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La Cita - Louise Millar

Oct 16, 2015

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Irany Lopez
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  • Annotation

    Callie y Suzy son dos amigas quecomparten barrio, inquietudes y la amistad desus hijos. Callie es una madre soltera y Suzyparece tener una vida perfecta. Pero... qupasa cuando la irrupcin de una nueva vecinaparece cambiarlo todo? Y si de pronto loscomportamientos habituales parecen extraos?Cul es el lmite de la confianza entredesconocidos? La cita no dejar desorprenderte.

  • LOUISE MILLAR

    LA CITA

    Traduccin deXenia Dyakanova

    y Jos Mateo

  • A mis padres

  • VIERNES

  • 1 CALLIE

    EL agua est fra. Ya me lo imaginaba,por ms que el sol de principios de verano,como una bola de espejos de discoteca, brillaentre los sauces sobre el terciopelo verdeoscuro del estanque. Saco el pie rpidamentey me froto los dedos helados. Se me hapegado una hojita amarilla en el tobillo. Laverdad, no estoy muy segura de querermeterme.

    Hay algo viscoso protesto.Venga, que se est de maravilla dice

    Suzy, adoptando el mismo tono que utilizacuando intenta convencer a Henry de quecoma brcol. Las dos nos remos.

  • Suzy se levanta y se estira, irguiendo ami lado su estatura de casi un metro ochenta.Se quita el vestido playero gris por encima dela cabeza con un movimiento rpido y sedesprende de las chancletas. Se queda de pie,con su bikini negro, esperando el momento demeterse en el agua. Una mujer mayor seacerca con brazadas largas y cadenciosas;lleva un gorro azul sobre el pelo estropajoso.Suzy sonre y espera pacientemente a quepase de largo.

    Me reclino hacia atrs apoyndome enlos codos. Sobre la hierba debe de haber unasveinte mujeres, solas o en pequeos grupos.Algunas leen, otras charlan. Dos de ellas ren,tumbadas la una junto a la otra con las piernascruzadas. Vuelvo a mirar a Suzy, que todavaespera a que la seora mayor se aparte de sucamino. Al cabo de un rato me doy cuenta deque estoy observando su cuerpo. No es queno lo haya visto ya montones de veces,

  • cuando anda desnuda por los vestuarios de lapiscina persiguiendo a los cros, o cuando sequita la blusa en la cocina porque se hamanchado de salsa. No, lo que me resultaextrao es verla sin los nios. Desde que laconozco, har unos dos aos y medio, casisiempre he visto ese cuerpo con un cropegado a l: tomando el pecho, a horcajadassobre la cintura o retorcindose debajo delbrazo.

    De repente, me doy cuenta de lo jovenque es. Es increble cmo se ha recuperadodespus de tres embarazos. Tiene las caderasanchas, el vientre liso, y ni rastro de lascartucheras flcidas que me han quedado a mtras el nacimiento de Rae. Sus pechos, detamao considerable, se mantienen erguidos yaceptan gentilmente el sostn del bikini,aunque en realidad no lo necesitan. Su piel estersa y suave; su complexin, fuerte y atltica.Aspira profundamente, levanta los brazos con

  • la seguridad que le proporciona haber pasadola infancia nadando en un lago de lasmontaas de Colorado, y se zambulle en elEstanque de las Mujeres de Hampstead,expulsando a un pato asustado.

    Me tumbo del todo e intentoconcentrarme en el lugar en que estamos. Unamosca pasa zumbando junto a mi nariz.Alrededor del estanque reina la calma. Losrboles de Hampstead Heath cobijan unmundo escondido en el que las mujeres nadan,se relajan y sonren lejos de miradasmasculinas. El gineceo de un harnseguramente tendra un aspecto similar a este.

    S, pienso. Qu puede haber mejor?Tomar tranquilamente el sol de principios deverano un perezoso viernes por la tarde, sincros.

    Solo que, en realidad, no es as como mesiento.

    El sol me da en la cara y me molesta.

  • Intento relajarme centrndome en los sonidosque me rodean. Antes me gustaba coleccionarruidos interesantes, almacenar hasta el msleve murmullo, eco o rumor, por si un da lonecesitaba. Hoy se oye el trino de unacurruca, el leve chapoteo de las brazadas deSuzy y los crujidos de una ardilla en lasramas.

    Es intil. Por ms que estiro las piernas,la tensin que me agarrota las nalgas y losmuslos no desaparece. Mi mente est enebullicin. Tengo que contrselo a Suzy, nopuedo seguir guardando el secreto. Ya sondemasiadas las cosas que le escondo. Mesiento de nuevo y la busco con la mirada. Yaha recorrido el estanque de ida, y ahora vienede vuelta.

    Qu caramba!: all voy. Me levanto, medirijo a la escalerilla y empiezo a bajar concautela al estanque sombro. Segn los panelesinformativos, hay tortugas y cangrejos.

  • Muy bien! grita Suzy aplaudiendopara darme nimos.

    Expreso mi escepticismo poniendo losojos en blanco. Me voy sumergiendo en elagua, fra y turbia. Tirito. Poco a poco laenvoltura helada va subiendo hasta cubrirmecasi por completo.

    Nada! grita Suzy. Su acusadoacento americano resuena por todo elestanque y la socorrista levanta la vista.

    Me alejo del borde. No soy buenanadadora. Suzy viene hacia m.

    Esto es gloria bendita dice, y sepone boca arriba contemplando el cielo y lascopas de los rboles. La semana que vieneiremos un da a aquel spa de Covent Gardendel que me hablaste.

    De pronto noto que no hago pie y tragoagua. Escupo y pataleo con todas mis fuerzas.No toco fondo.

    Eh!, ests bien? dice Suzy

  • cogindome el brazo. Vamos hasta el centroy volvemos.

    Tomo aire, me despejo la nariz y la sigo.Suze digo, ahora no estoy para

    gastos.Pago yo, tonta.S que lo dice en serio. El dinero no es

    ningn problema para los Howard. A Jez levan bien las cosas; su negocio marcha inclusoen esta poca difcil. Para Suzy, el dinero notrae asociadas las mismas connotaciones quepara m. Para ella, la cuestin monetaria noanda rondando por la casa como una madrepesada, inmiscuyndose en todas lasdecisiones, ahogando todos sus sueos,dicindole: El ao que viene, tal vez.

    Tras comprobar que me encuentro bien,Suzy me deja a mi aire. No s hacia dnde ir.Me resulta raro nadar en una piscina natural,sin un borde de baldosas hacia el quedirigirme, solo leves pendientes de tierra negra

  • en las que sobresalen las resbaladizas races delos rboles. No hay ninguna estructurarectangular para poder contar los largos. Suzytiene razn: es magnfico. Solo que ahoranecesitara esquinas, bordes, principios yfinales.

    Oigo un chapoteo y me doy la vuelta. Laseora mayor sube los peldaos para salir delestanque. Me quedo pasmada: debe de tenerunos noventa aos. Bajo la piel bronceada, lascarnes le cuelgan como cortinas drapeadas delos huesos, viejos y fuertes. Me acuerdo de miabuela: veinte aos despus de la muerte demi abuelo, siempre sentada viendo la tele yesperando el final. De qu depende? Porqu una seora mayor mira la tele mientrasotra se va a un estanque al aire libre pararemolonear entre nenfares y martinespescadores?

    Se mueve sin inhibicin, sin avergonzarsede su propio cuerpo, y eso le confiere un aire

  • de seguridad mientras pasa ante dos mujeresque cotillean animadas. Ambas ocultan susojos tras unas gafas de sol de diseo,inmensas; sus delgados miembros estnbronceados con idntico espray de tonoanodino. Lo ms probable es que sean esposasde hombres de negocios de Hampstead. Llegoa la conclusin de que la anciana debe de seruna antigua sufragista o una botnica famosaque pas la juventud viajando en burro porremotos parajes de Amrica del Sur en buscade plantas desconocidas. En cualquier caso,me da la sensacin de que no tiene tiempopara jvenes como esas. O como yo.Seguramente se ha ganado el derecho a pasarel rato con estos agradables entretenimientos.Sabe que, a nosotras, alguien nos los paga. Yeso no est bien. Eso tiene que acabar.

    Inspiro profundamente; tan rpido comopuedo, nado de vuelta a la escalerilla y meagarro a la baranda con las manos mojadas.

  • Mientras me izo fuera del agua, siento micuerpo tremendamente pesado. Debido, metemo, al lastre de la culpa.

    Tengo que encontrar la manera decontrselo a Suzy. Esto no puede seguir as.

    * * *

    Por Pascua qued claro que Suzy haba

    hecho muchos planes para nosotras dos.Desde que se haba instalado en Londres,deca, todava no haba pasado ni una solahora sin tener que ocuparse de los nios.Incluso cuando Jez estaba en casa; l dice queno es capaz de apaarse con los tres a la vez,as que siempre hay uno que se queda conSuzy.

    El curso escolar an no ha terminado.

  • Como Peter y Otto entraron en mayo en unaguardera privada, y Henry y Rae todavatienen cole, Suzy por fin dispone de laoportunidad de hacer esas actividades quehaba ido marcando en el Time Out y en lagua turstica de Londres. Durante junio hasalido casi todos los das. Sabe que andoescasa de fondos, as que hemos hechoactividades gratuitas. Hemos recorridoRegents Park en patines de lnea, sin hacercaso a las seales de Prohibido patinar.Primero, que nos cojan, coment Suzy alver el cartel. Haba esperado durante muchotiempo la ocasin de deslizarse por loscaminos lisos de la rosaleda sin la rmora delos cochecitos y los patinetes de los nios. Yaunque no me gusta transgredir las normas, yotambin patin.

    Otro da estuvimos comiendo sndwichesen Trafalgar Square despus de visitar laNational Gallery para ver los Botticelli y los

  • Rembrandt. Estuvimos observando el nmero10 de Downing Street a travs de las vallas yviendo el Big Ben de cerca. Suzy incluso mepag la entrada para que la acompaara a laTorre de Londres. Mientras esperaba turnoentre turistas alemanes para ver las Joyas de laCorona, no pude dejar de sonrer. No es laclase de actividades que yo haca con misamistades de Londres antes de tener a Rae,pero hay que tener en cuenta que Suzy vienede Estados Unidos, no de Lincolnshire, comoyo, as que me parece lgico que le apetezcahacer un poco de turismo, igual que yo sub alEmpire State Building cuando estuve enNueva York con Tom.

    Y hoy toca el Estanque de las Mujeres deHampstead.

    Deberamos venir cada da comentaSuzy mientras nos vestimos. Mucha gentelo hace.

    A veces, cuando dice cosas de este tipo,

  • me siento como hoy cuando nadaba en elestanque. Por ms que procurodesesperadamente encontrar algo slido yconocido a lo que aferrarme, resulta que noencuentro nada.

    Son las tres y veinticinco. Suzy hatardado solo diecisis minutos en recorrer ladistancia entre Hampstead Helth y AlexandraPark, pasando por el norte de Londres alvolante de su descapotable amarillo. Se deslizaa toda velocidad hasta hacer una parada a lapuerta del colegio, haciendo caso omiso de laseal de Prohibido dejar pasajeros.

    A por ellos, socia dice alzando lavoz por encima del horrible rock ligeroamericano que le gusta poner cuando vamosen coche, ajena a las miradas que nos lanzanlas madres que salen por la puerta principal delcolegio.

    Aunque me siento incmoda, ro y salgodel vehculo. Las dos conocemos la rutina. Yo

  • recojo a Rae y a Henry y ella va a la guarderaa por Peter y Otto. Prescindimos de laspalabras, nos comunicamos gracias a unarutina diaria compartida, como caballosadiestrados, con una suave inclinacin de lacabeza o un gesto con el pie hacia la escuela,el parque o la piscina.

    Los llevar al parque le anunciomientras cierro la puerta.

    Genial responde Suzy alegremente,y se marcha saludando con la mano porencima de la cabeza.

