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LIMITACIONES ETICAS A LAS INVESTIGACIONES H * Aquilino M.llilaino-Lorente EL LÍMITE COMO APERTURA. La idea de límite aparece ligada a la idea de naturaleza, a la que hace referencia. La naturaleza señala y fundamenta el límite y ello no es algo negativo, sino positivo; por- que hay algo natural que desvelar, precisa- mente por eso es posible investigarlo. Pero a la vez, el qué de esa posibilidad -la esencia de la misma- , impone unas res- tricciones al qué y al cómo de la investiga- ción; señala un límite que es necesario res· petar si se desea aprehender lo que aquélla encierra sin destruirla. Puede decirse que lo mismo que hace que haya la posibilidad de investigar, eso mismo señala e impone los límites a esas po- sibilidades. El qué de la realidad a descubrir no es indiferente al cómo, al dónde y al para qué del descubrimiento. La naturaleza se comporta, respecto a la investigación, como la esencia de lo por co- nocer y, en relación a las técnicas investiga- torias, como el elemento que señala la ade- cuación en relación con el objeto que preten- den desvelar. Por eso el límite de estas técnicas ni su- pone ni debe entenderse como algo que de suyo restringe, limita o disminuye las posi- bilidades del conocimiento, sino muy contra- riamente, lo que hace posible ese conoci- miento, lo amplía y sale garante de sus conclusiones, evitándole perderse en el vaCÍo de la búsqueda, mientras le orienta durante la búsqueda en el vaCÍo. El límite no es clausura sino apertura, ampliación del horizonte y no hermetismo empobrecedor, condición obligatoria de la posibilidad y no mero condicionamiento que la imposibilita. El límite regula y armoniza el ordena- miento del encuentro entre investigador y realidad investigada, adecuando el uno a la otra y facilitando la articulación eficaz entre ellos. * Comunicación presentada a las Primeras Jornadas de Deontología, Derecho y :Medicina. Madrid, febrero de 1976.
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Sep 25, 2018

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LIMITACIONES ETICAS A LAS INVESTIGACIONES H *

Aquilino M.llilaino-Lorente

EL LÍMITE COMO APERTURA.

La idea de límite aparece ligada a la idea de naturaleza, a la que hace referencia. La naturaleza señala y fundamenta el límite y ello no es algo negativo, sino positivo; por­que hay algo natural que desvelar, precisa­mente por eso es posible investigarlo.

Pero a la vez, el qué de esa posibilidad -la esencia de la misma-, impone unas res­tricciones al qué y al cómo de la investiga­ción; señala un límite que es necesario res· petar si se desea aprehender lo que aquélla encierra sin destruirla.

Puede decirse que lo mismo que hace que haya la posibilidad de investigar, eso mismo señala e impone los límites a esas po­sibilidades.

El qué de la realidad a descubrir no es indiferente al cómo, al dónde y al para qué del descubrimiento.

La naturaleza se comporta, respecto a la investigación, como la esencia de lo por co-

nocer y, en relación a las técnicas investiga­torias, como el elemento que señala la ade­cuación en relación con el objeto que preten­den desvelar.

Por eso el límite de estas técnicas ni su­pone ni debe entenderse como algo que de suyo restringe, limita o disminuye las posi­bilidades del conocimiento, sino muy contra­riamente, lo que hace posible ese conoci­miento, lo amplía y sale garante de sus conclusiones, evitándole perderse en el vaCÍo de la búsqueda, mientras le orienta durante la búsqueda en el vaCÍo.

El límite no es clausura sino apertura, ampliación del horizonte y no hermetismo empobrecedor, condición obligatoria de la posibilidad y no mero condicionamiento que la imposibilita.

El límite regula y armoniza el ordena­miento del encuentro entre investigador y realidad investigada, adecuando el uno a la otra y facilitando la articulación eficaz entre ellos.

* Comunicación presentada a las Primeras Jornadas de Deontología, Derecho y :Medicina. Madrid, febrero de 1976.

