1 Del desencanto programado de la transición política española a la indignación colectiva frente al totalitarismo social neoliberal: claves sociológicas
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Del desencanto programado de la transición política española a la indignación colectiva frente al totalitarismo social neoliberal: claves sociológicas
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José Manuel Rodríguez Victoriano. Departamento de sociología y Antropología Social. Universidad de Valencia
Resumen de la intervención
En la década de los ochenta del siglo pasado, el ‘desencanto’ expresó una ‘frustración
programada’ (Ortí, Ibáñez) ante las expectativas de cambio social progresista asociadas
a la transición postfranquista. La ‘indignación’, casi cuarenta años después, expresa el
rechazo ciudadano frente a los totalitarios efectos del progresivo desahucio de sus
vínculos sociales a causa de ‘La gran transformación/restauración neoliberal’ (Polanyi,
Pedreño, Albarracín). En ambos momentos la democracia instituida, se sitúa como una
parte central del problema. En ambos la democracia instituyente, es decir, la
democratización de la democracia, se propone como una parte central de la solución. El
vínculo político en su doble dimensión de horizonte: democracia participativa y real; y
de obstáculo: democracia formal y representativa, representa tanto la aspiración hacia
un orden social más justo como la constatación de su fracaso. En esta intervención
presentaré algunas claves sociológicas de dicha dialéctica a través del análisis de dos
términos centrales en la representación simbólica de estos dos momentos ‘desencanto’
en el primero de ellos; e ‘indignación’ en el segundo. Mi aproximación a dicha
problemática y a sus representaciones sociales la realizo desde las coordenadas de la
‘escuela del cualitativismo crítico español. El punto de partida se sitúa en la
investigación que en 1980, en plena consolidación del capitalismo de consumo en la
sociedad española, realizaron Jesús Ibáñez y Alfonso Ortí sobre el ‘Desencanto’. El
punto de llegada: los distintos análisis sociológicos sobre el 15 M y las investigaciones
cualitativas del CIS sobre la cuestión. La convicción histórica, metodológica y política
de que la recuperación de la memoria sociológica del fracaso de la transición franquista
hacia un orden social más justo es un instrumento necesario en las actuales luchas
dirigidas a la recuperación del futuro colectivo, atraviesa estas páginas.
La ‘causa sociológica’ del cualitativismo crítico: la generación del 56
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“…el señor que está en Delfos, ni dice ni oculta, sino que da señas”
Heráclito. Traducción de Agustín Garcia Calvo (1985)
“De modo que de forma si se quiere paradójica, el actual oficio y profesionalización académica del sociólogo tuvo su arriesgada fuente primaria, en el caso de España, en aquella forja libertaria de una Razón (que aspiraba a ser) crítica. Una lucha y unos hechos hoy más bien poco conocidos por sus actuales sucesores y beneficiarios: los propios investigadores sociales (en su triple línea de despliegue: “generalista”, “de mercado” y/o de la “comunicación publicitaria” a cuya teoría y estudio realizaría, por cierto, Ángel de Lucas, significativas contribuciones. Profesionales de hoy de la investigación social y de los estudios de mercado, mejor equipados y eficientes y competitivos en todos los niveles; pero que, hijos de su tiempo, como toda generación, adolecen de las ambivalencias del modelo global del desarrollismo tecnofinanciero capitalista, así como del pacto de ‘amnesia histórica’ de la Transición posfranquista a la monarquía “juancarlista”. Unas ambivalencias y mistificaciones de ambos procesos que en ese momento mismo se ponen en evidencia: en caso del primero de ellos, porque estamos sufriendo las consecuencias de las corruptoras falacias de sus mitos, de modo de nuevo catastrófico para las clases populares: al tiempo que el pacto transaccional interélites burguesas sobre el que se fundó el orden social e ideológico “juancarlista”, está alcanzando ya su punto de histéresis crítica. Mientras que frente a ambos procesos, la líneacontinua de la (pretendida) sociología crítica mantuvo siempre (no sin contradicciones) la denuncia de su carácter alienante
Alfonso Ortí (2012:12)
La especificidad sociológica de los maestros del cualitativismo crítico español, Jesús
Ibáñez, Alfonso Ortí y Ángel de Lucas, radica en su capacidad de conjugar las
dimensiones políticas, sociológicas y metodológicas en el conjunto de sus
construcciones teóricas y sus investigaciones empíricas. Sus excepcionales capacidades
humanas e intelectuales, así como la extraordinaria sensibilidad y el cuidadoso respecto
con el que han transmitido su saber, han posibilitado el desarrollo de una de las
corrientes sociológicas más fecundas y rigurosamente críticas de la península ibérica.
Sus propias trayectorias biográficas como <<niños de la guerra civil>> y como
supervivientes críticos de la <<derrota generacional del 56>>, tal y como la definió
Ángel de Lucas, les proporcionaron, según la caracterizó Alfonso Ortí (2007:35)
siguiendo a Pierre Vilar, una vocación sociológica dirigida a comprender el pasado
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para empezar a conocer el presente, es decir, a comprender sociológicamente los
laberintos hacia la libertad de una sociedad traumáticamente bloqueada en su
desarrollo’ como era la España de 1950.
En la génesis histórica de esta perspectiva, la condición de posibilidad del conocimiento
científico-social se forja sobre una doble opción. Por una parte, la que vincula
indisociablemente las dimensiones epistemológicas, teóricas y metodológicas. Por otra,
la que une la teoría a la praxis. Una doble opción que conforma una práctica
sociológica, entendida como un ‘oficio de la reflexividad social’. Un oficio en el
sentido que Sennett, (2009) le atribuye a este término y una ‘reflexividad histórica y
social’ (Rodriguez Victoriano, 2004), que estudia los fenómenos sociales (Mauss) desde
una perspectiva de doble totalidad (Ibáñez, 1969): la totalidad histórica que es la
sociedad y la totalidad biográfica y personal de cada individuo. Desde la apertura que
introduce este enfoque psico-social podemos captar el sentido objetivo y subjetivo de
los fenómenos sociales. Nos situamos en un nivel como indican Alfonso Ortí y Ángel
de Lucas (1996) : “a la vez biográfico e histórico, en el que actúan los sujetos que se
estudian y en el que también habita –necesariamente-el investigador. Solo en este
contexto teórico –concluyen - puede captarse el contenido simbólico –ambivalente y
contradictorio- de los procesos sociales”.
