latestadura.blogspot.com y latestadura.wordpress.com
Mar 31, 2016
Dirección General:
Mario Eduardo Ángeles.
Textos: Miguel Escamilla Martínez.
Fotografía: Miguel Escamilla Martínez y
Roxana Jaramillo.
Consejo Editorial: Bardo Garma, David Morales, Miguel Escamilla, Cristian Martín Padilla, Salvador Huerta, Pedro M. Serrot, Erich Tang, Mo. Eduardo Ángeles y Jesús Reyes.
Agradecimientos especiales a Roxana Jaramillo, Diana Isabel Enríquez, Paulina Romero, Flor de Liz, Tzolkín Montiel, Enrique Ibarra y Alejandro Angulo.
Contacto:
lat e s t ad ur al i t e r ar i a@ g mai l . c om
México, Septiembre 2013.
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Los derechos de los textos publicados pertenecen a sus auto-
res. Cuida el planeta, no desperdicies papel.
CONTENIDO
Hela Dios
Voy a comprar un mono
El rapto de la tortuga ciega o
caminar de espaldas en una
avenida de Shanghái
鸟歌 Niǎo gē
CONTENIDO
El monje que vendió su bicicleta
Baridrika
A. J.
ALEXANDER ROBOTNICK Ó
DAZED AND CONFUSED IN
SHANGHAI
Año nuevo
La Testadura 9
Hela Dios
I
En el piso se retuerce una mujer,
el aire afilado corta mi rostro
la saliva del vino me muerde la garganta,
en la orilla del lago un niño le prende
fuego a su perro.
Amanece a menos cuatro grados.
La Testadura 10
II
Respiro el perfume de la rosa que se
[marchita
antes del amanecer,
y tiemblo de tanto fumar, más no de frío.
III
En mi frente llevo el beso de la muerte,
en el edificio de enfrente una sombra
de mujer se masturba con un martillo.
Y en los ojos de un perro que muere se
[refleja la luna.
La Testadura 11
V
Ebrio de tanto vacío
escucho gemir a las sombras
que caen muertas a orilla
del río que se congela.
La Testadura 14
Voy a comprar un mono,
le enseñaré a escribir mi nombre,
saldré de estas cuatro paredes,
y compraré merluza,
con mi mono atado al cuello,
voy a comprar un mono,
sí,
como lo vi en Shanghái,
aquel chulo cuidaba más de su mono
que de sus putas
La Testadura 15
y saltaré encima de él
compraré merluza,
y volveré a las cuatro paredes,
que mi mono escriba en ellas
mi nombre,
que mi nombre sea el suyo,
y me sirva mas whiskey,
saldré de madrugada a la calle,
para gritar como grita un mono,
repleto de merluza,
nadie sabrá mi nombre
sólo él.
La Testadura 18
El rapto de la tortuga ciega o
caminar de espaldas en una
avenida de Shanghái
comimos de más,
qué más da, dijimos,
robemos a la tortuga,
ella no sabrá qué la tomo entre sus
[manos,
llevémosla de aquí,
a nuestro hotel,
La Testadura 19
que los ruidos no molesten a la tortuga,
porque es ciega, y tiene el oído agudo,
y en al hotel le cantamos y no responde
pero él saca su celular y pone Sympathy
[for the devil
y la tortuga parece escuchar,
y afuera está la calle, por donde nos
[escurrimos
entre carros, motos y bicicletas,
entre tortugas ciegas que dejan caer su
[baba en nuestros vasos,
caminamos hasta el hotel donde nos
[espera la camarera
con cara de tortuga ciega y caminamos
[por las paredes del hotel,
todo es oscuro, y mi cara es la tortuga, y
[como tortuga ciega
camino sin rumbo, pasa un carro
a mi lado,
el claxon me saca del sueño,
y camino en calles de paredes donde los
[carros
respetan a las tortugas ciegas,
y bebemos la baba de la tortuga que yace
[bajo
la llanta de un auto…
Bueno o malo ya quedó el primer
poema en Chino, nacido Chino,
no traducido. Revisado, corregi-
do y comentado por escritor
chino. El español es sólo para
darse una idea...
