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Los grupos subalternos - Web Facultad de Humanidades

Apr 04, 2022

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Los grupos subalternos en el nordeste del Virreinato del Río de la Plata

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Los grupos subalternos en el nordeste del Virreinato del Río de la Plata

María Laura Salinas Hugo Beck–compiladores–

Rosario, 2015

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Los grupos subalternos en el nordeste del Virreinato del Río de la Plata / María Laura Salinas ... [et al.] ; compilado por María Laura Salinas; Hugo Beck - 1a ed. - Rosario: Prohistoria Ediciones, 2015. 276 p.; 22,5x15,5 cm. - (Universidad; 45)

ISBN 978-987-3864-20-9

1. Historia. 2. Historia Argentina. 3. Historia Regional. I. Salinas, María Laura II. Salinas, María Laura, comp. III. Beck, Hugo, comp. CDD 98220.980

Fecha de catalogación: *** 13/05/2015

Composición y diseño: mbdiseñoEdición: Prohistoria EdicionesDiseño de Tapa: Fernet solo

Este libro recibió evaluación académica y su publicación ha sido recomendada por reconocidos especialistas que asesoran a esta editorial en la selección de los materiales.

TODOS LOS DERECHOS REGISTRADOSHECHO EL DEPÓSITO QUE MARCA LA LEY 11723

© María Laura Salinas y Hugo Beck© de esta edición: Tucumán 2253, S2002JVA ROSARIO, ArgentinaEmail: [email protected]

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, incluido su diseño tipográfico y de portada, en cualquier formato y por cualquier medio, mecánico o electrónico, sin expresa autorización del editor.

Este libro se terminó de imprimir en ART, Talleres Gráficos, Rosario, Argentina, en noviembre de 2015.Impreso en la Argentina

ISBN 978-987-3864-20-9

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Índice

IntroduccIón ............................................................................................. 9

PrIMErA PArtEEl nordeste regional como región histórica

La construcción de la historia regional del Nordeste argentino. Una experiencia personalErnesto J. A. Maeder ............................................................................................ 19

Historia Regional, corriente historiográfica en augeHugo Beck ........................................................................................................... 31

Una aproximación historiográfica a los sectores subalternos en el Nordeste Colonial Fátima V. Valenzuela y Josefina Cargnel ............................................................. 69

SEGundA PArtEIndios y negros en los confines del Virreinato

Un estudio demográfico de los sectores subalternos en Paraguay y Corrientes (fines del siglo XVIII- principios del siglo XIX)María Laura Salinas y Fátima V. Valenzuela ....................................................... 95

De la despótica comunidad a la ilustrada libertad. Transformaciones territoriales y estrategias indígenas en los pueblos de Misiones a fines del siglo XVIIIGuillermo Wilde ................................................................................................... 121

Reglamentar para no defraudar. El régimen de trabajo de los peones y artesanos indígenas en el Paraguay a fines del Antiguo RégimenHerib Caballero Campos ...................................................................................... 167

La elite capitular correntina ante los sucesos revolucionarios de 1810Fernando A. Pozzaglio ......................................................................................... 181

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Emboscada de indios y trampa de negros. Afrodescendientes en Paraguay, de la colonia a la Guerra contra la Triple AlianzaIgnacio Telesca ..................................................................................................... 205

El pueblo de Indios de Itatí durante la etapa de formación de la provincia de Corrientes (1814-1826)Enrique César Schaller ......................................................................................... 223

AnEXo ............................................................................................................... 265

LoS AutorES y LAS AutorAS ................................................................. 271

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IntroduccIón

Desde hace algunos años conformamos un grupo de investigación con intere-ses comunes en cuanto a las temáticas que eran propias a nuestros estudios. Una de las preocupaciones que nos unió fue la discusión sobre la región.

Todos estudiábamos el “Nordeste argentino en sentido geográfico amplio”, así lo lla-mamos siguiendo investigaciones anteriores y enfoques historiográficos que tuvieron aplicación y tradición en los estudios sobre nuestro territorio de análisis.

El nombre de Nordeste (argentino), más allá de que fuera abarcando un espa-cio mayor que incluyera Paraguay, sur de Brasil, parte del territorio de Bolivia y el Uruguay, tomó como base la idea de región histórica, haciendo referencia al antiguo territorio de los treinta pueblos jesuíticos; entre otros aspectos, nunca satisfizo como nombre, al grupo en los intercambios realizados.

Dicha nominación que vinculaba la región a un espacio amplio fue concebida desde hace unas décadas por estudiosos que, desde la historia y la geografía, prin-cipalmente se ocuparon de dar los primeros pasos en una mirada integradora y con intenciones de identificar y profundizar en el estudio de este territorio específico.

Por ello en este libro incorporamos una conferencia inédita de Ernesto Maeder en la que relata en detalle las inquietudes iniciales sobre este problema y los esfuerzos realizados por aquellos primeros investigadores que se instalaron en la región, por incluir el espacio en un área de estudio definida. En esta conferencia, el autor alude a los motivos que lo han impulsado al estudio de la historia regional del Nordeste argentino, los libros y trabajos que se han escrito sobre dicho tema y las reflexiones que le sugiere el diseño o plan de una futura historia integral de la región del Nordeste argentino.1

En este contexto, nuestro grupo se planteó numerosos interrogantes que van más allá de las primeras inquietudes de estos investigadores que contribuyeron de manera crucial en la construcción de una historia regional. Cuando nos integramos como equipo, en una discusión más amplia, concebimos la idea de comenzar a estudiar con mayor ímpetu los grupos sociales existentes en este espacio para quizás desde este enfoque encontrar respuestas al tema de la región.

Con la idea de avanzar en la problemática presentamos un proyecto de la Agen-cia de Promoción Científica y Tecnológica, un PICT Bicentenario (2010-0998) cuyo

1 Debemos mencionar que Ernesto Maeder falleció el 10 de marzo de 2015. Sus estudios fueron pione-ros en la reconstrucción de la historia del nordeste argentino. Su experiencia personal es relatada en esta conferencia, razón por la cual nos pareció que enriquecería este libro su reflexión sobre el tema.

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tema fue “Indígenas y afrodescendientes. De la Colonia a la Independencia. Paraguay y Nordeste de Argentina en clave comparada”.

Con dicho proyecto pensamos, que reflexionar sobre los grupos sociales subal-ternos contribuiría a profundizar sobre un tema escasamente estudiado y nos permi-tiría discutir también sobre el espacio y sus dificultades para identificarlo, nominarlo y estudiarlo.

Conocer e identificar los aspectos identitarios de un determinado país o territo-rio, en el caso de Latinoamérica, no es tarea sencilla, dadas las características multiét-nicas que conformaron los diversos espacios. El Bicentenario que se recordó tanto En Argentina en 2010 y Paraguay en 2011, países cercanos con una historia en muchos aspectos común, próxima y de aspectos similares y diferentes a la vez, llamó a la re-flexión sobre algunas cuestiones clave que no habían sido estudiadas profundamente y que merecían ser abordadas desde diversas perspectivas teóricas y metodológicas. Nos referimos precisamente a la temática indígena y afrodescendiente desde la co-lonia a la independencia en Paraguay y el territorio Nordeste de la actual Argentina, tomando como punto de estudio y referencia a la región de Corrientes, que comparte con Paraguay, una cercanía geográfica y una historia sociocultural que se mantiene intacta en diversos aspectos hasta la actualidad.

Corrientes pertenece a Argentina, sin embargo, existe una conexión permanente con el territorio paraguayo: familias vinculadas a través de relaciones de parentesco, la lengua guaraní que ha permanecido en diversos puntos de la actual provincia ar-gentina, presencia indígena y afrodescendiente en la construcción de sus sociedades y una historia de cambios y continuidades con respecto a dichos grupos en el período pre y pos-independentista.

En esta línea nos abocamos también a indagar sobre el concepto de región que siempre fue aplicado a estos territorios. La vinculación Corrientes-Asunción estuvo presente desde las primeras fundaciones en el siglo XVI y existió un nexo indiscu-tible desde aquellos tiempos entre ambas. Aún después de 1617 cuando dichas ciu-dades pasaron a formar parte de dos provincias diferentes administrativamente, los vínculos permanecieron.

En vísperas del proceso emancipador las realidades políticas de ambas, se dife-rencian y se desencadenan de manera diferente.

En el proyecto pretendimos focalizar nuestra mirada hacia los grupos subal-ternos (indígenas y afrodescendientes) en el período de transición entre la colonia y los procesos independentistas, ya que creemos que la historiografía tradicional se ha ocupado suficientemente de los sectores criollos, peninsulares y europeos en estas instancias históricas, razón por la cual en estos estudios, intentamos priorizar a quie-nes han sido en menor medida abordados como objeto de estudio, aunque ofrecemos también algunas miradas sobre otros actores de dicha coyuntura.

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11Introducción

En tal sentido, puede observarse cómo en las historias nacionales han sido abor-dadas las poblaciones aborígenes y afrodescendientes y las relaciones del mundo in-dígena con el no indígena. Las propuestas metodológicas del liberalismo y positivis-mo del siglo XIX, hicieron del documento escrito la fuente histórica por excelencia. Esta circunstancia unida al destino del Estado nacional y de la idea de una nación ét-nicamente homogénea, obvió la existencia de una sociedad india y de una base étnica negra. El resultado de la aplicación de estas visiones derivó en que la problemática indígena y afrodescendiente tuviera escasa presencia en las historias nacionales, apa-reciendo siempre como capítulo introductorio y desvinculada del conjunto general, como un proceso caracterizado por la guerra entre la “civilización “ y la “barbarie”, donde el indígena era el enemigo al que se le adjudicaban juicios de valor para des-acreditarlo; haragán, ladino, sanguinario, borracho, ladrón.

En los primeros años de vida independiente el estudio de las relaciones del mun-do indígena con el no indígena fue concebido como la separación de dos componen-tes antagónicos, definidos en términos étnicos, blanco versus indio. Las relaciones entre ambos sectores quedaron reducidas al plano de conflicto y violencia. Así, si la lucha contra el indio formaba parte de una heroica gesta nacional, las socieda-des nativas quedaban prácticamente borradas de la historia. La incorporación del territorio indígena al Estado nacional a fines del siglo XIX significó el fin de la vida independiente de esas comunidades y su marginación económica y social, la política estatal posterior condujo a la invisibilidad de los pueblos originarios en la vida na-cional y también en la historia. Afortunadamente esta situación ha sido superada y en los últimos años el quehacer historiográfico ha avanzado, llegando a renovar casi totalmente sus metodologías y entregando al historiador nuevas herramientas. Desde esta perspectiva, ha surgido el interés por impulsar los estudios de carácter local y regional, logrando un papel protagónico dentro de las temáticas de investigación histórica. La idea de una nación excluyente y étnicamente homogénea ha comenzado a ser reemplazada por una concepción más amplia y pluralista capaz de reconocer, aceptar y respetar las diferencias, sean sociales, de género o étnica.

De igual manera la historia regional obligó a los investigadores replantear la periodización ajustada a la evolución de la historia nacional, que en contadas ocasio-nes coincidía con hitos de relevancia para sus divisiones internas o de áreas que se extendían hacia uno y otro lado de sus límites.

Nos preguntamos, entre otras cuestiones para desarrollar nuestro proyecto: ¿Cuáles fueron las características de estos grupos subalternos en el período colonial y en vísperas de los procesos independentistas? ¿Cuál fue su rol y participación y cuá-les fueron las formas de vinculación con la sociedad de la época? ¿Cuáles fueron sus formas de integración y relaciones en un contexto de cambios y revoluciones? ¿Es posible identificar cuantitativamente a estos grupos e indagar acerca de las relaciones interétnicas existentes? La historiografía tradicional propia del siglo XIX nos simpli-

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fica la problemática, haciendo escasas menciones a dicha población, desestimando su protagonismo en dichas coyunturas en pos de la participación de los conocidos y claramente definidos actores principales.

Entendemos que es necesario indagar con mayor profundidad en esta temática, intentando ofrecer un panorama analítico y explicativo de dichas cuestiones que nos aproximen a comprender mejor la evolución y características de estos grupos, como así también su inclusión y exclusión en los procesos que iniciaron la construcción de ambas naciones.

En esta línea, por lo tanto, deben considerarse diversos tipos de estudios, ya sea enfocados directamente sobre las relaciones interétnicas, ya sea partiendo de los mecanismos de estructuración y/o conflictos (formas de resistencia) de la sociedad nativa y de la hispano-criolla dentro de contextos estatales que ejercen diversas for-mas de coerción y aplican principios generales de organización.

Consideramos que los estudios que realizamos pueden contribuir a la reflexión en ambos países, ya que estos grupos poblacionales son los que se tuvieron en cuenta escasamente, como así tampoco los mecanismos de exclusión que tenía la sociedad en el Paraguay y en el Río de la Plata durante la Colonia y en momentos posteriores.

Al mismo tiempo, al centrarnos en estos grupos, pretendemos aportar nuevas luces a la concepción de la idea de región en esta área. Sabemos que las realidades de los indígenas en uno y otro centro variaron considerablemente a partir de las medidas políticas adoptadas por cada una de las capitales. Por ejemplo, mientras que los escla-vos del Paraná al sur tenían las milicias como forma de conseguir la libertad, esto no se dio en el Paraguay. De igual manera ocurre con los indígenas que pertenecían a las misiones jesuíticas. Ernesto Maeder muestra que mientras el 50% de los que vivían en los pueblos jesuíticos dependientes del obispado asunceno dejaban sus pueblos para incorporarse a la población campesina, mientras que sólo el 20% dejó los pue-blos que dependían del gobierno de Buenos Aires. Lo que pretendemos evaluar son las formas en que las decisiones políticas pueden afectar a las dinámicas sociales de manera tal que en una misma macro-región se deriven actitudes diversas.

En la compilación de trabajos que presentamos surgieron inquietudes y aborda-jes diversos en pos de la búsqueda de respuestas a nuestros problemas de investiga-ción.

Luego del capítulo de Ernesto J. A. Maeder, que nos ilustra sobre las experien-cias de los primeros estudiosos de la región, se presenta el artículo de Hugo Beck que realiza una reflexión teórica sobre la historia regional y su aplicación y evolución en América Latina. En el mismo se explica la opción por los enfoques regionales y su incidencia en la selección de los temas por estudiar con el fin de aportar a la discusión sobre el concepto de región.

Fátima Valenzuela y Josefina Cargnel se proponen indagar cómo la historiogra-fía ha abordado la cuestión de los sectores subalternos durante el período colonial y

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13Introducción

post-colonial, en el espacio del Nordeste. Focalizan la mirada hacia los indígenas y afrodescendientes dentro de los grupos subalternos; ya que si bien la historiografía tradicional se ha ocupado de los grupos criollos, peninsulares y europeos en estas instancias históricas, en este estudio, priorizan a quienes han sido en menor medida abordados como objeto de análisis.

Las autoras realizan un breve recorrido historiográfico, considerando las obras representativas de la historiografía desde el siglo XVI al XX, atendiendo a sus máxi-mos exponentes y perspectivas con el fin de observar el cambio en el tratamiento a dichos sectores a través de la producción que se realizó en la región. Mientras que en los primeros siglos solo se destacaba su fuerza productiva en el conjunto de la so-ciedad, a partir del siglo XX se produjo un giro que permitió darles visibilidad como actores dentro de los procesos históricos y no como mera fuerza productiva, lo que permitió analizar su agencia y las relaciones entabladas entre estos sectores.

Los capítulos posteriores se organizan permitiendo reflejar una mirada global sobre el período pre y post colonial con respecto a la población indígena y afrodes-cendiente en el espacio de Corrientes y Paraguay.

Una primera aproximación a la cuestión se logra a partir del capítulo de María Laura Salinas y Fátima Valenzuela el cual permite desde una perspectiva demográfi-ca, conocer las dimensiones y la configuración de la sociedad de esta región. Especí-ficamente las autoras se proponen un análisis de la población indígena y afrodescen-diente en tiempos pre-estadísticos en el espacio de Paraguay y Corrientes a partir de diferentes registros vitales, las listas nominativas, padrones, matrículas y censos de población. Dicho texto pretende cruzar los datos de fuentes conocidas y novedosas, interrogándolas con la idea de integrar el espacio de Corrientes y Paraguay.

En un plano antropológico, el trabajo de Guillermo Wilde refiere al periodo pos-terior a la expulsión de los jesuitas del Paraguay para ingresar en un análisis de los procesos socioculturales que afectaron a la población indígena. Es notorio el escaso conocimiento que se tiene sobre la participación de estos actores “subalternos”, en la conformación de nuevas realidades políticas, económicas y socioculturales sumada a la creciente heterogeneidad sociocultural de la región que puso en jaque las clasifica-ciones vigentes. El autor intenta concebir al espacio guaraní misionero de fines de la época colonial como una totalidad en proceso de fragmentación en el que comenza-ron a adquirir sentido nuevas categorías de identificación colectiva con nuevas diná-micas socioculturales, además de mostrar que el cacicazgo y el mestizaje fueron dos estrategias complementarias para comprender los procesos posteriores a la expulsión.

