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José Carlos Mariátegui y El Socialismo de Nuestra América

Oct 15, 2015

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  • Miguel Mazzeo

    Invitacin al descubrimiento

    Jos Carlos Maritegui

    y el socialismo de Nuestra Amrica

    Enero 2009

  • 4 - INVITACIN AL DESCUBRIMIENTO

    Diseo de tapa y diagramacin: Editorial El Colectivo www.editorialelcolectivo.org [email protected] Correccin: Graciela Daleo

    Mazzeo, Miguel Invitacin al descubrimiento. Jos Carlos Maritegui y el socia-lismo de Nuestra Amrcia. 1 ed. Buenos Aires : El Colectivo, 2008. 124 p. ; 20 x 14 cm. ISBN COMPLETAR 1. Ciencias sociales. I. Ttulo

  • "No se transforma artificialmente a una sociedad". Jos Carlos Maritegui

    Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana

    "una revolucin contina la tradicin de un pueblo,

    en el sentido de que es una energa creadora de co-sas e ideas que incorpora definitivamente en esa tra-dicin enriquecindola y acrecentndola. Pero la re-

    volucin trae siempre un orden nuevo, que habra si-do imposible ayer. La revolucin se hace con materia-

    les histricos; pero, como diseo y como funcin, corresponde a necesidades y propsitos nuevos..."

    Jos Carlos Maritegui Temas de Nuestra Amrica

  • Prlogo Maritegui: ms ac

    y ms all de Marx

    meter toda mi sangre en mis ideas. Jos Carlos Maritegui citando a Nietzsche en

    los Siete ensayos

    Hay lecturas que se imponen por la prepotencia ideolgica de los entornos o la pereza intelectual de los microclimas militantes. Otras lecturas se organizan alrededor de la novedad de turno, por puro esnobismo, sobre todo en el mundo acadmico. Pero se no ser el caso de Jos Carlos Maritegui y tampoco de Mi-guel Mazzeo, que insiste con Maritegui, que nos vuelve a convi-dar su lectura, ms all y ms ac de los lugares comunes donde fuimos entrenados.

    Maritegui sigue siendo una lectura pendiente, un autor que merece ser descubierto por las nuevas generaciones, sobre todo por aquellas que se proponen reinventar el socialismo hacindose cargo de las distintas trayectorias que vienen boyando por andari-

  • 8 - INVITACIN AL DESCUBRIMIENTO

    veles separados. Porque se ser uno de los primeros aportes de Maritegui: la posibilidad de poner el socialismo ms all y ms ac de Marx. Ms all de Marx: es decir, volviendo sobre las lecturas heterodoxas que completaron sus baches, escritas muchas veces a contrapelo, desde la vereda de enfrente. Ms ac de Marx: re-cuperando las trayectorias previas que anticiparon algunos de los legados que despus definieron al marxismo en general. Legados que continan reclamando el compromiso de las generaciones contemporneas para que completen las tareas que quedaron in-conclusas.

    Maritegui vuelve generoso al marxismo que se fue encerran-do sobre sus propios prejuicios, fraccionando en sectas que se fueron confundiendo, a medida que perdan su capacidad de inter-vencin, con los grupos de lectura. Digo que lo vuelve generoso, al llamarle la atencin y religarlo tambin sobre otras tradicio-nes tericas y experiencias sociales que se venan ensayando por senderos diferentes.

    Maritegui oxigena al marxismo al vincularlo a otras trayecto-rias que son otros sujetos, pero tambin otras palabras, otras cosmovisiones, nuevas apuestas, otras oportunidades para volver sobre la tarea pendiente: la revolucin. Porque la revolucin no es una pregunta abstracta, sino una cuestin que hay que atajarla no perdiendo de vista las experiencias de lucha que gravitan todava en el imaginario de los pueblos originarios.

    Si los ranqueles segn Mansilla conocieron la democracia an-tes que Rousseau, los quechuas segn el Maritegui de Mazzeo conocieron el socialismo antes que Marx. En efecto, elementos prcticos del socialismo se averiguan en el ayllu y todas las cos-tumbres y creencias que se modelaron en torno a la apropiacin colectiva de la naturaleza de la que formaban parte. Ese comunis-mo preincaico e incaico no pertenece al pasado, se respira en el ambiente, en los hbitos del campesinado. Actualizar las tareas del marxismo no es aportar conciencia desde afuera sino recalar en ese socialismo prctico y relacional, ese pasado-presente que anti-

  • PRLOGO - 9

    cipa las tareas que Marx y tantos otros imaginaron para los prole-tarios.

    Pero Maritegui se cuidar de romantizar al indio. No se trata de restaurar un tiempo perdido, de encontrar en el pasado un programa para la accin, sino de liberar aquellas instituciones de base y con potencialidades emancipadoras de las distintas formas de opresin. En eso consiste la promesa del socialismo contem-porneo: abrevar en las formas de la autoemancipacin de las co-rrientes subterrneas, en la resistencia paciente y annima de los pueblos que componen Nuestra Amrica.

    No se trata de volver a Maritegui para encontrar las recetas infalibles y, mucho menos, para munirse de nuevos rudimentos que justifiquen una supuesta lnea correcta para la coyuntura que atravesamos. Mazzeo propone volver a Maritegui para enfrentar-nos con las preguntas con las que tuvo que medirse el propio Ma-ritegui. No se trata de volver sobre las respuestas sino sobre las discusiones que se apostaron en torno a esas preguntas. Retomar las preguntas que formul Maritegui significa hacer hincapi en las sospechas que redoblaron las tareas del marxismo, que volvie-ron ms compleja y contradictoria la empresa del socialismo en Per.

    Louis Althusser dijo que el marxismo es una teora finita, que si somos consecuentes con el materialismo, sabemos que la histo-ria se va corriendo de lugar y nosotros junto con ella. Que las ca-tegoras que se modelaron para arrojar luz sobre determinadas circunstancias no servirn para comprender la novedad que carac-teriza a otro momento. Acaso por eso mismo, nadie escribe para la posteridad; se escribe con el deseo de intervenir en la poca que nos toca. De all que no cabe reclamar a Marx o Lenin o tan-tos otros, la respuesta a todas las preguntas, la receta para todas las circunstancias con las que tendrn que medirse las futuras ge-neraciones. Maritegui fue uno de los primeros en afirmarlo y as lo milit con su defensa del marxismo que realiz en un clima de reprobacin dogmtica. Intervenir en la escena contempor-

  • 10 - INVITACIN AL DESCUBRIMIENTO

    nea implica avivar la imaginacin poltica, construir herramientas polticas originales que no slo tengan en cuenta aquellas expe-riencias prefigurativas sino que puedan articular las duraciones contradictorias.

    No se piensa en el vaco sino con los pies en la tierra. La lectu-ra que ensaya Mazzeo de Maritegui no pretende ser la interpre-tacin correcta y transparente de las cosas. Tampoco se postula como guardin de una escritura intachable. Mazzeo vuelve sobre Maritegui para medirlo a su vez con las tareas que nos tocan a nosotros. Regresa a Maritegui a partir de las nuevas preguntas que son tambin las nuevas experiencias que insisten sobre las ta-reas inconclusas.

    ste es el Maritegui de Miguel Mazzeo, el Maritegui que nos invita a descubrir. Un Maritegui que se propuso descubrir el so-cialismo haciendo hincapi en las experiencias de lucha previa, en los elementos del socialismo prctico que se fueron desarrollando en torno a la vida colectiva con la naturaleza. Un Maritegui que relee a Marx hacindose cargo de Nuestra Amrica, que comple-ta y corrige a Marx con los aportes del socialismo prctico. Para Mazzeo, Maritegui tiene vuelo propio. No fue alguien que se limi-t a adecuar a Marx a la novedad de turno o ajustarlo a las parti-cularidades del caso concreto. Los dilogos que propona entre las duraciones contradictorias, entre las experiencias que se orga-nizaron en funcin de tareas distintas, no fueron cordiales, esta-ban cargados de tensiones. La misma tensin que averiguamos cuando se escribe con el cuerpo, con la sangre que corre por el cuerpo.

    Esteban Rodrguez

  • Presentacin

    El objetivo principal de este trabajo es incentivar la lectura de la obra de Jos Carlos Maritegui, particularmente en mbitos de militancia poltica y social del campo popular. Asimismo, quere-mos contribuir a la difusin de la produccin sobre su vida y su pensamiento que hemos tenido la posibilidad de consultar y que es slo una mdica parte de lo mucho que sobre l se ha escrito hasta hoy. Por lo tanto hemos optado por la copiosidad y por cierta rigurosidad a la hora de las referencias bibliogrficas vincu-ladas a la obra del amauta y de los autores consultados. Vale acla-rar que no se trata de una concesin a los modos tediosos del campo acadmico y al comentarismo; tampoco un ejercicio de erudicin vana. Nos resulta imposible pasar por alto el hecho de que estamos abordando una figura que supo definirse como ex-trauniversitaria, incluso antiuniversitaria, exenta de todo pedan-tismo doctrinal y toda preocupacin de ortodoxia.

    Consideramos que, en lneas generales, este trabajo presenta la estructura de un boceto con aspiraciones de ensayo; el gnero (o el protognero?) que nos parece ms adecuado para respon-der a las necesidades polticas y existenciales imperiosas.

    El boceto con ansias de ensayo tal vez sea el gnero indepen-diente por antonomasia, sustancial y libre, crtico y partcipe y,

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    muchas veces, emboscado y clandestino. Se jacta de su parcialidad y sabe desplegar, con impulso de ro, ideas inequvocas pero siempre harto discutibles. Sirve para poner a prueba la resistencia de las amalgamas elaboradas con registros heterogneos, favorece el intercalado de asociaciones y especulaciones, de intermezzos e impromptus, y patrocina todos los mestizajes. Tambin auspicia la antropofagia, cuando los elementos contenidos se fagocitan unos a los otros. Adems ofrece cuadros amplios, planos abiertos, sus-ceptibles de ser completados. Por otra parte, los objetos que pre-tendemos representar son inagotables. Este gnero un gnero expansivo por excelencia nos parece la estrategia simblica y la forma expresiva ms adecuada para una escritura militante, no s-lo porque delata itinerarios y bsquedas personales y colectivas, no slo porque acta sobre la realidad y promueve la accin, sino porque, con un nfasis casi gtico, rechaza las formas conclusas e intenta despertar la ilusin del camino.

    Proponemos una forma poco severa y poco consumada de lo esquemtico, una secuencia abierta y no una forma geomtrica cerrada. Ofrecemos textos que no siguen ningn canon fijo, tex-tos "antiulicos", con vocacin espontnea, que reivindican su in-compatibilidad con el conocimiento regulado e institucionalizado. Aspiramos a una escritura orgnica y con funcin dinmica, que se corresponda con este tiempo transicional y que aporte a una "cr-tica desde abajo".

    Los libros que Maritegui concibi como tales fueron pocos, La escena contempornea (1925) y los Siete ensayos de interpre-tacin de la realidad peruana (1928). Despus de su muerte, en abril de 1930, se publicaron los trabajos que haba llegado a orga-nizar en vida: Defensa del marxismo (1934), El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy (1950) y La novela y la vida (1955). El resto son compilaciones de sus trabajos hechas por fa-miliares y amigos, que por lo general toman el ttulo de las seccio-nes de las publicaciones en las que aparecieron. Sin dejar de des-tacar la importancia de esta iniciativa, hay que decir que la organi-

  • PRESENTACIN - 13

    zacin de sus escritos por temas tal vez no sea la mejor para un recorrido histrico y unitario.

