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LA REBELION DE LAS GAVIOTAS · Volamos. Tú y yo volamos. Cierro los ojos y noto como puedo cogerte de la mano, aunque sea una última vez. No puedo reprocharle a la vida la oportunidad

Jan 23, 2020

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LA REBELION DE LAS GAVIOTAS

Relat guanyador del certamen literari:

Nuestra vida había sido perfecta hasta hace unos meses. Siempre

conseguíamos engañar a los humanos para que nos diesen unas migajas de

pan o unas patatas fritas. Pero hace poco colocaron un cartel en todas las

playas: Please don’t feed the gulls. Creo que significa algo así como “prohibido

alimentar a las gaviotas”.

Desde entonces, solo algún turista despistado nos echa comida, comida que no

es suficiente para alimentar a toda la comunidad de gaviotas que vivimos en St.

Ives, un pequeño pueblo de Cornualles, en la costa suroeste de Inglaterra.

Teniendo en cuenta la gravedad del asunto, la más sabia y vieja entre nosotras

(pronto cumplirá 20 años) convocó una asamblea extraordinaria del Consejo de

Gaviotas. Nos juntamos en la playa, de madrugada, y empezamos a discutir.

Unas estaban empeñadas en que tomásemos posesión del puesto del

“Fish’n’chips”, y alguna que otra afirmó que si montábamos un espectáculo los

visitantes nos echarían comida. Después de mucho graznar, nos pusimos de

acuerdo en que alimentarnos de las papeleras era la solución más viable.

Comenzamos “Operación basura”, que inicialmente dio buenos frutos.

Contrariamente a lo que habíamos previsto, las papeleras rebosaban de

alimentos en perfecto estado. Sin embargo, la cosa no duró mucho: a los pocos

días ya habían colocado unas tapas de alta tecnología en todos los cestos de

basura. Las pocas aves que lograron entrar en ellos, jamás salieron, en paz

descansen.

Entonces creamos una coral. Emitíamos nuestro concierto de graznidos a las

seis de la madrugada sobre los tejados de las casas. Pronto nos percatamos

de que las personas no saben apreciar la buena música. ¡Los muy ingratos nos

ahuyentaban a tiros!

Nos estábamos quedando sin ideas...

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Se volvió a convocar al Consejo. La más anciana, con voz cascada, tomó la

palabra:

—Al parecer, los humanos se han propuesto acabar con nosotras. Tras haber

agotado todas las alternativas, la única solución que nos queda es emigrar.

Se hizo un silencio sepulcral. Sabíamos que lo que decía era verdad, pero

ninguna quería partir hacia tierras desconocidas. Nos gustaba nuestro pueblo,

y lucharíamos por permanecer en él.

Después de mucho discutir, acordamos que lo mejor sería robarles la comida a

los hombres. Nuestra misión consistiría en buscar a las personas que

pareciesen más distraídas o indefensas, bajar en picado y despojarles de sus

manjares.

Al principio todo fue bien. Nadie estaba preparado para nuestros ataques y

tomábamos a la gente completamente por sorpresa. Pero pronto empezaron a

ir con más cuidado. Volvió a hacerse difícil conseguir sustento. Un día intenté

arrebatar un helado a un individuo que parecía distraído, y acabé en el hospital

para gaviotas. Ahí, dos hermanas nos cuidaban a mí y a muchas otras como

yo.

Cuando me recuperé, volví con los míos. Harta de depender de los humanos

para alimentarme, decidí valerme por mí misma. El proceso fue arduo, pero

finalmente aprendí a pescar. Ahora imparto cursos gratuitos para otras gaviotas

como yo.

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SUEÑO

Al abrir los ojos esta mañana lo primero que he visto ha sido una pintura, que

nunca antes he tenido el placer de ver, había algo extraño en ella, pero no

lograba saber que era.

