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Índice Prefacio: Mentiras y nazismo ........................................................ 13 PARTE I Mentiras y verdad del nacionalsocialismo ...................................... 19 CAPÍTULO 1 El revisionismo común: algunas mentiras propagadas por el éxito del nacionalsocialismo ................................................ 21 Sin Hitler, no existirían las autopistas ........................................ 22 Durante el régimen de Hitler, disminuyó la criminalidad........... 25 Durante el régimen de Hitler, el jefe virtuoso, se restableció la moral ................................................ 29 Hitler les dio trabajo a todos los alemanes (y un uniforme para llevar la sangre y el fuego a toda Europa)............. 32 CAPÍTULO 2 Y sin embargo, todo lo que hizo el Tercer Reich en el poder, ya había sido anunciado en el programa del Partido Nacionalsocialista de 1920.......................................... 35 PARTE II Algunas mentiras de Hitler ........................................................... 47 CAPÍTULO 1 Mi lucha o Mis mentiras ............................................................... 49 Hitler, el pobre ........................................................................ 50 Hitler era un enfermo mental, sin saberlo ................................. 52
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Índice - Editorial El Ateneo

Nov 12, 2021

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Ín di ce

Prefacio: Mentiras y nazismo ........................................................13

Parte i Mentiras y verdad del nacionalsocialismo ......................................19

capítulo 1el revisionismo común: algunas mentiras propagadas por el éxito del nacionalsocialismo ................................................21

Sin Hitler, no existirían las autopistas ........................................22 Durante el régimen de Hitler, disminuyó la criminalidad ...........25 Durante el régimen de Hitler, el jefe virtuoso,

se restableció la moral ................................................29 Hitler les dio trabajo a todos los alemanes (y un uniforme

para llevar la sangre y el fuego a toda europa) .............32

capítulo 2Y sin embargo, todo lo que hizo el tercer reich en el poder, ya había sido anunciado en el programa del Partido Nacionalsocialista de 1920..........................................35

Parte iialgunas mentiras de Hitler ...........................................................47

capítulo 1Mi lucha o Mis mentiras ...............................................................49

Hitler, el pobre ........................................................................50 Hitler era un enfermo mental, sin saberlo .................................52

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capítulo 2Hitler, el dinero y las fuerzas del dinero ........................................61

el nacionalsocialismo y las fuerzas del dinero ............................63

capítulo 3Mentiras de preguerra: la puesta en marcha de una estrategiade la mentira. La victimización y la legítima defensa ......................75

Parte iiiLas grandes mentiras del nacionalsocialismo .................................83

capítulo 1No todos sabían ...........................................................................85

capítulo 2La leyenda de la puñalada por la espalda .......................................87

capítulo 3Las mentiras ideológicas: el racismo de la ideología Blut und Boden .....................................93

capítulo 4La mentira en la base de las operaciones políticas:el incendio del reichstag ..............................................................97

capítulo 5La Noche de los Cuchillos Largos: mentiras sangrientas entre viejos amigos .....................................115

capítulo 6Von Blomberg y von Fritsch: se recurre a la policía de costumbres para domesticar al ejército ...................................121

capítulo 7La Noche de los Cristales:verdad y mentira de una masacre anunciada ................................127

capítulo 8La mentira del terror extranjero ..................................................131

capítulo 9La huida de un psicópata:la separación de rudolf Hess ......................................................137

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capítulo 10La última mentira: las armas letales.Goebbels y el arma milagrosa .....................................................143

capítulo 11Falso héroe pero verdadero rufián: Horst Wessel ........................149

Parte iVLas mentiras de la academia: la nazificación de las ciencias ...........151

capítulo 1La mentira vestida de toga..........................................................153

capítulo 2el derecho .................................................................................155

capítulo 3La física .....................................................................................161

capítulo 4La filosofía, basada en Nietzsche ...............................................167

capítulo 5Ciencia turbia: la etnología al servicio de los superhombres .........171

capítulo 6La antropología: otra disciplina significativa ...............................175

capítulo 7La psicología y la psiquiatría .......................................................177

capítulo 8La geopolítica como ciencia de los grandes espacios de expansión nazi .........................................................181

capítulo 9Conclusión sobre la nazificaciónde la academia ..........................185

Parte VMentirosos de toda clase ............................................................187

capítulo 1rudolf Hess: el secretario preferido que quiso salvar a su jefe .........191

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capítulo 2ernst röhm ...............................................................................195

capítulo 3Joseph Goebbels ........................................................................199

capítulo 4Hermann Göring .......................................................................205

capítulo 5Martin Bormann .......................................................................209

capítulo 6ribbentrop: mentira de vanidad .................................................213

capítulo 7Heinrich Himmler: las mentiras de un mitómano .......................215

capítulo 8alfred rosenberg: palabras que matan ........................................221

capítulo 9reinhard Heydrich: el ario más bello del tercer reich y un enfermo mental .............................................225

capítulo 10robert Ley: el poder a través de la alegría... y el alcohol .............229

capítulo 11Julius Streicher, antisemita y psicópata: el organizador de la mentira a través del odio..............................233

capítulo 12Hans Frank, asesino de polacos y de judíos .................................237

capítulo 13Karl Kaufmann: una carrera típica ...............................................241

capítulo 14Von Helldorf: un noble mediocre convertido en jefe de policía .......................................................243

capítulo 15Sepp Dietrich: el arcángel de la brutalidad ..................................245

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capítulo 16arthur Greiser, funcionario de la muerte ....................................247

