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La nostalgia de los muertos is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0
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Bite 02
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Pocos sobreviven en la devastada ciudad de México, muchos otros están
muertos, desaparecidos o se convirtieron en cosas que no tienen conciencia
sobre sus actos, cosas violentas que no tienen control de sus pulsiones,
devora carnes que solo trajeron el caos y la muerte a la antes llamada ciu-
dad de los palacios, aún no se sabe cómo comenzó el llamado apocalipsis
zombie de México, pero surge un rayo de luz para saber el cómo y el por-
qué de lo que esta pasando; Los relatos que se narran a continuación son
eventos que tuvieron una importancia mayúscula en el apocalipsis zombie
de la ciudad de México. A sus familiares gracias por los relatos.
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Bites: the fallen one.
-No voy a morir -decía el joven espadachín en una pequeña cárcel improvisada en un
edificio abandonado de la policía de la ciudad de México, no tenía ningún otro senti-
miento en su cuerpo que el estremecimiento de la preocupación, aquella sensación de
vació que se siente cuando se ha perdido algo muy querido, ese sentimiento ahogado
que oprime el pecho.
Desde que el apocalipsis zombie comenzó este joven ha enfrentado las más gran-
des penurias que se puedan imaginar, perder a sus padres y hermanos lo que casi lo
llevo a la locura, pues fue él mismo el que terminó con ellos cuando ya estaban siendo
infectados por el terrible virus que azota la ciudad de México.
Antes de todo el caos, era un joven como cualquier otro a sus 18 años, iba a la
preparatoria, tenía un grupo de amigos, una chica que le gustaba, un proyecto de vida
en la universidad, un proyecto personal en el fútbol americano, no gustaba del alcohol
y los cigarrillos, tocaba en una banda de rock alternativo y tenía una gran familia que
estaba dispuesta a apoyarlo en todos sus proyectos.
Pero todo eso había terminado, con terror recordó como con el machete de su
padre había rebanado la cara de su hermano menor y como, con los cuchillos de la
cocina había perforado los ojos de su madre, pero los sentimientos de amargura y
desesperación lo empujaron a querer seguir con vida huyendo de la casa de sus
padres y adentrándose en la jungla urbana ahora habitada por los infectados, como
muchos de los supervivientes, se aventuró a la ciudad, con miedo y pretendiendo
encontrar ayuda.
Pasó algo de tiempo corriendo por la ciudad, cuando recordó su compromiso pre-
vio: encontrarse en el centro comercial con un grupo de amigos de la preparatoria,
los cuales se habían puesto de acuerdo para no entrar a clases y pasarla bien en el
cine o el parque de diversiones más cercano.
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En su desesperación y por necesidad de saber que algo en su vida permanecía,
corrió hacia el centro comercial en donde con lágrimas en los ojos esperaba que sus
amigos y amigas siguieran de algún modo con vida, saber que no se había quedado
solo en un mundo lleno de enfermos y criaturas extrañas.
Recorrió con terror las calles de la ciudad, viendo como los infectados devoraban
a las personas que incrédulas de lo que estaba pasando corrían y generaban un caos
que hacía difícil la resistencia en contra de los enfermos, no tardaron mucho en dejar
cuerpos mutilados en las calles, escenas que el joven solo había visto en el cine.
El joven pensaba en la sonrisa de su madre y las palabras de su padre para no
sentir miedo y el cariño que sentía hacia sus hermanos todo esto para concentrarse y
seguir adelante -Soy un hombre, no un niño- se repetía así mismo cuando veía alguna
escena de extrema violencia.
Llego hasta el centro comercial, se abrió paso entre la multitud de gente que venía
huyendo de los infectados que habían aparecido para devorar a las personas que
estaban haciendo sus compras matutinas, los enfermos habían convertido al centro
comercial en un matadero, donde encontraron muchas víctimas indefensas –personas
mayores y mujeres débiles- la escena era por demás terrible e invitaba a darse un tiro
en la cabeza para escapar de esa situación, pero el joven repitiendo las palabras de su
padre y armado con el machete de su familia, continuó avanzando entre las personas.
