelosmuebleseranrobadosseemocionó(en realidad, lo que dijo el señorMcCauley fue «y creo que se llevó unosmuebles»). Juró que de haber sabido quién era y qué se proponía jamás la

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habríadejadosubirsealtren.Esteasertofueoído,repetidoycreído,sinquenadie preguntara cómo habría hecho para detener a una mujer adulta quehabíapagadosubilletesintener,almenos,unapruebairrefutabledequeeraunaladrona.Lamayoríadelosquerepitieronlaspalabrascreíanquehabríapodidodetenerlaylohabríahecho;creíanenlaautoridaddelosencargadosde estación y de los ancianos de clase que, como el señor McCauley,caminabanerguidosyvestíantrajeconchaleco.

El estofado de ternera estaba excelente, como todo lo que cocinabaJohanna,peroelseñorMcCauleysediocuentadequenopodíatragarlo.Hizocasoomisode la instrucciónreferentea la tapa,dejó laollaabiertasobre lacocinaynisiquieraapagóelhornillohastaqueelaguadelfondoseconsumióyunolordemetalahumadoloalertó.

Eraelolordelatraición.

SedijoquealmenosdebíaagradecerquealguiensehubieraencargadodeSabithayélnotuvieraquepreocuparseporeso.Susobrina—enrealidadlaprima de su mujer, Roxanne— le había escrito diciéndole que, por lo quehabíavistodurantesuvisitaallagoSimcoeaquelverano,ibaacostarmanejaralaniña.

Francamente,nocreoqueni túni esamujerquehas contratadoos laspodáisarreglarcuandoloschicoslezumbenalrededorcomomoscardones.

Nohabía llegado tan lejos comoparapreguntarle si queríavérselas conotra Marcelle, pero era eso lo que estaba insinuando. Había dicho quemandaría a Sabitha a un buen colegio en donde al menos le enseñaranmodales.

Encendióeltelevisorparadistraerse,peronolesirviódenada.

Eranlosmueblesloqueledabarabia.EraKenBoudreau.

Lociertoeraquetresdíasantes—elmismodíaenque,comoacababadedecirle el encargado de la estación, Johanna había comprado el billete—elseñorMcCauleyhabíarecibidounacartadeKenBoudreaupreguntándolesipodíaa)adelantarlealgúndinerocomopartedelpagoporsusmueblesylosdesudifuntaesposaMarcelle,ob)denoencontrarformadehacerlo,venderlosmueblespor todo loquepudieraobtenery a lamayorbrevedadposibleenviarle un giro el dinero a Saskatchewan.No había ninguna alusión a lospréstamos que el suegro le había hecho al yerno, todos contra el valor delmobiliario y por un total que excedía lo que pudiera obtenerse de la venta.

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¿Podía ser que Ken Boudreau hubiera olvidado eso? ¿O simplementeesperaba—loqueeramásprobable—quelohubieraolvidadosusuegro?

Alparecer,ahorateníaunhotel.Perolacartarebosabadediatribascontraelpropietarioanterior,quelohabíaengañadorespectoadiversosparticulares.

«Estoy convencido de que si logro superar este obstáculo», decía, «aúnpodré sacarle provecho». Pero ¿cuál era el obstáculo? Una necesidadinmediatadedineroquenoexplicabasiselodebíaalpropietarioanterior,albanco,aunprestamistahipotecariooaquién.Era lomismodesiempre:untono desesperado, adulador y a la vez arrogante, el convencimiento de quemerecía una reparación por las heridas que le habían infligido, por lavergüenzaquehabíasufrido,porMarcelle.

Con muchas prevenciones, pero recordando que al fin y al cabo KenBoudreauerasuyerno,habíapeleadoenlaguerraysoportadosabíaDiosquéproblemasensumatrimonio,el señorMcCauleysehabíasentadoaescribirunacartaenlaquedecíaquenoteníaideadecómoobtenerelmejorprecioporlosmuebles,queleseríamuydifícilaveriguarloyqueleenviabauntalónquecargaríacomopréstamoenteramentepersonal.Deseabaqueentalcalidadloreconocierasuyernoyrecordaralosmuchospréstamossimilaresqueéllehabía hecho en el pasado, cuyo conjunto, pensaba, excedía cualquier valorqueseatribuyesealosmuebles.Incluíatambiénunalistadesumasyfechas.Apartedecincuentadólaresquelehabíanpagadohacíacasidosaños(ydelapromesa de que seguirían pagos periódicos), no había recibido nada. Sinduda, el yerno comprendíaque, a consecuenciade esospréstamos libresdeintereses y nunca saldados, los ingresos del señor McCauley se habíanreducido,puesnohabíapodidoinvertiresedinero.

Había pensado añadir «No soy tan tonto como parece que piensas quesoy»,perodecidiónohacerloparanorevelarirritaciónyacasodebilidad.

Yelresultadoeraéste.Elhombrehabíadesenfundadoelrevólver,habíareclutadoparasuplanaJohanna—siempresabríaenredaralasmujeres—yse había quedado con los muebles y el talón. Según el encargado de laestación,ellahabíapagadoel transporte.En los tratosprevios, laspiezassehabíansobrevalorado,porsuaparienciadeslumbrante,peronoobtendríanporellasgrancosa, sobre todocontando loque leshabíacobradoel ferrocarril.Dehabersidomásinteligentessehabríanlimitadoallevarsealgodelacasa,algún aparador antiguo o una de esas butacas, demasiado incómodas parasentarse,hechasycompradaselsigloanterior.Eso,desdeluego,habríasido

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lisoyllanorobo.Peroloquehabíanhechonoandabamuylejos.

Sefuealacamadecididoadenunciarlos.

Sedespertósoloen lacasa,sinquevinierade lacocinaoloracaféniadesayuno.En su lugar, había aún en el aire un tufillo a olla quemada.Unacrudezaotoñalsehabía instaladoenlasabandonadashabitacionesde techosaltos.Lanocheanteriorylasprecedenteshabíahechocalor;aúnnosehabíaencendidolaestufay,cuandoelseñorMcCauleylohizo,delsótanosubióalaire cálido una ráfaga de humedad, de yeso y tierra y deterioro. Se lavó yvistiódespacio,condistraídaspausas,ydesayunóuntrozodepanuntadoconmantequilladecacahuete.Pertenecíaaunageneracióndehombresdealgunosde los cuales sedecíaque eran incapaces siquieradehervir agua,yunodeesoshombreseraél.Miróporlasventanasdelanterasyalotroladodelapistade carreras vio los árboles tragados por la niebla matinal, que al parecerseguíaavanzandosindetenersecomohabríadebidoaesahora.Atravésdelaniebla tuvo la impresióndedivisar los empinadosedificiosdelviejopredioferial: edificios acogedores, espaciosos como enormes graneros. Habíanestadoañosyañossinusarse—durantetodalaguerra—,yélyanorecordabaqué había sido de ellos al final. ¿Los habían demolido o se habíanderrumbado?DetestabaLascarrerasqueorganizabanahoraenaquellugar,lamultitud y el altavoz y el alcohol ilegal y el desastroso clamor de losdomingos de verano. Cuando pensaba en eso se acordaba de su pobreMarcelle,suhija,sentadaenlosescalonesdelagalería,saludandoagritosacompañeros de escuela ya mayores que bajaban de sus coches y seapresurabanaverlascarreras.Quéalborotoprovocaba,quédichaexpresabadeestardevueltaenelpueblo,cómoabrazabayreteníaalagentehablandoacienpor hora, parloteando sobre los días de infancia y lomuchoquehabíaechadodemenosatodoelmundo.DecíaqueloúnicoimperfectodelavidaeralafaltadesumaridoKen,quesehabíaquedadoeneloesteporasuntosdetrabajo.

Salía a sentarse fuera en pijama de seda, con el teñido pelo rubio sinpeinar.Teníabrazosypiernasdelgadosperolacaraunpocoabotargada,ysequejabadequeelmarrónenfermizodeesebronceadonoparecíaserdelsol.Talvezfueseictericia.

Laniñasequedabadentromirando la tele,dibujosdedomingopara losqueabuenseguroyanoteníaedad.

Elnosabíacuáleraelproblema,niestabasegurodequehubieraalguno.

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Marcelle se había marchado a Londres a que le hicieran un examen demujeres y había muerto en el hospital. Cuando él había telefoneado paracontárselo,KenBoudreauhabíadicho:

—¿Quétomó?

¿Habría sido diferente si hubiese vivido aún lamadre deMarcelle? Lociertoeraquelaperplejidaddelamadre,mientrashabíavivido,nohabíasidomenor que la de él. Se sentaba a llorar en la cocina mientras su hijaadolescente, después de encerrarse en su habitación, se descolgaba por laventana hasta el techo del porche para ser recibida por carradas demuchachos.

En la casadominabauna sensaciónde abandonocruel, de falsedad.Sinduda, él y su mujer habían sido buenos padres queMarcelle había puestocontra lapared.Aldescubrirquesehabía fugadoconunpilotodeaviaciónhabían esperado que al fin se encaminaría. Habían sido tan generosos conellos como con la pareja más correcta. Pero todo había acabado hechopedazos.Con JohannaParryélhabía sido igualmentegeneroso,yhete aquíqueellatambiénselevolvíaencontra.

Fuehastalaciudadyentróenelhoteladesayunar.Lacamareradijo:

—Hoyselevemadrugadoryalegre.

Ymientrasellaleservíaelcafé,élsepusoaexplicarqueelamadellavesse había ido sin mediar advertencia ni provocación, y que no sólo habíaabandonadoeltrabajosinavisoprevio,sinoqueademássehabíallevadouncargamentodemueblesquepertenecíanasuyerno,aunqueenrealidadnoeraasíporqueloshabíacompradoconladotedesuhija.Lecontóquesuhijasehabíacasadoconunpilotodeaviación,unindividuoguapoyconvincenteenquiensólosepodíaconfiardeallíalaesquina.

—Perdóneme—dijolacamarera—.Meencantacharlar,perotengogentequeesperaeldesayuno.Perdóneme…

Subió las escaleras hasta el despacho y, desplegados en su escritorio,encontrólosviejosmapasquehabíaestudiadoeldíaanteriorenunesfuerzopor localizar exactamente el primer cementerio del condado (según creía,abandonadoen1839).Encendiólaluzysesentó,perosediocuentadequenolograbaconcentrarse.Despuésdelreprochedelacamarera—odeloqueél consideraba un reproche—, no había podido seguir con el desayuno nidisfrutardelcafé.Decidiódarunpaseoparaserenarse.

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Pero en vez de caminar como acostumbraba, saludando a gente eintercambiando unas pocas palabras, se encontró prorrumpiendo en largasparrafadas. En cuanto alguien le preguntaba cómo estaba esa mañana, seponíaabalbucearsuspenasdelmodomásinsólitoyhastavergonzoso,y,lomismo que la camarera, los otros esgrimían ocupaciones urgentes, asentíanmientrasmovíanlospiesyseexcusabanparalargarse.Nodabalaimpresióndequelamañanasefueracalentandocomosolíaocurrircuandoalamanecerhabíaniebla.Comolachaquetanoabrigabalosuficiente,buscóampararseenlastiendas.

Losmásconsternadoseran losqueloconocíandesdehacíamás tiempo.Siemprehabíasidounhombrereservado:uncaballeroeducadoconlamenteen otros tiempos y una cortesía impávida a modo de disculpa por susprivilegios(loqueenciertomodoparecíaunchiste,porqueesosprivilegioseransobretodounrecuerdopersonalynadielospercibía).Sehabríacreídolapersonamenos dada a ventilar sinsabores o a reclamar comprensión; no lohabíahechotraslamuertedesumujer,ynisiquieradespuésdequemurierasuhija.Sinembargoallíestaba,mostrandociertacarta,preguntandosinoerahumillante que, no conforme con haberle sacado más y más dinero, aquelsujetohubieraapeladoasucompasiónotravezmientrasseconfabulabaconelamade llavespara robar losmuebles.Algunospensabanquese referíaasuspropiosmuebles;creíanqueelviejosehabíaquedadosinunacamaniunamesaenlacasa.Leaconsejabanrecurriralapolicía.

—Esenbalde, enbalde—decía él—.No sepuede sacar sangredeunapiedra.

EntróenlatiendadereparacióndecalzadoysaludóaHermanShultz.

—¿Seacuerdadeesosbotinesque trajeparahacer lassuelas?¿LosquecompréenInglaterra?Lescambiólassuelashacecuatroocincoaños.

La tienda parecía una cueva; sobre diversas zonas de trabajo colgabanbombillas con pantalla. Tenía una ventilación abominable, pero al señorMcCauley los olores predominantes —cola, cuero, betún, suelas reciéncortadasyviejassuelaspodridas—loreconfortaban.Allí,suvecinoHermanShultz, un trabajador cetrino, experto, con gafas, se encorvaba invierno yverano amartillar clavosy extraerlos, a empuñar el taimado cuchillo curvoconque recortabaenelcuero las formasdeseadas.El fieltrosecortabaconunaespeciedesierracirculardiminuta.Lasgamuzassusurraban,lalijahacíaunruiditoríspido,lapiedradeafilarcantabacontralasherramientascomoun

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insectomecánico y lamáquina de coser golpeteaba el cuero con un formalritmoindustrial.HacíaañosqueelseñorMcCauleyestabafamiliarizadocontodoslosolores, lossonidosylasprecisasactividadesdel lugar,peronuncaloshabía identificadoni leshabíadedicadounareflexión.Enesemomento,conunzapatoenlamanoyelennegrecidomandildecueropuesto,Hermanse enderezó, sonrió, asintió, y el señor McCauley vio la vida entera delhombreenesacueva.Sintiódeseosdeexpresarlesimpatía,admiraciónoalgomásquenoentendía.

—Sí,meacuerdo—dijoHerman—.Eranmuybuenosbotines.

—Magníficos botines. Los compré en el viaje de bodas, ¿sabe? EnInglaterra.Ahoranorecuerdodónde,peroenLondresnofue.

—Recuerdoquemelocontó.

—Ustedhizoun trabajo espléndido.Todavía aguantandemaravilla.Untrabajoespléndido,Herman.Trabajamuybien,conhonradez.

—Esoestábien.

Hermanechóunrápidovistazoalzapatoqueteníaenlamano.ElseñorMcCauley comprendió que el hombre quería volver al trabajo, pero él nopodíairse.

—Acaboderecibirunmazazo.Unaconmoción.

—¿Deveras?

El anciano sacó la carta y empezó a leer fragmentos en voz alta,mezcladosconinterjeccionesyrisaslúgubres.

—Bronquitis. Dice que está enfermo de bronquitis. No sabe a quiénrecurrir.Noséaquiénrecurrir.Elsiempresabeaquiénrecurrir.Cuandoyalo ha probado todo, recurre a mí. Unos cientos de dólares hasta que merecupere.Ruegaysuplicaymientrastantointrigaconmiamadellaves.¿Losabía?Esamujer robóun cargamento demuebles y semarchó con ellos aloeste.Sehabíanpuestodeacuerdo.Yaesehombreyolesalvéelpellejounay otra vez. Y nuncame devolvió un céntimo. Bueno, no, si tengo que serfranco,medevolviócincuentadólares.Cincuentadecientosycientos.

Demiles.En la guerra estuvo en lasFuerzasAéreas, ¿sabe?A losmásbajitossolíanmandarlosa laaviación.Sepavoneanporahípresumiendodeserhéroesdeguerra.Mire,supongoquenodeberíadecirlo,maspiensoqueaesossujetoslaguerralosechóaperder,nuncavolvieronaadaptarsealavida.

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Pero como disculpa no alcanza, ¿no? No puedo disculparlo para siempreporqueestuvoenlaguerra.

—No,nopuede.

—Desde que lo conozco he sabido que no era de fiar. He ahí loextraordinario.Losabíaydetodosmodosdejéquemeengatusara.Haygenteasí.Unoseapiadadeellosprecisamenteporlosinvergüenzasqueson.Yoleconseguí un puesto en una compañía de seguros. Teníamis contactos. Porsupuesto que la fastidió. Unmal bicho. Algunos son así, no hay nada quehacer.

—Enesotienerazón.

Esedía,laseñoraShultznoestabaenlatienda.Porlogeneralatendíaelmostrador;recibíaloszapatos,selosmostrabaasuesposoeinformabadeloque él había dicho, hacía los resguardosy cobraba cuando los zapatos eranentregados.ElseñorMcCauleyrecordabaqueenveranolahabíanoperadodealgo.

—¿Suesposanohavenidohoy?¿Seencuentrabien?

—Pensóquehoyleconveníatomárseloconcalma.Estámihija.

HermanShultzseñalóconlacabezalosestantesqueestabanaladerechadelmostrador,dondeseexponíanloszapatosreparados.ElseñorMcCauleymiróhaciaallíyvioaEdith,lahija,enquiennohabíareparadoalentrar.Eraunachicaaniñadadenegropelolacio;estabadeespaldasaél,reacomodandoloszapatos.De lamismamanera,parecíahabersehurtadoa lavistacuandohabíaidoacasadeélavisitarasuamigaSabitha.

—¿Ahoratededicasaayudaratupadre?—preguntóelseñorMcCauley—.¿Tehascansadodelaescuela?

—Essábado—dijoEdith,volviéndoseamedias,conunatímidasonrisa.

—Vayasi loes.Bueno,de todosmodosestámuybienqueayudesa tupadre. Debes cuidar a tusmayores. Se han esforzadomucho y son buenaspersonas. —Con un ligero aire de excusa, como si hubiera hablado condemasiadagravedad,elseñorMcCauleyañadió—:Honrarásatupadreyatumadre,paraquetusdíasseanlargosen…

Edithdijoalgoparaqueélnooyera.Dijo:

—Tiendadereparacióndecalzado.

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—Lesestoyrobandotiempo—asegurótristementeelseñorMcCauley—.Tienentrabajoyestoymolestando.

—Noveoaquévienentussarcasmos—dijoelpadredeEdithcuandoelviejosehuboido.

Esanoche, durante la cena, le hablódel señorMcCauley a lamadredeEdith.

—Noeselmismo—dijo—.Algolehapasado.

—Talvezuninfartoleve—aventuróella.

Desde que la habían operado de cálculos biliares hablaba de lasenfermedadesajenasconsolvenciayunaplácidasatisfacción.

AhoraqueSabithasehabíaidoparaesfumarseenunaclasedevidaquealparecer siemprehabíaestadoesperándola,Edithvolvíaa ser lapersonaquehabía sido antes de que Sabitha llegara al pueblo. «Muy madura para suedad»,diligente,crítica.Despuésdetressemanasdebachilleratoyasabíaqueiba a sermuy buena en todas las asignaturas nuevas: latín, álgebra, inglés,literatura. Estaba convencida de que su inteligencia sería reconocida yaclamadayqueteníaanteellaungranporvenir.LaboberíadelañoanteriorconSabithaempezabaaperdersedevista.

Contodo,alpensarenqueJohannasehabíamarchado,elpasadovolvíacon un escalofrío, una alarma invasora. Intentó pasarlo por alto, pero fueimposible.

Cuandohuboterminadodefregarlosplatossefueasuhabitaciónconellibroquelehabíanasignadoenelcursodeliteratura:DavidCopperfield.

Era una chica que nunca había recibido de sus padres más que tibiasreconvenciones—padresdemasiadomayoresparaunaniñadesuedad,a loquelagentesolíaatribuirsutemperamento—,peroseidentificabatotalmenteconladesdichadasituacióndeDavid.Pensabaqueeracomoél,quelomismohabría dado que fuese huérfana porque probablemente, cuando la verdadsalieraa la luzyelpasado lecerraseel futuro, tendríaquehuir,ocultarseyvalerseporsímisma.

Todohabíaempezadocuando,caminodelaescuela,Sabithadijo:

—Pasemosporelcorreo.Tengoquemandarleunacartaamipadre.

Todoslosdíasibanyvolvíanjuntasdelaescuela.Avecescaminabanconlosojoscerrados,ohaciaatrás.Aveces,alcruzarsecongente,farfullabanen

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unidiomaabsurdoparaprovocarconfusión.LamayoríadelasideasbuenaserandeEdith.ElúnicoaportedeSabithahabíasidolodeescribirelnombredeunchicoyelpropio,tachartodaslasletrasqueaparecíanmásdeunavezycontar las restantes. Luego, una iba contando con los dedosmientras decíaodio, amistad, noviazgo, amor,matrimonio, hasta que llegaba al número, yéseeraelveredictosobreloquepodíapasarentreunayelchico.

—Quécartamásgruesa—comentóEdith.Sedabacuentadetodoytodolo recordaba;podíamemorizarpáginasenterasde los librosdelcolegioconuna precisión que a los otros niños les resultaba siniestra—. ¿Tantas cosasteníasquedecirleatupadre?—preguntó,sorprendida,porquenoselocreía;almenosnocreíaqueSabithalashubierapuestoporescrito.

—Yosóloescribíunapágina—dijoSabithapalpandolacarta.

—Ajá—exclamóEdith—.A…já.

—Ajá¿qué?

—Apuestoaqueellapusoalgomás.Johanna.

Laconsecuenciafueque,envezdellevarlacartadirectamentealcorreo,despuésdelaescuelalaabrieronconvaporencasadeEdith.EncasadeEdithpodíanhacercosasasíporquesumadretrabajabatodoeldíaenlatiendadereparacióndecalzado.

EstimadoseñorKenBoudreau:

Penséquedebíaescribirleparaagradecerlelascosasamablesquedecíademíenlacartaqueenvióasuhija.Descuideustedquenomemarcharé. Dice que soy una persona de fiar. Eso es lo que yo heentendidoyporloqueséesverdad.Leagradezcoquelohayadicho,porquealgunospiensanquelaspersonascomoyo,quenosesabededóndeprovienen,soninaceptables.Poresosemehaocurridocontarlealgosobremí.NacíenGlasgow,perocuandomimadresecasótuvoqueabandonarme.Aloscincoañosmellevaronalorfanato.Busquéamimadreparaquevolviera,peronovolvióymeacostumbréaestarallí,ylaverdadesquenoeranmalos.AlosonceañosmellevaronaCanadácomopartedeunPlanyallívivíconlosDixonytrabajabaensuvivero.EnelPlanestabaincluidalaescuela,perolociertoesqueno fuimucho.En invierno trabajabaencasapara la señora,pero lascircunstanciashicieronquedecidieramarcharmey,comoeragrandeyfuerteparamiedad,conseguíquemecontrataranenunaresidenciade

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ancianos. No es que nome gustara el trabajo, pero para ganarmásdineromefuia trabajaraunafábricadeescobas.Eldueño,elseñorWillets, teníaunamadreancianaque solía ir aver cómomarchabanlas cosas, y en ciertomodo las dos nos encariñamos.Como amí laatmósferame causaba problemas respiratorios, ella dijo que deberíatrabajar para ella y así lo hice. Viví con ella doce años en el nortejunto a un lago llamado Lago de la PalomaViuda. Sólo estábamosnosotras dos, pero yome ocupaba de todo lo de fuera y lo de casa,hastademanejarlamotorayelcoche.Aprendíaleerbienporqueellaestabamaldelavistaylegustabaqueyoleleyera.Murióalaedaddenoventayseisaños.Usteddiráquévidaeraaquéllaparaunapersonajoven,peroyoerafeliz.Comíamossiemprejuntas,yelúltimoañoymediodormí en suhabitación.Perodespuésde sumuerte la familiame dio una semana para hacer lamaleta. Supongo que no les gustóqueellamedejaradinero.QueríaqueloemplearaenEducaciónperohabría tenidoque iraclaseconcríos.Asíque,cuandovielanuncioqueelseñorMcCauleypusoenelGlobeandMail,fuiaverdequésetrataba.NecesitabatrabajarparanoseguirechandoenfaltaalaseñoraWillets.Bien,puesme figuroqueya loheaburridobastanteconmiHistoriayseráunalivioquehayallegadoalPresente.Graciasporsubuenaopiniónyporhabermellevadoalaferia.Nosoydeesasalasque les gustan los pícnics ni lo que se come, pero por cierto fue unplacerquemeincluyera.

Suamiga,

JOHANNAPARRY

EdithleyólaspalabrasdeJohannaenvozaltaeimplorante,conexpresióndecongoja.

—NacíenGlasgow,perocuandomimadretuvoqueabandonarmecuandomeviolacara…

—Para—dijoSabitha—.Meestoyponiendomaladelarisa.

—¿Cómometiósucartasinqueteenteraras?

—Siempreme coge el papel, lo pone en el sobre y escribe la direcciónporquepiensaqueyonotengobuenaletra.

Edith tuvo que pegar la solapa del sobre con celo porque no quedabasuficientegoma.

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—Estáenamoradadeél—explicó.

—Puaj,quéganasdevomitar—dijoSabithaagarrándoseelestómago—.Nopuedeser.Johannalavieja.

—Porcierto,¿yélquédecíadeella?

—Sóloque supuestamenteyo teníaque respetarlayque si semarchabasería un desastre. Que era una suerte que estuviese porque él no tenía unhogar paramí y el abuelo solo no podía criar a una niña ymucho blablá.Decíaqueeraunadama.Queélsabíaloqueestabadiciendo.

—Entoncesellavayseenamora.

Para que Johanna no descubriera que no la habían enviado y estabapegadaconcelo,lacartasequedóesanocheconEdith.Alamañanasiguientelallevaronalcorreo.

—Ahoraveremosquécontestaél.Túvigila—comentóEdith.

Durante mucho tiempo no llegó ninguna carta. Y cuando llegó fuedecepcionante. La abrieron con vapor en casa de Edith, pero dentro noencontraronnadaparaJohanna.

QueridaSabitha:

Este año, la Navidad nome pilla muy boyante. Siento no tenermásqueunbilletededosdólaresparaenviarte.Contodo,esperoqueestésbiendesaludytengasunafelizNavidadyhagastustareas.Pormiparteúltimamentenomehe encontradodel todobien.He tenidounabronquitis,cosaquemesucedetodoslosaños,aunqueésteeselprimeroqueaterrizoencamaantesdelasfiestas.Comonotarásporladirección,mehecambiadodecasa.Elpisoestabaenunazonamuyruidosaypasabademasiadagenteconganasdejuerga.Ahoravivoenuna pensión, lo queme viene de perillas porque hacer la compra ycocinarnuncahasidolomío.

FelizNavidad.Tequiere,

PAPÁ

—PobreJohanna—dijoEdith—.Selegompegáelcorazón.

—¿Yquécuernoimporta?—preguntóSabitha.

—Salvoquelohagamosnosotras—dijoEdith.

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—¿Qué?

—Responderle.

Tendrían que escribir la carta a máquina para que Johanna no se dieracuentadequenoeralaletradelpadredeSabitha.EncasadeEdithhabíaunamáquina sobre unamesa de juego de la sala de estar. Antes de casarse, lamadre había trabajado en un despacho y a veces todavía se ganaba undinerillomecanografiandolaclasedecartasalasquelagentequieredarunaspectooficial.LehabíadadoaEdithunasnocionesconlaesperanzadequealgúndíaellatambiénconsiguieratrabajoenundespacho.

—Querida Johanna —dijo Sabitha—. Lo siento mucho pero con esasmanchashorriblesquetienesenlacaranopuedoenamorarmedeti.

—Cállatelaboca—ordenóEdith—,quevoyahacerloenserio.

«Mealegrómuchorecibirlacarta»,redactó,pronunciandolaspalabrasenvoz alta, deteniéndose a pensar, la voz cada vez más tierna y solemne.Despatarradaenelsofá,Sabithasereía.Enunmomentoencendióeltelevisor,peroEdithledijo:

—Apaga.¿Túcreesqueconesamierdaencendidapuedoconcentrarmeenlossentimientos?

Cuando estaban las dos solas, Edith y Sabitha usaban las palabras«mierda»,«zorra»y«joder».

EstimadaJohanna:

Me alegró mucho recibir la carta que puso con la de Sabitha ydescubrir cosas sobre suvida.Tienequehaberpasadomomentosdetristezaysoledad,aunquepareceunasuertequehayaencontradounapersonacomolaseñoraWillets.Sinembargo,nuncahadejadodesertrabajadora y abnegada y debo decir que yo la admiro mucho. Encuanto amí, he vivido a salto demata y nuncame he asentado deltodo.Noséporquétengoestainquietudysoledadinterior.Parecequeesmidestino.Conozcoamuchagenteyconversocon todos,peroavecesmepreguntositengoalgúnamigodeverdad.Entoncesllegasucartayalfinalustedescribe:Suamiga.Yyopienso:¿lodiráenserio?YquébonitoregalodeNavidadseríaqueJohannamedijeraqueesmiamiga.Talvezustedquisosimplementeseramableynomeconocebastante.Detodosmodos,felizNavidad.

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Suamigo,

KENBOUDREAU

Lacarta ibaanombredeJohanna.TambiénacabaronpormecanografiarladirigidaaSabitha:¿porquéibaaestarunaescritaamáquinaylaotrano?Estavezhabíantenidocuidadoconelvaporparanodelatarsealusarcelo.

—¿Yporquénoescribiramáquinaenunsobrenuevo?Afindecuentas,lascartasestánmecanografiadas—dijoSabithacreyéndosemuylista.

—Porqueunsobrenuevonollevaríaelsellodecorreos.Serástonta.

—¿Ysiélcontesta?

—Leeremoslacarta.

—Vale,¿ysiellacontestaperoleenvíalacartadirectamenteaél?

Edithprocurónomostrarqueesonoselehabíaocurrido.

—No lo hará. Es demasiado astuta. De todos modos, tú contestasenseguidaparasugerirlelaideadequemetalacartaentusobre.

—Merevientaescribircartasestúpidas.

—Venga.Notevasamorir.¿Notienesganasdesaberquédice?

Estimadoamigo:

Mepreguntasiloconozcolosuficienteparaseramigasuyaymirespuestaesquecreoquesí.SólohetenidoenmividaunaAmiga,laseñoraWillets.La quería y ellame trataba bien, pero semurió.EramuchomayorqueyoyelproblemaconlosAmigosMayoresesquesemuerenynosdejansolos.Eratanviejaqueavecesmellamabaporelnombredeotrapersona.Detodosmodosamínomeimportaba.

Lecontaréalgoraro.

Hemandadoampliaryenmarcarlafotoylahepuestoenlasala.Eseretratoqueustedlehizosacaralfotógrafode

laferia,endondeestamosusted,Sabitha,suamigaEdithyyo.Noesunafotografíamuybuenaylaverdadesqueelhombreselacobróbastante cara, pero es mejor que nada. Bien, anteayer le estabaquitandoelpolvoyme imaginéque looíaausted saludarme.Hola,me decía, y le miré la cara todo lo bien que se puede ver en lafotografía y pensé: Vaya, debo de estar volviéndome loca. O a lo

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mejoresunaseñaldequehayunacartaencamino.Habloenbroma.Laverdadesquenocreoenesascosas.Peroayerllegóunacarta.Yave,pues,quenoesdemasiadopedirmequeseasuamiga.Siempreséarreglármelas para estar atareada, pero unAmigo de verdad es algomuydiferente.

Suamiga,

JOHANNAPARRY

Desde luego que aquello no podía ponerse en el sobre. Al padre deSabitha le olerían mal las referencias a una carta que nunca había escrito.HuboquehacerpedazoslaspalabrasdeJohannaytirarlasalretretedelacasadeEdith.

Cuando llegó la carta que contaba lo del hotel, habían pasado muchosmeses.Eraverano.Y siSabitha recogió la carta fuepor casualidad,porquehabíaestadotressemanasenelchaléquesutíaRoxanneysutíoClarkteníanenellagoSimcoe.

CasiloprimeroquedijoSabithaalentrarenlacasadeEdithfue:

—Guugui.Quépestehayaquí.

«Guugui»eraunaexpresiónquehabíatomadodesusprimos.

Editholfateóelaire.

—Yonohuelonada.

—Escomoelolordelatiendadetupadre,sóloquenotanfuerte.Debendetraerloacasaconlaropaylascosas.

Edith se encargó del vapor y de abrir el sobre. En el camino desde elcorreo,Sabithahabíaparadoenlapasteleríaacomprardosbombasdenata.Sehabíatendidoenelsofáacomerlasuya.

—Una sola carta. Para ti—dijo Edith—. Pobre Johanna. Claro que élnuncarecibióladeella.

—Léemela—seresignóSabitha—.Tengotodoslosdedospringosos.

Edithlaleyóconrapideznotarial,casisinhacerpausaenlascomas.

Bien,Sabitha,misuertehadadoungiroycomopuedesveryanoestoyenBrandonsinoenunlugarllamadoGdynia.Ynotrabajoparamis jefes anteriores. Los problemas de pecho me hicieron pasar un

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invierno excepcionalmente duro y ellos, es decir, mis jefes,consideraron que debía salir a trabajar aunque corriera el riesgo depillar una neumonía. Con lo que hubo una discusión de aquéllas ytodosdecidimosdecirnosadiós.Perolasuerteesmuyextrañayjustoporentoncesmeconvertíendueñodeunhotel.Lospormenoressonmuycomplicadosde explicar, pero si tu abueloquiere saber, túdileque una persona queme debía dinerome dio este hotel amodo depago. Heme pues aquí pasando de una habitación de pensión a unedificiodedocehabitacionesydenoserdueñonidemicamaatenerunascuantas.Nosabesquémaravillaeslevantarseporlamañanaconla sensación de ser tu propio jefe. Tengo que hacer algunasreparaciones, de hecho un montón, y pondré manos a la obra encuantohagamenosfrío.Necesitarécontrataraalguienquemeayudeymásadelanteaunbuencocineroparatenerrestauranteademásdebar.Deberíairvientoenpopaporqueenestepueblonohaynada.Esperoquetúestésbien,hagastustareasyseaseducada.

Tequiere,

PAPÁ

—¿Tienescafé?—preguntóSabitha.

—Instantáneo—respondióEdith—.¿Porqué?

Sabithadijoqueenelchalé todoelmundotomabacaféconhieloyqueleschiflaba.Aella también lechiflaba.Se levantóyestuvohurgandoen lacocina, y luego hirvió el agua ymezcló el café con leche y los cubitos dehielo.

—En realidad necesitaríamos crema de vainilla—dijo—. Jo,Diosss, esgenial.¿Notecomestubomba?

Jo,Diosss.

—Sí,toda—contestóEdithconsaña.

CuántoscambiosenSabithaenapenastressemanas,ellapsoenqueEdithhabía trabajado en la tienda y sumadre se había repuesto de la operación.Sabitha tenía la piel de un marrón dorado suculento y el pelo, más corto,flotaba alrededor de su cara. Sus primas se lo habían cortado y le habíanhecho una permanente. Llevaba una especie de vestido sport con faldapantalón, botones al frente y volantes en lasmangas de un adecuado colorazul.Habíaengordadounpocoycuandoseinclinóarecogersuvasodecafé

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con hielo, que estaba en el suelo, exhibió un escote mórbido yresplandeciente.

Pechos.Debíandehaberleempezadoacrecerantesdequesemarchara,pero Edith no lo había notado. Quizás una se los encontraba un día aldespertarse.Quizáno.

Surgierancomosurgieran,parecíanmarcarunaventajatotalmenteinjustaeinmerecida.

Sabithahablabahastaporloscodosdelosprimosydelavidaenelchalé.Decía: «Oye, tengo que contarte algo increíble», y luego se ponía achapurrearsobre loque lehabíadicho tíaRoxannea tíoClarkenmediodeuna pelea, y cómo Mary Jo los llevaba a todos a un bar de la carreteraconduciendo el coche deStan con la capota baja y sin permiso (¿quién eraStan?), y nunca quedaba del todo claro por qué la historia era tan genial oincreíble.

Pero al cabo de un tiempo se aclararon otras cosas. Las auténticasaventurasdelverano.Lasniñasmayores—entreellas,Sabitha—dormíanenel piso de arriba del cobertizo de las barcas. A veces hacían guerras decosquillas.Yluegosejuntabantodascontraunaylehacíancosquillashastaqueserendíayaceptababajarseelpantalónpijamaymostrarsiteníapelos.

Se contaban historias sobre niñas del internado que hacían cosas con elmangodelcepillodedientes,conelmangodelcepillodelpelo.Guugui.Unavez,dosprimashabíanmontadounshow:unasehabíapuestoencimadelaotrayhabíahechodechico,yhabíantrenzadolaspiernasygemidoyjadeadoyperdidolacabeza.

LahermanadeltíoClarkysumaridohabíanidoapasarlalunademiel,yaélselehabíavistometerlemanobajoeltrajedebaño.

—Esosdossíquesequerían.Haciéndolodíaynoche—dijoSabitha.Seapretó un cojín contra el pecho—.Cuando la gente está tan enamorada nopuedeevitarlo.

Una de las primas ya lo había hecho con un chico.Era un ayudante deveranodelcentroturísticoquehabíacarreteraabajo.Selahabíallevadoenunboteyhabíaamenazadoconempujarlaalaguasinodejabahacérselo.Osea,quenohabíasidoculpadeella.

—¿Ynosabíanadar?—preguntóEdith.

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Sabithasemetióelcojínentrelaspiernas.

—Aaay—dijo—.Quégustoda.

Edith lo sabía todo sobre los placenteros tormentos que sentía Sabitha,perolapasmabaquealguienselosinfligieraenpúblico.Aella,porsuparte,le daban miedo. Años atrás, sin saber aún qué estaba haciendo, se habíadormidocon la sábanaentre laspiernas; sumadre lahabíadescubiertoy lehabíacontadolahistoriadeunaniñaquehacíaesascosastanconstantementeque,parasolucionarelproblema,habíanacabadoporoperarla.

—Primero le echaban agua fría, pero ni de ese modo se curó—habíacontadosumadre—.Asíquetuvieronqueamputarla.

De lo contrario se le habrían congestionado los órganos y podría habermuerto.

—Paraya—leordenóaSabitha.

PeroSabithasiguiógimiendo,desafiante,ydijo:

—Noesnada.Lohacemostodas.¿Túnotienesuncojín?

Edithselevantó.Tomóelvasovacíodecaféconhielo,fuealacocinaylollenódeagua.Cuandovolvió,Sabithaestabatendidaenelsofá,riendo,yelcojínenelsuelo.

—¿Qué pensaste que estaba haciendo?—preguntó—. ¿No ves que eraunabroma?

—Teníased—dijoEdith.

—Acabasdebeberteunvasoenterodecaféconhielo.

—Teníaseddeagua.

—Contigo no hay forma de divertirse. —Sabitha se sentó—. Si tienestantased,¿porquénobebes?

EstuvieronsentadasenunsilenciotaciturnohastaquefinalmenteSabitha,entonoconciliadorperodecepcionado,dijo:

—¿NolevamosaescribirotracartaaJohanna?Venga,escribámosleunacartitadeamormona.

Edithhabíaperdidobuenapartedelinterésenlascartas,perolareanimóqueparaSabithanofueraasí.ApesardellagoSimcoeylospechos,recuperócierta sensación de poder sobre ella. Suspirando, como de mala gana, se

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levantóyretirólatapaalamáquinadeescribir.

—QueridísimaJohanna…—dijoSabitha.

—No.Esodaasco.

—Ellanopensarálomismo.

—Síquelopensará.

SepreguntósidebíaalertaraSabithasobreelpeligrodelacongestióndeórganos.Decidióqueno.Primero,lainformaciónpertenecíaalrepertoriodeadvertencias que ella había recibido de sumadre y en las que nunca sabíaplenamentesiconfiarono.Nohabíacaídotanbajocomoparacreerqueusarchanclos en casa estropeaba la vista, pero una nunca sabe… Quizá másadelante.

Y segundo, Sabitha se reiría. Solía reírse de las advertencias; se habríareídohastadelaprevencióndequelasbombasdenataengordaban.

—Tuúltimacartamediolafelicidad…

—Tuúltimacartamedejóextasiado…—comentóSabitha.

—…me dio la felicidad de pensar que por fin tengo en elmundo unaamigadeverdad,yesaamigaerestú.

—Eldeseodeestrujarteentremisbrazosnomehadejadodormirentodalanoche…—Sabithaseabrazóeltorsoyempezóamecerse.

—No.Nosabescuántasveces,soloapesardemividagregaria,hesentidoquenoteníaaquiénrecurrir.

—¿Quéquieredecir«gregario»?Seguroqueellanolosabrá.

—Ellalosabrá.

AquellolecerrólabocaaSabithayacasolahirióensussentimientos.DemodoquealfinalEdithleyó:

—«Debodespedirmeysólopuedohacerloimaginandoqueleesestacartayteruborizas…».¿Yaseparecemásaloquequerías?

—«Que lees esta carta en la cama, en camisón —dijo Sabitha, quesiempresereponíapronto—,ypiensascómoteestrujaríaentremisbrazosytechuparíalastetas…».

QueridaJohanna:

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Tuúltimacartamediolafelicidaddepensarqueporfintengoenelmundounaamigadeverdad,yesaamigaerestú.Nosabescuántasveces,soloapesardemividagregaria,hesentidoquenoteníaaquiénrecurrir.

Bien,yalehecontadoaSabithaquelasuertemehafavorecidoyahora tengo un hotel. Lo que no le conté es que el invierno pasadoestuvemuy enfermo porque no quería preocuparla. Tampoco quieropreocuparteati,queridaJohanna.Sóloquierodecirtequehepensadoen timuchasvecesyhedeseadover tudulce rostro.Enmisdíasdefiebreme parecía verlo realmente, inclinado sobremí, y oía tu vozdiciendo que pronto estaría mejor y sentía las atenciones de tusbondadosasmanos.Entoncesvivíaen lapensiónycuandosalíde lafiebrehubomuchasbromassobrequiénera laJohannaaquella.Perogrande fuemi tristeza al despertarme y descubrir que tú no estabas.Llegué a preguntarme si no habrías venido volando para estarconmigo,aunquesabíaqueeraimposible.Créeme,créeme,nohabríarecibidonialamáshermosaestrelladecinecontantaalegríacomoati.No sé si debo contarte otras cosas queme decías porque, si bieneran íntimas y tiernas, tal vez te incomoden.Me cuesta acabar estacarta porque siento que estoy rodeándote con mis brazos mientrasconversamosenvozbajaenlapenumbradenuestrahabitación,perodebodespedirmeysólopuedohacerloimaginandoqueleesestacartay te ruborizas. Sería maravilloso que la leyeras en la cama, encamisón,pensandocuántomegustaríaestrecharteenmisbrazos.

Cona-o-,

KENBOUDREAU

Aunque parezca increíble, esta carta no tuvo respuesta.Cuando Sabithahuboescritomediapágina,Johannalametióenelsobre,pusoladirecciónyesofuetodo.

CuandoJohannabajódeltrennohabíanadieesperándola.Nosepermitiópreocuparse;al finyalcaboteníaprevistoquelacartano llegaraantesqueella. (Dehechohabía llegadoyestabaen laoficinadecorreos, sin recoger,debidoaqueKenBoudreau,queelinviernoanteriornohabíasufridoningunaenfermedad grave, ahora sí tenía bronquitis y llevaba varios días sin ir abuscar lacorrespondencia.Aquellaprecisamañanase lehabíaañadidootrosobre con el talón del señor McCauley, aunque el pago ya había sido

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bloqueado).

Loque la intranquilizóalgomás fuequeaquellonoparecíaunaciudad.Laestacióneraunrefugiovalladoconbancosalolargodelosmurosyunapersiana de madera enrollada delante de la taquilla. También había uncobertizo—eso supuso ella que sería—, pero la puerta corredera no cedía.Atisboporunarendijaentrelasplanchashastaquesusojosseacostumbrarona la oscuridad y vio que estaba vacío, y que el suelo estaba sucio.Allí nohabía cajas conmuebles. Llamó varias veces—«¿Hay alguien aquí?, ¿hayalguienaquí?»—,peronoesperabaquelerespondieran.

Sedemoróenelandénintentandoorientarse.

A algo menos de un kilómetro había una suave y hermosa colina,coronadaporárboles.Yaquelsenderodeaspectoarenoso,quedesdeeltrenhabía tomadoporelcamino traserodeunagranja,debíadeser lacarretera.Ahora,dispersasentrelosárboles,distinguíabajassiluetasdeconstrucciones;yundepósitodeaguaqueadistanciaparecíaunjuguete,unsoldaditodelataconpiernasmuylargas.

Recogiólamaleta—esonoseríadifícil;alfinyalcabolahabíacargadodesdeExhibitionRoadhastalaotraestación—ysepusoenmarcha.

Había viento, perohacía calor—más calor que enOntario—yhasta elvientoeracaliente.Encimadelvestidonuevo,Johannallevabaelviejoabrigode siempre, que en la maleta habría ocupado demasiado espacio. Mirabaexpectante la sombra de la ciudad, pero al llegar descubrió que los árboleseran o falsos abetos, demasiado tiesos y estrechos para dar sombra, o bienmustiosálamosdehojamenudaquealmecersedejabanpasarelsol.

Habíaenese lugarunadesalentadora faltade formalidadodecualquiertipodeorganización.Nohabíaaceras,nipavimentoniedificiosimponentes,salvouna iglesia grande comoungranerode ladrillos.Sobre la puerta, unapintura representabaunaSagradaFamiliade rostrosarcillososyojosazulesescrutadores.Llevabaelnombredeunsantoignoto:sanVoytech.

La situación y planificación de las casas no revelaba gran previsión. Sealzabanenángulosvariadosrespectoalcaminoocalleylamayorparteteníanmezquinasventanitasrepartidasporlasparedesylosporchescontralanievecomocajasantelaspuertas.¿Porquénohabíanadieenlospatios?Claroquetampocoteníaporquéhaberalguien.Nohabíanadaquecuidar,salvomatasdehierbaspardasyunsoloarbustoderuibarboqueyaproducíasemilla.

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La calle principal, si es que lo era, tenía una única acera elevada demadera y algunos edificios sin apuntalar, de los cuales sólo una tienda deultramarinos (que albergaba la estafeta) y un garaje daban impresión deactividad.HabíaunaconstruccióndedosplantasqueaJohannaleparecióelhotel,peroeraunbancoyestabacerrado.

El primer humano que vio—aunque ya le habían ladrado dos perros—fueunhombreatareadodelantedelgaraje.Estabacargandocadenasenlacajadeuncamión.

—¿Elhotel?—dijo—.Hacaminadodemás.

Le explicó que estaba junto a la estación, un trecho al otro lado de lasvías,ypintadodeazul.Nohabíapérdida.

Ellaapoyólamaletaenelsuelo,nopordesalientosinoporquenecesitabaundescanso.

Elhombredijoquesiesperabaunminutoéllallevaría.

Y aunque para ella era una novedad aceptar una oferta así, pronto seencontróen lacandente,grasientacabinadelcamión,bamboleándoseporelcaminoque acababade subir, con el desesperado alborotode las cadenas asusespaldas.

—Ybien,¿dedóndehatraídoustedestecalor?—preguntóelhombre.

Enuntonoquenoprometíanadamásalládelarespuesta,elladijoquedeOntario.

—DeOntario—repitióél,apenado—.Bueno,ahílotiene.Suhotel.

El hombre despegó una mano del volante. El camión dio un bandazomientrasélseñalabaunedificiodedosplantasytechoplanoquealllegarnohabíapasadoinadvertidoaJohanna.Lehabíaparecidounagrancasafamiliarbastantedeteriorada,quizásabandonada.Ahoraqueyahabíavisto lascasasde la ciudad, se daba cuenta de que no habría debido apresurarse adescartarlo. Estaba revestido de chapas metálicas estampadas para queparecieranladrillosypintadasdeazulclaro.Sobreelumbral,enunneónqueyanoalumbraba,seleíalasolitariapalabrahotel.

—Serénecia—dijo,yleofrecióalhombreundólarporelviaje.

Élserió.

—Guárdeseeldinero—ordenó—.Nuncasesabecuándoharáfalta.

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Frentealhotelhabíaaparcadouncochedelomásdecente,unPlymouth.Estabamuysucio,pero¿cómoevitarloconesoscaminos?

Sobrelapuertahabíaunanunciodecigarrillosyotrodecerveza.Esperóaqueel camióndiera lavuelta antesde llamar a lapuerta; noparecíaque ellugarestuvieseabierto.Luegoempujólapuertaparaversiseabría,yentróenunpolvorientovestíbuloconunaescaleraydespuésenunampliosalónconunamesadebillar, rancioolor a cervezay suelo sinbarrer.Aparte, enunahabitación lateral, distinguió el brillo de un espejo, estantes vacíos, unmostrador.Todosesosambientes tenían lascelosíasbiencerradas.Laúnicaluz provenía de dos ventanitas redondas, que resultaron pertenecer a unadoblepuertabatiente.Atravesólasestanciasyentróenunacocina.Habíamásclaridad,graciasalahileradealtas—ysucias—ventanasdescubiertasdelaparedopuesta.

Yallíviolasprimerasseñalesdevida:alguienhabíacomidoenlamesaydejadounplatountadodekétchupsecoymediatazadecaféfrío.

Una de las puertas de la cocina conducía a la calle—estaba cerrada—,otraaunadespensaendondeseapilabanvariaslatasdecomida,otramásaunarmariodeescobasyunacuartaaunaescaleraestrechaycerrada.Subiólos escalones, a los tumbos con la maleta a cuestas porque el espacio eraangosto. Al llegar arriba se encontró frente a un retrete con el asientolevantado.

La puerta de la última habitación del pasillo estaba abierta y dentroencontróaKenBoudreau.

Antesdeverloaél,viosuropa.Lachaquetacolgabadeunaesquinadelapuerta y los pantalones en el picaporte barrían el suelo. Como enseguidapensóqueésanoera formade tratar la ropa,Johannaseatrevióaentrar—dejandolamaletaenelpasillo—conlaideadecolgarlacomocorrespondía.

Él estaba en la cama, tapado solamente conuna sábana.La colchay sucamisahabíancaídoalsuelo.Resoplabainquieto,comosiestuvieraapuntodedespertarse,demodoqueelladijo:

—Buenosdías.Tardes.

Elsoldeslumbrantequeentrabaporlaventanaledabacasienlacara.Laventanaestabacerradayelaireestabaviciado,enprimerlugarporelcenicerorepletoquehabíaenlasillaqueélusabacomomesitadenoche.

Teníamalascostumbres:fumabaenlacama.

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Lavozdeellanolodespertó,osólolodespertóenparte.Empezóatoser.

Ella advirtió que era una tos grave, tos de enfermo. Él se esforzó porincorporarse, todavía con los ojos cerrados, y ella se acercó a la camaparaayudarlo.Buscóunpañuelodetelaounacajadepañuelosdepapel,peronovio nada, así que recogió del suelo la camisa, que siempre podía lavardespués.Queríaecharunbuenvistazoaloqueélibaaescupir.

Cuando no pudo aguantarmás, él se derrumbó en la cama, boqueando,arrugandoenungestodedisgustolaencantadoracaradegallitoqueJohannarecordababien.Poreltacto,ellasupoqueteníafiebre.

El esputo era deun color amarillo verdoso; sin vetas cobrizas.Llevó lacamisaallavabo,dondeparasusorpresaencontrójabón,lalavó,lacolgódelpicaportey luego se lavóescrupulosamente lasmanos.Tuvoque secárselasenlafaldadelvestidomarrónnuevo.Selohabíapuestohacíamenosdedoshorasenotrolavaboangosto—eldeDamasdeltren—.Enaquelmomentosehabíapreguntadosinodebíamaquillarseunpoco.

Enunarmariodelpasilloencontróunrollodepapelhigiénicoylollevóalahabitaciónparacuandoéltosiera.Recogiólacolchaylotapóbien,bajólapersiana casi hasta el alféizar, apoyando el cenicero que había vaciado deformaquequedaríaentreabierta.Luego,enelpasillo,secambiólaropanuevapor la vieja que llevaba en la maleta. Menuda utilidad tendrían ahora unvestidonuevooalgodemaquillaje.

No sabía bien cuán enfermo estaba él, pero había atendido a la señoraWillets —otra fumadora empedernida— durante varias bronquitis y pensóqueporun tiempopodíaarreglárselassin llamaraunmédico.Enelmismoarmario del pasillo había una pila de toallas limpias, aunque gastadas ydescoloridas,ydespuésdehumedecerunalelimpióelsudordelosbrazosylaspiernasparaversilebajabalafiebre.Elsedespertóamediasyotravezsepuso a toser. Ella lo incorporó y le hizo escupir en el papel higiénico,examinódenuevolaflema,arrojóelpapelalretreteyselavólasmanos.Bajóalacocina,encontróunvasoytambiénunabotellagrandedegingeraleylallenó de agua. Intentó que él bebiera. El sorbió un poco pero, comoprotestaba,ellavolvióareclinarlo.Alcabodecincominutosprobóotravez.Siguióhaciéndolohastaconvencersedequehabíabebido todo loquepodíasinvomitar.

Devezencuandovolvíaatoseryellalosentaba,lososteníaconunbrazoyconelotroledabagolpecitosenlaespaldaparaayudarloadescongestionar

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el pecho. Varias veces él abrió los ojos y pareció tomar su presencia sinalarma ni sorpresa—ni gratitud, por cierto—. Ella le enjugó de nuevo elsudor, atenta a tapar enseguida con la colcha cadapartedel cuerpoque ibarefrescando.

Se dio cuenta de que había empezado a oscurecer, bajó a la cocina yencontró la llave de la luz. Las lamparillas y la vieja cocina eléctricafuncionaban.Calentóunalatadesopadearrozconpollo,lallevóarribaylodespertó. El tomó un sorbo de la cuchara. Ella aprovechó esa vigiliamomentáneaparapreguntarlesiteníaunfrascodeaspirinas.Elasintióconlacabezaperoalintentarexplicarledóndeestabaseconfundió.

—Enelcubodelabasura—indicó.

—No,no—dijoella—.Enelcubodelabasuranopuedeser.

—Enel…,el…

Trataba de moldear algo con las manos. Se le llenaron los ojos delágrimas.

—Noimporta—dijoJohanna—.Noimporta.

De todos modos le había bajado la fiebre. Estuvo una hora o másdurmiendo sin toser. Luego volvió a arder. A esas alturas, ella habíaencontrado las aspirinas —estaban en un cajón de la cocina entre undestornillador,variasbombillasyunovillodecordel—ylehizotomardos.Aunquepocodespuéséltuvounviolentoataquedetos,aJohannaleparecióquenolashabíavomitado.Cuandoélvolvióaecharse,apoyólaorejaenelpecho y escuchó su jadeo. Ya había buscado mostaza para hacerle unemplasto,peroalparecernohabía.Bajódenuevo,calentóaguaylasubióenunapalangana.Montóuna tiendacon toallase intentóqueélse incorporarapararespirarelvapor.Sibienélsólocooperóunmomento,diolaimpresióndequeservía;acabóexpulsandocantidadesdeflema.

Lebajólafiebreunavezmásysedurmiómástranquilo.Ellaarrastróunsillón que había encontrado en otra habitación y durmió también, de formaintermitente,despertandodegolpeperpleja, recordando luegodóndeestaba,levantándoseparatocarlo—lafiebresemanteníabaja—yestirarlelacolcha.ParataparseellausóelimperecederoabrigodetweedquenuncaacabaríadeagradecerlealaseñoraWillets.

Élsedespertó.Eramediamañana.

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—¿Quéhaceustedaquí?—preguntóconunavozhoscaydébil.

—Llegué ayer—dijo ella—.Le he traído losmuebles. Todavía no hanllegado, pero están en camino. Cuando llegué estaba enfermo y ha pasadoenfermocasitodalanoche.¿Cómoseencuentra?

Éldijo:

—Mejor—y empezó a toser. No hizo falta que ella lo incorporara, élpudo sentarse solo, pero ella fue hasta la cama y le golpeó la espalda—.Gracias—dijoélcuandohuboacabado.

Teníalapieltanfrescacomoladeella.Ysuave:niunlunarrugoso,niungramodegrasa.Sepodíapalpar las costillas.Era comounniñodelicadoyafligido.Olíaamaíz.

—Sehatragadolaflema—declaróella—.Nolohaga,noesbueno.Aquítiene papel; debe escupirla. Si se las sigue tragando, se echará a perder losriñones.

—Nuncalohabíaoído—dijoél—.¿Pudoencontrarelcafé?

Lacafeteraeléctricaestabanegrapordentro.Lalimpiólomejorquepudoyladejótrabajando.Luegoselavóysearregló,preguntándosequéclasedecomidaleprepararía.Enladespensahabíaunacajademezclaparagalletas.Primero pensó que debería prepararla con agua, pero también encontró unbote de leche enpolvo.Cuando el café estuvo listo, ya tenía una fuente degalletasenelhorno.

En cuanto oyó que ella trajinaba en la cocina, él se levantó para ir allavabo. Estaba más débil de lo que había pensado; tuvo que inclinarse yapoyar una mano en el tanque. Luego, en el suelo del armario del pasillodondeguardabalaropalimpia,encontróropainterior.Paraentoncesyahabíadeducidoquiéneraaquellamujer.Decíaquehabíaidoallevarlelosmuebles,aunqueélno lehabíapedidoanadieque lohiciera;nuncahabíapedido losmuebles, en realidad, sino dinero. Debería saber cómo se llamaba pero nolograbaacordarse.Poresoleabriólacartera,queestabaenelpasillojuntoasumaleta.Cosidaalforrohabíaunaetiquetadeidentificación.

JohannaParry;debajo,ladireccióndesusuegroenExhibitionRoad.

Algunas cosas más. Una bolsita de tela con unos pocos billetes.Veintisietedólares.Otrabolsitaconmonedasquenosemolestóencontar.Untalonarioazulbrillante.Automáticamenteloabriósinesperarnadainusual.

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Un par de semanas antes, Johanna había podido transferir a su cuentabancarialatotalidaddelaherenciadelaseñoraWilletsylahabíaañadidoasus ahorros. Le había explicado al gerente del banco que no sabía cuándopodíanecesitareldinero.

Lasumanoeradeslumbranteperoimpresionaba.Ledabaconsistenciaala mujer. En la mente de Ken Boudreau, el nombre de Johanna Parry serevistiódeunapátinabrillante.

—¿No llevaba puesto un vestidomarrón?—preguntó cuando ella subióconelcafé.

—Sí.Alllegar.

—Penséqueeraunsueño.Yerausted.

—Como en su otro sueño —dijo Johanna, y la frente pecosa se leencendió.

Él no sabía de qué estaba hablando y le faltaba energía para indagar.Posiblemente fuera un sueño del que se había despertado durante la noche,mientrasellaestabaallado,unsueñoquenorecordaba.Volvióatoser,peromásrazonablemente,yellalealcanzóuntrozodepapel.

—Bien—dijo ella—, ¿cómo va a tomar el café?—Acercó la silla demaderaquehabíaapartadoparapoderatenderlo—.Arriba.

Loalzótomándolopordebajodelosbrazosyacomodólaalmohada.Unaalmohadasucia,sinfunda,quelanocheanteriorhabíacubiertoconunatoalla.

—¿Podríafijarsesiabajoquedancigarrillos?

Ellameneólacabeza,perodijo:

—Miraré.Tengogalletasenelhorno.

Ademásdepedir dinero,KenBoudreau tenía la costumbredeprestarlo.Muchosde losproblemasquehabía tenido—oen losquesehabíametido,para decirlo de otra forma— estaban relacionados con su incapacidad paranegar nada a un amigo. Lealtad. No lo habían despedido de las FuerzasAéreasdespuésdelaguerra,peroélhabíadimitidoporlealtadaunamigoaquienhabíanexpulsadoporofenderal comandanteenuna fiestade rancho.Una fiesta de rancho, donde se suponía que todo iba en broma y no habíaánimodeofender.Noerajusto.Yhabíaperdidoelempleoenlaempresadefertilizantes por cruzar la frontera de Estados Unidos sin permiso, undomingo, para recoger a un camarada que se habíametido en una pelea y

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temíaquelodetuvieranyacusaran.

Era leal a sus amigos y eso significaba tener dificultades con los jefes.Solía confesar que le resultabamuy arduo contar hasta cien. «Sí, señor» y«No,señor»noeranfraseshabitualesenél.Delacompañíadesegurosnolohabíanechado,perotantasveceslohabíanpasadoporencimaqueeracomosiloalentasenaquesefuera,yalfinsehabíaido.

Teníaqueadmitirquelabebidahabíadesempeñadosupapel.Ylaideadequelavidahabríadebidoserunaempresamásheroicadeloqueparecíaenesostiempos.

Legustabacontarquehabíaganadoelhotelenunapartidadepóquer.Noes que fuera un jugador, pero a las mujeres les encantaban esas cosas. Senegaba a admitir que lo había aceptado a ciegas en pago por una deuda.Einclusodespuésdeverlodejódedecirsequepodríasacarloadelante.Laideadesersupropio jefe loatraía.Noloveíacomounalojamiento,salvoquizáparacazadores,enotoño.Loveíacomolocaldecopasyrestaurante.Siesqueencontrabaunbuencocinero.Peroparaquellegaraasucederalgointeresantehabíaquegastar.Hacíafaltamuchotrabajo,másdelquehabríapodidohacerél solo, aun no siendo poco hábil. Había pensado que si lograba pasar elinvierno sin ayuda, si demostraba susbuenas intenciones,quizá consiguieraun préstamo del banco. Pero necesitaba un préstamo menor para aguantardurante el invierno, y allí era donde su suegro había entrado en el cuadro.Habría preferido probar con otra persona, pero no había nadie más queestuvieraencondiciones.

Lehabíaparecidobuenaideaformularsusolicitudcomounapropuestadevenderlosmuebles,paralocual,losabía,elancianonuncallegaríaamoverundedo.Teníaunaconciencianomuyprecisadealgunospréstamosdeotrostiempos sin pagar, pero podía considerarlos como sumas que le habíancorrespondidoporapoyaraMarcelleduranteunperíododemalaconducta(deella,enunaépocaenqueélaúnseportababien)yporaceptarlapaternidadde Sabitha cuando tenía sus dudas respecto a ella. Además, losMcCauleyeranlosúnicosconunacantidaddedineroquenadiehabíaganadoantes.

Lehetraídolosmuebles.

Era incapaz de figurarse qué podía significar para él aquello en esemomento. Estaba demasiado cansado.Cuando ella entró con las galletas (ysin cigarrillos), sintiómás ganas de dormir que de comer. Para contentarlacomiómediagalleta.Despuéssedurmiócomounapiedra.Sólosedespertóa

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mediascuandoella lotumbóhaciaunladoyluegohaciaelotro,dosveces,paraquitarlasábanasuciayextenderunalimpia,todosinsacarlodelacamanidespabilarlorealmente.

—He encontrado una sábana limpia, pero es delgada como un trapo—dijoella—.Comonoolíamuybien,laheventiladounratoeneltendedero.

Mástardesediocuentadequeelruidoquellevabalargoratooyendoensueños era el de la lavadora. Se preguntó cómo podía ser, si el calentadorestabainservible.Lamujerdebíadehabercalentadoaguaenlacocina.Mástardeaúnoyóelinconfundiblesonidodesucoche,quearrancabaysealejaba.Debíadehaberlecogidolasllavesdelbolsillodelpantalón.

Quizáseestuvierayendoconsuúnicaposesiónvaliosa,abandonándolo,yélnisiquierapodíatelefonearalapolicía.Yaunquehubierapodido,lalíneaestabacortada.

Peroaunqueésasiemprefueraunaposibilidad—roboyhuida—sediolavueltasobrelasábanafresca,queolíaahierbayvientodelapradera,yvolvióa dormirse, seguro de que ella sólo había ido a comprar leche, huevos,mantequilla, pan y otras provisiones—incluso cigarrillos—necesarias paraunavidadecente,yquevolveríaatrajinarenlacocina,yqueelruidodesuactividadseríacomounaredtendidadebajodeél,unregalodelcielo,undonquenohabíaquecuestionar.

Enesemomentohabíaensuvidaunproblemaconunamujer.Condosmujeres en realidad, una joven y otramayor (es decir,más omenos de suedad), que se conocían y estaban dispuestas a tirarse de los pelos. En losúltimos tiempos, lo único que había obtenido de ellas era llanto y alaridos,jalonadosdeairadasafirmacionesdequeloquerían.

Talveztambiénhubierallegadounasoluciónparaeso.

Mientras compraba provisiones en la tienda, Johanna oyó un tren, ycaminodelhotelviouncocheaparcadoenlaestación.Nohabíadetenidoaúnel coche de Ken Boudreau cuando distinguió los cajones con los mueblesapiladosenelandén.Hablóconelencargado—elcocheeradeél—,aquienlallegadadeesoscajonesenormesteníatansorprendidocomoirritado.Unavez lehubosacadoelnombredealguienque teníauncamión—uncamiónlimpio,insistió—,quevivíaatreintakilómetrosyavecestransportabacosas,usóelteléfonodelaestaciónparallamaralhombre,yamediaslosobornó,amediasleordenóquefueraenseguida.Luegoleimpusoalagenteeldeberdequedarsejuntoaloscajoneshastaquellegaraelcamión.Hacialahoradela

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cena,elcamiónaparecióyentreelhombreysuhijocargaronlosmueblesylosllevaronalahabitaciónprincipaldelhotel.

Aldíasiguiente,Johannaechóunbuenvistazoallugar.Estabaapuntodetomarunadecisión.

CuandohubojuzgadoqueKenBoudreauyapodíasentarseaescucharla,dijo:

—Ponerdineroenestelugarestirarloporeldesagüe.Elpuebloyanosetiene enpie.Loquehayquehacer es coger todo lo quepuedadar algodedineroyvenderlo.Noquierodecir losmueblesquehan llegado, sinocosascomolamesadebillarylacocinaeconómica.Luegodeberíamosvenderleeledificio a alguien que aprovechase las chapas como chatarra. Siempre seacaba sacando algode cosas a las queunonodaría ningúnvalor.Luego…¿Ustedquéteníaenmenteantesdehacerseconelhotel?

Él dijo que tenía cierto plan de marcharse a la Columbia Británica, aSalmón Arm, donde vivía un amigo suyo que una vez le había dicho quepodía encontrarle trabajo comoadministradordehuertos.Peronohabía idoporque antes de emprender semejante viaje tenía que ponerle al cocheneumáticosnuevos,yhacerle algunos arreglos, y todo loque lequedaba loestabausandoparavivir.Entonceslehabíacaídoelhotelenlasmanos.

—Como una tonelada de ladrillos —dijo ella—. Mejor invertir enneumáticosyelarreglodelcochequedesperdiciar loqueseaeneste lugar.Estaríamuybienmarcharnosantesdequelleguelanieve.Yenviardenuevolos muebles en tren, para usarlos cuando lleguemos. Tenemos todo lo quehacefaltaparaamueblarunacasa.

—Talvezlaofertanoseatanfirme.

—Losé—reconocióella—.Peroirátodobien.

El comprendióqueella sabía,yque iba todobien.Estabaclaroqueeraunaespecialistaencasoscomoelsuyo.

Noeraquenosesintieraagradecido.Habíallegadoaunpuntoenquelagratitud,lejosdeserparaélunacarga,leresultabanatural;sobretodocuandonoselaexigían.

Empezaba ya a tener pensamientos de regeneración.He aquí el cambioquemebacía falta.Ya sehabíadicho eso antespero, sinduda, algunavezteníaquesercierto.Inviernosclementes,olordebosquesdepinos,manzanas

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maduras.Loúnicoquenecesitamosparahacerunhogar.

Tienesuorgullo,pensabaella.Habríaquetenerloencuenta.Talvezfueramejor nomencionar nunca las cartas en que él se había abierto a ella. Lashabíaquemadoantesdepartir.Dehecho lashabía idoquemandounaaunadespuésdeaprendérselasdememoria, loquenunca lehabía llevadomuchotiempo.Algo que por cierto no quería era que cayeran nunca enmanos deSabithaysusigilosaamiga.Sobretodo,elpárrafodelaúltimacartasobrelacamayelcamisón.Ciertoqueesascosassucedían,peroponerlasporescritosehabríaconsideradovulgaropicante,ohabríaprovocadoburlas.

DudabadequevieranaSabithamuyamenudo.Pero,siesoqueríaél,ellanuncalofrustraría.

Aquellonoerarealmenteunanuevaexperiencia,esevigorososentimientodeexpansióny responsabilidad.Había sentidoalgo semejantepor la señoraWillets, otra persona hermosa, inconstante, necesitada de cuidado y tutela.KenBoudreauhabíaresultadoserunpocomásdíscolodeloqueesperaba,ydesde luego cabía esperar diferencias en un hombre, pero seguramente nohabíanadaenélquenopudieramanejar.

ConlamuertedelaseñoraWilletsselehabíasecadoelcorazón,yhabíallegadoapensarquesiempreseríaasí.Yahoraesaconmocióntancálida,eseamortandiligente.

ElseñorMcCauleymurióunosdosañosdespuésdequesefueraJohanna.Elfuneralfueelúltimoquesellevóacaboenlaiglesiaanglicana.Hubounbuennúmerode asistentes.Sabitha—que fue con lamadrede suprima, lamujer de Toronto— era entonces una persona serena, guapa y llamativa,inesperadamenteflaca.Llevabaunelegantesombreronegroynohablabaconningunapersonaquenolehubierahabladoprimero.Peronisiquieraparecíaacordarsedeellos.

La necrológica del periódico decía que los deudos del señorMcCauleyeran, por un lado, su nieta Sabitha Boudreau y por otro su yerno KenBoudreau, la esposa de éste, Johanna, y el pequeño hijo de ambos, Ornar,todosdeSalmónArm,ColumbiaBritánica.

La madre de Edith leyó la nota; Edith no leía nunca el periódico. Porsupuesto, lodelmatrimonionoeraunanovedadparaningunadelasdos;nipara el padre de Edith, que estaba en la habitación de enfrente viendo latelevisión.Habíacorridoelrumor.LaúnicanoticiaeraOrnar.

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—Esamujerconunbebé—dijolamadre.

Edith hacía su traducción de latín en la mesa de la cocina. Tu nequaesieris,scirenefas,quemmihi,quemtibi…

EnlaiglesiahabíatenidolaprecaucióndenohablarleprimeroaSabitha,paraevitarqueSabithapudierahablarleaella.

Yano temía realmenteque ladescubrieran, aunqueno lograbaentendercómonohabíaocurrido.Yenciertomodoparecíacorrectoquelasreliquiasde su identidad anterior no estuvieran conectadas con la de ahora; y nodigamosyacon la identidadrealqueesperabaasumircuandohuyeradeesaciudadyde todos losquecreíanconocerla.Loque la abrumabaeraelgiroque aquello había tomado, las consecuencias fantásticas pero insulsas. Ytambién ofensivas, como un chiste o una advertencia burda que intentabaclavarlesusgarras.Porque¿dónde,enlalistadeloqueplaneabaconseguirensu vida, había una mínima mención a su responsabilidad por la existenciaterrestredeunserllamadoOrnar?

Sinhacercasoasumadre,escribió:

—«No debes preguntar; se nos prohíbe saber…». —Hizo una pausa,mordióellápizyconunescalofríodesatisfacciónconcluyó—:«…quénosreservaeldestinoamíoati».

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Puenteflotante

Una vez lo dejó.La razón inmediata había sido de lomás trivial. Se habíaasociado con dos de los Jóvenes Delincuentes (él los llamaba jo-jos) parazamparse un pastel de jengibre que ella acababa de hacer y pensaba serviraquellanochedespuésdeunareunión.Aescondidas—almenosdeNealylosjo-jos—habíaabandonadolacasaparasentarseenelrefugiotriangulardelacalleprincipal,dondedosvecesaldíaparabaelautobúsdelaciudad.Nuncahabíaestadoallíytuvoqueesperarunpardehoras.Sentada,habíaleídotodolo que veía escrito o grabado en los muros de madera. Varias iniciales seamabanparasiempre.LaurieG.eraungilipollas.DunkCultiserauncapullo.TambiénloeraelseñorGarner(Mates).

«GilipollasH.W.Gangeeseljefe.SkateoMuerte.Diosodialabasura.KevinS.esunfiambre.AmandaW.esguapaybuenayojalánolaenvíenalacárcelporquelaecharédemenoscontodamialma.QuierofollarmeaV.P.Haydamasquesesientanaquíydebenleerlasasquerosidadesqueescribís».

Mirandoesealuvióndemensajeshumanos—yperplejaenparticularantelahondaypulcrafrasealusivaaAmandaW.—,Jinnysepreguntósilagenteescribíacosasasícuandoestabasola.Yactoseguidose imaginósentadaenunlugarsemejante,esperandounautobús,solacomoseguramenteibaaversesi continuaba con el plan en que se había embarcado. ¿Estaría obligada ahacerdeclaracionesenlasparedespúblicas?

Enaquelmomentosesentíaconectadaconlasvivenciasqueimpulsabanala gente a escribir ciertas cosas; la conectaba la sensación de rabia, depequeño ultraje (¿sería pequeño?) y de entusiasmo por lo que estabahaciéndoleaNealcomodesquite.Peroacasolavidaqueestabainiciandonole ofreciera a nadie con quien enfadarse, o a quien deber algo, o que fuerapremiado,castigadoo francamenteafectadopor loqueellapudierahacerle.Acasosussentimientosnotuvieranimportanciaparanadiequenofueraellamisma,ysinembargose removeríanpordentro,oprimiríansucorazóny la

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dejaríansinaliento.

Alfinyalcabonoeradeesasquereuníanmultitudesasualrededor.Eraselectiva,asumodo.

Aúnnosedivisabaelautobúscuandoselevantóparavolveracasa.

Nealnoestaba.Habíallevadodevueltaaloschicosalcolegioycuandoregresóyahabía llegadoalguienpara la reunión.Ella le contó loquehabíahechosólodespuésdehaberlosuperado,cuandopudohacerlopasarporunagracia.Dehechosetransformóenunagraciaqueamenudocontabaantelosdemás,eliminandoodescribiendoengeneralloquehabíaleídoenlosmuros.

