La Demoeraci ADIESTRO IT SINIESTRO La Democracia Fotice, S.1lJu!o, Octubre 3 le 1891 Si existe ía injuria, el Juez, aún sien- do puertorriqueño, cumplirá con su con- ciencia aplicando el castigo a sus her- manos, por más que sangre su corazón de patriota. La aceptación, por parte del letrado, es absolutamente voluntaria, y si Gallart es un tirano de este pueblo, y si por ha- berlo dicho en alta voz se persigue á varios escritores, el puertorriqueño que dirija esa persecución no es un buen hijo de Puerto-Bic- o, por más que sea un eminente jurisconsulto y por más que ante su capacidad y ante su inmacu- lada honradez nos descubramos con res- peto. El Clamor discote con La Nación Es El autor del delito no ignora los sucesos de Viilalba; sabiendo que en Ponco ejercería, pocas horas después, sus tristes funciones el verdugo, persistió, sin embargo, y en las tinieblas, trai- ción, á mansalva,8us ojos' buscaron el sitio en que son incurables las heridas, en que el arma penetra sin obstáculo. Y antes de que el sol iluminara en las campiñas del Sur la imponente silueta de los asesinos de Baez, la noche recogía en las sabanas del Oeste, el último sus- piro de un alma grande, consagrada al servicio de la humanidad y á la práctica del bien. 1 contraste es terrible y no ha me- nester comentarios. Las estadísticas demuestran que allí donde se aplica la pena capital crece el número de los que retan á la guillotina, al garrote y á la horca. adiós, desde la cubierta de la nave que había de conducir al doctor Coato, hirieron nuestros oidos estas frases suyas de una ternura y sencillez desgarradora : "Cuando escuchéis loa rumores de las ondas decía señalándonos el mar pensad que son los gemidos de mi alma, que llora por la patria." Desde -- aquel momento comenzó su cruento martirio ; desde aquel día pue- de decirse se inició el lento proceso de su muerte, cuyo desenlace lamentan hoy los liberales de Colombia y ante el cual no puedo guardar silencio sin hacer trai- ción á mis ideas. El delito que llevó á César Contó al destierro fué el delito de tener dignidad, honradez, vergüenza, en una palabra. Víó á Rafael Núñez triunfante dictador, pisoteando las leyes, levantando el ca- dalso, oprimiendo con férrea mano las entrañas de la nación, y no pudo acallar tos gritos de protesta que partían de su pecho republicano, y al torrente desbor- dado de inmoralidades y de escándalos administrativos, opuso el fuerte dique de razón estaba de su parte. Frente á iai arbitrariedades del gobierno, en oposicióa abierta con todo procedimiento ilegal, se levantó un partido fuerte y numeroso, dispuesto con las armas de la ley á com- batir hasta el último extremo para ob- tener el triunfo de sus ideas. Si la imposición oficial prevaleció al cabo ; si el valiente periodista, lo mismo que otros de sus compañeros de propa- ganda, fuó encerrado á altas horas de la noche en un cuartel y embarcado luego para el extranjero, quedó al pueblo una enseñanza de alta trascendencia para el porvenir, á saber : que el gobierno, débil ó impotente por los procedimientos reac- cionarios que empleaba, no podía resistir una batalla dada en toda regla en los comicios y siempre excusaría la lucha tratando de intimidar por medio de la fuerza & sus adversarios, lo que debía tenerse muy presente, á fin de pa"ar lot golpes con firmeza y no desertar del campo á las primeras embestidas. No es ocioso, en paises como este que luchan desesperadamente por romper con añejos principios y atrasados siste- mas, presentar á la imitación pública el ejemplo de esos hombres que sacrifican todo patria, bienestar, familia por la causa de los pueblos. César Contó fuó apóstol y mártir de su doctrina j y aquí, donde no faltan los primeros, por más que son algo escasos los segundos, bueno