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Laguado-Ongania y El Nacionalismo Militar

Apr 10, 2018

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    Ongana y el nacionalismo militar en Argentina1

    Arturo Claudio Laguado Duca2Universidad Nacional de [email protected]

    Artculo de reflexinRecibido: 01 de abril de 2006

    Aceptado: 23 de mayo de 2006

    Resumen

    Este artculo reconstruye la genealoga del pensamiento nacionalista catlico en Argentinapara mostrar su influencia en el gobierno del General Ongana dentro de un ambiente en quela cuestin nacional se haba instalado como tema central en el debate poltico. La hiptesiscentral es que existi una fuerte autonomizacin de lo poltico con relacin a lo econmicoque gener un ambiente discursivo en el que fue posible la recepcin del discurso de Onganael cual, en ltima instancia, era el resultado de una simbiosis entre el nacionalismo catlico yel liberalismo econmico, recuperando una tradicin que haban inaugurado los intelectualesde La Nueva Repblica en los aos 20. Se concluye que el corporativismo de Ongana nosignific una propuesta poltica novedosa.Palabras clave: Nacionalismo, ongana, argentina, ajrcito argentino.

    General Ongana and the Military Nationalism in Argentina

    Abstract

    This article makes the genealogy of the catholic nationalist thought in Argentina in orderto underline its impact over General Ongana government when the national question hadbeen settle as central topic in the Argentinean political discussion. The main hypothesisargues that the strong gap between politics and economy produced a discursive mood thathelped the reception of political discourse of General Ongana. This discourse was the resultof catholic nationalism and economic liberalism symbiosis that recovered a tradition openedby intellectuals of La Nueva Repblica. We conclude that Onganas corporatism was not anew political propose.Key words: Nationalism, ongana, argentina, argentinean army.

    1 Este artculo hace parte del proyecto de investigacin lites y poltica social durante el desarrollismo en Colombiay Argentina financiado por la divisin de investigaciones de la Universidad Nacional de Colombia.2Profesor Asociado. Departamento de Sociologa. Universidad Nacional de Colombia, sede Bogot. Maestra en sociologa,Universidad Nacional de Colombia, candidato a doctor en Ciencias sociales, Universidad de Buenos Aires.

    universitas humanstica no.62 julio-diciembre de 2006 pp: 239-259bogot - colombia issn 0120-4807

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    En medio de un ambiente marcado por la sensacin de estancamiento econmicoheredada de la dcada anterior y la imposibilidad de desaparecer al peronismode la escena poltica, Ongana accede a la presidencia de Argentina precedido

    por una inmensa popularidad. Su proyecto no busca reorganizar la polticasino abolirla para dar una nueva forma a la sociedad. Este intento, nuevo en loinstitucional, -excepto por el fallido intento de Uriburu-, no lo es en la historiade las ideas polticas argentinas. Los nacionalistas deLa Nueva Repblica en ladcada del 20 fueron los primeros en proponerlo, pero no los nicos.

    Por medio de una sucinta genealoga del pensamiento nacionalista, se tratarde entender las concepciones ideolgicas del gobierno de Ongana y ladimensin del conflicto entre liberales y nacionalistas durante esta etapa de

    la Revolucin Argentina. Se concluir con la hiptesis de que el mencionadogobierno recoga una tradicin ya instalada en el pensamiento poltico delpas: el nacionalismo catlico.

    I

    La dcada de 1960, al igual que en la mayor parte del mundo desarrollado,signific para Argentina el comienzo de un perodo de crecimiento sostenidode algo ms de diez aos. Entre 1960 y 1974, el PBI se increment a un muy

    respetable promedio del 6%, dando la sensacin de que al fin se abandonabael ciclo de stop and go que haba caracterizado al perodo comprendidoentre 1948 y 1963, cuando el productoper cpita creci en un mediocre 4%(Gerchunoff y Llach, 2003:293 y 309).

    Pero tambin como en el resto de occidente, esos aos estuvieron signados porintensas movilizaciones populares, exacerbacin de las luchas polticas y delas pujas redistributivas. Pero si los conflictos sociales asociados a los treintagloriosos europeos o a la movilizacin estudiantil estadounidense, permitieron

    un ajuste institucional que redund en el fortalecimiento de las democraciasoccidentales a travs del Estado de Bienestar, ese no fue el caso argentino.

    En Argentina la conflictividad desemboc en la violencia estatal y guerrilleraque alcanz su cumbre macabra con la dictadura militar que comenz en 1976,resultado de un muy marcado proceso de autonomizacin poltico-ideolgicaque, sin embargo, no comienza en la dcada del 70 sino que se presenta comouna constante durante toda la dcada anterior3 (Vern y Sigal, 2003:237).

    3 Muy posiblemente, esta haya sido una caracterstica de la historia argentina durante buena parte del siglo XX.En todo caso, esa discusin est ms all del alcance de este artculo.

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    Esta autonomizacin explica el xito de la campaa ideolgica contra ArturoIllia presidente constitucional- que desembocara en el golpe de estado queimpuso al general Juan Carlos Ongana como presidente de la Repblica y

    como conductor de la llamada Revolucin Argentina.En este contexto, como relatan varios autores (Selzer, 1973; De Riz, 2000),algunos medios de comunicacin, con amplia recepcin en sectores ilustradosde las clases medias, iniciaron una metdica campaa de desprestigio delgobierno y de Arturo Illia a quien presentaban como la encarnacin de laineficiencia y el tradicionalismo paralizante.

    El desencanto producido por el fracaso del gobierno de Frondizi (De Riz,

    2000:185), la irresponsabilidad de los partidos polticos que no veanposibilidades de arrebatarle el poder a Pern por el juego democrtico -comolo haba demostrado el triunfo de su candidato en las elecciones de Mendoza-,ms la efectiva propaganda ideolgica de los medios liberales y nacionalistas,se aunaron para construir la imagen de la inevitabilidad de la cada de Illia(Selzer, 1973).

    Paradjicamente, el golpe militar se llev a cabo cuando el gobierno radicalestaba produciendo resultados econmicos inocultables. En los dos aos de

    la administracin radical sealan Gerchunoff y Llach (2003:300)- el PBIaument cerca de un 10% y la tasa de desempleo cay, en 1966, al nivelrecord del 4.6%. No fueron motivos econmicos los que estaban en la base laprdida de popularidad del presidente Illia4. Sin duda se trat de la primacade lo poltico sobre lo econmico.