La Testadura 22
鸟歌
Niǎo gē
(Canto de un ave ó “Trino”)
我在这里
Wǒ zài zhèlǐ
Aquí estoy
想着你的身体
Xiǎngzhe nǐ de shēntǐ
extraño tu cuerpo,
La Testadura 23
想着你的发香.
Xiǎngzhe nǐ de fǎ xiāng.
el aroma de tu cabello.
举杯不行
jǔ bēi bùxíng
Beber es inútil
我的国家在很远的、别的地方
Wǒ de guójiā zài hěn yuǎn de、 bié de
dìfāng
mi casa esta lejos, en otro lugar
La Testadura 24
千杯不行
Qiān bēi bùxíng
ni mil botellas sirven
我是不幸人…
Wǒ shì bùxìng rén…
desafortunado…
但有影子陪我
Dàn yǒu yǐngzi péi wǒ
pero una sombra me acompaña
La Testadura 25
El monje que vendió su bicicleta
El monje “Briones”, más conocido
como “brio” destapa su segunda cerveza.
Por la expresión en su cara sabe que es
una de muchas. Minutos más tarde, des-
tapa la cuarta. Orina detrás del árbol.
Regresa satisfecho. Se sienta y continúa
su labor.
Cuando tenía bicicleta no podía andar
en ella con alcohol en la sangre. Y cuando
lo descubrió se hizo grande. Cumplió 40.
La Testadura 27
La celebración fue en grande, hubo
cacahuates asados, brócoli fresco y mu-
cha agua de soya. Cuando fue por más
leña, recordó el sendero que lo lleva al
pueblo. Quería dar un paseo por allá.
Aceleró el paso y cuando se dio cuenta ya
estaba fuera de la tienda. Le dijo a la
dependienta que era su cumpleaños. Ella
le ofreció sexo en el piso de arriba, pero
tenía que esperar a cerrar la tienda. Brio,
sólo quería algo de tomar. Ella se le acer-
có y le dijo que le daba las cajas de cerve-
za que pudiera cargar. El monje nada
tonto tomó diez y la dependienta le dijo,
no seas tonto, no llegarás muy lejos. Él
La Testadura 28
dijo, lleno de sabiduría, sólo necesito
cruzar esa puerta. Y la cruzó. El problema
se resolvió cuando se bebió la mitad de la
carga pudo llegar a su aldea. La carga se
aminoraba con sus pasos, hasta que se
sintió liberado como si flotara. Al llegar,
vomitó y fue expulsado.
La Testadura 29
Baridrika
Cuando murió su esposa, hace un
año, se decidió a estudiar chino, más
bien, decidió salir de Pakistán, a donde
fuera, pero quería salir. A los 65 años
estaba ávido de nuevas experiencias.
Empacó sus cosas y a su hermano le dejó
la casa, no le cobraría renta con la condi-
ción de cuidarla de los ladrones.
En su maleta el Corán, un par de pan-
talones, unas sandalias de cuero, tres
camisas, un suéter de lana, algo de ropa
La Testadura 31
interior y el libro de Sadeq Hedayat “La
lechuza ciega”, este libro lo tomó de la
repisa donde tenía otros libros de cocina
y de geografía, no sabía cómo llegó a ahí,
de hecho, lo tomó al azar, vaciló un poco
al escoger, pero como era el más peque-
ño lo tomó.
Salió de su casa muy temprano, toda-
vía no amanecía, tomó un autobús que lo
llevó al aeropuerto. Todos se despedían
efusivamente de sus familiares, lloraban,
se abrazaban y se decían palabras de
aliento, para que su separación fuese
leve. Mientras, él bajaba del camión y se
cruzaba entre ellos , como una sombra,
La Testadura 32
que no produce ruido ni olores, ni moles-
tias. Así se fue hasta perderse en los pa-
sillos del aeropuerto.
