1 La Iliada César Brie El texto de la escena 13 del acto 1, La quema de los muertos, fue elaborado por Soledad Ardaya y Agustín Vásquez. La escena 1 del acto dos ha sido escrita adaptando la carta que Rodolfo Walsh escribió, relatando la muerte de su hija Victoria. El mismo Walsh difundió esta carta a través de la Agencia de Informaciones ANCLA entre diciembre de 1976 y enero de 1977.
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La Iliada
César Brie
El texto de la escena 13 del acto 1, La quema de los muertos, fue elaborado por Soledad Ardaya y
Agustín Vásquez.
La escena 1 del acto dos ha sido escrita adaptando la carta que Rodolfo Walsh escribió,
relatando la muerte de su hija Victoria. El mismo Walsh difundió esta carta a través de la
Agencia de Informaciones ANCLA entre diciembre de 1976 y enero de 1977.
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Escena 1
Prólogo
Hécuba: Me llamo, me llaman, me llamaban Hécuba.
Un tiempo fui feliz en tierra de Troya.
Ahora, de tanto sufrir, me he vuelto perra.
En la llanura entre los restos de la ciudad quemada,
buscando un hueso que roer,
tal vez el de los hijos degollados,
sacrificados, muertos en batalla.
Quien pierde el padre es huérfano
Y viudo quien entierra a su esposa,
pero no hay palabra que nombre al triste
padre o a la madre del hijo muerto.
No hay modo de nombrar un tal dolor,
tal vez: innatural, inútil, vano, eterno
La guerra, viudas crían huérfanos, madres paren muertos.
Un tiempo fui feliz y de ese tiempo recuerdo a Polidoro
el más pequeño y tierno de mis hijos.
El inocente, el cordero, Polidoro…
que nunca supo cómo era Troya.
Polidoro: Yo, Polidoro, hijo de Hécuba y de Príamo,
las puertas de las tinieblas, el reino de los muertos donde habita Hades,
lejos de los dioses, las dejé para venir aquí.
Yo las dejé para venir aquí.
¡Tío!
Mi madre temiendo por mi suerte...
Me mandó a un pueblo que ama los caballos...
Mira, mira los caballos que corren, cuántos...
Yo era el más joven cuando me alejaron de la patria:
No tenía fuerzas para sostener la coraza, para lanzar la jabalina...
Un huésped de mi padre, mi tío, prometió cuidarme
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y yo crecía en su casa como un retoño, como un retoño.
Por sed de oro...
¡Tío!
Cuando Troya cayó, quemada
exterminada usurpada violada,
él me asesinó y abandonó en el mar mi cadáver.
Tendido en la arena, me sacude el flujo de las olas,
en el juego alterno de las mareas.
Y no tengo sepulcro ni duelo y no tengo sepulcro ni duelo
¡Tío!
He abandonado mi cuerpo, soy el fantasma de mí mismo,
me elevo, fluctúo en torno de Hécuba, mi madre,
esposa de Príamo, padre de Héctor, Heleno, Paris, Casandra, Polixena. ¡Aquiles!
¡Aquiles reclama para su tumba, como señal de honor un sacrificio;
lo obtendrá, no le negarán sus amigos este regalo, no se lo negarán.
El destino hoy mismo empuja hacia la muerte a Polixena mi hermana!
Y yo, y yo desventurado, por obtener un sepulcro afloraré, afloraré en la orilla.
¡Tío!
He rezado a los dioses, los dioses que cuentan,
para que me concedan una tumba,
y me conduzcan entre los brazos de mi madre, aterrorizada por mi sombra.
¡Tío!
Aquello que pedí, va a serme concedido.
¡Tío!
El agua, el agua, me lleva, el agua… mamá, mamá...
Hécuba: Polidoro…
Polidoro: Mamá… ¿cómo era mi casa?
¿Cómo era Troya?
Hécuba: Como todas las ciudades cerca de la costa
Tenía torres, pájaros, y viento del oeste
Y tú te bañabas a orillas del mar
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Hasta que los griegos trajeron la guerra
Polidoro: ¿La guerra? Cómo fue la guerra?
Hécuba: la guerra… Duró diez años la guerra…
1) Coro
Ahora cantamos la furia de Aquiles
que infinitos dolores provocó a los griegos
tantas almas de héroes bajaron al Hades
tantos cuerpos devorados por buitres y perros.
La guerra de Troya llevaba diez años.
Los griegos sitiaban la vasta ciudad.
Aquiles era el guerrero más fuerte
de los invasores, pero no luchaba.
Había peleado con Agamenón.
El rey de los griegos lo había ofendido,
le había quitado su esclava Briseida,
botín de otra guerra. Por eso Aquiles
se queda en las naves, dejando a los griegos
el asedio de Troya y la lucha contra Héctor
Apolo, el dios de las flechas
que amaba a Troya, y ayudaba a Héctor
envió la peste a los griegos.
Estaba furioso contra Agamenón
que había profanado uno de sus templos
había secuestrado su sacerdotisa,
la había violado y vuelto su esclava.
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2) La peste
Apolo, los griegos
Apolo: bajé del Olimpo enfurecido,
parecido a la noche, con el arco en la mano.
Las flechas sonaban cerradas en la aljaba.
Lejos de las naves tomé puntería y lancé una flecha.
Siniestra vibró la cuerda del arco y alguien cayó.
