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1. Introducción Antonio Marlasca López LA ETERNIDAD DEL MUNDO: UN CAPITULO DE FILOSOFIA MEDIEVAL Summary: We present here the old discussion on the eternal or temporal character of the world, beginning with Sto Augustine. Our exposition cen- ters on the antagonical positions of Bonaventure and Aquinas. The former affirms that the begi- nning of the world can be rationally demonstrated. The latter holds exactly the opposite. In tne final section a critique is made of the theses of dia- lectical materialism, as well as of the "popular" interpretations of modern astrophysics concerning the eternity or non-eternity of the world. The author ends with an agnostic viewpoint: so far, u has not been demonstrated either the absolute beginning or the eterntty of the world. Resumen: Se expone en el presente trabajo, arrancando desde San Agustin, la vieja polémica en torno a la eternidad o temporalidad del mundo. En concreto se analizan criticamente las posiciones antagónicas a este respecto de Buenaventura y To- más de Aquino. El primero afirma que se puede demostrar racionalmente el comienzo del mundo. El segundo sostiene exactamente la tesis contraria. En la parte final se hace una critica de las posicio- nes del materialismo dialéctico y de las interpreta- ciones "populares" de la moderna astrofisica en lo que a la eternidad o no-eternidad del mundo se refiere. El autor concluye con una postura agnósti- ca: hasta ahora no se ha demostrado positivamente ni el comienzo absoluto del mundo ni su eterni- dad. La edad media ha tenido - y en parte sigue te- niendo- mala fama y mala prensa desde los albo- res de la modernidad y de la imprenta. Ya los hu- manistas en el renacimiento la consideraban como una época interpuesta entre ellos y la antigüedad clásica, como una especie de tierra de nadie -un "no man's land"-, como un milenio estéril, como un negro túnel de mil años de duración entre dos épocas de luz. Aún en nuestros días, para muchos, la expresión "edad media" =media aetas- es sinó- nimo de edad obscura, edad de las tinieblas (alum- brada, de vez en cuando, por las hogueras de la inquisición), edad del extravío y de la sinrazón. Ya advertía Voltaire que la historia de aquellos tiem- pos solamente había que estudiarla para despreciar- la. Por lo que respecta a la filosofía de aquella época -precisamente, la filosofía medieval o la fi- losofía escolástica- como era de esperar, no ha tenido mejor fortuna. El ilustrado Diderot pontifi- caba que tal filosofía había sido una de las peores plagas que había padecido el espíritu humano. Y el omnisciente y comprensivo Hegel en sus "Leccio- nes sobre historia de la filosofía" aconsejaba que a nadie se le obligase a estudiar la filosofía medieval. El, por su parte, filósofo de la historia y del abso- luto, se contentaba con el deseo de calzarse "las botas de siete leguas", para pasar sin transición, en un salto acrobático, por encima de toda la edad media, desde Plotino hasta Descartes. Y cuando se Rev. Fil. Univ. Costa Rica, XXIII (58), 169-182, 1985
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LA ETERNIDAD DEL MUNDO: UN CAPITULO DE FILOSOFIA … de Filosofía... · 2018-12-05 · 1. Introducción Antonio Marlasca López LA ETERNIDAD DEL MUNDO: UN CAPITULO DE FILOSOFIA MEDIEVAL

Feb 13, 2020

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1. Introducción

Antonio Marlasca López

LA ETERNIDAD DEL MUNDO:UN CAPITULO DE FILOSOFIA MEDIEVAL

Summary: We present here the old discussionon the eternal or temporal character of the world,beginning with Sto Augustine. Our exposition cen-ters on the antagonical positions of Bonaventureand Aquinas. The former affirms that the begi-nning of the world can be rationally demonstrated.The latter holds exactly the opposite. In tne finalsection a critique is made of the theses of dia-lectical materialism, as well as of the "popular"interpretations of modern astrophysics concerningthe eternity or non-eternity of the world. Theauthor ends with an agnostic viewpoint: so far, uhas not been demonstrated either the absolutebeginning or the eterntty of the world.

Resumen: Se expone en el presente trabajo,arrancando desde San Agustin, la vieja polémica entorno a la eternidad o temporalidad del mundo. Enconcreto se analizan criticamente las posicionesantagónicas a este respecto de Buenaventura y To-más de Aquino. El primero afirma que se puededemostrar racionalmente el comienzo del mundo.El segundo sostiene exactamente la tesis contraria.En la parte final se hace una critica de las posicio-nes del materialismo dialéctico y de las interpreta-ciones "populares" de la moderna astrofisica en loque a la eternidad o no-eternidad del mundo serefiere. El autor concluye con una postura agnósti-ca: hasta ahora no se ha demostrado positivamenteni el comienzo absoluto del mundo ni su eterni-dad.

La edad media ha tenido - y en parte sigue te-niendo- mala fama y mala prensa desde los albo-res de la modernidad y de la imprenta. Ya los hu-manistas en el renacimiento la consideraban comouna época interpuesta entre ellos y la antigüedadclásica, como una especie de tierra de nadie -un"no man's land"-, como un milenio estéril, comoun negro túnel de mil años de duración entre dosépocas de luz. Aún en nuestros días, para muchos,la expresión "edad media" =media aetas- es sinó-nimo de edad obscura, edad de las tinieblas (alum-brada, de vez en cuando, por las hogueras de lainquisición), edad del extravío y de la sinrazón. Yaadvertía Voltaire que la historia de aquellos tiem-pos solamente había que estudiarla para despreciar-la. Por lo que respecta a la filosofía de aquellaépoca -precisamente, la filosofía medieval o la fi-losofía escolástica- como era de esperar, no hatenido mejor fortuna. El ilustrado Diderot pontifi-caba que tal filosofía había sido una de las peoresplagas que había padecido el espíritu humano. Y elomnisciente y comprensivo Hegel en sus "Leccio-nes sobre historia de la filosofía" aconsejaba que anadie se le obligase a estudiar la filosofía medieval.El, por su parte, filósofo de la historia y del abso-luto, se contentaba con el deseo de calzarse "lasbotas de siete leguas", para pasar sin transición, enun salto acrobático, por encima de toda la edadmedia, desde Plotino hasta Descartes. Y cuando se

Rev. Fil. Univ. Costa Rica, XXIII (58), 169-182, 1985

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encuentra con el padre de la filosofía moderna, yapuede gritar -como el marinero perdido en el o-céano y que divisa la costa en lontananza- ¡tie-rra! .

No es nuestro propósito en este trabajo revalori-zar la edad media y la fílosoffa medieval. Tal cosaha venido haciéndose -con mayor o menor fortu-na- desde el romanticismo. Nuestro objetivo esmucho más modesto: mostrar con un solo ejemploque no todo fue extravío de la razón humana en laedad obscura, que también en aquellos tiempos sepensaba con agudeza, con profundidad y con sen-tido crítico de los límites del conocimiento huma-no. Concretamente pretendemos traer a la memo-ria -para los desmemoriados y tal vez para los que,siguiendo el consejo de Hegel, no se les ha obligadoa estudiar filosofía medieval- una vieja y muy dis-cutida cuestión en aquella edad: la cuestión sobrela eternidad o no eternidad del mundo. Creemosque tal polémica sigue teniendo aspectos interesan-tes para el hombre de hoy y, por ello, intentamosrescatarla del olvido o semiolvido de nuestros con-temporáneos.

El esquema del presente trabajo es muy simple.Veremos en primer lugar y muy brevemente losantecedentes históricos de la cuestión, deteniéndo-nos particularmente en el pensamiento de SanAgustín por considerarlo de especial interés paranuestro tema. A nalizaremos a continuación -y se-rá la parte central de este trabajo- las posicionesantagónicas de Buenaventura y Tomás de Aquinoen lo que a la eternidad del mundo se refiere. Ycomo conclusión, haremos algunas reflexiones so-bre el comienzo del mundo, a partir de las diversasinterpretaciones que se han dado de los descubri-mientos científicos actuales sobre la evolución deluniverso.

11. Antecedentes históricos

A) El pensamiento griego

Es bien sabido que la idea de una creación "exnihilo" es enteramente extraña al pensamientogirego; no sólo es ajena al pensamiento filosófícoque se supone es más riguroso -recuérdese la im-placable lógica de Perménides: "ex nihilo nihil">,sino también a los mitos y a las religiones popula-res: en los diversos relatos sobre la "creación" delmundo siempre aparecen más o menos explícita-mente como eternos los elementos originarios deluniverso.

La naturaleza -la "physis" de los filósofos jóni-

cos-, de donde brotan todas las cosas, es eterna enel sentido preciso de que su existencia no pudotener principio ni podrá tener fin.

La tesis común de los presocráticos -o mejor,de los preplatónicos-, por lo que a la eternidad delmundo se refiere, queda perfectamente expresadaen esta categórica y lapidaria sentencia del obscuroHeráclito (que, en este caso, es muy claro): "Estecosmos, el mismo para todos, no lo hizo ningunode los dioses o de los hombres, sino que siemprefue, es y será fuego siempre viviente, que se encien-de según medida y se apaga según medida" (1). Eltexto no puede -ser más explícito: rotundamentequedan excluídos cualquier principio y fin del uni-verso.

