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Dirección General de Bibliotecas Dirección General de Vinculación Cultural y Ciudadanización Alas y raíces a los niños Liberté Égalité Fraternité RÉPUBLIQUE FRANÇAISE AMBASSADE DE FRANCE AU MEXIQUE A lgunas veces se ha re- prochado a mis libros incitar a los jóvenes a dejar el ho- gar para recorrer el mundo. Esto nunca sucedió, de ello estoy seguro. Pero si algunos niños llegasen a lan- zarse en aventuras tales, ¡que tomen ejemplo en los héroes de los Viajes ex- traordinarios , y estarán seguros de lle- gar a buen puerto!” Julio Verne Recuerdos de infancia y juventud Cahiers de l’Herne. Jules Verne . París, 1974, p. 61 Julio Verne para niños HISTORIAS Y AVENTURAS EXTRAORDINARIAS: Julio Verne para niños Julio Verne para niños Historias y aventuras extraordinarias:
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Julio Verne Para Ninos

Nov 09, 2015

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Erica Orazzi

lectura para niños
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  • Direccin General de BibliotecasDireccin General de Vinculacin

    Cultural y CiudadanizacinAlas y races a los nios

    Libert galit FraternitRPUBLIQUE FRANAISE

    AMBASSADE DE FRANCE AU MEXIQUE

    A lgunas veces se ha re-prochado a mis librosincitar a los jvenes a dejar el ho-

    gar para recorrer el mundo. Esto

    nunca sucedi, de ello estoy seguro.

    Pero si algunos nios llegasen a lan-

    zarse en aventuras tales, que tomen

    ejemplo en los hroes de los Viajes ex-

    traordinarios, y estarn seguros de lle-

    gar a buen puerto!

    Julio Verne Recuerdos de infancia y juventudCahiers de lHerne. Jules Verne. Pars, 1974, p. 61

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    JulioVernepara nios

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  • JulioVernepara nios

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    Direccin General de BibliotecasDireccin General de Vinculacin

    Cultural y CiudadanizacinAlas y races a los nios

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    Libert galit FraternitRPUBLIQUE FRANAISE

    AMBASSADE DE FRANCE AU MEXIQUE

  • Primera edicin 2004D.R. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes

    Direccin General de BibliotecasTols nm. 6, Centro, C.P. 04060, Mxico, D.F.

    Direccin General de Vinculacin Cultural y CiudadanizacinDireccin de Desarrollo Cultural Infantil

    Av. Revolucin 1877, San ngel, C.P. 01000, Mxico, D.F.

    ISBN 970-35-0550-3

    D.R. Embajada de Francia CCC-IFALRo Nazas 43, colonia Cuauhtmoc,

    Mxico, D.F., C.P. 06500

    ndice009... Presentacin013... Cinco semanas en globo031... Viaje al centro de la tierra045... De la tierra a la luna057... Veinte mil leguas de viaje submarino073... La vuelta al mundo en 80 das087... La isla misteriosa097... Un capitn de quince aos105... El castillo de los Crpatos110... Identificacin de imgenes

    LUMI ZAYI PREZ OCOMATL (10 AOS), STA. ANA NOPALUCAN, TLAXCALA. ALEJANDRO GONZLEZ COLN (8 AOS), GUADALAJARA, JALISCO.

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    Julio Verne naci el 8 de febrero de 1828 en Nantes, Francia,una ciudad a la orilla del ro Loira con una gran actividad co-mercial, que la haca lugar de paso de innumerables viajeros.Era hijo de Pierre Verne y de Sophie Allotte, quienes lo cri-aron en una casa donde siempre haba libros, cuentos y con-versaciones. Entre sus lecturas favoritas estaba El Robinson suizo deRodolphe Wyss. Cuando tena 11 aos de edad, an no conoca el mar,pero ya haba visto tantas embarcaciones y tanta vida en el ro, que lanecesidad de navegar lo devoraba, entonces, escap de su casa con elpropsito de ser marinero, pero pronto tuvo que regresar y dedicarse aestudiar, entre constantes enfrentamientos con su padre.

    Cuando iba a cumplir 20 aos se fue a vivir a Pars, donde comenz aestudiar Leyes y conoci a escritores como Victor Hugo, Eugenio Sue yAlejandro Dumas, con quien trabaj como asistente. Su contacto conestos autores le permiti adentrarse en el arte teatral, de manera quesus publicaciones iniciales fueron obras para teatro y operetas. Duranteestos primeros aos de estudiante en la capital francesa, Julio Verne,

  • trabajaba muy duro para poder sostenerse; daba clases deDerecho y al mismo tiempo formaba parte de un bufete,pero, a pesar de eso, se daba tiempo para apartarse de las exi-gencias laborales cotidianas y encerrarse en la BibliotecaNacional a leer, principalmente, obra sobre los avances cien-tficos y tecnolgicos conocidos hasta entonces.

    Julio Verne vivi el surgimiento de tecnologa muy tilcomo los barcos de vapor; la instalacin de vas frreas paralos ferrocarriles; la electricidad, el telgrafo, el telfono y elfongrafo. l deca que le haba tocado ser parte de una ge-neracin que vivi entre las ideas de dos genios: Stevensony Edison.

    Durante once aos, entre 1851 y 1862 escribi varias novelas, que sepublicaron, por entregas, en una revista llamada El museo de las familias,la primera de ellas fue Los primeros navos mexicanos. Luego, orientadopor su amigo el editor Jules. Hetzel, logr su primer libro: era la novelaCinco semanas en globo, que fue publicada en 1863, cuando Verne tena35 aos de edad, y tuvo tanto xito que Hetzel le ofreci firmar uncontrato que le garantizara recibir una buena cantidad anual a cambiode escribir y publicar dos novelas cada ao. Este trato fue cumplido ydurante los siguientes 40 aos, Verne public ms de 60 novelas, en unespacio que bajo el ttulo de los Viajes extraordinarios, ofreci a loslectores numerosas aventuras, por captulos, en una publicacin llama-da Revista de Educacin y recreacin.

    Las novelas de Julio Verne se cuentan entre las ms traducidas delmundo; existen ediciones de ellas en ms de cien lenguas distintas, conlo que al paso de los aos han sido disfrutadas por muchas generacionesde jvenes lectores en diferentes pases.

    En Mxico, desde finales del siglo XIX en que se publicaron traduc-ciones como parte de algunos semanarios y revistas, las aventuras ymagnficas descripciones logradas por este autor han formado parte delas lecturas clsicas juveniles, y han estado presentes en el acervo de lasbibliotecas pblicas en nuestro pas, a lo largo de dos dcadas. Por ello,en el marco de la conmemoracin del centenario de la muerte de JulioVerne (ocurrida el 24 de marzo de 1905 en Amiens, Francia) celebramosla vitalidad, la intensidad y universalidad de su obra, con este libro to-talmente ilustrado por nios mexicanos.

    Como resultado de la convocatoria lanzada por la Direccin Generalde Bibliotecas y el Programa Alas y Races a los Nios en colabora-cin con la Embajada y la Casa de Francia en Mxico para el concur-so de dibujo infantil Descubramos Julio Verne para Nios recibimosen total 631 dibujos de 24 entidades del pas, incluido el DistritoFederal. Un Comit de Evaluacin hizo la seleccin de los que podranincluirse en el libro y finalmente, luego de un proceso de decisin dif-cil por la abundancia y calidad de los trabajos y la limitante del formatode la edicin, estn participando los creados por 92 nios de 21 estadosdistintos.

    A todos los nios que asistieron a las actividades organiza-das en las bibliotecas pblicas en torno a la obra deVerne , y a los adultos que los guiaron desde y ha-cia la lectura y la ilustracin, les expresamosnuestro agradecimiento.

    Este libro es una invitacin a leer y disfrutarde las aventuras e historias extraordinariascreadas por un escritor, cuya fascinacin por lanaturaleza y el conocimiento cientfico, nos hacerecuperar el asombro ante los alcances de la reali-dad y de la ficcin.

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    Cinco semanas en globo*

    Alas nueve, los tres compaeros de ruta subieron a lacesta; el doctor encendi su soplete y aviv la llama afin de que produjera un calor rpido. El globo, que semantena en tierra con perfecto equilibrio, empez alevantarse al cabo de unos minutos. Los marineros tu-

    vieron que soltar un poco las cuerdas que lo retenan. La cesta se levantunos veinte pies del suelo.

    Amigos mos! grito el doctor, de pie entre sus dos compaerosquitndose el sombrero, demos a nuestra embarcacin area un nom-bre que le traiga suerte: Que sea bautizada con el nombre de Victoria!

    Un hurra formidable reson.Viva la reina! Viva Inglaterra!En aquel momento la fuerza ascencional del aerostato aumentaba pro-

    digiosamente. Ferguson, Kennedy y Joe lanzaron un ltimo adis a susamigos.

    Soltad todos! grit el doctor. Y el Victoria se elev rpidamente porlos aires, mientras los cuatro caones del Resolute disparaban en su honor.

    * Fragmentos tomados de: Cinco semanas en globo. Editorial Porra, Mxico, 1971 (Col. SepanCuantos...). 130 p.

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    entonces la palabra a los viajeros, pero en un lenguaje des-conocido para stos.

    El doctor Ferguson, no comprendiendo lo que deca, pronun-ci al azar una palabra en rabe, e inmediatamente le contestaronen este idioma.

    El orador prorrumpi en una larga arenga, muy florida, que todosescucharon atentamente; el doctor no tard en darse cuenta de que elVictoria haba sido tomado por la luna en persona y que el honor que leshaba hecho aquella amable diosa al dignarse acercarse a su ciudad consus tres hijos no sera jams olvidado en aquella tierra escogida por el sol.

    El doctor contest con gran dignidad que la luna haca cada mil aosuna gira por la Tierra, experimentando la necesidad de mostrarse de mscerca a sus adoradores; les rog, por tanto, que expusieran sin temor susnecesidades y sus deseos a la divina presencia. El mago contest a suvez, diciendo que el Sultn, el Mwani estaba enfermo desde hacamucho tiempo y solicitaba la ayuda del cielo, invitando a los hijos de laluna a bajar a visitarle.

