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LOS NUEVE LIBROS DE LA HISTORIA TOMO 8 HERODOTO DE HALICARNASO Ediciones elaleph.com
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Los nueve libros de la Historia (libro VIII) - Los Nueve Libros... · descripción de aquella batalla naval. -Temor de Jer-ges y su retirada a Persia, dejando a Mardonio con trescientos

Oct 12, 2018

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  • L O S N U E V E L I B R O SD E L A H I S T O R I A

    T O M O 8

    H E R O D O T O D EH A L I C A R N A S O

    Ediciones elaleph.com

    Diego Ruiz
  • Editado porelaleph.com

    2000 Copyright www.elaleph.comTodos los Derechos Reservados

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    LIBRO OCTAVO.

    URANIA.

    Resea de la armada griega reunida en Artemi-sio, donde es atacada por la de Jerges, y despus dedos combates se retira hacia Salamina. -Conducenlos Tesalos a los Persas contra la Fcida: origen delas reyertas entre los Tesalos, y Focenses. -AvanzaJerges dividiendo su ejrcito, pero la columna quedeba saquear a Delfos huye a vista de los prodigiosque le suceden. -Los Atenienses abandonan su ciu-dad, embarcndose para Salamina: aumento de laescuadra griega. -Jerges se apodera de Atenas y suciudadela, incendindola. -Temstocles persuade alos Griegos a dar batalla en Salamina. -Convoca Jer-ges a los jefes de marina para or su dictamen, yArtemisa se opone a que se ataque a los Griegos.

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    -Las tropas coligadas del Peloponeso fortifican elistmo contra el cual se dirige el ejrcito Persa, y losde la escuadra se empean en abandonar a Salami-na: proyecto que combate Temstocles. Astucia deste para obligar a los Griegos a pelear en Salamina:descripcin de aquella batalla naval. -Temor de Jer-ges y su retirada a Persia, dejando a Mardonio contrescientos mil hombres. -Poltica de Temstocles.-Alejandro de Macedonia es enviado por Mardoniode embajador a los Atenienses para atraerlos a sualianza, que rehsan ellos.

    De este modo, pues, dicen que pasaron losacontecimientos; por lo que mira a la armada de losGriegos, iban en ella los siguientes: los Ateniensessuministraban 127 naves1, a cuyo armamento con-curran con ellos los de Platea, quienes, bien querudos e ignorantes en la nutica, por su valor y brose mostraban prontos a embarcarse. Los Corintiosdaban 40 naves; los Megarenses 20, y los de Clcidearmaban otras 20, que los Atenienses les habanprestado; contribuan con 48 los Eginetas; con 12

    1 Anda aqu el autor algo corto en el nmero, si bien en elcap. 44 sube hasta 180 las naves de Atenas. Diodoro les da elnmero cabal de 200 naves.

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    los Sicionios; con 10 los Lacedemonios; con ocholos Epidaurios; los de Eretria con siete; con dos losde Stira, y los de Ceo2 con dos naves y dos pente-conteros; los Locros Opuncios haban venido conotros siete penteconteros o galeotas de socorro.

    II. Estos eran los que militaban en la armada quese hallaba en Artemisio. Dije ya con cuntas naveshabla all concurrido cada una de las ciudades enparticular; aado ahora que el nmero total de gale-ras recogidas en Artemisio, sin contar las galeotas,suba a 271. El almirante general, a quien todosobedecan, era Euribiades, hijo de Euriclides, nom-brado por los Espartanos; y la causa de nombrarlehaba sido porque los confederados haban protes-tado que si un Lacon no les mandaba, antes quemilitar a las rdenes de los generales Atenienses, sedeshara la armada que estaba a punto de reunirse.

    III. Naci dicha protesta del rumor que corra yaal principio, aun antes de que pasasen a Sicilia losembajadores encargados de atraerla a la comnalianza, de que sera menester confiar el mando dela marina a los Atenienses. Viendo stos la oposi-cin declarada de los confederados, cedieron de supretensin, por el gran deseo que tenan de que 2 Los de la isla al presente Cea.

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    quedase salva la Grecia, persuadidos de que iba sinduda a perecer si se divida en bandos sobre elmando: justa reflexin, siendo una sedicin doms-tica tanto peor que una guerra concorde, cuanto espeor la guerra que la paz. Gobernados, pues, poreste principio, no quisieron porfiar por el mando,antes prefirieron cederlo por s mismos hasta tantoque viesen que los aliados necesitaban mucho desus fuerzas; designio de que dieron buenas muestrasms adelante, porque echado y rebatido el Persa,cuando se trataba ya de volverle la guerra all en sumisma casa, valindose de las violentas insolencias,de Pausanias como de pretexto, despojaron del im-perio a los Lacedemonios, cosa que Pas despusde las que aqu referimos.

    IV. Sucedi entonces a los Griegos de la armadaque se haban apostado en Artemisio, que comoviesen tantas naves juntas en Afetas, y que todoherva en tropas, cosa que les sorprendi por pare-cerles que las fuerzas de los brbaros suban depunto mucho ms de lo que se haban imaginado,posedos de miedo trataban de huir del cabo, o irsea refugiar en lo ms interior de la Grecia. Penetradoeste designio por los naturales de Eubea, suplicarona Euribiades tuviese a bien de quedarse all un poco,

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    hasta que ellos tuviesen tiempo para poner en salvoa sus hijos y domsticos; y como no viniese en elloEuribiades, pasaron a negociar con el comandantede Atenas Temstocles, con quien pactaron darle 30talentos, con tal que apostados los Griegos delantede Eubea diesen all la batalla naval.

    V. He aqu el artificio de que se vali Temsto-cles para retener all a los Griegos. De los 30 talen-tos mencionados dio cinco a Euribiades, como quese los regalaba de su bolsillo. Ganado ya y persuadi-do el general con estas ddivas, quedaba aun porconquistar Adimanto, hijo de Ocito y jefe de losCorintios, que era el nico que le resista, empeadoen querer hacerse a la vela y desamparar a Artemi-sio. Encarse Temstocles con l, y echando un ju-ramento, hablle as: -Por los dioses, que t no hasde dejarnos; yo te prometo darte tanto dinero y aunms del que te diera el mismo rey de los Medos a finde que desamparases a tus aliados. Y no bien acabde decir esto, cuando envi a la nave de Adimantotres talentos de plata. Quebrantados, pues, stoscon aquellas ddivas, mudaron de resolucin, y lsatisfizo el deseo de los de Eubea, granjeando paras, sin que nadie lo notase, lo restante del dinero,con tal disimulo, que los mismos con quienes haba

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    repartido aquella cantidad estaban credos de que lehaba venido de Atenas, destinada para aquel efecto.

    VI. Logrse por este medio que se quedasen enEubea y entrasen en combate las naves griegas, loque se verific del siguiente modo: Despus que losbrbaros llegados a Afetas vieron por sus mismosojos al hacerse de da lo que ya antes haban odo,que unas pocas naves griegas estaban apostadas cer-ca de Artemisio, tenan mucho deseo de dar sobreellas a ver si podran apresarlas. Pero con todo noles pareci embestirlas de frente, por el recelo deque los Griegos, si los vean ir contra ellos, no echa-sen a huir y la noche les librase despus de sus ma-nos, como sin duda hubiera sucedido, y tambinporque, segn ellos decan, el golpe deba ser tal,que ni uno solo se les escapase para dar noticia a losenemigos3.

    VII. Bajo este supuesto, tomaron as las medidas.Escogieron 200 naves de la armada, y las enviaron, afin de que no fuesen vistas de los enemigos, pordetrs de Sciato a dar la vuelta de Eubea, queriendo 3 El original dice con ms fuerza: ni aun el ministro del fue-go, aludiendo al uso antiguo entre los Griegos de que unministro sagrado coronado de laurel y con una hacha en lamano precediese a las filas; persona santa a quien sola per-donarse en la accin.

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    que por delante de Cafarea4 y por cerca de Gerestonavegasen hacia el Euripo. El designio que tenanera el coger en medio y cerrar a los Griegos, llegan-do por aquella parte las 200 naves que les cortasenel paso para la retirada, y embistiendo las dems dela armada por la parte contraria. Tomada esta reso-lucin, hicieron partir a las naves ms ligeras desti-nadas ha hacer aquel rodeo: las dems no tenannimo de acometer aquel da a los Griegos, ni dehacerlo absolutamente hasta que las que daban lavuelta les hiciesen seal de que ya se acercaban.Entretanto, pues, que iban a hacer su giro las 200naves, pasaban revista los brbaros, y contaban lasque restaban en Afetas.

    VIII. Mientras que se haca aquella resea de laarmada, hallndose en el campo cierto Scilias, Scio-neo5, el mejor buzo que entonces se conoca (comolo mostr bien en el naufragio sucedido en las cos-tas de Pelio, en que sacando salvas del profundograndes riquezas para los Persas, supo para s acu-mular tambin muchas); hallndose, repito, resueltode muchos das atrs a pasarse a los Griegos sin ha- 4 Cabo oriental de Negroponto, al presente Cabo de Oro.

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    ber podido hallar modo de hacerlo aprovechse,entonces de la ocasin de la resea. De qu maneradesde all se pasase a los Griegos, confieso que noacabo de entenderlo, y mucho me maravillara de loque se dice sobre la habilidad del buen buzo, si lotuviera por verdadero; pues corre la voz de queechndose al mar, y partindose de Efetas, no parhasta llegar a Artemisio, pasando bajo del agua, co-mo si nada fuera, 80 estadios de mar. Mil maravillasms son las que se cuentan de aquel hombre, queparte son muy parecidas a la fbula, parte quiz se-rn verdaderas. Mi voto acerca de este punto no esotro sino que llegara en algn barco a Artemisio.Lo cierto es que, llegado all, dio cuenta a los gene-rales griegos del naufragio padecido y de las navesdestinadas a dar la vuelta a Eubea.

    IX. Habida la noticia, entraron en consejo losGriegos sobre el caso, y entre muchos pareceres queall se dieron, tvose por el mejor el de quedarsefirmes en el puesto todo aquel da, pero que des-pus de la media noche alzasen ancla y se fuesen aencontrar con las naves dichas que venan por aquel

    5 Sciona, lugar de Macedonia situado en el cabo Canistro.Tena este buzo una hija heredera de su habilidad llamadaCiona.

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    rodeo. Tomada esta determinacin, viendo que na-die sala por entonces a acometerles, esperando latarde de aquel mismo da, furonse hacia la escuadrade los brbaros de Efetas, queriendo hacer unaprueba de cmo peleaban los Griegos y cmo conlas naves acometan.

