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La Mujer Violentada: Aproximaciones a la macroestructura de la violencia en razón de género

Aug 07, 2018

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  • 8/20/2019 La Mujer Violentada: Aproximaciones a la macroestructura de la violencia en razón de género

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    Año III • Diciembre 2015 • № 6

    La Mujer Violentada: Aproximaciones a la macroestructura

    de la violencia en razón de género 

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    La persistencia de la violencia en razón de género nos demuestra que las acciones desde el camestatal están lejos de contrarrestar este fenómeno social, pues aún no han provocado transformac

    nes estructurales a nivel político, económico, educativo y, sobretodo, cultural.

    Esta violencia deviene de un sistema ideológico, económico y político denominado Patriardo. Éste propone un modelo desigual de organización y de relaciones de poder en el que mujeres, junto con otros grupos sociales, están en desventaja. Actualmente, existen políticdiscursos y prácticas que, en apariencia, parecieran manifestarse a favor de los derechoslas mujeres, pero que en esencia sólo camuan nuevas formas d e dominación, de ejercide poder y de violencia patriarcal.

    Entendemos que para el sostenimiento de la violencia hace falta un entretejido estructuras que cooperan entre ellas y en la que permanece instaurada la ideolog

    machista. Esta ideología afecta principal, pero no únicamente, a las mujeres. Otras traversales como la raza, edad, nivel educativo, posición económica, entre otras, sirvtambién de indicadores que intensican la situación de explotación y abarcan grupsociales heterogéneos. Así, las condiciones de desigualdad propias de este modehegemónico de organización implican no sólo la vulneración de los derechos de mujeres, sino también los de los hombres, de las niñas y niños sometidos a una lógadulto-centrista, y de la naturaleza que es, probablemente, la más invisibilizada de víctimas.

    A partir de esta reexión, los artículos de La Mujer Violentada procuran un análque se aproxima a la macroestructura que explica la latencia, legitimación y reprducción de la violencia en razón de género. Así, indagan en el Neopatriarcado, qevidencia las nuevas máscaras de la dominación; en el Extractivismo, que develaexplotación desmedida de la naturaleza y cuyo costo social se reeja en el aumende la precariedad de la vida de las mujeres; en la Urbe, que nos abre paso a reexionsobre la inseguridad ciudadana y las condiciones, riesgos y efectos especícos de éen la vida de las mujeres.

    Por último, este nuevo número de la revista Mulier Sapiens cierra con un artículo pecial que reeja parte de la compleja relación existente entre la violencia y la cultuDesde la literatura y el cine, el reconocido antropólogo Renato Rosaldo analiza la tensi

    entre la permanencia y la transgresión de las estructuras machistas de culturas en momiento y desde sus conictos fronterizos y de lenguaje. Las protagonistas de su ensayo s

    mujeres curvas, “malas”, amenazantes; son aquellas que se resisten a heredar ya que preren transformar(se).

    Daniela A. Elí

    Edito

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    A p r o x i m a c i o n e s  a  l a  m a c r o e s t r u c t u r a 

    d e  l a  v i o l e n c i a  e n  r a z ó n  d e   g é n e r o 

    E d i t o r a : 

    D a n i e l a  A. E l í  a s 

    C o m i t é  e d i t o r i a l : 

    M i  g u e l  G o n z a l e s  G .

    d  i  r  e c c i  o n @ i  n  f   a n t e .c o m .b o D a n i e l a  A. E l í  a s 

    d  e l  i  a s @ i  n  f   a n t e .c o m .b o I l u s t r a c i o n e s : N o n a  M a r t í  n e z 

    m a a  f    f   @ h o t m a i  l  .c o m 

    D i s e ñ o   y  d i a  g r a m a c i ó n : 

    I s a b e l  R o c í  o  Av i l é s   J i m é n e z 

    i  s a b e l  .a v i  l  e s .  j  i  m e n e  z @  g m a i  l  .c o m E d i c i ó n : 

    M i  g u e l  G o n z a l e s  G .D a n i e l a  A. E l í  a s 

    C o c h a b a m b a  -  B o l i v i a 

    E s c r i b e n  e n  e s t e  n ú m e r o : 

    •  M a r í  a  E s t h e r  P o z o  

    m a e  p o  z o 6 9 6 @  g m a i  l  .c o m 

    •  M a r c o  An t o n i o  G a n d a r i l l a s  G o n z á l e s  

    m  g a n d  a r  i  l  l  a s  g o n  z a l  e s @  g m a i  l  .c o m 

    •  Al e  j a n d r a  R a m í  r e z  S o r u c o 

      a l  e   j  a n d  r  a r  a m i  r  e  z s o r  u c o @  g m a i  l  .c o m 

    •  R e n a t o  R o s a l d o 

      r  e n a t o .r  o s a l  d  o @ n  y u .e d  u 

    Una publicación de: Con el apoyo de:

     

          L     A

          M    U

       J    E    R

     

        V   i  O  L

      E N TADA: 

    V i o l e n c i a   y  N e o  p a t r i a r c a d o 

    N u e v a s  f  o r m a s  d e   p e n s a r  l a  v i o l e n c i a :  m i c r o m a - 

    c h i s m o   y   n e o  p a t r i a r c a d o 

    V i o l e n c i a   y  E x t r a c t i v i s m o 

    L a  b o n a n z a  e x t r a c t i v i s t a   y   l a  d e  p r e s i ó n  d e   l o s  

    d e r e c h o s  d e  l a s  m u  j e r e s V i l e n c i a   y  U r b e 

    R e f e x i o n e s  s o b r e  l a  v i o l e n c i a  s o c i a l   y  e  j e r c i c i o s  

    d e   c i u d a d a n í  a   e n   l a   r e  g i ó n   m e t r o  p o l i t a n a   d e  

    C o c h a b a m b a V i o l e n c i a   y  C u l t u r a 

    F á b u l a s  d e l  c a í  d o 

     06

    2 0

    32

     48

    M u l i e r  S a  p i e n s 

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    Violencia y Neopatriarcado08 - 09

    El patriarcado, además, se apoya en

    dos tipos fundamentales de relaciones: el

    macho domina a la hembra y el macho

    de más edad domina al más joven.

    de haber medidas que van en favor de la igualdad de oportuni-dades de hombres y mujeres, y el rechazo al machismo, la miso-ginia, el feminicidio, pero no se denuncian y visibilizan las causasque originan esa conducta del sistema patriarcal que asume unacara de reivindicación de cambios superciales. Y así, se tornanmás sutiles los recursos discriminatorios, sin modicar la lógicaexcluyente.

    Este artículo pretende, en el marco de reexiones del patriar-cado y el neopatriarcado, abordar el tema de violencia contrala mujer, fundamentalmente ejercida por el hombre. Tomandoen cuenta que, en los últimos años, existen reexiones teóricasque permiten considerar diversos factores, por lo tanto, tam-bién entradas para tratar el tema. De hecho, se habla de nuevasformas de violencia como el acoso e intimidación cibernética, la

    violencia generada por la cirugía estética y la violencia contra lasmujeres políticas que resulta de mayores cuotas de participaciónentre otras.

    Patriarcado

    Las relaciones de género se desarrollan en un ordenamientomás abarcador que es el patriarcado, conceptualizado como un

    sistema histórico y universal de relaciones depoder a través del cual se legitima el dominio delos hombres sobre las mujeres. De esta manera,el patriarcado se constituye en una estructurabásica de las sociedades contemporáneas. Sinolvidar que uno de los mecanismos de repro-ducción del sistema patriarcal es el de la invisibi-

    lización de las formas de subordinación, el no nombrar las cosaspor su nombre, porque lo que no existe no se nombra.

    Comenzaremos deniendo el patriarcado no sin antes advertir

    que se suele usar el término de ‘sociedad machista’ para referir-se a la discriminación, al menosprecio, al conjunto de actitudes,comportamiento y dignidad de la mujer considerada injustamen-te inferior a los hombres, permitiendo describir un orden socialen la que la autoridad está representada y ejercida por los hom-bres, el jefe de familia y dueño del patrimonio. Se construye, deesta manera, culturas androcéntricas, donde los intereses y lasexperiencias de los hombres son el centro del universo.

    Introducción

    Los diferentes análisis de la violencia hacia las mujeres handescrito aspectos diferentes de la estructura patriarcal, la granmayoría a partir de las relaciones de género con el objetivo decomprender la violencia ejercida contra las mujeres. La mayorparte de los análisis se realizaron en el marco de la sociedad ma-chista, son los estudios feministas que inciden en la conceptua-lización del patriarcado. En la actualidad, resulta difícil visibilizarlos múltiples aspectos bajo los cuales se maniesta y se ejerce elpatriarcado; esto evidencia la necesidad de nuevas miradas sobrelas manifestaciones actuales del sistema patriarcal.

    Durante las últimas décadas, el feminismo, a través de las cien-cias sociales, identicó al patriarcado intentando explicar cómo

    se construyen referencias en las que se considera que las dife-rencias de hombres y mujeres son biológicamente inherentes ynaturales, a partir de la diferencia entre sexo y género. De estamanera, se constató que el patriarcado se trata de una cons-trucción histórica y social. En los años 60, las feministas inician ladiscusión de la ‘maternidad’ a partir de la crítica a la familia comouna institución, logrando su diferenciación de otros movimientossociales, justamente por la priorización de sus elaboraciones enla noción de patriarcado.

