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DE FILOSOFIA J Marcel, mxim representante del existencialismo
cristiano, presenta en este libro una visin global de su metafsica.
Sin pretender darnos un sistema ello estara reido con sus
convicciones ms hondas acerca del mtodo filosfico, nos brinda una
serie de movimientos que abrazan la cuestin ms decisiva de Wda la
filosofa: la que se refiere al ser, realidad vital en la que cada
uno de nosotros est comprometido y que nos envuelve |n su
misteriosa presencia. Con mucho acierto Marcel des- onfa de las
presentaciones sis- emticas; prefiere partir de si- aciones
inmediatas y concretas, balizar ejemplos cotidianos, discutir la
significacibn de palabras suales, criticar los prejuicios ms
rraigados en nuestro espritu, y fi, sin querer forzar la entrada al
recinto ontolgico ninguna violencia vale en este mundo de gratuitos
rendimientos. va des- pojando al lector de los velos in- triores
que impiden la directa Visin de la realidad.
El misterio del ser se compone de dos partes. En la primera, el
autor arriba a una luminosa caracterizacin de la existencia humana,
o, como l dice, "mi . v, vida". En la segunda nos interna en las
profundidades de la Onto- loga, guindonos con ejemplos que permiten
acceder intelectual- lente a las cosas esenciales a . travs de una
lectura cuya aten- icin no queda sin recompensa: Marcel sabe
despertar en el lector predispuesto una rigurosa y sutil capacidad
de intuicin de realidades que, por estar en el fondo de nuestra
alma, la mirada habitual no suele percibir.
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GABRIEL MARCEL *
EL MISTERIO
DEL SER
TRADUCCIN DE MARA EUGENIA VALENTI
EDITORIAL SUDAM ERICANA BUENOS
AI RESIMPRESO EN LA ARGENTINA
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Queda hecho el depsito que previene la ley. Copyright 1953,
Editorial Sudamericana Sociedad Annima, calle Alsina 500, Buenos
Aires.
TTULO DEL ORIGINAL EN FRANCS: "LE
MISTERE DE L'TRE"
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A mi bien amada siempre
presente
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PREFACIO
Las conferencias que componen el presente volumen fueron
pronunciadas en la Universidad de Aberdeen (Gifford Lectures) en
mayo de 1949 y 1950. Es propsito del autor mantener ese carcter que
podramos llamar "hablado". Considera que de ese modo se destaca
mejor no solamente el carcter de bsqueda que distingue a la obra,
sino tambin y ms especialmente el hecho de dirigirse, no a una
inteligencia abstracta y annima, sino a seres individuales en los
que trata de despertar cierta va profunda de reflexin por una
verdadera anamnesis en el sentido socrtico de la palabra. El autor
quiere situar este libro bajo el signo de Scrates y Platn, aunque
no fuera ms que para protestar en forma expresa contra las
deplorables confusiones a que ha dado lugar el horrible vocablo
"existencialismo". Se le ha preguntado a veces, no sin cierta
ingenuidad, por qu "ismo" consentira en sustituirlo. Es
absolutamente claro que el pensamiento que aqu se expresa se
orienta deliberadamente contra todos los "ismos". Pero, en fin, si
es necesario resignarse a buscar un rtulo, el autor, por razones
evidentes, a fin de cuentas adoptara el de neosocratismo o
socratismo cristiano.
G. M. 10 de enero de 1951.
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PRIMERA LECCIN
INTRODUCCIN
Ante todo, quiero expresar mi agradecimiento a la Uni-versidad
de Aberdeen por la designacin de que he sido objeto. No sin cierto
sentimiento de reverencia me apresto a hacer escuchar mi voz despus
de la de tantos pensadores de diferentes nacionalidades que han
honrado, todos, a la Filosofa. Ciertamente, necesito tambin
sobreponerme a una especie de desaliento previo: qu vana
pretensin!, no es cierto?, querer exponer una doctrina despus de
tantas doctrinas! Por poco que reflexione, aun el pensador ms
convencido no deja de albergar en el fondo de s mismo a un escptico
para quien la Historia de la Filosofa se presenta a veces como una
serie de blancos que se le ofrecen a su puntera. En verdad, no es
ms que una tentacin, y la Filosofa en cuanto tal debe precisamente
resistirla; una tentacin como el suicidio para el hombre en
general: de hecho, es tambin un suicidio.
Por otra parte, la verdad es que no me propongo de ninguna
manera presentar un sistema que sera precisamente mi sistema, y en
el curso de estas lecciones exponer no solamente sus caracteres
esenciales, sino destacar sus ventajas con respecto al de Bergson o
Whitehead, por ejemplo, para no citar ms que a dos de mis ilustres
predecesores. No careca de motivos mi resolucin primera de titular
estas lecciones "Investigacin sobre la esencia de la realidad
espiritual". Un trmino como investigacin es para m de aquellos que
designan ms adecuadamente la marcha esencial de la Filosofa. Y sta
ser, pienso, siempre ms heurstica que demostrativa, hablando con
propiedad. Agregue-
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14 REFLEXIN Y MISTERIO INTRODUCCIN 15 mos, si queris, que en
Filosofa aquel que expone en su encadenamiento dialctico o
sistemtico ias verdades que acaba de descubrir, se arriesga a
alterar muy profundamente el carcter de esas mismas verdades.
Adems, no disimular que cuando me informaron que haba sido
designado por la Universidad de Aberdeen para las Gifforcl Lectures
en 1949 y 1950, sent de inmediato una verdadera angustia. Era para
m realmente un problema personal y un problema muy grave el que se
me presentaba. En efecto, no se peda algo que desde hace mucho
tiempo haba resuelto no hacer? No era incitarme a presentar en
forma sistemtica todo aquello que para m lo repito ha permanecido
siempre y esencialmente en el plano de la bsqueda?
Pero al mismo tiempo no poda dejar de considerar esta designacin
como un llamado, y durante toda mi vida he procedido siempre con la
seguridad de que a todo llamado, por inesperado que fuese, deba
responder en la medida de mis aptitudes y de mis fuerzas, sobre
todo cuando ese llamado parta de quien manifiestamente posea las
mismas exigencias a las que yo, por mi parte, siempre he tratado de
hacer justicia. Esto no se aplica, desde luego, a las demandas
formuladas por periodistas y mujeres de mundo a partir del momento
en que uno alcanza cierta notoriedad. Pienso, por ejemplo, en
alguien que hace unos meses me pidi que expresara en una o dos
frases el sentido esencial de mi pensamiento filosfico. Era
sencillamente absurdo, sin otra respuesta posible que el encogerse
de hombros. Pero esta vez tuve de inmediato el sentimiento de no
poder declinar una proposicin semejante sin hacerme culpable de una
traicin que, desde mi propio punto de vista, debera considerarse
injustificable.
Slo me resultaba claro que deba responder a ese llamado
respetando el carcter especfico de un desarrollo que ha sido
siempre el mo. No era precisamente por l que se me haba hecho tal
propuesta? Despus de conocer mis escritos, nadie podra esperar de m
la exposicin deductiva de un conjunto de verdades racionalmente
encadenadas. Por tanto, deba prepararme para responder a cierta
expectacin sin obligarme a
extender mi pensamiento en el lecho de Procusto de determinado
dogmatismo, sin tener en cuenta de manera alguna las modas que
pudiesen prevalecer en determinadas escuelas filosficas, como el
hegelianismo o el tomismo, por ejemplo. Si poda y deba aceptar esta
propuesta es porque en el fondo se me peda justamente que fuera y
siguiera siendo yo mismo, cosa que, por otra parte, es mucho ms
difcil de lo que comnmente se cree, puesto que existe la tentacin
permanente de introducir en las lagunas de la experiencia o el
pensar personales desarrollos tomados de tal o cual doctrina
preexistente. Sera pura presuncin no suponer que es muy probable
que esta debilidad se pueda descubrir algunas veces en el curso de
estas lecciones.
En consecuencia, mi tarea, vuelvo a repetirlo, no ser exponer un
sistema filosfico susceptible de llamarse mar- celismo tal palabra
tiene para m un sonido casi burlesco, sino ms bien retomar mi obra
total bajo una nueva luz, mostrando sus articulaciones y sealando
sobre todo su orientacin general. Y ahora os pido permiso para usar
una comparacin esto ocurrir ms de una vez, pues comparto la
creencia que profesaba Henri Bergson sobre el valor de ciertas
imgenes que podramos llamar estructurales. La que en este momento
se me impone es la de un camino. Todo ocurre, me parece, como si
hasta este momento hubiese seguido ciertas pistas en un pas que se
me presentaba casi totalmente inexplorado y ahora me pidierais que
construyese un camino en lugar de los rastros discontinuos o, lo
que al final sera lo mismo, que reconstruyese una especie de
itinerario.
Esta metfora provoca objeciones de dos clases. Quiz podra
observarse, primero, que el camino implica
espacio y que una investigacin metafsica debe prescindir
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16 REFLEXION Y MISTERIO
de l. Se puede responder sencillamente que, si se admite la
objecin, se terminara por desacreditar toda forma de pensamiento
discursivo en este dominio, ya que es evidente que el discurso
supone cierta marcha. Adems, luego tendremos ocasin de reconocer la
existencia, y hacer valer los derechos, de cierta espacialidad
vivida que puede muy bien coexistir con el espritu mismo.
Pero la objecin podra presentarse tambin en otra forma, que
presenta el peligro de parecer mucho ms conclu- yente. Re(' istruir
un camino donde slo hay rastros, no significa proponerse de
antemano el fin al cual se espera llegar y situarlo con toda
precisin? La imagen subyacente sera, por ejemplo, una gruta, una
mina o un santuario previamente sealados; en suma, se tratara de
indicar el camino a todos aquellos que por una razn u otra tienen
inters en contemplar el lugar, sin duda para utilizar sus riquezas.
Pero esto no supone un resultado previamente adquirido? No es
desconocer lo que hay de especfico en una investigacin filosfica en
cuanto tal? Esta cuestin nos obliga, por lo menos, a considerar ms
de cerca la nocin misma de resultado.
Pensemos en un qumico que haya descubierto y perfeccionado
cierto producto para extraer y obtener un cuerpo que antes slo poda
procurarse de una manera mucho ms difcil y costosa. Es evidente que
aqu el resultado de la invencin presentar una existencia separada,
o por lo menos tenemos derecho de considerarla as. Si necesito ese
cuerpo supongamos que se trate de un producto farmacutico ir a la
farmacia a comprarlo, y no tengo ninguna necesidad de saber que me
lo puedo procurar tan fcilmente gracias al invento del qumico en
cuestin. En la esfera puramente prctica, que es la ma en tanto
comprador y consumidor, quiz no tendr nunca ocasin de conocer este
invento, salvo que, por una razn u otra, por ejemplo la destruccin
de la fbrica, este procedimiento no pueda aplicarse. El farmacutico
me dir entonces que falta el producto, o que no tiene la calidad o
el precio habituales. Pero reconozcamos que en circunstancias
normales el procedimiento permanece ignorado, excepto para los
especialistas o para aquellos que estudian como si
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INTRODUCCIN 17
fueran a convertirse en especialistas. Encontramos aqu un
ejemplo particularmente sencillo de lo que puede ser un resultado
susceptible de separarse de los medios por los cuales ha sido
obtenido. Se podran mencionar muchos otros: no es necesario que el
resultado presente un aspecto estrictamente material. Pensemos, por
ejemplo, en una previsin astronmica que recogemos, que hacemos
nuestra, sin preocuparnos mucho de los clculos extremadamente
complicados que la fundan; sabemos, por otra parte, que nuestros
conocimientos matemticos seran insuficientes para permitirnos
rehacerlos mentalmente.
