M. Gonzlez Prada
LA FUERZA
Escrito:En 1901.Primera edicin:En 1901, en el peridico
anarcosindicalistaLos Parias, Lima - Per.Esta edicin:Marxists
Internet Archive, 2012.HTML:Marcelo Zavalla, 2012.
Cuando se dijo:La fuerza est sobre el derecho,los sentimentales
de ambos mundos lanzaron un grito de horror, como si hubieran
nacido en un planeta de rosas sin espinas, de animales sin garras y
de hombres sin atavismos de fiera. Sin embargo, la clebre frase
(atribuida sin razn a Bismarck) no sancionaba un principio,
reconoca un hecho.Lo mismo ha sucedido ltimamente con la afirmacin
de los chilenos:La victoria es la suprema ley de las naciones.Los
sudamericanos, principalmente los hijos del Per, nos hemos
horripilado, hemos proferido clamores de indignacin. Si la victoria
no es la ley suprema de las naciones, si no concede ningn derecho,
qu da, entonces, a los pueblos? Tendr el victorioso la obligacin de
cubrir los gastos de guerra, indemnizar los daos y perjuicios,
ceder una faja de su territorio y signar el tratado impuesto por el
vencido? Desde que el hombre existe, el derecho figura como un lujo
de los fuertes, la victoria como la ley suprema.En el terreno de la
realidad, no pasa todo como en el mundo de la imaginacin y del
sentimentalismo. Los hombres respiramos en una atmsfera de crmenes
y abominaciones; y como nos figuramos vivir en una tierra de
gloriosa beatitud, confundimos lo real con lo fantstico y queremos
hallar en los individuos y en los pueblos lo que slo existe en las
clulas de nuestro cerebro. Felizmente, la experiencia diaria nos
ensea que no basta un silogismo para detener un ataque alevoso, ni
que dos beligerantes deponen las armas porque un mediador bien
intencionado les predica las excelencias del arbitraje.Nosotros
mismos, las gemebundas y lacrimosas vctimas de hoy, qu hablamos de
justicia ni derechos, cuando muy bien nos convertiramos maana en
los detentadores y verdugos de nuestros vecinos? No somos agresivos
ni malos con el extranjero porque la debilidad nos reduce al papel
de inofensivos y buenos. Los que en las guerras civiles incendiamos
poblaciones y fusilamos prisioneros, los que framente flagelamos en
los cuarteles y torturamos en las crceles; los que nos mostramos
hienas de nosotros mismos, nos transformaremos en ovejas al miramos
frente a frente de un pueblo enemigo? Un patriotismo de
conveniencia y pacotilla no debe inducirnos a echar un velo sobre
las pginas abominables de nuestra historia: si hay la perfidia y la
iniquidad chilenas, hubo tambin la perfidia y la iniquidad
peruanas, que no siempre fuimos generosos y leales con Bolivia ni
el Ecuador.Hablemos sin hipocresa ni frmulas estereotipadas. Por qu
figurarse a los hombres ms buenos de lo que generalmente son? Por
qu imaginarnos a las naciones ms civilizadas de lo que en realidad
se encuentran? Verdad, convergemos hacia una tierra de paz y
misericordia; pero todava no llegamos: en el viaje nos acometemos,
nos herimos y nos devoramos. El hombre, individualmente, suele
perfeccionarse hasta el grado de convertirse en una especie de
semidis; colectivamente, no ha pasado hasta hoy de un idiota o de
una fiera. La elevacin moral no parece un rasgo caracterstico de la
especie, sino ms bien el don excepcional de unos cuantos
individuos. No hubo pueblo-Scrates ni nacin-Aristteles. En los
momentos crticos, las naciones ms civilizadas revelan alma de patn:
sus ms delicadas y graves cuestiones las dilucidan y las zanjan a
puetazos. En la fauna internacional, todas las manos cogen, todas
las mandbulas muerden, aunque la mano se llame Inglaterra, aunque
la mandbula se llame Francia.No glorifiquemos la debilidad ni la
flaqueza, siguiendo las tradiciones de una religin depresiva y
envilecedora; por el contrario, volviendo a las buenas pocas del
paganismo, ensalcemos el desarrollo simultneo de la fuerza
intelectual y fsica, y veamos en el equilibrio de ambas el supremo
ideal de la perfeccin. De qu nos sirve la constitucin de un
Hrcules, si poseemos la masa cerebral de un cretino? Qu nos vale la
inteligencia de un Platn, si tenemos un organismo degenerado y
enfermo?El dbil maldiciendo la fuerza, nos hace pensar en el eunuco
renegando de la virilidad. Si la fuerza consuma las iniquidades,
sirve tambin para reivindicar los derechos. Todos los privilegios y
todos los abusos se basan en la fuerza; con la fuerza tienen que
ser destruidos. Nos figuraremos que un banquero de la Cit se
despojar de sus bienes, con slo estimular la caridad cristiana? Nos
imaginaremos que un Zar de Rusia se humanizar, con slo invocarle
los sentimientos filantrpicos? Nada pidamos a la caridad ni a la
filantropa: se hallan en bancarrota; espermoslo todo de la
justicia; pero no de la justicia armada con los simples argumentos
del socilogo, sino de la justicia encarnada en el brazo de las
muchedumbres.Lo repetimos: no basta la fuerza del brazo; y la mxima
antigua dealma sana en cuerpo sano,debe traducirse hoy poralma
fuerte en cuerpo fuerte.Porque fuerza no es nicamente el vapor que
mueve la hlice del buque, el hacha que golpea en el tronco del rbol
o la dinamita que pulveriza las rocas: fuerza es el escrito
razonable y honrado; fuerza, la palabra elocuente y libre; fuerza,
la accin desinteresada y generosa. El poder interior del hombre se
realza con el prestigio de lo desconocido y misterioso: calculamos
la potencia del msculo; pero cmo medimos la fuerza de un cerebro?
Cmo podemos saber lo que realizar maana un pensamiento arrojado a
germinar hoy en el crneo de las multitudes? Cuntas veces la
Humanidad se agita y marcha, inconscientemente, al empuje de una
idea lanzada hace tres o cuatro mil aos!Como una muestra de la
enorme desproporcin entre la fuerza del alma y la fuerza del
cuerpo, ah estn los obreros de ambos mundos, los siervos del
feudalismo capitalista. Llevan el vigor en el msculo; pero como
esconden la debilidad en el cerebro, sirven de eterno juguete a los
avisados y astutos. En vez de unirse y apresurar la hora de las
reivindicaciones sociales, se dividen, se destrozan y se
prostituyen en las rastreras luchas de la poltica; no ejercen
derechos de hombre, y rabian por golleras de ciudadanos; carecen de
pan, y reclaman el sufragio; no comen, y votan. Pobre rebao que se
congratula y satisface con la facultad de elegir a sus
trasquiladores!No; los obreros no alcanzan a comprender que si
practicaran la solidaridad de clase, si tuvieran un solo arranque
de energa, si dieran unos cuantos golpes con la piqueta y el hacha,
no tardara mucho en venir por tierra el edificio de todos los
abusos y de todas las iniquidades. Pero no se atreven: el miedo a
lo que no debe temerse y el respeto a lo que no merece respetarse,
les conserva eternamente inmviles y sujetos. Ms que un rebao, las
muchedumbres son gigantes encadenados con telaraas.
M. Gonzlez Prada
Nuestros indios
Escrito:En 1904.Primera edicin:En 1908, enHoras de lucha.Esta
edicin:Marxists Internet Archive, 2001.
ILos ms prominentes socilogos consideran la Sociologa como una
ciencia en formacin y claman por el advenimiento de su Newton, de
su Lavoisier o de su Lydell; sin embargo, en ningn libro pulula
tanta afirmacin dogmtica o arbitraria como en las obras elaboradas
por los herederos o epgonos de Comte. Puede llamarse a la Sociologa
no slo el arte de dar nombres nuevos a las cosas viejas sino la
ciencia de las afirmaciones contradictorias. Si un gran socilogo
enuncia una proposicin, estemos seguros que otro socilogo no menos
grande aboga por la diametralmente opuesta. Como algunos pedagogos
recuerdan a los preceptores de Scribe, as muchos socilogos hacen
pensar en los mdicos de Molire: Le Bon y Tarde no andan muy lejos
de Diafoirus y Purgn.Citemos la raza como uno de los puntos en que
ms divergen los autores. Mientras unos miran en ella el principal
factor de la dinmica social y resumen la historia en una lucha de
razas, otros reducen a tan poco el radio de las acciones tnicas que
repiten con Durkheim: "No conocemos ningn fenmeno social que se
halle colocado bajo la dependencia incontestable de la raza".
