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1LALGICAD E LAVIO LEN CIAENLA GU ER RA C IVILste extraordinario
libro de Stathis Kalyvas explora las causas y las dinmicas de la
violencia en las guerras civiles I mediante el establecimiento de
una lcida distincin entre guerra y violencia, y demuestra que la
lgica de la violencia, en estos casos, tiene mucho menos que ver
con emociones colectivas, ideologas, culturas o avidez y agravio de
lo que realmente se crea. La violencia no es un simple reflejo de
la estrategia de los que se valen de ella; su carcter profundamente
interactivo frustra la simple lgica de maximizacin al tiempo que
conlleva resultados sorprendentes, tales como la relativa carencia
de violencia en las lneas de frente de las guerras civiles. La
manipulacin de las organizaciones polticas por parte de los actores
locales marca un proceso de privatizacin de la violencia poltica en
mayor medida que la politizacin de la vida privada, tal y como se
ha credo con ms frecuencia. Desde esta perspectiva, la violencia es
un proceso que tiene lugar a causa de la aversin humana ms que por
una predisposicin hacia la violencia homicida, lo que explica la
paradoja de la explosin de la violencia en contextos sociales
caracterizados por altos niveles de contacto interpersonal,
intercambio y hasta confianza. De ah que el comportamiento
individual en las guerras civiles deba de ser interpretado no tanto
como una instancia de anomia social sino ms bien como una
manifestacin perversa de abundante capital social, como claramente
demuestra la reciente historia de Espaa. Stathis N. Kalyvas es
Arnold Wolfers Professor de Ciencias Polticas en Yale, donde dirige
el programa sobre Orden, conflicto y violencia. Ha sido profesor en
Chicago, en la Universidad de Nueva York y en la del Estado de Ohio
y profesor visitante en el Instituto Juan March y Jean Monnet
Fellow en el European University Institute. Es autor de The Rise of
Christian Democracy in Europe (1996), galardonado con el Premio J.
David Greenstone al mejor libro de poltica e historia; tambin ha
recibido el Premio Gregory Luebbert al mejor artculo en poltica
comparativa.)) cc cc 299
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CIENCIA POLTICAEste libro ha sido impreso en papel ecolgico,
cuya materia prime roviene de uno estin forestal sostenible.
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de las guerrillas. De un modo similar, el cleroWalicia colabor
con los franceses en las ciudades, pero favoreci a la resistencia
en el rea rural5. Estos ejemplos sugieren que,
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de forma contraria a la percepcin ms extendida, las lealtades,
yue- \ dell seiLeri enaLlliirra y que el control militar de una
localidad y xl . puede tener como consecuencia laElaboracin
popular. En relaCin con la cuestin de 10S origenes de las
lealtades, hay un rompecabezas final, la a menudo sealakpresencia
de una desconexin entre las causas de berra en el macronivel y los
patrones & iole vncia en el micronivel. Considrese Palestina en
los ltimos aos treinta del siglo xx, donde una rebelin contra los
britnicos, conocida como thawra (revuelta), se ha descrito como una
insurreccin nacionalista de los palestinos contra el colonialismo
britnico. En su soberbio estudio, Ted Swedenburg (1995) descubri
que la estructura militar rebelde reflejaba a menudo divisiones
entre los palestinos que,Tone (1994, pp. 160-161, 171, 161, 149 y
13).
16
17
lejos de haberse superado, seguan existiendo. Dado que las
bandas guerrilleras se basaban en familias o clanes, su movilizacin
desencaden todo tipo de divisiones provocando nuevas disputas y
tornando la rebelin contra los britnicos en una guerra civil entre
los palestinos. Grupos aldeanos enfrentados trataron de explotar a
las facciones rebeldes rivales para sus propios propsitos,
denunciando cada grupo de vez en cuando a un miembro del grupo
familiar opuesto como espa, con el fin de incitar al jefe rebelde
con el que estaba alineado, para castigar a ese grupo. En el curso
de estas disputas, un nutrido nmero de palestinos acab colaborando
con los ingleses y luchando contra sus parientes tnicos. Ms que
basarse en intereses ideolgicos o programticos, esta colaboracin
estuvo motivada por razones estrictamente locales y familiares,
incluyendo la venganza. En las narraciones recogidas por
Swedenburg, los britnicos eran a menudo vistos en toda la historia
como elementos incidentales, meras herramientas para saldar
enemistades locales; aqullos de entre sus informantes que haban
colaborado con los britnicos se describan a s mismos como
manipuladores y hasta haban engaado a sus supuestos jefes. En pocas
palabras, la descripcin dominante de este conflicto basado en una
escisin clave (britnicos contra palestinos) y un tema poltico
central (nacionalismo) estar llevando a conclusiones en parte
errneas en lo que se refiere a las motivaciones y las identidades
de muchos participantes y a la dinmica de la violencia. En una
formulacin diferente, las causas habitualmente citadas de divisin
grupal (p. e., polarizacin ideolgica, social o tnica) a menudo no
consiguen dar cuenta de la dinmica real de la violencia: el juego
del documento no es el juego sobre el terreno. Considrese de nuevo
la Arglida en el sur de Grecia, que era un lugar
extraordinariamente homogneo que careca de escisiones profundas.
Con todo, sufri una guerra civil salvaje que caus la muerte al 2
por 100 de la poblacin rural. Por qu experimentara una tragedia as
un lugar que careca de todas las condiciones que supuestamente
causan el enfrentamiento civil? Esta simultnea ausencia de
divisiones profundas y presencia de violencia de masas nos fuerza a
repensar los acercamientos que siguen la pista de la violencia de
masas hasta tales divisiones y a preguntarnos si, en realidad, la
violencia es el resultado directo de divisiones profundas, incluso
cuando tales divisiones existen y all donde existen. 2. METAS Este
libro es a la vez conceptual y positivo, terico y emprico. Resulta
dificil minimizar la importancia de una conceptualizacin clara
18
de lo que sigue siendo un conjunto muy confuso de temas. mile
Durkheim (1938, pp. 14-22) seal que, dado que el pensamiento y la
reflexin son anteriores a la ciencia, los fenmenos fsicos y
sociales se representan y se entienden mediante conceptos profanos
formados toscamente: notiones vulgares o prenotiones, tal como los
llam Francis Bacon. Estos conceptos, apunt Durkheim, se emplean de
forma libre y con gran seguridad, como si correspondiesen a cosas
bien conocidas y definidas con precisin, mientras que, en nosotros,
no despiertan otra cosa que ideas confusas, una maraa de
impresiones vagas, de prejuicios y de emociones. Hoy ridiculizamos
las extraas polmicas desplegadas por los doctores de la Edad Media
sobre la base de sus conceptos de fro, clido, hmedo, seco, etc.; y
no nos damos cuenta de que continuamos aplicando el mismo mtodo al
orden mismo de los fenmenos que, a causa de su extrema complejidad,
lo admite en menor medida que ningn otro. Lo cierto es que, cuando
se llega a la violencia poltica, algunos trminos de la prctica que
ahora estn de moda tienden a imponerse por s mismos como trminos de
anlisis (Brubaker y Laitin, 1998). La emancipacin de categoras
empricas que se han vuelto tirnicas debido a un hbito continuado
desde hace mucho tiempo (Durkheim, 1938, p. 32) requiere una
especificacin clara de categoras conceptuales claves y de las
condiciones de aplicacin del argumento: una empresa eminentemente
terica. La guerra civil se define como un combate armado dentro de
loslmites de una entidad soberana reconocida, entre partes sujetas
a una autoridad comn al comienzo de las hostilidades. Dentro de
la
guerra civil, mi foco se situar en la violencia cometida de
forma intencionada contra los no combatientes. Este tipo de
violencia es un fenmeno que ha permanecido durante mucho tiempo
fuera de los limites de la investigacin a causa de su complejidad
conceptual y de su opacidad emprica. Por usar las oportunas
palabras de Antoine de Baecque (2002, p. 851), mi meta ser la de
hacer entrar en razn a las circunstancias cuando la razn se ve
empujada a sus limites. Desde un punto de vista metodolgico,
mostrar la importancia de la investigacin sistemtica en el
micronivel. Por lo general, las evidencias en el micronivel tienden
a ser marginadas como irrelevantes o como demasiado confusas.
Resulta un lugar comn entre los historiadores el que lo local ha de
estar integrado en lo global (p. e., Pred, 1990, p. 15), aunque los
esfuerzos para hacer esto rara vez se aventuran ms all de las
fronteras del caso estudiado. Aqu mostrar una forma posible para
conseguir esta integracin. Empezar con una caracterizacin
simplificada y abstracta de la violencia en la guerra civil; que,
con todo, se alzar sobre unas bases conceptuales bien
especificadas. En lo analtico, har una distincin entre violencia de
guerra civil y guerra civil. Mostrar que, a pesar de 19
sus muchas formas diferentes y de las variadas metas a las que
ha estado atada a lo largo del tiempo y el espacio, la violencia en
las guerras civiles despliega a menudo algunos elementos crticos
recurrentes. Ms que limitarme a postular este punto, vuelvo a
conceptualizar de forma coherente observaciones que emergen en
decenas de informes descriptivos y demuestran que ancdotas
aparentemente fortuitas tienden a ser aspectos del mismo fenmeno.
El componente positivo del libro est formado por dos partes: una
teora de la guerra irregular y una teora microfundacional de la
violencia (con dos ramales: indiscriminada y selectiva). A
diferencia de los trabajos existentes, la teora acenta el carcter
mixto de la violencia en las guerras civiles, conllevando una
interaccin entre los actores a nivel central y local, y entre los
combatientes y no combatientes. Esta interaccin se halla alimentada
por las demandas de la guerra irregular, la lgica de la informacin
asimtrica y las dinmicas de rivalidades locales. De ah que la teora
difiera de los informes sobre violencia existentes, que acentan
exclusivamente las motivaciones y las dinmicas en el macronivel,
determinan las estructuras de divisin globales y preexistentes y
caracterizan la violencia como caprichosa, indiscriminada u ptima,
desde el punto de vista de los que la llevan a cabo. A partir de la
teora, especifico un modelo de violencia selectiva que resulta
coherente con la caracterizacin terica en la que la interaccin
entre actores que operan a diferentes niveles tiene como resultado
la produccin de violencia de un modo sistemtico y predecible. Este
ejercicio genera predicciones empricas contrarias a la intuicin
acerca de la variacin de la violencia en el micronivel, a las que
yo someto a un examen emprico valindome de los datos que recog en
Grecia. El examen emprico confirma el poder explicativo de la teora
en un escenario limitado, mientras que la evidencia obtenida de un
espectro amplio de guerras civiles sugiere una plausibilidad ms
amplia. Por supuesto, la validez general de la teora se halla a la
espera de un ulterior examen emprico. Finalmente, explorar dos
implicaciones de la teora, atendiendo primero a los mecanismos de
violencia ntima y luego a cmo las modalidades de violencia
identificadas pueden ayudarnos a incrementar nuestra comprensin de
la formacin de la escisin; es decir, cmo y hasta qu punto las
divisiones a nivel nacional o principales trazan el plano de las
divisiones a nivel local. En su conjunto, este libro se distancia
de los estudios que tratan la violencia de un modo normativo
(Sorel, 1921) o por medio de una interpretacin o una reflexin
hermenetica (p. e., Sofsky, 1998; Keane, 1996; Hritier, 1996;
Arendt, 1973, 1970; Friedrich, 1972). Tambin se distancia de los
estudios que confan en el anlisis inductivo de datos (p. e., Harff,
2003), que no se aventuran ms all del macronivel 20
(p. e., Valentino y Huth y Balch-Lindsay, 2004) o que confan slo
en informes secundarios (p. e., Downes, 2004; Valentino, 2004) y en
un solo actor, sea el Estado o los rebeldes (p. e., J. Weinstein,
2003). Este libro es un primer paso. Se pueden recoger ms y mejores
datos que permitan exmenes empricos ms amplios. La teora se puede
seguir refinando y expandiendo. Las guerras civiles y su violencia
son fenmenos altamente complejos que slo pueden ser abordados
mediante un estudio sostenido. En este libro, restrinjo mi atencin
a la violencia coercitiva homicida en guerras civiles irregulares.
