BOQUITAS PINTADAS, UNA OBRA DE MANUEL PUIG El presente trabajo versa sobre la novela Boquitas pintadas, de Manuel Puig. A partir de este se intentará un acercamiento al uso de diferentes géneros como recurso narrativo y a la ausencia explícita del narrador en tercera persona en la obra de este autor. El escritor argentino Manuel Puig 1 nació el 28 de diciembre de 1932 en General Villegas, provincia de Buenos Aires. Debido a la inexistencia de un colegio secundario en el pueblo que lo vio crecer, sus padres lo enviaron a estudiar a la capital. Su pasión siempre fue el cine, pero en la universidad intentó con las carreras de Arquitectura y de Filosofía y Letras. Con la ayuda de una beca pudo dedicarse a lo que realmente amaba: el séptimo arte. Por eso en 1956 viajó a Roma para comenzar a estudiar. En otras ciudades de Europa, el joven Puig dio clases de español y de italiano, y empezó a escribir los primeros bocetos de algunos guiones cinematográficos. Posteriormente, se dedicó a la asistencia de dirección tanto en la capital italiana como en Buenos Aires. Al mudarse a Nueva York surge la idea inicial de lo que luego sería su primera novela, La traición de Rita Heyworth, que primero nació como un guión, pero que terminó convirtiéndose en una obra literaria en 1965. Gracias a ésta, fue finalista de un prestigioso concurso organizado por la editorial española Seix Barral, aunque no logró que la novela se publicase hasta 1968. 1 La biografía completa de este autor puede ser encontrada en los sitios www.literatura.org y www.sololiteratura.com
Monografía sobre la novela Boquitas Pintadas de Manuel Puig.
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BOQUITAS PINTADAS, UNA OBRA DE MANUEL PUIG
El presente trabajo versa sobre la novela Boquitas pintadas, de Manuel
Puig. A partir de este se intentará un acercamiento al uso de diferentes géneros
como recurso narrativo y a la ausencia explícita del narrador en tercera persona
en la obra de este autor.
El escritor argentino Manuel Puig1 nació el 28 de diciembre de 1932 en
General Villegas, provincia de Buenos Aires. Debido a la
inexistencia de un colegio secundario en el pueblo que lo vio
crecer, sus padres lo enviaron a estudiar a la capital. Su
pasión siempre fue el cine, pero en la universidad intentó
con las carreras de Arquitectura y de Filosofía y Letras. Con
la ayuda de una beca pudo dedicarse a lo que realmente
amaba: el séptimo arte. Por eso en 1956 viajó a Roma para
comenzar a estudiar.
En otras ciudades de Europa, el joven Puig dio clases de español y de
italiano, y empezó a escribir los primeros bocetos de algunos guiones
cinematográficos. Posteriormente, se dedicó a la asistencia de dirección tanto
en la capital italiana como en Buenos Aires.
Al mudarse a Nueva York surge la idea inicial de lo que luego sería su
primera novela, La traición de Rita Heyworth, que primero nació como un guión,
pero que terminó convirtiéndose en una obra literaria en 1965. Gracias a ésta,
fue finalista de un prestigioso concurso organizado por la editorial española Seix
Barral, aunque no logró que la novela se publicase hasta 1968.
En 1969, ya establecido nuevamente en Buenos Aires, publica Boquitas
pintadas, la novela que lo llevaría a la fama. Autor popular cuya escritura había
recibido elogiosos comentarios en el exterior, en su país Puig no logró que la
crítica lo respetara.
The Buenos Aires Affair (1973) fue publicada en un
momento turbio para la Argentina y, como muchos otros
libros, fue prohibido por la dictadura militar. A causa del
ambiente complicado que se vivía en Buenos Aires y de
1 La biografía completa de este autor puede ser encontrada en los sitios www.literatura.org y www.sololiteratura.com
Escrito por el mismo Puig, el guión basado en esta obra sería llevado al
cine en 1974 por Leopoldo Torres Nilsson, director de grandes films como El
guapo del 900 y El santo de la espada, y protagonizado por Marta González,
Alfredo Alcón, Luisina Brando, Leonor Manso y Raúl Lavié.
