Tabla de contenido INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. 3 CAPITULO I..................................................................................................................................... 5 Fundamento bíblico e historia de las misiones ............................................................................... 5 Fundamento bíblico de las misiones ........................................................................................... 5 Breve historia de las misiones .................................................................................................... 7 El mensaje llega a los romanos (años 33 al 400) ..................................................................... 7 El mensaje llega a los barbaros (años 400 al 800) ................................................................... 7 El mensaje llega a los vikingos (años 800 al 1200) .................................................................. 8 El mensaje llega a los sarracenos (años 1200 a 1600) ............................................................. 8 El mensaje se extiende hasta lo último de la tierra (años 1600 a la actualidad) ....................... 8 CAPITULO II.................................................................................................................................. 10 El modelo bíblico del misionero ................................................................................................... 10 El ejemplo de Jesucristo como misionero y maestro................................................................. 10 El enfoque ministerial del Señor ............................................................................................ 11 El alcance ministerial del Señor............................................................................................. 11 El ejemplo de Pablo como maestro, misionero y pastor ........................................................... 12 La preparación inicial de Pablo ............................................................................................. 12 La metodología de trabajo de Pablo ..................................................................................... 13 El ejemplo de Antioquia como iglesia misionera ....................................................................... 14 CAPITULO III ................................................................................................................................. 16 La estrategia de trabajo en las misiones ....................................................................................... 16 Crecimiento progresivo (Hechos 1:8)........................................................................................ 16 Una provisión sobrenatural (“recibiréis poder”) ................................................................... 17 Una relación sobrenatural (“me seréis testigos”) .................................................................. 17 Un enfoque gradual de crecimiento (“Jerusalén, Judea, Samaria, hasta lo último de la tierra”) ............................................................................................................................................ 17 Crecimiento sostenido (Hechos 14:21-23) ................................................................................ 18 Anunciando el evangelio (Hechos 14:21) .............................................................................. 19
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STB – Ministerio Pastoral, El pastor y las misiones 2012
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INTRODUCCIÓN
Hoy más que nunca se hace evidente la falta de siervos de Dios preparados
para establecer iglesias sanas, crecientes y con visión misionera. Asistimos a una
época de la historia del cristianismo donde hemos cambiado el “Id” de la Gran
Comisión por el “Vengan si quieren”: una suerte de invitación débil, no
comprometida e incierta; no a una relación personal con el Salvador sino a la
asistencia a un evento. Vemos hoy grandes sumas de dinero, grandes esfuerzos
humanos y toda una movilización tecnológica y mediática en pos de realizar el
mejor evento, el show más elaborado y la música más conveniente, con el fin de
conquistar los sentidos de los asistentes a los servicios religiosos.
Este cambio de paradigma ha ocasionado que el éxito de las congregaciones se
mida ahora en función de la asistencia a un servicio religioso, en vez de hacerlo en
función al crecimiento espiritual y al grado de obediencia a la Palabra de Dios.
Este cambio, aunque sutil y ciertamente conveniente a los ojos de los nuevos
creyentes, está ocasionando la erosión de los fundamentos sobre los cuales se
cimenta la Iglesia cristiana: la fe en Jesucristo como Señor y Salvador de los que
creen en El, y su mandato (que por ser Señor debe ser obedecido sin ningún tipo
de reserva o condición, cf. Mateo 28:18) de llevar las Buenas Nuevas del
evangelio hasta los últimos términos de la tierra.
Ya no estamos rindiendo nuestras vidas a Jesucristo como Señor, ¿Cómo lo
sabemos? Bueno, pues el Señor mismo dijo “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor,
y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46). Si el Señor nos mandó ir a predicar a
todas las etnias de la tierra y no lo hacemos, sino que esperamos que las
personas que quieran vengan a nuestros servicios a oír la Palabra de Dios, ¿no
estamos desobedeciendo explícitamente un mandato directo del Señor? En
realidad podemos decir muchas cosas acerca de nuestra fe, podemos
vanagloriarnos incluso de nuestro conocimiento y de nuestra madurez espiritual;
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pero el mejor termómetro de nuestra vida espiritual es la obediencia a la Palabra
de Dios.
En ese sentido, las misiones, que no es más que el cumplimiento sistemático,
deliberado y organizado de la Gran Comisión, es uno de los mejores termómetros
de la salud de un creyente y de una congregación. Toda iglesia debe tener una
visión misionera pues ese es el gran mandato que Cristo dejó a sus discípulos;
además, es su razón de existir. La iglesia existe no para distraer a los hombres en
una carrera desenfrenada por realizar el mejor evento, sino que existe para la
gloria de Dios (1 Corintios 10:31). Esto no significa que nos desentendemos de las
personas: todo lo contrario, pues glorificamos a Dios cuando llevamos fruto de
obediencia y crecimiento en nuestras vidas (Juan 15:8) y eso incluye
definitivamente la evangelización de los hombres. Al final de los tiempos, el fruto
de nuestros esfuerzos evangelísticos, unidos a nosotros mismos daremos todos
juntos la gloria al Dios que se propuso redimir al hombre de su pecado por la
sangre del Cordero de Dios (Apocalipsis 7:9-10, 19:1)
Este pequeño estudio tiene como objetivo examinar las bases bíblicas para las
misiones y dar una pequeña luz sobre la importante labor que cumple el obrero, el
pastor al dirigir su iglesia al cumplimiento de la Gran Comisión de nuestro Señor
Jesucristo. Quiera Dios bendecir este humilde trabajo para que pueda ser de
bendición a quien pueda leerlo.
Rubén Tello Márquez
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CAPITULO I
Fundamento bíblico e historia de las misiones
Antes que nada, necesitamos entender que son las misiones desde el punto de
vista bíblico. Muchas veces podemos pensar en misiones como en términos de
visitas (con apoyo de algún tipo) a una comunidad alejada que padece necesidad
o en función de realizar actividades evangelísticas en lugares donde se presente
la oportunidad. Y, si bien es cierto, las misiones involucran este tipo de
actividades, no se quedan allí, involucra mucho más que eso.