Me levanté para contemplarla mejor, parecía un paisaje pero seguía sin ser un

dibujo nítido, todo era muy raro y yo, muy curiosa, fui a tocarlo cuando se

convirtió en agua. No me lo podía creer; debía de continuar soñando. Todo

aquello que tocaba el agua se transformaba en césped, exceptuándome a mí,

claro. Empecé a gritar, pero nada salía de mi boca, ni un solo sonido. Entre

todo aquel verde algo brillante me llamó la atención y cuando fui a cogerlo, algo

extraño sucedió de nuevo.

Aparecí de nuevo en mi cama y aquella pintura estaba a los pies de mi cama.

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VOLAMOS

Volamos. Tú y yo volamos. Cierro los ojos y noto como puedo cogerte de la

mano, aunque sea una última vez. No puedo reprocharle a la vida la

oportunidad que no me diste, pero tienes razón, una palabra no cura una

herida, y sé que la que yo te hice fue tan grande que ni con mil te quiero podré

arreglarlo y conseguir que quede como era cuando nos conocimos.

¿Recuerdas? Sentada en la orilla de ese acantilado donde el mar chocaba con

gran fuerza y donde las gaviotas casi se camuflaban entre esas nubes que

parecían deshacerse. Allí estabas, esperando al que pensaste que no iba a ser

nadie y acabó formando parte de un trozo, aunque ahora pequeño, de tu

enorme corazón. Te confieso que estaba nervioso, sé que ya nos habíamos

llamado, que nos habíamos escrito, pero verte fue uno de los mejores

momentos que me ha dado la vida. Sé que ha sido tu decisión y debo

respetarte, y debo reprimir esta esperanza de volver a quererte. Porque sé que

esta vez me ganaron mis temores, y que odio hacer lo que sea para poder

llamarte y oír tu voz. La voz que puede curar un sufrimiento que pocos pueden

sanar. Que sabes que tengo un problema contigo, que sabes que tú eres mi

vida y eso no puede seguir así. Y sí, volamos, volamos con un avión de papel

que se cayó al llover, y quedaron mojadas sus alas con miedo a caer. Soy

como un barco que navega sin rumbo y naufraga en una isla donde no estás.

Que sabes que estoy perdido, sin recursos, sin ayuda. Que la típica pregunta

sobre “qué te llevarías a una isla desierta” respondería antes y ahora, que te

llevaría a ti, para poder abrazarte, como lo hice por última vez.

Y como te repito, es tu decisión, una decisión que nos ha cambiado a los dos,

que no puedo retroceder. Ya no puedo reprimirme a mirar más atrás, pero me

siento tan impotente al recordar todo lo que juré olvidar y todos los momentos y

situaciones que la vida nos ha dado para que las viviéramos juntos.

Lo siento, si me despierto y lo primero que hago es saber si te has despertado

y si estás feliz. Feliz, y te prometo que tu felicidad ya no tiene nada que ver

conmigo y sabes que eso me lastima y duele pero, aunque me cueste tengo

que aceptarlo. Intento olvidarte, de verdad que no te miento, incluso guardo

nuestros regalos en esa caja gris de las cosas perdidas aposta, ese cajón

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donde se encuentran todos los recuerdos que son demasiado grandes para

llevarlos encima.

Lo siento si no puedo parar de ver tus fotos y analizarlas al detalle como si

fuera una operación de vida o muerte. Después de cinco meses sigo

preguntándome por qué no dejo de seguir tus pasos, lo que haces, lo que

sientes… si hasta encuentro en cada nuevo compañero tuyo un gran oponente

en vez de un amigo. Siento pensar de esta manera y reconocerte que lo

estropeé.

Sé que volamos, como aves libres que no tienen límites, y tú y yo no los

tuvimos. Porque en unos días de cielo azul, una tormenta vino hacia nosotros

para separarnos, esa tormenta de la que tú ya saliste y yo aún sigo luchando

por salir. Aún sigo luchando por escapar de esos días grises y de arrepentirme

al pensar que nada de esto hubiese pasado si hubiéramos partido por otro

camino.