En una máquina expendedora de
“ipods” se compró uno, el más pequeño,
fue a un café internet y le pidió al encar-
gado le descargara la música que traía en
su USB. Eran más de cien canciones de
Nusrat Fateh Ali Khan.
En la sala de espera, abrió su cartera
y sacó la foto de su familia, sus hijos eran
pequeños y su esposa apenas tenía 20
años. Esa fue la última lágrima que rodó
por su mejilla, con la cara levantada, co-
mo si mirara a un Dios que lo consuela,
La Testadura 33
él, orgulloso de su dolor y llanto, hizo una
promesa en silencio.
Antes de subir al avión, caminó a la
fila de pasajeros y en el trayecto encontró
un bote de basura. Tiro su último recuer-
do. Lo demás quedaba en su mente.
Sólo intercambiamos unas pocas pa-
labras. Creo que fue a las doce del día.
Entre una clase y otra.
Se me acercó y me habló en urdu. Le
respondí en inglés. Me adelanté a decirle:
“yo sé que parezco de India o Pakistán,
pero soy mexicano”, él sonrío y me dijo;
yo soy de Pakistán. Te pareces a un fami-
liar.
La Testadura 34
Todas las tardes, después de salir de
clase lo veo con los hombros sobre su
cabeza, siempre mira sus pies. Eran ya
diez años desde que sus hijos se fueron
de casa. ¿Pensará en ellos? ¿En su espo-
sa?
Sus dos hijos trabajan en las monta-
ñas de Afganistán cultivando opio. De
ellos no sabe desde hace 10 años, cuan-
do se fueron tenían 13 y 15 años. Tal vez
los hayan matado militares estadouni-
denses o los dueños de las tierras por las
que intentaban cruzar a Afganistán.
En su cumpleaños sesenta y seis se
emborrachó tímidamente en un pequeño
La Testadura 35
restaurante chino de comida rápida, be-
bió el vino blanco chino, famoso por tener
tantos grados de alcohol que resulta peli-
groso. De regreso a su habitación una
tormenta lo sorprendió sin abrigo, sin
paraguas. Se mojó pero él era feliz, tirita-
ba no sabe si de frío o de alegría, de esa
sensación de ligereza que da la embria-
guez. Esa noche los delirios de la fiebre
llegaron, sudaba a caudales y el cuerpo
le dolía más que su alma. No tenía telé-
fono ni amigos. En su cuarto, la música
de Nusrat son rezos extáticos, como si
cantaran a su ascensión. Afuera la lluvia
disminuía y algunas conversaciones se
La Testadura 36
oían a lo lejos. En su mesita de centro el
libro estaba marcado en la última página.
La música que salía de las bocinas ya no
era normal, se oía aislada como se escu-
cha la música cuando quien la pone se
ausenta.
Me despertó el abrir y cerrar de puer-
tas de los demás cuartos, me puse un
abrigo y salí a la calle. Antes de bajar
miré por la ventana y las luces rojas,
amarillas y azules me helaron el alma.
Bajé rápidamente, abrí la puerta del edi-
ficio y me lancé a la calle, caminé entre
las personas y subí corriendo al piso a
La Testadura 37
donde los otros curiosos también iban. Al
llegar a aquel pasillo escuché como des-
conectaban la música. Había algo en el
ambiente, un olor a hospital, a enfermo.
Miré desde lejos aquella habitación a
media luz, me quedé congelado, no pude
ir más allá.