    El doctor comunic la invitacin a sus compaeros. Vas a bajar a ver a este rey negro? le pregunt el cazador.Naturalmente. Esta gente me parece bien dispuesta; la atmsfera es

    calmada; no sopla la ms ligera brisa. No tenemos nada que temer por elVictoria.

    Pero qu vas a hacer? Puedes estar tranquilo, mi querido Dick; con un poco de medicina

    saldr de apuros.Luego, dirigindose a la muchedumbre:

    El Victoria se haba acercado insensiblemente a tierra; prendi una desus anclas en la copa de un rbol cercano a la plaza del mercado. Toda lapoblacin reapareca entonces fuera de sus refugios; sacaban la cabezacon circunspeccin. Varios brujos fueron los primeros en avanzar.

    Poco a poco la muchedumbre los imit, las mujeres y los nios incluso,y los tambores resonaron con estruendo mientras las manos de los negrosse tendan hacia el cielo, juntas en actitud suplicante.

    Es su manera de suplicar dijo el doctor Ferguson; si no me equi-voco, estamos destinados a jugar un gran papel.

    Bueno, seor, pues juguelo!T tambin, mi querido Joe, t mismo quiz te convertirs en un dios.Oh, seor, esto no me preocupa!, incluso el incienso me gusta.En aquel momento, uno de los brujos, reconocible por sus adornos,

    hizo un gesto, y todo el clamor se apag en un profundo silencio. Dirigi

    KARLA PAOLA DE LOERA VZQUEZ (6 AOS), ZACATECAS, ZAC.

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    La luna, teniendo piedad por el soberano tan querido de los hijosde Unyamwezy, nos ha confiado el cuidado de su curacin. Que se pre-pare para recibirnos.

    Los clamores, los cantos, las demostraciones redoblaron y todo aquelvasto hormigueo de negras cabezas se puso en movimiento.

    Ahora, amigos mos dijo el doctor Ferguson , debemos estarprevenidos para todo; en un momento dado podemos vernos obligados ahuir rpidamente. Dick permanecer en la cesta y, por medio del sople-te, mantendr una fuerza ascensional suficiente. El ancla est sujeta sli-damente, no tenemos nada que temer. Voy a descender a tierra. Joe meacompaar; nicamente que se quedar al pie de la escalera.

    Cmo! Vas a ir solo a ver a ese negrote? dijo Kennedy. Cmo, seor Samuel! exclam Joe ; no quiere usted que lo

    acompae hasta donde va? No; ir solo; esta pobre gente se cree que su gran diosa la luna ha

    bajado a visitarles; estoy protegido por la supersticin; por esto no debistemer nada; que cada cual permanezca en el puesto que le he sealado.

    Ya que lo quieres as. . . dijo el cazador. Vigila la dilatacin del gas.

    DIEGO ARMANDO VERDUGO JIMNEZ (10 AOS), LA PAZ, BAJA CALIFORNIA SUR.

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    De acuerdo.Los gritos de los indgenas aumentaron; reclamaban enrgicamente la

    intervencin celeste. Ya va, ya va! dijo Joe . Los encuentro un poco exigentes con

    su buena luna y sus divinos hijos.El doctor, provisto de su botiqun de viaje, descendi a tierra, precedi-

    do de Joe. ste, grave y digno, como convena, se sent al pie de la esca-lera, con las piernas cruzadas a la moda rabe y parte de la muchedumbrele rode en un respetuoso crculo.

    Los brujos y los jefes parecan muy animados, rodeaban al doctor, apre-tujndole, amenazndole. Extrao cambio. Qu haba pasado? Habasucumbido el sultn en manos de su mdico celeste? El globo, presiona-do por la dilatacin de gas, tiraba de la cuerda, impaciente por elevarseen el aire. El doctor lleg al pie de la escalera. Un temor supersticiosoretena todava al gento, impidindole hacer uso de la violencia contra supersona; trep rpidamente por la escalera, seguido de Joe.

    No tenemos ni un momento que perder le dijo el doctor. Nointentes desatar el ancla, cortaremos la cuerda. Sgueme!

    Pero, qu pasa?,pregunt Joe saltando a la cesta.Qu ha sucedido? pregunt Kennedy, empuando la carabina.Mirad contest el doctor sealando el horizonte.Qu? pregunt el cazador.Qu? Pues la luna!La luna, efectivamente, se levantaba roja y esplndida como un globo

    de fuego sobre el fondo azul. Haba la luna y el Victoria.Entonces haba dos lunas, o bien los extranjeros eran unos impostores,

    unos intrigantes, unos falsos dioses.stas haban sido las reflexiones naturales de la multitud. Por esto

    cambiaron de actitud. Joe no pudo contener su risa. La poblacin de

    Kazeh, comprendiendo que se les escapaba su presa, empez a dar gritosprolongados mientras los arcos y los mosquetes se dirigan hacia el globo.

    Pero uno de los brujos hizo un ademn. Las armas se inmovilizaron;trep por el rbol, con la intencin de sujetar la cuerda del ancla y con-ducir el artefacto a tierra.

    Joe se adelant con un hacha en la mano.Debo cortar? pregunt.Espera contest el doctor.Pero, y este negro?Quiz podremos salvar nuestra ancla, y me interesa. Siempre esta-

    remos a tiempo de cortar.El brujo, al llegar a la copa del rbol, lo hizo tan bien que, rompiendo

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    JOS EDUARDO MENDOZA MARTNEZ (6 AOS), CELAYA, GUANAJUATO.

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    las ramas, logr desasir el ancla, la cual, vivamente atrada por el aerosta-to, cogi al brujo por entre las piernas y se lo llev por los aires, a caballode aquel hipogrifo inesperado.

    El estupor de la multitud fue inmenso al ver a uno de sus magos volarpor el espacio.

    Viva! grit Joe mientras el Victoria, gracias a su fuerza ascensio-nal, se elevaba con gran rapidez.

    Se aguanta bien dijo Kennedy; un viajecito no le har dao.Es que vamos a dejar caer a este negro de golpe? pregunt Joe.Y ca! replic el doctor; lo depositaremos suavemente en el

    suelo y me parece que despus de una aventura como sta, su poder demagia aumentar singularmente entre sus coterrneos.

    Son capaces de convertirlo en un dios exclam Joe.

    El Victoria haba alcanzado una altura de mil pies aproxi-madamente. El negro se agarraba a la cuerda con unaterrible energa. No deca nada, y permaneca con la vistafija. Su espanto se mezclaba con la sorpresa. Una ligera brisadel Oeste empujaba el globo hacia fuera de la ciudad. Media horams tarde, el doctor, viendo el pas desierto, moder la llama del sopletey se acerc a tierra. A veinte pies del suelo el negro tom decididamentesu partido y se lanz; cay de pie y huy hacia Kazeh, mientras que, ha-biendo perdido el lastre imprevisto, el Victoria volva a subir cielo arriba.

    Los tres viajeros decidieron que tocaran tierra en el primer lugar favora-ble. Haran un alto prolongado, y pasaran revista al aerostato. Moderaronla llama del soplete; las anclas lanzadas por fuera de la cesta rozaron las

    LEONOR ALEJANDRA RAMREZ (11 AOS), ZAPOPAN, JALISCO.

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    SERGIO BAUTISTA CARRILLO (11 AOS), GUADALAJARA, JALISCO.

  • copas de los rboles de una pradera inmensa, desde cierta altura, parecacubierta por una fina hierba a ras del suelo, pero en realidad aquella hier-ba tena siete u ocho pies de espesor.

    El Victoria rozaba aquellas hierbas, sin doblarlas, como una mariposagigante. Ni un obstculo a la vista. Era como un ocano de verdor, sin

    ningn rompiente.Podramos correr mucho tiempo as dijo Kennedy; no veo

    ni un rbol donde poder agarrarnos, la caza me parece incierta.Espera, mi querido Dick; no podras cazar en estas hierbas ms

    altas que t, a la larga, ya encontraremos un sitio favorable.En realidad era un paseo agradable, una verdadera navegacin so-

    bre aquel mar tan verde, casi transparente, con suaves ondulaciones alsoplo de la brisa. Las anclas se hundan en un lago de flores y abran unsurco que se cerraba tras ellas como el surco de un barco.

    De pronto el globo experiment una fuerte sacudida; el ancla haba to-pado sin duda con la grieta de alguna roca escondida bajo aquella hierbagigantesca.

    Estamos atorados dijo Joe.Bueno, pues tira la escalera! replic el cazador.

    No haba terminado de pronunciar estas palabras, cuando un agudogrito retumb en el aire y las frases siguientes, entrecortadas de excla-maciones, se escaparon de los labios de los tres viajeros.

    Qu ha sido?Un grito raro!Epa!, volvemos a volar.El ancla se ha desprendido.No, contina prendida dijo Joe, que tiraba de la cuerda.Entonces, ser que arrastramos la roca.Un gran tumulto se haca debajo de las hierbas y pronto una formasinuosa y alargada se elev por encima de ellas.

    Una serpiente! exclam Joe.Una serpiente! repiti Kennedy, cargando su carabina.Oh, no! replic el doctor, es una trompa de elefante.Un elefante, Samuel!Y al decir esto, Kennedy apunt el fusil.Espera, Dick, espera!Sin duda el animal nos est remolcando!Pero por el buen camino, Joe, por el buen camino.El elefante avanzaba con cierta rapidez; pronto lleg a un claro, en

    donde pudieron contemplarlo por entero; por su talla enorme, el doctorreconoci en l un macho de magnfica raza; tena dos colmillos blanque-cinos, de una curva admirable y que podan tener ocho pies de largo; laspuntas del ancla haban quedado sujetas entre ellos.

    El animal intentaba vanamente con su trompa desasirse de la cuerdaque lo retena amarrado a la cesta.

