Los dados amargosUnum
Miguel Balbuena estaba atado a un pleito ajeno que, como tantos
otros, tena que hacer suyo. Aunque era en demasa suyo, propio,
ntimo. Quera dormir de largo, cuando el celular son. Lo saba: una
llamada a las cuatro de la maana no poda significar buenas
noticias. A menos que alguien, al otro lado del mundo, lo estuviera
recordando. Pero ese alguien no exista. Desde que Victoria rompi
esa relacin sin izquierdas ni derechas y decidi radicar en Turn
para ser nana de una dama que haba sobrevivido a dos guerras y al
alzhimer, haba dejado de importarle a esa persona que se supona
algn da pasara la vida junto a l. Era burdo recordarlo. Presion el
botn verde y, del otro lado de la ciudad, una voz ronca, masculina
y uniforme le record que era un polica, y que su vida le perteneca
a una dimensin donde alternaban el deber, la friccin, la madrugada.
-Varn de aproximadamente cincuenta aos.Mientras se vesta, oa por el
altavoz la descripcin mortuoria del agente Rentera: El hombre
estaba ebrio cuando lo apualaron con la precisin de un matarife.
Seguro que ni se dio cuenta. Avenida Paseo de La Repblica en
Miraflores, frente a la Va Expresa; un pequeo departamento de
soltero. Fuera de eso, no hubo mucha ms violencia. O sea que la
vctima intim con su victimario.Qu imperfecto, pens Balbuena. En una
ciudad de diez millones de habitantes, hay diez millones de
sospechosos, si es que no hay rastros. No huellas, no testigos, no
datos. Nones. Aunque el asesino no era un cualquiera. Tena
experiencia, arte, habilidad y un aspecto que no lo haca temible y
facilitaba que su vctima le permita entrar a su intimidad. Esa,
mientras tanto, era la nica duda resuelta.-Este es el tercer caso
en que hallamos un par de dados cerca del cuerpo.Era por eso que lo
llamaban. Miguel Balbuena era un polica obsesivo. Le gustaba
manipular nmeros, establecer estadsticas, recorrer mapas, dibujar
cuadros sinpticos. Su gusto por armar tablas permiti que la Divisin
de Investigaciones, a la que estaba asignado, resolviera casos
difciles. No tena buena puntera, ni un estado fsico envidiable.
Cuando un da se dio cuenta, la barriga le haba sacado ventaja, las
canas estaban bien posicionadas sobre el castao oscuro de su
cabello y Victoria lo haba cortado de raz. A cambio, recibi un
aureola de sabueso-rastreador empedernido, un par de medallas que
se oxidaban en un cajn de recuerdos, diplomas que jams colgaran de
una pared y la secreta admiracin de los agentes ms jvenes de la
divisin. Mientras tanto, tena tres muertos y tres pares de dados.
*******La oficina no era grande, tena el rancio olor del papel
archivado. Reciba la mala luz del otoo por una ventana, desde donde
los techos poco amables del centro de Lima exhiban sus toneladas de
cachivaches. En la pared lateral haba un pizarrn sobre el que
estaban yuxtapuestas una treintena de fotografas macabras, tomadas
desde ngulos diversos. Los tres cadveres dos hombres y una mujer-
tenan en comn que eran personas solitarias y que el atacante se
preocup en no dejar indicios, salvo los dados. El protagonista del
primer grupo de fotografas era un hombre llamado Oswaldo Ferrando.
Viva en un pequeo solar, en plena calle Bolognesi. Muri ebrio. El
agresor esper a que se quedara dormido para degollarlo con una
navaja. No le robaron ni un cobre. Una muchacha que haca limpieza
cada tres das se dio el susto de su vida cuando lo encontr
desangrado sobre la mesa del comedor. A un costado, los ojos
abiertos del cadver parecan mirar el par de nmeros que estaban
estacionados boca arriba: ocho. El caso siguiente era bastante
distinto. Las imgenes retrataban a una mujer Melissa Hermoza- que
frisaba los cuarenta aos de edad. Tena los signos inequvocos de un
suicidio. La hallaron sobre su cama, con rastros de espuma seca que
arroj por la boca. La necropsia inform que la haba matado la
ingesta de una sobredosis de barbitricos, y de no ser porque cerca
a ella se hallaron los dados que, juntos sumaban siete; los peritos
no hubieran podido precisar que fue obligada a drogarse, pastilla
por pastilla, hasta estallar por dentro. A un lado, con plumn azul,
estaban escritos resmenes jeroglficos de las circunstancias claves
de los hechos; direcciones, edades, procedimientos, una especie de
contabilidad que intentaba hilar de mltiples formas los sucesos.
Pero, por ms que quera, no haba una ilacin formal que cuajara entre
los casos. Redact un par de oficios solicitando mayor informacin y
le respondieron que para eso estaba l, para desentraar el misterio
de la informacin que no encontraban. Era intil. Pattico en esta
ciudad de diez millones de sospechosos. Decidi darse un respiro. Le
pidi a Margarita la secretaria que cumpla tambin el abnegado rol de
madre sustituta- que lo justificara, si preguntaban por l. Nada
como un recorrido de inspiracin.Caminar en medio del trfico pudiera
parecer una tortura, pero para Miguel Balbuena era una especie de
blsamo. Como si la contaminacin fuera un combustible. Caminaba para
pensar, recordar, hilvanar estratagemas, complotar contra la
sociedad de lo oscuro. Descifrar la personalidad de los transentes
de un solo vistazo en el rostro; predecir sus insanias por la forma
de sus dedos o el rabillo de sus ojos. La percepcin de lo que
pensaban los sicpatas estaba en la calle. El asesino de los dados
poda ser el conductor aquel, o el comensal de aqu o el estudiante
de all. El gran intrngulis del caso era como cernir los indicios
para aproximarse al culpable. Se detuvo en un caf y pidi un
expreso. Una mujer de abrigo pardo y largo cruz por la acera del
frente. Un pedazo arrancado de su vida le vino a la memoria. El
recuerdo de Victoria, la primera vez que salieron: ella meda un
metro setenta y cuatro y con los tacos puestos era ms alta que l:
mujer de mundo y oficio, soltera, treinta aos, un cuerpo esbelto
mantenido por una rutina de gimnasta, gustos refinados y
departamento propio. Haba hecho fortuna en Italia con el negocio de
exportar ropa del mercado nacional y cuidar ancianos. Eso le
permiti llegar a alcanzar una vida sin sobresaltos. -Disculpa, pero
no puedo llevarte a los sitios que seguramente frecuentas. A lo
mucho, podr llevarte a uno de los antros que me permite mi sueldo.