Es necesario que entendamos lo que la Palabra de Dios nos enseña por misiones
para que podamos evaluar nuestros esfuerzos y saber si realmente estamos
cumpliendo la Gran Comisión. Podríamos darnos con la sorpresa de que estamos
lejos del cumplimiento de la misma, si es que nuestras actividades evangelísticas
o misioneras se reducen a esfuerzos aislados, que no poseen continuidad ni
permanencia en el tiempo.
Tan poco provechoso para el reino de Dios es una actividad evangelística que se
diluye en el tiempo, dejando al abandono a los conversos, como la labor de un
misionero que se va a vivir a un lugar alejado y con necesidad, pero que no logra
establecer un trabajo sólido, independiente, que pueda continuar la labor si es que
se tiene que retirar.
Fundamento bíblico de las misiones
En un sentido más amplio, podemos decir que toda la Biblia habla acerca de
misiones. Empezando desde Abraham y la promesa que le hace Dios de que
“serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3), pasando por el
pueblo de Israel siendo albergado en Egipto, por el profeta Jonás siendo enviado a
Nínive, por el profeta Daniel en las cortes de reyes paganos, por la reina Ester en
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la corte del rey Asuero, hasta que llegamos al Señor Jesucristo enviando a sus
discípulos, vemos a Dios desarrollando su plan de redimir a la humanidad por
medio de la fe en aquella “simiente de la mujer” prometido en Génesis 3:15, el cual
vendría por medio de su pueblo elegido, Israel, tomado por Dios de entre los
pueblos de la tierra para ser su “especial tesoro sobre todos los pueblos” (Éxodo
19:5). Este Salvador es el Señor Jesucristo, “nacido de mujer y nacido bajo la ley”
(Gálatas 4:4), enviado por Dios para morir en sacrificio sustituto por nuestros
pecados (Gálatas 3:13).
Pero, “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo
creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les
predique?” (Romanos 10:14). Se hace necesario un medio por el cual los hombres
conozcan la gran salvación que nos dado el Señor. Este medio es la predicación
de las buenas nuevas de la salvación (1 Corintios 1:21). No es que la predicación
nos salva, sino que es el vehículo para llevar su Palabra: somos salvos por fe
solamente (Romanos 10:17, Efesios 2: 8).
Entendiendo lo anteriormente dicho, podemos ver claramente la urgencia e
importancia del último gran mandato de Cristo para su iglesia: La Gran Comisión.
Es tan importante que se encuentra registrado en los 4 evangelios y en el libro de
los Hechos (Mateo 28:18-20, Marcos 16:15, Lucas 24:46-48, Juan 20:21 y Hechos
1:8), como un mandato explicito, especifico y sin condiciones. Todos los discípulos
de Cristo están involucrados en esta tarea. Viéndolo con un poco más de detalle
sería así:
• Mateo 28:18-20: Énfasis en el proceso – “ir, bautizar, enseñar”
• Marcos 16:15: Énfasis en el objetivo – “toda criatura”
• Lucas 24:46-48: Énfasis en el mensaje – “arrepentimiento y perdón”
• Juan 20:21: Énfasis en el respaldo – “Yo os envío”
• Hechos 1:8: Énfasis en el poder y la estrategia – “recibiréis poder”,
“Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo ultimo de la tierra”
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Breve historia de las misiones
Desde Génesis 12 en adelante, vemos como se desarrolla en la Biblia el plan de
Dios para redimir a la humanidad, al inicio a través de su pueblo Israel, luego por
medio de los gentiles, cuando estos recibieron el privilegio de la salvación. La
verdad es que ni los judíos ni los gentiles muchas veces han podido cumplir la
Gran Comisión con la celeridad que amerita. Muchas veces Dios ha tenido que
usar guerras y cautiverios para que el mensaje del evangelio llegue a las
naciones.
Podemos identificar 5 etapas en la historia de las misiones, luego de los eventos
registrados en el libro de los Hechos de los apóstoles. Estos son:
El mensaje llega a los romanos (años 33 al 400)
El libro de los Hechos nos narra el trabajo de los apóstoles Pedro y Pablo
durante los primeros años de este período de la historia. Lo que sabemos
es que la iglesia, luego de la muerte de los apóstoles (alrededor del 95 d.C
con la muerte del apóstol Juan), sufrió grandes persecuciones a manos de
los emperadores romanos, que contribuyeron aun mas a la propagación del
evangelio en las naciones que conformaban el Imperio Romano.
En el año 323, el emperador Constantino se declaró cristiano, en una época
en que el cristianismo, a pesar de la persecución, se había extendido
muchísimo por todo el Imperio, haciendo del cristianismo la religión oficial
del imperio. Esta maniobra política trajo el decaimiento y la corrupción del
cristianismo, y produjo asimismo la creación de la Iglesia Católica Romana.
El mensaje llega a los barbaros (años 400 al 800)
Este periodo se caracteriza por los grandes esfuerzos evangelísticos de los
monjes católicos, especialmente los irlandeses, al llevar el cristianismo a las
tribus bárbaras de la parte norte de Europa. Aunque el cristianismo que
predicaban ya había sido alterado, los barbaros llegaron a tener respeto por
los objetos cristianos y cuando invadieron Roma no destruyeron la Biblia.
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El mensaje llega a los vikingos (años 800 al 1200)
Se llama así a las tribus paganas que vivían en los países de Noruega y
Suecia. Los monjes misioneros no llegaron a ellos porque para esa época la
Iglesia Católica se había corrompido tanto que se dedicaban a vivir
lujosamente y a una vida disoluta. En vez de ser evangelizados por los
misioneros, los vikingos fueron quienes atacaban y conquistaban las
naciones cristianas; sin embargo, el evangelio llegó a los vikingos a través
de los esclavos y las concubinas que éstos tomaban.
El mensaje llega a los sarracenos (años 1200 a 1600)
Mejor conocidos actualmente como los musulmanes, tenían control de
Jerusalén en esta época, la cual fue caracterizada por las “cruzadas”, que
no fueron otra cosa que guerras militares iniciadas para tomar control de
esta ciudad. Mucha sangre fue derramada en esta época y uno de los
resultados es el odio y rechazo de los musulmanes hacia todo lo cristiano.
