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1 1 Mi visión de lo humano en el gaucho Martin Fierro Enrique Alberto Arce
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Mi vision de lo humano en el gaucho

Mar 24, 2016

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Enrique Arce

Sobre Martin Fierro
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Mi visión de lo humano en el

gaucho

Martin Fierro

Enrique Alberto Arce

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"Estudio sobre el "Martín Fierro" de José Hernández.

Un subtítulo apropiado para ser comprendida la motivación de este trabajo, sería éste: "Indagando en el alma del "pobre" Del ‘pobre’ en el amplio sentido de la palabra: de aquellos, no solamente carenciados de bienes materiales, sino también los que son humillados, perseguidos, aprovechados; los que no reciben el apoyo comprensivo y compasivo por parte de los demás; quiero decir, de sus semejantes y de los pudientes.

Desde ya, hace bastante tiempo, mientras leía y releía las aventuras y desventuras atribuidas al gaucho "Martín Fierro" de José Hernández, me sentía cautivado por esos personajes de un tiempo ya pasado y del cual, ahora, quedan vestigios en algunos lugares del país. Ese hombre rural curtido por el sol y las duras faenas diarias; tan lleno de esas riquezas interiores que se observan en todo ser humano en contacto con la Naturaleza.

Sin embargo, con el avance de la cultura, ese hombre, con alma de niño, fue transformándose y modificando esas características que lo hacían tan campechano, para perfilarse en un ser más sagaz, y en cierto modo, desconfiado, asemejándose, en parte al hombre ciudadano de nuestro tiempo. Efectivamente, el hombre actual, fue atesorando, a través de los años de historia vivida, una cultura, en la que la ciencia y la técnica incidieron preponderantemente, de tal modo que se le abren tres vertientes orientadoras: una, fuertemente materialista; otra espiritual, y la

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última donde se entremezclan las dos primeras en distintos grados de incidencia. Los sentimientos también sufrieron alteraciones. Así es, como muchas personas expresan las emociones vivamente, sean éstas genuinas o no, mientras que, en otros seres quedan escondidas, como adormecidas, en sus corazones.

En cuanto a mí, reconozco que me sentí fuertemente ‘tocado’ por este personaje, y en varias ocasiones, cuando recito alguno de sus versos, se me quiebra la voz por la emoción que me embarga.

Capítulo I: Breve historia de la obra donde se dibuja el personaje central La historia del "Martín Fierro", impregnada de hermosos y coloridos

cantos, es aparentemente simple pero de una profundidad que trasciende todo aquello que trata sobre la personalidad humana.

Cuenta las aventuras y desventuras por las que transitó este gaucho – gaucho paisano- ya casado y con hijos, luego de ser sometido por la fuerza, a servir bajo mando militar, en la frontera. El motivo era detener la irrupción de los indios a los poblados. En cierto modo, Martín Fierro soportó bastante tiempo, esa situación que él consideró injusta. Hasta que al fin, luego de tres largos años de sufrimiento, consiguió escapar y volver a lo que era su hogar.

Al llegar, se encuentra con un cuadro desolador. No hay nada de lo que dejó. Todo se ha perdido: su mujer, sus hijos, su hacienda. Desde entonces, ante esa situación degradante, se rebela con fiereza ante quien se interponga en su camino.

No tarda mucho en que sus penurias se acrecientan. En dos oportunidades se compromete en peleas, y en ambas mata a sus rivales, en duelo criollo. Al tiempo se entrevera con una partida de policía que lo busca para detenerlo. Pero Martín está advertido. Se produce entonces un encuentro sangriento donde él se juega la vida. Mata a varios policías y consigue salvarse ayudado, imprevistamente, por el Sargento Cruz quién comandaba el grupo y que se apiada de Martín poniéndose a su lado. Terminada la lucha con la huída de los que restaban de la partida, ambos, Fierro y Cruz, luego de contarse sus cuitas, deciden emigrar e irse a vivir con los indios.

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En ese largo destierro que dura cinco años, nace entre ellos una hermosa amistad hasta que Cruz muere allí, entre los salvajes, atacado de viruela.

Martín Fierro, ha perdido a su único amigo y en su soledad angustiosa, busca el momento de salir de ese mundo salvaje. Encuentra la ocasión cuando defiende, en pelea, a una cautiva a quien un indio le acaba de asesinar a su hijito de pecho, frente a su misma madre y alevosamente la azota para acabar con ella también. Fierro siente compasión por la infeliz mujer; mata al indio luego de una feroz lucha y huye con la cautiva. Después de atravesar el desierto tan temido, llegan a un poblado y se separa de ella. Busca a sus hijos y tiene la alegría de encontrar a dos de ellos e incluso al hijo de su amigo Cruz. Se cuentan las aventuras tenidas hasta entonces. Pero en esa pulpería aparece un negro, "el moreno", hermano de otro que Martín matara muchos años atrás; se arma una payada de contrapunto y cuando ya se van a ir a las manos, los hijos los separan. Martín Fierro y los muchachos se despiden para buscar cada uno su camino, pero antes, él les ofrece unos consejos, fruto de su experiencia de vida.

En esta apretada síntesis, he deslindado la época en que sucede esta narración, como así todo tinte político, ya que esto último no es mi objetivo principal. Sin ninguna duda, toda esta epopeya sufrida por Martín Fierro y los otros a los que alude, tiene sus raíces en algo que ya de por sí es legendario: el aprovechamiento del hombre por el hombre. Y aquí le pesan a Martín dos situaciones poderosas: la pérdida de la dignidad y el sometimiento injusto de su libertad. Esto ya lo expresa desde el Canto 1: "Aquí me pongo a cantar/ al compás de la vigüela, / que el hombre que lo desvela/ una pena estraordinaria, / como la ave solitaria/ con el cantar se consuela".

Desde el primer canto ya asoma la sapiencia que contiene la obra. Martín en su dolor espiritual "... que el hombre que lo desvela/ una pena

estraordinaria...", trata de calmarlo cantando, valiéndose de una metáfora "como la ave solitaria...", no aludiendo solamente a la que no tiene pareja, sino también la que está enjaulada con la pérdida de su libertad. Y termina "... con el cantar se consuela".

Luego pide la inspiración divina que lo ilumine para manifestarse, aunque en esos cantos se perfila una suerte de altivez y de arrogancia, tal vez como reacción natural de su propia miserabilidad; de sentirse usado:

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"Yo soy toro en mi rodeo/ y torazo en rodeo ajeno; / siempre me tuve por güeno/ y si me quieren probar/ salgan otros a cantar/ y veremos quién es menos"(C.61). "...con los blandos yo soy blando/ y soy duro con los duros, / y ninguno en un apuro/ me ha visto andar tutubiando"(C.67) "En el peligro ¡qué Cristo!/ el corazón se me enancha, pues toda la tierra es cancha, / y de esto naides se asombre: / el que se tiene por hombre/ donde quiera hace pata ancha"(C.73).

En los cantos 85 a 96, enfatiza el sentimiento de libertad que puja dentro de sí: "Nací como la peje/ en el fondo del mar;/ naides me puede quitar/

aquello que Dios me dio: / lo que al mundo truje yo/ del mundo lo he de llevar "Mi gloria es vivir tan libre/ como el pájaro del cielo;/ no hago nido en este suelo/ ande hay tanto que sufrir,/ y naides me ha de seguir/ cuando yo remuento el vuelo". "...como esas aves tan bellas/ que saltan de rama en rama; / yo hago en el trébol mi cama, / y me cubren las estrellas".

Luego de esta introducción, comienza el relato de sus aflicciones, con una justificación: "Y sepan cuantos escuchan/ de mis penas el relato/ que

nunca peleo ni mato/ sino por necesidá, / y que a tanta alversidá/ sólo me arrojó el mal trato"(C.103). "Y atiendan la relación/ que hace un gaucho perseguido, /

que padre y marido ha sido/ empeñoso y diligente, / y sin embargo la gente/ lo

tiene por un bandido"(C.109).

En este punto comienza el segundo capítulo, donde Martín Fierro hace referencia a quién le toca sufrir en la vida, en su propia vida, y el estímulo que esto tiene en su desarrollo personal: "Ninguno me hable de

penas, /porque yo penando vivo."(C.115) "Junta esperencia en la vida/hasta pa dar y prestar/quien la tiene que pasar/entre sufrimiento y llanto; /porque nada enseña tanto/ como el sufrir y el llorar"(C.121).

También pone un toque de atención para aquellos que viven con arrogancia: "...y naides se muestre altivo/ aunque en el estribo esté: / que suele

quedar a pie/ el gaucho más alvertido"(C.117). Enseguida acentúa el tinte sombrío y triste de la historia: "Viene el

hombre ciego al mundo, / y cuartiandoló la esperanza, / y a poco andar ya lo alcanzan/ las desgracias a empujones, ¡la pucha, que trái liciones/ el tiempo con sus mudanzas!"(C.127).

Se extiende luego, en una hermosa descripción de lo que era la vida en el campo, su hábitat, antes de las experiencias desgraciadas que le sucedieron a él. "Yo he conocido esta tierra/ en que el paisano vivía/ y su

ranchito tenía/ y sus hijos y mujer.../ Era una delicia el ver/ cómo pasaba sus días"(C.133) "Sosegao vivía en mi rancho/ como el pájaro en su nido, / allí mis hijos queridos/ iban creciendo a mi lao.../ Sólo queda al desgraciao/ lamentar el bien perdido"(C.295). "Estaba el gaucho en su pago/ con toda seguridá, / pero aura... ¡barbaridá!, / la cosa anda tan fruncida, / que gasta el pobre la vida/ en juir de la autoridá"(C.253).

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Termina así el segundo capítulo:"Ansí empezaron mis males/ lo mesmo

que los de tantos. / Si gustan... en otros cantos/ les diré lo que he sufrido:/ Después que uno está perdido/ no lo salvan ni los santos"(C.283).

Y así ocurrió. Martín fue uno más entre los que sumaron, del montón que fue destinado a la frontera: "A mí el Juez me tomó entre ojos. / En la

última votación:/ me le había hecho el remolón/ y no me arrimé ese día, / y él me dijo que yo servía/ a los de la esposición"(C.343) "Al mandarnos nos hicieron/ más promesas que a un altar,/ el Juez nos jué a proclamar/ y nos dijo muchas veces:/ "Muchachos, a los seis meses/ los van a revelar"(C.355). "Y cargué sin dar más güeltas/ con las prendas que tenía: jergas, poncho, cuanto había/ en casa, tuito lo alcé:/ A mi china la dejé/ medio desnuda ese día"(C.367). "Ansí en mi moro, escarciando,/ enderecé a la frontera..."(C.379).

Capítulo II: Experiencias de vida en el fortín.

Su larga estadía en el fortín, es descrita en los cantos 381 al 985. En ese lugar siente, en carne propia, la injusticia y la explotación por parte de los que ejercían el poder. "Al principio nos dejaron/ de haraganes criando

sebo. / Pero después... no me atrevo/ a decir lo que pasaba.../ ¡Barajo!... si nos trataban/ como se trata a malevos"(C.403) "Porque todo era jugarle/ por los lomos con la espada..."(C.409).

También comenta, en forma bastante irónica, la lucha contra los indios. Ellos, los del fortín, con... "lanzas y latones/ con ataduras de tiento.../

Las de juego no las cuento/ porque no había municiones"(C.459). "Y chamuscao un sargento/ me contó que las tenían/ pero que ellos las vendían/ para cazar avestruces;/ y ansí andaban noche y día/ déle bala a los ñanduces"(C.463).

Claro está, sin municiones, con armas ofensivas muy precarias y con caballos no bien adiestrados y viejos, la lucha contra los indios resultaba muy desigual.

Continúa su historia: "¡Qué fletes traiban los bárbaros!/ ¡Como una luz

de lijeros!/ Hicieron el entrevero/ y en aquella mescolanza, / éste quiero, éste no quiero/ nos escogían con la lanza"(C.559). "¡Ah! ¡Si partía el corazón/ ver tantos males, canejo!/ Los perseguíamos de lejos/ sin poder ni galopiar; ¡y qué habíamos de alcanzar/ con unos bichocos viejos!"(C.487)". "Del sueldo nada les cuento, / porque andaba disparando; / nosotros de cuando en cuando/ solíamos ladrar de pobres: / nunca llegaban los cobres/ que se estaban aguardando"(C.625). "Y andábamos de mugrientos/ que al mirarnos daba horror; / le juro que era un dolor/ ver esos hombres, ¡por Cristo!/ en mi perra vida he visto/ una miseria mayor"(C.631). "Yo no tenía camisa/ ni cosa que se

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parezca; / mis trapos sólo pa yesca/ me podían servir al fin.../ No hay plaga como un fortín/ para que el hombre padezca."(C.637) "Poncho, jergas, el apero, / las prenditas, los botones, / todo, amigo, en los cantones/ jué quedando poco a poco; /ya me tenían medio loco/la pobreza y los ratones"(C.643)."Y pa mejor hasta el moro/ se me jué de entre las manos; / no soy lerdo... pero, hermano,/ vino el comendante un día/ diciendo que lo quería/ "pa enseñarle a comer grano"(C.655).

Y, como hacían los demás compañeros, cuando podía, cazaba algunas presas que negociaba con el pulpero: "Era un amigo del Jefe/ que con

un boliche estaba; / Yerba y tabaco nos daba/ por la pluma de avestruz. / Y hasta le hacía ver la luz/ al que un cuero le llevaba"(C.685). "¡Ah, pulpero habilidoso! Nada le solía faltar. / ¡Ahijuna!, y para tragar/ tenía un buche de ñandú; / La gente le dio en llamar "El boliche de virtú"(C.697) "Nos tenía apuntaos a todos/ con más cuentas que un rosario. / Cuando se anunció un salario/ que iban a dar, o un socorro; / pero sabe Dios qué zorro/ se lo comió al comisario"(C.709).

En esa ocasión, Martín se quedó esperando en vano, que lo llamaran para pagarle: "...Ya era casi la oración/ y ninguno me llamaba; / la cosa se me

ñublaba/ y me dentró comezón"(C.735).

En los versos que siguen, muestran a un hombre gastado y acobardado. Cuando él, humildemente, sugiere su paga, recibe denuestos y mal trato. "...Le dije: "Tal vez mañana/ acabarán de pagar"(C.743). "¡Qué

mañana ni otro día!/ al punto me contestó: "La paga ya se acabó, / siempre has de ser animal/ Me rái y le dije. "Yo.../no he recebido ni un rial"(C.745). "...Y áhi nomás volvió a decir/ comiéndomé con la vista: / "¿Y qué querés recebir/ si no has dentrao en la lista?"(C.753). "Esto sí que es amolar"/ dije yo pa mis adentros; / "van dos años que me encuentro/ y hasta áura he visto ni un grullo; / dentro en todos los barullos/ pero en la lista no dentro"(C.756).

El asunto fue que se hizo como una averiguación a raíz del rezongo de Fierro que, por supuesto, terminó en nada. "¡Ah, hijos de una!... ¡La

codicia/ ojalá les ruempa el saco!/ Ni un pedazo de tabaco/ le dan al pobre soldao, / y lo tienen, de delgao,/ más ligero que un guanaco"(C.787) "Pero qué iba a hacerles yo,/ charabón en el desierto;/ más bien me daba por muerto/ para no verme más fundido;/ y me les hacía el dormido/ aunque soy medio dispierto"(C.793).

El tiempo pasa y Fierro va perdiendo, cada vez más, la confianza en los demás. Muestra rencor hacia la autoridad constituida; también a los extranjeros con los que convivía. Por último, la sumisión y la paciencia se van agotando. Se siente humillado, usado, y da un testimonio de su propio ser: "Nunca juí gaucho dormido,/ siempre pronto, siempre listo,/ yo soy un

hombre ¡qué Cristo!/ que nada me ha acobardado, y siempre salí parao/ en los trances que me he visto"(C.967) "Dende chiquito gané/ la vida con mi trabajo,/ y

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aunque siempre estuve abajo/ y no sé lo que es subir,/ también el mucho sufrir/ suele cansarnos ¡barajo!"(C.973)."En medio de mi inorancia/ conozco que nada valgo; / soy liebre o soy el galgo/ asigún los tiempos andan; / pero también los que mandan/ debieran cuidarnos algo"C.979). "Ansina, pues, conociendo/ que aquel mal no tiene cura, / que tal vez mi sepoltura/ si me quedo iba a encontrar,

/ pensé en mandarme mudar/ como cosa más sigura"(C.829). La idea de desertar, se fue afincando en su mente y ya no aguantó más cuando, en una ocasión, fue desconocido por el centinela en el momento en que iba a entrar al cuartel. Le tiró un tiro que por poco lo alcanza, y "Por de contao,

con el tiro/ se alborotó el avispero; / los oficiales salieron y se empezó la junción: / quedó en su puesto el nación/ y yo fi al estaquiadero"(C.871). "Entre cuatro bayonetas/ me tendieron en el suelo. / Vino el Mayor medio en pedo/ y allí se puso a gritar: / "Pícaro, te he de enseñar/ a andar reclamando sueldos"/C.877). "De las manos y las patas/ me ataron cuatro cinchones. / Les aguanté los tirones/ sin que ni un ¡ay! se me oyera/ y al gringo la noche entera/

lo harté con mis maldiciones"(C.883). En ese momento está atento a la ocasión que se le presente, para huir del cuartel. "Una noche que riunidos/

estaban en la carpeta/ empinando una limeta/ el Jefe y el Juez de paz, / yo no quise aguardar más, / y me hice humo en un sotreta"(C.985).

