LA SACA DE LAS YEGUAS EN LAS MARISMAS DE - DONANA J. CARLOS GONZÁLEZ FARACOy MICHAEL D. MURPHY Fotografías: M. a Ángeles Garrido y Eduardo Fernández INTRODUCCiÓN Por San Pedro se celebra en AI- monte, sureste de la provincia de Huelva, una Feria que antaño era, por encima de todo, un mercado ga- nadero, tal como acontecía en otras muchas ferias. Con el tiempo , la Feria fue perdiendo este carácter para irse transformando en una ce- lebración lúdica, en perjuicio de la compra-venta de animales que, en un principio, se realizaba en el cora- zón mismo del recinto ferial, bajo en- debles sombrajosconocidos por «ahí- gueritas». El mercado pecuario, la llamada «Feria de los Burros », fue drásticamente separado del espacio festivo hasta ser, al fin, expulsado de él por razones sanitarias, cuando ya había decaído en su importancia económica sensiblemente. La Feria se convirtió en un tiempo de diver- sión en el que la actividad ganadera iba quedando en un vago recuerdo que sólo evocaban los escasos gru- pos gitanos que aún segu ían acer- cándose al pueblo con sus recuas, los coloristas paseos a caballo por las mañanas en El Real o, por las tardes, las vibrantes carreras de cin- tas, en las que los jinetes probaban su destreza y tino al galope tendido, ante un público expectante. La Feria se había vuelto «Feria de las gam- bas», en ingeniosa alusión a la abun- dancia de estos deliciosos mariscos en las mesas de las casetas y, en ge- neral, al consumo conspicuo de bebi- das y comidas. Sin embargo, la Feria de Almonte siempre tuvo un componente excep- cional e insólito que ha perdurado, aunque no ha sido inmune a estos y otros cambios acaecidos en la vida de la comunidad: el anual rodeo de los caballos asilvestrados que pastan todo el año, en libertad, en las Ma- rismas que , desde hace tres déca- das, forman parte del vecino Parque Nacional de Doñana. Poco antes de las festividades, los jinetes «saca- ban» de sus querencias en esos pagos a yeguas y potros y los condu- cían , tras varias leguas de camino, hasta los corrales de la población para practicar ciertas tareas ganade- ras (la tusa , el herrado, etc.) y reali- La saca en la marisma de Hinojos en las primeras horas del día. 33
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LA SACA DE LAS YEGUASEN LAS MARISMAS DE-DONANA
J . CARLOS GONZÁLEZ FARACOy MICHAEL D. MURPHY
Fotografías: M.a Ángeles Garrido y Eduardo Fernández
INTRODUCCiÓN
Por San Pedro se celebra en AImonte, sureste de la provincia deHuelva, una Feria que antaño era,por encima de todo, un mercado ganadero, tal como acontecía en otrasmuchas ferias. Con el tiempo , laFeria fue perdiendo este carácterpara irse transformando en una celebrac ión lúdica , en perjuicio de lacompra-venta de animales que, enun principio, se realizaba en el corazón mismo del recinto ferial, bajo endeblessombrajosconocidos por «ahígueritas». El mercado pecuario, lallamada «Feria de los Burros », fuedrásticamente separado del espaciofestivo hasta ser, al fin, expulsado deél por razones sanitarias, cuando yahabía decaído en su importanciaeconómica sensiblemente. La Feriase convirtió en un tiempo de diversión en el que la actividad ganaderaiba quedando en un vago recuerdoque sólo evocaban los escasos grupos gitanos que aún segu ían acercándose al pueblo con sus recuas,los coloristas paseos a caballo por
las mañanas en El Real o, por lastardes, las vibrantes carreras de cintas, en las que los jinetes probabansu destreza y tino al galope tendido,ante un público expectante. La Feriase había vuelto «Feria de las gambas», en ingeniosa alusión a la abundancia de estos deliciosos mariscosen las mesas de las casetas y, en general, al consumo conspicuo de bebidas y comidas.
Sin embargo, la Feria de Almontesiempre tuvo un componente excepcional e insólito que ha perdurado,aunque no ha sido inmune a estos yotros cambios acaecidos en la vidade la comunidad: el anual rodeo delos caballos asilvestradosque pastantodo el año, en libertad, en las Marismas que, desde hace tres décadas, forman parte del vecino ParqueNacional de Doñana. Poco antes delas festividades, los jinetes «sacaban» de sus querencias en esospagos a yeguas y potros y los conducían , tras varias leguas de camino,hasta los corrales de la poblaciónpara practicar ciertas tareas ganaderas (la tusa, el herrado, etc.) y reali-
La saca en la marisma de Hinojos en las primeras horas del día.
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Las tropas de yeguas van abandonando la marisma.
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zar act ividades de compra y venta.Aunque ha pasado por altibajos , este«otro mercado » de ganado marismeño se ha manten ido y ahora vive unaauténtica resurrección . Hasta talpunto que se está convirtiendo, paradójicamente, en el nuevo signo deidentidad de la Feria , a la que bienpodríamos llamar ya la «Feria de lasYeguas».