En el compromiso de hoy, vería a la chica de la cual estaba enamorado, quería
ver que estaba bien y sacarla de ahí pero también si algo podría hacer para ayudar
a los demás lo haría, no por ser un héroe sino porque era lo correcto, según decía
su madre.
Al estar en el atrio de la plaza comercial, logro escabullirse de un grupo de infec-
tados, al esconderse en los puestos de comida rápida al estar dentro de la pequeña
estación notó que la comida se encontraba en un grado de descomposición bastante
adelantado, como si hubiera sido abandonada al sol por meses, ahora lo que antes
era una delicia era una invitación a vomitar el desayuno.
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Tuvo que soportar las ganas de vomitar, para no llamar la atención de los
infectados que lo rodeaban, se arrastró por el suelo para llegar a la entrada del
centro comercial, ya estando dentro del edificio logró pasar inadvertido por los
infectados que devoraban a un grupo de personas las cuales gritaban horrible-
mente, como pudo el joven llegó a las escaleras eléctricas que todavía estaban
en funcionamiento.
En cuanto llegó al primer piso, se agachó para evitar que algún infectado lo
viera, con mucho miedo pero con una gran determinación avanzo hacia la entrada
del cine, el lugar donde se había citado con sus amigos
Sintiéndose un poco confiado avanzó con un poco de descuido, al estar a medio
camino uno de los infectados se dio cuenta de su presencia, el joven solo advirtió
la embestida, recibió el golpe y al infectado que ahora estaba sobre él tratando
de morderle la cara, el joven alejaba la cara del infectado con las manos, pero el
infectado no retrocedía en su intención, el joven lograba defenderse a duras pe-
nas, cuando sintió que el zombie detenía su ataque al ser golpeado con un bate
de béisbol, el cuerpo de zombie era bastante pesado pero su defensor ayudo al
muchacho a quitarse de encima al infectado y a ponerse de pie.
-Gracias, Horacio- Dijo el joven con mucho alivio, había encontrado a uno de
sus amigos, se le veía en buena forma y aunque estaba manchado de sangre,
parecía que no tenía herida severa, Horacio sonreía también al ver a su amigo, un
pequeño momento de alivio en el apocalipsis.
-Así que has logrado llegar hasta aquí Daniel - decía Horacio al momento de
abrazar a su amigo -Parece ser que hemos llegado a un punto de no retorno, me
he vuelto un asesino Daniel - Horacio lloraba en los hombros de Daniel, él solo
devolvía el abrazo.
-No somos asesinos, lo que hiciste fue para defenderme, cuando todo esto
termine espero que lo olvidemos pronto, perdona, pero y los demás ¿En dónde
los has escondido? – Preguntó Daniel sin titubeos.
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-Están escondidos en la juguetería del tercer piso, yo salí a buscar a Mauricio,
pero lo que encontré fue a uno de esos locos en lugar de nuestro amigo, Mauricio
está muerto yo lo mate Daniel, yo lo maté con este mismo bate, no nos debimos
de haber separado, todo estuvo mal, los pude salvar a todos, pero Mauricio está
muerto –decía Horacio mientras lloraba amargamente.
Espera, Horacio primero tu no tuviste la culpa de nada esto que está sucedien-
do es algo de locos, hiciste lo que pudiste y en segundo lugar vayamos a esa
juguetería, no estamos seguros parados aquí, ya podemos planear como sacar
a los demás desde un sitio seguro, ¡Vamos! – Dijo Daniel determinado a sacar a
sus compañeros de ese infierno.
No tardaron mucho en llegar a las escaleras que daban hacía el segundo piso,
Daniel no lo quería decir pero sentía sus piernas temblar, sabía que debía de man-
tenerse tranquilo, para que su amigo no se preocupara de más y comenzarán a
llamar la atención, si acaso les llegara un ataque de nervios a medio camino serían
comida segura para los infectados que ahora estaban ocupados con los cadáveres.
