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LA CIUDAD DE PIEDRAGEORGE R. R. MARTIN
El Planeta de las Mil Razas tena miles de nombres. Las cartas
estelares humanas lo registraban comoReposo Gris... si es que lo
citaban, cosa extraa, porque yaca a diez aos de viaje de los
dominioshumanos. Los danlai lo denominaban Vaco, en idioma altivo y
petulante. Para los ul-mennaleith, que loconocan desde haca mucho
ms tiempo, se trataba simplemente del Mundo de la Ciudad de Piedra.
Loskresh, linkellares y cedranos tenan su propia palabra para
designarlo, y otras razas haban aterrizado all enalguna ocasin, por
lo que haban surgido nuevos nombres. Pero Planeta de las Mil Razas
era ladenominacin empleada fundamentalmente por seres que se
detenan all por poco tiempo mientras saltabande planeta en
planeta.
Era un lugar estril, un mundo de mares grisceos y llanuras
interminables donde soplaban con furia losvientos. Estaba desierto
e inhabitado, a no ser por el espaciopuerto y la ciudad de piedra.
El aeropuertoespacial tena cinco mil aos de antigedad como mnimo,
en el cmputo humano. Los ul-nayileith lo habanconstruido en sus das
de gloria, cuando dominaban las estrellas ulianas, y ello haba
hecho suyo el Planetade las Mil Razas durante un centenar de
generaciones. Pero luego decayeron y los ul-mennaleith ocuparonsus
mundos. A la vieja raza slo se la recordaba en leyendas y
plegarias.
No obstante, perdur su espaciopuerto, un gran vestigio en las
llanuras, circundado por los empinadosmuros que los desaparecidos
ingenieros haban erigido contra la furia de los vientos. Tras los
muros yaca laciudad portuaria: hangares, barracones y tiendas donde
podan descansar y refrescarse seres fatigadosprocedentes de
infinidad de mundos. Fuera, hacia el oeste, nada. De esa direccin
soplaban los vientos,golpeando los muros con una furia que era
controlada y empleada como fuente energtica. Pero los
murosorientales ocultaban en sus sombras una segunda ciudad, una
ciudad al aire libre formada por burbujas deplstico y viviendas
metlicas. All se amontonaban los fracasados, los desterrados y los
enfermos; all seapiaban los que carecan de nave.
Y despus, ms al este, la ciudad de piedra.
Ya estaba all cuando llegaron los ul-nayileith cinco mil aos
antes. Nunca pudieron averiguar cuntotiempo llevaba soportando los
vientos, y qu haca all. Los antiguos ulianos eran arrogantes y
curiosos enaquella poca, segn se dice, e investigaron. Recorrieron
las retorcidas callejas, subieron por las estrechasescaleras,
escalaron las torres, construidas muy prximas entre s, y las
pirmides de cspide cuadrada.Descubrieron los pasadizos, oscuros e
interminables, dispuestos como un laberinto subterrneo.Comprobaron
la inmensidad de la ciudad, encontraron todo su polvo y vivieron su
terrible silencio. Pero nirastro de los Constructores.
Por fin, de una forma extraa, la fatiga y el temor se aduearon
de los ul-nayileith. Abandonaron laciudad de piedra y nunca
volvieron a recorrer sus pasillos. La ciudad de piedra fue rehuida
durante miles deaos y se inici el culto de los Constructores. Y as,
tambin, haba empezado la prolongada decadencia dela antigua
raza.
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Pero los ul-mennaleith adoraban slo a los ul-nayileith. Y los
danlai no rendan culto a nada. Y quinsabe qu veneran los humanos?
Ahora, una vez ms, haba sonidos en la ciudad de piedra, ruidos
depisadas que propagaba el viento de los pasadizos.
Los esqueletos se hallaban empotrados en la pared.
Estaban montados sobre las puertas del muro de proteccin de
cualquier forma, once de ellos, mediohundidos en el metal sin
junturas de los ulianos y medio expuestos al viento de los mundos
cruzados.Algunos estaban ms enterrados que otros. En lo alto, el
reciente esqueleto de un desconocido ser alado seagitaba bajo la
accin de la brisa, un montn de huesos grotescos unidos al muro slo
por las muecas ytobillos. Ms abajo, por encima y un poco a la
derecha de la puerta, las costillas amarillentas y curvadas deun
linkellar era todo lo que poda verse de la criatura.
El esqueleto de MacDonald estaba medio empotrado. La mayor parte
de sus extremidades se hundanen el metal, pero sobresalan los
huesos de los dedos (una mano segua asiendo un lser) y de los pies,
y eltorso estaba al aire libre. Y por supuesto, el crneo:
descolorido, medio aplastado, pero an esbozando unsigno de
reproche. Observaba a Holt todas las maanas cuando ste cruzaba la
puerta. Algunas veces, enla curiosa penumbra del amanecer del
planeta de las mil razas, pareca que unos ojos inexistentes lo
fueransiguiendo en su largo trayecto hasta la puerta.
Pero a Holt no le haba preocupado eso durante meses. Haba sido
distinto justo despus que se habanllevado a MacDonald, y su cuerpo
corrompido apareciera repentinamente en el muro, empotrado en
parteen el metal. Holt pudo oler entonces la fetidez, y el cadver
haba sido perfectamente reconocible como elde Mac. Ahora era tan
slo un esqueleto, por lo que Holt poda olvidarse con ms
facilidad.
En aquella maana del aniversario, el da que pona fin al primer
ao estndar desde que la Pegasusaterrizara, Holt pas bajo los
esqueletos limitndose a mirarlos por un instante.
En el interior, como siempre, el corredor estaba desierto. Se
curvaba a lo lejos en ambas direcciones,blanquecino, polvoriento,
muy vaco; pequeas puertas azules se repartan a intervalos
regulares, perotodas estaban cerradas.
Holt se volvi hacia su derecha y prob con la primera puerta,
apretando su palma contra la placa deentrada. Nada. La oficina
estaba cerrada. Prob en la siguiente, con idntico resultado. Y
luego otra ms.Holt era metdico, deba serlo. Slo haba abierta una
oficina cada da, y nunca era la misma.
La sptima puerta se abri al tocarla.
Un solitario danla estaba sentado tras un escritorio metlico de
forma curva, pareciendo fuera de lugar.La habitacin, los muebles,
el espaciopuerto..., todo haba sido construido para las
proporciones de losdesaparecidos ul-nayileith, y el danla era
demasiado insignificante para ocupar aquel entorno. Pero Holt yase
haba acostumbrado. Llevaba un ao acudiendo all todos los das, y
cada da haba un solo danlasentado tras el escritorio. No saba si
era el mismo individuo que se cambiaba de oficina a diario, o si
setrataba de danlai distintos. Todos ellos posean largos hocicos,
ojos penetrantes y pelaje rojizo y erizante.Los humanos los
llamaban hombres-zorro. Con raras excepciones, Holt no poda
distinguir uno de otro. Ylos danlai no ayudaban mucho. Se negaban a
facilitar nombres, y la criatura que ocupaba el escritorio
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reconoca a Holt algunas veces, pero no con mucha frecuencia. Ya
haca bastante tiempo que Holt habadesistido de reconocerlos,
resignndose a tratar como extrao al dan-la de turno.
Sin embargo, aquella maana el hombre-zorro le reconoci al
instante.
Ah dijo al ver a Holt. Un pasaje para ti?
S contest Holt. Se quit la desgastada gorra que remataba su rado
uniforme gris, y esper... Unhombre delgado, plido, de menguante
cabello moreno y mandbula prominente.
El hombre-zorro cruz sus delgadas manos de seis dedos y por un
instante esboz una sonrisa sutil.
Ningn pasaje, Holt dijo. Lo siento, pero no hay ninguna nave
hoy.
O una nave la noche pasada. Pude escucharla cuando volaba sobre
la ciudad de piedra. Consguemeun trabajo en ella. Estoy capacitado,
s manejar motores normales y un impulsor danlai.
Poseocredenciales.
S, s. Otra fugaz sonrisa. Pero no hay ninguna nave. La semana
que viene, es posible. Quizvenga una nave humana la semana que
viene. Entonces logrars un pasaje, Holt, te lo juro, te lo
prometo.As que manejas bien el impulsor? T me lo aseguras. Te dar
un pasaje. Pero la semana que viene, lasemana que viene. No hay
ninguna nave ahora.
Holt se mordi el labio y se inclin hacia adelante, apoyando
ambas manos sobre el escritorio yaplastando la gorra con uno de sus
puos.
La semana que viene no estars aqu dijo. Y si ests no me
reconocers, no recordars nada delo que me hayas prometido. Dame un
pasaje en la nave que lleg ayer por la noche.
Ah. Ningn pasaje. No hay ninguna nave humana, Holt. Ningn pasaje
para un hombre.
Es igual. Me ir en cualquier nave. Trabajar con los danlai,
ulianos, cedranos o lo que sea. Lastransiciones siempre son
iguales. Asgname a la nave que lleg la noche pasada.
Pero si no lleg ninguna nave, Holt replic el hombre-zorro. Sonri
un momento mostrando losdientes. Tal como te digo, Holt. No hay
nave, ninguna nave. Vuelve la semana prxima. Vuelve lasemana
prxima.
El tono de su voz fue de despedida. Holt haba aprendido a
reconocerlo. En cierta ocasin, haca variosmeses, se qued all y trat
de discutir. Pero el zorro del escritorio haba requerido a otros
para que leecharan. Y luego, durante una semana, todas las puertas
estuvieron cerradas por la maana. Holt sabacundo deba
marcharse.
Ya fuera de la oficina, a la tenue luz del alba, Holt se apoy
momentneamente en el muro de protecciny se esforz en contener el
temblor de sus manos. Deba mantenerse ocupado, pens. Necesitaba
dinero,vales de comida, as que ya tena una tarea en perspectiva.
Poda visitar el Barracn, quiz buscar aSunderland. En cuanto al
pasaje, siempre poda arreglarlo maana. Deba ser paciente.
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Con una rpida ojeada a MacDonald, que no haba sido paciente,
Holt sali hacia las vacas calles de laciudad de los sin nave.
Holt haba amado las estrellas, ya desde su niez. Sola pasear por
la noche, durante los aos muy fros,cuando los bosques de hielo
florecan en Ymir. Se alejaba varios kilmetros, aplastando la nieve
del suelohasta perder de vista las luces de la ciudad, y permaneca
a solas en aquel reluciente y blancoazuladomundo maravilloso de
flores de escarcha, telas de araa heladas y bellezas congeladas. Y
luego alzaba lavista.
Las noches de los aos invernales de Ymir son claras, estticas y
muy negras. No hay luna. Todo sereduce a estrellas y silencio.
Holt, diligente, haba aprendido los nombres. No los de las
estrellas (tal costumbre haba sidoabandonada, nmeros era todo lo
que se precisaba), sino los nombres de los planetas que giraban a
sualrededor. Holt haba sido un nio brillante. Aprendi bien y con
rapidez, y hasta su arisco y prctico padrese haba enorgullecido de
ello. Holt recordaba fiestas interminables en la Vieja Casa. Su
padre, embriagadocon cerveza de verano, sola salir con sus huspedes
a la galera para que Holt pudiera nombrar losplanetas.
Aquel deca el viejo, sosteniendo una jarra en una mano y
sealando con la otra, aquel tanbrillante.
