La Aventura de Los Chalchaleros

8/17/2019 La Aventura de Los Chalchaleros

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Editorial Guadalupe

La aventura de los Chalchaleros

JOSE MURILLO



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Poco a poco los chalchaleros1 seconvencieron de que realmente los hombresno querían hacerles daño.

Y es claro que de haber podidoentender el extraño lenguaje de loshombres, habrían llegado a saber que sehabían ganado ese respeto con su canto.

Cuando en las más altas ramas de losárboles comienza a arder el día, loschalchalero lanzan el canto al aire y en elmonte todos saben –hombres ybestezuelas- que la vida es hermosa y el díaha comenzado bien. El chalchalero celebracon su himno triunfal la certidumbre de estarvivo y de poder volar gozosamente en buscade alimentos.

Y los hombres del monte le estánagradecidos por ese jubiloso saludo matinal

que embellece la dura vida de los camposnuestros, mejor dicho, de los campos ajenosque nuestros campesinos enriquecen con sutrabajo, sus fatigas y sus penas.

La chasca2, el pespir, la charrasquita3,y el carpintero, por ejemplo, están de



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acuerdo en que muchos hombres sonmejores albañiles que el hornero. Elcarancho4 a su vez se alegra cuandocomprueba que a

veces los nidos de los hombres no son tanprolijos ni tan limpios como los del hornero.Y eso que el hornero no tiene más escoba

que su cola5.

Todas estas reflexiones acerca de loshombres provenían de la familiaridad conque los chalchaleros se habíanacostumbrado a considerarlos, visto que los

hombres no les hacían el menor daño. Porel contrario, más de un chalchalero habíallegado a la conclusión de que algunoshombres, y en particular los pichones delhombre, los observaban con embeleso yque los viejos campesinos escuchaban su

canto con devoción.Convencidos de que los hombres no

los molestarían, un casal de chalchalerosconstruyó el nido a quince pasos de unrancho, entre las ramas de una esbelta tipacolorada. La chalchalera empolló sus



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huevos y los pichones nacieron sin queninguno de los niños del rancho intentaranada contra el nido. Los pichones crecieron,ensayaron sus primeros vuelos, uno de elloscayó a tierra al alcance de los niños… y no

lo tocaron. Algunas veces la chalchaleravigiló nerviosamente a los hombres quemiraban con insistencia al nido, lo señalabany hablaban. Una vez uno de ellos seaproximó a la tipa y durante un rato observódetenidamente a los pichones, lo que sacóde quicio a la chalchalera que estuvo apunto de írsele encima; pero el chalchalerologró calmarla. Por fin el hombre se alejó de

la tipa.

Finalmente los pichones adquirierondestreza en el vuelo, seguridad y confianzaen sus fuerzas, y un día el nido quedóabandonado. Y tal como los chalchaleros lo

dejaron quedó en el árbol.El resto del verano, durante el otoño y

aun del invierno, los chalchaleros, yaadultos, regresaban a la tipa a cantar. Ynunca tuvieron sobresaltos por causa de loshombres.



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Cuando se acercaba la nuevaprimavera el mayor de los chalchalerosnacidos en la tipa sintió el impulso deconstruir su nido. ¿Dónde hacerlo para quefuese seguro y abrigado…?.

Comenzó a pasar largos ratos posadoen la tipa colorada observando a los

hombres y a sus pichones. El hombre selevantaba antes que él, avivaba el fuego yse iba a buscar los animales mientras lamujer preparaba el mate. Cuando regresabael hombre, sentados alrededor del fuego,mateaban en silencio. Después el hombre

se iba a trabajar y, ya amanecido, aparecíanlos chicos. Los mayores tomaban una tazade mate cocido y se iban a la escuela. Losdos pequeños jugaban en el patio de tierrasin fijarse en él.

Decidió que el mejor sitio para construirel nido podía ser el alero del rancho. Voló altecho de palma y esperó. Los chicoscontinuaron jugando sin siquiera mirarlo.Levantó vuelo nuevamente, dio una vueltaen torno del rancho y se posó en un largueroque sobresalía del techo. Abajo, muy cerca,



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los dos niños levantaban un minúsculocorral pon palitos. “Este es el lugar”, se dijo

el chalchalero satisfecho.

Ahora se trataba de conseguir unabuena compañera.

