1 LAS VOCES DE LOS FALSOS POSITIVOS: MEMORIA DEL CONFLICTO LAS CARAS DEL HORROR OMAR ANDRÉS VÁSQUEZ OCAMPO MELISSA ANDREA DE LA HOZ PIMIENTA Trabajo de Grado para Optar por el título de: Comunicador(a) Social –Periodista Director Pedro Valenzuela Gruesso PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE COMUNICACIÓN Y LENGUAJE CARRERA DE COMUNICACIÓN SOCIAL Y PERIODISMO BOGOTÁ DC 2013
This document is posted to help you gain knowledge. Please leave a comment to let me know what you think about it! Share it to your friends and learn new things together.
Transcript
1
LAS VOCES DE LOS FALSOS POSITIVOS: MEMORIA DEL CONFLICTO
LAS CARAS DEL HORROR
OMAR ANDRÉS VÁSQUEZ OCAMPO
MELISSA ANDREA DE LA HOZ PIMIENTA
Trabajo de Grado para Optar por el título de:
Comunicador(a) Social –Periodista
Director
Pedro Valenzuela Gruesso
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE COMUNICACIÓN Y LENGUAJE
CARRERA DE COMUNICACIÓN SOCIAL Y PERIODISMO
BOGOTÁ DC
2013
2
Reglamento de la Pontificia Universidad Javeriana
Artículo 23
“La Universidad no se hace responsable por los conceptos emitidos por los alumnos en sus
trabajos de grado, solo velará porque no se publique nada contrario al dogma y la moral católicos
y por que el trabajo no contenga ataques y polémicas puramente personales, antes bien, se vean
en ellas el anhelo de buscar la verdad y la justicia”.
5
FORMATO RESUMEN DEL TRABAJO DE GRADO CARRERARA DE COMUNICACIÓN SOCIAL
Este formato tiene por objeto recoger la información pertinente sobre los Trabajos de Grado que
se presentan para sustentación, con el fin de contar con un material de consulta para profesores y
estudiantes. Es indispensable que el Resumen contemple el mayor número de datos posibles en
forma clara y concisa.
FICHA TÉCNICA DEL TRABAJO
Autor (es):
Nombre(s): MELISSA ANDREA Apellido(s): DE LA HOZ PIMIENTA
2. Las madres que siguen sin justicia.....................................................................................................Pág 19
2.1 Una borrachera que no deja vivir
El caso de La Paisa................................................................................................................................Pág 22
2.3 Un sábado que no acaba
El caso de Elvira Vásquez.....................................................................................................................Pág 25
2.4 De un pantalón grande a una fosa común .......................................................................................Pág 27
3. Impunidad y fuero penal militar........................................................................................................Pág 28
3.1 Amenazas y renuncia al proceso......................................................................................................Pág 29
3.2 ¿Fue la respuesta a la guerra o un paño de agua tibia?....................................................................Pág 30
hecho hasta ahora en materia de „falsos positivos‟ haya sido suficiente. Ese es un término que no
dimensiona la problemática que golpeó al país”.2
En uno de sus informes de 2012 el centro de investigación confirmó que hay registrados 9 casos
de falsos positivos durante la presidencia de Santos. Mauricio García Durán, director del Cinep, y
el padre Javier Giraldo, coordinador del Banco de Datos, concluyeron que “se ven disminuciones
en el gobierno Santos, sí, pero el punto es que estas prácticas no se han acabado. Y deberíamos
preguntarnos por qué no se han acabado. Son la muestra de lo deteriorados que están la ética y
la moral pública”.3
En Abril de 2012, el vocero del MOVICE –Movimiento de Víctimas de Estado- Iván Cepeda,
aseguró que en lo corrido del año se presentaron 69 casos de ejecuciones extrajudiciales,
aseveración que el Ministerio de Defensa negó categóricamente. Cepeda también dijo que de
1100 procesos solo 72 han ido a juicio. En un reciente informe de la fiscal de la CPI –Corte Penal
Internacional- se dijo que si no hay cambios importantes en la política penal colombiana este
organismo procederá a actuar.
Los casos de homicidios en persona protegida, como también son denominados estos hechos,
poco a poco visibilizan errores en el Ejército y en instituciones como el INPEC, la Fiscalía y
Medicina Legal, entre otros. La justicia penal militar es quien investiga y sanciona la mayoría de
estos casos; esta puede entenderse como “una jurisdicción especializada que se encarga de la
investigación y juzgamiento de hechos relacionados con el servicio, cometidos por miembros de
la Fuerza Pública en actividad”, de acuerdo con lo establecido en el Código Penal Militar, Ley
522 de 1999. Sin embargo, sectores de la opinión pública consideran que ese tipo de justicia
oculta la verdad, promueve la impunidad y no juzga de manera objetiva.
El excandidato presidencial Antanas Mockus refirió en el debate público en City Tv del 4 de
junio de 2010 que había responsabilidad política por no haber tomado los correctivos necesarios
en estos casos. El político también señaló para la Revista Semana “sigo pensando que no veo
responsabilidad penal, pero sí moral”, cuando se le interrogó por los líderes a cargo en el
Gobierno. Aunque aseguró que era necesaria la intervención de la justicia internacional como
subsidiaria si las instituciones colombianas fracasaban en su intento por esclarecer los hechos.
La Corte Suprema de Justicia ha reconvenido en repetidas ocasiones a la justicia penal militar
porque dejó impune hechos por falta de investigación. “Es evidente pretensión de impunidad”,
señaló la Corte, que además se refirió a supuestos enmascaramientos de los casos para lograr ese
cometido.
2 “Comunicado del CINEP/PPP ante afirmación de Juan Manuel Santos”. (2010) [En línea],
consultado 4 de abril de 2013. Disponible en: http://cinep.pasosdejesus.org/node/809 3 “En Colombia no se han acabado los falsos positivos”. (2011) [En línea], consultado 4 de abril
Para junio de 2012, el director de Human Rights Watch para las Américas, José Miguel Vivanco,
catalogó como retroceso en el Estado Social de Derecho la reforma que ampliaría el fuero militar.
En enero de 2012 el entonces Ministro de Justicia y del Derecho, Juan Carlos Esguerra, afirmó
que “el artículo del fuero militar seguirá formando parte del proyecto de Reforma
Constitucional a la Justicia que cursa en el Congreso”. Los principales opositores aseguran que
este proyecto garntizaría la impunidad en las equivocaciones de la fuerza pública.
En 2013 una nueva propuesta ha encendido mucho más las alarmas, pues ciertas imprecisiones
que serán objeto de análisis en esta tesis y delimitaciones inconsistentes podrían asegurar la
impunidad de los casos. Hecha la ley, hecha la trampa. Según Ariel Ávila, investigador del
Centro Nuevo Arco Iris, con la reforma al fuero penal militar el presidente Juan Manuel Santos
estaría gestando la posibilidad de que los militares se traguen los sapos del proceso de paz que se
adelanta en La Habana, Cuba, con el grupo criminal de Las Farc.
