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Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 1
Alfonso Galindo Lucas
LA UTOPA DEL MERCADO. Una revisin de la Economa dominante
Prembulo
PRIMERA PARTE: DISCUSIN TERICA
Captulo I. Aproximacin contextual Antecedentes El problema de la
informacin El problema de la formacin El tema del capital
intangible El problema del incentivo La variable reputacin El papel
de la tecnologa Nuevas realidades Bibliografa especfica
Captulo II. El papel de la Ciencia Econmica Introduccin
Racionalidad e individuo La Ciencia acomplejada El oficio del
economista Sistema econmico y Teora Econmica Hacia un nuevo
paradigma El mtodo cientfico en Economa El principio de
incertidumbre en Ciencias Sociales Qu es la Economa Bibliografa
especfica
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Una revisin de la Economa dominante 2
SEGUNDA PARTE: LA LGICA DEL LUCRO
Captulo III. Sistema econmico y tecnologa Introduccin La era
tecnolgica actual Tecnologa y competencia Tecnologa y libre
comercio Modernizacin y capitalismo institucional Bibliografa
especfica
Captulo IV. Comercio internacional Introduccin Las ventajas
competitivas y el comercio mundial Proteccionismo y libre cambio
Bibliografa especfica
Captulo V. El Estado en libertad vigilada Introduccin Integracin
y multilateralismo Intervencin, regulacin y dficit pblico
Privatizaciones y capitalismo popular Bibliografa especfica
Captulo VI. Sistema Financiero Internacional Introduccin
Mercados financieros Instituciones financieras Sectores emergentes
Crisis financieras La Teora de seales ms all de la empresa
Bibliografa especfica
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La utopa del mercado 3
Captulo VII. Panorama Empresarial Introduccin Concentracin y
competencia Las pequeas empresas Bibliografa especfica
Captulo VIII. Situacin de la mano de obra Introduccin La pequea
tirana del proletariado Flexibilizacin del mercado laboral La
sociedad del conocimiento Inmigracin y mercados Bibliografa
especfica
Captulo IX. El negocio de la pobreza Tercer sector y crisis del
Estado Ayuda al desarrollo Comercio y desarrollo Cmulos de
despropsitos Bibliografa especfica
Captulo X. Medio ambiente versus espacio vital Introduccin Medio
ambiente y riqueza El asunto del narcotrfico El pretexto del medio
ambiente Medio ambiente y comercio Crisis ambiental y conflicto La
guerra de Bush contra el medio ambiente Bibliografa especfica
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Una revisin de la Economa dominante 4
Captulo XI. Economa y democracia Por qu es bueno el mercado La
deificacin de la Ley La libertad de elegir Estado de derechas y
fascismo de baja intensidad El papel de la prensa La Historia
contina Otra izquierda es posible Bibliografa especfica
Eplogo Bibliografa general
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La utopa del mercado 5
PREMBULO
Vaya por delante que la pobreza es uno de los resul-tados y de
las razones de ser del sistema econmico mundial y que el drama
humano es digno de mencin preliminar, a pesar de no reflejarse
fielmente en las cifras ms difundidas.
Aunque el propsito inicial de esta obra era reivindi-car las
diversas facetas de la injusticia social y, en cierto modo, el
estado de desconcierto intelectual de una gene-racin de
licenciados, formados toda su vida con cargo a presupuestos
pblicos, finalmente, la base de este trabajo es el replanteamiento
de la disciplina cientfica desde la que se debe confrontar la
realidad econmica con los modelos tericos recurrentes.
Muchos de nosotros, que nos bamos a dormir con la parbola del
prisionero y que cultivamos el individua-lismo como virtud y el
oportunismo como signo de agradecimiento mstico, nos hemos visto
obligados a in-vestigar por qu nuestras expectativas no se
cumplieron. Es este el eterno oficio del Economista, en el que,
segn el proverbio, debemos emplear la mitad de nuestro tiem-po?
Surgi la necesidad de Investigar por qu la mano invisible ha
generado a su alrededor pobreza e injusticia en medidas crecientes
y por qu aquellos que aprovecha-ron sus oportunidades no tienen hoy
la conciencia tran-quila. Como otros muchos antecedentes, este
trabajo se
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Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 6
planteaba inicialmente una crtica al sistema. En virtud de
ciertos razonamientos, el proceso de investigacin se fue
convirtiendo en una crtica a la ineficiencia del siste-ma. Como
consecuencia de ello, la crtica se extiende a la evolucin de la
Ciencia Econmica y, sobre todo, al uso que se hace de ella, en
relacin con el conocimiento que posee la poblacin en general. He
aqu que se vuelve a la idea de justicia y reivindicacin, pero en
una faceta acor-de con los nuevos tiempos, relativa al reparto
social del conocimiento (Touraine, 2004).
No es apropiado, por otra parte, deducir que el objeti-vo de
este ensayo es de tipo eminentemente poltico, a pesar de que, a
veces los polticos o sus polticas puedan no resultar muy bien
valorados o los cientficos puedan ser criticados de excesivamente
politizados. A diferencia de algunos trabajos anteriores, no me cio
al esquema puramente empirista, pero el enfoque de este ensayo no
deja de ser cientfico. Existe, por supuesto, en la determi-nacin de
la importancia de los hallazgos, un elemento moral, que es bastante
convencional, carente de mayores sofisticaciones: La supeditacin
del lucro particular al bien comn se considera el principal
criterio general de eficiencia.
Los que en los aos 80 empezamos la carrera de eco-nmicas o
empresariales, nos fuimos acostumbrando a repetir proclamas y
suponer que eran el resultado de concienzudos trabajos empricos o
incluso que eran nues-tras propias opiniones las que enunciamos.
Aunque no ramos muy conscientes, propicibamos pasivamente la
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 7
implantacin de prejuicios tericos; en definitiva, haca-mos
poltica y no investigacin. Pronto empezamos a sospechar que
nuestros dogmas eran inculcados a peti-cin de gente poderosa,
aunque este encargo es una des-viacin tal vez menos explicita y ms
efectiva que las demandas de los ciudadanos de a pie.
Ahora muchos estn volviendo a Marx, tras afrontar las crticas de
que sus conocimientos no estn actualiza-dos, pero esto se sigue
considerando un retroceso an mayor, se busca desesperadamente un
nuevo paradigma. No es bueno olvidar, sin embargo, que los mejores
eco-nomistas han sido marxistas y los mejores marxistas eran
economistas. Pero el marxismo mal entendido nos puede llevar a un
determinismo excesivo y a una predisposi-cin fatal hacia el
conflicto, que llegara a favorecer de-terminados intereses
poderosos.
La evolucin de la Economa como Ciencia describe una tendencia
muy marcada hacia la corrupcin, hacia la supersticin, la
persecucin, lo que Carl Sagan denomin la anti-ciencia. Sin embargo,
en este ensayo trato de exponer las oportunidades que tenemos los
economistas, no slo de aparentar (como hasta ahora hemos hecho),
sino de estar en posesin de las verdades ms trascen-dentales para
la humanidad actual y futura.
El ttulo de esta obra hace referencia a lo que, hasta el
momento, ha sido la piedra filosofal (que no angular) de la Ciencia
Econmica durante mucho tiempo: El merca-do. Cuando hablamos de
utopa, nos referimos a una
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Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 8
palabra inventada por Thomas More en 1516, para de-signar a algo
que, literalmente, no est en ninguna parte. A raz del famoso
ensayo, la palabra utopa, ha adquirido connotaciones de algo que se
considera deseable. Efecti-vamente, el mercado es algo deseable, ms
deseable en la medida en que ms presente est y mejor funcione.
Co-mo es lgico, este no es un ensayo destinado a explicar las
cualidades del mercado eficiente (amplitud, transpa-rencia,
profundidad, etc.), primero porque existe una in-finidad de
magnficos tratados sobre ese tema y, segun-do, porque es ms urgente
comprobar si se est ponien-do o es posible poner en prctica una
institucin con se-mejantes cualidades; en caso contrario, no
estaramos an-te un concepto cientfico, sino teolgico. Primero hay
que cerciorarse de la existencia de algo y luego describirlo.
El mercado, como cada uno de sus trminos relacio-nados,
comparte, en el sistema actual, algo de la natura-leza de los
dioses, puesto que, en la opinin general, primero se cree en el
mercado, luego se comulga con l y despus se estudian sus
caractersticas. Citar algn ejemplo de entre los trabajos clebres,
minuciosamente elaborados, en los que se da por sentado que los
merca-dos asignan recursos eficientemente. Sin embargo, hoy parece
demostrado que el mercado, de tan deficiente como se nos presenta,
se caracteriza ms por su ausencia que por sus fallos.
Por lo tanto, lo que me propongo no es, como en otros, mostrar
lo que se puede encontrar el sujeto eco-nmico en su interaccin con
otros agentes, en un para-
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La utopa del mercado 9
digma ideal y munificente: el mercado, el verdadero mercado; ese
mecanismo que, como un demiurgo, sen-tencia de forma inapelable cul
es el precio justo de cada bien. Previa a este tipo de anlisis es
la crtica de los lmi-tes materiales y formales de la disciplina
cientfica, pues-to que, al hablar de Economa, estamos refirindonos
al desarrollo humano, a la naturaleza humana (Heilbroner, 1968) y a
todo lo que a sta preocupa.
En el captulo sobre metodologa, expongo la necesi-dad que existe
en las Ciencias Sociales de realizar traba-jos tericos tendentes a
formular hiptesis razonable-mente probables, sin necesidad de
experimentar y com-probar, uno por uno, los pasos del mtodo
emprico. Es bien cierto que en este libro no se estn exponiendo
hechos fehacientemente cuantificados, ni modelos capa-ces de
predecir un dato, sino que se estn haciendo ad-vertencias acerca de
la evolucin de nuestra Ciencia, en relacin con su entorno real. Son
la historia y el sentido comn los laboratorios apropiados, si es
que, ante la ur-gencia, cabe alguna experimentacin.