    Para contribuir al conocimiento cabal de la obra de Maritegui, citamos el artculo, la conferencia, el documento o la carta y acla-ramos el ttulo, la fecha y el nombre de la publicacin donde vie-ron la luz (por lo general revistas y peridicos: Mundial, Varieda-des, El Tiempo, Amauta, etc.). Luego remitimos al ttulo de la obra en la que el trabajo fue compilado. Para agilizar la lectura, presen-tamos al inicio del libro una tabla de referencias. Los datos de edi-cin de las obras del amauta citadas se encuentran al final, en la primera parte de la bibliografa general.

    Como este trabajo ha sido concebido para militantes y en el marco de tareas militantes (el desarrollo de la Escuela Nacional de Formacin del Frente Popular Daro Santilln FPDS durante el ao 2008) proponemos, con criterio pedaggico y para dar cuenta de una discursividad temporal, una cronologa inicial con los principales sucesos relacionados, directa e indirectamente, con la vida y la obra de Maritegui. Quienes conozcan los datos bsi-cos de su itinerario, pueden soslayarla, a pesar de que el recorte propuesto en la misma diste de ser neutral y no pueda desvincu-larse del resto del trabajo.

    Hemos puesto especial cuidado de no caer en la arrogancia t-pica de los manuales y las literaturas edificantes similares. Este li-bro no es un para leer a Maritegui, (al modo althusseriano) ni aspira a esa categora. Lejos de todo recetismo, queremos contri-buir a que cada lector y cada lectora descubran y construyan su propio Maritegui. Para eso le mostramos el nuestro, y le reco-mendamos encarecidamente su lectura directa.

    En una dimensin ms ntima, aspiramos a construir un dilogo con las tradiciones, las temporalidades, los saberes, en fin, las cosmovisiones de los movimientos societarios condensadores de sociedades en movimiento, portadores de proyectos civilizato-rios. Le asignamos a ese dilogo carcter estratgico. Sin dudas a nosotros, desde nuestra condicin urbana o suburbana, relativa-

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    mente blanca y occidental, nos cabe el mayor esfuerzo por escu-char y aprender de todo aquello que usualmente desestimamos en sus capacidades emancipatorias, reproduciendo suposiciones arrogantes, parmetros eurocntricos e ilusiones estadsticas y tecnocrticas a la hora de analizar una cultura. As, en lugar de percibir el respeto y el cuidado de la naturaleza por parte de los pueblos originarios y la existencia de una comunidad csmica, se ve animismo. En lugar de concebir a las comunidades como es-pacios que hacen factible la libertad de los sujetos unidos, se las considera un lmite para la libertad individual. Ejemplos de este ti-po hay a montones. Las suposiciones, los parmetros y las ilusio-nes mencionadas, suelen ser reproducidas aun cuando se asumen las herencias y las tradiciones dizque nacionales. En parte por esto, tambin aspiramos a pensar lo nacional desde nuevas coor-denadas, a nombrar a la nacin de otros modos, pero siempre desde abajo.

    Quienes queremos favorecer procesos de construccin de la-zos sociales alternativos a los del capital o por lo menos no com-patibles con este sistema (lazos comunitarios o comunistas, fun-damento de un proceso revolucionario) en donde no existen, ya sea porque nunca existieron o porque se han abandonado, debe-mos asimilar las experiencias de los y las que supieron construir-los y resguardarlos. Tal vez, porque nos sobra barrio y nos falta mundo, porque no actuamos seducidos por una condicin ex-tica, no estamos en tan malas condiciones para intentar ese di-logo. Puede que la barrera se nos convierta en acicate. No ser la primera vez que la profundizacin de una modesta particularidad contribuya a la comunicacin, a la accin de compartir y de trans-formar.

    Nadie podr atribuirnos debilidad ante las modas y los circui-tos domesticados; tampoco motivos egostas. Es evidente que rei-vindicamos para los intelectuales una funcin en desuso, sin afanes compensatorios, refractaria a las demostraciones de servilismo, tpicas de la profesin, mucho ms en estos tiempos. Lejos de to-

  • PRESENTACIN - 15

    da vocacin taumatrgica y externa, sin considerarnos la ex-presin del punto de vista de un sector, asumimos un puesto en la accin colectiva como recomendaba el propio Maritegui y persistimos en la tarea de proveer de sentido (aunque ms no sea uno modesto y primario) a una comunidad poltica concreta y nuestra.

    Debo agradecer a Esteban Rodrguez, con quien hace muchos aos compartimos el inters por el amauta y las inquisiciones pol-ticas que su figura inspira. A la distancia, Sara Beatriz Guardia (Pe-r), Dannybal Reyes Umbra, Inti Clark Boscn (Venezuela) y Mina Lorena Navarro y scar Pineda (Mxico), me alentaron de mo-dos extraos y ocultos y me revelaron autores y datos.

    Finalmente, mi reconocimiento a Jos Luis Bournasell, Graciela Daleo, Sergio Nicanoff, Sebastin Rodrguez y Fernando Stratta, que leyeron los originales y me sealaron algunas inconsistencias que intento resolver, no siempre con xito. Por eso me asumo como el nico responsable de las perspectivas atravesadas y de todos los desaciertos.

    El autor

    Lans Oeste, 18 de octubre de 2008

  • CRONOLOGA / 17

    Tabla de referencias

    La escena contempornea (LEC) Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana (SE) El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy (EAM) La novela y la vida. Siegfried y el profesor Canela. Ensayos sintticos. Reportajes y encuestas (LNyV) Defensa del marxismo. Polmica revolucionaria (DM) El artista y la poca (EAyP) Signos y obras (SyO) Historia de la crisis mundial. Conferencias (aos 1923-1924) (HCM) Peruanicemos al Per (PP) Temas de Nuestra Amrica (TNA) Ideologa y poltica (IyP) Temas de educacin (TdE) Cartas de Italia (CdI) Figuras y aspectos de la vida mundial, Tomos I, II y III (FAVM, I, II, III) Correspondencia, Tomos I y II (Correspondencia, T. I y T. II) Invitacin a la vida heroica. Antologa (Antologa)

  • Jos Carlos Maritegui (1894-1930):

    Cronologa

    "Hermanos mos, el precursor es siempre sacrificado". Federico Nietzsche

    1894 Jos Carlos Maritegui nace en Moquegua, Per, el 14 de ju-nio. Es el segundo hijo de Francisco Javier Maritegui, emplea-do del Tribunal Mayor de Cuentas, y de Mara Amalia La Chira Vallejos. Julio Csar, Guillermina y Amanda, quien fallece en la infancia, fueron los otros hijos del matrimonio. Siendo Jos Carlos muy pequeo, su padre abandona el hogar. La madre y los tres hijos se trasladan a Lima. Jos Carlos sufre de raqui-tismo y de una artritis tuberculosa. Se publican las Pginas libres de Manuel Gonzlez Prada (1844-1918), quien plantea una lucha contra el gamonalismo y por la redencin del indio. El gamonalismo designa en Per a toda una estructura de poder regional y de relaciones sociales

  • 20 / INVITACIN AL DESCUBRIMIENTO

    basadas en la explotacin y dominacin de los pueblos campe-sinos indgenas y de las clases subalternas en general. El sistema se basaba en el poder de los grandes terratenientes, sucesores de los encomenderos de la poca colonial, y en una extensa jerarqua de funcionarios y otras figuras e instituciones inter-medias (jueces, sacerdotes, policas, soldados, maestros, pre-fectos, subprefectos, capataces, crceles, etc.) todos subordi-nados al poder del gamonal y encargados de convalidar el des-pojo. El dominio ejercido por los terratenientes se basaba en el ejercicio directo de un poder personal-local, es decir, su pre-eminencia no se sostuvo en una delegacin del poder soberano central. Por lo tanto asumieron las prerrogativas del Estado. En el marco de este sistema de opresin, deshumanizacin y exis, muchas veces los mismos subalternos se convertan en explotadores de su pueblo y en servidores del gamonal. Gon-zlez Prada era un liberal radical cercano al anarquismo, ple-namente consciente de los lmites del credo liberal en los pa-ses semicoloniales. Adems, fue uno de los primeros intelec-tuales peruanos en colocar el "problema del indio" en su justa dimensin: no como un asunto vinculado a la educacin y a la higiene a las que se les asignaban efectos redentores, sino co-mo una cuestin de justicia (frente al despojo y la explotacin). Con Gonzlez Prada el indigenismo comienza a superar los marcos impuestos por la literatura, la educacin cvica y el la-mento sensiblero. Maritegui retomar y profundizar este punto de vista.

    1899 Amalia La Chira y sus hijos se trasladan a Huacho, donde vi-ve su familia. Para mantenerlos trabaja como costurera.

    1900 Se publica el libro Ariel, del uruguayo Jos Enrique Rod (1872-1917). Se inicia el arielismo, corriente que exalta los va-

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    lores histricos y espirituales e idealistas de lo latino frente al utilitarismo y al materialismo anglosajn, particularmente nor-teamericano.

    1901 Maritegui ingresa a la escuela.

    1902 Un accidente en la escuela le afecta la pierna izquierda que pierde movilidad y queda semiatrofiada. Para recibir atencin mdica adecuada, es trasladado a Lima, a la clnica de la Misin de Sant, donde es operado. Su convalecencia dura cuatro aos. No puede continuar con sus estudios pero desarrolla el hbito de la lectura. 1904 Aparece Los parias, publicacin anarquista que hasta el ao 1909 dar cuenta de la problemtica indgena. En la misma tie-nen un espacio destacado los trabajos de Gonzlez Prada y otros autores. Aparece la obra Nuestros Indios de Gonzlez Prada, que por primera vez sita la problemtica indgena en el marco de co-ordenadas econmicas, sociales y polticas, abandonando los tradicionales trminos pedaggicos y compasivos. Gonzlez Prada "profetiza" la inminencia de una "revolucin proletaria". 1907 Muere el padre de Maritegui, en el Callao. Se publica Le Prou contemporain, de Francisco Garca Cal-dern (1883-1953), seal de que la realidad peruana comenza-ba a ser reconocida como objeto de estudio por parte de algu-nos intelectuales. Constituye todo un sntoma que este libro sobre la realidad peruana haya aparecido en Francia y en fran-cs.

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    1909 Maritegui trabaja como ayudante en el taller de linotipia en el diario La Prensa. Al poco tiempo se convierte en corrector de pruebas. A instancias de Pedro Zulen (1889-1925), un estudiante de Filosofa de la Universidad de San Marcos de origen chino, se funda el Comit Central de la Asociacin Pro-Indgena, organi-zacin "protectora de los derechos indgenas", de carcter pa-ternalista. Otra figura destacada de la Asociacin fue Dora Me-yer. Ms all de las limitaciones de la Asociacin hay que desta-car el hecho de que por vez primera los indgenas fueron tra-tados como sujetos. Por otra parte, la Asociacin se convirti en caja de resonancia de los conflictos campesinos y del inters por la cuestin indgena. No casualmente muchos anarquistas fueron socios de la misma. Con el tiempo Zulen y otros miem-bros de la Asociacin fueron abandonando el punto de vista paternalista inicial y radicalizaron sus planteos. Zulen lleg a sugerir que el "problema indgena" era el nico problema de Per, que en l se condensaba el drama de la nacin. Se publica El porvenir de Amrica Latina, de Manuel Ugarte (1878-1951).

