Mi feminismo: una historia de familia Andrea Echeverry Pérez Trabajo de Grado para optar por el título de Comunicador Social Campo profesional Producción Audiovisual Director(a) Andrea Bibiana Rojas Gómez
Mi feminismo:
una historia de familia
Andrea Echeverry Pérez
Trabajo de Grado para optar por el título de Comunicador Social
Campo profesional Producción Audiovisual
Director(a)
Andrea Bibiana Rojas Gómez
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Bogotá, 3 de junio de 2021
Artículo 23 del reglamento de la Pontificia Universidad Javeriana
ARTÍCULO 23: “La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por los
alumnos en sus trabajos de grado, solo velará porque no se publique nada contrario al dogma y la
moral católicos y porque el trabajo no contenga ataques y polémicas puramente personales, antes
bien, se vean en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia”
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Bogotá, 3 de junio de 2021
Doctora
Marisol Cano
Decana
Facultad de Comunicación y Lenguaje
Bogotá D.C.
Apreciada Decana
Me permito presentar mi trabajo de grado “Mi Feminismo: Una Historia de Familia”, con el fin
de optar al grado de comunicador(a) social con énfasis en Producción Audiovisual.
Cordial saludo,
Firma
Andrea Echeverry Pérez
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Bogotá, 3 de Junio de 2021
Decana Marisol Cano Busquets
Facultad de Comunicación y Lenguaje Pontificia Universidad Javeriana Ciudad
Por medio de la presente hago la presentación del trabajo Mi Feminismo: Una Historia de
Familia, de la estudiante Andrea Echeverry, para optar por el título de Comunicador(a) Social
con énfasis en Producción Audiovisual. Hago constar que a lo largo del segundo semestre
académico de 2021 asesoré a la estudiante en el proceso completo de investigación y creación.
Bibiana Rojas Gómez
C.C. 1014203464
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A todas mis tías, no sólo las sanguíneas, sino a todas las tías honorarias: las medievales y las
actuales. Gracias a Cristina y a María Cristina por iluminar mi camino, gracias a mi tía Martha y
a mi tía Julia. A mis amigas que se volvieron mi familia y gracias a mi asesora, sin ella no
tendrían producto para evaluar.
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Tabla de contenidos
Introducción 7
PRIMER CAPÍTULO: FOLICULAR 9
2. Problema 9
2.2. Objetivos 11
2.2.1. General 11
2.2.2. Específicos 11
3. Estado del arte 11
3.1 Historia patria 11
3.2 Las raras de la fiesta 14
3.3. Contar desde lo cercano 17
3.4. Lo público y lo privado 19
4. Marco teórico 22
5. Metodología 24
CAPÍTULO DOS: OVULATORIA 25
6. Análisis 25
6.1. Realidad y Realidades 25
6.2. Escribir con imágenes 26
6.3. ¿Y el autor? Presente. 26
6.4. ¿El final? No sabemos. 28
6.5. Me llamo o me llaman 30
6.6. La revancha de las tías 34
CAPÍTULO TRES: LÚTEA 36
7. Resultados 36
8. Conclusiones 39
9. Bibliografía 40
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Introducción
Mi formación como comunicadora audiovisual me ha enseñado cómo hacer historias, cómo
contarlas, dónde están los puntos emocionales, cómo seguir los pasos de Aristóteles.
Por los bordes algunas profesoras me han llevado lejos de lo establecido, alejándome de la
sombra de Aristóteles he podido entender que no hay solo una forma de contar historias, que no
todo debe ser épico, o trágico, ni siquiera debe ser lo más grande, sino que hay historias que se
construyen desde lo pequeño, desde los detalles, desde lo más particular. Muchas personas han
hablado de lo “grande”: las guerras, la humanidad, el bien, el mal y mi proyecto parece
irrelevante frente a estos. Una lucha con molinos. Mi interés no era hacer un recuento histórico,
después de todo, cualquiera puede hacerlo. Yo quiero contar lo pequeño, las historias de amor,
los dolores, la frustración, la pérdida en mi familia. Después de todo, cuenta tu aldea y serás
universal.
Empecé a preguntarme cuál era mi aldea, cuáles eran los detalles y las pequeñeces que me
apasionaban. Rápidamente llegué a la conclusión que mi aldea era mi familia y debido a mi
inclinación política sabía que debía concentrarme en las mujeres. Desde niña me parecían
aburridas las historias de mis tíos y de mis abuelos, eran muy grandes, todo eran los hechos, qué
pasó, cuándo, quiénes. No había lugar para los sentimientos, no había lugar para doler, o para
reír, o para disfrutar, solo importaba el objetivo final: contar el éxito familiar. Pronto me di
cuenta también que eran los hombres los que contaban, que su mirada masculina era la que
prevalecía encima de todo. Constantemente las mujeres eran interrumpidas e ignoradas,
silenciadas. La palabra y la historia de la familia parecían estar monopolizadas por la voz
masculina. Las mujeres eran apenas figurantes, apareciendo en los rincones, muchas veces
desenfocadas. Había un oasis: la cocina. Un lugar evitado por los hombres y poblado casi
exclusivamente por mujeres. La cocina era un lugar de comunión en donde al fin yo podía
acceder a lo pequeño, a lo “irrelevante”.
La cocina ha sido importante en ambos lados de mi familia, mi abuela materna me ponía a hacer
cualquier cosa que ella no quería hacer y así me daba las llaves para entrar a ese mundo tan
distinto, un mundo hecho más a mi medida. En mi banquito podía entonces escucharlas hablar,
sin ser interrumpidas. Ya no tenía que oír sólo de la caza de tigres de mi abuelo, sino que podía
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oír cómo eran las tardes en la casa, qué comían, cómo hablaban, hasta podía oír chismes
familiares que pocas veces entendí. Las mujeres en mi familia fueron las primeras en mostrarme
sororidad, fueron las primeras en mostrarme qué significa ser mujer en esta sociedad. Sin
enseñarme desde la teoría sino simplemente permitiéndome hacer parte de sus vidas me
mostraron lo que es ser poderosa, a tener ambición, a no dejarme frenar. Sin intención ellas
fueron las que formaron la mujer que soy hoy, las peleas que hoy doy se las debo a ellas, la
fuerza que tengo viene de sus historias, de sus manos, de sus ejemplos.
Sin embargo, cuando empecé a aprender teóricamente sobre feminismo y empecé a militar en el
movimiento, había una fractura evidente: mi familia (ni hombres ni mujeres) quieren a las
feministas. Tienen un odio profundo y visceral por ellas, y ahí empezó una profunda división en
mi vida. A pesar del ejemplo que me habían mostrado había un límite, un puente que no debía
cruzar y es llamarme “feminista”. A pesar de las vidas que llevaron, de la fuerza que me
mostraron, de esta actitud de no dejarse que me quedara impresa en el cerebro, el movimiento
político que parecía una filiación natural estaba completamente prohibido. El feminismo es para
mi familia algo peligroso y blasfemo, y por consiguiente algo que tuve que esconder de ellos. A
pesar de que defendía los derechos de las mujeres, si me preguntaban por feminismo yo lo
negaba profundamente, traicionándome, y traicionando a todas las mujeres que pelearon mí. No
entendía cómo mujeres que vivían tan cercanamente el feminismo, lo rechazaban tan
fervientemente. Para mí es apenas lógica la situación, para mí no había otra alternativa que el
feminismo y sin embargo las mujeres que eran todo para mí, lo rechazaban.
Debía enmendar ese puente, reparar esas relaciones, verlas más allá de su rol familiar y
entenderlas cómo mujeres. Mujeres que han atravesado por dolores, por amarguras, mujeres
heridas y limitadas por el patriarcado, así como yo. Debía sacarlas de ese rol de “tía”, “abuela”,
“madre” y hablar con ellas sobre lo pequeño y así ojalá empezar a reconciliarse con el
feminismo. Quería aclararles que no estaban solas, que sus peleas son reconocidas, que son
escuchadas, que a alguien le importa y no solo a mí sino a todas las mujeres feministas. Que hay
toda una familia extendida que pelea por ellas, que hay más “tías” que las sanguíneas, que todas
estamos aquí para y por ellas. Ninguna pelea sola y quiero mostrarles la familia que quiere
recibirlas y protegerlas.
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PRIMER CAPÍTULO: FOLICULAR
2. Problema
Mi familia es un matriarcado. Las mujeres siempre han sido las que llevan la delantera, el
liderazgo, la cara detrás de las decisiones. De niña sabía muy bien que mis tíos y mi abuelo eran
el rostro y los que figuraban como “patrones”, pero era una verdad implícita que para hacer algo
las “matronas” eran las de la última palabra. Estos modelos a seguir son mujeres que desafiaron
las normas establecidas para su época: trabajaban y criaban hijos al mismo tiempo, viajaban
jóvenes y solas a otro país, sacando adelante a una familia entera sola y sin estudios. La ausencia
y la decepción generada por los hombres es una constante en sus historias. Esta dominación
patriarcal las lleva a encarnar el feminismo en su actuar cotidiano, pero no en su actuar público.
Sin embargo, ninguna se identifica abiertamente como feminista. Reniegan de la palabra, parece
algo sucio, un insulto. Su vida y su actuar demuestran una intención por avanzar los derechos y
la posición de la mujer, pero son renuentes o tal vez no, no consideran que su vida se relaciona
directamente con el movimiento político del feminismo. En la mesa del almuerzo parece que
decir ser abiertamente feminista es como admitir que uno se come los mocos, debe ser un
secreto, algo que se hace en la privacidad del cuarto.
“No soy feminista, pero…”.
¿Pero? ¿Por qué la necesidad de poner esa palabra al final? Esa aclaración, necesaria a sus ojos,
es inevitablemente seguida por una frase que reivindica una parte de la agenda feminista. “No
soy feminista, pero creo que en la equidad laboral para hombres y mujeres” “No soy feminista,
pero reconozco la misoginia en el trabajo”. Me cuesta creer que mujeres que vivieron el
feminismo de los 50’s, 60’s y 70’s, mujeres que no tenían derecho a votar, que legalmente les
pertenecían a sus esposos, junto con las pocas posesiones que tuvieran, cuando las violaciones en
matrimonios eran legales y la situación de la mujer era aún más precaria que ahora, odien ser
asociadas con el feminismo. Están muy presentes en mi memoria las historias que involucran a
mis bisabuelas y a mis abuelas se han vuelto el mito fundacional de mi familia, construida con la
sangre, sudor y lágrimas de mujeres abandonadas frente al sistema patriarcal.
