Muchas veces me veo sorprendido por cosas de la cotidianeidad. Son circunstancias que me afectan en el ánimo y me conmueven. Debo confesarles, con un indisimulable pudor, que es cierto que conservo una mirada infantil de la vida. He dejado allá lejos mi infancia cro- nológica, pero me niego rotunda- mente a perder mi infancia viven- cial. No quiero que los vaivenes de una cultura desaprensiva, me qui- ten algo, para mí, tan valioso, co- mo esa mirada de niño. Porque con esos ojos es que se descubre el sentido con menos turbiedad. Claro, podrán señalarme de inge- nuo o infantil; tal vez lo conside- ren una declaración de inmadu- rez. Pero no, no confundan, pan rallado con aserrín. Son dos cosas distintas. Que un niño no pueda intelectualizar lo que percibe, no quiere decir que perciba fantasía o irrealidad; percibe, más bien, el ser de las cosas. Discierne lo bue- no de lo malo con una claridad meridiana. Pero la manera de sostener esa mirada de niño, esa infancia vi- vencial como la doy en llamar ahora, está estrechamente relacio- nada con el sostenimiento de la confianza como actitud de vida, como disposición permanente del ánimo. Como modo de vivir. Etimológicamente hablando, con- fianza deriva del vocablo latino ―confidentia‖, en el cual ―con‖ es un prefijo que significa junto, todo, EDITORIAL Un mundo sin peluquines Por Claudio García Pintos INVESTIGUEMOS SO- BRE EL DESARROLLO DE LA PSICOTERAPIA EXISTENCIAL (pp.3-4) LOGOTERAPIA VINCULAR AMAR Y CUIDAR Un clásico entre los clásicos (pp. 5-6) ENTRE EL PAN RALLA- DO Y EL ASERRÍN (pp. 7-10) APUNTES DE DOCENTE (pág.10) LA PAGINA DE LOGOFORO (pág.11) LA IGLESIA POR LA ESCUELA (pp.12-13) DIOS (pp. 14-16) LA PAGINA DE CAVEF (pp.18-19) EL ESPIRAL DE LO IN- ESPERADO (pp.20-21) APARECIÓ EN LOS ME- DIOS… LUEGO EXISTE (pp. 23-24) UN MUNDO SIN PELUQUINES EDITORIAL con, y ―fides‖, que significa fe. Sería algo así como la acción de total seguridad o garantía de algo o de alguien, ―con absoluta convic- ción‖, podría decirse. Desde esa confianza, uno cree en el mundo, en el otro, en uno mis- mo, en el valor de la palabra, en el sentido del compromiso, en la pro- fundidad de una promesa. Uno conserva la convicción de que las cosas son de una manera y perma- necerán siendo así, más allá de las condiciones circunstanciales. Y esa confianza genera una sensación bonita de paz. Una tranquilidad especial. Pero vivimos en tiempos en los cuales la confianza está en crisis, tanto como la verdad, la es- peranza, la ilusión y, por ende, la paz y la tranquilidad. Recuerdo el caso del calvo que usaba una peluca. Iba en bicicleta y una ráfaga de viento se la voló. Quedó expuesto en su calvicie y sintió vergüenza ante los vecinos que lo descubrieron. Para superar el hecho, los miró y dijo. ―El pro- blema ha sido confiar en cabellos, que ya habían abandonado otra cabeza‖ Desde mi mirada infantil reflexio- no: el problema no se resuelve de- jando de confiar, sino más bien, reconociendo en qué/quién se pue- de confiar y en qué/quién, no. De- cididamente, prefiero un mundo de calvos, y no uno de peluquines, que van dónde los lleve el viento.
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Muchas veces me veo sorprendido
por cosas de la cotidianeidad. Son
circunstancias que me afectan en
el ánimo y me conmueven. Debo
confesarles, con un indisimulable
pudor, que es cierto que conservo
una mirada infantil de la vida. He
dejado allá lejos mi infancia cro-
nológica, pero me niego rotunda-
mente a perder mi infancia viven-
cial. No quiero que los vaivenes de
una cultura desaprensiva, me qui-
ten algo, para mí, tan valioso, co-
mo esa mirada de niño. Porque
con esos ojos es que se descubre
el sentido con menos turbiedad.