Este aparente regreso a los orígenes ganaderos de la Feria es sólo relativo. El tiempo no corre en balde yla economía de la zona ha evolucionado considerablemente, gracias alas rentas del turismo y de otros sectores emergentes. Así que lo queantes era una actividad básicamenteeconómica, magro complemento delas rentas agrarias para los pequeños y medianos propietarios (<< pelentr ines », en términos populares) , haido siendo redefinida como fenómeno cultural enraizado en la tradición yseña de identidad local.
En esa interesante reconversión ,han jugado también un papel fundamental las tensiones entre ganaderos y autoridades protectoras, pocoproclives, en general, a facilitar el usode las tierras del Parque para otrosfines que no sean los que ellas estiman estrictamente conservacion istasoLos ganaderos, cuyo número hacrecido ostensiblemente, al tiempoque ha mermado, hasta casi desaparecer en casos, su dependencia delas rentas agropecuarias, han vistoestas actitudes proh ibitivas de losgestores del Parque como una usurpac ión de sus derechos históricos.Los conflictos han menudeado hastallegar, hace algunos años, en mediode una pro longada sequ ía, a ungrave enfrentam iento del que diocuenta la prensa, a resultas del cualvar ias decenas de ganaderos han
sido juzgados y condenados. Todavía el pleito, recurrida la sentenciainicial, no ha concluido.
Los ganaderos, constituidos enAsociación , han encontrado frecuentemente un muro institucional, pocopermeable, en la Administración deDoñana, que sigue observándoloscomo un potencial peligro para laconservación de los ecosistemas. Talpercepción no hace más que enturbiar las relaciones del Parque con lascomunidades locales y provocar dis
.cord ia entre ganaderos y funciona-rios. Su apego a normas de gestióndel medio natural muy patrimonialesles impide tener una comprensiónglobal y diáfana del significado histórico, y por tanto dinámico, de la actividad ganadera en la Marisma.Cuando estud iamos las reglamentaciones esgrimidas por los gestores,como el actual proyecto de Plan Ganadero, observamos la persistenciade premisas basadas en informaciónecológica insuficiente y de análisisen los que no suele contar el complejo sentido cultural de un fenómeno, como la ganadería marismeña,inseparable de un contexto socialcambiante.
La Marisma, que ha sido tradic ionalmente una finca ganadera, a laque se accedía, por su límite Nortedesde El Rocío -también una estación ganadera en su origen-, está íntimamente ligada a esta actividad primar ia en la que han participadociertos sectores de las comunidadescercanas desde muy antiguo. Su reforzamiento actual como elementocentra l de su identidad social , frentea intromisiones de poderes extraños,en la dirección marcada por la evolución de los ritos rocieros, es, no cabeduda , un giro histórico relevante delque debieran tomar nota quienes di-
rigen los destinos del Parque. Estambién una muestra muy notable decapacidad de producción cultural comunitaria, ante agudos cambios económicos , terr itoriales, sociales y deestilo de vida. Por eso, la cría de yeguas y caballos en las Marismasdebe seguir representando, bajo laslógicas condiciones de regulac ión,un aliado fundamental para la conservac ión de Ooñana en tanto quesistema biológico y cultural diverso yvariable.
LA NATURALEZA Y EL HOMBREEN OOÑANA
Ooñanaes un Parque Nacional deunas 50.000 ha, incrustado entre eltramo final de la margen derecha delGuadalquivir y las playas atlánticasque van desde la urbanización turística de Matalascañas (del municipioonubense de Almonte) hasta la desembocadura del río, con la gaditana Sanlúcar de Barrameda en la otrabanda. Bajo el mítico nombre de 00ñana se amparan hoy dos unidadesambientales distintas que , en otrotiempo, fueron asiento de dos modosdispares de entender y practicar laconvivencia del hombre con la naturaleza. Nos referimos a las arenasboscosas y a las marismas. No cabe,por tanto, confund ir las tradiciones,usos , costumbres y estilos de vidavinculados a las zonas arenosas y alas zonas encharcables. Incluso, elproceso de organización e institucionalización terr itor ial ha seguido , encada una de ellas , trayector ias previas diametralmente opuestas.
En efecto, la larga lengua arenosa que va de Norte a Sur, hasta desparramarse frente a la costa atlántica , en las otrora conoc idas por
Playas de Castilla, sufrió desde tiempos muy tempranos un control señorial que pers istiría por siglos . Entorno a 1309, unas 25.000 ha. deestas arenas salpicadas de arboledas, sotobosques y past izales quedaron acotadas como «dehesa", término que, como es sabido , es másjurídico y social que foresta l, almenos en su origen etimológico ehistórico. En ese año de 1309, Fernando IV dona a Juan Alonso deGuzmán, hijo del famoso Guzmán El
Las yeguas por las calles de la Aldea del Rocío.