Parte ViLas mentiras conmemorativas: los duelos maquillados .................249

capítulo 1Funerales nacionales para un ex aliado convertido en adversario:el caso Ludendorff .....................................................................253

capítulo 2erwin rommel ..........................................................................259

capítulo 3ernst Udet.................................................................................261

capítulo 4La mentira de la muerte de Gottschalk .......................................263

CONCLUSiÓNLa mentira siempre actual(el proceso a David irving) ........................................................265

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Prefacio

Mentiras y nazismo

en realidad, este título es redundante. existe una equivalencia entre la palabra “mentira” y la práctica del poder nazi, en primer lugar, en alemania, y luego, en toda la europa ocupada y martiri-zada por miles de fanáticos vestidos con uniformes de la SS y de la Wehrmacht. Decir “nazismo” o “tercer reich”, ese imperio que pretendía durar por lo menos mil años y terminó derrumbándo-se entre las ruinas de sus opulentas ciudades despedazadas por las bombas aliadas al cabo de solo trece años ¿no es acaso lo mismo que decir “mentira”? ¿Habre mos cometido un pleonasmo ya en las primeras líneas de este libro? ¿Qué podemos aprender que no sepa-mos ya? ¿Que Hitler y sus secuaces no eran los dechados de virtud que simulaban ser, enfundados en sus uniformes marciales? ¿Que detrás de las esculturas de arnold Becker dedicadas al hombre ario, héroe puro surgido del Walhalla, se escondían un dictador vegeta-riano, que no bebía ni fumaba, tímido e impotente, incluso homo-sexual activo o reprimido (adolf Hitler), según su biógrafo Lothar Machtan, un ex jefe de escuadrilla obeso y morfinómano (Hermann Göring), varios homo sexuales confesos o no, o clandestinos (como ernst röhm, el camarada de la primera hora), un charlatán aficio-nado al esoterismo y las sociedades secretas (Heinrich Himmler), y otros? ¿Que detrás de sus odios étnicos ocultaban interrogantes ín-timos sobre su propia legitimidad, incluso sobre su identidad? (este fue el caso de reinhard Heydrich y, una vez más, de adolf Hitler). ¿Que debajo de los himnos a la alemania eterna y a sus mujeres de

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formas generosas y cabellos dorados como el trigo, los dirigentes nazis impusieron un sistema de trabajo forzado y un clima de lá-grimas, sudor y muerte? ¿Que detrás de los laureles otorgados a la inteligencia alemana, bajo un barniz científico, se ocultaban las más groseras estupideces que se hayan enunciado en materia de psicología, biología, etnología y hasta física?

Y sin embargo, a pesar de todo esto, para muchos alemanes de los años 1920 y 1930, Hitler era el que decía la verdad, el que denun ciaba el “destino cruel” al que había sido sometida la sociedad alemana después de la Primera Guerra Mundial, que era frágil, sin duda, pero seguía siendo muy brillante, como su imagen berlinesa. ¿Cuáles fueron estas mentiras con aspecto de verdad?

La primera mentira, la más antigua, compartida por toda la ex-trema derecha: alemania fue vencida desde el interior y no por el enemigo. ¿acaso el suelo alemán fue hollado por el extranjero du-rante los cuatro años de conflicto, de 1914 a 1918? No. ¿Y enton-ces? La revolución había asesinado a alemania con una puñalada por la espalda: esta es la Dolchstosslegende, la leyenda de la puñalada.

La segunda mentira: ¡los vencedores, especialmente Francia, quieren nuestra perdición! Después de humillarnos y luego, manci-llarnos con esos soldados negros, que ocuparon el territorio nacio nal, quiere debilitarnos aún más imponiéndonos un monto de indemni-zaciones intolerable, para degradarnos. Sin duda, el contencioso con Francia era el más cargado de sentimientos de odio. Francia estaba sola en su lucha, una lucha a la que, por otra parte, renunció rela-tivamente pronto, abandonada por sus aliados estadounidenses y británicos para privilegiar la concordia con el eje Stresemann-Briand. Porque los estadounidenses y los ingleses querían la felicidad de alemania y el éxito de sus propias finanzas: el dinero de las indemni-zaciones de guerra disminuyó en forma considerable de negociación en negociación, y los capitales estadounidenses ayudaron bastante a la recuperación de la economía.

tercera mentira: el bolchevismo amenaza a alemania. Sin em-bargo, a partir de 1923, la rusia soviética no amenazaba a nadie, ni

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desde el interior –el último intento de de sublevación comunista, el Octubre rojo de Hamburgo, se produjo poco antes del denomina-do putsch de la Cervecería (noviembre)–, ni desde el exterior, ya que la urss estaba acosada por enormes problemas internos, políticos (la sucesión de Lenin) y económicos (la hambruna y la colectivización de las tierras).

Cuarta y última mentira, que define el movimiento nacionalso-cialista: ¡ellos están en todas partes! el complot judío. La identidad alemana, aria –otra mentira–, corre el riesgo de desaparecer o de disolverse si alguien no enarbola la bandera de la regeneración.

¿cuándo empezó el nacionalsocialismo?

Se ha dicho con frecuencia que las luchas entre los comunis-tas, en un extremo, y los nacionalsocialistas, en el otro, llevaron a alemania a arrojarse en brazos del nacionalsocialismo, para no su-cumbir al comunismo. Por un lado, esto cargaba la responsabilidad sobre los comunistas, que encarnaban el peligro de una revolución social porque expresaban un absoluto rechazo a la sociedad burgue-sa, y por el otro lado, exoneraba a los que habían azuzado a los nazis para impedir que se impusiera el comunismo, pensando que luego sería sencillo desalojar del poder a esas verdaderas bandas armadas. Fue el precio que hubo que pagar por poner entre paréntesis la lucha de clases.