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Nunca me interesó escuchar sobre los hombres de mi familia, ya he escuchado suficiente de
hombres por toda una vida. Ocupan todos los espacios, nos relegan a los rincones y cuando
alzamos la voz, nosotras somos las escandalosas. Porque a pesar de que mi abuela se sentara en
la cabecera de la mesa, los que hablaban eran mis tíos, los que interrumpen eran ellos, los que
dominaban la conversación y los que se contaba eran ellos. Porque a mis tías las oía en retazos
de conversaciones y los retazos no eran suficientes.
Había para mí una gran desconexión entre lo que decían y sus vidas. Cuando empecé a leer
textos y filósofas feministas empecé a relacionar sus postulados con los ejemplos más cercanos a
mí, mi familia. Vi en todos los estragos que el patriarcado deja a su paso, su fuerte actuar
feminista y su resistencia por sucumbir ante el poder masculino, pero estaban solas, dislocadas,
cada una combatiendo por su lado. He ahí el éxito del patriarcado: etiquetar el feminismo como
algo negativo asociándolo a comportamientos socialmente condenados. El patriarcado amenaza
con la exclusión y la vergüenza a las mujeres que se afiliaron a este movimiento político. Seguir
promocionando esta imagen negativa del feminismo logró que muchas mujeres rechazaran la
sororidad del feminismo por la protección y aceptación subyugada al patriarcado. Parece ser que
ellas adoptaron el feminismo como respuesta natural al patriarcado, un feminismo “a la brava”,
producido por una respuesta instintiva en ausencia a una estructura política definida y a su
nacimiento en un ambiente hostil para las mujeres.
“A feminist is a person who believes in the social, political and economic equality of the sexes”
-Chimamanda Ngozi Adichie durante una conferencia TEDx talk en abril 2013.
Cuando escuchaba contar sus historias a mis tias o a mi abuelas o historias de mis bisabuelas
(inevitablemente interrumpidas por algún hombre a menos que estuviéramos solo mujeres) no
podía creer que no fueran feministas, no me cabía en la cabeza. El único movimiento político,
social y económico diseñado expresamente para defender y avanzar las necesidades femeninas
era rechazado por las mujeres de mi familia. Mi identidad como mujer está tejida junto con mi
identidad como feminista. No puedo ser mujer sin ser feminista. Toda mi vida se articula en
torno al feminismo, se manifiesta como un actuar consciente y permanente. Por eso me cuesta
imaginar una mujer que no sea feminista, a pesar de estar rodeada de multitudes de ejemplos. A
través de sus vidas ellas me mostraron lo que era vivir el feminismo. Quiero explorar esa
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dicotomía entre las mujeres que me ayudaron a imaginar el feminismo como algo de carne y
hueso y su resentimiento o desconocimiento ante este. Quiero tender un puente para acercar esa
brecha y ojalá al descubrir las razones de su alejamiento descubramos juntas que el feminismo
no es algo tan tabú después de todo.
Esta investigación en el pasado femenino de mi familia quedará conservada en un ensayo
audiovisual donde a través del uso de archivo, la animación, puesta en escena, instalación,
trabajo de voz y entrevistas se explorará la vida de mis tías Julia y Martha, así como los
recuerdos que ellas tengan de mis abuelas y bisabuelas. Estas entrevistas estarán acompañadas de
archivo propio que permitirá ilustrar y complementar el relato oral de cada una. A través de la
creación del producto haré una indagación más profunda y personal de mi pasado y mis
ancestras.
2.2. Objetivos
2.2.1. General
• Indagar a través del ensayo audiovisual, utilizando material de archivo, animación y
entrevistas con mis tías, por qué ni ellas, ni mis abuelas o bisabuelas, a pesar de vivir como
feministas nunca se identificaron como tal.
2.2.2. Específicos
● Identificar la percepción individual en mi familia sobre el feminismo.
● Conciliar mi postura crítica y política con las historias de vida de mi familia
● Crear un ensayo audiovisual que combine el archivo, la animación y las entrevistas
semiestructuradas que relaten sus historias de vida y nuestra relación como sobrina y tía.
3. Estado del arte
3.1 Historia patria
Siguiendo la obra de Susan Osborne (2001), la primera ola del feminismo se refiere a la lucha
femenina por el derecho a votar. Se cree que el libro “Tesoros de la Ciudad de las Damas” fue el
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primer texto feminista en ser producido, escrito por Cristina de Pizán. Mary Astell y Aphra Behn
siguieron en sus pasos escribiendo textos que reivindicaban el papel de la mujer, pero fallaron en
cambiar el statu quo. Es hasta la revolución francesa que vemos la aparición de Olympe de
Gouges (1745-1793) y Mary Wollstonecraft (1759-1797). Mujeres que, decepcionadas por el
lugar que la revolución francesa les otorgó a las mujeres, intentaron conseguir el derecho a votar
para la mujer y su lugar en la vida pública. La historia del feminismo sigue con William
Thompson que escribe en 1825 en donde apela a la emancipación femenina. El abolicionismo y
la lucha por los derechos femeninos encontró rápidamente paralelos entre la opresión de las
personas negras y la opresión de la mujer, dos factores eran esenciales para lograr la
emancipación: derechos y la igualdad en términos educativos. En 1834, Herriet Martineau
conoció más mujeres abolicionistas en América como Lucrecia Mott y prosiguieron su lucha en
el abolicionismo y el feminismo.
En 1854 empieza la lucha por la educación de las mujeres. Barbara Bodichon y Bessie Parkes
establecen un círculo para debatir la educación y los derechos legales de las mujeres. Un ejemplo
notable en la lucha por la educación está Emily Davis que logró la admisión de mujeres en la
universidad de Londres. Las feministas estadounidenses lograron el voto en 1920 y las británicas
en 1928. Las feministas americanas establecieron su movimiento en 1848 sufre divisiones y
transformaciones, se divide en dos en 1869 y vuelve a unirse en 1890, hasta lograr el voto para
las mujeres. El debate de la “nueva mujer” empieza. Las sufragistas eran cruelmente atacadas por
la prensa. Durante las guerras, tanto la civil en EE. UU como en ambas guerras mundiales los
esfuerzos feministas se detuvieron para apoyar el esfuerzo de guerra en cada país.
La segunda ola es el momento del feminismo donde el derecho básico a votar es conquistado por
las mujeres entonces el movimiento dirige sus esfuerzos a la liberación de las mujeres. Como las
sufragistas, el movimiento por la liberación de las mujeres en EE. UU, hasta cierto punto, puede
ser relacionado con la protesta anti-Vietnam. Entre ambas guerras mundiales, las mujeres que
participaron voluntariamente, una vez volvieron los hombres perdieron los trabajos y las
libertades generadas por su ausencia. Durante la década de los 20 numerosos avances fueron
conquistados por las feministas: el acta de causas matrimoniales, la universidad de Oxford
admite a mujeres, el acta de guardianes de los niños…
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Los dos grandes frentes de batalla para la segunda ola son el aborto y la igualdad de paga entre
hombres y mujeres. En el Reino Unido el aborto fue legalizado en 1968. En EE. UU el histórico
fallo Roe vs. Wade generó gran controversia y debate en el país. Es un debate si la tercera ola
existe. Se consideraba que las mujeres ya eran iguales a los hombres y por esto las feministas
eran fuertemente criticadas y caricaturizadas por luchar en una causa que ya se había alcanzado.
En 1996 se fundó la “Third Wave Foundation”. “For twenty years, Third Wave Fund has been a
leader in gender justice, a movement to end patriarchy, transphobia, homophobia, and
misogyny.” (tomado del sitio “Third Wave Foundation”).
Desde los noventas hasta ahora los problemas en los que se ha concentrado el feminismo es la
representación política, el acoso sexual, la imagen corporal y la inclusividad.
El feminismo en América Latina ha variado y nunca ha estado exento de conflictos. El
movimiento se centra en la convivencia de las mujeres con el patriarcado, la reivindicación del
cuerpo, la violencia callejera y la lucha contra la violencia de género. Han sido varios los
feminismos que cohabitan en Latinoamérica, el feminismo negro, el feminismo indígena y los
feminismos lesbianos. Marisa Revilla Blanco (2019) afirma que desde 1981 a 2017 se han
llevado a cabo cumbres feministas (EFLAC, ELFLAC, mujeres indígenas de Abya Yala) donde
la identidad como feministas latinoamericanas se van conformando. EFLAC es caracterizada por
los constantes debates entre homogeneidad como un solo movimiento y la heterogeneidad por las
luchas individuales que cada feminismo reivindica. Durante los EFLAC se ha explorado la
ampliación de la identidad feminista según criterio étnico-raciales (MILAC, ECMIA y
RMIB-LA) y de identidad de género.
En Colombia la posibilidad de votar estaba prohibida para las mujeres por la Constitución de
1886, la cual otorgó la ciudadanía exclusivamente a los varones mayores de 21 años que
ejercieran una profesión o un oficio. Las organizaciones obreras de mujeres (el Sindicato
Nacional de Obreras de la Aguja y la Sociedad de Obreras Rendición de la Mujer) ejercieron
presión para el reconocimiento de las luchas femeninas en el ámbito del trabajo. En 1931 se
aprueba la Ley 83, que autorizó que la mujer recibiera su salario directamente, sin necesidad de
un hombre. Las mujeres consiguieron también la posibilidad de terminar el bachillerato y de
acceder a la universidad. Entre 1934 y 1944, el Ministerio de Educación fundó universidades
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exclusivamente femeninas con el objetivo de profesionalizar a las mujeres en campos
considerados “femeninos”, como la enfermería. Una excepción fue la Universidad Nacional de
Colombia, primera en aceptar mujeres para todos sus programas. En 1944, la Unión Femenina de
Colombia, fundada por Rosa María Moreno e Hilda Carriazo, y la Alianza Femenina de
Colombia, dirigida por Lucila Rubio, solicitaron de nuevo el reconocimiento de los derechos de
las mujeres. El voto femenino es conquistado en 1954 con la expedición del acto legislativo
número 3 durante la dictadura de Rojas Pinilla, Ya que no se realizaron elecciones durante esta,
solo hasta el primero de diciembre de 1957, en el plebiscito que aprobó el Frente Nacional, el
voto femenino fue ejercido por primera vez.
Las mujeres en Colombia resistieron también a través de la prensa escrita. En numerosas
publicaciones como “Letras y Encajes” (Medellín 1926) o “Mundo Femenino” (Bogotá 1953) las
mujeres empezaron a hacerse un espacio dentro de la cultura impresa colombiana. Eran revistas
que trataban temas bajo un solo estandarte: si era relevante para la vida de las mujeres
colombianas, hacía parte de sus páginas. Estas publicaciones acompañaron los grandes hitos,
descritos anteriormente, de lo escrito. Publicaciones tales como “Mireya” y “Agitación
Femenina”, fundadas por Josefina Canal de Reyes y Mercedes Triana de Castillo y Ofelia Uribe
de Acosta, respectivamente, adoptaron un camino activo políticamente en la lucha sufragista
(Sánchez López, 2018). Estas revistas se encargaron de mostrar cuál era el lugar de la mujer en
una sociedad tan convulsionada como la colombiana durante el gobierno de López Pumarejo.
