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OSCAR CAMPANA
JESS DE NAZARET, SU HISTORIA Y LA NUESTRA.
CRISTOLOGA
"Es necesario meditar en nuestra oracin, reflexionar en el
quehacer teolgico, y elaborar a nivel de
predicacin y catequesis, de manera coherente este tema
cristolgico. Debe quedar de manifiesta la
conexin y unidad entre la dimensin divina de la fe cristolgica y
su dimensin humana. O sea, mos-
trar la confesin de Cristo como fe en Dios que al hacerse
hombre, le descubre lo ms profundo de su
propia dignidad, a la vez que la renueva y la sostiene."
(Conferencia Episcopal Argentina, Lneas Pastorales para la Nueva
Evangelizacin, n 24)
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2
PRESENTACIN
Resulta pretensioso y casi desproporcionado escribir una obra
titulada "cristologa". Puede llevar al
lector al engao y, luego, al desconsuelo. Por eso se hace
necesario aclarar, de antemano, sus alcances.
Dado que en el centro de nuestra fe est la confesin en la
salvacin que nos ha sido dada por Dios
en Cristo, el corazn de la teologa ser aquel discurso que
intente profundizar en dicha profesin.
Constituye el tratado central de la dogmtica. Su contenido son
la persona, la misin y destino de Je-
sucristo, el Hijo de Dios encarnado, empezando por la
proclamacin del Reino de Dios, pasando por la
cruz, la resurreccin, la ascensin al cielo y el envo del
Espritu, hasta su regreso al final del tiempo.1
De all que lo que intentaremos es presentar al lector, aunque ms
no sea de una forma sucinta, lo
que la teologa reflexiona hoy sobre Jess de Nazaret, el Cristo,
en quien los cristianos afirman que Dios
obr la salvacin de los hombres y el mundo.
Dicha presentacin nos llevar, obligadamente, a caminar el
testimonio de la Iglesia apostlica en
torno a su persona y a su obra. Para lo cual ser necesario
adentrarnos en su poca y su entorno para des-
cubrir la relevancia de sus palabras y sus gestos y comprender,
desde la propia expectativa juda, el signifi-
cado de lo que la primitiva Iglesia confes de l.
Slo as ser posible, en una segunda instancia, esbozar, en la
identidad a la fe de la Iglesia, la rele-
vancia del anuncio de la salvacin de Cristo a los hombres de
nuestro tiempo.
No es otra la tarea y la misin del cristiano: confesar a Cristo
ante los hombres, y redescubrir cons-
tantemente el sentido que su historia otorga al devenir y al
destino de los hombres. Al servicio de esta confe-
sin aparece este librito, en la perspectiva de una teologa en
dilogo que d testimonio del dilogo que
Dios mismo ha entablado con los hombres y cuya plenitud es
Cristo, la Palabra de Dios.
Buenos Aires, marzo de 1994
1 MLLER, G., Cristologa, en Diccionario de teologa dogmtica,
Barcelona, Herder, 1990, 163.
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3
INTRODUCCION
El cristianismo no es, en ltimo trmino, ni una doctrina de la
verdad ni una interpretacin de la vida.
Es esto tambin, pero nada de ello constituye su esencia nuclear.
Su esencia est constituida por Jess
de Nazaret, por su existencia, su obra y su destino concretos;
es decir, por una personalidad histri-
ca.2
Exponer de una forma sistemtica "su existencia, su obra y su
destino concretos", desde y para los cre-
yentes en El, es lo que constituye, a su vez, una cristologa. Y
decimos una y no la cristologa, porque toda
exposicin de la fe es ya interpretacin de la misma, en la medida
en que est signada por un tiempo, un
lugar y una subjetividad.
Cuando los cristianos afirman que Jess es el Seor, el Mesas
esperado, el salvador de los hombres,
estn afirmando la relacin salvfica, mstica, y a la vez histrica,
entre la suerte de Jess de Nazaret y la de
todos los hombres.
Por eso es que toda cristologa debe interrogarse constantemente
por la relevancia que adquiere para el
destino de los hombres y de los pueblos lo que la Iglesia
confiesa de Cristo, de "su existencia, su obra y su
destino concretos", tratando de deshenebrar el misterio que une
a su existencia singular con el destino de
todo hombre.
Al decir de Romano Guardini, el cristianismo tiene que ver con
"una personalidad histrica". La Igle-
sia ha confesado siempre que a ese Jess de Nazaret, cuyos das
acabaron en la tragedia de la cruz, "Dios lo
ha hecho Seor y Mesas" (Hech 2, 36).
Bipolaridades
La confesin de fe en Jess se establece desde una cudruple
bipolaridad (ver el Grfico 1).
En la primera de ellas nos encontramos, por un lado, con el
destino singular de Jess de Nazaret y,
por el otro, con lo que la primitiva Iglesia, movida por el
Espritu, ha confesado de l: l es el Cristo.
Esto nos abre a la segunda bipolaridad: la que establece la
relacin entre Jess, el Cristo, y el des-
tino de los hombres. Esta relacin, expresada por la Iglesia
antigua en innumerables imgenes y categoras,
aparece englobada en el concepto de "salvacin".
La idea de salvacin supone la tercera bipolaridad: la que
establece la relacin entre Jess, el Cris-
to, y el Dios de Israel.
Por ltimo, la cuarta bipolaridad nos habla de la tensin entre el
presente y el futuro, entre la historia
y la escatologa, entre Jess y el Reino que siempre est
viniendo.
La afirmacin "Jess es el Cristo" engloba, entonces, a estas
cuatro bipolaridades, que son, en ltima
instancia, las claves en las que la cristologa quiere
ahondar.
Teologa, historia y salvacin
La teologa ha venido a descubrir, en la poca moderna, el sentido
y la relevancia de la historia. Y uno
de las puertas por la que se abri paso la irrupcin de la
historia en la teologa fue, precisamente, la cristolo-
ga.3
En torno a los interrogantes lanzados a fines del siglo XVIII
por Reimarus4, la cuestin de la histori-
cidad de Jess de Nazaret no ha dejado de inquietar a la
cristologa, no slo en el sentido de la verificacin
historicista de una existencia particular, sino, mucho ms amplia
y seriamente, en la clave histrico-salvfica
que muestra la ntima relacin entre la historia de Jess de
Nazaret y la nuestra.
El movimiento del "retorno a Jess", unido a la emergencia
juvenil de los aos '60, contribuy, desde
afuera de las iglesias, a profundizar en esta cuestin.5
La confirmacin de la teologa en clave histrico-salvfica
acontecida en el Concilio Vaticano II vino a
consagrar una perspectiva teolgica ya presente en la teologa
preconciliar, particularmente en la nouvelle
thoelogie6.
2 GUARDINI, R., La esencia del cristianismo, Madrid,
Cristiandad, 31977, 19.
3 Cf. FORTE, B., Cristologa del Novecento, Brescia, Queriniana,
21985, 9-62.
4 Cf. el anexo La fe en Cristo en la historia de la teologa,
apartado 2: La cristologa en los siglos XIX y XX, donde se aborda
esta
cuestin.
5 BOFF, L., Jesucristo el liberador, en BOFF, L., Jesucristo y
la liberacin del hombre, Madrid, Cristiandad, 1981, 66-68.
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4
Las distintas corrientes teolgicas que directa o indirectamente
se inspiraron en esta perspectiva7, y
cuyo fruto ms maduro y cercano es la teologa latinoamericana de
la liberacin, hicieron de la cuestin
historia-salvacin su eje central.
Una cristologa en clave histrico-salvfica
Las lneas que siguen tratan de dar testimonio de esta
sensibilidad de la teologa contempornea. Por
eso es que comenzaremos tratando de desentraar el tiempo y el
espacio habitados por Jess de Nazaret (I y
II) para escuchar la resonancia que en ellos adquieren su
palabra y su obra como anuncio de la proximidad
del Reino de Dios (III).
Desde all ser posible comprender la confesin de la primera
Iglesia a la luz del misterio pascual de
su muerte y su resurreccin (IV y V).
Especial atencin dedicaremos a los "ttulos" que el Nuevo
Testamento aplica a Jess, particularmente
al de Mesas (VI).
Luego trataremos de andar el camino que llev desde la confesin
neotestamentaria de la fe en Cristo a
su formulacin autoritativa por parte de la Iglesia en los
primeros siglos (VII)
Finalizando el desarrollo sistemtico profundizaremos en la
cuestin clave: la de la relacin entre cris-
tologa y soteriologa (VIII). De esta manera quedan abarcadas las
bipolaridades a las que hacamos mencin
ms arriba.
Por ltimo, presentaremos la historia de la cristologa desde el
medioevo a nuestros das (Anexo).
Completamos la obra con un glosario -cuya consulta aconsejamos a
lo largo de la lectura de la obra- y una
bibliografa fundamental que pueda servir de apoyo y referencia
para la temtica.
6 Cf. CAMPANA O. - DAmico, J. L., Introduccin al pensamiento
teolgico. Teologa y Biblia, Buenos Aires, San Pablo, 1993,
35-38.
7 Las teologas de las realidades temporales, de la
secularizacin, del desarrollo, de la esperanza, de lo poltico.
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5
I. JESS DE NAZARET Y LA HISTORIA
1. JESS Y LA HISTORIA8
La "escuela liberal" intent, durante un siglo, reconstruir con
certeza cientfica la historia de Jess. Se-
r A. Schweitzer quien muestre el fracaso estruendoso de esta
"bsqueda de Jess de Nazaret" y R. Bult-
mann quien radicalice la postura contraria: la de la
imposibilidad -e inutilidad- de alcanzar al "Jess histri-
co".
Tras lustros dominadas por el pensamiento bultmanniano, habr que
esperar a los aos cincuenta para
encontrarse con una postura matizada: los evangelios nos
transmiten mucha ms tradicin verdadera de la
que suponemos. De lo que se trata es de reconstruir el "crculo
hermenutico" que se establece entre el Jess
histrico y lo que la Iglesia naciente testifica que Dios obr en
l.
Toda esta discusin, de la que daremos cuenta en otra parte de la
obra9, sirvi, entre otras cosas, para
que hoy contemos con frondosos estudios que abordan la cuestin y
que nos permiten reconstruir con bastan-
te certeza si no una historia de Jess si al menos el contexto
histrico de su actividad, elemento indispensable
para aproximarnos a la resonancia que su palabra y su praxis
provocaron en la lejana Palestina del ao 30.
No nos mueve a esto una mera curiosidad histrica. La confesin de
fe que da testimonio de Jess co-
mo revelador y salvador, no se circunscribe a su muerte y su
resurreccin, como hechos aislados, sino que
supone toda su existencia como reveladora y salvadora. Slo
aproximndose a su singularidad histrica se
hace posible captar, en todo su dinamismo, la relevancia del
misterio proclamado en l.
El misterio de la encarnacin del Verbo de Dios no nos habla
solamente de un individuo. La encarna-
cin nos habla, tambin, de una geografa y una poca determinadas,
es decir, de un determinado "drama"
histrico, slo desde el cual se accede al carcter universal del
destino de Jess de Nazaret.