Buena parte de este libro puede considerarse una re-copilacin
revisada de versiones de trabajos anteriores, que aparecen
debidamente reseados. De ellos, muchos se elaboraron (y algunos
llegaron a publicarse) para se-cundar iniciativas coordinadas por
Julio Prez Serrano, de la Universidad de Cdiz. Por eso, es
pertinente co-menzar agradeciendo al Grupo de Historia Actual la
oportunidad de permitirme plantear ciertas cuestiones en el foro
abierto por los historiadores a todas las dems
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Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 10
disciplinas. Por los mismos motivos, las publicaciones y
actividades organizadas por Juan Carlos Martnez Coll y su grupo de
investigacin eumed.net, han sido el des-tino de muchos de dichos
trabajos previos y han supues-to, a su vez un foro abierto para los
no-economistas. Una de las finalidades de la obra es ofrecer el
enfoque subya-cente a una serie de trabajos de temtica
aparentemente dispersa, que sin embargo, desde una perspectiva
con-junta, han venido a completar un proceso de reflexin
in-terdisciplinar, asumido por el autor, pero compartido. En el
caso concreto del tercer captulo, es preciso agradecer
particularmente a Rafael Gmez Snchez su colabora-cin, de la misma
forma que a Elia Manuela Mera, con respecto al captulo X y parte de
los dos precedentes. Han aportado mucho a esta obra una multitud de
perso-nas, unos son amigos, otros casi desconocidos, con quie-nes
he conversado puntualmente, en provecho de re-flexiones
posteriores. Es cronolgicamente ms cercano el apoyo y la ayuda de
Arno Tausch, de la Universidad de Innsbruck, aunque posiblemente su
ejemplo ha sido la ms valiosa y definitiva razn para que este libro
se pu-blique. Debido al hecho de la compilacin de trabajos mos poco
conocidos, algunos de los casos que se comen-tan llegan a ser poco
recientes y la mayor parte de la cr-tica que se hace expresamente
al Gobierno, se ejerci du-rante las legislaturas del Partido
Popular.
En la crtica al enfoque institucionalista, me anim bastante la
conversacin mantenida con el profesor Greenwood, de la universidad
de Alberta, a quien expu-
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 11
se sucintamente estos planteamientos y me respondi pensativo
maybe youre right, maybe youre right. En l-timo trmino, el volumen
y la idiosincrasia de esta obra no tendran mucho sentido sin esta
crtica terica, que se ejemplifica una y otra vez. Por ltimo, los
medios apor-tados por la Universidad de Cdiz han sido decisivos
para la consulta de antecedentes y la elaboracin de con-tenidos. En
este sentido, tambin ha sido til, directa o indirectamente, la
financiacin de la Junta de Andaluca a determinados proyectos de
investigacin.
El contenido de este libro pretende redistribuir el
co-nocimiento acerca de cosas que, en su mayor parte, son asuntos
que ya se conocan, aunque entiendo que la forma en que se han
compendiado transmite una idea nueva que era necesario formular: La
Economa actual es la alquimia de la futura Ciencia Social. Al igual
que en otras obras, que inician su contenido justificando el
ca-rcter cientfico de lo que sigue, el esquema que se ha adoptado
empieza por el planteamiento terico. Por mo-tivos de comprensin, se
ha optado por plantear primero la discusin sobre la validez
cientfica del enfoque que se adopta comnmente, para abordar, sobre
la base de esta crtica, el estado actual de la discusin acerca de
temas claves. El punto de vista adoptado en el captulo II se
jus-tifica mediante multitud de ejemplos de la segunda par-te. Este
orden definitivo entre las dos partes es inverso al que ha
producido el proceso lgico seguido en realidad, pero parece ms
didctico. Es decir, para llegar a preferir un mtodo de investigacin
ha sido necesario recopilar
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Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 12
evidencias y analizar fragmentos de realidad; a efectos de
exposicin, es preferible, en cambio, defender primero dicho mtodo y
demostrar luego que es el ms capaz de explicar los hechos
estilizados.
En cuanto al lenguaje utilizado, suele ocurrir que para un
determinado pblico resultar demasiado tcnico y para otros
excesivamente coloquial. Recuerdo un manual de Macroeconoma en el
que se daba la siguiente reco-mendacin: Si no es capaz de
comprender alguno de los prrafos, no es grave que se lo salte. Por
eso creo que pa-ra cualquier pblico, la lectura global de la obra
merece-r la pena.
Las caractersticas que van a ser destacadas del com-plejo
sistema econmico actual se expondrn en el si-guiente orden: La
tecnologa, el comercio internacional, el Estado, el Sistema
Financiero, el panorama empresa-rial, la mano de obra, el sector
no-gubernamental y el medio ambiente. A continuacin, se hace
inevitable un apunte de matiz ms poltico, que no pierde de vista el
mtodo de anlisis y que evita adoptar cariz panfletario. Todas ellas
son cuestiones que he considerado dignas de comentario, por lo que
de novedoso pueden aportar a debates actuales.
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PRIMERA PARTE: DISCUSIN TERICA
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Una revisin de la Economa dominante 14
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 15
Captulo I. APROXIMACIN CONTEXTUAL
Antecedentes
Por su propsito general, este libro se podra haber llamado como
un trabajo de Wallerstein (1989) en el que se pone en duda que el
capitalismo sea una economa ba-sada en el concepto de mercado. En
lugar de usar la ex-presin utopa, se podra haber hablado del
mercado como mito de Occidente (Todd, 1999), como ideologa
(Touraine, 1999) o como panacea o demiurgo (Sarto-ri y Mazzoleni,
2003). El subttulo del presente libro permitira elaborar una
extenssima obra que difcilmen-te sera comprendida por el lector.
Debo reconocer que no he ledo completas ni la famosa triloga de
Marx, ni la tambin clebre de Castells, como tampoco la obra
com-pleta de Polanyi, a pesar de haberme sido imprescindible su
cosmovisin. Sin embargo, en ellas subyacen plan-teamientos de
conjunto que aconsejan que estas obras sean estudiadas. Tan slo con
el propsito inicial de criti-car al sistema, se podra haber
compuesto otra volumi-nosa triloga consistente tan slo en recopilar
anteceden-tes. Por eso y para no sobrepasar el argumento final de
hacer una crtica a la propia Ciencia Econmica, las crti-cas que se
han conservado son nicamente las que he considerado menos
recurrentes y ms ocurrentes y cons-tructivas, menos nihilistas.
Esto no significa un alinea-miento opuesto a otras crticas ms
usuales al sistema
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Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 16
capitalista, que son debidamente referenciadas, aunque no de
modo exhaustivo. Los distintos apartados son ms bien un escueto
marco que sugiere lneas de investiga-cin futuras, pero subyace una
idea original, que tal vez tenga nicamente como precedentes
directos los volumi-nosos tratados sobre marxismo, en su aspecto
metodol-gico (por ejemplo, Harnecker, M., 1979) y la obra de
Po-lanyi (1944), en la conceptuacin del sistema capitalista.
Aunque este libro se desva de la lnea de especializa-cin
habitual del autor, considero que hago aportaciones muy necesarias,
no tanto en lo relativo a los resultados, como a los puntos de
vistas. No se trata de un discurso poltico rancio y forzado, con
econmica y cientfica so-lemnidad, como el de Robert Skidelsky
(1995), sino que se pretende un anlisis serio, aunque desprovisto
de pa-rafernalia expositiva que acertadamente descalifica Ga-leano
(1999).
En la actualidad, todos los economistas leen y repro-ducen
crticas al sistema, unas ms ficticias que otras. Otros, ms
aventajados, saben que no basta con criticar y buscan una
explicacin sistmica, global, y caen en tpi-cos globales. Otros
anlisis ms serios, entran de lleno en cuestiones bsicas y se
aproximan a lo que ser una ex-plicacin sinttica del Sistema. Muchos
trabajos ms bien recientes, acerca de temas econmicos, comienzan
con una contextualizacin globalista que en otros tiempos fue
sobreentendida. Antes de 1989, los artculos cientfi-cos, en las
Ciencias Sociales, no empezaban proclamando en qu etapa histrica
nos encontramos y tratando de
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 17
conectar esta idea, a toda costa, con el ttulo y la temtica del
artculo.
Sobre el concepto de globalizacin se ha escrito mu-cho, pero una
de las versiones no escritas (hasta ahora) nos permite afirmar que
la globalizacin era un maremo-to que nos haba pasado por encima y
ahora estamos analizando lo que queda despus. Con esto, nos da a
en-tender que la globalizacin es algo que probablemente ya ha
pasado y por eso se nos permite que la conozcamos. Entre otras
cosas, la globalizacin es una palabra, pero su imposicin ineludible
al acervo cultural de Occidente responde a una realidad material, a
los que muchos de-nominan por igual globalizacin, otros
mundializa-cin y otros capitalismo global. Esa realidad, como se ha
dicho en otras ocasiones, ni es tan reciente este proce-so ni se ha
terminado de producir, pero se puede decir que hoy nos encontramos
claramente en una fase global del capitalismo: Mi aportacin a esta
caracterizacin del capitalismo es el concepto de nuevo capitalismo
institu-cional.
Entre las facetas interesantes de este capitalismo, he destacado
la existencia de relaciones de clientelismo que no son nada
novedosas, pero que se hacen cada vez ms insolentes y con mayor
impacto cuantitativo, aunque ra-ra vez se tienen en cuenta en la
Teora. En una etapa del capitalismo en que la bsqueda de mercados
est llevan-do a la necesidad cada vez ms urgente de exterminar al
competidor y a gran parte de la poblacin de determina-dos pases,
una solucin comprensible, dentro de lo que
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Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 18
cabe, es la derivacin del concepto de consumidor, refe-rido
hasta el momento al individuo o persona fsica, a un tipo de cliente
mucho ms interesante: La persona jurdi-ca. Esa persona jurdica
puede ser el propio sector pbli-co o bien el sector privado
alentado y respaldado por el sector pblico: Organizaciones
No-Gubernamentales (ONG) y Pequeas y Medianas Empresas (PYME).
