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Montaigne: el sujeto del ensayoSilvia Mattoni
"Cuerpo: Oh! Quin habr de liberarme totalmenteDe los lazos de
esta tirnica Alma?
Que tan rectamente me impeleQue voy hacia mi propio Precipicio.
"
Andrew Marvell
Aun cuando el problema del origen del ensayo sea de relativa
importan-cia, puesto que algunos de sus aspectos preceden a la
constitucin del g-nero en la modernidad (verbigracia, la filosoa
rapsdica de los tratadis-tas de la Antigedad'), y otros componentes
del gnero se hayan ido acu-mulando por apropiaciones posteriores
(por ejemplo, el uso y discusin deteoras de la ciencia moderna, la
intromisin del discurso poltico en elsentido de opinin pblica,
etc.), de todos modos la cuestin del origen yde la nominacin del
gnero es todava central. El hecho de que pocos in-tentos de
definicin prescindan de la referencia, aunque sea colateral y po-co
profundizada, a la obra de Montaigne, e incluso a la etimologa del
tr-mino ensayo por l acuado, es de por s un indicio innegable de
que unestudio sobre Montaigne y sobre los anlisis a que ha sido
sometida suobra pueden aportar datos esclarecedores para la
comprensin del gnero.En nuestra perspectiva, sobre todo para la
comprensin del tipo de sujetoimplcito en el ensayo en tanto saber
precisamente acerca del sujeto.En un libro elaborado a partir de
una hermenutica textual tradicional,Erich Auerbach incluye una
interpretacin sobre Montaigne que intenta
'Cfr, Garca Gual, Carlos, ''Ensayando el 'ensayo': Plutarco como
precursor", en Revistade Occidente, N 116, Enero 1991, pp. 25-42.
Donde, no obstante las numerosas similitu-des formales de este
tratadista de la antigedad tarda con el ensayo renacentista y
barro-co, Garca Gual seala que el "escaso relieve de su estilo",
cierta llaneza, la ubicacin ensegundo plano de la subjetividad en
Plutarco, lo diferenciara radicalmente del ensayistamoderno, donde
la "voluntad de estilo" se vuelve fundamental.
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dilucidar qu nuevo modo de figuracin, qu nuevo tipo de
representacinhabra aparecido en Occidente con los Ensayos. Aun
cuando a travs delamplio recorrido histrico de Mimesis'se ubique la
obra de Montaigne den-tro del problema de la representacin de la
realidad por el discurso, es decir,dentro de una serie de textos
que proporcionaran imgenes plsticas delmundo antes que indagaciones
conceptuales, de todos modos para nosotrosresultan pertinentes
algunos rasgos del anlisis de Auerbach. Ya que de al-guna manera
consideramos que el ensayo se caracteriza por una subjetiviza-cin
del saber, que se cumplira dentro de un proceso de indagacin
acercade 10 subjetivo realizado por el mismo sujeto que se expone
en el ensayo, latesis de Auerbach de que Montaigne introduce la
descripcin de s en la cul-tura occidental no como enseanza moral ni
experiencia ejemplar, sino co-mo simple caso particular cuyas
mismas particularidades adquieren enton-ces un estatuto relevante,
se vuelve para nosotros una tesis recuperable.Parafraseando a
Montaigne, Auerbach interpreta as la doctrina de los En-sayos sobre
el sujeto que se autoanaliza: "me describo a m mismo; soyun ente en
cambio constante y, por 10 tanto, la descripcin debe ajustarse.
esta particularidad y cambiar, a su vez, de continuo'". Aqu vemos
lacausa de cierta "flexibilidad" que Martnez Estrada extenda,
apartir deMontaigne, a todo el devenir histrico del gnero del
ensayo". Es la parti-cularidad del sujeto moderno 10 que requiere
esa flexibilizacin de la for-ma de exposicin, aunque sin un
discurso de 10 particular dicho sujeto nopodra haberse hecho
visible. Con una interpretacin anacrnica, que searroja an ms al
desvo de las lecturas que realiza el ensayista, Montaig-ne postula
en los autores antiguos (desde Platn a Marco Aurelio) esa
fle-xibilidad formal que hara posible la descripcin de s; utiliza
las citas an-tiguas, fragmentadas, extrapoladas, recordadas y
recortadas fuera de sucontexto, como piezas de un mosaico
inacabable cuya figura total termi-nara siendo su caso particular,
el rostro de Moritaigne.Segn Auerbach, Montaigne "no se cansa de
subrayar la falta de arte, elcarcter privado, natural y directo de
su manera de escribir'". Es decir, hay
2 Auerbach, Erich, "L'humaine condition", en Mmesis. La
representacin de la. realidaden la literatura occidental, F. C. B.,
Mxico, 1950, pp. 265-291.3 Auerbach, E., op. cit., p. 2674 Cfr.
Martnez Estrada, Ezequiel, "Estudio Preliminar", en Montaigne,
Ensayos, ClsicosJackson, Buenos Aires, 1952.s Auerbach, E., op.
cit., p. 270.
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una distincin entre expresin y formas genricas tradicionales,
aunque asu vez dicha expresin generara una forma no menos rigurosa
que el "ar-te" de los gneros. Pues, prosigue Auerbach, "habla muy
en serio cuandonos dice que su composicin, por muy cambiante y
diversa que sea, nun-ca se extrava, y que si bien.es verdad que se
contradice a veces a s mis-mo, jams a la verdad". La forma
cambiante de la exposicin obedece auna verdad partictilar, obedece
a lo cambiante del objeto; cada extravodescribe una caracterstica
del caso tratado, cada desvo impulsivo del en-sayista despliega la
verdad del sujeto en cuanto lugar siempre desviadodel saber. Segn
Auerbach, estamos ante una idea de la experiencia del su-jeto cuya
conformacin procede de esa misma experiencia, y especial-mente de
la "experiencia interna", es decir, de la relacin del sujeto consu
propia subjetividad constituida en la elaboracin mental de las
expe-riencias privadas. La idea del sujeto sera entonces que "l es
un ser osci-lante, sujeto a las variaciones del ambiente, del
destino y de sus propiosmovimientos interiores'". Por lo tanto,
dicha inconsistencia del sujeto-ob-jeto del ensayo slo podr ser
captada por un metdico trabajo de decons-titucin de las formas
fijas y consistentes transmitidas por la tradicin. Elmtodo
ensaystico sigue la lgica abierta de su tema inacabable, pues"aquel
que desee describir exacta y objetivamente algo que se halla
encontinua mudanza, debe plegarse tambin a sus cambios exacta y
objeti-vamente'", La mayor cantidad posible de modificaciones
descriptas nosdejar tanto ms cerca de esa totalidad mvil. Las cosas
del mundo slovalen para el sujeto cuando ste las convierte en
objetos de sus facultades.''Las cosas son para l tan slo un medio
de verificacin interna, y le sir-ven nicamente para probar sus
facultades naturales."Segn Elisabeth Guibert-Sledziewski",
Montaigne hace un libro cuyo ni-co tema es el autor. Libro por lo
tanto en permanente crecimiento y siem-pre inacabado. "Una
escritura destinada a ensayarse, profundamente ex-traa a una
reserva definitiva y en verdad incapaz de desarrollar la crni-ca de
un sujeto soberano, ya constituido?". El sujeto del ensayo
destituye6 Ibid.7 Ibid., p. 270-271.8 Ibid., p. 272.9
Guibert-Sledziewski, Elisabeth, "Montaigne: l'Individu al' essai",
en Revue de Mtaphy-sique et de Morale, ao 89, N 2, Abril-Junio
1984, pp. 262-267.10 bid., p. 262.
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la nocin misma de snjeto, de qne existe algo privado y privativo
de esesujeto, al tender en su inacabamiento hacia una cada vez
mayor erradica-cin de todo secreto. Nada quedar en reserva mientras
se tenga tiempopara seguir revelando todo 10 que el "yo" encierra,
y a su vez siempre ha-br un objeto de escritura, puesto que la
bsqueda del conocimiento de sno deja de reservar nuevos secretos
que la mera voluntad no pudo hacersurgir anteriormente. Debido a su
propia incompletud, la escritura estdestinada a no volverse un
sistema. Para Gubert-Sledziewski, esto impli-ca "desafiar el juicio
crtico, ms preocupado por clasificar temas que porcomprender un
proyecto". El proyecto de escribir postula una perpetuainadecuacin
entre 10 escribible y 10 escrito-ledo, entre la potencia y
latradicin. All la relacin "sujeto-objeto, cualquiera sea su
materia, essiempre inadecuada". Pero al final del trayecto de
Montaigne y como re-sultado del1mite que su texto efectivamente
tiene para la lectura, "est laproduccin de una forma individual
vivible y decible que asume la diso-nancia y sobrepasa la
inadecuacin?".Si en un comienzo el ensayo asiste a la fragmentacin,
al desmembra-miento de su tema, acabar desembocando en una unidad
no metdica, enla unidad de un estilo, y esa paradjica
unidad-fragmentaria ser su nicotema: el ensayo es la escritura de
la unicidad estilstica de un sujeto refle-xivo. "Si el yo fuera
pleno y realizado", advierte Gubert-Sledziewski, "notendra que
escribirse", indicndonos con este uso reflexivo del verbo
"es-cribir" que el "yo" es un producto de escritura. Para remontar
10 fragmen-tario, el desmembramiento del "yo", Montaigne hace un
anlisis de lasapariencias, pues es en el plano apariencial donde se
desdobla y se multi-plica, volvindolo inasequible, el secreto de la
identidad individual. "Lue-go de las conminaciones del uso, las
denuncias del disfraz y del fingir, laescritura deber descubrir que
no hay rasgos sino donde hay una aparien-cia y el pintor deber
admitir que slo el aparecer es pictrico'?', Es decirque tras la
denuncia de 10 ftil, de los accidentes que la costumbre impo-ne,
como inesenciales, el sujeto del ensayo acabar describindose,
pin-tndose, slo a travs de esos detalles aparentes, cuya suma en un
princi-pio incongruente terminar configurando una unidad. ''Lo
esencial de no-sotros es producido entonces como en un espectculo.