    Adelante, valiente! exclam Joe en el colmo de la alegra, exci-tando tanto como poda a aquel extrao tripulante. sta es otra manerade viajar, mejor que a caballo, en elefante, si gustan ustedes.

    Entonces contemplaron un nuevo espectcu-lo; pudieron contar las numerosas islas del lago,habitadas por los biddiomabs, piratas sanguina-rios muy temidos, y cuya vecindad es tan peligrosacomo la de los tuaregs del Sahara. Estos salvajes se prepa-ban a recibir valerosamente al Victoria, a golpes de flechas y depiedras, pero ste pronto pas de largo por encima de aquellas is-las, sobre las cuales asemejbase a un gigantesco escarabajo volador.

    En aquel momento Joe escrutaba el horizonte y dirigindose aKennedy, le dijo:

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  • Caramba, seor Dick, usted que siempre piensa en cazar, ah tieneuna buena ocasin!

    Dnde, Joe? Y esta vez mi amo no se opondr a sus disparos de fusil. Pero, qu ves? Mire all abajo, esta manada de grandes pjaros que se dirigen hacia

    nosotros.Pjaros! exclam el doctor tomando los anteojos.Ya los veo! asinti Kennedy; hay al menos una docena.Catorce, exactamente precis Joe.Haga el cielo que sean de una especie bien mala para que el tierno

    Samuel no tenga nada que objetar.Yo no tendr nada que decir contest Ferguson, pero preferira

    ver estos pjaros alejarse de nosotros.Tiene usted miedo de estas aves? pregunt Joe.Son gipaetas, Joe, y de gran talla; y si nos atacan!...Bueno, pues nos defenderemos, Samuel! Disponemos de un buen

    arsenal para recibirlos! No creo que estos animales sean tan terriblescomo eso.

    Quin sabe? contest el doctor.Diez minutos despus la manada estaba a tiro de fusil; los catorce p-

    jaros ensordecan el aire con sus roncos gritos; volaban hacia el Victoria,ms irritados que espantados por supresencia.

    Cmo gritan! exclamJoe; Qu alboroto! Segura-mente no les conviene queinvadamos sus dominiosy que tengamos la osadade volar igual que ellos.

    25

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  • A decir verdad repuso el cazador tienen un aspecto terrible yson tan de temer como si estuvieran armados con una carabina.

    Ni la necesitan contest Ferguson, que empezaba a ponerse serio.Los gipaetas volaban trazando inmensos crculos, cuyas rbitas se iban

    estrechando poco a poco alrededor del Victoria; cruzaban el cielo con unavelocidad fantstica, precipitndose a veces con la rapidez de una bala, cor-tando bruscamente en ngulo su lnea de vuelo. El doctor, muy inquieto,decidi elevarse en la atmsfera para escapar a tan peligrosos visitantes, di-latando el hidrgeno del globo, que no tard en remontar. Pero los gipae-tas subieron igualmente con l, poco dispuestos a abandonarlo.

    Parece que nos la tienen jurada dijo el cazador armando su carabina.En efecto, aquellos pjaros se aproximaban, y ms de uno

    lleg a una distancia de menos de cincuenta pies, pareciendo provocarlas armas de Kennedy.

    Tengo unas ganas furiosas de dispararles encima dijo.No, Dick, no lo hagas! No los enfurezcamos ms. Sera excitarlos a

    atacarnos.Pero pronto acabara con ellos.Te equivocas, Dick.Tenemos una bala para cada uno.Y si se echan sobre la parte superior del globo, cmo los alcanzars?

    Imagnate que te encuentras en tierra en presencia de una manada deleones, o de tiburones en medio del ocano. Para unos aeronautas la si-tuacin es igualmente peligrosa.

    Hablas en serio, Samuel?Muy en serio, Dick.Entonces, esperemosEspera. Pero estte preparado para caso de ataque, mas no dispares

    sin que yo lo ordene.Los pjaros volaban apretados, entonces a corta distancia; poda distin-

    guirse perfectamente su pelado cuello, tirante por el esfuerzo de sus gri-tos, su cresta cartilaginosa, que levantaban furiosamente. Eran del tamaoms grande; sus cuerpos medan ms de tres pies de largo y la parte infe-rior de sus blancas alas resplandeca al sol; semejaban tiburones aladoscon los cuales tenan un enorme parecido.

    Nos siguen dijo el doctor al ver que se elevaban con l y porms que nos elevemos su vuelo los llevar ms arriba todava.

    Bueno, pues, qu podemos hacer? pregunt Kennedy. Eldoctor no contest.

    ANA LETICIA ESTRADA CARVAJAL (10 AOS), ZAPOPAN, JALISCO.

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  • Oye, Samuel continu el cazador; estos pjaros son catorce;tenemos diecisiete disparos a nuestra disposicin, haciendo uso de todasnuestras armas. No hay modo de destruirlos o dispersarlos? Yo me en-cargo de un buen nmero de ellos.

    No dudo de tu destreza, Dick; ya doy por muertos a todos los que pa-sarn por delante de tu carabina; pero, te lo repito, por poco que se apretu-jen en el hemisferio superior del globo, t no podrs verlo, entoncesreventarn esta cubierta que nos sostiene, y estamos a tres mil pies dealtura!

    En aquel momento el ms feroz de los pjaros se lanz recto contra elVictoria, con el pico y las garras abiertos, dispuesto a desgarrar.

    Fuego! Fuego! grit el doctor.Apenas haba acabado de pronunciar estas palabras cuando el pjaro,

    tocado de lleno, caa dando vueltas por el espacio. Kennedy haba toma-do uno de los fusiles de dos caones. Joe apuntaba con el otro.

    Espantados por la detonacin los gipaetas se separaron un instante;pero casi inmediatamente volvieron a la carga, con un furor extremado.Kennedy, de un balazo, cort limpiamente el cuello del ms cercano. Joerompi un ala de otro.

    Slo once dijo. Pero entonces los pjaros cambiaron de tctica yde comn acuerdo se elevaron por encima del Victoria. Kennedy mir aFerguson.

    A pesar de su energa y de su impasibilidad, ste palideci. Hubo unmomento de silencio terrible. Luego un ruido seco como de seda al

    desgarrarse se hizo sentir y el suelo de la cesta vacilbajo los pies de los tres viajeros.

    Estamos perdidos! grit Ferguson fi-jando los ojos en el barmetro, que suba rpi-damente. Luego aadi:

    Abajo todo el lastre, abajo!En pocos segundos todos los pedazos de

    cuarzo haban desaparecido.Continuamos cayendo!... Vaciad las

    cajas de agua! Joe, me oyes!... Nos pre-cipitamos en el lago!

    Joe obedeci. El doctor se asom. El lagopareca ir hacia ellos como una marea subiendo;los objetos crecan a ojos vistas; la cesta no estaba ni a doscientos pies dela superficie del Tchad.

    Las provisiones, las provisiones! exclam el doctor. Y la caja quelas contena fue echada por el espacio. La cada era menos rpida, perolos desgraciados continuaban cayendo.

    Echadlo todo! grit por ltima vez el doctor.Ya no queda nada ms! contest Kennedy.S! repuso lacnicamente Joe, persignndose rpidamente. Y de-

    sapareci saltando por la borda de la cesta.Joe, Joe! grit horrorizado el doctor.Pero Joe ya no poda orlo.

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  • en, Axel!No haba tenido an tiempo material de mo-verme, cuando me grit el profesor con acen-to descompuesto:Pero, qu haces que no ests aqu ya?

    Y me precipit en el despacho de mi irascible maestro.Otto Lidenbrock no es una mala persona, lo confieso ingenuamente;

    pero, como no cambie mucho, lo cual creo improbable, morir siendo elms original e impaciente de los hombres.

    cuando entr en el despacho, estaba bien ajeno de pensar en esto; mito solo absorba mi mente por completo. Hallbase

    arrellanado en su gran butacn, forrado de tercio-pelo de Utrecht, y tena entre sus manos un libroque contemplaba con profunda admiracin.

    Qu libro! qu libro! repeta sin cesar.Estas exclamaciones recordronme que el pro-

    fesor Lidenbrock era tambin biblimano en sus

    Viaje al centro de la tierra*

    V

    * Fragmentos tomados de: Viaje al centro de la tierra. El doctor X.Maese Zacaras. Un drama en los aires. Editorial Porra, Mxico,2003. Dcimo sexta edicin (Col. Sepan Cuantos...).

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  • 33

    Ah, ingenioso Saknussemm! exclam; conque habas escritotu frase al revs?

    Y cogiendo la hoja de papel, ley todo el documento, con la vista tur-bada y la voz enronquecida de emocin, subiendo desde la ltima letrahasta la primera.

    Se hallaba concebido en estos trminos:In Sneffels Yoculis craterem kem delibat umbra Scartaris Julii intra calendas

    descend audas viator, et terrestre centrum attinges. Kod feci. Arne Saknussemm.Lo cual, se poda traducir as:Desciende al crter del Yocul de Sneffels que la sombra del Scartaris acaricia

    antes de las calendas de Julio audaz viajero, y llegars al centro de la tierra,como he llegado yo.

    Arne Saknussemm.Al leer esto, peg mi to un salto, cual si hubiese recibido de improviso

    la descarga de una botella de Leyden. La audacia, la alegra y la convic-cin dbanle un aspecto magnfico. Iba y vena precipitadamente, opri-

    momentos de ocio; si bien no haba ningn libro que tuviese valor para lcomo no fuese inhallable o, al menos ilegible.

    un incidente imprevisto vino a dar a la conversacin otro giro.Fue ste la aparicin de un pergamino grasiento que, deslizndose de

    entre las hojas del libro, cay al suelo.Mi to se apresur a recogerlo con indecible avidez. Un antiguo docu-

    mento, encerrado tal vez desde tiempo inmemorial dentro de un libroviejo, no poda menos de tener para l un elevadsimo precio.

    Qu es esto? exclam emocionado.Y al mismo tiempo desplegaba cuidadosamente sobre la mesa un trozo

    de pergamino de unas cinco pulgadas de largo por tres de ancho, en elque haba trazados, en lneas transversales, unos caracteres mgicos.