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Bueno, las dehesas del Carr izal y laFiguera con lindes muy precisas ycon un régimen legal diferente a lasáreas adyacentes. Comienza así lahistoria de Doñana como Coto confines cinegéticos para uso exclusivode la aristocracia primero y, después,de la oligarquía agraria andaluza consignificativa presencia de familias deorigen británico-jerezano. Doñana seconvierte así en un vasto lat ifundiosin utilidad agrícola reconocida en elque se va configurando un sistemade custodia y represión que impida olimite la explotación de sus recursospor los vecinos de las comunidadespróximas. En consecuencia, la reglamentación institucional que conllevarán la creación del Parque en 1969 ysu reclasificación ulterior de 1979 noserán novedad alguna , al menos encuanto a la pers istencia de prohibiciones y controles del uso público deesas tierras.
Parece que estas primeras normas restrictivas se acentúan a partirdel siglo XVII. En sus inicios, el VIIDuque de Medina Sidonia, propietario de esos arenales y Señor de unextenso Ducado , con sede en Sanlúcar y en el que se alzaban numerosas poblac iones , dedica una dependencia del recién construido" Palacio» (hoy, sede de la ReservaBiológica de Doñana del C.S.J.C.) acárcel y dicta normas rigurosassobre la caza , la ganadería y el tra-
siego de gentes por su propiedad. Esen ese siglo, año de 1624, cuando visita el Coto el rey Felipe IV para unamontería en la que también se dieronopíparos banquetes, agasajos y celebraciones festivas. En los siglos venideros, nobles de alta alcurnia ypersonajes de postín seguirían acercándose a Doñana para el recreo ola caza. A fines del pasado siglo y acomienzos de esta centuria, sucesivos monarcas, Alfonso XII y conmayor reiteración Alfonso XIII, pasarían también por el Coto para practicar su afición cinegética. Esta largatradición , que vincula a altas personalidades del Estado con este territorio, se ha manten ido, a pesar de laactual conversión de Doñana en bienpúblico de interés ecológico.
La estrecha relación de Doñana(como Coto o como Parque) con elpoder político y/o económico pareceser una de sus notas más reiteradasy fuente constante de controversias.Seguramente , su acotamiento y usocinegético privado provocó ya desdeel siglo XVII un ••ant idoñan isrno»,según la expres ión del profesorOjeda, que habría de perdurar, latente unas veces, manifiesto otras. Estasituación, que a veces alcanzaríauna intensa acritud, va contribuyendo también a generar antagonismosde todo género: el guarda a sueldodel propietario frente al cazador furtivo o el recolector ilegal de productos animales o vegetales; el Ducadofrente a los Concejos municipalesdisputándose el dominio de las franjas fronterizas de territorio; el controlsimbólico de la tierra a través de losrituales religiosos (caso del Rocío) y,en algunos casos, el hambre y la necesidad de subsistir frente al lujo y alos privilegios de los propietarios.Para comprender esta serie casi interminable de 'escenarios conflictivos, es menester saber que las comunidades aledañas a Doñana -congran variabilidad entre ellas, es cierto- se basaron durante largo tiempo,hasta las últimas décadas delsiglo xx, en economías agrarias muyfrágiles, cargadas de incertidumbre yde regulares etapas de indigenc iaque alcanzaban de lleno a los amplios sectores de braceros e inclusoa los pequeños propietarios. Los productos naturales del Coto eran, pues,un recurso potencial y en ocasionesla única despensa con la que compensar las malas cosechas o losmenguados e irregulares jornales.Podemos incluso hablar de un pequeño grupo humano, sin vinculaciónsignificat iva con la agricultura, quetenía en esos pagos silvestres suúnico sustento posible , caso de losantiguos pobladores de la aldea delRocío.
Doñana representaba, por tanto ,un cierto complemento económicopara un grupo relativamente significativo de agricultores , con peso variable según su estrato social y la coyuntura económica que sobreviniera,y una base imprescindible para la superv ivencia de un pequeño sectorsocial carente de propiedades y abocado a una vida muy precaria. Enambos casos, no se aplicaba a la naturaleza una percepción productivistani mercant il e, impl ícitamente, éstacumplía la func ión de atemperar elriesgo de conflicto social, tan frecuente en economías socialmenteinjustas y de productividad muy inestable.
