-
ISSN 0213-018157
La edad de los tiranos: una aproximacin a las ambigedades de la
tirana arcaica
Csar Sierra Martn*Universitat Autnoma de Barcelona
[email protected]
Recibido: 10 de octubre de 2013Aceptado: 12 de mayo de 2014
RESUMENEn el presente trabajo abordaremos las tiranas arcaicas.
Procesos histricos tradicionalmente englo-bados en complejas
construcciones historiogrficas, actualmente se muestran como
resultado de las diferentes tensiones internas que salpicaron
Grecia en la poca arcaica. Por nuestra parte, resaltaremos la
importancia de las relaciones personales para la instauracin de
algunas tiranas arcaicas a travs de los casos de Clstenes, Cpselo,
Ciln, Pisstrato y Lgdamis.
Palabras clave: Tiranas arcaicas. Pisstrato. Lgdamis. Ciln.
The Age of Tyrants: an approach to the ambiguities of archaic
tyranny
ABSTRACTIn this paper will address the archaic tyrannies. These
historical processes in complex constructions tra-ditionally
encompassed historiography are currently displayed as a result of
the different internal stres-ses that dotted Greece in the archaic
period. For our part, we will highlight the importance of personal
relationships for the establishment of certain archaic tyranny by
Cylon cases, Pisistratus and Lygdamis.
Key words: Archaic Tyranny. Peisistratus. Lygdamis. Kylon.
Sumario: 1. La Grecia arcaica: etiquetas historiogrficas. 2.
Ortagridas y Cipslidas: las primeras dinastas tirnicas. 3. Tegenes
de Mgara y su yerno, Ciln de Atenas. 4. Pisstrato y Lgdamis:
futuros tiranos en el exilio. 5. Des-etiquetar la tirana.
Gerin2014, vol. 32, 57-77
http://dx.doi.org/10.5209/rev_GERI.2014.v32.46665
*Agradezco los comentarios y sugerencias que sobre este texto
han realizado los profesores Jordi Cortadella y Ricardo Martnez
Lacy, as como las correcciones propuestas por los evaluadores
annimos. Por descontado, los errores que pueda contener el trabajo
son de mi autora. Este trabajo est adscrito al proyecto
RYC2010-05622.
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
58
1. La Grecia arcaica: etiquetas historiogrficas
En 1970 el ilustre helenista Moses Finley comenz su disertacin
sobre la Grecia arcaica afirmando que sta se caracteriza por dos
fenmenos de especial relevancia: la expansin colonial y el
surgimiento de la plis.1 Sobre este ltimo proceso sea-la que fue
una tarea ardua, forjada a travs de muchos aos y repleta de
disturbios internos que constituyeron la sea de identidad del
periodo.2 Por las mismas fechas, en referencia a la Grecia arcaica,
Anthony Andrewes define claramente tres etapas evolutivas en su
poltica: monarqua, aristocracia y una ltima fase que podramos
llamar gobierno constitucional.3 Siguiendo a Andrewes, en la famosa
etapa oscu-ra, la monarqua griega haba cedido paulatinamente ante
el auge de la aristocracia, que se adue de la vida poltica griega.4
As, los sucesores de los reyes seran los aristcratas que basaban el
derecho de sucesin en el prestigio de sus familias y su calidad o
vala personal, inherente a su nacimiento.5 Este grupo social
controlaba los cultos religiosos y se organizaba en consejos, como
el Arepago en Atenas, acapa-rando el poder poltico. Segn Andrewes,
la transicin de la aristocracia a los gobier-nos constitucionales
es la que presenta mayor conflictividad. Tanto es as que, como
etapa intermedia entre ambas, el autor sita la tirana, que vendra a
ser una especie de puente que no acababa de ser constitucional ni
aristocrtico.6 En 1981, G. E. M. de Ste. Croix recoge el mismo
proceso, enfatizando el problema sobre las diferen-cias clasistas
entre aristocracia y poblacin sometida. Para Ste. Croix, los
tiranos son figuras que rompen la hegemona aristocrtica,
instaurando un gobierno personal y dictatorial.7 Previamente a la
Edad de los tiranos,8 Grecia estaba dominada por los reyes
devoradores de regalos ( /drophagoi basiles), que vemos en Hesodo9
(Trabajos y das 38-39; 220-221; 248-251 y 263-264). Sin embargo, el
mismo Ste. Croix no hace ms que utilizar sesgadamente a Hesodo y
ello lo pode-mos comprobar analizando en conjunto las palabras del
poeta beocio (Trabajos y das 219-230). En este pasaje Hesodo opone
a los reyes devoradores de regalos, perso-najes notables que
interpretan torticeramente las leyes y en beneficio propio, frente
a los que otorgan veredictos justos, favoreciendo as a su ciudad.
Por tanto, Hesodo se
1 Finley 1983, 105.2 Finley 1983, 116-117.3 Literalmente sera:
Greek Monarchy, Greek Aristocracy and Development of Greek
Constitution
(andreWeS 1971, 9-16).4 El desarrollo que vamos a sintetizar se
encuentra en andreWeS 1971, 9-19.5 Esparta fue un caso excepcional
en este supuesto periodo de transicin hacia gobiernos
despticos,
afianzndose una monarqua que hunde sus races en los gobiernos
heroicos de Grecia, pero de esto ya se percat el propio grote 1847,
7. Por su parte, MeikSinS Wood 2003, 276, se refiere a Esparta como
estado conquistador, que consigui conservar la monarqua a travs de
la participacin de los reyes en las instituciones.
6 Sobre el inicio de los estudios de la tirana griega es
imprescindible liBero 1996, 12. 7 Ste. croix 1988, 329.8 Por edad
de los tiranos se entiende desde el siglo VII a. C. hasta la
expulsin de los Pisistrtidas (511/10
a.C.), v. dillon garlan 2010, 256.9 Ste. croix 1988, 327.
MeikSinS Wood 2003, 282-283, denomina a esta nueva clase social
seores
homricos.
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
59
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
refiere a los reyes devoradores de regalos con intencin
moralizante y quizs como recurso expositivo. As, el pasaje no
induce a pensar que Grecia se hallaba dominada por los que
devoraban regalos sino que, simplemente, se contraponen dos figuras
de gobernante, encarnadas en el justo y el injusto, sin predomino
aparente de ninguna de ellas. Anlogamente a este caso, pese a que
uno de los temas centrales de la obra de Herdoto sea mostrar las
consecuencias de la insolencia humana (de la /hbris), ello no
quiere decir que toda Grecia se rigiera por la misma.10 Recogiendo
este con-texto histrico, la tradicin historiogrfica suele asociar
el conflicto entre aristcratas y sectores de la poblacin sin
derechos polticos con un binomio protagonizado por dominantes y
dominados.11 En el pasado siglo, estas tensiones sociales se
abordaban a partir de los conceptos agaths y kaks (/), asocindolos
a la aristo-cracia y el pueblo, respectivamente. Este binomio se
fundamenta normalmente en las palabras de los poetas arcaicos
Teognis, Alceo y Soln, quienes reflejaron el contraste entre los
valores de los agathoi: gnos, riqueza, valor y justicia, sobre los
defectos de los kakoi (por ejemplo, Teog. Elegas I. 525-526).12
A tenor del anterior contexto surgieron diferentes estudios
acerca del origen social y el perfil de gobierno del tirano
arcaico, destacando la dinmica econmica en la Grecia arcaica y la
violencia poltica como estandartes de estos incipientes regmenes
polticos. Sin duda, este punto de vista tiene su origen en la
clsica obra de Percy Ure de 1922, quien defendi una estrecha
relacin entre el surgimiento de los regmenes tirnicos y el
florecimiento de una economa mercantil, resumido en una figura
bau-tizada como prncipe mercader.13 Por su parte, Santo Mazzarino
sostiene una opi-nin que no difiere en gran medida de la propuesta
por Ure pero que resalta el talante violento de los tiranos. As,
Mazzarino defiende que en Mileto se produjo una crisis aristocrtica
que facilit la aparicin de una figura que se abri paso hacia el
poder gracias a la violencia. A su vez Mazzarino indica que,
constitucionalmente, la figura del tirano no puede precisarse con
seguridad y que constituye un trmino popular que refleja un juicio
de valor. Adems seala que la figura del tirano es genuinamen-te
griega, frente a los que enfatizaban su relacin con el reino de
Lidia esto es, el denominado tirano lidio.14 Ciertamente, el punto
de vista que combate Mazzarino descansa en el propio origen
minoroasitico del trmino trannos (), que se acua en la cultura
griega por primera vez en el famoso fragmento 25 de Arquloco
10 Vase por ejemplo iMMerWahr 1954, para la relacin entre la
hbris humana y la accin histrica; Sad 2002, 139-140, argumenta que
es un tema que comparte con la tragedia, y Sierra 2011, 72-75,
donde defendemos que es la piedra angular de la caracterizacin del
mal gobernante.
11 ehrenBerg 1969, 19 y especialmente Fouchard 1997, 77-93,
quien caracteriza las luchas polticas de la Grecia arcaica poniendo
el acento en los conflictos entre aristcratas (dominadores) y el
resto de cuerpo cvico (dominados), profundizando en conceptos como
el valor (aret) y la consideracin o prestigio social (tim).
12 Para profundizar en estas valoraciones vase coBB-SteVenS
1985, 110-161; liBero 1996, 33; lane-Fox 2000, 35-51; duPlouy 2006,
43; Plcido 2007, 134 y Wallace 2009, 412.
13 ure 1922, 3, para la relacin entre auge econmico y tirana, y
en la pgina 34, encontramos desarrollada la figura del prncipe
mercader. Vase el comentario historiogrfico en Ste. croix 1988,
332.