Arachne replicaba Holt, nervioso. Y los invitados sonrean y
murmuraban cortsmente.
Y aquel?
Baldur.
Aquel. All, aquellos tres.
Finnegan. Johnhenry. El Planeta de Celia, Nueva Roma,
Cathaday.
Los nombres brotaban con facilidad de sus labios juveniles. Y el
curtido rostro de su padre se arrugaraen una sonrisa, y seguira
preguntando una y otra vez hasta que los otros se aburran e
impacientaban y Holthaba citado todos los planetas que poda
mencionar estando en una galera de la Vieja Casa de Ymir.Siempre
haba odiado aquel ritual.
Por fortuna su padre no le acompaaba a los bosques de hielo.
Porque all, lejos de toda iluminacin, sepodan ver miles de nuevas
estrellas, miles de nombres que debera haber sabido. Holt nunca
habaaprendido todos los nombres correspondientes a las estrellas ms
difusas y lejanas, las que no pertenecanal hombre. Pero aprendi
mucho. Conoca las plidas estrellas de los damoosh, ms prximas al
Ncleo, elsol rojizo de los centauros silentes, los dispersos puntos
de luz en los que las hordas fyndes enarbolabansus emblemas...
Sigui yendo a los bosques de hielo conforme fue creciendo,
aunque ya no siempre solo. Llev all atodos sus amores de juventud,
y durante un ao de verano, cuando de los rboles caan flores en
lugar dehielo, hizo el amor por primera vez. A veces haba intentado
explicarlo a sus amigos y amantes, pero las
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palabras fueron insuficientes. Holt nunca fue elocuente y no
pudo hacrselos comprender. Apenas secomprenda l mismo.
Al morir su padre, Holt pas a ser el propietario de la Vieja
Casa y dems posesiones y las rigidurante un largo ao de invierno
pese a contar nicamente con veinte aos estndar. Cuando lleg
eldeshielo se fue a la capital de Ymir. Haba una nave comercial que
parta hacia Finnegan y otros mundosms lejanos.
Holt encontr pasaje en ella.
Las calles iban poblndose conforme pasaba el da. Los danlai ya
estaban all, montando puestos dealimentos entre las barracas. Las
calles estaran repletas de paradas en cuestin de una hora.
Algunosflacos ul-mennaleith rondaban tambin por el lugar, marchando
en grupos de cuatro o cinco. Todos vestantnicas de un color azul
plido que llegaban casi hasta el suelo. Imponentes, graves y
fantasmales, parecanflotar en lugar de caminar. Su delicada piel
griscea estaba sutilmente moteada y sus ojos eran lmpidos
ydistantes. Siempre tenan un aspecto sereno, aunque se tratara de
pobres ul-mennaleith sin nave.
Holt se coloc tras un grupo de ellos, aumentando su paso para
mantener la distancia. Los mercaderes,los hombres-zorro, ignoraron
a los solemnes ul-mennaleith, pero no a Holt. Le llamaron mientras
pasaba asu lado y rieron brutalmente cuando los ignor.
Al llegar al vecindario de los cedranos Holt se apart de los
ulianos, precipitndose en una pequeacalle lateral que pareca
desierta. Tena algo que hacer, y aquel era el lugar apropiado.
Se adentr entre las hileras de amarillentas casas-burbuja y
eligi una casi al azar. Era muy vieja y elplstico exterior estaba
tristemente pulido. La puerta era de madera, con los smbolos
nidales grabados enella. Cerrada, por supuesto. Holt la apret con
el hombro, sin resultado. Se apart un poco y embisti denuevo. La
puerta se abri estrepitosamente al cuarto intento. Pero no le
preocup el ruido. Nadie podraorle en una casucha cedrana.
El interior estaba muy oscuro. Holt tante en las proximidades de
la puerta y encontr una antorcha. Latoc unos instantes hasta que el
calor de su cuerpo fue convertido en luz. Luego examin atentamente
ellugar.
Haba cinco cedranos presentes: tres adultos y dos nios, todos en
el suelo, con los cuerpos retorcidosformando bolas informes. Holt
apenas les prest atencin. De noche, los cedranos eran aterradores.
Holtlos haba visto muchas veces en las oscuras calles de la ciudad
de piedra, gimiendo con sus voces pastosasy movindose en forma
siniestra. Sus torsos segmentados exhiban tres metros de carne de
gusano, blancacomo la leche, y posean seis extremidades
especializadas: dos pies muy amplios, un par de delicadostentculos
para manipulacin y las terribles garras de pelea. Los ojos, hoyas
del tamao de un plato y colorvioleta resplandeciente, lo vean todo.
De noche, los cedranos eran seres de los que haba que
apartarse.
Pero de da, eran bolas de carne inmviles.
Holt se movi entre ellos y saque la vivienda. Se llev una
antorcha de mano, graduada paraproporcionar la penumbra prpura y
lbrega preferida por los cedranos, una bolsa con vales de alimentos
y
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un afilador de garras. En la pared, ocupando un lugar de honor,
vio las garras de pelea, pulidas yadornadas con piedras preciosas,
de algn ilustre antepasado. Pero Holt ni siquiera las toc. Si el
diosfamiliar desapareca, todo el nido se vera obligado a encontrar
al ladrn o suicidarse.
Por ltimo descubri una baraja de adivino, placas de madera
oscurecidas por el humo, conincrustaciones de hierro y oro. Se las
meti en un bolsillo y se fue. La calle segua vaca. Pocos
seres,aparte de los mismos cedranos, visitaban aquellos
barrios.
Holt se dirigi apresuradamente hacia la calle principal, la
amplia ruta de grava que se extenda desdelos muros del
espaciopuerto hasta las silenciosas puertas de la ciudad de piedra,
a cinco kilmetros dedistancia. La calle ya estaba repleta de gente
en aquel momento, y Holt tuvo que abrirse paso entre lamultitud.
Haba hombres-zorro por todas partes, riendo y ladrando, mostrando
sus fugaces sonrisas,restregando su pelaje rojizo contra las tnicas
azules de los ul-mennaleith, los quitinosos kresh, y la pielsuelta,
holgada, de los linkellares, verdes y de ojos saltones. Algunos de
los puestos de alimentos no tenannada que ofrecer y el ambiente
estaba cargado de humos y olores. A Holt le haba costado varios
mesesdistinguir los olores de los alimentos y los corporales.
Pugnando por avanzar entre la multitud de seres extraos,
apretando fuertemente su botn, Holtobservaba atentamente a todas
las criaturas que le rodeaban. Era una costumbre, un hbito
profundamentearraigado. Holt buscaba siempre un rostro humano que
no le fuera familiar, una cara que significara quehaba llegado una
nave humana, la salvacin.
Busc en vano. Como siempre, todo lo que le rodeaba era la
muchedumbre opresiva de los mundoscruzados. Los ladridos de los
danlai, los taconeos de los kresh..., jams una voz humana. Pero
esto habadejado de afectarle.
Encontr el puesto que buscaba. La cabeza de un cansado danla
asom por entre una confusin decuero gris.
S, s se apresur a decir el impaciente hombre-zorro. Quin es
usted? Qu desea?
Holt apart las relucientes joyas multicolores esparcidas sobre
el mostrador y puso en su lugar laantorcha y el afilador de garras
que haba robado.
Un trato dijo. Esto a cambio de vales.
El hombre-zorro observ los artculos, mir a Holt y se rasc
vigorosamente el hocico.
Un trato. Un trato. Un trato con usted repiti. Alz el afilador
de garras, lo pas de una a otramano, volvi a dejarlo sobre el
mostrador y toc la antorcha para comprobar que funcionaba. Luego
hizoun gesto afirmativo con la cabeza y su rostro se ilumin con la
tpica sonrisa de los danlai.
Buen material dijo. Cedrano. A esos gusanos les gustar. S. S. Un
trato, entonces. Vales?
Holt asinti. El danla hurg en el bolsillo de la camisa que vesta
y extrajo un montn de vales decomida, echndolos sobre el mostrador.
Eran piezas circulares de reluciente plstico en doce
coloresdistintos, los objetos ms prximos al dinero que podan
encontrarse en el planeta de las mil razas. Los
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mercaderes danlai los aceptaban a cambio de alimentos. Y los
danlai mediante sus flotas de navesdotadas con impulsores,
suministraban todos los alimentos que existan.
Holt cont los vales y los meti en la bolsa que haba robado en la
vivienda-burbuja de los cedranos.
Tengo otra cosa dijo, buscando en su bolsillo la baraja. Pero no
encontr nada.
Ha desaparecido? El danla sonri mostrando los dientes. No es el
nico ladrn de Vaco,entonces. No. No el nico ladrn.
Holt record su primera nave, las estrellas de su juventud en
Ymir, los mundos que haba conocidodesde entonces, todas las naves
en las que haba trabajado y los humanos (y no humanos) a los que
habaservido. Pero lo mejor que poda recordar era su primera nave:
la Sombra Sonriente (un viejo nombrecargado de historia, aunque no
supo esa historia hasta mucho despus), que sala del Planeta de
Celia conrumbo a Finnegan. Se trataba de un carguero de mineral,
una gran lgrima gris azulada de duraluminiopicado, cien aos ms
vieja que Holt, destartalada y desapacible: grandes compartimientos
para la carga yescaso sitio para la tripulacin, sin rejillas
gravitatorias (Holt se haba acostumbrado con rapidez a la
cadalibre), dispositivos nucleares para aterrizar y despegar, y
propulsin estndar supralumnica para lastransiciones estelares. Holt
fue asignado a la sala de mandos, un austero lugar de luces
atenuadas, fro metaly computadoras. Can narKarmian fue su
instructor.
Holt pens tambin en narKarmian. Un hombre viejo, muy viejo,
tanto que haba pensado que nopodra con el trabajo de la nave. Su
piel era como el cuero que, a fuerza de doblarlo y arrugarlo
tantasveces, resulta difcil encontrar un trozo en el que no hubiese
una infinidad de diminutas arrugas. Ojos colorcastao y almendrados,
cabeza calva y moteada y una pequea perilla rubia. A veces, Can
parecaacabado, pero normalmente se mostraba perspicaz y activo.
Conoca los motores y las estrellas y noparaba de hablar mientras
trabajaba.
Doscientos aos estndar, Holt! le haba dicho en cierta ocasin,
cuando ambos se hallabansentados ante los mandos y haba sonredo
discretamente, con lo que Holt comprob que an tena dientes,incluso
a su edad..., o que haban vuelto a crecerle. Todo ese tiempo ha
estado navegando Can, Holt.Te lo juro! Sabes una cosa? El hombre
normal jams abandona el mundo en el que ha nacido. Nunca!O el
noventa y nueve por ciento de ellos, da lo mismo. Nunca se van de
all, nacen, crecen y mueren en elmismo planeta. Y los que
navegan... bueno, la mayor parte de ellos navegan slo un poco. Uno,
dos o diezmundos, como mucho. Pero no yo! Sabes dnde nac, Holt?
Adivnalo!
En la vieja Tierra? contest Holt con indiferencia.
