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Kessler La Nueva Pobreza

Jun 03, 2018

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    R E V I S T A D E L A c E p A L 9 5 A G O S T O 2 0 0 8

    La nueva pobreza urbana:dinmica global, regional y

    argentina en las ltimas dos dcadas

    Gabriel Kessler y Mara Mercedes Di Virgilio

    El artculo analiza distintas dimensiones de la nueva pobrezaen las dcadas de 1980 y 1990. Presenta en primer lugar las variadasdefiniciones de dicha categora en Europa, Estados Unidos y distintos

    pases de Amrica Latina. Se centra luego en Argentina, haciendo

    referencia al proceso de pauperizacin sufrido por parte de la clase

    media de ese pas en diversos momentos entre mediados de los aos

    1970 hasta la crisis del 2001. En una constante comparacin con

    la pobreza estructural, de ms larga data, el artculo caracteriza las

    particularidades de la experiencia de empobrecimiento, las estrategias

    adaptativas del grupo mediante la utilizacin del capital cultural y social,

    as como la erosin de su identidad social y la dimensin urbana de la

    pauperizacin. El trabajo concluye con las transformaciones acaecidas

    en el grupo desde su inicial caracterizacin hasta el presente y los

    problemas especficos que plantea a las polticas pblicas.

    P A L A B R A S C L A V E

    Pobreza urbana

    His to r ia

    Cr is is econmica

    Clase med ia

    Cond ic in soc ia l

    Po l t i ca soc ia l

    Es tud ios de casos

    Zonas met ropo l i t anas

    Ar ge nt in a

    Gabriel Kessler

    Profesor Adjunto,

    Universidad Nacional de General

    Sarmiento.

    Investigador del Consejo Nacional

    de Investigaciones

    Cientficas y Tcnicas (CONICET)

    [email protected] r

    Mara Mercedes Di Virgilio

    Profesora Adjunta,

    Universidad de Buenos Aires.

    Investigadora del CONICET

    [email protected]

    r

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    IIntroduccin

    Una de las consecuencias ms inesperadas del gran peso

    econonmico y sociocultural que los sectores medioshan tenido en Argentina fue la de dar origen a un tipode pobreza con rasgos particulares, una vez iniciadoel intenso proceso de empobrecimiento sufrido por lasociedad de dicho pas. Baste decir que entre 1980 y1990 los trabajadores en su conjunto perdieron alrededor

    de un 40% del valor de sus ingresos, y luego de ciertarecuperacin en 1991 debida a la estabilidad, volvieron

    a perder alrededor del 20% entre 1998 y 2001, conimportantes oscilaciones hasta hoy.1La profundidad y

    persistencia de la crisis iniciada a mediados de la dcadade 1970 hicieron que centenares de miles de familias de

    clase media y de pobres de vieja data, que en el pasadohaban podido escapar de la miseria, vieran reducirsesus ingresos hasta caer debajo de la lnea de pobreza.En el Gran Buenos Aires, habitado en la actualidad porunos 13 millones de personas, la pobreza creci en un67% durante los aos 1980. Entre los pobres destacabaun grupo, el de los ex integrantes de las clases mediasque se pauperizaban: el de los nuevos pobres. A elloshabra que agregar aquellos que las estadsticas oficiales

    no consideraban pobres, pero cuyos ingresos haban

    sufrido una cada muy significativa, obligndolos a uncambio total de sus estilos de vida. Desde entonces, elfenmeno de la nueva pobreza se instal en la sociedadargentina. En la dcada de 1980, la nueva pobreza fuecausada en gran medida por el impacto de sucesivosprocesos inflacionarios e hiperinflacionarios sobre elingreso, mientras que en los aos 1990 se debi sobretodo a los elevados ndices de desempleo registrados apartir de los primeros aos de la dcada. En el cambiode siglo el fenmeno se profundiz y con la crisis de laconvertibilidad (2001-2002) la pobreza lleg a afectar

    a ms del 40% de la poblacin del pas.La pauperizacin de los sectores medios marc unpunto de no retorno, el fin de un determinado tipo desociedad. Hasta entonces la sociedad argentina haba sido

    relativamente integrada, al menos en comparacin con la

    mayora de las latinoamericanas; en ella haba surgido una

    Los autores agradecen las sugerencias del evaluador annimo delartculo.1Los ndices ms elevados se registraron a fines de 1989 (38,2%) yen octubre del 2002 (42,3%) y entre esos aos los registros siempresuperaron los dos dgitos.

    importante clase media, como resultado de un procesode movilidad social ascendente2cuya continuidad no sepona en duda. La nueva pobreza cambi la imagen quela sociedad argentina tena de s misma y, en el campode los estudios sobre la pobreza, oblig a replantear lavisin de un sector de la poblacin considerado hastaentonces mayoritariamente homogneo. Tambin trajonuevos desafos a las polticas sociales, al verse afectadauna poblacin con necesidades, ubicacin geogrfica yparmetros culturales distintos a los de la pobreza tradi-cional y para los que no haba programas especficos.

    Ms all de sus fronteras, el caso de Argentinapuede ser de utilidad para reflexionar sobre otras so-ciedades de la regin. Al fin de cuentas, el proceso deconcentracin de ingresos que se dio en Amrica Latina

    en los aos 1990 ocurri en gran medida a expensasde los estratos de ingresos intermedios (Hoffman yCenteno, 2003). Y si bien el cariz que puede adquirir elempobrecimiento depende de factores internos, de unmodo u otro los sectores medios de los distintos paseshan ido sufriendo un proceso de pauperizacin, temaan poco presente en las publicaciones acadmicas yen las agendas pblicas nacionales. No sucedi as en

    los pases del centro, donde de modos diversos entre sy tambin diferentes del caso argentino, el concepto fue

    utilizado a partir de los aos 1980.Hoy, transcurridas dos dcadas desde la acuacin

    del trmino, este artculo tiene por objeto examinar losestudios sobre el tema y describir las diversas dimen-siones del empobrecimiento. En l presentamos antetodo los estudios sobre la nueva pobreza en distintoscontextos regionales, en particular Europa occidental,Europa oriental y los Estados Unidos. Pasamos luego alas investigaciones realizadas en Amrica Latina. Y, por

    ltimo, analizamos el caso argentino, haciendo hincapien nuestros estudios sobre las experiencias iniciales depauperizacin en dcadas pasadas y los cambios que se

    han producido desde entonces.

    2El imaginario de la movilidad poda condecirse con procesos realmenteacaecidos. Un estudio clsico sobre movilidad intergeneracional basado endatos de 1960 (Germani, 1963), muestra que en el Gran Buenos Aires el36,5% de los entrevistados hijos de obreros conocieron en una generacinuna movilidad ascendente hacia puestos de clase media y clase alta. Por suparte, el 77% de los entrevistados cuyos padres pertenecan a la categoraocupacional ms baja obreros no calificados haba ascendido, ya seaal nivel de obrero calificado o a puestos de sectores medios.

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    IILa nueva pobreza en el contexto internacional

    Los conceptos de nueva pobreza y nuevo pobrese presentan en la teora sociolgica como nocionespolismicas, por ser el resultado de un mismo interro-gante desde distintos puntos de vista: las caractersticas

    particulares del nuevo grupo empobrecido, en compa-racin con aquellas de la pobreza que haba existidohasta entonces en cada pas. En Europa occidental estos

    conceptos se adoptaron a fines de los aos 1980, en losalbores del inters por la nueva cuestin social.3Elprincipal punto de inflexin fue el inusitado incremento

    del desempleo y de la pobreza: la desocupacin en la

    que era entonces la Comunidad Europea pas de un2,4% en 1973 a un 11% en 1989, producindose unadesestabilizacin de los estables (Castel, 1995) queafect a grupos sociales cuya integracin pareca hastaentonces asegurada. No solo se increment el nmerode desocupados sino que aument tambin la duracinmedia del desempleo, factores que dieron origen a unamasa creciente de desempleados por plazos largos.Como corolario, hubo un incremento de la pobreza queseal el fin del perodo de posguerra conocido comolos gloriosos aos treinta. Segn OHiggins y Jenkins

    (1989), que estudiaron la pobreza relativa en 12 paseseuropeos, entre 1975 y 1980 el nmero de pobres pasde 3,6 millones de personas a 39,5 millones y siguicreciendo hasta llegar a 43,9 millones en 1985.

    En forma inmediata subi el nmero de personasdependientes de los servicios sociales y de otras formas

    de asistencia. As, en pases de la Comunidad Europease duplicaron los beneficiarios de ayudas sociales en las

    dcadas de 1970 y de 1980. En tal situacin, las medidas

    sociales de corte tradicional resultaron insuficientes. La

    nueva pobreza oblig a reconsiderar los dos pilares sobre

    los que se haban asentado los Estados de bienestar enEuropa occidental en la posguerra. Esos pilares eran, por

    3La primera publicacin en que se encuentra el trmino es alemana,data de 1984 y su ttulo es, justamente, los nuevos pobres, Die NeueArmut(Balsen, Nakielski y otros, 1984). Sin embargo, ya haba aparecidoen 1979 un trabajo sobre el proceso de pauperizacin en Italia (Carbonaro,

    1979). En 1988, un informe de la entonces Comunidad EconmicaEuropea utiliz la nocin de nueva pobreza al alertar sobre las posiblesconsecuencias sociales de la creacin de un mercado nico, sealandoque su implementacin podra tener efectos muy negativos para ciertasreas y categoras de personas y generar exclusin social, marginalizaciny la ...aparicin de nuevas formas de pobreza(Comunidad EconmicaEuropea, 1988, pg. 23). El destacado en negrita es nuestro.

    un lado, los seguros de desempleo destinados a encararla desocupacin friccional, que se volvieron insuficientes

    para cubrir una poblacin excluida por largo tiempo del

    mercado de trabajo y que haba agotado sus reservasde contribuciones a la seguridad social. Por el otro,las medidas asistenciales focalizadas en quienes eranconsiderados no aptos para el trabajo, lo que tampococoincida con el perfil de los nuevos demandantes. Seestuvo en consecuencia ante un cambio cualitativo de la

    poblacin asistida: a la par que disminuan los ancianos

    y las familias numerosas, se incrementaban las personas

    en plena edad activa, los hogares monoparentales y laspersonas solas. Esta mutacin de perfiles se reflej en las

    demandas: aumentaron los problemas de endeudamiento

    excesivo y los de alquileres, deudas y servicios impagos,

    problemas propios de una poblacin cuya cada trasto-caba su patrn de gastos habituales y de compromisosfinancieros a largo plazo. Por ltimo, se asociaron alempobrecimiento fenmenos novedosos, entre otros,nuevas formas de economa informal, poblaciones sintecho y ms delincuencia.

