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Histria Unisinos11(2):173-184, Maio/Agosto 2007 2007 by
Unisinos
El territorio jesutico-guaran: del enfrentamiento desentidos al
conflicto armado (1750-1761)1
The Jesuit-Guarani territory: from the conflict of meanings to
armed conflict (1750-1761)
La [email protected]
Resumen. Hacia mediados del siglo XVIII, el uso y disposicin de
los territorios platensesse constituan en un problema central de
las relaciones coloniales. Bajo esta coyuntura, lospueblos de
guaranes, junto con sus estancias y yerbales, se constituan en un
cordn territorialen el centro de la regin que frenaba el avance y
los intereses econmicos de los vecinos delParaguay y Ro de la
Plata, de los portugueses e incluso de los charras, guenoas y
minuanes.Adems, los Borbones espaoles preparaban reformas
geo-polticas que afectaran, en elplano local, el rol desempeado por
las misiones jesuitas en la colonizacin, resguardo ydefensa del
territorio de la Corona espaola y con ello sus derechos y
privilegios sobre latierra. En este trabajo buscamos dar cuenta,
por un lado, de la diversidad de sentidos,expectativas y
representaciones existentes en torno al territorio misionero en
relacin a losintereses y fantasas proyectados sobre ellos en un
momento histrico donde la problemticaterritorial y la competencia
por los recursos comenzaba a hacerse carne en el
espaciorioplatense. Asimismo, nos proponemos mostrar como esas
nuevas polticas yrepresentaciones entraron en conflicto con los
propios intereses y concepciones guaranesdel espacio reduccional y
cmo estas polarizaciones se plasmaron en el conflicto blico queha
dado en llamarse guerra guarantica.
Palabras-clave: territorio misionero, guerra guarantica,
reformas geo-polticas.
Abstract. Until the middle of the 18th century, the use and
disposition of the La Plataterritories were a central problem in
colonial relations. Within this context, the Guaranimissions, with
their farms and mate plantations, constituted a territory that
hindered theadvance and pursuit of the economic interests of the
neighbors from Paraguay and the LaPlata River, of the Portuguese
and even the Charrua, Guenoa and Minuano. In addition, theSpanish
Bourbons prepared geopolitical reforms that would affect the role
played by theJesuit missions in the colonization and defense of the
Spanish crown and thus of its rights andprivileges over the land.
This paper discusses the diversity of meanings, expectations
andrepresentations around the missions territory in relation to the
interests and fantasies projectedon them in a period when the
problem of territory and the competition for resources
becameconcrete in the La Plata space. It tries to show those new
policies and representations createda conflict with the Guarani
interests and views of the reductions space and how this
polarizationled to an armed conflict that has been called Guarani
War.
Key words: mission territory, Guarani War, geo-political
reforms.
1 Este trabajo se inscribe den-
tro de un proyecto de inves-
tigacin mayor financiado por el
CONICET. En el marco del mismo
agradezco las sugerencias apor-
tadas por Mercedes Avellaneda,
Juan Hernndez, Norberto Le-
vinton, Carlos Paz y Guillermo
Wilde.
2 Investigadora del Consejo
Nacional de Investigaciones Ci-
entficas y Tcnicas (CONICET)
- Instituto de Ciencias Antro-
polgicas. Seccin Etnohistoria.
Facultad de Filosofa y Letras,
Universidad de Buenos Aires.
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durante la guerra se involucr solo una parte de la
poblacinafectada, generando niveles de conflicto y enfrentamiento
entrecaciques aliados a la resistencia y otros fieles a las
ordenesreales. Esto fue un factor de vulnerabilidad y llev a la
derrotablica de las tropas guaranes, en febrero de 1756. Pero
laderrota no anul la resistencia ya que tras la ocupacin de
lospueblos por los soldados de Espaa y Portugal gener motinesy
fugas, reproduciendo las tensiones y el caos. Hasta que en1761 se
anul el Tratado y aquellos que haban sido trasladadosa la banda
occidental volvieron a poblar las reduccionesorientales. Pero para
ese entonces haban muerto 1.500guaranes en el campo de batalla y
otros tantos desertaron delas misiones, algunos de ellos atrados
por las coloniasportuguesas. Tras la expulsin de los jesuitas y,
luego, durantelas guerras de la independencia, los pueblos guaranes
pasaranpor un proceso de desercin, integracin y xodo, acentuadopor
polticas de asimilacin que tuvieron sus primeros esbozosen el
contexto del Tratado de Madrid.
Dentro de la historiografa especializada contamos
coninnumerables estudios que han abordado directa oindirectamente
la problemtica territorial en las misiones jesuitasde guaranes,
muchos de ellos asociados al espacio urbano y lospatrones
estilsticos y arquitectnicos con aportes de las fuenteso de la
arqueologa (Barcelos, 2000b; Busaniche, 1955;Echanove, 1955;
Giesso, 1998; Gutirrez, 1999; Levinton,1998; Randle, 1986 y
Sustersic, 1999) o relacionados contemticas econmicas, polticas,
demogrficas, geopolticas ytambin ligado al ritual y a la
ritualizacin del espacio (Kern,1982; Avellaneda, 2004; Barcelos,
2000b; Martins 1999;Carbonell, 1992; Gutirrez, 1974; Heinsfeld,
2006; Levinton,2003a, 2003b; Maeder 1989, 1992, 1997; Mrner,
1960;Schallenberger, 1997; Wilde 2003b, 2003c, 2006a, 2006b,para
citar solo algunos referentes). Pero, y aunque los
trabajosmencionados aportaron sustanciales conocimientos sobre
elespacio misionero, faltan anlisis pormenorizados quecontemplen la
dinmica del complejo misionero en su conjuntoy las implicancias del
mismo dentro del contexto regional.
Con respecto a la guerra guarantica tambincontamos con numerosos
referentes previos, de los cualescitaremos solo algunos. Por un
lado, disponemos de los clsicostrabajos de historiadores jesuitas
como Kratz (1954) y Mateos(1949; 1951), que elaboraron minuciosas
monografas, muybien documentadas, pero ofuscadas en demostrar
ladesvinculacin de los jesuitas del alzamiento. Por otro lado,
elepisodio ha despertado profusos intereses en la
historiografaremarcando en aspectos geo-polticos, demogrficos y
blicos,como as tambin en el rol de los jesuitas, la
dinmicafronteriza relacionada con el conflicto y con el Tratado,
lasconsecuencias y los intereses polticos y econmicos en
juego(Alden, 2001; Arteaga, 1999; Barcelos, 2000a; Becker,
1983;
Las reducciones jesuitas de guaranes entroncadasen las cuencas
del ro Paran y Uruguay alcanzaron, a lo largode un siglo, un grado
importante de influencia econmica eindependencia poltica en la
regin, como contrapartida de lafuncin defensiva desarrollada en
nombre de la Coronaespaola. Puede afirmarse que esta situacin se
mantuvo singrandes alteraciones hasta mediados del siglo XVIII.