    X. Cuando los soldados de Jerges, as como losgenerales, les vieron venir contra s con tan pocasgaleras, tomndoles por unos insensatos, dispusie-ron por su parte las naves, confiados de que conmucha facilidad les apresaran, y confiados no sinmucho fundamento, viendo cun pocas eran las ga-leras de los Griegos, y que las suyas propias, siendoen nmero superiores, les hacan tambin ventaja enla velocidad. Por esto, pues, y por el desprecio quede los Griegos hacan, cerrronles en medio de suescuadra. Entonces aquellos Jonios, que en su inte-rior favorecan a los Griegos, y que a despecho suyomilitaban contra ellos, tuvironles mucha compa-sin vindoles rodeados de naves enemigas, y dan-do por cierto que ni uno podra escaprseles: tanflacas les parecan las fuerzas de la armada griega.Pero todos los que se alegraban de verles metidosen aquel trance, iban a porfa a ver quin sera elprimero que apresase una galera tica, esperando ser

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    por ello del rey galardonados, pues entre las tropasdel enemigo era mucha la fama y reputacin de losAtenienses.

    XI. Luego que se dio a los Griegos la primeraseal para cerrar, dirigidas las proas contra los br-baros, volvieron las popas hacia el medio del circuloque formaron, y a la segunda seal que se les hizo,emprendieron el ataque, bien que reducidos dentrode un espacio muy corto, y embistieron de frente alenemigo. Apresaron all 30 naves de los brbaros, ehicieron prisionero a Fileon, hijo de Querbis y her-mano de Gorgo, rey de los Salaminios, sujeto decuenta y reputacin en la armada enemiga. El pri-mero entre los Griegos que apres una galera a loscontrarios y que se llev la palma de aquella refriegafue el Ateniense Licomedes, hijo de Escreas. La no-che, que sobrevino, dividi a los que combatan enaquella batalla martima con fortuna vria y victoriaindecisa. Los Griegos dieron la vuelta a su Artemi-sio, y los brbaros a su Efetas, habindoles salido elchoque muy al revs de lo que se prometan. Du-rante este combate no hubo otro Griego de los queservan al rey que se pasase a los Griegos sino sloel Lemnio Antidoro, a quien en recompensa de este

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    beneficio dieron los Atenienses su porcin y here-dad en Salamina.

    XII. Venida la noche, aunque se hallaban en me-dio de la estacin misma del verano, levantse untemporal deshecho de lluvia que dur toda ella,acompaado de espantosos truenos de la parte delmonte Pelio. Los cadveres y fragmentos de las ga-leras que haban naufragado, echados por las olashacia Efetas, y revueltos alrededor de las proas delas naves, impedan el juego a las palmas de los re-mos. Las tropas navales que esto all oan6, entraronen la mayor consternacin, recelosas de que iban sinfalta a perecer, segn era su presente desventura,pues no habiendo todava respirado bien del susto yruina del naufragio y tormenta padecida cerca dePelio, acababa de asaltarles aquella fuerte refrieganaval; y despus de la refriega sobrevenales enton-ces un recio temporal, con una tan grande avenidade los torrentes hacia el mar y con tan furiosa tro-nada. Con tales sustos pasaron aquella noche.

    XIII. Pero durante ella dejse sentir tanto msterrible a los Persas que navegaban alrededor de 6 La palabra all no me parece indicar que los soldados mari-nos se hallasen en las mismas, sino en sus tiendas en la playa.

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    Eubea, cuanto les cogi en medio del mar, dando alcabo con todos ellos a pique, pues cogindolesaquella tormenta y lluvia cuando se hallaban delantede Cela7, lugar de Etiben, llevados del viento sinsaber hacia dnde, iban a naufragar en las peas dela costa. No parece sino que Dios procuraba portodos los medios igualar las fuerzas de la armadapersiana con las de la griega, no queriendo que lefuese muy superior. De esta manera se perdieronaquellos Persas en Cela de la Eubea.

    XIV. Los brbaros que se hallaban en Efetas,cuando les amaneci la luz muy deseada del otroda, estuvironse bien quietos en sus naves, tenien-do a mucha dicha poder descansar entonces des-pus de tanta fatiga y trabajo. A los Griegosvinironles de refresco 53 galeras ms de Atenas, lascuales les animaron mucho con su socorro: ni lesalent menos la nueva que al mismo tiempo les vinode cmo todos los brbaros que daban la vuelta aEubea haban naufragado en aquella pasada tor-menta. Con esto, esperando la misma hora que elda anterior, salieron de su alojamiento, y se dejaron Las tablas y cadveres a que alude seran de las naves que enla batalla naval de aquel da haban perecido.

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    caer sobre las naves de la Cilicia, y despus de ha-berlas maltratado, llegada ya la noche dieron vueltahacia Artemisio.

    XV. Venido el da tercero, los jefes de los brba-ros, as por parecerles una indignidad que les parasetan mal una armada tan corta, como por miedo delo que dira y hara Jerges contra ellos, no esperaronya que los Griegos vinieran a acometerles, antes ha-biendo exhortado a su gente salieron ellos con suarmada cerca del medio da. Hizo la suerte que poraquellos mismos das en que se dieron aquellas ba-tallas martimas se dieran puntualmente en Term-pilas los combates por tierra. Todo el empeo de laarmada naval de los Griegos se encaminaba a guar-dar el Euripo, no menos que el de Leonidas con sugente a impedir la entrada por aquel paso. As queanimbanse los Griegos unos a otros para no dejarque penetrasen los brbaros dentro de la Grecia, ylos brbaros, por el contrario, se esforzaban a abrir-se aquel paso por encima del destrozo del ejrcitogriego.

    XVI. Entretanto que formada en batalla la es-cuadra de Jerges se diriga hacia los Griegos, esta-

    7 Es Cela o Cava la costa de Calcide, frontera a la antiguaAulide, lugar sembrado de escollos.

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    banse quietos stos en Artemisio. Haban los brba-ros dispuesto la escuadra en forma de media lunacon nimo de cerrar en medio a los Griegos, quie-nes al aproximarse ya el enemigo, sin esperar mstiempo salieron a recibirlo y a cerrar con l, y pelea-ron de modo que la victoria qued indecisa; porquesi bien la armada de Jerges, impedida por su mismaenormidad y muchedumbre, no haca sino dar con-tra si misma, perturbado el curso de sus galeras, quepor necesidad embestan unas con otras, tenan contodo por suma mengua el retirarse de la batallasiendo tan pocas las naves enemigas. Ni por estoperecieron pocas naves y poca gente de los Griegos,si bien mucho mayor fue la prdida en naves y engente de los brbaros. Salieron al cabo unos y otrosde la refriega con el resultado que acabo de expre-sar.

    XVII. En esta batalla naval los que entre todoslos soldados de Jerges mejor se portaron fueron losEgipcios, quienes entre otras proezas que hicieronlograron apresar cinco naves griegas con toda la tri-pulacin. De todos los Griegos los que mejor hicie-ron aquel da su deber fueron los Atenienses, yentre stos hzolo con mucha especialidad Clinias,

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    hijo de Alcibiades8, quien con una galera propia yarmada a costa suya con 200 hombres serva en laarmada.

    XVIII. Despus que las dos armadas se separa-ron con gusto de entrambas, fuse cada cual conmucha prisa a su respectivo puesto. Separados losGriegos del choque, lo primero que procuraron fuerecoger los muertos y los fragmentos del naufragio.Pero vindose todos muy mal parados, y no menosque los otros los Atenienses, cuyas galeras se halla-ban por mitad destrozadas, slo pensaban en irseretirando hacia lo interior de la Grecia.

    XIX. Haciendo all Temistoctes reflexin de quesi poda lograr que desamparase la armada del br-baro la gente de la Jonia y de la Caria, sera factibleque alcanzasen los Griegos la victoria sobra lo res-tante de ella, al tiempo que los naturales de Eubeaconducan sus ganados hacia la playa, junt a losgenerales y les dijo que le pareca haber discurridoun medio con el cual esperaba poder alcanzar quelas mejores tropas del brbaro se le separasen de laarmada. Por entonces no descubri ms de lo quemeditaba; slo les aadi que en las circunstancias

    8 Parece ser este Clinias el padre del famoso Alcibades, y lepersuade ms el ser su nombre lo mismo que el de su abuelo.

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    presentes juzgaba que lo que deba hacer cada unoera matar cuanto ganado quisiese de los rebaos deEubea, pues vala ms que el ejrcito se aprovecharade l, que no los enemigos. Con esto les avis quecada jefe mandase a su gente encender sus fuegospara cocer las reses; que acerca del tiempo de la reti-rada, a su cuenta corra el que todos regresasen sal-vos a la Grecia. A todos pareci bien el aviso, yencendidos los fuegos, se echaron sobre el ganado.

    XX. Es de saber que los de Eubea, no contandocon un orculo de Bacis, como si nada dijese, nihaban cuidado de sacar nada de su casa ni de intro-ducirlo, considerando que estaban en vsperas deuna guerra, y con esto haban dejado sus cosas ex-puestas a una total perdicin y ruina. Y deca en estepunto el orculo de Bacis:

    Cuando el brbaro imponga al mar yugo de biblo,hars que balen tus cabras lejos de Eubea.

    Como los de Eubea, pues, en nada se hubiesenaprovechado de tales versos, ni en medio de las ca-lamidades que ya padecan, ni con el miedo de lasque les amenazaban, aguardbales sin duda la ltimamiseria y desastre.

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    XXI. Mientras que en esto se ocupaban, llegselela atalaya que tenan en Traquina, pues que losGriegos no slo en Artemisio haban puesto poratalaya a Polias, natural de Anticira, con un barcopronto y prevenido para dar aviso a los de Term-pilas, en caso de que tuviese su armada algn en-cuentro y fracaso con la enemiga, sino que se ha-llaba del mismo modo cerca de Leonidas con unagaleota de 30 remos a punta el ateniense Abrnico,hijo de Lisicles, para informar luego a los que esta-ban en Artemillo de cualquiera novedad que suce-diese a las tropas de tierra. Fue, pues, dichoAbrnico la atalaya que viniendo dio cuenta de losucedido a Leonidas y a su gente. Al or los Griegosaquella nueva, no pensaron en dilatar un punto laretirada, sino que por el orden en que se hallabananclados, empezaron a partirse los primeros los deCorinto, los ltimos los de Atenas.

    XXII. Escogiendo Temistocles entonces de laescuadra de Atenas las naves ms ligeras, fue si-guiendo con ellas los lugares de la aguada, dejandograbadas en las piedras vecinas a la misma unas le-tras, que llegados el da despus a Artemisio pudie-ran leer los Jonios. Decan as las letras: VaronesJonios, no obris bien en hacer guerra a vuestros

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    padres y mayores, ni en reducir la Grecia a servi-dumbre. La razn quiere que os pongis de partenuestra. Y si no tenis ya en vuestra mano hacerloas, por lo menos podis aun ahora retiraros voso-tros mismos de la armada que nos persigue, y pedira los Carios que hagan lo que os vieren hacer; y si nilo uno ni lo otro pudiereis ejecutar por hallaros tanagobiados con ese yugo, y tan estrechamente atadosque no podis levantaros contra el Persa, lo que sinfalta podris hacer es, que entrando en algn com-bate, os lo estis mirando con vigilante descuido,teniendo presente que sois nuestros descendientes ysois an la causa del odio que desde el principio noscobr ese brbaro. A decir lo que sospecho, esto loescriba Temstocles con estilo doble y con un rasgode poltica finsima, o para lograr que los Jonios,desertando del Persa, se pasasen a su armada, si nollegaban las letras a odos del rey, o para que stetuviese por sospechosos a los Jonios y les impidieseentrar en batalla naval, si le contaban lo acaecido yponan mal a sus ojos la fe de los Jonios.