    En estas circunstancias, la nueva categora suscit

    inters meditico, acadmico y poltico en diversos pases.4

    La nueva pobreza provoc una fuerte preocupacin enlas clases medias por su propia suerte: la miseria ya noera de los otros, del cuarto mundo como se la llamaba

    hasta entonces. El derrotero de individuos con los que se

    tena en comn el origen social, las competencias profe-

    sionales y el perfil sociocultural tornaba repentinamente

    visible la vulnerabilidad de la propia situacin. Al finde cuentas, el desplazamiento de individuos indudable-

    mente integrados pareca poner en duda dos creenciasbsicas y articuladas: la vigencia de una organizacinmeritocrtica de la sociedad es decir, la distribucin

    de premios y castigos en virtud de los mritos persona-les y el ideal de progreso social, en tanto creencia deque existen mecanismos para controlar el porvenir deuna sociedad desarrollada, dominar sus turbulencias

    y conducirla hacia formas de equilibrio cada vez ms

    articuladas (Castel, 1995, p. 387).Con todo, la emergencia de estos conceptos no care-

    ci de oposicin en el campo acadmico. Por un lado, se

    4Por ejemplo, en Barthe (1987), Marklund (1990), Mingione y Zajczyk

    (1992), Neef (1992), Paugam (1991 y 1993) y Room (1989).

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    sostuvo que la focalizacin en la nueva pobreza desviaba la

    atencin de los pobres tradicionales, cuya situacin relativa

    era peor. Se argument adems que el adjetivo nuevasugera errneamente que la pobreza era un fenmeno de

    reciente data (Kelly, 1984). Algunos cientistas sociales

    preferan otras nociones emergentes, como exclusinsocial y desafiliacin en el caso francs, mientras que

    en Gran Bretaa Gaffikin y Morrisey (1992) encontraban

    que nueva desigualdad era una expresin ms adecuada

    para caracterizar el aumento de las diferencias de ingreso

    entre distintos estratos de la sociedad.De hecho, en los ltimos aos declin el inters

    europeo en la nocin de nueva pobreza y el conceptoque logr instalarse con mayor relevancia intelectualy sobre todo poltica fue el de exclusin social. En elnuevo milenio la movilidad descendente dej de ser una

    novedad; actualmente muchas investigaciones dan porsentado que las nuevas generaciones vivirn peor quelas precedentes. As, por ejemplo, McDowell (2002)reflexiona en el Reino Unido sobre la definicin dela masculinidad ante las improbabilidades de que loshombres puedan cumplir con el rol de proveedores para

    el que han sido socializados, mientras que en los Pases

    Bajos autores como De Regt y Weenik (2000) ahondan en

    las estrategias educativas de los padres holandeses para

    evitar la movilidad descendente de sus hijos. Tambinen Europa occidental una parte minoritaria de los es-tudios ha relacionado la nocin de nueva pobreza con

    las corrientes migratorias emergentes. Si se la vinculaa las ms recientes migraciones desde frica, Asia yAmrica Latina, esa nocin adquiere nuevo significado a

    partir de conflictos territoriales, econmicos, religiosos

    y tnicos asociados a las tensiones que genera la incor-poracin de las nuevas poblaciones en el seno de lassociedades europeas (Molina, 2001; Sholt, 2001; Bolt

    y van Kempen, 2003).Se destaca as la acumulacin de

    desventajas que encaran estos nuevos migrantes, a cuyas

    precarias condiciones de vida y de trabajo se suman con

    frecuencia la discriminacin, la soledad, el aislamiento

    y el desarraigo.En Europa del este, la abrupta cada de los re-gmenes socialistas gener un fuerte inters por lanueva pobreza a comienzos de los aos 1990, tras larepentina pauperizacin producida por los cambiospoltico-econmicos. Una causa fundamental de ella fue

    el aumento de la desocupacin por el desprendimientode mano de obra excedente en todos los sectores de laeconoma. Asimismo, pronto los salarios se revelaroninsuficientes para afrontar los costos de una economa de

    mercado. La mercantilizacin de bienes y servicios que

    antes se ofrecan a precios muy bajos o gratuitamente

    por el Estado, tuvo un demoledor impacto en los apre-tados presupuestos familiares. El empobrecimiento enlos primeros aos pareci ser dramtico, incluso en lospases que establecieron con relativa rapidez el segurode desempleo, como Hungra, la Repblica Checa yPolonia (Tortosa, 1992). Ms recientemente, una segundageneracin de estudios se llev a cabo en contextos yaestabilizados. Algunos comparan las distintas formas de

    transicin hacia el mercado de los ex pases socialistasy los impactos a mediano plazo de cada una de ellas enla desigualdad y en la movilidad descendente (Titmay Murakas, 2004). Otros muestran una preocupacincreciente por el empobrecimiento de minoras tnicas,en particular la de gitanos oromen Bulgaria, Hungray Rumania (Ladanyi y Szelenyi, 2002); se habla de unanueva infraclase tnica (Mitev, 2001) que sufre dis-

    criminacin y cuyo bajo capital humano y estilo de vidamigrante dificultan la insercin. Son tambin de interslos estudios sobre el derrotero de las ex elites polticas,vinculado a la movilidad descendente, que no llega a lapobreza. Kryshtanovkaia (2005) rastrea los procesos dedesincorporacin de elites en Rusia, sealando la variedad

    de formas algunas exitosas, otras no de reconversin

    del antiguo capital poltico en capital econmico. Asia no

    es ajena al inters por las clases medias: proyectos sobrelas clases medias de Asia oriental y sudoriental (EastAsia Middle Class Project y Southeast Asia Middle Class

    Project) analizan su devenir en distintos pases, aunque

    el signo de la movilidad es ascendente ms que descen-dente (So, 2004). Un caso interesante es la emergenciade una categora de nuevo pobre en Uzbekistn, cuyaexpresin poltica es una nueva izquierda populista quearticula elementos del pasado sovitico con principiosislamistas (Ilkhamov, 2001).

    En los Estados Unidos dicha categora se ha utili-zado para examinar tres problemticas que preocupana la sociologa de ese pas. Un primer grupo de trabajos

    que estudia la clase media declinante se inscribe enel inters clsico por la movilidad social, aunque en

    direccin opuesta, ya que la mayora de los estudiossobre este tema se centra en la movilidad ascendente. Enefecto, desde mediados de los aos 1980 la reestructu-racin organizacional vinculada a la nueva economa

    redujo puestos intermedios, causando el desplazamiento

    de cuadros intermedios y un empobrecimiento no vistodesde la crisis de los aos 1920.5En ese marco se asisti

    5Vase, por ejemplo, Blackburn y Bloom (1985), McMahon yTschetter (1986), Newman (1989 y 1993), Rosenthal (1985) yStrobel (1993).

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    tambin al fin del proceso de expansin, iniciado en ladcada de 1960, de una clase media afroamericana cuya

    movilidad descendente afecta al conjunto del grupotnico (Attewell, Lavin y otros, 2004).

    Una segunda vertiente de estudios sobre la nueva

    pobreza urbana se aleja de las clases medias y examinala situacin de las clases obreras desplazadas por la re-estructuracin industrial en las urbes del centro y este de

    los Estados Unidos; indaga en particular en la suerte delos sectores menos calificados y ms segregados desdeel punto de vista social y espacial los afroamericanos

    y ms recientemente los latinos, retomando el debate

    sobre la infraclase (underclass)iniciado en los aos 1960.

    Las causas de la permanencia de esta infraclase fueronun fundamental eje de controversia entre acadmicosprogresistas con posturas ms estructuralistas, como

    Devine y Wright (1993) y Wilson (1987), y acadmicosneoconservadores como Auletta (1982), Mead (1986) y

    Murray (1984). Estos ltimos las atribuyeron a efectos

    perversos de los programas sociales, que desincentivaban

    el trabajo y la responsabilidad individual, y se erigieron

    durante el gobierno de Reagan en exitosos idelogos de

    la reduccin de tales programas.Un tercer grupo de trabajos se ubica en la intersec-

    cin entre los estudios migratorios y los de movilidadsocial. El foco de inters es el empobrecimiento de lanueva segunda generacin, en particular la de hijosde inmigrantes latinos. Esa movilidad descendente

    intergeneracional cuestiona la clsica teora de la asi-milacin, que supone un ascenso social de la segundageneracin al aunar mpetu emprendedor con un capital

    humano mayor que el de sus padres. Portes y Zhou

    (1993) sostienen que existe un proceso de asimilacin

    segmentada, por cuanto los nuevos factores estructurales

    y de capital humano obstacularizaran una insercinexitosa, transformando a esa segunda generacin enuna nueva infraclase multicolor (new rainbow under-class), fuertemente racializada. La hiptesis ha sidoapoyada por algunos trabajos, como el de Kazemipury Halli (2001) en Canad, pero cuestionada por otros.Waldinger y Feliciano (2004), tras analizar una cohorte

    de hijos de inmigrantes mexicanos, sealan que ms que

    una infraclase lo que hay es una movilidad ascendente

    de tramos cortos, que lleva a la nueva generacin ainsertarse en las franjas ms bajas de la clase obrera.Una situacin particular es la estudiada por Sabogal(2005): dicha autora, centrndose en la migracin deprofesionales peruanos a los Estados Unidos, describe

    el proceso de movilidad descendente que los afectaal pasar al estatus de inmigrantes ilegales o no podervalidar sus credenciales profesionales. Por ltimo,Fothergill (2003) investiga las consecuencias de unaforma de movilidad descendente poco estudiada, aquella

    causada por catstrofes naturales.En resumen, al caracterizar fenmenos novedosos

    visibles a partir de la dcada de 1980, la nocin de nueva

    pobreza apunta sobre todo a la emergencia de grupos de

    poblacin afectados por una fuerte movilidad descendente

    y formas de pobreza diferentes a las conocidas en cadacontexto, lo que pone en tela de juicio visiones ms bien

    homogneas de dichos grupos y plantea la necesidadde disear polticas pblicas para una poblacin concarencias que es cualitativamente distinta de la poblacin

    pobre tradicional.

    IIILa nueva pobreza en Amrica Latina

    Quizs porque la pobreza tradicional persiste y el pesode los sectores medios se ha considerado histricamentecomo reducido, la nocin de nueva pobreza no ocupaen Amrica Latina el lugar central que ha tenido enotras latitudes. Tampoco en los innumerables estudiossobre la pobreza de los organismos internacionales seregistran muchas referencias a ella. Sin embargo, ytodava con escaso protagonismo, la situacin de lasvulnerables clases medias locales ha estado presente en

    el debate nacional. En efecto, esas clases medias hansido afectadas de uno u otro modo en distintos pases por

    la crisis de la deuda en la dcada de 1980 y ms tarde

    por los programas de ajuste estructural, los procesos deconcentracin de los ingresos, el encarecimiento de losservicios privados y prdida de calidad de los serviciospblicos, as como por los cambios en el mercado detrabajo en los aos 1990.