Puede agregarse que, vista la extrema complicacin tcnica del
mundo en que vivimos, estamos condenados a aceptar por acuerdo
mutuo un nmero cada vez mayor de resultados adquiridos por una
serie de largas investigaciones o de clculos minuciosos cuyo
detalle se nos escapa.
Podemos afirmar en principio que en una investigacin como la
nuestra no caben resultados de este gnero. Adems, entre la bsqueda
misma y su acabamiento existe un lazo que no puede romperse sin que
el acabamiento pierda toda realidad. Y desde luego ser necesario,
por otra parte, preguntarse qu sentido tendr aqu este trmino.
Se puede llegar a las mismas conclusiones por otra va, es decir,
elucidando la nocin misma de bsqueda filosfica. As como el tcnico
en general posee una nocin, o una prenocin, de lo que busca, lo
caracterstico de la investigacin filosfica es que quien la persigue
no puede tener el equivalente de esa prenocin. Quiz no sera
inexacto decir que parte a la ventura; no olvido que esto a veces
tambin ha ocurrido a los hombres de ciencia, pero finalizada la
investigacin cientfica aparece retrospectivamente como tendiendo
hacia un fin estrictamente especificable. Veremos cada vez con
mayor claridad por qu no puede ocurrir as en la investigacin
filosfica.
Por otra parte, el tcnico y podramos decir tambin el cientfico,
puesto que la diferencia entre uno y otro casi desaparece en este
punto se presenta a la reflexin ejecutando operaciones mentales y
materiales que cualquier otro podra hacer en su lugar,
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18 REFLEXION Y MISTERIO
y cuyo desarrollo, por tanto, puede esquematizarse en trminos
universales. No tenemos en cuenta aqu los tanteos inseparables del
perodo de descubrimiento: esos tanteos estn destinados a olvidarse,
como se suprimen al final los rodeos intiles que realiza un turista
novicio para llegar a un punto en un pas que an no le es
familiar.
La grandeza y el lmite de la invencin consisten precisamente en
el hecho de que por su propia naturaleza est destinada a perderse
en el anonimato. Ms tarde parecer, si no fortuito, por lo menos
contingente el hecho de que sea un individuo y no otro el que haya
hecho tal o cual descubrimiento. Esta visin retrospectiva es
probablemente ilusoria en parte, pero esta ilusin misma es
inseparable del propsito general de la investigacin cientfica.
Desde el punto de vista de la tcnica considerada en su desarrollo
no se toman en cuenta las condiciones concretas en que ha podido
producirse la invencin, el fondo personal y quiz trgico sobre el
cual se destaca: de todo eso hace abstraccin sencilla e
inevitablemente.
Pero, del mismo modo, nada de esto puede ser ygrdadero para el
tipo de investigacin que se presentar en eT curso de estas
lecciones, y es esencial ver exactamente por qu. Cmo es posible una
investigacin sin la prenocin de lo que se busca? Ser necesario
efectuar aqu cierta discriminacin. La prenocin que ahora se excluye
implica un cierto hacer: cmo proceder para que este hacer que es
actualmente impracticable, o por lo menos que slo puede efectuarse
en condiciones precarias y defectuosas, se haga posible de manera
que pueda satisfacer ciertas exigencias preestablecidas (exigencias
de sencillez, economa, etc.). Agreguemos aun en la lnea de lo que
acabamos de decir, que este hacer debe ser tal que pueda
realizarlo, si no cualquiera, al menos todo el que se encuentre en
determinadas condiciones objetivamente precisables, por ejemplo
utilizando cierto instrumento necesario.
Pero sin duda no es suficiente decir que .un, resultado de esta
naturaleza no puede prejuzgarse cuanao se emprende una investigacin
metafsica; es necesario aadir que tal investigacin
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INTRODUCCIN 19
excluyeren principio ese gnero de posibilidad. Agreguemos, por
otra parte, que la falta de aptitud metafsica en el comn de los
hombres, particularmente en la poca en que vivimos, est ligada a la
imposibilidad de concebir un resultado que no sea de este orden, es
decir, que no pueda traducirse en un lenguaje semejante.
Para ver esto ms claramente es necesario que nos esforcemos en
definir con mayor precisin el punto de partida del otro tipo de
investigacin que es justamente el nuestro. En alguna parte he
escrito que la inquietud metafsica puede compararse al estado de un
hombre afiebrado que busca una posicin. Qu quiere decir esto? Qu
significa la palabra "posicin"? No nos dejemos detener demasiado
por el carcter espacial de la imagen evocada. Por otra parte,
podemos referirnos, a ttulo de imagen auxiliar, a esas disonancias
que el odo no puede soportar y que hay que resolver superndolas.
Veamos si la idea de resolucin puede sernos de alguna utilidad-
; la resolucin es el pasaje
encontramos incmodos a otra situacin diferente en la que podemos
expandirnos. No sin motivo introduzco aqu la idea de situacin, que
est llamada a ocupar un lugar importante en estas lecciones. Slo ms
tarde podremos elucidar ntegramente su significado. Por el momento
contentmonos con decir que es aquello en que yo estoy implicado: en
cualquier forma que se conciba ese "yo", es manifiesto que la
situacin no slo lo afecta desde fuera, sino que tambin lo califica
interiormente. Pero antes tendremos que investigar si en esta
bs-queda la oposicin corriente entre fuera y dentro no tiende a
perder sentido. Lo que quiero indicar ahora es que una bsqueda como
sta debe considerarse como el conjunto de movimientos por medio de
los cuales puedo pasar de una situacin fundamentalmente discordante
en la que llegar a decir que estoy en guerra conmigo mismo a una
situacin diferente en la que cierta expectacin se cumple.
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20 REFLEXION Y MISTERIO
Todo esto es an muy vago, pero desde luego suscita cuestiones
que pueden parecer embarazosas, y que en suma gravitan alrededor de
ese yo indeterminado ai que he tenido que referirme. La cuestin
esencial podra plantearse de la manera siguiente: la investigacin
que emprendemos, no corre el riesgo de reducirse a la sucesin de
etapas a travs de las cuales yo mismo, en cuanto individuo
particular, intento acceder desde un estado que implica sufrimiento
a otro que no solamente no lo implica, sino que puede ir acompaado
de cierto gozo? Pero, qu es lo que garantiza que ese desarrollo
pueda tener un vaJof ms que subjetivo? Y sin embargo, a fin de
cuentas, rio es ese valor ms que subjetivo lo nico que puede
conferir a una cadena de pensamientos lo que yo llamara dignidad
filosfica? En otros trminos, hay algn medio para darse cuenta si
ese yo indeterminado puede o no pretender la inmortalidad?
A este respecto, las indicaciones precedentes podran despertar
cierta inquietud. No parecan reservar el privilegio de la
universalidad a los hombres de ciencia, aun a los tcnicos, que
realizan una serie de operaciones susceptibles de efectuarse por
cualquier otro colocado en las mismas condiciones y utilizando un
equipo semejante?
La respuesta a esta cuestin slo aparecer claramente de manera
progresiva y por el movimiento mismo de la reflexin. Sin embargo es
necesario indicar desde ahora, para apaciguar temores de suyo muy
comprensibles, en qu direccin deber buscarse la respuesta.
Digamos de paso que es necesario rechazar la especie de
alternativa planteada entre un individuo librado a sus propios
estados e incapaz de superarlos y un pensamiento general lo que los
alemanes designan con el nombre de Denken iiberhaupt que se
ejercera en una especie de absoluto tal que podra reivindicar para
sus propios movimientos una validez universal. Entre esos trminos
antitticos ser necesario intercalar un tipo de pensamiento
intermedio. Las investigaciones que siguen le servirn de
ilustracin. Sealemos de inmediato que fuera de la Filosofa
encontramos tambin ejemplos incontestables. No hay ms que
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INTRODUCCIN 21
pensar en lo que llamamos, con un trmino demasiado vago, la
comprensin de una obra de arte. Ms valdra hablar de apreciacin,
pero cuidando de eliminar de esa palabra toda referencia a un
pretium, a un precio. Sera una ilusin y hasta un absurdo aceptar
como un principio que la Misa Solemnis o cualquier gran obra
pictrica se dirige a cualquiera. Por el contrario, hay que
reconocer con toda sinceridad que existen infinidad de seres a
quienes estas obras no dicen nada, y no es menos cierto que la
emocin autnticamente sentida en presencia de esas obras sobrepasa
infinitamente los lmites de lo que llamamos "conciencia
individual". Tratemos de explicarnos: cuando escucho o contemplo
una obra maestra tengo, hablando con toda propiedad, una revelacin
que no se deja reducir a la satisfaccin que siento; y uno de los
objetos secundarios de estas investi-gaciones ser tratar de aclarar
en algo lo que debemos entender por esta revelacin. Por otra parte,
es un hecho que, por razones que se nos escapan podemos hablar aqu
de razones?, esta revelacin parece haber sido rehusada a seres con
los cuales en otros puntos no tengo ninguna dificultad para
comunicarme. Aun cuando ponga en juego todos los recursos de mi
saber, digamos hasta mis facultades educativas, no llegar a
provocar en el otro ese impacto de admiracin que ha tenido lugar en
m. Ocurre como si el otro fuera literalmente refractario, o como si
cierta gracia no se ejerciera sobre l.
La existencia de esta disparidad absoluta tiende a constituir
una especie de escndalo en un mundo cada vez ms sometido no
solamente a la ley, sino a las exigencias del nmero, donde existe
el hbito de pensar estadsticamente; es decir que en el fondo admite
que aquello que no ha obtenido un amplio consenso no debe tomarse
en consideracin, que, en suma, no cuenta. Es evidente que en las
partes del mundo que an no estn sometidas a un rgimen totalitario,
esta extraa lgica no ha desarrollado todava todas sus
consecuencias: se abandona al llegar a los dominios del arte, pero,
por cunto tiempo? Podemos preguntarnos si en este dominio, como en
tantos otros, los pases totalitarios, con su forma brutal de
excluir al artista no conformista, no se limitan a extraer las
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22 REFLEXION Y MISTERIO
conclusiones de aquellas premisas que admite cualquiera que
acepte criterios estadsticos en el planteamiento de los problemas
humanos.
Quizs el papel de la libre reflexin sea, por el contrario, el de
oponerse a esta tendencia y atacar las premisas mismas. No es esa
nuestra tarea: nos hemos limitado a comprobar que hay sectores de
la experiencia humana en los que no puede aceptarse cierta
concepcin literal y simplista de la universalidad. Existen todava
numerosos pases donde la idea de una encuesta en materia artstica o
religiosa sera recibida con estallidos de risa. Entendmonos bien:
puede ser til que existan Institutos Gallup para estudiar las
preferencias o las opiniones sustentadas en una poca determinada y
en un pas dado, pero son muchos los que se negaran a aceptar que
esas preferencias o esas opiniones deban ser leyes en semejantes
dominios. Y es precisamente ese non sequitor lo que nos importa.