El análisis histórico de la caza esuna buena ilustración de algunas deestas bipolaridades enunciadas y, dealguna manera, de las mismas señasde identidad histórica de Doñana .Recordemos que este Parque fueoriginalmente un cazadero real quecomprend ía varias dehesas y, mástarde, Coto por varios siglos . De unlado, estaba la caza deportiva, enmanos de la aristocracia y la alta burguesía, y del otro, la caza como producto de la naturaleza que se obtiene clandestinamente en un lugarvedado para la mayoría. En este segundo polo, hay incluso que diferenciar al campes ino de pequeñas omedianas propiedades del simplebracero. El primero recurre a la cazafurtiva ocasionalmente, al amparo desus actividades agropecuarias en elCoto, cuando le era permitido realizarlas. El furtivo profesional es cazador nato, habitual, que abate un ciervo o un jabalí para aportar proteínasa su familia o para hacer contrabando en la localidad de la que procede:no pasa de ahí la comerc ializaciónde la presa cobrada. El furt ivismoaún persiste, pero, a estas alturas, ya
no obedece a razones de estrictasubsistencia , aunque el mercado dela carne de ciervo , jabal í o ánsar enalgunos municipios cercanos es relativamente importante para algunasfamilias. Se trata más bien de un residuo cultural en algunos casos y deuna manifestación, más o menosconsciente, de rivalidad y enconofrente al Parque, en otros.
El otro gran ecosistema que conforma el Parque Nacional es la Marisma, unas treinta mil hectáreas dearcillas encharcables que, de Norte aSur, corren paralelas al Coto. A diferencia de las áreas arenosas , másfrecuentadas, explotadas, sometidasa sucesivos y estrictos regímenes depropiedad privada y, por tanto, muydisputadas, las llanuras marismeñasgozaron largo tiempo de formas depropiedad más livianas: eran una extensión insalubre, inhóspita e impracticable para la tecno logía agrariatradicional, abierta y con límites indecisos, donde el horizonte sólo se adivina y donde cielo y tierra llegan enla lejanía a confundirse. Hasta finalesde los años cincuenta no se consigue, por ejemplo , erradicar de estasáreas (tildadas , en los documentos,de «pantano pestílente ») el temib lepaludismo -Ias fiebres tercianas, enel deci r popular-, gracias a la introducción de un pez foráneo, la gambusía.
Por todo ello, la Marisma no despertó hasta muy tarde el interés porsu apropiación privada para aprovechar su caza (aves acuát icas sobretodo), sus pastos para el ganado osus suelos para el cultivo. La comunalidad era el régimen de propiedadmás habitual, por lo que el accesopúblico era relat ivamente fácil. Aúnhoy resta una vasta porc ión de Marisma en manos municipales: las casinueve mil hectáreas que ocupa la
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Las yeguas se congregan junto al santuario de la Virgen del Rocío.
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Marisma de Hinojos, pertenecientesa los propios de ese Ayuntamiento,todas ellas incluidas en el ParqueNacional. Sin duda, el principal aprovechamiento fue, desde un principio,el ganadero, junto a una variadísimagama de actividades - reguladasunas veces, toleradas otras, clandestinas en ocasiones- como la caza deaves, la pesca de sanguijuelas, galápagos y anguilas, la recolección decaracoles, huevos de anátidas y fochas, y la siega de aneas, castañuelas u otras plantas.
EL GANADO MARISMEÑO
La cría de ganado está asociada alos llanos marismeños desde muy remota época. Además de las legendarias referencias a los toros del nomenos legendario monarca tartéssica Gerión, se tienen noticias del uso
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que de los pastos de la Isla Mayordel Guadalquivir hicieron los árabespara una importante camada de yeguas de vientre -se habla de hastatres mil-. Pero, más que eso, conviene recordar la influencia directa delos usos ganaderos con las vacas ycaballos del Bajo Guadalquivir en numerosas áreas de América durantela colonización española. Se sabeasimismo que los pueblos vecinoshan venido usando también estas yotras áreas para la cría extensiva decerdos , ovejas , cabras , vacas y caballos, y que la Marisma, duranteaños , fue destino del ganado delabor de Sevilla y de rebaños trashumantes del centro y norte de la Península acogidos a la legislación dela Mesta . Algunos expertos opinanque la variedad de ganado bovino dela Marisma, la conocida «vaca marismeña " o «mostrenca" -enjuta, deamplia y destartalada cornamenta y
esquiva de carácter-, puede proceder de los ejemplares de estos rebaños trashumantes que quedabanperdido s o abandonados por unospropietarios que quizás no siemprese servían de los pastos dentro de lalegalidad. Esta procedencia explicaría el apelativo de «mostrenca», másque su conducta asilvestrada, «cerrile indómita». La Marisma , además ,ha venido siendo, al menos desde lamitad del siglo pasado, zona depasto para toros de lidia, quién sabesi herederos de aquellos que apacentara el rey Gerión.
Pero los cambios de propiedad yuso de este vasto territorio -unas300.000 has a ambas márgenes delrío Guada lquivir- desde mediadosdel XIX hasta la actualidad , no hancesado: el 90 % de esa superficie hasido poco a poco transformada parauso agrario, han nacido nuevos pueblos en las antes enfermizas lagunasy las zonas libres para el ganado hancasi desaparecido al compás de ladisminuc ión de las propiedades comunales o municipales. Hoy las Marismas del Bajo Guadalquivir representan, en una pequeña proporción,un área estrictamente protegida -laincluida en el Parque Nacional- queno llega a las 30.000 ha, mientras asu lado contemplamos un ilustrativoejemplo de lo que es un ambic iosoproyecto de desecación y cultivo deuna zona húmeda litoral.