—¿Setehabríaocurridoirdetrásdemí?—ledijoaNeal.

—Claro.Pasadountiempo.

Eloncólogosecomportabacomouncuraydehechollevabaunacamisanegradecuellovueltobajounachaquetablanca—atuendoconelqueparecíareciénsalidodeunritualdemezclaydosificación—.Teníaunapieljovenylisa. En su cráneo le crecía un débil pelo negro, un brote delicado muyparecidoa lapelusillaqueexhibíaJinny.Claroqueladeellaeradeungrispardo, como de rata. Al principio, Jinny se había preguntado si no seríapacienteademásdemédico.Luego,sinohabríaadoptadoeseestiloparaquelospacientessesintieranmáscómodos.Probablementefuerauntrasplante.Oalomejorlegustaballevarloasí.

Nose lepodíapreguntar.EradeSiriaoJordania,ounodeesos lugaresdondelosmédicoscuidabanladignidad.Eracortés,perofrío.

—Veamos—dijo—.Nodesearíaquememalinterpretara.

Salió del edificio con aire acondicionado al resplandor deslumbrante deuna tarde de agosto en Ontario. Por momentos el sol daba de lleno, pormomentos se escondía tras las nubes, pero de cualquier modo hacía calor.Decididamente, los coches aparcados, el asfalto, los ladrillos de otrosedificiosparecíanbombardearla, comosi fueranhechos separadosarrojadosenunasecuenciaridícula.Enesosdíasnodigeríamuybienloscambiosenelpaisaje;queríaquetodofuesefamiliaryestable.

Vio cómo la furgoneta se separaba del bordillo y bajaba la calle pararecogerla.Eradeuncelestefulgurante,repulsivo.Másclarodondesehabíantapado las manchas de herrumbre. Los adhesivos decían: SI MI COCHE TE

PARECEUNCASCAJO,DEBERÍASVERMICASA;HONRAATUMADRE…TIERRA,y(el

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másreciente)USEPESTICIDAS,MATELAHIERBA,FOMENTEELCÁNCER.

Nealsebajóaayudarla.

—Estáenlafurgoneta—ledijo.

Había en la voz una nota de ansiedad con una vaga inflexión deadvertenciaoderuego.Unzumbido,unatensiónqueledijoaJinnyquenoeraelmomentodedarlelasnoticias,siasípodíanllamarse.CuandoNealseencontrabaentregente,aunquesólohubieraunapersonaademásdeJinny,suconductacambiaba;sevolvíamásanimado,entusiasta,complaciente.AJinnyya no lemolestaba aquello.Hacía veintiún años que estaban juntos.Y ellamisma —como reacción, solía pensar— se había vuelto más reservada ylevementeirónica.Eranecesariaciertafarsa,obienlafarsayaerademasiadohabitual para deponerla. Lo mismo que el aspecto anticuado de Neal: elpañueloenlacabeza,latoscacoletacanosa,eldestellodelasfundasdeorodelosdientes,laraídaropadeforajido.

Mientrasellavisitabaalmédico,élhabía idoabuscara lachicaqueenadelantelosayudaríaencasa.Laconocíadelcorreccionaldemenores,dondeéleramaestroyellahabíatrabajadoenlacocina.Elcorreccionalestabaenlasafuerasde laciudad,aunos treintakilómetrosdeallí.Unosmesesantes, lachica había dejado ese empleo para cuidar la casa de unos granjeros cuyamadrehabíaenfermado.Nomuy lejosde laciudad.Porsuerteahoraestabalibre.

—¿Quépasóconlamujer?—habíapreguntadoJinny—.¿Semurió?

—Laingresaronenelhospital—dijoNeal.

—Vayachollo.

Tuvieronquehacerunmontóndearreglosprácticosenmuypocotiempo.Despejar la sala delantera de la casa de todos los archivos, periódicos yrevistasconartículosrelevantesque todavíanohabíangrabadoendisco,unmaterialagolpadoenlosestantesquecubríanlasparedesdesdeelsuelohastael techo. También los dos ordenadores, las viejas máquinas de escribir, laimpresora.Todohabríaquellevarlo—temporalmente,aunquenadielodecía—acasadealguien.Lasalaseconvertíaenlahabitacióndelaenferma.

Jinny le dijo a Neal que podía mantener al menos un ordenador en eldormitorio. Pero él se negó. Dijo que no, pero ella lo comprendió, que nopensabaquetuvieratiempoparaeso.

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EnlosañosqueJinnyllevabajuntoaél,Nealhabíaocupadocasitodosutiempo libre en organizar campañas y promoverlas. No sólo campañaspolíticas (ésas también), sino incluso esfuerzos por resguardar edificioshistóricos,puentesycementerios,porimpedirquesecortaranárbolestantoenlascallesde laciudadcomoenfranjasaisladasdelviejobosque,porsalvarríos de los desechos venenosos y tierras privilegiadas de los especuladoresinmobiliarios y la población local de casinos. Constantemente se escribíancartas, sepresionabasobreoficinasgubernamentales, sedistribuíancarteles,se organizaban protestas. La sala fue escenario de arrebatos de indignación(queprocurabanmuchasatisfacciónalagente,pensabaJinny),depropuestasydiscusionesconfusasydelnerviosooptimismodeNeal.Yahora,viéndolavacíade repente, ella recordabaeldíade su llegadaa la casa,directamentedesde el piso de dos niveles de sus padres, con cortinas de guirnaldas, ypensabaentodosesosestantesllenosdelibros,enlospostigosdemadera,lossuelosbarnizadosolashermosasalfombrasdeOrientePróximocuyonombrenunca había logrado memorizar. La reproducción de Canaletto que habíacompradopara sucuarto en launiversidadcolgabade laúnicaparedvacía.Fiesta de la Alcaldía en el Támesis. Aquel aporte había sido suyo, aunquenuncahabíavueltoaprestarleatención.

Alquilaronunacamadehospital;enrealidadaúnnolanecesitaban,peromásvalíaconseguirunamientrassepudieraporquesiempreescaseaban.Nealpensabaentodo.Colgóunascortinaspesadas,desechosdelasalafamiliardeunamigo.TeníanunmotivodejarrasdecervezayarreosdecaballoyaJinnyleparecieronhorribles.Peroentoncessabíaque,llegadounmomento,lofeoylohermosoeranmásomenosdelamismautilidadcuandocualquiercosaquesemira es apenas un gancho de donde colgar las sensaciones rebeldes delcuerpoylosretazosdelamente.

Teníacuarentaydosañosyhastahacíapocohabíaparecidomásjovendeloqueera.Nealeradieciséisañosmayorqueella.Poreso,ellahabíapensadoque,segúnelcursonaturaldelascosas,ellaestaríaenlaposiciónenqueélestabaahora,yaveceslehabíapreocupadosisabríaarreglárselas.Unanoche,mientras le sostenía la mano antes de dormir, esa mano cálida y presente,había pensado que cuando estuviera muerto le cogería la mano, o se laacariciaría,almenosunavez.Peronopodíacreerenaquelhecho.Elhechodequeélestuviesemuertoeinerme.Pormuchoquehubieraprevistolaescena,noseríacapazdedarlecrédito.Yahoranopodíacreerque,muyenelfondo,él no tuviera cierta intuición de ese momento. De ella. Pensar en esaposibilidadprovocabavértigoemocional,unasensacióndecaídahorrorosa.

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Ytambién…excitación.Laexcitacióninefablequesobreveníacuandoundesastre inminente prometía librarla a una de toda responsabilidad sobre suvida.Entonces,pordecoro,unadebíarehacerseyquedarsemuyquieta.

—¿Adondevas?—habíadichoélalsentirqueellaretirabalamano.

—Aningunaparte.Sóloibaadarmelavuelta.

Ahoraque lehabía sucedidoa ella, ignoraba siNeal sentía algo así.Lehabíapreguntadosiyaseestabahaciendoalaidea.Élsacudiólacabeza.

Elladijo:

—Yo tampoco. —Luego agregó—: Sólo te pido que no dejes que semetanlosconsejerosdeldolor.Esprobablequeyaesténrondando.Planeandoungolpepreventivo.

—Nomeacoses—advirtióélconunaextrañavozdecólera.

—Perdón.

—Noestásobligadaaverlascosassiempredelamismamanera.

—Yalosé.

Perolociertoeraque,contodoloqueestabapasandoylaatenciónqueleexigíanloshechos,lecostabamuchotenersiquieraunenfoque.

—Ésta es Helen—dijo Neal—. De ahora en adelante se encargará decuidarnos.Ynovaatolerardisparates.

—Esoestábien—dijoJinny.

Cuando se hubo sentado le tendió la mano. Pero, sentada tras los dosasientosdelanteros,lachicapareciónoverla.

Obiennosabíaquéhacer.Nealhabíadichoqueveníadeunasituaciónincreíble, una familia absolutamente fuera de lo normal. Le habían pasadocosas imposibles de concebir en esa época. Una granja aislada; unamadremuerta;unahijasubnormal;unpadreviejo,trastornado,tiranoeincestuoso,yotrasdoshijas.Helen,lamayor,sehabíaescapadoaloscatorceañosdespuésde que el viejo le diera una paliza. Un vecino la había cobijado y habíallamado a la policía, que había recogido a la hermana de Helen antes dellevarlasaunhogarinfantil.Alviejoyasuhija—osea,alospadresdelasniñas—loshabíaningresadoenunpsiquiátrico.AHelenyasuhermana,queerantotalmentenormales,lashabíaadoptadounmatrimonio.Lasmandaronala escuela, donde lo habían pasado muy mal porque las habían puesto en

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primercurso.Perohabíanaprendidolosuficienteparaencontrarempleo.

Nealyahabíaarrancadocuandolachicadecidióhablar.

—Vayadíadebochornoeligióparasalir—dijo.Eraeltipodefraseconquelagentehabríaempezadounaconversación.Hablabaenunchato,ásperotonodeantagonismoydesconfianza,peroaesasalturas Jinnysabíaquenodebíatomárseloapecho.Sencillamente,algunagentehablabaasí(sobretodogentedelcampo)enesapartedelmundo—.Sitienescalorpuedesencenderel aire acondicionado—dijoNeal—.Es el sistemade antes.Hayque bajartodaslasventanas.

EnlaesquinasiguientedieronungiroqueJinnynoesperaba.

—Tenemosqueiralhospital—espetóNeal—.Noteasustes.LahermanadeHelentrabajaallíytienealgoqueellaquiererecoger.¿Digobien,Helen?

—Sí—contestóHelen—.Miszapatosbuenos.

—LoszapatosbuenosdeHelen.—Nealalzólosojosalretrovisor—.LoszapatosbuenosdelaseñoritaHelenRosa.

—NomellamoHelenRosa—dijoHelen.Diolaimpresióndequenoeralaprimeravezquelodecía.

—Yotellamoasíporquetieneslacarasonrosada—explicóNeal.

—Puesnoesverdad.

—Síqueesverdad.¿Noesverdad,Jinny?Jinnyestádeacuerdoconmigo:tieneslacarasonrosada.LaseñoritaHelenCararrosa.

La chica, en efecto, tenía una piel de color rosa claro. Jinny lo habíanotado,ytambiénhabíanotadosuscejasypestañascasiblancas,elpelorubiodebebéylararadesnudezdelaboca,muydiferentedeunabocanormalsinpintura.Loqueteníaeraunaspectodereciénsalidadelcascarón,comosiaúnlefaltaraunacapadepielyunbrotefinaldepeloadulto,másbasto.Debíadeser propensa a pillar sarpullidos e infecciones, candidata a arañazos ymorados,a tenerpupasen labocayorzuelosen losojos.Noparecía frágil.Teníahombrosanchos;eradelgadaperodehuesosgrandes.Tampocoparecíaestúpida,aunqueteníaunatercaexpresióndeterneraodecorza.Enelplanosuperficialnodebíadehaberconellaningúnproblema;todasuatenciónysupersonalidad caían sobre una sin vueltas, con un poder inocente y —paraJinny—desagradable.

Remontaban la larga pendiente que llevaba al hospital, el lugar donde

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Jinny se había operado y había sobrellevado la primera sesión dequimioterapia. Frente al hospital había un cementerio. Estaban sobre lacarretera principal y Jinny recordó que, cuando pasaban por allí —en lostiemposenqueibanaesaciudadsóloahacerlacomprao,raramente,averunapelícula—,ellasiemprehabíahechocomentarioscomo«Quépanoramamásdeprimente»o«Síquesehanpasadoconlacomodidad».

Ahoraguardósilencio.Elcementerionomolestaba.Sediocuentadequenoteníaimportancia.

TambiénNealdebiódedarsecuenta.Mirandoalespejodijo:

—¿Cuántosmuertoscalculasquehabráenesecementerio?

Porunmomento,Helencalló.Luego,conciertahosquedad,respondió:

—Nolosé.

—Todosestánmuertos.

—Yotambiéncaí—dijoJinny—.Esunchistedecuartodebásica.

Helennocontestó.Talveznohabíallegadoacuartodebásica.

Pasaronpordelantedelaentradaprincipaly,siguiendolasinstruccionesde Helen, rodearon el edificio hasta la parte de atrás. Varias personas enpijama de hospital, algunas arrastrando el carrito del suero, habían salido afumaralaexplanada.

—¿Ves aquel banco? —dijo Jinny—. Bueno, da igual, ya lo hemospasado.Tieneuncartel:GRACIASPORNOFUMAR.Peroestáfueraparaquelosenfermos se sienten cuando salen a andar un rato. ¿Ypara qué salen?Parafumar.¿Nosesuponequeentoncesnodeberíansentarse?Nolocomprendo.

—LahermanadeHelentrabajaenlalavandería—dijoNeal—.¿Cómosellama,Helen?¿Cómosellamatuhermana?

—Lois—respondióHelen—.Pareaquí.Vale.Aquí.

Estabanenunparking,detrásdeunadelasalasdelhospital.Enlaplantabajanohabíaventanas,sólounapuertadecargabiencerrada.Enlasotrastresplantashabíapuertasquedabanaunaescaleradeincendios.

Helenestababajando.

—¿Sabescómoentrar?—dijoNeal.

—Esfácil.

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Laescaleradeincendiosseinterrumpíaaalgomásdeunmetrodelsuelo,pero la muchacha pudo colgarse de la barandilla y alzarse en cuestión desegundos, tal vez apoyando un pie en un ladrillo flojo. Jinny no podíaentendercómolohabíahecho.Nealreía.

—Aporellos,chica—dijo.

—¿Nohayotramanera?—preguntóJinny.

Helen había subido corriendo hasta el tercer piso y acababa dedesaparecer.

—Silahay,ellanopiensausarla—dijoNeal.

—Tieneagallas—comentóJinnyconesfuerzo.

—Si no, nunca se habría escapado—añadió él—. Necesitaba todas lasagallasposibles.

Jinny llevaba un sombrero de paja de ala ancha. Se lo quitó paraabanicarse.

—Lo siento —dijo Neal—. No veo ninguna sombra donde aparcar.Seguroquevuelveenseguida.

—¿Tanto impresiono? —preguntó Jinny. El estaba habituado a quehicieraesapregunta.

—Estásmuybien.Detodosmodosaquínohaynadie.

—Elhombrequemeatendióhoynoeraelmismodelasotrasveces.Creoqueésteeramásimportante.Loraroesqueteníaelcuerocabelludocomoelmío.Alomejorlohaceparaquelospacientessesientancómodos.

Teníapensadocontarlequéhabíadichoelmédico,peroéllainterrumpió.

—Lahermananoestandespiertacomoella.Helencuidaunpocodeellayladomina.Esteasuntodeloszapatos…Estípico.¿Esquenoescapazdecomprarse sus zapatos? Ni siquiera tiene un hogar propio. Vive con suspadresadoptivos,enalgúnsitioenelcampo.

Jinnynocontinuó.Casitodalaenergíaseleibaenabanicarse.Élmirabaeledificio.

—Dios quiera que no la reprendan por haber entrado así—dijo—. Porromperlasreglas.Lasreglasnosehanhechoparachicascomoella.

Alcabodevariosminutosdejóescaparunsilbido.

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—Puesallíviene.A-llívie-ne.Enfilandolarectafinal.¿Ten-drá-ten-drá-ten-drá la sensatez de frenarse antes de brincar? ¿Demirar antes de saltar?¿La-ten-drá-la-ten-drá?Nooo.Nooo.Ufff.

Helen no traía zapatos en lasmanos. Subió a la furgoneta de un salto,cerródeunportazoydijo:

—Seránbordesesosidiotas.Primerosuboymesalealpasoesecabrón.¿Dóndeestátutarjeta?Tienesquellevarunatarjeta.Aquísintarjetanoentranadie. Te he visto subir por la escalera de incendios, está prohibido. Vale,vale,tengoqueveramihermana.Ahoranopuedesverla,eslahoradecomer.Yalosé,poresosubíporlaescaleradeemergencia,sólonecesitorecogerunacosa. No quiero hablar con ella, no le quitaré tiempo, sólo quiero recogeralgo.Puesnopuedes.Claroquepuedo.Nopuedes.YentoncesmepongoaaullarLois,Lois.Todasesasmáquinasenmarcha,hacecuarentagradosallídentro,todoelmundoconlacarauntadaensudoryyovengaLois,Lois.Nosédóndeestá,simeoyeono.Perovienepitandoyencuantomevedice:Ay,mierda.Mierda, dice,me olvidé.Se olvidó de traermis zapatos. Le habríapegado.Bueno,ahoravete,diceeltío.Bajaysalfuera.Peroporlaescaleradeincendiosno,queesilegal.Queleden.

Nealreíayreíaysacudíalacabeza.

—¿Yentoncesquéhahecho?¿Dóndehadejadoloszapatos?

—EncasadeJuneyMatt.

—Vayatragedia.

Jinnypropuso:

—¿Quétalsinosmovemosparaqueentreunpocodeaire?Noparecequeabanicarsesirvademucho.

—Magnífico—dijoNeal.

Diomarchaatrás,diolavueltayunavezmáspasaronfrentealafamiliarexplanadadelhospital,dondelosmismosfumadoresuotrossepaseabanenpijamadehospitalarrastrandoelcarritodelsuero.

Nealhablóparaelasientodeatrás.

—Helen.

—¿Qué?

—¿Pordóndevoyalacasadeesagente?

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—¿Quécasa?

—Lacasadondevivetuhermana.Dondeestántuszapatos.Dinoscómosellega.

—Nopiensodecírseloporquenoiremos.

Nealtomóelmismocaminodelaida.

—Iréporaquíhastaqueteorientes.¿Teparecequeesmejorsalirporlaautopistaoatravesarlaciudad?¿Endóndetendríaquedoblar?

—Nosedoblaporningúnlado.Noseva.

—Noestátanlejos,¿no?¿Porquénovamosair?

—Conelfavorquemehahechobasta.—HelenseinclinóhaciadelantetodoloquepudoymetiólacabezaentreelasientodeNealyeldeJinny—.¿No le parece bastante haberme llevado al hospital? Por mí, no tiene queconducirtodoeldía.

Nealredujolamarchaytomóporunacallelateral.

—Esunatontería—dijoNeal—.Vasaviviratreintakilómetrosytalveznovengasaquíporunbuentiempo.Podríasnecesitarloszapatos.

Nohuborespuesta.Élprobóotravez.

—¿Onosabeselcamino?¿Nosabescómoseva?

—Síquesé,peronopiensodecírselo.

—Osea,quetendréqueconducirsinrumbo.Darvueltasyvueltashastaquetedecidasadecírnoslo.

—Novoyadecidirme.Asíquenoesno.

—Podemosvolveralhospital.Seguroquetuhermananoslodice.Prontodebedeserlahoradesalir.Podemosllevarlaasucasa.

—Haceelturnodenoche,asíquejaja.

Estaban atravesando una zona de la ciudad que Jinny no había vistonunca.Comoibanmuydespacioyhabíamuchascurvas,enelcochecasinoentrabaniunabrisa.Unafábricatapiada,tiendasdesaldos,casasdeempeño,DINERO, DINERO, DINERO, decía un cartel fulgurante encima de unasventanasenrejadas.Perohabíacasas:viejosdúplexdeaspectodeshonrosoyesas cabañitas de madera construidas durante la Segunda Guerra Mundial.Habíaunpatiodiminutoyabarrotadodecosasenventa:ropacolgadadeuna

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cuerda,mesasllenasdefuentesymenaje.Bajounamesahusmeabaunperroque habría podido tumbarla, pero a la mujer sentada en el escalón, quefumabavigilandolaausenciadeclientes,parecíanoimportarle.

En una esquina, delante de una tienda, había unos niños que chupabanpolos.Unniñodenomásdecincoañosarrojósupolocontralafurgoneta.Unlanzamiento de una fuerza sorprendente. Dio en la puerta de Jinny, justodebajodelbrazodeella,yelladejóescaparungritito.

Helensacólacabezaporlaventanatrasera.

—¿Quieresganarteunaescayola?

El niño se echó a llorar.Nohabía contado conHelen y acaso no habíacontadoconperderelpoloparasiempre.

Devueltadentrodelafurgoneta,HelenlehablóaNeal.

—Estádesperdiciandogasolina.

—¿Esalnortedelaciudad?¿Alsurdelaciudad?Norte,sur,esteuoeste;Helennoslodirácuesteloquecueste.

—Yaselohedicho.Porhoyselehanacabadolosfavores.

—Y yo ya te he dicho que antes de volver a casa iremos a por esoszapatos.

Pormuyseveroquefueseeltono,Nealnodejabadesonreír.Sucarateníaunaexpresióndeestupidezconscienteincontrolable.Atisbosdeunainvasiónde beatitud. Todo el ser de Neal estaba invadido; desbordado de beatitudboba.

—Mirequeestestarudo—dijoHelen.

—Yaveráscuánto.

—Yotambién.Soytantestarudacomousted.

AJinnyleparecíasentirelardordelamejilladeHelen,queestabamuycercadelasuya.Ysindudasentíaelaliento,toscoyespesodeexcitación,ycierto indicio de asma. La presencia de Helen era como la de un gatodomésticoque,demasiadoalertaparatenerjuicio,demasiadoprocliveasaltarentreasientos,nuncasepodríallevarenunvehículo.

Denuevoelsolabrasabaentrelasnubes.Semanteníaaltoycobrizoenelcielo.

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Nealdoblóporunacalleflanqueadadeárbolesaltosyfrondososycasasalgomásrespetables.

—¿Aquíestámejor?—lepreguntóaJinny—.¿Tienesmássombra?—Lohabíadicho enun tonobajo, confidencial, como si por unmomento loqueestaba ocurriendo con la chica pudiera dejarse de lado; como si fuera undisparate.

—Empezamoslarutaturística—dijo,dirigiendootravezlavozhaciaelasiento de atrás—. Empezamos la ruta turística por cortesía de la señoritaHelenCararrosa.

—Quizá deberíamos seguir —sugirió Jinny—. Quizá deberíamos irderechosacasa.

Helenterció,casiagritos.

—Pormí,nadievaadejardeirseacasa.

—Pues entonces ya puedes empezar a indicarme—dijoNeal.Hacía unesfuerzotremendoporcontrolarlavoz,porinsuflarlealgunasobriedad.Ypordesterrarlasonrisa,quelevolvíaaaflorarpormuchasvecesqueselatragara—.Bastadevueltas.Vamosallí,hacemosnuestrorecadoynosvolvemosacasa.

Medialentamanzanamásadelante,Helengruñó:

—Sitengoquehacerlo,supongoquetengoquehacerlo.

El lugar no estabamuy lejos. Pasaron por unas parcelas vacías y NealhablódenuevoparaJinny.

—Yonoveoningúnarroyo—dijo—.Ningunaurbanización.

—¿Qué?—preguntóJinny.

—UrbanizaciónArroyodePlata.Enelcartel.

Habíadebidodeleeruncartelqueaellaselehabíapasado.

—Doble—dijoHelen.

—¿Aladerechaoalaizquierda?

—Eneldesguace.

Dejaron atrás un cementerio de coches; la destartalada valla metálicaocultaba sólo en parte los cadáveres. Luego subieron una cuesta y por unportónentraronenunagranhondonadadegravaenelcentrodelacolina.

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—Esos son ellos. Aquél es su buzón —dijo Helen un tanto ufana. Ycuando se acercaron lo suficiente, leyó el nombre—.Matt y JuneBergson.Sonellos.

Porelcortocaminoseacercaron ladrandodosperros.Unoeragrandeynegro y el otro pequeño y castaño, parecía un cachorro.Corrían y saltabanalrededorde las ruedasyNeal tocó labocina.Entoncesdesde laaltahierbairrumpió otro perro, éste más taimado y resuelto, de pelo ralo y manchasazuladas.

Helenlesgritabaquecallaran,setumbaran,sefueranaldiablo.

—Del único que hay que cuidarse es dePinto—dijo—. Los otros sonunoscobardes.

Pararonenunamplioespacioindefinidocubiertoconunpocodegrava.Aunladohabíaunestabloocobertizodeherramientascontechodezincymásallá,albordedeuncampodemaíz,unagranjaabandonadaa laquehabíandespojado de tal cantidad de ladrillos que se veía la oscura madera de lasparedes.La casa habitada era ahora una caravana, provista de un agradableentoldadoydeunjardínconfloresdetrásdeuncercoqueparecíadejuguete.Frentea la limpiezayelordende lacaravanayel jardín,porel restode lapropiedadsederramabancosasdestinadasquizásaunfin,quizásalóxidoylapodredumbre.

Helensehabíabajadoe intentabaahuyentara losperros.Perosiguieronsaltando a su alrededor y saltando contra el coche hasta que del cobertizosalió un hombre a llamarlos. Aunque ni las amenazas ni los nombres leresultaronaJinnyinteligibles,losperrosacabaronporcalmarse.

Jinnysepusoelsombrero.Hastaentonceslohabíallevadoenlamano.

—Siempretienenquealardear—dijoHelen.

Neal tambiénhabíabajadoynegociabacon losperros resueltamente.Elhombre del cobertizo se les acercó. Pegada al pecho y al estómago llevabaunacamisetapúrpuraempapadaensudor.Eratangordoquelospechosyelombligo sobresalían como si se tratara de una embarazada; le coronaba lapanzacomounaalmohadilla.

Neal fueasuencuentroy le tendió lamano.Elhombresacudió lasuyacontraelpantalóndetrabajo,rióyselaestrechó.Jinnynoalcanzabaaoírquédecían.Delacaravanasalióunamujer,abriólacanceladejugueteylacerrótrasdesí.

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—Loisfueyolvidóqueteníaquellevarmeloszapatos—ledijoHelen—.Lallaméytodo,perolomismo,fueyseolvidó,asíqueelseñorLockyermehatraídoabuscarlos.

Lamujertambiéneragorda,aunquenotantocomosumarido.Llevabaunmuumuuhawaianoconsolesaztecasyteníavetasdoradasenelpelo.Avanzópor la grava con aire compuesto y hospitalario. Neal se volvió parapresentarse,despuéslallevóhastalafurgonetaylepresentóaJinny.

—Encantadodeconocerla—dijolamujer—.¿Ustedeslaseñoraquenoseencuentramuybien?

—Estoybien—respondióJinny.

—Puesyaquehanvenidoserámejorqueentren.Novaaquedarseaquíconestecalor.

—Oh,sólopasábamos—dijoNeal.

Elhombreseacercómás.

—Dentrotenemosaireacondicionado—dijo.Inspeccionabalafurgonetaconunaexpresiónjovial,perodesdeñosa.

—Sólohemosvenidoabuscarloszapatos—aclaróJinny.

—Ahora que están aquí tendrán que hacer algo más —dijo la mujer(June), riendo como si la idea de que pudiesen no entrar fuera una bromaescandalosa—.Pasenadescansarunpoco.

—Noquerríamosinterrumpirlacena—dijoNeal.

—Yahemoscenado—explicóMatt—.Aquícenamostemprano.

—Pero ha sobrado todo tipo de chile —añadió June—. Entren y nosayudaránaacabarlo.

—Oh, gracias —dijo Jinny—, pero no creo que pueda comer nada.Cuandohaceestecalornotengoganas.

—En ese caso será mejor que beba algo —propuso June—. TenemosGingeraleyCoca-Cola.Tenemosaguardientedemelocotón.

—Cerveza—dijoMatt—.¿LeapeteceunaBlue?

JinnylehizoaNealunaseñaparaqueseacercaraasuventanilla.

—Nopuedo—confesó—.Dilesquenopuedo.

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—Sabes que los vas a ofender —susurró él—. Están tratando de seramables.

—Peronopuedo.Podríasirtú.

Elseinclinómás.

—Sabesquéparecerásinovienes.Pareceráquetecreesdemasiadoparaellos.

—Vetú.

—Encuantoestésdentro,tesentirásmejor.Elaireacondicionadoteharábien,deverdad.

Jinnysacudiólacabeza.

Nealseirguió.

—AJinnyleparecemejorquedarseaquí,descansandoalasombra.

—Peroseráunplacerquedescanseenlacasa…—insistióJune.

—La verdad, no me molestaría beber una Blue —dijo Neal. Con unasonrisasevolvióhaciaJinny.Ellaloviodecepcionadoyenfadado—.¿Seguroqueestarásbien?—preguntóparaquelooyeranlosotros—.¿Seguro?¿Noteimportasientrounmomento?

—Estarémuybien—dijoJinny.

ÉlpusounamanoenelhombrodeHelenylaotraeneldeJuneyconairedecompañerismosedirigióalacaravana.MattsonrióconcuriosidadaJinnyylossiguió.

Cuandoestavezllamóalosperros,Jinnypudodistinguirlosnombres.

Goober.Sally.Pinto.

Lafurgonetaestabaaparcadabajounahileradesauces.Aunquegrandesyviejos, los tres eran de hoja pequeña y daban una sombra ondulante. Contodo,laaliviómuchísimoestarsola.

Esemismo día,mientras conducían por la carretera de la ciudad dondevivían,habíanparadoenunpuestoy compradomanzanas tempranas. Jinnysacóunadelabolsaqueteníaasuspiesylediounmordisquito,tantocomoparaprobarsilograbatragarlaymantenerlaenelestómago.NecesitabaalgoqueneutralizaralaideadelchileyelprodigiosoombligodeMatt.

Surtióefecto.Lamanzanaerafirmeyácida,peronodemasiadoácida,ysi

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mordíaconcuidadoymasticabaaconcienciapodríatolerarla.

PocasvecesanteshabíavistoaNealcomportarseasí,omásomenosasí.Siemprehabíasidoporalgúnchicodelcolegio.Unamenciónbruscayhastadenigrante del nombre. Una mirada blanda, una risita de disculpa pero enciertomododesafiante.

Mas nunca había sido nadie que ella fuera a tener en la casa, y nuncahabíasidoungranproblema.Alchicoseleacababalahoraydesaparecía.

Tambiénestavezseacabaríalahora.Nodebíaimportarle.

Tuvoquepreguntarsesieldíaanteriorhabríaimportadomenosqueése.

Bajódelafurgoneta,dejandolapuertaabiertaparapoderapoyarseenlamanija interior.Cualquiercosadel ladode fueraquemaríademasiadocomopara apoyarse siquiera un momento. Tenía que ver si lograba sostenerse.Luegoanduvounpocobajolasombra.Algunashojasdelsauceempezabanaamarillear. Algunas habían caído. Desde la sombra miró los montones decosasquehabíaenelterreno.

Un abollado camión de reparto sin faros y con el letrero del flancodespintado.Un andador de niño con el asientomordidopor los perros, unaprovisión de leña amontonada sin apilar, una pila de neumáticos enormes,gran cantidad de jarras de plástico, latas de aceite y un par de lonasplastificadas arrugadas contra el muro del cobertizo. Dentro del cobertizohabíaunpesadocamiónGM,unabaqueteadacamionetaMazdayuntractorde jardín, además de enseres rotos o enteros y ruedas sueltas, manijas yvarillasquepodíanonoserdeutilidadsegúnlosusosqueunoimaginara.Dequémontóndecosaspodíaencontrarsealguienacargo.Delmismomodoqueella se había encargado de tantas fotografías, cartas oficiales, minutas dereuniones, recortes de periódico, mil categorías que había ideado y estabagrabandoendiscoantesde tenerque ir a laquimioydeque se lo llevarantodo.Quizásahoraterminaraenlabasura.ComoquizáterminaratodoaquellosimoríaMatt.

Adondequeríaireraalcampodemaíz.Lostallosyaestabanmásaltosqueella,talvezmásaltosqueNeal;queríaponerseasusombra.Conesaideaenlacabezaatravesóelterreno.GraciasaDiosdebíandehaberencerradoalosperros.

Nohabíacerca.Elcampodemaíz sedesvanecíaenel terreno. Jinnyseadentróporuncaminoestrechoentrelashileras.Lashojasaleteabancontrasu

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caray susbrazos como serpentinasdehule.Tuvoquequitarse el sombreropara que no se lo arrebataran. Cada tallo tenía su panoja, como un bebéenvuelto en un sudario.Había un olor intenso, casi repulsivo a crecimientovegetal,aalmidónverdeysaviacaliente.

Loquehabíapensadohacerunavezestuvieraallíeraecharseenelsuelo.TendersealasombradelasgrandesytoscashojasynosalirhastaqueoyeralavozdeNeal.Talveznisiquieraentonces.Peroentre lashilerasnohabíaespacio y un pensamiento la ocupaba demasiado para tomarse la molestia.Sentíademasiadarabia.

Noeraalgoquehubieraocurridoúltimamente.Recordabaunanocheenqueungrupodegentesehabíasentadoensusala—osaladereuniones—ajugar a uno de esos juegos psicológicos serios. Uno de esos juegos quesupuestamentehacíanalaspersonasmássincerasyfuertes.Habíaquedecirexactamenteloqueunateníaenlacabezamientrasmirabaacadaunodelosotros.YunaamigadeNeal,unamujercanosallamadaAddieNorton,habíadicho:«Merevientadecirlo,Jinny,peroloúnicoquesemeocurrecadavezquetemiroes…Maríabonita».

Jinnynorecordabahabercontestadoenelmomento.Talvezlareglaeranohacerlo.Loquecontestabaahora,ensucabeza,era:«¿Porquédicesqueterevienta?¿Nohasnotadoquecuandoalguiendicequelerevientadeciralgoen realidad le encanta? Si se trata de ser tan sinceros, almenos podríamosempezarporeso,¿nocrees?».

No era la primera vez que daba esa réplica mental. Y mentalmente leseñalabaaNealqueeljuegoeraunafarsa.PorquecuandollegabaelturnodeAddie,¿habíaalguienqueseatrevieraadecirlecosasdesagradables?Ah,no.«Batalladora», decían, o bien «Sincera como un chorro de agua fría». Leteníanmiedo,esoeratodo.

—Un chorro de agua fría —dijo Jinny, ahora en voz alta, con vozpunzante.

Otroslehabíandichocosasmásamables.«Niñaenflor»o«Madonadelmanantial». Resultó que ella sabía que quien quiera que hubiera dicho esohabía querido decir «Manon del manantial», pero había decidido nocorregirlo. La humillaba estar sentada allí escuchando opiniones sobre ella.Era una equivocación total. Ella no era tímida ni aquiescente, ni natural nipura.

Cuandounasemoría,claro,sóloquedabanesasopinioneserradas.

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Mientraslepasabatodoaquelloporlacabeza,habíahecholomásfácilenuncampodemaíz:perderse.Habíapasadoporencimadeunafila, luegodeotra,yprobablementesehabíadesviado.Intentóvolverporelmismocaminoperoevidentementenoeraelcorrecto.Comohabíavueltoanublarse,nosabíadóndeestabaeloeste;aunqueesotampocolahabríaayudadoporquealentrarnosehabíafijadoenquédireccióncaminaba.Sequedóinmóvil,pues,sinoírmásqueelrumordelmaízyuntráficodistante.

Elcorazón le latíacomocualquiercorazónconañosyañosdevidapordelante.

Entoncesoyóqueseabríaunapuerta;ladraronlosperros,Mattgritóyseoyóunportazo.

Jinnyseabriópasoentrelostallosylashojasendirecciónaesosruidos.

Y resultó que no se había alejado mucho. Se había pasado el ratotrastabillandoporunrincóndelcampo.

Mattlehizounaseñayapartóalosperros.

—Nolestengamiedo,nolestengamiedo—gritó.

Se dirigía hacia el coche, lomismo que ella, pero desde otro punto. Amedidaqueseacercaban,ibahablandoenvozmásbaja,acasomásíntima.

—Tendríaquehaberllamadoalapuerta.

PensabaqueJinnyhabíaentradoenelcampodemaízaorinar.

—Ledijeasuesposoquesaldríaaasegurarmedequeustedestababien.

—Estoyperfectamente.Gracias.

Subióalafurgoneta,perodejólapuertaabierta.Silacerraba,elhombrepodíaofenderse.Ademássesentíademasiadodébil.

—Vayasisecomióelchileconganas.

¿Dequiénestabahablando?

DeNeal.

Jinny temblaba y sudaba. Le zumbaba la cabeza como si tuviera unacuerdaentensiónentrelosoídos.

—Silegusta,puedotraerleunpocoaquí.

Negóconlacabeza,sonriendo.Saludándolaalparecer,élalzóunabotella

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decervezaqueteníaenlamano.

—¿Untrago?

Sindejardesonreír,ellanegóotravez.

—¿Niuntragodeagua?Aquíhayaguadelabuena.

—No,gracias.

Sivolvíalacabezaylemirabaelombligopúrpura,leentraríannáuseas.

—¿Sabeladeaqueltío?—dijoélconotravoz.Unavozperezosa,jovial—. Un tío sale de su casa llevando en una mano un manojo de rábanos.Entonces el padre le pregunta: «¿Adonde vas con esos rábanos?». «Voy acoger un caballo», contesta él. «Qué caballo ni caballo vas a coger conrábanos», le dice su padre. Pero al día siguiente el chico aparece con elcaballomás guapo que se haya visto. «Mira qué caballo tengo», dice, y lometeenelestablo.

Noquisieradarunaimpresiónerrónea.Nohayquedejarsellevarporeloptimismo.Peroparecequehemosobtenidoresultadosinesperados.

—Al día siguiente, el padre lo ve salir de nuevo con un patín bajo elbrazo.«¿Yahoraadondevas?».«Hombre,esquemamáhadichoquehoylegustaríaguisarunpato».«Pero¿túeresimbécil?¿Tepiensasquevasacazarun pato con un patín?». «Espera y verás», dice él. A la mañana siguientevuelveconunlindopatobajoelbrazo.

Sediríaquehahabidounareducciónsignificativa.Teníamosesperanzasdequeocurriera,desdeluego,peronohabríamospodidoafirmarlo.Conestono quiero decir que hayamos ganado la batalla; sólo que estamos ante unsignofavorable.

—«Tehasquedadodepiedra,papá.Nosabesniquédecir»,comentaeltío.Yalanochesiguiente,elpadrelovesalirconunabotellabajoelbrazo.

Un signo muy favorable. No sabemos si en el futuro no habrá másproblemas,peropodemosdecirquesomosmoderadamenteoptimistas.

—«¿Quéesesabotellaquellevasahí?»,preguntaelpadre.«Unabotellade coñac», responde él. «Muy bien», dice el padre. «Espera un momento.Esperaquecojoelsombrero.¡Cojoelsombreroyvoycontigo!».

—Es demasiado —afirmó Jinny en voz alta como si hablara con elmédico.

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—¿Cómo? —dijo Matt. Seguía riendo, pero una expresión infantil yafligidahabíainvadidosucara—.¿Yahoraquépasa?

Jinnysacudíalacabeza,yseestrujabalabocaconunamano.

—Sóloeraunchiste—explicóél—.Noqueríaofenderla.

Jinnydijo:

—No,no.Yo…No.

—Noimporta,mevoy.Nolerobarémástiempo.—Ylediolaespaldasinmolestarsesiquieraenllamaralosperros.

Almédiconolehabíadichonadaparecido.¿Porquéibaadecírselo?Elnoteníaningunaculpa.Peroveníaalcaso.Erademasiado.Eseinformevolvíalas cosas más difíciles. La hacía retroceder, empezar el año otra vez. Laprivaba de cierta libertad limitada. Había retirado una opaca membranaprotectoracuyapresenciaelladesconocíayahoraestabaencarneviva.

ElhechodequeMattsupusieraquehabíaentradoenelmaizalaorinarlahizo percatarse de que tenía ganas. Bajó de la furgoneta, miró alrededor,separó las piernas y se levantó la amplia falda de algodón. Ese verano sehabíahabituadoausarfaldasanchasyanousarbragasporquenocontrolabadeltodolavejiga.

Unarroyuelooscurosealejódeellaentrelagrava.Elsolyaestababajo;se acercaba el anochecer. Arriba, un cielo despejado. Las nubes habíandesaparecido.

Unodelosperrosladródemalaganaparadecirqueseacercabaalguien,peroalguienconocido.Ningunosehabíaacercadoalverlabajarse;sehabíanacostumbradoaqueestuvieraallí.Sinalarmanientusiasmoahoracorríanalencuentrodequienquieraquefuese.

Eraunmuchacho,unjovenenbicicleta.DiolavueltahacialafurgonetayJinnysevolviópararecibirlo,apoyándoseconunamanoenelmetalmenoscandente pero todavía tibio. No quería que él le hablara por encima delcharquitoy,acasoparadistraerlelamiradadelsuelo,hablóellaprimero.

—Hola—dijo—.¿Vienesaentregaralgo?

Riendo,élsaltódelabiciyenelmismomovimientoladejócaer.

—Yovivoaquí—explicóél—.Vuelvodeltrabajo.

Jinnypensóquedebíaexplicarlequiénera,decirleporquéestabaallíy

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porcuántotiempo.Peroeramuydifícil.Asíapoyadaenlafurgonetadebíadeparecerunasupervivientedeunchoque.

—Sí,vivoaquí—repitióél—.Perotrabajoenunrestaurantedelaciudad.EnelSammy’s.

Camarero.Laimpecablecamisablancaylospantalonesnegroseranropadecamarero.Yteníaelairedepacienciayvigilanciadeuncamarero.

—YosoyJinnyLockyer—dijoella—.Helen.Helenes…

—Vale,yasé—dijo—.Helenvaa trabajarparausted.¿YHelendóndeestá?

—Enlacasa.

—¿Entoncesnadielainvitóaentrar?

Teníamásomenos laedaddeHelen,pensóella.Diecisieteodieciochoaños. Delgado, encantador y gallito, con un entusiasmo ingenuo queprobablementenolollevaríatanlejoscomoesperaba.Habíavistoaalgunoscomoélacabarenelreformatorio.

Sinembargoparecíaentender.Parecíaentenderqueellaestabaexhaustayenalgúnembrollo.

—¿Junetambiénestádentro?—preguntó—.Juneesmimadre.

Tenía el pelo como el de June: castaño con vetas doradas. Lo llevababastantelargoyconrayaalmedio,ondulandoaloslados.

—¿Matttambién?—dijo.

—Sí.Ymimarido.

—Quévergüenza.

—No, qué va—aclaró ella—.Me invitaron. Pero yo dije que preferíaesperaraquí.

AvecesNealllevabaacasaunoodosdesusjo-josparasupervisarlosentrabajos de jardín, pintura o carpintería básica. Pensaba que les hacía bienverseaceptadosenunhogar.Devezencuanto Jinnyhabíacoqueteadoconellos,deunaformaqueenabsolutopodíaconsiderarseunafalta.Apenasuntono amable, un modo de hacerlos conscientes de sus faldas suaves y superfumeajabóndemanzana.NoporesoNealhabíadejadodellevarlos.Lehabíandichoqueestabafueradelugar.

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—Bueno,¿ycuántohacequeespera?

—Nolosé—dijoJinny—.Nousoreloj.

—¿Deveras?—contestóél—.Yotampoco.Casinuncameencuentroconalguienquenousereloj.¿Nohausadonunca?

—No.Nunca.

—Yotampoco.Niunavez.Nuncahequerido,asídesencillo.Noséporqué.Nohequerido jamás.Comoside todosmodossiemprehubierasabidoqué hora era. Con un par de minutos de diferencia. A lo sumo cinco. Ytambién sé dónde están todos los relojes. Estoy en la bici mientras voy altrabajo y se me ocurre controlar, ¿sabe?, sólo para asegurarme de la horaexacta,yséqueelprimer lugardesdedondepuedoverel relojdel juzgadoestáentredosedificios.Nuncafallopormásdetres-cuatrominutos.Aveceslosclientesmepreguntansiséquéhoraesyladigo.Nisiquieranotanquenollevoreloj.Despuésvoyaconfirmarloloantesposible,enlacocinahayuno.Peroniunavezhetenidoquevolveradecirlesqueeraotrahora.

—Yohepodidohaceresoalgunaqueotravez—dijoJinny—.Supongoquesinousasrelojdesarrollasunsentido.

—Vayasino.

—Bien,¿yquéhoracreesqueesahora?

Élrió.Miróalcielo.

—Cercadelasocho.¿Ochomenosseisosiete?Hayquedecirquellevoventaja.Sécuándosalídeltrabajoyqueluegocomprétabacoenel7-Eleven,habléconunpardechavalesyvineacasa.Ustednoviveenlaciudad,¿no?

Jinnyrespondióqueno.

—¿Dóndeviveentonces?

Selodijo.

—¿Está cansada? ¿Quiere irse a casa? ¿Quiere que entre a decirle a sumaridoquequiereirseacasa?

—No.Nohagaseso—ordenóella.

—Vale.Vale.Noloharé.DetodosmodosesprobablequeJunelesestédiciendolasuerte.Sabeleerlamano.

—¿Deverdad?

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—Claro.Unpardevecesalasemanavaalrestaurante.Tambiénleeelté.Lashojasdelté.

Recogió labicicletay laapartódelcaminode la furgoneta.Luegomiróporlaventanilladelconductor.

—Sehandejadolasllavespuestas—dijo—.Bueno,entonces,¿noquierequelalleveasucasa?Puedoponerlabicicletaatrás.AsumaridoyaHelenlosllevaráMatt,cuandohayanacabado.YsiMattnoestámuyfinolospuedellevar.

June. June esmimadre, peroMatt no esmi padre. Usted no conduce,¿no?

—No—contestóJinny.Hacíamesesquenoconducía.

—No.Yameparecía.¿Deacuerdo,pues?¿Quiere?¿Deacuerdo?

—Éste es un camino que conozco. Nos llevará tan deprisa como laautopista.

Nohabíanpasadoporlasparcelas.Dehechohabíantomadoladireccióncontraria,poruncaminoquealparecercircundaba lahondonada.Almenosahorasedirigíanhaciaeloeste,hacia lapartemásbrillantedelcielo.Ricky—asíhabíadichoélquesellamaba—nohabíaencendidolasluces.

—No hay peligro de cruzarse con nadie —dijo—. Este camino no loconocemuchagente,¿sabe?Ysiencendieralasluces—añadió—,elcieloseoscureceríayseoscurecería todoynopodríaustedsabernidóndeestá.Asíqueloestiramosunpelomásy,cuandollegaelmomentoenquesevenlasestrellas,entoncessíencendemoslasluces.

El cielo parecía tenuemente coloreado de rojo, azul, verde o azulcristalino,segúnquépartesemirara.

—¿Estábien?

—Sí—dijoJinny.

Cuandoseencendieran las luces, losarbustosy losárboles sevolveríannegros. Sólo habría bultos negros a lo largo del camino y negras masasagolpándose detrás, en lugar de los árboles que aún era posible identificar:cedros, abetos, plumosos alerces y ciclamores de florecillas como llamastitilantes. Pasaban tan cerca que habrían podido tocarlos, y ellos ibandespacio.Jinnysacólamano.

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No llegó.Peroestuvocerca.Elcaminonoeramuchomásanchoqueelcoche.

Creyóveradelanteelresplandordeunaacequia.

—¿Hayaguaallíabajo?—preguntó.

—¿Allí abajo?—dijo Ricky—.Mire al costado. Abra la puerta ymirehaciaabajo.

Lohizoysediocuentadequeestabancruzandounpuente.Unpuentecitode apenas tres metros de largo construido con tablones en zigzag. Sinbarandas.Debajo,aguainmóvil.

—Por aquí hay muchos puentes—dijo él—. Y si no son puentes, sonalcantarillas.Porque siemprehayaguaquevayvienebajoel camino.Oseestáquietaynocorrehacianingúnlado.

—¿Esmuyprofunda?—preguntóella.

—Nomucho.Enestaépocadelaño,no.Paraesohayquellegaralgranestanque;esmáshondo.Y luegoenprimaveracubre todoel camino,no sepuede conducir.Entonces sí que es profunda.Este camino, dekilómetros ykilómetros,sigueenlínearectadeunextremoaotro.Nisiquierahaycruces.NoconozcootrocaminoqueatravieseelpantanodeBorneo.

—¿ElpantanodeBorneo?—repitióJinny.

—Sesuponequeasísellama.

—HayunaislallamadaBorneo.Estáenlaotramitaddelmundo.

—Notengoniidea.UnicamenteheoídohablardelpantanodeBorneo.

Enmediodelcaminocrecíaahoraunafranjadehierbaoscura.

—Es hora de encender las luces—dijo él. En cuanto las encendió, sevieron en un túnel dentro de una noche repentina—. Una vez hice eso—añadióél—,encendí las lucesasí,yhabíaunpuercoespín.Estabaenmediodel camino, como sentado en las patas traseras, y me miraba fijamente.Parecía un viejo pequeñito. Se había llevado un susto de muerte y estabaparalizado.Seveíacómolecastañeteabanlosdientesdeviejo.

Ellapensó:Aquíesdondetraealaschicas.

—¿Quépodíahaceryo?Probéconelclaxonperonosemovía.Noteníamuchas ganas de salir a perseguirlo. El bicho estaba asustado, pero seguía

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siendounpuercoespínypodíaerizarse.Asíquemeparéallí.Teníatiempodesobra.Cuandovolvíaencenderlasluceshabíadesaparecido.

Ahora sí que las ramas pasaban cerca, rozando la puerta; pero si habíafloresJinnynolasveía.

—Leenseñaréalgo—dijoél—.Leenseñaréalgoqueapuestoaquenolohavistonunca.

Siaquelloestuvierapasandoensuantiguavidanormal,eramuyposibleque ahora empezase a asustarse. Pero en la vida normal de antes no habríaestadoallíjamás.

—Mevasamostrarunpuercoespín—dijo.

—No.Noeseso.Algomásraroinclusoquelospuercoespines.Almenos,porloqueyoconozco.

Comounkilómetromásadelante,apagólasluces.

—¿Velasestrellas?—preguntó—.Selohabíadicho.Estrellas.

Paró la furgoneta. Al principio no hubo más que un profundo silencioalrededor.Luegoelsilenciosellenódeunaespeciederumor,quepodíaserdetráficolejanoyderuiditosqueseapagabanantesdedejarseoír,quizáderapacesnocturnas,pájarosomurciélagos.

—Vengaaquíenprimavera—dijoél—ynooirámásquealasranas.Esparaquedarsesordo,seloaseguro.

Abriólapuertadesulado.

—Venga.Bajeacaminarconmigountrecho.

Jinnyobedeció.Ellaandabaporunadelashuellasdelasruedas,élporlaotra. Enfrente, el cielo parecía más leve y se oía un sonido diferente, unaespeciedeconversaciónrítmicaytenue.

El camino se transformó enmadera y desaparecieron los árboles de loslados.

—Adelante—dijoél—.Siga.

Se le acercó más y le tocó la cintura para guiarla. Enseguida retiró lamano; la dejó caminar sobre las tablas que parecían una cubierta de barco.Comolacubiertadeunbarco,subíanybajaban.Peronoeraunrodardeolassinosuspasos,losdeélylosdeella,losquecausabanellevemovimientode

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lastablas.

—Aver.¿Sabedóndeestá?

—¿Enunmuelle?—preguntóella.

—Enunpuente.Esunpuenteflotante.

Ahoralodistinguía:unapasarelaaunoscentímetrosdelaguaquieta.Ellallevóauncostadoymiraronhaciaabajo.Lasestrellasrielabanenelagua.

—Es un agua muy oscura —dijo ella—. Quiero decir, no está oscuraporqueesdenoche,¿no?

—Estáoscurasiempre—contestóél,orgulloso—.Esqueesunpantano.Estáhechocomoeltéypareceténegro.

Jinnyalcanzabaaverlaorillaylosjuncos.Aguaenlosjuncos;elsonidoqueseoíaeraunchapoteo.

—Tanino —explicó él. Pronunció la palabra con orgullo, como si lahubieraarrancadodelassombras.

El ligero balanceo del puente la hizo imaginarse que los árboles y losmacizosde juncoscrecíanenplatillosdebarroyelcaminoeraunaflotantecintadetierraydebajotodoeraagua.Yquéquietaparecíaelagua;aunqueenrealidadnoestabaquieta,porquesiunaintentabafijarlosojosenunaestrellareflejada,laveíaparpadearycambiardeformayhuir.Luegovolvía,aunquequizánofueralamisma.

Fue en esemomento cuando se dio cuenta de que no llevaba puesto elsombrero. No sólo no lo llevaba puesto; no lo había tenido con ella en lafurgoneta.NolohabíallevadonialbajarseaorinarnialponerseahablarconRicky.No lo llevabaen la furgoneta, con la cabeza reclinadaenel asiento,oyendo aMatt contar su chiste. Debía de habérsele caído en el campo demaíz,yconelsustolohabíaolvidado.

ContodoelascoquehabíasentidoellaporelombligodeMattabultandobajolacamisetapúrpura,aélnolehabíamolestadoverleesetristepenacho.

—Quépenaquenohayasalidolaluna—dijoRicky—.Cuandohayluna,estoesmuybonito.

—Tambiénesbonitoasí.

Eldeslizólosbrazosalrededordeellacomosiloqueestuvierahaciendoestuviese fuera de discusión y pudiese tomarse el tiempo que quisiera. La

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besóen laboca.Era laprimeravez, leparecióaella,queparticipabaenunbeso que fuese un acontecimiento en sí mismo. Todo el asunto en sí. Unprólogo tierno, una presión eficaz, un sondear y acoger sin reservas, unagradecimientoprolongadoyunapartarsesatisfechos.

—Caray—dijoél—.Caray.

Lahizodarmediavueltayvolvieronpordondehabíanllegado.

—Conque…¿nuncahabíaestadoenestepuente?

Elladijoquenunca.

—Yahoraesaquíadondevendráadarunpaseo.

Letomólamanoylabalanceócomosiquisieraarrojarla.

—Yyonuncahabíabesadoaunamujercasada.

—Probablementebesarásamuchasmás.Hastaquetecanses.

Elsuspiró.

—Sí —dijo, azorado y grave ante lo que tenía por delante—. Sí,probablemente.

De pronto Jinny pensó en Neal. Neal allá en tierra firme, mareado yvacilante,abriendolamanoalamiradadelamujerdebrillantepeloveteado,laadivina.Meciéndoseenelfilodelfuturo.

Noimportaba.

Loquesentíaahoraeraunaespeciedecompasiónalegre,casicomounarisa.Unburbujeode tiernahilaridadqueseapoderabade todassus llagasysusvacíos,mientrasdurase.

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Losmueblesdelafamilia

Alfrida.MipadrelallamabaFreddie.Eranprimoshermanosyhabíanvividoen granjas vecinas y luego vivieron un tiempo en la misma casa. Un díaestaban en un campo de rastrojo jugando conMack, el perro demi padre.Hacíasolaqueldía,aunqueno llegabaafundirelhielode lossurcos.Ellosdabanpatadasalhielo,lesdivertíaelcrujidobajolospies.

¿Cómo iba a recordar ella una cosa así?, decía mi padre. Se lo hainventado.

—Nomeloinventé—contestabaAlfrida.

—Ytantoquesí.

—Queno.

Derepentehabíanoídoredobledecampanasysilbidodesirenas.Sonabanlas campanasde la iglesiay ladel ayuntamiento.Acincokilómetros, en laciudad, silbaban las sirenas de las fábricas. El mundo había estallado entorrentesdealegríayMackseabalanzóhaciaelcaminoporqueseguramentehabríaundesfile.HabíaacabadolaPrimeraGuerramundial.

Tres veces a la semana leía el nombre de Alfrida en el periódico. Elnombre, nadamás:Alfrida. Salía impreso como escrito amano, una fluidafirmahechaconpluma.PorlaCiudadyAlrededores,conAlfrida.Laciudaddemarrasnoeralamáscercanasinolaqueestabaalsurdenuestracasa,laciudaddondevivíaAlfridayquemifamiliavisitabacadadosotresañosmásomenos.

Futuras novias de junio, ya es hora de que empecéis a registrarvuestraspreferenciasenElArmarioChino.Yhededecirosquesiyofueraunafuturanovia—cosaque,ay,nosoy—talvezmeresistiríaalos juegos de vajilla decorados, por exquisitos que sean, parainclinarmeporlosperladosyultramodernosRosenthal…

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Muchos tratamientos de belleza son flores de un día, pero osgarantizoqueconlasmascarillasquepreparanenelSalónFantine—yhablo de novias— la piel os brillará como pétalo de azahar.Y paraquelamamádelanovia—ylatíadelanovia,yhastalaabueladelanovia,simeapuráis—sesientacomoreciénsurgidadelaFuentedelaEternaJuventud…

Por el modo en que hablaba, nunca se habría esperado que Alfridaescribieraeneseestilo.

TambiéneraunadelaspersonasqueescribíanbajoelseudónimodeFloraSimpson en la Página de Flora Simpson para las Amas de Casa.Miles demujeres del campo creían escribir sus cartas a la rolliza señora de buclescanososysonrisaindulgentecuyoretratopresidíalapágina.Perolaverdad—que yo no debía contar— era que las notas situadas después de cada cartaestabanescritasporAlfridayunhombrellamadoCaballoHenry,queademásredactabalasnecrológicas.LasmujeresseponíannombrescomoLucerodelAlba, Lirio delValle, PulgarVerde, PequeñaAnnieRooney oReina de laBayeta. Algunos nombres eran tan populares que había que asignarlesnúmeros:RizosdeOro1,RizosdeOro2,RizosdeOro3.

Querida Lucero del Alba, escribían Alfrida o Caballo Henry, eleczemaesunaplagaespantosa,sobretodoconestoscalores,yesperoque el bicarbonato te alivie un poco. Sin duda debemos respetar lostratamientoshogareños,peronuncahacedañorecurriralconsejodelmédico.Me parece estupendo que tumedia naranja se encuentre denuevoenpieyenactivo.Nodebiódesermuydivertidoqueeltiempoosafectaraalosdosjuntos…

EntodaslasciudadespequeñasdeesaregióndeOntario,lasamasdecasamiembros del Club Flora Simpson celebraban un pícnic anual de verano.FloraSimpsonsiemprelesenviabasaludosespecialesperoexplicabaque,contantosacontecimientoscomohabía,nopodíapresentarseentodos,ypreferíano hacer diferencias. Alfrida decía que había considerado la posibilidad deenviaraCaballoHenryconpelucaycojinesenelpecho,opresentarseellacomolascivaBrujadeBabilonia(nisiquieraella,enlamesademispadres,podíacitarbienlaBibliaydecir«Ramera»)conunpitillopegadoalcarmín.Pero,oh,reflexionaba,elperiódiconosmataría.Ydetodosmodosnohayquesertanmalos.

Siempre llamaba pitillos a lo que fumaba. Cuando yo tenía quince o

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dieciséis años se inclinó sobre la mesa para preguntarme: «¿Tú tambiénquieresunpitillo?».Acabábamosdecomercuandomihermanomenorymihermanayasehabíanlevantadodelamesa.Mipadremeneólacabeza.Élyahabíaempezadoaliarelsuyo.

Yo di las gracias, dejé queAlfridame lo encendiera y por primera vezfumédelantedemispadres.

Elloshicieroncomosisetrataradeunabromamuycómica.

—Pero¿quémedicesde tuhija?—lepreguntómamáapapá.Puso losojosenblanco,enlazólasmanossobreelpechoyconvozartificialylánguidaañadió—:Mevoyadesmayar.

—Tendréquesacarellátigo—dijomipadre,incorporándoseamediasenlasilla.

Fueunmomentoasombroso,comosiAlfridanoshubieratransformadoenpersonasnuevas.Porlocomún,mimadredecíaquenolegustabaverfumaralasmujeres.Nodecíaquefueraindecenteoindignodeunadama;sóloquenolegustaba.Ycuandomimadredecíaconciertotonoquealgonolegustaba,no parecía hacer una confesión de irracionalidad sino abrevar en unainaccesible,casisagrada,fuentedesabiduría.Cuandoapelabaaaqueltono,ylo acompañaba de aquella expresión, como si estuviera oyendo vocesinteriores,laodiabaespecialmente.

En cuanto ami padre, en esamisma salame había pegado, no con unlátigoperosíconsucinturón,porinfringirlasreglasdemimadre,porherirsus sentimientos y por contestarle.Ahora parecía como si esas palizas sólopudierantenerlugarenotrouniverso.

AunqueAlfrida—y también yo— había acorralado amis padres, elloshabíanrespondidocontalgraciayvalorquerealmenteeracomosilostres—mi madre, mi padre y yo— nos hubiéramos elevado a un nuevo nivel desolturayaplomo.Enaquelinstantelosvi—sobretodoamimadre—capacesdeunasuertededesenfadoqueraravezsemanifestaba.

TodograciasaAlfrida.

De Alfrida siempre se hablaba como de una chica ambiciosa. Por esosiempreparecíamásjovenquemispadres,sibieneraconocidoqueteníamásomenoslamismaedad.Tambiénsedecíaqueeraunacriaturadeciudad.Yporciudad,cuandosehablabaasí,siempreseentendíalaciudadendondeellavivía y trabajaba. Pero además se entendía otra cosa: no simplemente otra

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configuración de edificios, aceras y líneas de tranvías; ni siquiera unaaglomeración de individuos. Se entendía algo más abstracto que podríarepetirse una y otra vez, una especie de colmena tempestuosa peroorganizada, no exactamente inservible o falsa sino perturbadora y enocasionespeligrosa.Unoibaaunlugarasíporobligación;yloabandonabacontento.Noobstante,aalgunos losatraía,comodebíadehaberlepasadoaAlfrida, hacía mucho tiempo, y como me pasaba ahora a mí, mientrasprocuraba sostener el cigarrillo con displicencia, a pesar de que entre misdedosparecierahabercobradoeltamañodeunbatedebéisbol.

Mifamilianoteníavidasocialasidua;acasanoveníagenteacenar,nodigamos ya a fiestas. Tal vez fuese una cuestión de clase. Los padres delchico con quien me casé, unos cinco años después de aquella escena desobremesa,invitabanacenaraamigos,noaparientes,eibanareunionesdemedia tarde que con toda espontaneidad llamaban cócteles. Era una vidacomolaqueyohabíaleídoenlasrevistasyparecíasituaramifamiliapolíticaenunprivilegiadomundodelibrosdecuentos.

Loque síhacíami familia eraponer cartelitos en lamesadel comedor,dosotresvecesalaño,paraagasajaramiabuelayamistías—lashermanasmayoresdepapá—yasusmaridos.LohacíamosparaNavidadoAccióndeGracias,cuandonos tocaba,obiencuandoveníadevisitaalgúnparientedeotra comarca. El huésped siempre era una persona como las tías y susesposos;nuncacomoAlfrida.

Mi madre y yo empezábamos a preparar esas cenas con dos días deantelación. Planchábamos el mantel bueno, pesado como una frazada;lavábamoslavajillafina,quesehabíallenadodepolvoenelaparadorchino,y limpiábamos las patas de las sillas del comedor, además de preparar lasensaladascongelatinaylasempanadasylospastelesquedebíanacompañarelpavoojamónalhornoconverduras,queeraelplatoprincipal.Teníaquesobrar mucha comida, y de comida se hablaba sobre todo en la mesa: losinvitadosexpresabanlobuenoqueestabatodo,yeranurgidosaservirsemás,ydecíanquenopodían,queestabanahítos,peroentonceslosmaridosdelastíascedían,seservíanmás,ylastíastambiéntomabanunpocomás,mientrasdecíanqueeraunalocura,queestabanapuntodeestallar.

Yaúnfaltabaelpostre.

Nohabíaprácticamenteunatisbodeconversacióngeneral,ydehechosepresumía que toda conversación que excediera ciertos límites podía ser un

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trastorno,unalarde.Lacomprensiónquemimadreteníadeloslímitesnoeramuyde fiar,yavecesera incapazde tolerar laspausasnihacerhonora laaversión a lo que venía después. De modo que cuando alguien decía,supongamos, «Ayer vi a Harley por la calle», era probable que ellapreguntara:«¿TúcreesqueunhombrecomoHarleyesunsolteróngenuino?»o«¿nohabráencontradoalapersonaadecuada?».

Como si, por habermencionado a una persona, se esperase de una quedijeraalgomás,algointeresante.

Luego tal vez se hiciera un silencio, no por mala educación de loscomensales sino porque estaban desconcertados. Hasta que en tono deembarazoydesesgadoreprochemipadredecía:«Pareceríaqueselasarreglamuybienporsísolo».

De no haber habido familiares presentes, con toda probabilidad habríadicho«porsímismo».

Y todo el mundo seguía cortando, hundiendo la cuchara, tragando alresplandor del mantel limpio y la clara luz que entraba a raudales por lasventanas que acababan de limpiar. Esas comidas siempre se hacían amediodía.

Losquesesentabanalamesaeranmuycapacesdehablar.Enlacocina,mientrasfregabanysecabanlosplatos,lastíascontabanquiénteníauntumor,quiénunainfecciónenlagarganta,quiénunosforúnculosterribles.Hablabandesuspropiasdigestiones,decómolesfuncionabanlosriñonesylosnervios.No parecía quemencionar cuestiones corporales íntimas estuviese fuera delugarofuesetansospechosocomohablardealgoleídoenunarevistaodeuntemadeactualidad;enciertomodoseconsiderabaimpropioprestaratenciónacualquiercosanomuycercana.Mientras,descansandoenelporcheodandoun paseo para echar un vistazo a los cultivos, los maridos de las tíasintercambiaban informaciones como que alguien estaba en apuros con elbanco,oaúndebíapartedelcréditopara lacompradeunamáquinacara,ohabíainvertidoenuntororeproductorqueeraunfiasco.

Talvezlosconstriñeselaformalidaddelcomedor,losplatosparaelpancon mantequilla y las cucharas de postre, cuando lo habitual en otrosmomentos era poner un trozode empanadadirectamente en el plato que seacababade limpiarconmigadepan. (Sinembargo,nopreparar lamesaasíhabríasidounaofensa.Ensuspropiascasas,enocasionessimilares,esagentehabríasometidoalosinvitadosalmismoprotocolo).Talvezfuesequecomer

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eraunacosayhablar,otra.

Cuando venía Alfrida todo cambiaba. Se tendía el mantel bueno y seusaba lavajilla fina.Mimadre seesmerabacon la comiday sepreocupabaenormemente por los resultados; probablemente dejara de lado el habitualmenú basado en pavo-relleno-con-puré-de-patatas para hacer algo comoensaladadepolloybudíndearrozconpimientos,ydepostreunagelatinaconclarasmontadasycremacuyapreparación ledestrozaba losnerviosporque,como no teníamos nevera, había que enfriarla en el sótano. Pero delacartonamiento,delapesadezenlamesa,nohabíaniasomo.Alfridanosóloaceptabasegundasraciones;laspedía.

Ylohacíacasidistraídamente,ydelamismaformalanzabaloselogios,comosilacomida,comerlacomida,fuesealgoagradableperosecundario,yhacíahablaralosdemás,demodoquecualquiercosaqueaunaseleantojasedecir—casicualquiera—parecíaadecuada.

Siemprenosvisitabaenverano,yporlogeneralllevabavestidosdepícnicarayas,sedosos,queledejabanlaespaldadescubierta.Noteníaunaespaldavistosa,rociadacomoestabadelunaresoscuros,yloshombroseranhuesudosyelpechocasiplano.Mipadresolíapreguntarsecómopodíaestartanflacacon todo lo que comía. O ponía la verdad patas arriba señalando que, porquisquillosoquefuerasuapetito,noseprivabadeuntarelpanengrasa.(Ennuestra familia, los comentarios sobre gordura, delgadez, falta o exceso decolornoseconsiderabanintempestivos).

Elpelooscurolecaíaenondassobrelafrenteyaloslados,segúnlamodadeentonces.Tenía lapielmásbien tostada, tramadadefinasarrugas,yunaboca ancha con el labio inferior algo grueso, casi caído, y pintada con uncarmínintensoquedejabahuellaenlatazadetéyenelvasodeagua.Cuandoabría bien la boca—comohacía amenudo, al hablar o reírse—, se veía alfondoquefaltabanalgunasmuelas.Nosepodíadecirquefueseguapa—paramí,todamujerdemásdeveinticincohabíadejadomuyatráslaposibilidaddeserlo,oentodocasohabíaperdidoelderechoyquizáshastaeldeseo—,peroera ardorosa y elegante. Con aire pensativo, mi padre aseguraba que teníachispa.

Alfrida le hablaba de cosas que pasaban en el mundo, de política. Mipadreleíaelperiódico,escuchabalaradio, teníasuspropiasopiniones,peroraravezteníaocasióndeexponerlas.Aunquelosmaridosdelastíastambiéntenían opiniones, eran breves, invariables y expresaban una desconfianza

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eterna por todas las figuras públicas y en particular por los extranjeros, demodo que la mayor parte del tiempo poco más se les podía extraer quegruñidos y menosprecio. Mi abuela era sorda—nadie habría podido decircuánto sabía ni qué pensaba de algo— y las tías, aparentemente, seenorgullecíandesuvastaignoranciaysuescasezdeinteresesdeatención.Mimadrehabíasidomaestra,ysinesforzarsepodíaseñalarenelmapacadapaísdeEuropa,perotodoloveíaatravésdeunabrumapersonal,conelImperiobritánicoylafamiliarealencumbrados,enormes,yelrestominúsculo,merorevoltijoqueaellaleerafácilpasarporalto.

Enrealidad,lospuntosdevistadeAlfridanodistabantantodelosdelostíos.Almenosasíparecía.Pero,envezdedejarpasareltemaconungruñido,ella soltaba una risa ululante y contaba historias de primerosministros, delpresidente norteamericano John L. Lewis y del alcalde de Montreal —historiasdelascualestodossalíanmalparados—.Tambiéncontabahistoriasdelafamiliareal,peroenesecasodistinguíaentrelosbuenos,comoelrey,lareinay lahermosaduquesadeKent,y loshorribles,comolosWindsoryelviejo rey Eddy, quien —decía ella— padecía cierta enfermedad y en unintentodeestrangularasuesposalehabíamarcadoelcuello,razónporlacualella nunca aparecía sin su collar de perlas. Como esta distinción coincidíamuybienconunaquehacíaellamisma—peropocasvecesformulaba—,mimadrenolaobjetaba,aunquelareferenciaalasífilislacrispase.

Yosonreía,cómplice,conunacomposturainsensata.

Alfridaponíaalosrusosnombresgraciosos.Milollansqui,TíoJoenesqui.Creía que estaban engatusando a todo el mundo, que las Naciones Unidaseranunafarsaquenoresultaríajamás,queJapónvolveríaalevantarseyquemáshabríavalidoaprovecharlaoportunidaddeliquidarlo.TampococonfiabaenQuebec.Ni en el papa.Con el senadorMcCarthy tenía un problema: lehabríagustadoapoyarlo,peroelcatolicismodelhombreeraunalosa.Alpapalo llamaba pupas. Se regodeaba pensando en la cantidad de timadores ygranujasquehabíaenelmundo.

Avecesdabalaimpresióndeestarhaciendounnúmero,unaexhibición,talvezparaprovocaramipadre.Deirritarlo,comohabríadichoél,aversisecabreaba. Pero no porque no lo quisiera, ni para hacerlo sentir incómodo.Todo lo contrario. Lo atormentaba como las chicas atormentan a losmuchachos en el colegio, cuando ambos lados se deleitandiscutiendoy losinsultos se tomancomohalagos.Mipadrediscutía conella siempre envozsuaveyfirme,peroestabaclaroqueseproponíaaguijonearla.Aveces,dando

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un giro, aceptaba que tal vez ella tuviera razón, que en el periódico podíahaber fuentes de información que él desconocía. Me has dado un repaso,decía, si fuera sensato debería disculparme. Y ella decía: Anda, no mecameles.

—Ay, cómo sois—decía mi madre con desesperación fingida y quizáverdaderocansancio,yAlfridalerecomendabaquefueraaecharseunasiesta,selamerecíadespuésdeesacomidaespléndida,yanosocuparíamosellayyodelosplatos.Mimadresufríadeuntemblorenelbrazoderecho,unarigidezenlosdedosquesegúnellalaatacabacuandoestabaexhausta.

Mientras fregábamos la vajilla, Alfrida me hablaba de celebridades,actoresyhastaestrellasdecinemenores,quehabíanactuadoenteatrosdelaciudad donde vivía. En voz más baja, pero quebrada aún por una risabrutalmenteirrespetuosa,mecontabahistoriassobrelasmalascostumbresdeesagente, rumoresdeescándalosprivadosquenunca llegabanasaliren lasrevistas.Mencionabamaricas,pechosartificiales,triángulosfamiliares,cosastodasqueyohabíaatisbadoenmislecturas,peroquemedabavértigooír,aundeterceraocuartamano,cuandoveníandelavidareal.