Sinembargo, para esa fecha, el uso y disposicin de los
territoriosplatenses se constituan en un problema central de
lasrelaciones coloniales, y los pueblos de guaranes, junto consus
estancias y yerbales, constituan un cordn territorial enel centro
de la regin platense que frenaba el avance y losintereses econmicos
de los correntinos, porteos, asunceos,portugueses e incluso de los
infieles charras, guenoas yminuanes. La presin por el territorio y
por los recursos, quese producan o se explotaban en el rea
misionera y en susentornos, comenzaba a sentirse por entonces.
Adems, losBorbones espaoles preparaban reformas geo-polticas
queafectaran, en el plano local, el rol desempeado por lasmisiones
jesuitas en la colonizacin, resguardo y defensadel territorio de la
Corona espaola y con ello sus derechosy privilegios sobre la
tierra. Todo lo cual fue llevando a unreconfiguracin de
significaciones sobre el territoriomisionero desde el lado de la
Corona, los agentes locales eincluso desde los portugueses que no
fue acompaada oaceptada por los guaranes reducidos.
Este encuentro de sentidos lleg a su punto culminantecon la
firma de un Tratado de Lmites entre Espaa y Portugalpor el cual la
primera ceda un territorio ubicado al este del roUruguay, en el
actual estado de Ro Grande do Sul, a cambiode Colonia de
Sacramento, enclave portugus fundado en1680 frente a Buenos Aires.
No obstante, en el territorioentregado a Portugal estaban ubicados
siete pueblos jesuitas,y por el Tratado se deban movilizar a 30.000
guaranesreducidos con sus bienes y su ganado a la otra banda del
roUruguay o quedarse en el territorio bajo el vasallajeportugus3.
Los Borbones, en su afn de delimitar lasfronteras con Portugal,
poner fin a los conflictos fronterizos yal contrabando que desde
Colonia de Sacramento drenabalas arcas reales, no dudaron en
exponer a sus fieles vasallosguaranes para renegociar sus
relaciones con Portugal. Bajoestas nuevas circunstancias, las
reducciones de guaranesperdieron su significado previo y se
transformaron en objetode intercambio con su reciente y efmero
aliado.
La suspensin de la orden del traslado solicitada porlos cabildos
guaranes, los jesuitas locales y algunas autoridadesporteas se
encontr con la acrrima oposicin de la Coronaespaola, en la figura
de Fernando VI. Esta situacin produjouna tensin irreconciliable que
finaliz con un enfrentamientoarmado que se extendi entre 1754 y
1756. Sin embargo
3 Los pueblos eran San Nicols, San Miguel, San Luis, San Juan,
San Angel, San Lorenzo y San Borja.
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Golin, 1997, 1999; Maeder, 1986; Martn, 1998, y Neumann2000,
entre otros). Por ltimo, el comportamiento de lospueblos, caciques
y lderes guaranes durante la resistencia yla guerra contra las
tropas reales fue considerado por autorescomo Maeder (1991-1992),
Ganson (2003), Neumanm(2004), Quarleri (2005b, 2006) y Wilde
(2003a). No obstante,el conflicto no fue contemplado en estos
trabajos como elpunto culminante de disputas que tenan sus razones
ysignificaciones no solo metropolitanas sino tambin locales,as como
tampoco, paradjicamente, se destacaron lasvaloraciones guaranes del
territorio y sus relaciones, realzadascomo medios de argumentacin
poltica en la desesperadadefensa frente al inminente destierro.
En este trabajo buscamos dar cuenta, por un lado,de la
diversidad de sentidos, expectativas y representacionesexistentes
en torno al territorio misionero en relacin a losintereses y
fantasas proyectados sobre ellos en un momentohistrico donde la
problemtica territorial y la competenciapor los recursos comenzaban
a hacerse carne en el espaciorioplatense. Asimismo, nos proponemos
mostrar como esasnuevas polticas y representaciones entraron en
conflictocon los propios intereses y concepciones guaranes
delespacio reduccional y cmo estas polarizaciones se plasmaronen el
conflicto blico que ha dado en llamarse guerraguarantica. Durante
la misma, la sociedad colonial sedividi entre dos grandes bandos
opuestos e irreconciliables.De un lado, los representantes reales,
los gobernadores deBuenos Aires y Ro de Janeiro, los emisarios
enviados por laCompaa de Jess y ciertos sectores locales
justificaron elrecorte y retraccin del espacio reduccional an a
costa de ladispersin e incluso de la vida de sus habitantes. Por
otrolado, los guaranes junto a un puado de jesuitas sostuvieronuna
defensa primero discursiva y luego armada como elltimo bastin de
una lucha desigual por el territorio.
El complejo misionero:dinmica interna y regional
Las misiones tenan su origen en una alianzatriangular de
intereses y contraprestaciones entre los guaranes,los jesuitas y
las autoridades coloniales. A principios del sigloXVII, para frenar
el avance del expansionismo portugus yextender los dominios de la
Corona espaola, se impuls lacreacin de pueblos de indios al norte
de Asuncin. Entre1610 y 1640, los jesuitas fundaron con
diferentesparcialidades guaranes misiones sobre los ros Paran
yUruguay y en las antiguas provincias del Guayr (Paran),Itatn (Mato
Grosso) y Tap (Ro Grande do Sul) dentro dereas de influencia de
caciques principales. No obstante, estas
guarniciones fronterizas no lograron, en una primera
etapa,sosegar los ataques de los portugueses del Brasil. Ms an,los
pueblos guaranes padecieron las investidas debandeirantes paulistas
que obligaron, en las dcadas de 1630y 1640, al abandono y la
mudanza de las reducciones y elrepliegue del complejo misionero a
la zona de los valles del roParan y del oeste del Uruguay. Recin a
fines del siglo XVII,los jesuitas reanudaron las fundaciones en la
regin orientaldel ro Uruguay, impulsados por las autoridades de
BuenosAires. Entre 1682 y 1707, se levantaron siete
doctrinasguaranes en el territorio que se extiende entre los ros
Ibicuy eIju, en el actual estado brasilero de Ro Grande do Sul.
Luego,la base territorial de las misiones orientales se extendi,
conestancias y yerbales hasta el ro Negro al sur, en el lmite de
labanda de los charras, y el ro Uruguay, en su vuelta al norte.
Luego de traslados, divisiones y mermas demogrficas-producto de
fugas, epidemias y guerras, acentuadas durantela dcada de 1730-
alcanzaron un breve perodo de estabilidadentre la firma de la Cdula
Grande (1743) y el Tratado deMadrid (1750). Para esta fecha
conformaban una poblacinde 100.000 almas y su territorio con sus
pueblos, estancias yplantaciones ocupaba amplios espacios entre las
actualesfronteras de Paraguay, Argentina, Brasil y Uruguay. Los
30pueblos y particularmente los del oriente del ro Uruguay,
muyprximos a los asentamientos portugueses por el noroeste y alrea
de influencia de los indios infieles por el sur, crecieronbajo
mltiples presiones, enfrentamientos blicos y conflictos.No
obstante, los misioneros y los guaranes reducidos supieronsacar
ventaja de la adversidad. Al encontrarse fuera del mbitode
influencia de las ciudades hispano-criollas,
desarrollaronestrategias de expansin, negociacin e intercambio
multitnicoque redundaron en crecimiento econmico para las
reducciones.Todas las reducciones producan y comercializaban
susproductos en base a una especializacin surgida al interiordel
complejo misionero. As, mientras todas cultivabanproductos
comerciales como yerba y algodn, las misiones deloriente del ro
Uruguay y la reduccin occidental de Yapeyuse destacaron por sus
estancias ganaderas dado el acceso alganado cimarrn de las
planicies rioplatenses y de lasvaqueras de Mar, prximas al litoral
atlntico. Por su parte,las reducciones prximas al ro Paran y
especialmente Loretofueron las principales productoras de yerba
camin. Finalmente,las reducciones cercanas al Paraguay, tambin
productoras deyerba, tuvieron un rol de intermediarias en las
transaccioneseconmicas entre Asuncin y Villarrica y el resto del
espaciomisionero (Garavaglia, 1983).