El capítulo de Herib Caballero Campos permite esbozar una caracterización de los cambios sociales, culturales y económicos que tienen como protagonistas a la población indígena. En este sentido, el autor analiza la circular dictada en octubre de 1790 por el gobernador de la Provincia del Paraguay Joaquín de Alós y Brú, con el propósito de ordenar el trabajo de los artesanos y peones de los Pueblos de Indios que

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acudían por mandamiento a trabajar tanto para el gobierno y en las ciudades como para particulares. El autor realiza una sucinta revisión de la literatura que se ocupa de estudiar el tema en cuestión. Indaga acerca de las reformas económicas y políticas impulsadas por la monarquía que tuvieron un “gran impacto” en toda la sociedad co-lonial sudamericana. Las nuevas condiciones económicas y territoriales favorecieron el incremento de las actividades económicas, como ejemplo: producción de yerba mate y de tabaco negro torcido, fabricación de muebles, exportaciones de maderas y construcción de embarcaciones de diverso porte, fueron otros rubros de producción que precisaban de una gran cantidad de mano de obra especializada, por lo tanto era cada vez mayor la demanda de maestros, oficiales y peones indígenas provenientes de los pueblos. La circular analizada permite comprender cómo se estaba transfor-mando el mundo del trabajo indígena al igual que el comportamiento de los salarios que percibían los mismos por sus labores fuera de sus comunidades y alejados de sus familias en la Provincia del Paraguay a fines del siglo XVIII.

Para el espacio correntino, el capítulo de Fernando Pozzaglio nos permite abor-dar la repercusión en Corrientes de los sucesos revolucionarios de 1810 acaecidos en Buenos Aires, y a su vez, dar cuenta de los cambios que los mismos provocaron en la ciudad ribereña que integraba el virreinato del Río de la Plata. Al focalizar la mirada en la elite correntina, se puede seguir un análisis regional sobre el impacto de la revolución en un territorio marginal y a su vez, observar sus efectos en la sociedad que manejaba la política local.

La trasformación de la sociedad paraguaya en tiempos post-coloniales, como lo analizado en el sector indígena, tiene su correlato en la población esclavizada y descendientes libres. Una lectura sobre la importancia y relevancia demográfica que alcanzan estos últimos en el Paraguay, se aborda en el capítulo de Ignacio Telesca, en el cual el autor continúa con sus estudios sobre esclavitud en Paraguay. Centra su atención en el pueblo de Pardos Libres de San Agustín de Emboscada, espacio en el que destaca la estructura administrativa de los pueblos de indios, la utilidad de esta organización socioeconómica y su continuidad en el tiempo desde la colonia hasta la república. Los datos demográficos, económicos y el estudio de los mismos permiten conocer la evolución de la población de este espacio geográfico y la condición de sus habitantes desde el siglo XVIII hasta mediados de la centuria siguiente.

Una aproximación microhistórica sobre la cuestión indígena en tiempos revolu-cionarios es la perspectiva adoptada en el capítulo de Enrique Schaller. A través del mismo el autor examina la evolución de Itatí como pueblo de indios desde los inicios del movimiento de independencia hasta la disolución del régimen de comunidad en el año 1826. Itatí había surgido en la jurisdicción de la ciudad de Corrientes durante las primeras etapas de la colonización española, su organización económico-social res-pondió al modelo establecido por la Corona para este tipo de asentamientos. El mis-mo se caracterizó por una relativa autonomía de la sociedad nativa en relación con

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15Introducción

la hispanocriolla y una economía comunitaria orientada a la subsistencia. El período que se examina corresponde a la paulatina disolución de las antiguas comunidades, es decir, la desintegración de la estructura colonial. En este sentido, el artículo aborda la crisis del sistema productivo comunitario, el impacto de los conflictos del periodo re-volucionario, los cambios administrativos que se produjeron a partir de la formación del Estado provincial, el proceso de disgregación paulatina del grupo aborigen como entidad étnica diferenciada y finalmente la supresión del régimen de comunidad y la liquidación de los bienes del pueblo.

Cabe aclarar que en el anexo se presentan diversos mapas de nuestra región de estudio.

Con este libro hemos pretendido avanzar en el conocimiento de la sociedad colonial y post-colonial en el Nordeste argentino, manteniendo el enfoque geográfico amplio abordado en una serie de trabajos de investigación diversos, pero vinculados en torno a una problemática, inquietudes y enfoques comunes, con la expectativa de que contribuyan al conocimiento disciplinar del funcionamiento y el proceso de construcción histórica de los grupos subalternos. La discusión sobre la región sigue abierta, por ello hemos mencionado en el título de la obra el “Nordeste del Virreinato del Río de la Plata”, con el fin de seguir contribuyendo a la reflexión sobre el tema.

Es intención del grupo de trabajo continuar estudiando la problemática en pro-yectos futuros, convencidos que se puede seguir aportando sobre este espacio regio-nal con amplias relaciones entre sus sociedades, permitiendo una reconstrucción de los grupos y propiciando la reflexión sobre su pasado colonial y postcolonial.

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El pueblo de indios de Itatí durante la etapa de formación de la provincia de corrientes

(1814-1826)

EnriquE césAr scHAllEr

Introducción

El presente trabajo tiene por finalidad examinar la evolución del pueblo de indios de Itatí desde los inicios del movimiento de independencia hasta la disolución del régimen de comunidad en el año 1826. Itatí había surgido en

la jurisdicción de la ciudad de Corrientes durante las primeras etapas de la coloniza-ción española. Como pueblo de indios su organización económico-social respondió al modelo establecido por la Corona para este tipo de asentamientos. El mismo se caracterizó por una relativa autonomía de la sociedad aborigen en relación con la hispanocriolla y una economía comunitaria orientada a la subsistencia. En el Río de la Plata este sistema alcanzó su mayor esplendor con los treinta pueblos guaraníes de Misiones fundados por los jesuitas. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII la organización autónoma y autosuficiente de los pueblos entró en crisis ante el dinamismo económico y demográfico de la sociedad hispanocriolla. Este proceso se aceleró con la formación de las entidades estatales que surgieron del movimiento de independencia. Los nuevos organismos políticos buscaron crear una organización administrativa uniforme y establecer instituciones de tipo liberal lo que resultaba incompatible con el modelo corporativo y autosuficiente de los pueblos. Así durante la primera mitad del siglo XIX se produjo la paulatina disolución de las antiguas comunidades.

En este estudio se examinan diversos aspectos de este proceso de desintegración de la estructura colonial en el caso particular de Itatí. Se analiza la crisis del sistema productivo comunitario, el impacto de los conflictos del periodo revolucionario, los cambios administrativos que se produjeron a partir de la formación del Estado pro-vincial, el proceso de disgregación paulatina del grupo aborigen como entidad étnica diferenciada y finalmente la supresión del régimen de comunidad y la liquidación de los bienes del pueblo.

El pueblo de Itatí en la etapa colonialLos pueblos de indios constituyeron uno de los instrumentos fundamentales para la consolidación del dominio hispánico en América. La formación de estos centros comenzó a ponerse en práctica en los inicios de la conquista y significó para las par-cialidades aborígenes la aplicación del modelo de asentamiento urbano propio de la

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conquista española. La corona buscó organizar a españoles e indios en colectividades separadas para limitar los abusos por parte de los conquistadores y facilitar la labor misional. Sin embargo, los pueblos de indios no constituyeron entidades autónomas sino que se establecieron en función de los intereses de los conquistadores y del Estado colonial. El asentamiento de las parcialidades aborígenes en núcleos estables permitía un control más efectivo de las mismas. Este requisito era fundamental para el aprovechamiento de la mano de obra indígena a través del régimen de la encomien-da y para el desarrollo de la tarea evangelizadora a la que estaba obligada la Corona.1

El éxito de este modelo de poblamiento dependió de muchos factores, pero sin duda estuvo fuertemente condicionado por las tradiciones culturales previas a la con-quista. La formación de los pueblos fue más rápida y segura con aquellas parcialida-des aborígenes reunidas en aldeas más o menos permanentes con una economía agrí-cola. Este fue el caso de las agrupaciones guaraníes asentadas en las jurisdicciones de las ciudades de Asunción y de Corrientes. En contraste, los cazadores recolectores de la vecina región del Chaco fueron reacios a ser reunidos en núcleos estables por lo que los centros que con ellos se formaron fueron muy precarios.

En el área rioplatense la conquista española se desarrolló a lo largo del eje que integraba la línea fluvial Paraná-Paraguay. Entre las poblaciones establecidas en los comienzos de la colonización se encontraba la ciudad de Vera, denominada con el tiempo Corrientes, fundada por Juan Torres de Vera y Aragón el 3 de abril de 1588. Este nuevo centro se ubicó sobre la costa del Paraná cerca de la confluencia con el Paraguay en punto muy favorable para arribo de buques. Las primeras etapas del desenvolvimiento de la ciudad fueron sumamente difíciles. Los indios de la zona, guaraníes en su mayoría, ofrecieron una dura resistencia a los colonizadores españo-les y en determinados momentos amenazaron con despoblar a la localidad. Esta lucha por la supervivencia se prolongaría a hasta principios del siglo XVII, época en que las últimas parcialidades indígenas fueron sometidas.2

Un papel importante en este proceso de pacificación cumplió el agrupamiento de los indios de la zona en poblados. En 1615 se fundaron las reducciones de Itatí y de Santa Lucía de los Astos como parte de una política general impulsada por el gobernador Hernandarias destinada a agrupar y adoctrinar a los indios para su mejor control. La reducción de Itatí, estaba integrada por indios guaraníes y se ubicó en un sitio favorable sobre las barrancas del alto Paraná a unas quince leguas al Este de la ciudad cabecera. La de Santa Lucía de los Astos se encontraba a cuarenta leguas al Sur de Corrientes y se pobló con indios de la zona y otros traídos del Chaco. Durante

1 GARAVAGLIA, Juan Carlos Mercado interno y economía colonial, Grijalbo, México, 1983, pp. 282-288; SUÑE BLANCO, Beatriz y GÓMEZ GÓMEZ, Amalia “Pueblos de indios”, en Actas VII Jorna-das de Andalucía y América, Universidad Nacional de Andalucía, 1990, pp. 139-149.

2 MAEDER, Ernesto Historia económica de Corrientes en el período virreinal, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1981, capítulo I.

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225El pueblo de indios de Itatí...

la década de 1630 se formaron con indios del Chaco las reducciones de Santiago Sánchez y Candelaria Ohoma. Todos los pueblos quedaron bajo el control de la orden franciscana.3

A lo largo del siglo XVII y las primeras décadas del XVIII la ciudad de Corrien-tes fue definiendo su jurisdicción. Desde el núcleo urbano primitivo en forma muy lenta pero constante comenzaron a poblarse los partidos de la campaña adyacente. Hacia 1700 la zona ocupada por las estancias correntinas alcanzaba el río Santa Lucía con lo cual el área de posesión efectiva comprendía el noroeste del actual territorio de la provincia. El avance del poblamiento en este período, sin embargo, se vio per-judicado por un recrudecimiento de las incursiones de los indios del Chaco. Estos comprendían varias agrupaciones, las más belicosas eran las de los abipones quienes a lo largo de todo el período hispánico realizaron continuos ataques sobre la costa del Paraná. En 1739 las invasiones produjeron la destrucción de Santiago Sánchez y Candelaria Ohoma en tanto que otros asaltos afectaron a Itatí y Santa Lucía. La situación de la frontera chaqueña recién comenzó a estabilizarse cuando los jesuitas establecieron una cadena de reducciones de indios abipones sobre la orilla derecha del Paraná. Entre ellas se encontraba San Fernando del Río Negro fundada en 1750 con el apoyo de Corrientes en un paraje frente a la ciudad. Tras la expulsión de los jesuitas la reducción se vio amenazada por los conflictos internos y los ataques de los indios no reducidos. Esto motivó que en 1773 se trasladara a la jurisdicción co-rrentina donde se asentó en el paraje de Las Garzas situado en la orilla izquierda del Paraná.4

Además desde 1750 aproximadamente comenzó a formarse el pueblo de Santa Ana de las Guácaras, en las cercanías de la ciudad cabecera. La localidad se originó de una antigua encomienda de indios chaqueños y adquirió formas urbanas cuando el heredero del antiguo encomendero hizo la donación de los terrenos para el recinto urbano.5

3 BAJAC, Esteban La virgen de Itatí, reina de la civilización en la cuenca del Río de la Plata, reedi-ción, estudio preliminar de Miguel Fernando González Azcoaga, Amerindia, Corrientes, 2004, Tomo I; LABOUGLE, Raúl de “La reducción franciscana de Itatí”, en Investigaciones y Ensayos, núm. 3, Buenos Aires, 1967, pp. 281-323; LABOUGLE, Raúl de “La reducción franciscana de Santa Lucía de los Astos”, en Investigaciones y Ensayos, núm. 5, Buenos Aires, 1968, pp. 131-154; LABOUGLE, Raúl de “La reducción franciscana de la Candelaria de Ohoma”, en Revista de la Junta de Historia de Corrientes, núm. 3, Corrientes, 1968, pp. 7-14.

4 LABOUGLE, Raúl de “La reducción jesuítica de San Fernando del Río Negro”, en Nuestra Historia, núm. 3, Buenos Aires, 1968, pp. 131-143.

5 MAEDER, Ernesto y GALDEANO, Ernesto “Origen histórico y descripción y descripción de la capi-lla del pueblo de Santa Ana de los Guácaras en la provincia de Corrientes”, en Revista de la Junta de Historia de Corrientes, núm. 3, Corrientes, 1969, pp. 63-76.

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La relativa pacificación de la frontera del Chaco fue uno de los factores que permitió que a partir de 1760 la jurisdicción correntina experimentara extraordinarias transformaciones económicas, demográficas y territoriales. Un aspecto fundamental de este progreso fue la prosperidad de la cría de ganado vacuno en las estancias. El desarrollo ganadero se orientaba fundamentalmente a la producción de cueros y otros subproductos pecuarios que tenían una creciente demanda en los mercados internacionales. El auge de ganado impulsó la ocupación del suelo para la formación de estancias. Este avance adquirió un dinamismo excepcional y en menos de cuatro décadas el territorio de la ciudad de Corrientes se amplió de 14.000 km2 aproximada-mente a alrededor de 57.000 km2. En ese lapso se ocuparon nuevos parajes en la zona noroeste pero sobre todo se incorporaron extensas áreas en el sector central y sur del actual territorio de la provincia.6

El crecimiento territorial fue posible por un incremento demográfico sostenido. Hacia 1760 la jurisdicción de Corrientes contaba con aproximadamente 9.700 ha-bitantes, mientras que en 1814, de acuerdo con un censo ordenado por el Congreso provincial, el distrito contaba con poco más de 30.000 pobladores. Este significativo crecimiento afectó ante todo a la población blanca hispanocriolla y se desarrolló en las zonas rurales. El movimiento poblador hacia las nuevas tierras puede apreciarse en la aparición de nombres de nuevos parajes, en los pedidos de tierras, en la desig-nación por parte del Cabildo de jueces comisionados en los partidos y en la creación de curatos y parroquias. En las áreas rurales también se fueron conformando nuevos pueblos. Así en la zona noroeste surgieron las localidades de Saladas, Caá Cati, San Luis del Palmar, Mburucuyá, en el centro se formaron San Roque y Yaguareté Corá mientras que en las zonas del sur surgieron Goya, Esquina y Curuzú Cuatiá. Estos núcleos todavía se hallaban en proceso de formación y no se distinguían claramente de su zona rural adyacente.

En contraste con la tendencia general hacia el crecimiento, la población indí-gena de los pueblos permaneció sin mayores variaciones. En la segunda mitad del siglo XVIII el número de habitantes de la reducción de Itatí osciló entre setecientos y ochocientos, mientras que el de Santa Lucía, Las Garzas y Santa Ana, se mantuvo en alrededor de doscientos.

Pese a su modesto desarrollo, el pueblo de Itatí constituía el experimento reduc-cional más exitoso dentro de la jurisdicción de Corrientes. Como otros pueblos de indios la reducción contaba un extenso territorio de dominio exclusivo que se apro-vechaba en forma comunitaria. El mismo constituía una amplia franja ubicada entre el río Paraná, al Norte y los bañados y esteros de los ríos Riachuelo y Santa Lucía, al Sur. El río Paraná separaba las tierras de Itatí de la jurisdicción del Paraguay. Por su ubicación el pueblo constituía un punto de trasbordo muy cómodo hacia el distrito

6 MAEDER, Ernesto Historia económica…, cit, cap. II.

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vecino. Asimismo el territorio itateño era un puente de comunicación terrestre entre las poblaciones hispanocriollas de Corrientes y los pueblos guaraníes de Misiones fundados por los jesuitas. Al oeste las tierras del pueblo lindaban con el partido co-rrentino de las Ensenadas mientras que al este sus dominios limitaban con las tierras de los pueblos misioneros que tras la expulsión de los jesuitas integraron el departa-mento de Candelaria.

Respecto del pueblo, Benardino López Lujan señalaba en su descripción de la jurisdicción de Corrientes de 1760: “…está formado el pueblo con cuadras a cordel, con plaza y en ella las casas de Cabildo y cárcel pública también para los huéspedes y peregrinos y, un convento para los religiosos, con todas las oficinas necesarias, y en la misma plaza está la iglesia mayor del pueblo”.7 Por su parte fray José Parras hacia 1753 destacaba que las casas de los indios “son muy buenas, todas cubiertas de tejas”.8 No obstante, en cuanto al ordenamiento urbano Félix de Azara afirmaba que “los ranchos de los indios están sin orden. Exceptuando unos pocos que hay frente a la iglesia”.9

Una particularidad de Itatí era el culto a la virgen patrona del pueblo amplia-mente difundido en la sociedad correntina desde las etapas de su formación. Esta devoción fue el origen de numerosos donativos en favor del santuario. Señalaba al respecto López Luján: “Está dicha imagen colocada en el altar mayor con la mayor decencia y enriquecida con muchas preces de oro y plata y pedrería, que le ha tributa-do la devoción de los fieles, por los muchos favores y beneficios que continuamente se reciben de la divina Señora…”.10

El régimen económico se fundaba en la explotación común de los recursos. Hasta 1787 el adoctrinamiento religioso y la administración de los bienes estuvieron a cargo del padre franciscano responsable de la reducción. Decía al respecto Parras:

“El gobierno que tienen es trabajar para el común […] Hay almace-nes comunes, donde se deposita todo cuanto el pueblo tiene de todos los efectos, y el cura que, por orden de S.M., es el administrador temporal distribuye aquella hacienda, trata y contrata con ella, los viste y alimenta y, en una palabra, compónese todo el pueblo de menores, cuyo tutor es el cura…”.11

7 LÓPEZ LUJÁN, Bernardino “Descripción histórica y geográfica de la ciudad de San Juan de Vera de las Siete Corrientes”, en La Revista de Buenos Aires, Tomo XXV, Buenos Aires, 1871, p. 170.