La mirada sociológica del cualitativismo crítico español se separó desde su origen
tanto de las idealizaciones del ejercicio intelectual, como de las ventajas que puede
proporcionar dicho ejercicio asociado al servilismo académico1. Pero también, en
1 Aunque se aleja del propósito de nuestro trabajo, no está de más señalar que el modelo de universidad pública que se ha impuesto en las últimas décadas es básicamente el neoliberal. Conviene recordar como este modelo este modelo mercantil ya estaba presente en la LRU: “Lo que cuenta –escribía Ibáñez en 1988 (1997:446-47)- tanto en dinero como en prestigio-, no es la enseñanza. Se adquieren méritos investigando y publicando. Hay dos tipos de investigación cuya ubicación en la universidad sería lógica: la investigación básica…y la iniciación a la investigación…pero la investigación que se premia es la plenamente aplicada a los intereses de las empresas, los profesores las cobran, y la realizan en los locales y con los instrumentos de la universidad. Ahora dicen, las nuevas diplomaturas y licenciaturas
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la medida que las necesidades de supervivencia lo hizo posible, de las prácticas
profesionales vinculadas a la gestión tecnocrática de lo social2.
En suma, en la génesis histórica de esta perspectiva el afán por conocer la
sociedad estuvo ligado inseparablemente a la aspiración por reconstruir el derecho
democrático de ciudadanía, a la causa de la libertad política, y a las posibilidades
de emancipación social.
En las últimas páginas del artículo de Alfonso Ortí titulado ‘Veinticinco años después:
el oficio de sociólogo en la España plural’ se sintetiza magistralmente esta perspectiva.
En él tras separar la ‘razón sociohistórica’ de la ‘razón sociológica’, apunta como esta
última va más allá del análisis de los procesos histórico, de hecho, señala, el oficio de
sociólogo incluye el saber histórico pero comienza donde el de historiador termina. Su
espacio privilegiado de análisis empírico y reflexión teórica es el presente, los procesos
socio-estructurales en marcha para proyectarse, desde una cierta perspectiva ético-
ideológica, al futuro previsible, para concluir: “Pues el compromiso y proyecto teórico
máximo de la Razón sociológica (frente a la aparente ceguera del destino histórico) no
puede ser otro (desde una perspectiva utópica) que el de iluminar una dialéctica
liberadora de superación de todas las contradicciones y superación de todos los
conflictos. Si bien este proyecto utópico y global, en cuanto funda y constituye
esencialmente la Razón sociológica, la enfrenta así con una misión que excede, al
menos, de sus virtualidades sociopolíticas. Pero por su propia profundidad y ambición,
tan desproporcionado proyecto viene a ser, no obstante, el que inspira y da vigor a toda
perspectiva sociológica situacional concreta, en cuanto propósito <<objetivador>> y
sistemático de contribuir –mediante la reflexión y el estudio- a la resolución progresiva,
van a ser financiadas por empresas transnacionales. ¿Sois capaces de imaginar las consecuencias?”, En realidad, el único mérito político del actual ministro es intentar llevarlo hasta sus últimas consecuencias. 2 El Colectivo IOE, herederos y maestros privilegiados de esta tradición, es el que mejor ha representado, a lo largo de más de treinta años, esta trayectoria profesional.
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más justa y posible, de las contradicciones y conflictos (manifiestos o latentes) en el
campo de fuerzas del presente de una comunidad”.
El ejercicio de esta perspectiva singular les permitió, desde el mismo momento que
se inicia la Transición española, poder entender la aguda tensión entre sus límites y
posibilidades. Entender que el acceso a la ciudadanía política que abrió la
transición supuso el ‘blanqueo’ político del franquismo y la aceptación de la
desigualdad entre las clases sociales a cambio de la promesa de estabilizar la
ciudanía laboral, los derechos sociales y mantener y profundizar la sociedad de
consumo.
Sin embargo, antes de entrar de lleno en esta cuestión me gustaría apuntar una última
consideración. La ‘causa sociológica del cualitativismo crítico’ asumió, como hemos
visto, asume su condición de ‘generalista de lo concreto’ y es desde este horizonte
desde donde reivindica la compleja e integral sustantividad de lo social y construye los
instrumentos teóricos y metodológicos para llevarla adelante. Sin lugar a dudas, la
práctica cualitativa del ‘grupo de discusión’ (Ibañez, 1969; 1979) ha sido su hallazgo
más significativo. La interpretación de las ambivalentes y contradictorias
representaciones sociales del ‘desencanto’. Para entender el análisis sociológico del
‘desencanto’ es necesario tener en cuenta las capacidades para la captación de la
dimensión simbólica de los procesos sociales que esta práctica de investigación
cualitativa introdujo. Como mostraron Ángél de Lucas y Alfonso Ortí (1996), su
dinámica abierta parcialmente autónoma y parcialmente condicionada permitió sobre
todo, la generación y registro de unos discursos que eran el resultado de un trabajo
colectivo de elaboración simbólica. La conversación que producen los grupos de
discusión, con sus procedimientos dialécticos de consenso y dialógicos de disenso
(Richard Sennett , 2012), posibilitaron escuchar, comprender e interpretar la dimensión
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simbólica del ‘desencanto, los ambivalentes y contradictorios sentidos de su
representación social.
Memoria para recuperar el futuro
“El orden dominante nos impone el olvido,… y el olvido de que henos olvidado”
Jesús Ibáñez (1997:174-175)
“Creo que te he respondido al hablarte de la relación padre-hijo en mi
generación. Sacar a la luz el crimen originario era tirar por los suelos el retablo de
las maravillas de la Transición, descubrir que el país entero se había levantado
sobre una monstruosa ilegalidad, volver el juego del ajedrez al inicio de la partida
que se interrumpió el 18 de julio del 36. ¿Qué institución del Estado, qué fortuna,
qué empresa podía soportar eso que tú llamas llegar hasta el final?, ¿no se había
levantado todo esto sobre purgas, requisas, usurpaciones…? ¿quién podía exhibir
una legitimidad de origen?”