Sobre el funcionamiento terico del mercado y sus posibles
fallos, tambin existe gran cantidad de biblio-grafa, pero en
general, se asume la posibilidad de encon-trar un mercado para
todas las cosas y las legislaciones de todos los pases obligan a
contabilizar aquellos valo-res que se puedan prever en funcin del
mercado (el mercado est presente en los conceptos de valor
residual, valor venal, provisiones por depreciacin, etc.). La
nor-mativa contable, por ejemplo, confiere a las bolsas de va-lores
la virtud de valorar ciertos bienes propiedad de la empresa; esto
no es exactamente incorrecto, sino que, a falta de mercados
eficientes, las cotizaciones son los ni-cos datos de que se
dispone.
Incluso las leyes de expropiacin de todos los pases dictaminan
que el justo precio se deba calcular con arreglo a criterios de
mercado. En la prctica, al no ser comparables entre s bienes
inmuebles o peor an empresas o negocios, ocurre que no existe un
mercado al que se pueda consultar en estos casos. Sartori y
Mazzo-leni (2003, p. 167) hablan de la extendida conviccin que
ahora tiende a atribuir al libre mercado soluciones mila-grosas.
Por eso, los procesos de expropiacin se resuel-
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 19
ven en funcin del poder de negociacin de cada propie-tario
frente a la Administracin. Aunque pueda parecer que las
expropiaciones (o nacionalizaciones) son un asunto del pasado, en
el mbito local, las pequeas pro-piedades estn supeditadas a la
planificacin urbanstica y, por lo tanto, al criterio o inters de
quien gobierna. No ocurre lo mismo con los grandes latifundios. La
historia de los dos ltimos siglos en Andaluca es en resumen un
claro ejemplo del fracaso de las desamortizaciones.
Por eso, es bueno insistir en que todo esto ya se cono-ca; como
expongo ms adelante, la connivencia entre la academia y otros
medios culturales, como la prensa, hacen que tengamos que repetir
una y otra vez las mis-mas crticas que hace justo un siglo: El
capital financiero busca la dominacin, no la libertad... necesita
que el Es-tado garantice sus mercados nacionales... y conquiste
mercados extranjeros... (Hilferding, R., 1910). Tampoco es novedoso
el ejercicio de crticas a la doctrina imperan-te en economa, de
forma inseparable a las crticas al ca-pitalismo (Galbraith, 1971;
Thourow, 1980; Stigler, 1982; Krugman, 1999), aunque en muchos
aspectos, el conteni-do de la presente crtica puede resultar muy
distinto al de las anteriores.
La suposicin de que existe el mercado ha trascendido
inevitablemente a la sociedad y su inclusin en las nor-mas legales
ha producido infinidad de sentencias judicia-les manifiestamente
injustas. Por ejemplo, cuando se em-bargan los bienes del deudor y
se espera que la subasta ejerza la funcin de determinar
eficientemente el precio
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Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 20
de los bienes embargados, las leyes y sus jueces estn
institucionalizando el mito del mercado. Todo el mundo sabe o
debera saber que las subastas, establecidas for-malmente como un
acto pblico y transparente, son en realidad un mundillo de
entendidos y viejos conoci-dos, que se reparten los bienes antes de
que se abra la puja. Esto redunda siempre en perjuicio del
deudor.
El mercado es bueno como modelo y los modelos son tiles, a pesar
de su simplicidad, al permitir explicar la realidad... (Fernndez de
Castro y Tugores, 1997), pe-ro no es la realidad. El mercado nos es
til a los econo-mistas como herramienta terica, para que el estudio
de sus imperfecciones y excepciones nos permita compren-der y
predecir la realidad, pero no es un objeto de culto que vaya a
conducir al creyente hacia la verdad y la jus-ticia.
Tal ha sido el fervor cientfico acerca del mercado que el propio
Sir Lionel Robbins, en su famoso ensayo de 1932, lamentaba que los
economistas no se ocupasen del funcionamiento interno de las
organizaciones, sino de lo que sucede en el mercado (En Coase,
1994). En ese mis-mo sentido, el premio Nobel, Herbert Simon,
apreciaba en 1991 que la Economa segua centrada en el
funcio-namiento de los mercados, ms que en la naturaleza y cometido
de la empresa y adverta que en la actividad econmica predominan las
organizaciones y no los mer-cados. Ese mismo ao reciba el Nobel el
discpulo ms destacado de Robbins, Ronald Coase, y en su discurso
incida en este problema: La microeconoma se refiere
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La utopa del mercado 21
principalmente al estudio de la determinacin de precios y
produccin... la empresa y el mercado se mencionan, pero carecen de
sustancia (1994).
As surgi la Economa de los Costes de Transaccin, que pareca
aportar un remiendo al paradigma del mer-cado. Como continuacin de
este planteamiento, la Eco-noma de la Empresa busca, en la
actualidad, una expli-cacin de cmo se dirime la disyuntiva entre
empresa y mercado, en funcin de sus caractersticas. Una solucin es
propuesta por numerosos autores, en virtud de la de-nominada Teora
de los derechos de propiedad, sinte-tizada por Oliver Hart (1995).
Segn esta teora, el poder es a la empresa, para su propietario, lo
que el mecanismo de precios es al mercado. El derecho de propiedad
sobre la empresa lleva consigo el ejercicio de potestades cuya
contratacin en el mercado ocasionara altos costes de transaccin. El
ejercicio de esa autoridad, en este contex-to, tendra la finalidad
de proteger inversiones que tie-nen un escaso valor fuera de la
relacin de poder, pero generan gran valor en la empresa. Es un buen
comienzo contar con un esquema bsico materialista, en que el po-der
surge de la propiedad sobre los activos fsicos, lo cual significa
que los lmites de la empresa estn marca-dos sobre dicho conjunto de
activos (Salas, 1999). Esta definicin, estrictamente material, no
contempla aquellos activos potencialmente rentables cuya naturaleza
no es fsica. Discutiremos ms adelante si dichos activos exis-ten y
si tienen mercado.
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Una revisin de la Economa dominante 22
En aquellos mbitos ya sean de carcter temporal y espacial o
sectorial o ya afecten slo al lado de la oferta o el de la demanda
en que ha existido competencia, es razonable usar el vocablo
mercado, en sentido restrin-gido. Pero en la actualidad, cuando se
produce alguna de esas situaciones, es normalmente debido a algn
cliente poderoso de esa actividad, que consiente o incluso
pro-picia la competencia y no participa en ella. Es decir, en la
mayora de los procesos de fijacin de precios y en las decisiones de
compra, hay agentes que estn por encima del mercado y del
Estado.
En vista de todas las pginas derrochadas en cansinas crticas al
sistema, durante los ltimos dos lustros, y las loas generalizadas
vertidas en las dcadas anteriores, es preciso adaptar la corriente
de las modas a un discurso ms perenne; ms cientfico. Por ejemplo,
es precipitado abandonar la terminologa de sistema y sustituirla
por el concepto de orden econmico. La estructura y fun-cionamiento
de la economa mundial responde en parte, en la actualidad, al
establecimiento de un orden impues-to de forma vertical1, pero no
existe un control absoluto sobre nuestras decisiones. Tampoco se
trata de una si-tuacin resultante de la actuacin libre y mltiple de
empresas o estados, sino de una concepcin prediseada que ha tenido
bastante xito y que conlleva reglamenta-ciones, Tratados
internacionales y campaas de concien-
1 Esta misma idea es adoptada en Nar, S., 2003 y en Galindo
(2005c).
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La utopa del mercado 23
ciacin financiadas con dinero pblico, entre otros ele-mentos ms
o menos eficaces para dicha implantacin.
El capitalismo es hoy el sistema caracterizado por la ausencia
de mercado y por la ineficiencia, por el descen-so de las
rentabilidades y la falta de oportunidades em-presariales; por la
ausencia de libertad de empresa. La concentracin empresarial y el
exceso de capacidad hacen imposible un modo de asignacin de
recursos tan utpico como el libre mercado. El sistema de
competen-cia alabado por Adam Smith llevaba, efectivamente, el
germen de su propia destruccin. La providencia de la mano invisible
ha retornado al ideario econmico para sustituir a la del gasto
pblico. Pero, desde 1989, el sis-tema dominante ya no representa la
libertad de empresa, sino algo netamente distinto, que aspira a
convertirse en un nuevo orden. Incluso ha mudado recientemente el
nombre capitalismo por el de globalizacin, cuyo agotamiento tambin
se vislumbra en una convalecencia post-global; un periodo de
secuelas en el que estamos.
Es conveniente adelantar que, en Economa, hay al-gunos temas que
estn de moda y otros que son tab. Entre los primeros, como veremos,
se encuentran algu-nas formas de negocios que gozan de algn
incentivo institucional. Entre los segundos, el ms caracterstico es
el estudio de la concentracin, en sus diversas acepcio-nes, del que
se huye por anticuado. Tanto las invocacio-nes, como los conjuros,
suelen hacerse injustamente.
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Una revisin de la Economa dominante 24
Hay un tema que parece que tendr oportunidad de resurgir, en
vista de la gran cantidad de crticas al capita-lismo a las que
podemos denominar, a su vez, utpicas, como lo hizo Marx con
respecto a los socialistas de su poca. Esta puede ser una buena
coyuntura para las con-fesiones religiosas para relanzar el tema de
la tica y la economa. Existen trabajos muy interesantes, en pocas
previas al fenmeno de la globalizacin, entre ellos, Milln-Puelles,
A. (1974). En esta lnea, es muy represen-tativo el trabajo de
Tamayo-Acosta (Dir., 2002) y otros.
Por ltimo, existen otros temas prometedores, en cuanto a sus
posibles resultados y tambin en relacin con el eco que alcanzan.
Con ellos, estamos exponiendo en primer lugar lo que podra ser la
propuesta de lneas futuras de investigacin. De este modo, se
persigue ad-vertir que, en el trasfondo de todos los problemas
eco-nmicos que se desarrollan ms adelante subyace la ne-cesidad de
investigacin. A continuacin se expone una breve justificacin de
algunos de estos campos.