Se acicaló meticulosamente y fue a

rondar un lapacho muy frecuentado porchalchaleritas presumidas. Claro que no erael único pretendiente y entonces debíasobresalir de entre sus rivales. Porque essabido que entre los pájaros quien eligerealmente es la hembra. Cantó eseatardecer como nunca lo había hecho antes.Él mismo estaba sorprendido de la bellezade su voz y de la gracia irresistible de susgorjeos. Bueno, claro está que él suponíaque eran irresistibles, pero sería cuestión desaber qué opinaban las chalchaleras. Y paraaveriguarlo comenzó a volar del lapacho auna quina y de ésta a un cebil haciendogambetas en el aire de puro entusiasmado.Hasta que al fin una chalchalera empezó a

juguetear con él. Lástima que la noche seacercaba y tenía que regresar a sudormidero. Pero… ¿no valía la pena, por



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una noche, dormir en el lapacho de suconquistada? ¡Claro que sí!

No fue tan fácil lograrlo porque en eselapacho dormían desde hacía tiempo otroschalchaleros y tuvo que ensayar toda suertede trinos y de persuasivos gorjeos paraconvencer a los otros pretendientes de que

lo dejasen incorporarse al grupo; pero comolos pájaros no luchan entre sí por cuestionesde poca importancia la cosa no pasó amayores.

Al día siguiente el primer canto fue el

suyo. Y en tanto cantaba pudo observar quela chalchalera lo escuchaba arrobada. Lapartida estaba ganada. De alegría comenzóa volar como si estuviese loco. Y esto divirtiótanto a la chalchalerita que a poco ellaestaba haciendo las mismas piruetas que él.

Cansados se posaron sobre una mismarama, muy cerca el uno del otro y comotenían hambre decidieron buscar juntos conqué alimentarse.

Hay que decir que ese día lo acompañóla suerte. Él descubrió el primer gusano. Se



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lanzó sobre la pieza como un rayo y se loofreció ufano a la chalchalera pero ella senegó a comer si él no aceptaba por lomenos la mitad. Así es como locompartieron; como dos viejos compañerosde aventuras. Durante buena parte de lamañana buscaron juntos el alimento y se lorepartieron. Pero él sabía que hay cosasmucho más ricas que los gusanos y laslombrices. Claro que para conseguirlashabía que descender en el patio de la casadel hombre.

Al principio la chalchalera ofrecióreparos. Es cierto que a ella nunca le habíanhecho nada y que sabía por tradición quelos hombres respetan a los chalchaleros;pero había visto a los hombres cazarurracas, matar bumbunas6, sachas7,urpilas8, gorriones… y una vez ella fue

testigo de cómo un pichón de hombre matóde un hondazo a un inocente cardenal. No,no realmente no estaba convencida de quese pidiese confiar en los hombres hasta elpunto de bajar en las proximidades de un



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rancho a buscar comida, por más rica queésta fuese.

Al chalchalero sólo le quedaba unmodo de convencerla: demostrárselo. Laguio hasta la tipa colorada, le contó quehabía nacido allí, y, ante el asombrotemeroso de ella, descendió al patio de

tierra y, muy cerca de los niños, caminópavoneándose; luego comió migas de pan ycuando encontró una más grande la levantóy en vuelo vigoroso y decidido la dejó sobrela rama. La chalchalerita celebrócumplidamente la hazaña: comió miga de

pan por primera vez en su vida y le supomuy sabrosa; después le limpió a él lasplumas de la cabeza y del lomo. Elchalchalero no cabía en sí de gozo y nohabía peligro que no estuviese dispuesto aafrontar para demostrarle a ella que los

hombres de ese rancho eran tan buenoscomo los pájaros y que no les harían ningúndaño; voló de la tipa al alero, de allí al patioy anduvo muy galano alrededor de los niñosque no ocultaban la admiración que lesprovocaba su confiada elegancia.



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El chalchalero consideró que habíallegado el momento de hablar de asuntosserios. Y sin vacilar le propuso construir elnido debajo del alero. La chalchalera, queesperaba la proposición matrimonial, nohabía pensado ni por asomo en esaposibilidad: el nido en la propia casa de loshombres. Y echó a volar sin rumbo,asustada y desconcertada al mismo tiempo.

El chalchalero la siguió. No hay pájaroen el monte jujeño capaz de superar ellenguaje poético del chalchalero enamorado.La siguió sin cesar de cantarle, de llamarla asu lado. Y lo hizo tan bellamente quecuando el sol proyectaba vertical la sombrade los grandes árboles, la chalchalera voló

junto con él hasta la tipa y desde allí al aleroelegido para hacer el nido.

Mientras empollaba la chalchaleracomprobó que la elección de su compañerohabía sido muy inteligente: allí estaba alabrigo del viento y de las lluvias y a cubiertodel peligro de las víboras y urracas, que sonlos mayores enemigos de los huevecitos de



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pájaro. A la urraca se la puede enfrentar yahuyentar; pero a la víbora…

La chalchalera sintió que en granmedida s sensación de seguridad proveníade la cercanía de los hombres. Hasta allí nose atreverían a llegar las urracas, pese a su

justificada fama de atrevidas, y una víbora,tendría que desafiar la vigilanciapermanente de dos perros. Y como no habíagatos en el rancho, sus hijos no correríanningún peligro.