Estas publicaciones permitieron abrir un espacio de discusión en la prensa escrita para hablar
sobre el rol de la mujer, sus derechos y también para propulsar cambios necesarios en la
sociedad. Esta prensa femenina abría los horizontes para una participación femenina en la
política más determinada y contundente.
3.2 Las raras de la fiesta
Según Susan Osborne (2001) Olympe de Gouges fue guillotinada y el sueño de la ciudadanía
completa para las mujeres fue obtenido en Francia en 1944. Las feministas contemporáneas a
Mary Wollstonecraft no querían asociarse con ella debido a su controversial reivindicación de la
sexualidad femenina. Osborne proporciona el ejemplo de Hannah More (1745-1833) que a pesar
de ser considerada una activista por los derechos de la mujer no se consideraba como feminista.
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Lucrecia Mott (1793-1880) que, además de ser feminista, era una activa participante en el
movimiento abolicionista y que varias veces su vida corrió peligro. En una de sus reuniones una
turba incendió el lugar de reuniones donde ella se encontraba, aunque no la mató esto es un
pequeño ejemplo del sufrimiento y el constante peligro que soportaban las feministas. Susan B.
Anthony (1820-1906) fue arrestada por votar. Emmeline Pankhurst (1858-1928) fue hecha
prisionera 3 veces por votar, junto con ella varias mujeres fueron encarceladas y después de
hacer una huelga de hambre se las trató con especial crueldad al alimentarlas forzosamente.
Andrea Dworkin (1946-2005) una escritora feminista que emprendió la lucha contra la
pornografía, la pedofilia, la conducta sexual del hombre como referente de la desigualdad
imperante, la violencia contra la mujer, profundizando en la utilización del sexo por el hombre
como vehículo del poder patriarcal. No sólo Dworkin criticaba la prostitución sino al matrimonio
"la única diferencia es que sólo debes tener relaciones con un solo hombre" y que definía como
una "licencia legal para la violación" en “Cartas desde una zona de guerra”, en 1989. Dworkin
era una lesbiana feminista radical que fue violentamente atacada por los medios y por la
multimillonaria industria pornográfica por su lucha feminista. No sólo fueron mujeres
individuales víctimas de los ataques de los medios y de la sociedad sino el “Greenham Common
Women” un movimiento pacifista que se oponía a la instalación de armas nucleares en RAF
Greenham Common en Berkshire, Inglaterra. Este grupo de mujeres pacifistas fue víctima de los
repetidos ataques de la prensa que las retrata como mujeres “odia-hombres”, autoritarias, feas y
el peor de todos los insultos, feministas.
Es evidente el rechazo hacia el feminismo a través de la vida de estas mujeres, visible en la
cantidad de violencia de la que fueron víctimas. Los estudios sobre productos culturales pueden
ofrecer insumos valiosos para evidenciar la percepción del feminismo.
En el estudio “The Framing of Feminists and Feminism in News and Public Affairs Programs in
U.S. Electronic Media” (2002) publicado por las investigadoras Rebecca Ann Lind y Colleen
Salo se realiza un análisis textual a través del programa “Wordlink” cuya función es descubrir y
mapear las relaciones entre las palabras. Se resalta la función del lenguaje como constructor de
nuestra realidad social. Cuando el lenguaje que rodea un tema es negativo el tema adquiere una
naturaleza negativa. El artículo propone que la manera como se enmarca un tema es importante
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ya que crea la línea narrativa que organiza y da coherencia a los eventos. Centrarse en los medios
es vital ya que estos proveen una representación simbólica de la sociedad y no un retrato literal,
aplica sus propios marcos. La codificación de los medios es crucial en adjudicar valor y actitudes
a un tema, constituye el trabajo ideológico de los medios. Los medios tienen acceso directo a las
personas lo cual le da una gran ventaja al vehicular un discurso, o un lenguaje, los movimientos
no tienen ese acceso, creando una clara desventaja. Un problema del feminismo es que rara vez
es definido por los medios, así que la definición de feminismo es deducida por el texto de un
artículo, de ahí la importancia del lenguaje con el que se enmarca el movimiento.
Basándose en estudios previos este estudio confirma que las feministas son tratadas diferente a
las “mujeres normales”. Se confirma que están asociadas lingüísticamente a lo aberrante, hay una
demonización del feminismo. Existe la aniquilación simbólica, si no hay presencia de esto en los
medios se percibe que no es importante, que no vale la pena hablar de eso, ignorando los
problemas de las mujeres. Las mujeres feministas son juzgadas por su apariencia y su estatus
marital más que las “mujeres normales”. Vale la pena rescatar que el feminismo se asocia más
con la esfera pública que con la privada en los medios, invalidando así la universalidad de los
problemas de las mujeres y limitando la esfera de acción del feminismo a únicamente lo público,
también da la impresión de que las feministas no son “normales” o gente “real”, las vuelve
irrelevantes para la gente común. Este estudio muestra como las feministas son pintadas como
aberrantes o desviantes, peligrosas para un estatus quo que debe ser mantenido. Los medios las
alejan de un poderoso lugar de lucha, la esfera privada, y las relegan a un espacio difuso como
“lo público” donde la acción concreta se diluye y por lo tanto mujeres que no estén involucradas
con el movimiento no se acercan a él por no es visto como algo útil y relevante en la vida
cotidiana. La consecuencia más nefasta puede ser la aniquilación simbólica. El feminismo no
aparece por ninguna parte lo que lleva a la conclusión que no es importante, que la lucha se
acabó (como postula el post feminismo) y las feministas que quedan, luchan por nada. Esto hiere
la afiliación de mujeres al feminismo porque se vuelve un movimiento inútil que pertenece al
pasado.
María Teresa Garzón Martínez, Mónica Cejas, Merarit Viera, Luisa Fernanda Hernández Herse y
Linda Daniela Villegas Mercado en ““NINGUNA GUERRA EN MI NOMBRE”: FEMINISMO
Y ESTUDIOS CULTURALES EN LATINOAMÉRICA” (2014) postulan modos de ver
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feministas sin la abierta identificación con el feminismo. Mujeres y “sujet@s abyect@s” que
cuestionan la normatividad del género, no desde el feminismo, sino desde la experiencia del
cuerpo y las identidades de género divergentes.
Carolina Acosta-Alzuru y su investigación “I’m Not a Feminist … I Only Defend Women as
Human Beings”: The Production, Representation, and Consumption of Feminism in a
Telenovela” (2003) presenta un interesante análisis, a través de entrevistas, de cómo el
feminismo es representado en un popular producto cultural venezolano, “El país de las mujeres”.
El texto aborda la telenovela desde los estudios de medios feministas, que consideran la
representación como la mayor preocupación. El contexto venezolano nos permite identificar dos
imaginarios que pueden extrapolarse a Latinoamérica: el mito de la familia patriarcal, la
presencia del machismo y el marianismo y la oposición binaria de la prostituta y la virgen. La
familia patriarcal como el ideal y la progresión natural de unidad societal. Las mujeres como
responsables de la esfera privada y lo doméstico, el sistema de relaciones sociales está basado en
una casa liderada por el “páter”. El marianismo como el culto a la superioridad espiritual
femenina, abnegada y preparada para el sacrificio, lo que constituye el ideal de maternidad. Esto
resulta en una mujer cuyo dominio se limita a la esfera privada y que es responsable por la
mayoría de las cargas domésticas y de crianza.
La dicotomía virgen/prostituta viene de la idea de la virgen que pertenece a lo privado (es
propiedad privada del páter) y la prostituta que se asocia a lo público. Entonces la mujer que se
involucra en la esfera pública desobedece la cadena de posesión del páter y se convierte
simbólicamente en una prostituta. Vemos el papel de la iglesia en determinar el rol y
comportamiento apropiado de las mujeres en la sociedad mientras refuerza el sistema patriarcal y
mantiene la subordinación femenina. El sistema patriarcal es también capaz de asimilar al
feminismo, neutralizando su posibilidad transformadora y disruptiva.
3.3. Contar desde lo cercano
Debido a la complejidad del tema y su componente personal, el ensayo audiovisual es el género
que más me permite experimentar con el montaje y con diferentes formatos. El ensayo me da la
posibilidad de conducir el cortometraje como un experimento sin destino fijo.
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El ensayo audiovisual como formato se distingue del género documental pues no hay una
búsqueda de lo “real”. El ensayo no se preocupa por la realidad, sino que busca una respuesta
subjetiva a las preguntas del realizador. Las ansiedades y preocupaciones propias del autor son
explícitas en el ensayo, su voz y su visión del mundo predominan. Lo “real” en el ensayo se
desdibuja porque se reconoce la subjetividad del individuo. Se cambia lo “real” por una realidad
particular vista a través del prisma del realizador. Este último antepone su subjetividad frente a
todo, su presencia no puede ser ignorada. El “pulso de la cámara” de Jonas Mekas es imposible
de ignorar, recordándonos siempre que hay una persona detrás del lente, que es una mirada, es
personal e íntimo.
El ensayo le permite al realizador explorar sus propias ansiedades, por ejemplo Alan Berliner y
su curiosidad por su nombre. A través de este ensayo Berliner trasciende algo tan simple como
su nombre para explicarnos su profunda ansiedad con su identidad y el origen de
comportamientos y rasgos personales ¿El nombre determina tanto como lo creemos? ¿Será que
mi vida cambiaría drásticamente si ya no me llamara Andrea Echeverry, sino Rosa Echeverry o
Mariana Echeverry? Agnès Varda siendo la “glaneuse” en su obra “Les Glaneurs et la Glaneuse”,
esa recolectora de imágenes que aparece frente a la cámara, esas imágenes que solo cobran
sentido con el montaje. Jonathan Caouette en “Tarnation”, donde la ansiedad que le produce la
figura de su madre lo lleva a hacer un ensayo tanto sobre su vida como sobre su propia madre,
recogiendo y manipulando imágenes de su niñez y adolescencia.
El ensayo audiovisual usa las imágenes como palabras y genera un hilo conductor a través del
valor metafórico y asociativo de estas, una herencia del montaje ruso. Es por esto que el archivo
es un insumo valioso al componer un ensayo, al tomar imágenes “prestadas” y montarlas junto a
otras se genera una construcción completamente nueva a través de la asociación.