14 Es decir, que la tirana resulta una evolucin poltica interna
de la polis griega. Mazzarino 1989, 193-199 y 235 y MuSti 1989,
162.
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
60
de Paros.15 En sintona con los anteriores planteamientos, Claude
Moss seala que los tiranos accedieron al poder gracias a la
aparicin de nuevas formas de generar riqueza, centradas en el
comercio intercomunitario. Bajo esta premisa analiza la ti-rana de
Trasibulo de Mileto, a principios del VI a.C. Segn Moss, la
excepcional situacin geopoltica de Mileto le permita el control del
comercio de grano entre el Mar Negro y Egipto, lo cual provoc el
ascenso de un nuevo sector social que entr en pugna con el gnos
real.16 As pues, la pregunta an sigue en el aire Cul es el ori-gen
social y el perfil de gobierno del tirano arcaico? Muchas son las
respuestas, tantas como aproximaciones historiogrficas. Puede
entenderse como un gobierno personal cuyo sinnimo pueda ser
mnarchos (),17 o como el exponente de un po-der absoluto superior
al de los tradicionales basiles,18 o un dspota oriental,19 o un
lder popular.20 Lo cierto es que, como ha sealado recientemente
Domingo Plcido, nuestra concepcin de la tirana como forma de poder
personal est muy condiciona-da por las fuentes literarias de la
poca clsica, como Herdoto y Tucdides, por no hablar de las
posteriores precisiones de Jenofonte o Aristteles.21 En los ltimos
aos asistimos a la deconstruccin del proceso histrico que
abordbamos al inicio con las palabras de Andrewes, es decir:
monarqua, aristocracia y gobierno constitucional. La misma
existencia de las monarquas homricas se ha puesto en cuestin pues
el te-rico proceso que ira desde la monarqua a la aristocracia
descansa en un testimonio tan tardo como el de Aristteles (Pol.
1285a). A buen seguro, los basileis hesidicos hacen referencia a la
propia aristocracia, es decir, a un colectivo sin rey.22 Cierto es
que, en Aristteles, apreciamos un esfuerzo por expresar de forma
sinttica los tipos de tirana y cmo se hicieron con el poder,
distinguiendo cuatro: el tirano que surge como demagogo, el que se
alza con la tirana desde un cargo pblico tras aprovechar algn
disturbio, el que aprovecha el deterioro de la realeza y el que se
escinde de la oligarqua.23 Pese a los modelos aristotlicos,
estudios recientes destacan que las denominadas revoluciones
tirnicas respondan a contextos sociales particulares
15 Vase discusin sobre el trmino en chantraine 1968, 1146; MoSS
1969, 11; MuSti 1989, 161; juFreSa Fau 2007, 98 y Plcido 2007, 136.
Por otra parte, liBero 1996, 24-25, analiza el impacto en el
ideario griego de la figura del tirano mostrada por Arquloco.
16 Teora desarrollada en MoSS 1969, 12-13.17 juFreSa Fau 2007,
99.18 MuSti 1989, 161.19 Idea de orgenes remotos grote 1847, 5-8, y
recientemente Plcido 2007, 135.20 El caso paradigmtico de la
historiografa clsica es Pisstrato, recogido en Aristteles (Pol.
1305a 7-24,
1310b 30) donde se asocia al tirano con el liderazgo popular.
Finley 1983, 122.21 Finley 1983, 122; Plcido 2007, 130-131 y
Martnez-lacy 2011, 48. Vase especialmente el pasaje
de Herdoto donde se discuten las distintas formas de poder
poltico (Hdt. III. 80-82) y anlisis en WaterS 1971, 11.
22 Martnez-lacy 2011, 49, valorando impresiones de Robin Osborne
(oSBorne 1996, 151). Por otro lado, se puede ampliar el anlisis
sobre el basiles hesidico y homrico en la reciente sntesis de Ch.
Ulf (ulF 2009, 88 y ss. para la figura del basiles homrico e Id.
2009, 91 y ss. para el hesidico) toda ella con bibliografa
actualizada. Asimismo, encontramos muy recomendable la aproximacin
histrica de Fouchard 1997, 25-56.
23 Arist. Pol. 1305a6ss, 1308a19ss, 1310b12ss. Resumen de la
posicin aristotlica en Stein-hlkeSkaMP 2009, 101.
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
61
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
y cada gobierno tirnico tena su propia idiosincrasia.24 Todo
ello viene a cuestionar un modelo unvoco que simplifique la
historia de la Grecia arcaica bajo el binomio demos/oligarqua.25 En
consecuencia, cada caso particular adquiere una notable
com-plejidad de estudio y la tirana arcaica se presenta actualmente
como fruto de las cir-cunstancias histricas y no una etapa de
trnsito hacia regmenes constitucionales.26
Sin embargo, pese a los esfuerzos por revertir esta dinmica, en
la actualidad es-tas etiquetas an tienen vigencia en el anlisis
historiogrfico de la tirana griega. Recientemente, E. Meyer se
acerca al concepto de tirana a travs del famoso ex-curso de
Tucdides sobre la cada de Hipias en Atenas (Th. VI. 53-59). La
autora puntualiza, siempre siguiendo a Tucdides, que tras la muerte
de Hiparco el gobierno de su hermano Hipias se convirti en una
autntica tirana, esto es, injusta, cruel y violenta.27 Vale la pena
volver a reflexionar sobre esta nocin de autntica tirana pues
sobreponerse a esta imagen de un gobierno ilegal, injusto,
arbitrario y violento es complicado y, en contraposicin, asumir que
ciertas tiranas supusieron corrientes renovadoras es chocante.
Louis Gernet adverta que la tirana griega presenta dos caras: una
en cuanto a nocin de estado basado en un poder personal y otra
rela-cionada con el carcter renovador del gobierno tirnico.28 No
cabe duda de que la faceta ms oscura de la tirana es la que ms xito
ha tenido a lo largo de la historia y los distintos modelos
interpretativos que hemos descrito as lo atestiguan. Cierto es que
todas estas simplificaciones tericas estn parcialmente superadas
entre los historiadores de la Antigedad pero no as en otros muchos
campos. Por ejemplo, en una reciente reflexin sobre teora poltica
se relaciona a nivel ideolgico la tirana griega con la dictadura
romana, definiendo ambas como gobiernos ilegales, violentos y
arbitrarios.29 En otro artculo reciente se recurre al mismo marco
de trabajo donde la tirana es el paso previo hacia la democracia o
gobierno constitucional, rememorando la postura de A. Andrewes.30
Casos como los anteriores no basan sus argumentos en
24 kallet 2003, 119-121 y, especialmente, leWiS 2009, 9-14,
quien seala la distinta naturaleza del poder tirnico segn el
contexto histrico as como la influencia que tuvieron las Guerras
Mdicas sobre la concepcin antigua del tirano.
25 En trminos generales vase gehrke 1997, 459-461, quien sita la
competencia entre la nobleza por el poder como el desencadenante de
las tiranas.
26 anderSon 2005, 174-175, enfatiza que las tiranas
constituyeron pasos decisivos en la evolucin poltica de las pleis
arcaicas. Por ejemplo, a travs de los estudios realizados por
Miriam Valds, puede percibirse la complejidad de la creacin de la
ciudadana ateniense y cmo el gobierno tirnico tom parte en dicho
proceso (ValdS 2003). No obstante, algunas pleis no llegaron a
gobiernos democrticos (Esparta) y otras pasaron de la aristocracia
a la democracia (Corcira en el siglo V a.C.) por no hablar de las
tiranas siciliotas. Todo ello no excluye que debamos ofrecer un
anlisis de conjunto sobre la tirana como fenmeno poltico.
27 La intencin de Tucdides era trazar un paralelismo entre los
gobiernos tirnicos y la poltica de la Atenas de su tiempo Meyer
2008, 24.
28 gernet 1980, 299.29 El autor del trabajo nos advierte sobre
la influencia de las dictaduras modernas en nuestro concepto de
tirana griega y dictadura romana (kalyVaS 2007, 412-413); pese a
ello, creemos que no logra distanciarse de este enfoque y termina
por asumir el clich. Sin embargo es interesante su anlisis de la
adopcin del estereotipo por parte de la cultura romana, a travs de
los testimonios de Dionisio de Halicarnaso y Apiano, ambos
escritores griegos.
30 Fleck hanSSen 2013, 397, trabajo que no logra convencernos
sobre su tesis principal que se basa en la ecuacin: plis costera
riqueza comercial tirana (de nuevo el prncipe mercader) y, tras la
tirana, sobreviene la democracia. Esta hiptesis no es nueva y hay
pleis, como Egina, que no la cumplen.
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
62
bibliografa anticuada sino en especialistas como Kurt Raaflaub y
Robert Wallace, quienes recientemente recurran a la vieja etiqueta
de edad de los tiranos e indicaban que las tiranas griegas fueron
el paso previo hacia la democracia.31 Esta postura par-te de la
suposicin de un dmos inmaduro para asumir el gobierno y que, por
tanto, precisa de un tutor que lo sumerja en una transicin poltica
violenta.32 Estas tenden-cias actuales encuentran su contraste en
la reciente sntesis de E. Stein-Hlkeskamp donde se define a la
tirana arcaica como la culminacin del gobierno aristocrtico y no
como una alternativa al mismo. Contina la autora argumentando que
las tiranas ayudaron a consolidar las estructuras sociales y
econmicas de la plis arcaica y que, cuando stas quedaron firmemente
establecidas, la tirana qued obsoleta como forma de gobierno.33 Sin
embargo, sostiene Stein-Hlkeskamp, el enfoque de la his-toriografa
alrededor de la tirana contina siendo negativo pese a todos los
matices que a menudo se introducen.34 No obstante, la autora supone
que el desgaste de la tirana arcaica tiene que ver en cierto modo
con el advenimiento de la democracia en un anlisis determinado por
el caso ateniense.35
Por nuestra parte, recogiendo el espritu que quiere salir de las
generalizaciones tericas que encasillan el anlisis de la tirana
griega, queremos reflexionar breve-mente sobre la importancia de
las relaciones personales, familiares y de amistad, en la
instauracin y consolidacin de algunos gobiernos tirnicos.