Pero de esta manera se olvida la génesis de esta historia. en alemania existía ya un movimiento de fondo, y al principio, los nazis no fueron más que su epifenómeno. este movimiento se instaló y fue creciendo poco a poco en la sociedad alemana como una enfer-medad cancerosa, y contó con muchas complicidades. ese cáncer era la tradición völkisch, que se remontaba al comienzo del siglo, pero tomó cuerpo sobre todo durante la guerra y surgió en los ambientes conservadores que nunca aceptaron la derrota. Se puede encontrar

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esta tradición antidemocrática en la mayoría de las biografías de los hombres que luego serían los cuadros superiores del movimiento nacionalsocialista, de los que hablaremos en las partes iV y V. el cursus típico de los nacidos entre 1885 y 1905 solía ser el siguiente: estudios, la guerra con condecoraciones por actos de heroísmo, par-ticipación en los Freikorps, o cuerpos francos, la adhesión al Par tido Obrero Nacionalsocialista alemán (nsdap: Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei) o a otros grupos paramilitares que actuaron en alemania durante los años 1920 y, sobre todo, a partir de 1925, tras la estabilización del reichsmark que se produjo después de la gran crisis de 1923. todos esos movimientos compartían lo que podría llamarse la ideología völkisch: esta ideología tradicionalista, militarista, expansionista y antisemita fue el terreno fértil en el cual creció el movimiento nacionalsocialista. en determinado momen-to, todo ese movimiento político confluyó en forma unánime en el partido nazi. Ya hacia 1925, el Partido Popular Nacional alemán (dnvp: Deutschnationale Volkspartei), así como la organización del Stahlhelm (el Casco de acero), fueron apoyados por millones de electores y contaban con decenas de miles de militantes. en 1931, cuando el partido nacionalsocialista empezó a experimentar un rá-pido avance, aquella organización aún reunía más de un millón de hombres uniformados, organizados en 14.000 grupos locales que formaban parte de las 23 organizaciones federales correspondientes a los diferentes Länder.

Complot y renacimiento: estos eran los dos extremos del discur-so nacionalsocialista. entre esos dos extremos quedó enmarcada la vida de sesenta millones de alemanes durante veinte años. a aquellas enormes mentiras, patrón y abono de una ideología violenta y secta-ria, se agregaron todas las mentiras de la propaganda, elaboradas con el mayor cuidado para eliminar a la oposición comunista y socialista (el incendio del reichstag), a los antiguos amigos y a los rivales del momento (la Noche de los Cuchillos Largos), y para disciplinar al ejército (eliminación de los jefes de la reichswehr), sin olvidar las mentiras privadas (la sospechosa muerte de la sobrina de Hitler, Geli

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raubal), las mentiras secretas (la destrucción por parte de Hitler de todo rastro de su pasado austríaco), etcétera. además, las mentiras científicas, las mentiras del derecho alemán, y por último, las menti-ras de los acusados de Nuremberg.

Frente a tantos crímenes perpetrados en una nación civilizada, es inevitable que surja, una vez más, la eterna pregunta: ¿cómo pudo pasar? ¿Fue tan convincente la mentira como para anestesiar a dieci-siete millones de alemanes, que contribuyeron con su voto a lo que provocaría una de las más terribles conflagraciones del siglo? Los historiadores y los escritores han elaborado las más diversas explica-ciones y los más diversos montajes más o menos astutos, con razones imbricadas entre sí, de acuerdo con los enfoques particulares y las posiciones tomadas por cada uno de ellos.

¿Los alemanes no entendieron? ¿Carecían de información? Digá-moslo enseguida: los nacionalsocialistas nunca ocultaron sus intencio-nes. incluso gobernaron un Land, el de turingia, antes de ser ungidos por el sufragio universal y el presidente Hindenburg. De manera que todo el mundo sabía qué iban a hacer. Los alemanes eligieron con total libertad y con absoluta conciencia, en ese país que había sido duramente golpeado por la crisis económica mundial tres años atrás.

Y sin embargo, una gran cantidad de alemanes podía haber sa-bido, ya que en la prensa aparecieron muchas denuncias sobre las mentiras de un movimiento cuyo carácter nocivo y peligroso llama-ba la atención desde hacía tiempo. Prueba de ello son los artículos publicados en el feudo bávaro de adolf Hitler por los valientes pe-riodistas del Münchner Post, que denunciaron desde muy temprano los turbios asuntos en los que estaban involucrados el heraldo del movimiento y algunos de sus más fieles compañeros. este órgano del partido socialdemócrata bávaro dirigido por Martin Gruber, fue calificado como una “usina de veneno” por el propio Hitler, porque sus periodistas no dejaban de denunciar todos los vicios de ese mo-vimiento político, que tenía tantos.

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De modo que el movimiento nacionalsocialista nació bajo el signo de la mentira, al mismo tiempo que decía su verdad sin am-bages. Llevó a cabo su obra destructora primero en el seno de la sociedad alemana, estableciendo una dictadura, y luego, en la socie-dad europea, mediante la eliminación de franjas enteras de minorías étnicas y religiosas (judíos askenazíes, testigos de Jehová, gitanos), y otras (homosexuales, minusválidos, enfermos mentales), sin olvidar a los grupos políticos (comunistas, rusos, la intelligentsia polaca). Y alcanzó el punto más alto del cinismo con la mentira burocrática: ya en el poder, los nazis evitaron enfrentar la verdad de las palabras y disfrazaron sus más odiosos crímenes con un lenguaje matemático: la “solución final” del problema judío significaba, por ejemplo, para el que no quería ver la eliminación del sujeto que causaba proble-mas, el final de la presencia de los judíos, no solo en el territorio del Gran reich, sino en todas las regiones por donde pasaría la guadaña nacionalsocialista.