es que se conozca á esos hombres que allá en la América republicana sostienen eter- no combate contra la autocracia, unas veces en el campo donde la hoja del sable y el cañón del remington son el único argumento convincente ; otras en el te- rreno donde la oratoria hace brechas en las filas contrarias, y otras, en fin, en la arena cándente del periodismo, ese atleta que se lev&nta desafiando con impavidez heróica todas las iras, todos los odios y todas las arbitrariedades. Caracteres de acerado temple, jamás doblegan el ánimo ante la imposición. Si para salvar la dignidad necesitan renun- ciar á los efectos más caros, á las como- didades más seductoras, lo hacen sin va- cilación de ningún género, sin calcular las contingencias y reveses de fortuna que pueden sobrevenirles en lo futuro. Por eso ha muerto César Contó en el destierro. Pudo regresar á Colombia, pero aceptando condiciones ignominiosas que no euccribe jamás un hombre de honor. Apréndase de él á despreciarlo todo por salvar la reputación, á no clau- dicar ni aún en las circunstancias más difíciles, y á aceptar la vida amarga del desterrado, la muerte oscura y triste del proscrito, antes que bajar la altiva fren- te ante el mandato de uo déspota. Los hombres que no han nacido para La Integridad Nacional dice que es el partido Autonomista un lago de aguas infectas y el partido conservador un baluarte de almenas poderosas. Puede que no resulte el símil inexacto y que nosotros mismos aceptemos la metáfora. Un castillo con su artillería de gran calibre, con sus reductos y sus fosos, es casi inexpugnable para los que preten- den tomarlo á viva fuerza. Pero las aguas crecen, se desbordan, suben, las azota el viento, se encrespan con imponente murmullo, rebasan todos los límites y al fin el baluarte, con sus cañones y sus baterías, queda sepultada siu remedio en las tinieblas de la inun- dación. Somos el lago sereno, que apenas riza u oleage, que no ruje ni se enfurece jamás. No provoquen el huracán los del castillo, que el huracán arrasa, des- truye y aniquila. Nosotros tenemos al pueblo : loa inte-grist- as tienen la autoridad; nosotros defendemos el derecho legítimo : los in-tegris- tas defienden el hecho consumado ; nosotros avanzamos ; los integristas re- troceden. Todavía se alza orgulloso el bastión en sus cimientos de roca ; pero lo soca- va el golpear de las ideas, cuyo empuje es más terrible que el de la férrea cata- pulta. Jugad con el lago tranquilo ay si se revuelve indómito y ahoga á los que se burlan con sardónica mueca ! No mostréis satisfacción Ni exageréis la alegría, Porque es fácil que algún día Ocurra la inundación j Y lo que ahora es quizás Fortaleza que declina, Será entonces una ruina, Un fósil y nada más. La Balanza acude, anhelando llenar su inmensa superficie, al recurso incivil del sane o chito. Es lástima que nuestros periódicos rastreen de tal modo. Ya que la estre- chez del país empequeñece todas las cuestiones, debieran y es lo menos que les exigimos elegir bien sus asuntos y tratarlos con cierta maestría. Quédense las salidas cursis para los papeles de segundo orden, que sin talen- to y sin númen, necesitan enlodarse en los charcos y arrojar á los demás el lodo que les cubre. Pero á La Balanza, dirigida por hom- bres de saber, no deben tolerarse las fra- ses de mal gusto, que á lo más, á lo más, acusan pobreza de ingenio y de cultura periodística. Lo del sancochito es propio de aque- llos que rebajan su misión .augusta con banalidades pueriles y con desplantes sin objeto. A la prensa docente, formal y mesura- da pedimos siempre inteligencia, forma- lidad y mesura. Si el vocablo sancochito significa amor intenso y hondo al terruño; si en este concepto lo emplea La Balanza, enton- ces nosotros lo adoptamos, lo