    He aqu su facsmil exacto. Quiero dar a conocer al lector tan extrava-gantes signos, por haber sido ellos los que impulsaron al profesor Liden-brock y a su sobrino a emprender la expedicin ms extraa del siglo XIX.

    Qu dices? exclam con indescriptible emocin.Tome le dije, alargndole la hoja de papel por m escrita; lea

    usted.Pero esto no quiere decir nada! respondi l, estrujando con ra-bia el papel entre sus dedos.

    Nada, en efecto, si se empieza a leer por el principio; pero si secomienza por el fin...

    No haba terminado la frase, cuando el profesorlanz un grito... qu digo un grito? un rugido! Una

    revelacin acababa de hacerse en su cerebro. Estabatransfigurado.

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    JESSICA DE JESS TOVAR LEAL (7 AOS), CELAYA, GUANAJUATO.

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    ERICK SANTIAGO CORREA DLASCOAGA (10 AOS),

    TOLUCA, ESTADO DE MXICO.

    TANIA GUADALUPE RODRGUEZ (13 AOS),

    MXICO, D.F. (TLHUAC).

  • mase la cabeza entre las manos; echaba a rodar las sillas; amontonaba loslibros; tiraba por alto, aunque en l parezca increble, sus inestimablesgeodas; reparta a diestro y siniestro patadas y puetazos. Por fin, se cal-maron sus nervios, y, agotadas sus energas, se desplom en la butaca.

    Qu hora es? preguntme, despus de unos instantes de silencio.Las tres le respond. Las tres! Qu atrocidad! Estoy desfallecido de hambre. Vamos a

    comer ahora mismo. Despus...Despus qu?...Despus me preparars mi equipaje.Su equipaje? exclam.S; y el tuyo tambin respondi el despiadado catedrtico, entran-

    do en el comedor.

    El Sneffels tiene 5 000 pies de elevacin, siendo, con su doble cono, co-mo la terminacin de una faja traqutica que se destaca del sistema orogr-fico de la isla. Desde nuestro punto de partida no se podan ver sus dospicos proyectndose sobre el fondo grisceo del cielo. Slo distinguanmis ojos un enorme casquete de nieve que cubra la frente del gigante.

    De las tres rutas que ante nosotros se abran, slo una haba sido explo-rada por Saknussemm. Segn el sabio islands, deba reconocrsela porla particularidad, sealada en el criptograma, de que la sombra delScartaris acariciaba sus bordes durante los ltimos das del mes de junio.

    Se poda considerar, pues, aquel agudo pico como el gnomon de un in-menso cuadrante solar, cuya sombra de un da determinado sealaba elcamino del centro de la tierra.

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  • En la mayora de estos mrmoles observbanse huellas de animalesprimitivos; pero, desde la vspera, la creacin haba progresado de unamanera evidente. En lugar de los trilobites rudimentarios vi restos de unorden ms perfecto, entre otros, de peces ganoideos y de esos sauropteri-gios en los que la perspicacia de los palentelogos ha sabido descubrir lasprimeras manifestaciones de los reptiles. Los mares devonianos estabanhabitados por gran nmero de animales de esta especie, que depositarona miles en las rocas de nueva formacin. Era evidente que remontbamosla escala de la vida animal cuyo ltimo y ms elevado peldao ocupan lascriaturas humanas.

    36

    No habra dado an cien pasos, cuando descubrieron mis ojos pruebasirrefutables. Era lgico que as sucediese, porque, en el perodo silricoencerraban los mares ms de mil quinientas especies vegetales, oanimales.

    La luz elctrica arrancaba vivos destellos a los esquistos; las calizas y losviejos asperones rojos de las paredes; pareca que nos hallbamos dentrode una zanja profunda, abierta en el condado de Devon, que da su nom-bre a esta clase de terrenos. Magnficos ejemplares de mrmoles recu-bran las paredes: unos de color gris gata, surcados de venas blancascaprichosamente dispuestas; otros de color encarnado o amarillo conmanchas rojizas; ms lejos, ejemplares de esos jaspes de matices som-bros, en los que se revela la existencia de la caliza con ms vivo color.

    ERICK SANTIAGO CORREA OLASCOAGA (10 AOS), TOLUCA, ESTADO DE MXICO.

    DIEGO GARCA MORENO (11AOS), TOLUCA, ESTADO DE MXICO.

  • 38

    ella una arena fina, dorada, sembrada de esas pequeas caparazonesdonde vivieron los primeros seres de la creacin. Las olas se rompancontra ella con ese murmullo sonoro y peculiar de los grandes espacioscerrados, produciendo una espuma liviana que, arrastrada por un vientomoderado, me salpicaba la cara. Sobre aquella playa ligeramente inclina-da, a cien toesas, aproximadamente, de la orilla del agua, venan a morirlos contrafuertes de enormes rocas que, ensanchndose, se elevaban auna altura tremenda. Algunos de estos peascos, cortando la playa; consus agudas aristas, formaban cabos y promontorios que las olas carcoman.Ms lejos, perfilbase con gran claridad su enorme mole sobre el fondobrumoso del horizonte.

    Era un verdadero ocano, con el caprichoso contorno de sus playas te-rrestres; pero desierto y de un aspecto espantosamente salvaje.

    Mis miradas podan pasearse a lo lejos sobre aquel mar gracias a unaclaridad especial que iluminaba los menores detalles. No era la luz delsol con sus haces brillantes y la esplndida irradiacin de sus rayos, ni laclaridad vaga y plida del astro de la noche, que es slo una reflexin sincalor. No. El poder iluminador de aquella luz, su difusin temblorosa, sublancura clara y seca, la escasa elevacin de su temperatura, su brillo su-perior en realidad al de la luna, acusaban evidentemente un origen pura-mente elctrico. Era una especie de aurora boreal, un fenmeno csmicocontinuo que alumbraba aquella caverna capaz de albergar en su interiorun ocano.

    La bveda suspendida encima de mi cabeza, el cielo, sise quiere, pareca formado por grandes nubes, vaporesmovedizos que cambiaban constantemente de forma, yque, por efecto de las condensaciones, deban convertir-se, en determinados das, en lluvias torrenciales.Crea yo que, bajo una presin atmosfrica tangrande, era imposible la evaporacin del agua;

    El mar! exclam.S respondi mi to, el mar de Lidenbrock. Y me vanagloria

    que ningn navegante me disputar el honor de haberlo descubierto niel derecho de darle mi nombre.

    Una vasta extensin de agua, el principio de un lago o de un ocano,prolongbase ms all del horizonte visible. La orilla, sumamente esca-brosa, ofreca a las ltimas ondulaciones de las olas que reventaban en

    ERIKA VANESSA PEDRO MORA (11 AOS), HUAJUAPAN DE LEN, OAXACA.

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    ERICK SANTIAGO CORREA DLASCOAGA

    (10 AOS), TOLUCA, ESTADO DE MXICO.

    TANIA GUADALUPE RODRGUEZ (13 AOS),

    MXICO, D.F. (TLHUAC).

  • 4140

    pero, en virtud de alguna ley fsica que ignoraba, gruesas nubes cruzabanel aire. Esto no obstante, el tiempo estaba bueno. Las corrientes elctri-cas producan sorprendentes juegos de luz sobre las nubes ms elevadas;dibujbanse vivas sombras en sus bvedas inferiores, y, a menudo, entredos masas separadas, deslizbase hasta nosotros un rayo de luz de notableintensidad. Pero nada de aquello provena del sol, puesto que su luz erafra. El efecto era triste y soberanamente melanclico.

    Un mstil con dos palos jimelgados, una verga formada por una tercerapercha y una vela improvisada con nuestras mantas, componan el apare-jo de nuestra balsa. Las cuerdas no escaseaban, y el conjunto ofreca bas-tante solidez.

    A las seis, dio el profesor la seal de embarcar. Los vveres, los equipa-jes, los instrumentos, las armas y una gran cantidad de agua dulce habansido de antemano acomodados encima de la balsa. Largu la amarra quenos sujetaba a la orilla, orientamos la vela y nos alejamos con rapidez.

    Llega la noche, o por mejor decir, el momento en que el sueo quierecerrar nuestros prpados; porque en este mar no hay noche, y la impla-cable luz fatiga nuestros ojos de una manera obstinada, como si nave-gsemos bajo el sol de los ocanos rticos. Hans gobierna el timn, y,mientras l hace su guardia, yo duermo.

    Dos horas despus, me despierta una sacudida espantosa. La balsa hasido empujada fuera del agua con indescriptible violencia, y arrojada aveinte toesas de distancia.

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    TANIA GUADALUPE RODRGUEZ (13 AOS), MXICO, D.F. (TLHUAC).

    CHRISTIAN ALBERTO GMEZ ALVIRDE (10 AOS), MXICO, .D.F. (BIBLIOTECA MXICO).

  • 4342

    Qu ocurre? exclama mi to. Hemos tocado en un bajo?Hans seala con el dedo, a una distancia de doscientas toesas, una ma-

    sa negruzca que se eleva y deprime alternativamente. Yo miro en la di-reccin indicada, y exclamo:

    Es una marsopa colosal!S replica mi to, y he aqu ahora un lagarto marino de tamao

    extraordinario.Y ms lejos un monstruoso cocodrilo. Mire usted qu terribles

    mandbulas, guarnecidas de dientes espantosos! Pero, ah! desaparece!Una ballena! una ballena! exclama entonces el profesor.

    Distingo sus enormes aletas. Mira el aire y el agua que arroja por lasnarices!

    En efecto, dos lquidas columnas se elevan a una considerable alturasobre el nivel del mar. Permanecemos atnitos, sobrecogidos, estupefac-tos ante aquella coleccin de monstruos marinos. Poseen dimensionessobrenaturales, y el menos voluminoso de ellos destrozara la balsa deuna sola dentellada. Hans quiere virar en redondo, con objeto de esqui-var su vecindad peligrosa; pero descubre por la banda opuesta otros ene-

    migos no menos formidables: una tortuga de cuarenta pies de ancho, yuna serpiente que mide treinta de longitud, y alarga su enorme cabezapor encima de las olas.