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Parte i

Mentiras y verdad del nacionalsocialismo

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el revisionismo común: algunas mentiras propagadas por el éxito

del nacionalsocialismo

Hoy, más de setenta años después del ascenso del nacionalsocialis-mo al poder, y más de sesenta años después de su derrota militar, al contrario de lo que podía esperarse, el nacionalsocialismo, lamenta-blemente, no es solo cosa del pasado. esa ideología podría resurgir de una manera inesperada y repentina en nuestra vida cotidiana, bajo otras formas, por supuesto. La historia no se repite, pero es bueno sacar algunas enseñanzas de ella. ahora que el gran duelo ideoló-gico del siglo xx entre capitalismo y socialismo llegó a su fin a nivel mundial, en favor del primero, se vislumbran otros desafíos en el ho-rizonte de este nuevo universo de multitudes redistribuidas por la globalización y las leyes de la demografía social. algunos apartheids sociales podrían producir situaciones peligrosas basadas en identida-des raciales, en el seno mismo de las metrópolis occidentales. en estos agitados contextos, puede reaparecer el “racialismo” como ideo logía, en un proceso muy complejo de victimización. La victimi zación es la peor de las motivaciones de los “réprobos” (así se titula el libro auto-biográfico de ernst von Salomon, que relata el itinerario de un joven miembro de los cuerpos francos: Los réprobos).

Por eso, la tentación de banalizar el nacionalsocialismo y arrum-barlo en el ropero junto con todas las ideologías hoy minoritarias y, en el fondo, inofensivas, es muy peligrosa. esa tentación asume diversas formas: la más conocida en lo mediático es la de los historiadores re-visionistas, que deforman la realidad histórica negando el exterminio

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planificado de los judíos. Volveremos sobre esto al final del libro. La tentación más insidiosa y difundida es la que destaca aspectos presun-tamente positivos de la dictadura nazi: una manera de afirmar que el régimen nazi era un régimen como cualquier otro. a continuación, algunos ejemplos.

Sin Hitler, no existirían las autopistasCuando algunos hombres políticos o historiadores, alegando

neutralidad, pretenden juzgar en forma “imparcial” algunas me-didas del régimen nazi, repiten como si fuera una verdad eterna que uno de los hechos positivos de ese régimen fue el de introducir la modernidad automotriz en alemania, con la construcción de una red de autopistas sin parangón en la europa de aquella época. Había 3000 kilómetros de autopistas a principios de la guerra, y en 1939, en los dos primeros años del conflicto se añadieron 832 kilómetros. a partir de 1942, el régimen no realizó ninguna otra construcción. esas autopistas se llamaron “las rutas de Hitler”.

Se sabe que a Hitler le gustaban los autos veloces y que cultivó su imagen pública mostrándose desde los primeros años de su trayectoria como jefe del partido, con su vehículo y su chofer. Por eso, no es ex-traño que, desde su primer año en el poder, el flamante canciller mani-festara un gran interés por esas rutas del futuro. el 29 de septiembre de 1933, inauguró oficialmente en Frankfurt am Main el tramo que uni-ría la gran metrópoli histórica del país con Darmstadt, situada a varios kilómetros de allí. esa ruta entró en servicio un año y medio más tarde, el 19 de mayo de 1935. Para Hitler y sus ingenieros de obras públicas, como el famoso Fritz todt –antiguo compañero de ruta de Hitler, ya que adhirió al nsdap en 1922, entró a la Sa nueve años más tarde y, al llegar los nazis al poder, fue nombrado inspector general de la red vial alemana (Generalinspektor für das deutsche Strassenwesen)–, esas rutas creadas por la empresa pública reichsautobahn debían representar una síntesis del espíritu alemán –sinónimo de nacionalsocialismo– por su carácter monumental y su conjunción de “un fervor armonioso” con “audaces curvas”. en 1934, todt exaltaba la importancia de su propio

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trabajo en estos términos: “el sentido de la construcción de la red vial alemana no es el de cumplir con un simple objetivo de transporte. La ruta alemana debe ser la expresión del paisaje y de la esencia de alemania”. Y no dudó en agregar, con un tono ditirámbico, que los puentes, en particular, por su constitución maciza, eran expresiones de “significativas imágenes de eternidad”.

en realidad, esas rutas tan revolucionarias para su época no son un producto del tercer reich. No nacieron de la imaginación de los nazis, sino que fueron concebidas en los primeros años de la re pú-blica de Weimar. en efecto, los primeros kilómetros de ruta cons-truida en cemento armado fueron inaugurados en 1921: son los 8,9 kilómetros del famoso circuito automovilístico del avus, cerca de Berlín, construidos para realizar las primeras grandes carreras auto-movilísticas alemanas. el circuito lleva, por otra parte, el nombre de la firma que lo construyó: la Automobil-Verkehrs und Übungs-Strassen-Gesellschaft, fundada en 1912. Unos diez años más tarde, se inauguró una ruta de 20 kilómetros para automóviles, una Kraftwagenstrasse, que unía Colonia y Bonn. Mientras tanto, se había desarrollado la motorización de los vehículos, y había una mayor demanda para rea-lizar viajes largos, cómodos, y más rápidos. Después de la crisis de 1923, durante la época de normalización, nacieron varias empresas privadas, y el resurgimiento económico modificó muy pronto el pa-norama económico-social de alemania. en 1924, nació una sociedad de estudios para la construcción de la red vial para automóviles (la stufa: Studiengesellschaft für Automobilstrassenbau). Dos años más tar de, apareció otra empresa privada: la asociación para el Proyecto de la autopista Hamburgo-Frankfurt-Basilea (hafraba: Hamburg-Franfurt-Basel), con el plan de empezar construyendo un tramo Frankfurt/Mannheim/Heidelberg. estos pocos datos demuestran que los nazis se atribuyeron en forma indebida la paternidad de las autopistas rápidas. el 27 de junio de 1933, decretaron la nacionali-zación de esa estructura. Bajo la égida de una empresa pública llama-da Reichsautobahn (autopista del reich), que fue dirigida algunos años más tarde por el ministro de transporte Julius Dorpmüller