Platón en el Timeo, a primera vista, parecieraser una excepción en el "consensus" general de losgriegos sobre la eternidad del mundo. En efecto, eldemiurgo -que es eterno- ordena la materia caóti-ca -que también es eterna- tomando como mode-los los números e ideas subsistentes -igualmenteeternos-o Y así comienza a existir, a partir de ele-mentos eternos, este mundo sensible en el tiempo;o más exactamente, este mundo sensible al comen-zar a existir da origen al tiempo (2). Por eso Aristó-teles puede decir que Platón es el único que noconsidera el tiempo como ingénito (3).

Sin embargo, no es clara la interpretación exac-ta del "mito de la creación" del Timeo. Por unaparte, el mismo Platón llama al tiempo "imagenmóvil de la eternidad" (4), lo cual parece indicarque el tiempo -si bien móvil- tiene que ser pe-remne, sin principio ni fín -para imitar la perma-nencia inmóvil de la eternidad-o Por otra parte, yaen la antigüedad, Jenócrates, Plut..rco y los neopla-tónicos en general interpretaron el relato del Ti-mea sobre la "creación", en el sentido de una rela-ción o dependencia causal y eterna del mundo sen-sible respecto del mundo ideal o inteligible (5).

Con posterioridad a Platón volvieron a sostenerrotundamente la eternidad del mundo: Aristóteles,según el cual la materia no comenzó a existir nidejará de existir nunca, al igual que tampoco elmovim iento de la materia tuvo principio o ha de te-ner fin en el tiempo; Epicuro, que sigue las ense-ñanzas de los atomistas y afirma que los elementosconstitutivos del universo -átomos, vacío y movi-miento- son eternos e indestructibles; y finalmen-te los estoicos y los nepolatónicos. Estos últimosdistinguen ya claramente una doble noción de eter-nidad como presente extratemporal y como tiem-po sin límites. De ahí que pueda decirse que la

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LA ETERNIDAD DEL MUNDO

tesis de la eternidad del mundo es común a toda lafilosoffa griega (6).

8) La aparición del cristianismo y San Agustín

Con posterioridad al encuentro conflictivo de lacultura griega con la religión cristiana se fue impo-niendo la idea -y la fórmula rigurosa- de unacreación "ex nihilo". Tal idea parece implicar queel mundo se crea en el tiempo - "In principio crea-vit Deus coelum et terram "- o al menos que eltiempo es con-creado o comienza a existir con elmundo, de tal forma que tanto el mundo como eltiempo son limitados en cuanto que han tenido uninicio.

Al polifacético y polémico Agustín de Hiponatambién le preocupó sobremanera el problema deltiempo y la eternidad y, como en tantas otras cues-tiones, sus opiniones al respecto marcaron los cau-ces por los que discurriría durante siglos el pensa-miento cristiano.

Después de su conversión al cristianismo, Agus-tín acepta la idea de la creación de todas las cosaspor parte de Dios a partir de la nada. Para Agustíndecir "criatura" es decir "mudable" y decir "Dios"es decir "inmutable". Ahora bien, el tiempo, pues-to que por definición es algo mudable, es una cria-tura y, por consiguiente, el tiempo ha sido creado,ha tenido un origen y es limitado. En efecto, laBiblia dice: "Al principio creó Dios el cielo y latierra" (Gen. 1, 1). Pero ¿qué significa la expresión"al principio"? "Puede haber diversas maneras deentender el sentido de "al principio", pero, sea laque fuere la interpretación en la que uno se deten-ga, es por lo menos evidente que la Escritura atri-buye con ello un comienzo a todas las criaturas. Y,puesto que el tiempo es cambio por definición, élmismo es una criatura. Tiene, pues, un comienzoy, por consiguiente, ni las cosas que duran ni eltiempo mismo son eternos" (7).

Pero a San Agustín le interesa particularmenteacabar con la ilusión tenaz de un tiempo anterior ala existencia del mundo, en un momento del cualDios habría creado el universo ... Como no se vepor qué tal momento habría sido escogido con pre-ferencia a cualquier otro en una duración indistin-tamente vacía, se concluye -al menos, así con-cluían los maniqueos- que, puesto que el mundoexiste ahora, ha existido siempre; en otras pala-bras, se concluye afirmando la eternidad del mun-do y del tiempo. Si el mundo tuviese un iniciotemporal, uno podría preguntar: "¿qué hacía Dios

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antes de crear el mundo?".Agustín replica que, paralelamente, también po-

dría uno inquirir por qué Dios creó el mundo ental lugar del espacio en vez de en otro espacio olugar. .. y concluye que, igual que no hay un espa-cio real fuera del universo, tampoco hay un tiempoantes del comienzo del mundo: "Señor, tu hicistetodos los tiempos y existes antes de todos los tiem-pos y no hubo un tiempo en el que no hubieratiempo" (8).

El texto citado, además de un juego de pala-bras, pareciera contradictorio, puesto que, por unaparte, se afirma que en todo tiempo hubo tiempo,y por otra, se dice que Dios existía antes de todoslos tiempos. En realidad, según Agustín, no haycontradicción, puesto que Dios no precede tempo-ralmente al mundo, sino que Dios existe (o prece-de al mundo) en la eternidad: "Hodiernus tuusaeternitas" (vtu hoyes la eternidad"). En efecto,según Agustín, tiempo y eternidad son dos medi-das o modos de duración esencialmente heteroge-neos que corresponden a dos seres también hetero-geneos: el ser móvil y el ser inmutable.

El tiempo, aclara Agustín, supone movimientoy es evidente que para que haya movilidad (o mo-vimiento) tiene que haber algo que se mueva, puesla movilidad (o el movimiento) en abstracto no seda. La movilidad es siempre movilidad de algo ... Ylo que se mueve son las criaturas. Luego si no pue-de haber tiempo sin movimiento y si éste no puedeconcebirse sin las criaturas, es palmario que nopuede haber tiempo sin criaturas. Es decir, no pu-do existir un tiempo antes de la creación. En otraspalabras, el tiempo, como distinto de la eternidad,empezó a "ser" cuando empezaron a ser las cosas.El tiempo, por tanto, no es eterno ni ingénito.

Si no hubo un tiempo antes de la creación delmundo, es un sin-sentido la pregunta antes trans-crita -"¿qué hacía Dios antes de crear el mun-do? "-, típica de los maniqueos, puesto que intro-duce el tiempo -"antes" - en la eternidad (enla que, por definición, no cabe un "antes" niun "después"). Y, dado que Agustín no puede-ni está dispuesto- a responder a preguntasinsensatas, contesta con un punzante sarcasmo:"Dios estaba pensando en mandar a los infier-nos a los que hiciesen preguntas estúpidas" (9).

En definitiva, Agustín concluye triunfalmentesu polémica con los maniqueos, acérrimos defenso-res de la ejernídad del mundo y del tiempo, afir-mando: "El mundo no fue creado en el tiempo,

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"derecha agustiniana" y de la que Buenaventura vaa ser el defensor acérrimo.

3) El mundo ha sido creado por Dios y median-te la revelación divina se sabe que no ha existidosiempre, pero por la razón humana no se puedesaber si el mundo existió desde siempre o tiene unaduración limitada, ya que lógica o racionalmentees posible que el mundo, aunque creado, exis-tiera desde siempre. Es la tesis original de To-más de Aquino y la que va a defender contra los"murmurantes ", contra los que murmuraban queun mundo eterno es imposible, como por ejemploel citado Buenaventura (10+).

En lo que siguevamos a prescindir de la prime-ra tesis -típica de los averroistas o "izquierda aris-totélica", según la terminología de E. Bloch, queafirmaban que podía demostrarse racionalmente laeternidad del mundo- y vamos a detenernos en lasegunda y tercera tesis, examinando los argumen-tos que nos parecen más relevantes presentadosrespectivamente por Buenaventura y Tomás deAquino en favor de sus propias teorías.

ANTONIO MARLASCA

sino con el teimpo, pues lo que se hace en el tiem-po, se hace después de cierto tiempo y antes decierto tiempo: después de lo que es pasado y antesde lo que es futuro. Ahora bien (antes de que elmundo fuese creado) no había tiempo pasado,puesto que no existía criatura alguna cuyos movi-mientos cambiantes lo hicieran" (10).

11I. La polémica sobre la eternidad del mundo enel sigloXIII

Durante toda la edad media, hasta el sigloXIII,se fue imponiendo como "evidente por sí misma"en la teología ortodoxa cristiana la tesis de queuna creación de la nada implicaba necesariamenteuna creación temporal. Esta era la "traditiocommunis "

Pero ya Plotino había sostenido que, si bien elmundo es eterno, era la emanación necesaria deuna causa eterna e inmutable.. Es decir, Plotinosostiene simultáneamente la eternidad del mundoy la dependencia ontológica de éste respecto deuna causa trascendente. En otras palabras, paraPlotino no es contradictorio sostener la eternidaddel mundo y el carácter "creatural" y contingentedel mismo. Así comienza a entreverse la posibili-dad de una creación libre "ab aeterno",

Por otra parte, en la primera mitad del sigloXIII comienza a expandirse en la Europa cristianala filosofía musulmana que, por boca de sus repre-sentantes más autorizados -en este caso Avicena ysobre todo Averroes- reaflrma la vieja tesis aristo-télica de la eternidad del mundo y del tiempo.

y así en la segunda mitad del sigloXIII -en loque se ha llamado período de oro de la escolásti-ca- se mantienen en franca y a vecesviolenta polé-mica tres tesis distintas con respecto a la posibleeternidad del mundo.