Primero le di a los perros y a los mulos, luego a los hombres.
Caían como moscas, como ratas,
como insectos enfermos de peste.
Ardían las hogueras quemando a los muertos
3) La disputa
Aquiles, Agamenón y Atenea
Aquiles: Apolo está furioso por el ultraje al templo.
La peste azotará hasta que devolvamos
a la niña sin pedir nada a cambio.
Agamenón: Aquiles, yo quiero esa esclava,
no es menos que mi esposa, en la casa, en la cama,
en la mente, en el cuerpo…
Aquiles extrae su espada.
Está bien, la devuelvo para salvar al ejército.
Pero quiero algo en cambio.
Elijan qué ofrecerán al rey de los Aqueos.
Aquiles: Ya no hay bienes comunes,
todo fue repartido, cuando Troya caerá
tendrás cuatro veces lo que ella valía.
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Agamenón: ¿Quieres quedarte con lo tuyo
mientras yo devuelvo lo mío?
Si no me dan nada iré yo a tu casa,
y tomaré lo que crea justo.
Aquiles: A mí los troyanos nada me hicieron.
Por tu hermano cornudo combatimos.
A ti no te importa nada, perro bastardo,
y quieres quedarte con mi premio.
De las ciudades quemadas siempre llevas
botín más grande que el mío. Prefiero volver
A mi tierra, a enriquecerte en el exilio.
Agamenón: Hay otros conmigo. Aquiles, odioso.
Te encantan las batallas, la guerra, la pelea,
porque te hicieron fuerte los dioses.
Vuelve a casa con compañeros y naves,
reina en tu reino. De ti no me importa.
Pero me llevaré a Briseida, tu esclava.
Ella será mi recompensa por la hija que devolví al templo.
Así aprenderás el modo en que se habla a los reyes.
(Atenea aferra a Aquiles por los cabellos.)
Aquiles: Atenea, viniste a ver como Agamenón me humilla?
Atenea: Cálmate Aquiles. Insúltalo cuanto quieras Pero no lo mates.
Verás que un día te ofrecerán regalos diez veces más valiosos del que te quitan.
Cree en lo que te estoy diciendo.
Aquiles: Borracho, cara de perro, cobarde que te escondes en la pelea.
Llegará el día en que todos lamentarán
que Aquiles se haya retirado de la guerra.
Sufrirás viendo los tuyos morir en manos de Héctor.
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Y te morderás de rabia por no haber respetado al más fuerte.
Agamenón: Aquiles, Fanfarrón. ¿quieres estar sobre todos,
dominar a todos, a todos dar órdenes?
Tu madre es una diosa, pero yo comando este ejército.
Ser guerrero no te da el derecho a insultarme.
Aquiles: Llévate a Briseida. Pero comanda a los otros, porque yo, ya no te obedezco.
4) Briseida
Briseida, Aquiles, Agamenón
Briseida: El día de mis bodas con Mines, Aquiles y los suyos asaltaron Lirneso. En la
defensa de la ciudad cayeron mi padre y mis hermanos. Los griegos llegaron frente al
templo donde nos habíamos refugiado las mujeres. Un grupo de sobrevivientes, los
últimos, los enfrentó. Entre ellos mi marido. Yo lo veía desde la puerta. Le conocía
cada movimiento, cada gesto. Se encontró delante a Aquiles. Se me erizaron los
cabellos. Aquiles hizo caer la espada de plano sobre su cabeza. Mines se derrumbó.
Aquiles lo dio por muerto. Pero él volvió en sí, abandonó sus armas, se arrastró,
tropezó, corrió hacia nosotras. Entró en el templo. Le salía sangre por la boca. Yo lo
abracé, le quité la coraza.
“Vamos Mines, respira, recupera, escaparemos, nos perderemos en los bosques hasta
que todo haya terminado. Viviremos como bestias, pero viviremos. La vida Mines, tus
besos, mis caricias”.
Pero Aquiles lo había seguido. La sombra de su cuerpo en la puerta oscureció la luz del
día. Entró en el templo. Jadeaba. Las mujeres gritaron, se amontonaron contra el altar.
Se acercó a mi marido, que estaba paralizado por el terror, como quien se acerca a un
amante. Me separó de un golpe.
“No lo mates, no lo mates”.
No me oía. Lo acarició, pesadamente, ahora le conozco las caricias. Lo palpó, lo abrazó,
y luego comenzó a estrangularlo con la mano izquierda. Con la derecha le arreglaba los
cabellos, le acariciaba las mejillas, le tocaba los ojos ya fuera de las órbitas. Me tiré
encima de él. Arañándolo, arrancándole la piel. Como quien aleja a una mosca me
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arrojó al suelo. Luego levantó la espada y de un solo golpe le cortó la cabeza. Salpicó de
sangre las paredes, y a él mismo. Se dio vuelta, me aferró de la cintura y como un fardo
me llevó consigo. Esa noche lavé de su cuerpo la sangre de mi marido.