Por otra parte, sera muy conveniente proceder a un anlisis
cuidadoso de lo que es susceptible de encuesta. Llegaramos entonces
a preguntarnos si, fuera de las cuestiones a las que la gente puede
responder con un s o un no, no hay otras infinitamente ms vitales
que, literalmente, no pueden cobrar cuerpo para la conciencia comn;
y son sas, precisamente, las ms importantes, las que se plantean en
primer lugar al filsofo. Desde luego, las palabras "en primer
lugar" no deben tomarse en sentido cronolgico. El filsofo comienza
forzosamente por plantearse cuestiones comunes, y slo a costa de un
esfuerzo de reflexin que constituye una verdadera asctica se eleva
del primer tipo de problemas al segundo. Pero esta es una manera
muy burda de presentar las cosas. Un ejemplo mostrar mucho mejor lo
que quiero decir. La pregunta cree usted en Dios? es de las que ms
comnmente se cree poder contestar con un s o con un no. Pero un
anlisis ms profundo permitira descubrir el carcter puramente
ilusorio de estas respuestas. Hay multitud de gente que se imagina
creer en Dios cuando en realidad se limita a servir a un dolo al
que cualquier teologa decente negara el nombre de Dios; y a la
inversa, hay muchos otros que se creen ateos porque conciben a Dios
como el dolo que rechazan, y en realidad revelan en sus actos,
-
INTRODUCCIN 23
por encima de las opiniones que profesan, una creencia religiosa
totalmente inarticulada. De manera que la respuesta a la pregunta
cree usted en Dios? debera ser en la gran mayora de los casos: no s
si creo o no en Dios, y, por otra parte, no estoy seguro de lo que
es creer en Dios. Notemos la diferencia entre estas frmulas y las
del agnosticismo corriente en el siglo xix: no s si Dios
existe.
Desde este punto de vista podramos llegar a definir la Filosofa
como el planteamiento de las verdaderas cuestiones. Pero
aunest5"TormuTa suscita una dificultad. He dicho las verdaderas
cuestiones. Verdaderas, para quin? O, de otra manera: es posible
dar un copleniilp a ese adjetivo sin ninguna referencia a un
quin?
De hecho, abordamos aqu uno de los problemas que debern
ocuparnos ms largamente en esta primera serie de conferencias. Es
imposible decir algo sobre la esencia de la vida espiritual si
antes no se ha llegado a aclarar lo que debe entenderse por verdad,
o al menos a reconocer si es una nocin susceptible de ser definida
de manera unvoca.
Sin embargo, me parece que todas estas consideraciones no nos
permiten hasta ahora discernir claramente el objeto de estas
bsquedas. Hice alusin a un plano que en cierto modo es intermedio
entre el yo subjetivo y el pensamiento en general. El ejemplo
artstico en que me he apoyado no permite todava ver con claridad en
qu consiste ese plano, y la alusin siguiente a las creencias
religiosas parece hundimos en una oscuridad ms profunda. Habr que
hacer un llamado a un pblico de connaisseurs, para emplear una
palabra comnmente admitida en el dominio artstico. Conviene que nos
detengamos unos instantes. La idea de con- naisseur parece
inseparable de cierto tacto o, ms exactamente, de un cierto
refinamiento sensorial, que se observa particularmente en el
gourmet; pensemos, por ejemplo, en el perito que distingue, no slo
entre el vino de procedencias muy cercanas, sino en los distintos
aos de una misma procedencia, matices que escapan a un paladar
inexperto. Resulta demasiado evidente que no hay que colocarse en
este punto de vista para definir las cualidades requeridas para
comprender y aun asumir es decir, prolongar interiormente las
investigaciones que seguirn. Me
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24 REFLEXION Y MISTERIO
inclinara a decir que debern distinguirse menos por un cierto
tipo de aptitud que por un determinado nivel de exigencia y de
criterio. Nos preguntaremos largamente sobre la naturaleza de la
reflexin y su alcance metafsico. Pero desde luego podemos indicar
que habr que desconfiar, no digamos de las palabras mismas, sino de
las imgenes que su empleo provoca. Sin entrar ahora en el g.tabl^ma
terriblemente difcil de la naturaleza esencial del lenguaje,
debemos recordar que con mucha frecuencia .se forman nudos de buena
gana dira cogulos, en el sentido fisiolgico de la palabra que
constituyen obstculos para el curso del pensamiento, que es ante
todo circulacin. Estos cogulos se deben al hecho de que las
palabras se cargan de pasin y se convierten en tab. El pensamiento
que se atreviera a atacarlas sera considerado, si no sacrilego, al
menos fraudulento, o algo peor. Esto es hoy particularmente notable
en el dominio poltico, y el trmino "democracia" es, a no dudarlo,
uno de los que bloquean en forma ms fastidiosa el pensamiento. Esto
se traduce concretamente en el hecho de que, si se pone en cuestin
la nocin de democracia, uno se expone a ser tratado de fascista,
como si el fascismo no fuera una democracia que ha tomado las cosas
al revs. Pero sera inexcusable dejarse dominar por el temor de ser
encasillado; si realmente nos anima la intencin cuya naturaleza
trato de precisar, el temor desaparece o al menos no se toma en
consideracin. Por tanto, parece a primera vista que ser necesario
cierto coraje, un valor del pensamiento, un valor del espritu, que
la experiencia nos obliga a comprobar como infinitamente menos
corriente que el valor fsico y sera importante preguntarnos por qu
es as. Mientras tanto, debe serme totalmente indiferente si oigo
que me tratan de fascista, sabiendo que esa acusacin reposa en un
simple error, y aun cuando en el fondo implique que hay en el
espritu de mi adversario algo que se asemeja al fascismo que
pretende descubrir en m, lo cual explica su equivocacin.
Todo esto no es ms que un ejemplo; pero en esta primera leccin
me propongo multiplicar las referencias a diversos rdenes para
sealar el alcance extremadamente general de las investigaciones que
siguen.
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INTRODUCCIN 25
En qu_ consiste exactamente esta exigencia, esta negacin a
dejarse bloquear? Creo que es la intencin filosfica tomada en toda
su pureza; en realidad no puede separarse de lo que solemos llamar
"libertad". Pero esta palabra, como lo veremos ms tarde, es de
aquellas cuyo ^aoJ^nido^ es muy necesario elucidar cuidadosamente,
y que se usan en la forma ms desconsiderada e indiscreta en nuestra
poca. Digamos simplemente que si el pensamiento filosfico es el
pensamiento libre, en primer lugar es porque no quiere dejarse
influir por ningn prejuicio. La nocin de prejuicio debe tomarse aqu
en su extensin mxima. El pensamiento filosfico no slo debe
liberarse de los prejuicios sociales, polticos y religiosos, sino
de un conjunto de prejuicios que parecen coexistir con l como si
los segregara. No vacilar en decir que el idealismo, tal como se
ense durante mucho tiempo en Alemania y luego en vuestro pas y en
el mo, reposa en gran parte en prejuicios de esta clase, y es
manifiesto que resulta sumamente difcil al pensamiento liberarse de
ellos. Empleando una comparacin trivial dira de buen grado que por
momentos da la impresin de que librando esta lucha se despoja de su
propia piel y se transforma en una especie de carne sangrante y sin
proteccin. Aun esta metfora es insuficiente. Quiz podra decirse que
desde el punto de vista tico la Filosofa debe sentir el temor de
traicionar a su propia naturaleza, mostrars infiel a sus propias
exigencias, y asumir a causa de ello la existencia impura,
contradictoria, cada y renegada, sin ninguna compensacin visible.
Recuerdo muy bien los perodos de angustia que atraves hace ms de
treinta aos cuando en una oscuridad casi completa luchaba contra m
mismo, en nombre de algo que senta como un aguijn, sin que pudiera
atribuirle todava un rostro.
Volveremos largamente sobre esta exigencia misteriosa, puesto
que precisamente a ella pretendo satisfacer en el curso de estas
lecciones, y, por el contrario, corre el riesgo de parecer
desprovista de contenido a quien no la siente en el fondo de s
mismo. Agregar ahora que esta exigencia no es en el fondo
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26 REFLEXION Y MISTERIO
muy diferente de la buena voluntad como se la evoca en la
expresin evanglica.
Sera vano tratar de disimular que la nocin de Jiombre ele
buena.voluntad, en nuestros das, Ta perdido gran parte de su
cjicla, y aun de sus sonancias armnicas. Y sin' embargo nada es ms
necesario restaurar en el mundo actual^ Que la frmula evanglica
signifique "Paz a los hombres de buena voluntad" o "Paz por los
hombres de buena voluntad" como podra pensarse, de todas maneras
afirma la conexin entre la buena voluntad y la paz, conexin que
debe subrayarse. Quiz slo en la paz, o, lo que es lo mismo, en las
condiciones que la aseguran, es posible encontrar el contenido que
especifica la voluntad como buena. Aunque sin duda la palabra
contenido no conviene exactamente aqu. Pienso que ms bien se trata
de cierto modo de afirmacin de la voluntad, e, inversamente,
podemos creer que a una voluntad que al afirmarse contribuye a la
guerra, la debemos considerar mala en los corazones y no en lo que
llamamos "hechos". Por tanto, podra hablarse de "pacficos" como de
"hombres de buena voluntad". Hay que precisar y elaborar estas
nociones, y me atrevo a esperar que nuestras pesquisas no sern
intiles si permiten contribuir de alguna manera a esta
elucidacin.
Pero la oposicin a que hemos llegado, para que nos permita
determinar a quin est realmente destinado este trabajo, exige adems
un ahondamiento. Veremos en la prxima leccin cmo se define en
relacin a una cierta concepcin del mundo.
SEGUNDA LECCIN
EL MUNDO EN CRISIS
Antes de penetrar ms profundamente me parece necesario volver
sobre las objeciones que no habrn dejado de presentarse en el
espritu de muchos oyentes.
No es extrao, y en cierto modo escandaloso, declarar de antemano
que una investigacin ante todo terica slo puede interesar a cierta
categora de espritus, a los espritus orientados de cierta manera?
No implica esto una perversin de la nocin misma de
-
EL MUNDO EN CRISIS 27 verdad? La idea comn y normal de lo
verdadero, no lleva implcita una referencia a cada uno y a
cualquiera? No es extremadamente peligroso disociar as verdad y
validez universal? O, dicho ms exactamente: al practicar esta
distincin, no se tiende a sustituir la verdad por algo que puede
presentar un valor pragmtico, tico o quiz esttico, pero que no
merecera llamarse verdadero?
Ms tarde nos interrogaremos largamente sobre la nocin de verdad;
pero an no hemos llegado al punto en que esta investigacin podra
intentarse con utilidad. Sencillamente, debemos esforzarnos por
destacar poner al desnudo el postulado implcito en la objecin y
preguntarnos por su validez. En efecto, supone una prenocin, o aun
un esquema anticipado, de las relaciones entre el sujeto y la
verdad, que habr que reconocer.