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(este técnico especialista en ferrocarriles, que asumió sus funciones en 1937, se hizo tristemente célebre al transportar judíos por medio de la Reichsbahn), la hafraba prosiguió el trabajo iniciado casi diez años antes. Se cambió el nombre de la empresa por el de gezuvor, Gesellschaft zur Vorbereitung der Reichsautobahnen (Sociedad para la preparación de las autopistas del reich), que analizó un programa de realización de una red caminera de 6900 kilómetros de largo. De mo do que Hitler y los suyos solo continuaron con recursos del estado ese proyecto que no les pertenecía, y que, sin embargo, sigue fasci-nando a los nostálgicos, que ven en la construcción de esas cintas de hormigón una prueba de la calidad del régimen, cuando solo revelan el interés militar –débil, en realidad– que los nazis tenían por ellas. La construcción de las autopistas fue un proyecto de infraestructura cuya importancia estratégica ya había sido descubierta por las autoridades mucho antes de la llegada de los nazis al poder. Pero podemos supo-ner que la idea de darles un uso militar se impuso de inmediato en la mente de los nuevos responsables del régimen.

La construcción de esas rutas impresionantes también benefició a algunos particulares: en primer lugar, a los fabricantes de hormi-gón. en efecto, esas cintas de varios centenares de kilómetros de largo, tenían 7,5 metros de ancho y 20 centímetros de espesor. Se produjeron millones de toneladas de hormigón para llevar a cabo esas obras gigantescas. también los militares se sentían felices, sin duda, ya que ganaron en movilidad en sus desplazamientos de oeste a este, pero sobre todo, de norte a sur. Sin embargo, nada indica que la reichswehr, al comienzo, o la Wehrmacht después, hubieran impulsado la construcción de esos caminos imperiales. aunque estas autopistas eran importantes para la imagen de la alemania nazi, el régimen no consideró que tuvieran un gran valor estratégico duran-te la guerra. De hecho, fueron las primeras víctimas de las restriccio-nes presupuestarias de 1942: en esa fecha, se abandonó el programa de desarrollo de la red de autopistas. De todos modos, la existencia de esa red sigue presente en el imaginario colectivo alemán como algo que se le debe al régimen.

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Durante el régimen de Hitler, disminuyó la criminalidadOtro lugar común para valorizar los “buenos viejos tiempos”

que repiten los nostálgicos, es el que sostiene que bajo el tercer reich se produjo una disminución de la criminalidad. esta idea se apoya en las afirmaciones divulgadas por el mismo poder, en el senti-do de que se depuró a la nación alemana de sus elementos nefastos y criminógenos, si no criminales, gracias a una política represiva enér-gica y de expulsión fuera de las fronteras de los elementos extraños. este prejuicio no se basa en ninguna estadística, pero forma parte de las impresiones, de la imagen, como se diría hoy, que pretendía dar el nuevo régimen tanto en el interior del país como en el extranje-ro. Una imagen que difundió la prensa, completamente manipulada por el ministro de Propaganda Joseph Goebbels. Durante el tercer reich, la información sobre los crímenes y los delitos estaba someti-da a un estricto control del estado y siempre respondía a imperativos políticos. Los crímenes importantes –los de sangre– ya no se expo-nían en la plaza pública, a menos que sus responsables o presuntos cul pables fueran “asociales” o “reacios al trabajo” (Arbeitsscheue). en cambio, los delitos cometidos por personas pertenecientes a los grupos sociales que estaban en la mira del nuevo régimen, los judíos o los católicos, eran sometidos a la venganza “popular”, con puestas en escena organizadas en función de las necesidades políticas del momento, ya fueran nacionales o internacionales. Por ejemplo, se le dio mucha importancia a algunos asuntos que comprometían a sacerdotes católicos (atentados contra el pudor o tráfico de divisas), a partir de 1937, cuando el papa Pío Xi condenó el régimen dictato-rial hitleriano en su célebre encíclica Mit brennender Sorge.

Las estadísticas que subsisten sobre la política penal alemana son al mismo tiempo incompletas y dudosas: han sido sometidas a todas las manipulaciones que se puedan imaginar en un estado totalitario. Sin embargo, tras un atento análisis, pueden revelar algunos frag-mentos de verdad. Las cifras muestran que, con el correr de los años, se produjo una disminución importante de condenas: entre 1933 y

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1938, la cantidad de condenados bajó de 433.000 a 280.000 en los hombres, mientras que la criminalidad femenina rondaba las 60.000 condenas. Por otro lado, hubo un leve aumento de la criminalidad entre los jóvenes, cuando esa parte de la población era la más mi-mada por las autoridades. estas cifras podrían ser impugnadas, en realidad, porque la práctica judicial sufrió muchas deformaciones du-rante los doce años del régimen nacionalsocialista. este imponía una justicia partidaria, sin respetar los procedimientos normales vigentes en un estado de derecho. Una gran parte de las personas calificadas como criminales, con razón o sin ella, no eran citadas en forma di-recta por la justicia, sino que, por lo general, las expulsaban fuera de la órbita del derecho. esas personas pasaron a engrosar las cifras de la población confinada en los campos de concentración. también era frecuente que los criminales de derecho común que ha bían robado o asesinado a sus conciudadanos fueran entregados por la Gestapo (la policía secreta del estado) a las autoridades de los campos.