8 PARRAS, Pedro José Diario y derrotero de los viajes hechos por el padre Fray, Solar, Buenos Aires, 1943, pp. 116-175.

9 AZARA, Félix de Geografía física y esférica de las provincias del Paraguay y Misiones guaraníes, Montevideo, 1904, p. 251.

10 LÓPEZ LUJÁN, Bernardino “Descripción histórica…”, cit., p. 172.11 PARRAS, Pedro José Diario y derrotero… cit., p. 140.

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En 1787 se produjo una reforma de gran importancia ya que se quitó a los padres de la orden franciscana el manejo de los bienes temporales. El patrimonio comunal que-dó a cargo de un administrador laico designado por las autoridades coloniales. Esta modificación respondía a una política general de la Corona que tendía a separar el manejo económico de la atención temporal. En lo inmediato, resultó beneficiosa para el pueblo porque no siempre los frailes resultaron idóneos para el ejercicio simultá-neo de la atención religiosa y el manejo de los bienes.12

Si bien organización y funcionamiento de la reducción era responsabilidad de las autoridades hispanocriollas, civiles o eclesiásticas, los indios tenían una impor-tante participación en el gobierno de la comunidad. En la etapa de formación de las reducciones los caciques cumplieron el papel fundamental de intermediarios entre los grupos aborígenes sometidos y dominadores blancos. Con el tiempo la influencia de estos líderes étnicos fue disminuyendo y para fines del siglo XVIII mayoría de los cacicazgos habían desaparecido en Itatí. El ejercicio del gobierno interno de la colec-tividad aborigen ya no dependió del linaje sino quedó a cargo de un reducido grupo que por su formación o habilidad podía colaborar con más eficacia con los admi-nistradores y tenía mayor capacidad para vincularse con la sociedad hispanocriolla. Los integrantes de este sector eran quienes ocupaban los cargos dentro del Cabildo indígena o se desempeñaban como corregidores. Con la autoridad reconocida por el gobierno colonial se encargaban del control social de las costumbres, la distribución de los trabajos comunitarios y de las obligaciones ceremoniales y religiosas. Este sector favorecido tendía a perpetuarse mediante las designaciones por cooptación.13

Los indios sometidos al régimen de reducción estaban sujetos a una serie de exi-gencias y restricciones a cambio de obtener los recursos básicos para la subsistencia. Era política de la corona que estas comunidades se mantuvieran separadas de las po-blaciones hispanocriollas. Existían fuertes limitaciones para que los aborígenes salie-ran de la población ya que la partida de los mismos significaba una pérdida, temporal o permanente, de mano de obra necesaria para los trabajos comunitarios. También se prohibía en los pueblos la residencia prolongada de blancos, negros y castas porque podían provocar desórdenes y abusos.14

Pese a su relativa autonomía la reducción estaba vinculada estrechamente tanto desde el punto de vista administrativo como económico con la sociedad correntina. El manejo de las reducciones era controlado por los funcionarios de la jurisdicción. En Corrientes entre 1795 y 1809 se creó una Subdelegación de pueblos de indios con atribuciones imprecisas pero que incluía la supervisión de las elecciones de los cabil-

12 LABOUGLE, Raúl de “La reducción franciscana de Itatí”, cit., p. 320; MAEDER, Ernesto Historia económica…, cit., p. 204.

13 SUSNIK, Branislava El indio colonial del Paraguay. Los trece pueblos guaraníes de las Misiones (1767-1803), Museo Etnográfico Andrés Barbero, Asunción, 1966.

14 SUÑE BLANCO, Beatriz y GÓMEZ GÓMEZ, Amalia “Pueblos de indios”, cit.

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dos de Itatí y Santa Lucía y de los administradores de los pueblos. Luego esta tarea quedó a cargo de los tenientes de gobernador y, partir de 1814, de los gobernadores provinciales.15

Uno de los factores que vinculó al pueblo de Itatí con la sociedad hispanocriolla fue el papel de la reducción como proveedora de mano de obra. Además de las tareas dentro del pueblo, los aborígenes reducidos estaban sujetos a obligaciones de trabajo con los españoles a través del sistema de encomienda o por los requerimientos de las autoridades coloniales.16

En la etapa inicial de la conquista, los indios de los pueblos cumplieron un pa-pel fundamental para el sostenimiento de Corrientes. Los aborígenes de los pueblos de Itatí formaban parte de encomiendas otorgadas a los primeros pobladores de la ciudad. Los naturales de 18 a 50 años estaban obligados a trabajar, por turnos, dos meses del año en beneficio de los encomenderos. Con el transcurso del tiempo las obligaciones laborales de la encomienda fueron disminuyendo debido al fallecimien-to de los titulares de las mismas. Hacia 1760 restaban cinco encomiendas en Itatí y a principios del siglo XIX, solo una. A medida que la titularidad de las encomiendas quedaba vacante el Estado se hacía cargo de la concesión y la obligación laboral era reemplazada por el pago del tributo que pasó a ser un compromiso de la comunidad.17

Las autoridades del distrito también estaban autorizadas a requerir prestaciones laborales a los aborígenes de las reducciones. Entre otras actividades, se los emplea-ba para la realización de obras públicas, para el transporte fluvial y también para la formación de los contingentes en las expediciones militares.

Independientemente de estas obligaciones la cercanía geográfica con la ciudad cabecera y la vecindad con el partido de Ensenadas, área eminentemente agrícola, facilitaron los intercambios de diverso tipo entre la comunidad indígena y la sociedad hispano-criolla. La ciudad de Corrientes constituía un mercado atractivo para los pro-ductos del pueblo en tanto que con el crecimiento económico de fines del siglo XVIII aumentó la demanda de brazos para el trabajo rural y urbano y la posibilidad de desempeñarse como productor independiente. Estas relaciones facilitaron la salida de individuos o familias que buscaban liberarse de las restricciones del sistema comuni-tario. También incentivaron el comercio semiclandestino entre los indios del pueblo y mercaderes blancos que con frecuencia incluía bienes del común. Aunque estas vinculaciones contribuyeron a debilitar el funcionamiento la economía comunitaria por otra parte facilitaron la integración del grupo aborigen con la sociedad criolla.

15 MAEDER, Ernesto Historia económica…, cit., p. 145.16 GARAVAGLIA, Juan Carlos Mercado interno…, cit., pp. 288-311. 17 SALINAS, María Laura Los indios de encomienda en Corrientes y Santa Fe, Instituto de Investiga-

ciones Geohistóricas, Resistencia, 1999.

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Ya a fines de la etapa colonial se levantaron severas críticas contra el sistema de comunidad porque se señalaba que el aislamiento y la uniformidad del régimen de vida solo tendían a prolongar indefinidamente la situación de dependencia de los indios. Por eso le virrey Avilés puso en práctica una reforma destinada en liberar paulatinamente a los aborígenes del régimen de comunidad. La medida se aplicó en primer lugar en los pueblos guaraníes de Misiones. También en el pueblo de Itatí en 1801 se eximió a 67 personas de las obligaciones comunitarias y se les igualó a la condición de los pobladores blancos. La reforma no pudo avanzar más por la resis-tencia que levantó de parte de algunos sectores y también por la crisis general del régimen colonial español.18

El pueblo de Itatí en la formación de la provincia de corrientes Durante la etapa colonial la ciudad de Corrientes y su distrito estuvieron bajo la dependencia de las autoridades residentes en la ciudad de Buenos Aires. Entre 1617 y 1782, la jurisdicción correntina formó parte de la gobernación del Río de la Plata luego, tras la creación del Virreinato, constituyó una subdelegación de la intendencia de Buenos Aires. En las últimas décadas del siglo XVIII, sin embargo, el crecimiento económico, demográfico y territorial contribuyó a definir al distrito como una entidad separada. Esta cuestión se planteó con mayor fuerza en los primeros años del período independiente porque las exigencias de la movilización política y militar debilitaron los lazos con Buenos Aires. La ruptura se produjo como resultado de la consolidación del liderazgo de José Artigas quien en su enfrentamiento con las autoridades porte-ñas, impulsó los movimientos autonómicos en el Litoral.

En mayo de 1814 el Cabildo de la ciudad proclamó a Corrientes como provin-cia autónoma y esta resolución fue ratificada por un Congreso General en el mes de junio. La nueva provincia integró la denominada “Liga de Pueblos Libres” una con-federación liderada por el caudillo oriental en calidad de “Protector”. La influencia de Artigas se mantuvo hasta septiembre de 1820 cuando fue derrotado por su antiguo lugarteniente, Francisco Ramírez. El vencedor anuló la autonomía de Corrientes y la integró como un departamento a la denominada “República de Entre Ríos”. Esta, sin embargo, se derrumbó al poco tiempo. Tras conocerse la muerte de Ramírez, un movimiento local restableció la autonomía de Corrientes en octubre de 1821.19

18 MAEDER, Ernesto Misiones del Paraguay. Conflicto y disolución de la sociedad guaraní (1768-1850), MAPFRE, Madrid, 1992, pp. 222-231.

19 Los mejores estudios sobre el proceso político en los inicios de la etapa provincial en Corrientes son las obras clásicas de GÓMEZ, Hernán Historia de la provincia de Corrientes. Desde la Revolución de Mayo al Tratado del Cuadrilátero, Corrientes, 1928; MANTILLA, Manuel Florencio Crónica histórica de la provincia de Corrientes, Corrientes, 1928, Tomo I; HALPERIN DONGHI, Revolución y guerra. Formación de una élite dirigente en la argentina criolla, Siglo XXI, Buenos Aires, 1972, pp. 315-322.

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Entre 1810 y 1821 Corrientes se vio involucrada en las luchas que afectaron al litoral argentino. La movilización permanente, la inestabilidad política y el desorden social fueron rasgos propios de la época. Por ese motivo la organización del Estado provincial recién se concretó luego del restablecimiento de la paz a fines de 1821. De todas formas, la proclamación de la autonomía involucró algunos cambios funda-mentales tanto en el aspecto ideológico como institucional.

A partir de la formación de la provincia las autoridades locales constituían la au-toridad suprema dentro de la jurisdicción. Esto implicó en lo inmediato un fortaleci-miento del poder ejecutivo local ejercido por un gobernador con amplias atribuciones políticas y militares. El principio que legitimaba este mandato era el de la soberanía popular, es decir la voluntad de los pobladores del distrito que se expresaba a través del sufragio. Asimismo, el nuevo orden político se fundaba en la igualdad civil que implicaba que el pueblo soberano estaba integrado por individuos con los mismos derechos y obligaciones independientemente de su origen étnico y condición social.20

Una manifestación concreta del principio de la soberanía popular durante la eta-pa provincial fue la designación de diputados para los sucesivos congresos y asam-bleas populares que se reunieron entre 1814 y 1824. Las convocatorias, por lo común, se realizaron con el propósito específico de designar la autoridad provincial. A través de estas asambleas los habitantes de la campaña se incorporaron por primera vez a la actividad política. La elección de diputados permitió también que se fueran delinean-do los futuros departamentos por su condición de distritos electorales.21

En este aspecto los pueblos de indios Itatí y Santa Lucía constituyeron desde el comienzo distritos electorales bien definidos por su composición étnica, organización propia y territorio delimitado. Santa Lucía actuó como jurisdicción diferenciada has-ta 1820, luego fue incluida en el departamento de Goya. Itatí, por su parte, contó con representantes en todos los Congresos que se realizaron en esa etapa, Con la reorga-nización provincial iniciada tras la asonada de octubre de 1820 el antiguo pueblo de indios pasó a ser un departamento de la provincia.

Como ocurrió en toda la región rioplatense, la formación de estos congresos no siguió procedimientos uniformes y se pusieron en práctica mecanismos propios

20 CHIARAMONTE, José Carlos “El federalismo argentino en la primera mitad del siglo XIX”, en CARMAGNANI, Marcello –coordinador– Federalismos latinoamericanos: México/Brasil/Argenti-na, FCE, México, 1992, pp. 135-180.

21 Entre 1814 y 1820 se realizaron las siguientes elecciones: mayo de 1814, elección de diputado para el primer Congreso provincial; junio de 1815 diputado para el congreso General convocado por Artigas en Arroyo de la China; enero de 1816, diputado para el congreso para elegir gobernador (fue designa-do Juan Bautista Méndez); junio de 1818, diputado de congreso para designar un nuevo gobernador tras la destitución de Juan Bautista Méndez (no llegó a completar sus sesiones); mayo de 1820 diputa-do para el congreso destinado a ratificar el mandato de Méndez; noviembre de 1820, elección directa de Francisco Ramírez como Jefe Supremo.

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del régimen republicano representativo liberal junto con los que correspondían a la representación corporativa de la etapa colonial. Así en algunos congresos (junio de 1814, junio de 1818, agosto de 1821 y noviembre de 1821) se convocó a los vecinos para la designación de diputados mediante un sistema de elección indirecta, en otros (junio de 1815, enero de 1816 y mayo de 1820) el nombramiento de los representan-tes de Itatí y de Santa Lucía quedó a cargo de los respectivos cabildos, finalmente, la designación del Francisco Ramírez como Jefe Supremo (noviembre de 1820) se hizo en forma directa. Recién con la vigencia de la constitución provincial de 1824 quedó establecido un procedimiento regular de elecciones el cual se mantuvo hasta 1856.22

En contraste con la noción republicana de la delegación de poderes por parte del pueblo soberano los primeros diputados elegidos por Itatí en los años 1814 y 1815, acudieron a los congresos provistos con poderes especiales e instrucciones. De esta forma prevalecía la noción, propia de la etapa colonial, de que los diputados tenían el carácter de apoderados que representaban los intereses de la comunidad aborigen. Al diputado para el primer congreso provincial se le otorgó un poder especial para que “defienda todos los derechos y prerrogativas de este Pueblo defienda todos sus pleitos y causas movidas y que se movieren contra todas las Personas de la calidad y condi-ción que sean para lo cual se presente ante todas y cualesquiera justicia y señores jue-ces de la Patria, superiores e inferiores de ambos fueros que contenga en cualquiera parte que sean y en nombre de esta municipalidad haga pedimentos, requerimientos, citaciones y protestaciones, juramentos en Anima del otorgante y con verdad pida lo hagan las otras partes todo siendo en beneficio general de la Patria.” Asimismo al re-presentante elegido para participar en el Congreso convocado por Artigas en Arroyo de la China, tenía instrucciones para reclamar la devolución de la isla de Apipé que en 1808 había sido donada a Santiago Liniers.23

Tampoco estas primeras elecciones fueron un mecanismo para que la elite indí-gena del pueblo participara en la vida política provincial. Salvo en una oportunidad, en todos los congresos convocados entre 1814 y 1818 se eligió como diputado a Bernardo Garay, poblador español residente en el pueblo, hermano del cura Juan An-tonio Garay. La excepción fue el nombramiento del comandante de Ensenadas, Juan Bautista Fernández, como representante para el Congreso de Arroyo de la China.

El pueblo de Itatí no pudo permanecer ajeno a los conflictos y desórdenes que caracterizaron el ciclo abierto con la revolución de mayo. En el lapso de 1810 y 1814

22 GÓMEZ, Hernán Félix Instituciones de la provincia de Corrientes, Lajouane, Buenos Aires, 1922, pp. 147-155.

23 Archivo General de la Provincia de Corrientes (en adelante AGPC) Correspondencia Oficial, t, 5, fls. 104-105, Acta del Cabildo de Itatí del 16 de mayo de 1814; Correspondencia Oficial, t. 6, fl. 26, Acta del Cabildo del 12 de de junio de 1815. También el pueblo de Santa Lucía redactó extensas instruccio-nes para su diputado en el Congreso de junio de 1814. Entre otras medidas se solicitaba la supresión del régimen de comunidad. Cfr. GÓMEZ, Hernán Historia de la provincia…, cit, pp. 111-112.