Todo permite creer que a pesar del inmenso trabajo de reflexin
crtica efectuado en el curso de los ltimos siglos, y aun desde
mucho tiempo atrs, todava estamos dominados por la idea de una
extraccin de la verdad, en el sentido en que se habla de la
extraccin de un metal, por ejemplo. Admitimos espontneamente que
existen procedimientos universales de extraccin; en el fondo
creemos en una tcnica universal, y confusamente nos parece que si
nos apartamos de ese camino, de la idea de ese camino, corremos el
riesgo de perdernos en fina especie de no mars land 1, donde la
diferencia entre error y verdad, sueo y realidad, tiende a borrarse
por completo. Por tanto, debemos atacar directamente la nocin de
una posible extraccin de la verdad, para mostrar que se funda en un
burdo error. Conviene sobre todo rechazar la idea segn la cual hay
que elegir entre una verdad autntica, que sera extrada, y una
pretendida verdad, verdad engaosa que, por el contrario, sera
fabricada. La opcin que se nos presenta, notmoslo bien, alude a dos
operaciones de tipo material, y prima facie todas las razones hacen
pensar que el sutil trabajo que sig-nifica la bsqueda de la verdad
no puede asimilarse a las manipulaciones que se ejercen sobre las
cosas. Cualquiera que sea la definicin de la verdad a que
lleguemos, podemos afirmar desde ahora que no es una cosa y que
nada de lo que conviene a las cosas podra convenirle.
-
28 REFLEXION Y MISTERIO
Observemos adems que la nocin de enseanza, o ms exactamente la
manera de imaginar la enseanza, desempea aqu un papel funesto.
Recordemos a Mr. Grandgrind en Hard Times de Dickens. No importa
que sea tratado como un recipiente susceptible de contener la
verdad extrada antes de venderse o repartirse; slo se comprueba que
los recipientes son de valor desigual: los hay frgiles, porosos,
etctera. No creo exagerar al decir que el sistema pedaggico, aun en
los pases que se creen ms adelantados, en el fondo implica todava
algo semejante a esta grosera y ridicula representacin. Sera
interesante preguntarse en qu condiciones esta ilusin de una
verdad-cosa, o simplemente verdad-contenido, se presenta
naturalmente al espritu. Es
1 Dejamos en ingls esta y otras expresiones del autor, que a
veces las introduce entre parntesis al lado del original francs.
Recurdese que estas conferencias fueron pensadas en primer trmino
para un pblico ingls. (N. del T.)
manifiesto que el papel del lenguaje es aqu capital. Tomemos
como ejemplo un profesor de historia que ensea fechas a sus
alumnos. Estas fechas se repetirn exactamente y aun en frmulas
destinadas al aprendizaje de memoria. La imagen del recipiente se
ofrece al espritu, pero en verdad hay otra que surge con ms
naturalidad aun: es la del disco. Tales metforas cesan, por el
contrario, de ser utilizables si, habiendo expuesto una idea a un
alumno, le pido, para asegurarme de que la ha comprendido, que la
exponga a su vez, pero en otros trminos y con otros ejemplos. Esta
idea puede aparecer todava como cierto contenido, pero ahora
puramente inteligible y no reductible a una determinada expresin
definida y particular. En la medida en que concentro mi atencin en
esta irreductibilidad me coloco en situacin de superar la idea de
verdad-cosa y reconocer la imposibilidad de representar en forma
material los procedimientos por medio de los cuales puedo concebir
la verdad y afirmarla como tal.
Pero desde ahora podemos aceptar en principio aunque ms tarde
volvamos sobre este importante punto, por una parte, que toda
tcnica es asimilable a una manipulacin, si no de cosas, por lo
menos de elementos susceptibles en ^ ciertos aspectos de asimilarse
a las cosas; por otra, que la referencia a
-
EL MUNDO EN CRISIS 29 cualquier persona est ligada, aunque con
ciertas reservas, a la idea de una tcnica as concebida. He dicho "N
con ciertas reservas porque toda manipulacin, aun la ms \ sencilla,
exige un mnimo de aptitudes sin el cual sera impracticable. Siempre
recuerdo que en un examen de fsica que peda como trabajo prctico la
determinacin experimental de no s qu sencilla frmula de
electricidad las leyes de la electrlisis, quiz me encontr
absolutamente incapaz de atar los hilos, aunque no pasara la
corriente. Tuve que reducirme a escribir: no puedo atar los hilos,
la corriente no pasa, pero si pasara se producira tal fenmeno y se
podra observar que... etc. Mi propia falta de habilidad me pareca,
y deba parecer a mi examinador, algo puramente contingente: en
principio se mantiene como verda-dero el hecho de que quien pueda
atar los hilos, etctera...
Pero inversamente diremos que a medida que la inteligencia ms
trasciende los lmites de una actividad propiamente tcnica, menos
puede intervenir la referencia a cualquier persona, hasta el lmite
de que no tiene sentido afirmar que un trabajo de reflexin superior
lo puede realizar cualquiera. Por otra parte existe, y sobre ello
volveremos quiz ms tarde, un carcter negativo comn a la reflexin y
a la negacin. Podemos decir, como lo indiqu ms arriba, que un
trabajo semejante implica no slo aptitudes sino exigencias que no
son absolutamente comunes; y como lo suger al final de la primera
leccin, veremos que en el mundo en que hoy vivimos estas exigencias
son desconocidas casi sistemticamente; en realidad hasta son
desacreditadas. Es verdad que nuestro mundo actual se organiza
contra ellas, se les opone en la medida en que los tcnicos se
emancipan radicalmente de los fines a los que de un modo natural
deban subordinarse, reivindicando para s un valor o una realidad
autnomas.
"T no tienes algunas veces la impresin de que vivimos. .. si a
esto se puede llamar vivir... en un mundo destrozado? S,
destrozado, como un reloj destrozado. El resorte no funciona.
Aparentemente, nada ha cambiado. Todo est en su lugar. Pero si se
acerca el reloj al odo no se oye nada. Comprendes? El mundo, eso
que llamamos mundo, el mundo de los hombres... deba tener antes un
corazn, pero pareciera que ese corazn ha dejado de latir."
-
30 REFLEXION Y MISTERIO
La herona de una de mis piezas se expresa en esta forma. No ser
la nica vez que en el curso de estas lecciones citar textos tomados
de mis obras de teatro, pues en ellas mi pensamiento se encuentra
en estado naciente y como en su hontanar original. Espero que ms
tarde os har comprender por qu es as, y cmo el modo de expresin
dramtica se ine impuso conjugado con la reflexin propiamente dicha.
La joven que pronuncia las frases que cit no es en absoluto lo que
solemos llamar una intelectual; es una mujer de mundo, elegante,
espiritual, adulada por sus amigos, pero la agitacin en que parece
complacerse encierra una pena, una angustia, y es esta angustia la
que aflora en ese momento.
Un mundo destrozado? Podemos hacer nuestras esas palabras? No
nos dejamos engaar por un mito al imaginar un tiempo en que el
mundo tena corazn? Debemos tener mucho cuidado. A no dudarlo, sera
temerario que pretendiramos evocar una poca histrica en que la
unidad del mundo haya sido directamente accesible a todos los
hombres. Pero el hecho de que algunos de nosotros podamos
experi-mentar con tanta intensidad esta divisin, muestra que es
posible que guardemos en nuestro interior, si no necesariamente el
recuerdo, al menos la nostalgia de semejante unidad. Importa
comprender cmo ese sentimiento de divisin es tanto ms fuerte cuando
asistimos en apariencia a la unificacin creciente de nuestro mundo,
es decir, de la tierra. Algunos asignan gran importancia a esta
unificacin y creen ver en ella la gestacin de una conciencia ms
alta, a la que llaman conciencia planetaria. En el curso de estas
lecciones volveremos ms tarde a considerar esta posibilidad y
finalmente a pronunciarnos sobre la esperanza que lleva implcita.
Por el momento nos preguntaremos tan slo en qu consiste exactamente
la angustia que sienten personajes como Chris- tiane en el Monde
Cass. Y, ante todo, tenemos el derecho de atribuir a esta
experiencia un carcter de generalidad?
Una primera observacin se presenta de inmediato al espritu:
vivimos en un mundo en guerra consigo mismo, y ese estado de guerra
ha ido tan lejos que amenaza terminar en algo que es imposible no
considerar como un verdadero suicidio. Nunca se insistir demasiado
en el hecho de que el suicidio, que hasta ahora se presentaba
solamente como una posibilidad individual que pareca
-
EL MUNDO EN CRISIS 31 inseparable de la condicin individual,
aparece hoy ligado a la condicin del mundo humano en su totalidad.
Por cierto que algunos se inclinarn a considerar que esta -nueva
posibilidad es el precio de un sorprendente progreso. No ha logrado
el mundo el tremendo poder de destruirse a s mismo en la medida en
que ha llegado a un tipo de unidad y totalidad antes desconocido?
Hay aqu una conexin sobre la cual puede resultar interesante
concentrar nuestra atencin. Sin preguntarnos ahora directamente por
las condiciones de la posibi-lidad del suicidio y su significacin,
debemos reconocer que implica un tipo de unidad profundamente
vicioso, y creo que no basta decir que es una unidad mezclada de
diversidad, ya que el trmino mismo de mezcla es completamente
insatisfactorio^La mixis es un modo determinado de unidad que
traiciona en cierta medida las exigencias a las que debe responder.
Todo esto nos permite comprobar, como lo veremos en forma cada vez
ms clara, que la idea de unidad es profundamente ambigua, y que,
sin duda, no es posible admitir pura y simplemente con los
escolsticos que lo uno y el bien pueden convertirse uno en el otro.
Tenemos el derecho de pensar que la unidad que hace posible es
decir, enteramente concebible la autodestruccin de nuestro mundo,
no puede menos que ser mala, y no es difcil descubrir en qu
consiste su maldad. Est ligada a la existencia de una voluntad de
poder que se presenta bajo aspectos inconciliables que afectan
caracteres ideolgicos opuestos. No puedo menos que recomendar la
lectura de la notable obra que Raymond Aron ha consagrado al Gran
Cisma, aunque desde el punto de vista filosfico tenemos la
obligacin de plantearnos problemas que escapan a la perspectiva de
un escritor poltico.
La cuestin fundamental es saber si es un hecho contingente y en
s evitable que la voluntad de poder presente ese carcter
discordante, o si, por el contrario, es una necesidad que forma
parte de su esencia. Habr que proceder, no slo a un anlisis de las
ideas, sino a reflexionar a la luz de la historia cuya enseanza es
aqu decisiva sobre el encadenamiento fatal de las situaciones, y en
particular sobre el destino inevitable de las coaliciones, que
cuando se realizan con fines de conquista estn inevitablemente
destinadas a disolverse y a transformarse en antagonismos. Es
posible imaginar, por desgracia, que un conquistador nico tenga los
medios que de hecho tornan
-
32 REFLEXION Y MISTERIO
impracticable toda rebelin u oposicin, y que un rgimen fundado
en el servilismo y en el terror a priori parezca que puede durar
indefinidamente. Pero es evidente que aqu se trata de un estado de
guerra, y quiz el ms odioso que sea dado imaginar. Por otra parte,
si no nos engaamos con puras ficciones abstractas, vemos que no es
posible tratar al vencedor como una unin indisoluble; siempre se
trata de un grupo en cuyo seno se produce el mismo tipo de ruptura
que en las coaliciones, de manera que, en otra forma aun ms
aparente, al fin de cuentas la voluntad de poder triunfante siempre
concluye en la guerra. Otra posibilidad que no debe pasarse en
silencio es la de un mundo mecanizado, desapasionado, en el que el
esclavo dejara de sentirse esclavo y quiz de sentirse cualquier
cosa, donde los amos llegaran a ser perfectamente insensibles, y no
sintieran ni siquiera la codicia o la ambicin, resortes actuales de
toda conquista. Es importante sealar que esta hiptesis no es
totalmente absurda; en el fondo es la que est presente cuando uno
se imagina la sociedad humana como un hormiguero. Casi aadira que
esta posibilidad se sita en la prolongacin de ciertos hechos que
actualmente experimentamos. En el mundo actual hay sectores en que
el automatismo se aplica no solamente a ciertas tcnicas
determi-nadas, sino tambin a lo que antes se llamaba vida interior,
y que ahora se convierte en la vida ms exteriorizada posible.