El territorio misionero era discontinuo ya que entre losncleos
polticos, ubicados a una distancia estratgica, hastalas estancias y
yerbales haba grandes extensiones de tierra sinexplotar4. En
general estos espacios no estaban en condiciones
4 Segn Bruxel, estos espacios se constituan en las 2/3 partes
del territorio total (Bruxel, 1959).
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para su colonizacin, pero eran lugares de encuentro eintercambio
de informacin y bienes entre individuos dediferente origen social y
tnico. Estos intercambios enriquecanla vida misionera y daban
cierto margen de libertad frente a lasreglas apremiantes de la
misma. En estos espacios se dabaninstancias de movilidad y
ambigedad que eludan loscontroles polticos jesuitas y estatales
(Wilde, 2003a). Tambin,en las estancias misioneras o en las reas
agrcolas alejadas delos ncleos polticos se viva bajo una modalidad
distinta a lade los pueblos. En los primeros se establecan
moradastemporarias de familias guaranes, mientras que en las
estanciasde ganado, en los puestos o pasos de caminos la residencia
erapermanente. A su vez, en las estancias trabajaban
algunosespaoles como capataces y mayordomos y tambin comopeones
para cuidar el ganado, asalariados por el comn delpueblo5. Las
mximas autoridades jesuitas, concientes delasentamiento de
estancieros y moradores espaoles en lasmisiones, hicieron
reiteradamente hincapi en los perjuiciosque a su parecer traera
aparejado un intercambio intenso entrelos guaranes y los criollos,
como as con los portugueses e indiosgentiles. Sin embargo, este
intercambio ya formaba parte de ladinmica misionera.
La lectura lineal del sistema reduccional desde lanormativa
jesuita como desde los informes o correspondenciadetractora del
mismo ha llevado a construir la imagen de quelas reducciones se
constituan en entidades aisladas y sus
habitantes eran controlados de forma permanente por lospadres
misioneros. No obstante, la movilidad y el intercambiocon el afuera
eran parte del sistema. Los guaranes reducidossolan traspasar sus
fronteras territoriales en bsqueda deganado, sus milicias se
desplazaban ante los pedidos de losgobernadores y el comercio,
supervisado o no por los jesuitas,instaba a las constantes entradas
y salidas del permetromisionero. Asimismo, la expansin sobre el
territorio deinfluencia de los grupos nmades llev en algunos casos
a lanegociacin con ellos y a su incorporacin al complejoreduccional
directa o indirectamente. Por ltimo, no faltabanlos contactos con
espaoles o portugueses que tenan susestancias o residencias
lindantes con las reducciones, y conello se intercambiaba
productos, informacin y tambinrumores6. Para mediados del siglo
XVIII, las misiones noeran pueblos fronterizos alejados y aislados
como en susorgenes. Un mundo haba comenzado a crecer y
acomplejizarse en torno a las mismas y con ello a incrementarseel
intercambio como las fricciones, a nivel de lasrepresentaciones y
ms tarde de las prcticas.
El territorio misionero y susmltiples sentidos
El territorio misionero fue cambiando histricamenteen su
composicin, lgica y dinmica interna, as como ensus implicancias y
relaciones a nivel regional y macro-regional. Los diferentes
contextos polticos y econmicosfueron modelando y modificando el
imaginario social sobreaquel espacio. Con el tiempo fue perdiendo
la atribucindefensiva y colonizadora de las reducciones para dar
lugara otra asociada con el desarrollo econmico de las mismas ylos
privilegios polticos obtenidos. Influy en la construccinde estas
nuevas miradas el desconocimiento que se tenasobre su territorio. Y
esto en virtud de que las visitas obispalesy gubernamentales fueron
resistidas por los misioneros yque los mapas existentes sobre las
misiones y su territorioeran en su mayora de autora jesuita. Tras
la ocupacin delos pueblos, en 1756, por los soldados de Espaa y
Portugal,las fronteras misioneras fueron traspasadas y
elconocimiento adquirido durante aquellos aos desterr, enparte, las
mitolgicas construcciones sobre sus riquezas. Nosinteresa ac
reflexionar analticamente sobre los sentidosatribuidos al espacio
reduccional, en las instancias previas ala firma del Tratado de
Madrid, para luego dar cuenta de laemergencia de discursos
polarizados sobre los derechos asu territorio, en un momento crtico
de disputa por el mismo.
5 Los peones espaoles haban comenzado a conchabarse luego de la
merma demogrfica de la poblacin misionera, en las dcadas de 1720 y
1730. Muchos capataces espaoles o mestizoseran contratados en
funcin de su experiencia (Furlong, 1971; Mrner, 1986).6 En los
llamados Pueblos de Abajo haba un contacto y trfico constante de
mercaderes espaoles y un cierto nmero de forneos que tenan licencia
de los jesuitas para pasar una cortaestada en los pueblos (Mrner,
1999).
Figura 1. Las estancias de los pueblos.
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En el origen de los pueblos, los caciques que aceptaronreducirse
lo hicieron atrados por la garanta de proteccinreal sobre su gente
y sobre la tierra, afectados por las rivalidadesintertnicas y por
las invasiones de los bandeirantes paulistas.No obstante, la
permanencia en las reducciones fuepermanentemente renegociada con
los jesuitas y losgobernadores y el conflicto y la desercin siempre
estuvieronen el horizonte. Por lo tanto, para los guaranes el
espaciomisional expresaba y actualizaba aquel acuerdo
relacionadocon la defensa del territorio y con el acceso a sus
recursos. Suscaciques fueron concientes de que, bajo la situacin
colonial,dispersos geogrficamente y disgregados polticamente,
nomantendran un privilegiado acceso a tierras frtiles y nocontaran
con los conocimientos y el asesoramiento de losjesuitas en
diferentes niveles y con la destreza poltica de losmismos para
obtener prerrogativas. Por su parte, las creenciascristianas que
penetraron en el imaginario socio-religioso delos guaranes
ejercieron un fuerte poder de captacin y hastade dominacin simblica
sobre aquellos. Lo cual redund ensentidos de afinidad, afecto y
pertenencia a sus pueblos, consus espacios rituales y festivos
compartidos.