En la Tierra? Can haba soltado una carcajada. La Tierra no es
nada, slo est a tres o cuatroaos de aqu. Creo que a cuatro. Me he
olvidado. No, no, pero he visto la Tierra, el verdadero
planetamadre, la semilla inicial. La vi hace cincuenta aos con
la... Corey Lark, creo que era. Y muy a punto,pens entonces. Ya
haba estado navegando ciento cincuenta aos y an no haba visto la
Tierra. Perofinalmente lo hice!
No naciste all ? pregunt Holt.
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Claro que no! El viejo Can agit la cabeza y volvi a rerse. Soy
emerel, de ai-Emerel. Loconoces, Holt?
Holt tuvo que pensarlo. No era ninguno de los nombres de
planetas que reconoca siendo un nio,ninguna de las estrellas que su
padre le sealaba en la noche de Ymir. Pero, difusamente, le sugiri
algo.
El Confn? supuso finalmente.
El Confn era el lmite ms alejado del espacio humano, el lugar
donde la diminuta parte de la galaxia queconocan como dominio
humano rozaba la parte superior de la lente galctica, donde las
estrellasdisminuan en nmero. Ymir y las estrellas que Holt conoca
se encontraban al otro lado de la madre Tierra,en direccin a la
zona ms densa en estrellas y al todava inalcanzable Ncleo
Galctico.
S! Can se alegr de su respuesta. Vengo de los mundos exteriores.
Casi tengo doscientosveinte aos estndar, y he visto un nmero
parecido de planetas. Planetas humanos, hranganos, fyndes yde todos
los tipos, incluso algunos mundos del dominio humano en que los
hombres han dejado de serlo, sies que entiendes lo que quiero
decir. Navegando, siempre navegando. Siempre que encontraba un
lugarque pareciera interesante, abandonaba la nave y me quedaba all
por algn tiempo. Luego, cuando quera,me iba. He conocido toda clase
de cosas, Holt. Cuando era joven presenci el Festival del
Confn,persegu naves fantasmas en Alto Kavalaan y me cas en Kimdiss.
Pero ella muri y segu mi camino.Conoc Prometeo y Rhiannon, un poco
ms all del Confn, y el Planeta de Jamison y Avaln, que estnan ms
alejados. Si t supieras... Durante algn tiempo fui un jamisoniano,
y en Avaln tuve tres mujeres.Y dos maridos, o co-maridos, o como
quieras llamarlos. Entonces tena cien aos, tal vez menos. Enaquella
poca ramos dueos de nuestra propia nave, nos encargbamos del
comercio local y llegbamoshasta algunos de los planetas esclavos de
los antiguos hranganos que haban emprendido sus propioscaminos a
partir de la guerra. Incluso a Vieja Hranga, hasta all habamos
llegado. Dicen que todavaquedan algunas Mentes en Hranga,
escondidas, aguardando el momento de volver y atacar el
dominiohumano por segunda vez. Pero todo lo que pude ver fue un
montn de castas decadentes, obreros y otrostipos inferiores.
Eran buenos tiempos, Holt, muy buenos tiempos Can sonri. A
nuestra nave la bautizamos con elnombre de Burra de Jamison. Mis
esposas y maridos eran avalonianos, exceptuando uno que proceda
deViejo Poseidn. Comprendes? A los avalonianos no les gustan
demasiado los jamisonianos, y por esoelegimos aquel nombre. Y no
puedo arrepentirme. Antes de eso yo tambin haba sido un jamisoniano
ysaba que Puerto Jamison era una ciudad absurdamente engreda, igual
que todo el planeta.
En la Burra de Jamison pasamos juntos cerca de treinta aos
estndar. El matrimonio sobrevivi ados esposas y un marido. Y
finalmente, tambin a m mismo. Queran mantener Avaln como su
basecomercial, comprendes?, pero al cabo de treinta aos yo haba
visto todos los planetas que deseaba veren aquella zona, y me
faltaban muchos otros por conocer. As que me fui. Pero los am,
Holt, los am. Unhombre debera estar casado con sus compaeros de
nave. Es algo que te ayuda a sentirte bien. Suspir. La relacin
sexual tambin es mejor, hay menos inestabilidad.
Y Holt haba quedado agradablemente sorprendido.
Qu hiciste despus de eso? haba preguntado, mostrando en su
rostro juvenil slo unainsinuacin de la envidia que senta.
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Y Can se haba encogido de hombros, mirando el tablero de mandos
y apretando algunos botones paraestablecer una correccin de
curso.
Oh, segu navegando, segu navegando haba sido su respuesta. Ms
planetas, jvenes y viejos,humanos, humanoides extraos... Conoc
Nuevo Refugio, Pachacuti, el arrasado Viejo Wellington,Newholme,
Silversky y la Tierra. Y ahora sigo adelante, todo lo que pueda
antes de morir. Igual que Tomoy Walberg. Oste hablar de Tomo y
Walberg, all en Ymir?
Y Holt se haba limitado a asentir con un gesto de su cabeza.
Hasta en Ymir se conoca a Tomo yWalberg. Tomo tambin proceda del
mundo exterior; haba nacido en Darkdawn, mucho ms all delConfn.
Walberg, segn la leyenda, fue un mutante de Prometeo, un aventurero
fanfarrn. Haca tres siglosque haban partido de Darkdawn en una nave
denominada Ramera Soadora, con rumbo al lmite opuestode la galaxia.
Cuntos mundos haban visitado, qu haba ocurrido en ellos, hasta dnde
haban llegadoantes de morir... Ese tipo de preguntas cimentaba la
leyenda y los nios seguan discutindola. A Holt legustaba pensar que
Tomo y Walberg an estaban vivos, en alguna parte. Al fin y al cabo,
Walberg habadicho que era un superhombre y nadie saba cunto tiempo
poda vivir un superhombre. Tal vez lo bastantepara llegar al Ncleo
Galctico, o incluso ms all.
Holt se haba quedado contemplando fijamente el tablero de
mandos, soando despierto. Y Can,sonriente, le haba dicho:
Hey, enfermo de las estrellas! Holt haba alzado la vista y el
anciano, an sonriendo, habaaadido: S, t! Presta atencin, Holt, o no
irs a ninguna parte!
Pero fue una reprimenda suave, acompaada de una sonrisa
comprensiva, y Holt nunca la olvid, comotampoco pudo olvidar todo
lo que Can le dijo. Dorman uno al lado del otro y Holt le escuchaba
todas lasnoches, porque era muy difcil hacer callar a Can y, adems,
nunca lo haba intentado. Y cuando laSombra Sonriente lleg por fin a
Cathaday, su punto de destino, y se prepar para regresar al
dominiohumano a travs del Planeta de Celia, Holt y narKarmian la
abandonaron y obtuvieron trabajo en otra navecorreo que se diriga a
Vess y las estrellas de los extraos damoosh.
Luego navegaron en compaa durante seis aos, hasta que muri
narKarmian. Holt recordaba el rostrodel anciano mejor que el de su
padre.
El Barracn era un edificio metlico, largo y estrecho, un
acanalado habitculo construido conduraluminio azul que,
probablemente, alguien haba encontrado en la bodega de un carguero
saqueado. Seeriga a varios kilmetros del muro de proteccin contra
los vientos, cerca de las paredes grisceas de laciudad de piedra y
del elevado Arco Iris de la Puerta Occidental. Estaba rodeado por
otros edificiosmetlicos mayores, las barracas almacn de los
ul-mennaleith sin nave. Pero no haba ulianos en su
interior,nunca.
Holt lleg casi al medioda y el Barracn estaba prcticamente vaco.
Una gran antorcha de columna selevantaba desde el suelo hasta el
techo en el centro de la sala, proporcionando una tenue iluminacin
rojizaque dejaba casi a oscuras la mayora de las mesas desocupadas.
Un grupo de linkellares murmurantesocupaba un rincn sumido en
sombras. Frente a ellos se encontraba un grueso cedrano, durmiendo
y
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encogido en una apretada bola; su piel, tersa y blanca,
brillaba. Y junto a la columna de la antorcha, en lamesa de la
vieja Pegasus, Alaina y Takker-Rey compartan una botella de piedra
blanca que contenambar del olvido. Takker vio inmediatamente a
Holt.
Mira dijo, alzando su vaso. Tenemos compaa, Alaina. Ha vuelto un
alma perdida! Cmovan las cosas en la ciudad de piedra, Michael?
Como siempre, Takker. Holt se sent. Como siempre.
Sonri de mala gana al orgulloso y plido Takker y se volvi
rpidamente para mirar a Alaina. Aquellamujer haba trabajado con l,
manejando el impulsor espacial, hasta haca un ao. Y haban sido
amantes,durante algn tiempo. Pero todo haba terminado. Alaina haba
engordado y su cabello, largo y pelirrojo,estaba sucio y desgreado.
Sus ojos verdes solan chispear, pero el licor los haba vuelto
apagados ysombros. Alaina le sonri.
Hola, Michael dijo la mujer. Has encontrado tu nave?
Takker-Rey se ri burlescamente, pero Holt le ignor.
No contest. Pero no desisto. El hombre-zorro me ha dicho hoy que
habr una nave la semanaque viene. Una nave humana. Me prometi un
pasaje.
Alaina se puso tambin a rer.
Oh, Michael! intervino ella. Tonto, tonto. Eso es lo que solan
decirme. Y no les cre. No lohagas t. Ven a mi habitacin. Te echo de
menos. Tak es tan aburrido...
Takker se enfurru, pero apenas prestaba atencin. Trat de
servirse otro vaso de mbar. El licorcay con lentitud que
exasperaba, como si fuera miel. Holt record el gusto de la bebida,
aquel fuegoexquisito en el paladar y la sensacin de paz que
proporcionaba. Todos haban bebido mucho en lasprimeras semanas,
mientras esperaban el regreso del capitn. Antes que todo se viniera
abajo.
chate un trago dijo Takker. Acompanos.
No respondi Holt. Quiz un poco de aguardiente, Takker, si es que
tienes. O una cervezadanla. O cerveza de verano si es que hay. Echo
de menos la cerveza de verano. Pero no el mbar delolvido. Por eso
me march, recuerdas?
Alaina se sobresalt. Su boca se abri y algo fluctu en sus
ojos.
Te marchaste dijo en voz baja. Lo recuerdo, fuiste el primero.
Te marchaste. T y Jeff. T fuisteel primero.
No, querida interrumpi Takker con voz reposada. Dej la botella
de licor, bebi un trago de suvaso y procedi a explicarse. El capitn
fue el primero en marcharse. No lo recuerdas? El capitn,Villareal y
Susie Benet se marcharon, los tres juntos, y nosotros esperamos y
esperamos.
Oh, s admiti Alaina. Y ms tarde nos abandonaron Jeff y Michael.
La pobre Irai se suicid ylos zorros atraparon a Ian y lo pusieron
en el muro. Y todos los dems se fueron. Oh, Michael, no s
-
adnde, no lo s! Empez a sollozar. Todos solamos estar juntos,
todos... Pero ahora sloquedamos Tak y yo. Todos nos dejaron. Somos
los nicos que seguimos viniendo aqu, los nicos. Agach la cabeza y
sigui llorando.