    Me vuelvo y miro el prtico de entradacon su seal centenaria de ladrillos: Nias.De inmediato siento un escalofro. El murocontundente del Alexandra Palace se alzaespectacularmente detrs del colegio, comouna ola gigante a punto de engullir el pequeoedificio victoriano. Atravieso el portn a todavelocidad; giro a la derecha, hacia la zona delos pequeos, y dedico una sonrisa tensa a las

  • otras mams. Todo el mundo me haba dichoque, en Londres, cuando tienes hijos empiezasa conocer a tus vecinos, pero por lo visto losmos son un caso aparte. Algunas mams meresponden con un gesto y enseguida siguenacordando fechas para que sus nios vayan ajugar juntos, consultando las agendas quesiempre llevan encima. Muchas veces mepregunto qu habr hecho mal. Mi hiptesispreferida es que todo se debe a que, en la listade contacto de los padres de clase, Callie yTom figuran con dos direcciones deLondres separadas, cosa que no ocurre conFelicity y Jonathan, Parminder y David oSuzy y Jez. Suzy dice que si las demsmadres quieren guardar las distanciasconmigo, porque estoy divorciada ydesempleada, y porque vivo sin pareja en unpiso de alquiler, ella y Jez no aceptarn susinvitaciones a las merendolas tontas quemontan en sus amplias casas eduardianas de

  • Driveway, la nica calle, aparte de la nuestra,con admisin garantizada en este pequeocolegio donde hay una sola clase por curso.Dice que es el precio que hay que pagar porllevar a nuestros hijos a una escuela pija tansolicitada, que son una panda de cacatasengredas de clase media por marginarme, yque yo valgo mucho ms que cualquiera deellas.

    Intento creerla, pero a veces no meresulta fcil. En ocasiones me gustara sercomo ellas. En esos momentos creo que sialguna mam invitara a Rae a jugar a su casame echara al suelo y le besara los pies.

    Se abre la puerta del aula y Henry y Raesalen hechos un desastre y con aspecto deestar nerviosos.

    Qu has trado para merendar? murmura Rae.

    Les doy unas barritas de cereales de lasque nunca faltan en mi bolso. Rae lleva una

  • mancha de pintura roja en el pelo pajizo y losdos tienen las manos tan sucias como si no selas hubieran lavado en todo el da. Como decostumbre, busco alguna seal en sus ojos.Est agotada? Demasiado plida? La tomoen brazos; la abrazo muy fuerte y le beso lacara hasta que se escabulle, riendo.

    Ests bien, Henry? le pregunto.Parece aturdido, casi ensimismado, y

    mira detrs de m a ver si ha venido Suzy. Sise encontrara aqu, l ya estara lloriqueandopara manifestar su malestar por el abandonomaterno. Dejo a Rae en el suelo y lo abrazo al para mostrarle comprensin. Se apoya unpoquito en m y suspira. Y los dos se ponen aandar, royendo su comida como cachorrillos.

    Al llegar a la verja, Henry echa a correr.Lo hace todos los das, pero yo estoy tanocupada tratando de embutir sus dibujos en labolsa que me pilla desprevenida.

    Henry! grito.

  • Lo persigo por la acera, sujetando a Raeque lo sigue sin mirar, esquivando a unhombre, a una mujer y a dos nias. El hombrese da la vuelta. Es Matt, un divorciado, padrede un nio de otra clase. O El-to-bueno-con-quien-tiene-que-montrselo-Callie, segn lollama Suzy. Y justo ahora he topado con l.

    Perdn, digo al pasar por su lado, ylevanto la mano para enfatizar mi peticin dedisculpa. l sonre afablemente, pasndose lamano por el pelo recin cortado. Para miincomodidad, me ruborizo. Idiota, idiota,idiota, murmuro. Se dira que...

    Alcanzo a Henry en el parque de detrsdel colegio.

    Henry!, no corras tanto. Piensa queRae te sigue y si se cae es muy peligroso paraella.

    l masculla un perdn, salta de piessobre un columpio y se impulsa con toda sufuerza, como si quisiera hacer salir toda la

  • energa acumulada igual que se exprime unbote de ketchup. Rae se sienta en el columpiode al lado y se pone a jugar con unamuequita que, no s muy bien cmo,siempre consigue llevar consigo, por ms quela registre antes de salir de casa. El lunes queviene buscar en las mangas. No hablanmucho, Henry y Rae. Pero, como dice lamaestra, parecen unidos por un hilo invisible.All donde uno est, el otro no andar lejos:como yo y Suzy.

    Me pregunto qu piensa Rae de eso. Mepregunto si se siente como yo.

    Miro a mi hija y pienso en Suzy, y nisiquiera puedo imaginar qu pasar con elloscuando no est yo.

  • 2 SUZY

    AS que ya haba vuelto.Eran las cuatro menos cinco; en cuanto

    Suzy abri la puerta de su casa del nmero 13de Churchill Road, vio los zapatos de Jez enmedio del vestbulo y se dio cuenta de que sureunin con Don Berry haba durado poco.

    Abajo, pequeajos dijo, y dej aPeter y a Tom en el suelo despus de haberlosllevado en brazos desde el coche.

    Sin perder la amplia sonrisa con la queirradiaba la energa positiva necesaria paraevitar que los nios se columpiaran al bordede la histeria al salir de la guardera, empujlos mocasines hacia el zapatero, con sus filas

  • de sandalias coloridas que con su ordencreaban el efecto de una tienda de bombones.

    A quin le apetece tomar algo? dijo, mientras pona la americana de Jez en elperchero.

    Los nios la miraron, no muyconvencidos.

    Y quin querr una galleta de las quehace mam? gru impostando una vozboba.

    Los nios asintieron con mayorentusiasmo.

    Genial! exclam, haciendocosquillas a los nios de camino a la cocina.

    Peter rea. Otto chillaba y le apartaba lamano a manotadas, mientras sus ojos castaoslanzaban una advertencia. Ese da el pequeoiba a necesitar ms ayuda, advirti Suzy.

    Eh, cariito? dijo, volviendo atomarlo en brazos.

    l se resista, aullaba irritado y le

  • agarraba el pelo.No le murmur ella al odo,

    sujetndolo con fuerza.Su cuerpecillo, con la pesadez del nio

    que apenas empieza a caminar, empez arelajarse. Sus dedos soltaron la presa. Ella selos bes suavemente y not un olor a sudorsalado y exhausto y a alubias cocidas.

    Ay, cario mo dijo.El hecho de tenerlo en brazos despert

    en Suzy el deseo de tener ms hijos. Y estavez seria nia; una nia que se llamara Nora,con pecas y con el pelo rojizo de Suzy cuandoera pequea, y no con la rica oscuridad de losgenes de la clase alta dominante inglesa deJez.

    Otto refrot la nariz por la parte delanteradel vestido de Suzy, la marc territorialmentecon un moco y suspir.

    Est bien, no pasa nada, cielo susurr, y apret su mejilla contra la delgadez

  • de la mejilla hmeda del pequeo. Estscansado.

    Mmm asinti el nio.Volvi a dejarlo en el suelo, suspirando

    satisfecha por haber acertado, y se quedmirndolo mientras l entraba en la cocinadetrs de Peter, con sus bucles negrosmecindose al ritmo de sus pasos de beb.

    El sol de la tarde se filtraba por la paredde cristal que ocupaba toda la parte trasera dela casa, haciendo resplandecer su cocinaitaliana. Los nios se subieron al inmensosof. Le encantaba ese espacio. En esemomento le pareca imposible recordar elaspecto que tena cuando lo ocupaban unmontn de pequeas e incmodashabitaciones victorianas. Cuando Jez le dijo elprecio de la casa, pens que le estabatomando el pelo. En Colorado, ese dinerohabra bastado para comprar un ranchopequeo. Entonces l le explic que el

  • vendedor acababa de recibir el permiso paratirar tabiques y ampliar por detrs, cuando l ysu novia decidieron separarse. De repente,Suzy comprendi que poda quedar perfecto.Una amplia habitacin familiar llena dejuguetes, los amigos que haran en Londres yella sirviendo ollas enormes de pasta paratodos; nios correteando por ah, y Jez y elladescorchando botellas de vino juntos. Sumarido tena razn. La habitacin habaresultado fantstica.

    Solo que ltimamente no haban pasadomucho tiempo all.

    Suzy sac papel y rotuladores del cajnde la mesa de la cocina y los dej sobre lamesa con una galleta y una bebida para cadauno; luego, con un beso, fue ayudando a losnios a sentarse en su sitio. Encendi elhorno, sac una bandeja de albndigas quehaba dejado preparada en la nevera y sevolvi para lavarse las manos.

  • Entonces lo vio.Haba vuelto a hacerlo.Haba un peridico abierto sobre la

    encimera de cuarzo y, al lado, un tazn con elreluciente interior profanado por un cerco decaf. Alrededor, migajas esparcidas. Losrestos de un sndwich comido sin plato y sinla menor consideracin por quien tuviera quelimpiar.

    Zapatos, chaquetas, tazones, migajas:todo por ah. Restos de espuma de afeitar.Baeras sucias. Aceite de oliva sin sucorrespondiente tapn. Una casa llena deindicios de cosas que Jez nunca expresara conpalabras.

    Apretando los dientes, Suzy dobl elperidico y lo meti en la caja del papel parareciclar. Ella y los nios alzaron la vista al oren la escalera unos pasos pesados que sedirigan a la cocina. Jez se perfil en la puertacomo un nubarrn a punto de descargar.

  • Hola... ha ido bien, chicos? mascull bruscamente.

    Peter sonri con timidez, Otto empez agimotear de nuevo. Jez mir fugazmente a sumujer y volvi a inspeccionar la cocina.

    No encuentro el cargador.Volv a ponerlo en tu escritorio

    declar ella con rotundidad, mientras coga aOtto para volver a abrazarlo. Necesitabausar el hervidor.

    Jez arque las cejas y se dispuso a salirde la cocina. Ella no pudo contenerse.

    Quieres que tambin retire eso? pregunt sealando al tazn sucio con unainclinacin de la cabeza. l se detuvo y seencogi de hombros. O lo dejo dondeest?

    Suzy aup a Otto y lo apret contra sucuerpo, como un escudo.

    Vale, hombre, vale mascull Jez,mientras sala por la puerta de la cocina

  • acaricindose el pelo.Suzy volvi a dejar a Otto y se puso a

    trocear un pepino centrando toda la atencinen sus protuberancias, para no ceder alimpulso de seguir a Jez. Con un sobresalto, sedio cuenta de que Peter la miraba en silencio,con un gesto ceudo en la carita. De los tres,Peter era el ms sensible. Era el que siemprese quedaba atrs, el que dejaba que Otto yHenry fueran los primeros en agarrar losjuguetes, el que acariciaba el brazo de Suzycon delicadeza mientras sus hermanos semordan y se coceaban mutuamente. Ella lelanz un beso para mostrarle que todo iba bieny empez a poner la mesa intentandoconcentrarse en el plstico azul moteado.

    Tres platos para sus hijos, ms uno paraRae, por si acaso. Pero, a Rae le gustaban lasalbndigas? S, le gustaban, eran las salchichaslo que no... Cmo pudo decir eso Jez?

    Dej la jarra y apunt con el mando a

  • distancia al televisor de pantalla plana de lapared. Maldicindose en voz baja por ser ellamisma quien rompa la norma de no ver la teledurante la semana, fue probando hasta darcon Pat el Cartero. La cara de los nios seilumin, y se volvieron hacia la pared.

    Mami va a hacer pis dijo Suzyalegremente. Vuelvo enseguida.

    Asegurndose de que no la seguan, subisigilosamente las escaleras, pasando la primeraplanta hasta llegar a la buhardilla, que Jezhaba habilitado como despacho. La puertaestaba cerrada.