La atencin sobre un tipo especfico de violencia acta como una lnea
de base: el objetivo es ver cunto se puede explicar dadas las
restricciones impuestas. Resulta que la teora lleva a cabo muy bien
y genera implicaciones para prcticas violentas no coercitivas, para
una violencia que se detiene antes de llegar al homicidio (p. e.,
arresto, tortura, desplazamiento) y para otros tipos de guerras
civiles. Se requiere an ms investigacin para injertar en la teora
esos aspectos que an no han sido incorporados en ella. La reflexin
sobre las guerras civiles empez a la vez que la escritura de la
historia, aunque slo recientemente hemos sido capaces de utilizar
las herramientas de la ciencia social en nuestras investigaciones.
Este libro habr conseguido su meta si tiene xito a la hora de
establecer una lnea de base que inspira un programa de investigacin
en marcha. 3. MAPA DE CARRETERAS Las guerras y su violencia
presentan una variacin enorme, tanto a travs de pases y pocas como
en el interior de stos. La forma y la intensidad de la violencia
empleada en puntos diferentes en el conflicto por rojos y blancos
durante la guerra civil rusa, por las diversas facciones serbias,
musulmanas y croatas en Bosnia o por los grupos enfrentados en
Liberia varan de forma significativa. Ernesto Che Guevara (1998,
pp. 75-76) resuma esta variacin con lgica: Los enemigos del pueblo
actan de una forma ms o menos intensamente criminal de acuerdo con
las circunstancias sociales, histricas y econmicas especficas de
cada lugar. Hay lugares en los que la huida de un hombre a la zona
de la guerrilla, dejando su familia y su casa, no provoca ninguna
reaccin reseable. Hay otros lugares en los que esto es suficiente
para provocar la quema o la incautacin de sus pertenencias, y aun
otros en los que la huida traer la muerte a todos los miembros de
su familia. Fijmonos en Irlanda del Norte. Aunque las autoridades
britnicas cometieron abusos contra los derechos humanos, incluida
la tortura, 21
no suprimieron despiadada y brutalmente a la poblacin que
apoyaba explcita y tcitamente la insurreccin, al modo experimentado
por los musulmanes argelinos, los campesinos afganos, los kurdos
iraques, los musulmanes de Cachemira, los musulmanes y cristianos
palestinos, los negros sudafricanos, los tamiles de Sri Lanka o los
campesinos vietnamitas (O'Leary y McGarry, 1993, p. 19). Tal como
se le dijo a un hombre del IRA tras su arresto por parte de las
fuerzas de seguridad: Si esto fuera Beirut, nos limitaramos a
llevarte hasta aquel patio y te pegaramos un tiro (Collins, 1999,
p. 188). Al mismo tiempo, el IRA ha tratado de evitar todo tipo de
operaciones que tuvieran matices sectarios obvios: un polica poda
estar justificado como un objetivo legtimo; no as su familia
protestante, no combatiente (Collins, 1999, p. 295). En pocas
palabras, en Irlanda del Norte, ha habido un considerable freno
recproco (Toolis, 1997, p. 21), a diferencia de muchos otros
conflictos civiles. Las fuentes de esta variacin son enormemente
complejas. Carl von Clausewitz (1976, pp. 609-610) incidi en que la
conducta de guerra se determinaba por la naturaleza de las
sociedades, as como por sus pocas y condiciones imperantes. Resulta
verdad lo mismo de guerras civiles cuya violencia aparece compleja
y polismica hasta lo desconcertante (Apter, 1997; Nordstrom, 1997).
La variacin transnacional en cuanto a niveles, tipos y prcticas de
violencia a travs de las guerras puede verse afectada por factores
que incluyen el perfil especfico de los actores polticos y su
ideologa poltica (J. L. Anderson, 2004; Heer y Naumann, 2000;
Degregori, 1998; Bartov, 1992; Furet, 1981, p. 51) 6; su estructura
organizativa, la base social subyacente y la cultura militar (Gumz,
2001; T. Anderson, 1999; Livanios, 1999; Mazower, 1992); sus
recursos (J. Weinstein, 2003); su liderazgo y estrategias
nacionales y locales (Shepherd, 2002; Schulte, 2000); el tipo de
desafos a los que se enfrentan y la asistencia que reciben de
terceras partes; la prevalencia de normas internacionales (Ron,
2000a); el nivel de tecnologa militar de la que se disponga, y
factores tales como la geografa y el clima. Ms an, estos factores
pueden converger para producir distintas dinmicas endgenas, tales
como las espirales de violencia, y los actores rivales a menudo se
imitan mutuamente. Isabel Hull (2004, pp. 1-2) resume la pura
complejidad del tema apuntando a algunos factores determinantes de
la violencia en la guerra: La duracin de la guerra, el puro nmero
de naciones beligerantes, el estancamiento tcnico causado por la
fuerza del armamento defensivo, por la capacidad cientfica e
industrial6 Pero ha de tenerse en cuenta que ideologas similares
pueden estar asociadas con tipos diferentes de violencia. La
violencia comunista fue centralizada y burocrtica en las guerras
civiles de Rusia y Grecia (Werth, 1998; Kalyvas, 2000) pero
descentralizada y anrquica en las guerras civiles finlandesa y
espaola (Alapuro, 2002; Juli, 2000).
(que creaba ms y ms armas letales), la ideologizacin (que hace
difcil acabar la guerra y fcil vilipendiar al enemigo), el mal
liderazgo ("asnos liderando a hroes"), y la fuerza gradual de una
amplia identificacin pblica con la guerra (lo que significaba que
los soldados seguan llegando y los civiles presionaban para la
victoria pese al creciente sacrificio). Muchos de estos factores
tienen un efecto recproco; se fortalecen entre s a medida que
interactan a lo largo del tiempo. La misma variacin puede
observarse con respecto a los lenguajes culturales a travs de los
que se expresa la violencia. Los actores polticos tiran de una
variedad sin lmites de repertorios culturales y modelos de
violencia (J.-C. Martin, 1998; Richards, 1996; Zulaika, 1988). La
imaginacin se torna salvaje y las posibilidades parecen infinitas.
Tucdides anota que, durante la guerra civil en Corcyra, hubo muerte
en todas las formas y maneras y surgieron todo tipo de
perversidades (Historia de la Guerra del Peloponeso, 3.81 y 3.83).
Pedro Altamirano, un jefe rebelde nicaragense en los arios veinte
del siglo xx, deriv buena parte de su notoriedad de su frecuente
empleo del corte de chaleco, en el que las vctimas eran
decapitadas, sus brazos cortados a la altura de los hombros y sus
abdmenes abiertos de un tajo, de forma que los cadveres parecan as
un chaleco (Schroeder, 2000, p. 40). Los insurgentes en Sierra
Leona recurrieron a la mutilacin; los insurgentes argelinos, a
cortar el cuello; los soldados de Guatemala, a desfigurar y mutilar
los cadveres; los milicianos filipinos, a decapitar y a provocar
sangras propias de vampiros; los rebeldes confederados en Misuri, a
cortar la cabellera, etc. Por tanto, no resulta sorprendente la
aparicin de una amplia bibliografa dedicada a la documentacin
detallada de esta variacin. Dadas las actuales limitaciones tericas
y empricas, la especificacin y el examen de los modelos de
violencia transnacional sigue siendo algo arduo y, quiz, prematuro.
Con todo, estas limitaciones no justifican el abandono de la tarea
de la comprensin de la dinmica de la violencia de un modo
sistemtico, como a veces se ha sugerido (p. e., David, 1997, p.
575). Un camino alternativo es una estrategia deductiva que tienda
a producir hiptesis comprobables sobre la variacin emprica. Esta
estrategia se puede hacer remontar hasta el esfuerzo de Tucdides
por especificar un modelo general de guerra civil en lugar de
catalogar variaciones sin fin (Price, 2001, pp. 12-14). Aunque las
guerras civiles y su violencia varan extensivamente, comentarios
comunes de observadores, participantes y especialistas sealan a
menudo con toda precisin los elementos recurrentes, sugiriendo una
lgica subyacente'. El periodista7 P. e., Toolis (1997, p. 76);
Riches (1986, p. 25); E. Walter (1969, p. vii); Jones y Molnar
(1966, p. 37); Clutterbuck (1966, p. 177).
22
23
americano Peter Amen, que cubri las guerras civiles de Vietnam y
Afganistn, le dijo a un colega sovitico que, viajando por
Afganistn, siempre me acuerdo de la Guerra del Vietnam... Estuve
cubriendo Vietnam diez aos y las analogas con Afganistn eran obvias
(Borovik, 1991, p. 67). Los antroplogos han apuntado las increbles
semejanzas transculturales en las prcticas de la violencia poltica
(Sluka, 2000, p. 9; Zur, 1994, p. 13; Nordstrom, 1992, p. 262). Tal
como uno de ellos me seal, es probable que gentes que en otros
mbitos suscriben ideas culturales muy diferentes puedan imputar el
mismo significado bsico a actos e imgenes violentas (Riches, 1986,
p. 25). Nordstrom (1997, p. 89), que investig algunos lugares de
guerras civiles, encontr que, a pesar de la pronunciada variacin
local, temas de terror y esperanza por muy diferente que sea su
manifestacin de una localidad a otra demuestran semejanzas que
permiten comprender cosas que atraviesan el espacio y el tiempo, el
pueblo y la cultura. La presencia de una lgica subyacente no les ha
pasado desapercibida tampoco a los participantes. Aunque el Che
Guevara (1998, pp. 75-76) seal una amplia variacin en las prcticas
de la violencia, se apresur a aadir que los mtodos generales de
represin son siempre los mismos, un juicio compartido por algunos
generales contrainsurgentes britnicos, tales como el general George
Erskine, quien llev a Kenia mtodos usados en Palestina (D.