Holt se sinti enfermo. Aquello era peor que en su ltima visita
el mes pasado, mucho peor. Pens entomar la botella de mbar y
aplastarla contra el suelo, pero era absurdo hacerlo. Ya haba hecho
lo mismohaca mucho tiempo, el segundo mes despus del aterrizaje,
cuando la interminable y desesperada espera lehaba producido una
extraa rabia. Alaina haba llorado, MacDonald maldijo y golpe a
Holt, partindoleun diente (segua dolindole por las noches, de vez
en cuando) y Takker-Rey haba comprado otra botella.Takker siempre
tena dinero. No es que fuera un ladrn, pero haba crecido en Vess,
donde los hombrescompartan un planeta con otras dos razas, y al
igual que muchos hombres de Vess se haba convertido enamante de los
extranjeros. Takker era blando de carnes y complaciente, por lo que
los hombres-zorro(algunos de ellos) le encontraron atractivo.
Cuando Alaina se uni a l, tanto en su habitacin como en
susnegocios, Holt y Jeff Sunderland les haban abandonado,
trasladndose a las cercanas de la ciudad depiedra.
No llores, Alaina dijo ahora Holt. Mira, estoy aqu. Lo ves?
Hasta he trado vales de alimentos.
Busc en su bolsa y dej caer un montn de vales sobre la mesa.
Haba de todos los colores: rojos,azules, negros, plateados...
Resonaron y rodaron hasta inmovilizarse. Las lgrimas de
Alainadesaparecieron al instante. Empez a manosear los vales e
incluso Takker se inclino sobre la mesa paraobservarlos.
Rojos dijo Alaina, llena de excitacin. Mira, Takker. Rojos,
vales de carne! Y plateados, parambar. Mira, mira! Empez a meter
vales en sus bolsillos, pero las manos le temblaban y
algunoscayeron al suelo. Aydame, Tak.
No te preocupes, amor Takker rea. Ese era verde y no necesitamos
comida de gusanos,verdad? Mir a Holt. Gracias, Michael, gracias.
Siempre digo a Alaina que eres un alma generosa,aunque nos dejaras
cuando te necesitbamos. T y Jeff. Ian dijo que eras un cobarde,
sabes?, pero yosiempre te defend. Gracias, s. Tom un vale plateado
y lo hizo rodar en el aire. Generoso Michael,aqu siempre eres
bienvenido.
Holt no contest. El patrn del Barracn, una inmensa mole de carne
negra azulada y grasienta, se habamaterializado repentinamente
junto a su brazo. Su rostro observaba a Holt, aunque no tena ojos y
aquellono pareca una cara, ya que tampoco tena boca. Lo que pasaba
por ser la cabeza era una vejiga blanda,medio rellena, que abundaba
en orificios respiratorios y que estaba rodeada por tentculos
blancuzcos. Eradel tamao de una cabeza infantil, de un beb, y
pareca absurdamente pequea sobre aquel cuerpogrueso, rebosante de
grasas moteadas. El patrn no hablaba. Ni en terrestre, ni en
uliano, ni en elchapurreado danla que constitua el idioma comercial
del planeta de las mil razas. Pero siempre sabacules eran los
deseos de sus clientes.
Holt slo deseaba irse. Mientras el patrn del Barracn permaneca
en pie, silencioso y a la expectativa,Holt se levant y se dirigi a
la puerta. Cuando sta se cerr detrs suyo, pudo or a Alaina y
Takker-Reydiscutiendo sobre los vales.
-
La raza damoosh es inteligente y gentil. Y sus miembros, grandes
filsofos. As, al menos, se los conocaen Ymir. Su estrella ms
exterior est muy prxima a las zonas ms recnditas del siempre
crecientedominio humano. NarKarmian haba muerto en una colonia
damoosh, decada por el paso del tiempo, y fueall donde Holt haba
conocido por primera vez a un linkellar.
En aquel entonces le acompaaba Rayma-k-Tel, una mujer de
facciones enjutas y carcter duro queproceda de Vess. Estuvieron
tomando un trago en un bar de enclave muy prximo al espaciopuerto.
Elestablecimiento dispona de un excelente licor del dominio humano
y l y Ram lo bebieron en abundancia,sentados junto a una ventana de
vidrio amarillo. Can haba muerto haca tres semanas. Cuando Holt vio
allinkellar, observando la agitacin de sus ojos protuberantes,
agarr a Ram por un brazo y la hizo volversehacia la ventana.
Mira dijo. Una raza nueva. La conoces?
Rayma liber bruscamente su brazo y neg con la cabeza.
No dijo, irritada. Era una terrible xenfoba, otro detalle tpico
de los que crecen en Vess. Quizvenga de algn lugar ms lejano. No
trates siquiera de diferenciar todas las razas, Mikey. Existen
infinidadde ellas, en especial por aqu. Los malditos damoosh
comercian con cualquier cosa.
Holt haba vuelto a mirar, todava curioso, pero aquel ser fuerte,
de suelta piel verdosa, habadesaparecido de la vista. Pens un
instante en Can y sinti una viva emocin. El anciano haba
navegadodurante ms de doscientos aos, medit Holt, y tal vez no
hubiera visto nunca un extrao de la raza queellos acababan de ver.
Lo coment con Rayma-k-Tel, pero sta no se impresion en
absoluto.
Y qu? dijo. Nosotros no hemos visto jams el Confn ni conocido a
un hrangano y me gustaraconocer un maldito motivo por el que
tengamos que hacer tal cosa. Sonri maliciosamente. Losaliengenas
son como la gelatina, Mikey. Se presenta en un montn de colores,
pero dentro siempreencuentras lo mismo.
As que no te conviertas en un coleccionista como el viejo
narKarmian. Qu gan con ello, despusde todo? Naveg en infinidad de
naves de tercera categora, pero nunca vio el Brazo Opuesto ni el
Ncleo,y nadie lo ver nunca. Tampoco se hizo muy rico, que digamos.
Tranquilzate y haz por la vida.
Holt apenas la haba escuchado. Dej su vaso y roz con sus dedos
el fro vidrio de la ventana.
Aquella misma noche, despus que Rayma volviera a su nave, Holt
abandon el enclave y camin porentre las viviendas de los damoosh.
Pag la mitad de su salario para ser llevado a la cmara
subterrneadonde yaca el pozo de la sabidura del planeta: una
inmensa computadora de luz viviente unido a loscerebros muertos de
los antiguos damoosh (o por lo menos, as lo explic el gua).
La cmara era una concavidad de niebla verde que se agitaba
formando pequeas olas. En sus entraasaparecan y desaparecan
cortinas de luz multicolor. Holt permaneci en el borde superior,
observando yformulando preguntas. Las respuestas llegaron en un
susurro reverberante, como si numerosas pequeasvoces brotaran al
unsono. Primero describi al ser que haba visto por la tarde y luego
pregunt de quinse trataba. Fue entonces cuando escuch por primera
vez la palabra linkellar.
De dnde proceden? inquiri Holt.
-
Se hallan a seis aos del dominio humano, de acuerdo con la
propulsin que utilizis contestaronlos susurros mientras la niebla
verde se agitaba. Hacia el Ncleo, pero no en lnea recta. Deseas
lascoordenadas?
No. Por qu razn no los vemos ms a menudo?
Estn muy lejos, quiz demasiado. La zona de sus estrellas se
encuentra comprendida entre eldominio humano y los Doce Mundos de
los linkellares, igual que las colonias de los nor talush y
uncentenar de planetas que no han descubierto la propulsin estelar.
Los linkellares comercian con losdamoosh, pero raramente vienen
aqu, un lugar ms cercano para ti que para ellos.
S dijo Holt. Sinti escalofros, como si un viento helado soplara
a lo largo de la caverna y elresplandeciente mar de niebla. He odo
hablar de los nor talush, pero no de los linkellares. Qu otrasrazas
existen all? A mucha distancia?
Y en numerosas direcciones susurr la niebla. Los colores
formaban ondas a gran profundidad.Conocemos los mundos muertos de
la raza desaparecida que los nor talush llaman los Primitivos,
peroen realidad no fueron los primeros. Conocemos tambin los
dominios de los kresh y la colonia perdida delos gethsoides de Aath
que, a causa de la guerra, navegaron hasta el dominio humano antes
que fuera taldominio.
Y qu hay ms all?
Los kresh hablan de un planeta llamado Cedris y de una gran
esfera de estrellas ms vasta que eldominio humano, las estrellas
damoosh y el viejo Imperio Hrangan en conjunto. Esos soles
pertenecen a losulianos.
S dijo Holt con un temblor en la voz. Y ms all? A su alrededor?
Ms lejos?
Surgi una llamarada en las profundidades de la niebla. Los
vapores verdosos brillaron entremezcladoscon una humeante luz
rojiza.
Los damoosh no lo saben fue la respuesta. Quin viaja tan lejos,
durante tanto tiempo? Sloexisten leyendas. Quieres que te hablemos
de los Antiqusimos? De los dioses relucientes o de losnavegantes
sin nave? Quieres que cantemos la vieja cancin de la raza sin
mundo? Se han vislumbradonaves fantasmas an a distancias mayores,
objetos que se mueven a mayor velocidad que una nave humanao
damoosh, que destruyen cuando desean hacerlo, aunque a veces no
estn all en forma alguna. Quinpuede decir qu son, quines son y dnde
estn, si es que estn en alguna parte? Sabemos nombres ehistorias.
Podemos drtelos y explicrtelas. Pero los hechos son confusos. Omos
hablar de un mundollamado Huul el Dorado que comercia con los
desaparecidos gethsoides que comercian con los kresh quecomercian
con los nor talush que comercian con nosotros, pero ninguna nave
damoosh ha llegado jamshasta Huul el Dorado y no podemos decir
mucho de ese planeta, ni siquiera dnde se encuentra. Hemosodo
hablar de los hombres camuflados, que se hinchan y flotan en su
atmsfera, pero tal vez sea slo unaleyenda, y ni siquiera sabemos de
cual leyenda se trata. Hemos odo hablar de una raza que vive en
elespacio ms recndito, que trata con una raza denominada danlai,
que a su vez comercia con lasestrellas ulianas, que a su vez
comercian con Cedris, y as el anillo vuelve a cerrarse hasta llegar
a nosotros.Pero nosotros, los damoosh de este planeta muy prximo al
dominio humano, nunca hemos visto un
-
cedrano. Cmo podemos, entonces, fiarnos de esta cadena? Hubo un
sonido como si alguien musitaraalgo. La niebla se agit bajo los
pies de Holt y ste oli algo parecido al incienso.
Ir all dijo Holt. Seguir navegando y lo ver por m mismo.
Vuelve un da y explcanos tus descubrimientos grit la niebla. Por
vez primera, Holt escuch eltriste lamento de un pozo de la sabidura
que no era lo bastante sabio. Vuelve, vuelve. Hay mucho
queaprender. El olor de incienso era muy penetrante.
Aquella tarde, Holt saque otras tres viviendas-burbuja de los
cedranos y entr en dos ms. La primerade stas estaba vaca, fra y
polvorienta; la segunda estaba ocupada, pero no por un cedrano.
Tras forzar lapuerta, Holt se haba quedado inmvil, sorprendido al
ver a un etreo ser alado que agitaba sus alas contrael techo de la
casa, chillando y mirndole con ojos feroces. No obtuvo nada en
aquella burbuja, ni en laque estaba vaca, pero el resto de sus
robos rindi beneficios.
Hacia el atardecer regres a la ciudad de piedra, trepando por un
estrecho declive hacia el Arco IrisOccidental y llevando sobre sus
hombros una bolsa de alimentos.
