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LA CONFIGURACIN DEL PENSAMIENTOREACCIONARIO ESPAOL: EL CASO
DE
RAMIRO DE MAEZTl' DURANTESU ETAPA DE EMBAJADOR EN LA
ARGENTINA
Luis Ocio
El objeto del artculo es analizar la actividad de Ramiro de
Maeztudurante su etapa de embajador en la Repblica Argentina. Fue
nom-brado para esta representacin el 16 de diciembre de 1927 y su
cesellevaba fecha de 21 de febrero de 1930. Las fuentes utilizadas
provie-nen de los fondos del Archivo General de la Administracin
del Es-tado, en Alcal de Henares, seccin Asuntos Exteriores. Se ha
atendidoespecialmente a aquellos documentos que hacen mencin al
pensa-miento maeztiano. sin descuidar por ello otros que, relativos
a los hitosms relevantes de su actividad como embajador,
complementan en eseplano aspectos que ilustran su ideario.
Privilegiar ese nivel ha sido in-tencionado ya que buscamos en la
actividad del embajador el origen delo que ms tarde llegara a
plasmar como doctrina de la hispanidad: re-ferente, por otra parte,
de toda una escuela del pensamiento reacciona-rio espaol que pervir
en la dictadura franquista.
Hemos tratado de obviar anlisis ideogrficos meramente
compa-rativos y descriptivos. Por el contrario, arrancamos de
presupuestos enlos que lo ideal y lo real se muestran en imbricada
sntesis. Desde estepunto de partida y con la intencin de determinar
el nexo existente en-tre los vnculos que los hombres establecen
entre s dentro del marcode las relaciones de produccin y de clase y
las construcciones cultu-rales que facultan la comunicacin entre
ellos y. en consecuencia. dedefinir la funcin que cumple el
conocimiento dentro del entramadode las relaciones sociales. vamos
a acudir a las propuestas que desdeel campo de la antropologa ponen
en conexin pensamiento e interac-cin humanos. As. Carrithers
estudia las ('illmell5amenre variadas ycomplejas formas de \'ida,)
desde la teora de la sociabilidad, segn
Historia Co/ltl!lllpornea J8, 1999, 347-382
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348 Luis Ocio
la cual las personas hacen cosas con, para y en relacin a los
dems,utilizando medios que podemos describir, si lo deseamos como
cultu-rales. Esas elaboraciones culturales, en lo que hace
referencia a lasrelaciones sociales, se estructuran en forma de
pensamiento narrativo[que sirve] para la compresin de redes
complejas de acontecimientosy actitudes como parte del desarrollo
de una historia. Configuradade esa forma, la narracin aparece como
un relato coherente y cuyosignificado verdadero de cada historia
surge directamente en rela-cin con el estado de la red de personas
a las que afecta la narra-cin l. Segn este antroplogo, cada
formacin social dispondra desus particulares narraciones
discursivas cuya misin sera la de expli-car y hacer funcionar las
relaciones de produccin y de clase por me-dio de relatos
inteligibles cuyo significado es pertinente nicamenteen relacin al
papel que juegan los sujetos sociales en cada momentohistrico.
Un segundo aspecto de la cuestin hace mencin a las
caractersti-cas del desenvolvimiento interno de los diversos
elementos de cadaformacin social. El significado miembro de la
escuela de Francfort,Jrgen Habermas, propone a tal efecto un
paradigma de entendi-miento entre sujetos capaces de lenguaje y
accin por el que la rela-cin interpersonal viene estructurada por
el sistema de perspectivasrecprocamente entrelazadas de hablantes,
oyentes y asistentes. Den-tro de ese mbito comunicacional, la
relacin del hablante queda me-diada ya siempre por la relacin
realizativa (performative) con un des-tinatario2. De lo expuesto se
infiere que los intereses y objetivos decada una de los grupos
sociales se establecen en funcin de las otros ylo mismo ocurre con
las diversas propuestas ideolgicas que se encuen-tran en el espacio
discursivo. Es ste un campo disputado por cada unode los colectivos
emisores que, segn su contenido ideolgico, se diri-gen a los
actores sociales a los que logran movilizar tras objetivos
pol-ticos en funcin de la virtualidad agente de las peculiaridades
del men-saje propuesto.
Tras el acceso de la burguesa al poder poltico se inicia un
progre-sivo desmantelamiento del antiguo rgimen. El modo de
produccincapitalista procede a optimizar la dominacin poltica a
travs de unanueva formacin discursiva, deudora de los presupuestos
de la Ilustra-
I CARRITHERS, MichaeJ: Por qu los humanos tenemos culturas?,
Madrid, Alianza,1995, p. 58,121 Y136.
2 HABERMAS, Jrgen: El discurso filosfico de la modernidad,
Madrid, Taurus, 1993,p. 353, 354 Y383.
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La configuracin del pensamiento reaccionario espaol... 349
cin, que va concretando sus contenidos. durante el siglo XIX y
primerdecenio del xx, en la denominada ideologa del progreso,
fundamentode la modernidad. sta llega a convertirse en la matriz de
todas las pro-puestas discursivas que se enfrentan en la poca
contempornea. Sinte-tizando, su contenido normativo ha sido
definido inicialmente por loque Habermas denomina desencantamiento
entendido como elabora-cin de una cultura profana alternativa a la
fundamentalmente religiosaque le haba precedido, y por la primaca
de conceptos de movimientocomo revolucin, progreso, emancipacin,
desarrollo, crisis, espritude la poca, etc.,,3 que expresan el
vrtigo que producen los continuoscambios de todo orden que
atraviesan las sociedades ms avanzadas deese tracto histrico.
Autores como Stromberg asignan como principalcontenido de la idea
del progreso"~ la confianza en la tcnica y sociolo-ga, que son
reverenciadas como si de saberes omnmodos se tratara. Porotra
parte, el xito obtenido por esta ideologa en la estructuracin
lin-gstica de la realidad y su correlativa socializacin en la
Vizcaya de lasegunda Repblica viene descrito en la obra de Daz
Freires.
Organizados con este armazn metodolgico que entiende el
pensa-miento imbricado en el plexo de las relaciones humanas y lo
acota parael perodo que estudiamos en el paradigma de la
modernidad, examina-remos a un Maeztu que va afinando en Argentina
sus propuestas doctri-nales alrededor del mito misionero de Espaa y
su funcin como guade pueblos en los difciles momentos del perodo de
entreguerras. Suscomponentes bsicos, hispanoamericanismo y
religiosidad, tintarn elposterior nacional-catolicismo. ideologa
blica de los generales re-beldes del
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350 Luis Ocio
tario y elitista que se ha dotado durante su perodo de embajador
de losprincipales elementos polticos e ideolgicos para la
elaboracin de ladoctrina de la hispanidad. Sin embargo, sus
particulares condiciona-mientos sociales no le permitirn dar el
paso adelante que le habra lle-vado al fascismo. Frente a la
modernidad con la que esta ideologa serevesta, Maeztu siempre pens
que la alternativa a la crisis de civiliza-cin, que nunca dej de
anunciar, estaba en la vuelta del pasado.
El camino hasta la embajada en Argentina
Quien ha pasado a la historia del pensamiento poltico como el
ma-yor exponente del paradigma de la hispanidad muy posiblemente
noprevea tal condicin cuando en la segunda quincena de diciembre
de1927 fue propuesto para el cargo de embajador en la Repblica
Argen-tina por Pedro Sinz Rodrguez6. El mismo Sinz llegara a
subrayarms adelante la capacidad divulgadora del vasco quien,
convencidonefito, extendera el menendezpelayismo y el pensamiento
tradicio-nal espaol con gran eficacia a travs de sus mltiples
artculos y de laescogida compilacin de algunos de ellos agrupados
bajo la tpica de-nominacin que propone su ttulo, Defensa de la
Hispanidacfl.
Sin embargo, cuando Maeztu llega a la Repblica Argentina es
yatoda una personalidad. A sus 54 aos, el alavs haba recorrido
unlargo camino de afamado periodista e impenitente autodidacta y
dispo-na de un vasto bagaje cultural que le permita mantenerse en
el centrode las principales polmicas substanciadas en la prensa
espaola y su-damericana. Adems, no era un desconocido para los
lectores argenti-nos pues colabor con el diario bonaerense La
Prensa desde su atalayalondinense en 1905 hasta el ltimo artculo
que public en vida, enagosto de 1936 cuando se encontraba preso en
la crcel de Las Ventas.Pero su radicalismo juvenil se haba ido
enfriando con el paso de losaos a la par que sus propuestas
alcanzaban mayor calado terico. Fuedurante su estancia en Londres,
de 1905 a 1919, cuando Maeztu pro-fundiz en las principales teoras
sociolgicas del momento, entrandoen 1910 a la Fabian Society,
propugnando una suerte de socialismoilustrado, que l denominaba
administrativo, de carcter gradualistay democrtico que habra de ser
implantado por grupos de intelectualesconscientes de su misin, en
una suerte de accin civilizadora de la
6 Archivo Ministerio de Asuntos Exteriores, lego H-2317.7 SAINZ
RODRGUEZ, Pedro: Testimonios y recuerdos, Barcelona, Planeta, 1978,
p. 153.
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La configuracin del pensamiento reaccionario espaol... 351
clase media. Dio a conocer estas propuestas al pblico espaol a
travsde una serie de tres artculos publicados en el El Heraldo de
Madrid,que tras la Semana Trgica llevaba a cabo una campaa
antimaurista, el12, 13 Y 15 de diciembre de 1909 con el
encabezamiento comn de Elliberalismo socialista. En 1911 marchar.
junto con Jos Ortega yGasset, a Alemania a profundizar en la
filosofa kantiana siguiendocursos de Hartman y Cohen.
En 1914, de nuevo en Gran Bretaa, Maeztu comenzar a publicaren
la revista The New Age, difusora de un socialismo de carcter
gre-mial, cristiano y tutelado desde el estado. Sin embargo, uno de
suscolaboradores, G.D.H. Cale desdeaba la intervencin de los
poderespblicos y era contrario a la representacin poltica
inorgnica, soste-niendo que nicamente era factible la delegacin de
los diversos intere-ses comunes de los ciudadanos en una suerte de
pluralismo que se regapor lo que denominaba el principio de funcin.
Fue a esta variantedel gremialismo civilista a la que se adhiri
Maeztu y sobre la que es-cribi lo que se considera su obra clave,
publicada inicialmente en1916 en Londres y reeditada en Espaa en
1919 como La crisis del hu-manismo. Con ella, Maeztu hace su
presentacin en nuestro pas ofre-ciendo una imagen renovada en la
que se encuentran todos los ingre-dientes que explican su
trayectoria posterior.
Intuyendo la metamorfosis de Maeztu, d'Ors le conmin a
optarentre Rmulo y Remo. es decir. entre las ideas y la poltica. la
contem-placin y la accin 8. Pero tardar en cruzar ese rubicn.
Todava en1924, comentando el manifiesto de presentacin de la Unin
Patritica,expresa sus reparos a la participacin poltica, aunque no
tanto al pro-grama9. El paso lo dar en enero de 1927, afilindose al
partido del dic-tador al que le llev. como confesar ms adelante, la
pretensin deacabar con la perennidad de la amena-;.a de la
rnolllcin socialJo.En los primeros das del mes siguiente abandonara
El Sol, poniendo supluma al servicio de La Nacin, rotativo oficial
de la Dictadura. Enesas fechas, Maeztu se sincer con Gimnez
Caballero, asegurndoleque su posicin poltica era la misma de hace
diez aos. coincidiendoprecisamente con la publicacin de la edicin
inglesa de La crisis delhumanismo ll .