1) El mundo es eterno o el mundo ha existidosiempre, si bien dependiendo de una causa trascen-dente e inmaterial. En otras palabras, el mundohabría sido creado por Dios desde la eternidad.Esta tesis, como se ha visto, de origen neoplatóni-co, la sostienen en general los filósofos musulma-nes y en París la sostuvo concretamente, en la se-gunda mitad del siglo XIII, Siger de Bravante alcomienzo de su carrera profesional.

2) El mundo ha sido creado por Dios, ha teni-do un comienzo temporal y no ha podido no te-nerlo. En otras palabras, el mundo no ha existidodesde siempre sino que tiene una duración limita-da. Es la tesis tradicional, la propugnada por la

A) La posición de Buenaventura

Para Buenaventura es evidente que, aceptandoel hecho de la creación del mundo a partir de lanada por parte <le Dios (hecho que, según él, ade-más de ser revelado, también se puede demostrarmetafísicamente), se puede asimismo probar deforma apodíctica la duración temporal del mundo.Para él una creación eterna esuna contradicción enlos términos. Tal como lo expresa perfectamenteE. Gilson, "el nervio de la argumentación de SanBuenaventura (en contra de la posibilidad de unmundo eterno) se ha basado siempre en la idea deque hay contradicción en los términos al suponerque lo que ha sido creado de la nada no lo ha sidoen el tiempo. La noción de un universo creado porDios de la nada y al mismo tiempo desde toda laeternidad, noción que será considerada por SantoTomás de Aquino como lógicamente posible, aun-que de hecho falsa, le parece a San Buenaventurauna contradicción tan groser-aque no puede imagi-nar un filósofo tan mediocre como para no haberlaadvertido" (11).

En efecto, en el primer libro de su Comentarioa las Sentencias, Buenaventura se expresa en formacategórica en contra de la posibilidad de un mun-do creado y, al mismo tiempo, eterno: "Que Dioscrease el mundo desde la eternidad lo considerototalmente imposible, puesto que implica en sí

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contradicción. Al afmnar que el mundo ha sidohecho, se afmna que ha tenido principio. Al afirmarque el mundo es eterno, se afmna que no ha teni-do principio. De donde lo mismo es preguntarse siDios puede hacer un mundo eterno que preguntar-se si es posible que, teniendo principio el mundo,no tenga principio, pues esto es evidentementecontradictorio" (12). En la misma obra, en elli-bro segundo, vuelve a rechazar, como absurda ycontradictoria, la tesis de una creación eterna:"Afirmar que el mundo es eterno o hecho desde laeternidad, afmnando al mismo tiempo que el mun-do ha sido hecho de la nada, es palmariamentecontrario a la verdad y a la razón... Y tan contrarioes a la razón que pienso que ningún filósofo, porpoco entendimiento que tenga, puede sostener talcosa. Pues ello implica una contradicción manifies-ta" (13).

Ni que decir tiene que Tomás de Aquino necesi-tará "arrestos" para oponerse a semejante veredic-to. Y se opondrá especialmente en el opúsculo"Sobre la eternidad del mundo" refiriéndose tam-bién él despectiva y sarcásticamente Haesos hom-bres que creen que la sabiduría ha nacido conellos..."

En todo caso la tesis de Buenaventura es clara:una creación ex nihilo supone una creación postnihllum: En efecto, según él, ser creado es ser pro-ducido ex nihilo; el término ex, no pudiendo refe-rirse a una causalidad material, expresa la anterio-ridad de la nada o no-ser con respecto al ser; deahí que la criatura necesariamente es hecha postnihilum. De donde concluye enfáticamente queuna creación eterna es una contradictio in ter-minis, puesto que la creación afirma precisa-mente el ser después del no-ser (esse post non esse)(14).

Buenaventura esgrime además una serie de argu-mentos ad absurdum -más interesantes y pertinen-tes que la argumentación anterior, puramente dia-léctica- en contra de la posibilidad de un mundoeterno.

En efecto, según proverbios o axiomas clásicos"lo infinito no puede atravesarse" (infinitum nonest pertransire), "al infinito no se le puede añadirnada" (infinito non potest addi), etc. (15). Puesbien, Buenaventura aplicando estos axiomas a lahipótesis de un mundo eterno, extrae las conse-cuencias absurdas e inaceptables que, según él, seseguirían de ella. Para ello pone un ejemplo muygráfico y concreto: el de las revoluciones celestes,

es decir, un elemento fundamental de la física aris-totélica aceptada comunmente en el sigloXIII. Enefecto, según Aristóteles, las esferas celestes giraneternamente alrededor de la tierra y estas revolu-ciones celestes determinan la división del tiempoen años, meses y días. Buenaventura pone al parti-dario de la eternidad del mundo frente al siguientedilema: las revoluciones pasadas ¿están todas ellasa una distancia finita (y por consiguiente numera-ble) de la revolución actual, o bien algunas deellas están infinitamente distantes de la actual? Sise elige la primera parte del dilema, se concede queel mundo ha comenzado, puesto que la más lejanade las revoluciones está todavía a una distanciafinita; ella sería, pues, la primera y con ella hacomenzado la evolución cósmica. Si se opta por lasegunda parte del dilema, y se sostiene que al me-nos una revolución pasada está a una distancia infi-nita, ¿qué pasa con la revolución inmediatamentesubsiguiente? Si se la sitúa a una distancia finitadel día de hoy, habría que hacer lo mismo con lainmediatamente precedente, puesto que no difierede ella sino en una unidad; habría, pues, que res-ponder que también la subsiguiente revolución estáa una distancia infinita. Pero entonces la mismaconclusión se impone para la tercera revolución,para la cuarta, etc. Y así uno se ve constreñido aaceptar una serie de absurdos: todas las revolucio-nes celestes están infinitamente distantes del díade hoy, todas ellas son simultáneas o sincrónicas,etc. (16).

Otros muchos argumentos de Buenaventuracontra la posibilidad de un mundo eterno no sonen el fondo sino "variaciones" del dilema anterior.Por su ingeniosidad merecen recordarse los siguien-tes:

Si el mundo es eterno -y no ha tenido un co-mienzo- y si se considera simplemente el pasado,por fuerza hay que admitir un número infinito derevoluciones tanto solares como lunares. Pero haydoce revoluciones lunares por una revolución solar.Así pues, tendríamos dos números o magnitudesinfinitas, una de las cuales sería más grande que laotra. En otras palabras, tendríamos un infinito ma-yor que otro infinito, lo cual evidentemente es ab-surdo e imposible.

Asimismo, si el mundo hubiese existido desde laeternidad, se seguiría que es posible añadir algoalinfinito. Por ejemplo, habría habido ya un númeroinfinito de revoluciones solares, y. sin embargo, ca-da día -o cada año- se añade una nueva revolu-ción. Pero es imposible añadir algo al infinito tinfi-

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nito non potest addi). Por tanto, el mundo no pue-de haber existido siempre.

Finalmente, es imposible recorrer una serie infi-nita (infinitum non est pertransirey, de modo quesi el tiempo fuese eterno, es decir, si no hubieratenido un inicio, el mundo nunca habría llegado almomento presente. Y sin embargo, está claro queha llegado. Luego no ha existido desde siem-pre (17).

En conclusión, según Buenaventura un mundoeterno es imposible y, por tanto, ni Dios pudocrearlo desde la eternidad. Siendo el mundo crea-do, el tiempo necesariamente ha tenido un comien-zo. La consecuencia sería que negar que el tiempotenga un principio equivaldría a negar que el mun-do sea creado; y probar que un tiempo o movi-miento eterno es imposible, equivale a probar queel mundo es creado.

Hasta aquí hemos expuesto lo más objetivamen-te posible los argumentos de Buenaventura que noshan parecido más agudos y pertinentes en contrade la eternidad del mundo. Veamos a continuaciónla tesis de su oponente, Tomás de Aquino, y cómoresponde éste a 10i argumentos de aquél.

B) La réplica de Tomás de Aquino

La posición de Tomás de Aquino respecto a laposible eternidad del mundo es bastante compleja.Como él mismo dice expresamente en el pequeñoopúsculo dedicado particularmente a este te-ma (18), el fondo de la cuestión se reduce a averi-guar si es contradictorio -y por tanto, imposible-"que algo sea causado por Dios y sin embargo hayaexistido desde siempre" (19).

Pues bien, Tomás de Aquino nunca ha vistocontradicción entre ambas proposiciones (valgo escausado por Dios", "algo existe desde siempre").La tesis de que no es contrario a la razón suponerque el mundo fue creado desde siempre "es reto-mada siete veces en las obras del Aquinate, y cadavez con mayor energía, contra los murmurantes"(20).