Cerca del final de este período surgió la Reforma Protestante que llevó al
norte de Europa al redescubrimiento de la Biblia, pero no se interesó en las
misiones.
El mensaje se extiende hasta lo último de la tierra (años 1600 a la
actualidad)
Este período se caracterizó por un avivamiento espiritual que sacó a la
Iglesia Protestante de su estancamiento y les impulsó a llevar el evangelio
al nuevo mundo que había sido descubierto. Los primeros misioneros
salieron a plantar iglesias por todo el mundo, sobresaliendo en regiones
como la China y América Latina por su rapidez de crecimiento.
Destacan hombres como Guillermo Carey (1761-1834), conocido como el
padre de las misiones modernas, quien encabezó un gran empuje
misionero para llevar el evangelio por medio de sociedades misioneras a las
regiones costeras de todo el mundo. Se desarrolló en este tiempo la
estrategia misionera de entregar las nuevas iglesias en manos de pastores
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y lideres nacionales, para que el misionero extranjero pueda continuar su
labor en otro campo.
Otro hombre sobresaliente en esta época es Hudson Taylor (1832-1905),
quien encabezó el movimiento misionero al interior de los países,
inicialmente en China. El revolucionó el trabajo misionero al enseñar a
trabajar por fe y a identificarse con la cultura de la gente con quienes se
trabajaba. A partir de su trabajo, nuevas sociedades misioneras surgieron,
llevando el evangelio al interior de todos los continentes.
A partir del año 1935, vemos a hombres como Cameron Towsend y Donald
Mc Gavran, quienes fueron movidos por Dios a llevar el evangelio a las
etnias alejadas, que tienen su propia cultura e idioma. Ellos vieron la
necesidad de que estas personas también puedan oír el evangelio
adecuado y contextualizado a su cultura y lengua. En la actualidad, el
énfasis de las sociedades misioneras es concluir la evangelización de las
etnias no alcanzadas del mundo.
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CAPITULO II
El modelo bíblico del misionero
Hasta ahora hemos visto el fundamento bíblico para las misiones y como ésta se
desarrolló desde tiempos bíblicos hasta la actualidad; sin embargo, esta vista
general, a vuelo de pájaro, no nos ayuda a considerar los elementos específicos
del trabajo misionero; y sobretodo como es que el pastor en estas épocas puede
involucrarse en el trabajo misionero. Para ello, consideraremos el ejemplo del
mayor misionero que ha tenido el cristianismo: el apóstol Pablo, para ver los
principios en los cuales estaba basado su ministerio; así como también
examinaremos una iglesia misionera modelo: la iglesia de Antioquía. Al ver ambos
ejemplos bíblicos esperamos rescatar los principios fundamentales que sostienen
un trabajo misionero, los cuales puedan luego ser aplicados por cualquier siervo
de Dios en cualquier lugar y circunstancia.
El ejemplo de Jesucristo como misionero y maestro
El primer ejemplo que tenemos que considerar es el de nuestro Señor Jesucristo.
Mientras estuvo en la tierra, realizó diversas actividades entre las cuales estuvo la
formación de sus discípulos, la predicación del evangelio, la sanidad de los
enfermos, etc. Sin embargo, su actividad tuvo un trasfondo misionero notable, sólo
que lo realizó de manera tan notable, sencilla y profunda que normalmente no se
notaría a menos que se realice un examen exhaustivo. No vamos a realizar un
análisis profundo de estos principios; pero si queremos identificar el patrón de
trabajo de nuestro Señor para poder identificar los principios que dirigieron su
trabajo. Para esto, vamos a considerar el siguiente texto:
“Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mateo 9:35-38)
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El enfoque ministerial del Señor
En el versículo 35 vemos que el Señor realizó un trabajo ordenado y
estratégico: recorría todas las ciudades, mas grandes, y las aldeas, mas
pequeñas pero también con una población importante, empezando en las
sinagogas que era donde se congregaban los judíos mas devotos. Allí les
predicaba el evangelio y también sanaba toda dolencia en el pueblo.
No predicaba al azar, ni tampoco desperdiciaba tiempo ni energías en
lugares donde no era menos probable que le escucharan: partía desde
donde había más receptividad, satisfaciendo la necesidad espiritual de la
gente, por medio de la predicación y la enseñanza; pero también cubriendo
la necesidad física de las personas, como una manifestación del amor de
Dios.
Vemos que el enfoque del Señor era la salvación de las almas: lograba ello
por medio de la predicación del evangelio y la enseñanza de la Palabra de
Dios, y por medio de la satisfacción de las necesidades materiales de las
personas. Tal ejemplo de equilibrio y enfoque son realmente necesarios en
esta época donde se hace tanto para evangelizar y se cosecha tan poco en
términos de vidas cambiadas para la gloria de Dios.
El alcance ministerial del Señor
Dice el versículo 36 de Mateo 9, el texto que estamos analizando, que
Jesús vio a las multitudes “desamparadas y dispersas como ovejas que no
tienen pastor” y sintió compasión por ellas. Inmediatamente, les dice a sus
discípulos una verdad que es relevante hasta el día de hoy: no hay
suficientes obreros que puedan satisfacer la necesidad espiritual de las
personas. Por ello, dice el Señor, debemos rogar al Señor para que envíe
más obreros a su mies. Nótese que la petición no es para cualquier tipo de
obreros, sino para aquellos que han de ser pastores para aquellas
multitudes desamparadas y dispersas. Estos obreros han de tener un
corazón misericordioso y amoroso como su Señor, y un enfoque ministerial
semejante.
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¿Qué vemos entonces en este versículo? Vemos que el Señor Jesús dio el
ejemplo para el liderazgo cristiano, el cual debe ser eminentemente misionero
desde sus fundamentos: somos llamados a servir a Dios en la predicación,
enseñanza y servicio a los hombres perdidos que no conocen al Señor. Nuestro
corazón debe rebosar en misericordia al considerar las multitudes dispersas,
indefensas ante los ataques de Satanás. Debemos orar, y ser, obreros misioneros
con corazón de pastor, que no sólo llevan la Palabra de Dios, sino que dirigen,
cuidan y velan por el rebaño del Señor.