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Sería estúpido emplear la microscopia electrónica en la investigación de las relacio­nes interpersonales entre el médico y el pa­ciente, o emplear las encuestas sociológicas como tratamiento del cáncer, o la psicotera­pia como bisturí para estirpar un apéndice.

Nadie que sea verdaderamente un inves­tigador encontrará en estos límites un freno u obstáculo que recorte o disminuya sus ho­rizontes científicos. Por el contrario, si lo es, estará muy agradecido a la existencia de és­tos . Pues de no existir esa adecuación que aquéllos regulan, su trabajo sería estéril, sus esfuerzos baldíos, confundidas sus pretensio­nes.

Pues bien, estos límites se prolongan, na­turalmente, en la ética -que también tiene una fundamentación natural-, siempre que sea el hombre el objeto de la investigación.

La libertad de investigación en el hombre no puede construirse de espaldas a la inves­tigación de la libertad humana. Si se des­atiende ésta, se frustra aquélla.

y es que como dice Millán Puelles, «so­mos, o sea, no estamos hechos del todo; pero somos, o sea, no todo lo tenemos que ha­cer» 1.

A diferencia de Dios, el hombre no es libertad, sino que tiene libertad; y, al mis­mo tiempo, una esencia permanente recibida de Dios. La libertad -insiste Millán- «es un poder que nos hace, en cierto modo, aúto­res de nuestro ser, aunque sobre la base de una inmutable esencia metafísica, cuya ente­ra realidad nos viene dada. (De manera que) el hombre, efectivamente, es para sí mismo

AQUILINO M. POLAINO-LORENTE

una tarea justo en la medida en que posee su peculiar libertad» 2. El último término, la libertad es una dimensión -objetiva- de la propia naturaleza humana. El problema on­tológico del hombre se centra, pues, en la verdad de que la persona humana posee un cierto ser, independientemente de lo que so­bre sí pueda pensar cada individuo.

De no tenerse en cuenta la libertad huma­na, el objeto de la investigación, el hombre mismo, se deshumaniza y deviene en algo reificado que ya no es él. La experimentación así proyectada investigará cualquier cosa menos algo que pertenezca al hombre con­creto y, por consiguiente, habrá fracasado en sus pretensiones.

Los que reclaman el absoluto de la liber­tad para la experimentación con el hombre - ¡sin límite alguno! - no caen en la cuenta de que además de pedir un imposible social, solicitan también la realización de un im­posible metafísico.

Si el objeto a investigar, el hombre, es algo que tiene límites -los que derivan de su condición indigente, finita y contingen­te-, el diseño investigador se verá afectado también por los límites propios del objeto a investigar y del sujeto investigador. Si no fuera así, lo absoluto -la misma investiga­ción o las técnicas empleadas, que, por otra parte, jamás pueden ser un absoluto- esta­rían al servicio de lo relativo; lo infinito pasaría a servir a lo finito. Tal inadecuación señala la forzosa necesidad de admitir los naturales límites.

De ahí que o los métodos experimentales

1. MILLÁN PUELLES, A.: Economía y Libertad, Madrid, 1975. 2. MILLÁN PUELLES, A . : El pr(}blema ontológico del hombre como criatura. Conferencia pronunciada en

el CRIS y la Asociación ARES de Roma (Italia), en octubre de 1974. Cfr., también el curso dictado por el mismo Profesor en el Club Zayas de Madrid en 1973, con el titulo de Superación del Subjetivism(}o

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se adecúan al objeto experimental y al sujeto experimentador -he ahí el límite que en­grandece y hace posible la investigación mis­ma- o se cae en el experimentalismo que a nada conduce, a no ser a empañar y oscure­cer todavía más lo que en un principio se trataba de esclarecer.

Así como el ojo se ordena a la luz y el oido al sonido, al investigador le es obligado - ¡engrandecedora obligación ésta! - orde­narse a la naturaleza del objeto.

Pero es precisamente en este ordenamien­to regulador en lo que consiste la ética. Es decir, también la adecuación a la naturaleza de que venimos hablando tiene un conteni­do. La naturaleza de esa adecuación no es sino la ética, en donde se prolonga y de quien depende en última instancia los límites de la experimentación humana.