8 D'ORS. Eugenio: en brindis. Espw/a. 14.2.1920.9 El partido de
la cultura. El Sol. 12.4.1924.10 Profecas, El Pueblo Vasco,
3.1.1936.II GI~lNEZ C.\BALLERO, Ernesto: "Conversacin con un camisa
negra. La Gaceta Li-
teraria, 15.3.1927.
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352 Luis Ocio
En ese instante, las constantes fundamentales de su
pensamientoaparecan sedimentadas doctrinalmente. En primer lugar,
primaca delfactor econmico frente al poltico, antes expresado
mediante la apolo-ga del industrialismo vizcano como solucin para
la meseta castellanay el rechazo de la poltica restauracionista,
ahora a travs del sentidoreverencial del dinero y consiguiente
negacin de la democracia; eneste punto no se alejaba de lo que
postula el liberalismo clsico. Luego,exaltacin de las minoras,
inicialmente manifestada en el enalteci-miento del superhombre, del
que los capitanes de industria bilbanoshaban sido su concreccin,
para posteriormente dirigirla a la misinque los intelectuales se
arrogan en la direccin de la nacin. Durante elperodo dictatorial el
elitismo se concretar en quienes define comohombres providenciales,
Primo de Rivera ante todos. Premisas que en-lazaban a Maeztu con la
ola contrarrevolucionaria que haba emergidotras el fin de la guerra
europea. Por fin, gran preocupacin por estable-cer un sistema
ordenado de convivencia evitando sobresaltos sociales.De ah su
inicial crtica al sistema restauracionista, incapaz de
propor-cionar los mnimos vitales a la mayora de los espaoles,
reproche quepor diversos autores ha sido interpretado como expresin
de cierto na-cionalismo espaol. Y como remedio, propuesta de un
gremialismocorporativista con atraque final en un autoritarismo
debelador de lasclases que demanden desempear su papel en la
historia. Economi-cismo, elitismo y contencin social sern las tres
principales premisasmaeztianas, y sobre ellas construir diferentes
estructuras tericas acor-des con las situaciones por las que
atraviese la sociedad espaola y enfuncin de sus aspiraciones
personales. Con tales supuestos, los cargospblicos vendran de
inmediato.
Las relaciones exteriores de la Dictadura: el
hispanoamericanismo
La parlisis por la que atravesaban los ltimos gobiernos
restaura-cionistas haba motivado que el golpe de Primo de Rivera
fuera reci-bido no con manifiesta hostilidad sino ms bien con
esperanzada ex-pectacin. Proyecto tintado de un toque
regeneracionista que prometasacar de la impasse en que se
encontraba el agotado modelo del tur-nismo liberal y con el
objetivo inmediato de acabar con el terrorismo,el problema marroqu
y el separatismo12, el ansia de permanentizarse
12 Manifiesto de Primo de Rivera Al Pas y al Ejrcito espaoles,
La Vanguardia,13.9.1923.
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La configuracin del pensamiento reaccionario espaol... 353
en el poder le llev. sin embargo. a incomodar a las fuerzas que
le ha-ban encumbrado. Tras lograr una inicial modernizacin
econmica,que revela sntomas de estancamiento a partir de 1926, el
rgimen seempantan en la resolucin de la crisis de representacin por
la queatravesaba la sociedad espaola y busc paliarla durante su
segundafase, el Directorio Civil. mediante el corporativismo en lo
social, paralo que cont con la ayuda de la UGT. y el autoritarismo
en lo polticomerced a la pasividad que demostraron los
representantes de la viejapoltica que se haban retirado sin
protestar. Sin embargo. la negacinnominal de la poltica no fue
suficiente para que republicanos. estu-diantes, sindicalistas,
intelectuales e importantes sectores del ejrcitorenunciaran a
sustituir al dictador recurriendo al decimonnico sistemadel
pronunciamiento y posterior golpe de estado combinado con
movi-lizaciones populares que. invariablemente. se saldaba siempre
en fra-caso. Por fin. quienes le otorgaron el placet en 1923. el
ejrcito y elrey, sern tambin quienes se lo retiren y apuesten por
una vuelta al pa-sado liberal. Pero el parntesis de la Dictadura no
haba logrado de-tener el tiempo histrico y la crisis de hegemona
del bloque de poderrestauracionista se encontraba en la misma
situacin que en 1923, aun-que ahora lastrada con el pasivo del
fracasado ensayo dictatorial'~.
La poltica internacional de la Dictadura ofrece. en el momento
queMaeztu accede al cargo de embajador en la Argentina, un panorama
re-lativamente calmado. Finalizada la gran guerra y superados los
aconte-cimientos revolucionarios que le siguieron, se haba entrado
en un pe-rodo de desestabilizacin del escenario europeo que
cuestionaba elstatus de quienes haban sido potencias vencedoras. De
esta forma. elmarco de relaciones internacionales diseado por la
Sociedad de Na-ciones, gestora de los intereses de aqullas. haba
quebrado para enton-ces. Por una parte. la poltica revisionista de
Alemania es aceptada enla conferencia que se celebra en Locarno en
octubre de 1925 y. porotra, Estados Unidos. tras la designacin de
Harding que releva a Wil-son basando su campaa en el lema America
first. inicia un virajeaislacionista respecto a Europa. aunque
reservndose el nuevo conti-nente para su disfrute I~. El espacio
europeo desde ese momento recogeel resurgir de las viejas potencias
que se enfrentaron en la gran guerrade la que Espaa estuvo ausente.
Ahora. y en razn de su posicin
13 MIRALLE5. Ricardo: GRASJ-\. Jos Luis de la: "Poder y lites eo
la obra de Tuo deLara, Historia Social o." ~O. Oloo 1994. p.
119.
14 MIRALLES. Ricardo: Equilibrio. hegemona r reparto. Las
relaciones internacionalesentre 1870 r 1945. Madrid. Sntesis. 1996.
p. 133.
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354 Luis Ocio
subalterna en la arena internacional, poco podr hacer un pas que
debeimplementar su poltica exterior en funcin de los movimientos
ajenos.Es con ayuda francesa como Primo soluciona el problema
marroqu.Asimismo, intenta apropiarse de Tnger colocndose a la
estela del re-ciente expansionismo italiano en el Mediterrneo,
expulsado de cen-troeuropa. Por ello, cegadas sus aspiraciones en
el Magreb, el segundomarqus de Estella intenta romper el
aislacionismo espaol mirando aHispanoamrica. Pensaba que la accin
exterior podra descongestionarel cada vez ms problemtico panorama
interno y a ello se lanza conentusiasmo desde finales de 1925
iniciando una labor de profunda rees-tructuracin en el aparato
diplomtico. En diciembre de ese ao dota alministerio de Estado de
una seccin poltica dedicada de manera parti-cular a Amrica a la que
incorpora una Oficina de Relaciones Cultura-les, lo refuerza
presupuestariamente, funde la carrera diplomtica yconsular y crea
nuevas legaciones exteriores, sobre todo en Sudam-rica. Expresin de
ese creciente inters es la integracin en noviembrede 1928 del
ministerio de Estado en la Presidencia del Consejo de Mi-nistros 15
. Junto a ello, se promueven toda una serie de acontecimientosen un
intento de realzar la imagen modernizadora del Directorio Civil
ylos lazos de unin transcontinentales: vuelo del Plus Ultra
(enero1926), 1 Congreso Iberoamericano de Aeronutica (Madrid,
octubre1926), exposicin Aniversario del fallecimiento de Goya
(Buenos Ai-res, 16.4.1928), VIII Congreso Jurdico Internacional de
la Aviacin(Madrid, mayo 1928), IV Congreso Internacional de
Ciudades (Sevilla,octubre 1928), monumento en Buenos Aires a la
gesta del Plus Ultra(16.12.1928), monumento a Cervantes (Madrid,
1929), monumento a laRaza (Barcelona), mausoleo de los Reyes
Catlicos en Granada, vuelodel Jess del Gran Poder a Buenos Aires
(4.4.1929), IV Congreso In-ternacional de Prensa Tcnica y
Profesional (Barcelona, septiembre1929), inauguracin del servicio
telefnico con Buenos Aires y Montevi-deo (Sevilla, octubre 1929),
Congreso Internacional de Historia de Es-paa (Barcelona, noviembre
1929), III Congreso Internacional de Histo-ria y Geografa
Hispano-Americanas (Sevilla, mayo 1930), que tendrncomo colofn la
celebracin de la Exposicin Ibero Americana de Sevi-lla que abri sus
puertas en el parque de Mara Cristina el 9 de mayo de1929. Se
pretenda conseguir de esta forma la creacin de un espaciosimblico
unificador de la metrpoli y los territorios de Amrica del Surque
restitua el desgarro que haba supuesto la independencia
poltica.
15 Archivo General de la Administracin del Estado, Asuntos
Exteriores, 9199.
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La configuracin del pensamiento reaccionario espaol... 355
Pero el afn puesto por Primo de Rivera en lograr para Espaa
elstatus de metrpoli de Sudamrica se top con mltiples obstculos yno
lleg a cuajar. Por ejemplo. el predecesor de Maeztu en la
RepblicaArgentina. el duque de Amalfi. haba pretendido en enero de
1927 si-guiendo instrucciones de Primo. sin conseguirlo, la
supresin de unosversos, supuestamente vejatorios. del himno
nacional argentino. Enellos se describa a un
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356 Luis Ocio
activa campaa de propaganda de los ideales de Espaa para lo
cualremite a las legaciones en Sudamrica ejemplares del libro de
Jos Pe-martn Los valores histricos de la Dictadura, obra que era un
verda-dero himno a Espaa y a su situacin poltica2o.
En el espacio argentino, la poltica exterior del Directorio
debacontender, adems, con poderosas influencias de las potencias
con inte-reses en Sudamrica. El VI Congreso Hispano Panamericano
celebradoen La Habana en 1928 ratific los presupuestos de la
doctrina Monroeen defensa del expansionismo colonialista de los
EE.UU. de Amricasobre las naciones del sur. Se persista en la
poltica del presidente Har-ding, arriba expuesta y que en 1929, en
el memorndum Clark, se defi-ni como poltica de buena vecindad.
Solamente se oye en esa asam-blea la voz discrepante del argentino
Honorio Pueyrredn, miembro delPartido Radical al igual que su
presidente, Yrigoyen. ste, en la visitaque realiz en diciembre de
ese mismo ao a la Argentina el presidenteelecto Hoover que haba
partido en gira por Sudamrica, le expuso deforma clara que la
soberana argentina y la justicia estaban por encimadel podero de
las naciones ms poderosas21 . Pero, parece que ni estasadmoniciones
ni las manifestaciones obreras que se celebraron en Bue-nos Aires
denunciando la ocupacin de Nicaragua fueron argumentossuficientes
para que en septiembre de 1930 los americanos renunciarana
patrocinar un golpe de estado a favor del general Uriburu,
cuandoYrigoyen llevaba al parlamento el proyecto de nacionalizacin
del pe-trleo argentino. En esta intromisin tambin haba influido,
sin duda,la firma en noviembre de 1929 del Convenio de Comercio y
CrditosRecprocos con Gran Bretaa. La economa argentina, basada en
la ex-portacin triguera y bovina, dependa por completo del balance
de sucuenta exterior. Por ello, cuando las consecuencias del crash
de la bolsade Nueva York llegaron a ese pas, el paro se extendi a
todos los secto-res. La colonia espaola fue una de las principales
perjudicadas y la em-bajada tuvo que ocuparse de numerosos
compatriotas que solicitabanfondos para su repatriacin. Pero esta
posicin de acentuada dependen-cia de los pases econmicamente
poderosos no llev al presidente Yri-goyen, a pesar de su retrica
antiyanqui, a buscar la proteccin de lamadre patria. Frente a sta
mantuvo una actitud de digna independencia,propia del civilismo
radical del que proceda. Por eso, no crey conve-niente autorizar,
con motivo de la celebracin del Da de la Raza
20 AGA-AAEE-92lO.21 AGA-AAEE-9197.
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La configuracin del pensamiento reaccionario espaol... 357
en 1929. la participacin de militares argentinos en un raid areo
deBuenos Aires a Sevilla en un avin financiado por un comerciante
cata-ln afincado en Argentina que haba sido bautizado con el
reiterativonombre de Doce de Octubre22 . Como se ha visto, la
actuacin de laDictadura espaola en Argentina era incapaz de
penetrar en los flujoseconmicos en los que se mova ese pas y. tras
el desastre del 98, tam-poco poda aparecer tutelando la soberana
del sudcontinente. Su papelse redujo a revalorizar los lazos
culturales que eran comunes a ambospases y todo lo ms a aspirar a
un difuso patronazgo espiritual que noera siempre bien aceptado.
debiendo aguantar los desaires del particu-larsimo Yrigoyen
sometido, por otra parte, al imperialismo econmicode las naciones
que contaban con un capitalismo firmemente afianzado.En estas
circunstancias. a la Dictadura slo le caba poner en circula-cin una
ideologa. como el hispanoamericanismo. de difusos contor-nos y
esperar lo que de su \'irtualidad pudiera conseguirse en
Amrica.mientras cohesionaba en Espaa energas patriticas alrededor
del dic-tador.
