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La SilicíadaPublished on Centro Onelio (http://www.centronelio.cult.cu)
La Silicíada Por: Carlos Rivero Silva [1]
Como estaba resuelto a perderme las sirenas no cantaron para mí
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—Puedes hablar, no tienes que permanecer así petrificada todo el día. Si la información te sirve dealgo, estamos en un sueño. Seguro me querrás preguntar por qué he venido a buscarte y yo teresponderé con gusto, pero por lo pronto no me gustaría hablar con una piedra.Lancé un gemido estéril, anémico, tan bajo que apenas hizo vibrar la masa de silicio.—Intenta hablar más alto pero no te despiertes —dijo el joven, con el envoltorio de aluminio hizo unapequeña pelota para lanzarla al cesto de basura. Entonces volví a intentarlo con todas mis fuerzas yde inmediato se oscureció toda la biblioteca. Me desperté gimiendo sobre la cama y un hilo largo desaliva se tendió entre mi boca y mi almohada, pero me tomó mucho esfuerzo desperezarme y elsueño volvió casi intacto.—Ya me di cuenta que estaba soñando. Me siento raro en este cuerpo de chica pero tengocuriosidad por saber qué significa todo esto. Para empezar… ¿Cuál es su nombre?—No tengo nombre, pero me puedes llamar como quieras, porque serás la única que lo haga. Asípues, selecciona un nombre que puedas recordar bien porque en los sueños es muy difícil recordar.—¿René te gusta? Te llamaré René, como el pintor de esa pipa que llevas en tu pullover.—¿Y qué sabor tiene mi nombre?—Ni idea. Después de todo parece que no soy Sandro Funes. Tengo sus recuerdos pero no sushabilidades. No sé si decir si me siento extraño o si me siento extraña. ¿Nunca te has sentido comosi hubieras sido creado hace algunos instantes con los recuerdos de hace decenas de años?—No lo siento, tengo la certeza. Soy una criatura de los sueños, soy un silicio. Todos podemos serotra persona alguna vez. Las metáforas existen porque manifiestan una verdad que no queremoscreer. Una situación puede ser expresada en términos de otra situación porque puedenintercambiarse realmente —dijo el joven y abrió el libro en cuyo domo había dibujada una sirena—.Tu país es ahora este. Aquí es a donde realmente perteneces —repuso con voz solemne y guardósilencio por unos segundos—. Se llama Silicia y no me preguntes por qué, pues yo no lo puedo sabertodo.—Pero eso no es real.—Es tan real como todos tus deseos. Y los deseos son muy reales, al punto que gobiernan sobre lavida y sobre la muerte. Silicia no es exactamente un lugar, es más bien una conjunción de esosdeseos. Allí es a donde se crean y se modifican, y allí van a parar todos las fantasías frustradas delos hombres. La Atlántida, La isla de los bienaventurados, el Valhalla o el Edén son solo proyeccionesliterarias de este gran almacén. Silicia es tan real como yo, que también soy un silicio. Tú tambiéneres un deseo, el de ser tú mismo, el de aferrarte a la vida y rechazar que en el fondo solo seas unpersonaje de algún sueño ajeno.—Tú eres una imagen en un sueño extraño, nada más que eso. Yo no, acabo de despertarme y hasdesaparecido. Si quisiera, podría hacerte desaparecer de nuevo.—Pero no quieres, porque yo soy uno de esos deseos también, acaso uno de los más vehementespues me has dado carne y un magnifico pullover de René Magritte. He desaparecido para ti porquetú también lo has hecho para mí. Pero aquí han transcurrido 3 días y ya es lunes, así que vayamos algrano antes que los demás nos descubran y sepan que solo son un relleno en el sueño de otro. Miraaquí: hay varias fuentes que hablan del país de los Silicios.Durante varios minutos René estuvo mostrándome citas de diversos autores. Muchos la hacíancoincidir con la Tierra de los bienaventurados o se referían a la capacidad de sus habitantes paraescuchar libremente el canto de las sirenas gracias a su fe en la fuerza de la meditación y lasabstenciones. Así continuó el libro durante varias páginas hasta que, en una de ellas, mi nombreapareció escrito con una referencia a un extenso poema en dáctilos llamado la Silicíada. Sin darmetiempo para sorpresas el joven del pullover negro me dijo:—Esa es la razón por la que he venido a buscarte. Las sirenas, madres de los deseos y señoras deSilicia, te han escogido a ti como la persona que cantará en lengua digna la suerte de su raza. Perono podrás contarle a nadie, aunque quieras, pues cuando atravieses el límite del país de las sirenashabrás de olvidar tu lengua castellana. Desprovisto de lápiz o papel, la epopeya ha de ser escritasolo con tu memoria. Tienes un gran don, pero también un gran destino del que no puedes escapar.Nadie escoge ni cuestiona lo que desea, solo lo hace. Tú quieres escribir este poema épico y haceralgo memorable. Para cumplir tu destino debes venir conmigo a Silicia, pero al entrar aquí,abandónese toda esperanza.