Rafael Chirbes (2013)
Si quieres conocer las cosas nuevas, como dice el proverbio japonés, estudia el
pasado. Las ‘indignación’ que llenó las plazas de las ciudades españolas, volvió a
mostrar una decepción colectiva con aquel mito fundante y la institucionalizada
corrupción de sus prácticas. En su eslogan central ‘Democracia real ya’ podemos
distinguir tres tiempos. El primero se dirige al pasado, nos trae la memoria de las
insuficiencias de aquel vínculo político fundante. El segundo situado en el presente
denuncia el desahucio de los vínculos sociales que acarrea la actual
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mercantilización neoliberal. El tercero instituyente apunta al futuro y recupera la
apuesta por un futuro colectivo.
La génesis del desencanto: a transición como transacción entre élites
El primer movimiento permite volver a visibilizar la memoria de las promesas
incumplidas de la transición española. Se trata de un desplazamiento histórico y
sociológico que busca reinterpretar y desentrañar los futuros posibles que aquel
proceso trato de sepultar. De acuerdo con la lectura que el sociólogo portugués
Boaventura de Sousa Santos hace de Walter Benjamin, no podemos pensar en la
transformación social y la emancipación si no reinventamos el pasado. A partir del
comentario que Benjamin realiza sobre el cuadro de Klee, Angelus Novus, escribe
Sousa Santos (2006:132): “Lo mismo dice Benjamin en otra tesis sobre la filosofía de la
historia: «Articular el pasado históricamente no significa reconocerlo ‘como fue en
realidad’. Significa apoderarnos de una memoria tal como ella relampaguea en un
momento de peligro» (1980: 695). La capacidad de redención del pasado radica en
la posibilidad de surgir inesperadamente en un momento de peligro, como fuente
de inconformismo”. Las promesas incumplidas de la modernidad occidental, el
‘inconformismo de los muertos’, deben ser recuperadas frente a una concepción
del ‘progreso’ que nos inmoviliza y que tiende a situarnos en el lugar de los
vencidos.
En la transición española resuena, como no podía ser de otra manera, la memoria
de otra historia, el drama civil de la España contemporánea caracterizado,
siguiendo a Ortí (1996: por la alternativa recurrente entre la dominación caciquil o
la guerra civil…un proceso arquetípico de <<semidesarrollo permanente –en el
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marco de la industrialización capitali. Situación de <<semi-desarrollo>>, así como
de diacronía o no coincidencia entre <<modernización económica>> y
<<modernización política>>”. La violenta memoria de aquel drama continuo
atenazó a la sociedad española durante los cuarenta años de la dictadura fascista
del general Franco y perduro durante toda la transición. Sus ecos sordos volvieron
a ser audibles en las manifestaciones de 2003 contra la presencia española en la
guerra de Irak 2003. ¡No a la guerra! ¡No en mi nombre!
En la transición podemos diferenciar dos etapas. La primera se inicia el 20 de diciembre
de 1973 con la muerte de Carrero Blanco y concluye en 1981tras el golpe de Estado.
Esta etapa se caracterizó por un doble movimiento de movilización y desmovilización
de las masas populares. En este primer periodo, la aspiración a la democracia formal se
convierte en el denominador común de la lucha antifranquista. Frente a una ruptura
política radical con el franquismo y una democratización real de los fundamentos
económicos y sociales de esas mismas estructuras de poder, la transición del
franquismo al postfranquismo etapa se salda con un ‘pacto social’ una salida
pacífica y neutralizada de la Dictadura que implica (Ortí,1989:11): una
pacificación y progresivo “desarme” –desde abajo- de las expectativas de las masas
populares y una reducción de los contenidos democrático-populares o
socioeconómicos del régimen post-franquista”. Todo ello, a cambio, de la
democracia electoral y de la recuperación del parlamentarismo. La primera
cuantificación de las expectativas frustradas por la transición política española, de
la distancia de la sociedad española con el nuevo vínculo político postfranquista, la
monarquía parlamentaria, fue el resultado del referéndum para la aprobación del
Proyecto Constitución. La Carta Magna fue aprobada por un 88% de votantes
pero con una participación sólo del 59% del censo electoral.
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Las representaciones simbólicas del desencanto: ‘El futuro ya estaba allí’
En el contexto de este primer periodo, aparecerá el término ‘desencanto’ para dar
nombre a esa decepción. En la investigación que realizaron Ibáñez y Ortí sobre el
significado de este término (1997: 174-188), la primera investigación cualitativa que se
realiza en la sociedad española sobre este proceso, se conjugaran enfoques: uno
estructural y otro histórico. En su análisis empírico incluirán tres fuentes de textos: la
exploración etimológica del término y su campo semántico; el análisis de su uso en los
medios de comunicación de la época y la realización de un grupo de discusión con
obreros, empleados y técnicos. Como veremos, a continuación, en las conclusiones de
su trabajo existe una estrecha conexión entre el ‘desencanto’ y el nuevo vínculo
político que sucede al régimen franquista; una democracia liberal ataviada bajo la
forma de monarquía parlamentaria . La transición postfranquista a la Monarquía
parlamentaria es vista como una simple transición negociada entre distintas
fracciones y élites burguesas que se limitó al restablecimiento de una democracia
electoral fundándola sobre el propio orden social surgido del franquismo: la
monarquía. Tras la muerte de Franco los modelos posibles de sociedad eran dos. El
primero consistía en profundizar por el camino trazado y adentrarse en el
capitalismo de consumo. El segundo implicaba abandonarlo, implicarse en la
construcción de una sociedad socialista (1997:178): “No se produjo en el tiempo la
ruptura con el sistema (ni siquiera la ruptura formal en la supraestructura
política), pero se ha producido la ruptura en el espacio- entre el pueblo y los
partidos, entre la base y la cúpula de esos partidos.”
