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Investigaciones en Sanacion 1. La Sanacion Con Los Árboles, Por Guillem Catala p

Jan 14, 2016

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Guillem Català

Uso de los árboles para entrar en contacto con la naturaleza, aumentar la vitalidad o transferir fuerza vital al organismo para afrontar crisis. Se exponen las líneas generales de esta modalidad de sanación tan antigua como la humanidad, pero de la que apenas existen registros (más allá del uso de árboles sagrados)
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  • METODOS DE SANACION

    LA SANACION POR LOS ARBOLES

    por Guillem Catal

    Pinos de las sierras del este de Andaluca (Sierra de los Filabres, Almera).

    Se presentan algunas imgenes de sanaciones realizadas con rboles. Slo pretendo dar algunas impresiones sobre esta manera tan peculiar de relacionarse, o mejor vincularse, con la naturaleza y especficamente con algunos rboles. Se trata de un trabajo chamnico. Pero es obvio que es tambin una antiqusima manera de trabar amistad con la naturaleza. Nada nuevo, pues, ya que es un saber que nunca se ha abandonado del todo. Un saber prctico, y una experiencia gratificante, hoy en da inesperada por no ser usual, ya que se suele tomar a los rboles como elementos inertes del paisaje o como decoracin de un jardn. Pero un rbol es un ser vivo y sensible. Conectar con l es una experiencia vital pura, slo accesible para los que aman a la naturaleza, la frecuentan en los bosques, y la respetan, hasta el punto de llegar a tener una intensa intimidad con ella, lo que es visceral y poco racionalizable. Adems, ayuda (aunque no es imprescindible) que la persona que busca este encuentro tenga costumbre de meditar.

    La meditacin se la define de muchas maneras, segn cual sea la escuela que se practique. A m me gusta la definicin ms bsica y menos filosfica. Meditar es buscar en la calma la unidad de nuestro organismo, en la que deja de existir la artificial escisin de la existencia, el

  • cuerpo y la mente. Al meditar se abandona la omnipotencia de la mente y se siente con naturalidad que somos una unidad. Esto implica reconciliarse con la existencia y con nuestra dimensin corporal. A travs del cuerpo, entendemos que somos parte inalienable de la Vida, como lo son los rboles y las diversas formas de existencia. Por encima de las diferencias la Vida toda es una sola. Los organismos no slo estn separados, tambin estn unidos firmemente en la Vida. En este sentido, el profundo sentimiento de la naturaleza es meditacin.

    La vinculacin con los rboles puede desglosarse en dos aspectos a efectos utilitarios, pero se trata de maneras de entender un solo y nico fenmeno, el de la unidad. Desglosamos slo a efectos de explicacin. Los dos aspectos son: trabajar con un rbol el contacto con la vida, o una sanacin especfica mediante la vitalidad del rbol.

    Como contacto puro con la naturaleza, relacionarse con un rbol representa la posibilidad de reconciliarnos con nuestros orgenes y con la vida. Sentir la intimidad con un rbol y cmo la vida palpita y resuena entre uno mismo y l, cmo nos transfiere un torrente de fuerza, y nos alivia de tensiones y pesadumbres, es una experiencia que no tiene precio. Muy til para todo. Por ejemplo, es clarificadora cuando llega la vejez, se est deprimido, o enfadado con la vida. O cuando las dudas acechan, o sentimos que no sabemos ni dnde estamos. La vitalidad del rbol es contagiosa, trasmite serenidad y confianza, significado y sentido de la duracin, y nos puede ayudar en esos momentos de desorientacin. Adems, disipa las tendencias depresivas e invita a imitarlo en su coraje para mantenerse firme. Si fallan las fuerzas, que no alcanzan para acabar el da, puede transferir energa y reforzarnos por un tiempo. O prepararnos para una operacin quirrgica, por aportar vitalidad para la prueba. O ayudarnos a enfrentar situaciones difciles por absorber de l calma y sentido del propsito. Y usos similares.