Las familias de las víctimas han sido amenazadas, pero no denuncian por miedo a posibles
retaliaciones, lo que dificulta verdaderamente establecer un número entero. También se presentan
situaciones de múltiples amenazas que solo se denuncian una vez por la poca efectividad que
recibieron en su primer acercamiento a la justicia. Esos son los casos de la totalidad de las
familias de los falsos positivos de Soacha, por ejemplo. Estas madres, cinco años después del
escándalo en ese municipio cundinamarqués, siguen exigiendo justicia por la muerte de sus hijos.
No solo las víctimas han sido presionadas para que callen y no insistan, sino que han sido de
conocimiento de la opinión pública casos de jueces que han recibido acciones intimidantes. El
caso del juez primero penal de Cali, Víctor Flower Ortiz –encargado de condenar a nueve
militares por falsos positivos en esa ciudad-, es el reflejo de todos los que suceden
frecuentemente en el país, que más tarde terminan en solicitudes de protección a sus vidas ante el
Gobierno y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Es poco el conocimiento o el
registro que se tiene porque la mayoría no denuncia oficialmente.
Esta tesis surgió en medio de la impotencia de sus realizadores frente a una realidad que no
conmueve ya, que no vende las primeras planas de periódicos y los titulares de los noticieros.
Esta realidad que aún permea la actualidad merece una investigación exhaustiva, pero más allá de
revelar es importante revivir, recordar, analizar, y desde el periodismo hacer memoria, ser lo que
el periodista colombiano Hollman Morris muy bien llama „testigo incómodo‟.
Acompañar los procesos tras años del suceso, entender cómo se han logrado “tramoyas” para que
los falsos positivos no encuentren verdad, incluso cómo las familias han sido sometidas al olvido
es nuestro principal interés.
19
Las madres que siguen sin justicia
Soacha ha sido considerado como un espacio de peregrinación de víctimas de la violencia. El
desplazamiento forzado que han vivido los colombianos, producto de los enfrentamientos en el
campo, ha provocado que campesinos y poblaciones vulnerables se vean obligadas a buscar un
lugar donde puedan asentarse sin el riesgo latente de perder lo poco que tienen o de convertirse
en víctimas del fuego cruzado.
Ese es el caso de algunas de las madres que empezaron a ser visibles, infortunadamente también
por un episodio de violencia, este quizá más degradado y monstruoso. En 2008 el país y el mundo
fueron testigos de una serie de revelaciones que apuntaban a que miembros del ejército de
Colombia, organismo destinado a la defensa del territorio y por ende de sus ciudadanos, habían
asesinado a civiles para ser presentados como bajas de combate. Esos muertos que eran
posteriormente asignados en fosas comunes, la tropa los mostraba como guerrilleros.
Incluso los medios de comunicación entraron en la lógica del parte oficial del Ejército y en las
primeras noticias el país seguía afianzando una falsa sensación de seguridad, uno de los
propósitos más fuertes de la política de seguridad democrática del expresidente Álvaro Uribe
Vélez. Miembros de las „águilas negras‟, combatientes de Las Farc o de la delincuencia común
fueron abatidos por el Ejército, pensaban los colombianos. Los periodistas en su afán por
comunicar se olvidaron del valor de la investigación y fue ahí donde las madres de Soacha
empezaron a tener un rol mucho más impactante.
La búsqueda de la verdad hizo que estas mujeres empezaran a buscar en medicina legal, en la
Fiscalía, la defensoría del pueblo, la personería, en donde fuera posible explicaciones sobre el
paradero de sus hijos desaparecidos. Una de las imágenes más fuertes de una madre que reconoce
que su hijo es uno de esos supuestos guerrilleros en una fosa común y rompe en llanto, primero
por confirmar su muerte y segundo porque en sus propias palabras “no era ningún guerrillero”,
hizo que empezaran las preguntas y cambiara el relato. Fue ahí cuando el olfato de los periodistas
empezó por fin a oler la verdadera historia, hechos que aún saben a mierda.
Los medios de comunicación cambiaron sus titulares. Hablaban de un término que pronto se
popularizó y que daba cara al término legal de homicidio en persona protegida: “falsos
positivos”, que de alguna manera era más impactante y de mayor recordación, por lo que empezó
a calar en ciertos sectores de la opinión pública. Un eufemismo que a lo mejor no dimensionaba
el horror pero que por lo menos causaba curiosidad.
Sin embargo, cuando el país pidió explicaciones, las respuestas fueron vagas, incluso
desesperanzadoras para las víctimas. El entonces fiscal general de la Nación, Mario Iguarán
Arana, aseguró que no habían ido precisamente a recoger café, declaraciones que más tarde
fueron replicadas a viva voz por el expresidente Álvaro Uribe.
20
La presión de los medios, de las organizaciones de derechos humanos, incluso de la sociedad
civil que para entonces estaba bastante alarmada por los hechos, hizo que Uribe y el entonces
ministro de defensa, Juan Manuel Santos, hoy presidente de Colombia, tomaran decisiones en la
tropa, sacando del cargo o como se conoce en el argot popular, “dando de baja” a algunos
generales del Ejército, por acción u omisión.
Aunque en declaraciones del mismo José Miguel Vivanco, director de Human Rigths Watch,
organización defensora de derechos humanos, se develó el poco interés de Juan Manuel Santos y
del mismo Uribe por evitar los hechos. Vivanco asegura que Uribe se negaba a aceptar esa
“prevención” de la que le alertaban. Según él, era un acto de desprestigio internacional contra su
tropa y de desconocimiento de la guerra que ganaban. Según el mismo director de la
organización, el expresidente se molestaba mucho cuando se le hablaba del tema.
Desde entonces las historias, los relatos y el acompañamiento de los medios fue notable. Sin
embargo, la justicia no ha ido de la mano del conocimiento de los casos; por el contrario, se ha
mostrado lenta y torpe en las sanciones correspondientes a los culpables.
Hoy, tras cinco años del escándalo en Soacha, se habla de más de 3000 casos en todo el país, una
cifra que como bien lo refiere el representante y director del Movimiento de Víctimas de Estado –
Movice- Iván Cepeda, no es exacta. Son muchos los casos que se registran día a día y muchos
también los que no se denuncian por miedo a retaliaciones. Y es que pelear contra el Estado no es
tarea fácil.
El ejemplo de la impunidad que se asoma o de una justicia inoperante es que tan solo en los
hechos más visibles, los de Soacha, hay un caso fallado: el de un joven especial, Fair Leonardo
Porras, que fue arrebatado de los brazos de su madre para volverse polvo que no importa en una
zona lejana del país, en Ocaña, Norte de Santander.
Tras un poco más de 4 años del insuceso, las madres de Soacha se encuentran divididas. Tres
madres, a la cabeza de Luz Marina Bernal, madre de Fair Leonardo Porras, parecieran estar
distantes del resto de madres. Aunque se han conformado como una organización y se habían
apoyado mutuamente, lo cierto es que ahora la situación no es la mejor.