En efecto, las intervenciones económicas , los procesos de privatización, son en la Marisma posterioresa los que se habían aplicado a lasáreas arenosas (el antiguo «Coto deDoña Ana»). La medición y subastaa que son somet idas estas tierras ,con ocasión del nacimiento delNuevo Régimen y su corolario dedesamort izaciones y otras medidaseconomicistas, la convierten, segúnOjeda, en tierra de «señores cercaday prohibida para los medianos y pequeños». y así se explica, según elmismo autor, que en estas comunidades y particularmente en la de AImonte, todo esto fuera cons iderado«como un latrocinio, como un acto deusurpación, como una muestra deldominio y la rapiña de los poderososfrente al pueblo». No cabe duda, almargen de la exactitud de estasapreciaciones, de que esta sensación ha perdurado en la memoria deestas poblaciones -en particular,entre los sectores más allegados almundo agropecuario-, y se ha venido manifestando con tozudez y periodicidad. La traslación de estos viejos pleitos al momento prese nte esasí más comprensible, pues, en elfondo, se trata de una periódica reproducc ión de conflicto entre poderes. El poder municipal , concejil,
local y en casos comunal frente alRégimen señor ial - el Duque y susestados- o al Estado burgués queprotege y acota la naturaleza, siempre desde una posición y una culturaelitistas.
En la Marisma y en las prácticasganaderas que en ellas se desarrollan, estos antagonismos no han dejado de repet irse. Ciertamente, laMarisma representaba mejor que lasarenas la imagen de «igualitarismo yuso comunal» y de «pionerismo e independencia», de nuevo en palabras de Ojeda. No es casual ---comoantes ya se apuntó- el estrecho parecido entre los hábitos ganaderosde estos lugares con los del MedioOeste norteamericano o los de lasinmensas extensiones de Los LIanas de Venezuela: es seguro que delas Marismas del Bajo Guadalqu ivirsalieron caballos , arreos y artes demanejo hac ia esos terr itor ios también fronterizos, despoblados yabiertos. También en estas mar ismas se han dado episod ios depugna entre agricultores y ganaderos (como entre farmers y cowboys):los primeros, ansiosos por domeñarlas tierras incultas y los segundos,por dejarlas en su estado natural libres del arado de posibles colonos .Incontables fueron, por ejemplo, lasdenuncias interpuestas contra vecinos de Almonte y de otros pueblospor la frecuente invasión con su ganado de las parcelas arenosas quecon duro esfuerzo sembraba ungrupo de colonos, llamados a ser elembrión de la «Nueva Población delRocío», auspiciada por el Duque deMedina Sidonia desde 1788. Comohombre de ilustración -y tal vez conel firme propósito de ganar posiciones en el litigio territorial que Ducado y Concejo de Almonte venían librando en torno a las llamadas«tierras de la cuesti ón »--, quiso elDuque, con este «plan de colonización agraria» (precedente de lo quedespués ser ía norma ) human izar ydar utilidad «a un tan cons iderableterreno» que, en su decir, daba penapor verse «despoblado de hombresy poblado de fieras».
El marismeño, el vaquero y el llanero son , en el fondo, personajescon estilos de vida que comparten unpatrón común, que sólo en estos espacios extensos y de límites difusospuede darse . Todos ellos, diestros yrecios jinetes, emplean una ricagama de vocab los para referirse alos caba llos o a las vacas, distinguiendo innumerables variedades decapas y señas que al profano pasandesapercibidas. Pueden identificar asus reses en la lejanía, guiados porleves rasgos que sólo unos sentidosmuy avezados pueden captar. Reco-
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Yeguas por una calle de Almonte.
nacen en vastas extensiones, muchas veces planas y homogéneas,leves señales que les sirven de referencia o de orientación, e incluso, sevalen de un lenguaje gestual que agran distancia, cuando la voz es insuficiente , es el único medio de comunicación para indicar un hallazgo,un peligro u otra idea.
Pero volviendo al ganado y sucr ía en estas marismas del BajoGuadalquivir, hemos de decir que, apesar de los cambios acaecidos enla zona, ha persist ido como la actividad tradicional más genu ina deestos parajes desolados y hostiles ,sumergidos durante meses bajo lasaguas o calcinados por el sol mientras pasa un largo y duro verano. Yadecíamos que otros usos menorescompartieron siempre con la cría deganado estos humedales, y que apartir de finales del siglo XIX, definitivamente y tras muchos proyectosfallidos , grandes obras de ingeniería los desecaron y los transformaron para su explotación agraria, conespecial énfasis en el cultivo dearroz. Algunos espacios compartenla doble utilizac ión agropecuaria oson dedicados al ganado despuésde un prolongado uso agrícola ; enotros, al arroz ha seguido la pisc icultura u otros usos económicos; encasos , se perciben señales evidentes de abandono por parte de lospropietarios.