El ejemplo de Pablo como maestro, misionero y pastor
Sabemos que los discípulos siguieron los pasos de su Maestro; y entre ellos,
vamos a considerar al más notable de los apóstoles: Pablo, el misionero a los
gentiles, un modelo de siervo de Dios y una inspiración para todo aquel que desee
servir al Señor.
La preparación inicial de Pablo
Estos datos sobre la vida de Pablo los podemos encontrar en los capítulos
9,11 y 13 del libro de los Hechos de los apóstoles. Observamos que:
o Era un creyente genuinamente convertido a Cristo (Hechos 9:5,6)
o Había rendido su voluntad a la del Señor (Hechos 9:6, 15:26, 26:19)
o Llamado por Dios para un propósito especial (Hechos 9:15)
o Fue bautizado y lleno del Espíritu Santo (Hechos 9:17,18, 13:52)
o Se dedicó a la predicación del evangelio (Hechos 9:20,29)
o Conocía las Sagradas Escrituras (Hechos 9:22)
o Tuvo un tiempo de preparación espiritual (Gálatas 1:11,12, 15-17)
o Sufrió persecución por causa de la obra de Dios (Hechos 9:23-25, 29,30)
o Trabajó en equipo en el ministerio (Hechos 9:27, 11:25,26)
o Fue luego promocionado por el Espíritu Santo (Hechos 13:1-3)
o Fue comisionado a la obra misionera por una iglesia local (Hechos 13:3-4)
Vemos por estos puntos que Pablo fue llevado por Dios por un proceso de
crecimiento, madurez y servicio en la iglesia local y que en su debido momento,
fue llevado por el Espíritu Santo a la obra misionera. Hasta ese entonces, Pablo
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fue fiel en su servicio al Señor, trabajando en equipo con Bernabé en la edificación
de la iglesia de Antioquía, discipulando y enseñando a los creyentes, de tal
manera que cuando el Señor lo llamó a salir, habían lideres que podían ocupar su
lugar en la iglesia.
Ya en la obra misionera, podemos ver que Pablo tuvo, a semejanza de su
Maestro, una estrategia de trabajo, la cual haremos bien en examinar e imitar.
La metodología de trabajo de Pablo
El libro de los Hechos de los apóstoles, partiendo del capitulo 13 hasta el
final (capitulo 28), se centra en el ministerio del apóstol Pablo. Dada la gran
cantidad de material recopilado por Lucas del trabajo de Pablo,
examinaremos la forma en que trabajaba, para obtener los principios
fundamentales del trabajo misionero.
o Predicaba el evangelio sin alteración (Hechos 13:27-39, 14:1-7)
o No dependía de su sabiduría, sino del Espíritu Santo (1 Corintios 2:1-5)
o Era dirigido por el Espíritu Santo (Hechos 16:6-10)
o Buscaba trabajar en campos blancos (Romanos 15:20, Hechos 13:14,51)
o Se esforzaba, en primer lugar, en la evangelización (Hechos 13:43,48,14:1)
o Discipulaba a los nuevos creyentes que ganaba (Hechos 20:20,27)
o Su vida era un ejemplo de fe que imitar (Hechos 20:18-21)
o Levantaba lideres en las iglesias que plantaba (Hechos 14:21-23)
o Motivaba y enseñaba a los creyentes a que sigan evangelizando (Hechos
13:49, 19:8-10)
o No hacía dependientes a las iglesias de su ministerio (Hechos 16:40)
o Confiaba en el poder de Dios para confirmar a los discípulos y a edificarles
(Hechos 12:23,24, 20:32)
o Volvía a visitar a los hermanos para edificarles (Hechos 15:40-41, 18:23)
o Mantenía el contacto con las iglesias (1 Corintios 1:1-3)
o Oraba constantemente por las iglesias (Efesios 1:15,16, Colosenses 1:9)
o Formó un equipo de trabajo que le ayudara en el ministerio a las iglesias y
la predicación del evangelio (Hechos 16:1-3, 17:14,15, 19:22)
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Vemos que el trabajo del apóstol Pablo tampoco era improvisado ni pasajero. Se
aseguró que los creyentes pertenecieran a una iglesia local, donde pudieran
recibir animo, consuelo y enseñanza; y formó un equipo de trabajo con el cual
pudiera maximizar los esfuerzos en llegar a todas las iglesias que había fundado,
sin descuidar el trabajo de la evangelización a los lugares a donde el evangelio
aun no había llegado.
Hemos visto hasta el momento el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo y de uno de
los mayores líderes de la iglesia cristiana. Ahora, queremos considerar el ejemplo
de una iglesia que entendió la visión misionera de sus pastores (Pablo y Bernabé),
y que fue usada grandemente por Dios para la obra misionera.
El ejemplo de Antioquia como iglesia misionera
Esta iglesia no fue plantada por Pablo o por alguno de los apóstoles. La realidad
es que aunque Dios ya había abierto la puerta de la salvación a los gentiles, los
judíos no predicaron a los gentiles, sino que, con motivo de la persecución y la
dispersión, fueron unos varones de Chipre y Cirene quienes “cuando entraron en
Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del Señor
Jesús” (Hechos 11:20). Tuvieron grandes resultados al evangelizar a los griegos,
de tal manera que “gran número creyó y se convirtió al Señor” (Hechos 11:21).
Bernabé fue enviado por la iglesia de Jerusalén para ayudar esta nueva obra, y el
buscó a Saulo de Tarso para que le ayude (Hechos 11:22-26). Ambos fueron
usados por Dios para levantar una iglesia fuerte, con visión misionera, cuya
membresía era mayoritariamente gentil. Fue aquí en Antioquia donde a los
discípulos se les llamó por primera vez cristianos (Hechos 11:26), de tal manera
que por primera vez al cristianismo como algo separado y diferente a la religión
judía.
Es muy probable que, debido a su trasfondo gentil, esta iglesia se interesara tanto
en la evangelización de los gentiles que se encontraban mas alejados. Vemos en
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Hechos 13 y 14 los principios fundamentales que se pueden ver en esta iglesia,
que fue tan usada por Dios para las misiones y que ahora es un modelo de trabajo
misionero.