    Para una mejor comprensin de la autonomizacin de lo poltico-ideolgico sehace necesario el estudio de las frmulas polticas que estaban en juego y lasconfiguraciones discursivas que las sustentaron. No es la figura de Ongana y

    sus ideas, lo que puede explicar el onganiato, sino cmo se inscriben ellasen una particular trama de relaciones discursivas y de poder resultado de lasdistintas frmulas polticas que se haban ensayado en la historia argentina ensu interaccin con los problemas que el cambio planteaba. Idealmente, estetrabajo implicara una genealoga de los discursos que apoyaron a Ongana yla manera en que las manifestaciones del lacnico general fueron interpretadas

    4 Tampoco se puede afirmar que Illia haya tomado medidas econmicas que alarmaran a los grupos de interseconmico, aunque algunos de ellos -como las petroleras y la industria farmacutica- pudieran haberse visto afectadospor algunas de sus polticas. En todo caso no hay suficiente evidencia histrica de que el golpe de Ongana haya

    sido instrumentado por estos sectores econmicos aunque, sin duda, deben haberlo visto con mucha simpata.

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    y recontextualizadas. En el nivel exploratorio que propone este ensayo, y comopaso previo a una aproximacin de ms largo aliento, se busca identificar elsitio que ocup la frmula poltica representada por Ongana en la tensin

    entre liberalismo y nacionalismo que caracteriz a la poltica Argentina desde,por lo menos, los aos 30.

    II

    El discurso nacionalista siempre en un sentido restringido del trmino5-anterior al peronismo hace su aparicin con un grupo de jvenes intelectualesque se aglutina al rededor deLa Nueva Repblica a finales de los aos 20. Estos

    jvenes, que se mantendrn activos en la vida poltica hasta el gobierno dePern, caracterizarn un tipo de nacionalismo que, con distinta suerte poltica,estar presente durante bien entrado el siglo XX en Argentina. Juan Carulla, loshermanos Irazusta, Ernesto Palacio, entre otros, sern los fundadores de esteparticular nacionalismo que se constituye en una amalgama entre el filofascismo la Maurras- y el integrismo catlico (Devoto, 2002:26).

    En este grupo, que se identific con el nombre de la revista que los nucleaba,haba importantes matices ideolgicos, pero todos ellos compartan un profundo

    rechazo al liberalismo y una profunda admiracin hacia el pragmatismopreconizado por laLAction Franaise, su concepcin corporativa de la sociedady el rechazo a la partidocracia. Desde 1927, este rgano del nacionalismoargentino, como rezaba el subttulo deLa Nueva Repblica, reivindicar aAlberdi en su concepcin de acomodarse a todas las exigencias de la edad y delespacio como base del arte de constituirse. Y, al igual que Alberdi, mirarcon desconfianza la democracia de vulgo (Devoto, 2002:162).

    Pero este nacionalismo argentino en su especial combinacin de Burke,

    Maurras y De Maistre6

    , a pesar de sus ataques al liberalismo, al que vea comola doctrina poltica de la oligarqua al servicio de las finanzas extranjeras(Halpern, 2004:288), era partidario del liberalismo econmico a ultranza.

    5 Hablar de nacionalismo en sentido restringido, implica referirse a aquellos movimientos polticos que se definieronen oposicin a la frmula poltica liberal, con una cosmovisin autoritaria y organicista de la sociedad y que exiganque las especificidades tnicas o culturales de la nacin fueran tenidas en cuenta en la organizacin poltica.6 Estos componentes ideolgicos, si bien eran compartidos por los fundadores de La Nueva Repblica, tenan pesosespecficos diferentes en cada uno de ellos. Si Carulla se manifestaba ateo y ms cercano a Maurras, Ernesto Palacioera profundamente catlico y admiraba tanto a Espaa como el pensamiento ingls encarnado en Burke, y RodolfoIrazusta estaba mucho ms cerca de Maurras y era ferviente admirador de Donoso Corts. Sin embargo, por falta

    de espacio y por no ser esta generacin el objetivo de este ensayo, no nos detendremos en estos matices.

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    Si tomamos el pensamiento de Palacio con mucho la figura ms destacada que,segn Devoto (2002:175), amalgamaba al grupo- la oposicin al liberalismono estaba relacionada con sus formas econmicas, sino porque el sofisma

    democratizante y liberal daba paso al obrerismo bolchevizante (citado porDevoto, 2002:176), lo que llevaba a la lucha sin cuartel contra los adversariosde la nacionalidad y el orden. Y defina las verdades fundamentales delnacionalismo como el orden, la autoridad y la jerarqua; y no el indianismoartificial y literario de Rojas. En resumen, la democracia liberal y el bolchevismoeran los enemigos que los unificaban en lo poltico, mientras que el apoyo alliberalismo en cuestiones de economa, haca otro tanto.

    Cuando a finales de la misma dcada del 20, aparece la revista Criterio,

    representando al integrismo catlico, colaboraron con ella Toms Casares yCesar Pico, quienes tambin lo hicieran enLa Nueva Repblica, al igual que susfundadores Palacio, Carulla y los hermanos Irazusta (Devoto; 2002:208). Estefcil traslapamiento del nacionalismo, supuestamente inspirado en LActionFranaise, hacia el integrismo catlico, en un momento en que sobre las obrasde Maurras caa la interdiccin papal, muestra la importancia del componentereligioso en el nacionalismo doctrinario de la poca.

    En este marco ideolgico es coherente que estos nacionalistas apoyaran el tmido

    proyecto corporativo de Uriburu, quien con una orientacin decididamentepragmtica, matiza su nacionalismo con elementos del integrismo catlico y deltradicionalismo conservador. Independientemente de que la debilidad polticade Uriburu no le permita avanzar en su proyecto corporativo -aquello queDevoto (2002:247) llama su ideologa confusa y su corporativismo tmido-,creemos que el interregno de Uriburu se puede interpretar como la reaparicindel nacionalismo corporativista en su tensin no resuelta con el liberalismo.

    Para Carlos Ibarguren (nombrado interventor en Crdoba), Uriburu no seconformaba con un cuartelazo que le diera acceso al poder, sino que buscaba

    hacer una revolucin verdadera que cambie muchos aspectos denuestro rgimen institucional, modifique la Constitucin y eviteque se repita el imperio de la demagogia que hoy nos desquicia. Nohar un motn en beneficio de los polticos para cambiar hombresde gobierno, sino un levantamiento trascendental y constructivo conprescindencia de los partidos; ya que el rgimen corporativo es loms prctico (citado por Devoto, 2002:247).

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    El corporativismo de Uriburu, representado en hombres como Ibarguren,buscaba la representacin parlamentaria de las fuerzas sociales organizadasen corporaciones y gremios (Devoto, 2002:268). Y es exactamente sta la

    solucin que apoyaLa Nueva Repblica que, en su segunda poca con ErnestoPalacio como director, favorecer abiertamente el golpe militar.