Sabes que sueño, que cada día sueño. Que cada día sé que he perdido y me

reprimo a no aceptarlo. Que sí, que sabes que siempre pierdo muchas cosas,

pierdo las formas, pierdo amigos, pierdo oportunidades, pero nunca me puse a

cuestionar si te perdería a ti. Y es lo que hiciste, irte. Tal vez, y no te lo niego,

esta será la mejor decisión que has escogido. Y tal vez me duela aceptar que

tienes razón al decirme que te he hecho daño y que estaremos mejor

separados. Pero si esto va por ti es porque necesito exprimir cada una de las

gotas que me quedan para poder saciar las ganas que tengo de intentar un

nuevo mundo contigo.

Porque quiero mejorar, y no quiero obligarte a nada, solo quiero acabar esto de

la misma manera que lo empecé, escribiendo algo que nunca me atreveré a

decirte a la cara. Porque sabes que, si te hablo, se me caen las lágrimas que

ahora mismo se te caen cuando lees esto, y no, no quiero que veas cómo la

imagen de fortaleza que aparento se desfigura en un segundo al verme en este

estado. Porque me conoces y sabes que soy un buen chico, con mis más y mis

menos, con mis tonterías y mis reproches, pero un buen chico, al fin y al cabo.

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No quiero hacerte daño, y es mi última intención escribiéndote esto. Que no

voy a decirte te quiero ni voy a intentar darte un beso si te veo por las calles de

Barcelona. Que solo quiero que te cuides, que estés contenta y que seas feliz.

Que ojalá algún día, las situaciones cambien y podamos, juntos, devolver la

pelota y marcar el punto de set al que fue nuestro enemigo en el partido de

tenis. Y si, jugábamos ese partido los dos, nosotros dos y enfrente teníamos a

las personas que más dolor podían causar al otro: nosotros. Es que nosotros

nos queremos tanto, pero nos hacemos tanto daño, que me gustaría haber

hecho desaparecer a las dos personas que hicieron que esto se acabara, la

que ahora te está escribiendo esto y la que lo está leyendo.

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AMIGO MIO

A mi mejor amigo y mi más querido compañero:

Hoy soy feliz. En un momento de locura he decidido dedicar un tiempo de mi

vida ajetreada a mí misma. Ya sabes que últimamente estoy insoportable, que

la carrera me supera y siento no dedicarte tiempo, pero hoy me decido y no veo

mejor opción que estar contigo. ¿Vamos en busca de una nueva aventura

juntos? ¿O mejor, te apetecería hincharte a comida y luego dormir hasta que

no haya mañana? No, no es una trampa, hoy decides tú, la felicidad está

asegurada si estoy a tu lado.

¿Teatro? ¿Y por qué no? Buena idea, a las 20.15 h estaré allí, no hay

problema. Como atuendo, decido ponerme mi mejor sonrisa y una buena base

de autoestima, combinadas con un chándal cómodo que me hace sentir yo

misma, quiero que me veas feliz, tal y como soy, tal y como me conoces.

Corro porque llego tarde, como siempre, nunca he sabido jugar bien las cartas

del tiempo, pero aun así tengo la esperanza de que hoy va a ser un gran día.

Entro en el metro, muy a mi pesar llegaré tarde, pero estoy en camino y nada

me para.

Amigo mío, ella me llama, yo cojo el teléfono y mi cara se descompone en

pedazos. ¿Me lo tomo en serio? ¿Es una broma, o salgo corriendo? Pensé

tantas veces en el dolor que debía sentir al oírlo, que no supe reaccionar y me

bloqueé directamente. ¿Alguna vez te ha fallado el cuerpo cuando lo que más

quiere tu mente es reaccionar? Pues yo en ese momento no podía más que

temblar y gritar de rabia. Corrí como una desesperada, y recé por llegar, mil y

una veces, sin saber a quién ni por qué, pero jamás recé con tanta fuerza.