Anderson, 2005, p. 200) y Julian Paget, quien recuerda: En 1965, me
encontr a m mismo en Aden, en una reunin del personal, directamente
concernida con el planeamiento de medidas, tanto civiles como
militares, a tomar para derrotar a los insurgentes que operaban en
aquellos lugares. Los problemas que suscitaban eran
extraordinariamente variados y complejos, pero rara vez resultaban
completamente nuevos; casi todos haban aflorado antes en alguna
emergencia previa, ya fuera en Palestina, Kenia, Chipre o Malasia y
habra sido de ms ayuda poder estudiar esta experiencia pasada y
aprender de ella (Paget, 1967, p. 11). Tiene sentido, por tanto,
tomarse en serio la afirmacin de Eugene Walter (1969, p. vii) de
que, aunque la violencia emerge en contextos nicos y, en cada caso,
se expresa y se entiende en un lenguaje local, se adecua a valores
especficos y sirve a las necesidades de un sistema de poder
particular; se trata de un proceso universal formado por elementos
recurrentes y organizados en sistemas con rasgos estructurales
regulares. En la misma lnea y de forma ms general, este libro
suscribe la idea de que all existe una estructura profunda para el
conflicto humano que se halla enmascarada por la variacin cultural
que puede observarse (Gould, 2003, p. 101). El desafio consiste en
especificar esta estructura profunda en trminos que sean lo
bastante generales como para acomodar el anlisis apropiado sin caer
en la trampa de la mxima extensin y el ensanchamiento conceptual
(Sartori, 1970). 24
Para alcanzar este fin, cuento con dos estrategias. En primer
lugar, har casar conjeturas tericas abstractas e ilustraciones
altamente especficas desde una gran variedad de contextos empricos
para demostrar la plausibilidad de estas conjeturas. A lo largo del
libro, hay un dilogo constante entre el trabajo emprico y la teora.
Tirar de lo mejor del anlisis refinado de casos particulares para
sugerir que, mientras que los contextos pueden diferir, los
mecanismos se repiten. A menudo, se olvida que la construccin
terica debera basarse en intuiciones crebles y los ejemplos
procedentes de un amplio lienzo comparativo servirn para demostrar
la credibilidad de todos y cada uno de los bloques en este edificio
terico, aunque, obviamente, no la validez de la teora, que slo
puede derivarse del examen riguroso. En segundo lugar, adoptar la
estrategia de la divisin en partes. Especificar tres niveles de
anlisis, movindome de lo macro a lo micro. El primer nivel se
centrar en interacciones entre actores polticos unitarios
(estatales y no estatales), el segundo nivel tratar con la
interaccin entre los actores polticos y las poblaciones que ellos
dominan y el tercer nivel se concentrar en interacciones dentro de
pequeos grupos y entre individuos. La mayor parte de la
investigacin sobre violencia poltica, rebeliones, revoluciones y
guerras civiles tiende, o bien a combinar estos tres niveles, o
bien a centrarse tan slo en uno; generalmente, en el primero. El
primer nivel (o macronivel) es el reino de las elites, las
ideologas y la gran poltica, donde se localiza, ante todo, la
investigacin en historia, la sociologa histrica, la estrategia
militar, los estudios de rea, la poltica comparativa y las
relaciones internacionales. La violencia suele tener una mera
funcin secundaria en estos estudios, puesto que se la ve como el
resultado natural de la guerra. Los estudios de macronivel
comparten un elemento clave: todos asumen actores unitarios. Elites
y poblaciones se funden y se amalgaman. Por ejemplo, tanto las
referencias al Ejrcito de Liberacin de Kosovo como los tnicamente
albaneses en el contexto del conflicto de Kosovo tienen que ver,
normalmente, con una entidad que incluye indiscriminadamente las
diversas facciones de las elites tnicamente albanesas, los
luchadores tnicamente albaneses y toda la poblacin tnicamente
albanesa. Se asume que las elites determinan de forma automtica y
unilateral el curso de las acciones grupales y que los grupos son
monolticos y se comportan como tales. Puede que este atajo sea
necesario cuando se narra la historia de una guerra civil especfica
o se reflexiona sobre la grande dure, pero resulta problemtico
cuando se desarrolla una teora de la violencia. Postular grupos
polticos coherentes, identificables, con claras preferencias no
funciona a la hora de hacer casar la vasta complejidad, fluidez y
ambigedad que uno encuentra sobre el terreno. La percep25
cin de que los actores polticos en lo ms alto y los individuos
en lo ms bajo no siempre pueden ser mezclados ha sido proporcionada
por la investigacin militar aplicada (incluidas las perspectivas de
la insurgencia y la contrainsurgencia), as como por los estudios
microsociolgicos y antropolgicos de las guerras civiles. En pocas
palabras, la violencia es usada a menudo para mantener vigilados a
los grupos a nivel interno y para conseguir el solapamiento deseado
(aunque pocas veces alcanzado) entre lderes y organizaciones
especficas, por un lado, y poblaciones subyacentes, por el otro. La
asuncin de un apoyo sin lmites e inquebrantable de la poblacin
hacia el actor poltico que proclama representarlo est reida con la
rgida y extendida realidad del reclutamiento forzoso en las guerras
civiles: estas guerras se luchan a menudo con ejrcitos reclutados
(que incluyen, en los casos ms extremos, a nios secuestrados); la
desercin de estos ejrcitos puede ser generalizada. Esto es cierto
en las grandes guerras civiles clsicas (tales como las guerras
civiles americana, rusa, espaola o china), en las guerras civiles
tnicas (tales como la guerra civil en Sri Lanka) y en insurgencias
rurales menores (tales como la insurgencia Kachin en Birmania)
(Argenti-Pillen, 2003; Tucker, 2001; Werth, 1998; Ranzato, 1994).
Claramente, la relacin entre actores polticos y poblaciones
subyacentes ha de ser problematizada ms que dada por sentado sin
ms; lo que define el contenido del segundo nivel (o mesonivel).
Este anlisis requiere un informe terico y emprico de las guerras
civiles como procesos, incluyendo su conducta qua guerras, una
empresa difcil en tanto que la informacin bsica sobre los aspectos
del combate de muchas guerras civiles resulta escasa (Harkavy y
Neuman, 2001). Lo cierto es que el estudio de las operaciones
militares pertenece a la bibliografa de orientacin poltica que ha
quedado fuera de la esfera de accin de la corriente principal de la
ciencia social y est concemida, ante todo, con tareas prcticas (p.
e., cmo derrotar a las insurgencias). Como resultado, la dinmica de
las guerras civiles, aunque por lo general se entiende, pocas veces
ha sido el objeto de examen analtico por parte de los cientficos
sociales s. No obstante, incluso en el mesonivel hay algo
importante que falta: la dinmica intracomunitaria. Los individuos
son tratados como formando una entidad que ha de ser ganada por los
actores polticos, pero esa entidad sigue permaneciendo
indiferenciada y monoltica. La evidencia emprica, sin embargo,
sugiere ms a menudo que no, que las poblaciones (incluidos los
grupos tnicos) se dividen internamen te en familias, clanes,
localidades u otras facciones rivales (Tilly, 1964, p. 173; Yang,
1945, p. 241). Comprender el comportamiento deEl esfuerzo ms
impresionante hasta ahora sigue siendo el trabajo de Leites y Wolf
(1970).
los actores polticos individualmente requiere conocer las
dinmicas dentro de los pequeos grupos y entre ellos; un hecho bien
entendido por los actores polticos, algunos de los cuales han
invocado incluso a los antroplogos para que les proporcionen un
conocimiento de ese tipo (Lacoste-Dujardin, 1997; Wakin, 1992). De
ah la necesidad de poner nuestro foco sobre un tercer nivel (o
micronivel) la mayora de las veces la esfera de los estudios
antropolgicos y microhistricos, de la literatura y las novelas que
abre la caja negra de la dinmica intracomunitaria y del
comportamiento individual. Tal como muestro, un foco as conlleva
algunas implicaciones tericas. El desafio terico y metodolgico que
subyace a todo el libro es la integracin de estos tres niveles.
Comenzar con un foco conceptual (captulos 1 y 2), revisando algunas
de las patologas que aparecen una y otra vez en el estudio de la
violencia y las guerras civiles y abogando por la autonoma analtica
de la violencia mediante la discusin de tres importantes
distinciones: entre violencia y conflicto violento, entre violencia
como resultado y violencia como proceso y entre violencia en paz y
violencia en guerra. Especificar las condiciones de aplicacin del
libro, identificar una serie de problemas que plagan el estudio de
la violencia y aportar soluciones. El captulo 3 se dedica a
clarificar el terreno terico. Dos rasgos clave tienden a
diferenciar las guerras civiles de las interestatales con respecto
a la violencia: barbarie e intimidad. Muchas (aunque no todas las)
guerras civiles son particularmente atroces o brbaras, un rasgo
tipificado por una desproporcionada victimizacin de civiles; su
violencia es tambin ms ntima, en el sentido de que a menudo tiene
lugar all donde hay un recuerdo de proximidad e interaccin pacfica
entre vctimas y victimarios, incluso a nivel individual. Yo
reconstruir, especificar y contrastar cuatro argumentos generales
que vinculan la guerra civil con la barbarie, inspirados en
diferentes tradiciones tericas: la idea hobbesiana de la violencia
como un subproducto de la anarqua, la visin de la violencia como
una respuesta a la transgresin normativa, la tesis schmittiana de
la violencia como un resultado de la polarizacin ideolgica y la
idea institucional de la violencia como un reflejo de los desafos
asociados con una particular tecnologa de la guerra, es decir, la
guerra irregular. Aunque cada una de las tradiciones tiene sus
mritos, identificar esta ltima como la base terica ms prometedora
sobre la que construir y elaborar una teora de la violencia en las
guerras civiles. As pues, los captulos 4 y 5 despliegan una teora
de la guerra irregular que se define por los procesos gemelos de
segmentacin y fragmentacin de la soberana: el territorio se divide
en zonas controladas y monopolizadas por actores rivales
(segmentacin) y zonas en las que la soberana de estos actores se
solapa (fragmentacin). El tipo de27
26
soberana o control que prevalece en una regin dada afecta al
tipo de estrategias seguidas por los actores polticos. stos tratan
de modelar el apoyo popular (o colaboracin) e impedir la
colaboracin con su rival (o defeccin). A medida que madura el
conflicto, resulta cada vez ms probable que el control modele la
colaboracin porque los actores polticos que disfrutan de un
sustancial control territorial pueden proteger a los civiles que
viven en ese territorio, tanto de sus rivales como de ellos mismos,
ofreciendo a los civiles que lo que buscan es sobrevivir un fuerte
incentivo para colaborar con ellos, al margen de cules fueran sus
preferencias verdaderas o iniciales. En este sentido, la
colaboracin es, en buena medida, endgena al control, aunque, por
supuesto, altas tasas de colaboracin engendradas por el control en
un punto determinado en el tiempo es probable que lo refuercen en
el futuro. Por ejemplo, los detentadores del poder tienden a
controlar las ciudades incluso cuando se da el caso de que estas
ciudades son baluartes sociales, religiosos o tnicos de sus
oponentes, mientras que los baluartes de los insurgentes tienden a
estar en remotas reas rurales, incluso cuando las poblaciones
rurales les sean enemigas. A la larga, los recursos militares
triunfan sobre el apoyo poltico y social anterior a la guerra a la
hora de engendrar control. No obstante, los recursos militares que
son necesarios para imponer el control se van tambaleando y, por
ello, a menudo escasean. A los actores rivales les queda, por ello,
poca eleccin a no ser el uso de la violencia como medio de
conformar la colaboracin. El uso de la violencia se halla vinculado
a la naturaleza de la soberana ejercida por cada actor poltico y,
por lo general, ha de ser ms selectivo que indiscriminado. El
captulo 6 discute la lgica de la violencia indiscriminada,
incluyendo la paradoja de su uso incluso cuando parece ser
contraproducente. En el captulo 7, me valgo de la teora de la
guerra irregular como fundamento para una teora de la violencia
selectiva. Los actores polticos maximizan el control territorial
sujeto al equilibrio militar local del poder; el control
territorial en el contexto de la guerra irregular requiere la
colaboracin exclusiva de civiles individuales que, de forma
sucesiva, maximizan diversos beneficios sujetos a los imperativos
de la supervivencia. Al margen de sus simpatas (y siendo todo lo
dems igual), la mayora de la gente prefiere colaborar con el actor
poltico que mejor garantice su supervivencia ms que desertar para
ayudar al actor rival. La colaboracin es mucho ms incierta, no
obstante, en reas donde la soberana est fragmentada y donde ambas
partes estn presentes. A causa de su valor para consolidar el
control, aqu el premio por la violencia selectiva es
particularmente excesivo. La violencia selectiva, sin embargo,
requiere informacin privada que se distribuye asimtricamente entre
los actores polticos y los civiles: slo estos ltimos pueden conocer
quines son los desertores y han de 28
elegir si los denuncian o no. Por decirlo de otro modo, la
violencia selectiva es el resultado de transacciones entre los
actores polticos y los individuos: son ellos los que la producen de
forma conjunta. La teora tiende un puente entre el mesonivel y el
micronivel y predice la probabilidad de la violencia como funcin de
control. Por otro lado, los actores polticos no necesitan usar la
violencia all donde disfrutan de elevados niveles de control y no
pueden usar la violencia selectiva all donde no tienen un control,
del tipo que sea; sin tener acceso a la informacin, puede que usen
la violencia indiscriminada, pero ello ser contraproducente. En su
lugar, ellos querrn usar la violencia selectiva en reas disputadas,
donde tienen un control incompleto. Por otro lado, los individuos
querrn denunciar slo all donde les resulta seguro hacerlo; ste es
el caso all donde sus vctimas no tienen acceso al actor poltico
rival y, por ello, carecen de la opcin de la contradenuncia. Una y
otra vez, esta opcin estar referida al control: cuanto mayor sea el
nivel de control por parte de un actor, tanto menor ser la
presencia del rival y, por ello, de la opcin de la contradenuncia.