Intentemos exponer con cierto orden el pensa-miento de nuestro autor al respecto. Según él, elhecho de aceptar que Dios ha creado el mundolibremente, no implica sin más que lo haya tenidoque crear en el tiempo o que el mundo -y portanto, el tiempo- tuviese un comienzo. Puesto queDios es eterno podría haber creado el mundo des-de la eternidad. Por una parte, Tomás sostiene queninguna de las pruebas o argumentos aducidos para

(intentar) demostrar el comienzo temporal delmundo (es decir, que pueda asignarseidealmente altiempo un momento primero) son realmente con-cluyentes y demostrativos. Por otra parte, nuestroautor afirma en contra de Siger y los averroistas-la llamada "izquierda aritotélica" - que tampocose ha probado con argumentos válidos que el mun-do ha existido desde siempre, o, lo que viene a serlo mismo, que es imposible que el mundo tenga uninicio temporal. En otras palabras, si bien Tomásde Aquino como cristiano acepta que el mundo, dehecho, fue creado en el tiempo y no desde la eter-nidad, sostiene al mismo tiempo que tal hecho seconoce únicamente por revelacióny que la fllosoffa-la razón humana- nu puede probar ni que elmundo haya existido desde siempre ni que el mun-do haya tenido un inicio temporal. Ambas posibili-dades quedan abiertas ante la razón humana y nin-guna de ellas es imposible ni intrínsecamente con-tradictoria. Más concretamente, para el Aquinateel comienzo del mundo es rigurosamente un artí-culo de fe y no una conclusión fllosófica:

"El hecho de que el mundo no siempre hayaexistido, sólo por la fe se conoce y no puede pro-barse demostrativamente" (21). En efecto, no sepuede probar la creación temporal del mundo nipartiendo del creador ni partiendo de las criaturas.En el primer caso porque la creación depende de lavoluntad divina y ésta es incognoscible para elhombre, a menos que Dios la revele. En el segun-do, porque la "demostración" -entendiendo portal la que Aristóteles llamaba "demostración per-fecta" o "propter quid"- parte de las esencias delas cosas -el "quod quid est"- para deducir deellas las propiedades; ahora bien, las esencias encuanto tales son intemporales y abstraen del espa-cio y del tiempo; luego no se puede demostrar queno siempre han existido (22). "Por eso -concluyenuestro autor- que el mundo ha comenzado aexistir es creible, mas no demostrable o cognosci-ble. Y esto es útil considerarlo, no sea que alguienpresumiendo demostrar lo que pertenece a la fe,aduzca razonesno necesarias,que brinden a los infie-les materia para burlarse, al juzgar que nosotrospor razones de este tipo creemos las cosas que sonde fe" (23).

Esto significa concretamente que las razonesaducidas por Buenaventura en contra de la posibili-dad de un mundo eterno no son"necesarias". Vea-mos, pues, en detalle la réplica del Aquinatense.No es del caso -para no alargar demasiado estaexposición- transcribir aquí todas las respuestas

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literales de Tomás de Aquino a los argumentos deBuenaventura que aquél trata como objeciones asu propia posición.

Por lo que se refiere al argumento de Buenaven-tura de que una creación ex nihllo implica unacreación temporal, Tomás responde a su oponenteque ha incurrido en una confusión o equívoco alsuponer que la expresión ex nihilo tenga que refe-rirse por fuerza a la anterioridad de la nada conrespecto al ser. La fórmula ex nihilo significasenci-llamente la negación de cualquier materia preexis-tente y no implica ninguna relación temporal o deduración de la nada o no-ser respecto al ser. Que elmundo ha sido hecho de la nada significa simple-mente que no hay algo de lo cual ha sido hecho.En otras palabras, la nada no pudo preceder al seren la creación, puesto que es una mera negación yno tiene ninguna existencia real y positiva. De ahí,que la idea de tiempo no está en modo algunoimplicada en la fórmula ex nihilo (24).

Por lo que respecta a los demás argumentos,podría decirse que Tomás acepta el punto de parti-da de Buenaventura, pero niega que se sigan lasconsecuencias "absurdas" que, según éste, se si-guen. Efectivamente, Tomás admite -al igual quesu oponente- la validez de los adagios o axiomasclásicos sobre el infinito: "el infinito no puedeatravesarse" "al infinito no se le puede añadir na-da", etc., pero entendiendo infinito en sentido ri-guroso, como infinito en acto. Másen concreto, elAquinate rechaza expresamente la posibilidad deuna multitud infinita en acto (25), y sólo admite laposibilidad de una magnitud infinita en potencia,es decir, el aumento indefinido de una serie siem-pre finita (división del continuo, serie de númerosenteros, evolución indefinida del tiempo, etc.).

Aplicando estos principios a la hipótesis de laeternidad del mundo, Tomás de Aquíno sostieneque un mundo eterno, sin inicio temporal, no im-plica necesariamente un infinito en acto, sino uninfinito sucesivo, que vendría a equivaler -aunqueél no lo dice expressis verbis- a un infinito enpotencia. Así, por ejemplo, aceptando un mundosin inicio temporal, tal mundo no es rigurosamenteinflníto (= infinito en acto) en suduración y, portanto, ésta puede aumentar: "Pues nada impideque se haga una adición al infinito por aquella par-te en que es finito. En efecto, cuando se sostieneque el tiempo es eterno, se infiere que éste es infi-nito por la parte de adelante (ex parte ante), perofmito por la parte de atrás (ex parte post), pues elpresente es el término del pasado" (26). Análoga-

mente, habría que responder -en la hipótesiseternalista- que tanto las revoluciones solares co-mo las lunares no son rigurosamente infinitas y,por tanto, nada impide que el número de las revo-luciones lunares sea mayor que el de las solares.

Al argumento parejo basado en el axioma deque "el ínfíníto no puede atravesarse" de dondese pretende deducir que en la hopótesis de unmundo sin comienzo no se podría haber llegadoal día de hoy ya que. "si el mundo siempre hu-biera existido habrían sido ya recorridos ínfíni-tos momentos (ínfínitos días, ínflnitas revolucio-nes solares), pues lo que es pasado ha sido recorri-do" (27), nuestro autor responde, una vez más,que no se ha recorrido un tiempo infíníto, sinofínito: "El ínfíníto, aun cuando no exista simultá-neamente en acto, puede existir de modo sucesivo,pues así cualquier infinito que se considere es fini-to. Cualquier revolución de las precedentes pudo,por tanto, pasar porque fue fmita" (28). En otraspalabras, en la hipótesis de un mundo eterno sehapodido llegar al día de hoy porque no ha transcu-rrido un tiempo rigurosamente infinito, sino fmito.

Quedaría por exponer en detalle la réplica delAquinate al dilema de Buenaventura transcrito an-teriormente. En realidad hay que aclarar que To-más no responde estricta o literalmente a tal di-lema. La objeción (casi idéntica y paralela al ar-gumento anterior) más parecida al dilema de Bue-naventura, propuesta por el Aquinate dice así: "Siel mundo siempre existió, infmitos días precedie-ron a éste de hoy. Pero no se puede traspasar elinfinito, Por consiguiente nunca se hubiese llegadohasta el día de hoy, lo cual es manifiestamentefalso" (29). La respuesta a tal objeción es bastantesutil e ingeniosa: "El tránsito (o paso) se entiendesiempre de un término a otro. Cualquiera que sea,pues, el día pasado que se designe (o que se consi-dere), desde el mismo hasta el de hoy hay un nú-mero fíníto de días que pudieron transcurrir. Laobjeción procede, entonces, como si, una vez esta-blecidos los términos, hubiera entre ellos infinitosmedios" (30).

Al lector -si ha tenido la paciencia de seguimoshasta aquí- tal vez le parezca "impertinente" -opoco pertinente- la respuesta del Aquinate al ob-jetante. Aquél, si le entendemos bien, vendría adecir, por una parte, que no hay que pasar o atra-vesar una serie infínita cuando en esa serie no hayun primer término, y por otra, que cualquier díapasado que se designe, su distancia al día de hoysiempre será fmita y, por tanto, susceptible de ser

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atravesada. En otras palabras, frente al dilemabonaventuriano que preguntaba si una "revolu-ción" pasada estaba a una distancia finita o infinitadel día de hoy, Tomás opta por la primera alterna-tiva (cualquier acontecimiento pasado está a unadistancia fmita de hoy), sin que esto implique laexistencia de un primer acontecimiento. Las dosafirmaciones (vcualquler acontecimiento pasadoestá a una distancia finita", "no hay un primeracontecimiento") son compatibles precisamenteporque se trata de una serie infinita por uno de susextremos y finita por el otro.

Personalmente admitimos de buena gana que larespuesta de Tomás de Aquino, a pesar de su "suti-leza", no nos satisface plenamente y da más bien laimpresión de ser una respuesta "dialéctica", parasalir airoso del paso. En el fondo, la validez detodas las respuestas del Aquinate a sus propias ob-jeciones -o, lo que viene a ser lo mismo, a losargumentos ad absurdum de Buenaventura- de-pende de que lo que Tomás llama infinito sucesivo(que está implicado necesariamente en la hipótesisde un mundo eterno) haya que identificarlo con loque él mismo denomina en otra ocasión (31) infi-nito en potencia o infinito en acto. Como se havisto ya, el Aquinate piensa que tal infinito sucesi-vo (una serie indefinida de acontecimientos pasa-dos sin un acontecimiento primero) equivale másbien a un infinito en potencia (puesto que esa serieindefinida de acontecimientos tiene un términopor un extremo, por lo que puede aumentar, y portanto, no es estrictamente un infinito en acto alque, por definición, no se le puede agregar nada).En este sentido, Tomás de Aquino sería coherenteconsigo mismo cuando, por una parte, afirma queuna multitud infinita en acto es imposible y, porotra, cuando sostiene que un mundo eterno es po-sible, puesto que éste no implicaría una multitudde acontecimientos pasados infinita en acto.