Amigo mío, llegué, pero no a tiempo. Yo pensé que estabas, pero aquel ya no

eras tú, jamás imaginé que las cosas irían así, jamás entenderé por qué fueron

así. Te abracé con todas mis fuerzas y no paré de decirte lo mucho que mi

corazón te amaba, tú no respondías, pero sé que por dentro agradecías todo

cuanto te decía, que apreciabas no estar en soledad, que mi presencia te

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tranquilizaba, yo lo sabía, por eso no quise marcharme, jamás quise, pero me

obligaron a ello.

Amigo mío, me llamaron por la mañana, me dieron la noticia, me caí al suelo,

me inundé de tristeza, la rabia brotó en mí infectando cualquier parte de mi

cuerpo. No es justo, me dije sin parar, no lo es. ¿Alguien me puede explicar por

qué así y de esta manera? ¿Por qué tú, y yo no? ¿Por qué no pude dedicarte

más tiempo cuando lo necesitaste? Hoy por hoy, me siento ahogada, me

inunda la tristeza y me faltas para respirar.

Amigo mío, ya hace un mes que no te siento, pero me desbordan los

sentimientos al oír tu nombre, al ver tu cara en un cuadro y no en persona, al

sentir el olor que dejaste en la última manta que usaste, en tu última sábana,

en tu última camisa. En la última… Quizá sea esa la palabra que más me

molesta, ver que todo lo que hay a mi alrededor es algo que hicimos o usaste

por última vez. Es una palabra que augura sufrimiento por sí sola, ¿no crees?

Quita la esperanza de una próxima aventura junto a ti, de un momento a solas,

de batallas que vivir… Lo quita todo y te deja con ese sabor de boca que sabes

que tendrás que aguantar toda tu vida, porque tú ya no estás.

Amigo mío, jamás me he sentido tan sola, me han educado para aceptar la ida

y venida de los seres queridos como algo natural que debe pasar, mas sin

querer la tuya no la acepto, me inunda una rabia y vacío que jamás antes sentí.

¿Cómo es posible que alguien padezca tanto dolor que le haga no sentir nada,

que sea inmune a todo, que le haga sentirse vacío? ¿Por qué no puedo llorar?

¿Qué me está pasando? ¿Es normal sentirse así? Ni la mejor compañía ayuda

a quien no quiere recibirla, ni el mejor compañero se sustituye con tan poco

tiempo.

Amigo mío, un mes parece nada, pero a tu lado hubiese sido todo. Yo solo sé

que en esta vida, tú me diste tanto y más, y que lo único que deseo, es que una

vez la vida lo decida, nuestros caminos se crucen y de la mano me acompañes

en lo que nos depara el destino.

Te quiere,

Tu mejor amiga.

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ALLÁ DONDE ESTÉS

Me meto en la cama y el olor de las sábanas me envuelve. Sigue oliendo igual,

una mezcla de habitación cerrada y jabón hecho a mano. Cierro los ojos y me

invaden los recuerdos. Recuerdos entrañables de cuando te metías a dormir

conmigo porque me daba miedo la oscuridad. O cuando me traías galletas a

media noche por si me había quedado con hambre.

Al no poder dormir, abro los ojos y observo la habitación. No es demasiado

grande, pero para pasar unas semanas al año es suficiente. Observo los

cuadros de caballos que adornan la pared. Me gusta especialmente el cuadro

del caballo marrón con manchas marrones. Se parece al que tenías cuando yo

era pequeña.

Espero que te acuerdes de mí allá donde estés. Que te acuerdes de la

habitación en la que compartimos tantos recuerdos bonitos. Que te acuerdes

del caballo que me enseñaste a querer. Que te acuerdes de la bella vida que

tuviste y de todos los que te quisieron. Allá donde estés, te quiero abuela.

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MENTIRAS Y NARCISOS

Pareces cansado. Acércate a la sombra de ese viejo roble y descansa.

Necesitas un respiro, necesitas paz y sosiego. El mundo marcha a gran

velocidad y no nos deja reposar. Es tu momento.