Claro, podrán señalarme de inge-
nuo o infantil; tal vez lo conside-
ren una declaración de inmadu-
rez. Pero no, no confundan, pan
rallado con aserrín. Son dos cosas
distintas. Que un niño no pueda
intelectualizar lo que percibe, no
quiere decir que perciba fantasía o
irrealidad; percibe, más bien, el
ser de las cosas. Discierne lo bue-
no de lo malo con una claridad
meridiana.
Pero la manera de sostener esa
mirada de niño, esa infancia vi-
vencial como la doy en llamar
ahora, está estrechamente relacio-
nada con el sostenimiento de la
confianza como actitud de vida,
como disposición permanente del
ánimo. Como modo de vivir.
Etimológicamente hablando, con-
fianza deriva del vocablo latino
―confidentia‖, en el cual ―con‖ es
un prefijo que significa junto, todo,
EDITORIAL
Un mundo sin
peluquines
Por Claudio García Pintos
INVESTIGUEMOS SO-
BRE EL DESARROLLO
DE LA PSICOTERAPIA
EXISTENCIAL (pp.3-4)
LOGOTERAPIA VINCULAR
AMAR Y CUIDAR
Un clásico entre los
clásicos (pp. 5-6)
ENTRE EL PAN RALLA-
DO Y EL ASERRÍN (pp. 7-10)
APUNTES DE DOCENTE (pág.10)
LA PAGINA DE
LOGOFORO (pág.11)
LA IGLESIA POR LA
ESCUELA (pp.12-13)
DIOS (pp. 14-16)
LA PAGINA DE
CAVEF (pp.18-19)
EL ESPIRAL DE LO IN-
ESPERADO (pp.20-21)
APARECIÓ EN LOS ME-
DIOS… LUEGO EXISTE (pp. 23-24)
UN MUNDO SIN PELUQUINES EDITORIAL
con, y ―fides‖, que significa fe.
Sería algo así como la acción de
total seguridad o garantía de algo o
de alguien, ―con absoluta convic-
ción‖, podría decirse.
Desde esa confianza, uno cree en
el mundo, en el otro, en uno mis-
mo, en el valor de la palabra, en el
sentido del compromiso, en la pro-
fundidad de una promesa. Uno
conserva la convicción de que las
cosas son de una manera y perma-
necerán siendo así, más allá de las
condiciones circunstanciales. Y esa
confianza genera una sensación
bonita de paz. Una tranquilidad
especial. Pero vivimos en tiempos
en los cuales la confianza está en
crisis, tanto como la verdad, la es-
peranza, la ilusión y, por ende, la
paz y la tranquilidad.
Recuerdo el caso del calvo que
usaba una peluca. Iba en bicicleta
y una ráfaga de viento se la voló.
Quedó expuesto en su calvicie y
sintió vergüenza ante los vecinos
que lo descubrieron. Para superar
el hecho, los miró y dijo. ―El pro-
blema ha sido confiar en cabellos,
que ya habían abandonado otra
cabeza‖
Desde mi mirada infantil reflexio-
no: el problema no se resuelve de-
jando de confiar, sino más bien,
reconociendo en qué/quién se pue-
de confiar y en qué/quién, no. De-
cididamente, prefiero un mundo de
calvos, y no uno de peluquines,
que van dónde los lleve el viento.
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K irk J. Schneider y Orah T. Krug,
en su libro ―Existential-Humanistic Therapy‖ (Terapia Humanístico-Existencial), 2009,
American Psychological Association, nos explican los antecedentes de este movi-miento, cuál es la situación actual en es-
te campo, cuáles son las investigaciones que se llevan a cabo y su futuro.