Pero hay muchos autores (por ejemplo, DeRaeymeker, F. Van Steenberghen, etc.) que sostie-ne que lo que Tomás de Aquino llama infinitosucesivo es en realidad un infinito en acto. Así porejemplo, el ilustre medievalista de la Universidadde Lovaina, F. Van Steenberghen, afirma categóri-camente: "la eternidad del mundo implicaría clara-mente la realización, en el pasado, de series infini-tas, (tal eternidad) supone, pues, el infinito adqui-rido, el infinito en acto, por más que las unidadesde estas series no hayan existido jamás al mismotiempo ... Tomás de Aquino confunde la multitudinfinita en potencia con la multitud infinita sucesi-

va, que es indudablemente una multitud infinita enacto ... (Así) la eternidad del mundo implicaría ne-cesariamente el infinito en acto y no solamente elinfinito en potencia ... Una duración eterna en elfuturo constituye un infinito en potencia; perola hipótesis de un pasado eterno implica que unaserie infinita de acontecimientos está ya completa-da ("accomplie"), el infinito es ya adquirido, reali-zado, en acto "(32).

En sentido contrario, hay otros pensadores quesiguen defendiendo la tesis tomista: el infinito su-cesivo es en realidad un infmito en potencia. Asípor ejemplo. el filósofo alemán A. Zimmermannsostiene que la hipótesis de la eternidad del mundono implica un infinito en acto, "porque es 'en ac-to', es 'real' aquello a lo que conviene el ser actualo el 'ser tout court', lo que no conviene sino a lopresente; el pasado y el futuro no son sino impro-piamente (vsecundum quid"). Por ende el pasadoen cuanto pasado no puede formar nunca con elpresente un 'todo existente actual'. En consecuen-cia, una serie es solamente 'en acto' cuando cadauno de sus miembros está presente al mismo tiem-po que todos los demás. De todo esto se deduceque una serie infinita de acontecimientos sucesivosno constituye en realidad un infinito en ac-to" (33).

¿Qué pensar de toda esta cuestión tan complejay tan obscura? ¿El infinito sucesivo es infinito enpotencia -y por tanto, es posible un mundo eter-no- o, por el contrario, es infinito en acto -y porende es imposible un mundo eterno-? Que el lec-tor juzgue por sí mismo. Pareciera que nos encon-tramos decididamente frente a la primera de lasfamosas antinomias kantianas, en que tanto la tesis("el mundo tiene comienzo en el tiempo") comola antítesis ("el mundo no tiene comienzo en eltiempo") se pueden demostrar y, a pesar de ello,ambas, tesis y antítesis, son, según Kant, igualmen-te falsas, puesto que en ambas se parte del falsosupuesto de concebir al tiempo como una "cosa ensí", cuando, según Kant, éste es simplemente unaforma a pnori de nuestra sensibilidad (34). A pesarde que Tomás de Aquino no aceptaría los presu-puestos kantianos -concretamente, que el tiempoes simplemente una forma apriórica de la sensibili-dad- ambos autores llegan a conclusiones pareci-das: el mundo puede ser o pensarse como eterno,el mundo puede ser o pensarse como no-eterno. Yante tales afirmaciones la mente humana debemantenerse en una actitud agnóstica puesto que notiene razones apodícticas para probarlas o impro-

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177LA ETERNIDAD DEL MUNDO

barlas.Hay finalmente un argumento curioso que utili-

za Buenaventura -una vez más, contra la posibilidadde un mundo eterno- y que Tomás de Aquino, ennumerosas ocasiones, se ha puesto a sí mismo co-mo objeción contra su propia doctrina: es el argu-mento de la "infinidad" de las almas humanas. Enefecto, "si el mundo y la generación siempre exis-tieron, infinitos hombres nos precedieron. Pero elalma del hombre es inmortal. Por consiguiente, ha-bría ahora infinitas almas humanas en acto; lo cuales imposible" (35). La objeción tiene pleno senti-do aceptando la posibilidad de que la humanidadhaya existido siempre y que las almas humanassean inmortales. De ahí se seguiría indudablementeque existirían ahora, simultáneamente, un númeroinfinito de almas. El Aquinate reconoce la fuerzadel argumento y en una ocasión dice que es "elmás difícil" (36). De todas formas se desembarazafácilmente de él: "este argumento -dice- no vieneal caso, porque Dios puede hacer el mundo sinhombres ni almas o pudo también hacer al hombrecuando en realidad lo hizo, aun cuando hubiesehecho todo el resto del mundo desde la eternidad;y así no quedarían en pos de los cuerpos infinitasalmas. Además, todavía no se ha demostrado queDios no pueda hacer que ellas sean infinitas enacto" (37). Queda, pues, incólume la tesis de nues-tro autor: el mundo- y éste no incluye necesaria-mente al hombre- puede ser eterno. De todas for-mas merece destacarse la última frase del textotranscrito: ..todavía no se ha demostrado que Diosno pueda hacer infinitas almas en acto". Tal afir-mación se opone claramente a otra anterior de élmismo donde sostiene que "es imposible una multi-tud infinita en acto" (38).

¿Qué concluir de todo esto? ¿Que nuestro au-tor es versátil e incoherente? No parece que lostextos den para tanto ... Puede ser que la frasetranscrita del "Sobre la eternidad del mundo" indi-que un cambio de pensamiento por parte de To-más; puede ser también que tal frase -en un escri-to eminentemente polémico- sea simplemente unargumentum ad hominem en contra de los teólo-gos tradicionalistas: "Vostros -que tan alegremen-te afirmais que un mundo eterno es imposible- nisiquiera habeis demostrado aun que Dios no puedahacer un infinito en acto". Sea de ello lo que fue-re, a partir de tal frase "parece temerario concluiralgo más que una posible vacilación de parte deTomás en cuanto a la imposibilidad de una multi-tud infinita en acto" (39).

En definitiva, podemos concluir esta parte denuestro trabajo afirmando que el Aquinate ha de-fendido siempre -y cada vez con mayor agresivi-dad- la posibilidad de un mundo eterno. El fueconsciente en todo momento de que su postura eradifícil y sospechosa para la ortodoxia oficial de laépoca (40), pero, a pesar de ello, la mantuvo du-rante toda su carrera universitaria contra la posi-ción adversa que era la "oficial" y la mayoritaria.Para Tomás no es "evidente" la existencia de Diosni mucho menos el comienzo del mundo. Si elinicio del universo pudiera probarse tan fácilmentecomo pensaban Buenaventura y los teólogos reac-cionarios, ahí precisamente se tendría una pruebapalmaria y facilísima de la existencia de Dios (41).Pero, según el Aquinate, las cosas no son tan sim-ples y las "vías" tomistas para (intentar) probar laexistencia de Dios abstraen del comienzo temporaldel mundo.

IV. Consideraciones finales

El problema del inicio o eternidad del mundono ha dejado de inquietar a las mentes humanas apesar de que Kant -como tantos otros problemasmetafísicos- lo declarara insoluble. Es normal,puesto que tal problema es ineluctable y las solu-ciones -o carencia de soluciones- que se adoptenimplican opciones metafísicas fundamentales. Sim-plificando mucho podría decirse que -aunque porrazones distintas- hoy se mantienen (tanto en elámbito científico como filosófico) las mismas posi-ciones que en la "edad obscura" sostuvieron Siger,Buenaventura y Tomás de Aquino.

A) El mundo es eterno.

Tal es la postura que defienden diversas corrien-tes científicas y filosóficas, concretamente, el ma-terialismo dialéctico, cuyas tesis a este respecto, amodo de ejemplo, vamos a analizar brevemente.En efecto, una de las tesis centrales del materialis-mo dialéctico es la infinitud de la materia (42). Yse entiende la infinitud de la materia en tres senti-dos: en el tiempo (eternidad), en el espacio y enla profundidad (inexhaustibilidad de las propiedadesde las partículas elementales) (43). Reviste especialinterés para nuestro tema la tesis de la infinitud dela materia en el tiempo, es decir, su eternidad. Co-m o prueba capital y apodíctica en favor de la eter-nidad de la materia se considera la ley de la conser-vación y transformación de la energía. Partiendo

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del hecho de que en todos los procesos físicos esconstante la suma de energía, Engels concluía yaque el movimiento de la materia y con él la mismamateria son indestructibles y, por consiguiente,también increables. Además, si el mundo materialno posee el comienzo de su existencia en el tiem-po, eo ipso queda suficientemente probada segúnel materialismo dialéctico la no-existencia de uncreador.