Capítulo III: Martín Fierro decide emprender su propio camino.

Desde ahora, la historia toma otro cariz. En los primeros tiempos él

se sintió juego de las circunstancias, pero a partir de su deserción, Martín Fierro, asume el protagonismo de su vida. "Volvía al cabo de tres años/ de

tanto sufrir al ñudo,/ resertor, pobre y desnudo,/ a procurar suerte nueva;/ y lo mesmo que el peludo/ enderecé pa mi cueva"(C.1003).

Cuando releo los cantos siguientes, siento que se sobrecoge mi corazón, compadecido de ese hombre pobre y destruido, y hago mío sus sentimientos, al contemplar el descombro de lo que fue su hogar y la pérdida de todo lo que había sido construido por él. "No hallé ni rastro del

rancho: / ¡Sólo estaba la tapera!/ ¡Por Cristo, si aquello era/ pa enlutar el corazón!/ ¡Yo juré en esa ocasión/ ser más malo que una fiera!"(C.1009). "Después me contó un vecino/ que el campo se lo pidieron; / la hacienda se la vendieron/ pa pagar arrendamientos. / Y qué se yo cuántos cuentos; / pero todo lo fundieron"(C.1032).

Sin embargo, sentimientos muy profundos, de compasión y de comprensión, anidan en el fondo del alma de ese hombre encallecido por

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las penurias que pasó. "¡Y la pobre mi mujer/ Dios sabe cuánto sufrió!/ Me

dicen que se voló/ con no se qué gavilán: / sin duda a buscar el pan/ que no podía darle yo"(C.1051). "No es raro que a uno le falte/ lo que a algún otro le sobre; / si no le quedó ni un cobre/ sinó de hijos un enjambre, / ¿qué más iba a hacer la pobre/ para no morirse de hambre?"(C.1057). "¡Tal vez no te vuelva a ver, / prenda de mi corazón!/ Dios te dé su proteción/ ya que no me la dió a mí, / y a mis hijos dende aquí/ les echo mi bendición"(C.1063).

El amor que conserva en su corazón, lo cubre también a sus hijos, presuponiendo lo que estarían padeciendo: "Los pobrecitos muchachos/

entre tantas afliciones, / se conchabaron de piones; / ¡más qué iban a trabajar, / si eran como los pichones/ sin acabar de emplumar!"(C.1039). "Por hái andarán sufriendo/ de nuestra suerte el rigor: / me han contao que el mayor/ nunca dejaba a su hermano; / puede ser que algún cristiano/ los recoja por favor"(C.1045).

Pero de las cenizas renace en él el fuego que lo anima a vivir, a sobrevivir, y no con rencor, pero sí con rabia. De esta manera propone el nuevo rumbo que le dará a su existencia: "Mas también en este juego/ voy a

pedir mi bolada; / A naides le debo nada, / ni pido cuartel ni doy; Y ninguno dende hoy/ ha de llevarme en la armada"(C.1093). "Yo he sido manso primero, / y seré gaucho matrero; / En mi triste circustancia,/ aunque es mi mal tan projundo;/ nací y me he criao en estancia,/ pero ya conozco el mundo"(C.1099) "Ya le conozco sus mañas,/ le conozco sus cucañas,/ sé cómo hacen la partida,/ la enriedan y la manejan:/ deshaceré la madeja/ aunque me cueste la vida"(C.1105). "Y aguante el que no se anime/ a meterse en tanto engorro/ o sinó apretesé el gorro/ o para otra tierra emigre; / pero yo ando como el tigre/ que le roban los cachorros"(C.1111). "Aunque muchos creen que el gaucho/ tiene un alma de reyuno, / no se encontrará ninguno/ que no le dueblen las penas; / mas no debe aflojar uno/ mientras hay sangre en las venas"(C.1117).

En los cantos subsiguientes, comenta cómo se mezcló envuelto en dos peleas, seguidas de muerte. Agravado por su condición de desertor, es perseguido, entonces, por la justicia.

En esos momentos, solo, sin familia, y como buscando una suerte de alivio para mitigar tanto dolor, trata de encontrar el consuelo con el bullicio, la alegría y la ginebra, en una reunión a la que él acude. Pero Martín estaba deshecho anímicamente y la ofuscación lo colmaba. Así fue cómo, directamente, provocó la pendencia con el primero que se le puso en la mira. "Como nunca, en la ocasión/ por peliar me dio la tranca, / y la

emprendí con un negro/ que trujo una negra en ancas"(C.1147) "Al ver llegar la morena, / que no hacía caso de naides, / le dije con la mamúa: "Va...ca...yendo

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gente al baile"(C.1151). La negra entendió la cosa/ y no tardó en contestarme, / mirándomé como a perro: / "Más vaca será su madre"(C.1155).

La cosa no quedó ahí. Martín Fierro insiste: "¡Negra linda!... dije yo.

"Me gusta... pa la carona";/ y me puse a talariar/ esta coplita fregona:(C.1163). "A los blancos hizo Dios, / a los mulatos San Pedro, / a los negros hizo el diablo/ para tizón del infierno"(C.1167)."Había estao juntando rabia / el moreno dende ajuera; / en lo oscuro le brillaban/ los ojos como linterna"(C.1171). "Lo conocí retobao, / me acerqué y le dije presto: / "Por... rudo... que un hombre sea/ nunca se enoja por esto"(C.1175). "Corcovió el de los tamangos/ y creyéndosé muy fijo: / "Más porrudo serás vos, / gaucho rotoso", me dijo"(C.1179).

De ahí en más, comienza la pelea que termina con la muerte del moreno: "Tiró unas cuantas patadas/ y ya cantó pa el carnero:/ Nunca me puedo

olvidar/ de la agonía de aquel negro"(C.1235).

Pero no acabó allí la cosa. En otra pulpería tiene un encontronazo con un pendenciero. Martín acaba por matarlo en duelo criollo. No puedo dejar de mencionar un canto que dice Fierro en esa refriega refiriéndose al provocador, y que me hace vibrar por su sabiduría: "¡Ah pobre, si él mismo

créiba/ que la vida le sobraba!/ Ninguno diría que andaba/ agüaitándoló la muerte(C.1280) "Pero ansí pasa en el mundo, / es así la triste vida:/ pa todos está escondida/ la güena o la mala suerte"(C.1285).

Luego de esta pelea, no le queda otro camino que esconderse para no ser detenido por la autoridad. Hay mucha amargura en los cantos que le siguen. Las reflexiones que hace sobre el gaucho asimilándolo al pobre, al desposeído, al aprovechado por los poderosos, son muy crudas, y por momentos traspasa las fronteras del tiempo y se actualizan a nuestra época. Determina así una suerte de defensa en su calidad de perseguido: "Él anda siempre juyendo, / siempre pobre y perseguido; / no tiene cueva ni nido, / como si juera maldito; / porque el ser gaucho... ¡barajo!/ el ser gaucho es un delito.(C.1319). "Para él son los calabozos, / para él las duras prisiones; / en su boca no hay razones/ aunque la razón le sobre; / que son campanas de palo/ las razones de los pobres (C.1273)."Si uno aguanta, es gaucho bruto; / si no aguanta, es gaucho malo. / ¡Déle azote, déle palo, / porque es lo que él necesita! De todo

el que nació gaucho/ ésta es la suerte maldita"(C.1379). Y, fieramente remata con estos versos: "Vamos suerte, vamos juntos/ dende que juntos nacimos; / y

ya que juntos vivimos/ sin podernos dividir... /yo abriré con mi cuchillo/ el camino pa seguir"(C.1385).

Para no ser sorprendido por la policía, Martín duerme en pleno campo. Me es muy grato recordar las reflexiones que él hace en su soledad: "Ansí me hallaba una noche/ contemplando las estrellas, / que le parecen más bellas/ cuando uno es más desgraciao, / y que Dios las haiga criao/ pa consolarse

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en ellas"(C.1445). "Les tiene el hombre cariño/ y siempre con alegría/ ve salir las Tres Marías; / que si llueve, cuando escampa, / las estrellas son las guías/ que el gaucho tiene en la pampa"(C.1451). "Aquí no valen dotores. / Sólo vale la esperencia; / aquí verían su inocencia/ esos que todo lo saben, / porque esto tiene otra llave/ y el gaucho tiene su cencia"(C.1457). "Es triste en medio del campo/ pasarse noches enteras/ contemplando en sus carreras/ las estrellas que Dios cría, / sin tener más compañía/ que su delito y las fieras"(C.1463).

En esas evocaciones en que se encontraba Fierro, algo lo sorprendió y lo puso alerta. La policía estaba cerca y debía prevenirse: "Me encontraba

como digo, / en aquella soledá, / entre tanta escuridá, / echando al viento mis quejas, / cuando el grito del chajá/ me hizo parar las orejas"(C.1469). "Como lumbriz me pegué/ al suelo para escuchar; pronto sentí retumbar/ las pisadas de los fletes, / y que eran muchos jinetes/ conocí sin vacilar"(C.1475). "Se venían tan calladitos/ que yo me puse en cuidao; / Tal vez me hubieran bombiao/ y me venían a buscar; / mas no quise disparar, / que eso es de gaucho morao"(C.1487).

Ya Fierro no quiere seguir huyendo y se prepara para la lucha: vencer o morir. Comienza la confrontación desde los cantos 1493 al 1638 "-Vos sos

un gaucho matrero",/ dijo uno, haciéndose el güeno./ "Vos matastes un moreno/ y otro en una pulpería,/ y aquí está la polecía/ que viene a ajustar tus cuentas;/ te va a alzar por las cuarenta/ si te resistís hoy día"(C.1523) "No me vengan",contesté,/con relación de dijuntos:/ esos son otros puntos;/ vean si me pueden llevar,/ que yo no me he de entregar/ aunque vengan todos juntos"(C.1531). "Pero no aguardaron más/ y se apiaron en montón; / como a perro cimarrón/ me rodiaron entre tantos; / yo me encomendé a los santos/ y

eché mano a mi facón (C.1537). Con fiereza y picardía, va dando cuenta de sus perseguidores.

La decisión que asume Martín ante esa circunstancia, me hace recordar las opciones que adopta el ser viviente superior cuando le sobreviene un peligro: o lo encara o se queda insolvente y paralizado por el temor sin poder hacer algo, o simplemente, huye. Aunque en el hombre cabe todavía desdoblarse la primera elección en dos: pelear o ensayar algunas propuestas para salir airoso del momento. Martín prefirió luchar por su vida. Y lo hizo teniendo en contra la oscuridad de la noche y la presencia de un grupo de muchos hombres armados. Ya nada importa. Se resiste a ser un paria en la sociedad.

Sin embargo, en el medio de la contienda, alguien del pelotón represivo, justamente el sargento Cruz que lo dirigía, se puso a su lado y la balanza de la suerte se volcó a su favor. El resto de la comisión huye y se da fin al pleito. Luego, tranquilizada la situación, Martín Fierro, con ánimo compasivo, dice: "Yo junté las osamentas, / me hinqué y les recé un Bendito. /

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Hice una cruz de un palito/ y pedí a mi Dios clemente/ me perdonara el delito/ de haber muerto tanta gente"(C.1645).

Capítulo IV: Nace una amistad

Tranquilizado los ánimos y luego de una presentación, comienza a florecer una amistad entre Fierro y Cruz, ambos signados por la desgracia. Martín le expresa muy brevemente su realidad en los cantos 1669 al 1681, en tanto que Cruz le cuenta lo suyo, ya en el comienzo del capítulo X. Con muy sentidas palabras, le dice este último: "Amigazo, para sufrir/ han nacido

los varones; / estas son las ocasiones/ de mostrarse un hombre juerte, / hasta que venga la muerte/ y lo agarre a coscorrones"(C.1687).

En un momento, Cruz larga una sentencia, que ahora, en nuestro tiempo, adquiere vigencia de sabia conducta: "Y ricuerde cada cual/ lo que

cada cual sufrió. / Que lo que es, amigo, yo, / hago ansí la cuenta mía: / Ya lo pasado pasó; / mañana será otro día". (C.1735).

"Mañana será otro día". Enfoquemos, con sabiduría un ‘Aquí y ahora’. Muchos vivimos de recuerdos del pasado, y si éstos fueron malos y nos dañaron, seguimos ahondando las heridas y permitimos que se infecten y nos duelan y comprometan nuestra economía corporal, mental y espiritual. "Ya lo pasado pasó" y no podemos cambiar la situación ni un milímetro.

En unos sentidos versos, también Cruz nos habla del amor de pareja: "En la güella del querer/ no hay animal que se pierda; / las mujeres no son lerdas, / y todo gaucho es dotor/ si pa cantarle al amor/ tiene que templar las cuerdas"(C.1747) "¡Quién es de un alma tan dura/ que no quiera una mujer!/ Lo alivia en su padecer: / Si no sale calavera/ es la mejor compañera/ que el hombre puede tener"(C.1753). "Si es güena, no lo abandona/ cuando lo ve desgraciao. / Lo asiste con su cuidao, / y con afán cariñoso, / y usté tal vez ni un rebozo/ ni una pollera le ha dao"(C.1759) "Grandemente lo pasaba/ con aquella prenda mía, / viviendo con alegría/ como la mosca en la miel. ¡Amigo, qué tiempo aquél!/ ¡La pucha, que la quería!"(C.1765). "Era la águila que a un árbol/ dende las nubes bajó: / era más linda que el alba/ cuando va rayando el sol; / era la flor deliciosa/ que entre el trebolar creció"(C.1771).

Pero el diablo metió la cola y la "china" se dejó seducir por el "Comendante" que le había echado el ojo. "...Era el jefe y ya se vé, / no podía

competir yo; / En mi rancho se pegó/ lo mesmo que saguaipé"(C.1785). "A poco andar, conocí/ que ya me había desbancao, / y él siempre muy entonao/ aunque

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sin darme ni un cobre, me tenía de lao a lao/ como encomienda de pobre"(C.1789). "A cada rato, de chasque/ me hacía dir a gran distancia; / ya me mandaba a una estancia, / ya al pueblo, ya a la frontera; / pero él en la comendancia/ no ponía los pies siquiera"(C.1795).

Por fin Cruz los descubre abrazados. Pelea con "...el viejito

enamorao...", pero no lo mata, aunque sí a un subalterno que salió en su defensa. La infidelidad de su mujer fue suficiente para amargarlo de tal manera, que lanza unas sentencias, a mi juicio un poco prejuiciosas, pero propias de un ser inculto y sumido en un mundo limitado. "Cuando la mula

recula, / señal que quiere cociar. / Ansí se suele portar/ aunque ella lo disimula; / recula como la mula/ la mujer, para olvidar"(C.1867). "Alcé mi poncho y mis prendas/ y me largué a padecer/ por culpa de una mujer/ que quiso engañar a dos. / Al rancho le dije adiós, / para nunca más volver"(C.1873). "Las mujeres, dende entonces, / conocí a todas en una; / Ya no he de probar fortuna/ con carta tan conocida: / mujer y perra parida, / no se me acerca ninguna"(C.1879).

También Cruz como Martín Fierro debe huir y esconderse. Con esa sensación de soledad, cae en una reunión bailable: "Era la casa del baile/ un

rancho de mala muerte, / y se enllenó de tal suerte/ que andábamos a empujones: / Nunca faltan encontrones/ cuando un pobre se divierte"(C.1927). "Había sido el guitarrero/ un gaucho duro de boca; / Yo tengo paciencia poca/ pa aguantar cuando no debo; / a ninguno me le atrevo, / pero me halla el que me toca"(C.1945).