Novicow, sin embargo de juzgar exagerada la opinin de Durkheim, no
vacila en afirmar que "la raza, como la especie, es, hasta cierto
punto, una categora subjetiva de nuestro espritu, sin realidad
exterior"; y exclama en un generoso arranque de humanidad: "Todas
esas pretendidas incapacidades de los amarillos y los negros son
quimeras de espritus enfermos. Quien se atreva a decir a una raza:
aqu llegars y de aqu no pasars, es un ciego y un insensato".Cmoda
invencin la Etnologa en manos de algunos hombres! Admitida la
divisin de la Humanidad en razas superiores y razas inferiores,
reconocida la superioridad de los blancos y por consiguiente su
derecho a monopolizar el gobierno del Planeta, nada ms natural que
la supresin del negro en Africa, del piel roja en Estados Unidos,
del tgalo en Filipinas, del indio en el Per. Como en la seleccin o
eliminacin de los dbiles e inadaptables se realiza la suprema ley
de la vida, los eliminadores o supresores violentos no hacen ms que
acelerar la obra lenta y perezosa de la naturaleza: abandonan la
marcha de la tortuga por el galope del caballo. Muchos no lo
escriben, pero lo dejan leer entre lneas, como Pearson cuando se
refiere a "la solidaridad entre los hombres civilizados de la raza
europea frente a la Naturaleza y la barbarie humana". Donde se lee
"barbarie humana" tradzcase "hombre sin pellejo blanco".Mas, no slo
se decreta ya la supresin de negros y amarillos: en la misma raza
blanca se operan clasificaciones de pueblos destinados a
engrandecer y vivir y pueblos condenados a degenerar y morir. Desde
que Demolins public su libro Aquoi tient la supriorit des
Anglo-Saxons,ha recrudecido la moda de ensalzar a los anglosajones
y deprimir a los latinos. (Aunque algunos latinos pueden llamarse
tales, como Atahualpa gallego y Motezuma provenzal.) En Europa y
Amrica asistimos a la florescencia de muchas Casandras que viven
profetizando el incendio y desaparicin de la nueva Troya. Algunos
pesimistas, creyndose los Deucaliones del prximo diluvio y hasta
los superhombres de Nietzsche, juzgan la desaparicin de su propia
raza como si se tratara de seres prehistricos o de la Luna. No se
ha formulado pero se sigue un axioma: crmenes y vicios de ingleses
o norteamericanos son cosas inherentes a la especie humana y no
denuncian la decadencia de un pueblo; en cambio, crmenes y vicios
de franceses o italianos son anomalas y acusan degeneracin de raza.
Felizmente Oscar Wilde y el general Mac Donald no nacieron en Pars
ni la mesa redonda del Emperador Guillermo tuvo sus sesiones en
Roma.Nos parece intil decir que no tomamos en serio a
losdilettanticomo Paul Bourget ni a losfumistescomo Maurice Barrs,
cuando fulminan rayos sobre el cosmopolitismo y lloran la
decadencia de la "noble raza francesa", porque la hija de un conde
sifiltico y de una marquesa pulmoniaca se deja seducir por un
mocetn sano y vigoroso pero sin cuarteles de nobleza. Respecto a
Monsieur Gustave Le Bon, le debemos admirar por su vastsimo saber y
su gran elevacin moral, aunque representa la exageracin de Spencer,
como Max Nordau la de Lombroso y Haeckel la de Darwin. Merece
llamarse el Bossuet de la Sociologa, por no decir el Torquemada ni
el Herodes. Si no se hiciera digno de consideracin por sus
observaciones sobre la luz negra, diramos que es a la Sociologa
como el doctor Sangredo es a la Medicina.Le Bon nos avisa que "de
ningn modo toma el trmino de raza en el sentido antropolgico,
porque, desde hace mucho tiempo, las razas puras han desaparecido
casi, salvo en los pueblos salvajes", para que tengamos un camino
seguro por donde marchar decide: "En los pueblos civilizados, no
hay ms que razas histricas, es decir, creadas del todo por los
acontecimientos de la historia". Segn el dogmatismo leboniano, las
naciones hispanoamericanas constituyen ya una de esas razas, pero
una raza tan singular que ha pasado vertiginosamente de la niez a
la decrepitud, salvando en menos de un siglo la trayectoria
recorrida por otros pueblos en tres, cuatro, cinco y hasta seis mil
aos. "Las 22 repblicas latinas de Amrica," dice en suPsychologie
duSocialisme,"aunque situadas en las comarcas ms ricas del Globo,
son incapaces de aprovechar sus inmensos recursos. . . El destino
final de esta mitad de Amrica es regresar a la barbarie primitiva,
a menos que los Estados Unidos le presten el inmenso servicio de
conquistarla. .. Hacer bajar las ms ricas comarcas del Globo al
nivel de las repblicas negras de Santo Domingo y Hait: he ah lo que
la raza latina ha realizado en menos de un siglo con la mitad de
Amrica".A Le Bon le podran argir que toma la erupcin cutnea de un
nio por la gangrena senil de un nonagenario, la hebefrenia de un
mozo por la locura homicida de un viejo. Desde cundo las
revoluciones anuncian decrepitud y muerte? Ninguna de las naciones
hispanoamericanas ofrece hoy la miseria poltica y social que
reinaba en la Europa del feudalismo; pero a la poca feudal se la
considera como una etapa de la evolucin, en tanto que a la era de
las revoluciones hispanoamericanas se la mira como un estado
irremediable y definitivo. Tambin le podramos argir colocando a Le
Bon el optimista frente a Le Bon el pesimista, como quien dice a
San Agustn el obispo contra San Agustn el pagano. "Es posible"
afirma Le Bon, "que tras una serie de calamidades profundas, de
trastornos casi nunca vistos en la Historia", los pueblos latinos,
aleccionados por la experiencia. . . "tienten la ruda empresa de
adquirir las cualidades que les falta para de ah adelante lograr
buen xito en la vida. . . Los apstoles pueden mucho porque logran
transformar la opinin, y la opinin es hoy reina. . . La Historia se
halla tan llena de imprevistos, el mundo anda en camino de sufrir
modificaciones tan profundas, que es imposible prever hoy el
destino de los imperios." Si no cabe prever la suerte de las
naciones, cmo anuncia la muerte de las repblicas hispanoamericanas?
Lo que pueden realizar en Europa los imperios latinos, no podrn
tentarlo en el Nuevo Mundo las naciones de igual origen? O habr dos
leyes sociolgicas, una para los "latinos" de Amrica y otra para los
"latinos" de Europa? Quizs; pero, felizmente, las afirmaciones de
Le Bon se parecen a los clavos las unas sacan a las otras.Se ve,
pues, que si Augusto Comte pens hacer de la Sociologa una ciencia
eminentemente positiva, algunos de sus herederos la van
convirtiendo en un cmulo de divagaciones sin fundamento
cientfico.
IIEnLa lucha de razas,Luis Gumplowicz dice: "Todo elemento tnico
esencial potente busca para hacer servir a sus fines todo elemento
dbil que se encuentra en su radio de potencia o que penetre en l".
Primero los Conquistadores, en seguida sus descendientes, formaron
en los pases de Amrica un elemento tnico bastante poderoso para
subyugar y explotar a los indgenas. Aunque se tache de exageradas
las afirmaciones de Las Casas, no puede negarse que merced a la
avarienta crueldad de los explotadores, en algunos pueblos
americanos el elemento dbil se halla prximo a extinguirse. Las
hormigas que domestican pulgones para ordearlas, no imitan la
imprevisin del "blanco, no destruyen a su animal productivo".A la
frmula de Gumplowicz conviene agregar una ley que influye mucho en
nuestro modo de ser: cuando un individuo se eleva sobre el nivel de
su clase social, suele convertirse en el peor enemigo de ella.