No te pasar nada, saben que soy polica.Fueron a dar a la Posada del
ngel, su pub favorito. Lo que sigui fue una reaccin en cadena, que
empez en sus labios y termin en una cama. Luego sobrevino una
tirana de amantes, un contubernio constante con los celos. Ms tarde
a un quin sabe qu. Lo cierto es que Victoria se hart de l o l de
ella y la pasin dej una estela amarga que termin con el retorno de
ella a Europa y con el agente Balbuena redefinido en su purgatorio.
El caf largo no le permiti desentraar el laberinto. Sigui
caminando. Se introdujo por callejuelas sobrevivientes, por si las
paredes avejentadas le revelaban lo que no podan las huellas. Las
alimaas pblicas se refugiaban en los recovecos y lo olan a la
distancia, sin acercrsele: no necesitaba placas ni uniformes, hasta
los menos malos del ranking saban que era un polica, un tipo de la
ley. Entonces mir en una tienda de juguetes y pens que ciertos
asesinos tienen compulsin por los juegos.
Duo-Gol. Mejor dicho, golazo dijo entrando a la oficina.Los
agentes de la divisin ya lo saban. Eso significa algo como bingo,
eureka, la tinka, campeonamos, eres la miss mundo, la hice. Haban
pasado once das, en los que solamente se detena para dormir. La
barba estaba apilada sobre su rostro y le consolidaba una
apariencia a nufrago. Se acercaron a ver su descubrimiento. Rentara
vio sobre el escritorio las fotografas, papeles manuscritos, restos
de cigarrillos nunca acabados, una taza de caf sin terminar y un
tablero de monopolio de la versin local.-Y eso? -le preguntaron
El agente Balbuena no habl demasiado. Seal con el dedo el
tablero, los dados de la fotografa, las direcciones, los papeles
manuscritos y le indic a Margarita que transcribiera: el asesino
relacionaba a sus vctimas con el tablero del monopolio en versin
peruana y los dados. Oswaldo Ferrando, viva en la calle Bolognesi y
fue encontrado con los dados puestos en el nmero ocho. Si contaban
los casilleros del tablero, estos aterrizaban en la avenida
Arenales, lugar donde hallaron a Melissa Hermoza, que a su vez tena
los dados en el nmero siete. La cuenta los conduca a Paseo de la
Repblica, exactamente la avenida en que se hallaron los restos del
ltimo hombre. A este, lo encontraron los dados con el nmero seis;
un cuatro y un dos.-O sea, segn mis conclusiones dijo Balbuena- la
prxima vez el asesino atacar en la avenida Arequipa. Antalo
Margarita, esta es para tu libro.-Tiene ms de cincuenta cuadras- le
avis unos de los muchachos -Es que de eso se trata. Slo nos est
dando una seal, porque los sicpatas como estos son de esa calaa;
dejan marcas para saciar sus instintos. Pero no va a dejar que lo
atrapemos. Al menos no tan fcilmente.La avenida Arequipa es una
antigua troncal construida en las primeras dcadas del siglo XX, con
la idea de unir el casco colonial de Lima al balneario de
Miraflores y expandir el rea urbana de la ciudad. Consta de dos
carriles que se dirigen de norte a sur, separados por una berma
central sembrada de rboles aejos de distinta semilla y que, en
algunos tramos, son reemplazados por palmeras elevadas cuya altura
es similar a la de los mayores edificios. Ese rasgo le permite
mantener su identidad originaria cuando el narcisismo de un
presidente hizo que fuera bautizada con su propio apellido- en
comparacin a las vas vecinas construidas en base a la aridez del
cemento y el asfalto. Como muchas veces ha sucedido en la historia
republicana del pas, en sus primeros tiempos los grupos familiares
ms importantes de la emergente capital se afincaron all, erigiendo
fastuosas construcciones en las que convergan el boato, el buen
gusto, el desperdicio, la amplitud de los patios y la sensacin de
que la pequea-gran ciudad recobraba su lustre.Con el tiempo, la
expansin de algunas miserias contrajo el brillo de sus orgenes y
las clases acomodadas migraron a nuevos espacios. La mayora de
casonas perdieron su glamur y pasaron a manos de dueos menos
cuidadosos del estilo. Las reconvirtieron en estacionamientos,
institutos de enseanza mltiples o galeras comerciales. Algunas se
derruyeron para dar lugar a edificios de apartamentos. A pesar del
hecho, la berma central permaneci intacta, con sus rboles rebeldes
al tiempo y logr, despus de mucho pelear con la supuesta urbanidad
de las autoridades, mantenerse tal y cual. Con esta, algunas
construcciones sobrevivieron: el colegio de italianos Raimondi, o
la casona Surez de Miraflores permanecan intactos, sin la amenaza
de las alteraciones. Por lo mismo, de todas maneras segua siendo un
espacio demasiado amplio para dar con alguien sin rostro conocido;
como buscar un gorgojo en un costal de arroz. En razn al argumento
de Balbuena, la divisin de homicidios envi un equipo de agentes que
empez a vigilar la avenida. Tenan una pequea base de datos manual,
provista de fotografas de adictos y asesinos con antecedentes a los
que la justicia haba liberado por una u otra causa. Hacan turnos de
ocho horas diarias y recorran la totalidad de la arteria, husmeando
en los transentes, tratando de avizorar alguna alteracin en el
panorama. Pero con el transcurrir de los das, el tedio los fue
venciendo y, a lo mucho, sacaron una lista bastante definida de
heladeros, vendedores de peridicos y variedades, alteraciones del
trfico, lneas de mnibus y prostitutas amparadas por la noche. La
extensin de la avenida atiborrada de centros comerciales, cines,
clnicas, institutos acadmicos, canales de televisin, oficinas,
centros mdicos y edificios de departamentos, generaban un caos
visual imposible.