Luz Edilia Palacio, “la paisa” como es conocida en Soacha, pareciera ser la cabeza de ese grupo
de familias inconformes porque no ven el dinero, los premios o las invitaciones que recibe este
otro grupo de madres. “La paisa” lanza fuertes acusaciones como “ellas están haciendo negocio
con nuestros hijos finados”.
Situación que no tuvimos en cuenta en la realización del documental, ya que no es nuestro interés
ahondar en los disgustos de las víctimas. Si bien es cierto que ya son especialmente vulnerables,
no viene bien aprovecharse de una situación que puede ser momentánea. Sin embargo, hacemos
21
hincapié en esta tesis escrita, pues fue parte del aprendizaje de dicha realización, entender que las
familias de las víctimas también son seres humanos, con intereses, con dolores, con peleas.
Quizá la poca celeridad en los casos, las trabas en los juicios, los constantes cambios de juez que
terminan siendo un nuevo comenzar han hecho que la desesperanza se apodere de ellas. Mientras
realizábamos la investigación las madres convocaron a una reunión para aclarar los disgustos, ya
que se había pronunciado el distanciamiento tras el documental del programa de RCN televisión
“Pirry”.
En dicho documental se muestran las imágenes de algunas madres que fueron a Barcelona a
recibir un premio que también traía consigo dinero por la labor de paz y de búsqueda de justicia
que venían realizando. Sin embargo, como ya se ha dicho, esas madres no tuvieron en cuenta al
resto del grupo y hasta la fecha no habían dado cuenta de lo que recibieron.
Pero lo más drámatico de sus casos es ver sus condiciones hoy. No solo es extrema pobreza, sino
que a esto se ha sumado la soledad. Carecen de un proyecto de vida. Suele pasar que los padres
pierden sus proyectos y metas y los hilan a los de sus hijos. Cuando sus hijos mueren en
condiciones como estas también sus madres parecieran irse. Hoy algunas de ellas hablan
fuertemente y dicen que preferirían estar muertas, pero mientras no haya justicia no podrán
descansar en paz. La búsqueda por limpiar el nombre de sus “pequeños” puede darles la fuerza
que ni siquiera la carestía de un plato de comida puede quitarles.
Visitarlas y ver que algunas de ellas les hablaban a sus plantas, cambiaban de ánimo rápidamente,
ver su preocupación, nos hizo consultar a una experta psicóloga de conflicto. Claudia Tovar, de la
Universidad Javeriana, nos explicó que es necesario hacer el duelo, pero no es posible para ellas
puesto que no han logrado estar en paz consigo mismas. Sus hijos aún son vistos como
delincuentes y eso no les permite conciliar en muchos casos ni siquiera el sueño.
Episodios como flash backs, ansiedad, cambios repentinos de temperamento, pesadillas, entre
otros, se manifiestan en algunas de ellas. Pero su esfuerzo loable porque no olviden los
colombianos sus casos y por encontrar verdad hizo que nos interesamos mucho más en hacer
memoria como un ejercicio de resarcimiento con ellas, de acompañamiento a sus casos.
Una forma de sanear a las víctimas es reconocerlas y acompañarlas en los procesos para
esclarecer los hechos. Investigaciones epidemiológicas han demostrado que ser víctima de
violencia extrema provoca cuadros sintomáticos en aproximadamente un 25-40% de las víctimas.
Los hechos traumáticos provocan generalmente síntomas de ansiedad y depresión, junto con un
grupo de indicios específicos que se han unificado en el denominado síndrome de estrés post-
traumático. Estas personas tienden a evitar pensar, actuar o sentir en relación con lo ocurrido.
Además de una evitación cognitiva y conductual de todos los estímulos asociados con lo
acaecido, una especie de anestesia afectiva que dificulta captar y expresar emociones íntimas.
22
Estos son los hechos que marcaron la vida de tres de estas familias de Soacha; nos centraremos
en la realidad de Luz Edilia Palacios, Idaly Garcerá y Edilia Vásquez.
UNA BORRACHERA QUE NO DEJA VIVIR
El caso de La Paisa.
En 2011 conocimos a Luz Edilia Palacio. “Estamos en confianza chinos, díganme La Paisa, así
me dicen todos”. Sonrío. De inmediato supimos que tras ella había más que una historia triste.
Cuando la vimos por primera vez nos llamó la atención que no parecía una víctima del conflicto
colombiano, no bajaba nunca la mirada, siempre nos veía a los ojos con algo de rabia eso sí, y
hablaba fuerte. La Paisa ha sido una mujer que a pesar de tanto dolor ha aprendido a sonreír.
Abril de 2013. Habíamos entrado a la casa de La Paisa que los fines de semana hace las veces de
bar de pueblo en Soacha. Su esposo, padrastro de sus 5 hijos, había quedado al mando mientras
nosotros grabábamos parte del documental “las caras del horror”. De repente, las lágrimas que
había derramado mientras filmabamos se fueron; entró una fiera a apoderarse de su territorio.
Un joven tendido en el piso, algo ebrio y sangrando, una mujer del barrio lloraba al lado del que
según ella ya era un cadáver, un grupo de espectadores comentaba la escena. Un grito irrumpió
“malparidos ¿qué pasó?, levántese hombre, tráigame agua y café, quítese de ahí y deje de
chillar”.
Se había ido por completo la madre de Soacha, esa que hemos visto reiteradamente en los medios
de comunicación; estaba ahora la dueña del chuzo dando órdenes y apoderada de lo suyo. La
Paisa levantó al joven, lo curó y lo llevó hasta su cama hasta que una mujer costeña, seguramente
la madre del ebrio, se lo llevó.
Entonces apareció la mujer, la matrona inquiriendo a su marido: “es que él es una gueva
completa, se me mata ese man en el baño y viene la polícia y la que se arma y a parte todos esos
pendejos viendo ahí en vez de ayudar, no, yo no lo puedo dejar a él solo ni un segundo”. Nos
sorprendía ver el carácter con el que Luz Edilia hacía respetar su casa.
Dista mucho de la madre que vimos por primera vez en un salón comunal de Soacha, lejos de su
casa, y en el rol materno victimizado por el Ejército de Colombia. Es indudable que ha aprendido,
que no se deja de nadie, pero se mantiene en una frase que le hemos escuchado a viva voz en
cada documental en el que participa, en cada entrevista que da: “así me maten voy a limpiar el
nombre de mi hijo”.
Luz Edilia tuvo cinco hijos. Uno al parecer lo mataron los paramilitares, lo que obligó a huír de
su tierra y convertirse en una de tantas desplazadas por la violencia en el país. Llegó a Soacha y
23
se estableció en una casa con polvo por piso. Pero sobrevivía con sus hijos, hasta que en 2008
una nueva desgracia llegó a su familia.