    La empuj con el codo.La hoja se abri dejando a la vista a Jez

    delante del ordenador, frente a una paredcubierta de diagramas y esquemas que notenan ningn significado para ella, hasta elmomento en que apareca el dinero en sucuenta corriente. Ya no le peda a su maridoque intentara explicarle en qu estaba

  • trabajando: Me gustara entenderlo, amor,as podr estar contigo si necesitas apoyo. lle haba contestado que no haca falta, que yala informara cuando tuviera algn problema.

    Jez llevaba todava los pantalones deltraje gris Paul Smith y la camisa color grafitoque se haba puesto para la reunin en laciudad. Incluso los das en que no tena citascon clientes, vesta impecablemente. Se volvipara mirarla y su cuerpo de metro noventa deestatura y ms de noventa quilos de peso hizochirriar las ruedecillas de la silla giratoria. Jezera corpulento, desde cualquier punto de vista.Incluso entre esos hombres del Medio Oesteamericano, que, con sus manos rudas devaquero, pasan los das laborables trajeadosen la ciudad y el fin de semana cazando en lasmontaas, Jez haba salido airoso estando conellos en el bar hombro con hombro yencajando las bromas de rigor sobre su acentobritnico con una cara de palo que pronto le

  • vala un palmetazo en la espalda y un trago debourbon.

    En aquella poca, la fuerza de Jez le dabaseguridad. Ella no haba imaginado qupasara si esa fuerza se volviera contra ella.

    Qu? dijo Jez, volvindose paradirigirle una mirada inexpresiva.

    Qu? Y t qu crees?, habraquerido decir; pero ya era tarde para esaspalabras; as que, en un impulso, hizo otracosa. Se desabroch por atrs el sujetador delbikini a travs del vestido.

    Jez la miraba. Le cost entender lo queestaba haciendo.

    Oh, no dijo con firmeza, moviendola cabeza y volvindose hacia la pantalla conuna media sonrisa, que haca evidente loridcula que le pareca la idea.

    El rechazo la ofendi. Pero erademasiado tarde. Se le ech encima, le puso lamano en el hombro y lo puso de cara

  • haciendo girar la silla de ruedas.No. En serio: djame dijo l.

    Cualquier resto de buen humor habadesaparecido bruscamente de su voz, y losfuertes msculos de sus hombros se zafaroncon facilidad de los dedos de Suzy.

    Pero ella era solo trece centmetros msbaja, y antes de que Jez pudiera detenerla, yalo estaba rodeando con su larga pierna yapretaba el pecho contra su cara, para evitarque la apartara.

    Suzy! gru. Te he dicho quepares. No quiero. Djalo.

    Pero cmo poda parar ella?Reaccionando a la humillacin, Suzy le agarrla mano e intent llevarla al interior del escotede su vestido, esperando algn tipo deconexin con su marido, aunque consistiera enque l se riera de su desesperacin. Luegopodran abrazarse y bromear sobre su deseode hacer ms nios. Cualquier cosa que

  • rompiera el silencio.Quieres parar de una puta vez? le

    espet l, agarrndole una mueca,juntndosela con la otra y manteniendo ambaspor encima de los hombros. Es que no meescuchas: no quiero!

    Sus ojos quedaron a pocos centmetrosde distancia, cruzando la mirada. De prontofue consciente de la oscuridad que se percibaen las pupilas de su marido.

    Al mirarse las piernas desnudas que olanun poco al agua del estanque y notar el lo detirantes sueltos bajo el vestido, Suzy seavergonz. Sinti el rubor en las mejillas.

    Est bien. Sultame susurr.Abajo son el timbre: deba de ser Callie

    con los nios.Jez le sujet las muecas un instante

    ms. Luego, Suzy sinti que la soltaba.Est bien dijo l, bajando la voz. Su

    expresin se relaj por un momento.

  • Y en ese momento Suzy se dio cuenta.Por dios! Jez senta lstima de ella!

    Se oy una llamada abajo.Suzy baj la mirada.Soy tu mujer susurr, tan bajito que

    ni siquiera qued convencida de que l lahubiera odo. Y con eso se fue del despacho.

  • 3 CALLIE

    DE regreso a Churchill Road, despus decruzar el parque, Rae y Henry van de lamano. Caminamos por la tranquila calle decasas victorianas donde vivimos, mirando lasjardineras que tienen los vecinos en lasventanas. Los he llamado vecinos, pero locierto es que, excepto Suzy, lo nico quetienen en comn conmigo los habitantes deChurchill Road es el cdigo postal. Cuandollegu aqu, haba una chica bastante simpticaque viva en el nmero 25. Una vez lepregunt dnde haba comprado sus jardinerasde hierro forjado; me pareci agradable ypens que alguna vez podra invitarla a tomar

  • una taza de t. Pero al cabo de dos das vi unafurgoneta de mudanzas delante de su casa y lachica se fue. Ni siquiera llegu a saber sunombre.

    Giramos a la entrada de la verja de casade Suzy, en el nmero 13. Al lado, en el 15,hay cajas vacas: un atisbo de esperanza param; a lo mejor los vecinos nuevos son majos.

    Llamo al timbre y espero: no hayrespuesta. Toco a la puerta: nada. Qu raro:abro la ranura del buzn y oigo el murmullode la tele. Deben de estar en el patio trasero.Despus de buscar un poco, saco del bolso eljuego de llaves adicional de Suzy (ella y yointercambiamos llaves hace un ao) y hagogirar la cerradura rezando por no topar conJez andando por la casa desnudo y con jet lag,como aquella primera vez, despus de la cualya no pude mirarle a la cara en un mes.

    Oigo una trpala de pies que bajan laescalera mientras abro la puerta.

  • Lo siento, estaba en el bao. Hola,guapo! chilla Suzy, cogiendo a Henry enbrazos, abrazndolo y cubrindolo de besos. Cmo te ha ido el da? Te he echado demenos.

    Henry hace esfuerzos por contener lasonrisa.

    Te quedas a cenar? Comeremosalbndigas.

    Que me quede? Seguro?Pues claro.Cuando Suzy me invita, nunca soy capaz

    de negarme. Debera intentarlo de vez encuando, pero no lo hago. Es elegir entre estarcon ella o ir a casa y or el chasquidocarcelario de la puerta del piso, dicindomeque ya no volver a ver a ningn adulto hastael da siguiente.

    Suzy apa a Rae y la besa tambin.Hoy ests guapsima.Gracias, ta Suzy.

  • Buena chica dice ella, y la besa otravez antes de bajarla al suelo.

    En los brazos de Suzy, Rae parecesegura, algo que siempre me inspiraagradecimiento.

    En la cocina, guardo los rotuladores y elpapel en el cajn y ayudo a Suzy a poner lacena para los nios.

    Est Jez? pregunto mientras troceoun papel.

    Aj confirma, indicando la escaleracon la cabeza. Est trabajando en aquelcontrato canadiense que pondr en marcha elmes que viene. Pero, despus, habla dellevarnos a un hotel de Devon donde hayactividades infantiles y nieras, y l y yopodremos tener un poco de tiempo para estarjuntos. Ya sabes...

    Pues... no. Suspiro.Me ve la cara.Oh, cielo: lo siento.

  • No, tranquila, no pasa nada. Tomvolver pronto y entonces me tomar undescanso.

    Esboza una mueca burlona.Un descanso? dice sarcstica.Me encojo de hombros.Cal, eso de que est llamndote cada

    diez minutos tiene que parar dice Suzy,bajando la voz, mientras Rae nos miraatentamente.

    Lo s. Suspiro. Es que como nola ve a diario, se cree que cualquier resfriadopuede indicar algo grave. Es an peor queyo...

    Suzy me pasa un brazo por los hombros.Bueno, tiene que acostumbrarse a vivir

    con eso: ests agotada. En todo caso, yasabes, siempre puedes dejarla conmigo, siquieres hacer una escapada.

    Una escapada? Me falta poco parasoltar: Una escapada adnde? Y cmo voy

  • a pagarla? Pero me contengo, porque s quelo dice de buena fe. As que sonro.

    Ya tienes bastante con lo tuyo, perogracias por ofrecerte.

    Suzy me besa en la mejilla y se pone aretirar los platos de los nios.

    Pero oye, sabes con quin he habladohoy? digo sonriendo, mientras ella revoloteaalrededor.

    Ah, s? Qu cabrona!Suzy me hace gracia cuando utiliza las

    palabrotas inglesas. Pierden potencia, suenandivertidas; es como si oyera a la reinallamndole hijo de puta a alguien.

    He topado con l mientras hablaba conla mam de Maddy, de la clase de Henry yRae.

    Noooo! Vuelve a protestar Suzy,divertida y con los ojos muy abiertos. Quidea se me ha ocurrido! Vers: Rae y Henrytienen que invitar a su hija Como-se-llame a

  • merendar.Pero si ni siquiera la conocen!Callamos al or un crujido en las

    escaleras y enseguida Jez entra en la cocina.Hola, cmo ests? dice,

    inclinndose para darme un beso debienvenida en la mejilla.

    Bien, gracias. Qu tal por Vancouver?Fro. Saca una cerveza de la nevera,

    coge un pellizco de la pila de queso que Suzyha rallado y se lo echa a la boca. Ella le sonrey le acaricia la espalda suavemente.

    Quieres comer, cario? preguntaSuzy mientras l abre la cerveza.

    No te acuerdas? Esta noche salgo.Don ha vuelto de Estados Unidos.

    Ah, s.Bueno, voy a ducharme. Cmo ha

    ido en el estanque?Bien, gracias respondo. Fro.Esboza una media sonrisa y luego,

  • cumplido el trmite, se encamina a la puerta.Las fronteras estn muy claras. Soy amiga deSuzy.

    Mi amiga nunca se queja y siempre mehabla de todo lo que Jez hace por ella, pero aveces me asombra la cantidad de veces queese hombre ha de hacer una llamadaimportante justo cuando ella est a punto debaar a los nios o toca cambiar un paal. Asque hoy, cuando los cros terminan de comery Suzy sirve una copa de vino para las dos,soy yo quien cambia a Otto, con Rae haciendocaras por detrs de mi hombro para hacerlerer, mientras Suzy convence a Peter para queuse el orinal. Mientras ella baa a los nios, yocoloco los platos en el lavavajillas y lo pongoen marcha.

    Listo, nos vamos digo cogiendo aRae con sus trastos y dirigindome a la puertaprincipal. Gracias por la cena.

    De nada; psate por aqu el fin de

  • semana. An no tenemos nada planeado.Ya fuera, las cajas vacas en la acera me

    hacen pensar en los nuevos vecinos. Hago unaindicacin con la cabeza hacia la puerta de allado, hacia el nmero 15.

    Ya los has conocido?Parecen buena gente dice Suzy

    encogindose de hombros. Ah, cielo, dejaque pague el spa la semana que viene diceaupando a los gemelos del suelo. Tmatelocomo un regalo de cumpleaos adelantado.

    Faltan ms de tres meses para micumpleaos. Me vuelvo a mirarla: un hijo encada brazo; el vestido manchado de salsa detomate. Suzy, Suzy: siempre dndolo todo porlos nios. Y por Rae. Y por m. Obteniendotan poco a cambio. Esto no puede seguir as,pienso, es injusto.

    Te llamo maana por la maana digo, dicindole adis con la mano.

    El sbado por la noche, me prometo,

  • cuando los nios duerman; se lo dir maanapor la noche.

  • 4 DEBS

    DEBS contemplaba a las mujeres,atisbando a travs de los visillos que habandejado los propietarios anteriores hasta queellos pudieran comprar unos. Eran msjvenes que ella; tendran treinta y pocos,quizs, y hacan gala de esa seguridad que yahaba observado en muchas mujeres de all.Lo notaba en sus movimientos lnguidos yconfiados. En las voces, que proferan en altoy sin reparos los nombres llamativos ysingulares de sus hijos, de lado a lado de unacalle o de un extremo al otro de una tienda. Aqu se dedicaban esas mujeres, o sus maridos,para poder permitirse una vivienda de

  • propiedad siendo tan jvenes, y en esa zonadel norte de Londres? Ah estaba Debs, casicuarenta y ocho aos, comprando su primeracasa.

