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    INTRODUCCIN A LA GRECIA ANTIGUA

    Biblioteca temtica

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    F. JAVIER GMEZ ESPELOSN

    INTRODUCCIN A LA GRECIA ANTIGUA

    El libro de bolsillo

    Clsicos de Grecia y Roma

    Alianza Editorial

  • 4

    Diseo de la cubierta: Alianza Editorial

    Proyecto de coleccin: Rafael Saudo

    Ilustracin: Rafael Saudo

    Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra est protegido por la Ley, que establece penas

    de prisin y/o multas, adems de las correspondientes indemnizaciones por daos y prejuicios, para

    quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren pblicamente en todo o en parte, una obra

    literario, artstica o cientfica, o su transformacin, interpretacin o ejecucin artstica fijada en cualquier

    tipo de soporte o comunicada a travs de cualquier medio, sin la preceptiva autorizacin.

    Francisco Javier Gmez Espelosn, 1998

    Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1998

    Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15;

    28027 Madrid; telfono 91 393 88 88

    ISBN: 84-206-3653-3

    Depsito legal: M. 32.766-1998

    Compuesto e impreso en Fernndez Ciudad, S. L.

    Catalina Surez, 19. 28007 Madrid

    Printed in Spain

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    INTRODUCCIN

    Grecia siempre ha constituido un punto de referencia ineludible a lo largo de los

    tiempos. Desde los romanos hasta nuestros das los griegos han sido la pauta ejemplar

    casi insustituible que ha modelado las ideas, las tendencias y las actitudes de una parte

    considerable de nuestra cultura occidental. Su civilizacin ha suscitado entusiasmos de

    todas las clases y ha despertado admiracin y asombro por los logros conseguidos en

    casi todos los terrenos. Su proyeccin en la vida pblica se ha dejado sentir con fuerza a

    travs de la presencia casi constante en los programas educativos de liceos y

    universidades, de la imitacin incesante de los temas clsicos en la literatura, de la

    msica y el arte o de la propia apariencia exterior de los edificios y monumentos ms

    significativos. En el curso de la historia ha habido ciertamente variaciones importantes

    en la percepcin de este modelo. En algunos momentos se ha prestado particular

    atencin a aspectos muy determinados en detrimento de otros que, aunque no era menos

    importantes, desentonan quiz con el gusto de los tiempos. En otras ocasiones se han

    iluminado algunos periodos de la historia griega dejando otros no menos decisivos

    sumidos en la ms completa oscuridad.

    Este indiscutible predominio ha tenido, sin embargo, tambin sus desventajas. Se han

    creado falsos modelos clasicistas, como las radiantes estatuas de mrmol que nunca

    poblaron como tales las goras y santuarios de la Grecia antigua sino pintadas de

    extravagantes y chillones colores que todava hoy provocan la extraeza y perplejidad

    de los espectadores modernos. Se han establecido tambin ideales puristas, como el de

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    la democrtica e ilustrada Atenas de la poca de Pericles, que prescindan casi por

    completo de las circunstancias histricas que lo condicionaron. El gran Historiador

    Alemn Jacob Burckhardt ya dijo en su da que ninguna persona pacfica y prudente

    habra deseado vivir en dicho periodo, expresando as la necesidad de un asptico

    distanciamiento histrico. Tampoco el modelo de racionalidad perfecta que fue alabado

    hasta la saciedad por los filsofos de la ilustracin se ha mantenido en estado puro. La

    pervivencia del mito como forma de percibir el mundo en los llamados primeros

    filsofos, la dificultad de establecer lneas ntidas de separacin entre el mito y la

    historia o la alarmante presencia de elementos irracionales en la mentalidad griega, tal y

    como seal en su da el estudioso ingls Dodds en un magistral estudio, han

    contribuido a empear un tanto la ptina brillante de aquel lustroso ideal que encamin, en falso, los pasos de tantos pensadores modernos.

    Se han cometido, sin duda, algunos desvaros que han tergiversado de manera

    importante la verdadera imagen de la Grecia antigua. El atvico deseo de encontrar

    modelos de perfeccin que puedan constituir una gua segura en a trayectoria vital del

    ser humano ha sido en buena parte el responsable de estas alteraciones. Otras veces el

    mero desconocimiento o la ignorancia consciente han alimentado tambin la formacin

    esta imagen distorsionada. Sin embargo no parece conveniente dejarse arrastrar por la

    peligrosa pendiente de una desmitificacin radical que acabe situando a los griegos a la

    altura de otras menos boato y espectacularidad. La civilizacin griega nos guste o no, no

    es equiparable en sus logros e influencia a la cultura de los esquimales o de la los

    bosquimanos del sur de frica, como, de forma exagerada se pretenda afirmar en un

    cierto relativismo histrico que apadrin entre otros el insigne intelectual francs Andr

    Malraux. Existen razones de carcter histrico, algunas de ellas aludidas de forma

    sumaria ms arriba, que avalan su proposicin destacada dentro de la cultura occidental.

