JUAN PABLO II
JUAN PABLO II
JESUCRISTO
SALVADOR
SUMARIO
Pgs.
Presentacin 5
1. Jesucristo es verdadero Dios 7
2. Jesucristo refiere a s mismo los atributos divinos 14
3. Jess da prueba de su divinidad con los milagros 25
4. Jesucristo es verdadero hombre 32
5. Jesucristo est en profunda comunin con el padre 41
6. Jesucristo animado con la fuerza del Espritu Santo 45
7. Formulaciones critolgicas de la Iglesia desde los comienzos
hasta hoy 50
Notas 75
Presentacin
La Coleccin Folletos mc est editando la Catequesis de Su
Santidad Juan Pablo II sobre Jesucristo. El primer volumen lleva
por ttulo La Redencin y el pecado1 y abarca ntegramente las
Audiencias desde el 27-VIII al 17-XII-1986.
El segundo, titulado Jesucristo Hijo de Dios 2, comprende la
Catequesis del 7-I al 27-V-1987, en la que el Papa expone la
realidad histrica de Jess de Nazaret como Mesas, hijo del hombre e
Hijo de Dios.
En el presente Folleto, Jesucristo Salvador, reconocemos nuevas
enseanzas del Romano Pontfice sobre Jesucristo, quien en su
profunda unin con el Padre, y con la fuerza del Espritu Santo,
asiste a la Iglesia y la ilumina en el esclarecimiento de la fe
cristolgica mediante formulaciones precisas, especialmente en los
Concilios Ecumnicos.
1 La Redencin y el pecado. En Folletos mc, nn. 448 y 449.
2 Jesucristo Hijo de Dios. En Folletos mc. nn. 478 y 479.
Dada la extensin que comprende esta Catequesis del Papa, "Mundo
Cristiano", que hasta ahora ha publicado en su totalidad las
Audiencias gerterales, ha decidido, para su mejor seguimiento,
seleccionar un conjunto de Audiencias --unas ntegras, otras
parciales-- que llevan a una perfecta comprensin del esquema
seguido por el Papa.
Lo abarcado en el presente Folleto comienza el 26-VIII-1987 y
finaliza el 13-IV-1988.
El lector encontrar a pie de pgina las fechas de las Audiencias
de los mircoles cuya doctrina se recoge. En el texto comprobar la
existencia de corchetes ({...}), indicadores de prrafos suprimidos
por necesidades de paginacin. En la ltima pgina, al final de las
citas, presentamos todas las Audiencias no recogidas en el presente
Folleto.
Con la doctrina sobre la misin de Jesucristo, publicaremos el
final de la Catequesis del Papa sobre el Verbo encarnado.
Slo me resta aadir que el texto castellano est recogido de
"L'Osservatore Romano" y que los titulares y los ladillos de las
Audiencias son propios de la Redaccin de nuestra revista.
J.U.
1. JESUCRISTO ES VERDADERO DIOS*
Breve resumen de anteriores sesiones
"Creo... en Jesucristo, su nico Hijo (= de Dios Padre), nuestro
Seor; que fue concebido por obra y gracia del Espritu Santo, y naci
de Santa Man'a Virgen." El ciclo de catequesis sobre Jesucristo,
que desarrollamos aqu, hace referencia constante a la verdad
expresada en las palabras del Smbolo Apostlico que acabamos de
citar. Nos presentan a Cristo como verdadero Dios --Hijo del
Padre-- y, al mismo tiempo, como verdadero Hombre, Hijo de Mara
Virgen. Las catequesis anteriores nos han permitido ya acercarnos a
esta verdad fundamental de la fe. Ahora, sin embargo, debemos
tratar de profundizar su contenido esencial: debemos preguntarnos
qu significa verdadero Dios y verdero Hombre. Es sta una realidad
que se desvela ante los ojos de nuestra fe mediante la
autorrevelacin de Dios en Jesucristo. Y dado que sta --como
cualquier otra verdad revelada-- slo se puede acoger rectamente
mediante la fe, entra aqu en juego el ratiortabile obsequim fidei,
el obsequio razonable de la fe. Las prximas catequesis, centradas
en el misterio del Dios-Hombre, quieren favorecer una fe as.
* Audiencia general, 26-VIII-1987.
Objetivo de la presente catequesis cristolgica
Ya anteriormente hemos puesto de relieve que Jesucristo hablaba
a menudo de s, utilizando el apelativo de "Hijo del hombre" 1.
Dicho ttulo estaba vinculado a la tradicin mesinica del Antiguo
Testamento, y al mismo tiempo responda a aquella "pedagogia de la
fe", a la que Jess recurra voluntariamente. En efecto, deseaba que
sus discpulos y los que le escuchaban llegasen por s soIos al
descubrimiento de que "el Hijo del hombre" era al mismo tiempo el
verdadero Hijo de Dios. De ello tenemos una demostracin muy
significativa en la profesin de Simn Pedro, hecha en los
alrededores de Cesarea de Filipo, a la que nos hemos referido en
las catequesis anteriores. Jess provoca a los Apstoles con
preguntas y cuando Pedro llega al reconocimiento explcito de su
identidad divina, confirma su testimonio llamndolo "bienaventurado
t, porque no es la carne ni la sangre quien esto te ha revelado
sino mi Padre" 2. Es el Padre, el que da testimonio del Hijo,
porque slo El conoce al Hijo 3.
Hasta qu punto lleg a calar en el pueblo que Jesucristo es Hijo
de Dios
Sin embargo, a pesar de la discrecin con que Jess actuaba
aplicando ese principio pedaggico de que se ha hablado, la verdad
de su filiacin divina se iba haciendo cada vez ms patente, debido a
lo que El decia y especialmente a lo que haca. Pero si para unos
esto constitua objeto de fe, para otros era causa de contradiccin y
de acusacin. Esto se manifest de forma definitiva durante el
proceso ante el Sanedrn. Narra el Evangelio de Marcos: "El Pontfice
le pregunt y dijo: Eres t el Mesas, el Hijo del Bendito? Jess dijo:
Yo soy, y veris al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y
venir sobre las nubes del cielo" 4. En el Evangelio de Lucas la
pregunta se formula as: "Luego, eres t el Hijo de
Dios? Djoles: vosotros lo decis, yo soy" 5.
La reaccin de los presentes es concorde: "Ha blasfemado...
Acabis de or la blasfemia... Reo es de muerte" 6. Esta acusacin es,
por decirlo as, fruto de una interpretacin material de la ley
antigua.
Efectivamente, leemos en el Libro del Levtico: "Quien blasfemare
el nombre de Yav ser castigado con la muerte; toda la asamblea lo
lapidar" 7. Jess de Nazaret, que ante los representantes oficiales
del Antiguo Testamento declara ser el verdadero Hijo de Dios,
pronuncia --segn la conviccin de ellos- una blasfemia. Por eso, reo
es de muerte, y la condena se ejecuta, si bien no con la lapidacin
segn la disciplina veterotestamentaria, sino con la crucifixin, de
acuerdo con la legislacin romana. Llamarse a s mismo "Hijo de Dios"
quera decir "hacerse Dios" 8, lo que suscitaba una protesta radical
por parte de los custodios del monotesmo del Antiguo
Testamento.
Lo que al final se llev a cabo en el proceso intentado contra
Jess, en realidad haba sido ya antes objeto de amenaza, como
refieren los Evangelios, particularmente el de Juan. Leemos en l
repetidas veces que los que lo escuchaban queran apedrear a Jess,
cuando lo que oan de su boca les parecia una blasfemia.
Descubrieron una tal blasfemia por ejemplo, en sus palabras sobre
el tema del Buen Pastor 9, y en la conclusin a la que lleg en esa
circunstancia: "Yo y el Padre somos una sola cosa" 10 La narracin
evanglica prosigue as: "De nuevo los judos trajeron piedras para
apedrearle. Jess les respondi: Muchas obras os he mostrado de parte
de mi Padre; por cul de ellas me apedreis? Respondironle los judos:
Por ninguna obra buena te apedreamos, sino por la blasfemia, porque
t, siendo hombre, te haces Dios" 11.
Anloga fue la reaccin a estas otras palabras de Jess: "Antes que
Abrahn naciese, era yo" 12. Tambin aqu Jess se hall ante una
pregunta y una acusacin idntica: "Quin pretendes ser?" 13, y la
respuesta a tal pregunta tuvo como consecuencia la amenaza de
lapidacin 14.
En algunas ocasiones lo manifiesta de modo muy claro
Est, pues, claro, que si bien Jess hablaba de s mismo sobre todo
como del "Hijo del hombre", sin embargo todo el conjunto de lo que
haca y ensealaba daba testimonio de que l era el Hijo de Dios en el
sentido literal de la palabra: es decir, que era una sola cosa con
el Padre y por tanto: tambin El era Dios, como el Padre. Del
contenido unvoco de este testimonio es prueba tanto el hecho de que
l fue reconocido y escuchado por unos: "muchos creyeron en l" 15;
como, todava ms, el hecho de que hall en otros una oposicin
radical, ms an, a acusacin de blasfemia con la disposicin a
inflingirle la pena prevista para los blasfemos en la Ley del
Antiguo Testamento.
Entre las afirmaciones de Cristo relativas a este tema, resulta
especialmente significativa la expresin: Yo SOY. El contexto en el
que viene pronunciada indica que Jess recuerda aqu la respuesta
dada por Dios mismo a Moiss, cuando le dirige la pregunta sobre su
Nombre: "Yo soy el que soy... As responders a los hijos de Israel:
Yo soy me manda a vosofros" 16. Ahora bien, Cristo se sirve de la
misma expresin "Yo soy" en contextos muy significativos. Aquel del
que se ha hablado, concerniente a Abrahn: "Antes que Abrahn
naciese, ERA Yo"; pero no slo se. As, por ejemplo: "Si no creyereis
que Yo SOY, moriris en vuestros pecados" 17, y tambin: "Cuando
levantis en alto al Hijo del hombre, entonces conoceris que Yo SOY"
18, y as mismo: "Desde ahora os lo digo, antes de que suceda, para
que, cuando suceda, creis que Yo SOY" 19.
Este Yo soy se halla tambin en otros lugares de los Evangelios
sinpticos 20; pero en las afirmaciones que hemos citado el uso del
Nombre de Dios, propio del Libro deI xodo, aparece particularmente
lmpido y firme. Cristo habla de su "elevacin" pascual mediante la
cruz y la sucesiva resurreccin: "Entonces conoceris que Yo SOY". Lo
que quiere decir: entonces se manifestar claramente que yo soy
aquel al que compete el Nombre de Dios. Por ello, con dicha
expresin Jess indica que es el verdadero Dios. Y an antes de su
Pasin, El ruega al Padre as: "Todo lo mo es tuyo, y lo tuyo mo"21,
que es otra manera de afirmar: "Yo y el padre somos una sola cosa"
22.
Ante Cristo, Verbo de Dios encarnado, unmonos tambin nosotros a
Pedro y repitamos con la misma elevacin de fe: "T eres el Mesias,
el Hijo de Dios vivo" 23.
El Prlogo de San Juan eco eterno de que Jesucristo es Hijo de
Dios*
La sntesis ms plena de esta verdad est contenida en el Prlogo
del cuarto Evangelio. Se puede decir que en dicho texto la verdad
sobre la preexistencia divina del Hijo del hombre adquiere una
ulterior explicitacin, en cierto sentido definitiva: "Al principio
era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios. El
estaba al principio en Dios. Todas las cosas fueron hechas por
El... En l estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La
luz luce en las tinieblas, pero las tinieblas no la acogieron"
24.
