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Giovanna Giglioli
LA REVOLUCION TEORICA DEL PRINCIPE DE MAQUIA VELO
Summary: The article focuses on the contents ofThe Prince of
Machiavelli, regarding their histo-rical insertion and militant
scope, as an express ionof political realism which comprises not
only themeans but also the ends. In that moment, italianunity, in
effect, appeared as the historically mostprogressive solution,
purposefully requiring abso-lute autonomy of politics for its
realization. Criti-cally disengaged from the historical
circumstanceswhich allow u, this assertion of autonomy constitu-tes
the theoretical and polemical legacy of Mac-chiavelli.
Resumen: El artculo enfoca los contenidos delPrncipe de
Maquiavelo en su insercin histricay dimensin militante, como
expresin de un rea-lismo poltico que abarca no slo los medios,
sinotambin los fines. La unidad italiana se
perfilaba,efectivamente, en ese momento como la
solucinhistricamente ms progresista, para cuya realiza-cin se
requera la ms absoluta autonoma de lapoltica. Ya crticamente
desligada de las circuns-tancias histricas que la permiten, esa
afirmacinde autonoma constituye el polmico legado tericode
Maquiavelo.
Para aproximarse a una lectura histrico-polticadel Prncipe hay
que integrarle su captulo final,tradicionalmente marginado por la
crtica. Ah seexpresa, lcida y militante, la conviccin de
Ma-quiavelo de que Italia poda y deba unificarse bajoun Estado
centralizado, capaz de competir polticay militarmente con las
grandes monarquas de laEuropa moderna.
En 1513, ao de elaboracin del Prncipe, laesplndida Italia del
Renacimiento se hallaba con-
vertida en campo de batalla entre las mayores po-tencias
continentales que venan, as, a destruir laprecaria poltica de
equilibrio que haba permitidohasta entonces la independencia de los
diferentesEstados. Ligada a un anacrnico ordenamiento re-gional,
que frenaba el ulterior desarrollo de susfuerzas sociales ms
progresistas, Italia revelabauna insuperable fragilidad estructural
frente a lacohesin poltica y militar de las monarquas nacio-nales
del siglo XVI.
Es en este contexto que el captulo final delPrncipe viene a
cuestionar abiertamente el carcteraventurero y provinciano del
poder en Italia, laestrechez de sus perspectivas polticas e
histricas.De ah el llamado al prncipe, organizador e instru-mento
de un proceso de unificacin que, desde unaptica realista, no poda
dejar de presentar conno-taciones absolutistas y monrquicas.
Tantas veces artificial mente contrapuesto o yux-tapuesto al
resto de la obra, cual fuese un arrebatosentimental que redime a
Maquiavelo de su "ma-quiavelismo", el captulo final del Prncipe
expre-sa, por el contrario, una opcin y un compromiso,cuya
vehemencia, propia de todo agitador y forma-dor de voluntades
polticas se articula con una ex-tremada lucidez acerca de las
tendencias histricasen acto.
Ello se evidencia desde el encabezado del cap-tulo XXVI que no
propone, como suele sugerirse,una abstracta invitacin a la
liberacin del extran-jero, sino, mucho ms precisamente, una
"exhorta-tio ad capessendam Italiam in libertatemque a bar-baris
vindicandam" (1), donde la toma militar ypoltica del pas adquiere
el carcter de un claroobjetivo estratgico, plenamente adecuado a la
"ca-lidad de los tiempos".
Rev.Filosofa.Univ.Costa Rica, XXVIlI (67/68)',41-45,1990
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42 EL PRINCIPE
Contra la tesis desgastada que identifica el rea-lismo del
Prncipe con una mera adecuacin de losmedios al fin, sostenemos aqu,
por tanto y enprimera instancia, un realismo de los fines o,
expre-sado ms concretamente, del proyecto nacional,con el que
Maquiavelo responde a la catastrficasituacin italiana y al reto que
ofrece en su tiempola emergencia del nuevo orden nacional
europeo,irreversiblemente ligado al sucesivo desarrollo
ca-pitalista continental.
Objetar ese realismo a partir de la secular pos-tergacin de la
unidad italiana no parece, por otraparte, adecuado. Los complejos
factores internosy externos, objetivos y subjetivos, que
imposibili-taron entonces la realizacin nacional muestran
re-trospectivamente el prevalecer de unas tendenciassobre otras,
mas no cuestionan el que la unidaditaliana representara tanto una
posibilidad histricacomo una apremiante necesidad poltica.