    El patriarcado en el desarrollo de la sociedadactual, a inicios del siglo XXI, representa unatrama de pactos que mantiene el control de lasociedad en manos masculinas y permite expli-car los orígenes de la subordinación y discrimi-nación de las mujeres convirtiéndose en el centro medular paraentender las causas de la violencia contra la mujer. De esta mane-ra, la ideología patriarcal no sólo explica y construye la diferenciaentre hombres y mujeres, y no solamente se ha naturalizado, sino

    que se mantiene y se agudiza en otras formas de dominacióncomo el denominado neopatriarcado. Si bien el siglo XX marcalas transformaciones en la situación de las mujeres, es en el sigloXXI que se puede constatar la masicación de la presencia delas mujeres en el espacio público, así como también el ejerciciode poder en ciertas posiciones que vienen acompañadas de lasreformas y cambios legales que hablan de equidad en favor de lasmujeres y que, efectivamente, tienden a mejorar sus condiciones.Sin embargo, no han cambiado las raíces del patriarcado, a pesar

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    Violencia y Neopatriarcado10 - 11

    Kate Millet (1975: 34), parte de la descripción de las caracterís-ticas del patriarcado que se aceptan en todas las corrientes ensus enunciados; es la consideración del poder patriarcal comouna institución mediante la cual se controla a la mitad de la po-blación, que son las mujeres, por la otra mitad que son hombres.El patriarcado, además, se apoya en dos tipos fundamentales derelaciones: el macho domina a la hembra y el macho de más edaddomina al más joven.

    Las conceptualizaciones anteriores nos muestran que las de-niciones y el análisis del patriarcado en general, por un lado,contienen elementos comunes y muestran líneas metodológicase ideológicas del feminismo y del marxismo. Y, por otro, al ser unaconstrucción social, el patriarcado se maniesta en las esferassocio-económicas.

    Micromachismo 

    Los abordajes al tema de violencia de género se fundamentanen el concepto de patriarcado. En torno a esta violencia seconrman y actualizan conceptos en razón que es, al mis-mo tiempo, norma y proyecto de autoreproduccióncomo tal, sensible a las relaciones de poder, inmen-samente sensible y sutil.

    Uno de los conceptos utilizados en este nuevosiglo es el de micromachismo que, en términosgenerales, se constituye en prácticas de domi-nación y violencia masculina en la vida cotidia-na. Hace referencia, así, a una serie de estra-tagemas y engaños interpersonales en los quese sumergen los comportamientos masculinosen el espacio cotidiano. Estamos hablando de lasformas de presión de baja intensidad que, en el ac-

    cionar de las relaciones, se maniestan sutilmenteen cómo los hombres intentan ejercer poder yviolencia.

    El término micromachismo se comienza a utilizarpor el terapeuta argentino Luis Bonino, en 1990, preo-cupado por los comportamientos masculinos que refuer-zan la superioridad y el ejercicio de poder sobre las mujeres.

    El patriarcado es visto como “un orden social caracterizadopor relaciones de dominación y opresión establecidas por unoshombres entre otros y sobre todas las mujeres y criaturas. Losvarones dominan la esfera pública (gobierno, religión, etcétera)y la privada (el hogar)” (MOIA, 1981: 231), denotando el espaciopúblico y privado.

    Dolores Reguant (citado en Varela, Nuria, Feminismo para Prin-cipiantes) desarrolla una de las deniciones más completas, men-ciona que el patriarcado:

    Es una forma de organización política económica, religiosay social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón,en la que se da el predominio de los hombres sobre las mu-

     jeres; del marido sobre la esposa; del padre sobre la madre,

    los hijos y las hijas; de los viejos sobre los jóvenes y de la líneade descendencia paterna sobre la materna. El patriarcado hasurgido de una toma de poder histórico por parte de loshombres, quienes se apropiaron de la sexualidad y la repro-ducción de las mujeres y de su producto, los hijos, creandoal mismo tiempo un orden simbólico a t ravés de los mitos yla religión que lo perpetúan como única estructura posible(REGUANT, 2005: 177)

    Manuel Castells sostiene que el:

     …patriarcado es una estructura básica de todas las so-ciedades contemporáneas. Se caracteriza por la autoridad,impuesta desde las instituciones, de los hombres sobre lasmujeres y sus hijos en la unidad familiar. Para que se ejerzaesta autoridad, el patriarcado debe dominar toda la organiza-ción de la sociedad, de la producción y el consumo a la po-lítica, el derecho y la cultura. Las relaciones interpersonalesy, por tanto, la personalidad, están también marcadas por la

    dominación y la violencia que se originan en la cultura y lasinstituciones del patriarcado (CASTELLS, 200: 159).

    El autor propone no olvidar su enraizamiento en la estruc-tura familiar y en la reproducción sociobiológica de la especie,reconociendo que éstas se modican en la historia y la cultura,advirtiendo que en este milenio será el n de la familia patriarcal,ya que ésta se ve desaada por la transformación del trabajo y laconciencia de las mujeres.

    Uno de los conceptos utiliza

    dos en este nuevo siglo es el d

    micromachismo que, en términ

     generales, se constituye en prá

    ticas de dominación y violenc

    masculina en la vida cotidian

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    Violencia y Neopatriarcado12 - 13

    Neopatriarcado y Violencia

    La descripción de la organización de los fe-nómenos sociales de las actuales sociedades esmuy compleja. En el nuevo siglo XXI, a pesarde mostrar avances en el tema legislativo, no seplasman cambios en los imaginarios, en lo sim-bólico y lo social, ya que éstos presentan nuevascaracterísticas que exigen la conrmación y/ola creación de nuevas categorías que permitanacercarnos a la realidad, como es el caso delpatriarcado que constituye el origen del mode-lo del sistema neopatriarcal como uno de los

    espacios históricos de poder masculino.

    Se identica como el origen del patriarcado moderno a la revo-lución liberal. Es el Estado refundado en las revoluciones decimo-nónicas el que legisló la minoría legal de la mujer, por lo que estásujeta a la protección del hombre a cambio de su obediencia. Demanera que, en la actualidad, las mujeres están bajo la tutela delEstado (cf. DEL PRADO, 2013).

    Paola Melchiori denomina como Neopatriarcado a la “ofensivaque se presenta como una guerra en contra las mujeres, conmanifestaciones en el aspecto social, principalmente en el ima-ginario, que justican los roles tradicionales asignados a las mu-

     jeres. La ofensiva se maniesta de manera violenta en contra delas acciones y empoderamiento de las mujeres” (MELCHIORI,2011:1), pero esta ofensiva que tiene diferentes fachadas no sepresenta de manera frontal, sino que pasa por la búsqueda de laseguridad del sistema.

    Silvia Federici (2014) al reexionar sobre el trabajo asalaria-do de las mujeres, maniesta que estamos viviendo un nuevo

    tipo de patriarcado, en el que las mujeres noson sólo amas de casa, y donde los valores y lasestructuras sociales t radicionales aún persisten.Por ejemplo, los lugares de trabajo asalariado nohan incluido lugares para el cuidado, no estánpensados para que mujeres y hombres conci-lien producción y reproducción. En este nuevopatriarcado, las mujeres deben ser dos cosas:productoras y reproductoras al mismo tiempo,

    El autor indica que los micromachismos “sonprácticas de dominación y violencia masculinaen la vida cotidiana, del orden de lo ‘micro’, aldecir de Foucault, de lo capilar, lo casi impercep-tible, lo que está en los límites de la evidencia”(BONINO 2014: 3).

    En la actualidad, se puede observar que el ejer-cicio del machismo no es tan evidente, más bienencontramos relaciones aparentes de equidad,reconocedoras y respetuosas de los derechoshumanos de las mujeres, a pesar de las accionesencubiertas para mantener el poder.

    Bonino (2004: 2) clasica los micromachismos en cuatro tipos:

    • Los utilitarios, que fuerzan la disponibilidad femenina usufruc-tuando y aprovechándose de diversos aspectos “domésticos ycuidadores”.

    • Los encubiertos que abusan de la conanza y credibilidad fe-menina ocultando su objetivo.

    • Los de crisis que son la permanencia en el statu quo desiguali-tario cuando éste se desequilibra, ya sea por aumento del poderpersonal de la mujer o por disminución del varón.

    • Los coercitivos que sirven para retener poder a través deutilizar la fuerza psicológica o moral masculina.

    Estos tipos de micromachismo son fáciles de percibir en lasrelaciones interpersonales cuando observamos las relacionespolíticas a nivel nacional y la microestructura de autoridad; cuan-do examinamos las relaciones de subordinación dentro la familiaque a título de relaciones afectivas, de una u otra manera, buscanminar el derecho de elegir, de decidir y de ser libre de las mu-

     jeres. En el caso de Bolivia, a pesar de estar a la vanguardia res-pecto a la inclusión a través de normativas que,desde la mirada analítica de la sociedad, articu-lan las relaciones políticas a nivel nacional conlas microestructuras de autoridad, aún permitey tolera el ejercicio de violencia contra las mu-

     jeres y legitima las relaciones de subordinacióndentro la familia.

    En este nuevo patriarcado, las mujeres

    deben ser dos cosas: productoras y repro-

    ductoras al mismo tiempo, convirtiéndose

    en una espiral que acaba consumiendo

    sus vidas, por lo que el trabajo asalariado

    es una estrategia más de poder.