• La iglesia tenía un buen proceso de formación, crecimiento e
involucramiento de los creyentes en el ministerio. (Hechos 13:1)
• La iglesia tenia una vida de oración, ayuno y búsqueda de la voluntad de
Dios (Hechos 13:2)
• La iglesia era sensible a la dirección del Espíritu Santo (Hechos 13:3)
• Los lideres de la iglesia reconocieron el llamado de sus misioneros
• La iglesia se identificó con sus misioneros y les apoyaron
• Dios llamó a las misiones a siervos que se encontraban ya involucrados en
el ministerio de la iglesia local
• La iglesia no procuró controlar el trabajo de sus misioneros
• Los misioneros obedecieron el llamado del Espíritu Santo
• Los misioneros informaban a la iglesia de su trabajo (Hechos 14:27)
• Los misioneros, al regresar de su viaje misionero, se volvieron a involucrar
en la vida de servicio en la iglesia local (Hechos 14:28)
Hemos visto pues los principios que marcaron el ministerio del Señor Jesús, del
apóstol Pablo y de la iglesia de Antioquia, con el deseo de que estos marquen
también nuestro trabajo en el ministerio. Es menester que los pastores, aunque no
se dediquen a la labor misionera en exclusiva, tengan una visión misionera clara y
definida, y que velen, no sólo por los creyentes de la iglesia local, sino por el
cumplimiento de la Gran Comisión.
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CAPITULO III
La estrategia de trabajo en las misiones
La Biblia habla de misiones. El corazón de Dios se encuentra en las misiones: es
la realización del deseo de que sean benditas en Cristo “todas las familias de la
tierra”. Si bien es cierto, en la actualidad existen muchas agencias misioneras,
muchas tendencias y filosofías de trabajo, el siervo de Dios, el pastor de una
iglesia local, hará bien en acudir a la Palabra de Dios para observar directamente
de la fuente las enseñanzas sobre la estrategia de trabajo que debe tener un
misionero y pastor.
Con esto en mente, se ha identificado dos versículos que son clave para entender
el trabajo misionero. Cada uno de ellos nos da luz sobre aspectos adicionales a
los que ya hemos visto en los ejemplos de Jesucristo, Pablo y la iglesia de
Antioquia.
Crecimiento progresivo (Hechos 1:8) Este versículo nos habla de la última instrucción que dio el Señor Jesús a sus
discípulos antes de ascender a los cielos. Es interesante que su ultimo mandato
fuera relacionado con las misiones: “me seréis testigos”
“pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo,
y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo
último de la tierra” (Hechos 1:8)
En la actualidad, hablamos en la iglesia de muchos temas, pero la mayoría de
ellos tienen que ver con asuntos del hombre y de su vida diaria; o por lo menos de
su interés inmediato. Es muy poco lo que se habla de misiones, mucho menos lo
que se practica acerca de esto. Sin embargo, este texto nos habla de la urgencia
con que nuestro Señor Jesucristo nos explica el proceso del crecimiento
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progresivo en las misiones: no podemos detenernos en el afán de llevar el
evangelio a las personas que aun no lo conocen.
Este crecimiento, si bien es cierto es progresivo, no es desordenado ni
improvisado. Nuestro Señor, en pocas palabras nos dio un modelo claro de
crecimiento para la iglesia que debemos seguir.
Una provisión sobrenatural (“recibiréis poder”) La promesa del Espíritu Santo sobre los creyentes les daría a ellos la
capacidad y la fortaleza espiritual de poder obedecer a Dios de corazón.
Una relación sobrenatural (“me seréis testigos”) Dicho poder capacitaría a los creyentes para ser testigos del Señor Jesús.
La palabra traducida por testigos es martus , de la cual viene nuestra
moderna palabra mártir. Un testigo es alguien que da testimonio de lo que
sabe, de lo que ha visto y oído (Hechos 4:20). Quiere decir que un testigo
cristiano efectivo es aquel que tiene una relación firme y ferviente con su
Maestro; de otro modo, ¿Cómo podemos hacer misiones si ni siquiera
tenemos una relación sana con el Señor Jesucristo? ¿Cómo podemos
persuadir a otros de Alguien a quien no conocemos o con quien no nos
relacionamos?
Un enfoque gradual de crecimiento (“Jerusalén, Judea, Samaria, hasta lo último de la tierra”) Los creyentes, capacitados por el Espíritu Santo para ser testigos del Señor
Jesús, y teniendo una relación profunda con El, comparten ahora su visión
y pasión misionera. Deben testificar de su Señor a las naciones, pero en
orden creciente y gradual: primero Jerusalén, la ciudad mas cercana, luego
Judea. A continuación Samaria, la primera ciudad que ya no es judía, y
luego hasta lo último de la tierra. Hay que notar que cada uno de estos
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pasos involucra el riesgo de dejar lo cómodo y lo que se conoce hacia algo
nuevo, simplemente por obediencia al Señor.
También implica un creciente esquema de organización y formación de
equipos de trabajo: la iglesia no salió a las misiones a las ciudades gentiles
mas allá de Jerusalén y su ámbito inmediato hasta que hubo obreros
preparados, levantados por el Señor, como Pablo y Bernabé, quienes a su
vez también fueron organizándose en equipos de trabajo con creyentes que
pudieran seguir con esta visión misionera.
Este texto se enfoca en el crecimiento progresivo que debe experimentar la obra
misionera: de menos a mas, comenzando en la iglesia local, hacia la
evangelización y plantación de nuevas iglesias, partiendo desde un ámbito local
(Jerusalén), hacia un ámbito regional (Judea), luego hacia un ámbito nacional
(Samaria) y global posteriormente (hasta lo ultimo de la tierra).
Esto es muy importante porque si lo siguiéramos nos percataríamos que vamos
aprendiendo y ganando experiencia conforme vamos avanzando en las misiones,
preparándonos para lugares cada vez mas alejados.
Crecimiento sostenido (Hechos 14:21-23) No sólo se trata de un crecimiento progresivo, sino que permanece en el tiempo;
de lo contrario, estaríamos hablando de un trabajo que no produce resultados
permanentes para la gloria de Dios. ¿Cuál es el objetivo de las misiones? Vidas
regeneradas, tomadas de cada lengua, tribu, nación y pueblo para Dios. No hay
nada peor que una labor evangelizadora pero que no tiene un respaldo de
discipulado o enseñanza de la Palabra de Dios. Realmente cometemos un pecado
muy serio al abandonar a los nuevos creyentes a su propia suerte, sin
preocuparnos por su crecimiento espiritual.