LosdientesdeAlfridamellamabantantolaatenciónqueduranteaquellosrecitales confidenciales a veces perdía el hilo. Cada uno de los que lequedaban,todosdelanteros,eradeunmatizlevementedistinto;noteníadosdientes iguales.Algunosdeesmaltebastante fuerte tendíanavariedadesdelmarfiloscuro;otros,aunópaloconsombrasliláceasyunbrillodeescamas,obien con bordes plateados, a veces un destello de oro. En aquel entonces,pocaspersonasexhibíandientes tan sólidosyelegantescomosevenhoy,amenos que fueran falsos. Pero los de Alfrida eran insólitos por suindividualidad,suclaraseparaciónysugrantamaño.CuandoAlfridalanzabaalguna agudeza especial, deliberadamente licenciosa, parecían adelantarsecomoguardiasdepalacio,comojovialesarqueros.

—Dehechosiemprehatenidoproblemasconlosdientes—decíanlastías—.Lesalíanabscesos,¿recuerdas?,teníaelsistemaenteroenvenenado.

Qué típico de ellas, pensaba yo, dejar de lado el ingenio y la clase deAlfridaparaafligirseporlosdientes.

—¿Porquénoseloshacesacartodosyacabadeunavez?—preguntaban.

—Probablemente no pueda costeárselo —dijo una vez mi abuelasorprendiendoatodos,comohacíaaveces,demostrandoquehabíaseguidolaconversación.

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Ysorprendiéndomeamíconla luznuevaycotidianaqueelcomentarioarrojaba sobre la vida de Alfrida. Yo había creído que Alfrida era rica, almenosencomparaciónconelrestodelafamilia.Vivíaenunapartamento—yo nunca lo había visto, pero lo asociaba con la idea de una vida muycivilizada—,llevabaropaquenoestabahechaencasaynogastabazapatosde lazo, comocasi todas lasmujeresadultasqueyoconocía, sino sandaliascon brillantes tiras de plástico, ese material nuevo. Era difícil saber sisencillamente mi abuela no vivía en el pasado, cuando hacerse dientespostizos era el gasto culminantedeunavida, o si deverdad sabía cosasdeAlfridaqueyojamáshabríaimaginado.

CuandoAlfridaveníaacomeracasa,nuncaestabapresenteelrestodelafamilia.Noobstante,ellaibaavisitaramiabuela,queerasutía,lahermanadesumadre.Laabuelayanovivíasolasinoalternativamenteconunauotrademistías,yAlfridaibaalacasadondeestuvieseenaquelmomento,peronoalacasadelaotratía,queeratanprimasuyacomomipadre.Ynuncacomíacon ninguna de las dos. Por lo común venía primero a nuestra casa, sequedabaunratoyluego,juntandofuerzas,comodemalagana,hacíalaotravisita. Cuando más tarde volvía y nos sentábamos a comer, no se decíadirectamentenadapeyorativosobre las tíasysusmaridos,yporciertonadairrespetuososobremiabuela.Dehecho,eralaformaenqueAlfridasereferíaamiabuela—unarepentinasobriedadyunapreocupaciónenlavoz,inclusouna pizca de miedo (¿Cómo está de la presión?, ¿ha ido al médicoúltimamente?,¿quéledijo?)—laquemehacíaconscientedeladiferencia,dela frialdado talvez la reticenciaconquepreguntabapor losdemás.Luego,unareticenciasimilarenlarespuestademimadreyunagravedadextraenlade mi padre —una caricatura de gravedad, se podría decir—, daban aentendercuándeacuerdoestabantodosenalgoquenopodíandecir.

Eldíaenquefuméelcigarrillo,Alfridadecidióllevarlacosaunpocomáslejosydijosolemnemente:

—Bueno,¿yquéhaydeAsa?¿Siguesiendoelalmadelastertulias?

Mipadremeneótristementelacabeza,comosilasombradelgárrulotíoAsadebieraagobiarnosatodos.

—Ytantoquesí—dijo—.Ytanto.

—Parecequeloscerdostienenlasolitaria—añadíyo—.Psé.

Salvo por el «psé»,mi tío había dicho exactamente aquello, y lo habíadicho en lamismamesa, invadido por una insólita necesidad de romper el

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silencioopasaraalgoimportantequeacababadeocurrírsele.Yyolodecíaimitandosumajestuosorezongo,susolemnidadinocente.

Mostrandolosdientesfestivos,Alfridalanzóunarisaplenayaprobatoria.

—Perfecto—dijo—.Eseesél.

Mipadreseinclinósobresuplato,comoparadisimularqueéltambiénseestabariendo,aunqueporsupuestosinhacerlo,ymimadresacudiólacabezamordiéndoseloslabios,sonriendo.Tuveunaagudasensacióndetriunfo.Nosedijonadaquemepusieraenmilugar;nadiemeechóencaraloqueavecesllamabanmi sarcasmo,mis ínfulas de lista.Cuando enmi familia se usabaparareferirseamílapalabra«lista»,podíasignificarmuyinteligente,yenesecaso se pronunciaba a regañadientes («Caray, en cierto modo es bastantelista»),muyentrometida,petulante,odiosa.Noseastanlista.

Aveces,tristemente,mimadredecía:«Quémalalenguamalignatienes».

Aveces—yeramuchopeor—,mipadresedisgustabaconmigo.

—¿Quéderechotienestúdeburlartedeunapersonadecente?

Esedía noocurrió nadapor el estilo.Al parecer, yo era tan libre comocualquierhuéspeddelamesa,casi tanlibrecomoAlfrida,yflorecíabajoelestandartedemipersonalidad.

Peroestabaapuntodeabrirseunabrecha,ypuedequeésafueralaúltimavezqueAlfridasesentaraanuestramesa;laúltima.SiguióelintercambiodetarjetasdeNavidad,posiblementeinclusodecartas—mientrasmimadretuvofuerzasparasostenerlapluma—,ynodejamosdeleerelnombredeAlfridaenelperiódico,perono recuerdoqueen losdosañosque todavíapaséconmispadresfueseavisitarnos.

TalvezAlfridapreguntósipodíallevarasuamigoyledijeronqueno.Siyavivíanjuntos,elmotivobienpudoserése,ysiéleraelmismohombreconelqueestabamásadelante,otromotivohabríasidoqueestabacasado.Esascuestionesuníanamispadres.Amimadrelahorrorizabaelsexoirregularomanifiesto—puede decirse que la horrorizaba todo tipo de sexo, porque elmatrimonialycorrectonosereconocíaenabsoluto—,yenesaépocadesuvida mi padre también era estricto al respecto. También podría tenerespecialesreparossobreunhombrecapazdecontrolaraAlfrida.

A ojos de ellos debió de rebajarse. No me cuesta nada imaginármelosdiciendo:Noteníaningunanecesidadderebajarse.

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Peroalomejornopreguntónada;alomejorlesobrabaperspicaciaparapreguntar.Enlostiemposdelasprimerasvisitasanimadasnodebióhaberunsolohombreensuvida,ycuandolohubo,suatenciónpudohabersedesviadototalmente. Puede que Alfrida se volviera otra persona, cosa que sin dudaocurriómástarde.

Oquizálacansólaatmósferaespecialdeunacasadondehayunapersonaenfermaquenomejoranunca.Asípasabaconmimadre,cuyossíntomassecoaligaban y escapaban de control, hasta que de incomodidad y fuente depreocupaciónsetransformaronensudestinoentero.

—Pobrecilla—decíanlastías.

Yamedidaquemimadrecambiabademadreapresenciadesvalidadelacasa,lasotrasmujeresdelafamilia,hastaentoncestanlimitadas,parecíanirganandovivacidadyexperiencia.Miabuelasecompróunaudífono,algoquenadiesehabríaatrevidoasugerirle.Murióelmaridodeunadelastías—noAsa, sino el que se llamaba Irvine— y ella aprendió a conducir; consiguiótrabajoenunatiendadearregloderopaydejódeusarredecillaenelpelo.

Pasabanaveramimadreysiempreveíanlomismo:quelamásguapadelastres,laquesiemprelesrecordabaqueellaeramaestra,mesamesseibavolviendomáslentademovimientos,másrígidademiembrosymástorpeyvacilantealhablar,yquenohabíanadaquehacer.

Medecíanquelacuidaramucho.

—Estumadre—merecordaban.

—Pobrecilla.

Alfridanohabríasidocapazdedeciresetipodecosas,yquizánohabríapodidodecirnada.

Amímeparecíabienquenovinieraavernos.Yonoqueríaquevinieranadie.No tenía tiempo;mehabíavueltounamadecasafrenética:encerabalossuelos,planchabahastalostraposdecocinaytodolohacíaparamantenerarayaciertadesgracia(porqueeldeteriorodemimadreparecíaunadesgraciaúnicaquenosinfectabaatodos).Lohacíaparadarlaimpresióndequevivíaconmispadres,mihermanoymihermanaenlacasadeunafamilianormal;perocualquieraquecruzabaelumbralyveíaamimadresedabacuentadequenoeraciertoynoscompadecía.Yesoyonopodíasoportarlo.

Ganéunabeca.Nomequedéencasaacuidaramimadreninadaporel

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estilo.Fuialauniversidad.ElcolegiouniversitarioestabaenlaciudaddondevivíaAlfrida.Alcabodeunosmeses,ellameinvitóacenar,peronopudeirporque trabajaba todas las noches salvo los domingos. Trabajaba en labiblioteca pública, en el centro de la ciudad, y en la biblioteca de launiversidad; las dos estaban abiertas hasta las nueve. Algo más tarde, eninvierno,Alfridavolvióainvitarmeyestavezlainvitacióneraundomingo.Ledijequenopodíaporqueibaaunconcierto.

—Vaya… ¿Una cita? —preguntó ella, y yo dije que sí pero en esemomentonoeracierto.Iríaalconciertogratisdelosdomingosenelauditoriouniversitario con otra chica, o dos o tres chicasmás, por hacer algo con latenueesperanzadeencontrarchicos—.Bien,algunavez lo tienesque traer.Memuerodeganasdeconocerlo.

Haciaelfinaldelañotuveporfinalguienaquienllevar,alguienaquiendehechohabíaconocidoenunconcierto.Almenosélmehabíavistoenunconciertoymehabíallamadoparasalir.Peronuncalohabríallevadoacasade Alfrida. Nunca habría llevado a conocer a Alfrida a ninguno de misamigos.Mis nuevos amigos eran de los que decían: «¿Has leídoVuelve lavistaacasa,Ángel?Ah,lohasleído.¿YhasleídoLosBuddenbrook?».ErangenteconquienibaaverJuegosprohibidosyLesenfantsduparadiscuandolas traían al cineclub. El chico con quien salía, y con el cual después meprometí,mehabíallevadoalaCasadelaMúsica,dondealahoradecomersepodían escuchar discos. Me había hecho conocer a Gounod, y gracias aGounodyoadorabalaópera,ygraciasalaóperaadorabaaMozart.

Cuando Alfrida me dejó un mensaje en la pensión pidiendo que lallamara,nolohice.Entoncesnollamómás.

Seguía escribiendo en el periódico; de vez en cuando yo miraba unarapsodiasuyasobreestatuillasRoyalDoulton,galletasdejengibreimportadasocamisonesdenovia.ProbablementeseguíarespondiendolascartasaFloraSimpsonyriéndosedelasamasdecasaquelasescribían.Ahoraquevivíaenlaciudad,yoapenasleíaelperiódicoqueenuntiempomeparecíaelcentrodelavidaurbana—yenciertomodoelcentrodelavidaennuestracasa,anoventa kilómetros—. Las bromas, la hipocresía compulsiva de personascomoAlfridayCaballoHenrymeresultabancursisyaburridas.

Notemíaencontrármela,nisiquieraenunaciudadquealfinyalcabonoera tangrande.Nunca ibaa las tiendasqueellamencionabaensucolumna.Noteníamotivosparapasarfrentealedificiodelperiódicoyellavivíalejos

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demipensión,enlazonasur.

Tampoco pensaba que Alfrida fuese de las que se dejaban ver por labiblioteca. La mera palabra «biblioteca», probablemente, la haría torcer lagranboca enunaparodiade consternación, como la torcía en casa ante loslibrosde losestantes; librosnocompradosenmis tiempos,algunosdeellospremios recibidos por mis padres en la adolescencia (estaba el nombre desoltera de mamá escrito con su hermosa letra perdida); libros que no meparecían compras de librería sino presencias de la casa, como presenciasarraigadasenelsuelo,ynosimplesplantas,eranlosárbolesqueveíaporlaventana. El molino junto al Floss, La llamada de la selva, El corazón deMidlotbian.

—Mucholibroimportante,aquí—habríadichoAlfrida—.Mejuegoalgoaquenolosabresmuyamenudo.

Ymipadrehabríadichoqueno,quenolosabría,aceptandoeldesdeñosoyhastaofensivotonodeella,yenciertomodomintiendo,porqueenrealidadlosmiraba,muydetantoentanto,cuandoteníatiempo.

Eranésaslasmentirasqueyoesperabanovolveradecir,eldesprecioqueesperabanomostrarnuncamásporlascosasquemeimportabandeveras.Yparanotenerquehacerlo,lomejoreramantenermealejadademisconocidosdeantes.

Alfinaldelsegundocursoestabaapuntodedejarlauniversidad.Labecasólocubríadosaños.Perono importaba,porquede todosmodosquería serescritora.Ymeibaacasar.

Alfridasehabíaenteradoyvolvióatelefonearme.

—Supongoqueestabasdemasiadoocupadaparallamarme.Oquizánotepasaronlosmensajes—dijo.

Lecontestéquepodíanhabersidolasdoscosas.

Esta vez acepté ir a su casa. Como no pensaba vivir en esa ciudad, lavisita no me comprometía. Elegí un domingo, después de los exámenesfinales, enqueminovio iba aOttawaporunaentrevistade trabajo.Eraunclaro día de sol de comienzos demayo.Decidí ir andando.Como rara vezhabíaestadoalsurdeDundasStreetoalestedeAdelaide,habíazonasdelaciudad que desconocía por completo. En las calles del norte, los árbolesestabanechandohojasytantolaslilascomolosmanzanosornamentalesylosmacizos de tulipanes estaban en flor; las extensiones de césped parecían

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alfombrasnuevas.Peroalcabodeunratomeencontrérecorriendocallessinárbolesquedieransombra;callesconacerasdelanchodeunbrazoextendido,donde laspocasmatasde lilas—esas lilasquecrecíanencualquierparte—eran pálidas, como insoladas, de perfume efímero.Además de casas, habíaallí edificiosdeapartamentosdedoso tresplantas, algunoscon lautilitariadecoracióndeunaguardadeladrillosentornoalapuerta,otrosconventanasabiertasquedejabanescaparlaciascortinas.

Alfridavivíaenunacasa,noenunedificio.Teníatodoelpisodearriba.Enlaplantabaja,almenosenlapartedelantera,habíanpuestounatiendaquelosdomingosestabacerrada.Eraunatiendadesegundamano:atravésdeloscristales sucios vimontones demuebles indefinidos y pilas de utensilios yfuentes viejas. Lo único que me llamó la atención fue una cubeta de mielexactamenteigualalacubetaconuncieloazulyunpanaldoradoenlaquealosseisosieteañosyo llevabaelalmuerzoa laescuela.Recordécómoleíaunayotravezlaleyendaquefigurabaenunlado.

Todamielpurasecristaliza.

Yo no tenía idea de qué significaba «cristalizar», pero el sonido de lapalabramegustaba.Parecíaelaboradoydelicioso.

La caminata me había llevado más tiempo de lo que esperaba y teníamucho calor. No había previsto que, habiéndome invitado al mediodía,Alfrida prepararía una comida como la de los domingos en casa, pero fuecarneasadayverdurasloqueolíalsubirlaescalera.

—Pensé que te habías perdido—dijo Alfrida desde arriba—. Ya iba areunirunacuadrilladerescate.

En vez del vestido de pícnic vestía una blusa rosa, con un lazo en elcuello,metida debajo de una faldamarrón de tablas.Ya no llevaba el peloondulado, sino en ricitos muy cortos que enmarcaban las mejillas, con elcastaño oscuro surcado de toscas mechas rojas. La cara, en mi recuerdodelgadaymorena,estabaahoramásrellenayunpocoabultada.Alaluzdelmediodía,elmaquillajesedestacabadelapielcomopinturanaranja.

Perolamayordiferenciaeranlosdientespostizos,decoloruniforme,quele desbordaban levemente la boca y daban un filo de ansiedad a la viejaexpresióndeentusiasmovehemente.

—Vayasihasengordado—dijo—.Anteserasmuydelgaducha.

Eraverdad,peroamínomegustabaoírlo.Como todas laschicasde la

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pensión,yocomíabarato: copiosascomidaspreparadasKraftypaquetesdegalletas rellenasdeconfitura.Minovio,porfiadoyposesivodevotode todocuanto tuviera que ver conmigo, decía que le gustaban las mujerescorpulentas y que yo le recordaba a JaneRussell.Nomemolestaba que lodijera, pero por lo general me ofendía que los demás comentaran miapariencia.Sobre todosieranpersonascomoAlfrida,gentequeenmividahabía perdido importancia. Pensaba que no tenían derecho a mirarme ni aformarseopinionesdemí,nodigamosyaaexpresarlas.

Lacasaeraangosta,perolarga.Habíaunasaladeestarcontechoendobledecliveyventanasalacalle,unaespeciedesaloncitocomedorsinventanas—acausadelassendashabitacionesconmansardasqueteníaaloslados—,una cocina, un cuarto de baño iluminado gracias al cristal esmerilado de lapuertay,enelcontrafuerte,unagaleríaacristalada.

Los techos en caída daban a los ambientes un aire provisional, como sisólo fingieran ser otra cosa que dormitorios. Pero los muebles erandemasiadosymuyserios—lamesaylassillasdelcomedor,elsofáyelsillónreclinable de la sala, la mesa y las sillas de la cocina—, pensados parahabitacionesmás grandes,más cabales. Tapetes en lasmesas, telas blancascon bordados que protegían los respaldos y brazos de los sillones, cortinastransparentesquecubríanlasventanasyalosladospañofloreado:nohabríapodidoimaginarqueibaaparecersetantoalascasasdelastías.Yenlapareddelcomedor—noenladelcuartodebañonienladeldormitorio,sinoenladel comedor— había un cuadro que era la silueta de una chica con faldadeportivahechaconcintadesaténrosa.

Por el suelo del comedor, en el paso de la cocina a la sala, corría unabandadelinóleogrueso.

Alfridaparecióadivinaralgodeloqueyoestabapensando.

—Sé que he juntado demasiadas cosas—explicó—. Pero son cosas demispadres.Noibaaregalarlosmueblesdelafamilia.

Nunca semehabíaocurridoque tuvierapadres.SumadrehabíamuertohacíamuchotiempoyaAlfridalahabíacriadomiabuela,queerasutía.

—Demi padre y mi madre—dijo Alfrida—. Cuando falleció papá, tuabuelalosguardóporquedecíaquecuandoyocrecieraseríanmíos,yaquílostienes.Noibaadevolvérselos,conlasmolestiasquesehabíatomado.

En aquel momento recordé parte de la vida de Alfrida que ella había

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olvidado. El padre había vuelto a casarse.Había dejado la granja para ir atrabajarenelferrocarril.Habíatenidomáshijos,lafamiliahabíadeambuladode una ciudad a otra, y a vecesAlfrida hablaba de ellos en tono jocoso untantorelacionadoconlosmuchoshijosquehabía,lounidosqueseguíantodosytodaslasvecesquelafamiliahabíatenidoquetrasladarse.

—Ven,quetepresentoaBill—dijoAlfrida.

Bill estaba en la galería. Como esperando que lo convocaran, se habíasentado en un sofá bajo o camastro cubierto con una manta de cuadrosmarrones.Lamantaestabaarrugada—Billdebíadehaberserecostado—ylaspersianillasdelasventanascaíanhastalosvanos.Laluzdelahabitación—esacandenteluzdesolqueentrabaporlasrendijasdelaspersianasamarillas,marcadas por la lluvia—, la arrugada manta tosca y descolorida, el cojínaplastado y hasta el olor de lamanta y de las pantuflas de hombre, viejaspantuflasyasinformanimotivo—comoenlasotrashabitacioneslostapetes,losmueblesmuylustrados,laniñadecintasdelcuadro—,merecordaronlascasas de mis tías. También allí una podía encontrarse con una guaridamasculinaconsusoloresfurtivosperoinsistentes,suavergonzadoperotercoairederesistenciaaldominiofemenino.

No obstante,Bill se levantó a darme lamano, gesto que los tíos nuncahabríantenidoconunamuchachaextraña.Oconningunamuchacha.Noloshabría frenado alguna grosería específica sino el simplemiedo amostrarseceremoniosos.

Era un hombre alto, de pelo cano, ondulado y brillante, y rostro suaveperonojuvenil.Unhombreatractivoalqueunasaludfrágil,lamalasuerteola falta de agallas habían drenado en ciertomodo la belleza. Pero la ajadacortesíaqueconservaba,esaformadeinclinarseanteunamujer,sugeríaqueelencuentroseríaunplacerparaélyparaella.

Alfrida nos condujo al comedor sin ventanas, donde en plenomediodíahabía lucesencendidas.Tuve la impresióndeque la comida llevabamuchotiempolistaydequemiretrasoleshabíaalteradoelprogramahabitual.Billsirvió el pollo asadoy la salsa;Alfrida, las verduras.Alfrida le dijo aBill:«Cariño, ¿has visto lo que hay al lado de tu plato?», y él se acordó dedesplegarlaservilleta.

Bill no tenía mucho que decir. Ofrecía salsa, me preguntaba si queríamostaza, sal o pimienta, seguía la conversación volviendo la cabeza haciaAlfrida o haciamí.De vez en cuando dejaba escapar un leve silbido entre

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dientes,unsonidotemblorosodeintenciónalparecercordialoapreciativayque al principio tomé por preludio a alguna observación. Pero no lo era, yAlfrida nunca hacía pausas al oírlo. Desde entonces he visto a ciertosbebedoresreformadoscomportarsedeformaparecida:metiendoalegrementela cuchara pero incapaces de ir más allá, irremediablemente preocupados.NuncasupesiBilleraunodeellos,perosindudaarrastrabaunahistoriadederrotas,deproblemassufridosyleccionesaprendidas.Tambiénteníaunairedeaceptaciónelegantededecisioneserróneasoposibilidadestruncadas.

Las zanahorias y los guisantes eran congelados, dijo Alfrida. Porentonces,lasverdurascongeladaseranunanovedad.

—Son mucho mejores que las de lata —continuó—. Casi tan buenascomolasfrescas.

EntoncesBillhizounadeclaracióncompleta.Dijoqueeranmejoresquelasfrescas.Elcolor,elsabor,todo.Dijoquetantoloqueseestabahaciendoenmateriadecongeladoscomoloqueseharíaenelfuturoeranotable.

Alfridaseinclinóhaciadelanteconunasonrisa.Casiparecíacontenerelaliento, como ante un hijo que echa a andar sin apoyo o hace su primerintentoenlabicicleta.

Habían descubierto que podía inyectarse una sustancia a los pollos, noscontóBill,unprocedimientograciasalcualtodoslospollossaldríaniguales,grandes y sabrosos.Atrás quedaría el riesgode irse a casa conunpollo demenorcalidad.

—LaespecialidaddeBilleslaquímica—dijoAlfrida.

Comoyonoteníanadaquedecir,agregó:

—TrabajóparaGooderhams.

Mássilencio.

—Ladestilería—continuó—.WhiskyGooderhams.

Siyonodecíanadanoeraporgroseríaoaburrimiento(nomásgroseríaque la natural en mí por entonces, ni más aburrimiento que el que habíaesperado), sino porque no entendía la obligación de hacer preguntas, laspreguntas que fuesen, para animar a un macho tímido a que conversara,sacarlodelensimismamientoyestablecerlocomohombredeciertaautoridad,yporlotantocomohombredelacasa.NoentendíaporquéAlfridalomirabaconunasonrisatanferozmentealentadora.Todamiexperienciademujercon

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los hombres, de mujer que escucha a un hombre y espera y espera verloafianzarse como motivo de orgullo, tendría lugar en el futuro. Las únicasparejas que había observado eran mis padres y mis tíos, y esos maridos ymujeresparecíantenerconexionesremotas,formales,yningunadependenciamutuaevidente.

Billsiguiócomiendocomosinosehubieramencionadosuprofesiónnisuempresa,yAlfridameinterrogósobreloscursos.Aúnsonreía,perolasonrisaeraotra.Guardabauntemblordeimpacienciaydesagrado,comosiesperaseaqueyoacabaradecontarparadecir—comodijo—:«Yonoleeríaesascosasniporunmillóndedólares».

—Paradosdíasquevamosavivir…—añadió—.¿Sabes?,enelperiódicoa veces cogemos a algunos que tienen todos sus títulos. Cum Laude enLengua.CumLaude enFilosofía.No sabemos qué hacer con ellos.Lo queescribennovaleuncéntimo.Atitelohecontado,¿no?—ledijoaBill,yBillalzólavistaconunasonrisaobsequiosa.

Alfridadejóreposareltema.

—Bueno,¿ycómotediviertes?

Porentoncesenun teatrodeToronto representabanUn tranvía llamadodeseoylecontéquehabíaidoaverlaconunpardeamigas,entren.

Alfridadejórepicarcuchilloytenedorenelplato.

—Esabasura—exclamóconungestode repugnancia.Luegohablóconmás calma pero con una aversión todavía virulenta—. Te has ido hastaTorontoparaveresabasura.

HabíamosacabadoelpostreyBillescogióaquelmomentoparapreguntarsi lo excusábamos.Se lopreguntó aAlfriday luegoamí conuna levísimareverencia.Volvióalagaleríayunratitodespuésolimoslapipa.AlirseBill,Alfridaparecióolvidarsedemíydelaobra.Suexpresióndeternurafuetal,que cuando se levantó pensé que lo seguiría. Pero sólo iba a buscar loscigarrillos.

Mealargóelpaquetey,cuandocogíuno,conundeliberadoesfuerzodejovialidaddijo:

—Osea,mantieneslamalacostumbreenqueteinicié.

Tal vez había recordado que yo ya no era una niña, que no teníaobligacióndeestarensucasayquenoteníasentidoganarseunaenemiga.Y

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yo no iba a discutir; me importaba un rábano qué opinaba Alfrida deTennesseeWilliams.Oquéopinabadecualquiercosa.

—Supongoqueesasuntotuyo—dijoAlfrida—.Puedesiradondeseteantoje.—Yañadió—:Alfinyalcaboprontotecasarás.

El tono bien podía significar «Reconozco que has crecido» o «Prontotendrásquesentarlacabeza».

Empezamosarecogerlosplatos.Trabajandomuycercaunadeotraenlacocina, en el pequeño espacio que había entre la mesa, el fregadero y lanevera, no tardamos en desarrollar tácitamente cierto orden armónico deraspado,divisiónyalmacenajedelassobrasenrecipientespequeños,llenadode la pila con agua caliente jabonosa y extracción de todo cubierto intactoparadeslizadoenelcajóncondivisionesdelaparadordelcomedor.Llevamosel cenicero a la cocina e hicimos altos periódicos para dar profesionales,restauradorascaladasalcigarrillo.Cuandodosmujerestrabajanjuntasenalgoasí,puedencoincidironoenciertascosas:siestábienfumar,porejemplo,oespreferiblenohacerloparaevitarquealgunacenizamigratoriasedepositeenunplatolimpio,osihayquelavartodoloqueestuvoenlamesaaunquenosehubieseusado;yresultóqueAlfridayyonosentendíamos.Ciertoquelaideadequeunavezlavadoslosplatospodríairmemehabíavueltoserenaygenerosa.Yahabíadichoqueesatardeteníaqueveraunaamiga.

—Sonmuybonitosestosplatos—dije.Erandecolorcremaamarillentoconunribetedefloresazules.

—Bueno,eslavajilladebodasdemimadre—replicóAlfrida—.Esotrade las cosasquehizopormí tu abuela.Embaló lavajillademimadrey latuvo guardada hasta que yo pudiera usarla. Jeanie nunca se enteró de queexistía.Conesapandillanohubieraduradomucho.

Jeanie.Esapandilla.Lamadrastra,loshermanastrosyhermanas.

—Sabíaseso,¿no?—dijoAlfrida—.¿Sabíasquélepasóamimadre?

Claroquelosabía.AlamadredeAlfridalehabíaestalladounalámparaenlasmanos;habíamuertodelasquemadurasymimadreymistíashablabande eso amenudo.Nopodía hablarse de lamadre o del padre deAlfrida, ymuypocode lapropiaAlfrida, sinqueaquellamuerte salieraa reluciry seañadiera algo nuevo. Por esa razón, el padre deAlfrida se había ido de lagranja (siempre una especie de descenso moral, si no financiero). Era unarazón para ser desesperadamente cuidadoso con el aceite de carbón, y una

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razónparaagradecerlaelectricidadpormuchoquecostara.

YencualquiercasoeraunhechoespantosoparaunaniñadelaedaddeAlfrida, en cualquier caso. (Esdecir, independientementede loquehubierahechodesídesdeentonces).

Denohabersidoporlatormenta,ellanohabríaencendidounalámparaamediatarde.

Tardó toda la noche y todo el día siguiente en morir. Ojalá hubieramuertoenelacto.

Y justoal año siguiente les llegó la electricidadyno tuvieronqueusarmáslámparasdeaceite.

Lastíasymamáraravezpensabanlomismo,perorespectodeesahistoriacompartían un sentimiento. Ese sentimiento les embargaba la voz cada vezquepronunciabanelnombredelamadredeAlfrida.Eracomosi lahistoriafuese para ellas un tesoro espantoso, algo que sólo nuestra familia podíaesgrimir, una distinción que no se desvanecería nunca. Escuchándolas,siemprehabía sentidocomosihubieraenmarchaunaconnivenciaobscena,un hurgar entusiasta en todo lo macabro y desastroso. Esas voces erangusanosquemereptabanpordentro.

Enmi experiencia, los hombres no eran así. Los hombres apartaban lavista del horror lo antes posible, y actuaban como si de nada valieramencionar lascosasopensardenuevoenellasunavezquehabíanpasado.Noqueríanescarbardentrodeellosniescarbarenlosdemás.

DemodoquesiAlfridaibaahablardelasunto,pensé,eraunasuertequeminovionohubiera ido.Unasuertequeno tuvieraqueoír lahistoriade lamadre deAlfrida, y encima descubrir cosas demimadre y de la relativa yhastaconsiderablepobrezademifamilia.ÉladmirabalaóperayelHamletdeLaurenceOlivier, peropara la tragedia—la sordidezde la tragedia—de lavidarealnoteníatiempo.Suspadreseransanos,guaposyprósperos(aunquedesde luegoél los tildabade tontos),yalparecernohabía tenidoque tratarcon nadie que no viviera en circunstancias harto felices. Veía los revesesvitales—revesesdesuerte,desalud,dedinero—comofallos,ysudecididaaprobacióndemínoseextendíaamidestartaladoorigen.

—Enelhospitalnomedejaronverla—dijoAlfrida;almenoshablabaconsu voz normal, sin preparar el terreno para una piedad especial o unaexcitación untuosa—. Bien, yo tampoco me habría dejado ver si hubiera

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estadoensupiel.Noséquéaspectotenía.Probablementelahabíanvendadotoda, como a una momia. Y si no, habrían debido hacerlo. Yo no estabacuando ocurrió. Estaba en el colegio. Se puso todo negrísimo, el maestroencendió las luces (enel colegiohabía electricidad)y tuvimosqueestarnostodosquietoshastaquelatormentaacabó.EntoncestíaLily(tuabuela,vaya)fueabuscarmeymellevóasucasa.Ynuncavolvíaveramimadre.

Creíquenoibaadecirnadamás,perounmomentodespuéscontinuó,conunavozquedehechosehabíaanimadounpoco,comosisedispusieseareír.

—Yogritabaygritabacomounalocaquequeríaverla.Seguíayseguía,y,comonopodíancallarme,alfinaltuabuelamedijo:«Mástevalenoverla.Sisupierasquéaspecto tiene,noquerríashacerlo.Noquerrías recordarla así».Pero ¿sabes quédije yo?Recuerdobien lo quedije.Dije: Pero ella querríavermeamí.Ellaquerríavermeamí.

Entoncessíserió,olanzóunsonidoronco,evasivoydesdeñoso.

—Debíadecreermefantástica,¿no?Ellaquerríavermeamí.

Esapartedelahistoriayonolahabíaoídonunca.

Yenelmomentomismoenquelaoí,sucedióalgo.Fuecomosidegolpesehubieracerradounatrampaymehubieradejadoesaspalabrasenlacabeza.Nosabíaexactamentequéusopodríadarles.Sólosentíaque,deunasacudida,me habían liberado de pronto para respirar un aire diferente, sólo accesibleparamí.

Ellaquerríaverme.

Sólomuchosañosdespuésescribiríaelcuentosobreesahistoriacuando,paraempezar,hubieraperdido importanciapensarquiénmehabíametido laideaenlacabeza.

DilasgraciasaAlfridayledijequeteníaqueirme.AlfridafueallamaraBillparaquesedespidiera,peroalvolvermecontóquesehabíadormido.

—Cuando se despierte querrá morirse —dijo—. Le ha encantadoconocerte.

Se quitó el delantal y me acompañó hasta abajo. Al pie de la escalerahabía un sendero de grava que llevaba a la acera. La gravilla crujía bajonuestrospiesyAlfridaresbalóconloszapatosdeandarporcasa.

—¡Ay!—exclamó—. ¡Mecachis!—Y se agarró de mi hombro. Luegopreguntó—:¿Cómoestátupadre?

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—Estábien.

—Trabajademasiado.

—Notienemásremedio—dijeyo.

—Losé,mujer.¿Ytumadrecómoestá?

—Másomenosigual.

Sevolvióhaciaelescaparatedelatienda.

—¿Túcreesquealguienpuedecomprarestostrastos?Miraesacubetademiel.Tupadreyyollevábamoslacomidaalaescuelaencubetascomoésa.

—Yotambién—dije.

—¿Deverdad?—Meabrazó—.Dileatufamiliaquepiensoenellos.¿Loharás?

Alfridanofuealfuneraldemipadre.Mepreguntésihabíasidoporquenoqueríaverme.Hastadondeyosabía,nuncahabíahechopúblicoloqueteníaenmicontra;nadiemásseenteraría.Peromipadrelohabíasabido.Unavez,devisitaencasa,alenterarmedequeAlfridavivíanomuylejos—dehechoenlacasademiabuela,quehabíaacabadoporheredar—,yohabíapropuestoque fuéramos a verla. Fue en el tiempo de agitación entre mis dosmatrimoniosyyomesentíaexpansiva, recién liberadaycapazdeentrarencontactoconquieneligiera.

Mipadredijo:

—Bueno,¿sabes?,Alfridaestáunpocomolesta.

AhoralallamabaAlfrida.¿Desdecuándo?

Alprincipionisemeocurrióquépodíahaberlamolestado.Mipadretuvoque recordarme el cuento, publicado hacía unos cuantos años, y a mí mesorprendió,yhastameimpacientóymeenfadóunpocolaideadequeAlfridaimpugnaraalgoqueahoraparecíatenertanpocarelaciónconella.

—NoeraAlfridaenabsoluto—leexpliquéamipadre—.Locambiétodo,nisiquierapensabaenella.Eraunpersonaje.Cualquierapodíadarsecuenta.

Pero el caso es que estaban la explosión de la lámpara, lamadre en suosariodevendas,laniñadevotaydesamparada.

—Ya—dijomipadre.

Aunque en general lo complacía mucho que yo me hubiera hecho

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escritora,teníaciertasreservasrespectoaloquepodíallamarsemipersonaje.Respecto al hecho de que yo hubiera acabado mi matrimonio por razonespersonales—esdecir, arbitrarias—yamimodode justificarme—o, comohabría dicho él, de esquivar el bulto—. Claro que no lo decía; ya no eraasuntosuyo.

LepreguntécómosabíaqueAlfridaestabamolesta.

Contestó:

—Unacarta.

Una carta, aunquenovivíanmuy lejosunodeotro.Lamentédeverdadque él hubiera cargado con el fardo de algo que bien mirado era unadesconsideración mía, incluso una mala acción. También que él y Alfridatuvieran una relación en términos tan formales.Me pregunté qué se estaríaguardando.¿Habríatenidoquedefendermeanteella,comoteníaquedefendermiliteraturafrenteaotros?Estabasiempredispuestoahacerloaunquenoleresultara fácil. Quizás en medio de la incómoda defensa se le hubieraescapadoalgoáspero.

Pormiculpasehabíavistoenvueltoenextrañasdificultades.

Cadavezquevolvíaalterritoriohogareñomeacechabaunpeligro.Eraelpeligrodevermividaatravésdeotrosojos.

De verla como un creciente rollo de palabras como alambre de púas,intrincado, pasmoso, inquietante comparado con los variados productos, lacomida, las flores, las prendas de punto de la vida doméstica de las demásmujeres.Cadavezcostabamásdecirquevalíalapena.

Alomejorvalemipena;pero¿yladelosotros?

MipadrehabíadichoqueahoraAlfridavivíasola.LepreguntéquéhabíasidodeBill.Dijoqueesoestabafueradesujurisdicción.Perocreíaquehabíahabidounaespeciedeoperaciónderescate.

—¿DeBill?¿Cómo?¿Acargodequién?

—Hombre,creoquedeunaesposa.

—UnavezloviencasadeAlfrida.Mecayóbien.

—Caíabien,sí.Alasmujeres.

Consideré que acaso la ruptura no tuviera nada que ver conmigo. Mimadrastra había apremiado ami padre a hacer otro tipo de vida. Iban a la

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boleray a la pistadehieloyperiódicamente se reunían conotrasparejas atomarcafécondonutsenelTimHorton’s.Ellasehabíaquedadoviudahacíaañosyteníamuchosamigosqueparaélfueronamigosnuevos.TalvezloquehabíapasadoentreélyAlfridasólofuerauncambio,undesgastedelvínculo,deesosquetanbienentendíayoenmividaperonopreveíaenlavidaajena;sobretodo,habríadicho,enlavidademifamilia.

Mimadrastramuriópocoantesquemipadre.Despuésdeunmatrimoniobreveyfelizlosenviaronacementeriosdiferentes,adescansarcadaunojuntoasuconflictivoprimercónyuge.Antesdeesasdosmuertes,Alfridasehabíamarchadodenuevoalaciudad.Nohabíavendidolacasa;lahabíadejadosinmás.Mipadremehabíaescrito:«Curiosaformadehacerlascosas».

Enel funeraldemipadrehubounmontóndegentequeyonoconocía.Unamujer atravesó la hierba del cementerio para hablarme. Primero penséque sería una amiga demimadrastra; luego vi que tenía apenas unos añosmás que yo. La figura chaparra, la corona de rizos rubios grisáceos y lachaquetafloreadalahacíanparecermayor.

—Tehereconocidoporunafoto—dijo—.Alfridasiemprepresumedeti.

—¿Alfridanohamuerto?—pregunté.

—Oh, no—respondió la mujer, y me contó que Alfrida estaba en ungeriátrico, en una ciudad al norte deToronto—.La trasladé allí para podervigilarla.

Ahorasepercibíaclaramente—inclusoenlavoz—queeraunapersonademi generación, y seme ocurrió que debía de ser de la otra familia, unahermanastranacidacuandoAlfridayaeracasiadulta.

Medijosuapellido,queporsupuestonoeraelmismoqueeldeAlfrida;debíadesercasada.YonorecordabaqueAlfridahubieramencionadoanadiedesusegundafamiliaporelnombre.

LepreguntécómoestabaAlfridaymecontóqueteníatanmallavistaqueformalmenteeraciega.Además,ungraveproblemaderiñoneslaobligabaahacersediálisisdosvecesporsemana.

—Apartedeeso…—dijo,yserió.

Penséqueenefectoeraunahermana,porquealgodeAlfridahabíaenesarisairredentayagitada.

—Demodoqueviajarnolesientamuybien—añadió—.Denoserasí,la

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habríatraído.Aúnrecibeelperiódicodeaquíyavecesyoseloleo.Asímeenterédelodetupadre.

Impulsivamente, me pregunté en voz alta si no debía ir a verla algeriátrico.Las emocionesdel funeral—los cálidos sentimientosde alivioyreconciliacióndesatadospor lamuertedemipadre auna edad razonable—propiciabanlaidea.Hubierasidodifícilllevarlaacabo.

—Mi marido, mi segundo marido, y yo sólo nos quedaremos dos díasmás,antesdevolaraEuropaparatomarnosunasvacacionesyaretrasadas.

—No sé si sacarásmucho en limpio—dijo lamujer—. Tiene sus díasbuenos.Ytambiénsusdíasmalos.Nuncasesabe.Avecespiensoquemeestátomandoelpelo.Esquesepasatodoeldíaallísentaday,ledigasloqueledigas,siemprerepitelomismo.Sensiblecomounviolínydispuestaaamar.Eso repite el día entero. Sensible-como-un-violín-y-dispuesta-a-amar. Tevuelveloca.Perootrosdíashablaconabsolutanormalidad.

Denuevolavozylarisa—estavezmediosumergida—merecordaronaAlfridaydije:

—¿Sabes?, creo que yo te conocía.Me acuerdo de que una vez vino avernoselpadredeAlfridaconsumujer.Oquizásóloeraélconalgunosdelosniños.

—Ah, pero te confundes —aclaró la mujer—. ¿Has creído que erahermanadeAlfrida?¡Cielos,parecequeaparentomiedad!

Dijequenolaveíabien,yeracierto.Elsoldeoctubreyahabíabajadoymedabaenlosojos.Comolamujerestabaacontraluz,mecostabadiscernirlasfaccionesylaexpresión.

Seencogiódehombros,nerviosa,solemne.Dijo:

—Alfridaesmimamá.

Mamá.Madre.

Luegomecontó,sinextendersemucho,unahistoriaquedebíadecontaramenudo porque trataba de un acontecimiento decisivo en su vida y unaaventuraenquesehabíaembarcadosola.HabíasidoadoptadaporunafamiliadelestedeOntario;nohabíaconocidootrafamiliaqueaquélla(«ylosqueríamuchísimo») y se había casado y tenido hijos, y los hijos ya eranmayorescuando ella había sentido la urgencia de descubrir quién era su madre.Aunquenohabía sido fácil, dado cómo se suelenguardar los registros y el

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secreto(«nadiesupoquemehabíatenido»),hacíaunosañoshabíadadoconlapistadeAlfrida.

—Y justo a tiempo—precisó—. Quiero decir, era el momento de queaparecieraalguienparacuidarla.Dentrodemisposibilidades.

—Nolosabía—dijeyo.

—No.Supongoqueporentoncespocosseenteraron.Cuandotelanzasaunacosaasí,teadviertenqueaparecerpuedecausarunaconmoción.Paralagentemayoraúnesmásviolento.Ysinembargo…,meparecequeaellanolemolestó.Quizálehabríamolestadohaceaños.

Habíaenellaciertoairedetriunfoquenoeradifícildeentender.Siunatiene algopor decir quehará tambalearse a otro, y lo dice, y ocurre lo queesperaba,hadeexperimentarunbalsámicomomentodepoder.Enesecasoeratancompletoquesintiólanecesidaddedisculparse.

—Perdonaquehayahabladodemíantesdedecirtecuántomeapenalodetupadre.

Seloagradecí.

—¿Sabes?, Alfridame contó que un día tu padre y ella volvían a casadesdeelcolegio…Estabanyaenelinstituto.Nopodíanhacertodoelcaminojuntos porque en aquel entonces, ¿sabes?, un chico y una chica…Pues lesharían bromas horribles. Por eso si él salía antes la esperaba donde solíandejarlacalleprincipal,fueradelpueblo,ysilaquesalíaanteseraella,hacíalo mismo, esperarlo. Y un día iban juntos cuando empezaron a sonar lascampanas,¿ysabesquéera?QuehabíaacabadolaPrimeraGuerraMundial.

Ledijequeyotambiénhabíaoídoesahistoria.

—Peropensabaquetodavíaeranniños.

—¿Entoncescómoibanaestarvolviendodelinstituto?

Expliqué que en la versión que conocía habían estado jugando en elcampo.

—Llevabanelperrodemipadre.SellamabaMack.

—Talvezestabatambiénelperro.Talvezelperroibaabuscarlos.Nomeparecióqueselemezclaranlosrecuerdos.Entodolodetupadretienemuybuenamemoria.

Yoera conscientededos cosas.Primero, quemipadrehabíanacido en

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1902; segundo,queAlfrida teníacasi lamismaedad.Muchomásprobable,pues, era que hubiesen estado volviendo del instituto que jugando en elcampo, y me extrañaba no haber reparado nunca en eso. Tal vez habíanquerido decir que volvían a casa a través del campo.Tal vez nunca habíandichoqueestuvieranjugando.

Apartedeesto, ladocilidad, laafabilidad,elaire inofensivoqueunratoantesyohabíapercibidoenlamujer,sehabíandisipado.

—Lascosascambian—dije.

—Exacto.Lagentecambialascosas.¿QuieressaberquédijoAlfridadeti?

Bueno.Yameloveíavenir.

—¿Qué?

—Dijoqueeraslistaperoniconmuchotanlistacomotecreías.

Meforcéaseguirmirandoeloscurorostroqueveíaacontraluz.

Lista,demasiadolista,nolobastantelista.

—¿Esoestodo?—pregunté.

—Dijo que eras una especie de pescado frío. Son palabras de ella, nomías.Yocontratinotengonada.

Aqueldomingo,despuésdecomerencasadeAlfrida,medispuseavolverami pensión caminando.Calculé que entre la ida y la vuelta habría hechounosquincekilómetrosapie, locualdebíaneutralizar losefectosde loquehabía comido.Me sentía atiborrada, no sólode comida sinode todo loquehabíavistoyolidoenelapartamento.Delosmueblesexcesivosyanticuados.DelossilenciosdeBill.DelamordeAlfrida,tercocomoellodo,inapropiadoysinesperanzas—hastadondeyoveía—enlamerabasedelaedad.

Alcabodehaberandadounratoyanosentíaelestómagotanpesado.Jurénocomernadaduranteveinticuatrohoras.Anduvehaciaelnorteyeloeste,haciaelnorteyeloeste,porlaordenadacuadrículadelapequeñaciudad.Losdomingospor la tarde casi nohabía tráfico salvo en las vías principales.Avecesmirutacoincidíaunasmanzanasconladealgunalínea.Veíapasarunautobús con dos o tres pasajeros. Personas que no conocía y que no meconocíanamí.Québendición.

Había mentido; no iba a encontrarme con amigos. Dondequiera que

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viviesen, lamayoríademis amigos sehabían ido a sus casas.Minovionovolvería hasta el día siguiente; había ido a encontrarse con sus padres enCobourg, en el camino a la casa familiar de Ottawa. Cuando llegara a lapensiónnohabríanadie,nadieconquien tuvieraquemolestarmeenhablar,nadieaquienescuchar.

Llevabaunahora andandocuandoviundrugstore abierto.Entréypedíunatazadecafé.Eracaférecalentadoysabíaamedicina,exactamenteloqueyo necesitaba. Ya me iba sintiendo más aliviada y entonces empecé asentirme feliz.Qué felicidad estar sola.Ver en la acera la luz candente delfinaldela tarde, lashojasincipientesenlasramasdeunárbol,sussombrasescasas.Oíral fondoel relatodelpartidoqueelcamareroescuchabapor laradio.Nopensaba en el cuento que escribiría sobreAlfrida—no en ése enparticular—,sinoeneltrabajoquequeríahacer,másparecidoenmivisiónaarrebatarlealgoalairequeaconstruirhistorias.Losgritosdelamultitudmellegaban como grandes latidos llenos de pena. Hermosas olas de sonidoceremoniosoconsuaprobaciónysulamentodistantes,casiinhumanos.

Esoqueríayo.Aesomeparecióquedebíaatender.Asíqueríaquefuesemivida.

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Consuelo

Haciaelfinaldelatarde,Ninahabíajugadoaltenisenlaspistasdelinstituto.Después de que Lewis dejara el empleo en el colegio, por un tiempo ellahabía boicoteado las pistas; pero de aquello hacía casi un año y su amigaMargaret—otraprofesoraretirada,cuyapartida,alcontrarioqueladeLewis,habíasidorutinariayceremoniosa—lahabíapersuadidoparavolverajugar.

—Teconvienesalirunpoco,mientraspuedas.

Margaret ya se había ido cuando empezaron los problemas de Lewis.Había escrito una carta de apoyo desde Escocia. Pero era una persona desimpatías tanamplias,decriterio tanabiertoyamistadesdetalalcance,queacaso la carta no había tenido mucho peso. Una muestra más de labenevolenciadeMargaret.

—¿Cómo vaLewis?—preguntó esa tarde, cuandoNina la llevaba a sucasa.

—Lollevabien—dijoNina.

Elsolyacasitocabaelbordedellago.Lashojasqueaúnhabíaenalgunosárboleslanzabandestellosdorados,peroalgohabíaarrebatadoelcalorestivalde la tarde.Frentea lacasadeMargaret, losarbustosenvueltosenarpilleraparecíanmomias.

Esemomento del día le recordaba aNina los paseos que solía dar conLewisdespuésdelcolegio,antesdecenar.Paseosporcaminosdelasafuerasyviejos terraplenesde ferrocarril, necesariamentebrevesporque losdías seacortaban. Pero plagados de esa observación específica, expresada o tácita,queellahabíaaprendidoyabsorbidodeLewis.Chinches, larvas, caracoles,musgos,cañasdelbarrancoymatasdepasto,bayas,arándanos:unamezclaprofunda agitada cada día de una forma un poco diferente. Y cada día, unpasomáshaciaelinvierno,unafrugalidadcreciente,undecaimiento.

LacasaendondevivíanNinayLewishabíasidoconstruidaenladécada

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de1840,cercadelaacerasegúnelestilodelaépoca.Desdeelcomedorolasala se oían no sólo los pasos en la calle sino también las conversaciones.NinaesperabaqueLewishubieraoídolaportezueladelcoche.

Entró silbando lo mejor que podía. Ya se asoma la silueta delconquistador.

—Heganado.Heganado.Eh,¿hayalguien?

Peromientrasellajugabaaltenis,Lewishabíamuerto.Dehechosehabíamatado.Enlamesilladenochehabíacuatropequeñastabletasdeplásticoconeldorsometalizado.Cadaunahabíacontenidodospoderososcalmantes.Allado, en dos tabletas más, las gruesas cápsulas blancas seguían bajo lasinvioladas cubiertas de plástico. Cuando más tarde Nina las recogiera,descubriría que en el plásticometalizado de una de ellas había unamarca,comosiLewishubieraempezadoaclavarlauñaantesdedecidirqueyaerasuficiente,oenelmismoinstantehubieraperdidolaconciencia.

Elvasoestabacasivacío.Nohabíaaguaderramada.

Habían hablado de aquello. El plan había sido acordado, pero siemprecomoalgoquepodíaocurrir—queocurriría—enelfuturo.Ninahabíadadopor supuesto que ella estaría presente y que habría una ceremonia dereconocimiento.Música.Loscojinesordenadosyunasillacercaparaqueellapudierasostenerlelamano.Doscosasnoselehabíanpasadoporlacabeza:laextremaaversióndeélhaciacualquierceremoniay lacargaquesignificaríaparaellahaberparticipado.Laspreguntas,elcirculardeopiniones,elriesgo.

Talcomoéllohabíahechonoquedabamuchoquevalieralapenaocultar.

Buscó una nota. ¿Qué esperaba que dijera? Ella no necesitabainstrucciones. Sin duda no necesitaba una explicación, mucho menos unadisculpa.Unanotanopodíadecirlenadaquenosupieraya. Inclusopara lapregunta¿Porqué tanpronto? podía concebiruna respuestapor su cuenta.Habíanhablado—ohabíahabladoél—delumbraldeimpotenciaintolerable,o de dolor, o de repugnancia de sí mismo, y de lo importante que erareconocerlo,nopasarloporalto.Mejorprontoquetarde.

Aunasíparecíaimposiblequenohubieratenidoalgoquedecirle.Buscóprimero en el suelo, pensando que acaso hubiera barrido el papel con lamanga del pijama al dejar el vaso por última vez. O quizás habría tenidoespecialcuidadodequenopasaraeso;buscóentoncesdebajodelalámpara.Luegoenelcajóndelamesilla.Luegobajolaspantuflas,ydentro.Tomóel

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libroqueélhabíaestadoleyendo,unlibrodepaleontologíasobreloquecreíasellamabairrupcióncámbricadeformasdevidamulticelulares,ylosacudiótomándoloporlascubiertas.

Nada.

Sepusoahurgarenlaropadecama.Desgarróeledredón,luegolasábanade arriba. Allí estaba él tendido, con el pijama azul de seda que le habíacompradohacíaunpardesemanas.Comosehabíaquejadodelfrío—él,quenunca había tenido frío en la cama—, ella había ido a la tienda y le habíacompradoelpijamamáscaro.Selohabíacompradoporquelasedaeraligeraycaliente,yporquetodoslosotrospijamasquehabíavisto—consusrayasosusmensajesocurrentesotontos—lahacíanpensarenancianos,enmaridosdecómic, envencidosarrastradoresdepantuflas.Aquél era casidelmismocolor que las sábanas, demodo que poco de él se le revelaba ahora. Pies,tobillos,espinillas.Manos,muñecas,cuello,cabeza.Yacíadelado,dándolelaespalda. Concentrada aún en la nota, tiró bruscamente de la almohada quesosteníalacabeza.

No.No.

Alcaerdelaalmohadaalcolchón,lacabezahizounruidoextraño,másfuerteque el que ellahubiera esperado.Y fue eso, tanto como la extensiónvacíadelasábana,loquepareciódecirlequelabúsquedaeravana.

Como seguramente las píldoras lo habían dormido, y habían hecho sutrabajoconsigilo,nohabíamiradavacíanirictus.Teníalabocaentreabiertaperoseca.Losdosúltimosmeseslohabíancambiadomucho:sóloahoraellaveíarealmentecuánto.Mientrasteníalosojosabiertos,yauncuandodormía,ciertoesfuerzoíntimohabíamantenidolailusióndequeeldañoerapasajero;queelrostrodeesehombredesesentaydosaños,vigoroso,potencialmenteagresivo,seguíaallí,bajolosplieguesdepielazuladaylapétreavigilanciadelaenfermedad.Nuncahabíasidolaestructuraósealaquedabaaeserostrosucarácterfieroyvivaz;todoseconcentrabaenlosprofundosojosbrillantes,laboca movediza y la facilidad de expresión, ese cambiante despliegue desurcosqueefectuabasurepertoriodeburla,descreimiento,pacienciairónica,disgustosufrido.Unrepertoriodeaula,peronolimitadoalasclases.

Nunca más. Nunca más. Ahora, a menos de dos horas de la muerte(porque, para no correr el riesgo de no acabar antes de que ella regresara,debíadehabersepuestoa la tareanobien lahabíavistosalir), eraevidentequeeldesgasteyelderrumbehabíanganadoyelrostroestabaprofundamente

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consumido. Era un rostro sellado, remoto, envejecido e infantil; quizás elrostrodeunniñonacidomuerto.

Laenfermedadteníatresmanerasdedeclararse.Unaafectabalasmanosylos brazos. Los dedos, progresivamente insensibles y estúpidos, perdían lahabilidad y luego el poder de sujetar.Otra debilitaba primero las piernas yprontohacíaquelospiestropezaranysenegaranasubirpeldañosyhastaaalzarse sobre el borde de una alfombra. El tercer tipo de ataque, yprobablementeelpeor,seproducíaenlagargantaylalengua.Ladegluciónsevolvía inestable, terrible, undramade ahogo, y el habla se convertía enunflujo bobo de sílabas inoportunas. Los afectados eran los músculosvoluntarios,siempre,loquealprincipioparecíaunmalmenor.Ningúnfallodel corazón o el cerebro, ninguna señal desviada, ningún reordenamientotaimadodelapersonalidad.Lavista,eloído,elgustoyeltacto,ymejoraúnla inteligencia, eran tan despiertos y fuertes como siempre. El cerebroocupado en supervisar la paralización de las actividades periféricas,contabilizandofaltaseinterrupciones.¿Noerapreferible?

Por supuesto,habíadichoLewis.Perosólopor laposibilidadquedadeactuar.

Paraél,losproblemashabíanempezadoporlosmúsculosdelaspiernas.Se había inscrito en una clase de fitness para mayores (aunque la idea lerepugnaba)paraversiabusandodeaquéllos lesdevolvía la fuerza.Durantequincedíastuvolaimpresióndequeresultaba.Peroentoncesvinoelplomoen los pies, el fastidio de arrastrarlos y tropezar, y poco después eldiagnóstico.Encuantosupieronquéestabaocurriendo,hablarondeloqueseharía cuando llegara elmomento.A comienzos del verano, él ya caminabacondosbastones.Alfinalnocaminaba.Lasmanos,sinembargo,aúnpodíanpasarlaspáginasdeunlibroomanejarcondificultadeltenedor,lacucharaylapluma.ANinanoleparecíaquetuvieraafectadaelhabla,peroalasvisitaslescostabaentenderlo.Detodosmodos,élhabíadecididonorecibiranadie.Lehabíancambiadoladietaparafacilitarlelaingestiónyavecespasabadíasenterossinningunadificultad.

Nina había hecho averiguaciones sobre sillas de ruedas. El no se habíaopuesto.Habían dejadode hablar de lo que llamaban elGranParo.Ella sepreguntabainclusosinoestarían—oestaríaél—entrandoenunafasesobrelacualhabíaleídoalgo,uncambioqueexperimentabanciertospacientesenmediodeunaenfermedadfatal.Aparecíaunadosisdeoptimismo,pugnandopor ponerse al frente, no porque existieran garantías sino porque la

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experienciahabíapasadodelaabstracciónalarealidadylasformasdeluchasehabíanvueltopermanentes,nounamolestia.

Estonoeselfin.Viveelpresente.Carpediem.

NoparecíaunalíneaargumentaladecuadaalcarácterdeLewis.Ninanolo habría creído capaz ni del autoengañomás útil. Pero tampoco lo habríaimaginado nunca en estado de derrumbe físico. Y ahora que habíasobrevenidoesehechoimposible,¿porquénopodíanseguirmás?¿Nopodíanobrarseenélloscambiosqueseobrabanenotraspersonas?¿Lasesperanzassecretas,elcasoomiso,lospactosastutos?

No.

Tomóellistíntelefónicoybuscó«Enterradores»,palabraquedesdeluegono aparecía. «Funerarias». Sintió una exasperación como las que solíacompartirconél.Enterradores.Diosmío,¿quétienedemaloserenterrador?Se volvió hacia él y vio cómo acababa de dejarlo, indefenso y destapado.Antesdetelefonearlocubriódenuevoconlasábanayeledredón.

Una voz de hombre joven le preguntó si estaba allí elmédico, si habíaestadopresente.

—Nonecesitabamédico.Loencontrémuertoalllegar.

—¿Cuándofue,entonces?

—Nolosé…Haceveinteminutos.

—¿Estabamuerto?Bien…,¿cómosellamasumédico?Yollamaréparadecirlequevaya.

QueNinarecordara,ensusrealistasconversacionessobreelsuicidio,ellay Lewis nunca habían discutido si mantener el hecho en secreto o darlo aconocer.Enunsentido,estabasegura,Lewishabríaqueridoquesesupiera.Habríaquerido transmitirqueésaerauna formahonradaysensatade lidiarconlasituaciónenqueseencontrabaél.Perodesdeotropuntodevistahabríapreferidoquenoserevelara.Lohabríairritadocualquiersuposicióndequeelhechosedebíaalapérdidadeltrabajo,alfracasodesuluchaenelcolegio.Lamera idea de que alguien atribuyera el derrumbe a esa derrota lo habríaenfurecido.

Ninaretirólospaquetesdelamesilladenoche,tantolosvacíoscomolosllenos,ylosarrojóporelretrete.

Los de la funeraria eran fornidos muchachotes del lugar, antiguos

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estudiantes,unpocomásnerviososde loquequeríanmostrarse.Almédico,tambiénjoven,Ninanoloconocía;elquehabíaatendidoaLewisestabadevacacionesenGrecia.

—Unabendición,entonces—dijoelmédicoalenterarsedeloshechos.Aella le sorprendió un poco que lo admitiera tan francamente; de haberlopodidooír,Lewishabríadetectadounperturbadortufilloareligión.Loqueelmédicoañadióluegolesorprendiómenos—:¿Legustaríahablarconalguien?Ahoracontamosconpersonasque,yasabe,puedenayudarlaasobrellevarlo.

—No,no.Gracias,meencuentrobien.

—¿Hacemuchoqueviveaquí?¿Tieneamigosalosquepuedallamar?

—Sí,claro.Sí.

—¿Llamaráaalgunodeellos?

—Sí—dijoNina.Estabamintiendo.

Tanprontocomoelmédico, losporteadoresyLewisdejaron lacasa—Lewis transportadocomounmueble,envueltoparaprotegerlode losgolpes—, Nina tuvo que reanudar la búsqueda. Comprendió que había sido unatontería restringirla a los alrededores de la cama.Se encontró revisando losbolsillosdesubata,quecolgabadetrásdelapuertadeldormitorio.Unlugarexcelente, porque ella se ponía esa prenda todas las mañanas, antes dedeslizarseaprepararelcafé,ysiempreexplorabalosbolsillosenbuscadeunkleenex,unpintalabios.Salvoqueparaponerlacartaallíélhabríatenidoquelevantarseycruzarlahabitación,cuandohacíasemanasquenopodíadarunpasosinayuda.

Pero¿porquéteníaquehaberescritoyescondidolanotaeldíaanterior?¿No era más lógico que la hubiera dejado en su sitio unas semanas antes,sobretodocuandoignorabaaquéritmoperderíalacapacidaddeescribir?Siése era el caso, la nota podía estar en cualquier parte. En los cajones delescritoriodeella—dondesepusoahurgarenseguida—obajolabotelladechampánqueellalehabíacompradoparabeberensucumpleañosyesperabaeneltocador,recordándoleaélquefaltabandossemanas,oentrelaspáginasde cualquiera de los libros que ella hojeaba esos días.No hacíamucho, dehecho, Lewis le había preguntado qué estaba leyendo. Es decir, aparte dellibro que le leía a él: Federico el Grande, de Nancy Mitford. Nina habíaelegido algo de historia ligera—él ya no soportaba la literatura—, dejandoqueconloslibrosdecienciaselasarreglarasolo.«Unoscuentosjaponeses»,

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le había respondido, enseñándole el libro. Ahora apartaba libros paraencontraraquél,ponerlocabezaabajoysacudirlaspáginas.Atodosloshabíasometido almismo tratamiento.Había tirado al suelo los cojines de la silladonde solía sentarse, a ver si había algo debajo.Al fin, la dispersión habíaalcanzadoatodosloscojinesdelsofá.YNinahabíaderramadolosgranosdecaféporsi(¿deformaenigmática?)élhubieraescondidoeladióseneltarro.

No quería que nadie le hiciese compañía, que nadie observara labúsqueda, que sin embargo llevaba a cabo con las luces encendidas y lascortinas descorridas. Nadie que le recordara que debía dominarse. Habíaoscurecidoyahacía ratocuandosediocuentadeque teníaquecomeralgo.PodíallamaraMargaret.Peronohizonada.Selevantóacorrer lascortinaspero,envezdeeso,apagólasluces.

Nina medía algo más de un metro ochenta. Ya en su adolescencia,profesoresdegimnasia,consejerosestudiantilesypreocupadosamigosdesumadre lahabíanurgidoaquenoencorvara laespalda.Ellahacía loposiblepero incluso ahora,mirando fotos suyas, la desalentaba lomaleable que sehabíavuelto:loshombrosencogidos,lacabezaladeada,suactitudgeneraldeayudantesolícita.Dejovensehabíaacostumbradoaquelearreglarancitas,aque las amigas le presentaran hombres altos. Daba la impresión de que nocontaba nada más: si el candidato medía más de uno ochenta había queemparejarlo conNina.Amenudo a él la situación le hacía comportarse demanerahuraña—alfinyalcabo,unhombrealtopodíaelegir—yNina,sindejardeencorvarsenidesonreír,sehundíaenlavergüenza.

Suspadresalmenosactuabancomosi suvida fueraasuntodeella.Losdos eranmédicos; vivían en una pequeña ciudad deMichigan.Después deacabarlauniversidad,Ninasehabíaidoavivirconellos.Enseñabalatínenelinstitutolocaldebachillerato.DurantelasvacacionesviajóaEuropaconlasamigas de la universidad que aún no se habían casado, o vuelto a casar, yprobablemente no se casarían nunca. Durante una excursión por losCairngorms habían conocido a un grupo de australianos y neozelandeses,hippies temporales cuyo líder parecía ser Lewis. Como él era unos añosmayor que los demás, y menos un hippy que un trotamundos curtido,claramente se encargaba de zanjar disputas y solventar dificultades.No eraespecialmentealto;medíaentreseisydiezcentímetrosmenosqueNina.Sinembargo,éllaquería;poresolahabíapersuadidoparacambiardetrayectoyseguirjuntos,mientraséldejabaalgrupoasusuerte.

El caso era que estaba harto de vagar, y que también tenía un diploma

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perfectamenteválidoenbiologíayuncertificadoneozelandésdeenseñanza.Nina le habló de la ciudad de la costa este del lagoHurón, enCanadá, endondedechicahabíavisitadoaunosparientes.Describiólosaltosárbolesquebordeabanlascalles,lascasasviejasysencillas,laspuestasdesolenellago:un lugar excelente para vivir la vida juntos y un lugar donde, gracias aconveniosdelaCommonwealth,aLewisleseríamásfácilencontrartrabajo.Yconsiguierontrabajo,losdos,enelinstituto,aunqueconlaeliminacióndellatín Nina decidió abandonar la enseñanza. Habría podido hacer cursos deposgrado,prepararseparaenseñarotracosa,perosecretamentelaalegrabanotrabajarmásenelmismo lugarymásomenosen lomismoqueLewis.Lafuerza de la personalidad de él, su inquietante forma de enseñar le valíantantos adversarios como amigos, y para ella era un descanso no estar enmediodelasriñas.

Habíanpostergadotenerunniño.YNinasospechabaqueamboseranunpocofrívolos:lesdisgustabaporiguallaideadeembutirseenlasidentidadeslevementecómicasydevaluadasdeMamáyPapá.Yaambos—perosobretodo a Lewis— el hecho de no ser como los adultos de casa les valía laadmiración de los alumnos. Parecían mental y físicamente más vigorosos,máscomplejos,vitalesycapacesdeobteneralgobuenodelavida.

Ninaentróenuncoro.Muchosdelosconciertossedabaneniglesiasyfueentonces cuando descubrió la aversión profunda que Lewis tenía por esoslugares.Ella aducía que rara vez había otros espacios disponibles y que noporesolamúsicadebíaserreligiosa(algodifícildesostenercuandolamúsicaeraEl Mesías). Lo tildaba de anticuado e insistía en que a esas alturas lareligión apenaspodíahacer daño.Undía, esoprovocóunapelea tremenda.Tuvieronqueprecipitarseacerrarlasventanasparaqueenlacálidanochedeveranonoseoyeranlosgritosenlaacera.

Semejantepeleaerasorprendente,revelabanosólocuánpendienteestabaéldedetectarenemigos,sinocuánincapazeraelladeterminarunadiscusiónque degeneraba en cólera. Los dos se habían aferrado acerbamente a losprincipios;ningunohabíadadounpasoatrás.

¿No puedes tolerar que alguien sea diferente? ¿Por qué darle tantaimportancia?

Sinoimportaesto,nohaynadaqueimporte.

Elairerezumabaodio.Todoporunacuestiónquenoseresolveríanunca.Sefueronalacamasinhablarse,sinhablarsesesepararonaldíasiguienteya

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lo largo del día les entrómiedo—a ella de que él no volviera, a él de noencontrarla al volver—. Pero no les falló la suerte. Al atardecer llegaronjuntos, pálidos de contrición, temblando de amor, como gente que hubieraescapado de un terremoto por muy poco y hubiera estado vagando condesolación.

Aquélla no fue la última vez. Nina, educada para ser apacible, sepreguntaba si esa vida era normal. Con él no podía discutirlo; lasreconciliacioneserandemasiadoagradecidas,demasiado tiernasy tontas.ÉllallamabaNinalaHienayellalollamabaLewisVinagris.

Hacía unos años que al borde de la carretera había aparecido un nuevotipodecarteles.Desdehacíamucho tiempohabíacartelesqueexhortabanaconvertirse,oesosotroscongrandescorazones rosasyelectrocardiogramasplanosdestinadosadesalentarelaborto.LoqueseexhibíaahoraerantextosdelGénesis.

EnelprincipiocreóDiosloscielosylatierra.

YdijoDios:Sealaluz;yfuelaluz.

YcreóDioselhombreasuimagen.Varónyhembraloscreó.

Pintadosjuntoalaspalabrassolíahaberunarcoiris,unarosaoalgúnotrosímbolodedeliciaedénica.

—¿Yestoquésignifica?—preguntóundíaNina—.De todosmodosesuncambio.DeDiosamaalmundo…

—Creacionismo—dijoLewis.

—Yamelofiguraba.Pero,bueno,¿porquéestállenodecarteles?

LewisdijoquehabíaunmovimientodeterminadoafomentardenuevolainterpretaciónliteraldelaBiblia.

—AdányEva.Lamismabasuradesiempre.

No parecía que el asunto lo alterasemucho, ni lo ofendieramás que elpesebrequecadaNavidadmontaban,nofrentea la iglesia,sinoenel jardíndelantero del ayuntamiento.Una cosa era en terreno de la iglesia y otra enterrenopúblico.ComosueducacióncuáqueranohabíahechogranhincapiéenAdányEva,cuandoNinallegóacasasacólaBibliadelreyJacoboyleyótoda la historia. Le encantó el majestuoso despliegue de los seis primerosdías, la división de las aguas, el establecimiento del sol y la luna y laaparicióndelascriaturasdelatierra,lasavesdelcieloydemás.

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—Québonito—exclamó—.Estoesgranpoesía.Lagentedeberíaleerlo.

Él dijo que no era mejor ni peor que cualquiera de los mitos de laCreaciónquehabíanbrotadoen todos los rinconesde la tierrayqueestabacansadoyhartodeoírlohermoso,lopoéticoqueera.

—Esunacortinadehumo—espetó—.Lesimportaunpimientolapoesía.

Ninaserió.

—Rinconesdelatierra—dijo—.Vayaformadehablarparauncientífico.ApuestoaquevienedelaBiblia.

De vez en cuando se arriesgaba a pincharlo un poco sobre aquel tema.Pero tenía cuidado de no propasarse.Debía evitar el punto en que él podíapercibirlaamenazamortal,elinsultodeshonroso.

Decuandoencuando,Ninaencontrabaalgúnfolletoenelbuzón.No loleíaentero,yporuntiempopensóquedebíandeenviárselosatodoelmundo,como las ofertas de vacaciones en el trópico y otras ramplonerías. LuegodescubrióqueLewisrecibíalosmismosfolletos—«propagandacreacionista»lallamabaél—enelcolegio;seladejabanenelbuzónpersonaloenlamesadeldespacho.

—Ami escritorio tienen acceso losmuchachos, pero ¿quiéndiablosmeestállenandoelbuzón?—lehabíapreguntadoaldirector.

El director había dicho que no tenía ni idea y que a él también se losenviaban.Lewisnombróunpardeprofesoresdelaplantilla,criptocristianoscomo decía él, y el director contestó que no valía la pena meterse en unberenjenal,quealfinyalcabounopodíatirarlospapeles.

Surgieron preguntas en clase.Claro que eso había ocurrido siempre. Esinevitable, decía Lewis. Alguna santita enfermiza o un despabilado decualquiergénero intentandoponerunapiedraen lamarchade la evolución.Lewisteníaunmétododeprobadaeficaciaparaenfrentarlos.Lesdecíaalosagitadores que para darles la interpretación religiosa de la historiamundialestaba el colegio cristiano del pueblo vecino, en donde serían muy bienrecibidos. Cuando las preguntas empezaron a arreciar, respondió que habíaautobuses directos y que, si les daba la gana, podían coger sus libros ymarcharseallícuandoquisiesen.

—Yqueossoplevientode…—dijo.

Másadelantesediscutiríasihabíadichorealmentelapalabra«culo»ola

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había dejado flotando en el aire. Pero aun sin decirla había sido insultante,porquelafrasepodíacompletarlacualquiera.

Porentonces,losalumnoscambiarondetáctica.

—No necesariamente le pedimos el enfoque religioso, señor. Nospreguntamosporquénodedicarleelmismotiempo.

—Porqueestoyaquíparaenseñarosciencia,noreligión.

Esodijoélquehabíadicho.Algunosaseguraronquehabíadicho:«Porquenoestoyaquíparaenseñarosmierdas».

Y en efecto, en efecto, dijo Lewis, después de la cuarta o quintainterrupción, de que le formularan la pregunta con ligerísimas variaciones(¿Creequenosharádañooírlaotraversióndelcuento?¿Enseñarateísmonoesotra formadeenseñar religión?), eraposibleque lapalabra se lehubieraescapadodelaboca,yanteaquellaprovocaciónnopensabadisculparse.

—Enestaclasemandoyoyyodecidoquéseenseña.

—PenséqueeraDiosquienmandaba,señor.

Expulsóaalgunosalumnosdelaula.Sepresentaronpadresahablarconeldirector.QuizáshabíanidoahablarconLewis,peroeldirectorseocupódeque no sucediera. Lewis se enteró de las entrevistas más tarde, porcomentariosmásomenosjocososquehuboenlasaladeprofesores.