En conclusión, el fandango termina en un duelo en el que muere el cantor que lo había estado provocando desde un principio. A partir de ese momento Cruz anduvo errando hasta que "...un amigo, por favor, / me

compuso con el Juez"(C.2039). "... y me dijo que quería/ hacerme a su lao venir,/ y que dentrase a servir/ de soldao de polecía"(C.2049). "Y me largó una proclama/ tratándomé de valiente, / que yo era un hombre decente, / y que dende aquel momento/ me nombraba de sargento/ pa que mandara la gente"(C.2053). "Ansí estuve en la partida, / pero ¿qué había de mandar?/ Anoche al irlo a tomar/ vide güena coyuntura, /y a mí no me gusta andar/ con la lata a la centura"(C.2059). "Ya conoce, pues, quién soy; / Tenga confianza conmigo; / Cruz le dio mano de amigo, / y no lo ha de abandonar; / juntos podemos buscar/ pa los dos un mesmo abrigo"(C.2065).

Al fin, de común acuerdo, deciden emigrar a las tolderías indias. Dice Martín Fierro: "Ya veo que somos los dos/ astillas del mesmo palo: / Yo paso

por gaucho malo/ y usté anda del mesmo modo; / y yo, pa acabarlo todo, / a los indios me refalo"(C.2143).

Y acto seguido, canta unos versos verdaderamente bellísimos, por su contenido espiritual, luego de hacer un acto de contrición, en el primero. "Pido perdón a mi Dios/ que tantos bienes me hizo, / pero dende que es preciso/

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que viva entre los infieles, / yo seré cruel con los crueles; / ansí mi suerte lo quiso"(C.2149). "Dios formó lindas las flores, / delicadas como son: / les dio toda perfeción/ y cuanto él era capaz, / pero al hombre le dio más/ cuando le dio el corazón"(C.2155)."Le dió claridá a la luz, / juerza en su carrera al viento, / le dió vida y movimiento/ dende la águila al gusano; / pero más le dio al cristiano/ al darle el entendimiento"(C.2161). "Y aunque a las aves les dio, / con tantas otras cosas que inoro, / esos piquitos como oro/ y un plumaje como tabla./ Le dio al hombre más tesoro/ al darle una lengua que habla"(C.2167). "Y dende que dio a las fieras/ esa juria tan inmensa, / que no hay poder que las venza/ ni nada que las asombre, / ¿qué menos le daría al hombre/ que el valor pa su defensa?"(C.2173). "Pero tantos bienes juntos/ al darle, malicio yo/ que en sus adentros pensó/ que el hombre los precisaba, /que los bienes igualaba/ con las penas que le dio"(C.2179).

Como se ve, un verdadero poema a la Creación. Al mismo tiempo, se da fuerza y coraje para apoyar esa decisión tan importante para su vida: Yo

sé que allá los caciques/ amparan a los cristianos, / y que los tratan de "hermanos"/ cuando se van por su gusto. / ¿A qué andar pasando sustos? / Alcemos el poncho y vamos"(C.2191). "El que maneja las bolas, / el que sabe echar un pial/ y sentársele a un bagual/ sin miedo de que lo baje, / entre los mesmos salvajes/ no puede pasarlo mal"(C.2257).

Con estos últimos versos, termina la primera parte del "Martín Fierro". "Cruz y Fierro de una estancia/ una tropilla se arriaron, / por delante se

la echaron/ como criollos entendidos. / Y pronto sin ser sentidos/ por la frontera cruzaron"(C.2287) "Y cuando la habían pasao, / una madrugada clara, / le dijo Cruz que mirara/ las últimas poblaciones, / y a Fierro dos lagrimones/ le rodaron por la cara"(C.2293). "Y siguiendo el fiel del rumbo/ se entraron en el desierto./ No sé si los habrán muerto/ en alguna correría, / pero espero que algún día/ sabré de ellos algo cierto".(C.2299) "Y ya con estas noticias/ mi relación acabé;/ Por ser ciertas las conté,/ todas las desgracias dichas;/ es un telar de desdichas/ cada gaucho que usté ve"(C.2305) "Pero ponga su esperanza/ en el Dios que lo formó;/ Y aquí me despido yo/ que he relatado a mi modo/ males que conocen todos,/ pero que naides contó"(C.2311)

*

Acá termina la primera parte del "Martín Fierro"

Capítulo V: El "pobre" en el "Martín Fierro. Relatos de los hijos

de Martín y de Cruz.

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Un poco a la manera de José Hernández, sigo con la "Vuelta de Martín Fierro", que fuera la continuación de su primer libro.

Pero ahora, en este caso, según el diseño que tengo programado, aprovecharé esta segunda parte, no solamente para continuar narrando las andanzas de los hijos a través del testimonio de cada uno luego de la separación de sus padres -me refiero a los de Fierro y al de Cruz-, sino para detenerme y apuntar directamente, a ese ser que se perfila continuamente en su obra: me refiero al pobre, al desamparado. Al que, no solamente carece de recursos económicos, sino también al que es menospreciado y humillado en su condición de hombre. En definitiva, apunto al pobre en su integridad, en un sentido total; a él me dirijo con ánimo piadoso. El pobre gaucho, los pobres huérfanos que se quedaron sin padres desde muy pequeños. En fin, a todos los pobres del mundo. El que es pobre porque es sometido, oprimido por los poderosos ávidos de dinero y de dominio. El pobre que lo es por su naturaleza de raza, lugar geográfico, cultura y familia; sentimientos de creencias. El que por razones que sobrepasaron su capacidad de poder decidir, no pudo gozar de la enseñanza, aunque ésta fuera de orden primario.

En muchos de sus cantos, José Hernández hace comentarios sobre el ‘pobre’, adjudicándole esta miseria al gaucho. Lo expresa Martín Fierro durante su permanencia en el fortín. También, con un fuerte sentimiento, lo hacen su hijo mayor recordando las penurias pasadas en la Penitenciaría, y su segundo hijo. Y se hace también patente, en la vida de Picardía. E incluso, en los últimos cantos, cuando dice Martín: "Es el pobre

en su orfandá/ de la fortuna el desecho, / porque naides toma a pecho/ el defender a su raza: / Debe el gaucho tener casa, / escuela, iglesia y derechos"(C.4823). "En su ley está el de arriba/ si hace lo que le aproveche; /de sus favores sospeche/ hasta el mesmo que lo nombra: / siempre es dañosa la sombra/ del árbol que tiene leche"(C.4841). "Y han de concluir algún día/ estos enriedos malditos;/ la obra no la facilito/ porque aumentan el fandango/ los que están, como el chimango,/ sobre el cuero y dando gritos"(C.4829). "Mas Dios ha de permitir/ que esto llegue a mejorar; / pero se ha de recordar, / para hacer bien el trabajo, / que el juego, pa calentar, / debe ir siempre por abajo"(C.4835).

Se me dirá que en toda época, desde que el hombre se organizó socialmente en comunidades estables, se crearon jerarquías, y los peldaños entre uno y otro tramo fueron cada vez más altos y difíciles de alcanzar. Esto es entendible. Lo que cuesta asimilar es que, el que está arriba, el que llegó al pináculo, ya sea por condiciones naturales de inteligencia o astucia;

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el que lo consiguió por medios lícitos o ilícitos, o por un golpe de suerte; ése, desde el momento en que tuvo poder, mire y trate a los demás con menosprecio. Acá sí se hace patente, la falta de humildad y de conmiseración para con el pobre.

Está bien, no todos pueden ser perfectos y libres de toda culpa, pero, como alguien dijera, si tuviésemos la condescendencia de descender un escalón por debajo del que nos encaramamos, es muy posible que consiguiéramos, en algo, nivelar diferencias, que de otra manera, se hacen insalvables. Además nos daría oportunidad de ‘’ver y sentir’’ lo que nos circunda y a nuestro prójimo, con una mayor objetividad y amor.

Los pobres forman legiones y no todos aceptan humildemente su condición de tales. De esta forma se crean entre los hombres -esto no se le escapa a nadie- resentimientos y odios y envidias de "todas layas", como diría Martín Fierro, y las consecuencias provocan grandes calamidades que fisura la armonía que debería tener la relación humana, ya que la decisión que cada uno de nosotros tome, afecta a los demás, en distintos grados.

Fierro soporta su situación de pobre estoicamente, pero protesta airadamente cuando lo arrancan de su núcleo familiar. "Al dirme dejé la

hacienda/ que era todito mi haber; / Pronto debíamos volver, / sigún el Juez prometía. / Y hasta entonces cuidaría/ de los bienes, la mujer"(C.1027).

Recordemos también ya apuntados, cuando con desesperación, se da cuenta de que todo lo ha perdido, y su inmediata determinación: "Yo he

sido mando primero, / y seré gaucho matrero: / En mi triste circunstancia. / Nací y me he criao en estancia, / pero ya conozco el mundo"."Ya le conozco sus mañas, / le conozco sus cucañas, / sé cómo hacen la partida, / la enriedan y la manejan: / deshaceré la madeja/ aunque me cueste la vida" (C.1099 y 1105).

Sin embargo, Martín Fierro tiene sentimientos de amor muy profundos que pugnan por salir, aún en los crudos momentos por los que transcurre su triste odisea. Recordemos cómo se compadeció de "la cautiva" mientras sufría su largo destierro en las tolderías indias. Me refiero a aquella mujer que él logró salvar de ser muerta salvajemente por el indio. Por boca de ella misma, cuenta Fierro, su desgracia "Más tarde supe

por ella,/ de manera positiva,/ que dentró una comitiva/ de pampas a su partido,/ mataron a su marido/ y la llevaron cautiva"(C.1015) "En tan dura servidumbre/ hacían dos años que estaba;/ un hijito que llevaba/ a su lado lo tenía;/ la china la aborrecía/ tratándolá como esclava"(C.1021) "La mandaba trabajar,/ poniendo cerca a su hijito,/ tiritando y dando gritos/ por la mañana temprano,/atado de pies y manos/ lo mesmo que un corderito"(C.1039). "Aquella china malvada/ que tanto la aborrecía,/ empezó a decir un día,/ porque falleció

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una hermana,/ que sin duda la cristiana/ le había echao brujería"(C.1075). "El indio la sacó al campo/ y la empezó a amenazar; / que le había de confesar/ si la brujería era cierta; / o que la iba a castigar/ hasta que quedara muerta (C.1081). "Llora la pobre afligida, /pero el indio, en su rigor, / le arrebató con furor/ al hijo de entre sus brazos, / y del primer rebencazo/ la hizo crujir de dolor"(C.1087). "Que le gritó muy furioso: "Confechando no querés", / la dió güelta de un revés, / y por colmar su amargura, / a su tierna criatura/ se la degolló a los pies"(C.1099). "Esos horrores tremendos/ no los inventa el cristiano: / Ese bárbaro inhumano, / sollozando me lo dijo, / "me amarró luego las manos/ con las tripitas de mi hijo"(C.1111).

Así es como, Martín, encallecido por fuera, en su interior conserva un corazón tierno. Ese sentimiento de amor lo comparte con quién lo comprendiera en los momentos más duros de su historia, y ese ser, fue Cruz que fuera su amigo incondicional.

Y la muerte de Cruz, produce en su corazón un dolor irremediable "El

recuerdo me atormenta; / se renueva mi pesar; / me dan ganas de llorar; / nada a mis penas igualo; / Cruz también cayó muy malo, / ya para no levantar"(C.895). "Todos pueden figurarse/ cuánto tuve que sufrir;/ yo no hacía sinó gemir,/ y aumentaba mi aflición/ no saber una oración/ pa ayudarlo a bien morir"(C.901). "Se le pasmó la virgüela,/ y el pobre estaba en un grito;/ me recomendó un hijito/ que en su pago había dejado:/ "Ha quedado abandonado", / me dijo, "aquel pobrecito"(C.906). "Si vuelve, búsquemeló", / me repetía a media voz; / "En el mundo éramos dos, / pues él ya no tiene madre; / Que sepa el fin de su padre/ y encomiende mi alma a Dios"(C.912). "Lo apretaba contra el pecho, / dominao por el dolor; / Era su pena mayor/ el morir allá entre infieles; / Sufriendo dolores crueles/ entregó su alma al Criador"(C.919). De rodillas a su lado/ yo lo encomendé a Jesús./ Faltó a mis ojos la luz,/ tuve un terrible desmayo:/ cái como herido del rayo/ cuando lo vi muerto a Cruz"(C.925).

La pena tremenda de la pérdida de su único amigo en el destierro, y la angustia de la soledad, la ‘’soledad del pobre’’, las expresa de esta manera tan sentida, en el capítulo VII: "Aquel bravo compañero/ en mis brazos espiró;

/ hombre que tanto sirvió. / Varón que fue tan prudente, / por humano y por valiente/ en el desierto murió"(C.931). "Y yo con mis propias manos, / yo mesmo lo sepulté; / A Dios por su alma rogué/ de dolor el pecho lleno, / y humedeció aquel terreno/ el llanto que redamé"(C.937). "Cumplí con mi obligación: / no hay falta de que me acuse, / ni deber de que me escuse. / Aunque de dolor sucumba: / Allá señala su tumba/ una cruz que yo le puse"(C.943). "Andaba de toldo en toldo/ y todo me fastidiaba; / El pesar me dominaba;/ y entregao al sentimiento/ se me hacía cada momento/ oír a Cruz que me llamaba"(C.949). "Cual más, cual menos, los criollos/ saben lo que es amargura; / En mi triste desventura/ no encontraba otro consuelo/ que ir a tirarme en el suelo, / al lao de su sepoltura"(C.955). "Allí pasaba las horas/ sin haber naides conmigo/ teniendo a

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Dios por testigo, / y mis pensamientos fijos/ en mi mujer y mis hijos, / en mi pago y en mi amigo"(C.961). "Privado de tantos bienes/ y perdido en tierra ajena, / parece que se encadena/ el tiempo y que no pasa, / como si el sol se parara/ a contemplar tanta pena"(C.967).

Sin embargo el Señor se compadeció de él y las circunstancias obraron favorablemente cuando, luego de matar al indio cruel y asesino, le es necesario tomar la iniciativa y el coraje para huir de las tolderías, como lo comenta en los siguientes cantos: "Es un peligro muy serio/ cruzar juyendo

el desierto: / muchísimos de hambre han muerto, / pues en tal desasosiego/ no se puede ni hacer juego,/ para no ser descubierto"(C.1479). "Sólo el albitrio del hombre/ puede ayudarlo a salvar: / No hay ausilio que esperar, / sólo de Dios hay amparo: / En el desierto es muy raro/ que uno se pueda escapar"(C.1485)."Dios le dio istintos sutiles/ a toditos los mortales;/ El hombre es uno de tales, / y en las llanuras aquellas/ lo guían el sol, las estrellas, / el viento y los animales"(C.1509). "Oserve con todo esmero/ adonde el sol aparece; / Si hay ñeblina y le entorpece/ y no lo puede oservar,/ guárdese de caminar,/ pues quien se pierde perece"(C.1503).

Cuando Martín llega al poblado, luego de despedirse de la "cautiva", y de saber por cuenta de amigos de que sus "pleitos" habían sido olvidados con la muerte del Juez que lo perseguía; ya, más tranquilo, comienza la búsqueda de sus hijos y encuentra solamente a dos. Además se entera de que su mujer murió en el hospital. Conmovido por esta noticia, dice: "...Les

juro que de esa pérdida/ jamás he de hallar consuelo; / muchas lágrimas me cuesta/ dende que supe el suceso..."(C.1687).

Por otra parte, trata de justificar las muertes del negro y la del prepotente en la pulpería. En cuanto su asunto con la partida, dijo: "...Esa

vez me defendí/ como estaba en mi derecho,/ porque fueron a prenderme/ de noche y en campo abierto./ Se me acercaron con armas,/ y sin darme voz de preso,/ me amenazaron a gritos,/ de un modo que daba miedo,/ que iban a arreglar mis cuentas,/ tratándomé de matrero, y no era el jefe el que hablaba,/ sino un cualquiera de entre ellos./ Y ese, me parece a mí,/ no es modo de hacer arreglos,/ ni con el que es inocente,/ ni con el culpable menos"(C.1623/1638).

Hace de esto muchos años, leí, en la sección de un diario dedicado a la crítica de literaria, un libro editado por un abogado, que eligió algunos aspectos del Martín Fierro para hacer su tesis de doctorado. En él, puso en el foco de la justicia al gaucho Martín, desde el punto de vista legal. Y si la memoria no me falla, no encontró excusa como para plantear inocente, la muerte del morocho. Sí, la del pendenciero.

En esta segunda parte, citaré algunos versos o cantos del libro, pero haré hincapié y remarcaré, cuando sea necesario, algunas de las situaciones

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que a mi juicio merecen, no solamente destacarse, sino también encontrarle el significado de por qué suceden.