El éxito alcanzado por Boquitas pintadas logró hacer de su autor una
figura de gran fama, que mereció además el reconocimiento internacional. Esta
novela fue rápidamente convertida en un best seller. Puig había conseguido
crear con ella “una nueva forma de literatura popular”3, donde se mezclaban
diferentes géneros con una innovadora técnica narrativa.
Esta historia a modo de folletín4 fue ideada para publicarse en entregas en
alguna revista de la época; sin embargo, luego de haber sido rechazada tanto
por publicaciones informativas, como por revistas dedicadas al público
femenino, terminó editándose en forma de libro. Por esta razón es que la obra
está dividida en dos partes (“Boquitas pintadas de rojo carmesí”, la primera; y
“Boquitas azules, violáceas y negras”, la segunda), y cada una de éstas está
conformada por ocho entregas, lo que suma un total de dieciséis.
Cada una de las dieciséis entregas comienza con un epígrafe. Todos los
epígrafes corresponden a letras de tango de moda durante la época en la que se
sitúa la novela (décadas del treinta y del cuarenta). En constante relación con la
cultura de masas de aquellos años, Puig encabeza cada capítulo con letras de
canciones populares de una música que en sus inicios se consideró marginal.
«Deliciosas criaturas perfumadas, quiero el beso de sus boquitas
pintadas»5, reza la frase que da inicio a la tercera entrega (p. 35). Parte del fox-
trot6 “Rubias de New York”, lleva también dentro el título de la obra. La letra de
Alfredo Le Pera, que inmortalizó el cantante Carlos Gardel, además se repite en
la quinta entrega.
Durante una entrevista, Manuel Puig declara que la necesidad de recurrir a
ciertos elementos del imaginario social, como por ejemplo las letras de tangos y
de boleros, para rodear a sus personajes está relacionada con
la búsqueda de identidad de los primeros argentinos, hijos de
3 Ibídem4 Como género, según la Real Academia Española, el folletín es un “tipo de relato propio de las novelas por entregas, emocionante y poco verosímil”.5 Todas las referencias a la obra Boquitas pintadas serán extraídas de la edición de 1973. Los extractos se indicarán con el número de páginas entre paréntesis.6 Música y baile de ritmo cortado y alegre, originario de los Estados Unidos de América, y que estuvo de moda a principios del siglo XX (definición de la Real Academia Española).
inmigrantes, que «no sabían cómo era ser argentino. Entonces esa primera
generación que no pudo hallar en casa los modelos de conducta adecuados (…)
los encontraba donde podía, a veces en el cine, en la radio, en las revistas
deportivas o las femeninas o las de espectáculos, en la literatura más
accesible…»7.
Esto explica la utilización de letras de canciones como “Cuesta abajo”,
“Volvió una noche”, “Arrabal amargo” y “Volver”, todos tangos escritos por Le
Pera, que popularizaría la voz de Gardel, el cantante más representativo de
tango que tuvo el Río de la Plata. Muchos de los personajes repiten frases de
estas canciones, apropiándose de ellas, haciéndolas suyas. De esta manera se ve
la relación directa de los epígrafes con el texto. Estas frases no fueron elegidas
al azar, cada una de ellas, como muchas canciones en su totalidad, guardan una
relación cercana con el tema del capítulo, con algún hecho en particular o con
un sentimiento experimentado por alguno de los personajes durante la entrega
correspondiente.
Así la frase «Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos, van
marcando mi retorno. Son las mismas que alumbraron, con sus pálidos reflejos,
hondas horas de dolor» (p.111) da comienzo al tango “Volver” y también a la
última entrega de la primera parte, cuando Juan Carlos retorna a su pueblo
natal. De la misma manera «Era… para mí la vida entera…» (p.9), de “Cuesta
abajo”, da inicio a la obra. Son palabras que cobran sentido a medida que
avanza la historia y caemos en cuenta de que este personaje central (epicentro
alrededor del que giran varias mujeres) ha sido el gran amor de Nené.