—No tienes por qué preocuparte —dijo el director. Se llamaba PaulGibbingsyeraunosañosmenorqueLewis—.Loquenecesitanessentirqueleshacencaso.Quelosalientenunpoco.

—Yoloshealentado—matizóLewis.

—Hombre.Noeseltipodealientoalquemerefiero.

—Habríaqueponeruncartel.Noseadmitenperrosnipadres.

—Algo haremos —dijo Paul Gibbings con un suspiro afable—. Perosupongoquetienenderecho.

Empezaronaaparecercartasenelperiódicolocal.Unacadadossemanas,con firmas como «Un padre preocupado», «Un contribuyente cristiano» o«¿Cuál será el siguiente paso?». Todas estaban bien escritas, con párrafosbiendivididosyargumentaciónclara,comosiprovinierandelamismamanodelegada.El argumentocentral eraque todos lospadrespagaban impuestospero no todos podían costear una educación cristiana privada. Por lo tanto

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merecíanquesushijosrecibieranunaeducaciónpúblicanoinsultanteparasufe,onodeliberadamentedestructiva.Algunas,apelandoallenguajecientífico,explicaban que se había malentendido el relato y que en realidad ciertosdescubrimientos parecían sustentar la visión bíblica de la evolución. Luegovenían citas de la Biblia que predecían las falsas enseñanzas del momentocomoprolegómenoalabandonodetodanormadevidadecente.

Con el tiempo cambió el tono: se fue volviendo colérico. Agentes delAnticristoalgobiernodelasaulas.LazarpadeSatánamenazandolasalmasjuveniles. Los alumnos forzados a repetir en los exámenes la doctrina delinfierno.

—¿QuédiferenciahayentreSatányelAnticristo?siesquehayalguna—preguntóNina—.Sobreestascosas,loscuáqueroseranmuyremisos.

Lewiscontestóquepreferíaqueellanolotomaraacachondeo.

—Perdón—dijoella,seria—.¿Quiéncreesquelasescribe?¿Unpastor?

El contestó que no; debía de estar mejor organizado. Un cerebropropagandístico, una oficina central proveedora de cartas que se enviabandesde direcciones locales. Dudaba de que la cosa hubiera empezado en suclase.Estabaplanificado, con ataques a institutos escogidos, probablementeenáreasdondeseesperabasuscitaridentificación.

—Osea,¿quenoesunacuestiónpersonal?

—Vayaconsuelo.

—¿Noloes?Yopensabaquesí.

Alguienescribió«Fuegoeterno»enelcochedeLewis.Noconespray;unsimpletrazodededoenelpolvo.

Una minoría de alumnos decidió boicotearle la clase de último curso.Cargadosdenotasdesuspadres,sesentabanfuera,enelsuelo,yencuantoLewisempezabaahablar,elloscantaban:

Todaslascosasbrillantesyhermosas,

lascriaturasgrandesypequeñas,

todolosabioymaravilloso,

todoeslaobradenuestroDios.

Eldirectorinvocóunaprohibicióndesentarseenelsuelodelpasillo,pero

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no les ordenó que volvieran a la clase. Tuvieron que irse al trastero delgimnasio, donde no dejaron de cantar porque llevaban otros himnospreparados. Era un desconcierto: las voces se mezclaban con las ásperasindicacionesdelprofesordegimnasiayelretumbardepiesenelparqué.

Unlunesporlamañanaaparecióunapeticiónenelescritoriodeldirectoral tiempo que llegaba una copia a la redacción del periódico. Se habíanreunidofirmas,nosóloentrepadresdelosalumnosimplicados,sinotambiénen congregaciones religiosas de toda la ciudad. Aunque la mayoría eranfundamentalistas,tambiénhabíaunionistas,anglicanosypresbiterianos.

El texto no incluía ninguna alusión al infierno. Nada sobre Satán o elAnticristo. Se limitaba a solicitar que la versión bíblica de la Creación seconsiderase como una opinión respetable y el tiempo de enseñanza serepartieseequitativamente.

«Los abajo firmantes creemosqueDiosnopuede continuarmás tiempofueradelcuadro».

—Pamplinas—comentóLewis—.Nocreenenel repartoequitativo.Nocreenenlasalternativas.Sonabsolutistas.Fascistas.

Paul Gibbings había ido a casa de Lewis yNina. No quería discutir elasuntodondelasparedesoían.(UnadelassecretariaseraadeptadelaCapillade la Biblia). No tenía grandes esperanzas de convencer a Lewis pero conprobarnoperdíanada.

—Metienenentrelaespadaylapared,malditasea—leconfesó.

—Échame —dijo Lewis—. Consíguete uno de esos cabronescreacionistas.

Elhijodeputaestádisfrutando,pensóPaul.Perosedominó.Alparecer,dominarseerasuactividadprincipalaquellatemporada.

—No he venido a hablar de eso. Lo que quiero decirte es quemuchospensaránqueestagentetienerazón.Incluidosvariosmiembrosdelajunta.

—Puesdalesunaalegría.Échame.QueentrenAdányEva.

Ninalesllevócafé.Paulseloagradecióeintentócruzarlamiradaconellaparasonsacarlelaposición.Nohubomanera.

—Sí,seguro—dijo—.Esonopodríahacerloniaunquequisiera.Ydesdeluegonoquiero.Elsindicatomesoltaríalosperros.Habríafollónentodalaprovinciayalomejorhastaunahuelga.Tenemosquepensarenloschavales.

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Se suponía que aquello tocaría aLewis.La obligación de pensar en loschavales.Perocomodecostumbreestabaensupropiaonda.

—QueentrenAdányEva.Conosinhojadeparra.

—Todo loque teestoypidiendoesundiscursobreve;dicesqueéstaesotra interpretación y que algunos creen en una y otros en otra.Resumes elGénesisenquinceoveinteminutos.Loleesenvozalta.Sóloqueconrespeto.Túsabesdequévaesto,¿no?Personasquesesientenrelegadas.Anadielegustaquenoloconsideren.

AunqueLewiscallóelratosuficienteparaalentaresperanzas—enPaulyacasoenNina,¿quiénpodíadecirlo?—,resultóquelalargapausanoerasinoundispositivoparahacernotorialainiquidaddelasugerencia.

—¿Ybien?—preguntóPaulconcautela.

—Siquieres leo todoelGénesisenvozaltay luegoanuncióqueesunamescolanzadeengreimientotribalynocionesteológicastomadassobretododeculturasmejores…

—Mitos—dijoNina—.Alfinyalcabo,unmitonoesunafalsedad.Sóloes…

A Paul no le pareció que mereciera prestarle atención. Lewis no se laprestaba.

Lewisescribióunacartaalperiódico.Laprimeraparte,moderadaydocta,describíalatransformacióndeloscontinentes,laaperturaycierredemaresylospocoauspiciososcomienzosde lavida.Microbiosantiguos,océanossinpecesycielossinaves.Florecimientoydestrucción,elreinodelosanfibios,los reptiles, los dinosaurios; el cambio del clima, los primeros, pequeñosmamíferosvacilantes.Ensayoyerror,losprimatestardíosypocopromisoriosentrando en escena, los humanoides irguiéndose sobre las patas traseras ypergeñandoelfuego,afilandopiedras,marcandosuterritorioyalcabo,enunarrebatoreciente,construyendobarcas,pirámidesybombas,creandolenguasy dioses, sacrificándose y asesinándose unos a otros. Luchando por si elverdadero dios se llamaba Yahvé o Krishna (aquí el lenguaje empezaba arecalentarse)osiestababienomalcomercerdo,hincándosederodillasparaaullarplegariasaunvejetedomiciliadoenelcieloydelomásinteresadoenganarguerrasypartidosdefútbol.Porúltimo,asombrosamente,deduciendounpuñadodecosas,empezandoasaberalgosobresímismosyeluniversoquehabitaban,hastadecidirquemáslesconveníaecharalabasuraesearduo

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conocimiento,traerdenuevoalvejete,obligaratodoelmundoaarrodillarse,predicar otra vez las antiguas estupideces y, por qué no, ya que estaban,restablecerlallanuradelaTierra.

Atentamente,LewisSpiers.

El redactor jefe del periódico, que no era de la ciudad, acababa degraduarse en la Escuela de Periodismo. Estaba contento con el clamor ysiguió publicando respuestas («Nadie burla a Dios», firmada por todos losmiembros de la congregación de la Capilla de la Biblia; «Argumentosvulgares»,del toleranteperoapenadopastorde la Iglesiaunificada, aquiendolíanespecialmentelostérminosestupidecesyvejete),hastaqueeldueñodela cadena le comunicó que ese tipo de reyerta anticuada y extemporáneaahuyentabaalosanunciantes.Abajarlapersiana,dijo.

Lewisescribióotracarta,estavezdedimisión.PaulGibbings—tambiénenelperiódico—respondióquelaaceptabacondolor,puestoquelosmotivoserandesalud.

La verdad era ésa, aunque Lewis habría preferido no hacerla pública.Desdehacíavariassemanassentíaunadebilidadenlaspiernas.Justocuandole importaba tanto estar de pie, paseándose delante de la clase, habíaadvertidoquetemblabaynecesitabasentarse.Aunquenohabíacedidonunca,avecesteníaqueagarrarsealrespaldodelasillacomoenungestodeénfasis.Ydevezencuandodejabadesentirlospies.Dehaberhabidounaalfombrahabría tropezado en la menor arruga, y en el aula, donde por suerte no lahabía,untrozodetizaounlápizenelsuelohabríanacarreadoundesastre.

Como lo consideraba psicosomático, el trastorno lo enfurecía.Nunca sehabía puesto nervioso delante de una clase, ni de ningún grupo humano.Cuando en la consulta del neurólogo le dieron el verdadero diagnóstico, loprimeroquesintió—asíselodijoaNina—fueunalivioridículo.

—Teníamiedodeserunneurótico—confesó,ylosdosseecharonareír—. Tenía miedo de ser un neurótico y sólo tengo esclerosis amiotróficalateral.

Riendo aún, se tambalearon por el silencioso pasillo enmoquetado yentraron en el ascensor. La gente los miraba asombrada; y es que en esoslugareslarisaessumamenteinusual.

LaFunerariaLakeShoreeraunextensoedificionuevodeladrillodorado;tan nuevo que en el terreno que lo rodeaba todavía no había césped ni

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arbustos. De no ser por el cartel, se tomaría por una clínicamédica o unadependenciaoficial.ElnombreLakeShore[1]no significabaque la funerariadieseallago;eraunaastutaincorporacióndelapellidodelpropietario,BruceShore. Algunos lo juzgaban de mal gusto. En los tiempos en los que elnegocio estaba establecido en una gran casa victoriana de la ciudad ypertenecíaalpadredeBruce,había sidosimplemente laFunerariaShore.Yhabíasidounauténticohogardepompasfúnebres,conlugardesobraparaEdyKittyShoreysuscincohijosenlosdospisossuperiores.

Enelnuevoestablecimientonovivíanadie,perohabíaunahabitaciónconcocina y ducha. Bruce la usaba cuando le parecíamás cómodo quedarse adormirallíqueconducirveinticincokilómetroshastalacasadecampodondeélysumujercriabancaballos.

Esohabíadecididolanocheanterioracausadeunaccidenteocurridoalnorte de la ciudad.Un coche con adolescentes se había estrellado contra lapilastradeunpuente.Esascosas—unconductorconpermisoflamanteosinpermiso, todos borrachos como cubas—solían suceder en primavera por laépocade lagraduación,obienenseptiembre,durante lasprimerassemanasde clase. En estemomento del año, uno esperabamás accidentes de reciénllegados—comolasenfermerasfilipinasdelañoanterior—sorprendidosporunanievetempranaquedesconocían.

Contodo,enunanochemagníficayconlacarreteraseca,habíansidodosmuchachos de diecisiete años, ambos de la ciudad. Y poco antes habíaentradoLewisSpiers.Brucenodabaabasto;paraque los chicos estuvieranpresentableshabíatenidoquetrabajarhastalamadrugada.Habíallamadoasupadre.ComoEdyKitty, que seguíanpasando los veranos en su casade laciudad,aúnnohabíanvueltoaFlorida,EdhabíaidoaprepararaLewis.

Brucehabíaidoacorrerpararefrescarse.Nisiquierahabíadesayunado,ytodavía estaba en chándal, cuando vio a la señora Spiers aparcar el viejoHondaAccord.Fueaprisahastaelvestíbuloparaabrirlelapuerta.

Era unamujer alta y flaca; tenía canas pero se movía con una rapidezjuvenil.Aunquenoparecíamuyaturdida,Brucenotóquenollevabaabrigo.

—Lo siento, lo siento—dijo—. Vengo de hacer un poco de ejercicio.Shirleytodavíanohallegado.Lamentamossinceramentesupérdida.

—Sí—dijoella.

—TuveaLewisencienciasensegundoytercero,yeradeesosprofesores

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que no se olvidan. ¿Quiere sentarse? Sé que en cierto modo debía estarpreparada, pero hay experiencias para las que uno no acaba de prepararsenunca. ¿Le parece que acabemos con los papeles o prefiere antes ver a sumarido?

—Elsóloqueríaqueloincineraran—revelóella.

Elasintió.

—Sí.Laincineraciónseráluego.

—No.Sesuponequedebíanincinerarloenseguida.Esloqueélpidió.Yoveníaarecogerlascenizas.

—Vaya, no fue eso lo que nos ordenaron —dijo Bruce, firme—.Preparamoselcuerpoparavelarlo.Dehechoselevemuybien.Piensoquevaagustarle.

Ellasequedómirándolo.

—¿Deverdadnoquieresentarse?—preguntóél—.Habrápensadoustedenunvelatorio,¿no?Algunaclasedeservicio.HadehaberunabarbaridaddegentedeseosadepresentarsusrespetosalseñorSpiers.Mire,aquíyahemosorganizado servicios al margen de toda creencia religiosa. En vez de unsacerdote, otro cualquiera hace el panegírico. Y si le disgusta incluso esaformalidad,puededejarquecadacualexpreseloquesientaenvozalta.Usteddecidesielataúdestaráabiertootapado.Aquílamayoríadelagenteprefieredejarlo abierto. Para la cremación la variedad de ataúdes no es la misma,desdeluego.Tenemosataúdesmuybonitosaunpreciomuchomenor.

Ellanodejabademirarlo.

Elcasoeraquehabíanhechoeltrabajosinquenadieselohubierapedido.Y como cualquier otro trabajo, había que pagarlo. Por no hablar de losmateriales.

—Hablo sólo de lo que podría usted querer, en mi opinión, cuando sehaya dado un momento para pensarlo. Nosotros estamos para cumplir susdeseos.

Talvezahorasehabíapasado.

—Peroechamosparaadelanteporquenonosindicaronlocontrario.

Fuerasedetuvouncoche,secerróunapuertayenelvestíbuloentróEdShore.Brucesintióunalivioinmenso.Todavíalequedabamuchodelnegocio

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poraprender.Cómotratarconlosdeudos.

Eddijo:

—Hola,Nina.Vitucocheypenséquedebíadecirtecuántolosiento.

Ninahabíapasadolanocheenlasaladeestar.Creíahaberdormido,peroconsueñoligeroyconcienciaconstantededóndeestabaella—enelsofádelasala—ydóndeestabaLewis—enlafuneraria.

Cuandoenesemomentoquisohablar,descubrióquelecastañeteabanlosdientes.Fueunaauténticasorpresa.

—Quieroqueloincinerendeinmediato—intentódeciryempezóadecir,convencidadequehablaríanormalmente.Entoncesseoyóosintióelresuelloyuntartamudeoincontrolable—.Quiero…Quiero…Élquería…

EdShorelatomódelamuñecayconelotrobrazolerodeóloshombros.Brucehabíalevantadolasmanosperonolatocó.

—Tendríaquehaberlahechosentarse—admitió,quejumbroso.

—No es nada —dijo Ed—. ¿Quieres venir hasta mi coche, Nina?Respirarásunpocodeairefresco.

Conlasventanillasbajadas,Edatravesólaciudadviejahastauncallejónsinsalidaconunaexplanadacircularquedabaallago.Duranteeldíaallíibagenteamirarelpanorama,avecesaalmorzar,peroporlanocheeraunsitioparaamantes.TalvezlaidealepasaraaEdporlacabezamientrasaparcabaelcoche,comolepasóporlacabezaaella.

—¿Suficiente aire fresco?—preguntó—. A ver si pillas un constipado,así,sinabrigo.

Conmuchocuidado,elladijo:

—Empiezaahacermáscalor.Comoayer.

Nuncahabíanestadojuntosenuncocheaparcado,nidenochenidedía.Nuncahabíanbuscadounlugarcomoéseparaestarlosdossolos.

Escabrosaideaparaesemomento.

—Perdóname—dijoNina—.Mehedescontrolado.SóloqueríadecirqueLewis…Quenosotros…Él…

Y empezó otra vez. De nuevo el castañeteo, el temblor, las palabrasquebradas.Horribleypenoso.Nisiquieraexpresabaloquesentíarealmente.

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Lo que había sentido antes era rabia y frustración por la conversación conBruce,oporestarescuchándolo.Ahorasesentía—creíasentirse—serenayrazonable.

Y ahora, porque estaban solos, él no la tocó. Simplemente se puso ahablar.No tepreocupes.Yomeharé cargo.Enseguida.Meocuparédequetodosalgabien.Tecomprendo.Incineración.

—Respira—dijo—.Respira.Aguanta.Suelta.

—Yaestoybien.

—Claroquesí.

—Noséquémepasa.

—Eselshock.

—Yonosoyasí.

—Miraelhorizonte.Veráscómoayuda.

Élhabíasacadoalgodelbolsillo.¿Unpañuelo?Peroellanonecesitabaunpañuelo.Noestaballorando.Temblaba,nadamás.

Eraunpapeldobladovariasveces.

—Teheguardadoesto—dijoél—.Loencontréenelbolsillodelpijama.

Lepusoelpapel en la cartera, concuidado, sinemoción, comosi fueraunareceta.Entoncesellacomprendióquéleestabadiciendo.

—Túestabascuandolollevaron.

—Yomeocupé de él.Me llamóBruce.Con lo del accidente estaba unpocosobrepasado.

Ellanipreguntóquéaccidente.Nole importaba.Todoloquequeríaeraestarsolayleerlanota.

Elbolsillodelpijama.Elúnicolugarendondenohabíamirado.Nohabíatocadoelcadáver.

Volvióacasaensucoche,despuésdequeEdlallevarahastalafuneraria.En cuanto lo perdió de vista paró junto al bordillo. Con una mano habíasacadoelpapelmientrasconducía.Leyósinapagarelmotoryluegosiguió.

Enlaaceradesucasahabíaotromensaje.

LavoluntaddeDios.

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Unaletraapresurada,dearaña.Contiza.Seríafácildeborrar.

Lo que le había escrito Lewis era un poema. Varios versos de ripiomordaz. Llevaba un título: «La batalla entre los Genesistas y los Hijos deDarwinporelalmadelaGeneraciónFofa».

UnTemplodelSabersealzaba

dellagoHurónjuntoalribazo,

adondeinsulsosneciosacudían

aescucharacantidaddepelmazos.

Yelreydelospelmazoseraunbuentío

quesonriendodeorejaaoreja

repetíasuestúpidaideasuperfija:

¡Dilessiempreloquequierenescuchar!

Uninvierno,Margarettuvolaideadeorganizarunaseriedeveladascongente que hablara—sin extenderse demasiado— sobre cualquier tema queconocieranylesgustara.Enprincipiolahabíaconcebidoparalosprofesores(«Siempre son ellos los que dan la cháchara ante un público cautivado»,decía.«Aelloslesvienebiensentarsedevezencuandoaescucharaotro.»),pero luegodecidióque seríamás interesante invitar también a nodocentes.Seríaensucasaycadacualllevaríaalgoparacenarantes.

FueasícomounanochefríaydespejadaNinaseencontróalapuertadelacocinadeMargaret,eneloscuropasilloatestadodeabrigos,mochilasypalosdehockeydeloshijosdesuamiga,queporentoncesaúnvivíanenlacasa.En la sala—de donde ya no llegaba aNina ningún sonido—,Kitty Shoredesarrollabasutemadelanoche,lossantos.KittyyEdShoreeranpartedela«gentedeverdad»invitadaalgrupo;tambiénhabíavecinosdeMargaret.Enotravelada,Edhabíahabladosobremontañismo.Sibienélhabíapracticadounpoco,enlasRocosas,másquenadasehabíadetenidoenlasarriesgadasytrágicasexpedicionessobrelascualeslegustabaleer.(«Mehabíatemidoquehablara sobre embalsamamiento», le había dicho Margaret a Nina aquellanoche,mientraspreparabanelcafé,yNina,riendo,habíarespondido:«Esquenoes su temapredilecto.Noescosadeaficionados.Nocreoquehayaqueembalsamarmuchosaficionados»).

Ed yKitty eran una pareja guapa. Confidencialmente,Margaret yNinacoincidíanenque,denohabersidoporsuprofesión,Edhabríavueltolocaa

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másdeuna.Laextraordinaria,lustrosapalidezdesushábilesmanoscapacesllevaba a preguntarse dóndehabían estado.A la curvilíneaKitty se la solíacalificardepreciosa;eraunamorenabajita,pechugona,deojoscálidosyunavozllenadeentusiasmoairoso.Entusiasmoporsumatrimonio,porsushijos,por laciudadysobre todopor la religión.En la Iglesiaanglicana,a lacualpertenecía, los entusiastas como ella no abundaban y circulaba el rumor deque, con su rigor, su extravagancia y su proclividad a ceremonias arcanascomo la Iniciación de Mujeres, Kitty era en sí un padecimiento. Nina yMargaret tampoco la aguantabanmuchoyLewis la considerabaunveneno.Perolamayoríaestabafascinadaconella.

Aquellanoche llevabaunvestidodepunto rojooscuroy lospendientesque uno de los hijos le había hecho paraNavidad. Se había sentado en unrincóndelsofáconlaspiernasdobladasdebajodelcuerpo.Mientrasseatuvoalaincidenciahistóricaygeográficadelossantos,todomarchóbien;bien,esdecir,paraNina,cuyaesperanzaeraqueLewisnocreyeranecesariopasaralataque.

Kitty dijo que se veía obligada a dejar de lado los santos de Europaoriental y a concentrarse en los de las islas Británicas, en particular los deCornualles,Galese Irlanda,esossantosceltasdenombresmaravillososqueeransusfavoritos.Amedidaquelaoíaadentrarseenlascurasylosmilagros,y sobre todocuando lavoz sevolviódichosa,confiada,y lospendientes sepusieronatintinear,Ninaempezóasentirciertaaprensión.Noseleescapabaquepodíajuzgarsefrívolo,decíaKitty,dirigirseaunsantocuandoaunaseleestropeaba una comida, pero para eso creía ella realmente que existían lossantos.Noestabantanencumbradosnierantanpoderososparanointeresarsepor todosesossufrimientosy tribulaciones, lospequeñosdetallesde lavidaporloscualesnoshabríamosavergonzadodeincordiaralDiosdelUniverso.Con la ayuda de los santos, una podía mantenerse en parte en un mundoinfantil,conlaesperanzaenlaayudayelconsueloquesólotienenlosniños.Debéis ser como los niños. ¿Y no eran los pequeños milagros, sí, lospequeñosmilagros,losquenosayudabanaprepararnosparalosgrandes?

Bien.¿Algunapregunta?

Alguienpreguntópor la condiciónde los santos en la Iglesia anglicana.Enunaiglesiaprotestante.

—Ya.En términosestrictos,yonocreoque laanglicanaseauna iglesiaprotestante—dijoKitty—.Peromegustaríanoentrarenlacuestión.Paramí,

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cuando en el credo decimos «Creo en la Santa Iglesia Católica» sólo nosestamos refiriendo a toda la iglesia universal cristiana. Y luego decimos«Creoenlacomunióndelossantos».Porsupuestoqueennuestraiglesianohay imágenes, aunque personalmente me parecería encantador que lashubiera.

Margaret preguntó: «¿Queréis café?», y se dio por supuesto que habíaconcluidolaparteformaldelavelada.PeroLewisacercósusillaaKittyyentonocasicordialdijo:

—Así,pues,¿debemosentenderquecreesenlosmilagros?

Kittyseechóareír:

—Sinduda.Sinocreyeraenmilagrosnopodríaexistir.

Enesemomento,Ninasupo loque ibaasuceder.Lewisavanzandoconcalmayfirmeza,Kittyrespondiendoconconvicciónalegreyloquedebíadeconsiderar una encantadora inconsistencia femenina. Sin duda tenía la fepuestaeneso,ensuencanto.PeroLewisno ibaadejarseencantar.Querríasaber. ¿Qué forma han adquirido esos santos en el presente? En el Cielo,¿ocupanelmismoterritorioque losmerosmuertos, losancestrosvirtuosos?¿Ycómosonelegidos?¿Noesgraciasa losmilagrosauténticos,probados?¿Ycómopuedenprobarselosmilagrosdealguienquehavividohacequincesiglos?Porcierto,¿cómoprobarlosmilagros?Enelcasodelospanesylospeces,contando.Pero¿setratadeunacuentareal,odepurapercepción?¿Defe? O sea, que a la fe se reduce todo. ¿Vive Kitty por la fe en asuntoscoditianos,entodasuvida?

Sí.

¿Enningúnaspectoconfíaenlaciencia?Desdeluegoqueno.Cuandosushijosenfermannolesdamedicinas.Noleponegasolinaalcocheporquetienefe…

Alrededor de ellos ha brotado una docena de conversaciones y sinembargo, por intensidad y peligro—la voz de Kitty salta ahora como unpájaro en un cable, dice «No seas tonto, ¿te crees que soy una chalada sinremedio?», mientras la provocación de Lewis se hace cada vez másdesdeñosa,másletal—,encadamomento,entodoslosrinconesdelasala,laquemantienenellossehaceoírporencimadelasotras.

Nina tiene un sabor amargo en la boca. Va a la cocina a ayudar aMargaret. Se cruzan,Margaret llevando el café. Nina atraviesa la cocina y

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salealpasillo.Porlaventanitadelapuertatraseraatisbalanochesinluna,losbancos de nieve en la calle, las estrellas. Apoya la mejilla caliente en elcristal.

Cuando se abre la puerta de la cocina se endereza de golpe, se vuelve,sonríe y está a punto de decir: «He salido amirar cómo estaba el tiempo».PeroalverlacaradeEdShoreacontraluz,unmomentoantesdequeélcierrelapuerta,piensaquenotienequedecirlo.Sesaludanconsendasrisasbreves,sociables,deleveexcusaydescargo,queparecentransmitirmuchascosasydarlasporentendidas.

HanabandonadoaKittyyaLewis.Sóloporunrato…KittyyLewisnolonotarán.LewistienecombustibledesobrayKittyencontraráalgunasalida—por Lewis no hay que lamentarse— al dilema de ser devorada. Kitty yLewisnovanahartarsedesímismos.

¿EsasícomosesientenEdyNina?Hartosdeesosdos,oalmenoshartosdeladisputaylaconvicción.Cansadosdeesaspersonalidadesporfiadasquenocejannunca.

Nolodiríanexactamenteasí.Sólodiríanqueestáncansados.

EdShorerodeaaNinaconunbrazo.Labesa—noen laboca,noen lacara,sinoenlagarganta.Enellugarendondepodríabatirunpulsoagitado.Lagarganta.

Es un hombre que tiene que inclinarse para hacer eso. Para muchoshombres,besaraNinaallípodríaserlomásnatural,estandoelladepie.Peroélestanaltoquetienequeinclinarseyelbesoeneselugarexpuestoytiernoesdeliberado.

—Aquícogerásfrío—dijoél.

—Losé.Voyaentrar.

Hasta hoy Nina nunca se ha acostado con otro hombre que Lewis. Nisiquierahaestadocerca.

Acostarse. Follar. Durante mucho tiempo no fue capaz de decirlo. Elladecía hacer el amor. Lewis no decía nada. Como pareja era atlético einventivoy, enel sentido físico, teníauna fuerteconcienciadeella.Noeranada desconsiderado. Pero se defendía de todo lo que rozara elsentimentalismo,ydesdesupuntodevistalorozabanmuchascosas.Ellasehabíavueltomuysensibleaesaaversión;casilacompartía.

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Noobstante, el recuerdodelbesodeEdShoredetrásde lapuertade lacocinasetransformóenuntesoro.ElmomentoregresabaaellacadaNavidad,cuandoEd cantaba los solospara tenordeElMesías en laSociedadCoral.«Daconsueloamipueblo» leperforaba lagargantaconagujas fulgurantes.Comositodoloqueellaerafuesereconocido,honradoeiluminado.

PaulGibbingsnohabíaesperadoqueNinacausaseproblemas.Siemprelahabía considerado una persona amable, dentro de su reserva. No cáusticacomoLewis.Perointeligente.

—No—dijoella—.Élnolohabríaquerido.

—Nina.Vivíaparalaenseñanza.Sedabaentero.Sonmuchísimos,nosési entiendes cuántos, los que recuerdan haber escuchado sus claseshechizados.EsprobablequenorecuerdennadadelcolegiocomorecuerdanaLewis. Tenía presencia, Nina. Eso se tiene o no se tiene. Lewis la tenía araudales.

—Noesesoloquediscuto.

—Bien, pues resulta que toda esa gente quiere despedirse. Todosnecesitamos decirle adiós. Y también honrarlo. ¿Entiendes lo que digo?Despuésdetodoesto.Cierre.

—Sí.Teoigo.Cierre.

Untonoyamásdesagradable,pensóél.Peronolehizocaso.

—Sepuedehacersinunapizcadereligiosidad.Nadaderezos.Nihablar.Sétanbiencomotúquelehabríarepugnado.

—Desdeluego.

—Losé.Yopuedoserunaespeciedemaestrodeceremonias,sivale laexpresión.Tengobastante claro el tipo de gentemás adecuada para pedirleque haga un pequeño encomio. Media docena, quizás, acabando con unaspalabras mías. Creo que la palabra es «panegírico», pero yo prefiero«encomio».

—Lewispreferiríaquenohubiesenada.

—Ytúpuedesparticiparcomodecidas…

—Paul,escucha.Ahoraescúchame.

—Claro.Teescucho.

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—Sillevasestoadelante,yoparticiparé.

—Vaya.Québien.

—Al morir, Lewis dejó…, de hecho dejó un poema. Si llevas estoadelantelovoyaleer.

—¿Ybien?

—Quiero decir que lo leeré allí, en voz alta. Te leeré un trozo ahoramismo.

—Deacuerdo.Empieza.

UnTemplodelSabersealzaba

dellagoHurónjuntoalribazo,

adondeinsulsosneciosacudían

aescucharacantidaddepelmazos.

—Hombre,suenamuyaLewis.

Yelreydelospelmazoseraunbuentío

quesonriendodeorejaaoreja

—Nina. Vale. Vale. Ya veo. O sea, que esto es lo que quieres, ¿no?¿AsociacióndePadresyAlumnosdeHarperValley?

—Haymás.

—Nomecabeduda.Meparecequeestásmuyalterada,Nina.Creoquesino estuvieras alterada no actuarías así. Y cuando te encuentres mejor tearrepentirás.

—No.

—Yo pienso que te arrepentirás. Bien, voy a colgar. Tengo quedespedirme.

—Vaya—dijoMargaret—.¿Ycómoselotomó?

—Dijoqueteníaquedespedirse.

—¿Quieresquevayaatucasa?Ahacertecompañía,nadamás.

—No.Gracias.

—¿Noquierescompañía?

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—Creoqueno.Noahoramismo.

—¿Estássegura?¿Teencuentrasbien?

—Meencuentrobien.

Enrealidadnoestabatancontentaconaquellaactuaciónporteléfono.«Siintentan joderlo con esas pamplinas funerarias, ocúpate de abortarlas», lehabíadichoLewis.«Esemariquitaescapazdecualquiercosa».Poresohabíatenido que frenar a Paul; pero lo había hecho de unamanera groseramenteteatral. Todo lo que le había quedado a Lewis era la indignación, suespecialidad había sido la respuesta; y ella no había sabido hacermás quecitarlo.

La superaba pensar cómo podía vivir sola con sus viejos hábitosapacibles.Fríayenmudecida,despojadadeél.

Pocodespuésdelanochecer,EdShorellamóalapuertatrasera.Llevabaunacajadecenizasyunramoderosasblancas.

Ledioprimerolascenizas.

—Ah—dijoella—.Yaestá.

Sintió el calor a través del grueso cartón. No le llegó de golpe sinopaulatinamente,comouncalordesangreatravésdelapiel.

¿Dónde debía dejarla? No sobre la mesa de la cocina, junto a la cenatardía y casi intacta. Huevos revueltos con salsa, una combinación quesiempre la entusiasmaba cuando, por un motivo cualquiera, a Lewis se lehacíatardeycenabaconotrosprofesoresenelTimHorton’soenelpub.Esanochehabíaresultadounamalaelección.

Tampoco en la encimera. Parecería un gran paquete de la compra. Ytampocoenelsuelo,dondeseríafácilpasarloporaltoperoquedaríarelegadoa una posición inferior, como si contuviera restos de comida o fertilizanteparaeljardín,algoquedebíamantenerselejosdelosplatosylosalimentos.

Enrealidadqueríallevarlaaotrahabitación,dejarlaenalgúnlugardelasala a oscuras. Mejor aún, en un estante del guardarropa. Pero en ciertosentido todavía eramuypronto para desterrarla.Además, considerando queEdShore laestabaobservando,pareceríauna limpiezabruscaybrutalde lacubierta,unainvitaciónvulgar.

Finalmentedejólacajaenlamesitadelteléfono.

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—Noqueríatenertedepie—dijo—.Siéntate,porfavor.

—Teheinterrumpidolacena.

—Noteníaganasdeacabar.

Élseguíaconlasfloresenlamano.Ellapreguntó:

—¿Sonparamí?

Laimagendeélconelramo,laimagendeélconlacajadecenizasyelramo al abrir ella la puerta, le parecía grotesca, ahora que lo pensaba, yhorriblementecómica.Eraeltipodecosaque,decontárselaaalguien,podíaponerlahistérica.DecontárselaaMargaret.Esperabanohacerlonunca.

¿Sonparamí?

También podrían ser para elmuerto. Flores para la casa delmuerto. Sepusoabuscarunjarrón;luego,llenandolatetera,dijo:

—Estabaapuntodehacerté.

Siguió buscando el jarrón, lo llenó de agua, encontró las tijeras quenecesitabaparacortarlostallosyporfinloliberódelasflores.Entoncessediocuentadequenohabíaencendidoelhornillode la tetera.Apenaspodíadominarse.Sintióquefácilmentehabríapodidotirarlasrosasalsuelo,hacertrizaseljarrón,triturarconlosdedoslosrestosheladosdelacena.Pero¿porqué?No estaba enfadada.Qué esfuerzo demencial era seguir haciendo unacosatrasotra.Ahoratendríaquecalentarlatetera;tendríaquemedirelté.

—¿HasleídoloqueencontrasteenelbolsillodeLewis?—preguntó.

Sin mirarla, él negó con la cabeza. Ella supo que estaba mintiendo.Mentía,estabaconfundido,¿hastadóndepensabaentrarensuvida?¿Ysiellase quebraba y le contaba cómo la había aturdido —por qué no decirlo,describir el escalofrío en el corazón— leer loquehabía escritoLewis?Verquenohabíaescritomásqueaquello.

—Noimporta—dijo—.Eransólounosversos.

Erandosseressincampointermedio,nadaqueseparaselacortesíaformaldelaintimidaddevoradora.Loquedurantetantosañoshabíahabidoentrelosdos se había mantenido en equilibrio gracias a esos matrimonios. Losmatrimonios eran el contenido real de sus vidas; elmatrimonio de ella conLewis era a veces enconado y apabullante, indispensable contenido de suvida.Lootrodependíadeaquellosmatrimonios,porsudulzura,supromesa

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consoladora.Eraimprobablequelograramantenerseenpieporsímismo,nisiquiera siendo los dos libres. Sin embargo tampoco era nada. El peligroradicaba en ponerlo a prueba, verlo derrumbarse y entonces pensar que nohabíasidonadarealmente.

Teníaelfuegoencendidoylateteracasiapunto.Dijo:

—Te has portadomuy bien y yo ni te he dado las gracias. Tienes quetomarunté.

—Seríaestupendo.

Ycuandoseacomodaronalamesa,lastazasllenas,ofrecidoslalecheyelazúcar—enelmomentoenquehabríapodidoentrarleelpánico—,ellatuvounaextrañainspiración.

—¿Quéesloquehaces,enrealidad?

—¿Quéhago?

—Bueno…¿Quélehicisteanoche?¿Onosuelenpreguntártelo?

—Notanclaramente.

—¿Temolesta?Sitemolestanocontestes.

—Sóloestoysorprendido.Nomeimporta.

—Amímesorprendepreguntártelo.

—Bien,vale—dijoéldejando la tazaenelplatillo—.Básicamentehayquevaciarlosconductossanguíneosylacavidadtorácicay,comoallípuedehaberproblemassiseformancoágulosycosasasí,hacesloquecorrespondepara evitarlo. La mayoría de las veces se puede usar la yugular, pero enocasiones hayquehacer un conducto coronario.Y se drena la sangre de lacavidad torácica con un instrumento llamado trocar, que es una especie deaguja muy fina insertada en un tubo flexible. Claro que si han hecho laautopsiayretiradolosórganos,lacosaesdiferente.Hayquerellenarunpocoparareconstituirlasiluetanatural.

Dijo todo aquello sin dejar de observarla y procediendo con cautela.Estuvo bien: si algo sintió ella que se le despertaba, fue simplemente unacuriosidadampliayserena.

—¿Esesoloquequeríassaber?

—Sí—contestóellaconfirmeza.

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Él vio que era cierto. Se sintió aliviado.Aliviado y tal vez agradecido.Debíadeestaracostumbradoaquelagenterehuyeraloquehacía,obienselotomaraenbroma.

—Después inyectas el líquido, que es una solución de formaldehído,formolyalcohol,avecesconunatinturaparalasmanosylacara.Lacaraesmuy importante para todo el mundo y se pueden hacer muchas cosas contopesenlospárpadosoalambresenlasencías.Ademássemasajeanlascejasy se usa un maquillaje especial. Pero a algunos les preocupan las manos;quierenqueparezcansuavesynaturales,sinarrugasenlasyemas.

—Túhicistetodoeso.

—Sí. No era lo que tú querías. Normalmente hacemos sólo cosmética.Hoyendíase tratadeesomásquedeconservacióna largoplazo.¿Sabes?,hastaalviejoLeninteníanqueinyectarlecontinuamenteparaquenoperdieraelcolornisedeshidratara…Nosésiseguiránhaciéndolo.

Cierta expansión o comodidad, combinada con la seriedad de la voz, lahicieronpensarenLewis.Hacíadosnoches,NinahabíarecordadoaLewis,débilperosatisfecho,hablándoledelosorganismosunicelulares—sinnúcleo,sinparesdecromosomas,¿sinquémás?—quedurantecasidosterciosdelahistoriadelaevoluciónhabíansidolaúnicaformadevidaenlaTierra.

—Fíjateenque losantiguosegipcios—dijoEd—pensabanqueelalmaemprendía un viaje de tres mil años. Como después volvía al cuerpo, elcuerpoteníaquemantenerseenunestadoaceptable.Poresolespreocupabasobretodolaconservación,quehoynotenemostandesarrollada.

Sincloroplastosysin…mitocondrias.

—Tresmilaños—dijoella—.Ydespuésvuelve.

—Bueno,segúnellos—matizóél.Apoyólatazavacíayobservóqueyaerahorademarcharse.

—Gracias—dijoNina.Luego,apresurada—:¿Túcreesenlasalmas?

El se levantó apretando las manos contra la mesa. Suspiró, sacudió lacabezaycontestó:

—Sí.

Pocodespuésdequeélsefuera,Ninacogiólascenizasylaspusoenelasientodel copilotodel coche.Luegovolvióa la casa apor las llavesyunabrigo.Doskilómetrosfueradelaciudadaparcóenunaencrucijadayechóa

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andarconlacajaporuncaminosecundario.Eraunanochemuyfríayserena;lalunayaestabaalta.

Elcaminocruzabaunterrenopantanosodondecrecíanespadañas,resecasahora,altase invernales.Tambiénhabíaalgodoncilloscon lasvainasvacíasbrillantescomoconchas.Todoeraclaroalaluzdelaluna.Olíaacaballos.Sí,allícercahabíados,sólidasformasnegrasalotroladodelasespadañasylacerca de una granja. La miraban, restregando los grandes cuerpos el unocontraelotro.

Abrió la caja y metió la mano en las cenizas cada vezmás frías y lasarrojó o derramó —mezcladas con recalcitrantes, diminutos trocitos delcuerpo—entrelasplantasdelbordedelcamino.Eracomoentrardespacioenel lagoyal finzambullirseparaelprimeryheladobañode junio.Primero,una conmoción desagradable; luego, el asombro de seguir en movimiento,montadaenunacorrientededevociónacerada,encalmasobre lasuperficiedelapropiavida,sobreviviendoaunqueundolorhúmedoyfríonodejaradeembestirelcuerpo.

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Ortigas

En el verano de 1979 entré en la cocina de la casa demi amiga Sunny enUxbridge (Ontario) y vi a un hombre junto a la encimera preparando unsándwichdekétchup.

He recorrido con mi esposo —el segundo, no el que dejé atrás aquelverano— las colinasdelnordestedeToronto enbuscade aquella casa; conunaociosaperseveranciahe intentado localizarla,peronunca lohe logrado.Probablemente la hayan demolido. Sunny y su marido la vendieron pocosañosdespuésdemivisita.ComolugardeveraneoestabademasiadolejosdeOttawa, donde ellos vivían. Los hijos, a medida que entraban en laadolescencia, se resistían a ir. Y en la casa había demasiado trabajo demantenimiento para Johnston—el marido de Sunny—, a quien le gustabapasarlosveranosjugandoalgolf.

He encontrado el campo de golf; creo que era el mismo, aunque hanlimpiadolaviejaverjayahorahayunclubmáselegante.

Cuando de pequeña yo vivía en el campo, en verano los pozos de esacomarca se secaban. Ocurría cada cinco o seis años, cuando no llovía losuficiente.Lospozoseranagujeroscavadosen la tierra.Elnuestroeramásprofundoque lamayoríapero, comonecesitábamosunabuenaprovisióndeagua para los animales enjaulados —mi padre criaba zorros plateados yarmiños—, un día llegó un perforador con un equipo impresionante y elagujero se fue extendiendo hacia abajo, cada vez más abajo, hasta queencontróaguaenlaroca.Desdeentoncespudimosbombearaguapurayfríaencualquierépocadelañopormuchasequíaquehubiera.Eraunmotivodeorgullo. De la bomba colgaba un jarrito de lata y, cuando en los díascalcinantesyobebíadeél,pensabaenrocasnegraspordondeelaguacorríacentelleandocomoeldiamante.

Elperforador—aveceslollamabanpocero,comosifueramuyfastidiosoprecisarloquehacía,comosilaantiguadescripciónfuesemáscómoda—era

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un hombre llamado Mike McCallum. Vivía en la ciudad vecina a nuestragranja,peronoteníacasa.VivíaenelhotelClark:habíallegadoenprimaveraysequedaríahastaqueacabaratodoeltrabajoqueencontraraporhacerenlaregión.Despuésseiríaaotrolado.

MikeMcCallumeramásjovenquemipadre,peroteníaunhijounañoydos meses mayor que yo. El muchacho vivía con el padre en hoteles opensiones,dondequieraqueelpadreestuviera trabajando,e ibaa laescuelaquetuvieramáscerca.EltambiénsellamabaMikeMcCallum.

Séexactamentequéedadtenía,porqueesolosniñoslodejansentadodeinmediato;seanamigosono,entreellosesunodelosasuntosesencialesdenegociación.El teníanueveyyoocho.Cumplíaañosenabril;yo,en junio.Cuando llegó a casa con su padre ya estaban avanzadas las vacaciones deverano.

Su padre conducía un camión rojo oscuro siempre polvoriento oembarrado.Cuandollovía,Mikeyyonossubíamosalcamión.Norecuerdosiel padre entraba en nuestra cocina a beber una taza de té o a fumar, si sequedababajounárboloseguíatrabajando.Lalluvialavabalasventanillasdelcamiónyretumbabacomopiedrasenuntejado.Lacabinaolíaahombres;aropadetrabajo,herramientas,tabacoycalcetinescomoquesoagrio.Tambiénaperropeludomojado,porque llevábamosconnosotrosaRanger.Paramí,Rangererapartedelafamilia;estabaacostumbradaatenerlosiempreencimayaveces,sinningunarazón,leordenabaquesequedaraencasa,sefueraalgranero,medejaraenpaz.PeroMikeloquería.Invariablementesedirigíaaélcondulzura,lollamabaporelnombre,lecontabanuestrosplanesy,cuandoRangerpartíahaciacualquierproyectoperruno,comoperseguirunamarmotao un conejo, se quedaba esperándolo. Con la vida que hacía con su padre,Mikenuncaibaatenerunperropropio.

Undíaqueestabaconnosotros,Rangerselanzódetrásdeunamofetaylamofetasediolavueltayloroció.AMikeyamínoscayópartedelaculpa.Mimadretuvoquesuspenderloqueestuvierahaciendoparairalaciudadacomprarvariosfrascosgrandesdezumodetomate.MikepersuadióaRangerparaqueentraseenunatinayallíleechamoszumodetomateylecepillamoselpelo.Parecíaqueloestuviésemoslavandoconsangre.¿Cuántagenteharíafaltaparaconseguirtantasangre?,nospreguntábamos.¿Cuántoscaballos?¿Yelefantes?

Yo teníamás tratoqueMikecon la sangrey lamuertedeanimales.Lo

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llevéaver lamanchaquehabíaenun lugardelprado,cercadelportóndelestablo, donde mi padre mataba y descuartizaba los caballos con quealimentaba a los zorros y los armiños. De tantas pisadas, el suelo estabapelado y la mancha rojo sangre era profunda como una marca de hierrocandente. Luego lo llevé a la carnicería del establo, donde se colgaban loscuerposmuertos de los caballos antes demolerlos para hacer alimento. Lacarnicería era un simple cobertizo conmuros demalla, unamalla negra demoscasebriasdeoloracarroña.Nosotroscogíamostejasylasmachacábamoshastamatarlas.

Nuestra granja era pequeña: nueve hectáreas. Lo bastante pequeña paraqueyohubieraexploradotodoslosrincones,ycadarincónteníaunaspectoyun carácter peculiar que yo no habría sabido poner en palabras. Es fácilentender qué tenía de especial el cobertizo demalla con los largos, pálidoscadáveres de caballo colgados de ganchos brutales, o el suelo pisoteadoteñidodesangredondeloscaballosvivossetransformabanenalimentoparazorros.Perohabíaotroslugares,comolaspiedrasqueflanqueabanlapasareladel granero, que nome decíanmenos aunque no hubiese sucedido en ellosnadamemorable. A un costado había una lisa piedra blancuzca cuyo bultodominaba todas las demás, de modo que aquel lado tenía para mí un aireextrovertidoypúblico;poresosiempreelegíasubirporallíynoporelotrolado, donde las piedras eran más oscuras y se apretaban con un aire másmezquino. Del mismo modo, cada árbol del lugar tenía su actitud y supresencia:elolmoeraserenoyelcedro,amenazador;losarces,cotidianosyamigables,elespino,viejoy rezongón.Hasta laspozasde los remansosdelrío—dondeañosantesmipadrehabíavendidogravilla—teníansucarácterdistinto,más fácilquizáde reconocer siuna lasveía llenasdeaguacuandocesaban los torrentes de primavera. Estaba aquella pequeña, redonda,profundayperfecta;laqueseestirabacomounacola;yotramuyancha,deforma indecisa, siempre con el morro asomando, pues las aguas eran muyescasas.

Mikeveíatodasestascosasdesdeunángulomuydiferente.Ylomismomepasabaamíahoraqueestabaconél.

Lasveíaasumanerayalamíay,comoporsumismanaturalezalamíaera incomunicable, tenía quemantenerla en secreto.La suya se relacionabaconelprovechoinmediato.Lagranpiedrapálidadelapasarelaeraparasaltardesde ella; cogía carrerilla e, impulsándose en el aire por encima de laspiedraspequeñasdelapendiente,aterrizabaenelsueloapisonado,delantede

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lapuertadel establo.Todos los árboles eranpara trepar, pero sobre todo elarcejuntoalacasa,porunadecuyasramassepodíagatearhastadejarsecaeren el techo de la terraza. Y las pozas de gravilla eran simplemente parazambullirse, con un grito de animal que se lanza sobre su presa, tras unacarrerafuriosaporlahierbaalta.Siestuviéramosaprincipiosdeaño,cuandolas aguas sonmás caudalosas, decíaMike, habríamos podido construir unabalsa.

Encuantoalrío,poruntiempoeseproyectofuetenidoencuenta.Peroenagostoelríoeratantounsenderorocosocomouncursodeaguay,envezdeintentar bajarlo a flote o a nado, lo vadeábamos descalzos—saltábamosdeunapiedradesnudaaotra, resbalábamosen lasmusgosas rocas sumergidas,surcábamos grupos de nenúfares de hojas chatas y de otras plantas cuyosnombresnorecuerdoonosupenunca(¿chirivíasilvestre?,¿cicutaderío?)—.Lasmataseran tan tupidasqueparecíanarraigadasen islas, en tierra firme,aunqueenrealidadcrecíandellégamoysusraícesserpeantesnosatrapabanlaspiernas.

Elríoeraelmismoqueatravesabalaciudad,ycuandoloremontábamosllegábamosavereldoblearcodelpuentedelacarretera.EnmispaseossolaoconRangernuncahabíaidohastaelpuente,porqueporallísolíahabergentedelaciudad.Ibanapescaralaorilla,ycuandoelríoestabalobastantealtoloschicossaltabandesdeelparapeto.Enesaépocaprobablementeno,aunquetalvezhubieraalgunoschapoteandoentre lospilares,vocinglerosyhostilescomoeransiempreloschicosdelaciudad.

Tambiénestaban losvagabundos.Perono lehablédeellosaMike,queibadelantedemí comosi elpuente fueseundestinocorrienteyno tuvieranadadedesagradablenideprohibido.Oímosvoces,ycomoeradeesperar,eran voces de muchachos chillando; se habría dicho que el puente lespertenecía. Hasta allí, Ranger nos había seguido, sin entusiasmo, pero depronto viró hacia la orilla. Era un perro ya viejo y nunca había tenido unaaficiónindiscriminadaporlosniños.

Un hombre que estaba pescando—no en el puente, sino en la orilla—maldijolaagitaciónquehabíacausadoRangeralsalirdelagua.Nospreguntóporquénodejábamosnuestroputoperroencasa.Mikesiguióandandocomosielhombresólohubierasilbadoyprontoentramosenlasombradelpuente,dondeyonohabíaestadoenmivida.

Elsuelodelpuentenoshacíadetecho;franjasdesolcaíanporentrelas

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tablas.Entoncesporarribapasóuncoche,hubounruidoatronadoryporunmomento se apagó la luz. El acontecimiento nos dejó inmóviles, mirandohaciaarriba.Debajo-del-puenteeraunlugarporderechopropio,nounmerotramodelrío.Cuandohubopasadoelcocheyelsolvolvióafiltrarseporlosresquicios,sureflejoarrancódelaguaolasdeluz,rarasburbujasdeluz,paraproyectarlas en los pilares de cemento.Mike gritó para probar el eco y lomismo hice yo, pero débilmente, porque en la orilla los muchachos, losextrañosdelotroladodelpuente,medabanmásmiedoquelosvagabundos.

Ibaalaescuelaruralquehabíamásalládenuestragranja.Lainscripciónhabíamermadohastatalpuntoqueyoeralaúnicacríademiclase.PeroMikeibadesdelaprimaveraalaescueladelaciudadyparaélaquelloschicosnoeran desconocidos. De no ser porque a su padre se le ocurría llevarlo altrabajo, para poder vigilarlo de vez en cuando, probablemente no habríaestadojugandoconmigosinoconellos.

EntrelosmuchachosdelaciudadyMikedebiódehaberunintercambiodesaludos.

Hey.¿Ytúquéhacesaquí?

Nada.¿Quépiensasquehago?

Nada.¿Yésaquiénes?

Nadie.Esella,nadamás.

Ña-ña.Ella.

En realidad se estabadesarrollandoun juegoque tenía a todoelmundopendiente. Y todo elmundo incluidas las niñas—puesmás adelante habíaniñasenlaorilla,enfrascadasensuscosas—,aunqueyanoestábamosenlaedad en que niños y niñas solían jugar juntos. O habían seguido a losmuchachos desde la ciudad —fingiendo no seguirlos— o los muchachoshabíanllegadotrasellasconintencióndeacosarlas;peroconlareuniónhabíacobrado forma aquel juego y, como el juego los necesitaba a todos, lasrestricciones habituales habían desaparecido. Y, como el juego era mejorcuantosmásparticiparan,paraMikefuefácilentraryllevarmeamíconél.

Eraunjuegodeguerra.Loschicossehabíandivididoendosejércitosqueguerreabanunocontraotrodesdebarricadastoscamentehechasconramasoprotegiéndosetraslashierbas,lascañasyunosjuncosmásaltosquenuestrascabezas. Las armas principales eran unas bolas de arcilla grandes comopelotasdebéisbol.Sedabaelcasodequemásomenosamitaddelbancodel

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ríohabíaunafuenteespecialdearcilla,unpozogrismedioocultoporhierbas(la idea del juego debía de haber surgido al descubrirlo), y era allí dondetrabajaban las niñas preparando munición. Se sobaba y apretaba la arcillaviscosahastamoldearunabolalomásduraposible—podíaconteneralgodegravillayhierbauhojasquesepegaranalfabricarla,peronopiedrasañadidasadrede—,ylaprovisiónteníaquesergrandeporquecadabolasóloservíaunavez.No sepodían recoger lasquehabían fallado, rehacerlasy arrojarlasdenuevo.

Las reglas de la guerra eran simples. Si a uno le daba una bola —oficialmentesellamabanbalasdecañón—enlacara,lacabezaoelcuerpo,teníaquecaermuerto.Siledabaenlosbrazosolaspiernas,igualmenteteníaque tumbarse, aunque sólo estaba herido.A las niñas también correspondíaarrastrarse hasta los heridos y arrastrarlos hasta un lugar llano que era elhospital.Seloscurabaconemplastosyteníanquequedarsequietoscontandohasta cien. En cuanto acababan podían volver a la lucha. Los soldadosmuertos teníanprohibido levantarsehastaqueacabara laguerra,y laguerranoacababahastaqueenunodelosdosbandosestuvierantodosmuertos.

Enambosbandoshabíamuchachosyniñas,perocomolasniñaséramosmuchasmenosnopodíamos fabricarmuniciónyhacerdeenfermerasdeunsolo soldado cada una. Todas las niñas tenían su propia pila de bolas ytrabajabanparaciertossoldados;cuandounodeelloscaíaherido,llamabaalaniñaencuestiónagritos,paraqueellaloarrastraraylecuraralasheridasloantesposible.YohacíabolasparaMikeyelnombrequeMikegritabaeraelmío. Había tal ruido en el aire —gritos constantes de «Estás muerto»,victoriosos o enfurecidos (enfurecidos porque siempre había algún muertoquedisimuladamentevolvíaalalucha),yencimaelladridodeunperro,quenoeraRanger,quedealgúnmodosehabíamezcladoenlaguerra—,talruidoque una debía estarmuy alerta a la voz delmuchacho que podía llamarla.Cuando el grito llegaba había una sensación de fina alarma, un cable quehacíaquevibraraentodoelcuerpoeldespertardeunadevociónfanática.(Almenosparamí,quealcontrarioquelasotrasniñasrendíaserviciosaunsologuerrero).

Creoquehastaaqueldía tampocohabía jugadoengrupo.Yquéalegríamedaba formarpartedeunaempresa tangrandeyapremiante,ydentrodeellaserelegidaesencialmenteparaservirconfidelidadaunluchador.CuandoaMikeloheríansequedabaflojoyquieto,ynoabríalosojos,mientrasyoleponíahojasenfangadasenlafrente,lagargantay—quitándolelacamisa—el

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pálido,suaveestómago,alrededordelombligodulceyvulnerable.

Noganónadie.Largoratodespués,eljuegosedesintegróentredisputasyresurreccionesenmasa.Caminodecasa,nosotrostratamosdellevarnosalgode arcilla tendiéndonos en el lecho del río. Llevábamos las camisas y lospantalonescortoschorreandodebarro.

Atardecía.ElpadredeMikesepreparabaparamarcharse.

—Diossanto—dijo.

Habíaunpeónqueibaaayudaramipadrecuandohabíaquedescuartizarosenecesitabaunpardebrazosmás.Teníaunamiradademuchachoadultoyrespiraba conun silbido asmático.Legustabahacermecosquillas hasta queyomesofocaba.Nadieinterferíaenlalucha.Amimadrenolegustaba,peromipadredecíaqueeraenbroma.

Estabaenelvallado,ayudandoalpadredeMike.

—Oshabéis revolcado juntos en el barro—dijo—.Para empezar ahoratendréisquecasaros.

Desdedetrásde lamosquitera,mimadre lohabíaoído. (Si loshombreshubieransabidoqueestabaallínohabríanhabladodeesamanera).Salióy,antesdecomentarlafachaquellevábamos,ledijoalgoalpeónenvozbajayrecriminatoria.

Yooípartedeloquedecía.

Comohermanoyhermana.

Elpeónsemirabalasbotasconunasonrisaindefensa.

Mimadreseequivocaba.Elpeónestabamáscercadelaverdadqueella.Noéramoscomohermanoyhermana, almenos comocualquierhermanoohermana que yo conociera. Comomi único hermano era pocomás que unbebé,noteníaexperienciaenesecampo.Perotampoconosparecíamosalasmujeresylosmaridosqueyohabíavisto,personasviejas—paraempezar—yhabitantesdemundostanseparadosqueapenassereconocíanelunoalotro.

Eramosunpardenoviossólidosyavezadoscuyovínculononecesitabamuchaexpresiónvisible.Yoalmenossentíaalgosolemneyemocionante.

Medicuentadequeelpeónestabahablandodesexo,aunquenocreoqueconocieralapalabra.Yesomehizoodiarloaúnmásquedecostumbre.Enloespecífico se equivocaba. Lo nuestro no era la exhibición, el magreo, las

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intimidades culpables; no había nada de la trabajosa búsqueda de lugaresocultos, nada de esa mezcla de placer, frustración y vergüenza viva einmediata. Yo había vivido escenas así con un primo y con un par dehermanas algomayores que iban ami escuela.Aquellas parejasme habíandisgustadoantesydespuésdelacontecimientoy,aunmentalmente,debuenagana habría negado lo que había sucedido. Nunca habría pensado en unaescapadaconalguienporquiensentíaafectoorespeto;sólocongentequemedesagradaba,comomedesagradabandemímismalosabominablesescozoresdelarrebato.

EncuantoaloquesentíaporMike,eldemoniosehabíatransformadoenexcitacióndifusayunaternuraqueseextendíaportodalapiel,enunplacervisual y una satisfacción tintineante en presencia de la otra persona. Cadamañana me despertaba con hambre de verlo, de oír al camión del pocerotambalearse y traquetear por el camino. Sin dar la menor muestra de ello,idolatrabasunucaylaformadesucabeza,elplieguedesuceño,suslargospiesdescalzosysuscodossucios,suvozfuerteyconfiada,suolor.Aceptabasinvacilar,yaundevotamente,lospapelesqueentrenosotrosnoeraprecisourdir ni explicar; yo lo asistía y admiraba, él dirigía y estaba siempredispuestoaprotegerme.

Yunamañanaelcamiónnollegó.Unamañana,evidentemente,eltrabajoestuvo acabado, la tapa del pozo instalada, la bomba en funcionamiento, elaguafrescaadmirada.Enlamesadelalmuerzohubodossillasmenos.TantoelMikemayorcomoelchicohabíancomidosiempreconnosotros.ElMikechicoyyono solíamoshablarnosyapenasnosmirábamos.Aél legustabauntar el pan con kétchup. Su padre hablaba con papá, y la conversacióntratabasobretododepozos,accidentes,nivelesdeagua.Unhombreserio.Untrabajadordelacabezaalospies,decíamipadre.Sinembargo,él—elpadredeMike—concluía casi todas las frases con una risa. Su risa tenía un ecosolitario,comositodavíaestuvieraenelpozo.

El camión no llegó. Con la obra acabada, no había razón para quevolvieran. Y resultó ser que aquel trabajo era el último que le quedaba alperforadorennuestracomarca.Teníamástrabajosesperandoenotrossitiosyquería empezarlos lo antes posible, mientras durara el buen tiempo. Comovivíaenelhotel,sóloteníaquehacerlamaletaypartir.Yesohabíahecho.

¿Cómo pude no entender lo que pasaba? ¿No hubo ninguna despedida,ningunaconcienciadequelaúltimatarde,cuandosubíaalcamión,Mikeseestabayendoparasiempre?¿Noagitónadie lamano,nosevolvióhaciamí

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unacabeza—odejódevolverse—cuandoelcamión,cargadoahoracon lamaquinaria,fuedandobandazosporúltimavezcaminoabajo?Conelprimerborbotóndeagua—recuerdoaquelborbotón,ya todos reunidosparabeberuntrago—,¿porquénocomprendícuántascosasterminabanparamí?Ahorame pregunto si no hubo un plan deliberado de no hacer de aquello algoespecial, de eliminar las despedidas y evitar que me pusiera —o nospusiéramos—demasiadotristeodifícil.

Es improbablequeentoncesse tomaran tantoencuenta lossentimientosdelosniños.Padecerlosoreprimirloseraasuntonuestro.

No me puse difícil. Pasada la primera conmoción no le mostré nada anadie. Cada vez que me veía, el peón bromeaba (¿Qué, tu amigo se halargado?),peroyonuncalehicecaso.

TendríaquehabersabidoqueMikeibaairse.IgualquesabíaqueRangereraviejoymoriríapronto.Aceptaba la ausencia futura; sóloque,hastaqueMike desapareció, no tenía ni idea de cómo era la ausencia. De cómo sealteraría todo mi territorio, como si por un fallo se hubiera escurrido todosentidosalvolapérdidadeMike.Nuncapudevolveramirarlapiedrablancadelapasarelasinpensarenél,yalfinletoméaversión.Lomismoempecéasentir por la rama del arce y, cuandomi padre la cortó porque se acercabademasiadoalacasa,sentíaversiónhacialacicatrizdeltronco.

Semanasmástarde,undíaenquellevabayapuestamichaquetadeotoño,estabajuntoalapuertadelazapatería,esperandoaquemimadreseprobaraunoszapatos,cuandooíqueunamujerllamabaauntalMike.«Mike»,gritómientraspasaba.Degolpe tuve laconviccióndequeesamujerdesconocidaeralamadredeMike—yosabía,aunquenoporél,quenoestabamuertasinoseparadadelpadre—,ydequealgoloshabía llevadodenuevoa laciudad.Nomepuseaconsiderarsielregresoseríatransitorioodefinitivo;sólopensé—mientras salía de la tienda a la carrera—que unminutomás tarde iba averlo.

Lamujerhabíaalcanzadoaunniño,deunoscincoaños,queacababadecogerunamanzanadeuncajónquehabíaenlaacera,delantedelatiendadeallado.

Incrédula,meparéamiraralniñocomosiantemisojoshubiera tenidolugarunmaleficioabusivoyhumillante.

Unnombrecomún.Unniñoestúpido,decarachataysuciopelorubio.

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Elcorazónmelatíaconestrépito,comosienmipechosonaranaullidos.

Sunny me esperaba en Uxbridge al pie del autobús. Era una mujer dehuesosgrandesycaravivaz,conelpelorizado,deuncastañocanoso,sujetoporpinzasdesigualesalosladosdelacara.Aunquehubieraganadopeso—loquehabíasucedido—,nuncahabríaparecidounamatronasinounamuchachamajestuosa.

Me sumergió en su vida, como siempre había hecho, contándome quehabíaestadoapuntodellegartardeporqueClaireteníauntapóneneloídoyesamañanalahabíallevadoalhospitalparaqueseloextrajeran;queluegoelperro había vomitado en el escalón de la cocina, probablemente porqueodiaba el viaje, la casa y el campo; y que,mientras ella—Sunny—salía abuscarme,Johnstonhabíapuestoalosniñosalimpiar,puestoqueeranelloslosquehabíanqueridotenerunperro,yClairesequejabadeseguiroyendounzumbido.

—Asíque,¿quétalsinosotrasvamosaemborracharnosaunlugarbonitoytranquiloynovolvemosmásacasa?—preguntó—.Claroquetenemosquevolver.JohnstonhainvitadoaunamigoquetieneasumujeryasushijosenIrlandayquierenirseajugaralgolf.

Sunny y yo habíamos sido amigas en Vancouver. Como nuestrosembarazossehabíansucedidoalaperfección,noslashabíamosarregladoconunsoloajuardematernidad.Unavezalasemanamásomenos,enmicocinaoenlasuya,alteradasporlosniñosyenocasionestambaleándonosdesueño,nosespabilábamosafuerzadecaféycigarrillospara lanzarnosaunacharladesenfrenada: sobre elmatrimonio, las peleas, nuestros defectos personales,nuestras interesantes y deshonrosas motivaciones, las ambiciones perdidas.LeíamosaJungalmismotiempoeintentábamosseguirlapistaalossueños.En esemomento de la vida que suele considerarse unmareo reproductivo,cuandolamujertienelamenteanegadadejugosmaternos,nosotrasseguimosimponiéndonos leer a Simone deBeauvoir,ArthurKoestler yTheCocktailParty.

La actitud de nuestros maridos no era en absoluto la misma. Cuandosacábamosesostemas,decían«Esoessóloliteratura»o«Niquetehubierasgraduadoenfilosofía».

Ahora las dos nos habíamos marchado de Vancouver. Pero Sunny sehabíatrasladadoconsumarido,sushijosysusmuebles,delamaneranormaly por las razones habituales: su marido había cambiado de trabajo. Yo en

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cambiomehabíaidoporunarazónmoderna,queseaprobabaentusiastaperofugazmente y sólo en ciertos círculos, dejando marido, casa y todo loadquirido durante el matrimonio (salvo los niños, claro, cuya posesión separcelaría)con laesperanzadehacerunavidaquepudierasobrellevarsesinhipocresía,privaciónnivergüenza.

AlasazónvivíaenelsegundopisodeunacasadeToronto.Losvecinosde abajo—los dueños de la casa— habían llegado de Trinidad hacía unadocenadeaños.Aunladoyotrodelacalle,lasviejascasasdeladrillocongalerías y ventanas altas, antaño hogares de metodistas y presbiterianosapellidados Henderson, Grisham o McAllister, rebosaban de gente de pielcobriza u olivácea que hablaba un inglés para mí desconocido, si es quesiquiera lo hablaban, y a todas horas colmaban el aire con el aroma de sucomida dulce y condimentada. A mí todo eso me hacía feliz; me daba lasensacióndehaber cambiadodeverdad,despuésdeun largoviajedesde lacasa matrimonial. Pero era demasiado esperar que lo mismo sintieran mishijas,dediezydoceaños.YohabíadejadoVancouverenprimaverayellashabíanllegadoacomienzosdelasvacacionesdeverano,supuestamenteparaestarconmigolosdosmeses.Losoloresdelacallelesresultabanasqueantesyelruidolesdabamiedo.Hacíacalorynopodíandormirniconelventiladorque les compré. Teníamos que dejar la ventana abierta, y las fiestas en lospatiostraserosdurabanaveceshastalascuatrodelamadrugada.

Expediciones alCentro deCiencias y a laTorre deComunicaciones, almuseo y al zoo, comidas en los restaurantes refrigerados de los grandesalmacenes,unviajeentransbordadoraTorontoIsland:nadapodíacompensarlaausenciadesusamigosnireconciliarlasconlaversióntravestidadelhogarque yo les ofrecía. Echaban de menos a sus gatos. Querían volver a sushabitaciones, a la libertad de su vecindario, a la parsimonia de los días dequedarseencasa.

Duranteuntiemponosequejaron.Oíquelamayorledecíaalaotra:

—A mamá hay que convencerla de que estamos contentas. Si no, sesentirámal.

Por fin, la cosa estalló. Acusaciones, confesiones de desdicha (hastaexageraciones de la desdicha, según me pareció, desplegadas en mibeneficio). Lamenor gritando «¿Por qué no vive en casa y ya está?», y lamayorrespondiéndole«Porqueodiaapapá».

Telefoneé a mi marido, que me preguntó prácticamente lo mismo y

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proporcionópor sucuenta lamisma respuesta.Cambié losbilletes, ayudéalasniñasahacer lasmaletasy las llevéalaeropuerto.Nospasamos todoelviaje jugando a un juego bobo que propuso lamayor. Había que elegir unnúmero—27,42—,mirar por la ventanilla del cochey contar los hombresqueunaveía;elvigésimoséptimo,cuadragésimosegundooloquefueseeraelhombreconelqueunasecasaría.Devueltaencasa,sola,reunítodoslosvestigiosdesupresencia—undibujoquehabíahecholamenor,unarevistaGlamour que había comprado la mayor, bisutería y ropa que en Torontopodíanponerseperoensuciudadno—ylosmetíenunabolsadebasura.Ymásomenoslomismohicecadavezquepensabaenellas;ledicerrojazoami mente. Había desdichas —las relacionadas con los hombres— que yopodíasoportaryotras—lasrelacionadasconlosniños—quemesuperaban.

Volvíavivircomoantesdesuvisita.Dejédepreparareldesayunoysalícadamañana a tomar café con bollos frescos en el del italiano. La idea dehaberme liberadode lodoméstico, almenosdemomento,meencantaba.Apartirdeeseinstante,empecéafijarmeenlaexpresióndelosqueocupabanlasbanquetasquehabíajuntoalaventanaolasmesasdelaacera:genteparalacualaquélnoeraunmomentoagradableniextraordinario,sinounaranciacostumbredelavidasolitaria.

Devueltaencasamesentabaaescribirdurantehorasenterasenunamesademadera,bajo lasventanasdeunaantiguagaleríaconvertidaencocinadeutilería. Tenía la esperanza de ganarme la vida como escritora. El solcalentaba temprano la salita y las corvas—seguramente llevaba pantalonescortos—semepegabanalasilla.Percibíaelpeculiar,dulzónolorquímicodelassandaliasdeplásticoabsorbiendoelsudordemispies.Megustaba:eraelolor demi laboriosidad y, esperaba, demis logros. Lo que escribía no eramejor que lo que me las había ingeniado para escribir en mi antigua vidamientras se asaban las patatas o la colada daba tumbos en el tambor de lalavadora.Escribíamás,sencillamente,ynopeor:esoeratodo.

Más tardemedabaunbañoy probablemente iba a ver a alguna amiga.BebíamosvinoenterrazasdepequeñosrestaurantesdeQueenStreet,BaldwinStreetoBrunswickStreetyhablábamosdenuestrasvidas;sobretododelosamantes,perocomolapalabra«amante»nos revolvíaunpocoelestómago,decíamos«elhombreconquiensalgo».Yavecesveíaalhombreconquiensalía.Durantelaestanciademishijas,yolohabíaproscrito,aunqueunpardeveces,trasdejaralasniñasenuncinegélido,habíarotolaregla.

Habíaconocidoaaquelhombreantesderompermimatrimonioyélhabía

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sido la razón directa para romperlo, aunque ante él —y ante todos— yofingiese que no era así. Cuando nos encontrábamos intentaba mostrarmedespreocupada e independiente. Intercambiábamos novedades —yo measegurabadetenerlas—,nosreíamosypaseábamosporelbarranco,peroenrealidadloqueyoqueríaeraincitarloaqueseacostaraconmigo,porquecreíaque el alto entusiasmo del sexo fusionaba lo mejor de los seres. En estascuestioneseraunaestúpida,enunsentidomuypeligrososobretodoparaunamujerdemiedad.Avecesmesentíaexultantedespuésdelosencuentros—deslumbradaysegura—,otrasveceselrecelomepesabacomounalosa.Unavez él se iba, sólo tomaba conciencia de estar llorando cuando sentía laslágrimas corriéndome por lasmejillas. Elmotivo solía ser una sombra quehabíaentrevistoenél,unabrusquedad,algunaadvertenciaoblicua.Másalládelasventanas,amedidaqueoscurecía,empezabanlasfiestasenlosjardinestraseros;más tarde, lamúsica, losgritosy lasprovocaciones terminaríanenpeleasyyotendríamiedo,nodelaposiblehostilidadsinodeunaespeciedeinexistencia.

EnmediodeunadesuscrisistelefoneéaSunnyyellameinvitóapasarelfindesemanaenelcampo.

—Quéhermosoesesto—dije.

Pero, paramí, la regiónpor laqueviajábamosno significabanada.Lascolinaseranunaseriedelomasverdes,enalgunashabíavacas.Habíapuentesbajosdecementosobrearroyosasfixiadosdejuncos.Elhenoseempacabadeunaformanueva,enrollosquequedabanenloscampos.

—Esperaaverlacasa—dijoSunny—.Essórdida.Enlatuberíahabíaunratón.Muerto.Aúnsiguenapareciendopelosenelaguadelabañera.Ahoraesoestáarreglado,peronuncasesabequémáspasará.