Para reencontrarsea s mismo, hay que experimentar el valor de esa
apariencia all donde ad-
11 Ibid.12 Ibid., p. 263.
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quiere su sentido, en la relacin con el otro.?" Por lo tanto, as
como en elmundo descripto por Montaigne el individuo no es
esencialmente sino loque los dems pueden configurar unitariamente a
partir de los fragmentosque aqul ofrezca, del mismo modo en el
ensayo el sujeto slo aparecera partir de su configuracin en la
lectura.La interioridad es as ocupada por esa relacin con el otro.
''Es a travs deesa alteridad incomprensible por donde mi ser se
oculta tanto a m comoal mundo.'?' Teniendo que mirarse en el espejo
que el otro ofrece, el suje-to no puede fijarse en ninguna parte,
su identidad queda destinada al si-mulacro, a la evanescencia. Ego
termina dependiendo de alter. Pero paraque esa interioridad
eviscerada siga siendo la de un sujeto habr que es-clarecer su
lugar propio. El ego alter no es un alter ego, sino que le quitaa
la apariencia su aspecto alienante, sin disolver la relacin con el
otro. Loconstitutivo de la relacin con el otro se sostendr en el
decir. El ego diri-gindose hacia el alter es el sujeto de la
escritura, all donde el decir ver-dadero (ya que el estilo trazado
no puede falsificarse) salva la mscara co-mo verdad produciendo la
"persona". Precisamente "porque no es plena yfranca, porque no es
naturalmente estable, la figura del yo debe ser pinta-da con
veracidad. As la escritura va a servir de fijador moral.''" La
prc-tica de la escritura permite asignarle un lugar al sujeto ms
all de 10 in-determinado de la existencia: la escritura regula al
yo para que persista sindesafectarlo del mundo por medio de una
idealidad. Lo verdadero no setratar como una materia muerta, nos
dice Guibert-Sledziewski, ya quequien dice lo verdadero y aquellos
a quienes dice 10 verdadero - y aqulen cuyo nombre se les dice lo
verdadero - son miembros de una misma re-lacin. "La obligacin de
verdad que la escritura contrae en el seno de esarelacin promete
una mutacin ontolgica.'?" Desde el discurso sobre smismo se llega a
la instancia de la adecuacin, que la fragmentacin cons-tatada
inicialmente en el mundo y en el yo haba negado. Pero slo
seradecuacin de la promesa, siempre diferida; adecuacin del sujeto
a su es-critura y del estilo a un yo. As la escritura invierte
todas las potencias deinadecuacin que subtienden las estructuras
fragmentarias y en perpetuadispersin de los seres. La opacidad del
mundo, dice Guibert-Sledziewski,
13 Ibid., p. 263-264.14 Ibid., p. 264.15 [bid.16 [bid.
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se abre a la idea clara de la identidad de la primera persona
con la eviden-cia de 10 escrito. "La verdad en la escritura no es
pues una simple cuali-dad literaria, ni siquiera moral. Es una
clusula fundamental del compro-miso en la obra. Lo transforma
todo.''" El proyecto de describirse a s mis-mo toma as la forma- de
un contrato universal; el yo adquiere el derechode afirmarse como
responsable de s mismo y ya no como mero tema oca-sional de un
discurso informe o distractivo. La obligaci6n autoimpuesta
eineludible de describirse ante los otros constituye eltrabajo, el
ejercicio yla experiencia de los Ensayos de Montaigne. El ocio de
las divagacionesdar lugar a la operaci6n asistemtica pero rigurosa
de restablecer la ver-dad sobre s, que las costumbres accidentales
haban transformado enmscara. Lo cual s610 se efectuara mediante una
profundizaci6n acercade c6mo esa mscara contiene tambin 10 esencial
del sujeto reflejado enel otro. Imaginndose la lectura, aplicndole
la misma regla que a su ejer-cicio de bsqueda, Montaigne se escribe
a s mismo, se inscribe en su tex-to y as obtiene para s y para los
dems el efecto de verdad de un sujetosingular. La verdad puede
entonces ser mltiple, una para cada cual, perono muchas para cada
uno. La constricci6n de 10 verdadero, de evitar em-bellecer u
omitir detalles ntimos, "supone la constancia, la
preocupaci6naportada al trabajo". Preocupaci6n por ser a la vez
legible (para el otro ypara uno mismo) y acorde con la
interioridad, con 10 irreductible del su-jeto. As, "la escritura se
realiza y se vuelve obra all donde se comprome-te a sostener la
mirada del otro?", Lo que podra significar que tambin seconstruye
esa mirada al construir el tema de la descripci6n que se le
ofre-ce. La lectura, para servir de punto de partida a la veracidad
de-la escritu-ra, deber tambin construirse segn la regla de sta. No
hay un principiofirme: escritura y lectura conforman una dialctica
donde la verdad no pa-sa de un lado al otro, aunque ambos polos la
hacen posible sin que ningu-no tenga la precedencia. "Una vez
disuelta la alteridad como obstculo yproducida como transparencia,
la confesi6n ntima puede ser una declara-ci6n pblica.'?" Montaigne
sealara as el paso del alma cristiana siempreidntica en sus
virtudes y pecados que responden a un cuestionario fijo
ypredeterminado, al espritu singular que se pregunta y se responde
sin ce-sar, hasta el infmito, s610 para constatar que ese monlogo
(destinado al17 Ibid.18 Ibid., p. 265.19 Ibid.
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otro monlogo singular de la lectura, ya que desde un punto de
vista lgi-co el monlogo propiamente dicho no existe, siempre hay
dos en cual-quier enunciado) era la prueba de su propia
irrepetibilidad. "Cualquiera"es irrepetible, pues segn Montaigne:
''La semejanza no hace tan igualesa dos hombres como desiguales la
desemejanza. La Naturaleza pareceobligada a no crear dos cosas
idnticas.'?'Guibert-Sledziewski refuta adems la bsqueda filolgica
de los antece-dentes de la obra de Montaigne, su reduccin a un
desarrollo de las digre-siones antiguas sobre mltiples temas a la
manera de los Tratados de Plu-tarco. "Antes que un erudito heredero
de las morales antiguas, el trabaja-dor de los Ensayos aparece como
un pionero de la dinmica del sujeto yde la produccin del
individuo.'?' Donde se vislumbra la futura descen-dencia de
Montaigne en dos de sus ms asiduos lectores: el yo geomtri-co de
Descartes, que se aparta con el pensamiento de la extensin de
loscuerpos para hallar su principio de verdad, y por otro lado, el
yo desgarra-do de Pascal que se afirma en su fmitud slo para
hacerla estallar ante laevidencia del infmito que la hiciera
posible. "All donde tienden todos losesfuerzos del yo, tanto sujeto
moral como sujeto de escritura; all dondese realiza la obra de la
'ejercitacin': all se produce el individuo. Es el lu-gar obligado
de una interioridad salvada y de una alteridad consentida. Esun
lugar mvil, que reconcilia el movimiento con el equilibrio, y
comn,que reconcilia el interior con el exterior." De modo que el
sujeto del ensa-yo aparecer como una "composicin dinmica de
facultades y de caren-cias, orientada por la alteridad'?'. Se trata
pues de la construccin de unespacio, entre escritura y lectura,
donde el acto del yo se pueda represen-tar sin que sea posible
ninguna falta de verdad, ya que ni autor ni lectorpreexisten a ese
espacio que los constituye y les da la nica verdad a laque sus
estructuras fragmentarias apuntan: un punto de indeterminacinque
sin embargo no se repite en otro sitio.''La produccin de la
individualidad se sostiene ntegra en el esfuerzotransformador que
arranca a la interioridad de su flujo opaco'?', para lle-varla al
espacio constitutivo, al interregno de la escritura en el momentoen
que todava oscila entre 10 escribible y 10 ledo, entre 10 legible y
10 no-
20 Montaigne, Miguel de, Ensayos IlI, OrbislHyspamrica, Buenos
Aires, 1984, p. 232.21 Guibert-Sleclziewski, E., loco cit., p.