Ciertamente, lo que acontece en determi­nados sectores de la investigación científica es la extraña pretensióón de la divinización de la ciencia 3.

Me explico: se trata de hacer de la ciencia una religión para nuestro tiempo en crisis. El hombre de la calle ha puesto sus esperan­zas en el afán de satisfacer expectativas: expectativas de salud, de dinero, de rendi­miento y de éxito social. Cada mañana busca en los diarios la ansiada noticia: la curación

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del cáncer, el descubrimiento de la «píldora de la felicidad», o el de la «piedra filosofal».

Los nuevos descubrimientos - ¡cuántas alarmantes noticias sensacionalistas no con­tribuyen sino a la neurotización de los pa­cientes deshauciados y de sus parientes!-, mejor aún, las viejas informaciones sensa­cionalistas son devoradas con la veleidad del consumismo pseudotrascendente.

Todo parece estarle permitido a la cien­cia, una vez que se la ha entronizado y pare­ce suplantar a la religión. Entonces se sacri­fican al nuevo índolo la salud o la vida toda apenas estrenada de niños recién nacidos 4,

mientras tal vez se espera de ella - ¡oh para­doja! - un remedio mágico que prolongue la vida ajada en el cansancio perseverante de una biografía personal ya cumplida 5.

Pero una ciencia que se confunde con la magia, la astrología y el horóscopo, una ciencia pseudoreligiosa, en el mejor de los casos sólo será una regresión a lo mítico y, por consiguiente, habrá que seguir dudando de la improbada cientificidad de sus conclu­siones.

Cuando el científico se instala en este fal­so absoluto, sólo consigue pregonar más in­tensamente la indigencia de su «ciencia».

Rebasado aparentemente el límite -que no trascendido- el investigador se zambulle

3. Cfr., a este respecto, THOMAS, CH.: Experimentation in Man, Springfield, 1959. Una obra más ac­tualizada es la de PAPPWORTH, M. H.: Human Guinea Pigs, Penguin Books, 1969.

4. Puede consultarse: LEYS, D.: Lancet, 1953, 2, 1044; KENNEDY, C. and SOKOLOFF: Journal 01 Clinical Investigation, 1957, 36, 1131; Moss, DUFFIE and EMMANOOUILIDES: Pediatrics, 1963, 32, 175; RAY, R. N. and el.: Bulletin 01 the World Health Organization, 1964, 30, 51; FREUND, P. A .,: New England Journal 01 Me­dicine, 1965, 273, 687; BURNARD, E. D. and. col.: Clinical Bcience, 1966, 31, 121.

5. BIERMAN, H. R. and col: Proceedings 01 the Bociety lor Experimental Medicine and Biology, 1952, 79, 550; IBER, D. and col.: JournaZ 01 ClinicaZ Investigation, 1960, 39, 1201; BACHMAN, ACKERMAN and MAc­KEN: Annals 01 Burgery, 1961, 153, 344; BEECHER, H. K.: Clinical Invesfigation in Medicine (legal, ethical ana m'Oral aspects), Boston University Research Institute Publication, 1963; FREUND, P. A., in Gay Lecture, HARVARD LAW SCHOOL, New England Journal 01 Medicine, 1965, 273, 687.

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en los límites herméticos de 10 ilimitado y fantástico. La ciencia que fabrica, al no dis­poner de ninguna referencia orientadora se degrada en sofística, en ideo sofía abaratada y consumista, en ingeniería del disparate ma­nipulador de lo humano, en último término, en anticiencia. Una anticiencia que acaso va­ya ornamentada con el adorno de lo super­fluo y de la ficción, pero que no convence ni satisface -a pesar del costoso precio que hay que abonar, toda vez que se intentó la manipulación de la naturaleza- al consu­midor que la prueba, ni al experimentador que la proyecta y realiza.

