NATIVDAD DEL SEÑOR, CICLO B Dios se hace presente en la pequeñez La Palabra de Dios en el misterio adorable de la Navidad nos muestra de forma clara que el Hijo de Dios ha venido a nosotros, que Dios es Dios- con-nosotros y para nosotros. Muchas veces pensamos en Dios como alguien lejano e invisible, pero en Cristo ha tomado el rostro humano haciéndose visible, concreto y asequible; nada más asequible que un niño, nada más sencillo que un niño, nada más indefenso que un niño. En él, la grandeza de Dios se hace presente en la pequeñez. Y este niño es la salvación para todos los hombres. Dios, en Cristo ha elegido la vida del pobre y del derrotado para que nosotros pudiésemos vislumbrar el poder de Dios en su elección de pobreza y despojo. Dios quiere ser buscado, reconocido y acogido, como un pobre necesitado y sufriente, porque no sólo se ha hecho hombre, sino que se ha quedado con nosotros. La Navidad de Jesús es también nuestra Navidad, la de nuestro renacer a una vida nueva. En Él también nosotros hemos sido destinados a ser hijos adoptivos de Dios. Dios mismo nos dice: ¡Tú eres mi hijo! A nosotros, no nos queda sino agradecerle y alegrarnos por nuestra participación en la vida divina. La grandeza del misterio de la Navidad nos ha de llevar a una respuesta rápida y generosa, sobre todo con la escucha de la Palabra de Dios. Corresponder a los dones de Dios, con nuestra solidaridad y participación plena en la vivencia humana. Navidad debe hacernos plantearnos nuestra conciencia de fraternidad universal. Nuestros gestos navideños han de estar abiertos a la solidaridad y la bondad, especialmente con los más necesitados, con los pobres, los inmigrantes, los explotados, los que viven en soledad o son olvidados, porque justicia social y solidaridad van juntas. Tener presente la persona, la obra y el mensaje de Jesús es imprescindible para vivir en Dios, si lo ignoramos u olvidamos nos alejaremos del Dios verdadero y lo sustituiremos por imágines que no presentan su verdadero rostro.
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NATIVDAD DEL SEÑOR, CICLO B
Dios se hace presente en la pequeñez
La Palabra de Dios en el misterio adorable de la Navidad nos muestra de forma clara que el Hijo de Dios ha venido a nosotros, que Dios es Dios-con-nosotros y para nosotros. Muchas veces pensamos en Dios como alguien lejano e invisible, pero en Cristo ha tomado el rostro humano haciéndose visible, concreto y asequible; nada más asequible que un niño, nada más sencillo que un niño, nada más indefenso que un niño. En él, la grandeza de Dios se hace presente en la pequeñez.
Y este niño es la salvación para todos los hombres. Dios, en Cristo ha elegido la vida del pobre y del derrotado para que nosotros pudiésemos vislumbrar el poder de Dios en su elección de pobreza y despojo. Dios quiere ser buscado, reconocido y acogido, como un pobre necesitado y sufriente, porque no sólo se ha hecho hombre, sino que se ha quedado con nosotros. La Navidad de Jesús es también nuestra Navidad, la de nuestro renacer a una vida nueva. En Él también nosotros hemos sido destinados a ser hijos adoptivos de Dios. Dios mismo nos dice: ¡Tú eres mi hijo! A nosotros, no nos queda sino agradecerle y alegrarnos por nuestra participación en la vida divina. La grandeza del misterio de la Navidad nos ha de llevar a una respuesta rápida y generosa, sobre todo con la escucha de la Palabra de Dios. Corresponder a los dones de Dios, con nuestra solidaridad y participación plena en la vivencia humana. Navidad debe hacernos plantearnos nuestra conciencia de fraternidad universal. Nuestros gestos navideños han de estar abiertos a la solidaridad y la bondad, especialmente con los más necesitados, con los pobres, los inmigrantes, los explotados, los que viven en soledad o son olvidados, porque justicia social y solidaridad van juntas. Tener presente la persona, la obra y el mensaje de Jesús es imprescindible para vivir en Dios, si lo ignoramos u olvidamos nos alejaremos del Dios verdadero y lo sustituiremos por imágines que no presentan su verdadero rostro.
Conocer al Señor mediante un acercamiento vital a su Palabra, en armonía con su proyecto, animados por el Espíritu, lanzados a la misión. Quien reconoce que Dios se hace presente en la pequeñez, y opta por su proyecto de amor, vivirá en la gran alegría de la bondad de los salvados. Concede, Señor todopoderoso, a los que vivimos inmersos en la luz de tu Palabra hecha carne, que resplandezca en nuestras obras la fe que haces brillar en nuestro espíritu. Amén.
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