Daniel y Horacio lograron llegar hasta la entrada de la juguetería, en donde qui-
taron algunos botes de basura que Horacio había puesto para impedir la entrada
de los infectados, al terminar de retirar los obstáculos, Horacio levanto un poco
la reja de la juguetería para que su amigo pudiera pasar, después Daniel cargo la
pesada reja para que Horacio pasara de la misma manera.
Ya estando los dos dentro colocaron algunas máquinas de dulces y cajas de
juguetes para proteger la entrada, Daniel volteó para encontrar a sus amigos,
cuando fue recibido con un fuerte abrazo de una vieja amiga suya, era Maritza una
chica de su preparatoria que al verlo entrar sintió la necesidad de irlo a abrazar
con fuerza ya que la muerte de Mauricio la había puesto bastante nerviosa.
-Hola Maritza, creí que no llegarías, ya que tenías exposición en historia de las
culturas –la pobre chica, solo gimoteaba y lloraba, Daniel le devolvió el abrazo,
pero sin dejar de prestar atención a las personas que los rodeaban, la mayoría
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eran niños pequeños con sus mamás, un guardia de seguridad de la tienda y em-
pleados, pero se detuvo cuando vio a la chica de la cual estaba enamorado, ella
lo vio y sonrió se veía también en buen estado.
Daniel siempre la había visto en uniforme de la escuela, y el verla en ropa de civil
era una buena sorpresa a pesar de las circunstancias, ella se veía bastante guapa,
Daniel tomo los hombros de Maritza y con Horacio detrás de sí fueron hasta donde
estaba su otra amiga.
-Hola Alicia, que bueno que estás bien, pero en serio no tienes alguna herida o algo
así –dijo Daniel un tanto nervioso.
-Hola Dani, todo está bien solo estoy descansando, fue una larga carrera para
acá y muchos de los locos, nos vinieron persiguiendo fue entonces cuando –hizo
una pausa- cuando Mauricio no pudo conseguirlo y fue atrapado por esos asesinos,
Maritza trató de avisarnos que había caído pero no logramos regresar por él- decía
Alicia con mucho rencor y con lágrimas en los ojos y en las mejillas.
El hecho de verla hacía que a Daniel se le encendieran las mejillas, realmente Alicia
era la chica de sus sueños, tenía que hacer hasta lo imposible para sacarlos de ahí no
podía permitirse el verse débil ante la chica que le gustaba, el muchacho estaba en
sueños cuando se escuchó un fuerte golpe en la reja de la tienda, los infectados ya
se habían percatado de su presencia y trataban de derribar la puerta, el pánico pronto
llego a los corazones de los que se refugiaban en la tienda, pero ante eso Daniel les
habló a los empleados de la tienda.
-Oigan, no hay otro modo en que podamos salir de la tienda, supongo que tienen
una puerta de emergencia de empleados para salir o un cuarto de empleados en don-
de podamos refugiar a los niños y a las mujeres, si es que tenemos que luchar contra
esas cosas- los empleados se miraron entre ello, el guardia se levantó y respondió.
-Hay una puerta que usamos para recibir la mercancía de las plantas inferiores,
pero no sé si los monstruos han llegado hasta allá, podemos intentarlo- el guardia se
había convencido de que tenía un plan.
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Las personas se fueron levantando poco a poco y convinieron que lo mejor era
salir de ahí lo más rápido que pudieran, se acercaron a la entrada que estaba camu-
flada con un anuncio de un juguete, cuando la puerta se abrió, Daniel se adelantó a
los demás para ser el primero en revisar que no hubiera ningún infectado, cuando
se cercioro de que no existía alguna amenaza, comenzó a caminar con los demás
siguiéndole, Maritza, Alicia y Horacio, se apresuraron para quedar con su amigo.
-Puedo llevarlos en mi camioneta está en este piso del estacionamiento, la verdad
es en estas situaciones cuando debemos de ayudarnos todos- –dijo una señora la
cual sostenía a su hijo, todos sonrieron y agradecieron el gesto.