El problema de la informacin
Desde hace dcadas, un mbito de estudio muy inte-resante, por su
implicacin en la realidad econmica es el problema de la falta o
asimetra de informacin en las transacciones. El coste de
informacin, como elemento
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 25
disuasorio en la toma de decisiones2 y de distorsin en la
formacin de precios, se estudia por primera vez en la obra de Coase
(1937), en la que se haban detectado otros dos tipos de los
denominados costes de transaccin. Su obra fue desarrollada
ampliamente por Williamson (1975, 1985) y por el propio Coase
(1994). En sus trabajos se trata el coste o la ausencia de
informacin como impe-dimento para que los mercados existan. Los
mejores fru-tos del estudio de esta nueva variable se estn
produ-ciendo en las Finanzas, como muestran los trabajos de Hellman
y Stiglitz (1986) o Stiglitz y Grossman (1980).
Aunque supone un avance incorporar al anlisis eco-nmico
tradicional la problemtica relativa al coste de la informacin, la
modelizacin resultante sigue sin ser completamente fiel a la
realidad. Enunciar que existe un coste para la informacin es
equivalente a suponer que existe un mercado para sta, pero si el
coste de la misma era un inconveniente para que los mercados
convencio-nales funcionasen, entonces, la ausencia de un mercado
para la informacin indica la posibilidad de no poder cuantificar el
problema de la informacin asimtrica.
El funcionamiento actual del sistema econmico est basado, en
gran parte, en la desigual informacin, en la denegacin de su
contenido. Algo similar sucede con lo que podemos denominar
asimetras de la formacin. Para el tratamiento de la informacin como
recurso, des- 2 Para una explicacin sencilla del efecto de estos
costes en las tran-
sacciones, ver Galindo (2005a).
-
Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 26
de la Teora Econmica, hay trabajos recientes (Martnez Coll,
2004; Mir, 2004) que abarca el tema de la forma-cin y el enfoque de
las instituciones.
El problema de la formacin
Tal vez sera necesario otro libro para aadir el tema de la
formacin, dado que los ms brillantes economistas (Stiglitz, 2001,
inter alia) tienen claro que la inversin p-blica en educacin es la
principal ventaja competitiva de las naciones en la era del
conocimiento; en perfecta con-cordancia con socilogos como Todd o
filsofos, como Touraine (2004). El deterioro de esta estrategia
competi-tiva en pases como Espaa es algo que salta a la vista a
quienes nos hemos formado con un nivel de calidad que entonces era
comparable al de la enseanza privada; ahora la inversin pblica en
formacin est destinada, cada vez en mayor proporcin, a fines
ocupacionales, de reinsercin y de escamoteo de cifras de paro.
En una obra sobre el capitalismo actual y el papel de la Ciencia
Econmica en su desarrollo no es posible es-capar de un comentario
acerca de los procedimientos mediante los cuales los recursos
humanos de una eco-noma adquieren la cualificacin productivamente
nece-saria y las aptitudes personales y colectivas que permitan a
nuestros descendientes cambiar de rumbo, si estiman que el
crecimiento actual no es sostenible ni conveniente. La necesidad y
la dificultad de abordar este tema vienen
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 27
determinada, primero, por la implicacin del autor en dichos
procesos. Adems, se trata de un aspecto sobre el que se ha
investigado y publicado hasta la saciedad, en relacin con la
economa y la sociedad.
Como defienden hoy la mayora de los grandes teri-cos, la
formacin es uno de los principales factores com-petitivos de una
sociedad, la fuente primordial del po-der. Cuando el origen del
poder o la desigualdad o como ahora diramos la ventaja competitiva
depen-dan de la pertenencia a una casta, hubo tal injusticia que
fue necesaria una revolucin para repartir equitativa-mente los
derechos civiles. Cuando dicha injusticia de-pendi del poder
econmico, fue necesaria la Revolucin sovitica (con ms pena que
gloria, desde el punto de vista de la justicia, pero con una
trascendencia innegable en todos los mbitos). Cuando la Revolucin
francesa trat de corregir las desigualdades de partida en lo que
luego se llam libre juego, la clase ascendente empez a cometer
otras injusticias de repercusin social. El co-munismo, implantado
en Rusia y alrededores, hasta 1991, aproximadamente, responda a la
idea de evitar que, en lo sucesivo, se volviesen a producir nuevas
des-igualdades competitivas, mediante la supresin del dere-cho a la
herencia (y en los welfare states occidentales, la redistribucin de
la renta y la riqueza). Era la libertad el logro alcanzado en 1789
y la igualdad en 1917. Pero de nuevo, comunismo y redistribucin no
eliminaron la in-justicia. Dado que el origen de la desigualdad en
la ac-tualidad se encuentra en la informacin y el conocimien-
-
Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 28
to, la prxima revolucin, como asegura Touraine3 logra-r
redistribuir este capital, considerado definitivo e insu-perable
para la humanidad.
La frontera terica y prctica entre los conceptos de formacin e
informacin no es ntida. Se puede trasplan-tar a la formacin, como
recurso, muchos de los comen-tarios que hemos dedicado a la
informacin. Como ocu-rre con el resto de factores productivos, la
formacin es un bien alienable, difcil de controlar. Se producen
tres problemas prcticos cuyo estudio no ha sido muy pro-fundo hasta
ahora: La fuga de cerebros, la subversin ba-sada en la informacin,
la necesidad de desinformacin.
El primero de estos aspectos, aunque no es nada no-vedoso, es
tal vez el ms relacionado con la globaliza-cin. Debido al
abaratamiento de los transportes y las comunicaciones y, por tanto,
de los servicios bancarios, las migraciones de personas y de
empresas se estn con-virtiendo en un fenmeno frecuente. Por lo
tanto, tam-bin surge un problema econmico muy interesante, si
contraponemos a dicha globalizacin de la prestacin de servicios el
carcter normalmente regional o nacional de las inversiones pblicas
en formacin. El problema de dichas fugas puede tener nicamente dos
soluciones: Una, que la inversin pblica en enseanza se lleve a
ca-bo por organismos internacionales; dos, que la docencia e
investigacin se presten en rgimen privado, de forma 3 Parece
preferir el trmino resistencia, como modalidad de lu-
cha.
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 29
que el alumno obtenga su cualificacin por encargo y las empresas
privadas los resultados de investigacin que persiguen. La primera
opcin es, sin duda, la que se im-pondr, puesto que la formacin y la
cultura son bienes esencialmente pblicos. Eso s, a corto plazo, no
ser fcil combatir determinadas expectativas de lucro.
En el mbito de las empresas, tambin puede repre-sentar un
problema invertir en trabajadores que son li-bres de prestar sus
servicios a la competencia. En el or-den terico tambin representa
un problema la valora-cin de dichas inversiones en formacin, en
virtud del comportamiento previsible de sus rendimientos
futuros.
En segundo lugar, de nuevo, los medios de produc-cin y dominacin
pueden ser utilizados como arma de lucha social, contra el capital
que hizo posible los inven-tos. Si las formas tradicionales de
protesta eran los pique-tes y barricadas, donde los soldadores
preparaban tira-chinas, tubos, blindajes y tornillos, ahora son la
piratera ciberntica y la formacin de redes virtuales las que es-tn
ms a mano. Las tradicionales formas de organiza-cin y lucha de los
trabajadores se revelaron obsoletas (Prez, 2002). El correo
electrnico canaliza el revan-chismo islmico, la defensa del
marxismo, la conciencia-cin tnica, etc.
Por eso, en tercer lugar, los poseedores de tales me-dios de
produccin intentan usarlos para reaccionar, con una sofisticacin
cada vez mayor. Paradjicamente, en la etapa en que el conocimiento
destaca como recurso pro-
-
Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 30
ductivo, los ms poderosos estn interesados en difundir el
desconocimiento. Puesto que en el conocimiento se ba-sa la
dominacin de unos sobre otros, en un determinado estadio del
proceso, la desinformacin, el entretenimien-to y la ignorancia se
convierten en los cimientos del sis-tema (sociedad del
desconocimiento), aunque esta acti-tud inflija a las naciones la
escasez de ideas, trabajo cuali-ficado y organizacin. Esto se
comprueba en el hecho de que, a pesar de hallarnos en una poca de
superpobla-cin sin precedentes, tenemos una intelectualidad muy
reducida y un nmero ridculo de personas vivas a las que podamos
catalogar como genios consagrados. Bien es verdad que nadie fue
profeta en su poca y que los sa-bios que se dieron a conocer,
fueron prejuzgados y per-seguidos, desde Scrates hasta Einstein,
pasando por Kepler, Galilei o Heisenberg.
Por todo ello, la inversin en formacin no es una cuestin
meramente cuantitativa, pues se corre el riesgo de invertir en
deformacin. En los aos 70 y 80, en los que la inflacin era
preocupante, en las Universidades europeas ensebamos a los futuros
economistas de em-presa que era recomendable mantener, por motivos
de solvencia a corto plazo, un determinado importe de acti-vos
ociosos financiado con pasivos caros; el denominado fondo de
rotacin. La prctica empresarial opt, sin embargo, por gestionar
cada cntimo de tesorera para contrarrestar la erosin monetaria y,
durante esa poca, triunfaron las empresas que eran capaces de
financiar parte de los activos productivos con crdito gratuito,
es
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 31
decir, tenan fondo de rotacin negativo. La ventaja competitiva
de las grandes superficies con respecto al comercio tradicional no
era de tipo productivo, sino en costes de financiacin. No es fcil
determinar si la Eco-noma de la empresa se encontraba en una fase
de nova-tada o si por el contrario, algn capital interesado del
sector financiero haba fomentado un tipo de enseanza que se import
de Estados Unidos y que procuraba un mnimo de solvencia en las
PYME. A esto se le lleg a denominar regla de oro. En la vida real,
las empresas menos poderosas respetan este fondo de maniobra, no
porque les haya sido recomendado, sino por falta de po-der de
negociacin frente a clientes y proveedores. Como comentar ms
adelante, el poder de negociacin es una de las caractersticas que
definen el tamao empresarial.