Es una “arqueología”, se escarban las imágenes en busca de sentidos nuevos, se escarba en el
pasado, se escarba en la persona en búsqueda de esa verdad.
El ensayo audiovisual “Stories We Tell” de Sarah Polley será un referente en cuanto al rol de la
memoria y la reconstrucción de la familia, así como su uso del archivo y de las entrevistas. Este
ensayo, que busca reconstruir la historia de la madre de Polley, es una indagación en el pasado de
su familia y explora como cada miembro de la familia recuerda momentos de la vida de esta de
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una forma muy distinta. La realizadora recrea todo el archivo de la película usando una actriz
que interpreta a su madre para así acentuar el rol de la memoria, una ficción creada por nosotros
donde buscamos darle sentido y orden a nuestros recuerdos. “Tarnation” de Jonathan Caouette se
centra también en la familia, es a través de su historia familiar que el realizador logra realizar un
proceso catártico, es a través de la búsqueda de la verdad de su familia, particularmente de su
madre, que Caouette entiende su propia vida.
3.4. Lo público y lo privado
La percepción de la sociedad del feminismo puede ser rastreada analizando la recepción de
contenido audiovisual etiquetado como feminista. Películas como “Thelma and Louise”, “Desert
Hearts” o “Merrily we go to hell” pueden ser insumos valiosos para medir el rechazo o
aceptación del feminismo en sus respectivas épocas y así ilustrar el clima social donde se
insertan las ideas feministas y las vidas de mis familiares. Es posible también a través de las
telenovelas, uno de los productos de consumo cultural más populares en Latinoamérica, explorar
esta relación con el feminismo como movimiento político.
Acosta-Alzuru concluye que hay un gran rechazo hacia el feminismo. Es visto como un peligro
al orden social establecido ya que desafía lo femenino como privado, hay un latente miedo al
cambio. A través de la constante negociación, un grupo de reglas y conductas (prácticas y
sentido) son naturalizadas hasta volverse “sentido común”. El machismo y el marianismo, y la
concepción de la mujer como algo privado se transformó en un falso “sentido común”. La autora
encuentra que la independencia y el empoderamiento son descartados como discurso feminista y
por lo tanto se elimina esa reivindicación del feminismo. La autora encuentra una paradoja en la
telenovela, la historia reposa sobre personajes femeninos fuertes, pero critica fuertemente al
feminismo. A través de las entrevistas vemos que el público general no conoce qué es feminismo
y aun así lo ven en una luz muy negativa. Este último carga un gran estigma y por eso la
telenovela “El país de las mujeres” (negrilla agregada para énfasis) nunca fue una telenovela
feminista.
No solo productos tan cerca a Latinoamérica presentan esta dicotomía entre lo doméstico y lo
público: en la popular serie “Breaking Bad”, según Francisco Javier López Rodriguez en su
artículo “Post-feminismo(s), Quality Television y Breaking Bad” (2015) se reconoce que los
20
personajes femeninos pertenecen a las esferas privadas, rara vez se ve a las mujeres por fuera de
sus domicilios respectivos y en lo que respecta a las acciones y a la trama argumental este es un
lugar enteramente masculino. Las mujeres solo salen de esta esfera debido a la acción masculina
directa. Está el rol de la madre abnegada (Skyler) en oposición a los personajes recurrentes que
representan las madres monstruosas. Ser madre es el rasgo definitivo del personaje de Skyler,
toda su trama dramática se centra en su rol de criadora y de reproductora. En “Breaking Bad”
vemos la paradoja del feminismo, la posición tradicional de las mujeres en la esfera privada
(Skyler y Anne-Marie) y los modelos de feminidad y de mujer desarticulados, superados o
transformados (Jane).
En la película de Ridley Scott “Thelma y Louise” (1991) podemos ver como dos protagonistas
mujeres se enfrentan con violencia contra la violencia patriarcal. La temática abordada,
profundamente feminista, costaba que los estudios aceptaran, en particular, la antológica escena
final que contrastaba con el final feliz clásico de Hollywood. Las heroínas que terminan
enviando su carro por un precipicio para escapar de la persecución masculina y el icónico beso
entre ellas, antes de la bienvenida muerte.
En el transcurso de la película la opresión masculina y el abuso patriarcal son constantes en la
vida de ambas mujeres, por eso la venganza viene como una conclusión satisfactoria al público
femenino que ha experimentado experiencias similares o puede empatizar con la situación.
Incluso cuando se estrenó, la película generó una intensa polémica en Estados Unidos porque
mostraba a dos heroínas que no se limitaban a sufrir en privado, sino que activamente buscan la
solución de sus problemas en la arena pública, una clara ruptura con el modelo ideal de lo
femenino que depende de un hombre para solucionar sus problemas. Es una de las películas
insignia del género “rape revenge” donde una sobreviviente de violación se venga de su atacante.
Sin embargo, la cinta hoy es considerada un clásico que ha llegado a influir en otras películas y
obras de arte. “Thelma and Louise” se ha convertido en un hito del movimiento feminista a pesar
de la crítica masculina que la consideró una pieza violenta y misándrica.
“Desert Hearts” (1985) Deitch, una directora lesbiana, recaudó los $ 1.5 millones necesarios para
el presupuesto de producción con una subvención de $ 20,000 del “National Endowment for the
Arts” y ventas de acciones de $ 15,000 a corredores de bolsa e inversores individuales. El grupo
21
más grande de inversionistas eran mujeres lesbianas y feministas en varias ciudades de los EE.
UU., el inversor individual más grande era un hombre gay. La recaudación de fondos tomó casi
cuatro años. Finalmente vendió su casa para cubrir los costos de terminación. En una entrevista
de 1991 con The Guardian, Deitch dijo que: "En San Francisco lo vendí como política. En Nueva
York como arte. En L.A. los convencí de que sería un éxito de taquilla". A Deitch le llevó casi
seis años llevar “Desert Hearts” a las pantallas de los teatros. La dificultad de financiación es una
prueba de las barreras que los productos feministas deben pasar para ser producidos. “Desert
Hearts” documenta algunas de las primeras amistades femeninas fuertes de las películas
comerciales, además de su primer romance lésbico, lo que lo hace tan notable por su feminismo
como por su sexualidad.
Hay imágenes repetitivas, provenientes del machismo hegemónico, que se asocian
inevitablemente con el feminismo. La idea de suciedad relacionada con la práctica sexual, según
María Teresa Garzón Martínez et al., la interpretación del feminismo como “anti-hombre” por los
dibujantes de la mujer maravilla según Lillian S. Robinson (2004). Las feministas vistas como
desviantes, demonizadas e ignoradas simbólicamente Ann Lind y Salo (2002). Las feministas
percibidas como “odia-hombres”, egoístas, el feminismo como “machismo inverso” o
“hembrismo”, el feminismo como el opuesto de lo femenino, como la masculinización de las
mujeres, según Acosta-Alzuru (2003). En el caso de “El país de las mujeres” considerar una
telenovela feminista hubiera herido los ratings. El grupo feminista “Greenham Common women”
eran vistas como fascistas, odia-hombres y feas. Debido a la militancia pública del feminismo y
por ende su distancia de la esfera privada son vistas como sexualmente desviadas, lesbianas y
promiscuas. Simultáneamente, como una feminista es indeseable para los hombres, significa que
está insatisfecha sexualmente. Debido al continuo símil entre el valor de la mujer y su apariencia
física, para desacreditar a las feministas se dice que son feas. Hay un evidente miedo de los
hombres a intercambiar papeles con las mujeres, probando la existencia de una opresión
inherente a la mujer, una opresión que los hombres no aceptarían.
El feminismo es considerado como una lucha pública por la liberación de la mujer, pero existe
también la lucha privada. Así como la virgen pertenece a lo privado, el feminismo tiene su lugar
ahí también. Debido al intenso rechazo de la sociedad hacia las feministas, como se ha expuesto
anteriormente, no es fácil declararse abiertamente como tal. Aun así, no llamarse feminista y no
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actuar como feminista son dos cosas distintas. Socialmente hay una presión para renunciar a la
causa feminista, pero también está el refuerzo positivo de la ecuación que es la felicidad en el rol
servil de “ama de casa” y por lo tanto de encarcelamiento en el lugar privado. En “La Promesa
de la felicidad” de Sarah Ahmed, la autora abre su ensayo “Feministas Aguafiestas” con una cita
del libro “La mística de la feminidad” de Betty Friednan, en donde se habla del “despertar” de
las amas de casa en los años 50 y la toma de conciencia de la infelicidad en rol social. Ahmed
expone entonces que las feministas somos “aguafiestas” porque señalamos comportamientos
sexistas u opresores, y por lo tanto incómodos, algo que arruina el ambiente de cualquier velada.
Una vez eres señalada como feminista tu misma presencia se vuelve incómoda ya que la mayoría
de los tópicos feministas son temas “infelices” (la violencia sexual, la diferencia en salarios, el
tráfico de personas, el acoso y los feminicidios, por nombrar algunos). Adoptar el feminismo
significa adquirir mayor consciencia de la cantidad de violencia de la que somos víctimas, y eso
puede dar la apariencia de mayor infelicidad. Aparte del castigo explícito social por ser feminista
está entonces esta exclusión más localizada de la “feminista aguafiestas” y encontramos otra
razón más para que muchas mujeres abracen ser “amas de casa” y acepten esa promesa de
felicidad como un objetivo de vida. No queremos ser personas incómodas sentadas en la mesa, ni
como lo pone Ahmed que nos volteen los ojos cada vez que vamos a hablar, no es fácil ser esa
mujer “incómoda”. Abrazar la fantasía de felicidad es más simple, quedarse congelada en el rol
que tan esmeradamente nos prepararon es seguro.
Históricamente se reconoce a las feministas declaradas y militantes: el feminismo “grande”, sin
embargo, hay otro combate privado, susurrado, que se libra día a día y cuyas “soldadas” pasan de
agache en los libros de historia. Así como entendemos que el machismo plaga absolutamente
todas las instituciones y las interacciones diarias de las mujeres, el feminismo también lo hace.
La resistencia a lo que hoy son considerados micromachismos es en sí un acto feminista.
Disminuyendo la escala del feminismo a las interacciones diarias de la mujer podemos ver la
increíble resistencia de las mujeres a las “pequeñas violencias”. Alzar la voz durante las
discusiones para que se oiga la voz femenina, respondiendo a debates donde solo participaron
hombres, hablar sobre menstruación, estos son actos pequeños pero que demuestran la voluntad
de liberación feminista.