«Charlemos, la tarde es triste…» (p.23), frase del tango “Charlemos”
escrito por Luis Rubinstein, que encabeza la segunda entrega, aparece también
en palabras de Nené mientras le escribe una carta a la madre de Juan Carlos, en
la que se desahoga de todos sus problemas. Estas cartas, que se inician luego de
la muerte del muchacho, y en las que nos enteramos de la actual situación de
Nené, ya casada y con dos hijos, no solo tienen la finalidad de darle el pésame a
la mujer, sino también de solicitarle el envío de unas antiguas cartas, escritas
por el joven en 1937, lo que será el puntapié inicial para conocer la historia de
este amor que no pudo ser.
Si bien Nené y Juan Carlos son los protagonistas de esta novela, hay ciertos
personajes secundarios cuyas vidas se enredan y se mezclan en las calles
7 Rodríguez Monegal, Emir. El folletín rescatado: El CEFyL de los estudiantes, Literatura argentina II (Mimeo)
apacibles de este pueblo ficticio. Del lado femenino, ubicada en el extremo de
una triada, en la que Nené sería el centro (directa relación con su pertenencia a
la clase media), se encuentra Mabel, una chica de clase media alta, que es su
amiga, pero que también tuvo una relación con Juan Carlos, con quien aún
mantiene ciertos encuentros a escondidas.
En el otro extremo, el de la clase baja, Antonia Josefa Ramírez, apodada
“Rabadilla” o “la Raba”, antigua compañera de colegio de las chicas, que trabaja
como servicio doméstico. Su historia se relaciona también con la de Pancho, un
albañil, futuro suboficial de la policía, quien se perfila como la contrapartida de
su amigo Juan Carlos.
Podríamos nombrar otros personajes que completan el cuadro: la Viuda
que mantiene un affaire con el muchacho, la madre de Juan Carlos, y también su
hermana Celina, que toma un papel decisivo en el curso de los acontecimientos,
en especial hacia el final de la historia. Y también dos personajes masculinos en
relación directa con Nené, que marcan su pasado y su presente-futuro: el doctor
Aschero, con quien tuvo su primer amorío, por un lado, y Massa, su marido, un
martillero público con quien se muda a Buenos Aires luego de casarse. Este
hombre será el encargado de quemar las famosas cartas sobre el final de la
última entrega, cerrando así la historia de Boquitas pintadas.
Pero más allá de la trama general retratada en esta novela, el eje principal
de la segunda obra de Puig es básicamente una historia de amor, bastante
peculiar, pero historia de amor al fin. Por eso es que podemos ubicar esta obra
en el vasto campo de la novela romántica, que por aquella época era más
conocida como “novela rosa”.
Como género literario, el folletín presenta ciertas características a las que
el escritor se apega para contar esta historia: primero y principal, la división en
entregas; luego, la intriga creada al final de cada capítulo; y la “estética
colectiva”8, ya que se recurre a elementos propios de una sociedad, para
retratar una época, la manera de pensar y las representaciones sociales. La
emotividad y la cursilería, así como también la utilización de ciertos personajes
esquemáticos (al menos en apariencia), son otros rasgos particulares de los que
Boquitas pintadas no está exenta.
Sin embargo, aunque no cabe duda de que Manuel Puig intenta un rescate
del folletín, producto popular que ha sido bastardeado por la crítica y
disminuido a la categoría de “subgénero”, por otro lado, a partir de su enfoque y
8 Concepto extraído del artículo Herederos del melodrama. Véase www.teatro.meti2.com.ar
mediante una serie de recursos estilísticos, también rompe con muchas reglas
clásicas de la “novela rosa”, centrada siempre en la relación romántica entre
una mujer y un hombre, que son capaces de soportar separación, desdichas y
engaños para que finalmente, sobre el desenlace, el amor puro triunfe y los
amantes permanezcan juntos para siempre.