Concretamente, a con-tinuacin nos centraremos en la estrategia
matrimonial seguida por los Ortagridas y los Cipslidas (primera
mitad del VII a.C.), la relacin entre Tegenes de Mgara y su yerno
Ciln (segunda mitad del VII a.C.), y Pisstrato de Atenas y Lgdamis
de Naxos a mediados del siglo VI a.C., pues entendemos que
constituyen un buen ejemplo de cmo la suma de esfuerzos o sinergias
fue de vital importancia para el xito de las tiranas arcaicas.
Finalmente, propondremos una breve reflexin sobre la vigencia de
las categoras historiogrficas que hemos descrito.
2. Ortagridas y Cipslidas: las primeras dinastas tirnicas
En la Arglide, en la ciudad de Sicin, no muy lejos de Corinto,
se instaur en la primera mitad del VII a.C. una tirana, fundada
quizs por Ortgoras, que perdur prcticamente un siglo.36 Previamente
a la instauracin de la tirana de Clstenes, Si-cin posea un gobierno
de perfil aristocrtico con magistraturas anuales (Pausanias II. 7).
Segn sabemos por fuentes ms bien tardas Herdoto (VI. 126),
Aristteles (Pol. 1315b 12), Plutarco (Mor. 553b) y Diodoro (VIII
fr. 24) fue la tirana ms du-
31 raaFlauB Wallace 2007, 42-43.32 En similares trminos se
pronuncia McgleW 1993, 115 que nos habla de la inocencia poltica
que pierde
el dmos tras la tiranas.33 Stein-hlkeSkaMP 2009, 114.34
Stein-hlkeSkaMP 2009, 112. 35 Ntese como la autora comienza y acaba
su reflexin aludiendo al caso ateniense y generalizando a
partir del mismo (Stein-hlkeSkaMP 2009, 100 y 114). Ello da pie
a que el lector interprete que tras la tirana sobreviene la
democracia y eso no se ajusta al panorama poltico griego.
36 liBero 1996, 181; dillon garlan 2010, 259.
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
63
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
radera de la historia de Grecia, lo cual despert la atencin de
los autores antiguos.37 Concretamente, Aristteles aborda la
explicacin de esta extraordinaria longevidad de la forma
siguiente:
La tirana que ms tiempo dur fue la de Ortgoras y sus hijos en
Sicione, que se mantuvo cien aos. La causa de ello es que trataban
a los sbditos con moderacin y en muchas cosas estaban sometidos a
las leyes. Adems Clstenes, por ser de aptitu-des guerreras, no era
despreciable, y las ms de las veces se ganaba al pueblo con sus
atenciones.38
En este pasaje, Aristteles defiende que el modelo de tirana
Ortagrida era res-
petuosa con las leyes y con el dmos de ah que durara tanto.39
Entre otras cosas, el gobierno de Clstenes destac por un suceso
puntual relacionado con la boda de su hija Agarista. Al parecer,
durante los Juegos Olmpicos del 572 a.C., Clstenes plan-te una
curiosa forma de casar a su hija, proclamando que aquel que se
viera digno candidato acudiera a Sicin al cabo de sesenta das. Segn
Herdoto (VI. 126. 2-130), llegaron numerosos pretendientes de toda
la Hlade quienes debieron demostrar sus cualidades personales
durante todo un ao. Finalmente, Clstenes se decant por el ateniense
Megacles (Hdt. VI. 129. 2). Esta curiosa historia pone de
manifiesto la voluntad de Clstenes de romper con los tradicionales
y endogmicos lazos de soli-daridad aristocrticos.40 La accin de
Clstenes se produce en el mayor escaparate de la Hlade, los Juegos
Olmpicos, proclamando a los cuatro vientos que en Sicin no haba
ningn candidato idneo para casarse con su hija.41 As, el matrimonio
de Aga-rista con Megacles certifica la unin entre dos familias de
especial relevancia en la poca arcaica como son los Ortagridas en
Sicin y los Alcmenidas en Atenas.42 En consecuencia, Clstenes
reforz su posicin interna, al buscarse un yerno influyente, a la
vez que estableci nuevos contactos exteriores. Todo ello hace que
Herdoto sentencie que las maniobras matrimoniales y polticas de
Clstenes condujeron a que los Ortagridas sobresalieran en
importancia y fama en toda la Hlade.
37 Comentario en MoSS 1969, 37-47, que caracteriza a Clstenes
como un lder militar, y leWiS 2009, 3-6.38 Pol. 1315b 12; traduccin
de M. Garca Valds, Aristteles. Poltica, Madrid, Gredos, 2000.39
Clstenes, vencedor de los Juegos Olmpicos, era descendiente de Mirn
cuyo hermano, Ortgoras, da
nombre a la dinasta. La genealoga de Clstenes y los Ortagridas
puede seguirse en MoSS 1969, 39-40, y liBero 1996, 181-182.
40 Dicha conducta endogmica se define en andreWeS 1971, 12;
Finley 1983, 115, y, recientemente, duPlouy 2006, 39-53.
41 Esta tendencia a buscar lazos matrimoniales fuera de la
propia comunidad no es exclusiva de los Ortagridas. Recientemente
A. Duplouy ha sealado que los matrimonios concertados con familias
extranjeras tenan fines militares y los denomina exogamia cvica,
resaltando los ejemplos de Megacles y Agarista; Ciln y la hija de
Tegenes y Pisstrato con Timonasa (duPlouy 2006, 85). Bajo nuestro
punto de vista, lo importante era la reciprocidad entre familias o
particulares, pues el inters de las lites arcaicas trascenda el
mbito de la plis. Tambin es interesante la postura de herMan 2002,
10-13, alrededor de la amistad ritualizada o relaciones de
reciprocidad entre individuos sin conexin previa; cuestin que
abordaremos en el caso de Pisstrato y Lgdamis.
42 Pese a que algunos autores digan que el matrimonio favoreci
ms a la tirana de Sicin que a los Alcmenidas (MoSS 1969, 38). Sobre
la proximidad de los Alcmenidas a las diferentes tiranas griegas y,
en particular, a la de Pisstrato vase laVelle 2005, 3-5 y 221.
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
64
Tras la mencin a los Ortagridas, Aristteles refiere que la
siguiente dinasta de tiranos ms longeva fue la de los Cipslidas en
Corinto, con setenta y seis aos43 (Pol. 1315b 3). Los integrantes
de esta saga siguieron una estrategia contraria a la de Clstenes
pues, segn cuenta Herdoto (V. 92. 2. ), en Corinto gobernaban los
Baquadas, una dinasta que sola concertar sus matrimonios en el seno
de su propia familia.44 Un miembro de esta familia, Anfin, tuvo una
hija con un defecto fsico, Labda, y por ello ningn Baquada quera
casarse con ella. Finalmente Eetin, un miembro importante de la
localidad corintia de Petra, la despos. Segn el orculo de Delfos,
la descendencia de Labda se rebelara contra los Baquadas y hara
justicia en Corinto.45 El aludido, Cpselo, fue objeto de las iras
de los Baquadas quienes fueron a casa de Labda con la intencin de
eliminar al recin nacido. Pero el destino, tan pre-sente en la obra
de Herdoto, se encarg de salvar milagrosamente a Cpselo, pues su
madre lo escondi en una jarra, tomando as su nombre de esta
ancdota. Llegada la edad adulta, Cpselo se convirti en un personaje
respetado entre el pueblo y lleg a participar en el gobierno de
Corinto con el cargo de polemarco. Como los Baquadas gobernaban de
forma arrogante y desptica, Cpselo form una faccin (/hetairea) y
tom el poder asesinando a Hipoclides.46 Herdoto define su gobierno
en estos trminos:
Y, una vez erigido en tirano, he aqu la clase de hombre que fue
Cpselo: desterr a muchos corintios, a otros muchos los priv de sus
bienes, y a un nmero sensiblemente superior de la vida.47
Las palabras de Herdoto hacia Cpselo son contundentes. Sin duda
esta es la fi-gura tradicional de tirano, es decir, desptica y
violenta. Sin embargo, stas no dejan de ser las impresiones
personales de Herdoto pues el mismo Aristteles seala que el
gobierno de Cpselo fue de carcter anlogo al de Clstenes de Sicin
(Pol. 1315b 12. 3). Debemos atender tambin al dato que refiere el
orculo acerca de la liberacin que supona para Corinto la llegada al
poder de Cpselo.48 Todo ello nos previene de seguir al pie de la
letra la opinin de Herdoto respecto a Cpselo.49 Al respecto, la
historiografa moderna suele calificar a Cpselo como un lder popular
puesto que gobernaba la ciudad sin necesidad de escolta.50 En
cierto modo, los testimonios de los que disponemos nos presentan a
un personaje que sigue la dinmica poltica de
43 Es la dinasta de los Baquadas, que gobern entre 658-585 a.C.
segn dillon garlan 2010, 262.44 Parece que los Baquadas decidieron
prescindir de una monarqua que ellos mismos controlaban, es
decir, una aristocracia encubierta (ooSt 1972, 10).45 Herdoto
reproduce literalmente el orculo (Hdt. V. 92. 2. -). 46 La versin
de la llegada al poder de Cpselo nicamente se recoge en Nicols de
Damasco F57, traduccin
en dillon garlan 2010, 264 y comentario crtico en ooSt 1972,
10-11, quien realiza un paralelismo con los Tarquinios, tiranos de
Roma. Tambin debe verse Parker 2007, 18-24, y leWiS 2009,
18-20.