La ciudad, bajo aquella luz plida y menguante, pareca incolora,
desgastada, muerta. Las paredescircundantes tenan cuatro metros de
altura y el doble de espesor. Estaban formadas de una piedra
lisagriscea y sin junturas, dando la impresin de ser una mole
compacta. El Arco Iris Occidental que dabaentrada a la ciudad de
los sin nave era ms un tnel que una puerta. Holt lo atraves con
rapidez y anduvopor una estrecha calleja zigzagueante que se
extenda entre dos edificios..., o quizs no eran edificios. Sualtura
era de veinte metros, irregulares en su forma, sin ventanas ni
puertas. No haba entrada posible, a noser a travs de los niveles
inferiores de la ciudad de piedra. Con todo, este tipo de
estructura, estosbloques mellados de extraa forma construidos de
piedra gris, dominaban la parte ms oriental de la ciudadde piedra
en una zona de doce kilmetros cuadrados. Sunderland haba trazado un
mapa.
Las callejas, un laberinto inextricable, no se extendan en lnea
recta ms de diez metros. Desde lo alto,Holt se las haba imaginado a
menudo como el dibujo infantil de un rayo. Pero haba recorrido
aquelcamino muchas veces y haba relegado los mapas de Sunderland a
la memoria (al menos en lo queincumba a esta pequea porcin de la
ciudad de piedra). Holt avanz rpida y confiadamente, notopndose con
nadie.
De vez en cuando, al llegar a un cruce de varias callejuelas,
Holt alcanzaba a distinguir otras estructurasen la lejana.
Sunderland haba trazado mapas de la mayora de ellas. Ambos usaban
aquellas vistas comopuntos de referencia. La ciudad de piedra
estaba formada por un centenar de partes separadas, y en cadauna de
ellas variaba la arquitectura y el tipo de piedra de los edificios.
A lo largo del muro noroeste seextenda una jungla de torres de
obsidiana muy prximas entre s y separadas por canales secos. Hacia
elsur yaca una zona de pirmides rojas como la sangre. Hacia el
este, una llanura de granito extremadamentedesierta con una
solitaria torre en forma de hongo levantndose en su centro. Y
existan otras zonas, todasextraas e inhabitadas. Sunderland iba
aadiendo a sus mapas unos cuantos bloques cada da. E inclusoesto
era simplemente la parte visible del iceberg. La ciudad de piedra
posea innumerables nivelessubterrneos y ni Holt, ni Sunderland, ni
nadie haba penetrado en aquellos pasadizos oscuros y faltos
deaire.
-
Rodeado nicamente de oscuridad, Holt se detuvo en un cruce
principal, un amplio octgono con unestanque tambin octagonal en su
centro. El agua tena un color verde y no haba una sola onda en
susuperficie hasta que Holt decidi refrescarse. Sus habitaciones, a
poca distancia de all, eran tan secascomo aquella parte de la
ciudad. Sunderland haba dicho que las pirmides posean suministro
interno deagua, pero en las cercanas del Arco Iris Occidental todo
lo que haba era aquel estanque pblico.
Holt se desembaraz del polvo acumulado durante el da en su
rostro y manos, y luego prosigui sucamino. La bolsa de comida
saltaba sobre su espalda y el eco de las pisadas rompa la quietud
de lacalleja. No haba otro sonido. La noche caa rpidamente y sera
tan fra y sin luna como cualquier nochedel planeta de las mil
razas. Holt lo saba perfectamente. La oscuridad era densa, como
siempre, y apenaspoda distinguir media docena de apagadas
estrellas.
Uno de los grandes edificios grisceos haba cado cerca de la
plaza del estanque. Todo lo que podaverse era una confusin de arena
y roca resquebrajada. Holt atraves las ruinas con mucho
cuidadodirigindose hacia una solitaria estructura que desentonaba
del resto. Era una cpula inmensa de piedradorada que semejaba una
vivienda-burbuja cedrana reventada. Posea una docena de agujeros de
entradaa los que se llegaba por otras tantas escaleras. En el
interior haba una maraa de cmaras.
ste haba sido el hogar de Holt durante casi diez meses
estndar.
Al entrar, Holt vio a Sunderland de cuclillas sobre el suelo de
su vivienda comn, rodeado de mapasdesplegados. Sunderland haba
dispuesto todas las secciones de forma que encajaran unas con otras
en untapiz hecho de remiendos, viejos retales amarillentos que haba
comprado a los danlai, y cosidoposteriormente, comprimidos entre
suaves rejillas de la Pegasus y trozos de metal uliano, plateados y
muyligeros. El conjunto era una alfombra que cubra la habitacin,
todas y cada una de las piezas repletas delneas y las ntidas
anotaciones de Sunderland. Estaba sentado en el centro con un mapa
en su regazo y unrotulador en la mano, pareciendo un sabio arrugado
y obeso.
He trado comida dijo Holt. Lanz la bolsa y sta cay entre los
mapas, desordenando varias delas secciones an sueltas.
Ahhh, los mapas! protest Sunderland. Ten cuidado!
Sunderland pestae, apart la bolsa a un lado y arregl los
desperfectos.
Holt atraves la habitacin para dirigirse a la hamaca que le
serva de cama y que se encontraba entredos pilares-antorcha. Pas
por encima de los mapas, provocando un nuevo enfado de Sunderland,
peroHolt no le prest atencin y subi a su hamaca.
Maldita sea! dijo Sunderland, alisando las secciones pisoteadas.
Ten ms cuidado, por favor.Alz la vista y vio que Holt le miraba con
el ceo fruncido. Mike?
Lo siento se disculp Holt. Has descubierto algo hoy? El tono de
su voz era de completaindiferencia. Pero Sunderland no lo
advirti.
Estuve en una seccin nueva explic con excitacin, hacia el sur.
Muy interesante. Obviamentediseada como un todo. Hay un pilar
central, sabes?, construido con algn tipo de piedra verdosa
yblanda, y rodeado por otros diez pilares algo ms pequeos. Y los
puentes... Bueno, son como franjas de
-
piedra. Se curvan entre la parte ms alta de los grandes hasta la
parte superior de los pequeos. El modelose repite una y otra vez. Y
debajo te encuentras con un laberinto de muros de piedra que te
llegan hasta lacintura. Necesitar varios meses para hacer un
plano.
Holt estaba contemplando la pared ms prxima a su cabeza.
En aquella piedra dorada iban marcando el paso de los das.
Un ao dijo. Un ao estndar, Jeff.
Sunderland le mir con curiosidad, se puso en pie y luego empez a
recoger sus mapas.
Cmo te ha ido hoy? pregunt.
No saldremos de aqu dijo Holt, como si pensara en voz alta.
Nunca. Todo ha terminado.
Olvdalo dijo el obeso hombrecillo, detenindose en la recogida de
los mapas. No meconvencers, Holt. Si cedes ahora, lo siguiente que
hars ser emborracharte de mbar con Alaina yTakker. La ciudad de
piedra es la clave. Siempre lo he sabido. En cuanto descubramos
todos sus secretos,podremos venderlos a los hombres-zorro y salir
de aqu. Cuando termine mis mapas...
Holt se puso de lado para encararse con Sunderland
Un ao, Jeff, un ao. No terminars tus planos. Estars trazndolos
durante diez aos y an nohabrs abarcado ms que una parte de la
ciudad de piedra. Y qu me dices de los tneles, de los
nivelessubterrneos?
Los subterrneos. Sunderland pas la lengua por sus labios en un
gesto nervioso. Bien. Sidispusiera del equipo que hay a bordo de la
Pegasus, entonces...
Pero no lo tienes, y adems no sirve. Nada sirve en la ciudad de
piedra. Por eso aterriz el capitn.Las reglas son intiles aqu.
Sunderland agit la cabeza y prosigui recogiendo sus mapas.
La mente humana puede entender cualquier cosa dijo. Dame tiempo,
es todo lo que necesito.Lo descifrar todo. Incluso podramos
entender a los danlai y ulianos si Susie Benet estuviera an aqu.
Susie Benet haba sido su especialista en contactos, una lingista de
tercera categora. Pero hasta un talentomenor es preferible a nada
cuando se trata con mentes extraas.
Susie Benet no est aqu seal Holt. Su voz se endureca cuando
hablaba de ello. Empez aenumerar nombres ayudndose con los dedos.
Susie se esfum con el capitn. Igual que Carlos. Irai sesuicid. Ian
trat de resolver el problema a tiros. Det, Lana y Maje entraron en
los subterrneos paraintentar encontrar al capitn y tambin se
esfumaron. Davie Tillman se vendi como ocupante de un huevokresh,
por lo que ya debe estar acabado. Alaina y Takker-Rey vegetan, son
intiles, y no sabemos quepas con los cuatro que quedaron en la
Pegasus. Slo quedamos nosotros, Sunderland. T y yo.
Sonritristemente. T haces mapas, yo robo a los gusanos y nadie
entiende nada. Estamos acabados.Moriremos aqu, en la ciudad de
piedra. Jams volveremos a ver las estrellas.
-
Se call con la misma brusquedad con que haba empezado a hablar.
Haba sido una explosin muy raratratndose de Holt. En general era un
hombre tranquilo, inexpresivo, tal vez algo reprimido. Sunderland
sequed inmvil, asombrado, mientras Holt se revolva en su
hamaca.
Pasa un da, y otro, y otro... prosigui Holt. Y nada tiene
sentido. Recuerdas lo que nos dijoIrai?
Irai era muy variable. Lo demostr, ms de lo que podamos haber
supuesto.
Ella dijo que habamos ido demasiado lejos explic Holt,
indiferente a las palabras deSunderland. Dijo que era incorrecto
creer que todo el universo se rega por leyes comprensibles
paranosotros. Recurdalo. Dijo que esto era una sandez humana,
enfermiza y arrogante. Recurdalo, Jeff. Ashablaba ella. As. Una
sandez humana, enfermiza y arrogante.
El planeta de las mil razas casi era racional. Holt sonri. Eso
fue lo que nos perdi. Pero si Iraitena razn, eso encajara. Despus
de todo, slo estamos un poco alejados del dominio humano, no? Auna
distancia superior tal vez las reglas cambien an ms.
No me gusta esta conversacin intervino Sunderland. Te ests
convirtiendo en un derrotista. Iraiestaba enferma. Mira, al final
asista a las reuniones religiosas de los ul-mennaleith, sometindose
a los ul-nayileith, as mismo. Una mstica, en eso se convirti. Una
mstica.
Estaba equivocada? pregunt Holt.
Estaba equivocada respondi firmemente Sunderland.
Entonces explcame todo, Jeff. Holt volvi a mirarle. Dime cmo
salir de aqu. Justifcame todoesto.
La ciudad de piedra. Bien, cuando termine mis mapas... Se detuvo
bruscamente. Holt se habavuelto de espaldas y no le escuchaba.
Necesit cinco aos y seis naves para atravesar la gran esfera
repleta de estrellas que los damooshafirmaban que les perteneca, y
penetrar as en el sector fronterizo que se extenda ms all de ella.