En una loma de Cazucá, un sector conflictivo y peligroso cercano a Soacha, estaba La Paisa.
Mientras ella buscaba la forma de ganarse unos pesos como empleada de servicio, su hijo Jader
Andrés Palacio había desaparecido. Pero se enteró 8 días después.
El 25 de agosto de 2008 recibió una llamada de otra de las madres, que le advertía que un
familiar la había llamado para decirle que su hijo estaba en un reporte de medicina legal con dos
jovenes más, que aparecían como N.N, que lo había visto en un computador, muerto. Pero lejos
del susto y la preocupación La Paisa no entendía lo que pasaba.
Media hora más tarde su hijo menor la llamó. Rondaban las 7 de la noche. Le pidió que se fuera
para el barrio. “Amá, véngase, que hay una noticia donde dicen que a los muchachos se los
llevaron y que Andrés se lo llevaron y que lo mataron en Ocaña. Entonces yo le dije a mi hijo,
¿Cómo así Ocaña, dónde es eso? ¿Y a él quién se lo llevó? ¿Pero por qué? Yo me volví loca en
ese momento”.
Los vecinos de Soacha encendieron uno a uno las luces para descubrir lo que pasaba afuera.
Cuando Luz Edilia llegó al barrio solo se escuchaban sus gritos y lamentos: ¿Dónde está?
¿Alguien lo ha visto? Nadie podía darle respuesta.
Cansada de buscar explicaciones en puertas, establecimientos y lugares que su hijo frecuentaba,
decidió finalmente a las cuatro de la mañana ir a medicina legal a exigir que le dieran razón del
combate del que ya otra madre le había dado explicación. Encontró un calambre por todo el
cuerpo que la dejó en silencio. Ahí estaba otro de sus hijos, el más querido, el ejemplar, muerto.
Al amanecer del siguiente día buscó en la Personería de Soacha. Tal vez por lo temprano no
encontró al personero; se dirigió entonces a la Fiscalía, pero su nerviosismo, su intranquilidad, su
dolor, hacían que los otros la vieran como una loca. Ella solo pedía explicaciones: “¿Por qué el
Ejército me lo mató?
Radicó la denuncia en el CTI. Ahí, esperando a ejercer su derecho, tenía un sinnúmero de
preguntas. ¿Por qué se había ido sin decirle nada? Más tarde llamó a su familia en Medellín,
quienes le aconsejaron ir a Ocaña a enterrar a Jader. Sin embargo, no aceptó: “dicen que los
militares están pasando a los muchachos como guerrilleros, ¿qué tal que me maten a mí
también?
Prefirió dormir, estaba cansada, no era precisamente el mejor de sus días. Al despertar habló con
la esposa de su hijo, quien se encontraba todavía embarazada, en el último mes de gestación.
Ambas tomaron fuerzas y recorrieron las calles pidiendo dinero para poder ir por su hijo a Ocaña.
No tenían cómo pagarle a una funeraría semejante gasto.
24
Tras un viaje que prefiere no recordar pudo finalmente enterrar a su hijo en Campos de Cristo,
cementerio adjunto al municipio de Soacha. Nos reiteró que “ahí no se presentó ninguna ONG,
que ahorita sí se presentan para llevar a las mamases a viajes para hacer cosas, ahí no, en ese
momento no apareció nadie”.
Su hijo, que buscaba cualquier trabajo informal, que solo tenía la esperanza de ganarse la lotería
o de salir adelante para poder comprarle un „rancho‟ más digno, se había ido dejándole la
responsabilidad de la crianza de Andrés Palacio, su nieto.
Ha sido para Luz Edilia una tragedia muy dolorosa, puesto que otro de sus hijos ha crecido
alimentando un rencor peligroso por policías y miembros del ejército. Este joven recientemente
tuvo un accidente que lo incapacitó: un carro lo arrolló y casi pierde su brazo derecho. Una mano
menos trabajando en casa. Su hija se partió la pierna derecha en tres partes. Así que La Paisa
olvidó la posibilidad de estar fuera de casa y buscó una nueva opción para vivir.
Montó una especie de bar en su hogar, nadie más que ella tiene el carácter para lidiar con los
borrachos, y aunque pudiera embriagarse y acabar con el producido, solo toma cervezas de forma
moderada, cada una y todas en nombre de la justicia por el caso de su hijo.
Quizá una indemnización por parte del Estado colombiano sea vista por muchos como una forma
de darle valor económico a su hijo. Pero lejos de esto sería una forma de solventar y darle
tranquilidad a la vida de La Paisa que ve crecer a su nieto en medio de imposibilidades, de
pobreza y de preguntas del pequeño sobre la muerte de su padre.
Y aunque a veces se sienta a ver y conversar con los borrachos de siempre que llegan a alimentar
su necesidad de escapar de la realidad, y aunque de vez en cuando quisiera estar en esa posición,
huyendo de sus problemas, mitigando el dolor, sabe que a su lado tiene un motor de vida, su nieto
Andrés, que hoy le da fuerzas para soportar.
La firma de abogados Javier Villegas Posada lleva el caso del hijo de La Paisa. En 2011
curiosamente era ella la que anunciaba lo que venía sucediendo en los juicios: “cada que hay
audiencia ellos buscan una estrategia, llega un abogado nuevo, entonces el nuevo tiene que
estudiar todo, ese es el pretexto de ellos, nosotros hemos hablado mucho sobre eso”, Y ese
pensamiento que despertaba sospecha en Luz Edilia al parecer no es tan errado, ya que en este
año volvieron a cambiar al juez que llevaba su caso. Un asunto que vuelve a encontrar una
dilatación odiosa.
Las preguntas de Luz Edilia no son las de una madre débil que ve al gobernante de turno con
respeto y sumisión. En la entrevista de 2011 le pidió al presidente Juan Manuel Santos hacer
memoria: “En qué asilo tiene al doctor Uribe y al general Padilla, para que se reúnan los tres y
hablen para ver qué pasó en el caso de los mal llamados falsos positivos”.
Se instituyó por parte de los medios y la opinión pública el término “falsos positivos”, que no es
otra cosa que un eufemismo. Sin embargo, La Paisa siente que es una forma de recordación. Si
25
bien es cierto que muchos han olvidado los casos y los vieron como anécdotas de guerra, los
pocos que tienen memoria se acercan gracias a eso: “si nos ponemos a decir que las ejecuciones
extrajudiciales la gente queda neutra. Ya todo el mundo dice que los mal llamados falsos
positivos de Soacha. Aunque ese es un nombre que no debería sonar, pero ya toca así”.
Ha recibido panfletos y ha visto situaciones raras que denunció, pero al ver la poca ayuda que
recibió decidió seguir luchando por su cuenta: “no tenemos apoyo del Gobierno, la única ayuda
de nosotros es mi Diosito que nos ampare y nos favorezca. Pero nosotros estamos peleando
contra el Gobierno, después de que maten a algún familiar de nosotros qué. Matado se quedó y
ya. Como si nada pasara”.