    A la americana la haba visto antes. Alllegar con el furgn de las mudanzas el daanterior, haban visto que entraba en la casade al lado, en el nmero 13. Pero Debs estabatan agotada en ese momento que no prestsuficiente atencin cuando la mujer le dijo sunombre. Sue? Susan?

    Debs se peg ms al visillo para ver quocurra, tanto que sin querer form unaespecie de tienda de gasa con la nariz. Laamericana estaba de pie junto a la puerta,saludando a la otra mujer, que, junto a unania pequea, cruz la calle y entr en elnmero 14. Debs cont los nios que sehaban quedado jugando en el jardn dedelante de la casa. Uno... dos... tres... tresnios? Tres? Santo Dios! Ya haba odo a

  • uno el da anterior por la tarde con unberrinche, chillando sin parar en el jardn conun tono agudo de papagayo, hasta que Debscrey que le entrara dolor de cabeza.

    Debs, no empieces suspir una vozdetrs de ella.

    Se volvi y vio a Allen con undestornillador en la mano.

    No empiezo... exclam, echndoseatrs, pero l dio media vuelta y sali de lahabitacin antes de que ella tuviera tiempo deacabar la frase.

    Qu desagradable. Ahora deba de estarobservndola otra vez.

    No tena sentido.Levant la cabeza; se mir en el espejo

    que se encontraba encima de la chimenea demrmol y una sonrisa amplia se dibuj tras lasgafas. Luego, sali de la sala de estar hacia sunuevo vestbulo victoriano. Era un espacio enel que an se senta incmoda. Comparado

  • con las pequeas estancias del piso deHackney, que pareca proyectado por unarquitecto que hubiera hecho tenderse en elsuelo a alguien para trazar las lneas de lasparedes segn las dimensiones del cuerpo, elvestbulo pareca una caverna, una cuevademasiado grande. Las paredes se alzabanhasta las vetustas molduras de la cornisa, llenade telaraas, y luego seguan por el hueco dela escalera hacia la primera planta, mucho msarriba: no, no le gustaba. Pero no pensabadecrselo a Allen. Rpidamente, camin por elpasillo hacia el comedor, en la parte posteriorde la casa.

    Tenemos escalera! exclam,intentando que su voz sonara ligera.

    Allen dibuj una sonrisa tensa y continumontando la estantera, subindose las gafasarriba de la nariz, de donde resbalabanconstantemente. Qu quera decir ella coneso? Qu ms le daba eso a l? Como si no

  • se hubiera arrastrado arriba y abajo debastantes escaleras en la pequea y sombracasa de su madre en Kings Cross, llevndoletazas de t.

    Puedes sujetarme esto un segundito,cario?

    Desde luego, amor dijo Debs,sujetando el tablero mientras l haca fuerzacon el destornillador.

    Se qued ensimismada, mirando losdedos rechonchos y pecosos de Allenmanejando el destornillador, mientras sus ojosgiraban concentrados: bueno, quizs se habaprecipitado al conceder tanta importancia alhecho de tener una escalera en la nueva casa.Pero qu iba a hacer? No era culpa suya.Haban sido todos aquellos meses. Todosaquellos meses en que la vecina de arribaentraba a las doce y media de la nochepisando con sus tacones el suelo de vinilo dela entrada comunitaria: siempre ocho pasos;

  • luego, quince ruidos sordos escaleras arriba,ocho taconazos ms pasando por delante de lapuerta de Debs y quince golpeteos sordos mshasta la puerta de su piso. Otra vez,murmuraba Debs, que estaba tumbada en lacama con los tapones embutidos en los odosy que, adems, se cubra con la almohada.Tambin esa vez, como siempre, seequivocara de llave? Pero no. Generalmentelo intentaba dos veces, postergando elinevitable portazo al cerrar; luego se oan suspasos amortiguados en el techo, hasta queencenda el televisor y durante dos horas unestruendo sordo invada la habitacinennegrecida de Debs, que yaca boca arriba,con dolor de mandbulas de tanto apretar yhacer rechinar los dientes, los prpadospesados y rodeados de ojeras tras horas deestar en la oscuridad mirando al techo conirritacin.

    Allen tom el tablero, despertando a su

  • esposa de su ensoacin.Correcto; ya lo tengo. Prepararas

    una taza de t, cario?Buena idea dijo ella alegremente.Debs se meti en la cocina, donde haba

    una caja con sus tazones de siempre junto auna otra con las tazas de t de porcelana chinatradas de casa de la madre de Allen.

    S, escaleras, pens poniendo las bolsitasen la tetera de su suegra. Haba dedicado tantotiempo a procurar tener sus propias escalerasque haba olvidado algo muy importante: loslados. Las casas adosadas tienen lados,tambin. Y ahora que Allen por fin estabaocupado, ella podra investigar al respecto.

    Gracias, cario dijo l mientrasDebs le serva una taza de t y una galleta.

    Bueno, ahora podra desembalar otracaja coment ella intentando que su vozsonara neutral. Si no me necesitas...

    Contuvo el aliento. Allen asinti tomando

  • un sorbo sin apartar los ojos de lasinstrucciones de las estanteras.

    Intentando no apresurarse demasiado,Debs volvi al vestbulo y tom una de lascajas que Allen haba sealadocuidadosamente usando un cdigo de colores.Naranja, cocina; rojo, libros; naranja y rojo,libros de cocina. Tom una caja amarilla(ropa), subi las escaleras y se dirigi aldormitorio principal, que daba a la fachada yque abarcaba la superficie correspondiente alvestbulo y la sala de estar. Cerr la puerta sinhacer ruido, se dirigi a las ventanas y corrilas cortinas, de forma que la habitacin quedbajo una luz rosa, difusa y aterciopelada.

    Volvi hacia la puerta y, con suavidad,dej en el suelo la caja de ropa. Entonces,arrodillndose junto a la caja, peg la oreja ala pared que comparta con la americana.Perciba el olor a polvo del papel de pareddecorado con motivos florales; desliz la cara

  • sobre el papel hasta que su mejilla se detuvosobre el tallo de una glicinia. Oooh, estuvoa punto de soltar, un oooh lleno de alivio.

    Al principio no oy nada. Un tenuemurmullo: caros del polvo, se dijo, apretandocon ms fuerza el odo contra el papel;hormigas, tal vez.

    Transcurrieron unos instantes. Qu eraeso? Si contena el aliento y no haca ningnruido poda or un leve pulso, glup, glup-glup.Las tuberas, quizs? Eso no sera grave.Probablemente a pocos centmetros dedistancia ya no oira nada, y seguro que nodesde la cama.

    Hasta ah todo bien. Arrim un poco elcuerpo a la pared y esper. Pas un minuto, yotro. Y luego otro ms. Se acab el ruido.

    Retir la cabeza de la pared un momentoy, mientras esperaba, se puso a colocar lascorbatas de Allen en una pila y los calcetinesmarrones y los grises en montones separados.

  • Poda tener tanta suerte de que nohubiera...? PUEDES ESPERAR A QUETERMINE, JEZ? Para Debs esa fraseamortiguada supuso semejante impacto quevolvi la cabeza alejndola de la paredbruscamente y sinti un chasquido en elcuello.

    Qu? De dnde sala eso? Permaneciagazapada, mirando nerviosa alrededor, comosi la propietaria de la voz estuviera en lahabitacin.

    Debs aguard un poco y luego volvi apegar la oreja al tabique. Ahora se oa otracosa, como un goteo; no, ms suave, como...Imposible: un fuerte burbujeo y tuberasgimiendo; el ruido de la cadena de un retrete,justo a la altura de su cabeza, casi la tira deespaldas. Un retrete! Deba de ser el bao deuna habitacin de la casa de al lado. Con unmagnfico y ruidoso inodoro que ella oira enmitad de la noche?

  • Las palpitaciones golpeaban el pecho deDebs como una aldaba. Sinti una sensacinde opresin en la cabeza, como si alguien lehubiera puesto una mano sobre el crneo yapretara.

    De repente, la puerta de la habitacinempuj su pierna: Allen.

    Dando un respingo, Debs se ech a laderecha, hundi las manos en la caja de ropaque haba subido y las sac de golpe,enviando por los aires una de las corbatas decrquet de Allen, que fue a parar al otroextremo de la habitacin.

    Todo bien, cario? pregunt Allen,quien asom la cabeza por la puerta y mir yahacia la corbata que haba quedado colgandoen el tocador, ya hacia las cortinas echadas.Camin hacia la ventana y las descorri. Debsesboz una sonrisa forzada, rascndose elcuello.

    Estoy desempaquetando.

  • Allen torci el gesto.Seguramente ser mejor esperar a que

    hayamos despejado el vestbulo.Hum, quiz tengas razn contest

    ella, ponindose en pie.Allen le alarg la mano para ayudarla;

    luego, examin el dormitorio: la luz del solentraba por las ventanas y derramaba un hazde luz lechosa sobre las paredes; la camaestaba recin hecha, con el edredn colorcrema que haban trado y flanqueada por laslmparas de madera a juego.

    S... Aqu seremos felices sentenciAllen moviendo la cabeza.

    Sonaba como una orden, pens ella. Ytras la experiencia de los ltimos cinco meses,no poda culparlo.

    Debs oy el golpe de la puerta principalde la casa de al lado y que alguien sala por lacancela del jardn. Iban a hacer ese ruidocada vez que abandonaran la casa?

  • Ah, s, cario dijo Debs,devolvindole la sonrisa, seguro.

  • 5 CALLIE

    TARDO en comprender que lo que oigoes el timbre del telfono.

    Sucede que a veces sueo sonidos. Sque la mayora de la gente suea solo conimgenes; no es mi caso, desde que era nia.A menudo me encuentro en algn lugarsolitario, como el campo de patatas de mipadre en invierno, bajo aquel cielo grisplomizo de Lincolnshire, escuchando elsilencio. Luego empiezan a emerger lossonidos en el entorno, cada uno de ellos conun timbre singular que llega perfecto, puro, amis odos. Todo puede empezar con un vientoque sopla a mi alrededor, haciendo crujir las

  • ramas de los rboles. Arranca la msica, comorfagas de aire que soplan por los tubos deriego en notas discordantes. Luego, seincorpora un latido, un golpeteo estertreo ypesado. Y es entonces, normalmente, cuandome despierto, sudando, con el corazndesbocado. Salto de la cama y corro a lahabitacin de Rae para comprobar que todavarespira.

    Pero esta noche lo que me despierta noson los latidos de mi corazn, una pesadilla oRae gimiendo entre sueos. Es Tom.

    Hola oigo su voz a travs deltelfono. He recibido tu mensaje. Ququeras decirme?

    Un momento digo, procurandoajustarme el auricular al odo.

    Del otro lado de la lnea llega unareverberacin sorda: llamada va satlite.

    Qu pasa? pregunta con voz depreocupacin.

  • Ah... No. Rae est bien aseguro,intentando incorporarme.

    Bueno, qu pasa entonces? dicebruscamente.

    Tom contesto, abriendo los ojos yparpadeando, sabes que aqu son las dosde la madrugada?

    Se produce un silencio mientras cae en lacuenta de que l, en Sri Lanka, lleva cincohoras de adelanto, y no de atraso, conrespecto al tiempo del Reino Unido.

    Mierda. He vuelto a hacerlo?Tom es cmara especializado en

    naturaleza y vida salvaje; puede explicrtelotodo sobre los hbitos alimenticios del chacaldorado o el fnec sahariano; pero, encuestiones de clculo no da pie con bola.Antes me haca gracia y me enterneca que medespertara a las dos de la madrugada desdeUganda o Papa Nueva Guinea, me gustabaor su voz aturdida pidiendo disculpas por

  • haber metido la pata otra vez. Venga,explcame qu has hecho, deca yo, y meintroduca en la oscuridad debajo de lasmantas para poder imaginar que l estaba a milado; as escuchaba el relato de cmo habapasado el da buscando el refugio de unaespecie rara de tarntula o instalando unacmara sobre un rbol mientras los guasahuyentaban a un puma de los alrededores.