    XXIII. Apenas acababa Temstocles de escribiresto en la aguada, guando un hombre natural deHistiea lleg en un barco a dar la noticia a los br-baros de que los Griegos huan de Artemisio. Ellos,

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    por no fiarse del espa, asegurronse de su persona,ponindole preso entretanto que despachaban unasnaves ligeras que fuesen a ver lo que haba. Vueltasstas con la noticia de lo que realmente pasaba, alsalir el sol, toda la armada junta psose en viaje endireccin de Artemisio, en donde, haciendo altohasta el medio da, encaminse despus para His-tiea. Llegados all los brbaros, apoderronse de laciudad de los Histieos y de una parte de la Helopia,y fueron corriendo y talando todas las aldeas mar-timas de la Histieotida.

    XXIV. Estando as las cosas, despach Jerges unpregonero a su armada, despus de dar sus provi-dencias acerca de los muertos de los suyos, y man-dando recoger todos los dems cadveres que de suejrcito haban perecido (y no bajaban de 20.000 losque en Termpilas murieron) hizo enterrarles enunas fosas abiertas a este fin y cubiertas otra vezcon tierra, y disimuladas con hojarasca all tendidapara que no lo echase de ver la gente de su marina.Luego que vino a Histiea el pregonero, mandandojuntar toda la gente de la armada, publicles estebando: Gente de guerra, el rey Jerges da licencia alque de vosotros la quiera, para que dejando estepuesto, y viniendo al campo, vea cmo pele el

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    monarca con estos Griegos insensatos y temerarios,que esperaban poder ms que su ejrcito.

    XXV. Publicado el bando, de nada hubo luegoen la escuadra tanta falta como de barcos en quepasar a Termpilas: tantos eran los que queranconcurrir al espectculo. Pasados all, miraban loscadveres discurriendo por medio de ellos, bienasegurados todos de que eran dichos muertos Lace-demonios y Tespienses, pues vean en otro traje alos ilotas, tendidos all mismo. Pero a nadie se lepas por alto el artificio y disimulo que us Jergescon sus muertos; pareciles antes a todos una cosaridcula que se dejasen ver 1.000 de sus soldadostendidos, y que los enemigos, en nmero de 4.000,estuviesen all juntos y recogidos en un mismo sitio.Este da entero lo gastaron en aquel espectculo,pero el da despus dieron unos la vuelta para susnaves a Histiea, y los del ejrcito de Jerges se dispu-sieron para la marcha.

    XXVI. Entretanto, ciertos aventureros naturalesde Arcadia, pocos en nmero, faltos de medios ydeseosos de tener a quien servir para ganarse la vi-da, se pasaron a los Persas. Conducidos a la presen-cia del rey, preguntronles los Persas, llevando unola voz en nombre de todos, qu era lo que entonces

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    estaban haciendo los Griegos. Respondieron ellosque celebraban los juegos olmpicos, habiendo con-currido a los certmenes gmnicos y corridas de ca-ballos. Pregunt el Persa cul era el premio pro-puesto por cuyo goce contendan, a lo que respon-dieron que la presea consista en una corona de oli-vo que all se daba. Entonces fue cuando oyendoesto Tritantegmes, hijo de Artabano, prorrumpi enun dicho finsimo, si bien le cost ser tenido del reypor traidor y cobarde; pues informado de que elpremio, en vez de dinero, era una guirnalda, no pu-do contenerse sin decir delante de todos: -Bravo,Mardonio, contra qu especie de hombres nos sa-cas a campaa, que no se las apuestan sobre quinser ms rico, sino ms virtuoso?

    XXVII. En el intermedio del tiempo que pasdespus del choque y estrago de Termpilas, losTesalos, sin esperar ms, enviaron un mensajero alos Focenses, movidos de la aversin y odio quesiempre les tenan, y mucho ms despus de su l-timo destrozo, de manos de ellos recibido; pues enuna expedicin que los Tesalos con sus aliados ha-ban hecho no muchos aos antes que el rey se diri-giese contra la Grecia, juntando todas sus fuerzashaban sido vencidos de los Focenses y psima-

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    mente tratados. He aqu cmo pas: obligados losFocenses a refugiarse en el Parnaso, tenan en sucompaa al adivino Telias, natural de Elida, quienhall una estratagema oportuna para la venganza.Embarniz con yeso a los Focenses los ms valien-tes del ejrcito, cubrindolos de pies a cabeza conaquella capa, no menos que sus armas todas: dn-doles despus la orden de que matasen a cualquieraque no viesen blanquear, acometi de noche a losde Tesalia. Los centinelas avanzados de los Tesalos,los primeros que los vieron, quedaron cogidos depasmo, pensando que eran fantasmas blancas o apa-riciones. Tras este terror de los guardias, espntosede modo todo el ejrcito, que los Focenses lograrondar muerte a 4.000 Tesalos, y apoderarse de sus es-cudos, de los cuales consagraron una mitad en Abasy la otra segunda en Delfos. El diezmo del botnque en aquella recogieron, parte se emple en hacerunas grandes estatuas que estn colocadas delantedel camarn de Delfos alrededor de la Trpode, parteen alzar en Abas9 otras tantas como las de Delfos.

    XXVIII. As maltrataron los Focenses la infante-ra de los Tesalos que les tena bloqueados, y dieron

    9 Hace el autor mencin en varios lugares de esta ciudad dela Fcida, donde resida un orculo de Apolo.

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    un golpe mortal a la caballera, que iba a hacer suscorreras por la tierra; porque all cerca de Hiampo-lis, en la entrada misma del pas, abriendo una granzanja, metieron dentro unos cntaros vacos yechando tierra por encima hasta igualar la superficiede ella con lo dems del terreno, recibieron all a losjinetes Tesalos que les acometan, los cuales, lleva-dos a rienda suelta como quienes iban ya a coger alos Focenses, dieron en los cntaros, con que sucaballera qued manca y estropeada.

    XXIX. Ahora, pues, movidos los Tesalos delrencor que mantenan contra los Focenses, nacidode estas dos prdidas, por medio de su mensajeroles hablaron en estos trminos: -Al cabo, oh Fo-censes, vueltos ya de vuestro error, confesareis queno sois tan grandes como nosotros. Ya antes entrelos Griegos, cuando nos placa seguir su partido,ramos siempre tenidos en ms que vosotros, y alpresente podemos tanto con el brbaro, que ennuestra mano est no slo el privaros de vuestrasposesiones, pero aun el haceros a todos esclavos.Pero no quiera Dios que, pudiendo tanto, emplee-mos todo nuestro poder en vengarnos de vosotros.Contentmonos con que en recompensa de vuestrasinjurias nos deis 50 talentos de plata, y salimos ga-

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    rantes de que no se os har el dao que amenaza avuestra tierra.

    XXX. Esto fue lo que los Tesalos enviaron a de-cirles En aquellos contornos los Foconses eran losnicos que no seguan el partido de los Medos10; yesto, a lo que por buenas razones alcanzo, no porotro motivo sino por la enemistad con los Tesalos,tanto que si los Tesalos estuvieran por los Griegos,hubieran los Focenses estado por los Medos, a loque concepto. A la propuesta hecha por los de Te-salia respondieron los Focenses: que no tenan ni unbolo que esperar de ellos; que si ellos propios qui-sieran, en su mano tenan el ser tan Medos como losTesalos mismos; pero que no pensaban en ser, sinms ni ms, slo por su gusto, traidores a la Grecia.

    XXXI. Recibida tal respuesta e irritados por ellalos Tesalos contra los Focenses, resolvironse a ser-vir de gua al brbaro en su camino. Desde la co-marca Traquinia entrronse por la Drida11,pasando por aquella punta estrecha de la misma quede ancho no tiene ms de 30 estadios, y viene a caer 10 Pausanias se aparta de lo dicho Por Herodoto, afirmandoque al principio los Focenses siguieron el partido del Persa, yse pasaron despus al de los Griegos.11 Esta Drida propia corresponda a la Levadia alta de losTurcos.

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    entre los lmites de la Mlida y do la Fcida. Llam-base antiguamente la Driopida, cuya regin es ma-dre patria de los Dorieos que habitan el Peloponeso.Los brbaros, pasando por ella, no hicieron allhostilidad ninguna, as por ser amiga de los Medos,como por no parecerles bien a los Tesalos el que lahicieran.

    XXXII. Pero dejada ya la Drida y entrados en laFcida, no pudieron haber a las manos a los Focen-ses; pues una parte de stos se haban subido a laseminencias del Parnaso, cuya cima, puesta enfrentede la ciudad de Neona, es tan capaz que parece he-cha de propsito para dar acogida a mucha gente. Aesta cima, llamada Titorca, donde antes ya habanpuesto en seguridad sus cosas, habase, como digo,subido y refugiado una parte de los Focenses; perootra ms crecida de los mismos, habiendo pasadohacia los Locros Ozolas, se acogi a la ciudad deAmfisa12, que est situada sobre la llanura Crisea.No pudiendo, pues, los brbaros dar con los Focen-ses, hicieron correras por toda la tierra de Fcida,guiando los Tesalos el ejrcito, y cuanto a las manos 12 Amfisa capital del los Locros Ozolas, situados en la mo-derna Levadia, cerca del golfo de Salona, parece estaba don-

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    les vena todo lo incendiaban y talaban, pegandofuego a las ciudades y a los templos.

    XXXIII. Y en efecto, marchando por las orillasdel ro Cefiso, todo lo arruinaban, abrasando lasciudades de Drimo, de Caradra, de Eroco, de Te-tronio, de Anficea, de Neona, la de los Pedieses, lade los Triteses juntamente con la de Elatia, la deHiampolis, la de Parapotamios y la de Abas13. Enesta ltima haba un rico templo de Apolo adornadode muchos tesoros y donativos, y en l tambin ha-ba ya entonces su orculo como lo hay al presente,todo lo cual no impidi que despus de saqueado elsantuario no fuese entregado a las llamas. Prendie-ron a algunos Focenses persiguindolos por losmontes, y de algunas prisioneras abusaron tanto losbrbaros, tantos en nmero, que acabaron con lavida de las infelices.