Aquiles me trata bien. Nunca me golpea, aunque me costó meses no gritar cada vez que
lo veía. Patroclo me protege. No me deja llorar, cree consolarme con la promesa de que
Aquiles me tomará por esposa y me llevará a su tierra a celebrar las bodas. Una noche,
borracho, junto a otros griegos. Aquiles me dijo que me amaba. Me puso una mano
pesada, una caricia digna de una esclava. Los otros se rieron. Me miraban con una
mirada lenta y aceitosa. Me da miedo el amor de los griegos Si muriera, mi último
pensamiento sería para Aquiles. Si me volviera nube, ese pensamiento caería en cada
gota de lluvia. Para que todos se mojen de mi sentimiento. No se degüella con ese placer
, no se estrangula como si se seduciera. Aquiles me aterroriza. En la cama, sirviéndolo,
peinándolo, yendo por agua. Cada caricia me arranca un quejido. Cree que es de placer.
Quiero que lo crea. Se ha enamorado de mí. Cuando me hace el amor me contengo,
luego grito y me caen lágrimas. ¿Te gusto? Pregunta. Digo que sí, digo que sí. Para el
resto de mis días. (Agamenón se la lleva)
5) Aquiles y Tetis
Tetis: Aquí habla Tetis. Diosa del mar, hija del Océano
esposa de Peleo, madre de Aquiles.
Allá en el fondo del mar escuché a mi hijo, que sufre.
¿Por qué lloras, hijo? Vamos no hagas así,
Aquiles, habla con tu madre que vino a ayudarte.
Aquiles: Agamenón me ofendió y se llevó mi esclava, a Briseida. Suplica a Zeus para
que ayude a los Troyanos masacrando a los griegos. Así verán la locura de Agamenón,
por haber humillado al más fuerte.
Tetis: Hijo mío, desdichado.
Si al menos pudieras vivir tu breve vida sin lágrimas.
Hablaré a Zeus, señor de los rayos, haré que me escuche.
Y tú no combatas, conserva la furia contra los griegos..
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6) Tetis, Zeus, Hera, Hefesto
(Olimpo)
Truenos interrumpidos por Zeus
Zeus: Basta, ¿qué es este despelote?
No soporto más este rumor, truenos, rayos, me aturden, me tienen harto.
No puedo más. Un poco de calma… Música, ah si, música.
Coro gregoriano de todos los dioses.
Luego quedan Zeus y Tetis que se acerca seductora.
Tetis: Vengo desde las profundidades del mar, para rogarte, oh Zeus… ¿Te acuerdas
cuando quisieron atarte Hera, poseidón y Atenea? Yo, sola, acudí y te libré de las
ataduras. Entonces, si alguna vez te serví entre los inmortales, ayúdame ahora. Venga a
mi hijo, ofendido por Agamenón. Dale victoria a los troyanos para que los aqueos se
arrepientan.
Zeus no responde. Tetis se ofende
Promételo, dame una señal al menos,
o niega, así sabré hasta qué punto
entre todos los dioses soy la más despreciada.
Zeus: Maldito asunto, me hará pelear con Hera, mi esposa,
que siempre me lleva la contra, y dice que ayudo a los troyanos en la batalla.
Tetis y Zeus bailan un tango.
Está bien Tetis, se hará como pides, pero que Hera no se dé cuenta de nada.
Para que me creas, muevo mi cabeza.
Lo que con ella confirmo será hecho, no puede quedar incompleto.
Zeus comienza a manosearla. Tetis escapa cuando ve entrar a Hera.
Hera: (sarcástica) ¿Con quien estabas, mi amor? ¿Qué hacías?
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Siempre haces todo a escondidas, y no me dices una sola palabra.
Zeus: Hera, Herita, Herititita;
aunque seas mi mujer no puedo explicarte cada cosa.
Siempre eres la primera en enterarte de mis decisiones,
pero no me preguntes lo que no quiero que nadie sepa.
Hera: ¿Qué has dicho, Zeus?
Cada vez que te veo así, pensativo, nunca te pregunto ni averiguo nada.
Pero mi instinto me dice que esa foca asquerosa,
esa rana inmunda, el anfibio ese…¿cómo se llama?...
Zeus: ¿Tetis?
Hera: Tetis,… Teetis, con sus piecitos de plata, te sedujo. La vi…
Zeus: La vio… estoy jodido…
Hera: sentada cerca de ti, abrazándote las rodillas.
Zeus: Las rodillas…¿Qué tiene de malo que una diosa me abraze las rodillas para…
Hera:… Supongo que le habrás prometido vengar a Aquiles, matando Griegos en la
batalla. Por qué siempre me haces hacer el mismo papelón delante de todo el Olimpo? A
mí, que además de ser tu hermana soy tu esposa. ¿Qué diosa soy? ¿Que diosa soy?
Zeus: Hera, por favor…
Hera: Shhhhtt… Soy la diosa del amor… conyugal, del matrimonio, patrona de los
hogares, de las esposas, de los partos y de los hijos… pero legítimos…
Zeus: Siempre sospechando de mí, desgraciada. De mí, que nunca te escondo nada.
Hera: Ja!
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Zeus: Cada vez me caes más antipática.
Hera: ¿Sí?
Zeus: Sí. Yo hago lo que se me antoja.
Hera: ¿Sí?
Zeus: Sí ¿Soy o no soy el dueño de casa?… ¿Soy o no soy el dueño de casa?…
Hera: Sii!
Zeus: Entonces siéntate, obedece y calla. (hace estallar relámpagos sobre ella)
Porque si me pones nervioso…
Hera: Mi silicona nueva!…
Zeus: ningún dios del Olimpo te podrá evitar
Hera: ¿una paliza?
Zeus: Sí!