La especie humana, obviamente, no ha evolucionado al mismo ritmo
que la terminologa oficial y, aunque aparentemente, estamos en una
nueva poca, la percep-cin que tiene la sociedad sobre s misma y
sobre las condiciones de vida vienen a ser similares a las de hace
un siglo. En aquella poca, se pona al alcance de la lite el
psicoanlisis, la relatividad, la teora cuntica, la fe-nomenologa y
la lgica de Russell, etc., pero las masas estaban extasiadas por
los inventos del automvil, la aviacin y el cine. La civilizacin
occidental tena la sen-sacin, como hoy, de haber tocado techo: No
ms gue-rras, ni ms revoluciones; no ms enfermedades, ni ms
despotismo. Algunos preclaros, como Kafka, describie-ron la
decadencia de su entorno cultural y la tirana del
-
Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 32
progreso. Hoy parece involucionar el capitalismo hasta el punto
donde se qued, tras el largo parntesis bolchevi-que. Ahora los
productos cibernticos, las nuevas tcni-cas de animacin y la
telefona mvil atraen a la pobla-cin, mientras se les aparta de los
avances en fuentes de energa alternativas, conocimiento del
universo y otros avances cientficos y, sobre todo, se les envuelve
en un opaco lenguaje el contenido de la Ciencia Econmica. Alguien
podra imaginar que dicho contenido no es otro que el propio
envoltorio.
Dentro de nuestra disciplina, plantea un serio pro-blema la
medicin, en trminos de eficiencia, de los lo-gros en formacin de un
pas, una Universidad, una per-sona,... Tenemos multitud de ejemplos
diarios de que la posesin de un currculum determinado no siempre es
una garanta de que se es til para la sociedad, pero en resumidas
cuentas, la anarqua econmica de la socie-dad capitalista, tal como
existe hoy, es la verdadera fuen-te de todos los males. La
competencia ilimitada provoca el derroche de trabajo y la amputacin
de la conciencia social de los individuos. (Einstein, A., 1932). En
esta afirmacin tenemos un ejemplo del alcance que puede ser
achacado a la pasividad cientfica de los economistas, pues segn
parece, estamos consistiendo que el sistema cultural y educativo,
nada menos, corra peligro por no contrarrestar lo que ms adelante
denominar la lgica del lucro. Una cita ms reciente y directa,
acorde con el significado de esta idea, puede extraerse de
Stanfield (1986), quien afirma que el mito del mercado y la
glori-
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 33
ficacin del beneficio produce una tendencia perversa de
dominacin de la vida social, cultural y poltica por ra-zones
econmicas.
El tema del capital intangible
El capital basado en la informacin se ha denominado intangible
(Grant, 1996; Itami y Roehl, 1991, inter alia). Por este motivo,
tambin ha sido denominado capital in-telectual. El problema terico
que representa la existencia de capital intangible es netamente
distinto del descrito acerca de las imperfecciones de mercado. En
este caso, no se trata de evidencias empricas que refuten los
compor-tamientos predichos por la microeconoma, sino de ele-mentos
que se induce que deben existir, aunque su me-dicin y su
identificacin exacta se encuentren inmersas en una gran dosis de
incertidumbre.
Como ocurre con la electricidad, no se puede demos-trar la
existencia del capital intangible, sino por la evi-dencia que se
induce de sus efectos. La relacin entre las cotizaciones y los
valores de mercado de los activos son el indicio de que existen los
intangibles, pero cuando tra-tamos de medirlos ocurre lo mismo que
con el ter lu-minfero (Ver captulo II). Su importe no aparece
aso-ciado a ningn activo en concreto; no es posible
materia-lizarlo. Su valoracin es difcil y bastante subjetiva y es
el tipo de activos ms caractersticamente identificables con el
concepto de recurso productivo. La posesin de capi-
-
Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 34
tal intangible es lo que, en el lenguaje de la calle, se
de-nomina competitividad (Prez, 1999). Son derechos ba-sados en
contratos tcitos y el valor de uno depende es-trechamente del
funcionamiento de los otros (Ruiz, 1999, p. 129).
El primer rudimento de lo que hoy se llama capital in-tangible
empez a conocerse en el siglo XIX con el nom-bre de Fondo de
Comercio, como reminiscencia de la tradicin de capitalismo
comercial. Ese elemento trataba de justificar una diferencia de
precios a veces enorme en-tre el todo y la suma de las partes de la
empresa. Su exis-tencia se achacaba a infravaloraciones de
elementos im-portantes, como los terrenos y, ms adelante, a la
exis-tencia de economas conjuntas. Hoy en da, se aaden la fidelidad
del personal o del cliente, las buenas relaciones con la banca o
con suministradores, la forma de trabajar en grupo dentro de la
empresa, los elementos motivado-res casuales, etc.
Estos elementos o circunstancias no son fcilmente transmisibles,
a no ser a costa de transferir la titularidad del negocio. Si se
traspasa a un empleado, su desempeo en la nueva empresa ser menor,
debido a la inexperien-cia. Si se transmite, en definitiva, un
recurso productivo, ste se deprecia; su valor es muy superior
dentro de la empresa que en el mercado. As pues, la empresa basa su
ventaja comparativa sostenible exclusivamente en aque-llos
elementos que son difciles de imitar, ya estn o no cuantificados y
registrados.
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 35
Todos estos elementos estn basados en el conoci-miento. Por
ejemplo, la mera existencia de reputacin es efecto del conocimiento
mutuo y no puede ser fcilmente comprobada por un tercero ajeno al
negocio. La obten-cin de un ptimo tecnolgico de dimensin en planta
(apalancamiento operativo) depende fatalmente del co-nocimiento que
se tenga acerca de la capacidad de absor-cin del mercado y de los
precios de los factores. Las ru-tinas organizativas y los elementos
motivadores provie-nen de la experiencia y el mutuo conocimiento de
los empleados. Las relaciones con agentes frontera (clien-tes y
proveedores), bancos, Administraciones pblicas, etc. tienen una
naturaleza similar a la cultura organizati-va, pero externalizada.
La imagen y la fidelidad del con-sumidor estn relacionadas con los
resultados de estu-dios de mercadotecnia y las campaas de
informacin-sugestin.
Los motivos principales por los que es difcil cuantifi-car los
intangibles son la incertidumbre sobre sus rendi-mientos y su
explotacin conjunta (Salas, 1996). Por este motivo, buena parte de
su valor econmico est condi-cionada a la continuidad de la relacin
empresarial de que forman parte. Como consecuencia, el valor de
liqui-dacin o transferencia es muy bajo y la contabilidad asume la
prudencia, no slo de ignorar los elementos no evaluables, sino de
provisionar los activos contables se-gn el precio de mercado. Esas
sinergias derivadas del diseo del trabajo conjunto es uno de los
argumentos ms acertados en contra de la disolucin de las compa-
-
Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 36
as y a favor de una mayor implicacin de los acreedores en su
gestin (Salas, 1993). Por otra parte, sucede que los usuarios de la
contabilidad son mltiples y la informa-cin sobre intangibles puede
hacerlos ms imitables por su mera incorporacin a las Cuentas
Anuales (Moneva, 1999). Se han emitido ya los primeros intentos de
norma-lizacin contable (IASC, 1999) tendentes a establecer al-guna
valoracin (se cree que por defecto) de estos miste-riosos
elementos.
Una caracterstica muy importante del capital basado en el
conocimiento es que el consumo de los servicios que generan los
activos intangibles no disminuye signifi-cativamente la capacidad
para utilizarlos nuevamente (Ruiz, 1999). El conocimiento, como
recurso especfico reutilizable en la empresa, a diferencia del
trabajo no es-pecializado, puede ser acumulado, al igual que el
capital. Al menos en cierta medida, el capital intelectual se
auto-financia cclicamente, ya que del conocimiento produci-do no
todo se incorpora al producto o servicio que se vende, sino que se
reutiliza en gran medida para el in-cremento de los beneficios
futuros, es decir, se reinvierte. La gestin del conocimiento dentro
de la empresa hace que stos sean tanto acumuladores como
productores de activos intangibles (Itami y Roehl, 1991).
Hoy se admite que los intangibles existen, pero no ex-plican la
totalidad de ese desfase entre valor de los acti-vos y los pasivos
de la empresa. Por eso, sin necesidad de que se haya procedido a
comprobar fehacientemente en qu medida influyen en la formacin de
precios, la
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 37
obtencin de beneficios o la ventaja competitiva de las naciones,
ya se han establecido pormenorizadas clasifica-ciones de su
naturaleza (Hall, 1992; Roos et al., 1997, inter alia). El resto
del importe de la sobrevaloracin de las co-tizaciones es atribuible
a la volatilidad del mercado, que es tambin la volatilidad del
concepto mismo de mercado y del presupuesto de eficiencia en su
funciona-miento.
Puesto que no es posible cuantificar el valor de los
in-tangibles, ni desde el precio de mercado de los activos, ni de
los pasivos, los cientficos buscan, desde hace aos aproximaciones
basadas en teoras que se formularon hace dcadas. Salas defiende la
necesidad de completar la Teora de los derechos de propiedad
mencionada ms arriba con una extensin debida a Rajan y Zinga-les
(1998). Segn este enfoque, existen activos intangibles que no se
pueden comprar ni vender, puesto que consis-ten en relaciones
(normalmente laborales) con personas. No existen derechos de
propiedad sobre los servicios que prestan los recursos humanos,
pero tales recursos existen y se da, en virtud de una parte tcita
del contrato, un acceso a tales recursos, en tanto que la empresa
es be-neficiaria de la creacin de valor debida a tales relacio-nes.
Eso se debe a la especializacin que se alcanza entre cada recurso
productivo (concretamente, los de naturale-za humana) y el resto de
recursos. El trabajo de cada em-pleado es ms valioso en la empresa
que en el mercado (en otra empresa) y eso liga la prestacin de su
labor ms valiosa a una relacin contractual determinada. Tambin
-
Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 38
el empleado experto, segn Salas, ejerce poder sobre los dems
recursos, puesto que la empresa no se desprende-r de un activo que
le resulta ms valioso que los que pueda adquirir en el mercado con
el mismo coste.
En la Teora de los derechos de propiedad existen otras
aportaciones importantes, como las de Grossman (1986, con Oliver
Hart) y Moore (1995). Debido a las ca-ractersticas de la relacin
laboral, en la civilizacin ac-tual, excluyen a los empleados como
parte integrante de la empresa, que se define por la propiedad de
activos f-sicos, ya que esos derechos de propiedad son los que
permiten el incremento de valor de los recursos humanos empleados.