Disidencia y oposicin espaolas en Argentina
El ideal misionero que trasluca el discurso del embajador
espaolse mostraba, an, tolerante con quienes no lo compartan. A
pesar delas profundas diferencias que le separaban de sus
adversarios polticos.el clima del momento haca que Maeztu adoptara
una actitud de respetohacia las ideas de sus oponentes y de
consideracin hacia sus actuacio-nes. El enrarecimiento de la vida
poltica llegar tras la cada de la mo-narqua y la constatacin de la
inmediatez de la prdida de los privile-gios que detentaban los
usufructuarios del rgimen alfonsino. Ello,debido a algo que Juli2J
ha estudiado para la capital de Espaa y queestablece, para el ltimo
tramo de la monarqua y primer momento delrgimen republicano. en el
hecho de la progresiva constitucin del pue-blo como sujeto poltico.
Con el paso del tiempo, el posterior procesode diferenciacin social
que se va operando dentro de ese conglome-rado al que se conoce
como pueblo. har que la estratificacin sociol-gica resultante de
ese proceso se vaya trasmutando en segmentacinpoltica durante la
segunda Repblica. De esta forma, se va consoli-
22 AGA-AAEE-921 l.23 JULIA. Santos: Madrid. 1931 -1934. De la
fiesta popular a la lucha de clases, Madrid.
Alianza. 1984. p. 20 Yss.
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358 Luis Ocio
dando una formacin social en la que las clases acaban definiendo
suposicin de manera autnoma, desgajadas de ese primer
agrupamientoque trajo la Repblica, de cariz eminentemente popular.
Es as, que dela destruccin ideolgica del pueblo surge, a partir de
otoo de 1932, laafirmacin poltica de la clase. No pueden tener
cabida, por ello, du-rante el perodo dictatorial las conocidas
diatribas de Maeztu; stas ha-brn de aguardar para ms adelante. Sin
embargo, su lenguaje se iracerando en la medida que la situacin
social evoluciona en contra delo apetecido por el estrecho grupo de
inters al que pretenda represen-tar.
Por lo que respecta a su actividad en la Argentina,
distinguiremosdos tipos de conducta de Maeztu ante acontecimientos
que contestantanto su quehacer diplomtico como la poltica del pas
que representa.La primera tiene que ver con hechos que tienen lugar
en el pas andinoen relacin a actividades no afines a la Dictadura y
la segunda con lapropia labor de la oposicin espaola en Argentina,
tradicional tierra deasilo poltico de disidentes. Ejemplos de los
primeros son la carta queMaeztu dirige a quien fuera responsable
del cese de Romanones en1919, el general Milans del Bosch, al que
solicita una plaza de Inspectorde Abastos para un patrocinado que
antiguamente era un exaltadopero que ya hace aos me escribe
hablndome de su desengao del bol-chevismo y de su sincero y leal
patriotismo24. Sorprende el candor dela peticin, a la que el
militar no dio curso por razones obvias. Si hemostrado a colacin
este ejemplo es con el fin de sealar que el embajador,adems de
concebir posible la colaboracin de antiguos enemigos, veaen la
conversin de su recomendado un logro de la Dictadura en su
in-tencin de integrar a los espaoles tras la bandera del
patriotismo. Lo-gro que slo era alcanzable mediante la modificacin
de las conciencias,como lo demostraba este caso, debido al desengao
que le haban pro-vocado sus anteriores ideas comunistas. Sobre la
disposicin que Ma-eztu adopta ante los republicanos sta es, adems
de respetuosa, defe-rente. Es lo que se deduce de su intervencin en
los actos que seorganizan a causa del fallecimiento de Blasco Ibez,
para quien habaescrito en su peridico valenciano El Pueblo y
acompaado al homenajeque el republicanismo madrileo le rindi en
1901. Ante la nota de con-dolencia que le enva la Asociacin de
Prensa de Mendoza por la muertede tan insigne literato, Maeztu
devuelve contestacin expresndoles queesta Embajada se asocia por su
parte al sentimiento producido por la
24 AGA-AAEE-920J.
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La configuracin del pensamiento reaccionario espaol... 359
muerte de tan eminente escritor. gloria de las letras
esparlolas25. Algoanlogo ocurre cuando recibe notificacin del
presidente del Centro Re-publicano Espaol de Rosario de Santa Fe
que le comunica el bito delfundador del citado centro y le suplica
garabatee unas cuartillas sobre elfinado. La contestacin de Maeztu.
exponiendo la imposibilidad decumplir tal peticin debido al cargo
que ostenta, reconoce el sentimientoque la denegacin le produce
especialmente doloroso por la aIra esti-macin en que tenIa a Don
Toribio 5nchez26, fundador de la citadaasociacin republicana. Ese
mismo tono de consideracin mutua entrequienes se encuentran en
lugares opuestos del espectro poltico se mani-fiesta en las
relaciones con Cipriano Rivas Cherif. suegro de quien serel ms
importante dirigente republicano espaol. Con motivo del es-treno de
la obra de Benavente Para el cielo \" los altares en el TeatroOden
de Buenos Aires. Rivas enva invitacin a Maeztu para que stepueda
acudir a la representacin. aunque en "localidad discreta pues
laobra haba sido prohibida por Primo de Rivera pues consideraba que
sesatirizaba a la realeza, a la rusa en este caso. La cordialidad
que se des-prende de la correspondencia que con este motivo se
cruzan ambos27 , nopresagia de ninguna manera el futuro que les
aguardar tras los hechosde julio de 1936: condena a muerte
convertida en largo encarcelamientoy pelotn de fusilamiento.
La visita que Jos Ortega y Gasset realiz a la Argentina en
agostode 1928 coloc a Maeztu ante un verdadero dilema. Reticente,
perodispuesto a colaborar con Primo. Ortega haba dedicad02~ en 1914
suprimer libro, Meditaciones del Quijote. al pensador alavs. Sin
em-bargo. recientemente. haba padecido los rigores del
autoritarismo delDictador. Primo haba prohibido la publicacin en El
Sol de una seriede artculos. que mas adelante aparecieron
compilados en un libro titu-lado La redencin de las provincias.
porque exaltaban. segn entenda.lo que llamaba ideal regionalista29
. Ortega no haba sido invitado por elgobierno argentino. sino que
acuda a ese pas llamado por la Sociedadde Amigos del Arte. y ello
sembr de dudas a Maeztu sobre la posicinque deba de adoptar la
embajada. Fruto de esa comezn es el borradormanuscrito del
telegrama que expide a Estado solicitando saber si
25 AGA-AAEE-92 1l.26 AGA-AAEE-921 O.27 AGA-AAEE-9222.28 A Ramiro
de Maeztu, con un gesto fraternal.29 GARCiA QUIPO DE LLA~O.
Genoveva: Los intelectuales y la dictadura de Primo de
Rivera, Madrid, Alianza, 1988, p. 338.
-
360 Luis Ocio
Gobierno S.M. estima debe acogerle como alto valor cultural
Espaa osi cree preferible guardar cierta distancia3o. Si el texto
no fuera sufi-cientemente explcito, las tachaduras, rectificaciones
e indecisin deltrazo nos advierten del pesar que supuso para Maeztu
el no poder aga-sajar como convena a la figura intelectual ms
eminente con la quecontaba en aquel entonces Espaa; mxime teniendo
en cuenta que enlos primeros pasos de su carrera como escritor,
Ortega se haba recono-cido discpulo del periodista vasco, la mutua
influencia que ejercieronentre s y el ascendiente programtico de
Maeztu sobre el manifiesto dela Liga de Educacin Poltica Espaola31
.
Pero si mantenerse al margen durante la visita de Ortega haba
pro-ducido en el embajador gran turbacin, mayores perjuicios le
origina-ron las consecuencias del empeo en neutralizar la actividad
de la opo-sicin espaola en Argentina. En este punto, la actitud
conciliadora delembajador no va a resultar til para enfrentarse a
un fenmeno de natu-raleza menos asimilable que el de las relaciones
personales con los in-tegrantes de las diferentes opciones
polticas. Dentro de la oposicin seencuentra un sector que preocupa
sobremanera al gobierno de Primo deRivera, el referente a la
actividad anarquista, al que dedica un especialseguimiento por
medio de infiltrados en sus organizaciones. La policaespaola haba
conseguido introducir un agente que se identificaba porel sello con
que rubricaba sus confidencias, una estrella de cinco pun-tas, en
el movimiento anarquista espaol que se agitaba por toda Suda-mrica.
Al gobierno le interesaba sobre todo conocer las potenciales
re-laciones de Santilln con Jos Snchez Guerra y Santiago Alba y
la.eventualidad de que se prepararan acciones terroristas en las
exposicio-nes de Sevilla y Barcelona32. El miedo a los atentados
contra polticosperviva an en los medios policiales y se agitaba la
amenaza que supo-na la audacia de perpetrar regicidio para
desaconsejar el viaje de Al-fonso XIII al continente. Como cabe
esperar, la mentalidad de Primo deRivera estaba presa de una
concepcin de la accin poltica segn lacual son una minora quienes
deciden los destinos de la nacin y de ahla preocupacin por tales o
cuales personajes de la oposicin pareja aldesinters por los
movimientos sociales que en los aos finales de laDictadura se
expresaron a travs de grandes manifestaciones pblicasde
protesta.
3(J AGA-AAEE-9197.31 Fax, E. Inman: Estudio preliminar, Ramiro
de Maeztu, Liberalismo y socialismo,
Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1984, p, V Yss.32
AGA-AAEE-9197.