Con los malos resultados, la vigilancia cedi. Adems, el enorme
tamao de la ciudad generaba nuevos escenarios; el crimen no ceda en
espacios y la divisin requera de resultados que mostrar. La bsqueda
no poda reducirse a un victimario en serie, teniendo una amplia
gama de asesinos pasionales, de oportunidad o mera codicia. Los
viernes por la tarde, los agentes se reunan en un viejo bar a tomar
cervezas. Aunque se trataba de individuos solitarios, el vnculo
tejido alrededor de la desgracia humana los llevaba a compartir
momentos en los que hablaban sobre su pasado o su futuro, pero
nunca del presente. Era una regla tcita. Hablar de ese da,
significaba referirse a los oscuros hechos que rodeaban su
profesin, referirse a los secretos policiales fuera del recinto.
Por lo pronto no haba ms pistas. El asesino pareci esfumarse.
Nuevos hechos se superponan a una gran velocidad: las catstrofes
parecan venir una sobre otra, como si la humanidad fuera una enorme
y espesa cortina de humo. De vez en cuando, uno que otro informe
forense apareca traspapelado y sin conclusiones especficas; excepto
la verdad lacerante de que Balbuena y su equipo de agentes divagaba
en un espiral sin salida.Tres meses despus, a media madrugada de un
viernes, el celular son y su sentido comn lo hizo revolverse entre
las sbanas: o Victoria haba tomado la decisin de perdonarlo y
retroceder en su absurdo rencor llamndolo desde aquel lugar tan
lejano o era, como casi siempre, una mala noticia. Como casi
siempre fue una mala noticia. Mientras se vesta, oa por el telfono
la descripcin del agente de servicio que junto a la fiscal de turno
se encontraban en levantamiento del cuerpo. -Mujer de sesenta aos,
fallecimiento a causa de desangramiento, casa en la cuadra 37 de la
avenida Arequipa. Laceraciones de arma blanca en ambas muecas. Lo
peor Balbuena; lo peor es que a veces tienes razn. Hay dos dados a
un lado del cuerpo. Un seis y un cuatro. Ese loco de mierda atac
otra vez y nos vamos a echar a nuestros jefes encima. Parecemos
unos intiles.El agente Miguel Balbuena lleg a las seis de la maana
a su puesto y con un zarpazo desesperado abri la carpeta con las
nuevas pruebas. No eran ms que fotografas sangrientas, papeles
inconclusos, imprecisiones. Excepto que el asesino, como si supiera
que se diriga a alguien, haba resuelto soltar un nuevo indicio en
una tira de papel: t sers el fin de mis eutanasias.TresEl encierro
de los hombres posee un calor de ndices nulos; es decir, el calor
est presente en la crcel, pero quieto. No es abrasivo. No
transpira, no circula. Miguel Balbuena senta eso cada vez que
ingresaba al recinto. Los custodios de la prisin lo miraban con
desconfianza: por qu visitaba un polica a un delincuente condenado
a cadena perpetua? Todo era posible. Un arreglo bajo la mesa? Una
patologa sicolgica? Pocos saban que Balbuena descubri y encarcel al
viejo Elas Gordon, una tarde perdida en los recuerdos de nadie,
excepto en los de ellos. -Traes Coca Cola?- le pregunt Elas
Gordon-S. De litro y medio.-Ah. Siempre me haces feliz, Balbuena.
La tomar tal como vino, poco a poco. Porque t siempre vienes, as,
poco a poco- Luego lo mir a los ojos y le lanz otra interrogante- Y
t eres feliz, mi amado Balbuena?-Supongo.-Supones mal, entonces. Qu
trae por aqu? Otro misterio?-Debes saberlo t, gur de las
adivinanzas.-Supuse que vendras.Debajo de unos papeles, tante sin
perderle la mirada y sac unos diarios. Los tena seleccionados-Es
muy original no? dijo el presidiario.-S. Me cost bastante trabajo.
Mucho ms que t mismo. -Ah. Nada ms no me permitiste perfeccionar
unos detalles.Elas Gordon era un asesino confeso que no salt a los
paneles publicitarios de la opinin pblica por el espacio de tiempo
en que cometi sus crmenes en serie. Era difcil relacionar la
aparicin de un cuerpo con otro anterior, pues podan transcurrir
hasta dieciocho meses para que volviera a atacar. Lo haca
exactamente con esa frecuencia, pues luego de perpetrar su delito y
deshacerse de los cuerpos a los que previamente rasuraba el vello
pbico- en distintos puntos de la ciudad, iniciaba la planificacin
de su siguiente homicidio. Es ms; lo que escoga al final era la
vctima. Primero delimitaba el rea, las rutas de escape, los
procedimientos, el arma a utilizar, la utilizacin del cuerpo humano
y donde se deshara de este. Gordon, en su concepcin, estaba
formando una gran cruz. Era un ferviente devoto. Viva cmodamente
cerca de Mirones Bajos, en una casa heredada de su padre y
trabajaba como maestro de primaria en una pequea escuela nacional.