No tengas miedo, ese roble no se moverá; acomódate y cierra los ojos. Ahora,

solo siente el frescor de la brisa en tu rostro. Percibe el calor que desprenden

los tenues rayos en tu fina piel a través del espeso follaje. Trata de escuchar el

canto de los gorriones, pues hablan de ti. Escucha el resonar de las campanas

de aquella lejana iglesia, que un día un gran hombre levantó. Acaricia

suavemente la hierba entre tus pies, aún está húmeda. Hay un narciso que

yace junto a ti, fíjate en él: tiene un gesto simpático y, parece, que su corazón

late más fuerte que nunca; las diminutas gotas le sientan como preciosos

diamantes, le adornan la faz. El olor a lavanda llama tu atención, pues

ambienta tu cuadro con gran acierto. Parece que tu vida roza la perfección. La

naturaleza es sabia y despierta nuestros sentidos –piensas– solo que estás

demasiado ocupado para reparar en ello. Una tímida sonrisa se te escapa al

recordarlo.

Silencio.

Un silbido que va en aumento invade el espacio, te despierta. Personas, que

antes ignorabas, corren sin dirección alguna. Llantos, gritos y lágrimas. Sangre

y sudor. Un gran estruendo derrumba aquella iglesia. El pueblo está destruido,

al igual que las familias. Abunda el caos. Miras entre tus pies y aquella verde

hierba se ha marchitado. Los gorriones huyen del peligro, y su canto se ha

convertido en un intenso y triste llanto. ¿Quién querría algo así?, te preguntas.

Miras a tu alrededor y no reconoces el paisaje, el pueblo está vacío. No hay

rastro de vida, de ningún tipo. El humo y el silencio reinan sin resistencia y

compasión. No entiendes nada. Andas cabizbajo sin rumbo. Tus sentidos y

recuerdos recientes han colisionado como una locomotora a gran velocidad,

qué absurda es la vida. Te alejas del lugar.

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Te das la vuelta para observar la desolada escena. Pero, ¿qué es eso?

Algo te ciega e impide que puedas enmarcar el paisaje. Te intriga el resplandor,

así que te acercas a él. Te preguntas cómo no lo habías advertido antes, ya

que se encuentra al pie del viejo roble. No das credibilidad a lo que tus ojos

parecen ver. Todo ha perecido menos tú –piensas–, ¿qué te hace tan especial?

Aquel pequeño narciso tiene más fuerza que antes. En su interior algo parece

florecer, algo que nadie puede parar. Es la ilusión de niños y padres, de

intelectuales y justos. Un atisbo de esperanza tiene más fuerza que cien mil

cañones y mentiras.

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OXÍMORON DE SOLEDAT

—Bon dia senyora, que tindria alguna cosa per menjar?

Era la mateixa frase, la mateixa veu, a la mateixa hora, al mateix lloc. Unes

paraules que ja no tenien sentit per mi, unes paraules que s’esmollaven a les

meves orelles. Passar d’allò, això és el que feia. Ni tan sols sabia qui les

pronunciava, sols sabia que m’eren indiferents. Un dia rere l’altre quan entrava

a la feina, una mirada es clavava al meu clot, un somriure passava desfigurat

pel lateral de la meva mirada. Jo fixava els ulls a la porta de les oficines del

“Diari català”. Avui escriuria un gran reportatge. Avui el meu arribaria al nivell

dels que van descobrir el “Watergate”. Ambició. Diners. Reconeixement. Sí,

això és el que buscava.

Em vaig asseure al meu escriptori, com sempre. Tres llapis, ordinador encès,

una pila de papers en blanc i un cafè descafeïnat amb llet. —Dos de sucre, si

us plau—. Sí, la sensació d’aquell cafè calent que em recorria tot el cos em feia

reviure, em donava forces per la meva pròxima aventura. —Mar, vine al meu

despatx, vull parlar amb tu—. Era en Marc, el cap del meu departament. Què

voldria? Seria quelcom greu? Només ho vaig saber quan m’hi vaig atansar. Era

quelcom tan important com perquè tots els meus companys deixessin de fer el

que estaven fent i dirigissin la mirada cap a la porta que ens separava, quelcom

tan important perquè el rellotge que marcava les dotze, sonés més fort que mai.