En estas frases el Evangelista confirma lo que Jess deca de S
mismo, cuando declaraba: "Sal del Padre y vine al mundo" 25, cuando
rogaba que el Padre lo glorificase con la gloria que l tena cerca
de l antes que el mundo existiese 26. Al mismo tiempo la
preexistencia del Hijo en el Padre se vincula estrechamente con la
revelacin del misterio trinitario de Dios: el Hijo es el Verbo
eterno, es "Dios de Dios", de la misma naturaleza que el Padre
(como se expresar el Concilio de Nicea en el Smbolo de la fe). La
frmula conciliar refleja precisamente el Prlogo de Juan: "El Verbo
estaba en Dios, y el Verbo era Dios". Afirmar la preexistencia de
Cristo en el Padre equivale a reconocer su divinidad. A su
naturaleza, como a la naturaleza del Padre, pertenece la eternidad.
Esto se indica con la referencia a la preexistencia eterna en el
Padre.
* Audiencia general, 2-IX-1987.
El Prlogo de Juan, mediante la revelacin de la verdad sobre el
Verbo contenida en l, constituye como el complemento definitivo de
lo que ya el Antiguo Testamento haba dicho de la Sabiduria. Vanse,
por ejemplo, la siguientes afirmaciones: "Desde el principio y
antes de los siglos me cre y hasta el fin no dejar de ser" 27; "El
que me cre repos en mi tienda. Y me dijo: Pon tu tienda en Jacob"
28. La Sabidura de que habla el Antiguo Testamento, es una criatura
y al mismo tiempo tiene atributos que la colocan por encima de todo
lo creado: "Siendo una, todo lo puede, y permaneciendo la misma,
todo lo renueva" 19.
La verdad sobre el Verbo contenida en el Prlogo de Juan,
confirma en cierto sentido la revelacin acerca de la sabidura
presente en el Antiguo Testamento, y al mismo tiempo la trasciende
de modo definitivo: el Verbo no slo "est en Dios" sino que "es
Dios". Al venir a este mundo en la persona de Jesucristo, el Verbo
"viene entre su gente", puesto que "el mundo fue hecho por medio de
El" 30. Vino a "los suyos", porque es da luz verdadera que ilumina
a todo hombre" 31. La autorrevelacin de Dios en Jesucristo consiste
en esta "venida" al mundo del Verbo, que es el Hijo eterno.
2. JESUCRISTO REFIERE A S MISMO LOS ATRIBUTOS DIVINOS*
Jess es la Verdad, la Luz y la Vida
[...] Hemos de tener constantemente presente estas
consideraciones preliminares cuando intentamos recabar del
Evangelio todo lo que revela la Divinidad de Cristo. Algunos
pasajes evanglicos importantes desde este punto de vista, son los
siguientes: ante todo, el ltimo coloquio del Maestro con los
Apstoles, en la vigilia de la Pasin, cuando habla de "la casa del
Padre, en la cual El va a prepararles un lugar 1. Respondiendo a
Toms que le preguntaba sobre el camino, Jess dice: "Yo soy el
camino, la verdad y la vida." Jess es el camino porque ninguno va
al Padre sino por medio de El 2. Ms an: quien lo ve a l, ve al
Padre 3. "No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en m?" 4. Es
bastante fcil darse
cuenta de que, en tal contexto, ese proclamarse "verdad" y
"vida" equivale a referir a S mismo atributos propios del Ser
divino: Ser-Verdad, Ser-Vida.
Al da siguiente Jess dir a Pilato: "Yo para esto he nacido y
para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad" 5.
El testimonio de la verdad puede darlo el hombre, pero "ser la
verdad" es un atributo exclusivamente divino. Cuando Jess, en
cuanto verdadero hombre, da testimonio de la verdad, tal testimonio
tiene su fuente en el hecho de que El mismo "es la verdad" en la
subsistente verdad de Dios: "Yo soy... la verdad." Por esto l puede
decir tambin que es "la luz del mundo", y as, quien lo sigue, "no
anda en tinieblas, sino que tendr luz de vida" 6.
Audiencia general, 9-IX-I987.
Anlogamente, todo esto es vlido tambin para la otra palabra de
Jess: "Yo soy... la vida" 7. El hombre, que es una criatura, puede
"tener la vida", la puede incluso "dar", de la misma manera que
Cristo "da" su vida para la salvacin del mundo 8. Cuando Jess habla
de este "dar la vida", se expresa como verdadero hombre. Pero, l
"es la vida" porque es verdadero Dios. Lo afirma l mismo antes de
resucitar a Lzaro, cuando dice a la hermana del difunto, Marta: "Yo
soy la resurreccin y la vida" 9. En la resurreccin confirmar
definitivamente que la vida que l tiene como Hijo del hombre no est
sometida a la muerte. Porque l es la Vida y, por tanto, es Dios.
Siendo la Vida, l puede hacer partcipes de sta a los dems: "El que
cree en mi, aunque muera vivir" 10. Cristo puede convertirse tambin
-en la Eucarista-- en "el pan de la vida" 11, "el pan vivo bajado
del cielo" 12. Tambin en este sentido Cristo se compara con la vid,
la cual vivifica los sarmientos que permanencen injertados en El
13, es decir, a todos los que forman parte de su Cuerpo mstico.
[...] Todas estas expresiones, y otras similares usadas por Jess
en sus enseanzas, adquieren significado pleno si las releemos en el
contexto de lo que l hacia y deca. Estas expresiones constituyen
las "unidades temticas" que, en el ciclo de las presentes
catequesis sobre Jesucristo, han de estar constantemente unidas al
conjunto de las meditaciones sobre el Hombre-Dios.
Cristo: verdadero Dios y verdadero hombre. Yo soy, como nombre
de Dios, indica Ia Esencia divina, cuyas propiedades o atributos
son: la Verdad, Ia Luz, la Vida, y lo que se expresa tambin
mediante las imgenes del Buen Pastor o del Esposo. Aquel que dijo
de S mismo: "Yo soy el que soy" 14, se present tambin como el Dios
de la Alianza, como el Creador y, a la vez, el Redentor, como el
Emmanuel: Dios que salva. Todo esto se confirma y acta en la
Encarnacin de Jesucristo.
Jesucristo tiene el poder de juzgar*
[...] El poder divino de juzgar a todos y a cada uno pertenece
al Hijo del hombre. El texto clsico en el Evangelio de Mateo 15
pone de relieve en especial el hecho de que Cristo ejerce este
poder no slo como Dios-Hijo, sino tambin como Hombre. Lo ejerce --y
pronuncia las sentencias-- en el nombre de la solidaridad con todo
hombre, que recibe de los otros el bien o el mal: "Tuve hambre y me
disteis de comer"16, o bien: "Tuve hambre y no me disteis de comer"
17. Una "materia" fundamental del juicio son las obras de caridad
con relacin al hombre-prjimo. Cristo se identifica precisamente con
este prjimo. "Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis
hermanos menores, a m me lo hicisteis" 18; "Cuando dejasteis de
hacer eso..., conmigo dejasteis de hacerlo" 19.
* Audiencia genernl, 30-IX-1987.
Segn este texto de Mateo, cada uno ser juzgado sobre todo por el
amor. Pero no hay duda de que los hombres sern juzgados tambin por
su fe: a quien me confesare delante de los hombres, el Hijo del
hombre le confesar delante de los ngeles de Dios" 20; "Quien se
avergonzare de m y de mis palabras, de l se avergonzar el Hijo del
hombre cuando venga en su gloria y en la del Padre" 21.
As, pues, del Evangelio aprendemos esta verdad -que es una de
las verdades fundamentales de fe--, es decir, que Dios es juez de
todos los hombres de modo definitivo y universaI y que este poder
lo ha entregado el Padre al Hijo 22 en estrecha relacin con su
misin de salvacin. Lo atestiguan de modo muy elocuente las palabras
que Jess pronunci durante el coloquio nocturno con Nicodemo: "Dios
no ha enviado a su hijo al mundo para que juzgue al mundo, sino
para que el mundo sea salvado por l" 23.
Si es verdad que Cristo, como nos muestran especialmente los
Sinpticos, es juez en el sentido escatolgico, es igualmente verdad
que el poder divino de juzgar est conectado con la voluntad
salvfica de Dios que se manifiesta en la entera misin mesinica de
Cristo, como lo subraya especialmente Juan: "Yo he venido al mundo
para un juicio, para que los que no ven vean y los que ven se
vuelvan ciegos" 24. "Si alguno escucha mis palabras y no las
guarda, yo no le juzgo, porque no he venido a juzgar al mundo, sino
a salvar al mundo" 25.
Jesucristo tiene el poder de perdonar los pecados*
Podemos decir que la verdad revelada sobre el poder de juzgar
tiene su continuacin en todo lo que los Evangelios dicen sobre el
poder de perdonar los pecados. Este poder pertenece slo a Dios. Si
Jesucristo --el Hijo del hombre-- tiene el mismo poder quiere decir
que l es Dios, conforme a lo que l mismo ha dicho: "Yo y el Padre
somos una sola cosa" 26. En efecto, Jess, desde el principio de su
misin mesinica, no se limita a proclamar la necesidad de la
conversin 27 y a ensear que el Padre est dispuesto a perdonar a los
pecadores arrepentidos, sino que perdona l mismo los pecados.
Precisamente en estos momentos es cuando brilla con ms claridad
el poder que Jess declara poseer, atribuyndolo a S mismo, sin
vacilacin algulna. El afirma, por ejemplo:
"El Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los
pecados" 28. Lo afirma ante los escribas de Cafarnan, cuando le
llevan a un paraltico para que lo cure. El evangelista Marcos
escribe que Jess, al ver la fe de los que llevaban al paraltico,
quienes haban hecho una abertura en el techo para descolgar la
camilla del pobre enfermo delante de l, dijo al paraltico: "Hijo,
tus pecados te son perdonados" 29. Los escribas que estaban all,
pensaban entre si: "Cmo habla ste as? Blasfema. Quin puede perdonar
pecados sino slo Dios?" 30. Jess, que lea en su interior, parece
querer reprenderlos: "Por qu pensis asi en vuestros corazones? Qu
es ms fcil: decir al paraltico: Tus pecados te son perdonados, o
decirle: levntate, toma tu camilla y vete? Pues para que veis que
el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los
pecados --se dirige al paraltico--, yo te digo: Levntate, toma tu
camilla y vete a tu casa" 31. La gente que vio el milagro, llena de
estupor, glorific a Dios diciendo. "Jams hemos visto cosa igual"
32.
* Audiencia general 7-X-1987.
Es comprensible la admiracin por esa extraordinaria curacin, y
tambin el sentido de temor o reverencia que, segn Mateo, sobrecogi
a la multitud ante la manifestacin de ese poder de curar que Dios
haba dado a las hombres 33 o, como escribe Lucas, ante las "cosas
increbles" que haban visto ese da 34. Pero para aquellos que
reflexionan sobre el desarrollo de los hechos, el milagro de la
curacin aparece como la confirmacin de la verdad proclamada por
Jess e intuida y contestada por los escribas: "El Hijo del hombre
tiene poder en la tierra para perdonar Ios pecados".
[...] Sin embargo, el "ministerio" del perdn de los pecados lo
confiar Jess a los Apstoles (y a sus sucesores), cuando se les
aparezca despus de la Resurreccin: "Recibid el Espritu Santo; a
quienes perdonareis los pecados les sern perdonados" 35. Como Hijo
del hombre, que se identifica en cuanto a la persona con el Hijo de
Dios, Jess perdona los pecados por propio poder, que el Padre le ha
comunicado en el misterio de la comunin trinitaria y de la unin
hiposttica; como Hijo del hombre que sufre y muere en su naturaleza
humana por nuestra salvacin, Jess expa nuestros pecados y nos
consigue su perdon de parte del Dios Uno y Trino; como Hijo del
hombre que en su misin mesinica ha de prolongar su accin salvfica
hasta la consumacin de los siglos, Jess confiere a los Apstoles el
poder de perdonar los pecados para ayudar a los hornbres a vivir
sintonizados en la fe y en la vida con esta Voluntad eterna del
Padre, "rico en misericordia" 36.