Lo que pocos saban era que en su juventud viaj a los Estados Unidos
y, gracias a un contacto no muy habitual, logr conseguir un empleo
poco comn en ese entonces para un latinoamericano: extra de cine.
Se convirti en un annimo y extraordinario tipo, acostumbrado a
morir varias veces al ao. En esta prctica, haba sido aplastado por
tres dinosauros, muerto en dieciocho batallas por heridas de
metralla, de arco y flecha, por la lanza de un hroe romano,
sepultado por una nube de piedras proveniente de una catapulta
medioeval, ahogado en un naufragio sobre un mar congelado y lanzado
desde las alturas de un castillo europeo, por un despeadero hacia
el mar y en un automvil que ardi en llamas al final de un abismo.
Adems, perdi tres veces la pierna, dos veces la cabeza -en una
ejecucin con guillotina y en un encuentro de cinco segundos con un
samuri prfugo- y, por si fuera poco, lo atac un vampiro, una
tarntula de cuatro metros cuadrados y una serpiente amaznica, que
finalmente lo engull junto a la canoa que lo transportaba. Su nica
frustracin es que jams lleg a ser estrella de cine para adultos.
Una razn explcita que jams revelara, lo regres al pas. No se le
conoca novia, ni algn tipo de amante y en los pocos crculos que
frecuentaba su vecindad y la escuela- nadie poda imaginarse su
vocacin prfida ni su pasado cinematogrfico. Por el contrario, entre
sus condiscpulos, era reverenciado por sus altos conocimientos de
literatura y filosofa kantiana. Su primer golpe lo asest cerca a la
capilla Cristo de los Milagros, a pocas cuadras de la Universidad
de San Marcos. El nombre de su vctima era Mara Altivez, de 22 aos
de edad, una estudiante de enfermera. Logr penetrar en el pequeo
departamento de la muchacha y despus de golpearla hasta dejarla sin
vida, la cort, depil y se deshizo del cadver en un sector de La
Planicie, cercano al colegio Villa Mara. Con este hecho, conform lo
que consideraba los extremos de su cruz. Despus, atac a otra joven
por la capilla San Juan Obrero, en Lurigancho. Se llamaba Luca
Montes y trabajaba como muchacha de servicio de una familia rica a
inmediaciones del Golf. Gordon la captur aprovechando que sala muy
de madrugada a su trabajo y la dej sin vida en las arenas de una
solitaria playa que emerge inmediatamente despus de los Pantanos de
Villa. Luego hizo lo propio en Pando, en la avenida Bertello, en
Chacra Ros; y en Juan Pablo II, Mangomarca, la Cooperativa
Universal de Santa Anita y por Nicols Aylln y dej los despojos en
otros puntos del sur de la ciudad. Slo un sabueso de la talla de
Balbuena pudo advertirlo. Primero por la seal del rasurado, que era
un aspecto de poco valor para los investigadores, y luego por la
amplia seal de la cruz. La diferencia de fechas entre acto y acto y
la ausencia de claves mejor organizadas no permitan la ilacin
correcta del individuo. As que cada hallazgo pareca tener un origen
y un fin distinto. Balbuena se empecin en su teora y no se dej
escamotear. Pidi a sus jefes que le dejaran el caso bajo su cuenta
y riesgo, hasta que meses despus, descubri a su protagonista.
Pudiera haber sido otro de los tantos acontecimientos de la
criminalstica, pero una sesin de interrogatorios termin
maravillando a Balbuena.-Saba que me encontrara -le dijo Gordon
aquella vez, en la pequea sala para reos, antes de iniciar las
pesquisas judiciales-Cmo as?--Porque usted navega en la soledad de
los asesinos.Miguel Balbuena no comprendi. Gordon continu
hablndole. La luz de la bombilla se expanda debajo de ellos. -Ha
ledo a Octavio Paz?-Un poco.-En dnde? En su colegio nacional donde
sus compaeros se masturbaban en las aulas? O en sus malas lecciones
de detective, donde cada maestro sabe menos que el otro? O cundo no
tenas para andar en taxi y viajabas en un pestilente microbs que te
ha dejado ese olor a contaminacin?-No recuerdo. En todo caso, yo no
he venido a que me pregunte sobre mi vida, sino que me cuentes tus
crmenes, maldito.Entonces Elas Gordon comenz a parafrasear a Paz.
Balbuena lo dej explayarse nuevamente:-La soledad es la ms profunda
realidad de la condicin humana. El hombre es el nico ser que sabe
que est solo, y el nico que se busca a otro. La naturaleza consiste
en su anhelo de realizarse a s mismo en otro--Qu quieres decir? -Qu
eres de los nuestros, agente. Eres un caso clnico, un desquiciado
pattico con necesidad de reconocimiento, solo que tu chispa no se
encendi. No es para compadecerte. Pudiste ser el cazado, pero
resulta que eres el cazador.-No me interesa. A lo mejor. He soado
algunas veces que s, que destruyo cuerpos o los incinero.-Ah. Son
sueos con falta de estilo. Podras mejorar, manejar tu
subconsciente.Balbuena sonri. Le extra que al profesor Gordon no le
cambiara el humor. Expiraba la serenidad de un monje. Su confesin
sincera no tena la intencin de reducir la pena, buscaba que
sirviera para la erudicin de los entendidos del crimen: nosotros,
los homicidas, fuimos una necesidad de la humanidad. Regulbamos la
poblacin, tal como lo han hecho siempre las pestes o los
terremotos. Ahora, como en otra poca a los vampiros, se nos combate
o se busca extinguirnos. No va a ocurrir, dentro de los hombres
existe el mecanismo de la autodestruccin. Es su primer instinto.