Nomepreguntóporminuevavida.¿Eradelicadezaocensura?Talveznosupieraempezar,simplementenopudiera imaginársela.De todosmodos,yole habría dicho mentiras, o medias verdades. Fue muy duro romper, perohabíaquehacerlo.Claroquesiemprehayunprecio;nosabescómoechodemenos a las niñas.Estoy aprendiendo cómo se le devuelve la libertad a unhombre y a ser libre yo misma. Estoy aprendiendo a tomarme el sexo deformarelajada,algomuydifícilparamíporquenoesloquenosenseñaronyencimayanosoyjoven,peroestoyaprendiendo.

Unfindesemana,pensé.Parecíamuchotiempo.

En el lugar donde había habido una galería quedaba una cicatriz en los

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ladrillosdelacasa.LosniñosdeSunnytrotabanenlaexplanada.

—Markhaperdidoelbalón—gritóGregory,elmayor.

Sunnylesdijoquemesaludaran.

—Hola.Markhatiradolapelotaalotroladodelcobertizoyahoranolaencontramos.

La niña de tres años, nacida después de nuestro último encuentro, saliócorriendo de la cocina y se detuvo, sorprendida de ver a una extraña. Peroenseguidaserecuperóymedijo:

—Mehavoladounbichoenlacabeza.

Sunnylaalzóenbrazos.Yocogímibolsoyentramosenlacocina,dondeMikeMcCallumestabauntandokétchupenunarebanadadepan.

—Erestú—dijimoscasialmismotiempo.Reímoslosdosycorríhaciaélalavezqueélavanzaba.Nosdimoslamano.

—Penséqueerastupadre—expliqué.

Nosésilleguéaacordarmedelperforador.Másbienhabíapensado:«Yoa este hombre lo conozco».Un hombre quemovía su cuerpo con ligereza,comosientrarysalirdeunpozoparaélnofueranada.Pelomuycortoconcanas incipientes, ojos profundos de color claro. Cara magra, jovial peroaustera.Unareservaproverbial,nadadesagradable.

—Imposible—dijoél—.Papámurió.

Johnstonentróenlacocinaconlasbolsasdegolf,mesaludóyledijoaMikequesedieraprisa.

—Seconocen,cariño—explicóSunny—.Quiénlohubieradicho.

—Decuandoéramosniños—dijoMike.

—¿Deverdad?—preguntóJohnston—.Esincreíble.

Ytodosjuntosagregamosloqueibaaagregarél.

—Elmundoesunpañuelo.

Mikeyyoaúnnosmirábamos riendo,comosinosdejáramosclaroqueese descubrimiento, que a Sunny y Johnston les parecía increíble, paranosotroserauncómicoydeslumbranteestallidodebuenasuerte.

Durante toda la tarde, mientras los hombres estuvieron fuera, me sentí

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llenadeunafelizenergía.HiceunpasteldemelocotónparalacenayleleíaClaireparaquedurmieralasiestamientrasSunnyllevabaalosniñosapescar,infructuosamente,enelverdíndelarroyo.Luegolasdosnossentamosenelsuelo de la sala, con una botella de vino, y otra vez fuimos amigas quehablabannodelavidasinodelibros.

Mikenorecordabalasmismascosasquerecordabayo.Élnosrecordabaandandoporlaestrechacumbredeunoscimientosdehormigón,imaginandoqueeraunedificioaltísimodelquesinosllegábamosacaernosmataríamos.Yodijequedebíadehabersidootrolugar,peroluegorecordéloscimientosdeungarajequenohabíallegadoaconstruirseenelcrucedenuestrocaminoconlacarretera.¿Noshabíamossubidoallí?

Sí.

Yomeacordabadehaberqueridoaullaravozencuellodebajodelpuentey de tenermiedo de los chicos de la ciudad. Él no se acordaba de ningúnpuente.

Losdosrecordábamoslasbolasdearcillaylaguerra.

Noshabíamospuestoafregar juntos losplatosparapoderhablarsinserdesatentos.

Mecontócómohabíamuertosupadre.Habíafallecidoenunaccidentedetráfico,volviendodeuntrabajocercadeBancroft.

—¿Ytuspadresviven?

Ledijequemimadrehabíamuertoyquemipadresehabíavueltoacasar.

Llegado unmomento le conté que estaba separada demimarido y quevivíaenToronto.Ledijequehabíatenidountiempoamishijasperoahoraestabandevacacionesconsupadre.

Élme contó que vivía enKingston, pero no que no llevaba allímuchotiempo.Había conocido a Johnston hacía poco, a través del trabajo. ComoJohnston,eraingenierocivil.SumujerhabíanacidoenIrlandaperotrabajabaen Canadá cuando la conoció. Era enfermera. En ese momento estaba enIrlanda,enCountyClare,visitandoasufamilia.Sehabíallevadoalosniños.

—¿Cuántosniños?

—Tres.

Cuandoacabamosconlosplatos,fuimosalasalaynosofrecimosajugar

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alScrabbleconlosniñosparaqueSunnyyJohnstonpudierandarunpaseo.Unasolapartida;sesuponíaqueerahoradeirsealacama.Perolosniñosnosconvencieron de que empezáramos otra, y cuando volvieron los padres aúnestábamosjugando.

—¿Quéoshabíadicho?—preguntóJohnston.

—Eslamismapartida—mintióGregory—.Dijistequepodíamosacabarlapartidayeslamisma.

—Seguro—dijoSunny.

Añadióque era unanochepreciosayque con esode tener canguros encasaellayJohnstonseacostumbraríanmal.

—Anoche Mike se quedó con los niños y hasta fuimos al cine. Unapelículavieja.ElpuentedelríoKwai.

—Sobre—dijoJohnston—.SobreelríoKwai.

—Detodosmodos,yoyalahabíavisto—repusoMike—.Haceaños.

—Estábastantebien—dijoSunny—.Sóloquememolestóelfinal.Paramíesunerror.¿TeacuerdasdecuandoAlecGuinnessveelcableenelagua,por lamañana,ysedacuentadequealguienvaavolarelpuente?Seponecomo loco y entonces todo se complica porque morirá todo el mundo ydemás.Vale,paramítendríaquehabervistoelcableysaberloquepasaría,peroquedarsedetodosmodosymorirenlaexplosión…Meparecequeesloqueharíaesepersonaje,ydramáticamentehabríasidomáseficaz.

—No —dijo Johnston, en un tono de haber discutido ya el asunto—.¿Dóndeestaríaelsuspense,entonces?

—EstoydeacuerdoconSunny—terciéyo—.Recuerdoqueel finalmepareciómuycomplicado.

—¿Yati,Mike?

—A mí me pareció muy bien —respondió Mike—. Muy bien comoestaba.

—Chicoscontrachicas—comentóJohnston—.Gananloschicos.

Lesdijoalosniñosquerecogieraneljuegoylosniñosobedecieron.PeroaGregoryseleocurrióquequeríaverlasestrellas.

—Sólo aquí se pueden ver —adujo—. En casa siempre hay luces y

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porquerías.

—Eh, cuidado —dijo el padre. Pero enseguida agregó—: De acuerdo,venga,perocincominutos,vamostodosamirarelcielo.

Buscamos laEstrellaGuarda, cercana a la segunda del brazo de laOsaMayor. Si uno alcanzaba a verla, dijo Johnston, quería decir que teníasuficientebuenavistaparaentraren lasFuerzasAéreas;almenosasíhabíasidodurantelaSegundaGuerraMundial.

—Yolaveo,peroyasabíaqueestabaallí—dijoSunny.

—Yo la he visto—dijo Gregory, desdeñoso—. La he visto aunque nosabíasiestabaallíono.

—Yotambiénlahevisto—dijoMark.

Mikeestabadelantedemíyaun lado.EnrealidadestabamáscercadeSunny.Nohabíanadiedetrásyyoqueríarozarlo;rozarlevemente,comoporcasualidad,subrazoosuhombro.Luego,siélnoseapartaba—¿porcortesía,porconsiderarlounsimpleaccidente?—,queríaapoyarleundedoensunucadesnuda.¿Eraesoloquehabríahechoélsihubieraestadodetrásdemí?¿Enesosehabríaconcentrado,envezdeenmirarlasestrellas?

Tenía la sensación, sin embargo, deque era unhombre escrupuloso.Sehabríarefrenado.

Y por la misma razón, por cierto, esa noche no iría a mi cama. Encualquier caso era tan arriesgado que se hacía imposible. Arriba había treshabitaciones:ladelasvisitasyladelospadresdabanalamásgrande,dondedormían los niños.Quien quisiera entrar en cualquiera de las dos pequeñasteníaquepasarporlaotra.AMike,quelanocheanteriorhabíadormidoenlade las visitas, lohabían trasladado abajo, al sofádesplegablede la sala.Envez de deshacer la cama en donde dormiría yo, Sunny le había dado a élsábanaslimpias.

—Esmuylimpio—dijo—.Yafindecuentasesunviejoamigo.

Yo no podía pasar una noche apacible entre aquellas sábanas. En missueños, no en la realidad, olían a juncos, barro de río y cañas bajo el solcandente.

Sabíaqueélnovendríapormuypocoquefueraelriesgo.Habríasidounactomalvistoencasadesusamigos,queconeltiempotambiénserían—sinoloeranya—amigosdesumujer.¿Ycómopodíaestarsegurodequeyo

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quería eso? ¿O de que él quería, realmente? Ni siquiera yo estaba segura.Hasta entonces siempre había podido considerarme una mujer fiel a lapersonaconquiendormíaenunmomentodado.

Dormí inquieta y tuve sueños de una lujuria monótona, con tramassecundariasirritantesydesagradables.UnasvecesMikequeríacooperarperoencontrabaobstáculos.Otrasvecessevolvíaesquivo,comocuandodecíaqueme había comprado un regalo pero acababa de perderlo y era para élimportantísimorecuperarlo.Yoledecíaquenosepreocupara,queelregalono me importaba porque mi regalo era él, la persona que quería y habíaqueridosiempre;decíaeso.Peroélseguíapreocupado.

Todalanoche—oalmenoscadavezquemedespertaba,ymedespertémuchasveces—,losgrillosestuvieroncantandojuntoamiventana.Primeropensé que eran pájaros, un coro de infatigables pájaros nocturnos. Llevabaviviendo en ciudades el tiempo suficiente para haber olvidado la perfectacascadadesonidoquepuedenobrarlosgrillos.

Hayquedecir, también,queenocasionesaldespertarmemeencontrabavaradaenunbancoseco.Unalucidezinoportuna.¿Quésabesenrealidaddeesehombre?¿Quésabeélde ti?¿Quémúsica legusta, aquiénvota?¿Quéesperadelasmujeres?

—¿Habéisdormidobien?—preguntóSunny.

—Comounapiedra—dijoMike.

—Bien,sí—contestéyo.

Esamañana,todoelmundoestabainvitadoaalmorzarenlacasadeunosvecinosqueteníanpiscina.Mikedijoqueélpreferíadarseunavueltaporelcampodegolf,sinohabíaproblema.

—Claro—Sunnymemiró—.Bueno,nosésitú…—dijo.

YMikepreguntó:

—Túnojuegasalgolf,¿no?

—No.

—Peroigualpodríashacermedecaddie.

—Teharédecaddieyo—intervinoGregory.Estabadispuestoaapuntarseacualquierexcursiónquehiciéramosnosotros,segurodequelopasaríamejorytendríamáslibertadqueconsuspadres.

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Sunnyledijoqueno.

—Túvienesconnosotros.¿Noquieresmeterteenlapiscina?

—Enesapiscina,todosloschavaleshacenpipí.Nosécómonolosabes.

Antes de salir, Johnston nos había prevenido de que anunciaban lluvia.Mike dijo que correríamos el riesgo.Me gustó que hablara en plural ymegustó ir en el coche con él, en el asiento de la esposa.Me causaba placerimaginarnos como pareja, un placer que sabía exaltado, adolescente. Mecautivabalaideadeseresposa,comosinolohubierasidonunca.Esonomehabíapasadoconelhombrequeentonceseramiamante.¿Deverdadhabríapodido asentarme con un amor verdadero, desprenderme de las partesmíasquenoencajabanyserfeliz?

Peroahoraqueestábamossoloshabíaciertainhibición.

—¿Noeshermosoelcampoaquí?—pregunté.

Y ahora lo decía en serio. Bajo el nuboso cielo blanco, las colinasparecían más suaves que el día anterior bajo el sol insolente. A fines delverano,elfollajedelosárbolessecorroía;losbordesdelashojasempezabana oxidarse y algunas ya estaban del todo castañas o rojas.Yoya reconocíadiferenteshojas.

—Robles—dije.

—Aquíelsueloesarenoso—explicóMike—.Entodalacomarca…LallamanCrestadelosRobles.

DijequesuponíaqueIrlandaeramuyhermosa.

—Algunaszonassonmuyáridas.Rocapelada.

—¿Tumujercrecióallí?¿Hablaconeseacentoencantador?

—Si la escucharas dirías que sí. Pero cuandovuelve le dicen que lo haperdido. Le dicen que parece americana. Americana es lo que dicensiempre…Tantolesdasiescanadiense.

—Ytushijos…Supongoquenotienenacentoirlandés,¿no?

—No.

—Porcierto,¿sonniñosoniñas?

—Dosniñosyunaniña.

Ahorayosentíaunapremioporhablarledelascontradicciones,laspenas

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ylasnecesidadesdemivida.

—Yoechodemenosamishijas—dije.

Peronocontestó.Niunapalabradecomprensión,ningúnaliento.Talvezle parecía indecoroso hablar de nuestras parejas y nuestros hijos, dadas lascircunstancias.

Poco después entrábamos en el aparcamiento del club y, un pocoestrepitosamente,comoparacompensarlarigidez,élcomentó:

—Parecequeelmiedoalalluviahadejadoalosgolfistasdominguerosencasa.

Enelaparcamientohabíaunsolocoche.Mikesebajóyfuealdespachoapagarmientrada.

Yo nunca había estado en un campo de golf. Había visto partidos portelevisión,unaodosvecesynuncapordecisiónpropia,yteníalavagaideadequeaciertospalosselosllamabahierros,oaciertoshierrospalos,queunoen especial era elniblick y el campo se llamaba link.Cuando le dije eso aMike,contestó:

—Alomejorteaburresespantosamente.

—Simeaburrodaréunpaseo.

Esopareciógustarle.Meapoyóenelhombrounamanocálidaydijo:

—Veráscómotedanganas.

Mi ignorancia no importaba —desde luego que no tuve que hacer decaddie—ynomeaburrí.MiúnicatareaeraseguiraMikepordondefueraymirarlo. En realidad ni siquiera tenía quemirarlo. Podría habermirado losárbolesquebordeabanelcampo;eranunosárbolesaltosdecopaplumosaytroncoesbelto,decuyonombreyonoestabasegura—¿acacias?—,agitadosde vez en cuando por un viento que allí abajo no se sentía.También habíabandadas de pájaros, mirlos o estorninos, que volaban con una urgenciacomunitaria,aunquesólodeunacopaaotra.Recordéentoncesqueesohacíanlos pájaros; en agosto o a fines de julio empezaban a celebrar bulliciosasreunionesenmasa,preparándoseparavolaralsur.

DevezencuandoMikehablaba,peroraravezamí.Nohabíanecesidaddequeyorespondiera,ydehechonohabríapodidohacerlo.Mepareció,sinembargo,quehablabamásquesihubieraestado jugandosincompañía.Suspalabras inconexas eran reproches, elogios prudentes o advertencias para él

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mismo, y en ocasiones no eran casi palabras sino esos sonidos que quierencomunicarunsignificado,ylocomunican,enlalargaintimidaddelasvidasvividasencercaníavoluntaria.

Sesuponíapuesqueyodebíahacereso:proporcionarleunanocióndesíamplificada, extendida.Unanociónmáscómoda,podríadecirse,un sentidotranquilizador de la soledad propia por donde cada humano se mueve sinhacer ruido. De haber sido yo un hombre, él no habría tenido la mismaexpectativa,olasolicitudnohabríasidotannaturalyespontánea.Tampocosihubierasidounamujerconquiennocreíatenerunvínculoestablecido.

Todo eso no era producto demi imaginación. Estaba allí, entero, en elplacer que me inundaba mientras caminábamos por el link. Las dolorosasdescargas de deseo que me habían recorrido por la noche se habíandomesticadoy limitadoaunadelicada llamapiloto,atenta,conyugal.Yo loobservaba colocarse, elegir, calcular, ojear, balancearse, y luego miraba eltrayecto de la pelota, que a mí me parecía siempre triunfal y a élproblemático,hastaellugardelretosiguiente,denuestrofuturoinmediato.

Caminábamoscasisinhablar.¿Lloverá?,decíamos.¿Nohassentidounagota?Amímeparecióquesí.Alomejorno.Noeralatípicaydudosacharlasobreel tiempo;pertenecíaalcontextodel juego.¿Creesqueacabaremos lavuelta?

El caso fue que no la acabamos. Hubo una gota de lluvia —indudablementeunagota—,luegootrayporfinungolpeteo.Porencimadelcampo, Mike miró hacia donde las nubes habían cambiado de color, delblancoalazulplomizo,ysinespecialalarmanidecepcióndijo:

—Aquíestánuestralluvia.

Luegosepusoaordenarmetódicamentelabolsa.

Nopodríamoshaberestadomáslejosdelacasadelclub.Lospájaros,enunalborotocreciente,nossobrevolabanencírculos, indecisos,agitados.Lascopasdelosárbolessesacudíanyhubounruido—alparecer,sobrenuestrascabezas—comodeolapedregosaestrellándosecontralaplaya.Mikedijo:

—Mejornosmetemosallídebajo.

Albordedelahierbahabíaunosarbustosdehojasoscurasyaspectocasiformal,comosi loshubieranplantadoenseto.Peroeransilvestresyhabíancrecido apretados. Aunque parecían impenetrables, al acercarnos vimospequeñas entradas, sendas angostas abiertas por animales o jugadores en

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buscadepelotas.Elterrenodeclinabasuavementey,despuésdeatravesareldesparejomurodematas,entrevimoselrío,elríoqueexplicabaelcarteldelaentrada,elnombredelclub.ClubdegolfLaRibera.Elaguaeradeungrisaceradoylasráfagasdevientolahabíanondulado,perosinromperencrestascomoladelosestanques.Entrelaorillaynosotroshabíaunpradodemalezaflorecida. Solidago, salvia de campanillas violáceas, algo que me parecióortiga en flor —púrpura o blanca— y ásteres silvestres. Parra, también,rodeandoloqueencontrarayanudándose,oenmarañabajolospies.Elsueloera suave, no del todo espumoso.Ni las plantas de aparienciamás frágil ydelicadallegabananuestrascabezas.

Cuandonosparamosamirarentreellasvimos,apocadistancia,gruposdeárbolesagitándosecomoramos.Yalgoqueseaproximabaenladireccióndelas nubes sombrías. Era la lluvia de verdad, que venía detrás del primerchubasco,perodaba la impresióndesermuchomásqueuna lluvia.Parecíacomo si una gran porción del cielo se hubiera desprendido y empezara adescargarse, clamorosa y resuelta, bajo una forma animal no del todoreconocible. A la cabeza se desplazaban cortinas de agua; no velos, sinogruesascortinasquese sacudíanconviolencia.Lasdivisábamosclaramenteaunquetodavíanosintiéramosmásqueunasgotaslevesyociosas.Habríamospodidoestarmirandoatravésdeunaventana,sincreerqueelcristalfueraahacerseañicos,hastaqueserompióyelvientoylalluvianosembistieronymicabellosealzóenunrevuelo.Penséqueprontosemeibaaerizarlapiel.

Enaquelmomento intentédar lavuelta; tenía laurgencia,quenohabíasentidohastaentonces,desalirdelosarbustosycorrerhacialacasa.Peronopodíamoverme.Bastantecostabayatenerseenpie;acieloabierto,elvientomehabríaderribadoenseguida.

Encorvándose para meter la cabeza entre las matas, la cara contra elvientoysinsoltarmeelbrazo,Mikesepusodelantedemí.Luegosevolvióamirarme, protegiéndome de la tormenta. Tanto habría dado que se hubierainterpuestounpalillo.Medijoalgoa lacara,perono looí.Pormuchoqueestuviesegritandonomellegabaniunsonidosuyo.Mehabíacogidolosdosbrazosybajó lasmanoshasta aferrarme lasmuñecas.Así fue tirandohaciaabajo —en el intento de cambiar de posición trastabillamos— hasta queestuvimos los dos en cuclillas. Tan cerca estábamos uno de otro que nopodíamos mirarnos; sólo podíamos mirar el suelo, los diminutos ríos queempezaban a romper en torno a nuestros pies, las plantas aplastadas, loszapatos empapados.Veíamos aquello a través de los torrentes que rodaban

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pornuestracara.

Mikeme soltó lasmuñecasymeplantó lasmanosen loshombros.Eramásungestoderetraimientoquedesosiego.

Asípermanecimoshastaquecesóelviento.Nopudieronsermásdecincominutos,yquizáfueronsólodosotres.Seguíalloviendo,peroeraunalluviafuerte,normal.Élretirólasmanosynoslevantamostemblando.Teníamoslascamisasylospantalonespegadosaloscuerpos.Amíelpelomecaíasobrelacara en largos zarcillos de bruja y él tenía cortos tallos oscuros aplastadossobre la frente. Intentósonreír,peroapenas lequedabanfuerzas.Luegonosbesamos y estuvimos abrazados un instante. Fue más un rito, elagradecimientoporhabersobrevivido,queunatendenciadeloscuerpos.Loslabiossedeslizaronunossobreotros,frescosyresbaladizos,ylapresióndelabrazonosestremeciólevemente,comosinoshubierarociadoconaguafría.

Cada vez llovía menos. Tambaleando un poco sobre hierbas medioaplastadasnosabrimospasoentrelosgruesosarbustoschorreantes.Portodoelcampodegolfhabíagrandesramasarrancadas.Sólomástardepenséquealgunahabríapodidomatarnos.

Anduvimosalrasoesquivandolasramascaídas.Yacasinollovíayelaireempezabaailuminarse.ComocaminabaconlaCabezainclinada,paraqueelaguaquemecaíadelpelonorodasepormicara,sentíelsolcalentándomeloshombrosantesdealzarlosojosalaluzfestiva.

Me detuve, respiré hondo ymoviendo la cabezame quité el pelo de lacara.Habíallegadoelmomento,ahoraqueestábamosempapados,asalvoyfrentealfulgor.Ahorahabíaquedeciralgo.

—Hayunacosaquenotehedicho.

Suvozmesorprendió,comoelsol.Peroenelsentidoopuesto.Habíaenellaunpeso,unaadvertencia,unadecisiónconunmatizdeexcusa.

—Sobrenuestrohijomenor—dijo—.Nuestrohijomenormurióelveranopasado.

Oh.

—Murióatropellado—añadió—.Loatropelléyo.Dandomarchaatrásenlapuertadecasa.

Volvíapararme.Elseparóconmigo.Losdosmirábamosadelante.

—SellamabaBrian.Teníatresaños.Elcasoesque…yopenséqueestaba

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enlacama.Losotrosaúnestabanenpie,peroaéllohabíamosacostado.Yfueyselevantó.Sinembargodebímirar.Debímirarconmáscuidado.

Imaginéelmomentoenquesehabíabajadodelcoche.Elruidoquedebiódehacer.Lamadrecorriendofueradelacasa.Noesél.Elnoestáaquí.Estonohapasado.

Arriba,enlacama.

Echóaandardenuevoyentróenelaparcamiento.Yo loseguíaaunospasos.Ynodijenada;niunapalabraamable,impotente.Lohabíamosdejadoatrás.

Él no dijo: «Fue mi culpa» o «Nunca lo podré superar. Nunca me loperdonaré.Perohagotodoloquepuedo».

Ni:«Mimujermeperdonaperoellatampocolovaasuperar».

Yolosabía.Ahorasabíaqueéleradeesosquehantocadofondo.Deesosque saben —como no sabía yo, ni me acercaba siquiera a saber— quésignificaexactamentetocarfondo.Losdoslosabían,élysumujer,yesolosunía comosólo lohaceaquelloqueuneo separapara siempre.Noviviríansiempreenelfondo,claro.Perocompartiríanelhechodeconocereseespaciocentralgélido,vacío,cerrado.

Podríasucederleacualquiera.

Sí. Pero no parece que sea así. Parece que le sucediera a éste, a aquél,elegidosaquíyallá,deunoenuno.

—Noesjusto—dije.

Hablaba de cómo lidiar con esos castigos fortuitos, esos zarpazosmalvados y catastróficos. Peores así, tal vez, que cuando ocurren entre unaluvión de desgracias, en la guerra o en un terremoto. Y todavía peorescuando hay alguien cuya acción, probablemente una acción inhabitual, lohacesingularypermanentementeresponsable.

Deesohablaba.Perotambiénqueríadecir:Noesjusto.¿Yesoquétienequeverconnosotros?

Una protesta tan brutal que casi parece inocente, cuando surge de laméduladelser.Inocente,esdecir,cuandoesunaquienlaelevaynolahacepública.

—Enfin—dijoélconmuchasuavidad.Porquenoseveíalajusticiapor

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ningún lado—. Sunny y Johnston no lo saben —agregó—. No lo sabeningunodelosqueconocimosdespuésdecambiardecasa.Nosparecióqueasí nos arreglaríamosmejor. Ni siquiera los otros niños…Ellos casi no lomencionan.Nolonombran.

Yonoeradelosquehabíanconocidodespuésdedejarlacasa.Noeradelaspersonasentrelasqueharíansunuevavida,normalyardua.Yoeraunapersonaquesabía;nadamás.Unapersonaqueélteníaparasíyquesabía.

—Quéraro—exclamó,mirandoalrededor,antesdeabrirelmaleteroparacolocarlospalos—.¿Quépasóconeltíoquehabíaaparcadoaquí?¿Tefijasteen que cuando llegamos había un coche? Pero en el campo no vi a nadie,ahoraquelopienso.¿Ytú?

Contestéqueno.

—Unmisterio—dijo.Yotravez—:Enfin.

Eraunaexpresiónqueyohabíaoídomuchasvecesenmiinfancia,ydichaen el mismo tono. Un puente entre una cosa y otra, una conclusión o unaformadedeciralgoquenopodíadecirsemásclaramente,nipensarse.

«Elfindelpozoestáenelpozo»,eraelchisteparacontestar.

Latormentahabíamalogradolafiestajuntoalapiscina.Erandemasiadosinvitados para meterse en casa, y los que tenían hijos habían preferidomarcharse.

En el camino de vuelta, tanto Mike como yo habíamos notado—y lohabíamos comentado— una picazón en los antebrazos, en el dorso de lasmanosyalrededordelostobillos.Lugaresquehabíamostenidoaldescubiertoalacuclillarnosentrelamaleza.Meacordédelasortigas.

SentadosenlacocinadeSunny,yaconropaseca,contamoslaaventuraymostramoslasronchas.

Sunny sabía qué hacer. La del día anterior conClaire no había sido suprimeravisitaalasaladeurgenciasdelhospitallocal.Otrofindesemana,losniños se habíanmetido en un terreno fangoso, detrás del establo, y habíanvueltocubiertosdemanchasyverdugones.Elmédicohabíadichoquedebíande haber rozado ortigas. Que se habrían revolcado en ellas, había dichoexactamente. Había recetado compresas frías, una loción antihistamínica yunaspíldoras.Enelfrascoaúnquedabaloción,ytambiénquedabanpíldorasporqueMarkyGregorysehabíancuradoenseguida.

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Dijimosquepíldorasno;lonuestronoparecíatanserio.

Sunnycontóquehabíahabladoconlamujerdelagasolinera,yquesegúnellahabíaunaplanta concuyashojas sehacía elmejor cataplasmapara lasronchasdeortiga.Nadadepíldorasni porquerías, habíadicho lamujer.Laplantasellamabaalgoasícomopiedecordera.¿Piscornera?Lamujerhabíadichoqueselaencontrabaenciertocrucedecaminos,juntoaunpuente.

Sunny teníamuchas ganas de hacerlo; le encantaba la idea del remediofolclórico.Tuvimosqueadvertirlequelalociónyaestabaallí,ypagada.

Peroelladisfrutabavelandopornosotros.Enrealidad,nuestratribulaciónpusoatodalafamiliadebuenhumor,losapartódelosinconvenientesdeldíade tormenta y los planes cancelados. El hecho de que hubiésemos resueltoirnosjuntosyhubiésemosvividounaaventura—unaaventuracuyaspruebasllevábamos en el cuerpo—, parecía despertar en Sunny y Johnston unentusiasmoprovocativo.Graciosasmiradasdeél,unasolicitudencendidadepartedeella.Porsupuestoquesihubiéramosaportadopruebasdeverdaderamala conducta —abrojos en el trasero, manchas rojas en los muslos y elvientre—,nohabríansidotanencantadoreseindulgentes.

A los chicos los divertía vernos sentados con los pies en sendaspalanganas,losbrazosylaspiernasenvueltosentraposgruesos.AClaireladeleitaba en especial la visión de nuestros pies adultos disparatadamenteexpuestos.Mike retorcía los largos dedos y ella rompía en ataques de risaalarmada.

Bien.Sialgunavezvolvíamosaencontrarnosseríalomismodesiempre.O si no nos encontrábamos más. Un amor inútil, consciente de su lugar.(Alguien había dicho que irreal, porque nunca se arriesgaría a partirse elcuello,a transformarseenunchistemalooaconsumirse tristemente).Nadaarriesgado y sin embargo vivo como un hilo de agua dulce, una fuentesubterránea.Conelpesodeesenuevosilencio,esesello.

En todos los añosdenuestra amistadmenguantenunca lepedí aSunnynoticiasdeél,nilastuve.

Esasplantasdegrandesflorespúrpurasnosonortigas.Hedescubiertoquese llaman algo así comodactilorizas.Lasortigas entre las que seguramentenosmetimossonplantasmásinsignificantes,susfloressondeunpúrpuramásclaro y tienen tallos malignamente provistos de espinas finas, feroces,penetranteseinflamatorias.Aunquenolasnotáramos,tambiéndeésasdebiódehaberhabidoenelpradobaldío.

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Posteyviga

Lionellescontócómohabíamuertosumadre.

Habíapedidoelestuchedemaquillaje.Lionellesosteníaelespejo.

—Me llevará alrededor de una hora—había dicho ella. Crema, polvosfaciales, delineador, mascarilla, barra de labios, colorete. Era lenta ytemblaba,peronohabíahechounmaltrabajo.

—Nohastardadounahora—habíadichoLionel.

—No,nohablabadeeso.

Hablabademorirse.

Ellehabíapreguntadosiqueríaquellamaseasupadre.Elpadredeél,elmaridodeella,elpastor.

Ellahabíadicho:«¿Paraqué?».

Habíaerradoenlapredicciónporapenascincominutos,másomenos.

Estaban sentados detrás de la casa—la casa deLorna yBrendan—, enunaterracitaquemirabaalaríadeBurrardylaslucesdePointGrey.Brendanselevantóamoverelaspersoraotrafranjadecésped.

LornahabíaconocidoalamadredeLionelhacíapocosmeses.Unamujerbonita,menuda,depeloblancoyunencantoarrollador,quehabíallegadoaVancouver desde un pueblo de lasRocosas para ver la gira de laComédieFrançaise.LionellehabíapedidoaLornaquelosacompañara.Despuésdelafunción,mientrasLionel laayudabaaponerse lacapade terciopeloazul, lamadrelehabíadichoaLorna:

—Quéalegríamedaconoceralabelleamiedemihijo.

—Noexageremosconelfrancés—habíadichoLionel.

Lorna ni siquiera sabía muy bien qué significaba belle amie. ¿Bella

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amiga?¿Amante?

Lionel la habíamirado alzando las cejas por encima del hombro de sumadre.Comoavisando:«Nadadeloquedigaesculpamía».

Enuntiempo,LionelhabíasidoalumnodeBrendanenlauniversidad.Undiamantesinpulirdesólodieciséisaños.Lamentematemáticamásbrillanteque Brendan había conocido. Después, Lorna se había preguntado si lainsólita generosidad deBrendan con los estudiantes talentosos no lo habríallevado a dramatizar. También debido al giro que habían tomado losacontecimientos.SibienBrendansehabíadesprendidodelfardoirlandés—lafamilia, la iglesia, las canciones sentimentales— tenía debilidad por loscuentos trágicos. Y por cierto que, después del comienzo deslumbrante,Lionelhabíasufridounaespeciedecolapsonerviosoytrasunatemporadaenelhospitalsehabíaperdidodevista.HastaqueBrendanselohabíatopadoenel supermercadoyhabíadescubiertoquevivía adoskilómetrosde sucasa,allíenVancouvernorte.HabíadejadodeltodolasmatemáticasytrabajabaenlaeditorialdelaIglesiaanglicana.

—Ven a vernos —había dicho Brendan. Notaba a Lionel algodesamparadoysolitario—.Ven,asíconocerásamimujer.

Estabacontentodetenerunhogar,depoderinvitaragente.

—Demodo que nome imaginaba cómo serías—dijoLionel cuando lecontóaquelloaLorna—.Penséquealomejorerasespantosa.

—Caramba—exclamóLorna—.¿Porqué?

—Quéséyo.Esposas.

Ibaaverlosporlasnoches,cuandoyasehabíanacostadolosniños.Cadaleve intrusiónde lavidadoméstica—un llantodebebé llegándolesporunaventanaabierta,lareprimendadeBrendanaLornapordejarlosjuguetesenlahierbaenvezdeguardarlosenelarenero,opreguntandodesde lacocinasihabía comprado limas para el gin-tonic—, parecía provocarle a Lionel unestremecimiento, una tensión en su cuerpo angosto y su cara alerta ydesconfiada.Entoncesteníaquehaberunapausa,unretrocesoapreciableencuanto al contacto humano. Una vez, muy despacio, con la melodía de OTannenbaum,sehabíapuestoacantar:Vidadehogar,vidadehogar.Sonreíalevementeenlapenumbra,oesocreyóLorna.Lasonrisalehabíarecordadoala de su hija de cuatro años, Elizabeth, cuando susurraba en público uncomentario escandaloso al oído demamá.Una sonrisita secreta, satisfecha,

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algoalarmada.

Lionelsubíalacolinaensualtabicicletaanticuada,enunaépocaenquecasinadieusababicicletasalvolosniños.Nuncasecambiabalaropaconlaque iba a trabajar. Pantalones oscuros, una camisa blanca siempre sobada,raídaenlospuñosyelcuello,yunacorbataanodina.LanochedelaComédieFrançaise había añadido al atuendo una chaqueta de tweed de hombrosdemasiadoanchosymangasdemasiadocortas.Talveznotuvieramásropa.

«Trabajo para ganarme el pan—decía—. Y ni siquiera en la viña delSeñor.Enladiócesisdelarzobispo».

Y:«AvecespiensoqueestoyenunanoveladeDickens.YloraroesqueDickensnomegusta».

Por lo general hablaba con la cabeza ladeada, los ojos puestos un pocomás allá de Lorna. Tenía una voz leve y rauda, a veces transida de unaexaltación nerviosa. Todo lo refería con cierto azoramiento. Hablaba deldespachoendonde trabajaba,eneledificioqueestabadetrásde lacatedral.Delaspequeñasventanasgóticasylamaderabarnizada(paraimponerunaireeclesiástico), el portasombreros y el paragüero (que por alguna razón lollenabadeunaprofundamelancolía), lamecanógrafa Janiney la editoradeNoticiasdelaIglesia,laseñoraPenfound.Elesporádicovisitante,espectralydesencajado arzobispo. Había una batalla inconclusa por los saquitos de téentreJanine,quelosprefería,ylaseñoraPenfound,quenolosrechazaba.

Todoelmundomasticabaalgoensecretosincompartirlo jamás. Janine,caramelos;Lionel,garrapiñadasdealmendra.Cuálseríaelplacersecretodela señora Penfound era algo que ni él ni Janine habían logrado descubrir,porquelaseñoraPenfoundnotirabalosenvoltoriosalapapelera.Noobstantesiempreteníalasmandíbulassubrepticiamenteatareadas.

Mencionaba el hospital en donde lo habían internado un tiempo yexplicabacómoseparecíaaldespachoencuantoalodecomeraescondidas.A los secretos en general. Pero había una diferencia y era que de vez encuandoenelhospitallomaniatabanaunoparaconectarlo,decía,alenchufedelaluz.

—Eramuy interesante.Enrealidaderaatroz.Peronopuedodescribirlo.Esoesloextraño.Lorecuerdoperonopuedodescribirlo.

Acausade lo sucedidoen el hospital, decía, andabaun tanto escasoderecuerdos.Escasodedetalles.LegustabaincitaraLornaacontarlelossuyos.

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EllalecontócosassobresuvidaantesdecasarseconBrendan.Delasdoscasasexactamenteigualesquesealzabanunaalladodelaotraenlaciudadde su infancia. Enfrente había un canal profundo llamado Arroyo Tintoporque solía arrastrar agua coloreada debido a los vertidos de la fábrica detejidos. Detrás había un prado silvestre adonde supuestamente las niñas nodebían ir. En una de las casas vivía ella con su padre; en la otra vivían laabuela,latíaBeatriceylaprimaPolly.

Pollynoteníapadre.EsoeraloquesedecíayloqueentoncesLornacreíasinceramente.Pollynoteníapadre,igualqueungatoManxnotienecola.

En lasaladeestarde laabuelahabíaunmapadeTierraSanta, tramadocon lana de muchos colores, que mostraba los lugares bíblicos. En sutestamento, la abuela lo legó a la Escuela Dominical de la Iglesia Unida.Desde los tiempos de su olvidada desgracia, la tía Beatrice no hacía vidasocialque incluyerahombrealguno,yera tanmaniáticaal respectoqueerafácilimaginarlainmaculadaconcepcióndePolly.LasúnicasdosenseñanzasqueLornahabíarecibidodetíaBeatriceeranquehabíaquepasarlaplanchasobrelascosturasalsesgoynoporencima,paraquenodejaramarcas,yqueno se debían usar blusas transparentes sin algo debajo que escondiera eltirantedelsujetador.

—Sí,claro.Sí—dijoLionel.Estirólaspiernascomosilaconsideraciónlellegarahastalapuntadelospies—.YahoravamosaporPolly.Fueradeesafamiliabendita,¿cómoesPolly?

Polly era magnífica, contestó Lorna. Rebosante de energía, sociable,bondadosa,segura.

—Vaya—dijoLionel—.Háblameotravezdelacocina.

—¿Quécocina?

—Laquenoteníacanario.

—Lanuestra.

Describió cómo frotaba la cocina económicaconpapelparafinadohastadejarla brillante, los ennegrecidos estantes que albergaban las sartenes, elfregaderoyelespejitoqueestabaarriba—enunadecuyasesquinasfaltabauntriángulodecristal—yelpequeñocuencometálico—hechoporsupadre— donde siempre había un peine, un asa de jarra vieja y un frasquito decarmínsecoqueseguramentehabíapertenecidoasumadre.

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Le contó el único recuerdo que tenía de sumadre.Un día de invierno,estabaconellaenlaciudad.Entrelaaceraylacalzadahabíanieve.Ella,queacababa de aprender a leer la hora, había mirado el reloj de la oficina decorreos y visto que ya era el momento de la radionovela que cada díaescuchabanjuntas.Sehabíapreocupadomucho,noporperderseelcapítulo,sino por no saber qué le pasaría a la gente de la historia si la radio estabaencendidasinqueellaysumadrelaescucharan.Eramásquepreocupaciónloque sentía; erahorrordepensarque,porunaausencia casualo azarosa, lascosaspudieranperderse,nosuceder.

E incluso en aquel recuerdo lamadre era sólo una cadera y un hombrobajounabrigogrueso.

Lioneldijoqueélnoteníaunapercepciónmuchomáscabaldesupadre,yesoquesupadreestabavivo.¿Unasobrepellizounfrufrú?Lionelysumadresolían apostar cuánto se pasaría el padre sin hablarles. Una vez le habíapreguntado a ella qué lo tenía tan furioso, y ella había contestado querealmentenolosabía.

—Piensoquealomejornolegustasutrabajo—habíadicho.

—¿Porquénosebuscaotro?—habíapreguntadoLionel.

—Quizánoseleocurreningunoqueleguste.

Entonces Lionel recordó que en una visita con su madre al museo lohabíanasustadolasmomias,yqueellalehabíadichoquenoestabanmuertasdeverdad,quecuando todosse ibanacasa lasdejabansalirde losataúdes.Entoncesélhabíapreguntado:«¿Ypapánoseráunamomi?».Sumadrecreyóque había dicho mami en vez de momi[2] y más adelante contaría aquellaanécdota como una broma, pero desalentado como estaba él no la habíacorregido. Un desaliento inmenso, a una edad tan temprana, frente alsustancialproblemadelacomunicación.

Eraunodelospocosrecuerdosqueconservaba.

Brendan se echó a reír; la historia le hacía más gracia que a Lorna yLionel. Se sentaba un rato con ellos, decía «¿De qué estáis parloteandovosotrosdos?»yconciertoalivio,comosidemomentoyahubieracumplido,se levantaba diciendo que tenía trabajo y entraba en la casa. Como si laamistadentreelloslohicierafeliz;comosienciertomodolahubieraprevistoysuscitado.Perosuconversaciónloinquietaba.

—Lehacebienvenirapasarunratonormalenvezdequedarsesentado

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ensuhabitación—ledecíaaLorna—.Porsupuestoquetetieneganas.Pobrecabrón.

Le gustaba decir que los hombres le tenían ganas a Lorna. Sobre todocuandoibanaunafiestadeprofesoresyellaeralaesposamásjoven.Aellalahabría incomodadoque alguien lo oyera, amenosque lo tomase comounaexageración absurda y fantasiosa. Pero a veces, en especial si estaba algoborracha, pensar que acaso fuera tan universalmente atractiva la excitabatantocomoaBrendan.Estababastantesegura,sinembargo,dequeenelcasodeLionelnoeraciertoyesperabaquedelantedeélBrendannuncainsinuaraalgoasí.RecordabacómolahabíamiradoLionelporencimadelhombrodesumadre.Enelgestohabíaimpugnación,ciertaadvertenciasutil.

NolecontóaBrendanlodelospoemas.Cadasemana,másomenos,lellegaba por correo un poema en un sobre rigurosamente sellado. No erananónimos: los firmaba Lionel. La firma era apenas un garabato difícil deinterpretar; pero lomismo pasaba con las palabras. Por suerte nunca habíamuchas—avecesunaodosdocenasentotal—y,comoinciertashuellasdepájaros,cruzabanlapáginaenunacuriosatrayectoria.Aprimeravista,Lornanunca distinguía nada. Luego descubrió que, en vez de esforzarse, le valíamás sostener la página ante los ojos y mirarla largo rato como si hubieraentradoen trance.Conel tiempo, laspalabras solíanaparecer.No todas:encada poema le quedaban dos o tres por discernir; pero eso no importabademasiado. No había otra puntuación que los guiones. La mayoría de laspalabras eran sustantivos. Lorna no estaba acostumbrada a la poesía y noabandonabafácilmenteloquenoentendíaenseguida.PeroconlospoemasdeLionellepasabamásomenoslomismoqueconelbudismo:eranunrecursoquequizácomprendieraylesirvieseenelfuturo,peroquedemomentoseleescapaba.

Después de recibir el primero, se había torturado pensando qué iba adecir. Algo agradecido pero no estúpido. Pero sólo le había salido un«Graciasporelpoema»enunmomentoenqueBrendannopodíaoírla.Habíatenidocuidadodenodecir«Megustó».Lionelhabíaasentidobruscamenteysellado la conversación con un sonido. Los poemas siguieron llegando ynuncavolvieronamencionarse.Lorna empezóapensarquequizánodebíaconsiderarlosmensajes sino ofrendas. Pero no ofrendas de amor, como porejemplohabríasupuestoBrendan.NoconteníanniunapizcadesentimientosdeLionelhaciaella,nadapersonal.Lerecordabanalastenuesmarcasqueavecesseatisbanenlasacerasenlaestaciónprimaveral:sombrasquedejaron

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hojashúmedasaplastadaselañoanterior.

Habíaotracosa,másurgente,quetampocolehabíacomentadoaBrendan.NiaLionel.NohabíadichoqueestabaapuntodevisitarlosPolly.LaprimaPollyveníaacasa.

Polly era cinco años mayor que Lorna y desde que había acabado elbachillerato trabajaba en el banco del pueblo. Ya en una ocasión habíaahorradocasieldinerosuficienteparaelviaje,perohabíadecididoinvertirloen una bomba para el pozo negro.Ahora no obstante estaba en camino enautocar.Aella leparecíanaturalísimoyapropiadovisitarasuprimayasumarido y a la familia de su prima. ABrendan se le iba a antojar casi unaintrusión,algoquenadieteníaporquéhacersinoloinvitaban.Noerahostilalasvisitas—ahíestabaLionel—,perolegustabadecidiraél.Todoslosdías,Lornapensabacómodecírselo.Todoslosdíaslopostergaba.

Y no era un asunto que pudiera tratar con Lionel. Con él no se podíahablar de nada que se considerase un problema serio.Hablar de problemassignificababuscarsoluciones,esperarencontrarlas.Yesonoerainteresante;no manifestaba una actitud interesante hacia la vida. Antes bien, unaexpectativa hueca y pesada. A Lionel no lo entretenía escuchar angustiascorrientes ni emociones sencillas. Prefería que las cosas fueran pasmosas einsoportablesynoobstante,irónicayaunalegremente,soportadas.

Lornalehabíacontadoalgoquequizáfueseaventurado.Lehabíacontadoque había llorado el día de su boda e incluso durante la ceremonia. Noobstanteselashabíaingeniadoparabromear,describiendocómolehabíasidoimposible sacar un pañuelo, porque Brendan no quería soltarle la mano, yhabíatenidoqueseguirmoqueando.YdehechonollorabaporquenoquisieracasarseonoamaseaBrendan.Llorabaporquedeprontotodoensuhogarleparecía valioso —aunque siempre hubiera pensado en marcharse— y noconcebíaquepudieseestarnuncamásunidaanadiequeaesaspersonas,pormucho que constantemente les hubiera escondido su intimidad. Llorabaporqueeldíaanterior,mientraslimpiabanlosestantesdelacocinayfregabanelsuelo,Pollyyellahabíanreídojuntasyella,comoenunaobradramática,habíadeclamadoadióslinóleo,adiósrajaenlatetera,adióschiclequepeguédebajodelamesa,adiós,adiós.

Porquéno ledicesque loolvidey listo, habíadichoPolly.Perodesdeluego no lo decía en serio, estaba orgullosa y también lo estaba Lorna,dieciocho años, sin haber tenido ningún novio de verdad, y allí estaba

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casándoseconuntreintañeroguapo,unprofesor.

Detodosmodoshabíallorado,yenlosprimerostiemposdelmatrimoniohabía vuelto a llorar cada vez que recibía cartas de casa. Brendan la habíapillado.

—Quieresmuchoatufamilia,¿no?

Comoeltonolesonabacomprensivo,ellahabíadicho:

—Sí.

Élhabíasuspirado.

—Meparecequelosquieresmásqueamí.

Ella había respondido que no era cierto, sólo que a veces su familia ledabapena.Lavidaeraduraparaellos,laabueladabaañotrasañoelcuartocurso y tenía los ojos tan mal que apenas podía escribir en la pizarra; tíaBeatrice demasiado angustiada por no tener un empleo; el padre de Lornatrabajandosiempreenunaferreteríaajena.

—¿Vidadura?—habíapreguntadoBrendan—.¿Qué?¿Lostienenenuncampodeconcentración?

Luego había agregado que en estemundo hacía falta sentido común.YLornasehabíatumbadoenlacamamatrimonialyhabíadadoriendasueltaaunodeesosataquesdellantofuriosoquenolaavergonzabarecordar.Alcabodeunrato,Brendanhabíaidoaconsolarla,aunqueconvencidoaúndequelasmujeres siempre lloraban cuando no podían ganar una discusión de otraforma.

LornahabíaolvidadociertosdetallesdelaspectodePolly.Queeramuyalta,porejemplo,queteníaelcuellolargo,lacinturaestrechayelpechocasiplano. Pequeña barbilla despareja y boca irónica. Piel pálida y pelo corto,castaño claro, fino como un plumaje. Una apariencia a un tiempo frágil yresistente,comounamargaritadetallolargo.Llevabaunafaldademezclillaconvolantesdeencaje.

Brendan se había enterado de su llegada hacía cuarenta y ocho horas.PollyhabíatelefoneadodesdeCalgary,acobrorevertido,ysehabíapuestoél.Despuéshabíahechotrespreguntas,entonodistanteperosereno.

¿Cuántotiemposequedará?

¿Porquénomelohabíasdicho?

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¿Porquéhallamadoacobrorevertido?

—Nolosé—dijoLorna.

Enesemomento,preparandolacenaenlacocina,Lornaseesforzabaporoírdequéhablaban.Brendanacababadeentrar.Nohabíaalcanzadoaoírsusaludo,perolavozdePollyeraaltaydeunajovialidadatrevida.

—El caso es que he empezado conmal pie, Brendan, escucha y verás.VamosandandoLornayyocalleabajo,desdelaparada,yyodigo:«Ostras,vayabarriomásfinotehasbuscado,Lorna»,yluegovoyydigo:«Peromiraesacasa,¿quéhaceaquí?Sipareceunestablo».

Nohabríapodidoempezarpeor.Brendanestabasumamenteorgullosodesucasa.Eracontemporánea,construidaenelestilollamadoposteyviga.Lascasasposteyviganosepintaban;laideaeraqueseintegrasenenlosbosquesoriginarios.Desde el exterior, el efecto era el de una construcción sencilla,funcional,contechoplanoysaledizo.Dentrolasvigasestabanalavistaylamadera sin revestimiento.Había una chimeneadepiedraque subía hasta elcielorasoyventanaslargassincortinas.Aquílaarquitecturaocupaunlugarpreeminente, les había dicho el constructor y, cuando lemostraba la casa aalguien, Brendan repetía no sólo esa frase sino también la palabra«contemporánea».

NosemolestóenrepetírselaaPolly,niensacarlarevistaconelartículosobreelestiloyconfotosdecasasparecidas,aunquenodeésaenparticular.

Pollyhabíatraídoconsigolacostumbredelpueblodeempezarcadafraseporelnombredelapersonaespecíficaalacualibadirigida.«Lorna»,decía,obien «Brendan», y a Lorna, que la había olvidado, esa forma de hablar leparecíaalgoperentoriaygrosera.SabíaquesergroseranoeralaintencióndePolly, que estaba haciendo un esfuerzo considerable y valiente por fingircomodidad.Y al comienzo había procurado incluir a Brendan. Las dos, enrealidad,habíanabundadoenexplicacionessobrecualquieraquenombrasen;peronohabíaresultado.BrendannohablabasinopararecordaraLornaquefaltabaalgoenlamesaoseñalarqueaDanielseleestabacayendolapapillaalsuelo.

Polly siguió hablando mientras ayudaba a Lorna a levantar la mesa yluego mientras fregaban. Por lo general, Lorna bañaba a los niños y losacostabaantesdelavarlosplatos,peroesanochelosnervios—veíaaPollyalborde del llanto— le impedían hacer las cosas en orden. Dejó que Danielgateara por el suelo mientras Elizabeth, siempre interesada en los

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acontecimientos sociales y los nuevos personajes, se quedaba a escuchar laconversación.La situación sealargóhastaqueDaniel tiróal suelo su sillitaalta—no encima de él, por suerte, aunque se puso a aullar de miedo— yBrendanllegódesdelasala.

—Parece que hemos pospuesto la hora de ir a la cama: —comentóretirandoalniñodelosbrazosdeLorna—.Elizabeth,veaprepararteparaelbaño.

Pollyhabíapasadodehablardelagentedelpuebloadescribirlasituaciónencasa.Nadabuena.Eldueñodelaferretería—unhombreaquienelpadredeLornasiemprehabíamencionadomáscomoamigoquecomojefe—,habíavendidoelnegociosindecirpalabrahastaconsumarlotodo.Elnuevodueñoestaba expandiendo la empresa, al tiempo que perdía mercado frente aCanadianTire,ynohabíadíaquenotuvieraunapeleaconelpadredeLorna.ElpadredeLornavolvíaacasatandesanimadoquesóloqueríaecharseenelsofá.No le interesaban el periódiconi el informativo.Tomababicarbonato,perosenegabaahablardesusdoloresdeestómago.

Lorna explicó que en una carta el padre había minimizado esosproblemas.

—Bueno,esloquesuelehacer,¿verdad?—dijoPolly—.Contigo.

El mantenimiento de las dos casas era una pesadilla constante, contóPolly.Habríandebidotrasladarsetodosaunayvenderlaotra,peroahoraquelaabuelasehabíajubiladonoparabadeenzarzarseconlamadredeLorna,yelpadredeLornano soportaba laperspectivadevivir con lasdos.MuchasvecesaPolly leentrabanganasde largarseynovolvermás,pero¿cómoselasarreglaríansinella?

—Tú tendrías que hacer tu vida —dijo Lorna. Se sentía rara dandoconsejosaPolly.

—Oh,claro,claro—replicóPolly—.Me tendríaquehaber idomientraslas cosas estaban bien, supongo que tendría que haber hecho eso. Pero¿cuándo han estado bien? Que yo recuerde, nunca. Para empezar, ya mesorprendióquetúpudierasacabarelinstituto.

Lorna había hablado con voz apenada y comprensiva, pero se negaba adejarsutareapararesponderalasnoticiasdePollycomocabía.Lasaceptabacomosiserefiriesenagentequeconocíayquería,perodelacualellanoeraresponsable.Imaginóasupadreechadoenelsofáalanochecer,dormitando

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conunosdoloresquesenegabaaadmitir,yatíaBeatriceallado,preocupadapor lo que se decía de ella, temerosa de que se rieran a sus espaldas oescribierancosasenlosmuros.Llorandoporquehabíaidoalaiglesiaconlostirantesalavista.ALornaledolíapensarensucasa,peronopodíaevitarlasensacióndequePollyestabamachacándola,intentandoqueenciertomodocapitulara, envolviéndola en una desdicha íntima. Y estaba decidida a noceder.

Pero haz el favor demirarte. Fíjate en tu vida. Tu fregadero de aceroinoxidable.Tucasadondeloquesedestacaeseldiseño.

—Creoquesimefueseahoramesentiríademasiadoculpable—dijoPolly—.Nolopodríaaguantar.Meremorderíalaconciencia.

Claro que a algunos no les remuerde nunca. Hay gente que nunca sesienteculpable.

—Menuda ristradedesgracias tehas tragado—dijoBrendancuandoyaestabanacostadosjuntosenlaoscuridad.

—Todopasaensucabeza—matizóLorna.

—Sólorecuerdaunacosa:nosomosmillonarios.

Lornasesobresaltó.

—Noquieredinero.

—¿Deveras?

—Noesesoloquemereclama.

—Yonoestaríatanseguro.

Ellasehabíapuestorígida.Nocontestó.LuegoseleocurrióalgoquetalvezanimaraaBrendan.

—Sólosequedarádossemanas.

Estavezélnoreplicó.

—¿Noteparecebonita?

—No.

EstuvoapuntodecontarlequePollylehabíahechoelvestidodenovia.Ellateníaelplandecasarseconeltrajeazulmarino,perounosdíasantesdela boda Polly había dicho «Esto no sirve». De modo que cogió su propiovestido de noche del instituto (Polly siempre había sido más popular que

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Lorna,habíaidoamuchosbailes),lepusopuntillasblancasylecosiómangasdeencaje.Porque,habíadicho,unanovianopuedepresentarsesinmangas.

Pero¿aélquépodíaimportarle?

Lionelsehabíaidofueraunosdías.Supadreacababadejubilarseyélloestaba ayudando con el traslado desde el pueblo de las Rocosas hastaVancouver Island.Undíadespuésde la llegadadePolly,Lornarecibióunacartasuya.Nounpoemasinounaverdaderacarta,sibienmuybreve.

Soñé que te llevaba enmi bicicleta. Íbamos bastante rápido.Noparecíaqueestuvierasasustada,aunquequizádeberíashaberloestado.Notenemosningunaobligacióndeinterpretarlo.

Brendanhabíasalidotemprano.Estabaenseñandoenlaescueladeveranoydijoquecomeríaenlacafetería.Encuantoélsehuboido,Pollysaliódesuhabitación.Envezde la faldaconvolantes llevabapuestospantalonesynodejabadesonreír,comoabsortaenunaideagraciosa.HacíalevesfintasconlacabezaparaeludirlosojosdeLorna.

—Serámejor que salga a ver un poco Vancouver—dijo—. Porque noparecequevayaatenerotraoportunidad.

Lornamarcóciertos lugares enunmapa, lediodireccionesy se excusópornoacompañarla,peroconlosniñosseríamásunfastidioqueunplacer.

—Oh,no.No.Noesperabaquevinieras.Nohevenidoparaqueteocupesdemítodoeltiempo.

Elizabethpercibiólatensiónquehabíaenlaatmósfera.Dijo:

—¿Porquésomosunfastidio?

Lorna hizo dormir a Daniel una siesta temprana y cuando el niño sedespertó lo puso en el cochecito y le dijo a Elizabeth que irían a loscolumpios.Loscolumpiosquehabíaelegidonoeran losdelparquevecino;estaban colina abajo, cerca de la calle donde vivía Lionel. Lorna sabía sudirección, si bien nunca había visto su casa. Sabía que era una casa, no unedificiodeapartamentos.Lionelvivíaenunahabitacióndelpisodearriba.

No tardó mucho en llegar, aunque, teniendo que empujar el cochecitocolinaarriba, sindudaa lavuelta tardaríamás.Peroyahabíaentradoen lazona antigua de Vancouver, donde las casas eran más pequeñas y estabancomo encajadas en terrenos angostos. Junto a uno de los timbres se leía elnombredeLionelyjuntoalotro,«B.Hutchinson».Lornasabíaquelaseñora

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Hutchinsoneralapatrona.Apretóesetimbre.

—Sé que Lionel está de viaje y sientomolestarla—dijo—. Pero le heprestadounlibroqueesdelabibliotecayelplazodeentregahavencido.Poreso se me ha ocurrido si no podría entrar en su apartamento a ver si loencuentro.

Lapatronadijo:

—Ya.—Erauna anciana conun eternopañuelo en la cabezaygrandesmanchasoscurasenlacara.

—MimaridoyyosomosamigosdeLionel.Mimaridofueprofesorsuyoenlauniversidad.

La palabra «profesor» siempre daba resultado. Lorna obtuvo la llave.Aparcó el cochecito a la sombra de la casa y dejó a Elizabeth cuidando aDaniel.

—Aquínohaycolumpios—sequejóElizabeth.

—Tengoquesubirsólounmomento.Vuelvocorriendo,¿deacuerdo?

LahabitacióndeLionelteníaalfondounaalcobaconunacocinadedoshornillosyunarmario.Nineveraniotrofregaderoqueeldelcuartodebaño.Había una persiana americana trabada amitad del cristal y un cuadrado delinóleo con el motivo tapado con pintura marrón. Olía ligeramente a gasmezclado con vahos de ropa gruesa sin ventilar, sudor y desodorante confraganciadepinoqueLornaaceptó,sinpensarmuchoysinningúndisgusto,comoeloloríntimodeLionel.

Apartedeeso,ellugarcasinoofrecíapistas.Lornanohabíaidoenbuscadeunlibro,porsupuesto,sinoparaestarunmomentoenelespacioendondeélvivía,respirarsuaire,mirarporsuventana.Desdeallíseveíanotrascasas,probablemente divididas como aquella en pequeños apartamentos, sobre lafalda boscosa deGrouseMountain.Ladesnudez, el carácter anónimode lahabitación eran de una severidad desafiante. Cama, escritorio, mesa, silla.Apenas lo indispensable para que el anuncio pudiera presentar unapartamentoamueblado.Lioneldebíadehaberencontradohastalacolchadechenilla. Ningún cuadro —ni siquiera un almanaque— y, lo mássorprendente,ningúnlibro.

En algún lugar tenía que haber cosas escondidas. ¿En los cajones delescritorio? No podía mirar. No sólo porque no tenía tiempo —ya oía a

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Elizabethllamándoladesdelaacera—,sinoporquealnohabernadapersonalse le hacía más intensa la percepción de Lionel. Y no únicamente de suausteridadysussecretos,sinotambiéndeunavigilancia,casicomosihubieratendidounatrampayestuvieraobservandoquéhacíaella.

LoqueenrealidadqueríaLornaeradejarsedeinvestigarysentarseenelsuelo en medio del cuadrado de linóleo. Pasarse horas sentada, no tantomirandocomosumergiéndoseenlahabitación.Quedarseeneselugardondeno había nadie que la conociera ni necesitara nada de ella. Quedarse untiempolargo,muylargo,volverseliviana,ligeracomounaaguja.

Lamañana del sábado, Lorna, Brendan y los niños tenían que ir hastaPenticton.Unalumnoloshabíainvitadoasuboda.Pasaríanallílanochedelsábadoytodoeldomingoyvolveríanellunesporlamañana.

—¿Selohasdicho?—preguntóBrendan.

—Nohayproblema.Noesperaquelallevemos.

—Pero¿selohasdicho?

Lorna y Polly pasaron el martes en Ambleside Beach. Fueron con losniñosenautobús,cambiandodosvecesdelínea,cargadasdetoallas,juguetesde playa, pañales, comida y el delfín inflable de Elizabeth. Los aprietosfísicosenquesevieron,ylairritadaconsternaciónqueelgruposuscitabaenlosdemáspasajeros,lesprovocaronunareacciónpeculiarmentefemenina:unestadodeánimocercanoalahilaridad.TambiénayudabaalejarsedelacasadondeLorna era esposa por encimade todas las cosas.Llegaron a la playaconunairetriunfaldebatiburrilloambulante;plantaronelcampamentoyseturnaronparabañarsemientrasvigilabanalosniñoseibanabuscarbebidas,polosypatatasfritas.

Lornaestabaalgobronceada;Polly,enabsoluto.EstiróunapiernaalladodeLornaydijo:

—Fíjate.Masasincocer.

Coneltrabajoqueledabanlasdoscasasyelempleoenelbanco,explicó,no tenía ni un cuarto de hora libre para echarse al sol. Pero ahora hablabadespreocupadamente, sin ese tono virtuoso y plañidero. Había caído esaatmósferaamargaquelahabíaenvueltocomounviejopañodecocina.SelashabíaarregladosolaenVancouver,yeralaprimeravezquelohacíaenunaciudad.Habíahabladoconextrañosenlacoladelautobús,habíapreguntadoquévalíalapenaveryporconsejodealguienhabíacogidoelteleféricoala

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cimadeGrouseMountain.

Tendidaenlaarena,Lornaledioexplicaciones.

—Para Brendan, esta época del año es mala. La escuela de veranodestrozalosnervios,hayquehacerunmodeloenpoquísimotiempo.

—¿Ah,sí?—preguntóPolly—.¿Entoncesnoespormí?

—Nodigasestupideces.Claroquenoesporti.

—Vaya,quéalivio.Penséquelerevolvíalastripas.

Luegohablódeunhombredelpuebloquequeríasalirconella.

—Es demasiado serio. Busca mujer. Supongo que Brendan también labuscaba,perosupongoquetúestabasenamorada.

—Estabayestoy—matizóLorna.

—Puesyocreoqueno.—Pollyhablabaconlacaraapoyadasobreelcodo—.Mefiguroqueigualpuedefuncionarsialguientegustaysalesconélydecidesverlelobueno.

—Bien,¿yquées lobueno?—Lornasehabía sentadoparapoderveraElizabethsubidaasudelfín.

—Déjamepensar unmomento—dijoPolly riendo—.No.Hay cantidaddecosas.Sólomehagolamala.

Mientrasrecogíanjuguetesytoallas,admitió:

—Laverdad,nomeimportaríaquemañanahiciéramosestootravez.

—Amí tampoco—dijo Lorna—, pero tengo que prepararme para ir alOkanagan. Nos han invitado a una boda.—Procuró que sonara como unatarea doméstica, algo que no se había molestado en mencionar porque eradesagradableyaburrido.

Pollydijo:

—Ah,caramba.Entoncespuedoveniryosola.

—Seguro.Deberíashacerlo.

—¿DóndeestáelOkanagan?

La noche siguiente, después de acostar a los niños, Lorna fue a lahabitación donde dormía Polly. Iba a sacar una maleta del armariosuponiendo que Polly estaría aún en el cuarto de baño, aliviando la

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quemaduradelsolconaguatibiaysoda.

PeroPollyseencontrabaenlacama,envueltaenlasábanacomoenunamortaja.

—Ya has salido del baño —dijo Lorna como si viese algo normal—.¿Cómoestásdelasquemaduras?

—Bien—contestóPollyconvozempañada.

Al instante,Lornacomprendióquehabíaestadoyprobablementeestaballorando.Sequedóalospiesdelacama,incapazdeirse.Lahabíainvadidouna decepción como una enfermedad, una ola de disgusto. Polly no teníaintencióndeesconderse;sevolvióenlacamaparamirarhaciafuera,lacaraarrugadaeinerme,rojadesol,bañadaenllanto.Nuevaslágrimaslebrotabandelosojos.Erauncúmulodedesdicha,unacompactaacusación.

—¿Quépasa?—preguntóLorna.Fingíasorpresayfingíacompasión.

—Túnoquieresqueestéaquí.

Ahora tenía los ojos clavados en Lorna, orlados no ya de lágrimas,amargura y denuncia, sino de la furiosa exigencia de que la abrazaran, lamecieran,laconsolaran.

Lorna en cambio le habría pegado. ¿Quién te ha dado derecho?, queríadecirle.¿Porquétepegasamídeestamanera?¿Quiéntehadadoderecho?

La familia. La familia le da derecho. Polly ha ahorrado el dinero yplanificadolahuidaconlaideadequeLornadeberíaacogerla.¿Habrásoñadoconquedarseaquíynovolvernunca?¿ConparticipardelasuertedeLorna,desumundotransformado?

—¿Yyoquécreesquepuedohacer?—preguntóLorna,vilmente,parasupropioasombro—.¿Tecreesquetengoalgúnpoder?Sinuncamedamásdeveintedólarescadavez.

Salióarrastrandolamaleta.

QuéfalsoyrepugnanteerahablardesuspenasparahacerfrentealasdePolly.¿Aquéveníanlosveintedólaresporvez?Teníaunacuentacorrienteycuandopedíadineroélnuncaselonegaba.

Nopudodormir,mientrasrecriminabaaPollymentalmente.

EnelcalordelOkanagan,elveranoparecíamásauténticoqueenlacosta.Lascolinasdehierbapálida,laescasasombradelospinosdesecano,daban

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albanquetedebodasunaescenografíanaturaldondelasreservasdechampán,el baile, el coqueteo y un torrente de amistad instantánea y de buenadisposición eran inagotables. Lorna no tardó en emborracharse y sesorprendiódecómoelalcoholfacilitabasacudirselasatadurasdelánimo.Sedisipólabrumadeldesamparo.Sefuealacamaborrachatodavía,ylujuriosa,paraprovechodeBrendan.Hastalaresacadeldíasiguientelepareciósuave,más una limpieza que un castigo. Con sensación de fragilidad, pero sinningún disgusto por sí misma, se echó a la orilla del lago a mirar cómoBrendanyElizabethhacíanuncastillodearena.

—¿Sabíasquepapáyyonosconocimosenunaboda?—preguntó.

—Nomuyparecidaaésta,hayqueaclarar—dijoBrendan.

Quería decir que aquella boda, de un amigo suyo con la hija de losMcQuaig (losMcQuaig eran una familia importante del pueblo de Lorna),había sido oficialmente sobria. La recepción era en el salón de la IglesiaUnida—Lornaestabaentrelaschicasreclutadasparaofrecerbocadillos—ysehabíabebidodeprisa,enelaparcamiento.Lornanoestabahabituadaaqueloshombresolieranawhisky,yhabíapensadoqueBrendanllevabaunexcesode loción capilar. De todosmodos había admirado los hombros anchos, elcuellodetoro,larisayesosautoritariosojoscastaño-dorados.Alenterarsedequeeraprofesordematemáticastambiénsehabíaenamoradodeloqueteníaenlacabeza.Todoconocimientodeunhombrequeaellalefueraextrañolaentusiasmaba.Lomismohabríadadounsabioenmecánicaautomotriz.

Laatracciónconquehabía respondidoélparecíadelordendelmilagro.Más tarde ella se enteraría de que buscabamujer; ya tenía cierta edad, erahora.Queríaunamuchacha joven.Nocolega,nialumna,ni siquieraunadeésasquelospadresenviabanalauniversidad.Nomalcriada.Inteligenteperosin estropear. Una flor silvestre, decía en el arrebato de aquellos días, einclusoahoradevezencuando.

Enelviajedevuelta,enalgúnlugarentreKeremeosyPrinceton,dejaronatrás la candente región dorada. Pero seguía brillando el sol y Lorna teníaapenasunalevemolestia,comosisetrataradeapartarunpelodelosojosodeesperaraqueselollevaraunaráfaga.

Peroregresaba.Cadavezsehacíamásominosoypersistente,hastaquedeprontoleprovocóunrespingoyLornaacabóporreconocerlo.

Tenía miedo —y en parte la certeza— de que durante su viaje alOkanagan,PollysehubierasuicidadoenlacocinadelacasadeVancouver.

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En la cocina.Lorna lo veía claramente.Veía exactamente lamanera enquePollypodíahaberlohecho.Sehabríaahorcadodelladodeadentrodelapuerta trasera. Cuando ellos volvieran, cuando entraran en la casa desde elgaraje,encontraríanlapuertacerradaconllave.UsaríansullaveeintentaríanempujarlaperolamasadelcadáverdePollylesimpediríaabrir.Correríanalapuertaprincipalhastalacocina,dondeseencontraríandebrucesconlavisióndePollymuerta.Llevaríalafaldademezclillaconvolantesylablusablancafruncida: el valeroso atuendo con que se había presentado a sondear suhospitalidad.Laslargaspiernaspálidascolgando,lacabezafatalmentetorcidasobreelcuellodelicado.Delantelasilladecocinaalaquesehabríasubido,ydelacualhabríadadounpasoalvacío,ounsalto,paracomprobarcómoladesgraciaacababaconsigomisma.

Solaenlacasadeunagentequenolaquería,dondehastalasparedes,lasventanasylatazaenquebebíaelcaféhabríanparecidodespreciarla.

Lorna recordó el día en que la dejaron sola con Polly en la casa de laabuela,acargodePollyduranteundía.Puedequesupadreestuvieraen latienda.Perocreíarecordarqueelpadre tambiénsehabíamarchado,que lostres adultos estaban fuera de la ciudad. Debía de haber sido una ocasiónespecialporquenuncaseibanenviajedecompras,pornohablardeviajedeplacer.Un funeral; casi seguroqueun funeral.Era sábado,nohabíaclases.De todosmodos, Lorna era demasiado pequeña para ir a la escuela. No lehabíacrecidotantoelpeloparallevarcoletas.Lecaíaenmechonesalrededordelacabeza,igualqueahoraaPolly.

Pollyatravesabaunaetapadeentusiasmoporhacercarameloocualquierplato sabroso del cuaderno de cocina de la abuela. Pastel de dátiles ychocolate, macarrones, tocino de cielo. Aquel día estaba mezclando algocuandohabía notadoque en la alacena faltabaun ingrediente.Había tenidoque ir enbicicletaa encargarloen la tiendadelpueblo.Eldíaestaba fríoyventoso; el suelo, desnudo: debía de ser a fines de verano o comienzos deprimavera.Antesde salir,Pollyhabíaapretadoel reguladorde lacocinadeleña. No obstante, no podía olvidar las historias de niños muertos enincendioscaserosmientras lasmadres salíanapor recadoscomoaquél.Asípues,lehabíadichoaLornaquesepusieraelabrigoylallevófuera,detrásdelángulodelacocinaconlaparteprincipaldelacasa,dondeelvientonoeratanfuerte.Laotracasadebíadeestarcerrada,puesdelocontrarionolahubiera dejado allí. Le había ordenado que esperase mientras ella iba a latienda. Quédate aquí, no temuevas, descuida, había dicho. Luego le había

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dado un beso en la oreja. Lorna la obedecía al pie de la letra. En cuclillasdetrás de la mata de lilas, se había pasado diez minutos, quizá quince,aprendiendolaformadelaspiedras,lasclarasylasoscuras,deloscimientosdelacasa.HastaquePollyhabíairrumpidodevueltayarrojadolabicienelpatiomientraslallamabaavoces.Lorna,Lorna,y,altiempoquedejabacaerlabolsadeazúcarmorenoodeavellanas,lahabíabesadoenlacabeza.Puesse le había ocurrido que algún merodeador podía haber visto a Lorna eintentadosecuestrarla;unodeesoshombresmalosporculpadeloscualesseprohibía a las niñas salir al campo detrás de las casas. Todo el camino devueltahabíarezadoparaquenosucedieraalgoasí.Ynohabíasucedido.HizoentraraLornarápidamenteparacalentarlelasrodillasylasmanos.

Ay, las pobresmanecitas, decía. ¿Has tenidomiedo? A Lorna le gustóaquellaefusiónyagachólacabeza,paraquelaacariciasecomoaunponi.

Lospinosdieronpasoaunbosqueperennemástupido;lasbajascolinaspardas,alcrecienteverdeazuldelasmontañas.DanielempezóalloriquearyLorna sacó el frasco de zumo.Más adelante le pidió aBrendan que paraseparapodercambiarlelospañalesalbebéenelasientodelantero.Mientraslohacía,Brendan se alejó fumandouncigarrillo.Laceremoniade lospañalessiempreloafrentabaunpoco.