El realismo de un terico, como escribi Anto-nio Gramsci a
propsito de Maquiavelo, no estligado al xito inmediato de sus
planteamientos,sino a la capacidad de "mostrar cmo deberanactuar
las fuerzas histricas para ser eficientes" (2).Eso logra el Prncipe
con clara intencin militante,pero tambin con la ms desprejuiciada
capacidadanaltica y el rigor metdico que le exige el objetivode la
eficiencia. La habilidad de Maquiavelo paracaracterizar las fuerzas
histricas y tomar posicinante ellas es, al mismo tiempo, esfuerzo
conscientepor dirigirlas de manera eficaz.
Con ello, el tan celebrado realismo de los mediospropuestos en
el Prncipe aparece en una nuevaluz, como parte integrante de un
realismo especfi-camente poltico, es decir de una postura
virtual-mente susceptible de insercin orgnica y eficazen las
tendencias de su tiempo, ya no como ahist-rica pretensin de fijar
de una vez por todas losrasgos inmutables de una mecnica del
poder.
"Siendo mi intento escribir cosa til a quien laentiende -leemos
en el captulo XV del Prncipe-me ha parecido ms conveniente ir tras
la verdadefectiva de la cosa que tras su imaginacin" (3).Esa verdad
ha sido arbitrariamente cosificada yeternizada por los crticos de
Maquiavelo. Mas, enla orientacin prctica de sus palabras, se
revelams bien como verdad histrica, ligada a una co-yuntura que
indudablemente exiga para Italia unproceso unificador "desde
arriba", claramenteorientado a la conquista del poder absoluto.
Los medios de Maquiavelo recomienda para 10-grarlo son los
disponibles y los histricamente ade-cuados. Ciertamente el
"maquiavelismo", como ac-
titud y necesidad poltica, no ha sido superado,mas sus formas
varan al variar los marcos histri-cos y de poder en que se
inscriben.
En este sentido, la extraordinaria crudeza de losconsejos del
Prncipe, su amoralidad tan descu-bierta que casi resulta ingenua
para la sensibilidadactual llevan el sello de una poca que no
admitaextemporneas ilusiones populistas. Sobre estosrasgos, sin
duda desconcertantes, se ha construidoel carcter legendario de
Maquiavelo, personajediablico o infinitamente lcido, mas
esencial-mente ellos responden a prcticas y exigencias his-tricas
especficas.
En el contexto del incipiente absolutismo euro-peo y del atraso
poltico y estructural italiano, lasacciones dirigidas a la
realizacin del proyecto na-cional no podran dejar, de hecho, de ser
despticasy autnomas frente a cualquier exigencia de
corteextra-poltico, dispuestas a la instrumentalizacindeliberada de
todo valor tico, religioso y humani-tario -hecho corriente en la
Italia de entonces-que el Prncipe pretende tan slo convertir en
de-recho de una "razn de Estado" histricamente su-perior.
Mas, el carcter desptico y monrquico delproceso unificador no
distrae a Maquiavelo de laconciencia de la necesidad del respaldo
popular,evidente no slo en la propuesta de crear un
ejrcitonacional, sino tambin en la bsqueda constantede los medios
aptos para conquistar y mantener elapoyo de los pueblos.
Es desde esta ltima perspectiva que Gramsciinterviene en la
antigua discusin acerca de si Ma-quiavelo dirigi su obra a los
polticos o al pueblo,proponiendo una frmula sinttica e historicista
queatribuye al Prncipe la voluntad de crear una con-ciencia
nacional-popular acorde con los tiempos.
En una coyuntura, en que la prctica histricacreadora y eficaz se
presentaba necesariamenteorientada al logro del poder absoluto, el
enfrenta-miento entre la voluntad desptica del prncipe ylos
intereses populares habra resultado, de hecho,extemporneo.
Maquiavelo, a quien cabe atribuircon Gramsci una lcida conciencia
histrica, parti-ra, por el contrario, de la coincidencia ltima
entreel proyecto absolutista y los intereses globales delpueblo
italiano, conformado bsicamente, comocategora poltica, por las
fuerzas burguesas progre-sistas y antifeudales. De ah que los
propsitos dela obra no puedan escindirse segn una
anacrnicaproyeccin que enfrente la libertad con el poder,ya que sta
no pasara de ser utpico sueo de"profetas desarmados" sin la
construccin, aut-
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GIOV ANNA GIGLIOLI 43
noma y absoluta, del Estado nacional.A la luz de esta reubicacin
histrica del con-
ceptode conciencia nacional-popular, la educacinpoltica de los
prncipes civiles, a quienes Maquia-velo relaciona explcitamente con
la formacin denuevosEstados, se dirigira simultneamente a for-mar
al pueblo en la necesidad de respaldar el pro-yecto
absolutista.