Durante la esclavitud del negro, no hubo caporales ms feroces que
los mismos negros; actualmente, no hay quiz opresores tan duros del
indgena como los mismos indgenas espaolizados e investidos de
alguna autoridad.El verdadero tirano de la masa, el que se vale de
unos indios para esquilmar y oprimir a los otros es el "encastado",
comprendindose en esta palabra tanto al cholo de la sierra o
mestizo como al mulato y al zambo de la costa. En el Per vemos una
superposicin tnica: excluyendo a los europeos y al cortsimo nmero
de blancos nacionales o criollos, la poblacin se divide en dos
fracciones muy desiguales por la cantidad, los "encastados" o
dominadores y los indgenas o dominados. Cien a doscientos mil
individuos se han sobrepuesto a tres millones.Existe una alianza
ofensiva y defensiva, un cambio de servicios entre los dominadores
de la capital y los de provincia: si el gamonal de la sierra sirve
de agente poltico al seorn de Lima, el seorn de Lima defiende al
gamonal de la sierra cuando abusa brbaramente del indio. Pocos
grupos sociales han cometido tantas iniquidades ni aparecen con
rasgos tan negros como los espaoles y encastados en el Per. Las
revoluciones, los despilfarros y las bancarrotas parecen nada ante
la codicia glacial de los encastados para sacar el jugo a la carne
humana. Muy poco les ha importado el dolor y la muerte de sus
semejantes, cuando ese dolor y esa muerte les ha rendido unos
cuantos soles de ganancia. Ellos diezmaron al indio con los
repartimientos y las mitas; ellos importaron al negro para hacerle
gemir bajo el ltigo de los caporales; ellos devoraron al chino,
dndole un puado de arroz por diez y hasta quince horas de trabajo;
ellos extrajeron de sus islas al canaca para dejarle morir de
nostalgia en los galpones de las haciendas; ellos pretenden
introducir hoy al japons (cuando en el Per se habla de inmigracin,
no se trata de procurarse hombres libres que por cuenta propia
labren el suelo y al cabo de algunos aos se conviertan en pequeos
propietarios: se quieren introducir parias que enajenen su libertad
y por el mnimum de jornal proporcionen el mximum de trabajo.) El
negro parece que disminuye, el chino va desapareciendo, el canaca
no ha dejado huella, el japons no da seales de prestarse a la
servidumbre; mas queda el indio, pues trescientos a cuatrocientos
aos de crueldades no han logrado exterminarle; el "infame" se
encapricha en vivir!Los Virreyes del Per no cesaron de condenar los
atropellos ni ahorraron diligencias para lograr "la conservacin,
buen tratamiento y alivio de los indios"; los Reyes de Espaa,
cediendo a "la conmiseracin de sus nobles y catlicas almas"
concibieron medidas humanitarias o secundaron las iniciadas por los
Virreyes. Sobraron los buenos propsitos en las Reales Cdulas.
Ignoramos si las Leyes de Indias forman una pirmide tan elevada
como el Chimborazo; pero sabemos que el mal continuaba lo mismo,
aunque algunas veces hubo castigos ejemplares. Y no poda suceder de
otro modo: oficialmente se ordenaba la explotacin del vencido y se
peda humanidad y justicia a los ejecutores de la explotacin; se
pretenda que humanamente se cometiera iniquidades o equitativamente
se consumaran injusticias. Para extirpar los abusos habra sido
necesario abolir los repartimientos y las mitas, en dos palabras,
cambiar todo el rgimen colonial. Sin las faenas del indio
americano, se habran vaciado las arcas del tesoro espaol. Los
caudales enviados de las colonias a la Metrpoli no eran ms que
sangre y lgrimas; convertidas en oro.La Repblica sigue las
tradiciones del Virreinato. Los presidentes en sus mensajes abogan
por la redencin de los oprimidos y se llaman "protectores de la
raza indgena"; los congresos elaboran leyes que dejaban atrs a la
"Declaracin de los derechos del hombre"; los ministros de Gobierno
expiden decretos, pasan notas a los prefectos y nombran
delegaciones investigadoras, todo "con el noble propsito de
asegurar las garantas de la clase desheredada"; pero mensajes,
leyes, decretos, notas y delegaciones se reducen a jeremiadas
hipcritas, a palabras sin eco, a expedientes manoseados. Las
autoridades que desde Lima imparten rdenes conminatoria a los
departamentos, saben que no sern obedecidas; los prefectos que
reciben las conminaciones de la Capital saben tambin que ningn mal
les resulta de no cumplirlas. Lo que el ao 1648 deca en su
"Memoria" el Marqus de Mancera debe repetirse hoy, leyendo
"gobernadores y hacendados" en lugar de corregidores y caciques:
"Tienen por enemigos estos pobres Indios la codicia de sus
Corregidores, de sus Curas y de sus Caciques, todos atentos a
enriquecer de su sudor; era menester el celo y autoridad de un
Virrey para cada uno; en fe de la distancia se trampea la
obediencia, y ni hay fuerza ni perseverancia para proponer por
segunda vez la quexa." ("Memorias de los Virreyes del Per, Marqus
de Mancera y Conde de Salvatierra", publicadas por Jos Toribio
Polo. Lima, 1889). El "trampear la obediencia" vale mucho en boca
de un virrey; pero vale ms la declaracin escapada a los defensores
de los indgenas de Chucuito (La Raza indgena del Per en los albores
del siglo XX, pgina VI, segundo folleto. Lima, 1903).No faltan
indifilos que en sus iniciativas individuales o colectivas proceden
como los Gobiernos en su accin oficial. Las agrupaciones formadas
para libertar a la raza irredenta no han pasado de contrabandos
polticos abrigados con bandera filantrpica. Defendiendo al indio se
ha explotado la conmiseracin, como invocando a Tacna y Arica se
negocia hoy con el patriotismo. Para que los redentores procedieran
de buena fe, se necesitara que de la noche a la maana sufrieran una
transformacin moral, que se arrepintieran al medir el horror de sus
iniquidades, que formaran el inviolable propsito de obedecer a la
justicia, que de tigres se quisieran volver hombres. Cabe en lo
posible?Entre tanto, y por regla general, los "dominadores" se
acercan al indio para engaarle, oprimirle o corromperle. Y debemos
rememorar que no slo el "encastado" nacional procede con
inhumanidad o mala fe: cuando los europeos se hacen rescatadores de
lana, mineros o hacendados, se muestran buenos exactores y
magnficos torsionarios, rivalizan con los antiguos encomenderos y
los actuales hacendados. El animal de pellejo blanco, nazca donde
naciere, vive aquejado por el mal del oro: al fin y al cabo cede al
instinto de rapacidad.
IIIBajo la Repblica sufre menos el indio que bajo la dominacin
espaola? Si no existen corregimientos ni encomiendas, quedan los
trabajos forzados y el reclutamiento. Lo que le hacemos sufrir
basta para descargar sobre nosotros la execracin de las personas
humanas. Le conservamos en la ignorancia y la servidumbre, le
envilecemos en el cuartel, le embrutecemos con el alcohol, le
lanzamos a destrozarse en las guerras civiles y de tiempo en tiempo
organizamos caceras y matanzas como las de Amantani, Ilave y Huanta
(Una persona verdica y bien informada nos proporciona los
siguientes datos: "Masacre de Amantani.Apenas inaugurada la primera
dictadura de Pirola, los indios de Amantani, isla del Titicaca,
lincharon a un gamonal que haba cometido la imprudencia de
obligarles a hacer ejercicios militares. La respuesta fue el envo
de Puno de dos buques armados en guerra, que bombardearon
ferozmente la isla, de las 6 de la maana a las 6 de la tarde. La
matanza fue horrible, sin que hasta ahora se sepa el nmero de
indios que ese da perecieron, sin distincin de edad ni sexo. Slo se
ven esqueletos que an blanquean metidos de medio cuerpo en las
grietas de los peascos, en actitud de refugiarse."Ilave y Huanta se
consumaron en la segunda administracin de Pirola).No se escribe
pero se observa el axioma de que el indio no tiene derechos sino
obligaciones. Tratndose de l, la queja personal se toma por
insubordinacin, el reclamo colectivo por conato de sublevacin. Los
realistas espaoles mataban al indio cuando pretendan sacudir el
yugo de los conquistadores, nosotros los republicanos nacionales le
exterminamos cuando protesta de las contribuciones onerosas, o se
cansa de soportar en silencio las iniquidades de algn
strapa.Nuestra forma de gobierno se reduce a una gran mentira,
porque no merece llamarse repblica democrtica un estado en que dos
o tres millones de individuos viven fuera de la ley. Si en la costa
se divisa un vislumbre de garantas bajo un remedo de repblica, en
el interior se palpa la violacin de todo derecho bajo un verdadero
rgimen feudal. Ah no rigen Cdigos ni imperan tribunales de
justicia, porque hacendados y "gamonales" dirimen toda cuestin
arrogndose los papeles de jueces y ejecutores de las sentencias.