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El desencanto tiene su génesis en este proceso, en la comparación del futuro
realizado con el futuro soñado. En la conciencia de la distancia entre lo pudo haber
sido y lo que fue. Expresa, el déficit de lo real respecto a lo imaginario: el
contraste, en suma, entre las esperanzas del futuro imaginado y la decepción del
futuro realizado. Desde una perspectiva histórica, el desencanto traduce –desde el
punto de vista material de los intereses de clase el forzado bloqueo de los
movimientos de lucha populares contra las desigualdades reales de la sociedad
española de la época. Pero expresa, igualmente, el resultado de una estrategia
programada, un efecto de desmovilización popular producido desde las élites
dominantes para la necesaria reducción de las masas a pasivo cuerpo electoral: “El
avance hacia la democratización real quedaba así detenido –concluye Ortí
(1989:17)-, cuando la penetración de los partidos y sindicatos de la oposición era
todavía demasiado reducida en el tejido social; sin duda, excesivamente raquítica
para dar lugar a un auténtico poder compensador que limitase, en el próximo
futuro, tanto la prepotencia práctica de los subsistentes poderes fácticos en la
nueva situación democrática, como la tentación de cualquier regresión hacia el
inmediato pasado democrático.”
El campo semántico de su análisis lo componen expresiones tales como: “todo
sigue igual”, “como con Franco”, “esto es como siempre la finca de unos cuantos”,
“los mismos perros con distintos collares” que expresaran, según interpretan
Ibáñez y Ortí, el ‘gran fraude’ político e ideológico con el que se percibe el nuevo
vínculo político postfranquista. El vínculo político que nace de este proceso está
limitado, como hemos señalado, desde su propio origen, pero a su vez, va a
posibilitar la legitimación en un nuevo contexto de democracia liberal el
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correlativo recorte de las aspiraciones de progreso social y de las reivindicaciones
de las clases populares en sus luchas contra el franquismo.
Desde una perspectiva estructural, el capitalismo de consumo que impulsa la
transición postfranquista ya no necesita justificarse, se legitima por sus
realizaciones: “La Monarquía de Juan Carlos –continúan Ibañez y Ortí 1997:181)-
no produce arrobamientos ni desmayos –hace ya muchos años Tierno habló de la
“Monarquía como salida”-, se legitima en cuanto el Rey sea “motor del cambio”, es
una república coronada, monarquía más de hecho que de derecho. Todos los
poderes son fácticos”. La transición consuma un intercambio forzado el mañana
de un ciudadanía plena en lo civil, en lo político y en lo social deja paso a la
promesa de un presente que, a través del consumo, propone el acceso al goce. En
definitiva, se intercambia la práctica del sufrimiento en el presente y la aceptación
de las desigualdades sociales por un discurso publicitario sobre el goce3. El vínculo
político la democracia formal es el operador que permite enmascarar
ideológicamente y hacer creíble este intercambio desigual en el que la propiedad
práctica la realidad se cambia por el sueño de su futuro disfrute . Las expectativas
de un acceso pleno al consumo sirven para compensar las contradicciones
prácticas de dicho intercambio. La política, como señala Ibáñez siguiendo a Serge
Leclaire, es la relegación -por el poder instituido o por el poder instituyente – del
goce al estado de promesa, una propuesta de intercambiar el discurso sobre el goce
por una práctica de trabajo.
3 En ‘Mas allá de la sociología’ Jesús Ibáñez (1977:191-196) afirma que toda ideología es escrita en Textos, los de la época moderna se caracterizan por tres propiedades. Son cerrados lo que les permite constituir una lengua que contenga infinitas hablas, pero no todas las hablas; son profundos, lo que les permite sustituir la superficie del estilo por el volumen de la escritura; son vacíos, lo que les permite que en vez de actuar el Texto, el lector pueda habitarlo y consumirlo. El Texto produce una ideología –objetiva- y el deseo –subjetivo- de esa ideología; es el lugar del enfrentamiento entre el deseo y el otro, entre el deseo y la ley, entre el deseo y el poder. El Texto, según Pierre Legendre siempre dice lo mismo: “Mañana cadáveres gozareis”.
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En suma, el vínculo político resultante es una Monarquía parlamentaria, una
democracia formal ‘sin’ democracia real o una democracia ‘light’ de baja
intensidad.
El futuro, uno de los futuros posibles cuya llegada interrumpe la búsqueda de otras
posibilidades ya estaba allí. Adelantándose al publicista de la filosofía política Francis
Fukuyama, el grupo de música pop española Radio Futura, anuncia ,en 1980, el fin de la
historia, o al menos el fin de la historia de otros futuros posibles en la transición
española. En su Long Play, significativamente titulado ‘Música moderna’ incluyen el
tema ‘Enamorado de la moda juvenil’. Su letra condensa, en clave poética, ese discurso
ideológico en su sentido más general. El sentido que -como apuntó Ángel de Lucas
(1990) se caracteriza por que: “interpela a los sujetos humanos en cuanto a sujetos,
con la intención consciente o inconsciente de imponerles un determinado sistema de
representaciones del mundo y, lo que no es menos importante, de adscribirlos a pautas
especializadas de comportamiento que vienen condicionadas por las leyes de
reproducción de la estructura social subyacente a ese mismo sistema de
representaciones”
La letra de esta canción4 , situada en la misma Puerta del Sol que muchos años después
dará albergará la acampada más representativa del 15M, invita a abandonar la búsqueda
de otros futuros posibles porque el futuro ya ha llegado, se trata del futuro que nos
permitirá gozar con el consumo de los productos de la moda. Su letra ilustra
implícitamente la celebración del intercambio que se acaba de producir. En ella,
4 Su letra dice así: “Si tú, ¡oh, tú! /me quisieras escuchar/¡oh, tú, si tú!/ me prestaras atención/ ¡oh, yo, sí, yo!/te diría lo que ocurrió /al pasar por la Puerta del Sol/Yo vi, ¡sí, ví!/a la gente joven andar/¡oh,sí, yo
vi!/con tal aire de seguridad/que yo, ¡sí, yo!/en un momento comprendí/que el futuro ya está aquí/ Y yo caí /enamorado de la moda juvenil/de los precios y rebajas que yo vi/ enamorado de ti/Sí, yo caí/ enamorado de la moda juvenil/de los chicos, de las chicas, de los maniquís/enamorado de ti. Zapatos nuevos/ ¡son de ocasión!/¡Ah, qué corbata/ qué pantalón!/ Vamos, quítate el cinturón/ y la tarde es de los dos.”