    Estos tipos de micromachis-

    mos son fáciles de percibir en

    las relaciones interpersonales

    cuando observamos las relaciones políti-

    cas a nivel nacional y la microestructura

    de autoridad; cuando examinamos las

    relaciones de subordinación dentro la fa-

    milia que a título de relaciones afectivas,

    de una u otra manera, buscan minar el

    derecho de elegir, de decidir y de ser libre

    de las mujeres

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    Violencia y Neopatriarcado14 - 15

    en términos generales, se entiende como violencia “todo actode violencia sexista que tiene como resultado posible o real undaño físico, sexual o psíquico, incluidas las amenazas, la coercióno la privación arbitraria de libertad, ya sea que ocurra en la vidapública o en la privada” (ONU: 1995).

    Asímismo, Naciones Unidas, en Beijing de 1995, dene la violen -cia contra las mujeres como:

    …una manifestación de las relaciones de poder histórica-mente desiguales entre hombres y mujeres, que han conduci-do a la dominación de la mujer por el hombre, la discrimina-ción contra la mujer y a la interposición de obstáculos contrasu pleno desarrollo. La violencia contra la mujer a lo largode su ciclo vital dimana especialmente de pautas culturales,

    en particular de los efectos perjudiciales de algunas prác-ticas tradicionales o consuetudinarias y de todos los actosde extremismo relacionados con la raza, el sexo, el idiomao la religión que perpetúanla condición inferior que sele asigna a la mujer en lafamilia, el lugar de trabajo,la comunidad y la sociedad(ONU: 1995).

    Ana de Miguel (2008: 129),en su análisis del tema de laviolencia plantea denir a losmovimientos sociales como creadores de marcos de interpre-tación y de «marcos de injusticia». A partir de la interpretaciónpatriarcal de la violencia contra las mujeres, sostiene la existenciade tres momentos claves en la construcción del nuevo marcode interpretación de la violencia contra las mujeres. El primero,parte de los feminismos del siglo XIX, sufragistas y socialistas,

    que tiene como objetivo desarticular la ideología de la natura-leza diferente y complementaria de los sexos, reivindicando losderechos básicos, denunciando y visibilizando las condiciones desubordinación y violencia que rodean a la condición femenina. Elsegundo lugar lo compone el feminismo radical de los años 60 (laelaboración de un marco estructural sobre la violencia patriar-cal), con su giro epistemológico con el “análisis de la esfera de loprivado y su nuevo concepto de lo político como toda área dela acción humana atravesada por relaciones de poder que des-

    convirtiéndose en una espiral que acaba consumiendo sus vidas,por lo que el trabajo asalariado es una estrategia más de poder.

    De esta manera, los obstáculos sexistas invisibles que se en-cuentran en espacios públicos coexisten con la violencia a lasmujeres. A mayores indicadores de conquistas de las mujeres,como mayor acceso en educación, derecho al voto, mayor pre-sencia en el mercado de trabajo, mayor violencia se ejerce contraellas. “Lo verdaderamente inquietante es cómo la bandera de laequidad de género, habiéndose transformado en casi un sentidocomún ampliamente aceptado y en políticas públicas de los másdiversos ámbitos, aún persista en tan alto nivel de discriminacióny violencia contra las mujeres. ¿Por qué los mandatos patriarcalespersisten –aunque bajo nuevos ropajes– construyendo la jerar-quía de los géneros?” (D’ATRI, 2014: 26).

    Existe la necesidad de construir y reconstruir conceptos quepermitan entender la violencia hacia las mujeres, así como el

    neopatriarcado. La deniciónque permite un mayor avanceen la construcción del concep-to de neopatriarcado es la quela dene como el Patriarcadode Estado que se basa en la in-ferioridad de la mujer, por tan-to el hombre debe protegerlay la mujer debe obedecerle. Elneopatriarcado se basa en la

    mujer como el sector más débil de la sociedad por lo que el Es-tado debe protegerla y, en compensación, ésta tiene la obligaciónde servir incondicionalmente al Estado (cf. MORA, 2012: 1).

    Una de las mayores amenazas para la salud pública es la violen-cia. El costo social de los diferentes tipos de violencia ejercidos

    especícamente contra las mujeres, ya sea en el ámbito privadoo público, es de gran relevancia ya que las acciones de acoso, laviolencia que sufren, es una muestra de la falta de derechos, justi-cia y equidad en el tratamiento de los miembros de una sociedad.

    La denición de violencia hacia las mujeres tiene diferentesmatices. En todos los casos denota desigualdad, injusticia e in-equidad, con el objeto de reproducir y perpetuar la situaciónde subordinación de las mujeres. Para el caso de las mujeres,

    Una de las mayores amenazas para la salud pública es la violencia.

    El costo social de los diferentes tipos de la violencia ejercidos especí-

    camente contra las mujeres , ya sea en el ámbito pr ivado o público,

    es de gran relevancia ya que las acciones de acoso, la violencia que

    sufren, es una muestra de la falta de derechos, justicia y equidad en

    el tratamiento de los miembros de una sociedad.

    Es necesario puntualizar que la relación de poder y género impli

    tener presente que en las relaciones de mujeres y hombres no se

     juegan sólo diferencias sino desigualdades, es decir, situaciones d

    poder y estrategias de su ejercicio. El principio de lo que llamamo

    violencia de género es la necesidad de los hombres de controlar a l

    mujeres en el sistema patriarcal.

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    velará la cara oculta de la familia y lasrelaciones personales”. Y, nalmente, en

    tercer lugar están las investigaciones de losestudios feministas y de género basados en la

    consolidación de un nuevo marco interpretativode “la violencia de género”, que parte de las nue-

    vas teorías sobre los movimientos sociales, quedan-do demostrado que la violencia contra las mujeres

    es un elemento estructural del poder patriarcal y seconstituye en un grave problema social y político.

    Sin duda, el análisis desde la violencia de género tiene unaentrada desde el “poder”. Es necesario puntualizar que la rela-ción de poder y género implica tener presente que en las rela-ciones de mujeres y hombres no se juegan sólo diferencias sino

    desigualdades, es decir, situaciones de poder y estrategias de suejercicio. El principio de lo que llamamos violencia de géneroes la necesidad de los hombres de controlar a las mujeres en elsistema patriarcal.

    Luis Bonico (2014:2) arma que la palabra “poder” tiene dosalcances popularmente utilizados: la primera es la capacidad dehacer, el poder personal de existir, decidir y autoarmarse. Estepoder autoarmativo necesita para su ejercicio una legitimidadsocial que lo faculte, legitimidad a la cual sólo han accedido loshombres. La segunda facultad es la capacidad y la posibilidad decontrol y dominio sobre la vida o los hechos de los otros, básica-mente para lograr obediencia y todo lo que de ella procede. Éstees el poder de dominio, que es de quien ejerce la autoridad, esen este tipo de poder que se usa la tenencia de los recursos paraobligar a interacciones no recíprocas y, de esta manera, ejercercontrol sobre cualquier aspecto de la autonomía de la persona ala que se busca subordinar.

    De este modo, es la posición de género (hombre, mujer) unode los ejes cruciales por donde discurren las desigualdades depoder y los ámbitos en que se maniesta la familia, pareja y, aho-ra, en la acción de los espacios políticos donde los hombres ha-cen uso del poder de macrodenición de la realidad.

    La preocupación de la violencia se desarrolla, por un lado, a par-tir de las normas de género (binario) mediante el cual so-mos subjetivadas y, por otro, desde la posibilidad

    de una ética–política que le da sustentoa la crítica de la violencia de Estado Nación.Esta reexión parte de la preocupación por las in-certidumbres del cuerpo como una centralidad de unapregunta política a partir de las nociones de sedimentación,materialización y corporeización, transformadas por las dimen-siones corporales del mundo psíquico hasta “el giro en direccióna la cuestión ética-política apuntando a la precariedad, a la vio-lencia y a la vulnerabilidad del sujeto en tanto sujeto corporal”(BUTLER en SABSAY, 2009:316). En síntesis, Butler nos planteainterrogantes que parten del cuestionamiento de operacionesde poder que visibilizan o reconocen algunos cuerpos y otros no.La necesidad de que el género sea performativo se expresa en lalibertad, noción central e ineludible para el logro de una sociedadfundamentalmente no violenta y ética.

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    Violencia y Neopatriarcado

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    Violencia y Extractivismo20 - 21

    Licenciado en Sociología por la Universidad Mayor de San Simón. Investigaespecializado en hidrocarburos, minería, economía y medio ambiente. Actmente es Director Ejecutivo del Centro de Documentación e InformacBolivia- CEDIB.

    Marco Antonio Gandarillas Gonzáles

    La BONANZA extractivistay la depresión de los DERECHOde las MUJERES

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     A costa de la integridad de sus cuerpos

    protegen el mineral. No encuentro una

    mejor metáfora para el grado de someti-

    miento de las mujeres en el extractivismo

    minero en pleno siglo XXI.

    Violencia y Extractivismo

    Hace un par de años el documental  Minerita ganó el renom-brado premio Goya del cine español por exponer las terriblescondiciones laborales y de inseguridad de las mujeres en el em-blemático Cerro Rico de Potosí. La presencia de las mujeres enla minería se remonta a la etapa colonial y, a pesar del tiem-po transcurrido, su situación, como la de la mayor parte de loshombres dedicados a esta actividad, no parece haber mejoradomucho(1). En pleno auge extractivista, el mérito que encuentro enel mencionado documental es el de relatar en primera persona(encarado por sus tres protagonistas: Lucia, Ivone y Abigail) lachocante realidad de las jóvenes mujeres que exponen su segu-ridad para proteger el mineral extraído del lugar que sostuvo,con sus recursos, la dominación colonial por más de tres siglos.A costa de la integridad de sus cuerpos protegen el mineral. Noencuentro una mejor metáfora para el grado de sometimiento

    de las mujeres en el extractivismo minero en pleno siglo XXI.