Una cristologa que prescinda del Jess histrico corre el riesgo,
al menos, de convertirse en un mero
idealismo o, incluso, en un juego intelectual. Sin negar otros
caminos posibles para aproximarse al misterio
de Jess, el Cristo, puede considerarse que el recorrido por gran
parte de la teologa del posconcilio es el que
sigue siendo el ms apropiado.10
Slo desde Jess de Nazaret se salvaguarda a Cristo del mito. As
como slo desde Cristo se percibe
en su verdadera dimensin el sentido ltimo del destino histrico
de Jess de Nazaret.
2. EL PROBLEMA DE LAS FUENTES
La pregunta que asoma es la siguiente: de qu "fuentes"
disponemos a la hora de hablar de Jess de
Nazaret? Pero sobre todo, cul es el carcter y el valor de tales
fuentes?
La respuesta a la primera pregunta parece obvia: el Nuevo
Testamento, particularmente los cuatro
evangelios. La respuesta a la segunda no lo es tanto, ya que
supone desandar, aunque ms no sea brevemen-
te, la historia de la redaccin de los evangelios y la cuestin
del gnero literario de los mismos. Deben valo-
rarse, adems, los datos -ciertamente escasos- que provienen de
escritores no cristianos contemporneos al
Nuevo Testamento.
El carcter kerygmtico de los evangelios11
Los evangelios no son biografas de Jess. No parten del afn, ms
propio de los tiempos modernos,
de abarcar cronolgicamente todas las palabras y acciones de un
personaje histrico. Los evangelios son,
8 Conviene hacer aqu una aclaracin. el concepto de "historia" es
equvoco, es decir, admite distintos significados. Puede denomi-
nar, por ejemplo, a la investigacin histrica, a la exposicin
histrica, etctera. Pero ms profundamente, "historia" hace
referencia
"al acontecer humano que tiene sus races en la libre
autorrealizacin y decisin del espritu" (BRUGGER, W., Historia, en
IB.,
Diccionario de filosofa, Herder, Barcelona, 1988). En este ltimo
sentido -ms cualitativo que cuantitativo- utilizamos aqu el
con-
cepto de historia.
9 Anexo. La fe en Cristo en la historia de la teologa, apartado
2: La cristologa en los siglos XIX y XX.
10 Pensamos, sobre todo, en autores como Schilleebeckx, Duquoc,
Mooltmann, Kasper, Gonzlez Faus, Forte, Sobrino, Boff.
11 Cf., para lo que sigue, CAMPANA O. - DAmico, J. L.,
Introduccin..., 157-174; HERRANZ MARCO, M., Los evangelios y la
crtica histrica, Madrid, Cristiandad, 1978; LEON-DUFOUR, X., Los
evangelios sinpticos, en GEORGE, A. - GRELOT, P., In-
troduccin crtica al Nuevo Testamento, Barcelona, Herder, 1983,
T. I, 237-450; RIVAS, L., Qu es un Evangelio, Buenos Aires,
1981; ROGUET, A. M., Iniciacin al Evangelio, Buenos Aires,
Paulinas, 21982.
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6
ante todo, predicacin. Por eso se habla del carcter kerygmtico
de los mismos, es decir, del lugar que
ocuparon en la misin de la Iglesia apostlica como proclamacin de
su fe.
Para comprender lo anterior es necesario sumergirse en la vida
de las primeras comunidades cristianas,
dentro de las cuales se va abriendo paso la tradicin que
desembocar, finalmente, en los evangelios.
La distancia que media entre la Pascua (ao 30) y la redaccin de
los evangelios sinpticos (entre el 70
y el 80) es de aproximadamente medio siglo. Durante esos 50 aos
fundantes, no hubo evangelios? No en la
forma en que hoy los conocemos. Pero s hubo una Iglesia que
celebraba su fe y que misionaba y catequizaba
tanto entre los judos como entre los gentiles. Es decir, haba
una comunidad misionera.
En funcin de la misin y de la vida de las comunidades es que se
haca memoria de los hechos y di-
chos de Jess. Nos encontramos, entonces, ante un evangelio
narrado, fundamentalmente por los Apsto-
les -y quienes estuvieron ms cercanos a Jess en su vida pblica-
y luego por los "profetas" o predicadores
itinerantes de la primera Iglesia.
Muy probablemente estos relatos de la tradicin oral comenzaron a
fijarse en escritos que colecciona-
ban los dichos y los hechos de Jess de Nazaret, dando origen a
una tradicin textual.
Todo este "trabajo" no surga del inters historiogrfico sino de
las necesidades surgidas en la tarea
evangelizadora y en la vida de las comunidades. Esto har que con
los evangelistas12 cristalicen escritos
considerados cannicos por la Iglesia desde bien temprano.
Al redactar los evangelios, los autores seleccionaron13, del
material recibido, aquellos pasajes que ad-
quiran una particular relevancia en funcin de sus destinatarios.
A su vez, la construccin literaria la efec-
tuaron desde su propia teologa y con su peculiar estilo.
El texto que hoy llega a nuestras manos es el resultado final de
una larga historia en cuya reconstruc-
cin an trabajan los especialistas sin ponerse del todo de
acuerdo. Lo cierto es que los evangelios nos
transmiten la predicacin de la primitiva Iglesia con toda su
variedad y su riqueza, pero, adems, con su pro-
pio horizonte de preocupaciones.
Como punto final de una historia que nadie ha podido escribir
con detalle ni de manera convincente,
se encuentra el evangelio. (...) En nuestros das, la mayora de
los crticos se niegan a reducir el pa-
pel de los evangelistas al de meros compiladores. Y ello tanto
ms cuanto que el "gnero literario" de
los evangelios es una creacin cristiana original. Su
particularidad descansa en el carcter nico de
la predicacin cristiana que anuncia que este hombre es el
Seor... No puede compararse el gnero li-
terario de los evangelios al de las obras de la antigua
historiografa (...). Y es que, en efecto, lo que
los evangelios pretenden directamente no es trazar la biografa
de un hroe, sino suscitar en el lector
la fe en Jess.14
Si muchos de los relatos evanglicos son construcciones de los
evangelistas, en qu sentido pueden
considerarse "verdaderos"? En el sentido de la fidelidad a lo
que queran transmitir: En Jess, el Cristo, Dios
ha manifestado y actuado su salvacin para los hombres15. Este es
el mensaje central del que dan testimonio
"los cuatro" evangelios y que nos permite hablar de "el"
Evangelio.
Los otros escritos neotestamentarios
No fueron los evangelios los escritos ms antiguos que hoy
integran el Nuevo Testamento. Antes de la
redaccin de aquellos nos encontramos con las cartas de Pablo, al
menos las siete consideradas autnticas,
ubicadas entre los aos 50 y 64 (o 68)16. Sin embargo en ellas no
abundan los reportes biogrficos acerca de
Jess.
12 No entramos aqu en la ardua cuestin de la autora de los
evangelios. S apuntamos que Mateo, Marcos, Lucas y Juan no
pueden
ser considerados como meros recopiladores individuales sino como
referentes autorizados de distintas comunidades cristianas.
Para
un anlisis ms exhaustivo remitimos a la bibliografa referida en
la nota 11.
13 Trabajo de seleccin que, en algunos casos, fue previo al de
la redaccin: "Las comunidades cristianas primitivas no
conservaron
ni transmitieron ms que los gestos y las palabras del maestro
que tenan un inters para ellas. Cada vez que transmitan lo que
haban
recibido, es porque tenan un motivo para obrar as; es porque se
sentan afectadas, de una manera o de otra, por tal frase o por
tal
acto de Jess": COUSIN, H., Los textos evanglicos de la pasin,
Estella, Verbo Divino, 1981, 27.
14 LEON-DUFOUR, X., obra citada, 421.
15 "El relato histrico no es el nico gnero literario al que
pertenecen los evangelios; nos encontramos en ellos, no solamente
con
parbolas o con poemas como las bienaventuranzas -esto es claro
para todos-, sino tambin con una profusin de imgenes y de
pequeas novelas teolgicas, que nos guardaremos mucho de entender
'al pie de la letra'. Pero esto no impide ni mucho menos que
esa forma literaria 'novelada' exprese en verdad el misterio
profundo de Jess el Cristo": COUSIN, H., obra citada, 30.
16 1 Tes, Gl, Flp, 1-2 Cor, Rom y Film. Cf. CAMPANA O. - DAmico,
J. L., obra citada, 146-148.
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7
Las cartas de Pablo, as como el resto de los escritos
neotestamentarios, se entroncan en una motiva-
cin similar a la de los evangelios. El escribe a comunidades ya
existentes y que, por lo tanto, haban recibi-
do el "primer anuncio" e incluso gozaban de una activa vida
litrgica, como lo refleja 1 Cor. Entre esas co-
munidades, que conocan a prominentes figuras de la Iglesia
apostlica como Pedro, Lucas, Bernab, Mar-
cos, Apolo y, por supuesto, al propio Pablo, debemos suponer
presente al menos a la tradicin oral por la
cual saban de la actividad de Jess. Estas comunidades son las
protagonistas de aquel proceso que descri-
bamos al hablar de la redaccin de los evangelios.
Pablo se dirige a ellas para ahondar en el misterio que les fue
anunciado, para exhortarlas a la perseve-
rancia en la fe, para hacer or su voz en los conflictos y para
llamarlas a una vida digna de la fe que recibie-
ron. Por eso es que en sus cartas aparecen, segn los casos, la
alegra y la tristeza, el enojo y la ternura, la
exposicin serena y el relato apasionado. Pablo es como un padre
hablndole a los hijos que engendr para la
fe en Cristo.
"Y dejando de lado otras cosas, est mi preocupacin cotidiana, el
cuidado de todas las iglesias" (2
Cor 11,28): es este cuidado por las comunidades, esta
preocupacin, la que motiva a Pablo a escribir. Y si
sus escritos no nos acercan elementos sobre el acontecer
histrico de Jess, s testifican lo que la palabra y la
praxis del Nazareno, en el movimiento del Espritu, han
suscitado.
Las fuentes no-cristianas17
Entre las fuentes no-cristianas que mencionan a Jess, pueden
distinguirse entre las judas y las paga-
nas.
Entre estas ltimas, mencionamos a Tcito (55-120), Suetonio
(75-155) y Plinio el Joven (61-115).
Son menciones indirectas, ya que de lo que tratan estos autores
es de describir la "abominable supersticin"
(Tcito) del cristianismo.
Entre las fuentes judas pueden mencionarse el Talmud y sobre
todo a Flavio Josefo (37-100). Este
ltimo, a travs de su dos obras fundamentales18, es quien ms
datos aporta sobre la Palestina de los tiempos
de Jess. Un texto de Las antigedades judas hace referencia a
Jess. Texto problemtico, ya que existe en
cuatro versiones distintas desde las que no resulta sencillo
reconstruir la original. reproducimos la que apare-
ce en la historia universal de Agapio:
Por esta poca, hubo un hombre sabio llamado Jess, de buena
conducta; sus virtudes fueron recono-
cidas, y muchos judos y de otras naciones se hicieron discpulos
suyos. Y Pilato lo conden a ser cru-
cificado y a morir. Pero los que se haban hecho discpulos suyos
predicaron su doctrina. Contaron
que se les haba aparecido tres das despus de su crucifixin y que
estaba vivo. Quizs era el Cristo
sobre el que haban dicho cosas prodigiosas los profetas.19
Es innegable que esta cita, an remitiendo a un ncleo indiscutido
de autenticidad, recibi algn "reto-
que" cristiano.