-
La configuracin del pensamiento reaccionario espaol... 361
Los nacionalismos perifricos fueron capaces de movilizar entre
losemigrados peninsulares una considerable cantidad de efectivos.
stosse encontraba presentes en Argentina debido a la numerosa
coloniaproveniente de las provincias vascas y de Catalua. La
Asociacin Es-paola de Socorros Mutuos de Comodoro Rivadavia inform
al emba-jador que la Sociedad Euskal Echea haba participado
enarbolando unabandera separatista el 2S de mayo de 1928 en el
desfile patritico queconmemoraba la promulgacin de la Constitucin
en Santa Fe. La res-puesta de Maeztu a la confidencia de la
Asociacin Espaola, aunquede talante conciliador, es inflexible
sobre el juicio que le merece el na-cionalismo vasco puesto que el
bi:::caitarrismo es una idea poltica di-solvente que puede
considerarse como moribunda en el Pas \'sco...que desaparecer tanto
ms pronto cuanto mayor sea el entusiasmo yla unin de los buenos
espaiioles'-'. Deseos que no se realizaron y quele obligaron a
seguir combatindolo en el perodo republicano durantesu etapa de
diputado a Cortes. denunciando la artificialidad del movi-miento
jelkide. negndole posibilidad de existencia. al sostener que
lapalabra Eu:::kadi no responde a ninguna clase de realidad
poltica.Cuando YO me cri no se haba im'entado todav{I""". Un ao
mstarde, con motivo del nonagsimo aniversario de la derrota
carlista yconsiguiente promulgacin de la ley que permita la
modificacin delos fueros con el fin de adecuarlos a la Constitucin
de 1837. AccinNacionalista Vasca divulg en Argentina un manifiesto
que reclamabael derecho a la independencia de Euzkadi. Tal
pretensin se justificabaal denunciar la brbara tirana del brutal
militarismo del opresor Es-tado espaiiol-' 5 que era lo que la
dictadura de Primo de Rivera supo-na. segn esta organizacin. para
la mayora de los vascos. A~V unaambos tiempos histricos. el
militarismo de 1839 y de 1929. en un solosentimiento que exiga
acabar con tanta ignominia mediante el ejerciciode la plena
soberana nacional. Elorza explica que. paradjicamente.la Dictadura
de Primo de Ri\'era crea los supuestos para el relan:::a-miento del
nacionalismo?> jelkide al imposibilitar la accin poltica yvolcar
las energas sobre el hecho cultural. dando lugar a lo que
calificacomo renacentisl/lo \asco".'''. Sin trabas en la expresin
de la polticaen el pas andino. era de esperar que el discurso de
oposicin naciona-
33 AGA-AAEE-9198.3-1 lava y Euzk
-
362 Luis Ocio
lista ocupara este terreno, mxime cuando quien lo emite es ANV,
unaorganizacin laica que cuenta con un proyecto de democratizacin
po-ltica que le diferencia en ese aspecto de lo propuesto por
ComuninNacionalista. Macia fue, tambin, otro punto de preocupacin
de Maeztucomo cabe esperar por razn del intento de penetracin
armada que ha-ba protagonizado Estat Catal durante los primeros das
de noviembrede 1926 desde la localidad fronteriza de Prats de Mall.
Durante el ve-rano de 1928, el poltico cataln realiz una gira por
toda Argentina di-fundiendo los ideales catalanistas que fue
imposible atajar desde la em-bajada debido por una parte, a la
permisividad y simpata de lasautoridades locales y, por otra, al
poco xito de la presin ejercida porMaeztu ante el gobierno
argentino.
Tambin fue incapaz de impedir la publicacin en uno de los
prin-cipales diarios bonaerenses de un suelto remitido desde
Hendaya por laUnited, firmado por algunos de quienes haban sido sus
compaeros enla fundacin de la Liga de Educacin Poltica37 . Maran,
Prez deAyala, Valle Incln, Jimnez de Asa, Negrn y algunos otros se
pro-nunciaban duramente contra el rgimen y exigan la dimisin de
Primoy la apertura de un proceso constituyente que reconciliara al
pas. Enlas comunicaciones, que bajo el encabezamiento de
confidencial,Maeztu remita al marques de Estella, alertaba de la
posibilidad de queel dirigente republicano Rodrigo Soriano editara
un semanario en Ar-gentina. No necesito decirle lo que ello
significa, escribe el embaja-dor anticipndose a la alarma que
causaran en Primo de Rivera losproyectos de quien haba acompaado a
Unamuno en su confinamientoen Fuerteventura por haber aireado
pblicamente el asunto de la Caoba,de quien se deca la haba conocido
en la adoracin nocturna. En esemismo aviso, e informando del
significativo hecho que supona la uni-dad con la que proceda la
oposicin en Argentina, Maeztu, de una ma-nera algo cndida, sugiere
a Primo de Rivera se inicie en ABe, El De-bate y La Nacin una
campaa que anuncie que republicanos que seunen a los separatistas
son traidores a Espaa y separatistas que reci-ben armas del Soviet,
como Macia, no pueden constituir un gobiernoen que las vidas y
haciendas estn garantizadas38. La efervescente si-tuacin poltica
del momento contempla a un Maeztu incapaz de articu-lar propuestas
alternativas, ms all de lo que pueda suponer acudir arecetas
gastadas y cabildeos entre bastidores. Es muy posible que no
37 Un manifiesto de protesta contra la Dictadura, La Nacin,
15.8.1928.38 Lo de Macia y la campaa de prensa en
AGA-AAEE-9197.
-
La configuracin del pensamiento reaccionario espaol... 363
estuviera bien informado del grado de contestacin que
sobrellevaba elrgimen del dictador ni del desprestigio en que se
iba hundiendo la fi-gura del rey. Lo contrario hubiera supuesto una
actuacin diferente dela Unin Monrquica Nacional durante los
gobiernos de Berenguer yAznar, encaminndose hacia el apoyo
institucional ms que hacia eldesprestigio de la estrategia de
difcil reactualizacin de la maquinariaconstitucionalista que intent
la vieja poltica, en acertada expresinde Ortega. Por ello. las
sugerencias que Maeztu ofreca para desgastar ala oposicin no podan
desacreditar ni un pice la legitimidad de unmovimiento que.
precisamente, desbancara por va electoral al bloqueque representaba
la Dictadura. Frente a la vitalidad de la oposicin,poco poda hacer
un Maeztu que no contaba con el largo brazo de laautoridad
gubernativa para imponer sus dicterios. Pero el Maeztu em-bajador
en Argentina es todava un poltico tolerante con los otros y
suspropuestas. Si el rgimen atravesaba por una situacin difciL el
con-trol de los principales aparatos de poder permita ver el futuro
con opti-mismo. Desactivado el obrerismo anarcosindicalista. el
PSOE, princi-pal partido de la oposicin. se encontraba dividido,
por burguesa. antela propuesta republicana de recambio. Los mismos
republicanos nocontaban con un proyecto comn y los radicales se
movan en la ambi-gedad sobre la forma de acabar con la corona. Por
ello, y a pesar de laimplicacin de Maeztu en la asonada de la
Sanjurj0 39. queda an muylejos el escritor y diputado exaltado de
los ltimos aos de la Repblicaque reclamaba mano dura y venganza
poltica contra sus adversarios.El miedo fsico a las movilizaciones
de masas que operan en el tercerdecenio servir de disculpa a los
propagandistas de la solucin golpistapara postular la necesidad de
la defensa social mediante la creacin degrupos paramilitares que
acten contra las organizaciones obreras en unprimer momento y de la
salida del ejrcito a la calle despus. una vezconvencidos de la
inoperancia de cualquier solucin que pase por el res-peto a la
legalidad. aunque ste nicamente se declare desde un puntode vista
formal. Pero todava el cainismo no se haba instalado en la ex-trema
derecha espaola como su principal puntal ideolgico; an no sehaba
llegado a los aos que Juli ha denominado de la insurreccin yel
frente~o. Anticipndose a ese momento. Maeztu ya apuntaba en
susescritos un deslizamiento hacia las tesis que interpretan la
realidad entrminos de conflicto frente a quienes buscaban en el
consenso un puntode aproximacin a la dicotoma que regula la vida
social.
39 Archivo del Territorio Histrico de ..lava-1412/1..0 Op. el!..
p. 4.
-
364
La leccin del Quijote
Luis Ocio
Con este mismo encabezamiento, Maeztu titul una conferenciaque
se celebr en el elitista Jockey Club porteo el 18 de abril de
1928.Fue a las pocos meses de su llegada y su intencin era darse a
conocerentre los crculos ms influyentes de la clase poltica
argentina, obje-tivo que consigui ya que asistieron el presidente
de la Repblica, Al-vear, y varios de sus ministros. El
tricentenario de la edicin del Qui-jote, se haba celebrado en Espaa
el 5 de mayo de 1905, y habaservido de pretexto para reinterpretar
la figura del hidalgo en clave desolucin a la crisis en la que
desde tiempo se hallaba instalada la socie-dad espaola. La conocida
estridencia del juvenil Maeztu le haba lle-vado unos aos antes a
interpretar la obra cervantina como producto li-terario de un
perodo histrico de decadencia pues, despus, y noantes de escrito el
Quijote, se hunde nuestra Espaa en el desengao yel arrepentimiento,
pierde su imperio y llega casi, casi, hasta morirsede melancola
como el loco inmortal41. Lgicamente, Maeztu no mo-dific en toda su
existencia el juicio sobre el Quijote. Aunque rescataraaspectos
parciales y conductas concretas del personaje, siempre insisti-ra
en que representaba un reflejo global de la prdida de pulso de
Es-paa: como trmino de la epopeya nacional del siglo XVI, el
desen-canto que sigue al sobreesfuerzo y al exceso de ideal lo
describa en193442. Por el contrario, la mayora de los intelectuales
aprovecharon elaniversario para glosar la obra cervantina en un
sentido positivo, cren-dose neologismos como quijotismo, quijanismo
y otros que se consoli-daron como conceptuaciones que aprovechaban
la riqueza hermenu-tica que era factible extraer de esta figura. Es
posible recorrer as uncontinuum que le interpreta desde su
manifiesta heroicidad hasta el ex-tremo contrario que descubre su
comprobado fracaso ante un mundo enmutacin que don Quijote no
alcanz a comprender. Pero si los desgas-tados paradigmas que
rodeaban a las prcticas caballerescas se habanmostrado inapropiados
para dirigir los comportamientos de la edad mo-derna, las
reelaboraciones que del personaje literario se activan en
losprimeros aos del siglo se revelan tambin impotentes para
interpretar,aunque sea en clave alegrica, las profundas
transformaciones que ope-ran y esperan en ese perodo histrico, El
ensimismamiento, el casti-cismo y la mitificacin que seorean
durante los primeros aos del si-
41 Ante las fiestas del Quijote, La Correspondencia de Espaa,
13.12.1903.42 Defensa de la Hi,p(widad, Madrid, Cultura Espaola,
1941 (La ed. 1934), p. 264.
-
La configuracin del pensamiento reaccionario espaol... 365
glo el panorama intelectual espaol no slo son inadecuados para
com-prender las dificultades por las que atraviesa la crisis de
representacindel bloque de poder durante la baja Restauracin sino
que adems, yesto es lo ms significativo, ciegan cualquier proyeccin
de propuestapoltica de futuro. En este aspecto. se puede decir que,
en negativo, ac-tan como anticipadores pasivos de la salida
plasmada en la septem-brina.