Como acertadamente escribe Jean Mou­roux, «cuanto más se profundiza en el hom­bre, tanto más se nos revela como un ser paradójico, misterioso y, para decirlo todo, sagrado ( ... ). El hombre es un misterio por­que representa una especie de límite entre dos mundos. Está sumergido en la carne, pe­ro estructurado por el espíritu, inclinado ha­cia la materia y, al mismo tiempo, atraído por Dios, viviendo en el tiempo y respirando ya en la eternidad; ser natural y del mundo pero también trascendiendo al universo por su libertad ... , un espíritu a la vez inmerso y emergente, inmanente y trascendente al cuerpo ( .. . ) no es ni un animal ni un ángel, participa de ambos y sintetiza todas las pa­radojas de una esencia compuesta de princi­pios contrarios y de un ser situado fuera del espacio y del tiempo, pero que tiene que desarrollarse en ellos ( .. . ), el hombre es ra­dicalmente un misterio que se degrada si lo entendemos como problema. El enigma de nuestra civilización y de nuestras luchas se

AQUILINO M. POLAINO-LORENTE

cifra en saber si el hombre seguirá permane­ciendo -o volverá a ser- un ser sagrado» 6.

DE LA NATURALEZA DE LA INVESTIGACIÓN A LA

INVESTIGACIÓN DE LA NATURALEZA.

o hay una naturaleza humana a investi­gar o no se entiende cuál pueda ser la natu­raleza de la investigación humana. O se res­peta aquélla, o ésta deviene en mero artificio an tina tural.

La experimentación, aun cuando, sobre todo, se ayude del concurso de la técnica, no por ello dejarará de bucear entre los soterra­dos lazos que manifiestan la causalidad rela­cional interfenoménica en que aquélla debe consistir: Felix qui potuit rerum cognoscere causas.

Ahora bien, estos fenómenos responden a una naturaleza concreta, por mucho que nos empezinemos en describirlos positiva­mente. De ahí que la naturaleza de las técni­cas que se aplican en la tarea profunda de desvelarlos, deban también ajustarse a la na­turaleza de esos fenómenos.

Cuando no se trabaja así, acontece enton­ces la caída en el experimentalismo, en el ar­ticio (de arte fácil) sin posibilidad de legiti­mación: una quimera caleidoscópica que por vaciar al hombre de sentido, conduce al investigador al sinsentido del vaCÍo investi­gatorio.

El pensamiento investigador se hace en esas circunstancias un pensamiento que se piensa a sí mismo, a orillas de las realida­des metamorfoseadas por su propio artifi-

6. MOUROUX, J. : Sentido cristiano del hombre, Studium, Madrid, 1972.

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INVESTIGACIONES HUMANAS

cio, que tal vez queden para siempre veladas. El pensamiento vacío remite a un vacío del pensamiento; un proceso estéril que en su ineficacia, se hace oculto para sí mismo, en primer lugar, a la vez que cubre con su pro­pio ocultamiento a las realidades ahora des­vanecidas.

UN NUEVO PLANTEAMIENTO DEL DESAFÍO

CARTESIANO: BIOCRACIA CONTRA

PSICOCRACIA.

Que estos límites naturales, a los que an­tes hemos aludido, se han sobrepasado, desatendido y vilipendiado recientemente en el campo de la investigación médica, es algo conocido de todos.

Los ensayos comenzaron dibujándose en el ámbito universitario americano desde ha­ce varias décadas, en donde las fáciles condi­ciones de pesuasión económica a los estu­diantes, unidas a la proximidad física e inte­lectual de éstos a los centros de investiga­ción, resultaban ser garantes excepcionales del silencio manipulador.

Más tarde la noticia saltó de forma alar­mante a la letra impresa de las grandes ro­tativas. Desde el trágico experimento con los 430 negros sifilíticos del Estado de Alabama abandonados impunemente a la natural y fa­tal evolución de su proceso sifilítico, hasta la esterilización -ni consultada ni consenti­da- de once niñas negras, todo ello puesto sobre el tapete por el senador Kenedy, una

7. Cfr. European Journal o/ Toxicology, 1973.

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larga y penosa historia - ¡historia negra de la medicina de nuestro tiempo!-, parece jalonarse en la segunda mitad del siglo xx.

Clínicas de abortos como la de Langham, capitalizan más tarde los residuos de las acciones criminales propias, obteniendo pin­gües ganancias.