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podemos interpretar, se celebra la perdida de la ciudadanía plena y se celebra porque a
pesar los límites políticos y sociales que impone, la renuncia a seguir buscando otros
futuros, trae la buena nueva de la modernidad europea, a los imaginarios del goce
mediante el consumo. La constatación de ‘que el futuro ya estaba allí ’y, precisamente
‘ese/este futuro concreto’ conforma la matriz discursiva del ‘desencanto’. Las letras de
otro grupo musical ‘Golpes bajos’ lo expresaran, en clave melancólica un par de años
después. Los primeros años del posfranquismo se pueden representar, en palabras de
Teresa Vilarós, (1998) como un intervalo donde, un antes imaginado y un después no
realizado se vieron forzados a convivir.
La segunda etapa de la transición se inició en 1982, con el primer gobierno socialista y
se cerró en 1986, tras el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN. Esta
etapa y se caracteriza por la crisis de la conciencia obrera y el paso de la
socialdemocracia a la socialtecnocracia transnacional: “Lo público- escribe Francisco
Pereña (2011: 129-130) caracterizando esta etapa- , no es una común responsabilidad o
un bien ‘sagrado’ del que nadie podría apropiarse. Es un bien gratis. Esa es la
particularidad franquista de lo público. Cuando el PSOE ganó las elecciones en 1982…
lo que en el resto del mundo estaban haciendo los neoconservadores, como Thatcher o
Reagan, lo iba a llevar a cabo el PSOE: cierre de empresas públicas, aumento de las
subcontratas y de la figura del trabajador autónomo, desregulación de las inversiones y
en general de los capitales financieros que iban a invadir un mercado igualmente des-
regularizado de ganancias rápidas y degradación definitiva de la acción política. No es
que se dijera que no había margen de maniobra. Se afirmaba, por el contrario, que esa
política de privatización representaba la racionalidad.”
En esta segunda etapa, se institucionalizará el pacto de amnesia, la histórica para
promover al olvido el pasado represivo del franquismo y la social para aceptar la
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conformidad con un presente que suponía la prolongación y consolidación de un orden
burgués desigualitario (Ortí 1998). La perspectiva de Ibáñez y Ortí sobre la transición
española será radicalmente distinta de la que se va a imponer en la sociedad y en la
sociología española (Prego, 1995, Soto y Mateos 2013), anticipa los análisis críticos de
las décadas siguientes, -atendiendo, o bien, a las determinaciones políticas
internacionales (Garcés, 1996), o bien, a las de la economía política (Naredo, 2006), o
bien, a las culturales (Vilaros, 1998; Acevedo et al., 2012, VV. AA. 2012)), o bien, a las
socio- políticas (Aguila y Montoro, 1984; Imbert, 1990; Vidal-Beneyto, 2007;
Grimaldos, 2013), o por último, a las relacionadas con la sociedad del bienestar
(Navarro, 2002)- han ido mostrando las profundas deficiencias de dicho proceso.
El nuevo ‘consenso’ de esta segunda etapa de la transición transformará el desencanto
en ‘pasotismo’ (Rodríguez Sahagun, 1982 ;Val Ripollés, 2011). Un fenómeno que
marcará un brecha generacional y mostrará como ciertos sectores sociales y ciudadanos
con una particular presencia de jóvenes empezarán a distanciarse explícita o
implícitamente del vínculo político nacido de la transición. El primer estudio de la
Juventud española (Zarraga, 1985) de esta segunda etapa será muy elocuente al
respecto. En él se comenzaran a visibilizar esas distancias y aparecerá, en los grupos de
discusión, una expresión qué definirá la situación de sectores muy amplios de esa
juventud: ‘No tenemos futuro’. El futuro imaginado que llego era en la práctica real un
‘no futuro’.
El mono del desencanto5 , las movilizaciones hacia una ‘democracia real’, la
posibilidad de otro futuro como todo lo reprimido, retornarán, en los años siguientes.
5 Teresa Vilarós define así este concepto (1998:244); “En los primeros años del posfranquismo, como en los primeros años dela posguerra, el pasado se torna cosa impensable porque esa es la única manera en que España puede reescribir su nueva identidad. Ambas, las purgas sociales de la dictadura y las reformas políticas de la transición esconden inevitablemente una fisura inscrita en lo más profundo, hábitat del monstruo en que se ha convertido nuestro pasado histórico. Monstruo, Cosa, fantasma, cadáver o vampiro, el espacio fisural es el espacio de su retirada. Escondido el Monstruo, de pronto, su
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Serán muy visibles en el referéndum de la OTAN; en el ¡No a la guerra! del Golfo de
1990; y en el ¡No a la guerra! Y ¡No en mi nombre! de 2003; en el 13-M de 2004; en
el ‘V’ de vivienda; las movilizaciones contra la ley Sinde; las movilizaciones
estudiantiles contra el Plan Bolonia, o , en la irrupción del movimiento 15M en 2011.
La democracia débil de la globalización neoliberal
“La democracia perdió la batalla y solamente puede evitar perder la guerra si las mayorías pierden el miedo, se revuelven dentro y fuera delas instituciones y fuerzan al capital a volver a tener miedo, como sucedió hace sesenta años”
Sousa Santos (2013)
“En consecuencia , la obstrucción de los liberales a toda reforma que implicase planificación, reglamentación y dirigismo, ha hecho que fuese prácticamente inevitable la victoria del fascismo.”
Karl Polanyi, (1989:401)
El segundo movimiento se centra en el presente, interpreta las claves de la indignación
contemporánea y lo pone en relación histórica con el fracaso y las frustraciones de la
transición. Un movimiento siguiendo a Paul Ricoeur (1999:97), obligado por la deuda.
Donde la petición de ‘haber sido’ del pasado se dirige al futuro del discurso y donde el
vínculo que existe entre la deuda y el ‘poder ser’ orientado al futuro libera la huella de
su irresolución epistemológica. Comenzaremos nuestro recorrido analizando las
características del vínculo político en las democracias occidentales.