La historia de Boquitas pintadas se aleja desde un primer momento del
final feliz; ya sabemos desde la entrega inicial que Juan Carlos, uno de los
amantes, está muerto, y promediando la novela también nos podemos dar
cuenta de que la relación entre este hombre y esta mujer jamás pudo ser, y sólo
se quedó en sueños y promesas y una idealización de este galán por parte de
Nené hasta el final de sus días.
Aquí Puig rompe con el estereotipo y presenta a su protagonista masculino
como un antihéroe, lejos de los clásicos galanes astutos, caballeros y
considerados de los que se enamoraban las lectoras del folletín. Juan Carlos es
bello y atractivo y enseguida roba el corazón de la chica, pero este personaje
está lejos de ser el hombre soñado, bueno, valiente y honesto. Juan Carlos es un
donjuán, egoísta, despreocupado por su salud y por el bienestar de los demás,
que salta de mujer en mujer, sólo le interesa el dinero, la diversión y el juego, y
que además sufre de tuberculosis, enfermedad de la que muere a una corta
edad.
Nené tampoco es la arquetípica damisela en apuros, capaz de soportar las
adversidades para alcanzar la felicidad de la mano del amor de su vida. Si bien
se sobreentiende que nunca superó aquel noviazgo de juventud y que siempre se
arrepintió de no haber permanecido junto a él, el miedo al contagio de aquella
enfermedad mortal y a la soledad la llevaron a los brazos de otro hombre, con el
que tendría un matrimonio aburrido y que le daría dos hijos y una vida rutinaria,
lejos de sus sueños y de un futuro idealizado que jamás pudo alcanzar, pero con
el que al menos evitó la soltería tal mal vista por aquellos años.
Mientras que los personajes típicos del folletín son fácilmente clasificables
en “buenos” y “malos”, además de que no poseen demasiados matices y se
componen de lugares comunes, en este caso los personajes que se mueven por
el ficticio pueblo de Coronel Vallejos sí presentan una tridimensionalidad que,
aunque no sea aparente desde un principio, se desprende de sus actos, de sus
palabras y de sus pensamientos.
Todo esto, sumado a la mezcla de recursos, muchos de ellos tomados de los
medios de comunicación populares, donde se mezclan voces externas, frases
hechas y los típicos clichés del género, es lo que ha generado que muchos
teóricos hablen de esta novela como una parodia del folletín, como una burla
hacia las novelitas sentimentales difundidas especialmente para las damas de la
época. Pero en numerosas entrevistas, el autor aclara que nunca hubo en sus
planes un fin satírico, y aunque en la parodia siempre se reconoce un homenaje
implícito al elemento burlado, Puig ha asegurado que no fue su intención
burlarse de los personajes.
«No creo que mis personajes sean caricaturas, yo me propongo hacer
retratos»9, expresó el autor al ser consultado sobre este asunto. La suya no es
una crítica; lejos de reírse de ellos o de juzgarlos, Puig reproduce fielmente lo
que cree que es su realidad cotidiana. Los deja libres, los deja actuar, pensar y
hablar dentro de su medio. De aquí la principal subversión al orden pactado de
la novela rosa, porque mediante esta realidad cruel y palpable que Manuel Puig
crea, se aleja de la historia idealizada, rompe con los lugares comunes, invierte
las reglas, destruye los estereotipos y patea el tablero en el que el final feliz es
el único posible para los protagonistas y para los lectores ávidos de un “the end”
irreal y placentero.