-Existe un plan entonces, podemos salir por la puerta de servicio más cercana y
salir tratando de no llamar la atención de esas cosas, podremos llegar a la camio-
neta y después veremos a donde nos dirigimos –dijo Daniel con un poco de miedo,
pero que trató de disimular al ver a Alicia a su lado, Maritza se había percatado de
la situación se acercó a Daniel y le dijo al oído: No te preocupes, todo saldrá bien.
Habían llegado a la puerta que los regresaría a los pasillos del centro comercial,
los jóvenes estudiantes y lo demás sabían que iba a ser una empresa bastante di-
fícil sobre todo por los niños pequeños que llorarían si acaso pasara algo que los
asustase, eran un grupo bastante vulnerable, pero había que intentar cualquier cosa
para salir vivos de ahí, Daniel se acercó a la puerta, miro a sus amigos y después
a las personas que los estaban siguiendo.
-Señoras, por favor abracen a sus hijos y corran lo más que puedan, Horacio, el
señor guardia y yo, seremos los que protejan el grupo cuando este en movimiento,
mantengámonos juntos sí es que queremos llegar a esa camioneta. –dijo Daniel.
Cuando el joven termino de decir esto, todos se miraron con esperanza de poder
salir de ahí, como se les dijo las señoras abrazaron a sus hijos para que no vieran
nada que pudiera espantarlos, Maritza le dio un beso a Horacio y un abrazo a
Alicia, algunos comenzaron a cantar un himno religioso, necesitaban toda clase
de ayuda.
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Cuando estuvieron listos, Daniel y el guardia empujaron la puerta pero esto activo
la alarma anti robos de la tienda, el joven salió primero para vigilar a los infectados
que ya venían en carrera sobre ellos -¡Corran! ¡Vamos corran! –Gritó Daniel, las muje-
res comenzaron a correr algunas descalzas ya que se habían quitado los zapatos de
tacón, Maritza y Alicia llegaron primero a la puerta del estacionamiento, y ayudaron a
las personas a que salieran rápido sosteniendo la puerta de cristal, ya que el sistema
de apertura automática no estaba funcionando, los hombres estaban nerviosos al ver
a los infectados acercarse, cuando se dieron cuenta que el grupo ya había pasado,
comenzaron a moverse también.
Ya en el estacionamiento, la mujer que había ofrecido su camioneta para sacarlos
de ahí tomó la delantera, al llegar a su vehículo sacó las llaves de su bolsa pero por el
nerviosismo las dejo caer, Maritza las recogió y abrió las puertas, todos comenzaron
a entrar, Daniel solo vigilaba se puso bastante tenso cuando se dio cuenta de que los
infectados ya habían roto la puerta de cristal y se dirigían hacia ellos, cuando regresó
la mirada hacía la camioneta se dio cuenta de que no cabía nadie más.
-¡Salgan de aquí, vamos! –gritó Daniel al momento que cerraba la puerta, un ruido
similar se escuchó del otro lado, era Alicia que se había bajado de la camioneta, con
señas los dos muchachos les dijeron que se fueran y ellos comenzaron a correr hacía
donde fuera, la camioneta arrancó, llevándose a Maritza y a Horacio.
Daniel paró su carrera para asomarse y revisar que la camioneta saliera, la mujer
había conducido rápido, no encontraron mayores problemas y abandonaron el lugar,
Daniel sonrió y corrió detrás de Alicia
Llegaron hasta una estación de vigilancia en donde entraron y cerraron la puerta
con seguro se agacharon para no ser descubiertos por la horda de infectados que los
seguía, trataron de permanecer en silencio, el grupo de infectados que los perseguía
paso de largo, ya que algo más había llamado su atención: el ruido de la alarma del
automóvil de un pobre que se convirtió en comida.
-Parece ser que los atraen los ruidos fuertes como las alarmas y cosas así –dijo Daniel.
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-Entonces debemos de tener cuidado, no podremos tomar un auto prestado,
tendremos que salir a pie, Dani, fue muy estúpido lo que hiciste ¡¿Por qué te bajaste
de la camioneta?! –Le regaño Alicia.