La experimentación humana -¿la me­dicina del crimen?- se comercializa, sobre­pasando incluso los estrictos y discutidos fines científicos, subordinándose a la apoya­tura de determinado producto industrial, como lo evidencian las nefastas investigacio­nes llevadas a cabo con el insecticida «Va­pona» en algunos Institutos y Clínicas pe­diátricas italianas 7.

Otros como Glass y Muller 8 en su opti­mismo experimental y faústico en el campo de la genética, creen poder lograr super­campeones de los coeficientes intelectuales: un experimento oscilante entre la edición biológica del superhombre de Nietzsche y la biología racista de los tiempos de Hitler.

Mientras tanto, en países como Dinamar­ca 9 o Carolina del Norte 10, se practica la es­terilización sistemática de posibles madres, cuyo CI sea inferior a 75.

Hasta aquí un recuerdo somero de algu­nas de las experiencias desgraciadas que apoyan la Biocracia; es decir, el intento de dominar la vida humana, determinando des­de la biología sus funciones y sus límites, su duración y su utilidad, precisamente por aquellos que se sienten heridos cuando oyen

8. ETTINGER, R.: Man into Buperman, New York, sto Martin's Press, 1972. 9. LEACH, G.: The Biocrat8, Baltimore, Md.; Penguin Books, 1972. 10. WOODSIDE, M.: Bterilization in N orth Carolina, London, Geoffrey, Cumberlege, 1950.

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hablar de los límites de la experimentación humana 11.

Si tal intento reduccionista puede pare­cernos penoso, mayores motivos tenemos pa­ra apenarnos frente a esa pequeña parcela de psiquiatras y de psicólogos que se empe­ñan en la absurda pretensión de alzarse como funcionarios de la nueva Psicocracia, reguladora de la vida humana 12.

Veamos algunas de las manifestaciones en que puede concretarse el experimentalis­mo psicócrata.

- El abuso de drogas como el LSD, la mes calina, etc., que son empleadas en parte como pruebas de exploración psíquica (cho­que anfetamínico, análisis psicodélico, nar­co-análisis), y en parte como coadyuvantes de procedimientos psicoterapéuticos, cuando sus efectos son imprevisibles a corta y larga distancia, además de existir por su uso in­fundado la grave amenaza de la posibilidad toxicómana.

- El uso imprudente de técnicas psico­quirúrgicas, cuyos efectos son en gran medi­da ignorados, y cuyas indicaciones no siem­pre son del todo oportunas.

- La pasividad y el abandono de toda terapia, como propone la antipsiquiatría,

AQUILINO M. POLAINO-LORENTE

cuando se sabe con certeza 10 satisfactorio de los resultados clínicos consiguientes al empleo de determinados psicofármacos aso­ciados a ciertas técnicas de psicoterapia.

- El empleo de psicoterapias de grupo en las que no han sido rigurosamente con­troladas las situaciones, originando conflic­tos interpersonales más graves que los que se proponían en un principio corregir, como cambios profundos en la estructuración de los valores personales, regresiones transfe­renciales imprevistas, sentimientos de agre­sividad, de culpabilidad, etc., de los que el paciente ninguna información previa re­cibió.

- Empleo de técnicas como la hipnosis, el yoga, la relajación, la modificación de con­ducta, o las llamadas de «contacto perso­nal», por personal no médico y/o insuficien­temente instruido, incapaz de valorar el alcance de las mismas, y cuya aplicación o entrenamiento se realiza sin un examen mé­dico, psicológico o psiquiátrico previos.

Las referencias podrían multiplicarse muy extensamente además de apoyarlas con la pertinente selección bibliográfica.

La escisión del hombre introducida por el cartesianismo se replantea hoy con reno-

11. La moderna ingeniería genética y molecular constituye uno de los caminos más actuales que intenta resolver todos los problemas humanos desde la tecnología. Cfr., por ejemplo: BLOMQUIST, C.: Medical Ethics. Natur och Kultur, Stockholm, 1971; CHANG, T. M. S.: Artificial Oe11s, Charles C. Thomas, Springfield, 1972; Ibídem: Biomedical Applications of Artificial Cells, Biomedical Engineering, Aug. 1973, p. 334; COONEY, C.: Thermal Sensors, Eng. Found. Conf. Enzyme Engeniring. Henniker, N. H., Aug. 5-10, 1973.

