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La Comunidad de Estados Latinoameri-canos y Caribeos (CELAC)
contina despertando sentimientos encontrados en la regin,
particularmente despus de su III Cumbre de Jefes de Estado y de
Gobierno llevada a cabo en Costa Rica en 2015. A grandes rasgos
podra sea-larse que existen en la regin al menos tres visiones
sobre lo que se espera de
esta institucin internacional: la visin anti-imperialista /
anti-hegemnica; la visin pragmtica, y la visin de oposi-cin. La
visin anti-imperialista se identifica y reconoce en la causa
latinoamericana y caribea en el sentido de desprenderse de la
influencia y hegemona estadouni-
La CELAC: entre cambios identitarios y una mayor
institucionalizacin
Marco Vinicio Mndez Coto
Anlisis Semanal No. 1, 13 febrero de 2015
A n l i s i s
semanal No.1 -13 de febrero 2015
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dense, pero tambin media una crtica a las polticas neoliberales
promovidas des-de el centro, y proclama una causa anti-capitalista.
La visin pragmtica es encabezada por aquellos sectores que ven la
CELAC co-mo un complemento a la arquitectura hemisfrica y no como
una institucin que busque suplantar a la OEA, le reco-nocen como un
espacio para converger intereses y cuestiona el individualismo o el
multilateralismo restringido que algu-nos actores pretenden en
trminos de alianzas o bloques. Finalmente, un sector muy diverso
consi-dera que -por razones ideolgicas, polti-cas o burocrticas-,
ms instancias incre-mentarn la anarqua de concentracin regional
(Castillo, 2014) y reproducirn prcticas poco beneficiosas para sus
pueblos, no solamente por el derroche de los recursos, el traslape
interinstitucional sino adems por la ausencia de una agenda clara
que permita, desde esos criterios, resolver los verdaderos
proble-mas de Amrica Latina y el Caribe. Estas visiones encontradas
respecto de lo que se desea sobre la regin afectan la construccin
de una identidad comn y la legitimidad de los valores sobre los
cua-les se busca edificar la institucin. Como todo fenmeno social,
la complejidad y diversidad someten a prueba las iniciati-vas
multilaterales, que adems se enmar-can en un contexto histrico y de
poder
especfico. Cabe preguntarse consecuentemente, cmo afectan los
cambios, divergencias y convergencias identitarios, la construc-cin
de una institucin internacional?, cul son las caractersticas del
equilibrio de poder en el hemisferio? y cules son las posibilidades
de institucionalizacin / legalizacin que enfrenta la CELAC? Pa-ra
ello a continuacin se ofrecen algunas ideas para introducir la
discusin. Cambios identitarios de altas revolu-ciones La regin
latinoamericana y caribea cre-cientemente se auto-reconoce por su
naturaleza pluri-tnica y multicultural. Ms all de reivindicar la
herencia histri-ca mestiza del continente lo que tambin se observa
es un creciente reconocimien-to de las distintas formas de mirar y
pen-sar el mundo, y en consonancia de las diversas agendas y causas
que cada pueblo plantea. En la segunda dcada del siglo XXI estos
cambios se pueden caracterizar por sus altas revoluciones, en el
sentido de que, cada vez y con mayor velocidad los con-ceptos,
ideas, estereotipos e imgenes que se tienen sobre la dinmica
regional, cambian, y consistentemente se requie-ren nuevos lentes
para interpretar, valo-rar y analizar los posibles escenarios a
futuro.
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Como primer ejemplo de los cambios que reflejan esta dinmica se
encuentra el eventual establecimiento de relaciones diplomticas
entre Estados Unidos y Cu-ba. Cuba ha sido un bastin para la
opo-sicin a las polticas estadounidenses en Amrica Latina, mentor
ideolgico de los procesos revolucionarios en Sudamrica y pilar en
la constitucin y consolidacin de la CELAC (adems mantuvo su
Presi-dencia Pro Tempor durante el 2013). La posible restauracin de
las relaciones diplomticas entre ambos pases tiene significativos
efectos identitarios -de all la importancia brindada al tema
durante la III Cumbre de la CELAC-, entre ellos se puede mencionar
su posible asistencia a la Cumbre de las Amricas a celebrar-se en
Panam durante el 2015. La asis-tencia de Cuba a un espacio de
concerta-cin interamericano reflejara una trans-formacin de las
relaciones hemisfricas, pues la oposicin cubana a la OEA y sus
instancias derivadas reflejaban la visin de franca oposicin al
esquema de domi-nacin y hegemona diseado por Esta-dos Unidos. Si
bien es cierto resulta especulativo es-perar una reintegracin de La
Habana al sistema interamericano, obstaculizada adems por la Carta
Democrtica que exige transformaciones del sistema polti-co cubano,
lo cierto del caso es que la atencin del encuentro relaja y
relativiza la fuerza ideolgica y discursiva de oposi-cin que
reflejaba la CELAC (visin anti-
imperialista), adems de dar paso a la idea de que nuevos tiempos
pueden im-perar en las relaciones polticas continen-tales (visin
pragmtica). Estos cambios afectan la identidad y los discursos de
la regin, poniendo la arena interamericana como punto de encuentro
en el cual se podran ventilar las pugnas ideolgicas, econmicas y
polticas, sien-do a su vez una inyeccin de relevancia para un
organismo que en las ltimas dcadas ha ido perdiendo legitimidad.