Citamos en castellano: ―Las investigacio-nes muestran que factores personales e interpersonales son responsables del re-
sultado terapéutico positivo. A tal punto que estos factores están en el corazón de la práctica Existencial, proponemos que
los estudiantes que tienen la formación específica en la terapia Existencial pro-
bablemente sean los llamados a efectuar el cambio terapéutico.‖ Nos ha parecido un tema interesante pa-
ra la discusión en diversos foros y para
que todos sigamos investigando sobre el te-
ma. Completa esta idea lo expresado por Paul
Smith Pickard: " Para mí, la terapia y el en-cuentro terapéutico son siempre co-construídos como una forma de interexpe-
riencia más allá de nuestra humanidad compartida. Mi percepción del cliente y mi
autopercepción siempre es una experiencia incorporada que a veces se opone a ser ex-presada en palabras en ―esta relación mági-
ca, este pacto entre ellos y yo segun la cual presto mi cuerpo para que ellos inscriban en el y me den su parecer.‖' (Merleau-Ponty
1997: 146). A menudo pienso en el encuen-tro terapéutico como un baile donde nos
seguimos el uno al otro con pasos sutiles y donde presto atención (al otro) con todo mi ser."
Me gustaría recibir comentarios de estu-diantes y expertos sobre este tema y com-
significativa posible, o frustrado en su básica necesidad de sentido; frustrado por verse decepcionado, viendo que no
hay lugar para el sentido, no hay oferta de sentido, por decirlo mejor, está zozo-brando en su búsqueda de sentido.
Si definimos al ser humano como un ser en decidida búsqueda de sentido, aquí
encontramos el lugar en el que entra la religión, siendo que el hombre, o una gran parte de la población humana, se
encamina detrás de ésto, siendo que lu-chan por algo que podemos llamar un sentido último.
Y en la religión, un individuo religioso, no se satisface por encontrar una tarea
significativa por realizar, sino que va un paso más allá, accediendo a la cons-ciencia de una misión que le fue asigna-
da. Esto es la divinidad. Entonces, entra en una nueva dimen-
sión, pugnando por algo que es viven-ciado, percibido, como el sentido último, y no como un sentido del sentido último
Muchos pensadores han aportado re-flexiones interesantísimas sobre el lugar
de Dios en la cosmovisión personal. Me resulta particularmente interesante el
siguiente pensamiento de Clive Staples Lewis (escritor británico; 1898-1963) No creo que Dios quiera exactamente que seamos felices, quiere que seamos capa-ces de amar y de ser amados, quiere que maduremos, y yo sugiero que precisa-mente porque Dios nos ama nos concedió el don de sufrir; o por decirlo de otro mo-do: el dolor es el megáfono que Dios utili-za para despertar a un mundo de sordos; porque somos como bloques de piedra, a partir de los cuales el escultor poco a po-co va formando la figura de un hombre, los golpes de su cincel que tanto daño nos hacen también nos hacen más perfectos.
Esta idea de Dios y el sufrimiento, no es nueva en la historia del pensamiento;
sin embargo suele vincularse en térmi-nos de castigo, es decir, cuando el hom-bre ofende a Dios, sufre como castigo de
la ofensa. Aquí Lewis lo presenta en térmi-
nos de auxilio, ayuda, salvataje. Dios admite el sufrimiento como megáfono, para desper-tar consciencias, esculpir nuestra humani-
dad. Y esta definición acuerda con el pensa-miento frankliano, en términos de la necesi-dad de aprender a sufrir.
El propio San Agustín (354-430) apela a esta intención salvífica, cuando enseña que
―Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas”, a lo que Miguel de Cervantes (1547-1616) podría agregar, di-
ciendo “encomiéndate a Dios de todo co-razón, que muchas veces suele llover sus mi-sericordias en el tiempo que están más secas las esperanzas”. Es decir, en aquellos sufri-mientos admitidos y usados como megáfo-
nos, Dios está presente, no solo como obser-vador, sino como asistente dispuesto a ayu-
dar. También aquí encontramos una cierta afinidad con el pensamiento frankliano, cuando enseña que en los momentos de os-
curidad y confusión, el hombre debe levan-tar los ojos y las manos hacia el cielo para descubrir las respuestas. De hecho, la esta-
tuilla que conservó siempre en una de las bibliotecas de su estudio y que simbolizaban
para él la imagen del hombre doliente (en realidad era la imagen de un apóstol mártir), es un hombre con llagas y aspecto sufriente,
que tiene elevadas sus manos y sus ojos al cielo.