    A principios de la dcada del 40 reaparecieron estos hombres que, si bien sediferenciaban del filofascismo de Ramn Castillo, continuaron llamando a unnuevo orden, como Palacio, o reiterando el fin de los partidos, como Ibarguren;y siempre depositando su confianza en el nacionalismo (Halperin, 2004:286-7). Otra vez catlicos como Csar Pico, confluyen con nacionalistas mstradicionales como Marcelo Snchez Sorondo enNueva Poltica, mientras que

    la sociedad Rodolfo Irazusta y Ernesto Palacio continuaba enNuevo Orden.Entre tanto, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, se puso en cuestin eltradicional papel de la Argentina como exportador de materias primas. Antes deque la teora de la dependencia comenzara a hacerlo, el nacionalismo populardesde el campo poltico, y poco despus, desde una orilla muy diferente, RalPrebisch con la publicacin en 1949 deEl desarrollo econmico de la AmricaLatina y algunos de sus principales problemas, cuestionaron las relacionesasimtricas del intercambio con Inglaterra y Estados Unidos.

    Por otro lado, la sensacin de corrupcin dejada por diez aos deinstitucionalizacin del fraude en lo que se conoci como la dcada infame,las denuncias de De La Torre por lo que se llam el escndalo de la carne odel periodista nacionalista Jos Luis Torres, sobre una dudosa compra de tierrasque hiciera el Ejrcito en El Palomar, terminaron de ambientar el descrdito deuna clase gobernante que, hipotecando al pas a los intereses extranjeros, slopensara en sus propios intereses inmediatos. Al nacionalismo antiliberal se lesum, entonces, el nacionalismo econmico, sin reemplazarlo totalmente.

    En ese ambiente, la primera mitad de la dcada del 40 estuvo marcada por ladiscusin entre los aliadfilos y los neutralistas, y en ocasiones, los francamentefascistas. El Ejrcito, convertido a la sazn en un actor poltico central, estabadividido por la misma discusin. Aunque, en trminos generales, los nacionalistasgeneralmente aduciendo motivos econmicos- se pronunciaban a favor de laneutralidad en la Guerra Mundial, como lo muestran Devoto (2002) y Pieiro(1997), estas lneas de separacin no eran ntidas. En todo caso, esta polmicaexcede ampliamente la breve presentacin de antecedentes que nos ocupa.

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    En 1943, con Pablo Ramrez, accede al poder el sector catlico nacionalista yotros simplemente nacionalistas, como Pablo Pardo. Entre los catlicos estuvieronJordn Bruno Genta, Santiago Estrada y Juan Sebich; mientras que entre los

    nacionalistas filo-fascistas de larga data, se destacaban Mario Amadeo, MximoEtchecopar y Federico Ibarguren. Cuando Ramrez fue reemplazado por Farrell,quien rompi relaciones con el Eje, los nacionalistas catlicos cedieron su espacioa hombres de inspiracin falangista (Rouqui, 1982:369).

    Lo que nos interesa destacar es que en la sociedad y en el Ejrcito ya existaun ambiente nacionalista que, con el advenimiento del peronismo, se cristalizen la emergencia de lo nacional popular. La intervencin del embajador deEstados Unidos, Spruille Braden, quien en un comienzo denunci las simpatas

    fascistas del rgimen militar, posteriormente, durante la campaa poltica de1944, del mismo Pern, fortaleci este sentimiento (Halperin, 1991:55).

    Los escritores nacionalistas catlicos agrupados en la revistaBalcn sepasaron al peronismo triunfante (Pieiro, 1997:306). Muchos de los temasque haban incorporado a su discurso aos atrs, aparecan ahora en laboca de Pern7. Adems esperaban encontrar en l, el fin de la anarquizantedemocracia representativa para reinstaurar los principios jerrquicos delorden. Entusiasmados con la concepcin peronista de la sociedad como una

    totalidad orgnica, se desencantaron rpidamente cuando, en cambio, vieronen este proceso una exacerbacin de la conflictividad social y la lucha de clases.Para Amadeo y Jos Mara Estrada, connotados representantes del grupo, elperonismo no superaba los males de la democracia liberal. Similar fue el proceso

    7 Los temas nacionalistas que Pieiro extrae de los discursos de Pern son: pensamos en una Argentina profundamentecristiana y profundamente humanstica (28/12/44); El mundo del futuro ser solamente de los que poseen lasvirtudes que Dios inspir como norte en la vida de los hombres (9/9/44); La Repblica Argentina es productode la colonizacin y conquista hispnica que trajo hermanadas a nuestra tierra, en una sola voluntad, la cruz y laespada (28/6/44); Para nosotros la razn no es un concepto biolgico. Para nosotros es algo puramente espiritual. Al

    impulso ciego de la fuerza, la Argentina coheredera de la espiritualidad hispnica, opone la supremaca vivificante delespritu (12/10/47); Los representantes del capital y del trabajo deben ajustar sus relaciones a reglas ms cristianasde convivencia y de respeto entre seres humanos (30/5/44); Buscamos una justicia distributiva y opondremos unaenerga inexorable a la explotacin del hombre contra el hombre (23/7/44); Comenzamos por reivindicar para elEstado [] ese principio de autoridad que haba sido abandonado por indiferencia, por incapacidad o por clculo(11/8/44); El Estado debe robustecer el hogar, la escuela y el trabajo por ser los grandes moldeadores del carcter delos individuos (29/12/45); Dignificar moral y materialmente a la mujer equivale a vigorizar la familia; vigorizar lafamilia es fortalecer la Nacin puesto que ella es su propia clula (3/10/44); Los pueblos deben saber por su parteque el conductor nace. No se hace por decreto ni por elecciones (12/8/44); La economa nacional debe basarseen que el Estado controle los fundamentos de aquella, quedando a la iniciativa privada, a veces en colaboracin oforma mixta con el Estado o exclusiva por su cuenta, el desarrollo de la produccin y la manufactura de los artculos(26/6/46); Para evitar que las masa que han recibido la justicia social [] no vayan con sus pretensiones ms all,el primer remedio es la organizacin de esas masas. [] Ya el Estado organizara el reaseguro que es la autoridad

    necesaria para que lo que est en su lugar nadie pueda sacarlo de l (25/8/44) (Pieiro, 1997:325-6).

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    de otros nacionalistas que no estaban vinculados al grupoBalcn. Julio Irazustay Ernesto Palacio tambin se alejaron de Pern y, en las elecciones de 1951,apoyaron el pronunciamiento del General Menndez, esperando encontrar en

    l los valores hispnicos y catlicos como, segn narra en su autobiografa, lohiciera Castex (Pieiro, 1997:308/315; Castex, 1981:8).