265.22 Ibid.23 lbid.
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escrito. Siendo antes una funcin destinada al control, donde el
individuohace sus cuentas, sus debes y haberes, sometiendo su
confesin a la refle-xin que la rige y su reflexin a la confesin que
le dicta sus objetivos, laescritura con Montaigne ser el lugar
donde el individuo puede escribirsems all del control, 10 que ser
la invencin de los signos ostensibles delsujeto libre postulado
progresivamente por la filosofa moderna hasta elidealismo alemn.
''El despertar de la individualidad, perceptible desde elsiglo
XVIII en todos los operadores culturales de la cristiandad,
encuen-tra con este proyecto de describirse el momento de su plena
explicitacin.No solamente el individuo tiene un rostro, con
'rasgos' y 'faltas' que sonsuyos, que representan para l un asunto
'domstico y privado', sino queadems toma a ese rostro como
objeto.'?' Qu hay en un rostro, si no suimposibilidad de ser igual
a otro, su naturalidad originaria al mismo tiem-po que su potencia
de construirse en la expresin facial como el mapa deuna experiencia
subjetiva nica? ''La visibilidad buscada por el libro no estanto la
de una esencia como la de una singularidad: menos ser tal o cualque
ser visto.'?' Ser visto no necesariamente en la admiracin; sino
msbien ser advertido como un punto de diferencia, desde otro punto
de dife-rencia tambin absoluto y tambin en busca de hacerse
visible, el otro. Elmundo es descripto por Montaigne para que ese
mapa de detalles infini-tos termine esbozando, a 10 lejos, los
rasgos de su propia cara. La gloriade no tener gloria, el arte de
no tener arte, pero la potencia de describir unser nico, tal es la
ambicin de Montaigne. "El proyecto de Montaigneabarca la marcha
ntegra de la individualidad reflexiva, llevada hasta el finde su
forma por un minucioso cuidado de s. En el principio de ese
rostro,y hacindose reconocer a travs de todos los detalles por una
persona quepuede ser su garante existencial, est en adelante el yo,
ingenuo y sin cua-lidades.?" Una "persona", mscara construida como
lector por la escritu-ra, garantiza que tras el rostro construido
est el yo que puede deconstruir-10, rearmarlo para que represente
en el espacio abstracto del escrito la ade-cuada figura del
sujeto."Una subjetividad se afirma", prosigue Guibert-Sledziewski,
"capaz deaprehenderse a s misma, no slo como sustancia, sino como
esfuerzo es-pecfico del yo". Surgimiento por 10 tanto de un
principio de autonoma
24 Ibid., p. 265-266.25 Ibid., p. 266.26 [bid.
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del sujeto, que la modernidad intentar desplegar. El examen de
concien-cia, la confesin privada y detallada, que ordenaba y
racionalizaba la in-dividualidad del sujeto frente a la infinitud,
pasar bajo el signo de la es-critura a formar parte de un
procedimiento elegido por el yo, autoimpues-to, cuyo contenido ser
tan terrenal y perecedero como la misma singula-ridad que 10
desarrolla. ''He aqu un libro de buena fe, lector,'?', dice
laprimera frase de los Ensayos, bajo el ttulo "Del autor al
lector", inaugu-rando as el dispositivo de la confesin despojado de
toda trascendentali-dad, entregado al espacio de la eleccin
subjetiva. Lugar, texto y estilo sonelegidos, nos dice
Guibert-Sledziewski, "Por medio del libro, el yo, porms que se
muestre en su forma ingenua, no le teme a nada: no 10 conmi-na una
urgencia trascendental, ni el miedo de 10 que 10 sobrepasa, ni
tam-poco la esperanza. La confesin es terrena.':" El sujeto regula
entoncessus propias cuentas y slo convoca al otro para hacerle
saber 10 que lmismo ha elegido, para mostrarle ese sitio donde se
reconoci a s mismocomo tal. Slo la conciencia autnoma asume
entonces la iniciativa de laconfesin, ms all de toda obligacin
exterior. La confesin obligada,que Montaigne asocia con la tortura
judicial, es una conversin "brbara"de algo que slo tendra un valor
real en el plano de la eleccin.La pala-bra acerca de s mismo pierde
todo su sentido (el de fundar precisamenteal que habla como un yo)
cuando no encuentra en su propio despliegue lasreglas que la
dictan. El hablar de s mismo, siguiendo normas y fines
noprescriptos por su mismo movimiento libre, se vuelve un
sometimientoanlogo a la tortura, con la que se pueden extraer
confesiones, pero nun-ca la verdad con respecto a ese sujeto. ''En
el espacio privado, fundado porla cultura cristiana, 10 que se
trata compromete, pero tambin sobrepasa alyo y 10 aniquila,
anulando su palabra o despojndolo de ella.'?" Esa pala-bra slo podr
seguir perteneciendo al sujeto nico que la profiere cuan-do su
enunciacin no se someta a ningn objetivo extrao al sujeto (al
me-nos en la medida de 10 posible, tanteando los lmites de 10
decible e intro-duciendo en el mundo de la tradicin y sus reglas
una nueva regla que lastrastorne). A ese "esfuerzo de la
conciencia" que consiste en hacerse co-nocer y conocerse uno mismo
a travs de la palabra, "por su boca", Mon-taigne 10 llama "la
ejercitacin", trabajo siempre inconcluso, tarea que s-27 Montaigne,
M. de, Ensayos l, ed. cit., p. 3.28 Guibert-Sledziewski, E., loe.
cit., p. 266.29 Ibid., p. 267.
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lo termina con la muerte". El yo es lo que medir el valor de que
uno sedeclare y se esclarezca. ''El valor ha reemplazado a la
salvacin'?', y qui-z tambin a la salud, pues nicamente ante el
riesgo de la muerte se ad-quiere la mayor evidencia posible de la
singularidad de uno mismo. Se-gn Guibert-Sledziewski, en la
conclusin de su estudio crtico, all se tra-za un recorrido que
llegar al "retrato burgus y tal vez a sus lejanas de-rivas
egotistas: la audacia devuelta como mortal inquietud y el yo que
de-.sespera de poder aprender, a fuerza de escritura, lo que vale".
Ante esa de-sesperacin, valga el anacronismo, Baudelaire construy
la inquietante ar-madura defensiva de su "dandysmo", una vez que la
efusividad expresivadel yo romntico cediera su lugar a ese
artificio o tecnologa innovadoradel yo.Volviendo al anlisis citado
de Erich Auerbach, tambin adverta que lasconsideraciones sobre
diversos objetos estn subordinadas en Montaigneal conocimiento del
sujeto que puede deducirse de dichas aproximaciones.No hay entonces
objetividad, pues sera imposible de alcanzar, sino sub-jetividad
que se enfrenta a los objetos para estudiar sus propias
condicio-nes de existencia y hasta qu punto puede conocer y
conocerse dadas esascondiciones. "La ignorancia deliberada y la
indiferencia con respecto a las'cosas' forman parte de su mtodo",
dice Auerbach, ya que "en stas ni-camente se busca a s mismo. En
ensayos innumerables, iniciados en mo-mentos cualesquiera, examina
su objeto, lo ilumina desde todos los ngu-los y lo circunscribe; el
resultado no es ,empero, un montn de tomas mo-mentneas e inconexas,
sino la unidad de su persona, aprehendida espon-tneamente y
componindose en base a la multiplicidad de sus observa-ciones.'?'
La variedad de los objetos y de las maneras de abordarlos da co-mo
resultado la unidad espontnea del sujeto, leda en la variedad de
te-mas como unidad de estilo: se escribe la dispersin del objeto,
lo fragmen-tario, para que sea lea all la unidad fragmentada del
que escribe. La uni-dad del resultado en la lectura estar ligada al
decir verdadero, a la since-ridad espontnea y a la verdad nica del
sujeto. Ante las variaciones, loque aparece es el ser nico del
individuo irrepetible. La forma ms propiade Montaigne, el estilo
que en sus escritos llama "suyo", segn Auerbach,"es demasiado
diversa y real para caber dentro de una definicin. Mas
30 Montaigne, M. de, Ensayos Il, ed. cit., cap. VI: "Del
ejercitarse", pp. 38-47.31 Guibert-Sledziewski, E., loco cit., p.