    Pero Tom y yo ya no bromeamos.Jams. Vamos al grano.

    Te he llamado porque tengo que darteuna noticia.

    Qu noticia?Mmm... pues que voy a volver a

    trabajar.Hay un silencio. Un silencio inmenso,

    que se extiende de Londres a Sri Lanka, atravs del estrellado mar de Arabia.

    A lo mejor tengo suerte, pienso; al fin yal cabo, con Rae he tenido suerte cuando se lo

  • he dicho: se ha entusiasmado tanto que haescupido las palomitas que comamos ennuestro tradicional festn nocturno delviernes.

    Trabajars? ha chillado. Comola mam de Hannah? Tambin sersfarmacista?

    Farmacutica corrijo. Rae ya me hadicho que Hannah es su mxima aspirante amejor amiga.

    No, trabajar en otra cosa. Pero tedas cuenta de lo que eso significa? Significaque no estar aqu para venir a buscarte alcole.

    Yupi! ha exclamado. Entonces,podr ir a clases extraescolares con Hannah?

    Hum... s le he contestado aturdiday agradecida, aunque inmediatamente heempezado a echarla de menos.

    As es como ha ido con Rae. Pero Tomes Tom.

  • Qu! Ests de broma?No.Suspiro.Tom, escucha: no puedo pasarme en

    casa toda la vida. Se supona que iban a sersolo seis meses; luego fue un ao. Y ya vapara cinco. En algn momento tengo quevolver a trabajar.

    No dice nada, as que prosigocautelosamente.

    El hecho es que se me ocurri llamar aGuy, de Rocket, por si tena algn trabajo defreelance para unos cuantos das, y en esasme pregunta de sopetn si quiero ocuparmedel sonido del primer corto de Loll Parker:aquel artista sueco, el que vimos en la Tate,te acuerdas?

    Me interrumpo, procurando contener lasonrisa involuntaria que desde el martes,cuando habl con Guy, pretende aflorar a mislabios.

  • Caramba, Cal me gustara que dijera. Bravo! Bravo por ser tan buena en tutrabajo que tu antiguo jefe estaba deseando tullamada despus de cinco aos!

    Perdona, Cal. Me parece que hay algoque no entiendo dice en la realidad.Entonces, quin se ocupar de Rae?

    Cuando esa frialdad emerge de los labiosde Tom todava me siento como si de golpe eluniverso cambiara de eje. Mi Tom siemprehablaba como si al final de la frase fuera adecir algo gracioso. Mi Tom nunca se diriga am en ese tono. Ni una vez en cuatro aos.Trato de recordarme que est preocupado porRae.

    Bueno, durante unas semanas ir aactividades extraescolares digo, intentandorecordarme que l necesitar tiempo parahacerse a la idea, como mnimo el mismo queyo. Y por cierto, se muere de ganas.Adems el personal tiene formacin en

  • primeros auxilios. Igual que los maestros. Perosi lo de Loll Parker va bien y me gusta y Guyme ofrece ms trabajo, entonces, yaveremos... Seguramente buscar una canguroque se adapte a mi horario.

    Se produce un silencio todava msprolongado.

    Tom?Qu? contesta secamente.Lo intento de nuevo.Mira, ya s que es mucho pedir, pero

    podramos hablarlo con calma? Guy meadvirti que la tecnologa ha cambiado mucho.Yo le dije que no habr ningn problema,seguro, pero la verdad es que no me llega lacamisa al cuerpo...

    Se produce otro silencio.Francamente, Cal, me importa un

    bledo. No puedo creer que dejes a Rae conextraos. Despus de todo lo que hemospasado con ella. Y estoy en el otro extremo

  • del mundo, joder: qu se supone que he dehacer?

    Hoy Rae y yo hemos celebrado mi nuevotrabajo. Hemos preparado unos cctelescon limonada, zumo de manzana y coloranterosa; y hemos bailado con las Girls Alaud.

    Tomo aliento. Tranquilzate, pienso.Tom. No s, tal vez... Este ao has

    estado fuera casi siempre... y...Bueno, eso es lo que tiene cargar con

    dos alquileres, Cal.Exhalo.Muy bien, pero me parece que no eres

    consciente de sus capacidades. Quiere hacercosas por s misma. La semana pasada supepor la maestra que ella misma haba decididounirse a la coral de los mediodas y ya esperacon ilusin el concierto de final de curso. Ytendras que haberla visto hoy, corriendo haciael parque con su amigo: est deseando contodas sus fuerzas separarse de m; quiere ser

  • normal. Quiero decir que es una nia normal,Tom.

    En ese punto lanzo mi ltima apuesta.Adems, de esta forma volver a ganar

    mi propio dinero y no tendr que estarpidindote siempre. A lo mejor as no tendrsque trabajar tan lejos de casa...

    Ahora suelta un bufido.Sabes una cosa, Cal? Eso es lo que

    pasa: solo has pensado en ti misma, comosiempre.

    Qu? Noto que el mal genio de mimadre se apodera de m. Trago saliva.

    Cuento hasta diez.Estoy convencido de que esto no tiene

    nada que ver con lo que le conviene a Rae,sino con lo que te conviene a ti...

    Eso no es justo, Tom! me oigoprorrumpir al telfono.

    Por favor pienso, no lo hagas,Callie, no se lo permitas.

  • Ah, s? Eso es lo que piensas? Pueseso es precisamente lo que pasa, eso es...

    No hay nada que hacer, cuando eltemperamento de mam se apodera de m,surge de algn lugar profundo en mi interior.Ojal pienso, y no es la primera vez ellahubiera estado suficiente tiempo cerca paraensearme a controlarlo.

    Tom? Por qu no...? Por qu no...te vas a la mierda?

    Y entonces ya es demasiado tarde.Cuelgo el telfono y, tendida boca abajo, llorocontra la almohada.

    Imbcil! Idiota, idiota, idiota!He vuelto a hacerlo. Siempre igual.Permanezco tendida, irritada conmigo

    misma, con la cara rozando el suave algodnde la almohada, que pronto se humedece conmi aliento. Y el calor, de alguna manera, mereconforta.

    Oh, Dios! Me jugara cualquier cosa a

  • que Kate, su ayudante, estaba all,escuchndolo todo. Seguro que estabanacostados y ella apoyaba la cabeza en elhombro de Tom, con su fantstica cabelleraextendida sobre l.

    Por qu dejo que me afecte de esamanera?

    Con un gemido me levanto de la cama yme dirijo a la sala de estar meneando lacabeza. No llorar. No pienso hacerlo. Nopermitir que Tom me arranque el pequeoresto de autoestima que Guy me ha devueltoesta semana.

    Sin querer me he puesto a hojear miagenda, deseando desesperadamente hablarcon alguien, aunque s de antemano que esimposible. Las pginas estn hechas un asco,sobadas y llenas de contactos tachados y deentradas que ya no sirven. Siempre me digoque he de cambiarla, pero en el fondo s quesi quitara a todos los compaeros del colegio,

  • que se quedaron en Lincolnshire, a los amigosde la facultad y a los del trabajo, quefinalmente dejaron de llamarme cuando, a losveintisiete, tuve una nia enferma del corazny durante tres aos estuve demasiado cansadapara salir con ellos a tomar una copa o paracontestar siquiera al telfono, apenasquedaran nombres.

    Echo un vistazo a los pocos contactosque han permanecido a pesar de todo. Se hanpuesto borrosos, la tinta ha ido difuminndosecon el paso de los aos. Los analizo por unosmomentos. El padre de Fi muri hace tresmeses en un hospital de Lincoln y no hevuelto a hablar con ella desde la primera vezque me llam desde su casa para decrmelo,porque a decir verdad, coment que susamigos la estaban ayudando a pasar esosmomentos y constat, con una punzada dedolor, que yo ya no estaba incluida en esacategora: difcilmente podra llamarla en plena

  • noche y pedirle que me escuche mientras medesahogo. Y despus est Sophie. Cuento losmeses que lleva en Zrich. Casi cuatro, ytodava no he encontrado el momento parapasar a la libreta el telfono de Suiza, que memand en una postal irnica con una vaquerade las montaas suizas. Una referencia casiolvidada a la noche en que ella lloraba de risamientras yo, borracha, intentaba mostrarlecmo ordear una vaca utilizando comomodelo a nuestro viejo gato. Ya debo dehaber perdido ese telfono. Supongo que, detodas formas, lo mand como una formalidad,por lealtad a una amistad que poco a poco seha ido enfriando.

    Dejo la libreta.Cundo perd capacidad para mantener

    los afectos y hacer nuevos amigos? Cundomi vida social se qued reducida a Suzy?

    Aunque todava estamos en junio, el airees clido y denso. Abro el pestillo de la

  • ventana de guillotina. La madera cruje de malamanera al deslizarse. La pequea grieta quetiene en una esquina se est extendiendo,observo. Siempre pienso que tengo quedecrselo al propietario. Un da de estos querrabrir la ventana y se me caer a pedazos.

    Una luz me llama la atencin. La mujerque ha venido a vivir al nmero 15 tampocoduerme. Est de pie, colocando libros en losanaqueles de la sala de estar. Tiene cientos delibros. Igual que mam. Las estanteras estncasi llenas, apretadas en torno a la chimenea.

    Un libro, pienso observndola. Cundofue la ltima vez que le un libro? Mam y yolos devorbamos; nos los pasbamos,esperando a ver qu opinaba la otra. Ahoraestoy demasiado cansada para abrir unosiquiera. Cansada de qu?, pienso de vez encuando; de ir de compras y cocinar; de lavar ysecar la ropa; de llevar un montn de cosas aun montn de sitios: de llevar a Rae a la

  • escuela, los contenedores de basura a la verja,el coche viejo a la revisin anual. Ahora mimente es como un motor de coche con elembrague averiado; gira demasiado rpido, sinir a ningn lado.

    La presencia de la mujer tiene algoreconfortante. Parece bastante mayor, conuna media melena espesa y canosa y unasgafas con la montura negra. Antes he visto asu marido volviendo de la tienda. Es ms bajoque ella, con el pelo rubio pajizo y largo, conpatillas, gafas gruesas y una nariz que da laimpresin de ser demasiado grande para sucara.

    La mujer se vuelve. Es gracioso. Llevauna de esas batas como de terciopelo quellevaba mam. Toco el cristal agrietado ycompruebo su estado pasando el dedosuavemente por encima. Las ventanas oscurasresponden a mi mirada, a ambos lados deChurchill Road.

  • Oh, Dios! No puedo seguir viviendo as.La enfermedad de Rae nos ha absorbido

    totalmente. Soy como una concha, unacscara vaca. Es normal que las demsmujeres me eviten: tienen la impresin de quetambin las voy a dejar totalmente secas.Quiz Tom lleve razn. Quiz sea yo y misproblemas sin fin. Las dems deben de sentirque lo necesito todo y que no tengo nada queofrecer a cambio. Todas; bueno, exceptoSuzy.

    Me quedo un rato ms observando a lamujer, que contempla una colcha. Nosconoceremos algn da?, me pregunto. O noscruzaremos por la calle sin decir una palabra,como me pasa con el resto de la gente de poraqu?

    Un recuerdo vuelve a m. Es una tardecalurosa y el ambiente ha adquirido el coloramarillo anaranjado de los rannculos. Tengoocho aos y camino hacia nuestra casa de

  • campo, con una bandeja de lasaa que tenaque llevar al nuevo mozo de nuestraplantacin. Est casi demasiado caliente; elpao de cocina colocado sobre mis manosextendidas ya no logra absorber el calor.Avanzo por los caminos de tractor, cubiertosde lodo; cruzo por un terreno de ortigas dondeTuppence, nuestro gato, est tumbadoacicalndose junto a un montn de maderosde ventana viejos. El mozo y su mujer metenun sof por el portn de la cerca. La mujer,que lleva un pauelo a lunares en la cabeza, sevuelve, me mira y acto seguido dirige la vista ami bandeja. Mi estmago se sacude deinquietud. Y si no quieren la lasaa? Cmosabe mam que les gustar? El pnico seapodera de m. Me detengo y doy mediavuelta. Mam me mira desde la ventana decasa y me indica con la mano que sigaadelante. Entonces, a mi manera de nia deocho aos, me doy cuenta de que a veces hay

  • que hacer un esfuerzo para tratar con la gente.Hay que ser valiente, salir al exterior,mostrarte, para poder conocerlos.