    1910 Estalla la Revolucin Mexicana. El proceso revolucionario mexicano, sin exhibir una ideologa definida, combinar ele-mentos nacionalistas, antiimperialistas, democrticos, antioli-grquicos, anticapitalistas y agraristas. Adems, plantear en forma concreta la emancipacin de los pueblos indgenas. Se publica La historia en el Per, de Jos de la Riva Agero (1885-1944).

    1911 Maritegui comienza a publicar artculos en La Prensa con el seudnimo de Juan Croniqueur. Est a cargo de la seccin "po-

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    liciales" y "lotera". Al poco tiempo pasa a formar parte de la redaccin, especializndose en temas literarios y artsticos. Ini-cia su etapa del diarismo. Su produccin periodstica ser copiosa e ininterrumpida. En ese tiempo asume la pose del bo-hemio que en cada accin y en cada gesto pretende diferen-ciarse del comn, del hombre y la mujer medios y gri-ses, pose que pudo ser tanto frvola y elitista como imperti-nente y original, pero que invariablemente busc poner de ma-nifiesto la decisin (puramente individual por entonces) de romper amarras con la convenciones y los fetiches de la socie-dad burguesa. De esta manera reproduce el tpico deseo bo-hemio de epater de bourgeois. Predomina en Maritegui el in-ters por una temtica sentimental y mstica. La tristeza, la so-ledad, el hasto, la monotona, en fin: el spleen, se reiteran co-mo tpicos. Estalla en China una revolucin nacionalista.

    1912 A instancias del anarco-sindicalismo comienza a consolidarse en Per un discurso idealizador del Tahuantinsuyo (el conjunto de las cuatro regiones del Imperio inca que seguan los puntos cardinales: Antisuyo, Collasuyo, Contisuyo y Chinchusuyo y que tenan como centro al Cusco) y un inters cada vez ma-yor por las comunidades campesinas-indgenas. Los seguidores de Gonzlez Prada se sienten solidarios con los indios. Reto-mando la tradicin de Los parias, nace La Protesta, publicacin anarquista que hasta 1925 prestar especial atencin a las cues-tiones indgenas. En China, Sun Yat Sen (1866-1925) funda el Kuomintang (Partido Nacional del Pueblo).

    1914 Maritegui comienza a colaborar con la revista Mundo Limeo. Se inicia la Primera Guerra Mundial (guerra interimperialista).

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    1915 Maritegui colabora con la revista hpica Turf y con la revista Lul. Contribuye a la fundacin del Crculo de Periodistas de Lima. En Puno estalla la rebelin dirigida por el oficial del ejrcito Teodomiro Gutirrez Cuevas, que toma el nombre de Rumi-maqui (mano de piedra) y se propone restaurar el Tahuantin-suyo, retomando la senda revolucionaria de Tupac Amaru II (1780) y de la "utopa andina", con claros componentes mesi-nicos y milenaristas. Tiempo antes el presidente Guillermo Bi-llinghurst lo haba enviado a Puno con el fin de obtener infor-macin sobre una serie de denuncias formuladas por los cam-pesinos-indgenas. El mayor Gutirrez constata el grado de ex-plotacin ejercido por el gamonalismo sobre los campesinos-indgenas, toma contacto directo con estos y asume la direc-cin del levantamiento. Tras tres aos de lucha guerrillera con el ejrcito, Rumimaqui desaparece sin dejar rastros.

    1916 Se estrena la obra de teatro Las tapadas, escrita por Marite-gui junto a Julio de la Paz (Julio Baudini), con msica de Reynal-do La Rosa. No tiene buena acogida por parte de la crtica. Po-demos afirmar que ni siquiera llega a rendrsele el tributo de una crtica implacable. Maritegui atraviesa una etapa mstica y realiza un retiro espiritual en el Convento de los Descalzos de Alameda. All compone su soneto Elogio de la celda asctica. Se acerca al grupo literario formado en torno a la revista Colnida, cuyo principal animador era Abraham Valdelomar (1888-1919), y que se inspiraba en el escritor y poeta italiano Gabriele DAnnunzio (1863-1938). El grupo se propone reno-var la literatura peruana, superando la imitacin de las corrien-tes y modas europeas. La experiencia de Colnida ha sido con-siderada como la expresin de un momento de transicin en-

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    tre el modernismo y el vanguardismo. Ms all de su decaden-tismo y su esteticismo, los colnidos produjeron una ruptura en el campo literario, al rechazar visceralmente el academicis-mo y la esttica oligrquica. Maritegui renuncia al diario La Prensa y pasa a desempear-se como redactor principal y cronista parlamentario en el dia-rio El Tiempo. Junto a Abraham Valdelomar escribe y publica el drama his-trico La Mariscala, sobre la vida de doa Francisca Zubiaga de Gamarra. Compone Tristeza, libro de poemas que nunca llega a la im-prenta. Asiste a una conferencia de Manuel Ugarte en el teatro Mu-nicipal. En sus artculos se refiere a Tupac Amaru II, a Rumimaqui y a la restauracin del Tahuantinsuyo. Se disuelve el Comit Central de la Asociacin Pro-Indgena.

    1917 Sublevacin de los indios de Huancan. En abril, en un artculo publicado en el diario El Tiempo, Ma-ritegui anuncia el "renacimiento peruano" y dice: "Tenemos arte incaico. Msica incaica. Y para que nada nos falte nos ha sobrevenido una revolucin incaica". En julio, en otro artculo, afirma su predileccin por las huelgas "bravas y fuertes", con "trapo colorado y grito socialista". Edita el diario La Noche (como respuesta al diario oficialista El Da). Inicia estudios de latn en la Universidad, pero los abandona al poco tiempo. Por su crnica periodstica "La procesin del Seor de los Milagros" obtiene el Premio Municipalidad de Lima. Se convierte en vicepresidente del Crculo de Periodistas. A instancias de Maritegui y de un grupo de jvenes literatos, la bailarina suiza Norka Rouskaya danza una noche entre las

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    tumbas del Cementerio de Lima con el fondo de la Marcha F-nebre de Chopin interpretada por un violinista. El hecho deriva en un escndalo de gran magnitud. Se proclama en Mxico la Constitucin de Quertaro. Estalla en Rusia la Revolucin Bolchevique.

    1918 Con Csar Falcn (1892-1970) y Flix del Valle, Maritegui funda la revista Nuestra poca que ya expresa una tendencia combativa filo socialista y que est influida por el peridico Es-paa, dirigido por Luis Araquistin, periodista y dirigente socia-lista espaol. En su primer nmero publica el artculo "Malas tendencias: el deber del ejrcito y el deber del Estado", que le vale una agresin fsica por parte de un grupo de militares j-venes encabezados por el teniente Jos Vsquez Benavides. Una nota breve de la redaccin anuncia que Maritegui aban-dona definitivamente todos sus seudnimos, un hecho por de-ms sintomtico. En efecto, Nuestra poca marca una ruptura, una primera estacin de su itinerario socialista. Es tildado de bolchevique y asume el calificativo desde las p-ginas de El Tiempo: "...motejados de bolcheviques, no nos hemos defendido con grima de este mote sino que lo hemos abrazado con ardimiento y fervor". Participa en la fundacin del Comit de Propaganda y Orga-nizacin Socialista, pero al poco tiempo se separa del mismo por no estar de acuerdo con su orientacin. En Crdoba, Argentina, se inicia el movimiento de la Refor-ma Universitaria que repercute en buena parte de Nuestra Amrica, de modo muy intenso en el Per. Termina la Primera Guerra Mundial.

    1919 En forma temporaria Maritegui abandona la redaccin de El Tiempo y publica el diario La Razn.

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    Apoya el movimiento de la Reforma Universitaria (promovi-da en el Per por la Federacin de Estudiantes), la huelga de jornaleros en favor de la jornada de ocho horas y el paro gene-ral por el abaratamiento de las subsistencias que impulsan los anarcosindicalistas. Adalberto Fonkn, Julio Portocarrero, Fer-nando Borjas y Nicols Gutarra son los principales dirigentes de la huelga que adems de paralizar Lima, se hace sentir en el interior. Establece contacto con Carlos Condorena, lder de los cam-pesinos indgenas de Huancan. Se constituye la Federacin Obrera Regional Peruana, inspi-rada en los principios del comunismo anrquico. En julio, el candidato presidencial Augusto Bernardino Legua (1863-1932), derroca al gobierno de Jos Pardo e inicia un pe-rodo presidencial que se extiende por 11 aos. Legua pone fin a la denominada "repblica aristocrtica" que se inici con la presidencia de Nicols de Pirola en 1895 y concluy con la de Jos Pardo. Esta repblica, tambin denominada "civilista", pre-sent perfiles catlicos e hispanistas y cont con el apoyo del los terratenientes y el capital ingls. Legua, un hombre de ne-gocios, expres a una nueva oligarqua que asumi objetivos de modernizacin y que estaba definidamente orientada al capi-tal norteamericano. Cont adems con el apoyo de algunos sectores de la pequea burguesa urbana. Un grupo de lderes indgenas y ex delegados y dirigentes de la Asociacin Pro-Indgena (Mayer y Zulen, entre otros), junto a obreros de extraccin anarco sindicalista, y algunos intelec-tuales indigenistas cercanos al leguiismo como Jos Antonio Encinas (1886-1958) e Hildebrando Castro Pozo (1890-1945) entre otros, fundan en Lima el Comit Central Pro-Derecho Indgena Tahuantinsuyo. En octubre el gobierno de Legua, en lo que constituy una deportacin encubierta, enva a Maritegui a Europa en calidad de "agente de propaganda"; el barco realiza una parada en

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    Nueva York, durante dos semanas Maritegui recorre la ciudad. En Francia, Hernri Barbusse (1873-1935) crea el grupo y la revista Clart. Esta experiencia propuso una figura universal del papel histrico del intelectual revolucionario o progresista y propici un modelo de intervencin poltica. Ese modelo de intervencin (muchas veces mal concebido como antiintelec-tualismo) vena a cuestionar a los intelectuales que se conside-raban portadores, por derecho de casta, de una funcin direc-tora sobre la poltica de las clases subalternas y que adems crean que podan ejercer esa funcin externamente, al tiempo que eran parte de instituciones y circuitos de legitimacin ofi-ciales. Clart rompa con la hipstasis de los intelectuales de-rivada de una concepcin de las ideas como algo ajeno a los procesos y tensiones sociales. En Italia, Antonio Gramsci (1891-1937) coedita LOrdine Nuovo. En Mosc se funda la Tercera Internacional o Internacional Comunista (IC).