Entra Hefesto
Hefesto: Me parece mal que se peleen así por los mortales y nos corten la digestión a
los demás dioses. Yo aconsejo a mamá, que lo trate bien a nuestro querido padre Zeus,
para que no vuelva a reñirla y arruinarnos la cena. Porque si se enoja, Zeus, con un rayo
nos puede hacer volar a todos de la silla.
Mamá, sufre, aguanta, llora… aunque estés afligida. No quiero verte molida a palos, sin
poder ayudarte. La otra vez que quise defenderte, Zeus me agarró del pie, me revoleó y
arrojó quien sabe dónde. Todo el día estuve rodando y al anochecer fui a caer medio
muerto en Lemnos.
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7: Zeus manda el sueño funesto
(Zeus, Agamenón)
Zeus: Los dioses y los héroes dormían en la noche,
pero yo, insomne, meditaba cómo honrar a Aquiles
y exterminar griegos cerca de las naves…
Agamenón, soy Zeus. Despierta,
arma a los aqueos de cabellos largos.
Hoy conquistarán seguramente Troya…
Me fui dejando a Agamenón
soñar en el corazón lo que no se cumpliría.
Soñaba que conquistaba Troya ese mismo día,
iluso, y no sabía que yo tramaba
dar a troyanos y griegos dolor y lágrimas.
Agamenón: Amigos, escuchen todos,
Zeus me ordenó en un sueño
que tomáramos las armas.
Troya caerá por mano nuestra hoy día,
termina el asedio, se acaban las penurias.
8: Descripción de los ejércitos
(Agamenón, Diomedes, Atenea, Afrodita)
Agamenón: Afilen las lanzas, preparen los escudos
controlen el carro pensando en la guerra.
No habrá descanso hasta que llegue la noche
y la furia de los hombres separe con sombras.
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Diomedes: Que ninguno piense en regresar a casa
Antes de haberse acostado con una troyana
esposa de un muerto.
Y de haber vengado los gemidos de Helena.
Relator: Adelante, Atenea llevaba el estandarte
infundía en todos ganas de luchar
Y en el alma de ellos se hacía más dulce
matar o morir en vez de regresar…
Como bandadas de pájaros que emigran
de un lugar a otro batiendo las alas,
así de las naves corrían los hombres hacia la pradera.
Retumbaba el suelo, miles los guerreros,
buscando masacre, los aqueos formaban.
Entra Afrodita
Atenea: Afrodita, que haces aquí?
No son para ti las acciones de guerra,
Déjalas a mi y ponte a tender camas
Afrodita: Atenea, las corazas que les pones
para la guerra, en la cama las quito.
Si tu vistes guerreros, yo los desvisto.
Claro que los conozco, y mucho mejor que tú.
Atenea: Ah, sí? Entonces dime quiénes son, cuáles son sus armas y de dónde vienen.
Afrodita: Con cuarenta naves vino el rápido Ayax.
Lleva coraza de lino…
Atenea: Revestida con lino, la coraza es de bronce
Afrodita: Es pequeño pero supera a todos usando la lanza.
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Atenea: Usa espada, no lanza
Afrodita: La otra lanza…
De Salamina llegó con doce naves
Atenea: Ayax Telamón
Afrodita: Ayax Telamón, es grande, robusto,
y de voz muy fuerte
A través del mar llegó Agamenón, el potente.
Tiene cien naves…
Atenea: 103 naves, setenta y siete soldados en cada una.
Afrodita: Los mejores guerreros, es el más alto…
Atenea: No, el más alto es Diomedes.
Afrodita : Pero lo parece,
está cubierto de bronce reluciente…
¡Ulises! el frígido…
Atenea: el prudente.
Afrodita: el traidor.
Atenea: el sabio.
Afrodita: el cobarde.
Atenea: el inteligente.
Afrodita : de Itaca vino con doce naves
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pintadas de rojo. ¿En honor a quien?
… Idomeneo el ardiente, de gloriosa lanza…
Atenea: tiene ochenta naves.
Afrodita: Y a los Mirmidones de Ftia, de hermosas mujeres
los guía Aquiles el divino, pero no combaten.
Enojado por Briseida de hermosos cabellos,
Aquiles se queda encerrado en sus naves.
Atenea :Cuidado Afrodita. No son hebillas
las lanzas ni suaves las corazas.
No sea que te pinches el pulso con un arma
y termines llorando en brazos de Zeus.
9: Casandra
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Apolo, Casandra
Apolo: Nadie te creerá Casandra,
dirás la verdad, pero nadie escuchará
Sale Apolo.
Casandra: Soñé que un lobo me escupía en la boca.
Era tu venganza Apolo, me diste el don de ver el futuro
y como no quise acostarme contigo ahora te vengas.
¿Quién me devuelve la calma, la niñez?
¿Mirar un horizonte limpio sin presentir las nubes que se acercan?
¿Quién devuelve Astianacte a la torre de la que fue arrojado
y a Polidoro un cuello intacto?
Quién pudiera darle a Héctor una fuga eterna,
a Andrómaca una mano para cerrar sus ojos,
a Príamo una vejez rodeado de su gente.
Quien pudiera resucitar los hijos de Hécuba.
¿Quién me devuelve la verdadera palabra
y cambia al prudente por el cobarde y al sabio por el profeta?
Quien pudiera darle a Briseida el llanto por los suyos
y a Patroclo el abrazo de Aquiles antes de su última hora?
¿Quién devuelve a Agamenón su hija?