    Es imposible huir. Estos reptiles se aproximan; dan vueltas alrededorde la balsa con una velocidad mayor que la de un tren expreso, y trazanen torno a ella crculos concntricos. Yo he cogido mi carabina pero, quefecto puede producir una bala sobre las escamas que cubren los cuerposde estos animales?

    Permanecemos mudos de espanto. Ya vienen hacia nosotros! Por unlado, el cocodrilo; por el otro, la serpiente. El resto del rebao marino hadesaparecido. Me dispongo a hacer fuego, pero Hans me detiene con unsigno. Las dos bestias pasan a cincuenta toesas de la balsa, se precipitanel uno sobre el otro y su furor no les permite vernos. El combate se em-pea a cien toesas de la balsa, y vemos claramente cmo los dos mons-truos se atacan.

    VIRIDIANA ARROZENA GMEZ (11 AOS), HUAJUAPAN DE LEN, OAXACA.

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    LUIS ALBERTO LPEZ GONZLEZ (12 AOS), HUAJUAPAN DE LEN, OAXACA.

  • La ciudad de Cambridge, donde se fund la primeraUniversidad de los Estados Unidos, tiene un Observa-torio astronmico que goza de universal y bien ganadafama. All se renen los sabios ms eminentes, y allfunciona el poderoso anteojo con cuyo auxilio pudo

    Bond estudiar la Nebulosa de Andrmeda, y Clarke logr descubrir elsatlite de Sirio. Reuna, de consiguiente, ttulos ms que bastantes parajustificar la confianza del Gun-Club.

    A los dos das de formulada la consulta, lleg a manos del presidenteBarbicane la anhelada respuesta, que estaba concebida en los siguientestrminos:

    El director del Observatorio de Cambridge al presidente del Gun-Clubde Baltimore.

    Cambridge, 7 octubre.Al recibir su atenta comunicacin del 5 del corriente, dirigida al

    Observatorio de Cambridge en nombre de los miembros del Gun-Club, se ha reunido inmediatamente nuestra corporacin y haacordado contestar con la premura que el caso exige.

    De la Tierra a la Luna*

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    * Fragmentos tomados de: De la tierra a la luna. Alrededor de laluna. Editorial Porra, Mxico, 2002. Dcimocuarta edicin(Col. Sepan Cuantos... nm. 111).

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  • Las preguntas, objeto de la consulta, son las siguientes:1a. Es posible enviar un proyectil a la Luna?2a. Cul es la distancia exacta que separa a la Tierra de su satlite?3a. Qu duracin tendr el viaje del proyectil, si se le da a ste una

    velocidad inicial suficiente, y en qu momento preciso deber dispararse,para que encuentre a la Luna en un punto determinado?

    4a. En qu momento se presentar la Luna en la posicin ms favora-ble para que la alcance el proyectil?

    5a. A qu punto del cielo se deber dirigir la puntera del can desti-nado a lanzar el proyectil?

    6a. Qu sitio ocupar la Luna en el cielo en el momento de partir elproyectil?

    Un observador dotado de una vista excepcionalmente penetrante, ycolocado en ese centro desconocido en cuyo derredor gravita y gira elmundo, hubiese visto miradas de tomos que llenaban el espacio en la

    46

    poca catica del universo. Poco a poco, en el transcurso de los siglos,fuese verificando un cambio: se manifest una ley de atraccin a la cualobedecieron los tomos errantes hasta entonces, y estos tomos se com-binaron qumicamente, obedeciendo las leyes de sus afinidadesrespectivas, se convirtieron en molculas y formaron esas aglome-raciones nebulosas de que estn sembradas las profundidades del cielo.

    Muy pronto vino a animar aquellas aglomeraciones un movimiento derotacin alrededor de su punto central, y este mismo centro, formado pormolculas vagas, principi a girar sobre s mismo condensndose progre-sivamente, y al propio tiempo, y siguiendo las leyes inmutables de lamecnica, a medida que su volumen disminua por efecto de la conden-sacin, se aceleraba su movimiento de rotacin, y de la persistencia deestos dos efectos, result la formacin de una estrella principal, centro dela aglomeracin nebulosa.

    Mirando atentamente, el observador habra visto entonces que lasdems molculas de la aglomeracin hacan lo que la estrella central, esdecir, se condensaban a su vez como consecuencia de la rotacin progre-sivamente acelerada, y gravitaban en torno de aqulla bajo la forma deinnumerables estrellas. La nebulosa estaba formada, y de ellas cuentanhoy los astrnomos cerca de cinco mil.

    Entre las cinco mil nebulosas, hay una a la que han dado el nombre deVa Lctea, integrada por dieciocho millones de estrellas, cada una de lascuales es el centro de un mundo solar.

    Si el observador hubiese examinado entonces de una manera especialentre estos dieciocho millones de astros uno de los ms modestos y

    PILAR CRUCES SILVA (11 AOS), SAN LUIS POTOS, S.L.P.

    DAVID ANTONIO CASTAEDA (8 AOS), MXICO, D.F., (AZCAPOTZALCO).

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  • 49

    menos brillantes, una estrella de cuarto orden, la que orgullosamente sellama Sol, ante sus ojos habran pasado todos los fenmenos a que sedebe la formacin del universo.

    En efecto: hubiese visto al Sol, en estado gaseoso an y compuesto demolculas movibles, girando sobre su eje para consumar su obra de con-centracin. Este movimiento, fiel a las leyes de la mecnica, se fueacelerando a la par que se reduca el volumen, hasta llegar el momentoen que la fuerza centrfuga prevaleci sobre la centrpeta, que tiende aimpeler las molculas hacia el centro.

    Y entonces se hubiera presentado un nuevo fenmeno a los ojos delobservador: las molculas situadas en el plano del ecuador, escapndosecomo la piedra de una honda que se rompe de pronto, habran ido a for-mar alrededor del Sol varios anillos concntricos, semejantes al de Satur-no. A su vez, estos anillos de materia csmica, dotados de un movimiento

    de rotacin alrededor de la masa central, sehabran roto y descompuesto en nebulosidadessecundarias, es decir, en planetas.

    Si entonces el observador hubiera concentrado toda suatencin en estos planetas, hubiese visto que hacan exactamente loque hizo el Sol, y que, como ste, eran origen de uno o de varios anilloscsmicos, y principio de esos astros de orden inferior que llamamossatlites.

    As pues, remontndonos desde el tomo a la molcula, desde la mo-lcula a la aglomeracin nebulosa, de la aglomeracin nebulosa a la es-trella principal, de la estrella principal al Sol, del Sol al planeta y delplaneta al satlite, tenemos toda la serie de transformaciones sufridas porlos cuerpos celestes desde los primeros das del mundo.

    El Sol parece perdido en las inmensidades del mundo sideral, y, sinembargo, forma parte, segn las nuevas teoras de la ciencia, de la nebu-losa de la Va Lctea. Centro de un mundo, aunque parece tan pequeoen medio de las regiones etreas, es, sin embargo, enorme, pues su volu-men es un milln cuatrocientas mil veces el de la Tierra. A su alrededorgravitan ocho planetas, fruto de sus mismas entraas en los primeros dasde su creacin, ocho planetas que, enumerados por el orden de sus dis-tancias con respecto al Sol, de menor a mayor, son: Mercurio, Venus, laTierra, Marte, Jpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Entre Marte y Jpitercirculan adems con regularidad otros cuerpos menos considerables,restos errantes acaso de un astro hecho pedazos, de los cuales han podidoreconocerse hasta hoy con el auxilio del telescopio, noventa y siete.

    Entre estos servidores que el Sol mantiene en su rbita elptica por lagran ley de la gravitacin, algunos poseen tambin sus satlites. Urano tie-ne ocho. Saturno ocho, Jpiter cuatro, Neptuno tal vez tres, y la Tierra uno.El de la Tierra, uno de los menos importantes del mundo solar, se llamaLuna, el mismo que el genio audaz de los americanos pretenda conquistar.

    JOS PLATAS SALAS, ZACATECAS, ZACATECAS.

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  • El astro de la noche, debido a su proximidad relativa y a sus rpidoscambios, que son resultado de sus diversas fases, comparti con el Sol,

    desde los comienzos del mundo, la atencin de los habitantes de la Tie-rra; pero el Sol hiere dolorosamente la vista, y su esplendente luz

    obliga a los que le contemplan a bajar los ojos, al paso que la pl-cida Phebea, ms humana y complaciente, se deja examinar en toda sugracia modesta. Benigna y agradable a la vista, muy poco ambiciosa, sepermite a veces eclipsar a su hermano, el esplendente Apolo, sin sernunca eclipsada por l. Los mahometanos; penetrados de la gratitud quedeben a esta fiel amiga de la Tierra han tomado sus revoluciones por nor-ma de sus meses.

    En efecto: una prueba preliminar llevada a cabo el da 18 de octubre,haba dado los resultados ms excelentes y hecho concebir las esperanzasms lisonjeras. Barbicane, deseando formase una idea aproximada del re-sultado de la repercusin producida en el momento del disparo, mandtraer del arsenal de Pensacola un mortero de 32 pulgadas (0.75 cm.), y loemplaz en la rada de Hillisboro, a fin de que la bomba cayese en el mary se amortiguase la violencia del choque. Se trataba nicamente de expe-rimentar la violencia de la repercusin producida en el interior delproyectil al iniciarse la marcha de sta, y no de la cada. Se construy unproyectil hueco, cuyas paredes forraron con una gruesa almohadilla ex-tendida sobre una red de resortes de acero admirablemente templado.Era un verdadero nido esmeradamente acolchado.

    Qu lastima no poder meterme en l! deca J. T. Maston, lamen-tando que su volumen no le permitiera tentar la aventura.