En esta perspectiva, el recurso intangible contenido en ese
incremento de valor no es un recurso humano o identificable con la
relacin laboral, sino una extensin del valor de mercado de los
elementos fsicos empleados, debido al proceso productivo que
configu-ran. Pero este planteamiento no es consistente con la
de-fensa del mercado como mecanismo para la asignacin de valor. Los
recursos intangibles no estn presentes en el valor de liquidacin de
dichos bienes reales, as pues, lo ms correcto es suponer que los
recursos intangibles, relacionados con el desempeo personal, tienen
un valor propio, separado del valor de los bienes reales, a pesar
de que el intangible carece de mercado y eso nos impide
cuantificarlo con exactitud.
En relacin con este problema, Salas invoca, junto con el enfoque
del acceso, el de los contratos relacionales e implcitos, basado en
las aportaciones de Kreps (1996).
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 39
Los contratos relacionales son aquellos en que una parte est
formalizada o explcita y otra parte contractual es t-cita o
implcita, basada en la confianza mutua de las par-tes. Puesto que
dicha confianza, reputacin, costumbre,... en definitiva, contrato
implcito puede generar beneficios y crear valor para las partes,
entonces debe aadirse a los activos fsicos, con la naturaleza de
intangibles.
Por ltimo, Salas aade la Teora de las complementa-riedades,
desarrollada sobre todo por Milgrom y Roberts (1995). Cuando se
trata de resolver problemas de incen-tivos y de coordinacin, se est
intentando, en definitiva, poner en valor aquellos activos
derivados de contratos implcitos y potestades de direccin, que
delimitaran el concepto de empresa y su tamao. Los problemas de
in-centivos y de coordinacin surgen, segn estos autores, por la
falta de complementariedad entre las decisiones de inversin en
bienes reales y la contratacin o direc-cin de recursos humanos. As
pues, los recursos huma-nos supondrn un aumento en el valor y, segn
la defi-nicin que se emplee, en el tamao de la empresa, siem-pre y
cuando existan complementariedades entre stos y las inversiones
reales.
No es nuevo el concepto de activos intangibles, aun-que su
definicin exacta se venga realizando y normali-zando
progresivamente. Tampoco es reciente el conven-cimiento acadmico
sobre la importancia de este tipo de recursos en el mundo
empresarial. Los recursos huma-nos especializados y avanzados y los
recursos del cono-cimiento son las dos categoras de recursos
consideradas
-
Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 40
ms importantes para crear y mantener ventaja competi-tiva (Ruiz,
1999, p. 13; Ver tambin Porter, 1990, p. 121). Desde hace aos se
sabe que las empresas slo pueden diferenciarse en el uso de
recursos productivos, carac-terizados por su especificidad. La
fidelidad del personal o del cliente, las buenas relaciones con la
banca o con suministradores, la forma de trabajar en grupo dentro
de la empresa, los elementos motivadores casuales, etc. no son
fcilmente transmisibles, a no ser a costa de transfe-rir la
titularidad del negocio. Si se traspasa a un emplea-do, su desempeo
en la nueva empresa ser menor, de-bido a la inexperiencia. Si se
transmite, en definitiva, un recurso productivo, ste se deprecia;
su valor es muy su-perior dentro de la empresa que en el mercado.
As pues, la empresa basa su ventaja comparativa sostenible
exclu-sivamente en aquellos elementos que son difciles de imi-tar,
ya estn o no cuantificados y registrados (Bueno, 1998).
Una aportacin terica que me he permitido con res-pecto a este
tipo de capital es la introduccin del concep-to de pasivo
intangible, que se explica ms adelante. Esta clase de pasivos
consta de la parte que toca a cada em-presa en el descontento
anti-globalizacin del consumi-dor y del trabajador, el deterioro
del medio ambiente, el desgaste de la competicin, la intranquilidad
del capital ocioso acumulado, etc. Muchos de estos pasivos
provie-nen de decisiones propias, ajenas o colectivas, pero tarde o
temprano, se pagan.
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 41
El problema del incentivo
Hace ms de una dcada que se estudia a fondo el te-ma de los
incentivos, en relacin con la gestin de Recur-sos Humanos, aunque
su encumbramiento se ha visto momentneamente frustrado por los
escndalos deriva-dos de las famosas opciones sobre acciones (en
ingls, stock options). Es procedente augurar al campo de los
problemas de incentivos un futuro acadmico promete-dor y unos
resultados decisivos en la comprensin de la Economa en su conjunto,
tanto a nivel micro, como ma-cro; en qu situaciones se dan
incentivos hacia la eficien-cia y cmo (y quin) hacer para
mejorarlos.
Tanto el antiguo socialismo real, como el capitalis-mo han
confirmado intrnsicamente la existencia de pro-blemas de
incentivos. Un sistema en que el incentivo es el excedente y no el
servicio que se presta es necesaria-mente ineficiente, desde el
punto de vista econmico. Se puede decir, que el propio ser humano,
se encuentre donde se encuentre, est incentivado a favor de la
inefi-ciencia. En trminos sociales, el problema del incentivo est
muy relacionado con el tema del sistema poltico, que ms adelante se
analiza. Si una organizacin deter-minada persigue un fin concreto,
puede tratar de disear e implantar incentivos conducentes a ese
fin, pero cuan-do se persiguen fines de eficiencia social o
justicia, en-tonces, los incentivos deben ser diseados e
implantados en comn. Ese es el aspecto comn del fracaso reciente
del modelo capitalista y el anterior derrumbe del sistema
-
Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 42
sovitico; la falta de participacin crea incentivos a
trai-cionar.
En Galindo (2001a) se deduce, haciendo ciertas supo-siciones
iniciales, que el mantenimiento de una poltica monetaria
contractiva es una de las polticas que ms pueden incentivar la
eficiencia en la asignacin de recur-sos y la cooperacin entre
empresas o individuos, en concreto, la no-elevacin de los tipos de
inters o incluso su descenso provocara que se revalorizase la
reputacin de los agentes econmicos y se incrementase la
probabi-lidad de cumplir los compromisos informales. Esta
con-clusin tiene, lgicamente, multitud de limitaciones y, por eso
se abre un campo prometedor para la investiga-cin, sobre todo,
desde el momento en que el Estado transfiere sus potestades a los
dspotas ilustrados, como ocurre en Europa y Estados Unidos con la
poltica mone-taria.
No es vano partir del ejemplo del prisionero para es-tudiar esta
problemtica, pero es preciso advertir que nuestras vidas no se
desarrollan en una situacin lmite. Hay una regla, no obstante, que
es muy necesario recor-dar: El nmero de cooperantes es inversamente
propor-cional a las probabilidades de xito de la cooperacin. Cuando
este nmero es bajo, por ejemplo, en un duopo-lio, existe una
tendencia casi natural al mutuo acuerdo en pos del mutuo beneficio,
pero cuando los que comparten un inters son muchos y no se conocen,
se diluye el in-centivo a cooperar y se hara necesaria la
implantacin de un mecanismo adicional de incentivos. Esto puede
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 43
explicar por qu los intereses empresariales concentrados
consiguen controlar a las instituciones pblicas, en mu-chas
ocasiones, con mucha mayor efectividad que los vo-tantes o los
contribuyentes y por qu los consumidores no son capaces de hacer
valer sus derechos frente a las empresas de telefona, crdito,
vivienda, etc.
Los incentivos adicionales a la cooperacin tendran que ser
implantados por iniciativa de los propios intere-sados, ya que el
sector pblico, en el esquema que aqu se defiende, est ms bien
incentivado a evitar que esas iniciativas se produzcan. Esto es un
crculo vicioso en el que los intereses empresariales han tenido
siempre ven-taja, desde que en la antigua Grecia se invent la
demo-cracia. Es difcil de resolver, pues toda iniciativa de
con-trol ciudadano hacia las instituciones se enfrentar no s-lo a
la desgana generalizada de los interesados, sino tam-bin con
mecanismos disuasorios desarrollados a travs de dichas
instituciones. Como ocurre en las sociedades por acciones, slo
tendr incentivo para controlar a las instituciones aqul que se
convierta en accionista mayori-tario de stas. El resto, se
conformar con un dividendo razonable que, en trminos polticos, se
denomina pan y circo.
La variable reputacin
Dentro del problema del incentivo, es preciso men-cionar de
forma particular un campo que se est abrien-
-
Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 44
do paso en nuestra disciplina, de una manera peculiar: La
reputacin. Su estudio est prosperando en temas como la cooperacin
empresarial o las relaciones de las empresas con los bancos y otros
prestamistas. Los inten-tos de medicin que se han hecho de esta
variable tienen el aliciente de que enturbian los lmites de la
disciplina cientfica que nos ocupa, al igual que ocurre con otras
va-riables, hasta ahora consideradas cualitativas y ajenas a la
problemtica econmica (Boulding, 1976).
En mi artculo antes citado se hace un intento por modelizar el
altruismo, en contraposicin con el egosmo y otras cualidades
intermedias. La contribucin ms lla-mativa de este trabajo es quiz
la formulacin de una medida de la reputacin que es funcin inversa
de una variable macroeconmica crucial el tipo de inters y la
definicin de la reputacin como un activo y, al mismo tiempo, un
pasivo intangible. La reputacin est conside-rada como un capital
intangible, pero como ocurre en s-tos, existen facetas de activo y
pasivo, como en cualquier inversin de carcter tangible.
Aunque el concepto de pasivo intangible es una no-vedad en
Economa, la formulacin del concepto es im-portante, puesto que el
sujeto econmico responder a las expectativas asociadas a su
reputacin nicamente en los casos en que su activo sea ms rentable
que costoso su pasivo.
El coste de la reputacin y de la informacin, as como otros
aspectos que ms adelante se detallan, pueden
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 45
usarse como explicacin de conductas aparentemente irracionales,
como la falta de iniciativas empresariales en casos de aparente
oportunidad lucrativa.