Las consecuencias de la práctica de esta nueva “justicia” también podían verse a través de la profunda modificación de los motivos de condena. aunque los robos y los crímenes de sangre habían dismi-nuido en las estadísticas, otros delitos aumentaron en proporción. Se trataba de los que tenían connotaciones sexuales: violaciones, abusos contra niños y relaciones “contra natura”, es decir, homosexuales. esta modificación del panorama criminal no se debía, en realidad, a un cambio en la naturaleza de las conductas ilegales combatidas por los aparatos judiciales y policiales, ni a un aumento de su intensidad, sino más bien al hecho de que el nuevo poder tenía un enfoque dis-tinto sobre la criminalidad, y a las acciones que ponía en práctica para combatirla. a partir de 1935 (cuando se dictaron las leyes raciales de Nuremberg), basándose en una nueva legislación –el famoso dere-cho alemán, encargado de garantizar la pureza racial de la población alemana–, la policía y la justicia tenían como centro de sus preocupa-ciones los objetivos fijados por el nuevo poder: el control del carácter ario del pueblo. además, no hay que olvidar que había una clase de criminalidad justificada por las autoridades: el asesinato con uniforme.

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Por lo tanto, el argumento del descenso de la criminalidad es particularmente falaz, sobre todo porque durante los años que pre cedieron a la guerra hubo un aumento muy importante de los crímenes de carácter político o racial, en diversos hechos particu-larmente sangrientos, entre ellos, la Noche de los Cuchillos Largos, en junio de 1934, y en noviembre de 1938, la Kristallnacht, la Noche de los Cristales.

en el transcurso de la guerra, apareció otro tipo de criminalidad tras la adopción de un decreto que instauraba un código penal de excepción para tiempos de guerra (Kriegssonderstrafrecht). Más de 30.000 civiles y militares fueron condenados a muerte con la apli-cación de este nuevo código. esta cifra no figura en las estadísticas del Departamento de estadísticas del reich (Statistisches Reichsamt). esos individuos fueron considerados culpables de diversos delitos relacionados con la guerra (fuga con uniforme, expresiones que re-velaban un derrotismo agravado o actos de sabotaje), y se los castigó con la pena capital. Desde el comienzo de la guerra, el 5 de septiem-bre de 1939, frente a la cantidad cada vez mayor de actos conside-rados como un ataque a la dignidad nacional, se reforzó el arsenal legislativo con la ley contra “los que dañan al pueblo”, las alimañas (Schädlinge). La multiplicación de esos delitos relacionados con la guerra y castigados con la pena de muerte (estar en contacto con los trabajadores forzados extranjeros, no respetar el toque de queda, escuchar radios extranjeras, entre otros), engrosaron las estadísticas de la justicia.

La prensa solía atribuir la responsabilidad de esos crímenes sobre todo a las personas provenientes de los nuevos territorios conquista-dos, para evitar que los alemanes tomaran conciencia de que la moral de muchos de ellos empezaba a flaquear. entre 1933 y 1938, algu-nos decían que “bajo el régimen de Hitler, las mujeres por lo menos podían caminar solas por la calle de noche, sin temor”, pero esa frase cambió algunos años más tarde, con un significado distinto: “Bajo el régimen de Hitler, las mujeres solo podían salir a la calle de noche, y solas”. en realidad, durante el día, las mujeres no salían porque tenían

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que cumplir sus tareas en las fábricas, participando de ese modo en la producción de la guerra. Y si una mujer caminaba de noche por la calle del brazo de un hombre, se exponía a las críticas de los vecinos, porque ese hombre no sería su marido ni su novio –que estaría en el frente, muerto o herido–, sino seguramente su amante.

todas las modificaciones surgidas durante el tercer reich mues-tran que con la desaparición del estado de derecho que tuvo lugar en 1919, se produjo una criminalización de la sociedad alemana por parte del estado. este, en lugar de defender a los ciudadanos, decidió inventar una nueva criminalidad y ejercer su justicia fuera de una institución a la que logró amordazar en pocos meses, a partir de 1933. al extender el área de los delitos a las disposiciones raciales y más tarde, durante la guerra, a las conductas hostiles, y al agravar las pe nas, ampliando el campo de aplicación de la pena de muerte, el régimen nazi intensificó en forma manifiesta el carácter represivo de su acción. De manera que es en muchos sentidos una mentira decir que bajo la dictadura hitleriana se produjo una pacificación de la sociedad alemana, algo que se inferiría de la afirmación de un descenso de la criminalidad en ese período. además, este argumen-to que siempre subrayan los nostálgicos, parte de la base de que el régimen nazi era un régimen político normal, que funcionaba como los demás estados de derecho. Pero la verdad es que su realidad jurídica y judicial estaba minada por la propaganda y por una prác-tica cotidiana cuyo objetivo era eliminar a sus enemigos del interior o excluirlos, tanto físicamente como en las estadísticas. esta nueva artimaña fue implementada por un régimen cuya vocación era afir-mar su carácter revolucionario único y, sobre todo, avanzar en el sentido que ya conocemos. el engaño consistía también en alegar que la disminución de los crímenes se debía a que muchos supuestos “criminales” habían sido forzados a tomar el camino del exilio en forma preventiva, al aplicarse una sistemática política de amenazas e instaurarse un régimen de terror.