    El relato no es particular a ese yacimiento minero. De formageneralizada es posible advertir una sistemáticadepresión de los derechos de las mujeres en unmomento en que, paradójicamente, este sectoreconómico atravesó por una etapa de auge, conprecios altos y grandes utilidades. El propósitode este artículo es aproximarse a la especi-cidad de la explotación y subordinación de lasmujeres en el extractivismo boliviano.

    La feminización extractivista

    Abundan los relatos sobre las condiciones laborales de las mu- jeres mineras. Las más conocidas entre ellas, sin duda, son laspalliris. Es menos conocido que a lo largo de las últimas décadassu presencia es notable en diversas actividades de los sectoresextractivistas. Algunos estudios establecieron que cada vez más

    mujeres participan en distintos subsectores mineros. En la deno-minada minería mediana participan en: a) tareas de cuidados: lim-pieza de ocinas, enfermerías, cocina; b) administrativas: secreta-ría, almacén y administración; y c) extractivas: en ingenio, colas,relaves, machacado y separado de mineral (cf. GARCÍA, 2001:155-158). En las cooperativas mineras las mujeres desempeñanactividades: a) de apoyo: contaduría, secretarías y personal de se-guridad, entre éstas la principal es la de ser las serenas y contro-(1) Un ejemplo es la esperanza de vida que, en Huanuni, ronda los 40 años de edad.

    lar la entrada de la mina, cuidar el equipamiento, las herramientasde los mineros y el mineral extraído (cf. MICHARD, 2008: 56-57);b) en la extracción: las palliris son las que escogen manualmenteel mineral de los desmontes o residuos preconcentrados de mi-nerales; y relaveras, que rescatan el estaño echado a los ríos porlos ingenios mineros (CEPROMIN, 1998: 4).

    La terciarización precariza, externaliza e invisibi-liza el trabajo de las mujeres

    La terciarización es el tipo de relación laboral y forma predomi-nante de organización del trabajo en los sectores extractivistasde Bolivia (cf. GANDARILLAS 2013: 219-226). Este fenómeno secaracteriza por una reducción drástica del número de trabajado-ras/es directos; el desconocimiento de derechos laborales de las/

    os trabajadoras/es subcontratados; su externalización en unida-des o sectores formalmente desvinculados de la empresa matriz

    sobre los que la misma no contrae obligacionespatronales; la precarización y la elevada inseguri-dad ocupacional en las actividades terciarizadas;y el impedimento a la formación de sindicatosu otro tipo de organizaciones de defensa de losderechos laborales. El propósito principal es lareducción de los costos y la eliminación de losderechos de las/os trabajadoras/es.

    La externalización(2), que es inherente a la terciarización, tieneefectos directos sobre el trabajo femenino. En el sector petrole-ro las tareas de cuidados, denominados eufemísticamente comoservicios de alimentación y limpieza de los campamentos recaensobre mujeres que formalmente no son consideradas parte de laempresa petrolera o de la subcontratista. De este modo, tareasvitales, sin las que sería imposible el trabajo petrolero en alejadosy/o aislados campamentos, se suministra como un servicio exter-

    no (nótese que con ello se remarca la idea de ajena/o) provistopor subcontratistas usualmente subcontratadas por las primeras(cf. GANDARILLAS 2013: 223).

    (2) “La subcontratación multiplica las asimetrías dentro del sector petrolero debido aque externaliza áreas completas de l a industria, reduciendo al mínimo indispensable alpersonal de planta de la empresa, el que está generalmente concentrado en las tareasadministrativas y directivas, con mínimo personal de control y a veces inexistente per-sonal operativo o de campo. Reduce totalmente el personal además de las actividadesde apoyo (mantenimiento, apertura de sendas, construcción de infraestructura, alimen-

     tación, seguridad, etc.)” (GANDARILLAS, 2013: 224).

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    Violencia y Extractivismo

    En el caso minero, la externalización del trabajo femenino decuidados es todavía más extremo ya que gran parte del trabajominero (a 2013, 92% de la fuerza laboral del sector pertenecía alas denominadas cooperativas mineras) está ya terciarizado y es-tas tareas son provistas a las pequeñas unidades cooperativizadaspor mujeres ajenas a las cooperativas.

    Externalizar estas labores tan fundamentales para el trabajo enlas actividades extractivistas permite a las empresas, cooperativasy a los mismos trabajadores hombres, reducir los costos labora-les y productivos a costa de la depresión de los derechos labo-rales de las mujeres, acentuando todo tipo de discriminacionessexistas como, por ejemplo, la discriminación salarial en funciónde sexo, lo que signica que con un similar tipo de calicación ypor jornadas con igual número de horas de trabajo, las mujeres

    reciben menos salario que los hombres. En las petroleras unamujer cocinera percibe un salario entre 7 a 13 veces más bajoque un obrero no calicado (cf. GANDARILLAS 2013: 224)(3).

    El fenómeno de la terciarización consiguió una radical disminu-ción de los costos laborales, añadiendo mayores cargas sobre lasmujeres. Algunas feministas sostienen que se logró imponer unatriple carga:

    …Las mujeres fueron encargadas de la generación de auto-empleo, y de ingresar en condiciones de desigualdad al mer-cado laboral, donde sufrían discriminación salarial. Al mismotiempo, con la orientación de las economías hacia la expor-tación, la alimentación familiar –tradicionalmente a cargo delas mujeres- se convirtió en una tarea cada vez más compleja.De esta manera las mujeres asumieron una triple carga. Apesar del supuesto que las mujeres ahora eran “incluidas enel desarrollo”, la modicación patriarcal dentro de la familia yen el espacio público adoptó otra forma, iniciando un nuevo

    ciclo de empobrecimiento femenino y feminización de la po-breza, anclado en las economías de subsistencia (AGUINA-GA et al., 2011: 63).

    Debido a que el sometimiento de las mujeres resultó conve-niente a las empresas y a las unidades familiares dominadas por

    (3) En la minería, de forma un tanto distinta, se produce también una discriminaciónsexual de ingresos. De este modo, una palliri que trabaja a cielo abierto gana entre seisa diez veces menos que un minero de interior mina (ABSI, 2009: 298).

    los hombres, la situación ha sido, de cierta forma, naturalizada(4).

    Por ello, este fenómeno conlleva además a la invisibilizacióny desvalorización del trabajo femenino. No tomar en cuenta elaporte de las mujeres en las variadas actividades extractivas y decuidados en estos sectores, tiende a reforzar una imagen este-reotipadamente masculina, en la que predomina o sólo cuentanlas tareas realizadas por hombres.

    Este imaginario pretendidamente masculino de los sectores ex-tractivistas se expresa en las estructuras de representación queabiertamente marginan a las mujeres. De acuerdo con Michard,a pesar de representar al menos a 10% de la fuerza laboral enlas cooperativas mineras, muy pocas mujeres acceden a cargosdirectivos en éstas (cf. 2008: 57). En el sector petrolero, la invi-

    sibilización de las actividades de cuidados tolera que la CámaraBoliviana de Hidrocarburos, entidad que agrupa tanto a las trans-nacionales petroleras como a las empresas de servicios petro-leros o contratistas y subcontratistas, sólo tenga aliada a unaempresa de servicios de limpieza o alimentación como parte delsector (GANDARILLAS, 2013: 223).

    En pleno auge extractivista, con precios y utilidades en alza, lasituación de las mujeres trabajadoras en estos sectores se depri-mió más todavía. A la discriminación laboral, expresada en la yacomentada inequidad salarial, se debe añadir el que las mujeresson objeto de la violencia patriarcal de sus compañeros de traba-

     jo: de agresiones físicas, psicológicas y sexuales. En el Cerro Rico,de acuerdo con un informe del Defensoría del Pueblo, 60% de lastrabajadoras mineras sufre violencia laboral y psicológica(5). Másde un centenar de mujeres que trabajan de guardas o serenasprotegen el mineral a riesgo de su propia integridad y seguridadpersonal.

    El rentismo extractivista y las mujeres

    Si los derechos laborales de las mujeres trabajadoras en estossectores se han visto deprimidos, se podría argumentar que, sinembargo, el benecio que se genera con los ingresos o las rentasprovenientes del extractivismo tiene efectos positivos sobre las

    (4) Desde esta visión machista, se trataría de mujeres “sacricadas-abnegadas” y noexplotadas por o en benecio de una empresa, sector o cooperativa.(5) Tomado de La Prensa 15/12/2014. En el Cerro Rico se explota a 122 mujeres.

    Externalizar estas labores ta

    fundamentales para el trabaj

    en las actividades extractivista

    permite a las empresas, coop

    rativas y a los mismos trabajad

    res hombres, reducir los costo

    laborales y productivos a cost

    de la depresión de los derech

    laborales de las mujeres, acen

    tuando todo tipo de discrimin

    ciones sexistas, como por ejem

    plo la discriminación salarial e

    función de sexo.

    No tomar en cuenta el aporte

    de las mujeres en las variadas

    actividades extractivas y de cui-

    dados en estos sectores, tiende

    a reforzar una imagen estereoti-

    padamente masculina, en la que

    predomina o sólo cuentan las

    tareas realizadas por hombres.

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    condiciones de vida de las mujeres, en general, y las pobres, enparticular. En efecto, las Transferencias Monetarias Condiciona-das - TMC son, a pesar de su origen neoliberal(6), promocionadaspor el régimen de Morales como políticas sociales redistributi-vas(7) con amplios efectos positivos sobre la erradicación de lapobreza y la exclusión social(8). Ateniéndonos a los resultados,sobre los que existe poca información detallada(9), éstos son másbien modestos e insostenibles como veremos a continuación.