    El peronismo fue resultado e impulsor del nacionalismo, aunque con unaorientacin diferente al tradicional gestado en la dcada del 20. A pesar de quesu proyecto de constitucin no era muy amable con la democracia liberal, supoconvivir con ella. Su discurso se centr en el nacionalismo econmico. As, en 1947proclam la independencia econmica. Sin embargo, ante la crisis y la ausencia decapitales, en 1954 y 1955, otorg concesiones petroleras a Estados Unidos para

    reducir el dficit de la balanza comercial (Halperin, 1991:79). En 1955, cuandoa la crisis econmica se sum la poltica, Pern busc la reconciliacin con lospartidos histricos. Frondizi, quien rechaz la oferta, se comprometi a adelantarla revolucin que traicion Pern mostrando, una vez ms, lo instalado que estabael nacionalismo econmico en el debate poltico (Halperin, 1991:84).

    Derrocado Pern, los nacionalistas catlicos que colaboraron con Ramrez,reaparecieron con Lonardi (Rouquie, 1982:369), y con ellos la tensin entreliberales y nacionalistas. Para Castex sacerdote que ms tarde colaborara

    con Ongana- Lonardi [] se inclinaba hacia las races primeras de latierra argentina y recogiendo el esfuerzo y la riqueza del humanismo hispanoy cristiano intentaba superar el individualismo de aquellos para quienes lahistoria argentina naca en 1810 con Moreno (Castex, 191:40).

    El reemplazo de Lonardi por Aramburu resolvera transitoriamente esacontradiccin a favor de los liberales con el desplazamiento de Amadeo yGoyeneche del gobierno (Halperin, 1991: 97) aplazando, hasta el gobiernode Ongana, la emergencia abierta de los conflictos irresueltos entre liberales

    y nacionalistas que, en ltima instancia, era inherente a las muy politizadasFuerzas Armadas argentinas8.

    El discurso nacionalista pas a ser defendido por Frondizi, quien yahaba criticado la poltica petrolera de Pern en 1954. Para el radicalismointransigente, el error del peronismo fue no ser fiel a sus propias banderas:soberana poltica, libertad econmica y justicia social. Critic tambin lo que

    8 Esta contradiccin haba estado presente en el gobierno de Uriburu, cuando el exceso de individuos que apoyabanlas formas liberales de gobierno en el gabinete, motiv la oposicin de los nacionalistas de laNueva Repblica. Encambio, el conflicto entreAzules y Colorados estara cruzado por contradicciones que se pueden interpretar comopertenecientes a otra serie.

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    consideraba sumisin de Pern a la hegemona britnica por su oposicin a lapoltica hemisfrica de EEUU que, por otra parte, era tradicin en Argentina(Halperin, 1991:99). As, la propaganda nacionalista que caracteriz el perodo

    peronista, influy en el discurso poltico de muchos de sus antagonistas;especialmente de aquellos que an aspiraban a un respaldo popular.

    Petrleo y Poltica , escrito por Frondizi en 1954, se constituy en la nueva baseprogramtica de un radicalismo que descubra las banderas antiimperialistas,al tiempo que haca parte de la coalicin que haba derrocado a Pern y que,con la sustitucin de Lonardi, optaba por el compromiso con los defensoresdel liberalismo econmico.

    En la frustrada Asamblea Constituyente convocada por Aramburu queconcluy con la sola aprobacin del artculo 14bis- el Radicalismo del Pueblo,enfrentado a Frondizi, tambin pareci adherir a ciertos principios delnacionalismo econmico, el que trat sin xito de incluir en la propuesta dereforma. De esta forma, las dos principales facciones del Partido Radical -nicopartido con opcin de poder tras la proscripcin del peronismo- descubrieronla retrica nacionalista que, honestamente o no, haba impuesto Pern.

    Ms all de la oportunista mutacin que tuvo el discurso de Frondizi cuando vioel poder a su alcance, trastocando su anterior antiimperialismo en un discursodesarrollista que se sostena en una supuesta burguesa nacional, la forma deldiscurso no cambi radicalmente. Slo que Gran Bretaa y los terratenientesreemplazaron a la oligarqua y a los Estados Unidos como antagonistas9.

    Tambin el presidente Illia mantuvo esta lnea de nacionalismo econmicocuando anul los contratos petroleros firmados por Frondizi y mantuvo laparticipacin del Estado en la compaa de Servicios Elctricos de GranBuenos Aires (Halperin, 1991:143; De Riz, 2000:21), aunque su performancediscursiva fuera mucho menor.

    9 Auque las mutaciones polticas que impuls desde el gobierno fueron an mayores, stas no son relevantesen este trabajo.

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    III

    Cuando el general Ongana accedi al poder por un golpe de Estado enjunio de 1966, reemplazando al desprestigiado Illia que, sin embargo, habalogrado relanzar la economa despus de un largo perodo de depresin, supopularidad era inmensa. Liberales, nacionalistas y catlicos de distinto cuo,representados en revistas comoPrimera Plana, Confirmado, Azul y Blanco yCriterio, apoyaron sin ambages a la autodenominada Revolucin Argentina.Tambin los sindicatos y la mayora de los partidos polticos, incluyendoalgunos grupos de izquierda, saludaron la llegada del nuevo gobierno. Sectoressocialistas, comunistas y los depuestos radicales del pueblo, constituyeron lahonrosa excepcin en un ambiente poltico que no se destacaba por el respeto

    a las reglas del juego democrtico.El nuevo gobierno recogi las esperanzas nacionalistas de la derecha y de laizquierda. Para la primera, la doctrina de Seguridad Nacional encarnada enlos militares brasileos era la alternativa a la nacin en armas que habapropuesto Pern (Potash, 1994:135-8); mientras la segunda soaba con unadictadura progresista inspirada en el modelo de Nasser. As, la mayora de lasvertientes nacionalistas vieron en Ongana una nueva oportunidad para suspostulados que, desde fines de la dcada del 20, hacan parte del discurso

    poltico (De Riz, 2000:29).A esos respaldos se sum el del sindicalismo que por boca de Francisco Prado,secretario general de la CGT, ofreci su colaboracin al nuevo gobierno.Entre tanto, Jos Alonso, del ncleo de las 62 De Pie, se congratulaba porquecaa un rgimen de comit y se abre la perspectiva de un venturoso procesoargentinista (citado por Selzer, 1972:70). Incluso un intelectual como RodolfoPuiggrs peronista procedente de la izquierda- festej el fin de los partidosconsiderando que el golpe ha sido un notable aporte a la modernizacin

    de Argentina, la cancelacin de los estriles partidos polticos y el cierre delanticuado Congreso liberal (citado por Selzer, 1972:96).