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Durante el régimen de Hitler, el jefe virtuoso, se restableció la moral

Los nacionalsocialistas sostenían que los alemanes racial y mo-ralmente puros eran lo contrario de todos los demás, los extranjeros que, casi por esencia, solo podían ser corruptos. este es otro cliché difundido por la propaganda hitleriana. La deportación de los ele-mentos no alemanes debía tener una incidencia positiva en el nivel de corrupción que existía en el país. el adjetivo “corrupto” fue uno de los más usados por los nazis para denunciar a la república de Weimar, el “sistema corrupto” por excelencia. Por definición, los Reindeutsche (los alemanes puros, o arios) no podían ser culpables ni agentes de corrupción. La imagen del primero de ellos, adolf Hitler, santificado en todas las columnas y las fotografías de la pren-sa, y en los sellos postales, en las emisiones de radio Berlín o en los noticiarios, en las pantallas del cine, no podía ser manchada por ru-mores de corrupción. ese hombre que no fumaba ni bebía, que era vegetariano y actuaba por el bien de alemania, no podía ser un vil corrupto. Sin embargo, al igual que los demás jerarcas nazis, Hitler mezcló sin escrúpulos la cosa pública con sus intereses personales, antes de la guerra, y sobre todo, durante la guerra. Una tendencia alimentada por pulsiones y pasiones muy específicas: esos hombres tomaron el poder con un afán predador, que se manifestó mucho antes de la guerra a través de la apropiación gradual de los bienes de los judíos, y desencadenó apetitos de poder y de riqueza particular-mente agresivos.

La economía de la escasez instaurada en los primeros años del poder para financiar el rearme después de la guerra, favoreció la apa-rición y el fortalecimiento de las redes legales o ilegales para abas-tecer a los funcionarios –y no solo a ellos– con productos de lujo, e incluso, a veces, de primera necesidad. La pertenencia a las altas esferas del partido, y también a las de las grandes administraciones, facilitó el desarrollo de un clientelismo mafioso, en nombre de la raza germana, honesta y pura. De hecho, durante el tercer reich cir-cularon muchos rumores sobre algunos jerarcas del partido que ha-

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bían construido fortunas muy rápidas. La de Göring, en par ticular, constituye un notorio ejemplo: ni el propio Hitler llegó a superarla. Se decía que Hitler llevaba una vida frugal en cuanto a la comida y los placeres. Sin duda, el Führer era vegetariano, detestaba el al-cohol y prefería pasar sus días y sus noches reformando el mundo, hablando frente a un público selecto o en la sala cinematográfica que se había hecho construir. Pero ese estilo de vida, que a priori no parece demasiado dispendioso, no le impedía usar fondos que no eran personales para satisfacer sus ansias de grandeza. en su juventud, Hitler se había visto obligado a vivir en apartamentos alquilados y, atraído toda su vida por la arquitectura monumental, siempre quiso residir en pisos espaciosos, en Munich y en Berlín. Mandó construir una suntuosa casa de campo para él en su guarida de Berchtesgaden, Obersalzberg, en la región de Baviera. en la primera parte de su carrera política como jefe del nsdap, algunos de sus más entusiastas seguidores ya sabían que nada era demasia-do grande ni lujoso para albergar al conductor de la futura gran ale mania. La construcción de su nido de águila encaramado en la cumbre de una empinada montaña, costó la friolera de 27 millones de reichsmark. Pero en esa época, el dictador consideraba que el presupuesto del país era su presupuesto personal. esos gastos fi-guraban, en general, como gastos de representación, destinados a reforzar su prestigio. De todos modos, eran excesivamente elevados y estaban al servicio de su beneficio exclusivo, y no de la causa que decía defender. ese derroche satisfacía los gustos solitarios de un dirigente psicológicamente débil.

en todos los niveles de la jerarquía nazi había corrupción, ya que el policentrismo que caracterizó al ejercicio del poder en esa so ciedad, favoreció el desarrollo de feudos en los que se establecían re laciones de autoridad y subordinación incontrolados e incontrola-bles, y que permitieron la construcción de inmensas fortunas en un tiempo récord. esto ocurrió con Hermann Göring y robert Ley.

La corrupción aumentó aún más cuando se pusieron en marcha las medidas de expropiación de los bienes pertenecientes a las familias

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judías. La arianización de las empresas judías dio lugar a un saqueo sistemático de las riquezas y a un proceso de apropiación privada de mayor o menor envergadura, según el grado y la posición de los funcionarios que decidían o llevaban a cabo las medidas de expolia-ción. el mismo proceso tuvo lugar durante la guerra con las con-fiscaciones efectuadas en los territorios ocupados, tanto en el este como en el oeste. aunque la mayoría de los jefes nazis llevaron la corrupción al nivel de un arte mayor, sólo Julius Streicher, gauleiter de Franconia, fue despojado de todos sus cargos en 1940 por haber ido demasiado lejos, pero en especial, porque sus modales toscos no les gustaban a Goebbels ni, sobre todo, a Göring.