A pesar de ello. Maeztu haba publicado en 1926 una antologa
deartculos que subtitulaba como un ensayo en simpata en el que
tra-taba las figuras literarias de los tres estereotipos espaoles.
el Quijote,don Juan y la Celestina~~. Los asociaba,
respectivamente. con los valo-res del Amor, el Poder y la Verdad.
por otra parte. atributos trinitariosde la divinidad segn l mismo
aseguraba. Propugnaba de esta formauna identificacin de lo
imaginario hispnico con la interpretacin ca-tlica de la actividad
divina en una suerte de fusin de lo nacional y loreligioso. Con
ello se infera que la funcin terrenal de Espaa se con-sumaba en su
misin como pueblo profundamente catlico. Adaptn-dose al pblico al
que ahora se diriga, el Jockey Club recogi las pa-labras de Maeztu
en las que se refiri al marco histrico que rodeabael momento de
creacin del Quijote. La caracterstica peculiar de esaetapa haba
sido la existencia del comn ideal de los pueblos hisp-nicos,
formado por la cultura y creencias [espaolas] del siglo X\'l
..constituyendo un credo central entre el ideal anglosajn de ra:as
in-trnsecamente superiores, y las utpicas creencias comunistas de
ab-soluta igualdad hUl1lana... ,,~~. Este credo centraL cultura
-hispanoa-mericanismo- y creencias -catolicidad-, va a ser
predicado por elembajador en Sudamrica. tomando como punto de
partida la repblicaArgentina, a fin de continuar la misin
civilizadora encomendada a Es-paa. De paso. Maeztu intentaba
exponer que el pas al que represen-taba poda desempear en la
Argentina un papel de contencin de losexplcitos intentos hegemnicos
norteamericanos e ingleses que hemosreferido ms arriba y que.
adems, el modelo poltico espaol. o sea laDictadura. era eficaz como
valladar de lo que, eufemsticamente. se co-noca como el problema
socia!>,. por la revolucin comunista. Quedala duda de por qu
Maeztu acudi a la figura del Quijote para hacersecomprender entre
los oyentes del Jockey Club. Nosotros pensamos que
~J DOIl Quijote. DOIl Juall .\ la Celestilla. e//Saro en
simpata, Madrid. Espasa-Calpe.1926.
44 AGA-AAEE-92l.
-
366 Luis Ocio
el que se remitiera a un personaje literario ya anacrnico,
incluso enese momento manifiestamente residual y poco efectivo para
la propa-ganda, tiene su explicacin si se conciben las propuestas
de los movi-mientos y organizaciones polticos como nos las define
la historigrafaScott, en vez de categorizarlas como si se trataran
estructuras de pensa-miento pertinentes45 . Entendidas desde este
punto de vista las connota-ciones del ideologema del quijotismo, es
ms fcil descifrar la maneraen que Maeztu va a llevar a cabo su
conmutacin terminolgica, susti-tuyndolo por el ms actualizado de
hispanidad, al constatar la obsoles-cencia del primero y el mayor
eco en Sudamrica del segundo, sin queprcticamente se operen cambios
en los contenidos.
De esta forma, el embajador presentaba ante la oligarqua
econ-mica argentina y su representacin poltica la inveterada leccin
queEspaa propona al resto de los pases. Si ante el poder econmico
ex-hiba el orgullo de la diferencia que supona la va argentina
hacia laprosperidad, basada en el desarrollo agropecuario en
competencia conla propuesta anglosajona, por otra parte, animaba a
la clase dirigente aperseverar en su poltica de mano dura ante las
reivindicaciones popu-lares. Aunque pocas admoniciones necesitaba
en ese aspecto el aparatocoercitivo andino. Durante lo que se
conoci como la semana trgicabonaerense en 1921 y en las revueltas
de pastores en la Patagonia esemismo ao y el siguiente fue el
ejrcito el encargado de la represin asangre y fuego del movimiento
huelgustico. Espaa y Argentina, Ar-gentina y Espaa, podran caminar
unidas en el concierto de las nacio-nes.
Hispanoamericanismo y catolicidad en el Da de la Raza
En Espaa, el Da de la Raza conmemoraba la fecha del
descubri-miento de Amrica el doce de octubre de 1492 y fue
instituido comofiesta nacional por Real Decreto del gobierno
conservador de Dato en1917. En Argentina, fue el presidente
Yrigoyen durante su primer man-dato quien uni la celebracin del Da
de la Raza a la fecha de toma deposesin del presidente electo, en
una tradicin que se remontaba a fi-
45 Los movimientos polticos no evolucionan lgicamente, sino
tcticamente, impro-visando reclamos e incorporando y adaptando
distintas ideas a su causa particular. Si con-cebimos tales
movimientos como amalgamas de interpretaciones y programas... loan
W.SCOTT, Sobre el lenguaje, el gnero y la historia de la clase
obrera, Historia Social, n.O 4,prim.-ver. 1989, p. 91.
-
La configuracin del pensamiento reaccionario espaol... 367
nales del pasado siglo. El decreto de Yrigoyen de 1922 lo haca,
entreotras razones. en homenaje a Espaa. progenitora de naciones a
lascuales ha dado con la levadura de su sangre y la armona de su
lenguauna herencia inmortal. La rutinaria transmisin de poderes slo
se in-terrumpi en septiembre de 1930 con el golpe de estado del
generalUriburu.
El ao 1928 reuni ambas efemrides: Yrigoyen haba sido ele-gido
presidente para un segundo sexenio. sustituyendo a Alvear. Antetal
oportunidad. Maeztu procur que Espaa y su rgimen disfrutarande un
papel relevante en los actos que se planearan. con el fin de
resal-tar la preeminencia de la madre patria y el modelo poltico de
laDictadura. Para ello se vali de que el buque escuela Elcano se
en-contraba navegando en el Atlntico sur e iba a atracar en Buenos
Airesen la segunda quincena de septiembre. Para prolongar su
estanciahasta el Doce de Octubre el embajador presion a Primo de
Rivera, lo-grando se ampliaran los fondos destinados a la misma.
As. el buqueespaol pudo participar en el desfile naval que tuvo
lugar en la bahadel Plata junto a dos destructores argentinos.
Cervantes y Juan deGaray. stos haban sido adquiridos recientemente
a Espaa y laAsociacin Hispano Argentina les haba hecho entrega de
las banderasde combate, como testimonio de hermandad. en un acto
celebrado asi-mismo durante la festividad del Da de la Raza. Es
significativa lacarta que Maeztu dirige a los comandantes de ambas
naves en la que.en referencia a los nombres de los tres barcos. les
recuerda la comuni-dad histrica que ambas naciones comparten y la
misin que inspir aEspaa a alcanzar esas tierras para implantar una
ci\'ili;:acin cris-tiana en las inmensidades del Nuevo Continente.
Los Reyes de Espat"iano la impulsaron para fines temporales sino
para que Cristo. con elEspritu de amor y de poder y de sabidura.
le\"l11lTase a los hombresde la tierra. ,-Acordos. Seiiores
Comandantes. de que os mira Dios!En vuestras mallos est la obra de
Espat"ia! iLlemdla hacia la gloriapara la que fue emprendida.''''h.
An perduraba esa misin y ahoraquien deba realizarla era Primo de
Rivera. Eso era lo que Maeztu yahaba expuesto en una conferencia en
el Ateneo de Sevilla. aadiendoque desde ese momento la fe nacional
se encontraba en el PadreNuestro>>,n. El hispanoamericanismo
maeztiano, un tanto belicista enanttesis con la dbil realidad
espaola, trufado ya de una religiosidad
46 AGA-AAEE-9l98.4' El Debate. 8.11.1923.
-
368 Luis Ocio
al servicio de la patria, tropez con la disposicin nacionalista
de Yri-goyen. La concesin por parte de Alfonso XIII del Collar de
la RealOrden de Isabel la Catlica al presidente argentino ese Doce
de Octu-bre para premiar sus servicios hispanoamericanos fue
recibida condesdn, de tal manera que no se le pudo entregar de
forma oficial sinohasta abril del siguiente ao en una ceremonia a
la que acudi, comorelevante invitado, el fundador de la Legin,
Milln Astray48. La di-plomacia espaola, y Maeztu el primero, no era
capaz de comprenderque la hermandad hispanoamericana de la que
hablaba Yrigoyen se or-denaba ante todo, ms a mantener distancias
respecto a EE.UU., me-diante el fortalecimiento de la unidad
sudamericana, que a buscar va-sallaje al otro lado del
Atlntico.
Si homenajes como los referidos adelantaban la simbiosis de
reli-gin y destino patritico, los que festejaron el Da de la Raza
de 1929supusieron el mayor exceso posible de la nota religiosa. El
que Maeztulo dispusiera de esa manera tiene que ver con lo que
Nisbet define so-bre el uso de la religin desde una poltica de
derechas49. El ao ante-rior, el embajador haba recibido
autorizacin, trasmitida por el Secre-tario Particular de Alfonso
XIII, para trasladar una reliquia de SanIsidro Labrador a una
poblacin homnima, aledaa a Buenos Aires,atendiendo al requerimiento
que le hicieran los representantes de esaciudad y la jerarqua
eclesistica argentina. Aunque el acto de entrega,celebrado unos das
antes de la festividad del Da de la Raza de 1929,no alcanzara la
majestuosidad que Maeztu haba previsto, pues no pu-dieron asistir
como estaba previsto el obispo de Madrid-Alcal, EijoGaray, y el
alcalde de Madrid, Aristizbal, la abultada catolicidad de laque se
revisti funcion de precedente para los actos que se llevaron acabo
con motivo de la festividad del Doce de Octubre de 1929.
As, el trece, en los locales de la Asociacin Patritica Espaola
seconvoc un almuerzo de confraternizacin hispano-argentina al
queasistieron el ministro argentino de Interior, el alcalde de
Buenos Airesy Honorio Pueyrredn, antiguo ministro de Relaciones
Exteriores quehaba tenido una actuacin de valiente denuncia del
imperialismo esta-dounidense en el reciente VI Congreso
Panamericano. Ante estas per-sonalidades argentinas Maeztu desgran
una retahla de tpicos religio-sos y patriticos que l mismo refiere
en un informe que remite aPrimo de Rivera: ... la significativa
coincidencia de que la Amrica
48 AGA-AAEE-9219.49 Es el aspecto institucional de la religin
solamente el que es pertinente al conserva-
durismo poltico, Robert NISBET, Conservadurismo, Madrid,
Alianza, 1995, p. 100.
-
La configuracin del pensamiento reaccionario espaol." 369
haya sido descubierta en un 12 de Octubre. cuando en este da
celebratambin Espa'-ia la aparicin de la Virgen del Pilar al Apstol
Santiagoy es tambin el del testamento de Isabel 1 y aqu el de la
trasmisin delmando presidencial, como si los pueblos de Espaa y
Amrica se ha-llasen divinamente entrela:::ados en la obra que
Nuestra Seriara enca-rece al Apstol y Espmla l/em al nuevo
continente, por lo que el da enque la conciencia de esta labor
sagrada se haga ms \'il'{/ entre lospueblos hispnicos es de esperar
que todos el/os se unan. '" en un pen-dn comn. el de Santiago...
50. La mentalidad ms despejada de susinvitados, altos cargos
polticos de una nacin que haba separado elEstado de cualquier opcin
religiosa, recibi con sorpresa este remedode homila castrense. Y no
tan slo por lo forzado de tales paralelis-mos, sino sobre todo por
lo que significaban de intromisin en mbitosque no correspondan a un
extranjero que como el excntrico embaja-dor espaol, a quien se
comenzaba a conocer en algunos crculos comoRamiro JI el monje.
conceba las relaciones exteriores entre las na-ciones como
corolarios de reflexiones teolgicas. Esta alocucin arre-meta con la
realidad diplomtica argentina. preocupada en lo inme-diato por las
relaciones con sus vecinos y las de las grandes potencias.EE.UU y
Gran Bretaa principalmente. La nacin argentina. aglome-rado de
inmigracin econmica desde fines del XIX y pas de acogidade diversos
exilios polticos. difcilmente poda identificarse con lospostulados
uniformadores del embajador. A pesar de ello. la sobrede-terminacin
religiosa con la que Maeztu sujeta tanto a Espaa como aSudamrica y
lo que l juzga como xito poltico de sus propuestas lellevar a
pretender ampliar para el futuro ao las celebraciones con unaSemana
de la Raza. deseo que se frustrar debido a su cese como em-bajador
al ser arrastrado por la cada de Primo de Rivera.