    XXXIV. Dejados atrs los Parapotemios, llega-ron los brbaros a Panopees. Desde all, dividido el de la presente Salona; si bien otros le dan hoy el nombre deLambino.13 No es menester buscar a dichas ciudades un nombre mo-derno, porque todas estas y las dems de los Focenses hastael nmero de veintids fueron despus desmanteladas y de-rruidas por Filippo de Macedonia en pena de los hurtos sa-

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    ejrcito, separse en varios trozos: el mayor y mspoderoso cuerpo de tropas, que llevando al frente aJerges marchaba hacia Atenas, se entr por la reginde los Beocios, la vuelta de la ciudad de los Orc-menos14. La nacin toda de los Beocios era de ladevocin de los Medos: en todas las ciudades de laBeocia presidan ciertos hombres de Macedonia quahaba distribudo en ellas Alejandro para su resguar-do15, queriendo dar a Jerges una prueba palpable deque todos los Beocios seguan su parcialidad. Pordicho camino marchaban, pues, los brbaros delmencionado cuerpo.

    XXXV. Otro cuerpo de ellos, llevando sus guas,marchaba hacia el templo de Delfos, costeando elParnso, que tenan a la derecha; y estos asimismoentregaban a sangre y fuego cuanto delante se lespona; tanto, que incendiaron tres ciudades, la de losPenopees, la de los Daulios y la de los Elidas16. El

    crlegos de los Focenses, quienes antes de la guerra sacrahaban saqueado los tesoros de Delfos.14 Al presente lugar insignificante de la Levadia con el mismonombre.15 No se deduce de aqu que Alejandro hubiese ocupado contropas las ciudades de Beocia, sino que haba sealado uncomisario Macedon como gobernador de cada ciudad.16 No interviniendo por aqu en nada los Elidas, parecedeber corregirse los Lilealas o habitantes de Lilea, ciudad que

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    motivo por que dicha divisin de tropa haca estajornada, era el intento de saquear el templo de Del-fos y presentar al rey Jerges aquellos ricos despojos.En efecto, Jerges, a lo que tengo entendido, sabamejor los tesoros que haba all dignos de estima yconsideracin, que no los que dejaba l mismo ensu palacio, siendo muchos los que de ellos le avisa-ban, y en especial de las ofrendas que hizo all Cre-so, el hijo de Alistes.

    XXXVI. Los naturales de Delfos, informados delo que pasaba, se llenaron de pasmo y horror, y po-sedos de la pasin, consultaban a su orculo lo quedeban hacer de aquellos bienes y muebles sagrados,si sera acaso mejor esconderlos bajo tierra, o pa-sarlos a otra regin. Pero aquel su dios no permitique los tocasen de su lugar, diciendo que l por sslo era bastante a cubrir y defender sus cosas sinauxilio ajeno. Con tal respuesta aplicronse los deDelfos a mirar por sus vidas y personas; y habiendohecho pasar a sus hijos y mujeres a la Acaya, subi-ronse casi todos a las cumbres del Parnaso y se re-fugiaron en la cueva Coricia, si bien algunos seescaparon a Amfisa, la de los Locros. Todos los de

    fue demolida con la de Panope y la de Dulida, y que es en elda una pequea aldea que lleva el nombre de Solen.

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    Delfos, en suma, desampararon su ciudad, fuera de60 varones que con el adivino17 all se quedaron.

    XXXVII. Al estar tan cerca los brbaros invaso-res que ya alcanzaban a ver el templo, entonces eladivino Acerato, que as se llamaba, observa y vedelante del templo mismo unas armas sagradas, quede lo interior del santuario haban sido all transferi-das, armas que sin horrendo sacrilegio de mano deningn hombre podan ser tocadas. Vase el adivinoa dar noticia del prodigio a los Delfios que all que-daban, cuando en este intermedio de tiempo, acer-cndose los brbaros a toda prisa y estando yadelante del santuario de Minerva la Pronea, sobre-cgenles nuevos portentos mucho mayores que elque llevo notado18. No digo que no fuese un prodi-

    17 Por entonces haba slo en Delfos, al parecer, un adivinoo intrprete de los orculos con una sola Pythia, no habien-do crecido con el nmero de consultas y dones el de profe-tas y Pitonisas.18 Si fueron embustes del profeta dlfico estos portentos,para m es un portento mayor que los otros el que tantos ytan ilustres escritores nos los vendan sin vacilar por hechoshistricos. Prodigios hay en las historias antiguas que solopueden explicarse por la intervencin de espritus malos, nopor fraudes de los sacerdotes o credulidad del vulgo: de estasuerte son los sucedidos ms tarde en Delfos mismo contraBreno y sus Galos. Bien que esas deidades dlficas slo pa-

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    gio estupendo el que se dejasen ver all delante deltemplo unas armas de guerra salidas fuera de l pors mismas; repito, s, que los portentos que a esteprimero se siguieron son los ms maravillosos quejams en el mundo hayan sucedido; porque al ir aacometer ya a la capilla los brbaros vecinos de Mi-nerva Pronea, caen sobre ellos unos rayos vibradosdel cielo, dos riscos desgajados con furia de la cum-bre del Parnaso bajan precipitados hacia ellos conun ruido y fracaso espantosos, cogen y aplastan a nopocos, y dentro del templo mismo de la Pronea selevanta grande algazara y gritera.

    XXXVIII. Con tanto prodigio junto en un mis-mo tiempo y lugar, apoderse de los brbaros elasombro y pavor, y avisados los Delfios de que to-maban la fuga, bajaron del monte e hicieron en ellosgran destrozo y matanza. Los que de ella se libraronbanse en derechura escapando a la Beocia, dicien-do, ya restituidos a ella, segn he odo referir, queotros prodigios haban visto todava, pues dosOplitas o infantes, cuyo talle y gallarda eran cosamenos humana que divina, les iban persiguiendo enla fuga.

    recen fieras contra los brbaros, disimulando a sus Focensesantes de la guerra sacra los mayores sacrilegios.

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    XXXIX. Pretenden los Delfios que eran estos in-fantes los dos hroes paisanos suyos, Filaco y An-tonoo, cuyas capillas estn cerca del templo; la deFilaco, al lado mismo del camino sobre el santuariode Pronea; la de Antonoo, cerca de Castalia, bajo lacumbre Hiampia. Los peascos cados del Parnasose conservan aun en mis das echados en la capillade Minerva Pronea, a la cual fueron a parar pasandopor medio de los brbaros. Tal fue la retirada deldestacamento enviado al templo.

    XL. La armada naval de los Griegos, salida deArtemisio, fuese a ruego de los Atenienses a darfondo en Salamina19. La mira qua oblig a los Ate-nienses a pedirles que se apostasen cerca de Salami-na con sus naves, fue para ganar tiempo en quesacar del tica a sus hijos y mujeres, y asimismopara deliberar lo que mejor les convendra en aque-llas circunstancias, vindose precisados a tomar unanueva resolucin, puesto que no les haba salido lacosa como pensaban, porque estando credos deque hallaran las tropas del Peloponeso atrinchera-das en la Beocia para recibir all al enemigo, hallaron

    19 Isla enfrente de Eleusina, llamada hoy Colur, lo mismoque la pequea villa que ha reemplazado a la clebre ciudadde Salamina

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    que nada de esto se haca, antes bien entendieronque se estaban aquellas fortificando en el istmo porla parte del Peloponeso, y que puesto todo su cui-dado en salvarse a s mismas, tenan empleadas susguarniciones en la guarda de su pas, dejando correrlo dems al arbitrio del enemigo. Con estas noticiasresolvironse a suplicar a los Griegos que mantu-viesen la armada cerca de Salamina.

    XLI. As que, retiradas las otras escuadras a Sa-lamina y vueltos a su patria los Atenienses, luego dellegados mandaron publicar un bando, para quecada ciudadano salvase como pudiese a sus hijos yfamilia, en fuerza del cual los ms enviaron los su-yos a Trecena20, otros a Egina y algunos a Salamina:y en esto de pasar y poner en seguridad a sus gentes,dbanse mucha prisa por dos motivos: el uno pordeseo de obedecer al orculo recibido, y el otro, na-da inferior, por lo que voy a decir. Cuntase entrelos Atenienses que una gran serpiente tiene su mo-rada en el templo de Minerva como guarda de suciudadela; y no solamente se cuenta as, sino quemensualmente le ponen all su comida, como si en

    20 Llamada al presente Pleda o Damala en la Arglida, sobreel golfo Sarnico. Egina es la moderna isla de Enga, de lacual toma nombre el golfo Sarnico o de Enga.

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    realidad existiera, y consiste su racin mensual enuna torta con miel. Sucedi, pues, que dicha torta,que siempre en los tiempos atrs se hallaba comida,entonces apareci intacta; y como la sacerdotisa deMinerva diese de ello aviso, ste fue un motivo mspara que los Atenienses con mayor empeo y pron-titud dejasen su ciudad, como si la diosa tutelar lahubiese ya desamparado. Trasportadas, pues, todassus cosas, hicironse a la vela para ir a juntarse conla otra armada en sus reales.

    XLII. Habindose tenido la nueva de que la ar-mada de Artemisio haba pasado a Salamina, todaslas dems escuadras de los Griegos, saliendo deTrecena, en cuyo puerto, llamado el Pogon, se leshaba dado la orden de juntarse, furonse a incorpo-rar con ella. Con esto el nmero de naves que allrecogieron fue muy superior al de las que habancombatido en Artemisio, siendo ms ahora las ciu-dades que con ellas concurran. El almirante, contodo, era Euribiades, el hijo de Euriclides, natural deEsparta, pero no de familia real, el mismo que lohaba sido en Artemisio. Los Atenienses eran losque daban el mayor nmero de naves y las ms lige-ras.

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    XLIII. He aqu el catlogo de los que militaban:del Peloponeso concurran los Lacedemonios condieciseis galeras; los Corintios llenaban el nmeromismo de naves que tenan en Artemisio; los Sicio-nios21 venan con quince; los Epidaurios con diez;los Trecenios con cinco, y los Hermionenses contres. Todos estos pueblos, excepto los ltimos, sonDricos y Macedonios por su origen, venidos deErineo y de Pindo, y ltimamente de la Driopida;pero los Hermionenses son aquellos Driopes aquienes echaron de la regin llamada Drida Hr-cules y los Melienses. Estas eran, repito, las tropasnavales de los Peloponesios.

    XLIV. Los que concurran del continente, queest fuera del Peloponeso, eran Atenienses, que pors solos daban 480 naves, nmero superior al de to-dos los dems. En Salamina ya no concurran en laescuadra de Atenas los Plateenses, porque al retirar-se las naves de Artemisio, luego que llegaron delantede Clcida, desembarcados en la parte frontera deBeocia, furonse a poner los suyos en seguridad; 21 La antigua Sicion es al presente un montn de ruinas conel nombre de Baslica. Epidauro, capital de la Arglida, lla-mase en el da segn unos Pigiada, segn otros Esculapio.Hermione es en la actualidad Mara, en el golfo de Napoli enla Arglida.