En lneas generales, las menciones extra-cristianas acerca de
Jess son escasas y poco relevantes. Para
un juicio global sobre ellas, conserva toda su actualidad la
afirmacin de G. Bornkamm:
Estas fuentes paganas y judas son importantes nicamente en
cuanto confirman el hecho -evidente ya
por otra parte- de que, en la antigedad, ni el ms acerbo enemigo
del cristianismo se le ocurri po-
ner en duda la historicidad de Jess. Esto qued reservado tan slo
para la crtica desenfrenada y
tendenciosa de los tiempos modernos, y sobre la que no vale la
pena entrar aqu en detalles. Pero a
nuestro conocimiento de la historia de Jess, los mencionados
pasajes no aportan prcticamente na-
da. Lo que vemos por ellos es que, para la historiografa
contempornea, la aparicin de Jess, supo-
niendo que se enterara de ella, dist mucho de ser un
acontecimiento sensacional.20
Aproximacin cronolgica a la vida de Jess21
Es posible reconstruir una cronologa de la vida de Jess? Tan slo
aproximativamente. Para ello de-
ben tenerse en cuenta algunos datos aportados por los
evangelios.
17 Cf. BEAUDE, P. M., Jess de Nazaret, Estella, Verbo Divino,
1988, 9-19; TRILLING, W., Jess y los problemas de su historici-
dad, Barcelona, Herder, 1985, 60-72.
18 La guerra de los judos y Las antigedades judas.
19 Citado de BEAUDE, P. M., obra citada, 16.
20 Citado por TRILLING, W., obra citada, 72.
21 No vamos a desarrollar aqu los caminos por los cuales la
investigacin arriba a estos datos tentativos. Tan slo ofrecemos
los
resultados, teniendo en cuenta que muchos de ellos dan lugar a
distintas hiptesis explicativas.
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8
Jess naci, segn Mt 2,1, en tiempos de Herodes el Grande (37 - 4
a. C.), cuando Quirino era lega-
do del imperio romano en Siria. Sabemos por Tcito que Quirino
fue hecho cnsul en el ao 12 a. C. y lo
encontramos con algn tipo de responsabilidad poltica en Siria (y
Judea) an en el ao 6 d. C. Esta ltima
referencia, aportada por Lc 2,1-2, resulta poco clara en funcin
de los datos que, con algunas lagunas, mane-
ja la historiografa actual. En esa misma cita se nos dice que el
emperador de Roma era Augusto (63 a. C. -
14 d. C.)
Segn Lc 3,1 Jess desarroll su actividad siendo Tiberio emperador
romano (14 - 37 d. C.), Herodes
Antipas (Mc 6,14) el tetrarca de Galilea (4 a. C. - 39 d. C) y
Poncio Pilatos (Mc 15,1) el procurador de Ju-
dea (26 - 36 d. C.). En lo que hace al sumo sacerdocio, este fue
ejercido, en vida de Jess, por Ans (6 - 15
d. C.) y por Caifs (18-38).
Cundo naci Jess? Dionisio el exiguo, el monje al que en el siglo
VI d. C. le encomendaron la ta-
rea de construir un calendario cristiano en reemplazo del
romano, cometi un error al calcular el ao cero de
nuestra era, el del nacimiento de Jess. Al parecer Jess habra
nacido entre los aos 7 y 4 a. C.
Cundo empez y cunto dur su actividad proftica? La investigacin
ubica el comienzo de su vida
pblica en torno al ao 2822. Todos los evangelistas coinciden en
referir el bautismo de Juan (o su testimo-
nio, como Jn 2) en el inicio de su actuacin. En lo que hace a su
duracin, las divergencias aparecen desde
los propios evangelios: los sinpticos mencionan una fiesta de
Pascua (Mc 14,1), mientras que Juan hace
referencia a tres (Jn 2,13; 6,4; 11,55). La vida pblica de Jess
habra durado entre dos y tres aos.
Los sinpticos nos muestran a Jess actuando en Galilea. Tras el
rechazo de sus paisanos, Jess sube a
Jerusaln, donde es condenado y ajusticiado. Lucas nos agrega un
largo relato que acompaa la marcha hacia
la capital de Judea. Juan pone a Jerusaln como sede principal de
la actividad de Jess. Es probable que Je-
ss, durante su vida pblica, haya subido ms de una vez a
Jerusaln, mientras que la mayor parte de su acti-
vidad la desarroll en las tierras de Galilea.
Cundo muri?23 Distintos clculos apuntan a datar la muerte de
Jess en el da anterior a la pascua
del ao 30: el 14 de Nisn del calendario judo. Trasladado a
nuestro calendario, el 7 de abril. Jess tena,
entonces, entre 34 y 37 aos.
Excurso: los "evangelios de la infancia"
Un caso paradigmtico de los relatos evanglicos lo constituyen
los llamados "evangelios de la infan-
cia" (de Mateo y Lucas (cf. Mt 1-2 y Lc 1-2). Se tratan de
construcciones teolgicas en formas de historia
que narran la "prehistoria" de Jess en base a modelos
veterotestamentarios. Esto se expresa en el concep-
cin, en el anuncio del nacimiento, en la imposicin del nombre,
etctera (cf. Gen 21,1-7; 25,25-26; Ex 2,1-
10).
En Mateo, la figura central es Jos. Jess aparece como el Mesas
davdico y el nuevo Moiss. Ante el
rechazo de los judos, es aceptado por los gentiles en la persona
de los magos de Oriente. En Lucas, el perso-
naje central es el de Mara, que juega en paralelo con Zacaras,
el padre de Juan Bautista. Al emparentar
Mara con la familia de Aarn (a travs de su prima Isabel) Jess
rene la ascendencia davdica y sacerdotal.
Jess es adorado por los pastores, considerados malditos por los
fariseos.
La importancia de los evangelios de la infancia estriba en que
son los nicos testimonios de la concep-
cin virginal de Jess. El nuevo Adn no procede de la tierra sino
de la libertad y la gratuidad absoluta de
Dios. El es fruto del Espritu, "como lo haba prometido a
nuestros padres, en favor de Abraham y de su des-
cendencia para siempre" (Lc 1,55).
22 El ao 15 del emperador Tiberio (cf. Lc 3,1) e inmediatamente
despus de finalizado el grueso de la construccin del Templo (Jn
2,20).
23 La cuestin del carcter (y la fecha) de la "ltima cena" la
desarrollaremos, llegados a ese punto, en el captulo IV.
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9
II. JESS DE NAZARET Y SU HISTORIA
1. MARCO GENERAL: LA EXPECTATIVA ESCATOLGICA
La experiencia creyente de Israel tiene que ver con la accin de
Yav en medio de su pueblo. Su credo
es el relato de una historia de salvacin.
Nosotros fuimos esclavos del Faran en Egipto,
pero el Seor nos hizo salir de all con mano poderosa.
El realiz ante nuestros mismos ojos,
grandes signos y tremendos prodigios contra Egipto,
contra el faran y contra toda su casa.
El nos hizo salir de all y nos condujo
para darnos la tierra
que haba prometido a nuestros padres con un juramento.
(Dt 6, 20-25).
Sin embargo Israel, a lo largo del tiempo, fue conociendo el
fracaso histrico. Asiria, Babilonia, Per-
sia, Grecia y Roma son los nombres de los imperios que se fueron
sucediendo en el dominio del pas. Pero la
propia experiencia de opresin fue madurando su fe.
El exilio en Babilonia fue el punto de inflexin de esta
maduracin. "Cmo podamos cantar un canto
del Seor en tierra extranjera?", se interroga el salmista (Sal
137,4).
Seor, hemos llegado a ser ms pequeos
que todas las naciones,
y hoy somos humillados en toda la tierra
a causa de nuestros pecados.
Ya no hay ms en este tiempo
ni jefe, ni profeta,
ni prncipe, ni holocausto,
ni sacrificio, ni oblacin,
ni incienso, ni lugar donde ofrecer las primicias
y as alcanzar tu favor. (Dn 3,37-39)
En la desnudez absoluta aparece la tentacin de abandonar la fe
de los padres. Pero tambin aparece la
ocasin para purificar esa misma fe.
El presente de opresin y aquel pasado prdigo de gloria y de
promesas aparecen enfrentados. Este se-
r el suelo en el que germine un proceso de escatologizacin de la
fe de Israel que podramos formular as:
"Yav, que en un tiempo actu en favor de su pueblo, y que es fiel
a sus promesas, volver a manifestarse en
favor de Israel".
Dicho proceso va madurando en el pos-exilio y tomar forma en la
poca de la dominacin helenstica.
Surgen en Israel grupos y partidos que se ubican de distintas
maneras frente a esta expectativa. Hace su apa-
ricin la literatura apocalptica (cf., fundamentalmente, el libro
de Daniel y la literatura intertestamentaria).
Aparecen las primeras manifestaciones de la creencia en una
resurreccin de los muertos. Se habla de "el da
de Yav" para referirse a su manifestacin futura en la que se
inaugurar el nuevo "en" (nuevo tiempo) que
reemplace al en presente.
Podra decirse, sintticamente, que en la poca de Jess de Nazaret,
la expresin que englobaba a esta
expectativa era la de "reino de Dios", o tambin, "reino de los
cielos", entendido no como una cosa sino co-
mo una accin de Dios: la de su reinado. La figura del
inaugurador del reino reciba distintos nombres: "hijo
del hombre", "Mesas" y "el que ha de venir" son las que ms se
destacan.
En esta expectativa -que desarrollaremos al hablar del mensaje
de Jess- coincidan prcticamente to-
dos los contemporneos de Jess, no obstante lo cual nos
encontramos con importantes diferencias y matices
a la hora de hablar del advenimiento o de la representacin de
este reino.
El tema nos lleva a presentar el panorama socio-religioso de
Palestina en la primera mitad del siglo I
de nuestra era.
-
10
2. MARCO SOCIO-RELIGIOSO: GRUPOS, TENDENCIAS E
INSTITUCIONES24
Cuando leemos los evangelios nos encontramos no slo con
personajes aislados sino con grupos -los
fariseos, los escribas, los maestros de la ley, los saduceos,
los herodianos, los que reciben el apodo de "zelo-
te", etc.-, que reflejaban distintas tendencias25, y con
instituciones -el sanedrn, la sinagoga.
Adems de los evangelios, otras fuentes atestiguan la existencia
y las particularidades de estas expre-
siones que dibujan el paisaje social y religioso de la Palestina
de los tiempos de Jess de Nazaret.
Los fariseos
Aparece como el grupo ms estructurado y numeroso. Fariseo quiere
decir "separado". Sus orgenes se
remontan a la poca de los macabeos y a la resistencia al intento
de helenizacin del judasmo (cf. 1 y 2
Mac).
Practican la pureza en el cumplimiento de la ley. Sus escribas y
doctores predican en medio del pue-
blo -por eso la frecuencia de sus encuentros con Jess- para dar
a conocer las reglas que se haban ido for-
jando a lo largo de la tradicin oral, a la que le adjudicaban un
lugar privilegiado al punto de equipararla a la
ley escrita. Confianza en la providencia, fe en la resurreccin
de los muertos y cierta universalidad comple-
taban su "credo".