El primero que se expresa, es el hijo mayor que cuenta los infortunios

que sufrió luego de quedarse huérfano de padre y madre. (Cantos 1707 al

2084)

Subrayo lo que dice en los cantos 1761 y 1762: "Pido a todos que no

olviden/ lo que les voy a decir: / En la escuela del sufrir/ he tomado mis leciones. / Y hecho muchas reflesiones/ dende que empecé a vivir". "Si alguna falta cometo/ la motiva mi inorancia..."

La ignorancia, dispensadora de tantos males que ha ocasionado y que corroe a la humanidad de todos los tiempos. La ignorancia se enseñorea en distintos grados de la cultura, y algunos creen que se deja de ser ignorante cuando se aprende a leer y escribir, pero se es ignorante cuando se habla y se afirma sobre temas que no se conocen. La ignorancia en que está sumergida gran parte de la población mundial, es aprovechada por los poderosos para usarla en beneficio propio y en desmedro de los pobres.

El antídoto de la ignorancia, es la sabiduría, no solamente de esa sabiduría que traspasa los límites normales del conocimiento medio del hombre, sino también de la sabiduría que lleva en sí, como don divino, el hombre humilde de corazón, que ama, comprende y ayuda a sus semejantes infelices.

En los cantos que siguen, comienza a relatar su historia: "Dichoso

aquel que no sabe/ lo que es vivir sin amparo: / yo con verdá les declaro, / aunque es por demás sabido:/dende chiquito he vivido/ en el mayor desamparo"(C.1719) "El que manda siempre puede/ hacerle al pobre un calvario; / A un vecino propietario/ un boyero le mataron/ y aunque a mí me lo

achacaron/ salió cierto en el sumario"(C.1773). Y de ahí en más nos habla, con palabras tan sentidas que mueven a compasión, el calvario que sufre el pobre en la prisión (La Penitenciaría). De los cantos 1779 a 2084, dolorosos versos, entresaco algunos, para la reflexión: "... ¡Dichoso, en tan duro trance, /

aquel que sabe rezar!"(C.1951). "...Y el dolor es más projundo/ cuando no halla compasión"(C.1957). "...Allí lamenté mis veces/ no haber aprendido a ler"(C.1963). "A visitar otros presos/ sus familias solían dir. / Naides me visitó a mí/ mientras estuve encerrado. / ¡Quién iba a costiarse allí/ a ver a un desamparado!"(C.1971). "...En ese encierro metido, / llaves, paredes, cerrojos/ se

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graban tanto en los ojos/ que uno los ve hasta dormido"(C.1985). "La justicia es muy severa; / suele rayar en crueldá: / sufre el pobre que allí está/ calenturas y delirios, /pues no esiste pior martirio/ que esa eterna soledá"(C.1995). "La soledá causa espanto; / el silencio causa horror; / ese continuo terror/ es el tormento más duro. "...mi corazón se resiste/ a ese tormento sin nombre, / pues el hombre alegra al hombre, / y el hablar consuela al triste"(C.2051)…"Y si atienden mis palabras/ no habrá calabozos llenos; / manéjensé como buenos; / no olviden esto jamás..."(C.2073).

Y con esto me despido; / todos han de perdonar; / ninguno debe olvidar/ la historia de un desgraciado: / quien ha vivido encerrado/ poco tiene que contar”.

Ahora le toca el turno a su segundo hijo: "El rigor de las desdichas/

hemos soportao diez años. / Pelegrinando entre estraños, / sin tener dónde vivir, / y obligados a sufrir/ una máquina de daños"(C.2091). "El que vive de ese modo/ de todos es tributario; / Falta el cabeza primario/ y los hijos que él sustenta/ se dispersan como cuentas/ cuando se corta el rosario"(C.2097).

Así estuvo deambulando de un lado al otro y tuvo la suerte de hallar una tía, ya viejecita, que lo recogió: "En mí todo su cuidado/ y su cariño ponía;

/ como a un hijo me quería/ con cariño verdadero, / y me nombró de heredero/ de los bienes que tenía"(C.2115).

Pero, como expresa: "...Con razón dice el refrán/ que lo güeno dura

poco"(C.2113), al fallecer la tía poco tiempo después, enseguida apareció el juez... y sin más tardanzas, dispuso de los bienes que a él les pertenecían como legado. "De lo bienes que te deja", / me dijo, "Yo he de cuidar: / es un

rodeo regular/ y dos majadas de ovejas"(C.2123). "Era un hombre de mucha labia,/ con más leyes que un dotor, / me dijo: "Vos sos menor,/ y por los años que tienes/ no podés manejar bienes;/ voy a nombrarte un tutor"(C.2127).

De esta forma, cada vez más empobrecido, y luego de varios meses, el juez le adjudica un tutor que era un viejo, ladino, mañoso y ladrón, a quién le llamaban "don Vizcacha". "Cuando el Juez me lo nombró, / al

dármeló de tutor, / me dijo que era un señor/ el que me debía cuidar. / Enseñarme a trabajar/ y darme la educación". (C.2253). "Ese fué el hombre que estubo/ encargao de mi destino; / Siempre andubo en mal camino, / y todo aquel vecindario/ decía que era un perdulario, / insufrible de dañino"(C.2247).

Cuenta, además, que el tal Vizcacha, en momentos de mamúa, solía darle consejos. Saco a relucir algunos, no para que sirvan de ejemplo generoso, sino que, por el contrario, se evalúen como de quién salen; muchos de ellos malintencionados, pero otros que muestran cierta filosofía de vida que puede considerarse: "Los que no saben guardar/ son pobres

aunque trabajen; / nunca, por más que se atajen, / se librarán del cimbrón: / Al

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que nace barrigón/ es al ñudo que lo fajen"(C.2415). "A naides tengás envidia: / es muy triste el envidiar; / cuando veás a otro ganar, / a estorbarlo no te metas: / Cada lechón en su teta/ es el modo de mamar"(C.2379).

Fierro hijo tuvo que convivir con él, aunque estaba muy lejos de las promesas que le había hecho el Juez en su momento: que le iba a enseñar a trabajar y darle educación. Al final, Vizcacha se enferma gravemente y muere aquél hombre, vicioso incorregible, luego de horribles sufrimientos. Enseguida apareció el Alcalde e hizo un recuento de todo lo que Vizcacha había almacenado en vida: la mayoría, trastos inservibles. Al retirarse para disponer la sepultura, le dijo a Fierro: "...Vos serás el heredero/ y te harás

cargo de todo"(C.2653). "Se ha de arreglar este asunto/ como es preciso que sea: / "voy a nombrar albacea/ uno de los circustantes; las cosas no son como antes,/ tan enredadas y feas"(C.2655).

Fierro no puede menos de expresar dolorido: "¡Bendito Dios!, pensé yo:

/ ando como un pordiosero, / y me nuembran heredero/ de toditas estas guascas: / ¡quisiera saber primero/ lo que se han hecho mis vacas!"(C.2661).

Quiero señalar aquí la manifestación emocionada de sus sentimientos. "Se largaron, como he dicho, / a disponer el entierro; / cuando

me acuerdo me aterro: / me puse a llorar a gritos/ al verme allí tan solito/ con el finao y los perros"(C.2667). "Me saqué el escapulario, / se lo colgué al pecador, / y como hay en el Señor/ misericordia infinita, / rogué por la alma bendita/ del que antes jué mi tutor"(C.2673). "No se calmaba mi duelo/ de verme tan solitario; / ahí le champurrié un rosario/ como si juera mi padre, / besando el escapulario/ que me había puesto mi madre"(C.2679). "Madre mía", gritaba yo, / "Dónde estarás padeciendo; / el llanto que estoy virtiendo/ lo redamarías por mí, / si vieras a tu hijo aquí/ todo lo que está sufriendo"(C.2685). "Ahí dejé que los ratones/ comieran el guasquerío, / y como anda a su albedrío/ todo el que güérfano queda, / alzando lo que era mío/ abandoné aquella cueva"(C.2709).

Como vemos, Fierro hijo ya no creía en la justicia, en esa justicia de la que él salía perdiendo. Desde entonces, dice: "Andube a mi voluntá, /

como moro sin señor; / ese jué el tiempo mejor/ que yo he pasado tal vez: / de miedo de otro tutor, / ni aporté por lo del juez"(C.2745). "Yo cuidaré, me había dicho, / "de lo de tu propiedá, / todo se conservará, / el vacuno y los rebaños, / hasta que cumplás treinta años, / en que seás mayor de edá"(C.2751). "Y aguardando que llegase/ el tiempo que la ley fija, / pobre como lagartija/ y sin respetar a naides, / andube cruzando el aire/ como bola sin manija"(C.2757).

En esa reunión, de Martín Fierro con sus hijos, donde cada uno cuenta sus cuitas, apareció un forastero que pidió la bendición como era costumbre, y acordada, cantó su historia. "Voy a contarles mi historia/

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perdónenmé tanta charla, y les diré al principiarla, / aunque es triste hacerlo así, / a mi madre la perdí/ antes de saber llorarla"(C.2941). "Me quedé en el desamparo, / y al hombre que me dio el ser/ no lo pude conocer; / ansí, pues, dende chiquito, / volé como un pajarito/ en busca de qué comer"(C.2947). "O por causa del servicio, / que a tanta gente destierra, / o por causa de la guerra, / que es causa bastante seria, / los hijos de la miseria/ son muchos en esta tierra"(C.2953). "Ansí, por ella empujado, / no sé las cosas que haría, / y, aunque con vergüenza mía, / debo hacer esta alvertencia: / siendo mi madre Inocencia, / me llamaban Picardía"(C.2959).

Después de unos pocos tropiezos como pastor de ovejas, se fue a Santa Fe. La suerte le seguía siendo esquiva..."Cuando, por fortuna mía, / me

salieron unas tías/ que quisieron recogerme"(C.2998). "Con aquella parentela, / para mí desconocida, / me acomodé ya en seguida, / y eran muy buenas señoras; / pero las más rezadoras/ que he visto en toda mi vida"(C.3001). "Con el toque de oración/ ya principiaba el rosario; noche a noche un calendario/ tenían ellas que decir, / y a rezar solían venir/ muchas de aquel vecindario"(C.3007)."Tenía al lao una mulata que era nativa de allí; / se hincaba cerca de mí/ como el ángel de la guarda; / ¡pícara!, y era la parda/ la que me tentaba ansí"(C.3025). "Resá", me dijo mi tía, / "Artículos de la Fe". / Quise hablar y me atoré; / la dificultá me aflige:/ miré a la parda, y ya dije:/ "Artículos de Santa Fe"(C.3031). "Me acomodó el coscorrón/ que ya estaba viendo venir; / yo me quise corregir, / a la mulata miré, / y otra vez volví a decir: "Artículos de Santa Fe"(C.3037). "Esta me da con el pie, / aquella otra con el codo; / ¡ah viejas, por ese modo, / aunque de corazón tierno, / yo las mandaba al infierno/ con oraciones y todo!"(C.3055). "Y dale siempre rosarios, / noche a noche sin cesar; / dale siempre barajar/ salves, trisagios y credos; / me aburrí de esos enriedos/ y al fin me mandé a mudar"(C.3079).

Y vuelve a sus pagos, pero esta vez se hace ducho en los juegos de naipes, dados, taba y billar. Lo hace sí, con malas artes y engañosamente. Hasta que reconoce, más adelante, que ése no es el camino que debe seguir el hombre. "Es un vicio de mal fin/ el de jugar, no lo niego; / todo el que vive del

juego/ anda a la pesca de un bobo, / y es sabido que es un robo/ ponerse a jugarle a un ciego"(C.3005). "Y esto digo claramente/ porque he dejao de jugar; / y les puedo asigurar, / como que fui del oficio: / más cuesta aprender un vicio/ que aprender a trabajar"(C.3211).

En aquel tiempo de jugador, se topó con un hombre que era Oficial de partida. En una oportunidad, luego de haberle despojado de todo su haber a "un nápoles mercanchifle" -como él dice-, se le apareció el oficial: "Se me presentó a esigir/ la multa en que había incurrido, / que el juego estaba prohibido/ que iba a llevarme al cuartel; / tuve que partir con él/ todo lo que había alquirido"(C.3247). "Empecé a tomarlo entre ojos/ por esa albitrariedá; / yo

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había ganado, es verdá, / con recursos, eso sí; / pero él me ganaba a mí/ fundao en su autoridá"(C.3253).

Desde entonces Picardía le toma ojeriza, y en cualquier momento se lo hace notar: "La echaba de guitarrero/ y hasta de concertador; / sentao en el

mostrador/ lo hallé una noche cantando/ y le dije: "co...mo...quiando/ con ganas de oír un cantor"(C.3277). "Me echó el ñato una mirada/ que me quiso devorar, / mas no dejó de cantar/ y se hizo el desentendido; / pero ya había conocido/ que no lo podía pasar"(C.3283)."Una tarde que me hallaba de visita... vino el ñato./ Y para darle un mal rato/ dije fuerte: "Ña...to...ribia,/ no cebe con el agua tibia"/ y me lo entendió el mulato"(C.3289). "Era él todo en el Juzgao, / y como que se achocó, / áhi no más me contestó: / "cuando el caso se presiente/ te he de hacer tomar caliente, / y has de saber quién soy yo"(C.3295). "Por causa de una mujer/ se enredó más la cuestión; / Le tenía el ñato afición; / Ella era mujer de ley, / moza con cuerpo de güey, / muy blanda de corazón"(C.3301). "La hallé una vez de amasijo; / estaba hecha un embeleso, / y le dije: "Me intereso/ en aliviar sus quehaceres, / y ansí, señora, si quiere/ yo le arrimaré los güesos"(C.3307)."Estaba el ñato presente/ sentao como de adorno; / por evitar un trastorno/ ella, al ver que se dijusta, / me contestó: "Si usté gusta, / arrímelos junto al horno"(C.3307). "Ahí se enredó la madeja/ y su enemistá conmigo: / se declaró mi enemigo, / y, por aquel cumplimiento, / ya sólo buscó el momento/ de hacerme dar un castigo"(C.3319).

Tal vez, si hubiera conocido y hecho suyo el consejo del viejo Vizcacha, no le hubiera ido tan mal. "Hacéte amigo del juez: / no le dés de

qué quejarse; / y cuando quiera enojarse/ vos te debés encoger, / pues siempre es güeno tener/ palenque ande ir a rascarse"(C.2317).

En poco tiempo más, al oficial enemistado, le llegó la ocasión de vengarse: "Después de muy pocos días, / tal vez por no dar espera/ y que alguno

no se fuera, / hicieron citar la gente, / pa riunir un contingente/ y mandar a la

frontera"(C.3397). A cada uno de los citados, le encontraba una razón suficiente para alistarlo: "Y a este por este motivo/ y a otro por otra razón, /

toditos, en conclusión, / sin que escapara ninguno, / jueron pasando uno a uno/

a juntarse en un rincón"(C.3475). De nada valieron los ruegos de los familiares allí presentes: "Y allí las pobres hermanas, / las madres y las esposas/

redamaban cariñosas/ sus lágrimas de dolor: / Pero gemidos de amor/ no remedian estas cosas"(C.3481). "Nada importa que una madre/ se desespere o se queje, / que un hombre o su mujer deje/ en el mayor desamparo; / hay que callarse, o es claro/ que lo quiebran por el eje"(C.3487).

De esta manera, Picardía fue mandado a la frontera. "Cuando me llegó

mi turno/ dije entre mí: "¡Ya me toca"!, / y aunque mi falta era poca, / no sé por qué me asustaba; / les asiguro que estaba/ con el Jesús en la boca"(C.3523). "Me dijo que yo era un vago, / un jugador, un perdido: / que dende que fí al partido/

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andaba de picaflor; / que había de ser un bandido/ como mi antesucesor"(C.3529). "Puede que uno tenga un vicio/ y que de él no se reforme, / mas naides está conforme/ con recibir ese trato: / yo conocí que era el ñato/ quien le había dao los informes"(C.3535). "Me dentró curiosidá, / al ver que de esa manera/ tan siguro me dijera/ que jué mi padre un bandido; / luego, lo había conocido, / y yo inoraba quién era"(C.3541)."Me empeñé en aviriguarlo; / promesas hice a Jesús; / Tuve por fin una luz/ y supe con alegría/ que era el autor de mis días/ el guapo sargento Cruz"(C.3547). "Yo conocía bien su historia/ y la tenía bien presente: / sabía que Cruz bravamente, / yendo con una partida, / había jugado la vida/ por defender a un valiente"(C.3554). "Y hoy ruego a mi Dios piadoso/ que lo mantenga en su gloria: / se ha de conservar su historia/ en el corazón del hijo; / él al morir me bendijo: / Yo bendigo su memoria"(C.3559).