En esta infinita misericordia del Padre, en el sacrificio de
Cristo, Hijo de Dios y del hombre que muri por nosotros, en la obra
del Espritu Santo que, por medio del ministerio de la Iglesia,
realiz continuamente en el mundo "el perdn de los pecados" 37, se
apoya nuestra esperanza de salvacin.
Jesucristo tiene el poder de legislar*
[...] El sermn de la montaa, como lo trae Mateo, es el lugar del
Nuevo Testamento donde se ve afirmado claramente y ejercido
decididamente por Jess el poder sobre la Ley que Israel ha recibido
de Dios como juicio de la Alianza. All es donde, despus de haber
declarado el valor perenne de la Ley y el deber de observarla 38,
Jess pasa a afirmar la necesidad de una "justicia" superior a "la
de los escribas y fariseos", o sea, de una observancia de la Ley
animada por el nuevo espritu evanglico de caridad y de
sinceridad.
* Audiencia general, 14-X-1987.
Los ejemplos concretos son conocidos. El primero consiste en la
victoria sobre la ira, eI resentimiento, la animadversin que anidan
fcilmente en el corazn humarzo, aun cuando se puede exhibir una
observancia exterior de los preceptos de Moiss, uno de los cuales
es el de no matar: "Habis odo que se dijo a los antiguos: No
matars; el que matare ser reo de juicio. Pero yo os digo que todo
el que se irrita contra su hermano ser reo de juicio" 39. Lo mismo
vale para el que haya ofendido a otro con palabras injuriosas, con
escarnio y burla. Es la condena de cualquier cesin ante el instinto
de la aversin, que potencialmente ya es un acto de lesin y hasta de
muerte, al menos espiritual, porque viola la economia del amor en
las relaciones humanas y hace dao a los dems; y a esta condena Jess
intenta contraponer la Ley de la caridad que purifica y reordena ,
al hombre hasta en los ms ntimos sentimientos y movimientos de su
espiritu. De la fidelidad a esta Ley hace Jess una condicin
indispensable de la misma prctica religiosa: "Si vas, pues, a
presentar una ofrenda ante el altar y all te acuerdas de que tu
hermano tiene algo contra ti, deja all tu ofrenda ante el altar, ve
primero a reconciliarte con tu hermano y luego vuelve a presentar
tu ofrenda" 40. Tratndose de una Ley de amor, no hay que dar
importancia a nada que se tenga en el corazn contra el otro: el
amor que Jess predic iguala y unifica a todos en querer el bien, en
establecer o restablecer la armona en las relaciones con el prjimo,
hasta en los casos de contiendas o de procedimientos judiciales
41.
Otro ejernplo de perfeccionamiento de la Ley es el del sexto
mandarniento del Declogo, en el que Moiss prohiba el adulterio. Con
un lenguaje hiperblico y hasta paradjico, adecuado para llamar la
atencin e impresionar a los que lo escuchaban, Jess anuncia: "Habis
odo que fue dicho: No adulterars. Pero yo os digo..." 42; y condena
tambin las miradas y los deseos impuros, mientras recomienda la
huida de las ocasiones, la valenta de la mortificacin, la
subordinacin de todos los actos y comportamientos a las exigencias
de la salvacin del alma y de todo el hombre 43.
A este ejemplo se une tambin en cierto modo otro que Jess
afronta enseguida: "Tambin se ha dicho: El que repudiare a su mujer
dle libelo de repudio. Pero yo os digo...", y declara abolida la
concesin que hacia la Ley antigua al pueblo de Israel "por la
dureza del corazn" 44, prohibiendo tambin esta forma de violacin de
la Ley del amor en armona con el restablecimiento de la
indisolubilidad del matrimonio 45.
Con el mismo procedimiento Jess contrapone a la antigua
prohibicin de perjurar la de no jurar de ninguna manera 46, y la
razn que emerge con bastante claridad est fundada tambin en el
amor: no debemos ser incrdulos o desconfiados con el prjimo cuando
es habitualmente franco y leal, sino que ms bien hace falta que una
y otra parte sigan la ley fundamental del hablar y del obrar: "Sea
vuestra palabra: s, si; no, no; todo lo que pasa de esto, de mal
procede" 47.
Y tambin: "Habis odo que se dijo: Ojo por ojo y diente por
diente; pero yo os digo: No me hagis frente al malvado..." 48, y
con lenguaje metafrico Jess ensea a poner la otra mejilla, a ceder
no slo la tnica, sino tambin el manto, a no responder con violencia
a las vejaciones de los dems, y sobre todo: "Da a quien te pida y
no vuelvas la espalda a quien desea de ti algo prestado" 49.
Radical exclusin de Ia Ley del talin en la vida personal del
discurso de Jess, cualquiera que sea el deber de la sociedad de
defender a los propios miembros de los malhechores y de castigar a
los culpables de violacin de los derechos de los ciudadanos y del
mismo Estado.
Y sta es la perfeccin definitiva en la que encuentran el centro
dinmico todas las dems: "Habis odo que fue dicho: Amars a tu prjimo
y aborrecers a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros
enemigos y orar por los que os persiguen, para que seas hijos de
vuestro Padre, que est en los cielos, que hace salir el sol sobre
malos y buenos y llueve sobre justos e injustos.." 50. A la
interpretacin vulgar de la Ley antigua que identificaba al prjimo
con el israelita y ms an con el israelita piadoso, Jess opone la
interpretacin autntica del mandamiento de Dios y le aade la
dimensin religiosa de la referencia al Padre celestial, clemente y
misericordioso, que beneficia a todos y es, por lo tanto, el
ejemplo supremo del amor universal.
En efecto, Jess concluye: "Sed... perfectos como perfecto es
vuestro Padre celestial" 51. El pide a sus seguidores la perfeccin
del amor. La nueva Ley que l ha trado tiene su sntesis en el amor.
Este amor har que el hombre, en sus relaciones con los dems, supere
la clsica contraposicin amigo-enemigo, y tender, desde dentro de
los corazones, a traducirse en las correspondientes formas de
solidaridad social y poltica, incluso institucionalizadas. Ser,
pues, muy amplia en la historia, la irradiacin del "mandamlento
nuevo" de Jess.
En este momento nos vemos obligados sobre todo a manifestar que
en los fragmentos importantes del "sermn de la montaa" se repite la
contraposicin: "Habis odo que se dijo... Pero yo os digo"; y esto
no para "abrogar" la Ley divina de la Antigua Alianza, sino para
indicar su "perfecto cumplimiento", segn el sentido entendido por
Dios-Legislador, que Jess ilumina con luz nueva y explica con todo
su valor generador de nueva vida y creador de nueva historia: y lo
hace atribuyndose una autoridad que es la misma del
Dios-Legislador. Podemos decir que en esa expresin suya repetida
seis veces: Yo os digo, resuena el eco de esa autodefinicin de Dios
que Jess tambin se ha atribuido: "Yo soy" 52.
Finalmente hay que recordar la respuesta que dio Jess a los
fariseos que reprobaban a sus discpulos que arrancasen las espigas
de los campos llenos de grano para comrselas en da de sbado,
violando as la ley mosaica. Primero Jess les cita el ejemplo de
David y sus compaeros, que no dudaron en comer los "panes de la
proposicin" para quitarse el hambre, y el de los sacerdotes que en
da de sbado no observaban la ley del descanso porque desempeaban
sus funciones en el templo. Despus concluye con dos afirmaciones
perentorias, inauditas para los fariseos: "Pues yo os digo, que lo
que hay aqu es ms grarzde que el templo..."; y "El Hijo del Hombre
es seor del sbado" 53. Son declaraciones que revelan con toda
claridad la conciencia que Jess tena de su autoridad divina. El que
se derfiniera "como superior al templo" era una alusin bastante
clara a su trascendencia divina. Y proclamarse "seor del sbado", o
sea, de una Ley dada por Dios mismo a Israel, era la proclamacin
abierta de la propia autoridad como cabeza del reino mesinico y
promulgador de la nueva Ley. No se trataba, pues, de simples
derogaciones de la Ley mosaica, admitidas tambin por los rabinos en
casos muy restringidos, sino de una reintegracin, de un complemento
y de una renovacin que Jess enuncia como inacabables: "El cielo y
la tierra pasarn, pero mis palabras no pasarn" 54. Lo que viene de
Dios es eterno, como eterno es Dios.
3. JESS DA PRUEBA DE SU DIVINIDAD CON LOS MILAGROS*
Argumento de San Pedro en la primera catequesis apostlica sobre
Jesucristo
El dia de Pentecosts, despus de haber recibido la luz y el poder
del Espritu Santo, Pedro da un franco y valiente testimonio de
Cristo crucificado y resucitado: "Varones israelitas, escuchad
estas palabras: Jess de Nazaret, varn probado por Dios entre
vosotros con miIagros, prodigios y seales...; a ste..., despus de
fijarlo (en la cruz)..., le disteis muerte. Al cual Dios lo resucit
despus de soltar las ataduras de la muerte" 1.
* Audiencia general, 11-XI-1987.
En este testimonio se contiene una sintesis de toda la actividad
mesinica de Jess de Nazaret, que Dios ha acreditado "con milagros,
prodigios y seales". Constituye tambin un esbozo de la primera
catequesis cristiana, que nos ofrece la misma Cabeza del Colegio de
los Apstoles, Pedro.
Despus de casi dos mil aos el actual Sucesor de Pedro, en el
desarrollo de sus catequesis sobre Jesucristo, debe afrontar ahora
el contenido de esa primera categuesis apostlica que se desarroll
el mismo da de Pentecosts. Hasta ahora hemos hablado del Hijo del
hombre, que con su enseanza daba a conocer que era verdadero
Dios-Hijo, que era con el Padre "una sola cosa" 2. Su palabra
estaba acompaada por "milagros, prodigios y seales". Estos hechos
acompaaban a las palabras no slo siguindolas para confirmar su
autenticidad, sino que muchas veces las precedan, tal como nos dan
a entender los Hechos de los Apstots cuando hablan de "todo lo que
Jess hizo y ense desde el principio" 3. Eran esas mismas obras, y
particularmente "los prodigios y seales", los que testificaban que
"el reino de Dios estaba cercano" 4, es decir, que haba entrado con
Jess en la historia terrena del hombre y haca violencia para entrar
en cada espritu humano. Al mismo tiempo testificaban que Aquel que
las realizaba era verdaderamente el Hijo de Dios. Por eso es
necesario vincular las presentes catequesis sobre los
milagros-signos de Cristo con las anteriores, concernientes a su
filiacin divina.
Cmo han de ser examinados esos signos y prodigios
Antes de proceder gradualmente al anlisis del significado de
estos "prodigios y seales" (como los defini de forma muy especfica
San Pedro el dia de Pentecosts), hay que constatar que stos
(prodigios y signos) pertenecen con seguridad al contenido integral
de los Evangelios como testimonios de Cristo, que provienen de
testigos oculares. Efectivamente, no es posible excluir los
milagros del texto y del contexto evanglico. El anlisis no slo del
texto, sino tambin del contexto, habla en favor de su carcter
"histrico", atestigua que son hechos ocurridos en realidad, y
verdaderamente realizados por Cristo. Quien se acerca a ellos con
honradez intelectual y pericia cientfica, no puede desembarazarse
de stos con cualquier palabra, como de puras invenciones
posteriores.
Ni los adversarios de Jess pueden negarlos
A este propsito est bien observar que esos hechos no slo son
atestiguados y narrados por los Apstoles y por los discipulos de
Jess, sino que tambin son confirmados en muchos casos por sus
adversarios, por ejemplo, es muy significativo que estos ltimos no
negaran los milagros realizados por Jess, sino que ms bien
pretendieran atribuirlos al poder del "demonio". En efecto, decian:
"Est posedo de Beelzebul, y por virtud del prncipe de los demonios
echa a los demonios" 5, y es conocida la respuesta de Jess a esta
objecin, demostrando su ntima contradiccin: "Si, pues, Satans se
levanta contra s mismo y se divide, no puede sostenerse, sino que
ha llegado a su fin"6. Pero lo que en este momento cuenta ms para
nosotros es el hecho de que tampoco los adversarios de Jess pueden
negar sus "milagros, prodigios y signos" como realidad, como
"hechos" que verdaderamente han sucedido.