Uno de las repetidos ataques al folletín era que este evadía la crítica social
o ideológica. En Boquitas pintadas no hay juicios de valor manifiestos. El
acierto del autor radica en presentar los hechos, lanzarlos hacia el lector para
que sea este quien saque sus propias conclusiones, creando un guiño de
complicidad con él. Así serán los lectores los que decidan lo que está bien o lo
que está mal; los que juzguen a los personajes y sus actos; los que diluciden
todos aquellos detalles en los que no se ahonda, pero que quedan flotando para
ser reinterpretados o descartados.
Cuando Puig hace que Nené o Juan Carlos confeccionen una carta, y al
finalizar de escribirla el narrador nos muestra lo que hace el personaje, queda
expuesta, a simple vista, la hipocresía con que se manejan en su vida cotidiana.
No hace falta que el narrador acote su opinión al respecto o nos marque
detalles, porque todo está a la vista. Este no es solo el caso de estos personajes;
aquí no se trata únicamente de una persona que miente o engaña, no es la
hipocresía de uno, es la hipocresía de todos, de una sociedad completa. Y aquí
se halla el centro de esta obra, el tema principal de Boquitas pintadas. Tema
que se relaciona indisolublemente con el de “las apariencias” y el “qué dirán”,
9 Rodriguez Monegal, Opcit
como se menciona habitualmente a los dichos y habladurías de vecinos, amigos
y familiares que juzgan las formas de comportamiento de los demás.
Los personajes de esta novela dicen una cosa y hacen otra; piensan algo,
pero expresan lo contrario, y esto se puede observar claramente en dos pasajes
de la historia, cuando se aprecian los diálogos que se mantienen entre algunos
personajes, pero a continuación de sus palabras se pueden leer también sus
pensamientos, como en el caso de este extracto que reproduce el diálogo entre
la Viuda y Celina:
—Mire, ante todo quiero que Ud. me prometa no contárselo a nadie. orillera chusma, vas a sufrir sin contárselo a la vecina—Se lo juro por lo más sagrado. ¿Dios no me castigará que estoy jurando?—¿Por quién? si jurás por mi hermano te escupo—por Juan Carlos no me animo Por la felicidad de mi hija (p.181)
Muchos de los actos de los personajes están motivados por el rol que les ha
tocado en suerte; roles que se introducen a forma de costumbre, que se asumen
de manera inconsciente, que se afirman en apariencia y que no se contradicen,
al menos no de manera expresa, porque de lo contrario se quedaría expuesto a
los comentarios y a las miradas de los demás.
En épocas donde estos roles prefijados para hombres y mujeres, y para
determinadas clases sociales, no se objetan, ya que se considera natural seguir
ciertos modelos de comportamiento, solo resta sucumbir a las imposiciones
ajenas o romper las reglas, pero siempre manteniendo las “apariencias”. Esto es
lo que hacen muchos personajes femeninos: se casan porque la soltería está mal
vista; tienen relaciones sexuales antes del matrimonio, aunque jamás lo
confiesen; son capaces hasta de mentir ante la Justicia con tal de evitar que su
“honor” se vea empañado. Aquella que no miente, la que queda en evidencia,
como es el caso de la Raba y su embarazo, pasa a ser el centro de las
habladurías, una paria a la que muchos quitan el saludo.
La hipocresía resalta en los monólogos interiores de estos personajes, en
sus confesiones al sacerdote, en los rezos, pero principalmente en sus formas de
actuar siguiendo determinados patrones, alejándose de sus propios deseos.
Repiten frases hechas, copian modas, se rigen por la estética del cine y las
revistas, temen a mitos, leyendas y supersticiones de dudosa procedencia,
aspiran a ciertos ideales de perfección y practican un «catolicismo de
conveniencia»10.
10 Palabras del autor extraídas de la entrevista de Saúl Sosnowski.
Regidos por el paternalismo imperante y movidos por los móviles morales
de las décadas del treinta y del cuarenta, este cúmulo de personajes se maneja
con comentarios malintencionados, sonrisas falsas y elogios de compromiso;
hablan para callar, silencian la verdad que permanece latente bajo sus actos, y
repiten en voz alta todas aquellas fórmulas que la sociedad considera correctas.