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    con tan honesto motivo como era el de salvar susdomsticos, habanse separado de sus Atenienses.Para decir algo de los Atenienses, cuando los Pelas-gos dominaban en la que ahora se llama Grecia,eran aquellos tambin Pelasgos con el nombre deCraneos; los mismos en el reinado de Ccrope sellamaban Cecrpidas; y despus que Erecteo lo su-cedi en el mando mudaron su nombre en el deAtenienses, y cuando Ion, el hijo de Xuto, fue he-cho general de los Atenienses, stos se llamaronJonios.

    XLV. Los Megarenses daban en Salamina tantasnaves como en Artemisio. Los Ampraciolas asistancon siete a la armada, y los Leucadios con tres22,siendo estas gentes de origen drico y colonias deCorinto.

    XLVI. Entre los isleos venan con treinta gale-ras los Eginetas, quienes si bien tenan armadas al-gunas otras, habiendo de defender con ellos a suisla, hallronse solo, en la batalla de Salamina conlas treinta dichas, que eran muy fuertes y veleras.Son los Eginetas un pueblo drico pasado de Epi-

    22 Conservan estas tres ciudades su nombre antiguo, si bienla de los Ampraciotas se llama tambin Larta y Santa Marade los Leucadios

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    dauro a aquella isla, que primero llevaba el nombrede Enona. Despus de stos presentronse con lasveinte naves que ya tenan en Artemisio los Calci-denses y con sus siete los de Eretria, pueblos en-trambos jonios. Los Ceos, que asimismo son gentejonia venida de Atenas, asistieron con los mismosbuques que antes. Vinieron los de Naxos con cuatrogaleras: habanles enviado sus ciudadanos a juntarsecon los Medos, como haban hecho los otros isle-os; pero ellos, sin atenerse a tales rdenes por elcuidado y solicitud de Democrito, hombre muyprincipal entre los suyos y capitn entonces de unade las naves, vinironse a juntar con los Griegos.Los de Stira daban las mismas naves que en Artemi-sio, y los de Citno23 daban tambin la suya con sugaleota, cuyos dos pueblos son Driopes en su ori-gen. Seguan asimismo en la armada los Serfios, losSifnios24, los Melios, siendo stos los nicos isleosque no haban reconocido al brbaro por soberanocon la entrega de la tierra y del agua.

    XLVII. Haba sido levantada toda la referidatropa en las naciones que moran ms ac de los

    23 Citno, al presente Termia.24 El pueblo de los primeros es actualmente el lugar de Serso,y el de los Sifnios es la isla de Sifanto.

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    confines de los Tesprotos y del ro Aqueronte25;siendo los que confinan con los Ampraciotas y conlos Leucadios, que fueron los guerreros venidos delas regiones ms remotas. De los pueblos situadosms all de los dichos trminos slo asistan a laGrecia puesta en tanto peligro los Crotoniatas, ystos con una sola nave, cuyo comandante era Failo,el cual haba tres veces obtenido el primer premiode los juegos Pitios: son los Crotoniatas oriundos deAcaya.

    XLVIII. Generalmente las ciudades dichas ser-van en la armada con sus galeras; solo los Melios,Sifnios y Serifios venan en sus galeotas o pento-conteros: dos daban los Melios oriundos de Lace-demonia; los Sifnios y Serifios, ambos de origenJonios, colonos de Atenas, daban la suya respectiva.El nmero total de las naves sin contar las galeotassuba a 37826.

    XLIX. Juntos ya en Salamina todos los generalesde las ciudades mencionadas, entraron en consejo,donde les propuso Euribiades que cada cual conentera libertad dijese qu lugar, entre todos los que 25 Los Tesprotos habitaban hacia la Vaelitia, el Aqueronte esel Veriichi en Epiro.

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    estaban bajo del poder y dominio griego, le parecaser el ms oportuno para la batalla naval. No conta-ba con Atenas, desamparada ya, y solamente lesconsultaba acerca de las dems ciudades. El mayornmero de los votos concordaba en que pasasen alistmo y diesen la batalla en el Peloponeso. La raznque daban era que en caso de ser vencidos por marcerca de Salamina, se veran despus sitiados enaquella isla, donde ningn socorro les podra llegar;pero que si se hallaban cerca del istmo, podran, encaso de ser vencidos, irse a juntar con los suyos.

    L. Defendiendo as su parecer los generales delPeloponeso, lleg un Ateniense con la nueva de queel brbaro se entraba ya por el tica, y que en ella lopasaba todo a sangre y fuego. En efecto, el ejrcitoen que vena Jerges marchando por la Beocia, des-pus de haber puesto fuego la ciudad de los Tes-pienses27, a la cual haban todos desamparadoretirndose al Peloponeso, como tambin a la de losPlateenses; haba llegado a Atenas, donde todo lodestrua y talaba; y la razn que le indujo a abrasar 26 Quedse corto, pues, Esquiles al dar en su tragedia de losPersas 300 naves a la armada nicamente.27 La ciudad antigua reducida a una pequea poblacin con-servara el nombre de Tespes; pero de Platea, totalmentearruinada ni aun el nombre resta.

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    las ciudades de Tespia y de Platea era por haber o-do de los Tbanos que no eran de su devocin.

    LI. Al cabo de tres meses, contando desde eltrnsito del Helesponto de donde emprendieron losbrbaros sus marchas hacia Europa, en cuyo trn-sito emplearon otro mes28, hallronse por fin en eltica el ao en que fue Caliades arconta en Atenas.Apoderronse de la ciudad desierta, encontrandocon todo unos pocos Atenienses en el templo deMinerva, y con ellos a los encargados de las rentas ybienes del mismo, y otros desvalidos. Eran estos otan pobres que por faltarles los medios no habanpodido retirarse a Salamina, o del nmero de losque pensaban haber penetrado mejor el orculo dela Pythia, en que les anunciaba que la muralla demadera sera inexpugnable, persuadidos de que,conforme al orculo, la ciudadela y no las naves eraun asilo seguro. Los tales, pues, cerrada la puerta delalczar y atrancada con unos gruesos palos, resistana los que procuraban acometerles.

    28 Quiz el sentido debe ser que desde Sardes hasta Europaemplearon un mes marchando, pues no puede entenderseque se pase un mes en el trnsito del Helesponto, en el que,segn refiere el mismo autor, libro VII, pr. LVI, slo em-plearon siete das.

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    LII. Los Persas, fortificndose en un collado queest enfrente de la fortaleza, al cual llaman los deAtenas el cerro de Marte29, les pusieron sitio, y des-de all disparaban contra las estacadas de la ciuda-dela unas saetas incendiarias, alrededor de las cualesataban estopa inflamada. Los Atenienses sitiados,por ms que viesen faltarles ya la estacada, se de-fendan tan obstinadamente que ni aun quisieron oirlas capitulaciones que los Pisistratidas les propo-nan. Entre otros medios de que se valan para sudefensa, uno era el impeler hacia los brbaros queacometan contra la puerta peascos del tamao deunas ruedas de molino. Lleg la cosa a punto queJerges, no pudindoles rendir, estuvo harto tiemposin saber qu partido podra tomar.

    LIII. Al cabo, como era cosa fatal y decretada ya,segn el orculo, que toda la tierra firme del ticafuese domada por los Persas, a los brbaros apura-dos se les descubri cierto paso por donde entrasenen la ciudadela, porque por aquella fachada de lafortaleza que cae a las espaldas de su puerta y de lasubida, lienzo de muralla tal que no pareca quehombre nacido pudiese subir por l, y dejado poreso sin guarda ninguna; por all, digo, subieron al- 29 Este era el famoso Areopago.

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    gunos enemigos, pasando por cerca del templo deAglauro, hija do Ccrope, a pesar de lo escarpadode aquel precipicio. Cuando vieron los Atenienses alos brbaros subidos a la plaza, echndose los unoscabeza abajo desde los muros, perecieron despea-dos, y los otros se refugiaron al templo de Minerva.La primera diligencia de los Persas al acabar de su-bir, fue encaminarse hacia la puerta del templo, yabierta pasar a cuchillo a todos aquellos refugiados.Degollados todos y tendidos, saquearon el templo yentregaron a las llamas la ciudadela entera.

    LIV. Luego que se vio Jerges dueo de toda laciudad de Atenas, despach un correo a caballo quefuese a Susa para dar parte a Artabano del feliz su-ceso de sus armas. El da despus de despachado elnuncio, convoc a los desterrados de Atenas quetraa en su comitiva, y les orden que subiesen alalczar, hiciesen en l sus sacrificios conforme elrito patrio y ceremonias del pas, ora lo mandase aspor alguna visin que entre sueos hubiese tenido,o bien por escrpulo o remordimiento de haberquemado el templo. Los desterrados de Atenascumplieron por su parte con las rdenes dadas.

    LV. Ahora quiero yo decir lo que me ha movidoa referir esta particularidad. Hay en la ciudadela un

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    templo de Erecteo, de cuyo hroe se dice que fuehijo de la tierra30, y en el templo hay un olivo y unmar o pozo de agua marina, los que son monu-mentos de la contienda que entre s tuvieron Nep-tuno y Minerva sobre la tutela del pas, segn locuentan los Atenienses. Sucedi, pues, que dichoolivo qued abrasado juntamente con los dems deltemplo en el incendio de los brbaros. Cosa singu-lar! un da despus del incendio, cuando los Ate-nienses por orden del rey subieron al templo parahacer los sacrificios, vieron que del tronco del olivohaba ya retoado un vstago largo de un codo. Asal menos lo dijeron.

    LVI. Lo mismo fue or los Griegos que se halla-ban en Salamina juntos en consejo lo que pasaba enla ciudadela de Atenas, que moverse entre los mis-mos un gran alboroto y confusin, tal que algunosde los jefes principales, sin esperar que se viniese ala votacin y ltimo acuerdo de lo que se deliberaba,saltaron de repente a sus galeras e iban desplegandolas velas para partir luego, y los dems que se queda-ron en la junta acordaron que se diese la batalla de-lante del istmo. Vino en fin la noche, y disuelto elcongreso, retirronse a las naves. 30 No era sino Egipcio emigrado en Atenas.

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    LVII. Al volver entonces Temstocles a la suya,preguntle cierto paisano de l, llamado Mnesifilo,qu era lo que se haba acordado; y oyendo de lque la resolucin ltima haba sido que pasadas lasnaves al istmo, se diese la batalla naval delante delPeloponeso: -Si as es, le dijo, que esos una vez separtan de Salamina con sus naves, adis, amigo, nohabr ms patria por cuya defensa podrs t pelear.Sabes lo que harn? volverse cada cual a su ciu-dad; ni Euribiades ni otro alguno podr tanto quellegue a estorbar que no se disuelva y disipe la ar-mada; y con esto ir pereciendo la Grecia por faltade consejo y acierto. No, amigo; mira si tiene reme-dio el asunto; ve all y procura desconcertar loacordado, si es que puedes hallar el modo de hacerque Euribiades mudo de parecer y quiera no Mo-verse de este puesto.