STB – Ministerio Pastoral, El pastor y las misiones 2012
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Veamos que es lo que dice el texto bíblico en mención:
“Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos
discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, confirmando los ánimos
de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y
diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos
en el reino de Dios. Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo
orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído”
(Hechos 14:21-23)
Anunciando el evangelio (Hechos 14:21) El primer punto que vemos en la estrategia bíblica para la preservación del
crecimiento del esfuerzo misionero es la predicación del evangelio . Tanto
los misioneros como los pastores deben estar siempre evangelizando y
movilizando a la iglesia, si es que ya esta formada, a la evangelización en
todas las formas posibles. El ímpetu evangelizador llena la iglesia de un
sentido de propósito, esperanza y gozo, los cuales dan fuerzas y ánimo a
todo creyente. En el caso de un misionero que esta iniciando una obra
nueva, este versículo nos muestra que Pablo no iniciaba una obra tomando
creyentes de otras iglesias, como solemos ver ahora, sino que se disponía
a predicar el evangelio, normalmente a partir de la predicación en las
sinagogas, hasta que podía tener un grupo de nuevos creyentes. Pablo no
se iba de una ciudad a menos que pudiera realizar la tarea de
evangelización, si en algunos casos tuvo que retirarse antes fue por
oposición de los judíos, quienes hacían peligrar el trabajo con los nuevos
creyentes, si es que el apóstol se quedaba en dicha ciudad.
Este punto, aunque pudiera parecer fácil, es muy importante: requiere que
el misionero y/o pastor tenga claro el evangelio de nuestro Señor
Jesucristo, y que pueda comunicarlo con claridad y exactitud. Muchas
veces, este es el punto de error de muchos intentos misioneros, pues los
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obreros no tienen claro los fundamentos básicos del evangelio y terminan
predicando un falso evangelio: prosperidad, promesas de sanidad,
realización personal, solución de problemas, etc. que no son el mensaje
correcto del evangelio, y que por ende no tienen poder para convertir a las
personas. No podemos olvidar la severa advertencia que Pablo mismo hace
a los gálatas en Gálatas 1:8. A este respecto, el pastor debe enseñar a su
membresía los fundamentos del evangelio de tal manera que todos lo
puedan tener claro al momento de evangelizar. Lo mismo podemos decir
del misionero: lo que el crea y enseñe, determinará la mentalidad y
creencias de las obras que inicie y de los creyentes que la conformen.
Discipulando los nuevos creyentes (Hechos 14:22) El segundo punto que vemos en la estrategia bíblica para la preservación
del crecimiento del esfuerzo misionero es el discipulado de los nuevos
creyentes . Pablo muchas veces tenía que salir rápidamente de las
ciudades donde tenía que predicar debido a la oposición de los judíos; pero
nunca dejaba un grupo de creyentes abandonados: regresaba al cabo de
un tiempo, o en su defecto enviaba a alguno de sus colaboradores a que
pudieran seguir enseñando la Palabra de Dios, con el fin de poner el
fundamento necesario para que los creyentes pudieran continuar su vida
cristiana, aun en medio de la inmoralidad y el paganismo en el que se
encontraban.
El apóstol Pablo tenía este proceso muy claro: no sólo es necesaria la
evangelización, sino que también la edificación de los creyentes. Aun más,
aunque ambos aspectos del ministerio son muy importantes, el resultado
final, el crecimiento espiritual de los creyentes depende en última instancia
de Dios. En 1 Corintios 3:6, nos dice “Yo planté (evangelización), Apolos
regó (enseñanza); pero el crecimiento lo ha dado Dios”.
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Entonces, el discipulado es el complemento necesario y natural de la
evangelización: no se puede anunciar el evangelio y dejar a los nuevos
creyentes sin las herramientas básicas y los conocimientos necesarios para
que se relacionen correctamente con su Salvador. Después de haber hecho
eso concienzudamente, sabiendo que se ha enseñado la sana doctrina, que
es capaz de hacernos “sabios para la salvación por la fe que es en Cristo
Jesús” (2 Timoteo 3:15), el obrero (misionero o pastor) puede descansar en
el hecho de que ha sido fiel a su encargo y que Dios es quien en última
instancia da el crecimiento, aunque el ya no este presente en la obra. Dios
salva a las personas, las santifica y las preserva hasta el final, sus siervos
son los instrumentos por medio de los cuales los hombres “han creído”;
pero la salvación es de Dios.
Constituyendo líderes que presidan la nueva obra (Hechos 14:23) El tercer punto que vemos en la estrategia bíblica para la preservación del
crecimiento del esfuerzo misionero es la preparación de lideres cristianos
que continúen el trabajo una vez que el misionero tenga que dejar el
campo. El apóstol Pablo tenia muy claro que la obra no podía depender de
su ministerio o de alguno de sus colaboradores: los nuevos creyentes
tenían que entender que su dependencia debía estar en Dios mismo, quien
tiene poder para “sobreedificaros y daros herencia con todos los
santificados” (Hechos 20:32).
Eso no significaba que Pablo se desentendía de los creyentes o de las
nuevas iglesias que iba plantando a lo largo de su ministerio: cuando estuvo
en Éfeso, intencionalmente no había rehuido enseñarles “todo el consejo de
Dios” (Hechos 20:27), sino que, “por tres años, de noche y de día, no he
cesado de amonestar con lágrimas a cada uno” (Hechos 20: 31). Este
esfuerzo tuvo sus frutos pues cuando Pablo debía seguir su viaje hacia
Jerusalén, vemos en los demás versículos del capitulo 20 del libro de los
Hechos que había un grupo de ancianos que presidian las iglesias locales
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en Éfeso (Hechos 20:17). El apóstol le dijo a los ancianos “mirad por
vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por
obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia
sangre” (Hechos 20:28).