47 Hdt. V. 92. . 2; traduccin de C. Schrader, Herdoto. Historia,
Madrid, Gredos, 1977.48 WaterS 1971, 9, aduce que este tipo de
orculos reflejan los intereses populares.49 leWiS 2009, 40-41,
tambin nos advierte de la tendenciosidad de Herdoto en la
presentacin de los
Cipslidas. 50 liBero 1996, 141.
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
65
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
su poca, dividida en facciones enfrentadas, y que espera su
oportunidad para alzarse con el poder.
De cualquier forma, Cpselo tambin representa una ruptura con la
tradicional for-ma de establecer relaciones en el seno de los
Baquadas. La endogamia practicada por los Baquadas en Corinto es
una muestra de la tradicional forma de retener el poder poltico en
manos de pocas personas y cualquier alteracin era vista como un
elemen-to de distorsin de su hegemona.51 As, en el mismo complot
contra la vida del recin nacido Cpselo, los Baquadas actan
corporativamente pues el peligro afecta a todos por igual. A partir
de Cpselo, la tirana recaer hereditariamente en esta nueva rama
familiar (de ah el nombre de Cipslidas): primero el hijo de Cpselo,
Periandro, y luego el nieto, Psamtico. No obstante, lo realmente
importante es percibir cmo las estrategias de las lites
aristocrticas variaban desde la exogamia de Clstenes hasta la
endogamia de los Baquadas. En ambos casos, estas incipientes
dinastas tirnicas buscaban el correcto equilibrio interno y externo
a travs del cultivo de sus relaciones personales.
3. Tegenes de Mgara y su yerno, Ciln de Atenas
Tenemos pocos datos acerca de la tentativa de Ciln de conseguir
la tirana en Atenas entre los aos 640-630 a.C. Herdoto (V. 71) y
Tucdides (I. 126) son las principales fuentes y sealan que el
ateniense Ciln, personaje de noble linaje y vencedor de los juegos
olmpicos (640 a.C.), estaba emparentado con el tirano Tegenes de
Mgara.52 Segn Herdoto, Ciln se encaprich de la tirana y busc apoyos
en Atenas a fin de conseguirla (sus /hetaroi). Un buen da, Ciln
consult al orculo de Delfos en relacin a sus pretensiones y ste
contest que la ocasin idnea se le presentara en la mayor fiesta de
Zeus53 (Th. I. 126. 4). En este punto Tucdides refiere que Ciln
interpret lo siguiente:
Entonces l, tras obtener unas fuerzas de Tegenes y decidir a sus
amigos, cuando llegaron las fiestas olmpicas del Peloponeso, ocup
la Acrpolis para instaurar la ti-rana, creyendo que aquella era la
mayor fiesta de Zeus y que en cierto modo tena relacin con l, que
haba sido un vencedor olmpico.54
El anterior pasaje plantea que algunas tiranas arcaicas se
cimentaban gracias a relaciones personales y fuerzas forneas que
procuraban medios militares y econmi-cos. Sin embargo, este caso no
lleg a impulsar a Ciln hacia la tirana puesto que los atenienses
reaccionaron adversamente a sus intereses. Segn parece, los
atenienses
51 Segn gernet 1980, 304, la anmala boda de Labda en el seno de
otra familia es el germen de la tirana.52 Sobre este tirano arcaico
escribe Teognis de Mgara (Plcido 2007, 135).53 Ntense las
similitudes entre los relatos del ascenso al poder de Cpselo y
Ciln. Ambos son
personalidades relevantes en su ciudad que ambicionan el poder
personal y se encargan de buscar apoyos, internos y externos, para
conseguir su objetivo.
54 Th. I. 126. 5; traduccin de J. J. Torres Esbarranch,
Tucdides. Historia de la Guerra del Peloponeso, Madrid, Gredos,
2000.
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
66
acudieron armados desde el campo y consiguieron sitiar a las
fuerzas de Ciln en la Acrpolis, quien pudo escapar y vio frustrado
su proyecto.55 Siguiendo a Tucdides, los seguidores de Ciln se
acogieron como suplicantes mientras los atenienses que haban
acudido del campo, dejaron el control de la situacin a los
arcontes. Entonces el Alcmenida Megacles, arconte polemarco,
permiti que dichos suplicantes fueran ajusticiados en contra de las
leyes religiosas, constituyendo el origen de la maldicin de los
Alcmenidas. La conspiracin de Ciln es ms conocida por este suceso
que por otra cosa aunque, como ha sealado M. Lang, resulta
interesante contrastar las versiones que ofrecen Herdoto y
Tucdides. El primero, debido a su cercana con los Alcmenidas,
refiere una versin que suaviza la responsabilidad de Megacles,
mientras que Tucdides lo acusa directamente.56
Ante la ocasin que brinda la presencia de estas dos versiones,
permtasenos ra-zonar sobre un problema de mayor importancia: el
estudio de las tiranas arcaicas a travs de las fuentes de la poca
clsica. En este sentido, resulta una gran contra-riedad acercarnos
a figuras tan interesantes como Ciln bajo la ptica negativa que
Herdoto y Tucdides presentan de la tirana. Como repetidas veces se
ha puesto de manifiesto, durante el siglo V a.C., la figura del
tirano pasa a adquirir una serie de connotaciones negativas que la
aproximan incluso a las monarquas orientales. Tanto es as que el
mismo Tucdides seala cmo la arch alcanzada por el dmos en la
primera mitad del V a.C., se convierte en una tirana ( /plis
trannos) para los aliados de la Liga de Delos (Th. II. 63. 2).57
Tambin debemos tener presente la experiencia personal de Herdoto
con la tirana. Como es sabido, Paniasis, quizs to o primo de
Herdoto, particip en un complot para derrocar al tirano Lgdamis de
Halicarnaso.58 La tentativa result fallida y la familia de Herdoto
parti al exilio. No cabe duda de que el anterior episodio debi
marcar la impresin de Herdoto sobre las tiranas aunque ciertos
estudios advierten que en la Historia se dan tanto imgenes
positivas como negativas de monarcas y tiranos.59 La dura
experiencia de las guerras mdicas produjo en el ideario griego una
asociacin de la figura del tirano, como poder unipersonal, con las
monarquas orientales, condicionando la interpreta-cin de los
tiranos arcaicos.60 De hecho, esta asociacin entre monarqua
oriental y tirana termina por deteriorar la imagen del tirano y
conferirle un aura de despotismo arbitrario y caprichoso.61
55 Segn liBero 1996, 46, fueron los rivales aristocrticos de
Ciln quienes le sitiaron.56 Al parecer, ambas versiones parten de
dos fuentes distintas. La de Herdoto debe ser Alcmenida
mientras que Tucdides, nuestra principal fuente para el suceso,
podra estar vertiendo una interpretacin personal. Vase lang 1967,
243, y bibliografa en hornBloWer 1991, 202-211.
57 kallet 2003, 120 y Meyer 2008.58 Vase el asunto en Mazzarino
1974, 186-187; MaSaracchia 1998, 270, y Marincola 2001, 21.59
gaMMie 1986, 187-195; caWkWell 1995, 74, confa en el mtodo de
Herdoto, gray 1996 y ForSdyke
2006, 236. 60 Parker 2007, 15-16; Plcido 2007, 135-135, y leWiS
2009, 11. Contrstese la impresin negativa sobre
la tirana en los historiadores mencionados con los testimonios
contemporneos de la tragedia tica (kallet 2003, 117-120).
61 Lo cual tuvo repercusin en la historiografa que como mnimo
desde G. Grote seala que Ciln era un dspota adinerado y presuntuoso
que aspir a la tirana sin apoyo popular y movido por la aventura
(grote 1847, 25).
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
67
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
Por los motivos anteriores, el episodio de Ciln suele
interpretarse como un intento de usurpacin.62 El principal
argumento que esgrimen algunos historiadores es que, en la obra de
Tucdides, el relato sobre Ciln se sita como precedente del excurso
sobre Pausanias y Temstocles, interpretndose como una digresin
sobre tres trai-dores63 (Th. I. 128-138). Nada ms lejos de la
realidad puesto que, para Tucdides, Temstocles fue un lder
visionario que propici grandes favores a su ciudad64 (Th. 138. 3).
Por otro lado, no encontramos base suficiente para identificar a
Ciln como un traidor sino que segua una conducta facciosa. Dicho de
otro modo, no parece que Ciln fuera a entregar Atenas a su suegro
sino que pareca representar los intereses de una faccin poltica
concreta.