Lorna tambiénaprovechó laoportunidadparasacarunode los librosdecuentosdeElizabethyencuantovolvieronainstalarsesepusoaleerlosalosniños.EraunlibrodeldoctorSeuss.ElizabethconocíatodaslascancionesyhastaDanielteníaciertaideadedóndeencajarsuspalabrasinventadas.

Pollyyano era la personaquehabía frotado lasmanecitasdeLorna, laquesabíatodoloqueLornaignoraba,esapersonaenquienpodíaconfiarquelacuidase.Todoestabapatasarribaydabalaimpresióndeque,eneltiempotranscurridodesdelabodadeLorna,Pollysehabíaestancado.Lornalahabíadejadoatrás.YahoraLornallevabaenelasientotraserodoshijosquecuidaryquerer,yeraimpropiodealguiendelaedaddePollyiraarañarloqueletocaba.

Pensarestascosasnolesirviódenada.Encuantohubopuestoelconflictoen su sitio, sintió el golpe del cadáver contra la puerta que intentabanempujar.Elpesomuerto,elcuerpogrisáceo.ElcuerpodePolly,aquiennolehabían dado nada. Ni un lugar en la familia que había encontrado ni laesperanzadelcambioqueseavecinabaensussueños.

—AhoraleeMadeline—pidióElizabeth.

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—Me parece que no lo he traído—dijo Lorna—.No.No lo he traído.Peroquéimporta,sitelosabesdememoria.

Empezaronarecitarlolasdosjuntas.

EnunacasadeParíscubiertadehiedra.

Vivíandoceniñasformandodoshileras.

Endosfilasperfectascomíansuspatatas.

Selavabanlosdientesyseibanalacama.

Esunaestupidez,melodrama,culpa.Nohabrásucedido.

Perocosasasí suceden.Haygentequesederrumba;no recibenayudaatiempo.Norecibenningunaayuda.Haygentequesehundeen laoscuridadsinquenadiehaganada.

Esanoche,alasdocemenosdiez

Clavelinaencendióelquinqué

Ydijo:«Hayalgoaquíquenovabien».

—¿Porquéparas,mami?—preguntóElizabeth.

Lornadijo:

—Esperaunminuto.Semehasecadolaboca.

EnHope comieronhamburguesas y batidos.Luego, cuando atravesabanFraser Valley, los niños se durmieron. Todavía faltaba un rato. Hasta quellegaran a Chilliwack, hasta que llegaran a Abbotsford, hasta que vieranenfrente las colinas de NewWestminster y las otras colinas coronadas decasas,lasafuerasdelaciudad.Quedabantodavíapuentesquecruzar,curvasque tomar,callesquerecorrer,esquinasquedejaratrás.Todoestoantesde.LapróximavezqueLornaviesecualquieradeesascosasseríadespuésde.

CuandoentraronenStanleyParkseleocurriórezar.Eraunavergüenza:laplegaria oportunista de una descreída. El incoherente que-no-pase, que-no-pase.Quenohayapasado.

El cielo seguía despejado. Desde el puente de Lion’sGate divisaron elestrechodeGeorgia.

—¿SeveVancouverIslandhoy?—preguntóBrendan—.Fíjatetú.Yonopuedo.

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Lornaestiróelcuelloparamirarporencimadeél.

—Allálejos—dijo—.Muytenue,peroseve.

Ycon lavisióndeesasmasasazules, cadavezmás sutiles,por fincasiimpalpables, que parecían flotar en elmar, pensó en la única salida que lequedaba.Hacer un trato.Creer que todavía era posible, quehasta el últimominutoeraposiblehaceruntrato.

Tenía que ser serio. Una promesa u ofrecimiento desgarrador y final.Toma esto. Te prometo esto. Si acaso no era cierto. Si acaso no habíaocurrido.

Losniñosno.Apartóaquelpensamientodesumente,comosiestuvierasacándolosdeun incendio.TampocoBrendan,por la razóncontraria.No loamaba losuficiente.Solíadecirque loamaba,yenciertomodolodecíaenserio,ynecesitabaqueéllaamase,perojuntoalamor,casitodoeltiempo,seoía un leve zumbido de odio. Por eso ofrecerlo en trato a él habría sidorepudiable;yademásinútil.

¿Ellamisma?¿Subelleza?¿Susalud?

Seleocurrióquepodíaestarequivocada.Encasosasí talveznoesunaquienelige.Noesunaquienponelascondiciones.Sólolasdescubrecuandose enfrenta con ellas. Una debe prometer que las cumplirá sin conocerlas.Prometer.

Perodelosniñosnihablar.

SubíanporCapilanoRoadhaciasuzonadelaciudad,elrincóndelmundodonde sus vidas cobraban verdadero peso y sus acciones teníanconsecuencias. Allí estaban, mostrándose entre los árboles, los inflexiblesmurosdemaderadesucasa.

—Por la puerta delantera serámás fácil—dijo Lorna—.No habrá quesubirescalones.

Brendanpreguntó:

—¿Quéproblemahayporunpardeescalones?

—Nohevistoelpuente—chillóElizabeth,súbitamentedespiertadeltodoydecepcionada—.¿Porquénomedespertasteisparaquevieraelpuente?

Nadielerespondió.

—A Daniel el sol le ha quemado todo el brazo —dijo con algo de

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satisfacción.

Lornaoyóvocesypensóqueveníandelacasadeallado.Rodeólacasadetrás de Brendan. Daniel estaba apoyado en su hombro, profundamentedormido.EllallevabalabolsadepañalesyladelibrosdecuentosyBrendanllevabalamaleta.

La gente cuyas voces había oído estaba en su jardín. Polly y Lionel.Habíanarrastradodossillasparasentarsealasombra.Deespaldasalavista.

Lionel.Lohabíaolvidadototalmente.

Levantándosedeunsaltocorrióaabrirleslapuertatrasera.

—Laexpediciónharegresadocontodoslosquepartieron—comentó,conunavozqueLornanocreíahaberleoídonunca.

Habíaenellaunentusiasmonatural,unaconfianzacómodayapropiada.Lavozdeunamigodelafamilia.Mientrasmanteníalapuertaabiertalamiróalosojos—algoquenohabíahechocasinunca—conunasonrisadespojadade cualquier perspicacia, voluntad de ocultamiento, complicidad irónica odevociónmisteriosa.Habíandesaparecidolosenredos,losmensajesprivados.

Ellaprocuróquetodoesoresonaraensuvoz.

—Bien…,¿ycuándohasvuelto?

—Elsábado—respondióél—.Olvidéqueibaisaestarfuera.Loprimeroquehicefuevenirasaludarosynoosencontré,peroestabaPolly.Ellamelodijoyentoncesmeacordé,claro.

—¿QuétedijoPolly?—preguntóPollyacercándosepordetrásdeél.Enrealidadnoeraunapregunta,sinolaobservaciónmedioburlonadeunamujerquesabequecasitodoloquedigaserábienrecibido.

Las quemaduras del cuello y la frente se le habían transformado enbronceado,oalmenosenunrubornuevo.

—Dame—ledijoaLorna,aliviándoladelasbolsasydelfrascodezumoquellevabaenlamano—.Llevarétodomenoselniño.

ElenmarañadopelodeLioneleraahoramáscastañooscuroquenegro—ciertoqueporprimeravezloveíaalaluzdelsol—ysupieltambiénestababronceada,losuficienteparaquelafrenteyanotuvieraesebrillopálido.Lospantalonesoscuroseran losdesiempre,peroLornano reconoció lacamisa.Una camisa amarilla demanga corta, de una tela barata, brillante de tanto

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plancharla, demasiado ancha de hombros, comprada quizás en la tienda decaridaddelaparroquia.

Lorna llevó a Daniel a su habitación. Lo puso en la cuna y se quedósusurrándole,acariciándolelaespalda.

PensóqueLionelladebíadeestarcastigandoporelerrordehaberidoasuapartamento.Seguroquelapatronaselohabíadicho.Consólopensarunpoco,habríadebidoesperárselo.Nolohabíapensado,probablemente,porquecreíaqueno importaría. Inclusopodíahaberpensadoquese locontaríaellamisma.

Pasabaporallípara llevara losniñosa loscolumpiosysemeocurrióentrar, sencillamente, y sentarme en medio de tu habitación. No sabríaexplicarlo.Meparecióquesentarmeallíenelsuelomedaríaunmomentodepaz.

Había pensado—¿después de la carta?— que entre los dos existía unvínculo,nonecesariamenteexplícitoperofiable.Yhabíacometidounerror;lohabíaasustado.Unasuposiciónexcesiva.ElhabíadadomediavueltayallíestabaPolly.AcausadelaofensadeLornasehabíaentendidoconPolly.

Talvezno,sinembargo.Talvezsimplementehabíacambiado.Recordóla desnudez extraordinaria de la habitación, la luz en las paredes.De aquellugarpodíansurgirversionesmuydiversasdeLionel,creadassinesfuerzoenunabrirycerrardeojos.Talvezsuactitudfueraunarespuestaaunpequeñotrastorno,oaldescubrimientodequenopodíallevaralgoadelante.Oanadatanterminante;apenasaunparpadeo.

CuandoDanielsedurmiódeltodo,Lornabajólasescaleras.Enelcuartode baño descubrió que Polly había lavado los pañales perfectamente y loshabíadejadoenelcubo,cubiertosconlasoluciónazuldesinfectante.Recogiólamaletaquehabíaquedadoenmediodelacocina,lallevóarribaylaabriósobrelacamagrandeparasepararlaropalimpiadelaquehabríaquelavar.

La ventana de su habitación daba al jardín de atrás. Oyó voces: la deElizabethaguda,casiunchillidodeexcitaciónporlavueltaacasa,yacasoelesfuerzo de atraer a un públicomás amplio; la deBrendan autoritaria peroagradable,haciendounrecuentodelviaje.

Seacercóalaventanaymiróabajo.VioaBrendanirhastaelcobertizo,abrirel candadoy sacar lapiscina inflablede losniños.Cuandose le ibaacerrarlapuerta,Pollycorrióasostenerla.

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Lionelselevantóadesenrollarlamanguera.Lornajamáshabríapensadoquesabíadóndeestaba.

Brendan le dijo algo a Polly. ¿Gracias? Parecían estar en términosinmejorables.

¿Yesocómohabíaocurrido?

Talvez,siendounaeleccióndeLionel,ahorahabríaquetenerencuentaaPolly.UnaeleccióndeLionel,nounaimposicióndeLorna.

OtalvezBrendanestuvieracontento,simplemente,porquehabíanestadofuera.Quizásehubieraaliviadountiempodelacargademantenerlacasaenorden. Quizás hubiera advertido, muy atinadamente, que esa Pollytransformadanoeraningunaamenaza.

Como por arte de magia, una escena corriente y asombrosa. Todo elmundofeliz.

Brendanhabíaempezadoainflarlapiscinadeplástico.Elizabethsehabíaquedado en bragas y bailoteaba con impaciencia. Brendan ni se habíamolestadoendecirlequecorrieraaponerseelbañador,quenopodíabañarsecon bragas. Lionel había abierto el grifo y, hasta que se necesitara el aguaparalapiscina,estabaregandolascapuchinascomocualquierdueñodecasa.Polly le dijo algo a Brendan y él puso el tapón en el agujero y le pasó lapiscinamedioinfladaaella.

Lornarecordóqueen laplayaPollyhabía infladoeldelfín.Comodecíaella misma, tenía buenos pulmones. Soplaba con ritmo y al parecer sinesfuerzo.Allíestabaenpantalóncorto, laspiernasdesnudasbienseparadas,la piel reluciente comocortezade abedul.YLionel lamiraba. Justo lo quenecesito, debía de estar pensando.Unamujer así de competente y sensible,maleableperosólida.Nivana,nisoñadora,niinsatisfecha.Bienpodíaserésalaclasedepersonaconquesecasaraundía.Unaesposaquesehicieracargo.Entoncesélcambiaríayvolveríaacambiar,quizásasumodoseenamoraradealgunaotra,perosuesposaestaríademasiadoocupadaparadarsecuenta.

Podíaocurrir.PollyyLionel.Ono.QuizáPollyvolvieraasucasacomoestaba previsto, y no por volver se le partiría el corazón.O eso era lo quepensabaLorna.SecasaraPollyono,loquelepartiríaelcorazónnoseríanlashistoriasconhombres.

Pocodespuéselbordedelapiscinaestuvohinchadoyliso.Colocaronlapiscinaenlahierba,conlamangueradentro,yElizabethsepusoachapotear.

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AlzólamiradahaciaLornacomositodoeltiempohubierasabidoqueestabaenlaventana.

—Estáfría—gritóextasiada—.Mami…Estáfría.

EntoncesBrendantambiénmiróhaciaarriba.

—¿Quéhacesahí?

—Deshagolamaleta.

—Esopuedeesperar.Venconnosotros.

—Yavoy.Enunminuto.

Desdeelmomentoenqueentróencasa—desdequehabíacomprendido,de hecho, que las voces que estaba oyendo eran las de Polly y Lionel—,Lorna no había vuelto a pensar en la visión que, kilómetro tras kilómetro,había tenidodel cuerpodePolly arrojado contra la puerta trasera.Ahora lavisiónlaasombrabacomoaveces,aldespertarse,asombraelrecuerdodeunsueño. Tenía la potencia y el aire vergonzoso de un sueño. También suinutilidad.

No exactamente al mismo tiempo, sino con cierta demora, le llegó elrecuerdodeltrato.Desudébil,neuróticamenteprimitivanocióndetrato.

Pero¿quéhabíaprometido?

Nadaqueverconlosniños.

¿Algoqueverconella?

Habíaprometidoqueharíaloquetuvieraquehacernobiencomprendiesedequésetrataba.

Esoeranevasivas,untratoquenoerauntrato,unapromesasinelmenorsentido.

Pero probó varias posibilidades. Casi como si diese forma a aquellahistoriaparacontárselaaalguien—noaLionel,ahora,peroaalguien—paraentretenerlo.

Noleermáslibros.

Adoptar niños demalos hogares y países pobres.Trabajar para curarlosdelmaltratoyelabandono.

Iralaiglesia.AceptarcreerenDios.

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Cortarseelpelomuycorto,dejardemaquillarse,noalzarsenuncamáslospechosconsujetadoresconaros.

Sesentóenlacamacansadadeljuego,desuirrelevancia.

Mássentidoteníaelhechodequeeltratoalqueestabaatadaseguiríavivocomo seguía viva ella. El trato ya estaba enmarcha. Aceptar lo que habíapasadoynoengañarserespectoaquéibaapasar.Días,añosysentimientossiempremuy semejantes, salvoque los niños crecerían, y quehabría unoodosmás que crecerían también, y que ella y Brendan se haríanmayores ydespuésviejos.

Noerasinoahora,enaquelmomento,cuandoveíaconverdaderaclaridadquehabíacontadoconquepasaríaalgo,algoquelecambiaríalavida.Habíaaceptadosumatrimoniocomouncambiomayor,peronoelúltimo.

Asípues,yanoquedabanadaqueellaocualquierpersonarazonablenopudiera prever. Eso sería su felicidad; eso había ofrecido en el trato.Nadasecretoniinsólito.

Prestaatención,pensó.Sintióunimpulsodramáticodearrodillarse.Estovaenserio.

Elizabethvolvióallamarla.

—Venaquí,mami.Baja.

Yluegolosdemás:Brendan,PollyyLionel,unotrasotro,lallamaban,sereían.

Mami.

Mami.

Venaquí.

Hacemuchotiempoquesucedióesto.EnVancouvernorte,cuandovivíanen la casa poste y viga. Cuando ella tenía veinticuatro años y ningunaexperienciaentratos.

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Loqueserecuerda

EnunahabitacióndehoteldeVancouver, la jovenMeriel se estáponiendoloscortosguantesblancosdeverano.Llevaunvestidodelinobeigeyunfinopañuelo blanco en el pelo. Pelo oscuro, en aquel entonces. Sonríe porqueacabaderecordaralgoquehadicholareinaSirikitdeTailandia,oqueenunarevista se dice queha dicho.Es una cita dentro de otra: algoque, según lareinaSirikit,Balmainhabíadicho.

«Balmainmeloenseñótodo.“Pontesiempreguantesblancos”,decía.“Eslomejor”».

«Eslomejor».¿Porquésonríealrecordarlo?Quéconsejotansuavementesusurrado;quésabiduríaabsurdaycategórica.Enguantadas,susmanostienenunaireformal,perotiernocomolaspatasdeungatito.

Pierrelepreguntaporquésonríeyellacontesta:

—Pornada.

Luegolecuenta.Eldice:

—¿QuiénesBalmain?

Se estaban preparando para ir a un funeral. Para asegurarse de estar atiempo en la ceremonia, habían llegado de su casa deVancouver Island lanocheanterior.Eralaprimeravezquedormíanenunhoteldesdelanochedebodas. Ahora cuando salían de vacaciones siempre lo hacían con los dosniños,ybuscabanmotelesbaratosconcomodidadesparafamilias.

Eraelsegundofuneralalqueibancomomatrimonio.ElpadredePierrehabíamuerto y habíamuerto lamadre deMeriel, pero ambos antes de quePierre yMeriel se conocieran. El año anterior había muerto de repente unprofesordelinstitutodePierre,yelserviciohabíasidomagnífico,conelcorodemuchachosyuntextodelsigloXVI,Elentierrodelosmuertos.ElhombreteníamásdesesentaañosyparaPierreyMeriellamuertesólohabíasidoun

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pocosorpresivayapenas triste.Ensuopiniónnoeramuydiferentemoriralossesentaycincoquealossetentaycincoolosochenta.

Elfuneraldehoyeraotroasunto.IbanaenterraraJonas.ElmejoramigodePierredesdehacíaaños,ydelamismaedad:veintinueve.PierreyJonassehabíancriadojuntosenVancouveroccidental:teníanrecuerdosdeantesdelaconstruccióndelpuentedeLion’sGate,cuandolaciudadparecíaunpueblo.Sus padres eran amigos. A los once o doce años habían hecho un bote deremos y lo habían botado en elmuelle deDundarave.En la universidad sehabían separado por un tiempo: mientras que Jonas estudiaba ingeniería,Pierre se había inscrito en clásicas, y era tradición que los estudiantes deingenieríaydeartessedespreciaranmutuamente.Peroenañossiguienteslaamistad sehabía reavivadohasta ciertopunto. Jonas,quenoestaba casado,ibaavisitaraPierreyaMerielyavecessequedabaconellosunasemanaentera.

A los dos jóvenes los sorprendía el curso de sus vidas; solían bromearsobrelacuestión.SibienlacarreraelegidaporJonas,tantranquilizadoraparasus padres, había provocado una envidiamuda en los padres de Pierre, eraPierre quien se había casado y conseguido un puesto de profesor y quienhabía asumido responsabilidades corrientes, mientras que después de launiversidadJonasnosehabíaasentadoenunempleoniconunamuchacha.Pasaba la vida en una especie de período de prueba que no desembocabanuncaenunvínculofirmeconunaempresa,ytodaslaschicas—almenosporlo que decía— tomaban como un período de prueba su relación con él. Suúltimoempleocomoingenierohabíasidoenelnortedelaprovincia,yhabíaacabadoenabandonoodespido.«Findeempleoporconsentimientomutuo»,lehabíaescritoaPierre,yhabíaañadidoquevivíaenelhotel,dondevivíantodoslosdeclasealta,yquetalvezconsiguieratrabajoenunequipodetala.Tambiénhabíaaprendidoaconduciravionesypensabaen laposibilidaddehacerse piloto de montaña. Prometía ir a visitarlos cuando solucionara losproblemasfinancieros.

Merielhabíaesperadoquenoocurriera.Jonasdormíaenelsofádelasalay al levantarse dejaba las mantas en el suelo para que las recogiera ella.Mantenía a Pierre despierto hasta la madrugada contando historias de laadolescenciaydeépocasanteriores.LlamabaaPierre«Pipier»,unapododeaquellos años, y a los viejos amigos los llamaba el Pestes, el Tronco o elGallo, nunca por los nombres queMeriel había oído siempre: Stan,Don oRick.RecordabaconunabruscapedanteríadetallesdeincidentesqueMeriel

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no encontraba tan notables ni graciosos (la bolsa con mierda de perroquemada en el umbral del maestro, el pitorreo del viejo que ofrecía unamonedaalosniñosporbajarleslospantalones),yencuantolaconversaciónvolvíaalpresenteempezabaairritarse.

CuandotuvoquedecirleaPierrequeJonashabíamuerto,Merielsehabíasentido culpable y conmovida. Culpable porque Jonas no le gustaba yconmovidaporqueeralaprimerapersonadesugrupodeamigosquemoría.PeroPierrenopareciósorprenderseniconmoversedeformaespecial.

—Sesuicidó—habíadicho.

Ellahabíarespondidoqueno,quehabíasidounaccidente.Ibaenmoto,yadenoche,circulandosobregrava,ysehabíasalidodelcamino.Lohabíaencontradoalguienohabíaalguienconél,nohabíarecibidoauxilioperounahoradespuésestabamuerto.Eranheridasmortales.

Eso había dicho su madre por teléfono. Eran heridas mortales. Quérápidamenteresignadahabíasonado,quépocoperpleja.ComoPierrealdecir«Sesuicidó».

Después Pierre y Meriel apenas habían hablado de la muerte en sí;hablarondelfuneral,delhotel,delanecesidaddeencontrarunacanguroparatodalanoche.Deenviareltrajedeélalatintorería,deconseguirunacamisablanca.Meriel se encargaba de todo y Pierre la controlaba en su papel demarido. Pierre deseaba, entendía Meriel, que ella actuase con dominio ysentido práctico, como él, sin aducir una pena que —estaría seguro— nopodíasentirenrealidad.Meriellepreguntóporquéhabíadicho«Sesuicidó»yéllehabíacontestado:«Esloquemevinoalacabeza».Ellahabíasentidoquelaevasióneraunaespeciedeadvertenciayhastaunaréplica.Comosilepreocupasequeesamuerte—olaproximidaddelosdosaesamuerte—fueraa provocar en ella un sentimiento oprobioso y egocéntrico. Un entusiasmomórbido,jactancioso.

Enaquellostiempos,losmaridosjóveneseranrígidos.Pocoanteshabíansido pretendientes, figuras casi cómicas, patizambos y sumidos en untormento sexual desesperante. Luego, tras haber pasado por la cama, sevolvían decididos y censuradores. Cada mañana al trabajo, perfectamenteafeitados,lacorbataanudadaalcuellojoven,parapasareldíaenactividadesignotas;alahoradelacena,denuevoencasaparaexaminarcríticamentelacomidaodesplegarelperiódico,alzarloentreellosyelfangodelacocina,lasenfermedades, las emociones y los bebés. Cuánto tenían que aprender tan

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deprisa.Adoblegarseanteel jefeya lidiarcon laesposa.Amanejarseconautoridad en hipotecas, muros medianeros, hierba del jardín, desagües ypolítica, y almismo tiempo en el empleo que por un cuarto de siglo debíamantenerasusfamilias.Entonceseranlasmujereslasquepodíanregresar—duranteeldía,ysindescuidarlaturbadoraresponsabilidadquesedescargabaenellasrespectoalosniños—aunasuertedesegundaadolescencia.Mejorarel ánimo cuando se iba el marido. Ensueño rebelde, charlas subversivas,ataquesderisayotrosvestigiosdelauniversidadcrecíancomohongos,entrelosmurospagadosporelmarido,durantelashorasenqueéstenoestaba.

Despuésdel funeral, algunosasistentes fueron invitadosa lacasade lospadresdeJonasenDundarave.Losrododendrosdelsetoestabancuajadosdeflores rosas, rojas y púrpura.El padre de Jonas recibió felicitaciones por eljardín.

—Nosé—dijoél—.Tuvimosqueadecentarlounpocodegolpe.

LamadredeJonassedisculpó:

—Me temoquenoseaunacomidaen toda regla.Algoparapicar,nadamás.

Lamayoríabebíajerez,aunquealgunoshombresprefirieronwhisky.Paradisponer las fuentes habían extendido la mesa del comedor: mousse desalmón con tostadas, tarta de champiñones, rollos de salchicha, un suavepasteldelimón,rodajasdefrutaygalletasdealmendra,ademásdebocadillosdegambas,dejamónydepepinoconaguacate.PierreamontonabadetodoensuplatitodeporcelanayMerieloyóquelamadreledecía:

—Puedesvolveraservirte,tranquilo.

LamadredePierreyanovivíaenVancouveroccidentalperohabíaidodeWhiteRock para el entierro.Y ahora que Pierre era profesor y un hombrecasadonoseatrevíaareñirlodirectamente.

—¿Otepiensasquenoquedaránada?—preguntó.

—Quizánodeloqueyoquiera—dijoPierre,despreocupado.

LamadrelehablóaMeriel:

—Québonitovestido.

—Sí,peromira—matizóMeriel alisandounasarrugasque se lehabíanhechoduranteeloficio.

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—Eseeselproblema—dijolamadredePierre.

—¿Qué problema? —preguntó animadamente la madre de Jonas,deslizandounastartaletasenelcalentador.

—El problema del lino —respondió la madre de Pierre—. Meriel mecontabaqueselehaarrugadoelvestido—nodijo«duranteeloficio»—yyoledecíaqueéseeselinconvenientedelaropadelino.

EsposiblequelamadredeJonasnoleprestaraatención.Mirandoalotroladodelasala,dijo:

—Ése es el médico que lo atendió. Vino desde Smithers en su propiaavioneta.Nospareciómuygenerosodesuparte,realmente.

LamadredePierreexclamó:

—Menudaaventura.

—Sí.Bueno,mefiguroquecomovisitaagentedelmontesueleviajarasí.

El hombre al cual aludían estaba hablando conPierre.No llevaba traje,aunquesíunachaquetadecentesobreunjerseydecuellocisne.

—Supongo que sí—dijo la madre de Pierre, y la madre de Jonas dijo«Sí»,yMerielsintiócomosientreellashubieraquedadoexplicadoyzanjadoalgo…¿sobrecómoestabavestidoelmédico?

Bajólavistaalasservilletas,queestabandobladasencuartos.Noerantangrandes como las servilletas de cena ni tan pequeñas como las de cóctel.Estaban superpuestasenhilera,demodoqueunaesquinadecada servilleta(laesquinabordadaconunaflorecillaazul,rosaoamarilla)tapabaelángulodobladode la vecina.Nohabía dos servilletas delmismo color o lamismaflorquesetocaran.Nadiehabíadesordenadoelarreglo,y,sialguienlohabíahecho(puesenefectohabíaenlasalaalgunaspersonasconservilletas),habíatomadolasuyadelfindelahilera,cuidándosedeconservarelorden.

Eneloficiofunerario,elsacerdotehabíacomparadolavidadeJonasenlatierraconladeunbebéenelútero.Elniño,habíadicho,sinsabernadadelaotra existencia, habita esa cavidad cálida, oscura y acuosa sin presentirsiquiera elmundo inmenso y brillante adonde pronto será impulsado.Y, sibien nosotros en la tierra tenemos un presentimiento, somos incapaces deimaginar realmente la luz en donde entraremos tras haber sobrevivido a lalabor de la muerte. Si de algunamanera pudiéramos contar al niño qué leocurrirá en el futuro inmediato, ¿no reaccionaría él con incredulidad, y por

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añadiduraconmiedo?Asíreaccionamosnosotroslamayorpartedeltiempo;peronodeberíamos,puessenoshadadoseguridad.Aunasí,nuestrosciegoscerebrosnopuedenimaginarniconcebirellugaradondeiremos.Elniñoestáenvuelto en la ignorancia, la fe de su ser sordo e inerme.Nosotros, no deltodo ignorantesnidel todosabios,hemosdearroparnosennuestra fe,en lapalabradenuestroSeñor.

Merielmiróal sacerdote,queestabaenelumbraldelvestíbuloconunacopadejerezenlamanoescuchandoaunabulliciosamujerdepelorubio.Nolediolaimpresióndequeestuvieranhablandodelaspunzadasdelamuerteni de la luz del más allá. ¿Qué haría el sacerdote si ella se acercaba ainterrogarlosobreeltema?

Nadiehabríatenidoelcoraje.Niladescortesía.

EnvezdehaceresomiróaPierreyalmédicorural.Pierreconversabaconunavivacidad infantilnomuyfrecuenteenélporentonces.Nofrecuentealmenos paraMeriel. Se entretuvo fingiendo que lo veía por primera vez. Elpelocorto,crespoymuyoscuroqueescaseabaenlassienesdescubriendolapiel suave,marfileña, apenasbronceada.Loshombrosanchosyagudos, losbrazoshermososyelcráneobienformadoyalgopequeño.Teníaunasonrisaencantadora pero nunca calculada; desde que era profesor de muchachosparecía desconfiar por completo de las sonrisas.Tenues líneas de inquietudconstantesurcabansufrente.

Seacordódeunafiestadeprofesores—hacíamásdeunaño—enquelosdos, en lados opuestos de la sala, se habían visto excluidos de lasconversacionescercanas.Dandounrodeo,ellaselehabíaacercadosinqueéllo notara y se había puesto a hablarle como si fuese una desconocidadiscretamentecoqueta.Elsonriócomolohacíaenaquelmomento—perodeotromodo,comoeranaturalfrenteaunamujerprovocativa—,yentróeneljuego.Habían intercambiadomiradas intensasy frases insulsashastaacabarrompiendo en risas. Alguien se les había acercado a decirles que estabanprohibidosloschistesconyugales.

—¿Qué te hace pensar que estamos casados de verdad?—había dichoPierre,queenesasreunionessolíasercircunspecto.

AhoraMerielcruzólasalahastaélsinningunapicardíaenmente.Queríarecordarlequedebíanmarcharsetempranoasusrespectivosdestinos.Eliríaen coche a coger el ferry de Horseshoe Bay y ella por la orilla norte, enautobús,hastaLynnValley.Merielhabíaresueltoaprovecharlaoportunidad

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paravisitaraunamujerquesudifuntamadrehabíaqueridoyadmirado,cuyonombrelehabíapuestoasuhijayaquienMerielsiemprehabíallamadotía,si bien no tenían vínculo de sangre. La tía Muriel. (Sólo al entrar en launiversidadMerielsehabíacambiadolauporunae).Laancianavivíaenunaresidencia de Lynn Valley y hacía más de un año que Meriel no iba avisitarla. Los viajes familiares a Vancouver no eran frecuentes, el trayectohastaallíeralargoyalosniñoslesperturbabanlaatmósferadelaresidenciayelaspectodelosviejos.APierretambién;ciertoquenolegustabadecirlo,yensulugarpreguntabaquéparentescoteníaconMerielaquellapersona.

Enrealidadnoestutía.

De modo que ahora Meriel iría a verla sola. Había dicho que si noaprovechaba la ocasión le remordería la conciencia.Además, aunque no lodijera,esperabaelmomentoparaalejarsedesufamilia.

—A lomejor puedo llevarte—dijo Pierre—. SabeDios cuánto tendrásqueesperarelautobús.

—Nopuedes—repusoella—.Perderíaselferry.—Lerecordóquehabíaquedadoenverseconsuhermana.

—Tienesrazón—concedióPierre.

El hombre con el que había estado hablando —el médico— no habíatenidomásremedioqueoírlaconversación.Deprontodijo:

—Permítamequelalleveyo.

—Meparecióentenderquehabíavenidoenavioneta—comentóMeriel,altiempoquePierreseexcusaba:

—Perdóneme,lepresentoamimujer.Meriel.

ElmédicodijounnombrequeMerielapenasoyó.

—NoestanfácilaterrizarenavionetaenelcerroHollyburn—explicóél—.Poresoladejéenelaeropuertoyalquiléuncoche.

CiertoesfuerzoenlacortesíadeélhizopensaraMerielquehabíaestadoodiosa. Siempre era demasiado atrevida o demasiado tímida; siempre sepasaba.

—¿Deverdadpodría?—dijoPierre—.¿Tienetiempo?

Elmédicomiró fijamente aMeriel.No fueunamiradadesagradable,niaudaz,niladinanilisonjera.Perotampocosocialmenteobsequiosa.

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Dijo:

—Desdeluego.

Quedóentendidopuesqueseríaasí.Empezaríanadespedirselostresenesemismomomento;acontinuación,PierrepartiríahaciaelferryyAsher—porqueasísellamaba:doctorAsher—llevaríaaMerielaLynnValley.

LoqueMeriel tenía planeado era visitar a la tíaMuriel—posiblementeinclusocenarconella—, tomarelautobúsdeLynnValleyhasta la terminaldelaciudad(habíabastantesautobuses«alaciudad»)yalcanzarelautocardelanochequelallevaríaalferryyasucasa.

Elhogardeancianosse llamabaHeredadde laPrincesa.Eraunedificiodeunaplantaconpabellonesañadidosyestucadodecolorcastañorosado.Lacalleeraconcurridaynohabíaunparquequepudieratenerencuenta,cercanisetoqueamortiguaranelruidoniprotegieranlafranjadehierba.AunladohabíaunTemplodelosEvangeliosconunacaricaturadecampanarioyalotrounagasolinera.

—Lapalabra«heredad»yanosignificanada,¿no?—lepreguntóMeriel—.Nisiquieraquelacasatienedosplantas.Sólosignificaqueelsitioesalgoquenisiquierapretendeser.

El médico no dijo nada; quizá no había entendido el razonamiento deMeriel. O bien no valía la pena comentarlo aunque fuese cierto. Todo elcamino desde Dundarave, ella se había escuchado hablar y estabaconsternada. No era tanto que estuviese parloteando—soltando lo primeroqueleveníaalacabeza—comoqueprocurabaexpresarcosasqueleparecíaninteresantesohabríanpodidoserlosiellahubiera logradodarles forma.Asídisparadas, sin embargo, probablemente sonaran pretenciosas cuando nodemenciales.Debíadehabersonadocomoesasmujeresdecididasamantener,no una charla corriente, sino una auténtica conversación. Y aun ahora,convencida de que no resultaba, de que debía de estar abrumándolo, eraincapazdedetenerse.

Noentendíaporqué.Inquietud,simplementeporqueenestaépocadesuvida raravezhablabaconextraños.Desconciertodeviajarencocheconunhombrequenoerasumarido.

Sihastalehabíapreguntado,groseramente,quépensabadelaopinióndePierrerespectoaqueelaccidentedemotohabíasidounsuicidio.

—Lomismosepodríasuponerdeunbuennúmerodeaccidentesviolentos

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—habíacontestadoél.

—No se preocupe por entrar al sendero —dijo ahora ella—. Puedobajarmeaquí.

Tan incómoda, tan ansiosa estaba de alejarse de él y su indiferenciaapenas educada, que había aferrado lamanija de la puertamientras todavíaavanzabanporlacalle.

—Había pensado aparcar—explicó él doblando de todosmodos—.Noibaadejarlatirada.

—Talvezmelleveunbuenrato—dijoella.

—Dalomismo.Puedoesperar.Opuedoentraryecharunvistazo.Sinolemolesta.

Estuvoapuntoderesponderlequeaveceslosgeriátricoseransórdidoseinquietantes, pero recordóque él eramédico: novería nadaquenohubieravistoya.Yalgoenlamaneradedecir«Sinolemolesta»—unaformalidad,pero también un titubeo en la voz— la había sorprendido. Era como si leestuviese ofreciendo tiempo y su presencia con la mente puesta no en lacortesíasinoenella.Eraunofrecimientoconuntoquedehumildadsincera,aunque no un ruego. SiMeriel contestaba que realmente no quería hacerleperdermástiempo,élyanohabríaintentadopersuadirla;sehabríadespedidoconlamismagentilezaysehabríamarchado.

Pero el caso fue que bajaron los dos del coche y cruzaron juntos elaparcamientorumboalaentradaprincipal.

Sentadosenuncuadradodecementoconarbustosdeaspectoafelpadoytiestosdepetuniasquesimulabanunjardín,habíavariosancianosylisiados.La tía Muriel no estaba allí pero Meriel fue objeto de saludos alegres.Entoncesleocurrióalgo.Lainvadióunasúbita,misteriosasensacióndepodery regocijo, como si con cada paso le subiera desde los talones hasta lacoronillaunmensajebrillante.

Cuandomástardelepreguntaraaélporquélahabíaacompañadodentro,éldiría:

—Porquenoqueríaperdertedevista.

La tía Muriel estaba sola, en una silla de ruedas, en la penumbra delpasilloadondedabasuhabitación.Selaveíafantástica,resplandeciente,peroeraporquelehabíanpuestoundelantaldeamiantoparaquepudierafumarun

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cigarrillo. AMeriel le dio la impresión de que la última vez, hacíameses,estacionesenteras,lahabíavistosentadaenlamismasillayelmismolugar,aunquesineldelantaldeamianto,quedebíaderesponderaunanormanuevaoreflejarciertadecadencia.Muyprobablementesesentaracadadíaallí,juntoalcenicerofijollenodearena,amirarlabiliosapared—lapinturaerarosaomalvaperoparecíabiliosa,tanoscuroestabaelpasillo—conelestantefijadoconescuadrasquesosteníaunpequeñobrotedehiedraartificial.

—¿Meriel?Yasabíaqueerastú—dijo—.Tereconocíporlospasos.Porla respiración.Estascataratas sonun infierno,maldita sea.Noveomásquebultos.

—Sí,claro, soyyo.¿Cómoestás?—Meriel lediounbesoen lasien—.¿Porquénotehassentadoalsol?

—Elsolnomegusta—dijolaanciana—.Tengoquecuidarmicutis.

Podía estar bromeando, pero tal vez fuera cierto. Su cara pálida y susmanos estaban cubiertas de grandes manchas; manchas de un blancocadavéricoque a la escasa luz del lugar se veíanplateadas.Había sidounarubianaturaldecara rosada,delgada,conunpelo lacioqueyaa los treintaañoshabíaencanecido.Ahoraelpeloestabamustioydesordenadode tantoapoyarseencojinesy los lóbulosde lasorejascolgabancomo tetillas fofas.Enuntiempolehabíagustadollevarpendientesdediamante;¿adondehabíanidoaparar?Diamantesenlasorejas,cadenillasdeoropuro,perlasauténticas,faldasdesedadecoloresinsólitos—ámbar,berenjena—yhermososzapatosestrechos.

Olíaatalcodehospitalylasgotasdelicorquesorbíatodoeldíaentreloscigarrillosracionados.

—Nosharánfaltaunassillas—advirtió.Inclinándosehaciadelante,agitólamanoconelcigarrilloeintentósilbar—.Camarera,porfavor.Sillas.

Elmédicodijo:

—Voyyoabuscarlas.

LaMurielviejaylajovensequedaronsolas.

—¿Cómosellamatumarido?

—Pierre.

—Ytienesdoshijos,¿verdad?JaneyDavid.

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—Exacto.Peroelhombrequemeacompaña…

—Ah,no—dijolaviejaMuriel—.Ésenoestumarido.

MásquealageneracióndelamadredeMeriel,latíaMurielpertenecíaala de la abuela. En la escuela había sido profesora de arte de lamadre deMeriel. Primero inspiradora, luego aliada, por fin amiga. Pintaba grandescuadros abstractos, uno de los cuales —regalado a la madre de Meriel—colgabaenelvestíbuloposteriordelacasaendondeMerielhabíacrecidoyeratrasladadoalcomedorcadavezquelaartistaibadevisita.Loscoloresdelcuadroeranturbios—rojososcurosymarrones(elpadredeMeriellollamabaMontón de estiércol en llamas)—, pero el ánimo de Muriel erainvariablementeencendidoeintrépido.

De joven había vivido en Vancouver, antes de ir a enseñar a aquellaciudad de provincias. Había sido amiga de artistas que ahora salían en losperiódicos. Añoraba volver y al cabo lo consiguió: se fue a vivir con unmatrimonio mayor, amigos y mecenas de artistas, para los que hacía desecretaria.Mientrasvivióenesacasaparecíasobrarleeldinero,pero tras lamuertedeellossehabíaquedadoalaintemperie.Vivíadesupensión,pintabaacuarelaspuesnopodíacostearselosóleosysemoríadehambre(sospechabalamadredeMeriel)contaldeconvidaraMeriel,queporentoncesestudiabaen la universidad. En esas ocasiones, su charla era un torrente de chistes yjuicios,lamayoríadestinadosaseñalarquelasobrasylasideasquechiflabanalagenteeranbasura,peroquedevezencuando—enlaproduccióndeuncontemporáneo oscuro o una figura semiolvidada de otro siglo— seencontraba algo extraordinario. Su palabra incondicional de elogio era ésa:extraordinario.Unasordinaenlavoz,comosienaquelmismoinstanteyparasusorpresa,hubieraencontradoenelmundounacualidadqueaúnsedebíahonrarsinvacilaciones.

Elmédicoregresócondossillasysepresentó,contodanaturalidad,comosihastaentoncesnohubieratenidolaocasión.

—EricAsher.

—Esmédico—dijoMeriel. Iba a empezar a explicar lo del funeral, elaccidente,elapresuradoviajedesdeSmithers,perolaconversaciónsedesvió.

—Peronovengoenvisitaoficial,descuide—aclaró.

—Puesclaroqueno—dijolatíaMuriel—.Havenidoconella.

—Sí—confirmóél.

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Enesemomentoalargóelbrazoentre lasdos sillas, tomóunamanodeMerielyporunossegundoslaapretófuerte.Luegolasoltó.YlepreguntóatíaMuriel:

—¿Yesocómolosabe?¿Pormirespiración?

—Losé—dijoella,unpocoimpaciente—.Yotambiéneraundemonio.

Lavoz—eltemblor,eltrinoquelaagitaba—noseasemejabaaningunaqueMeriellehubieraoído.Leparecióqueenesaancianadeprontoextrañaseremovíaunatraición.Unatraicióndelpasado,acasodelamadredeMerielyde la amistadconunapersona superiorque tantovaloraba.Odeaquellascomidascon lamismaMeriel,de lasconversacionesenrarecidas.Habíaunadegradación en perspectiva. Meriel se sintió contrariada, remotamenteexcitada.

—Oh,yoteníaamigos—dijolatíaMuriel,yMerielprecisó:

—Teníasmontonesdeamigos.—Nombróunpardeellos.

—Esehamuerto—indicólatíaMuriel.

Meriel dijoqueno, quehacíamuypocohabía leído algo sobre él en elperiódico,unpremioounamuestraretrospectiva.

—¿Ah, sí?Creí que estabamuerto.A lomejor lo confundo con otro…¿Conoce a losDelaney?—Ya no le hablaba aMeriel sino directamente alhombre.

—Creoqueno—dijoél—.No.

—Eran unos que tenían una casa en Bowen Island adonde solíamos irtodos.LosDelaney.Penséquea lomejorhabíaoídohablardeellos.Habíavariasintrigas.Aesomereferíaaldecirqueyoeraundemonio.Aventuras.Bueno…, parecían aventuras, pero todo obedecía a un guión, no sé si mecomprende.Asíqueenrealidadnoeratantaaventura.Nosemborrachábamoscomocubas,desde luego.Perosiempre teníanque teneruncírculodevelasencendidas,claro,ylamúsicapuesta…Másbiencomounritual.Peronodeltodo.Noqueríadecirqueunanopudieraconoceraalguienyenviarelritualal diablo. Sólo conocerse y empezar a besarse como locos y escapar albosque.Aoscuras.Nosepodíallegarmuylejos.Fulminados.

Sehabíaechadoatoser.Intentóhablarmientrastosía,sedioporvencidayledieronsacudidasviolentas.Elmédicoselevantóylediounpardegolpesexpertosenlaespaldadoblada.Latosacabóconungemido.

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—Mejor—dijo—.Bueno,unasabíaquéestabahaciendopero fingíanosaberlo.Unavezamímehabíanvendado.Noenelbosque,estoeradentro.Nadadequéquejarse,yohabíaaceptado.Peronoresultótanbien…Quierodecirqueveía.De todosmodosnodebíadehabernadiequeyonohubierareconocido.

Empezó a toser de nuevo, aunque no de forma tan angustiosa. Por finlevantó la cabezay respiróprofunday ruidosamenteunosminutos, alzandolas manos para mantener la conversación en suspenso, como si enseguidafueseadeciralgomás,algo importante.Pero loúnicoquehizofue reírseyconfesar:

—Ahora llevo una venda permanente. Cataratas. Aunque no es quealguienseaprovechedemí;noenorgías,queyosepa.

—¿Cuánto hace que empezaron? —preguntó el médico con un interésrespetuoso, y para gran alivio de Meriel se inició una conversaciónabsorbente,unadiscusión informada sobreeldesarrollode las cataratas, lasventajasy los inconvenientesdeoperarsey ladesconfianzade la tíaMurielpor el oftalmólogo relegado—según dijo— a cuidar a los internos de eselugar.

Sinlamenordificultad,lafantasíalasciva—Merieldecidióquedeesosehabíatratado—seconvirtióenunacharlamédica,agradablementepesimistapor el lado de la tíaMuriel y cuidadosamente tranquilizadora por parte delmédico. El tipo de conversación que periódicamente debía de tener lugardentrodeaquellosmuros.

Pocodespués,medianteunintercambiodemiradas,elmédicoyMerielsepreguntaron si la visita ya había durado lo suficiente. Una mirada furtiva,deferente, casi matrimonial; una mascarada de insulsa intimidad excitanteparaquienesafindecuentasnoestabancasados.

Pronto.

LapropiatíaMurieltomólainiciativa.

—Lamentoserdesatenta—dijo—,perotengoquedecirosquemecanso.

No quedaba en sus maneras ni un rastro de la persona que habíapropiciado laprimerapartede laconversación.Trastornada,actuandoyconunavagavergüenza,Merielseinclinóadarleunbesodedespedida.TeníalasensacióndequenovolveríaaveralatíaMuriel,ynolohizomás.

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A la vuelta de un recodo, entre puertas abiertas a habitaciones dondealgunos pacientes dormían o miraban desde la cama, el médico le puso lamanoentrelosomóplatosyladeslizóhastalacintura.Ellasediocuentadeque estaba tirando de la tela del vestido, que se le había pegado a la pielhúmedamientraslateníaapretadacontraelrespaldodelasilla.Tambiénbajolosbrazosselehabíamojadoelvestido.

Yteníaqueirallavabo.Empezóabuscareldevisitantes,queleparecíahabervistocuandoentraron.

Allí estaba. No se había equivocado. Un alivio, pero también unadificultad, porque de golpe tuvo que alejarse del alcance de él y decir«Permítameunmomento»conunavozquea ellamisma le sonódistante eirritada.Eldijo«Claro»,sefuebruscamentehaciaelserviciodehombresyladelicadezadelmomentoseperdió.

CuandoMeriel salió a la ardiente luzdel sol loviopaseándose junto alcoche,fumando.Nohabíafumadoantes,nienlacasadelospadresdeJonas,ni enel caminoni en la residencia.Elactoparecíaaislarloomostrarciertaimpaciencia,quizásunaimpaciencianacidadehaberhechounacosaypasaralasiguiente.AhoraMerielnoestabaseguradequeellafueralacosasiguienteolaquehabíaqueacabar.

—¿Adondevamos?—preguntóél,yaconduciendo.Yenseguida,comosihubiesehabladocondemasiadabrusquedad—:¿Adondelegustaríair?

Era casi como si le hablara a una niña o a la tía Muriel: como si lehubiesenencargadoentretenerla.YMerielrespondió:

—Nolosé.—Comosinolequedaramásalternativaqueconvertirseenunaniñapesada.

Estabaconteniendounalaridodedecepción,unclamordedeseo.Aunqueeldeseohubieseparecido tímidoy esporádicopero inevitable, depronto sedeclaraba inapropiado, unilateral. Las manos que aferraban el volante eransólodeél,comosinuncalahubierantocado.

—¿QuélepareceStanleyPark?—preguntó—.¿Legustaríadarunpaseo?

Elladijo:

—Stanley Park, sí. Hace tiempo que no voy. —Como si la idea lareanimara y no pudiera concebir nada mejor. Y para empeorar las cosasañadió—:Esundíamaravilloso.

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—Sí.Vayasiloes.

Hablabancomocaricaturas.Erainsoportable.

—Aestoscochesdealquilernolesponenradio.Bueno,aveceslesponenyavecesno.

Cuando cruzaban el puente de Lion’s Gate, ella bajó la ventanilla. Lepreguntósilemolestaba.

—No.No,enabsoluto.

—Paramíesseñaldeverano.Laventanillabajadaylabrisaentrando.Nocreoquelogreacostumbrarmealaireacondicionado.

—Conciertastemperaturaspodría.

Ellasellamóasilenciohastaquelosrecibieraelbosquedelparqueylosárboles altos, frondosos, se tragaran quizá la torpeza y la vergüenza. Peroluegoloestropeótodoconunsuspirodemasiadoelogioso.

—PuntoPanorámico.—Elleyóelcartelenvozalta.

Aunque era una tarde laborable de mayo y no habían empezado lasvacaciones,habíamuchagente.Unmomentomásyelloslocomentarían.Alolargodetodalaavenidaquellevabaalrestaurantehabíacochesaparcados,yenlaplataformacolasfrentealosbinocularesdemonedas.

—Ajá.

El acababa de ver un coche que se iba. La necesidad de hablar quedósuspendidaunmomentomientrasparaba,retrocedíaparadejarespacioalotroyluegoaparcabaenelhuecohartoestrecho.Sebajaronalmismotiempoyseencontraronenlaacera.Elsevolvíaaunladoyotrointentandodecidirpordóndeenfilar.Todoslossenderosalavistaestabanllenosdecaminantes.Aellaletemblabanlaspiernas.Nopodíasosteneraquelloniunminutomás.

—Llévameaotrositio—ordenó.

Ellamiróalacara.

—Sí—dijo.

Enlaacera,alavistadelmundo.Besándosecomolocos.

Llévame, había dicho.Llévame a otro lugar, y noVamos a otro lugar.Para ella eso era importante. El riesgo, la transferencia de poder. Riesgo ytransferenciacompletos.Vamoshabríaentrañadoriesgo,peronoabdicación,

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que para ella es el comienzo—cada vez que revive aquel momento— delviraje erótico. Pero ¿y si él a su vez hubiera abdicado? ¿A qué lugar?Tampocoesohabríaservido.Élteníaquedecirloquedijo.TeníaquedecirSí.

La llevóalpisoendondesealojaba,enKitsilano.EradeunamigoquehabíaidoapescaralacostaoestedeVancouverIsland.Estabaenunedificiopequeño y digno de tres o cuatro plantas. Ella no recordaría más que losladrillosdecristalde laentradayelequipodealta fidelidad,complejoparaaquellostiempos,queparecíaelúnicomobiliariodelasala.

Habría preferido otro escenario, y ese otro era el que intercalaba en elrecuerdo.Un angosto hotel de seis o siete plantas, en un tiempo residenciaelegante,delWestEnddeVancouver.Cortinasdeencajeamarillento,techosaltos,acasounarejadehierrohasta lamitaddelaventana,unfalsobalcón.Un lugar no deshonroso, en realidad; sólo con una atmósfera de habercobijadolargamentedesventurasyfaltasprivadas.Allíellatendríaquecruzarel breve vestíbulo con la cabeza gacha y los brazos rígidos a los lados, elcuerpoembebidodeunavergüenzaexquisita.Yélhablaríaconelconserjeenunavozsusurranteque,sinanunciarsupropósito, tampocoloescondíaoseexcusaba.

Luego el viaje en la anticuada jaula del ascensor, conducida por unanciano,quizásunaancianaountullido,untaimadoservidordelvicio.

¿Por qué conjuraba?, ¿por qué añadía aquel escenario? Era por elmomentodeexposición,lapenetrantesensacióndeinfamiayorgulloqueseapoderabadesucuerpoalatravesarel(supuesto)vestíbulo;yporelsonidodelavozdeél,ladiscreciónylaautoridaddelaspalabrasdirigidasalconserjequeellanooíaclaramente.

Quizáshabíahabladoenesetonoenlafarmacia,unasmanzanasantesdellegar al piso, después de aparcar el coche y decirle «Espera aquí unmomento».Encircunstanciasdiferentes,losarreglosprácticosqueenlavidaconyugal se hacían tan pesados y descorazonadores podían provocarle unardorsutil,unaletargiayunasumisiónnuevas.

Despuésdelanochecerlallevóderegresoatravésdelparque,delpuenteydeloestedeVancouver,ypasómuycercadelacasadelospadresdeJonas.EllallegóaHorseshoeBaycasienelúltimominutoycaminóhastaelferry.Losdías finalesdemayoeran losmás largosdelañoypesea las lucesdelmuelle y los faros de los coches, que entraban en la bodega del barco,distinguióunresplandorenelponienteycontraéllasiluetanegradeunaisla

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—noBowen sino otra cuyo nombre ignoraba— neta como un budín en labocadelabahía.

Tuvoquesumarsea lamultituddecuerposbamboleantesquesubíanlasescalerasyal llegaral salóndepasajerossesentóen laprimerabutacaqueencontró.Noseesforzónisiquiera,comodecostumbre,enbuscarunasientojuntoalaventana.Lequedabaunahoraymediahastaqueelbarcoatracaraenlaotraorilla,yenesetiempoteníamuchoquehacer.

Encuantoelbarcohubozarpado,lagentequeestabaasuladosepusoahablar.No eran conversadores ocasionales sino amigos omiembros de unafamilia;seconocíanbienynolesfaltaríaquédecirsedurantetodoelviaje.Demodoqueselevantó,subióalacubiertasuperior,dondesiemprehabíamenosviajeros,ysesentóenunodeloscubosllenosdesalvavidas.Ledolíanzonasprevisibleseimprevisiblesdelcuerpo.

Lo que tenía que hacer, según lo veía, era recordar todo —y por«recordar» entendía experimentarlo mentalmente una vez más— y luegoguardarloparasiempre.Yunavezpuestaenordenlaexperienciadeldía—sin nada perdido ni traspapelado—, una vez reunida como un tesoro ycerrada,hacerlaaunlado.

Se atuvo a dos predicciones, la primera cómoda, la segunda lo bastantefácilparaaceptarlademomentoaunquesindudaseharíamásarduaconeltiempo.

ElmatrimonioconPierreibaacontinuar.Duraría.

EllanuncavolveríaaveraAsher.

Lasdosseprobaronacertadas.

Sumatrimonio duró:más de treinta años después de aquello, hasta quemurió Pierre. En la primera y liviana etapa de la enfermedad, ella le leíapasajesdeunoscuantoslibrosquelosdoshabíanleídoañosantesyqueríanreleer. Uno eraPadres e hijos. Después de que le leyera la escena en queBazarovdeclarasuviolentoamoraAnnaSergeievna,yAnnasehorroriza,seenzarzaronenunadiscusión.(Nounapelea:habíayademasiadaternuraentreellos).

Meriel quería otro desenlace. Estaba convencida de queAnna no podíareaccionardeaquellaforma.

—Eselescritor—dijo—.PorlogeneralnomepasaconTurgueniev,pero

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aquí lo veo metiéndose para separarlos a empujones. Y lo hace con algúnpropósito.

Pierresonriódébilmente.Todassusexpresioneseranahoraesbozos.

—¿Túcreesquetendríaquesucumbir?

—No.Sucumbirno.Peronolecreo.Meparecequeestátanatraídacomoél.Queloconseguirían.

—Esoesromanticismo.Fuerzaslascosasparaquetenganunfinalfeliz.

—Nohedichonadadelfinal.

—Escucha —dijo Pierre, paciente. Disfrutaba con esas conversacionesperoselehacíandifíciles;teníaquedescansarunpocopararecobrarfuerzas—. Anna sólo cedería porque lo quiere. Una vez consumado el asunto loquerríaaúnmás.¿Noesasícomosonlasmujeres?Cuandoestánenamoradas,digo.¿Yquéharíaél?A lamañanasiguiente se largaría,quizás inclusosindecirleunapalabra.Essucarácter.Amarlalerepugna.¿Quéhabríanganado,entonces?

—Tendríanalgo.Laexperiencia.

—Lomásprobableesqueéllaolvidarayellasemoriríadevergüenzayrechazo.Annaesinteligente.Losabe.

—Bien—dijoMeriel,haciendounapausaporquesesentíaacorralada—.Bien, eso no es lo que dice Turgueniev. Dice que está totalmentedesconcertada.Dicequeesfría.

—Lainteligencialahacefría.Enlasmujeres,significafrialdad.

—No.

—DigoenelsigloXIX.EnelsigloXIX,sí.

Aquellanocheenelferry,duranteellapsoenquepensabaordenarlotodo,Meriel no hizo nada por el estilo. Si por algo tuvo que pasar fue por unaoleada tras otra de recuerdos intensos. Y por eso seguiría pasando —aintervalos paulatinamente mayores— en los años por venir. No dejaría derecogerdetallesquehabíaperdido,yesosdetalleslaseguiríansobresaltando.Unavezmásoiríaoveríaalgo:unruidoquehabíanhechojuntos,unadeesasmiradas de reconocimiento y ánimo. Una mirada fría a su modo peroprofundamente respetuosa y más íntima que las que había entre marido ymujer,oentrepersonasquesedebíanalgo.

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Recordaba sus ojos gris avellana, el primer plano de su piel áspera, uncírculocomounaviejamarca juntoa lanariz, supecho lisoal separarsedeella. Pero no habría podido dar una descripción precisa de cómo era.Creíahaber sentido su presencia con tal fuerza, desde el principio, que no habíapodido observarlo de forma corriente. Hasta los recuerdos súbitos de losprimerosmovimientosde losdos, inseguros,prudentes, lahacíanencogersecomo para proteger la sorpresa viva de su propio cuerpo, el estrépito deldeseo. Amor-mío-amor-mío, murmuraba, cruda, mecánicamente, y laspalabraserancomounemplastosecreto.

Cuando vio su foto en el periódico no sintió punzadas enseguida. ElrecorteselohabíaenviadolamadredeJonas,quemientrasvivieseinsistiríaen que se mantuvieran en contacto y les recordaría a Jonas cada vez quepudiera. «¿Os acordáis del doctor que vino al funeral de Jonas?», habíaescritobajoelpequeñotitular.«Unmédicomuereenaccidentedeaviación».Eraunafotovieja,sinduda,borrosaenlareproduccióndeprensa.Unacaramásbienmaciza,sonriente,queMerielnuncahabríaesperadodeélfrentealacámara. No había muerto en su avioneta sino al estrellarse un helicópteroduranteunvuelodeemergencia.LemostróelrecorteaPierre.Lepreguntó:

—¿Tienesalgunaideadeporquéfuealfuneral?

—Debían de sermás omenos compinches.Dos de esas almas perdidasalláenelnorte.

—¿Dequéhablasteis?

—Me contó que una vez había llevado a Jonas a enseñarle a volar.«Nuncamás»,dijo.

EntoncesPierrepreguntó:

—¿Atinotellevóaalgunaparte?¿Adóndefue?

—ALynnValley.AveratíaMuriel.

—¿Ydequéhablasteis?

—Meresultódifícilhablarconél.

El hecho de que hubieramuerto no tuvomucho efecto aparente en losensueños de Meriel, si cabía llamarlos así. Aquellos en que imaginabaencuentros fortuitos o aun reuniones desesperadamente acordadas nuncahabían tenidoasideroen la realidad,de todosmodos,yno fueron revisadosporqueélestuvieramuerto.Tendríanqueconsumirsedeunamaneraqueella

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nocontrolabaynuncaentendería.

Aquella noche, cuando volvía en el ferry, había empezado a llover unpoco. Ella se había quedado en la cubierta. Se había levantado, habíacaminadoporahí,ynohabíapodidovolvera sentarse sobreel cubode lossalvavidassinmojarseelvestido.Demodoquesehabíaquedadomirandolaespuma de la estela del barco, y se le había ocurrido que en cierto tipo derelatos—esosqueahorayanadieescribía—loquelehabríatocadohaceraellaeraarrojarsealagua.Talcomoestaba,repletadefelicidad,recompensadacomo seguramente no volvería a estar nunca, con cada célula del cuerpohenchida de autoestima.Un acto romántico que—desde un punto de vistaprohibido—habríapodidoconsiderarsesoberanamenteracional.

¿Estabatentada?Probablementesólosepermitía imaginarqueloestaba.Yprobablementeestabamuylejosdeceder,aunquecederhubierasidoloquetocabaaqueldía.

DespuésdelamuertedePierrerecordóundetallemás.

AsherlahabíallevadohastaelferrydeHorseshoeBay.Habíabajadodelcocheylohabíarodeadohastallegarasulado.Ella,depie,loesperabaparadespedirse. Había dado un paso hacia él, para besarlo —algo tan naturaldespuésdelasúltimashoras—,peroélhabíadicho«No».

—No.Nuncalohago.

Desde luegonoeraverdadqueno lohicieranunca.Quenuncadieraunbeso a la vista de cualquiera. Esamisma tarde lo había hecho en el PuntoPanorámico.

No.

Esoerasencillo.Unaadvertencia.Unanegativa.Laprotegería,sepodríadecir, y se protegería a sí mismo. Aunque horas antes no le hubieraimportado.

Nunca lo hago era algo muy diferente. Otra clase de advertencia. Unainformaciónquepodíanohacerla feliz,aunquequizásestuviesedestinadaaevitarle una seria equivocación. A salvarla de las falsas esperanzas y lahumillacióndeciertotipodeerrores.

¿Cómosehabíandespedido,entonces?¿Sehabíandadolamano?Noseacordaba.

Perooíalavozdeél, la ligerezayalavezlagravedaddel tono,veíala

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cara decidida, meramente agradable, y sentía la tenue retirada fuera de sualcance.Nodudabadequeelrecuerdoeracierto.Noentendíacómodurantetodoesetiempolohabíareprimidocontantaeficacia.

Seleocurrióquedenohaberpodidohacerlo,suvidaenterahabríasidodiferente.

¿Enqué?

TalveznosehubieraquedadojuntoaPierre.Talveznohubierapodidomantenerelequilibrio.Elesfuerzoporconciliar loquesehabíadichoenelferry con lo que se había dicho antes la habría vuelto más alerta y máscuriosa. El orgullo o la obstinación habrían desempeñado un papel —lanecesidaddehacerquealgúnhombresecomieraesaspalabras,unrechazoaaprenderlalección—,peroesonohabríasidotodo.Habíaotraclasedevidaque podría haber hecho, lo cual no quería decir que la prefiriese. Tal vezdebidoasuedad(algoquesiempreolvidabatenerencuenta),oaltenueairefrescoquerespirabadesdelamuertedePierre,podíapensarenesaotraclasedevidacomounasuertedeinvestigación,consusrevesesysuslogros.

Claroque, a fin de cuentas, quizá los descubrimientosno fueran tantos.Acaso una y otra vez lo mismo, algo evidente pero perturbador sobre unamisma.Ensucaso,elhechodequetodalavidasehabíadejadoguiarporlaprudencia,oalmenosporunasuertedegestióneconómicayemocional.

Esemínimogestodefensivoquehabía hecho él, la advertencia cortés yletal, la actitud inflexible ya un poco anquilosada, como una fanfarroneríapasada demoda. Ahora lo percibía con una perplejidad cotidiana, como sifueseunmarido.

Sepreguntósi seguiría siéndolo,o si ella tendríaunpapelnuevoque laaguardase,unnuevopapelensumenteenelfuturo.

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Queenie

—Quizá sea mejor que dejes de llamarme así —dijo Queenie cuando merecibióenUnionStation.

Yopregunté:

—¿Cómo?¿Queenie?

—AStannolegusta—explicóella—.Dicequelerecuerdaaunnombredecaballo.

Me sorprendió más oírla decir «Stan» que la noticia de que ya no eraQueeniesinoLena.PeronopodíasuponerquedespuésdeunañoymediodecasadasiguierallamandoasuespososeñorVorguilla.Duranteaquellapsonohabía vuelto a verla y un momento antes, al avistarla entre la gente queesperabaenelandén,porpoconolahabíareconocido.

Elpelo,teñidodenegro,selearqueabaalosladosdelacaraeneseestiloquenosécómollamabanperoentonceshacíafuror.Tantoelhermosocolordejarabedemaíz—doradoenlasuperficieyoscurodebajo—comolasedosacascada se habían perdido para siempre. Llevaba un vestido amarilloestampadoqueleceñíaelcuerpoyacababaunoscentímetrosporencimadelasrodillas.GruesostrazosaloCleopatrayunasombrapúrpuralehacíanlosojos más pequeños, en vez de agrandárselos, como si se estuvieranescondiendo adrede. Se había perforado las orejas; de los lóbulos colgabanarosdeoro.

Viqueellatambiénmemirabaconciertasorpresa.Intentéseratrevidaycampechana.Dije:

—¿Esoesunvestidoounacortinillaparael trasero?—Seechóareíryagregué—:Menudocalorhacíaeneltren.Hesudadocomounamarrana.

Oíaelsonidodemivoz,vibranteypletóricacomolademimadrastraBet.

Sudadocomounamarrana.

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Y luego,ya en el tranvíaque llevaba a casadeQueenie, seguí sonandocomounaestúpida.

—¿Todavíaestamosenelcentro?—pregunté.

Los bloques altos habían quedado atrás muy pronto, pero no se habríadichoque aquél fueraunbarrio residencial.Unos trasotros se sucedían losmismosedificiosycomercios:unatintorería,unafloristería,uncolmado,unrestaurante. Cajas de frutas y verduras en la acera, letreros de dentistas,costureras y fontaneros en ventanas de segundos pisos. Rara vez unaconstrucciónmásalta.Raravezunárbol.

—Esto no es el centro mismo—dijo Queenie—. ¿Recuerdas dónde teenseñéqueestabaSimpson’s,dondecogimoseltranvía?Puesallí.

—Osea,¿queyacasiestamos?

—Aún falta un buen trecho —le respondió ella. Luego agregó—: Untrecho.AStantampocolegustaquedigasólo«trecho».

Conlasrepeticiones,oacasoconelcalor,meestabaentrandoansiedadyunpocodenáuseas.Entrelasdosllevábamosmimaletasobrelasrodillasyaunos centímetros de los dedos yo tenía el cuello gordo y la calva de unhombre.Unospocospelosnegrosysudorososselepegabanalacoronilla.NoséporquétuvequepensarenlosdientesdelseñorVorguillaguardadosenelbotiquín; Queenie me los había enseñado cuando éramos vecinos de losVorguillayella trabajabaensucasa.EsohabíasidomuchoantesdequeelseñorVorguillafueseniremotamenteStan.

Dosdientesunidos,juntoalanavaja,labrochayelcuencodemaderaconelasquerosojabónllenodepelos.

—Essupuente—habíadichoQueenie.

¿Puente?

—Puentededientes.

—Uf—habíaexclamadoyo.

—Esteesderecambio—habíadichoella—.Ahorallevapuestoelotro.

—Uf.¿Noestánunpocoamarillos?

Queeniemehabíatapadolaboca.NoqueríaquelaseñoraVorguillanosoyese.LaseñoraVorguillaestabaabajo,echadaenelsofádelcomedor.Casitodoeltiempoteníalosojoscerrados,peropodíanoestardurmiendo.

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Cuandoalfinbajamosdeltranvíatuvimosquesubirunacuestaempinada,tratandotorpementederepartirnoselpesodelamaleta.Aunquealprincipioloparecieran,lascasasnoerantodasiguales.Aveces,lostejadosceñíanlosmuroscomogorras;aveces,todalaplantaaltaerauntejadocubiertodetejas.Las tejaserandecolorverdeoscuro,castañoopardo.Losporches llegabancasihastalaacerayhabíatanpocoespacioentrelascasasquesepodíadarlamanoalvecinoatravésdelaventana.Habíaniñosjugandoenlacalle,peroQueenieleshacíaelmismocasoquelesharíaapájarosquepicotearanentrelasgrietas.Sentadoenunescalón,unhombregordísimo,desnudodecinturaparaarriba,noslanzóunamiradatanfijaysombríaquenotuvedudadequequeríadecirnosalgo.Queeniepasódelargo.

Amitaddelacuestadoblóporunsenderodegravillaquediscurríaentrecubosdebasura.Deunaventanadelasegundaplantaasomóunamujerydijoalgoquenoconseguíentender.Queenielerespondió.

—Esmihermana—explicó—.Havenidodevisita.—Yamímeaclaró—:Esnuestrapatrona.Vivearribaconsufamilia,enlapartededelante.Songriegos.Casinohablainglés.

Resultó queQueenie y el señorVorguilla compartían el cuarto de bañoconlosgriegos.Habíaquellevarelrollodepapelhigiénico,porquesise teolvidaba,allínohabía.Yotuvequeentrarenseguidaporqueteníaunareglamuy fuerte y debía cambiarme la compresa.Después de aquel día, duranteaños me bastaría ver una calle de ciudad en un día caluroso, los tranvíastraqueteandoociertosguijarrospintados,pararecordar losretortijonesenelvientre, las oleadas de flujo, las filtraciones del cuerpo, el aturdimientobochornoso.

HabíaunahabitacióndondedormíanQueeniey el señorVorguilla, otraconvertidaensaladeestar,unacocinaestrechayunagaleríaacristalada.Yoibaadormirenelcatredelagalería.Alotroladodelasventanas,muycerca,el patrón y otro hombre reparaban una moto. El olor a aceite, metal ymaquinaria se mezclaba con un perfume de tomates maduros bajo el sol.Desdeunaventanadelaplantabajallegabalamúsicaestridentedeunaradio.

—AhítienesalgoqueStannosoporta—dijoQueenie—.Esaradio.—Noporcorrerlascortinasfloreadaslogróqueelruidoyelsoldejarandeentrar—.Mehabríagustadopoderponertesábanas—dijo.

Yo tenía en la mano la compresa ensangrentada envuelta en papelhigiénico.Mediounabolsadepapelymeguióhastaelcubodebasura.

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—Las tiras todas aquí—dijo—.Enel acto.No loolvidarás, ¿no?Ynodejestucajaalavistadeél;detestaqueselorecuerden.

Yome seguía esforzando por parecer despreocupada, por comportarmecomoenmicasa.

—Necesitocomprarunvestidotanmonocomoeltuyo—declaré.

—A lo mejor te lo hago yo—dijo Queenie metiendo la cabeza en lanevera—.Meapeteceunacoca;¿yati?Esquevoyaunlugardondevendenretales.Estevestidomesalióporunostresdólares.Porcierto,¿quétallausasahora?

Meencogídehombros.Dijequeestabatratandodeadelgazar.

—Vale.Puedequeencontremosalgo.

—Voyacasarmeconunaseñoraquetieneunahijitamásomenosdetuedad—habíadichomipadre—.Yelpadredeesaniñahadejadodeverla.Poreso has de prometerme una cosa, y es que no le harás bromas ni le dirásmaldades sobre eso. Seguro que a veces tendréis desacuerdos o pelearéiscomopasaentrehermanas,perodeesonuncadebesdecirlenada.

Ysilodicenotrosniños,túteponesdepartedeella.

Para discutir un poco argumenté que yo no teníamadre y sin embargonadiemedecíamaldades.

—Esdiferente—dijomipadre.

Seequivocabaentodo.Noéramosenabsolutodelamismaedadporque,cuandomipadresecasóconBet,Queenieteníanueveañosyyoseis.AunqueenlaescuelaacabamosacercándonoscuandoyomesaltéuncursoyQueenierepitió.Ynuncasupedenadiequeintentaramolestarla.Queenieeradeesasdequienestodosquierenseramigos.Paralosequiposdebéisbollaelegíanlaprimera, aunque el juego le importaba poco, y primera para el equipo deortografía aunquedeletreaba fatal.Ademásnonospeleábamos.Niunavez.Ellaeraconmigolamardebondadosayyoleteníaunaadmiracióninmensa.Sólo por ese pelo de oro bruñido y los oscuros ojos soñadores la habríaidolatrado;porloguapaqueera.LarisadeQueenieeradulceytoscacomoazúcarmoreno.Sorprendíaquecontantosprivilegiosfuesetiernayamable.

LamañanadeladesaparicióndeQueenie,unamañanadecomienzosdeinvierno,tuvealdespertarmelasensacióndequesehabíaido.

Eranmenos de las siete y todavía estaba oscuro. En la casa hacía frío.

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CogíelalbornozlanudoquecompartíaconQueenie.LollamábamosBuffaloBillysiempreseloponíalaprimeraenlevantarse.Dedóndehabíasalidoeraunmisterio.

—TalvezeradeunamigodeBet,deantesdequesecasaracontupadre—dijoQueenie—.Peronovayasadecirlo,quememata.

Noestabaensucamanienellavabo.Bajélaescalera,sinencenderlaluzpara no despertar a Bet. Miré por la ventanita de la puerta delantera. Elpavimentoduro,lasbaldosasdelaaceraylahierbaraladelaentradarelucíandeescarcha.Lanievesehabíaretrasado.Subíeltermostatodelvestíbuloylacaldera se despertó en la oscuridad con un gruñido fiable. Acabábamos deponerunacalderadeaceiteperomipadreaúnsedespertabaalascinco,decía,pensandoqueerahoradebajaralsótanoaencenderelfuego.

Mipadredormíaenloquehabíasidounadespensa,alladodelacocina.Teníaunacamadehierroyunasilladerespaldoroto,ysobrelasillalapilade revistas de National Geographic que leía cuando no podía dormir.Encendíayapagabalaluzdeltechomedianteunacuerdaatadaalacabecera.Amíelarreglomeparecíatotalmentenaturalyapropiadoparaelhombredelacasa,elpadre.Dormíacomouncentinela,conunafrazadabastaportodoabrigo,rodeadodeunindómitooloramotoresytabaco.Leíayvelabahastaaltashorasyhastadormidoseguíavigilante.