    Y lo hice por unos momentos. Cuandocrec, no me sala tan mal. Pero luego olvidcmo se haca y mam ya no estaba a mi ladopara impulsarme agitando la mano yrecompensarme a la vuelta con un beso.

    Miro a la mujer del otro lado de la calle.Cierra el libro y apaga la luz. Puede que seaporque su bata me recuerda a mam, pero almomento decido que es hora de hacer algo.Parece buena persona.

  • 6 SUZY

    SUZY se despert sobresaltada.Algo iba mal.Mami... musitaba Henry.Se dio la vuelta y atrajo el cuerpo de su

    hijo hacia s.Tranquilo, cario, no pasa nada

    dijo, aunque ella misma no estaba del todosegura al respecto.

    Levant la cabeza de la camita demadera de Henry, donde haba estadoacostada con sus largas piernas encogidas, ymir al reloj del conejito que colgaba en lapared: las orejas estaban puestas para sonar alas siete de la maana. La cara indicaba las

  • tres menos veinte de la madrugada.Se dio la vuelta y se incorpor en el

    lecho.Jez? grit en la oscuridad de la

    noche.Nada.Poco a poco, se despeg de Henry hasta

    poder salir de su clida camita. Se puso unachaqueta de lana sobre el pijama y,procurando no hacer ruido, baj las escalerashasta el vestbulo, donde una lmparacontinuaba cumpliendo su cometido deesperar a que Jez regresara: nada, sus zapatosy su abrigo no estaban. Todava andaba porah, pasando la noche del viernes con DonBerry. Era la tercera noche que pasaba en laciudad desde su llegada de Vancouver ellunes.

    Volvi a subir sigilosamente y se sent enel rellano. Si miraba hacia arriba, hacia eltecho del segundo piso, y luego hacia abajo,

  • ese era el lugar donde dispona de msespacio. Dios, cmo necesitaba espacio!

    Cerr los ojos y evoc una imagen de sutierra: marchando por la pradera, a travs delos abedules y los enebros, cuyas ramas sealzaban como cepillos hacia unas nubesprstinas que se deslizaban a toda velocidadsobre el azul profundo del cielo; buscando unlugar donde acampar contra una roca, dondesentarse a observar el rastro de los ciervos; loscrujidos de sus pies sobre el hielo, el nicosonido audible aparte de los aviones que devez en cuando aterrizaban en Denver a treintakilmetros de distancia. Si lo intentaba contodas sus fuerzas, incluso poda evocar aquelsuave atardecer y la forma en que la luzbaaba su piel de polvo dorado, antes deserpentear en esplndidos remolinos de colorvioleta y carmes a travs de la atmsfera. Y,oh, las estrellas. Por millones: no en un brillode motas dispersas como se vean en el

  • msero pedazo de cielo que se abra sobreLondres como una tapa que no encajaba.

    Se le hizo un nudo de aoranza en elestmago. No poda olvidar Colorado. Quinera ella?

    Otro recuerdo emergi en su mente. Jez,que haba aparecido un viernes en el trabajo yla haba encandilado con su sonrisa. De sumano, colgaba una llave.

    Bob me ha dejado la cabaa para el finde semana dijo con esa voz profunda y eseacento britnico que arrancabareverberaciones juguetonas por todo sucuerpo. Arque las cejas y desliz el brazo porla espalda de Suzy.

    Genial dijo ella con una sonrisa. Alsentir la suave presin de los dedos de Jez,dese desesperadamente algo ms.

    Ese fin de semana, ella lo llev a suprimera marcha por la naturaleza.Descendieron a un can que el agua haba

  • labrado en la roca a lo largo de millones deaos y caminaron durante horas junto al roiluminado por el sol hasta llegar a uno de loslagos favoritos de Suzy. El lugar estabadesierto, as que extendieron una manta en laorilla y nadaron desnudos hasta el centro dellago; los brazos de Suzy rodearon el cuello deJez; lo senta cada vez ms cerca. Laconciencia de que l no sera capaz deregresar sin su ayuda le resultabaextraamente excitante. Jez le perteneca.

    Te gusta? pregunt.S. l sonri, acariciando sus nalgas

    y sus muslos con la piel tirante en el agua fra.Hay muchos sitios como este, a los

    que no va nadie. Puedo mostrrtelos.No te da miedo andar sola por estos

    sitios? pregunt l.De qu voy a tener miedo?No s dijo l, de los osos...Con los osos no hay problema

  • contest. Basta con tirar una piedra..., gritary mover los brazos.

    Record que Jez haba redo.Eres una chica interesante dijo,

    atrayndola un poco ms hacia su cuerpo.Cuando al anochecer volvieron a la

    cabaa, encontraron una baera con aguacaliente en la parte de atrs.

    Sabes?, creo que este ha sido elmejor da de mi vida murmur embriagadaal odo de Jez, mientras se sentaban desnudoscon las piernas entrelazadas y bebiendocerveza entre el vaho.

    Mmm dijo l, rozando su cuello conla nariz.

    Suzy esperaba or que para l tambin lohaba sido, pero no fue as. Tendra queacostumbrarse a eso: Jez nunca le hablara deese modo. Su marido fue un enigma entonces,y segua sindolo en ese momento.

    Suzy bostez, se encamin a su

  • habitacin, pasando por delante del cuarto deHenry, y ocup el centro de la cama dematrimonio vaca.

    Las sbanas estaban fras. Se enroscbuscando calor.

    Por la maana. Por la maana hara lallamada. Acaso le quedaba alguna opcin?

  • SBADO

  • 7 DEBS

    ERAN las once en punto cuando son eltimbre de la puerta. Debs, en su dormitorio delpiso de arriba, levant la cabeza sorprendida.Quin llamaba? Quin sera, un sbado porla maana? Se haba desconvocado el partidode crquet de Allen?

    A esas horas, el sol entraba en la cocina yproyectaba imgenes lser de las motas depolvo. Una vez Debs haba tendido la manopara tocar una de esas imgenes y haba vistodanzando entre sus dedos partculas de piel ypelo pertenecientes a personas que habandormido all en momentos diversos de losltimos cien aos.

  • Al final, una vez que logr conciliar elsueo a las tres, no haba dormido del todomal. Excepcionalmente, el pensamiento de lajoven Poplar no la haba mantenido en vela.Allen, en su pijama verde de cachemira, habapasado la primera parte de la noche en su ladode la cama, pero despus fue rodando hastainvadir el otro lado. Ella haba pensado que almudarse a la nueva casa tal vez abandonaraesa costumbre, pero de momento no habaindicios de cambio.

    La cadena del retrete de al lado se oyuna vez y ya no volvi a orse ms en toda lanoche. Eso sera soportable, pens Debs.Tendra que esperar y ver. En Hackney,durante tres aos no haba odo a su vecina dearriba. Hasta que un da la oy abrir la puerta,oy sus tacones por las escaleras. Y ya nopar de orla.

    Dndose friegas en el cuello agarrotado ydolorido, Debs hizo un esfuerzo por levantarse

  • y salir de la habitacin, recogiendo por elcamino la ltima caja amarilla, con la etiquetaAllen. Ahora el cajn de los calcetines deAllen estaba lleno de pares de calcetines grisesy marrones que seguan desprendiendo ciertoolor a pie, o a zapato, a pesar de estarlavados. Esa era una de las cosas ms curiosasque descubri al convivir con un hombre porprimera vez: los olores extraos.

    La caja vaca que llevaba por delante delcuerpo le reduca el campo visual. Auh!, gritcuando sinti el impacto de un borde durocontra su rodilla y cayendo a un lado, contrala pared, con tiempo apenas para extender lamano izquierda. Una punzada atroz le recorriel brazo y atraves sus hombros hasta elcuello dolorido. Aauh, gimi. En esemomento, demasiado tarde, record lasltimas palabras de Allen antes de salir demaana para Barnet, donde estaba el club decrquet: Te he dejado otra caja abierta en la

  • puerta del cuarto de bao, cario.Mientras bajaba las escaleras iba

    frotndose la rodilla lastimada con una mano,mientras con la otra se agarraba el cuello, quele haba dolido toda la noche. Justo lo que lefaltaba, una rodilla herida, tambin.

    El timbre volvi a sonar. Oh, por elamor de Dios!

    Ya voy grit Debs al llegar alvestbulo.

    El sol de la maana rebosaba a travs delos vidrios de colores del rosetn de la puertaprincipal, creando un arco iris de rojos y rosasen el espejo del anticuado perchero legado porla madre de Allen. El mueble estabaprimorosamente tallado con trenzas y pliegues,y tena perchas para paraguas grandes,colgadores para sombreros y estanteras paraDios sabe qu. La madre de Allen habadejado a su hijo montones de cosas quedesagradaban e incomodaban a Debs, como el

  • reloj de caja, que ahora colgaba enfrente delperchero, o el aparador chino de la sala deestar, que sobrecargaba la habitacin con suspuertas siniestras de caoba y los estantesvacilantes del juego nupcial de porcelanaBurleigh de los aos treinta, con casi todas laspiezas marcadas por una red de grietecillasmarrones. Era como tener la presencia de lamadre de Allen rondando entre ellos, lanzandoreproches a su hijo desde todos los rincones.

    Inspir profundamente.S? dijo a travs del cristal.Eh... hola? dijo una voz desde el

    otro lado.Era una mujer joven. Pareca nerviosa.Qu quiere?... grit de nuevo

    Debs.Mmm... Yo solo... solo... mmm...Debs atisb por la mirilla. Una mujer de

    cabello rubio que formaba largos y suavestirabuzones permaneca en la puerta con una

  • nia que tena el mismo aspecto que ella, perocon el pelo algo ms claro y con los ojos msoscuros. Llevaba un plato cubierto con papelde aluminio y una botella. Oh, no!

    Debs abri la puerta, sintindose fatal.S? dijo dbilmente y meneando la

    cabeza.Hola salud la mujer. Pareca

    insegura. Soy Callie, vivo en la casa deenfrente, al otro lado de la calle.

    Ah. S... dijo Debs.Perdn... se encuentra bien?

    pregunt la mujer, al ver que Debs se frotabala rodilla.

    Ah, s. Es que me he cado y me hehecho un poco de dao respondi Debs.

    Quizs he venido en mal momento coment la desconocida.

    S, pens Debs. En efecto, un malmomento.

    Pens en traerle esta lasaa y un poco

  • de vino para darle la bienvenida a la calle.Vivo en la casa de enfrente, con Rae.

    Debs las mir de arriba abajo. Habraalguna posibilidad de limitarse a coger lacomida y cerrar la puerta?

    Qu es lo que Allen esperara quehiciera? Consider la situacin.

    Oh, qu amable! dijo haciendo unesfuerzo. Quiere pasar?

    La cara de la joven se ilumin.Gracias, me encantara. Ser solo un

    momento.Debs las invit a pasar, sonriendo a la

    nia. La mujer, Callie, estaba muy delgada,advirti; llevaba tejanos, un blusn bordado ysandalias. Se pareca a esas niasnaturalmente delgadas y de huesos pequeosque a Debs le daban tanta rabia cuando iba alcolegio. Cohibida, se baj el suter largo delejrcito sobre las caderas generosas. La niitallevaba un vestido de verano muy ligero que

  • revelaba una piel color masa de pan.Por cierto, me llamo Debs. Bueno

    dijo Debs, intentando contener el temblor demanos al tomar los presentes de Callie,quiere una taza de t?

    Bueno... gracias, si no es molestia... dijo Callie echando un vistazo a los montonesde cajas.