¿Quién vuelve a un hombre, un cuerpo inerte a puro tajo?
¿Quién insulta mientras descuartiza?
¿Quién dialoga con un alma que se escapa por las heridas?
¿Quiénes duermen un sueño de bronce lejos de sus esposas?
Yo testimonio un soplo, un desconsuelo,
Aquellos de los que hablo han muerto todos,
Entra Príamo.
Príamo: ¿Qué ocurre Casandra?
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Casandra: No quiero, no quiero este don.
Mira mis manos, padre, ¿porqué están sucias y rojas?
No quiero ser una inválida
Príamo: Volverás a caminar, cálmate hija.
Casandra: ¿Soy yo la culpable?
¿Lo que veo se cumple porque yo lo veo?
Príamo: ¿Qué es lo que ves hija?
Casandra: Veo cenizas, Troya hecha cenizas,
y yo prostituída al rey de los griegos.
Príamo: Casandra, te estás volviendo loca.
Casandra: Veo a Héctor, muerto frente a Troya.
Príamo: Ssshhh, si sus soldados te oyeran...
Casandra: ¿A quién le duele la verdad?
¿A quién le incomoda?
Príamo: Dime lo que es bueno saber,
No me cuentes lo que no nos ayuda.
Casandra: Como granos de arena los aqueos avanzan.
Héctor se prepara junto a los aliados,
a pie y a caballo marchan a pelear.
Príamo: Dime Casandra, ¿quiénes están junto a Héctor? Mis ojos ya no ven bien.
Casandra: Mi hermano Héctor, tu hijo, es el comandante.
A su lado está Eneas el hijo de Anquises y de la diosa Afrodita.
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Sarpedonte y Glauco comandan los licios.
Detrás Anfio y Adresto los hijos de Meropes.
Su padre no quería dejarlos partir.
Pero la muerte los guía, poco les queda todavía por vivir.
También está Ennomo el adivino
Sus presagios no le evitarán morir,
caerá por mano de Aquiles cerca del río.
Y también ese otro Anfímaco, cubierto de oro como una mujer.
Pobre idiota, su cuerpo lo devorarán los peces
y el oro será para su asesino, así acabará..
Príamo: Basta Casandra.
Casandra: Xanto y Toón,
amados hijos de Fénopes, quien oprimido por triste vejez
no tiene otros hijos a quienes dejar la casa y los bienes.
Ambos morirán y al padre dejarán lágrimas y luto.
Príamo: Basta ya hija,
no quiero conocer el fin de las cosas.
No podría moverme sino lamentarme.
¿Y tú, cómo soportas todas tus visiones?
Casandra: Yo quisiera padre vivir como ustedes
Tener esperanzas, creer que es posible lo que es improbable.
Detrás de un guerrero veo a su muerte sentada en el hombro
Peinando sus ideas, afilando una espada que no podrá usar.
Y veo caer como agua de lluvia,
a las ilusiones con las que se engañan
creyendo en su fuerza en su ingenio y astucia.
Príamo: Pero yo también sé que no es posible
hacer otra cosa que vivir el presente.
Y el presente es guerra, dolor y terror.
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10) Héctor y Andrómaca
(Héctor, Andrómaca, perros)
Relator: Héctor corrió a abrazar a su esposa, y a su pequeño hijo,
sin saber si volvería a verlos luego de la lucha
O si bajo manos griegas iba a caer.
Pero en casa no estaba la dulce Andrómaca,
había ido a la torre desesperada.
Con el niño en los brazos contemplaba la guerra,
buscaba a su marido con la mirada.
Héctor se lanzó fuera de casa
atravesó la ciudad, alcanzó las puertas
Héctor: Y vi llegar a Andrómaca mi amada
Andrómaca: Llevaba en brazos al niño, corazón ingenuo,
El hijo de Héctor amado, parecido a una estrella…
¿Te vas a quedar?
Héctor: Sabes que no.
Andrómaca: Egoísta, tu fuerza será tu ruina.
Piensa en tu hijo y en mí, que pronto seré tu viuda.
Ojalá si te pierdo, que me trague la tierra,
Eres para mí toda mi familia. Héctor
Eres mi padre, mi hermano y madre
Y mi joven esposo. Quédate conmigo
No vuelvas a tu hijo huérfano, y a mí una viuda.
Héctor: Lo sé en el corazón, caerá Troya un día.
Pero no pienso en el dolor de Hécuba, del rey,
de mis hermanos, que yacerán en el polvo asesinados.
Pienso en tu dolor cuando estés cautiva,
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y para otra tejas, contra tu voluntad.
Y alguien quizás diga al verte llorar:
“Esta fue esposa de Héctor, que era el más fuerte”
Ojalá que a mi cuerpo lo devore la tierra,
antes de verte convertida en esclava
o de oírte gritar mientras te arrastran.
Andrómaca: Cuando acabe el día
te estaré esperando con agua caliente
Para que tomes un baño a tu regreso.
Héctor: No sabrás lo lejos que entonces estaré
de baños calientes, por mano de Aquiles, tal vez.
Andrómaca: Héctor, amor mío, no quiero vivir
para verte partir a casas del Hades,
en tierra profunda y el hijo aún no habla.
El hijo que hicimos tú y yo, miserables.
Para él no serás vida, Héctor, porque habrás muerto.
Ni él para ti.
Héctor: Y si se salvara será siempre un huérfano.