Como científico, también llegó a la convic-ción de la existencia de Dios. Con la pruden-cia de conservar los ámbitos propios de la
psicología y la teología. Nos enseñó que has-ta donde llega una, empieza la otra. Algo si-milar lo manifestó Albert Einstein (1879-
1955) cuando dice que “el hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir”. ¿Cómo conocerlo a Dios? En un magnífico libro que resume el encuentro entre Viktor
Frankl y Pinchas Lapide (―Dios y la búsque-da de sentido‖, Ed.Herder), Frankl comenta
que no se puede ―hablar de Dios‖ en la pre-tensión de conocerlo. No. Reflexiona que, pa-ra conocerlo, no hay que hablar de Él sino
más bien ―hablar con Él‖ Es tan inaborda-
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ble como realidad, que nunca llegare-
mos a conocerlo desde la perspectiva del observador. La única chance es conocer-lo como interlocutor, como referente de
un vínculo personal. Del mismo modo como es posible conocer a un ―tú‖. Ese Dios del diálogo se hace propio y perso-
nal, mío y para mí. En este sentido, po-siblemente Frankl coincidiera con Oscar
Wilde (1854-1900), cuando dice que “estoy convencido de que en un principio Dios hizo un mundo distinto para cada hombre, y que es en ese mundo, que está dentro de nosotros mismos, donde deber-
íamos intentar vivir”. Esa presencia de Dios, a veces ignorada, en cada uno de
nosotros.
Presencia que, dice en un dialogo con el pastor americano Robert Schuller, pue-
de ser consciente o no, pero existe en todo hombre. Algunos la reconocen y la sostienen, en tanto que otros la niegan.
Pero aún en ellos, reflexiona Frankl, se ma-
nifiesta aunque sea en sueños. Porque to-dos, en el fondo, buscamos aquello que res-ponda a la pregunta del sentido último de
la vida. Decía Blas Pascal (1623-1662) que “sólo conozco dos tipos de personas razona-bles: las que aman a Dios de todo corazón porque le conocen, y las que le buscan de
todo corazón porque no le conocen”
¿Cuál es la responsabilidad de Dios en nuestra existencia? Fundamentalmente ofrecernos la oportunidad de vivirla y reali-
zarla. Acompañarnos en su devenir, respe-tar nuestras decisiones. ¿Cuál es nuestra responsabilidad ante la existencia de Dios?
Aceptarlo como tal, no pretender enmen-darle su plan, aún cuando no lo compren-
damos, porque, “cuando Dios borra, es que va a escribir algo” (Jacques Boussuet, 1627
comprobadas como totalmente falsas a partir de conocimientos posteriores.
Pero hay una tercera forma de conoci-
miento, pre-lógico, que es el conoci-miento intuitivo. Aquel que nos permi-te captar directamente la esencia de
las cosas, de tal modo que no tiene margen de error. Esta forma de cono-
cimiento, expresión propia de la Per-sona Espiritual, es la involucrada en el amor, la fe y el arte. Porque a través
suyo accedemos directamente al valor intrínseco de las cosas. Es una forma de ver más allá de lo inmediato y sor-
tea los obstáculos que pueden gene-rarse desde las (lógicas e inevitables)
limitaciones del discurso racional. Casi diría que, desde la hipervalorada racionalidad, pueden presentarse las
confusiones, en tanto que desde la desprestigiada intuición, pueden
emerger las verdades. Verdades que luego tratamos de intelectualizar, ―formatear‖ al estilo del conocimiento
intelectual. Por ejemplo, no nos basta con creer en Dios con la certeza de la intuición, sino que debemos esforzar-
nos por demostrar intelectualmente su existencia. O, no nos basta con sa-
ber que amamos a alguien, tratamos de confirmar intelectualmente que lo que sentimos es amor, y encontrar ra-
cionalmente motivos que justifiquen aquello que sentimos. Del mismo
modo, nos da pudor reconocer en el arte un modo de comprender el mun-do, como si temiésemos ser condena-
dos por ingenuos o románticos. Gustave
Flaubert (1821-1880), escritor francés, nos proponía ―Ama el arte. De todas las mentiras es, cuando menos, la menos
falaz‖ Y el propio Pablo Picasso (18881-1973), completaría la propuesta diciendo que ―el arte es la mentira que nos per-
mite comprender la verdad‖.