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era todas las figuras. Solo se debía observar con cuidado.En las mañanas intentaba memorizar los versos que escribía por las noches en los sueños. Cuandouno pierde la memoria verbal va perdiendo de a poco la inteligencia y el orden de las ideas. Almenos eso era lo que pensaban todos los que advirtieron que ya no podía hablar ni escribir encastellano. Si mi historia debiera ser contada por quienes solo me veían en la vigilia, habríancometido una injusticia al decir que padezco de afasia. Si fueran buenos describiendo, compararíanmi afasia con la amnesia de los espejos, los cuales reflejan pero no pueden ver, o quizá con una grancaja donde están todas las palabras amontonadas unas sobre las otras, de donde yo las extraigo ylas muestro al azar. Tampoco sospecho qué narrador escogerían. Quizás lo más apropiado sería unmonólogo interior a lo Joyce o a lo Faulkner, pero desconocen lo que me sucede en realidad. Sinembargo, una tercera persona tampoco es apropiado porque se perdería todo el drama: este yaceatrapado entre mi cerebro y mi lengua. Definitivamente, una tercera persona no va, porque quedaríafrívolo y distante, más o menos así: Los hombres sinestésicos existen: En Dolores había uno que se llamaba Sandro Funes y que nocobraba las consultas. Nadie hubiera creído en alguien que pudiera ver los sonidos o escuchar lossabores, pero era del agrado de todos presenciar cómo Sandro podía dibujar el gusto de un mango oescuchar a qué sabía el nombre de cada cual. Roberto, el mensajero del periódico, supo que el suyosabía a canela mojada. La vecina de al lado, cuyo nombre era Ana y a quien los dulces le quedabanmuy dulces, Sandro Funes le dijo que aunque fuera corto, su nombre sabía a sudor y que preferíallamarla Betty o Yolanda. Un día, a alguien del barrio se le ocurrió tomarle el pelo: preparó unamasijo de distintos sabores en un jarro de aluminio al cual se le fotografió con una cámara decelular. Después, llevaron múltiples fotos de la mezcla a casa del viejo Sandro Funes y lepreguntaron cuáles eran los ingredientes. Para sorpresa de todos, el sinestésico respondió conacierto y de manera prolija. No tardó en transformarse en el orgullo del barrio de Dolores, porque losbarrios pequeños se enorgullecen de todo aquel que los ponga en el mapa. Todo iba bien con sudon, hasta que una mañana comenzó a hablar en una jerigonza extraña y ya no pudo contar más delo que sabía. Los médicos le diagnosticaron afasia como una consecuencia de demencia. Su hijo,advertido de lo que les sucede a los ancianos dementes, lo ató a un taburete frente al televisor de lasala para evitar que se marchara de casa. Como no quiso amordazarle la boca para evitar el ruido delos gritos, prefirió ponerse tapones en sus oídos. Amarrado a su taburete, Sandro Funes pasójornadas completas entre la repetición de palabras extrañas y letanías como esta:De sábala, sarga, de sábala, capa, Silicia.Cote áucea polenda caranda li bian carecín¿lon tírone al fonque um suelven las mipas de Licia?¿um suelven las mipas, sur andes brimande lusín?On calas lauceria si cainte lon siemboke recia,Ke recia lon siembo de tercha tempá palasín.
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mí, el protagonismo lo tiene la música, en tanto es la metáfora más efectiva para representar aldeseo. ¿Conoces el pasaje de cómo Ulises se libró de las sirenas y logró continuar su travesía?—Sí, claro. Es un episodio muy famoso. Le pide a su amigo Euríloco que lo ate al mástil y ordena quetoda la tripulación se tape los oídos.—Justo. Sin embargo, Odiseo oye las voces de las sirenas que lo convidan a aproximarse a disfrutarel canto, pero jamás logra estar lo suficientemente cerca gracias a sus amigos. El canto de lassirenas fue interpretado por los helenistas como una alegoría de la tentación que nos hace perder elrumbo. La música persuade sin argumentos, es por eso que ella es la mejor metáfora del deseo,porque este tampoco obedece razones.—Ya sé lo que me quieres decir —dijo Constantino, que parecía haber atraído la lluvia con sualumbramiento—. Estás intentando hacerme creer que la supuesta metamorfosis de Sandro Funesno es más que una metáfora del mito de Ulises atado al mástil. La verdad es que me parece un pococaricaturesco que Sandro Funes termine atado a su taburete, y que a su hijo no le había sucedidonada porque se había tapado los tímpanos para no escuchar los gritos de su padre enloquecido—entonces llovió más fuerte.—Exacto. Por eso quiero que transcribas las jitanjáforas de Sandro Funes que están grabadas en eseCD. Constantino se mudó hacia una mesa que tuviera cerca un tomacorriente para conectar la laptop.Mientras escuchaba el audio, Nadith encontró los pasajes que había soñado, el escudo de las sirenasy un poema épico escrito en dáctilos que comenzaba así: De sábala, sarga, de sábala, capa, Silicia…Constantino divisó una rubia con aritos de ortodoncia frente a su mesa. Nadith no tardó en darsecuenta que en breve se convertiría en una enrome mole de silicio.
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