De ah, segn Gramsci, el carcter democrticodel Prncipe, siempre
que se comprenda que "lademocracia de Maquiavelo es de un tipo
adaptadoa su poca, es el consenso activo de las masaspopulares
respecto de la monarqua absoluta, encuanto limitadora y destructora
de la anarqua feu-dal y del poder del papado, en cuanto formadorade
grandes Estados territoriales nacionales, funcinque la monarqua
absoluta no poda cumplir sin elapoyo de la burguesa y de un ejrcito
permanente,nacional y centralizado" (4).
En un mismo sentido historicista, ampliando elmarco de anlisis,
cabe enfocar la tan comentadaambigedad de Maquiavelo ante las
alternativasmonrquica y republicana. Al respecto, escribaLuigi
Russo que es necesario ir ms all del signi-ficado formal de los
trminos, "ya que (para Ma-quiavelo) monarqua y repblica no son
tanto dosregmenes diversos, sino que la primera es la
formapreliminar, prometedora de todo verdadero rgi-men, y la
segunda es el verdadero rgimen enacto... " (5).
Desde este punto de vista, el Prncipe se situaraen una etapa
idealmente anterior a la de los Discur-sos, cuando la nacin, como
en la Italia del Rena-cimiento, no ha sido plasmada todava por la
accincreadora de las armas y las leyes, sobre la quedescansa
esencialmente la posibilidad de la libertadrepublicana.
A la luz de lo anterior, tanto la opcin absolutistacomo el
maquiavelismo de los medios aparecenfinalmente en una doble
dimensin. Por un lado,como despotismo y manipulacin, por otro,
comoexpresin mxima, para su tiempo y contexto, deuna conciencia
progresista y popular de corte rea-lista. La figura del prncipe ya
no refleja slo elindividualismo renacentista ni las indiscutibles
exi-gencias polticas del momento, sino que tambinse vuelve, como
afirmara Gramsci, personificacinde una "voluntad colectiva", "mito"
en el sentidosoreliano.
Al enfocar el Prncipe en su dimensin histri-camente necesaria,
se abre, as, la posibilidad derelativizar histricamente sus
contenidos, diferen-cindolos crticamente del legado que ah se
gesta.
Para Gramsci, se trata del legado poltico revo-lucionario,
enfocado hacia la organizacin popular,se trata de descubrir, desde
el presente, la continui-dad histrica entre el prncipe de
Maquiavelo, losjacobinos franceses y la hegemona del partido
pro-letario.
Para nosotros, se trata de intentar llevar la ope-racin
gramsciana al mbito de la revolucin tericade Maquiavelo. Su
esfuerzo por interpretar y dirigirlas fuerzas histricas permaneci,
en efecto, total-mente estril en la prctica, mas ah donde el
Re-nacimiento humanista abra nuevos horizontes a lainvestigacin
crtica e inmanente de la sociedad ydel Estado, de la lcida insercin
del Prncipe enla realidad de su tiempo, surgi el
replanteamientoradical del carcter de la actividad poltica y de
loscriterios para su valoracin.
Tras casi dos milenios de dependencia doctrina-ria de la
metafsica y la teologa, con Maquiavelola poltica pudo finalmente
concebirse como prc-tica histrica autnoma y fundamental, creadorade
nuevas realidades, que a su vez se perfilan comocriterio ltimo de
valoracin de los hechos polti-cos.
La coincidencia de la crtica en este punto -laatribucin a
Maquiavelo del polmico descubri-miento de la autonoma de la poltica
es, sin embar-go, meramente aparente.
Ah donde no se repite la operacin gramsciana,donde no se
relativiza histricamente la forma ab-soluta, desptica y negadora
que Maquiavelo atri-buye a la autonoma de la poltica, se cierra,
ennuestra opinin, todo camino, en la apreciacin dellegado terico
del Prncipe, a la posibilidad dedistinguir entre 10coyuntural y lo
tericamente fun-dante. Aquella forma, histricamente determinada,es
tomada, entonces, como definicin concluyentedel mbito de accin y
estudio de la poltica engeneral.