Balbuena haba acertado en lo de la gran cruz que atravesaba la
ciudad de norte a sur y de este a oeste, en lo del vello pbico
rasurado, pero fue el mismo Gordon quien le confes otro de los
detalles escabrosos de sus elaborados actos: el nombre de sus
vctimas tampoco lo dejaba al azar, provenan de la literatura. Por
ejemplo, Mara Alvtez, la primera de sus vctimas, tuvo la mala
ventura de poseer el mismo nombre de pila de Mara Iribarne, la
protagonista del Tunel de Sbato. Luca Montes corri la misma suerte
por llamarse como la Maga de Rayuela y Leonor Corrales, secuestrada
en Mangomarca y hallada en un paquete cerca de una construccin sin
acabados de Alipio Ponce, tena el nombre de un personaje de La
Colina de los rboles, del joven escritor Carlos Cardern Fajardo.
-En este caso le dijo al agente-. Debo confesar mi sincera envidia.
Si pudiera hacer alguien algo por m, sera que me encierren en
Baumgartenhhe.Un da se le ocurri buscarlo porque supona que tena la
sensibilidad para colocarse en la posicin de los asesinos. Pero
acaba hablando varias horas con l de muchas otras cosas. Tomaba
nota de sus argumentos y comparaba sus entrevistas con los casos
resueltos. Alguna vez, los otros convictos le preguntaron a Elas
Gordon si el muchacho aquel, su nica visita, era su hijo y l
respondi:-No. No es mi hijo. Ms bien, yo soy su hechura.
*******Gordon sorbi el primer vaso de Coca Cola. Los ojos
inquietos del agente lo perseguan en la bsqueda de su respuesta. De
alguna forma, intua que no iba a ser una cuestin rpida. Gordon
necesitaba que escuchen las conclusiones que extraa de su soledad y
aquello extenda su permanencia en la celda.-Y qu es lo que le
preocupa?- pregunt Gordon-No poder capturarlo y que siga cobrndose
vidas humanas.-Es eso? O el temor que tus guardianes crean que te
has vuelto ineficiente o insuficiente?-No te lo voy a negar. De
esos vivimos tambin, no solamente de pan.-Ah. Eso es lo que te est
llevando por el camino equivocado. Por lo menos esta vez. Eres un
agente eficiente, a merced de tu malvolo instinto. Tienes algo ms
para m?Balbuena extrajo una carpeta. Extrajo fotografas,
documentos, ndices y cualquier dato que pudiera ser til. Gordon
solo se fij en los recortes del informe forense. Tom las hojas y
las aspir como en los asuntos de vida y muerte.-Ya sabes -volvi a
decir.-Si. Hubieras querido ser Jean Baptiste. Se lo dije a
Margarita. Aunque ya sabes, es medio tosca. Dice que un da te
enviar su calzn favorito.-Tu secretaria es la solucin a mis
problemas. Si saliera, la hara feliz. La convertira en un diamante
mediante un proceso qumico que patentar.-No me hagas rer. Recuerda
que te dieron perpetua. Margarita no visita hombres que no
conoce.-Dilatar la vida de los hombres era dilatar su agona y
multiplicar el nmero de sus muertes. No lees al Borges, mi amable
Balbuena?--Y eso que tiene que ver?-La tengo presente, sobre todo
cuando me das esos papeles para leer. Ella trabaja sentada, con la
pierna izquierda cruzada sobre la derecha; sin deleitarse en lo que
escribe. Despus toma el papel con sus delicadas manos, los pone en
el sobre amarillo. El sobre con los papeles viaja contigo hasta
aqu, y el olor del esmalte con el que pinta las uas de sus manos
viene con ellos- -Que cursi. No pens que un tipo como t se fijara
en esos detalles. -Es morena, de cabellos intrincados. Ni bonita ni
fea.-He venido a que me ayudes Elas Gordon. Te puedo visitar otro
da y traerte por lo bajo un lbum de fotografas de calatas
artsticas.-S. Lo olvidaba. Son mis fijaciones, agente Balbuena. Hoy
usted manda aqu.Elas Gordon volvi a ver los papeles, obviando gran
parte de su contenido y centrndose en las causas mortem de los
individuos. Mientras lea, mascullaba entre dientes, como hablndose
a s mismo, sonriendo a ratos, hasta que se dirigi al agente, muy
resuelto.- Sabe qu? Hay una regla que nosotros sabemos.-Cul de
todas?- pregunt Balbuena-Corresponde al asesino en serie comn, como
principal objetivo, asesinar para obtener poder sobre la vctima. Lo
debes saber al dedillo, amigo Balbuena.-Creo que lo escuch alguna
vez en una clase de criminalstica.-No mientas, Balbuena. Lo tienes
en tu interior. Ya te he explicado lo de tu ndole.-Est bien. Me
convenciste. Cuando salga, voy a destripar un montn de gente en la
calle. Pero por ahora, aydame.-La asesina dej una nota cerca del
cadver la ltima vez.Balbuena record que junto al cadver haba una
pequea nota: t sers el fin de mis eutanasias. Le pareci extrao.
Inicialmente pens que se trataba de un mensaje dirigido a la propia
vctima. -S. Haba una nota -respondi el agente.-Corresponde como
objetivo obtener poder sobre la vctima. O sea, necesita tener
control sobre ti. Te ha estudiado al dedillo. Est yendo por ti,
piensa que te alcanzar tarde o temprano.Lo primero que le vino a la
cabeza al agente Miguel Balbuena fue la hiptesis de una venganza.