    La sanacin especfica es lo mismo enfocado de otro modo. La llamo especfica porque con ella se aspira a hacer frente a un problema concreto, respecto al que la fuerza arbrea nos sirva de apoyo. Ante algunas enfermedades es posible desarrollar un tratamiento que tenga moderada eficacia. Esto exige dedicacin, no es cosa de dar un paseo alguna vez por un bosque o jardn. Requiere volver a plantearse el papel que juega la naturaleza en nuestra vida.

    Se trata de un tratamiento de apoyo, es decir, la curacin la realiza el cuerpo y la mente. Cuando existe desequilibrio y desorientacin, stos no aciertan a desarrollar una estrategia que atene las perturbaciones. Cada problema suele tener un grado y tipo de disfuncin que arruinan la coherencia que subyace a la salud. El trabajo con los rboles visa a aliviar el desequilibrio, la desorientacin o la incoherencia, para que cuerpo y mente se vinculen mejor y conjuntamente afronten la situacin y encuentren vas de solucin. Los rboles tienen estas virtudes, que la persona ha perdido con la ruina de la salud o que por perderlas enferm. Como son virtudes contagiosas, la intimidad con ellos permite que crezcan en nuestro organismo fsico y espiritual, el cual por s mismo y tras un largo esfuerzo se adentrar por el camino de restaurar el equilibrio original. En este sentido, tanto se trata de reequilibrarse como fortalecerse. Quien frecuente los bosques no tendr duda alguna que el equilibrio y la armona que poseen los rboles frondosos son contagiosas y con naturalidad nos benefician.

    No todas las perturbaciones tienen marcha atrs, pero la mayora pueden pararse en el proceso de degradacin. Hay enfermedades que requieren medicacin, como las infecciones o ciertos cnceres, o ciruga, como una apendicitis o algunas artrosis. En estos males el cuerpo ha sido sobrepasado y algunos tejidos destruidos. La medicina alternativa slo puede que ayudar a dar vitalidad para enfrentar un problema que requiere una accin enrgica artificial.

  • Ficus milleflora de un jardn pblico de Valncia. Por la amplitud del tronco permite subirse y meditar en l

  • Una vez medicado o intervenido quirrgicamente, el cuerpo queda magullado y la perturbacin puede reproducirse, y es para evitarlo que un trabajo con los rboles puede ser til. Por otro lado, la energa arbrea es una buena prevencin contra todo esto y se puede evitar tener que medicarse o sufrir una intervencin quirrgica, que aunque sean necesarias, no dejan de ser verdaderamente catastrficas para el cuerpo y la mente.

    En otras muchas enfermedades es el cuerpo el que ha de encontrar la fuerza y la sabidura para volver a un estado saludable. Por ejemplo, las enfermedades degenerativas ante las que, la verdad, con medicamentos y ciruga no se puede hacer demasiado. Y es aqu, en este reforzamiento de la energa vital, fsica y espiritual, donde los tratamientos naturales pueden ser muy eficaces. Y uno de ellos es el que da sentido a la relacin con la vegetacin, que al cabo es relacin y revinculacin con la Vida.

    No se olvide que somos una partcula del gran movimiento de la Vida. Sin relacionarnos con la Vida, nada somos, y es de ella de donde nos llega la vitalidad fsica, emocional o mental, adems del aire puro y el alimento. La enfermedad es haber distorsionado el vnculo. Se tiende a recobrar la salud, o al menos a paralizar la degradacin, si se empieza a restablecer el vnculo. Y esto no es mental, lo podemos hacer es a partir del cuerpo, y del sentido de nuestra existencia. As, una vida sin significado es un camino seguro a la infelicidad y la depresin.

    En este sentido, el papel del rbol es facilitar la relajacin y la calma, y transferir la energa que el cuerpo sabe cmo usar. Pero esto es posible profundizarlo, pues nada apoya ms vigorosamente la recuperacin de la salud que una meditacin bien encaminada. Adems, si sta nos vincula con fuerzas concretas de la naturaleza que nos son afines, se multiplica el efecto. Se trata, pues, de encontrar la especie y dentro de esta el rbol que nos es afn.