Sin embargo, podemos extraer con seguridad ciertos datos sobre
la conspiracin de Ciln: sus buenas relaciones con la aristocracia
ateniense y megarense en contraste con un apoyo popular
insuficiente. Sobre la primera cuestin podemos afirmar que, tanto
Herdoto como Tucdides, refieren que Ciln estaba bien relacionado
interna-mente, con sus hetaroi, y externamente con su suegro
Tegenes.65 En cuanto al apo-yo popular, Plutarco (Sol. 12. 2) seala
que, tras el episodio de Ciln, los atenienses se dividieron entre
partidarios y detractores de Megacles. As, la tentativa de Ciln
pone al descubierto los conflictos entre la clase dominante de
Atenas y entre sta y el dmos, abriendo una crisis poltica que no
encontrar salida hasta las reformas de Soln. Al respecto, es muy
interesante considerar el trabajo de Miriam Valds, que analiza la
procedencia geogrfica de los aristcratas implicados en el conflicto
y apunta hacia un problema en la participacin poltica vinculado a
la limitacin al acceso a ciertas magistraturas de la aristocracia
procedente de la zona central del tica.66 Toda esta confusin fue
aprovechada por Tegenes para contraatacar y tomar el puerto de
Nisea y la isla de Salamina. Bajo nuestro punto de vista, la stsis
interna que refiere Plutarco es anterior al golpe de Ciln, y no
producida por un capricho de ste como indica Herdoto. En este
sentido, deba existir un clima de tensin poltica que propiciase el
golpe, aunque Ciln no contara finalmente con los apoyos internos
suficientes.67 Finalmente, todo ello deriv en la mancha religiosa
sobre los Alcme-nidas, en la prdida de territorios a manos de los
megarenses y en la purificacin final de Atenas para expiar sus
faltas.68 Por tanto, se puede realizar la lectura contraria a la
tradicin antigua y moderna sobre Ciln, destacando que su intento de
tirana vena a poner orden entre unas facciones que estaban abusando
de su poder y conduciendo a
62 O un atentado como sugiere repetidas veces ValdS 2002.63
jordan 1986, 143.64 Vase este punto de vista en Podlecki 1975,
67-75 y Sierra 2011, 84.65 liBero 1996, 45. 66 Todo ello tiene
relacin con el sinecismo de principios del VII a.C. que si bien
supuso un pacto o
consenso entre la nobleza, quizs no fue un xito en cuanto al
reparto del poder poltico (ValdS 2002, 78 y ss.).
67 Opinin que compartimos con caWkWell 1995, 85. Por su parte
herMan 2002, 150, seala a Ciln y sus compaeros como un caso
paradigmtico de una conducta facciosa, donde los xenoi se congregan
alrededor de un lder formando un pequeo ncleo que tiene apoyos en
el exterior y en las clases bajas.
68 Plutarco, Sol. 12. 6, recoge la purificacin de Atenas a cargo
de Epimnides de Festo.
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
68
Atenas por el mal camino.69 El episodio de Ciln sera una buena
muestra de la soli-daridad existente entre familias aristocrticas
en la poca arcaica.70
4. Pisstrato y Lgdamis: futuros tiranos en el exilio
En el famoso excurso de Herdoto sobre el gobierno tirnico en
Atenas (Hdt. I. 59-64), se refiere que Pisstrato tena el objetivo
claro de convertirse en tirano (al igual que Ciln). Segn sabemos
por dicho excurso, Pisstrato lideraba una faccin polti-ca, la de
los montaeses, creada ex profeso para alcanzar la tirana,
desplazando del poder a Megacles, lder de la costa, y a Licurgo,
dirigente de la llanura71 (Hdt. I. 59. 3). En esta tesitura,
Pisstrato y sus seguidores se sublevaron y tomaron la Acrpolis,
apoderndose del gobierno de Atenas en una situacin que evoca el
golpe de Clste-nes, Ciln y sus respectivos hetaroi.72 Contina
Herdoto refiriendo que, no mucho tiempo despus, las facciones de
Megacles y Licurgo se pusieron de acuerdo para ex-pulsar a
Pisstrato, perdiendo ste la tirana al no estar firmemente
establecido (Hdt. I. 60). La simple exposicin de los hechos ya nos
previene de considerar la arquetpica imagen de Pisstrato como un
lder de amplio apoyo popular, pues necesit de varios intentos para
hacerse con el poder, lo cual subraya que las facciones de Megacles
y Licurgo tambin contaran con apoyos considerables.
Sin embargo, el propio Megacles fue el responsable de la segunda
tirana de Pisstrato. Al parecer, Megacles tuvo sus diferencias
dentro de su propia faccin y por ello propuso a Pisstrato la tirana
de Atenas, a cambio de que sellaran su alianza poltica mediante el
matrimonio del tirano con una de sus hijas.73 Pero la cuestin de
cmo volver a la ciudad de una forma legtima era un asunto
preocupante que final-mente se resolvi de una manera algo
teatral:
En el demo de Peania haba una mujer, cuyo nombre era Fa, de
cuatro codos me-nos tres dedos de estatura y, adems, agraciada.
Ataviaron a la mujer en cuestin con una armadura de hoplita, la
hicieron subir a un carro, le indicaron la actitud que deba adoptar
para aparentar mayor majestuosidad y la condujeron a la ciudad,
enviando por
69 Es el punto de vista positivo sobre la tirana kallet 2003,
119 y Wallace 2009, 415, que se apoya en los versos de Teognis para
llegar a esta misma conclusin. Ms bibliografa sobre el tema en
ValdS 2002, 74, n. 34.
70 Plcido 2007, 135.71 El panorama poltico en la Atenas de esta
poca segn la interpretacin clsica puede resumirse as:
Megacles representara los intereses de los armadores y
comerciantes, Licurgo hara lo propio respecto a los terratenientes
y Pisstrato sera el lder de los pastores y los jornaleros.
Actualmente se interpreta que estos partidos que Herdoto refiere
responden a la mtica divisin del tica que realizaron los tres hijos
de Pandin (el abuelo de Teseo) y que concuerda muy bien con esta
divisin geogrfica (v. ValdS Plcido 1998, 91-92, tambin ValdS 2002,
68, n. 10); por su parte, Brian M. Lavelle sugiere que esta divisin
no encaja bien como contexto poltico entre las reformas de Soln y
las de Clstenes y puede ser parte de una invencin propagandstica en
un momento de fuertes tensiones polticas con Mgara, que haba
invadido el puerto de Nisea (laVelle 2005, 219-220). Para ms
bibliografa y comentarios crticos vanse holladay 1977, 40-42, y
aSheri lloyd corcella 2007, 121.
72 En este punto recomendamos encarecidamente el trabajo de
holladay 1977.73 duPlouy 2006, 90-91, destaca este matrimonio como
una estrategia de reconocimiento social.
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
69
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
delante heraldos que, al llegar a Atenas, proclamaron lo que les
haba sido ordenado, diciendo as: Atenienses, acoged con propicia
disposicin a Pisstrato, a quien la pro-pia Atenea, honrndolo ms que
a hombre alguno, repatra a su acrpolis.74
El propio Herdoto muestra sus reticencias a aceptar esta versin,
ofreciendo en este caso su sinceridad como historiador75 (Hdt. I.
60. 3). Existe consenso entre la historiografa al sealar que este
episodio se confunde con la posterior victoria de Pisstrato sobre
sus opositores en las cercanas del demo de Pelene.76 Podramos estar
ante un episodio propagandstico y distorsionado orientado a
justificar el gobierno del tirano a travs de la conexin con Atenea,
la diosa tutelar.77 Tras el episodio protago-nizado por Fa, Herdoto
refiere que Pisstrato no quiso tener tratos carnales con la hija de
Megacles y ste, enterado de ello, conspir para derrocar de nuevo al
tirano, que volvi a exiliarse (Hdt. I. 61. 1-2). El acto de repudio
supona para Megacles toda una declaracin de intenciones polticas
por parte de su yerno quien no vera clara su posicin en esta
alianza.78
El ascenso a la tirana de Pisstrato necesit de un tercer
intento. Sabemos por Herdoto que Pisstrato pas en el exilio cerca
de once aos, lo cual nos induce a pensar de nuevo en un matiz al
perfil popular de Pisstrato79 (Hdt. I. 62 y Arist. Ath. 15. 3). En
esta ocasin, Pisstrato se hallaba refugiado en Eretria, plis de la
isla de Eubea, tramando lo siguiente:
Prevaleci la opinin de Hipias de volver a recobrar la tirana y,
por ello, se dedica-ron a reunir donativos de las ciudades que, por
lo que fuera, estaban en deuda con ellos. Y por cierto que, aunque
fueron muchas las ciudades que contribuyeron con grandes sumas, los
tebanos superaron a todos en la aportacin de dinero. Luego, por
decirlo en pocas palabras, pas el tiempo y lo tuvieron todo a punto
para el regreso, pues hasta llegaron del Peloponeso mercenarios
argivos, y un natural de Naxos, cuyo nombre era Lgdamis, que se les
haba unido voluntariamente, pona un particular empeo, procu-rando
dinero y hombres.80
El pasaje aporta datos valiosos. Por un lado, podemos apreciar
que la vuelta de Pisstrato al poder se lleva a cabo gracias al
dinero obtenido merced a las relaciones de proxena, fuerzas
militares y otras sinergias externas a la propia Atenas. En este
tipo de situacin, las amistades y relaciones de solidaridad se
erigen como un factor
74 Hdt. I. 60. 4.75 Aunque la versin se recoge tambin en
Aristteles (Ath. 14. 4).76 roSe 1940, 81, y aSheri lloyd corcella
2007, 122-123, sealan que puede ser la racionalizacin
de un episodio anecdtico y que, seguramente, hubo un nico exilio
de Pisstrato.77 El episodio protagonizado por Fa ha sugerido
multitud de opiniones alrededor del significado de esta
peculiar procesin. No nos detendremos en ello pero sugerimos la
lectura de laVelle 2005, 99-107, que recoge las principales
interpretaciones y ofrece una buena seleccin bibliogrfica.
78 Vuelve a ser significativa la importancia de las relaciones
personales en el ejercicio del poder, pese a que el episodio sea de
dudosa historicidad.
79 Sobre la cronologa de la trayectoria de Pisstrato no hay
consenso entre la historiografa pero vanse las aproximaciones de
hind 1974, y la ms reciente de laVelle 2005, 210-218.