267.32 Auerbach, E., op. cit., p. 273.
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tambin para Montaigne la verdad es una, por muy diversas que
sean susapariencias; se contradice a s mismo, pero no a la
verdad?". El secreto dela autocontradiccin est en que revela no una
falsedad, sino la verdadms ntima del sujeto, que la espontaneidad
de sus contradicciones descu-bre incluso ms que su saber o sus
meditaciones, casi siempre derivadasde afirmaciones ajenas. Para
que estos lapsus o actos fallidos avant la let-tre puedan desplegar
toda la potencia de su verdad, Montaigne no se tra-za un plan
predeterminado, no hay comienzo infantil ni desenlace en lamadurez,
no hay progresin sino mltiples digresiones. Por 10 tanto, en
elplano de la forma, dice Auerbach que los Ensayos "no son
autobiografani diario. No tienen como base ningn plan artifIcioso,
ni siguen tampocoun orden cronolgico". El motivo de cada peripecia,
de cada viraje tem-tico o estilstico, est en la aparicin de un
nuevo objeto, cada cosa es ex-plicada por otra. Montaigne se mueve
as entre las cosas, "vive en ellas,es hallable en ellas, ya que
est, con ojos bien abiertos y espritu siempredispuesto a ser
impresionado, en medio del mundo'?'. La singularidad dela mirada
del sujeto percibe pues en el mundo la singularidad de cada
ob-jeto. Se trata de una percepcin que admite y aun exalta la
variedad delmundo, antes que someterla a una regla general. Sus
observaciones nopueden dar lugar a predicciones de los hechos. Cada
observacin sloocasiona nuevas observaciones singulares, as como un
ensayo slo pue-de producir nuevos ensayos y no un mtodo de
escritura correcta. Tal co-mo 10 expresa Montaigne cuando dice:
''Por mi parte, cuando alguien ha-bla del lenguaje de mis Ensayos,
yo preferira que callase. (...) En todocaso, para no extenderme slo
ofrezco los textos, porque si les aadiera sudesarrollo multiplicara
muchas veces este volumen. Y as, si he disemi-nado numerosas
historias que no dicen nada, quien las desee desenvolvercon ms
minuciapodr producir infinitos ensayos. Ni esas historias ni
misalegatos me sirven siempre slo como ejemplo, adorno o autoridad,
por-que no los estimo nicamente por el uso que de ellos hago, sino
que a me-nudo encierran, aparte mi propsito, la semilla de un tema
ms rico y atre-vido, y con frecuencia un cierto tono ms delicado,
tanto para m, que noquise en ese lugar explicarme ms, como para
quienes quieran luego se-guirme en este camino?" Quien quiera
seguir el mtodo, el camino eti-33 [bid. (subrayado nuestro).34
Ibid., p. 274.35 Montaigne, M. de, Ensayos I, ed. cit., cap. XXXIX,
p. 188-189 (subrayado nuestro).
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molgico de la digresin, producir infinitos ensayos. No una
dialcticaarborescente que progresa y en cada nuevo paso conserva y
resume todolo anterior, sino una proliferacin que se reproduce en
forma de races sincentro ni origen y que se expande igualmente
hacia todos los puntos y to-das las bifurcaciones. Si bien tiene su
genealoga, pues la forma de los En-sayos "proviene de las
colecciones de ejemplos, citas y proverbios?", esemarco es
sobrepasado por Montaigne, su material lo excede. Y lo que enun
principio era una compilacin de lecturas, acompaadas de observacio-
.nes, glosas y asociaciones textuales, se transform en algo
radicalmentenuevo. Los comentarios estallaron, las glosas rebasaron
los lmites de ca-da cita y paralelamente al comentario de lo ledo
se extendi el comenta-rio de la experiencia vivida, por uno mismo o
por otros, y la descripcindel presente en comparacin con lo que se
ley del pasado o de otros si-tios del mundo. Montaigne dice que sus
escritos avanzan de manera cola-teral como una conversacin y se
remonta al antecedente de los Dilogosde Platn; pero stos tienen
poco de digresin no justificada y su mtodoes progresivo y a veces
bastante monolgico, debiendo el interlocutor s-lo afirmar lo que
Scrates ya le ha indicado en su pregunta retrica. El te-ma platnico
no se disgrega en una pluralidad de microtemas, detalles
yasociaciones paratcticas como en Montaigne. Auerbach tampoco
aceptaese precedente, cuya alusin sera slo una ms de las
digresiones que laubicacin de su escritura novedosa provoca en el
ensayista. Sin tradicin,todo texto pasado puede ser el antecedente
del ensayo. En el tono habla-do, en lo coloquial, con las
reticencias ya sealadas, se remonta a Platn;en la variedad, en la
digresin mnima, se sirve de los Tratados de Plutar-co; en las
advertencias o consejos al lector, acude a las Cartas de Cicern;y
as hasta el infinito. Pero en verdad "Montaigne es algo nuevo; el
saborde lo personal o, mejor dicho, de una sola persona, es mucho
ms pene-trante, y su forma de expresarse es mucho ms espontnea y ms
prximaa la conversacin diaria, a pesar de que no se trata de
dilogos?", La sin-gularidad de la persona que asume la palabra
verdica del ensayo es mu-cho ms fuerte que la lgica argumentativa
de lo que expone. El ensayis-ta es un autor y lo que hace posible
su escritura es por lo tanto la autori-dad de su nombre propio, su
autoinvestidura como persona nica que nole impone al lector ms que
su simple existencia, no su verdad, sino la
36 Auerbach, E., op. cit., p. 274.37 Ibid. (subrayado
nuestro).