-Lo siento, es solo que no había lugar y teníamos que salir rápido de ahí, lo siento
realmente no lo pensé mucho solo sentí que era lo correcto, pero ¿Por qué te bajaste
tú? –Respondió Daniel.
-Tengo que ir a buscar a mis hermanos, le prometí a mi mamá que iría por ellos
después de ir a la escuela, solo tienen que ir a preparar su festival de 14 de Febrero,
necesito ir por ellos y después contactarme con mis papás ¡Necesito ir por ellos
Dani y la verdad las señoras no creo que hubieran querido ir por ellos! –dijo Alicia.
-Tengo una idea, seguramente habrá centros de ayuda para lo que sea que esté
pasando, podemos ir a buscar esos centros de ayuda para encontrar a policías o
algunas personas que nos ayuden a llegar hasta tus hermanos, ¿Por dónde queda
su escuela?” –Preguntó Daniel.
-Queda por avenida de los insurgentes, el trabajo de papá queda cerca de ahí, de
hecho es por el estadio Azteca, podremos buscarlos y saber de mi papá si vamos
para allá, pero ¿Y tu familia Dani? -Alicia dijo preocupada.
-Tienes razón seguramente están ayudando a la gente en los lugares donde pu-
dieran organizar una salida rápida y masiva de la población, creo que tenemos un
plan Alicia, pero primero tenemos que salir de aquí y por lo de mi familia creo que
solo debo de preocuparme ahora por estar seguro y llegar bien al punto de rescate
–finalizó Daniel al tiempo que su mirada se clavaba en el suelo.
-Daniel, yo lo siento, no sabía que había pasado pero por favor ayudemos a mis
hermanos, no puedo dejarlos atrás, siento que están indefensos –Alicia lloró leve-
mente.
-No te preocupes, creo que tengo una idea, ves que esos locos se acercaron
cuando comenzó a sonar la alarma de la tienda se prendió podemos usar eso a
nuestro favor, por lo mientras sabemos que los atraen los ruidos fuertes, lancemos
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unas piedras hacia algún carro para que activemos su alarma, pero procuremos que
sea lejos de nosotros, para escabullirnos por las escaleras de emergencia, y salir
de aquí rumbo a la escuela de tus hermanos- dijo Daniel con un tono que creía que
impresionaría a Alicia.
-No suena mal, iremos por mis hermanos y buscaremos ayuda Horacio golpeaba
a los tipos esos con el bate pero, creo que necesitaré algo más efectivo si queremos
llegar hasta mis hermanos, tú tienes el machete pero yo no tengo nada –dijo Alicia.
Los dos jóvenes comenzaron a mirar alrededor y lo único que notaron fue un equipo
anti incendios que estaba en la caseta de vigilancia, Daniel se levantó del suelo con
cuidado para no ser visto por ningún infectado y se dirigió al estuche, abrió la caja
y de ella extrajo un hacha y un botiquín de primeros auxilios, le dio el hacha a Alicia.
-Espero que esto te mantenga con vida –dijo Daniel.
Alicia ya con el arma entre sus manos, se enfilo hacia la puerta, ambos estaban
dispuestos a salir con vida, Daniel rompió unos ladrillos que ayudaban a sostener un
estante en la pequeña caseta en el suelo, nerviosos, pero con mucho valor abrieron
la puerta, el primer paso hacia el infierno.
Daniel recuerda cada momento de la huida del centro comercial, al principio ac-
tivaron la alarma de un auto deportivo que atrajo a los infectados hasta el otro lado
del estacionamiento, los jóvenes aprovecharon para ir hacia las escaleras de emer-
gencia, eran cuatro pisos de estacionamiento, bajaron dos de manera rápida, pero
no pensaron que el sonido de la alarma no fuera a atraer a todos los infectados de
los pisos inferiores, cuando llegaron al segundo nivel, se encontraron frente a frente
con una masa de infectados, tuvieron que aprender a defenderse de la manera más
cruel, pero ambos se mostraban valientes, Alicia por amor a sus hermanos y Daniel
por amor a la chica.