Haba logrado encarcelar a varios de estos individuos y tena la
cuenta perdida de ellos. Pero saba que ellos no lo tenan perdido a
l. Balbuena lo entenda de sobra. Despus de todo, el nico animal de
la naturaleza capaz de acumular rencores es el ser humano y no poda
lidiar contra aquello. -Voy a ver mis registros. Se lo agradezco
Gordon. Por lo menos s que el asesino me tiene en cuenta.-No me has
entendido. No es un asesino. Es una asesina. Es mujer.Balbuena sali
perturbado. El calor interno del presidio pareci perseguirlo, a
pesar que el cielo vestido de plomo deca otra cosa.
***************Cuando la asesina de los dados volvi a atacar en
la avenida Larco - tal cual lo haba previsto Miguel Balbuena- una
conmocin en alto relieve retumb las paredes de la Divisin. Por los
pasillos alternaban sin orden, oficiales malhumorados, agentes
nerviosos y empleados a mal traer; el ltimo golpe haba remecido los
cimientos de la otrora eficientsima unidad especial. El comandante
en jefe haba rugido que no quera ms cuadros sinpticos, ni barras
estadsticas ni informes de forense; quera resultados, a un homicida
ensartado con un trinche confesando a viva voz sus perversiones.
Para colmo y en plena crisis, Balbuena pidi licencia. Sus
superiores inmediatos le enrostraron que si haba un peor momento
para pedir unas vacaciones era ese: con un homicida suelto o
suelta, no identificado o identificada, con ganas de seguir
cebndose gente y que, siendo un caso asignado a su propia
dependencia, sonaba a la ms pura y descarada conchudez. Balbuena
les explic una realidad, desapercibida para muchos:-Hace cuatro aos
que no tengo ni sbado ni domingo. Quizs si respiro un mes les
traiga su cabeza.Lo dejaron salir, aunque fuera de mala gana. El da
que no se present a la oficina, los dems agentes sintieron que
faltaba algo. Margarita prendi velas a los santos que arrinconaba
en el bao trasero. Echaron apuestas sobre la ubicacin del
laboradicto; no se lo imaginaban en un viaje de placer o haciendo
turismo en los hermosos parajes del interior. No estaban muy lejos
de la realidad. Se sinti liberado; no madrug. Sali de su pequeo
apartamento, tom la primera calle hacia la izquierda, cruz un gran
parque, una mediana iglesia, un puente sobre una avenida. Se top
con la calle, dura y sincera, la fuente de su inspiracin, de sus
mritos. La contaminacin disipaba sus dudas. Era como que si el
anhdrido carbnico ejerciera la virtud de una droga prodigiosa en su
cerebro y las ideas brotaran, opparas, entre las esquinas de sus
parietales.Atraves el casco central de la ciudad, hasta que en la
esquina del barrio viejo, se hall frente al bar. Era un viejo
local, donde le haban dicho que los hombres se hacan ms hombres y,
otras voces, sostenan que los perdidos se perdan ms y que los locos
enloquecan mucho ms. Desde sus mesas se poda observar el cerro San
Cristbal con su cruz voladora y sus casitas aferradas a la piedra.
Antes de sentarse y pedir un trago, tom una ficha y llam por
telfono:-Agente Rentera? Le habla Balbuena. Lo espero aqu, en el
Rmac. Usted sabe dnde. No es un pedido, es una orden. Aprese.
QuattroRentera apuntaba con una treinta y ocho a la mujer en el
umbral que dejaba atrs un pasadizo y daba ingreso a la sala de un
departamento. Jadeaba; el dedo sobre el gatillo mantena una extraa
inercia pues su sentido lgico le ordenaba presionarlo, pero el
sentido comn le deca que no. Por lo pronto, pudo comprobar que
aquella vieja leccin sobre la paciencia no poda tener mejor
corolario. Despus de haber permanecido en la prxima avenida que los
dados anunciaron, pudo dar con ella. Haba vigilado la calle con
devocin: las puertas, las ventanas, los callejones, los edificios,
las chinganas, dos viejos cines, la extensin de un mercado. Si
estaba seguro de que una mujer era la victimaria, ms todava lo
estaba de que no se trataba de una de las vecinas. Se haba grabado
sus rostros, sus costumbres. A qu hora salan al mercado, las que
trabajan afuera, las que engaaban a sus esposos, las que traficaban
lo bueno y lo malo, la palabra, la droga, la comida; las piadosas y
las que simplemente no existan para los dems, aunque para ellas los
dems existieran. La permanencia le hizo percibir que las calles,
como los seres vivos, tambin poseen ciclos de vida, identidades
propias, enfermedades crnicas. Que la noche no era la misma en esta
calle que en la otra y que en los amaneceres el fro era diferente
entre esquina y esquina. Puede que fueran los rboles, los jardines,
el asfalto, las veredas rotas o el tufo del presente, pero lo
cierto es que una calle termina siendo una huella digital, solo que
ms grande. Una huella que marca a las personas y a la vez, las
personas a ella. Por eso, el da que vio husmeando por primera vez a
la mujer no le fue difcil distinguirla. No caminaba como las
vecinas, ni como las transentes. La anot. A los tres das, la volvi
a ver, mucho ms segura, yendo de un lado a otro, revisando como l-
la rutina del entorno. Desapareci por una semana, pero a su
retorno, vino con un atuendo que disimulaba mejor su presencia y
comenz a dejar volantes por debajo de las puertas y a repartirlos
entre los apurados transentes. Esa fue la comprobacin. Le sorprendi
lo buena actriz que era; en cada una de sus apariciones pudo
mimetizarse entre las personas, aunque solamente para el ojo agudo
de un detective tuviera ciertas diferencias. Aquella cabellera no
era de ese paisaje urbano y esas uas no estaban saturadas por el
holln. Entonces supo que la prxima vez atacara. A su memoria salt
la escena del da aquel en que asisti al llamado de Balbuena, en un
bar con olor a cebada antigua, vocinglero de salsa, tabaco, ron;
austero y vvido. Lo vio a los ojos y no se le ocurri preguntarle
otra cosa:-Y qu tal las vacaciones, agente?Rentera era el polica ms
joven de la divisin de homicidios y por lo tanto, segua oliendo a
aprendiz, particularmente para los tipos ms viejos, que haban visto
de todo sin pasar por otra escuela que no sea la de la vida.