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con frecuencia se requirió el envío de contingentes para integrar las milicias. Tam-bién proliferaron los pedidos de contribuciones en caballos, lienzos y otros productos para atender las necesidades de las tropas. A ello hay que sumar el envío regular de hombres de la comunidad para trabajar en las obra de construcción el Cabildo de la ciudad de Corrientes. A partir de la ruptura del Paraguay con el gobierno de Buenos Aires existió una tensión permanente en la zona del Alto Paraná. El área requirió una constante vigilancia para informar las actividades de los paraguayos y prevenir ataques sobre las zonas ribereñas. En estas tareas fueron movilizados los indios del pueblo.24

Las dificultades aumentaron luego la proclamación de la autonomía ya que la nueva provincia se involucró en las luchas de la región. En septiembre de 1815 tuvo lugar una expedición conducida por el caudillo misionero Andresito con el fin de re-conquistar el departamento de Candelaria, ocupado por los paraguayos. El enfrenta-miento en una zona cerca al linde oriental de las tierras de Itatí produjo a fines de ese año una incursión de fuerzas del Paraguay sobre la estancia del pueblo en Itá Ibaté. Por otra parte, las milicias de Andresito también provocaron desmanes en la zona lo que dio lugar a protestas por parte del gobierno de Corrientes.25 La situación en el área se agravó aún más a principios de 1817 por la expedición de represalia de las fuerzas portuguesas contra los pueblos de las Misiones Occidentales que apoyaban la causa de Artigas. El ataque destructivo produjo un éxodo masivo de los habitantes de esos pueblos hacia la jurisdicción correntina en busca de refugio. Muchos de los dispersos ingresaron en las tierras de Itatí y se sustentaron con los recursos de la comunidad. A estas depredaciones se unieron también los indios del pueblo que apro-vecharon el debilitamiento de la disciplina para utilizar en su beneficio los bienes del común.26 El año 1818 también fue crítico porque en julio de 1818 un grupo de la elite de la ciudad de Corrientes organizó una asonada contra el predominio artiguista, El movimiento provocó la ocupación de la provincia por parte de las fuerzas guaraníes misioneras de Andresito. Éste como represalia en los meses de septiembre y octubre encarceló a los integrantes del Cabildo de Itatí porque consideraba que habían cola-borado con la insurrección.27

Tras la caída de Artigas, el férreo dominio que ejerció Francisco Ramírez per-mitió el restablecimiento del orden interno pero en contraste aumentó la presión para el reclutamiento de la población. También en ese lapso se exigió al pueblo (agosto de 1821) que radicara en su territorio 136 aborígenes del Chaco y los mantuviera a su

24 AGPC, Acuerdos del viejo Cabildo de Itatí, prólogo Esteban Bajac, Corrientes, 1930, Actas del 16 de octubre de 1812, 11 de abril de 1813, 4 de enero de 1814, 6 de febrero de 1814, 27 de febrero de 1814, 6 de marzo de 1814 y 1 de mayo de 1814.

25 GÓMEZ, Hernán Historia de la provincia…, cit., pp. 171-172.26 SAVOINI, Juan Luis Paso de los Libres III, Paso de los Libres, 2000, pp. 223-230.27 MANTILLA, Diego –editor– Memorias. Fermín Félix Pampín, Moglia, Corrientes, 2003, pp. 91-104.

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costa. El comandante a cargo del pueblo, Juan Antonio Guerí se opuso a la medida pero sin resultado. Estas familias permanecieron en el pueblo hasta que el gobierno de Corrientes logró firmar un acuerdo de paz con las parcialidades chaqueñas (5 de junio de 1822).28

Poco tiempo después de conocida la muerte de Ramírez, una asonada (12 de octubre de 1821) permitió que la elite local accediera al gobierno, ahora ya sin tutelas exteriores. En este movimiento participó activamente Juan Antonio Guerí, El mismo también fue designado como diputado en el Congreso provincial de noviembre de 1821. De esta forma, fue el único representante indígena del pueblo que participó en una asamblea provincial.29

El congreso dio los primeros pasos para organizar el gobierno de la provincia de acuerdo con los principios republicanos reconocidos a partir de la proclamación de la autonomía. En el lapso de 1814-1820 la mayor parte de las instituciones del período colonial se habían mantenido sin cambio. Por ello el mando de la provincia había recaído alternativamente en los gobernadores, designados por elección popular y el Cabildo de la ciudad de Corrientes, entidad corporativa cuyos integrantes eran elegidos por quienes les precedían en el cargo. El congreso de noviembre promulgó la primera constitución provincial que introdujo algunos cambios aunque mantuvo la existencia del Cabildo como órgano de gobierno. Otra medida significativa fue la elección de Ángel Fernández Blanco como gobernador de la provincia por un período de tres años y sin posibilidad de reelección.

La reforma definitiva fue adoptada por el Congreso Constituyente reunido en marzo de 1824. El representante por Itatí en esa asamblea fue el presbítero Manuel Antonio Maciel, quien residía en la ciudad de Corrientes. La nueva asamblea dictó una nueva constitución que entre otras medidas suprimía definitivamente el Cabildo de Corrientes, creaba un Poder Legislativo permanente y regulaba el sistema de elec-toral. Con base en los principios de la nueva carta a fines de ese año designó como gobernador a Pedro Ferré (1824-1828) quien tendría a su cargo la liquidación defini-tiva del régimen de comunidad de Itatí.

Administración interna. del pueblo de indios al departamentoMucho tiempo antes de que se suprimiera el régimen de comunidad (1825), durante los primeros años del período provincial Itatí perdió paulatinamente su condición de pueblo de indios, con un régimen de administración particular, y se convirtió en un departamento organizado de forma similar a la del resto de los distritos de la cam-paña.

28 comunicaciones del comandante militar del 24 de agosto, 29 de agosto y 4 de noviembre de 1821- AGPC, Correspondencia Oficial, tomo 12,

29 GÓMEZ, Hernán Instituciones…, cit, pp. 152-153.

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El origen de la mayor parte de los departamentos de la provincia tuvo lugar du-rante el siglo XVIII como resultado el avance del poblamiento. Como se ha dicho, en ese lapso se amplió considerablemente la jurisdicción correntina y surgieron nume-rosos pueblos en el interior. Estas localidades pasaron a cumplir el papel de centros cabecera de un área que se fue delimitando paulatinamente. La primera definición territorial de estos distritos fueron las parroquias rurales. Las mismas señalaban el área donde los curas podían ejercer su ministerio y percibir sus beneficios. Pero la organización definitiva tuvo lugar en las primeras décadas del período autonómico cuando los jefes de milicias que residían en estas localidades pasaron a constituir los delegados del gobernador de la provincia. Durante la primera mitad del siglo XIX la defensa y la seguridad interna constituyeron una de las tareas primordiales del nuevo Estado provincial y toda la estructura administrativa se organizó sobre una base mili-tar. Las comandancias, luego departamentos constituían el ámbito donde un coman-dante residente en un pueblo cabecera podía ejercer sus funciones. Los comandantes eran designados por el gobernador y se hallaban subordinados a él por la cadena de mandos castrense y por el hecho de que, al menos a partir de 1822, percibieron un salario regular del tesoro de la provincia. Eran los encargados de mantener el orden, de organizar las milicias, de transmitir y ejecutar las órdenes del Poder Ejecutivo y también de informar sobre las novedades del área a su cargo. Generalmente los de-partamentos incluían varios pagos o partidos donde se desempeñaban jueces de cam-paña denominados comisionados y más tarde, pedáneos. Estos debían administrar casos de menor cuantía y ejercer funciones de policía. Estos jueces en las cuestiones administrativas y de seguridad estaban subordinados a los comandantes.30

En los inicios de la etapa provincial el pueblo de Itatí constituía un distrito con un territorio claramente delimitado que se integraba con las tierras que pertenecían al pueblo desde el siglo XVII. Los terrenos de la reducción pasaron a constituir, sin grandes modificaciones, el área del departamento Itatí. Pero aunque no hubo grandes cambios territoriales la adecuación de un gobierno local autónomo con base a étnica a la organización departamental de la provincia implicó grandes reformas en el orden interno.

De acuerdo con el modelo colonial los indios gozaban con un estatus legal pro-pio el que se basaba en la condición de minoridad de los aborígenes bajo la tutela de la Corona. Para ejercer esta tutoría los indios fueron organizados en pueblos con un gobierno autónomo y recursos propios al tiempo que se restringían los contactos con la sociedad blanca. En lo que se refiere al pueblo Itatí, como se ha visto, desde 1787

30 BUCHBINDER, Pablo “Departamentos, municipios y luchas políticas en Corrientes a mediados del siglo XIX”, en BRAGONI, Beatriz y MÍGUEZ, Eduardo Un nuevo orden político. Provincias y Esta-do Nacional 1852-1880, Biblos, Buenos Aires, 2010, pp. 99-120; GÓMEZ, Hernán Divisiones admi-nistrativas, judiciales y municipales de la provincia de Corrientes, Imprenta del Estado, Corrientes, 1929.

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la tutoría de los bienes del pueblo estuvo a cargo de un administrador laico designado por las autoridades coloniales. Este administrador como agente del gobierno debía rendir cuentas periódicas del manejo del patrimonio a su cargo. Asimismo consti-tuía el nexo entre las autoridades superiores y la comunidad aborigen ya que era el encargado de difundir y explicar dentro de la misma las disposiciones oficiales para asegurar su cumplimiento. De todas formas, pese a los controles periódicos mientras no se produjeran incidentes serios los administradores tenían una amplia libertad para utilizar los recursos del pueblo, organizar sus actividades productivas, realizar transacciones comerciales en su nombre y distribuir los beneficios del trabajo comu-nitario.

Por su parte el gobierno de los asuntos dentro de la comunidad correspondía al Cabildo aborigen. El mismo se encargaba principalmente del mantenimiento del orden, la policía de las costumbres y la administración de la justicia. En el marco de estas funciones sus miembros estaban autorizados a aplicar penas y multas a los indios pero no tenían jurisdicción sobre los blancos que residieran en el pueblo. El Ayuntamiento también cumplía un papel fundamental en la supervisión de los traba-jos comunitarios de acuerdo con las instrucciones del administrador. Como expresión institucional de la comunidad el Cabildo mantenía comunicaciones con las autori-dades superiores del distrito para presentar reclamos, informar, expresar opiniones, etc. El Cabildo de Itatí estaba integrado por dos alcaldes ordinarios, alférez real, alcalde provincial, tres regidores, dos procuradores y secretario. En el manejo de los bienes comunales con el administrador blanco colaboraba un corregidor indio quien, a diferencia de los cabildantes, podía continuar en sus funciones varios años conse-cutivos. Quienes ejercían funciones de gobierno constituían una minoría privilegiada dentro del conjunto de la población. Este sector tendía a perpetuarse favorecido por el sistema de designaciones por cooptación de los cabildos. El ejercicio de un cargo concejil o de un empleo además del poder y el prestigio dentro de la comunidad traía aparejados algunos privilegios y ventajas económicas.31

Iniciado el movimiento independiente la primera reforma referida a los indios fue, como se sabe, la supresión del Tributo, anulado definitivamente por la Asamblea General Constituyente en 1813. Con la medida desapareció una imposición perso-nal para los aborígenes que ponía de manifiesto su condición legal subordinada. De todos los pueblos de indios de Corrientes solo los indios de Itatí tributaban pues las otras comunidades eran muy pobres. Aún así la percepción se hacía con cierta irre-gularidad. En el momento en que se abolió el gravamen Itatí debía los tributos desde 1810.32

31 BAJAC, Esteban La virgen de Itatí…, cit.,Tomo III, pp. 403-418; SUSNIK, Branislava El indio colo-nial…, cit., cap. I.

32 AGPC, Acuerdos del viejo Cabildo de Itatí, Acta del 11 de noviembre de 1812.

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237El pueblo de indios de Itatí...

Poco tiempo después de proclamada la autonomía provincial se aplicó otra re-forma aún más significativa promovida por José Artigas. Durante la etapa de predo-minio del caudillo oriental en la provincia los pueblos de indios conservaron su or-ganización tradicional. Sin embargo, Artigas decidió eliminar la intervención de los blancos sobre el manejo de los bienes comunitarios y ordenó que en adelante solo se designara como administradores a aborígenes de la comunidad. En esta decisión, co-municada al gobernador correntino José Silva el 3 de mayo de 1815, el caudillo ma-nifiestaba su intención “que los indios, en sus pueblos, se gobiernen por sí, para que cuiden sus intereses como nosotros de los nuestros. Así experimentarán la felicidad práctica y saldrán de aquel estado de aniquilamiento a que los sujeta las desgracia” agrega además que “sería una degradación, para nosotros, mantenerlos en aquella exclusión vergonzosa que hasta hoy han padecido por ser indianos. Acordémonos de su pasada infelicidad y […] enseñémosles nosotros a ser hombres, señores de sí mismos”.33 Aunque la medida apuntaba a abolir la tutela sobre los aborígenes estos todavía debían ser objeto de una protección especial por lo que recomendaba a Silva “que mire y atienda a los infelices pueblos Indios”. Artigas presentaba su decisión como una respuesta a los reclamos expresados por los representantes de los cabildos indígenas de la provincia contra sus administradores.34 Constituía, no obstante, una política integral del caudillo destinada a favorecer el autogobierno de los pueblos aborígenes dentro su área de influencia y de excluir en ellos a los administradores blancos quienes en muchos casos se habían mostrado favorables a la causa del go-bierno enemigo de Buenos Aires.35

El traspaso de la administración afianzó el papel en la comunidad de aquellos aborígenes que contaban la instrucción formal suficiente para mantener una comuni-cación epistolar fluida con las autoridades provinciales y llevar las cuentas del mane-jo de los bienes. En el pueblo de Itatí fue nombrado administrador Juan Antonio Ri-veros, quien había sido liberado del régimen de comunidad por la reforma de Avilés. Tomó posesión el 6 de junio de 1815 en una ceremonia realizada en el Cabildo del pueblo con presencia del gobernador. Este administrador se desempeñó en el cargo hasta fines de 1817 momento en que fue reemplazado por Juan Antonio Guerí por disposición del gobernador Juan Bautista Méndez.36

33 GÓMEZ, Hernán El general Artigas y los hombres de Corrientes, Corrientes, 1929, pp. 86-87.34 Comunicación del comandante de Saladas (7 de febrero de 1815) donde se informa del petitorio de

dos naturales del pueblo de San Fernando de las Garzas en el que afirmaban que “no conocen ninguna utilidad y si muchos atrasos que les han causado los Administradores tanto a los intereses del Pueblo como a los de sus hijos…”. AGPC, Correspondencia Oficial, tomo 6, fl. 149.

35 MACHÓN, José Francisco y CANTEROS, Oscar Daniel Andrés Guacurary y Artigas, Posadas, 2006.36 AGPC, Acta del Cabildo de Itatí del 6 de junio de 1816, Correspondencia Oficial, tomo 6, fls. 60 y 70;

tomo 8, fl. 148 y tomo 9, fl. 19.

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238 Los grupos subalternos...

Juan Antonio Guerí constituye el ejemplo de una inserción exitosa de un abo-rigen de la comunidad en el nuevo orden institucional. Designado en principio ad-ministrador, poco tiempo después asumió el título de comandante y en esa función permaneció hasta fines de la década de 1820 a pesar de los cambios de gobierno. Le tocó así participar en la disolución definitiva del régimen comunitario. Antes de su nombramiento se había desempeñado en el Cabildo como Procurador (1813) y Alcalde de Primer voto (1816 y 1817). Como funcionario demostró capacidad para establecer una fluida vinculación con las sucesivas administraciones provinciales y para ejecutar órdenes. Su permanencia también se debió, posiblemente, a que durante la etapa de transformación de Itatí en departamento, los gobernadores consideraran necesario la presencia en el cargo de un aborigen que respondía a sus directivas y a la vez constituía un interlocutor eficaz con los indios del pueblo.

Guerí asumió como administrador pero desde principios de 1818 en la corres-pondencia con el gobierno ya se lo designa como comandante. Esto implicaba que se le otorgaban también funciones militares. Hasta ese año las actividades de las milicias que se desarrollaron en el ámbito del pueblo dependieron de la vecina co-mandancia de Ensenadas. Se trataba de un cambio importante porque en su calidad de comandante Guerí pasaba a ser la autoridad superior del distrito con las mismas atribuciones de los demás jefes territoriales. Su mando alcanzaba a los aborígenes y criollos por igual. Así la administración de Itatí tendía a uniformarse con la del resto de la provincia. 37

Esta reforma se completó durante el breve período en que Corrientes quedó in-corporada a la República Entrerriana dirigida por Francisco Ramírez. El caudillo de-cidió organizar este organismo político con una estructura fuertemente centralizada. Se suprimieron así los cabildos, entidades autónomas, y se otorgaron amplios poderes a los comandantes militares que dependían directamente del Jefe Supremo. La orden de disolver el Cabildo de Itatí fue comunicada el 24 de noviembre de 1820 y a partir de ese momento el comandante Guerí reunió “toda la autoridad política y militar”.38

Para el caso de Itatí la supresión de las instituciones de gobierno de los indios se correspondía con la decadencia del modelo social y económico que las susten-taba. Para ese momento la economía comunitaria había caducado y estaba siendo reemplazada por la explotación individual. Como parte de ese proceso Itatí comen-zaba a perder su condición de pueblo de indios por el arribo creciente de pobladores criollos. En cuanto al Cabildo, la institución más representativa del pueblo indígena, poco se sabe de su actuación entre 1815 y 1820 dado que se cuenta con escasa do-

37 La primera referencia de Guerí como comandante se encuentra en una comunicación del gobernador Méndez del 26 de marzo de 1818 (AGPC, Correspondencia Oficial, fl. 175). Ese año Guerí realizó varios contratos en nombre del pueblo en su calidad de “comandante y administrador”.

38 AGPC, Correspondencia Oficial, tomo 10, fl. 240 y vta.

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cumentación vinculada con el Ayuntamiento. La misma consiste principalmente de comunicaciones al gobierno de la provincia con copias de las actas de designación de los diputados para los congresos, declaraciones de adhesión a la causa artiguista y también algún acuse de recibo de órdenes.39 En lo que se refiere a sus actividades dentro del pueblo casi no hay información pero se puede suponer que en ese lapso la tarea del Cabildo perdió significación ante la decadencia de las actividades colectivas y la dispersión de parte de los pobladores a la zona rural. Su supresión, al parecer, no generó ninguna resistencia.