Delante de todos bajará la vista.
Buscará entonces mis viejos amigos.
Alguien por piedad, le dará una taza.
Mojará sus labios, tragará apenas.
Andrómaca: Otros lo echarán: “tú no tienes padre” le dirán.
Astianacte, hijo, que antes te sentabas en brazos de Héctor,
pronto sufrirás al padre perdido.
Héctor: O tal vez un griego te arroje de la torre
para vengar a un hermano, o al padre o al hijo
que yo les maté.
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Andrómaca: Destruirán a Troya
porque no estás tú que la protegías
Seremos esclavas: y el hijo conmigo.
Héctor: Demasiado joven dejaré la vida. Me iré de esta casa.
El niño aún no habla y jamás será grande
Andrómaca: No extenderás Héctor, hacia mí tu mano
cuando mueras. No oiré tus palabras,
no las guardaré, para que luego puedan
seguirme a todos lados, día y noche, en el llanto.
En la ciudad las mujeres llorábamos a los vivos
Temíamos no verlos regresar más de la pelea.
11) Descripción de la batalla
(Ceres, guerreros, muertos)
Relator: Chocaban los escudos, las lanzas, el furor.
Se mezclaban los gritos de alegría y dolor
de los que mataban y de los que morían.
La sangre mojaba la tierra.
Cer 1: Ayax hirió al joven Simoesio.
Su madre lo dio a luz a orillas del Simois,
a sus padres ayudaba cuidando las ovejas.
No les devolvió el precio de su amor,
su vida fue breve, Ayax la quebró.
Cer 2: El destino llegó también para Diores.
Piroo lo golpeó con una piedra en la pierna
le quebró los huesos, los tendones.
Cayó de espaldas en el polvo. Mientras se moría
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tendía los brazos a sus compañeros.
Piroo le hundió su lanza en el vientre,
todas las entrañas cayeron en la tierra.
Sobre los ojos del héroe bajó la tiniebla.
Cer 1: Y mientras Piroo escapaba, Toante de Etolia
le golpeó en el pecho; el hierro se hundió en el pulmón.
Toante le arrancó la lanza del cuerpo,
con la espada afilada el vientre le abrió y le quitó la vida.
Así yacían los dos jefes de Tracios y Epeos,
se mezclaban en el polvo sus tripas.
Cer 3: Merión mató al carpintero Fereclos.
Había construido la nave de Paris
que tantas desgracias llevó a los Troyanos y a él.
Pero no podía saber su futuro.
Por la nalga derecha entró la punta afilada
Traspasó la vejiga por debajo del hueso,
cayó de rodillas con un grito, la muerte lo envolvió.
Ipsenor: Mi lanza es un golpe que mata al instante.
La mujer del muerto se araña la cara,
los hijos son huérfanos mientras él se pudre
mojando la tierra con su sangre
y lo cuidan buitres en vez de su amada.
Aqueos, maten, no tengan piedad.
Ninguno de los troyanos huirá de la muerte,
tampoco quien la madre lleve en el vientre.
Morirán junto a Troya, sin sepulcro,
ni memoria, ni nombre.
Cer 3: Eurípilo mató al divino Ipsenor
lo golpeó en la nuca con el asta aguda.
Traspasó los dientes y cortó la lengua,
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cayó en el polvo mordiendo el bronce.
Horrenda, la tiniebla lo envolvió.
Gualberto Vega cayó en la sede de la COB.
Una bala le atravesó el corazón,
sobre sus ojos bajó la oscura sombra.
Cer 1: A Marcelo Quiroga le dispararon también.
Lo reconocieron en las escaleras.
Traspasaron las balas el tierno cuerpo.
Cer 2: Dieron en Carlos Flores, que estaba a su lado.
Cayeron ambos. Los llevaron heridos
hasta la sede del Estado Mayor…
Coro: Los insultaron, ultrajaron, torturaron,
hasta que los alcanzó la fría muerte
y el destino implacable.
Cer 2: Los cuerpos… aún los parientes buscan
los cuerpos para el duelo.
Cer 1: Sin sepulcro yacen en algún lugar.
Cer 2: De ellos quedan el nombre y la memoria
pero no la tumba.
12) La quema de los muertos
(Briseida, Viudas)
Briseida: Después de pelear y matarse durante varios días, ambos bandos decidieron honrar a
sus muertos. A mí me dijeron que griegos y troyanos se mezclaban en la llanura. Miraban el
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fruto de esa furia. No era un rico cajón de manzanas, no eran jazmines frescos recién cortados,
no era un niño con olor a leche de mama.
Cer 1: Eran cuerpos mutilados.
Cer 2: Era un dedo en busca de la mano que quizá ningún brazo une ya al torso desgarrado.
Briseida: Eran huesos raspados. Eran babas de miedo, orines, gritos sordos sobre la tierra. Eran
cuerpos de carne desgarrada a puro metal.
Cer 2: A puro metal…
Briseida: Eran rictus de cadáveres mordiendo la tierra24.
Cer 1: Mordiendo la tierra.
Brieseida: Eran hombres que dejaron caer sus corajes como otoños.
Cer 1: A mí me dijeron que griegos y troyanos…
Cer 2: Se mezclaban unos con otros bajo los árboles tupidos.
Brieseida: Todos buscaban a sus muertos. Difícil era reconocerlos.
