12 ¿Quieres que te cuente un cuento? ¡No!... Mejor una Historia (XIII) La monja de otro siglo II Por: Raul Jimenez Lescas
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¿Quieres que te cuente un cuento? ¡No!...
Mejor una Historia (XIII)
La monja de otro siglo II
Por: Rau l Jime nez Lescas
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Ediciones Cuentos e historia Morelia, Michoacán de Ocampo México
Cuéntame…
una historia
Colección: Cuentos Autor: Raúl Jiménez Lescas Edición: Itzel Melissa Jiménez Cuidado de Edición: Cutberto Domínguez Formación: Martha Gabriela Jiménez Primera edición 2013 Copyright © 2003, Ediciones Cuentos e historias © Raúl Jiménez Lescas Raúl Jiménez Lescas Historia, cuentos, cultura https://www.facebook.com/pages/Historia-cuentos-cultura Rjlescas.blogspot,com [email protected] Impreso en México Los derechos de esta edición son propiedad de: Ediciones Cuentos e historias/Raúl Jiménez Lescas
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Este folleto se imprimió en octubre de 2013
Se usaron fuentes de la familia Gill Sans MT
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Glosario
Amor platónico: amor inalcanzable, a aquel que por diversas circuns-
tancias no se puede materializar.
Maracuyá: Parcha, parchita o chinola (Passiflora edulis). Planta trepado-
ra del género Passiflora, nativa de las regiones cálidas de América del
Sur. Conocida, también, como la fruta de la pasión.
Fuentes
Armas y Letras. Año I Núm. 4. Abril de 1944.
CRUZ de la, Juana Inés, Obras Completas, México, Porrúa, 1989.
PAZ, Octavio, Sor Juana Inés de la Cruz o Las Trampas de la fe, Méxi-
co, FCE, 1988.
Poemas de Sor Juana Inés de la Cruz, en: http://www.los-poetas.com/l/
sor.htm
SAUCEDO Zarco, Carmen, Sor Juana y Carlos de Sigüenza. Una amis-
tad entre genios, México, Conaculta/Lúmen, 2007.
Notas
D. Manuel Fernández de Santa Cruz.
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E stábamos tan a gusto con el tío Casi y, a la
sombra de la granadina, que nos sentíamos
como niños del Siglo Diecisiete. Ya veíamos a
Sor Juana leyéndonos un poema o contándo-
nos un cuento. El primo Atanacio imaginó de la mano a
Juana y al tío Casi. Siempre imaginaba más de la cuenta.
– Un día–, dijo mi tío. Sor Juana criticó un sermón
dominical del jesuita portugués Vieyra y, el obispo de Pue-
bla, disfrazado de Sor Filotea y, le respondió en verso.
Pues, en esos años se hablaba y se escribía en verso. Casi
se cantaba. Sor Filotea le pidió que se dejara de cosas y,
mejor, se consagrara a los hábitos.
Aguda, como siempre, la prima Tita, lanzó un dardo
a los ojos del tío Casi.
– ¡Dinos un verso! ¡Habla cantando, tío! El tío ya tenía un verso y lo había memorizado. Era
el momento de hablarnos en verso como en el siglo de
Sor Juana. Bueno en el diecisiete, pues Juanita se adelantó
a su siglo.
– “El Mar la admira Sirena,
Y con sus marinas Ninfas
Le da en lenguas de las Aguas
Alabanzas cristalinas:
Pero Fabio que es el blanco
Adonde las flecha tira,
Así le dijo, culpando
De superfluas sus heridas:
No dupliques las armas,
Bella homicida,
que está ociosa la muerte
Donde no hay vida.”.
– Sópatelas… pensé: La Muerte está de ocio, que gran vi-
cio, sino no hay vida. Repliqué.
Se daba vuelo el tío Casi ondulando con su boca los
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versos y, entonándolos como si estuviera en los labios de
Juana, ni La Loca, ni la de Arco… sino la mujer que se ade-
lantó a su siglo… Juana Inés de la Cruz.
– Escribía y escribía en su Convento. Recluida estu-
vo en el de Santa Teresa La Antigua y, luego en el de San
Jerónimo, dominando las letras. Soñaba con las letras. Ha-
cía la siesta con las letras. Leía las letras. Hablaba en verso.
Y cocinaba sopa de letras. Oía con los ojos… y veía con la
boca, por eso escribió:
“Óyeme con los ojos,
Ya que están tan distantes los oídos,
Y de ausentes enojos
En ecos de mi pluma mis gemidos;
Y ya que a ti no llega mi voz ruda,
Óyeme sordo, pues me quejo muda.”. – ¡Zaz! Dijo Tita.