La nueva jefatura departamental era de índole militar aunque sus atribuciones tenían un alcance más amplio. Las mismas quedaron definidas en gran parte en un extenso Reglamento para la República Entrerriana “para el orden de sus departa-mentos” del 29 de septiembre de 1820. En el mismo se determinaban las facultades y obligaciones de los comandantes en el aspecto militar, político y económico.40 Más tarde, durante el gobierno de Ángel Fernández Blanco, un nuevo Reglamento Militar Provisorio del 27 de abril de 1822, actualizó aspectos de la organización militar. Los comandantes constituían la autoridad superior de cada departamento y tenían a su cargo la organización de las milicias, el control de la población, el mantenimiento del orden y el fomento de la agricultura y la ganadería. Por el reglamento de 1822 mientras duraran en su cargo se les otorgaba el grado de capitanes graduados “con los mismos fueros y preeminencias que los de igual clase” y un sueldo mensual. Debían alistar a los hombres útiles desde catorce a cuarenta años inclusive, los que debían revistar por turno en las compañías de milicias. El comandante militar tenía autori-dad sobre todos sus habitantes con independencia de su origen étnico. No obstante, Guerí solicitaba a Ramírez (20 de octubre) una aclaración al respecto porque “en los terrenos del pueblo hay muchos españoles quienes están sujetos en lo espiritual a este Pueblo pero ignora si deben ser empadronados entre los naturales o si pertenecen al comandante de Ensenadas”. Poco tiempo después (27 de noviembre) el comandante afirmaba que los “españoles […] aunque pocos son los únicos de mi confianza que en caso forzoso me desempeñan varias comisiones”.41

Tras la instalación de la comandancia, paulatinamente se fue organizando la ad-ministración departamental. En lo que se refiere a la justicia, el reglamento de Ramí-rez determinaba que el comandante debía designar los jueces de campaña que debían colaborar en el mantenimiento del orden público. Ellos debían atender los pleitos de

39 AGPC, Acta del 30 de diciembre de 1816 y comunicaciones del 4 de agosto de 1816, del 3 de octubre de 1817 y del 10 de septiembre de 1819, Correspondencia Oficial, tomo 6, fls. 60 y 95; tomo 8, fl 148 y tomo 9, fl. 19.

40 GÓMEZ, Hernán Corrientes y la República Entrerriana, Corrientes, 1929, pp. 161-178; Registro Oficial de la Provincia de Corrientes (en adelante RO), Tomo I, 1821-1825, Corrientes, 1929, pp. 106-110.

41 AGPC, Correspondencia Oficial, tomo 9, fl. 197 y tomo 10, fl. 240.

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menor cuantía pero los comandantes estaban facultados para apelar sus fallos. Guerí recomendó la designación de dos jueces, al parecer criollos, uno para la zona del ora-torio de San Antonio de Itatí y otro para el pueblo y sus alrededores.42 Tras la desapa-rición de la “República entrerriana” los comandantes perdieron la facultad intervenir en los fallos de los jueces. Durante el gobierno de Ángel Fernández Blanco (1821-1824), la designación de los jueces de campaña de Itatí correspondió al Cabildo de la ciudad de Corrientes, restablecido tras la muerte de Ramírez. A partir de la vigencia de la constitución provincial 1824 los jueces fueron elegidos por el Poder Ejecutivo con acuerdo del Congreso provincial. En estas designaciones era práctica común que el gobernador solicitara al comandante que recomendara a las persona más aptas para el cargo. Las innovaciones involucraban una división más estricta entre el mando político-administrativo y el ejercicio de la justicia a diferencia de lo que ocurría en el gobierno comunitario. Así ante una multa que había aplicado el comandante por un incidente entre dos indios del pueblo, el gobernador Pedro Ferré le reprochaba “que su conducta no corresponde a un jefe que no está facultado para entender en esas causas” y le ordenaba que adelante se abstuviera de medidas similares.43

La organización del departamento involucró también el inicio de la percepción de los impuestos provinciales. Entre 1819 y 1822 funcionó en el pueblo de Itatí una receptoría destinada especialmente a cobrar derechos por la yerba que ingresaba a la provincia desde Misiones. Esta oficina cesó de operar cuando se produjo la ocupa-ción paraguaya de los yerbales en la zona de Candelaria y Concepción. A partir de 1824, se recaudó por primera vez el diezmo de la cuatropea en el departamento. La percepción estaba a cargo del comandante Guerí. Recién a partir de abril de 1826, cuando ya estaba en marcha la liquidación de los bienes de la antigua comunidad de Itatí, comenzó a funcionar regularmente una receptoría de rentas en una de las habi-taciones que había correspondido al antiguo colegio del pueblo.44

La población del pueblo de Itatí en los inicios del periodo provincialDurante la etapa colonial la población de las reducciones de Corrientes experimentó muy pocas modificaciones en su composición, volumen y distribución. Evidente-mente uno de los aspectos característicos de estos pueblos era su componente étnico. Como se sabe este rasgo respondía a una política de la Corona que buscaba limitar los contactos de los blancos con los indios agrupados en los asentamientos. Por este motivo existían fuertes restricciones para la presencia de blancos, negros y castas en

42 AGPC, Comunicación de Guerí a Francisco Ramírez (20 de diciembre de 1820), Correspondencia Oficial, tomo 10, fl. 36.

43 AGPC, Copiadores de Notas del Ministerio de Gobierno, tomo 4, comunicación del 23 de septiembre de 1825.

44 Comunicaciones del comandante al gobernador del 24 de abril de 1822, 15 de abril de 1824 y de 17 de abril de 1826, AGPC, Correspondencia Oficial, tomo 15, fl 120; tomo 20, fl. 231 y tomo 31, fl. 97.

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los pueblos. Aunque no siempre la separación fue tan estricta los residentes estables no aborígenes eran un grupo minoritario formado por curas, administradores, perso-nal de servicio y empleados. Por otra parte, para asegurar el concurso de los hombres y mujeres en edad de trabajar para las tareas comunitarias también se controlaba la salida de los aborígenes hacia otras comarcas.

En lo que respecta a la distribución de los pobladores el modelo reduccional determinaba que los habitantes se concentraran en un recinto urbano. Si bien las tie-rras de los pueblos se ubicaban entre las propiedades más extensas de la jurisdicción correntina, las mismas eran consideradas sobre todo áreas de explotación y de reser-va. De esta forma también se limitaba el asentamiento de los aborígenes en las áreas rurales para evitar que se sustrajeran a la disciplina de la comunidad y aprovecharan en su beneficio los recursos del pueblo. En este aspecto a fines de la etapa colonial para estas comunidades se planteaba el desafío de afirmar sus derechos sobre sus tierras semibaldías ante el dinamismo de la ocupación de la campaña por parte de la población hispanocriolla.

cuadro 1Población de los pueblos de indios de corrientes

Itatí

Santa LucíaLas GarzasGuácaras

Pueblos888

206-

149

1760714

223200

-

1788692

---

1799650

419218

-

1814837

[1364] --

287

1820536

176--

1823

Fuentes: MAEDER, Ernesto Historia económica…, cit., pp. 123-125; “Demografía y potencial humano de Corrientes. El censo provincial de 1814”, en Nordeste, núm. 5, Resistencia, 1963; “Estructura demográfica y ocupacional de Corrientes y Entre Ríos en 1820”, en Trabajos y Comunicaciones, núm. 12, La Plata, 1964; AGPC, Censos, 1820, Tomo V.

Los pueblos de indios de Corrientes nunca reunieron un número considerable de habitantes. Desde sus orígenes a principios del siglo XVII hasta los inicios de la eta-pa provincial Itatí y Santa Lucía sumaron en total alrededor de mil cien habitantes. Estos guarismos permiten apreciar la sorprendente estabilidad de la población de las reducciones a lo largo de todo el período hispánico. No existieron al parecer grandes fluctuaciones en la evolución demográfica aunque se aprecia en el caso de Itatí una tendencia a la baja. Hay que tener en cuenta que en general el crecimiento natural en

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242 Los grupos subalternos...

los pueblos era lento dado que el margen entre nacimientos y muertes era bastante reducido. El limitado balance positivo podía ser alterado por diversos factores. Entre los más comunes se encontraban las epidemias que periódicamente a la afectaban a la población. Así, por ejemplo, en 1805 Itatí sufrió una epidemia de viruelas por lo que en ese año los decesos superaron ampliamente a los nacimientos.45 Otro factor era la emigración de los habitantes de los pueblos que buscaban liberarse de las restriccio-nes del régimen de comunidad y se integraban a la sociedad criolla. Esta salida era facilitada por la cercanía geográfica con las áreas de ocupación blanca, los constan-tes intercambios entre las comunidades y la sociedad criolla y el fuerte crecimiento económico que experimentó la jurisdicción correntina en la segunda mitad del siglo XVIII. La emigración era compensada en parte por el ingreso de nuevas de familias que eran autorizadas a asentarse o individuos que ingresaban a la comunidad a través del matrimonio.

El relativo estancamiento de los pueblos contrasta con el dinamismo del resto de la jurisdicción. Luego de los difíciles comienzos, el aumento de la población del distrito de Corrientes se aceleró en las últimas cuatro décadas del siglo XVIII favo-recido por el impulso económico. La cantidad de habitantes de la jurisdicción creció de 9.715, en 1760, a 30.184, en 1814. Entre este último año y 1820, a pesar de los desórdenes y luchas de los comienzos de la etapa provincial, la tasa de crecimiento medio anual fue del 3,2% con lo cual la población de la provincia aumentó a 36.697 habitantes.

En lo que se refiere a la distribución de los pobladores el extraordinario incre-mento demográfico tuvo lugar sobre todo en las zonas rurales. El poblamiento de la sociedad criolla se fundaba en la ocupación efectiva y explotación del suelo a cargo de labradores, hacendados y estancieros. Hacia 1814 más del 80% de los correntinos residía en la campaña. Desde el punto de vista étnico el crecimiento representó sobre todo la consolidación del grupo definido como blanco, integrado en su inmensa ma-yoría por criollos nativos de la provincia. Los aborígenes, negros y castas constituye-ron un porcentaje minoritario del total. En 1814 se registraron como indios poco más de 3.600 habitantes de la jurisdicción, es decir aproximadamente el 12% del total. Debe destacarse, que, como parte del proceso general de ruralización, solo el 44% de ese total se encontraba en los pueblos mientras que el resto se distribuía en las zonas rurales. Los indios dispersos en la campaña provenían de los pueblos guaraníes de Misiones, de las reducciones correntinas y en menor medida de la región del Chaco. En los dos primeros casos, generalmente se trataba de fugados que escapaban de las restricciones del régimen comunitario. Rotos los lazos institucionales o tribales los

45 AGPC, Acuerdos del viejo Cabildo de Itatí, Actas del 5 de julio, 12 de agosto y 20 de agosto de 1805; MAEDER, Ernesto Historia económica…, cit, gráfico III f p. 108.

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indios de la campaña tendieron rápidamente a identificarse social y culturalmente con el resto de la población campesina.46

Para 1814 los indios de las reducciones representaban solo el 4,3% de los ha-bitantes de la provincia. Para ese momento la economía comunitaria de los pueblos se hallaba también bastante debilitada. Los conflictos y las transformaciones insti-tucionales y económicas que se sucedieron hasta principios de la década de 1820 contribuyeron aún más a desestructurar el régimen de comunidad. Este hecho pro-dujo significativas modificaciones en el volumen, composición y distribución de los habitantes de esos centros.

Para conocer la evolución demográfica de los pueblos de indios en etapa de formación de la provincia se cuenta con los censos generales levantados en 1814 por orden del primer Congreso Provincial y en 1820, por disposición de Francisco Ramí-rez. Ambos empadronamientos representan un valioso registro de los recursos huma-nos de Corrientes. No obstante, los trabajos llevados adelante por los comandantes y jueces de campaña, no estaban libres de errores y omisiones. Así, por ejemplo, en el censo de 1820 no figura el pueblo de Santa Lucía. Tampoco existió un criterio uniforme para la confección de las planillas lo que dificulta la comparación de los resultados, como ocurre con el caso de Itatí. En lo que respecta a los aborígenes bajo el régimen de comunidad la información de los censos se puede complementar con los padrones efectuados en 1823 y 1826 realizados como paso previo a la disolución definitiva del sistema.

En lo que se refiere a Itatí el padrón de 1814 levantado por el administrador del pueblo incluye datos sobre sexo edad, profesión, origen, grupo étnico y el caudal de las personas registradas. Sin embargo, posiblemente siguiendo un procedimiento de la etapa colonial donde solo se registraban los indios que abonaban el tributo, en este censo únicamente se incluyeron a los hombres y mujeres que eran jefes de un grupo familiar, casados o viudos, con lo cual se excluye a gran parte de población femenina, los hijos menores y agregados. En total se registraron 201 habitantes y sobre la base de esa cifra, Ernesto Maeder ha estimado que la población en la localidad y las tierras de su propiedad alcanzaba a unos 650 habitantes. Por su parte, en el registro de 1820 a cargo del comandante Antonio Guerí se incluyeron todos los residentes. De acuerdo con este censo, Itatí contaba en ese momento con 1.364 habitantes. Lamentablemente solo se indican cifras globales de blancos e indios y dentro de estos grandes grupos la cantidad de hombres, mujeres y niños de hasta 12 años. No se cuenta por lo tanto con los datos individuales de los censados.

Pese a las limitaciones la comparación de estos registros permite apreciar la existencia de importantes cambios en un período de seis años. En primer lugar resulta

46 MAEDER, Ernesto “Demografía y potencial humano…”, cit.; “Estructura demográfica y ocupacio-nal…”, cit.

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244 Los grupos subalternos...

significativo el notable incremento del número de habitantes. Si es correcta la estima-ción para 1814 este aumento fue de más del 100%. Este crecimiento se produjo por el ingreso de migrantes blancos e indios que modificaron la composición étnica y la distribución de la población del distrito.

cuadro 2composición étnica y distribución de los pobladores de Itatí

Año 1814

PuebloCampaña

total

17211

183

Indios13518

Blancos18516201

total

Año 1820

PuebloCampaña

total

531306837

Indios37490527

Blancos568 796

1.364

total

Fuentes: AGPC, Censos, Tomos I y II, año 1814; Tomos III-VI, año 1820.

Si bien las cifras de 1814 solo se refieren a la cantidad de jefes de grupo familiar tanto el origen étnico de estos como su distribución se corresponden con las características propias del régimen de reducción. Existía un predominio excluyente de los aboríge-nes (91% del total) y una fuerte concentración en el área urbana (92%). En contraste, los datos de 1820 permiten apreciar un debilitamiento de las restricciones del sistema por lo que el poblamiento de Itatí comenzaba a adquirir características similares a las de los otros distritos rurales de Corrientes. Así los habitantes de las zonas rurales (58,4% del total) superaban en número a los del pueblo. También la composición étnica era más equilibrada dado que la población blanca representaba el 38,6%. Sin dudas, el incremento de la cantidad de criollos labradores fue una de las razones del fuerte aumento de habitantes en el departamento de Itatí. Su ingreso se vio favorecido por el abandono en que habían caído los campos de la comunidad. Los pobladores blancos provenían generalmente de los departamentos vecinos de Ensenadas y Caá Catí y se ubicaron en su gran mayoría (93%) en el área rural cercana al pueblo y a la estancia de San Antonio. Se asentaron en calidad de arrendatarios y el pago del

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245El pueblo de indios de Itatí...

canon representó una de las pocas entradas regulares con las que aún contaba la co-munidad en su etapa final. En el caso de los aborígenes, en este período las tierras de Itatí se convirtieron en un área de refugio de los indios guaraníes de Misiones sobre todo a partir de la destructiva invasión portuguesa de 1817. Hay que tener en cuenta, no obstante, que solo una parte de estos migrantes se afincó en el área pues muchos retornaron a sus lugares de origen o se dirigieron a otras comarcas. Los nuevos po-bladores se asentaron en la campaña y a ellos se sumaron los indios de Itatí que se desplazaron al campo. De todas formas todavía la proporción de indios residentes en el pueblo (63,4%) era superior a los de la campaña.

cuadro 3composición por edad y sexo de la población aborigen de Itatí en 1820

Niños (hasta 12 años)HombresMujeres

TotalFamilias

181 170 18053182

Pueblo100105101306 51

campaña281275281837133

total

Fuente: AGPC, Tomos III-VI, año 1820.

En los pueblos de indios la familia nuclear simple constituía la estructura casi exclu-yente. Los jóvenes se casaban a edad temprana por lo que prácticamente no había solteros. Existía, no obstante un porcentaje variable de huérfanos y viudos sin hijos. Hacia 1820 las familias indígenas del pueblo tenían en promedio 6,3 integrantes, valor al parecer no muy diferente al de las familias nucleares criollas de la campaña de la provincia. La composición por sexo era bastante equilibrada. En el grupo de pobladores mayores de doce años la relación media era 98 varones por cada 100 mujeres. Los niños de doce años o menos representaban el 33,6% del total de la po-blación, lo que significaba que había una expectativa favorable para una renovación generacional. En conjunto, estos datos demográficos parecen indicar que la crisis del sistema comunitario y el pasaje a la producción individual no produjeron inicialmen-te un deterioro serio en las condiciones de vida o un aumento de la emigración que resultaran en graves desequilibrios en la estructura de edad y sexo de la población aborigen. Con respecto a la emigración hay que tener en cuenta, no obstante, que la crisis productiva y el desorden político de la provincia probablemente desalentaron las salidas. Estas se generalizaron con el retorno de la paz.

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Cuadro 4composición por edad y sexo de la población blanca de Itatí, censo 1820

Niños (hasta 12 años)HombresMujeres

TotalFamilias

20 61137 6

Pueblo138197155490 66

campaña158203166527 72

total

Fuente: AGPC, Censos, Tomos III-VI, año 1820.