Las autoridades polticas, lejos de apoyar a dbiles y pobres, ayudan
casi siempre a ricos y fuertes. Hay regiones donde jueces de paz y
gobernadores pertenecen a la servidumbre de la hacienda. Qu
gobernador, qu subprefecto ni qu prefecto osara colocarse frente a
frente de un hacendado?Una hacienda se forma por la acumulacin de
pequeos lotes arrebatados a sus legtimos dueos, un patrn ejerce
sobre sus peones la autoridad de un barn normando. No slo influye
en el nombramiento de gobernadores, alcaldes y jueces de paz, sino
que hace matrimonios, designa herederos, reparte las herencias, y
para que los hijos satisfagan las deudas del padre, les somete a
una servidumbre que suele durar toda la vida. Impone castigos
tremendos como la "corma", la flagelacin, el cepo de campaa y la
muerte; risibles, como el rapado del cabello y las enemas de agua
fra. Quien no respeta vidas ni propiedades realizara un milagro si
guardara miramientos a la honra de las mujeres: toda india, soltera
o casada, puede servir de blanco a los deseos brutales del "seor".
Un rapto, una violacin y un estupro no significan mucho cuando se
piense que a las indias se las debe poseer de viva fuerza. Y a
pesar de todo, el indio no habla con el patrn sin arrodillarse ni
besarle la mano. No se diga que por ignorancia o falta de cultura
de los seores territoriales proceden as: los hijos de algunos
hacendados van nios a Europa, se educan en Francia o Inglaterra y
vuelven al Per con todas las apariencias de gentes civilizadas; mas
apenas se confinan en sus haciendas, pierden el barniz europeo y
proceden con ms inhumanidad y violencia que sus padres: con el
sombrero, el poncho y las "roncadoras", reaparece la fiera. En
resumen: las haciendas constituyen reinos en el corazn de la
Repblica, los hacendados ejercen el papel de autcratas en medio de
la democracia.
IVPara cohonestar la incuria del Gobierno y la inhumanidad de
los expoliadores, algunos pesimistas a lo Le Bon marcan en la
frente del indio un estigma infamatorio: le acusan de refractario a
la civilizacin.. Cualquiera se imaginara que en todas nuestras
poblaciones se levantan esplndidas escuelas, donde. bullen eximios
profesores muy bien rentados, y que las aulas permanecen vacas
porque los nios, obedeciendo las rdenes de sus padres, no acuden a
recibir educacin. Se imaginara tambin que los indgenas no siguen
los moralizadores ejemplos de las clases dirigentes o crucifican
sin el menor escrpulo a todos los predicadores de ideas levantadas
y generosas. El indio recibi lo que le dieron: fanatismo y
aguardiente.Veamos qu se entiende por civilizacin? Sobre la
industria y el arte, sobre la erudicin y la ciencia, brilla la
moral como punto luminoso en el vrtice de una gran pirmide. No la
moral teolgica fundada en una sancin pstuma, sino la moral humana,
que no busca sancin ni la buscara lejos de la Tierra. El "summum"
de la moralidad, tanto para los individuos como para las
sociedades, consiste en haber transformado la lucha de hombre
contra hombre en el acuerdo mutuo para la vida. Donde no hay
justicia, misericordia ni benevolencia, no hay civilizacin; donde
se proclama ley social lastruggle for life,reina la barbarie. Qu
vale adquirir el saber de un Aristteles cuando se guarda el corazn
de un tigre? Qu importa poseer el don artstico de un Miguel Angel
cuando se lleva el alma de un cerdo? Ms que pasar por el mundo
derramando la luz del arte o de la ciencia, vale ir destilando la
miel de la bondad. Sociedades altamente civilizadas mereceran
llamarse aqullas donde practicar el bien ha pasado de obligacin a
costumbre, donde el acto bondadoso se ha convertido en arranque
instintivo. Los dominadores del Per han adquirido ese grado de
moralizacin? Tienen derecho de considerar al indio como un ser
incapaz de civilizarse?La organizacin poltica y social del antiguo
imperio admira hoy a reformadores y revolucionarios europeos.
Verdad, Atahualpa no saba el Padrenuestro ni Calchuima pensaba en
el misterio de la Trinidad; pero el culto del Sol era quiz menos
absurdo que la Religin catlica, y el gran Sacerdote de Pachacamac
no venca tal vez en ferocidad al padre Valverde. Si el sbdito de
Huaina-Capac admita la civilizacin, no encontramos motivo para que
el indio de la Repblica la rechace, salvo que toda la raza hubiera
sufrido irremediable decadencia fisiolgica. Moralmente hablando, el
indgena de la Repblica se muestra inferior al indgena hallado por
los conquistadores; mas depresin moral a causa de servidumbre
poltica no equivale a imposibilidad absoluta para civilizarse por
constitucin orgnica. En todo caso, sobre quin gravitara la
culpa?Los hechos desmienten a los pesimistas. Siempre que el indio
se instruye en colegios o se educa por el simple roce con personas
civilizadas, adquiere el mismo grado de moral y cultura que el
descendiente del espaol. A cada momento nos rozamos con amarillos
que visten, comen y piensan como los "melifluos caballeros de
Lima". Indios vemos en Cmaras, municipios, magistratura,
universidades y ateneos, donde se manifiestan ni ms venales ni ms
ignorantes que los de otras razas. Imposible deslindar
responsabilidades en el "totum revolutis" de la poltica nacional
para decir qu mal ocasionaron los mestizos, los mulatos y los
blancos. Hay tal promiscuidad de sangres y colores, representa cada
individuo tantas mezclas lcitas o ilcitas, que en presencia de
muchsimos peruanos quedaramos perplejos para determinar la dosis de
negro y amarillo que encierran en sus organismos: nadie merece el
calificativo de blanco puro, aunque lleve azules los ojos y rubio
el cabello. Slo debemos recordar que el mandatario con mayor
amplitud de miras perteneci a la raza indgena, se llamaba Santa
Cruz. Lo fueron cien ms, ya valientes hasta el herosmo como
Cahuide; ya fieles hasta el martirio como Olaya.Tiene razn Novicow
al afirmar que "las pretendidas incapacidades de los amarillos y
los negros son quimeras de espritus enfermos". Efectivamente, no
hay accin generosa que no pueda ser realizada por algn negro ni por
algn amarillo, como no hay acto infame que no pueda ser cometido
por algn blanco. Durante la invasin de China en 1900, los amarillos
del Japn dieron lecciones de humanidad a los blancos de Rusia y
Alemania. No recordamos si los negros de Africa las dieron alguna
vez a los boers del Transvaal o a los ingleses del Cabo: sabemos s
que el anglosajn Kitchener se muestra tan feroz en el Sudn como
Behanzin en el Dahomey. Si en vez de comparar una muchedumbre de
piel blanca con otras muchedumbres de piel oscura, comparamos un
individuo con otro individuo, veremos que en medio de la
civilizacin blanca abundan cafres y pieles rojas por dentro. Como
flores de raza u hombres representativos, nombremos al Rey de
Inglaterra y al Emperador de Alemania: Eduardo VII y Guillermo II
merecen compararse con el indio Benito Jurez y con el negro Booker
Washington? Los que antes de ocupar un trono vivieron en la
taberna, el garito y la manceba, los que desde la cima de un
imperio ordenan la matanza sin perdonar a nios, ancianos ni
mujeres, llevan lo blanco en la piel mas esconden lo negro en el
alma.De slo la ignorancia depende el abatimiento de la raza
indgena? Cierto, la ignorancia nacional parece una fbula cuando se
piensa que en muchos pueblos del interior no existe un solo hombre
capaz de leer ni de escribir, que durante la guerra del Pacfico los
indgenas miraban la lucha de las dos naciones como una contienda
civil entre el general Chile y el general Per, que no hace mucho
los emisarios de Chucuito de dirigieron a Tacna figurndose
encontrar ah al Presidente de la Repblica.Algunos pedagogos
(rivalizando con los vendedores de panaceas) se imaginan que
sabiendo un hombre los afluentes del Amazonas y la temperatura
media de Berln, ha recorrido la mitad del camino para resolver
todas las cuestiones sociales. Si por un fenmeno sobrehumano, los
analfabetos nacionales amanecieran maana, no slo sabiendo leer y
escribir, sino con diplomas universitarios, el problema del indio
no habra quedado resuelto: al proletariado de los ignorantes,
sucedera el de los bachilleres y doctores. Mdicos sin enfermos,
abogados sin clientela, ingenieros sin obras, escritores sin
pblico, artistas sin parroquianos, profesores sin discpulos,
abundan en las naciones ms civilizadas formando el innumerable
ejrcito de cerebros con luz y estmagos sin pan. Donde las haciendas
de las costas suman cuatro o cinco mil fanegadas, donde las
estancias de la sierra miden treinta y hasta cincuenta leguas, la
nacin tiene que dividirse en seores y siervos.Si la educacin suele
convertir al bruto impulsivo en un serrazonable y magnnimo, la
instruccin le ensea y le ilumina el sendero que debe seguir para no
extraviarse en las encrucijadas de la vida. Mas divisar una senda
no equivale a seguirla hasta el fin; se necesita firmeza en la
voluntad y vigor en los pies. Se requiere tambin poseer un nimo sin
altivez y rebelda, no de sumisin y respeto como el soldado y el
monje. La instruccin puede mantener al hombre en la bajeza y la
servidumbre: instruidos fueron los eunucos y gramticos de Bizancio.