    1920 Maritegui llega a Italia y retoma sus colaboraciones para el diario peruano El Tiempo. El norte del pas est convulsionado por el movimiento huegustico y el desarrollo de la experiencia de los Consejos Obreros (o Consejos de Fbrica), proceso que Maritegui sigue de cerca, al igual que la experiencia similar que se vena desarrollando en Alemania. Segn Robert Paris: La Italia de los aos 1919-1922 apareca, en efecto, junto a Alemania [] como un epicentro de la revolucin mundial; una de esas encrucijadas donde la lucha de clases alcanzaba su ms alto nivel y la elaboracin terica, sus formas ms acaba-das.1 En el artculo "Las fuerzas socialistas italianas", publicado

    1 Paris, Robert, La formacin ideolgica de Jos Carlos Maritegui, Mxico, Cuadernos de Pasado y Presente, 1981, p. 89.

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    en El Tiempo, en junio, Maritegui afirma: "...los instrumentos de dominacin del Estado burgus no pueden transformarse en rganos de liberacin del proletariado (...) a ellos deben ser opuestos nuevos rganos proletarios consejos obreros, de campesinos, etc...." (CdI, pp. 48-54). Maritegui se familiariza con la idea consejista revolucionaria. Por ese tiempo Karl Korsch (1886-1961) sostena: "el movimiento consejista ya no aparece como una mera accin preparatoria para la futura ba-talla principal, sino como el verdadero y definitivo comienzo de esta batalla decisiva misma".2 Maritegui escribe sobre temas de poltica internacional. En un grupo de estudios tericos vinculado al Partido Socia-lista Italiano inicia su formacin marxista. La marca del marxis-mo italiano que para la poca rechazaba el reduccionismo de Aquiles Loria (1857-1943), su impronta antipositivista, antide-terminista, antievolucionista y priorizadora de la praxis, su apti-tud para conjugar realismo interpretativo y voluntad (o conte-nido heroico de la ideologa) devendrn un hito en la confor-macin de su pensamiento. No slo cabe destacar la influencia de Antonio Labriola (1843-1904), sino tambin la de Benedet-to Croce (1866-1952), Piero Gobetti (1897-1926) y la del fran-cs Georges Sorel (1847-1922). Maritegui comparte en Italia el mismo clima poltico - cultural (o "campo cultural" en los trminos de Pierre Bourdieu) de Antonio Gramsci y, en un marco europeo ms amplio, el de Gyrgy Lukcs (1885-1971), Ernst Bloch (1885-1977), Karl Korsch, Bertolt Brecht (1898-1956), Walter Benjamin (1892-1940), Theodor Adorno (1903-1969) y otros exponentes de un marxismo crtico. De esta manera el marxismo de Maritegui se opondr a la visin de la II Internacional y a su socialismo homeoptico y, en parte, a la de la III Internacional, la Internacional Comunista (IC), sobre todo a partir de su VI Congreso (1928).

    2 Korsch, Karl, Lucha de clases y derecho del trabajo, Barcelona, Ariel, 1980, p. 112.

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    En el sur de Per se inicia una serie de sublevaciones indge-nas (1920-1923) que finalizan despus de grandes matanzas de dirigentes y activistas. Vctor Ral Haya de la Torre (1895-1979), quien como pre-sidente de la Federacin de Estudiantes de Per haba impulsa-do el movimiento de la reforma universitaria, junto a la Fede-racin de Obreros Textiles, funda en Lima la Universidad Po-pular Gonzlez Prada.

    1921 Maritegui participa del XVII Congreso del Partido Socialista Italiano (PSI) en Livorno, en el cual se escinde su ala izquierda dando origen al Partido Comunista Italiano (PCI). Antonio Gramsci es una de sus figuras ms representativas Se casa con Anna Chiappe, una muchacha nacida en Siena, a quien conoce en Florencia. Ms tarde dir que en Italia despo-s una mujer y algunas ideas. A instancias del Comit Central Pro-Derecho Indgena Ta-huantinsuyo y con el aval del Estado, comienzan a reunirse en Per los Congresos Indgenas (1921-1924). Ms all del auspi-cio del rgimen de Legua, los Congresos cumplen una funcin muy importante, ya que contribuyen a la articulacin y con-cientizacin del movimiento indigenista. Hay que tener en cuenta que el gobierno de Legua, al comienzo, asumi algunas reinvidicaciones indigenistas. Cre la Seccin de Asuntos Ind-genas dependiente del Ministerio de Fomento y Obras Pblicas (Castro Pozo fue nombrado director), estableci el Da del In-dio, inaugur el monumento de Manco Cpac y hasta lleg a autoproclamarse "Viracocha". A partir de 1923 este mismo go-bierno (apoyado en el capital norteamericano) cede a las pre-siones de los gamonales que desencadenan una feroz matanza en Huancan y comienza a desplegar, de cara al movimiento campesino indgena, una poltica que alternar la cooptacin con la represin.

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    En Trocoyoc, invocando la restauracin del Tahuantinsuyo, los comuneros de las regiones altas toman la poblacin y piden la expulsin de los mistis (mestizos) y los hacendados. La im-pronta mesinica y milenarista es notoria en esta y en otras sublevaciones de la poca.3 Se realiza en Mosc el primer congreso de la Internacional Sindical Roja. Participan en l delegados de 36 pases que re-presentan a 17 millones de trabajadores. Se establece un vncu-lo muy ajustado entre la Internacional Sindical y la IC. Se realiza el III Congreso de la IC que sustituye la opcin por organizaciones bolchevizadas (centralizadas, hiperprofesionali-zadas) por la consigna de ir a las masas. En trminos grams-cianos, una especie de reemplazo de la guerra de movimientos por la guerra de posiciones. En este Congreso aparece la con-cepcin del Frente nico Proletario que adoptar Maritegui para no desprenderse jams de ella. Desde el punto de vista de Alberto Flores Galindo, este Congreso form a Maritegui4. Desde esta perspectiva, la futura polmica de Maritegui con la IC, puede verse como una polmica interna, aunque esta po-sicin es harto discutible, dado que es esttica y no contem-pla los cambios que se dieron, tanto en la IC, como en la pol-tica de la Unin Sovitica y a nivel mundial.

    1922 En Italia nace Sandro, el primer hijo de Maritegui. Recorre distintos pases europeos: Francia, Alemania, Blgi-ca, Austria, Hungra y Checoslovaquia. Analiza in situ la expe-riencia de los movimientos revolucionarios de posguerra y la posterior ola reaccionaria, reflejada en el ascenso del fascismo. En Europa Martitegui asiste a las primeras batallas del dada-smo, el ultrasmo, el creacionismo, el futurismo y el surrealis- 3 Flores Galindo, Alberto, La agona de Maritegui. La polmica con la Komin-tern, Lima, desco - Centro de Estudios y Promocin del Desarrollo, 1982, p. 47. 4 Flores Galindo, Alberto, op. cit., p. 75.

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    mo, movimientos vanguardistas que en lneas generales se ca-racterizaron por la bsqueda de una expresin directa y re-chazaron cualquier forma de falsificacin de la experiencia. Toma contacto con la obra de George Grosz (1893-1959) y el expresionismo alemn. Es la poca en la que Walter Gropius (1883-1969) funda la Bauhaus en Weimar, Max Reinhardt (1873-1943) dirige el Teatro del Estado, y se inicia el teatro poltico de Edwin Piscator (1893-1966). En Berln visita al escri-tor ruso Mximo Gorki (1868-1936), artfice de la literatura social sovitica. Segn Estuardo Nuez, Maritegui afirm su espritu en Francia, colm su experiencia en Italia y decidi su destino en Alemania.5 Alberto Flores Galindo, por su parte sostuvo que de los tres aos y siete meses europeos nace esa doble vertiente mariateguista: la defensa de lo nacional y la ne-cesidad del internacionalismo.6

    1923 En el mes de marzo est de regreso en el Per. Establece contacto con Vctor Ral Haya de la Torre, quien es deportado en el mes de octubre. Haya de la Torre era uno de los referen-tes del movimiento de oposicin a la consagracin de Per al "Sagrado Corazn de Jess" que impulsaba Legua, no por fer-vor religioso sino para ganarse el apoyo de los sectores ms conservadores. Conoce a Ezequiel Urviola (1895-1925), uno de los militan-tes ms importantes del indigenismo radical. Maritegui tiene una influencia decisiva en el pasaje de Urviola del anarco sindi-calismo al socialismo. Empieza a participar en la Universidad Popular Gonzlez Prada. En junio da comienzo al ciclo de conferencias sobre po-

    5 Nez, Estuardo, La experiencia europea de Maritegui, Lima, Amauta, 1994, p. 64. 6 Flores Galindo, Alberto, op. cit., p. 44.

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    ltica internacional que poco despus sern compaginadas en su libro Historia de la crisis mundial. Asume la direccin de la revista Claridad, en reemplazo de Haya de la Torre, su fundador. Inicia su colaboracin en la re-vista Variedades. Se producen las rebeliones indgenas de La Mar y Huancan. Los gamonales en forma directa o a travs de las autoridades locales (prefectos y subprefectos), asesinan a delegados y mili-tantes indgenas y queman las escuelas establecidas por el Co-mit Pro-Indgena Tahuantinsuyo. Se publica El destino de un continente, de Ugarte. Nace el segundo hijo de Maritegui: Sigfrido.

    1924 Promueve la fundacin de la editorial Claridad. Colabora con la revista Mundial en la seccin Peruanicemos al Per. En ocasin del Da de los Trabajadores escribe: El Primero de Mayo no pertenece a una Internacional: es la fecha de todas las Internacionales. Socialistas, comunistas, libertarios de todos los matices se confunden y se mezclan hoy en un solo ejrcito que marcha hacia la lucha final (IyP, p. 107). Esa predisposi-cin ecumnica, en ese tiempo, poda hallarse en figuras como Gramsci. En mayo Maritegui sufre la amputacin de la pierna derecha, que era su pierna sana. Convaleciente escribe una carta a la re-daccin de Claridad: "Mi mayor anhelo actual es que esta en-fermedad que ha interrumpido mi vida no sea lo bastante fuer-te para desviarla ni debilitarla. Que no deje en m ninguna hue-lla moral. Que no deposite en mi pensamiento ni en mi cora-zn ningn germen de amargura y desesperanza..." (Corres-pondencia, T. I, pp. 55-56). Se crea el Secretariado Sudamericano de la IC. En Mxico, en el mes de mayo, se funda la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) con el propsito de luchar

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    contra el imperialismo. Haya de la Torre establece sus bases programticas:

    Accin contra el imperialismo yanqui.

    Por la unidad poltica de Amrica Latina.

    Por la nacionalizacin de tierras e industria.

    Por la internacionalizacin del Canal de Panam.

    Por la solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas del mundo. Se publica Nuestra comunidad indgena, de Castro Pozo. Haya de la Torre asiste en calidad de Delegado Fraternal al V Congreso de la IC. La IC sostiene que en China el movimiento de emancipacin nacional debe ser dirigido por la burguesa, de este modo obli-ga a Partido Comunista Chino (PCCH) a ingresar al Kuomin-tang. Andr Breton (1896-1966) publica el Manifiesto surrealista. Se publica La patria grande, de Ugarte. 1925 A instancias de la Federacin de Estudiantes Maritegui es recomendado para una ctedra en la Universidad. La propuesta es rechazada por las autoridades. Junto a su hermano Julio Csar funda la editorial Minerva y publica el libro La escena contempornea. Se publica De la vida incaica, de Luis Valcrcel (1891-1987).