En la calle me paré frente a la puerta
del edificio para saber quien se había
accidentado o que había pasado. Lo sa-
caron y aún traía consigo un cuaderno,
uno pequeño de hojas amarillas. Pasó la
camilla a un lado mío y fue como si me lo
diese. Cayó al suelo, lo levanté y lo es-
condí. Las luces de la ambulancia se re-
La Testadura 38
flejan en el pavimento mojado. En mi
cuarto abro el cuaderno y ese fue el pri-
mer texto literario que leí en chino. Co-
mienza: “Estas son las primeras líneas
que yo, Baridrika escribo en chino”
“…cuando salí de mi casa nadie me
acompañó a la puerta, y en el aeropuerto
compré un ipod, quería escuchar mi mú-
sica…”
La Testadura 40
A. J.
En la entrada nos revisa un guardia de
seguridad, nos quita con amabilidad pero
bruscamente los abrigos. Afuera son 5°
C. Aquí adentro, el vapor de las tinas de
agua caliente está entre los 25 y 30°C.
A.J. “ei yei”, como dice que se llama,
no para de hablar, destapa otro redbull y
lo mezcla con el whiskey. Lo toma y me
pasa un vaso con lo mismo. El guardia
nos deja en los vestidores. Con los mil
trescientos yuanes que pagamos nos dan
La Testadura 41
una botella de whiskey a cada uno, un
traje de baño, condones y una pequeña
toalla. Las putas son aparte. Pero puedes
pasártela bien entrando y saliendo de
distintos jacuzzis. Ei Yei dice que no se le
parece en lo más mínimo a los lugares en
los que estuvo en Bangkok. Cuando des-
pués de trabajar por dos años en Austra-
lia y ganar casi los 30 mil dólares ameri-
canos, sin pagar un solo centavo por la
casa, ya que vivía con unos tíos, ese dine-
ro fue y lo gastó en alcohol, drogas y pu-
tas en Tailandia, Bangladesh y Bangkok.
Me lo cuenta con una sonrisa en la cara.
La Testadura 42
En fin, él fue quien me recomendó
este lugar.
Regresa de un masaje y me platica
cuando le tocó vigilar desde el helicópte-
ro la frontera con Corea del Norte. Es nor-
mal en Corea, son dos años de servicio
militar. Después de eso ya puedes estu-
diar lo que quieras, pero lo debes hacer
después de los 19 años. Yo apenas los
cumplía cuando decidí hacerlo. Ei Yei no
parece tener 26 años, se ve más joven.
Aun así tiene algo de experiencia en esto
de putas, precios y diversión.
La Testadura 43
ALEXANDER ROBOTNICK Ó
DAZED AND CONFUSED IN
SHANGHAI
I
Si estas solo en un edificio de 6 pisos
con 10 habitaciones en cada uno y du-
rante días dejas de escuchar ruidos pro-
ducidos por personas, es de esperarse
que brinques asustado cuando escuchas
unos pasos acercarse a tu puerta. No
puedes evitar pegar el ojo a la mirilla y
La Testadura 44
asegurarte si lo que oíste fue real. Pero
vuelves la cara y miras tu cama, el escri-
torio con la comida de hace días y la ropa
amontonada apestando toda la habita-
ción. Piensas si en realidad lo escuchas-
te, pero si no lo escuchaste, qué pudo
haber sido ¿Quién pudo haber sido?
¿Qué provocó el ruido? Eran evidentes
los pasos. Que otro ruido se parece al
sonido que dejan los pasos de unas botas
con suela de goma, que rechinan cada
que dejan el suelo y crean una pequeña
fricción para impulsarse.
Una capa amarillenta de grasa cubre
la taza del baño. El calentador del agua
La Testadura 45
lleva apagado días. Orino un líquido ver-
doso, como el Jagermaister que tomé
anoche. Anoche…este no es mí cuarto la
ropa no es mía ni las cosas en el escrito-
rio, reviso la cartera: Charles Van Hoerk,
Belgium. Veo la foto y reconozco el rostro.