Ocupar en la Tierra el puesto que le corresponde en vez de aceptar
el que le designan: pedir y tomar su bocado; reclamar su techo y su
pedazo de terruo, es el derecho de todo ser racional.Nada cambia ms
pronto ni ms radicalmente la psicologa del hombre que la propiedad:
al sacudir la esclavitud del vientre, crece en cien palmos. Con slo
adquirir algo, el individuo asciende algunos peldaos en la escala
social, porque las clases se reducen a grupos clasificados por el
monto de la riqueza. A la inversa del globo aerosttico, sube ms el
que ms pesa. Al que diga: "la escuela", respndasele: "la escuela y
el pan".La cuestin del indio, ms que pedaggica, es econmica, es
social. Cmo resolverla? No hace mucho que un alemn concibi la idea
de restaurar el Imperio de los Incas: aprendi el quechua, se
introdujo en las indiadas del Cuzco, empez a granjearse
partidarios, y tal vez habra intentado una sublevacin, si la muerte
no le hubiera sorprendido al regreso de un viaje por Europa. Pero
cabe hoy semejante restauracin? Al intentarla, al querer
realizarla, no se obtendra ms que el empequeecido remedo de una
grandeza pasada.La condicin del indgena puede mejorar de dos
maneras: o el corazn de los opresores se conduele al extremo de
reconocer el. derecho de los oprimidos, o el nimo de los oprimidos
adquiere la virilidad suficiente para escarmentar a los opresores.
Si el indio aprovechara en rifles y cpsulas todo el dinero que
desperdicia en alcohol y fiestas, si en un rincn de su choza o en
el agujero de una pea escondiera un arma, cambiara de condicin,
hara respetar su propiedad y su vida. A la violencia respondera con
la violencia, escarmentando al patrn que le arrebata las lanas, al
soldado que le recluta en nombre del gobierno, al montonero que le
roba ganado e bestias de carga.Al indio no se le predique humildad
y resignacin, sino orgullo y rebelda. Qu ha ganado con trescientos
o cuatrocientos aos de conformidad y paciencia? Mientras menos
autoridades sufra, de mayores daos se liberta. Hay un hecho
revelador: reina mayor bienestar en las comarcas ms distantes de
las grandes haciendas, se disfruta de ms orden y tranquilidad en
los pueblos menos frecuentados por las autoridades.En resumen: el
indio se redimir merced a su esfuerzo propio, no por la humanizacin
de sus opresores. Todo blanco es, ms o menos, un Pizarro, un
Valverde o un Areche.M. Gonzlez PradaEL ESTADO
Escrito:En 1904.Primera edicin:En 1904, en el peridico
anarcosindicalistaLos Parias, Lima - Per.Esta edicin:Marxists
Internet Archive, 2012.HTML:Marcelo Zavalla, 2012.
Esclavizarse por razn de poltica vale tanto como someterse por
causa de religin: esclavos de una casaca o de una levita da lo
mismo que siervo de una sotana o de un hbito. Reconocer la
omnipotencia de un Parlamento es, acaso, ms absurdo que admitir la
infalibilidad de un concilio: siquiera en las magnas reuniones de
los clrigos ergotizan y fallan hombres que saben latn y cnones,
mientras en los congresos divagan y legiferan personajes que a
duras penas logran recordar cuntos dedos llevan en cada mano.En el
orden civil se puede ser tan Domingo de Guzmn y Torquemada como en
el gobierno eclesistico. Inquisidores laicos, los polticos mudan la
Diosa-Iglesia por el Dios-Estado y rechazan los misterios del
Catolicismo para profesar los dogmas de la Ley. El espritu que
anima a los curas no se diferencia mucho del que arrastra a los
hombres pblicos: tonsurados y no tonsurados, todos proceden o
procederan de igual manera. Los polticos no fulminan excomuniones
ni encienden hogueras, mas declaran fuera de la ley, encarcelan,
deportan y fusilan: hacen cuanto el medio social permite, que muy
bien excomulgaran y quemaran, si les dejaran excomulgar y
quemar.Antes se negaba la moralidad sin la religin; hoy no se
admiten el orden sin las leyes, el individuo sin la autoridad, la
fiera sin el domador. Como el amor a Dios y el miedo al infierno se
han convertido en entidades despreciables que de nada influyen en
la conducta de las personas ingnitamente honradas, as el respeto a
las autoridades y el temor a los cdigos no engendran la rectitud de
los corazones bien puestos: sin alguaciles ni crceles, los honrados
seguirn procediendo honradamente, como a pesar de crceles y
alguaciles, los malos continan haciendo el mal.Los que en nuestros
das no conciben el movimiento social sin el motor del Estado se
parecen a los infelices que en pleno siglo XIX no comprendan cmo un
tren pudiera ir y venir sin la traccin animal. Recuerdan tambin al
campesino que se lo explicaba todo en el automvil menos el cmo
pudiera andar sin caballos.El individuo se ha degradado hasta el
punto de convertirse en cuerpo sin alma, incondicionalmente
sometido a la fuerza del Estado; para l suda y se agota en la mina,
en el terruo y en la fbrica; por l lucha y muere en los campos de
batalla. En la Edad Media fuimos un trozo de gnero para coser una
sotana; hoy somos el mismo trozo para hacer una casaca. Y(todo lo
sufrimos cobarde y ovejunamente! Merced a innumerables siglos de
esclavitud y servidumbre, parece que hubiramos adquirido el miedo
de vernos libres y dueos de nosotros mismos: en plena libertad,
vacilamos como ciegos sin lazarillo, temblamos como nio en medio de
las tinieblas.Por eso, las mismas vctimas unen su voz a la voz de
los verdugos para clamar contra los valerosos reformadores que
predican la total emancipacin del individuo. Mas no creemos que en
las muchedumbres dure eternamente esa aberracin mental. Las
semillas arrojadas por los grandes libertarios de Rusia y Francia
van germinando en Amrica y Europa. Los burgueses ms espantadizos
empiezan a ver en la Anarqua algo que no se resume en las bombas de
Vaillant y Ravachol.Los que vengan maana, juzgarn a los actuales
enemigos del Estado, como nosotros juzgamos a los antiguos
adversarios de la Iglesia: vern en anarquistas y rebeldes lo que
nosotros vemos hoy en los impos y herejes de otras pocas.M. Gonzlez
PradaLA AUTORIDAD
Escrito:En 1904.Primera edicin:En 1904, en el peridico
anarcosindicalistaLos Parias, Lima - Per.Esta edicin:Marxists
Internet Archive, 2012.HTML:Marcelo Zavalla, 2012.