Sin embargo, en contra de la tesis de la carenciadel comienzo temporal del mundo han surgido va-rias dificultades, por parte precisamente de lasciencias de la naturaleza. La primera de ellas es elconocido argumento de la "muerte térmica" queya había formulado R. Clausius (1822-1888). Enefecto, si existiera el universo desde la eternidad, laentropía tendría que haber llegado a un máximoen sus consecuencias, es decir, la energía tendríaque haberse transformado en calor, y este calortendría que estar repartido equitativamente por to-do el universo, por lo que todos los procesos ma-crofísicos deberían haber llegado al estado de re-poso; lo cual es evidentemente falso. Análogamen-te, el modelo de un universo en expansión que seha elaborado basándose en el fenómeno conocidocomo "desplazamiento hacia el rojo", parece im-plicar un comienzo de esa expansión: precisamentelo que se suele llamar la explosión de "átomo pri-mitivo" o "teoría del big-bang". En efecto, lasgalaxias existentes fuera de nuestra vía láctea se ale-Jan de nosotros a una velocidad proporcional a ladistancia que nos separan de ellas. ¿Desde cuán-do? No puede ser desde hace un tiempo infinito.Tiene que haberse dado un comienzo.

El materialismo dialéctico responde de diferen-tes maneras a estas objeciones. Por lo que toca alproblema de la muerte térmica del universo se pue-de contestar o bien afirmando -como ya lo hizoEngels, por lo demás gratuitamente- que el princi-pio de la conservación de la energía hay que enten-derlo no sólo en un sentido cuantitativo (= la sumade energía permanece constante -y así lo entiendela ciencia actual-), sino también en un sentidocualitativo (la materia nunca pierde la capacidadde transformar una forma de energía en otra), obien sosteniendo que el principio de entropía valesólo para los sistemas cerrados, pero no es válidopara el universo el cual -en virtud de otro postula-do del materialismo dialéctico: la infinitud espa-cial- no representa un sistema cerrado. Por lo querespecta a la expansión del universo se puede res-ponder o bien postulando un "modelo oscilante"

del universo (expansión-contracción), o bien soste-niendo que tal expansión se refiere sólo a aquellaparte del universo que nos es conocida y no a latotalidad de un mundo infinito en espacio.

¿ Prueban todos estos argumentos y contra-argu-mentos la eternidad del mundo o -como sostieneel materialismo dialéctico- un mundo increado?Que se nos disculpe si nos permitimos recordarque, desde hace ya mucho tiempo, tanto en el estecomo en el oeste, las ciencias son metodológica-mente ateas (44), que parten del postulado de laeternidad de la materia, etc. Parece completamenteabsurdo pensar o imaginar que los conocimientoshumanos proyectados. hacia el pasado más lejanoque pueda concebirse puedan alguna vez encon-trarse con el "puro" no-ser o con el comienzo ab-soluto del mundo. Pero, manteniendo la anteriorafirmación, con ello tampoco se ha probado positi-vamente la eternidad del mundo. Simplemente lasciencias parten del postulado o hipótesis, que nopueden abandonar, de que, puesto que ahora existeel mundo, éste ha existido siempre. En el mejor delos casos, se puede admitir o conceder que el mun-do puede ser eterno, pero no que es de hecho ypor necesidad eterno. Y un principio muy viejo delógica elemental enseña que "ab esse ad posse valetillatio, sed non viceversa". Por lo demás Engels in-curre en el equívoco de que, al demostrar elsin-principio intemporal del mundo, está ya de-mostrado que no es creado. Tomás de Aquino en-señaba precisamente lo contrario -y tal es el fon-do de toda su polémica contra Buenaventura y losteólogos conservadores de su tiempo-, a saber,que el fundamento decisivo para aceptar un crea-dor no es el comienzo temporal del mundo (queno se puede demostrar), sino su contingencia.

B) El mundo es limitado temporalmente

En los últimos años, a partir de descubrimientosespectaculares de la astrofísica, algunos creyentespretendieron concluir apresuradamente que laciencia venía a confirmar y demostrar defínítíva-mente la génesis temporal del mundo y su comien-zo absoluto.

En efecto, según el modelo del universo en ex-pansión que en la actualidad -sobre todo desde ladécada de los sesenta- es el más comunmenteaceptado, de tal forma que se le llama "modelostandard", la explosión inicial a partir del átomoprimitivo habría tenido lugar hace aproximada-mente trece mil millones de años. Por tanto el

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LA ETERNIDAD DEL MUNDO 179

mundo es "muy viejo", pero en todo caso su dura-ción es finita. No es raro, pues, que algunosapologistas cristianos -con mejor voluntad que ra-zones- intentaran ídentificar el momento de la ex-plosión primitiva con la creación del mundo porparte de Dios. Pero -la historia es testigo- se haabusado de Dios demasiadas vecesempleándolo co-mo tapagujeros para aclarar cosas de momentoinexplicables, contribuyendo así al "problema dela vivienda de Dios", de que hablaba mordazmenteE. Haeckel. En realidad, aun aceptando como cier-tos los datos de la moderna astrofísica -el comien-zo de la expansión hace unos trece mil millones deaños- no se ha probado con ello el comienzo abso-luto del mundo, sino solamente la evolución deluniverso a partir de algo ya previo y existente: elátomo primigenio. De ahí que, con fuerza inconte-nible, surge necesariamente la pregunta: ¿cuál fueel origen del átomo? ¿qué había antes de la explo-sión primitiva? Tal interrogante no recibe ningunarespuesta en los manuales de astrofísica. Estos li-bros comienzan, por así decido, por el segundo díade la creación: se parte ya de algo, del átomo pri-mitivo. En la revista "Time", de hace algunos años,se podía leer: "La mayoría de los científicos mo-dernos se quedan sin palabra cuando se les formulael interrogante supremo y se les pregunta qué ha-bía antes de la explosión primitiva" (45). Pues esclaro que la pregunta fundamental siguesiendo porqué hay algo y no más bien nada, y de dónde vieneese algo o ese átomo primitivo. Y no puede decirseque tal pregunta -aunque no pueda responderse-sea ociosa o carente de sentido. Alguien podráaventurar (o afirmar gratuitamente): el átomo exis-tió desde la eternidad. El creyente tal vez se atrevaa insinuar (o a afírmar dogmáticamente): el átomoprimigenio fue creado por Dios... En cualquier ca-so, la ciencia dista mucho todavía de haber proba-do el comienzo absoluto del mundo.

Desde otro punto de vista, paradójicamente des-de principios filosóficos aristotélico-tomistas, algu-nos autores han intentado revalidar y actualizar ennuestros días la argumentación bonaventurianacontra la posibilidad de un mundo eterno. El razo-namiento sería más o menos el siguiente:

El universo material -el único que conocemos-no puede ser inerte. Las sustancias o elementosque lo constituyen son esencialmente activos, ytoda actividad implica devenir, cambio, evolucióny, en consecuencia, duración temporal o sucesiva.De ahí que seplantea la cuestión de si esta evolu-ción ha tenido un punto de partida (por ejemplo,

si los movimientos cósmicos han tenido un co-mienzo, si la actividad de las partículas elementalesimplica, pongamos por caso, una primera reacciónquímica), o bien si puede concebirse una evoluciónsin un primer término, sin punto de partida, sincomienzo. Y dado que el tiempo se define comomedida del movimiento ¿el tiempo ha comenzadocon la evolución en un determinado momento delpasado, o es también eterno como la evolución.

Pues bien, la respuesta a estos interrogantes es-tendría que ser- que la evolución ha tenido uncomienzo. Una evolución eterna implicaría una se-rie infinita de acontecimientos sucesivos(si la seriefuera finita, comportaría un primer término queseñalaría el comienzo de la evolución). Pero unaserie infinita no puede existir en el mundo real: elinfinito cuantitativo es imposible, es un subpro-dueto de la imaginación o capacidad fabuladoradel hombre. En efecto, todo lo que existe, es dis-tinto y determinado; y cualquier multitud, para serdistinta o determinada, debe ser finita constituirun número, una suma finita de unidades. Sólo pue-de existir el infmito en potencia, entendido en elsentido de una multitud finita capaz de aumentoindefinido, porque, cualquiera que sea el aumento,el infinito en potencia permanecerá siempre fmito.Aplicando estos principios a la evolución del uni-verso, habría que inferir que es imposible una evo-lución eterna en el pasado, puesto que implicaríala realización de una serie infinita de acontecimien-tos sucesivosy, nueva imposibilidad, esta serie ínfí-nita aumentaría constantemente, siendo así que,por definición, no se puede añadir nada al infmito.Por consiguiente, la evolución del mundo ha debi-do tener un comienzo, un punto de partida y to-dos los acontecimientos que han ocurrido formanuna serie numerable; y el tiempo ha comenzadocon esta evolución. Podría agregarse, además, quelos últimos descubrimientos cíentíficos apoyaríanel razonamiento anterior, es decir, que ha habidoun punto de partida en la evolución (46).

A estas alturas creemos innecesaria una refuta-ción detallada de toda la argumentación anterior:ha quedado ya hecha en las páginas que anteceden;y tal refutación se reduciría básicamente a mostrarque una serie infinita en el pasado no constituyeen realidad un infinito actual -puesto que losacontecimientos pasados en rigor ya no existen y,por ende, no pueden constituir tal infínito->, sinosólo un infinito en potencia.