Es elocuente tambin la circunstancia de que los adversarios
observaban a Jess para ver si curaba el sbado, para poderlo acusar
as de violacin de la ley del Antiguo Testamento. Esto sucedi, por
ejemplo, en el caso del hombre que tena una mano seca 7.
Hay que tomar tambin en consideracin la respuesta que dio Jess,
no ya a sus adversarios, sino esta vez a los mensajeros de Juan
Bautista, a los que mand para preguntarle: "Eres t el que ha de
venir o hemos de esperar a otro?" 8. Entonces Jess respondi: "Id y
referid a Juan lo que habis odo y visto: los ciegos ven, los cojos
andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos
resucitan y los pobres son evangelizados"9 Jess en la respuesta
hace referencia a la profecia de Isaas sobre el futuro Mesas 10 que
sin duda poda entenderse en el sentido de una renovacin y de una
curacin espiritual de Israel y de la humanidad, pero que en el
contexto evanglico que se pone en boca de Jess, indica hechos
comnmente conocidos y que los discpulos del Bautista pueden
referirlos como signos de la mesianidad de Cristo.
Todos los Evangelistas registran los hechos a que hace
referencia Pedro en Pentecosts: "Milagros, prodigios, seales" 11.
Los Sinpticos narran muchos acontecimientos en particular, pero a
veces usan tambin frmulas generalizadoras. As por ejemplo en el
EvangeIio de Marcos: "Cur a muchos pacientes de diversas
enfermedades y ech muchos demonios" 12. De modo semejante Mateo y
Lucas: "Curando en el pueblo toda enfermedad y dolencia" 13; "Sala
de l una virtud que sanaba a todos" 14. Son expresiones que dejan
entender el gran nmero de milagros realizados por Jess. En el
Evangelio de Juan no encontramos formas semejantes, sino ms bien la
descripcin detallada de siete acontecimientos que el Evangelista
llama "seales" (y no milagros). Con esa expresin l quiere indicar
lo que es ms esencial en esos hechos: la demostracin de la accin de
Dios en persona, presente en Cristo, mientras la palabra "milagro"
indica ms bien el aspecto "extraordinario" que tienen esos
acontecimientos a los ojos de quienes los han visto u oyen hablar
de ellos. Sin embargo, tambin Juan, antes de concluir su Evangelio,
nos dice que "muchas otras seales hizo Jess en presencia de los
discpulos que no estn escritas en este libro" 15. Y da la razn de
la eleccin que ha hecho: "stas han sido escritas para que creis que
Jess es el Mesas, Hijo de Dios, y para que creyendo tengis vida en
su nombre" 16. A esto se dirigen tanto los Sinpticos como el cuarto
Evangelio: mostrar a travs de los milagros la verdad del Hijo de
Dios y llevar a la fe que es principio de salvacin.
Por lo dems, cuando el apstol Pedro, el da de Pentecosts, da
testimonio de toda la misin de Jess de Nazaret, acreditada por Dios
por medio de "milagros, prodigios y seales", no puede ms que
recordar que el mismo Jess fue crucificado y resucitado" 17. As
indica el acontecimiento pascual en el que se ofreci el signo ms
completo de la accin salvadora y redentora de Dios en la historia
de la humanidad. Podramos decir que en este signo se contiene el
"anti-milagro" de la muerte en Cruz y el "milagro" de la
Resurreccin (milagro de milagros) que se funden en un solo
misterio, para que el hombre pueda leer en l hasta el fondo la
autorrevelacin de Dios en Jesucristo y, adhirindose con la fe,
entrar en el camino de la salvacin.
La finalidad de los milagros*
Hablando de los milagros realizados por Jess durante su misin en
la tierra, San Agustn, en un texto interesante, los interpreta como
signos del poder y del amor salvfico y como estmulos para elevarse
al reino de las cosas celestes.
"Los milagros que hizo Nuestro Seor Jesucristo --escribe-- son
obras divinas que ensean a la mente humana a elevarse por encima de
las cosas visibles para comprender lo que Dios es" 18.
A este pensamiento podemos referirnos al reafirmar la estrecha
unin de los "milagros-signos" realizados por Jess con la llamada a
la fe. Efectivamente, tales milagros demostraban la existencia del
orden sobrenatural, que es objeto de la fe. A quienes los
observaban y particularmente, a quienes en su persona los
experimentaban, estos milagros les hacan constatar, casi con la
mano, que el orden de la naturaleza no agota toda la realidad. El
universo en el que vive el hombre no est encerrado solamente en el
marco del orden de las cosas accesibles a los sentidos y al
intelecto mismo condicionado por el conocimiento sensible. El
milagro es "signo" de que este orden es superado por el "Poder de
lo alto", y, por consiguiente, le est tambin sometido. Este "Poder
de lo alto" 19, es decir, Dios mismo, est por encima del orden
entero de la naturaleza. Este poder dirige el orden natural y, al
mismo tiempo, da a conocer que -mediante este orden y por encima de
l- el destino del hombre es el reino de Dios. Los milagros de
Cristo son "signos" de este reino.
* Audiencia general, 13-I-1988.
Sin embargo, los milagros no estn en contraposicin con las
fuerzas y leyes de la naturaleza, sino que implican solamente
cierta "suspensin" experimentable de su funcin ordinaria, no su
anulacin.
Es ms, los milagros descritos en el Evangelio indican la
existencia de un Poder que supera las fuerzas y las leyes de la
naturaleza, pero que, al mismo tiempo, obra en la lnea de las
exigencias de la naturaleza misma, aunque por encima de su
capacidad normal actual. No es esto lo que sucede, por ejemplo, en
toda curacin milagrosa? La potencialidad de las fuerzas de la
naturaleza es activada por la intervencin divina, que la extiende
ms all de la esfera de su posibilidad normal de accin. Esto no
elimina ni frustra la causalidad que Dios ha comunicado a las cosas
en la creacin, ni viola las "leyes naturales" establecidas por l
mismo e inscritas en la estructura de lo creado, sino que exalta y,
en cierto modo, ennoblece la capacidad del obrar o tambin del
recibir los efectos de la operador del otro, como sucede
precisamente en las curaciones descritas en el Evangelio.
4. JESUCRISTO ES VERDADERO HOMBRE*
Breve bosquejo a travs del Evangelio que confirma que Jess es
verdadero hombre
Para confirmar su poder divino sobre la creacin, Jess realiza
"milagros", es decir, "signos" que testimonian que junto con l ha
venido al mundo el reino de Dios.
Pero este Jess que, a travs de todo lo que "hace y ensea" da
testimonio de S como Hijo de Dios, a la vez se presenta a S mismo y
se da a conocer como verdadero hombre. Todo el Nuevo Testamento y
en especial los Evangelios atestiguan de modo inequvoco esta
verdad, de la cual Jess tiene un conocimiento clarsimo y que los
Apstoles y Evangelistas conocen, reconocen y transmiten sin ningn
gnero de duda. Por tanto debemos dedicar la catequesis de hoy a
recoger y a comentar al menos en un breve bosquejo los datos
evanglicos sobre esta verdad, siempre en conexin con cuanto hemos
dicho anteriormente sobre Cristo como verdadero Dios.
* Audiencia general, 27-1-1988.
Este modo de aclarar la verdadera humanidad del Hijo de Dios es
hoy indispensable, dada la tendencia tan difundida a ver y a
presentar a Jess slo como hombre: un hombre inslito y
extraordinario, pero siempre y slo un hombre. Esta tendencia
caracterstica de los tiempos modernos es en cierto modo antittica a
la que se manifest bajo formas diversas en los primeros siglos del
cristianismo y que tom el nombre de "docetismo". Segn los "docetas"
Jesucristo era un hombre "aparente": es decir, tena la apariencia
de un hombre pero en realidad era solamente Dios.
Frente a estas tendencias opuestas, la Iglesia profesa y
proclama firmemente la verdad sobre Cristo como Dios-hombre:
verdadero Dios y verdadero Hombre; una sola Persona --la divina del
Verbo- subsistente en dos naturalezas, la divina y la humana, como
ensea el catecismo. Es un protundo misterio de nuestra fe: pero
encierra en s muchas luces.
Los testimonios bblicos sobre la verdadera humanidad de
Jesucristo son numerosos y claros. Queremos reagruparlos ahora para
explicarlos despus en las prximas catequesis.
El punto de arranque es aqu la verdad de la Encarnacin: Et
incarnatus est, profesamos en el Credo. Ms distintamente se expresa
esta verdad en el Prlogo del Evangelio de Juan: "Y el Verbo se hizo
carne y habit entre nosotros" 1. Carne (en griego "sarx") significa
el hombre en concreto, que comprende la corporeidad, y por tanto la
precariedad, la debilidad, en cierto sentido la caducidad ("Toda
carne es hierba", leemos en el libro de Isaas 40, 6). Jesucristo es
hombre en este significado de la palabra "carne".
Esta carne --y por tanto la naturaleza humana--la ha recibido
Jess de su Madre, Mara, la Virgen de Nazaret. Si San Ignacio de
Antioqua llama a Jess "sarcoforos" 2, con esta palabra indica
claramente su nacimiento humano de una Mujer, que le ha dado la
"carne humana". San Pablo haba dicho ya que "envi Dios a su Hijo,
nacido de mujer" 3.
El evangelista Lucas habla de este nacimiento de una Mujer,
cuando describe los acontecimientos de la noche de Beln: "Estando
all se cumplieron los das de su parto, y di a luz a su hijo
primognito, y le envolvi en paales y le acost en un pesebre" 4. El
mismo Evangelistaa nos da a conocer que, el octavo da despus del
nacimiento, el Nio fue sometido a la circuncisin ritual y "le
dieron el nombre de Jess" 5. El da cuadragsimo fue ofrecido como
"primognito" en el templo jerosolomitano segn la ley de Moiss
6.
Y, como cualquier otro nio, tambin este "Nio creca y se
fortaleca lleno de sabidura"7. "Jess creca en sabidura y edad y
gracia ante Dios y ante los hombres" 8.
Vemoslo de adulto, como nos lo presentan ms frecuentemente los
Evangelios. Como verdadero hombre, hombre de carne (sarx), Jess
experiment el cansancio, eI hambre y la sed. Leemos: "Y habiendo
ayunado cuarenta das y cuarenta noches, al fin tuvo hambre" 9. Y en
otro lugar: "Jess, fatigado del camino, se sent sin ms junto a la
fuente... Lleg una mujer de Samaria a sacar agua, y Jess le dice:
dame de beber" 10.
Jess tiene pues un cuerpo sometido al cansancio, al sufrimiento,
un cuerpo mortal. Un cuerpo que al final sufre las torturas del
martirio mediante la flagelacin, la coronacin de espinas y, por
ltimo, la crucifixin. Durante la terrible agonia, mientras mora en
el madero de la Cruz, Jess pronuncia aquel "Tengo sed" 11, en el
cual est contenida una ltima, dolorosa y conmovedora expresin de la
verdad de su humanidad.
Slo un verdadero hombre ha podido sufrir como sufri Jess en eI
Glgota; slo un verdadero hombre ha podido morir como muri
verdaderamente Jess. Esta muerte la constataron muchos testigos
oculares, no slo amigos y discpulos sino, como leemos en el
Evangelio de Juan, los mismos soldados que "llegando a Jess como le
vieron ya muerto, no le rompieron las piernas, sino que uno de los
soldados le atraves con su lanza el costado, y al instante sali
sargre y agua" 12 "Naci de Santa Mara Virgen, padeci bajo el poder
de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado": con estas
palabras del Smbolo de los Apstoles la Iglesia protesa la verdad
del Nacimiento y de la Muerte de Jess. La verdad de la Resurrecclon
se atestigua inmediatamente despus con las palabras: "al tercer da
resucit de entre los muertos".