    1926 Maritegui participa en las primeras clulas limeas del APRA. Considera que este movimiento representa la posibili-dad de unin de las tendencias progresistas y un punto de par-tida para la accin revolucionaria. En junio se funda en Ica, la Federacin de Campesinos y en Puno la Federacin Regional del Sur.

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    En septiembre aparece la revista Amauta. El "amauta" era el sabio, el maestro en el Per de los incas. El pintor argentino Emilio Pettoruti, quien haba trabado amistad con Maritegui en Europa, le escribe: Lo del nombre de su revista me parece muy acertado, [] ya ver Ud. que se calmarn todos aquellos que nos han acusado de vanguardistas, de fumistas, exotismo y extravagantes (Correspondencia, T. I, pp. 125-131). En la presentacin de Amauta Maritegui afirma: Todo lo humano es nuestro. La revista que combina crtica social y crtica lite-raria publicar trabajos de: Isaac Babel, Henri Barbusse, Andr Breton, Nicolai Bujarin, Jean Cocteau, Ilia Ehrenburg, Waldo Frank, Sigmund Freud, John Galsworthy, Mximo Gorki, V. I. Lenin, Anatoli Lunacharsky, Rosa Luxemburgo, Vladimir Maia-covski, F. T. Marinetti, Carlos Marx, Jos Ortega y Gasset, Bo-ris Pilniak, Yuri Plejanov, Romain Rolland, Bernard Shaw, Jos Stalin, Ernst Toller, Len Trotski, Miguel de Unamuno y Palmi-ro Togliatti. Tambin de: Martn Adn, Xavier Abril, Germn Arciniegas, Mariano Azuela, Jorge Basadre, Armando Bazan, Jorge Luis Borges, Enrique Bustamante, Hildebrando Castro Pozo, Jos Mara Eguren, Jos Uriel Garca, Alberto Guilln, Haya de la Torre, Vicente Huidobro, Jos Ingenieros, Enrique Lpez Albjar, Tristn Maroff, Ricardo Martnez de la Torre, Csar A. Mir Quesada, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Ante-nor Orrego, Alfredo Palacios, Ricardo Palma, Magda Portal, Atahualpa Rodrguez, Luis Alberto Snchez, Manuel Ugarte, Luis Valcrcel, Csar Vallejo, Jos Vasconcelos, entre otros. Se destacan los dibujos de Jos Sabogal. En el primer nmero se publica el trabajo de Sigmund Freud: "Resistencia al psicoanli-sis". A partir del quinto nmero, Amauta saldr con un suple-mento, el "Boletn de la defensa de los indios". Amauta convo-car a la solidaridad con el pueblo nicaragense que, encabeza-do por el general Augusto Csar Sandino, luchaba contra la in-tervencin imperialista de Estados Unidos. Segn Jos Aric, "lo que haca de Amauta una revista marxista nica en su gne-ro era su singular capacidad de incorporar las corrientes reno-

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    vadoras de la cultura europea a las expresiones ms vinculadas a la emergencia poltica y cultural de las clases populares lati-noamericanas".7 El campo de intervencin que elige Amauta es el de la lucha y la construccin contrahegemnica, en este sen-tido fue un ejemplo de revista poltico-cultural que se intent reproducir en Nuestra Amrica con resultados dispares a lo largo de todo el siglo XX. Es importante destacar que en Per, entre 1925 y 1926, junto a Amauta, vieron la luz un conjunto de publicaciones vanguardistas: Poliedro, Guerrilla, Trampoln, Hangar, Rascacielos, Timonel, Kosko, Kuntur, Boletn Titika-ka.8 En Buenos Aires, Leopoldo Lugones recomienda la obra de Maritegui, en especial al editor Samuel Glusberg (1898-1987). Amauta se poda conseguir en la Librera de Samet, en la Avenida de Mayo. Comienza a publicarse La Correspondencia Sudamericana, la prensa del Secretariado Sudamericano de la IC. Nace el tercer hijo de Maritegui: Jos Carlos

    1927 En enero, en Cusco, se crea el grupo indigenista Resurgi-miento. Entre los fundadores se destacan: Luis E. Valcrcel, J. Uriel Garca, Luis F. Paredes, Casiano Rado, Roberto La Torre, Francisco Choquehuanca Ayulo, Dora Mayer de Zulen, Manuel Quiroga, Julio C. Tello, Rebeca Carrin, Francisco Mostajo y Jos Sabogal. Maritegui apoyar esta iniciativa. Se desarrolla la polmica con el escritor y militante aprista Luis Alberto Snchez (1900-1994) sobre el indigenismo, la misma refleja las primeras diferencias de Maritegui con el APRA.

    7 Aric, Jos (seleccin y prlogo), Maritegui y los orgenes del marxismo latinoamericano, Mxico, Cuadernos de Pasado y Presente, 1980, p. XLVIII. 8 Beigel, Fernanda, El itinerario y la brjula. El vanguardismo esttico-poltico de Jos Carlos Maritegui, Buenos Aires, Biblos, 2003, p. 21.

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    Maritegui se autodefine como un marxista "convicto y con-feso". El gobierno de Legua denuncia un "complot comunista". Ma-ritegui es acusado de formar parte del mismo, su casa es alla-nada y l es detenido y recluido en el Hospital de San Bartolo-m. Amauta es clausurada temporalmente, al igual que los ta-lleres de la Editorial Minerva. Maritegui recibe el apoyo y la solidaridad de figuras intelectuales, literarias en su mayora, no vinculadas al movimiento comunista internacional: Waldo Frank, Emilio Frugoni, Alberto Gerchunoff, Gabriela Mistral, Nicols Olivari, Alfredo Palacios, Roberto J. Payr, Horacio Quiroga, Manuel Ugarte, Miguel de Unamuno, Jos Vasconce-los, entre otros. Tambin de Leopoldo Lugones, escritor reac-cionario y filo fascista. Desde el hospital, el 10 de junio, dirige una carta al diario La Prensa, en la que dice: "desmiento termi-nantemente mi supuesta conexin con la central comunista de Rusia (...) soy extrao a todo gnero de complots criollos de los que aqu puede producir todava la vieja tradicin de las conspiraciones. La palabra revolucin tiene otra acepcin y otros sentidos..." (Correspondencia, T. I, p. 289-290). Maritegui considera la posibilidad de trasladarse a Buenos Aires. Suea con adquirir una prtesis que lo libere de la silla de ruedas y aspira conseguir un trabajo que lo libere de las ur-gencias domsticas. Confa en desarrollar, desde esta ciudad, una labor intelectual y organizativa en mejores condiciones que las ofrecidas por el Per de Legua, una tarea libre de presiones y persecuciones. Buenos Aires, dado su carcter de polis cul-tural, ofreca adems la posibilidad de una repercusin conti-nental para su tarea. Por lo menos eso es lo que Maritegui crea, tal vez idealizando la situacin o exagerando por simple contraste. En carta a Emilio Pettoruti dice: Voy a hacer una tentativa para reanudar la publicacin de Amauta en Lima. Si fracasara, me dedicar a preparar mi viaje a Buenos Aires, por-

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    que me resultar del todo intolerable permanecer aqu sofoca-do espiritual y materialmente.9 Se publica Tempestad en los Andes, de Luis Valcrcel. Mari-tegui, autor del prlogo, se siente impactado por este libro; lo califica de "vehemente y beligerante evangelio indigenista". Se lleva a cabo el Primer Congreso Antiimperialista Mundial, en Bruselas, convocado por la Liga Antiimperialista Mundial. Se realiza el II Congreso de la Federacin Local de Trabaja-dores de Lima en el que se plantea la necesidad de lograr la unidad de los trabajadores peruanos y conformar una federa-cin nacional. En China se produce un golpe de Estado dirigido por Chan Kai Chek (1887-1975). Se separa un ala de izquierda del Kuo-mintang. La IC ordena al PCCH ingresar al Kuomintang de iz-quierda, que al poco tiempo desata una feroz represin contra los comunistas. Comienza a adquirir relevancia la cuestin campesina. 1928 Haya de la Torre, desde Mxico, lanza el Partido Nacionalis-ta Libertador (PNL). El APRA deja de ser un frente poltico, asume un esquema partidario y la representacin de la pequea burguesa. En abril se produce la ruptura de Maritegui con Haya de la Torre y el APRA. En el editorial de su n 17, Amau-ta, por intermedio de Maritegui, se define como socialista y declara su independencia frente a la idea aprista de un partido nacionalista pequeo-burgus (y demaggico). Se inicia una se-gunda etapa para la revista. Primeros contactos con la IC, a travs de su Secretara Sin-dical. Se inician relaciones con el Secretariado Sudamericano de la IC de Buenos Aires. Julio Portocarrero (el ya mencionado 9 Carta de Jos Carlos Maritegui a Emilio Pettoruti, original en la Funda-cin Pettoruti, en: Tarcus, Horacio, Maritegui en la Argentina o las polticas culturales de Samuel Glusberg, Buenos Aires, El cielo por asalto, 2001, p. 113.

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    dirigente obrero de extraccin anarco sindicalista y de desta-cada actuacin en las luchas obreras del Per) y Armando Ba-zn (intelectual, colaborador de la revista Amauta), muy cerca-nos a Maritegui, participan del IV Congreso de la Profintern (Sindical Roja) y del Congreso de Bak. Los delegados perua-nos se niegan a firmar un documento contra Andrs Nin, diri-gente marxista cataln vinculado a la oposicin de izquierda y futuro fundador del Partido Obrero de Unificacin Marxista (POUM), que ser asesinado por la GPU (polica sovitica). Tampoco aceptan condenar abiertamente al APRA, ya que consideraban que el debate an no estaba totalmente cerrado en Per. Finalmente discrepan con Victorio Codovilla (1894-1970), uno de los principales dirigentes del Partido Comunista Argentino (PCA), en torno a la posibilidad de que el dirigente revolucionario y fundador del Partido Comunista de Cubano Antonio Mella (1903-1929) ingrese clandestinamente a Mxico. Se constituye oficialmente el Partido Socialista del Per (PSP) con Maritegui como secretario general. Se establecen los con-ceptos bsicos de su futuro accionar: el punto 1 promueve la organizacin de obreros y campesinos con carcter clasista; el punto 2 impulsa la constitucin de sindicatos de fbrica y de hacienda; el punto 3 habla de la necesidad de crear un partido de clase basado en las masas obreras y campesinas organizadas. Tambin se establecen sus principios programticos. El punto 6 establece que la supervivencia de las comunidades campesi-nas indgenas ofrece una solucin socialista al problema agrario. Huelga minera en Morococha. Por negligencia de la empresa se produce el hundimiento de una laguna que provoca un de-rrumbe en donde mueren 26 trabajadores. A raz de estos hechos toma impulso la organizacin de la Federacin Minera. En noviembre se publica Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana. Este libro de Maritegui fue maltratado por la crtica acadmica. Sigue siendo la obra ms importante del marxismo de Nuestra Amrica y por siempre ser su pie-dra basal.