    LVIII. Penetrse mucho Temstocles del aviso, ycuadrle la idea de suerte, que sin contestarle ni unasola palabra, vse a la nave de Euribiades, y dceledesde su esquife que tenia un negocio pblico quetratar con l. Euribiades, mandndole subir a bordo,convdale a que diga lo que quiera comunicar. Te-mstocles, sentndose a su lado, le propone cuantohaba odo de boca de Mnesifilo, apropindose la

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    idea31 y aadiendo muchas otras cosas y razones, nipar hasta tanto que, hacindolo mudar de parecer,le redujo con sus ruegos a que saltase a tierra y lla-mase a los generales a congreso.

    LIX. Jntanse, pues, stos, y antes que les propu-siera Euribiades el asunto para cuya deliberacin leshaba convocado, el hbil Temstocles, como hom-bre muy empeado en salir con su intento, hacaselenguas pidiendo a todos que no dejasen el puesto.Oyndole el general de los Corintios, Adimanto,hijo de Ocito: -Temstocles, le dijo, en los juegospblicos lleva azotes el que se mueve antes de laseal32. Rebatile Temstocles con decirle: -Losque en ellos se quedan atrs no se llevan la palma.

    31 Plutarco, segn su costumbre, se declara contra nuestroautor por haber privado a Temstocles de la gloria que semerece te aviso digno del mejor poltico, especialmente ha-biendo reservado para su Artemisia, como veremos, conse-jos llenos de acierto y prudencia.32 Alude este dicho a las corridas de los juegos olmpicos, enque los jueces llamados Olimpinicas, por medio de sus al-guaciles los Alytas mandaban dar un latigazo al que antes dedar ellos la seal sala de la lnea, como lo dieron al Lacede-monio Lieas (Tucd.). Es clebre, y no s como lo omiteHorodoto, el dicho do Tamstocles, quien al ver que Euri-biades le amenazaba con el bastn. -Pega, le dijo, si quieres,pero oye.

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    LX. Devuelta con gracia la rplica al Corintio,volvise Temstocles para hablar con Euribiades, ysin hacer mencin de lo que antes a solas le habadicho, a saber, que si una vez alzaban ancla los ge-nerales en Salamina apretaran a huir, pues bien veal que no era cortesa acusar a nadie de cobarde enpresencia de los confederados, ech mano de esotrodiscurso diciendo: -En tu mano, Euribiades, tienesahora la salud pblica de la Grecia; con tal que teconformes con mi parecer, que es el de dar en estasaguas la batalla, y no con el de los que quieren queleves ancla y vuelvas a las del istmo con la armada.yeme, pues, y pesa luego las razones de entrambospareceres. Dando la batalla cerca del istmo, pelearslo primero en alta mar, en mar abierta y patente,cosa que de ningn modo nos conviene, siendonuestras galeras ms pesadas y menores en nmeroque las del enemigo. Adems de esto, perders aSalamina, Megara y Egina, aun cuando lo dems nossalga felizmente. Con esto, finalmente, hars que elejrcito de tierra siga y acompae las escuadras delenemigo, y con ese motivo t mismo la conducirsal Poloponeso y pondrs en peligro a la Grecia toda.Si por el contrario, siguieses mi parecer, mira cun-tas son las ventajas que a lograr vamos. En primer

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    lugar, siendo estrecho ese paso, con pocas navespodremos cerrar con muchas; y si fuere tal la fortu-na de la guerra cual es verosmil que sea, saldremosde la refriega muy superiores, puesto que a noso-tros, para vencer, nos conviene lo angosto del lugar,al pase que la anchura al enemigo. A ms de esto,nos quedar salva Salamina, donde habemos dadoasilo y guarida a nuestros hijos y mujeres. Aadoaunque de hacerlo as depende lo que tanto deseanestos guerreros, pues quedndote aqu cubrirs ydefenders con la armada al Peloponeso del mismomodo que si dieras la batalla cerca del istmo, y nocometers el error de conducir los enemigos al Pe-loponeso. Y si el xito nos favorece, como lo espe-ro, quedando ya victoriosos en el mar, lograremossin duda que no se adelanten los brbaros hacia elistmo, ni pasen aun ms all del tica, antes bien losveremos huir sin orden ninguno y con la ventaja deque nos queden libres e intactas las ciudades de Me-gara, de Egina y de Salamina, en donde los Atenien-ses, segn la promesa de los orculos, debemos sersuperiores a nuestros enemigos. No digo ms, sinoque por lo comn el buen xito es fruto de un buenconsejo, mientras que ni Dios mismo quiere pros-

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    perar las humanas empresas que no nacen de unaprudente deliberacin.

    LXI. Al tiempo que esto deca Temstocles, inte-rrumpile otra vez Adimanto el Corintio, mandan-do que callase el fanfarrn expatriado y aun sinpatria, y volvindose a Euribiades le dijo no permi-tiese a nadie votar33 sobre el dictamen de quien nicasa ni hogar tena ya; que primero les dijese Te-mstocles cul era su ciudad, y que se votase des-pus sobre su parecer; desvergenza con que daba aTemstocles en rostro por hallarse ya su patria, Ate-nas, en poder del Persa. Entonces Temstocles cu-brile de oprobio a l y a sus Corintios, dicindolede ellos mil infamias, aadiendo que los Ateniensescon las 200 naves armadas que conservaban, tenanmejor ciudad y mayor estado que ellos; no habiendoninguno entre los Griegos que pudiese resistir si losAtenienses le acometan.

    33 Para votar los negocios en Atenas los escriban en una ta-blilla expuesta al pblico los Pritanes o gobernadores desemana: junta ya la Asamblea popular, volva el Epistates,esto es, el primero de los Prohedros o presidentes, a propo-ner el asunto sobra el cual despus de haber discurrido losoradores que lo pedan, anunciaba el Epistates al pueblo quese iba a votar. La fuerza de este acto es la que expresa en estepasaje el verbo del original

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    LXII. Despus que de paso hubo soltado estasrazones, encarse con Euribiades, y con mayorahnco y resolucin le dijo: -Atiende bien a ello: siesperares aqu al enemigo y esperndole te portarescomo corresponde segn eres de valiente y honra-do, sers la salud de la Grecia; de otro, modo, suruina. Nuestras fuerzas en esta guerra no son otrasque las de esta armada unida: no te dejes deslum-brar, sino creme a m. Voy a echar el resto: si nohaces lo que te digo, sin aguardar ms nosotros losAtenienses vamos en derechura a cargar con nues-tras familias y partimos con ellas para Siris34 de Ita-lia, pues ella es nuestra ya de tiempo inmemorial, ynos predicen los orculos que debemos poblarlanosotros. Cuando os viereis desamparados de unaalianza como la nuestra, os acordareis de lo queahora os digo.

    LXIII. Con estas razones de Temstocles iba de-simpresionndose Euribiades; y lo que a mi juicio lehaca mudar de dictamen, era particularmente elmiedo de que les dejaran los Atenienses si retirabala armada hacia el istmo; tanto ms, cuanto dejn- 34 Ciudad da Lucania en la actual Basilicata, llamada despusBeraclea, al presente arruinada, cerca de la embocadura del

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    doles ellos, no tendran los dems fuerzas bastantespara entrar en batalla con el enemigo. Su dictamen,en suma, fue que se diese all la batalla.

    LXIV. Despus que se hubieron encontrado depareceres en esta reyerta sobre quedarse o no enSalamina, cuando vieron la resolucin de Euribia-des, empezaron a prepararse para entrar all mismoen combate. Vino el da, y en el punto de salir el solsintise un terremoto de mar y tierra. Pareciles alos Griegos que no slo sera bien acudir a los dio-ses con sus oraciones y votos, sino tambin llamar alos Ecidas en asistencia y compaa suya, y as loejecutaron; porque habiendo hecho sus ruegos atodos los dioses, tomaron de Salamina misma aEante y a Telamon, y enviaron a Egina una navepara traer a Eaco y a los dems Ecidas35.

    LXV. Ms es todava lo que contaba Diceo, hijode Teocides, natural de Atenas o ilustre desterradoentre los Persas: que en el tiempo en que la infante-ra de Jerges iba talando el tica, desierta de ciuda-danos, hallbase l casualmente en el campo ro Siris, el moderno Senno. Los Atenienses fundaron tam-bin a Turio en aquellas cercanas.35 Sin duda su pretensin era que estos misteriosos dolos,semejantes a los Dioscuros, acompaasen la armada, comoentre los Turcos el estandarte de Mahoma.

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    Triasio36 en compaa del Lacedemonio Demarato;que vieron all una polvareda que sala de Eleusina,cual suele levantar un cuerpo de treinta mil hom-bres; y como ellos, maravillados, no entendiesenqu gente podra ser la que tanto polvo levantaba,oyeron de repente una voz que a l le pareci seraquella oda solemne y mstica llamada Iacco. Pre-guntle Demarato, que no tena experiencia de lasceremonias que se usan en Eleusina, qu vena a seraquella vocera; a lo que Diceo respondi: -No esposible, Demarato, sino que una gran maldicin delcielo o del abismo va a descargar sobre el ejrcitodel rey, pues bien claro est que hallndose el ticadesamparada y vaca, son esas voces de algn diosque de Eleusina va al socorro de los Atenienses y desus aliados. Si se echa sobre el Peloponeso ese soco-rro divino, en mucho peligro se ver el rey con el

    36 Llanura vecina a la antigua Eleusis, que es al presente la al-dea de Lepsina. En cuanto al prodigio, no es de creer queHerodoto asienta a l, como a otros mil que refiere. Loshistoriadores no quieren por lo comn ser menos aplaudidosque los cmicos, y se acomodan por lo mismo al sabor delos lectores; y no es por lo mismo ms de extraar que ali-mente Herodoto de ficciones y maravillas a lectores gentli-cos y supersticiosos, que el espritu de Impiedad y depedante filosofa de que llenan sus volmenes muchos de losque tachan de crdulo a nuestro autor.

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    ejrcito de tierra firme, y si va hacia las naves queestn en Salamina, peligra mucho que el rey pierdasu armada naval. Esa es una fiesta que celebran to-dos los aos los Atenienses en honra de la Madre(Cres) y de la Nia (Proserpina), en la cual cual-quiera de ellos, y aun de los otros Griegos, puedealistarse por cofrade, y esta algazara que aqu oyes esla misma que mueven en la fiesta con su cantar deIacco. Djole a esto Demarato: -Calla, amigo; teruego que no digas a nadie palabra de esto; que sicuanto aqu manifiestas llega a odos del rey, perde-rs t la cabeza, sin que yo ni otro alguno podamoslibrarte. Silencio, y no mover ruido; que de nuestroejrcito cuidarn los dioses. Esto fue lo que previ-no a Diceo su compaero; pero despus de vista lapolvareda y oda la gritera, formse all una nubeque, llevada por el aire, se encamin hacia Salaminaal ejrcito de los Griegos, con lo cual acabaron deentender que haba de perderse la armada naval deJerges. He aqu lo que contaba Diceo, hijo de Teo-cides, citando por testigos a Demarato y a otrosmuchos.