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4. Marco teórico
Feminismo: movimiento político que busca desmantelar el poder sistémico patriarcal. El
feminismo (que en este caso es intercambiable con el feminismo radical) reconoce que la
opresión femenina viene de su condición biológica y que esta condición le impone ciertos roles a
la mujer (el género), roles de madre, de cuidadora primaria, de objeto del deseo masculino y el
rol de una persona relegada a la esfera privada, transformándola en un objeto atado a la voluntad
del hombre en lugar de un sujeto con agencia y poder sobre sí misma. El feminismo es el telón
de fondo y el insumo teórico principal de mi ensayo audiovisual.
Ensayo audiovisual: modalidad de discurso que presenta atributos “literarios”, la subjetividad del
enfoque (explicitación del realizador), la libertad del pensamiento (la escritura como creación) y
el uso del lenguaje (expresividad del texto) a través de los insumos del lenguaje audiovisual. El
ensayo audiovisual busca construir a partir del texto una reflexión sobre el mundo,
transformándolo en pensamiento. El ensayo cómo proceso donde el realizador no tiene un final
determinado o planeado sino se dedica a la duda y al continuo planteamiento de preguntas. El
ensayo audiovisual tiene la versatilidad que necesito para explorar un tema tan cercano y
complicado como mi familia, sobre todo me permite el final abierto y la posibilidad de plantear
preguntas sin respuesta.
Familia: estructura patriarcal de poder que transforma a la máter en patrimonio del páter a través
del matrimonio, quitándole su agencia e independencia asumiéndola como una extensión del
hombre. Esta “estructura fundamental de la sociedad” perpetúa el lugar predominante de los
hombres sobre las mujeres. En la familia tradicional el padre es quien toma las decisiones y es el
líder de la familia, las mujeres son entonces relegadas a la periferia, así como sus voces y sus
historias. En las familias numerosas esta distinción de roles se destaca mucho más, los hombres
son quienes llevan el apellido del padre y no lo “pierden” como las mujeres, son los encargados
de mantener el linaje del páter primordial. La familia como órgano opresor es un tema recurrente
en el feminismo. Debido al tema central de este ensayo analizar la familia desde el feminismo es
necesario para entender las corrientes macro de poder a las que pudieron estar sujetas mis tías y
abuelas.
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Memoria: proceso de capacidad de retención de información o de ciertos acontecimientos en un
orden específico. La memoria como proceso subjetivo que implica un proceso de selección y, por
lo tanto, un olvido selectivo de ciertos detalles en beneficio de otros. El interrogante de la
memoria es transversal al producto. Lo que yo recuerdo será obligatoriamente diferente de los
testimonios que cada una de mis tías relatará durante las entrevistas, este enfrentamiento entre mi
memoria y la de ellas es algo que el ensayo me permite explorar a través del montaje.
5. Metodología
A través de la investigación documental sobre los artículos y libros referentes al feminismo de
Osborne, Powell, Revilla Blanco, Robinson, obtengo, la historia del feminismo y la vida de
mujeres feministas, un corpus teórico que va a enriquecer mi propia postura frente al feminismo
y que será una influencia a la hora de montar el ensayo. Los artículos de López Rodríguez,
Garzón Martínez et al. y Lind & Salo servirán para entender la percepción y recepción de
productos con temáticas feministas en lo audiovisual. Esto servirá para entender el clima social y
el nivel de aceptación del feminismo en la sociedad.
Los artículos de Machado y Romaguera son utilizados para definir el género del ensayo, así
como sus límites y posibilidades. A partir de esta definición se desprenden las posibilidades
desde el montaje de este género, así como la posibilidad de experimentar con el sonido, la voz
del autor, la puesta en escena, la animación y el archivo. La definición del ensayo audiovisual
permite también el carácter abierto del final, el ensayo no demanda finales cerrados sino una
búsqueda e interrogación constante tanto en las personas frente a la cámara como de la
realizadora. La consulta del archivo familiar (fotografías, videos...) será útil para visualizar la
vida de las mujeres de mi familia que ya murieron y así entender sus vidas y enriquecer el relato
de cada una de mis tías.
Aparte de la investigación documental, previa a la realización del ensayo, y la búsqueda del
archivo, se realizarán entrevistas individuales semi estructuradas a cada una de mis tías (Julia y
Martha). A través de estas entrevistas se obtiene el relato oral de las vidas de mis abuelas y
bisabuelas, así como la historia propia de cada una.
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CAPÍTULO DOS: OVULATORIA
6. Análisis
6.1. Realidad y Realidades
La “realidad” es una búsqueda ajena al ensayo audiovisual (Machado, 2007). El ensayo no
pretende recrear, utilizar o mostrar lo “real”. El documental tradicional, como modelo de
producción estandarizado, considera la cámara como un ente separado del realizador, un ojo
todopoderoso capaz de captar y presentar lo real tal y como fue presenciado. El documental
presume un discurso “natural” que existe en el mundo sin injerencia del humano y que la cámara
y el realizador simplemente rescatan y presentan a un espectador. Hay una obligación por la
objetividad, no se le debe agregar o “contaminar” las imágenes con una interpretación. El
documental puede entonces tornarse purista y obsesivo con la “realidad” (Machado, 2007).
Debido a esta obsesión con lo real la animación no tiene espacio en el documental tradicional, no
hay nada más lejano a la realidad que la animación. Esta disciplina es una manipulación
completa del tiempo, el tiempo en la animación se aleja completamente del tiempo “real” que
experimentamos, se habla de “frames” no de segundos por lo tanto usar la animación en un
documental se vería como una contaminación a la objetividad.
La verdad en el ensayo no depende de ningún registro de lo real, sino de un proceso de búsqueda
e indagación conceptual. Es por esto por lo que el ensayista puede usar imágenes de archivo de
cualquier parte: grabadas en estudio, clips espontáneos, imágenes generadas por computador,
imágenes “robadas” de otras obras audiovisuales… no importa si esas imágenes son
reproducciones fidedignas del mundo “real” y “natural”, son utilizadas por el ensayista porque
funcionan dentro de su reflexión sobre el mundo. El archivo entonces no responde a un uso
estético sino discursivo.
El documental debe prescindir de imágenes “ficcionadas”, imágenes capturadas originalmente
como parte de una narrativa de ficción o incluso ejercicios performáticos llevados a cabo por el
realizador, ya que estos quedan excluidos del ejercicio del documental, ambos recursos rompen
la construcción de lo ‘real’. En el ensayo audiovisual el archivo puede venir de cualquier parte.
Este no se transforma en un recurso para ilustrar una época o para solamente contextualizar al
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espectador, sino que cada imagen y video que el ensayista utiliza se transforma en una idea o en
una palabra que es utilizada para dar forma a un discurso. El ensayista toma prestadas imágenes
para componer un texto audiovisual, una reflexión que se desenvuelve entre ‘frames’.
6.2. Escribir con imágenes
Es aquí dónde quiero mencionar el estilo de cámara utilizado en la “Nueva Ola Francesa”: “la
caméra stylo”, o la cámara lapicero. Es durante el final de la década de los 40 que el cine
empieza a mutar, ya no es una atracción de circo sino que empieza a transformarse en un
lenguaje con gramática y ortografía (Romaguera, 1989). El autor Alexandre Astruc es el que
acuña el término “cámara lapicero” para definir el cambio de un cine realista y servicial a las
fantasías sociales para convertirse en un estilo de escritura (Astruc, 1948). Esto significa que,
como lo describe Astruc, el cine no se limitaría a ilustrar material escrito, sino que directamente
sobre el celuloide (y ahora sobre los pixeles) se podrán construir discursos completos, se
desarrolla una dialéctica del cine. Astruc habla entonces de la eliminación del guionista, así
como no hay intermediario entre el escritor y la hoja de papel, el director debe entonces
“escribir” directamente con su cámara.
El archivo se vuelve propiedad del ensayista, a través del montaje es recontextualizado y puede
ser usado infinitamente dentro de nuevas narrativas y reflexiones. A través del montaje en el
ensayo y la manera en la que internamente está articulado el criterio del realizador es evidente.
6.3. ¿Y el autor? Presente.
A diferencia de lo que se considera documental, el ensayo presume y necesita de la subjetividad.
La postura del ensayista es transparente durante el ensayo, gracias al ejercicio de montaje, y por
lo tanto se pierde la cualidad “objetiva” característica del documental. El ensayo audiovisual es
una reflexión sobre el mundo a través de los ojos del realizador, es una experiencia sensible que
le permite al espectador reflexionar sobre su propia vida.
Esto implica una búsqueda de la verdad propia del realizador, una interrogación perpetua sobre
temas recurrentes en la vida de cada realizador o incluso curiosidades que quieren explorar a
través del lenguaje audiovisual.
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El ensayista se explicita en el ensayo audiovisual a través de numerosos recursos: la voz en off,
el performance con la cámara. Su presencia es permanente y evidente durante todo el ensayo,
otra diferencia con el documental, donde se espera que el realizador sea “transparente” y el
material hable por sí mismo. Se le recuerda constantemente al espectador que está viendo a
alguien y más importante que está oyendo a alguien. Los ensayistas están intrínsecamente
relacionados con sus ensayos, ya sea por los temas recurrentes que abordan o por los recursos
técnicos que emplean.
Jonas Mekas muestra su presencia a través de su uso de la cámara. La cámara tiembla y es
inestable, Mekas utiliza la cámara al pecho dándole a la imagen una calidad inestable. En el
ámbito de la ficción clásica este tipo de imágenes están altamente codificadas, hacen parte del
lenguaje del cine, los realizadores de ficción clásica las utilizan en momentos de tensión alta, así
como deciden poner la cámara en trípodes o maquinaria diseñada para estabilizar la captura de la
imagen ¿Por qué estabilizar la imagen? Esto alude a la idea de la neutralidad de la cámara, una
cámara balanceada que sabemos cómo leer y una cámara separada del cuerpo, lo que ayuda a
“transparentar” al realizador. Por el contrario, Mekas no utiliza estas imágenes con su propósito
“usual”, Mekas baja la mirada de la cámara al pecho para evitar la reproducción del modo de ver
de los ojos, la cámara de Mekas ve a través del cuerpo (López, 2014). El pulso de Mekas le
recuerda al espectador que la cámara tiene su propia mirada. Mekas no elimina los momentos
donde la cámara enfoca automáticamente ni el ruido propio de los botones de la cámara, esta ve
por ella misma. Esto último le recuerda al espectador que hay una máquina como intermediario y
un realizador como mensajero.