Rentera perteneca a otra generacin, que poda preciarse de ms
cientfica por su capacitacin en aulas, pero que no tena muchos
resultados en los pocos meses dentro de la prctica profesional.
Incluso, los agentes lo tenan de punto sobre sus descubrimientos,
por ejemplo, contando que haba determinado despus de un anlisis
minucioso, la diferencia entre los tamales de chancho y de pollo de
la vendedora de la panadera ms prxima, observando la forma de los
nudos con que se sujetaba la panca. Por eso, el da que Balbuena lo
llam a su presencia, le sorprendi que le dejara tamao encargo:-Soy
un horror, chiquillo. Toda esa gente ha muerto por mi culpa. Por
eso te hars cargo.El joven crey que Rentera se refera a la poca
pericia para poder dar con el asesino en serie o asesina como deca
l- y las consecuencias que eso haba producido en la divisin. Casi
un cisma entre los que pedan paciencia y tiempo y entre los que
exigan una completa reorganizacin ante el eminente desastre. -Nada
de eso. Te hars cargo. Solo que te dirigir un poco. No puedo ms con
esto.Aquel fue el inicio de los das ms intensos que haba vivido
desde que eligi escoger servir como agente. El da que ella volvi,
Rentera dormitaba. Haba pasado casi cuatro das ininterrumpidos
husmeando en los alrededores hasta que detect su presencia.
Nuevamente estaba vestida como para no llamar la atencin. Rentera
la sigui de lejos como en las otras ocasiones, pero,
intempestivamente, ella ingres a uno de los edificios cercanos a la
avenida Isabel La Catlica. Fue tan repentino, que sinti que sus
reflejos se hacan lentos: alarg la marcha y alcanz la puerta. Oy
los pasos apurados de la mujer, que ya haba ganado la escalera. El
agente volvi a recordar a Balbuena, y tom conciencia de su ltima
conversacin:La mujer tuvo siempre aquella ndole. Me di cuenta
alguna vez, pero a veces los hombres somos tan estpidos que hacemos
negaciones de lo evidente. Como el que descubre a su esposa en la
cama con otro y cree que la han seducido. No tena ni idea de cuan
cerca estaba en la lnea de tiro, hasta que un da me encontr con una
seora que era su pariente y me dijo: ella no est en Italia y no
percib su pnico. Pens: ah quizs se fue a Espaa o a Francia. Qu
huevn. La seora me estaba queriendo decir esta por aqu. Por eso te
he llamado, agente Rentera. Tienes que ser buen muchacho. Toma
estos datos. Y mira. Los dados dicen cuatro: ya sabes dnde puede
dar su estocada
Despus de ese dilogo, Rentera se fue al registro de migraciones
para ver si era cierto que ella haba vuelto, pero no la hall.
Balbuena lo jal de las orejas -Ese es el ltimo lugar en que puedes
buscar a alguien que necesita hacerse humo.Se introdujo en las
viejas calles del centro: el imperio de las falsificaciones. Un
lugar que se codeaba fsicamente con el Poder Judicial y el
Gobierno, pero en el que te podan convertir en mdico, abogado,
polica, juez, fiscal, o en un brillante universitario. Balbuena
sola decir que lo nico que no podan falsificar era a un escritor.
Despus de indagar entre los especialistas en adulterar pasaportes y
a punta de amenazas y extorsiones, pudo dar con el primer punto de
la cuerda: una tal Fabiola Cantera. El joven agente recab aquellos
indicios y se puso a estudiarlos. *******La mujer sigui subiendo
con una flexibilidad sorprendente. Pareca sospechar que alguien la
persegua. l comenz a trepar los escalones de dos en dos y luego de
tres en tres. Por el tragaluz, poda percibir su paso acelerado y
culpable. Record la primera vez que observ la fotografa de esa
misma mujer en una documentacin falsificada. vido, se la llev a
Balbuena que comenzaba a ahogarse en mares de alcohol diariamente-
y este sigui ayudndole a construir el camino, a tientas, enterrado
vivo por la evidencia.-Soy un imbcil. No me di cuenta de lo que
estaba alimentando--Por qu?-Porque me sent un galn. No es usual que
cortejes a una mujer de un metro setenta y cuatro con un fsico
envidiable y una buena cuenta bancaria.-Eso no es malo.-No es malo
hasta que tomas confianza y comienzas a revelarle tus secretos, tu
manera de dejar la trampa correcta o el seuelo para que el asesino
caiga. Sabes? Los que investigamos a los asesinos de la humanidad
somos otros asesinos potenciales. Navegamos en el mar de los
homicidas, en la misma embarcacin sin puerto.-Quin le ha dicho
eso?-Un filsofo que me quit la ropa--A qu viene entonces? Cul es el
pecado?-Que entre asesinos nos atraemos. Entre hacer el amor y
emborracharnos le di las pistas adecuadas para que pueda evadir las
trampas que podramos ponerle. Finga admiracin, echaba lea a mi ego
y celebrbamos cada vez que cualquier cuchillero terminaba con las
marrocas puestas--Y qu es peor? La falta de amor verdadero? O el
haberle dado las pistas?-No s si es ms de lo uno o lo otro. Nos
lucamos como una pareja perfecta, que se daba atenciones mutuas y
no faltaba quien envidiara mi suerte. Vaya suerte. Las peleas entre
las parejas pueden ser normales, pero algo ola extrao, muy extrao;
nuestras discusiones o desavenencias superaban los lmites, hasta
que me di cuenta que no poda compartir mi vida con esa mujer y
desat el vendaval.-Es un caso extrao--No ms que otros, Rentera. El
amor tiene esos extremos. Puede ser una cosa de locos, un recuerdo
imborrable o una condena a muerte.Rentera volvi a su propio
escenario. Primero le alz la voz para que se detenga, sin xito.