El papel de la tecnologa
La corriente historiogrfica ms conservadora nos hace ver la
mundializacin como consecuencia de los descubrimientos y las
revoluciones tecnolgicas como consecuencias de los inventos. Sin
embargo, la tecnologa no es una causa, sino un requisito del
desarrollo econ-mico y la movilidad social. La cuestin de fondo est
en considerar el papel crucial de las tecnologas en una cla-ve
marxista o, por el contrario, revisionista. Las tecnolo-gas son o
bien el socorro de los intereses materiales de las clases altas o
los promotores de dichos intereses. Pueden enfrentarse multitud de
ejemplos a favor de am-bos argumentos, pero en la generalidad de
los casos, ser ms fcil la comprensin y la prediccin de los hechos
si se adopta el primer punto de vista es decir, un enfoque
materialista; los inventos son impulsados por los inter-eses y no a
la inversa. Si el progreso cientfico-tcnico fuera previo o
independiente del devenir social, todos es-taramos ya vacunados
contra la caries y usaramos mo-tores de explosin que funcionasen
con agua de mar.
El libro de Michael Andrews (1991) es una recopila-cin de cmo la
geologa y la geografa determinan las fases histricas, por encima o
incluso en contra de la vo-
-
Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 46
luntad humana y las cualidades de los gobernantes y de cmo los
inventos y descubrimientos han acompaado al desarrollo social,
econmico y cultural. El papel de la ve-la en la navegacin es
entendido en Andrews errnea-mente, aunque con relacin a otros
inventos, adopta un planteamiento intuitivo muy distinto, por
ejemplo, cuando reconoce que el descubrimiento del petrleo y del
carbn no les convirti automticamente a ninguno de estos
combustibles en fuente principal de energa y mucho menos en fuente
de poder.
Segn Petras (2000), existen varias inconsistencias en el
argumento de que la globalizacin es resultado de la revolucin
electrnico-informtica. Para este y otros au-tores, la poltica est
al mando de la tecnologa. Esto es cierto, siempre que advirtamos
que el capital (beneficios acumulados) puede estar al mando de la
poltica. El pro-pio Petras cuestiona la capacidad del Estado para
llevar a cabo decisiones sociopolticas. Estas decisiones y la
existencia de capital son las que determinan, segn Pe-tras, que una
inversin se lleve a cabo, en investigacin, desarrollo o produccin y
no la existencia, por s sola, de tecnologa (conocimientos). Como
ejemplo clsico, la oc-cidental atribucin del invento de la imprenta
a Gutem-berg demuestra que un invento conocido en un mundo ms
desarrollado (en el sentido simplista de Rostow) como era China, no
se instal en Europa hasta que la si-tuacin socioeconmica fue
propicia.
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 47
Nuevas realidades
El mercado se nos presenta en los libros como una si-tuacin de
equilibrio a largo plazo, es decir, algo esttico. Esto es
equivalente a reconocer que se trata de algo que no existe. Las
situaciones de equilibrio no llegan a alcan-zarse y las empresas
mejor situadas consiguen cambiar la realidad, para expulsar a las
dems. Promueven el em-puje tecnolgico que crea posibilidades de
aplazar, de forma sucesiva el reajuste hacia el equilibrio, porque
el mercado ya es otro, es decir, el producto o servicio ya es otro
y la necesidad ya es otra4. Al principio, el exceso de oferta llev
a los competidores a invertir en publicidad (engaosa, en muchos
casos) y esto elev el coste e impi-di que la demanda alcanzase a la
oferta; al final, cuando la tecnologa evoluciona, se produce un
exceso de de-manda de los modelos antiguos, entre otros motivos,
de-bido a que sus piezas son aprovechables.
En las nuevas tecnologas, las famosas divisorias que evocaba
Drucker (1988) estn cada vez ms juntas. Esto es lo que hoy se llama
entorno cambiante. En el mbito microeconmico de la empresa, existe
una inten-sa bibliografa acerca del cambio organizativo o de
4 Por ejemplo, nunca se alcanz el equilibrio entre la oferta y
la de-
manda de mquinas de escribir, ni en el mercado de cmaras
fo-togrficas no digitales, ni en los telfonos celulares en blanco y
negro, ni en los televisores en blanco y negro o incluso a color,
con tubo de rayos catdicos.
-
Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 48
cmo afectan las nuevas realidades a la estructura pro-ductiva y
decisoria de la empresa.
Sin embargo, desde un punto de vista macroeconmi-co, el cambio
no es algo caprichoso, aleatorio, providen-cial. El proverbial
cambio es ms bien una sucesin de consecuencias lgicas concatenadas,
previsibles desde cierto margen temporal; por ejemplo, la crisis
argentina era previsible. Esa lgica, sin embargo, no est muy
ela-borada, desde el punto de vista terico, pero es implaca-ble: La
lgica del lucro, hoy denominada lgica del mercado, an no est
perfectamente entendida y expli-cada; de ah que su nombre no sea el
ms correcto.
Pero esta lgica, aun en el caso en que nos llevara, de-ntro de
un tiempo, a una situacin eficiente, de la mano invisible de los
deseos de Adam Smith, entraara un grave defecto de carcter tico.
Las buenas intenciones del padre de la Economa deben,
necesariamente, consi-derarse excesivamente conservadoras,
anticuadas, pro-pias de una poca en que pocos hijos sobrevivan a
sus padres5, en definitiva, de derechas. No basta con que nos
creamos que, a largo plazo, esa situacin de equilibrio se producir
y que ser deseable u ptima en sentido de Pa-reto. Mientras que el
mercado se dirige hasta una su-puesta situacin de equilibrio, hay
gente que ha muerto de hambre.
5 El propio Smith fue objeto de un rapto, siendo nio, porque
la
mano de obra infantil no abundaba.
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 49
Una posible interpretacin benvola de la obra del padre de la
Economa es que, en vista de toda la miseria que se haca
insoportable a su alrededor, Smith ide una especie de consuelo de
tontos cientifista, acorde con unos tiempos en que ya no era
suficiente la religin. El mito del mercado ha constituido, desde
este punto de vista, una etapa necesaria para liberar el
pensamiento de otros mitos ms implacables. Esto sugiere que para
desvincu-larnos del paradigma mercantil habra que idear otro
ob-jeto de culto que fuera menos pernicioso. Ese mito tal vez
existe ya, pues al parecer la ciencia se est deificando, en-tre la
poblacin, hasta un nivel que antes alcanz el De-recho y,
previamente, la religin. Los genes y su alcance etolgico pueden
sustituir en el acervo exotrico a la creencia en el libre
albedro.
Por eso no es descabellado prever que la nueva era se-r la de
las biotecnologas (ms adelante, defendemos la idea de estancamiento
en los sectores de informtica y te-lecomunicaciones). El diseo
biolgico de personas espe-cialistas para funciones propias del
sistema conseguir liberar a la especie humana de s misma, las armas
gen-ticas tal vez consigan decidir el resultado de una hipot-tica
rivalidad entre razas. Ya no sern necesarios los de-rechos ni las
libertades, como tampoco lo sern sus por-tadores. La propia biologa
del enjambre dar a cada uno sus atribuciones, en funcin de unos
determinados co-metidos; no se podrn infringir las leyes, porque
esas le-yes sern las de la naturaleza. Ya no sern necesarias las
promesas que no se pueden cumplir, ni los eslganes, ni
-
Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 50
los falsos debates, ni el deleite televisivo de las masas. Pero
vayamos por pasos, antes de llegar a un mundo fe-liz, vamos a
explicar el estado actual de las cosas.
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Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 55
Captulo II. EL PAPEL DE LA CIENCIA ECONMICA
Introduccin
Se ha escrito mucho sobre epistemologa e incluso so-bre mtodo
cientfico en Economa. No es este el lugar para desarrollar todos
los antecedentes al respecto, pero una breve descripcin de lo que
se espera del cientfico la da Bertrand Russell cuando les prescribe
una paciente compilacin de hechos, combinada con la audaz
adivina-cin de las leyes que agrupan estos hechos (1945, p. 575).
El mensaje principal de este captulo es que la cien-cia,
especialmente la Economa, forma parte de las for-mas de organizacin
humana, lo mismo que la economa con minscula o conjunto de fenmenos
econmicos. Por lo tanto, ambas se insertan en un esquema social,
que es ms bien consecuencia de esta ltima y cusa propiciato-ria de
la Ciencia Econmica, en su estado actual. Sin em-bargo, esta
relacin de causalidad no siempre es enten-dida o compartida. Al
habernos repartido las disciplinas acadmicas en compartimentos
incuestionables, los cien-tficos hemos conseguido, desde antiguo,
que el investi-gador del despacho adyacente nos deje trabajar, pero
tambin esto ha contribuido al engao frecuente de que, en la vida
real, todo lo econmico (supuestamente reser-vado a la mano
invisible del mercado) est separado de lo social, lo poltico, lo
cultural, lo teolgico, etc. Uno de
-
Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 56
los autores que reconoce este problema de forma ms original fue
Polanyi (1944, pp. 104-105), quien habla de sociedad de mercado y
afirma que la economa de mercado no podra existir sin este marco
institucional, en que se integra. De manera perversa contina el
planteamiento de Polanyi la economa se nos presenta como algo
formalmente separado de la poltica y socie-dad, porque este modo de
dependencia es el que le per-mite insertarse en dicha sociedad de
mercado y funcio-nar en alguna medida.
Tambin es tradicional la discusin acercad de la im-portancia de
un sistema de creencias religiosas, jurdicas, ideolgicas, etc., en
las estructuras socioeconmicas o la relacin de causalidad entre
ambos niveles de organiza-cin humana, pero no es ste el lugar para
dirimir esta disyuntiva. Lo que s es indiscutible es que el boato
cul-tural constituye un papel que en las ltimas dcadas ha sido
desempeado por la Ciencia Econmica, tal vez no en solitario, pero s
de manera fundamentalista6. El triste devenir de nuestra pretendida
disciplina cientfica la ha llevado a la complicidad con las ms
graves injusticias de mbito mundial, en parte por actividades o
pasividades de los propios economistas y a veces por las
interpreta-
6 La expresin fundamentalismo de mercado procede de una con-
ferencia redactada en 1999 por E. Sakakibara, funcionario
respon-sable del Ministerio de Hacienda japons en el Club de
Represen-tantes Extranjeros. Con respecto a esta idea, ver tambin
Ali, T., 2002 y Stiglitz, J. E., 2001 y 2003.