Tal vez los recuerdos negativos en Soacha hacen que La Paisa piense en irse; si tuviera quizá los
medios para hacerlo, no viviría cerca de los recuerdos que tanto daño le hacen: “Yo quisiera
salirme de Soacha, ¿pero para dónde pega uno?, yo soy una de las que más ha peleado con la
reubicación, no entramos en el plan de reubicación, ¿qué hacemos? No podemos hacer nada
porque no tenemos quien nos apoye”.
Huir, de cualquier forma, tratar de pensar en su hijo no como el que yace bajo tierra, sino en el
que la abrazaba el día de las madres, le decía cosas bonitas, la besaba, la acariciaba, el que le
prometía un ranchito para vivir los últimos días de vida. Ese malestar de tener a su lado las calles
que su hijo recorrió de joven, las polvaredas donde un balón de fútbol se paseaba entre las piernas
de los niños jugadores, ese mismo que se estrellaba en una ventana vecina de donde salía una
mujer furiosa a pedir que le pagaran el daño.
No podríamos explicar lo que es ser madre, pero sí lo que es ser hijo. Y tal vez pensar siquiera en
los recuerdos que día a día tiene Luz Edilia y saber que su hijo fue una cuota para una salida
espóradica un fin de semana de un militar criminal o una cuota para un ascenso ¿qué tanta rabia
podría sentir?
Y la borrachera que ve en sus clientes no es tan fuerte y no tiene consigo el “guayabo” emocional
con el que esta mujer se levanta todos los días. Imaginen la peor resaca; tal vez ese malestar no es
ni siquiera comparable con el dolor de esta madre a la que un día el Ejército le quitó su hijo.
UN SÁBADO QUE NO ACABA
El caso de Elvira Vásquez
27 de abril de 2013. Es sábado. El sector de la 85 en Bogotá ve a todas luces a jóvenes inmersos
en alucinógenos, en alcohol, en derroche, sonrisas, peleas entre novios, lágrimas por un amor no
correspondido. Cualquiera es la excusa para desahogarse. Freud llamaba a esos momentos
escapes de la realidad. Poder huir por un momento del sufrimiento propio de la vida. Pero esos
adolescentes en su mayoría no podrían comparar su estúpidez moméntanea pero justa ante la
realidad de una madre que vio cómo su hijo salió de casa un sábado de 2008 para nunca más
volver.
26
Un sábado es un día deseado por muchos, las familias salen a pasear, van a comer, comparten,
nos quedamos en casa viendo películas, pasando el tiempo, descansando. Mientras cumplimos
con nuestra rutina, Elvira en Soacha pasa sus manos sobre las fotos de su hijo. Ese que ya no está.
Hoy Elvira vive con su esposo Melciades, que gana un salario mínimo. Pobres dignos que cubren
su desprotección en una casa prefabricada en Soacha. Sobreviven. Su hijo les proporcionaba un
ingreso a casa que los hacía vivir en condiciones algo más cómodas. Pero ahora escasea el dinero,
y si hay para comer no hay para llevarle un ramo de flores al cementerio a quien miembros del
ejército asesinaron para demostrar que la guerra se estaba ganando.
Su hijo trabaja con su padre en fundición de hierro. Mientras salían chispas al aire venían los
comentarios entre machos, hablaban de mujeres, de sueños, de cosas que Elvira seguramente
hubiera visto mal, y hubiera reprimido.
“¿Dónde está? No aparece, me volví loca…no aparecía y no apareció. Fueron ocho meses sin
saber nada de él” Ser pobre en Colombia no solo significa una situación de desprecio absurdo de
los que juran representarnos, también simboliza una lucha increíble por lo que se quiere. Qué
horrible que los sueños de una madre se trunquen y lo que busque no sea ya ver a su hijo con un
técnico o un tecnólogo porque soñar con ser profesional es un exabrupto…sino que sea en
cambio encontrarlo, ocho meses sin saber de él.
Desde el punto de vista psicólogico la desaparición es uno de los más terribles dolores que puede
sentir un ser humano, la incertidumbre es dañina y podría llevar a un colapso emocional. Elvira
supo por medicina legal finalmente que su hijo estaba muerto. Y su última imagen es la de él en
un computador, amoratado, con un tiro de gracia, una imagen que viene a su cabeza y que se
desborda por sus ojos.
Conoció a las otras madres de Soacha en medicina legal, con ellas compartió luchas, las vio
buscar a sus hijos, inquirir por su paradero y también persistir para poder traerlos de vuelta a
casa, tenerlos cerca para por lo menos sobre la tierra húmeda abrazarlos, hablarles y contarles sus
problemas.
Tanto tiempo fuera de casa hizo que su hijo volviera en una caja sellada y con un olor
insorportable. Elvira quisiera justicia, no sabe cómo hacerla, no entiende de eso, ni siquiera
entiende el significado de la palabra “Estado”, no sabe que su caso es un crimen de ellos, del
“Estado”.
Sus abogados al parecer tampoco es que hagan mucho. Se propusieron ayudarla en el momento
del escándalo, pero como no hay honorarios, por el momento estos “buenos samaritanos”
tampoco es que se esfuercen por presentar más pruebas y dilucidar la verdad.
Mientras tanto Edilia sigue detenida el tiempo, esperando que el viernes se prolongue y nunca
llegue el día siguiente.
27
DE UN PANTALÓN GRANDE A UNA FOSA COMÚN
El caso de Idaly Garcerá
Cuando la vimos por primera vez nos ofreció café y algo de comer. Su nevera se caracterizaba
por estar vacía. Su aparente obsesión porque estuviéramos bien alimentados en esa mañana de
domingo nos causaba gracia; con el tiempo de entrevista nos ofreció tristeza.
Idaly perdió a su hijo único, Diego Tamayo. Se lo llevó el Ejército con falsas promesas de
trabajo. Le dieron un tiro que cegó la posibilidad de que su madre lo tomara nuevamente de las
manos y sonriera como cada día en su apartamento en Soacha.
Entra al cuarto de su hijo todos los días a orar. No ha vendido nada, el televisor sigue en la misma
posición, la cama con el mismo tendido impregnado con olor de Diego. Solo se han sumado a la
colección de fotos que adornan la habitación algunas imágenes que nunca hubiera querido tener.
Esas que en la parte inferior lo bautizan “falso positivo”.
Pero en vez de lágrimas esta madre trata de quedarse con los recuerdos que no solo son un tesoro,
sino su única motivación para vivir. Con nostalgia nos cuenta que siempre le compró pantalones
mucho más grandes, así que Diego tenía que sostenerlos siempre metiendo sus manos en los
bolsillos y halando hacia arriba.
Las marchas y las arengas las ha dejado para las calles del país que ha recorrido pidiendo por la
justicia que tras cinco años de iniciado el proceso no llega. Para su casa ha guardado las
esperanzas y los sueños cada vez más deteriorados.