Sigue siendo verdadero hombre despus de la Resurreccin
La Resurreccin confirma de modo nuevo que Jess es verdadero
hombre: si el Verbo para nacer en el tiempo "se hizo carne", cuando
resucit volvi a tomar el propio cuerpo de hombre. Slo un verdadero
hombre ha podido sufrir y morir en la Cruz, slo un verdadero hombre
ha podido resucitar. Resucitar quiere decir volver a la vida en el
cuerpo. Este cuerpo puede ser transformado, dotado de nuevas
cualidades y potencias, y al final incluso glorificado (como en la
Ascensin de Cristo y en la futura resurreccin de los muertos), pero
es cuerpo verdaderamente humano. En efecto, Cristo resucitado se
pone en contacto con los Apstoles, ellos lo ven, lo miran, tocan
las cicatrices que quedaron despus de la crucifixin, y l no slo
habla y se entretiene con ellos, sino que incluso acepta su comida:
"Le dieron un trozo de pez asado, y tomndolo, comi delante de
ellos" 13. Al final, Cristo, con este cuerpo resucitado y ya
glorificado, pero siempre cuerpo de verdadero hombre, asciende al
cielo, para sentarse "a la derecha del Padre".
Por tanto, verdadero Dios y verdadero hombre. No un hombre
aparente, no un "fantasma" (homo phantasticus), sino hombre real.
As lo conocieron los Apstoles y el grupo de creyentes que constituy
la Iglesia de los comienzos. As nos hablaron en su testimonio.
Notamos desde ahora que, as las cosas, no existe en Cristo una
antinomia entre lo que es "divino", y lo que es "humano". Si el
hombre, desde el comienzo, ha sido creado a imagen y semejanza de
Dios 14, y por tanto lo que es "humano" puede manifestar tambin lo
que es "divino", mucho ms ha podido ocurrir esto en Cristo. El
revel su divinidad mediante la humanidad, mediante una vida
autnticamente humana. Su "humanidad" sirvi para revelar su
"divinidad": su Persona de Verbo-Hijo. ~
Al mismo tiempo l como Dios-Hijo no era, por ello, "menos"
hombre. Para revelarse como Dios no estaba obligado a ser "menos"
hombre. Ms an: por esfe hecho El era "plenamente" hombre, o sea, en
la asuncin de la naturaleza humana en unidad con la Persona divina
del Verbo, l realizaba en plenitud la perfeccin humana. Es una
dimensin antropolgica de la Cristologa, sobre la que volveremos a
hablar.
Los sentimientos autnticamente humanos de Jess*
"Trabaj con manos de hombre, pens con inteligencia de hombre,
obr con voluntad de hombre, am con corazn de hombre" 15.
Prestemos hoy una atencin particular a esta ltima afirmacin, que
nos hace entrar en el mundo interior de la vida psicolgica de Jess.
l experimentaba verdaderamente los sentimientos humanos: la alegra,
la tristeza, la indignacin, la admiracin, el amor. Leemos, por
ejemplo, que Jess "se sinti inundado de gozo en el Espritu Santo"
16; que llor sobre Jerusaln: "Al ver la ciudad, llor sobre ella,
diciendo: Si al menos en este da conocieras lo que hace a la paz
tuya!" 17; llor tambin despus de la muerte de su amigo Lzaro:
"Vindola llorar Jess (a Mara), y que lloraban tambin los judos que
venan con ella, se conmovi hondamente y se turb, y dijo: Dnde le
habis puesto? Dijronle: Seor, ven y ve. Llor Jess..." 18.
* Audiencia general, 3-II-1988.
Los sentimientos de tristeza alcanzan en Jess una intensidad
particular en el momento de Getseman. Leemos: "Tomando consigo a
Pedro, a Santiago y a Juan, comenz a sentir temor y angustia, y les
deca: Triste est mi alma hasta la muerte" 19. En Lucas leemos:
"Lleno de angustia, oraba con ms insistencia; y sud como gruesas
gotas de sangre, que corran hasta la tierra" 20. Un hecho de orden
psicofsico que atestigua, a su vez, la realidad humana de Jess.
Leemos asmismo episodios de indignacin de Jess. As, cuando se
presenta a l, para que lo cure, , un hombre con la mano seca, en da
de sbado, Jess, en primer lugar, hace a los presentes esta
pregunta: "Es lcito en sbado hacer bien o mal, salvar una vida o
matarla? Y ellos callaban. Y dirigindoles una rnirada airada,
entristecido por la dureza de su corazn, dice al hombre: Extiende
tu mano. La extendi y fuele restituida la mano" 21.
La misma indignacin vemos en el episodio de los vendedores
arrojados del templo. Escribe Mateo que "arroj de all a cuantos
vendan y compraban en l, y derrib las mesas de los cambistas Y los
asientos de los vendedores de palomas, dicindoles: Escrito est: 'Mi
casa ser llamada Casa de oracin', pero vosotros la habis convertido
en cueva de ladrones" 22.
En otros lugares leemos que Jess "se admira": "Se admiraba de su
incredulidad" 23. Muestra tambin admiracin cuando dice: "Mirad los
lirios cmo crecen... ni Salomn en toda su gloria se visti como uno
de ellos" 24. Admira tambin la fe de la mujer cananea: "Mujer, qu
grande es tu fe!" 25.
Pero en los EvangeIios resaIta, sobre todo, que Jess ha amado.
Leemos que, durante el coloquio con el joven que vino a preguntarle
qu tenia que hacer para entrar en el reino de los cielos, "Jess
poniendo en l los ojos, lo am" 26. El evangelista Juan escribe que
"Jess amaba a Marta y a su hermana y a Lzaro" 27, y se llama a si
mismo "el discpulo a quien Jess amaba" 28.
Jess amaba a los nios: "Presentronle unos nios para que los
tocase... y abrazndolos, los bendijo imponindoles las manos" 29. Y
cuando proclam el mandamiento del amor, se refiere al amor con el
que l mismo ha amado: "Este es mi precepto: que os amis unos a
otros como yo os he amado" 30.
La hora de la Pasin, especialmente la agona en la Cruz,
constituye, puede decirse, el cnit del amor con que Jess, "habiendo
amado a los suyos que estaban en el mundo, los am hasta el fin" 31.
"Nadie tiene amor mayor que ste de dar uno la vida por sus amigos"
32. Contemporneamente, ste es tambin el cnit de la tristeza y del
abandono que l ha experimentado en su vida terrena. Una expresin
penetrante de este abandono permanecer por siempre en aquellas
palabras: "Elo, Elo, lem sabacthtan?... Dios mo, Dios mo, por qu me
has abandonado?" 33. Son palabras que Jess toma del Salmo 22 34, y
con ellas expresa el desgarro supremo de su alma y de su cuerpo,
incluso la sensacin misteriosa de un abandono momentneo por parte
de Dios. El clavo ms dramtico y lacerante de toda la Pasin!
Igual a nosotros en todo menos en el pecado
As, pues, Jess se ha hecho verdaderamente semejante a los
hombres, asumiendo la condicin de siervo, como proclama la Carta a
Ios Filipenses 35. Pero la Epistola a los Hebreos, al hablar de l
como "Pontfice de los bienes futuros" 36, confirma y precisa que
"no es nuestro Pontfice tal que no pueda compadecerse de nuestras
flaquezas, antes fue tentado en todo a semejanza nuestra, fuera del
pecado" 37. Verdaderamente "no haba conocido el pecado", aunque San
Pablo dir que Dios, "a quien no conoci el pecado, le hizo pecado
por nosotros para que en l furamos justicia de Dios" 38.
El mismo Jess pudo lanzar el desafio: "Quin de vosotros me argir
de pecado?" 39. Y he aqu la fe de la Iglesia: Sine peccato
conceptus, natus el mortuus. Lo proclama en armona con toda la
Tradicin el Concilio de Florencia 40: Jess "fue concebido, naci y
muri sin mancha de pecado". l es el hombre verdaderamente justo y
santo. Repetimos con el Nuevo Testamento, con el Smbolo y con el
Concilio: "Jesucristo se ha hecho verdaderamente uno de nosotros,
en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado" 41. Y
precisamente, gracias a una semejanza tal: "Cristo, el nuevo
Adn..., manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le
descubre la sublimidad de su vocacin" 42.
Se puede decir que, mediante esta constatacin el Concilio
Vaticano II da respuesta, una vez ms, a la pregunta fundamental que
lleva por titulo el clebre tratado de San Anselmo: Cur Deus homo?
Es una pregunta del intelecto que ahonda en el misterio del
Dios-Hijo, el cual se hace verdadero hombre "por nosotros, los
hombres, y por nuestra salvacin", como profesamos en el Smbolo de
fe nicenoconstantinopolitano.
Cristo manifiesta "plenamente" el hombre al propio hombre por el
hecho de que l "no haba conocido el pecado", puesto que el pecado
no es de ninguna manera un enriquecimiento del hombre. Todo lo
contrario: lo deprecia, lo disminuye, lo priva de la plenitud que
le es propia 43. La recuperacin, la salvacin del hombre cado es la
respuesta fundamental a la pregunta sobre el porqu de la
Encarnacin.
5. JESUCRISTO EST EN PROFUNDA COMUNIN CON EL PADRE*
Diversos momentos y reacciones en los que escuchan a Jess cuando
revela la unin ntima con su Padre
Muchas veces, pero especialmente durante la Cena, Jess insiste
en dar a conocer a sus discpulos que est unido al Padre con un
vnculo de pertenencia particuIar. "Todo lo mo es tuyo, y lo tuyo
mo", dice en la oracin sacerdotal, al despedirse de los Apstoles
para ir a su Pasin. Y entonces pide la unidad para sus discpulos
actuales y futuros, con palabras que ponen de relieve la relacin de
esa unin y comunin con la que existe slo entre el padre y el Hijo.
En efecto, pide: Que todos sean uno, como t, Padre, ests en mi y yo
en ti, para que tambin ellos sean en nosotros y el mundo crea que t
me has enviado. Yo les he dado la gloria que t me diste, a fin de
que sean uno como nosotros somos uno. Yo en ellos y t en m, para
que sean perfectamente uno y conozca el mundo que t me enviaste y
amasfe a stos como me amaste a m '.
Audiencia general, 8-VLI-1987.
Al rezar por la unidad de sus discpulos y testigos, al revelar
Jess al mismo tiempo qu unidad, qu comunin existe entre l y el
Padre: el Padre est "en el" Hijo y el Hijo "en el" Padre. Esta
particular "inmanencia", la compenetracin recproca --expresin de la
comunin de las personas-- revela la medida de la recproca
pertenencia y la intimidad de la recproca realizacin del Padre y
del Hijo. Jess la explica cuando afirma: "Todo lo mo es tuyo, y lo
tuyo es mio"" 2. Es una relacin de posesin recproca en la unidad de
esencia, y al mismo tiempo es una relacin de don. De hecho dice
Jess: "Ahora saben que todo cuando me diste viene de ti" 3.
Se pueden captar en el Evangelio de Juan los indicios de la
atencin, del asombro y del recogimiento con que los Apstoles
escucharon estas palabras de Jess en el Cenculo de Jerusaln, la
vspera de los sucesos pascuales. Pero la verdad de la oracin
sacerdotal de algn modo ya se haba expresado pblicamente con
anterioridad el da de la solemnidad de la dedicacin del templo. Al
desafo de los que se haban congregado: "Si eres el Mesas, dnoslo
claramente", Jess responde: "Os lo dije y no creis; las obras que
yo hago en nombre de mi Padre, sas dan testimonio de mi". Y a
continuacin afirma Jess que los que lo escucha y creen en l,
pertenecen a su rebao en virtud de un don del Padre: "Mis ovejas
oyen mi voz y yo las conozco... Lo que mi Padre me di es mejor que
todo, y nadie podr arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el
Padre somos una sola cosa" 4.