hacemos nuestro y de él nos sentimos orgullo sos. Nos parece que vale tanto ó más que el puchero de Zamora y de Teruel. Pues despierto el apetito, Escribir es necesario En un nuevo diccionario La palabra sancochito. Así llegará un enjambre De los que en climas remotos Se encuentran descalzos, rotos Y casi muertos de hambre. Pregunta El Clamor : tila de llamarse mal hijo de Puerto-Ric- o al abogado que acepta un poder de don Jo- sé Gallart para querellarse de don Salvador Brau, manteniendo á la ves el titulo de hijos bonísimos á los j neceo que dirimen esa que rellar El abogado es libre de admitir 6 nó los poderes de un enemigo de tu tierra para acusar á los que á su tierra defen dieron briosamente. El Juez se haya en distintas condicio nes, porque su cargo le traza ineludibles deberes. hombre que no se detenía ante ninguna clase de obstáculo con tal úe conseguir su obje to, y yo poseía aua buena dote; quería á todo trance que fuese su esposa, y para obu gar a mi padre á que diese su consentimien to hizo que tal tase yo a mi deber. Entonces dijo la verdad cuando aseguró que el conde de Montescourt se opuso á su casamiento. Mintió. Mi padre no quería ni oir ha blar de esa unión, porque conociendo á fon- do á Daguerre sabía lo que significaba su lealtad y lo que valla su carácter, y adivinó sobre todo cual era eJ fin que ee proponía eeu miserable... y ese nn, ya te lo he dicho, era apoderarse de mi xortuna. Un día anuncióle mi padre que estaba arruinado..... Daguerre se turba, vacila, apela á excusas indignas, huye y no vueive tnáa. Quedaba yo deshonrada, y le confesé á mi pudre la verdad, y Be faé en busca de Da truerre. suplícale que e caee conmigo y ee niega, se pone de rodillas ante él y Daguerre le ridiculiza y le amenaza con cenarle de eu casa. Infame! Más infame aíln de lo que tú te figuras, porque sólo obró por cálculo en todo lt que hizo. Habría escuchado la súplicas de mi padre si éste hubiese sido auu rico, peto la comedia representada antes trocóse en realidad; estábamos arruinados, ignorábalo mi paire, 5 en su suprema entrevista con Daguerre, este faó quien se lo notificó. jY no lo mató! Aquel mismo día huyó Daguerre, y mi padre le siguió á Paria y le abofeteé. Ai dU eiguieuto se batieron, y casado volví á ver á mi padre, éste me dijo : "Ya estás vengada, na muerto." Mí padre so eqaivocaba, Dag-nerr- aobre- - vivi j á su herida. Y c so todo, rn&dxe ial&,f IiA EJEMPLARIDAD La ciudad vuelve á sus faenas. Tras el cuadro sombrío de la muerte asistimos á ia ebullición tumul- tuosa de ia vida, El negociante ocupa bu escritorio, el obrero acude á su taller, el labrador atiende á sus cultivos. La sociedad hizo ana resta. Necesitaba aplicar la pena infame del Talión y la aplica. Quería producir en su propio seno el espanto, y lo produce. La ley de les hombres, perecedera y mudable, se levanta sobre la ley de Dios eterna y absoluta. Esta escribe en sus evangelios una palabra divina: piedad, Aquella escribe en bus códigos una palabra siniestra: venganza. Acatemos la ley que mata y bendiga moa la ley que perdona. Una ea el hecho brutal, imponiéndose con el prestigio de la fuerza. Otro es el derecho nublime, protestan do á la sombra del ideal. El sacrificio es cruento, horrible, inhu mano, casi criminal ea útil también? Veamos. Dos hombres suben al tablado fu nesto. El verduiro les ata. lea eme el tre raendo corbatín, da vueltas al manubrio v sonríe: ha cumolido su misión. El pueblo mira en silencio, asiste á la tragedla y se desparrama meditabundo por las anchas avenidas. Qué impresión le causa el patíbulo T Impresión de duelo ante el rígido ca-- - da ver amortajado con la hopa. Impresión de repugnancia ante los ejecutores de la justicia terrestre. Los desdichados á quienes su idiosin-crac- ia impele