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Pero es el área protegida (la incluida en el Parqueo en sus áreas limítrofes , también protegidas comoParque Natural desde 1989) dondemás intenso es el uso ganadero tradicional, o sea en régimen extensivo,de ganado bovino o caballar más omenos asilvestrado. Las antaño importantes piaras de cerdos o rebaños de ovejas o cabras han cedidosu puesto a vacas y caballos en esemismo orden según la cuantía actual(1777 y 960, respectivamente, enabril de 1999). De cabras tan sóloresta en las zonas aledañasa La Rocina un rebaño de importancia. Deovejas, todavía pueden contarse algunos centenares de cabezas pastando en el centro de la marisma habitualmente y algunos rebaños dediferenteentidad en su zona norte demanera esporádica.
Sólo en contados casos, la ganadería marismeña ha sido la fuenteprincipal de ingresos de los ganaderos. Ganaderos eran -yen muchos casos siguen siendo- los propietarios de las fincas, sus guardas,y muchos vecinos de las local idades cercanas. Éstos son los que,como es lógico, han sido más afectados por la reducción paulatina delas áreas libres de pasto, fruto de laprivatización de las tierras y de susintensas transformaciones paraotros usos , de lo que ya hemoshecho mención . Pero su presenc iaparece perpetuarse gracias, enbuena medida, a la supervivenciade amplias zonas de propiedad municipal -Ia Marisma de Hinojos-,aquéllas en las que tradicionalmente y por acuerdos interconcejiles sehabía desarrollado esta actividad. Aéstas se van incorporando en losúltimos años las fincas del Parqueadquiridas por el Estado a sus antiguos propietarios.
En un princ ipio, y quizás hastahace pocas décadas, el significadoeconómico de la cría de ganado eraindiscutible. De ser una parte crucialde las rentas de estos municipios(encasos hasta una cuarta parte en elsiglo XVIII), pasó a ser simple complemento de las rentasagrarias, de relevancia variable en función del tamaño de la cabaña. Hoy, sólo unospocos propietarios conservan rebaños de vacas y de caballos de cuantía relevante y se sirven de vaqueroso jinetes asalariados para su vigilancia y manejo. El grueso del grupo ganadero está compuesto por unanumerosa cohorte de pequeños propietarios, herederos de esa tradiciónpero sin dependenc ia alguna ya delas rentas ganaderas , salvo algunarara excepción. Este sector popularse ha volcado en la cría de vacas,algo más rentables por contar con
subvenciones oficiales, y en la críade yeguas, por lo que se les conocecomo «yegüerizos». Entre ellos, losde Almonte son mayoría y protagonistas de ciertas operaciones de manejo de características muy pintorescas. En particular, el rodeo anual delos animales que pastan en las Marismas, a fines de la primavera, y querecibe el nombre de La Saca de lasYeguas. A ella nos referiremos después.
Si encadenamos toda esta seriede sucesivos hechos y sus correspondientes interpretaciones, entenderemos cómo los conflictos entreganaderos y admin istradores delParque Nacional encuentran explicaciones plausibles. Se trata del último acto, quizás (sin contar con lascelebraciones rocieras ), en la yalarga histor ia de desaparición delpoder comuna l y de la indefin iciónde fronteras en tierras marginales yolvidadas que se van conv irt iendoen tierras revalorizadas y del imitadas, por un sinfín de razones históricas sucesivas; entre ellas, y por último, las ecológicas. En este marcoencuentran significado fenómenoscomo el fortalecimiento de la identidad local, manifiesto en procesosde apropiación simbólica del espacio (por ejemplo, con tácticas toponímicas) y de ritualización colectivade ciertas act ividades antes sóloeconómicas (como, por ejemplo, lamisma «saca de las yeguas » de lamarisma); o el recurso a «la tradi ción» como manera de hacer valerderechos ancestrales ante los límites jurídicos de uso y tránsito queimpone la paulatina institucionalización del territorio.