50
-
constatacin de que el otro tambin existe verdaderamente y de que
la ver-dad de un texto es siempre la existencia del otro. Bajo la
gida de la ver-dad ideal y transindividual, como concluye Auerbach,
"ningn filsofoantiguo ha escrito en base a la voluntad de una
existencia concreta pro-pia". Montaigne quiere existir en la verdad
de 10 que dice sobre s mismo,y no atribuirle a 10 que dice un
carcter universal, sino en cuanto l mis-mo es un caso dentro del
universo plural de los seres nicos.Por otro lado, el saber
humanista de Montaigne se opone a la ciencia es-pecializada,
dejando en el ensayo esa marca transdisciplinaria que toda
lamodernidad observar. "Un hombre instruido", segn la interpretacin
deAuerbach, "no 10 est en todas las cosas; pero un hombre cabal o
enteroes cabal y entero en todos los aspectos, hasta en se en el
cual es ignoran-te". Es decir que la autoridad del autor del ensayo
no se funda en el su-puesto saber especfico que habra acumulado con
respecto a su campo deestudio, sino que se basa en una cualidad
tica del sujeto, en la integridadde su estilo que permanece fiel a
s mismo ms all de competencias o in-competencias especficas sobre
cada objeto. La empresa de Montaignetendra pues su sentido y su
conveniencia no en la transmisin de un sa-ber til para otros (pues
su reutilizacin sera siempre otro ensayo tan dis-tinto y nico como
el suyo), sino en que sus escritos muestran un caso de"10 que todo
hombre realiza en s"; el sujeto del ensayo, mostrndose ensu
singularidad, se vuelve emblema de 10 que Montaigne llamaba la
"hu-mana condicin" y que luego el romanticismo vera como la
naturalezairreductible dentro de la cultura, el ser nico que se
manifiesta mediantesignos convenidos. "La autoinvestigacin exacta y
sincera de un hombrecualquiera", dice Auerbach, "es el nico camino
que, segn Montaigne,lleva a la ciencia del hombre en tanto que ser
moral. El mtodo de la es-cucha (escoutons) no permite su empleo
preciso sino en la propia perso-na; en verdad, es un mtodo de
autoescucha, de observacin de los movi-mientos internos". El
autoanlisis de Montaigne es una audicin de s quebusca distinguir,
escuchar en 10 particular de una vida cualquiera, en 10que
diferencia a cada sujeto de los otros, en el timbre irrepetible, la
nocingeneral de toda voz, la integridad del gnero de los seres
hablantes. Paraello, debe evitarse la especializacin en una rama
del saber cuyo estudioborrara el resto de las reas que pueden
producir el autoconocimiento.Pues "toda especializacin falsea el
retrato moral, nos ofrece tan solo unode los papeles que
representamos y deja deliberadamente en la penumbra
51
-
amplias zonas de nuestra vida y de nuestro destino?". No se
puede descu-brir la totalidad del sentido del nombre propio (al
menos hasta donde seaposible), sino escuchando sus resonancias en
todos los sitios donde puedefuncionar como tal, nombrando 10
propio, designndose a s mismo paratodos. .Segn Auerbach, la
oposicin al trabajo especializado y al ethos tcnico-cientfico que
manifiesta Montaigne derivara de que en su poca, en losalbores de
la modernidad, las clases altas no tenan las obligaciones
queestaban desarrollndose entre los burgueses, los artesanos y los
tcnicosespecializados, sino que por el contrario la aristocracia,
bajo la sugestinde la civilizacin oligrquica antigua y de sus
textos vindicativos del ocioy las artes espirituales, tenda a la
educacin general segn principios me-tafsicos e ideales de 10 que se
defina como "condicin humana". Sin em-bargo, el progreso que
Montaigne representa, si es que puede hablarse deprogreso en el
plano de la representacin, para la singularizacin del indi-viduo
moderno y para las formas en que se desplegara el
pensamientomoderno, no puede explicarse ms qne por la potencia
mucho mayor delcarcter anticientfico, antisistemtico y
antiespecializado que adquierenlos Ensayos justamente al coexistir
con la incipiente sistematizacin cien-tfica y la divisin tcnica del
trabajo en esa ciudad de la que Montaignese haba alejado para
estudiarse y describirse, y quiz preservarse del ano-nadamiento que
las tareas .prcticas podran ocasionarle. El mtodo deMontaigne es
una casustica del ser nico, se trata de "acoger la vida pro-pia
'cualquiera' en su totalidad como punto de partida de la filosoffa
mo-ral?". Procedimiento que se opone a "los mtodos que estudian un
grannmero de hombres segn un plan determinado'r", los cuales
partiran dela generalidad sometiendo a priori 10 particular a ese
principio unificadory anulando precisamente el objeto del ensayo
para Montaigne, esto es laintegridad de 10 particular expuesto en
su decir verdadero, la totalidad mspropia del sujeto transformada
en estilo, ofrecida al otro como ejemplo de10 que existe, pero no
como regla de 10 que debera existir. Montaigne en-tonces "se halla
muy lejos de aislar el objeto por un procedimiento cual-quiera, de
desprenderlo de la situacin y las condiciones contingentes enque se
encuentra, a fin de obtener, acaso, de esta manera, su esencia
pro-
38 Ibid., p. 277.39 Ibid., p. 278.40 Ibid.
52
-
pia, perenne y absoluta?". Porque lo contingente es para el
ensayo lo ne-cesario, lo que revelar la verdad de ese sujeto
objetivado por la escritu-ra. De otro modo el conocimiento del yo
se perdera en el mismo momen-to en que se desprende de lo
accidental, de lo que en cada caso lo consti-tuye. Con lo cual el
estudio del ensayo se vuelve interminable: cada pun-to exacto,
recordado u olvidado, del tiempo vivido o de la experiencia
re-cibida a travs de la lectura o la conversacin, cada contingencia
puede serel disparador de un nuevo ensayo, y sea cual sea su
origen, de todos mo-dos descubrir la verdad de ese sujeto, siempre
y cuando ste no acate otranorma que la de su propia y casual
existencia singular. No podra comple-tarse nunca este devenir
autoconsciente del yo, pues "la totalidad del co-nocimiento se
sustrae a la expresin?", As Montaigne, en vista de la
im-posibilidad de una terminacin, de una totalizacin del saber
sobre unomismo, se limita a apuntar la mayor cantidad de
contingencias, de obser-vaciones que no procuran alcanzar ninguna
elucidacin general de lascausas de cada tipo de acontecimiento. El
acontecimiento es sin porqu;cualquier sealamiento de su causa
probable sera ya otro acontecimien-to, y la yuxtaposicin de
acontecimientos constituyen la observacin, lasuma de las cuales a
su vez constituye el ensayo. Y as como el ensayo ex-pone slo
aproximadamente la verdad del sujeto que se inscribe en l, delmismo
modo la postulacin de una causa para un acontecimiento, si bienes
un acto, un nuevo acontecimiento, no deja de ser sin embargo una
cua-si-causa cuya incertidumbre, imposible de despejar para el
sujeto que halanzado ese acto de postulacin, ser por eso mismo una
marca, una hue-lla legible para reconocer esa verdad nica que le
pertenece. As como elnombre no designa nada para el que lo lleva,
del mismo modo la verdaddel ensayista slo puede aparecer como
evidencia en la lectura.Para Montaigne, el "yo mismo" se vincula no
a la teleologa cotidiana,prctica, de la accin conducida por fmes
inmediatos, sino a la concienciaactual, al saberse en el presente
de la propia existencia en su integridad;una conciencia de la
propia existencia cuya plenitud requiere, como ant-tesis necesaria,
la conciencia de la propia muerte. Slo teniendo la expe-riencia del
lmite, habiendo tomado conciencia de la propia finitud a mo-do de
anticipacin de la muerte en el pensamiento, puede alcanzarse el
co-nocimiento de uno mismo como singularidad finita de una
conciencia
41 [bid.42 [bid.
53
-
mortal y por lo tanto nica, irrepetible. Singularidad que
muestra as c-mo cada ''yo'' es un acontecimiento sin retomo, un
punto del tiempo con-vertido en ser hablante, que escribir su paso
efmero por la existencia co-mo una huella en la arena de esa lengua
que lo despert. Segn el filso-fo Giorgio Agamben, "la experiencia
decisiva, de la que se dice que es tandifcil explicarla para quien
la haya vivido, no es ni siquiera una experien-cia. No es ms que el
punto en el que rozamos los lmites del lenguaje,"?y lo que se roza
entonces no es una cosa, externa al lenguaje, sino la ma-teria
misma de la lengua, su muerte. "Aquel que toca, en este sentido,
sumateria, encuentra simplemente las palabras necesarias. Donde
acaba ellenguaje empieza, no lo indecible, sino la materia de la
palabra.?"Y cul es esa experiencia de la muerte, que lgicamente
pareciera impo-sible de obtener, ya que se experimenta con los
sentidos y la muerte es elfmal de toda sensacin experimentable?Cmo
llega Montaigne, en cuan-to caso particular, a esa conciencia de su
propia caducidad que le otorgacomo contrapartida una ms plena
conciencia de su existencia presente?En un ensayo sobre la
destruccin de la experiencia a travs de sus des-cripciones en la
modernidad, Agamben analiza un fragmento de Montaig-ne que
desarrolla justamente la manera en que se le revel a este ltimoesa
conciencia de la propia muerte. Basndose en el captulo VI del
libroTI de los Ensayos, titulado De l'exercitation", Agamben dice
que ya eseencabezamiento sugiere que all se trata acerca de la
experiencia". En di-cho apartado, Montaigne narra un accidente
casual, en el que pierde laconciencia tras ser derribado de su
cabalgadura. ''En la descripcin de losinstantes en que recupera
gradualmente los sentidos", observa Agamben,"Montaigne da pruebas
de una maestra incomparable?". Citamos pues elpasaje de Montaigne
recortado para ese anlisis de la experiencia: "Cuan-do volv a ver,
fue con una vista tan turbia, dbil y muerta, que discernasolamente
las luces (...) en cuanto a las funciones del alma, resurgan
gra-dualmente con las del cuerpo. Me vi todo ensangrentado, porque
mi cami-sa estaba manchada por la sangre que haba vomitado (...) Me
pareca co-43 Agamben, Giorgio, Idea de la prosa,Pennsula,
Barcelona, 1988, p. 19.M Ibid.45 En la ed. cito en espaol, se
traduce como "Del ejercitarse", Ensayos IL pp. 38-47.46 Agamben,
Giorgio, "Infancia e historia. Ensayo sobre la destruccin de la
experiencia",en revista Nombres, N 5, Crdoba, Noviembre 1994, p.
171.47 Ibid.
54
-
mo si mi vida no se mantuviera ms que en la punta de los labios:
cerrlos ojos para ayudarme, as me pareca, a empujarla fuera, y me
compla-ca en languidecer y en abandonarme. Era una imaginacin que
no hacams que nadar apenas en la superficie de mi alma, tierna y
dbil como to-do el resto, pero en verdad no slo privada de
afliccin, sino adems mez-clada con esa dulzura que siente quien se
deja deslizar en el sueo.''" Se-gn Agamben, el recuerdo de este
acontecimiento le posibilit a Montaig-ne hacer una serie de
observaciones paralelas acerca de otras ocasiones enque "un estado
crepuscular se convierte en el modelo de una forma de ex-periencia
ciertamente particular, pero que es tambin, de algn modo,
laexperiencia extrema y ms autntica, que comprenda en s misma,
comoun emblema, la bsqueda ntegra de los Essais?". Se trata de la
experien-cia que tambin sealamos en lo que respecta a las
ocurrencias espont-neas, al decir verdadero de lo ntimo que se
mostraba en la sinceridad noadornada, no embellecida, de una
palabra inmediata, 10ms cercana posi-ble a la voz interna del
pensamiento subjetivo. Por qu de alguna mane-ra lo involuntario, lo
no meditado, al igual que los estados que Agambenllama
"crepusculares", revelaran ms la verdad de un sujeto que si
stesiguiera un mtodo racional, una regla de la voluntad, para el
autoconoci-miento? Justamente, porque son experiencias de lo
inexperimentable, deun saber que no se acumula y del cual no se
dispone, son anticipacionesde la muerte, "experiencias que no nos
pertenecen, que no podemos lla-mar 'nuestras', pero que
precisamente por eso, es decir, porque son expe-riencias de lo
inexperimentable, constituyen el lmite ltimo que puede al-canzar
nuestra experiencia en su tensin hacia la muerte".Desarrollando
luego el recorrido histrico de estas prdidas de la concien-cia que
revelan el fundamento no experimentable de la experiencia
subje-tiva, Agamben seala que en Rousseau ese estado crepuscular
invierte susentido y se transforma, del anticipo de la muerte que
era en Montaigne,en un retorno a la infancia, al nacimiento de los
sentidos puros, sin pasa-do y sin habla. Episodios literarios que,
segn Agamben, "anuncian el sur-gimiento y la difusin del concepto
de inconsciente en el siglo XIX, deSchelling a Schopenhauer hasta
su original reformulacin en la obra deFreud". De alguna manera,
cuando vimos que Montaigne prefera el ca-
48 Citado por Agamben, G., "Infancia e historia...", loco cit.,
p. 171-172. En la ed, cito enespaol de Montaigne, Ensayos IL p.
41.49 Agamben, G., "Infancia e historia...", loco cit., p. 172.
55
-
pricho o la errancia temtica antes que el mtodo o el plan
meditado paraalcanzar el saber ms autntico posible sobre uno mismo,
ya advertimosla conexin, si bien remota, que esas ideas de los
Ensayos tenan con elpsicoanlisis (por otra parte, ambas formas de
autoconocimiento acudenal modelo de la confesin y del examen de
conciencia implantado por lasdoctrinas religiosas sobre el alma).