    En Chile, en uno de los primeros trabajos publica-

    dos en el pas sobre el tema, Lomnitz y Melnick (1991)examinaron la situacin de los docentes bajo el rgimen

    de Pinochet. Las reformas en el sistema de enseanzanacional y la interdiccin de la accin sindical habanprovocado una prdida de poder econmico y social delos maestros y, en particular, haban debilitado las bases

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    materiales del compadrazgo. Este sistema informalde intercambio de favores en el seno de una clase media

    ocupante de los puestos pblicos constitua una red dereciprocidad ampliada que le permita a sus integrantesusufructuar de las mejores prestaciones en salud y edu-

    cacin y aprovechar las oportunidades laborales en elEstado. Casi dos dcadas ms tarde, la preocupacin por

    la pauperizacin volvi a Chile pero de un modo distinto.

    Segn Ugalde y Prieto (2001), luego de haberse acuado

    la idea de clase media emergente caracterizada por su

    movilidad ascendente a puestos calificados en un sector

    de servicios en expansin, los lmites del modelo dedesarrollo y el freno al descenso de la pobreza hicieronresurgir el tema.Ya en el ao 2000 se observaba quelos sectores de menores recursos eran los ms afectados

    por la prdida de empleo y por la depreciacin de sus

    ingresos. El aumento de las tasas de desempleo abiertoen el pas y en la Regin Metropolitana a partir de 1998tuvieron como contracara la reproduccin de altos niveles

    de desigualdad (Sabatini y Wormald, 2005, p. 233). El

    empobrecimiento de sectores medios bajos y una clasemedia emergente que asciende son dos aspectos de laparticular configuracin de la desigualdad que Torche(2005) constat en Chile. Su estudio muestra que la es-tructura social chilena exhibe una importante movilidad

    ocupacional, una alta concentracin del ingreso en losdeciles superiores y una escasa diferenciacin de ellosentre los sectores bajos y medios bajos, por lo cual estos

    ltimos son estructuralmente muy vulnerables: cualquierprecarizacin de las condiciones de trabajo o movilidad

    ocupacional ligeramente descendente puede implicar la

    cada en la pobreza.A la vez, en un entorno en que el mercado de trabajo

    privilegia las altas calificaciones, ha surgido un nuevo

    fenmeno de pobreza dura que afecta a personasy hogares carentes de los recursos y oportunidadesmnimos para superar esa condicin por sus propiosmedios. Favorece el desarrollo de la pobreza dura elmodelo de provisin mixta y la mercantilizacin de los

    servicios sociales segn el nivel socioeconmico delos hogares (Wormald, Cereceda y Ugalde, 2002); estasituacin resulta especialmente crtica en el acceso aservicios como los de educacin (Sabatini y Wormald,

    2005). Por su parte, el trabajo de Torche y Wormald(2004, p. 70) pone de manifiesto que la inversin eneducacin efectuada por los hogares chilenos no tiene

    igual rentabilidad en distintos estratos sociales. Esmenos rentable para los segmentos de clase media baja,

    en el marco de un mercado de trabajo que incentiva lareproduccin de una estructura salarial relativamentepolarizada, y es indiferenciada en sus segmentos in-

    termedios. Espinoza (2006) completa el cuadro con elanlisis de los datos de una encuesta sobre movilidadocupacional.6Su estudio pone en evidencia que si bienpara los santiaguinos el acceso a las ocupaciones mscalificadas ha estado abierto en las ltimas dcadas, los

    efectos de exclusin siguen afectando significativamentea los sectores de clase media baja. En una estructura demovilidad ocupacional de tramos cortos como la chilena,

    el acceso a los puestos de trabajo calificados continavedado a los miembros de familias modestas de clasemedia. La nueva pobreza tambin fue pensada en Chileen relacin con el lugar de residencia. Tironi (2003)seala que la vivienda crea en Chile nuevas precarieda-des, debidas bsicamente a cambios en la configuracin

    del capital social causados por la destruccin de lazoscomunitarios establecidos en el hbitat de origen.

    EnMxico

    la evolucin de la pobreza exhibe tambinparticularidades.En los aos 1990 las tasas de desempleo

    fueron bajas; sin embargo, los bajos niveles de desempleo

    no impidieron una marcada reduccin de los salarios ni

    el crecimiento del sector informal (Bayn, 2006). Lasreducidas tasas de desempleo abierto tuvieron comocontrapartida una alta ocupacin en el sector informalde la economa, salarios bajos y escasa participacinsalarial en el producto interno bruto (Lpez, 1999).La informacin disponible para la Ciudad de Mxicosugiere adems que se est registrando una polarizacin

    de los ingresos. De la poblacin trabajadora en general,

    solo el personal directivo y los trabajadores en serviciossemiprofesionales mejoraron considerablemente susingresos reales a lo largo de la dcada de 1990: haciafines de esa dcada sus ingresos eran 25% ms altosque en el ao 1990. Los restantes grupos ocupacionales,

    algunos de ellos pertenecientes a sectores medios em-

    pleados administrativos, trabajadores por cuenta propia,

    trabajadores manuales calificados, semicalificados y sin

    calificacin y trabajadores manuales en servicios de baja

    calificacin sufrieron el deterioro de su ingreso real,que a fines de la dcada era inferior al de 1990.

    En su anlisis de la movilidad social intergenera-cional en reas urbanas de Mxico, los autores Corts yEscobar Latap (2005) sealan que durante el perodo de

    reestructuracin econmica (1988-1994) disminuyeron

    las posibilidades de movilidad en todos los estratos.No obstante, el efecto fue mucho ms marcado en las

    6Los datos que analiza Espinoza (2006) provienen de una encuestarealizada en Montevideo, Buenos Aires y Santiago en septiembre del2000, en el marco del Proyecto Fondecyt 1990818. La encuesta permiti

    reconstruir las historias laborales de trabajadoras y trabajadores queen ese momento tenan entre 35 y 50 aos de edad.

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    clases de menores ingresos: trabajadores no calificados

    de la industria, trabajadores informales de los servicios,

    ejidatarios, pequeos propietarios rurales y jornaleros.Bajo el nuevo modelo econmico creci la desigualdad

    de oportunidades existente entre los integrantes de las

    clases ms bajas y los originarios de la clase ms alta:profesionales, funcionarios y empleadores de ms de cinco

    trabajadores. As, no solo se intensific la desigualdad,sino que el sistema de movilidad ocupacional se tornms rgido. Las oportunidades son tambin menores para

    las generaciones ms jvenes. Parrado (2005) muestraque para los nuevos trabajadores el hecho de tener unalto nivel educativo no es una barrera protectora contrala movilidad descendente, cuestionando as la ancladacreencia en la educacin como va para la movilidad.

    Adems de Argentina, cuya situacin se analiza

    ms adelante en la seccin IV, hay otros dos pases la-tinoamericanos donde el tema del empobrecimiento delos sectores medios ha suscitado ms atencin: Uruguay

    y Costa Rica. Uruguayha mantenido un patrn dedesigualdad mucho menor que el de la mayora de lospases de la regin o que el promedio regional, aunqueya a fines de los aos 1980 se alertaba sobre la emergen-

    cia de nuevos pobres provenientes de las clases medias(Kaztman, 1989). Con posterioridad, en trabajos recientes

    ha emergido la preocupacin por las causas y conse-cuencias del aumento de la desigualdad. Los procesosde empobrecimiento se vincularon al comportamiento

    del mercado de trabajo, en particular al aumento de lastasas de desempleo abierto y empleo informal y a lareduccin relativa del empleo pblico, que acortaba lasdiferencias salariales (Kaztman, Filgueira y otros, 2005).

    Asimismo, entre los dependientes de remuneracionesdel trabajo, crecieron las diferencias de ingreso entrehogares con jefes de diferente nivel educativo y tendia ampliarse la distancia de los miembros de hogares con

    al menos un desocupado (Bucheli y Furtado, 2004). De

    este modo, el empobrecimiento estuvo centrado en eldescenso de sectores de clase media baja, una cada de

    tramo corto similar a la que en Argentina afect a unaparte de la clase media menos asentada.El caso de Costa Rica, por su parte, tiene con-

    notaciones similares a las del caso argentino. No porcasualidad este pas, cuya identificacin social en laregin tambin se basa en la presencia de una fuerte clase

    media, ante cada episodio de crisis pareciera replantearse

    una eventual desaparicin de la clase media como unamanera de plantearse un interrogante ms general sobre

    cambios en toda la estructura social. El trabajo de VegaMartnez (1999) muestra que si bien el peso cuantitativo

    de la clase media local se mantiene estable, sus niveles

    de vida han sido afectados. El efecto de la retraccin del

    Estado como empleador, as como el mayor gasto de los

    hogares medios en prestaciones de salud y educacinprivadas ante la prdida de calidad de los servicios p-blicos, hablan de una clase media muy articulada con

    el Estado. De este modo, concluye la autora citada, laclase media costarricense entra en crisis cuando el Estado

    entra en crisis y, como la de Uruguay, se ve afectada por

    la desestabilizacin de su matriz igualitaria (Montero yBarahona, 2003). Tambin hay evidencias de procesosde empobrecimiento en Venezuela, con un importanteaumento del desempleo y la pobreza, y en Cuba, segn

    Hoffman y Centeno (2003), por la entrada de capitalesextranjeros y la privatizacin de sectores de la economa,

    que habran creado un dollar apartheid.Por ltimo,Brasiltambin aborda el tema de sus

    clases medias, pero no tanto desde el ngulo de la nuevapobreza, sino ms bien atendiendo a la imagen de unaclase media amenazada en distintos frentes. En primer

    lugar, por la inseguridad urbana: la investigacin deCaldeira (1996) describe una clase media que levantamurallas fortificadas en sus enclaves privados. Otrostrabajos muestran fracciones ms tradicionales de lossectores medios amenazados por los cambios en laeconoma y en el mundo del trabajo. ODougherty(1999) encuentra una clase media que teme perder sus

    niveles de consumo, pero que a diferencia de su parargentina, que adjudica al modelo neoliberal la causade sus males, cree que las reformas gubernamentales yeconmicas neoliberales permitiran retornar al mundo

    del consumo de las clases medias, del que teme serexcluida. Trabajos como los de Valladares, Ptreceille

    y otros (2005) cuestionan la idea de dos Brasiles,uno marginado y otro formal y moderno; postulan encambio la de un Brasil complejo, en gran medidapor el peso creciente de las clases medias urbanas. Enlas ltimas dcadas, la llamada democratizacin delconsumo de bienes durables entre familias brasileas de

    bajos ingresos aade a esta complejidad. Mota Guedes

    y Vierra Oliveira (2006, p. 1 y ss.), a partir del anlisisde encuestas sobre consumos de hogares, sealan quelos brasileos de bajos ingresos comenzaron a comprar

    bienes y servicios cuyo consumo estaba tradicionalmente

    limitado a las clases media y alta, como refrigeradores

    dplex, telfonos celulares, automviles, pasajes areos,

    paquetes tursticos y tarjetas de crdito. El acceso aellos se vio facilitado por el control de la inflacin,la expansin del crdito y la cada de los costos debienes y tecnologas. En este marco cabe preguntarsesi la democratizacin del consumo constituye un buen

    indicador de la redefinicin de las fronteras entre

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    clases sociales o si ms bien en ese mismo proceso seconstruyen otras seales de diferenciacin, como porejemplo los lugares donde se consume, la calidad delos bienes y el acceso a servicios. A este interrogante

    se suman otros, que se plantean tambin en el trabajocitado, como la sostenibilidad del endeudamiento delas familias de bajos ingresos y los insuficientes niveles

    de inversin en educacin.