Idaly suspira cada vez que escucha salsa. Según ella su hijo era un gran bailarín, la tomaba y le
daba vueltas como todo un profesional. Aunque había nacido en Bogotá ella piensa que por algún
lado se le había colado el „gen‟ valluno.
En su último cumpleaños, Idaly cambió la torta por tierra y los regalos por flores. Tuvo que
enterrar a su mamá. Se fue la única fuerza que tenía, y hoy aunque tiene familiares en Kennedy y
pese a que los visita seguido encuentra su compañía en lo más vivo que tiene a su alcance, las
matas que tiene en su apartamento. Les habla y las consiente.
La fuerza sigue; su lucha por encontrar justicia no se desvanece, a pesar de que recientemente les
volvieron a cambiar el juez que lleva el proceso. Su pensión es lo único que le ha garantizado por
lo menos tener un lugar donde meter cabeza.
Sobrelleva con fuerza su vanidad estropeada. Sufrió de cáncer de seno y hoy extraña a Diego para
que le diga cosas que la animen, que le exalten su feminidad.
Idaly quiere dejar todo tirado, dejar de pagar la cuota de hipoteca de su apartamento con la
pensión que recibe, su único auxilio, pero a pesar del cansancio, de la enfermedad, de la soledad,
su motivo de vida es limpiar el nombre de Diego.
28
IMPUNIDAD Y FUERO PENAL MILITAR
En un país como Colombia hablar de impunidad pareciera ser la constante; se dice que esta es la
regla y la justicia en cambio es la excepción. Y si no se tiene cómo pagar un abogado para
demostrar la inocencia, la complejidad aumenta. Las instituciones al parecer son las que más
impunidad generan. En 2004 surgió la ley 906 que buscaba mediante un sistema penal oral
acusatorio agilizar trámites, pero la verdad es que la realidad de muchos crímenes no pueden
medirse bajo esa norma.
Como bien lo refirió Ariel Ávila, exinvestigador de la fundación Nuevo Arco Iris para esta
investigación, este tipo de sistema está funcionando muy bien para pequeños casos, los robos y
casos menores, pero en los que se topan directamente con los derechos humanos y la
vulnerabilidad de las víctimas de la guerra la cosa no parece estar funcionando.
Es cierto que frecuentemente desde la opinión pública atacamos porque la justicia toma medidas
y también porque no lo hace. Sin embargo, la búsqueda por la celeridad podría estar sacrificando
investigaciones más profundas, como también pasando por encima casos tan difíciles en materia
de derechos humanos como los conocidos falsos positivos, amparados en nuestra jurisdicción
como “homicidio en persona protegida”.
La respuesta a la conflictividad social que vive el país es en parte la paz anhelada que han
buscado distintos gobiernos. No garantizar justicia es generar impunidad y se ha dicho
ampliamente que esta última es generadora y partera de nuevas violencias.
Pero habría que ir más allá en esta materia. La impunidad considerada como la mera ausencia de
castigo podría darnos luces sobre una sintomatología social mucho más compleja. Aparecen
entonces cuestionamientos sobre por qué no hay justicia y quiénes estarían detrás de que ese tipo
de procesos no avancen, se dilaten o no lleguen a ninguna concreción.
Luis Hernando Barreto Nieto, columnista en el portal Razón Pública, podría dar luces sobre una
realidad que va mucho más allá de cuestiones técnicas para el mejoramiento del aparato judicial,
o de la inclusión de un mayor número de jueces para que sancionen. Es realmente un
cuestionamiento por la base de la sociedad lo que debe interesarnos.
¿Qué hacer para que no haya más falsos positivos en Colombia? Barreto habla de voltear la
mirada hacia la familia. Y esa es la solución que para los investigadores de esta tesis es viable, no
como una mirada excluída, pero sí como un entramado que encuentra valor cuando se edifica.
¿Qué clase de valores y educación tiene un militar que asesina a mansalva a un civil en estado de
indefensión?
¿Entienden los militares de derechos humanos, su proyecto de vida es tan pobre que no les
importa cometer este tipo de hechos? Probablemente estas preguntas despierten sensibilidad en
muchos sectores. Pero es importante hacerlas. Porque esas respuestas incómodas para la sociedad
podrán hacer que por fin nos veamos al espejo, aceptemos los errores y no tratemos de cambiar el
espejo.
29
La consecuencia del problema es generar justicia, que los casos cometidos no queden en la
impunidad, pero el llamado real debería ser para que los falsos positivos no se vuelvan a
presentar, uno, dos o tres. Ninguno. Sería bueno que el Estado viera las políticas públicas no
como un conjunto de métodos para aplicar soberanía o poner paños de agua tibia a las crisis, sino
como formas sólidas de unificar la sociedad. Hay que invertir en educación, no podemos permitir
que la formación de nuestros ciudadanos se modere a través de la guerra, del lente de la sangre y
la barbarie, y que ese sea el lenguaje por el que respondemos.
Y el señor Barreto define de forma clara este hecho: “la impunidad es el reflejo de que la ve-
locidad con la que se generan conflictos es mayor que la velocidad con la que el Estado los
atiende”.
Debemos entender la realidad colombiana como lo que es y no en la utopía de la justicia perfecta.
Hoy ni siquiera hay suficientes cárceles para tantos criminales. Los problemas de hacinamiento
llegan a tal punto que ya se han empezado a gestar proyectos donde se elimine la privación de
libertad para delitos menores, por lo menos en centros de reclusión como los entendemos hoy en
día.
Ese es un claro ejemplo de que la solución no es hacer más cárceles; la solución está en reinsertar
estas personas a la sociedad con un proyecto de vida estable y digno. También debemos hacerlo
con los posibles y latentes criminales, que en su gran mayoría son personas que han tenido
condiciones de vida indignas, pobres, desconocedores del real valor de la vida del otro.
En términos sencillos, la búsqueda es por encontrar caminos hacia la reconciliación y
convivencia de la sociedad. El Estado debe garantizar que haya espacios de diálogo entre sus
ciudadanos, que se respeten, disminuir las barreras culturales, las barreras ideológicas, ese es el
gran reto que ha enfrentado Colombia desde el principio de su proyecto democrático.
Pero el país lejos de intentar escuchar la divergencia, la ha aplastado. El ejemplo son las
guerrillas, los grupos al margen de la ley, que claro, hoy ya han prescindido en gran parte de su
ideología para convertir el aparato criminal en un negocio, pero la aceptación de quien piensa
diferente y la tolerancia harían que este tipo de hechos no tuvieran cabida.
Amenazas y renuncia al proceso
Las madres de Soacha, quienes tienen sobre sus hombros los ojos del mundo, han sido
amenazadas, vulneradas. Si ellas que son de alguna manera víctimas visibles para organizaciones
de derechos humanos, para el propio Estado, son amedrantadas aún, cinco años después del
suceso, para que desistan en su tarea por esclarecer la verdad ¿pueden imaginar qué sucede con
personas que desde el anonimato y la invisibilidad de su proceder intentan denunciar?