Existen momentos en la existencia del hombre, que nos sirven de hitos. Tal el caso de este joven descarriado. La falta de amor, y de protección, lo llevó por un camino equivocado. Pero el solo conocimiento de saber quién era su padre, fue suficiente para que él cambiara fundamentalmente su vida errada."Yo juré tener enmienda/ y lo conseguí

deveras; / puedo decir ande quiera/ que si faltas he tenido, / de todas me he corregido/ dende que supe quién era"(C.3565). "El que sabe ser güen hijo/ a los suyos se parece; / y aquel que a su lado crece/ y a su padre no hace honor, / como castigo merece/ de la desdicha el rigor"(C.3571). "Con un empeño constante/ mis faltas supe enmendar; / todo conseguí olvidar, / pero, por desgracia mía, / el nombre de Picardía/ no me lo pude quitar"(C.3577). "Aquel que tiene buen nombre/ muchos dijustos ahorra, / y entre tanta mazamorra/ no olviden esta alvertencia: / aprendí por esperencia/ que el mal nombre no se borra"(C.3583).

Capítulo VI: Experiencias de vida volcadas en "Los consejos de

Martín Fierro"

Muchos hombres de todas las épocas, en sus primeros años de vida y aún durante su adolescencia y juventud, sufrieron humillaciones, privaciones de todo orden y medida. Indiferencias, agravios, despojos y castigos. Algunos de ellos se ‘’lamieron sus heridas’’ y esperaron el momento oportuno para vengarse de los autores de sus infortunios o de la sociedad toda. No perdonaron. Pero otros, ese padecer, le sirvió de incentivo para el ‘’crecimiento’’ y el ‘’cambio’’ en función de un conocimiento y una actitud ante la vida con mayor templanza y tolerancia: no devolvieron el mal con el mal, aunque tampoco se humillaron ante el soberbio. En esta última posición, lo veo a Martín Fierro.

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A través de los "consejos" finales, se palpa en él a un hombre sensible y sabio. Comienza en el Canto 4595 y los finaliza en el 4780. Ellos trascienden la figura de un hombre que, aún llevando a cuestas su ignorancia, y no obstante el sufrimiento que lo acompañó gran parte de su vida, tiene la virtud suficiente para poder discernir y dar consejos a los suyos, producto de su experiencia vital, sin que salieran de sí enconos ni rencores, porque, como dije, fue un ser humano de corazón limpio. "Un

padre que da consejos/ más que padre es un amigo; ansí como tal les digo/ que vivan con precaución: / naides sabe en qué rincón/ se oculta el que es su enemigo"(C.4595). "Yo nunca tuve otra escuela/ que una vida desgraciada: / No estrañen si en la jugada/ alguna vez me equivoco, / pues debe saber muy poco/ aquel que no aprendió nada"(C.4001). "Hay hombres que de su cencia/ tienen la cabeza llena; / hay sabios de todas menas, / mas digo sin ser muy ducho: / es mejor que aprender mucho/ el aprender cosas buenas"(C.4607). "Y les doy estos consejos/ que me han costado alquirirlos, / porque deseo dirijirlos;/ pero no alcanza mi cencia/ hasta darles la prudencia/ que precisan pa seguirlos"(C.4769). "Estas cosas y otras muchas/ medité en mis soledades; / sepan que no hay falsedades/ ni error en estos consejos: / es de la boca del viejo/ de ande salen las verdades"(C.4775). "Su esperanza no la cifren/ nunca en corazón alguno; / en el mayor infortunio/ pongan su confianza en Dios; / de los hombres, sólo en uno; / con gran precaución en dos"(C.4619). "Si entriegan su corazón/ a alguna mujer querida, / no le hagan una partida/ que la ofienda a la mujer; / Siempre los ha de perder/ una mujer ofendida"(C.4757).

En otros cantos se refiere al trabajo como elemento substancial del hombre: "Debe trabajar el hombre/ para ganarse su pan; / pues la miseria en su

afán/ de perseguir de mil modos, / llama en la puerta de todos/ y entra en la del haragán"(C.4655). "El trabajar es la ley, / porque es preciso alquirir;/ no se espongan a sufrir/ una triste situación:/ sangra mucho el corazón/ del que tiene que pedir"(C.4649).

Y demuestra un gran amor y sabiduría, al procurar la unión armoniosa entre las personas: "Los hermanos sean unidos/ porque ésa es la ley

primera: / tengan unión verdadera/ en cualquier tiempo que sea, / porque, si entre ellos pelean/ los devoran los de ajuera"(C.4691). "Respeten a los ancianos: / el burlarse no es hazaña; / si andan entre gente estraña/ deben ser muy precavidos, / pues por igual es tenido/ quien con malos se acompaña"(C.4697). "La cigüeña cuando es vieja, / pierde la vista, y procuran/ cuidarla en su edá madura/ todas sus hijas pequeñas: / apriendan de las cigüeñas/ este ejemplo de ternura"(C.4703). "Si les hacen una ofensa, / aunque la echen en olvido, / vivan siempre prevenidos; / pues ciertamente sucede/ que hablará muy mal de ustedes/ aquel que los ha ofendido"(C.4709).

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No faltan los elementos morales y enseñanzas en el desenvolvimiento social, que muchas personas descuidan: "Muchas cosas

pierde el hombre/ que a veces las vuelve a hallar; / pero les debo enseñar, / y es bueno que lo recuerden: / si la vergüenza se pierde/ jamás se vuelve a encontrar"(C.4685). "Procuren de no perder/ ni el tiempo ni la vergüenza; / como todo hombre que piensa, / procedan siempre con juicio, / y sepan que ningún vicio/ acaba donde comienza"(C.4721). "Ave de pico encorvado/ le tiene al robo afición; / pero el hombre de razón/ no roba jamás ni un cobre, / pues no es vergüenza ser pobre/ y es vergüenza ser ladrón"(C.4727). "El hombre no mate al hombre/ ni pelée por fantasía; / tiene en la desgracia mía/ un espejo en qué mirarse: / saber el hombre guardarse/ es la gran sabiduría" (C.4733)."La sangre que se redama/ no se olvida hasta la muerte; / la impresión es de tal suerte, / que a mi pesar, no lo niego, / cai como gotas de fuego/ en la alma del que la vierte" (C.4739). "Procuren, si son cantores, / el cantar con sentimiento, / no tiemplen el estrumento/ por solo el gusto de hablar/ y acostúmbrensé a cantar/ en cosas de jundamento" (C.4763). "Para vencer un peligro, / salvar de cualquier abismo, / -por esperencia lo afirmo: / más que el sable y que la lanza/ suele servir la confianza/ que el hombre tiene en sí mismo" (C.4667). "Nace el hombre con la astucia/ que ha de servirle de guía; / sin ella sucumbiría, / pero, según mi esperencia, / se vuelve en unos prudencia/ y en los otros picardía" (C.4673)."Aprovecha la ocasión/ el hombre que es diligente; / y ténganló bien presente/ si al compararla no yerro: / la ocasión es como el fierro, / se ha de machacar caliente"(C.4679). "Las faltas no tienen límites/ como tienen los terrenos, / se encuentran en los más buenos/ y es justo que los prevenga: / aquel que defetos tenga, / disimule los agenos" (C.4625)."Al que es amigo, jamás/ lo dejen en la estacada; / pero no le pidan nada/ ni lo aguarden todo de él; / siempre el amigo más fiel/ es una conduta honrada" (C.4631).

Quiero transcribir algunos cantos seleccionados, de la payada entre Martín Fierro y el Moreno, para terminar el capítulo. Esos cantos denotan un conocimiento, aunque simple en su expresión, de gran belleza poética teñida de sabiduría. Pregunta MARTIN: "...has de decirme al momento/ cuál

es el canto del cielo"(C.4059). El MORENO contesta: "Los cielos lloran y

cantan/ hasta en el mayor silencio; / lloran al cáir el rocío, / cantan al silbar los vientos, / lloran cuando cain las aguas/ cantan cuando brama el trueno" (C.4079). FIERRO: "...decime cuál en el mundo/ es el canto de la tierra" (C.4101). MORENO: "Es pobre mi pensamiento, / es escasa mi razón; / mas pa

dar contestación/ mi inorancia no se arredra:/también da chispa la piedra/ si la gólpia el eslabón"(C.4103). "Y le daré una respuesta/ sigún mis pocos alcances: / forman un canto en la tierra/ el dolor de tanta madre, / el gemir de los que

mueren/ y el llorar de los que nacen"(C.4109). FIERRO: "...Y áura quiero que me

digas/ de dónde nace el amor"(C.4185). MORENO: "A pregunta tan escura/

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trataré de responder, / aunque es mucho pretender/ de un pobre negro de estancia: / mas conocer su inorancia/ es principio del saber"(C.4187). "Ama el pájaro en los aires/ que cruza por donde quiera, / y si al fin de su carrera/ se asienta en alguna rama, / con su alegre canto llama/ a su amante compañera"(C.4193). "La fiera ama en su guarida, / de la que es rey y señor; / allí lanza con furor/ esos bramidos que espantan. / Porque las fieras no cantan: / las fieras braman de amor"(C.4199)."Ama en el fondo del mar/ el pez de lindo color; / ama el hombre con ardor; / ama todo cuanto vive: / de Dios vida se recibe, / y

donde hay vida, hay amor"(C.4205). FIERRO: "...Y te quiero preguntar/ lo que

entendés por la ley"(C.4215). MORENO: "Dende que elige a su gusto, / lo más

espinoso elige; / pero esto poco me aflige/ y le contesto a mi modo: / la ley se hace para todos, / mas sólo al pobre le rige"(C.4229). "La ley es tela de araña, / en mi inorancia lo esplico: / no la tema el hombre rico, nunca la tema el que mande, / pues la ruempe el bicho grande/ y sólo enrieda a los chicos"(C.4235). "Es la ley como la lluvia; / nunca puede ser pareja: / el que la aguanta se queja, / pero el asunto es sencillo, / la ley es como el cuchillo: / no ofiende a quien lo maneja"(4241). "Le suelen llamar espada, / y el nombre le viene bien; / los que la gobiernan ven/ a dónde han de dar el tajo: / le cái al que se halla abajo/ y corta sin ver a quién"(C.4247). "Hay muchos que son dotores, / y de su cencia no dudo; / mas yo soy un negro rudo, / y, aunque de esto poco entiendo, / estoy diariamente viendo/ que aplican la del embudo"(C.4253).

Luego cambian los papeles. Quién pregunta es el Moreno y Fierro es el que responde. MORENO: "Quiero saber y lo inoro, / pues en mis libros no

está, / y su respuesta vendrá/ a servirme de gobierno, / para qué fin el Eterno/ a

criado la cantidá"(C.4295). FIERRO: "Uno es el sol, uno el mundo, / sola y

única es la luna; / ansí, han de saber que Dios/ no crió cantidá ninguna"(C.4307). "El ser de todos los seres/ sólo formó la unidá; / lo demás lo ha criado el

hombre/ después que aprendió a contar"(C.4311). MORENO: "Si responde a

esta pregunta/ téngasé por vencedor; / doy la derecha al mejor; / y respóndamé

al momento: / cuándo formó Dios el tiempo/ y ¿por qué lo dividió?"(C.4343). FIERRO: "Moreno, voy a decir, / sigún mi saber alcanza: / el tiempo sólo es

tardanza/ de lo que está por venir; no tuvo nunca principio/ ni jamás acabará, / porque el tiempo es una rueda, / y rueda es eternidá: / y si el hombre lo divide/ sólo lo hace, en mi sentir, / por saber lo que ha vivido/ o le resta que vivir"(C.4349 al 4360).

Capítulo VII: La mujer en el "Martín Fierro"

Creo que es sumamente importante mencionar algo que no pasa desapercibido en muchos pasajes de esta obra: la mujer. En principio,

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cuando nos referimos al hombre varón no podemos dejar de lado a la figura femenina, porque, según el criterio que sostengo desde siempre, hombre y mujer, unidos en pareja o matrimonio, conforman una ‘’unidad social’’. Lo más loable, a mi entender, es que esa unidad perdure armónicamente de por vida.

En el personaje Cruz, podemos observar dos caras de la misma moneda. Una, mencionada en los cantos 1741 al 1776 donde, en hermosos versos, enaltece el amor conyugal, pero, luego de la fuerte decepción que sufre por la infidelidad de su mujer, cambia totalmente de opinión, según lo dicho por él mismo, en los cantos 1867 al 1884 ya mencionados.

En cambio Martín Fierro no traduce, en ningún momento un sentimiento de animosidad hacia la mujer, a la que respeta. Incluso llega a comprender que su compañera se haya ido con otra persona cuando él cumplía el servicio en la milicia (C.1051 al 1066).

También, cuando habla de las costumbres de los indios pampas, dice: "Todo el peso del trabajo/ lo dejan a las mujeres..."(C.583). "Cuando el hombre es más salvaje/ trata pior a la mujer: / yo no sé que pueda haber/ sin ella dicha ni goce: / ¡feliz el que la conoce/ y logra hacerse querer!"(C.685). "Todo el que entiende la vida/ busca a su lao los placeres: / justo es que las considere/ el hombre de corazón: / sólo los cobardes son/ valientes con sus mujeres"(C.691)."Pa servir a un desgraciado/ pronta la mujer está: / cuando en su camino va/ no hay peligro que la asuste; / ni hay una a quien no le guste/ una obra de caridá"(C.697). "No se hallará una mujer/ a la que esto no le cuadre: / yo alabo al Eterno Padre, / no porque las hizo tan bellas, / sinó porque a todas ellas/ les dió corazón de madre"(C.703). "Es piadosa y diligente/ y sufrida en los trabajos: / tal vez su valor rebajo/ aunque la estimo bastante: / mas los indios inorantes/ la tratan al estropajo"(C.709). "Echan la alma trabajando/ bajo el más duro rigor; / El marido es su señor; / como tirano la manda, / porque el indio no se ablanda/ ni siquiera en el amor"(C.715).

Martín, luego de su exilio entre los indios, recuerda nuevamente a su mujer en el canto 655: "...Lo único que me han contado/ es que mi mujer ha

muerto;/ que en procuras de un muchacho/ se fué la infeliz al pueblo,/ donde infinitas miserias/ habrá sufrido por cierto;/ que, por fin, a un hospital/ fué a parar medio muriendo,/ y en ese abismo de males/ falleció al muy poco tiempo "C.1677).

En tanto que el hijo mayor de Martín Fierro, desde la Penitenciaría ("penitencia diaria", como él dice), recuerda a su familia, así: "En mi madre,

en mis hermanos, / en todos pensaba yo; / Al hombre que allí dentró/ de memoria más ingrata, / fielmente se le retrata/ todo cuanto ajuera vió"(C.1905).

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El segundo hijo de Martín Fierro, clama con desesperación su infortunio, luego de la muerte de Vizcacha; sólo y abandonado a su suerte. No puede menos que recordar a su madre."Madre mía, gritaba yo/ donde

andarás padeciendo; / el llanto que estoy virtiendo/ lo redamarías por mí, / si vieras a tu hijo aquí/ todo lo que está sufriendo. (C.2685)

He dejado para lo último, dos hechos que me conmocionaron profundamente. En ambos se refleja la decisión y la bravura que poseen las mujeres para defender a sus hijos. El primer pasaje que recordaré, se refiere a la intervención de la "cautiva" en el encuentro de Martín con el indio. En el medio de la pelea..."Me sucedió una desgracia/ en aquel percance

amargo; / En momento en que lo cargo/ y que él reculando va, / me enredé en el chiripá/ y cái tirado largo a largo"(C.1225). "Ni pa encomendarme a Dios/ tiempo el salvaje me dió; / cuando en el suelo me vió/ me saltó con ligereza: / juntito en la cabeza/ el bolazo retumbó"(C.1231). "Ni por respeto al cuchillo/ dejó el indio de apretarme; / Allí pretende ultimarme/ sin dejarme levantar, / y no me dejaba lugar/ ni siquiera a enderezarme"(C.1237). "De balde quiero moverme:/ aquel indio no me suelta. / Como persona resuelta/ toda mi juerza ejecuto, / pero abajo de aquel bruto/ no podía ni darme güelta"(C.1243).

Su capacidad de defensa y su fuerza se van agotando y ahí pudo perder la vida, como lo acaba de expresar. Pero ocurrió algo inesperado. Interviene la "cautiva" y lo salva de ese trance tan peligroso."¡Bendito Dios

poderoso!/, Quién te pueda comprender/ cuando a una débil muger/ le diste en esa ocasión, / la juerza que en un varón/ tal vez no pudiera haber"(C.1249). "Esa infeliz tan llorosa, / viendo el peligro se anima; / como una flecha se arrima/ y, olvidando su aflición, / le pegó al indio un tirón/ que me lo sacó de encima"(C.1255). "Ausilio tan generoso/ me libertó del apuro; / si no es ella, de siguro/ que el indio me sacrifica; / y mi valor se duplica/ con un ejemplo tan puro"(C.1261). "En cuando me enderecé/ nos volvimos a topar; / no se podía descansar/ y me chorriaba el sudor;/en un apuro mayor/ jamás me he vuelto a encontrar" (C.1267). "Tampoco yo le daba alce, / como deben suponer; / se había aumentado mi quehacer/ para impedir que el brutazo/ le pegara algún bolazo/ de rabia a aquella muger"(C.1273).