¿Qué quiere decir esto? En la economía de Dios, agradó salvar a los
hombres por la locura de la predicación (1 Corintios 1:21), como ya hemos
visto antes. También agradó a Dios que los creyentes se uniesen en
congregaciones locales, las cuales debían ser presididas por hombres
llamados por Dios mismo, escogidos para tener el encargo de capacitar a
los santos para la obra del ministerio (Efesios 4: 11-16). Entonces, la
preparación de líderes para que presidan las nuevas obras es nada mas
que la expresión de la voluntad de Dios para la edificación de sus hijos, por
medio de hombres que El mismo ha escogido para tal tarea.
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CAPITULO IV
El rol del pastor en las misiones
Las misiones son el desarrollo en la tierra del plan eterno de Dios para llamar de
entre cada tribu, lengua y nación un pueblo escogido para la alabanza de la gloria
de su gracia. Romanos 15:8-9 dice que “Cristo se hizo servidor de la
circuncisión…para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia”
Por consiguiente, el fin y la meta de las misiones es que las naciones glorifiquen a
Dios por su misericordia, es decir la meta final de las misiones es la gloria de Dios.
La tierra se llenará del conocimiento de la gloria del Señor como las aguas cubren
el mar (Habacuc 2:14). El fundamento de esta certeza se encuentra no en las
estrategias misioneras, sino en el desarrollo del plan de Dios, quien realiza todas
las cosas conforme a su voluntad y propósitos (2 Timoteo 1:9, Apocalipsis 4:11).
La esperanza segura de éxito en las misiones es el poder de Dios para asegurar
que sus ovejas de cada lengua y tribu y nación harán caso a la palabra de sus
pastores y misioneros.
Jesús describió la tarea misionera así: “Tengo otras ovejas que no son de este
redil; a ésas también me es necesario traerlas, y oirán mi voz” (Juan 10:16). El
éxito de su misión de juntarlas es seguro. Dijo que la razón por la cual algunos no
creen en la proclamación del evangelio es porque no pertenecen a sus ovejas.
Pero “mis ovejas oyen mi voz y yo las conozco y me siguen” (Juan 10:26-27). Así
que la tarea misionera restante así como lo consideraba Jesús era de “reunir en
uno a los hijos de Dios que están esparcidos” (Juan 11:52).
Entonces, por ejemplo, cuando Pablo entra a la ciudad pagana de Corinto, el
Señor le asegura en un sueño, “No temas, sigue hablando y no calles… porque yo
tengo mucho pueblo en esta ciudad” (Hechos 18:9-10). Y cuando termina de
predicar en la ciudad de Antioquía, Lucas describe así los resultados, “y creyeron
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cuantos estaban ordenados a vida eterna” (Hechos 13:48). ¿Y estas ovejas, que
estaban muertas en delitos y pecados, como hicieron caso a la voz del Señor?
Lucas nos pone a Lidia como un ejemplo del poder de Dios en la predicación del
evangelio: “y el Señor abrió su corazón para que recibiera lo que Pablo decía”
(Hechos 16:14).
Promoviendo una pasión misionera Para que una congregación arda con la pasión misionera, el pastor que preside
debe poseer dicha pasión. Tal cual es el corazón del pastor, tal será el corazón de
dicha iglesia. Lo mejor que puede hacer el pastor para promover las misiones en
su iglesia es siendo el mismo el primero en enseñar y vivir las misiones,
preparando un plan sistemático, estratégico y organizado para alcanzar las
naciones y obedecer la Gran Comisión.
Es seguro que una sola iglesia local no podrá alcanzar todas las etnias de la tierra,
pero si puede alcanzar su propia Jerusalén, Judea, Samaria y participar de las
misiones a nivel mundial. Para ello, el pastor debe:
1. Orar por que Dios despierte su propio corazón y el de la congregación a la
pasión por los perdidos en su localidad y en el mundo entero
2. Estudiar profundamente sobre evangelismo, misiones y contactarse con
asociaciones misioneras las cuales puedan retarle, inspirarle y capacitarle
con la visión misionera.
3. Enseñar a la congregación, no solamente como un mes de misiones, sino
que la visión misionera permee todas las actividades de la iglesia.
Recordemos que las misiones tienen que ver con la salvación de los
perdidos y con la gloria de Dios. Todo en la iglesia debe tener dicha
dirección.
4. Diseñar un plan inicial de trabajo, paso a paso, con el grupo de líderes de la
iglesia, con el fin de dar los primeros pasos en la visión misionera.
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5. Promover las misiones, invitando a misioneros que compartan su trabajo,
presentando ministerios que realicen un trabajo similar, teniendo
compañerismo con iglesias de igual fe y práctica que ya están inmersas en
la pasión misionera.
El mejor indicativo de que la pasión misionera se esta despertando en la iglesia es
cuando los hermanos se levantan convencidos de que Dios los esta llamando a
tan precioso ministerio y cuando hay carga por las almas perdidas.
El pastor y las misiones El pastor debe estar preparado para cuando sea el tiempo de ejecutar el plan de misiones en la iglesia. Para ello debe considerar lo siguiente:
1. Preparar a los creyentes que tengan el llamado misionero para que estén
listos para cuando Dios abra las puertas al trabajo misionero. Dichos
creyentes, que serán los futuros misioneros, deben estar preparados
teológicamente y en todos los demás aspectos que requiera su trabajo.
2. Levantar fondos para las misiones, comprometiendo a toda la iglesia a dar
para tal empresa a la que Dios les esta llamando.
3. Mantenerse en oración por todo el trabajo, por el campo en donde van a
comenzar y por los nuevos creyentes que el Señor traerá.
4. Preparar y tener listo las actividades evangelísticas que realizaran en el
lugar donde comenzarán el trabajo, así como el material de discipulado que
se utilizará para enseñar a los nuevos creyentes.
5. Empezar la ejecución del plan, identificando un campo blanco en la
localidad más cercana (Jerusalén). Siguiendo los principios bíblicos que
hemos descubierto en este trabajo, se debe evangelizar hasta que haya un
grupo de creyentes con los cuales iniciar una nueva obra. Dicha obra
quedará a cargo de uno de los hermanos que se ha estado preparando
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para tal efecto. Este hermano será el misionero en esta nueva obra, y debe
mantener un contacto estrecho con el pastor de la iglesia enviadora.