Pero debemos observar al mismo tiempo que en el mundo que
suponemos y no est demostrado que pueda existir realmente no se
puede hablar ms de voluntad de poder, o al menos esta expresin
tiende a perder toda significacin psicolgica precisa y a
convertirse como en Nietzsche en una entidad metafsica indistinta.
El pensamiento se pierde entonces en la idea ms o menos ficticia de
una naturaleza considerada como puro dinamismo. Citar un texto
carac-terstico de la gran obra de Nietzsche titulada: La volintad
de dominio, que, a decir verdad, no es ms que un conjunto de
fragmentos:
"Y sabis qu es para m el mundo? Tendr que mostrroslo en mi
espejo? Este mundo es un prodigio de fuerza, sin principio ni fin;
una dimensin fija y broncnea de fuerza, que no se hace ms grande ni
ms pequea, que no se consume, sino que se transforma como un todo
invariablemente grande; es una cosa sin gastos ni prdidas, pero
tambin sin incremento, encerrada dentro de la nada como su
lmite;
-
EL MUNDO EN CRISIS 33 no es cosa que se desvanezca ni que se
gaste; no es infinitamente extenso, sino que est inserto como
fuerza, como juego de fuerzas y ondas de fuerzas; que es al mismo
tiempo uno y mltiple; que se acumula aqu y al mismo tiempo
disminuye all; un mar de fuerzas corrientes que se agitan en s
mismas, que se transforman eternamente, que corren eternamente; un
mundo que tiene innumerables aos de retorno, en flujo perpetuo de
sus formas, que se desarrollan desde las ms simples a las ms
complicadas; un mundo de lo ms tranquilo, fro, rgido, que pasa a lo
que es ms ardiente, salvaje, contradictorio, y luego de la
abundancia torna de nuevo a la sencillez, del juego de las
contradicciones torna al gusto de la armona y se afirma a s mismo
aun en esta igualdad de sus das y de sus aos, y se bendice a s
mismo como algo que debe tornar eternamente como un devenir que no
conoce la saciedad, ni el disgusto, ni el cansancio... Queris un
nombre para este mundo? Una solucin para todos sus enigmas? Y una
luz para vosotros, oh desconocidos, oh fuertes, oh impvidos, oh
'hombres de media noche'? Este nombre es la Voluntad de dominio', y
nada ms!"1
1 Cf. La Volont de Puissance, trad. H. Albert, tomo III, 385.
(Citamos por la traduccin espaola de La Voluntad de Dominio, 1067.
En Obras Completas de Nietzsche, tomo IX. Aguilar, Madrid, 1932.
[N. del T.])
A quin se dirige Nietzsche sino a los Amos cuya aparicin
anuncia? Estos amos seguramente estn lejos de asemejarse a los
dictadores que hemos conocido, que conocemos an. O ms bien, como lo
ha mostrado Gustave Thibon en un hermoso libro consagrado a
Nietzsche2, hay una confusin entre dos categoras realmente
irreductibles. Adems se deja hipnotizar por cierto lenguaje
puramente lrico, el personaje que hubiera querido ser y con el que
es incapaz de identificarse efectivamente. Y este deseo, totalmente
per-sonal, basta para alterar grandemente su filosofa de la
historia. Pero hay algo que mantiene su valor y su alcance en esta
especie de mirada csmica que acabo de evocar, y por ello quise leer
esa pgina. Siempre ser verdad que en un mundo destrozado el espritu
difcilmente puede sustraerse al vrtigo de un dinamismo absoluto,
del que casi diramos que es self-contained, en el sentido de que no
tiende hacia nada que lo domine, si no fuese ms bien esencialmente
un escape
-
34 REFLEXION Y MISTERIO
puro e inasible. Adems, si la realidad fuera verdaderamente como
Nietzsche la describe, no vemos cmo podra dar origen a un
pensamiento capaz de concebirla y de enunciar sus caracteres. Como
ocurre invariablemente cuando cierto realismo con su lgica brutal y
desenfrenada va ms all de todo lmite, reaparece la exigencia
idealista y lo reduce a polvo. El mundo de la Voluntad de Poder,
que sera fcil descubrir como trasfondo metafsico an indistinto de
todo pensamiento contemporneo que rechaza el tesmo y
particularmente el tesmo cristiano, ese mundo no puede conciliarse
con la intencin fundamental que anima toda bsqueda de lo
inteligible y lo verdadero. Ms exactamente: cuando se intenta la
conciliacin hay un esfuerzo sistemtico, como en Nietzsche, para
quitar valor a lo inteligible y verdadero; pero as se destruye a s
misma, puesto que en cuanto Filosofa no puede menos que pretender
que se la reconozca como verdadera.
2 Cf. Nietzsche, o el declinar del espritu, traduccin espaola
publicada por Descle, de Brouwer. Buenos Aires, 1951. (N. del T .
)
Estas observaciones generales muestran cmo el mundo actual es en
verdad un mundo destrozado. Sin embargo, no bastan para mostrar
hasta dnde llega su desgarramiento. La verdad es que, por una
extraa paradoja que no dejar de ocuparnos, en nuestro mundo cada
vez ms colectivizado toda comunidad real parece cada vez ms
inconcebible. Gustave Thibon, a quien cit a propsito de Nietzsche,
tiene razn en decir que los procesos de atomizacin y
colectivizacin, lejos de excluirse, como podra pensar una lgica
superficial, marchan paralelamente y no son ms que dos aspectos
inseparables de una misma desvitalizacin.
En general, y con un lenguaje ms sencillo, dir que vivimos en un
mundo donde la palabra con est perdiendo sentido. La misma idea
podra expresarse diciendo que la intimidad es cada vez ms
irrealizable y que, por otra parte, est desacreditada. Me refiero
aqu a uno de los temas centrales de este trabajo, pero me limitar
por ahora a tratarlo desde el punto de vista de la descripcin
superficial de los hechos.
Partiendo del hecho general de la socializacin creciente de la
vida, puede verse cmo se realiza la prdida de la intimidad. En qu
consiste, en efecto, esta socializacin? En que cada uno de
nosotros
-
EL MUNDO EN CRISIS 35 cada vez ms es tratado como un agente cuyo
comportamiento debe contribuir al desarrollo de cierta totalidad, a
la vez lejana y omnipresente, digamos aun tirnica. Esto supone un
registro, una matrcula, que no tiene lugar de una vez para siempre
como la del recin nacido en la alcalda, sino que se contina a lo
largo de toda la vida. En pases como los nuestros, donde el rgimen
totalitario no es ms que una amenaza, la matriculacin continua
presenta todava lagunas, pero nada es ms fcil que imaginarla
coextensiva a la vida misma del individuo. Es lo que ocurre en los
pases sometidos a una dictadura policial. Adems es muy fcil mostrar
aun a riesgo de parecer demasiado paradjico a ciertos espritus poco
reflexivos que la dictadura policial es un lmite hacia el cual
tiende casi inevitablemente toda burocracia que ha llegado a cierto
grado de poder, y esto por muchos motivos en cuyo detalle no puedo
entrar. Es esencial observar que corremos el riesgo de confundirnos
con nuestra propia ficha; y hay que precaverse del verdadero
carcter de esta identificacin. No se trata slo de reconocer de
hecho lo que es evidente que los poderes humanos, demasiado
humanos, que controlan mi vida, no me distinguen de la entidad
cuyas particulari-dades estn consignadas en algunas hojas de papel,
sino que esta extraa identificacin no deja de repercutir en la
conciencia que estoy obligado a tener de m mismo; y esta repercusin
interna es lo que debemos considerar. En qu se convierte en s y
para s un ser que es utilizado de este modo? Quiz se podra hablar
aqu de desnudez social, y preguntarse qu clase de vergenza es capaz
de suscitar en los que son condenados a ella.
A decir verdad, no me parece que sea posible la menor comparacin
entre esta desnudez social y la desnudez fsica con el pudor que se
acompaa normalmente en el hombre y sobre la que el pensador ruso
Soloviev ha presentado puntos de vista tan originales y profundos.
En cambio sera importante compararla con el estado en que se
encuentra quien se cree expuesto a los ojos de un Dios omnisciente
y omnipresente. Esta comparacin es tanto ms justificable cuanto que
el Estado-Moloc de los pases totalitarios tiende a conferirse a s
mismo, en una analoga caricaturesca, las prerrogativas divinas. Slo
el hecho esencial falla, y esta deficiencia fundamental es el
origen de los males que sufre toda sociedad que tiende a negarse a
s misma,
-
36 REFLEXION Y MISTERIO
colocndose bajo el control del Estado-Moloc. El punto comn entre
los dos tipos de desnudez, ante el Estado y ante Dios, es sin duda
el temor. Pero en presencia de un verdadero Dios, es decir, de un
Dios que no se reduce a un dolo brbaro, el temor presenta un
carcter reverencial, va unido al sentimiento de lo sagrado, y lo
sagrado slo puede serlo en y por la adoracin. En el otro caso una
verdadera adoracin es imposible evidentemente, salvo que se dirija
a la persona del jefe, y entonces es puro fanatismo. Basta recordar
lo que fu el culto histrico que tuvo por objeto a un Hitler, para
ver lo que esta palabra significa y la inmensa tentacin que
involucra. Pero entre el Estado-Moloc y tales individualidades la
relacin es incierta, inestable, amenazadora, aunque ms no sea por
la envidia o el odio que esos personajes no pueden dejar de
inspirar a otros que, o bien pretenden esa situacin para ellos
mismos, o en todo caso no pueden soportar sin impaciencia, sin
furor, que otros la gocen. Es evidente que el fichaje universal al
que he aludido, nicamente puede realizarse en el seno de una
burocracia annima, que no puede inspirar otro sentimiento que el de
un vago temor, que me invade personalmente cada vez que debo tratar
un asunto con un funcionario annimo que se confunde con su propia
funcin. La idea de la mquina o del mecanismo se me impone entonces
necesariamente, y es importante observar que esta mquina no puede
ser objeto de contemplacin, simplemente se siente su presencia; si
se la contemplara sera posible cierta admiracin a pesar de todo. En
tanto que administrado, que contribuyente, por ejemplo, su contacto
slo despierta en m sentimientos negativos. Estos sentimientos no
cambian de naturaleza ni de signo si tengo la suerte de pasar al
otro lado y convertirme en uno de los privilegiados que poseen una
partcula del misterioso poder. Por eso es perfectamente natural que
en los pases sometidos a semejante rgimen la tendencia a la
funcionarizacin se haya generalizado, es decir, el abandono de las
actividades concretas y creadoras en favor de las tareas
abstractas, despersonalizadas, no creadoras, y aun podra mostrarlo
fcilmente opuestas a toda creacin posible.