La prediccin es que la violencia ser ms probable que ocurra all
donde un actor se halla prximo a la hegemona, y no all donde este
actor tiene el control total o est siendo atacado. La violencia, en
otras palabras, es ms probable all donde la exigencia organizativa
de informacin se topa con su suministro individual. Fuera de este
espacio, la violencia es menos probable: los actores polticos
demandan informacin, pero los individuos no se la proporcionarn (o
vetarn su transformacin en violencia), y los individuos pueden
proporcionar informacin, pero los actores polticos no actuarn sobre
ella porque saben que la defeccin es improbable. En resumen, la
prediccin es, de forma bastante irnica, que los actores polticos
estratgicos no usarn la violencia all donde ms la necesitan (en las
reas ms disputadas) y, de igual modo, individuos estratgicos no
conseguirn zafarse de sus enemigos all donde ms querran
denunciarlos (en las reas controladas por completo por un actor).
El examen emprico requiere la especificacin de variables que
circunscriban el espacio de la violencia. Hay dos variables clave:
la probabilidad de que los individuos deserten a la parte contraria
habr de ser lo bastante elevada para los actores polticos como para
que stos quieran recurrir a la violencia, y la probabilidad de
contradenuncia o retribucin frente a denunciantes individuales habr
de ser lo bastante baja como para que stos quieran denunciar a sus
vecinos. En una parte importante, sin embargo, la desercin y la
mayora de las denuncias tienden a ser procesos invisibles. Por
fortuna, la operacionalizacin de estas variables explota un rasgo
esencial del control, a saber, su correlacin inversa con la
desercin y la denuncia: cuanto mayor el nivel de control, tanto
menos probable ser que los indivi29
duos deserten (porque el riesgo de ser capturados es igualmente
elevado) y tanto ms probable ser que ellos denuncien (porque los
riesgos de desquite son bajos). Yo comparar las predicciones de la
teora con datos comparativos anecdticos (captulo 8) y examinar las
hiptesis con datos de un estudio microcomparativo que dirig en
Grecia (captulo 9). La evidencia dista de ser ptima, pero la
evidencia ptima no existe en problemas como los que se exploran en
este libro. Resulta, no obstante, sugerente en extremo y constituye
un paso importante en la direccin de un examen sistemtico y
exhaustivo. Me valdr tambin de las predicciones fallidas como una
herramienta para captar los mecanismos causales que operan. Dado
que la teora se vale de una lnea de base racionalista, sus fallos
en la prediccin pueden resultar un modo de captar cmo operan los
factores no instrumentales, tales como las normas y las emociones.
Finalmente, dirijo una serie de exmenes fuera de muestra a lo largo
de Grecia, incluyendo una rplica en un rea del pas dividida
tnicamente y el examen de implicaciones adicionales usando datos de
136 aldeas, recogidos de historias locales, etnografas, estudios
agrcolas, artculos de investigacin y entrevistas. Los ltimos dos
captulos explorarn dos implicaciones de la teora. El captulo 10 se
vuelve hacia la violencia ntima que caracteriza las guerras
civiles. Aunque la teora de la violencia selectiva da cuenta de la
exigencia de informacin de los actores polticos y prepor qu los
dice dnde denunciarn los individuos, ella no entrar en individuos
estn dispuestos a responder a las demandas de informacin mediante
la denuncia. Yo plantear que la denuncia constituye un
microfundamento clave de la violencia ntima y, por ello, de la
guerra civil. Los individuos tienen fuertes incentivos para
explotar las asimetras informativas de las guerras civiles con el
fin de cosechar todo tipo de beneficios, incluidos los ajustes de
cuentas con los enemigos personales y locales. Aunque la denuncia
no tiene por qu ser oportunista, yo ofrecer una explicacin a por qu
es tan frecuente y sta tambin dar cuenta de la trivialidad de las
disputas que a menudo subyacen a ella. Sealar tambin el aspecto del
azar moral de la denuncia. Mientras que los actores polticos usan a
los civiles para recavar informacin y ganar la guerra, se da tambin
el caso de que los civiles usan a los actores polticos para
arreglar sus propios conflictos privados. O, dicho de otro modo,
los civiles pueden convertir de forma efectiva a los actores
polticos en sus propios asesinos a sueldo privados, siguiendo un
patrn anlogo a lo que Jan Gross (1988, pp. 118-119) ha descrito, en
su estudio de la Ucrania occidental, como privatizacin de la
autoridad. Este aspecto de las guerras civiles, que se supone
directamente a partir de la lgica de la violencia combinada, vuelve
cabeza abajo las teoras de la po30
larizacin: ms que reflejar la politizacin de la vida privada, la
violencia de guerra civil lo que hace, a menudo, es privatizar la
poltica. En tanto en cuanto refleja conflictos locales y disputas
personales, la naturaleza ntima de la violencia en las guerras
civiles se puede ver como la cara oscura del capital social. Desde
una perspectiva ms general, este informe sugiere que las guerras
civiles son sangrientas no tanto porque la gente sea violenta de
forma inherente sino porque no lo es: a la mayora le repele la
perspectiva de actuar violentamente y, por ello, no lo har a menos
que sea otro el que manipule los detalles sangrientos mientras los
protege. De ah que las guerras civiles sean tan violentas, en parte
al menos, porque ofrecen oportunidades para la violencia indirecta.
El ltimo captulo explorar las implicaciones de la teora para
nuestra comprensin de la nocin de escisin y aportar una solucin al
problema de la disyuncin macro-micro. El nexo entre los actores en
el centro y la accin sobre el terreno se subsume, por lo general,
en el concepto de escisin, que implica preferencias comunes entre
actores centrales y locales. Este libro introduce un mecanismo
diferente para trazar el plano de las escisiones a nivel nacional
en el nivel local; ste ser coherente con la disyuncin observada
entre el centro y la periferia: el mecanismo de alianza conlleva un
intercambio entre los actores locales y supralocales, por lo cual
stos les ofrecen a aqullos msculo militar de forma que ellos puedan
imponerse en los conflictos locales; como contrapartida, los
actores locales les facilitan a los centrales recursos esenciales a
nivel local que los ayudan a proseguir la guerra. Miradas de
conflictos locales estn, por tanto, unidos por el conflicto general
de la guerra civil: su escisin fundamental. Vista desde esta
perspectiva, la guerra civil es, en su esencia, un proceso de
integracin y de construccin del Estado. 4. UNA NOTA SOBRE LA
HISTORIA DEL PROYECTO Comenc con una idea bastante vaga sobre la
investigacin del proceso de polarizacin en el micronivel. De hecho,
mi intencin original era la de trazar el proceso a travs del cual
las identidades polticas se radicalizan y se llevan a la violencia.
A comienzos de 1997, dirig las primeras entrevistas exploratorias
en Atenas (mi primera entrevista tuvo lugar el 27 de enero de
1997). Mientras trabajaba en otros proyectos, pude dirigir algunas
entrevistas ms por toda Grecia (verano de 1997) y me march con
bastante confusin pero con dos intuiciones decisivas: primero, que
las dinmicas locales eran de una importancia fundamental y,
segundo, que la violencia pareca ser menos el resultado de potentes
identidades polticas y divisiones profun31
das y ms su causa. Ulteriores lecturas y reflexiones me llevaron
a moverme hacia una nueva variable dependiente: la violencia. En
septiembre de 1997, fui a Florencia, donde estuve nueve meses en el
European University Institute como Jean Monnet Fellow. Una
desventaja inicial de esta situacin era que me obligaba a
interrumpir mi trabajo de campo en ciernes; no obstante, esta
interrupcin se convirti en una ventaja pues pude leer de forma
extensiva y distanciarme del terreno a la vez que me beneficiaba de
las intuiciones de mi investigacin exploratoria de campo. Aunque
pude dirigir alguna investigacin adicional durante un par de
visitas a Grecia, emple mi tiempo en Florencia en formular la
cuestin investigadora central del proyecto: la variacin de la
violencia al nivel local. Yo elabor mi diseo de investigacin,
seleccion la Arglida como mi lugar de trabajo de campo y le de
forma extensiva, tanto lo relativo a cuestiones tericas como
empricas. El trabajo terico que dirig en 1997-1998 basaba su
aplicacin emprica en un artculo publicado por Rationality and
Society en 1999: Wanton and Senseless? The Logic of Massacres in
Algeria [Gratuita y sin sentido? La lgica de las masacres en
Argelia]. Durante este periodo, alcanc las principales hiptesis
sobre la variacin espacial de la violencia. Aunque mis intuiciones
procedentes del trabajo que ya haba dirigido en Grecia influan en
mis lecturas y reflexiones, hasta ese momento no haba recogido dato
alguno sobre violencia. En el verano de 1998, volv a Grecia y
comenc a dirigir una investigacin sistemtica en la Arglida. An
recuerdo mi excitacin al descubrir que los patrones empricos que
descubra casaban con muchas de mis expectativas tericas. Dirig la
mayor parte de mi investigacin en la Arglida entre el verano de
1998 y el de 1999, siguiendo lo que pude explorar en los archivos
griegos y britnicos. Volv a la Universidad de Nueva York en 2000 y
dirig trabajo de campo adicional en el rea, del norte de Grecia, de
la Almopia, en el verano de 2000. El trabajo, no obstante, estaba
an lejos del final. Aunque las partes esenciales de la teora y los
datos estaban en su sitio, emple una importante cantidad de tiempo
refinando y clarificando la teora, transcribiendo entrevistas,
depurando y verificando los datos y pasando por cientos de pginas
de material de archivo, memorias e historias locales. Comenc a
trabajar sobre el manuscrito despus de mudarme a Chicago, a
principios de 2001. El manuscrito pas por varios cambios: el
principal desafo era la combinacin inusual de materiales que
estorbaban el esquema de la presentacin de ciencias polticas de los
captulos tericos y empricos. Slo sent que haba alcanzado el justo
equilibrio en 2004, tras mudarme a Yale. El libro fue revisado
durante el verano de 2004 y las revisiones se culminaron en mayo de
2005. En suma, un largo viaje..., pero vali la pena. 32
CONCEPTOS
No sirve de nada y hasta resulta contrario a los mayores
intereses de uno mismo rechazar la consideracin de la cuestin
porque el horror de sus elementos suscite repugnancia. Carl von
Clausewitz, Sobre la guerra. Para entender a los vivos..., consider
necesario empezar por los muertos. Salman Rushdie, La sonrisa del
jaguar.