Segn los antiguos, el poderoso Zeus, al arrebatarle la libertad
a un hombre, le quitaba la mitad de su virtud. Muy bien: perdemos
lo ms grande y lo mejor de nuestro ser al sufrir el oprobio de la
esclavitud; pero qu ganamos desde el instante que ascendemos al
rango de autoridad? Cojamos al ente ms inofensivo, otorgumosle la
ms diminuta fraccin de mando, y veremos que instantneamente, como
herido por una vara mgica, se transforma en un dspota insolente y
agresivo.Pocos, poqusimos hombres conservan en el mando las
virtudes que revelan en la vida privada. La piedra de toque para
valorizar a un alma no debemos buscarla en el infortunio sino en el
poder: encumbremos al justo, y en la cima le descubriremos
imperfecciones que no le notbamos en el llano.Nada corrompe ni
malea tanto como el ejercicio de la autoridad, por momentnea y
reducida que sea. Hay algo ms odioso que un nio vigilando a sus
condiscpulos, que un sirviente haciendo el papel de mayordomo, que
un jornalero desempeando el oficio de caporal, que un presidiario
convirtindose en guardin de sus compaeros? Si alguacil, si nada ms
que sustituto de alguacil pudiramos nombrar al inerme gusano, al
punto lograramos metamorfosearle en vbora.Preguntaba un viejo
yanqui a un inmigrante recin desembarcado en Nueva York:-Es usted
republicano?-No; yo no soy republicano.-Es usted demcrata?-No; yo
no soy demcrata.-Entonces...?-Soy de la oposicin; siempre contra el
Gobierno.Este dialoguillo resume los sentimientos de un alma libre,
rechazando el principio de autoridad y declarndole guerra donde le
encuentra. (Ojal todos pensaran como l!Porque, si en opinin de los
fanticos, el principio de la sabidura es el temor de Jehovah, en
concepto de los hombres libres la cordura de un pueblo estriba en
el menosprecio a la autoridad. Eso que llaman desacato y lesa
majestad carece de sentido para gentes emancipadas, slo tiene
significacin para el enjambre de palaciegos y cortesanos. (Qu
nuseas sentiramos si conociramos el nmero de crmenes y bajezas que
simbolizan la banda de un presidente, la mitra de un obispo, la
medalla de un magistrado y las charreteras de un general! (Cuntas
genuflexiones y curvaturas! (Cuntos empeos y chismes! (Cuntos
perjurios y cohechos! (Cuntas prostituciones de las madres, de las
hermanas, de las esposas y de las hijas! A mayor encumbramiento,
mayor ignominia, pues hubo que arrastrarse ms para subir ms
alto.Las muchedumbres no deben alucinarse con ttulos pomposos ni
dejarse deslumbrar con uniformes o vestiduras churriguerescas. Se
hallan en la obligacin de repetirse noche y da que el mando no
implica superioridad sobre la obediencia, que la blusa del
jornalero no tiene por qu humillarse al frac del Presidente. Si
cabe alguna diferencia entre el Jefe Supremo y el simple ciudadano,
ella redunda en honor del segundo: el ciudadano paga; el Jefe
Supremo recibe la remuneracin: uno es el amo; el otro es el
domstico. Los pequeos y los grandes dignatarios de la nacin no
pasan de lacayos ms o menos serviles; todo uniforme es librea, como
todo sueldo es propina.Odiemos, pues, a las autoridades por la nica
razn de serio: con el solo hecho de solicitar o ejercer mando, se
denuncia la perversidad en los instintos. El que se figura tener
alma de rey, posee corazn de esclavo; el que piensa haber sido
creado para el seoro, naci para la servidumbre. El hombre
verdaderamente bueno y libre no pretende mandar ni quiere obedecer:
como no acepta la humillacin de reconocer amos ni seores, rechaza
la iniquidad de poseer esclavos y siervos.
M. Gonzlez PradaLA FIESTA UNIVERSAL
Escrito:En 1905.Primera edicin:En 1905, en el peridico
anarcosindicalistaLos Parias, Lima - Per.Esta edicin:Marxists
Internet Archive, 2012.HTML:Marcelo Zavalla, 2012.
El 1 de mayo tiende a ser para la Humanidad lo que el 25 de
diciembre para el mundo cristiano: una fecha de alegra, de
esperanza, de regeneracin.Los cristianos celebran el nacimiento de
un hombre que, sin tenerse por Dios, dice lo suficiente para que le
juzguen divino: titulndose hijo de un padre que probablemente no
existe, viene a redimirnos de una culpa que seguramente no hemos
cometido. Segn la historia o la leyenda, ese hombre se hace
crucificar por nosotros; pero el sacrificio no sirve de mucho, dado
que hoy la mayora de la Humanidad se condena por no conocer el
Syllabus ni el catn cristiano. Un redentor que nos hubiera redimido
del hambre, dndonos una simple frmula para transformar los
guijarros en pan y el agua en leche, habra hecho ms que Jesucristo
con todos los sermones y milagreras del Evangelio.Los
revolucionarios saludan hoy el maana, el futuro advenimiento de una
era en que se realice la liberacin de todos los oprimidos y la
fraternidad de todas las razas. El creyente y el ateo, el
mahometano y el judo, el budista y el bramano, lo mismo que el
negro, el amarillo y el blanco, todos, en una palabra, tienen
derecho de venir a regocijarse, todos son llamados a cobijarse bajo
los pliegues de la bandera roja. Los cristianos guardan un cielo
para unos y reservan un infierno para otros; los revolucionarios
buscan un paraso terrestre donde hallen cabida lodos, hasta sus
implacables enemigos.El 1 de mayo carecera de importancia y se
confundira con las fechas religiosas y patriticas, si no
significara revolucin de todos para emancipar a todos. La revolucin
de una clase para surgir ella sola y sobreponerse a las otras, no
sera ms que una parodia de las antiguas convulsiones polticas.Se ha
dicho y diariamente sigue repitindose: La emancipacin de los
obreros tiene que venir de los obreros mismos. Nosotros agregaremos
para ensanchar las miras de la revolucin social, para humanizarla y
universalizarla: la emancipacin de la clase obrera debe ser
simultnea con la emancipacin de las dems clases. No slo el
trabajador sufre la iniquidad de las leyes, las vejaciones del
poder y la tirana del capital; todos somos, ms o menos,
escarnecidos y explotados, todos nos vemos cogidos por el inmenso
pulpo del Estado. Excluyendo a la nube de parsitos que nadan en la
opulencia y gozan hoy sin sentir la angustia del maana, la
muchedumbre lucha desesperadamente para cubrir la desnudez y matar
el hambre.A todos nos cumple dar nuestro contingente de luz y de
fuerza para que el obrero sacuda el yugo del capitalista; pero al
obrero le cumple, tambin, ayudar a los dems oprimidos para que
destrocen las cadenas de otros amos y seores.Los instintos de los
hombres no se transforman sbitamente, merced a convulsiones
violentas: con la guillotina se suprimen las cabezas de algunos
malos; con las leyes y discursos o con tempestuosos cambios de
autoridades, no se improvisan buenos corazones. Hay que sanearse y
educarse a s mismo, para quedar libre de dos plagas igualmente
abominables: la costumbre de obedecer y el deseo de mandar. Con
almas de esclavos o de mandones, no se va sino a la esclavitud o a
la tirana.Por eso creemos que una revolucin puramente obrera, en
beneficio nico de los obreros, producira los mismos resultados que
las sediciones de los pretorianos y los movimientos de los
polticos. Triunfante la clase obrera y en posesin de los medios
opresores, al punto se convertira en un mandarinato de burgueses
tan opresores y egostas como los seores feudales y los patrones
modernos. Se consumara una regresin al rgimen de castas, con una
sola diferencia: la inversin en el orden de los oprimidos.Braceros
y no braceros, todos clamamos por una redencin, que no pudo venir
con el individualismo enseado por los economistas ni vendr con el
socialismo multiforme, predicado de modo diferente por cada uno de
sus innumerables apstoles. (Pues conviene recordar que as como no
hay religin sino muchas religiones, no existe socialismo sino
muchos socialismos.)Pero, nada se vislumbra fuera de
individualistas y socialistas? Lejos del socialismo depresor que,
sea cual fuere su forma, es una manera de esclavitud o un remedo de
la vida monacal; lejos tambin del individualismo egosta que profesa
el Dejar hacer, dejar pasar, y el Cada uno para s, cada uno en su
casa, divisamos una cumbre lejana donde leemos esta nica palabra:
Anarqua.