As, pese al esfuerzo por desligar el mensajedel Prncipe de las
circunstancias y exigencias prc-ticas que lo motivan para extraer
de ah su dimen-sin terica, esta ltima no llega ms que a
repro-ducirlas en otro nivel. Es como si la pretensin deelevar las
ideas por encima de la historia desembo-cara inevitablemente en la
eternizacin de los con-dicionamientos histricos de la teora y en la
impo-sibilidad crtica para trascenderlos.
El ejemplo ms clsico es, en este sentido, laidentificacin de la
revolucin cientfica de Ma-quiavelo con su neto deslinde de la
poltica respectode los otros mbitos del quehacer histrico. Enmedio
del carcter fragmentario de la crtica dedi-
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44 EL PRINCIPE
cada al Prncipe, no cabe duda de que esta opcinofrece la ventaja
de un planteamiento coherente,ligado, adems, con un claro intento
por rescataruna serie de aportes metodolgicos y conceptualesde la
obra.
Sin embargo, tras la concepcin 'reducconistay meramente
descriptiva de ciencia que respaldaesta clsica interpretacin, se
revela una incom-prensin bsica del carcter de los procesos
hist-ricos y del significado de una revolucin terica.
A sta difcilmente puede atribursele otra fun-cin que no sea la
de abrir caminos nuevos, deconstituirse en fundamento siempre
susceptible dereadecuacin y cuestionamiento, siempre mol-deado
sobre el proceso cambiante de la historia,nunca dispuesto a
detenerse dogmticamente enunos u otros de los contenidos en que
toma cuerpo.
La versin que atribuye a Maquiavelo el haberdefinido de una vez
por todas el mbito de la me-cnica poltica no concibe, en cambio, su
revolu-cin como un proceso. Por el contrario, la consideraacabada y
agotada en el acto de nacer, como si larespuesta del Prncipe a una
coyuntura que exigala radical prioridad de la accin poltico-estatal
porencima de cualquier otra determinacin histricapudiera
eternizarse, para definir cientficamente elmbito invariable de la
accin poltica.
De acuerdo con ello, el realismo del Prncipeno sobrepasa el
mbito de los medios que, a suvez eternizados COIDO los nicos aptos
para la din-mica poltica, abandonan toda relacin orgnicacon el fin,
por definicin meramente exterior ehistricamente indiferente. As, el
realismo de Ma-quiavelo se despolitiza intrnsecamente, para bus-car
sustento en una concepcin hipostasiada de lanaturaleza humana,
criterio ltimo de justificaciny valoracin del fenmeno poltico.
Pero, adems, la negativa a historizar y politizaral Prncipe
lleva a menudo a confundir sus aportesmetodolgicos y conceptuales,
que la interpreta-cin cientificista pretende sin duda rescatar, con
elconjunto de prejuicios y ataduras ideolgicas, enmedio de los
cuales aquellos se gestan.
As, se hace difcil valorar los rigurosos anlisisdel fenmeno del
poder y su dinmica interna, aligual que la introduccin de un
criterio prcticopara la valoracin de los procesos polticos. Elrigor
metodolgico, a menudo, es visto como con-secuencia del lcido
reconocimiento por parte deMaquiavelo de la mezquindad de la
naturaleza hu-mana, consideracin que sin duda aparece en elPrncipe,
sin que por ello no pueda ser crticamente
ubicada al margen de sus aportes especficamentetericos.
El aporte metodolgico se confunde, as, con laresignacin y el
cinismo, efecto del realismo cos-ficado, mientras que el criterio
prctico de la efi-ciencia - en el cual bien podra verse un
primerreconocimiento del carcter inmanente y creadorde la praxis
histrica- degenera en pragmatismoinmoralista.
La clara ubicacin del Prncipe en la realidadde su tiempo, el
reconocimiento de su arraigo his-trico y hondo compromiso poltico
permiten, porel contrario, rescatar sus aportes metodolgicos
yconceptuales, crticamente desligados de aquellosvnculos ideolgicos
y culturales que constituyensu aspecto ms contingente e
histricamente mslimitado.
Mas, sobre todo, el enfoque historicista abre laposibilidad de
vislumbrar, en la afirmacin de laautonoma de la poltica, lo que se
constituye enpolmico fundamento de una nueva visin de suprctica e
institucionalidad. El aislamiento y la con-traposicin, en que
Maquiavelo ubica la esfera delo poltico, no son parte integrante de
ese funda-mento, sino tan slo su expresin inicial y
coyun-tural.