Este captulo pasa revista a los informes que existen sobre la
violencia y la guerra civil y clarifica cuestiones de definicin y
de concepto relacionadas tanto con la guerra civil como con la
violencia. Expondr las razones para la autonoma analtica de la
violencia con respecto al conflicto e introducir tres distinciones
importantes: entre violencia y conflicto violento, entre violencia
como resultado y violencia como proceso y entre violencia en
tiempos de paz y violencia en tiempos de guerra.1. GUERRA CIVIL
Las guerras civiles han atrado una considerable atencin de los
especialistas de varias disciplinas, aunque bastante menos que las
guerras entre los Estados. Importantes corpus bibliogrficos se han
dedicado a tratar sus diferentes aspectos de forma explcita o
implcita (como estudios en torno a la revolucin, la rebelin o el
conflicto tnico): su comienzo (Fearon y Laitin, 2003; Collier et
al., 2003; Sarnbanis y Elbadawi, 2002; Gurr, 1980), su resolucin
(B. Walter, 19 97), su base social (Wickham-Crowley, 1992; Skocpol,
1979), su resultado (Leites y Wolf, 1970), sus consecuencias
polticas y socia33
les (Sambanis, 2000) y sus procesos de reconstruccin,
reconciliacin y justicia de posguerra (Bass, 2000; Nino, 1996). El
reciente boom en los estudios sobre guerras civiles se ha visto
incentivado por el cambio global desde el conflicto interestatal al
conflicto intraestatal: de los 118 conflictos armados que han
tenido lugar entre 1989 y 2004, slo siete han sido guerras
interestatales (Harborn y Wallensteen, 2005). Hasta hace poco, no
obstante, la guerra civil disfrutaba de muy poca autonoma
conceptual (Ranzato, 1994); el trmino es usado an por parte de los
analistas y los observadores en formas mltiples y a menudo
contradictorias. Mientras que los historiadores lo han usado para
describir acontecimientos histricos diversos, por lo general, se
han abstenido de analizar las guerras civiles como un fenmeno que
trasciende los ejemplos particulares. En la sociologa histrica y en
las ciencias polticas, la guerra civil se subsumi hasta pocas muy
recientes bajo fenmenos que implcitamente se juzgaban ms
importantes, tales como la revolucin, la rebelin de campesinos o el
conflicto tnico. En el lenguaje cotidiano, guerra civil (a
diferencia de revolucin) es un trmino que transmite un sentido de
divisin violenta, a menudo usado como metfora de conflicto extremo
y de brutalidad generalizada. La guerra civil a menudo rechaza
decir su nombre. Abundan los eufemismos: se oye hablar de
problemas, emergencia, situacin o, sencillamente, de violencia. Lo
cierto es que la guerra civil es a menudo el objeto de una seria
controversia semntica. El mero uso del trmino es parte del
conflicto mismo, confiriendo o denegando legitimidad (o igualdad de
estatus) a las partes en conflicto. La guerra civil americana fue
denominada la Guerra de Rebelin y la Segunda Revolucin americana,
dependiendo de la parte que se apoyara. Durante la guerra, el
trmino lo suelen buscar los insurgentes que buscan legitimidad y lo
niegan los titulares del poder, que tildarn a sus oponentes de
malos tipos, bandidos, criminales, subversivos o terroristas, y
describirn la guerra como bandolerismo, terrorismo, subversin
delictiva y otros trminos afines'. De hecho, el repudio del trmino
resulta comn a todos los regmenes que detentan el poder, sean de
izquierda o de derecha, autoritarios o democrticos (p. e., Horton,
1998, p. 11; Pavone, 1994). Tras el fin de la guerra civil, el
trmino es reclamado a menudo por los derrotados en su bsqueda de
redencin e inclusin poltica y negado por los vencedores,Las
autoridades ocupantes alemanas en la Unin Sovitica hicieron este
punto de forma explcita en 1942: Por razones psicolgicas, el trmino
"partisano" iba a ser reemplazado por el de "bandido"; del mismo
modo, las operaciones antipartisanas iban a ser denominadas "guerra
contra los bandidos" y a las reas en las que se sospechaba de la
presencia de partisanos se las llamaba reas "contaminadas por
grupos de bandidos" (en Heer, 2000, p. 113).
que buscan la exclusin permanente de los perdedores del mbito de
la poltica o incluso del mbito nacional (Bobbio, 1992). El efecto
indirecto de esta disputa semntica ha afectado a la investigacin
sobre el tema puesto que las definiciones de guerra civil han
tendido, al menos hasta poca reciente, a depender de los resultados
de la guerra (Price, 2001, pp. 33-34). Guerra civil se define aqu
como un combate armado dentro delos lmites de una entidad soberana
reconocida, entre partes sujetas a una autoridad comn al comienzo
de las hostilidades. Esta defini-
cin es una versin ms amplia y minimalista de las definiciones
que ya existen (Sambanis, 2004); no entra ni en causas ni en metas
ni en motivaciones. El trmino guerra interna resulta ms preciso,
pero el de guerra civil es un trmino mucho ms familiar. Combate
armado (implicando un grado de organizacin en ambas partes y
violencia de una cierta magnitud) sirve a objetivos polticos cuando
desafa a la autoridad vigente, incluso cuando sirve tambin a fines
adicionales (cap. 11). La intuicin clave es la violenta divisin
fsica de la entidad soberana en campos rivales armados. Esto
conlleva una divisin territorial de facto. Al comienzo de la
guerra, los rivales estarn sujetos a una soberana comn o a una
autoridad comn (De Lupis, 1987, p. 3; C. Schmitt, 1976). Despus de
1648, esto cada vez se refiere ms a una autoridad estatal, pero,
antes de la expansin de la soberana del Estado moderno, las guerras
civiles tenan lugar dentro de entidades que se perciban como
soberanas o cuasi soberanas, desde los imperios hasta las
ciudades-Estado y los grupos basados en el parentesco 2. De hecho,
los historiadores usan el concepto de guerra civil como una
categora analtica para el periodo anterior a 1648 (p. e., Porter,
1994). Las guerras civiles se han producido por todo tipo de
razones, desde diferencias de doctrina y disputas intelectuales
(Hobbes, Leviathan, Apndice 2, p. 30) hasta diferencias de
adscripcin (principalmente etnicidad y religin) y hasta el mero
arrebato del poder (Collier y Hoeffler, 1999). Las partes del
conflicto pueden estar unidas o divididas, pueden ser reconocidas a
nivel internacional o aisladas y oscuras, pueden estar apoyadas por
actores externos o confiar en los recursos locales a la hora de
tratar de hacerse con el Estado o de dividirlo. Sin embargo, los
conflictos que constituyen guerras civiles como mejor pueden
definirse es como aquellos que se relacionan con la quie2 Carl
Schmitt (1976, p. 32) habla de unidades organizadas y Bobbio (en
Ranzato, 1994, p. xxvi) de entidades autrquicas. Incluso cuando la
soberana estaba fragmentada, descentralizada y se solapaba (p. e.,
en la Europa medieval), existan entidades con jurisdiccin
reconocida, prncipes que eran personas supremas y pblicas (en Hale,
1071, p. 8). Los conceptos de dominium y seoro describen esta cuasi
soberana durante la Edad Media (Davies, 2003).
34
35
bra efectiva del monopolio de la violencia por medio del desafo
interior armado. La disputa armada de la soberana conlleva
pretensiones de autoridad mutuamente excluyentes, que producen una
situacin de soberana dividida o dual (Tilly, 1978, p. 191; Trotski,
1965, p. 224), un concepto que puede remontarse hasta Platn, quien
pensaba en la guerra domstica o de facciones como en una guerra que
surge cuando el gobierno [de una ciudad] se convierte en una cosa
que se disputa a golpes (La repblica, p. 521a) y Grocio (II, 18, p.
2), que apuntaba a situaciones en las que un pueblo ha sido
dividido en dos partes tan parecidas que resulta dudoso cul de
ellas posee la soberana. La soberana dividida lleg a ser vista como
algo antinatural (Rousseau, Contrato social, II, 2, p. 3). En
palabras de un vietnamita: No puede haber dos soles ni puede haber
dos reyes en un pas (en Elliot, 2003, p. 749). La pertenencia
compartida a una entidad soberana por parte de todos los
beligerantes al comienzo de la guerra resulta esencial (Bouthoul,
1970, p. 447). La Revolucin americana fue una guerra civil, nos
recuerda Shy (1976, p. 183), porque, en proporcin a la poblacin, en
el combate contra otros americanos estuvieron implicados casi
tantos americanos durante la Revolucin como lo estuvieron durante
la guerra civil. La militancia se entiende aqu como una obligacin
refleja bsica, en mayor medida que la ciudadana y no requiere una
percepcin subjetiva de pertenencia. La reflexin sobre la guerra
civil se asocia con dos tradiciones intelectuales entrelazadas. Por
un lado, los conceptos de stasis (faccin) y discordia y divisin
pblica preocupaban a los escritores en las entidades soberanas ms
pequeas, como eran las ciudades-Estado; por el otro, los conceptos
de sedicin y rebelin tendan a emerger en entidades soberanas de
mayor tamao, tales como los imperios. Los antiguos griegos
postularon un vnculo evidente entre stasis y polis y emplearon el
concepto de stasis para referirse a una polis que estaba
internamente dividida (Price, 2001, p. 31). Tucdides (3.69-85),
Platn (La repblica, 470c-b) y Aristteles (Poltica, V, pp. v-xii)
trazaron una clara distincin entre stasis y guerra externa 3 . La
guerra civil se convirti en la forma dominante de guerra en el
Imperio romano tardo (Brent Shaw, 2001) y ha sido un acontecimiento
constante en Europa desde entonces; estas guerras civiles incluyen
conflictos entre facciones del tipo de los que tuvieron lugar en
las repblicas italianas medievales, tal como se registraron en los
escritos de Marsilio de Padua, Maquiavelo y otros, as como las
guerras que enfrentaron a3 Haba incluso tambin una diferencia ms
sutil: diaphor era un trmino que se usaba para describir las
guerras civiles en la polis de uno, mientras que las guerras
civiles en una polis cercana se describan como stasis (Price, 2001,
p. 35).