La democracia es una metodología (Morin, Nair). Una metodología que permite
consensuar los marcos para la gestión y puesta en acto del hecho político. La Ausencia nos hizo físicamente evidente nuestra Adicción. El cuerpo nos pedía salvajemente su retorno a la vez que salvajemente también lo reprimía; y aunque el monstruo en sí permaneció retraído y silencioso, secreto, nos cargó con un largo y desgarrado grito de abstinencia representado aquí como el Gran Mono de la transición”
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democracia formal y representativa aplica una perspectiva distributiva (Ibáñez) cuya
principal ‘virtud’ consiste en la presunta universalización e individualización de la
participación en el ‘contrato social’. Su progresiva institucionalización en las sociedades
occidentales durante el capitalismo de producción ‘naturaliza’ y ‘seculariza’ la
dominación del liberalismo burgués. Este modelo proporciona un marco político que
permite gestionar la desigualdad social sin poner en cuestión la dominación capitalista.
En términos generales, las democracias occidentales han sido de baja intensidad, es
decir, cada vez más, formalmente representativas y cada vez menos, realmente
participativas. Estas democracias, a su vez, han promovido, en particular a partir de la
ruptura unilateral del pacto keynesiano, ciudadanías de baja intensidad. El balance
anterior debe completarse señalando el papel que han tenido los movimientos sociales y
ciudadanos para resistir esta tendencia. Su actividad, cuantitativamente minoritaria pero
cualitativamente muy relevante, ha implicado una apuesta por la regeneración
democrática, con independencia de los fines concretos que cada movimiento buscaba
alcanzar, sus prácticas han significado una apuesta real por la democratización de la
democracia. Para entender las coordenadas básicas de este proceso de des-
democratización y comprender los movimientos alternativos ciudadanos que lo
enfrentan, conviene describir brevemente el contexto socio-histórico que lo enmarca.
Como es sabido, a partir de 1980, la reorganización del sistema capitalista se caracterizó
por un giro radicalmente conservador en lo ideológico y explícitamente neoliberal en lo
económico. Las transformaciones económicas, políticas, sociales y culturales de esta
revolución conservadora han sido inmensas. Han supuesto el crecimiento de la
vulnerabilidad social y de las desigualdades sociales. Han generado nuevos espacios de
des-regularización y privatización totalitaria, espacios de precarización de la condición
laboral, pero también de precarización y privatización de otras de otras dimensiones de
18
la condición ciudadana: desde el acceso a la educación o la sanidad pública hasta la
reducción de los mecanismos de la participación política a su simple simulacro formal.
La nueva pobreza, la vulnerabilidad y la crisis de la ciudadanía social (Alonso, 2010;
2013) son la consecuencia de esta ascenso de las incertidumbres (Castel, 2010)
En este nuevo capitalismo neoliberal el beneficio es lo único que cuenta y la corrupción
es el método que permite acceder a dicho objetivo. Una corrupción que, como ha escrito
Vidal Beneyto , no es un comportamiento ocasional o ‘amoral’ de unas personas o
grupos sino algo mucho más intrínseco y esencial, la corrupción no es otra cosa que el
cumplimiento del destino actual del orden económico capitalista. De la misma manera,
siguiendo con el análisis del sociólogo valenciano, que el estalinismo corrompió y
acabó con las esperanzas del comunismo, la épica del enriquecimiento a cualquier
precio del actual capitalismo y sus prácticas, cada vez más agresivas, de explotación de
las personas y el medio natural amenazan con no dejar ni un sólo espacio indemne . El
Berlusco-zysmo , siguiendo a Vidal Beneyto, es su traducción política. Se trata de un
sistema de gobierno basado en las técnicas comerciales del management y en el dominio
de la televisión. La combinación de estas dos estrategias, que conjugan la eficiencia
gestora con la teatralidad simbólica, supone un golpe de gracia al Estado democrático en
sus formas de Estado social al Estado derecho gracias a la indiferenciación de lo público
y lo privado con la invasión del campo estatal por los intereses privados.
Como señalábamos antes, el debilitamiento democrático de nuestra modernidad líquida
es incomprensible sin la centralidad del lugar social que ha ocupado la corrupción, pero
también, simultáneamente, sin comprender la centralidad del fenómeno social de la
explotación. Ya sea, por una parte, la explotación de la naturaleza, del territorio y del
habitat más inmediato que transforma estos medios en un sentido que les impide seguir
funcionando como medios, destruye y privatiza las reservas de energía y degrada
19
irreversiblemente el patrimonio común de la humanidad. Ya sea, por otra, la explotación
de los seres humanos que los transforma de fines en sí mismos en medios para los fines
de otros. De ahí que, una parte de la civilización industrial capitalista: los trabajadores,
las mujeres, los inmigrantes, los niños, las minorías étnicas, los que viven en zonas
rurales o en países llamados del Tercer Mundo, sea tratada por otra parte, los
propietarios, los hombres, los autóctonos, las mayorías dominantes, los adultos, como
medio para sus propios fines. El capitalismo contemporáneo, guiado por la lógica de la
maximización del beneficio económico está llevando hacia el extremo ambos tipos de
explotación.
La confluencia de ambas dimensiones: explotación y corrupción, dirigen al mundo de
finales del siglo pasado y principios del presente hacia un nuevo régimen de civilización
y regulación social que, siguiendo al sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos,
podríamos caracterizarlo como ‘fascismo societal’. Se trata una nueva clase de
totalitarismo, distinto del fascismo de los años treinta y cuarenta, de carácter pluralista
que no necesita sacrificar la democracia representativa ante las exigencias del
capitalismo sino que, por el contrario la fomenta, en sus dimensiones más formales y
virtuales, hasta el punto que ya no resulta necesario, ni siquiera conveniente, sacrificarla
para promover el capitalismo. Este nuevo régimen de regulación social es el que está en
la base de la utopía conservadora, el que exige e impone democracias de baja
intensidad. En definitiva, es el que permite a los gobernantes hacer lo contrario de lo
que dicen en nombre de lo que dicen: ya se trate de ‘Guerras humanitarias’, de reformas
laborales, educativas o sanitarias.