A supaso, consult otros pozos de la sabidura, ms grandes, y aprendi
todo cuanto fue posible. Pero siemprehaba misterios y sorpresas
aguardando en el prximo planeta. No todas las naves en las que
sirvi estabantripuladas por humanos. Las naves de los hombres
raramente se aventuraban tan lejos del dominio, por loque Holt se
enrol con damoosh, gethsoides descarriados y otras razas mixtas
menores. Pero an solaencontrar algunos hombres en los puertos que
visitaba. Incluso escuch rumores que afirmaban laexistencia de un
segundo imperio humano situado a quinientos aos hacia el Ncleo,
fundado por una navereproductora errante y gobernado desde un
brillante planeta llamado Prester. En dicho mundo las
ciudadesflotaban sobre nubes, segn le explic un macilento vessiano.
Holt lo crey durante algn tiempo, hasta queotro compaero de nave le
dijo que Prester era simplemente una ciudad que abarcaba un planeta
entero,sostenida por flotas de cargueros de alimentos mayores que
cualquier nave que el Imperio Federal hubieraconstruido en las
guerras anteriores al Colapso. El mismo hombre dijo que la ciudad
no haba sido fundadapor una nave reproductora (lo demostr
calculando la distancia que poda recorrer una nave de velocidad
-
inferior a la luz que hubiera partido de la madre Tierra en los
orgenes de la era interestelar), sino ms bienun escuadrn de naves
imperiales terrestres que huan de un ingenio hrangano. En esta
ocasin Holtmantuvo su escepticismo. Y cuando una mujer de un
carguero de Cathaday insisti en que Prester habasido fundado por
Tomo y Walberg, y que Walberg segua gobernando el planeta, Holt
desech totalmenteel tema.
Pero existan otras leyendas, otras historias que le atrajeron.
Igual que atrajeron a otros humanos.
Holt conoci a Alaina en un planeta sin atmsfera de una estrella
blanca azulada, bajo la cpula de sunica ciudad. Aquella mujer le
habl de la Pegasus.
El capitn la construy partiendo de cero, sabes? Y precisamente
aqu. l haba estadocomerciando, alejndose ms de lo normal, como
todos nosotros. Alaina exhibi una sonrisacomprensiva, suponiendo
que tambin Holt era un especulador comercial siempre atento a los
grandeshallazgos. Y conoci a un danla. Los danlai provienen de
mundos ms alejados.
Bien, tal vez no sepas lo que sucede all. El capitn dijo que los
danlai se han adueado de las estrellasulianas... Has odo hablar de
ellas?... Bien. Bueno, supongo que el motivo es que los
ul-mennaleith no hanresistido mucho pero tambin porque los danlai
tienen el impulsor espacial. Creo que es un nuevoconcepto. El
capitn dice que reduce el tiempo de viaje a la mitad o incluso ms.
La propulsin normaldistorsiona la estructura de la continuidad
espacio-temporal para obtener velocidades superiores a la de laluz
y...
Soy un piloto interrumpi Holt. Pero se haba inclinado hacia
adelante, escuchando atentamente.
Oh, entiendo. Alaina no pareci disgustarse por la interrupcin.
Bien, el impulsor de los danlaihace algo ms, te traslada a otra
continuidad y luego vuelve a la inicial. Su manejo es totalmente
distinto. Enparte es psinico y te ponen este aro alrededor de la
cabeza.
Tienen un impulsor? pregunt Holt.
S. El capitn fundi su antigua nave, precisamente para construir
la Pegasus. Con un impulsor quecompr a los danlai. Est contratando
la tripulacin ahora y ellos nos entrenan.
Hacia dnde van?
Alaina ri suavemente. Sus brillantes ojos verdes parecieron
chispear.
Adnde te imaginas? dijo. Todava ms lejos!
Holt se despert al amanecer, levantndose y vistindose rpida pero
silenciosamente. Recorri una vezms el acostumbrado camino, pasando
por el tranquilo estanque de aguas verdes, recorriendo
lasinterminables callejas, y atravesando el Arco Iris Occidental y
la ciudad de los sin nave. Pas el muro delos esqueletos sin mirar
hacia arriba.
Ya al otro lado del muro protector, empez a tantear las puertas.
Las cuatro primeras crujieron sinabrirse. La quinta cedi, dndole
paso a una oficina desierta. No haba ningn danla.
-
El hecho era una novedad. Holt entr con precaucin, observando a
su alrededor. Nadie, nada. Nohaba una segunda puerta. Rode el
amplio escritorio uliano y empez a registrarlo metdicamente, msque
cuando robaba en las viviendas-burbuja de los cedranos. Tal vez
encontrara un pase para elespaciopuerto, un arma, algo...,
cualquier cosa que le permitiera regresar a la Pegasus. Si es que
anestaba detrs de los muros. O tal vez podra encontrar una
asignacin de empleo.
La puerta se abri, empujada por un hombre-zorro. Era
indistinguible de los dems. Ladr y Holt seapart del escritorio. El
danla rode la mesa y agarr la silla.
Ladrn! dijo. Ladrn. Te matar. Sers fusilado. S. Mostr los
dientes.
No dijo Holt, acercndose a la puerta. Poda correr si el danla
llamaba a otros. Vine por unpasaje aadi estpidamente.
Ah! El hombre-zorro entrelaz sus manos. Diferente. Bien, Holt,
quin es usted?
Holt permaneci callado.
Un pasaje, un pasaje, Holt quiere un pasaje se burl el
danla.
Ayer me dijeron que llegara una nave humana la semana
prxima.
No, no, no. Lo siento. No vendr ninguna nave humana. No habr
ninguna nave humana. Ni lasemana que viene, ni ayer ni a ninguna
hora. Comprendes? Y no tenemos pasajes. La nave est llena.Nunca
vayas al espaciopuerto si no tienes pasaje.
Holt volvi a adelantarse hacia el otro lado del escritorio.
Ninguna nave la semana prxima? pregunt.
Ninguna nave. Ninguna nave. Ninguna nave humana.
Otra cualquiera, entonces. Ir con ulianos, danlai. Recuerdas?
Tengo credenciales.
El danla lade su cabeza. Recordaba Holt aquel gesto? Haba
hablado en otra ocasin con estedanla?
S, pero ningn pasaje.
Holt se dirigi hacia la puerta.
Espera orden el hombre-zorro, Holt se volvi. Ninguna nave humana
la semana que viene.Ninguna nave, ninguna nave, ninguna nave. La
nave humana est ahora!
Ahora?! Holt se enderez. Quiere decir que hay una nave humana en
el espaciopuerto eneste mismo momento?
El danla asinti una y otra vez.
Un pasaje! Holt estaba frentico. Dame un pasaje, maldito!
-
S. S. Un pasaje para ti, para ti un pasaje. El hombre-zorro toc
algo en el escritorio. Se abri uncajn y extrajo una delgada lmina
de metal plateado y una frgil varilla de plstico azul.
T nombre?
Michael Holt.
Oh. El hombre-zorro dej la varilla sobre la mesa, tom la lmina
metlica y la devolvi al cajn.Luego ladr: Ningn pasaje!
Ningn pasaje?
Nadie puede tener dos pasajes.
Dos?
S. Holt tiene un pasaje en la Pegasus.
Maldito. Las manos de Holt temblaban. Maldito.
Querr un pasaje? El danla ri.
En la Pegasus?
Un gesto afirmativo.
Entonces, me dejaris cruzar los muros? Entrar en el
espaciopuerto?
S. Redactemos el pase de Holt.
S, s.
Nombre?
Michael Holt.
Raza?
Humana.
Planeta de nacimiento?
Ymir.
Hubo un breve silencio. El danla haba permanecido sentado con
las manos cruzadas, mirando a Holt.De repente volvi a abrir el
cajn, sac un pergamino de aspecto antiqusimo que se desmenuz cuando
lotoc y tom por segunda vez la varilla.
Nombre? pregunt.
Volvieron a repetir el mismo ritual.
-
Una vez termin de escribir, el danla entreg el documento a Holt.
El pergamino segua deshacindose.Holt lo trat con el mayor cuidado
posible. Ninguno de los garabatos tena sentido.
Me dejarn pasar los guardias slo con esto? pregunt
escpticamente. Al espaciopuerto, ala Pegasus?
El danla hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Holt se volvi
de espaldas y estuvo a punto de salircorriendo.
Espera dijo el hombre-zorro. Holt obedeci y se gir.
Qu? dijo, apretando los dientes, casi en un gruido de rabia.
Un detalle tcnico.
El pase del espaciopuerto, para ser vlido, debe ir firmado. El
danla luci su sonrisa dental.Firmado, s, s, firmado por tu
capitn.
No hubo ningn ruido. La mano de Holt comprimi espasmdicamente la
amarillenta hoja de papel, ylos trozos revolotearon hasta llegar al
suelo. Luego, veloz y silenciosamente, Holt se abalanz sobre
eldanla.
El danla apenas tuvo tiempo de emitir un breve ladrido antes que
Holt le tomara por el cuello. Lasdelicadas manos de seis dedos
hendieron el aire desesperadamente. Holt retorci el cuello hasta
queescuch un chasquido. Estaba sosteniendo un fardo de flccido
pelaje rojizo.
Se qued all bastante rato, con las manos y dientes apretados.
Luego afloj lentamente su presa y elcadver del danla se derrumb de
espaldas, volcando la silla.
En los ojos de Holt brill por un instante una imagen del muro
protector.
Huy corriendo.
La Pegasus tambin dispona de motores estndar en previsin de un
fallo del impulsor. Las paredes dela sala eran la combinacin
acostumbrada de metal desnudo y consolas de computadora. Pero el
centroestaba ocupado por el impulsor danlai: un gran cilindro de
vidrio metlico, del dimetro de un hombre,montado sobre un panel de
instrumentos. El cilindro estaba medio lleno de un lquido muy denso
quecambiaba bruscamente de color siempre que se introduca en el
tanque un pulso de energa. Alrededorhaba asientos para los pilotos,
dos a cada lado. Holt y Alaina ocupaban el primer par de sillas,
frente a larubia y espigada Irai y a Ian MacDonald. Los cuatro
llevaban puesta una corona de vidrio hueco llena delmismo lquido
que chapoteaba en el cilindro del impulsor.
Carlos Villareal se encontraba detrs de Holt, en la consola
principal, extrayendo datos de lacomputadora de la nave. Las
transiciones ya estaban planificadas. Visitaran las estrellas
ulianas pordecisin del capitn. Cedris, Huul el Dorado y puntos ms
lejanos. E incluso tal vez Prester y el Ncleo.
-
La primera parada era un punto de trnsito denominado Reposo Gris
(el nombre indicaba claramenteque otros hombres haban estado all
antes y el planeta se hallaba en los mapas). El capitn haba
odohablar de una historia sobre una antiqusima ciudad de
piedra.
Ya fuera de la atmsfera y desconectados los motores nucleares,
Villareal dio la orden.
Coordenadas en computadora, navegacin dispuesta dijo en un tono
de voz menos seguro que elusual. Todo el procedimiento era
completamente nuevo. Transicin.
Conectaron el impulsor danlai.
Oscuridad y colores fulgurantes y miles de remolinos estelares y
Holt estaba a solas en el centro de todono! aqu estaba Alaina y all
alguien ms y todos se reunieron y el caos gir a su alrededor y
grandes olasgrisceas se aplastaban en sus cabezas y aparecieron
rostros sonrientes cercados por fuego ydesvanecindose y dolor dolor
dolor y se haban perdido y nada era slido y los eones pasaron y
ahoraHolt vio algo ardiendo atrayendo hacia el Ncleo el Ncleo y
aparte Reposo Gris pero luego desapareci yde algn modo Holt volvi a
recuperarlo y grit a Alaina y ella tambin lo tom y MacDonald e Irai
y ellosESTIRARON.