    IVEl empobrecimiento en Argentina

    1. Las causas del empobrecimiento

    Entrando ya de lleno al caso argentino, el empobreci-miento de los sectores medios es el resultado de una

    serie de factores que se han ido sumando a lo largo delas dos ltimas dcadas. Si se sintetizara el derrotero delos nuevos pobres, habra que mencionar ante todo ladepreciacin de los ingresos de las categoras sociopro-

    fesionales intermedias tras la instauracin del gobierno

    militar en 1976. En efecto, la nueva pobreza fue en suscomienzos el resultado de una contraccin salarial msque de una prdida de lugar en el mundo del trabajo,como en Europa occidental. Una segunda fase de empo-

    brecimiento comenz en los aos 1990 con el aumentodel desempleo y, sobre todo a partir de 1995, por unadistribucin del ingreso desfavorable a los trabajadores

    menos calificados, que afect tambin a los estratosmedios bajos. Adems, la creciente inestabilidad de lospuestos de trabajo, que perjudic primero a los menoscalificados y se extendi luego a los ms calificados,fue un nuevo factor de empobrecimiento.

    Cabe examinar un poco ms en detalle los distintos

    factores mencionados. El empobrecimiento de los aos

    1980 se produjo por la depreciacin del salario y laprdida de los beneficios directos e indirectos ligadosa los puestos de trabajo, aunque la inflacin y la bajaproductividad de los distintos sectores posibilitaba que

    la tasa de desempleo se mantuviera relativamente baja.La hiperinflacin de 1989 marc un punto de inflexin apartir del cual la historia del empobrecimiento se aceler

    en asociacin con el aumento del desempleo. A modoindicativo, diremos que en el Gran Buenos Aires eldistrito con ms poblacin de Argentina, el desempleo

    subi de 6% a 17,9% entre 1991 y el 2000. La Ley deconvertibilidad (Plan Cavallo) aprobada en 1991 favoreci

    la estabilidad macroeconmica y el crecimiento, pero no

    fue suficiente ni para quebrar la tendencia a una creciente

    desigualdad de los ingresos entre los hogares ni pararesolver los problemas del mercado de trabajo (Altimir

    y Beccaria, 1999). La mejora temporal experimentadadurante los primeros aos de la dcada de 1990 revirtien parte la tendencia al deterioro salarial, pero no bastpara recuperar los mejores niveles de los aos 1980. A

    partir de 1994 los ingresos tuvieron un nuevo punto deinflexin, pues comenz a acentuarse la desigualdad aldisminuir los ingresos de los menos calificados: en mayo

    de 1999 una persona del decil ms rico de la poblacinganaba 25 veces ms que una del decil ms pobre. Dosaos antes la diferencia era de 23 veces, a principiosde los aos 1990 de 15 veces y a principios de los aos1980 de ocho veces (, 2001).

    La crisis del mercado laboral y la creciente des-igualdad entre los ingresos de los hogares impactaronfuertemente en las condiciones de vida de algunossectores de clase media y se plasmaron en forma

    paulatina en la emergencia de una nueva pobreza vin-culada a la falta de recursos monetarios. Los pobrespor insuficiencia de ingresos representaban el 3,2% de

    la poblacin en 1980 (Minujin, 1992). A fines de ladcada de 1990, el 26,7% de las personas reunidoen el 18,9% de los hogares no perciba ingresossuficientes para acceder a la canasta bsica de bienes y

    servicios (, 2003). Ms all de la mejora temporal

    que experimentaron ciertos grupos en los inicios de los

    aos 1990, en funcin del proceso de estabilizacineconmica, la pobreza por insuficiencia de ingresos

    se consolid como tendencia estructural.A fines del 2001, el mercado laboral argentino pre-sentaba una elevada desocupacin abierta y una mayorprecarizacin e inestabilidad de las ocupaciones. Estoltimo como consecuencia del peso creciente de lospuestos asalariados no registrados (empleo informal) ydel menor grado de estructuracin de las ocupacionesindependientes. Tal como afirman Beccaria y Mauricio(2005), ambos fenmenos se influan mutuamente: porun lado, el crecimiento de la precariedad se explicabapor la existencia de un amplio conjunto de personasque, ante la falta de un empleo pleno y estable, estaban

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    dispuestas a aceptar puestos de trabajo de baja calidad.Por el otro, la mayor presencia de puestos inestableshaca que aumentara la tasa de ingreso al desempleo, elque se caracterizaba por episodios relativamente cortos.

    Un amplio sector de la fuerza de trabajo transitaba re-

    gularmente entre empleos precarios, de corta duracin,y episodios de desocupacin tambin breves.

    Hacia fines del 2002 comenzaron a mejorar lascondiciones del mercado de trabajo y, por ende, a dis-minuir los niveles de pobreza.A la par del crecimientoeconmico, los niveles de ocupacin aumentaron conrapidez y la tasa de desocupacin retrocedi sin pausa.Los salarios, en cambio, se recuperaron con lentitud yan hoy exhiben en trminos reales niveles medios infe-

    riores a los del 2001. Cabe preguntarse entonces cmoha impactado esta situacin en los distintos grupos de

    trabajadores. Ha disminuido la brecha entre quienesse encuentran en los extremos de la pirmide salarial?Al comparar los trabajadores con remuneracionesextremas, se observa que el ingreso laboral medio del10% con remuneraciones ms altas es 30 veces mayorque el del 10% con remuneraciones ms bajas. Enlos aos recientes, el nivel de actividad econmica hacrecido al 9% anual y la cantidad de puestos de trabajoha aumentado aproximadamente en dos millones ymedio. Los ingresos laborales reales, sin embargo, nohan seguido el ritmo de esta recuperacin econmicani del aumento del empleo.7 Antes bien, continan en

    niveles inferiores a los del 2001 y la brecha entre lossalarios extremos ha vuelto a crecer desde fines del 2004.

    El grado de desigualdad en las remuneraciones quemuestra una tendencia ascendente desde mediados dela dcada de 1970 ha disminuido, pero esta tendencia

    es restringida. En definitiva, la desigualdad en s no solo

    contina siendo muy elevada sino que no ha decrecidosustancialmente respecto de los altos niveles de finesde la dcada de 1990. Ahora bien cmo ha influidoesto en los nuevos pobres? Es posible que aquellos queestaban desocupados, contaban con ms capital educativo

    y eran ms jvenes hayan tenido mayores posibilidadesde reinsertarse en el mercado de trabajo. Cabe pensar

    7 Los efectos de la inflacin con la que convive Argentina desde quese declar el fin de la Convertibilidad tambin se hacen sentir en elsalario, disminuyendo su capacidad adquisitiva. A modo de ejemplopuede citarse que en abril del 2005 el ndice de precios al consumidor() se increment en un 4%, mientras que los precios de los ndicesque miden la indigencia y la pobreza la canasta bsica de alimen-tos () y la canasta bsica total () subieron 5,8% y 4,4%,respectivamente. Por lo tanto, los hogares necesitaron ms recursospara superar los umbrales de indigencia y de pobreza determinadospor esas canastas.

    tambin que posiblemente los que ocupaban puestos de

    bajas remuneraciones hayan conocido algunas mejorasen sus ingresos.

    2. La experiencia de pauperizacin

    El empobrecimiento sin prdida de posicin laboral cons-

    tituye una experiencia particular, distinta del desempleo

    o la pobreza estructural. Vale la pena entonces detenerse

    en sus principales caractersticas. Nuestros trabajos sobre

    la experiencia de la pauperizacin (Kessler, 1998 y 2000;

    Kessler y Di Virgilio, 2005; Minujin y Kessler, 1995)8y

    los de otros autores (Minujin 1992; Feijo, 2001) fueron

    mostrando las aristas de este proceso que caracteriz ala nueva pobreza argentina en sus comienzos. Un primer

    rasgo importante es que los nuevos pobres constituyen

    un estrato hbrido: estn prximos a los sectores mediosen variables ligadas a aspectos econmico-culturalesque actan en el largo plazo, como el nivel educativoy la composicin de la familia menos numerosa quela de los pobres estructurales, pero se asemejan a lospobres estructurales en el nivel de ingresos, el subempleo

    y la ausencia de cobertura social, es decir, en variablesde corto plazo, producto de la crisis. Los datos indicantambin que la nueva pobreza se caracteriza por la po-larizacin y la heterogeneidad. Las estadsticas sealan

    que los ingresos de todas las categoras ocupacionalescayeron de manera sensible durante los aos 1980, al

    tiempo que en cada categora creca la distancia entrelos que perciban los ingresos ms elevados y aquellosms cercanos al piso salarial. La nueva pobreza surgias como un universo heterogneo que reuna a losperdedores de cada categora profesional. La hete-rogeneidad cuantitativa tena su correlato cualitativo:la diversidad de perfiles socioprofesionales conllevabatrayectorias sociales diferentes en cuanto a las formas de

    socializacin, los orgenes familiares, las carreras edu-cativas y las historias profesionales. En esos derroterosheterogneos previos a la experiencia de la pobreza, los

    individuos fueron internalizando expectativas, creen-cias, pautas de consumo y recursos potenciales, muydivergentes. As, una vez pauperizados, tal variedad detrayectorias estar en el origen de formas heterogneasde experimentar la pobreza.

    8Los tres apartados siguientes, a menos que se indique otra cosa, sebasan principalmente en las investigaciones sealadas, de carctercuantitativo y cualitativo, que fueron realizadas en la Ciudad de BuenosAires, Santa Fe, Tucumn y Presidencia Roque Senz Pea durante ladcada de 1990. Los estudios posteriores, ms acotados, se llevaron acabo en Buenos Aires (Corts y Kessler, 2004; Kessler, 2008).