hacia el delito no se con- turban al contemplar el garrote vil. Acaso abandonan el sitio de la heca- tombe y meditan el medio de delinquir sustrayéndose al castigo. Aman nip.níian out á ellos no alcanza la rectitud inflexible del código. De allí mismo, de la muchedumbre abigarrada, saldrá el brazo que esgrima el puñal ó distribuya el veneno. La ejemplaridad es un mito. Luego el cadalso no llena su misión ni responde al deseo de sus inventore. Pero aún hay más. Los que legislan conocen hasta donde llega la curiosidad humana. Han podido preveer que á la horrible tragedia asistirá un concurso enorme. Y que las masas, ante el torniquete que destroza los músculos, se habitúan ú ha emocionen ce038 u3 exférmihio. Ninguna escuela mejor para educar al ciudadano en los sentimientos crueles que endurecen el corazón y degastan la conciencia. El espectador se familiariza con el espectáculo, Y guay si sus instintos naturales le arrastran al crimen ! Junto al patíbulo aprenderá que oca- sionar la muerte es cosa fácil ; que basta un lazo corredizo de acero ó de cuerda ; que todo se reduce á una convulsión vio- lenta, á un crujido de huesos, á un es puto de sangre. . .... Y aprenderá algo cien veces más gra- ve : que no es tan vergonzoso matar cuando así so mata en público, congre- gando á las autoridades, guardadoras del orden, á la prensa, intérprete de la opi- nión, y al ejercito, mantenedor de las glorias do la patria. Entre nosotros la ejemplaridad resulta negada por hechos, claros, evidentes y tangibles. El 29 de Setiembre dos reos habían entrado en capilla. La nueva dolorosa llega por telégrafo á todos los rincones de Puerto-Ric- o. Y allá, en las llanuras del Oeste, aca-- Hf en la reuión más culta del país, una mano cobarde asesta mortal puñalada al doctor Franco, al médico popularlsimo, que solo supo conquistar, afectos leales y profundas simpatías. FOILJLJETTirtf (70) JÜLES JTIAIXY MAKOELIHA Versión ezñola de Francisco Caries CUARTA PARTE EL SECKETO DEL MEDICO XV R,Mn tAs nilabraa eran las que podían ítlvaila traoqc titeándola y al cabo ee repaso do tan violenta sacudida. No f é, dijo, á qae viene está emoción, porqae lo qne pa?a no debía asestarme. Un día, el íütnoi pensado, tenía que enterarlo da Ved 3.... aatea ó después aaí debía suce-dei- ... IIioy oioy nerviosa y an poco.... ya lo ve, y m preciso que m perdones. iY qoó a o qae be do perdonarte, oa-dr- o qctrida?...Tu profaDda emoción bo debe al excesivo cariño que me profesas. verdfid, porque al fin y al cabo do has conocido A tu i adre, nunca te dije nada, ni tampoco me i;iteirogaíü.-.- S oculté ese euceso conviniéndolo en un misterio, faó porque ps,ra ex pilcártelo tenía qae confesar ai falta, y por más que tal ver la adivina-te?- , comprenderás que esas bou cosas que jazná caceta una raauro sa gu mu p-rimen- tar atroces torturas. XVI Qnedófto lUtJDcios y meditabunda, y á los pocos cúnalos prenotó : .conté el üsSor Damería. ... qexcro qusíoj pañola, y nos hiere de rechazo. Nos otros mantenemos nuestra tesis,aeciaiaos á llevarla hasta sus últimos extremos. Si el país está conforme con ciertas teorías, es que no hay país. Y será preciso decirlo entonces con entereza. Todo, menos transigir con aquello que consideramos pernicioso. Aplauda todo el mundo á los defenso- res de Gallart. La Democracia hará la historia de 18S7 hasta 1891, y sabrán á qué atenerse los que aman de veras á este pedazo de tierra tropical. Estamos en guardia. OES AR CONTO .: Entre los hombres notables que apa recían ocupando el mas distinguido lu gar en las filas del partido liberal co lombiano, encontrábase este ciudadano eminente, que acaba de morir, proscrito de la patria adorada, en una de las re públicas de Centro América. Cuando más insolente se levantaba el poderío de los