    LXVI. Volviendo a las tropas que servan en laarmada de Jerges, despus que desde Traquina,donde haban contemplado el destrozo y carnicera

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    hecha en los Lacedemonios, pasaron a Histiea, de-tuvironse en ella tres das despus de los cualesnavegaron por el Euripo, y al cabo de otros tres sehallaron en Falero37, puerto que era de Atenas: y alo que creo, no fue menor el nmero de las tropasque vino contra Atenas, as de las de tierra como delas de mar, de lo que haba sido aquel con que ha-ban antes llegado a Sepiada y a Termpilas; porquedebo aqu sustituir al nmero de las que en la tor-menta se perdieron, de las que perecieron en Ter-mpilas y de las que murieron en los combatesnavales cerca de Artemisio, los Melienses, los Do-rios, los Locros y los Beocios, pueblos que con to-das sus milicias venan incorporados en el gruesodel ejrcito, sacados solamente los de Tespia y losde Platea. Debo aadir tambin los Caristios38, losAndrios, los Tenios y todos los dems isleos, fuerade aquellas cinco ciudades de quienes hice antesmencin, llamndolas por su nombre. Y lo cierto esque cuanto ms iba internndose el Persa dentro de

    37 Palero, puerto a cosa de una legua de Atenas, desierto alpresente y abandonado.38 Caristo, hoy Castelroso en Eubea: los renios habitaban laisla de Tine, y las cinco ciudades de que se habla aqu y en elprrafo XLVI, son las cinco islas de Naxos, Melo, Sifno,Serifo y Citno.

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    la Grecia, tantas ms eran las naciones que le ibanacompaando.

    LXVII. Llegados, pues, a Atenas todos los quellevo referidos, sacando solamente a los Parios, puesstos, habindose quedado en Cidno, se mantuvie-ron neutrales esperando a ver en qu parara la em-presa; llegados, repito, todos los dems a Falero,baj el mismo Jerges en persona hacia las naves conel intento de conferenciar con su marina y a fin deexplorar de qu sentir eran los de sus escuadras.Acercado a la playa, y sentado en un lugar eminente,bansele presentando los seores de sus respectivasnaciones y los oficiales llamados de sus naves, y to-maban asiento segn el lugar y preferencia que elrey a cada uno de ellos haba sealado, siendo entretodos el primero el rey de Sidonia, el segundo el deTiro y as de los dems. Sentados ya todos por suorden, Mardonio, pasando por medio de ellos deorden de Jerges, iba tomando los pareceres de cadauno en particular sobre si sera del caso dar la bata-lla naval.

    LXVIII. Iba, pues, Mardonio preguntando a to-dos, empezando su giro desde el rey de Sidonia, yrecogiendo de cada uno de ellos un mismo voto ysentimiento, a saber, que sin duda deba darse la

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    batalla, cuando Artemisia se explic en tales trmi-nos: -Harsme, oh Mardonio, la merced de decir alrey de mi parte, que yo, que no me port entera-mente mal en las refriegas pasadas, aqu cerca deEubea, ni dej de dar pruebas bastantes de mi valor,hablle ahora por tu boca en estos trminos: Seor,mi fidelidad en todo rigor de justicia me obliga aque os descubra ingenuamente lo que juzgue porms conveniente a vuestro servicio: hgolo, pues,dicindoos que guardis vuestras naves y no entriscon ellas en batalla, pues esos enemigos son unatropa tan superior en el mar a la vuestra, cuanto loson los hombres en valor a las mujeres. Y qu ne-cesidad tenis vos, ni poca ni mucha, de exponerosa una batalla naval? No os veis dueo de Atenas,cuya venganza y conquista os movi a esta expedi-cin? No sois seor de la Grecia toda, no habiendoya quien salga a detener el curso de la victoria? Losque hasta aqu se os han puesto delante, han lleva-do, y llevado bien, su merecido. Aun ms, seor:quiero representaros el paradero que a mi juiciotendrn los asuntos del enemigo. Si no os apresurisa dar la batalla por mar, antes bien continuis entener la armada en estas costas o la mandis avanzarhacia el Peloponeso, no dudis, seor, que veris

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    cumplidos, los designios que os han trado a la Gre-cia; porque no se hallarn los Griegos en estado deresistiros largo tiempo, sino que les obligareis enbreve a dividir sus fuerzas partindose hacia susrespectivas ciudades. Hablo as, porque, segn llevodicho, ni tienen ellos vveres provenidos en esa isla,ni es de creer que dirigindoos vos con el ejrcito detierra hacia el Peloponeso, se estn aqu inmvileslos que all han concurrido. No se cuidarn ellos sinduda de pelear en defensa o venganza de los Ate-nienses. Al contrario, tengo mucho que temer que sicon tanta precipitacin dais la batalla naval, vuestrastropas de mar, rotas y deshechas, han de descon-certar a las de tierra. A ms de esto, quisiera yo, se-or, que hicieseis la siguiente reflexin: que un buenamo, por lo comn, se ve servido de un criado ma-lo, y un mal amo de un criado bueno. De esta des-gracia os toca tambin a vos una buena parte, quesiendo el mejor soberano del mundo tenis unospsimos criados; pues esos que pasan por aliadosvuestros, quiero decir, los Egipcios, los Cipriotas,los Cilicios, los Panfilios, no son hombres para na-da.

    LXIX. Al or a Artemisia diciendo esto a Mardo-nio, cuantos la queran bien reciban mucha pena de

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    que as se explicase, persuadidos de que haba decostarle caro su libertad de parte del soberano, co-mo que se opona a que se diese la batalla. Pero losque la miraban con malos ojos y le envidiaban lahonra con que el rey la distingua entre los demsconfederados, reciban gran placer en su voto parti-cular, como si por l se fabricase ella misma su rui-na. Pero no fue as, antes bien, cuando se hizorelacin a Jerges de aquellos pareceres, mostr mu-cho gusto y satisfaccin con el de Artemisia; desuerte que, si antes la tena por mujer de prendas, lacelebr entonces mucho ms de ingeniosa y pru-dente. Orden, no obstante, que se estuviese a lapluralidad de los votos, dndose a entender que sustropas antes no haban hecho su deber en los en-cuentros cerca de Eubea, llevando blanda la manopor no hallarse l presente, pero que no sucedera lomismo entonces, cuando estaba resuello a ver lasbatallas por sus mismos ojos.

    LXX. Dada la orden de hacerse a la vela, partie-ron hacia las aguas de Salamina, y se formaron enbatalla a su gusto y placer, tan despacio, que no lesqued tiempo para darla aquel da. Sobrevino la no-che y la pasaron ordenndose para pelear al da si-guiente. Pero los Griegos, y muy particularmente los

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    venidos del Peloponeso, estaban sobrecargados depasmo y horror, viendo estos ltimos que confina-dos all en Salamina iban a dar a favor de los Ate-nienses una batalla, de la cual, si salan vencidos,veranse cogidos y bloqueados en una isla, dejando asu patria indefensa.

    LXXI. Aquella misma noche empez a marcharpor tierra hacia el Peloponeso el ejrcito de los Per-sas, por ms que se hubiesen tomado todas las me-didas y precauciones posibles a fin de impedir a losbrbaros el paso de tierra firme; porque apenas su-pieron los Peloponesios la muerte de las tropas deLeonidas en Termpilas, concurriendo a toda prisalos guerreros de las ciudades, sentaron sus reales enel istmo, teniendo, al frente por general a Cleom-broto, hijo de Anaxandrides y hermano de Leoni-das. Plantados en el Istmo sus reales, cortaron antetodo con trincheras y terraplenaron la va Scironi-da39, y despus tomado entre ellos acuerdo, deter-minaron levantar una muralla en las fauces delistmo, y como eran muchos millares de hombres losque all estaban, y no haba ni uno solo que no pu-

    39 Este camino, que llaman otros Scirona, conduca al istmode la ciudad de Megara por entre aquellos montes y derrum-baderos que al presente llaman Caki-Scala

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    siese mano al trabajo, estaba ya entonces acabada laobra, mayormente cuando sin cesar ni de da ni denoche, iban afanndose aquellas tropas, acarreandounos ladrillo, otros fagina y otros cargas de arena.

    LXXII. Los pueblos que a la guarnicin y defen-sa del istmo concurran con toda su gente eran losGriegos siguientes: los Lacedemonios, los Arcadestodos, los Eleos, los Corintios, los Sicionios, losEpidaurios, los Fliasios, los Trecenios y los Her-mionenses; y estos se desvelaban tanto en acudircon sus tropas al istmo, porque no podan ver sinhorror reducida la Grecia al ltimo trance y peligrode perder la libertad, mientras que los otros Pelo-ponesios lo miraban todo con mucha indiferencia,sin cuidarse nada de lo que pasaba.

    LXXIII. Hablase ya dado fin a los juegos Olm-picos y Carneos. Para hablar con ms particularidad,es de saber que son siete las naciones que moran enel Peloponeso, dos de las cuales, los Arcades y losCinurios; no slo son originarios de aquella provin-cia, sino que al presente ocupan la misma reginque desde el principio la ocupaban. Una nacin delas siete, es decir, la Acaica, si bien nunca desampa-r el Peloponeso, salida con todo de su misma tierra

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    habita en otra extraa40: las otras cuatro que restan,la de los Dorios, de los Etolos, de los Driopes y delos Lenios, son advenedizas. Tienen all los Doriosmuchas y muy buenas ciudades; los Etolos sola-mente una, que es Elida; los Driopes tienen a Her-miona y Asina41, que est confinante con Cardamila,ciudad de la Laconia; a los Lacedemonios pertene-cen todos los Perorestas. Los Cinurios, siendo ori-ginarios del pas (o auctotonas), han parecido aalgunos los nicos Jonios del pas, solo que se hanvuelto Dricos al parecer, as por haber sido vasa-llos de los Argivos, como por haberse hecho Omea-tas con el tiempo por razn de su vecindario. Digo,pues, que las dems ciudades de estas siete naciones,exceptuando las que llevo expresadas, salironsefuera de la liga, o si ha de hablarse con libertad, sa-lindose de la liga, se declararon por los Medos.

    40 Los Aqueos, echados por los Dorios de su pas, arrojarondel suyo a los Jonios, apoderndose de la regin vecina algolfo de Corinto. Homero cuenta seis regiones en el Pelo-poneso41 Asina, no la de Mesenia, sino la de Argolida, es al presenteun pequeo pueblo con el nombre de Vulcanos: la antiguaCardamila lleva segn unos el nombre de Parama, segnotros el de Sapito: Pororea estaba no lejos de Sicion; Orneaera otra ciudad de los Argivos.