La reaccin de los adversarios en este caso es violenta: "De
nuevo los judos trajeron piedras para apedrearlo". Jess les
pregunta por qu obras provenientes del Padre y realizadas por El lo
quieren apedrear, y ellos responden: "por la blasfemia, porque t,
siendo hombre, te haces Dios". La respuesta de Jess es inequvoca:
"Si no hago las obras de mi Padre no me creis; pero si las hago, ya
que no me creis a m, creed a las obras, para que sepis y conozcis
que el Padre est en mi y yo en el Padre" 5.
Tengamos bien en cuenta el significado de este punto crucial de
la vida y de la revelacin de Cristo. La verdad sobre el particular
vnculo, la particular unidad que existe entre el Hijo y el Padre,
encuentra la oposicin de los judos: Si t eres el Hijo en el sentido
que se deduce de tus palabras, entonces t, siendo hombre te haces
Dios. En tal caso profieres la mayor blasfemia. Por lo tanto, los
que lo escuchaban comprendieron el sentido de las palabras de Jess
de Nazaret: como Hijo. l es "Dios de Dios" --"de la misma
naturaleza que el Padre"--, pero precisamente por eso no las
aceptaron, sino que las rechazaron de la forma ms absoluta, con
toda firmeza. Aunque en el conflicto de ese momento no se llega a
apedrearlob, sin embargo, al da siguiente de la oracin sacerdotal
en el Cenculo, Jess ser sometido a muerte en la Cruz. Y los judos
presentes gritarn: "Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz", y
comentarn con escarnio: "Ha puesto su confianza en Dios; que l lo
libre ahora, si es que lo quiere, puesto que ha dicho: soy el Hijo
de Dios" 7.
Tambin en la hora del Calvario Jess afirma la unidad con el
Padre. Como leemos en la Carta a los Hebreos: "Y aunque era Hijo,
aprendi por sus padecimientos la obediencia" 8. Pero esta
"obediencia hasta la muerte" 9 era la ulterior y definitiva
expresin de la intimidad de la unin con el Padre. En efecto, segn
el texto de Marcos, durante la agona en la Cruz, "Jess... grit:
'Elo, Elo: lem sabacthtan?: que quiere decir: Dios mo, Dios mo, por
qu me has abandonado?" 10. Este grito --aunque las palabras
manifiestan el sentido del abandono probado en su psicologa de
hombre sufriente por nosotros-- era la expresin de la ms ntima unin
del Hijo con el Padre en el cumplimiento de su mandato: "He llevado
a cabo la obra que me encomendaste realizar" 11. En ese momento la
unidad del Hijo con el Padre se manifest con una definitiva
profundidad divino-humana en el misterio de la redencin del
mundo.
Tambin en el Cenculo Jess dice a los Apstoles: Nadie viene al
Padre sino por m. Si me habis conocido, conoceris tambin a mi
Padre... Felipe le dijo: Seor, mustranos al Padre y nos basta. Jess
le dijo: Felipe, tanto tiempo ha que estoy con vosotros y an no me
habis conocido? El que me ha visto (ve) al Padre... No crees que yo
estoy en el Padre y el Padre en m?" 12.
"Quien me ve a mi, ve al Padre". El Nuevo Testamento est todo
plagado de la luz de esta verdad evanglica. El Hijo es "irradiacin
de su (del Padre) gloria", e "impronta de su substancia" 13. Es
"imagen del Dios invisible" 14. Es la epifana de Dios. Cuando se
hizo hombre, asumiendo "la condicin de siervo" y "hacindose
obediente hasta la muerte" 15, al mismo tiempo se hizo para todos
los que lo escucharon "el camino": el camino al Padre, con el que
es "la verdad y la vida" 16.
En la fatigosa subida para conformarse a la imagen de Cristo,
los que creen en l, como dice San Pablo, "se revisten del hombre
nuevo...", y "se renuevan sin cesar, para lograr el perfecto
conocimiento de Dios" 17, segn la imagen de Aquel que es "modelo".
ste es el slido fundamento de la esperanza cristiana.
6. JESUCRISTO ANIMADO CON LA FUERZA DEL ESPRITU SANTO*
As qued de manifiesto al inicio de su actividad mesinica
"Sali del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo y me voy
al Padre" 1. Jesucristo tiene el conocimiento de su origen del
Padre: es el Hijo porque proviene del Padre. Como Hijo ha venido al
mundo, mandado por el Padre. Esta misin (missio) que se basa en el
origen eterno del Cristo-Hijo, de la misma naturaleza que el Padre,
est radicada en l. Por ello en esta misin el Padre revela al Hijo y
da testimonio de Cristo como su Hijo, mientras que al mismo tiempo
el Hijo revela al Padre. Nadie, efectivamente, "conoce al Hijo sino
el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el
Hijo quisiere revelrselo" 2. El Hijo, que "ha salido del Padre"
expresa y confirma la propia filiacin en cuanto "revela al Padre"
ante el mundo. Y lo hace no slo con las palabras del Evangelio,
sino tambin con su vida, por el hecho de que l completamente "vive
por el Padre", y esto hasta el sacrificio de su vida en la
Cruz.
* Audiencia general, 5-VIII-1987.
Esta misin salvfica del Hijo de Dios como Hombre, se lleva a
cabo "en la potencia" del Espritu Santo. Lo atestiguan numerosos
pasajes de los Evangelios y todo el Nuevo Testamento. En el Antiguo
Testamento, la verdad sobre la estrecha relacin entre la misin del
Hijo y la venida del Espritu Santo (que es tambin su "misin")
estaba escondida, aunque tambin, en cierto modo, ya anunciada. Un
presagio particular son las palabras de Isaas, a las cuales Jess
hace referencia al inicio de su actividad mesinica en Nazaret: "El
Espritu del Seor est sobre mi, porque me ungi para evangelizar a
los pobres; me envi a predicar a los cautivos la libertad, a los
ciegos la recuperacin de la vista; para poner en libertad a los
oprimidos, para anunciar un ao de gracia del Seor" 3.
Estas palabras hacen referencia al Mesas: palabra que significa
"consagrado con uncin" ("ungido"), es decir, aquel que viene en la
potencia del Espritu del Seor. Jess afirma delante de sus paisanos
que estas palabras se refieren a l: "Hoy se cumple esta escritura
que acabis de oir" 4.
Otros diversos momentos en que tambin se manifest
El testimonio que Juan da de Jess como Hijo Dios, est en
estrecha relacin con el texto del Evangelio de Lucas, donde leemos
que, en la Anunciacin, Mara oye decir que Ella "concebir y dar a
luz en su seno un hijo que ser llamado Hijo del Altsimo" 5, y
cuando pregunta: "Cmo podr ser esto, pues yo no conozco varn?",
recibe la respuesta: "El Espritu Santo vendr sobre ti y la virtud
del Altsimo te cubrir con tu sombra, y por esto el hijo engendrado
ser santo, ser llamaao Hijo de Dios" 6.
Si entonces el "salir del Padre y venir al mundo" 7 del Hijo de
Dios como hombre (el Hijo del hombre), se ha efectuado en el poder
del Espritu Santo, esto manifiesta el misterio de la vida
trinitaria de Dios. Y este poder vivificante del Espritu Santo est
confirmado desde el comienzo de la actividad mesinica de Jess, como
aparece en los textos de los Evangelios, sea de los Sinpticoss como
de Juan 9.
Ya en el Evangelio de la infancia, cuando se dice de Jess que
"la gracia de Dios estaba en El" 10. Se pone de relieve la
presencia santificante del Espritu Santo. Pero es en el momento deI
bautismo en eI Jordn cuando los Evangelios hablan mucho ms
expresamente de la actividad de Cristo en la potencia del Espritu:
"enseguida (despus del bautismo) el Espritu le empuj hacia el
desierto...", dice Marcos 11. Y en el desierto, despus de un perodo
de cuarenta das de ayuno, el Espritu de Dios permiti que Jess fuese
tentado por el espritu de las tinieblas, de forma que obtuviese
sobre l la primera victoria mesinica 12. Tambin durante su
actividad pblica, Jess manifiesta numerosas veces la misma potencia
del Espritu Santo respecto a los endemoniados. En misrno lo resalta
con aquellas palabras suyas: "si yo arrojo los demonios con el
Espritu de Dios, entonces es que ha llegado a vosotros el reino de
Dios" 13. La conclusin de todo el combate mesinico contra las
fuerzas de las tinieblas ha sido el acontecimiento pascual: la
muerte en cruz y la resurreccin de quien ha venido al Padre en la
potencia del Espritu Santo.
Tambin, despus de la Ascensin, Jess permaneci, en la conciencia
de sus discpulos, como aquel a quien "ungi Dios con el Espritu
Santo y con poder" 14. Ellos recuerdan que gracias a este poder los
hombres, escuchando las enseanzas de Jess, alababan a Dios y
decian: "un gran profeta se ha levantado entre nosotros y Dios ha
visitado a su pueblo" 15; "Jams hombre alguno habl como ste" 16; y
atestiguaban que, gracias a este poder, Jess "haca milagros,
prodigios y seales" 17, de esta manera "toda la multitud buscaba
tocarle, porque sala de l una virtud que sanaba a todos" 18. En
todo lo que Jess de Nazaret, el Hijo del hombre, haca o enseaba, se
cumplan las palabras del profeta Isaas 19 sobre el Mesas: "He aqu a
mi siervo a quien eleg; mi amado en quien mi alma se complace. Har
descansar mi espritu sobre l..." 20.
Este poder deI Espritu Santo se ha mantenido hasta el final en
eI sacrificio redentor de Cristo y en su resurreccin.
Verdaderamente Jess es el Hijo de Dios "que el Padre santific y
envi al mundo" 21. Respondiendo a la voluntad del Padre, l mismo se
ofrece a Dios mediante el Espritu como vctima inmaculada y esta
vctima purifica nuestra conciencia de las obras muertas, para que
podamos servir al Dios viviente 22. El mismo Espritu Santo --como
testimonia el apstol Pablo-- "resucit a Cristo Jess de entre los
muertos" 23, y mediante este "resurgir de los muertos" Jesucristo
recibe la plenitud de la potencia mesinica y es definitivamente
revelado por el Espritu Santo como "Hijo de Dios con potencia"
(literalmente): "constituido Hijo de Dios, poderoso segn el
Espiritu de Santidad a partir de la resurreccin de entre los
muertos" 24
As, pues, Jesucristo, el Hijo de Dios, viene al mundo por obra
del Espritu Santo, y como Hijo del hombre cumple totalmente su
misin mesinica en la fuerza del Espritu Santo. Pero si Jesucristo
acta por este poder durante toda su actividad salvfica y al final
en la Pasin y en la Resurreccin, entonces es el mismo Espritu Santo
el que revela que l es el Hijo de Dios. De modo que hoy, gracias al
Espritu Santo, la divinidad del Hijo, Jess de Nazaret, resplandece
ante el mundo y "nadie --como escribe San Pablo-- puede decir:
'Jess es el Seor', sino en el Espiritu Santo" 25.
7. FORMULACIONES CRISTOLGICAS DE LA IGLESIA DESDE LOS COMIENZOS
HASTA HOY*
Cmo se ha formado la fe de la Iglesia en Jesucristo?
Cmo se ha formado la fe de la Iglesia en Jesucristo? A este
problema dedicaremos las prximas catequesis. Intentaremos ver
especialmente cmo se ha formado y expresado esta fe en los
comienzos mismos de la Iglesia, a lo largo de los primeros siglos,
que tuvieron una importancia particular para la formacin de la fe
de la Iglesia, porque representan el primer desarrollo de la
Tradicin viva que proviene de los Apstoles.