    El Bono Juana Azurduy está dirigido a mujeres gestantes y aniñas/os hasta los dos años de edad. En total, se establece latransferencia de Bs. 1820.- a lo largo de 33 meses(10). De acuerdocon la información ocial, el número de beneciarias/os, en los6 años de implementación del Bono, han sido de 1,2 millones depersonas (505.354 mujeres y 741.502 niñas/os).

    Debido a que se desconocen las cifras desagregadas, y tan sólose han difundido datos generales de las/os bene-ciarias/os, sólo se pueden hacer estimacionessobre el volumen de recursos transferidos porpersona, que da como resultado Bs. 505,6.- porpersona promedio en los 6 años. No parece serque dicha suma saque a nadie de la extrema po-breza o que resuelva problemas estructuralesde marginación socioeconómica. De hecho, elmonto destinado a nanciar este bono es ape -

    (6) En tanto doctrina de la mercantilización, el neoliberalismo reemplazó el enfoqueuniversalista (en el sentido de derechos de todas/os cuyo acceso es una obligación delEstado) al que estuvieron asociadas las políticas sociales del llamado Estado de Bien-estar. En este nuevo modelo, bajo el justicativo de reducir el gasto público, se privati-zaron las responsabilidades estatales en las materias sociales. La nueva doctrina socialimplica “…la focalización de los subsidios del Estado hacia los sectores más pobres y eldiseño de esquemas público-privados…” (OCAMPO, 2008).(7) En el DS. 0066 de 03/04/2009 que instituye el Bono Juana Azurduy de Padilla sepresenta al mismo como parte d e una política de desarrollo de la “redistribución equi-

     tativa de los excedentes económicos en políticas sociales, de salud, educación, culturay la reinversión de en desarrollo económico productivo”.(8) En la rendición de cuentas públicas del ministerio de Salud, entidad responsabledel Bono Juana Azurduy, se calica a ésta como un logro en la reducción de “…lamortalidad materna e infantil, la desnutrición y la pobreza extrema de las bolivianas…”(2015: 5).(9) En el Decreto Supremo de creación se determina que al quinto año de implemen-

     tación (teóricamente el 2014) se evaluarán los resultados alcanzados a nivel municipal(Art. 3.V) y que, anualmente, el Ministerio de Planicación del Desarrollo evaluará laaplicación y el impacto de dicho Bono en la erradicación de la pobreza extrema (Art.6.g).(10) De los cuales 320 se abonarán a la mujer gestante durante su embarazo hasta elparto institucional y el resto en doce cuotas bimestrales.

    nas el 11,62% del presupuesto del ministerio de Salud en el año2015, lo que signica que ni siquiera dentro de este ministerio esel principal rubro presupuestario. En ese mismo año, le aventajala construcción de infraestructura hospitalaria(11).

    Un tema que resulta especialmente provocador es la crecientesimpatía del gobierno de Bolivia hacia este tipo de políticas fo-calizadas en el combate a la pobreza y su alejamiento de las po-líticas que podrían restablecer los derechos, como los laboralesde las/os trabajadoras/es, en especial de aquellas/os terciarizadas/os en los sectores más boyantes de la economía, como son losde índole extractivista. La preferencia por los bonos revela unaorientación clientelista y paternalista en los políticos del MASque se suponía tienen un arraigo en la izquierda y, por tanto, unatradición vinculada con la defensa de los derechos laborales y

    sindicales de las/os trabajadoras/es. El rentismo es frontalmente opuesto a aque-

    llo. Dichas medidas tienen efectos cortoplacis-tas y son insostenibles debido a que la fuentede nanciamiento es el propio extractivismo,que atraviesa por ciclos de auge y depresión enfunción de factores externos como los preciosinternacionales de las materias primas. Los bo-nos no generan universalidad y progresividad enderechos sociales, por el contrario, son entendi-dos como dádivas de las autoridades que usual-mente los otorgan con afanes proselitistas. Por tanto, nuevamen-te su generalización como políticas sociales focalizadas recortanderechos, en este caso, de las mujeres embarazadas a las quepretendidamente les mejora sus condiciones de vida.

    Opresiones: patriarcado y extractivismo

    Los derechos de las mujeres, objetivamente deprimidos con elextractivismo, se sostienen y enraízan en una espiral de violenciamucho más profunda, de carácter cultural e ideológico. Si nos re-mitimos nuevamente a la cuestión del trabajo femenino minero,como bien hace notar Absi (2009: 293-294), a lo largo de la his-toria hubieron momentos con una alta presencia femenina en laminería, y ésta bordeó normalmente el 10% de la fuerza laboral.

    (11) El Bono Juana Azurduy en esta gestión requerirá de 202 millones de bolivianos, laconstrucción de 9 hospitales de 3er y 4to nivel de 240 millones.

    La preferencia por los bonos revela una orien-

    tación clientelista y paternalista en los políticos

    del MAS que se suponía tienen un arraigo en la

    izquierda y, por tanto, una tradición vinculada con

    la defensa de los derechos laborales y sindicales de

    las/os trabajadoras/es.

     A la discriminación laboral, expresada en la y

    comentada inequidad salarial, se debe añadir e

    que las mujeres son objeto de la violencia patria

    cal de sus compañeros de trabajo: de agresione

    físicas, psicológicas y sexuales.

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    A pesar de esto se enraizó la creencia que estetrabajo es únicamente masculino.

    A través del tiempo, los mitos machistas hanenraizado complejos mecanismos de exclusióny discriminación de género. Un ejemplo muyilustrativo es la arraigada creencia que el traba-

     jo femenino en interior mina trae “mala suerte”a los mineros. Dicha creencia se sostiene en unapretendida rivalidad entre mujeres y Pachama-ma, a esta última le molestaría la presencia demujeres en los socavones debido a que es una

    especie de amante de los hombres mineros a los que por ce-los les negaría disfrutar de sus riquezas(12). La autora rebate estacreencia:

    …es en función de las contingencias de la historia producti-va y de los requerimientos de mano de obra que la creenciacampesina de una rivalidad entre la fertilidad de las mujeresy la de la tierra puede surgir, o desaparecer, en el contextominero.

    En la actualidad, el alejamiento de las mujeres del interior minapermite a los trabajadores masculinos consolidar su dominacióny resguardarse de la competencia femenina en un contexto deagotamiento de los yacimientos subterráneos. Desde un puntode vista legal, nada impide a una viuda heredar el paraje subterrá-neo de su marido difunto y de explotarlo. Ante las presiones delos hombres, las palliris preeren, sin embargo, solicitar un lugarde trabajo a cielo abierto. De esta manera, lo simbólico legitimala dominación económica de los hombres, que se reservan laexplotación subterránea, ciertamente mucho más rentable: unapalliri gana entre seis y diez veces menos que un minero de inte-rior mina (ABSI, 2009).

    La rivalidad entre hombres y mujeres por la explotación de so-cavones casi agotados se trastoca en una disputa entre mujeres yla deidad femenina, asunto en el que las mortales difícilmente ga-narán. En el fondo, se trataría de la combinación y estructuraciónde una cultura, a la vez extractivista y machista, que subordina

    (12) Una descripción muy completa de los mitos mineros es realizada por Absi (2009).Ella profundiza la relación entre la producción minera en el Cerro Rico de Potosí y larelación sexual fértil de la Pachamama: el mito de la seducción a la montaña para po-seerla y las creencias de por qué las mujeres no deben entrar a la mina.

    y justica la depresión de los derechos de lasmujeres hasta en el campo cultural.

    Otras mujeres son también afectadas por elextractivismo en Bolivia. Debido a la diversidadde regiones y territorios en los que se desa-rrolla la extracción de materias primas para laexportación y a la amplitud de los impactos, setrata de grupos humanos muy diversos, social, económica y cul-turalmente. De modo general, es posible advertir una depresióngeneralizada de los derechos de las mujeres y sus comunidades-sociedades sometidas al extractivismo.

    En el caso minero, se han logrado identicar impactos diferen-ciados a nivel de salud (mujeres gestantes con niveles elevadosde metales pesados en sangre), violencia sexual (trata y tráco),sobre el rol productivo (afectaciones sobre actividades comu-nitarias sostenidas por mujeres como la ganadería) y, de formapredominante, sobre medios/modos de vida tradicionales, espe-cialmente de agricultura, aunque también se podría incluir lassilvopastoriles (cf. RODRIGUES et al., 2013: 57-58).

    Los movimientos socioambientales han cobrado mayor prota-gonismo y, debido a ello, también sus agendas son las más visiblesen la actualidad(13). En sus reexiones se apela con frecuencia ala necesidad de vincular la crítica al extractivismo con el patriar-cado y en sus reivindicaciones se apela a la defensa del cuerpode las mujeres, los territorios de sus comunidades y la Pachama-ma(14).

    (13) En Bolivia, y en varios países, se han constituido grupos y colectivos de mujeresfeministas que luchan contra el extractivismo. El más notorio en el país es la alianza demujeres indígenas de tierras bajas y altas. En otros movimientos socioambientales elliderazgo de las mujeres es evidente.(14) Un ejemplo de esta perspectiva nos ofrece Aguinaga: “De igual manera invisibilizaa la naturaleza misma como abastecedora de recursos naturales. A pesar de que estosámbitos constituyen el sustento sin el cual la acumulación capitalista no podría existir,son invisibilizados en el discurso y las políticas económicas hegemónicas, y considera-das “gratuitos”. Esta invisibilización, según Mies, lleva a ignorar los costos ambientales ysociales del desarrollo” (AGUINAGA et al., 2011: 69)”.