Perquè regnava el silenci. Sols uns crits el trencaven. Sí, havia fet quelcom

greu, havia traït una font, havia traït la seva confiança, base de tota relació.

Havia format una barrera indestructible, que mai més es podria fondre. Sabia el

que això comportava. Cap llàgrima, només tancava els punys amb força.

Ràbia. Dolor. Abatiment.

Vaig sortir i vaig agafar les meves pertinences, sense acomiadar-me de ningú,

no volia que em veiessin amb els ulls negats de llàgrimes, que més tard es van

voler fer veure. El vent i el sol em van donar un cop quan vaig sortir a fora. Fins

i tot per la naturalesa em sentia maltractada. No va ser fins aquell moment que

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vaig girar els ulls cap a la meva esquerra i el vaig veure allà. Un home com tu i

com jo assegut al seu tros de cartró, brut, despentinat, amb un got del Mc

Donalds, amb un petit cartronet que deia: “Soc cec i tinc tres fills. No puc veure

ni el bonic dia d’avui ni els meus fills”. El vaig mirar i ell va notar la meva

presència. Em va saludar. No sabia què respondre. Em va somriure. Tenia un

nom, una família, era algú. Algú que per algun motiu havia perdut la feina i vivia

al carrer. Algú que lluitava per sortir d’aquell entrebanc i no ho donava tot per

perdut.

Per fi veia la cara d’aquella persona que em mirava quan passava, per fi veia la

cara d’aquella persona que em demanava menjar. —Plores?— em va

preguntar. —Per què?—. Aquella pregunta em va desconcertar. Com ho sabia?

Ell, preocupant-se per mi? Llavors m’hi vaig veure reflectida, vaig entendre que

em trobava davant d’un oxímoron. Ell, amb la seva aparença de soledat, era

feliç, l’èxit o els diners no li eren tan importants. Jo en canvi, amb la meva

aparent riquesa, era més pobre que ningú per dintre, més que ell. Vaig anar

directament a casa amb la cara desencaixada, deixant enrere en Joseph.

Joseph. Ja no eren paraules confoses, ja no eren paraules llunyanes. Tenien

nom. I cada cop que passava per davant cridava: —Bon dia, Joseph! Avui fa un

sol esplèndid i uns núvols blanquinosos cobreixen el cel!—. Ell em dedicava un

dels seus somriures fins que un dia vaig veure com s’aixecava i em deia: —

Quin dia més blau que fa avui, adéu, vaig a treballar a la botiga—. Vaig

esbossar un somriure, perquè aquell dia el cel era blau per ell i per mi, més

blau que mai.

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JA FA TEMPS QUE EL PARE ÉS MORT

Ja fa temps que el pare és mort. Octubre, novembre, desembre, gener, febrer i

març. El dia 26 farà sis mesos i cada cop em costa més digerir que ja no hi és,

que no hi serà mai més. No és una enyorança de plorar a les nits, de voler

engegar-ho tot a la merda; és una enyorança quotidiana, costumista, tenyida de

gris.

Noto que el pare és mort quan no veig la seva jaqueta a la cadira del menjador,

quan sec a la taula i hi falta un plat, quan per agafar les claus no he d’apartar el

seu clauer de Mariscal, gran com una galeta. Sé que a la mare li passa el

mateix, però cap dels dos no diem res. Suposo que ens conformem amb mirar

de reüll l’espai buit, amb anar tirant amb el cos enrarit, com si obviar fos el camí

per a la cicatrització.