Este cambio en los discursos y las identi-dades tambin puede tornar
menos via-ble la construccin de nuevos espacios de concertacin
hemisfricos (como CE-LAC), toda vez que los argumentos polti-cos
pierdan fuerza frente a la nueva reali-dad continental. Aunado a
estas transformaciones de la alta poltica hemisfrica se continan
en-contrando resabios de desconfianza en-tre el Caribe (anglfono) y
la Amrica Latina. Como seala Kirton (2011) a lo largo de la
historia han existido percep-ciones negativas entre ambas regiones,
entre sus razones se encuentran la herencia colonial y la
significativa influen-cia cultural, poltica y econmica
extrarre-gional en el Caribe, su tarda indepen-dencia y la toma de
posturas impopulares en el imaginario latinoamericano, como el
soporte al Reino Unido durante la Guerra de las Malvinas (hoy en da
en el marco de la CELAC ms bien apoyan los dere-chos soberanos e
intereses argentinos).
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Esas percepciones negativas influyeron en la tarda incorporacin
de las naciones caribeas en la OEA ante el temor de que esto se
constituyese en una va para la influencia de actores
extrarregionales sobre la agenda interamericana; a su vez, desde el
Caribe se tema el arrolla-miento cultural que los lazos
continenta-les podran implicar a su dinmica, consi-derando la
vulnerabilidad de su escasa poblacin y de su geografa. Si bien es
cierto se percibe que esas des-confianzas han sido superadas en el
mar-co de los nuevos regionalismos, el papel de Barbados durante la
III Cumbre de la CELAC podra revivir esa dinmica, al bloquear la
adopcin consensuada de la Declaracin poltica de Beln por estar en
desacuerdo con que la misma establezca la CELAC como el mecanismo
de dilo-go y concertacin poltica, ante eventua-les roces con
CARICOM. Adems de estos procesos que afectan la dinmica identitaria
y consecuente-mente las expectativas e intereses res-pecto a la
configuracin de la CELAC como institucin internacional, deben
agregar los avances en la negociacin de la paz en Colombia y el
hecho de que Amrica Latina vive una fase con matices de cooperacin
y estabilidad interestatal, principalmente al resolver las pugnas
emergentes en el marco institucional, tanto regional (UNASUR y
MERCOSUR principalmente) como internacional
(diferendos limtrofes en sede de la Corte Internacional de
Justicia). Los balances interamericanos actua-les En el nivel
hemisfrico las relaciones internacionales se han caracterizado,
desde la revolucin bolivariana, por una constante confrontacin en
la bsqueda de un nuevo orden en el nivel continental (ALBA v ALCA)
y en el nivel mundial (Unipolarismo-Multipolarismo). Desde el punto
de vista del continente americano existen dos tesis sostenidas
desde la Universidad Nacional de Costa Rica: la primera de ellas
consiste en la bsqueda de una desconexin frente a la dominacin
continental que Estados Uni-dos ha ejercido como potencia
hegemni-ca, para ello se reflexion sobre la geo-poltica americana
caracterizada como dos islas en confrontacin ideolgica, poltica y
econmica. A partir del Canal de Panam la Isla del Norte (Amrica
Central, Caribe y Norteamrica) domina-da por Estados Unidos; la
Isla del Sur (Sudamrica) con procesos revoluciona-rios y populares
que propugnan por un desarrollo autnomo y soberano. La segunda
tesis consiste en enmarcar las relaciones americanas en un contexto
histrico de dominacin y resistencia. El Panamericanismo vs el
Latinoamericanis-mo. La primera de ellas refleja el proceso de
dominacin ideolgica continental que
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Estados Unidos ha articulado desde su industrializacin a finales
del Siglo XIX. En ese marco se constituy una arquitec-tura
interamericana que le fuese favora-ble para imponer sus
condiciones, tal fue el caso de la Organizacin de Estados
Americanos al culminar la segunda gue-rra mundial mediante el Pacto
de Bogot. Por el contrario, el Latinoamericanismo expresaba el
deseo de unidad y defensa comn latinoamericana auspiciada por el
pensamiento del libertador Bolvar as como diversos prceres
antiimperialistas de la regin (visin anti-imperialista /
anti-hegemnica), lo que se traducira con-temporneamente en la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeos (CELAC) como
espacio de concertacin y dilogo poltico que excluye a Estados
Unidos y Canad. Estas visiones geopolticas e ideolgicas en la regin
han fundamentado diversos regmenes de integracin y de defensa,
desde el punto de vista econmico el AL-BA, MERCOSUR, Alianza del
Pacfico y el ALCA; desde el punto de vista de la seguridad se
debate entre los complejos de seguridad regional como la UNASUR o
la predominancia de los intereses de la superpotencia americana
traducidos en CARSI, Proyecto Mesoamrica y el es-quema de bases
militares en el continen-te, delimitando con cierta claridad las
es-feras de influencia de los principales lde-res latinoamericanos:
Brasil en el Sur y a Mxico en el Norte.