Otro nivel de representacin sobre el complejomisionero fue
alimentado y construido en relacin con losmonarcas espaoles. Los
guaranes a travs de los jesuitashaban aceptado el vasallaje al Rey
como parte de un pactoimplcito de contraprestaciones en los que
mutuamente segarantizaran proteccin y bienestar. Lo cual se
materializcon la creacin del ejrcito guaran, en 1649, y con el
auxilioprestado a los gobernadores, con tropas y recursos de
lasmisiones, en la defensa armada contra el expansionismolusitano,
las investidas de grupos infieles como en lafortificacin de fuertes
y puertos con el fin de evitar la entradade naciones extranjeras a
los dominios coloniales de la Coronaespaola. En contraprestacin y
asociado a estos servicios, lasmisiones guaranes fueron autorizadas
a tener armas de fuegoen las armeras de sus reducciones bajo el
control de los jesuitas,lo que no fue un dato menor ya que su
disposicin fueelemental para conservar y extender el espacio
misionero.Asimismo, por su funcin defensiva fueron
ganandoprivilegios tales como exenciones impositivas, mercedes
detierras y derechos a vaqueras. Los derechos de posesin yusufructo
del territorio misionero, en este nivel, seconsideraban producto de
la fidelidad y de los servicios alRey de Espaa ya que el acceso a
los mismos estabantimamente relacionado con el rol defensivo de las
miliciasguaranes. Este cuadro encontr su instancia de quiebre
conlas reformas borbnicas, primero geo-polticas y luego
militares.
En relacin con los significados de los jesuitas sobreel
territorio misionero, una reflexin en toda su complejidad
excedera los objetivos de este trabajo. De forma aclaratoriapara
los fines del mismo se puede decir que los misionerosdel Paraguay,
sobre todo aquellos que pasaron varias dcadasde su vida en la
regin, conceban a los pueblos de formadistinta que las mximas
autoridades de la Compaa7. Losmisioneros del Paraguay no podan
desligar sus significacionesde sus propias vivencias. Muchos de
ellos contribuyerondirectamente a erigir y mantener el espacio
misional como astambin a darle un sentido en concordancia con
lascircunstancias locales. Padecieron junto a los guaranes cadauna
de las mudanzas y fundaciones de nuevas reducciones,la construccin
de sus famosas Iglesias, de sus pueblos enuna ingeniera que debi
atender tanto a las expresiones ydemandas de sus habitantes, las
condiciones ecolgicas comoa los imperativos urbansticos que
fusionaban elementoseuropeos con tradiciones coloniales. Haban
ideado y logradollevar a la prctica, en consenso con los caciques,
mejoresformas de productividad y acceso a recursos
comerciales,reconociendo las potencialidades del territorio ms all
de loslmites urbanos del complejo reduccional.
Discutible en este punto es cuanto se tradujo enbienestar para
las misiones y cuanto aliment a la propiaCompaa de Jess como
institucin dados sus altos costosreproductivos. Pero s puede
afirmarse que los misioneros delParaguay y sobre todo aquellos que
estaban a cargo de lasreducciones y en directa relacin con ellas
tuvieron fuertessentidos de afinidad hacia los pueblos como
entidades conhistoria y caractersticas propias y hacia sus
habitantes. Estaconsideracin les vali autoridad y consenso de parte
de loscaciques y de los guaranes reducidos. Lo cual sumado a
losprivilegios y honores concedidos a la elite indgena seconstituy
en la base de permanencia del complejo misionero.Adems, los
jesuitas fueron siempre concientes que sin losprivilegios ganados
para las reducciones, traducidos en ladisposicin de tierras y
recursos, por un lado, estas no hubiesenalcanzado el grado de
desarrollo econmico y demogrficoque, pese a los perodos de crisis,
tuvieron y, por el otro, unbuen nmero de caciques con su gente no
hubiesepermanecido en los pueblos. El territorio misionero era,
desdeel lado de los jesuitas, el principal medio de vinculacin
polticacon los caciques y sus indios y aquello que viabiliz
elproyecto socio-religioso impuesto sobre aquellos. No
obstante,frente a los sentidos guaranes y jesuitas se erigan otros
queen algunos casos se complementaban y en otros entraban
encontradiccin con su propia existencia.
Para los colonos espaoles, que buscaban extendersus producciones
y sacar provecho de la comercializacin deyerba y ganado, el
territorio misionero era un despropsito encomparacin con sus
limitaciones de enriquecimiento o sobre-
7 Cabe aclarar que la Compaa de Jess no era monoltica en sus
valoraciones y acciones, como muchas veces se dio a entender.
Exista en su interior una diversidad de posturas y prcticasque
respondan a la formacin, origen y vivencias personales de sus
miembros, las cuales en algunos casos entraron en contradiccin con
los objetivos institucionales. Esto fue trabajadoespecialmente en
Quarleri (2005a).
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vivencia, segn los casos. Si bien los vecinos espaoles de
lasciudades de Santa Fe, Buenos Aires y Corrientes no veancon
agrado las prerrogativas ganadas por los jesuitas para
susreducciones (exenciones impositivas y extensiones de
tierras),quienes se enfrentaron abiertamente con aquellos fueron
losAsunceos8. El lugar de privilegio del que por un largo
tiempogozaron las misiones jesuticas tuvo como contrapartida elodio
y el resentimiento que en la oscuridad de lospadecimientos y
frustraciones vividos crecieran entre losvecinos del Paraguay
(Avellaneda, 2005). Todo ello se tradujoen fuertes enfrentamientos
y entre ellos no puede dejar demencionarse al desencadenado por el
territorio delimitadopor el Ro Tebicuar, sobre el cual los jesuitas
se habanextendido hacia Asuncin con pueblos de misiones y
yerbales,quitando oportunidades a sus vecinos. La tensin
ycompetencia creciente por la mano de obra indgena y laexportacin
de yerba mate desencadenaron unenfrentamiento armado de gran
envergadura, conocido comola Revolucin de los Comuneros, que estall
en la dcadade 1720 y se extendi durante la siguiente9.
El complejo misionero, a su vez, tena sus implicanciasy
significados para los grupos infieles que habitaban en
suscontornos. Por un lado, su territorio y sobre todo sus
estanciasse constituan para los grupos semi-nmades del Chaco y
laBanda Oriental en reservas de ganado vacuno y caballar alalcance
de sus manos a travs de entradas furtivas. Hastaaqu les era
funcional a sus necesidades. Sin embargo, laexpansin ganadera de
las reducciones al este del ro Uruguaysobre reas de influencia de
los charras fue vivido como unaprovocacin, sobre todo por la
influencia que sobre ellos tenanlos portugueses de Colonia de
Sacramento. Unos y otros secoaligaron contra las misiones
emprendiendo una seguidillade asaltos a las estancias y agravios.
En 1702, guaranesarmados se enfrentaron contra charras y otros
gruposnmades identificados como yarros y bohames y pusieron fina
las instigaciones (Bracco, 2004; Maeder, 1992). Con losguaranes
armados la balanza estaba a favor de ellos. Frentea esta situacin
los indios infieles buscaron otras salidaspara sacar provecho de
las reducciones. Entablaron alianzastemporarias con ellas contra
otras parcialidades gentiles ypara acceder a la tan codiciada yerba
y al tabaco10. En particular,los yapeyuanos y los charras mantenan
intensas relacionescomerciales, un aprovechamiento comn de
cazaderos eincluso relaciones de parentesco, centradas en el
cuadazgo
y en el intercambio de mujeres11. Para ello asimilaron
algunoscdigos comunes como el lenguaje usado por los guaranesde las
reducciones para interactuar y comerciar con aquellos.