Ser judo y piadoso consiste en practicar la ley. Por eso es que
los preceptos apuntan a "cubrir" toda la
existencia y la cotidianeidad de la vida del israelita. Esperan
el Reino, pero es el cumplimiento de la ley el
que lo acerca.
La lectura de los evangelios puede llevar a un juicio
excesivamente severo hacia los fariseos. Esto res-
ponde a muchos factores y no es el menor el hecho de que en la
poca de la redaccin de los sinpticos fuera
el nico grupo que haba sobrevivido con holgura a la catstrofe
del ao 70.
Pero el propio Nuevo Testamento nos ensea que entre ellos haba
algunos seguidores de Jess (cf.
Mc 15,43; Jn 3,1). Intervienen en su favor en algunas
controversias, como lo harn despus con los apstoles
y con Pablo (cf. Hech 5,34-39; 23,6-9). Incluso le advierten de
que Herodes lo quiere matar (cf. 13,31). Pa-
blo mismo se confiesa fariseo (cf. Flp 3,5). De hecho, la
responsabilidad en la muerte de Jess les cabe, ms
que a ellos , a los saduceos y a los sumos sacerdotes (cf. Jn
11, 49-50).
Despus de la destruccin del Templo de Jerusaln en el ao 70,
pasan a ser los grandes organizadores
y lderes del pueblo. Son, por as decirlo, los creadores del
"judasmo" como hecho cultural.26
Los saduceos
Surgidos en la misma poca que los fariseos, el poder de los
saduceos aparece ligado a una institucin
clave de la vida del pueblo: el Templo de Jerusaln. Esto se debe
a que pertenecen al alto clero: las familias
de los sumos sacerdotes son miembros de este partido.
Su nombre deriva, probablemente, de Sadok, sumo sacerdote del
tiempo de Salomn (cf. 1 Re 2,35),
de quien los saduceos se consideran herederos. Tan fieles a la
dinasta herodiana como distanciados del pue-
blo, integraban un partido aristocrtico que mantena buenas
relaciones con el ocupante romano y ejercan su
influencia en el Sanedrn.
Si bien posean, como los fariseos, una tradicin oral, no la
equiparaban a la ley escrita. Mantenan
distancia del pensamiento apocalptico y un bajo perfil ante las
expectativas mesinicas. Asimismo, negaban
la resurreccin de los muertos.
Destruido el Templo en el ao 70, ya nada queda de ellos. La
escena pasa a ser dominada por los fari-
seos.
Los zelotes
El espritu nacionalista expresado, desde lo religioso, por los
fariseos, adquiere en los zelotes un matiz
claramente poltico y militar.
24 Cf., para lo que sigue, BEAUDE, P., obra citada, 51-104;
AA.VV., Los grupos religiosos y el pensamiento judaico, en
GEORGE,
A. - GRELOT, P., Introduccin crtica al Nuevo Testamento,
Barcelona, Herder, 1983, T. I, 150-215; THEISSEN, G., Estudios
de
sociologa del cristianismo antiguo, Salamanca, Sgueme, 1985,
41-78.
25 Como lo muestra, por ejemplo, Hech 23,6-9.
26 Aunque parezca exagerado, cabra preguntarse por la
supervivencia del pueblo de Israel en la poca de su "errancia"
(entre los
aos 135 y 1948 de nuestra era), sin el legado de los fariseos.
Su actividad y su doctrina le dan al pueblo una identidad capaz
de
sobrevivir a la destruccin de su patria y a la desorganizacin
poltica.
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No se trata, para ellos, meramente de preservar la identidad
juda, sino de luchar por la libertad de Is-
rael desalojando al invasor y a la dinasta herodiana: el Reino
se conquista por la lucha armada.
No resulta tan sencillo circunscribirlos socialmente. De hecho,
el iniciador de la revuelta del ao 66 es
Eleazar, hijo del sumo sacerdote Ananas. Ms bien aparecen en
torno a un lder, como Judas Galileo, ini-
ciador de la revuelta con ocasin del censo del ao 6 d. C. (cf.
Hech 5,37), quien dej su impronta al movi-
miento.
Flavio Josefo los identifica con el grupo de los llamados
"bandoleros", conformado por aquellos hom-
bres, muchas veces jvenes, que huyeron de sus hogares antes de
ser vendidos como esclavos a causa de la
pobreza, los impuestos y las deudas, y entre quienes no faltaban
delincuentes comunes y sicarios.
Entre los seguidores de Jess se mencionan, sin mucha precisin,
algunos zelotes (cf. Lc 6,15; Hech
1,13). Sin embargo, an siendo una poca turbulenta, los aos de la
actividad de Jess fueron relativamente
tranquilos. Parece claro, por lo menos, que no puede trasladarse
al ao 30 el clima de agitacin que se vivi
en la revuelta del ao 66 y que concluy con la destruccin del
Templo a mano de las tropas de Tito en el
ao 70.
Los esenios
El descubrimiento casual de los papiros en una cueva cercana al
Mar Muerto, acontecido en 1947, as
como la avalancha de estudios sobre los mismos, nos permiten
tener una idea bastante acabada de este mo-
vimiento, o por lo menos de alguna de sus comunidades27. Al
igual que los otros grupos, se suele ubicar su
origen en la poca de los macabeos, pareciendo cierto que no
sobrevivieron a la guerra del 66-70.
Fuertemente estructurados, la jerarqua de esta especie de
movimiento "monstico" se iniciaba con los
sacerdotes, a quienes seguan los levitas, los jefes laicos y,
por ltimos, los simples miembros. Viven en co-
munidad de bienes. Aquellos que eran postulados para integrar
las comunidades deban pasar por una especie
de noviciado. El afn de pureza llevar a la prctica de una
estricta castidad y a poner distancia de las ciuda-
des y del resto del pueblo.
Tambin ellos se consideraban los herederos legtimos del sumo
sacerdote Sadoq, lo cual los enfren-
taba a los saduceos y al culto oficial del Templo. Los acercaba
a los fariseos el rigor absoluto con el cual
practicaban la ley. El deseo de pureza religiosa los muestra
dispuestos, incluso, a la lucha armada contra los
ocupantes.
Son portadores de un doble mesianismo: el del descendiente de
David (rey) y el del descendiente de
Aarn (sacerdote), al cual el primero estar subordinado. Imaginan
un futuro "paradisaco" donde ya no
existan ni gentiles ni judos pecadores.
Los bautistas
En las primeras pginas de los evangelios, junto a Jess de
Nazaret se destaca la figura de Juan Bau-
tista. El inicio de la vida pblica del primero parece estar
ligado, de alguna manera, al segundo. Juan Bautis-
ta y Jess formaban parte de un movimiento mucho ms amplio y
difuso que, por la prctica de un bautismo
de conversin, recibieron el nombre de bautistas.
Lejos del casuismo fariseo y del purismo esenio, estos grupos
aparecen como los ms cercanos al
pueblo sencillo y encabezando una renovacin religiosa de carcter
popular. Anuncian que la salvacin es
para todos, incluso para los no-judos (cf. Lc 3,7-14) y hacen un
llamado a la conversin de la cual el bau-
tismo es un smbolo.
En el caso concreto de Juan Bautista, sabemos, por los
evangelios y por Flavio Josefo, del entusiasmo
que despert entre la gente. Al punto de llegar a ser encarcelado
y ajusticiado por Herodes Antipas. Su bau-
tismo era un bautismo de conversin ante la llegada del Reino de
Dios a quien l vea como el da del juicio
amenazador. Por eso es que hay que cambiar de vida. Su mensaje
tena un profundo contenido salvfico y
escatolgico.
Tuvo discpulos antes y despus de su muerte. Por la polmica que
trasunta el evangelio de Juan -sus
seguidores lo consideraban un Mesas-, an los encontramos hacia
fines del siglo primero.
La sinagoga
Nacida, probablemente, en la poca del exilio babilnico, la
sinagoga ("asamblea") era el lugar de las
reuniones cultuales de los judos. Esparcidas por todo el
territorio palestino, se hallaban presentes, tambin,
en el territorio del imperio romano, fundamentalmente en las
grandes ciudades.
27 Cf. JIMENEZ, F. BONHOMME, M., Los documentos de Qumrn,
Madrid, Cristiandad, 1976.
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12
El culto sinagogal se basaba en la lectura de la Tor y en su
comentario posterior a cambio de los doc-
tores de la ley, dato que remite la institucin al partido de los
fariseos (cf Lc 4). La reunin se abra con el
rezo del Shema' (Dt 6,4-5) y se cerraba con la oracin sacerdotal
(Nm. 6,22-26). Llega a convertirse en una
de las ms importantes instituciones del judasmo y en la nica que
logre sobrevivir al siglo II de nuestra era.
El Templo, el clero y los levitas
Reconstruido en todo su esplendor por Herodes28, el templo de
Jerusaln fue devastado por las tropas
de Tito en el ao 70. El inicio de la revuelta del 66 haba sido,
precisamente, la negativa a continuar con los
sacrificios por el emperador y por el imperio.
En la poca de Jess estaba en su esplendor y era causa del
orgullo de los judos y de la admiracin de
todos los que lo visitaban. En l se ofreca el sacrificio diario
y a l acudan los judos cuando la Tor as lo
prescriba. A l peregrinaban para las tres grandes fiestas:
pascua, pentecosts y tabernculos.
El corazn del Templo era el "santo de los santos", habitculo del
arca de la alianza, aunque vaco, a
esta altura, por la desaparicin de la misma en el 587 a. C. En l
ingresaba una vez al ao el Sumo Sacerdote
para expiar por los pecados de todo el pueblo.
Un templo de estas caractersticas supona la existencia de un
clero y de una casta sacerdotal. Podra-
mos dividirla en el alto clero -los sacerdotes descendientes de
Aarn- y el bajo clero -los levitas, descen-
dientes de la tribu de Lev, al servicio de los sacerdotes.
El sumo sacerdote era el jefe de la clase sacerdotal a la vez
que presidente del Sanedrn, lo que lo con-
verta en una figura preponderante de la vida poltica y religiosa
de Israel. A su servicio se encontraba el jefe
de la guardia, encargado de la polica del templo. Luego venan
los sacerdotes y, por ltimo, los miembros
del bajo clero: los levitas. El nmero del personal afectado al
Templo se calcula en 20.000 personas.
Los am ha-aretz: "la gente del pas"
Alejado de las discusiones leguleyas y de los ideales de pureza
extrema, teniendo que pagar el duro
impuesto a Roma y el bolo para el Templo, nos encontramos con
los am ha-aretz, la "gente del pas", el
pueblo.
Dedicados principalmente al campo, al artesanado y al comercio,
entre los habitantes de Palestina ha-
ba quienes ejercan profesiones consideradas impuras: curtidores,
tejedores y recaudadores de impuestos
(publicanos), identificados muchas veces como ladrones y
pecadores. Dos hambrunas asolaron la poca.
Situacin que llevo a muchos a emigrar a otras tierras.
Los pobres eran numerosos, sobre todo en el campo, no pocas
veces enfrentado a la ciudad. Son los
anawim, aquellos que nada poseen ms que la esperanza mesinica.
Ser a ellos, fundamentalmente, a quie-
nes Jess de Nazaret dedique su mensaje: a ellos pertenece el
Reino (cf. Lc 6,20).