CELAC como institucin internacional Las instituciones
internacionales son conjuntos de reglas persistentes y co-nectadas,
que prescriben papeles de conducta, restringen la actividad y
confi-guran expectativas (Keohane, 1986). La CELAC es el resultado
de la transforma-cin de mecanismos polticos multilatera-les cuyo
sentido ha sido la resolucin de disputas, discusin y creacin de
consen-sos en el nivel regional, cuyas experien-cias previas se
derivan de los Grupos de Contadora y de Apoyo, posteriormente en el
Grupo de Ro, y finalmente su funda-cin en Mxico en el ao 2010. Como
institucin internacional posee re-glas implcitas de comportamiento
al no existir un tratado constitutivo y basarse ms bien en una
serie de declaraciones polticas que demandan pocos compromi-sos. Al
poseer reglas implcitas existe capacidad para ensanchar su marco de
entendimiento, pues las conductas espe-radas de los actores pueden
ser quebran-tadas al ser bajos sus costes en trminos de la
reputacin y la confiabilidad, adems de sujetarse a la moralidad
inter-nacional imperante. Esas expectativas de comportamiento, al
ser implcitas, permi-ten el cuestionamiento de las prcticas y
precedentes supuestamente instaurados. Es decir, desde la lgica del
instituciona-lismo neoliberal es posible hablar en trminos de mayor
o menor institucionali-
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zacin, dependiente ello no solamente de los entendimientos
compartidos sino tam-bin de existencia de reglas y normas explcitas
que prescriban conductas. De esa manera, un foro poltico como la
CE-LAC es una institucin internacional es-casamente
institucionalizada, contrario sensu la Organizacin de Estados
Ameri-canos, por ejemplo, al poseer una serie de tratados
constitutivos, reglas y proce-dimientos formales, es una institucin
internacional altamente institucionalizada. Las consecuencias
prcticas e interpreta-tivas de la mayor o la menor
instituciona-lizacin que se encuentre en una institu-cin
internacional indican por una parte las sendas que se pueden
transitar para hacer de las conductas ms previsibles, aumentar los
compromisos y los costos de su irrespeto, y por otra parte
compren-der cmo se cuestionan con mayor liber-tad los valores y
fundamentos del meca-nismo en cuestin. As por ejemplo, el quebranto
por parte de Nicaragua de la conducta esperada en el marco de
reglas implcitas de la III Cumbre de la CELAC es mnimo, pues ms all
de vulnerar los principios socia-les en apariencia dominantes, ms
bien les cuestiona y abre nuevos portillos que hacen ms laxos los
compromisos pre-vios. De all la preocupacin de los Presi-dentes
Sols y Correa del establecimiento de un precedente nefasto o del
irrespe-to de las prcticas reconocidas como legtimas para el
comportamiento dentro
de la Comunidad. Por otra parte, la menor o mayor
institu-cionalizacin de un mecanismo implica, consecuentemente, que
para moverse del eje inferior (poca) al eje superior (mayor) se
deben crear reglas y normas explcitas traducidas en un tratado
inter-nacional -como parte del derecho interna-cional pblico-. Un
tratado internacional generar una organizacin que podr poseer o no
una burocracia tcnica, pol-tica o / y ejecutiva, incluyendo
mecanis-mos de resolucin de controversias. De all que todas las
instituciones internacio-nales sean diferentes en trminos de su
alcance y conductas esperadas de los Estados (ttina, 2001). Ahora
bien, cabe preguntarse sobre las posibilidades de institucionalizar
a la CE-LAC mediante reglas y normas explcitas, que permitan hacer
ms previsibles las conductas de los Estados y reducir la
posibilidad de desafiar los valores y prin-cipios sociales en los
que se fundamenta. Al iniciar la III Cumbre de la CELAC en Costa
Rica el Vicecanciller Alejandro So-lano manifest que se prevea una
decla-racin en la que se evita la transicin de un foro de dilogo
hacia un organismo internacional, es decir, hacia una mayor
institucionalizacin. Esta visin de no crear un nuevo organismo en