En contraste con la realidad que supona la actividad de la
oposicin yel pluralismo de los diversos proyectos nacionales que
destilaban Maeztu,sin atender a las consecuencias que suponan sus
tesis en orden a la quie-bra de la convivencia nacional, aprovecha
la efemrides para presentarante el nacionalista Yrigoyen una Espaa
idealizada en que religin yconstruccin nacional se sueldan en un
proyecto nico que hunde sus ra-ces en un remoto pasado y cuyos
mejores momentos coinciden con laetapa imperial. Esta realidad
inventada, por anacrnica e ideologizada, de-sembocar en una
concepcin espaolista de la nacin, de la que se apro-piar la derecha
ms extrema. en lo que Maeztu denomina hispanidad.
50 La reliquia y el discurso en AGA-AAEE-92S,
-
370
La configuracin del ideologema de la hispanidad
Luis Ocio
Si el trmino hispanidad fue acuado en 1909 por el gran creadorde
vocablos que fuera Unamun051, no hay duda que hoy los
tratadospolticos lo asignan generalmente a Maeztu, artfice de su
difusin.ste afirma en su Defensa de la Hispanidad que lo toma de un
sacer-dote, Zacaras de Vizcarra, al que haba conocido durante su
etapa deembajador en la Repblica Argentina. La relacin entre el
clrigo y elescritor no sera muy anterior a junio de 1928, segn se
deduce de unsaluda de Vizcarra, en el que manifiesta alegrarse por
el restableci-miento de una reciente enfermedad del diplomtic052 .
El tono come-dido y distanciado de la misiva contrasta fuertemente
con el que mstarde emplearn ambos en la correspondencia que
intercambian, rayanoen la recproca fascinacin. El que en 1934, al
compilar su obra msconocida, Maeztu se reconociera en deuda a
Vizcarra ms que de Una-muno tiene que ver, pensamos, con la
pretensin de Maeztu de cimen-tar su pensamiento en cierta aura de
ndole religiosa, justificada en suinspiracin, y muy seguramente
adems en la mala conciencia que leocasionara el hecho de haber sido
el nico escritor espaol de relieveque no protest ante el vengativo
confinamiento del contestatario Una-muno con el que le mortific
Primo de Rivera. Sin embargo, ms allde establecer la filiacin lxica
del trmino, pretendemos con lo que si-gue acotar las lneas
generales del pensamiento maeztiano segn brotadurante su estancia
en Argentina, referir las articulaciones discursivasque se
presentan en competencia y, junto a ello, determinar las
preten-siones de legitimidad de lo que Maeztu ofreca.
Si, como ya adelantbamos ms arriba partimos del presupuesto
deque los discursos polticos no han de aprehenderse como
sistematiza-ciones congruentes, y damos un paso adelante con objeto
de compren-der el efecto de realidad -verdad- que producen, hemos
de convenir,como nos explica Iones, que las agrupaciones sociales y
las clases pol-ticas son una forma de identidad producida por el
discurso que ad-quiere aceptacin en condiciones polticas
especificas53. As, no se-ran las caractersticas polticas comunes:
el programa y la conquistadel poder principalmente, las que
constituyen las organizaciones sino
51 ABELLN, Jos Luis: La hispanidad. Historia de Espaa Menndez
Pidal,T. XXXIX, La Edad de plata de la cultura espaola (1898-1936),
1993, V. l, pp. 736-737.
52 AGA-AAEE-92l.53 JONES, Gareth St.: El proceso de la
configuracin histrica de la clase obrera y su
conciencia histrica, Historia Social, n.O. 17 (1993), p.
129.
-
La configuracin del pensamiento reaccionario espaol... 371
que stas se conforman como resultado de la agrupacin de los
sujetos so-ciales que se reconocen mutuamente segn las diversas
propuestas discur-sivas que se estructuran alrededor de la cultura
poltica dominante delmomento. Es bajo estos postulados como debe
entenderse que las cons-trucciones ideolgicas sobre la cuestin de
la hispanidad -y otras queaparecen en contienda: lusilanidad,
latinidad y panamericanismo, por nomencionar adems aqullas que se
reclaman del socialismo. republica-nismo, etc. que se les oponen de
manera manifiesta- buscan. en un afnde hegemona. estructurar
lingsticamente la realidad por medio de diver-sos discursos que se
presentan socialmente de forma antagonstica, yaque el dilogo de la
lucha de clases es un dilogo donde dos discursosopuestos luchan
dentro de la unidad general de un cdigo compartido54.Lo
anteriormente expuesto nos servir como mtodo de anlisis de la
cons-truccin teortica de Maeztu. de su prctica diplomtica y de los
modelosalternativos sobre los que pretende imponer su legitimidad
ideolgica.
En cuanto a lo primero. de toda su estancia en Argentina,
destacanla conferencia ya citada La leccin del Quijote y otras dos
que llevanel comn ttulo El humanismo de los pueblos hispnicos y que
Maeztudicta en Baha Blanca en enero de 1929 y en el Centro Gallego
deMontevideo cuatro meses despus. El texto de estas ltimas se
publi-car, a peticin del ubicuo Antonio Goicoechea, en el Catlogo
Oficialde la Exposicin Ibero-Americana de Sevilla bajo el
encabezamientode El Espritu de la civilizacin espaolas5 y. por fin.
aparecer comocaptulo con el ttulo de El sentido del hombre en los
pueblos hispni-cos de su obra ms citadast>. Las modificaciones
lexicogrficas, ob-viando la concerniente al Quijote deudora del
ambiente peninsular re-cin abandonado. que contemplan las
diferentes adaptaciones a que sonsometidos los ttulos revelan un
gradual rechazo del empleo del tr-mino humanismo. En La crisis del
humanismo. Maeztu ya haba de-nunciado las trgicas consecuencias.
principalmente el desvaro que su-puso la guerra europea, a las que
haban llevado las secuelas delpensamiento renacentista al
entronizar al hombre por encima de cual-quier otra realidad y,
principalmente. la que hace referencia a la tras-cendente. Por
ello. Maeztu busca ahora superar conceptos. como indi-vidualidad y
humanismo. y propone para sus encabezamientos otros decarcter ms
abstracto y substancial como son espritu y sentido.
54 J.UIESO:\. Fredric: Documentos de cultura, documentos de
barbarie. La Ilarratimcomo acto socialmellte simblico. ~1adrid.
Visor, 1989, p. 68.
55 AGA-AAEE-9200 y 9201.56 Defensa de la Hispanidad, pp.
61-88.
-
372 Luis Ocio
Por lo que se refiere al comn contenido de estas conferencias y
es-critos, el embajador busca destacar los elementos que determinan
el sen-tido hispnico del hombre. El primero hace referencia a la
igualdadesencial que existe entre todos las personas y pueblos de
la tierra. Pasaluego a pormenorizar la fundamentacin religiosa de
la sociedad hisp-nica que obra que los tiempos de auge sean los de
fe y de decadencia losde escepticismo. Lo enfrenta al humanismo
moderno, lase anglosajn,que basado en el orgullo es capaz de
persuadir de que la bestia-por diablo- es ngel y obliga a las
naciones a la guerra por el domi-nio sobre otros hombres. Tambin lo
enfrenta al humanismo materia-lista, o sea comunista, que postula
nicamente la igualdad de los cuer-pos ante el hecho irrefutable de
que la desigualdad es consubstancial ala vida de las personas. Por
contra, el sentido del hombre hispnico hasido acrisolado en el
discurrir histrico, como se deduce de los principa-les hitos
recogidos en los anales del hispanismo. As, Las Leyes de In-dias
prohibieron la esclavitud y transformaron la conquista de Amricaen
difusin del espritu cristiano, la Fiesta de la Raza enuncia la
comu-nidad de todos los pueblos hispnicos, el podero supremo de
Felipe IIse consagr a una causa universal como fue la defensa de la
cristiandadque hace posible la salvacin de todos los hombres de la
tierra, etc. Estaabigarrada mezcolanza de enunciados es deudora en
lo fundamental deun substrato ideolgico del que participaba el
tradicionalismo espaol,remedo del integrismo francs, en la que se
reconocen prstamos del ga-nivetiano Idearium espaol, como las
referencias al senequista eje dia-mantino y a la supuesta
agresividad de los pases insulares, y de cosmo-visiones que
circulaban desde la publicacin de los heterodoxos deMenndez Pelayo.
El retorno a las esencias de la patria hace olvidar lasanteriores
preocupaciones de un Maeztu centrado en la bsqueda de lascausas del
predominio anglosajn, britnico primero y
posteriormenteestadounidense. Ya no es en el exterior, sino en el
pasado hispnicodonde sita el marco de referencia para la raza,
operando de esta formaun proceso de nacionalizacin ideolgica que
invalida la admiracin delo extranjero, origen de la revolucin en
Espaa. El substrato casticistano empaa, sin embargo, la misin
ecumnica de la raza hispana que seconstituye en factor dirigente
del camino de la humanidad hacia la sal-vacin. El particularismo
universalizante de Maeztu cumple de estaforma con el principal
elemento que debe informar a las ideologas, le-erse como una
meditacin simblica sobre el destino de la humani-dad)7 si pretenden
constituirse en interpretacin social hegemnica.
57 JAMESON, Op. cit., p. 57.
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La configuracin del pensamiento reaccionario espaol... 373
El discurso maeztiano, si se quiere ms teorizado, que se
ancla,buscando su legitimidad58 , en el pasado como proyecto eterno
para elpresente ha de ser entendido en complemento con las diversas
interven-ciones del embajador espaol. stas aaden elementos ms
definidosde lo que, en su fuero interno. enjuiciaba como la
especial misin queEspaa deba cumplir en el mundo. Ya hemos visto ms
arriba cmo nohaba sido posible en un primer momento entregar al
presidente Yrigo-yen el Gran Collar de Isabel la Catlica.
Desechada, definitivamente, lasiempre pendiente visita de Alfonso
XIII al continente, Maeztu piensaque el viaje que Milln Astray va a
llevar a cabo a Sudamrica en laprimavera de 1929 es una buena
ocasin y para ello dispone que laAsociacin Patritica Espaola de la
Argentina reclame la presenciadel fundador de la Legin en ese pas.
ste, que se muestra exultantede fe patritica en un lrico telegrama
que enva al rey durante la trave-sa, cumplir a la perfeccin el
papel de figurn de la Espaa primorri-verista que parte en misin de
hermandad entre los hombres y tierrasde ambas orillas para cumplir
el mandato de entrega de la apreciadacondecoracin. El histrionismo
del personaje provoca que adorne sugestin con ademanes como
arrodillarse ante Yrigoyen en el acto deentrega del Collar o que se
rodee de una guardia de legionarios vetera-nos con los que
inspecciona los cuarteles e instalaciones militares por-teas y los
crculos espaolistas de la emigracin59 . Legin y ReyesCatlicos
forman la escenografa que el mensajero de la madre patriaproyecta
en los seleccionados lugares en los que puede dejarse ver.Como
contraste, proponemos el estilo de la visita que el general fran-cs
Mangin realiz en 1926 a Sudamrica y a la que nos referimos msabajo.
Militarismo que sin disimulos ya Maeztu haba exhibido durantela
visita del buque escuela Elcano en su paternalista carta a los
co-mandantes de las naves de guerra argentinas. en atributo. que el
escri-tor parece pretenda recuperar como indispensable, en clara
contradic-cin con los intentos civilizadores que el nuevo
Directorio Civilestaba llevando a trmino en Espaa en funcin de
desprenderse de sufaceta menos presentable.
y junto a ello. de nuevo la fe. Con el fin de completar su
formacinintelectual. Maeztu solicita en el verano de 1928 a Fr.