En un reciente artículo titulado ‘Obedecer y morir’, Josep Ramoneda (2013) ha
señalado, citando el libro de Karl Polanyi (1989) La Gran transformación, el
paralelismo entre los efectos disolventes de la utopía liberal sobre la sociedad europea
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de la primera mitad del siglo pasado y las actuales transformaciones. La reducción de
los seres humanos a su dimensión económica supuso entonces la destrucción de
cualquier idea de lo común y la condena de los ciudadanos al desamparo y el
aislamiento. La irrupción del fascismo formo también parte del altísimo precio que hubo
que pagar por aquel proyecto político de mercantilización general de la vida. Las
transformaciones de la Europa actual muestran dramáticamente como los efectos de la
desocialización de perdida de lo común de los años treinta del siglo pasado, se vuelven a
reproducir en una Europa que puso, desde finales de la década de los setenta del siglo
pasado, a la sociedad a los pies de la especulación, la competencia y la ley del dinero.
Las transformaciones europeas actuales son el resultado del éxito de esas políticas
económicas que pusieron a la sociedad al servicio de la economía.
Todo parece indicar que en el conflicto abierto desde el inicio de la modernidad
occidental entre capital y democracia donde el primero sólo se siente seguro si es
gobernado por quién tiene capital o se identifica con sus necesidades, mientras que la
segunda busca enfrentar la ‘cuestión de la desigualdad social’ (Álvarez-Uría, F.;
Varela, J. 2004), a través la redistribución de la riqueza se ha impuesto el primero. El
repunte de las desigualdades sociales y el asalto a las posibilidades de vida digna de los
ciudadanos así lo muestran la democracia formal y representativa ha sido la principal
víctima política de este proceso. Las demandas de democracia real el instrumento que
los nuevos movimientos sociales demandan para reconstruir el vínculo social roto.
También en la sociedad española actual la cuestión democrática ha tenido la capacidad
de condensar sus principales problemas y también la búsqueda de las soluciones. La
democracia instituida se ha convertido en el eje de las críticas. La democracia
instituyente: democratizar la democracia en el camino que señalan las soluciones.
Desde una perspectiva histórica, es un problema que se repite, aunque eso sí, con
21
formas distintas. El conflicto en la globalización neoliberal parece plantearse ya como
una disyuntiva ¿Democracia o capitalismo?
Centrándonos ahora en la sociedad española, veinticinco años después de las primeras
elecciones democráticas en España, gran parte de las cuestiones que se cerraron en falso
en dicha transición continúan abiertas. Cómo ha señalado oportunamente Josep
Ramoneda en el diario EL PAÍS , han tenido que pasar treinta y siete años de la muerte
del dictador para que las víctimas del franquismo tuvieran la oportunidad de explicar
sus sufrimientos delante de un tribunal de justica, pero para ello, y aquí radica lo
profundamente escandaloso del asunto, ha sido necesario que se sentara en el banquillo
de los acusados, el único juez que osó investigar los crímenes del franquismo.
Pero también han aparecido nuevas cuestiones políticas vinculadas al intenso desgaste
institucional del modelo de democracia formal y representativa iniciado en 1977. La
profesionalización de la política, los crecientes casos de corrupción de políticos y/o
banqueros, la constatación de la impotencia de la política frente al mercado y la
difusión mediática de ejemplos que ilustran ambas dimensiones están alejando cada vez
más a los ciudadanos de las formulas políticas tradicionales. La política tradicional,
sometida a los dictados de la economía financiera, el ‘Mercado’ como nuevo ‘Dios’,
está perdiendo su reconocimiento social. Por su parte, los partidos como ha escrito el
sociólogo español José Luis Zárraga cada vez representan menos a los votantes,
convertidos en aparatos de poder, vaciados de ideología, ya ni siquiera representan a sus
militantes, miran hacia arriba al gobierno y no hacia abajo a su base social, salvo en el
simulacro de las campañas electorales. El estudio cualitativo del CIS, nº 2865, sobre el
discurso de los españoles respecto a la relación entre economía y política, concluido dos
meses antes del 15M de 2011, es muy elocuente al respecto. En sus conclusiones se
señala como las imágenes generales sobre la relación entre política y economía tienden
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a identificarlas, o bien, reduciendo la primera a la segunda, imagen dominante; o bien,
reduciendo la segunda a la primera. Se ha impuesto en la política la mentalidad del
empresario, la perspectiva desde la economía. A su vez, ese poder político. Reside en un
espacio lejano, que está por encima de todo, fuera del alcance de la sociedad, en la
entidad abstracta que forman los Mercados. Hoy el poder último es el poder del dinero.
En cuanto a las dimensiones económicas y sociales se asiste a un desmantelamiento de
un Estado del bienestar que siempre fue, si atendemos a los expertos en la cuestión,
claramente insuficiente. El dominio conservador en España, incluso con los gobiernos
socialistas, ha propiciado que el subdesarrollo social haya persistido. Dicha persistencia
se ha intensificado, en las últimas décadas, por las consecuencias que las dramáticas
consecuencias económicas, laborales y sociales que la guerra de los ricos contra el
mundo llamada neoliberalismo, ha tenido en la sociedad española. En los últimos años,
dichas consecuencias, desregulación laboral, privatización de lo público y hegemonía de
los modelos ideológicos más conservadores son claramente perceptibles en la sociedad
española actual. El desahucio de los vínculos sociales, la nueva pobreza y la
vulnerabilidad caracterizan nuestro inmediato presente. Los datos socioeconómicos
extraídos del último barómetro del Colectivo de investigación sociológica IOE dan
buena cuenta de ello. http://barometrosocial.es/archivos/BSE2011_PolSoc.pdf.
La ofensiva contra los derechos sociales: las representaciones sociales de la indignación
“Al aceptar sin lamentaciones la realidad de la sociedad, el hombre encuentra un coraje indoblegable y la fuerza necesaria para suprimir cualquier injusticia susceptible de ser suprimida y luchar contra el más mínimo ataque de libertad. Mientras se mantenga fiel a su ingente tarea de conseguir más libertad para todos, no existe razón para temer que el poder o la planificación se opongan a él y destruyan la libertad que está en vías de conseguirse por su mediación”
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(Karl Polanyi, 1989:405)
Un desencanto indignado y una indignación desencantada recorren las cuatro últimas
décadas de nuestra historia, Las palabras tienen una segunda memoria que se prolonga
misteriosamente en medio de las significaciones nuevas (Barthes, 2000:24). La
memoria del desencanto está presente en el significado de la indignación. De la misma
manera que en el desencanto de la transición estuvo presente la decepción sobre la
forma en que acabo concretándose el proceso. Sin entender esta relación nos
arriesgamos a perder parte de la singularidad de la demanda de ‘Democracia real ya’ de
la llamada ‘Spanish revolution’.