En el caso de la población criolla un aspecto significativo es el predominio numérico de la población masculina en la zona rural. Para el grupo de mayores de doce años la relación era de 122 varones por cada 100 mujeres. La fuerte presencia de la población masculina se debe posiblemente al hecho de que para la población criolla la zona de Itatí constituía un área de ocupación reciente que atraía migrantes jóvenes. Las fami-lias criollas estaban compuestas, como promedio, de 7,3 integrantes.

En los primeros años de la década de 1820 con el retorno de la paz y de la pros-peridad económica Itatí rápidamente comenzó a perder su condición de pueblo de indios. En 1823 el número de pobladores del departamento considerados indios había descendido a 539, y en el último padrón que se levantó en 1826 para el reparto de tierras se contabilizaron solo 311 naturales. Los indios se dispersaron por la campaña vecina o emigraron en busca de mejores oportunidades hacia otras comarcas. En ese momento, además, se adoptaron las primeras medidas oficiales para la supresión de-finitiva del régimen de comunidad por lo que también disminuyeron la restricciones a la salida de los pobladores.

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cuadro 5tipos de familia del grupo aborigen de Itatí

Familias completas Familias sin hijos

Jefe de familia varónJefe de familia mujerSolteros/huérfanos/

viudos

561582612

117

nº familias nº integrantes310395911516

539

1823

3681168

69

nº familias nº integrantes2141846411

311

1826

Fuente: AGPC, 1823: Censos, tomo VI: “Razón de los indios pertenecientes al pueblo de Itatí y Santa Lucía, con distinción de cabezas de familia y sueldos”; 1826: Expediente Administrativo, leg.15, “Razón de las familias que en clase de Indios pertenecen al pueblo de Itati”.

Los datos de los padrones de 1823 y de 1826 levantados por el gobierno de la provin-cia permiten apreciar, en líneas generales, algunas características del grupo aborigen de Itatí en el momento previo a la disolución definitiva del régimen comunitario. Los registros estaban destinados a determinar las familias aborígenes que existían en el departamento para realizar el reparto de casas y lotes cuando se enajenaran los bienes del pueblo. Por lo tanto en este censo se indican, los nombres de quienes eran cabe-zas de familia, el de sus consortes, y el número de hijos, parientes y agregados que integraban el grupo. De acuerdo con ambos registros las familias “completas” (pareja e hijos, con agregados o sin ellos) constituían alrededor de de la mitad del total de unidades registradas (47,9%, en 1823 y 52,2%, en 1826). El conjunto de las familias “incompletas” estaba integrado por las parejas sin hijos, por los grupos con un solo miembro de la pareja a cargo y personas solas (solteros, huérfanos y viudos). Dentro de las familias “incompletas” se destacan por su número el de mujeres que están a cargo del núcleo familiar (22,2%, en 1823 y 23,1% en 1826) y también el de parejas sin hijos (12,8%, en 1823 y 11,6%, en 1826). Salvo excepciones las mujeres a cargo se declararon viudas aunque es posible que bajo esta condición también se incluyan casos de fuga de la pareja masculina. En líneas generales la composición de los gru-pos familiares indígenas que aún restaban en el pueblo en la etapa final del régimen comunitario al parecer no difería demasiado de la que correspondía a los momentos de funcionamiento pleno del sistema. En el caso de la proporción de viudas y parejas

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sin hijos, que reflejaría mala alimentación, la presencia de enfermedades o casos de emigración, este porcentaje fue siempre elevado en los pueblos de indios.47 Si se compara el grupo aborigen con la población criolla tampoco la proporción de familias nucleares incompletas resulta excepcional dado que uno de los rasgos del poblamien-to de la campaña correntina era la fuerte presencia de mujeres como jefas de familia.48

De esta forma con la crisis de la economía comunitaria la población aborigen de Itatí comenzó a desaparecer como sector étnicamente diferenciado y, como sucedía el resto de la campaña, tendió a identificarse con la población campesina criolla. Este proceso aparentemente no generó grandes desequilibrios en la estructura demográfica del grupo ni en su organización familiar.

Actividades económicas. La crisis de la producción comunitariaSi bien durante la etapa colonial el pueblo de Itatí tuvo un desenvolvimiento econó-mico modesto al parecer tampoco experimentó grandes altibajos y aún vivió momen-tos de relativa prosperidad. Sin embargo, siempre existió un precario equilibrio entre las necesidades de la población y sus recursos. El sustento del pueblo dependía de la disciplina social interna, de la adecuada administración de los bienes por parte de los encargados y de la ausencia de factores externos disruptivos. El régimen de comunidad se fundaba en un sistema de trabajo estrictamente regulado y fiscalizado. Este aspecto es gráficamente descripto por el padre Parras en el relato de su visita a Itatí del año 1753:

“Todas las mañanas van el corregidor, los alcaldes, regidores y pro-curadores del pueblo a tomar órdenes del cura, las oyen con mucha sumisión y luego las distribuyen a los demás del pueblo, ordenan-do a cada uno adónde y qué es lo que debe trabajar, y por la tarde vienen los mismos a dar cuenta de lo que se hizo, y avisan si algún indio dejó de obedecer o si cometió algún delito…”.49

El relato se corresponde a la etapa en que los bienes estaban a cargo del cura doc-trinero, sin embargo, este procedimiento de asignación de tareas no varió mucho en los años posteriores. La falta de cumplimiento de las obligaciones laborales traía aparejado sanciones y castigos para los infractores. Asimismo existían restricciones

47 Esta afirmación se basa en lo que sabe de las características de la población guaraní en las reducciones jesuíticas. Cfr. MAEDER, Ernesto y BOLSI, Alfredo La población guaraní de las misiones jesuíticas. Evolución y características (1671-757), Instituto de Investigaciones Geohistóricas, Resistencia, 1980.

48 CACOPARDO, María Cristina y MORENO, José Luis “Cuando los hombres estaban ausentes. La familia del interior de la Argentina decimonónica”, en OTERO, Hernán y VELÁZQUEZ, Guillermo Poblaciones argentinas. Estudios de demografía diferencial, Tandil, 1997, pp. 13-28.

49 PARRAS, Pedro José Diario y derrotero…, cit., p. 141.

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a la salida de los pobladores y los contactos con el mundo exterior para, entre otros motivos, preservar la disponibilidad de mano de obra.

El producto de las actividades de los indios integraba el patrimonio de la co-munidad. La utilización del mismo correspondía por completo al administrador. A cambio de sus tareas los aborígenes recibían lo necesario para cubrir sus necesidades básicas de vestido, alimento y vivienda. En general se tendía un reparto igualitario de vestimentas y raciones aunque quienes ejercían funciones directivas o efectuaban trabajos especializados contaban con asignaciones especiales y otros privilegios. La producción permitía solventar ciertos servicios para la comunidad como el manteni-miento del templo y la atención religiosa, la celebración de las fiestas y el sosteni-miento de una escuela. También constituía un fondo de reserva para atender las nece-sidades de la población más vulnerable de ancianos, huérfanos y viudas. La posibili-dad de contar con la subsistencia asegurada y algunos servicios básicos eran ventajas de gran importancia en Corrientes, distrito caracterizado por su pobreza material.50

El sistema de trabajo comunitario en los pueblos, sin embargo, presentaba di-versos aspectos negativos. Era un régimen paternalista basado en el concepto de la minoridad de los indios quienes por esa razón requerían de una tutela permanente. La vida en comunidad, estrictamente regulada, basada en la “sumisión” y la distribu-ción igualitaria de los bienes frenaba la iniciativa individual y el ascenso social. La subsistencia y la mejora de las condiciones materiales no dependían de la cantidad de trabajo o del esfuerzo de cada familia. Los indios pasaban ser meros ejecutores de un conjunto de decisiones que les eran ajenas ya que la evolución económica de la comunidad dependía casi exclusivamente de la capacidad y la honestidad de los administradores. En este aspecto también hay que tener en cuenta que el incremento del patrimonio común que se expresaba en la cantidad de hacienda en las estancias, el ornato del templo y el cuidado de las viviendas, desde la perspectiva individual de los indios no siempre era percibido como una ventaja ya que sus condiciones mate-riales de vida experimentaban pocos cambios. De allí que una de las expresiones más comunes de disenso e indisciplina social fuera la venta, en beneficio particular, de los bienes de la comunidad.51 Este sistema propio de una economía de subsistencia comenzó a ser menos viable cuando a fines del siglo XVIII el crecimiento económico ofreció mejores perspectivas a la actividad individual.

De todas las reducciones existentes en la de jurisdicción correntina el pueblo de Itatí era el que tenía una organización productiva más desarrollada. Las tierras del

50 SUSNIK, Branislava El indio colonial…, cit., cap. I. 51 El 22 de noviembre de 1812 el Cabildo y el Administrador del pueblo determinaban otorgar un premio

a quienes denunciasen la introducción de bebidas y aguardiente y a “todo el que tuviese noticia que alguno o alguna de esa comunidad vende o cambia los efectos que se suministra para su decencia”. En la sesión del 7 de diciembre se prohibía la venta de materiales las viviendas sin el permiso expreso del Administrador y del Cabildo. AGPC, Acuerdos del viejo Cabildo de Itatí, cit.

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pueblo formaban una extensa franja comprendida entre el río Paraná al Norte y el Riachuelo al Sur con unos 100 km de largo y un ancho variable de 4 a 5 kilómetros. El área limitaba al Oeste con el partido de Ensenadas y, al Este, con los esteros de Santa Lucía. Hacia 1826, Narciso Parchappe, encargado de medir chacras para los aborígenes por cuenta de la provincia, calculaba que la superficie total del dominio del pueblo era de cincuenta seis leguas cuadradas, es decir, alrededor 150.000 ha. Era así una de las propiedades más extensas de Corrientes. Pero como señala el perito en el informe que elevó al gobierno, la mayor parte del área se componía de anega-dizos, malezales y bosques. Los terrenos elevados, aptos para el establecimiento de poblaciones representaban cerca del 20% del total y el área cultivable aún mucho menos. El pueblo se ubicaba sobre la costa del Paraná en la zona elevada del oeste de la gran propiedad, mientras que en el extremo oriental la estancia de San Antonio también conformaba un caserío con una capilla. Las estancias de la comunidad eran las de San Francisco, La Cruz, La Limosna (con un puesto), Asunción, San Antonio (con dos puestos) e Itá Ibaté. Las tres primeras se ubicaban a pocas leguas de Itatí, las dos últimas, en el sector oriental, mientras que la de Asunción ocupaba una posición intermedia. La estancia de La Limosna se distinguía del resto porque su producción se destinaba exclusivamente en beneficio de la iglesia y los gastos del culto. El área de chacras se ubicaba en el paraje de San Isidro a poca distancia del pueblo aunque también existían sembradíos considerables en la estancia de San Antonio. Con res-pecto a los recursos forestales, Parchappe señala que los montes cercanos al pueblo ya habían sido muy explotados aunque en torno a La Limosna el bosque era espeso y la madera abundante, sin embargo, la riqueza forestal más importante se ubicaba en la mitad oriental de la propiedad donde “los montes son espesos y pueden conside-rarse como vírgenes a excepción del beneficio que se han hecho en ellos de la cáscara de curupay”.52

A diferencia de lo que sucedió con los pueblos de Misiones tras la expulsión de los jesuitas, en Itatí la designación de un administrador laico para el manejo de los bienes de la comunidad tuvo inicialmente consecuencias muy favorables. Entre 1790 y 1806 con la eficiente gestión de Manuel Mantilla y Ríos se desarrollaron las activi-dades productivas y mejoraron las condiciones materiales del pueblo. Esto se reflejó en un aumento de las existencias ganaderas. Durante el primer quinquenio del siglo XIX las estancias de la comunidad reunían en conjunto alrededor de 30.000 vacunos, más de 10.000 equinos y un número considerable bueyes, mulas y ovejas. El stock

52 La memoria de Parchappe sobre los terrenos de Itatí es del 12 de mayo de 1826, se halla incluida en el “Inventario de los bienes y utensilios pertenecientes al Pueblo de Nuestra Madre y Señora Itatí y cuentas rendidas desde el mes de febrero 1º del año de 1825 hasta el mes de abril 26 de 1826”. AGPC, Expedientes Administrativos, 1826, legajo 15. Un completo informe sobre las propiedades del pueblo también se encuentra en el acuerdo del Cabildo del 6 de febrero de 1805; AGPC, Acuerdos del viejo Cabildo de Itatí, cit., pp. 156-160.

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ganadero era suficiente para el abasto del pueblo, que se calculaba en unas 1.600 re-ses por año, y para su empleo en las tareas rurales y el transporte. Generaba además un excedente que se comercializaba con las poblaciones hispano-criollas y misione-ras. La cueros vacunos y los animales en pié constituyeron los principales frutos de intercambio de la comunidad. En lo que se refiere a la agricultura, en las chacras del pueblo además del maíz y otros productos alimenticios, el cultivo más extendido era el algodón. Éste se utilizaba para la confección de los tejidos con los que se vestía la comunidad aunque hay que señalar que la producción local no siempre alcanzaba para cubrir las necesidades. En el pueblo y en la estancia de San Antonio se sembraba de caña de azúcar y existían quintas de naranjos y otros frutos.53

En el pueblo de Itatí funcionaban instalaciones para carpintería, herrería, telares, fábrica de tejas y ladrillos, trapiche y tahona que cumplían un papel destacado en la economía de la comunidad. 54

Existía una tejeduría donde se elaboraban los lienzos que se utilizaban para el vestuario de los indios. Hacia 1799 el establecimiento contaba con ocho telares y nu-merosos utensilios. Una de las tareas fundamentales de las mujeres de la comunidad era la fabricación manual de hilos de algodón y lana que luego serían utilizados en la fabricación de los lienzos. También regularmente el pueblo contrataba la hilanza de algodón de particulares. En estos convenios por lo común el hilo elaborado se repar-tía a medias lo que permitía cubrir el faltante de la producción local.

El pueblo contaba además con una carpintería donde se construían y reparaban carretas, canoas y botes. Las embarcaciones de Itatí navegaban con frecuencia a la ciudad de Corrientes y también efectuaban viajes a Buenos Aires. Itatí, además, se ubica en uno de los puntos más favorables para vadear el Paraná por lo que las canoas se destinaban al pasaje de personas, animales y cargas de Corrientes al Paraguay. Esta actividad a cargo de los indios de la comunidad reportaba ingresos significativos. En el caso del transporte de hacienda el arancel tradicional por este servicio era la déci-ma parte de los animales.

Otra actividad del pueblo era la elaboración de ladrillos, tejas y diversos objetos de barro cocido. Con ese objeto existía un horno para cocer ladrillo y un “pisadero”, además de moldes para tejas. La arcilla que se extraía en las cercanías constituía una excelente materia prima. La producción se destinaba principalmente para cubrir las necesidades de la localidad pero también se vendían ladrillos y tejas a la ciudad de

53 Sobre las actividades económicas del pueblo, AGPC, Acuerdos del viejo Cabildo de Itatí, cit., passim; MAEDER, Ernesto Historia económica…, cit., pp. 202-203, con un excelente mapa sobre la ubica-ción de las estancias.

54 Cuentas del pueblo entre 1790 y 1798 acompañadas con un minucioso inventario en: AGPC, Acuerdos del viejo Cabildo de Itatí, cit., pp. 193-309; MAEDER, Ernesto Historia económica…, cit., pp. 276-290.

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Corrientes donde comenzaba a difundirse la utilización de material cocido en las viviendas de los vecinos más acaudalados.

En San Antonio de Itatí funcionaba un trapiche destinado a elaborar miel de caña. La mayor parte de la producción se destinaba al consumo de la reducción pero también se comercializaba

El intercambio con las poblaciones hispanocriollas y las guaraníes de Misiones permitía a Itatí abastecerse de bienes indispensables como yerba, sal y algodón ade-más de otros artículos alimenticios (trigo, arroz, azúcar, vino, aceite), confecciones importadas, herramientas y objetos de culto. Los excedentes de producción también proporcionaban los recursos para el sustento de aborígenes dedicadas a tareas urba-nas especializadas como era el caso de los maestros de escuela, carpinteros, tejedores y para contratar oficiales artesanos, mayordomos y peones hispano-criollos. Asimis-mo de los bienes de la comunidad provenía el ingreso del sacerdote, su personal de servicio, y de los monaguillos, sacristanes y músicos.