conserradores allá en la antigua Nueva Granada : cuando Rafael Núñez, vencida la gran revolución de 18S5 por un cúmulo de circunstancias que le fueron contrarias, podía exclamar como César después del Kubicón, vtne, vi y vencí; cuando los elementos libera- les, casi dispersos, faltos de un jefe há bil marchaban á la ventura y era gene ral el desconcierto entre los hombres de principios avanzados, un escritor de in- teligencia no común, un verdadero Hér cules del pensamiento recoge al pie de las charcas donde la sangre de sus her manos se arremolinaba como pidiendo venganza, el pabellón de la causa liberal, hecho girones por el plomo enemigo, y al esfuerzo vigoroso de su brazo lo pasea en actitud de combate por toda la exten sión de ia república. ' Este escritor, este Hércules del pen- samiento es el que acaba de rendirse á los golpes de la muerte en la lejana ori- lla del inmenso mar Pacífico. Todavía recuerdo, hará próximamente tres ó cua tro años, el acto solemne de su despedi da á la patria, cuando una multitud de liberales se reunía en los muelles de la ciudad de Panamá, para demostrarle cuánto lamentaba el país su forzosa par tida y cuánto apreciábamos sus corren gionarios los grandes servicios que pres tó con energía y desinterés á la causa de los buenos. En aquellos instantes no era el doctor César Contó el periodista liberal que de una sola arremetida hacia bambolear to do un régimen político y administrativo; no era el filosófico escritor que pulveri- zaba con razones incontestables los mitos de ya moribundas religiones, ni el poeta que cantaba los grandes ideales con pa labra rebosante de inspiración, ni el ím provisador feliz á cuya mente acudían en tropel, según la frase de un coetáneo suyo, Tequendamas de bellezas, Niágaras de consonantes ; era el patriota ardentísimo, el infeliz proscrito á quien manos despiadadas arrancaban por fuerza de la tierra nativa para lanzarle á peregrinar por esos mun dos ; el hijo amante que separaban del seno materno, para arrojarle en brazos de esa madrastra feroz y repulsiva que llaman proscripción. Por eso no palpi taba en sus labios-l- a invectiva, ni el lu minoso argumento, ni el verso fluido y sonoro. Lo que asomaba en ellos era a terrible contracción del dolor: sólo daban paso á manifestaciones que lasti- maban el corazón de los que estábamos presentes; y al murmurar el postrer Sí, rujo mío, todo lo que concierne á ese nombre... a tu padre. Decía que mi padref A él en efecto le debo la vida, mas en cuanto ft considerarle como a mi padre, eso ea otra coea ese asunto hemos de resolverlo mi conciencia y yo. Y no me inquieta, hijo, lo quo resuelva tu conciencia, porque lo imaginara la jaati cía y no será más que el cumplimiento del deber. Si no habéis ocultado nada, madre mía, en lo que se refiere á Daguerre, hay aun en vuestra vida un secreto. Te refieres á Modeataf Si. Espérame,, voy á mi cuarto y vuelvo enseguida. Marchóse Marcelina y á los cinco minutos volvió con unos papelea en la mano y ee loa dio a lieraidOv Lée: ea el certificado qae me dieron cuando preseotaroQ á Modesta en el regietro civil. Recorriólos Gerardo con la mirada, y dea puéa de hacerlo contempló silenciosamente á Marcelina y volvió á leer, siendo induda ble que no comprendía do lo que se tra taba. Con acento trémulo balbuceó al cabo. Hija de Marcelina de Monteacourt y do rearo üeaufort, casados. Y no te engañas, dijo Marcelina. por que así es. üiu ocultarle ni el menor detalle contóle la historia de eu vida azarosa desde el día en tjuo nació hasta en el que encontró á Bem- - íort y eo casó con éte deipuéa de la nuerte del señor de Monttxcourt. No lo ocultó do qoé modo abandonó á bu esposo ni loa detalles d au vida' precaria y tmaerauie durante los primeros tiempo, ni tampoco