A rastras pudieron llegar al primer nivel, Alicia se había manchado de sangre, pero
no dejaba de apretar el hacha entre sus manos, Daniel estaba en la misma situación, el
estrés de la pelea con los infectados ya los había colocado en un estado mental en el
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que estaban listos para todo, cuando lograron llegar al primer nivel, observaron que un
número de infectados bastante considerable, se había reunido en la caseta de cobro
del estacionamiento, los jóvenes se miraron entre sí, parecía el fin del camino.
-¿Qué haremos ahora, Daniel? –Dijo Alicia angustiada.
Daniel solo comenzó a mirar los alrededores y notó una segunda caseta de cobro
con un número de infectados reducido, pero sin duda si combatían contra este grupo
los infectados del otro grupo vendrían a terminar con ellos, miro a Alicia y le habló con
voz firme.
-Escucha, podrás irte por la caseta de cobro en donde está la mayoría de esos
enfermos, atraeré su atención y me iré hacia ese lado de la calle –decía mientras se-
ñalaba- podrás escabullirte, los dos grupos vendrán hacia mí, puedo correr rápido y
esconderme, tu puedes encontrar a tus hermanos para saber si están bien y movernos
ahí nos reuniremos con Horacio en su casa, que está lejana a esta parte de la ciudad,
trataré de reunirme contigo antes espérame en la gasolinera que está cerca de ahí, sino
llego te veo en el Estadio Azteca, ¿Recuerdas la tienda cerca de la casa de Horacio?
–Preguntó Daniel.
-Sí, se me acuerdo, pero Daniel podremos salir por otro lado –dijo angustiada Alicia.
-No creo, estos niveles son cerrados, solo queda esa opción, nos quedamos sin
tiempo Alicia, vamos –finalizó Daniel.
Al decir esto Alicia tomo la mano de Daniel y lo miro a los ojos.
-Tu plan es una locura, pero por favor llega a salvo –Alicia lo miro con mucha esperanza.
El plan comenzó, Daniel llego hasta el grupo de infectados menos numeroso y
comenzó a atraer su atención, fue cuidadoso para no quedarse encerrado entre los
autos comenzó a correr y como lo supuso los infectados del grupo numeroso tam-
bién comenzaron a perseguirlo, corrió lo más rápido que pudo, al ser un jugador de
americano tenía una buena condición física que lo ayudo a mantenerse a salvo de
los infectados, Alicia tomó la oportunidad y salió del estacionamiento con rumbo a
la gasolinera.
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Daniel pudo llegar a una unidad habitacional en donde podría perder a algunos
infectados, en la carrera logró llegar a una escalera de emergencia, por donde co-
menzó a subir los infectado que habían llegado al lugar comenzaron a gemir y hacer
ruidos lastimeros, realmente se les veía hambrientos, pero Daniel no sería su cena,
el muchacho comenzó a subir las escaleras con pesadez debido al cansancio de la
carrera, casi había perdido el ímpetu cuando llego a la azotea del edificio, en donde
entre los enrejados del edificio se escondió, pudo tranquilizar su corazón y descansar
un poco.
-Tengo que llegar con Alicia, creo que me salí mucho del camino –decía Daniel
entre jadeos.
Al estar recuperándose, Daniel no advirtió que una persona se acercaba por sus
espaldas, solo sintió un fuerte golpe en la nuca que no lo desmayo de inmediato pero
que si le hizo ver negro durante un momento, como cuando chocaban las máscaras
de protección en un juego de fútbol americano, después de un segundo golpe, Daniel
perdió el conocimiento.
Y así es como había llegado a esta situación, atrapado por unos personajes ex-
traños, personas vestidas con túnicas blancas y negras, que durante las horas que
llevaba ahí habían hecho extraños rituales con animales, sacrificando a los pobres
perros y gatos en nombre de un dios que aseguraban había traído el fin del mundo
de los pecadores, junto a Daniel estaban las jaulas de los animales
El perro más cercano a él, era un perro callejero, mestizo que se veía bastante
asustado, Daniel trató de acariciarlo pero el animal respondió con una mordida, real-
mente estaba en un estado de estrés muy alto, durante la noche Daniel fue testigo de
sacrificios, orgías y demás porquerías, noches que el pobre muchacho jamás olvidaría.