6. Conforme a la voluntad de Dios, en algún momento se deberán levantar
nuevos lideres de entre los nuevos creyentes, según los requisitos bíblicos
de 1 Timoteo 3:1-7 y Tito 1:5-8. Estos líderes presidirán la nueva obra. Este
es el momento en que el misionero debe pensar ya en otro nuevo campo
donde comenzar una nueva obra.
7. Se recomienda que no se abarquen más de un solo campo por vez, para
concentrar todos los recursos, esfuerzos y oraciones por un solo lugar. El
misionero necesitará todo el apoyo que se puede dar para que la iglesia
pueda crecer y fortalecerse.
8. Una vez que el misionero sale de la obra ya establecida, es recomendable
que regrese a su iglesia enviadora y sirva allí, hasta que se presente una
nueva oportunidad de servicio. Este obrero, ya experimentado, será de
mucho ánimo y bendición a los nuevos hermanos que sienten el llamado
misionero, así como a aquellos que ya están en el campo misionero.
Vemos entonces que el rol del pastor es sumamente importante en el trabajo
misionero. El, junto con los obreros que van a los campos blancos son encargados
de llevar la Palabra de Dios y deben trabajar en equipo, animándose y
ayudándose en todo lo posible para la expansión y edificación del reino de Dios.
La labor misionera es muy difícil y ardua, y los misioneros necesitan ser
pastoreados, exhortados, consolados y dirigidos en medio de sus actividades. El
pastor debe estar listo para velar por ellos también, así como para aconsejar y
direccionar a los creyentes que están inclinándose por las misiones.
Pablo es un perfecto ejemplo de pastor y misionero: no solamente tomo en sus
lomos la labor misionera, sino que el mismo fue pastor para jóvenes misioneros
como Timoteo y Tito, quienes pudieron trabajar bajo la experiencia, amor y
sabiduría de este gran siervo de Dios.
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CONCLUSIONES
Este trabajo ha significado mucho para mi, dado que me ha dejado grandes y
profundas enseñanzas sobre el tema de las misiones. Mientras examinaba los
pasajes bíblicos y veía los principios del Señor para un trabajo misionero eficaz,
puedo ver la gran urgencia que tenemos de seguir los patrones bíblicos y la gran
brecha que existe entre lo que hacemos en la actualidad y lo que la Biblia nos
enseña.
No se trata de un tema de forma: métodos evangelísticos, que zona es mejor para
comenzar una nueva iglesia, que estilo de adoración y alabanza debe tener, o
cuanto es el sueldo que se le debe asignar a un misionero. Todas estas cosas son
importantes y deben ser definidas antes de iniciar algún trabajo; pero lo que nos
muestra la Palabra de Dios son temas de fondo: principios, columnas de verdad
sobre las cuales debe descansar la labor misionera. Y en esto justamente estamos
fallando en muchas congregaciones.
El fin principal de las misiones es la gloria de Dios, la cual será exaltada al
considerar la enorme multitud de toda lengua, tribu y nación que alaban delante
del trono de Dios (Apocalipsis 5:9, 7:9-10). Las misiones son la realización en la
tierra del plan de Dios de tomar para si un pueblo de toda etnia humana, para
alabanza de la gloria de su gracia, la cual fue manifestada en el sacrificio sustituto,
suficiente y completo de su Hijo Jesucristo. Semejante privilegio ha sido dado a la
iglesia, de participar en la culminación de dicho plan al anunciar las Buenas
Nuevas al mundo perdido. Pero dicha tarea debe ser hecha con entendimiento,
preparación, estrategia y enfoque, si queremos obtener resultados que puedan
sobrevivir el escrutinio del que conoce las intenciones del corazón (1 Corintios
3:11-15).
En este sentido, el pastor tiene una labor fundamental al conocer y comunicar la
enseñanza bíblica sobre esta gran tarea que ha sido encomendada a todo
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discípulo verdadero de Jesucristo. No solo eso, sino que debe ser un ejemplo fiel y
ferviente del cumplimiento de la Gran Comisión, yendo por delante del pueblo de
Dios, apoyando, levantando y sirviendo a los obreros que se encuentran en el
frente de la batalla: los misioneros. Dichos obreros del Señor no deben quedar
solos, desprotegidos, expuestos al desanimo, la escasez y los ataques del
maligno.
De la misma manera, el misionero debe tener un plan de trabajo estratégico,
bíblico, siguiendo los pasos de su Maestro para formar nuevas congregaciones
independientes, auto suficientes y auto gobernadas, que no dependan de su
ministerio sino del Señor, quien da el crecimiento. El misionero debe estar
dispuesto a ir hasta lo último de la tierra para anunciar el evangelio a quienes
nunca han oído de El, preparándoles, fundamentándoles en las verdades bíblicas
y encomendándoles a la gracia sustentadora del Señor. El Señor mismo edifica su
iglesia (Mateo 16:18).
Termino con esta reflexión: Gloria al Padre quien por su gran amor y misericordia
envió a su Hijo a salvarnos del pecado y la condenación. Gloria al Hijo que nos
lavó de nuestros pecados con su sangre, fundando la iglesia y velando por ella.
Gloria al Espíritu Santo, quien vela por la iglesia, capacitando a sus siervos para el
ministerio, enseñándonos y guiándonos al conocimiento del Señor por medio de
su Palabra. Gloria al trino Dios que es el origen de las misiones y el fin de las
mismas. Que Dios nos ayude a cumplir con todas nuestras fuerzas el glorioso
encargo que nos ha dado.
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REFERENCIAS
• H.B. Bardwell, Pablo, su vida y epístolas. Editorial CLIE
• John Mc Arthur, Ministerio Pastoral. Editorial CLIE
• John Piper, El papel de un pastor en las misiones mundiales, Serie Bethel
Seminary Chapel
• John Stott, El cuadro bíblico del predicador. Editorial CLIE
• Robert Coleman, Plan supremo de evangelización. Casa Bautista de
Publicaciones
• Jorge Espinoza, Historia y práctica de la Obra misionera. Seminario Teológico
Bautista de Lima
• Rubén Tello, Blog Como pámpanos en la vid (www.pampanos.wordpress.com)