Sin expresar una opinión, aunque ésta subyace durante toda la obra,
Manuel Puig conoce a la perfección a estos personajes y los motivos que los
movilizan a actuar de determinadas maneras, porque muchos de estos están
basados en personas reales, gente de su pueblo que conoció durante la infancia.
Probablemente el escritor no haya sido solamente testigo de la forma de vida y
de la exposición de las personas en un pueblo chico, en el que los chismes
estaban a la orden el día; escapándose de esa realidad diaria en la que tenía que
vivir, el niño desoía las habladurías y se refugiaba en la magia del cine, única
manera de alejarse de la cruda realidad para una persona especial, sensible y
diferente de lo que se esperaba de los hombrecitos en la Argentina de los años
treinta.
No es de extrañar que el autor elija no ejercer juicios de valor ante las
circunstancias que se extienden en la vida de estos personajes, y que evite
juzgarlos mediante el uso de ciertos recursos en los que la voz del narrador es
casi inexistente. Por eso ésta, tal vez, sea una de las principales causas por la
que es notable la falta de la tercera persona a lo largo del escrito. La ausencia
de un narrador omnisciente que dé su propio punto de vista es evidente desde
las primeras páginas. «Hablar en tercera persona significaba juzgarlos y esto
me resultaba antipático»11, fueron las palabras que usó el propio Puig para
explicar su aversión a la tercera persona y al autoritarismo que ésta produce, y
del que él pretendía escapar.
Debido a este motivo podemos apreciar que en la mayoría de las entregas,
el escritor echa mano a diferentes géneros (no solo literarios), para contar esta
historia. Es quizás el principal de estos el género epistolar. Son las primeras
cartas las que dan inicio a la acción. Éstas, escritas por Nené para la madre de
Juan Carlos, marcan también el eje temporal y espacial a partir del cual se
narran los hechos: desde mayo a septiembre de 1947, en la ciudad de Buenos
Aires. Desde este año, la narración de la protagonista permite que se
rememoren ciertos acontecimientos que tuvieron lugar en Coronel Vallejos
11 Palabras expresadas por el autor en la entrevista realizada por María Esther Gillio en su casa de Río de Janeiro. Véase www.sololiteratura.com
Similares a estos son otros dos diálogos, pero aquí cabe marcar la
diferencia: a continuación de las palabras de cada uno de los personajes,
señalados en cursiva se encuentran sus pensamientos, que suelen chocar con lo
que expresan sus voces. Así el lector es testigo del inicio de la relación
clandestina entre Pancho y Mabel junto a la higuera.
Luego, más adelante, el mismo recurso vuelve a ser utilizado cuando Celina
va a ver a la Viuda, con motivo de pedirle total discreción acerca de la mudanza
hacia Cosquín, para evitar las habladurías del resto del pueblo. Aquí los
contrastes entre lo dicho y lo pensado son más notables aún.
La religión, sus pautas morales, su influencia en la manera de pensar, de
actuar y de temer pueden ser apreciadas de diversas maneras a lo largo de
Boquitas pintadas, no por un interés particular del autor, sino porque se
corresponde a la forma de vida de la época. Relacionado al catolicismo
imperante en la Argentina por aquellos años, Puig recurre no solo a la confesión
de Mabel ante un sacerdote, sino también a los monólogos interiores que se
expresan, sin intermediarios, a forma de rezo. Los destinatarios de estas
plegarias son Dios, la Virgen María y, también, la Virgen del Carmen. Aquí se
mezclan oraciones, pedidos, confesiones, temores y arrepentimientos, y a partir
de ellos se pueden seguir completando algunos baches en la información
otorgada.