SinembargonohabíaoídoaQueenie.Dijoquedebíadeestarenalgúnrincóndelacasa.

—¿Hasmiradoenelcuarto?

—Allínoestá—respondí.

—Puedequeestéconsumadre.Lamiedica…

Mi padre llamaba «mieditis» al trance en que Bet despertaba —o nodespertabadeltodo—deunapesadilla.Salíatambaleándosedesuhabitación,incapazdeexplicarqué lahabía asustado,y laque laguiabadevuelta a lacama era Queenie. Ella la abrazaba por la espalda, calmándola como uncachorroquelameleche,yalamañanasiguienteBetnorecordabanada.

Yohabíaencendidolaluzdelacocina.

—Noqueríadespertarla—dije—.Mirélaoxidadapaneradelataenlaquesiempregolpeteabaeltrapo,loscacharroslavadosperoaúnsobrelacocinayellemaprovistoporlaGranjaFairholme:ElSeñoreselcorazóndelacasa.

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Esperandoestúpidamentequeempezaraeldía,sinsaberque lacatástrofe lohabíavaciado.

Alguienhabíaquitadoelcerrojoalapuertaquedabaalagaleríalateral.

—Ha entrado alguien —dije—. Ha entrado alguien y se ha llevado aQueenie.

Mipadresaliócon lospantalonesencimade loscalzoncillos largos.Betbajabaenpantuflasybatadefelpilla,encendiendolucesporelcamino.

—¿Queenieestácontigo?—lepreguntómipadre.Yamímedijo—:Esapuertalahanabiertodesdedentro.

Betpreguntó:

—¿QuépasaconQueenie?

—Alomejorleapeteciódarunpaseo—dijomipadre.

Betnolehizocaso.Llevabaenlacaraunamascarillasecadeunpotinguerosa.Erarepresentantedeproductosdebellezaynuncavendíauncosméticoquenohubieraprobado.

—VeadondelosVorguilla—meordenó—.Alomejorrecordóalgoquedebíahacer.

Había pasado una semana desde el funeral de la señoraVorguilla, peroQueeniehabíaseguidotrabajandoenlacasa;ayudandoaembalarlavajillayla ropa de cama para que el señorVorguilla pudiera trasladarse a un piso.Como debía preparar los conciertos de Navidad del colegio, él no podíahacerlo todosolo.BetqueríaqueQueenie lodejaseparaque lacogieranenalgunatiendaparaNavidad.

Envezdesubirapormiszapatosmepuselasbotasdegomademipadre,queestabanjuntoalapuerta.CrucéeljardíndandotropezonesyenelporchedelosVorguillatoquéeltimbre.Eraunacampanillaqueparecíaproclamarlamusicalidad de la familia. Arrebujada en Buffalo Bill, me puse a rezar.Queenie, Queenie, enciende las luces, por favor. Olvidaba que si Queenieestuvieratrabajandohabríaencendidolasluces.

No hubo ninguna respuesta. Aporreé la madera. Cuando acabara dedespertarlo,elseñorVorguillaestaríadeunhumordeperros.Apretélaorejacontralapuerta,atentaalosruidos.

—SeñorVorguilla, señorVorguilla.Sientodespertarlo.SeñorVorguilla.

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¿Hayalguienahí?

Enlacasadeenfrenteabrieronunaventana.AllívivíanelseñorHovey,unsolterón,ysuhermana.

—¿Paraquétieneslosojos?—gritóelseñorHovey—.Miraelpatio.

ElcochedelseñorVorguillanoestaba.

ElseñorHoveycerródeungolpe.

CuandoabrílapuertadenuestracocinaviamipadreyaBetsentadosalamesaconsendastazasdeté.Poruninstantepenséquesehabíarestablecidoelorden.Talvezhabíallamadoalguienconnoticiastranquilizadoras.

—ElseñorVorguillanoestá—anuncié—.Elcochetampoco.

—Oh,losabemos—asintióBet—.Losabemostodo.

Mipadredijo:

—Leeesto.—Ymeacercóunpapelquehabíaencimadelamesa.

MecasoconelseñorVorguilla,decía.Sinceramentevuestra,Queenie.

—Debajodelaazucarera—añadiómipadre.

Betdejócaerlacuchara.

—Quieroquelojuzguen—gritó—.Yaellalaquieroenelreformatorio.Quieroquevengalapolicía.

—Tiene dieciocho años y si quiere puede casarse. La policía no va abloquearlascarreteras.

—¿Yquiéndicequeestánenlacarretera?Seguroquesehanescondidoen un motel. Esa tonta y el tonto del culo de Vorguilla, con esos ojos dehuevo.

—Hablarasínovaahacerquevuelva.

—Noquieroquevuelva.Nosivienearrastrándose.Hahechosucamaypuede acostarse en ella con ese cabrón cara de huevo. Pormí se la puedefollarporlaoreja.

Mipadredijo:

—Bastaya.

Paraacompañarlacoca,Queeniemediounpardegalletas222.

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—Esincreíblecómodespuésdecasartesetevanlosretortijones.Bien,osea,¿quetupadretecontólonuestro?

Cuando yo le había dicho ami padre que antes de empezarmagisterioqueríatrabajartodoelverano,mehabíasugeridoquefueseaTorontoaveraQueenie. Me contó que ella había escrito a la empresa de transportespreguntándolesipodíaprestarlesundineroparapasarelinvierno.

—Nunca le habría escrito —me dijo Queenie— de no ser porque elinviernopasadoStantuvoneumonía.

—Fuelaprimeranoticiaquetuvededóndeestabas—expliqué.Nosabíaporqué,semellenaronlosojosdelágrimas.Porlaalegríaquemehabíadadoenterarme,porlosolaquemehabíasentidoantes,porquedeseabaoírladecir«Claroquecontigosiemprepenséponermeencontacto»,yellanolodecía—.Betnosabenada—añadí—.Creequehevenidopormicuenta.

—Espero que no—dijoQueenie con calma—.O sea, espero que no losepa.

Yo tenía unmontón de cosas que contarle.Le conté que la empresa detransportes se había ampliado de tres camiones a doce, que Bet se habíacomprado un abrigo de chinchilla, había expandido su negocio y ahoramanejaba Beauty Clinics desde casa. Con aquel fin había arreglado lahabitación donde solía dormir mi padre, y él había mudado el catre y lasNationalGeographic a su despacho, una casilla de las FuerzasAéreas quehabíaremolcadohastaelgarajedeloscamiones.Cuandoestudiabaenlamesadelacocinaparamisexámenesdetercerodebachillerato,yohabíaescuchadoaBet decir «A una piel delicada como ésta no hay que tocarla ni con unaesponja»,antesdeuntarconcremasylocioneslabastacaradeunadienta.Yaveces,enuntononomenosintenso,peronotanoptimista:

—Le aseguro que he vivido junto almal.Tenía elmal en la casa de allado y ni lo sospechaba, porque el caso es que una no sospecha, ¿no?Unasiemprepiensalomejordelagente.Hastaquelepartenlosdientes.

—Enesotienerazón—decíaladienta—.Amímepasaigual.

Obien:

—Cuandounacreequelohasufridotodo,resultaqueacabadeempezar.

Luego,cuandoyahabíadespedidoalamujer,Betrezongaba:

—Comoletoqueslacaraaoscuraslatomasporpapeldelija.

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No parecía que esas cosas interesaran a Queenie. Y además no hubomucho tiempo. No habíamos acabado las cocas cuando oímos unos pasosrápidosenlagravillayentróenlacocinaelseñorVorguilla.

—Mira a quién tenemos aquí —exclamó Queenie. Hizo ademán delevantarse,comoparatocarlo,peroélsedesvióhaciaelfregadero.

Ellahabíahabladoenuntonotanrisueñoysorprendidoquemepreguntésilehabríadichoalgosobremicarta.

—EsChrissy—explicó.

—Ya veo —dijo el señor Vorguilla—. Tiene que gustarte el calor,Chrissy,parahabervenidoaTorontoenverano.

—Vaabuscaruntrabajo—contóQueenie.

—¿Y tienes títulos?—preguntó el señor Vorguilla—. ¿Estás calificadaparaencontrarempleoenToronto?

Queenieinformó:

—Haacabadoelbachillerato.

—Vaya.Ojaláqueconesobaste—comentóelseñorVorguilla.

Llenó un vaso de agua y se lo bebió de pie, dándonos la espalda.Exactamente comohacía en la cocinade la otra casa, la vecina casade losVorguilla,cuandolaseñoraVorguilla,Queenieyyoestábamossentadasalamesa.ElseñorVorguillaentrabadevueltadealgúnensayo,oparahacerunapausadespuésdeunadelasleccionesdepianoquedabaenlasala.Yaaloírsuspasos la señoraVorguillanoshabíaprevenidoconuna sonrisa.Y todasmirábamoslasletrasdelScrabble,dándolelaopcióndefijarseennosotrasono.Avecesnolohacía.Lapuertadelarmarioabriéndose,elchorrodelgrifo,elruidodelvasoenlaencimeraeranunaseriedeexplosionesmenores.ComosielseñorVorguillaretaraaquienfuesearespirarmientrasélestabaallí.

Secomportabaigualquecuandonosenseñabamúsica.Entrabaenelaulaconelpasodequiennotieneunminutoqueperder,dabaungolpecitoconelpuntero y había que empezar. Se paseaba entre los pupitres aguzando losoídos,losazulesojossaltonesbienalertayunaexpresióntensaybelicosa.Enelmomentomenospensadopodíapararsejuntoaunaparaoírlacantar,paraversifalseabaodesafinaba.Luegobajabalentamentelacabeza,clavándoleauna los ojos saltones, acallando las otras voces con unamano, dispuesto aavergonzarla. Y corría la voz de que igualmente despótico era con sus

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diversosgruposycorales.Sinembargoeraunfavoritodeloscantantes,sobretodo de las damas. Para Navidad le tejían prendas. Calcetines, bufandas yguantes para que se abrigara en los viajes entre colegio y colegio, entre uncoroyotro.

Unavez,mientrasQueenieestabaacargodelacasa,pueslaenfermedadde la señoraVorguilla le impedíaya llevarla,Queeniehabíapescadoenuncajónunobjetodepuntoymelohabíaagitadoantelacara.Habíallegadosinelnombredeladonante.

Yonosabíaquéera.

—Esuncalientaputero—habíaexplicadoQueenie—.LaseñoraVorguilladice que no se lo enseñe, que se pondría furioso. ¿No sabes qué es uncalientaputero?

—Hum…—habíadichoyo.

—Essólounabroma.

TantoQueeniecomoelseñorVorguillaseibanatrabajarporlasnoches.El señor Vorguilla tocaba el piano en un restaurante. Se ponía un frac. YQueenie vendía billetes en un cine. Como el cine estaba a sólo unasmanzanas,yolaacompañé.Ycuandolavisentadaenla taquillacomprendíquealfinyalcaboelpeloteñidoylosaretesnoerantanraros.Queenieteníaelmismoaspectoquealgunasdelaschicasquepasabanporlacalleoibanalcine con sus novios.Y se parecíamucho a algunas chicas retratadas en loscarteles que la rodeaban.Daba la impresiónde tener algo en común con elmundodelosdramas,delosamoresfogososylospeligrosquesedescribíaenlapantalla.

Dabalaimpresión,habríadichomipadre,denoserningunasegundona.

—¿Porquénovasadarunavuelta?—mehabíapreguntado.

Pero yo temía llamar la atención.Nome imaginaba sentada en un bar,tomandocaféypregonandoalmundoqueno teníanadaquehacerni lugaradondeir.Nientrandoenunatiendaaprobarmeropaquenoteníaesperanzasdecomprar.Volvíasubirlacuesta,contestéalsaludodelamujergriega,queestabaenlaventana,yentréusandolallavedeQueenie.

Me senté en el catre de la galería.No tenía dónde colgar la ropa, y detodosmodospenséquequizánofuesebuenaideaabrirlamaleta.TalvezalseñorVorguillanolegustaseverindiciosdequeibaaquedarme.

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PenséqueelseñorVorguillaestabatancambiadocomoQueenie.Peroélnohabíacambiadocomoella,ahoradeunaeleganciayunasofisticaciónparamíseverasyextrañas.Teníaelpelo,antesrojogrisáceo,totalmentecanosoyenlacara—siempreprestaarelampaguearderabiaanteunaposiblefaltaderespeto, una ejecución defectuosa o algo fuera de lugar en la casa— unaexpresióndedañomáspermanente,comositodoeltiemposecometieraantesusojosunaofensaosedejaradecastigarunamalaconducta.

Melevantéadarvueltasporelpiso.Cuandoenunlugarestánquieneslohabitan,esimposibleecharleunbuenvistazo.

Lomásbonitomepareciólacocina,aunqueerademasiadooscura.Enlaventanaquehabíasobreelfregadero,Queeniehabíaplantadohiedray,comolegustabaa laseñoraVorguilla,habíacucharasdemaderaasomandodeunlindojarrosinasa.Enlasalaestabaelpiano,elmismopianodelaotracasa.Habíaunsillón,unabibliotecahechacon tablasy ladrillos,un tocadiscosymuchos discos en el suelo. No había televisión. Tampoco mecedoras deavellano ni cortinas estampadas.Ni siquiera la lámpara de pie con escenasjaponesas en la pantalla. Sin embargo, un día de nieve, todas esas cosas sehabíandespachadoaToronto.Yoestuveencasaalahoradecomeryhabíavistoelcamióndemudanzas.Betnopodíaapartarsedelaventanadelantera.Alcabo,olvidandoladignidadquelegustabaexhibirantelosextraños,habíagritadoalospeones:

—Cuando lleguéisaTorontodecidleaésequesi llegaaenseñar la jetaporaquísearrepentiráparasiempre.

Lospeoneslasaludaronalegremente,comosiestuvieranacostumbradosaescenasdeesetipo;ytalvezloestaban.Trasladarmueblesdebeexponerloaunoacabreosyataquesderabia.

Pero¿adondehabíanidoapararlascosas?Lasvendieron,pensé.Tienenque haberlas vendido. Mi padre había dicho que en Toronto, daba laimpresión,alseñorVorguillaleestabacostandoencontrartrabajoenlosuyo.YQueenie había dicho algo así como que estaban «atrasándose». Si no sehubieranestadoatrasandonuncalehabríaescritoamipadre.

Debíandehabervendidolosmueblesantesdequeellaescribiera.

EnlabibliotecaviLaenciclopediadelamúsica,unDiccionariomundialde la ópera y Las vidas de los grandes compositores. También ese librogrande y delgado, de hermosa cubierta, que la señoraVorguilla solía tenerjuntoalsofá:lasRubaiyatasdeOrnarJayam.

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Habíaotrolibrodecubiertadecoradacuyotítuloexactonorecuerdo.Algoeneltítulomesugirióquepodíagustarme.Talvezlapalabra«florecido»,o«perfumado».Loabrí,yrecuerdoperfectamentelaprimerafrasequeleí.

«A las odaliscas jóvenes del harim se las instruía además en el usoexquisitodesusuñas».

Yonosabíabienquéeraunaodaliscaperolapalabra«harim»(¿porquéno«harem»?)mediounapista.Yparadescubrirquéselesenseñabaahacerconlasuñastuvequeseguirleyendo.Leíyleíduranteacasounahorayluegodejécaerellibro.

Sentíaexcitación,repugnanciaeincredulidad.¿Eranésaslascosasenquese interesaban los verdaderos adultos? Hasta el dibujo de la cubierta, laspreciosas viñas curvas y retorcidas, parecía levemente hostil y corrupto.Recogíellibroparadevolverloasusitioyseabrióparamostrarlosnombresescritosenlaguarda.StanyMarigoldVorguilla.Conletrademujer.StanyMarigold.

Pensé en la pálida, ancha frente de la señora Vorguilla, en sus rígidosrizosdeuncolorgrisáceo.Lospendientesdeperlasylasblusasconunlazoenelcuello.EraunpoquitomásaltaqueelseñorVorguillayaesoatribuíalagentequenosalieranjuntos.Perolaverdaderarazóneraqueellaseagitaba.La agitaba subir escaleras o tender la ropa. Y al final la agitaba inclusosentarsealamesaajugaralScrabble.

Alprincipiomipadrenosprohibíaaceptardineroporhacerlelacompraotenderlelacolada;explicabaqueeranfavoresdebuenvecino.

Bet decía que ella probaría a quedarse tumbada, a ver si la gente iba acuidarlagratis.

Hasta que un día el señor Vorguilla fue a casa a acordar que Queenietrabajase para ellos.Queenie estaba dispuesta porque no había aprobado elcursoynoqueríarepetir.AlfinBetaceptó,peroledijoquenodebíacuidaralamujer.

—Atinoteconciernequelamuyrácananocontrateaunaenfermera.

Queenie reveló que todas las mañanas el señor Vorguilla sacaba laspastillas y todas las noches lavaba a la señora Vorguilla con una esponja.Hastaintentabafregarlassábanasenlabañera,comosienlacasanoexistieseunalavadora.

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RecordélasvecesenqueestábamosjugandoalScrabbleenlacocinayelseñor Vorguilla, después de beber su vaso de agua, le ponía a la señoraVorguilla unamano en el hombro. Suspiraba como si hubiera vuelto de unviajelargoyagotador.

—Hola,cielo—decía.

LaseñoraVorguillaestirabaelcuelloparabesarlelamanoreseca.

—Hola,cielo—decía.

Luegoélnosmirabaanosotrascomosinuestrapresencianolomolestaraenabsoluto.

—Hola,chicas.

Mástarde,aoscurasenlacama,Queenieyyonosreíamos.

—Buenasnoches,cielo.

—Buenasnoches,cielo.

Cómomehabríagustadovolveraesostiempos.

Por lamañana, aparte de ir al lavabo y salir a echar la compresa en elcubo,estuve sentadaenmicatrede lagaleríahastaque semarchóel señorVorguilla.Yotemíaquenotuvieraadondeir,peroalparecernoeraasí.Encuantohubosalido,Queeniemellamó.Enlamesahabíaunanaranjapelada,coposdemaízycafé.

—Y aquí tienes el periódico —dijo—. Estuve mirando las ofertas deempleo.Peroantesquierohacertealgoenelpelo.Telocortaréunpocodetrásyteloarmaréconlosrulos.¿Teparece?

Accedí. No había acabado de comer cuando Queenie ya me rondabaperfeccionandosuidea.Luegomesentóenuntaburete—yoseguíabebiendoelcafé—ysepusoamanejarpeineytijeras.

—¿Qué tipo de empleo buscamos?—preguntó—.He visto uno en unalavandería.Enelmostrador.¿Quéteparece?

—Estaríamuybien—dijeyo.

—¿Siguesconelplandesermaestra?

Lerespondíquenosabía.Comprendíquepodíaparecerleunaocupaciónalgoinsulsa.

—Yo creo que te conviene. Inteligencia te sobra. Los maestros ganan

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más.Gananmásquelagentecomoyo.Ytienesmásindependencia.

Perotrabajarenelcineestababien,dijo.HabíaconseguidoelpuestounmesantesdeNavidadysehabíaalegradodeverasporquealfinhabíapodidocomprar los ingredientes para una tarta con su propio dinero. Y se habíahechoamigadeunhombrequevendíaárbolesdeNavidaden lacajadeuncamión.Elhombrelehabíavendidounoporcincuentacéntimosyellamismalohabíaarrastradocuestaarriba.Lehabíacolgadobanderinesrojosyverdesde papel crepé, que era barato. Unos adornos los había hecho con papelmetálicosobrecartónyotrosloshabíacompradoenlasrebajasdeúltimahoradeldrugstore.Deunarevistahabíasacadolaideadecolgardelárbolgalletascaseras.Eraunacostumbreeuropea.

Le apetecía organizar una fiesta, pero no sabía a quién invitar. Sóloestaban losgriegos,Stanyunpardeamigos.Entoncesse lehabíaocurridoinvitaralosalumnosdeél.

Yonolograbaacostumbrarmeaquedijera«Stan».Ynosóloporquemerecordaba su intimidad con el señor Vorguilla. Eso tenía su importancia,claro.Perotambiénestabalasensacióndequeellalohabíahechodesdecero.Unapersonanueva.Stan.Comosiel señorVorguillaque lasdoshabíamosconocido—ynodigamosyalaseñoraVorguilla—nohubieseexistidonunca.

Entonces Stan sólo enseñaba a adultos —realmente los prefería a losescolares—, así que no tuvieron que preocuparse por preparar juegos yentretenimientosparaniños.HabíanhecholafiestaundomingoporlanocheporquetantoStancomoellatrabajabanenelrestauranteyenelcineelrestodenoches.

Losgriegosllevaronvinohechoporellosyunosalumnos,licordehuevo,rony jerez.Otrosaparecieroncondiscosparabailar,pensandoqueStannotendríamúsicadeésa;ynoseequivocaban.

Queenie había hecho rollos de salchicha y pan de jengibre y la mujergriegaunasgalletasespeciales.Estabatodomuybueno.Lafiestaeraunéxito.Queeniebailaba conunchico chino llamadoAndrew,quehabía llevadoundiscoqueellaadoraba.

—Gira,gira—dijo,yyomovílacabezacomomeindicaba.Riendo,ellaaclaró—:No,no.Notedecíaati.Asíeslacanción.EsdelosByrds.

«Gira,gira,gira»,cantó.«Haydíasparasembrarytiempoderecoger».

Andrew estudiaba para dentista. Pero quería aprender a tocar la sonata

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Clarodeluna.Stanlehabíadichoquelellevaríamuchotiempo.Andrewerapaciente. Le contó a Queenie que no podía costearse el viaje a casa paraNavidad.SufamiliavivíaenelnortedeOntario.

—Penséqueeranchinos.

—No,chinoschinosno.Sondeaquí.

Síquehubounjuegodeniños.Jugaronalassillas.Aesasalturastodoelmundo chillaba. Hasta Stan. Había cogido a Queenie al vuelo, la habíasentado en sus rodillas y no la soltaba.Y cuando todos se fueron no habíaqueridoquelimpiase.Queríaquefueraalacama.

—Ya sabes cómo son los hombres—dijo Queenie—. ¿Tienes novio oalgoporelestilo?

Respondíqueno.Elúltimochóferquehabía contratadomipadreveníatodoel tiempoacasaconmensajessinimportanciaymipadrehabíadicho:«LoquebuscaesunaoportunidaddehablarconChrissy».Peroyolotratabaconfrialdadydemomentonosehabíaatrevidoainvitarmeasalir.

—Osea,queaúnnosabesnadadeesascosas—dijoQueenie.

Yorepliqué:

—Puesclaroquesé.

—Hum…—dijoella.

Losinvitadosalafiestasecomieroncasitodomenoslatarta.Delpastelnohabíancomidograncosa,peroQueenienosemolestó.Eraalgopesadoyaesasalturasyaestabanrepletosderollosdesalchichaydemás.Porotraparte,comonohabía terminadodeasentarsesegúnrecomendabael libro, lehabíaalegrado que sobrase una parte. Había pensado, antes de que Stan laarrastrara,quecubriríalatartaconunbañoborracho,yladejaríaenunsitiofresco.Olohabíapensadoolohabíahechorealmentey,comoalamañanasiguiente la tarta no estaba sobre lamesa, pensó que lo había hecho.Bien,habíapensado,latartaestáguardada.

UnoodosdíasdespuésStandijo:«Comamosuntrozodeesatarta».Ellapropusodejarlaasentarseunpocomás,peroélinsistió.Ellanolaencontrónienelaparadornienlanevera.Buscaradondebuscaranolograbaencontrarla.Yeneso, recordócómohabíacogidounpaño limpio,empapadoenvino,yenvueltolassobrasconmuchocuidado.Yluegorecordócómohabíacubiertoel paño con papel de cera. Pero ¿cuándo? ¿Lo había hecho o era todo un

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sueño?¿Dóndehabíapuesto la tartadespuésdeenvolverla? Intentabaverseguardándolaperoteníalamenteenblanco.

Había revisado el fondo del aparador, pero sabía que era una tartademasiadograndeparaestarallí.Luegohabíabuscadoenelhornoyhastaenlugares absurdos como los cajones del dormitorio, debajo de la cama o losestantesdelvestidor.Noestabaenningúnlado.

—Silaguardasteenalgunaparte,enalgunapartehadeestar—dijoStan.

—Laguardé.Enalgunapartelaguardé—dijoQueenie.

—Alomejorestabasborrachaylatiraste.

—Noestababorracha.Ynolatiré.

Perobuscóenlabasura.Tampoco.

Sentado a lamesa, él la observaba. Si la guardaste en alguna parte, enalgunapartehadeestar.Ellaempezabaaponersefrenética.

—¿Estássegura?—preguntóStan—.¿Estásseguradequenoseladisteaalguien?

Estabaseguradenohaberla regalado.Lahabíaenvueltoparaguardarla.Estaba segura, estaba casi segura de haberla envuelto. Estaba segura de nohabérseladadoanadie.

—Bueno,nosé—dijoStan—.Creoque talvezse ladisteaalguien.Ycreoqueséaquién.

Queeniesequedódepiedra.¿Aquién?

—CreoqueseladisteaAndrew.

¿AAndrew?

Sí,sí.AlpobreAndrew,que lehabíacontadoquenopodía irasucasaporNavidad.Andrewlehabíadadopena.

—Asíqueledistelatarta.

No, había dichoQueenie. ¿Por qué iba a hacer eso? Ella no hacía esascosas.NiselehabíapasadoporlacabezadarlelatartaaAndrew.

Standijo:

—Lena.Nomientas.

YasíhabíaempezadolalargaymiserablebatalladeQueenie.Nolograba

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decirmásqueno.No,no,noledilatartaanadie.NoledilatartaaAndrew.Noestoymintiendo.No,no.

—Probablementeestabasborracha—dijoStan—.Estabasborrachaynoteacuerdasbien.

Queeniecontestóquenoestababorracha.

—Elqueestababorrachoerastú—añadió.

El se levantó y, acercándose con la mano levantada, le dijo que no ledijeraqueestababorracho,quenuncaledijeraeso.

Queeniegritó:

—Noloharé.Noloharé.Losiento.

Yélnolepegó.Peroellasepusoallorar.Siguióllorandomientrastratabadepersuadirlo.¿Porquéibaaregalarlatarta,coneltrabajoquelehabíadadohacerla?¿Porquénoqueríacreerle?¿Quérazónteníaellaparamentirle?

—Todoelmundomiente—decíaStan.

Ycuantomásllorabaylerogabaquelecreyera,másfríoysarcásticosevolvíaél.

—Aplicaciertalógica.Siestáaquí,veyencuéntrala.Sinoestá,esquelaregalaste.

Queeniedijoqueesonoeralógico.Noporquenolaencontrarateníaquehaberlaregalado.Entoncesélseacercódenuevoaella,sonriendoamediascon tal calma que por un momento Queenie pensó que iba a besarla. Encambio,éllecerrólasmanosalrededordelcuelloyporunsegundolecortóelaliento.Nisiquieralehabíadejadomarcas.

—Vamos—dijo—. Vamos… ¿Resulta que ahora tú me vas a enseñarlógica?

Despuésfueavestirseparairatocaralrestaurante.

Él le retiró lapalabra.Porunanota lecomunicóquevolveríaahablarlecuandoella ledijera laverdad.Queenie sepasó las fiestas llorando.EstabaprevistoqueeldíadeNavidadfueranlosdosavisitaralafamiliagriega,peroella no podía ir con aquella cara. Tuvo que ir Stan solo y decir que estabaenferma. De todos modos, los griegos debían de saber la verdad.Probablementehabíanoídolabatahola.

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Queeniesepusounatoneladademaquillajeparairatrabajar,yelgerentelehabíadicho:

—¿Quéquieres?¿Quelagentepiensequeesunahistoriadellorar?

Ella había contado que tenía sinusitis y el hombre la había dejadomarchar.

CuandoStanllegóacasaesanochefingiendoqueellanoexistía,Queeniesevolvióamirarlo.Sabíaqueélibaaacostarsejuntoaellacomounposteyquesi se leacercabaseguiríacomounpostehastaqueseapartase.Sedabacuentadequeélpodíaseguirviviendoasíyellano.Pensóquedeseguirasísemoriría.Comosirealmenteéllahubieraestrangulado,semoriría.

Asíquedijo:Perdóname.

Perdóname.Hiceloquetúdices.Losiento.

Élsesentóenlacama.Sinhablar.

Elladijoquedeverdadhabíaolvidadoquehabía regalado la tarta,peroqueahoralorecordabaylepedíadisculpas.

—Notehementido—leexplicó—.Loolvidé.

—¿OlvidastequeledistelatartaaAndrew?—preguntóél.

—Debíolvidarlo.Loolvidé.

—AAndrew.SeladisteaAndrew.

Sí,dijoQueenie.Sí,sí,esohabíahecho.Ysepusoaaullaryacolgarsedeélyrogarlequelaperdonara.

Estábien,acabaconesahisteria,dijoél.Nodijoquelaperdonaba,perolelimpió lacaraconunpaño tibioy seechó juntoaella,abrazándola,ymuyprontoquisohacertodolodemás.

—SeacabaronlasleccionesdelseñorClarodeLuna.

Ypararematarlo,mástardeQueenieencontrólatarta.

Laencontróenvueltaenuntrapodecocinayenpapeldecera,talcomorecordaba. Y dentro de una bolsa de compra colgada de un gancho de lagalería trasera. Por supuesto. La galería acristalada era ideal porque eninvierno hacía demasiado frío para usarla, pero no un frío glacial.Seguramenteesohabíapensadoalcolgarlatarta.Queeraellugarideal.

Ydespuéssehabíaolvidado.Puedequeestuvieraunpocoborracha;sin

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dudaloestaba.Sehabíaolvidadoporcompleto.Yestabaallí.

Laencontróylatiró.NolehabíacontadonadaaStan.

—Latiré—dijo—.Estababuenísimatodavía,yllenadeesosingredientesyfrutoscaros,peroniensueñosqueríatocardenuevoelasunto.Asíquelatiré.

Lavoz,tandolienteenlospasajesmalosdelahistoria,eraahoraastutayrisueña,comositodoeltiempomehubieraestadocontandounchisteytirarlatartafueraeldesenlaceridículo.Tuvequesoltarlacabezadesusmanosyvolvermeamirarla.

Dije:

—Peroélnoteníarazón.

—Puesclaroquenoteníarazón.Loshombresnosonnormales,Chrissy.Esunadelascosasqueaprenderássialgunaveztecasas.

—Entoncesnoloharé.Nomecasarénunca.

—Sóloestabaceloso.Noveaslocelosoqueestaba.

—Nunca.

—Mira, tú y yo somos muy diferentes, Chrissy. Muy diferentes. —Suspiró.Dijo—:Yosoyunacriaturadelamor.

Penséqueesaspalabraspodríanaparecerenelcarteldeunapelícula:Unacriaturadelamor.TalvezenunadelaspelículasquepasabanenelcinedeQueenie.

—Verásquéguapavasaestarcuandotequitelosrulos—dijoella—.Notedurarámucholodenotenernovio.Perohoyyaestardeparasalirabuscartrabajo.Mejormañanamadrugas.SiStantepreguntaalgo,ledicesquefuistea un par de sitios y apuntaron tu número de teléfono. Dile que a unrestaurante,unatiendaoloquesea.Comoparaquecreaqueestásbuscando.

Aldíasiguientemecogieronenelprimerlugardondeprobé,aunquenohabía conseguido madrugar después de todo. Queenie había decididopeinarmedeotramaneraymaquillarme losojos,peroel resultadonohabíasidoelqueesperaba.«Alfinyalcaboeresmásbiendeltiponatural»,habíadicho,ylohabíaquitadotodoyusadomipropiabarradelabios,quenoeradecolorrosapálidoybrillantecomolasuya,sinodeunrojovulgar.

AesasalturasyaeratardeparaqueQueeniesalieraconmigoarevisarsu

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casilla de correos. Tenía que prepararse para ir al cine. Como era sábado,trabajabatambiénporlatarde.Sacólallaveymepidióquefuerayoamirarlacasilla.Meexplicódóndeera.

—Tuvequealquilarmipropiacasillacuandoescribíatupadre—medijo.

Conseguítrabajoenundrugstorequeestabaenelsótanodeunedificiodeapartamentos.Enelmomentodeentrarcasinoteníaesperanzas.Elcalormehabíaaplastadoelpeloyteníaunbigotedesudorsobreellabiosuperior.Almenoslosretortijonesenelestómagosehabíancalmado.

Unamujerdeuniformeblancobebíacafédetrásdelmostrador.

—¿Vienesporlodelempleo?—preguntó.

Contesté que sí. Era una mujer de cara cuadrada y rígida, pestañasrepasadasconlápizyunpanaldepelopúrpura.

—Hablasinglés,¿no?

—Sí.

—Quierodecirsinolohabrásaprendido.¿Noserásextranjera?

Respondíquenoloera.

—Enestosdosdíasheprobadoadoschicasquetuvequedespedir.Unadio a entender que hablaba inglés pero no era cierto y a la otra había querepetirletododiezveces.Lávatebienlasmanosenelfregadero,quetetraeréundelantal.Mimaridoeselfarmacéuticoyyollevolacaja.—Sóloentoncesreparé en un hombre canoso que desde el mostrador alto de un rincónmemiraba con disimulo—. Ahora está vacío, pero dentro de un rato habrámovimiento.Enesteedificiosontodosviejosydespuésdelasiestaempiezanabajaratomarcafé.

Meanudéeldelantalyocupémipuestodetrásdelmostrador.UnempleoenToronto.Tratédedescubrirdóndeestaban lascosassinpreguntarysólotuvequehacerlodosveces:cómofuncionaba lacafeterayquéhacerconeldinero.

—Túhaceslacuentaymelatraenamí.¿Quétepensabas?

Estababien.Lagenteentrabasolaodedosendos,lamayoríaapedircaféounacoca.Yolavabaysecabalastazas,limpiabaelmostradoryalparecerhacíabienlascuentasporquenadiesequejaba.Comohabíadicholamujer,lamayoría de los clientes eran ancianos. Algunos, muy amables conmigo,

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comentabanqueeranuevayhastamepreguntabandedóndehabía llegado.Otrosparecíansumidosenunaespeciedetrance.Unamujerpidiótostadasymelasarregléparahacérselas.Luegohiceunbocadillodejamón.Semontóun pequeño alboroto cuando entraron cuatro personas a la vez.Un hombrequeríapastelconhelado,yelheladoestabaduroderascarcomoelcemento.Peroloconseguí.Ibaganandoconfianza.«Servido», lesdecíaalponerleselpedido,y«Aquívieneelgolpe»alpresentarleslacuenta.

Enunmomentodepocotrabajosemeacercólamujerdelacaja.

—Hevistoquehacíasunastostadas—dijo—.¿Nosabesleer?

Señalóuncartelpegadoalespejo,detrásdelmostrador.

NOSESIRVENDESAYUNOSDESPUÉSDELAS11.

Contesté que, como se podían hacer bocadillos calientes, no me habíaparecidomalhacertostadas.

—Bien,puesteequivocaste.Bocadilloscalientessí,condiezcentavosderecargo.Tostadasno.¿Hasentendido?

Dijequesí.Nomesentíatanabatidacomomehabríasentidoalprincipio.Pensaba constantemente en el alivio que sería volver y contestarle al señorVorguilla que sí, que tenía trabajo. Ahora podría buscarme una habitaciónpropia.Talvezaldíasiguiente,oeldomingo,sieldrugstorecerraba.Aunquesólo alquilara una habitación, pensaba, Queenie tendría adonde huir si elseñorVorguillaseenfurecíadenuevo.

Y si alguna vez Queenie decidía dejar al señor Vorguilla (insistía enconsiderarlaposibilidadpesealfinalqueQueeniehabíadadoasuhistoria),con los sueldos de las dos podríamos alquilar un pisito. O al menos unahabitaciónconcocinaamericanaycuartodebañoparanosotrassolas.Seríacomocuandovivíamosencasaconnuestrospadres,salvoquenuestrospadresnoestarían.

Guarnecía cada bocadillo con una hoja de lechuga y un pepinilloencurtido.Esoeraloqueprometíaotrocartelpegadoalespejo.Pero,comoalsacarelprimerpepinillodeltarromehabíaparecidodemasiadogrande,habíadecididocortarlosporlamitad.Asíacababadepresentarleelbocadilloaunhombrecuandolamujerdelacajavinoaservirseunatazadecafé.Sellevóelcaféalacajaylobebiódepie.Esperóaqueelhombrecomieraelbocadillo,lopagaraysefueseparaacercarseamíotravez.

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—Aesehombre lehasdadomediopepinillo.¿Con todos losbocadilloshaceslomismo?

Ledijequesí.

—¿Notehanenseñadoacortarunpepinilloenrodajas?Cadauno tienequealcanzarparadiezbocadillosporlomenos.

Miréelcartel.

—Nodiceunarodaja.Diceunpepinillo.

—Yaestábien—dijolamujer—.Quítateesedelantal.Sialgonovoyatoleraresquemisempleadosmecontesten.Puedescogertucarteraylargarte.Ynoseteocurrapreguntarmeporlapagaporquenohasservidodenada,ydetodosmodostetomécomoaprendiza.

Elhombrecanosoatisbabaconunasonrisanerviosa.

Así queme encontré de nuevo en la calle, andando hacia la parada deltranvía. Pero ahora ya sabía la dirección de ciertas calles y también cómohacer transbordos. Hasta tenía experiencia laboral. Podía decir que habíatrabajado detrás de un mostrador. Si me pedían referencias me vería enapuros, pero podía agregar que la cafetería estaba en mi pueblo. MientrasesperabaeltranvíasaquélalistadelugaresendondepensabasolicitarempleoyelmapaquemehabíadadoQueenie.Perosehabíahechotardeylamayoríade los locales estaban lejos.Me dabamiedo tener que hablar con el señorVorguilla.Decidívolverapie,conlaesperanzadellegarcuandoyahubierasalido.

Habíaempezadoasubir lacuestacuandomeacordédelcorreo.Regreséhasta la estafeta, saqué una carta de la casilla y retomé el camino a casa.SeguroqueelseñorVorguillayasehabíaido.

Peronoeraasí.Laventanadelasalaquedabaalsenderoestabaabiertayalpasarfrenteaellaoímúsica.NoeradelaqueescuchabaQueenie.Eraesamúsica complicada que a veces salía por las ventanas de la casa de losVorguilla; unamúsica que reclamaba la atención y luego no iba a ningunaparte,oalmenosnolobastantepronto.Músicaclásica.

Queenieestabaenlacocina,llevabapuestootrodesusvestidossucintosytodoelmaquillajeposible.Llevababrazaletesenlosbrazos.Estabaponiendotazasenunabandeja.Aldejarlaluzdelsolatrássentíunmareofugazycadacentímetrodemipielsecubriódesudor.

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—Chist—dijoQueenie,yesqueyohabíacerradodeunportazo—.Estándentroescuchandomúsica.ElysuamigoLeslie.

Acababadedecirlocuandolamúsicaseinterrumpióabruptamenteyhubounestallidodecharlaexcitada.

—Uno pone un disco y el otro tiene que adivinar qué es después deescucharsólountrocito—explicóQueenie—.Ponenuntrocito,paranyluegoempiezanotravezyotra.Tesacadequicio.—Comenzóacortarrodajasdepollo y a colocarlas sobre rebanadas de pan con mantequilla—. ¿Hasencontradotrabajo?—preguntó.

—Sí,peronoerapermanente.

—Vaya. —No parecía muy interesada. Pero al escuchar de nuevo lamúsicaalzólosojos,sonrióydijo—:¿Hasidoal…?—Entoncesviolacartaqueyoteníaenlamano.

Soltóelcuchilloycorrióhaciamísusurrando:

—Has entrado con la carta en lamano. Tendría que haberte prevenido.Ponía en mi cartera. Es una carta privada. —Me la arrebató justo en elmomentoenquelateteraempezabaasilbarsobreelhornillo—.Ay,cogelatetera.Rápido,Chrissy, ¡rápido!Cogela teteraoentraráenunsegundo.Nosoportaeseruido.

Mevolviólaespaldaycomenzóarasgarelsobre.

Retirélateteradelhornillo.

—Haz el té, por favor… —pidió Queenie, en voz baja y en el tonopreocupado de quien ha recibido un mensaje urgente—. Sólo tienes queecharle el agua. Está puesto. —Reía como si estuviera leyendo un chisteprivado. Vertí el agua sobre las hojas de té y ella dijo—: Gracias. Oh,Chrissy,gracias.Gracias.—Sevolvióhaciamí.Sehabíaruborizadoytodoslos brazaletes le tintineaban con una agitación delicada. Dobló la carta, selevantólafaldaysemetióelpapelbajoelelásticodelasbragas—.Avecesmerevisalacartera—reveló.

Yodije:

—¿Eltéesparaellos?

—Sí.Ytengoqueirmeatrabajar.Caray,¿quéhago?Tengoquecortarlossándwiches.¿Dóndeestáelcuchillo?

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Cogíelcuchillo,cortélossándwichesylospuseenunafuente.

—¿Noquieressaberdequiénesmicarta?—preguntóella.

Noteníaniidea.

—¿DeBet?—dije.

Pues tenía la esperanza de que fuese un perdón privado de Bet lo quehabíahechofloreceraQueeniedeesamanera.

Nisiquierahabíamiradolaletradelsobre.

AQueenie le cambió la cara. Por unmomento dio la impresión de nosaberdequiénlehablaba.Luegorecobrólaalegría.Merodeóconlosbrazosy,conunavoztrémula,turbadaytriunfal,mesusurróaloído:

—Es deAndrew. ¿Puedes llevarles tú la bandeja?Yo no puedo.Ahoramismonopuedo.Oh,gracias.

Antes demarcharse al trabajo,Queenie entró en la sala y besó al señorVorguillayasuamigo.Losbesóalosdosenlafrente.Demísedespidióconunmariposeodelamano:

—Chao.

EnelmomentodellevarlabandejanotéelfastidiodelseñorVorguillaalverquenoeraQueenie.Sinembargomehablóenuntonoasombrosamentetoleranteymepresentó aLeslie.Leslie eraun calvo fornidoque aprimeravista me pareció casi tan viejo como el señor Vorguilla. Cuando una seacostumbrabaalacalvaylateníaencuenta,sevolvíamuchomásjoven.Noera el tipo de amigo que yo hubiera esperado del señor Vorguilla. No erabrusco ni sabelotodo sino hospitalario y alentador. Cuando le hablé de miempleoenlacafeteríadeldrugstore,porejemplo,medijo:

—Pues no es poco, ¿sabes?, que te cojan en el primer lugar donde lointentas.Esunapruebadequecausasbuenaimpresión.

Descubrí que no me costaba hablar de la experiencia. La presencia deLeslie lo facilitaba todo y parecía suavizar la actitud del señor Vorguilla,comosiantesuamigotuvieraquetratarmeconunacortesíadecente.Tambiénpodíaserquepercibieseenmíuncambio.Cuandounadejadetenerlemiedo,unapersonanotaladiferencia.QuizáselseñorVorguillanosupierabienenquéestribabanidedóndesurgíaaquelladiferencia,perolodesconcertabaylovolviómáscuidadoso.AcordóconLesliequeeraunasuertehabermelibradode ese empleo, y hasta dijo que aquella mujer debía de ser una de esas

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timadorasdespiadadasqueseencontrabanenalgunosantrosdeToronto.

—Ynoteníaningúnderechoanopagarte—añadió.

—Yopiensoqueelmaridoteníaquehaberdadolacara—dijoLeslie—.Sieselfarmacéutico,eljefeesél.

ElseñorVorguillaaventuró:

—Quiénsabesiundíanopreparaunbrebajeespecial.Parasumujer.

No era tan difícil servir el té, ofrecer leche y azúcar y sándwiches, einclusocharlarcuandounasabealgoqueesapersonanosabesobreunpeligroqueignora.Precisamenteporqueélnosabequeyonopuedosentirporélotracosa que odio. No era que él hubiese cambiado; o, si había cambiado, eraprobablementeporqueyohabíacambiado.

Prontodijoqueselehabíahecholahoradeiratrabajar.Fueavestirse.EntoncesLesliemepreguntósimegustaríacenarconél.

—A la vuelta de la esquina hay un lugar adonde suelo ir—explicó—.Nadaelegante.NoesunlugarparaStan.

Amímealegrósaberquenoeraunlugarelegante.

—Claro—dije.

YdespuésdedejaralseñorVorguillaenelrestaurantefuimosaunlocaldepescado frito.Lesliepidió la cenaSúper—aunqueacababade consumirvariossándwichesdepollo—yyo, laNormal.ElbebiócervezayyoCoca-Cola.

El habló de sí mismo. Dijo que se arrepentía de no haber estudiadomagisteriocomoibaahaceryoenlugardemúsica,quenofacilitabaunavidaestable.

Yoestabatanenfrascadaenmisituaciónquenilepreguntéquéclasedemúsicoera.Mipadremehabíacompradounbilletedevuelta.«Nuncasesabecómoteentenderásconellos»,habíadicho.Habíapensadoenelbilletealvera Queenie metiéndose la carta de Andrew bajo el elástico de las bragas.AunqueenaquelmomentonosupieseaúnqueeraunacartadeAndrew.

NohabíaidoaTorontoporquesí,niparaencontraruntrabajodeverano.HabíaidoaserpartedelavidadeQueenie.O,sinohabíamásremedio,partedelavidadeQueenieyelseñorVorguilla.YhastalafantasíadequeQueenievivieraconmigoteníarelaciónconelseñorVorguillayconqueellalediese

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su merecido. Y al pensar en el billete de regreso estaba dando algo porsupuesto:QuepodíavolveravivirconBetymipadreyserpartedelavidadeellos.

Mi padre y Bet. El señor y la señora Vorguilla. Queenie y el señorVorguilla. HastaQueenie yAndrew. Eran parejas y cada una de ellas, pordislocada que estuviese, tenía en el presente o en el recuerdo una guaridaíntima, con su arrebato y su confusión, de la cual yo estaba aislada. Y yodebía estar aislada, lo deseaba, porque no veía en sus vidas nada que meinstruyeranimediesealiento.

Leslietambiénestabaaislado.Sinembargomehablódevariaspersonasaquienes lo unían lazos de sangre o de amistad. Su hermana y elmarido deella.Sussobrinosysobrinas, lasparejascasadasquevisitabayconquienespasaba las vacaciones. Todas tenían problemas, pero todas tenían su valor.Habló de los trabajos que hacían, de la falta de trabajo de algunas, de sustalentos, de sus golpes de suerte, de sus errores de juicio, con gran interésperosinpasión.Estabaaislado,parecía,delamoryelrencor.

Másadelanteenmivida,yohabríaadvertidolosfallosdeaquellaactitud.Habría sentido la impaciencia, incluso ladesconfianza, que suele sentir unamujerporunhombre faltodemotivaciones.Unhombrequesólo tieneparaofrecer amistad y la ofrece con tal soltura que, aun si es rechazado, puedeseguiradelantesinperderelbuenhumor.Loqueyoteníaenfrentenoeraunsolitarioconesperanzasdeengancharunamuchacha.Niamísemeescapabaeso.Eraalguienquesesolazabaenelmomentoyenunaespeciedefachadarazonabledelavida.

Aunquenoeradeltodoconsciente,eraexactamentelacompañíaquemehacíafalta.Esmuyprobablequefueradeliberadamenteamableconmigo.Talcomounratoantes,deformainesperada,yomehabíapropuestoseramableconelseñorVorguillaoalmenosprotegerlo.

EstabaestudiandomagisteriocuandoQueeniesefugóotravez.Recibílanoticiaporunacartademipadre.Mipadrenosabíacómohabíaocurridonicuándo.Poruntiempo,elseñorVorguillaselohabíaocultado,peroalfinselo había contado por si Queenie había vuelto a casa. Mi padre le habíacontestado que eso no le parecía probable.Amíme escribió que almenosahoranopodríamosdecirqueQueenienuncahabríahechoalgoasí.

Durantemuchosaños,aundespuésdecasada,mellegóporNavidadunapostal del señor Vorguilla. Trineos cargados de paquetes brillantes; una

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familiarecibiendoamigosenunumbraldecorado.Talvezpensaraqueenminueva forma de vida esas escenas me atraerían. Tal vez las cogía delexhibidor sin fijarse. Siempre incluía la dirección del remitente, como pararecordarme su existencia e informarme de dónde estaba en caso de quehubieranoticias.

Por mi parte, yo ya no esperaba ese tipo de noticias. Nunca descubrísiquierasifueconAndrewoconotroconquienseescapóQueenie.Nisiencaso de serAndrew siguieron juntos.Cuandomi padremurió y dejó algúndinero sehizoun intento seriopor seguir el rastrodeQueenie, peronodioresultado.

Sinembargoahorahapasadoalgo.Ahoraquemishijossonadultos,quemiespososehajubiladoylosdosviajamosmucho,tengolasensacióndequea veces veo a Queenie. No es que la vea por la fuerza de un deseo o unempeñoparticular;tampocoquemeconvenzadequerealmenteesella.

Una vez fue en un aeropuerto atestado y ella llevaba un sarong y unsombrerodepajaconguirnaldadeflores.Bronceadayentusiasta,conaspectoderica,rodeadadeamigos.Otravezestabaentreunasmujeres,alapuertadeunaiglesia,espiandounaboda.Llevabaunamanchadachaquetadeanteynoparecíaprósperanicontenta.Unavezmás,enunabocacalle,esperabalaluzverdeparacruzarunafiladeparvulariocaminodelparqueolapiscina.

La última ocasión y lamás rara fue en un supermercado deTwinFalls(Idaho).Aldoblarunaesquina,llevandolaspocascosasquehabíacompradoparaunpicnic,me topé conuna anciana apoyadaen su carrito como simeestuviera esperando. Una viejecita llena de arrugas, de boca torcida y pielamarronadae insalubre.Elpelohirsutoyamarillento, lospantalonesvioletasubidoshastaelbultodelapanza:unadeesasmujeresquedetodosmodos,con la edad, han perdido la cintura. Los pantalones bien podían ser de unatienda de segunda mano, y lo mismo el jersey de colores alegres, peroapelmazadoyencogido,abotonadosobreunpechodeniñadediezaños.

Elcarritoestabavacío.Lamujernillevababolso.

Yalcontrarioquelasanteriores,éstaparecíasaberqueeraQueenie.Mesonrió con tal alegría de reconocer, y tal ansia de ser reconocida, que sehabríadichoqueeraunacontecimiento,elmomentoqueleconcedíanundíaentremil,cuandoladejabansalirdelassombras.

Loúnicoquehiceyofueestirarlabocaconunacordialidadimpersonal,comoanteunasolitariadesconocida,yseguirmicaminoalacaja.

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Luego,enelaparcamiento,ledijeamimaridoquehabíaolvidadoalgoyvolví corriendo. Busqué en todos los pasillos. Pero en ese lapso ínfimo laviejecitasehabíadesvanecido.Talvezhubierasalidojustodespuésdemí;talvezyaandabaporlascallesdeTwinFalls,apie,oenuncocheconducidoporun pariente o un vecino. Podía incluso conducir ella misma. Existía laposibilidad,sinembargo,dequesiguieraenelsupermercadoyentrepasilloypasillo nos desencontráramos. Me encontré yendo de un lado a otro,temblandoen la atmósferaglacial del aire refrigerado, escrutando las caras,asustandoquizásalagenteconelruegosilenciosodequemedijerandóndeestabaQueenie.

Hasta que entré en razónyme convencí de queno era posible, de que,fueraquienfuese,Queeniemehabíadejadoatrás.

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Verlasorejasallobo

Fiona vivía con sus padres en la ciudad en donde ella y Grant iban a launiversidad.AGrantlaenormecasaconmiradores,consusalfombrasllenasdearrugasysusmarcasdetazaenelbarnizdelamesa,leparecíaalmismotiempolujosaydesordenada.LamadredeFionaeraislandesa;unaenérgicamujerdeespumosopeloblancoeindignadasopinionesdeextremaizquierda.Su padre era un cardiólogo importante, reverenciado en el hospital perofelizmente sumiso en casa, donde escuchaba extrañas monsergas con unasonrisa ausente.Monsergas impartidas por toda clase de individuos, ricos oastrosos,queincesantementeibanyvenían,debatíanyconsultaban,amenudoconacentosextranjeros.Fionateníasupropiococheyunapiladejerséisdecachemira; pero no estaba en ninguna hermandad de estudiantes,probablementeporloqueocurríaensucasa.

Noesqueleimportase.Setomabalashermandadesenbromaytambiénlapolítica,sibien legustabaescucharenel fonógrafoLoscuatrogeneralesinsurgentesyavecesponíainclusoLaInternacional,atodovolumen,siconeso podía exasperar a alguna visita. Un extranjero de pelo crespo y airelúgubrelehacía lacorte—segúnella,elhombreeravisigodo—,ademásdedosotresjóvenesinternossumamenterespetablesytorpes.FionaseburlabadeellosydeGrant, aquien repetíaburlonamente sus frasespueblerinas.ElluminosodíadeinviernoenqueellaseledeclaróenlaplayadePortStanley,élhabíapensadoquesetratabadeunabroma.Laarenaescocíaensuscarasylasolasdepositabancargamentosdegravillaasuspies.

—¿Nocreesqueseríafantástico…?—gritóFiona—.¿Nocreesqueseríafantásticoquenoscasáramos?

Él había aceptado.Había gritado que sí.Quería no estar nunca lejos deella.Eralachispadelavida.

Ya iban a salir de casa cuando Fiona vio una marca en el suelo de lacocina.Eradeloszapatosnegrosbaratosquehabíacalzadounashorasantes.

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—Pensé que no lo harían más —dijo en un tono vulgar de fastidio yperplejidad,frotandolamanchagris,queparecíadelápizgraso.Añadióqueya no tendría que tomarse ese trabajo porque no se llevaría los zapatos—.Supongo que tendré que estar siempre arreglada —continuó—. Osemiarreglada.Serácomoenunhotel.

Enjuagó el trapo que había usado y lo colgó de un gancho del armariodebajo del fregadero. Luego, sobre el jersey blanco de cuello cisne y lospantalonesbeige, se pusouna chaquetade esquí tostada con cuellodepiel.Eraunamujeralta,dehombrosestrechos,erguidayesbeltaaúnalossetentaaños; teníapiernasypies largos,muñecasy tobillosdelicadosyunasorejasmuy pequeñas, casi cómicas. El pelo, suave como el algodoncillo, habíapasadodelrubioclaroalblancosinqueGrantadvirtieracuándoexactamente;comoenotrotiemposumadre,loseguíallevandohastaloshombros.(EraesoloquehabíaalarmadoalamadredeGrant,unaviudadepuebloquetrabajabacomorecepcionistaparaunmédico.Másaúnqueelestadodelacasa,ellargopelo blanco de la madre de Fiona le había revelado todo lo que precisabasabersobresusactitudesyopinionespolíticas).

Por lo demás, los huesos finos y los ojitos de zafiro de Fiona no separecíanennadaa losde sumadre.Teníaunaboca levemente sinuosaqueahorahabíarealzadoconcarmínrojo,loúltimoquesolíahacerantesdesalir.Esa mañana parecía la viva imagen de sí misma: directa y vaga como dehechoera,dulceeirónica.

Alrededor de un año antes, Grant había empezado a notar que habíamuchas notitas amarillas pegadas por toda la casa. No era del todo unanovedad.Fionasiemprehabíaapuntadocosas:eltítulodeunlibrocomentadoenlaradio,unalistadetareasdeldía.Escribíahastaelprogramamatinal,yaélesaprecisiónlodesconcertabayloconmovía.

7:00 Yoga. 7:30-7:45 Dientes Cara Pelo. 7:45-8:15 Caminata. 8:15DesayunoyGrant.

Pero estas notas eran diferentes. Las pegaba a los cajones de la cocina:Cubiertos, Trapos, Cuchillos. ¿No podía abrir los cajones y fijarsesencillamentequéhabíadentro?GrantrecordólaanécdotadeunossoldadosalemanesquepatrullabanlafronterachecoslovacadurantelaSegundaGuerraMundial.Segúnlehabíacontadouncheco,cadaperrodelapatrullallevabaun cartelito que decía Hund. ¿Por qué?, preguntaban los checos, y losalemanescontestaban:Porqueesunhund.

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PensóqueibaacontárseloaFionaperodespuéscambiódeidea.Siempreleshacíangracialasmismascosas.Pero¿ysiestavezellanosereía?

Seavecinabancosaspeores.Fionaibaalaciudadyletelefoneabadesdeunacabinaparapreguntarlecómovolveracasa.Salíaapasearcampoatravéshasta el bosque y regresaba por el cercado, un rodeo larguísimo. Habíacontado,decíaluego,conquelascercassiemprellevabanaalgunaparte.

Eradifícildeducirdequésetrataba.Ellaexplicabalodelascercascomosifueseunchisteyrecordabaunnúmerodeteléfonosinproblemas.

—No creo que sea para preocuparse —decía—. Calculo que estoyperdiendolacabeza.

Ellepreguntósitomabapastillasparadormir.

—Silashetomadonolorecuerdo—contestóella.Luegopidiódisculpasporparecertandisplicente—.Estoyseguradequenohetomadonada.Quizádebería.Vitaminas,alomejor.

Lasvitaminasnoayudaron.Separabaenlosumbralesintentandoadivinaradondeiba.Seolvidabadeapagarelgascuandohervíaverdurasodeponeragua en la cafetera.Lepreguntaba aGrant cuándo sehabíanmudado a esacasa.

—¿Elañopasadooelanterior?

Éllecontestabaquehacíadoceaños.

Elladijo:

—Quéespanto.

—Siemprehasidounpocoasí—leexplicóGrantalmédico—.Unavezllevóalimpiarelabrigodepielyloolvidó.Fuecuandoeninviernosiempreíbamosaalgúnlugarcálido.Despuésdijoquelohabíahechoadrede;dijoquehabíasidocomodejaratrásunpecado.Porloqueciertagentelahacíapensardelosabrigosdepiel.

Trató infructuosamente de explicarle algo más: que en cierto modo lasorpresa y las disculpas de Fiona por esos incidentes parecían gestos decortesía rutinaria que no ocultaban una diversión privada. Como si hubieratropezado con una aventura imprevista. O como si jugase a algo con laesperanza de que él se sumara. Ellos siempre habían tenido sus juegos:dialectosabsurdos,personajesinventados.AlgunasdelasvocesquefraguabaFiona,gorjeosoululatos(esoGrantnosupoespecificarlo),imitabandeforma

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inquietante las voces de mujeres que él había tenido que ella no habíaconocidonioídomencionar.

—Bien, sí—dijo el médico—. Al principio puede ser selectivo. No losabemos,¿no?Hastaquenoveamoslapautadedeterioronosepuedeafirmarnada.

Enpocotiempocasidejódeimportarquéetiquetaseleponía.Fiona,queyanoibasoladecompras,desapareciódelsupermercadoenunmomentoenqueGrant estaba de espaldas.Un policía la encontró a variasmanzanas dedistancia, caminando enmedio de la calle.Le preguntó cómo se llamaba yella le respondió enseguida. Luego le preguntó como se llamaba el primerministrodelpaís.

—La verdad, joven, si usted no lo sabe, no debería tener un trabajo detantaresponsabilidad.

Elpolicíaseechóareír.PeroentoncesellacometióelerrordepreguntarlesinohabíavistoaBorisyNatasha.

Eran dos galgos rusos que ella había adoptado unos años antes, comofavor a una amiga, y a los que había consagrado el resto de las vidas deambos.Ladecisióndeaceptarloshabíacoincididoconeldescubrimientodeque probablemente no tendría hijos. Un bloqueo de las trompas, o unatorcedura; Grant ya no se acordaba. El siempre había evitado pensar en elcomplicadoaparatofemenino.Otalvezfuetraslamuertedesumadre.Laslargas patas de los perros y su pelo sedoso, sus caras angostas, suaves eintransigentes,armonizabanhermosamenteconFionacuandoellalossacabaapasear.YalgunoshabríandichoqueelmismoGrant,queenaquelentoncesconseguía su primer puesto en la universidad (recibiendo de buen grado eldinerodesusuegro,pesealtintepolíticoquetenía),habíasidoescogidoporotrocaprichoexcéntricodeFiona,y luegoacicalado,mimadoy favorecido.Claroqueesto,porsuerte,élnolohabíaentendidohastamuchodespués.

El día de la desaparición en el supermercado, durante la cena, ella lepreguntó:

—Túsabesloquetendrásquehacerconmigo,¿no?Tendrásquemetermeeneselugar.LagodelLlano.

Grantdijo:

—LagodelPrado.Todavíanohemosllegadoaesaetapa.

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—LagodelLlano,Lagolelo—continuóella,comojugandoacompetir—.Lagolelo.EsLagolelo.

Elapoyóloscodosenlamesaylacabezaentrelasmanos.Dijoque,enelcasodequepensaranenello,no teníaporqué serunamedidapermanente.Podíaseruntratamientoexperimental.Unacuradereposo.

Regía la norma de no admitir a nadie el mes de diciembre. En lasvacacionessiemprehabíacaídasemocionales.Demodoquehicieronelviajedeveinteminutosenenero.Antesdedesembocarenlaautopista,elcaminovecinalcruzabaunahondonadapantanosatotalmentehelada.Lassombrasdelosarcesylosroblesparecíanbarrotessobrelanievefulgurante.

Fionadijo:

—Ah,recuerda.

Grantdijo:

—Sí.Estabapensandolomismo.

—Sóloqueeradenoche—matizóella.

Hablabade cuandohabían salido a esquiarbajo la luna llenay sobre lanieve cuajada de franjas negras, por aquel lugar sólo accesible en plenoinvierno.Elfríohacíacrujirlasramas.

Perosiaquello lo recordabacon tanta intensidadyprecisión,¿podía sertangraveelproblema?

Eraloúnicoqueseleocurríaparanodarlavueltayregresaracasa.

El supervisor les explicó que había otra norma. Los residentes nuevostenían prohibidas las visitas durante treinta días.Lamayoría necesitaba eseplazoparaasentarse.Antesdequeseestablecieralanormahabíareproches,lágrimasyrabietas,inclusodelosquehabíaningresadoporvoluntadpropia.Altercerocuartodíaempezabanaquejarseyarogarquelosllevaranacasa.Ycomoalgunosparienteseran sensiblesaeso,habíagentequevolvíaa suhogaren lamismacondiciónenquehabía llegado.Seismesesdespués,yaveces sólo unas semanas, había que pasar de nuevo por esa conmociónfastidiosa.

—Mientras que nosotros hemos comprobado —dijo el supervisor—,hemoscomprobadoquesilosdejamosasuairesuelenacabarcontentoscomoalmejas. Para que vayan de excursión a la ciudad prácticamente hay queengañarlos.Lomismoconlasvisitasacasa.Entoncesestámuybienllevarlos

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a casadevisita unahoraodos; ésos son losque insisten envolver para lacena. Para ellos,Lago del Prado es su hogar.Desde luego que eso no valeparalosdelasegundaplanta,aquienesnopodemosdejarsalir.Esdemasiadodifícilydetodosmodosnotienenconcienciadedóndeestán.

—Mimujernoestaráenlasegundaplanta—dijoGrant.

—No —respondió el supervisor, pensativo—. Mi única intención eradejarlotodoclaro.

Años atrás habían ido unas cuantas veces a Lago del Prado a visitar alseñorFarquar,elviejogranjerosolterónqueenotrostiemposfuerasuvecino.Vivíasoloenunacasadeladrillos,cruzadadecorrientesdeaireeinmutabledesdecomienzosdesiglo,salvoporlosañadidosdeunaneverayuntelevisor.El había hecho a Fiona y Grant visitas imprevistas y muy esporádicas y,además de cuestiones locales, solía hablar de lo que leía: libros sobre laguerradeCrimea,exploracionesalPoloohistoriadelasarmasdefuego.PerodespuésdemarcharseaLagodelPradosólohablabadelasrutinasdellugar,yelloshabían empezadoapensarque, si bien reconfortantes, susvisitas eranparaélunacargasocial.

YsobretodoaFionalerepugnabaneloloraorinaquesaturabaelaireylosramosdefloresdeplásticometidasennichosenloscorredoresdetechobajoysombríos.

Ahora, aunque sólo era de los años cincuenta, la construcción habíadesaparecido. Como había desaparecido la casa del señor Farquar,reemplazadaporunabaratijadecastillodondeunagentedeTorontopasabalos fines de semana. El nuevo Lago del Prado era un edificio amplio yabovedado cuya agradable atmósfera olía a pino. De gigantescas vasijasbrotabaunavegetaciónauténticaytupida.

SinembargoeraenelviejoedificiodondeGrantempezóaimaginarseaFionaencerradadurante el largomesquedebiópasar sinverla.Fueelmesmás largo de su vida; más largo que el que había pasado con su madrevisitando a unos parientes del condado de Lanark, a los trece años, ymáslargoqueeldelasvacacionesdeJacquiAdamsconsuspadresalcomienzodelaaventuradeGrantconella.TelefoneabaaLagodelPradotodoslosdíasesperandodarconlaenfermerallamadaKristy.Aellaparecíahacerlegraciaesa constancia y le daba un informe más completo que cualquier otraenfermera.

Fionasehabíaconstipado,cosanadainusualentrelosreciénllegados.

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—Escomocuandolosniñosempiezanlaescuela—dijoKristy—.Comoestánexpuestosaunagrancantidaddegérmenesnuevos,duranteuntiempolopillantodo.

Después el constipado remitió. Le habían quitado los antibióticos y noparecía tan desorientada como al llegar. (Era la primera noticia que teníaGrantsobreantibióticosydesorientación).Teníamuchoapetitoylegustabaestarsentadaenelsolárium.Alparecerdisfrutabaviendolatelevisión.

Uno de los aspectos intolerables del viejo Lago del Prado era unapresencia ubicua de la televisión; dondequiera que uno eligiese sentarse,abrumabalaconversaciónyelpensamiento.Ciertosinternos(asílosllamabanFiona y él, no residentes) alzaban los ojos a la pantalla, otros hablabandándolelaespalda,perolamayorpartesoportabamansamenteelasedio.Enel nuevo edificio, por lo que él recordaba, el televisor estaba en una salaespecialoenlashabitaciones.Cadacualdecidíasilomirabaono.

Osea,queFionadebíadehaberdecidido.¿Mirarqué?

Durante losañosquehabíanvividoenesacasa,élyFionahabíanvistomucha televisión juntos. Habían espiado la vida de cuanta bestia, reptil ocriaturamarina lograra capturar una cámarayhabían seguido las tramasdedocenas de novelas del siglo XIX, todas magníficas y parecidas. Se habíanenamoradodeunaserieinglesaquetranscurríaenungranalmacényhabíanvisto las repeticiones tantas veces que se sabían los diálogos de memoria.Habían llorado la desaparición de actores que morían en la vida real ocambiabandetrabajo,yloshabíanrecibidoalborozadoscuandorenacíanlospersonajes.Habíanvistoelpelodeljefedepersonalcambiardelnegroalgrisy luegoalnegrootravez sobre elmismoescenariobarato.Pero tambiénelescenario declinaba; con el tiempo, los decorados y el pelo más negro sehabíanmarchitado,comosiporlasrendijasdelosascensoresentraraelpolvodelascallesdeLondres,y,comosiporalgúnmotivoesatristezaafectaraaGrant y Fionamás que las tragedias deObras maestras del teatro, habíanacabadoabandonandolaserieantesdequeacabasedeltodo.

Fiona había hecho algunas amistades, dijo Kristy. Sin duda estabasaliendodelcaparazón.

¿Dequécaparazónhablaba?,quisopreguntarGrant,perosecontuvoparanoperderlabendicióndeKristy.

Si llamaba alguien, Grant dejaba que el mensaje se grabara en el

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contestador. Los conocidos que veían de vez en cuando no eran vecinos;vivían en el campo, retirados como ellos, y a menudo se marchaban sinavisar.Losprimerosañosdevidaallí,GrantyFionasehabíanquedadotodoel invierno.El inviernoenel campoeraunaexperiencianuevay reparar lacasayaeraactividaddesobra.Másadelantese leshabíaocurridoqueellostambiéndeberíanviajarmientraspudieran,yhabíanidoaGrecia,aAustralia,aCostaRica.Ahoralagentetambiénpensaríaqueestabandeviaje.

Grant esquiaba para hacer ejercicio, pero nunca se alejaba hasta elpantano.Dabavueltasyvueltasalterrenodeatrásdelacasa,mientraselsolcaíadejandoel cielo rosa sobreuncampo sujetoporolasdehielo azulado.Contaba las vueltas que daba y después volvía a la casa en penumbra yencendía la televisión para ver las noticiasmientras cenaba. Por lo generalhabíanpreparadolacenajuntos.Unodelosdospreparabalascopasyelotroencendíael fuego,ycharlabansobreel trabajodeGrant (estabaescribiendounestudiosobreloslobosdelasleyendasnórdicas,enparticularsobreelgranlobo Fenris, que se traga aOdín en el fin delmundo), sobre lo que Fionaestuviera leyendo y lo que habían pensado cada uno por su lado aquel díacercanoperodiverso.Eraelmomentodeintimidadmásviva,aunquetambiénestaban,claro,loscincoodiezminutosdeternurafísicaantesdemeterseenlacama,algoquepocasvecesterminabaensexo,peroquelesconfirmabaqueelsexonosehabíaterminadotodavía.

Enunsueño,Grantleenseñabaunacartaauncolegaquehabíacreídounamigo. La carta era de la compañera de habitación de una chica en quienGrant no pensaba desde hacía tiempo. Estaba escrita en tono moralista yhostil, quejumbrosamente amenazador, y él catalogaba a la escritora comolesbiana latente. Por su parte se había alejado de la chica en cuestión entérminosdecentes;parecíaimprobablequeellafueseamontarunescándaloymuchomenosasuicidarse,queeraloque,aparente,complejamente,intentabadecirlelacarta.

El colega era uno de esos esposos y padres que habían sido de losprimerosenarrojarlacorbata,eirsedecasaparapasartodaslasnochesenuncolchónenelsuelo,conunajovenycautivadoraamante,yllegaraldespachooalaclasedesaliñadosyoliendoaporrosyaincienso.Peroahorareprobabaesas travesurasyGrant recordabaquedehechosehabíacasadoconunadeesaschicasyqueellasededicabaaorganizarcenasytenerhijos,comosolíagustarlesalasesposas.

—Yo no me reiría —le decía a Grant, que no tenía la impresión de

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habersereído—.Ysiestuvieraentulugar,iríapreparandoaFiona.

Así queGrant iba aLago del Prado a ver aFiona—alLagodel Pradoantiguo—, pero en vez de eso se metía en el aula magna. Estaban todosesperando que diera clase.Y sentado en la última ymás alta fila había unrebañode jovencitasdeojos fríosy túnicanegra, todasdeduelo,queno lequitabandeencimalamiradarencorosayhacíangaladenoapuntarnadanideinteresarseporloquedecía.

Fionaestabaenlaprimerafila,imperturbable.Habíatransformadoelaulaenunrincóndeesosquesiempreencontrabaenlasfiestas,unaplazafuertedonde bebía vino con agua mineral, fumaba cigarrillos baratos y contabahistorias graciosas sobre sus perros. Resistiendo allí la marea con algunoscomo ella, como si los dramas que se representaban en otros rincones, endormitorios o en la terraza en sombras, no fueran sino comedias infantiles.Comosilacastidadfueraeleganteylareticenciaunagracia.

—Bah, cuentos chinos —decía—. A esa edad todas las chicas vanpregonandoquesematarán.

Pero no bastaba que dijera eso; de hecho a Grant le daba escalofríos.Temía que se estuviera equivocando, que hubiera sucedido algo terrible, yveía lo que no veía ella: que el anillo se hacía más denso, se cerraba, leapretabalatráqueayceñíaelaulaentera.

Sedesprendiódelsueñoysepusoasepararlorealdeloficticio.

Habíahabidounacarta,yenlapuertadesudespachohabíaaparecidolapalabra «RATA» pintada en negro, y Fiona, al enterarse de que una chicaestabalocaporél,habíadichoalgomuyparecidoaloquedecíaenelsueño.El colega no había entrado en el asunto, en el aula no habían aparecidomujeres de negro y nadie se había suicidado. Grant no había caído endesgracia;enrealidadnolehabíasalidocarosipensabaenloquepodíahabersucedidosólodosañosdespués.Perohabíacorridoelrumor.Sehabíavueltoevidenteunvacío.EnNavidadcasinohabíanrecibidoinvitacionesyhabíanpasadoAñoNuevosolos.Grantseemborrachóy,sinqueselereclamase—aunque también, gracias a Dios, sin cometer el error de confesar—, leprometióaFionaqueempezaríandenuevo.

La vergüenza que había sentido luego era la del engatusado, la de nohaberadvertidoquealgoestabacambiando.

Y ninguna mujer le había hecho tomar conciencia. Había habido un

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cambioantes,cuandodeprontosehabíanpuestoasualcancetantasmujeres—oesolehabíaparecido—,yahoraocurríaesteotro:todasdecíanqueloquehabía ocurrido no era lo que tenían en mente. Habían colaborado porimpotencia y azoramiento y, más que deleitarlas, el asunto las habíalastimado. Y aun si habían tomado la iniciativa, lo habían hecho porqueteníantodaslascartasencontra.

Nadiereconocíaenabsolutoquelavidadeunmujeriego(asísecalificabaGrant;él,quenohabíasumadonilamitaddeconquistasylíosqueelhombrequelocensurabaenelsueño)conllevabaactosdebondad,degenerosidadyhastadesacrificio.Quizánoalcomienzo,perosíalmenoscuandolascosasechaban a andar. Cuántas veces no había él alimentado el orgullo de unamujer, paliado su fragilidad, ofreciéndole más afecto —o una pasión máscruda—queelquesentíarealmente.Todoparaverseahoraacusadodeherir,socavar y destrozar autoestimas.Yde engañar aFiona.Cierto que la habíaengañado,pero¿habríasidomejorqueladejara,comootrosasusesposas?