-Alicia, nunca pude decirte lo mucho que te quiero –pensó Daniel al sentir cerca
la muerte.
Al ir avanzando la noche, los locos se reunieron alrededor del fuego, y uno de los
tipos que llevaba túnica negra comenzó a hablar:
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-Hermanos míos, hijos del señor dios, alegrémonos puesto que hemos cumplido la
voluntad de nuestro señor al sumergir el mundo lleno de homosexuales, de asesinos
de niños no nacidos, de fornicadores, de ladrones, de rebeldes a la palabra del señor,
en un mundo de dolor y muerte, agradezcamos a nuestro dios, por la purificación
de la tierra, nosotros como los ángeles malditos, aquellos que siguiendo la voluntad
de nuestro señor esparcimos su mensaje de muerte, ahora regocijémonos podemos
probar todos los vicios puesto que nuestra alma ya tiene un lugar asegurado a la
derecha de nuestro señor- al terminar de decir esto, todos se alegraron y siguieron
cometiendo actos vomitivos.
Terminando su discurso el predicador se acercó a Daniel, el joven se puso tenso
pero el hombre solo se quedó hincado frente a él.
-No te pongas tenso, no queremos que tu carne se vuelva dura, tu eres nuestro
alimento, muchacho sabes que ya no hay alimento en esta ciudad para los pecadores,
ya no hay más para todos ustedes que aceptaron cagar en la tumba del salvador,
ustedes que se burlaron, ya no verás más este mundo hijo, somos los otros ángeles,
somos los otros mensajeros de dios, es deber de ustedes mantenernos con vida,
lejanos a los impuros que caminan por la ciudad, niño serás mi cena –le dijo el viejo
a un joven aterrorizado, el horrible hombre comenzó a reír, mientras se escuchaba
el ladrido de los perros.
-¡Ustedes a callar! –Gritó el viejo al momento de patear las jaulas.
Daniel fue consumido por el miedo y la desesperación, las cosas de las que
era testigo eran lo más espantoso que había visto en su vida, pero sin embargo el
recuerdo de la promesa a Alicia, lo mantenía pensando en cómo salir de la jaula,
recuperar su machete y salir de ahí con vida, sabía que lo comerían y que gracias
a la locura desatada por los infectados, esos locos encontrarían a Alicia y a sus
amigos, junto con las personas que había ayudado a escapar del centro comercial,
no debía detenerse.
Cuando los seguidores y el propio predicador comenzaron a quedarse dormidos,
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Daniel, comenzó a buscar algo con lo que pudiera ayudarse para salir, pero no
había nada pensó que si llamaba la atención del guardia podría quitarle las llaves
y salir de ahí, no tenía mucho tiempo puesto que estaba por amanecer y no podía
hacer mucho ruido por despertar a todos los locos, volteó hacia la jaula del perro
que estaba cerca de él, y notó que no llevaba nada de candados sino una cerradura
simple
Daniel se acercó de nuevo a la jaula, el perro le gruño, pero el joven sabía que
no debía de titubear, se quedaba sin tiempo, fue dirigiendo su mano por la jaula, el
perro dentro lanzó una mordida, Daniel pudo quitar su mano a tiempo, no debía de
sentir miedo, el animal gruño de nuevo y lanzó una segunda mordida que alcanzo
la mano de Daniel, sintiendo mucho dolor el muchacho volvió a meter la mano, el
perro entonces sintió que no quería hacerle mal y a pesar de que estaba gruñendo
le permitió a Daniel llegar a la cerradura, la cual abrió.
Se escuchó como el guardia se despertaba para revisar aquel sonido, cuando el
perro lo tuvo a una distancia media se lanzó al ataque, todos los abusos y golpes
hacia el pobre animal por parte del infeliz que ahora sufría por las mordidas en sus
brazos, lo habían orillado a eso, en medio de la pelea, muchos seguidores se des-
pertaron.