Emmanuel Kant (1724-1804), refiriéndose
al arte, dijo que ―la belleza artística no consiste en representar una cosa be-lla, sino en la bella representación
de una cosa”. Indudablemente se refería, no al embellecimiento ficticio de la reali-dad, sino a la captación de la esencialidad
bella de las cosas. Y Viktor Frankl (1905-1997) comenta que “tanto por lo que se refiere a la producción artística, como
por lo que se refiere a la reproducción, el artista no puede prescindir en este sentido de una espiritualidad incons-
ciente. En el artista, la inspiración co-rresponde a la intuición, en sí irracio-
nal, de la consciencia y, por lo tanto, no racionalizable completamente, te-niendo incluso sus raíces en una esfera
de espiritualidad inconsciente‖
Este es el valor del arte. Esa posibilidad,
oportunidad, camino, privilegio, para des-cubrir la belleza de las cosas, esa verda-
dera belleza, que se encuentra en lo pro-fundo del ser, y que permanecerá por siempre en una misteriosa oscuridad, que
nunca podrá ser aclarada completamente por la conciencia racional; solo es accesi-
ble, es amigable, al inconsciente espiri-
tual.
Li Tai-po (701-762), poeta chino conside-
rado el mayor poeta romántico de la di-nastía Tang, expresó esta idea de manera bella y sencilla. Dijo, ―el mundo está lle-no de pequeñas alegrías. El arte consis-
te en saber distinguirlas‖
Dice la historia, que el poeta chino, murió ahogado en el río Yangzi, al caer de su bo-te una noche, cuando intento abrazar el
nidad voy a integrar distintas si-tuaciones, algunas escuchadas y otras que forman parte de esa
fracción de nuestra vida que se confunde entre el asombro, la sorpresa y la nebulo-sa del impacto o impresión que nos pro-
duce todavía lo inesperado. Surgen así varios temas que me gustaría abordar, a
modo de definir diversas situaciones que vamos enfrentando, algunas escuchadas, otras buscadas y otras en calidad de
―inesperado‖. Estas que nos asombran, turban, incomodan, movilizan e incluso nos centran en un espiral de casi un
sinfín de conjeturas, dilaciones y pensa-mientos que realmente hacen que nuestro
ser, comprenda que existe un hilo muy fino que divide el bien y el mal, y solo allí es cuando el sentido nos trasciende. Pri-
mer escalón de esta enumeración de te-mas que vienen a mi mente.
Les presento los temas, que he pensado como posibles y, sobre los que he decidi-do meditar:
Cuando el sentido nos trasciende Atravesando el sentido Unificando sentidos
Imagen reflejada Valor vs brillantez
Presentando así el primero de los temas, ―cuando el sentido nos trasciende‖, diría
que hemos cruzado la fortaleza de lo posi-ble para llegar a lo impensado. Ampliando
posibilidades, resurgiendo paso a paso, en una actitud que requiere de esfuerzo diario y persistente. En lo que hacemos,
vivimos, generamos y aceptamos. Pero aún
más allá, en la victoria propia donde San Francisco de Asís nos enseña:
Oh, Señor,
hazme un instrumento de Tu Paz . Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe. Donde haya error, que lleve yo la Verdad. Donde haya desesperación, que lleve yo
la Alegría. Donde haya tinieblas, que lleve yo la
Luz.
Oh, Maestro, haced que yo no busque
tanto ser consolado, sino consolar; ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.
Es decir, este es el punto en el que el hom-bre, en su condicionalidad, puede superar
ésta o, al menos, trascenderla, y puede «existir», más allá de la condicionalidad de su «facticidad», en la incondicionalidad.