80 Hdt. I. 61. 3-4.
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
70
determinante. En primer lugar, destacan las deudas y otras
obligaciones que parecen tener los distintos gobiernos (no sabemos
si a ttulo personal o pblico) con la familia del tirano, que
redunda de nuevo en la solidaridad entre lites. En este sentido,
des-taca la maniobra matrimonial de Pisstrato con Timonasa, hija de
Grgilo, personaje conectado con los Cipslidas de Corinto que le
aseguraba un punto de apoyo similar al que en su da tuvo Clstenes
con Megacles y Ciln con Tegenes (Arist. Ath. 17. 4). En segundo
lugar, y a ttulo personal, sobresale la figura del naxio Lgdamis,
quien parece muy cercano al tirano ateniense y su familia puesto
que es el nico que se menciona por su nombre en el pasaje.81 La
actuacin de Lgdamis es notoria y habla por s misma de su posicin
social y econmica ya que aportaba dinero y hombres82 ( /chrmata ka
ndras). Sin embargo, no queda claro si los hom-bres a los que se
refiere Herdoto son compaeros del mismo Lgdamis (/hetaroi) o
mercenarios contratados por ste; pero lo que s se puede intuir es
que Lgdamis se encontraba en una situacin poltica similar a la de
Pisstrato. En cierto modo, once aos en el exilio son margen ms que
suficiente para trazar redes cliente-lares de este tipo, aunque
dichas maniobras inducen a pensar en un contexto social y poltico
ms complejo de lo que muestran los estereotipos antiguos y modernos
sobre la llegada al poder de Pisstrato.
Una vez que Pisstrato lleg al tica con todas sus fuerzas,
Herdoto refiere cmo sus partidarios se le unieron para iniciar una
ofensiva que terminara por encumbrarlo definitivamente como tirano
(Hdt. I. 62-64). Sin embargo, aprendiendo de sus erro-res,
Pisstrato tom rehenes de sus opositores para, mediante el chantaje,
gobernar con mayor comodidad sobre Atenas, consiguiendo retener el
poder con firmeza:
[] y logr arraigar la tirana, merced a sus muchos mercenarios y
a la afluencia de fondos, procedentes, en parte, del tica y, en
parte, del ro Estrimn; asimismo, tom como rehenes a los hijos de
los atenienses que haban huido enseguida y los condujo a Naxos
(pues Pisstrato haba conquistado tambin la isla por la fuerza de
las armas y haba confiado su gobierno a Lgdamis).83
A raz del anterior pasaje llegamos a la conclusin de que la
tirana de Pisstrato consigui sustentarse merced a un equilibrio
entre sinergias internas (del tica) y ex-ternas (en Naxos y
Tracia), ofreciendo una imagen bien distinta a la del lder popular
que la tradicin historiogrfica sostuvo. Este argumento contraviene
una imagen del tirano muy extendida entre la historiografa segn la
cual Pisstrato era un o campen del pueblo (trmino recogido en
Arist. Ath. 13. 4).84 Cierto es que el apoyo ateniense de Pisstrato
bien poda provenir de los sectores ms des-
81 Sobre la figura de Lgdamis existe poca bibliografa al no
haber muchas ms fuentes en la literatura. Las principales
referencias son: MoSS 1969, 20-22; coSta 1996; liBero 1996,
236-243, y, recientemente, Sierra cortadella 2012.
82 MoSS 1969, 21, interpreta que Lgdamis fue un tirano demagogo
cuya tirana responde al modelo de las tiranas jonias,
caracterizadas por surgir en contextos de prosperidad econmica.
Demasiadas etiquetas para tan poca informacin.
83 Hdt. I. 64. 1.84 Vase especialmente gouchin 1999, 22-23.
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
71
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
favorecidos de Atenas pero subrayamos que ello no fue suficiente
para mantenerlo en el gobierno y entendemos que no fue hasta la
suma de apoyos externos cuando finalmente Pisstrato se alz con la
tirana. En cualquier caso, ambas interpretaciones no son
incompatibles. En este sentido, si volvemos la mirada a la
interpretacin del anterior pasaje en el clsico de Percy Ure,
encontramos a un Pisstrato populista, financiado gracias a la
propiedad de una mina en Tracia.85 Por nuestra parte, cree-mos que
el pasaje no ofrece la posibilidad de asociar la persona de
Pisstrato con un tirano demagogo o un prncipe mercader pues las
referencias a las supuestas minas de Tracia no permiten precisar ni
cronolgicamente ni cuantitativamente su explotacin.86 La confusin a
la hora de trazar el perfil personal y de gobierno de Pisstrato
puede percibirse en las mismas fuentes. Por una parte, Plutarco
(Sol. 29. 1) seala que los thetes apoyaban a Pisstrato, pues estaba
en contra de los ricos, di-bujando una figura de corte popular. Por
su parte, Aristteles destaca de Pisstrato su carcter amable y
conciliador (Ath. 16 y Pol. 1315b). Por descontado, las anteriores
consideraciones estn marcadas por el contexto social que las vio
nacer, como ha sealado Claude Moss, pero no dejan de mostrar la
dificultad a la hora de precisar constitucionalmente y
psicolgicamente el perfil de las tiranas arcaicas.87
Por otra parte, en el pasaje de Herdoto resulta notable la
interesante colaboracin entre particulares, basada en la idea del
favor recproco.88 Podemos creer la versin de Herdoto, tal cual la
hemos ledo, o pensar que Pisstrato obtuvo la tirana gracias a la
ayuda entre otros de Lgdamis y que, a su vez, el tirano ateniense
ayud a su co-lega a proclamarse tirano en Naxos.89
En ltimo lugar, queremos precisar que las instauraciones de las
tiranas en Na-xos y Atenas comportaron un destacable movimiento de
represaliados. En el caso de Pisstrato, los hijos de sus opositores
son retenidos en Naxos, mientras que en dicha isla observamos un
movimiento similar (Arist. Oec. 1346b2): al parecer Lgdamis tambin
intent deshacerse de sus opositores, expropiando sus posesiones y
exilin-dolos aunque, a tenor de lo que sabemos por Aristteles, cabe
la posibilidad de que estemos ante una vendetta de Lgdamis. En
definitiva, resulta especialmente rele-vante apreciar cmo Naxos y
Atenas fueron presa de un movimiento fraguado desde
85 ure 1922, 36.86 Opinin que compartimos con MoSS 1969, 66.87
MoSS 1969, 138-145.88 Como indica herMan 2002, 90-91, quien define
la relacin entre Pisstrato y Lgdamis como una
amistad ritualizada, es decir, una relacin basada en el
intercambio recproco de bienes y servicios practicada por
individuos de diferentes unidades sociales.
89 No coincidimos con la opinin de BerVe 1967, 78, segn la cual,
la tirana naxia fue resultado exclusivo de la intervencin de
Pisstrato. Cierto es que, sin el concurso de Herdoto, poco o nada
sabramos del gobierno tirnico que domin la isla de Naxos ya que slo
en ciertos pasajes de Aristteles (Pol. 1305a41 y Ec. 1346b2) y en
Ateneo (Deipn. VIII. 348A), se ofrecen algunos datos al respecto.
Sobre el origen de la tirana naxia, slo Ateneo aporta alguna
referencia, en una cita literal de Aristteles en su desaparecida
Constitucin de los naxios. En este pasaje, nicamente se refiere la
existencia de un conflicto previo entre el pueblo naxio y ciertos
poderes locales (una stsis). En esta tesitura parece que Lgdamis
aprovech el descontento para proclamarse tirano sin mencionar a
Pisstrato. Berve no tiene en cuenta este pasaje de Ateneo por ello,
siguiendo a Herdoto, otorga especial protagonismo a Pisstrato. Al
respecto, coSta 1996, 158, y conSolo-langher 1996, 121, n. 1, aaden
que las fuentes del relato aristotlico sobre el origen de la tirana
pudieron ser fruto de la tradicin local. Vase una interpretacin
general sobre el encumbramiento de Lgdamis como tirano en Sierra
cortadella 2012.
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
72
el exterior y cimentado en una serie de colaboraciones
personales, que acabaron por decantar el equilibrio poltico interno
hacia la tirana.90 Aceptando esta suposicin, tanto Lgdamis como
Pisstrato, deberan considerarse como personajes relevantes en su
patria, con apoyo interno en el dmos, que se haban puesto de
acuerdo en el exilio para alzarse con el poder.
5. Des-etiquetar la tirana
Segn nuestra aproximacin a las tiranas arcaicas, resulta
complejo establecer un modelo de tirana o un proceso global y sin
fisuras que explique el terico trnsito de la aristocracia a los
gobiernos constitucionales, a la luz de las fuentes que tenemos.
Todo ello conduce a la idea de que las tiranas arcaicas surgieron
gracias a sus propias circunstancias histricas, alejndose de
etiquetas historiogrficas como los devo-radores de regalos, los
prncipes mercaderes, los tiranos lidios o los seores homricos. Esta
misma tradicin historiogrfica, siguiendo fuentes como Herdoto,
Tucdides y Aristteles, sealaba que Clstenes de Sicin fue un lder
militar, Cpselo un tirano demagogo, Ciln un conspirador y Pisstrato
un lder popular. Entendemos que estas etiquetas historiogrficas no
siguen el contexto histrico pues, segn hemos mostrado, la stsis
entre lites dirigentes, entre stas y el dmos, y una conducta
po-ltica facciosa parecen los factores adecuados para abordar las
tiranas arcaicas. As, los conflictos civiles propios de la Grecia
arcaica a los que aluda Finley generan la posibilidad de instaurar
un gobierno unipersonal, sin aparentes connotaciones negati-vas
hasta las guerras mdicas. En este sentido, creemos que no tenemos
argumentos suficientes para sostener calificativos tales como
usurpador o traidor en referencia a Ciln, ni para sealar al
gobierno de Pisstrato como inconstitucional, violento y po-pulista
(o al menos ms que el de sus opositores). En cualquier caso, no
vemos argu-mentos de peso para afirmar que las tiranas arcaicas
obraran al margen de las leyes, como vemos en las referencias
aristotlicas a los gobiernos de Clstenes y Cpselo.