Tambin Agamben nota esa conexin,si bien destaca que es ms 10 que se
ha transformado, de Montaigne aFreud, que 10 que persiste; "el
psicoanlisis nos muestra justamente quelas experiencias ms
importantes son las que no pertenecen al sujeto, sinoa 'ello' (Es).
'Ello' no es, sin embargo, como en la cada de Montaigne, lamuerte,
porque ahora el lmite de la experiencia se ha invertido: ya no es-t
en direccin a la muerte, sino que retrocede hacia la infancia." En
la in-versin de esa experiencia que seala el lmite de la
conciencia, y que leda por 10 tanto a sta una mayor potencia de
representarse en su existen-cia finita, se produjo asimismo el
pasaje de la primera a la tercera perso-na para designar al sujeto
de la experiencia. As tambin el ensayo atenua-ra la fuerza y la
omnipresencia de su "yo" desde la obra de Montaignecon el correr de
la modernidad, aun cuando el gnero siguiera teniendo
lascaractersticas del espontneo "decir verdadero" y de la adecuacin
a losaccidentes y contingencias del sujeto y su estilo.Por otra
parte, ms all de la obtencin de una conciencia ms plena de lapropia
existencia, a partir del reconocimiento de sus lmites en el
pensa-miento de la muerte hecho posible por los estados de
inconciencia o desa-tencin, se impone una pregunta: por qu ese
conocimiento de uno mis-mo, ese autoconocimiento del yo, debera
hacerse pblico, volverse libro?No es la escritura secreta, para uno
mismo, del examen de conciencia querinde cuentas slo a Dios, sino
que por el contrario el ensayo encuentra suva regia en la
publicacin, pues la mirada del otro recompone la unidaddel sujeto a
la que el yOno podra acceder ms que inscribindose en esemismo
espectculo que ofrece. Slo volvindose otro, siendo el primerlector
y no el dueo del sentido ofrecido en la pgina, podr el yo
recono-cerse como singularidad y apropiarse de su nombre,
distinguir en la opa-cidad de un significante sin significado, su
nombre, la unicidad de su exis-tencia mortal. ''Nunca nadie ha
dominado su asunto tan perfectamente",dice Auerbach, pues para
Montaigne "no existe conocimiento o ciencia al-guna a las cuales
sea posible una accesibilidad tan perfecta y exacta comoel
conocimiento de s mismo" (agreguemos que ese s mismo tambin in-
56
-
vertir su sentido en lo siglos siguientes, y se convertir en lo
inasequiblepor antonomasia, el yo abismal del romanticismo). Para
Montaigne, en-tonces, "el 'concete a ti mismo' no es slo un mandato
prctico y moral,sino tambin terico-cognoscitivo'?". En ese plano
terico, el autoconoci-miento ser la clave para explicar toda
conducta humana, pues cada sin-gularidad, aun siendo absoluta, como
las mnadas de Leibniz, mantieneun paralelismo perfecto con todas
las dems: la excentricidad de uno mis-mo puede echar luz sobre la
historia y sus peripecias, la poltica, la eco-noma o simplemente
sobre la visible conducta circunstancial del otro,que sin una
vinculacin con nuestra propia interioridad permanecera co-mo un
fenmeno inescrutable. Es decir que "la primaca del conocimien-to de
uno mismo alcanza una significacin terico-cognoscitiva
positivanicamente para el estudio del hombre, pues Montaigne slo
aspira, consu examen de la vida propia 'cualquiera' en su
integridad, a la exploracinde la humaine condition, con lo cual
pone de manifiesto el principio heu-rstico del cual, sabindolo o
sin saberlo, torpe o hbilmente, nos servimossiempre que tratamos de
comprender y juzgar las acciones de los dems,ya sea que transcurran
en nuestro mundo inmediato o en el ms alejado,el poltico e
histrico: los medimos con la escala que nos ofrece nuestrapropia
vida y nuestra propia experiencia interna'?', De modo que el
cono-cimiento del otro, necesario para deducir por comparacin el
conocimien-to de uno mismo, slo se hace posible a su vez a travs
del filtro del au-toconocimiento, en una suerte de crculo vicioso
que no obstante, y con-tra la lgica lineal de causa-efecto,
funciona. Y en la prctica de Montaig-ne, la posibilidad de ampliar
el campo explicativo radica en la ejercita-cin, en la
flexibilizacin que proporciona el ejercicio del pensamientosobre s
mismo, puesto que a mayor elasticidad y amplitud de nuestra
con-ciencia interna ms cantidad de posibilidades imaginables de la
experien-cia ajena podrn encontrar su sentido, aunque nunca se
abandone la incer-tidumbre de manera completa. De todos modos, para
el ensayista, el finltimo de observar las acciones y los
pensamientos ajenos ser el de pro-fundizar el sentido de las
propias acciones y el propio pensamiento; la lec-tura del otro
servir en la medida en que colabore para la escritura de unomismo.
En este punto, el ensayista, al inscribirse en su escritura, le
brin-da tambin a su lector la posibilidad de repetir su operacin de
autocono-
50 Auerbach, B., op. cit., p. 280.51 Ibid., p. 281.
57
-
cimiento comparativo y progresivo.Segn seala Auerbach, Montaigne
"habla muchsimo de s, dando a co-nocer al lector no slo las
particularidades de su vida espiritual y psqui-ca, sino tambin las
de su existencia corporal". En esto hay un elementofundamental del
ensayo pergeado por Montaigne que se opone a la con-fesin
cristiana, algo que Jean Starobinski llam "los derechos del
cuer-pO"52; Describiendo una lgica del "impudor" en los Ensayos,
Starobinskiseala que la relacin con el otro, aunque necesaria, es
seguida al mismotiempo por el desprecio hacia la opinin exterior.
''Montaigne se muestrapara ser visto", dice Starobinski, y a la vez
que "procura retener la mira-da de los otros, ostenta el mayor
desdn por el juicio que darn acerca del". A condicin de verse
reconocido tal como es, le resultan indiferentestanto la censura
como el elogio. Montaigne no le teme al escndalo y, sise prohbe
algunos actos que considera "deshonestos", es slo atendiendoa su
regla ntima y personal, a su propia medida. Se declara el nico
juezcalificado para calibrar el valor de su sinceridad, de su
imagen desnudaofrecida a los otros, cuyo juicio ser no obstante
desatendido, puesto quees en el ofrecimiento mismo de s como
espectculo donde se agota y en-cuentra su fin el dispositivo de la
sinceridad en Montaigne. "Afirmarsedescubrindose al otro, pero
negndole toda consideracion.es hacer coin-cidir un llamado y una
ruptura. A decir verdad, la altivez que Montaignese adjudica aqu no
est fuera de lugar dentro de una proclamacin de losderechos del
impudor. El impudor, en efecto, atrae y descalifica al mismotiempo
al espectador, 10 solicita y 10 rechaza: capta la mirada y
despreciael juicio.?" La actitud de Montaigne podra calificarse de
exhibicionista,si no fuera ms bien una utilizacin de la mirada del
otro como espejo dela propia autoindagacin. El impudor llama la
atencin slo para que elsujeto desnudo pblicamente vea all redoblada
su incertidumbre en cuan-to a la conciencia que.tena de su
existencia singular. As la conciencia delos lmites del yo adquiere
una consistencia que slo la exposicin pbli-ca podra brindarle. "Se
ve as que intervienen igualmente la intimidadforzada y la puesta a
distancia, la necesidad de comunicacin y el recha-zo (provisorio)
de la reciprocidad. La relacin se funda sobre el circuito52
Starobinski, Jean, ''Montaigne et les droits du corps", en
Miscellanea di Studi in onoredi Vittore Branca, "Umanesimo e
Rinascimento a Firenze e Venezia", T. III, 2' parte, LeoOlschki,
Florencia, 1983, pp. 809-819.53 Ibid., p. 809
58
- ~I_ ~~-. 6~, - .J.\.!O ~ 71,. - -,1'\0- ;. -'~O/~ __"yde una
sola e idntica imagen entre el escritor y su lector, siendo ste
rra.{t
-
cin de un estilo puede ocultar sin dejar de atraer, as como la
confesinaproxima y separa al que confiesa y al que lo escucha, "al
menos en la me-dida en que la confesin implica esa altivez y esa
indiferencia (de las quehabla Montaigne), que se niegan a respetar
(a 'considerar') a los testigosde nuestro impudor?". . .Debido a
estos principios rectores, que ordenan la disposicin del
espec-tculo de s que monta el ensayista, no puede dejarse de lado
la descrip-cin de las "condiciones corporales", puesto que las
"imaginaciones" dela mente no bastan para circunscribir los lmites
de la existencia singular.y as como en la descripcin detallada de
su retrato intelectual, de su bio-grafa de lecturas y observaciones
propias, Montaigne discute las preten-siones dogmticas de la
filosofa o la religin por reducir a un principiogeneral todas las
mentes particulares y para realzar, en cambio, los modosde
funcionamiento particulares de su pensamiento en lo que ste
tendrade original, del mismo modo en lo que respecta a la vida
corporal se en-frenta a las pretensiones generalizantes de la
medicina. "Pretexto para unacrtica general de la presuncin del
saber, sobre el ejemplo ofrecido por lams conjetural, la ms
petulante, y en muchos aspectos la ms peligrosade todas las
disciplinas tradicionales, no se trata sin embargo slo de
lafragilidad de ese saber, sino tambin del hecho mucho ms grave de
queinvade un terreno sensible y pretende legislar sobre el cuerpo,
sobre micuerpo."? Aun cuando Montaigne seala que de todas las
ciencias de laAntigedad la medicina es la que le presta mayor
atencin a la individua-lidad, al caso particular, segn una doctrina
de la idiosincracia subjetivaque en cada ser se dara por una
proporcin especfica en la mezcla de losdistintos "humores"