M. Gonzlez PradaPRIMERO DE MAYO
Escrito:En 1906.Primera edicin:En 1906, en el peridico
anarcosindicalistaLos Parias, Lima - Per.Esta edicin:Marxists
Internet Archive, 2012.HTML:Marcelo Zavalla, 2012.
La celebracin de este da va tomando las proporciones de una
fiesta mundial. Ya no son exclusivamente los obreros de las grandes
poblaciones norteamericanas y europeas los que se regocijan hoy con
la esperanza de una prxima redencin y renuevan sus maldiciones a la
insaciable rapacidad del capitalismo. En nuestra Amrica del Sur, en
casi todos los pueblos civilizados, soplan vientos de rebelin al
irradiar el 1 de mayo.Y se comprende: el proletariado de las
sociedades modernas no es ms que una prolongacin del vasallaje
feudal. Donde hay cambio de dinero por fuerza muscular, donde uno
paga el salario y el otro le recibe en remuneracin de trabajo
forzoso, ah existe un amo y un siervo, un explotador y un
explotado. Toda industria legal se reduce a un robo legalmente
organizado.Segn la iniciativa que parece emanada de los socialistas
franceses, todas las manifestaciones que hagan hoy los obreros
deben converger a crear una irresistible agitacin para conseguir la
jornada de ocho horas. Cierto, para la emancipacin integral soada
por la anarqua, eso no vale mucho; pero en relacin al estado
econmico de las naciones y al desarrollo mental de los obreros,
significa muchsimo: es un gran salto hacia adelante en un terreno
donde no se puede caminar ni a rastras. Si la revolucin social ha
de verificarse lentamente o palmo a palmo, la conquista de las ocho
horas debe mirarse como un gran paso; si ha de realizarse
violentamente y en bloque, la disminucin del tiempo dedicado a las
faenas materiales es una medida preparatoria: algunas de las horas
que el proletariado dedica hoy al manejo de sus brazos podra
consagrarlas a cultivar su inteligencia, hacindose hombre
consciente, conocedor de sus derechos y, por consiguiente,
revolucionario. Si el obrero cuenta con muchos enemigos, el mayor
est en su ignorancia.Desde Nueva York hasta Roma y desde Buenos
Aires hasta Pars, flamearn hoy las banderas rojas y tronarn los
gritos de rebelda. Probablemente, relucirn los sables y detonarn
los rifles. Porque si en algunos pueblos las modestas
manifestaciones de los obreros provocan la sonrisa de los necios o
el chiste de los imbciles, en otros pases el interminable desfile
de los desheredados hace temblar y palidecer a las clases
dominadoras. Y nada ms temible que una sociedad cogida y empujada
por el miedo. Ah est Rusia, donde el miedo tiene quiz ms parte en
el crimen que la maldad misma, siendo sta de quilates muy
subidos.Si consideramos el 1 de mayo como una fiesta mundial,
anhelemos que ese da, en vez de slo pregonar la lucha de clases, se
predique la revolucin humana o para todos. En el largo martirologio
de la historia, as como en los actuales dramas de la miseria, los
obreros no gozan el triste privilegio de ofrecer las vctimas. La
sociedad es una inmensa escala de iniquidades, todos combaten por
adquirir el amplio desarrollo de su individualidad. Todos los
cerebros piden luz, todos los corazones quieren amor, todos los
estmagos exigen pan. Hasta los opresores y explotadores necesitan
verse emancipados de s mismos porque son miserables esclavos
sujetos a las preocupaciones de casta y secta.Para el verdadero
anarquista no hay, pues, una simple cuestin obrera, sino un
vastsimo problema social; no una guerra de antropfagos entre clases
y clases, sino un generoso trabajo de emancipacin humana.
M. Gonzlez Prada
La anarqua
Escrito:En 1907.Primera edicin:En 1907, en el peridico
anarcosindicalistaLos Parias, Lima - Per. Luego se lo incluy en la
antologa de sus obras,Anarqua, publicada en 1936 en Chile.Esta
edicin:Marxists Internet Archive, 2001.
Si a unapersona seriale interrogamos qu entiende por Anarqua,
nos dir, como absolviendo la pregunta de un catecismo: "Anarqua es
la dislocacin social, el estado de guerra permanente, el regreso
del hombre a la barbarie primitiva". Llamar tambin al anarquista un
enemigo jurado de vida y propiedad ajenas, un energmeno acometido
de fobia universal y destructiva, una especie de felino extraviado
en el corazn de las ciudades. Para muchas gentes, el anarquista
resume sus ideales en hacer el mal por el gusto de hacerle.No
solamente laspersonas seriasy poco instruidas tienen ese modo
infantil de ver las cosas: hombres ilustrados, que en otras
materias discurren con lucidez y mesura, desbarran lastimosamente
al hablar de anarquismo y anarquistas. Siguen a los santos padres
cuando trataban de herejas y herejes. Lombroso y Le Bon recuerdan a
Tertuliano y San jernimo. El autor deElhombre criminalno lleg hasta
insinuar que los anarquistas fueran entregados a las muchedumbres,
quiere decir, sometidos a la ley de Lynch? Hay, pues, sus
Torquemadas laicos, tan feroces y terribles como los
sacerdotes.Quienes juzgan la Anarqua por el revlver de Bresci, el
pual de Caserio y las bombas de Ravachol no se distinguen de los
librepensadores vulgares que valorizan el Cristianismo por las
hogueras de la Inquisicin y los mosquetazos de la Saint-Barthlemy.