12. Cfr.: HITCHCOCK, E.: Psychosurgery today, Ann. Olin. Res., 1971, 3:187-198; KATZ, J.: Experiments with Human Beings, New York, Russell Sage, 1972; JASPER, H.: Neurophysiology Studied in Man, G. C. Somjen, Ed. Amsterdam, Excerpta Medica, 1972, pp. 467-476; MARK, V. H. and col.: The Neurobiology of the Amigdala, B. E. Eleftheriou, New York, Plenum, 1972, págs. 485~507; FUSEK, l. and KUNC, Z.: Present Limits of Neurosurgery, Amsterdam, Excerpta Medica, 1972; BRANSON, R.: The secularization of American Medicine, Hasting Cen Stud 1 (2): 17-18; CHOROVER, S. L.: Big brother and psychotechnology, Psychl. To­day, n.O 5, 7:43-45; FALCONER, M. A.: Reversibility by temporal-lobe resection of the behavioral abnormali­ties of temporal-lobe ·epilepsy. New Eng. Jour. Med., 1973,289: 451-455; MOTHNER, l.: The real and urgent problems of science and ethics, lntellectual Digest, 1973, 4 :66-69.

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vados argumentos. Psicócratas y biócratas se dan cita aquí, en este desafío de intentar construir un nuevo superhombre de espal­das a la naturaleza humana.

La carrera desenfrenada del experimen­talismo, a través de las dos versiones aludi­das, con tal de llegar cuanto antes a la du­dosa e incierta meta, no se detienen en re­conocer ningún límite a la «investigación» (?) que realizan.

La osadía del experimentalismo ha per­dido todo respeto y cualquier vergüenza. Al enfatizar la ciencia -una ciencia degradada que ni siquiera sirve a los fines humanos, pero que no tiene inconveniente en obedecer, dócil y servilmente, a cierta clase de fuertes intereses económicos- hasta estos extre­mos, llega incluso a hacerse autopropaganda a través de los medios de comunicación so­cial (también este particular debiera regular­se en un código ético de la medicina). Hoy apenas si resulta asombroso que puedan leerse declaraciones como las del Dr. Law en el Cambridge Evening News, o las del Dr. Riis, con absoluta impunidad para sus declarantes.

No sólo se pierde así el respeto a la dig­nidad de la persona humana, sino lo que es peor: la sociedad consumista -llevada del absoluto de su permisividad- está demos­trando tener un estómago suficiente y bien dispuesto para digerir cualquier clase de es­tas informaciones, por muy nefastas que sean.

HACIA UN CÓDIGO SOBRE LA INVESTIGACIÓN

HUMANA.

Ninguno de estos procedimientos, bio­lógicos o químicos, han sido directamente

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sancionados por un código, que al menos transitoriamente, regule o determine los lí­mites de la investigación humana, y contri­buya a la ordenación autorizada de estas in­ra entrar en vigor.

No obstante, se vienen realizando nume­rosos proyectos, a este respecto, que todavía están faltos de una síntesis unitaria final pa­ra entrar en vigor.

Así, por ejemplo, el proyecto del Comité de Etica Médica, presidido por el Dr. Clegg, que fue presentado a la XIV Asamblea Ge­neral de la Asociación Médica Mundial hace ya más de diez años, y cuyo articulado ge­neral reproducimos en el anexo de este ar­tículo. En Italia, el ministro de Sanidad, Dr. Mariotti, dispuso la constitución de un grupo de trabajo encargado de la redacción de un proyecto de ley sobre la experimenta­ción clínica, del que todavía no tenemos nin­guna noticia.