Adriano Surezle enve desde Espaa las obras del tambin dominico
Gonzlez Arin-
oS
-
374 Luis Ocio
tero. Este fraile, de formacin tomista e imaginadas experiencias
msti-cas, planteaba un dilogo con lo que l denominaba modernismo y
ase-guraba que era posible alcanzar a demostrar la existencia de
Dios asi-mismo partiendo desde un plano meramente intelectual.
Aceptaba,adems, la teora de la evolucin y del cambio social e
inclua el deve-nir histrico como una parte del conocimiento
teolgico. Cuando Maeztuasimil sus hiptesis debi quedar
profundamente impresionado pueslo emparej a pensadores como Balmes,
Donoso y Menndez Pelay060,muy seguramente en razn de la
adaptabilidad de su pensamiento a lacultura de la modernidad. La
educacin tambin era otro de los focosde atencin del embajador. As,
solicita ayuda econmica y propone algobierno espaol como ejemplar
la labor de la Cultural Isidoriana, re-gentada por Vizcarra. sta
era una institucin religiosa dedicada a laenseanza, preocupada por
formar espaoles a travs del conoci-miento de su verdadera historia
y que, adems, lograba inculcar unelevado espritu de patriotismo61
entre los jvenes alumnos espao-les. Tambin ya hemos referido cmo el
devoto entusiasmo de Maeztuse desborda en fechas como la del Doce
de Octubre, en arengas quemezclan santoral, toponimia y
colonizacin. Cuando se firma el Pactode Letrn en febrero de 1929
entre el Vaticano y el estado italiano, es-cribe al nuncio en
Argentina, Cortessi, una enardecida nota diplom-tica, perorando en
nombre de una quimrica cristiandad, anuncindolela sensacin de
alivio y de consuelo para las naciones cristianas quesupona la
recuperacin de la soberana pontificia62. Sin embargo,
estaexacerbacin de la dimensin integrista de la religin puesta al
serviciode una monarqua autoritaria cosechar reducidos xitos. Ms
aciertomostrar Accin Nacional ligando religin, en un sentido
populista, yorden social a su causa partidista y omitiendo la
reivindicacin de lacausa monrquica, meridianamente
desprestigiada.
Configurado de esta forma, el discurso maeztiano deba
competircon aqullos que provenan de intereses nacionales
contrapuestos al es-paol y de posiciones de clase alternativas a
las expresadas por los de-fensores de la monarqua. Como ejemplo de
los primeros, es ilustrativoel documento que el embajador espaol en
Pars remite al gobierno enel verano de 1926. Francia era uno de los
pases que ms sombra podaproyectar sobre la influencia espaola en
Sudamrica y de ah la preo-cupacin que trasluce el escrito. Desde la
poca de Napolen 111, Fran-
60 En AGA-AAEE-9211 y Defensa de la Hispanidad, p. 22.61
AGA-AAEE-9292.62 AGA-AAEE-9219.
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La configuracin del pensamiento reaccionario espaol... 375
cia haba lanzado la idea de una Amrica Latina basada en la
unidadlingstica. cultural y racial del pueblo latino que contrapona
a los in-tentos imperialistas de anglosajones y germanos.
principalmente. En elcitado informe se recoge la actividad
diplomtica desplegada por elComit France-Amerique. a cuyo frente
figura el ex-presidente Mille-rand, y el xito obtenido por la misin
del general Mangin en su peri-plo latinoamericano. Mangin difundi
una visin sobre su pas en laque ste apareca como la gran potencia
vencedora en la guerra europeasobre el absolutismo de los imperios
centrales y la defensora de la li-bertad de las pequeas naciones.
Junto a ello, entremezclaba una ambi-valente Francia que se
manifestaba bien como paladn del catolicismobien como defensora de
los derechos del hombre y patria de la revolu-cin63 . Ms pragmtica.
si cabe. al partir de una posicin de evidentepreeminencia, era la
propuesta estadounidense que Hoover evidencien diciembre de 1929
durante su visita a Argentina. Para el mandatarioelecto, existan
entre las dos naciones puntos de encuentro comunes.stos eran el
impulso conjunto para la creacin de riqueza. la anulacinde la
aristocracia como clase privilegiada y la necesidad de la
coopera-cin de las naciones en el munddH . Era un mensaje muy
atractivo que.emitido por el coloso del norte. sin embargo
levantaba suspicacias so-bre su verosimilitud. Justamente. cupo al
nacionalismo restauradorargentino traicionar sus propios
presupuestos cuando Lugones. Ibargu-ren y Carls tomaron parte en un
golpe de estado, protagonizado porUriburu que. en ltima instancia.
fue auspiciado desde EE.UU. Lo quese buscaba con tamaa intromisin
era desbaratar la poltica nacionali-zadora del petrleo llevada a
cabo por el presidente Yrigoyen. Una vezms, la demagogia
nacionalista de la extrema derecha se someta a losintereses de
potencias ms poderosas y el discurso que exaltaba un pa-triotismo
meramente retrico encubra el provecho del que disfrutaba.De ah que
acudiera a la fuerza para sostenerse. Precisamente la inter-vencin
en Argentina del imperialismo norteamericano era lo que pre-tendan
evitar corrientes como la del nacionalismo industrialista
pro-pugnado por Bunge y la Unin Latinoamericana. Si el primero
buscabael fortalecimiento econmico del sudcontinente mediante la
creacin deun espacio mercantil sudamericano nico y el
establecimiento de laUnin Aduanera del Sur. la segunda ampliaba sus
metas al pretender laconstruccin de una confederacin de pases que
garantizara la autode-
63 AGA-AAEE-9200.6-l AGA-AAEE-9197.
-
376 Luis Ocio
fensa ante el imperialismo y panamericanismo y la nacionalizacin
delas fuentes de riqueza.
Por su parte, en Espaa tambin convergan diferentes
interpreta-ciones de la cuestin americana. La celebracin del IV
Centenario delDescubrimiento propici que investigadores como
Valera, Labra y Al-tamira desgranaran una serie de textos histricos
que tuvieron bastanteinfluencia pblica y que se conocieron en aquel
entonces como estu-dios americanos y americanismo. Adems, el viaje
que Rafael Alta-mira realiz a Amrica fue capital, sirviendo para
consolidar definitiva-mente los estudios sudamericanos, y fruto de
l alumbr su obra Lahuella de Espaa en Amrica (1924). En ella se
analiza la relacin en-tre ambos mundos desde un enfoque liberal,
acorde con la militanciaromanonista de este historiador. Sin
embargo, la permanentizacin dela dictadura propici una bifurcacin
en el tratamiento de la cuestinhispanoamericana: junto a la visin
liberal e igualitaria naci otra queglorificaba a la madre patria,
pretextando antiguas hazaas en Amrica.Como ilustracin,
seleccionaremos dos ejemplos que aspiraban a nivelsocial movilizar
los sentimientos que se generaron en relacin a lacuestin americana.
El substrato progresista se manifiesta en la pro-puesta de la
Comisin Pro 12 de Octubre [1929] y Unin Universalpuesta en pie por
espaoles en la Argentina. Esta asociacin se expresaa travs de
simbologa masnica y concede a la lengua espaola, encuanto vnculo de
entendimiento entre los hombres, la facultad dealumbrar una nueva
raza humana. La unidad de esta raza hara posibleconcluir las
querellas entre las naciones, con lo que se impondra laLey Suprema
en la tierra y se accedera a un estadio de fraternidad uni-versal.
En contraposicin a este deseo voluntarista que abre un hori-zonte
de esperanza en el futuro, el Club Palsfilo Sevillano trabaja enla
difusin y enaltecimiento de las gestas y lugares del
Descubrimiento.Solamente reserva para el presente la
institucionalizacin de una Con-federacin de naciones
[hispanoamericanas] que sirva de contrapesopoltico-crematstico a la
hegemona de otras razas, antagnicas a lanuestra por principios
filosficos, idiomas, tradiciones, religin y ca-rcter65. Ambas
concepciones, la segunda muy cercana al hispanoa-mericanismo que
difunde la Dictadura y al que propone Maeztu, adole-cen de un mnimo
anclaje en la objetividad por la que discurran lasrelaciones
exteriores de la monarqua espaola y, adems, tropiezancon las
necesidades y propuestas de las naciones sudamericanas en el
6S Las dos asociaciones en AGA-AAEE-9214.
-
La configuracin del pensamiento reaccionario espaol... 377
mbito de la arena internacional. Sin embargo, la primera se
instala enun porvenir de fraternidad mientras que la segunda
mantiene una rela-cin con el tiempo difcil de conciliar con lo que
el paradigma de lamodernidad ofreca en funcin de concebir al futuro
como marco derealizacin de las expectativas que se vivan en el
presente. Conscientede esto ltimo. los esfuerzos de la Dictadura se
dirigieron a afirmar suadecuacin a la modernidad mediante la
expresin social de la vivenciade la simultaneidad del tiempo que
exhiban acontecimientos como losraids areos transatlnticos y la
unin de los dos continentes por mediodel telgrafo. que ya se han
referido. Con ello lograba, adems, identi-ficar el avance tcnico.
una de los principales fundamentos de la mo-dernidad66 con la
poltica de la Dictadura, que haba logrado modificarmediante
inversiones en obras pblicas la atrasada infraestructura espa-ola.
Por fin, las exposiciones de Barcelona y Sevilla y los
numerososactos y eventos de carcter cultural acentuaron la
signicidad. a travsde los monumentos erigidos y de la difusin
ideolgica de los conteni-dos. de un rgimen que buscaba llegar a la
opinin pblica de maneradirecta. despreciando las organizaciones
polticas afectas al parlamen-tarismo. Su vertiente autoritaria era
expresin de la dominacin caris-mtica. segn la tipologa weberiana.
con la que se arropaba el dicta-dor. que justificaba de esa forma
sus extraordinarias cualidades delder67 . Sin embargo. la pobre
realidad de las relaciones exteriores, elestancamiento econmico y
el carcter retardatario de los ltimos aosde la Dictadura.
funcionaron como condiciones de posibilidad de es-tructuras
discursivas a las que les era muy costoso contender con lasms
vigorosas que predicaban el cambio poltico. A pesar de ello.
Ma-eztu proseguir en su labor de dotar a la extrema derecha de un
cuerpoterico que pudiera ser aceptado en la confrontacin ideolgica.
capazde hermanar el reconocimiento del progreso econmico y las
solucio-nes polticas autoritarias. Pero en la medida que las
dificultades paraalcanzar consenso se vayan acrecentando. Maeztu
derivar hacia posi-ciones cada vez menos plausibles y durante la
segunda Repblica op-tar por pregonar soluciones de fuerza.
Olvidado el anterior sociologismo que indagaba las causas de
lapreeminencia de las naciones avanzadas, Maeztu ha ido adoptando
du-rante su estancia en Argentina concepciones esencialistas sobre
los
66 SEBRELJ. Juan Jos: El asedio a la modernidad. Crtica del
relatirismo cultllral. Bar-celona. Ariel, 1992. p. 90 Yss.
67 ABELL.\N. Joaqun: El pensamiento poltico de Max \Veber,
Fernando VALLESpi:-o:(ed.). Historia de la teora poltica. Madrid.
Alianza. 1992. T. IV. p. 448.