corporales, dando lugar a una infinidad de combina-ciones posibles,
aun as, "la medicina no supo resistir a la tentacin deconstituirse
en sistema y fijarse en dogma: la medicina tradicional compa-ra los
casos, induce reglas, y generaliza sus procedimientos y sus
prescrip-ciones. Ya no los vuelve a poner en cuestin. La
experiencia no es sinouna justifIcacin metodolgica?", para luego
intervenir en cualquier cuer-po, en cualquier ocasin, como si
detentara ya la clave de los fenmenosque observa o que ella misma
provoca. El espacio que media entre las ex-periencias fundadoras y
la aplicacin generalizada del remedio transfor-
56 Ibid., p. 812.57 Ibid., p. 813.58 Ibid., p. 813-814.
60
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Sin ttulo, 1944Tinta china y pluma sobre papel. 24 x 32 cm.
Coleccin particular, Ginebra.
-
ma para Montaigne a la medicina en una operacin de sometimiento
delcuerpo a dogmas cuyo concepto de experiencia (repetible) es todo
10 con-trario de su propia nocin absolutamente singular, es un
subterfugio esta-dstico de casos para actuar sobre el sujeto nico
segn el dictamen de lamayora, convertido en dogma por ia
transmisin."As, en 10 que respecta al concepto de experiencia,
Montaigne hace verque se presta a dos empleos radicalmente
diferentes: el comportamientode los mdicos, que a partir de
constataciones a menudo muy insuficien-tes citan los casos de los
que tuvieron conocimiento, invocan causas fr-giles, extraen
consecuencias abusivas, apelando a similitudes, antagonis-mos,
poderes infalibles, efectos curativos; muy por el contrario, una
acti-tud ms modesta, la suya, que se apega al fenmeno sensible,
pero que selimita a registrarlo, que permanece 10 ms cerca posible
de la cosa vivida,en la que sera vano buscar el medio de un saber
ms vasto que advirtieracausas antecedentes y consecuencias
ulteriores.':" Como hemos sealadocon anterioridad, la
reinvindicacin de 10 singular en Montaigne implicala refutacin de
una lgica de causas y efectos que desde su generalidadpredecira los
acontecimientos y sus continuidades. Slo hay contigidady no
continuidad en la experiencia del sujeto, los acontecimientos se
si-guen sin una direccin definida, a veces accidentalmente, otras
veces conla apariencia de un continuo parcial segn una lgica de
cuasi-causas,donde cada hecho est sobredeterminado y resulta
ambiguo porque unapluralidad de causas (interpretables) convergen
en l y una pluralidad deefectos pueden postularse a partir de
l.''Estamos en la lnea de particin semntica, donde ulteriormente se
sepa-rarn, y cada vez ms, la experiencia 'objetiva' a partir de la
cual, con unaexigencia metodolgica refmada, se instruir la ciencia
moderna, y la ex-periencia 'personal' (o interior) en la que el
individuo comprueba la cua-lidad singular de su propia
existencia.'?" La apariencia de unidad entreambos modos de
experiencia es 10 que intenta criticar Montaigne en el ca-so de la
medicina. Por un lado, la experiencia a la que apelan los mdicoscon
un valor ejemplar y justifIcada por su repeticin; por el otro, la
expe-riencia de la que el mismo Montaigne se sirve para su
escritura y que in-cluye en s misma su propia evidencia. El carcter
igualmente ejemplar deesta ltima radica en que su autoridad
directa, sin intermediarios, sin la se-
59 Ibid., p. 814.60 Ibid.
61
-
leccin arbitraria (al menos sin esconder su arbitrariedad como
si no exis-tiera el sujeto que selecciona) de toda compilacin de
ejemplos donde sebusca lo repetido y se desdea lo aleatorio (que es
justamente lo que cons-tituye la unicidad del caso, su casualidad,
por as decir), permite combatirlos ejemplos dogmatizados de los que
se valen los especialistas, ejemplosque para ser transmisibles se
vuelven tradicionales y no experimentadosdirectamente. "Experiencia
contra experiencia; ensayo (exterior) contraensayo (ntimo),
ejemplos contra ejemplos", resume Starobinski, "el en-sayo
personalmente verificado vale ms que la presunta ciencia de los
sa-bios". De modo que, contra la medicina de la repeticin, contra
la tradi-cin anquilosada, la experiencia personal del dolor entra
para Montaigneen el registro del ensayo, es algo que se vive y se
dice, que se experimen-ta con el fm de ser escrito. Y habindolo
comprobado de esa manera pors mismo, le permite edificar una
autoridad, la voz de un autor irrepetible,superior a todos los
discursos de la ciencia. Esa "experiencia ntima", se-gn
Starobinski, opuesta a la experiencia alegada por un saber
empricoque pretende pronosticar el resultado y la consecuencia de
los fenmenosfsicos, los efectos remotos de la enfermedad o de los
remedios aplicados,"no intenta de ninguna manera fundar una
induccin causal de orden ge-neral, interpretando los hechos
constatados, para desembocar en la seriefutura de los efectos
previsibles". Muy por el contrario, es una experien-cia del
presente, permanece atada a lo que "siente" en el instante, a la
cua-lidad nica e individual, no divisible, de la sensacin, de donde
no extraeleyes ni reglas de accin en el orden fsico. Lo que se
obtiene de esa ex-periencia ntima no es algn tipo de dominio sobre
el mundo, de explica-cin de su devenir al que se podra aplicar a
posteriori una tcnica queusufructe la repeticin prevista por la
ley, sino que ms bien se obtienede ella un beneficio de orden tico
y ontolgico, segn Starobinski: "acer-carse a la muerte". Puesto que
"la muerte, que se sita al final, ms alldel desarrollo temporal de
los fenmenos, es al mismo tiempo la realidadque debe ser captada
aqu mismo, desde ahora, mezclada con la trama pre-sente de lo
sensible?". En el anlisis de Agamben, que citamos ms arri-ba, se
sealaba tambin este punto. Es decir que la muerte, sentida comola
representacin en la conciencia del lmite de la existencia
individual ycuya percepcin llega por la va de los estados de prdida
o confusin de
61 Ibid., p. 816.
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la conciencia, es por ello el punto ciego, atemporal,
inexperimentab1e, quele otorga al presente, al instante detenido de
la sensacin pura, toda su ple-nitud. La experiencia de la
singularidad irrepetible del yo, cuya captacines para ste
fragmentaria e incomp1etab1e, es entonces un efecto de 10im-posible
de experimentar: del pensmiento imposible de la muerte
propiaproviene la apropiacin de la experiencia subjetiva. As como
en B1anchotel sentido de una escritura se da con el lmite que la
muerte le impone, in-cluso y siempre antes de que ocurra
efectivamente, a la expansin en laobra del nombre propio".Para
Montaigne, "el hecho natural del sufrimiento, limitado a la
concien-cia sufriente, no aumenta en nada nuestros medios de accin
sobre la na-turaleza: resulta de ello un saber que consiste en
'encomendarse a la natu-raleza', en dejarla que haga su obra?".
Como manifestacin de la natura-leza en el yo, el dolor no puede
sino incluirse en la explicacin constitu-tiva que el sujeto se
ofrece y donde se inscribe como singularidad limita-da. La
experiencia de11mite es el equivalente geomtrico de la sensacindel
dolor en el presente: en ambos casos, no hay efectos deducibles,
sonacontecimientos puros, detenidos en el perpetuo "ahora" que es
el domi-nio del cuerpo, previo a la percepcin consciente de la
duracin e .''La experiencia interna constituye igualmente la piedra
de toque que per-mite juzgar a otra 'ciencia' -la filosoa - y ver
si las conductas que pres-cribe derivan del ser o del parecer. Para
quien efecta, como Montaigne,la prueba del dolor corporal, es
evidente que la serenidad prescripta porlos filsofos no es ms que
una pose, una mscara.?" Si la naturaleza hapuesto fuera de nuestro
poder el dominio del dolor, explica Montaigne, elintento de
esconder sus efectos gestuales no vale ms que los protocolosde la
retrica o las tcnicas del teatro. Aun cuando la filosofa (que en
laslecturas de Montaigne es predominantemente el estoicismo) pueda
forta-lecer la valenta, sobrepasa sus derechos propios (los de
regir la lgica delpensamiento proporcionando los instrumentos
conceptuales para una mspenetrante actividad mental) si pretende
regir los movimientos del cuerpodoliente, donde el gesto voluntario
no se distingue de las reacciones invo-luntarias. ''La experiencia
del cuerpo - cuya prueba (essai) hace Montaig-ne mediante el dolor
- conduce a un saber humilde que no se rebela con-
62 Cfr. Blanchot, Maurice, El espacio literario, Paids, Buenos
Aires, 1969.63 Starobinski, 1., loe. cit., p. 816.6l Ibid., p.