En los Estados Unidos hay en la actuali­dad una Comisión encargada de autorizar o desautorizar cualquier proyecto experimen­tal. En Francia, el pasado año se publicó una Carta de Derechos del Enfermo Hospitaliza­do, en la que se regulaban las condiciones y normas que deben cumplirse a la hora de practicar cualquier tratamiento farmacoló­gico. Las declaraciones de Helsinki, recogen de forma muy generalizada las normativas básicas más elementales que deben presidir cualquier diseño experimental en el hom­bre, pero son tan generales, que con sólo esas declaraciones no se asegura la concre­ción de su aplicabilidad. Otros autores han publicado algunas colecciones programáti­cas de estas normas imprescindibles (véase el anexo de este artículo), sin conseguir el eco deseado. Las comisiones, los proyectos, y las declaraciones se suceden unas a otras

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interminablemente sin llegar a cristalizar en resultados definitorios. Tal vez a través de las Comisiones Deontológicas de los Cole­gios Profesionales, de las Academias de Deon­tología Médica y de las Sociedades de Medi­cina Legal y Social, pueda encontrarse el ne­cesario cauce para aproximarnos a la reso­lución de estas graves cuestiones, en un fu­turo próximo. Estas Primeras Jornadas, cons­tituyen sin duda un buen exponente de esa buena voluntad esperanzada. La participa­ción de especialistas en Filosofía, Etica, De­recho y Jurisprudencia, de destacado relie­ve, constituye la mejor garantía de que nuestras necesidades serán un día satis­fechas.

ANEXO

I. Líneas generales para un proyecto del Código sobre la experimentación humana (XIV Asamblea General de la Asociación Mé­dica Mundial).

1. «Cualquier experiencia sobre un ser humano es una acción por la cual el investi­gador cambia deliberadamente el medio in­terno o externo, a fin de observar los efectos de este cambio.

2. Un cambio de tal clase del medio, como lo hemos definido, no debería realizar­se más que dentro de las siguientes condi­ciones:

a) La naturaleza y el motivo de la expe­riencia deben ser plenamente explicados al sujeto o al representante legal de las perso­nas incapaces de dar su consentimiento a causa de su edad, debilidad mental o por

AQUILINO M. POLAINO-LORENTE

encontrarse en un estado que no les permite decidirse libremente.

b) Estas experiencias de naturaleza pre­ventiva sobre un ser humano, deben tener como base, trabajos de laboratorio realiza­dos sobre animales u otra clase de datos científicos.

e) La experiencia debe ser realizada por personas cualificadas científicamente.

d) En el curso de la experiencia, el su­jeto debe ser libre de interrumpirla en cual­quier momento.

e) El investigador y cualquier otra per­sona científica o médicamente cualificada, asociada al investigador, e incluso el equipo de trabajo, debe tener libertad para inte­rrumpir la experiencia si, a su parecer, en caso de proseguirla, ésta podría acarrear consecuencias perjudiciales al sujeto.

f) Que al sujeto de la experiencia le sea explicado cuidadosamente el riesgo al que se expone y las ventajas que ésta reportará tan­to para él como indirectamente para otras personas, supuesto que el sujeto conoce los riesgos y los acepta libremente.

g) Que en el curso del tratamiento de un enfermo, el médico tenga libertad para ha­cer una experiencia si, a su parecer, es el único medio de salvar la vida del paciente o de mitigar sus sufrimientos, una vez obteni­do el consentimiento de éste o de su repre­sentante legal, al tiempo de la primera inter­vención.

3. Las experiencias que no se hacen en provecho del sujeto, sino de un interés cien­tífico, deben ser realizadas de acuerdo con las más estrictas normas de precaución, que exponemos aquí:

a) El sujeto de la experiencia debe en-

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contrarse en una situación física, mental y jurídica tal que sea capaz de decidir por sí mismo.

b) Hay que evitar que el sujeto se en­cuentre en una situación de dependencia res­pecto del investigador, como, por ejemplo, el estudiante de medicina y su profesor, el pa­ciente y su médico, el técnico en laboratorio y su jefe de servicio.

c) Los prisioneros de guerra no deben jamás ser utilizados en estas experiencias.

d) Las personas detenidas en prisiones, penitenciarías y otros correccionales, por ser grupos de prisioneros, no deben ser utiliza­dos como sujetos de experiencia.

e) El médico responsable de una inves­tigación realizada con enfermos confiados a su asistencia directa debe cuidar de no abu­sar de la confianza depositada en él, en aque­llas experiencias que no reportan un prove­cho inmediato para el paciente.