Sin sta, sin el corte abrupto y dramtico quepermite, sobre la
base de las circunstancias histri-cas concretas, la liberacin
violenta de la teora dela poltica, el polmico replanteamiento de su
carc-ter autnomo no sera fcilmente concebible, .masello no
significa la identidad del legado terico deMaquiavelo con el
carcter absoluto y excluyenteque ste atribuye a la autonoma de la
poltica.
Una vez despejada de los rasgos anteriores, laautonoma de la
poltica, proclamada por Maquia-velo, puede perfilarse finalmente
como fundamentoabierto de una revolucin terica, cuya asimilaciny
evaluacin histricas se hallan todava en curso.
En este sentido tericamente fundan te, la auto-noma de la
poltica se presenta, ms bien, comoafirmacin renovadora de la
dimensin plenamentecreativa y plenamente humana de la poltica
misma,ya no concebida como actividad heternoma, sinocomo prctica
histricamente creadora.
As entendida, en su dimensin abierta y suscep-tible de
redefinirse dialcticamente en los ms va-riados marcos histricos y
de poder, la autonomade la poltica implcitamente teorizada en el
Prn-cipe plantea, adems, la posibilidad de una
nuevaconceptualizacin de las relaciones entre poltica
ehistoria.
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GIOVANNA G1GLlOLl
Efectivamente, al resaltarse su carcter de prc-tica histrica
fundamental y al relativizarse su di-mensin absoluta y excluyente,
el mbito de lapoltica entra en una relacin variable con el
con-junto del quehacer histrico. Su capacidad creadoray plenamente
terrenal es lo que permanece, mas ladialctica especfica de la
prctica poltica con lasdems prcticas histricas se abre a una
redefiniciny readecuacin virtualmente inagotables.
La anterior interpretacin encuentra apoyo en elmismo Prncipe,
donde en la frmula todava rena-centista de la armona entre fortuna
y virtud bienpuede vislumbrarse una primera afirmacin de
ladialctica entre poltica e historia, entre libertad
ydeterminismo.
En el clebre captulo XXV, donde Maquiaveloanaliza la incidencia
de la fortuna en los asuntoshumanos, no hallamos, efectivamente,
tan slo elreconocimiento de que stos son gobernados enpartes
iguales por el azar y la virtud, sino tambinuna recomendacin
fundamental para que los hom-bres empleen su virtud poltica en
adecuar sus actosa la "calidad de los tiempos".
Con ello, el reconocimiento inicial queda sustan-cialmente
modificado: si la fortuna es el elementoimponderable y
determinante, la virtud humana tie-ne, sin embargo, la posibilidad
de comprender ladireccin tomada por la circunstancia y de
inser-tarse en ella con eficacia.
El poder de la fortuna es incuestionable, perola forma en que
los hombres 10 enfrentan incidesobre ese mismo poder, magnificndolo
o convir-tindolo en un potencial aliado gracias a la adopcinde una
prctica transformadora e inteligente.
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NOTAS
(1) Maquiavelo, JI principe, Ed. Casini, Roma 1966,
cap.XXVI.
(2) Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre lapolttica y
sobre el Estado moderno, Ed. Nueva Visin, BuenosAires 1984, pg.
52.
(3) Maquiavelo, op. cit., cap.XV, pg. 170.(4) Antonio Gramsci,
op. cit., pg. 142.(5) Luigi Russo, Macchiavelli, Roma, Turnminelli
1949.
BIBLIOGRAFIA
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"Dante Alighieri", San Jos 1987.
Formoso Manuel, Las ideas polticas, Ed. Porvenir, SanJos
1985.
Giner Salvador, Historia del pensamiento social, Ariel
So-ciologa, Barcelona 1982.
Gramsci Antonio, Notas sobre Maquiaveto, sobre la poltticay
sobre el Estado moderno, Ed. Nueva Visin, Buenos Aires1984.
Macchiavelli Niccol, Teatro e prose, Casini Editore,
Roma1966.
Romano y Tenenti, Las fundamentos del mundo moderno,Ed. Siglo
XXI, Mxico 1977.
Russo Luigi, Macchiave/li, Roma, Turnminelli 1949.Sabine George,
Historia de la teora politica, Fondo de
Cultura Econmica, Mxico 1976.Skinner Quentin, Maquiavelo,
Alianza Editorial, Madrid
1984.
Giovanna Giglioli G.Escuela de Filosofa
Universidad de Costa Rica.