A travs de los casos concretos que sucintamente hemos analizado,
pensamos que generalizar sobre la tirana arcaica constituye un
terreno resbaladizo y ms si acep-tamos ciertos prejuicios
fuertemente enraizados en la historiografa actual. Por otra parte,
hay rasgos que s merecen un anlisis general, como la importancia de
las rela-ciones personales en la instauracin de las tiranas
arcaicas.91 En los casos que hemos abordado observamos un esfuerzo
por trazar redes y lazos de solidaridad, bien sean familiares o de
amistad. En las tiranas ms antiguas, Sicin y Corinto, observamos
estrategias matrimoniales contrapuestas, exogamia y endogamia
respectivamente, pero con un mismo fin, asegurar la gobernabilidad
de la tirana. Otros casos, como el
90 A su vez, en un testimonio tardo del siglo II d.C. (Polieno
23. 2), se refiere cmo Polcrates obtuvo su tirana gracias en parte
a la intervencin de soldados enviados por Lgdamis de Naxos.
nicamente en esta fuente encontramos el dato que resaltamos en
conexin con el episodio de Pisstrato y que no desarrollamos por
cuestiones de espacio.
91 Este punto se encuentra muy bien asimilado en la
historiografa actual, vase por ejemplo doPico canzoS 1998 y duPlouy
2006.
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
73
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
de Ciln, no encontraron apoyos internos suficientes pese a la
conexin con Mgara. Ciertamente, Pisstrato es el caso ms
paradigmtico de la importancia de las rela-ciones personales. En
primer lugar se cas con Timonasa para granjearse el favor de
importantes familias argivas (Cipslidas) y, en segundo lugar,
aprovech la ocasin para entablar una slida amistad con Lgdamis,
quien ayudara a Pisstrato primero y luego recibira la subsiguiente
compensacin al instaurarse como tirano en Naxos. Todo ello nos
lleva a concluir que las estrategias familiares eran muy relevantes
y notorias.92
La divergencia respecto a los modelos tericos que presentbamos
al inicio de la reflexin se agudiza todava ms si atendemos a los
testimonios epigrficos. Por ejemplo, a travs de un trabajo
realizado por R. A. Santiago podemos acercarnos a la compleja
situacin interna de Quos.93 En un epgrafe datado entre finales del
siglo VII e inicios del VI a.C. (ML 8), se ha conservado una
inscripcin cuya intencin era regular la convivencia pacfica en la
isla.94 En el texto se hallan representados un poder central y
otros de ndole local, conectados o arbitrados por una Bul Demo-se
en la que estaban representadas las comunidades regionales.95 Otra
inscripcin, cuyo estudio aborda la misma autora, nos traslada a la
ciudad de Halicarnaso, en la primera mitad de V a.C., durante el
gobierno del tirano Lgdamis96 (Syll.3 45 = ML 32). En este caso la
inscripcin es un documento pblico que refiere una alteracin
importante en el registro de la propiedad de la ciudad, otorgando
fuerza legal a un personaje denominado Apolonides, cuyo padre
casualmente se llamaba Lgdamis. Las disposiciones que contiene la
inscripcin parecen favorecer a la poblacin caria (salmacita) que
viva en Halicarnaso, equiparando sus derechos de propiedad a los de
la poblacin griega. Como la propia autora refiere, la inscripcin se
ha interpretado de dos formas distintas: bien puede ser un acto de
reconciliacin social en un momento de debilidad de la tirana o un
acto de prepotencia del tirano frente a sus opositores.97 Otra
inscripcin cretense fechada a inicios del siglo V a.C. (SEG 27,
631), denomi-nada contrato de Spensithios, hace referencia a los
dones y privilegios otorgados a Spensithios () y sus descendientes,
por sus labores como nico escriba y registrador (o memorizador) de
la comunidad (los dataleos), eximindole de impues-tos, dotndole de
un sueldo anual y de una donacin en especie. Un caso muy pareci-do
al de Spensithios lo hallamos en una inscripcin chipriota conocida
como bronce de Idalio (SGDI 1 60),98 datado alrededor del 478-470
a.C. y que refiere los dones y privilegios que el rey de Idalio
(Stasikypros) y los ciudadanos otorgan al mdico Onasilos y su
equipo por los servicios prestados durante el asedio de la ciudad
por
92 Este tipo de relaciones matrimoniales y personales
continuaron activas durante la poca clsica como bien ha sealado
herMan 2002, 142-156, analizando los casos de Pericles y el rey
espartano Arquidamo; Alcifrn de Argos y el rey Agis de Esparta y
Alcibades y Endios de Esparta.
93 Hablamos del sugerente trabajo de Santiago 1997.94 Santiago
1997, 35. 95 roBinSon 1997, 90-101, sugiere a raz de esto una
organizacin democrtica en la arcaica Quos.96 Edicin del texto en
Santiago 1996.97 Santiago 1996, 635-638. No nos detendremos en los
detalles de esta interesante inscripcin pero
remitimos al reciente y competente anlisis de Piol VillanueVa
2013a, con bibliografa. 98 Texto editado y traducido al francs en
SaMaMa 2003, 456 y ss.
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
74
parte de los persas. Las condiciones son muy similares a las de
Spensithios pero la peculiaridad radica en la equiparacin jurdica
entre el rey y los ciudadanos.99
Como podemos apreciar, los testimonios de primera mano de la
poca no dan pie alguno a elaborar un modelo o explicacin global
acerca del surgimiento de la plis y el origen de las tiranas. En
este sentido, hemos mostrado un ejemplo en Quos que evidencia la
voluntad de alcanzar un pacto ante un conflicto interno (stsis) y
que sita a una Bul Demose como rbitro y tribunal de apelacin. Por
otro lado, hemos valorado un ejemplo de gobierno tirnico en
Halicarnaso, que podra apoyarse en una comunidad no-griega para
reforzar su poder. Tambin tenemos a un posible candida-to a
devorador de regalos en Creta, recibiendo diversos honores por los
servicios prestados a la comunidad y, finalmente, el caso de una
comunidad y su rey en Chipre que premian a un mdico por sus
servicios, mostrando una entente entre dmos y basiles que transmite
la idea de que las relaciones polticas entre ambas partes no
siempre eran tensas. Con todo, la intencin que tenemos al mencionar
los anteriores ejemplos no es otra que poner de manifiesto la
complejidad de abordar la historia de la poca arcaica a partir de
generalidades o etiquetas historiogrficas y la necesidad de no
apartarse en exceso de las fuentes.
BIBLIOGRAFA
anderSon, G. (2005): Before Turannoi Were Tyrants: Rethinking a
Chapter of Early Greek History, Classical Antiquity 24/2, 173-222
(http://caliber.ucpress.net/doi/pdfplus/10.1525/ca.2005.24.2.173?cookieSet=1).
andreWeS, A. (1971): The Greek Tyrants, London (1 ed. 1956,
London).aSheri, D. lloyd, A. corcella, A. (2007): A Commentary on
Herodotus Books I-IV,
Oxford.BerVe, H. (1967): Die Tyrannis bei den Griechen, Mnchen,
vol. 1.caWkWell, G. L. (1995): Early Greek Tyranny and the People,
CQ 45/1, 73-86 (http://
dx.doi.org/10.1017/S0009838800041707).chantraine, P. (1968): ,
[en] Dictionnaire tymologique de la Langue Grecque.
Histoire des Mots, Paris, vol. 4/1, 1146.coBB-SteVenS, V.
(1985): Opposites, Reversals, and Ambiguities: the Unsettled World
of
Theognis, [en] T. Figueira G. Nagy, (eds.), Theognis of Megara.
Poetry and the Polis, Baltimore, 159-175.
conSolo langher, S. N. (1996): Naxos nellEgeo arcaico e nella
colonizzacione delloccidente, [en] E. Lanzillotta D. Schillardi
(eds.), La Cicladi e il mondo egeo. Seminario Internazionale di
Studio 1992, Roma, 121-153.
coSta, V. (1996): Ligdami, Pisistrato e la fondazione della
tirannia, [en] E. Lanzillotta D. Schillardi (eds.), Le Cicladi ed
il mondo egeo. Seminario Internazionale di Studi 1992, Roma,
155-170.
99 Argumentado en egetMeyer 1993, 49-50. Una discusin
pormenorizada, rigurosa y documentada del bronce de Idalio y del
contrato de Spensithios la hallamos en Piol VillanueVa 2013,
127-131.
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
75
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
dillon, M. garlan, L. (2010): Ancient Greece. Social and
Historical Documents from Archaic Times to the Death of Alexander
the Great, LondonNew York (1 ed. 1994, Lon-donNew York).
doPico canzoS, M D. (1998): Entre lo pblico y lo privado: una
contribucin al estu-dio de la tirana griega, ETF. Historia antigua
11, 119-136 (http://dx.doi.org/10.5944/etf+ii.11.1998.4328).
duPlouy, A. (2006): Le Prestige des lites. Recherches sur les
modes de reconnaissance so-ciales en Grce entre les Xe et Ve sicles
avant J.-C., Paris.
egetMeyer, M. (1993): Zur kyprischen Bronze von Idalion, Glotta
71, 39-59.ehrenBerg, V. (1969): The Greek State, London (1 ed.
1960, Oxford). Finley, M. I. (1983): La Grecia Primitiva. Edad del
Bronce y Era Arcaica, Barcelona (1 ed.
1970, Cambridge).Fleck, R. K. hanSSen, F. A. (2013): How Tyranny
Paved the Way to Democracy: The
Democratic Transition in Ancient Greece, Journal of Law and
Economics 56/2, 389-416 (http://dx.doi.org/10.1086/670731).