Antes, es necesario hacer notar que todos los testimonios
escritos sobre este tema provienen del perodo que sigui a la salida
de Cristo de esta tierra. Ciertamente se ve reflejado e impreso en
estos documentos el conocimiento directo de los acontecimientos
definitivos: la muerte en la Cruz y la Resurreccin de Cristo. Al
mismo tiempo, sin embargo, estos testimonios escritos hablan tambin
de toda la actividad de Jess, es ms, de toda su vida, comenzando
por su nacimiento e infancia. Vemos, adems, que estos documentos
testimonian un hecho: que la fe de los Apstoles y, por
consiguiente, la fe de la primerisima comunidad de la Iglesia, se
form ya en la etapa prepascual de la vida y ministerio de Cristo,
para manifestarse con potencia definitiva despus de Pentecosts.
* Audiencia general 2-III-1988.
Una expresin particularmente significativa de este hecho la
encontramos en la respuesta de Pedro a la pregunta que Jess hizo un
da a los Apstoles en los alrededores de Cesarea de Filipo: "Quin
dicen los hombres que es el Hijo del hombre?, y a continuacin: "Y
vosotros quin decis que soy yo?" 1. Y he aqu la respuesta: "T eres
el Cristo (=el Mesas), el Hijo de Dios vivo" 2. As suena la
respuesta que registra Mateo. En el texto de los otros dos
sinpticos se habla del Cristo 3 o del Cristo de Dios 4, expresiones
a las que corresponde tambin el "T eres el Santo de Dios, como nos
dice Juan 5. En Mateo encontramos la respuesta ms completa: Jess de
Nazaret es el Cristo, es decir, el Mesas, el Hijo de Dios.
Jess de Nazaret es el Hijo de Dios. sta es la verdad fundamental
de la fe en Cristo (Mesas), que se form entre los Apstoles a partir
de las obras y palabras de su Maestro en el perodo prepascual.
Despus de la Resurreccin, la fe se consolid an ms profundamente y
encontr expresin en los testimonios escritos.
Es, con todo, muy significativo que la confesin "verdaderamente
ste era Hijo de Dios" 6, la omos, tambin a los pies de la Cruz, de
labios del centurin romano, es decir, de labios de pagano 7. En
aquella hora suprema, qu misterio de gracia y de inspiracin divina
actuaba en los nimos tanto de israelitas como de paganos, en una
palabra, de los hombres!
Podemos decir, pues, que la fe en Cristo, en los comienzos de la
Iglesia, se expresa en esas dos palabras: "Hijo de Dios" y "Seor"
(es decir, Kyrios Adortai). Esta es fe en la divinidad del Hijo del
hombre. En este sentido pleno, l, y slo l, es el "Salvador", es
decir, el Artfice y Dador de la salvacin que slo Dios puede
conceder al hombre. Esta salvacin consiste no slo en la liberacin
del mal y del pecado, sino tambin en el don de una nueva vida: una
participacin en la vida de Dios mismo. En este sentido "en ningn
otro hay salvacin" 8, segn las palabras del apstol Pedro en su
primera evangelizacin.
La misma fe halla expresin en otros numerosos textos de los
tiempos apostlicos, como en los Hechos 9, en las Cartas Paulinas
10, en las Cartas de Pedro 11, de Juan 12 y tambin de Judas (Ids
25). Se encuentra igualmente en el Evangelio de la infancia 13.
Podemos concluir: el Jess de Nazaret que habitualmente se
llamaba a S mismo el Hijo del hombre, es el Cristo (es decir el
Mesias), es el Hijo de Dios, es el Seor (Kyrios), es el Salvador:
tal es la fe de los Apstoles, que est en la base de la Iglesia
desde el comienzo.
La IgIesia ha custodiado esta fe con sumo amor y veneracin,
transmitindola a las nuevas generaciones de discpulos y seguidores
de Cristo bajo la gua del Espritu de Verdad. La Iglesia ha enseado
y defendido esta fe, procurando a lo largo de los siglos no slo
custodiar ntegramente su contenido esencial revelado, sino
profundizar en l constantemente y explicarlo segn las necesidades y
posibilidades de los hombres. sta es la tarea que la Iglesia est
llamada a realizar hasta el momento de la venida definitiva de su
Salvador y Seor.
El Concilio de Nicea, piedra miliar de las formulaciones
cristolgicas*
Creemos... en un solo Seor Jesucristo Hijo de Dios, nacido
unignito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre. Dios de
Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no
creado, consubstancial al Padre, por quien todas las cosas fueron
hechas, las que hay en el cielo y las que hay en la tierra, que por
nosotros los hombres y por nuestra salvacin baj del cielo y se
encarn, se hizo hombre, padeci, y resucit al tercer da, subi a los
cielos, y ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos..."
14.
ste es el texto de la definicin con la que el Concilio de Nicea
(ao 325) enunci la fe de la Iglesia en Jesucristo: verdadero Dios y
verdadero hombre; Dios-Hijo, consubstancial al Padre Eterno y
hombre verdadero, con una naturaleza como la nuestra. Este texto
conciliar entr casi al pie de la letra en la profesin de fe que
repite la Iglesia en la liturgia y en otros momentos solemnes, en
la versin del Smbolo Niceno-constantinopolitano (ao 381) 15 en
torno al cual gira todo el ciclo de nuestras catequesis.
* Audiencia general, 9-III-1988.
El texto de la definicin dogmtica conciliar reproduce los
elementos esenciales de la cristologia bblica, que hemos venido
analizando a lo largo de las catequesis precedentes de este ciclo.
Estos elementos constituan, desde el principio, el contenido de la
fe viva de la Iglesia de los tiempos apostlicos, como ya hemos
visto en la ltima catequesis. Siguiendo el testimonio de los
Apstoles la Iglesia crea y profesaba, desde el principio, que Jess
de Nazaret, hijo de Mara, y, por tanto, verdadero hombre,
crucificado y resucitado, es el Hijo de Dios, es el Seor (Kyrios),
es el nico Salvador del mundo, dado a la humanidad al cumplirse la
plenitud de los tiempos 16.
La Iglesia ha custodiado, desde el principio, esta fe y la ha
transmitido a las sucesivas generaciones cristianas. La ha enseado
y la ha defendido, intentando --bajo la gua del Espritu de Verdad--
profundizar en ella y explicar su contenido esencial, encerrado en
los datos de la Revelacin. El Concilio de Nicea (ao 325) ha sido,
en este itinerario de conocimiento y formulacin del dogma, una
autrrtica piedra miliar. Ha sido un acontecimiento importante y
solemne, que seal, desde entonces, el camino de la fe verdadera a
todos los seguidores de Cristo, mucho antes de las divisiones de la
cristiandad en tiempos sucesivos. Es particularmente significativo
el hecho de que este Concilio se reuniera poco despus de que la
Iglesia (ao 313) hubiera adquirido libertad de accin en la vida
pblica sobre todo el territorio del Imperio romano, como si
quisiera significar con ello la voluntad de permanecer en la una
fides de los Apstoles, cuando se abrian al cristianismo nuevas vas
de expansin.
En aquella poca, la definicin conciliar refeja no slo la verdad
sobre Jesucristo, heredada de los Apstoles y fijada en los libros
del Nuevo Testamento, sino que refleja tambin, de igual manera, la
enseanza de los Padres del perodo postapostlico, que --como se
sabe-- era tambin el periodo de las persecuciones y de las
catacumbas. Es un deber, aunque agradable, para nosotros, nombrar
aqu al menos a los dos primeros Padres que, con su enseanza y
santidad de vida, contribuyeron decididamente a transmitir la
tradicin y el patrimonio permanente de la Iglesia: San Ignacio de
Antioqua, arrojado a las fieras en Roma, en el ao 107 106, y San
Ireneo de Lin, que sufri el martirio probablemente en el ao 202.
Fueron ambos Obispos y pastores de sus Iglesias. De San Ireneo
queremos recordar aqu que, al ensear que Cristo es "verdadero
hombre y verdadero Dios", escriba: "Cmo podran los hombres lograr
la salvacin, si Dios no hubiese obrado su salvacin sobre la tierra?
O cmo habra ido el hombre a Dios, si Dios no hubiese venido al
hombre?"17. Argumento -como se ve-- soteriolgico, que, a su vez,
hall tambin expresin en la definicin del Concilio de Nicea.
El texto de San Ireneo que acabamos de citar est tomado de la
obra Adversus haereses, o sea, de un libro que sala en defensa de
la verdad cristiana contra los errores de los herejes, que, en este
caso, eran los ebionitas. Los Padres Apostlicos, en su enseanza,
tenan que asumir muy a menudo la defensa de la autntica verdad
revelada frente a los errores que continuamente se oan de modos
diversos. A principios del siglo IV, fue famoso Arrio, quien dio
origen a una hereja que tom el nombre de arrianismo. Segn Arrio,
Jesucristo no es Dios: aunque es preexistente al nacimiento del
seno de Mara, fue creado en el tiempo. El Concilio de Nicea rechaz
este error de Arrio y, al hacerlo, explic y formul la verdadera
doctrina de la fe de la Iglesia con las palabras que citbamos al
comienzo de esta catequesis. Al afirmar que Cristo, como Hijo
unignito de Dios es consubstancial al Padre, el Concilio expres, en
una frmula adaptada a la cultura (griega) de entonces, la verdad
que encontramos en todo el Nuevo Testamento. En efecto, sabemos que
Jess dice de Si mismo que es "uno" con el Padre 18, y lo afirma en
presencia de un auditorio que, por esta causa, quiere apedrearlo
por blasfemo 19. Lo afirma ulteriormente durante el juicio, ante el
Sanedrn, hecho ste que va a costarle la condena a muerte. Una
relacin ms detallada de los lugares bblicos sobre este tema se
encuentra en las catequesis precedentes. De su conjunto, resulta
claramente que el Concilio de Nicea, al hablar de Cristo como Hijo
de Dios, "de la misma substancia que el Padre", "Dios de Dios",
eternamente "nacido, no hecho", no hace sino confirmar una verdad
precisa, contenida en la Revelacin divina, hecha verdad de fe de la
Iglesia, verdad central de todo el cristianismo.
Cuando el Concilio la defini, se puede decir que ya estaba todo
maduro en el pensamiento y en la conciencia de la Iglesia para
llegar a una definicin como sta. Se puede decir igualmente que la
definicin no cesa de ser actual tambin para nuestros tiempos, en
los que antiguas y nuevas tendencias a reconocer a Cristo solamente
como un hombre, aunque sea como un hombre extraordinario, y no como
Dios, se manifiestan de muchos modos. Admitirlas o secundarlas sera
destruir el dogma cristolgico, pero significar'a al mismo tiempo,
la aniquilacin de toda la soteriologa cristiana. Si Cristo no es
verdadero Dios, entonces no transmite a la humanidad la vida
divina. No es, por consiguiente, el Salvador del hombre en el
sentido puesto de relieve por la Revelacin y la Tradicin. Al violar
esta verdad de fe de la Iglesia, se desmorona toda la construccin
del dogma cristiano, se anula la lgica integral de la fe y de la
vida cristiana, porque se elimina la piedra angular de todo el
edificio.
Pero hemos de aadir inmediatamente que, al confirmar de modo
solemne y definitivo esta verdad, en el Concilio de Nicea, la
Iglesia, al mismo tiempo, sostuvo, ense y defendi la verdad sobre
la verdadera humanidad de Cristo. Tambin esta otra verdad haba
llegado a ser objeto de opiniones erradas y de teoras herticas. En
particular, hay que recordar en este punto el docetismo (de la
expresin griega Parecer). Esta concepcin anulaba la naturaleza
humana de Cristo, sosteniendo que l no posea un cuerpo verdadero,
sino solamente una apariencia de carne humana. Los docetas
consideraban que Dios no habra podido nacer realmente de una mujer,
que no habra podido morir verdaderamente en la Cruz. De esta
posicin se segua que en toda la esfera de la Encarnacin y de la
Redencin tenamos slo una ilusin de la carne, en abierto contraste
con la Revelacin contenida en los distintos textos del Nuevo
Testamento, entre los cuales se encuentra el de San Juan: "...