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 57
ciones torticeras que el mundillo poltico-periodstico ha hecho
de grandes obras del pensamiento econmico.
En el terreno micro-econmico, un buen ejemplo de lo que ha sido
el papel de la Teora Econmica son las grandes tiradas editoriales
de manuales de bolsa que tra-tan de estandarizar el comportamiento
considerado ra-cional de los inversores, para que los promotores de
la idea puedan anticiparse a dicho comportamiento. En mbitos
macroeconmicos, esa jugada ha costado la cre-dibilidad a los
propios economistas, pues si alguien le convenci para que
proclamase esto va a subir (o a ba-jar), fue precisamente para
anticiparse vendiendo (o comprando) cuando todo el mundo compre (o
venda). Adems, quien contrat al economista, intervendr en grandes
operaciones y esto causar una perturbacin en el mercado (en este
caso, una bajada) que le dejar en el lugar de un embustero o un
ignorante. Con estos ejem-plos, que se desarrollan en captulos
sucesivos, es legti-mo desear que la Economa nunca se hubiese
desgajado de la filosofa moral.
A la gran infidencia de la Ciencia, en relacin con el papel que
debera desempear, se le suma la aleve mi-sin de la funcin pblica.
Su cometido es anunciarnos que tenemos libertad e igualdad de
condiciones. Pero al decirnos esto, los poderes pblicos actan
sojuzgados por grandes capitales que gozan de grandes ventajas
competitivas con respecto al resto de nosotros y que son capaces de
restringir nuestra libertad, a travs de la su-puesta legitimidad de
dichos poderes. Libertad de mo-
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Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 58
vimiento, derecho a la intimidad y la imagen, incluso la
integridad fsica estn ahora ms amenazados que nun-ca, debido a que
ya todo se supedita ya a la acumulacin global.
Racionalidad e individuo
Una de las debilidades ms afortunadas de la Ciencia Econmica es
la suposicin de racionalidad. Esta racio-nalidad se aplicar a un
concepto bsico que es el de in-ters, no el referido al coste del
tiempo o tipo de inters, sino el inters material; Ese inters que,
en trminos amplios, puede venir definido por necesidades humanas,
pero que, en trminos estrictamente economicistas, iden-tificaremos
con el lucro. El lucro es una palabra que pue-de sonar
desagradable, sobre todo cuando se usa, como John Reed, como
explicacin de la denominada guerra imperialista. Sin embargo, no
hay que olvidar que el trmino lucro es, a su vez, un eufemismo para
la pala-bra codicia. Ese es el concepto que asimilaremos al de
inters material de un individuo, desde el punto de vista
egosta.
El premio Nobel Herbert Simon (1991), fallecido en 2001, se
opuso siempre a la visin antao ortodoxa de la racionalidad y
defendi la existencia una limitacin en las decisiones racionales.
En consonancia con el xito de Simon, es necesario advertir que,
recientemente, recaye-ron sendos premios Nobel en expertos que
lograban de-
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 59
mostrar la irracionalidad del comportamiento humano. Tambin en
los mercados de capitales se supuso aos an-tes la existencia de una
exhuberancia irracional pro-clamada por Greenspan (Stiglitz, 2003).
A pesar de que ahora la defensa de la racionalidad constituira la
hete-rodoxia, me propongo argumentar que en los desorbita-dos
movimientos especulativos lo que est presente es un exceso de
racionalidad no regulado.
En realidad, los trabajos que niegan la hiptesis de
ra-cionalidad vienen a confirmar mi punto de vista, en el sentido
de que hoy los economistas trabajan para los grandes intereses
financiero-institucionales. En realidad, lo que se pretende
averiguar en la mayora de las inves-tigaciones es cmo acta el
consumidor y el ahorrador.
Eso sin olvidar lo que ya se ha comentado y se volver a explicar
con respecto a los denominados pasivos in-tangibles. En relacin con
esto, conviene advertir que el coste de la informacin, en trminos
de tiempo empleado para las comprobaciones, es otra variable cuyo
compor-tamiento, en trminos estadsticos, puede ser predicho.
No es la irracionalidad o racionalidad limitada lo que impide
que los mercados funcionen correctamente, sino la imperfeccin de la
informacin y el poder de mer-cado; sin ir ms lejos, la realizacin
de campaas publici-tarias con cargo al propio consumidor es
producto de ambos problemas.
Una de las limitaciones que se atribuyen a la raciona-lidad es
que slo sera defendible en grandes nmeros de
-
Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 60
decisiones sobre un mismo asunto. As, todos los agentes pueden
incurrir en equivocaciones individuales o, dicho de otra forma,
decisiones de las que luego se arrepenti-rn. La llamada Ley de los
grandes nmeros permitira resolver, mediante el clculo de
probabilidad, la posibi-lidad de una decisin incorrecta,
compensndola con otras de sentido contrario.
A pesar de todo, la hiptesis de la falta de racionali-dad parte
de un supuesto que no es aceptable ms que en el paradigma del
mercado, ese al que vengo a criticar. Este supuesto es el libre
albedro de los sujetos decisores. Cuando la aparente irracionalidad
de las decisiones es inducida, mediante una inversin en
desinformacin o persuasin realizada por otro agente, el supuesto
del li-bre albedro no es sostenible. En estos casos, la
ineficien-cia de las empresas se externaliza y se convierte en
inefi-ciencia del sistema.
Por eso, me mantengo en afirmar que, en promedio, existira una
tendencia a la racionalidad, si no fuera por el xito de las campaas
publicitarias y la investigacin de mercados. Sin embargo, en raras
ocasiones, el econo-mista adopta tambin el punto de vista de las
clases me-nos pudientes y trata de averiguar las pautas de
compor-tamiento de las empresas poderosas. Entonces, le es til
echar mano del supuesto de racionalidad, en sentido econmico.
Las teoras recientes, emanadas de la Economa Fi-nanciera de la
Empresa, tienden a controlar el efecto de
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 61
las imperfecciones de mercado en las decisiones econ-micas.
Junto con la Ley de los grandes nmeros y pese a su antigedad, la
presuncin de racionalidad es uno de los principales pilares de la
Ciencia Econmica. En sentido estricto, la hiptesis de las
decisiones irracionales es una forma de huir de la posibilidad de
modelizar el compor-tamiento humano. Una teora supone un logro para
la Economa en la medida en que sea capaz de ceirse a la hiptesis de
la racionalidad. Por ejemplo, Jensen y Mec-king, en 1976 fueron
capaces de explicar decisiones que hasta entonces se haban
considerado irracionales por parte de las empresas, al detectar la
existencia de un con-flicto de agencia entre directivos y
accionistas. Los psic-logos nos dicen hoy, por el contrario, que
las decisiones de los consumidores no se explican por su mejor
conve-niencia. Podemos afirmar, de todos modos, que los fe-nmenos
de satisfaccin psicolgica constituyen una va-riable que tiene un
comportamiento predecible o racional con limitaciones, por
desgracia para el consumidor.
Para nuestra joven Ciencia, la racionalidad no es otra cosa que
un dogma; ni siquiera una hiptesis, pues para contrastar este
aspecto fundamental del comportamiento humano, tendra que pedir
permiso a otras ciencias ms maduras como la antropologa, la
biologa, la sociologa, etc. (ms recientes son la Psicologa y la
Ecologa como Ciencias). El reconocimiento de esta limitacin
metodo-lgica irremediable e inicial, esta desventaja con respecto a
otras ciencias, puede, como se explica ms adelante, acomplejar al
economista. Ahora bien, no se trata de un
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Alfonso Galindo Lucas
Una revisin de la Economa dominante 62
dogma en sentido tico, sino de un presupuesto siempre cientfico,
es decir, una conjetura acerca del ser, una su-posicin y nunca una
recomendacin, ni nada relaciona-do con el deber. Muchos libros y
manuales de Economa de la Empresa se extralimitan del mbito
cientfico pues-to que emiten recomendaciones en relacin con unos
fi-nes sobreentendidos y a veces malinterpretados. Nor-malmente
esto sucede porque se asume una justificacin implcita en las
explicaciones.
Hemos hablado de la racionalidad como un hallazgo importante de
los economistas y un avance en el conoci-miento del comportamiento
humano. El problema que se ha mencionado, desde el punto de vista
cientfico, es que se trata de un imperativo categrico y es
susceptible de ser mal interpretado. La racionalidad no debe
entenderse aqu en trminos filosficos, sino ms bien como una muestra
de egosmo maquiavlico. Si en una guerra mueren nios, a fin de que
alguien pueda seguir acumu-lando inmensos capitales, eso puede no
parecernos ra-cional y, sobre todo, nada razonable. Por eso, la
raciona-lidad no debe ser en ningn caso entendida como una
justificacin del comportamiento econmico (del mismo modo que el
darwinismo fue adulterado por los seguido-res de Herbert Spencer),
sino una herramienta impres-cindible para la explicacin de dicho
comportamiento. Todos sabemos que, en la vida real, mueren nios de
hambre para satisfacer la codicia de los hombres; esto es una mera
descripcin.
Alfonso Galindo Lucas
La utopa del mercado 63
Dado que la Economa tiene an mucho camino por recorrer, la
mayora de modelos econmicos, por simpli-cidad, han supuesto que la
racionalidad el egosmo tiene lugar nicamente a nivel individual.
Sin embargo, una decisin puede ser tambin racional, cuando busca la
maximizacin del bien colectivo. Eso es lo que se pre-tende
conseguir dentro de las organizaciones empresa-riales y en eso
trabajan economistas, codo a codo con psi-clogos de empresa.
Sin embargo, en el mbito macroeconmico y en los mercados de
consumo, no slo persisten los modelos in-dividualistas, sino que
los economistas han conseguido potenciar el individualismo para que
sus modelos fun-cionen y porque el individualismo incrementa el
consu-mo y eleva los precios.
La Ciencia acomplejada
La presente obra no es la primera autocrtica de la Ciencia
Econmica (Mishan, 1969; Krugman, 1999). Pre-cisamente, esta es
prcticamente la nica virtud del eco-nomista como cientfico: Siente
remordimientos. Ade-ms, el pecado capital y original de la Economa
como ciencia es, por la fecha en que na