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    La pauperizacin es un trastocamiento general:todos los aspectos de la organizacin familiar ligadosa lo econmico e incluso las prcticas ms rutinarias ynormalmente menos problemticas, son sometidos arevisin, modificacin y supresiones (Feijo, 1992). Al

    fin de cuentas, puede obligar a sacar a un hijo del colegioprivado al que fueron sus hermanos mayores, modificar

    la dieta familiar, restringir el uso del automvil o losviajes en colectivo, no asistir a una fiesta por falta deropa adecuada, dejar de lado el club, la computacin,la terapia, el ftbol, la msica, las revistas, el cine,las vacaciones, la medicina prepaga y parte de la vidasocial, atrasarse peligrosamente en el pago de impuestos,

    abandonar el seguro y las cuotas de un crdito ya mitadpagado, adoptar en familia una nueva regulacin delas frecuencias de invitaciones a comer en la casa, del

    rgimen de visitas al dentista as como del consumo deluz y telfono, entre tantas otras medidas.Esto que hemos llamado una constante coaccin al

    cambio es una de las singularidades del empobrecimiento.

    Como experiencia, se diferencia de una situacin estable

    en la que las rutinas vigentes tienden a perpetuarse yel tiempo transcurre sin forzar a tomar decisiones enforma constante. Se distingue tambin de la movilidadascendente, donde el cambio existe, pero producto deuna eleccin deliberada. En contraposicin, la movilidad

    descendente genera una creciente complejidad en la vida

    cotidiana de quienes realizan permanentes esfuerzos

    para estabilizarla; la necesidad de hacerlo es tanto msacuciante porque para los afectados no se trata solo deuna alteracin de la situacin personal, sino tambin del

    mundo circundante. En efecto, la dislocacin de la coti-

    dianeidad va afectando tramos de sentido sedimentados:

    ideas, creencias, expectativas, categoras de percepcin,

    hasta entonces dadas por descontado, que no resistena la dislocacin de la cotidianeidad. La pauperizacinse experimenta como una dislocacin personal y comouna desorganizacin del mundo social circundante.Esta

    doble percepcin lleva a que no pueda producirse una

    adaptacin en el sentido clsico del trmino: el aco-modamiento a un contexto nuevo definido o definible.As, es preciso dotar de significado a una situacin para

    la que no se encuentra respuesta ni en las reservas deexperiencias comunes de la sociedad9ni en la propiahistoria familiar.

    9Se hace referencia al concepto de acervo de conocimiento (stock ofknowledge) de Schutz. Dicho autor sostiene que toda interpretacindel mundo est basada en una reserva de experiencias previas, ya seapropiamente nuestras o transmitidas por nuestros padres o nuestros

    maestros; estas experiencias, bajo la forma de conocimientos dispo-

    Lo dicho otorga a la pauperizacin su carcterexcepcional en la historia argentina moderna.El empo-

    brecimiento de una parte importante de la clase mediasignific un corte abrupto con el modelo generacional y

    con el modelo histrico-cultural hasta entonces vigente.

    Ni la socializacin familiar, ni la cultura, ni las estra-tegias ms cotidianas haban preparado a esos grupospara el empobrecimiento definitivo, sin retorno, lo ques hicieron las reservas de experiencias de aquellosestadounidenses que en su infancia haban conocido laGran Depresin (Elder, 1974). La cada marcaba paralos nuevos pobres el fin del proceso de reproduccindel sentido de la trayectoria social familiar, signada por

    la movilidad ascendente de cada generacin respectode la anterior.El empobrecimiento sin posibilidad derecuperacin era el fin de ese recorrido, un punto de

    inflexin que amenazaba amplificarse en el futuro conla temible movilidad descendente de sus hijos. Paranuestros entrevistados, el quiebre del modelo histrico-

    cultural y generacional se expresaba en una situacinde ilegibilidad general, cuya manifestacin ms notoria

    era la dificultad para tipificar el nuevo contexto. As seexplica la aparente irracionalidad de muchas familias que

    intentaban mantener las pautas de consumo habituales y

    hasta se endeudaban para hacerlo, suponiendo que lo que

    las afectaba era otra de las cclicas crisis nacionales. Alno estar prevista la situacin como posible, no se podaapelar a un repertorio de estrategias internalizadas para

    solucionarla.

    3. Las estrategias adaptativas: usos del capital

    social y cultural

    Al visitar los hogares de los nuevos pobres en los aos1990, lo primero que llamaba la atencin era una aparente

    dislocacin de las estructuras clsicas de jerarquizacin

    de necesidades (Kessler, 1998; Minujin y Kessler, 1995).

    En efecto, en el esfuerzo por detener la cada habaquienes, aun cuando carecan de cobertura de salud,

    mantenan un rgimen de vacaciones anuales en la costa.

    nibles, funcionan como esquemas de referencia(Schutz, 1987, p. 12).Por su parte, Cefa (1994, p. 112) se refiere a las situaciones en lasque esta reserva de experiencias no provee elementos para interpretaruna nueva situacin. El problema adviene cuando el actor no sabequ decir o qu hacer, no llega a comprender lo que le pasa, no lograentender ni ponerse de acuerdo con los otros, fracasa al intentar

    inscribir un tema en las estructuras de pertinencia adoptadas hastael momento. (...) El experimenta la inadecuacin de su preestructura

    de comprensin: su campo de anticipacin interpretativa y motiva-cional no es apropiada para definir y controlar la situacin a la que

    tiene que hacer frente.

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    Otros, por ejemplo, continuaban enviando a sus hijos al

    colegio privado al mismo tiempo que manifestaban defi-

    ciencias en salud, vestimenta y actividades de recreacin.

    Se observaba que algunos, pese a sufrir la degradacintotal de las condiciones de hbitat, disfrutaban de unaatencin de salud de buena calidad y no era improbableencontrar quien combinara el endeudamiento generali-zado con la concurrencia a un club deportivo y con larenovacin peridica de su vestuario. Qu haba suce-dido? Acaso se haba producido una desestructuracin

    domstica tal que haba trastrocado las jerarquas denecesidades clsicas? No se trataba de eso; el aparentedesorden de prioridades emanaba del tipo de recursosalternativos con los que esos nuevos pobres contabany que provenan del capital cultural y sobre todo delcapital social acumulados en el pasado. Esos recursos,

    a diferencia del dinero, no admitan fraccionamiento,por ser limitados. As, por ejemplo, pertenecer a unafamilia con profesionales de la salud o poseer una red de

    amigos empresarios textiles permita obtener respuestas

    especficas y predeterminadas ante ciertas necesidades,

    pero no era utilizable ante otras. Ahora bien, muchos de

    los tipos de capital a los que se echaba mano en la nueva

    situacin haban sido acumulados en una situacin social

    anterior y con fines diferentes y otros jams haban sido

    previstos como tales.Si se compara lo descrito con la relacin entre

    pobreza y clientelismo poltico, puede decirse que esteltimo ha sido tradicionalmente considerado como una delas formas de distribucin informal de bienes y servicios

    los sectores pobres. El clientelismo es posible gracias al

    manejo discrecional de medidas asistenciales en zonasde alta concentracin popular y con peso cuantitativoen los comicios. Pero tales transacciones parecen menos

    factibles con los nuevos pobres, que no estn concentra-

    dos geogrficamente ni son objeto de polticas socialesespecficas. En su caso son los individuos mismos losque deben negociar en las instituciones pblicas, inten-

    tando obtener bienes escaso o beneficios adicionales, o

    simplemente tratando de aminorar los inconvenientes desu utilizacin. En tal sentido, hemos atribuido al capital

    cultural, bajo la forma de estado incorporado, 10unaserie de ventajas que observamos en instituciones como

    10Para Bourdieu (1979) el capital cultural existe bajo tres formas,de las cuales nos interesa una: como estado incorporado (es decir,bajo la forma de disposiciones duraderas del organismo), en la dis-posicin que hace referencia a actitudes, inclinaciones a percibir,sentir, hacer y pensar, interiorizadas por los individuos a partir

    de sus condiciones objetivas de existencia y que funcionan comoprincipios inconscientes de accin, de percepcin y de reflexin(Accardo y Corcuff, 1986, p. 229).

    la escuela, los hospitales o las mutuales sindicales. Estos

    beneficios eran evidentes cuando se comparaba en unamisma institucin el desempeo de los nuevos pobrescon el de los pobres estructurales. A los primeros, lamovilizacin del capital cultural y social les permita en

    el hospital obtener ms fcilmente turnos con especialis-tas, lugares de internacin, medicamentos gratuitos. En

    las escuelas pblicas de mayor prestigio, pugnaban con

    mayor xito por una plaza para sus hijos, tambin entrelas pocas existentes de jornada completa (codiciadas por

    las familias en las que ambos padres trabajan) y en losjardines maternales para nios menores de cuatro aos,

    instituciones que no estn obligadas a atender a todala poblacin porque no forman parte de la educacinobligatoria. En las oficinas municipales, los conflictosobservados se producan por la distribucin de bienes,

    ayudas y subsidios econmicos y en el seguro de saludpor conseguir que la institucin se hiciera cargo dealguna prestacin cuya cobertura no estaba claramentedefinida en los estatutos.

    De los nuevos pobres entrevistados varios sealaron

    que lograban establecer relaciones de cierta complicidad

    con personal burocrtico que les daba un trato preferen-

    cial. No obstante, la mayor parte de las negociacionestenan un carcter conflictivo. Las disputas comenzaban

    en general cuando un usuario disconforme realizabauna toma de palabra ante la imposibilidad econmica

    de optar por la salida y utilizar un servicio privado(Hirschman, 1970). Los usuarios interpelaban en alta vozal prestador, expresando con energa su opinin sobre las

    obligaciones de ese rol: cmo deba realizar su tarea, par-

    ticularmente en cuanto al trato del usuario, la informacin

    que deba manejar, con qu rapidez, entre otras cosas.Del rol del personal podan pasar a las obligaciones dela institucin en general y, en ciertos casos, sazonabansu discurso sobre sus derechos en tanto usuarios conel respeto y la consideracin particular que se lesdeba por su posicin social, calificacin profesional uotro atributo que pudiera distinguirlos y elevarlos por

    encima de la masa indiferenciada de usuarios. No erararo que amenazaran con quejarse y denunciar a losempleados, pero no siguiendo los canales habituales(libros de quejas) sino por la llegada directa a instan-cias superiores, de las que muchos aseguraban tener unconocimiento personal.