     A través del tiempo, los mitos machistas han

    enraizado complejos mecanismos de exclusión

    discriminación de género. Un ejemplo muy ilustra

    vo es la arraigada creencia que el trabajo femeni

    en interior mina trae “mala suerte” a los minero

    La rivalidad entre hombres y mujeres por la

    explotación de socavones casi agotados se trastoca

    en una disputa entre mujeres y la deidad femenina,

    asunto en el que las mortales difícilmente gana-

    rán. En el fondo, se trataría de la combinación y

    estructuración de una cultura, a la vez extractivista

     y machista, que subordina y justica la depresión

    de los derechos de las mujeres hasta en el campo

    cultural.

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    01- 02 Violencia y Urbe32 - 33

    Licenciada en Sociología. Doctora en Desarrollo HumSustentable por la Universidad Bolivariana de SantiagChile, 2012. Es responsable del Área de Estudios del sarrollo del Centro de Estudios Superiores Universita

    de la Universidad Mayor de San Simón (CESU-UMDocente a nivel de grado y posgrado en diferentes dades de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS)investigado sobre temas de “Desarrollo Humano”, “

     tura, interculturalidad y políticas culturales”, “Identiday políticas de identidad en Bolivia”, ‘Descentralizacióciudadanía”, y “Agencia ciudadana”.

    Alejandra Ramírez Soruco

          R      e

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    Violencia y Urbe34 - 35

    Esta dinámica de crecimiento de una

    región, caótica en todas las dimensiones,

    tiene sus consecuencias en las interre-

    laciones de las personas que co-habitan

    en ese espacio y que van desplegando lo

    que aquí vamos a denominar sus agen-

    cias ciudadanas.

    Es indudable que el incremento de hechos de violencia sociale inseguridad en una sociedad van cambiando las interrelacionesque se dan entre los distintos individuos que habitan en ella –in-dependientemente de su sexo o su pertenencia generacional-,teniendo sus propias consecuencias en las forma de ejercer ciu-dadanías, consolidar regiones y construir escenarios con mejo-res o peores niveles de calidad de vida.

    Según los diferentes estudios realizados, sobre todo en Amé-rica Latina(1), a mayor sentimiento de inseguridad frente a laproblemática, menor percepción de calidad de vida y más altadesconanza y recelo frente a los “otros” (co-ciudadanos). Ello,conlleva a un constante deterioro en el ejercicio de derechosciudadanos básicos, lo que se t raduce en la propia conguracióndel territorio en el que se asienta una sociedad: se cierran ba-

    rrios, se privatiza el espacio público, se fragmentan los espaciosde convivencia colectiva, por dar algunos ejemplos.

    Tomando en cuentas estas ideas generales departida, en este artículo, quiero reexionar so-bre la relación que existe entre la violencia so-cial y el ejercicio de ciudadanía dentro del mar-co de una sociedad urbana que actualmente estáen pleno proceso de consolidación. La preguntaa la que quiero responder es: ¿Cómo la violen-cia social está afectando las formas de ejercerciudadanía en la región urbana metropolitana deCochabamba, repercutiendo en la conguración que ésta estáadquiriendo? Creo que, respondiendo esta pregunta, podemostener un marco de análisis general para abordar hacia el futuro larelación especíca que puede interesar en esta revista dedicadaa las relaciones de género, a saber: la situación de la mujer frentea este panorama de violencia social.

    Para responder a la pregunta, dividiré el artículo en tres partes:en una primera, a manera de aclarar la pregunta planteada y guiarel artículo, explicaré las formas en que estoy trabajando los tresconceptos básicos que sirven de eje para las reexiones pos -teriores: ‘región urbana metropolitana’, ‘ciudadanía’ y ‘violenciasocial’. En una segunda parte, presentaré algunas herramientas

    (1) Según algunos autores, se trata de una de las regiones más violentas del mundo:“ninguna otra región muestra tal variedad de diferentes tipos y formas de violencia” (cf.IMBUSCH, MISSE Y CARRION, 2011: 88).

    teóricas, conceptuales y metodológicas en base a las cuales, en latercera parte, lanzaré algunas hipótesis sobre la violencia socialactual que predomina en la región metropolitana de Cochabam-ba.

    1. Aclarando conceptos 

    La problemática de inicio planteada en este artículo busca re-lacionar tres conceptos básicos: la cuestión espacial, el tema delejercicio ciudadano y la violencia social. A continuación, paso adetallar las formas en que estoy abordando los tres conceptos.

    Debo partir diciendo que la consolidación de una región urbanametropolitana (proceso que hoy estamos viviendo en Cochabam-ba) conlleva varios desafíos socio-económicos, políticos, cultura-

    les y ambientales, que van desde la construcción de una infraes-tructura básica(2), el (re)establecimiento de las relaciones sociales

    entre los habitantes, la readecuación económicay emocional de contingentes migrantes dentrodel marco de un nuevo entorno, el manejo deun medio ambiente que se está recongurando

     –cambio de paisajes rurales a unos, más o me-nos, urbanos- hasta, otros múltiples problemasque, a grandes rasgos, tienden hacia la re-estruc-turación de las relaciones sociales, culturales,económicas en un territorio determinado quetambién va transformándose –en algunos casos

    destruyéndose.

    Esta dinámica de crecimiento de una región, caótica en todaslas dimensiones, tiene sus consecuencias en las interrelacionesde las personas que co-habitan en ese espacio y que van desple-gando lo que aquí vamos a denominar sus agencias ciudadanas.Entendemos a éstas como las diversas estrategias que las perso-

    nas utilizan para ejercer sus derechos y obligaciones ciudadanas,mediante las cuales intervienen directa o indirectamente en ladenición de medidas públicas que hacen a la construcción desu calidad de vida (cf. RAMIREZ, 2012). Estas estrategias puedensustentarse en entramados armónicos inter-ciudadanos y/o en-tre ciudadanos y gestores públicos, o, al contrario, sobre relacio-nes conictivas. En ambos casos, de lo que se trata es de actuar

    (2) No sólo de caminos, viviendas, alcantarillas, electricidad; sino también de unidadeseducativas, de salud -con sus propios ítems-, espacios de recreación, etc.

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    Violencia y Urbe36 - 37

    para inuir en los tomadores de decisiones públicas encargadosde la construcción de lo que una/o percibe como su bienestar.

    De ahí que estas estrategias pueden ser tanto destructivas –entérminos de las interrelaciones ciudadanas, sociales y territoria-les en general(3) - como constructivas. Y son sobre estas agencias,sobre las que se están construyendo las dinámicas de las violen-cias sociales que se dan en una sociedad. Aquí, siguiendo una líneade análisis emprendida en un anterior documento (cf. RAMÍREZ,2015), entiendo que el concepto de violencia social incluye a lasinteracciones inter-ciudadanas violentas que van desde las accio-nes consideradas criminales, según criterios vertidos por reglasy leyes en una sociedad -robos, asesinatos, ataques, raptos, viola-ciones, etc.(4)-, hasta las diversas formas de rupturas de contratosde convivencia social armónica, no necesariamente sancionadas

     jurídicamente(5)

    . También forma parte de esta denición el ejerci-cio abusivo de los gobiernos hacia los ciudadanos sobre la basedel monopolio de la violencia física (coerciones, violaciones dederechos ciudadanos –físicas o simbólicas- violaciones, robos,asesinatos, etc.). La violencia social, en general, en sus múltiplesmanifestaciones, se caracteriza por conllevar rupturas en las in-terrelaciones sociales ciudadanas en un territorio determinado.

    Estas tres deniciones me llevan a preguntarme: ¿Cómo se es-tán dando las interacciones entre las tres variables? Concreta-mente ¿Cómo la violencia social está afectando al ejercicio ciuda-dano? ¿Cómo éste –en las múltiples dimensiones que asume entanto agencia- va profundizando los mismos procesos violentos?Y ¿Cómo todo ello repercute en la sonomía que está adquirien-do la región urbana que se analiza?

    Para responder a estas preguntas, después de recuperar ciertasherramientas teóricas y conceptuales que han sido desarrolladas

    (3) Pienso, por ejemplo, en el manejo muchas veces irresponsable y poco sustenta-

    ble de basura (botarla al río o a los lotes baldíos), la toma de tierras anteriormentecomunitarias, el manejo displicente de agua, es decir, todas aquellas situaciones en lasque las personas despliegan agencias que buscando mejorar su calidad de vida van endetrimento de la de los otros ciudadanos. En el caso de las reacciones ciudadanas haciala violencia social y/o inseguridad, ello es más visible, como se verá posteriormente.(4) Es decir, todas aquellas acciones que conforman la inseguridad ciudadana entendidacomo los “fenómenos delictivos y de violencia [que redundan en] la fractura de lassociedades y el deterioro del tejido social” (PALACIOS y SIERRA, 2014: 60). En estesentido, la inseguridad ciudadana es una de las dimensiones de la violencia social.(5) Por ejemplo, la violencia de ciudadanos de un barrio que mediante contratacionesde guardias impiden la circulación de otros “extraños”, a través de sus fronteras.

    para comprender el tema de la violencia, principalmente des-de la sociología, voy a terminar planteando, desde los enfoquespriorizados, ciertas hipótesis sobre cómo se da la relación entreconguración de la región, ejercicios ciudadanos y violencia.