3. MARCO SOCIO-POLTICO: EL TRPODE DEL PODER EN ISRAEL
El trpode del poder en la Palestina de la poca de Jess estaba
constituido por Roma -a travs del go-
bierno de los procuradores-, la dinasta herodiana (pro-romana) y
el Gran Sanedrn de Jerusaln.
La dominacin romana
Conquistada por Pompeyo en el 63 a. C., Palestina se integr a la
provincia romana de Siria. Junto a
una dinasta pro-romana (la herodiana), con el correr del tiempo
la regin de Judea fue administrada directa-
mente por Roma a travs de los procuradores o prefectos que
residan en Cesarea. Del procurador dependan
las cuestiones financieras, judiciales y militares.
Israel goz de algunos de los privilegios de la pax romana. Junto
a una cierta autonoma en sus asun-
tos internos, la ley juda fue reconocida como ley de Estado para
todos los judos del imperio, lo que impli-
caba ceder funciones en manos del Sanedrn. Se respetaba la
prohibicin juda a las imgenes, por lo que no
28 El templo de Salomn haba sido destruido en 587 a. C. Su
parcial reconstruccin sufri la profanacin de los griegos en 167 a.
C.
Por eso es que el templo de Herodes era conocido como "el
segundo Templo".
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se introdujeron en el territorio los estandartes del
emperador.29 Adems, los judos estaban exceptuados del
servicio militar.
El yugo romano se haca sentir, fundamentalmente, a travs de los
diversos impuestos -imperial, de
peaje, de aduana-, as como por la presencia militar, concentrada
en Cesarea y esparcida en el resto del terri-
torio. Las fiestas judas solan ser ocasin de revueltas
populares, por lo que el procurador se trasladaba a
Jerusaln para alojarse, con sus tropas, en la Torre Antonia, en
el ngulo noroeste del Templo.
Poncio Pilatos fue, sin duda, el ms cnico e impopular de los
procuradores romanos, que pareca go-
zar irritando a los judos con prcticas que sus antecesores se
haban cuidado de evitar. Entre otras hechos,
hizo tomar del tesoro del Templo el dinero necesario para la
construccin de un acueducto en Jerusaln. El
pueblo se opuso con violencia y muchos judos fueron muertos por
sus tropas. Tras las crticas llegadas a
Roma por una matanza de samaritanos por l ordenada, fue
suspendido en sus funciones y condenado por
Calgula, en el ao 37, a suicidarse o exiliarse.
Entre los aos 41 al 44 la provincia de Judea pas a la rbita de
Herodes Agripa, amigo del empera-
dor Claudio, por lo que desaparece transitoriamente el cargo de
procurador. Los procuradores vuelven a
entrar en escena entre el 44 y el 66. Durante esos aos, el pas
se ve ganado por el descontento y las cada vez
ms frecuentes insurrecciones antiromanas, que culminarn con la
guerra general iniciada en junio del 66.
La dinasta herodiana
El Sumo Sacerdote Hircano II fue, en los hechos, el ltimo rey de
la dinasta asmonea, la descenden-
cia de Judas Macabeo. Su sucesor, Antgono, fue derrocado por
Herodes en el 37 a. C., quien en el 40 a. C.
haba sido reconocido como rey por el Senado romano.
Quien pas a la historia como Herodes el Grande, siendo de padre
idumeo y madre nabatea, nunca fue
reconocido como judo por sus compatriotas. Hbil diplomtico, supo
siempre cmo ganarse el favor de Ro-
ma. En su esfuerzo por acercarse al pueblo mand reconstruir el
Templo, convirtindose en la mayor de sus
muchas obras.
Con un turbulenta vida familiar, plagada de esposas y
asesinatos, tras su muerte, en el ao 4 a. C., el
reino qued dividido entre sus tres hijos: Arquelao (tetrarca de
Idumea, Judea y Samara, muerto en el 18 d.
C.)30, Filipo (tetrarca de Betanea, Tracontide y Aurantide,
muerto en el 34) y Herodes Antipas (tetrarca
de Galilea y Perea, muerto en el 39), de quien dependa Jess de
Nazaret en su condicin de Galileo.
Herodes Agripa I, quien era nieto de Herodes el Grande, hered
los territorios de Antipas y de Filipo.
Entre el 41 y el 44, ao de su muerte, volvi a tener, como su
abuelo, el control de todo el territorio pales-
tino. Su hijo, Herodes Agripa II, es el ltimo representante de
la dinasta herodiana.
La dinasta de Herodes, en los hechos una familia pagana e
incondicionalmente pro-romana, nada te-
na que ver con lo que los judos consideraban, en su expectativa
mesinica, como "el rey de Israel" en la
lnea davdica. No obstante contaba con partidarios entre el
partido de los saduceos. No debe dejarse pasar
por alto que estos reyes eran los encargados del nombramiento de
los sumos sacerdotes. por lo cual podan
hacer sentir su influencia en el Templo y en Sanedrn.
El Sanedrn
Tambin llamado "senado", "consejo" o "presbiterio", el Sanedrn
ejerca la administracin de justicia
y, parcialmente, el gobierno en los asuntos internos de Israel.
Su poder no se mantuvo siempre idntico, pero
en la poca de Jess, cuando Judea no dependa del poder de Herodes
sino directamente del procurador ro-
mano, conoci una ampliacin de sus atribuciones.
Legislaba en todo lo que se refera a la vida de Israel, y era
acatado por todos -incluso con el auxilio de
Roma, reacia a inmiscuirse en las cuestiones religiosas del
pueblo- como la autoridad legtima.
Lo presida el sumo sacerdote. El resto de sus setenta miembros
pertenecan al alto clero, por un lado,
y a los escribas y doctores de la ley los restantes. Estos eran
mayoritariamente fariseos. En los primeros pre-
dominaba la ideologa saducea. Sus reuniones se desarrollaban en
el Templo. Despus del ao setenta, fue
integrado con exclusividad por escribas fariseos.
Existan, tambin, pequeos tribunales locales (cf. Mt 10,17),
encargados de recibir las causas y trans-
ferirlas, si fuera el caso, al gran Sanedrn de Jerusaln.
29 Cuando Pilatos los hizo, en el ao 26, debi enfrentar la
resistencia del pueblo y ceder en su intento.
30 En el ao 6 d. C. los territorios de Arquelao pasaron a manos
de los procuradores romanos.
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4. JESS Y SU TIEMPO31
Cuando leemos los evangelios los cristianos podemos llegar a
equivocarnos al imaginarnos un siglo I
y una Palestina ocupados totalmente por la figura y la accin de
Jess de Nazaret. Puede afirmarse, sin em-
bargo, que el lugar ocupado por su actividad fue, para sus
contemporneos, anecdtico. Como afirma G.
Theissen32,
Los evangelios sugieren que Jess ocup entonces el centro de la
historia de Palestina. Ahora bien,
desde el punto de vista histrico, Jess fue slo un fenmeno
marginal. No se encuentra inmediata-
mente sus huella, cuando uno estudia la Palestina del siglo I de
nuestra era.
En los suburbios del imperio, en una de las provincias ms
alejada de Jerusaln, en el casero de Naza-
ret, nos encontramos con Jess, hijo de Mara, carpintero (cf. Mc
6,3), "hijo del carpintero" (Mt 13,55).
Desde su origen bautista, junto a Juan, su palabra y su obra
ponen distancia con todas las expresiones
religiosas e ideolgicas de la Palestina de su tiempo.
Pero su palabra y su obra resuenan en lo ms profundo del corazn
de sus contemporneos, por apelar
a la expectativa religiosa de su pueblo: l anuncia que el Reino
de Dios ha llegado (cf. Mc 1,14-15).
Entroncado en la tradicin proftica de Israel (cf. Mc 6,15), su
palabra aparece con una autoridad que
los maestros de la ley no poseen (cf. Mc 1,22). Con el tiempo
sabr que su destino no ser distinto al de otros
profetas en Israel (cf. Mt 23,27).
Cercano a los pecadores, a los humillados y despreciados, su
mensaje se presenta como el advenimien-
to del da del perdn y la salvacin
Sus propios familiares y discpulos aparecen desconcertados ante
su actuacin (cf. Mc 3,21). Sabin-
dose rechazado entre los suyos (cf. Mc 6,4), sube a Jerusaln
donde el enfrentamiento en el Templo termina
sellando su suerte (cf. Mc 11,15-18). Muere crucificado,
condenado por el Sanedrn y por el procurador ro-
mano.
Paradjicamente en su cruz se lee: "Jess de Nazaret, rey de los
judos" (cf. Mc 15,26), ttulo lejano a
sus intenciones y a su drama histrico. Este Jess de Nazaret,
muerto en la Pascua del ao 30, es testimonia-
do por los discpulos, en la fuerza del Espritu, como Seor y
Cristo.
En conclusin,
Jess no encaja en ningn esquema. Para comprenderlo no son
suficientes categoras antiguas ni mo-
dernas; ni siquiera bastan las veterotestamentarias. Representa
un fenmeno extremadamente seero.
Es y contina siendo un misterio. El mismo hace bien poco por
aclarar este misterio. No le importa su
propia persona. Slo le interesa una cosa, pero sta desde luego
total y exclusivamente: el venidero
reino de Dios en el amor. Lo que le importa es Dios y los
hombres, la historia de Dios con los hom-
bres. Este es su asunto. Slo preguntando por esto es como
podemos acercarnos ms al misterio de su
persona. La perspectiva teo-lgica es la nica justa al
enfrentarse con la persona y la causa de Je-
ss.33
31 Para este punto puede consultarse la excelente y amena obra
de THEISSEN, G., La sombra del Galileo, Salamanca, Sgueme,
1990, donde, bajo la forma de un relato, se vuelca el estado
actual de la investigacin sobre la poca de Jess. Adems de la
biblio-
grafa indicada ms arriba, cf. JEREMIAS, J., Jerusaln den tiempos
de Jess, Madrid, Cristiandad, 1977; y, desde el punto de vista
judo, FLUSSER, D., Jess en sus palabras y en su tiempo, Madrid,
Cristiandad, 1975.
32 Obra cita, 20.
33 KASPER, W., Jess, el Cristo, Salamanca, Sgueme, 61986,
85.
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III. EL MENSAJE DE JESS DE NAZARET:
"EL REINO DE DIOS ESTA CERCA"
1. JESS DE NAZARET: UN PREDICADOR ITINERANTE
El predicador del desierto
Que el inicio de la actividad pblica de Jess de Nazaret estuvo
ligado al movimiento bautista de Juan
parece un hecho difcil de rebatir. Los evangelios dan cuenta de
ello al ubicar el bautismo de Jess por Juan
en sus primeras pginas (cf. Mt 3,13-17; Mc 1,9-11 y Lc
3,21-22).
Pocos dudan que Jess integr el grupo de los discpulos de Juan
para luego bautizar por su cuenta en
Judea y reunir a su propio discipulado (cf. Jn 3, 22-24; 4,1-3).
Jess dara comienzo a su actividad en Galilea
slo tras saber del arresto de Juan por parte de Herodes (cf. Mc
1,14; Mt 4,12).