    Claro que no dijo Debs, guindolashacia el interior de la casa. Pero permtameun momento para buscar las cosas. Todavaest todo patas arriba. Hace mucho que viveaqu, Callie? pregunt, mientras pona ahervir el agua y bajaba la tetera de unaestantera.

    Esa tctica sola funcionar. Si hacapreguntas a la gente, normalmente se ponan ahablar de s mismos y la dejaban en paz.

    Unos dos aos y medio respondiCallie con una sonrisa.

    Y es usted de por aqu?

  • Callie mene la cabeza.No del todo. O sea, no. Antes

    vivamos en Tufnell Park. Pero, eh... Mira Rae y se encogi de hombros. Bueno,aqu hay muchas zonas verdes. Y vosotros?De dnde vens?

    De Hackney, querida contest Debsmientras pona las bolsitas de t en la tetera.En realidad, Allen y yo acabamos decasarnos... Mir a Rae y parpade al verque la nia prestaba atencin. Debs se diocuenta de que la cra la miraba comopreguntndose con cierto desagrado cmo lesentara el traje de novia a esa seora mayor.

    Ah, felicidades! exclam Callie.Qu bien!

    Gracias dijo Debs, acercando latetera al hervidor. Oh, no: ahora le harapreguntas sobre la boda, algo de lo que Debsno hablaba con nadie. Y usted, querida?A qu se dedica?

  • Callie la mir sorprendida y de repentesolt una carcajada.

    De hecho, es gracioso que me lopregunte. Hace unos aos trabajaba comoingeniera de sonido; me encargaba de losefectos sonoros de anuncios y pelculas. Puesresulta que el lunes volver al trabajo despusde varios aos y...

    No haba forma de evitarlo. Debs advirtique el temblor de sus manos se incrementaba.Intent dejar la tetera sobre la encimera alsentir que se le escurra entre los dedos; perofue demasiado tarde.

    La tetera golpe el suelo con estrpito ylos fragmentos salieron despedidos en todasdirecciones.

    Se produjo un silencio lleno deaturdimiento.

    Lo siento mucho dijo Debs mirandola cara de susto de Rae. Cielos, questpida. Qu dir Allen? Era la tetera de su

  • madre.Debs sonri, sentndose a la mesa. Callie

    pareca apurada.Lo siento, ha sido culpa ma, por

    distraerla. Deje que la ayude.No! dijo Debs en voz ms alta de

    lo que se haba propuesto. Y aadi, haciendolo posible para no dejar la sensacin de ungrito. Por favor, djelo. Disculpe. Es queestoy muy cansada por la mudanza.

    Claro, hemos sido inoportunas, losiento se disculp la joven, azorada. Siacaso, ya vendremos en otro momento,cuando estn bien instalados.

    Por supuesto dijo Debs. Si no leimporta volver en un par de das, cuando yaest todo desempaquetado, tomaremos unataza de t como es debido.

    Solo que entonces estara alerta. Y norespondera al timbre.

    Bueno dijo la joven con un leve

  • temblor de voz. Disculpe la impertinencia,pero he observado que tiene muchos libros...

    Ah, s contest Debs, recelosa:demasiados. Allen siempre me dice que medeshaga de algunos, pero yo les tengo muchoapego.

    Es que hace aos que no leo un libro.Tengo que recuperar el hbito. Mepreguntaba... la joven hizo un gesto denerviosismo si alguna vez podra echarlesun vistazo.

    Santo Dios! En qu se estaba metiendoDebs?

    Mam...Lleg un gimoteo desde el vestbulo.

    Fueron a mirar y vieron a la nia ante lapuerta principal.

    Quiero ir a casa.Lo siento dijo Callie. Ser mejor

    que nos marchemos. Hoy Rae est un pococansada.

  • Bueno, ha sido muy amable al traer lalasaa dijo Debs aliviada, siguindola por elvestbulo. A Allen le gustar probarla,cuando vuelva del partido de crquet.

    Debs se detuvo junto a la puerta y mir auna caja que haba a sus pies, marcada con elverde de desvn. Se le ocurri una idea.

    Rae, verdad? Te gustan losmuecos, querida?

    La nia asinti.Quieres este? Debs sac de una

    caja un mueco horrible que figuraba un renode Navidad con los cuernos cados y una borlacolor rojo carmn por nariz. Era de la mamde Allen. Lo hizo ella.

    Rae tom el mueco sin decir unapalabra. Lo coloc sobre su mano con unasonrisa y levant los ojos hacia Debs. Sinprevio aviso, hizo subir el mueco por losbrazos de Debs y lo estamp contra su nariz.

    Rae! la reprendi Callie.

  • Debs inspir profundamente.Oh, Dios! murmur.Lo siento muchsimo se disculp

    Callie. Rae, qu has hecho? T no eresas. Normalmente se porta bien. Rae, pideperdn.

    No dijo Rae, mirando a Debs conhosquedad.

    No s qu decir dijo Callie. Lolamento mucho.

    Oh, no se preocupe. Seguro que hasido sin querer.

    Bueno, lo siento repiti Calliecogindole el mueco a Rae y devolvindolo ala caja. Cuando lleguemos a casahablaremos de esto. Y gracias otra vez.

    Debs se despidi con un gesto y cerr lapuerta.

    Oh gimi, dejndose caer al suelocon la espalda pegada a la pared. Senta losmuslos lastrados por una pesada carga. Volvi

  • a frotarse la rodilla lastimada, el cuellolastimado, la nariz lastimada. El horriblemueco volva a estar en la caja, burlndosede ella con sus ojos de botn.

    Lo que haba pasado no era grave. Noera la primera vez que conoca nias como esay saba cmo tratarlas.

    Para cuando Allen regres del partido decrquet, a las tres de la tarde, ella ya se habarepuesto. La mayor parte de las cajas verdesestaban arriba, para que Allen las guardara enel desvn mientras ella iba clasificando mslibros.

    Cario, tienes un momento? gritl desde el jardn.

    Qu querr ahora?, pens Debs.Sali y lo encontr hablando con la

    americana de la casa de al lado y con unhombre de cabello oscuro y ondulado peinadohacia atrs. El hombre se alzaba con su alturaimponente junto a Allen; tena la mandbula

  • angulosa y los ojos semicerrados y cansados.Se le humedecieron las palmas de las manos.

    Cario, estos son Suzy y Jez, losvecinos de al lado dijo Allen. Ahora meexplicaban que el jueves es el da de recogidade la basura y el reciclaje.

    Ya nos hemos visto antes! dijoSuzy saludando a Debs. Eh, cmo vatodo?

    Muy bien, gracias.Debs, te presento a Jez. Suzy seal

    a su marido.Era tan guapo que a Debs le costaba

    mirarlo. Nunca miraba directamente a la caraa los hombres como l, por si acaso, por unsegundo fatdico, se les ocurra pensar quepretenda coquetear con ellos; la idea de sudesprecio le resultaba ms insoportable que laceguera total hacia su presencia.

    Hola salud el hombre.Era ingls, con una voz recia, ntida y

  • profunda. Jez le dirigi una sonrisa corts, sinapenas reparar en ella.

    Tienen que venir un da a casa a tomarel t dijo la vecina. Invitar tambin aCallie: vive enfrente, al otro lado de la calle.

    Ah, s dijo Debs. La joven que sededica a los efectos de sonido.

    Efectos de sonido? se sorprendiSuzy. Ah, no. Antes s...

    S, bueno..., creo que dijo que volveraa trabajar la semana que viene dijo Debs.Por qu no la dejaba en paz toda esa gente?Otra vez volva a sentirse incmoda?

    La cara de la mujer cambi levemente.No creo.Debs la mir.Vamos, cario dijo Allen. Ha sido

    un placer conocerles aadi dirigindose aSuzy.

    Al llegar a la verja de su casa, la pareja sevolvi hacia ellos y el marido salud

  • cortsmente con la cabeza.Todo bien, amor mo? pregunt

    Allen.Debs le dio un beso en la mejilla.No ha ido mal. Me he cado y me he

    hecho un poco de dao en la rodilla, peroahora ya no me duele mucho.

    Oh, querida. Allen le acarici elbrazo.

    Mientras Allen se inclinaba para dejar labolsa de crquet en el suelo, Debs divis unpequeo fragmento de la tetera Burleigh,tambin en el suelo, junto a la puerta delstano. Santo Dios! Debi de caerse por unagujero de la bolsa de plstico que hababajado al stano para esconderla bajo lastablas del piso. Camin apresuradamente,antes de que l se levantara, recogi elpedacito de porcelana y se lo guard en elbolsillo del pantaln.

  • 8 SUZY

    MMM, bueno, al menos no tienenpinta de ir a montar fiestas ruidosas hasta lastantas de la madrugada... coment Suzy alcerrar la puerta de casa.

    Quin...? Esos trolls? murmurJez.

    Jez! dijo Suzy soltando una risilla ydndole un manotazo en el brazo. Calla. Teoirn los nios y luego irn repitindolo porah. Jez le hizo un guio a Henry, que riodisimuladamente, encantado de que loinvolucraran en la broma. Ella parece unpoco fuera de juego: cree que Callie trabaja.

    Es el mejor restaurante al que hemos

  • ido exclam Henry al tiempo que corraescaleras arriba para ir a jugar a su cuarto conel baln que le haba regalado la camarera.

    Suzy sonri.S, estuvo bien, gracias.Me alegro... dijo Jez.Se miraron a los ojos por un instante y...

    Son el telfono de Jez.Un momento... dijo l hacia el

    aparato.Se meti en la sala de estar y cerr la

    puerta.Dios, Suzy tena ganas de tirar ese

    telfono por la ventana. Irrumpa en sus vidastodos los das, a todas horas, con noticias ymensajes que lo arrancaban lejos de ella.Quin demonios llamaba en sbado?

    Suzy sigui a Peter y a Otto hasta lacocina, intentando no darle ms vueltas, y lessac el tren de juguete. Todo haba sidoesplndido aquella maana y no quera

  • estropearlo. Cierto, Jez no haba regresado desu salida con Don Berry hasta las cuatro de lamadrugada y, cierto, haba despertado a Ottocon el portazo que dio al entrar en casaborracho y luego haba dejado que ella se lasapaara con los lloros de un cro de dos aos.Pero desde que se haba levantado esamaana estuvo todo el rato de buen humor.Incluso la haba rodeado con el brazo mientrashablaban con la pareja de al lado, de unamanera que le record curiosamente a aquelda en el lago, en Colorado. Su aroma cercade ella haba puesto sus sentidos en estado dealerta. El suave aroma de ajo y de vino en sualiento. El peso posesivo de su mano en laespalda.

    No, si pensaba en ello, resultabaexcitante. Desde la vspera, algo habacambiado.

    Quiz todo haba sido producto de sumente. Quizs, al fin y al cabo, no haba de

  • qu preocuparse, pens recogiendo lacobertura del sof que Jez haba utilizadodurante la noche como sbana y que despushaba dejado tirada por el suelo. No sera queestaba nervioso despus de todos esos mesesintentando cerrar el contrato de Canad, y elhecho de charlar con Don Berry la nocheanterior le haba servido para disipar lapresin?

    Suzy se encamin a la zona de la cocinadispuesta a preparar caf, para bajar la botellade vino que se haban bebido en la comida. Elcalendario le llam la atencin. Contaba losdas desde el principio de junio: diez, once...Probablemente estaba ovulando.

    Abri la nevera con una excitacinrepentina, haciendo planes para la velada. Losesprragos disputaban el espacio a las fresasen el estante superior de la nevera. En elestante de en medio haba un par de bistecs ydos botellas de vino blanco. Bien.

  • Lo que tena que hacer era meter a losnios en la cama temprano, tomar un bao...

    Jez entr en la cocina, con la cabezavuelta hacia atrs, para or algo que gritabaHenry desde arriba. Suzy observ la cara desu marido mientras cargaba la cafetera.