    2. Recuperando algunas herramientas teóricas y con-ceptuales 

    ¿Cómo comprender la violencia? ¿Desde qué unidades de aná-lisis y niveles? Durante mucho tiempo (cf. RAMIREZ, 2015) se haido priorizando, ya sea el análisis de lo macro (las estructuras, lasdesigualdades sociales, la pobreza, etc.) como el principal factorque explica el fenómeno, o de lo micro (características individua-les, ruptura de tejidos sociales, insucientes procesos de sociali -zación y cánones de relacionamiento dentro y fuera de la familia,

    frustración de expectativas, etc.). Es recién a partir de la segundamitad del siglo XX que empiezan a aparecer explicaciones máscomplejas, integrando niveles micro-macro/acción-estructura.Una de las primeras propuestas innovadoras al respecto es la deNorbert Elías (1994), quien argumenta que la violencia es frutode la ausencia de cánones civilizatorios de convivencia los cua-les están determinado por el establecimiento y cumplimiento deciertos contratos sociales de respeto mutuo y manejo racionalde la violencia por parte del Estado(6).

    En los últimos años, la mirada se ha ido dirigiendo hacia la agen-cia violenta de las personas, explicándolas ya sea como productode las instituciones (y, por lo tanto, regida de acuerdo a ciertoscódigo morales de una población(7)), o como reacciones, en mu-cho casos subjetivas (vinculadas a los imaginarios), frente a laagencia de otros (cf. Wievorka, Tilly y Joas en ARTEAGA, LARAy NIÑO, 2014).

    Complementando este proceso de debate teórico-conceptual

    sobre el tema, también se han ido desarrollando algunas pro-puestas metodológicas concretas. Entre ellas, recupero cuatromiradas. Por un lado, el “Modelo Sociológico Multifactorial” de-

    (6) Sobre los aportes de Elías al análisis de la violencia cf. Pamplona (2013).(7) Desde esta perspectiva, Wilkstrom (2009), Felson (2009), entre otros, van a plan-

     tear que la acción violenta es un acto racional tipicado como tal según códigos de lasociedad en la q ue se dan. Así algunos actores puedes ser considerados violentos enun determinado contexto y no en otros. Un ejemplo es el castigo físico a un niño, queen algún período histórico ha sido visto como parte de un proceso educativo mientrasque en otros si es caracterizado como violencia.

    ... la violencia es fruto de la au-

    sencia de cánones civilizatorios

    de convivencia los cuales están

    determinado por el estableci-

    miento y cumplimiento de cier-

    tos contratos sociales de respeto

    mutuo y manejo racional de la

    violencia por parte del Estado .

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    contextualización de los sentidos profundos que para ellos tienela acción violenta y, en este sentido, “dibujar los paisa jes de sen-tido” que los sujetos, según los contextos en los que se mueven,dan a la acción y situación concreta.

    En resumen, las nuevas propuestas metodológicas para com-prender la violencia, ponen el énfasis en su característica multi-facética, su funcionamiento en términos de mosaico, la dinámicatriangular que incluye y los paisajes de sentido que se generan.La pregunta que sigue es ¿Cómo comprender, recuperando estaslecturas y metodologías más complejas que integran diversos ni-veles, las dinámicas de violencia social que se están dando y for-man parte de la construcción de la región urbana metropolitanade Cochabamba?

    3. Hipótesis sobre la violencia social urbana en la re- gión

    El constante bombardeo de los medios de comunicación res-pecto a los hechos de criminalidad en la región nos llevan a plan-tearnos como sociedad una serie de preguntas tales como: ¿So-mos verdaderamente una sociedad tan violenta? ¿O se trata másbien de una etapa histórica de máxima violencia social? Lo que,a su vez, nos obliga a pensar ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué tipo desociedad nuestros hijos tendrán? Cómo reexionábamos en unanterior artículo (cf. RAMÍREZ y CAMACHO, 2015), aunque nospudiéramos consolar retomando el argumento de algunos auto-res según los cuales la violencia es más un mito que una realidadempírica (cf. VÉLEZ, 2000).

    Lo cierto es que, por un lado, la percepción que la gente tengafrente al tema(11) es la que, a la larga, marca sus agencias frente alos otros y a la sociedad, deniendo las estrategias de acción (de-fensivas, agresivas, conictivas u armónicas) que van a elegir. Ello

    está directamente relacionado con el tema de ciudadanía, ya queacceder a una seguridad ciudadana (estar libre de violencia in-terpersonal en nuestras vidas cotidianas) forma parte de uno delos derechos básicos del ejercicio ciudadano. Así, si uno se sienteinseguro, sus derechos ciudadanos se ven vulnerados y, por lotanto, se tiende hacia el desarrollo de estrategias individuales quepermitan alcanzarlos, lo que muchas veces pasa por vías pocodemocráticas y violentas que, a su vez, pueden ir en contra de(11) A saber, sentirse inseguro o seguro, tener miedo o no.

    los derechos ciudadanos de los otros. Como plantea Cruz, lainseguridad “convence a muchos ciudadanos de la necesidad derestringir ciertas libertades civiles e incluso políticas ganadas enla democratización” (CRUZ, 2000: 138).

    Por otro lado, estas percepciones también inciden en el tipode política pública que desde las organizaciones estatales se vaa priorizar. No es gratuito que éstas tiendan hacia el control y laaplicación de sanciones junto con el fortalecimiento del prota-gonismo de la policía nacional (cf. RONCKEN y CHACIN, 2014).Ello tiene que ver con la importancia que lo que se consideracriminalidad adquiere en el marco de las decisiones políticas es-tatales: a mayor peso, mayor incidencia en el protagonismo poli-cial y en la sanción. A su vez, esto provoca un círculo vicioso, yaque una política controladora y punitiva lleva siempre hacia una

    mayor violencia poblacional (cf. KARSTEDT y EISNER, 2009).En general, una primera idea que se puede lanzar es que la

    violencia social en la región tiene que ser entendida desde ladinámica triangular planteada por Beck (2011): más allá del datoempírico(12), es en la interrelación entre performadores (y hechosviolentos en sí), víctimas y observadores (el énfasis el tema quepone la prensa o las autoridades públicas), que se genera la for-ma que asume el fenómeno en el espacio y en la ocupación delmismo. Así, es esta percepción de inseguridad la que va a llevara la gente a encerrar físicamente sus barrios, amenazar con car-teles o muñecos colgados a todas aquellas personas externas almismo, o contratar guardias que limitan el libre paso de los otrosciudadanos por las calles. Es decir, conllevando al desarrollo deiniciativas que dan forma y moldean el mismo crecimiento físicode la región metropolitana.

    Ahora bien, ello no es estático; así como los agentes involucra-dos en la violencia (desde esta perspectiva triangular) cambian,los hechos y las realidades violentas también se transforman. Sidurante los primeros años del Estado de 1952 la violencia eramás bien la política (estatal); la puesta en marcha de un modeloneo-liberal, durante la década de 1980, ha ido introduciendo otrotipo de violencia social como la económica que, actualmente, estásiendo vinculada a la intrafamiliar. Destaca dentro del marco de(12) Resultados preliminares de una encuesta llevada a cabo en la región metropolitanade Cochabamba, dentro del marco del Proyecto Violencia e Inseguridad ciudadana enprocesos urbanos, nos muestra que si bien más del 53% de los encuestados considerapeligroso su municipio, sólo alrededor de 19% ha sufrido un hecho de violencia en sí.

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    Violencia y Urbe

    ... las agencias ciudadanas

    especícas que emergen como

    respuesta a la ruptura institu-

    cional y al descreimiento en la

    ecacia del monopolio de la

    violencia en el Estado, también

    provocan violencias,

    (c) A nivel individual (micro), las agencias ciudadanas especícasque emergen como respuesta a la ruptura institucional y al des-creimiento en la ecacia del monopolio de la violencia en el Esta-do, también provocan violencias, como se planteó anteriormente.

    Ello nos lleva a plantear una segunda característica respectoa las violencias sociales que vemos en la región; pareciera queestamos viviendo una dinámica histórica en la que: (a) Las insti-tuciones sociales que buscan pacicar las interrelaciones se hanido rompiendo y nos encontramos en un momento de re-cons-trucción de las mismas, que está dando lugar a la emergenciade actitudes autoritarias inter-ciudadanas (amenazas, control ysometimiento del otro, etc.) (b) Frente a la des-protección oca-sionada por la ineciencia de las instituciones legales(14) se acen-túa el culto al líder mesiánico (presidente, gobernador, dirigente

    barrial, u otro), que es visto como el único capaz de proteger. (c)La perspectiva de un futuro en común, el sentimiento de perte-nencia y la construcción de una meta que da sentido a la vida, sonelementos que están en crisis, ocasionando vacíos que tambiénprovocan reacciones violentas. sobre todo, entre los jóvenes. Asaber, siguiendo a Elías (1994), a la par del crecimiento territorialy la consolidación de la región urbana, se han ido desestructuran-do los cánones civilizatorios que regían en este espacio cuandola sociedad era más pequeña.

    Esta crisis se maniesta también en los paisajes de sentidos quese crean y recrean frente a los acontecimientos y escenarios deviolencias. El hecho de que, como muestran datos preliminaresde la encuesta del Proyecto sobre violencia e Inseguridad Ciuda-dana, cerca del 50% de la población esté de acuerdo con la penade muerte, 71% con la castración en caso de violaciones, y 44%con el linchamiento, está mostrando paisajes violentos de senti-dos que son los que están marcando no sólo las interrelacionessociales sino, sobre todo, las formas de asentamiento y circula-

    ción que se están congurando en la consolidación territorial dela región.