Lavaban sus rostros con agua salada de ese mar , que hubiera sido hermoso…
Coro: Con gaviotas quizás…
Briseida: Y así iban dividiendo los muertos…Este es tuyo…
Uno: Este es mío…
Briseida: Este es tuyo…
Otro: Este es mío…
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Briseida: Ese es tuyo…
Coro: Ese… es tuyo…
Briseida: Este es mío.
Coro: Este es tuyo, este es mío.
Briseida: Amontonándolos sobre los carros.
Cer 2: Ciento cincuenta muertos para cada lado.
Cer 1:Hacinados sobre los leños.
Briseida: Ciento cincuenta nombres, ciento cincuenta hijos, trescientos ojos. Y así fueron
quemando esta tristeza en la mañana como parva para espantar a los siglos. Dulce era el amor
que aunaba almas y ahora crujía bajo el fuego.
Los cuerpos se iban fundiendo con la leña, la sangre hervía, y el olor a carne quemada se
prendía en las ropas y en los cuerpos de los que aún estaban vivos. Los que lloraban lo hacían en
silencio, todos se cuidaban de no molestar al silencio....
Cer 2: Menos el mar.
Coro: Menos el mar que no cesaba con sus olas.
Briseida: Con los muertos a otra parte, callados como están, ni se oiga el silencio de sus
huesos... no dicen una sola palabra de sus heridas, sólo aparecen en la boca de los que amaron…
Yo perdí un amado.
Cer 2: Yo perdí un hermano…
Cer 1: Amado…
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Briseida: Yo novia de punta en blanco para la boda, sólo el novio se atrasaba, se atrasó...Y
cuándo empezó lo que ahora sucede, y cómo y quién tiene la culpa…
Coro: Y cuándo empezó lo que ahora sucede. Y cómo y quién tiene la culpa.
Briseida: Yo perdí un amado.
Coro: Yo perdí un hermano…amado.
Briseida: Y cuándo empezó lo que ahora sucede, y cómo y quién tiene la culpa.
Coro: Y cuándo empezó lo que ahora sucede.Y cómo y quién tiene la culpa.
Y cuándo empezó lo que ahora sucede y cómo y quién tiene la culpa.
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Acto 2
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1) Rodolfo Walsh
(Rodolfo Walsh, Victoria, perros)
Walsh: Rodolfo Walsh, escritor, periodista. Asesinado en Buenos Aires en 1977.
Seis meses antes había muerto Victoria mi hija. (abre un libro) La Ilíada:
“Junto a su padre luchaba Arpalión,
una flecha aguda se hundió en su nalga
partió la vejiga, se incrustó en el hueso.
Mojaba la sangre los brazos del padre
mientras lo llevaba a Troya y lloraba.
Por un hijo que muere no hay recompensa”.
Aparece el espectro de Victoria.
Victoria! Aquí me ves, leo la Ilíada, la guerra de Troya. Hay una hija de Príamo, Polixena. Te le
parecías tanto hija mía: rebelde, obstinada, orgullosa. A Polixena la degollaron en honor a Aquiles.
Tenía veinte y seis años mi hija Victoria.
Argentina se parecía cada vez más a un barrio de Troya.
Como tantos chicos que repentinamente
se hicieron adultos, mi hija andaba a los saltos
huyendo de casa en casa por todo Buenos Aires.
No se quejaba, sólo su sonrisa se volvía desvaída.
Nos veíamos cada quince días
caminando en una calle o alguna plaza.
Hacíamos planes para vivir juntos,
pero ambos presentíamos que no iba a ser posible,
que uno de esos encuentros podía ser el último.
Y nos despedíamos simulando valor
consolándonos de la anticipada pérdida.
Más de cien soldados rodearon la casa
con tanque, helicóptero, ametralladoras.
Victoria, en camisón, corrió hasta la azotea.
El combate duró una hora y media.
MI hija conocía el trato que ejército y marina
dispensaban a los prisioneros, y pensaba
que el pecado no era hablar, sino caer viva.
De pronto hubo silencio, Victoria se levantó,
se acercó a la cornisa.
Flaca, de pelo largo, en camisón de noche
Alicia en el país de las pesadillas.
“No nos matan ustedes”, dijo a la tropa
“Nosotros elegimos morir” y luego
llevó una pistola a la sien, y apretó el gatillo
Por la radio supe que habías muerto,
entonces me santigüé como cuando era un niño.
Se me detuvo el mundo. “Era mi hija” dije.
Tenía miedo por ti y vos por mí
ahora el miedo es dolor. Te quise tanto…
No pude despedirme, en lo oscuro se mueren
los perseguidos. Nos queda la memoria
como único cementerio. Ahí te guardo
te acuno, te celebro y quizás te envidio.
“Mojaba la sangre los brazos del padre
Mientras lo llevaba a Troya y lloraba.
Por un hijo que muere no hay recompensa.”
2) Dolón
(Agamenón, Ulises, Dolón, perros)
Relator: Bajó al Océano la luz del sol
trayendo la noche a la tierra fecunda
Y tregua a los hombres.
Encendieron fuegos, como las estrellas
en torno a la luna brillan ardiendo,
se descubren cimas, promontorios, valles,
se ha roto en el cielo el éter inmenso…
Así entre las naves y el río que corre
brillaban las hogueras delante de Ilión.
Ulises: ¿Quién eres que vas
solo por el campo cuando todos duermen?
Habla claro ahora, antes de morir.