Juan bautizaba en el desierto y la gente acuda a l para recibir
el bautismo (cf. Mt 3,1-6). Su figura se
ubica en la tradicin proftica de Israel. En la poca se afirmaba
que el espritu proftico se haba extinguido
y que resurgira en los ltimos tiempos, en el da de Yav:
Despus de esto,
yo derramar mi espritu sobre todos los hombres:
sus hijos y sus hijas profetizarn,
sus ancianos tendrn sueos profticos
y sus jvenes vern visiones. (Jl 3,1).
Para muchos Juan apareca como Elas34 o como el profeta
escatolgico, cosa que, segn Jn 1,19-21,
l mismo se encarga de negar. Su imagen austera, su llamado a la
conversin por la cercana del juicio y su
distanciamiento con los grupos tradicionales pronto harn de Juan
una personalidad respetada por muchos y
temida por algunos. Cumpliendo el destino trgico de los
profetas, Juan muere asesinado por el rey Herodes
(cf. Mt 14,10).
A esta altura, Jess de Nazaret ya haba tomado cierta distancia
de la prctica de Juan Bautista.
El profeta itinerante
A diferencia de Juan, es Jess quien acude a la gente en sus
propios lugares de reunin. Recorre todas
las sinagogas de su Galilea natal (cf. Mc 1,39). Eso hizo que su
fama se extendiera "rpidamente por todas
partes, en toda la regin de Galilea" (Mc 1,18).
Su actividad pasa del bautismo al anuncio proftico de la llegada
del Reino y a las curaciones:
Jess recorra todas las ciudades y los pueblos,
enseando en las sinagogas,
proclamando la Buena Noticia del Reino
y curando todas las enfermedades y dolencias. (Mt 9,35).
En este ir y venir, Jess renuncia a un domicilio estable. Al ser
consultado por un escriba, Jess res-
ponde:
Los zorros tienen sus cuevas
y las aves del cielo sus nidos;
pero el Hijo del hombre
no tiene dnde reclinar la cabeza. (Mt 8,20).
Su camino lo llevar a Jerusaln donde se hospedar en casa de sus
amigos: Simn, el leproso (cf. Mc
14,3) y los hermanos Lzaro, Marta y Mara (cf. Jn 12,1). Su
estilo contrastaba con la austeridad de Juan, al
punto de ser considerado por muchos "comiln y borracho" (cf. Mt
11,18-19).
Tambin l, como Juan, suscitar muchas esperanzas. Ser un profeta?
Jeremas o Elas que han
vuelto? Juan Bautista que ha resucitado? (Cf. Mt 16,13-14). Su
persona, su palabra y su obra plantean la
pregunta: quin es este hombre? Para responderla, ser necesario
recorrer el itinerario de aquello que lo
ocupa totalmente: el Reino de Dios que viene.
34 "Algunas corrientes mesinicas del Judasmo -segn la profeca de
Malaquas (3,23-24)- esperaban la venida de Elas como pre-
cursor del Mesas. Conforme a la tradicin basada en la Escritura,
Elas haba sido arrebatado al cielo con vida (II Rey 2,11-12)":
nota de El libro del Pueblo de Dios a Mt 11,14.
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2. LA "CAUSA" DE JESS: LA CERCANA DEL REINO
Jess y el Reino
Jess aparece ante sus contemporneos anunciando la cercana de
aquello que habita en lo ms pro-
fundo del corazn y la mente de cada israelita: el Reino de
Dios.
El tiempo se ha cumplido:
el Reino de Dios est cerca.
Convirtanse y crean en la Buena Noticia. (Mc 1,15)
Tal mensaje no poda pasar desapercibido. Jess se inserta en la
esperanza juda puesta en la promesa
hecha por Dios. El anuncia que "el da de Yav" est prximo. Esta
proximidad es "Buena Noticia de Dios"
(Mc 1,14), ante la cual se exige el cambio y la fe, porque ella
misma es cambio, transformacin, para la vida
del pueblo creyente.
Pero entre Jess y el Reino que anunciaba, entre el predicador y
el predicado, apareca, cuando me-
nos, una gran desproporcin. En la medida en que el Reino apelaba
a la memoria colectiva de grandeza,
gloria, poder y libertad y la lanzaba hacia el futuro como
promesa que Dios cumplira, apareca la duda ante
el anuncio que provena de un predicador galileo itinerante y
pobre de quien se dudaba tanto entre sus cono-
cidos de Nazaret como entre los desconocidos de Jerusaln:
"De dnde saca todo esto?
Qu sabidura es esa que le ha sido dada
y esos grandes milagros que se realizan por sus manos?
No es acaso el carpintero, el hijo de Mara,
hermano de Santiago, de Jos, de Judas y de Simn?
Y sus hermanas no viven aqu entre nosotros?"
Y Jess era para ellos un motivo de escndalo.
(Mc 6,2-3).
"Acaso el Mesas vendr de Galilea?"
"Examina las escrituras
y vers que de Galilea no surge ningn profeta".
Y por causa de l
se produjo una divisin entre la gente. (Jn, 7,41.52.43)
Jess llama a la conversin y a la fe. Como respuesta recibe el
escndalo y la divisin. Las palabras
del anciano Simen en el Templo resuenan ahora de un modo
dramtico y premonitorio:
"Este nio ser causa de cada y de elevacin
para muchos en Israel;
ser signo de contradiccin..." (Lc 2,34)
La pretensin de Jess
Es que Jess tena una pretensin. No slo anunciaba el Reino, sino
que afirmaba que ste vena en su
persona y su obra.
Pero si expulso a los demonios
con el poder del Espritu de Dios
quiere decir que el Reino de Dios
ha llegado a ustedes (Mt 12,28)
Por eso es que su palabra era un llamado a una decisin en el aqu
y el ahora:
El que no est conmigo,
est contra m;
y el que no recoge conmigo,
desparrama. (Lc 11,23)
Qu sentiran sus compatriotas al orlo? Al leer los evangelios,
los cristianos solemos ser duros con
los contemporneos de Jess, como si aquellos hombres fueran
incapaces de darse cuenta de ante quin es-
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taban. Muchas veces esta severidad fue alimentada,
indirectamente, por la iconografa religiosa que nos pre-
sentaba a un Jess de Nazaret celestial, desencarnado o
superhombre.35 Esto nos impide captar, en parte, el
realismo de aquel escndalo y aquella desproporcin.
Los evangelistas nos hablan de la "pretensin" de Jess al
mostrarlo como nuevo legislador y como un
plus con respecto a la tradicin:
"Ustedes han odo que se dijo (...) Pero yo les digo..."
"Aqu hay alguien que es ms que Jons"
"Aqu hay alguien que es ms que Salomn"
(Mt 5, 21-22; 12,41-42).
El llamado de Jess a la fe era una invitacin a abrirse al Reino.
El Reino llegaba en su persona, en su
palabra y en su praxis, pero llegaba en el ocultamiento, y esto
slo la fe poda percibirlo. Dios no era eviden-
te en Jess.
Jess es la llegada del reino de Dios en la figura del
ocultamiento, la humillacin y la pobreza. En l
se hace concretamente palpable lo que quiere decir su reino; en
l se revela lo que es el reino de
Dios. En su pobreza, obediencia y carencia de patria se ve la
explicacin concreta de la voluntad de
Dios.36
Se hace necesario, entonces, recorrer el corazn de su mensaje:
"el Reino de Dios ha llegado a uste-
des".37
El Reino de Dios como anuncio de lo definitivo
En el inicio de la vida pblica de Jess de Nazaret nos
encontramos con varios hitos de profunda signi-
ficacin. Uno de ellos es el episodio de la sinagoga de su
pueblo, Nazaret:
Le presentaron el libro del profeta Isaas y, abrindolo, encontr
el pasaje donde estaba escrito:
"El Espritu del Seor est sobre m,
porque me ha consagrado por la uncin.
El me ha enviado a llevar la Buena Noticia a los pobres,
a anunciar la liberacin a los cautivos
y la vista a los ciegos,
a dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un ao de gracia del Seor."
(...) Todos en la sinagoga tenan los ojos fijos en l.
Entonces comenz a decirles:
"Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura
que acaban de or". (Lc 4,17-21)
Jess inaugura el tiempo del cumplimiento de las promesas. Lo
hace aplicndose a s mismo este texto
de Isaas de profunda implicancia escatolgica. Lo definitivo ha
comenzado en l.
Pero en Jess, la llegada del Reino de Dios se da en la
humillacin. El Reino que Jess anuncia desco-
loca a sus oyentes. Dnde est ese Reino, el nuevo en que desplaza
al presente?38
35 Es interesante notar cmo una novela de ciencia-ficcin que
trata de reconstruir con gran erudicin los ltimos das de la vida
de
Jess no logra escapar de cierta caracterizacin "clsica": "Su
extraordinaria talla lo converta, al lado de la totalidad de los
all
reunidos, en un gigante. (...) Era, sin duda, un hombre blanco,
de rostro alto y estrecho, propio de los pueblos caucsicos. El
cabello,
lacio y de una tonalidad acaramelada, le caa sobre los hombros.
(...) comprob que se peinaba con raya en medio. Presentaba un
bigote y una fina barba, partida en dos (...). El bigote, aunque
pronunciado, no llegaba a ocultar los labios, relativamente finos.
La
nariz (...) era larga y ligeramente prominente. (...) ... no
haba dejado de sonrer, mostrando una dentadura blanca e impecable,
muy
distinta a la que padeca la mayora de los hebreos. (...) El
contraste con aquellas caras endurecidas, sembradas de arrugas y
ave-
jentadas de sus amigos y seguidores, era sencillamente
admirable. Su piel apareca curtida y bronceada. (...) Unas pestaas
largas y
tupidas le proporcionaban un especial atractivo" (BENITEZ, J.
J., Caballo de Troya, Barcelona, Planeta, 1984, 118-119; el
subraya-
do es nuestro).
36 KASPER, W., obra citada, 123.
37 Para lo que sigue cf. KASPER, W., obra citada, 86-107.
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Mucho ha discutido la teologa sobre cmo entender la tensin
presente-futuro de la dimensin escato-
lgica del mensaje de Jess39. Al pensar lo escatolgico slo como
lo ltimo o lo por venir, se tiende a des-
preciar el presente y a no percibir en l la presencia ya actual
del Reino que Jess anuncia.
Desde la historia de la salvacin, la temporalidad debe ser
pensada no desde lo cuantitativo sino desde
lo cualitativo. La escatologa, ms que hablar del futuro, habla
de la tensin que se establece desde el presen-
te hacia ese futuro. Una tensin que puede percibirse como
contraste y desproporcin. As lo hace entender
Jess en la parbola del grano de mostaza: la pequeez del inicio
(el grano pequeo) contrasta con la gran-
deza del fin (el rbol frondoso) (cf. Mc 4,30-32).
Puesto que el Reino de Dios y sus medios de salvacin estn
presentes en Jess y en su obra, su pr-
xima y plena manifestacin es cosa cierta; sta, empero, sigue
siendo todava un bien esperado y todo
el acontecer actual de salvacin es slo barrunto y principio,
inicio y anticipo de lo venidero.40
El Reino que Jess anuncia es el futuro de Dios para el presente
de los hombres.
Ante ese futuro que se le ofrece, el hombre debe tomar una
decisin en el hoy de su existencia, deci-
sin que puede abrirlo a esa definitividad de salvacin.