Martín cree en el castigo divino, y lo manifiesta en los cantos siguientes: "Me hizo sonar las costillas/ de un bolazo aquel maldito; / y al

tiempo que le dí un grito/ y le dentro como bala, / pisa el indio, y se refala/ en el cuerpo del chiquito"(C.1297). "Para esplicar el misterio/ es muy escasa mi cencia; / lo castigó, en mi concencia, / su Divina Majestá; / donde no hay casualidá/ suele estar la Providencia"(C.1303).

El segundo hecho al que quiero referirme, no pertenece a José Hernández, pero, por su contenido heroico y la fecha en que sucedió,

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contemporánea a los sucesos narrados en el "Martín Fierro", lo transcribo tal como apareció en "Argentina, rev.N°2 Bs.A.II" editada por Abril Educación y Cultura S.A. Bs.As., 1972". "Muy poco se ha hablado acerca de la presencia de la mujer en los fortines de frontera. En el "Martín Fierro”, por lo pronto, no hay la menor referencia al respecto. Sin embargo, allí estuvieron, y especialmente en la frontera bonaerense. Las llamaban las "soldaderas".

"Calladamente, acompañaban a sus hombres; andaban a veces con un pequeño hijo en los brazos; lavaban ropa; asistían a los heridos; cocinaban y, llegado el caso, no vacilaron en empuñar las armas, convirtiéndose en soldados de admirable coraje."

"Carmen Ledesma fue una de esas mujeres. Llegó a recibir el grado de sargento y, en 1874, quedó a cargo de la tropa del Fortín General Paz, cuando el coronel Hilario Lagos tuvo que abandonar circunstancialmente su puesto. Madre de dieciséis hijos varones, Carmen había perdido ya a quince de ellos, y a su marido, en la lucha contra el indio. Una mañana, el cabo Ledesma, último hijo de Carmen, su madre y un pequeño grupo de soldados cayeron en la emboscada tendida por un centenar de pampas en las inmediaciones del fuerte. El combate fue encarnizado. "Rodeado por los indios, el cabo Ledesma murió atravesado a lanzazos"

"Cegada por la desesperación, Carmen Ledesma arrancó el cuchillo de la cintura de su hijo y entabló una lucha cuerpo a cuerpo con el indio más cercano. Rodaron por el suelo, los cubrió el polvo. El pampa perdió su lanza y recurrió a las boleadoras, pero una feroz puñalada en el pecho puso fin a la lucha. Recién entonces la mujer se permitió dar rienda suelta a sus sentimientos y, ante el respetuoso silencio de todos, hasta de los indios, empezó a sollozar abrazada al cadáver del muchacho. Lo atravesó sobre su propio caballo, ató la cabeza del indio a la cola del animal y emprendió el regreso al fuerte. Lo que todos sus camaradas grabaron esa noche en su memoria fue la silueta erguida del sargento Carmen Ledesma, sable al hombre, velando la tumba de su hijo".

José Hernández, como la mayoría de los escritores, se desdobló en dos o más personajes reales o supuestos, pero él tuvo la virtud de crear un ser humano, producto de la tierra en que vivía, acreedor a las diferentes facetas que presenta el hombre, sobre todo el pobre: sus flaquezas, aunque también su heroísmo para convivir en un mundo que se le presenta mezquino por su condición de tal. También se advierte, en forma patética,

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el sentido de vida aun dentro de los confines que le opone su estrecha gama de instrucción. Y sus fuertes convicciones sobre la familia, la amistad y las creencias religiosas.

Aunque cabe recordar, que ese hombre rural, en consonancia con el dilatado horizonte que vive día a día su existencia, está despojado de las falencias propias del hombre ciudadano, sobre todo del habitante de las grandes urbes. En consecuencia, los personajes a los que les da vida José Hernández, se muestran, aunque poco refinados, en cambio, y esto es muy importante, limpios de corazón. Hablan de sus cosas con franqueza, sin dobleces. Además lo hacen con una sencillez que mueve a ternura, sin perder el sentido del humor, atributos propios de la persona sana de espíritu.

Antes de dar por finalizado este trabajo, quiero dejar aclarado algo que también sustenta el libro. Muchos de los cantos en el "Martín Fierro" son referidos a los indios, tanto en la primera como en la segunda parte del mismo. La mayoría de ellos no los menciono, porque en esta relación se manifiesta una cruda descripción, posiblemente real, pero despiadada en sus fundamentos humanos. En la amplia gama del pobre también entra este grupo, que no está situado solamente en la época en que la menciona José Hernández, sino que se la podría remontar al tiempo de las colonizaciones españolas desde Colón en adelante. El indio tenía su tierra y ésta fue invadida, a veces en forma despiadada, y él se defendió como lo hace el animal cuando es atacado. Con ferocidad. Y este ser que piensa y habla, aunque sea en forma rudimentaria, merece la ofrenda de mi conmiseración.

En fin, todas éstas, fueron las motivaciones que me indujeron a este estudio, brindándole mi homenaje sincero a José Hernández.

Lo que me ha dado mucha pena, es haber dejado sin mencionar varios cantos verdaderamente profundos y bellos y de una sapiencia tal que merecerían ser difundidos, pero me he ceñido a la brevedad que me exigía el diseño de este trabajo. No obstante estoy seguro que sí puedo incentivar al lector, sobre todo al que no conoce este hermoso poema gauchesco, para que lea y medite el texto total, escrito por José Hernández.

Esa será mi mayor satisfacción. ***

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P A R T E II

EL GAUCHO SEGÚN RICARDO GüIRALDES

Don Segundo Sombra

La primera parte de este libro se completó con una reseña del “Martín Fierro”, destacando el aspecto humano que, a mi juicio, presenta el gaucho.

De la misma forma lo haré con “Don Segundo Sombra” de Ricardo Güiraldes quien me maravilla por la ductilidad y profundidad de su prosa, en el diseño de las personalidades de quienes componen su obra.

Fabián, el héroe del relato, recuerda que a los seis u ocho años de edad, lo separaron de su “mama” para llevarlo a vivir, en el pueblo, con unas mujeres que lo trataban de ‘m’hijito” y a las que debía llamarlas Tía Asunción y Tía Mercedes. Ellas serían las que se ocuparían de su enseñanza. Pero poco tiempo duró ese privilegio. Las tías se cansaron de él y le endilgaban toda clase de improperios como ‘sucio’, ‘atorrante’, a la vez que le echaban la culpa de todos los desperfectos que sucedían en la casa. Su educación en el colegio no pasó de tres años porque las ‘tías’ preferían que Fabián les sirviera de mandadero, y de esa manera pasaba un tiempo fuera del ‘calabozo’ casero.

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Fabián, muchas veces sufrió, calladamente, el no ser querido: lejos de su “mama” y sin un padre con quien dialogar. Incluso en una oportunidad recibió un agravio de un parroquiano, que en un momento de ofuscación, le dijo ¡guacho!

En ese ‘ir y venir’, entreverado entre gente de toda categoría, aprendió por sí solo, todo lo que se decía y se hacía en el pueblo, y se hizo ladino, y se sintió cómodo de “haber conquistado en la calle simpatía y popularidad”.

Hago un pequeño alto en el relato para apuntar a algo que influyó notablemente en la personalidad de este joven, en la primera etapa de su vida, y esto fue ‘la falta de amor’. Conocía a su madre que era una persona de servicio en la estancia y que siempre estaba ocupada, pero no sabía nada de su padre. Además fue relegado al cuidado de esas dos señoras mayores que solamente lo llevaban a misa los domingos y les hacía rezan todas las noches el rosario. Pero de ternura, nada.

Pasamos así a una segunda etapa de este joven. En una oportunidad, de noche se tropezó con “una silueta de caballo y jinete”. Le pareció haber visto a un fantasma, una sombra, algo que lo atrajo “con la fuerza de un

remanso, cuya hondura sorbe la corriente del río”.

Y esa figura resultó ser don Segundo Sombra, quién fue la ‘imagen paternal’ que le hacía falta. De ahí en más, por sí solo, lo sigue sin que él se diera cuenta hasta una estancia donde necesitaban de sus servicios de domador y resero. En ese tiempo Fabián tenía 14 años.

Y es interesante conocer las reflexiones que se hace cuando, en un momento de audacia, decide ser resero. De esa forma podía acompañar a Don Segundo a quién admiraba. “Ya está tomada la actitud y no queda más

que hacer ‘pata ancha’. ¿Cómo hablaría, en efecto, cuando ‘el recao me dentrara a lonjiar las nalgas’? ¿Qué tal me sabería dormir al raso una noche de llovizna? ¿Cuáles medios emplearía para disimular mis futuros sufrimientos de bisoño? Ninguna de estas vicisitudes de vida ruda me era conocida y comencé a imaginar crecientes de agua, diálogos de pulpería, astucias y malicias de chico pueblero que me pusieran en terreno conocido. Inútil. Todo lo aprendido en mi niñez aventurera resultaba un mísero bagaje de experiencia para la existencia que iba a emprender. ¿Para qué diablos me sacaron del lado de ‘mama’ en el

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puestito campero, llevándome al colegio a aprender el alfabeto, las cuentas y la historia, que hoy de nada me servían?”

Durante ese largo peregrinaje conduciendo la tropilla acompañado con un capataz, Don Segundo y dos reseros más, le surgieron varios inconvenientes provocados por su inexperiencia y su rebeldía a dejarse quebrantar.

Don Segundo lo ayuda en todo momento y Fabián lo recuerda de esta manera: “Cinco años habían pasado sin que nos separáramos ni un solo

día, durante nuestra penosa vida de reseros. Cinco años de esos hacen de un chico un gaucho, cuando se ha tenido la suerte de vivirlos al lado de un hombre como el que yo llamaba mi padrino. Él fue quién me guió pacientemente hacia todos los conocimientos de hombre de pampa. Él me enseñó los saberes del resero, las artimañas del domador, el manejo del lazo y las boleadoras, la difícil ciencia de formar un buen caballo para el aparte y las pechadas, el entablar una tropilla y hacerla parar a mano en el campo, hasta poder agarrar los animales donde y como quisiera.(...) También por él supe de la vida la resistencia y la entereza en la lucha, el fatalismo en aceptar sin rezongos lo sucedido, la fuerza moral ante las aventuras sentimentales, la desconfianza para con las mujeres y la bebida, la prudencia entre los forasteros, la fe en los amigos”. A veces resuena en sus oídos, un consejo suyo: -hacete duro, muchacho-.

Por las expresiones de Fabián no nos cabe duda que había encontrado en ‘el padrino’, el padre que le faltaba. En otro momento lo recuerda a través de “esa tranquilidad con que sabía tomar las cosas, fueran

como fuesen, como si le quedaran chicas. Yo sentía por una vez más esa fuerza de mi padrino, tan rápida para suscitar en el paisanaje, reservado e incrédulo una incondicional admiración. Sabía desconcertar quedando impasible y a la duda que por momentos despertaba, sobre su inocencia aparente o su profunda malicia, seguía de inmediato el respeto y la expectativa”.

Fabián pasó por muchas dificultades de las que pudo salvar, algunas veces magullado, otro herido en su dignidad, y recibió de boca del patrón, unas palabras que restableció su orgullo: “Ya has corrido mundo y te has

hecho hombre, mejor que hombre, gaucho. El que sabe los males de esta tierra por haberlos vivido, se ha templao para domarlos. Andá no más. Allí te espera tu estancia y, cuando me necesités, estaré cerca de ti. Acordate”.

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Y por último, pasamos al epílogo, que se extiende desde el camino de vuelta al pueblo cuando Pedro, un antiguo compañero, le trae una carta. El sobre decía: “Señor Fabio Cáceres”.

“-¿Y que tengo que ver?- grité casi. –Abrí- me respondió mi padrino. La

carta estaba firmada por Don Leandro Galván, y decía: “-Estimado y joven amigo: no dudo de la sorpresa que le causarán estas líneas. Tal vez le resulten un tanto bruscas, pero, a la verdad, no tenía a mano ningún medio de comunicarme con usted. Su padre, Fabio Cáceres, ha muerto y deja...”

“Ví muchas cosas de golpe: Mis paseos, mis petisos, mis tías... ¡eran de verdad mis tías!

Miré alrededor. Pedro y mi padrino se habían alejado. La tropa también. Un extraño sentimiento de soledad me apretaba el alma, como si hubiera querido limitarla a algo chico, demasiado chico. Me bajé del caballo y, contra el alambrado del callejón, seguí leyendo: ...-su padre, Fabio Cáceres, ha muerto y deja en mis manos la difícil e ingrata tarea de llevar a cabo lo que él siempre pensó... Saltié unas líneas: -... soy, pues, su tutor hasta su mayoría de edad...”

“Volví a montar a caballo. El campo, todo me parecía distinto. Miraba desde adentro de otro individuo. Un extraño tropel de sentimientos, en mí intactos, se me arremolineaban en la cabeza: ternura, tristeza. Y de pronto, una ira ciega de hombre insultado de un modo rebajante, sin razón. ¡Qué diablos! Tenía ganas de disparar o de embestir contra cualquier cosa, para inferir sangre de carne por la sangre de alma que sentía chorrear dentro mío. Alcancé a Don Segundo y a Pedro. Mi padrino me dijo que, siendo ya imposible para mí seguir con la tropa, había arreglado con el capataz, proponiéndole reemplazarme por otro peón. -¿Y usté?- interrumpí con brusquedad. –Yo te acompaño- fue su contestación tranquila”.

“Sintiendo aquel cariño a mi lado, la rabia se me transformó en congoja. Realicé que era un chico, un gaucho desamparado, y que de golpe perdía algo a lo cual había vivido aferrado. Me encaré con mi padrino: -Don Segundo, hágame el favor de decirme que ese papelito miente. Yo no soy hijo de nadie y de nadie tengo que recibir consejos, ni plata, ni un nombre tan siquiera”.

Luego de estos largos párrafos, hago un alto para que indaguemos un

poco en la situación planteada. Fabián ha sufrido, callado, el desarraigo de su familia, y de alguna manera trató de suplir la falta de la figura paternal, por Don Segundo. Sorpresivamente al conocer su verdadera filiación, brota de su corazón, tantos sentimientos guardados, que no sabe cómo contenerlos y braman como un río revuelto. De repente cambiaba totalmente su condición de resero vagabundo a señor de estancia. Su turbación lo lleva a decirle a Don Segundo, a quién, ahora, lo trata de ‘tata’:

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“¿Es verdad que no soy el de siempre y que esos malditos pesos van a desmentir mi vida de paisano? –Mirá- dijo mi padrino, apoyando sonriente su mano en mi hombro- Si sos gaucho en de veras, no has de mudar, porque andequiera que vayas, irás con tu alma por delante como madrina’e tropilla”.

Con estas líneas, a manera de preámbulo quiero resaltar dos cosas: la importancia fundamental que tiene todo hombre, de ser partícipe de una familia de la que reciba y proyecte en ella los beneficios nutritivos e imprescindibles para su vida, que es el amor. Y, por otra parte, las consecuencias malsanas que ocasiona la falta de este alimento espiritual; entre ellos, el resentimiento. ¡Cuánta gente vaga por el mundo llevando en sí la terrible carga del resentimiento...!

El trabajo que antecede, me inspiró a seguirlo como una segunda parte. En este caso, trato de mantener una charla imaginaria con José Hernández y Ricardo Güiraldes a través de sus obras "Martín Fierro" y "Don Segundo Sombra" respectivamente, y de lo que ellos dicen acerca de las mismas.

Quiero consignar acá, que no soy hombre de campo sino de ciudad, y que el personaje central que motivó este trabajo -el gaucho- solamente me es conocido por boca de los autores mencionados y de Estanislao del Campo. A este último autor, aún cuando merece mi reconocimiento y respeto, no lo invité porque él enfoca directamente un tema central: la ópera Fausto de Gounot, contada a la manera gauchesca por un supuesto Don Laguna a otro paisano Anastasio el Pollo. No obstante, su lectura me ha servido de mucho en la tarea que me impuse. Mencioné, que *no soy hombre de campo* poniéndome un poco a retaguardia por ser este personaje, un ser tan singular. Aunque, en el estudio del hombre, desde el punto de vista antropológico, existen facetas generales que identifican a todo ser humano con características connaturales, aún sea de distinta raza o radique en cualquier punto del planeta. Ya lo dijo un antropólogo: "El hombre es, en ciertos aspectos, como todos; en otros, como algunos; y en algunos, como ninguno". Y a él, al hombre substancialmente, apunta este ensayo.