    Existen varias maneras de enfocar el tratamiento. La que a m ms me ha interesado parte del hecho de que todas las personas con las que he realizado la sanacin vivan cerca de una arboleda, y cerca del rbol con que se acab por realizar la sanacin. Y esto no es casual en el reconocimiento de una afinidad. Por lo general los pacientes vivan en pueblos rodeados de bosques. Pero tambin en ciudades, tal que la persona habitaba cerca de un jardn pblico saludable. No todos los jardines urbanos tienen un carcter saludable. Habitar cierto tiempo cerca de una arboleda, dormir no lejos de all, y pasearse con frecuencia, preparara el terreno. Tenerle confianza a la naturaleza, es imprescindible. No se trata solo de un efecto placebo (aunque este influya tambin). La confianza y un profundo sentimiento de la naturaleza abren puertas y permite sintonizarse mejor con las tendencias de vida.

    Una sanacin se realiza ms o menos como sigue. La persona con problemas y yo vamos a pasear, sea al bosque o al jardn. Un paseo largo, que se busca sea placentero. De manera que la persona acaba por dejar de estar atrapada por la chchara mental, intil y repetitiva, y entra en un buen relax, o tal vez en un estado un poco contemplativo. As uno se abre al entorno, y ms an si esta poblado de plantas. Cuando la persona comienza a relacionarse ntimamente con la naturaleza que le rodea, yo le pido que elija un rbol que sienta en especial atrayente, o que le resulte ntimo, como un viejo amigo. Curiosamente muchas personas saben encontrar el rbol ideal para ella con relativa facilidad. Pero si la persona no se aclara, por estar aturdida al haber abandonado el chismorreo mental que le amarga la vida pero que le ha generado adiccin, soy yo quien le propone un juego con un rbol, una experiencia a la que ha de abrirse. Le propongo sentarse, o abrazare, a un rbol concreto, que yo siento que armoniza bien con la persona, y probar si la experiencia de la intimidad se produce. Juntos estamos mirando un tiempo el rbol y empapndonos de su energa, que poco a poco la persona siente amable y atractiva y si no lo siente as, continuamos la bsqueda hasta hallar uno que le trasmita bienestar. Entonces, ms confiada y relajada, y menos atribulada, la persona se sienta

  • contra el rbol o lo abraza. Sea que se siente recostndose contra el tronco, sea que lo abraza, se trata de abrirse y recibir al rbol. Y sentir que el rbol nos recibe a nosotros. La energa que nosotros movemos y la que mueve el rbol se funden en una sola. No es slo un abrazo fsico, es de alma a alma, por as decir. Se produce as un intercambio de energa, la persona cede algo de la degenerada que la enferma, y el rbol proporciona una joven y fresca. A los rboles les son tiles nuestras energas degradadas, pues la trasmutan en energa de vida que se despliega, tal como hacen con la tierra y el abono, o bien la dispersan. Hacen esto de manera semejante a como las plantas de interior regeneran el aire viciado. En esta manera de compartir ambos salen beneficiados, la persona y el rbol.

    Si lo que se necesita es una energa genrica, lo mejor es sentarse a meditar bajo el rbol, tocando con la espalda el tronco. Si se necesita algo ms especfico, es ms til el abrazo. La espalda rige la energa pura (yang), en un canal como los de acupuntura que sube paralelo a la columna, y esta acaba por especializarse all donde es reclamada. Pecho y vientre transportan la energa y la transforman en fenmeno (yin) orgnico, estrechamente vinculado al funcionamiento de los vsceras, glndulas, tejidos y clulas. Por ello en el abrazo la energa de la vitalidad del rbol va ms derecha al lugar donde se la reclama.

    Si la persona tiene prctica de la meditacin el proceso se vuelve ms fcil, incluso natural. Cuanto mejor medite la persona, y ms tiempo se centre en la respiracin, ms fecunda es la fusin. Los rboles tambin respiran, aunque de forma diferente a la de los animales. Al cabo, se puede decir que se trata de fundir la respiracin de la persona y la del rbol.