Numerosos ensayistas usan sus piezas cómo métodos de descubrimiento personal y herramientas
autobiográficas. “Tarnation” de Jonathan Caouette se convierte en una mirada retrospectiva sobre
su vida: sus errores, sus caos, su lucha con la adicción y su diagnóstico bipolar. “Walk Away
Renée”, del mismo autor, explora el rol de su madre en su vida y una tentativa reconciliación con
su imagen. Alan Berliner en “The Sweetest Sound” hace una profunda investigación sobre su
propio nombre, cómo este lo ha influenciado, qué otras personas tienen el mismo nombre e
incorpora aspectos performáticos con una cena con una decena de otros Alan Berliner. “Nobody
's Business” del mismo autor es una crónica de la vida de su padre y deja al espectador entender
cuál fue la influencia de la figura paterna en la formación de su identidad.
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Agnès Varda en “Les Plages” y “Agnès par Varda” nos lleva en un viaje a través de su vida,
como mujer y como realizadora audiovisual. A través del performance con la cámara y la
recreación surreal de momentos de su vida, Varda nos confía pequeños recortes de sí misma.
Como un ejercicio de collage el espectador puede saber qué hace a Agnès Varda, Agnès y Varda.
“Madame” de Stéphane Riethauser nos cuenta la vida de su realizador a través de la relación con
su abuela y la dura conversación sobre la sexualidad de este. Riethauser utiliza grabaciones de la
voz de su abuela para traerla a la vida, así sea por 93 minutos, vuelve a tener una conversación
con ella y nos deja participar en esa conversación. A través de esta exposición de la relación
abuela-nieto, Riethauser logra presentar una narrativa emocional que hace reflexionar al
espectador sobre su relación con su abuela y el papel que ha jugado esta su vida. Agustina
Comedi en “El silencio es un cuerpo que cae” busca completar la vida de su padre, Jaime, a
través de las personas que lo conocieron más tiempo que ella y entender los secretos familiares
que lo rodean.
6.4. ¿El final? No sabemos.
Los ensayistas utilizan el ensayo como una herramienta personal de descubrimiento, como
investigadores de su propia vida le hacen preguntas al archivo y a miembros de su familia para
descubrir su verdad.
Objetos inconsecuentes como las cintas pornográficas de su papá o videos caseros pueden
encender una profunda curiosidad sobre las historias detrás de ellos y de las personas a las que
pertenecían. Los ensayos pueden partir también de la curiosidad sobre una figura familiar
enigmática o pueden partir del fin de una relación amorosa. El ensayista parte de una pregunta
que espera responder a través de ejercicios performáticos, a través de la cámara y a través de las
imágenes. Ya que el ensayo ignora la búsqueda por lo “real” y se concentra en la búsqueda de la
verdad, el ensayo es un ejercicio sin fin definitivo, es una búsqueda permanente. Los ensayos
podrían prolongarse indefinidamente ya que el realizador puede seguir indagando y buscando
más respuestas en las imágenes.
La ficción clásica es un género que sabe a dónde va a llegar, tiene un guión rígido, un punto
final. Debido a la naturaleza misma del ensayo este permite desvíos y caminos cerrados,
excursiones fortuitas o paredes infranqueables.
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En “Mapa”, de León Siminiani, él nos lleva hasta la India sólo para devolverse a España dándose
cuenta de que lo que quería siempre estuvo de regreso en Europa, el ensayo incorpora el
accidente automovilístico del realizador, aunque este no haya planeado despeñarse por un
barranco. En “Límites de la Primera Persona”, Siminiani le miente abiertamente al espectador a
través del montaje y el uso de la música para crear una falsa realidad amorosa, una historia
alternativa, algo que pudo ser y al final Siminiani nos deja caer con la pesada realidad, lejana del
idilio planteado en la primera parte del ensayo. Con esta movida Siminiani rompe el pacto de la
mentira y nos recuerda que el montaje es poderoso, y es en esencia eso, una mentira, una ilusión
creada a partir de la yuxtaposición de imágenes y una confianza ciega que ponemos en el
realizador y las ideas que hila en el ensayo. Siminiani nos muestra el poder del realizador que
fabrica mundos a través de las imágenes y nos recuerda el trabajo del montajista que filtra y
ordena esas imágenes en una mentira coherente y poderosa. Siminiani parte del archivo de sus
vacaciones y reutiliza esas imágenes en un relato poderoso, es claro que Siminiani no esperaba,
cuando capturó esas imágenes, utilizarlas para el ensayo sobre amor y dolor en dónde las
encontramos hoy. A través de su experiencia personal y la recontextualización de las imágenes,
Siminiani nos muestra su propio proceso emocional, un proceso que no es cerrado ni finito.
“Noche y Niebla” de Alain Resnais, está constituida por experimentos, Resnais vuelve y
revuelve las imágenes generando hilos lógicos completamente diferentes, Resnais interroga y
busca cada vez más en las imágenes, palpa y examina, juega. “Noche y Niebla” no concluye, no
es una tesis que demostrar, Resnais ve el proceso como forma y valoriza tanto el camino como el
resultado. Este ensayo es una reflexión misma sobre el cine, es un meta filme. Resnais parte del
espacio detrás de los muros de los campos de concentración, no hay protagonista humano, el
espacio ocupa toda la cámara y todo el montaje. “Noche y Niebla” al ser una suma de ejercicios
de montaje y de cámara, muestra la naturaleza inacabada del ensayo, siempre se le pueden
montar nuevas imágenes o nuevas conexiones, todo depende de la profundidad a la que el
realizador quiera llegar.
En “Les Plages”, Varda nos muestra al comienzo del ensayo el proceso de instalación de sus
espejos en la playa, nos muestra su equipo y constantemente mueve la cámara buscando
imágenes que capturar. Varda nos permite ver partes del proceso de la realización, nos deja ver
una cámara errática e inquisitiva, una cámara que no se compone solo de los planos perfectos y
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planeados del guion, sino que también nos muestra el momento previo al plano, el movimiento
de la cámara, la espontaneidad del cuadro. Varda, a través de estas elecciones de montaje, nos
muestra que hay cuadros tanto antes como después del plano escogido, que hay un proceso para
llegar al momento definido en el guion y que cómo llegar al plano, como el plano mismo, son
igual de importantes.
El proceso del ensayo no funciona como la producción audiovisual tradicional, el ensayo está
abierto a las sorpresas y los cambios que aparecen durante el proceso. El realizador tiene la
libertad de alterar y cambiar su producto a partir de sus experimentos con la cámara y de sus
experiencias personales.
6.5. Me llamo o me llaman
La palabra “feminismo” se deriva del francés “femme”, que traduce mujer. El término
“feminismo” aparece por primera vez en una tesis médica de diagnóstico y tratamiento de la
tuberculosis titulado “Du féminisme et de l’infantilisme chez les tuberculeux” (Del feminismo y
del infantilismo en los tuberculosos) que publicó en 1871 un estudiante de medicina francés
llamado Ferdinand Valére Faneau de La Cour. En ese texto, Faneau de La Cour aseguraba que un
gran número de hombres que padecían tuberculosis, especialmente si padecían esta enfermedad
de forma hereditaria, presentaban una serie de rasgos infantiles y “feministas”: cabello fino,
pestañas largas, piel blanca y blanda, barba escasa, genitales pequeños, mamas voluminosas.
Según su tesis, el feminismo producía una detención del desarrollo del hombre, lo que derivó en
la infantilización del individuo enfermo, y, finalmente, se presentaba una feminización del
cuerpo masculino.
Meses después, en 1872, Alexandre Dumas, escritor y dramaturgo, retomó el término, ahora con
un sentido político, en sus panfletos “Feminismo y el hombre–mujer” para desprestigiar a los
varones que apoyaban decididamente el movimiento de mujeres que demandaban el acceso a sus
derechos ciudadanos. De acuerdo con la historiadora y filósofa francesa Geneviéve Fraisse,
Dumas utilizó el término feminismo en el marco de un debate sobre temas como el adulterio y el
divorcio. No fue hasta 1881, cuando Hubertine Auclert, sufragista francesa, retomó el término,
ahora con una connotación dirigida a los movimientos que buscaban la justicia social y política
para las mujeres.
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De J.R. Evans (Las feministas) tomó la historia del término feminismo, surgido primero en
Francia (“feminisme”) y adoptado en Inglaterra a partir de 1890 (feminism) en sustitución de
“womanism” ("mujerismo"). En España la palabra feminismo aparece en la bibliografía en 1899,
con el libro de Adolfo Posada: “Feminismo”, como así lo hace constar Aurora Diaz-Plaja en «La
mujer y los libros». Aunque ya las mujeres habían empezado a escribir sobre las mujeres (como
Cristina de Pizán, por ejemplo) fueron obra de varones los primeros títulos conteniendo la
polémica palabra, ya que en 1901 Romera Navarro sale en defensa del sexo femenino contra el
sexismo del autor de “La inferioridad mental de la mujer” con el siguiente libro: “Ensayo de una
filosofía feminista: refutación a Moebius”.
Vemos entonces que el inicio del feminismo se acerca a lo patológico, era un síntoma de los
hombres tuberculosos que asemejaba su cuerpo al de la mujer. Entendiendo el clima misógino
que aún nos envuelve, la alteración del cuerpo masculino asemejándose a lo femenino era el peor
destino que el hombre podía enfrentar. Desde la concepción de la palabra “feminismo” se nota
una fuerte carga negativa, en su segunda iteración Dumas la utilizó también como un insulto.
“Feminismo” tuvo que ser reapropiado por una mujer para intentar dejar atrás la connotación
negativa de la palabra, aún hoy “feminista” es una palabra que tiene asociaciones negativas:
“aborteras”, “mata niños”, “brujas” …
Podemos ubicar el origen de la palabra “feminista” a unos años específicos, 1871 y 1872, pero
¿Qué pasa con las mujeres que vivieron y murieron antes de ese año? ¿No había feministas? ¿No
existían mujeres que lucharan por sus derechos? El origen de la palabra no determina el origen
de la lucha.
Es debido a esto que retroactivamente muchas autoras son denominadas feministas así no hayan
tenido la oportunidad de autodenominarse como tal. La palabra determina una lucha apadrinada
por la autora y que es leída con los ojos del presente. Cuando vemos figuras como Hipatia de
Alejandría o Cristina de Pizán podemos llamarlas “feministas”, retroactivamente se acercan
profundamente a los ideales que actualmente asociamos con el feminismo. Es por esto que
tenemos feministas medievales o helénicas, retroactivamente buscamos en su obra y en su vida
puntos cercanos a la agenda política del feminismo y les atribuimos la palabra.