Para medir el alcance de los denuestos prodigados a enemigos por
enemigos, recordemos a paganos y cristianos de los primeros siglos
acusndose recprocamente de asesinos, incendiarios, concupiscentes,
incestuosos, corruptores de la infancia, unisexuales, enemigos del
Imperio, baldn de la especie humana, etc. Cartago historiada por
Roma, Atenas por Esparta, sugieren una idea de la Anarqua juzgada
por sus adversarios. La sugieren tambin nuestros contemporneos en
sus controversias polticas y religiosas. Si para el
radical-socialista, un monrquico representa al reo justiciable,
para el monrquico, un radical-socialista merece el patbulo. Para el
anglicano, nadie tan depravado como el romanista, para el
romanista, nadie tan digno de abominacin como el anglicano. Afirmar
en discusiones polticas o religiosas que un hombre es un imbcil o
un malvado, equivale a decir que ese hombre no piensa como nosotros
pensamos.Anarqua y anarquista encierran lo contrario de lo que
pretenden sus detractores. El ideal anrquico se pudiera resumir en
dos lneas: la libertad ilimitada y el mayor bienestar posible del
individuo, con la abolicin del Estado y la propiedad individual. Si
ha de censurarse algo al anarquista, censresele su optimismo y la
confianza en la bondad ingnita del hombre. El anarquista,
ensanchando la idea cristiana, mira en cada hombre un hermano; pero
no un hermano inferior y desvalido a quien otorga caridad, sino un
hermano igual a quien debe justicia, proteccin y defensa. Rechaza
la caridad como una falsificacin hipcrita de la justicia, como una
irona sangrienta, como el don nfimo y vejatorio del usurpador al
usurpado. No admite soberana de ninguna especie ni bajo ninguna
forma, sin excluir la ms absurda de todas: la del pueblo. Niega
leyes, religiones y nacionalidades, para reconocer una sola
potestad: el individuo. Tan esclavo es el sometido a la voluntad de
un rey o de un pontfice, como el enfeudado a la turbamulta de los
plebiscitos o a la mayora de los parlamentos. Autoridad implica
abuso, obediencia denuncia abyeccin, que el hombre verdaderamente
emancipado no ambiciona el dominio sobre sus iguales ni acepta ms
autoridad que la de uno mismo sobre uno mismo.Sin embargo, esa
doctrina de amor y piedad, esa exquisita sublimacin de las ideas
humanitarias, aparece diseada en muchos autores como una escuela
del mal, como una glorificacin del odio y del crimen, hasta como el
producto morboso de cerebros desequilibrados. No falta quien halle
sinnimos a matoide y anarquista. Pero, slo contiene insania, crimen
y odio la doctrina profesada por un Reclus, un Kropotkin, un Faure
y un Grave? La anarqua no surgi del proletariado como una explosin
de ira y un simple anhelo de reivindicaciones en beneficio de una
sola clase: tranquilamente elaborada por hombres nacidos fuera de
la masa popular, viene de arriba, sin conceder a sus iniciadores el
derecho de constituir unalitecon la misin de iluminar y regir a los
dems hombres. Naturalezas de seleccin, rboles de copa muy elevada,
produjeron esa fruta de salvacin.No se llame a la Anarqua un
empirismo ni una concepcin simplista y anticientfica de las
sociedades. Ella no rechaza el positivismo comtiano; le acepta,
despojndole del Dios-Humanidad y del sacerdocio educativo, es
decir, de todo rezago semiteolgico y neocatlico. Augusto Comte
mejora a Descartes, ensancha a Condillac, fija el rumbo a Claude
Bernard y sirve de correctivo anticipado a los Bergson nacidos y
por nacer. Si el darwinismo mal interpretado pareca justificar la
dominacin de los fuertes y el imperialismo desptico, bien
comprendido llega a conclusiones humanitarias, reconociendo el
poderoso influjo del auxilio mutuo, el derecho de los dbiles a la
existencia y la realidad del individuo en contraposicin al vago
concepto metafsico de especie. La Ciencia contiene afirmaciones
anrquicas y la Humanidad tiende a orientarse en direccin de la
Anarqua.Hay pocas en que algunas ideas flotan en el ambiente, hacen
parte de la atmsfera y penetran en los organismos ms refractarios
para recibirlas. Hasta Spencer, hasta el gran apstol de la evolucin
antirrevolucionaria y conservadora, tiene rfagas de anarquismo. Los
representantes mismos del saber oficial y universitario suelen
emitir ideas tan audaces, que parecen tomadas de un Bakunin o de un
Proudhon. Un profesor de la Universidad de Burdeos, Duguit, no
vacila en repetir: "Pienso que est en camino de elaborarse una
sociedad nueva, de la cual han de rechazarse tanto la nocin de un
derecho perteneciente a la colectividad para mandar en el individuo
como la nocin de un derecho del individuo para imponer su
personalidad a la colectividad y a los dems individuos. Y si,
atendiendo a las necesidades de la exposicin, personificamos la
colectividad en el Estado, niego lo mismo el derecho subjetivo del
Estado que el derecho subjetivo del individuo". (Las
transformaciones del Estado,traduccin de A. Posada).No quiere decir
que nos hallemos en vsperas de establecer una sociedad anrquica.
Entre la partida y la llegada median ruinas de imperios, lagos de
sangre y montaas de vctimas. Nace un nuevo Cristianismo sin Cristo;
pero con sus perseguidores y sus mrtires. Y si en veinte siglos no
ha podido cristianizarse el mundo, cuntos siglos tardar en
anarquizarse?La Anarqua es el punto luminoso y lejano hacia donde
nos dirigimos por una intrincada serie de curvas descendentes y
ascendentes. Aunque el punto luminoso fuese alejndose a medida que
avanzramos y aunque el establecimiento de una sociedad anrquica se
redujera al sueo de un filntropo, nos quedara la gran satisfaccin
de haber soado. Ojal los hombres tuvieran siempre sueos tan
hermosos!
M. Gonzlez PradaLA COMUNA DE PARIS
Escrito:En 1909.Primera edicin:En 1909, en el peridico
anarcosindicalistaLos Parias, Lima - Per.Esta edicin:Marxists
Internet Archive, 2012.HTML:Marcelo Zavalla, 2012.
Si hay algo que puede hacernos poner en duda la infalibilidad de
los fallos histricos es seguramente la rpida modificacin de los
juicios sobre la Comuna de Pars. Execrada ayer por casi todos los
escritores burgueses como una explosin de las malas pasiones o como
la siniestra mascarada de unos bandidos sedientos de sangre y
pillaje, es considerada hoy por muchos escritores de esa misma
casta como un prematuro ensayo de reivindicaciones sociales o como
la insurreccin violenta pero justa de hombres animados por ideales
generosos. Raros dejan de condenar la implacable saa de los
vencedores ni de horrorizarse ante el resultado de una desigual
partida en que el ejrcito de Versalles sufri unas quinientas bajas
mientras los comunistas o confederados tuvieron ms de treinta mil
vctimas, incluyendo en ellas un considerable nmero de mujeres, de
ancianos y aun de nios.Hasta los polticos --que fueron y siguen
siendo los mixtificadores del pueblo y los monopolizadores de los
beneficios causados por las revoluciones--, hasta ellos recurren
hoy a los distingos, separan el bien del mal y reconocen que la
Comuna de Pars hizo la repblica de Francia. Reconocimiento irnico y
romntico, pues no les induce a mostrarse ms agradecidos ni ms
humanos con sus benefactores. El obrero sufre bajo el gobierno
republicano de Fallires la misma servidumbre econmica que sufra
bajo el rgimen imperial de Napolen III. Hoy, como antes, el poltico
es el aliado del patrn; hoy, como antes, el obrero en huelga tiene
que ceder ante el arma del pretoriano. Si el comunista de 1871 hizo
la Repblica, los republicanos no le hicieron ms libre ni ms
feliz.Examinando las cosas a la luz de la experiencia y con la
perspectiva de la distancia, se ve, actualmente, de qu provino el
fracaso y en dnde se hallan las races del mal. La Comuna incurri en
la gravsima falta de haber sido un movimiento poltico, ms bien que
una revolucin social; y si no hubiera muerto ahogada en sangre,
habra desaparecido tal vez en un golpe de Estado, como sucedi a la
Repblica del 48. Sus hombres, por ms temibles y destructores que
parecieran a los vecinos honrados, sentan hacia las instituciones
sociales y hacia la propiedad un respeto verdaderamente burgus. No
atrevindose a provocar una crisis financiera de amplitudes
colosales, se convirtieron en guardianes de la riqueza amontonada
en los bancos, defendieron a ese Capital --inhumano y egosta-- que
azuzaba y lanzaba contra ellos a la feroz soldadesca de
Versalles.En cuanto a los crmenes y horrores de la Comuna, cules
fueron, exceptuando el fusilamiento del arzobispo Darboy, del
clrigo Deguerry y de unos cuantos frailes dominicos? El acto, no
por muy censurable que sea, merece disculpa al tener presente que
vino como represalia y fue ejecutado en las ltimas horas de la
lucha, cuando el despecho de la derrota inevitable y cercana
enfureca los corazones y les ahogaba todo sentimiento de humanidad.
Por qu horrorizarse con una decena de ejecuciones hechas por los
comunistas y no con los millares de asesinatos cometidos por el
ejrcito del orden? Ser, probablemente, por la categora de las
vctimas, pensando que la vida de un obispo vale por la vida de diez
mil proletarios. Nosotros no pensamos as; no sabemos por qu la
sangre de un clrigo ha de ser ms sagrada que la de un albail. Vida
por vida, nos parece ms til la del obrero que la del vendedor de
misas y mascullador de latines.Aunque muchos juzguen una exageracin
el repetirlo, afirmamos que si en algo pec la Comuna, fue,
seguramente, en la lenidad de sus medidas: amenaz mucho, agredi muy
poco. Un testigo, nada favorable a ella, escriba a mediados de
mayo, es decir, unos cuantos das antes de la toma de Pars: "Siete
semanas haca que la Comuna decretaba medidas terroristas y justo el
mismo tiempo que esas medidas quedaban sin ejecucin. Se comenzaba a
creer, de su parte, en una especie de locura dulce, compatible con
una sociabilidad relativa... Los solos condenados serios eran los
pobres diablos que ella enviaba a las fortificaciones"(Ludovic
Hans).