LA SACA DE LAS YEGUAS
Aún no ha amanecido en la Marisma, cuando cada 26 de junio losyegüe rizos de Almonte , tras pasaruna noche al raso entre animadoscoloqu ios, alguna que otra copla ymás de un trago de vino, desmontanlos improvisados campamentos instalados en la vera y en otros puntosdel llano marismeño, y, desde allí,en pequeños grupos , se aprestanpara localizar las yeguas que andandispersas en sus querenc ias. El laborioso rodeo de los animales ponea prueba la habilidad de los jinetes,sólo ayudados por una vara de medianas proporciones o chivata. Pocoa poco, conforme el sol va ganandoaltura, se van conformando gruposde caballos cada vez más nutridos.Desde el Sur, en las Marism illas oen las Nuevas, desde la Marisma deHinojos, j inetes y animales se vanencaminando hacia el nor te de la
Marisma , entre chapoteos cuandoel año ha sido lluvioso y aún restancharcos en las zonas más bajas , o- lo que es más común- levantandouna densa polvareda sobre el almaja y la castañue la agostados por elcalor de junio. En ciertos puntos dela Marisma (Vetalarena, El Cornejo...) se van congregando las primeras tropas para ir, poco a poco, confluyendo en las playas del Rocío, ala vista de la ermita de la Virgen. Esallí donde se concentra el gruesodel ganado y es entonces cuandose decide (labor que ya en parte seha realizado marisma adentro ) quéanimales deben segu ir viaje hastaAlmonte y cuáles deben permanecer en la Marisma. No es tarea senci lla apartar del grupo a aque llosque han de quedarse . Las carrerasse suceden una y otra vez y la manada , inquieta, se agita y llena elaire de relinchos. Inesperadamente,una yegua que se creía separadadel resto vuelve al grupo. Se repitela operación y la tranquilidad sequiebra por unos momentos , mientras podemos ver cómo la yegua sealeja arreada por un jinete desde sumontura.
Los yegüerizos, con la cabeza envuelta en un pañuelo ajustado bajola gorra, toman posiciones alrededorde cientos de yeguas que apenas seentrevén entre el polvo. No faltan loscomentarios sobre el estado físicode los animales y sobre la calidad delos potricos nacidos en el año. Muchos espectadores se acercan , aprudente distancia, a ver el hermoso espectáculo del rodeo. Hastahace pocos años, presenciarlo eramucho más difícil puesto que lasoperaciones finales se realizaban enel interior de la Marisma de Hinojosy las yeguas, ya seleccionadas, seguían una ruta distante de la aldeadel Rocío para tomar el camino delos Tarajales y, por fin , llegar hastaAlmonte. Desde hace dos años , laAldea Sagrada se ha convertidotambién en escenario principal de la«saca».
A última hora de la mañana, precedidas por un buen número de yegüerizos, las yeguas entran en lasarenosas calles del Rocío y son conducidas al trote hasta el lateral delSantuario. All í, desde una de laspuertas, abierta de par en par, un sacerdote reza una oración y bendicea jinetes y animales . Se leen poemas, se dicen salves y se dan vivasa la Virgen, a la que se invoca comoReina de las Marismas y Madre delos Yegüerizos. Terminado este acto,en el que se dan cita muchas personas, las yeguas emprenden viaje, porel camino de los Llanos (el mismoque usan muchas hermandades ro-
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cieras y la misma Virgen en sus traslados septenales), hasta la villa deAlmonte, no sin una parada a mitadde trayecto que se aprovecha paraun breve descanso y un agradablerefrigerio bajo el pinar, que recuerdade nuevo las costumbres de los caminos rocieros.
La ent rada por las calles de AImonte es esperada por una muchedumbre que ocupa esquinas y aceras a lo largo de todo el recorrido porel pueblo. La Feria de San Pedroestá al caer y el Chaparral, un llanoarbolado que sirve de recinto ferial,ya está engalanado con farolillos yluces y su per ímetro ya lo ocupanlas casetas. Las yeguas , divididaspreviamente en tropas de un centenar de cabezas , más o menos,pasan a pocos metros de ellas y, sindetenerse, van circulando entre lagente, como si el mundo natural dela marisma se trasladara a las callesdel pueblo. La mayoría de los animales termina en unos corrales queestán a las afueras del casco urbano, donde , al día siguiente, tendrálugar la «tusa» : el corte de las crinesy las colas para evitar que, de nuevoen la Marism a, su abundante peloprovoque problemas a los animalesen las alambradas o en los altos matorrales espinosos. Los potros nuevos, tras una dura pugna por separarlos de sus madres en el corralatestado de yeguas, serán marca-
dos a fuego por sus propietarios ylos niños, en un ritual simbólico deposes ión, los montarán por unosinstantes. En la improvisada cantina,bajo ramas de eucal ipto, o en losmismos corrales, tienen lugar también los tratos de compra-venta, enun ambiente festivo. No lejos, algunas familias gitanas , como ha sidocostumbre en la Feria desde sus inicios, también ponen sus bestias a lavista de todos en un paralelo mercado ganadero.