    Ya concluyendo, lo que he querido hacer en este artículo es,partiendo de reexiones teóricas y metodológicas, ir proponien-do pautas para comprender las violencias sociales que se están

    (14) Según la encuesta de Cochabamba nos Une, cerca de 60% de la población des-confía absolutamente de la policía, institución encargada de la Seguridad Ciudadana (cf.RAMÍREZ y CAMACHO, 2015: 107).

    esta forma de violencia el feminicidio que caracteriza a la regióncomo uno de los espacios geográcos más violentos en términosintrafamiliares del país. De hecho, una encuesta de Cochabambanos Une (cf. ZEGADA (Coord.), 2015) muestra que en la región76% de los encuestados consideran que los hechos de violenciaocurren en el hogar.

    Frente a ello, surge la pregunta: ¿Realmente ése es el rasgo pri-mordial de esta sociedad? O ¿Existen otros elementos que per-miten comprender las violencias sociales y su relación con elejercicio ciudadano y el crecimiento de la región urbana metro-politana de Cochabamba? Creo que, si recuperamos una lecturaque ponga el énfasis en las diferentes dimensiones que hacen ala violencia, una conclusión básica es que, en general, la sociedadque se está construyendo a la par de la conguración territorial

    de la región metropolitana es absolutamente violenta y está mar-cada por las características que menciono a continuación.

    Identico como primer rasgo, el entretejimiento de tres nivelesen los que se producen las violencias sociales en la región. (a) Unnivel macro, constituido por el incremento de movimientos po-blacionales hacia la región, vinculado a la creciente pero caóticaurbanización que estamos viviendo. Migrantes que llegan a lugaresdonde no cuentan con una infraestructura básica mínima, debien-do re-estructurar sus relaciones sociales, adaptarse o chocar condistintos patrones culturales y donde los nuevos desafíos que en-frentan –físicos y psicológicos- los llevan, en muchos casos, haciauna actitud hostil predispuesta al conicto y a la agresividad. Aello hay que sumar los ujos migratorios transnacionales, y entreellos, especícamente la feminización de la migración que asumela forma de proyectos individuales sin políticas de apoyo social,económico y, mucho menos, emocional; y que tiene sus propiasconsecuencias sobre la creación de nuevas formas familiares que,al estar en proceso de emergencia, aún provocan ajustes que se

    traducen en actos violentos, por ejemplo, entre jóvenes(13)

    . (b)A nivel meso, el incremento del narcotráco y, en general, dela economía subterránea (que incluye, entre otros, también alcontrabando) produce, como toda actividad ilícita –que ya formaparte de las mismas estructuras institucionales de la sociedad-,brotes constantes de violencia tanto individual como comunal.

    (13) El fuerte d esarrollo de pandillas durante los últimos años, está muy vinculado a es- tos procesos migratorios transnacionales junto con la creciente utilización de las TIC’s.La aparición de Maras Salvatruchas es uno de los ejemplos.

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    Violencia y Cultura48 - 49

    Profesor de Antropología emeritus en la Universidad de Nueva York.Es de ascendencia mexicana. Recibió la licenciatura y el doctorado enHarvard. Fue elegido miembro de la Academia Nacional de Artes yLetras en Los Estados Unidos. Sus libros incluyen Ilongot Headhunting:1883-1974. A Study in Society and History, Cultura y Verdad (Abya-Yala), y Renato Rosaldo: Ensayos de antropología crítica. Su primerpoemario, una colección bilingüe, Prayer to Spider Woman/Rezo a lamujer araña, ganó el American Book Award el 2004. Su poemario másreciente es The Day of Shelly’s Death (Duke University Press, 2014).

    Renato Rosaldo

    Fábula

    del Caído(1) 

    (1) Estoy en deuda con el Stanford Humanities Center por su apoyo durante el periodo en que escribí esteensayo. José David Saldívar alentó mi proyecto y sugirió, de inicio, que leyera a Sandra Cisneros, a DeniseChávez y a Alberto Ríos. Kathleen Newman y Mary Louise Pratt también hicieron útiles comentarios sobreeste ensayo.

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    Violencia y Cultura50 - 51

    En inglés, mi nombre quie re decir espe ranza. En español, dema-

    siadas letras. Quiere decir tristeza, quiere decir espera. Es como

    el número nueve. Un color lodoso. Es los discos mexicanos que mi

    padre toca los domingos por la mañana cuando se rasura, cancio-

    nes como sollozos.

     

    Era el nombre de mi bisabuela y ahora es mío. También era una

    mujer caballo, nacida como yo, en el año chino del caballo –que

    se supone que es de mala suerte si naces mujer - pero creo que es

    un cuento chino porque a l os chinos, como a los mexicanos, no les

     gusta que sus mujeres sean fuertes.

     

     Mi bisabuela. Me hubiera gustado conocerla, un caballo salvaje

    de mujer, tan salvaje que no se iba a casar hasta que mi bisabuelo

    le echó un costal sobre la cabeza y se la llevó, así, como si fuera

    un candelabro elegante. Así lo logró. 

    Y cuenta la historia que jamás lo perdonó. Miró por la ventana

    toda su vida, como tantas mujeres asientan su tristeza sobre el

    codo. Me pregunto si sacó el mejor provecho dadas sus circuns-

    tancias, o si estaba apesadumbrada porque no podía ser todo lo

    que quería s er. Esperanza, he heredado su nombre, pero no quiero

    heredar su sitio junto a la ventana.

     

    En la escuela pronuncian m i nombre de manera graciosa, como

    si las sílabas estuvieran hechas de latón y lastimaran el paladar.

    Pero en español mi nombre está hecho de una cosa más suave,

    como la plata, no tan grueso como el nombre de mi hermana,

     Magdalena, que es más feo que el mío. Magdalena quien al me-

    nos puede llegar a casa para volverse Nenny. Pero yo siempre soy

    Esperanza.

     

     Me gustaría bautizarme con otro nombre, un nombre más como

    mi yo verdadero, ese que nadie ve. Esperanza como Lisandra o

     Maritza o Zeze la X. Sí. Algo como Zeze la X estaría bien(Cisneros, 1988: 12-13).

    “Mi nombre”, del grupo de cuentos cortos de Sandra Cisne-ros, The House on Mango Street , ejemplica la experimentacióny logros de la narrativa chicana reciente. Al ensayar con formasnuevas, las escritoras chicanas han desarrollado una visión frescadel yo y de la sociedad; han abierto un espacio cultural alternati-vo, un mundo heterogéneo, dentro del que sus protagonistas ya

    no actúan como “sujetos unicados”, pero se mantienen segurosde sus identidades. Al moverse por un mundo entretejido conpobreza, violencia y peligro, Esperanza actúa de manera conaday festiva. Prospera, y no sólo sobrevive, conforme virtualmentebaila por su vida con gracia e ingenio.

    Esperanza cuenta un relato de llegada a la edad adulta que tocaun hilo distintivo de la herencia chicana. Más matriarcal que pa-triarcal, su perspectiva llega al pasado, hasta su bisabuela, y avanzahasta Zeze la X. Sin embargo, su juego constante y su engañosoparloteo infantil subvierten los opresivos puntos de coherenciay jeza cultural patriarcales.

    Esperanza habita una zona límite poblada por múltiples subjeti-vidades y una pluralidad de lenguas y culturas. Al moverse entre

    el inglés y el español su nombre cambia de tamaño (de cuatroletras a nueve), de signicado (de esperanza, a tristeza y espera),y de sonido (de ser tan cortante como el latón a ser tan suavecomo la plata). Habiendo inicialmente aceptado su matrimonio,su nombre, Esperanza, se rehusa después a tomar el lugar de subisabuela, al lado de la ventana. Al concluir su relato, una vez másdesbarajusta las cosas al bautizar a su ser real, invisible, con elnombre de Zeze la X.

    Como su bisabuela, Esperanza es una mujer caballo, pero no lacontraparte femenina del guerrero hombre caballo, el jinete oel hidalgo. No, ella nació, entre todas las posibilidades, en el añochino del caballo; en su mundo cultural heterogéneo, lo chino ylo chicano se entretejen fácilmente. Tanto los chinos como losmexicanos están de acuerdo, dice, porque ninguna de estas cul-turas acepta que sus mujeres sean fuertes. Su narrativa caminacomo por eslabones de una cadena de asociación libre, y la bis-abuela Esperanza sufre una metamorfosis de supuesta cabalgado-ra, la mujer caballo, a la bestia misma, un caballo salvaje de mujer.

     Antecedentes patriarcales y cultura“auténtica”

    La perspectiva chicana de Cisneros se ha acuñado contra na-rrativas anteriores, pero aún vitales, de autenticidad cultural. Ta-les narrativas sostienen un ideal de “pureza”, una pureza en laque la cultura es autónoma, homogénea y coherente. La ética de

     Miró por la ventana toda s

    vida, como tantas mujeres asi

    tan su tristeza sobre el codo

     Me pregunto si sacó el mejo

    provecho dadas sus circunsta

    cias, o si estaba apesadumbra

    porque no podía ser todo lo

    que quería ser. Esperanza, h

    heredado su nombre, pero n

    quiero heredar su sitio junto a

    ventana.

    La ética de la “pureza” con

    frecuencia produce formas

    culturales duraderas a partir

    de un orden patriarcal 

    primordial.

  • 8/20/2019 La Mujer Violentada: Aproxima