Suponiendo lo que, por otra parte, no es cierto que en semejante
mundo tienda a imponerse cierto tipo de igualdad, siempre ser una
nivelacin por lo ms bajo, justamente en el nivel donde toda
-
EL MUNDO EN CRISIS 37 creacin fracasa. Pero esta igualdad y quiz
toda igualdad, aunque en mi pas se haya credo lo contrario durante
mucho tiempo, es, en ltima instancia, rigurosamente incompatible
con cualquier clase de fraternidad; responde a exigencias
absolutamente distintas y su sede se encuentra en otra regin del
ser humano. Esto podra mostrarse de muchas maneras. En particular
es fcil ver que toda fraternidad implica la idea de un padre, y no
puede separarse de la referencia a un Ser trascendente que me ha
creado, que nos ha creado a ti y a m. Pero aqu es donde aparece
precisamente la laguna central a la que me refera al hablar del
Estado-Moloc. En ningn caso es posible tratar a este Estado como
creador o como padre, aunque se esfuerza, aun antes de llegar a la
faz propiamente totalitaria, en crear inconscientemente este
equvoco. A lo sumo aparece como prebendador, es decir, como
detentador de todos los favores que tratamos de arrancarle por
cualquier procedimiento, aun por simple extorsin. Y si puede
compararse a un dios, ser el dios de los cultos degradados, sobre
el cual el hechicero trata de ejercer su poder.
Pero a partir del momento en que el lazo fraternal propiamente
dicho se rompe para dar lugar al resentimiento o, en el mejor de
los casos, a cierto acuerdo sobre reivindicaciones subordinadas a
fines precisos y materiales, tiende a producirse inevitablemente un
estado de atomizacin. Todo esto, naturalmente, no debe tomarse al
pie de la letra como un estado de cosas que ya se hubiera
producido. Es innegable que en los diferentes pases, y aun en las
diferentes regiones de un mismo pas, en todas partes donde haya
hombres, subsisten elementos de vitalidad persistente. Usando una
imagen histolgica que parece casi necesaria en estos dominios, dir
que hay tejidos resistentes a esta clase de infeccin, mejor sera
decir "de canceracin". Pero importa ver que se trata de la
tendencia general de las sociedades que solemos llamar civilizadas.
Por tanto, no es verdad exclusivamente para los estados que
gravitan alrededor del comunismo sovitico. Mostraremos, en realidad
ya se ha hecho pienso especialmente en las notables obras de Ar-
naud Dandieu y de Robert Aron, que el gran capitalismo^ expone a un
peligro anlogo a los estados que controla. En todo caso no es la
oposicin comunistas-anticomunistas la que puede instruirnos. Sin
duda tendr
-
38 REFLEXION Y MISTERIO
ocasin de volver sobre este tema al final de las conferencias,
cuando trate de extraer las conclusiones concretas de estas
pesquisas.
Pero tal vez se me dir que todava no se ve con exactitud en qu
sentido puede decirse que ste es un mundo destrozado, ya que yo
mismo he reconocido que est en vas de unificacin, agregando, por
otra parte, que probablemente se trate de una unificacin de mala
ley. Me parece que debo responder que antes de alcanzar un grado de
automatizacin del que no tenemos ninguna experiencia directa, y que
slo puede concebirse abstractamente, parece impo-sible que el
hombre se reduzca a esa expresin fichada de s mismo con la que se
pretende confundirlo.
Observemos que si como es cierto tiende a producirse una funesta
alianza entre las tcnicas cientficas y los poderes de
estatificacin, las condiciones reales en las que un ser viene al
mundo y se desarrolla estn, a pesar de todo, substradas al control
de esta extraa coalicin. Sin embargo, ciertas experiencias que se
realizan actualmente en los laboratorios nos hacen temer que esa
relativa impunidad sea de corta duracin. Pero podemos afirmar con
toda certeza que hay en el ser humano tal como lo conocemos algo
que se rebela contra esta especie de violacin o desgarramiento de
que es vctima, y esta dilaceracin es suficiente para que tengamos
el derecho de afirmar que el mundo en que vi-vimos es un mundo
destrozado. Y eso no es todo. El mundo se abandona progresivamente
al poder de las palabras, de palabras casi totalmente vaciadas de
contenido autntico. Trminos como "libertad", "persona",
"democracia", se emplean en forma brutal y se convierten en slogans
en un mundo en el que siempre tienden a perder su significacin
autntica. Y es difcil resistir a la impresin que producen, ya que,
justamente porque las realidades que esas palabras deberan designar
estn en trance de desaparecer, son objeto de una inflacin semejante
a la que se produce en el plano monetario. Pareciera que entre los
signos del lenguaje y los signos monetarios existe en realidad una
conexin, por otra parte ms fcil de presentir en conjunto que de
reparar en detalle.
Pero justamente aqu aparece con la mayor claridad y del modo ms
irrecusable el desplazamiento del mundo que trato de mostrar en
esta
-
EL MUNDO EN CRISIS 39 leccin; la desvalorizacin de las palabras
y de la moneda corresponden a la desaparicin general de la
confianza, del crdito, en el sentido ms amplio del trmino.
Hay todava, sin embargo, una cuestin que debemos examinar, y que
puede plantearse desde un punto de vista estrictamente religioso:
quien est persuadido del dogma de la Cada, no debe admitir por lo
mismo que este mundo, en efecto, est destrozado? En otros trminos,
no lo est esencialmente y no histricamente, como parece que lo
hemos dicho al fundarnos sobre la observacin de ciertos hechos
contemporneos? Hablar de un mundo destrozado, no implica que hubo
pocas en las cuales el mundo estaba intacto, lo que es contrario a
las enseanzas de la Iglesia, y tambin a toda verosimilitud
histrica?
Responder que, sin duda, este destrozo no puede considerarse
como algo que se ha producido en los ltimos aos, ni siquiera en los
ltimos siglos, en un mundo originariamente indiviso. Esto no slo
sera contrario, vuelvo a repetirlo, a toda verosimilitud histrica,
sino tambin indefendible desde el punto de vista metafsico. Pues en
ese caso estaramos forzados a admitir alguna incomprensible accin
externa que se hubiera ejercido sobre el mundo; es mucho ms claro
que ste deba contener en s mismo la posibilidad de su destruccin.
Pero lo que podemos asegurar, sin contradecir los datos de la
historia y los principios metaf- sicos evidentes, es que esta
destruccin del mundo se ha vuelto mucho ms visible de lo que poda
serlo para un filsofo del siglo XVII, por ejemplo, que slo la
reconoca en el plano teolgico, o en ciertos casos muy raros, como
en Pascal, tras un anlisis psicolgico y moral que anticipaba un
pensamiento muy posterior. El optimismo que deba prevalecer en la
mayor parte de los pensadores no cristianos del siglo XVHI es
suficiente para mostrar cmo este sentimiento de vivir en un mundo
destrozado estaba, en suma, muy poco difundido; y aun aquellos que
como Rousseau insistan sobre la existencia de un accroc, no
vacilaban en afirmar que este desgarramiento poda solucionarse
gracias a cierta conjuncin de la razn y el sentimiento. Es
manifiesto que esta creencia en una solucin de los asuntos humanos
subsisti hasta el siglo xix en diversas escuelas racionalistas, y
aun hoy no ha desaparecido totalmente. Despus de todo, el marxismo
en su punto de partida
-
40 REFLEXION Y MISTERIO
puede considerarse como una forma de optimismo, aunque el
obs-curecimiento general del horizonte histrico hace cada vez menos
perceptible el elemento optimista. Por otra parte aparece cada vez
con mayor claridad que no hay en el marxismo absolutamente nada que
permita disipar la inquietud metafsica fundamental. Todo lo que
puede esperarse es que la adormezca, como se adormece un dolor.
Nada me impide imaginar una tcnica que desempear el papel de
analgsico para la inquietud metafsica, asimilada a un trastorno
neuro-psquico que se combate con la medicacin apropiada. As para
los marxistas en general el problema de la muerte no debe
plantearse, o por lo menos no debe presentar un carcter angustioso
para el ser que ha llegado a integrar la comunidad. Pero la
integracin as concebida corre el riesgo, como lo veremos al hablar
de la libertad, de reducirse a un puro y simple automatismo.
Por qu nos hemos detenido tanto tiempo en consideraciones que
corran peligro de aparecer a primera vista extraas a una
investigacin metafsica como sta? Simplemente porque era necesario
definir las condiciones que parecen ms desfavorables para esta
bsqueda. Tan desfavo- rabies, que cuando se realizan plenamente
esta investigacin pierde todo sentido y aun se hace impracticable.
Quiz no sea intil insistir un poco ms sobre este punto.
El mundo que acabo de evocar, y en el que tiende a convertirse
el nuestro que es ya el nuestro en cuanto se expone a la
autodestruccin, reposa ntegramente en un inmenso rechazo, cuya
naturaleza trataremos de profundizar largamente, pero que aparece
en primer trmino como un rehusarse a reflexionar y al mismo tiempo
a imaginar, pues entre reflexin e imaginacin hay un lazo mucho ms
estrecho de lo que comnmente se admite.
Si imaginramos los males sin precedentes que entraara un nuevo
conflicto, lo evitaramos. Que no se me diga que esta falta de
reflexin e imaginacin slo afecta a un grupo de individuos
responsables: esos individuos no significan nada sin los millones
de hombres que les acuerdan una confianza ciega. Ese defecto est
ligado a la incapacidad de extraer conclusiones de los
acontecimientos ocurridos desde hace medio siglo. No es increble
que haya hombres que tomen la iniciativa de una nueva guerra cuando
an no se han levantado las
-
EL MUNDO EN CRISIS 41 ruinas amontonadas por la precedente, y
cuando los acontecimientos han mostrado de una manera tan
perentoria que la guerra no compensa? Se dir que tales
observaciones son propias de un periodista y poco dignas de un
filsofo calificado? Temo que esto no sea ms que la expresin de un
error que ha pesado gravemente sobre la idea de la Filosofa durante
mucho tiempo, y que ha contribuido a su esterilidad. El error
consiste en imaginar que la Filosofa no debe preocuparse por el
curso de los acontecimientos puesto que su papel es legislar en lo
intemporal y considerar los hechos contemporneos con la misma
indiferencia desdeosa que en general testimonia un hombre ante la
agitacin de un hormiguero. Podra creerse que el hegelianismo y el
marxismo modificaron sensiblemente las perspectivas desde este
punto de" vista. Esto es verdad slo hasta cierto punto, al menos
para los representantes actuales de estas doctrinas. Un marxista
ortodoxo acepta sin crtica seria la audaz extrapolacin de su
maestro al unlversalizar las condiciones que le revelaba el anlisis
de la situacin social de su tiempo en los pases afectados por la
revolucin industrial. Agreguemos que para criticar la sociedad
parte de la idea imprecisa y psicolgicamente vaca de una sociedad
sin clases. A este respecto no sera exagerado decir que se coloca
en la peor especie de intemporal, en lo intemporal histrico, y esto
es lo que le permite decidir si tal acontecimiento o tal institucin
es o no conforme a lo que l llama el sentido de la historia.