la corona contra varias entidades corporativas tales como
Estados,grupos religiosos y ciudades. Grocio (Sobre la Ley de la
Guerra y la Paz II, 19, p. 4) hizo una clara distincin entre
guerras civiles y extranjeras, mientras que Hobbes (Leviathan, 13,
p. 8) arga que la au-
toridad soberana emerga (y se justificaba) precisamente para
evitar la guerra civil: los hombres se encuentran en un estado de
guerra en tanto en cuanto no hay un poder comn para mantenerlos a
todos atemorizados, un punto este sealado tambin por Grocio (I, 4,
p. 2). Lo cierto es que las restricciones al derecho de resistencia
a una autoridad constituida legalmente fueron justificadas por
Grocio y otros autores sobre la base de su consecuencia, es decir,
la guerra civil. Por esta definicin, la mayora de las revoluciones,
insurrecciones campesinas continuadas, insurgencias revolucionarias
o tnicas, levantamientos anticoloniales y guerras de resistencia
contra ocupadores extranjeros son guerras civiles (Malefakis, 1996,
p. 18; C. Friedrich, 1972, p. 37). Por otro lado, protestas
violentas, disturbios, crimen y bandolerismo de bajo nivel, todos
los cuales dejan a la soberana bastante intacta, son excluidos de
esta categora'. 2.VIOLENCIA
Aunque puede que se trate de un concepto intuitivo, la violencia
es un campo conceptual minado. Como fenmeno social polifactico,
puede ser definido en trminos muy generales y extenderse mucho ms
all de la violencia fsica (Nordstrom y Martin, 1992, p. 8). Algunos
distinguen entre la violencia que preserva el orden social
(violencia sistemticamente funcional) y violencia que lo destruye
(violencia disfuncional); otros toman la opresin social y econmica
(o incluso la rivalidad) como formas de violencia estructural
(Braud, 1999; Galtung, 1975; Ellul, 1969, p. 86). Finalmente,
algunosMuchos estudios sobre la ocupacin y las insurgencias
anticoloniales acentan su dimensin de guerra civil (p. e., D.
Anderson, 2005; Bouaziz y Mah, 2004; Pavone, 1994; Shy, 1976). Las
guerras civiles se distinguen de los golpes cuando se atraviesa
cierto umbral de vctimas, que conlleve operaciones militares
importantes. Las insurgencias a gran escala con base
predominantemente rural no deberan ser confundidas con una clase de
acontecimientos que se describen como rebeliones campesinas,
incluyendo los levantamientos campesinos espontneos, las
jacqueries, los disturbios por hambre y similares. Estos procesos
indisciplinados, inestables, anrquicos y descentralizados (Tilly,
1978) no se sostienen durante bastante tiempo como para desafiar de
forma efectiva la autoridad soberana. A menos que sean utilizadas
por hbiles organizadores, las jacqueries son, por lo general,
reprimidas (Marks, 1984, p. 240). Las rebeliones campesinas
devendrn guerras civiles (y posiblemente revoluciones sociales)
cuando sean espoleadas y dirigidas por organizaciones (De Nardo,
1985; B. Moore, 1966, p. 479). Fenmenos fronterizos como la
Revolucin cultural china pueden ser entendidos como guerras civiles
(L. White, 1989, p. 308).
36
37
piensan que la serie de actos sociales que se califican como
violencia es tan amplia que incluye cualquier acto que produzca
angustia (Bourdieu, 1977, p. 191). Este libro reduce la definicin
de violencia a su dimensin fsica. A un nivel muy bsico, violencia
es hacer mal a la gente de forma deliberada. Reducir aqu mi foco un
poco ms, para limitarlo a la violencia contra los no combatientes o
los civiles. Esta es una categora ambigua y discutible en la mayora
de las guerras civiles, el objeto de una disputa legal y filosfica
sin final (Nabulsi, 1999; Walzer, 1997). Dado que a m me interesa
la dinmica intracomunitaria, para el propsito de este libro,
considero como civiles a todos aquellos que no son miembros de un
grupo armado a tiempo completo, incluyendo as a todos los tipos de
personas que ofrecen su apoyo a tiempo parcial y colaboradores 5.
Las vctimas de los no combatientes en las guerras civiles no
siempre son violentas; la hambruna y la enfermedad pueden resultar
enormemente letales. Las vctimas violentas pueden tambin carecer de
intencionalidad; se trata de los denominados daos colaterales. En
este libro, doy cuenta de la victimizacin violenta e intencionada
de civiles. La violencia fsica intencionada y directa tomar formas
diversas que incluyen el pillaje, el robo, el vandalismo, el
incendio, el desplazamiento forzoso, el secuestro, la toma de
rehenes, la detencin, el apaleamiento, la tortura, la mutilacin, la
violacin y la profanacin de cuerpos muertos. Pese a que me refiero
a diversas formas de violencia, mi mayor atencin se hallar en la
muerte violenta o en el homicidio. Tal como acabo de decir, el
homicidio no agota el alcance de la violencia, pero es una forma
carente de ambigedad que puede medirse de modo ms fiable que otras
formas (Spierenburg, 1996; Buoye, 1990, p. 255), que es por lo que
se usa como indicador primario de violencia en estudios
cuantitativos (p. e., Poole, 1995; Greer, 1935). Adems de eso,
existe un consenso general en que el homicidio cruza una lnea: se
trata de un mtodo de aniquilacin irreversible, directo, inmediato y
sin ambigedad (Straus, 2000, p. 7); en este sentido, la muerte es
la violencia absoluta (Sofsky, 1998, p. 53).Violencia, conflicto,
guerra
que a la violencia real que tiene lugar dentro del conflicto.
Sin embargo, los conflictos, las guerras y las revoluciones son
fenmenos que no se pueden reducir simplemente a una violencia a
gran escala. A la inversa, la violencia, como apunt Hannah Arendt
(1970, p. 19), es un fenmeno por derecho propio que no debiera
equipararse a fenmenos afines. David Horowitz (2001, p. 475) se
hace eco de Arendt, cuando apunta que hay buenas razones para
tratar conflicto y violencia de forma separada. Obviamente, la
guerra provoca violencia. Sin embargo, una considerable cantidad de
violencia en las guerras civiles carece de utilidad militar
convencional y no tiene lugar en el campo de batalla. Si acaso,
parece haber una relacin inversa entre la magnitud del conflicto
tal como se mide por el tamao de las fuerzas y la sofisticacin de
las armas usadas y la magnitud de la violencia (Harkavy y Neuman,
2001, p. 230). Ms an, reas consumidas por el mismo conflicto pueden
exhibir una variacin sustancial en cuanto a violencia. De ah que la
violencia habra de ser distinguida analticamente de la guerra,
haciendo eco de la bien establecida distincin entre jus ad bellum
(legtimo comienzo de la guerra) y jus in bello (legtima conducta de
guerra). Este libro sita la violencia en el centro del anlisis. La
distincin analtica entre guerra civil y violencia en la guerra
civil es, a la vez, su premisa y su consecuencia fundamental. Las
causas de la violencia en las guerras civiles no pueden subsumirse
bajo las causas de las guerras civiles; de ah que una teora de las
guerras civiles no puede ser una teora de la violencia en las
guerras civiles ni viceversa6. Al mismo tiempo, la teora de la
violencia que se presenta aqu resulta compatible con diferentes
visiones del comienzo de las guerras civiles: no importan si las
guerras civiles comienzan a causa de reivindicaciones o de
oportunidades de las masas. Dicho de forma sencilla: es muy
probable que una guerra civil abra la Caja de Pandora de la
violencia.La violencia como resultado y como proceso
A la violencia, se la trata tpicamente como sinnimo de conceptos
afines pero distintos tales como conflicto, revolucin o guerra. De
ah que la mayora de las referencias a, por ejemplo, la violencia
tnica se refieren al conflicto tnico o a la guerra tnica ms5
La observacin de que la violencia poltica tiende a ser producida
por grupos de poblacin muy pequeos (Mueller, 2004; Valentino, 2000,
pp. 21-25) ha llevado a la conjetura de que la mayora de la gente
no se compromete (Valentino, 2000, p. 2); en el mejor de los casos,
hay un pblico inconsciente y, en el peor, espectadores pasivos. De6
De ah que sea incorrecto examinar las teoras del comienzo de las
guerras civiles valindose de un indicador de violencia, tal como
las vctimas, como la variable dependiente (p. e., Murshed y Gates,
2005).
Explico mi forma de codificar a los no combatientes en el
Apndice B.
38
39
igual modo, la observacin de que los asesinos a menudo
deshumanizan a sus vctimas (p. e., Toolis, 1997, p. 126) sustenta
la percepcin de que la violencia en las guerras civiles es
impersonal. Dejando de lado su exactitud emprica, estas conjeturas
no aciertan a distinguir entre violencia como resultado y violencia
como proceso. Aunque los expertos en ciencias polticas y los
historiadores tiendan a subsumir la violencia bajo el conflicto
violento, muchos antroplogos, activistas de ONG y periodistas
tienden a percibir la violencia como un resultado ms que como un
proceso, a menudo convirtindola en caja negra de forma efectiva
(Appadurai, 1996). El foco se sita en las instancias de violencia
ms que en las acciones complejas no violentas, y a menudo
invisibles, y en los mecanismos que los preceden y los siguen. A
menudo, la descripcin de actos de violencia muy recientes se
acompaa de referencias a antiguos acontecimientos histricos, sin
ninguna referencia al periodo intermedio. Como ocurre en las
representaciones tradicionales de las luchas en los Balcanes,
muchas descripciones de la guerra civil no hacen ningn esfuerzo por
ligar un episodio a otro. Cada caso se trata como aislado en el
tiempo y el espacio. Y estos escritores tampoco tratan de explicar
la desproporcin que marca as lo que de forma superficial parece
constituir la relacin de causa efecto (Black-Michaud, 1975, p. 34).