A él nunca se le había pasado por la cabeza. Nunca había dejado dehacerleelamoraFiona,pormuchoque loperturbasenotrasexigencias.Nohabíadejadodedormirconellaniunasolanoche.NohabíaurdidocuentosenrevesadosparapasarunfindesemanaenSanFranciscooenunatiendaenlaisladeManitoulin.Habíasidoprudenteconlasdrogasylabebidayhabíaseguido publicando trabajos, formandoparte de comités, progresando en sucarrera.Nuncahabíatenidolamenorintencióndeecharporlabordaempleoymatrimonioparairsealcampoahacerdecarpinteroocriadordeabejas.

Pero al fin y al cabo había pasado algo por el estilo. Se había jubiladoantesde tiempoconunapensión reducida.El cardiólogohabíamuerto, trasuna solitaria temporada de perplejidad y estoicismo en la casa enorme, yFiona había heredado tanto esa propiedad como la granja donde su padrehabíacrecido,enelcampo,cercadeGeorgianBay.Habíadejadosuempleodecoordinadoradevoluntariosenunhospital(enesemundocorriente,decía,dondelaspersonasteníanproblemasnorelacionadosconlasdrogasoelsexoolasriñasintelectuales).Empezardenuevoeraempezardenuevo.

PorentonceshabíanmuertoBorisyNatasha.Primerohabíaenfermadoysehabíamuertounodelosdos—Grantnorecordabacuál—yluego,másomenosporempatía,habíamuertoelotro.

El y Fiona reparaban la casa. Se habían comprado esquís de fondo.Aunqueno eranmuy sociables, poco a pocohabíanhecho algunos amigos.

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Ya no había coqueteos febriles.Nada de pies demujer rozando piernas dehombreencenasdeamigos.Nadadeesposasabandonadas.

Justoatiempo,pensóGrant,cuandosehuboconsumidoelsentimientodeinjusticia. Las feministas, y tal vez la necedad de la triste muchacha y lacobardíadesuspropiospresuntosamigos,lohabíanapartadojustoatiempodeunavidaque,dehecho,empezabaadarmásproblemasquesatisfacciones.YquehabríapodidollevarloaperderaFiona.

EldíadesuprimeravisitaaLagodelPrado,Grantselevantótemprano.Sentía el mismo cosquilleo solemne que cuando, en los viejos tiempos, selevantaba con la perspectiva de la primera cita con una mujer. No era unsentimiento sexual, precisamente. (Más tarde, cuando las citas se volvíanrutinarias,sólosetratabadeeso).Eraunaexpectativadedescubrimiento,casiunaexpansiónespiritual.Tambiéntimidez,humildad,inquietud.

Salió de casa demasiado temprano.No se permitían visitas antes de lasdos.Comonoqueríatenerqueesperarenelaparcamiento,selasarreglóparaequivocarelcamino.

Habíahabidoundeshielo.Aunquequedabanieveenabundancia,sehabíadesmoronado el paisaje duro y deslumbrante del invierno joven. Losmontículospurulentosparecíandesechosdeloscampos.

EnlaciudadcercanaaLagodelPradoencontróunafloristeríaycompróungranramo.NuncaanteslehabíaregaladofloresaFiona.Nianadie.Entróeneledificiosintiéndosecomounamantesinesperanzasolacaricaturadeunmaridoculpable.

—¡Vaya! Narcisos en esta estación —dijo Kristy—. Se habrá gastadoustedunafortuna.—Enfilóelvestíbulodelantedeélyencendiólaluzdeuncuartito, una especie de cocina, donde buscó un jarrón. Era una jovencorpulenta con pinta de haberse abandonado en todo salvo el pelo, que erarubioyvoluminoso.Elpeinadoabultadoylujosodeunacamareradecóctel,ounabailarinadestriptease,coronandouncuerpoyunrostrodetrabajadora—.Bien,tenga—dijo,yconuncabezazoleindicóelfinaldelpasillo—.Elnombreestáenlapuerta.

Yallíestaba,enunaplaquitadecoradaconazulejos.Granttitubeóduranteunmomento,golpeó,abriólapuertaylallamó.

No había nadie. El armario estaba cerrado, la cama estirada. Sobre lamesita de noche sólo había una caja dekleenex y un vaso de agua.Ni una

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foto, ni un retrato ni un libro o revista. A lo mejor la regla era tenerlosguardados.

Volvióalaguardiadeenfermeras,larecepciónoloquefuese.

—¿De veras? —preguntó Kristy con una sorpresa que a él le pareciósuperficial.

Vaciló,conlasfloresenlamano.

Kristydijo:

—Vale,vale…Vamosadejarelramoaquí.

Suspirando,comosiGrantfueraunchicolerdoensuprimerdíadeclase,lo condujo por un pasillo hasta la luz de un amplio espacio central congrandesventanasytechocatedralicio.Habíaalgunosresidentessentadosalolargodelapared,entumbonas,yotrosalrededordemesasenmediodelasalaenmoquetada.Ningunoteníamuymalaspecto.Viejos—algunosinválidosensillas de ruedas— pero dignos. Cuando él y Fiona iban a visitar al señorFarquar siempre veían algo descorazonador. Ancianas con pelos en labarbilla, alguien con un ojo inflamado como una ciruela podrida. Babas,cabezas que temblaban, parlanchines locos. Ahora parecía que hubierandespachadolospeorescasos.Talvezhabíanempezadoausardrogasoaplicarcirugía;alomejorhabíatratamientosparaeldeterioroyparalaincontinenciafísicaoverbal,métodosquehastahacíapoconoexistían.

Noobstante,sentadaalpiano,habíaunamujermuyafligidaquerecorríalas teclas con un dedo sin obtener una melodía. Otra mujer, que atisbabadesdedetrásdeunamáquinadecaféyunapiladetazasdeplástico,parecíapetrificadadeaburrimiento.Peroésadebíadeserunaempleada: llevabaununiformeverdeclarocomoeldeKristy.

—¿La ve? —dijo Kristy en voz más baja—. Acérquese y salúdelaprocurandonosobresaltarla.Recuerdequequizá…Bueno.Ustedvaya.

VioaFionadeperfil,sentadacercadeunadelasmesasdejuego,perosinparticipar.Teníalacaraunpocofláccida;unodelosmofletesleescondíalacomisura de la boca y eso era nuevo.Observaba las cartas del hombre queteníamáspróximo.Ellasinclinabaparapermitirlevermejor.CuandoGrantseacercóalamesa,ellaalzólavista.Todos—todoslosjugadoresdelamesa—alzaronlavistacondisgusto.Enseguidavolvieronamirarlascartas,comoparaprotegersedealgunaintromisión.

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Pero Fiona le sonrió con esa sonrisa sesgada, avergonzada, astuta,encantadora; empujó la silla hacia atrás y se volvió hacia él llevándose losdedosalaboca.

—Bridge—susurró—.Terriblementeserio.Seponenmuyvirulentos.—Sindejardeconversarlollevóhacialamesadecafé—.Recuerdoqueenlauniversidadamímedioporlomismounatemporada.Faltabaaclaseconmisamigas y nos metíamos en la sala de estudiantes a fumar y a jugar comoposesas.UnasellamabaPhoebe.Lasotrasnorecuerdo.

—Phoebe Hart —dijo Grant. Se imaginó a la chica menuda, de ojosnegrosypechohundido,queprobablementehabíamuertoya.Circundadasdehumo,Fiona,Phoebeylasdemás,entrancecomobrujas.

—¿Tútambiénlaconociste?—preguntóFionavolviendolasonrisahacialamujerpetrificada—.¿Puedoofrecertealgo?¿Unatazadeté?Metemoqueelcafédeaquínoesgrancosa.

Grantnuncabebíaté.

Nopodíaabrazarla.Por familiaresque fuesen,habíaalgoen lavozy lasonrisa, algoen lamaneradeproteger a los jugadoresy auna lamujerdelcafé—ydeprotegerloaéldeldisgusto—,queseloimpedía.

—Te he traído flores —dijo—. Se me ocurrió que te alegrarían lahabitación.Tebusquéallíperonoestabas.

—No—asintióella—.Estoyaquí.

Grantdijo:

—Tienesunamigonuevo.

Señalóconlacabezaalhombrequelehabíamostradolascartas.Enesemomento, el hombre lamiróy ella sedio lavuelta, bien a causade loquehabíadichoGrant,bienporquehabíasentidolamiradaenlaespalda.

—EssóloAubrey—dijoella—.Locuriosoesqueloconocíhaceañosyaños. Trabajaba en la ferretería adonde iba a comprarmi abuelo. Solíamosbromearyélnoseatrevíaainvitarmeasalir.Hastaquejustoelúltimofindesemaname llevóaunbaile.Perocuando ibaaacabarapareciómiabueloyme llevóacasaencoche.Yoestabaallídevacaciones.Conmisabuelos…Vivíanenunagranja.

—Fiona. Yo sé dónde vivían tus abuelos. Allí vivimos nosotros.Vivíamos.

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—¿Deverdad?—preguntóella.Noleprestabaatencióndel todoporqueeljugadorseguíamirándola,ylamiradanoerasuplicantesinoperentoria.Elespeso,bastopeloblancolecaíasobrelafrenteylapielpálida,amarillenta,parecíaunguanteinfantilviejoyarrugado.Unamelancolíaledignificabaelrostro;teníaalgodelabellezadeuncaballopoderoso,desalentadoyviejo.EnloquehacíaaFiona,sinembargo,noparecíamuydesalentado—.Serámejorquevuelva—dijoFiona,conunleveyrecienteruborenlosmofletes—.Dicequenopuedejugarsinmísentadaallado.Esunatontería;casinimeacuerdodecómosejuega.Metemoquetendrásquedisculparme.

—¿Acabaráspronto?

—Deberíamos. Pero depende. Si se lo pides con simpatía, esa señoralúgubreteserviráunté.

—Estoybien—dijoGrant.

—Bien,puesyotedejo.¿Puedesentretenertesolo?Seguroqueteresultaextraño,peroteasombraríaverlorápidoqueteacostumbras.Coneltiempollegas a conocer a todo el mundo. Claro que algunos están en las nubes,¿sabes?Nopuedesesperarquetodosteconozcanati.

Se acomodó de nuevo en la silla y dijo algo al oído de Aubrey. Legolpeteóeldorsodelamanoconlosdedos.

GrantfueabuscaraKristyylaencontróenelpasillo.Ibaempujandouncarritoconjarrasdezumodemanzanaydenaranja.

—Unsegundo—dijo laenfermera,ymetió lacabezaenunahabitación—.¿Alguienquierezumodemanzana?¿Denaranja?¿Unasgalletas?

Llenódosvasosdeplásticoyentróenunahabitación.Alsalirpusodosgalletasdearruruzensendosplatosdecartón.

—Bueno,¿qué?—preguntó—.¿Noestácontentodeverlaparticipar?

Grantdijo:

—Pero¿sabesiquieraquiénsoy?

No lograba decidirlo. Tal vez Fiona le estuviera gastando una broma.Seríapropiodeella.Peroconelnumeritodelfinalsehabíadescubierto,esodehablarlecomosifueraunresidentenuevo.

Siesquehabíafingidoeso.Siesquehabíasidounnúmero.Porque,unavez terminada la broma, ¿no habría corrido detrás de él riéndose?

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Seguramentenohabríavuelto a la partidani habría fingidoolvidarsede él.Habríasidounacrueldad.

Kristydijo:

—La ha pillado en un mal momento, nada más. Está enfrascada en lapartida.

—Nisiquieraestájugando—selamentóél.

—Perojuegasuamigo.Aubrey.

—Bueno,¿yquiénesAubrey?

—Pueseso.Aubrey.Suamigo.¿Leapeteceunzumo?

Grantsacudiólacabeza.

—Escuche,caramba—dijoKristy—.Duranteun tiempolesdaporesoscariños.Estilomejoramigo,yasí.Escomounaetapa.

—¿Meestádiciendoquepuedenosaberquiénsoy?

—Puedequeno.Hoyno.Peromañana…Nuncasesabe,¿verdad?Enestohayavancesy retrocesos constantesynohay formade remediarlo.Cuandohayavenidovariasvecesentenderácómoes.Aprenderáanotomárselotanapecho.Aprenderáaaceptarlodíaadía.

Díaadía.Peronoeraciertoquehubieseavancesyretrocesos,yGrantnoseacostumbraba.Encambio,Fionaparecíaacostumbrarseaél,aunquesólocomoaunavisitapersistenteconuninterésespecialporella.Oquizácomoaunpesadoaquien,segúnsusviejasreglasdecortesía,habíaqueevitarquesesupiese pesado. Lo trataba con una benevolencia distraída y educada que aGrantleimpedíahacerlapreguntamásevidente,lamásnecesaria.Nopodíapreguntarlesirecordabaonoquehacíacasicincuentaañosqueerasumarido.Tenía la impresióndequesesentiría incómoda;noporella, sinoporél.Seecharíaareír,nerviosa,lomortificaríaafuerzadecortesíayperplejidadyselas arreglaría para no decir ni sí ni no. O bien lo diría de la manera másrotundamenteinsatisfactoria.

Kristyera laúnicaenfermeraconquienGrantpodíahablar.Algunasdelasotrassetomaronlacuestiónenbroma.Unaviejavararesecaserióensucara:

—¿AubreyyFiona,esosdos?Vayasileshadadofuerte.

KristylecontóqueAubreyhabíasidorepresentantelocaldeunaempresa

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depesticidas—«yesosproductos»—paragranjeros.

—Eraunapersonaexcelente—dijo,yGrantnosuposi se referíaaqueAubrey era honesto, desprendido y bondadoso o a que se vestía bien yconducíaunbuencoche.Probablementealasdoscosas.

Ynoeramuyviejo,nisiquieraestaba jubilado—añadió luego—;habíatenidounaccidenteraro.

—Porlogenerallocuidasumujer.Locuidacuandoestáencasa.Ahoraloha internadoun tiempoaquípara tomarseunrespiro.Lahermanadeellaqueríaque se fuese aFlorida.Fíjeseque lohapasadomuymal; unanuncaesperaqueunhombreasí…Estabandevacacionesnosédóndeyaéllepicóalgo,unaespeciedeinsecto,quelediounafiebreterrible…Yentróencomaydesdeentoncesestáasí.

Grant preguntó por esos afectos entre residentes. ¿Llegabanmuy lejos?Esperabaqueeltonoindulgentequehabíalogradoadoptarahoraleahorraselecciones.

—Depende de qué entienda usted por lejos —dijo Kristy. Mientrasdecidía cómo responderle siguió escribiendo en una libreta. Cuando huboacabadolasnotasledirigióunasonrisafranca—.Escurioso,peroaveceselproblema es con los que ni siquiera eran amigos. Puede que ni siquiera seconozcan,inclusoqueesténmásalládereconocerquéescadauno,digo,sieshombreomujer.Unapensaríaquesonloshombreslosqueintentanmeterseenlacamadelasviejecitas,perolaverdadesquelamitaddelasvecesesalrevés.Ellaspersiguenalosviejos.Supongoqueestánmenosgastadas.

Deprontodejódesonreír,comositemierahabersidocruelohabladodemás.

—Nomemalinterprete—dijo—. Nome refiero a Fiona. Fiona es unadama.

Vaya,¿yAubreyqué?,tuvoganasdepreguntarGrant.PeroseacordódequeAubreyestabaensilladeruedas.

—Una auténtica dama—puntualizóKristy, en un tono tan categórico ytranquilizador que Grant no se quedó tranquilo. Tenía en la cabeza unaimagen de Fiona, con su largo camisón azul de ojales y lazos, alzandoprovocativamentelascobijasdelacamadeunanciano.

—Esqueavecesmepregunto…—dijo.

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Kristylocortó:

—¿Quésepregunta?

—Mepreguntosinoestámontandounafarsa.

—¿Unaqué?—dijoKristy.

Lamayoríade las tardesse losveía juntosen lamesade juego.Aubreyteníagrandesmanosdededosgruesos.Lecostabamanipularlascartas.Fionamezclabay repartíaporélyavecesseapresurabaaenderezarleunnaipeapunto de resbalar entre los dedos. Desde el otro lado del salón, Grantobservaba el movimiento de flecha y la disculpa breve y risueña. Veía elfruncido ceño marital de Aubrey cuando un mechón de ella le rozaba lamejilla.Mientrasestabacerca,Aubreytendíaaningunearla.

PerobastabaqueellasaludaseaGrantconunasonrisa,queecharalasillahaciaatrásyleofrecieraunté—enreconocimientodesuderechoaestarallí,acasoresponsabilizándoseunpocodeél—,paraquelamiradadeAubreysetiñera de una consternación sombría. Se le empezaban a caer las cartas alsuelo;podíaestropearlapartida.

DemodoqueFionacorríaaenmendarlasituación.

Cuandonoestabanenlamesadebridge,avecespaseabanporlossalones,Aubrey aferrando la barandilla con una mano y con la otra el brazo o elhombrodeFiona.Alasenfermeraslesparecíaunprodigioqueellalohubieralevantadode la silla de ruedas.Claroquepara excursionesmás largas—alinvernaderooalotroextremo,alasaladetelevisión—lavolvíaanecesitar.

La televisión estaba eternamente sintonizada en el canal deportivo, sehabría dicho, yAubreymiraba cualquier deporte aunque parecía preferir elgolf. A Grant no le molestaba verlo con ellos. Se sentaba a unas sillas dedistancia. En la vasta pantalla, un grupito de espectadores y comentaristasseguía a los jugadorespor la hierba apacibley en losmomentos adecuadosrompía en aplausos formales. Pero cuando el jugador se balanceaba y lapelotaemprendíasuviajesolitarioyprefijadoporelcielo,reinabaunsilencioabsoluto. Aubrey, Fiona y en ocasiones algunos más contenían el aliento;luegoAubrey lanzaba la primera exhalación satisfecha o decepcionada.UninstantedespuésFionadabalamismanota.

Enelinvernaderonohabíaelmismosilencio.Laparejahabíaencontradoun sitio propio entre las plantas tropicales más lujuriosas y espesas —uncenador, podía decirse—; Grant debía hacer esfuerzos para no entrar.

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Mezcladosconelrumordelashojasyunchapoteodeagua,seoíanlasrisasylosmurmullosdeFiona.

Luegounaespeciedecarcajada.¿Cuáldelosdossería?

Tal vez ninguno de los dos. Tal vez fuese alguno de los impúdicos,relampagueantespájarosquehabitabanlasjaulasquehabíaenunrincón.

Aubrey podía hablar, aunque probablemente la voz no sonara como decostumbre.Ahoraparecíadeciralgo;unpardesílabasespesas.Cuidado.Estáaquícerca.Miamor.

Enelfondoazuldelafuentehabíaunasmonedas.Grantnuncahabíavistoanadiearrojardineropidiendoundeseo.Contemplóesoscéntimosycuartospreguntándose sinoestaríanpegadosa lasbaldosas; sino seríanotro rasgodelalentadordecoradodeledificio.

Dos adolescentes en un partido de béisbol, sentados en lo alto de lastribunasdelladodelosamigosdelchico.Unoscentímetrosdedistanciaentrelos dos, las sombras cayendo, el fresco fugaz de un anochecer de fines deverano.Manosqueserozan,caderasquesemueven,ojosquenosedespegandelcampodejuego.Élsequitarálachaqueta,siesquelalleva,paracubrirlosestrechoshombrosdeella.Pordebajodelachaquetapuedeatraerlahaciasí,oprimirelbrazosuaveconlosdedosabiertos.

Nocomohoy,cuandoseguroquecualquierchicolequitalasbragasenlaprimeracita.

El brazo suave y flaco de Fiona. El asombro del deseo adolescenterecorriéndole como un rayo el tierno cuerpo joven, mientras la noche seadensamásalládelaalumbradapolvaredadelpartido.

ComoenLagodelPradoescaseabanlosespejos,Grantnoteníaqueverserastrearymerodear.Perodevezencuandoseleocurríaquéimagenestúpida,patética y acaso desquiciada debía de dar siguiendo de aquella forma lashuellasdeFionayAubrey.Sin lograrnuncaenfrentarseconella,niconél.Cada vez menos seguro de su derecho a estar en escena pero incapaz deretirarse.Hastacuandoestabaencasa,trabajandoenelescritorio,olimpiandoo apartando la nieve si hacía falta, un incesante metrónomo de su menteseguíafijoenLagodelPrado,enlasiguientevisita.Avecesseveíacomounniño terco empeñado en una conquista imposible; a veces, como esosdesgraciadosquesiguenamujeresfamosasporlacalle,convencidosdequeundíaellassevolveránylesconcederánsuamor.

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Conungranesfuerzorestringiólasvisitasalosmiércolesylossábados.También se impuso observar otros aspectos del lugar como si fuera unvisitantecualquiera,unencargadodeunainspecciónounestudiosocial.

Lossábadoshabíabullicioyunatensióndedíafestivo.Llegabanfamiliasen piña. Por lo general mandaban las madres; eran como perros pastoresalegresperoinsistentesconelrebañodehombresyniños.Losúnicosquenosentíanaprensióneranlosmuypequeños.Descubríanenseguidaelajedrezadoverdiblancodelsueloysólopisaban lasbaldosasdelcolorqueelegían.Losmásatrevidos intentabanpaseosenelestribo traserodeunasillade ruedas.Algunospersistíanenlastravesuraspesealasreprimendas,yentonceshabíaquellevarlosalcoche.Yconquéalegría,concuántadisposiciónunhermanomayorounpadreseofrecíanentoncesasacarlosdeallíylibrarsedelavisita.

Eranlasmujereslasquemanteníanlaconversaciónaflote.Aloshombresla situación los acobardaba; a los adolescentes, los ofendía. Aquellos aquienesibanaverrodabanensillasocojeabanapoyadosenbastones;alguno,rígidoysinayuda,marchabaalacabezadelaprocesión,orgullosodellogropero con los ojos casi en blanco o babeándose irremisiblemente por elesfuerzo. Y al fin y al cabo, rodeados por esa variedad de forasteros, losinternosnoparecíangentenormal.Pormuchoque se afeitaran lasbarbillasfemeninas, se escondieran bajo gafas oscuras los ojos desviados y secontrolaran con pastillas las exclamaciones intempestivas, subsistía unapátina, una rigidez ominosa, como si esos seres se contentaran con serrecuerdosdesímismos,fotografíasfinales.

Por entonces Grant entendía mejor cómo debía de sentirse el señorFarquar. En ese lugar, la gente—aun los que no participaban en ningunaactividad, los que pasaban el tiempo sentados, mirando una puerta o unaventana—vivíaunavidamentalmuyatareada(pornohablarde lavidadelcuerpo,losportentososcaprichosdelastripas, loshormigueosycuchilladasenlacolumna),ylamayoríanopodíadescribirnimencionaresavidafrentealos visitantes. Sólo podían rodar o propulsarse de un modo u otro con laesperanza de dar con algo que pudieramostrarse o sobre lo que se pudierahablar.

Paramostrarestabanelinvernaderoylagranpantalladetelevisión.Alospadreslapantallalesparecíafenomenal.Lasmadresdecíanqueloshelechoseranmaravillosos.Alcabodeunrato,todossesentabanalasmesasacomerhelado, que los adolescentes rechazaban porque se morían de asco. Lasmujeres limpiaban temblorosas barbillas llenas de saliva y los hombres

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desviabanlamirada.

Alguna satisfacción debía de haber en el rito; tal vez un día losadolescentessealegrarandehaberido.Grantnoeraexpertoenfamilias.

AparentementeaAubreynolovisitabanhijosninietosy,comoesosdíasnopodían jugar al bridge—pues lasmeriendas conhelados acaparaban lasmesas—, él y Fiona se mantenían aparte del desfile de los sábados. Elinvernadero estaba demasiado solicitado para que pudieran tener en él suscharlasíntimas.

Lasconversacionesdebíantenerlugar,porsupuesto,traslapuertacerradade la habitación de Fiona. Grant no lograba decidirse a llamar, aunque sequedabauntiempoallí,mirandolospájarosDisneyconundisgustointenso,sinceramentemaligno.

OtambiénpodíanestarenlahabitacióndeAubrey.PeroGrantnosabíadónde estaba. Cuanto más exploraba el edificio, más pasillos, bancos yrampasdescubría,ydurantelosvagabundeostendíaaperderse.Cadavezquetomabacomoreferenciauncuadroounasilla,alasemanasiguienteteníalaimpresión de que lo habían cambiado de lugar. Prefería no mencionarleaquelloaKristy:temíaquepensaraqueéltambiénsufríaproblemasmentales.Sefigurabaqueesoscambiosyredistribucionesconstantessehacíanenbiendelosresidentes;paravolverlesmásinteresanteelejerciciodiario.

TampocomencionóquemásdeunavezhabíavistodelejosaunamujerqueleparecíaFiona,peroqueensuopiniónnopodíaserellaconsiderandolaropa que llevaba. ¿Cuándo había usado Fiona blusas floreadas chillonas ypantalonesazuleléctrico?UnsábadomiróporunaventanayvioaFiona—teníaqueserella—empujandolasilladeAubreyporlossenderosdeasfaltoentonceslimpiosdenieveyhielo;llevabaunridículosombrerodelanayunachaquetaconespiralesazulesypúrpura,unadeesasprendasque seponíanlasmujeresdelpuebloparairalsupermercado.

Elcasodebíadeserquenosepreocupabanporsepararlosguardarropasde lasmujeresde igual talla.Ycontabanconque,de todosmodos,ellasnoreconocíanlasropaspropias.

También le habían cortado el pelo.Le habían cortado el halo angelical.Unmiércolesenqueelambienteeramásnormalyotravezse jugabaa lascartas,mientraseneltallerdeartesaníaalgunasmujereshacíanfloresdesedao muñecas típicas sin que nadie las fastidiara ni admirase, y con Fiona yAubrey tana lavistaqueparaGrant era imposibleno trabar con suesposa

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unadesusbreves,locasconversacionesamistosas,lepreguntó:

—¿Porquétehancortadoelpelo?

Fionasellevólasmanosalacabezaparaconfirmarlo.

—Vaya…Nomehabíadadocuenta—dijo.

Pensóquedebíadescubrirquésucedíaenelsegundopiso,dondeteníanalosque,comodecíaKristy,seleshabíaidodeltodolacabeza.Porlovisto,losquedeambulabanporloscorredores,hablandosolosohaciendopreguntasa cualquiera («¿No me he dejado el jersey en la iglesia?»), sólo habíanperdidounaparte.

Nolosuficienteparaclasificarse.

Habíaescaleras,perolaspuertasmásaltasestabancerradasconllavesquesóloteníaelpersonal.Enelascensornosepodíaentraramenosquealguienloabriesedesdelarecepción.

¿Paraquéhacerlesesosihabíanperdidolacabeza?

—Algunossepasanlashorassentados—dijoKristy—.Estánsentadosylloran.Hayquienquierederribarlacasaagritos.Másvalenoverlo.

Avecesserecuperan.

—DuranteunañoentraustedaverlosylotomanporAdán.Yluegoundíalosaludancomositalcosaypreguntancuándosevanacasa.Derepentesehanvueltototalmentenormales.

Peronopormuchotiempo.

—¡Vaya, piensa una, ya están bien!Y entonces empiezan de nuevo.—Kristyhizochasquearlosdedos—.Así.

En la ciudad donde Grant solía trabajar había una librería adonde él yFionaibanunaodosvecesalaño.Grantvolvióalatiendasolo.Aunquenoteníaganasdecomprarnada,habíahechouna lista;eligiódeellaunpardelibros y compró otro que descubrió en elmomento. Era sobre Islandia.UnlibrodeacuarelashechasporunaviajeradelsigloXIX.

Fiona nunca había aprendido la lengua de su madre ni mostrado granrespeto por las historias que transmitía, esas historias que Grant habíaenseñado, sobre las cuales había escrito y aún seguía escribiendo. Fiona serefería a los héroes como «el viejo Njal» o «el buen Snorri». Pero en losúltimos años se había interesado por el país y había hojeado guías. Había

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leídosobrelosviajesdeWilliamMorrisydeAuden.Noesqueplaneaseir.Decía que el clima era demasiado horrible. Y además, agregaba, tenía quehaberunlugarqueunallevaraenlacabeza,conocierabieneinclusoañoraraperoquenollegaraavernunca.

CuandoGrant comenzó a enseñar literatura nórdica y anglosajona solíatenerenclaseeltipodealumnostípicos.Alcabodeunosaños,sinembargo,había habido un cambio. Ciertas mujeres casadas empezaban a volver a launiversidad.Nocon la ideade titularseparaobtenerunempleomejor, sinomeramenteparapensarenalgomásinteresantequeeltrabajodelacasaysushobbies.Queríanenriquecersuvida.Yacasodedujerannaturalmentequeloshombresqueenseñabanesascosaspodíanserpartedelenriquecimiento;queseríanmásmisteriososydeseablesquelosquecomíansucomidaydormíanconellas.

Lascarrerasfavorecidassolíanserpsicología,historiadelarteoliteraturainglesa.Algunaqueotraelegíaarqueologíaolingüísticaperolaabandonabaencuantoselehacíaardua.Porlogeneral,lasqueseinscribíanensuscursoserandeascendenciaislandesa,comoFiona,ohabíandescubiertolamitologíanórdica a través de Wagner o en novelas históricas. Unas pocas, por fin,creíanqueGrantenseñabaceltaybuscabanelnimbomísticodelalengua.

Elcortabaaesetipodeaspirantessinmoversedelescritorio.

—Si quiere aprender una lengua bonita, estudie español. Luego puedepracticarloenMéxico.

Algunasaceptabanlaadvertenciaydesaparecían.Aotraseltonoexigenteles tocaba algo personal. Trabajaban con tesón y llevaban al despacho deGrant, a su vida organizada y satisfactoria, el asombroso despertar de unamaduradocilidadfemenina,unatrémulaesperanzadeaprobación.

El eligió a una llamada Jacqui Adams. Era lo opuesto a Fiona: bajita,rechoncha, deojososcuros, efusiva.Ajena a la ironía.La aventuraduróunaño,hastaeltrasladodelmarido.Eldíaenqueseestabandespidiendo,enelcoche de Jacqui, ella se había puesto a temblar sin control. En opinión deJacqui, era hipotermia. Le había escrito unas pocas veces, pero Grantconsiderabaeltonodelascartasrecargadoynolograbadecidirseacontestar.Había dejado pasar el tiempo mientras, mágica e inesperadamente, seenredabaconunamuchachalobastantejovenparasersuhija.

Porque mientras él estaba ocupado con Jacqui se había abierto unaperspectivamásvertiginosa.Muchachitasdepelolargoysandaliasllegabana

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su despacho declarándose sin más dispuestas al sexo. Los acercamientoscautelosos, los tiernos atisbos de sentimientos necesarios con Jacqui habíansalidovolandoporlaventana.AGrantlohabíachupadounremolino,comoatantos otros, y el deseo se hacía acción hasta un punto que lo llevaba apreguntarse si no había perdido algo. Pero ¿quién tenía tiempo para elremordimiento? Oía historias de relaciones simultáneas, de encuentrossalvajes y peligrosos. Habían estallado escándalos, rodeados de dramaspenosos,pero tambiénde lasensacióndequeenciertomodoeramejorasí.Habíahabidorepresalias,expulsiones.Perolosexpulsadosseibanatrabajarauniversidadesmenores,más tolerantes,o a centrosde enseñanzaabiertos,ymuchasesposasabandonadasadoptabanlavestimentayeldesenfadosexualdelasmuchachasquehabíantentadoasushombres.Lasfiestasacadémicas,en otro tiempo tan previsibles, se habían vuelto camposminados. Se habíadeclaradounaepidemiayestabapropagándosecomolagripe.

Sólo que medio mundo se desvivía por contagiarse y pocos entre losdieciséisylossesentaqueríanmantenerseasalvo.

Una de esos pocos era Fiona. Su madre se estaba muriendo, y suexperiencia en el hospital la había llevado de un trabajo rutinario en elregistrodeadmisionesasunuevopuesto.ElmismoGrantnosehabíasubidoal tren,almenossise locomparabaconsusconocidos.NohabíapermitidoqueningunamujerseleacercaratantocomoJacqui.Sialgosentíasobretodoeraungigantescoaumentodebienestar.Habíadesaparecidolatendenciaalaflaccidezquehabíatenidodesdelosdoceaños.Subíalosescalonesdedosendos.Apreciabacomonuncaeldramadelasnubesrasgadassobreunocasodeinviernovistodesde laventanadesudespacho,el fulgurantehechizode laslámparasantiguas tras lascortinasde losvecinos, lasprotestasde losniñosque en el atardecer del parque se negaban a abandonar los toboganes. Alllegarelveranoaprendíalosnombresdelasflores.Enlasclases,trashaberseentrenado con su suegra (casi sin voz, tenía cáncer de garganta), seaventuraba a recitar y traducir la oda majestuosa y sangrienta, elresarcimiento, el Hofuolausn compuesto en honor del rey Eric Hacha.Sangrientaporelescaldoaquienelmonarcacondenaraamuerte.(Yqueelmismorey—yelpoderdelapoesía—habíadejadoluegoenlibertad).Todosaplaudían, hasta los pacifistas de la clase, a quienes él, alegrementeprovocador, había preguntado antes si preferían esperar en el pasillo. Ycuando aquella tarde u otra conducía de vuelta a casa, una cita absurda yblasfemaleresonabaenlacabeza.

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Yasícrecióensabiduríayestatura…

YenelfavordeDiosydeloshombres.

Por entonces el embarazo que le causaban esas frases le desataba unescalofríosupersticioso.Aúnleseguíapasando.Peromientrasnolosupiera,nadieparecíaantinatural.

EnlasiguientevisitaaLagodelPradollevóellibro.Eramiércoles.BuscóaFionaenlasmesasdejuegoynolaencontró.

Unamujerlehizounaseñal.

—Noestáaquí.Estáenferma.—Hablabaenun tonoufanoyentusiasta,orgullosa de haberlo reconocido cuando él no sabía nada de ella. Quizátambién orgullosa de todo lo que sabía de Fiona, de la vida de Fiona allí;convencidaquizádesabermásqueGrant—.Éltampocoestá—añadió.

GrantfueabuscaraKristy.

—Enrealidadnada—dijoellacuandolepreguntóquéteníaFiona—.Hoyhadecididonolevantarse.Unpequeñodisgusto.

Fiona estaba sentada en la cama. En otras visitas a la habitación, él nohabía notado que se trataba de una cama de hospital que podía levantarsemucho.Llevabauncamisónvirginaldecuelloaltoylapalidezdelrostronoeradeflordecerezosinodeharinacruda.

Aubrey,enlasilladeruedas,sehabíaacercadoaellatodoloquepodía.Envezdelas indescriptiblescamisasabiertasdecostumbre,sehabíapuestochaqueta y corbata. El elegante sombrero de tweed descansaba en la cama.Teníaaspectodehaberatendidounasuntoimportante.

¿Un encuentro con el abogado? ¿Con el director de su banco? ¿Con eldirectordeserviciosfunerarios?

Sealoquefuera,loquehabíaestadohaciendolohabíaagotado.Tambiénélteníaelrostrogris.

SevolvieronlosdoshaciaGrantconunaaprensiónpétreaydolidaqueseconvirtióenalivio,sinoenbienvenida,encuantovieronquiénera.

Noquienpensabanquesería.

Estabancogidosdelamanoynosesoltaron.

Elsombrerosobrelacama.Lachaquetaylacorbata.

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NoeraqueAubreyhubiesesalido.Nosetratabadedóndehabíaestadooaquiénhabíavisto.Setratabadeadondeiba.

GrantdejóellibroenlacamajuntoalamanolibredeFiona.

—EssobreIslandia—dijo—.Penséquetalveztegustaríamirarlo.

—Vaya,gracias—repusoFiona.Nomiróellibro.Pusolamanoencima.

—Islandia—repitióél.

Elladijo:

—Islandia.—La primera sílaba logró sonar con un tintineo de interés,pero las otras se aplanaron. De todos modos le era preciso devolver laatenciónaAubrey,queyaestaba retirando sumanogruesade ladeella—.¿Quépasa?—preguntó—.¿Quépasa,micorazón?

Grantjamáslehabíaoídoesaexpresiónflorida.

—Bueno, ya pasará —dijo—. Ten, toma. —Y sacó un puñado depañuelosdelacajaqueteníajuntoalacama.

ElproblemadeAubreyeraquesehabíapuestoallorar.Lechorreabalanariz y lo angustiaba dar un espectáculo lamentable, sobre todo delante deGrant.

—Ten.Ten—dijoFiona.Lehabríasonadolanarizysecadolaslágrimasellamisma;y, dehaber estado solos, quizás él se lohabríapermitido.PeroconGrantallíno.Aubreycogióloskleenexlomejorquepudoycontorpezayfortunaselospasóvariasvecesporlacara.EntretantoFionasevolvióhaciaGrant—.¿Porcasualidadtútienesalgunainfluenciaaquí?—susurró—.Tehevistohablarconellos…

Aubrey dejó escapar un ruido de protesta, reticencia o disgusto. Luegoinclinó el tronco adelante como si quisiera lanzarse contra ella. Ella seincorporó a medias en la cama, lo cogió y lo abrazó. A Grant le parecióinadecuadoayudarla,aunqueporsupuestolohabríahechodehaberpensadoqueAubreyibaadesplomarse.

—Ya —decía Fiona—. Ya, cariño, ya. Algo haremos para vernos.Tendremosquevernos.Iréaverteyo.Vendrástú.

Lacaracontraelpecho,AubreydejóescaparelmismoruidoynohubonadadecorosoqueGrantpudierahacersalvosalirdelahabitación.

—Megustaríaquesuesposasedieraprisayvinieraaquídeunavez—

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dijoKristy—.Ojalálodejarasaliryacabaraconesetormento.Dentrodeunratohayqueservirlacenaynoveocómovaatragaralgoconélcolgadodeella.

Grantpreguntó:

—¿Leparecequemequede?

—¿Paraqué?Noestáenferma,yasabe.

—Parahacerlecompañía.

Kristymeneólacabeza.

—Estascosas tienenquesuperarlas solos.Engeneral tienen lamemoriacorta.Esonosiempreesmalo.

Kristy no era dura de corazón. Desde que la conocía, Grant habíadescubiertoalgunascosasdesuvida.Teníacuatrohijos.NosabíaelparaderodesumaridoperocreíaquepodíaestarenAlberta.Elhijomenorteníatalesataquesdeasmaqueunanochedeenerohabríamuertosiellanolohubierallevado al hospital a tiempo. El muchacho no tomaba drogas, pero de suhermanoKristynoestabasegura.

Aojos de ella,Grant, Fiona yAubrey eran afortunados.Habían pasadoporlavidasindemasiadostrastornos.Loqueteníanquesufrirahoraqueeranviejosapenascontaba.

GrantsemarchósinvolveralahabitacióndeFiona.Notóquesoplabaunviento realmente cálido y que los cuervos estaban alborotados. En elaparcamiento, una mujer con traje sastre de tartán sacaba del maletero delcocheunasilladeruedasplegada.

La calle por donde bajaba ahora se llamabaBlackHawksLane.En esebarrio, todas lascalles teníannombresdeequiposde la ligadehockey.EraunazonaperiféricadelaciudadcercanaaLagodelPrado.ÉlyFionahabíanidoamenudodecomprasallí,perosóloconocíanbienlacalleprincipal.

Todas las casas parecían de la misma época, de hacía unos treinta ocuarentaaños.Lascalleserananchasysinuosasynohabíaaceras,recuerdode un tiempo en que se había creído improbable que alguien recobrara elhábitodeandar.Conlallegadadeloshijos,variosamigosdeGrantyFionasehabíanidoavivirabarrioscomoaquél.Alprincipioseexcusabanporladecisión.«AquíestamosenBarbacoalandia»,decían.

Aún seguían viviendo familias jóvenes. Había aros de baloncesto en

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puertasdegarajeytriciclosensenderosdeentrada.Peroalgunascasasyanoalbergaban a la clase para la que habían sido pensadas. En los patios deentrada se veíanmarcas de neumático y ventanas con parches de papel dealuminiooadornadasconbanderinesmustios.

Casasdealquiler.Inquilinosjóvenes:hombresaúnsolteros,osolterosdenuevo.

Algunos,alparecer,habíanvividoenesaspropiedadesdesdeelprincipioylasmanteníanenunestadoaceptable;gentequenohabíatenidodineroparairse o no había sentido la necesidad de mudarse a un lugar mejor. Losarbustoshabíancrecidoyalcanzadolamadurez,panelesvinílicosdecolorespastel habían resuelto el problema de la pintura. Vallas y setos arregladosindicaban que los hijos de algunas familias habían crecido, o se habíanmarchado,yque lospadresyanoveíanelsentidodeunespaciocomúndelvecindarioparaquelosniñosnuevosquefuerancorrieranporallí.

En una de estas casas, según el listín, vivían Aubrey y su mujer. Elsenderodeentradaerade losas;estaba flanqueadode rígidos jacintoscomodeporcelana,alternativamenterosasyazules.

Fionanohabíasuperadolapena.Nocomíaahorariosregulares,aunquefingíahacerlo;escondíalacomidaenlaservilleta.Unaodosvecesaldíaledaban una bebida suplementaria y alguien vigilaba que la tragase. Selevantaba de la cama, se vestía, pero no hacía otra cosa que sentarse en lahabitación. No habría hecho nada de ejercicio si Kristy y las demásenfermeras, o Grant cuando iba a visitarla, no la hubieran paseado por loscorredoresoporeljardín.

Al sol de la primavera lloraba débilmente sentada en un banco junto almuro.Seguíasiendoamable;sedisculpabaporlaslágrimasynuncadiscutíaunasugerenciani senegabaacontestarpreguntas.Pero lloraba.El llanto lehabíamelladoydeslucidolosojos.Llevabasuchaquetadepunto—siesqueera suya—mal abotonada.No había llegado al extremo de no cepillarse elpeloonolimpiarselasuñas,peroquizánotardaraenllegar.

Kristy dijo que se le habían deteriorado los músculos y que si no serecuperabaprontotendríaqueusarunandador.

—Pero ya sabe que el andador crea dependencia y luego prácticamentedejandecaminar;sólosemuevenpara iradonde losobligan.Tendráustedquetrabajarmásconella.Tratardeanimarla.

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PeroGrantno tuvosuerte.Aunque intentabadisimularlo,Fiona lehabíatomado una especie de aversión. Tal vez al verlo recordaba los últimosminutosconAubrey,cuandolehabíapedidoayudayélnoselahabíadado.

Elyanoveíaelsentidodemencionarlesumatrimonio.

Ellasenegabaarecorrerelpasillohastalasala,dondeseguíanjugandoalascartas.Ynoibaalasaladetelevisiónnialinvernadero.

Decíaquelapantallagrandedañabasusojos.Yelruidodelospájaroslairritabayhabríaqueridoquedevezencuandocortasenelaguadelafuente.

Hasta donde sabía Grant, no miraba nunca el libro sobre Islandia niningunode losotros—sorprendentementepocos—que sehabía llevadodecasa.Habíaunasaladelecturadondesesentabaadescansar,probablementeporque allí rara vez había alguien, y si él cogía un libro de los estantes lepermitíaleerle.Selopermitía,sospechabaGrant,porqueasísoportabamejorsu presencia; podía cerrar los ojos y sumirse en la pena. Porque si dejabaescaparlapenaunsolominuto,cuandoseencontraraotravezdebrucesconellasufriríamuchomás.Yaveces,creíaGrant,cerrabalosojosparaocultarunadesesperaciónjustificadaqueeramejorqueélnoviese.

De modo que él le leía viejas novelas de amores castos y fortunasrecuperadas, rezagos tal vez de una biblioteca pública o una parroquia depueblo. Por lo visto, no se había hecho ningún intento por mantener elcontenidodelasaladelecturatanaldíacomoelrestodeledificio.

Comoloslibroserandecubiertablanda,casiaterciopelada,conviñetasdehojasyflores,parecíanjoyerosocajasdebombones.Quelasmujeres—paraGranthabíansidomujeres—pudieranllevarseacasacomotesoros.

Lasupervisoralollamóasudespacho.LeinformóqueFionanomejorabacomohabíanesperado.

—Inclusoconelcomplementoestáperdiendopeso.Hacemostodoloquepodemos.

Grantdijoquenolodudaba.

—Lacuestión,estoyseguradequelosabe,esqueenlaprimeraplantanoatendemosa lospostrados.Cuandoalgunonoseencuentrabien lohacemosporuntiempo,perosiseponendemasiadodébilesparaandarocuidarsesoloshayquepensarentrasladarlosarriba.

ÉldijoqueasuparecerFionanopasabatantotiempoencama.

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—No.Perosinosefortalecesucederá.Ahoramismoestáenellímite.

Élmanifestó que creía que la segunda planta era para losmentalmenteafectados.

—También—dijoella.

De la mujer de Aubrey no recordaba nada salvo el traje de tartán quellevaba puesto cuando la vio en el aparcamiento. Al inclinarse sobre elmaleteroselehabíanabiertolosfaldonesdelachaqueta.

Hoyno llevaba ese traje.Vestía pantalonesmarrones con cinturónyunjerseyrosa.Respectoalacintura,Grantnosehabíaequivocado:elcinturónceñidoera lapruebadeque lepreocupabamucho.Lehabríavalidomásnopreocuparse, porque por arriba y por abajo el cuerpo le abultabaconsiderablemente.

Seríadiezodoceañosmenorquesumarido.Llevabaelpelocorto,rizadoyartificialmenteenrojecido.Teníaojosazules—deunazulmásclaroqueeldeFiona,color turquesaozarco—sesgadosporuna levehinchazón.Yunabuena provisión de arrugas que el maquillaje avellana ayudaba a destacar.AunquetalvezfueseelbronceadodeFlorida.

Grantreconocióquenosabíabiencómopresentarse.

—SolíaverasumaridoenLagodelPrado.Yovoydevisitaamenudo.

—Sí —dijo la mujer de Aubrey, con un movimiento agresivo de labarbilla.

—¿Ysumaridocómoevoluciona?

El «evoluciona» era un hallazgo de último momento. Normalmente élhabríadicho«¿Ysumaridocómoestá?».

—Bien—respondióella.

—Miesposayéltrabaronunaamistadmuyestrecha.

—Loheoído.

—Bien.Quisierahablarconusteddealgositieneunminuto.

—Mimaridonointentóempezarnadaconsumujer,siaesoserefiere—dijoella—.Nolamolestóenlomásmínimo.Esincapazdehaceralgoasíynoloharíadeningúnmodo.Porloqueheoídofueexactamentealrevés.

Grantseexcusó:

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—No.Nolotomeamal.Nohevenidoapresentarningunaqueja.

—Ah—dijoella—.Caramba,losiento.Penséqueveníaaeso.

Eratodocuantoibaaconcederamododeexcusa.Ynoparecíasentirlo.Parecíadecepcionadayconfundida.

—Entoncesserámejorquepase—comentó—.Estáentrandofríoencasa.Todavíanohacetantocalorcomoparece.

El mero hecho de entrar fue una especie de triunfo. No había sidoconscientedequepodíaser tandifícil.Habíaesperadoencontrarseconotrotipo de esposa. Un ama de casa agitada, contenta de recibir una visitaimprevista y halagada por el tono confidencial. Lo condujo hacia la sala,mientrasdecía:

—Tendremosquesentarnosenlacocina,asípuedooíraAubrey.

Grantalcanzóaverunaventanaconcortinadoble—ambaspiezasazules,una gruesa y la otra sedosa—, un sofá tapizado en el mismo tono, unadesalentadoraalfombraclarayvariosespejosyadornos.

Fionateníaunapalabraparaesascortinasdecaídapesada;solíadecirlaenbroma,aunquelasmujeresdelascualeslahabíatomadolausabanenserio.Toda habitación decorada por Fiona era diáfana y austera: le habríaasombradovertalcantidaddedetallesenunespaciotanreducido.Nologrórecordarquépalabraera.

De una habitación contigua a la cocina —una especie de galeríaacristalada,aunquelosvisillosdeteníanelsoldelatarde—llegabansonidosdetelevisor.

Aubrey. La respuesta a las plegarias de Fiona estaba a unos metros,mirandoalgoquesonabacomounpartidodebéisbol.Lamujer seasomóamirarlo.

—¿Estábien?—preguntó,yentornólapuerta—.Talvezquieraustedunatazadecafé.

—Sí,gracias—dijoél.

—Haceunaño,paraNavidad,mihijoloabonóalcanaldeportivo.Noséquéharíamossineso.

Sobrelasencimerashabíatodaclasededispositivosyartefactos:cafetera,trituradora, afiladora y otros objetos cuyo nombre y utilidad Grant

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desconocía.Todosparecíannuevosycaros,comoreciénsalidosdelembalajeolustradostodoslosdías.

Se le ocurrió que tal vez estuviese bien elogiar las cosas. Elogió lacafeteraquelamujerhabíaencendidoydijoqueFionasiemprehabíaqueridounaasí.Eraabsolutamentefalso:Fionahabíaidolatradounartilugioeuropeoquesólohacíadostazas.

—Nos la regalaron —explicó ella—. Mi hijo y su mujer. Viven enKamloops, en la Columbia Británica. Nos mandan tantas cosas que nollegamosausarlas.Anadieleharíadañoqueemplearaneldineroenveniravernos.

Filosóficamente,Grantdijo:

—Supongoqueestaránmuyocupados.

—No lo estaban tanto para irse a Hawái el invierno pasado. Una loentenderíasihubieramásfamiliacerca.Peroéleselúnico.

Unavezestuvolistoelcafé,losirvióendosjarrasdecerámicamarrónyverde que descolgó de los muñones de un tronco de cerámica que habíaencimadelamesa.

—La gente se va quedando sola—dijoGrant.Creía haber vislumbradouna oportunidad—.Cuando alguien no puede ver a los que quiere se ponetristeenserio.Fiona,porejemplo.Mimujer.

—Penséquehabíadichoqueibaavisitarla.

—Voy—asintió—.Peronoeseso.

Entoncesse lanzódecabeza;decidióhacer lapeticiónpor laqueestabaallí.¿ConsideraríaellalaposibilidaddellevarotravezaAubreyaLagodelPrado?Unavezalasemana,nomás,devisita.Eranapenasunoskilómetros;seguroquenoleresultaríadifícil.Ysipreferíatomarseeltiempolibre—esoaGrantnoselehabíaocurridoantesylohorrorizóuntantooírquelosugería—,élmismopodía llevaraAubrey;no lecostaríanada.No teníadudasdequeibaaarreglárselas.Yellapodríaaprovecharesashoras.

MientrasGranthablaba,ellahabíaestadomoviendoloslabioscerradosylalenguaocultacomoquientratadeidentificarunsabordudoso.Pusoenlamesaunajarritadelecheyunplatocongalletasdejengibre.

—Soncaseras—explicó.Eltonoeramásdesafiantequehospitalario.Sindecirnadasesentó,echólecheensucaféyloremovió.

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Luegodijoqueno.

—No.Nopuedo.Ylarazónesquenoquierodisgustarlo.

—¿Ledisgustaría?—preguntóGrantconsinceridad.

—Sí,claroquesí.Ledisgustaría.Esonosehace.Traerloacasayllevarlodenuevoallí.Traerloacasayllevarlodenuevo.Esoesconfundirlo.

—Pero¿noentenderíaqueessólounavisita?¿Noseharíaunaideadelaintención?

—Élloentiendetodoperfectamente.—LamujerdijoesocomosiGranthubierapropuestohumillaraAubrey—.Peronodejadeserunainterrupción.Yluegohabríaqueprepararloysubirloalcoche,yesunhombregrande,noestanfácildemovercomoustedcree.Tengoquemaniobrarparameterloenelcocheydespuéscargarlasilla,ytantoesfuerzo¿paraqué?Paratomarmeesetrabajoprefierollevarloaunlugarmásdivertido.

—Pero¿ysiaceptarahacerloyo?—preguntóGrantmanteniendoeltonoesperanzadoyrazonable—.Lodigoenserio;ustednotendríaquemolestarse.

—Nopodría—lo cortó ella—.No sabe cómo es.No podríamanejarlo.Aubreynosoportaríaquehiciesealgoporél.Yafindecuentas¿quésacaríadetantoajetreo?

GrantnocreyóoportunomencionaraFionaotravez.

—Seríamuchomáslógicollevarloalcentrocomercial—dijo—.Unlugardondevieseniñosydemás.Siesqueno leduelepensarenesosdosnietosquenovenunca.O,ahoraqueenellagovuelveahaberbotes,quizámirarlosunratolecarguelasbaterías.

Selevantóacogereltabacoyunencendedorquehabíaenelantepechodelaventana,encimadelfregadero.

—¿Fuma?—preguntó.

Él dijo que no, gracias, aunque no sabía si le estaban ofreciendo uncigarrillo.

—¿Nohafumadonunca?¿Olodejó?

—Lodejé—respondióél.

—¿Hacecuánto?

Elhizocálculos.

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—Treintaaños.No…Más.

Habíadecididodejarel tabacomásomenosalcomienzode laaventuracon Jacqui. Pero no recordaba si primero lo había dejado, y creído que loesperaba una gran recompensa, o había pensado que había llegado elmomentodedejarloyaqueteníaunadistraccióntanpoderosa.

—Yohedejadodedejarlo—dijoella,yencendióelcigarrillo—.Asídesencillo:toméladecisióndenodejarlomás.

Talvezésafueralacausadelasarrugas.Alguien—unamujer—lehabíadicho que las fumadoras desarrollaban una red fina y peculiar de arrugasfaciales.Claroquelasdeellapodíandebersealsolosimplementeasutipodepiel: tambiénteníavisiblementearrugadoelcuello.Cuelloarrugado,pechosjuveniles y erguidos. En lasmujeres de su edad, esas contradicciones erancorrientes.Semezclaban las virtudesy losdefectos, la suerte o la fatalidadgenética.MuypocasconservabanlabellezaintactaaunquedifuminadacomoFiona.

Yacasotampocoella.Talvezéllaveíaasíporquelahabíaconocidodejoven.Talvezparateneresaimpresióneraprecisohabervistoaunamujerensujuventud.

Y cuando Aubrey miraba a su mujer, ¿veía entonces a una estudiantealtivaydescarada,conunsesgointriganteenlosojoszarcos,frunciendoloslabiosentornoauncigarrilloprohibido?

—O sea, ¿que su esposa está deprimida?—dijo lamujer deAubrey—.¿Cómosellamasuesposa?Loheolvidado.

—Fiona.

—Fiona.¿Yusted?Creoquenomelohadicho.

—Grant—respondióGrant.

Inesperadamenteellaalargólamanoporencimadelamesa.

—Hola, Grant. Yo soy Marian —dijo—. Bien, pues ahora que nosconocemosnotienesentidoqueleoculteloquepienso.Nosésiélsiguetanempeñadoenverasu…,enveraFiona.Nosé.Alomejorfueuncaprichopasajero. Pero no me apetece llevarlo allí a ver si es algo más. No puedocorrerelriesgo.Noquieroquesevuelvadifícildemanejar.Noquieroverloirritado,peleón.Yacomoestánomedaunrespiro.Notengonadiequemeayude.Estoysola.Laayudasoyyo.

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—¿Algunavezhapensado…?Esmuyduroparausted…—dijoGrant—.¿Algunavezhapensadoenquesequedeavivirallí?

Habíabajadolavozcasihastaelsusurro.Noparecíasinembargoqueellanecesitarabajarlasuya.

—No—respondió—.Seguiréteniéndoloencasa.

Grantdijo:

—Vaya.Esunaactitudmuybondadosa.Muynoble.

Deseóquelapalabra«noble»nohubierasonadosarcástica.Nohabíasidosuintención.

—¿Le parece? —preguntó ella—. Yo no pienso precisamente en lanobleza.

—Detodosmodos,noesfácil.

—No.Noloes.Peroenmisituaciónnoquedanmuchasopciones.Si lometoallí,acabarénopudiendopagaramenosquevendalacasa.Lacasaesloúnicoquetenemos.Deotraforma,yonotengoningúnotrotipoderecurso.Elañoquevienemedaránlapensión.Peronisiquieracobrandomipensiónylade él podría costear la residencia y conservar la casa.Y esta casa significamuchoparamí,mucho.

—Esmuybonita—dijoGrant.

—Está bien. Y le he dedicado mucho tiempo. Para repararla, paramantenerla.

—Estoysegurodequelohahecho.Ydequeaúnlohace.

—Nolaquieroperder.

—No.

—Nolavoyaperder.

—Laentiendo.

—Laempresanosdejó en la estacada—explicó ella—.Yono conozcolospormenores,perobásicamentelopusieronenlacalle.Lacosaacabóconellosdiciendoquelesdebíadineroycuandointentéquemeaclarasealgomedijo que no era asuntomío.Mi opinión es que hizo alguna estupidez. Perocomosesuponequenodebohablar,puesmecallo.Ustedhaestadocasado.Está casado. Ya sabe de qué va. Y justo cuando descubro el lío tenemos

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programadounviajeconunagenteynohaymododelibrarse.Yenelviajeélenfermadeunvirusdelquenadiehaoídonuncahablaryentraencoma.Yasíescomologralibrarse.

Grantdijo:

—Malasuerte.

—No estoy diciendo que haya enfermado aposta. Ocurrió. Ya no estoyfuriosaniélestáfuriosoconmigo.Lavidaesasí.

—Muycierto.

—Alavidanadielegana.

Conuneficazlengüetazodegataselimpiólasmigasdellabiosuperior.

—Sediríaquelafilósofasoyyo,¿verdad?Porahímehandichoqueustedenseñabaenlauniversidad.

—Hacemuchotiempo.

—Yonosoymuyintelectual—dijoella.

—Yotampocosésilosoy.

—Pero sé cuándo estoy decidida. Y estoy decidida. No voy a dejar lacasa.Locualquieredecirqueaél lomantendréaquí;yquenoseleocurraquerer marcharse a otro sitio. La idea era ingresarlo para estar más libre;probablementefueunerror,perocomonoibaatenerotraoportunidadensumomentolaaproveché.Puesbien.Ahorasécómosonlascosas.

Agitóelpaqueteparasacarotrocigarrillo.

—Apuesto a que sé lo que piensa —dijo—. Piensa que soy unamercenaria.

—Nolaestoyjuzgando.Essuvida.

—Vayasiloes.

AGrantleparecióquedebíanconcluirenuntonomásneutro.Demodoquelepreguntósienlosveranosdelaépocadeestudiantesumaridonohabíatrabajadoenunaferretería.

—Nuncaoínadadeeso—respondióella—.Esquenomecriéaquí.

Devueltaacasanotóqueelpantanovacío,antescubiertodenieveydegraves sombras de troncos, estaba ahora encendido de nenúfares.Las hojas

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frescas, de aspecto comestible, eran grandes como bandejas. Las flores sealzabancomo llamasdevelayhabía tantas,ydeunamarillo tanpuro,queirradiaban luz a aquel día nublado. Fiona le había dicho que tambiéngeneraban un calor propio. Hurgando en una de sus bolsas de informaciónoculta,habíaagregadoque,supuestamente,siunometíalamanoenlacorolapodíasentirelcalor.Ellahabíahecholaprueba,peronoestabaseguradesihabíasentidoelcalorolohabíaimaginado.Elcaloratraíaalosinsectos.

—Lanaturalezanopierdeeltiempoenpurosadornos.

El intentocon lamujerdeAubreyhabíasidoun fracaso.Marian.Habíaprevisto que podía fallar, pero nohabía previsto por qué.Pensabaque sólotendríaqueenfrentarseconloscomprensiblescelossexualesdeunamujer;oconelresentimiento,eltercovestigiodecelossexuales.

Nohabía tenidoni ideadecómoveríaella lascosas.Ysinembargo,deforma algo deprimente, la conversación no le había resultado extraña. Lehabía recordado conversaciones parecidas con personas de su familia. Sustíos, sus parientes y hasta quizá su madre habían pensado como Marian.Creíanquesialguienpensabadeotromodoeraporqueseengañaba;porquelaeducaciónounavidafácilyprotegidalohabíahechofantasiosooestúpido.Porque había perdido el contacto con la realidad. La gente educada, losliteratos,ciertosricossocialistascomolosparientespolíticosdeGrant:todoselloshabíanperdidoelcontactoconlarealidad.Acausadeunabuenasuerteinmerecidao una imbecilidad innata.En el casodeGrant, sospechaba él, acausadeambascosas.

Y sin duda así lo veía Marian. Un necio, repleto de conocimientosaburridos, que se había salvadode chiripa de conocer la verdadde la vida.Una persona que no debía preocuparse por conservar su casa y podíadedicarse a sus fárragos mentales. Libre para idear planes fantásticos ygenerososqueensuopiniónharíanfelicesaotros.

Menudocapullo,estaríapensandoahora.

Enfrentarse con personas así le daba una sensación de impotencia, deexasperación, casi de desconsuelo. ¿Por qué? ¿Por qué dudaba de poderseguiraferradoasímismo?¿Porquétemíaquealcabotuvieranrazón?Fionano habría tenido esos escrúpulos. De joven, nadie había podido derribarla;nadie la había constreñido.La educaciónquehabía recibido la divertía; eracapazdetomarsudurezacomoalgopintoresco.

De lamisma forma, esa gente tenía también sus argumentos. (Ahora se

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oíadiscutirconalguien.¿ConFiona?).Reducirelfoconocarecíadeventajas.ProbablementeMarianfuesebuenaenlascrisis.Buenaparasobrevivir,capazdepedircomidaydequitarleloszapatosauncadávertiradoenlacalle.

NohabíasidocapazdeadivinarelpensamientodeFionanunca.Eracomoseguirunespejismo.No…Comovivirenunespejismo.AcercarseaMarianpresentaría problemas de otro orden. Sería comomorder un lichi. La pulpacon su fragancia extrañamente artificial, su sabor químico, somera sobre laextensasemilla,elhuesodurocomounapiedra.

Podríahabersecasadoconella.Pensarlo.Podríahabersecasadoconunamuchacha así. Si se hubiera quedado en su pueblo. Ella habría sido hartoapetitosa, con esos pechos exquisitos. Probablemente una aventura. Esamanera quisquillosa de mover el trasero en la silla de la cocina, la bocafruncida,unairedeamenazalevementedeliberado:esoeraloquequedabadelavulgaridadmásomenosinocentedeunanoviadepueblo.

EnelmomentodeelegiraAubrey,ellahabríatenidociertasesperanzas.Su buena planta, su empleo de vendedor, sus expectativas de ascenso. Elladebíadehabercreídoqueleiríamejordeloquelefue.Yasísolíaocurrirconlaspersonasprácticas.Pesealoscálculos,peseal instintodesupervivencia,podíanno llegar tanaltocomohabíanesperadonosin razón.Claroqueerainjusto.

Loprimeroquevioenlacocinafueelparpadeodelaluzdelcontestadorautomático.Pensólomismoqueentoncespensabasiempre.Fiona.

Apretóelbotónantesdequitarseelabrigo.

—Hola, Grant. Espero no haberme equivocado de número. Se me haocurridoalgo.Elsábadopor lanochehayunbaileen laLegión.Sesuponeque es para solteros y como yo estoy en la organización de la cena puedollevar a un invitado gratis. Así que me pregunté si te interesaría. Cuandotengasunmomentollámame.

Unavozdemujerdiounnúmero local.Luegohubounbipyempezóahablarlamismavoz.

—Acabo de caer en que no te dije quién era. Bueno, puede que hayasreconocido la voz. Soy Marian. Todavía no me he acostumbrado a estosaparatos.Queríadecirtequeyaséquenoestássolteroynosetratadeeso.Yotampoco,peroanadielehacedañosalirdevezencuando.Bien,puesyaquelohedichoojalá estéhablándote a ti.Lavozparecía la tuya.Si te interesa

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llámameysino,notepreocupes.Sólopenséquealomejorteapetecíasalir.SoyMarian.Creoqueyalohedicho.Vale,entonces.Adiós.

Enelaparato,lavozsonabadistintadelaquehabíaoídounratoantesensucasa.Apenasdistintaenelprimermensaje,másenelsegundo.Habíauntemblornervioso,una indiferencia forzada,prisapor terminary reticenciaaceder.

Algolehabíapasado.Pero¿cuándo?Sihabíasidoinmediato,selashabíaarregladomuy bien para disimularlomientras estaban juntos.Más probableera que hubiese ocurrido poco a poco, después de marcharse él. Nonecesariamente como una atracción repentina. Sólo la conciencia de que élera una posibilidad, un hombre disponible. Más o menos disponible. Unaposibilidadalaqueellabienpodíaatender.

Pero dar el primer paso la había puesto nerviosa. Se había expuesto.Cuántodeellahabíaexpuestoeradifícildesaber todavía.Por logeneral, lavulnerabilidad de lasmujeres crecía con el tiempo, amedida que las cosasavanzaban.Alcomienzosólopodíadecirseque,siahoraatisbaba,despuésseharíamayor.

¿Porquénegarquelosatisfacíahaberprovocadoeso?Haberledespertadouna especie de cabrilleo, un reverbero en la superficie de su personalidad.Oírleesetenuereclamoenlasvocalesamplias,irritadas.

Sacó huevos y champiñones para hacerse una tortilla. Luego pensó quebienpodíaprepararseunacopa.

Todo era posible. ¿Sería verdad? ¿Era todo posible? Si quería, porejemplo, ¿sería capaz de doblegarla, persuadirla para que aceptase llevar aAubreyaFiona?Ynodevisita,sinoporloqueaAubreylequedaradevida.¿Hastadóndepodíaconducirlosesetemblor?¿Hastaunvuelco,hastalacaídadelasdefensasdeella?¿HastalafelicidaddeFiona?

Seríaun reto.Un retoyunaproeza encomiable.Tambiénunchistequenuncapodríarevelaranadie:queportándosemalleestaríahaciendounbienaFiona.

Peroenrealidadnopodíanipensarlo.Silopensaba,tendríaqueimaginarquéseríadeMarianyélunavezquehubierandejadoaAubreyconFiona.Nodaríaresultado…Amenosqueencontrarenlarobustacarnedeellaelhuesodelinterésinocentelosatisficieramásdeloquepreveía.

Enesosasuntosnuncasesabía.Sepodíaimaginar,peronoestarseguro.

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Ahoraellaestaríaensucasa,sentada,esperandoaquelallamara.Obienno sentada. Ocupada para distraerse. Parecía de esas mujeres que siempreestán ocupadas. Sin duda, la casa mostraba los beneficios de la atenciónincesante.YestabaAubrey:habíaquecuidarlocomosiempre.Lehabríadadolacenatemprano;seguroqueleajustabalascomidasalhorariodeLagodelPradoparaacostarloylibrarseprontodelarutinacotidiana.(¿Quéharíaconéllanochedelbaile?¿Lodejaríasoloollamaríaaunaenfermera?¿Lediríaadonde iba? ¿Lepresentaría a su acompañante? ¿Pagaría el acompañante laenfermera?).

Debíadehaberledado la cenamientras él compraba los champiñonesyvolvía a casa. Ahora lo estaría preparando para la cama. Pero en ningúnmomentodejaríadeestaratentaal teléfono,alsilenciodel teléfono.Talvezhubiera calculado cuánto le llevaría a Grant volver a su casa. El listín lehabríadadounaideadedóndevivía.Habríacalculadoladistanciayañadidoel tiempo de una posible compra para la cena (figurándose que un hombresolodebíadecomprarcadadía).Luegounratomáshastaquerecogiera losmensajes. Y como el silencio se alargaba, ahora pensaría en otras cosas.Diversos recados. Tal vez una cena fuera, un encuentro que le impediríallegarhastamástarde.

Sequedaríaenpie,limpiandolosarmariosdelacocina,mirandolatele,debatiendoconsigomismasiaúnhabíaunaposibilidad.

Quépresunciónlasuya.Porencimadetodoeraunamujersensata.Seiríaa la cama a la hora de siempre pensando que a fin de cuentas él no teníaaspectodegranbailarín.Demasiadorígido,demasiadoprofesional.

Grantpermaneciójuntoalteléfono,hojeandorevistas,perocuandovolvióasonarnolocogió.

—Grant.SoyMarian.Estabaenelsótanometiendoropaenlalavadorayoí el teléfono, y cuando llegué arriba habían colgado. Entonces pensé quedebíaaclarartequeestoyaquí.Sinoerastúysiestásencasa.Porque,comoevidentemente no tengo contestador, no podías dejar unmensaje.Bien, esoquería.Quelosupieras.Adiós.

Eranlasdiezyveinticinco.

Adiós.

Le diría que acababa de llegar. No tenía sentido que se lo pintara allísentado,sopesandolosprosyloscontras.

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Colgaduras. Esa palabra usaría ella para las cortinas azules: colgaduras.¿Yporquéno?Recordólasgalletasdejengibre,tanperfectamenteredondasque había que aclarar que eran caseras, las jarras de café en el árbol decerámica. Una alfombrilla de plástico, estaba seguro, para proteger lamoquetadelvestíbulo.Unaexactitudrelucienteyunsentidoprácticoquelamadre de él no había alcanzado nunca pero habría admirado…¿Por eso sepermitía sentir esa puntada de afecto extraño y dudoso? ¿O porque habíabebidodoscopasmás?

Muyprobablementeelbronceadoavellanadelacarayelcuello—ahorase inclinabaacreerqueeraunbronceado—continuaríaen lahendiduradelbusto,quedebíadeserprofunda,comodecrepé,aromáticaycaliente.Enesopodíapensarmientrasmarcabaelnúmeroqueyahabíaapuntado.Enesoyenlasensualidadprácticadesulenguadegata.Ensusojosdegema.

Fionaestabaensuhabitaciónperonoenlacama.Sehabíasentadofrentea la ventana abierta con un vestido apropiado a la estación, aunqueextrañamente corto y colorido. Por la ventana entraba un perfume tibio ynarcóticoalilasenfloryabonodeprimavera.

Teníaunlibroabiertoenelregazo.

Dijo:

—Mira qué libro tan precioso he encontrado. Es sobre Islandia. Quiéndiríaquelagentesedejalibrostanvaliososenlashabitaciones.Notodoslosquesealojanaquísonhonrados.Ymeparecequemezclanlaropa.Yonuncamevistodeamarillo.

—Fiona…—dijoél.

—Hacemuchotiempoquenovienes.¿Yahemospagadolacuenta?

—Fiona,tehetraídounasorpresa.¿TeacuerdasdeAubrey?

Ellalomirófijamente,comosiráfagasdevientoleazotasenelrostro.Elrostroylacabeza,desgarrándolotodo.

—Losnombressemeescapan—admitióconaspereza.

Luego esa expresión se desvaneció con el laborioso retorno de ciertagraciahumorística.Conmuchocuidado, elladejóel libro, sepusodepieyalzólosbrazosparaestrecharlo.Supielosualientodespedíanuntenueolornuevo,unolor, leparecióaél,de talloscortadosquehanestadodemasiadotiempoenagua.

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—Qué alegría verte —exclamó ella, y le tiró de las orejas—. Podríashabertemarchado.Habertemarchado sin elmenor reparo en abandonarme.Abandonarme.Abandonada.

Élmantuvo la cara apretada contra el pelo blanco, la coronilla rosa, ladulcecurvadelcráneo.Niensueños,dijo.

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ALICE ANN MUNRO, de nacimiento Alice Ann Laidlaw (Wingham,Ontario, 10 de julio de 1931) es una narradora canadiense, sobre todo derelatos.

Está considerada como una de las escritoras actuales más destacadas enlenguainglesa.En2013,lefueotorgadoelPremioNobeldeLiteratura.Vivióprimero en una granja al oeste de esa zona canadiense, en una época dedepresióneconómica;estavidatanelementalfuedecisivacomotrasfondoenunapartedesusrelatos.

ConociómuyjovenaMichaelMunro,enlaUniversidaddeWesternOntario.Parapagarselosestudios,trabajócomocamarera,recolectoradetabacoyenuna biblioteca. Se casó en 1951, y se instalaron en Vancouver. Tuvo suprimerahijaalos21años.Luego,yaconsustreshijas,en1963setrasladóaVictoria,dondellevóconsumaridounalibrería.

Se divorció en 1972, y al regresar a su estado natal se convirtió en unafructífera escritora-residente en su antigua universidad.Volvió a casarse en1976, con Gerald Fremlin. A partir de entonces, consolidó su carrera deescritora,yabienorientada.

Munro,quenosehaprodigadoenlaprensa,hareconocidoelinflujoinicialdegrandes escritoras—KatherineAnnePorter,FlanneryO’Connor,CarsonMcCullers o EudoraWelty—, así como de dos narradores: James Agee y

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especialmente William Maxwell. Sus relatos breves se centran en lasrelacioneshumanas analizadas a travésde la lentede lavida cotidiana.Poresto,yporsualtacalidad,hasidollamada«laChéjovcanadiense».

Ha ganado tres veces el premio canadiense a la creación literaria, PremioLiterarioGovernorGeneral’s.En1998,ganóelNationalBookCriticsCircleestadounidenseporElamordeunamujergenerosa.EnEspañafuepremiadaconelPremioReinodeRedondaen2005.

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Notas

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[1]LakeShorequieredecir«costa(uorilla)dellago».(N.delT.)<<

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[2]Laconfusiónde lamadre sedebea la semejanza fonéticaentremummy«momia»ymommy«mami».(N.delT.)<<