    Tal como yo lo veo no existe una relacin entre el rbol y la enfermedad, es cuestin ms bien del tipo de energa del rbol y la que la persona necesita. Es el organismo quien sabr utilizar la energa que absorbe. En esto mi propuesta es similar a la del reiki y otras sanaciones genricas. Lo cierto es que para una persona concreta y para un problema especfico, intuitivamente se halla que una especie es ms til que otra. Cada estructura de personalidad puede vincularse con una especie, con la que muestra especial afinidad. Adems, no todos los rboles de la especie requerida son tiles a este propsito. Slo algunos se prestan, por ser fuertes y armnicos, o por haber tenido que superar duras pruebas y haberse reafirmado en su deseo de vida y crecimiento. Yo todo esto me lo represento como la relacin ntima de una persona y un rbol, en la que cuenta ms el rbol concreto que la especie de la que se trate.

    En algunas especies, los rboles interesa sean la flora original de la zona. En otras, no importa siempre y cuando est bien adaptada. El esfuerzo por sobrevivir los ha fortalecido, y es a partir de esta firmeza que el intercambio de energa se vuelve frtil.

    Por ejemplo, los Ficus originarios de la India, han encontrado en la ciudad de Valncia, que es muy hmeda y con aguas subterrneas, una excelente adaptacin. Tambin en otras ciudades del Mediterrneo. En concreto se observa en las fotografas un Ficus milleflora, la especie hermana del rbol del despertar de Buda, que crece en los jardines pblicos. Es un rbol monumental, y por su forma es fcil subirse a l y en el cruce de las ramas meditar. O hacerlo sentado en sus enormes races. Creo que en la foto se percibe cmo acepta en su seno a la persona que se ha subido a las ramas, y como se produce un episodio energtico muy peculiar. Y cabe decir que son rboles consolidados, plantados en 1869 y en 1920.

    Mi rbol predilecto mi rbol personal pertenecen a los Gingko biloba, que proceden de China. Cavanilles hacia 1800 consigui el trasplante al clima mediterrneo. Son de una potencia y un porte notables, y en extremo resistentes. En muchas ciudades de toda Europa, incluso en el Norte, se los encuentra en los jardines pblicos. Que gusten tanto no es extrao, dada su gran belleza. Se los reconoce con facilidad por la forma en abanico de las hojas.

  • Gingko biloba de las siguientes fotos (Jard de Montfort, Valncia)

  • Hay que tener en cuenta que es una especie singular, una verdadera superviviente. De su orden vegetal, que hace 100 millones de aos dominaba la tierra, slo queda esta especie. Las conferas (pinos, abetos, etc.) las substituyeron, menos al Gingko, que se entest en aguantar y lo ha conseguido hasta hoy. Los cientficos lo denominan un fsil viviente. El poder extraordinario de este rbol creo que se percibe en las fotos, en las que yo mismo lo abrazo.

    De todas maneras, aparte estos casos de especies o ejemplares excepcionales, lo mejor es trabajar con las especies autctonas, o las que llevan muchos siglos entre nosotros, aunque sean de fuera. Por ejemplo, el nogal, que trajeron los romanos y que se ha radicado y ya es como si fuera autctono. Es un magnfico rbol, resistente y persistente, muy fortalecedor. Aparece aqu y all, no suele formar bosques, pero como se aclimat se lo encuentra asilvestrado en zonas con humedad, cerca de fuentes, riachuelos o ros.

    Los pinos es la especie hoy ms comn, incluso con cierto abuso. En los ecosistemas mediterrneos el pino solo existe en altura, pues necesita humedad. Esto puede parecer raro, ya que hoy en da los pinares abundan por todas partes, pero son repoblaciones modernas. Por la lea, el pino fue la usual repoblacin en el siglo XIX. La mayora de los pinares son repoblaciones de la dcada de 1940, para proporcionar materias primas a la industria papelera, durante los aos de la autarqua y el bloqueo contra el rgimen franquista. En esa poca se llen de pinos todos los baldos y encima se hizo con una especie no adaptada a nuestro clima, con el pino de Alepo, que proviene del Mediterrneo Oriental. Estas polticas errneas vienen a cuento de que el pino crece muy rpido y forma bosque en pocos aos. Ahora bien, con la primera sequa parte del rbol muere. Y al poco, un incendio pavoroso arrasa el bosque de repoblacin. Esta es la razn de los muchos y extensos incendios que asolan Espaa. Es increble que de inmediato se vuelva a repoblar con pinos otra vez, que a los pocos aos se vuelven a quemar. De hecho, dichos pinares suelen tener rboles que estn debiluchos. Yo no me he podido acostumbrar a usarlos para sanar, pues el mismo rbol est enfermo.