la, pailón tan respetuosa como pro funda quo inipirjitt al pubie Valognte. s La reclusión perpétua, los trabajos forzados, con el grillete al pié y la vara del capataz á la espalda, son más eficaces que la muerte. El tribunal condena á cinco matado res de don Jerónimo Baez. Tres de ellos obtienen el indulto y van á los presidios de Africa, á sufrir, á llorar toda Ja vida. Figuráos los tor mentos de la nostalgia j añadidles las fatigas y los dolores del presidio, y ten- dréis idea de lo que significan veinte, treinta años de encierro. Los otros dos sucumben allá en las alturas del patíbulo. La eternidad les acoje; no sienten el dolor, no vierten lágrimas, no soportan el encono ni el látigo, han escapado al castigo, pertenecen al reino de la nadaj concluyeron su ruta y reposan. Cuales son más infelicesf Los que miran empezar una agonía perdurable, ó los que han traspasado los horizontes infinitos de la muerte? La obra del verdugo puede ser justa; pero es salvaje. La legislación moderna, conservando esta mancha, no obedece al impulso de los tiempos. Madrid á la altura de Nínive y de Babilonia. Cánovas imitando los procedimientos de Ñabopolasar. El siglo XIX sancionando la barba- rie y transigiendo con el absurdo. Después de 1900 años de cristianismo, la caridad desconocida, la piedad negada: el hombre, es decir el átomo, corrigiendo á la naturaleza, es decir al todo. Esto, que podría llamarse iatalidad, se llama justicia. , Da frío meditar en el atentado mons truoso. El progreso humano se detiene ante la guillotina y duda. Su misión es instruir y la cumple des- - truyendoo El mundo necesita enseñanzas y le arroja cadáveres. Ahorra en la escuela sus centines y los dilapida en el cadalso. Debe emplear la pronláxis y emplea el bisturí. Obcecación inaudita que busca la ejemplaridad entre charcas de eangre ! Concluimos con una nota triste, que no quisiéramos ciertamente regis trar ahora en estas columnas. Se nos dice que el maderamen del patíbulo ha sido trasladado al hospital Tricoche. Este es un nuevo contraste. El asilo de la caridad convirtiéndose en depósito del aparato fatídico! Los enfermos, los visitantes contem plando de cércalas tablas en quedos moribundos lanzaron el extertor pos- trero! El edificio en que todo ha de ser Kanto y puro, guardando en su fondo los ins trumentos del terror! Qué funcionario ordena la profanación del asilo? Cómo? , No hay departamentos en la cárcel ? Pues sería preferible quemar las ma- deras y arrojar al viento las cenizas. E?e espantajo no cabe en el albergue de la filantropía y de la fraternidad. Y es necesario que salga sin demora. Que salga entre ios apóstrofes de la opinión y las maldiciones del pueblo ! Faó muy poco lo que me dijo : que eras bija del conde de Monteacourt, qae le amas te, que esto sucedió cuando tenías ta diecio cho años : que do esos amores nació un hijo..-- , que soy yo.... y que el conde, tu padre, no quiso nunca consentir ese casa miento. Dijelo á ese hombre qae mentía como un cobarde y miserable que es, y qae no hay nada ni nadie que impida á un hombre dig no devolver su honra á una joven : me rea pondió echándose poco menos que á reir: Interrogad á vneatra madre, y esa os dirá ai miento o no." Y ahora, madre mía, estoy dispuesto a escucuar cuanto quieras decir me. i,Y es eso todo lo que te dijof Sí. Me lo juras? No ungo ningún inconveniente. Y , o te habló nada respecto al señor Pedro UeanioitT No. Y para qué había de hacerlo? Respóndeme es cierto lo que dice ese mise- rable! Mi padre?.... Es él! Gerardo llevóse las manos á la frente con desesperado ademán. Sí, es él, lepitió Marcelina por segun- da vtt con una calma singular; pero el relato que te hizo no es completo y te engañó en Ion detall r a. Ah! Ese hombre dijo la verdad al asegurar que