Dolón: No me maten, pagaré el rescate,
hay bronce en mi casa, hierro trabajado.
Todo entregará mi padre si sabe
que estoy prisionero, oro les dará.
Ulises: No temas la muerte y dinos por qué
hacia las naves caminabas solo
cuando todos duermen? ¿Nos ibas a espiar?
Dolón: quería saber si estaban en guardia
o dormían cansados por tanto pelear.
Agamenón: Mañana los troyanos: ¿nos van a atacar?
Dolón: Cuando llegue el alba los atacarán.
Ulises: ¿vigilan el campo, tienen centinelas?
Dolón: Vigilan apenas, quieren descansar.
Agamenón: ¿Dónde están las armas, dónde los caballos?
Dolón: Duermen con sus armas pero los caballos
pacen y descansan muy cerca del mar
Ulises: ¿Qué te prometieron como recompensa
por venir a espiar?
Dolón: Si regreso vivo obtendré a Casandra.
Ya les dije todo, déjenme vivir.
Ulises: Pobre desgraciado ¿por qué me creíste?
Lo que habla un verdugo no tiene valor.
No prometí que no te mataría
sólo que a la muerte no tengas temor
Agamenón: Cree te ruego en el filo de mi espada.
Presa estaba tu alma de vida cobarde,
de ella te libero dándote la muerte.
Gracias dime entonces, por tal libertad.
Mientras suplicaba le di con la espada
en medio del cuello, rodó la cabeza
y hablaba en el polvo pidiendo perdón.
Ulises: Te la busco yo, una nueva esposa
y tú nos ayudas a conquistar Troya.
No seas pesado, sígueme a las naves,
allí fijaremos el día de las bodas.
3) Carta sindical sobre la muerte
(Agamenón, trabajador)
Agamenón: (lee) Señor General de los Ejércitos:
Hugo, Jorge, Rafael, Emilio, Augusto Agamenón.
Antes, llegaban a la morgue de nuestra ciudad,
de 3 a 6 cadáveres por semana,
ahora son centenares los cuerpos que las tropas traen.
Nosotros deseamos cumplir con nuestro trabajo,
sea la cantidad de muertos que sea,
pero debemos describirle lo que nos toca vivir.
Cuando abrimos las celdas donde se apilan los cuerpos,
nos encontramos con que han permanecido
en depósito sin ningún tipo de refrigeración.
Un olor nauseabundo, una nube de moscas,
larvas y gusanos en el piso formando una capa
de diez centímetros de altura,
que retiramos en baldes, cargándolas con palas.
Nuestra única indumentaria para este trabajo
es pantalón y guardapolvo sin guantes ni botas.
A pesar de todo no tuvimos reparos
en realizar la tarea ordenada.
Solicitamos humildemente se nos suministren mascarillas para soportar el olor,
así como los guantes y botas mencionados.
Trabajador: también sugerimos respetuosamente
que se apilen los cuerpos en las celdas frigoríficas,
para poder cumplir del mejor modo posible con nuestra labor.
Firman: trabajadores de la morgue judicial de Córdoba, Argentina, junio de 1980.
4) Hera prepara el engaño
(Hera, Afrodita)
Afrodita: Me quiere….mucho, poquito…nada
Hera: Afrodita, necesito tu ayuda
Afrodita: Dime mamá.
Hera: No soy tu mamá
Afrodita: ¿Cómo no? ¿No eres la esposa de mi padre?
Hera: No es lo mismo. Zeus dice que naciste de su pierna,
pero cuando está borracho cuenta que surgiste de la espuma del mar.
Afrodita: ¿De la espuma del mar? ¡Qué romántico! ¡como una sirena!
Hera: O como un alga, como un hipopótamo o una ballena.
Afrodita: Bueno, ¿qué quieres?
Hera: ¿Qué quiero? Seducir a tu padre yo quisiera
Se ha enojado conmigo en la asamblea,
no me mira ni me habla y en la cama
me da las espaldas, me empuja y…
Hera y Afrodita: ronca
Hera: ¿Cómo lo sabes? ¿Nos espías? ¿Eres adivina?
Afrodita: ¿Hace cuánto que están casados?
Hera: Casi mil años.
Afrodita: ¿Le llevas la contra?
Hera: Siempre
Afrodita: ¿Le das la razón?
Hera: Nunca
Afrodita: ¿Te acuestas con ruleros?
Hera: Siempre.
Afrodita: ¿Lo besas en la oreja?
Hera: Nunca
Afrodita: Como todas las parejas juntas hace más de un siglo…
Ponte este perfume de ambrosía,
un peinado de Lemnos y las tetas siliconadas.
Hera: ¿Otra vez?
Afrodita: Sí, para que las mire y al hacerlo
te huela, te desee, te toque, te bese, te...
Hera: Ay Afro...
Afrodita: Ay, mamá…
Hera: No soy tu mamá, no soy tu mamá, no soy tu mamá.
Afrodita: ¿Y quién es mi madre?
Hera: Buena pregunta
Afrodita: ¿Quien me recogía de la escuela?
Hera: Nadie, siempre tuviste un profesor particular.
Afrodita: ¿Quien me preparaba el almuerzo?
Hera: Hebe, la criada del Olimpo.
Afrodita: ¿Quién me cantaba una canción antes de dormir?
Hera: Siempre encontrabas quien te cantara una canción antes de dormir… Apolo, Hefesto, Ares,