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Momentos que ya existieron, que dejaron de serlo. Hechos que ocurrieron. Marcamos un camino y no podemos volver atrás: quedaron impresos en el tiempo.

No obstante, el hombre posee la cualidad mágica del ensueño, del recuerdo. Pedazos de tiempo que resucitan; que se evocan y se trasladan a un presente vivo, actual. El enamorado sueña con el objeto amado: situaciones plácidas que fueron sucediendo y que, como viento que las agita, acrecienta el fuego de ese amor.

Este mismo ímpetu lo ponemos en acción tragando etapas de futuro para alcanzar logros que nos satisfagan, nos produzcan placer. Y así también, de otra forma, cerramos los diques para evitar que acudan a la mente fantasmas idos de sucesos ingratos.

¡Tantas cosas que decimos, que hacemos, y que se evaporan en el tiempo! ¡Cuántos libros que quedan adocenados en armarios, bibliotecas, y cuyas hojas van amarilleándose con el tiempo! Muertos en el olvido Y muchos de ellos fueron la fuente primordial que alimentó nuestra cultura y nos hizo concebir un sentido de vida.

Aunque, por suerte, también existieron muchos momentos que, con el ardor de la vocación, fueron realizados y formaron etapas felices en la orientación de nuestra existencia. Y así es como encontramos, por fin, la satisfacción de que nuestra realidad de ser no es un producto del acaso, sino que es un merecimiento que se nos da gratuitamente, un hálito de amor que no debemos menospreciar, sino que, muy al contrario, merece que lo difundamos.

**

Todos estos pensamientos me surgieron luego de haber removido un pasado a través de las lecturas de dos autores clásicos de nuestra literatura gauchesca: José Hernández y Ricardo Güiraldes. Ambos escritores hicieron vibrar fuertemente las fibras de mi corazón, y me dije: ¿Por qué no reunir en amable contertulio a estos sensibles hombres que, de una u otra forma, esculpieron un personaje que había quedado enterrado en el recuerdo y que me causa gran placer al tenerlo presente? Me refiero al *gaucho argentino* y a su entorno, encarnado en los libros ya mencionados, "Martín Fierro" y "Don Segundo Sombra", que pintan ambos, con admirable maestría de artista, esa figura humana que quiero rescatar del polvo del pasado.

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En realidad, la idea que pugna por salir de mi cabeza, es muy simple. Me los imagino sentados alrededor de una mesa a José Hernández y a Ricardo Güiraldes, contestando y aclarando con la sabiduría, el sentido del humor y el contenido poético que de cada uno emana, a preguntas concretas que les iré haciendo.

Ahora bien, como a estos preclaros escritores no los pude conocer en vida y no quiero hacerles decir lo que tal vez no pensaron, me parece prudente que la mayoría de las respuestas salgan directamente de sus personajes, aunque también me permitiré hacer una libre interpretación por mi parte, tratando de no menoscabar en absoluto, lo que ellos han dejado escrito.

***

Ahora vayamos al diálogo que sostuviera, imaginariamente, con José Hernández y Ricardo Güiraldes

*Enrique. Les agradezco profundamente sus presencias, aquí, fuera del tiempo terrenal en que existieron. Yo sé que sus almas inmortales perdurarán siempre, aunque ustedes no estén presentes corporalmente. Ahora, en este momento, deseo que me respondan, según sus convencimientos, a este interrogante primero, que les hago: ¿Ustedes creen

que el gaucho es un prototipo que se formó naturalmente bajo circunstancias especiales y temporales, y que fue desapareciendo hasta quedar eliminado en la actualidad, sin haber casi huellas de su existencia?

*José Hernández. Yo creo que el gaucho no se extinguió. Que, eso sí, fue producto de una época de transformación social y política que se vivía en la Argentina, pero que fue desplazado por elementos culturales, que nuestra sociedad absorbió de otras comunidades; de tecnologías que cubrieron las ansias de progreso y de comodidad que todo hombre desea para una vida mejor.

*Ricardo Güiraldes. Estoy de acuerdo con Hernández. No nos olvidemos que el campo, aún con su inagotable riqueza natural, no es lugar que le sea fácil al hombre vivir en él. Es cierto que el progreso le ofrece en la actualidad tendido de cables eléctricos, teléfono y largas vías

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ferrocarrileras, pero el paisano igual debe hacer largas leguas a caballo o en carreta por caminos muchas veces barrosos y difíciles de transitar.

*Hernández. Por otra parte, la vida del campesino es muy ruda. Aquel que tiene sembrados, mucho de su fertilidad depende de trabajar rigurosamente la tierra y pedir al cielo lluvias benéficas. Y si posee animales, ya sean reses, tropillas, ovejas, etc., debe cuidarlas para que la pastura no le falte y llevarlas de un lado a otro, como también defenderlas de las enfermedades, accidentes y cuatreros.

*Enrique. Es cierto. En el libro "Don Segundo Sombra" se abunda en una descripción bastante minuciosa, de la vida del resero. Ustedes han expresado claramente sus opiniones sobre este hombre que pareciera haber desaparecido, aunque en realidad perdura en el tiempo y espacio. Lo hacen, encarnado en un ser que posee elementos muy especiales, tales como la paciencia y la asimilación a los rigores de la vida que le depara la naturaleza, muchas veces inhóspita e inclemente.

*Güiraldes. Don Segundo está ya curtido para hacer frente a las contingencia adversas que puedan sucederle porque ha adquirido suficiente experiencia asimilada como para prevenir a Fabio que él también endurezca su carácter, a fin de que se adapte al "más macho de los

oficios, el reserismo", como él dice. En una oportunidad le expresa a su ahijado: "Si sos gaucho de veras, no has de mudar, porque ande quiera que

vayas, irás con tu alma por delante como madrina'e tropilla".

*Enrique. Además el gaucho, aún en su soledad frente a un mundo enorme en extensión y tan abierto en el que se desenvuelve; en esa pampa donde el horizonte no se acaba de terminar, busca compañía que le sirva de puente de amistad. Lo comprobamos en Fabio con Don Segundo, y en Martín con Cruz. Pero no le es fácil concretarlo, porque en su interioridad es tímido y desconfiado. Incluso, en esa ansia de compañía, diferencia a sus animales entre sí, poniéndoles nombres y apodos. Y, no puede ser menos, porque entre el gaucho y su caballo existe una comunión de sentimientos tan fuerte, que se plasma en una relación armónica de hombre y animal.

*Güiraldes. Quiero agregar otra característica más. La capacidad de asombro que posee, lo descubre como un ser sensible ante todo aquello que no comprende, aunque, por otra parte, se muestre altivo en algunos momentos. Creo que esto último se debe a una suerte de coraza con la que se defiende, para prevenir algún peligro u ofensa que pueda hacérsele a su persona.

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*Enrique. Deseo, en este momento, confesarles que ambas obras, sin distinción, han ahondado en lo recóndito de mí ser por la poesía que de ellas proviene y también de la sabiduría que contienen. ¿Podría usted don Ricardo recordarnos algunos trozos de su libro?

*Güiraldes. ¡Por supuesto!. Comienzo: "Ya, antes de salir, dos

aguaceros nos castigaron de soslayo, muy de paso, dejando la tierra fofa de los callejones, corrales y limpiones, como con sarpullido. Bajo los golpes de luz, percibíamos en un chicotazo las cosas demasiado claras, y los novillos, blancos, como también los rosillos plateados y las manchas de los overos, se nos metían en los ojos. Después, quedábamos perdidos en la noche, con la visión encajada en la memoria como una cicatriz en el cuero. Y andábamos hacia otro

relámpago". En otro momento expreso, siempre a través de Fabio que cuenta la historia: "Sabía que si en gran parte se resiste por tener hecho el

cuerpo a la fatiga, más se resiste por tener hecha la voluntad a no ceder. Primero el cuerpo sufre, después se azonza y va, como sin tomar parte, adonde uno lo lleva. Después, las ideas se enturbian; no se sabe si se llegará pronto o no se llegará nunca. Más tarde las ideas, tanto como los hechos, se van mezclando en una irrealidad que desfila burdamente por delante en una atención mediocre. A lo último, no queda capacidad vital sino para atender a lo que uno se propone sin desmayo: seguir siempre. Y se vive nada más que por eso y para eso, porque todo ha desaparecido en el hombre fuera de su propósito inquebrantable. Y al fin se vence (al menos así me había sucedido) cuando ya a uno la misma victoria le es indiferente. Y el cuerpo cae en el descanso, porque la voluntad se separa de él".

*Enrique. ¡Qué hermosa descripción que hace del resero cruzando el campo con sus animales, frente a un fenómeno natural como la lluvia, y los estados de ánimo que lo conmueven! También usted, Hernández expresa con mucha belleza la vida del gaucho y sus faenas. Háblenos a través de esos cantos tan bonitos que comienza con "Yo he conocido esta tierra..."

*Hernández. Con mucho gusto lo haré: "Yo he conocido esta tierra/

en que el paisano vivía/ y su ranchito tenía/ y sus hijos y mujer. / Era una delicia ver/ cómo pasaban sus días". "Entonces... cuando el lucero/ brillaba en el cielo santo,/ y los gallos con su canto/ nos decían que el día llegaba,/ a la cocina rumbiaba/ el gaucho... que era un encanto". "Y sentao junto al jogón/ a esperar que venga el día, / al cimarrón se prendía/ hasta ponerse rechoncho, / mientras su china dormía/ tapadita con su poncho". "Y apenas la madrugada/ empezaba a coloriar,/ los pájaros a cantar,/ y las gallinas a apiarse,/ era cosa de largarse/ cada cual a trabajar". "Este se ata las espuelas, / se sale el otro cantando, / uno busca un pellón blando, / éste un lazo, otro un rebenque, / y los pingos relinchando/ los llaman dende el palenque". "El que era un pión domador/ enderezaba al corral, / ande estaba el animal/ bufidos que se las pela.../ y más

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malo que su agüela, / se hacía astillas el bagual". "Y allí el gaucho inteligente/ en cuanto al potro enriedó, / los cueros le acomodó/ y se le sentó en seguida/ que el hombre muestra en la vida/ la astucia que Dios le dio". "Y mientras domaban unos, / otros al campo salían. / Y la hacienda recogían, / las manadas repuntaban. / Y ansí sin sentir pasaban/ entretenidos el día". "Y verlos al cáir la tarde/ en la cocina riunidos. / Con el fuego bien prendido/ y mil cosas que contar./ Platicar muy divertidos/ hasta después de cenar". "Y con el buche bien lleno/ era cosa superior/ irse en brazos del amor/ a dormir como la gente, / pa empezar al día siguiente/ las fainas del día anterior". "Ricuerdo ¡qué maravilla!/ Cómo andaba la gauchada/ siempre alegre y bien montada/ y dispuesta pa el trabajo..." "El gaucho más infeliz/ tenía tropilla de un pelo, / no le faltaba un consuelo/ y andaba la gente lista.../tendiendo al campo la vista, / sólo vía hacienda y cielo". "Cuando llegaban las yerras, ¡cosa que daba calor!/ Tanto gaucho pialador/ y tironiador sin yel. / ¡Ah, tiempos... pero si en él/ se ha visto tanto primor!".

*Enrique. Ustedes, queridos míos, con estos recuerdos, me han proporcionado una sentida semblanza del gaucho y pienso que en esta descripción que acaba de hacer Hernández, está incluido también aquel que se dedica a faenas agropecuarias, incluyendo la cría y cuidado de aves y animales pequeños; es decir, a los campesinos en su totalidad. De todas maneras, este hombre, considerado desde una óptica general, posee una sensibilidad particular, tal vez escondida bajo ese aspecto exterior duro, producto de una vida nada regalada que debe "campiar" día a día.

*Güiraldes. Encuentro interesante esta última observación suya, ya que en mi obra, Fabio Cáceres es un adolescente que se muestra ávido en la búsqueda de un héroe modélico que le sirva de soporte para mitigar la angustia que siente a causa de su desvalimiento emocional por considerársele ‘’guacho’’. No conoce a su padre, y a su madre la vió apenas cuando chico, por momentos, siempre ocupada en quehaceres domésticos.

*Enrique. Así fue cómo, instintivamente, se prendió fuertemente bajo la protección de Don Segundo. Desde el primer momento existió entre ambos un mutuo y callado sentimiento de simpatía y respeto. ¿Tal vez Don Segundo veía en el muchacho al hijo que no tuvo? ¡Quién sabe! Son tan ignotas esas corrientes de simpatía entre los hombres... Y usted don José, también pone un fuerte acento en la amistad de Fierro con Cruz.

*Hernández. En efecto. Créame que en esa escena cuando muere Cruz en los brazos de Fierro, teniendo como fondo el horizonte que les negaba toda vislumbre de los seres queridos que dejaron en las

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poblaciones, acompañé con sollozos incontenibles ese dolor que a mí también me traspasaba.

*Enrique. Gracias a ustedes vamos desenterrando del olvido esa figura del gaucho, que por su caracterología, se perfila como un ser especial. Yo me animo a decir que el gaucho es un modelo, casi virgen, suspendido en la urdimbre de la compleja sociedad humana. Podrá poseer mucho de picardía, de astucia, alguna vez de socarronería, pero en su interior se presenta como un alma prácticamente pura, incontaminada. Tal vez, visto bajo este aspecto, fue presa fácil para su aprovechamiento por parte de los poderosos de todos los tiempos. ¿Qué piensan ustedes?

*Hernández. Coincido ampliamente con esas observaciones suyas. Martín se presenta: "Tuve en mi pago en un tiempo/ hijos, hacienda y mujer, /

pero empecé a padecer, / me echaron a la frontera.../ ¡Y qué iba a hallar al volver!/ Tan sólo hallé la tapera". "Sosegao vivía en mi rancho/ como el pájaro en su nido. / Allí mis hijos queridos/ iban creciendo a mi lao.../ Sólo queda al

desgraciao/ lamentar el bien perdido". De esta manera, y como bien se dice, el hilo se corta por lo más delgado, Martín fue uno de los tantos que arriaron para formar el contingente que iría a defender la frontera de los malones. Esto le sucedió porque, como él dice: "...En la última votación/ me

le había hecho el remolón/ y no me arrimé ese día..." En consecuencia, el juez "lo tomó entre ojos". "Y ansí sufrí ese castigo/ tal vez por culpas ajenas./ Que

sean malas o sean buenas/ las listas, siempre me escondo:/ Yo soy un gaucho

redondo/ y esas cosas no me enllenan". Tres años sufrió Fierro privaciones y sufrimientos de todo orden, hasta que en una ocasión llegó un dinero destinado a repartirlo entre los soldados, pero en la nómina no apareció su nombre. Entonces Fierro, casi con miedo, se quejó suavemente al Mayor diciéndole: "...Tal vez mañana/ acabarán de pagar". En fin, y para no hacer largo el relato, y como se dio cuenta de que sus argumentos no eran válidos para su jefe, sino que, al revés, recibía denuestos e insultos, prefirió dejar las cosas como venían. "Vide el plaito mal parao/ y no quise aguardar

más.../ Es güeno vivir en paz/ con quien nos ha de mandar;/ y reculando pa

atrás/ me le empecé a retirar". Sin embargo para el pobre Martín la cosa no quedó ahí. En una ocasión en que él, de noche, entraba al fortín, el guardia borracho lo desconoció y le tiró un "chumbo". Bueno "...Se alborotó el

avispero;/ los oficiales salieron/ y se empezó la junción.../ y yo fí al

estaquiadero". Este fue el momento que aprovechó su jefe para justificar lo injustificable: "Entre cuatro bayonetas/ me tendieron en el suelo;/ vino el

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Mayor medio en pedo/ y allí se puso a gritar:/ ¡Pícaro!, te he de enseñar /andar reclamando sueldos".

Quiero rematar la respuesta que usted me propuso, con tres cantos que me parecen muy oportunos. "Nunca juí gaucho dormido;/ siempre

pronto, siempre listo./ Yo soy un hombre, ¡qué Cristo!,/ que nada me ha acobardao,/ y siempre salí parao/ en los trances que me he visto". "Dende chiquito gané/ la vida con mi trabajo,/ y aunque siempre estuve abajo/ y no sé lo que es subir,/ también el mucho sufrir/ suele cansarnos,¡barajo!". "En medio de mi inorancia/ conozco que nada valgo:/ Soy la liebre o soy el galgo/ asigún los tiempo andan;/ pero también los que mandan/ debieran cuidarnos algo".