32
Con la suficiente distancia temporal empezamos a agrupar a estas mujeres bajo un mismo manto,
una misma palabra. Esto quiere decir que con la suficiente distancia cualquier mujer puede leerse
como feminista, la autodenominación empiezan a perder sentido a medida que aumentamos la
distancia temporal, sus acciones y su vivir cobran cada vez más importancia. No importa si la
mujer en cuestión se llama a sí misma “feminista”, importa si su vida refleja un recorrer
feminista. Para poder denominarse “feminista” una debe ser reconocida desde el exterior como
tal. Si una persona está a favor del aborto automáticamente es visto como feminista, a pesar de
que sea hombre o, como mujer nunca se ha llamado a si misma como tal. El acercamiento
práctico y vital a los ideales del feminismo, es mucho más importante. La etiqueta pesa si es
reconocida por el grupo en el que uno se encuentra ¿Un rastafari o un gótico son rastafaris o
góticos si no son vistos y reconocidos como tal por la mayoría del grupo?
La distancia histórica nos permite encontrar feministas tan antiguas y tan cercanas como
queramos. Viendo sus vidas y sus obras e identificando puntos cercanos a corrientes
intelectuales y políticas les atribuimos características que ellas no tenían en vida.
La autodenominación te agrega a un grupo con una agenda específica, el feminismo siendo un
movimiento político tiene unos objetivos políticos propios. Autodenominarse como sufragista
significaba estar a favor del voto de las mujeres y viceversa, si no estabas a favor del voto no
podían denominarse sufragistas. Así mismo si estás en contra del aborto, no puedes
autodenominarte como feminista, ya que ambas cosas son mutuamente exclusivas. Es por esto
por lo que muchas mujeres provida, no son reconocidas como feministas porque se alejan del
corpus político del movimiento. Sin embargo, íconos como Cristina de Pizán o Mary
Wolstonecraft tenían sus propias posiciones frente a diferentes puntos de la agenda feminista. No
hay registros de la opinión de Pizán sobre el aborto y sin embargo se considera como la primera
autora feminista, una suerte de proto feminismo ¿Si Pizán estuviera en contra del aborto, ya no la
consideramos la primera autora feminista? Es entonces que la lectura de íconos feministas se
complica cada vez más, existe la tentación de medir y comparar qué tan feminista es la mujer,
tratarlo como un termómetro y no como una postura compleja llena de matices.
A pesar del afinamiento sistemático de la agenda feminista siempre ha habido discrepancia en
algunos puntos y es por esto por lo que el feminismo se separa en varias facciones, hay
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feministas provida o ecofeministas. No todas somos homogéneas y por lo tanto el movimiento no
es homogéneo. A pesar de la diferencia con uno de los temas fundamentales del feminismo
feministas como las provida siguen autodenominándose como feministas, la palabra no cambia,
sólo se le agregan apellidos. El debate sobre si esta excesiva división debilita o ayuda al
movimiento es accesoria a este documento, la realidad es que las divisiones existen y la
necesidad de separarse del movimiento general es una tendencia interesante de querer especificar
con cuáles postulados del feminismo macro se está de acuerdo y con cuáles no.
La afiliación a la palabra feminista te agrega a un grupo generalizado con una agenda específica
y a pesar de seguir muchos postulados del feminismo tales como la independencia, la libertad, la
diferencia sexual, muchas mujeres rechazan la palabra debido a la mentalidad gregaria de que
todas tenemos que estar de acuerdo con todas en todo.
Agregarse a un grupo es una necesidad social básica del ser humano, somos animales
extremadamente gregarios, nos gusta estar entre nuestros pares y constantemente buscamos
puntos en común con otros para expandir nuestro círculo social.
A medida que se crean nuevos grupos sociales, unos son hegemónicos y otros se relegan a la
periferia. Debido a las complejas relaciones y tensiones sociales, hacer parte de la periferia es un
ejercicio constante de resistencia. El grupo hegemónico goza de privilegios y fortalezas negadas
a los grupos de la periferia. Constantemente el grupo hegemónico busca la eliminación o
asimilación de la periferia para lograr un estado homogéneo. La diferencia incomoda y la
exigencia de derechos y reconocimiento por parte de la periferia amenaza el estatus superior de
la hegemonía. La diferencia sexual y biológica entre hombres y mujeres es la periferia máxima.
No hay nada más diferente, a nivel biológico, que hombres y mujeres. Resistir a la hegemonía
masculina es la misión última del feminismo y debido a esta resistencia el grupo social de las
feministas es severamente castigado.
Hacer parte del feminismo no trae las recompensas tradicionales de pertenecer a un grupo más
grande. Tradicionalmente agregarse a un grupo específico le provee al ser humano protección,
seguridad y las necesitadas conexiones personales que ayudan al ser humano a desarrollarse
emocional y mentalmente, sin embargo, hacer parte del feminismo sólo garantiza la última
condición. Las feministas constantemente tienen un blanco en la espalda, son víctimas de
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campañas violentas, de ataques verbales o físicos, el grupo en este caso no garantiza seguridad
sino garantiza violencia. Desde el inicio del feminismo, la primera ola, estas mujeres fueron
víctimas de virulentos ataques, tanto pública como privadamente. Campañas publicitarias en
periódicos ridiculizaron y culparon a las sufragistas del declive social, este método se ha vuelto
sistemático. Ya no son solo caricaturas en el periódico o libros como El “Roman de la Rose” sino
son emisiones de noticias cargadas de lenguaje hostil hacia el feminismo, ataques constantes a
mujeres feministas en internet y las constantes amenazas por internet. La técnica se ha
modificado pero la idea es la misma, el castigo social por la resistencia a la hegemonía.
Militar en el feminismo se vuelve entonces un ejercicio contraintuitivo en donde es más
peligroso hacer parte del grupo que estar fuera de él. No es raro entonces que muchas mujeres
decidan militar en silencio por miedo a las severas consecuencias sociales que conlleva llamarse
abiertamente “feminista”.
6.6. La revancha de las tías
Entendiendo estos procesos sociales de castigo y hegemonía, pensé en aplicarlo a mi familia.
Debido a la pérdida temprana de mi madre, mis tías y mis abuelas se transformaron en guías
familiares. El rol de la tía es un papel social que constantemente se ve subestimado por el rol de
la madre. En la concepción nuclear de la familia (padre, madre e hijos) el lugar de la tía se
desdibuja.
El rol de la tía se vería relegado a un añadido inferior en grado al de ambos progenitores. El lugar
de las tías es reivindicado cuando evitamos la concepción arcaica de la familia y pensamos la
primera célula social correcta: el clan. En los primeros albores de la humanidad, la ‘familia’ no
existía, todo el mundo hacía parte de un grupo y cada individuo alternaba sus funciones con la
crianza del futuro biológico del clan. Efectivamente todos eran padres o madres. En el continente
africano en varias culturas distribuidas por toda su geografía existe un sentimiento común: se
necesita un pueblo para criar a un niño. En Lunyoro (Bunyoro) hay un proverbio que dice
"Omwana takulila nju emoi", cuya traducción literal es "Un niño no crece solo en un hogar". En
suajili, el proverbio "Asiye funzwa na mamae hufunzwa na ulimwengu" significa más o menos
lo mismo: "Quien no sea enseñado por la madre, será enseñado con el mundo". En Kihaya
(Bahaya) hay un dicho, "Omwana taba womoi", que se traduce como "Un niño no pertenece a
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uno de los padres ni al hogar". Kijita (Wajita) tiene el proverbio, "Omwana ni wa bhone", lo que
significa que independientemente de los padres biológicos del niño, su crianza pertenece a la
comunidad.
Entendiendo que no es sólo el padre o la madre la que enseña, sino que este rol se extiende y se
generaliza a todo aquel que rodea al niño, el rol de la tía se valoriza cada vez más. Debido a la
pérdida de mi madre existía una vacuidad en mi estructura familiar. Es tentador poner a las tías
en el lugar de la madre, como reemplazos en una obra de Broadway, pero no es posible trasladar
el rol después de la muerte. Las tías son tías y las madres son madres, es solo a través de
valorizar el rol de la tía y no considerándola una subordinada a la madre que entendemos el
verdadero poder de las tías. Su rol es vital, tanto para aliviar la carga de la criadora principal de
la madre, como para contrarrestar las falencias de esta. No es gratuita la imagen de la tía
alcahueta ni de la tía rebelde a la que una huye cuando se pelea con sus papás. Es necesaria y
vital para el desarrollo equilibrado del niño. Seguido el colapso de la máter, el lugar de la tía es
apremiante, son ellas las que mantienen la presencia femenina en la vida de la niña y son ellas las
que se transforman en ejemplos y oportunidades de mímesis para que la niña siga.
Quería entender el origen de mi fuerza, tenía claro que yo no podía venir de ninguna parte,
después de todo en las historias de superhéroes siempre hay una historia detrás de la máscara,
ellos no nacen héroes, aprenden a serlo.
Al tener un acercamiento intuitivo al feminismo, viendo a mis tias o a mis abuelas vivir sus vidas
fue que empecé a formarme por imitación en el feminismo. Ellas eran los ejemplos vivos que
podía estudiar todos los días, las veía trabajando, cocinando, interactuando con los hombres.
Ellas eran lo único que tenía para aprender a ser mujer, después de todo en el colegio no hay
formación sobre feminismo, la sección de las sufragistas es pobre y superficial. Fue en mi
adolescencia que empecé a investigar por mi lado y al fin pude sumergirme en la teoría, el
aprendizaje ya no era intuitivo sino metódico. Entre más buscaba al feminismo más las mujeres
de mi familia me parecían feministas, sin embargo, ninguna me enseñó explícita y abiertamente
qué era lo que eso significaba.
El castigo social es un poderoso mecanismo para evitar la autodenominación. Sin embargo, eso
no me detuvo para ver a mis ancestras como los primeros ejemplos del vivir feminista. Sacar
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adelante una familia por sí mismas, tener un espíritu rebelde y contestatario, trabajar mientras se
es madre, ser profesionales, tener la necesidad de crear… Todos estos rasgos se ven reflejados en
íconos feministas, Mary Wollstonecraft, Chimamanda Ngozi Adichie, Mary Astell, Andrea
Dworkin etc. Hacer la conexión entre ambas ramas era lógico en mi cabeza. A través de la
lectura de ambos lados, las similitudes son obvias, todas estas mujeres tienen las mismas luchas,
las mismas reacciones, la misma fuerza. No son sólo las cercanías teóricas o la militancia activa
en el movimiento, es también la resistencia cotidiana. Es el ejemplo cercano, constante y familiar
lo que me enseñó a ser feminista y son mis tías medievales, europeas, africanas, latinas, radicales
y sufragistas las que mostraron la lucha directa y abierta.