Luego, cuando trat de alcanzarla, la mujer se ech a correr. Lo mir
a los ojos por un instante, haciendo un guio que pareca sorpresa,
pero que era en realidad una amenaza contante y sonante; luego dobl
a la derecha y busc con la memoria la puerta que buscaba alcanzar.
Intent abrirla por la fuerza, pero la hall abierta: en el primer
mueble de la sala, el agente Miguel Balbuena estaba sentado
esperndola; como si hubiera esperado siempre al verdugo que acabara
con l. Llevaba puesta una bata y fumaba un cigarrillo con calma.
Cuando la mir, una sensacin agridulce agriet su habitual laconismo.
La mujer no se llamaba Fabiola Cantera:-Te esperaba para el
desayuno, Victoria.
.
Varios aos despus, el agente Rentera est de visita en aquel
mismo edificio. Las cosas han cambiado un poco en la avenida Manco
Cpac, pero esos cambios no han trascendido al ambiente del edificio
de cuatro pisos en donde alguna vez realiz la brillante captura de
Victoria Mena, una asesina en serie que escoga sus vctimas
utilizando el azar de unos dados sobre un tablero de Monopolio.
Otra vez un escurridizo asesino golpea la ciudad y la alerta es
generalizada. Han llegado otros tiempos. La ciencia tambin ha
ingresado en la lid: saliva, cabellos, mordidas o fluidos son
tratados acuciosamente por los investigadores de la maldad y dejan
menores mrgenes a quienes intentan delinquir. Pero alguien sin
rostro o sin identidad, est dejando cadveres cruelmente
descuartizados en varios puntos de la gran capital. No huellas, no
datos, no testigos. Entonces, cuando la modernidad falla, se debe
regresar a las races. Por eso est all. Toca la puerta; el ex agente
Miguel Babuena le abre, lo invita a pasar. Cerca puede leer un
aviso Cuidado. Asesino en serie. No sabe si es un atisbo de humor o
una advertencia fatal.-Cmo est mi secretaria, la Margarita?-
pregunta Balbuena-Cada da ms vieja. Le envi un saludo.-Gracias. Yo
tambin la tengo en mi memoria Y qu te trae?-Tres mujeres arrojadas
en basurales por un luntico.-S. Lo le en los diarios.Balbuena ya no
es agente en actividad. Renunci hace tiempo. Muchos decan que
despus de la captura de Victoria dej de ser el mismo. No daba con
nada ni con nadie. Menos de un ao despus pidi ser pasado a la
disponibilidad y nadie supo de l, excepto Rentera, quien le
guardaba una gratitud especial. Fue a l a quien le confes las
verdaderas causas de su alejamiento final: l crea ciegamente que lo
amaban, que lo admiraban tal cual era. Humilde, sin mucha plata ni
fortuna, pero talentoso. Un metro setenta y cuatro sin tacones,
unos labios pertinaces, las uas traviesas y el cabello largo hasta
rozar los hombros eran razones suficientes para colmar sus fantasas
y saldar las cuentas a futuro. Lo que no saba es que le estaba
dando de comer a una sicpata que se demostr despus- se le acerc slo
como parte sus planes macabros. Ahora se dedica a hacer maquetas
para ganarse la vida y no alinearse a la decepcin mensual de la
pensin por retiro adelantado. Maquetas de edificios, casas,
parques, espacios pblicos. Los fines de semana, visita a Elas
Gordon en la crcel y una vez al mes hace lo mismo con Victoria. Con
Gordon mantiene el mismo dilogo de antao, sobre la necesidad de
estudiar el cerebro de los asesinos, incluso hasta de predecir sus
crmenes por mtodos variopintos que van desde la electrnica pura,
hasta el examen de su carta astral. En cambio, las visitas a
Victoria tienen otro matiz. En primera instancia se trataba de algo
como sanar el rencor del despecho y la curiosidad de verla
maltrecha. Idntico que en las venganzas personales. Sentirse un
triunfador por ver a la traidora ni siquiera con otro hombre, sino
detrs de unas rejas. El da que la vio, como quien no quiere la cosa
le dijo:-Qu pena me da tu caso.Ella se ech a rer. En vez de tener
un arrebato, le dio un ataque de risa imparable. -Pero lo ms burdo
es que te hayas puesto de nombre Fabiola Cantera Sabas que era el
nombre de una mujerzuela que atenda en el Cinco y medio?-S, la
conoc: me acost con ella antes de conocerte -le respondi Victoria.
-Ojal que regreses pronto. Te estar esperando siempre.
Y as fue, como hasta ahora. Sus cuestionamientos ya han sido
resueltos: por qu yo? Te gustaba hacer el amor conmigo? De verdad
me ibas a matar? Pero si me matabas me ibas a seguir amando?
Pensaste que te atrapara? Qu hubieras hecho con mi cuerpo? Qu
sientes ahora? Y cmo ibas a hacerlo? Me ibas a emborrachar? Me ibas
a dormir? Con veneno? Con navaja?-A besos, querido Miguel -le dijo
ella