    A pesar de sus esfuerzos, persista en ellos laincertidumbre sobre la eficacia de las estrategias yadesplegadas y cada nueva interaccin relatada era unanueva experiencia de ensayo y error. Ningn atributoera siempre capital cultural ni dejaba de serlo, antes deprobar su eficacia. Todo atributo probado con xito en

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    una oportunidad (el diploma, la posicin profesional,una vaga referencia al derecho o a la ciudadana) podatransformarse en capital mediante una operacin devalorizacin exitosa, para dejar de serlo en la siguientetentativa (en una institucin distinta, o en la misma con

    otro prestador o hasta con el mismo) incluso hasta pro-vocar un llamado al orden del prestador, recordndoleque todos tienen igual derecho.

    En lo que respecta al capital social, su utilizacinpor los nuevos pobres se orientaba a conseguir bienesy servicios habituales cuyo acceso ya no les era asequi-ble por intercambios de mercadocorrientes. Por ello,identificaban posibles prestadores entre sus conocidos,estructurando redes personales que les permitan supliralgunas de sus carencias. El anlisis de esas redespersonales muestra que no se intentaba establecer a

    travs de ellas relaciones de intercambio por fuera delmercado como las relaciones de reciprocidad clsi-cas de los estudios de sectores marginales en AmricaLatina (Lomnitz 1975), sino ms bien flexibilizar las

    reglas normales de intercambio para obtener descuentos,

    pago en infinitas cuotas y hasta algunos trueques, engeneral cuando se trataba de profesionales prestadoresde servicios. Como decamos, aquello que en situacinde empobrecimiento se transforma en capital cultural osocial, en realidad corresponde a atributos acumuladosen el curso de una situacin social diferente, con otrosfines o ni siquiera previstos como recursos. A ttulo

    ilustrativo, tomemos el caso de un profesional quebusca progreso laboral. En este caso, un capital socialvalioso incluira un importante nmero de colegas.Ahora bien, si el profesional en cuestin se empobrecey busca amortiguar la cada de su nivel de consumo, ese

    capital acumulado (los colegas) perder valor, ya quepara cubrir sus necesidades insatisfechas sera ms tiluna variedad de perfiles profesionales, sinnimo de una

    amplia gama de eventuales prestaciones. Adems, conel cambio de situacin, los favores que se soliciten irnsiendo de naturaleza muy diferente (por ejemplo, pasar

    de pedir una recomendacin a solicitar dinero). No esposible prever si quien acceda a brindar los serviciosde otrora aceptar satisfacer la nueva demanda.

    La teora del capital social y cultural presupone un

    contexto estable, en el cual se produce una acumulacin

    de, por ejemplo, relaciones sociales con un fin prede-terminado: la movilidad ascendente o la supervivenciaen la pobreza. El empobrecimiento es un cambio decontexto que deja en suspenso la eficacia del capitalsocial acumulado, cuya reconversin no es automti-ca. En trminos conceptuales, la nueva pobreza poneen evidencia la incertidumbre sobre el valor de los

    recursos a los que se puede echar mano, cuya utilidady definicin como capital solo se verificar cuando serealice cada operacin de valorizacin. La dificultad de

    estabilizar los nuevos recursos result ms acuciantepara quienes se empobrecieron en la crisis del 2001.

    La cada fue tan repentina, violenta y extendida que,en general, no hubo tiempo para elaborar las estrategias

    adaptativas descritas. A la vez, por el gran nmero depersonas afectadas, no fue posible conformar las redespersonales que se estaban articulando cuando se produjo

    una movilidad descendente menos abrupta y masiva(Corts y Kessler 2004).

    4. La erosin de la identidad social

    De qu manera los individuos empobrecidos definen

    el lugar que ocupan ahora en la estructura social? Lapauperizacin afecta a identificaciones sociales previas?11Los nuevos pobres entrevistados se preguntaban ypreguntaban a los socilogos quines eran ellos ahora.

    No hay una respuesta nica ni socialmente tipificada.A diferencia de lo que ocurre con el desempleo, en losprocesos de empobrecimiento sin prdida del trabajono hay un rito de destitucin, como el despido, quees simultneamente supresin de una categorizacinexistente y base para una nueva (por ejemplo, el paso de

    gerente general a profesional desocupado). No obstante,

    se pudo observar que la pauperizacin cuestionaba una

    autotipificacion fundamental: la pertenencia a la clasemedia, ntimamente ligada a la definicin de la identidad

    social argentina. Durante la hiperinflacin de 1989 y1990, el fin de la clase media era el fantasma de laaniquilacin de un estrato y del proyecto de pas queella encarnaba (Sigal y Kessler, 1997). Su desaparicintransformara a Argentina en Brasil, al pasar de unasituacin de equilibrio ternario al enfrentamiento dico-tmico entre la clase alta y la baja. La hiperinflacin fue

    un fenmeno arrasador que al no dejar indemne a casiningn grupo social, contribuy a que el interrogante

    sobre la clase media se enunciara en forma colectiva,como el fin de toda la clase. La pauperizacin, en cambio,es un proceso de larga duracin visible como problema

    11Con estas preguntas nos referimos a su autoclasificacin social,es decir, a su inscripcin en una categora social determinada, comola de miembro de la clase media o pobre. La autoclasificacin esuna ubicacin imaginaria en la estructura social y un posicionamientorespecto a otros grupos sociales con los cuales se comparte el mundosocial: por ejemplo, la categora clase media supone e implica lacoexistencia con una clase baja y una alta. Por ende, una mutacinde la autoclasificacin puede entraar un cambio en la visin de todala estructura social.

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    social solo al cabo de cierto tiempo, lo que llev a que en

    las entrevistas la pregunta se formulara ms en trminos

    individuales, es decir, referida a la propia permanencia o

    expulsin de la categora. En rigor, no se planteaba como

    una pregunta nica, sino como el cuestionamiento encadena de las identificaciones ligadas a la idea de clasemedia. As, la pregunta inicial sobre la permanencia en

    esta clase obligaba al entrevistado a definir los criterios

    imaginarios de inclusin: era la posicin pasada, losdiplomas o el nivel cultural? En seguida se le preguntaba

    por el alcance del cambio: haba sido individual, detodo un grupo social o de la sociedad en su conjunto?Por ltimo, si l conclua que haba habido expulsin,cul era el nuevo lugar de arribo?

    En el origen de ese cuestionamiento estaba la supre-

    sin de determinados consumos. La autoinclusin en la

    clase media se basaba en el acceso real o potencial abienes y servicios ms all de la mera supervivencia, tales

    como ciertas vestimentas, salidas, vacaciones, aparatoselectrodomsticos y automvil. Y si bien el nivel educativo

    era importante, el consumo era definitorio. De un lado,porque se perteneca a la clase media aun sin la posesinde algn diploma; y, de otro, porque ante la crisis del estilo

    de vida ni siquiera una importante calificacin educativaevitaba el cuestionamiento de dicha identificacin. Elempobrecimiento demostr que la autopercepcin deque se perteneca a la clase media se defina en la cotidia-

    neidad de los hbitos de consumo: esa era la base de su

    gran popularidad en tiempos normales pero tambin desu extrema fragilidad en perodos de empobrecimiento.En efecto, la autoinclusin no precisa de ningn ritoinstituyente, pero en perodos de crisis su permisividadde entrada es su taln de Aquiles, no habiendo diplomani posicin institucional alguna que sea totalmente eficaz

    como dispositivo de retencin.De todos modos, en nuestras investigaciones las

    respuestas fueron de dos tipos: las de quienes sostenan

    su permanencia a rajatabla y las de quienes se conside-raban expulsados. Los primeros aducan atributos que

    compensaran la prdida del nivel de vida: los diplomas,la posicin laboral, el nivel cultural, las costumbres, elpasado. Algunos se referan a una devaluacin masivade la clase media que, en conjunto, habra empeoradosus condiciones de vida, pero sin por ello cuestionarsu propia pertenencia a ella ni la existencia de la clasemedia como estato diferenciado, solo que ahora era una

    clase baja alta. Se trataba de un cambio colectivo ms

    que de una expulsin individual, puesto que perdurarala divisin ternaria de la estructura social con un tercersegmento entre la clase alta y la clase baja, aunque suposicin relativa descendiera, acercndose ms a la clase

    baja. Definida la clase media en trminos relativos yjerrquicos, pertenecer a ella implicaba plegarse a loslmites de su definicin imaginaria. As interpretbamos

    la negativa de muchos entrevistados a considerarse sujeto

    legtimo de polticas asistenciales, como la distribucin

    de alimentos gratuitos. Incluso familias en situacinde intensa pobreza consideraban que eso no era paraellos, sino para los verdaderos pobres. La medidaasistencial los etiquetara; al rechazarla, trataban deevitar el estigma.

    En contraposicin, para los que se considerabanexpulsados, la clave de pertenencia era el estilo devida. La autoexclusin era ms frecuente entre los que

    no posean diplomas o puestos calificados, aquello quefacilitara compensar en la definicin de su identidad eldeterioro de las condiciones de vida. Desde situaciones

    objetivamente cercanas, haba quienes adoptaban una uotra posicin, segn si hacan hincapi en las prdidaso en lo que perduraba (soy un profesional a pesar detodo). Una vez (auto)decretada la expulsin, haba que

    buscar una nueva categora de acogida. No es de extraar

    que en ningn caso se considerasen pobres: los pobres

    eran los estructurales, de los cuales los separaba tantoun pasado como el estilo de vida presente. Lo hbrido de

    la nueva pobreza posibilitaba la variedad de respuestasa la pregunta sobre identificacin social. A veces, antela imposibilidad de decidir entre clase media y clasepobre, se incluan en clase trabajadora, lo que implicaba

    un cambio en los parmetros de clasificacin: del estilode vida al origen de los ingresos (trabajo asalariado).Sin embargo, ms que obtener respuestas acabadas, seobservaba una situacin de duda, una suerte de puestaen suspenso de la identidad social.

    Esta situacin caracteriz el fenmeno de lanueva pobreza a mediados de los aos 1990. En tra-bajos realizados a mediados del 2002 ya se advertanalgunos cambios interesantes. En primer lugar, la idea

    de expulsin de la clase media era casi mayoritaria y,sobre todo, muchos se consideraban ellos mismos como

    nuevos pobres (Gonzlez Bombal, 2002). En efecto,la categora haba rebasado el campo acadmico y sehaban apropiado de ella aquellos a los que nombraba,

    hasta el punto de que una investigacin del ao 2005sobre percepcin de identidad social sealaba queel 33% de los entrevistados se haba definido comoclase media empobrecida (Grupo , 2005).12El

    12Ntese que un 12% se perciba como clase baja y un 55% se con-sideraba clase media, lo cual muestra la permanencia de dicha clasecomo categora de identificacin privilegiada. En el momento de laencuesta las tasas oficiales de pobreza eran del 43%.