El funcionamiento social del grupo y la aplicación de estos métodos al microcosmos familiar me
dejaron entender la posición de mis ancestras. Es a través de mis tías que veo a las teóricas
feministas y a través de las teóricas veo reflejos de mis tías. Es por esto por lo que reconozco la
lucha de mis ancestras como la lucha de los íconos feministas, todas son parte de mi familia
como ejemplos o regaños, como guías espirituales y mentales.
CAPÍTULO TRES: LÚTEA
7. Resultados
El resultado de esta investigación es un ensayo audiovisual de 30 minutos que mezcla las
entrevistas, la puesta en escena teatral, la animación y la manipulación de mi archivo fotográfico,
así como el archivo de mis tías.
La investigación me abrió las puertas a un camino que el ensayo desvió. Mi intención inicial era
más combativa y antagonizante, quería ponerlas contra las cuerdas y obligarlas a entrar en lo que
yo y la academia consideramos el feminismo que sí es útil. En el producto final no fui lo
suficientemente fuerte, ni pude conservar mi ira frente a ellas. Dejé que la curiosidad me
invadiera y preferí la voz en off a la confrontación directa. Son pocas las veces que me atreví a
interrumpirlas y es obvio que la jerarquía se mantiene, yo sigo siendo la sobrina y ellas las tías.
“Me falta mucho pelo pa’ moña”, sentía mientras las escuchaba. Entendí también el profundo
cariño que todavía guardo por sus imágenes y su voz, la timidez con la que me acercaba a la
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línea de tiempo en edición y el miedo que todavía siento al recortar cualquier cosa, por temor a
irrespetar la “pureza” de su relato y la integridad de la historia.
En el ensayo se evidencia la concepción de la familia en la vida de mis ancestras, así como sus
actos de rebeldía y resistencia al sistema patriarcal. Conectándolas a mi primera inspiración
(Cristina de Pizán) pude entender verdaderamente el alcance de la sororidad. Así como en el
ensayo la vida de Pizán trasciende siglos, la sororidad trasciende generaciones. A través de las
imágenes de mis ancestras y sus muertes, puedo acercarlas a mi propia vida, sentir las profundas
implicaciones de mis relaciones con ellas, o en su defecto la ausencia de estas relaciones. Fue
gracias al ensayo que pude ver la verdadera conexión entre mis tías y Cristina de Pizán, todas
mujeres de letras, todas con ambiciones que no pudieron despegar completamente.
La voz de mis tías es transversal, se establece una conversación y un paralelo entre ellas
previamente insospechado que explica mi propia cercanía a escribir, pero a escribir con
imágenes. Al poder ir en su entorno privado, sin la familia y sin la presencia de hombres, la
libertad de la voz es palpable. Nunca las había escuchado hablar tanto cómo las escuché durante
mis entrevistas. Así mismo el protagonismo de la voz me ayuda a darles al fin un espacio sólo
nuestro, una comunidad como la que formó Cristina de Pizán con Justicia, Derechura y Razón.
Nunca las habías visto como las vi a la luz de Pizán, sus gestos y movimientos me hacían pensar
inmediatamente en la escritora medieval y sin la atención de una directora y camarógrafa no
hubiera podido verlas como las vi. No podía notar sus manos, sus expresiones faciales, sus
silencios y la forma en la que su voz cambia según avanzaba cada una de sus historias.
A través de la figura ausente de mi madre, me permití valorar a mis tías y dimensioné el
profundo impacto que han tenido en mi vida. Fue solo a través de la revisión meticulosa del
archivo que me di cuenta verdaderamente del espacio que siempre ocuparon en mi vida.
Organizar mi archivo y robar del de mi mamá, me dejó entender cuantitativamente el espacio que
ellas ocupan en mi vida. De mis bisabuelas no tengo ninguna, de mis abuelas tengo muchas y las
fotos de mis tías llenan álbumes enteros, pero sólo hay una foto de las tres juntas.
Empecé este ensayo con una investigación robusta y un objetivo claro, no los cumplí, sin
embargo llegué a un lugar que, a mí opinión, es más placentero. Llegué a un lugar de comunión,
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a un encuentro, a pesar de las rigurosas exigencias, me dejé jugar y descubrir como niña.
Deambulé profundamente en mis recuerdos y mis tías me dejaron pasear por los suyos. En lo que
parecía fracaso y en el encierro, por la siempre presente pandemia, tuve que obligarme a ser
creativa y libre con las imágenes. Si no fuera por el encierro nunca hubiera suspendido a mis
ancestras con nylon, si no fuera por el peligro de contratar a una actriz, nunca hubieran visto mi
performance, si no fuera por la paranoia de mi tía Martha y su necesidad de usar tapabocas, no
hubiera hecho el esfuerzo de buscar en mi archivo para darle imágenes a su voz. Gracias a la
flexibilidad del ensayo, pude experimentar al máximo con los pocos videos de mis tías que pude
grabar. El archivo audiovisual de mi familia es nulo, cada ‘frame’ que tuve el honor de registrar,
era precioso. Las vi una y otra vez en la línea de montaje buscando maneras de aprovechar cada
segundo, y fue a través de la repetición que descubrí cualidades en sus voces que nunca antes
había notado, ligeras pausas y respiros, muletillas particulares, sus voces rompiéndose cuando
hablaban de algo doloroso. Así también encontré mi propia voz, mis propios matices, mi propia
postura. Fue hilando sus voces y la mía en la línea de tiempo que pude entrever cómo
funcionamos como coro o como solistas.
Yo esperaba inclinar la balanza a mi favor, probar la verdad de mi postura convenciendolas con
su propia historia, casi en una simple demostración donde yo esperaba en cada rincón, cada
resquicio, para sorprenderlas con pruebas históricas e irrefutables. Pero no hay balanza que
inclinar, ni debate que ganar. Era necesario abandonar tan errada búsqueda para dejarme llevar
por sus voces y sus sentires, no puedes escuchar si mientras la otra habla tú estás buscando
precedentes para refutarla.
A pesar de mi constante remolino de responsabilidades (fui camarógrafa, sonidista y
entrevistadora, al mismo tiempo), me tuvieron paciencia. Aceptaron mis juegos raros con la
cámara, me dejaron entrar a sus casas sabiendo que este sueño loco se mostraría en una pantalla
al que quisiera verlo. Me expusieron su vida y respondieron mis preguntas, a veces invasivas, a
veces algo tontas. Fue en el proceso de este ensayo que redescubrí a unas mujeres maravillosas y
no hay objetivo más noble que ese.
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Gracias al formato del ensayo podría dejar el final abierto, a pesar de que nuestra relación se
volvió más profunda, las mismas preguntas seguían, las conversaciones sin final cerrado, sin
conclusión satisfactoria, donde no hubo victoria heroica sino sacrificio.
8. Conclusiones
Me encontré en el ensayo con el incuestionable amor al páter, una figura que yo esperaba ellas
rechazaran en algún momento, pero a pesar del abandono constante de los hombres y del peso
negativo que estos adquirían en sus vidas, no encontré la rabia que quería. Busqué y busqué la
digna rabia de la que tanto hablo con mis amigas, pero en su lugar encontré solo mujeres que
amaban. A pesar de la rebeldía de mi abuela, ella nunca se rebeló ante su marido ni ante su
padre, no demandó, ni peleó, simplemente aceptó. En este ensayo busqué en la relación que
tengo con mis tías, pequeñas formas de resistencia y las encontré, lo que no encontré fue el
reconocimiento por parte de ellas de sus actos cómo resistencia.
Me enfrenté a la constante frustración al no encontrar una voluntad de lucha más “grande”, más
ruidosa, la militancia de las calles, la discusión abierta que tengo con mis amigas. Las tías son
tías, por mucho que quise, no pude volverlas amigas, no podía permitirme la libertad sorora de la
que tanto disfruto con mis amigas. Siguen las mismas reglas, las mismas jerarquías. Temo
incomodarlas, siento que ya han vivido lo suficiente y si quisieran decirme algo ya lo hubieran
dicho, aún si el pacto patriarcal lo prohíbe. De por sí ya tengo una reputación contestaria con mi
familia y prefiero no “mancillar” la relación que tengo con mis tías. Porque tampoco quiero que
ellas piensen que soy la “feminista aguafiestas”, no quiero que se aburran de hablar conmigo y es
esa cobardía la que no me permitió siquiera mencionarles a ellas la palabra feminismo. Sentía
que si pronunciaba la tan temida palabra se cerrarían inmediatamente y sospecharían mis razones
de quererlas leer como influencias feministas en mi vida. Sabía que preferían que las llamara
‘fuertes’, ‘determinadas’ antes que feministas, aunque estas dos cualidades se aplican al
feminismo.
A pesar de que el ensayo me sirvió para responder muchas de las dudas que tenía sobre la vida
de mis ancestras, tengo ‘sentimientos encontrados’. Ahora las entiendo como antes no lo hacía,
me siento cerca a ellas, ya no son fantasmas.
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El ensayo me reveló dimensiones insospechadas de mis tías, sus peleas y sus dolores, algo
extraño para mí y que me enfrenta a mi propio feminismo ¿Cómo puedo ser feminista sin
reconocer la opresión de las mujeres de mi familia? ¿Cómo puedo llamarme feminista si por
tanto tiempo fui negligente frente a la sororidad que le debía a mis ancestras? ¿Cómo puedo en
buena fe ignorar los sacrificios que generacionalmente han hecho para que yo pueda pararme
dónde estoy? ¿Es siquiera justo exigirles más? ¿Es únicamente válido el feminismo que lucha en
las calles?
No pude enfrentarlas a la historia del feminismo, pero en la sala de montaje, repitiendo una y
otra vez sus entrevistas pude crear el mito de mi propia creación. Pude dilucidar de dónde venían
ellas y por ende de dónde vengo yo, es imposible concebir que las mujeres de mi vida no
tuvieron una influencia en como yo me entiendo y actúo cómo mujer. El clima opresivo de mi
familia, que he vivido en carne propia, parecía una contradicción en mi vida ¿Cómo podía yo
militar en el feminismo si todo en mi infancia y adolescencia me decía que debía tomar el
camino contrario? No es el feminismo lo que aprendí de mis ancestras sino las cualidades que
necesita el movimiento.
A pesar del final inconcluso pude llegar a mi verdad, este ensayo puede ser una obra en progreso,
puede seguirse construyendo mientras crezco y cambio. La relación con mis ancestras está
cortada y hasta que yo me muera sabré si algo bueno he hecho con este ensayo. Hasta entonces
estoy tranquila porque hasta el sol de hoy ninguna se ha ofendido tanto que ha venido de noche a
jalarme las patas, como diría mi abuela.
Dirección electrónica del ensayo: https://youtu.be/YfcvmpIT6WM
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