Pablo y Juan muestran esta tensin salvfica en muchas expresiones
que conjugan simultneamente el
presente y el futuro41. As Pablo:
Mucho ms ahora que estamos reconciliados,
seremos salvados por su vida. (Rm 5,10)
Por eso, mientras esperan la Revelacin
de nuestro Seor Jesucristo,
no les falta ningn don de la gracia. (1 Cor 1,7)
Y Juan, quien reinterpreta la temtica del Reino de Dios desde la
expresin vida (eterna):
Les aseguro que el que escucha mi palabra
y cree en aquel que me ha enviado,
tiene vida eterna. (Jn 5,24)
Les aseguro que el que cree,
tiene vida eterna. (Jn 6,47)
Es la tensin indisoluble entre el "ya" y el "todava no". El
Reino de Dios anunciado por Jess es un
ofrecimiento al presente que en l exige una decisin por parte
del hombre. Por eso el hoy se abre al absoluto
de Dios y su reinado, como presencia ya definitiva de la vida
nueva para los hombres.
Jess tiene la audacia de proclamar el desenlace del drama de la
historia, la superacin, por fin, del
antirreino, la venida inequvocamente salvfica de Dios. Y los
signos que acompaan a sus palabras
mantienen esa esperanza.42
El Reino de Dios como revelacin del Padre
Si la llegada del Reino de Dios es llamada "el da de Yav" es
porque se trata de la llegada de Dios
mismo. En Jess es Dios que viene a los hombres. Por eso l es el
"Emmanuel", el Dios-con-nosotros (cf. Mt
1,23). Su mensaje sobre el Reino de Dios que viene, como anuncio
e inicio de lo definitivo es tambin, en-
tonces, revelacin del verdadero rostro de Dios a los humildes y
sencillos:
"Te alabo, Padre, Seor del cielo y de la tierra,
por haber ocultado estas cosas
a los sabios y a los prudentes
y haberla revelado a los pequeos.
S, Padre, porque as lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre,
y nadie conoce al Hijo sino el Padre,
38 Cf. POLITI, S., Una msica infinita. Escatologa cristiana,
Buenos Aires, San Pablo, 1993, 127-134.
39 R. Schnackenburg menciona las distintas soluciones:
escatologa consecuente, escatologa realizada, escatologa
preoperante,
interpretacin progresiva, interpretacin dialctica e
interpretacin dinmica. Cf. SCHNACKENBURG, R., Reino de Dios, en
BAUER, J. B., Diccionario de teologa bblica (DTB), Barcelona,
Herder, 1967, 888-901.
40 SCHNACKENBURG, R., obra citada, 896.
41 Cf. POLITI, S., obra citada, 137-145.
42 SOBRINO, J., Jesucristo liberador. Lectura histrico-teolgica
de Jess de Nazaret, Madrid, Trotta, 1991, 107.
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as como nadie conoce al Padre sino el Hijo
y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
(Mt 11,25-27; cf. Jn 1,18)
Jess dir que Dios viene a los hombres como Abba-Padre (cf. Mc
14,36)43. La expresin aramea ab-
ba es la voz familiar e infantil para dirigirse al padre. Casi
como un balbuceo, podra traducirse al castellano
como pa, papi, pap o papito. As sonaba -con toda su cuota de
escndalo y de aparente falta de respeto- en
los odos de los contemporneos de Jess.44
El ser Padre de Dios se manifiesta en la amor providencial y el
perdn de los pecados45. El Dios que
es Padre y que viste a los lirios del campo y alimenta a los
pjaros del cielo sabe lo que sus hijos necesitan
(cf. Mt 6,8.25-32). El mensaje de Jess es "buena nueva" porque
anuncia el perdn paternal para los pecado-
res e invita a los hombres a una nueva forma de vida (cf. Mt
6,12.14).
Ante el Dios lejano de la ley, ante el Dios terrible del juicio,
ante el Dios cruel de la violencia, Jess
anuncia al Dios-Abba que en su cercana prodiga a sus hijos la
ternura de la fiesta y el perdn, como lo
muestra la parbola del "hijo prdigo", la que quizs mejor exprese
este aspecto central del anuncio de Jess
(cf. Lc 15, 11-32).
Dios, como Padre, ve en lo secreto de los corazones de sus hijos
lejos de toda hipocresa (cf. Mt 6,3-
6.18). El nico Padre de los hombre (cf. Mt 23,9) es compasivo
con sus hijos (cf. Lc 6,36), y cumplir su
voluntad transforma al hombre en pariente de Jess (cf. Mt
12,50). Por eso los creyentes se dirigen a l en la
oracin cotidiana pidindole que llegue su Reino (cf. Mt
6,9-13).
Pero el Dios-Abba no slo nos dice quin es Dios. Tambin nos
revela quin es Jess de Nazaret. Se
dirige al Padre con una confianza nica, como que es nica la
relacin que como hijo tiene con l.46 Por eso
es que Jess puede interceder ante el Padre (cf. Mt 10,32) y es
el Padre quien da a conocer la condicin me-
sinica de su Hijo (cf. Mt 16,17). Al Hijo le ha sido entregado
el juicio, porque el Padre y el Hijo trabajan
juntos, y el Hijo no tiene otra comida y otra bebida que hacer
la voluntad del Padre que lo envi (cf. Jn
5,22.17; 4,34).
Esa voluntad es dar el Reino (cf. 12,32). Reino que es de Dios y
que por lo tanto no se merece por el
esfuerzo tico-religioso, ni se conquista por la lucha armada, ni
se administra, ni se calcula, ni se mide, ni se
puede localizar (cf. Lc 17,23). Slo puede recibirse en herencia
(cf. Mt 25,34). Por eso es que la principal
actitud ante el Reino de Dios que llega es la esperanza,
alimentada en la fe en el Dios-Abba que Jess da a
conocer.
Lejos del juicio y del castigo inminente y cerca del
cumplimiento de las promesas que supera todo lo
que poda esperarse, El Dios-Abba de Jess nos dice, en ltima
instancia, que el ser de Dios es el amor (cf
1Jn 4,8). Y nunca muestra tanto su de ser de Dios como cuando el
anuncio del Reino que viene a los hom-
bres se hace mensaje y prctica de la salvacin.
El Reino de Dios como llegada de la salvacin
El anuncio de Jess de es evangelio, es decir, buena nueva. Su
mensaje es de alegra porque la salva-
cin est cerca. Lo que llega con el Reino es la salvacin para su
pueblo.
Para Juan Bautista la llegada del Reino es la llegada del juicio
amenazador y del castigo inminente:
"El hacha ya est puesta a la raz de los rboles:
el rbol que no produce buen fruto
ser cortado y arrojado al fuego.
(...) Aquel que viene detrs de m
(...) tiene en su mano la horquilla y limpiara su era:
recoger su trigo en el granero
y quemar la paja en un fuego inextinguible"
(Mt 3,10-12)
43 Cf. JEREMIAS, J., Abba-Padre. El mensaje central del Nuevo
Testamento, Salamanca, Sgueme, 1980.
44 La fuerza de esta expresin en labios de Jess puede percibirse
en el hecho de que las comunidades cristianas de habla griega
conservaron esta expresin aramea. Cf. Rm 8,15; Gl 6,4.
45 Cf. STGER, A., Padre, en DTB 737-743.
46 Los evangelios tienden a distinguir la filiacin de Jess de la
filiacin de los creyentes. Juan elabora esto utilizando dos
trminos
distintos para decir "hijo" segn se refiera a Jess o a los dems
hombres. A falta de dos trminos para decir "padre", Juan
mantendr
de alguna manera la distincin. As en el dilogo con Mara
Magdalena, tras la resurreccin, Jess dir: "Subo a mi Padre, el
Padre de
ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes" (Jn 20,17).
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Pero en Jess, la llegada del Reino de Dios es anuncio de la
dicha y la bienaventuranza para los hom-
bres:
Felices ustedes, los pobres,
porque el Reino de Dios les pertenece!
Felices ustedes, los que ahora tienen hambre,
porque sern saciados!
Felices ustedes, los que ahora lloran,
porque reirn!
Felices ustedes, cuando los hombres los odien,
los excluyan, los insulten y los proscriban,
considerndolos infames a causa del Hijo del hombre!
Algrense y llnense de gozo en ese da,
porque la recompensa de ustedes ser grande en el cielo!
(Lc 6,20-23; cf. Mt 5,1-12)
Los cristianos a veces leemos con cierto "romanticismo" las
bienaventuranzas que inauguran el "ser-
mn de la montaa"47. Deja de percibirse, as, todo el escndalo y
alteracin de los valores que en ellas se
encuentran. Jess proclama dichosos y felices a los que la
sociedad de su poca considera desdichados e infe-
lices: los pobres, los hambrientos y sedientos, los que lloran,
los perseguidos y calumniados, los afligidos.
Los que no cuentan. Los que no suman ni restan ms que para las
estadsticas. De ellos es el Reino de Dios.
Ese el motivo de la dicha y la felicidad. Por eso el "evangelio"
es "novedad".
La llegada del Reino se constituye en una especie de "revolucin
axiomtica" que desconcierta a sus
propios destinatarios. Jess confirma una vez ms que Dios est
donde menos se los espera, sobre todo don-
de menos lo espera el establishment religioso y cultual de la
Palestina de su poca.
Dios se manifiesta en Jess como una constante sorpresa que
obliga por lo menos a la pregunta sobre
sus designios. Las bienaventuranzas muestran el punto de vista
de Dios. Slo desde ah puede verse que el
Reino est llegando. Dios no mira a los hombres desde el pinculo
del Templo ni desde la preceptiva legal.
Dios los mira desde el margen e invita a los que esperan en l a
buscar en otra parte.
As lo hace Jess ante la pregunta de los discpulos de Juan
Bautista sobre su identidad. Juan, en la
crcel, oyendo hablar de la actividad de Jess, aparentemente
desconcertado, le manda a preguntar:
"Eres t el que ha de venir o debemos esperar a otro?"
Jess les respondi:
"Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven:
los ciegos ven y los paralticos caminan;
los leprosos son purificados y los sordos oyen;
los muertos resucitan
y la Buena Noticia es anunciada a los pobres.
Y feliz aquel
para quien yo no ser ocasin de escndalo!" (Mt 11,2-6)
Jess hace referencia en este pasaje a los signos que acompaan el
anuncio a los pobres de la Buena
Noticia. Su predileccin por ellos est en la lnea del Antiguo
Testamento, aunque en Jess parece radicali-
zarse: mientras que en las otras bienaventuranzas el don del
Reino de Dios se proyecta al futuro, en el caso
de los pobres se habla del presente: "el Reino de Dios les
pertenece" (Lc 6,20), "a ellos les pertenece el
Reino de los Cielos" (Mt 5,3).48
Slo aquellos que han desesperado de este mundo son capaces de
abrirse al Reino de Dios -que viene
como don, no como mrito- y de pertenecer a l. Slo aquellos que
se saben con las manos vacas ante Dios
son capaces de percibir la inmensa gratuidad del Reino que viene
de la amorosa libertad divina. Dios, en
Jess, mira la historia desde el lugar de los desheredados e
invita a quienes lo escuchan a convertirse, a
cambiar de ptica.
47 En Mateo. En Lucas parecera tratarse del "sermn de la
llanura". Cf. Lc 6,17.