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    Haya de la Torre escribe El antiimperialismo y el APRA que recin ser publicado en 1936, en Santiago de Chile. Maritegui lanza el semanario Labor. Se funda la Federacin de Yanacones. Se realiza el VI Congreso de la IC. Se inicia el denominado tercer perodo que se extender hasta 1934. La IC plantea la inminencia de una crisis capitalista y establece el papel reac-cionario de la pequea burguesa. Impulsa una lnea de clase contra clase. De esta manera se refuerza el proceso de bol-chevizacin de los partidos adheridos a la IC y emerge un mar-cado sectarismo social (con ribetes obreristas y antiintelec-tualistas). Paralelamente se le otorga mayor cabida a la pro-blemtica del mundo perifrico, lo que lleva a plantear el des-cubrimiento de Amrica por parte de la IC. Esto, objetiva-mente, deja abierta la posibilidad de establecer un carcter es-pecfico para las revoluciones en el mundo perifrico, un rol menos negativo para la pequea burguesa y una lnea no tan estrictamente ajustada a la confrontacin de clase contra clase. Se realiza el VIII Congreso del Partido Comunista Argentino (PCA) que establece el carcter democrtico-burgus, agrario y antiimperialista de la revolucin, que, de este modo, perda inmediatez y contenido socialista. Se iniciaba la era del "etapis-mo" y se sentaban algunas de las bases de la futura preeminen-cia del estalinismo en la izquierda de Nuestra Amrica. Se publica en Mxico Hombres de la revolucin, de Mella. Nace Javier, el cuarto hijo de Maritegui.

    1929 En la revista Mundial aparece publicado su nico texto de ficcin: La novela y la vida. En mayo se constituye el Comit Organizador Pro-Central de Trabajadores del Per. Maritegui redacta su primer mani-fiesto. En el mismo mes Julio Portocarrero y Armando Bazn asis-ten al Congreso Constituyente de la Conferencia Sindical Lati-

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    noamericana, celebrado en Montevideo. Un mes despus, Por-tocarrero y Hugo Pesce (mdico) participan como delegados en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, con los seudnimos de Zamora y Saco, respectivamente, en la que presentan los documentos "El problema de las razas en Amri-ca" y "Punto de vista antiimperialista", elaborados por Marite-gui (junto a Portocarrero, Pesce y Ricardo Martnez de la To-rre). Se inicia, o mejor dicho, se profundiza, la polmica con la IC. Las tesis de Maritegui son objetadas por los representan-tes de la Seccin Sudamericana de la IC, en particular por los representantes argentinos (Codovilla asumi la voz cantante, pero tambin se destacan las intervenciones crticas de otros dirigentes comunistas argentinos como Paulino Gonzlez Al-berdi), adems se cuestiona la negativa de los peruanos a con-formar un partido comunista, segn lo establecan las 21 condi-ciones exigidas por la IC. No se trataba de una cuestin de r-tulos ni de diferencias "tcticas". Existan diferencias de fondo en relacin a las alianzas polticas, la composicin de clase y los modos de construir el partido. En general la IC, absolutamente desinteresada de la realidad concreta de Nuestra Amrica, no tolera la reivindicacin de la autonoma que formula la delega-cin peruana, la defensa del campesinado y sus tradiciones, el planteo de la cuestin indgena como cuestin de "clase" y co-mo cuestin nacional peruana y no como un problema nacio-nal, referido a la creacin de inviables repblicas aymaras o quechuas. Principalmente: la IC no admite la proclamacin de la actualidad del socialismo en Nuestra Amrica. Es decir, para Maritegui que le otorgaba prioridad a la contradiccin de clase la revolucin deba ser socialista y antiimperialista, mien-tras que la IC la conceba como democrtico-burguesa y "por etapas" (es decir, negndole prioridad histrica al socialismo, sostena que antes del plantearse tal horizonte haba que pasar por una etapa capitalista). Cabe destacar la similitud con los postulados del nacionalismo populista de Haya de la Torre y el APRA. Stalin y Haya de la Torre exaltarn los particularismos

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    ruso y peruano y minimizarn los rasgos caractersticos de to-da nacin bajo el sistema capitalista. Una posicin similar a la de Maritegui fue asumida por el cubano Mella, quien profundi-zando en la ndole del capitalismo criollo y de la dominacin imperialista en Nuestra Amrica, estableci una recia atadura entre las luchas de clases, anticapitalistas y antiimperialistas. El revolucionario cubano aseveraba: [La] liberacin nacional ab-soluta, slo la obtendr el proletariado, y ser por medio de la revolucin obrera10. A pesar de la ruptura terica, ideolgica y poltica con la IC, Maritegui buscar permanecer en el seno de la misma. Ms all de las tensiones, es designado miembro del Consejo Gene-ral de la Liga Antiimperialista, rgano vinculado a la IC. Trotski definir piadosamente la tctica de la IC como un "sabotaje inconsciente" y le cuestionar su divisin del mundo en zonas "suficientes" e "insuficientes" para el socialismo. Poco antes de la Conferencia de Buenos Aires, un crculo comunista de Cusco, desconectado del grupo limeo nucleado en torno al PSP, decide su afiliacin a la IC. Esta situacin gene-ra tensiones al interior del PSP. Por un lado estaban los secto-res que se inclinaban por el comunismo ortodoxo y por el in-greso inmediato a la IC; por el otro Maritegui y su entorno ms cercano, sin dejar de reconocer a la IC, perseguan la qui-mera de preservar un espacio ms autnomo. Despus de la Conferencia de Buenos Aires, la situacin se tornar favorable para los primeros. El grupo mariateguista perder posiciones gradualmente hasta llegar a un relativo aislamiento. Debido a un supuesto "complot judo", la polica allana la ca-sa de Maritegui. Se produce su segunda detencin, junto a un grupo de amigos y colaboradores. Maritegui reafirma su deci-sin de abandonar Per junto a su familia para instalarse en

    10 Mella, Julio Antonio, Hombres de la revolucin, La Habana, Imprenta Uni-versitaria, 1971, pp. 17-24. En: Lwy, Michael, El marxismo en Amrica Latina (de 1909 a nuestros das), Antologa, Mxico, Era, 1982, pp. 94-96.

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    Buenos Aires. Le dice a Glusberg en carta del 21 de noviem-bre: Se trata [] de crear el vaco a mi alrededor aterrori-zando a la gente que se me acerque. Se trata [] de sofocar-me en el silencio. Mi propsito de salir del Per con mi mujer y mis nios se afirma ante estos hechos. No puedo permanecer aqu. No me quedar sino el tiempo necesario para preparar mi viaje. Saldr del Per como pueda (Correspondencia, T. II, pp. 671-674). Se crea la Confederacin General de Trabajadores Peruanos (CGTP). Maritegui redacta los estatutos y el primer manifies-to. La CGTP nace hablando en un idioma propio y sacudiendo algunos fundamentos universalizados por la IC: da cabida no slo a los sindicatos obreros sino tambin a las ligas campesi-nas y a las federaciones de comunidades indgenas.

    1930 En febrero Eudocio Ravines (1897-1979), un producto tpico de la primera generacin de funcionarios comunistas formados en el microclima del aparato, un poltico profesional, es desig-nado secretario general del Partido Socialista. Con los aos mutar en reaccionario y fantico anticomunista. Maritegui toma la decisin de instalarse en Buenos Aires. El 25 de febrero le escribe a Waldo Frank: Glusberg prepara [] mi presentacin en Buenos Aires para mayo ms o menos. En abril espera poder remitirme el dinero de los pasajes. Ten-go completamente resuelto por mi parte, este viaje.11 El 6 de marzo le ratifica a Glusberg que el programa que ste pre-par para su presentacin en Buenos Aires le parece excelente y el 25 le comenta que posiblemente est partiendo en los primeros das de mayo (Correspondencia, T. II, pp. 747-748). Das ms tarde es atacado nuevamente por su antigua dolencia.

    11 Carta de Jos Carlos Maritegui a Waldo Frank, en: Archivo Waldo Frank, Universidad de Pennsylvania. Transcripta de Anuario Mariateguiano N 1, Lima, 1989, p. 129, en: Tarcus, Horacio, op. cit., p. 195.

  • 44 / INVITACIN AL DESCUBRIMIENTO

    Muere en Lima, el 16 de abril. Se publica El nuevo indio, de Jos Uriel Garca (1884-1965). En mayo se funda el Partido Comunista del Per (PCP), Ra-vines asume como secretario general y acata las directivas del IC. Construir su liderazgo a partir de la negacin sistemtica del legado de Maritegui. El PCP le reprochar a Maritegui post mortem haber sustituido la tctica y la estrategia revo-lucionaria por el debate y la discusin". El Bur Sudamericano (Codovilla) dirige un proceso (que se da a escala mundial) de reaccin terica y poltica que ir generando una atmsfera de cinismo ideolgico-poltico y vaciamiento moral. Se trat de una reaccin antiutpica, antirreligiosa y, como tal, sembra-dora de pesimismo. El "mariateguismo" o amautismo es eri-gido en un tipo posible de "desviacin". Los fracasos polticos del PCP en la dcada del 30 se adjudican a los resabios de di-cha patologa. Aos atrs, Barbusse haba pronunciado una fra-se que termin como epitafio pero que debera oficiar como presentacin (porque remite a una presencia): Vous ne sa-vez pas qui est Mariategui? Eh bien, cest une nouvellle lu-mire de lAmerique; un specimen nouveau de lhomme ameri-cin [Ustedes no saben quin es Maritegui? Y bien, es una nueva luminaria de Amrica; un espcimen nuevo del hombre americano].

  • Captulo 1 En torno a la vigencia de Jos

    Carlos Maritegui

    La perduracin de una escritura consiste, quizs, en su aptitud de producir o de mostrar sentidos nuevos, inclusive inslitos,

    en cada recodo del tiempo o en cada convulsin de la historia. Es ms probable que se trate ante todo, de nuevas maneras de mirar, de perspectivas, de modos de urdir una relacin cogniti-va con el mundo. La escritura mariateguiana ha probado exac-

    tamente, esa capacidad de recorrer el tiempo, produciendo, en cada poca, una relacin nueva con su entorno y, de ese modo,

    nuevas lecturas. Anbal Quijano

    I - Una interpretacin creadora Este ensayo despliega una propuesta de resignificacin y actua-

    lizacin de la obra del peruano Jos Carlos Marategui, el "amau-ta", el fundador del socialismo no gregario, no imitativo y ms leg-timo de Nuestra Amrica. Decimos legtimo porque el socialismo

  • 46 - INVITACIN AL DESCUBRIMIENTO

    de Maritegui despleg una inusual capacidad para contener, arti-cular y superar positivamente otras tradiciones emancipatorias de Nuestra Amrica, como el nacionalismo revolucionario, el agra-rismo y el indigenismo radical (y tambin, de alguna manera, el afroamericanismo12 y el antillanismo radicales) y para prefigurar otras, como el guevarismo y la Teologa de la Liberacin.

    El socialismo de Maritegui tuvo la rara virtud de identificar los componentes tnicos, identitarios, pero sobre todo societarios, y el potencial emancipatorio de un conjunto de prcticas y tradi-ciones populares. Es decir, reconoci en estos componentes un capital poltico y le ofreci hechos concretos a la dialctica, pro-vocndoles nuseas a las ideas generales. Adems seal que dicho componente, segn las circunstancias, poda combinarse con factores sindicales, polticos y hasta militares, sin jerarquas preestablecidas.