Daniel al darse cuenta de esto, saco su brazo derecho para jalar hacia él al guar-
dia y quitarle las llaves, pero no lo conseguía, se estaba desesperando fue hasta
el cuarto intento, cuando tomó por el cinturón al guardia jalándolo hacia la jaula y
quitándole las llaves, el guardia estaba a punto de patear al perro cuando recibió
una tacleada desde atrás.
-¡Déjalo en paz! –Gritó Daniel al momento de aplicar toda su fuerza para derribar
al guardia, el perro se acercó y mordió la cara del hombre.
Los miembros de la orden se dieron cuenta de esto y comenzaron a tomar palos
y piedras para matar a Daniel y al perro, el joven comenzó a correr seguido por el
perro, tenía que encontrar algún arma, en su carrera sintió golpes de roca en su
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espalda y piernas, al estar corriendo para evitar más agresiones notó que lo habían
llevado a un edificio viejo rodeado por miles de infectados, que deseosos de comer
se amontonaban en las paredes.
Daniel siguió corriendo, bajo por las escaleras hacia las habitaciones en donde
se escuchaban lamentos y voces de prisioneros que pedían ayuda.
-De verdad que se comen a la gente –dijo con horror el joven.
Pero no podía hacer nada por el momento, siguió bajando las escaleras hasta
que en una pequeña esquina notó que estaba el machete y el botiquín que había
sacado del centro comercial, el perro que iba detrás suyo se notaba impaciente por
que continuaran con su escapatoria de los locos que venían pisandole los talones,
pero ya con el arma en mano no sentía ganas de escapar.
Cuando los otros les dieron alcance, Daniel comenzó a repartir machetazos que
hizo que algunos de los otros cayeran muertos y otros retrocedieran, algunos valien-
tes se acercaban a tratar de desarmar a Daniel pero estos recibían un golpe seco
del machete, el perro también estaba combatiendo, mordiendo a los agresores en
las piernas, y a pesar de que Daniel y el animal eran golpeados por momentos de
manera salvaje con palos y piedras estos no retrocedían, con lágrimas en los ojos
el joven estaba combatiendo, aguantando el dolor.
-No puedo dejar que lleguen a ti Alicia, los detendré aquí –pensaba Daniel.
Durante la batalla, Daniel no olvidaba la segunda parte de su plan, se iba acer-
cando a la puerta y daba de patadas hacia ella, ya había perdido la cuenta de
cuantos otros había matado, pensaba en las palabras de Horacio al referirse a ellos
como asesinos, Daniel solo gritaba para ahogar el sentimiento de culpa, en medio
de su desesperación dio una última patada hacia la puerta que la hizo abrirse de
par en par lo que hizo que los infectados entraran de golpe, Daniel jalo al perro
hacía si y se hicieron a un lado para que la marea de infectados se llevara a los
seguidores que eran devorados, los zombies no sentían piedad, los zombies no
sentían humanidad.
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Daniel se fue escabullendo hacia la puerta, cuando por fin estuvo fuera del edificio
corrió lo más rápido que le permitió su herido cuerpo llevando al perro en brazos, en
su carrera volteó por última vez al edificio, en donde desde lo lejos logro ver como
el hombre predicador lo miraba desde la azotea, mientras que por detrás de él se
acercaban los infectados, Daniel volvió la vista al camino, pasó mucho tiempo co-
rriendo hasta que llego a un parque en donde no se notaba presencia de infectados,
a lo lejos se veía un campamento, había fuego y estaba atrincherado.
-Tengo que avisarle a los demás, se tienen que cuidar de estos locos, tengo que
llegar con Alicia, debo de estar con ella, saber que está bien por favor Alicia no
mueras en lo que te encuentro, no comas nada- pensaba el joven al ver el amanecer,
miro hacia su nuevo compañero el cual se mostraba feliz y valiente. “Buen chico,
es hora de avanzar” –le dijo el joven al perro mientras le acariciaba la cabeza.
-Espérame Alicia voy por ti.
El guerrero de Oro
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