el caso costarricense ha sido continua, pues des-de la
administracin Arias se determin que la CELAC no debe restar
protagonis-
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mo a la OEA, y que este no es un espa-cio del cual se deriven
consecuencias poltico-ideolgicas (visin pragmtica), rescatando ms
bien el principio de com-plementariedad. Aun as es evidente que
existen Estados miembros de la Comunidad que s dese-an el
establecimiento de reglas y normas explcitas y consecuentemente
transfor-mar el foro poltico en un organismo inter-nacional, de all
que el tema est en la agenda. Al consultarse al Presidente Co-rrea
sobre la posibilidad de desarrollar los dilogos para dotar de un
tratado consti-tutivo a la CELAC durante su Presidencia Pro Tempor
en 2015 manifest que no pues es un espacio diferente, es un
es-pacio de dilogo poltico, pero por ese dilogo podemos ponernos
metas, armo-nizar polticas y llegar a consensos mni-mos
(Presidencia Repblica de Ecuador, 2015). En esta lgica la dinmica
institucional conlleva a los pesos y contrapesos en trminos de la
agenda de discusin de cara a la dotacin de la CELAC o no de mayor
institucionalizacin desde el punto de vista normativo. Este punto
es particu-larmente relevante considerando la re-ciente inauguracin
de la sede de la UNASUR en Quito como parte de las nuevas dinmicas
de seguridad hemisf-rica, reflexionadas desde la teora de los
complejos regionales de seguridad (Frasson y Pieros, 2014). A pesar
de lo anterior debe hacerse notar
que la UNASUR no se reconoce como una alianza militar al no
expresar su tratado constitutivo la asistencia mutua asegurada en
caso de una agresin blica, e indicar en sus prembulo el
reconocimiento de la nor-mativa del sistema universal (Naciones
Uni-das) as como del sistema hemisfrico (OEA), criterio fundamental
para la partici-pacin de Colombia. Reflexin final Como es notable
existe una diversidad de perspectivas sobre el papel y el rumbo de
la CELAC. Esta diversidad se refiere por una parte a las tres
visiones propuestas sobre la integracin regional; a los escenarios
de poder en el hemisferio que pueden dar o no viabilidad a la
creacin de nuevas reglas, normas e instituciones; y a los intereses
de los Estados respecto al papel que tendra la Comunidad en el
marco de la arquitectura hemisfrica existente. La regin debe
continuar siendo pensada en una dinmica de profundas
transforma-ciones y cambios que pueden afectar los discursos y la
articulacin de bloques sub-regionales, tanto por los relevos de
lideraz-gos mediante procesos democrticos o de la transformacin de
referentes histricos e ideolgicos que resten o sumen capacidad
argumentativa a determinados actores. Si bien es cierto la
Comunidad se encuen-tra en una fase inicial de su
institucionaliza-cin, debe reconocerse la creciente discon-formidad
social con la diplomacia de cum-bres y el multilateralismo ineficaz
que se
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ha denotado en la regin en los ltimos aos, lo que demanda
transitar hacia dinmicas cooperativas con mayores controles en el
cumplimiento de los acuerdos, compromisos nacionales refle-jados en
metas y unidad cuando se traten de socavar los pilares que con
tanto es-fuerzo y trabajo se erigen. Referencias bibliogrficas
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http://www.revistapaquidermo.com/archives/11245
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Disponible: https://www.youtube.com/watch?v=-E0tvdILTww
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Observatorio de la Poltica Internacional. Un proyecto conjunto
de la Escuela de Ciencias Polticas (UCR) y la Escuela de Relaciones
Internacionales (UNA)
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CONSEJO EDITORIAL
Sergio I. Moya Mena Carlos Cascante Jorge Cceres P.
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Marco Vinicio Mndez Coto. Docente en la Escuela de Relaciones
Internacionales
Universidad Nacional de Costa Rica