Ahora bien, este panorama quedara incompleto yhasta
incomprensible si no incluyramos en el anlisis a unactor central de
la dinmica rioplatense desde los tiemposcoloniales tempranos. Nos
referimos a los portugueses. Paraellos, el territorio misionero
desde sus primeros tiempos fueobjeto de las ms diversas miradas e
intereses. Para losbandeirantes, el atractivo misionero estaba dado
no por lacuestin territorial sino por guaranes que los jesuitas
habancongregado en lugares de fcil acceso y comunicacin. En ellargo
plazo, el movimiento bandeirante sin proponrselo seconstituy en una
vanguardia colonizadora del territorio dela Corona espaola ya que
sus acciones dejaron campo librepara la expansin luso-brasilera
hacia el Ro de la Plata. Estase proyect desde 1640 y se experiment
a partir de 1680como el producto de una empresa que colig
interesesprivados y gubernamentales (Porto, 1943). Esa empresa
sematerializ con la fundacin de Colonia de Sacramento(1680), Laguna
(1686), Ro Grande de San Pedro y SanMiguel (1737). Durante este
proceso, las misiones guaranesentraron dentro del horizonte
colonizador. Por un lado, lasmisiones jesuticas-guaranes implicaban
un potencial depoblacin y mano de obra indgena civilizada para
poblarsus flamantes colonias del actual estado de Ro Grande doSul y
concretar as los dominios sobre espacios recientementeconquistados
(Langer, 2005). Por otro lado, para losportugueses el territorio
bloqueado por las misiones era,por un lado, la principal va de
acceso a las minas de Potos, alas riquezas ganaderas de la Banda
Oriental y al Puerto deBuenos Aires y, por otro lado, el reducto
imaginario de minasde oro y plata12. Por todo ello, el territorio
oriental del Uruguay,su poblacin y sus riquezas ganaderas y sus
utpicas minasquedaron en la mira de los portugueses hasta que
finalmentese les fue concedido por un breve lapso de tiempo a travs
deuna pasajera negociacin con Espaa.
Finalmente, para los monarcas espaoles lasreducciones fueron
consideradas presidios de fronteraindispensables para frenar las
incursiones externas dePortugal e internas de los indios infieles
que debilitabanla consolidacin y estabilidad de las ciudades
espaolas.Los guaranes representaron, hasta 1750, fieles y
valientesvasallos dispuestos a proteger su territorio, sus puertos,
sus
8 Por ejemplo, la competencia entre guaranes, santafesinos,
correntinos y porteos por los recursos ganaderos de la Vaquera de
Mar, ubicada en la banda oriental del Uruguay, llev a lafirma de
una Concordia, en 1721, donde se fij una saca anual de ganado para
cada una de las partes. En el caso de los guaranes no se limit la
saca aunque se prohibi su venta a terceros.Esto no solucion el
problema ya que cada uno sigui sus propios impulsos y la Vaquera de
Mar comenz a mermar.9 En este conflicto poltico, que se extendi
durante catorce aos, varios sectores de la sociedad asuncea se
involucraron en violentos enfrentamientos armados con las
autoridadescoloniales, los jesuitas y los guaranes reducidos. En
1725, 6.000 soldados guaranes fueron solicitados por el gobernador
de Buenos Aires para auxiliar a los realistas contra los
comunerosdel Paraguay (Avellaneda, 2004).10 Los infieles se solan
arranchar en los confines de las estancias (Cardiel, 1994 [1771],
p. 159).11 Norberto Levinton en trabajos recientes analiza
histricamente la relacin charra-guaran y da cuenta de sus
precedentes misioneros y de sus perodos de alianza, convivencia y
conflicto(Levinton, 2005a; 2005b).12 Los portugueses estaban
explotando las minas de Cuyaba e imaginaban encontrar ms. As, en su
bsqueda de ms minas demoraron la entrega de Colonia de Sacramento
luego de laevacuacin de los siete pueblos orientales, en 1756, como
consecuencia del Tratado de Madrid.
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El territorio jesutico-guaran: del enfrentamiento de sentidos al
conflicto armado (1750-1761)
Histria Unisinos
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pasos y sus recursos ganaderos. Dada la ausencia, hasta ladcada
de 1760, de un ejrcito profesional, remunerado yestable, para la
Corona y sus representantes las misionesguaranes eran el nico golpe
de gente efectiva que podacontribuir con caballos, armas y otros
armamentos de guerraante cualquier acontecimiento repentino contra
losenemigos fronterizos (A.G.N., legajo 218, doc. 2761).Tanto los
Austrias como los primeros Borbones sostuvieronla importancia
defensiva de las milicias guaranes ymantuvieron sus prerrogativas
econmicas como su relativaautonoma poltica para garantirse su
fidelidad, pese a laconstante oposicin de un sector del clero y de
lasautoridades locales.
En perspectiva, el xito de las milicias guaranes en ladefensa
del territorio de la Corona espaola y del propio espaciomisionero
fue relativo, ya que no evitaron el avance de losportugueses sobre
el Ro de la Plata, ms all de la lnea deTordesillas, ni contuvieron
de forma definitiva los ataques delos indios infieles. Del primer
caso resulta paradigmtica tantola fundacin de Colonia de
Sacramento, por el gobierno centraldel Brasil, frente a Buenos
Aires, como la expansin luso-brasilera sobre el actual estado
brasilero de Ro Grande do Sul.A su vez, pese a los tratados y
armisticios firmados, losportugueses continuaron extendindose con
asentamientos yestancias en la campaa que limitaba con Colonia
deSacramento, y el contrabando se extendi a niveles
altamenteperjudiciales para los intereses de la Corona, aumentando
lasrepresentaciones que en esta materia llegaban hasta Madrid.La
falta de control sobre aquel aspecto, entre otros temas, lleva la
Corona de Espaa a aceptar la extensin de la fronteraportuguesa
hasta el Ro Uruguay, cuestin por la cual el roldefensivo que antes
tenan las misiones orientales se vaci desentido. Ellas retornaron a
la esfera poltica de la Corona solocomo objeto de negociacin e
intercambio.
La permuta de tierras y elorigen de la resistencia
En 1750, las Coronas de Espaa y Portugalacordaron, en Madrid, un
Tratado de Lmites, el primerodespus del antiguo Tratado de
Tordesillas firmado en 1493.El impulso surga bsicamente de la
situacin geopolticaeuropea. Luego de un largo perodo de guerras
entreInglaterra, Francia, Espaa y Portugal, Europa entraba en1748
en un breve estado de paz. Pero dada la situacin devulnerabilidad
de Espaa en la escena europea, FernandoVI busc aliarse con
Portugal, influido tambin por el origeny el entorno de su esposa,
Brbara de Braganza. En trminospuntuales, en el Tratado se
establecan nuevos lmites entrelos dominios de ambas Coronas en los
territorios de lascuencas del Amazonas, Orinoco y Ro de la Plata.
