Guías del Racó Alternatiu de la Biblioteca Ca n'Altimira Cinco minutos para saber algo más
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Mitos y certezas
sobre el discurso
del jefe indio
Seattle (1780-1866)
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1. Bruce Lee 2. El discurso de Seattle
Nosotros somos una parte de la tierra es una frase atribuida al jefe indio Seattle (1780-1866), pero que probablemente nunca pronunció. Esta y otras partes de un discurso que se hizo famoso por su contenido ecologista, son fruto del trabajo de Ted Perry, un guionista norteamericano.
En 1970, Perry recibió el encargo de guionizar un reportaje sobre la contaminación del planeta, que llevaba por título Home, pero no pudo documentar textos de nativos americanos que en la década de 1850 mostrasen la naciente sensibilidad ecologista de la década de 1970. Tuvo noticias del carisma de Seattle, buscó discursos suyos recopilados por un colono llamado Smith y los reinterpretó de acuerdo con la mentalidad actual. Según decía, respondió a la pregunta: ¿qué diría Seattle si viviera hoy?
Los productores de Home creyeron que tendría mucho más impacto achacar las palabras al jefe Seattle, y suprimieron de los créditos la alusión al guionista. Desde entonces, y hasta 1991, no se deshizo el mito.
Nosotros somos una parte de la tierra. Mensaje del Gran Jefe Seattle al Presidente de los Estados Unidos de América en el año de 1855 Palma de Mallorca: Olañeta, 2005.
• Un libro para conocer la diversidad cultural de los indios americanos, más allá de los este-reotipos:
Culturas de los indios norteamericanos. Ed. de Christian Feet. Colonia: Könemann, 2000.
Agradecimientos: Al escritor Daniel Sánchez-Pardos, por el asesoramiento en la versión en castellano.
Estos indios “pescadores” no encajan con la agresiva imagen de la caza de búfalos ni tampoco con el tópico de los indios engalanados con plumas como muestra de ferocidad y proezas guerreras, porque sencillamente no las llevaban. El jefe Seattle era, además, reacio a la violencia: «Cuando nuestros jóvenes se indignan por alguna ofensa real o imaginaria desfiguran sus caras con pinturas, sus corazones también se desfiguran y ennegrecen, y entonces su crueldad no conoce límite y nuestros ancianos son incapaces de detenerlos».
Otro anacronismo no es de lugar, sino de tiempo, porque el ferrocarril (caballo de fuego) no llegó cerca de Seattle hasta 1870, años después de la muerte del jefe indio.
Como resultado de la investigación precedente, para encontrar el rastro de las posibles palabras del jefe Seattle, tenemos que remontarnos al artículo publicado por el doctor Henry A. Smith en el Seattle Sunday Star, en 1887. Este artículo rememoraba el encuentro de Seattle con el gobernador de Washington Isaac Stevens, que había ido a la ciudad en 1854 para negociar la cesión de las tierras de los primitivos pobladores y el traslado de las tribus a unas reservas.
Los historiadores discuten también su exactitud, porque Smith no hablaba la lengua de Seattle (lushootseed) y recibió la traducción en otra lengua indígena, que a su vez volcó al inglés. Otra objeción tiene que ver con que el texto apareció muchos años después del encuentro, y queda la duda de que sea la retórica del doctor Smith y no las sabias palabras del jefe Seattle lo que finalmente hemos terminado leyendo. En cualquier caso, el texto que nos ha llegado es un melancólico canto a la desaparición de un pueblo y una profunda crítica a la crueldad del colonialismo, así como un llamado a poder vivir juntos en paz.
Cuando se cumplían 125 años de la muerte de Seattle,
la periodista encargada de redactar una nota
informativa sobre la efeméride, fue advertida por un
miembro de la tribu suquamish de que el texto en
cuestión era falso, y a raíz de su contacto con el Museo
de Historia e Industria de Seattle, tuvo constancia de
dos investigadores que habían rastreado el origen del
mito y habían descubierto la autoría contemporánea
del discurso.
Dada la resistencia a aceptar el origen ficticio de este texto, la clave está en señalar los anacronismos, no sólo en el ecologismo New Age, sino ante todo en los lapsus de contenido. El texto de Ted Perry pone en boca de Seattle el exterminio de los búfalos por obra del hombre blanco, con estas palabras: «He visto miles de búfalos pudriéndose abandonados en las praderas. Desde el caballo de fuego, sin detenerlo, el hombre de piel blanca les disparaba. Soy salvaje, y no entiendo por qué el caballo de fuego vale más que un búfalo, al que nosotros sólo matamos por supervivencia». El jefe Seattle no podía haber visto esta caza masiva porque vivía en el extremo norte de la costa oeste de Estados Unidos, en la denominada ensenada de Puget. Las tribus costeras no vivían de la caza, sino de la pesca, sobre todo de salmón, bacalao y otros peces de fondo, mariscos, etc.