De nuevo estaban sentados ante el impulsor y Holt advirti
repentinamente un dolor en su mueca. Bajla vista y vio que alguien
le haba colocado una jeringa intravenosa, igual que a los otros
tres, Alaina, Ian eIrai. No se vea a Villareal.
Se abri la puerta y apareci Sunderland sonriente.
Gracias a Dios! dijo el regordete navegante. Han estado
inconscientes durante tres meses.Pens que estbamos perdidos.
Holt se quit la corona de vidrio de su cabeza y vio que slo
quedaba una fina capa de lquido. Luegoadvirti que el cilindro del
impulsor estaba igualmente casi vaco.
Tres meses? pregunt.
Fue horrible. Sunderland se estremeci. No haba nada en el
exterior de la nave. Nada. Y nopodamos reanimarlos. Villareal tuvo
que hacer de enfermera. Si no llega a ser por el capitn, no s lo
quehabra sucedido. Recuerdo lo que dijo el hombre-zorro, pero no
estaba seguro que pudieras sacarnosnunca de... de donde
estuviramos.
Hemos llegado? pregunt MacDonald.
Sunderland rode el impulsor para dirigirse a la consola de
Villareal y conect la pantalla de la nave. Unpequeo sol amarillo
reluca sobre un fondo negro. Y un astro grisceo e inerte llenaba la
pantalla.
Reposo Gris dijo Sunderland. He tomado lecturas. Hemos llegado.
El capitn ya ha enviado unmensaje. Al parecer, los danlai lo
gobiernan y han dispuesto nuestro aterrizaje. El tiempo
tambinconcuerda: tres meses subjetivos, tres meses objetivos, por
lo que podemos deducir.
Y con propulsin normal? dijo Holt. El mismo tiempo con propulsin
normal?
-
Lo hemos hecho mejor de lo que los danlai nos prometieron.
Reposo Gris est a ms de ao ymedio del lugar de donde partimos.
Era muy temprano y haba grandes posibilidades que los cedranos
an no estuvieran en estadocomatoso. Pero Holt tuvo que aceptar el
riesgo. Se abri paso en la primera vivienda-burbuja queencontr y la
saque por completo, recogiendo todo lo que pudo con un ansia
frentica. Los inquilinos, porfortuna, eran aletargadas bolas
durmientes.
Ya en la calle principal, ignor a los mercaderes danlai,
temeroso de encontrarse con el mismohombre-zorro al que acababa de
matar. Descubri un puesto atendido por un linkellar ciego cuyos
ojosgiraban como inmensas bolas de pus. Curiosamente, la criatura
fue capaz de estafarle pese a su ceguera.Pero cambi todo lo que
haba robado por un casco en forma de cscara de huevo, transparente
y decolor azulado, y un lser en buen estado. El arma le sorprendi:
era idntica a la que tuvo MacDonald eincluso llevaba la misma pluma
finneganiana. Pero funcionaba y eso era todo lo que importaba.
La gente iba congregndose para el diario ir y venir por las
calles de la ciudad de los sin nave. Holt seabri camino
salvajemente, en direccin al Iris Occidental, y empez a correr un
poco cuando lleg a lasdesiertas callejas de la ciudad de
piedra.
Sunderland se haba ido a trazar sus mapas. Holt tom uno de los
rotuladores y escribi en un mapa:
MAT UN HOMBRE-ZORRO. DEBO OCULTARME. ME VOY A LOS SUBTERRNEOS
DELA CIUDAD DE PIEDRA. ESTAR A SALVO ALL.
A continuacin recogi todos los alimentos que quedaban,
suficientes para dos semanas largas o mstiempo si coma poco. Hizo
un fardo con todo, lo at y se march. Llevaba el lser en el bolsillo
y el cascobajo el brazo.
El subterrneo ms prximo se encontraba a tan slo unos bloques de
distancia. Era una gran espiralque descenda desde el centro de un
cruce. Holt y Sunderland haban bajado muy a menudo al primer
nivel,adentrndose tanto como lo permita la luz. E incluso as era un
lugar sombro, tenebroso, sofocante. Unared de tneles, tan
intrincada como las callejuelas de la superficie, se ramificaba en
todas direcciones.Muchas descendan an ms; igual que la espiral, que
posea ms ramificaciones y que se oscurecaconstantemente a cada
vuelta. Nadie haba pasado del primer nivel y los que hicieron tal
cosa, como elcapitn, nunca regresaron. Haban conocido leyendas
sobre la profundidad de la ciudad de piedra, pero noexista forma
alguna de comprobar su veracidad. Los instrumentos que se haban
llevado de la Pegasusnunca funcionaron en el planeta de las mil
razas.
Holt descendi la primera vuelta de la espiral y se detuvo ante
el primer nivel para colocarse el cascoazul claro. Le quedaba algo
pequeo. La parte frontal comprima su nariz y los laterales opriman
su cabezade modo desagradable. Era evidente que haba sido fabricado
para un ul-mennaleith. Pero servira. Habaun orificio que rodeaba su
boca, por lo que poda respirar y hablar.
Aguard un instante mientras el calor de su cuerpo era absorbido
por el casco y transformado en unatenue luz azulada. Holt prosigui
el descenso por la espiral, hacia las tinieblas.
-
El camino subterrneo se curvaba una y otra vez y constantemente
aparecan tneles. Holt siguibajando y pronto perdi la cuenta de los
niveles por los que haba pasado. Ms all del crculo de luz slohaba
oscuridad total, silencio y un aire caliente cada vez ms difcil de
respirar. Pero el miedo le forzaba ano detenerse. La superficie de
la ciudad de piedra estaba desierta, pero era distinto. Los danlai
iran allcuando quisieran. Slo en los subterrneos se encontrara a
salvo. Prometi permanecer en la mismaespiral. Si deambulaba por aqu
y por all, se perdera. Holt estaba seguro de lo sucedido al capitn
y a losdems: habran abandonado la espiral para introducirse en los
tneles laterales y muerto de hambre antesde encontrar la salida.
Pero a l no le pasara lo mismo. Regresara al cabo de dos semanas y
tal vez podraconseguir comida a travs de Sunderland.
Durante un tiempo que le pareci de varias horas, Holt descendi
por la serpenteante rampa, junto ainterminables muros de informe
piedra gris que la luz de su casco tea de azul, atravesando miles
deorificios que se abran por todas partes, todos llamndole con su
gran boca negra. El ambiente seguacaldendose y Holt no tard en
jadear. No le rodeaba otra cosa que no fuera piedra. Los tneles
parecandensos, agobiantes. Holt los ignor.
Por fin, Holt lleg a un punto en el que terminaba la espiral.
Frente a l vio tres puertas arqueadas y tresestrechas escaleras.
Las tres descendan bruscamente en direcciones distintas y
curvndose, por lo queHolt no pudo divisar ms all de algunos metros.
Sus pies estaban doloridos. Se sent, se quit las botas,sac un
envase de carne ahumada y empez a comer.
La oscuridad le rodeaba. El eco de sus pisadas haba desaparecido
y todo estaba en silencio. Aunque...Escuch atentamente. S. Oy algo
indistinto y muy lejano, una especie de rumor. Masc la carne y
siguiescuchando. Al cabo de un largo rato dedujo que los sonidos
procedan de la escalera de la izquierda.
Termin de comer. Se limpi los labios, se puso las botas y lser
en mano avanz por la escalera tansilenciosamente como pudo.
La escalera tambin era una espiral, ms estrecha que la rampa y
sin ramificaciones. Apenas tena sitiopara girar, pero al menos no
corra el riesgo de perderse.
La intensidad de los sonidos fue aumentando a medida que Holt
descenda. Pronto comprendi que nose trataba de un rumor, sino ms
bien de un aullido. Algo ms tarde, el sonido volvi a variar. Apenas
pudodiferenciarlo. Gemidos y ladridos.
La escalera present una curva muy cerrada. Holt la sigui y se
detuvo de repente.
Se encontraba junto a una ventana en un edificio de piedra gris
y extraa forma que daba a la ciudad depiedra. Era de noche y un
manto de estrellas cubra el cielo. Debajo, cerca de un estanque
octogonal, seisdanlai rodeaban a un cedrano. Se rean con rpidas
carcajadas-ladridos rebosantes de ira. Parloteabanentre ellos,
asiendo al cedrano cada vez que ste trataba de moverse. Estaba
atrapado entre ellos, confusoy gimiendo, oscilando de un lado a
otro. Los inmensos ojos violeta centelleaban y las garras de pelea
seagitaban.
Uno de los danlai tena algo escondido. Lo fue mostrando con
lentitud: era un largo cuchillo mellado.Apareci otro y luego un
tercero. Todos los hombres-zorro portaban idntica arma. Se rieron
entre ellos.
-
Uno de los danlai atac al cedrano por la espalda. La hoja
plateada brill un instante y Holt vio que unlquido negro brotaba de
un gran tajo en la piel blanca del cedrano.
Se escuch un gemido aterrador y el gusano se volvi lentamente
hacia el danla. Sus garras de pelea semovieron con una celeridad
sorprendente. El danla, pateando y con el cuchillo teido de negro
en sumano, fue alzado en el aire. Aull con furia. Las garras se
cerraron y el hombre-zorro cay al suelo partidoen dos. Los dems se
aproximaron riendo y atacando. El gemido del cedrano se convirti en
un chillido.Embisti con sus garras y un segundo danla cay
decapitado en el agua del estanque. Otros dos hombres-zorro estaban
cortando los tentculos del cedrano y un tercero haba clavado su
cuchillo hasta laempuadura en el oscilante torso del gusanoide.
Todos los danlai estaban salvajemente excitados,
aullandofrenticamente, y Holt no pudo or al cedrano.
Holt alz el lser, apunt al danla ms prximo y apret el botn de
disparo. Brot un chorro de luzroja.
Una cortina cay sobre la ventana, bloqueando la visin. Holt la
apart a un lado. Tras ella haba unacmara de techo bajo, con una
docena de tneles que se extendan en todas direcciones. No haba
ningunode los danlai, ni tampoco estaba el cedrano. Estaba en las
profundidades de la ciudad. La nicailuminacin proceda del brillo
azulado de su casco.
Lenta, silenciosamente, Holt se dirigi al centro de la cmara.
Advirti que la mitad de los tnelesestaban enladrillados. Otros eran
agujeros negros sin vida. Pero de uno de ellos flua un torrente de
airefresco. Lo sigui durante un largo trecho en la oscuridad hasta
llegar a una larga galera repleta de relucienteniebla roja, como si
fueran gotas de fuego. La sala se extenda muy lejos a derecha e
izquierda, ms de loque Holt alcanzaba a ver, era recta y de techo
alto. El tnel que le haba llevado hasta all era tan slo unoms. Las
paredes rebosaban de ellos, todos de forma y tamao distintos y tan
negros como la muerte.
Holt avanz un paso hacia la tenue niebla roja, luego se volvi y
marc con el lser el suelo de piedradel tnel que tena a sus
espaldas. Se adentr en el pasadizo, cruzando las interminables
hileras de tneles.La niebla era espesa, pero era fcil ver a travs
de ella, y Holt observ que toda aquella inmensa galeraestaba vaca,
al menos hasta los lmites de su visin. Tampoco pudo ver el final y
sus pisadas no hacanruido.