817.
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tra 10 involuntario o contra la voluntad vencida que imprime sus
huellasen nuestros suspiros, en nuestros gemidos,':" En la
intromisin de 10 in-voluntario, de la digresin, encuentra el ensayo
la prueba de la verdad delsujeto, encuentra ese saber que 10 posee
tanto en la conciencia como en lainconciencia, al que Starobinski,
leyendo a Montaigne, llama "humilde"porque no pretende valer ms que
para uno, el que escribe, o el otro, paraquien se escribe: cuerpos
que el texto indica decticamente (valga el pleo-nasmo) y que le dan
la consistencia de una voz, cuyo timbre nico y par-ticular la
tradicin decimonnica llamara insistentemente "estilo". Sibien la
reflexin y el juicio pueden trazar la mayor parte del recorrido
en-saystico, Starobinski nos advierte, con Montaigne: "mucho, pero
no to-do: el exceso del sufrimiento marca un lmite y constituye un
criterio quedivide 10 posible de 10 imposible". Del mismo modo la
pretensin de la fi-losofa moderna podr luego definirse como un
intento de regular ese l-mite del pensamiento, siendo la empresa de
Kant, por ejemplo, un edifi-cio reflexivo que trata de situar de
alguna manera 10 imposible que acechasus propias condiciones de
posibilidad."La conciencia del cuerpo, acentuada por la enfermedad,
delimita un lu-gar en que el sujeto no depende de ninguna otra
jurisdiccin ms que dela Naturaleza, que 10 destina a sufrir su
destino corporal. Lugar frgil yamenazado, a pesar de la proteccin
que el hombre tiene derecho a espe-rar de la naturaleza; es el
dominio de 10 mo, de 10 propio, de 10 inaliena-ble; es tambin el
dominio en que el tiempo ejerce su devastacin, arras-trando a los
cuerpos a la vejez y a la muerte. "66 As el cuerpo, presa del
do-lor, rechaza a la vez la intervencin de la medicina (sistema
cuyo modeloconceptual heredado implica un aspecto arbitrario y
conjetural que Mon-taigne critica y que nosotros podemos leer como
un caso de las crticasque el ensayo les har a las sistematizaciones
modernas de la subjetividad)y de la filosofa, que pretende dictarle
una contencin a 10 que no est su-jeto al juicio moral por
ocasionarse ms all de la voluntad y del dominiode s. "Si para
Montaigne la biblioteca pudo ser un refugio contra las in-trusiones
del mundo, el cuerpo a su vez se vuelve un refugio contra las
in-trusiones de las 'artes' ."67 Intrusiones que la terminologa
actual llamara"tcnicas", tecnologas de sometimiento del cuerpo ya
sea a actos direc-
6S Ibid., p. 818.66 [bid.67 /bid., p. 818-819.
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tos de homogeneizacin y normalizacin (medicina), ya sea a reglas
ge-nerales de comportamiento (filosofa). "Lo que el individuo
experimentaen su cuerpo no deriva ms que de su relacin inmediata
con la Naturale-za, es decir, con una autoridad capaz de
manifestarse espontneamente enl mismo, sin que un discurso tcnico
interponga su nterpretacion.?" Por10 cual los "derechos del cuerpo"
que, segn Starobinski, Montaigne rei-vindicara estn en estrecha
relacin con la constitucin del autor, de unaautoridad que no
depende del nombre ajeno, sino que ve en los nombresde la
biblioteca otras tantas unidades autoengendradas y cuyas
interpreta-ciones se vuelven inciertas o al menos slo ciertas para
cada lectura par-ticular que se hace entonces un acontecimiento.
Los derechos del cuerposon los derechos de 10 irrepetible, como 10
que distingue a una voz, losrasgos de un rostro o las huellas de un
estilo que son, segn el ilustradoBouffon, las del hombre.Como
sealamos anteriormente, Auerbach, en su detallado estudio sobrelos
Ensayos, le dedicaba su atencin tambin a este minucioso examen
delpropio cuerpo que realizara Montaigne. En su mmesis de la vida
propia"cualquiera" en su integridad, "Montaigne tiene la conviccin
de que, endicha representacin, el espritu y el cuerpo no deben ser
separados?",Asimismo, Auerbach seala que es en el dolor donde se
hace evidente es-ta unicidad del yo. Como posteriormente la
filosofa de la modernidad sededicar a explicar, el cuerpo es la
concepcin fenomnica de la indivi-dualidad. As el filsofo
contemporneo Ernmanuel Levinas, hablando dela sensacin de
identidad, se preguntar si "en la situacin sin salida
delsufrimiento fsico, acaso no experimenta el enfermo la
inescindible sim-plicidad del propio ser, cuando se agita en su
lecho de dolor sin encontrarpaz?" Puesto que "el cuerpo no es
solamente un accidente feliz o infelizque nos pone en relacin con
el mundo implacable de la materia - su ad-herencia al Yo vale por s
misma. Es una adherencia a la que no se esca-pa y que ninguna
metfora podra hacer confundir con la presencia de unobjeto
exterior: es una unin cuyo trgico sabor definitivo nada podra
al-terar,'?" La conciencia de la esencialidad del cuerpo para la
constitucindel yo y de su singularidad ser tambin el tema que
desarrollar la teora
68 Ibid., p. 819.69 Auerbach,E., op. cit., p. 283.70 Levinas,
Emrnanuel,Alcune riflessioni sullafilosofia dell'hitlerismo,
Quocllibet, Mace-rata, 1996, p. 30-31.
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tico-esttica de Baudelaire bajo el ambiguo rtulo de "dandysmo" y
des-de una perspectiva, por supuesto, mucha ms restringida que la
del poli-factico Montaigne. El arte ser entonces la clave para la
conducta y no latica a la que Montaigne acuda buscando la
"integridad", instaurando elarte del ensayo como una forma de
ejercitacin, de conducta. La accinrestringida de Baudelaire,
inversin de la de Montaigne, tendr por ellouna potencia mayor en el
plano de la subjetivizacin del gnero del ensa-yo: ahora artefacto
para el asombro y ya no locutorio de la sinceridad.Para concluir,
diremos con Auerbach que Montaigne "ha visto con ms ni-tidez que
ninguno de sus contemporneos el problema de la auto-orienta-cin del
hombre; la tarea de crearse sin puntos de apoyo slidos
habitabi-lidad en la existencia. En l, por primera vez, se hace
problemtica, ensentido moderno, la vida del hombre.'?' Cuando la
solidez de las tradicio-nes se desvanece, quiz tambin cuando la
tradicin nica se pluraliza, elensayista busca los signos de su
origen en s mismo, y se vuelve as el por-tavoz de 10 que despus de
Montaigne se denominar una "originalidad".Aunque debe advertirse
que dicho "origen", siempre diferido, es visibleslo como la
irrupcin de un silencio, del vaco de un cuerpo, en el conti-nuo
aparente de la tradicin. Algo que Benjamin, como ensayista, vio
enel procedimiento de la cita y que un anlisis de Giorgio Agamben
explicaas: "Extraando a la fuerza un fragmento del pasado de su
contexto his-trico, la cita le hace perder de golpe su carcter de
testimonio autnticopara investirlo de un potencial de extraamiento
que constituye su incon-fundible fuerza agresiva. Benjamin (...)
haba comprendido que la autori-dad a la que apela la cita se funda
precisamente sobre la destruccin de laautoridad que se le atribuye
a un texto determinado por su situacin en lahistoria de la
cultura:' su carga de verdad est en funcin de su aparicinextraada
de su contexto'?'. Para Montaigne, sujeto de una
experienciadecible, la cita ajena constituye su propia autoridad,
cuya fuerza y cuya ar-bitrariedad son ostentadas ante el lector
posible, el otro, como verdad pro-pia, de autor. "Hay ms trabajo en
interpretar las interpretaciones que lascosas, y ms libros sobre
los libros que sobre otro tema. No hacemos msque entreglosarnos.
Todo pulula de comentarios, pero de autores hay granescasez.'?'
Montaigne usa las citas para autorizarse sin someterse, ni re-
71 Auerbach, E., op. cit., p. 291.72 Agamben, Giorgio, L'uomo
senza contenuto, Quodlibet, Macerata, 1994, p. 157.73 Montaigne, M.
de, Ensayos1Il, ed. cit., p. 235.
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ducirse al mero escolio. Ya Baudelaire, expuesto a la
inasequible expe-riencia metropolitana, obtendr la verdad de sus
ensayos de la irrupcinsorpresiva, la cita, fuera de una historia
con sentido, para lograr el asom-bro, el efecto de una originalidad
antes que su captacin en una conductapretextual. Si para Montaigne,
aunque relativamente, la verdad era unaadecuacin del escrito a la
integridad del yo, para Baudelaire ser msbien una desestabilizacin
del otro, una prueba de la discontinuidad de latradicin, aunque
dentro del espacio abierto por los Ensayos.
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