Però ara m’adono d’una cosa que ningú no t’explica: resulta que quan més

temps fa que és mort, més difícil es fa acceptar-ho. Recordo que em van donar

la notícia mentre m’afaitava. No vaig dir res, em vaig quedar dos segons quiet i

després vaig apurar-me les dues passades que em faltaven. Em vaig eixugar la

cara amb la tovallola i vaig trucar a la mare. Estàvem els dos bé, serens, més

pensant en la burocràcia i els condols de gent que ens és igual que en el pare.

Tot va passar: actes, familiars; tot. I ens vam quedar ella i jo. La casa sense el

pare era més gran que mai, o això semblava quan ens adonàvem que davant

els nostres ulls s’obria una realitat que ni la mare ni jo coneixíem. És molt

dolorós substituir les rutines perquè darrere de cada canvi s’amaga el dol. Tot

està impregnat de pèrdua, des del ganivet del pa, que sempre tallava el pare,

fins al canal de televisió de pagament en què mirava a totes hores el futbol. El

76 l’hauríem de donar de baixa, no creus?, pregunta la mare de vegades

mentre fem alguna cosa plegats.

He vist que la mare no ha guardat el galant de nit. El té allà buit al peu del llit,

tot i que encara hi ha alguna moneda en el petit espai que hi té per deixar els

objectes personals. Crec que, excepte el rellotge que porto, és l’única cosa del

pare que queda a casa, perquè les vam ficar totes en caixes i les tenim en un

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traster. No hem tingut el coratge de donar-les, com si penséssim que qualsevol

dia tornarà a obrir la porta i necessitarà les seves sabatilles.

Avui és el primer dia que he plorat. Ha estat en pujar al meu despatx per rellegir

trossos dels llibres que m’han agradat més; ho faig de vegades quan plou i no

vull sortir. Tenia a la mà El vigilant en el camp de sègol i m’he sorprès a mi

mateix buscant l’escena en què el protagonista va a veure un vell professor.

Mai havia rellegit aquest tros; d’aquest llibre acostumo a llegir les escenes per

on Caulfield vaga sol per Nova York. El professor que visita, tan savi, de

discurs ferm però amb rerefons transigent, d’una rectitud comprensiva, m’ha

recordat irremeiablement el pare. He esclatat. Quan ja havia plorat, he deixat el

llibre i he tornat amb la mare, que cosia al sofà. Ens hem mirat i hem comentat

com d’interessant era el concurs de la televisió.

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DECISIONES

Una, dos, tres... Ha salido quince minutos antes de lo habitual porque tiene un

examen y no quiere llegar tarde. Hoy no va a ser uno de esos días en los que

todo empieza mal de buena mañana. Lleva una semana estudiando, dos

bolígrafos de reserva, y tres cafés. Hoy estrena cazadora, y no puede esperar a

que ella la vea.

...cinco, seis... Con los apuntes en una mano y el móvil en la otra, aún no sabe

si dedicará la hora de trayecto a repasar un poco más o a rendirse ante las

redes sociales. Quizá podría ponerse un poco de música y leerse la materia por

encima, para hacer un repaso tranquilo.

…nueve, diez… ¡Vaya, acaba de recibir un mensaje de ella! Dice que si llega

pronto podrán estudiar juntos, que tiene alguna duda y a lo mejor él la puede

ayudar. ¿Contesta ahora o mejor se espera? No, mejor esperar unos minutos.

Tampoco demasiados, los justos. En su rostro se dibuja una sonrisa mientras

mira ilusionado la pantalla del móvil.

Cómo es el ser humano, ¿verdad? Empeñado siempre en controlarlo todo.

Como si fuera él quien toma las decisiones, y no las decisiones las que le

atrapan a él. Reflexionando a cada paso que da, para no equivocarse, para

escoger cuidadosamente la mejor opción. Intentando ganarle un pulso a la

vida, a un futuro incierto y desconocido. Un futuro que es fluido, moldeable, que

cambia a cada segundo que le das.

… doce, trece y catorce personas bajan del tren. La última, que va con prisa, le

empuja accidentalmente al salir; se lo queda mirando y le suelta un “¡Mira por

dónde vas, niño!”.