    Despus de haber encerrado en la bomba un hermoso gato y una ardi-lla, propiedad del intrpido secretario del Gun Club, que la tena en par-ticular estima, se cerr la ingeniosa bomba por medio de una tapa sujeta

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    con tornillos. Se quera saber experimentalmente cmo soportaran elviaje aquellos animalitos, tan poco propensos a los vrtigos.

    Cargaron el mortero con sesenta libras de plvora, y colocada en l labomba, se hizo fuego. El proyectil subi con rapidez hasta alcanzar unaaltura de unos mil pies, describiendo una parbola majestuosa, y, siguien-do una trayectoria curva llena de gracia, fue a caer en el mar, hundin-dose en las olas.

    Una embarcacin, ya preparada, se dirigi, sin perder momento, alsitio donde se haba hundido el proyectil; los buzos se echaron al agua yataron con cables la bomba, que, segundos despus, era izada y embarca-da en la lancha. No transcurrieron ms de cinco minutos entre el mo-mento en que los animalitos fueron encerrados y en el que se separ latapa de su crcel.

    Ardan, Barbicane, J. T. Maston y Nicholl esperaban a bordo de unbote y fueron testigos de la operacin llenos de inters fcil de com-prender. No bien retiraron la tapa, sali el gato, un poco erizado, es ver-dad, pero lleno de vida y sin seales aparentes de los efectos del viaje

    areo que acaba-ba de realizar. La ardilla

    era la que no sala. Habra sidoms infortunada que el gato? La buscaron, registraron es-crupulosamente el interior del proyectil, pero no se encontra-ron ni rastros de ella: durante el viaje, el gato se haba almorza-do a su compaera.

    Breves momentos ms tarde, los tres compaeros de viaje quedabaninstalados en el proyectil, cuyo cierre atornillaron interiormente, y la bocadescomunal del Columbiad, completamente libre de estorbos, mirabaamenazadora al cielo.

    Nicholl, Barbicane y Ardan quedaban encerrados definitivamente ensu vagn de metal.

    Qu pluma sera capaz de describir la emocin universal, llegada en-tonces al paroxismo?

    Avanzaba majestuosamente la Luna recorriendo un firmamento delmpida pureza, y apagando a su paso el brillo de las estrellas. Recorraentonces la Constelacin de Gminis, situada aproximadamente a la mi-tad de la distancia entre el horizonte y el cenit. Todo el mundo se dabacuenta de que la puntera se diriga, no al blanco, sino ms adelante,como el cazador apunta un poquito delante de la liebre que desea herir.Un silencio aterrador pesaba en el aire, flotando sobre la grandiosa esce-na. Ni en la Tierra circulaba un soplo de viento ni se oa la respiracin delos espectadores. Pero qu mucho, si los corazones no osaban latir? Lasmiradas se clavaban despavoridas en la boca del Columbiad.

    Murchison segua con la mirada la aguja del cronmetro. Faltabancuarenta segundos escasos para que sonase el instante de hacer el dispa-ro, y cada uno de aqullos tena un siglo de duracin.

    ARIEL JORDAN ARELLANO REYES (9 AOS), PUEBLA, PUEBLA.

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    Cuando faltaban veinte segundos, se produjo un estremecimiento uni-versal: los millones de espectadores pensaron a un tiempo que los tresviajeros encerrados en el proyectil contaban tambin aquellos terriblessegundos. Resonaron gritos aislados.

    Treinta y cinco!... Treinta y seis!... Treinta y siete!... Treinta yocho!... Treinta y nueve!.. Cuarenta! Fuego!

    Murchison oprimi el botn elctrico, estableci la corriente, y la chis-pa inflamada prendi fuego a todos los cartuchos almacenados en las en-traas del Columbiad. Una detonacin espantosa, sobrehumana de la

    que nada es capaz de dar una idea, ni los estallidos del rayo, ni el horr-sono fragor de la tempestad, ni el estruendo de las erupciones. Cual si laTierra fuera un crter, brot de sus entraas un haz inmenso de fuego. Elsuelo se levant, y fueron muy contados los espectadores que pudieronentrever, por un instante, el monstruoso proyectil, hendiendo victoriosolos aires, en medio de una aureola de flamgeros vapores.

    ANGLICA GONZLEZ ESCOTO (8 AOS), SAN LUIS POTOS.

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    CIBELES TORRES TORTOLERO (7 AOS), SALAMANCA, GUANAJUATO.

  • 57

    Veinte mil leguasde viaje submarino*

    El ao 1866 qued sealado por un acontecimiento sin-gular, por un fenmeno inexplicado e inexplicable,que seguramente no ha olvidado nadie. Sin hablar delos rumores que agitaban a las poblaciones de los puer-tos y sobreexcitaban el espritu pblico en el interior

    de los continentes, las gentes de mar experimentaron una impresin es-pecial. Negociantes, armadores, capitanes de barco, directores, y personalde Europa y de Amrica, oficiales de las marinas militares de todos los

    * Fragmentos tomados de: Veinte mil leguas de viaje submarino. Editorial Porra, Mxico, 1976.Cuarta edicin (Col. Sepan Cuantos... nm. 114).

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    SERGIO DENIS PACHECO ALONSO (6 AOS), MXICO, D.F. (BIBLIOTECA DE MXICO).

  • pases, y con ellos los Gobiernos de los diversos Estados de ambos conti-nentes, se preocuparon en alto grado del hecho. En efecto, desde algntiempo antes, varios navos se haban encontrado en el mar con una cosaenorme, un objeto largo, fusiforme, fosforescente en ocasiones, infinita-mente ms voluminoso y ms rpido que una ballena.

    Los datos relativos a semejante aparicin, consignados en los diferen-tes cuadernos de bitcora, concordaban con bastante exactitud respecto ala estructura del objeto o del ser en cuestin, a la incalculable velocidadde sus movimientos, a la sorprendente potencia de su locomocin, a lavida particular de que pareca dotado. Si era un cetceo, su tamao exce-

    da del de todos cuantos la ciencia haba clasificado hasta en-tonces. Ni Cuvier, ni Lacpde, ni Dumeril, ni

    Quatrefages hubieran admitido la existencia de talmonstruo, a menos de haberlo visto, materialmente,

    con sus propios ojos de eruditos.

    Durante dos horas escolt al Nautilus un completo ejrcito acutico. Enmedio de sus retozos, de sus saltos, rivalizando en belleza, en brillo y envelocidad, vi al verde labro, al rubio barbern, cruzado por una doblefranja negra, al gobio de cola redondeada, de piel blanca y manchas viole-ta en el dorso, al escombro japons, admirable caballa marina, de cuerpoazul y cabeza plateada, innumerables azurados, cuyos nombres sera im-posible resear, esparos listados, con sus aletas matizadas de azul y deamarillo, esparos dorados, cuyo color haca resaltar la negra banda de sucola, esparos zonforos, elegantemente aprisionados por sus seis cinturo-nes, antestonos, con bocas aflautadas, o becadas marinas, alguno de cuyosejemplares alcanza un metro de longitud, salamandras del Japn, ser-pientes de seis pies de largo, con ojos pequeos y vivos y anchas fauces,erizadas de dientes.

    Nuestra admiracin se mantena en constante auge. Nuestras excla-maciones no se agotaban. Ned nombraba a los peces, Consejo los cla-

    58

    FLOR MARA BUSTOS GONZLEZ (12 AOS), SAN LUIS POTOS, S.L.P.

    KARLA JANETH RODRGUEZ DE LOS SANTOS ( 12 AOS), TORREN, COAHUILA.

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  • planchas de blindaje, anclas, caones, proyectiles, una armadura decabrestante, una roda, objetos todos procedentes de navos naufragados ya la sazn tapizados de flores vivientes.

    Y en tanto que contemplaba yo aquellos tristes despojos, el capitnNemo me dijo en tono solemne:

    El comandante La Prouse parti el 7 de diciembre de 1785, consus naves Boussole y Astrolabe. Arrib en primer trmino a Botany-Bay, vi-sit el archipilago de los Amigos y Nueva Caledonia, se dirigi haciaSanta Cruz y toc en Nanunka, una de las islas del grupo de Hapai. Des-pus, sus navos llegaron a los arrecifes desconocidos de Vanikoro. LaBoussole, que marchaba delante, choc en la costa meridional. La Astrola-be acudi en su auxilio y encall tambin. La primera embarcacin sedestruy casi inmediatamente. La segunda, embarrancada a sotavento,resisti varios das. Los naturales dispensaron acogida bastante afectuosaa los nufragos. Estos se instalaron en la isla y construyeron un barco mspequeo, con los restos de los dos grandes. Algunos marineros se queda-ron voluntariamente en Vanikoro. Los restantes, extenuados, enfermos,partieron con La Prouse, dirigindose a las islas Salomn, donde la navese perdi con todo su equipo y tripulantes, en la costa occidental de laisla ms importante del grupo, entre los cabos De-cepcin y Satisfaccin.

    Y cmo lo sabe usted? pregunt sorprendido.

    61

    JOSU ISRAEL CARMONA ORTA (10 AOS), GUADALAJARA, JALISCO.

    FRANCISCO JAVIER TAMAYO SIZ (10 AOS), CULIACN, SINALOA.

    sificaba, y yo me extasiaba antela vivacidad de sus movimientos y la hermosura de sus formas.

    Jams me fue dado sorprender a tales animales, vivos y libres, en suelemento natural.

    No citar todas las variedades que desfilaron ante nuestras atnitas mi-radas, toda aquella coleccin de los mares japoneses y chinos. Los pecesacudan, en bandadas ms numerosas que las de los pjaros en el espacio,atrados sin duda por el fulgurante foco de luz elctrica.

    El Nautilus se sumergi unos cuantos metros y las vidrieras del mi-rador quedaron al descubierto.

    Yo me precipit hacia el cristal, y entre los bancos de corales, revesti-dos de fungos, sifnulas, alciones y carifilas, a travs de miradas de pre-ciosos peces, distingu ciertos restos que las dragas no pudieron arracar;

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  • 63

    red, retirar de ella una caracola y lanzar un grito de conquililogo, es de-cir, el grito penetrante que puede articular garganta humana.