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    LXXIV. Los que se hallaban en el istmo no per-donaban trabajo ni fatiga alguna, como hombresque vean que en aquello se libraba su suerte, ma-yormente no esperando que sus naves les acudiesenmucho en la batalla; y los que estaban en Salamina,por ms que supiesen los preparativos del istmo,estaban amedrentados, no tanto por su causa propiacomo respecto al Peloponeso. Por algn cortotiempo, hablando los unos al odo de quien a su la-do tenan, admirbanse de la imprudencia y falta deacierto en Euribades, pero al fin revent y sali alpblico la murmuracin. Juntse la gente a consejo,y todo era altercar sobre el asunto. Porfiaban losunos ser preciso hacerse a la vela para el Pelopone-so, exponerse all a una batalla para su defensa; perono quedarse en donde estaban para pelear a favorde una regin tomada ya por el enemigo. Empe-banse, por el contrario, los Atenienses, los Eginetasy los Megarenses en que era menester rebatir al ad-versario en aquel puesto mismo.

    LXXV. Entnces, como viese Temstocles queperda la causa por los votos de los jefes del Pelo-poneso, salise ocultamente del congreso, y luegode salido despacha un hombre que vaya en un barcoa la armada de los Medos, bien instruido de lo que

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    deba decirles. Llambase Sicinno este enviado42, yera siervo y ayo de los, hijos de Temstocles, quien,despus de sosegadas ya las cosas, hzolo inscribirentre los ciudadanos de Tespias, en la ocasin enque stos admitan nuevos vecinos, colmndole debienes y de riquezas. Llegado all Sicinno en su bar-co, habl en esta conformidad a los jefes de losbrbaros: -Aqu vengo a hurto de los dems Grie-gos, enviado por el general de los Atenienses, quien,apasionado por los intereses del rey y deseoso deque sea superior vuestro partido al de los Griegos,me manda deciros que ellos han determinado huirde puro miedo. Ahora se os presenta oportunidadpara una accin la ms gallarda del mundo si no lesdais lugar ni permits que se os escapen huyendo.Discordes ellos entro s mismos, no acertarn a re-sistiros, antes les veris trabados entre s los unoscontra los otros, peleando los de vuestro partidocontra los que no lo son.

    LXXVI. Decir esto Sicinno y volverles las espal-das, marchndose, fue uno mismo. Los brbaros,dando luego crdito a lo que acababa de avisarles,

    42 Plutarco y otros autores pretenden que fuese este Sicinnode nacin Persa, comprado como esclavo por Temstocles, aquienes se opone Eschilo, que le llama Griego

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    tornaron dos medidas: la una hacer pasar muchosPersas a la isleta Psitalea43, situada entre Salamina yel continente; la otra dar orden, luego de llegada lamedia noche, que el ala de su armada por el lado dePoniente se alargase hasta rodear a Salamina, y quelas naves apostadas cerca de Ceo y de Cinosura44

    avanzasen tanto, que ocupasen todo el estrechohasta la misma Muniquia. Con esta disposicin de laarmada pretendan que no pudiesen hurseles losGriegos, sino que cogidos en Salamina pagasen lapena de los males y daos que les haban causadoen las refriegas de Artemisio. Pero la razn que tu-vieron en poner la guarnicin de Persas en la pe-quea isla de Psitalea, fue porque, hallndose staen medio de aquel estrecho en que haba de darse labatalla naval, era preciso que de sus resultas fueran adar en aquella islita los nufragos y los destrozos delas naves. Queran, pues, tener all tropa apostada,que salvase a los suyos y perdiese a los enemigosarrojados. Hacan con gran silencio estas preven-

    43 Crese que ese islote es Liprocontalia, sin poblacin algunaen el da.44 No pudiendo ser dicha Cinosura la de Lacenia, por sobra-do distante, no ser acaso otra que el promontorio de Ma-raton enfrente de Eubea. Muniquia era otro puerto deAtenas, al presente cegado, con el nombre de Macina.

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    ciones para no ser sentidos de sus contrarios, y enellas trabajaron toda la noche sin tomar algn repo-so.

    LXXVII. Aqu no puedo ahora, viendo y pesan-do atentamente el negocio, declararme contra losorculos, y decir de ellos que no son prediccionesverdicas, sin incurrir en la nota de ir contra la evi-dencia conocida: Cuando junte la playa consagrada aDiana de dorada cabellera, a la marina Cinosura, con supuente de barcas, el que tal a Atenas con furiosa lisonja,all se ver extinguido de mano de la santa Temis, tantoarrojo hijo de tanta soberbia, insultante, rapaz como el detodo poder supremo. Cosido el acero con el acero cubrirMarte el mar de roja sangre, entonces Jpiter y la diosaVictoria felicitarn a la Grecia libre. Siendo, pues, talesy dichas con tanta claridad, por Bacis estas profe-cas, ni me atrevo yo a oponerme a la verdad de losorculos, ni puedo sufrir que otro ninguno la con-tradiga45

    45 Aunque no se haya decidido todava si el espritu de Diosinspiraba a veces a las Sibilas, y aunque ninguna dificultadofrezca el que la Providencia para sus fines se valiera de im-puros labios para descubrir a los hombres lo futuro, es desospechar, por ms que repugne a Herodoto, que Temsto-cles supuso a Bacia estos versos. El espritu poltico se tras-forma en espritu proftico siempre que le conviene.

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    LXXVIII. Por lo que mira a los jefes griegos enSalamina, llevaban adelante sus porfas y altercados,pues no saban aun que se hallasen ya cercados delas naves de los brbaros, antes crean que se man-tenan stos en los puestos mismos en donde aquelda los haban visto formados.

    LXXIX. Estando dichos jefes en su junta, vinodesde Egina el Ateniense Arstides, hijo de Lisima-co, a quien con su ostracismo haba el pueblo deste-rrado de la patria, hombre, segn oigo hablar de suporte y conducta, el mejor y el ms justo de cuantoshubo jams en Atenas46. Este, pues, llegndose alcongreso, llam a Temstocles, quien, lejos de seramigo suyo, se le haba profesado siempre su mayor 46 Plutarco, slo para contradecir a nuestro autor, parece du-dar de la ponderada entereza de Arstides. Solo observarque en la historia no hallamos menor nmero de hombresilustres vctimas de sus virtudes, que vctimas de sus pasionesen los vicios, atendido el gran nmero de stos y el corto deaquellos. No hablo de los perseguidos por motivos de reli-gin, a quienes el mundo, como a cosa no suya, jams amara:hablo de aquellas almas polticamente grandes, dedicadasnicamente al bien de la sociedad por medios honestos yleales contra quienes us Atenas de su ostracismo, y los mo-dernos Estados de la deposicin con achaque de admitir ladimisin de sus empleos. No pudiendo el mundo civil sufrirni sus males ni sus remedios, igualmente aborrece al ruin

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    enemigo. Pero en aquel estado fatal de Cosas, pro-curando l olvidarse de todo y con la mira de confe-renciar sobre ellas, llamle fuera, por cuanto habaya odo decir que la gente del Peloponeso quera atoda prisa irse con sus naves hacia el istmo. Salellamado Temstocles, y le habla Arstides de estasuerte: -Sabes muy bien, oh Temstocles, quenuestras contiendas y porfas en toda ocasin, y ma-yormente en esta del da, crtica y perentoria, debenreducirse a cul de los dos servir mejor al bien dela patria. Hgote saber, pues, que tanto servir a losPeloponesios el altercar, mucho como no altercaracerca de retirar sus naves de este puesto; pues yo teaseguro, como testigo de vista de lo que digo, quepor ms que lo quieran los Corintios, y aun dirms, por ms que lo ordene el mismo Euribiades,no podrn apartarse ya, porque nos hallamos cerra-dos por las escuadras enemigas. Entra, pues, t ydales esta noticia.

    LXXX. Respondi a esto Temstocles:-Importante es ese aviso, y haces bien en darmeparte de lo que pasa. Gracias a los dioses que lo queyo tanto deseaba, t, como testigo ocular, me asegu-

    magistrado que agrava sus dolencias, que al buen polticoque le receta las medicinas.

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    ras haberlo visto ya ejecutado. Sbete que de mprocedi lo que han hecho los Persas, pues vea yoser preciso que los Griegos, los cuales de su buenavoluntad no queran entrar en combate, entrasen enl, mal que les pesara. T mismo ahora, que con tanbuena noticia vienes, bien puedes entrar a drsela;que si yo lo hago dirn que me la finjo, y no les per-suadir de que as lo estn efectuando los brbaros.Ve t mismo en persona, y diles claro lo que pasa.Si ellos dan crdito a tu aviso, estamos bien; y si nolo toman por digno de fe, lo mismo que antes nostenemos, pues no hay que temer se nos vayan deaqu huyendo, si es cierto, como dices, que nos ha-llamos cogidos por todas partes.

    LXXXI. En efecto, fue a darles Arstides la noti-cia, diciendo cmo acababa de llegar de Egina, yque apenas haba podido pasar sin ser visto de lasnaves del enemigo, que iban apostndose de maneraque ya toda la armada griega se hallaba circuida porla de Jerges; que lo que l les aconsejaba era que sepreparasen a una vigorosa resistencia. Acabado dedecir esto, salise Arstides47, y ellos volvieron de

    47 Pudese de aqu concluir que Arstides ni se hall en labatalla naval, durando todava su destierro, como escribi

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    nuevo a embravecerse en sus disputas, siendo cre-do el aviso de la mayor parte de aquellos jefes su-premos.

    LXXXII. En tanto que no acababan de dar fe aArstides, llegan con su galera unos desertores natu-rales de Leno, cuyo capitn era Panetio, hijo de So-simenes, quienes los sacaron totalmente de duda,contndoles puntualmente lo que pasaba. Dir aqude paso, que en atencin a la desercin de dichagalera lograron despus los Tenios que fuese graba-do su nombre entre el de los pueblos que derrota-ron al brbaro, en la Trpode que en memoria detanta hazaa fue consagrada en Delfos. Con estagalera que vino desertando a Salamina y con la otrade los Lemnios que antes se les haba pasado enArtemisio, llenaron los Griegos el nmero de suarmada, hasta completar el de 180 naves, para elcual eran dos las que antes les faltaban.

    LXXXIII. Luego que los Griegos tuvieron porverdad lo que los Tenios les decan, aprestronse alpunto para la funcin. Al rayar del alba llamaron ajunta a las tropas de la escuadra: entre todos, el quemejor areng la suya fue Temstocles, cuyo discurso

    Cornelio Nepote, y que duraba aun entonces en su rigor elostracismo, lo que neg Plutarco.

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    se redujo a un paralelo entre los bienes y conve-niencias de primer orden que caben en la naturalezay condicin humana, y las de segunda clase inferio-res a las primeras; discurso que concluy exhortn-doles a escoger para ellos las mejores48. Acabada laarenga, les mand pasar a bordo. Embarcados ya,vino de Egina aquella galera que haba ido por losEacidas, y sin ms esperar, adelantse toda la arma-da grie