La sonrisa y el móvil caen al suelo, los apuntes a la vía, y las puertas del tren

se cierran.

Parece que hoy va a llegar tarde otra vez.

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VERSOS FUTURS Poesia guanyadora del certamen literari:

El dia que et dediqui uns versos

serà per contar-te aquest desesperat dolor.

Mentrestant, recercaré entre l’amarg,

entre les fotografies, entre tots aquells records

dels lents passos en una platja amagada

de les estrelles en una vesprada vencent la foscor.

La memòria més anciana ja ho contava

que alguns cops t’havien buidat.

Però tu, sense intenció de rendir-te per sempre,

et resisties a oferir a alguns un bocí més de seguretat.

Esperit universal amb ales, tronc de profundes arrels.

El dia que et dediqui uns versos

em perdré entre paraules, llàgrimes i valor del teu vel.

Escoltaré els qui et trobaren, anhelant tenir-te a prop.

Sortiré a buscar-te, defensaré el teu nom.

El dia que et dediqui uns versos, estimada llibertat,

pren-los sense recel i torna.

Que als qui avui ens manques, no vivim amb veritat.

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DESDE MI YO

Si te vieras con mis ojos.

Si te entendieras con mi mente.

Si te sintieras con mi corazón.

Te darías cuenta de lo bello que eres de los pies a la cabeza,

que tus cicatrices son arte para mis ojos

y la historia de tu vida es una aventura nueva para mí.

Que tu mirada es hipnótica y es capaz de decir lo que piensas

y hacerme sentir que lo nuestro rompe lo establecido.

Si te vieras con mi corazón, tu cuerpo desaparecería

y tus palabras y actos crearían la silueta de tu persona.

Actuarías como un imán, que no tiene en cuenta

las reglas físicas de la polaridad ni la filosofía de la corporalidad.

Sería todo tan diferente si te vieras desde mi yo.

Verías lo único y sensacional que eres

desde tu cuerpo hasta tu alma y,

en definitiva, te enamorarías de ti.

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ESPERO

No hay camino ni sendero,

descubierto por vez primera,

que al ver tu rostro tanto resplandezca

al abrir los ojos de tal belleza.

No hay más allá un milagro,

grande como tú, mi sueño iluso,

que de ser cierto lejos vuela

al deseo de más peso y fuerza.

No ha llegado todavía el tiempo,

te esconderé mis sentimientos,

escucharé sediento cada palabra

disfrutaré de tu risa flamenca.

No hay pena mayor que hoy invade,

sin conocer la respuesta que espero,

una vez más cuando a dormir me voy,

al volverme para dormir en ti pienso.

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UN VERSO QUE NO TERMINA

Por los versos que se escriben

y no terminan,

por los suspiros que se inhalan

y se tragan.

Dedico uno a los que su legado

fue una cicatriz,

y algunas ideas

sin escribir.

Porque las palabras aún

no me matan.

Y la vida aún

no me espanta.

Para los que tuvieron valentía

para acobardarse,

y esfuerzo

para rendirse;

Para ustedes termino este verso.

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PERSPECTIVA SUBMARINA

Mientras al caer la luz se ralentiza,

miles de formas plateadas me rodean.

Un suave balanceo sumerge

todo lo que he sido

y he vivido.

Y si cambiaran las canciones,

igual no hubiera estado en disonancia

el suave tambor de mi existencia.

Caya y retumba sosteniendo

una última nota.

Ya siento caer la consciencia

en las mullidas aguas del abismo.

Yéndose las burbujas plateadas

acercándose lentas, brillantes

al mundo ya perdido.

Encuentro la quietud en el fondo

cuando solo nos queda mirar hacia arriba.

Asciende el aire de mi infinito suspiro

rompiendo la tensión en superficie

y no deja huella.

Cientos de palabras nunca dichas

huyendo con los labios entreabiertos.

La paz que busca la gente

yo la he hallado

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en un cuento.