48 Mateo agrega en este presente a los "perseguidos por
practicar la justicia" (5,10). Cf. LONA, H., La bienaventuranza a
los pobres,
en Proyecto 1 (1989) 7-39; SOBRINO, J., obra citada,
168-171.
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21
Por eso Jess se presenta como alivio de los afligidos y
agobiados (cf. Mt 11,28-30). Por eso se acerca
a los considerados castigados por Dios para llamarlos
"dichosos". La salvacin ha llegado: los pobres son
invitados a participar del Reino que ahora se manifiesta.
En el Reino que llega como accin de Dios en la fe de los que en
l creen, se inicia el tiempo del per-
dn de la culpa y el reencuentro de lo perdido (cf. Lc 15). Se
abre la historia al tiempo del amor que en Jess
Dios inaugura para los hombres. Se abre el espacio para un nuevo
y definitivo comienzo de fraternidad. El
nuevo en esperado ha llegado.
La salvacin del reino de Dios consiste en que llega a imperar en
el hombre y por el hombre el amor
de Dios que se autocomunica. El amor se manifiesta como el
sentido del ser. Unicamente en el amor
encuentran su plenitud mundo y hombre. (...) El mensaje de la
llegada del seoro de Dios representa,
pues, una promesa para todo lo que se hace por amor en el mundo:
lo que se hace por amor tendr
consistencia para siempre contra toda apariencia; an ms, es lo
nico que existe para siempre.49
La salvacin del Reino es la vida para los hombres:
Pero yo he venido para que las ovejas tengan vida
y la tengan en abundancia (Jn 10,10)
Y la vida que Jess ha trado para los hombres es su propia vida,
en su entrega servicial:
(...) Como el Hijo del hombre,
que no vino para ser servido,
sino para servir
y dar su vida en rescate por una multitud (Mt 21,28)
La vida y el amor de Dios llegan en Jess a travs de sus
palabras, de sus signos de salvacin y de su
propia persona. Vale la pena detenerse con ms detalles en los
caminos del anuncio del Reino.
3. LOS CAMINOS DEL ANUNCIO DEL REINO
El Reino en parbolas50
Todo esto lo deca Jess a la muchedumbre
por medio de parbolas,
y no les hablaba sin parbolas.
Para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta:
"Hablar en parbolas,
anunciar cosas que estaban ocultas
desde la creacin del mundo"
(Mt 4,34-35; cf. Sal 78,2)
"No les hablaba sin parbolas". Las parbolas slo pueden ser
comprendidas desde una cultura como
la semita, ms narrativa que conceptual. Pero en Jess este estilo
literario adquiere otra dimensin. Es la
forma privilegiada para hablar del Reino de Dios que viene.
Entrecruzando hechos de la vida cotidiana con elementos
sorpresivos y paradojales, las parbolas de
Jess invitan a mirar la realidad desde otra perspectiva. Tambin
las parbolas participan del modo oculto de
la manifestacin del Reino. Son un llamado al oyente. Apuntan a
su decisin. Se entroncan, as, en toda la
praxis de Jess y en el corazn de su mensaje. El Reino llega. Las
palabras no alcanzan.
Desde este lenguaje potico, nutrido de la contemplacin de lo
cotidiano, Jess nunca dice qu es el
Reino de Dios, sino tan slo a qu se parece. El "tesoro escondido
en el campo" (cf Mt 13,44) no es una
definicin del Reino de Dios, es tan slo una metfora. Por eso se
hace necesario la multiplicacin de las
parbolas y las imgenes para aproximarse al objeto del mensaje,
el Reino, desde los ms distintos ngulos.
Jess, por las parbolas, revela el misterio del Reino de Dios,
invita a una decisin, insiste en el en-
cuentro que Dios ofrece en la historia, exige la conversin y la
fe. Anuncia que ha llegado la hora (Mc
14,41; Jn 12,23), que la oveja perdida ha sido encontrada (cf.
Lc 15,3-7), que todos estn invitados al ban-
quete (cf. Mt 22,1-14) y que la puerta del Padre est siempre
abierta (cf. Lc 15,11-32).
Jess: taumaturgo y exorcista51
49 KASPER, W., obra citada, 106.
50 Para lo que sigue cf. JEREMIAS, J., Las parbolas de Jess,
Estella, verbo Divino, 1979.
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22
Si bien muchos milagros fueron redactados por los evangelistas a
la luz de la experiencia de la resu-
rreccin, la tradicin presente en los evangelios sobre los
milagros de Jess se nutren de la prctica histrica
del Nazareno.
La cuestin radica en comprender el significado de su accin
taumatrgica en el contexto de su anun-
cio del Reino de Dios que llega. Slo as el milagro pasa de ser
un prodigio a ser un signo del Reino.
Muchas veces los milagros fueron ledos desde perspectivas ajenas
tanto a la Biblia como al anuncio
de Jess. Por ejemplo, desde una cristologa ontolgica, para
probar la divinidad de Jess. Cuando se define
al milagro como aquel hecho que supera, quebranta o elude las
leyes naturales, se olvida, en primer lugar,
que para el judo el mundo no es naturaleza, sino creacin. Por
otro lado, un milagro podra ser tal en la
medida en que se conozcan acabadamente y en su totalidad las
leyes naturales. Por ltimo, un milagro de
esta naturaleza estara, prcticamente, forzando a la fe.
Esta perspectiva es extraa a los evangelios. Los conceptos ms
utilizados en ellos para referirse al mi-
lagro son dinmeis (portento) y semeia (signo, seal); trata
(prodigio, hecho extraordinario), nunca es utili-
zado solo sino acompaado por semeia. El milagro, ms bien,
aparece como algo extraordinario e inespera-
do que causa la sorpresa y el asombro en los hombres. Dirigen la
mirada del hombre hacia Dios, no hacia
las leyes de la naturaleza. Suscitan la pregunta: quin es este?
(cf. Mc 4,41).
Los milagros de Jess son ambiguos. Slo la predicacin les otorga
su sentido. Palabra y milagro van
indisolublemente unidos. Y slo en la fe son percibidos como
accin de Dios. Jess no andaba, por ah, re-
partiendo milagros para convencer a sus oyentes, como si la
accin de Dios en l fuera imponerse indiscuti-
blemente, como si los milagros fueran una especie de "soborno"
para la fe. La ambigedad del milagro tiene
que ver con la discrecin de Dios. El milagro no deja de ser una
invitacin al creyente, no un empujn para
que crea.
Segn Mt 11,2-652, los milagros aparecen como los signos que
acompaan la Buena Nueva a los po-
bres y la llegada del Reino. Signos de que esta salvacin que
llega toca todas las dimensiones de la existen-
cia, y no queda encajonada en lo meramente "interior" y
"espiritual".
La predicacin del Reino, entonces, es acompaada por estos signos
de su cercana. Cuando Jess en-
va a sus discpulos les dice:
"Por el camino,
proclamen que el Reino de los Cielos est cerca.
Curen a los enfermos, resuciten a los muertos,
purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios."
(Mt 10,7-8)
En los relatos de milagros se destacan, junto a las curaciones,
las expulsiones de demonios o exorcis-
mos. La llegada del Reino en Jess es el punto final para los
poderes del mal presentes en el mundo. Por eso
Jess exclamar:
"Yo vea a Satans
caer del cielo como un rayo!" (Mt 10,18)
En los milagros de Jess encontramos nuevamente la predileccin de
Dios por los pobres y afligidos,
los sencillos y sufridos, los enfermos y despreciados a causa de
su condicin.
Los milagros nos vuelven a hablar del carcter escatolgico del
mensaje de Jess. Nos dicen que la
nueva creacin ha comenzado. En ella se manifiesta la
misericordia de Dios que no abandona a los abando-
nados, porque Jess, que "pas haciendo el bien y curando a todos
los que haban cado bajo el poder del
demonio, porque Dios estaba con l" (Hech 10,38), vino a
"anunciar la liberacin a los cautivos y la vista a
los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un ao
de gracia del Seor" (Lc 4,18-19)53.
Por eso los milagros suponen la fe y mueven a la fe. Pero no la
imponen. Es la fe la que salva en la
medida en que es apertura a este Reino que viene en la accin y
la palabra de Jess: "Ten confianza, hija, tu
fe te ha salvado" (Mt 9,22).54
51 Cf. DUQUOC, C., Cristologa. Ensayo dogmtico sobre Jess de
Nazaret, el Mesas, Salamanca, Sgueme, 41981, 114-120;
KASPER, W., obra citada, 108-121; SOBRINO, J., obra citada,
122-135
52 El episodio de los discpulos de Juan Bautista comentado ms
arriba.
53 El ao de gracia del Seor hace referencia al ao del jubileo,
institucin de la Tor (Lv 25) por la cual, cada cincuenta aos,
los
esclavos recuperaban su libertad y cada uno volva a poseer la
tierra que le perteneca.
54 "T fe te ha salvado" es, al decir de J. Sobrino, expresin de
la "delicadeza de Dios". Obra citada, 135.
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Jess no hace con los milagros el montaje de un show, como querra
Herodes (cf. Lc 23,8-9), ni res-
ponde con ellos a los pedidos de seales prodigiosas que le
exigen algunos contemporneos para creer en l.
A ellos les dice que no les dar otra seal que la de Jons: la
predicacin (cf. Lc 11,29-30).
Quizs el pasaje que mejor muestre la dinmica -y la ambigedad-
del milagro sea la curacin del cie-
go de nacimiento de Jn 9. El ciego que ha sido curado va como en
una constante progresin en la confesin
de Jess:
"Ese hombre que se llama Jess ..." (v. 11)
"Es un profeta" (v. 17)
Viene de Dios (cf. v. 33)
"Creo, Seor [que eres el hijo del Hombre]" (v. 36-37)
En un movimiento inverso, los fariseos van creciendo en su
rechazo de Jess:
"Ese hombre no viene de Dios ..." (v. 16)
"... ese hombre es un pecador" (v. 24)
"... no sabemos de dnde es este" (v. 29)
Ante el mismo signo las respuestas son distintas. Tambin los
milagros, signos del Reino de Dios que
ha llegado, son, en Jess, signo de contradiccin.
El comportamiento de Jess
La palabra y la accin de Jess se expresan en lo que podramos
llamar su "comportamiento". De la
lectura de los evangelios salta a la vista que Jess rompe con
muchos moldes preestablecidos. Pero Jess no
es un snob o un liberal. Su forma de ser y hacer brota de la
profunda autenticidad de su misin.
Escandaliza a los discpulos de Juan Bautista porque l y sus
discpulos no ayunan (cf. Mt 9,14-15).
Jess escandaliza a los maestros de la ley: come con publicanos y
pecadores (cf. Mt 9,10-3). Por eso recibe
el mote de "comiln y borracho", "amigo de publicanos y
pecadores" (Mt 11,19). Escandaliza a sus parien-
tes, quienes lo tienen por loco (cf. Mc 3,21). Escandaliza a sus
discpulos porque habla con una mujer, y
encima samaritana (cf. Jn 4,27).
Tiene el atrevimiento de contar con mujeres entre sus seguidores
y amigos (cf. Lc 8,2-3) Y se anima a
afirmar que "los publicanos y las prostitutas llegan antes que
ustedes al Reino de Dios" (Mt 21,31).
Hay