    Por consiguiente, Maritegui, al "latinoamericanizar" las ideas de Marx, al interpretarlas de una manera genuina (ms que otros importadores), al integrarlas en el marco de tradiciones y cos-movisiones previas, y al criticar la primaca eurocntrica y bolche-vique en el marxismo, tambin puede ser considerado el principal precursor de la corriente clida del marxismo en Nuestra Amri-ca. Una corriente que refuta el naturalismo y la perspectiva objeti-vadora del marxismo unidimensional, caractersticas de la corrien-te glida del marxismo. Maritegui es uno de los descubridores del ser de Nuestra Amrica. Su interpretacin, como toda inter-pretacin creadora, deriv en la invencin de una nueva realidad. Con Michel Lwy, creemos que Maritegui "no es solamente el marxista latinoamericano ms importante y el ms creativo, sino 12 Si bien Maritegui, en relacin al tema de la negritud, reproduce en un primer momento una serie de prejuicios racistas y modos casi sarmientinos, segn Roland Forgus los va superando a medida que pone el nfasis en los mecanismos alienantes o, en sentido muy estricto denigrantes del sistema de explotacin colonial. Ver: Forgus, Roland: Maritegui y la cuestin ne-gra, en: Anuario Mariateguiano, Maritegui 1894-1994 Centenario, Vol. VI, N 6, 1994, pp. 135-144.

  • CAPTULO 1 - 47

    tambin un pensador cuya obra, por su fuerza y originalidad, tiene un significado universal. Su marxismo hertico guarda profundas afinidades con algunos de los grandes pensadores del marxismo occidental...".13

    Alberto Flores Galindo propuso una distincin entre el marxismo de Lukcs y el de Maritegui. Ms all de la coincidencia de sus respectivos marxismos en aspectos nodales, ms all de las inquietudes y el clima poltico-cultural compartido y que ya hemos sealado en la cronologa, Flores Galindo identific una diferencia no aleatoria y que de algn modo sirve para avanzar en la caracte-rizacin del marxismo del amauta. Deca que A diferencia de Lu-kcs [] el marxismo de Maritegui no fue una reflexin sobre textos, nunca aspir a constituirse en una marxologa, no le inte-res la fidelidad a la cita o la rigurosidad en la interpretacin. Utili-z a Marx en el sentido ms egosta de la palabra, lo emple co-mo instrumento, sin temer nunca derivar en la hereja o infringir alguna regla14 (destacado en el original).

    Es decir, el marxismo de Maritegui es principalmente re-flexin sobre la prctica. Y ms all de mostrarse partidario del apotegma leninista que estableca que sin teora revolucionaria no poda haber prctica revolucionaria, en los hechos se com-port como un cabal partidario de un punto de vista diferente, donde la primaca la tena la prctica y la teora se nutra de la prctica para luego incidir en ella. De este modo, Maritegui estu-vo muy lejos de querer llenar los baches entre las clases subalter-nas y la poltica con intervenciones intelectuales. De ningn modo pretendi encontrar un reemplazo para la lucha de clases. Esta actitud marc una diferencia con lo que aos despus de su muer-te se delineara como marxismo occidental.

    13 Lwy, Michel: "Ni calco, ni copia: El marxismo romntico de Jos Carlos Maritegui", en: Boletn: Siete ensayos, 80 aos. Simposio Internacional Con-memorativo de la aparicin de la obra clsica de Jos Carlos Maritegui, Ao 1, N 2, Lima, marzo de 2008, p. 1. 14 Flores Galindo, Alberto, op. cit., p. 53.

  • 48 - INVITACIN AL DESCUBRIMIENTO

    Pretendemos pensar a Maritegui desde las coordenadas im-puestas por el desarrollo de la lucha de clases, por la existencia colectiva nacional y las situaciones sociales y polticas ms recien-tes y originales de Nuestra Amrica y el mundo. Queremos pen-sar a Maritegui desde las experiencias que en las ltimas dcadas, incluso en los ltimos aos, han hecho posible otras perspectivas y han cambiado algunos formatos de la percepcin. De modo ms especfico, queremos pensar a Maritegui desde las praxis de las organizaciones populares de Argentina y Nuestra Amrica que estn contenidas (y enlazadas) en lo que podra denominarse un campo de hegemona (es decir, de contrahegemona), un espacio reducido, pero con capacidad de abrir nuevas superficies y de re-sistir la poltica estatal de la derecha neoliberal y del progresismo realmente existente que recicla y anula toda intervencin disrup-tiva.

    La clave de lectura y apropiacin la imponen, entonces, un conjunto de necesidades relacionadas con el poder popular y los modos de construirlo, consolidarlo y extenderlo, necesidades que a su vez se conectan con la autonoma ideolgica y poltica de las clases subalternas, con la democracia, la accin directa, y con los vnculos entre la revolucin y la cotidianidad, etc. En general, el punto de vista que adoptamos, remite a todo aquello que hace a la reformulacin de un proyecto socialista para Nuestra Amrica.

    Estas necesidades, a su vez, nos exigen una crtica a toda polti-ca carente de potencia emancipatoria, antigua o meramente no-vedosa: a la izquierda tradicional y la corriente glida del marxis-mo; a las variadas (y reactualizadas) formas del neopopulismo y el neodesarrollismo, es decir, a todo aquello que en la vieja termino-loga el viejodecir orwelliano se sola designar como "refor-mismo"; y, por ltimo, a un conjunto de planteos de inspiracin posmoderna que indirectamente auspician una radicalizacin de los aspectos ms ominosos de la modernidad, que refuerzan la condicin serial que genera el sistema y que promueven el replie-gue tribal que asla.

  • CAPTULO 1 - 49

    Tomando los aspectos ms negativos del Iluminismo y sus premisas ms retardatarias, el posicionamiento posmoderno, por lo menos en algunas de sus versiones, se ha dedicado a maltratar a la categora de sujeto, a concebirlo como determinacin o fun-cin del lenguaje, planteando que las prcticas discursivas hacen que los hechos existan y que no hay ser detrs del hacer y que el poder siempre precede al sujeto. Asimismo las derivas posmodernas han llegado a considerar "anacrnica", y por lo tan-to reaccionaria, la rebelda de los pueblos, dado que stos, cuando luchan, ponen en juego subjetividades donde los elementos mti-cos, las tradiciones, las utopas y el sentido "nacional" estn pre-sentes. Este tpico ha hecho posible la concomitancia entre algu-nos modos posmodernos y los de la izquierda hiertica y el marxismo unidimensional, una poco feliz correspondencia con la condicin del neoliberalismo. Por cierto, Maritegui tambin se aleja del populismo cuando da cuenta de estas subjetividades y de estos elementos, repudiando todo expresionismo telrico o nos-tlgico.

    Reivindicamos la filosofa poltica que busca encarnarse en la realidad nacional, que es vivida desde un espacio socio-poltico concreto. Aunque nuestro punto de partida puede revestir un carcter rudimentario y limitado, creemos que es el nico orde-namiento posible para una operacin que aspira a reactualizar un pensamiento y una obra, a hacerlos actuantes, aqu y ahora.

    Percibimos que, en materia de pensamiento, abunda la univer-salidad y escasea la creatividad; se han consolidado las tradiciones puramente reflexivas y se ha empobrecido la cultura simblica. Un pensamiento emancipador, sin despreciar la universalidad y la re-flexin, debe aspirar a la creatividad y dar cuenta de la cultura simblica. Por cierto, en Maritegui el smbolo es ms verbo que sustantivo y en los pueblos de Nuestra Amrica existe, desde el fondo del tiempo, un componente simblico que trabaja de mane-ra clandestina e ininterrumpida.

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    Sin provincialismos, consideramos que en materia emancipato-ria la cultura europea contempornea no est en condiciones de sugerirnos itinerarios y derroteros. Ya en 1994, el espaol Euge-nio Tras sostena: "Quiz, lo que hasta ahora era excepcin, em-pieza a ser la regla: que los fenmenos culturales de envergadura provengan de lo que solemos llamar, con cierta prepotencia, peri-feria de las metrpolis culturales; antes que de las propias metr-polis".15

    Creemos que un rgimen de fidelidad estratgica a Mariatgui y a su pensamiento transita por el compromiso en el campo de lo poltico-prctico (lejos de la teora abstracta y programtica), y exige estar siempre atentos a la articulacin de vida y razn, emo-cin y concepto, sentimiento e idea. Por cierto, existen configura-ciones de la fidelidad que se asemejan a la necrofilia. La fidelidad cuando es incompatible con lo clido, lo mvil, en fin, con lo vivo, puede ser decepcionante. Asimismo, un rgimen de fidelidad es-tratgica a Maritegui y a su pensamiento, nos obliga a rechazar de plano toda ideologa de conciliacin o mediatizadora, pero tam-bin a repudiar a aquella que sin serlo contrarresta los procesos de formacin de la conciencia en las clases subalternas y se preci-pita en el purismo ideolgico y el sectarismo.

    Salvando las distancias, en algn sentido retomamos y replan-teamos la crtica en tres frentes de la que Maritegui, de alguna manera, fue precursor: contra la democracia liberal, contra el ca-pitalismo de Estado y contra el socialismo burocrtico de Estado, una crtica que busca poner en evidencia sus fetiches y desenmas-carar sus funciones opresivas.

    En un conjunto de aspectos "tcticos", de seguro, nosotros se-remos "infieles". Porque nuestro abordaje, al igual que el del amauta, salvando las distancias, est polticamente determinado por necesidades polmicas, polticas y vitales; porque el deseo

    15 Ribas, Jos: "Conversacin con Eugenio Tras", en: revista Ajoblanco, N 67, octubre de 1994, p. 36.

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    emancipador ejerce una especie de "despotismo" sobre nuestro trabajo. Adems, toda tradicin actualizada y convertida en ins-trumento de lucha, en movimiento y marea, adquiere indefecti-blemente una perspectiva multidimensional y creadora y, por lo tanto, se reviste de nuevos contenidos que se sustraen a la lgica de "lo mismo".

    Nuestra idea de la actualizacin es vecina de la de Walter Ben-jamin: actualizar implica interrumpir. Esto significa que no conce-bimos a las tradiciones como una fuerza antigua que condiciona nuestros pasos y nos conduce a lugares predeterminados. Toda revolucin es ruptura de las tradiciones de las que se alimenta. Nosotros, con Maritegui, queremos conocer para engendrar, pa-ra patrocinar nacimientos y renacimientos. Necesitamos hacer-nos, "renacernos", los unos a los otros.

    No queremos que nuestro abordaje est condicionado por las polticas de la memoria", sino por las necesidades inherentes al relanzamiento del proyecto emancipador en Nuestra Amrica. Aspiramos a que el rgimen de la memoria no se viva como spe-ra condena, como un conjunto de prcticas caracterizadas por su plenario desdn respecto de las luchas populares concretas. Cuando el pasado es el nico lugar del encuentro o el lugar privi-legiado para la realizacin de nuestros sueos, el presente puede ser el lugar de la pasividad, el fatalismo, la ambigedad, las quere-llas superficiales y la mera retrica. Las polticas de la memoria, cuando no promueven sntesis polticas y balances prcticos, cuando opacan el presente y el futuro como regiones desiderati-vas, pueden terminar como un recurso de las clases dominantes, como un procedimiento destinado a conjurar la praxis emancipa-dora actual. Porque, de esta manera, instalan en la sociedad la idea de que ese pasado nunca ser futuro. Precisamente el itinerario de Maritegui ensea todo lo contrario. Su esfuerzo por amalga-mar la utopa con el proyecto, la tradicin con la revolucin, esta-blece una dimensin ontolgica de la memoria y desecha las ms superficiales y evocativas.