    Pern, el gran titiritero de la poltica argentina, crea igualmente que

    El gobierno militar, surgido del golpe del 29 de junio, ha expresadopropsitos muy acordes con los que nosotros venimos propugnandodesde hace ms de 20 aos. Si estos propsitos se cumplen, tenemosla obligacin de apoyarlos. [] La situacin ideolgica nos somete,queramos o no, a dos filosofas polticas: la cristiana y la marxista

    []. En cuanto a los partidos demoliberales burgueses van siendo un

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    artculo de museo en todo el mundo civilizado, nosotros los argentinos,con un siglo de atraso en la evolucin, los estamos presentando comode actualidad []. O elegimos el camino del socialismo nacional

    cristiano [] o terminamos en el socialismo internacional comunista(citado por Selzer, 1972:99 y ss).

    Estos respaldos masivos que sumaban a un tibio compromiso con la democracialiberal la nostalgia por una supuesta grandeza perdida, permitieron decir a larevistaConfirmado que jams en este siglo un gobernante haba provocadotal situacin de consentimiento por parte de la poblacin [] para descubrirque Salimei era el primer ministro de economa que no haba sido designadopor los grupos econmicos (Selzer, 1972:70). En una lnea similar, la revista

    Criterio afirmaba que el golpe obtena su legitimidad de la misma intervencinrevolucionaria de los militares ante un gobierno que no conduca al pas a sudestino de grandeza (Botanaet al, 1973:15 y ss) proponiendo, como tantosotros, la construccin de un nuevo orden que no defina.

    En este ambiente, la Revolucin de 1966 no se conform, como haba sucedidoanteriormente, con congelar la poltica temporalmente mientras los partidos sereorganizaban para reemprender el juego democrtico. La Revolucin Argentina,en forma parecida al fracasado intento de Uriburu10, busc la supresin de los

    partidos polticos, al tiempo que el poder del Estado se centralizaba en el Ejecutivo.Ahora se trataba de fundar una nueva Argentina (De Riz, 2000:26) introduciendoelementos modernizantes que, superando las distorsiones producidas por lasdivisiones partidarias, otorgara un nuevo lugar al pas en el mundo.

    Para ello Ongana exigi autonoma a las FFAA al tiempo que trat de ignorara las fuerzas sociopolticas del pas. La reaccin no se hizo esperar. Slo sietemeses despus, la revistaCriterio manifestaba su inquietud por el inmovilismoque aquejaba a la Revolucin, atrapada en el conflicto entre el liberalismo

    y el nacionalismo de talante autoritario. Poco despus, Criterio descubriraotra contradiccin: la existente entre un modelo econmico que pretenda sermodernizante y un modelo cultural conservador y tradicionalista. Un ao mstarde la revista estaba en la oposicin, denunciando el moralismo del gobierno,a lo que sumaba un centralismo que se disfrazaba de regionalismo; actitudcara al nacionalismo y, para la revista, asociada a los prejuicios antiliberales(Botanaet al, 1973:31-40-60). En marzo del 1969, calificara al rgimencomo un nacionalismo reaccionario.

    10 No es muy claro el papel que reservaba Uriburu a la actividad poltica, pero de acordar con Devoto (2002),

    su proyecto pretenda abolir la democracia liberal.

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    Sin embargo, no slo los nacionalistas apoyaron al primer gobierno de laRevolucin Argentina. Tambin sectores catlicos que no respondan a esatendencia, as como liberales tradicionales dentro y fuera del Ejrcito. La base

    social del experimento modernizador de Ongana era heterognea11

    .Su gabinete reflej esta heterogeneidad. Sin embargo, en l se disciernendos corrientes principales: los procedentes del Ateneo por la Repblica querepresentaba al nacionalismo hispnico y catlico- y los que venan del Institutopara una Economa Social de Mercado vocero de la ortodoxia liberal-, fundadopor Alvaro Alsogaray (Potash, 1994:64). Tambin hicieron su aporte sectoresvinculados al Opus Dei y a la extrema derecha nacionalista y antisistmica comoMarcelo Snchez Sorondo quien, segn Rouqui (1982:371), revis los papeles

    del Acta de la Revolucin Argentina antes de que fueran dados al conocimientopblico12. Adems, en el gabinete aparecen varios nacionalistas de vieja dataque haban hecho parte del grupo Balcn como Mximo Etchecopar, directordel Instituto del Servicio Exterior de la Nacin y Mario Amadeo, embajadorargentino en Brasil.

    En todo caso, el Acta de la Revolucin Argentina y las Polticas del GobiernoNacional que promete Ongana, con su nfasis en la libertad de losconsumidores, la estabilidad de la moneda, el equilibrio fiscal y la definicin

    del rol del Estado como complementario al de la empresa privada; muestrala orientacin monetarista que tendra la economa en el nuevo gobierno. Noobstante, el primer ministro de Economa de Ongana representaba una lneasocial-cristiana que se compaginaba bien con las concepciones paternalistasdel presidente. El nombramiento de Salimei en el Ministerio de Economay especialmente el de Tami en el Banco Central, que eran gradualistas enmateria de inflacin y propugnaban por alguna forma de capitalismo nacional,

    11 Cisneros y Escud (2000) consideran que en el gobierno de Ongana coexistieron cuatro tendencias: liberales,

    nacionalistas ortodoxos, nacionalistas heterodoxos y nacionalistas liberales. Aunque los matices son siemprebienvenidos, esta clasificacin se pierde en tipos ideales cuyas fronteras no siempre son perceptibles en los procesoshistrico-sociales. Por ejemplo, a quines podemos llamar nacionalistas ortodoxos? a Snchez Sorondo o a MarioAmadeo? Ambos, con diferentes orientaciones, especialmente en lo relacionado a la poltica hemisfrica, exigiranesa denominacin.12 Algunos de los hombres provenientes del nacionalismo catlico que hicieron parte del gobierno de Onganafueron: Guillermo Borda, Ministro del Interior; Mario Daz Colodredo, Secretario de Gobierno; Nicanor CostaMndez, Ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Pueyrredn, Subsecretario del Interior; Enrique Pearson,Subsecretario de gobierno; Jorge Mazzinghi, Subsecretario de Relaciones Exteriores; Ral Puigb, promociny asistencia de la comunidad; Samuel Medran, Secretario de Seguridad Social; Pedro E. Real, Presidente delBanco Central; Mario Amadeo, Embajador argentino en Brasil [colaborador dePresencia]; Hctor Obligado, vocalde la Direccin Nacional de Migraciones; Mximo Etchecopar, director del Instituto del Servicio Exterior de laNacin [colaborador dePresencia]; Eduardo Roca, Embajador argentino ante la OEA; Gastn Tern Etchecopar,

    Subsecretario de Cultura; Basilio Serrano, delegado ante el GATT (Selzer, 1972:24)

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    rpidamente les gan la enemistad de los hermanos Alsogaray (Rouqui,1982:261). El hecho de que para Ongana la Argentina deba dejar de serel pas de las vacas y el trigo, lo acercaba ms a los nacionalistas que a los

    liberales (Rouqui, 1982:267).La crisis de gabinete de enero de 1967 signific el reemplazo de Salimeipor Krieger Vasena, economista de orientacin liberal con vnculos con lasmultinacionales (Potash, 1994:30). Para compensar, Ongana nombr a Borda,nacionalista y ex-peronista, en el Ministerio del Interior. En ese momentotambin defini las tres etapas de la Revolucin Argentina13. Krieger, sera elresponsable de crear las bases para el tiempo social, que segua al econmicoy anteceda al poltico. El nombramiento de Borda origin desde el inici roces

    con el general Julio Alsogaray. Borda fue el principal impulsor en el gobierno dela idea de comunidad organizada, como lo dej ver ante la prensa extranjeraen su conferencia del 24 de abril de 1968 (Potash, 1994:58).