No faltan otros alicientes a estaslabores, que ocupan varios díasantes de que las yeguas sean devue ltas a la Marisma. Desde hacealgunos años, se vienen celebrandoconcursos para premiar la «autenticidad racial» del ganado, en los queviejos yegüerizos y técnicos cualificados clasif ican, siguiendo un supuesto patrón morfológico óptimo, aaquellas yeguas que optan a los premios. Además de los cambios habidos en la saca, convertida, de algúnmodo, en un ritual asociado almundo rociero, y de ese modo habiendo visto reforzado su carácterde tradición y de fiesta por encimade su sent ido económico, hay quedestacar este empeño por recuperar las señas del ganado marismeño autóctono . Aunque nadie afirmaque se trate de una raza específica,todo indica que las yeguas marismeñas más genuinas tienen características fisonómicas propias (como, porejemplo, el casco más ancho de locorriente) y un tempe ramento particular, amén de una gran resistenciay una extraordinaria adaptabilidad aeste espacio tan hostil. Es bien sabido que sólo los caballos nacidos ycriados en la Marisma son capacesde sobrevivir en ellas, la mitad deaño hundidos en el fango y el agua,y la otra mitad, en medio de una llanura cuarteada sobre la que el solse desp loma inmisericorde y soncontadísimos los bebederos. Eneste empeño por preservar estas variedades, sean vacas o caballos,marismeñas se han interesado, incluso, los científicos de la ReservaBiológica. En estos momentos desarrollan un programa que pretende,entre otras cosas, proporcionar sementales a los ganaderos privadospara que renueven su cabaña y recuperen, poco a poco, el ganado autóctono, cuyo mestizaje en el reciente pasado ha sido muy severo.
A MODO DE EPílOGO
Salvo las «rapas das bestas» quese celebran en algunos lugares dela Galicia rural, nada parec ido a la«saca de las yeguas» de las rnaris-
mas de Ooñana resta ya en nuestrageografía. Es, pues, una reliquia delpasado cuya trascendencia históricaestá estrechamente relacionada conlas costumbres ganaderas de regiones similares del continente americano . Nadie duda -y ahí están lasinvestigaciones de geógrafos y antropólogos tejanos para probarlode que los modos peculiares de manejar el ganado en las planicies interiores de Extremadura, Cast illa yPortugal y en las zonas bajas del litoral atlántico, singularmente lasMarismas del Guadalquivir, tienensu correspondiente correlato en regiones ecológicas comparables deAmérica Latina. Arneses para loscaballos, artes para su manejo , topónimos y un sinfín de elementosde la cultura ganadera del BajoGuadalquivir viajaron , junto a losanimales, hasta el Nuevo Continente desde el siglo XVI. Pero, por sifuera poco, a la importancia histórica de esta singular ganadería devacas y yaguas asilvestradas, hayque sumar su sorprendente persistencia en el tiempo hasta llegarhasta nuestros días.
Los agudos cambios económicossufr idos por esta región , que hoysuele identificarse como Comarca deOoñana, desde finales de los añossesenta han afectado a todos y cadauno de los aspectos de su vida. Lacreación de un Parque Nacional ,entre otras intervenciones de grancalibre (urbanizaciones tur ísticas ,masif icación de la Romer ía delRocío, agricultura bajo plástico, etc.),ha contribuido a una reorganizacióndel territorio y sus usos que está todavía en pleno y, a veces , preocupante desarrollo. Sin duda , todosestos factores han influido en unasprácticas ganaderas que ya veníancambiando desde tiempo atrás. Pocoa poco, su sentido económico prioritario ha ido dando paso a un sentidocultural preponderante que se observa también en las «rapas» gallegas.La cría de vacas y, sobre todo, de caballos en las marismas de Ooñana,con su momento álgido en la anual«saca de las yeguas », pocos díasantes de la Feria de Almonte, constituye hoy un espléndido ejemplo de ritualización de una tradición ganadera, que se reorienta siguiendo elpatrón cultural más importante de laidentidad social de esta comunidad:El Rocío. Tal reorientación prestauna inestimable ayuda a los ganaderos en la defensa de sus derechosante las prohibiciones y las restricciones que la Administración delParque, bajo razones institucionalespropias , intenta imponer. Como yahemos reseñado antes, el conflicto yel disenso se han vuelto cotidianos
entre yegüerizos y gestores de 00ñana.
Redefin ida y reforzada comoparte de la identidad cultural , la«saca de las yeguas » ha llegado aser el elemento distintivo y el sucesomás esperado de las fiestas patronales, pero además se ha vinculadocon los ritos rocieros , y no sólo demanera virtual, sino incluso física mente, al celebrar parte de sus operaciones al costado mismo del Santuario de la Virgen. Tal circunstancianada tiene de extraña puesto que, ensu origen, esta aldea, hoy tan conocida y visitada, fue uno de los accesosfundamentales del ganado a las tierras de Ooñana. De hecho, como haargumentado el antropólogo J. M.Comelles, la devoción popular a laVirgen , Patrona de Almonte , tuvomucho que ver, en sus comienzos,con las disputas que entonces menudeaban entre los concejos locales yel poder ducal por esas franjas detierra fronteriza donde se ubicaba laprimitiva ermita de diez varas. Ganado, Marismas y Rocío eran entonces,y vuelven a ser de nuevo, tres eslabones de una misma cadena culturalque los yegüerizos defienden contraviento y marea , como herencia comunitar ia y también como componente legítimo de la vida en las Marismas de Ooñana.
La tusa se realiza en los corrales.
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