Las tareas en las estancias, chacras y talleres de la comunidad ocupaban la ma-yor parte del tiempo de trabajo de los indios. Estos, no obstante, contaban con chacras de explotación individual a las cuales podían dedicar algunos días de la semana. La chacra particular cumplía un papel importante en la economía familiar dado que ellas se destinaban al cultivo de productos que integraban la dieta básica de los guaraníes como maíz, mandioca y porotos. De esta forma la producción complementaba las raciones otorgadas por la comunidad. En ocasiones las tareas comunitarias se suspen-dían para que los indios se dedicaran exclusivamente a la siembra de sus lotes par-ticulares, en otras, se autorizaba la utilización de los bueyes del pueblo. Un ingreso adicional representaba la venta en la ciudad de Corrientes de objetos artesanales de barro cocido elaborados en el tiempo destinado al trabajo individual por las mujeres de la comunidad. En este aspecto en un acta del 5 de febrero de 1805 el Cabildo de Itatí indica que la presencia de indios del pueblo “se ve en esa ciudad [Corrientes] donde continuamente bajamos con nuestras familias a vender las cosas que hacemos, de cuyo valor disponemos a nuestro arbitrio”.55

El acta mencionada constituye una larga exposición de las autoridades aboríge-nes de Itatí en defensa del sistema de comunidad ante las medidas que adoptaba el gobierno colonial para liberar a las familias guaraníes de este régimen. En la misma se afirma que “Nosotros diariamente tenemos ración de carne, yerba y sal que se da a quien viene a pedirla, y a su tiempo, el vestuario necesario. Es cierto que trabajamos en Común, pero moderadamente, y por eso se nos mantiene, y también disponemos de nuestros haberes y de los de nuestras mujeres los que conseguimos en el tiempo que pedimos”. Esta situación de relativo desahogo contrastaba con la de los labra-dores españoles vecinos quienes apenas tenían para su subsistencia diaria atenidos

55 AGPC, Acuerdos del viejo Cabildo de Itatí, cit., pp. 159-160.

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“a la tacita de leche, al quesito, al maíz, mandioca, y cuando hay, y a la carne seca cuando puede matar una res cada quince días”. Esta apreciación sobre las ventajas del régimen provenía del sector aborigen que recibía los mayores beneficios del sistema pero de todas formas parecía reflejar el momento favorable por el que atravesaba la reducción. El mismo también se evidenciaba en el estado de las edificaciones donde se destacaban una iglesia nueva en construcción de piedra y tejas cocidas, el edificio del colegio con varias habitaciones, un edificio de piedra labrada con almacenes y un cerco perimetral, los talleres y las viviendas de los indios que rodeaban la plaza construidos de paredes de barro y caña pero con techos de teja cocida.

Las condiciones se modificaron sustancialmente durante la desastrosa adminis-tración de José Luis Madariaga (1806-1812). En ese lapso la economía de la re-ducción experimentó un fuerte deterioro que se evidenció sobre todo en la caída extraordinaria de las existencias de ganado. De acuerdo con el inventario efectuado en septiembre de 1812 con el traspaso de la administración, la estancias del pueblo en ese momento contaban solo con alrededor de 1.500 vacunos de todo tipo, cerca de un millar de caballos y yeguas y poco más de 100 bueyes de labranza. Igualmente fue significativa la decadencia de los sembradíos y de la labor en los talleres. De esta forma la actividad productiva del pueblo se hallaba sumamente debilitada para afrontar el tumultuoso período de luchas y desórdenes que se inició a partir de 1810.56

El siguiente administrador fue Francisco Ignacio Ramos quien tuvo a su cargo el manejo de los bienes del pueblo desde septiembre de 1812 hasta junio de 1815. Las medidas de Ramos señalaban el estado de abandono de las estancias y chacras. Se ordenó que se recompusiesen los corrales y potreros, la recogida de potros porque “el pueblo estaba desprovisto de caballada” y la matanza de ganado alzado. Con respecto a los sembradíos el Cabildo pedía al administrador que atendiera las chacras de San Antonio porque las mismas estaban totalmente abandonadas.57

En este lapso tuvo lugar un fuerte crecimiento del intercambio entre Corrientes y Paraguay debido al bloqueo del río Paraná por los buques realistas de Montevideo. En 1813 la exportación de ganado correntino en pié hacia el distrito vecino alcanzó un volumen similar al de sus mejores épocas durante las décadas de 1780 y 1790. Este tráfico favoreció a Itatí que recibió ingresos extraordinarios por el servicio del pasaje de haciendas en un momento en que declinaban las otras actividades del pueblo. En 1813 una de las principales preocupaciones del Cabildo fue mejorar el transporte por el río “por ser lucrativo y único recurso de adelantar”. Se ordenó la compra de canoas

56 Inventario de los bienes de Itatí del 12 de septiembre de 1812 en AGPC, Expedientes Administrativos, legajo 1; Acuerdos del viejo Cabildo de Itatí, cit, p. 324, Acta del 24 de octubre de 1812 sobre los bienes del pueblo.

57 AGPC, Acuerdos del viejo Cabildo de Itatí, cit. Sobre las reparaciones y mejoras ver actas del año 1813 correspondientes a los días del 14 de marzo, 4 de abril, 9 de abril, 15 de agosto, 31 de octubre.

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y la reparación de la manga del pasaje “para mayor comodidad de los transeúntes a fin de adquirir reputación para el mayor Lucro del pueblo”.58

Las posibilidades de recuperación productiva del pueblo eran, sin embargo, muy limitadas en las nuevas condiciones políticas y económicas. Un factor perturbador fueron las demandas que resultaban de la movilización militar del período. Estas se acentuaron al proclamarse la autonomía porque la provincia se vio involucrada en los diversos frentes de lucha de la Liga de Artigas. Las “urgencias de la patria” requirieron aportes extraordinarios sobre todo hombres, caballos, lienzo para vestir a las tropas y dinero. Estos “auxilios” desorganizaban los trabajos comunitarios y afec-taron a las ya limitadas reservas del pueblo.59 Otra consecuencia de los enfrentamien-tos políticos fue la interrupción del intercambio entre la provincia y la república del Paraguay. Este comercio había comenzado a declinar en 1814 y cesó por completo a mediados de 1815 cuando se produjo la ruptura definitiva entre Artigas y el Dicta-dor Gaspar Rodríguez de Francia. Así Itatí perdió la importante fuente de ingresos que había representado el servicio de trasbordo por el río. Además de los conflictos, también hay que tener cuenta el crecimiento de la importación de efectos de ultramar como resultado de la apertura comercial en el Río de la Plata. El ingreso de bienes extranjeros afectó particularmente a las artesanías textiles locales con lo que también declinó la demanda de hilos y tejidos del pueblo.

Como resultado de la disposición de Artigas de entregar a los naturales el ma-nejo de los bienes de los pueblos, en junio de 1815 Ramos fue reemplazado por Francisco Antonio Rivero. Sobre la labor de éste, en 1826 el cura del pueblo, Juan Antonio Garay, afirmaba que el gobernador Juan Bautista Méndez le había solicitado que se hiciera cargo de la estancia de La Limosna en vista de “la intolerada dilapida-ción de las mencionadas temporalidades en el manejo del Administrador del Pueblo Francisco Riveros”.60 Aunque esta aseveración posiblemente tenía algún fundamento hay que tener en cuenta que durante esta administración el patrimonio de Itatí se vio muy perjudicado por el despojo producido por milicianos, desertores y fugitivos que ingresaron en sus dominios. El cura Garay, en una comunicación al comandante de Ensenadas se quejaba porque un destacamento correntino destinado a prevenir in-cursiones desde Misiones hacía mucho destrozo con las carneadas “desperdiciando

58 AGPC, Acuerdos del viejo Cabildo de Itatí, cit, Acta del 2 de marzo de 1813.59 Solicitudes de auxilio se mencionan en las actas del Cabildo del 16.X.1812, 6.II.1814, 27.II.1814,

26.VI.1814 9.VI.1815. Además en CO. 14. III. 1814.60 Manuel Antonio Garay al gobernador de Pedro Ferré, 1 de mayo de 1826, AGPC, Correspondencia

Oficial tomo 32, fl. 150. El juicio de Garay estaba influenciado por un fuerte enfrentamiento que tuvo con Riveros en relación con el manejo de las joyas que pertenecían a la Virgen. BAJAC, Esteban La virgen de Itatí…, cit., p. 379.

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la carne a su antojo” y prevenía que de continuar con sus correrías “no quedará una vaca en la vecindad”.61

Según el inventario de los bienes levantado en septiembre de 1817, en ocasión de un nuevo traspaso de la administración, las estancias del pueblo estaban casi total-mente despobladas. Para cubrir las necesidades más urgentes se realizaban compras de ganado vacuno a particulares. Ante esta situación, el gobernador Juan Bautista Méndez otorgó al presbítero Garay el manejo de la estancia La Limosna para sustento del sacerdote y de sus dependientes y para atender las necesidades del culto porque “se hallaba ya el pueblo en bastante decadencia para continuar con aquella precisa obligación”.62 En lo que respecta a los cultivos se mantenían los sembrados de maíz y de caña de azúcar pero los de algodón casi habían desaparecido. La actividad del taller de tejido continuaba en una escala reducida con materia prima adquirida por el administrador. También al parecer continuaba la labor del trapiche. En contraste, la actividad de la carpintería se hallaba paralizada porque durante la gestión de Riveros se consideró necesario comprar cuatro carretas para el servicio del pueblo. Asimis-mo, había cesado la producción de ladrillos y tejas ya que el horno del establecimien-to se hallaba descompuesto.63

A partir de septiembre de 1817 Juan Antonio Guerí quedó a cargo de los bienes del pueblo excepto la estancia de La Limosna administrada por Garay. Los años 1818 y 1819 fueron muy difíciles por el recrudecimiento de la anarquía política. Con la llegada de Francisco Ramírez al gobierno se recuperó la estabilidad política pero aumentaron las exigencias de hombres y ganado para sustentar las operaciones militares. En el caso de Itatí estas obligaciones recayeron sobre todo en La Limosna dado que era el único establecimiento que podía aportar ganado.64 Como se ha di-cho, durante la gestión de Ramírez cesó de funcionar el Cabildo del pueblo aunque esta medida posiblemente no tuvo mucho impacto porque las tareas comunitarias ya prácticamente habían cesado. En la última etapa del funcionamiento de la reducción Juan Antonio Guerí, en su calidad de comandante militar se desempeñó ante todo

61 Manuel Antonio Garay al comandante de Ensenadas, Juan Bautista Fernández (17 de agosto de 1817), AGPC, Correspondencia Oficial, tomo 8, fl. 148.

62 Garay describe las condiciones del convenio en las cartas del 10, 14 y 15 de octubre de 1825, remiti-das al comandante Guerí por una disputa sobre el manejo de los bienes de la comunidad. También se alude al mismo en una comunicación al gobierno del 1 de mayo de 1826 que acompaña las cuentas de la administración de la estancia La Limosna. AGPC, Correspondencia Oficial, tomo 28, fls 110, 124, 135-136; tomo 32, fls. 150-151.

63 AGPC, Inventario de los bienes de Itatí del 22 de septiembre de 1817; Expedientes Administrativos, 1817, legajo 3.

64 AGPC, Manuel Antonio Garay a Francisco Ramírez, 29 de noviembre de 1820, Correspondencia Oficial, tomo 10, fl 247.

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como custodio del patrimonio del pueblo hasta que el gobierno ordenó la liquidación definitiva del sistema de comunidad.

A principios de la década de 1820 el sistema productivo de comunidad había dejado prácticamente de funcionar: “Este pueblo y partido […] es absolutamente miserable”, afirmaba Guerí en una comunicación a Francisco Ramírez (octubre de 1820).65 Tiempo después (23 de agosto de 1821) ante una orden del gobierno para que recibiera un grupo de familias abiponas tomadas prisioneras en la zona del Chaco señala que no podía hacerlo porque “este pueblo está en el día tan deteriorado de ha-bitaciones como destituido de fondos para manutención aun necesaria para el sostén de sus hijos propios que por esta indigencia están a perecer de hambre y desnudez que sufren”.66 También el cura aludía a la decadencia del pueblo en una crítica a la administración de Guerí: “¿No estamos palpando que en el día se halla este pueblo enteramente deteriorado, su ranchería arruinada por falta de refacción? ¿No tene-mos a la vista que el pueblo de Itatí está enteramente exhausto, vacío de sus propios naturales porque los que no han muerto de desnudez y hambre se han desgaritado y desahuciado de necesidades?”67 El naturalista Alcide D’Orbigny , en el relato de su visita al pueblo en 1827 destacaba que el mismo había caído en la mayor miseria “ya no se ve, pues, en Itatí la serie de lindas casitas uniformes, bien blancas y cubiertas de pinturas, que servían de morada a los indios; las que quedan, están sucias, semide-rruidas y las únicas pasables son la del cura y la del comandante militar”.68

Con respecto a los ingresos en esta etapa, el padre Garay alegababa hacia 1825 que “al pueblo de itati se le calculan de ingresos anualmente mil pesos largos de arbi-trios en maderas y cáscara y continuamente se sacan hilanzas y telares y del número considerable de arrendatarios de los campos dilatados del pueblo”. En realidad las labores de hilanza y de tejido para ese momento ya habían dejado de ser una fuente regular de entradas. De acuerdo con el inventario de 1826 solo se registra la exis-tencia de dos telares “en el cuarto que ha servido de tejeduría”. También el trapiche en San Antonio estaba casi inservible. Los ingresos del pueblo ya no proveían de la venta de productos de la comunidad sino de las concesiones a particulares para el aprovechamiento de los bosques y de las tierras del pueblo. Los permisos para la extracción de madera y de corteza de curupay constituyeron la principal fuente de entradas. Estos convenios se multiplicaron desde principios de la década de 1820 porque la exportación de productos forestales así como la industria de la curtiembre pasaban por un momento muy favorable. Ingresos de menor cuantía se obtenían del arrendamiento que pagaban los colonos blancos que se hallaban poblando terrenos

65 AGPC, Correspondencia Oficial, tomo 9, fl 197.66 AGPC, Correspondencia Oficial, tomo 12, fl 180.67 AGPC, Correspondencia Oficial, tomo 28, fl 135, carta del 14 de octubre de 1825.68 D’ORBIGNY, Alcide Viaje a la América meridional, Tomo I, Emecé, Buenos Aires, 1998, p. 227.

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del pueblo. Los asentamientos de pobladores criollos ya eran comunes desde fines de la etapa colonial aunque el alquiler de la tierra no parece haber constituido un rubro de importancia en ese momento. A partir de la provincialización el avance de la po-blación criolla sobre las tierras de pueblo se aceleró a medida que éstas dejaban de explotarse lo que incrementó también el número de arrendatarios.69

Los limitados ingresos se invertían sobre todo para la celebración de las fiestas patronales del pueblo (San Francisco, San Antonio y de la Virgen) que eran ocasión para “beberaje y comilonas” y demandaban fuertes erogaciones. También se desti-naban a cubrir los gastos de algunas reparaciones menores en las edificaciones y a la compra de efectos que posiblemente se repartían en ocasiones especiales o como forma de pago por la realización de algunas tareas.70

Como consecuencia de la decadencia de la organización comunitaria los indios del pueblo dependieron para su subsistencia del trabajo individual, en especial, del cultivo en las chacras particulares. Al respecto señala D’Orbigny: “Gracias a los in-dios guaraníes que poblaron el villorrio, se tiene preferencia por la agricultura. Casi todos se establecieron por las cercanías, donde producen frutos del país: tabaco y algodón, o plantas comestibles como mandioca, porotos, batatas y sobre todo maíz y caña de azúcar”.71 El ganado que aún restaba en el departamento estaba integrado por las pocas cabezas que poseían los labradores en sus explotaciones, afirmaba Guerí hacia 1820:

“…no hay estancia alguna fuera de la de la Virgen que nadie la toca, los demás pobladores no tienen más que cuatro o seis lecheras y otros tantos bueyes para trabajar y las más veces echan mano de estas lecheras por no perecer de hambre y los que ni aún tienen este corto número de vacas se ven precisados a comer la carne de yeguas ariscas porque las mansas no las tocan”.72

69 La separación del manejo de la estancia de La Limosna del resto de los bienes de la comunidad creó algunas disputas entre el cura Garay y el comandante Guerí. El primero administraba el ganado de la única estancia que quedaba del pueblo y era reacio a otorgar auxilios de hacienda cuando Guerí lo solicitaba. Por su parte el sacerdote firmó por su cuenta convenios para el aprovechamiento de montes a lo que oponía Guerí. En algunos casos debió mediar la intervención del gobernador para solucionar las querellas.

70 Registros sobre ingresos y gastos del pueblo entre 1817 y 1824 se encuentran en el expediente de venta de tierras por parte de la comisión encargada de la liquidación de las deudas de la comunidad. AGPC, Expedientes de Tierras, leg. 85, Itatí. Las cuentas del año 1825 están en Inventario general de 1826.

71 D’ORBIGNY, Alcide Viaje…, cit., pp. 227-228. 72 AGPC, Guerí a Francisco Ramírez, 20 de octubre de1820, Correspondencia Oficial, tomo 9, flo 197.

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El trabajo en las chacras se complementaba con empleos ocasionales en la zona rural o en la ciudad de Corrientes. Así el comandante Guerí se excusaba ante gobernador por no reunir el número de hombres que se le solicitaba “por hallarse unos ausentes y otros indesparramandos en los conchabos y por la ciudad y en otras partes”.73 En este aspecto, en los años 1820 y 1821 muchos indios de Itatí fueron reclutados para el trabajo en los yerbales de la zona de Misiones hasta que la presencia paraguaya en el área de Candelaria concluyó con estas labores.