Ms an, no se ofrece casi ninguna o ninguna informacin sobre las
historias y las vidas de las vctimas antes del advenimiento de la
violencia (Binford, 1996, p. 5). Esta visin, asume (y propaga) un
mundo dicotmico poblado slo por vctimas y perpetradores, combinado
con la percepcin errnea de que la cualidad de vctima y la culpa son
categoras mutuamente excluyentes, y de ah que las vctimas no puedan
ser culpables. Yvon Grenier (1999, p. 2), acerca de la bibliografa
sobre las insurgencias latinoamericanas, plantea que stas sugieren
un mundo habitado por mujeres, nios y abuelos, algo que se repetir
tambin al tratar otras guerras civiles (Cenarro, 2002, p. 67;
Brovkin, 1994, p. 5). Con frecuencia se ha pasado por alto una
amplia zona gris poblada por aquellos que toman parte en el proceso
de violencia en una variedad de formas sin, no obstante, estar
directamente implicados en su resultado, ni como perpetradores ni
como vctimas. Un corolario ser que la lnea entre los perpetradores
y las vctimas es difusa, puesto que las vctimas de ayer se pueden
convertir en los victimarios de maana y viceversa (Joshi, 2003, p.
xiii; Chang, 1992, p. 498). Las mujeres y los nios, retratados, por
lo general, como vctimas, son a menudo participantes activos y
voluntarios en todo tipo de actividades, incluido el combate
(Peterson, 2000, p. 112). Tzvetan Todorov (1996, pp. xvi-xvii)
habla de cmo el llevar a cabo un estudio profundo de una masacre
que tuvo lugar en la localidad 40
francesa de Saint-Amand-Montrond, en el verano de 1944, lo llev
a descubrir la secuencia perdida de los acontecimientos y a revisar
su comprensin de la masacre:Poco a poco, me di cuenta de que la
masacre en cuestin no haba ocurrido en aquel momento y lugar por
ninguna razn sino que fue ms bien la culminacin de una serie de
acontecimientos no menos dramticos que la precedieron durante aquel
verano. Tras un breve lapso de tiempo, ya no me encontraba
satisfecho con haber ledo las pocas obras que contaban los diversos
episodios de esta historia. Con la ayuda de un amigo de la regin,
decid buscar y preguntar sobre los diversos contemporneos y
testigos de estos incidentes. Me encontr con algunos manuscritos
sin publicar. Le tanto la prensa diaria como la semanal de la poca
y emple algunos das desatando los cordeles que cerraban los
polvorientos ficheros de los archivos departamentales y nacionales.
Ya no poda sacudirme de encima esta historia... Leyendo sobre [el
destino de los actores principales], llegu a la conviccin de que,
cuando hablaban de este periodo, resultaba obligado excederse tanto
en la hagiografa de los vencedores (que no obstante casa tan bien
con las celebraciones oficiales) como en su imagen inversa, la
denigracin sistemtica; lo mismo podra decirse de los derrotados. En
lugar de un mundo en blanco y negro, descubr una serie de
situaciones distintas, de actos particulares, cada uno de los
cuales requera su propia evaluacin aparte. Aproximarse a la
violencia como un proceso dinmico permite una investigacin de la
secuencia de decisiones y acontecimientos que se intersecan para
producir violencia, as como el estudio de actores que, de otro
modo, seran invisibles, que toman parte en este proceso y los
conforman en formas fundamentales. Violencia en paz y en guerra
As como los estudios de las guerras civiles han tendido a pasar
por alto la violencia, los estudios de violencia poltica, un
concepto amplio e impreciso que abarca todo, desde las
manifestaciones universitarias al genocidio, han tendido a
desasociarlo de la guerra civil. Este cuerpo de investigacin
interseca a menudo con la investigacin de los movimientos sociales;
en particular, con la poltica conflictiva, un trmino que tambin
incluye fenmenos que van desde la accin colectiva no violenta a la
violencia espordica (Tarrow, 1994). Esta obra tender a tratar la
violencia o como una extensin no problemtica de procesos ordinarios
de movimiento social o, a la inver41
sa, como un efecto patolgico de competencia o declive dentro de
los movimientos sociales (Seideman, 2001, p. 2). La mezcla de la
violencia en la accin conflictiva con la violencia en la guerra
civil sugiere un fracaso para reconocer que la guerra y la paz son
contextos radicalmente diferentes que inducen a la violencia y la
hacen necesaria en formas muy diferentes. Claro que estos contextos
comparten muchos mecanismos (Tilly, 2003); sin embargo, la forma en
la que se activan estos mecanismos, as como la de sus efectos,
diverge. De forma ms obvia, la formacin y la expresin de
preferencias polticas son fundamentalmente diferentes en tiempos de
paz y durante una guerra. Al final del todo, el premio es mucho
mayor en poca de guerra. La diferencia entre violencia en paz y
violencia en guerra reside con claridad en el grado. El nmero total
de muertes en todos los episodios relatados y campaas de protesta
es insignificante en comparacin con el nmero total de muertes en
todas las rebeliones relatadas (Gurr, 1986, p. 52). Incluso el
terrorismo implica violencia en una escala mucho menor que la
guerra civil (Guelke, 1995). Sri Lanka, un pas con la mala suerte
de haber sufrido tanto disturbios en poca de paz como guerra civil,
ha experimentado un nmero significativamente mayor de calamidades a
causa de esta ltima. Ms importante resulta an el que la violencia
en paz y la violencia en guerra sean de una especie diferente. Tal
como nos recuerda Vladimir Brovkin sobre Rusia (1994, p. 419), la
guerra civil hizo rutinario lo impensable... Sustituy la poltica
ordinaria por una poltica de guerra. La guerra estructura las
elecciones y selecciona a los actores de formas radicalmente
diferentes a la paz, incluso cuando la paz es violenta. Tal como
seala un antiguo insurgente griego, una confrontacin armada no es
como una huelga (de trabajadores). En una huelga, te pueden
derrotar una vez, dos, tres y seguir sobreviviendo. Cuando optas
por una rebelin armada, apuestas todo lo que tienes
(Papakonstantinou, 1986, 1, p. 583). La accin conflictiva
representa un desafo al gobierno vigente en un contexto
caracterizado por un innegable monopolio de la violencia por el
Estado. La accin conflictiva en un escenario democrtico es
diferente a la rebelin en cuanto a las causas: mientras que la
primera florece en la presencia de oportunidades polticas, la ltima
resulta probable en situaciones en las que tales oportunidades estn
ausentes (Goodwin, 1999); en sociedades tnicamente heterogneas al
menos, la dinmica de los disturbios y las manifestaciones son el
opuesto exacto a aqullas de la rebelin (Bates, 1999). A diferencia
de las guerras civiles, los disturbios tienden a ser, ante todo, un
fenmeno urbano (Varshney, 2002, p. 10; C. Friedrich, 1972, p. 70),
carente de represalias significativas (Horowitz, 2001, p. 224),
fuertemente in42
fluido por incentivos institucionales (y, a menudo, electorales)
(Wilkinson, 2004), y facilitados por el anonimato de la multitud;
la ratio de perpetradores respecto a vctimas tiende a ser inversa
en disturbios y guerras civiles: en los primeros, la participacin
es pblica y las vctimas son unos pocos desgraciados, mientras que,
en las ltimas, son unos pocos los que participan directamente y
causan vctimas en un pblico desgraciado. En Sri Lanka, los
disturbios tnicos declinaron hasta casi cesar tras el comienzo de
la guerra civil y tampoco hubo disturbios en el Punjab indio
durante la insurgencia sij de 1984-1994 (Horowitz, 2001, pp.
482-485). Varshney (2002, p. 11) tiene, por tanto, razn, al decir
que una teora de las guerras civiles ha de distinguirse
analticamente de una teora de los disturbios. Esto es verdad,
incluso cuando los disturbios y los pogromos tienen lugar en el
contexto de la guerra (Petersen, 2002). La situacin puede
compararse con el caso del genocidio y el de la guerra: aunque
ambos casi se intersecan, el estudio de cada fenmeno es normalmente
distinto. 3. CONDICIONES DE POSIBILIDAD Las conceptualizaciones
disponibles de la violencia poltica como objeto de investigacin
varan segn los criterios empleados: la escala de violencia
(asesinato en masa, crmenes en masa, masacres) (Verwimp,
2003;Valentino, 2004; Smelin, 2000; Levene, 1999), su modo y su
tcnica (disturbios, pogromos, represalias) (Wilkinson, 2004;
Varshney, 2002; Geyer, 2000), las motivaciones de los perpetradores
(Straus, 2000; Fein, 1993) o el contexto histrico o social
especfico (Browning, 1998). Por ello, es necesaria una cuidadosa
delineacin de las condiciones de posibilidad. La interseccin de los
dos rasgos decisivos de la violencia define el dominio de anlisis
en este libro: los objetivos y la produccin de violencia.Los
objetivos de la violencia
Los actores polticos usan la violencia para conseguir objetivos
mltiples, que se solapan y que, a veces, resultan mutuamente
contradictorios. Varias obras detallan ms de 20 usos para la
violencia, incluyendo la intimidacin, la desmoralizacin, la
polarizacin, la demostracin, la radicalizacin del pblico, la
publicidad, la mejora de la moral del grupo, la aplicacin o el
desbaratamiento del control, la movilizacin de las fuerzas y los
recursos, la financiacin, la eliminacin de las fuerzas opositoras,
el castigo de la cooperacin con el enemigo y la provocacin de
contramedidas y represin (Hovil y Werker, 43
2005; Schmid, 1983, pp. 97-99; Mallin, 1966, p. 59; Molnar,
1965, p. 169). Ms an, la violencia puede ser usada sin tener ningn
objetivo en mente y la guerra puede generar violencia que sea por
completo independiente de las intenciones de los principales
actores y se materializar como un subproducto de su accin, como lo
es el saqueo o ciertas formas de venganza. Una profusin as de
objetivos tan diferentes puede paralizar el anlisis. En primer
lugar, es necesario dirigirse al uso de la violencia que no sirve a
ningn propsito instrumental. Se dice que esta violencia es
expresiva cuando su uso se restringe a las recompensas
estrictamente consumatorias de infligir dolor a los enemigos de uno
o de destruir un smbolo odiado (Rule, 1988, p. 190). Descrita a
menudo como anmica o nihilista, la violencia expresiva se combina a
menudo con la violencia identitaria o sectaria; es decir, con la
violencia dirigida contra personas exclusivamente sobre la base de
quines son. Esta idea de la violencia domina los relatos populares
que enfatizan la locura de la violencia (p. e., Rosenberg, 1991) y
est presente en muchas obras especializadas que acentan el carcter
discursivo, simblico, ritualista y generalmente no instrumental de
la violencia 7. Las interpretaciones de la violencia como motivacin
expresiva se pueden encontrar tambin en los testimonios de las
vctimas: Mataban por matar... como perros enloquecidos que iban
siguiendo a su presa (en Tarnopolsky, 1999, p. 52). Las
motivaciones individuales de la violencia pueden ser y, de hecho, a
menudo son bastante expresivas (Petersen, 2002; Horowitz, 2001, p.
123). La tragedia griega es un tesoro de violencia expresiva, con
la orgl (ira), la eris (discordia) y la pthonos (envidia)
conduciendo los actos violentos (Bernand, 1999). La investigacin
criminolgica reconoce la importancia de las motivaciones expresivas
porque una gran parte de asesinatos sin intenciones predatorias no
son premeditados ni estn dirigidos por motivaciones medios-fines
instrumentales y se llevan a cabo con indiferencia respecto de las
consecuencias (J. Katz, 1988). Muchas descripciones de la violencia
en las guerras civiles estn en apariencia desprovistas de toda
importancia instrumental y casan muy bien con la plantilla
expresiva. Considrense los recuerdos paralelos siguientes, sacados
de las guerras civiles espaola y libanesa:Ms tarde fusilaron a
Saturnino junto con otros 36, en represalia por el hijo de un
guardia civil al que mataron en el frente... Cuando el padre oy las
noticias de la muerte de su hijo, fue a la crcel de7 P. e., Mahmood
(2000, pp. 74-81), Geyer (2000, p. 201), Crouzet (1990) y Zemon
Davis (1973).
Toro y empez a decir: ste, ste, ste!, sin saber quines eran.