Ese es un agravante para la impunidad, estamos ante una realidad difícil. Organizaciones como el
CINEP y la fundación Nuevo Arco Iris, algunas de las más prestigiosas en esta materia, han visto
cómo muchas víctimas no denuncian, prefieren dejar a sus hijos muertos con el nombre de
guerrilleros encima a añadir un nuevo problema a la tragedia que viven.
30
La impunidad social como la definen algunos autores es un agravante para los falsos positivos. Si
bien es cierto que hoy las denuncias entre el momento del escándalo y la actualidad bordean los
3000 casos, cifra no unificada, también es claro que muchos no han hecho su labor de encontrar
sanción punitiva por miedo a enfrentar una retaliación del Estado. Las víctimas temen entrar en
una discusión con la Nación. En términos coloquiales, “pelea de tigre con burro amarrado”.
Los derechos humanos también tienen su propia definición de impunidad, y esta logra ser
entendida allí incluso como la falta de acceso a la justicia, que en el caso colombiano es alta.
Hoy ya no sabemos si hablamos de riesgo de impunidad o si podemos entrar propiamente a
hablar de impunidad. Tal vez los hechos nos dejen en silencio contemplando la manera en la que
la justicia no opera.
¿Fue la respuesta a la guerra o un paño de agua tibia?
Cuando el país enfrentaba una de las crisis más graves en materia del conflicto armado, cuando
este se había agudizado, los colombianos vieron en la política de seguridad democrática que el
entonces candidato Álvaro Uribe Vélez la solución que proponía la forma de enfrentar vía
armada y casi que sangrientamente a los grupos irregulares.
Álvaro Uribe fundamentó su lucha aduciendo una forma de combatir el terrorismo, razón por la
cual el gobierno de Estados Unidos apoyó económicamente ese enfrentamiento. La lucha codo a
codo en la selva, la recuperación de territorio cedido a los terroristas y la protección de la
población vulnerable hizo que Uribe y su política tuvieran gran acogida en el país.
Tal vez por eso algunos seguidores del mandatario no solo han negado los hechos de falsos
positivos y los han catalogado como conductas aisladas, sino que además entre líneas podríamos
leer una forma de justificar los asesinatos de civiles cometidos por miembros de la Fuerza
Pública. En Colombia somos tan inconscientes de la realidad que nuestros comentarios, poco
agudos por cierto, se limitan a decir “algo tenían que estar haciendo esos muchachos para que los
mataran”. Nuestra solidaridad como colombianos no solo es indiferente sino mezquina.
En definiciones del Estado se habla del monopolio de la fuerza y el uso de esta para garantizar el
dominio sobre sus ciudadanos, pero este fue en cambio ciertamente un abuso sin precedentes. La
sociedad no repudió los hechos de desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales. El
gobierno de Uribe violentó de manera despreciable los derechos humanos para mostrarle al país
que estaba acabando el enemigo, a tal punto que mancomunadamente con los paramilitares
buscaron aumentar las cifras de muertos y supuestos caídos en combate.
31
Tomado de informe Soacha: La punta del iceberg. Falsos Positivos e Impunidad
Los más arriesgados asemejan la estrategia uribista para „ganar la guerra‟ con la „política‟ del
body count aplicada en la guerra de Vietnam, donde lo que importaba era sumar y sumar muertos,
sin importar lo que se tuviera que hacer. Noción que fue ilustrada por el columnista de opinión y
documentalista Felipe Zuleta en el documental “las caras del horror”.
El decreto 1400 del 25 de mayo de 2006 y la directiva ministerial 029 de 2005 del ministerio de
defensa pasarán a la historia como la forma más evidente para incentivar a matar y conseguir
resultados del presidente Uribe. Aunque, claro, desde su posición cómoda puede decir que ellos
pedían resultados, más no irregularidades. También es cierto que ponen en situaciones de estrés y
presión a la tropa, en muchos casos, como lo hemos dicho anteriormente ajena a los reglamentos
internacionales de regulación de conflictos.
Haya sido o no una directriz de Estado es claro que fue una grave equivocación y como lo han
señalado organismos internacionales, una grave afrenta al derecho internacional humanitario.
Soacha
Sobre el municipio incrustado en el sur de Bogotá mucho se ha dicho: que los criminales
abundan, que los robos y homicidios son de los más altos del país, que hay expendios de drogas,
apartamenteros, paramilitares, bacrim, que es tierra de nadie, ni siquiera del Estado que no ha
logrado hacer frente a estas denuncias.
El punto clave está en que incluso las desapariciones y muertes de Soacha, no solo las de falsos
positivos podrían venir de miembros de la fuerza pública, la policía e instituciones, eso que en
Colombia es conocido macabramente como “limpieza social”.
En sus diferentes relatorías Las Naciones Unidas han sostenido que de acuerdo a sus pruebas y
réplicas en diferentes partes del territorio se puede hablar de una conducta sistemática.
32
Si vamos nuevamente a la raíz del problema veríamos que en la mayoría de los reclutamientos de
jóvenes, antes de ser asesinados, eran engañados con falsas promesas en principio, y sobretodo de
trabajo, al encontrarse desempleados o con salarios bajos que poco sirven para sobrevivir o
alcanzar un estatus social.
Engañar a un joven mientras se emborracha o se le droga es mucho más fácil cuando los valores
son pocos. No queremos decir con esto que por su carencia de educación hayan aceptado ser
asesinados, de ninguna manera, sino que eran mucho más vulnerables para ser parte de un
registro oficial de la tropa.
Cuando eran reclutados, incluso algunos de ellos aún bajo sustancias alucinógenas, eran puestos a
caminar para luego ser atravesados por una bala. Tan mal hacían su trabajo que en algunos casos
los vestían con uniformes guerrilleros, después de haberlos matado, es decir, la vestimenta muy
limpia permanecía sin agujeros. ¿Por dónde entró la bala? Ese tipo de preguntas como ¿por qué
las botas eran nuevas y no tenían tierra? Hacen que pensemos que por más que haya sido una
empresa criminal con todo previamente armado tampoco tenían suficiente maldad como para
armar un montaje por lo menos creíble. Insistimos, no solo es esta una guerra de pobres contra
pobres, sino de inocentes contra inocentes puestos en muchos casos contra la pared.
Desaparición Forzada
Antes de tener el nombre de “falsos positivos” estos ciudadanos eran parte de una práctica que
desde todo punto de vista es reprochable y horrorosa. La desaparición forzada es una vulneración
impresionante para cualquier familia. No conocer el paradero de su hijo, que puede ser cualquier
N.N de los que diariamente se reciben en medicina legal de todo el país, personas sin documentos
para que no haya posibilidad de investigarse el caso.
Cerca de 8 meses en algunos casos eran claramente una afrenta contra la tranquilidad de las
familias.