ForSdyke, S. (2006): Herodotus, political history and political
thought, [en] C. Dewald J. Marincola (eds.), The Cambridge
Companion to Herodotus, New York, 224-241.
Fouchard, A. (1997): Aristocratie et dmocratie. Idologies et
socits en Grce ancienne, Besanon.
gaMMie, J. G. (1986): Herodotus on Kings and Tyrants: Objective
Historiography or Con-ventional Portraiture?, Journal of Near
Eastern Studies 45/3, 171-195
(http://dx.doi.org/10.1086/373186).
gehrke, H. J. (1997): La stasis , [en] S. Settis (ed.), I Greci.
Storia Cultura Arte Societ, Torino, vol. 2/II, 453-480.
gernet, L. (1980): Antropologa de la Grecia Antigua, Madrid (1
ed. 1968, Paris).gouchin, V. (1999): Pisistratus Leadership in A.P.
13. 4 and the Establishment of the Tyran-
ny of 561/60 B. C., CQ 49/1, 14-23
(http://dx.doi.org/10.1093/cq/49.1.14).gray, V. J. (1996):
Herodotus and Images of Tyranny: The Tyrants of Corinth, AJPh
117/3,
361-389 (http://dx.doi.org/10.1353/ajp.1996.0047).grote, G.
(2009): A History of Greece, New York, vol. 3 (1 ed. 1847, London).
herMan, G. (2002): Ritualised Friendship & the Greek City,
Cambridge (1 ed. 1987, Cam-
bridge).hind, J. G. F. (1974): The Tyrannis and the Exiles of
Pisistratus, CQ 24/1, 1-18. (http://
dx.doi.org/10.1017/S0009838800030184 ).holladay, J. (1977): The
Followers of Peisistratus, G&R 24/1, 40-56. (http://dx.doi.
org/10.1017/S0017383500019628).hornBloWer, S. (1991): A
Commentary on Thucydides, Oxford, vol. 1.iMMerWahr, H. R. (1954):
Historical action in Herodotus, TAPhA 85, 16-45 (http://dx.doi.
org/10.2307/283465).jordan, B. (1986): Religion in Thucydides,
TAPhA 116, 119-147 (http://dx.doi.
org/10.2307/283914).juFreSa, M. Fau, M. T. (2007): La relacin
entre poeta y tirano en la Grecia arcaica, Nova
Tellus 25/1, 95-116.
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
76
kallet, L. (2003): Dmos Tyrannos: Wealth, Power, and Economic
Patronage, [en] K. A. Morgan (ed.), Popular Tyranny. Sovereignty
and its Discontents in Ancient Greece, Austin, 117-153.
kalyVaS, A. (2007): The Tyranny of Dictatorship: When the Greek
Tyrant Met the Roman Dictator, Political Theory 35/4, 412-442
(http://dx.doi.org/10.1177/0090591707302208).
lane Fox, R. (2000): Theognis: an Alternative to Democracy, [en]
R. Brock S. Hodkin-son (eds.), Alternatives to Athens: Varieties of
Political Organization and Community in Ancient Greece, Oxford,
35-51.
lang, M. (1967): Kylonian Conspiracy, CPh 62/4, 243-249
(http://dx.doi.org/10.1086/365284).
laVelle, B. M. (2005): Fame, Money, and Power. The Rise of
Peisistratus and Democratic Tyranny at Athens, Ann Arbor.
leahy, D. M. (1957): The Spartan Embassy to Lygdamis, JHS 77/2,
272-275 (http://dx.doi.org/10.2307/629368).
leWiS, S. (2009): Greek Tyranny, ExeterDevon.liBero, L. (1996):
Die archaische Tyrannis, Stuttgart.Marincola, J. (2001): Greek
Historians (=Greece & Rome. New Surveys in the Classics
31),
Oxford.Martnez-lacy, R. (2011): Paola Vianello y la historia
antigua, [en] S. Aquino M. T.
Galaz (eds.), La fascinacin por la palabra. Homenaje a Paola
Vianello, Mxico, 47-52. MaSaracchia, A. (1998): Erodoto, [en] G.
DAnna M. Di Marco (eds.), Riflessioni
Sullantico. Studi sulla cultura greca, PisaRoma,
269-296.Mazzarino, S. (1974): Il Pensiero Storico Classico,
RomaBari, vol. 1 (1 ed. 1965, Bari). (1989): Fra Oriente e
Occidente. Ricerche di storia greca arcaica, Milano (1 ed.
1947,
Firenze).McgleW, J. F. (1993): Tyranny and Political Culture in
Ancient Greece, Ithaca.MeikSinS Wood, E. (2003): La Polis y el
Ciudadano-Campesino, [en] J. Gallego (ed.), El
mundo rural en la Grecia antigua, Madrid, 269-326. (1 ed. 1988,
London).Meyer, E. A. (2008): Thucydides on Harmodius and
Aristogeiton, Tyranny, and History,
CQ 58/1, 13-34
(http://dx.doi.org/10.1017/S0009838808000025).MoSS, C. (1969): La
Tyrannie dans la Grce Antique, Paris.MuSti, D. (1989): Storia
Greca. Linee di sviluppo dallet micenea allet romana, Bari.ooSt, S.
I. (1972): Cypselus the Bacchiad, CPh 67/1, 10-30
(http://dx.doi.
org/10.1086/365816).oSBorne, R. (1996): Greece in the making
1200-479 B. C., London.Parker, V. (2007): Tyrants and Lawgivers,
[en] H. A. Shapiro (ed.), The Cambridge Com-
panion to archaic Greece, Cambridge, 13-39.Piol VillanueVa, A.
(2013): Acceso de extranjeros a bienes inmuebles: primeros
testimonios (siglos VIII-V
a.C.), [en] R. A. Santiago M. Oller-Guzmn (eds.), Contacto de
poblaciones y extranje-ra en el mundo griego antiguo. Estudio de
fuentes (=Faventia Suppl. 2), Bellaterra, 113-145.
-
Gerin2014, vol. 32, 57-77
77
Csar Sierra Martn La edad de los tiranos: una aproximacin...
(2013a): Halicarnaso y Salmacis. Historia de una comunidad
greco-caria, [en] R. A. San-tiago M. Oller-Guzmn (eds.), Contacto
de poblaciones y extranjera en el mundo griego antiguo. Estudio de
fuentes (=Faventia Suppl. 2), Bellaterra, 169-185.
Plcido, D. (2007): Las formas del poder personal: la monarqua,
la realeza y la tirana, Gerin 25/1, 127-166.
Podlecki, A. J. (1975): The life of Themistocles. A critical
survey of the Literary and Archeo-logical Evidence, Montreal.
raaFlauB, K. A. Wallace, R. W. (2007): Peoples Power and
Egalitarian Trends, [en] K. A. Raaflaub J. Ober R. W. Wallace
(eds.), Origins of Democracy in Ancient Greece, Berkeley,
22-48.
roBinSon, E. W. (1997): The First Democracies. Early Popular
Government Outside Athens, Stuttgart.
roSe, H. J. (1940): Some Herodotean Rationalisms, CQ 34/1, 78-84
(http://dx.doi.org/10.1017/S0009838800009149).
Sad, S. (2002): Herodotus and Tragedy, [en] E. G. Bakker I. J.
F. de Jong H. van Wees (eds.), Brills Companion to Herodotus,
Leiden, 117-147.
Sainte-croix, g. e. M. de (1988): La Lucha de Clases en el Mundo
Griego Antiguo, Barce-lona (1 ed. 1981, London).
SaMaMa, E. (2003): Les Mdecins dans le Monde Grec. Sources
pigraphiques sur la Nais-sance dun corps Mdical, Genve.
Santiago, R. A. (1996): Ambigedad en documentos pblicos. Un
temprano ejemplo en la epigrafa grie-
ga, [en] M. Puig Rodrguez-Escalona (ed.), Tradici Clssica. Actes
de lXI Simposi de la Secci Catalana de la SEEC. St. Juli de Lria-La
Seu dUrgell, 20-23 doctubre de 1993, Andorra la Vella, 633-640.
(1997): Algunos ejemplos de Realpolitik en las fuentes griegas,
Faventia 19/2, 33-50.Sierra, C. (2011): Jerjes, Lenidas y
Temstocles: modelos griegos en el relato de Herdo-
to, Historiae 8, 65-91. Sierra, C. cortadella, J. (2012):
Telestgoras y la instauracin de la tirana en Naxos,
Rivista di cultura classica e medioevale 54/2,
241-255.Stein-hlkeSkaMP, E. (2009): The Tyrants, [en] K. Raaflaub
H. van Wees (eds.), A com-
panion to Archaic Greece, Oxford, 100-116.ulF, ch. (2009): The
World of Homer and Hesiod, [en] K. Raaflaub H. van Wees (eds.),
A companion to Archaic Greece, Oxford, 81-99.ure, P. N. (1922):
The Origin of Tyranny, Cambridge.ValdS, M. (2002): Arepago y
Prtanos ton naukraon: crisis poltica a finales del s. VII a.C. (de
Ci-
ln a Soln), DHA 28/2, 65-101. (2003): El Espacio Ciudadano:
Integracin/Exclusin en el imaginario y en la realidad
ateniense del s. VI a.C., SSHA 21, 29-45.ValdS, M. Plcido, d.
(1998): La frontera del territorio ateniense, SSHA 16,
85-100.Wallace, R. W. (2009): Charismatic Leaders, [en] K. Raaflaub
H. van Wees (eds.), A
Companion to Archaic Greece, Oxford, 411-426.WaterS, K. W.
(1971): Herodotus on Tyrants and Despots, Stuttgart.