No sé con exactitud quien es pero sé que
lo conozco. Aquellas botas de goma re-
chinan de nuevo. Por sentido de supervi-
vencia busco mis cosas, o más bien bus-
co en el cuarto cosas que sean mías. No
sé con qué cosas llegué a ahí. En el buró
hay pequeñas bolsas azules, vacías. Re-
cojo mi tarjeta de la mesa, veo mi mochi-
la, la abro, y está mi cámara, el cuaderno,
La Testadura 46
los trípticos de varias galerías de
Shanghái, mis guantes y bufanda, en la
bolsa delantera mi pasaporte, la cartera
la traigo conmigo. Escucho ruidos en el
baño, la persona dueña de la cartera está
ahí, en la tina, con ropa y bañada en su-
dor y vómito, abre los ojos y me sonríe,
me dice que no puede moverse y balbu-
cea thanks man to bring me back to the
hotel, it was too much for me… En eso, la
puerta se abre pero sólo un poco, la ca-
dena sigue separándome del mundo, veo
a tres personas con la misma camisa
blanca y caracteres chinos. Aviento la
puerta y me abro paso entre ellos, no les
La Testadura 47
da tiempo de reaccionar, tampoco de
decir algo, no sé porque lo hago pero sigo
corriendo, en la calle el sol me deja ciego
por unos segundos, me tropiezo con un
bote de basura, me levanto de inmediato
y conforme voy recuperando la vista ace-
lero el paso, subo un puente, cruzo un
pequeño canal y giro por unos callejones.
Después la calle se abre y me escupe a
una gran avenida. Distingo un letrero que
dice línea 4. Recuerdo que vine por esa
línea desde la estación de trenes de
Shanghái. Por ahí mismo debo regresar.
Conforme voy caminando me reviso el
cuerpo, no tengo dolor en ninguna parte,
La Testadura 50
tengo todo en mi cartera y en mis bolsi-
llos hay dos papeles con direcciones en
hanzi y el nombre de los lugares en in-
glés, “The Shelter” y “Amber Lounge”.
Pero todo inició en un bar donde Ale-
xander Robotnick pinchó unos discos.
La Testadura 51
Año nuevo
En un café bebo chocolate caliente,
traía unos shorts y playera de manga cor-
ta, no tenía pensado salir, pero como es
año nuevo no me rehusé a las insisten-
cias de Alan. Al café llega un gringo de 50
años y dentro de la plática dice que es de
San Francisco, le pregunto por Eric Bur-
don y en la charla menciona a Grateful
Dead, yo llevaba 50 yuanes y salimos de
ahí con una cervezas que bebimos hasta
el próximo expendio, él compro una bote-
La Testadura 54
lla de whisky que nos tomamos en el ca-
mino, la botella no se terminaba ni mi
saciedad, cantábamos canciones de
Grand Funk, Rare Earth y de Peter Ga-
briel…eran las doce la noche, llegamos a
un famoso bar de la ciudad, metí la bote-
lla de whiskey para no gastar dentro en
tragos, pero el gringo hizo una movida
que nos puso en descubierto, los de se-
guridad nos sacaron y salimos corriendo
a otro bar, donde la terminamos, cantá-
bamos por las calles éramos los dioses
de nuestra borrachera.
La Testadura 55
El “Yayo”
Estaba en mi dormitorio, que da fren-
te a la pista de atletismo. Me despertaron
los gritos de una muchedumbre, todos
gritaban “Yayo!” “Yayo!” y aplaudían.
Cuando salí al balcón, ahí estaban en la
pista, seis corredores y al ganador le lla-
maban Yayo. Me metí a bañar y seguía
escuchando “Yayo!”. Desayuné, Salí a
clases y durante las clases, el mismo
nombre. Las competencias empezaron a
las 8 de la mañana y para cuando había
La Testadura 56
salido de clases, a las 12pm, seguía es-
cuchando “Yayo!”. Ese Yayo debe ser
toda una bestia del deporte, una proeza
china. Quien sabe cuántas competencias
tuvo y en todas se oía su nombre, Yayo.