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    cambio de identidad social se daba a la vez con unadistensin de las estrategias para diferenciarse de losverdaderos pobres, marcada principalmente por elcambio de actitud frente a las polticas asistenciales alas que antes los nuevos pobres se negaban a acudir. As

    lo demuestra el hecho de que estuvieran recurriendo,aunque minoritariamente por las exigencias de elegi-bilidad, al Plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupados,programa de transferencia masiva de ingreso puestoen marcha tras la crisis del 2001.13

    Ahora bien qu pasa hoy con esa identidad social?

    Se ha recompuesto entre los empobrecidos junto conestabilizarse la situacin econmica? En trabajos delos ltimos aos se describen las transformacionessocioculturales de las franjas ascendentes de las clasesmedias argentinas desde los aos 1990. Ellos destacan

    un mayor individualismo, un acentuado consumismo,estrategias para evitar sectores populares y una sociali-zacin restringida, cuya imagen ms paradigmtica son

    los nuevos barrios y urbanizaciones privadas (Svampa,2004; del Cueto, 2007). En relacin al consumo, hahabido una dispersin de los bienes, otrora indicadoresde estratos medios y altos, hacia franjas inferiores dela estructura social merced al abaratamiento y accesoal crdito,14proceso comparable al descrito en pginasanteriores respecto a Brasil. Tanto es as que desde el2006 las empresas de estudios de mercado han conve-nido en no utilizar ms el acceso a bienes de consumodurables como indicador de estratificacin, sino recurrira otras variables, como la afiliacin a servicios de salud

    de alto costo o el mayor o menor uso de mano de obra.En efecto, bienes como el telfono de lnea, el celular ylos electrodomsticos clsicos (heladera, cocina y lava-

    rropa) estn extendidos y ya casi no marcan verdaderasfronteras entre estratos. Otros, por el contrario, comocomputadores, acceso a Internet o automvil estn des-

    igualmente distribuidos entre una clase media estable y

    la franja empobrecida (Grupo , 2005). No obstante,el abaratamiento paulatino de ciertos bienes augura que

    pronto los nuevos estratos accedern tambin a ellos. Lapregunta que resta por responder es si esto indica que los

    sectores medios empobrecidos y hoy en parte estabili-

    13En una investigacin del 2007 restringida a la poblacin beneficia-ria de planes asistenciales de la comunidad juda, mayoritariamentenuevos pobres, el 24% era adems beneficiario del Plan Jefas y Jefesde Hogar Desocupados u otro similar del gobierno de la Ciudad deBuenos Aires (Kessler, 2008).14A pesar de esta mayor distribucin de bienes en la estructura social,Mora y Araujo (2007) encontr en un estudio previo a la crisis quelos principales hiatos se registraban entre los sectores medio alto ymedio bajo y entre este ltimo y el sector bajo.

    zados estn recuperando formas anteriores de construir

    identidad a partir de un renovado acceso al consumo osi, por el contrario, se estn desplazando los indicadores

    de estatus y est comenzando a construirse la identidadde clase de estos sectores en torno a nuevos consumos y

    prcticas sociales, y ya no a los tradicionales bienes deconsumo durables. En otras palabras, falta an indagarsi la generalizacin de ciertos bienes que otrora gene-raban distincin ayuda a reconstruir la identidad socialde los empobrecidos o si, por el contrario, la recienteautotipificacin de nuevo pobre se ver alterada por elacceso a determinados bienes de consumo, similares alos que en el pasado hubieran servido justamente paraafirmar la pertenencia de clase.

    5. La dimensin urbana de la nueva pobreza

    Una cara poco explorada de la nueva pobreza es ladistribucin espacial de la diversidad de situaciones yformas que asume y su relacin con el acceso al hbitaty a los servicios urbanos. Cabe resaltar que la nuevapobreza escapa a la lgica que por dcadas fue el rasgocaracterstico de la pobreza urbana en Argentina: villa =

    pobreza. La presencia de las villas miseria en la ciudad

    expresa territorialmente la posicin que las personasocupan en la estructura social. La nueva pobreza rompe

    con esta lgica caracterstica de la pobreza estructural,puesto que ahora la posicin social no se traduce ne-

    cesariamente en formas estandarizadas de ocupacindel territorio ni en condiciones uniformes de accesoal hbitat y a los servicios urbanos. La nueva pobreza,ms difusa y ms escondida que la pobreza estructural,modifica los usos y prcticas de la ciudad y en la ciudad,

    generando una nueva conflictividad en la vida urbana(Prevot Schapira, 2002).

    En el rea Metropolitana de Buenos Aires, segndatos del (2001), el 91% de los hogares pobres

    por insuficiencia de ingresos vive en barrios con trazado

    urbano. Solo el 9% de los hogares pobres se radica en

    villas de emergencia o en asentamientos precarios. Sinembargo, cuando se analiza la composicin de cadauna de estas formas de urbanizacin se observa que el26,8% de quienes viven en barrios con trazado urbanoson pobres por insuficiencia de ingresos.15

    En este marco se puede pensar que las lgicas terri-

    toriales de la pobreza estructural y de la nueva pobrezason diferentes, aun cuando no es posible concebirlas

    15Entre los hogares asentados en villas ese porcentaje asciende al59,1%.

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    como mundos enteramente aislados. Varias dcadasde empobrecimiento y el efecto del desempleo han roto

    el esquema que confinaba a los pobres a territorios bien

    delimitados y claramente identificables. La pobrezaen los aos 1990 se expresa en los intersticios de la

    ciudad y se manifiesta en un proceso de deterioro ytransformacin del parque habitacional existente, queincluye la lenta alteracin del uso y el estado de lasestructuras materiales.16Los hogares permanecen enlos tradicionales barrios de clases medias y, si tienensuerte, mantienen en propiedad su vivienda; sin em-bargo, estn imposibilitados de introducir mejoras, deinvertir en mantenimiento e incluso se ven obligados ahacer modificaciones en los ambientes de la casa paragenerar pequeos espacios productivos, como tallereso pequeos comercios.

    El deterioro de las estructuras materiales y lasalteraciones en su uso evolucionaron en paralelo conel cambio en la lgica de acceso a la ciudad que habaguiado tradicionalmente a los sectores medios. Estossectores se haban asegurado el acceso a la ciudad engeneral y al hbitat en particular a travs de una lgicade mercado: es decir, el mercado era el mecanismosocial por el cual lograban acceder a la vivienda y a losservicios urbanos. Las experiencias de pauperizacintensionaron fuertemente sus posibilidades de recurrira mecanismos de mercado, en particular cuando esapauperizacin ha sido tributaria del desempleo. Comoseala Badcock (1984, p. 171), la estructura del empleoy la posicin que ocupan las familias en ella condicionan

    fuertemente el acceso al hbitat. En un contexto en elcual el desempleo ha afectado a vastos sectores de lapoblacin (alcanzando en algunos momentos al 21,5% de

    ella), los mecanismos tradicionales de acceso al hbitat

    y a los servicios urbanos se han visto bloqueados.17

    La crisis de los mecanismos sociales tradicionalesde acceso al hbitat se ha expresado en fenmenos tales

    como la ocupacin de inmuebles. En las ltimas dosdcadas se ha observado que los pobres en Buenos Aires

    se han apropiado de pequeos espacios vacantes en laszonas centrales de la ciudad, como propiedades fiscales,edificios abandonados por sus propietarios, fbricas ygalpones, los que utilizan como viviendas. A menudoestos inmuebles carecen de instalaciones sanitarias y

    16El aumento de los porcentajes de hacinamiento es una de las ex-presiones de la pobreza dentro del hbitat formal.17La densificacin de las villas de emergencia, que se produjo funda-mentalmente entre fines de la dcada de 1990 y el ao 2005, puede haber

    contribuido al quiebre de esa lgica: familias empobrecidas que antesque abandonar la ciudad, optan por habitar espacios segregados.

    elctricas adecuadas y suele haber interrupciones delabastecimiento de agua y energa elctrica por falta depago. En estos casos, a pesar de que se disfruta de losbeneficios de vivir en la ciudad, las condiciones de vida

    se ven seriamente deterioradas por la incertidumbre

    respecto a los medios de subsistencia y a la calidad dela vivienda (Herzer y Di Virgilio, 1996; Rodrguez yDi Virgilio, 2006).

    A lo anterior se sum el retiro del Estado de laprestacin de ciertos servicios pblicos que hasta ladcada de 1990 regularon algunos estndares mnimosde condiciones de vida y que hoy tienen un alcancemuy limitado. A partir de dicha dcada y en el marcode procesos de reforma del Estado, la lgica internade reproduccin de las ciudades experiment cambiossignificativos. La masiva privatizacin de los servicios

    desplaz la gestin de los consumos colectivos urbanoshacia la rbita del mercado y llev a una mercantiliza-cin de los servicios urbanos bsicos. En este nuevoescenario, que transfiere los costos de vivir en la ciudad

    formal al salario directo de los trabajadores (Catenazziy Di Virgilio, 2006), el acceso a dichos servicios estregulado casi exclusivamente por la capacidad de loshogares de obtener ingresos suficientes para cubrir unacanasta bsica de bienes y servicios.

    En ese marco, los hogares disminuyeron el uso delos servicios de infraestructura: agua, gas, electricidad,telecomunicaciones y transporte. La reduccin del

    poder adquisitivo de los grupos de menores ingresossignific el descenso de los gastos en alimentacin y en

    el cuidado de la salud, as como una cada an mayorde la capacidad de estos grupos para financiar mejorasde las condiciones de vivienda o bien para mantener elpago de la vivienda y de los servicios mismos.