Uno de los casos más famosos de saqueo y corrupción fue el de un comerciante de artículos suntuarios, un tal Nöthling, que vivía en Berlín, en el barrio de Steglitz. Su especialidad era enviarles mue-bles, cuadros y otros objetos lujosos a los más altos jerarcas nazis, sin pedirles recibo. Como empezaron a circular rumores entre la pobla-ción sobre el tráfico de mercaderías de lujo, se decidió terminar con esa red, aunque nadie molestó a los principales dignatarios del país que se habían visto favorecidos por ella. en efecto, el jefe del alto Comando de la Wehrmacht (OKW), el mariscal Wilhelm Keitel, el ministro de economía Walther Funk, el jefe del servicio de trabajo del reich, Konstantin Hierl, jefe de cuerpos francos en 1923, y el gran almirante raeder, entre otros, habían sido importantes benefi-ciarios de esas fuentes privilegiadas de suministros. Ninguno de ellos quedó implicado. en cambio, Nöthling fue arrestado por orden de Goebbels. este y el ministro de Justicia del reich, Otto thierack, querían sancionar esas acciones de alguna manera, y acudieron a Hitler, pero este prohibió iniciar una querella judicial, pues esa clase de publicidad podía perjudicar al régimen. Como Nöthling tuvo la buena idea de suicidarse en prisión, se tapó todo el asunto. este hecho no sirvió de escarmiento, ya que Göring siguió adelante con sus actividades de saqueo y tráfico sin ningún problema, y las exten-dió a todo el Viejo Continente, siguiendo la expansión militar ale-mana. algunos intentos esporádicos de Hitler para poner las cosas

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en orden, no surtieron demasiado efecto. Hasta el final, el régimen sobrevivió gracias a la corrupción del conjunto de la jerarquía, a través de la distribución de regalos. Los obsequios de Hitler servían para mantener la lealtad de los jefes. instalado por medio del terror, el régimen dictatorial del tercer reich se sostuvo así gracias a la co-rrupción y el pillaje, al principio, de los bienes de los judíos alemanes y, luego, de los bienes, judíos o no, de los países ocupados.

Hitler les dio trabajo a todos los alemanes (y un uniforme para llevar la sangre y el fuego a toda Europa)

el último argumento (que pretende ser definitivo) de la actual vulgata pronazi consiste en afirmar que Hitler terminó con el des-empleo, le dio pan (y circo, a través de las actividades del Frente del trabajo de robert Ley) y trabajo a un país que hasta ese momen-to estaba condenado a la olla popular y la desesperación. en este punto, es innegable que disminuyó la cantidad de desocupados –y en algunas ramas industriales se alcanzó el pleno empleo–, pero esa recuperación del trabajo solo pudo funcionar porque era uno de los elementos centrales de la preparación de la guerra. Los dos fenóme-nos son indisociables. La creación de empleos estaba vinculada a la militarización de la sociedad alemana: en la creación de nuevos mer-cados internos para la industria de armamento, en el refuerzo de los efectivos con el uniforme del ejército o en la proliferación de orga-nizaciones paramilitares. todo esto contribuyó a disminuir en gran medida la cantidad de los solicitantes de empleos. De modo que este balance positivo se inscribe en una política negativa: la inevita-ble escalada hacia la guerra. este análisis se vincula a los polémicos trabajos recientes del historiador alemán Götz aly, quien señala que una de las maneras de comprar la obediencia de la población alema-na fue, antes de la guerra, la organización de las expropiaciones a la población judía y, durante la guerra, la puesta en marcha de un plan de saqueo sistemático de los países ocupados.

estos cuatro ejemplos muestran sin lugar a dudas que los argu-mentos “populares” –al nivel de las preocupaciones egoístas de los

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individuos– que se suelen presentar en defensa del tercer reich y del nacionalsocialismo, son esencialmente falaces y entran en una estrategia de banalización de lo insoportable.

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campos de concentración y de exterminio. Por ejemplo, en 1985, raoul Hillberg, en La destrucción de los judíos de Europa, calculó el número de 5,1 millones, según un recuento preciso. Salvo para las víctimas, sus familias y el honor de europa, la cantidad exacta no es tan importante. Que las víctimas hayan sido tres millones, cuatro millones o cinco millones no hace ninguna diferencia para la trágica realidad del plan de aniquilamiento.

aun en el caso de que la cifra pudiera resultar inexacta después de llevar a cabo la horrible tarea de intentar restablecer las canti-dades de los crímenes en masa cometidos en los campos de con-centración, en los campos de exterminio, durante las matanzas en los guetos permanentes o provisorios, y las masacres perpetradas en el transcurso del avance alemán de junio-julio de 1941, no cabe ninguna duda de que el ejército alemán y las fuerzas de choque nacionalsocialistas (divisiones SS y Einsatzgruppen) ejecutaron un plan sistemático de eliminación de una población por sus caracte-rísticas étnicas, religiosas y sociales. Que ese plan se haya desarro-llado a través de diferentes clases de acciones (detenciones masivas indiscriminadas, seguidas por penas de muerte sin proceso previo, o selecciones por edad, sexo y estado de salud después del trasla-do a campos presuntamente dedicados a trabajos forzados), y que se haya llevado a cabo sobre todo entre 1942 y 1944, no le resta nada a la voluntad unánime de los oficiales y los hombres de tropa de participar en lo que, por compartir las ideas nacionalsocialis-tas o nacionalistas, consideraban como una medida de eliminación y purificación de la tierra de elementos dañinos e inferiores: los Untermenschen, los subhombres.

Como dijimos, la realidad de la mentira nazi sobre esta cuestión central es impugnada, lamentablemente, por la corriente revisionista que, en nombre del rigor de los testimonios, se empeña en invalidar la opinión de la mayoría sobre este terrible episodio de la historia humana. Otros intentos más académicos han pretendido explicar esto por las circunstancias del contexto de la posguerra, en el marco

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del surgimiento de regímenes totalitarios, poniendo en un plano equivalente, bajo el término genérico de totalitarismo, al nacional-socialismo y al comunismo, y, para excusar aún más al fenómeno alemán, lo analizan como una reacción contra el fenómeno ruso. en este caso, efectúan otro terrible recuento de las víctimas, que hace aparecer al estalinismo como el mayor asesino de las poblaciones de europa. Pero esto merecería una nueva historia de mentiras.

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