Pienso, por el contrario, que una filosofa digna de ese nombre debe
tomar una situacin concreta determinada para captar sus
implicaciones, sin dejar de reconocer la multiplicidad casi
imprevisible de combi-naciones a que pueden dar lugar los factores
que su anlisis ha descubierto.
Se puede decir, en general, que el hecho de no querer
reflexionar, que es origen de un nmero tan grande de males
contemporneos, est ligado a los compromisos que el deseo, y
especialmente el temor, producen en los hombres; y en este punto es
muy claro que las grandes doctrinas in- telectualistas, y en
particular el spinozismo, encuentran en el presente dolorosas
confirmaciones. Al deseo y al temor habra que agregar la vanidad en
todas sus formas; pienso sobre todo en la vanidad de los
especialistas, de los pretendidos expertos. Esto es verdad por
ejemplo en el orden pedaggico, por lo menos en
-
Francia; pero con seguridad no exclusivamente en Francia. He
dicho muchas veces que si cometiramos la imprudencia de
preguntarnos qu es lo que quedar de alguna manera en el espritu de
los nios despus de una enseanza tan penosa, es decir, el resultado
positivo del esfuerzo que se les ha exigido, el sistema entero
caera hecho pedazos, pues es absolutamente cierto que para la mayor
parte de las materias el resultado es nulo. Los que tienen la
responsabilidad de los programas carecen de la sabidura elemental
del industrial que, antes de emprender un negocio, investiga los
gastos y los probables beneficios, y si entre las dos cifras puede
haber proporcin satisfacto-ria. Con mucho cuidado se evita plantear
una cuestin semejante, indigna de empresa tan noble. Pero eso no es
ms que satisfacerse con palabras. Se abusa simplemente del hecho de
que un derroche en este dominio es infinitamente menos visible,
menos precisable con facilidad, que en una empresa industrial. De
all un despilfarro de tiempo, de fuerza y de salud cuyas
consecuencias son incalculables.
En las conferencias prximas partiremos de esta doble observacin:
que nada es ms necesario que reflexionar, pero que la reflexin no
es un procedimiento como los otros; en realidad no es un
procedimiento puesto que permite considerar cualquier
procedimiento. Convendr, pues, ponernos en claro sobre la
naturaleza misma de la reflexin, o dicho ms exactamente: ser
necesario que la reflexin se haga transparente a s misma. Sin
embargo, podra ocurrir que este proceso de esclarecimiento no pueda
llegar a los lmites; es posible como luego veremos que la reflexin,
al interrogarse por su propia esencia, llegue a reconocer que se
apoya inevitablemente en algo que no es ella misma, y que de all
proviene su fuerza.
TERCERA LECCIN
LA EXIGENCIA DE TRASCENDENCIA
Esa especie de exploracin circular que hasta ahora hemos
realizado slo nos aclara en forma muy imperfecta el sentido y la
naturaleza de la investigacin emprendida. En realidad hemos visto
sobre todo lo que esta investigacin no es, y cules son las
condiciones que amenazan paralizar su desenvolvimiento. Por tanto,
es necesario que tratemos de discernir ms directamente lo que es, y
en primer trmino en qu consiste esa exigencia a la que
-
REFLEXIN Y MISTERIO
he aludido tantas veces, y que constituye algo as como su
resorte interno.
De buen grado dira que es esencialmente una exigencia de
trascendencia. Por desgracia se ha abusado tanto de este trmino en
los ltimos tiempos en la filosofa alemana contempornea y en los
pensadores franceses inspirados por ella, que es necesario proceder
a una discriminacin previa. Establecer en principio que trascender
no significa simplemente sobrepasar, ya que puede haber modos de
sobrepasar a los que no conviene de ninguna manera el trmino
"trascendencia". Esto es verdadero sobre todo para lo espacial, es
decir, para avanzar por una superficie que se extiende ms all de
ciertos lmites comnmente aceptados. Pero se puede decir lo mismo de
lo temporal, y en particular del "proyecto" que ocupa un lugar tan
importante en el pensamiento de Sartre. Nos encontramos aqu con una
especie de ampliacin, si no ilegtima, al menos engaosa, del sentido
de las palabras. Me parece infinitamente preferible tener presente
la oposicin tradicional entre inmanencia y trascendencia, tal como
se presenta en los tratados de Metafsica y Teologa. La objecin como
hemos visto se basa en el hecho de usar en este dominio categoras
que parecen exclusivamente espaciales. Pero en realidad las
de-terminaciones de alto y bajo aparecen de todas maneras como
fundamentales, como ligadas a nuestro modo de existencia en tanto
que somos seres encarnados. Conviene asignar un lugar importante a
las investigaciones que realizaron separadamente Minkowski y Robert
Desoille, investigaciones que, en ambos casos, se fundan en
observaciones psiquitricas, pero en niveles de reflexin muy
diferentes, pues Minkowski posee una formacin filosfica y
fenomenol- gica que a Desoille le falta.
Pienso, pues, que no debe descartarse la objecin, sino ms bien
que hay que aceptarla y transformarla en argumento positivo. Podra
resultar aclaratorio un anlisis de la inevitable ambigedad que
acompaa a la palabra "cielo". Hemos conocido en Francia
racionalistas que gastaron muchas palabras irnicas para sacar a luz
el origen precoper- nicano de la idea teolgica de cielo e
insistieron larga y pesadamente en lo absurdo de mantener las
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LA EXIGENCIA DE TRASCENDENCIA 49
nociones tradicionales de un alto y bajo absolutos en un mundo
iluminado por la fsica matemtica. Pero, cosa extraa, debemos
preguntarnos si no son los racionalistas en realidad quienes en
esta ocasin se mostraban extremadamente ingenuos, puesto que no
parecen comprender que existen categoras de lo vivido que ningn
descubrimiento cientfico puede sustituir, aunque sea de Einstein.
Slo podran transformarse efectivamente si las condiciones concretas
de nuestra insercin en el mundo se modificaran, y no es probable
que esto ocurra. Para comprender lo que est en cuestin es necesario
atender a experiencias tan sencillas como las actitudes humanas que
corresponden a emociones contrarias. Empleo a propsito el trmino
vago de "correspondencia" para no introducir la idea discutible de
una relacin propiamente causal. Pensemos por ejemplo en las
realida-des precisas y concretas que traducen palabras como abba-
tement en francs o dejection en ingls; la referencia al espacio
vivido es evidente, y slo por un esfuerzo antinatural que, por otra
parte, sera estril podra hacerse abstraccin de l. Hay aqu un
encadenamiento de notas cuya plena significacin aparecer slo ms
tarde.
Vamos, pues, a preguntarnos ahora en qu consiste justamente la
exigencia de trascendencia. Pienso que debemos intentar ante todo
situarla en relacin con la vida tal como es vivida, y no definirla
en el ter enrarecido del pensamiento puro. Mi marcha consistir
invariablemente, como ya lo habris observado, en remontarme de la
vida al pensamiento para luego descender del pensamiento a la vida
tratando de iluminarla. Creo que sera una empresa desesperada la
pretensin de establecerse, de una vez por todas, en el pensamiento
puro. Ms exactamente: esta tentativa slo es lcita en ciertas
disciplinas especializadas, particularmente, desde luego, en las
ciencias matemticas; aunque es una cuestin discutida y extraamente
difcil saber si aun el matemtico puro puede desarrollar sus
especulaciones en un mundo totalmente separado de la experiencia,
es decir, de la vida. Volveremos ms tarde a preguntarnos por la
relacin precisa entre vida y
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50 REFLEXION Y MISTERIO
experiencia, y a tratar de disipar la confusin que subsiste
sobre este punto en ciertas regiones del pensamiento filosfico.
Notemos en primer lugar que la exigencia de trascendencia se
presenta ante todo se experimenta primordialmen- le como
insatisfaccin. Pero a la recproca, no parece que haya derecho de
decir que toda insatisfaccin implique aspiracin a la trascendencia.
Conviene, por tanto, ser aqu lo ms concreto posible, es decir,
dramatizar. Con esto quiero decir imaginar, con la mayor precisin
que se pueda, tal situacin o tal tipo de situacin en que el yo se
encuentre implicado. Debe tomarse el pronombre personal yo en su
mxima extensin. Pues no se trata solamente de la individualidad
finita que soy, sino de toda individualidad con la cual pueda
llegar a simpatizar tan vivamente que consiga figurarme hasta su
comportamiento interior. No tengo ninguna dificultad, por ejemplo,
en ponerme en el lugar de alguien que sufre porque tiene que llevar
una vida estrecha, incmoda, reduciendo sus gastos al mnimo, y que
aspira a una existencia ms fcil y ms amplia; evoquemos el caso de
una joven que para obtener las satisfacciones de que se cree
desposeda contrae matrimonio por dinero. Notemos que quiz se libera
de ciertos prejuicios morales y religiosos y en ese sentido puede
decirse que los deja atrs. Pero tenemos la impresin bien definida
de que es imposible decir en este caso que ella cede a una
exigencia de trascendencia. Esto basta para justificar la distincin
que hice al comenzar la leccin. Podemos imaginar ahora otro caso
muy diferente: la insatisfaccin de aquel que por el contrario lleva
una vida fcil, materialmente colmada, pero que aspira a romper con
esa existencia para comprometerse en alguna aventura espiritual.
Evidentemente habra que proceder a un anlisis preciso de esos dos
tipos de insatisfacciones: el primero est ligado a la idea o, ms
exactamente, a la imagen de un cierto nmero de bienes a los cuales
pareciera que tengo derecho y de los que, sin embargo, me veo
privado. Por otra parte me parece que no hay que poner el acento
sobre la idea de posesin en su sentido propio. Dira en general que
aquel que sufre por su pobreza sin duda aspira ante todo a una
libertad de movimiento que le es rehusada. Cualquier
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LA EXIGENCIA DE TRASCENDENCIA 51
cosa que quiera hacer lo enfrenta con el problema de los medios
y siempre tiene que renunciar. Sera injusto suponer que la joven
que se casa por dinero est necesariamente dominada por la avaricia,
que ama el dinero por s mismo. Quiz es un ser generoso que sufre al
no poder ayudar a los que ama. De esta manera es posible concebir
una jerarqua de satisfacciones, algunas bajas y vulgares, otras
altamente espirituales. Notemos de paso que la oposicin entre lo
alto y lo bajo reaparece aqu inevitablemente. Esas satisfacciones
jerrquicas presentan sin embargo un rasgo comn. Todas se relacionan
por el hecho de poseer cierto poder que no me pertenece
fundamentalmente, un poder que en rigor no se confunde con mi yo.
La insatisfaccin significa, por tanto1_laL .a 11 scp-^ ca de aigo
que es exterior a m, aunque me lo pueda jisjmi- lar y por
consecuencia hacerlo mo. Nomtroducimos aqu ninguna determinacin
tica: no nos hemos preguntado si el hecho de casarse por dinero
equivale a venderse y si entraa una culpa. Nos movemos nicamente en
el plano de la descripcin. Parece, por consiguiente, que el primer
tipo de insatisfaccin cesa desde el momsnto en que obtengo la ayuda
exterior que me asegura la libertad de movimiento que necesitaba.