En el prólogo del libro de Stéphane Hessel (2011) ‘Indignados’, José Luis Sampedro
recuerda como él también nació en 1917 y como él también luchó contra una dictadura.
Esta historia compartida le permitía comprender y hacer suyo el mensaje que Hessel
enviaba a las nuevas generaciones: "Chicos, cuidado, hemos luchado por conseguir lo
que tenéis, ahora os toca a vosotros defenderlo, mantenerlo y mejorarlo; no permitáis
que os lo arrebaten". ¿Qué estaba sucediendo que obligaba a los abuelos a volver a
tomar la palabra y a sus nietos a ocupar las calles? Dentro del conjunto de
movilizaciones de un ‘Planeta indignado’ (Vivas; Antentas, 2012; Fernández; Sevilla;
Urbán 2012; Roitman, 2012) el mensaje de los abuelos llamando a la movilización de
los nietos tiene una especificidad propia. Apunta a la emergencia de un nuevo diálogo
inter-generacional donde nietos y abuelos, paradójicamente, ‘prefiguraban’ el futuro
(Mead, 1970; Rodriguez Victoriano, 1987). Un diálogo que pone de relieve dos
ausencias. Por una parte, la ausencia ‘simbólica’ de la generación la de los padres; por
otra la ausencia, cada vez más, real del mundo en el que ellos habían vivido. Los hijos
de la des-regulación (Conde, 1999) estan acordando con los combatientes del fascismo
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y nazismo del siglo pasado y los constructores del Estado de bienestar Keynesiano una
nueva manera de ‘ocupar’ el mundo. Empezando por la demanda de ‘Democracia real
ya’.
En las conclusiones del proyecto de investigación cualitativa del CIS: ‘
Representaciones políticas y movimiento 15-M del CIS6, se señala como la sociedad
española percibe que el 15M surge en un contexto grave de crisis económica, política y
global. En los discursos predominan las imágenes que asocian la situación actual con la
impotencia, la angustia y el malestar, lo que da lugar a un balance negativo tanto delas
valoraciones como en percepciones y sentimientos. La frustación y la indignación son
los sentimientos dominantes.
En este contexto, hay dos discursos paralelos respecto a la responsabilidad de la crisis.
uno donde la ciudadanía se autoresponsabiliza de haber actuado inconscientemente y
haber asumido el modelo de consumo insostenible que proponía el capitalismo. Otro
que responsabiliza fundamentalmente al sector financiero y a la clase política. En
paralelo a estas responsabilidades las expectativas de futuro están atravesadas por una
doble tensión. Por una parte, los sentimientos de pesimismo e inseguridad que tiñen los
discursos. Por otra, el impulso a buscar soluciones, a confiar en el cambio de valores y a
valorar la crisis como una oportunidad para cambiar las cosas. Para buscar otro futuro
aún en construcción.
La desconfianza en la democracia vigente y en que la clase política actual es enorme.
El vínculo político es necesario, pero no el que segrega la política actual.: “Debería ser
una herramienta al servicio del pueblo, ¿no?, pero por desgracia muchas veces no es
así”, “es un teatro, una gran puesta en escena”, “ es hablar y no decir nada”.
6 Nº Estudio 2921
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La democracia se percibe como poco consolidada, subordinada a un poder económico
que impone sus decisiones globalmente desde fuera. Una democracia limitada y que
limita, que no contempla la pluralidad ni permite alternativas y que además está
gravemente contaminada por la corrupción. En definitiva, una democracia y una clase
política cada vez más desconectada de la ciudadanía.
El 15M se percibe como una respuesta frente esta situación un “estallido del pueblo”
que canaliza el sentimiento de frustración y descontento .Con independencia delas
valoraciones, se percibe como algo necesario, un movimiento global que canaliza y
visibiliza las quejas de la sociedad civil que no han encontrado otros cauces. Quejas
vinculadas a a la mejora de las condiciones de vida, al impulso dela participación
ciudadana para regenerar el vínculo político, a la recuperación y consecución de los
derechos de ciudadanía que la actual globalización neoliberal está desmantelando.
Reivindicaciones todas ellas recogidas en los dieciséis puntos de su manifiesto
fundacional, fruto del acuerdo de Acampadasol. Reivindicaciones que desde la Puerta
del Sol han vuelto a lanzar a quien les quisiera escuchar.
En suma 15M las reivindicaciones del 15M plantean un cambio de paradigma
en la economía y en el ejercicio de la política, y reclaman una participación directa de
las poblaciones en los asuntos que les conciernen. Se denuncia a los gobiernos y a las
instituciones europeas de gestionar la crisis y la deuda soberana como “herramientas
de sometimiento de los pueblos a los poderes económicos y financieros, imponiendo
desde arriba tratados en contra de la voluntad popular o forzando las constituciones y
parlamentos nacionales”,
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Muestran como la subordinación de la política social a las prioridades de la
acumulación capitalista, centrada en su núcleo financiero, ha acelerado la desconfianza
en el modelo social surgido de la transición, abriendo un debate instituyente que parecía
cerrado en torno a las causas estructurales que impiden el desarrollo de una democracia
real y una economía socialmente justa, en armonía con la naturaleza y solidaria en el
plano internacional.
En conclusión, tras un proceso de institucionalización democrática iniciado en 1975 con
la muerte del general Franco, la sociedad española, en el contexto de la actual
globalización neoliberal, vuelve a plantearse, treinta y seis años después, la ‘cuestión
democrática’. Desde una perspectiva instituyente. Un planteamiento que ha inundado el
espacio público, sorprendiendo a los actores políticos tradicionales fundamentalmente a
los partidos y a los sindicatos mayoritarios. El 15M nos ha traído al menos dos
lecciones. Nos ha recordado, en primer lugar, que la democracia formal y representativa
es un problema , es insuficiente y está limitada. En segundo lugar nos ha mostrado que
su reinvención es el camino para trabajar en la solución: la democratización de la
democracia es el instrumento político privilegiado para transformar de un modo
progresista nuestra realidad social.
Valencia 9 de octubre de 2013
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