era ta padre. Misericordia! Tened misericordia de mí! dijo Gerardo coa rabia y '"dirigiendo ea torno payo extraviadas miradas. Maa en todo lo reatante mintió.... Habla! Miento cuando asegura quo yo le amé! Lo abía, estoy seguro da quo faé como Especuló con mi ignorancia y extremada jaYttitaü. Era muy pobre, atablcioao yj la censura levantada é inflexible por me dio de la prensa. Fundó El Liberal, hi zo enérgica campaña contra el poder sanando para su nombre los más altos y señalados favores de la opinión pública Los elementos avanzados de la políti ca colombiana ; los que, siendo gobierno decretaron la abolición de la pena de muerte, el extrañamiento de los jesuítas la separación de Ja Iglesia y del Estado la enseñanza laica, la libertad absoluta de la prensa, la descentralización admi nistrativa, la clausura de las comunida des religiosas y otras tantas medidas de pronunciado espíritu liberal, permane cían en la inacción, poco menos que muertos, cuando el doctor Contó, real i- - zando aquella fábula de la resurrección de Lázaro, ordenóles desde las columnas de El Liberal que se pusieran en mar cha. El partido radical, como un solo hom bre, se aprestó a la luena en los comí- - cios : poco a poco su prensa, que no daba señales de vida desde que la dicta dura había desatado sus furias contra ella, fué apareciendo en el campo donde se libraban las batallas del derecho contra la arbitrariedad : de la democracia con tra el despotismo, de la luz contra las tinieblas, en una palabra. Fué hermosa v de grandes resultados prácticos la campaña de El Liberal. No faltaron pesimistas que aconsejaran 1 abstención de los adversarios del poder en todo acto publico de alguna trascen dencia, para no sufrir desaires, perse cuciones ni atropellos; es decir, para lle var la vida humillante del paria bajo el zurriago del señor, sin lanzar siquiera un grito de indignación y de protesta, sin nacer esiuerzo alguno para anogar- - le entre los nervudos brazos, en uno de esos instantes sublimes en la vida del hombre, cuando la desesperación le muerde el pecho y el valor le hace apto para realizar los actos más grandes. Contó despreció á esos tales v dió grandes vuelos á su propaganda. Aquel nombre, todo amor por el ideal, todo entusiasmo por la causa de la república, no podía aceptar sin deshonrarse esa po lítica calculadora que huía de los peh groa, abandonando ignominiosamente el campo, porque faltaban garantías para el ejercicio del derecho. Cómo ! Faz á faz de la arbitrariedad y del descaro no debía resonar con voz de trueno la protesta de un partido bur lado en sus más caros intereses f Era decoroso abandonar la lucha, aun siendo desigual, cuando la tenacidad y la cons tancia siempre dieron resultados satisfac torios t 1 Podía tenerse en cuenta el ar gumento de la fuerza habiendo probado ia colectividad en los campos de batalla cuánto era suficiente á realizar el valor de sus miembros f Imposible, bajo ningún concepto. Los que gritaban abstención y retraimiento pedían con eso que prevalecieran los intereses particulares sobre los intereses de la causa ; quién sabe si aspiraban á solicitar cuartel al enemigo, á descansar bajo las tiendas del presupuesto óá pre parar el terreno para futuras aposta- - sias. ..