    A parte quedan algunos paisajes inslitos donde el pino es la especie natural, como El Saler, en Valncia. Ocupa este el brazo arenoso que separa La Albufera del mar, terreno estril y salado, en el que la nica especie que puede prosperar el pino y donde consigue un desarrollo y exuberancia, dada la humedad, extraordinarios. Aunque muy frecuentado por visitantes, El Saler es un bosque extraordinario para la sanacin con rboles.

    Un poco por toda la geografa de la Pennsula Ibrica se pueden encontrar bosquecillos de pinos de muy antigua repoblacin, que han radicado y se muestran con ejemplares imponentes. Es usual que se trate de pinos pioneros, cuya produccin siempre se ha apreciado. Algunos de dichos bosques son repoblaciones de poca islmica que mil aos despus est totalmente naturalizada y sigue productiva.

    Se trata de excepciones, pues lo usual es que los bosques de pinos frondosos estn en las sierras de altura. En los inviernos, la nieve motea el terreno y proporciona la humedad imprescindible. En las fotos que siguen se muestra el bosque y una sanacin realizada en la Sierra de los Filabres (Almera). A observar la hermosa y juvenil energa de estos pinos. Cuando es natural del lugar, como especie es extraordinariamente propicio para la sanacin. Los de las fotos forman el bosque originario de la zona, al que se ve muy saludable. Los pinos emanan abundante energa vital.

    Si desean intentar el trabajo con los pinos les recomiendo que lo hagan en un bosque, no en jardn, y donde es natural el pino. Si son de repoblacin, hay que localizar buenos ejemplares cerca de una vaguada o arroyo, tal que los pinos estn fuertes y lozanos por tener humedad. Si abundan de ramas secas tal vez no sean hbiles para trabajar con ellos.

  • La Sierra de los Filabres y su bosque originario de pinos

    En la Pennsula Ibrica se dan dos ecosistemas. El clima atlntico afecta al tercio norte de Portugal, Galicia, la cornisa cantbrica y la lnea de las altas cumbres pirenaicas. En este la especie dominante es el pino. El clima mediterrneo es, pues, el de la mayor parte de Iberia. Aunque algunas costas se abran al Atlntico, como las del sur de Portugal y las de Huelva y Cdiz, el clima es mediterrneo. En ste la especie dominante es la encina. Y es la encina el rbol que ha conformado la personalidad de los paisajes de la Pennsula Ibrica, y de buena parte del Mediterrneo. Y como el paisaje influye en los habitantes y los caracteriza, la encina es una de las fuerzas que nos ha moldeado.

    La encina es un rbol prodigioso por su fuerza y resistencia, capaz de soportar las ms pertinaces sequas, y prosperar en terrenos estriles, sabio como para conformarse a las circunstancias ms difciles y an as sobrevivir, persistente en el empeo. Por ejemplo, en algunos lugares aparecen largos afloramientos de masas de yeso, de formacin mineral, extensiones de masas blancas y compactas, que forman grandes secarrales donde slo consiguen vivir el esparto, el brezo y la omnipresente encina. Con la excepcin de los terrenos salados o de mucha altura, la encina prospera en todas partes.

    En cuanto un riachuelo o una vena subterrnea aporta humedad, el roble y el olmo aparece para acompaar a la encina. Ocasionalmente, algn alcornoque logra introducirse entre la abundancia del encinar. Todas ellas son especies hermanas. Antao el centro y sur de Iberia estaba cubierto por un manto de encinares, tan espeso que formaban como un nico bosque continuo, de costa a costa. Hoy puede parecer extrao, por la accin humana que transform profundamente el paisaje. La encina y el roble son de crecimiento lento, y por la ganadera y las talas masivas han reculado, con los resultados de la desertizacin espantosa que sufre Iberia. El actual paisaje mediterrneo no es el que conocieron nuestros antepasados.