Como se indica en los anteriores testimonios el afianzamiento de la explotación individual produjo un desplazamiento de los habitantes del pueblo hacia las zonas rurales adyacentes donde también arribaban pobladores blancos y guaraníes de Mi-siones. Otros se dirigieron a la ciudad de Corrientes, como era el caso de los carpinte-ros, tejedores, sastres y ladrilleros, artesanos que podían hallar mayores posibilidades de trabajo en la capital. Con respecto a las indios que quedaron en el pueblo destaca D’Orbigny en su relato que la mayor parte de ellos: “…se dedican con preferencia a la manufactura de objetos de barro cocido que envían a Corrientes y a los demás pueblos de la provincia donde la población no se toma el trabajo de hacerlos”.74

La transición entre la economía comunitaria a la del aprovechamiento individual se vio facilitada por las constantes vinculaciones e intercambios que desde los tiem-pos coloniales tuvieron lugar con la ciudad de Corrientes y las poblaciones criollas vecinas. Si bien todavía persistían las restricciones para el asentamiento de poblado-res blancos a principios de la década de 1820 la ocupación en las zonas agrícolas del pueblo comenzaba a semejarse a la de los distritos vecinos de Ensenadas, Caá Catí, donde predominaban las pequeñas explotaciones a cargo de familias labradoras. De todas formas dentro del conjunto de la población campesina, los indios eran conside-rados como el sector más pobre. Al respecto, por ejemplo, afirmaba Garay que con el abandono del régimen de comunidad estaba autorizado desde 1824 a cobrar el dere-cho de sepultura pero los ingresos eran mínimos porque la feligresía “está compuesta la mayor parte de los mismos naturales […] que la mayor parte es pobrísima nada puede entrar en la Fábrica, de modo que los entierros son continuos, pero los dere-chos ningunos pues los más son de limosna. Los derechos de otra persona español de algún mediano posible aun no sufragan para el socorro y gratificaciones de sacrista-nes, monaguillos y músicos”.75 Como lo señalara su momento el Cabildo de Itatí en su memorial de 1805, una manifestación de la “miseria” e “indigencia” de los campe-

73 AGPC, Comunicación del 29 de febrero de 1823, Correspondencia Oficial, tomo 17, fl 200. 74 D’ORBIGNY, Alcide Viaje…, cit., p. 228. Sobre la enseñanza, se sabe que hasta 1815 se desempeñó

en el pueblo un maestro de primeras letras pero no hay información sobre los años posteriores, hasta 1825 cuando que el gobierno de la provincia nombró a uno.

75 AGPC, Manuel Antonio Garay al gobernador Pedro Ferré, 13 de octubre de 1825, Correspondencia Oficial, tomo 27, fl. 124. En compensación el gobierno de la provincia otorgó a Garay una estancia en las cercanías del pueblo cuando se produjo la liquidación de los bienes de la comunidad en 1826.

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sinos era la escasez de la carne vacuna en su dieta alimenticia en comparación con las raciones regulares que recibían los indios de la comunidad. A principios de 1820 los aborígenes del departamento Itatí se hallaban en una situación similar a la del resto de los labradores. Ante una orden del gobernador Pedro Ferré de cesar la matanza de yeguas el comandante Guerí señalaba que la medida tenía “las mejores miras pero […] sucede que en este pueblo los hijos de él se están manteniendo hace tiempo con la carne de dichas yeguas por no tener que comer otra cosa, ni menos de que echar mano para comprar un pedazo de carne (cuando la haiga)”, por ello solicitaba que se autorizara “de vez en cuando a carnear una yegua. Para que coman sus familias pues en no cediéndoles esta gracia […] los hijos de este pueblo en primer lugar morirán de hambre y de no, les será preciso robar para mantenerse a los animales vacunos”.76

El fin del régimen de comunidadA principios de la década de 1820 el régimen de comunidad del pueblo de Itatí estaba casi totalmente desmantelado. Las autoridades indígenas habían sido suprimidas y las actividades productivas que habían dado sustento al pueblo prácticamente dejaron de funcionar. Las antiguas estancias de la comunidad, salvo La Limosna, estaban to-talmente despobladas mientras que los bosques se aprovechaban en forma esporádica de acuerdo con las decisiones que adoptara el comandante militar en calidad de tutor de los bienes del pueblo. También toda la estructura urbana estaba cayendo en ruinas aunque aún restaban numerosos edificios utilizables y valiosas quintas de frutales. A ello hay que agregar bienes que representaban muebles, herramientas, objetos de culto, instrumentos musicales, etc. De mayor valor aún para una sociedad caracteri-zada por la escasez de circulante era el patrimonio que representaban las joyas y otros donativos en favor de la virgen de Itatí acumulados durante el transcurso de los años.

El pueblo aún poseía una enorme riqueza en bienes muebles e inmuebles pero no estaba en condiciones de administrarla. Además las restricciones que existían al acceso de la propiedad para los pobladores criollos e indios contribuían a prolongar esta situación de abandono. Por ese motivo, la supresión del régimen de comunidad pronto se planteó una vez restablecida la regularidad administrativa y el orden inter-no. Los primeros pasos se efectuaron durante el gobierno de Ángel Fernández Blanco (1821-1824). A principios de 1823 se solicitó al cura Garay un inventario de los bie-nes del santuario de la virgen y la cuenta de la administración de los mismos desde 1817 momento en quedó cargo del manejo de los mismos.77 En ese mismo año, en el mes de noviembre, se confeccionó un padrón de los indios de la comunidad. También ordenó al comandante Guerí que cesara de entregar de solares en el pueblo (18 de

76 AGPC, Comunicación del 22 de noviembre de 1825, Correspondencia Oficial, tomo 29, fl. 90.77 AGPC, Comunicación de Garay al gobernador del 5 de febrero de 1823 donde toma conocimiento de

la orden, Correspondencia Oficial, tomo 17, fl. 171.

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diciembre).78 Al año siguiente, en noviembre el gobierno solicitó a Guerí el envío de las actas del Cabildo del pueblo y además “una razón del modo en que se manejaron los ingresos del pueblo de Itatí y en qué forma así como también cual ha sido su in-versión hasta hoy”.79 Una ley del congreso provincial del 20 de noviembre de 1824 determinó que los curas de las comunidades de Itatí y Santa Lucía dejaran de cobrar subsidios del gobierno. En el caso de Itatí implicaba que el Antonio Garay debía cesar el manejo de la estancia La Limosna de donde obtenía sus ingresos. En adelante, los sacerdotes de los antiguos pueblos de indios debían subsistir sobre la base del arancel por sus servicios religiosos como el resto de los titulares de las parroquias rurales.80

La resolución definitiva fue adoptada finalmente en los comienzos del gobierno de Pedro Ferré (1824-1828). La ley del 14 de febrero de 1825 declaró “extinguida la comunidad del pueblo de Itatí y el régimen con que hasta ahora ha sido gobernada”, la medida determinaba que se otorgaría en forma gratuita un sitio en el pueblo y una chacra a cada familia “legítimamente oriunda del pueblo”. Con ese fin se debía realizar un registro de las familias oriundas que se hallaban dispersas para que ex-presaran su voluntad de restituirse al pueblo y recibir su parte en el reparto. También se debía elaborar la cuenta de los créditos del pueblo y de sus deudas. Los campos restantes luego del reparto y las demás existencias debían ser vendidos en remate y los ingresos así obtenidos se invertirían en “útiles y especies que sean de necesidad de cada familia”.81

Aunque en el texto de la ley resultaba claro que el reparto de bienes requería primero de la realización de un censo de las familias y de la clarificación de las cuentas, mu-chos de los integrantes del pueblo prefirieron interpretar que la medida los habilitaba a hacer libre uso de los bienes comunitarios. Por ello Ferré dirigió una comunicación a Guerí (31 de mayo de 1825) en la que señalaba que:

“He llegado a entender que los naturales de este Pueblo haciendo uso de un derecho de propiedad que todavía no tienen están enaje-nando las casas y bienes que corresponden a la comunidad de que resultan perjuicios al común de las familias y mucho más cuando de tolerar más tiempo este abuso tocaremos el completo exterminio de este pueblo”.

Por ese motivo el gobernador ordenaba al comandante que “en lo sucesivo debe Ud. celar y cuidar el que ninguna propiedad de esa comunidad bien esté señalada a al-gún individuo o bien corresponda a la masa general de los bienes se venda, ceda, ni

78 AGPC, Correspondencia Oficial, tomo 1, fl. 142.79 AGPC, El Congreso de la provincia al gobernador, 2 de noviembre de 1824, Correspondencia Oficial,

tomo 23, fl. 80.80 RO, Años 1821-1824, p. 263.81 RO, Años 1821-1824, p. 367.

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permute, ni mucho menos se deshaga ninguna casa por motivo ni pretexto alguno y sobre cuyo cumplimiento queda Ud. bajo la más grave responsabilidad…”.82

Posiblemente el mandato de Ferré tuvo un efecto muy limitado en lo que se refiere a las viviendas del pueblo porque hacia 1827 destacaba D’Orbigny que “los habitantes de Corrientes compraban las casas solo al efecto de demolerlas y vender las tejas; comercio que no cesó, pese a la prohibición del gobernador, hasta que ape-nas quedaban casas intactas”.83

Pese a las pérdidas que implicaba para el gobierno la venta clandestina de los bienes del pueblo la enajenación del patrimonio de Itatí se demoró cerca de un año posiblemente porque se debieron atender aspectos muy urgentes vinculados con la organización administrativa y fiscal, la reforma militar y el afianzamiento del orden interno. Recién con la ley de 23 de febrero de 1826 se inició el proceso de liquidación definitiva. Por esta medida el Congreso Permanente de la provincia autorizó al gober-nador a vender estancia La Limosna, sus ganados y útiles. Un tercio del producto de-bía quedar en depósito del gobierno que pagaría un interés destinado al sostenimiento del templo de la virgen.84 El terreno de la estancia fue adquirido por Simón García de Cossio en remates efectuados entre los días 20 y 22 de abril. En esta operación también se enajenó el denominado rincón de Yaguarí que fue adquirido por Ramón Galarraga. Ambos adquirentes eran reconocidos integrantes del grupo dirigente de la ciudad capital con activa participación en la actividad comercial y administrativa de la provincia. Las operaciones fueron aprobadas por ley del 26 de abril.85 La noticia de la transferencia de la estancia La Limosna y de sus bienes al parecer también indujo a los vecinos del lugar a apropiarse de los bienes comunales porque en una comu-nicación al gobernador Guerí trataba de calmar la preocupación de aquél en virtud “haber llegado a noticia de VS de que en los campos de la Limosna ha dentrado una infinidad de individuos a correr y agarrar caballos pertenecientes a dicha Estancia y a el Pueblo”.86

Al mismo tiempo que se remataban las estancias de La Limosna y Yaguari una comisión dirigida por Narciso Parchappe efectuaba un reconocimiento general de las tierras del pueblo. De igual forma se hizo un prolijo inventario de las edificaciones, muebles, herramientas, las joyas de la virgen y otros bienes de Itatí.87

Estas operaciones constituyeron los fundamentos de las medidas que se adopta-ron el 18 de mayo de 1826. Una de ellas fue una ley del Congreso provincial por la que se autorizaba al Poder Ejecutivo a vender las alhajas de la Virgen “que no se sean

82 AGPC, Copiadores de Notas del Ministerio de Gobierno, Tomo I.83 D’ORBIGNY, Alcide Viaje…, cit., p. 227.84 RO, Años 1826-1830, pp. 15-16.85 AGPC, Expedientes de Tierras, leg. 85, Itatí.86 AGPC, Guerí a Ferré, 5 de mayo de 1826, Correspondencia Oficial, tomo 31, fl. 160.87 AGPC, Guerí a Ferré 23 de abril de1826, Correspondencia Oficial, tomo 31, fl. 98.

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precisas para el servicio de la Iglesia” con la obligación de reinvertir los ingresos en la reedificación del templo. Por otra disposición la legislatura aprobaba todo lo actua-do hasta ese momento por el P.E. en relación con los bienes de Itatí y lo facultaba para proceder de acuerdo con los criterios que había informado al Congreso.88

También el 18 de mayo el gobernador dio a conocer un decreto donde se de-tallaba minuciosamente el procedimiento de distribución de las tierras del pueblo y de la venta de sus bienes. En esta resolución, de acuerdo con el modelo de los otros pueblos de la provincia, establecía un área urbana con un ejido claramente delimita-do. Cada cabeza de familia “de las legítimas del pueblo” recibiría gratuitamente un solar en el pueblo. Asimismo a cada familia se le asignaría una chacra en la campaña. Los adjudicatarios tendrían el pleno dominio sobre el terreno urbano, no así sobre las chacras ya que solo podrían disponer libremente de ellas luego de cuatro años del otorgamiento. Se encomendaba a Narciso Parchappe la mensura del pueblo y de las tierras rurales destinadas a los indios. Asimismo cualquier vecino residente en el departamento de Itatí podía beneficiarse con una suerte de terreno en el pueblo. Los ocupantes de las zonas rurales que no integraron la comunidad podían comprar el terreno que poblaban “al precio de su tasación”. Las estancias del pueblo con excep-ción de las de La Cruz y San Antonio “ocupados por un gran número de pobladores”, se venderían en remate con la condición de que los adquirentes se hicieran cargo de las postas del lugar. El producto de las ventas de las tierras se invertiría en útiles des-tinados a las familias aborígenes “con el objeto de los adelantamientos que se desean en la agricultura”. La enajenación de los terrenos y de los demás bienes del pueblo estaría a cargo de una comisión integrada el Colector General y el Contador Interven-tor, los funcionarios más importantes de la Hacienda de la provincia. Estos oficiales deberían también encargarse de liquidar las cuentas del pueblo realizando los cobros de las acreencias y el pago de las deudas pendientes.89

El decreto del 18 de mayo constituyó el paso final hacia la definitiva liquida-ción del modelo de ocupación propio del sistema comunitario por otro fundado en la propiedad privada del suelo. Significó también el abandono de todas las restricciones que existían al acceso a las tierras de Itatí para los habitantes de la provincia.

En la zona urbana, la definición del ejido y la mensura del pueblo determinaban que la antigua la disposición de hileras de casas de indios agrupadas un tanto desor-denadamente en torno de la plaza y el templo debía, con el tiempo, ser sustituida por el típico trazado en solares regulares de posesión individual propio de los pueblos de la provincia.

En cuanto a la adjudicación de los terrenos de la campaña se trató de conciliar los intereses de los antiguos ocupantes, con el fomento del poblamiento y la obten-

88 RO, Años 1826-1830, pp. 15-16.89 RO, Años 1826-1830, pp. 45-47.

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ción ingresos fiscales. En el extenso rectángulo de cerca de 150 km2 que comprendía el departamento la mayor parte de los labradores y hacendados criollos e indios se ubicaban en los parajes de tierras elevadas en torno de Itatí como San Isidro (antiguo terreno de chacras de la comunidad), la Cruz y San Francisco. Otra área de ocupación más intensa se ubicaba en la capilla de San Antonio, en la zona oriental en el límite con Misiones. Entre esas dos áreas más densamente pobladas estaban las grandes estancias de la antigua comunidad: La Limosna, Iribicuá, Asuncion y Yahapé.

Como lo determinaba el decreto, en las zonas de mayor ocupación el otorga-miento se hizo en forma gratuita para los indios o en venta directa para los antiguos ocupantes. Las chacras para los aborígenes del pueblo se ubicaron en un área situada al suroeste de Itatí y en torno a San Antonio. El reparto de las chacras se efectuó posiblemente en el mes de agosto.90 A partir de mayo y hasta fin de año también se vendieron en forma directa chacras y pequeñas estancias a pobladores del departa-mento y a vecinos de Ensenadas.91 En total se realizaron en ese período dieciséis ope-raciones de venta de las cuales doce se efectuaron en favor de residentes criollos del departamento. Algunos de los compradores habían sido arrendatarios de pueblo, pero una importante proporción a parecer eran meros ocupantes. El número de adquirentes es bastante reducido por lo que puede inferirse que quedaron muchos pobladores sin regularizar su situación.92

En lo que respecta a las grandes estancias, posiblemente para una mayor re-caudación se decidió dividirlas para su venta en catorce lotes de uno ó dos leguas de frente sobre el río Paraná. Como se ha visto las estancias La Limosna y Yaguarí (lotes uno y dos) se vendieron por separado en el mes de abril, antes de la liquidación definitiva. Un nuevo remate se efectuó en julio y en esa operación, Pedro Breard, un conocido comerciante de origen francés, compró cuatro lotes (11 al 14) situados uno al lado del otro en la zona desde San Antonio de Itatí hasta Itá Ibaté casi en la fron-tera con las antiguas Misiones. Asimismo, Antonio Ruda adquirió el lote octavo que correspondía a la estancia Yahapé. Al concluir la comisión sus actividades quedaban por lo tanto siete lotes sin adjudicar.93

En total se recaudaron cerca de doce mil pesos por la venta de los terrenos. De esta suma algo menos tres mil se destinaron a cubrir las deudas del pueblo y otros gastos. Además en lugar de útiles para la agricultura como lo estipulaba el decreto

90 El 6 de agosto Guerí recibió un oficio con la orden de reunir a todas las familias legítimas del pueblo incluidas las de San Antonio. AGPC, Correspondencia Oficial, tomo 44, fl. 113.

91 Las chacras vendidas tenían 500 varas de frente mientras que la extensión de las estancias oscilaba entre un mínimo de 1.000 varas de frente y un máximo de 3.300 varas.

92 Veintiocho pobladores habían pagado arrendamiento al pueblo en 1825. De ellos solo cuatro aparecen al año siguiente como compradores. También se otorgó en forma gratuita al cura José Antonio Garay una estancia que lindaba con el del pueblo.

93 AGPC, Expedientes de Tierras, leg. 85, Itatí.

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se repartieron cinco mil pesos entre las familias indígenas. El resto pasó a la teso-rería provincial. Otra fuente de ingreso muy importante fue la venta de las alhajas de la Virgen. Un decreto del 29 de mayo determinó que la comisión encargada de la liquidación de los bienes debía contar con dos peritos para la tasación de las joyas. Como estaba estipulado una parte de los ingresos netos se destinó a la construcción de un nuevo templo para el pueblo, mientras que el resto pasó a integrar las rentas generales. El proceso de liquidación quedó concluido por la ley del 14 de septiembre de 1826, en la misma se aprobaba todo lo realizado por el gobierno en el pueblo de Itatí y se determinó que las ventas de tierras que se efectuaran en adelante pasarían a integrar el tesoro de la provincia.94

94 RO, Años 1826-1830, pp. 20 y 47-48.