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C) El mundo puede ser eterno o limitadotemporalmente

De todo lo expuesto hasta aquí, la conclusión,modesta y concisa, que se impone es obvia: no hayrazones apodícticas -"necesarias", que diría To-más de Aquino- ni para afirmar la eternidad delmundo ni para sostener su comienzo absoluto. Nila ciencia ni la fílosofía (aunque dogmáticamenteafirmen lo contrario) han podido probar ningunade las tesis contrapuestas. En este sentido, aunquépor razones muy distintas, Tomás de Aquino,ErnrnanuelKant y la ciencia moderna "no compro-metida" estarían de acuerdo en esta postura esen-cialmente agnóstica respecto al inicio absoluto deluniverso. El creyente ilustrado, al que la historiadebería haberle enseñado va a ser más precavido ya prescindir de fáciles concordismos entre la bibliay la ciencia (47), puede seguir sosteniendo lo mis-mo que defendía ya en el obscuro siglo XIII To-más de Aquino contra su colega Buenaventura:"mundum incepisse sola fide tenetur'' ("el comien-zo del mundo se conoce solo por la fe"). Del he-cho de que la ciencia no encuentre a Dios porninguna parte -o, lo que viene a ser lo mismo, del

(l) Diels, 22 B 30.(2) Cf. Timeo 29 a ss.(3) Física 251 b.(4) Timeo 37 d.(5) En este mismo sentido -como un tiempo infinito,

sin principio ni fin - interpreta la concepción platónicadel tiempo el gran especialista del pensamiento griego, R.Mondolfo, en la obra clásica al respecto: El infinito en elpensamiento de la antigüedad clásica. Buenos Aires, 1952,p. 108 ss.

(6) Cf. la Introducción de A. J. Cappelletti al opúscu-lo Sobre la eternidad del mundo de Tomás de Aquino.Buenos Aires, 1981, p. 12-26.

(7) E. Gilson, Introduction d la étude de Saint Augus-tinoParis, 1969, p. 248.

(8) "Ornnia tempora tu fecisti, et ante omnia ternporatu es, nec aliquo tempore non erat tempus": Con-fessiones, XI, 13, 16.

(9) "Alta scrutantibus gehemnas parabat": Con-fessiones, XI, 12, 14.

{lO)De Civitate Die, XI, 6. Son también muy signifi-cativos los siguientes pasajes agustianos a propósito de un"tiempo eterno": "Mas si la mente volandera de algunovagando por las imágenes de los tiempos anteriores (a lacreación) se admirase de que tú, Dios omnipotente, dejas-te pasar un sinnúmero de siglos antes de que hicieses tangran obra, despierte y advierta que admira cosas falsas.

hecho de que la ciencia sea, con todo derecho,metodológicamente atea- no se sigue que hayaprobado positivamente la no existenciade Dios.Talcosa, aunque a vecesno se quiera reparar en ello, laprobó suficientemente Kant en su crítica dernole-dora de los argumentos aducidos para probar laexistencia de Dios, y es ocioso volver sobre ello.Análogamente, del hecho de que la ciencia no hayaencontrado por ninguna parte un comienzo absolu-to del mundo -y no parece concebible que lo pue-da encontrar- de ahí tampoco se sigue que hayaprobado positivamente la eternidad del mundo. Y,para concluir, nos parece oportuno transcribir lasreflexiones de un cientffico atómico de nuestrotiempo, Werner Heisemberg: "Si del hecho incon-trovertible de que existe el mundo quiere dedu-cir alguien una causa de esa existencia. tal hipo-tesis no contradice en un solo punto nuestros co-nocimientos científtcos. Ningún cientffico disponede un sólo argumento o de un hecho que le permi-ta refutar semejante hipótesis. Ni siquiera cuandose trata -y no cabe otra posibilidad- de una causaque deba buscarse fuera de nuestro mundo tridi-mensional" (48).

NOTAS

Porque ¿cómo habían de pasar innumerables siglos, cuan-do aún no los habías hecho tú, autor y creador de lossiglos? ¿O qué tiempos podrían existir que no fuerancreados por tí? ¿Y cómo habían de pasar si nunca habíansido? ... No pudieron pasar los tiempos antes de que túhicieses los tiempos. Ni tú precedes temporalmente a lostiempos ... No hubo un tiempo en que no hubiera tiem-po ... No hubo, pues, tiempo alguno en que tú no hiciesesnada, puesto que el mismo tiempo es obra tuya. Y ningúntiempo te puede ser coeterno, porque tú eres permanente,y éste (el tiempo), si permaneciese, no sería tiempo ...¿Qué hacía Dios antes de crear el cielo y la tierra? ¿Porqué le vino al pensamiento de hacer algo cuando anterior-mente nunca hizo nada? Dales, Señor ,que (los que hacentales preguntas) piensen bien lo que dicen y descubranque no se dice nunca donde no hay tiempo ... Vean, pues,que no puede haber ningún tiempo sin criatura y dejen dehablar semejante vaciedad": Confessiones, XI, cap. 13, 14y 30. Sobre la cuestión del tiempo en San Agustfn, véaseespecialmente: H. Marrou, San Agustin y el agustinismo:Madrid, 1968; J. Guitton Le temps et l' étemité chezPlotin et Saint Augustin: París, 1971.

(Iü+) En contra de lo que suele decirse, no hay ningu-na prueba documental de que en el occidente cristianomedieval haya habido filósofos que hayan sostenido el"error intolerable" (error intolerabilis, que decía Tomásde Aquino) de aflrmar que el mundo fuera increado. Otra

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LA ETERNIDAD DEL MUNDO 181

cosa es que posteriormente se haya atribuido tal doctrinaa Averroes, Siger, etc.

(11) E. Gílson, La pholosophie de Saint Bonaventure.París, 1953, p. 154.

(12) "Primum (= quod ipsum creaverit ab aeterno)credo impossibile simpliciter, quoniam implicat in secontradictionem. Ex hoc enim quod ponitur fieri, poniturhabere principium. Ex hoc autem quod ponitur aeternus,ponitur non habere principium. Unde idem est quaerereutrum Deus potuerit ante mundum facere quod mundushabendo principium non haberet principium; et hoc in-eludit contradictionis utramque partem ": DoctorisSeraphici S. Bonaventurae ... opera omnia. Quaracchi,1882, t. 1, p. 788. El profesor F. Van Steenberghen, en Laphilosophie au XIII stécle; Louvain Paris, 1966, p. 244,sugiere, con toda la razón, que el término ante es sin dudauna mala lectura en lugar de aeternum.

(13) "Dicendurn quod ponere mundum aeternum essesive aeternaliter productum, ponendo res omnes ex nihiloproductas, omnino est contra veritatem et rationem, sicutultima ratio probat; et adeo contra rationem, ut nullumphilosophum, quantumcumque parvi intellectus,crediderim hoc posuisse. Hoc enim implicat in se ma-nifestam contradictionem": II Sent., disto 1, p. 1, art. 1,qu. 2; ed. cit., t. Il, p. 22.

(14) n Sent., dist. 1, p. 1, art. 1, qu. 2,5.(15) Para comprender el "valor" de estos axiomas (y

de nuestra exposición), hay que tener en cuenta que eltérmino infinito se toma en sentido riguroso, o si se pre-fiere, en terminología aristotélica, como infinito en acto.Cualquier magnitud cuantitativa o matemática nunca po-drá ser infinito en acto, pues siempre se le puede añadiralguna unidad, sino que será siempre, necesariamente, infi-nito en potencia o indefinido. Otros autores llaman alinfinito en potencia infinito relativo y al infinito en actoinfinito absoluto: "Se confunde generalmente lo infinitorelativo, es decir, lo que no tiene ningún límite asignable,con lo infinito absoluto (que Cantor, Wundth, Lasswitzhan llamado transfinito), es decir, que no tiene ningúnlímite posible. El primero expresa una simple posibilidad,el segundo expresa una efectividad completa, que podríadefinir se también: una totalidad en la cual todos los gra-dos de disminución o de aumento son dados de antemano.Con lo infinito absoluto estamos, pues, fuera del conceptode magnitud; entre ello y lo infinito relativo (infinitamen-te grande, infinitamente pequeño) no hay una diferenciade cantidad sino de cualidad": A. Lalande, Vocabulariotécnico y crítico de la filosofía, Buenos Aires, 1953, t. 1,p. 658. Reiteramos que aquí se trata del infmito en acto oinfinito absoluto al que, por definición, no se le puedeañadir nada, pues, eo ipso, dejaría de ser infinito. Como esobvio, aquí se prescinde de las construcciones puramenteconceptuales relativas al infinito matemático.

(16) Cf. II Sent., disto 1, p. 1, art. 1, qu. 2. Cf. tam-bién F. Van Steenberghen, Le mythe d un monde éternel,en "Revue philosphique de Louvain", 1978, p. 167-168.

(17) Cf. II Sent., dist. 1, p. 1, art. 1, qu. 2. Cf. tambiénF. Copleston, Historia de la filosofía, t. n, Barcelona,1971, p. 263.

(18) Tal opúsculo se titula De aeternitate mundi y suautenticidad está fuera de toda duda. La Comisión leoninalo ha publicado ya en su edición crítica (Sancti Thomaede Aquino opera omnia ... Tomus XLIII Roma, 1976, p.

85-89) y sitúa la fecha de su composición hacia 1270 enParís "cuando la crisis doctrinal de la Universidad hacía laposición de Santo Tomás delicada, e ineluso compromete-dora si era mal comprendida" (Ibid. p. 56). El opúsculoha sido traducido y publicado en castellano recientementepor A.J. Cappelletti: Santo Tomás, Sobre la eternidad delmundo. Buenos Aires, 1981. Utilizamos esta última edi-ción.