Pero, lo que es extrao, parece que la otra insatisfaccin se dirige
contra este tipo de satisfaccin. Todo ocurre sobre esto volveremos
ms tarde como si esta libertad de movimiento que se nos acuerda se
revelara insignificante y desprovista de valor. Quiz justamente
porque el principio no reside en m sino fuera de m. Es como si otro
llamado surgiera dentro de m, un llamado que se orienta hacia
adentro. Desde luego, el ejemplo de la santidad es el primero que
se presenta al espritu. Pero no es el nico; podemos pensar tambin
en el artista creador. Podemos reflexionar sobre el cansancio que
se apodera de quien ha ledo demasiados libros, escuchado demasiados
conciertos, visitado demasiados museos. Si hay suficiente vida en
l, este cansancio tender a transformarse en deseo de crear.
Ciertamente nada garantiza a priori que este llamado ser escuchado.
No depende de m el crear, aun cuando aspire a la creacin. En
otros
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52 REFLEXION Y MISTERIO
trminos: sera culpable de una simplificacin indefendible si
admitiera que la primera insatisfaccin est ligada a la ausencia de
algo que depende de m, pero que, en cuanto a la segunda, de m
depende su cumplimiento. La verdad es infinitamente ms sutil y
complicada, y aqu no podemos utilizar sin ms la famosa distincin
estoica.
Volveremos sobre este punto posteriormente cuando tra-temos de
discernir en qu sentido el hombre tiene derecho a considerarse
libre, pero desde ahora podemos ver que el hecho de realizar su
vocacin, por alta que sea, y aun cuanto ms alta sea, no puede
reducirse a un simple decreto del querer. Por el contrario, todas
las razones permiten presumir que este cumplimiento implica la
cooperacin de multitud de condiciones sobre las cuales el sujeto no
tiene influencia directa. Esto es de la mayor importancia y muestra
que el problema de la vocacin es esencialmente metafsico, y que su
solucin trasciende toda psicologa. Y no es un azar que aparezca aqu
el verbo trascender. Estamos en el eje de esa trascendencia que
hemos tratado de definir en la primera parte de la leccin. No podra
decirse que crear es siempre crear por encima de s? No es
precisamente en este dominio que la expresin por encima cobra valor
especfico? Es verdad que el gran novelista valdense Ramus, en el
que hay que reconocer un pensador profundo, parece decir
precisamente lo contrario en sus Recuerdos de Stra- winsky. No s
por qu, dice, me recordaba la frase de Nietzsche: "Amo a aquel que
quiere crear por encima de s mismo y perece. El que yo amaba, por
el contrario, era el que creaba por debajo de s y no perece." Hay
aqu una confusin, la misma en que cae Jean Wahl cuando distingue
trascendencia y trasdescendencia. Lo que Ramus quiere decir, y lo
afirma muchas veces, por ejemplo en su Saluta- tion Paysanne, es
que nicamente se hace poesa con lo antipotico, que slo se injerta
en lo salvaje, o aun que es necesario partir de la realidad ms
familiar y burda, considerada en su espesor y en su densidad
primitivas. Es muy probable que tenga razn al pensar de ese modo.
Pero no hay motivo vlido para rehusar cierto carcter de
trascendencia a esa realidad, a condicin de insistir sobre un
reparo
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LA EXIGENCIA DE TRASCENDENCIA 53
que es de la mayor importancia. No tiene sentido tratar a la
trascendencia como un predicado que corresponde a una realidad
determinada y no a otra. La referencia al hombre es, por el
contrario, fundamental; y hay que agregar que es una referencia no
abstractamente pensada, sino ntimamente vivida; en este caso vivida
en el seno de la conciencia del poeta o del artista. Esto suscita
una dificultad que no podemos eludir. Desde el momento en que la
trascendencia se evoca en relacin al hombre, no se la niega como
trascendente, y de alguna manera se la absorbe en la experiencia,
es decir que en el fondo se transforma en inmanente? Pero entonces,
qu ocurre con la exigencia de la trascendencia propiamente
dicha?
Procedamos como conviene siempre en estos casos, es decir,
reflexivamente, preguntndonos si la objecin no supone un postulado
o una imagen implcita que convendra destruir. Lo que est en cuestin
es la idea misma de experiencia; tenemos la injustificable
tendencia a imaginarla como una especie de elemento dado, ms o
menos informe, algo as como un mar cuyas costas estaran ocultas por
una espesa niebla, y como si lo trascendente fuera una nube
destinada a perderse all; pero basta reflexionar sobre lo que es la
experiencia para comprender que esta forma de imaginarla es torpe e
inadecuada. Es necesario ir mucho ms lejos y esta observacin
general domina en cierto sentido todas nuestras bsquedas
ulteriores. Nunca se criticar demasiado la idea de una
representacin posible de la experiencia como tal. La experiencia no
es un objeto, y tomo aqu como lo har siempre la palabra objeto en
su sentido etimolgico que es el de Gegenstand, una cosa que est
colocada ante m, frente a m. Conviene preguntarse si esta confusa
representacin no est implcita al hablar a la manera de un kantismo
interpretado literalmente de lo que est fuera de la experiencia, de
lo que est ms all de los lmites de la experiencia. En ltimo anlisis
esto 110 significa nada, puesto que la determinacin fuera de es
emprica, est dentro de la experiencia.
Estas sencillas observaciones llevan a una conclusin importante
que no debemos perder de vista en la segunda parte de estas
lecciones, cuando abordemos temas ms metafsi- cos. No solo
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54 REFLEXION Y MISTERIO
"trascendente" no puede querer decir trascendente a la
experiencia, sino que por el contrario debe haber una experiencia
de lo trascendente como tal, y la palabra slo tiene sentido en
estas condiciones. Desde luego, no queremos disimular que esta
afirmacin puede parecer a primera vista contradictoria. Pero esto
se debe a que de la experiencia tendemos a formarnos una idea muy
restringida. Un ejemplo tpico, tomado en sentido estricto, sera el
de un sabor. La experiencia, que aparece ligada a la presencia de
algo en m y para m, se interpreta como el acto de replegarse sobre
ese algo. Pero es evidente que ese repliegue no es inseparable de
la experiencia en cuanto tal, y que en otros casos "tener
experiencia de" es "tender hacia", por ejemplo cuando tratamos de
percibir distintamente un ruido lejano en la noche. Hasta ahora no
he tomado ms que experiencias sensibles. Pero sabemos muy bien que
la experiencia excede infinitamente el dominio de los sentidos
externos, y es evidente, en lo que llamamos vida interior, que la
experiencia puede traducirse en actitudes opuestas.
Por otra parte no olvido que en el lenguaje fenomenolgi- co
contemporneo la palabra "trascendencia" se toma en una acepcin
mucho ms amplia que lo que nosotros hemos hecho hasta ahora, ya que
todo objeto en cuanto tal es calificado de trascendente. Sin
embargo, como ya dije, prefiero volver a la acepcin tradicional,
aunque ahondndola ms de lo acostumbrado. Reconozcamos adems que es
muy difcil en asuntos semejantes encontrar un lenguaje adecuado.
Decir que lo trascendente es inmanente a la experiencia, es a pesar
de todo persistir en la objetivacin, e imaginar un espacio del cual
sera una dimensin. Slo podemos evitar estas confusiones teniendo
siempre presente y poniendo el acento sobre el sentido espiritual.
Por cierto que no es posible dejar de recurrir a los smbolos, pero
es necesario que esos smbolos sean reconocidos como tales y que no
influyan nunca sobre las ideas que tratamos de elucidar.
Por eso, lo repito, la exigencia de trascendencia no debe
interpretarse en ningn caso como la necesidad de superar toda
experiencia, pues ms all de toda experiencia no hay nada que
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LA EXIGENCIA DE TRASCENDENCIA 55
se deje, no digo pensar, ni siquiera presentir. Sera ms correcto
decir que la cuestin consiste en substituir ciertos modos de
experiencia por otros. Aqu tenemos que luchar contra cierta
representacin deformante que consiste en tratar los modos de
experiencia como espacios separados por tabiques. Pero basta
recordar un ejemplo preciso y concreto para liberarse de esta
representacin. Pensemos si os parece bien en la transformacin
interior que puede producirse en el seno de una relacin personal.
Por ejemplo un marido que comenz por considerar a su mujer en
relacin a s mismo, a los goces sensuales que poda darle, o
simplemente a los servicios que le prestaba como criada sin sueldo.
Supongamos que llegue a descubrir que esta mujer tiene una realidad
y valor propios, y que insensiblemente comience a tratarla como
existente en s: llegar a ser capaz de sacrificar por ella un gusto
o un proyecto que antes pareca tener una importancia
incondicionada. Esta-mos ante un cambio en el modo de experiencia
que ilustra directamente mi pensamiento. Este cambio afecta el
centro; digamos ms bien que el pensamiento substituye un centro por
otro; y desde luego la palabra pensamiento no es muy exacta, puesto
que se trata de la actitud misma del ser considerada en su
totalidad, y en tanto toma cuerpo en sus actos. Espero que este
ejemplo permitir vislumbrar qu direccin hay que seguir para dar
sentido a la frase, de suyo obscura, "experiencia de
trascendencia".
Podr objetarse, sin embargo, que ese trmino tomado en. su
significacin metafsica designa esencialmente una alteridad y aun
una alteridad absoluta, y se preguntar cmo es posible concebir una
experiencia de la alteridad en cuanto tal. Lo otro en tanto que
otro, no cae por definicin fuera de mi experiencia? Ahora debemos
preguntarnos si esta ob- jecin no oculta una idea preconcebida que
tenemos que descubrir para poder criticarla. Se trata de la
concepcin, yo dira ms bien de la imagen, que nos hacemos de la
experiencia. El punto es tan importante que conviene insistir.
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56 REFLEXION Y MISTERIO
La filosofa del siglo xix en gran medida estuvo dominada por un
prejuicio que adquiri arbitrariamente la dignidad de un principio.
Consista en admitir que toda experiencia se reduce en ltima
instancia al hecho de que un sujeto experimenta sus propios estados
interiores. Notemos que aqu se produce en forma paradjica una
conjuncin u osmosis entre una filosofa de origen sensualista y un
idealismo de esencia muy diferente.
La primera, en tanto permaneca fiel a su inspiracin primitiva,
no poda menos que rehusar al sujeto en cuanto tal toda realidad
autnoma; en esta perspectiva me parece que puede decirse que el
sujeto estaba constituido por sus propios actos, o al menos por
algo que era una especie de prolongacin abstracta e incierta de
ellos. Es todo lo contrario para el idealismo, en el cual el sujeto
pensante posee una existencia indubitable, y hasta una verdadera
prioridad. Es decir que aparece como el supuesto absoluto de
cualquier experiencia. Estaramos por decir que, al contrario, es la
situacin metafsica de los estados de conciencia la que aparece
incierta. Recordemos, adems, todas las dificultades que suscita en
la doctrina kantiana la relacin entre la conciencia trascendental y
la conciencia psicolgica. Cmo puede ser el Ich denke un Ich fhle o
un Ich erlehe? Desde luego, no es cuestin de establecer entre el yo
pensante y el yo que siente una dualidad como la que existe entre
las cos