* * *

II. Otros autores como el Dr. Riis, van demasiado aprisa en el reduccionismo que proponen en estas materias. Su criterio es único, y está salpicado de un cierto subjeti­vismo, aunque recuerde también algún viejo principio de la ética kantiana, ahora extra­polado al campo de la Medicina, y que es manifiestamente insuficiente.

Dice así: «Hay una norma práctica y rá­pida: no hagas correr a un paciente un ries­go que tú no correrías».

* * *

III. Un teólogo como Franz Bockle, de la Universidad católica de Bonn, resume así las condiciones imprescindibles:

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1. «Solicitar el asentimiento de las per­sonas a las que se va a someter a la prueba. Todos deben ser voluntarios, y no es lícito ejercer coacción de ninguna especie.

2. Hay que basar el experimento en otros ensayos efectuados con animales y en el só­lido conocimiento de la historia de la enfer­medad que se quiere estudiar. Debe aplicar­se de tal manera que los resultados espera­dos justifiquen el empeño. El experimento debe aportar conocimientos que no pueden obtenerse por otros métodos y que son ne­cesarios para el bien de la comunidad.

3. Realizarán el experimento investiga­dores cualificados, a fin de que se eviten to­dos los padecimientos físicos innecesarios, así como daños duraderos».

* * *

IV. Para no alargar innecesariamente este Anexo, presentamos a continuación una selección bibliográfica en donde se contem­plan intentos muy variados de regular los límites de la experimentación humana:

- Medical Research Council Memorandum 649, issued 16 Oc. 1953.

-Cahn, E.: New York Law Review, 1961, 36, 1.

- Proceedings of the Royal Society of Me­dicine, 1951, 44, 189.

- Irving Ladime, S.J.D.: lour. of Public Law, 1955, 3, 467.

- Lancet, 1958, 1, 944. - Guttentag, O. E.: Science, 1953, 117, 207. - Ivy: lour. of the American Medical Asso-

ciation, 1949, 139, 131.

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~ Clínical Research (Washington), 1966, 14, 193.

--- Ebert, R. H. and col.: Clinical Research (Washington), 1966, 14, 195.

-Meyers, D. W.: The human Body and the Law, Edinburgh University Press, 1970.

- Brit. Med. Jour., 1973, 213-216. - Friederichs, H.: Bundesgesetzblatt, n.O 6,

23 March 1973, p. 82. - German texts appeared in Schweizerische

AQUILINO M. POLAINO-LORENTE

Arztezeitung. Bulletin des medecins suis­ses, 1969, n.O 16, 50: 431-432.

- French texts appeared in ibídem, n.O 26, pp. 713-714.

- Stagnara, P.: Le Médecine de l'homme, Dijon, Janvier, 1973.

- Chauchard, P.: Le Croix, 29 aout 1973. - Code de Déontologie Médical (Belgique). - Toulat, M. J.: La Croix, 5 juillet 1973. - Herald Tribune, 10 janvier 1973.

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Throughout thls article, the author revlews the implications which on the part of human nature are compromised by the fact of experimentation with man. These natural conditlons can not be overlooked nor set aside by the researcher; to do so would entail the grave effect of making the whole experimental work sterile.

The concept of Iimit is studied here from both the scientiflcal and methodo­logical points of view, staving off thus possible paradoxes which have been orga­nized with regard to this concept in certain scientific circles in today's society.

Further on, the author puts forth the dlfferent relationships which are to be found between the nature of investigation and the investigation of natura, maklng explicit the relations of dependency and of convergence which exlst between the twO.

After bringlng to the light the new editions of erratic cartesianism (Biocracy and Psychocracy) which are based upon an abundant bibliographical foundation which is very up-to-date. the author ends thls paper by proposing the necessity of esta­blishing acode of laws on human research which would arbitrate and regulate the relations between the experimenter and the patients who submit themselves to research, as well as the circumstances under which such experimentatlon should take place.