    Krieger Vasena privilegi el ajuste global de la economa, para lo cual impulsuna estricta poltica fiscal combinada con una fuerte intervencin del Estadoy con acuerdos con los jefes del sindicalismo. Al mismo tiempo, pact acuerdoscon el FMI y restableci los contratos con las compaas petroleras (De Riz,2000:60). Prstamos a largo plazo e inversiones externas, que compraron

    empresas argentinas, fueron el motor de la economa que, junto con las obraspblicas emprendidas por el Estado, impulsaron la reactivacin. Todo estoimplic un proceso de desnacionalizacin de la economa que agudiz la crticade los nacionalistas. Pero el xito econmico de Krieger, no evit el derrumbede la popularidad de Ongana, cuyas polticas fueron atacadas tambin por losproductores ganaderos que se quejaban de los reintegros a las exportaciones, ypor los obreros que se oponan a la poltica salarial. Entre tanto, Borda seguaimpulsando la participacin comunitaria, lo que preocupaba al sector liberal

    del Ejrcito que quera un retorno a las elecciones.El 28 de marzo de 1969, el gobierno, basado en los buenos resultadoseconmicos, anunci el inicio del tiempo social junto con un plan para duplicarlos sueldos de empleados pblicos en un plazo de entre 3 y 5 aos (Potash,1994:75). Paradjicamente, la respuesta fue un incremento de la agitacinobrera y estudiantil que, dos meses despus, desemboc en el Cordobazo.

    13 Estas tres etapas fueron: el tiempo econmico, el social y el poltico. Implicaban una rigurosa secuencia, y laltima, que implicaba el retorno a la democracia, se calculaba para 1975.

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    La intranquilidad laboral y el descontento de sectores nacionalistas delEjrcito con las a su juicio- polticas antinacionales de Krieger Vasena(Potash, 1994:105), desembocaron en su reemplazo por Dagnino Pastore,

    de orientacin social-cristiana, mientras nacionalistas de ultraderecha comoSnchez Sorondo decidan romper con el gobierno. Por otra parte, con el recininiciado tiempo social, se firm el Decreto Ley 18.160 sobre Obras Socialesque fortaleca el poder de los sindicatos. Entre tanto los Alsogaray y Lanussepedan ms liberalismo.

    Sin duda, durante el gobierno de Ongana, nacionalistas y liberales libraron unafuriosa batalla para imponer su concepcin de sociedad, mientras el presidenteactuaba como rbitro entre ellos. Krieger Vasena, en nombre del desarrollo y

    la racionalidad econmica, complement la congelacin de la poltica quecaracteriz a la Revolucin Argentina, al tiempo que, a las tmidas iniciativas deSalimei en pro del capitalismo nacional, opona su vinculacin con los centrosde poder internacionales. Esto gener tensiones con sectores de las FuerzasArmadas, especialmente en lo relacionado con su participacin en la industriamilitar. Sin embargo, en la medida en que la Revolucin haba adoptado ladiferenciacin desarrollista entre nacionalismo de fines y nacionalismode medios, optando por el primero de ellos (Rouqui, 1982:274); no es la

    poltica econmica el mejor campo para juzgar las deudas de Ongana conel nacionalismo. Especialmente cuando el pas contaba con una tradicinnacionalista orientada contra la democracia liberal, pero afn al liberalismoeconmico. Es en las concepciones sobre la organizacin de la sociedad quepodremos evaluar esta deuda.

    IV

    Aunque el gobierno de Ongana fue un espacio de confluencia de proyectospolticos diferentes, dos ejes permiten acercarse a su ideologa: la teora de lacomunidad organizada y la Doctrina de Seguridad Nacional y el Desarrollo.

    El proyecto de Ongana, concebido como una intervencin de largo plazoque pretenda abolir la poltica para reorganizar la sociedad, se inscriba en elcontexto de la Guerra Fra y la confrontacin que de ella derivaba contra lainfiltracin marxista antipatria y anticristiana, ignorando la nueva situacin

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    mundial creada por la recin iniciadadtente. Esto implicaba el alineamientocon Estados Unidos y, por tanto, la prdida de centralidad del nacionalismoeconmico (Halperin, 1991:155). La Doctrina de Seguridad Nacional fue la

    expresin de esta nueva situacin.Pero sera inexacto afirmar que esta eleccin implic un alineamientoincondicional con las polticas propuestas por el Departamento de Estadopuesto que esta relacin estuvo acompaada de mltiples tensiones. Si bienOngana coincida con la Alianza para el Progreso en la cual la seguridadestaba vinculada al progreso econmico, su canciller nunca acept el esquemade integracin supranacional promovido por los pases andinos- basado enlos postulados cepalinos y avalado por los Estados Unidos. Este esquema

    propona una divisin del trabajo regional donde Argentina tendra el rolde productor de materias primas y Brasil y Chile el de pases industriales(Cisneros y Escud, 2000).

    En ese sentido la interpretacin argentina de la Doctrina de Seguridad Nacionaldifiere de la brasilea. Si en poltica continental no acept los esquemassupranacionales impulsados por el Pentgono que coartaran su autonomapara el desarrollo, en poltica interna nunca desapareci la ilusin de la uninde las Fuerzas Armadas y el pueblo, en una concepcin organicista que ya

    tena tradicin en el pas. A diferencia de Brasil, la Revolucin Argentina tratde suprimir el sistema poltico, a la vez que en lo militar reafirmaba sus lazoscon el sistema de constrainsurgencia francs. El proyecto modernizador queencarn, nunca renunci al menos en teora- a la autodeterminacin y alnacionalismo hispanizante.

    En esa lgica la Cancillera Argentina, al tiempo que buscaba la colaboracineuropea como contrapeso al poder estadounidense, se sumaba, en un mundoque pretenda bipolar, al concepto de fronteras ideolgicas.