Al día siguiente, lo mismo. Pero en
clase la maestra dijo “Yayo”, cuando un
compañero pasó al pizarrón a resolver un
ejercicio. Entonces entendí que “Jiāyóu!”,
en mandarín significa ¡Vamos!
La Testadura 58
How often…
I
How often smoke weed in México? No
sé si disimulé la sonrisa, “they” always
do”. Después no supe que decir. Entra-
mos a clase y le pregunté si podía conse-
guirme un poco, para probarla. Claro,
dijo. Pero te la tendría hasta el lunes. El
fin de semana la pasé sin perturbaciones,
tampoco me acordaba del encargo. Pero
cuando llegué a clases el lunes salivé
como perro en carnicería.
La Testadura 59
La puso en mi mochila y empezamos
la clase.
Por la tarde, hice los preparativos, un
poco de agua, el lugar perfecto es el jar-
dín del edificio antiguo, cruzando el rio. A
las seis se acaba la luz, y las farolas, con
la bruma crean un ambiente de película.
Me sentí en Cracovia, grandes árboles,
casas viejas como se estuviera en una
novela de Balzac. Algo dentro de mí me
empujó a encender la música en mi celu-
lar, pero sin audífonos. Le subí el volumen
y lo puse en la bolsa de mi mochila, como
la bicicleta es para ruta, el manubrio tiene
varias posiciones. Cuando adopté la de
La Testadura 62
descanso, en la que la espalda se estira y
se relajan los músculos desde el cuello
hasta el coxis, pude escuchar una a una
como tronaba cada vertebra, hasta que
llegó a la parte de los trapecios. Después,
instintivamente baje la cabeza hasta pe-
gar la barbilla al pecho y tres tronidos
más. Cada trueno era un escalón al éxta-
sis, la boca se secó de pronto, los labios
se pusieron pastosos y la música cobró
otro sentido, las faros la baqueta, los
pequeños y grandes bonsáis, el musgo en
las bancas de piedra los edificios verde y
sepia. Over the border cantó Eric Burdon
por mi celular. Y seguí flotando en aquel
La Testadura 63
ambiente. Me sentía una sombra en una
fotografía de Bresson….
II
Another bit by hedust, aquello era
Queen. Él tiene 50 años y no suelta su
reproductor de bolsillo de muy buen soni-
do, puedo escuchar la maldita cosa 20
metros a distancia. No dejo de sonreír, no
sé por qué, pero no dejo de hacerlo, tal
vez por qué no entiendo lo que dice o
porqué el creé que sí, o tal vez sonrío por-
que en realidad lo estoy entendiendo y no
me doy cuenta. Se acerca Pelex y su ami-
go de Kazajistán. Nos saludan y mi nuevo
La Testadura 66
amigo chino los abraza. El amigo de Ka-
zajistan, habla más chino que inglés. Y se
comunica con el nuevo amigo. Yo sigo
con la boca seca, y esa sensación de ele-
varse por encima de las palabras y de los
pensamientos disminuye.
Llego al cuarto, me pongo los audífo-
nos y escucho Pink Floyd.
Este es el nombre que le puse a una serie de cuentos
que en un futuro serán un libro. "Arroz". No hay mucho
sobre "la cultura asiática
o China", más bien son
algunas vivencias y mu-
chas otras - la mayoría -
chaquetas mentales que me hago con las historias que
me cuentan, o de la gente que conozco. A veces me
gustaría echarle más "crema", jajaja, pero creo que se
verían muy yonkies y sinceramente tampoco lo soy,
sólo soy buen catador.
MIGUEL ESCAMILLA MARTÍNEZ. Nací en Querétaro,
México; en 1982. Ahora vivo en Suzhou, China. Soy
escritor y fotógrafo.
我一九八二年出生在墨西哥的克雷塔罗,
我现在住在苏州。我是作家、摄影师。