Segundo tema, ―atravesando en sentido‖; mi explicación a este tema, se refiere a que
al trascender las dificultades, nos trascen-demos. Es una labor en la cual no lucha-mos para imponer, sino perseveramos para
efectuar un objetivo. Atravesamos, cruza-mos, surcamos, enhebramos un camino, en
un momento definido. El sentido y los valores son el logos ; bus-
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avanzar. Vivimos un tiempo donde es nece-
sario ser llamado a la verdad y la esperan-za, ya que ―la esperanza es el sueño del hombre despierto‖ (Platón)
Así decimos que, ―el cumplimiento del sen-tido y la realización de los valores, son posi-bilidades que aparecen cuando el hombre
afronta la necesidad inexcusable de su des-tino. El que engaña a una persona en lo con-cerniente a estas posibilidades, la despoja de su propia individualidad como ámbito donde respira el yo”. Y podríamos seguir reflexionando al respec-to, pero lo dejaremos para otra oportuni-
dad, entonces llegando al final de estas ca-vilaciones, les dejo la letra de una canción de Axel Fernando, que reúne todos los te-
mas aquí tratados ―El privilegio de Dar‖.
Dale de beber a los que tienen sed Dale pan a los que lloran por comer
Comparte tu tiempo, lo que tienes y tu fe
Es un buen ser humano Y lo que hagas hazlo bien
Dale a los enfermos, esperanza y paz
Dale apoyo a los que están sin libertad Lleva compañía al que vive en soledad
Llévale consuelo al que ha perdido un familiar
Es el privilegio de dar
Es sentirse realizado Caminar con Dios al lado
Es el privilegio de dar
Es la esencia de la vida La mayor alegría
Dar de lo que tienes Sin buscar compensación
Lo que hagas que te lo pague Dios
Dale a tu enemigo reconciliación Dale a todo el que te ofenda tu perdón
Dale a tu pareja sin medida el corazón Da y también recibe el regalo del amor
Es el privilegio de dar
Es sentirse realizado
Hasta la próxima
Frankl, VE( 1983:38) El hombre Doliente, Herder: Barcelona
Op Cit (93)
Op Cit (91)
cando en nuestro interior, nos encontrar-
nos con esos espejos del alma, que nos abren una diversidad de momentos en nuestra vida. Entonces, dar consuelo,
orientar, sembrar el bien y la verdad, ¿es utópico? No. Es más, cuanto más insis-tentes, recurrentes, animosos, valerosos,
alentadores, estimulantes sean esos mo-mentos, verificaremos un sentido mucho
más amplio aún. Tercer tema, ―unificando sentidos‖: para poder afrontar el sufrimiento, debo tras-
cenderlo. Unificar es hacer, (-ficar como en ratificar) realizar. Es esta postura a partir de la cual optamos por un camino
u otro. En otras palabras: yo sólo puedo afrontar
el sufrimiento, sólo puedo sufrir con sen-tido, si sufro por un algo o un alguien. De modo que el sufrimiento, para tener sen-
tido, no puede ser un fin en sí mismo. Tema cuatro, ―Imagen reflejada‖: está re-
ferido a ese perfil que manifestamos ante los demás, de cómo somos ante nosotros mismos, ante el mundo.
Es ni más ni menos que, una imagen del hombre que permita calificar a éste como libre. Ese hombre se nos ha revelado co-
mo un ser libre por ser espiritual, y cuan-do no es libre de hecho, lo es facultativa-
mente, puede ser libre. En este sentido, y sólo en éste, el hombre es
«incondicionado»: es condicionadamente incondicionado —no es forzosamente lo que es, pero puede serlo. Y entonces di-
ariamente, tenemos la misión personal y terapéutica hacia otros, de rectificación
y restauración de esa imagen. Relación íntima, si lo quieren, somos cual artesa-nos de la vida y en la vida. Así vamos mo-
delando nuestro hacer, con dedicación y esmero; pero también componemos una
sinfonía armónica e imponente, dando desde nuestro ser lo mejor de nosotros mismos.
Quinto tema a debatir, ―valor vs re-flexión‖; en algún momento de nuestra vida, nos toca hacer un balance. Ese ba-
lance de sentido y valor de la existencia humana que amplia aún más el concepto
de valor, porque justamente es esta ins-tancia de reflexión, lo que nos permite
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El CLAE (Centro de Logoterapia y Análisis Existencial) de la Universidad Católica Argentina, anuncia la realización de una jornada que
abordará el tema de los vínculos actuales.