    Por otro lado, los lmites en la accin del Estado se

    manifestaron tambin en el deterioro de la capacidad de

    las instituciones pblicas de la ciudad como la escuela,

    el hospital, la obra de proteccin social para procesar

    las demandas de los sectores empobrecidos, entre otras

    causas, por falta de personal e insumos y la supresinde algunas prestaciones. En las entrevistas, los nuevospobres se quejaban de que concurren a hospitales donde

    se sigue operando pero en los que no hay ni camas dis-ponibles, ni gasas ni medicamentos; llaman a serviciosde urgencia que todava existen pero que carecen deambulancias; envan a sus hijos a escuelas que siguenabiertas pero en que ciertas materias no se dictan, haymeses sin clases o la maestra parece desinteresada desu tarea; ahorran para comprar sofisticadas alarmas que

    suenan en el comisariado cuando entran los ladrones,pero la polica no acude, y recurren a oficinas pblicas

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    que siguen en los lugares de siempre pero cuyo personal

    en gran parte ha desaparecido.La vastedad del empobrecimiento y sus experiencias

    no debe hacernos olvidar que otra parte de la clase media

    empat, es decir, no vio variar en demasa su situacin,

    y que una franja minoritaria ascendi en los aos 1990.Nada lo ilustra ms claramente que el aumento de ladesigualdad en la distribucin de los ingresos a lo largo

    de la dcada: en sus inicios el ingreso per cpita mediodel 10% de hogares ms ricos era aproximadamenteveinte veces el correspondiente al 10% de hogares mspobres, relacin que pas a ser de treinta veces hacia elfinal del decenio (Altimir y Beccaria, 1999). Entre losganadores se encontraban sectores medios ubicadosen las reas ms dinmicas de la economa. Svampa(2002 y 2004) estudi dicho estrato a partir del proceso

    de suburbanizacin que protagoniz en la dcada de1990 hacia los ms de cuatrocientos nuevos barrios pri-vados y country clubsque surgieron en los alrededoresde Buenos Aires y otras grandes ciudades del pas. Setrata de un fenmeno que fue advertido hace aos enurbes latinoamericanas como So Paulo, Mxico, D.F.y Caracas, donde alcanz mayor magnitud en la dcada

    de l990, y que se ha extendido posteriormente a otrasciudades, como Santiago de Chile y Buenos Aires.

    Para comprender el empobrecimiento en un contexto

    general hay que tomar en cuenta lo que ha sucedido con

    las otras fracciones de la clase media. En ese sentido,

    cabe sealar que el proceso de suburbanizacin est

    afectando a toda la fisonoma urbana argentina. Huboun desplazamiento desde un modelo de ciudad abierta,

    bsicamente europeo, centrado en la nocin de espaciopblico y en valores como la ciudadana poltica y laintegracin social, hacia un rgimen de ciudad cerra-

    da, segn el modelo estadounidense marcado por laafirmacin de una ciudadana privada, que refuerzala fragmentacin social. Durante mucho tiempo, enArgentina este modelo de ciudad abierta se asent, auncon sus deficiencias, en una matriz social que supona el

    reconocimiento explcito de una sociedad democrtica.

    Pero en la dcada de 1990, como resultado del procesode suburbanizacin, los sectores medios ganadoresempezaron a disminuir sus lazos con sus pares en peorsituacin y a vivir en reas antes reservadas a sectorestradicionalmente altos. Sin duda, esto terminar de diluir

    lo que resta de la homogeneidad cultural de la antiguaclase media. En efecto, en las nuevas comunidades ce-rradas la clase media exitosa comenz a codearse con la

    antigua clase alta. Como advierte Svampa (2002 y 2004)

    pese a las diferencias en trminos de capital (sobre todo

    econmico y social) y la antigedad de clase, las clasesaltas y una franja exitosa de las clases medias llegan aser partcipes comunes de una serie de experiencias encuanto a patrones de consumo, estilos residenciales y,en algunos casos, entornos de trabajo. En otras palabras,

    de los marcos culturales y sociales que dan cuenta deun entramado de relaciones que se halla en la base de

    nuevas formas de sociabilidad.

    VA modo de cierre: la nueva pobreza hoy

    Luego de este recorrido cabe preguntarse qu cambiospueden advertirse en los nuevos pobres al compararlos primeros estudios y los ms actuales. Ante todo, en

    Argentina la nueva pobreza ya no es nueva hoy comofenmeno social. Cabe recordar que durante la crisis del2001 se produjo una nueva gran oleada de empobrecidos,

    de forma ms violenta que en la crisis anterior y conms conciencia de lo que estaba sucediendo. Muchosempobrecidos llevan ya ms de una dcada de pauperi-zacin, lo que ha generado problemas sociales producto

    de aos de cada, como el aumento de la enajenacin de

    inmuebles y otras propiedades por deudas acumuladasdurante aos, lo que se observa en los grandes centrosurbanos. En segundo lugar, muchos derroteros de mo-vilidad descendente vistos a comienzos de la dcada de

    1990 hoy apareceran como trayectorias inestables. Segn

    un trabajo sobre movilidad ocupacional en Argentina(Kessler y Espinoza, 2007), ciertos individuos empo-

    brecidos a comienzos de los aos 1990 vieron mejorarsu situacin en fases de crecimiento posteriores y luegovolvieron a caer, siendo su trayectoria y su experienciadistintas a la de una cada sin puntos de retorno parcial.Asimismo, en esa dcada se registr un proceso de mo-

    vilidad estructural ascendente, es decir, un incrementoabsoluto y relativo de puestos considerados de clase media

    por el nivel de calificacin requerido (Torrado, 1994).Pero a la vez disminuyeron los beneficios y niveles debienestar de tales puestos debido a la degradacin delos ingresos y la precarizacin general del trabajo. Porlo tanto, en muchos casos hubo movilidad ascendente

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    intergeneracional o intrageneracional en cuanto al nivel

    de calificacin del puesto ocupado, pero sin que se ganara

    o incluso perdiendo bienestar respecto del pasado,

    dando origen a lo que se ha llamado movilidad espuria(Kessler y Espinoza, 2007).

    En tercer lugar, a comienzos de los aos 1990 lanueva pobreza era un fenmeno de puertas adentroque no generaba acciones ni estrategias colectivas. Yaen el ao 2000, como lo muestra Gonzlez Bombal(2002) en su estudio sobre el Club del Trueque ex-periencia de intercambios de bienes y servicios quelleg a reunir dos millones de personas en el 2001,los sectores medios empobrecidos cruzaron la puertay se organizaron en estrategias colectivas. Los clubesdel trueque fueron un mbito privilegiado para obser-var la interaccin de sectores medios empobrecidos y

    sectores populares. Estos ltimos accedan a ciertosservicios (como terapias tradicionales y alternativas,trabajo corporal) propios de los sectores medios ur-banos argentinos, quienes, de su lado, trocaban esosservicios por bienes (como comida casera) y otrostipos de servicios ms afines a los sectores populares(arreglos del hogar, mantenimiento). Sin embargo, elsentido otorgado a este intercambio por cada claseera diferente: mientras para los sectores popularessignificaba una suerte de ascenso social al acceder asectores y prcticas identificadas con la clase media,para los empobrecidos era un indicador ms de que

    la expulsin tan temida finalmente haba tenido lugar(Luzzi, 2005). Una experiencia masiva de salida de laclase media, que incluy la de los empobrecidos, fuela conformacin de asambleas barriales luego de lacrisis del 2001 en la ciudad de Buenos Aires y ciertoslugares del Conurbano y ciudades del interior. Comosostiene Svampa (2005), las asambleas barriales fueron

    un espacio de organizacin y de deliberacin que rompa

    con las formas tradicionales de representacin poltica

    y favoreca otras formas de auto-organizacin de losocial, con aspiraciones a la horizontalidad y proclives al

    ejercicio de la accin directa. Estas nuevas experienciasreposicionaron a las clases medias, sobre todo de laciudad de Buenos Aires, en un lugar importante de laescena poltica, aunque con duracin acotada.

    El anlisis de lo sucedido con las clases mediascomo fenmeno novedoso en los aos 1990 no debeopacar una mirada rpida sobre lo que ocurra con lapobreza de vieja data, es decir, con los pobres estruc-turales. En este sentido cabe una autocrtica a quienesestudiamos las cuestiones de pobreza en la dcada de1990. La novedad de lo que suceda con las categorassocioprofesionales medias concentr tanto nuestra aten-

    cin que fallamos en mirar ms all y analizar el impacto

    del empobrecimiento en toda la estructura social. Enconcreto, el empobrecimiento de los sectores medios ysu salida de ciertos puestos al aumentar el desempleo,hizo que los pobres de vieja data se vieran desplazados

    a puestos de baja calificacin; otros puestos, productode la modernizacin, fueron siendo recalificados y, porende, no pudieron seguir siendo ocupados por pobres con

    bajo nivel educativo. En esta situacin de competencia en

    el mercado de trabajo los pobres estructurales perdieron

    elegibilidad, y puestos ocupados tradicionalmente porsectores bajos pasaron a manos de sectores medios em-

    pobrecidos pero ms calificados. Porc (2003) rastre el

    impacto del empobrecimiento de la clase media en losms pobres (la desocupacin en el servicio domstico,por ejemplo). La estrategia a la que haban apelado los

    hogares pobres en etapas anteriores la de comple-mentar el ingreso del jefe de hogar con el trabajo dela mujer en servicio domstico, o suplirlo en casos decrisis de desempleo tambin se vio perjudicada porel empobrecimiento de los sectores medios.

    Por ltimo, un aspecto que parece desprenderse con

    contundencia de este artculo es que la nueva pobrezaplantea grandes interrogantes a las polticas pblicas en

    los diversos pases, interrogantes que aun en el casode Argentina con ms de una dcada de empobrecimien-

    to no se han traducido en polticas novedosas. Talespolticas deben incorporar componentes territoriales,

    pues la ciudad y las lgicas de acceso a ella tambin sehan visto fuertemente impactadas. Sin duda, en el nuevo

    contexto las polticas exigen mxima creatividad puesto

    que ciertos criterios habituales, como la focalizacintradicional de base territorial en los hbitat de alta con-centracin de pobres, no son tiles para una poblacindispersa en los intersticios de la ciudad. Genera desazn

    entre quienes venimos siguiendo el fenmeno hace aos

    cmo a pesar de que el tema est instalado en la agenda

    pblica y en el sentido comn de la sociedad, no se hangenerado polticas pblicas para esta poblacin. No se

    nos escapa la existencia ni el incremento de la pobrezams dura en los aos anteriores, para cuyo tratamientolas polticas tampoco son suficientes, pero ya nuestrostrabajos de hace una dcada mostraban que parte delimpresionante deterioro de la situacin de los hogaresse debi en gran medida a la falta de polticas pblicaspreventivas. Si bien esta carencia no fue la causa inicial,

    no nos cabe duda de que una serie de medidas nonecesariamente muy costosas hubiera permitido a los

    hogares empobrecidos amortiguar los efectos de la crisis

    y, sobre todo, evitar la acumulacin de necesidades que

    ms tarde hicieron eclosin.

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    En nuestras investigaciones de mediados de losaos 1990 observamos, por ejemplo, la falta de ayudapara pagar alquileres y expensas que llevaron poste-riormente a desalojos y enajenacin de propiedades; la

    carencia de recursos para afrontar deudas que, mane-

    jables en un primer momento, se volvan impagablesdespus; las dificultades para afrontar y continuartratamientos mdicos que luego provocaron secuelasde por vida y hasta fallecimientos; la interrupcin delos estudios de hijos jvenes supuestamente por untiempo, para ayudar al hogar pe