Así fue como en su momento lospichones rompieron la cáscara del huevo yasomaron la cabeza al mundo. Una cabezaen la que se destacaba el pico grande y feo.Los pichones pasaban el día pidiendo decomer, con el pico abierto y el bucheinsaciable. Afortunadamente para suspadres y para ellos mismos, los niños delrancho habían descubierto alborozados elnido y a escondidas de sus padres echabanen el patio de tierra, frangollo9 –destinado ala comida-, y algunas veces un puñadito dearroz. ¡Un verdadero manjar para los



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pichones!, que se criaron sanos, fuertes ycrecieron rápidamente.

El chalchalero y la chalchalera salían abuscar alimento y dejaban a sus pichonessolos, seguros de que nada podíasucederles porque los hijos del hombrevelaban por ellos.

Hasta que un día sucedió loinesperado.

Promediaba la mañana. Loschalchaleros asistían contentos a losprimeros vuelos de sus hijos. Los pájaros

saben volar desde pequeños como lospatitos nadar, pero necesitan un período deejercitación para fortalecer las alas, y loschalchaleritos estaban justamente en eseperíodo.

De pronto la chalchalera advirtió que alrancho había llegado gente extraña. Era eldueño de la tierra que trabajaba elcampesino, que había venido con su hijo –

un niño de 11 años- a reclamar dinero,animales y grano del mediero que, comonada tenía para pagar, soportaba en silencio



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las palabras airadas del terrateniente, cuyosgritos eran tan fuertes y amenazadores quelos pájaros de los alrededores callaron, yuna angustia profunda se metió por el montecomo mata de espinas ponzoñosas.

Para colmo de males el hijo delterrateniente acechaba desde el automóvil

con un rifle. Sólo estaba atento a lospájaros. Y la chalchalera no podía impedirque sus hijos, ajenos al peligro, continuaranensayando el vuelo. Hasta que el máspequeño de los pichones cayó al suelo. Elniño saltó del auto y corrió dispuesto a

apoderarse del chalchalerito…

Los padres del pichón volaron en suauxilio al propio tiempo que pedían ayuda ala pareja de chalchaleros que anidaba en latipa, quienes a su vez transmitieron elllamado a otra pareja que anidaba en unlapacho cercano… Así, rápidamente, pasó

la voz de alarma, y de pronto, asustado, elniño vio que se le venía encima unaverdadera bandada de chalchalerosenfurecidos. Arrojó el rifle y corrió hacia elauto dando gritos y llamando a su padre.



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Los chalchaleros lo perseguían y, sin saberqué hacer, el niño empezó a correr endirección al monte, siempre seguido por lospájaros. En tanto la chalchalera se habíareunido en el nido con su pequeñuelo, feliz yexcitada por la aventura.

El padre del niño, asustado por los

gritos y la carrera de su hijo, y sin saberrealmente qué sucedía, corrió en su auxilio yambos subieron al automóvil y se alejaron atoda velocidad.

Todavía flotaba en el camino lapolvareda levantada por el auto y ya latranquilidad había vuelto al rancho y almonte. Los chalchaleros celebraron

jubilosos su triunfo y el campesino pudosuspirar aliviado.

En agradecimiento a la inesperada

ayuda, blanqueó el patio de frangollo. Esedía los chalchaleros se dieron un verdaderobanquete.

Nadie recuerda haber oído cantar tantoa los chalchaleros como aquella tarde, largay dulce, del monte jujeño



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1- Chalchalero: Zorzal

2- Chasca: Pirincho

3- Charrasquita: Ratona

4- Carancho: ave carroñera

5- Una vez hecho el nido y antes que lahembrita pase a ver si es digno de ella, elhornero lo barre con su cola.

6- Bumbuna: paloma de monte, muy similara la paloma casera

7- Sacha: paloma salvaje que vuela enbandadas y es más pequeña y veloz que labumbuna

8- Urpila: palomita pequeña

9- Locro de maíz muy molido (Arg). En otrospaíses latinoamericanos con sentidoparecido.



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José Murillo es argentino y ama la misteriosa

belleza del monte jujeño. Ha escrito Cinco

patas, Renancó y los últimos huemules, El

Tigre de Santa Bárbara, Leyendas para todos,

Rubio como la miel, El último hornero de

cabra corral, El niño que soñaba el mar,

Brunita y Silvestre y el hurón, entre otros

nombres que nos acercan a ámbitos y

costumbres propios y extraños.

La Aventura de Los Chalchaleros

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