(19) Edic. de Cappelletti, p. 45.(20) A.D. Sertillanges, Saint Thomas d'Aquin. Paris,

1910, p. 282.(21) Suma Teológica, 1,46, 2.(22) Ibidem.(23) Ibidem.(24) Contra Gentiles, Il, 38, ad 2um.; Suma Teológica,

1, 46, 2, ad 2um.; Sobre la eternidad del mundo, ed. cit.,p.49-50.

(25) "Irnpossibile est esse multitudinem infinitam inactu, sive per se, sive per accidens": Suma Teológica, 1,7,4. Como ya queda explicado '(cf. supra, nota 15), se en-tiende por infinito en acto el infinito realizado; tal infini-to no puede pertenecer a ningún tipo de magnitud, seríaliteralmente "innumerable" e "inconmensurable", por de-finición excluiría todo aumento, etc.

(26) Contra Gentiles, n, 38.(27) /bidem.(28) Ibidem.(29) Suma Teológica, 1,46, 2.(30) "Ad sextum dicendum quod transitus semper

intelligitur a termino in terminum. Ouaecumque autempraeterita dies signetur, ab iIIa usque ad istam sunt finitidies, qui pertransire potuerunt. Obiectio autem proceditac si, positis extrernis, sint media infinita": Ibidem.

(31) Cf. Suma Teológica, 1,7,4.(32) F. Van Steenberghen, La philosophie au XI¡e

siécle. Louvain-Paris, 1966, p. 461 y 463; Idern, Ontolo-gie. Louvain-Paris, 1966, p. 248-251.

(33) A. Zimmermann, "Mundus est aeternus", en"Miscellanea Mediaevalia", 10, Berlín, 1976, p. 324-325.

(34) No hay ninguna prueba de que Kant conociera lasdoctrinas de Agustín, Buenaventura o Tomás de Aquinosobre el tiempo. De todas formas es digno de notarse queKant "prueba" la tesis de la primera antinomia (el mundono es eterno) fundamentalmente con el mismo argumentode Buenaventura: si el mundo fuera eterno habría "unaeternidad transcurrida a cada momento dado y, conse-cuentemente, una serie infinita de estados sucesivos decosas en el mundo. Ahora bien, la infinidad de una serieconsiste precisamente en que esa serie no puede jamás seracabada ... (y) que transcurra una serie infinita en el mun-do es imposible": I. Kant, Critica de la Razón Pura. T. n.Trad. de J. Bergua, Madrid" 1970, p. 126. Por otra parte-y los críticos de Kant lo han repetido hasta la saciedad-Kant "construye" su primera antinomia "imaginando" untiempo vacio anterior al mundo. Ahora bien, como ya seha visto, San Agustín, en su polémica contra los maní-queos, mostró ya que tal "tiempo" anterior al mundo eraabsolutamente irreal, un producto de la imaginación ocapacidad fabuladora del hombre. Más biel}{'''cortando lasalas a la imaginación" -al igual que Kant corta las alas a larazón- hay que afirmar rotundamente con Agustín que"en todo tiempo hubo tiempo" y que "no hubo'un tiempoen que no hubiera ningún tiempo".

Page 14: LA ETERNIDAD DEL MUNDO: UN CAPITULO DE FILOSOFIA … de Filosofía... · 2018-12-05 · 1. Introducción Antonio Marlasca López LA ETERNIDAD DEL MUNDO: UN CAPITULO DE FILOSOFIA MEDIEVAL

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tJ5) Suma Teológica, 1,4"2, l.(36) Sobre lo eternidad del mundo, ed. cit., p. 54.(37) lbidem. Casi siempre Tomás responde de la mis-

ma manera a esta objeción. En la Suma Teológica, 1,46,2, escribe: "Hay que tener en cuenta, sin embargo, queéste (el argumento de la infinidad de las almas) es unargumento particular. Por lo cual podría alguien decir,que el mundo ha sido eterno, o al menos alguna criaturalo fue, como el ángel, pero no el hombre. Pero nosotrostratamos de un modo universal de si alguna criatura exis-tió desde la eternidad".

(38) Suma Teológica, 1, 7,4.(39) F. Copleston, Historia de lo Filoso/fa, t. 11,Barce-

lona, 1971, p. 359.(40) De hecho en 1277, entre una serie caótica de 219

proposiciones condenadas en nombre de la "ortodoxia"católica, se encuentra la siguiente: "non esse nonpraecessit esse duratione, sed natura tantum" (prop. 99).Tal proposición parece referirse directamente a Avicena,pero detrás de Avicena está Tomás de Aquino, que ladefiende como racional o lógicamente posible.

(41) "Más claramente, en efecto, conduce el mundo alconocimiento del divino poder creador si el mundo nosiempre existió que si hubiera existido siempre; pues todolo que no siempre existió es evidente que tuvo causa; peroello no es, en cambio, tan evidente en lo que toca a aque-llo que siempre existió": Suma Teológica, 1,46, 1.

(42) Cf. F. Engels, Antí-Dtlhring. Trad. de W. Roces,Madrid, 1932, pp. 41 ss.

(43) F. Engels en los manuscritos que se publicaronp6stumamente con el título Dialéctica de la naturaleza,hablando de las propiedades de la materia, da rienda suel-ta a su imaginación y tal pareciera que su concepción de lamateria dicta a la ciencia su programa e incluso sus con-clusiones: "Decir que la materia en toda la eternidad sólouna vez -y ello por un instante, en comparación con sueternidad- ha podido diferenciar su movimiento y, conello, desplegar toda la riqueza del mismo, y que antes ydespués de ello se ha visto limitada eternamente a simplescambios de lugar; decir esto equivale a afirmar que lamateria es perecedera y el movimiento es pasajero. Laindestructibilidad del movimiento debe ser comprendidano sólo en el sentido cuantitativo, sino también en elcualitativo ... El movimiento que ha perdido la capacidadde verse transformado en las distintas formas que le sonpropias, si bien aún posee dynamis, ya no tiene energeia, ypor ello se halla parcialmente destruido. Pero lo uno y lootro es inconcebible ... O nos vemos obligados a recurrir ala ayuda del creador o a concluir que la materia primaincandescente que dio origen a los sistemas solares de nues-tra isla cósmica se produjo de forma natural, por transfor-maciones del movimiento que son inherentes por naturale-

za a la materia en movimiento y cuyas condiciones deben,por consiguiente, ser reproducidas por la materia, aunquesea después de miles de millones de años, más o menosaccidentalmente, pero con la necesidad que es tambiéninherente a la casualidad ... ¿Se pierde (el calor) para siem-pre en su intento de calentar el espacio cósmico, cesa deexistir prácticamente y continúa existiendo sólo teórica-mente en el hecho de que el espacio cósmico se ha calen-tado en una fracción decimal de grado, que comienza condiez o más ceros? esta suposici6n niega la indestructibili-dad del movimiento ... Llegamos así a la conclusión de queel calor irradiado al espacio cósmico debe de un modo uotro -llegará un tiempo en que las ciencias naturales seimpongan la tarea de averiguarlo- convertirse en otra for-ma de movimiento ... Además la sucesión eternamente rei-terada de los mundos en el tiempo es únicamente un com-plemento lógico a la existencia de innumerables mundosen el espacio infinito. Este es el ciclo eterno en que semueve la materia ... Tenemos la certeza de que la materiaserá eternamente la misma en todas sus transformaciones,de que ninguno de sus atributos puede jamás perderse yque por ello, con la misma necesidad férrea con que ha deexterminar en la tierra su creación superior, la mente pen-sante, ha de volver a crearla en algún otro sitio": F.Engels, Dialéctica de lo naturaleza, en K. Marx-F. Engels,Sobre lo Religión, Salmanca, 1979, p. 294-297.

(44) Valga la pena recordar la conocida anécdota atrí-bufda a P.S. Laplace. Al ofrecer éste el primer volumen desu Tratado de mecánica celeste a Napoleón y preguntarleéste último por el papel de Dios en la creación, le respon-dió: "Señor, no me hizo falta tal hipótesis".

(45) "Time", 27, XII, 1976. Cit. por H. Küng, ¿ExisteDios? , Madrid, 1979, p. 871. En las líneas que antecedenen este apartado nos hemos inspirado en las brillantespáginas de esta obra (especialmente, p. 864-874). El lec-tor curioso encontrará ahí abundante bibliografía sobrelas últimas teorías astrofísicas.

(46) Cf. F. Van Steenberghen, Le mythe d'un mondeétemel, en "Revue philosophique de Louvain", 1978, p.171-173; Idem, Ontologie, Louvain-Paris, 1966, p.248-251.

(47) Para el creyente del siglo XX podría ser útil elconsejo que daba Tomás de Aquino en el siglo XIII apropósito, precisamente, del comienzo del mundo: nopretender demostrar las cosas de fe por medio de razonestan débiles que provoquen la mofa e irrisión de los incre-yentes (cf. Suma Teológica, 1,46,2).

(48) W. Heisemberg, Ciencias de lo naturaleza y verdadreligiosa, en "Schritte über Grenzen", p. 49. Cit. pr H.Küng, ¿Existe Dios? ,pp. 871-872. El subrayado es nues-tro. Por descontado, que tal hipótesis hoy por hoy no essusceptible ni de verificación ni de falsificación; y por tan-to, se queda en lo que es: simple hipótesis.