Camin durante mucho tiempo, casi en trance, olvidando de alguna
forma el miedo. Luego surgi unaluz blanca de un portal muy
distante. Holt empez a correr, pero la luz haba desaparecido antes
derecorrer la mitad de la distancia que le separaba del tnel. No
obstante, algo segua atrayndole.
La boca del tnel era un elevado arco dominado por las tinieblas.
Holt entr. Unos metros de oscuridady una puerta. Se detuvo.
El arco se abra sobre una alta loma nevada y un bosque de rboles
grisceos unidos por frgilestelaraas de hielo, tan delicadas que se
fundiran y romperan simplemente con un soplo. No haba hojas,pero se
atisbaban intrpidas flores azules brotando de las grietas que haba
en todas las ramas. En lo alto,un fondo fino y oscuro cubierto de
estrellas. Y muy lejos, en el horizonte, Holt vio la empalizada y
losfantasmales parapetos de piedra de la errtica y oscilante Vieja
Casa.
-
Se qued inmvil mucho tiempo, observando y recordando. El viento
helado se agit por un instante,arrastrando la nieve, y Holt se
estremeci. Luego regres a la galera de la niebla roja.
Sunderland le esperaba al final del tnel, medio envuelto por la
niebla.
Mike! grit. La neblina apag el sonido y Holt slo pudo or un
susurro. Debes volver. Tenecesitamos, Mike. No puedo seguir con los
mapas, necesito que me consigas alimentos. Y Alaina yTakker...
Debes volver!
Holt neg con un gesto de cabeza. La niebla se hizo ms espesa y
se arremolin. La rolliza figura deSunderland qued difuminada hasta
que Holt slo pudo distinguir el contorno. La atmsfera se aclar
pocodespus, pero Sunderland ya no estaba. Era el patrn del Barracn
el que ocupaba su lugar. La criaturaestaba inmvil, con sus
tentculos blancos agitndose sobre la vejiga que coronaba su torso.
Aguardaba,igual que Holt.
De un tnel distante surgi una luz. Los otros dos tneles que la
flanqueaban empezaron a brillar ydespus sucedi lo mismo con los dos
siguientes. Holt mir a derecha e izquierda. De ambos lados de
lagalera fueron llegndole ondas luminosas. Todos los orificios
relucan. Aqu un color rojo plido, all blancoazulado, ms lejos un
tono amarillo familiar que recordaba el sol humano...
El patrn del Barracn se volvi pesadamente y camin a lo largo de
la galera, agitando sus mollas decarne negra azulada. Pero la
niebla absorba su pestilente olor. Holt le sigui, todava empuando
el lser.
El techo fue elevndose paulatinamente y Holt advirti que las
puertas aumentaban su tamao. Mientrasobservaba, un ser deforme y de
piel moteada, muy parecido al patrn del Barracn, sali de un tnel,
cruzla galera y entr en otro agujero.
Ambos se detuvieron ante la boca de un tnel, redonda, negra y el
doble de alta que Holt. El patrnaguardaba. Holt, lser en mano,
entr. Se encontr frente a una nueva ventana, o tal vez se trataba
de unapantalla. Al otro lado de la abertura cristalina reinaba el
caos. Holt lo observ un momento y justo cuandosu cabeza empezaba a
dolerle, la visin se estabiliz. Cuatro danlai tocados con coronas
en sus cabezasestaban sentados frente al cilindro de un impulsor.
Slo que... la imagen era muy borrosa. Duendes, eranduendes,
segundas imgenes que casi ocultaban las primitivas, aunque no del
todo. Y fue entonces cuandoHolt vislumbr una tercera imagen, y una
cuarta. La imagen se resquebraj. Le pareci estar contemplandouna
serie infinita de espejos. Largas filas de danlai sentados, unos
encima de otros, confundindose,menguando y menguando hasta quedar
convertidos en nada. Al unsono... No, no, casi al unsono
(porqueunas imgenes no seguan el ritmo de sus reflexiones, y otras
eran muy confusas), se quitaron las vacascoronas, se miraron
mutuamente y empezaron a rer. Carcajadas salvajes, ladridos. Rean
sin cesar, y Holtobserv el brillo de la maldad en sus ojos. Todos
los hombres-zorro (no, casi todos) movan sus frgileshombros por
efecto de la risa y parecan ms feroces y salvajes que nunca.
Holt se fue del lugar. De vuelta en la galera, el patrn del
Barracn segua aguardando pacientemente.Holt volvi a seguirle.
Haba otros seres en la galera. Holt los vio dbilmente,
recorriendo de un lado a otro la niebla roja.Predominaban las
criaturas parecidas al patrn del Barracn, pero no estaban solas.
Holt divis a unsolitario danla, perdido y atemorizado, que iba
tropezando con las paredes. Haba seres mitad ngeles,
-
mitad liblulas, que se deslizaban silenciosamente sobre su
cabeza; algo alto y delgado rodeado porfluctuantes cortinas
luminosas y otras presencias que vio y presinti. Varias veces
vislumbr jinetes de pielbrillante, llamativos colores y altos
cuellos de carne y hueso, y animales enjutos y sensibles
galopabansiguiendo las rdenes de sus espuelas, movindose con
elegancia sobre sus cuatro patas. Los animalestenan un pelaje gris
y tierno, ojos claros, y aparentaban una extraa consciencia.
Luego le pareci atisbar a un hombre. Un hombre de aspecto grave,
solemne, vestido con el uniforme yla gorra de los marinos. Holt se
esforz en seguir la visin y corri tras ella, pero la niebla le
confundi consu fulgor y el hombre desapareci de su vista. Cuando se
volvi, el patrn se haba ido tambin.
Se meti por el tnel ms prximo. Otro prtico igual que el primero.
En la distancia vio un perfilmontaoso dominando una tierra estril,
una llanura de ladrillo cocido truncada por una gran hendidura.Haba
una ciudad en el centro del desolador paisaje. Sus muros eran de un
color blanco apagado y susedificios montonos y rectangulares.
Estaba realmente muerta, pero Holt, de algn modo, la reconoci.Can
narKarmian le haba explicado la forma en que los hranganos
construan sus ciudades, en las zonasasoladas por la guerra que se
hallaban entre la madre Tierra y el Confn.
Inseguro, Holt extendi una mano ms all de la estructura de la
puerta, y la retir rpidamente. Habaun horno tras el arco. No era
una pantalla, ni mucho ms de lo que haba sido la visin de Ymir.
Volvi a la galera, se detuvo y trat de aclarar sus ideas.
El pasadizo se prolongaba en ambas direcciones y seres
totalmente distintos a los que conoca cruzabanla niebla en un
silencio mortal, sin advertir la presencia de los dems. El capitn
estaba aqu, lo saba, igualque Villareal, Susie Benet y quiz otros.
O bien... O bien haban estado aqu y ahora se hallaban en otraparte.
Tal vez haban contemplado tambin sus hogares a travs de un prtico
de piedra, sintiendo sullamada imperiosa, adentrndose y no
regresando jams. Si atravieso los arcos, se pregunt Holt, cmopodr
regresar?
El danla volvi a presentarse, ahora arrastrndose, y Holt comprob
que era un anciano. Su forma deavanzar a tientas dejaba bien claro
que estaba ciego..., pero sus ojos observaban. Luego Holt empez
afijarse en otros seres y opt por seguirlos. Muchos de ellos salan
de los portales ptreos y realmentesurgan de los paisajes situados
ms all. Y los paisajes... Holt contempl la noche sin estrellas
deDarkdawn, un planeta muy alejado del Confn, y los misteriosos
soadores que erraban debajo... Y Huul elDorado (autntico, despus de
todo, aunque menos de lo que imaginaba)... Y las naves
fantasmasemergiendo del Ncleo Galctico, los aulladores de los
ttricos mundos del Brazo Opuesto de la galaxia,las antiqusimas
razas que haban encerrado sus planetas en esferas y miles de mundos
inimaginables.
Pronto se cans de seguir a los tranquilos caminantes y empez a
deambular a su voluntad. Luegodescubri que las visiones que haba
tras las puertas podan variar. Mientras permaneca ante un
prticocuadrado que se abra a las llanuras de ai-Emerel, pens por un
momento en el viejo Can, un hombre quehaba navegado mucho,
muchsimo, pero nunca lo bastante lejos. Las torres de los emereles
se erigan antel y Holt dese poder verlas ms de cerca. De repente,
el portal le ofreci un primer plano. Y luego elpatrn del Barracn se
materializ a su lado con la misma brusquedad como sola hacerlo.
Holt observaquella cara que no era tal. Dej a un lado el lser y se
quit el casco. Extraamente, ya no brillaba.Cmo no lo haba
advertido? Sigui caminando.
-
Se hallaba en un balcn. Un viento fro le azotaba la cara. Detrs
suyo, negro metal emerel. Delante,una puesta de sol de tonalidades
anaranjadas. En el horizonte se levantaban otras torres. Holt saba
quecada una albergaba una ciudad inmensa pero en la distancia, eran
nicamente elevadas y oscuras agujas
Un planeta. El de Can. Habra cambiado mucho desde la ltima vez
que Can lo viera, haca unosdoscientos aos. Se pregunt en qu
aspectos. Pero no importaba, pronto lo averiguara.
Al girarse para volver al interior, Holt prometi que pronto
regresara para encontrar a Sunderland,Alaina y Takker-Rey. A ellos
todo esto podra parecerles oscuro y ttrico, pero l los guiara hasta
elhogar. S, lo hara. Aunque no ahora. Deseaba ver ai-Emerel, la
madre Tierra, los mutantes de Prometeo...S.
Pero luego regresara. Ms tarde. En seguida.
El tiempo transcurre lentamente en la ciudad de piedra, con ms
lentitud que en los subterrneos, dondelos Constructores tejieron la
trama del tiempo espacial. Pero sigue avanzando inexorablemente.
Losgrandes edificios grisceos ya se han derrumbado, las torres en
forma de hongo han cado y las pirmidesson polvo que el viento
agita. No queda un slo vestigio de los muros erigidos por los
ulianos paradefenderse del viento y ninguna nave ha aterrizado
durante miles de aos. Los ul-mennaleith apenasprocrean, se han
vuelto extraamente apocados y andan siempre con zancos blindados en
sus pies. Losdanlai se han desintegrado en una violenta anarqua
despus de miles de aos de impulsores espaciales.Los kresh han
desaparecido, los linkellares estn esclavizados y las naves
fantasmas mantienen su silencio.En los mundos exteriores, los
damoosh son una raza agonizante, aunque los pozos de la sabidura
semantienen en pie y reflexionan, esperando preguntas que ya no
sern formuladas. Nuevas razas deambulanen mundos agotados. Las
viejas crecen y cambian. Ningn hombre ha llegado al Ncleo Galctico.
El soldel planeta de las mil razas palidece.
Bajo las ruinas de la ciudad de piedra, en tneles desiertos,
Holt vaga de estrella en estrella.
F I N
Ttulo Original: The Stone City 1977.Colaboracin de Romulano.
Revisin y Reedicin Electrnica de Arcnido.Revisin 4.