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    Crear (recrear) exige sacrificar algn contenido de la tradicin, para que sta pueda adquirir nuevo sentido y manifestarse en una forma superior y radiante, una forma colectiva e inteligible para las generaciones nuevas. Para Maritegui la nostalgia del pasado y el apego enfermizo a la tradicin no contribuan a la tarea revolucio-naria. La tradicin para permanecer viva y actuante no debe ser "continuada" ni recompuesta sino redescubierta, es decir, re-fundada constantemente.

    II - Estratos de interpretaciones

    Maritegui ha sido reivindicado por una gran variedad de tradi-ciones poltico-ideolgicas: estalinistas, trotskistas, maostas, re-formistas, nacionalistas, populistas, etc. Se han hecho y an se hacen esfuerzos intelectuales, vanidosos e infecundos, para asimi-larlo a cada una de estas categoras. Por supuesto, no han faltado los escrupulosos descubridores de inconsecuencias. De modo ms pattico, se instruyen filiaciones "inconscientes" o liminares a uno u otro bando. Pero es tan absurdo disputar la filiacin de Ma-ritegui a identidades y tradiciones revolucionarias malogradas o desfasadas, con sus cnones convertidos en supersticin, como sostener que Maritegui ha sido "tergiversado" y que en algn lu-gar subyace un Maritegui puro. Nada ms ajeno a la cultura pol-tica del propio Maritegui, fundada en una "filosofa de la praxis".

    Como ejemplo de recorte y construccin de un Maritegui a imagen y semejanza nos remitimos a la compilacin de Jos Aric, donde se presenta el debate entre Carlos Manuel Cox y Juan Var-gas, el juicio de V. M. Miroshevski, Jorge del Prado y Moises Arro-yo Posadas, entre otros.16

    16 Ver: Cox, Carlos Manuel: "Reflexiones sobre Jos Carlos Maritegui" y "Aprismo y marxismo en la obra de Maritegui; Vargas, Juan: "En defensa de Jos Carlos Maritegui" y "Aprismo o marxismo"; Miroshevski, V. M.: "El 'po-pulismo' en el Per. El papel de Maritegui en la historia del pensamiento so-

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    A modo de relacin sinttica sobre esta polmica cabe men-cionar que Carlos Manuel Cox, en 1934 y 1935, present a Ma-ritegui como un intelectual valioso, un precursor, pero con seve-ras limitaciones polticas (que, en parte, deriva solapadamente de las fsicas), sobre todo por su inveterada tendencia a superestimar al proletariado. Su pretendida recuperacin de Maritegui termin siendo una apologa de Haya de la Torre. Aos ms tarde, Euge-nio Chang Rodrguez tambin intentar vincular a Maritegui a la tradicin aprista y llegar a plantear que manos rapaces, con el fin de fundamentar otras vinculaciones, ajenas o accesorias, destruye-ron y ocultaron textos que corroboraban la filiacin ms autnti-ca. En general, la crtica aprista, aun en el esfuerzo reivindicatorio, considerar a Maritegui como dogmtico abstracto e intelec-tual estetizante.

    Por su parte Juan Vargas, tambin en 1934 y 1935, le respon-di a Cox y "demostr" por qu Maritegui no era aprista, aco-tndolo a slo dos de sus trabajos: "Defensa del marxismo" y "Punto de vista antiimperialista", adelantndose en algunos aos a la operacin mutiladora de Louis Althusser y discpulos respecto de Marx.

    Para Miroshevski, asesor del Bur Latinoamericano y funciona-rio de la IC, que public su artculo sobre Maritegui en 1942, el amauta "crea en los instintos comunistas de la 'comunidad cam-pesina' y por eso vio en el campesinado el combatiente directo por el socialismo". Para l, Maritegui era un exponente del socia-lismo pequeo burgus y del populismo (ruso) en "versin adap-tada al Per" y "sus ideas fueron los sueos utpicos de un inte-lectual pequeo burgus en un pas campesino, atrasado". Pero, a pesar de tamaas limitaciones, Maritegui mereca ser perdonado, porque "reconoci al final de su vida la debilidad de su posicin

    cial latinoamericano"; Del Prado, Jorge: "Mariategui, marxista-lenista, funda-dor del Partido Comunista Peruano", Arroyo Posadas, Moises: A propsito del artculo 'El populismo en el Per", de V. Mishovski", todos en: Aric, Jos, op. cit.

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    pequeo burguesa y venciendo la ideologa 'populista' entr en el camino de la lucha por la hegemona del proletariado en la revo-lucin democrtico-burguesa, antifeudal y antiimperialista".17

    Hacia 1943 Jorge del Prado har el esfuerzo mayor (hasta ese momento) de recuperacin de Maritegui para la tradicin comu-nista, un rescate que lo presentar como idelogo revoluciona-rio y organizador del proletariado, cerrando as la etapa de la desmariateguizacin del PCP. As, Del Prado presentar a Mari-tegui como un estalinista avant la lettre, un precursor de los fren-tes populares y el frentismo browderiano,18 posicionndolo tam-bin como un adelantado a la "coexistencia pacfica". En esta lnea sostiene: Maritegui, explicando el carcter de la revolucin en el Per, nos seal la obligacin de mantener alianza con los secto-res burgueses".19 Jorge del Prado consideraba que Maritegui vi-va en el PCP, y agregaba, seguramente sin reparar en el sentido ms recndito de sus palabras: "no es por casualidad que con mo-tivo de su entierro nuestro partido saliera por primera vez a la calle". En efecto, Del Prado se delataba: el PCP para salir a la calle tuvo que enterrar a Maritegui.

    Tanto Miroshevski como Del Prado insisten, con deleite de sa-cerdote necio y enfermizo, en la conversin de Maritegui en el

    17 Miroshevski, V. M.: "El populismo en el Per. Papel de Maritegui en la his-toria del pensamiento social latinoamericano". Publicado por primera vez es-paol en: Dialctica, La Habana, Vol. I, N 1, mayo-junio de 1942, en: Aric, Jos, op. cit., pp. 55, 69 y 70. Aric sealaba atinadamente que Miroshevski no expresaba un punto de vista particular sino a "toda una corriente inter-pretativa" (p. XXXV). La revista Dialctica responda al Partido Socialista Po-pular (PSP), seccin cubana de la IC. 18 Earl Browder (1891-1973), fue la mxima autoridad del Partido Comunista de EEUU (CPUSA) desde 1932 hasta 1945. Fiel a las directivas de la IC, en un primer momento impuls la tctica de los frentes populares. Despus de la Segunda Guerra Mundial propuso la convivencia pacfica entre el capitalis-mo y el comunismo. 19 Del Prado, Jorge: "Maritegui, Marxista-leninista. Fundador del Partido Comunista Peruano", en: Aric, Jos, op. cit., p. 90.

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    lecho de muerte. Si vivi equivocado "muri como marxista-leninista".

    En 1946, Moises Arroyo Posadas le responde a Miroshevski desde la misma tradicin comunista. Destaca lo errado del juicio del funcionario sovitico respecto del populismo del amauta, par-tiendo de algunos textos marxistas, como el Prlogo de Federico Engels a la edicin alemana del Manifiesto comunista, la carta de Marx a Vera Zasulich (sobre los que hablaremos ms adelante) y seala asimismo las diferencias entre los planteos de Maritegui y el populismo ruso, principalmente el hecho de que Maritegui par-tiera de un reconocimiento histrico del rol progresista del capi-talismo y los populistas rusos no. Tambin dejar en claro que muchos de los planteos de Maritegui (criticados por Miroshevski) se correspondan con los momentos iniciales del comunismo lati-noamericano, y que, adems, estaban inspirados en la lnea del II Congreso de la IC. No est ausente en la respuesta de Arroyo Posadas la apelacin a la realidad peruana y el necesario trabajo de adaptacin de la teora. As, Maritegui era reposicionado en el marco de la tradicin del marxismo-leninismo.

    En la dcada de 1960, Adalbert Dessau ser ms especfico y ver en Maritegui a un fundador de la ciencia literaria marxista-leninista, casi un precursor del realismo socialista.20 ngel Rama, desde una tradicin bien distinta a la de Dessau, plantear lo mis-mo, sin profundizar demasiado en una obra que se caracteriza precisamente por la ausencia de toda esttica prescriptiva y acrti-ca. El empeo de Dessau buscaba contrarrestar los puntos de vis-ta de aquellos autores que, tempranamente, comenzaban a consi-derar a Maritegui como el representante de un marxismo abier-to o crtico en un contexto donde se haca sentir la influencia de la Revolucin Cubana y el guevarismo.

    20 Dessau, Adalbert: Literatura y sociedad en la obras de Jos Carlos Mari-tegui, en: Melis, Antonio; Dessau, Adalbert y Kossok, Manfred, Maritegui, tres estudios, Lima, Amauta, 1971.

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    En 1980, como parte de las actividades conmemorativas de los 50 aos de la muerte de Maritegui, tuvo lugar el Coloquio Inter-nacional en la Universidad de Sinaloa, en Mxico. Segn Fernanda Beigel los intelectuales que participaron de las polmicas ocurri-das en Mxico sealaron nuevos caminos de indagacin que pue-den sintetizarse en tres cuestiones centrales. Primero puntualiza la promocin de una mirada laica, menos condicio-nada por separar lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso. Luego la recuperacin de la historicidad de la obra de Maritegui: estos intelectuales analizaron sus escritos en relacin con las con-diciones sociales de su produccin. En tercer trmino, en este congreso ocurri una suerte de legitimacin del pensamiento de Maritegui como propiamente marxista pues en l discutieron quienes lo interpretaban como un marxismo abierto a la multi-plicidad de lo real y a la cultura de su poca, y aquellos que lo consideraban marxista-leninista, no tanto en consonancia con el comunismo sovitico sino ms bien en una perspectiva distante frente al estalinismo21 (itlicas en el original).

    No deja de resultar interesante ver cmo cada tradicin se construye un Maritegui a imagen y semejanza, cmo lo usa, lo recorta.22 O cmo se lo critica o "mide" desde los fundamentos dogmticos de la propia tradicin y desde esquemas cargados de pensamiento binario y recetismo. O cmo se lo aborda desde aquellas tradiciones que pretenden hacer msica con una sola no-ta, que quieren encerrar las nuevas situaciones en viejos y escasos escaques y que explican todas las derrotas de los oprimidos, por ejemplo, a travs del dficit de partido (y nunca consideran, sin ir ms lejos, el tipo de vnculo con las clases subalternas instituido por los partidos revolucionarios realmente existentes). Los inten-tos por presentar un imposible Maritegui esquemtico y pirami-dal ponen en evidencia las limitaciones de los ncleos sectarios y

    21 Beigel, Fernanda, op. cit., p. 17. 22 Consideramos que los recortes son inevitables, pero nos parece funda-mental atender las motivaciones que los determinan.

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    elitistas, aspirantes a integrar futuros estados mayores revolucio-narios, que van a Maritegui, o a Ernesto Che Guevara (1928-1967), en busca de elementos que justifiquen su condicin de es-trategas y tericos. La mana iconizadora que convierte el pensa-miento de Marx, Lenin, Trotski o Mao, en sig