  • Roble en sanacin (de una de las rouredes cerca de Granollers)

  • Encina en un parque pblico y junto a una alquera. En las encinas es muy claro que slo algunas se prestan al uso meditativo, y no depende del entorno, depende del rbol y su historia. Nada tiene de extrao que sean especialmente los ejemplares viejos los ms interesantes al respecto, que han logrado salir adelante en difciles condiciones. Son supervivientes que han tenido que enfrentar y resistir graves problemas

  • Roble y encina hacen extraa pareja. Ms sabio an el roble, que pierde las hojas en invierno. La encina, ms perseverante, las conserva todo el ao, con excesivo follaje en las ramas. Ms imponente y longevo el roble, que ha sido adoptado como rbol tutelar por muchas culturas y que aparece en las leyendas del folclore, indicio seguro del gran papel que jug en las pocas paganas era el rbol totmico de druidas y chamanes. La encina, por el contrario, no ha sido demasiado valorada, a pesar de que es la especie valiosa econmicamente, por las bellotas para el ganado. El esbelto roble ha sido siempre considerado un rbol bello, la encina no. Tal vez porque el roble tiene un aspecto extrovertido, mientras que la encina aparece como ensimismada. El abrazo al roble proporciona una inmediata comunicacin de fuerza vital, y muy poderosa, de manera fcil y accesible. Menos directa es la encina para usarla en sanacin, excepto los ejemplares viejos y robustos. An as, por ser tan comn, no es raro encontrar ejemplares tiles a nuestro propsito. Personalmente, las encinas son mis preferidas para meditar, y a veces son ejemplares al lado del camino las ms tiles y amistosas.

    Ir a un bosque original a pasear suele ser ir a un encinar o robledal. Si el lector desea intimar con un rbol, creo que es con encina y robles como puede iniciarse en esta experiencia.

    Ms raros son los hayedos. Pero el haya es rbol de gran fuerza, fcil de conectar con l. Cuando forman bosques, un paseo por los caminos de sombras densas y frescas es embriagador. Nada hace al caso que sean bosques de repoblacin, puesto que el haya era una de las especies antao comunes, y de gran utilidad por la dureza de la madera. Como resiste bien la altura, se tiende a plantarlos en lo alto de las montaas. En estas condiciones, se conjugan las virtudes del haya y la montaa, e ir a un hayedo a realizar la experiencia es fcil sea fructfera.

    A parte estn las especies de ribera. Pltanos, chopos o almeces, por ejemplo. El ms accesible es el almez o litonero (lledoner, en cataln), un rbol que nos ha rendido grandes servicios. Es resistente y poco exigente, que crece slo y sin cuidados, y del que todo se aprovecha, el follaje para el ganado, y la madera para el carpintero. Las herramientas del campo se hacan de su madera, dura pero fcil de trabajar. Era pues el compaero inseparable del modesto carpintero que todos los pueblos tenan. Por ello fcilmente an se le encuentra a la vera de las masas y casas de campo. Es rbol exuberante, de gran belleza, que drena las humedades subterrneas y limpia la energa del entorno. Est, pues, muy hecho a la compaa de las personas, como muy humanizado. Es de los que ms fcilmente se prestan para la sanacin, sea un ejemplar campestre o de jardn. Las fotos que adjunto son de un ejemplar de jardn (el de Montfort, en Valncia). El litonero es un rbol que he usado con frecuencia para fortalecer a personas decadas, y siempre ha conseguido levantarles la energa y el nimo.

    Se observa que las virtudes salutferas de los rboles comunes son las ms interesantes. Nos han acompaado durante siglos y han sido imprescindibles para la supervivencia de las comunidades. Han sido usados en sanacin desde hace milenios. Y pueden seguir usndose, a condicin de estimarlos y abrirse a ellos.

    Guillem Catal, Valncia, 1 de junio 2015

  • Litonero o almez (Jard de Montfort, Valncia)

  • Antes (arriba) y durante (abajo) la conexin con el litonero o almez de las fotos anteriores