En lo querespecta al Plata, Portugal lograba, con el Tratado, que
Espaa
le reconociera jurisdiccin sobre los territorios que de
hechoocupaba al occidente de la lnea de Tordesillas y
obtenaaquellos ubicados entre los ros Ibicuy y Uruguay,
dondeestaban asentados siete pueblos jesutico-guaranes y partede
sus estancias. Tambin lograba acercarse legtimamenteal Ro de la
Plata. Del lado espaol, lo que se busc con esteTratado fue
recuperar el control de la navegacin del Ro dela Plata y
desarticular el contrabando que tena su base enColonia de
Sacramento. El tema central era evitar el drenajede plata del Alto
Per con el que bsicamente Inglaterra, acambio de la introduccin de
manufacturas a Buenos Aires,se beneficiaba. Por ltimo, quera
impedir que el enclavefortificado se transformara en una base
militar desde dondese proyectara una invasin inglesa. Dentro de
este contexto,el destino de las comunidades guaranes era una
cuestinmenor para la Corona espaola.
La entrega de este territorio ocupado por sietereducciones a
cambio de Colonia de Sacramento generdesconcierto entre las
autoridades locales y una lluvia decartas al Rey, advirtiendo sobre
los perjuicios de esta medida.Los jesuitas del Paraguay no salan de
su asombro a talpunto que se preguntaban si el Rey Fernando VI
habasido engaado o mal asesorado. Sin embargo, las peticionesy
reclamos no tuvieron respuestas y la orden de permuta detierras fue
reiterada. Gobernadores y emisarios reales deambas Coronas
asumieron la funcin de penetrar en el
Figura 2. El Tratado de Madrid.
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territorio de las misiones, demarcar los nuevos lmites
ysupervisar la evacuacin de la poblacin guaran, mientrasque a los
misioneros jesuitas les toc la difcil tarea deinformar el inminente
traslado a los cabildos y a los caciquesguaranes para luego
organizar el mismo.
En un primer momento, la mayora de las autoridadesindgenas de
los pueblos afectados aceptaron buscar nuevastierras, fuera de los
nuevos dominios de Portugal, pero unavez iniciada la mudanza,
empezaron los problemas. Ladificultad del traslado, la baja calidad
de la tierra disponible ylibre en la banda occidental del Uruguay,
los temores sobre eldestino de sus vidas y la de sus familias y el
apego a la tierrade sus ancestros fueron solo algunos de los
motivos quetrastocaron el animo de estos pueblos. Encendida la
chispade la resistencia, los cabildos indgenas y los
caciquesdiscordaron sobre la modalidad y el grado de resistencia
altraslado, manifestando posturas que avalaban la negociacino la
intransigencia. El punto de inflexin se produjo, en febrerode 1753,
cuando un grupo de guaranes del pueblo de SanMiguel neg a los
comisionados de demarcacin la entrada alterritorio de una de las
estancias de la reduccin. Este suceso,acaecido en el paraje de
Santa Tecla, desencaden la furia delas autoridades coloniales. El
gobernador de Buenos Aires,Jos de Andonaegui, envi una amenaza de
guerra a lasreducciones; pero para ese entonces los guaranes
estabandispuestos a defender sus tierras con las armas.
Finalmente,un ejrcito indgena, conformado por tropas de pueblos
deambas bandas del Ro Uruguay e indios infieles, conducidospor sus
caciques, capitanes y lderes de guerra, se enfrent alejrcito
luso-espaol en dos grandes batallas (Henis, [1768]1836; Nusdorffer,
1922 [1755-1756], 1969 [1752-1754])13.
Cul fue el rol de los jesuitas en el alzamiento y en
sudesarrollo blico? Al respecto, puede afirmarse que no todoslos
jesuitas se involucraron de la misma forma en los hechos. Sibien en
un primer momento los misioneros locales, a diferenciadel General
de la Orden y sus emisarios, estuvieron en contradel traslado,
despus fueron tomando posiciones particulares.En ese contexto,
algunos curas dejaron actuar a los nuevoslderes polticos indgenas
sin intervenir en la organizacinarmada14, mientras que solo un
pequeo grupo de jesuitasparticip directamente en la construccin de
la resistencia y enlos enfrentamientos blicos. Fueron aliados de
los rebeldes yesto tuvo su costo. Los prisioneros indgenas del
ejrcito real,en sus declaraciones, se volcaron contra los jesuitas
involucrados,a quienes consideraron responsables por su situacin15.
Otrosparticiparon de la defensa y reclutamiento de la artillera y
de
las tropas indgenas desde los puestos de la estancia de
SanMiguel16. Por ltimo, aquellos curas que presionaron para quela
mudanza se efectivizara fueron amenazados verbalmentepor los
rebeldes ms activos y desautorizados como lderespolticos, lo que
llev a algunos de ellos, segn cuentan loscronistas de la Orden, a
abandonar las reducciones17. Peropreviamente a que los hechos
tomaron un camino tan radicallos cabildos de los pueblos esbozaron
un conjunto deargumentaciones para legitimar la resistencia a dejar
los pueblos.Probablemente an contaban con el apoyo de la mayora
delos curas y en virtud de esto es que dispusieron de
suasesoramiento, aunque no cabe duda de que los caciques y
loscabildos conocan a la perfeccin las teoras que estabanplasmando
en sus declaraciones.
Del derecho a la resistenciaa la guerra justa
Una vez iniciada la rebelin, los cabildos de los
pueblosorientales, los caciques y sus indios consensuaron las
basespolticas de la resistencia al traslado. En la presentacin
oficialrealizada en 1753, los cabildos, con excepcin del de San
Borja,justificaron su derecho a las tierras en virtud del pacto
desujecin que tenan con el Rey espaol desde el origen de
lasreducciones (A. H. N. M., legajo 120, expedientes 31-38)18.
Acambio de someterse voluntariamente a la Corona, porintermedio de
los jesuitas, los caciques y sus parientes habanquedado exentos del
servicio personal a los espaoles, ademslograban no ser gobernados
directamente por ellos. A su vez,se les haba concedido la posesin
de las tierras heredadas desus antepasados y reafirmado el poder y
el prestigio de los jefesde familias nucleares y extensas, sumando
nuevos privilegiosy obligaciones dentro del contexto misionero.
Esta relacincontractual, con sus derechos y obligaciones, tom
formadefinitiva con la creacin de las milicias. El Tratado deLmites
de 1750 y la forma en que se impuso el trasladoimplicaron, para las
comunidades, el incumplimiento de lasbases de ese pacto y por ende
la quita de los derechosganados como sbditos de la Corona, como
cristianos y comomiembros de las milicias reales. Para los cabildos
y los caciquesla resistencia armada era una respuesta legtima a la
rupturadel pacto de vasallaje.