– ¡Que vieja! Exclamó Pablo, el más adolecente de
todos. Anegado de hormonas.
“Soy Juana, la Musa de tú tío Cuasi”, dijo Juana.
“Nunca soñé estar viva tantos siglos después”. Mi majo
Cuasi, me invocó y, aquí estoy, mientras bajaba del árbol
de la granadina.
Cortó una granada, por si acaso. Nunca sabes sí
hay que hacer chiles en nogada.
Cuasi había logrado transportarnos en un tren del
tiempo hasta el lejano Siglo Diecisiete y, veíamos, todos
atónitos, bajar a Sor Juana. Hermosa. Fresca. De Blanco y
negro. Su traje de Sor arrastrando el piso. Sus ojos, en
efecto, negros y redondos, nos miraron y dijeron:
“Cogióme sin prevención
Amor, astuto y tirano:
con capa de cortesano
se me entró en el corazón.
Descuidada la razón
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dije: ¿Tío?
–Sí, contentó Cuasi.
– ¿Qué fue de Juanita la monja que se adelantó a su
siglo?
Nunca olvidaré los ojos expresivos del tío…. se
mojaron… y contentó:
– Atendiendo en enfermos… se infectó… y mu-
rió…. el fatídico 17 de abril de 1695… pero creo que está
tan viva como cuando dijo su frase eterna:
“Hombres necios….”.
Seguimos siendo necios los hombres. Pero, yo creo
que ya vamos a cambiar.
¿Te gustó esta Historia?
Cuéntasela a quien tú quieras.
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y sin armas los sentidos,
dieron puerta inadvertidos;
y él, por lograr sus enojos,
mientras suspendió los ojos
me salteó los oídos.”.
Sor Juana fue una mujer que se adelantó a su Siglo. Con
más de 4 mil volúmenes no se cansó de leer. Menos de
escribir. Veía el mundo desde sus ojos y sueños. Dicen que
tuvo un amor platónico, la dama X. Otros, que un amor
secreto. Unos más, no faltan los chismosos, que a escondi-
das. Lo cierto es que Juana amó la poesía. Amó la vida, su
único y principal amante, para mi… fue la Vida, las letras,
servir al próximo.
–El tío Cuasi, perdón Casi… suspiró. Levantó su
vaso con agua de maracuyá y, bebió sorbo a sorbo, co-mo el Uno a Uno del tránsito de las ciudades. Me miró. Yo
me estremecí. ¿Algo me va a preguntar? No. Nada qué ver.
Y dijo, para recordar esa descripción, tan sutil, tan Cuasi,
tan Casi…
– Sus ojos eran tan grandes como redondos. Ne-
gros. Como bajando de la Sierra. No ves su pelo suelto
porque está cubierto, pero son caireles que lentamente
caen con un paracaídas hasta su cinturita. Su mirada es fi-
ja…como diciendo: Hola, qué tal, pero en latín, en griego
o francés. No estaba de moda el “Hello” de los ingleses.
Armada hasta los dientes: Traje de Sor de punta a rabo.
Tiene la ventaja… de alimentar la imaginación. Sólo los
ojos descubiertos.
– ¿Con los ojos negros que ves los libros, ves las
palabras?, le inquirí a la Musa de mi tío Cuasi, Casi.
–Yo no veo…, siento– dijo la Musa.
–Lo que no ves, lo ve el corazón.
Atanacio, como siempre, tan impertinente, dijo,
“que desperdicio de Monja….”. Pero… yo me adelanté y,
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Sor Juana a los 15 años de edad y en la corte del virrey, marqués de ManceraSor Juana a los 15 años de edad
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Pues estoy condenada,
Fabio, a la muerte, por decreto tuyo,
y la sentencia airada
ni la apelo, resisto ni la huyo,
óyeme, que no hay reo tan culpado
a quien el confesar le sea negado.
Porque te han informado,
dices, de que mi pecho te ha ofendido,
me has, fiero, condenado.
¿Y pueden, en tu pecho endurecido
más la noticia incierta, que no es ciencia,
que de tantas verdades la experiencia?
Si a otros crédito has dado,
Fabio, ¿por qué a tus ojos se lo niegas,
y el sentido trocado
de la ley, al cordel mi cuello entregas,
pues liberal me amplías los rigores
y avaro me restringes los favores?
Si a otros ojos he visto,
mátenme, Fabio, tus airados ojos;
si a otro cariño asisto,
asístanme implacables tus enojos;
y si otro amor del tuyo me divierte,
tú, que has sido mi vida, me des muerte.
Si a otro, alegre, he mirado...