    Qu ocurre? me pregunt, sorprendido. Se ha lastimado elseor?

    No, muchacho; pero no me hubiera dolido dar un dedo, a cambiode mi descubrimiento.

    Qu descubrimiento?Este caracol! le contest, mostrando con aire triunfal el objeto de

    mi entusiasmo.Pero si es simplemente una oliva prfido, gnero oliva, orden de los

    pectinibranquios, clase de los gasterpodos, rama de los moluscos. . .Es verdad, Consejo; pero en vez de formar espiral de derecha a

    izquierda, esta oliva se arrolla de izquierda a derecha.Es posible? exclam Consejo.S; es un caracol siniestro. Un caracol siniestro! repiti Consejo, anhelante.Mira su espiral. Ah! exclam el muchacho, tomando el caracol con mano trmu-

    la, crea el seor que jams he experimentado emocin semejante.

    Por estos documentos, encontrados en el lugar del ltimo naufragio.Y el capitn Nemo me present una caja de hojalata, sellada con las ar-

    mas de Francia y completamente corroda por las aguas salinas. Al abrirla,vi un legajo de papeles amarillentos, pero legibles todava.

    Eran las propias instrucciones del ministro de Marina al comandanteLa Prouse, anotadas marginalmente por mano de Luis XVI.

    Ah!, qu hermosa muerte para un marino! exclam el capitnNemo. No hay tumba ms tranquila que esa tumba de coral, y haga elCielo que ella sea la de mis compaeros y la ma!

    Pero en el momento en que menos lo esperaba, tropec con un verda-dero prodigio, ms bien cabe decir con una deformidad natural, cuyo ha-llazgo casi puede calificarse de milagroso. Acababa de dar a Consejo unapaletada y de remontar su aparato, repleto de diversas conchas bastanteordinarias, cuando de pronto, me vio hundir rpidamente la mano en la

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    PERLA PATRICIA VILA VALENCIA (6 AOS),TORREN, COAHUILA.

    ABIGAIL QUEVEDO NAVARRETE (9 AOS), GUADALAJARA, JALISCO P.

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  • Era una concha de extraordinarias dimensiones, una tridcnea gigan-tesca, una pila capaz de contener un lago de agua bendita, un receptculocuya anchura exceda de dos metros, y por consiguiente mayor que laque adornaba el saln del Nautilus.

    Me acerqu al fenomenal molusco. Su biso le mantena adherido auna placa de granito, donde se desarrollaba aisladamente, en las tranqui-las aguas de la gruta. Calcul su peso en trescientos kilogramos. Seme-jante ostra podra contener quince kilogramos de carne, siendo preciso elestmago de un Garganta para ingerir unas cuantas docenas como ella.

    El capitn Nemo conoca evidentemente la existencia del bivalvo. Noera la primera vez que lo visitaba, y supuse que, al conducirnos a aquelsitio, lo hizo con el solo propsito de mostrarnos una curiosidad natural.Me equivocaba. El capitn Nemo tena particular inters en comprobarel estado actual del tridcneo.

    Las dos valvas del molusco estaban entreabiertas. El capitn se aproxi-m e introdujo su cuchillo entre las conchas, para impedir que se junta-ran; despus, con la mano, levant la tnica membranosa y franjeada ensus bordes que formaba la vestidura del animal.

    All, entre los pliegues foliceos, vi una perla libre, cuyo tamao igualabaal de una nuez de cocotero. Su forma globulosa, su limpidez perfecta, suadmirable oriente, hacan de ella una joya de inestimable valor. Impulsa-do por la curiosidad, alargu la mano para cogerla, para tantearla, para pal-parla. Pero el capitn me detuvo, hizo un signo negativo, y retirando su cu-chillo, con rpido ademn, dej que las dos valvas se cerraran sbitamente.

    Era un tiburn de gran tamao, que avanzaba diagonalmente, con losojos chispeantes y las fauces abiertas.

    Qued mudo de horror, imposibilitado paramoverme.

    Y haba para emocionarse! Se sabe, en efecto, como lo han hecho no-tar los especialistas, que la destrosidad es una ley natural. Los astros y sussatlites efectan sus movimientos de traslacin y de rotacin, de derechaa izquierda. El hombre utiliza ordinariamente la mano derecha, ms quela izquierda, y por ello, sus instrumentos y sus aparatos estn combinadospara emplearlos de derecha a izquierda. Pues bien; la Naturaleza haseguido, en general, esta ley para las espirales de los caracoles. Todas sondiestras, con raras excepciones, y cuando, por casualidad, una es siniestra,los coleccionistas la pagan a peso de oro.

    Despus de haber descendido una empinada pendiente,nuestros pies hollaron el fondo de una especie de pozo circular. All, elcapitn Nemo se detuvo y nos indic con un ademn un objeto en el

    que an no me haba fijado.

    CAROLINA CABRERA VICTORIA (8 AOS), PUEBLA, PUEBLA.

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  • El voraz animal, dando un vigoroso aletazo se lanz sobre el indio, quese ech a un lado, evitando la dentellada del tiburn pero no el coletazoque, alcanzndole en el pecho le derrib en tierra.

    La escena dur escasamente unos segundos. El tiburn insisti en suataque y se volvi sobre el lomo, dispuesto a engullirse al indio, cuandoel capitn Nemo, apostado junto a m, se levant apresuradamente.Luego, empuando su cuchillo, se fue derecho al monstruo, presto a lu-char cuerpo a cuerpo con l. El escualo, en el momento de ir a zamparseal infortunado pescador, vio a su nuevo adversario, y restituyndose a suposicin normal, le embisti rpidamente. An me parece ver al capitnNemo. Replegado sobre s mismo, esper con admirable impasibilidad alescualo, y en el momento de acometerle ste, se desvi con asombrosapresteza, esquiv el golpe y hundi el cuchillo en el vientre del animal.Pero no par ah la cosa, sino que se entabl un terrible combate.

    El tiburn rugi, por decirlo as. La sangre manaba a borbotones de suherida. El mar se ti de rojo y no pude ver nada ms a travs del opacolquido.

    Citar, slo a ttulo de curiosidad, los peces mediterrneos que Consejoy yo no vimos ms que de pasada. Figuraban entre ellos blanquecinosgimnotos, que pasaban como impalpables vapores: morenas, congrios,serpientes de tres a cuatro metros, ataviados de verde, de azul y de ama-rillo; gados merlos, de tres pies de largo, cuyo hgado constituye un delica-do manjar, ffolos tenias, que flotaban como sutiles algas; triglas, a lasque los poetas llaman liras, y los marinos peces silbadores, cuyo hocicoaparece adornado por dos placas triangulares y dentadas, que figuran elinstrumento del viejo Homero; triglas golondrinas, que nadan con la rapi-dez del pjaro cuyo nombre llevan; holocentros merones, de roja cabeza,cuya aleta dorsal va guarecida de filamentos; alosas salpicadas de man-chas negras, grises, pardas, azules, amarillas o verdes, que son sensibles alsonido argentino de las campanillas; esplndidos rodaballos, esos faisanesmarinos, especie de losanges con aletas amarillentas,moteadas de obscuro, y cuyo lado superior,el izquierdo, est generalmente jaspea-

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    JULISA ESTEFANA WILLAN LLAMAS (10 AOS), GUADALAJARA, JALISCO.

    ALAN GABRIEL ROMERO PACHECO (7 AOS), GUADALAJARA, JALISCO.

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    DIANA JAEL CABRERA VICTORIA (10 AOS),PUEBLA, PUEBLA.

  • do de negro y amarillo; turbas, en fin, de admirables salmonetes, verda-deras aves del paraso del Ocano, que los romanos pagaban hasta a diezmil sextercios el ejemplar y que hacan morir a su vista, para seguir conmirada cruel sus cambios de color, desde el rojo cinabrio de la vida hastael blanco lvido de la muerte.

    Y si no pude observar otros, como ballestas, tetrodones, hipocampos,centriscos, blenias, barbos, labros, esperinques, exocetos, anchoas, paje-les, bogas y orfeos, ni todos los principales representantes del orden delos pleuronectos, como latijas, hipoglosos, platijas y lenguados, comunesal Atlntico y al Mediterrneo, culpa fue de la vertiginosa velocidad aque nos arrastraba el Nautilus a travs de aquellas opulentas aguas.

    Entre los mamferos marinos, me pareci reconocer, al cruzar frente alAdritico, dos o tres cachalotes provistos de una aleta dorsal, pertenecien-tes al gnero de los ficeteros; algunos delfines del gnero de los globic-falos, exclusivos del Mediterrneo, y cuya cabeza est cebrada, en suparte anterior, por pequeas lneas claras, y una docena de focas de vien-

    tre blanco y manto negro, de tres metros de longitud, conocidas con elnombre de monjas, por ofrecer la apariencia de religiosas dominicas.

    Por su parte, Consejo crey haber distinguido una tortuga de seis piesde anchura, ribeteada por tres aristas salientes, en sentido longitudinal.Sent no haber visto aquel reptil, porque, por la descripcin que me hizoConsejo, cre reconocer en l uno de los escasos ejemplares de la especielad. Yo slo vi algunas cacuanas, con su prolongado caparazn.

    Ante mis ojos se agitaba un horrible monstruo, digno de figurar en lasleyendas teratolgicas. Era un calamar de colosales dimensiones. Alcan-zara unos ocho metros de longitud, y marchaba reculando con extraordi-naria velocidad, en direccin al Nautilus, clavando en l sus ojazos de tin-tas verdosas. Sus ocho brazos, o mejor dicho sus ocho pies, implantadosen la cabeza, que han valido a esos animales el calificativo de cefalpo-dos, tenan un desarrollo doble del de su cuerpo y se retorcan como lacabellera de las furias. Veanse distintamente las doscientas cincuentaventosas distribuidas en la cara interna de los tentculos, en forma decpsulas hemisfricas. A veces, dichas ventosas se aplicaban al cristal de laclaraboya del saln, produciendo el vaco. La boca del monstruo, una espe-cie de apndice crneo semejante al pico de un loro, se abra y se cerrabaverticalmente. Su lengua, crnea tambin y armada de varias hileras deagudos dientes, sala vibrando de aquel verdadero alicate. Qu caprichode la Naturaleza! Dotar de pico a un molusco! Su cuerpo, fusiforme yabultado en su parte media, constitua una masa carnosa que deba pesarde veinte a veinticinco mil kilogramos. Su color inconstante cam-biaba con pasmosa rapidez, segn el estado de irritacin del ani-mal, pasando sucesivamente del gris claro al pardo rojizo.