La primera reaccin de las autoridades fue atribuir elcontenido
de las cartas a los jesuitas en virtud de su afinidadcon la teora
escolstica sobre el derecho a la resistencia. Sin
13 Los pueblos de Concepcin, Santo Tom, Cruz, Santos Apstoles,
San Carlos, San Jos, San Javier, Yapey, Santa Mara y Santos Mrtires
prestaron tropas auxiliares en el transcurso dela guerra. Adems,
parcialidades de naciones no reducidas, que habitaban en las
proximidades del territorio de las 30 reducciones guaranes, se
sumaron a la resistencia prestando apoyocomo espas y en el saqueo
de carretas y ganado al enemigo.14 Este fue el caso de los curas de
los pueblos de San Angel y San Lorenzo (Interrogatorio tomado por
pedido del flamante gobernador de Buenos Aires, Pedro de Cevallos,
en Pastells y Mateos (1969)).15 Nos referimos a los padres Jos
Cardiel y Tadeo Henis (Declaraciones tomadas a los caciques. A. H.
N. Ch., Volumen 184, Piezas 113, 131; Volumen 426, Pieza 10; Henis,
[1768] 1836.16 Esta fue la situacin del padre Miguel de Soto (A. H.
N. M., legajo 4798/2, doc. 346, 450).17 Este fue el caso del padre
Diego Palacios de la reduccin de San Miguel (Nusdorffer, 1969
[1752-1754]).18 Cartas de indios al gobernador, julio de 1753.
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El territorio jesutico-guaran: del enfrentamiento de sentidos al
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Histria Unisinos
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embargo, esta teora tena una historia de asimilacin
yresignificacin dentro del contexto misionero. En primer lugar,la
teora contractualista, en la que se basaba el reclamo de
lospueblos, tena su raz en la escolstica medieval. Segn estateora,
la relacin de vasallaje con el Rey estaba sellada porun contrato de
obligaciones y deberes mutuos que conllevabael derecho de resistir
a la autoridad cuando esta era consideradadesptica o a desobedecer
las leyes cuando estas eran injustaspara el bien comn. Esta teora
poltica, aunque perdi fuerzaen la Pennsula Ibrica tras la
instauracin de las monarquasabsolutas, se difundi en el mundo
colonial hispanoamericano.Fueron en gran medida los jesuitas, junto
con los dominicos,quienes contribuyeron a su actualizacin y a su
difusin enAmrica. Los colegios y las universidades fueron el
mbitoprivilegiado para ello. En el caso de las sociedades
indgenas,esta filosofa poltica fue enseada en colegios de caciques
einteriorizada en el espacio de las reducciones. Por su parte,los
guaranes tempranamente interpretaron la lgica de lasprcticas
polticas basadas en estas ideas por su asociacincon la reciprocidad
vertical mantenida con sus caciques. Porlo tanto, la apelacin
indirecta del derecho a la resistencia noimplicaba necesariamente
una elaboracin tramada por losjesuitas19. Adems, estas ideas se
constituyeron en la base delos reclamos de muchas rebeliones
indgenas cuando losjesuitas ya haban sido expulsados20.
La cesin de los pueblos y su territorio a Portugal, porla Corona
de Espaa, fue vivida por los guaranes reducidoscomo un despojo no
solo de la tierra de sus abuelos sinotambin de los pueblos e
Iglesias que tenan a costa de suesfuerzo de aos de trabajo (A. H.
N. M., legajo 4798/2, doc.347). A su vez, los pueblos no conceban
la ocupacin delterritorio misionero como una cesin temporaria dada
por elRey ya que afirmaban que era, en ltima instancia, Diosquien
haba concedido las tierras a sus ancestros. Defendieronsu derecho
natural a la tierra basndose en un entramadoideolgico complejo que
daba cuenta de la incorporacin yresignificacin de un conjunto de
concepciones poltico-jurdicas de origen europeo pero en extremo
arraigadas en lasociedad colonial21. Se estaba frente a una accin
injusta eilegtima, por lo tanto eran lcitas la defensa y
resistencia contrael despojo. Como valor agregado, tenan un
particular odio yaversin hacia los portugueses ya que mantenan vivo
el dolorde sus abuelos por la prdida de tierras, mujeres y nios.
Noteman morir fsicamente en honor de sus antepasados, contra
los portugueses y en defensa de la tierra. Adems, recordabanque
los Reyes espaoles haban ordenado, aludiendo a la tierraahora
concedida a Portugal, que la cuidaran y no se las dierana otro Rey
(A.H.N.M., legajo 120, expedientes 31-38)22.Poda esta incongruencia
emanar de su Rey, de un Rey justo?
Del lado de la Corona no haba lugar a dudas. Larazn de estado
deba imponerse y los guaranes le debansujecin y obediencia. En ese
contexto, las teoras sobre elderecho natural y el derecho a la
resistencia entraban en ampliacontradiccin con el regalismo que los
Borbones y sus idelogosbuscaban imponer reforzando su dominio y
seoro naturalsobre espaoles e indios (A. H. N. M., legajo 4798/2,
doc.350). Al respecto, para la Corona espaola los hechos
suscitadostras el Tratado de Madrid no ponan en duda el dominio de
latierra, sino que centraban la atencin en el incumplimiento deuna
orden real por parte de los guaranes reducidos. El estadoborbnico
buscaba reafirmarse como estado absoluto sobre lasbases de un
estado patrimonial e imponerse como el legtimodueo de esas misiones
y de los territorios fronterizos (A. H.N. M., legajo 4798/2, doc.
348). Desde la ptica borbnica, lascomunidades indgenas solo
disponan del derecho al uso de latierra, aunque gozaran de mercedes
previas, y la Corona tenael dominio sobre las mismas. Por lo tanto,
el Rey podalegtimamente expropiarlas en casos de crmenes de alta
traicino porque el bien pblico lo exiga.
Quines rompan, entonces, las bases del pacto? Losguaranes
reducidos que no cumplan con una orden real o elRey que los
despojaba de la tierra de sus abuelos? Estacontradiccin sumaba una
complejidad indisoluble a laresistencia. Concientes de ello, los
cabildos se esmeraron poraclarar que su resistencia no era contra
la autoridad real, sinocontra una medida concreta de Fernando VI
por la cual no serespetaban los derechos adquiridos por las
comunidades23.La tierra de sus ancestros, Dios, el pacto con el
Rey, seconstituan en un complejo entramado de argumentacionesfrente
a una realidad poltica que se les impona y queactualizaba una
latente discusin sobre el poder y lajurisdiccin real y sobre la
naturaleza del estado colonial.
Por su parte, la Corona y sus representantes localesjustificaron
la guerra contra los pueblos en base a aquellasviejas teoras de
origen medieval que acompaaron lareconquista espaola contra los
infieles moros y que fueronactualizadas para legitimar la conquista
americana24. Lasteoras de la guerra justa sistematizadas por
sujetos como
19Aunque puede intuirse que sus enseanzas fueron fundamentales
en el conocimiento de estas teoras y que los jesuitas pudieron
tener cierta participacin en la redaccin de los documentosdado la
equiparidad de contenidos entre las cartas de los cabildos y las
cartas de jesuitas como Jos Barreda (Carta de Joseph de Barreda,
comisario del gobierno del Per al padre confesorFrancisco Rabago,
A. H. N. Ch., Volumen 202, Pieza 2).20 En este aspecto el
alzamiento guaran antecedi a la rebelin general de Tupac Amar, en
cuyo programa tambin se asoci el recorte de derechos previamente
adquiridos con la rupturadel pacto colonial. Pero en este caso el
derecho a la tierra estaba asociado con el pago del tributo al Rey
(Madrazo, 2005; Peralta Ruz, 1996).21 Estas argumentaciones
formaban parte del entramado e intrincado derecho colonial y eran
ampliamente utilizadas por los jesuitas y los guaranes en el mbito
de los conflictos por tierras,incluso entre pueblos misioneros.