    Este concepto redefina el nacionalismo en una perspectiva que trascendalo territorial, para considerar a la nacin como un conjunto de de valores,creencias, instituciones y religin, que, tanto como el territorio, deban serdefendidas por las Fuerzas Armadas (De Riz, 2000:35). Pero la teora de lasfronteras ideolgicas implicaba en la versin argentina -desarrollada por elgeneral Juan Enrique Guglialmelli14 y complementada por el general Osiris

    14 El general Guglialmelli fue director de la Escuela Superior de Guerra, del Centro de Altos Estudios, y de larevistaEstrategia.

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    Villegas quien ocupara la Secretara del Consejo Nacional de Seguridad-,el desarrollo integral como paso previo a la derrota de la subversin. SegnCisneros y Escud,

    Guglialmelli planteaba un desarrollo integral con independencia,aclarando que se refera al desarrollo econmico-social, cultural yespiritual y que con independencia significaba la ruptura decuatro formas esenciales de dependencia: la econmica, la poltica,la cultural y la ideolgica (Cisneros y Escud, 2000).

    Paralelamente, Osiris Villegas afirmaba que una poltica de inters nacionalimplicaba superar el pas agrcola-ganadero para construir una sociedadindustrializada con un campo modernizado.

    Pero la Doctrina de Seguridad Nacional no tuvo slo implicaciones en polticainternacional o econmica sino que tambin defini una concepcin de laorganizacin nacional y un papel para los militares en ella: el respeto a laConstitucin se subordinara ahora a la defensa del modo de vida occidental ycristiano. Dicha concepcin, entroncaba bien, de una parte, con el nacionalismocatlico del Ejrcito (De Riz, 2000:33-4), y de otra, con la tradicin inauguradaporLa Nueva Repblica a final de los aos 20. Los cursos de cristiandad, queretomaban el movimiento cultural fuertemente entroncado con el nacionalismoinspirado en la de Concepcin Catlica de la Poltica publicada por Menvielle en1932, (Pieiro, 1997:311) tuvieron, segn un actor privilegiado del onganiatocomo Castex (1981:64), fuerte influencia entre los oficiales de la RevolucinArgentina. Sin duda el presidente que consagr el pas a la Virgen de Lujn,no fue ajeno a esta ideologa que se caracterizaba por un fuerte sentimientoreligioso aunado a la bsqueda de una sociedad ordenada jerrquicamente.

    En su libroPoltica y Estrategia para el Desarrollo de la Seguridad Nacional,Osiris Villegas escribi:

    Un proyecto nacional convincente que unifique y fervorice; unaelite capaz de planificarlo y dirigirlo; un lder que lo interprete yuna dinmica social (el pueblo), que lo acate y ejecute. (...) De loselementos enunciados el ms esencial y quizs el previo es la elite aquien debe drsele la oportunidad de ocupar, en la direccin polticadel Estado, los puestos cimas y claves para la toma de la decisin.(...) Los puestos dirigentes deben ser de los capaces y no destinoaccesible para los politicastros o ignorantes.

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    Aunque la lite que pide el idelogo de la Seguridad Nacional fue bastanteheterognea y estuvo compuesta por militares y tcnicos, sin duda lospoliticastros fueron separados del poder. Y el lder reclamado era, o as se

    crey en un principio, Ongana.La nueva organizacin de la sociedad que reclamaba esta versin de laDoctrina de Seguridad Nacional desemboc o al menos lo pretendi- enun rgimen corporativo que, segn Potash, se pareca a la propuesta dereforma constitucional promovida por Pern. En la cima, el Consejo AsesorEconmico-social que trabajara con organismos de planificacin del gobiernoen coordinacin con el Poder Ejecutivo al que se integraran una serie deasociaciones coordinadas a nivel local y provincial que culminaran en tres

    asociaciones nacionales: confederaciones obreras, federaciones de empresarios,y, por ltimo, profesionales y tcnicos (Potash, 1994:135-8) .

    Estos Consejos, que reemplazaran al desueto juego de los partidos, seintegraran en tres sistemas que se entrecruzaban y complementaban: elde desarrollo, el de seguridad y el de planeamiento, que sera el eje sobreel que giraran los otros dos (Rouqui, 1982:267). Para alcanzar este fin secrearon el Consejo Nacional de Seguridad (CONASE) y el Consejo Nacionalde Desarrollo (CONADE).

    La comunidad organizada como se denomin a esta forma corporativista-que ambicionaba Ongana, fue presentada como una superacin de laobsoleta y disolvente democracia parlamentaria. La idea de participacin,en este caso, reemplazaba a la de representacin. La cohesin social, lasolidaridad nacional y la integracin son los objetivos a alcanzar con el Estadoorganizado. Los distintos Consejos, impulsados desde el centro, seran losespacios idneos para esa participacin (Rouquie, 1981:265-6). La nacientedemocracia comunitaria buscaba as ordenar la sociedad a travs de susgrupos intermedios, muy la Maurras.

    Los factores reales de poder -concepto caro a los nacionalistas- concebidoscomo necesarios y permanentes para contrarrestar los vaivenes de lapoltica (Halperin, 1991:147) tendran un lugar de hecho en estos Consejos.Ellos eran: las Fuerzas Armadas, la Iglesia Catlica, las organizacionesempresariales y las obreras.

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    Esta concepcin de los factores de poder, que inclua la integracin jerrquicay disciplinada del movimiento obrero, obtuvo inicialmente el beneplcito delsector dialoguista de un sindicalismo acostumbrado a vivir bajo la proteccin

    del Estado. Pero esta simpata inicial no resisti las multifacticas estrategias deperonismo, entre las que se destacan la ofensiva iniciada por las formacionesespeciales peronistas y la emergencia de sectores ms confrontativos en la CGT.Por otra parte, la autonoma que pretenda el rgimen en temas tan crucialescomo la reestructuracin empresarial y que en ltima instancia desembocen un prebendarismo que no tena nada de modernizador- y la posicin duraasumida por Kriegger Vasena con los jerarcas sindicales, en medio de un procesode desnacionalizacin de la economa, llev a que su propuesta de comunidad

    organizada, lograra pocos adeptos entre estos factores de poder15

    .Un editorialista de Criterio, inicialmente resuelto defensor de la RevolucinArgentina, escriba el 24 de diciembre de 1970, que el intento de Onganade despolitizar totalmente a la sociedad argentina [] respondi a unaideologa poltica tradicionalista con la que se crey gobernar a una nacin sinconflictos ni divisiones, solidaria entre sus partes jerrquicamente dispuestas,en la cual se alentaba la participacin sin que nadie tuviera el derecho a elegira sus gobernantes y en donde bastaba que la comunidad se organizara para

    que los argentinos construyramos una isla de paz en un mundo acuciadopor el conflicto y los antagonismos. Tal conflicto suprima cualquier formade oposicin poltica legalmente estructurada y aumentaba la hegemonagubernamental (Botanaet al, 1973:310).