    Un momento: qu era eso? Suzy volvia mirar atentamente. Jez tena la cabeza vueltahacia arriba mientras responda una preguntade Henry sobre algo relacionado con losplanetas. All. All estaba. Donde normalmenteestaba el hoyo de su mejilla, haba una nuevacapa de carne que engordaba sutilmente elcontorno. Su cara estaba engordando?Cundo haba empezado a pasar?

    Sus ojos recorrieron su cuerpo en buscade ms evidencias y se detuvieron en elestmago. Siempre haba sido robusto; peroall tambin haba un cambio: la camisasobresala un poco de la americana.

    Suzy lo miraba estupefacta. Cmo no se

  • haba dado cuenta antes? De hecho, no era deextraar. Ni siquiera recordaba cundo fue laltima vez que haba visto desnudo a sumarido.

    Cuando l se volvi y se acerc, pudoapreciarlo con ms claridad. All, debajo de labarbilla. Una leve curva. Le haca parecermayor; le daba un aspecto vulnerable.

    La idea de un Jez viejo era reconfortante.Porque entonces la necesitara.

    Eh, cielo dijo con su voz ms dulce. Ven un momento, hazme el favor.

    Jez guard el telfono y camin haciaella, mirando a los nios.

    Qu? murmur.Ella tendi los brazos para rodearle el

    cuello y lo atrajo suavemente hacia s. Estavez no not ninguna tensin, solamente elsuave calor de su cuello. Al tacto de su piel, larecorri un escalofro de anticipacin. Y sucuerpo se inclin involuntariamente hacia l.

  • Qu quieres hacer esta noche? susurr.

    Ahora hablaba con Don contest lmurmurndole al odo. El jefe de su bancoda una fiesta esta noche en Hertfordshire.Cree que a lo mejor me conviene ir, parahacer algunos contactos. El tipo nos hainvitado a pasar la noche e ir maana a jugaral golf.

    Ella lo abraz hasta que pudo reconocerla tensin habitual de sus msculos bajo lapiel. No haba desaparecido; el vinosimplemente haba debilitado su resolucin devolver a apartarla. En lugar de eso,permaneca pacientemente en sus brazos,esperando a que lo soltara. Y luego podra irseotra vez.

    La comida no haba sido para ella. Habasido para los nios.

    Muy bien, cielo dijo ella, bajando lavista. Como quieras. Puedes servir el caf?

  • Voy al lavabo.Con las mejillas ardiendo, subi al piso

    de arriba, se encamin al dormitorio, entr yse encerr.

    Se ech en la cama, en esa cama dondehaba dormido sola toda la noche mientras Jezyaca borracho en el sof de abajo. Su maridono saba qu era dormir en posicin fetal. Porla maana, lo haba visto roncando panzaarriba con los brazos extendidos, como un rey.

    Tienes que ser fuerte se deca a smisma. Tienes que ser fuerte. No se lopongas fcil para irse.

    Pasaba el tiempo. Lo primero eraconseguir a Nora. Con Nora todo estara en susitio. Una hija lo ablandara. Una niita podraatravesar esa coraza.

    Y, mientras tanto, tendra que tomartodas las medidas para preparar lo peor. Elpadre de Jez todava la miraba como a unaapestada. Ya se lo imaginaba preguntando a

  • los viejos compaeros del club qu hacercontra ella en el juicio de divorcio.

    No: necesitaba pruebas, por si Jez decidadejarla, para proteger a sus pequeos.

    Suzy cogi su telfono mvil e hizo porfin lo que haba estado posponiendo durantetodo el da. Marc un nmero de telfono.

  • 9 CALLIE

    SI hago as, es como si fuera en avin.Rae est sobre un bolardo del

    aparcamiento de la pista de hielo, con losbrazos extendidos y la cara al viento.

    Desde aqu hay una vista como desde elborde de un precipicio. Londres se extiende anuestros pies, a nueve kilmetros de distancia;el Ojo de Londres y el Pepinillo son solopequeas miniaturas en la distancia.

    Fue idea de Rae venir esta tarde aAlexandra Palace. Es su sitio favorito. Va casichillando de satisfaccin mientras marcaconcienzudamente los pasos de trote que le heenseado por la explanada empedrada de

  • delante del palacio. Me preocupa que se esthaciendo un poco tarde para andar por aqu.Los sbados por la noche, cuando se marchanlas familias que vienen a la pista de hielo y alestanque de los patos, ocupan su lugar en elaparcamiento desierto grupos de muchachosque se instalan con sus perros en las escalerasde incendios del lateral del palacio, con lamsica saliendo a toda mquina de losaltavoces de sus coches destartalados, y miranamenazadores a todo el que pasa por all...Pero todava hay luz suficiente, todava mesiento segura. Sobre nosotras, un bello cielocon reflejos plateados.

    Camino detrs de Rae, vigilndola, comosiempre. Corretea zigzagueando entre lasfarolas victorianas ante la fachada de ladrillodel palacio, contando los leones de las grgolasde sus muros. Al llegar a unas puertas azules,de la altura de un gigante, me pide que la apepara atisbar por los cristales hacia el Gran

  • Vestbulo vaco. En algunos sitios no hay nadadetrs. Los grandes arcos de las ventanas selevantan solitarios, como un escenario depelcula, y los pjaros revolotean a travs deellos; las entraas del palacio fueron pasto delas llamas hace mucho tiempo. Es solofachada, sin nada detrs. El interior quedtotalmente destruido por una catstrofe.

    Puedo mirar por ese, mam? dice,sealando un telescopio.

    Normalmente, sabe que no podemospermitirnos gastar cincuenta peniques encaprichos as; pero hoy es un da especial. Mesiento en el muro junto a ella y miroalrededor.

    Hay nios en patinete que pasangritando, seguidos de sus padres. Un cuervonegro arranca el vuelo desde los peldaos y seeleva sobre el parque.

    Mi muro. El muro donde nos hemossentado centenares de veces.

  • Mientras Rae gira el telescopio hacia unlado y otro, me viene a la mente aquel mes enque nos mudamos aqu desde Tufnell Park.

    Es curioso. Entonces yo ni siquiera sabade la existencia del palacio. La primera vez loencontr por casualidad, no me daba cuenta,claro, de que haba un edificio, y de que noera solo un parque. Despus de pasar unatarde subiendo cuestas empinadas con elcarrito de Rae, intentando escapar al dolor dela separacin con Tom, llegu jadeando hastala cima de la colina, y all estaba. Esa vieja yhermosa carcasa de palacio, dominando laciudad. Desde aquel da, aguantaba lo quepoda en casa, hasta que las paredes se mecaan encima, y entonces sala a la callebruscamente, como un buzo que emergierapara respirar, arrastraba el carrito hasta aquarriba y me quedaba sentada durante unahora, con Rae bien tapadita. No es que lograraescapar de la soledad. Incluso, cuando hacia

  • donde yo estaba suban atletas a todavelocidad por las cuestas casi verticales,resoplando con las mejillas encendidas, ocuando paseaban ante m nutridos grupos depersonas con velos y turbantes que mostrabanestas vistas de la ciudad a los familiares quehaban ido a visitarlos, me senta ms sola quenunca en mi vida, aqu. Miraba hacia losedificios emblemticos, que me parecan tanalejados como si volviera a estar en casa, en elcampo de Lincolnshire, soando con venir aLondres.

    Mam...Miro a Rae, que lucha con el peso del

    telescopio y parpadea constantemente tratandode enfocar.

    Aqu digo, levantndome paraayudarla. Ves ese edificio que parece unagran caa de pescar? digo, dirigiendo eltelescopio hacia el oeste y sujetndoselo.Esa es la torre del edificio de Correos.

  • Mmm...Cerca de donde estar yo el lunes, o

    sea, no muy lejos, en realidad.Lo digo para darle tranquilidad; pero la

    verdad es que yo apenas me lo creo: que ellunes volver al centro de Londres.

    Rae se encoge de hombros. Salta al sueloy nos sentamos las dos en el muro.

    En el cole, Hannah y yo jugamos aque tomamos el sol. Nos tumbamos en elsuelo e hicimos como que nos ponamos unasgafas de sol.

    Ah, s? Sonro. Cundo?Ayer, cuando haca sol?

    No, el da despus de ayer dice.Suelto una carcajada. Es como Tom, con

    sus lneas de tiempo patas arriba.Desconcertada, Rae levanta la vista hacia m.Se suma a la risa, satisfecha, de todos modos,por haber dicho algo gracioso. La miro. Esuna lstima que no mucha gente vea rer a

  • Rae. Tiene una risa nasal y apagada, como ladel perro Risitas: empuja el aire a travs de losdientes con un ruido de ssssh,ssssh, ssssh.Le paso el brazo por detrs y la atraigo haciam.

    Y dnde estaba Henry?En el despacho del seor McGregor,

    por pegar a Luke.Ah, s? Me alegro mucho de que

    Rae quiera hacer amigos. Ahora, ella y yoestamos igual. Pero es curioso que Suzy nome haya contado lo de Henry.

    Y a ti, te pega?No. Henry dice que se casar

    conmigo.De camino a casa, cogemos nuestra bolsa

    de patatas fritas del sbado por la noche y lacompartimos caminando por las avenidassilenciosas. De noche por aqu todo se quedadesierto. Las cortinas estn echadas. Losnios dejan de chillar. Los perros ya no

  • ladran. La oscuridad de los atardeceres deverano se ilumina con el reguero de las farolasque la gente suele tener en la puerta de casa,para ver mejor las llaves al entrar y dar labienvenida a los visitantes.

    Cuando nosotras llegamos a casa, no hayluz de bienvenida. Nuestro casero no la instaly yo no tengo derecho a hacerlo. De todasmaneras, tampoco es que tengamos muchosvisitantes a quienes dar la bienvenida. Hagoque Rae entre en casa deprisa e intento nodarle ms vueltas.

    Sin encomendarse a nadie, Rae echa acorrer hacia su cuarto. Parece que cadasemana es capaz de hacer algo nuevo y mscomplicado; cosas de las que Tom y yocreamos que nunca sera capaz. Ahora, ellamisma se cie el cinturn del coche. Por lamaana ha cogido los productos de losestantes del supermercado y los ha metido enel carrito. Esta noche, quiere dedicarse a algo

  • que ltimamente le encanta: prepararse paraacostarse; mientras, me sirvo una copa devino de la segunda de las magnficas botellasque he comprado de oferta, una para la vecinade enfrente y otra para Suzy, que pasar porcasa ms tarde.

    Mami, ya est! grita Rae desde suhabitacin.

    Voy a su dormitorio y la encuentrosentada en la cama, con las luces de colorestodava encendidas y su libro favorito delDoctor Seuss preparado para m sobre lacolcha bordada con princesas que Suzy lecompr por Navidades. Rae me mira con airedesafiante. Ha vuelto a ponerse una camisetade Tom, sobre la que se derraman sus rizos.Tiene un cajn lleno de pijamas y camisones,pero se empea en desvalijar los armarios deTom cada vez que va a su casa en TufnellPark. Hoy luce una vieja camiseta roja de losClash que le cuelga de los hombros. La

  • imagen de Paul Simonon machacando un bajosobre el cuerpecillo de Rae me estremece. Meviene a la memoria el recuerdo de Tom conesa camiseta en una canoa de Camden; de sucuerpo en ella, hmedo y acalorado despusde bailar entre la gente; de cmo me mir consus ojos soolientos y tranquilos, y me atrajoentre sus brazos; de cmo me qued quieta,con los labios sobre el vello de su pielquemada por el sol, a salvo de los empujonesdel gento.

    He intentado convencer a Rae de que seponga algo que abrigue por la noche pero mehe dado cuenta, por su cara, de que no piensahacerme caso. As que no puedo evitarlo. Meinclino sobre ella y hundo mi cabeza en lacamiseta por un instante, solo para avivar elrecuerdo. Rae me besa la cabeza y me abraza.

    Te quiero digo, le devuelvo el besoy cierro la luz de la habitacin.

    Se gira y, antes de que yo salga de la

  • habitacin, ya est dormida.