- - Como fuera, el doctor Contó no hizo caso á sus advertencias pesimistas y con tinuo , sereno 1 la 1 marcha ... empteudida. Muv pronto ios resultados demostraron que ia mos quince 9 veinte años quo Gerardo co- nocía por haber vivido al lado de sa ma- dre. Había tenido OCftRión dAVor ata infrian do, trabajando para darle una educación y una carrera; y no necesitaba h ln diinm v así de detalle en detalle llegó Marcelina al muuieuio eu que ceuoro su última entro-vist- a con Beaufort, el mismn tifa, nn nnn o o n sinaron al infortunado Valognes. oiu luterrurcpiria ni una sola vez escuchó Gerardo lo dolorosa historia do la vida de una mujer desgraciada. Al terminar Marcelina mísn ni ! rodillas, y cogiendo las manos de su madre tas jamo cubriéndolas de besos. Madre! iMadre mía! I - y te respeto! Y como le sucediera á él poco antes, lloró y sollozó Marcelina á un m xr fn arü. como antea Marcelina con él, quien la conao- - u cuu luiiuua ternura enjugándole sus lá- grimas. Pasada ia Marcelina: fv5uutui Y nroDÓsito do anó. hil lóese eecroto el eeñor Daguerre? sxo te io puedo decir, madio. Mirólo ésta con recelo, maa rnnion, firmeea del carácter d a un luí eiatir limitándose á decirla: , Comprendes . nhor. nnr nní m. y i - T- - t uio uciíUti i tai untunii-ii.fo- a -- Sí. Comprendes por qué al tener la nrim.. ra noticia do la priaióo do Beaufort to diie qae ira inocente? Sí. madre mía. iY tienes alguna dnils ftcflr,.,i do v wwwwsV'W eu ino ceuctaf Desda h itiQ-h- o timtip qQ0 gQ jij. palo. Y lo ealvarás? esclavos ; los que llevan ardiente sangre en las venas ó ideas de libertad ó inde pendencia en el cerebro, cuando se ven frente á un gobierno que ahoga todo arranque ae altivez, cuando les rodea un pueblo empequeñecido y rebaiado por el despotismo, sin vigor ya para la lucha ; cuando no encuentran en los que debie ran secundarles con energía, sino adver sarios por un lado, falsos amigos que obe- deciendo al temor ú otras causas forman al lado de aquellos, por otro j elementos nostiles 6 indiferentes, en suma, no Jet queda sino un camino decoroso que se- guir : el de la proscripción. üue el amor á la patria, los afectos de la familia, los intereses arraigados so oponen á la realización de ese propósito? traes ani está precisamente el mérito. Cerrar como Uiises los oidos para que los cantos de esas sirenas no tuerzan el rumbo- - de ia cave que les lleva á las pla yas del destierro. Caer, como ha caido L-és- uonto, vueltos, es verdad, el cora- zón y los ojos á la patria, pero maldi- ciendo á tod hora el nombre de sus in- fames tiranos. . Juan Coronel. Ponce, 1891. (Colombiano., 9 EL CRIMEN DE CABO-ROJ- O El 1U6WSL COnfirmanflri lna nnfarinroi noticias. IWó á eHfca tenso telegrama de niifisfrn hnn nmitrr el señor Cuevas. Helo aquí: Mafioc Rivera.Ponce. Narración crimen todo. Población afligida. Duelo geueral. Establecimientos cerrados. Entierro ayer Lo salvaré. pío io prometes? Te lo Prometo to ln Inrn. iMmo quieres qae no haga todo lo posible por sal- varlo . .. . nnnRtn sino n i 1.1 uo y lo amas? XVII Dejólo Marcel mado n sui cavilaciones. salvarlo! eo dijo 4Ea posible hacr-- ot rara ealvar á Beanfnrr. t nr r n en- - tregar á Daguerro revelando I neoreto que sorprendí y eso me está prohibido! iVJae otro medio podré encontrar ein pelar '?i8t6 alguno? Cuál? iQuién roe lo indicará? iMo veró obligado á sarrnítir nnn nrnufln. que condenen quizás, al hombre quo amó á mi madre, quo la ama aún, ai hombro quo durante, tantos afioa llovó uua vida do con- tinuado eCfrimieotoA. ni hrvm!, es el padre do Modesta? No! No! UiQdiéroole las reflexiones y las luchas do su excitado cerebro y exclamó: "No, no puedo deiar one le condenen! i'ero, 4quó hacerí A quién acudir? ua pocoa minutos de ocurrir esto salió con intención do volver á casa do Daguerre, y a unoa cuantos .pasos do la casa oyó loa ros do la Mutta di rorttici, que eran los javoritoa do Glou-Glo- u que cantaba en momotoa con toda la fuerza de sos pul- mones. Detúvose el organillero al ver al hijo d Marcelina ce Montescourt, y el médico la llamó ; Buena tardes, Jan Jot, tcótno eiguo vaetn majre? -- Sioujprs fl mUmo, doctor.... y no t -- oo nadn de . Articular quo la act-d- a etta, porque come m tan vieja la pobre.... ; i 1 ( Continuará A , V r ? t faeo ao una maner rápida por lo tltl k