Mataron a 36. (Sender Barayn, 1989, pp. 162-163). Vamos derechos al
matadero... Est slo un par de bloques detrs de tu casa. Ya sabes el
solar que hay all. All es donde Halabi, el carnicero musulmn a cuyo
hijo secuestraron, est juntando a cristianos maronitas. Ese tipo
quiere venganza! Mejor que nos quedemos fuera de esa rea (Tabbara,
1979, pp. 64-65).
Sin embargo, un nfasis excesivo en la motivacin expresiva da con
problemas. Por lo general, es extremadamente difcil desvelar con un
nivel aceptable de exactitud los motivos individuales que se
encuentran por detrs de los actos violentos (Tilly, 1975, p. 512).
Deducir el motivo a partir del comportamiento es una mala idea, lo
mismo que reemplazar la evidencia con clasificaciones motivadas
polticamente, como en el caso del crimen por odio (Rothstein, 2005,
p. E3): el problema de la equivalencia en la observacin es comn
desde que un acto particular puede cuadrar con diferentes motivos.
Ms an, los motivos estn normalmente sujetos a reinterpretacin
(estratgica o natural) y a una racionalizacin a posteriori por
parte de los sujetos. Incluso cuando se revelan por completo, a
menudo las intenciones se mezclan o hasta se vuelven
contradictorias. Por ejemplo, las motivaciones individuales de
violencia pueden mezclar odio (de muchos tipos), presin de las
amistades (Browning, 1992), obediencia (Milgram, 1974), honor,
rituales y colectivos imaginarios (Nahoum-Grappe, 1996; Zemon
Davis, 1973), avidez (Paul y Demarest, 1988), venganza (Frijda,
1994) o impulsos sdicos; tambin pueden ser fruto del consumo de
alcohol (Tishkov, 2004, p. 139; G. Jones, 1989, p. 124) o del uso
de drogas (Aussaresses, 2001; Peters y Richards, 1998). Para
complicar las cosas, est adems la prevalencia del sesgo de
correspondencia: la tendencia de los observadores a trazar
inferencias sobre las disposiciones individuales del comportamiento
que pueden ser explicadas por la situacin en la que ocurren
(Gilbert y Malone, 1995). Obviamente, estos problemas tienen que
ver con todo tipo de motivos, tanto instrumentales como no
instrumentales. No obstante, muchos observadores tienden a tener
prejuicios hacia las interpretaciones que hacen hincapi en los
motivos expresivos. Por ejemplo, mientras que diversos observadores
estuvieron rpidos a la hora de atribuir la violencia entre los
dayaks y los madureses del Kalimantan occidental en Indonesia a la
reactualizacin ritual de la caza de cabezas, otros remarcaron que
la violencia fue desplegada de forma estratgica en el curso del
conflicto (Peluso y Harwell, 2001). Tngase en cuenta la observacin
siguiente de Mario Vargas Llosa (1994, p. 428): Estaba yo
garrapateando el discurso... [cuando] me llegaron las noticias del
ase45
44
sinato de nuestro lder, Julin Huaman Yauli, en Ayacucho... Su
asesinato era un buen ejemplo de la irracionalidad y la estpida
crueldad de la estrategia terrorista, puesto que no se pretenda
castigar ninguna violencia, explotacin o abuso cometido por Julin
Huaman, modesto en extremo y previamente apoltico, sino simplemente
aterrorizar a travs del crimen a aquellos que crean que las
elecciones podran cambiar las cosas en Per. De una forma errnea,
aunque extendida en extremo, Vargas Llosa pasaba por alto la
naturaleza claramente instrumental de este asesinato, lo que l
mismo reconoce, para describirlo como un acto irracional. Sneca
observ que nadie procede a verter sangre humana porque s o, por lo
menos, slo son unos pocos los que lo hacen (en Grocio II, 22:2). Lo
cierto es que las motivaciones expresivas pueden estar menos
extendidas de lo que suele asumirse. La gente implicada en la
produccin de violencia poltica parece carecer del tipo de rasgos de
personalidad extrema que tiende a guardar correlato con la
violencia expresiva. Un buen nmero de estudios sobre los
perpetradores de violencia ha fracasado a la hora de desvelar los
rasgos patolgicos (Kakar, 1996; Della Porta, 1995), mientras que
otros han apuntado que la ritualizacin de la violencia a menudo
sirve a propsitos instrumentales (Richards, 1996, p. xx; Schroeder,
1996, p. 432). El nfasis en la violencia expresiva puede ser el
resultado de una confusin doble: entre las motivaciones
individuales y colectivas y entre los relatos descriptivos y
causales. Los argumentos sobre los aspectos expresivos y simblicos
de la violencia exigen dirigir las motivaciones de los actores
colectivos (p. e., por qu los hutus atacaron a los tutsis), cuando,
de hecho, ellos slo describen la forma en la que los individuos
practicaban la violencia (p. e., cmo cierto hutu atac a cierto
tutsi). Por ejemplo, a la hora de discutir los incidentes de
canibalismo perpetrados en la guerra civil de Liberia, Ellis (1995,
p. 193) seala que la observacin de que hay un elemento "cltico" en
la violencia de este tipo no slo implica que las milicias luchen
ante todo como una forma de comportamiento ritual. Inge Brinkman
(2002, pp. 2 y 14) en primer lugar anota que sus informantes,
refugiados angoleos en Namibia, interpretan la violencia de la
guerra civil, por encima de todo, como sin sentido y absurda, ms
all de toda comprensin; ms an, ella referir entonces que sus
informantes eran tambin muy conscientes de que estas prcticas solan
infundir un miedo paralizador: Lo hacen, le dijeron, para
atemorizar a la gente. De igual modo, la violencia en Mozambique
fue a menudo sdica y se vio reforzada por el uso de drogas, pero
tambin hay una sustanciosa evidencia de que aqulla fue coordinada y
sistemtica, ms que espontnea (Vincent, 1994, p. 87). 46
De hecho, es poco probable que las motivaciones individuales den
lugar por s solas a una violencia a gran escala por un largo
periodo de tiempo. La poltica nazi de represalias por toda la
Europa ocupada se desarroll de forma centralizada aunque a menudo
se implement mediante oficiales jvenes sin escrpulos y abiertamente
sdicos (Heer, 2000; Mazower, 1993). Los cierto es que resulta
posible superponer la accin instrumental a la accin expresiva
imputando el comportamiento estratgico a los lderes y el
comportamiento expresivo a los seguidores (May, 1991, p. 253;
Coleman, 1990, p. 483). A diferencia de los disturbios, las guerras
civiles son contextos que fomentan considerablemente la
organizacin, de ah las interpretaciones reforzadas de la violencia
como instrumental. La violencia puede ser usada para exterminar a
un grupo o para controlarlo (Smelin, 2000; E. Walter, 1969, p. 14).
Este libro se centra en ese ltimo tipo, tambin conocido como
violencia coercitiva. Aunque los mtodos usados para conseguir la
sumisin y la destruccin fsica pueden ser similares, estos objetivos
difieren. Un camino para distinguir entre los dos es preguntar si
al menos uno de los actores polticos trata de gobernar la poblacin
que elige como blanco de su violencia; un indicador emprico de esta
intencin es si los blancos de la violencia tienen la opcin de
rendirse. En muchas guerras civiles, los programas de amnista
animan la defeccin de los insurgentes y perdonan o incluso
recompensan a los civiles que desertan y colaboran con ellos,
mientras que, en los genocidios, la rendicin de las vctimas no
evita su muerte sino que la facilita (Fein, 1993, p. 21). Semejante
en lo analtico a la destruccin fsica es la deportacin en masa, a
veces referida como limpieza tnica. Cuando la violencia se usa ante
todo para controlar a una poblacin, se vuelve un recurso ms que el
producto final (Gambetta, 1993, p. 2). Este tipo de violencia
conlleva una distincin analtica entre las vctimas y los blancos de
la violencia (E. Walther, 1969, p. 9). Si alguien tortura a una nia
para hacer que revele dnde puede encontrarse a otra persona, la nia
es a la vez una vctima y un blanco. Pero, si la misma nia es
torturada para hacer que su padre revele el paradero de otra
persona de la que la nia no sabe nada, entonces es el padre quien
es el blanco aunque sea la nia la que sufra la violencia; el padre
puede obedecer o rehusar a obedecer, mientras que la nia no puede
hacer ni una cosa ni la otra (O. O'Neill, 1991, pp. 172-173). En
pocas palabras, la violencia tiene la finalidad de conformar el
comportamiento de una audiencia que est en el blanco mediante la
alteracin del valor esperado de las acciones particulares. Dicho de
otro modo, la violencia cumple una funcin comunicativa con una
clara dimensin disuasoria, consistente en la descripcin de las
guerras civiles como tiempos de miedo y eras de terror (Senaratne,
1997, p. 145). 47
Tal como dijo Trotski (1961, p. 88), la revolucin... mata a
algunos individuos e intimida a miles, un pensamiento tambin
expresado en el proverbio chino mata slo a uno y atemoriza a los
otros 10.000. Mao Tse-tung exigi golpes a los traidores y
colaboradores que socavan al ejrcito y a la gente (en Heilbrunn,
1967, p. 145) y el Che Guevara (1998, p. 91) justificaba los
asaltos a personas como un medio de evitar las filtraciones de
informacin. En la enftica formulacin de Grossman (1995, p. 207),
uno de los beneficios ms obvios y descarnados de la atrocidad es
que resulta una forma muy sencilla de aterrorizar a la gente. El
horror y el salvajismo crudos de aquellos que asesinan y abusan
provocan que la gente huya, se esconda o que apenas se defienda y,
a menudo, sus vctimas responden con pasividad muda. Ntese, no
obstante, que la violencia coercitiva no es necesariamente masiva.
De hecho, el terror exitoso implica bajos niveles de violencia,
puesto que la violencia est fuera del sendero del equilibrio. La
coercin falla si se limita a destruir al sujeto cuya sumisin se
busca. La violencia coercitiva puede ser, al mismo tiempo,
estratgica y tctica. Tomar como blanco a una persona para eliminar
un riesgo particular (p. e., las filtraciones de informacin) es
algo tctico, pero valerse de este acto de violencia para disuadir a
otros de adoptar un comportamiento semejante es estratgico. Los
rebeldes contrarrevolucionarios en el oeste de Francia dirigieron
su violencia contra gente acusada de informar a los soldados
republicanos sobre sus movimientos; aqullos abandonaron sus
cadveres mutilados cerca de ciudades tomadas por los republicanos y
colgaron un cartel en tomo al cuello del informador con su nombre y
con el de aquellas personas que haban sido vengadas con esta
muerte; de este modo, buscaron ofrecer ejemplos para disuadir
vocaciones semejantes (Dupuy, 1997, p. 161). Martyn Latsis, un lder
comunista durante la guerra civil rusa, afirm que uno debe destruir
no slo las fuerzas del enemigo sino tambin demostrar que cualquiera
que levante la espada contra el orden de clase existente perecer
con la espada (Werth, 1998, p. 85). En Colombia, la ejecucin
sumaria de colaboradores sospechosos es la regla: Un asesino,
enviado de da o de noche, acaba con cualquier potencial para la
colaboracin y cierra el caso de forma irrevocable a la vez que enva
tambin un mensaje claro como el a