-
378 Luis Ocio
procesos de auge y decadencia de las naciones, fundamentadas en
doc-trinas historicistas y religiosas. Por otra parte, lo que antes
contem-plaba como crisis del humanismo es presentada ahora como
contrarre-forma en su acepcin ms integrista, que se convierte en
misin eternadel pueblo elegido para lograr la defensa de la fe, la
expansin univer-sal de ese credo frente a los no creyentes y las
doctrinas socialistas y laformacin de una comunidad espiritual al
modo de ciudad agustinianaen lo temporal. El medio para acceder a
esa doctrina es el que procurael raciocinio a la manera que pregona
el padre Arintero, para quien esposible la configuracin de una
teodicea que explica tanto la existenciade Dios como la relacin de
Providencia y progreso. Adems, la cris-tiandad debe de contar con
un brazo temporal que le defienda de losacosos del laicismo de
estados que han renegado de su confesionalidad.El brazo ejecutor de
tales propsitos es una patria que sirve a ese idealmisional. Ser
una patria cohesionada internamente frente a nacionalis-mos
disgregadores y enfrentamientos de clases en la que el ejrcito
seconstituye en principio vertebrador de la nacin y en la que la
condi-cin de patriota puede ser adquirida mediante una adecuada
formacin,al modo que lo hace la Cultural Isidoriana del padre
Vizcarra. Lo ante-rior corresponde a un ideal que se sita en el
pasado, en los tiempos he-roicos de una aorada edad de oro no
empaada por el pecado originalque impone la impronta materialista
del laicismo. Todo ello configurael mito de la hispanidad que se
presenta como nacionalismo espiritualuniversalizante, disputando el
campo ideolgico al cosmopolitismo so-cialista y republicano y al
hegemonismo imperialista de las nacionesanglosajonas. Es decir,
tanto al antiabsolutismo e igualitarismo revolu-cionario francs
como al democratismo y mesocracia anglosajones.
El Caballero de la Hispanidad: un Maeztu conservador,
autoritarioy neotradicionalista
La experiencia argentina supuso para Maeztu algo ms que el
des-cubrimiento de la virtualidad del mito de la hispanidad. La
cada de ladictadura y la actuacin de Alfonso XIII en y tras el cese
de Primo deRivera, la propia praxis diplomtica, una religiosidad
entendida desdeel integrismo catlico y el contacto con espaoles
afectados por lagrave crisis consecuencia del ~~Viernes Negro
neoyorquino que acu-dan a la embajada solicitando ayuda econmica
para regresar al pasaceraron los puntos ms esquinados de su
ideologa antiprogresista. Apesar de ello, todava latan dentro de
Maeztu impulsos movidos por la
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La configuracin del pensamiento reaccionario espaol... 379
divisa positivista de orden y progreso. De este tenor es el
informe sobresu inspeccin de los yacimientos petrolferos de la
Patagonia. El docu-mento exalta la eficiencia tcnica de la
explotacin y aplaude la idea dela creacin de un Instituto del
Petrleo a modo de escuela de formacinde tcnicos de esta industria
extractiva68 . Tambin. cuando defiende elcapitalismo pues procura
"la difusin de la rique~a. mediante el au-mento de los salarios.
hasta permitir el ahorro al obrero y com'ertirloen capitalista,
segn comentaba Maeztu a un fiel lector que objetabaque el citado
sistema llevaba a la la polarizacin progresi\'a entre ri-queza y
miseria 69. A pesar del conocimiento directo de las
estrecheceseconmicas de sus compatriotas. ~aeztu no dudaba en
forzar su argu-mentacin en defensa de un capitalismo, que en
aquellos momentos ex-presaba de forma trgica sus carencias. con el
nico objetivo de deva-luar las tesis socialistas que, precisamente,
basaban su fortaleza en ladenuncia de esa miseria por la que
atravesaba el campesinado y prole-tariado espaol en los ltimos
momentos de la dictadura.
Junto a esta faceta aparecen otras que nos esculpen un Maeztu
au-toritario. antidemcrata y darwinista como el que reflejan las
tesis fun-cionalistas expuestas en la conferencia La leccin del
Quijote antescitada. En ella, Maeztu pona en boca del hidalgo,
dirigindose a San-cho, un inferior, la siguiente reflexin: Repara.
hermano Sancho. quenadie es ms que otro si no hace ms que otro.
Aserto, en contraposi-cin a uno de los principales postulados de la
modernidad. el de laigualdad. que resume una cosmovisin
justificativa de una sociedadcuasiestamental en la que los hombres
deben deferencia hacia la jerar-qua existente sin que quepa ninguna
posibilidad de motilidad social.El antidemocratismo de Maeztu
supera. muchas veces. el autoritarismoal postular el rgimen
dictatorial como sistema natural de gobernacin.As lo expone en
carta dirigida al alfonsino Julin Corts Cavanillas.cuando tras
excusarse por no haber atendido su peticin de prologar suAnte el
quinto aniversario del Nue\'o Rgimen. le trasmite su valora-cin
sobre la labor de Primo de Rivera. El dictador. al suprimir las
con-tiendas electorales, haba conseguido el fortalecimiento del
Estadopues la continuada convocatoria de elecciones, segn Maeztu,
llevaba alos polticos a disponer del Estado y la administracin para
sus finespersonales. A este acierto, en un arrebato de entusiasmo
por la figuradel dictador. Maeztu une la (,clarividencia y
generosidad del jefe del
68 AGA-AAEE-921469 AGA-AAEE-9210.
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380 Luis Ocio
que haba llevado a Espaa a disfrutar de un dilatado perodo de
ordeny prosperidad?o. En este caso, no exalta tanto las supuestas
dotes provi-denciales de Primo sino la eficacia de su labor y los
medios que se ha-ba procurado para llegar a los objetivos de paz
nacional y fomento dela produccin, objetivos conseguidos gracias a
los efectos del golpe deestado en 1923. No le importaba tanto a
Maeztu el consenso obtenidoalrededor de la figura del dictador,
sino el que hubiera sido capaz deimponer a la nacin su poltica a
travs de la fuerza que se derivaba delapoyo del ejrcito. Tampoco el
diplomtico apelaba a la movilizacinde sectores sociales, clases
neutras, medias, ex-combatientes, etc. pararegenerar la vida
poltica sino que se diriga a la oligarqua de siempredefiniendo los
objetivos a cumplir. A pesar de que l mismo, los Pra-dera,
Guadalhorce, Calvo Sotelo, etc. y el resto del personal poltico
dela Dictadura, unos provenientes del maurismo, otros del
tradiciona-lismo, no representaban a lo ms genuino del bloque de
poder de labaja Restauracin, Maeztu no abogaba por un cambio de
lites en losaparatos el estado. Eran las lites tradicionales, y sus
intereses de siem-pre, a las que brindaba sus servicios polticos.
Sabido es que, inmedia-tamente antes de su partida a la Argentina,
Maeztu haba participado enla comisin de la Asamblea Nacional que
elabor el anteproyecto de lanueva Constitucin que sustituira a la
de 1876. A pesar de que en ellaslo se contemplaban elecciones para
cmaras de carcter corporativoy con mera funcin consultiva Maeztu,
junto con Pemn, se opuso aque su eleccin se realizara a travs del
sufragio universal masculinocomo proponan la mayora de los
primorriveristas, el presidente de laAsamblea, Yanguas Messa, entre
ellos. Adems su conservadurismo seaderezaba con los aspectos ms
cerrados del tradicionalismo: religin ypatriotismo, como ya hemos
tenido ocasin de comprobar. Con ello en-lazamos con el proyecto
poltico que Maeztu propondr para las dere-chas en los comicios a
Cortes de febrero de 1936. Ante la pretensin dePortela Valladares
de oponer un partido de centro a la polarizacinelectoral de
derechas e izquierdas, Maeztu sostiene que el nico ca-mino para
hacer frente a lo que denominaba amenaza de la revolucinsocial era
comprender que la divisa de las derechas fuera la contra-rrevolucin
y no la antirrevolucin. La contrarrevolucin, como lacontrarreforma,
implica la enmienda de lo que est mal hecho?l, esdecir, no existan
salidas revisionistas sino que se deba desandar todo
70 AGA-AAEE-9222.71 La almohadilla, El Pueblo Vasco,
30.1.1936.
-
La configuracin del pensamiento reaccionario espaol... 381
lo que la revolucin francesa y el liberalismo haban trado,
volviendoa la armona previa a 1789. Consciente, sin embargo, de la
dificultadque supona la difusin de una poltica que meramente se
hubiera limi-tado a ofrecer la reposicin de un momento ya superado,
Maeztu loproyectaba hacia el futuro en un intento de competir con
las ideologasdel progreso. As. glosando la filosofa de Heidegger,
afirmaba que elser de la existencia est en su pasado, que la hace
ser hacia el futuro.pronosticando para Espaa que su pasado se
cOll\'ertir en SIl pon'e-nir72. De esta forma. el alavs se situaba
ante el futuro con un pro-yecto de retorno del pasado.
Pero su visin apriorstica de la realidad le haba impedido
detectarlas dos principales causas de la cada de la monarqua. La
primera ha-ca referencia al dficit de legitimidad social que se
converta en puraimpotencia ante la reclamacin de Repblica y la
segunda al progre-sivo incremento de la percepcin social de la
situacin de caresta en laque vivan los asalariados espaoles y que
les llevaba demandar uncambio poltico que suponan. adems,
socioeconmico-1. Sostenemosque la relacin que el embajador haba
trabado con la ultraderecha ar-gentina. agrupada bajo el marbete de
nacionalismo restauradof. quedesencaden el golpe militar de Uriburu
y que se reconoca deudora deMaurras, Belloc, Berdiaeff y el mismo
Maeztu 7~ es. seguramente, con-secuencia del declive del rigor de
los anlisis que hasta entonces Maeztuhaba realizado, Comienzan a
atravesar sus escritos interpretacionescada vez ms irracionales y
mitificadoras que le harn alejarse del n-cleo del debate poltico
central que se substanciaba en la Espaa deaquellos momentos. En ese
giro irracionalista le iban a acompaarquienes formarn ms adelante
el grupo fundador del Bloque Nacional.una plataforma electoral de
extrema derecha dirigida por Calvo Soteloque una elementos que
haban recusado la monarqua liberal que ansimbolizaba la figura de
Alfonso XIII. y que vean en su hijo Juan unprncipe de nuevo cuo
capaz de aglutinar las fracciones. tanto alfonsi-nas como
carlistas. ms resueltas en la construccin de un estado inte-grador,
cuya columna vertebral fuera el ejrcito. Todo ello muy lejosdel
orden fluel'(). de la movilizacin de clases medias. y de la
creacinde una mstica populista: ms bien. tradicionalismo, ejrcito y
religin.
72 Pasado y ponenir. El CarbaHn. 8.10.1931.73 DL-\z FREIRE. O".
,-ir.. p. 34.74 BUCHRl'CKER, Crislin: "El proleico nacionalismo
argentino, Antonio Roig
(comp.), La Argeminll del 80 al 80. Balance social y cultural de
un siglo, Universidad Na-cional Aulnoma de Mxico, 1993, p. 65.
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382 Luis Ocio
Una amalgama de ideas amortizadas muy alejadas de lo que
constituyeel cuerpo ideolgico del fascismo que se sustentaba
bsicamente en unproyecto no conformista, vanguardista y
revolucionario como sn-tesis de nacionalismo orgnico y revisin
antimaterialista del mar-xismo pero que desea preservar celosamente
los logros del progresoy nunca preconiza la vuelta a una hipottica
edad de oro75. Maeztu locomprendi enseguida: en Espaa no exista la
posibilidad de movilizaral pueblo contra la Repblica; frente a ella
nicamente caba la apela-cin a la fuerza mediante el uso de los
aparatos coercitivos de siempre,porque el ejrcito es la
civilizacin76. As, el funcionalismo conser-vador maeztiano de
Londres, tras la inmersin hispanoamericanista enArgentina, deviene
neotradicionalismo redivivo que gira alrededor delmito de la
hispanidad.
75 STERNHELL, Z.; SZNAJDER, M.; ASHERI, M.: El nacimiento de la
ideologa fascista,Madrid, Siglo XXI, 1994, p. 4 Y7.
76 El ejrcito nos ha salvado, ABC, 26.10.1934.