*Enrique. He escuchado muy atentamente su exposición, amigo Hernández. Es verdaderamente descriptiva y clara en sus conceptos, y estoy seguro que se guardó mucho más que quisiera decir al respecto, pero me gustaría que también Güiraldes se exprese. Le recuerdo y le redondeo más el punto:¿Usted cree que el gaucho, mezcla de indio y español, aún con los atributos que de cada raza detenta, podría considerársele como un hombre virtualmente puro, alejado de la contaminación que se observa en las grandes urbes y que decantan en suspicacias, envidias, complejos psicológicos, etc., entre sus habitantes? ¿Y que su orfandad cultural fue aprovechada por los poderosos?

*Güiraldes. Así es. Además su propia ignorancia e inocencia lo lleva al camino de la superstición y de lo mágico. Los invito a leer los cuentos insertos en los capítulos 12 y 21 (Losada,51ª.edición). En cierto modo, estas formas les sirven un poco de sostén, ya que su cultura se encuentra muy limitada y mayormente se edifica sobre su propia experiencia.

*Enrique. Lo que usted me dice don Ricardo, me afirma más en la pregunta antedicha, porque, según expresan algunos psicólogos, el bagaje inicial del hombre que todavía es niño, se basa en lo que oye y le dicen sus mayores, agregándole sus propias experiencias infantiles. Además, el niño cuenta, hasta cierta edad, con una mentalidad que se nutre en el territorio de la fantasía. Y por eso sus decisiones, muchas veces, son erróneas. Quiero significar con lo expresado que el gaucho, sin ánimo de desmerecer en lo más mínimo su personalidad, tiene más alma de niño que de hombre formal. Y sustentando esta teoría, el gaucho se hace muy susceptible a las directivas o consejos de los demás. En su libro, por ejemplo, hay una frase dicha por Don Segundo que influyó tremendamente en la vida de Fabio: "¡Hacete duro, muchacho!". Y la acompaña con un rebencazo casi cariñoso.

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*Hernández. Si me permite, deseo agregar más al tema del aprovechamiento, o mejor dicho, de la orfandad en que se encuentra el gaucho como persona. Picardía manifiesta con mucha acritud: "El gaucho es

como la lana:/ se limpia y compone a palos". "Y es forzoso el soportar/ aunque la

copa se enllene:/ Parece que el gaucho tiene/ algún pecao que pagar". En otro momento, el mismo Martín se queja amargamente: "Canta el pueblero... y es

pueta;/ canta el gaucho... y, ¡ay Jesús!,/ lo miran como avestruz,/ su inorancia los asombra;/ mas siempre sirven las sombras/ para distinguir la luz/. "El campo es del inorante./ El pueblo del hombre estruído:/ Yo que en el campo he nacido/ digo que mis cantos son/ para los unos... sonidos,/ y para otros... intención".

*Enrique. Hemos llegado a un punto crucial que quisiera tratar con ustedes aún cuando sean de una época anterior a la mía. Ha pasado ya mucho tiempo desde que abandonaron su vida terrenal, y en todos estos años sucedieron varios acontecimientos que transformaron un modo de vida. Entre ellos contamos con dos terribles guerras mundiales por un lado, y el avance, a grandes trancos, de la ciencia y su derivación, la tecnología, en la que el hombre se debate a veces sin poderla entender, o bien, directamente, se siente como desbordado por ella. Todo este influjo, creo, ha provocado gran confusión entre la mayor parte de los ciudadanos del mundo que no aciertan a entenderse a sí mismo, y mucho menos, entre ellos. Quiero significar con todo esto, que el polvo resultante de una significativa y poderosa nube, digámolo así, de los desechos no entendibles, ha ido tapando y acumulándose sobre los verdaderos valores humanos, sofocando de esta manera las ricas vetas de desarrollo y potencial que el hombre lleva dentro suyo. Y, al crecer biológicamente, cosa natural que todos vemos, cree que necesariamente este crecimiento va acompañado consecuentemente, en lo que hace a sus pensamientos y sentimientos, y esto no es así. Sabemos que el hombre piensa y razona, es decir, asume juicios de valores, y en la toma de decisiones tiene presente alternativas y opciones para estimar lo que le es conveniente para su vida. Además de los compromisos que esas acciones conllevan. Todo ello se realiza por vía energética, pero esa energía -y aquí viene lo bravo- puede ser bloqueada en algunos puntos de su recorrido, y entonces se producen confusiones y estados de ánimo alterados que nos borronea la visión dirigida hacia un adecuado sentido de vida.

No quiero, queridos míos, que piensen que, con estas digresiones mías me he apartado del tema principal para el que los convoqué. Lo que

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ocurre es que los últimos cantos del Martín Fierro me incitaron a dejarme llevar por esa clara distinción que él hace entre el gaucho y el hombre de ciudad. Recuerdo una respuesta que diera el militar y político Thomas Edward Lawrence, llamado "de Arabia" cuando le preguntaron por qué él estaba tan enamorado del desierto. La respuesta fue:"Porque es limpio". Y voy al punto. El campo puede ser inhóspito, árido, salvaje en algunos aspectos, pero ‘’es limpio’’; y cuando me refiero a limpio, lo hago tomando el concepto en el sentido de incontaminado, sano. Creo entonces en ese hombre, el gaucho, que nació y desarrolló su potencial en ese ámbito, en contacto directo con la madre naturaleza.

Por último, y para dar término a esta provechosa charla que tengo con ustedes, me gustaría que me dijeran cómo lo ven al gaucho en sus sentimientos más profundos, con referencia a su familia. ¿Qué me dice usted don Ricardo?

*Güiraldes. Fabio Cáceres nunca supo quién era su padre, hasta el final del relato. Vio muy poco a su "mama" como él la nombra, y es trasplantado de la estancia donde nació, a la casa de dos tías que se ocuparían de su educación primaria. En ese lugar Fabio mostraba la conducta que puede esperarse de un niño que, además, se sentía huérfano. En poco tiempo, las tías se cansaron de la tutoría que tenían sobre Fabio y empezaron a tratarlo mal, en forma desconsiderada. El muchacho al fin, en la primera ocasión que se le presentó, se va de la casa. Tiene 14 años... En el contacto con chicos de su edad y otros mayores, se hace popular por su viveza y así ocurren momentos intrascendentes, hasta que encuentra el hilo conductor que lo llevaría a un rumbo definido en su vida. Este es Don Segundo Sombra a quién admira desde el primer momento en que lo conoce. Este encuentro de Fabio y Don Segundo, produce una mágica atracción que acerca a ambos hombres.

Lo que quiero señalar acá es esa situación tan especial que conmueve tumultuosamente el corazón de Fabio cuando recibe, casi al final de la narración, la carta que le anuncia que su padre acaba de morir y que le deja sus heredades como legado. Ya conoce ¡por fin! su identidad: es Fabio Cáceres, el hijo natural del rico hacendado. Ahora yo me pregunto: ¿cuál hubiera sido la reacción de todo muchacho de 18 años, trabajador y pobre, ante esa noticia? Sin duda habría saltado de contento y ya le giraría en su cabeza fantasías de poder. Pero no, en este joven fue distinta. Una intensa rebelión interior bulló en su sangre y hasta quiso arremeter ciegamente

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contra el amigo que le traía la noticia. ¿A qué se debió este impulso incontrolable? A que durante esos años de peregrinaje sufrió grandemente y en silencio su condición de ‘’guacho’’, de desvalido, sin padre ni madre que se ocuparan de él en los momentos en que más los necesitaba. Y sobre todo, de no sentirse amado. Y en ese instante se abrió el dique de su corazón y desbordó ese sentimiento que ocultaba dentro. No obstante, en el trance de ofuscación que casi lo lleva a cometer una tropelía, el padrino consigue aplacarlo y, a sus instancias, pidió disculpas de su proceder a ese amigo a quien maltratara de palabra. Las reacciones humanas no siempre son fáciles de prever.

*Enrique. Usted Güiraldes, con esa fina sensibilidad que lo caracterizó, nos ha ofrecido una sentida descripción de cómo actúa a veces el ser humano cuando se conmueven las fibras íntimas de su alma. A la vez ha puesto de relieve la necesidad imperiosa que tiene el hombre, de sentirse integrado a una familia en función de una solvencia de los estímulos más recónditos de su ser. Y, ¿qué puede decirnos ahora don José con referencia a la familia?

*Hernández. Al que leyó mi obra, no puede escapársele que este hombre, Martín Fierro, sufre un cambio de conducta notable. Cuando comienza el relato, cuenta, con gran alegría, cómo participaba de la vida del campo con su mujer y sus hijos. Luego, sabemos, fue llevado a cumplir una milicia obligatoria en la frontera donde pasó tres largos años sin saber de los suyos. Hasta aquí muestra una personalidad en cierto modo sumisa, que se va transformando en el juego de las circunstancias. Pero, cuando él, ya cansado del abuso a que es sometido, resuelve desertar, lo hace dirigiendo sus pasos a su vivienda. Y, ya nos los dice: no hay nada de ella; todo se ha perdido. Desde este momento ya no será el Martín de otrora. El será, ahora, quién dirija su vida, y siente tan profundamente el vacío de su familia que, al conocer el derrotero que siguió su mujer, no toma la actitud del hombre vil que sólo piensa en vengar ese agravio, sino que, al contrario, se apiada de ella y de su decisión: "¡Y la pobre mi mujer/ Dios sabe

cuánto sufrió./ Me dicen que se voló/ con no sé qué gavilán:/ sin duda a buscar el pan/ que no podía darle yo". "No es raro que a uno le falte/ lo que a algún otro le sobre./ Si no le quedó ni un cobre/ sino de hijos un enjambre/ ¿Qué más iba a hacer la pobre/ para no morirse de hambre?", "¡Tal vez no te vuelva a ver,/ prenda de mi corazón!/ Dios te dé su proteción/ ya que no me la dio a mí,/ y a mis hijos dende aquí/ les echo mi bendición".

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Cuando le toca contar su historia al hijo mayor, éste, entre otras cosas, se lamenta de su soledad: "A visitar otros presos/ sus familias solían dir.

/ Naides me visitó a mí/ mientras estuve encerrado. / ¡Quién iba a costiarse allí/

a ver a un desamparado!" Y es verdaderamente desgarrante la situación de sufrimiento en que quedó el segundo hijo, solo, a la muerte del viejo Vizcacha. "...Cuando me acuerdo me aterro: / me puse a llorar a gritos/ al verme

allí tan solito/ con el finao y los perros. "No se calmaba mi duelo/ de verme tan solitario; / ahí le champurrié un rosario/ como si juera mi padre, / besando el

escapulario/ que me había puesto mi madre". También recordemos el lamento dirigido a su madre:"Madre mía", gritaba yo, / ¿Dónde estarás

padeciendo?/ El llanto que estoy virtiendo/ lo redamarías por mí, / si vieras a tu hijo aquí/ todo lo que está sufriendo".

Por último, quiero destacar el cambio notable de la conducta de Picardía, el hijo de Cruz, cuando conoce y se integra a su identidad: "...y

supe con alegría/ que era el autor de mis días/ el guapo Sargento Cruz". Esa noticia, no solamente lo conmovió, sino que lo incitó a cambiar su vida deshonesta hasta entonces: "Y hoy ruego a mi Dios piadoso/ que lo mantenga

en su gloria: / se ha de conservar su historia/ en el corazón del hijo; / él al morir

me bendijo: / yo bendigo su memoria". Y continúa: "Yo juré tener enmienda/ y

lo conseguí de veras; / puedo decir ande quiera/ que si faltas he tenido, / de

todas me he corregido/ dende que supe quién era". Termina, con estos consejos tan saludables: "El que sabe ser güen hijo/ a los suyos se parece; / y

aquel que a su lado crece/ y a su padre no hace honor, / como castigo merece/ de la desdicha el rigor".

*Enrique. Quiero expresarles a ambos, que este encuentro con ustedes; de haber sentido tan cerca sus presencias y poderles hablar cara a cara, ha sido para mí una experiencia rica en conocimientos y grata a mi corazón. Sus libros y sus pensamientos, han permitido que se conozca mejor a un hermano nuestro, el gaucho, el hombre de las pampas, del desierto, y éste ha abierto sus sentimientos candorosos a nuestra atención. Me siento entonces muy agraciado, y los devuelvo, amigos míos, al reino de la inmortalidad de dónde han venido, pidiendo al Altísimo que los bendiga. ¡Gracias!

*

Acabada esta rica charla, que me ha producido un verdadero gozo, teniendo el privilegio de estar en contacto directo con estos ilustres autores que acabo de despedir, y como remate a la descripción virtual que hemos hecho del gaucho, voy a hacer referencia a algo que, casualmente

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ambos, Hernández y Güiraldes mencionan: ‘’la suerte’’ como compañera de vida. Hernández dice: "Vamos suerte, vamos juntos/ dende que junto

nacimos:/ y ya que juntos vivimos/ sin podernos dividir...Yo abriré con mi

cuchillo/ el camino pa seguir". Como dato complementario, recordemos que el cuchillo es un elemento que usa el gaucho para sus ocupaciones cotidianas, para comer, y en ocasiones, también para defenderse.

Güiraldes, en tanto, expresa en el capítulo 24: "... ¿No se es dueño

entonces de nada en la propia persona? ¿Un encuentro inesperado puede presentarse, así, en forma de destino, para desbaratarlo a uno en su propio modo de ser? ¿Somos como creemos, o vamos aceptando los hechos a manera de indicaciones que nos revelan a nosotros mismos?... ¡Suerte! ¡Suerte! ¡No hay más que mirarte en la cara y aceptarte linda o fea, como se te dé la gana venir! Por su bien, el resero tiene la vida demasiado cerca para poder perderse en cavilaciones de índole acobardadora. La necesidad de luchar continuamente no le da tiempo para atardarse en derrotas; o sigue, o afloja del todo, cuando ya ni un poco de poder le queda para encarar la vida. Dejarse ablandar por una pasajera amargura, lo expone a tomar el gran trago de todo cimarrón que se acoquina: la muerte. Una medida grande de fe le es necesaria, en cada momento, y tiene que sacarla de adentro, cueste lo que cueste, porque la pampa es un callejón sin salida para el flojo. Ley del fuerte es quedarse con la suya o irse definitivamente".

La ‘’suerte’’ como eslabón de un encadenamiento de los sucesos que se dan, ya sean previstos o causales, es un punto que mayormente me preocupa. Y me interrogo: Ante algunas situaciones eventuales, ¿está en uno modificarlas o dejarlas que éstas actúen sin ofrecerles resistencia? ¿O bien las canalizamos hacia una derivación que nos aproveche?

En el inmenso y dinámico mapa socio-cultural en el que todos estamos comprometidos, somos a la vez activos y también pasivos agentes integradores.

Martín entró, sin quererlo ni preverlo, en el juego de las circunstancias que lo llevaron a la desintegración y pérdida de su familia, y él desafía a todo aquello que pueda ocurrirle en adelante. En tanto Fabio se hace preguntas ante lo contingente. Tal vez todos estos interrogantes que me hago no tengan respuestas certeras y deberíamos caratularlos como ‘’el juego de las circunstancias’’, y todo quede ahí. Quién sabe si Hernández y Güiraldes que tienen ya el don divino de la sabiduría, posean las respuestas y les esté vedadas manifestarlas. No sé.

Lo que sí creo, como criatura cristiana que soy, es que, ante las contingencias adversas que me ocurran, cabe dar de mí todo lo posible

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para volcar el hecho hacia una solución que me satisfaga y no me dañe a mí ni a los demás, haciendo uso de los recursos que Dios me otorgó por ser hijo suyo, pero cuando la situación sobrepase los límites intelectuales que tengo como hombre, no habrá otra forma más sublime que abandonarme a Su voluntad, con la firme convicción de que El hará lo mejor para favorecerme.

FIN

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I N D I C E Parte I Capítulo I Breve historia de la obra. Pág. 2 Capítulo II Experiencia de vida en el Fortín — 5 Capítulo III Martín decide emprender su propio camino — Pág. 7 Capítulo IV Nace una amistad. Fin primera parte — Pág. 11 Capítulo V El ‘pobre’ y relatos hijos Martín Fierro y Cruz — Pág. 13 Capítulo VI Experiencias en los consejos de Martín Fierro — 23 Capítulo VII La mujer en el Martín Fierro — 26

Parte II El gaucho según Ricardo Güiraldes- Don Segundo Sombra — 31 Un diálogo imaginario — Páginas 37 a 47 _________ Fuentes: Enrique- Diario El Popular (M.F.) –Don Segundo Sombra de R.G.-Edit.Losada-51ª edic.1999

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