    Con el asesinato de Aramburu que evidenciaba el fracaso en el manejo delorden pblico- , la reunin del CONASE donde Ongana plante su proyectocorporativo y su intento de aferrarse al poder por un tiempo indeterminado,acabaron con la paciencia del Ejrcito que, por otra parte, se senta cada

    vez ms marginado del proceso poltico. El breve interregno de Levingstoncuya ideologa no deja de moverse en las grandes lneas que ac hemossealado- cerrar el ciclo corporativo de la Revolucin Argentina. Losliberales, por intermedio de Lanusse, reasumirn el mando dando paso altan anhelado tiempo poltico.

    15 Tambin otros aspectos influyeron en la prdida del capital poltico de Ongana. Entre ellos estn las actitudesantisemitas que amenazaron con enturbiar el clima de negocios con los Estados Unidos. La ms cuestionada fue laentrevista del Ministro del Interior, Martnez Paz, con el dirigente de Tacuara, Patricio Errecalte Pueyrredn.

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    V

    La muy rpida genealoga del pensamiento nacionalista que aqu mostramos,no pretende negar una verdad de a puo: el gobierno de Ongana se constituyen un espacio de conflicto entre liberales y nacionalistas de distintas tendencias.Lo que quisiramos resaltar es que en el pas exista una importante trayectoriade pensamiento nacionalista que, no slo haba intentado influir en lasdecisiones de poder pormanu millitaridesde Uriburu, sino que se conjugabacon un muy ortodoxo liberalismo econmico. Ese pensamiento estaba asociadoa publicaciones del nacionalismo catlico comoLa Nueva Repblica y Balcn :nacionalismo anterior y diferente del nacionalismo con ribetes populares dederecha e izquierda- que se posicion, posteriormente, en el discurso poltico.

    La hiptesis que queremos plantear es que el pensamiento de Onganaentronca directamente con esta tradicin. O, para decirlo ms rigurosamente;la Revolucin Argentina echa mano a esta tradicin discursiva disponible enel debate poltico cuando la referencia al nacionalismo especialmente alnacionalismo econmico- se haba vuelto inevitable en el discurso polticoargentino, especialmente despus de que el peronismo popularizara ideas queen la dcada del 30 slo correspondan a minoras (Halperin, 1991:98).

    Este nacionalismo de corte catlico, hispnico y, sobre todo, aristocratizante,

    aunque contiene desde sus inicios elementos filofascistas, en ltima instanciarecibe ms influencia del integrismo catlico que de Maurras. Lo que unaa las distintas vertientes del nacionalismo catlico era su profundo rechazoa la democracia liberal. Esto, que era un pensamiento muy de poca en lasdcadas del 30 y 40, estaba ya bastante perimido en los aos sesenta, conla sola excepcin de Espaa y Portugal. Pero la idea de que los partidos sonformas vacas y la poltica es fundamentalmente una tcnica que debe serracionalizada como administracin, ya estaba presente en los hermanos

    Irazusta. Y el profundo sentimiento de que el poder tiene una responsabilidadespiritual, planteado en el siglo XIX por De Maistre, es un elemento que yahaba defendido Ernesto Palacio en la dcada del 20.

    En ese sentido, la genealoga nacionalista que traza Castex en suautobiografa es bastante coherente: Lonardi, Ongana, Levingstontodos, segn el autor, nacionalistas catlicos y defensores de otra forma deorganizacin de la sociedad.

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    Ciertamente el modelo de Franco debe haber influido en Ongana. Perotambin exista un pensamiento nacional que lo respaldaba. Eso explica quenacionalistas que tangencialmente apoyaron a Pern, pero que le criticaron su

    incapacidad para romper con las desgastadas formas democrtico-liberales,como Snchez Sorondo, Castex, Amadeo o Etchecopar, vuelvan a aparecer junto a la Revolucin Argentina. Como mostramos ms arriba siguiendoa Pieiro, los temas del peronismo coinciden fuertemente con el de estenacionalismo catlico. Su falta de audacia para revolucionar la organizacinsocial y constituir una lite dirigente reconocida por su capacidad intelectualy moral, los diferencian. Por eso, los nacionalistas consideraron que Pern,en lugar de hacer un gobierno de los naturalmente mejores, deriv en unpersonalismo autoritario y corrupto, imponiendo un igualitarismo disolventey una exacerbacin de la lucha de clases.

    Ongana lleg al poder en medio de una sensacin nacional de grandezadilapidada magnificada por los medios de comunicacin y por el peronismo-, en un momento de fuerte talante antidemocrtico, para prometer unarevolucin modernizadora. Pero creemos que la modernizacin conservadoraque pretendi encarnar junto con el ambiente cultural retardatario queimpuso- estaba bastante anclada en el pasado.

    Para concluir, si aceptamos con Rouqui (1982:348) que en las Fuerzas Armadas coexistieron tres tendencia: a) la liberal en sus dos versiones:democrtica y elitista, que invoca tanto a Justo como a Irigoyen; b) laautoritaria corporativista, representada por Uriburu ; y, c) la ms reciente, quese origina tanto en la tradicin radical como en la nacionalista e industrialista-tecnocrtica, destacando que la relacin entre esta ltima y los nacionalistasautoritarios corporativos es mucha. Es igualmente importante resaltar que elEjrcito no estaba al margen de la sociedad y que se aliment tambin de lascorrientes de pensamiento que sealamos. Los grandes temas que expone el

    primer gobierno de la Revolucin Argentina: la sociedad jerrquica, el desprecioa la democracia liberal resumido en la crtica a la partidocracia, la defensade la tradicin catlica e hispnica, el lugar destacado que deba jugar laArgentina en el orden internacional y la participacin directa de los factoresde poder en el gobierno; no son privativos del estamento militar sino que,desde la segunda dcada del siglo XX, estuvieron presentes en los proyectospolticos que descreyeron de las reformas introducidas en 1912 por SenzPea. La novedad que parece haber introducido el gobierno de Ongana es lade recubrir este desprecio de la poltica con un lenguaje tecnocrtico, que sepretenda innovador, ms acorde al espritu de los tiempos.

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    Quizs sea cierto, como seala Botana, que las imgenes nacionalistas nuncaencontraron alternativas ideolgicas a la frmula de Alberdi, quien ligara lalegitimidad del poder a un marco institucional que permitiera la realizacin de

    los grandes objetivos nacionales (Botana, 1973:313). Pero no se puede negarque Ongana intent producir una nueva institucionalizacin y que para ellocontaba con un acumulado de pensamiento importante.

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