    Qu exasperara al molusco? Probablemente la presencia delNautilus, ms formidable que l, y en el cual no po-

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    RICARDO SALAS PINEDA (7 AOS), MXICO, D.F.

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    dan succionar sus brazos ni hacer presa sus mandbulas. Sin embargo,qu vitalidad ha otorgado el Creador a esos monstruosos pulpos, qu vi-gor en sus movimientos, puesto que poseen tres corazones!.

    acababan de aparecer otros pulpos, en la banda de estribor. Contsiete. Todos escoltaban al Nautilus, oyndose rechinar sus picos, al resba-lar sobre el blindaje de acero. Estaba ms que colmado nuestro anhelo.

    Continu mi tarea. Los monstruos se mantenan en nuestras aguas contal precisin, que parecan inmviles. Hubirales podido calcar sobre elcristal, reduciendo su tamao, tanto ms cuanto que nuestra marcha erabastante moderada.

    De pronto, se par el Nautilus. Un fuerte choque hizo trepidar toda sutrabazn.

    Hemos encallado? pregunt.Si acaso contest el canadiense el tropiezo ha debido ser leve,

    porque seguimos a flote.

    El Nautilus flotaba efectiva-mente, pero no andaba. Las aletas

    de la hlice no batan las ondas. Transcurrido un minuto, entr en el salnel capitn Nemo, seguido de su segundo. Haca tiempo que no le vea.Me pareci preocupado. Sin dirigirnos la palabra, sin vernos quiz, se fue ala claraboya, mir a los pulpos y cambi unas frases con su segundo.

    Este sali. A los pocos instantes, se cerr la claraboya y se ilumin eltecho.

    Yo me adelant hacia el capitn.Curiosa coleccin de pulpos, le dije, con la desenvoltura con que

    hubiera podido hacerlo un aficionado ante la vitrina de un acuario.En efecto, maestro me contest, y vamos a combatirlos cuerpo

    a cuerpo.Mir al capitn, creyendo no haber odo bien.

    SERGIO BAUTISTA CARRILLO (11 AOS), GUADALAJARA, JALISCO. TADEO CHANEZ CALDERN (7 AOS), MRIDA, YUCATN.

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  • Hay que convenir, seor Ralph, que ha hallado usteduna manera pintoresca de decir que la Tierra esms pequea, y eso porque ahora se le da la vueltaen tres meses... 0000000000000000000000000000En ochenta das nada ms dijo Phileas Fogg.

    En efecto, seores aadi John Sullivan, ochenta das desdeque la seccin Rothal y Allahabab ha sido abierta en el Great-Indian Pe-ninsular Railway. He aqu el clculo hecho por el Morning-Chronicle:

    La vuelta al mundoen 80 das*

    MAR ADRIANA DE LA ROSA ZAYARZABAL (10 AOS), PUEBLA, PUEBLA.

    * Fragmentos tomados de: La vuelta al mundo en ochenta das. Editorial Cumbre, Mxico,1957.

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    De Londres a Suez, por el Monte Cenis y Brindisi,en ferrocarril y vapor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 dasDe Suez a Bombay, en vapor. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .13 dasDe Bombay a Calcuta, en ferrocarril. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .3 dasDe Calcuta a Hong-Kong (China), en vapor. . . . . . . . . . . . . . . .13 dasDe Hong-Kong a Yokohama (Japn), en vapor. . . . . . . . . . . . . .6 dasDe Yokohama a San Francisco, en vapor. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .22 dasDe San Francisco a Nueva York, por ferrocarril. . . . . . . . . . . . . .7 dasDe Nueva York a Londres, en vapor y ferrocarril. . . . . . . . . . . .9 das

    Total: 80 das

    Aquella mujer era joven y blanca como una europea. Su cabeza, su cue-llo, sus orejas, sus brazos, sus manos, sus pies, estaban cargados de joyas,collares, brazaletes, pendientes y anillos. Una tnica adornada de lamini-

    JORGE IVN CHVEZ VARELA (10 AOS), PUEBLA, PUEBLA.

    AIDAL CANTO SUREZ (11 AOS), MRIDA, YUCATN.

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    llas de oro, recubierta de una ligera muselina, dibujaba los contornos desu talle. Detrs de la joven formando contraste violento, una guardiade honor, armada con desnudos sables y damasquinadas pistolas, condu-ca un cadver en un palanqun. Era el cuerpo de un viejo, ataviado conlos ricos vestidos de raj y llevando, como en vida, el turbante bordadode perlas, la tnica tejida de seda y oro, el cinturn de cachemira con dia-mantes y sus magnficas armas de prncipe de la India.

    Cerraban el cortejo los msicos y una retaguardia de fanticos, cuyosgritos ahogaban a veces el estruendo ensordecedor de los instrumentos mu-sicales.

    Sir Francis Cromarty contemplaba toda aquella pompa con un aire sin-gularmente triste. Volvindose hacia el gua, dijo:

  • 7776

    Un sutty?El parsi hizo un gesto afirmativo y se cruz los labios con un dedo. La

    larga procesin fue desfilando lentamente bajo los rboles y pronto lasltimas hileras desaparecieron en la profundidad de la selva.

    Poco a poco, los cantos dejaron de orse. Hubo todava algunos gritoslejanos y luego se hizo un profundo silencio.

    Phileas Fogg que haba odo aquella palabra pronunciada por sirFrancis, en cuanto la procesin hubo desaparecido, pregunt:

    Qu es un sutty?Un sutty, seor Fogg contest el brigadier general, es un sacrifi-

    cio humano, pero un sacrificio voluntario. La mujer que hemos visto serquemada maana, a primeras horas del da.

    Ah, miserables! exclam Passepartout, sin poder reprimirsu indignacin.Y el cadver? pregunt Fogg.

    Es el del prncipe, su marido contest el gua, un raj inde-pendiente de Bundelkund.

    Seor dijo, con cierta vacilacin, creo haber encontradoun medio de transporte.

    Cul?Un elefante! Un elefante que pertenece a un hind que vive cerca

    de aqu.Vamos a ver al elefante respondi Fogg.Cinco minutos ms tarde, Phileas Fogg, sir Francis Cromarty y

    Passepartout llegaban a una choza rodeada por una cerca formada poruna alta empalizada. En la choza haba un hind y, junto a la cerca, unelefante. El hind franque el paso a Fogg y a sus dos acompaantes.

    En el cercado hallaron a un animal medio domesticado, que era amaes-

    trado por su propietario, no para utilizarlo en trabajos de tiro y carga, sinopara el combate. Para tal fin, haba empezado a modificar la ndole natu-ralmente pacfica de la bestia, con el objeto de llevarlo gradualmente alparoxismo de la rabia llamado mutsh en idioma hind, para lo cual lo ha-ba estado alimentando durante tres meses con azcar y manteca. Dichotratamiento tal vez parezca impropio para conseguir tal resultado, pero seemplea con xito por los cuidadores. Por fortuna para Fogg, el elefanteen cuestin acababa de ser sometido a dicho rgimen y el mutsh no se ha-ba declarado todava. Kiumi ste era el nombre de la bestia poda, co-mo todos sus congneres, sostener durante mucho tiempo una rpida mar-cha. A falta de otra montura, Phileas Fogg decidi emplearlo.

    Pero los elefantes son caros en la India, donde empiezan a escasear.Los machos, que se utilizan en las luchas de los circos, son muy buscados.Estos animales se reproducen raramente en estado de domesticidad,debido a lo cual slo pueden obtenerse cazndolos. Por eso son objeto de

    BETSYE BRENDA CASTILLO MONTALVO (11 AOS), CELAYA, GUANAJUATO.

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    solcitos cuidados, y cuando Phileas Fogg pidi al hind si quera alqui-larle su elefante, el hind se neg rotundamente a ello. Fogg insisti yofreci por la bestia un precio excesivo: diez libras por hora. Negativa.Veinte libras? Tampoco. Cuarenta libras? Nueva negativa. Passepartoutbotaba a cada nueva oferta. Pero el hind no se dejaba tentar. Sin embar-go, la suma era importante. Admitiendo que el elefante emplease quincehoras en llegar a Allahabad, el viaje representaba la cantidad de seiscien-tas libras, que recibira el dueo de la bestia.

    Phileas Fogg, sin dar seales de animacin, propuso entonces al hindcomprarle el elefante, y le ofreci mil libras por l.

    El elefante fue preparado y equipado al punto.El parsi conoca perfectamente el oficio de mahout o cornac. Cubri

    con una especie de gualdrapa el lomo de la bestia y acomod, a ambos la-dos, una especie de artolas bastante incmodas.

    Phileas Fogg pag al hind en billetes de banco que fueron sacadosdel famoso saco. Pareca verdaderamente que los arrancasen de las entra-

    as de Passepartout. Despus, Fogg ofreci a sir Francis llevarlo hasta laestacin de Allahabad. El brigadier general acept.

    Se adquirieron vveres en Kholby. Sir Francis se acomod en una delas artolas y Fogg en la otra. Passepartout se instal a horcajadas sobre lagualdrapa, entre su amo y el brigadier general. El parsi se aposent en elcuello del elefante, y a las nueve salan todos de la aldea para internarsepor el camino ms corto en la selva espesa de palmeras.

    el pobre muchacho se sinti muy compungido cuando triste re-cuerdo de su