Primero se accede a una narración en la que una adolescente, mencionada
en varias oportunidades a lo largo del libro, confiesa haber sido abusada por
Juan Carlos a su regreso de Cosquín. Abuso que jamás contó, ni siquiera a su
madre, y del que aún teme hablar. La madre de Juan Carlos también teme, pero
por el alma de su hijo y por la posibilidad de que jamás llegue al Cielo, debido al
robo perpetuado por este en la Intendencia. En las palabras de la Viuda hay
resignación y dolor por la pérdida del que fuera su marido, por la reciente
pérdida de su joven amante y también por la pérdida de dinero que pertenecía a
su hija. Sólo por el Padre Nuestro que reza al comenzar, se sabe que Celina está
orando, aunque en realidad sus palabras terminan en una amenaza contra Nené.
Amenaza que se verá cumplida en la siguiente entrega, cuando se descubra la
verdad.
Otros géneros no literarios aparecen en la obra y estos sirven como
vehículo para suministrar cierta información de manera rápida, concisa y
original.
Antes de que finalice “Boquitas pintadas de rojo carmesí”, un parte clínico
expedido por el Hospital Regional de Coronel Vallejos nos permite enterarnos
del embarazo de la Raba. Seguido a este informe, un documento policial sirve
para conocer cuál será el destino de Pancho cuando llegue a La Plata para
convertirse en policía. De la misma forma, mediante un texto jurídico, en este
caso una orden administrativa, el autor nos deja enterarnos de la demanda que
inició el joven estanciero inglés contra el padre de Mabel, por la venta de
ganado enfermo.
Otros textos administrativos narran con vocabulario técnico, específico de
la jerga policial, a través de los extractos de un acta, lo sucedido con respecto al
asesinato de Pancho, haciendo referencia a las declaraciones posteriores de
Mabel y de la Raba.
Para finalizar, Puig recurre a un aviso fúnebre para comunicar la muerte
del personaje principal, en el que se dan los datos primordiales que suelen
aparecer en los obituarios de los periódicos. Así, una vez más, vuelve a insertar
un texto ajeno al género literario para hacerlo funcionar como vehículo de
información para el lector.
Como se pudo observar a lo largo de este trabajo, cada recurso utilizado
cumple con un fin determinado dentro de los engranajes de esta historia. «A mí
me gusta jugar con la forma, pero siempre que me ayude a desentrañar un
contenido, un misterio. Jamás el ejercicio por el ejercicio mismo…»13, declaraba
Manuel Puig en una entrevista, consciente de sus maniobras para contar los
hechos de otra manera, para dejarlos fluir por sus páginas, fiel a sus creencias y
a un estilo particular que lo convirtió en uno de los más reconocidos y originales
escritores de la literatura nacional.
13 Corbatta, Jorgelina. Encuentros con Manuel Puig: El CEFyL de los estudiantes, Literatura argentina II (Mimeo)
BIBLIOGRAFÍA
Corbatta, Jorgelina. Encuentros con Manuel Puig: El CEFyL de los estudiantes, Literatura argentina II (Mimeo)
Puig, Manuel. Boquitas pintadas: Sudamericana, Buenos Aires, 1969 (decimo
segunda edición: 1973)
Rodríguez Monegal, Emir. El folletín rescatado: El CEFyL de los estudiantes,
Literatura argentina II (Mimeo)
Sosnowski, Saúl. Entrevista Manuel Puig: El CEFyL de los estudiantes, Literatura
argentina II (Mimeo)
Bibliografía electrónica
Biografía de Manuel Puig [en línea]Disponible en:http://www.literatura.org/Puig/Puig.html
Biografía de Manuel Puig: Molina, Daniel. La maldición, la fama y el exilio [en línea]: Clarín, 2000Disponible en:http://sololiteratura.com/puig/puigsemblanza.htm
Cabrera Infante, Guillermo. Millenium / Las 100 Mejores Novelas Nº 93 «Boquitas pintadas», de Manuel Puig [en línea]: El Mundo, 2001Disponible en:
Concepto de “estética colectiva”. Herederos del melodrama [en línea]Disponible en:http://www.teatro.meti2.com.ar/dramaturgia/literatura/novelarosa/novelarosa.htm