El fuero militar existe en muchas democracias y más en las que tienen conflictos internos. Es una
forma de permitir que los militares que arriesgan su vida por protegernos tengan garantías
procesales de acuerdo a la lógica de la guerra. Es un resguardo por delitos cometidos en servicio.
El problema en Colombia parece ser que han atribuido funciones judiciales a un órgano que
pertenece al Ejecutivo: la Justicia Penal Militar depende directamente del ministerio de defensa;
sí, los militares juzgándose ellos mismos. ¿Dónde está la independencia en la investigación del
proceso y posterior sanción?
Ya la Corte Constitucional aceptó una demanda interpuesta por un grupo de personas, incluidas
víctimas de falsos positivos, por vicios del proceso y por olvidar que solo en estos hechos atroces
la impunidad ronda el 98%. Un militar juzgando a un par no es la forma más adecuada de
propender porque la impunidad no siga.
¿La falta de garantías es para los militares acusados por asesinatos o para las víctimas? Los
militares se mantienen en que los jueces de la justicia ordinaria no entienden cosas propias de su
33
oficio. La opinión pública podría preguntarse si es posible también que haya justicia
especializada para periodistas, médicos, abogados, etc.
En el caso de los falsos positivos son tantas las especificaciones que probar un caso será más
difícil que ahora. Casi que hay que poner a hablar al muerto para que explique cómo lo mataron.
"El que matare a otro incurrirá en prisión de.." dice nuestra actual constitución; en esta reforma
determinar y especificar el delito podría ser más engorroso:
“Ejecución extrajudicial”. El servidor público que con ocasión del ejercicio de sus funciones
matare a una persona y puesto con este propósito después de haberla dominado en estado de
absoluta indefensión, incurrirá en prisión de…”
Además, con esta adaptación al fuero los militares tendrían cómo soportar en sus pruebas, en
algunos casos fabricadas, -como lo hemos comprobado en denuncias reiteradas de
organizaciones- que quien mataron, ojo, era un blanco legítimo. Atribuirle esa potestad al
combatiente es otra forma de legitimar sus equivocaciones o su despreocupación por matar.
¿Será que son algunos exagerados al creer que pretenden impunidad? ¿Tanto como para que la
misma Corte Penal Internacional haya dicho que tiene puesta su mira en el fuero o para que el
mismo José Miguel Vivanco, director de Human Rights Watch, diga que se trata de una
pretensión de impunidad?
¿Nos están metiendo nuevamente un gol a los colombianos y como cosa rara no nos importa?
MEMORIA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN
“Uno no puede ser periodista de un país que no conoce su pasado”: Alberto Donadío,
Periodista.
La memoria colectiva puede ser entendida como “el conjunto de conocimientos, valores, reglas y
patrones de comportamiento, que adquiridos mediante la interacción entre los miembros del
colectivo y su entorno, son compartidos por el grupo con la finalidad de homogeneizar
representaciones del pasado y mejorar el resultado de sus decisiones tomando ventajas de las
regularidades producidas en el ámbito de su actividad”6
Freud y Bartlett por su parte plantean los hechos traumáticos como una afectación directa al
proceso de memoria colectiva; esto hace que los procesos de olvido, distorsión y reconstrucción
positiva del pasado puedan aparecer.
En nuestra investigación pudimos reconocer que gran parte de la sociedad colombiana tiende al
olvido y se enmarca en una visión positiva del pasado. Alejandro Angulo, coordinador del Centro
de Investigación y Educación Popular –CINEP-, aseguró que “los colombianos no saben que
estamos en guerra, no piensan que estamos en guerra”. Y es alarmante que no haya una
conciencia del dolor.
6 “Trauma político y memoria colectiva: Freud, Halbwachs y la psicología política contemporánea” (1993) *En línea+, consultado marzo 14 de 2013, disponible en: http://www.uv.es/garzon/psicologia%20politica/N6-1.pdf
La vida de los colombianos está realmente distorsionada, ¿cómo ser el país más feliz del mundo
teniendo encima tantos muertos? ¿No tenemos memoria para afrontar nuestra Historia con más
respeto y conciencia para no repetir los hechos que nos preceden?
Es más, los colombianos somos supremamente indolentes ante las realidades de las víctimas, a tal
punto que muchos justifican los hechos con frases como “a nadie lo matan por ser bueno”. Ese
tipo de creencia en un mundo justo7, como lo plantea reiteradamente Janoff Bulman, es una
visión cuestionable donde todos tienen lo que merecen; cobra un valor simbólico indignante para
quienes han visto cómo una guerra como la nuestra no merece ni repudio.
Es Halbwachs el que mejor dilucida en este sentido la importancia de la memoria en los medios
de comunicación. Así lo vemos nosotros, quienes decididamente planteamos nuestra posición de
incluir dentro de los espacios informativos un referente para que la sociedad no olvide. Para el
autor, la memoria es una actividad social: “se recuerda lo que se procesa informalmente, lo que
se conmemora institucionalmente y el recuerdo se apoya en los marcos de referencia dados
socialmente”.8
Es decir, solo lo que es de conocimiento público, lo que se comenta como un día especial, la
conmemoración de días festivos, las fechas de referencia para la Nación. Pero en este caso, donde
son realidades que incomodan, esto no es divulgado por el Estado, por lo que vendría bien que los
medios de comunicación contribuyeran significativamente en las experiencias sensibles de la
sociedad.
No se puede reprimir un hecho como el de los falsos positivos. Hay que afrontarlos y buscar la
manera de no encubrir y rescatar a las víctimas del olvido y en muchos casos de las amenazas.
Maurice Halbwachs explicó la constitución de la memoria como una experiencia que luego es
atravesada por “un conjunto de reflexiones, de forma que lo que entendemos por „marco de la
memoria‟ es, asimismo, una „cadena de ideas y juicios‟.9 Que desde los medios de comunicación
podrían o deberían intentar ser más justos y cercanos a la realidad. ¿Cómo logrrlo? Con la
investigación y la inclusión de todas las fuentes para dinamizar los procesos.
Hoy es noticia solo lo que representa novedad, pero desde cierto punto de vista es una negación
para la memoria. La noticia también debería ser un marco para recontar, para mostrar otro punto
de vista, para expresar los hechos más importantes del país desde un punto de vista crítico.
Finalmente en las noticias también hay opinión, un tema que no entraremos a debatir en esta
7 “Violencia Colectiva y creencias básicas sobre el mundo, los otros y el yo. Impacto y reconstrucción.” (2010) [En
línea], consultado 10 de febrero de 2013, disponible en:
http://www.ehu.es/pswparod/pdf/materiales/Cap_5_FINAL_Creencias%20basicas%20e%20instrumentos.pdf 8 “Trauma político y memoria colectiva: Freud, Halbwachs y la psicología política contemporánea”. (1993) *En línea], consultado marzo 14 de 2013, disponible en: http://www.uv.es/garzon/psicologia%20politica/N6-1.pdf
9 HALBWACHS, Maurice. Los marcos sociales de la memoria. Barcelona: Anthropos, 2004,