Vase para este ltimo el trabajo de Levinton (2005b).22 Cartas de
indios al gobernador, julio de 1753.23 Segn los cabildantes de San
Lorenzo, el Rey de Espaa Fernando VI quiere perder el amor que su
padre tuvo a Dios es por ventura enemigo de sus vasallos (A. H. N.
M., legajo 120, expediente 31b).24 Pese a las condenas de los
dominicos Bartolom de las Casas, Antonio de Montesinos y Bernardino
de Minaya que tuvieron sus frutos en la Bula Sublimis Deus (1537).
En este documentoel papa Pablo III declara que los indios tienen
derecho a su libertad, a disponer de sus posesiones y a la vez
tienen el derecho a abrazar la fe, que debe serles predicada con
mtodos pacficos,evitando todo tipo de crueldad (Hera, 1992).
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Juan Gins de Seplveda, entre otros, alimentaron yjustificaron la
esclavizacin o exterminio de los grupos quese resistieran al
dominio y al vasallaje real25. Reemplazado eltrmino conquista por
el de pacificacin, paradjicamente laguerra fue el principal medio
de incorporacin de los llamadosindios infieles al orden colonial o
de sujecin poltica de loscatalogados como rebeldes. Dentro de esta
lgica, soloquienes aceptaban sin conflictos reducirse a la vida
cristianay sujetarse al dominio colonial dispusieron del derecho a
sertratados como hombres libres. Pero este estatus una vezadquirido
no se mantena inclume. Y quienes haban sidofieles vasallos podan
dejar de serlo ante acciones condenadascomo crmenes de lesa
majestad.
En el episodio estudiado, estas teoras cobraronlamentable
vigencia. En esta lnea, para legitimar la guerracontra los pueblos
orientales, quienes se resistieron altraslado y a la prdida de sus
tierras fueron declarados nadamenos que rebeldes, traidores,
infieles, desleales ydesobedientes vasallos que deban ser
castigados con lasatrocidades de la guerra. Y todo ello para que
sirva deescarmiento a todas las Amricas y no quede memoriade gente
tan perversa que no merece el patrocinio de ningnmonarca de la
tierra (A. H. M. Ch., vol. 202, pieza 12)26.Viejas teoras, nuevos
contextos. La ideologa borbnicacontra la resistencia era
contundente y anticipaba la polticade asimilacin o exterminio de la
sociedad indgena, enrelacin con los intereses de la elite colonial
y de losrepresentantes de la Corona, a partir de antiguas
teorasresignificadas bajo el absolutismo ilustrado y en virtud
delos mltiples intereses polticos y econmicos sobre las
tierrasmisioneras y sus habitantes.
Consideraciones finales
Las reducciones guaranes y sus milicias fueronconsideradas por
mucho tiempo como un valuarte para laregin platense, por su funcin
defensiva y por sus riquezasproductivas y comerciales. Este
reconocimiento comenz aalterarse, en las primeras dcadas del siglo
XVIII, ante laexpansin misionera sobre reas ricas en recursos
ganaderosy agrcolas y por el recorte de oportunidades que
elloimplicaba para los vecinos de las gobernaciones del Ro dela
Plata y del Paraguay como para los grupos nmades de laBanda
Oriental. Por su parte, para los portugueses quehaban emprendido
una firma expansin sobre el Plata lasreducciones significaban por
su aspecto territorial un estorbo,mientras que por sus recursos
humanos un atractivo. Porltimo, para la Corona espaola que ya no
vea los rditosdefensivos de las milicias guaranes y, por el
contrario, solo
se encontraba con una lluvia de reclamos y representacionespor
la extensin del contrabando de Colonia de Sacramentoy por las
supuestas riquezas de los jesuitas del antiguoParaguay, difundidas
por los actores locales, no dud entrasformar a los pueblos guaranes
en objeto de cambio ensus negociaciones internacionales con
Portugal. Con la firmadel Tratado de Permuta, la Corona y sus
representantes noevaluaron ni consideraron suficientemente las
implicanciasque poda ocasionar el traslado de 30.000 guaranes, ni
seprevinieron para evitar los perjuicios que esto podraconllevar si
no encontraban nuevos asentamientos. En unaactitud poltica propia
del despotismo de los Borbonesespaoles, simplemente se orden el
traslado de la poblacinde los siete pueblos o su permanencia en el
lugar sin derechoa la posesin fsica de sus reducciones.
En un primer momento, el desconcierto rein en lospueblos cuyos
cabildos y caciques aceptaron, en su mayora,iniciar la mudanza
hacia el margen occidental del Uruguay.Pero en contacto con las
dificultades de la misma y con losmltiples rumores que corran sobre
su destino y el de sustierras, regresaron a sus pueblos y armados
impidieron laentrada al territorio misionero de los comisionados
ydemarcadores enviados por las Coronas respectivas. Qulos hizo
cambiar? El punto desencadenante fue la falta detierras accesibles
para el traslado, lo cual implic una primeratoma de conciencia de
que la poltica real conllevaba unadesproteccin y un recorte de
derechos previamenteadquiridos como milicias del Rey y, aunque
afectabandirectamente solo a algunas misiones, drenaba las bases
desupervivencia y expansin del complejo misionero. Losguaranes
reducidos se haban definido histricamente comovasallos del Rey
espaol, en gran medida, por la existenciade un enemigo comn: los
portugueses. Tras el Tratado deMadrid y la alianza, aunque
temporaria, entre las Coronasibricas en menoscabo de las misiones,
la relacin contractualcon el Rey espaol qued jaqueada, y tras
argumentar lalegitimidad de la resistencia se reafirmaron y se
acordonaronen su territorio oriental de las misiones, constituyendo
unbreve autogobierno que se prepar para la guerra. Por suparte,
frente al incumplimiento de las rdenes reales sedespleg toda la
artillera disponible. Y detrs de la guerrajusta vinieron los caones
que silenciaronmomentneamente a los pueblos guaranes.
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25 Las teoras sobre la guerra justa y sus aplicaciones merecen
una atencin pormenorizada. En este trabajo solo son esbozadas para
interpretar los sentidos en pugna sobre los derechosa la
resistencia, por un lado, y la legitimidad de la guerra, por el
otro, que unos y otros argumentaron.26 Carta del gobernador de
Buenos Aires Joseph de Andonaegui a Mathas Strobel, superior de las
Misiones. Buenos Aires, 12 de mayo de 1753.
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El territorio jesutico-guaran: del enfrentamiento de sentidos al
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Submetido em: 25/06/2007Aceito em: 10/07/2007
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