Los interesados pueden tomar en cuenta la información siguiente y asegurar su vacante inscribiéndose por mail a la dirección del CLAE.
Dirigida a público en general, entrada libre gratuita.
Universidad Católica Argentina. Facultad de Psicología y Psicopedagogía,
Av. Alicia Moreau de Justo 1500 (CABA)
Gacetilla:
Los invitamos a compartir un espacio de reflexión iluminados desde la Logoterapia de Viktor E. Frankl, con el objetivo de visualizar y pensar las manifestaciones del vacío existencial en los vínculos actuales. Solemos escuchar que los vínculos están en crisis, que los padres no sa-ben cómo comunicarse con sus hijos, que los docentes ya no tienen ese lugar de respeto que antes tenían, que las parejas se separan más rápi-do, que hay poca tolerancia en el amor, que los jóvenes no quieren com-prometerse… El Dr. Claudio García Pintos y otros invitados a confirmar realizarán un análisis logoterapéutico sobre estas vivencias, intentando encontrar herramientas familiares, escolares, psicoterapéuticas, para dar respues-tas a las manifestaciones de vacío existencial que observamos en los vínculos actuales. Cada uno de los ponentes hará una exposición de 30 minutos y luego habrá un espacio para intercambio de opiniones. Final-
mente recibirán las preguntas del público.
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L a posmodernidad nos ha dejado un legado cultural muy intere-
sante, un nuevo axioma cartesia-no, ―apareció en los medios, luego
existe‖. A partir de este principio moder-
no voy a tratar de desentrañar un fenó-meno actual, casi inexplicable.
En estos últimos días se ha hablado mu-cho de las fiestas de egresados. A propó-sito de las mismas, empezaron a apare-
cer estadísticas, descripción de ritos, nos enteramos de los comas alcohólicos, de los trencitos de la alegría, etc.
Bien, ¿cuándo terminen las fiestas el te-ma habrá acabado?. Esta pregunta me
lleva a hacerme otras: ¿cuándo empiezan y cuándo terminan los hechos que des-piertan a la sociedad? ¿la reacción dura
mientras el tema está en los medios, y luego qué? A partir de estos hechos hay
que sentarse a pensar, pero a pensar por
uno.
Existe en la Argentina un problema muy grave que es el consumo de alcohol por
parte de los jóvenes. Los chicos en la Ar-gentina se emborrachan sistemática-mente más allá de las fiestas de egresa-
dos, lo hacen todos los fines de semana en capital federal o en el interior del país. Muchos jóvenes argentinos (no to-
dos), nos están dando una señal a la que seguimos sin darle respuesta, muchos
jóvenes no están bien
Se habla de la exclusión social, se habla de la falta de proyectos, se habla de
adicciones, se habla de violencia, se habla y
se habla; sin embargo el único proyecto in-clusivo para nuestros jóvenes parece ser el del alcohol, de la mano de la diversión.
Hace muchos años que en este país los jóvenes sufren accidentes de autos, comas alcohólicos, conductas sexuales inconscien-
tes y muertes absurdas, ¿hasta cuándo va-mos a desatender estas señales?, quizás
hasta que vuelva a aparecer en el diario o en la TV el próximo muerto. Allí segura-mente volveremos a reflexionar, hasta que
alguna novia de cantante pop nos relate sus desventuras sexuales y se apague el tema como el televisor. Y como siempre,
hasta el próximo coma alcohólico televisivo
o radial.
Lejos de mi intención está en estas líneas
generar culpables, mucho menos buscar-los. Tampoco se trata, ni de estigmatizar a la juventud haciendo un discurso demagó-
gico quitándole todo tipo de responsabilida-des (los jóvenes de 16 y 17 años saben muy bien lo que hacen cuando se emborrachan),
ni de demonizar a los adultos generadores de una sociedad sin esperanzas para los
chicos. Cuando se trata de un fenómeno masivo como el que vivimos en la actuali-