Jesucristo, venido en carne" 20; "El Verbo se hizo carne" 21, y
aquel otro de San Pablo, segn el cual, en esta came, Cristo se hizo
"obediente hasta la muerte y una rnuerte de cruz" 22.
La verdadera humanidad de Cristo. Concilio I de
Constantinopla
Segn la fe de la Iglesia, sacada de la Revelacin, Jesucristo era
verdadero hombre. Precisamente por esto, su cuerpo humano estaba
animado por una alma verdaderamente humana. Al testimonio de los
Apstoles y de los Evangelistas, unvoco sobre este punto,
corresponda la enseanza de la Iglesia primitiva, como tambin la de
los primeros escritores eclesisticos, por ejemplo, Tertuliano 23,
que escriba: "En Cristo... encontramos alma y carne, es decir, un
alma alma (humana) y una carne carne". Sin embargo, corran
opiniones contrarias tambin sobre este punto, en particular, las de
Apolinar, obispo de Laodicea (nacido alrededor del ao 310 en
Laodicea de Siria y muerto alrededor del 390), y sus seguidores
(llamados apolinaristas), segn los cuales no habra habido en Cristo
una verdadera alma humana, porque habria sido sustituida por el
Verbo de Dios. Pero est claro que tambin en este caso se negaba la
verdadera humanidad de Cristo.
De hecho, el Papa Dmaso I (366-384), en una carta dirigida a los
obispos orientales (a. 374), indicaba y rechazaba contemporneamente
los errores tanto de Arrio como de Apolinar: "Aqullos (o sea, los
arrianos) ponen en el Hijo de Dios una divinidad imperfecta: stos
(es decir, los apolinaristas) afirman falsamente una humanidad
incompleta en el Hijo del hombre, pero, si verdaderamente ha sido
asumido un hombre incompleto, imperfecta es la obra de Dios,
imperfecta nuestra salvacin, porque no ha sido salvado todo el
hombre... y nosotros, que sabemos que hemos sido salvados en la
plenitud del ser humano, segn la fe de la Iglesia catlica,
profesamos que Dios, en la plenitud de su ser, ha asumido al hombre
en la plenitud de su ser". El documento damasiano, redactado
cincuenta aos despus de Nicea, iba principalmente contra los
apolinaristas 24. Pocos aos despus, el Concilio I de Constantinopla
(a. 381) conden todas las herejas del tiempo, incluidos el
arrianismo y el apolinarismo, confirmando lo que el Papa Dmaso I
haba enunciado sobre la humanidad de Cristo, a la que pertenece por
su naturaleza una verdadera alma humana (y, por tanto, un verdadero
intelecto humano, una libre voluntad) 25.
El argumento soteriolgico con el que el Concilio de Nicea explic
la Encarnacin, enseando que el hijo, consubstancial al Padre, se
hizo hombre, "por nosotros los hombres y por nuestra salvacin" ,
hall nueva expresin en la defensa de la verdad ntegra sobre Cristo,
tanto frente al arrianismo como contra el apolinarismo, por parte
del Papa Dmaso y del Concilio de Constantinopla. En particular,
respecto de los que negaban la verdadera humanidad del Hijo de
Dios, el argumento soteriolgico fue presentado de un modo nuevo:
para que el hombre entero pudiera ser salvado, la entera (perfecta)
humanidad debia ser asumida en la unidad del Hijo: "quod non est
assumptum, non est sanatum" 26.
Perfecto Dios y perfecto Hombre. Concilio de Calcedonia
El Concilio de Calcedonia (a. 451), al condenar una vez ms el
apolinarismo, complet en cierto sentido el Smbolo niceno de la fe,
proclamando a Cristo "perfectum in deitate, eundem perfectum in
humanitate: "nuestro Seor Jesucristo, perfecto en su divinidad y
perfecto en su humanidad, verdadero Dios y verdadero hombre
(compuesto) de alma racional y del cuerpo, consubstancial al Padre
por la Divinidad, y consubstancial a nosotros por la humanidad,
'semejante a nosotros en todo menos en el pecado' (cfr Heb 4, 15),
engendrado por el Padre antes de los siglos segn la divinidad, y en
estos ltimos tiempos, por nosotros y por nuestra salvacin, de Mara
Virgen y Madre de Dios, segn la humanidad, uno y mismo Cristo Seor
unignito..." 27.
Como se ve, la fatigosa elaboracin del dogma cristolgico
realizada por los Padres y Concilios, nos remite siempre al
misterio del nico Cristo, Verbo encarnado por nuestra salvacin,
como nos lo ha hecho conocer la Revelacin, para que creyendo en l y
amndolo, seamos salvados y tengamos la vida 28.
Mara es Madre de Dios. Concilio de feso*
Al llegar aqu, en nuestra catequesis, es necesario hacer notar
que, despus de las explicaciones conciliares acerca de la verdad
revelada sobre la verdadera divinidad y la verdadera humanidad de
Cristo, surgi el interrogante sobre la comprensin correcta de la
unidad de Cristo, que es, al mismo tiempo, plenamente Dios y
plenamente hombre.
* Audiencia general, 16-IlI-1988.
La cuestin estaba en relacin directa con el contenido esencial
del misterio de la Encarnacin y, por consiguiente, con la concepcin
y nacimiento humano de Cristo en el seno de la Virgen Mara. Desde
el siglo III se haba extendido el uso de dirigirse a la Virgen con
el nombre de Theotokos = Madre de Dios: expresin que se encuentra,
por otra parte, en la ms antigua oracin mariana que conocemos: el
Sub tuum praesidium: "Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de
Dios..." Es una antifona que la Iglesia ha venido recitando con
mucha frecuencia hasta el da de hoy: el texto ms antiguo de esta
plegaria se conserva en un papiro encontrado en Egipto, que se
puede datar en el perodo a caballo entre los siglos III y IV.
Pero precisamente esta invocacin, Theotokos, fue objeto de
contestacin por parte de Nestorio y sus discpulos, a comienzos del
siglo V. Sostena Nestorio que Mara puede ser lIamada solamente
Madre de Cristo y no Madre de Dios (Engendradora de Dios). Esta
posicin formaba parte de la actitud de Nestorio con relacin al
problema de la unidad de Cristo. Segn Nestorio, la divinidad y la
humanidad no se haban unido, como en un solo sujeto personal, en el
ser terreno que haba comenzado a existir en el seno de la Virgen
Mara desde el momento de la Anunciacin. En contraposicin al
arrianismo, que presentaba al Hijo de Dios como inferior al Padre,
y al docetismo, que reduca la humanidad de Cristo a una simple
apariencia, Nestorio hablaba de una presencia especial de Dios en
la humanidad de Cristo, como en un ser santo, como en un templo, de
manera que subsista en Cristo una dualidad no slo de naturaleza,
sino tambin de persona, la divina y la humana; y la Virgen Mara,
siendo Madre de Cristo-Hombre, no poda ser considerada ni llamada
Madre de Dios.
El Concilio de feso (a. 431) confirm, contra las ideas
nestorianas, la unidad de Cristo como resultaba de la Revelacin y
haba sido creda y afirmada por la tradicin cristiana --"sancti
patres" 29 , y defini que Cristo es el mismo Verbo etemo, Dios de
Dios, que como Hijo es "engendrado" desde siempre por el Padre, y,
segn la carne, naci, en el tiempo, de la Virgen Mara. Por
consiguiente, siendo Cristo un solo ser, Mara tiene derecho pleno
de gozar del ttulo de Madre de Dios, como se afirmaba ya desde haca
tiempo en la oracin cristiana y en el pensamiento de los "Padres"
30.
La doctrina del Concilio de feso fue formulada sucesivamente en
el llamado "smbolo de la unin" (a. 433), que puso fin a las
controversias residuales del post-concilio con las siguientes
palabras: "Confesamos, consiguientemente, a Nuestro Seor Jesucristo
Hijo de Dios unignito, Dios perfecto y hombre perfecto compuesto de
alma racional y de cuerpo, antes de los siglos engendrado del Padre
segn la divinidad, y el mismo en los ltimos das, por nosotros y por
nuestra salvacin, nacido de Mara Virgen segn la humanidad, el mismo
consubstancial con el Padre en cuanto a la divinidad y
consubstancial con nosotros segn la humanidad. Porque se hizo la
unin de dos naturalezas (humana y divina), por lo cual confesamos a
un solo Seor y a un solo Cristo" 31.
"Segn la inteligencia de esta inconfundible unin, confesamos a
la Santa Virgen por Madre de Dios, por haberse encarnado y hecho
hombre el Verbo de Dios y por haber unido consigo, desde la misma
concepcin, en Mara, el templo que de ella tom" 32. Estupendo
concepto de la humanidad-templo verdaderamente asunta por el Verbo
en unidad de persona en el seno de Mara!
Concilio de Calcedonia, clave para la Cristologa. El trmino de
"persona"
El documento que lleva el nombre de "formula unionis" fue el
resultado de relaciones ulteriores entre el obispo Juan de Antioqua
y San Cirilo de Alejandra, los cuales recibieron por este motivo
las felicitaciones del Papa San Sixto III (432-440). El texto
hablaba ya de la unin de las dos naturalezas en el mismo y nico
sujeto, Jesucristo. Pero, puesto que haban surgido nuevas
controversias, especialmente por obra de Eutiques y de los
monofisistas --que sostenan la unificacin y casi la fusin de las
dos naturalezas en el nico Cristo--, algunos aos ms tarde, se reuni
el Concilio de Calcedonia (a. 451), que, en consonancia con la
enseanza del Papa San Len Magno (440-46l), para una mejor precisin
del sujeto de esta unin de naturalezas, introdujo el trmino
"persona". Fue sta una nueva piedra miliar en el camino del dogma
cristolgico.
En la frmula de la definicin dogmtica del Concilio de Calcedonia
repeta la de Nicea y Constantinopla y haca suya la doctrina de San
Cirilo, en feso, y la contenida en la "carta a Flaviano del prelado
Len, beatsimo y santsimo arzobispo de la grandsima y antiqusima
ciudad de Roma... en armona con la confesin del gran Pedro... y
para nosotros columna segura" 33, y, finalmente, precisaba:
"Siguiendo, pues, a los santos Padres, unnimemente enseamos a
confesar a un solo y mismo Hijo: el Seor Nuestro Jesucristo..., uno
y mismo Cristo Seor unignito: en dos naturalezas, sin confusin,
inmutables, sin divisin, sin separacin, en modo alguno borrada la
diferencia de naturalezas por causa de la unin, sino conservando,
ms bien, cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola
persona y en una sola hipstasis, no partido o dividido en dos
personas, sino uno solo y el mismo Hijo unignito, Dios Verbo, Seor
Jesucristo, como de antiguo acerca de El nos ensearon los profetas,
y el mismo Jesucristo, y nos lo ha transmitido el smbolo de los
Padres" 34.
Era una sntesis clara y vigorosa, de la fe en el misterio de
Cristo, recibida de la Sagrada Escritura y de la Sagrada Tradicin
("sanctos Patres sequentes"), que se serva de conceptos y
expresiones racionales: naturaleza persona, pertenecientes al
lenguaje corriente. Posteriormente, sobre todo a raz de dicha
definicin conciliar, estos trminos se vern elevados a la dignidad
de la terminologa filosfica y teolgica; pero el Concilio los asuma
segn el uso de la lengua corriente, sin referencia a un sistema
filosfico particular. Hay que hacer notar tambin la preocupacin de
aquellos Padres conciliares por la eleccin precisa de los vocablos.
En el texto griego la palabra correspondiente a "persona", indicaba
ms bien el lado externo, fenomenolgico (literalmente, la mscara en
el teatro) del hombre, y, por esta razn, los Padres