    Pero a stas se suman tambin otras, quizs de carcter ms subjetivo y menos

    mesurable como el mayor o menor atractivo que sus realizaciones despiertan entre el

    pblico. Resulta abrumadora la comparacin entre las abarrotadas salas de los grandes

    museos que albergan las obras maestras del arte griego con los amplios espacios vacos

    de las secciones etnogrficas de las mismas instituciones dedicadas a las culturas ms

    exticas o la dispar afluencia de visitantes que registran las exposiciones de temas

    clsicos frente a aquellas otras que ofrecen otras culturas histricamente no menos

    importantes como la maya o la china.

    Esta situacin de privilegio no debe ofuscarnos, sin embargo a la hora de intentar

    reconstruir con unas mnimas garantas la fiabilidad histrica la autntica imagen de de

    la Grecia antigua. Una tarea que por cierto, no est exenta, ni mucho menos, de enormes

    dificultades. Las fuentes de informacin, que sern estudiadas en detalle en cada uno de

    los captulos respectivos, han sufrido prdidas considerables. Tan slo conservamos un

    20% del total, y la mayora de ellas se encuentra en un estado fragmentario. Existe

    adems un manifiesto equilibrio que favorece descaradamente a Atenas en detrimento

    de otros estados importantes como Corinto, Mgara, Tesalia o las ciudades de Asia

    Menor. Nos encontramos, por tanto, altamente condicionados por los prejuicios y

    evidente parcialidad con los que los autores atenienses o educados en Atenas, nos

    transmiten el relato de los acontecimientos. La imagen del mundo griego que obtenemos

    de esta forma resulta notoriamente desigual. Si por lo que se refiere a Atenas alcanza en

    algunos momentos con cierta nitidez, se va desdibujando paulatinamente segn nos

    vamos alejando de sus fronteras hacia otros territorios no menos importantes de la

    Hlade.

    Por otro lado, existe un abismo casi infranqueable entre la sensibilidad moderna,

    heredera incuestionable de los grandes logros alcanzados tras la Revolucin francesa en

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    la realizacin de los ideales humanos, y algunos aspectos fundamentales del mundo

    griego antiguo como la esclavitud, la democracia sustentada en el imperialismo, la

    posicin secundaria de la mujer, el abandono a su suerte de los desheredados, la

    preeminencia de las guerras y su carcter casi ritual, el espritu competitivo llevado

    hasta sus extremos, la tica de la venganza, el desprecio del trabajo manual, la actitud

    desdeosa hacia los otros pueblos o la presencia dominante de los orculos. Hay

    tambin importantes diferencias en cuestiones tan fundamentales como la prctica

    imposibilidad de trazar una lnea divisoria entre lo religioso y lo profano, dos mbitos

    que se encuentran hoy en da claramente separados uno de otro, o la percepcin de la

    naturaleza, condicionada en el caso griego por esta particular sensibilidad religiosa y

    por el carcter todava ingenuo de muchas de sus apreciaciones en el mbito natural.

    Incluso en aquellos campos, como la democracia o el teatro, en los que nos sentimos

    herederos directos de la experiencia griega existen tambin diferencias considerables.

    La experiencia poltica particular de un grupo de varones, numricamente reducido,

    ejercida de manera directa y con todos los condicionantes sociolgicos de una pequea

    comunidad, no resulta fcilmente extrapolable a las democracias actuales de carcter

    representativo que funcionan en pases cuya poblacin est distribuida entre grandes

    ciudades y que se apoyan en la maquinaria administrativa de un aparato de estado

    mucho ms complejo. Tampoco el fenmeno teatral, profundamente imbricado en la

    trama poltica, social y religiosa del mundo griego antiguo, tiene en principio mucho

    que ver con el moderno espectculo ocasional, reducido casi por completo a sus

    dimensiones culturales y destinado a una minora urbana que se rene dentro de un

    recinto cerrado.

    Ciertamente se trata de un mundo de reducidas dimensiones, con una tecnologa

    primitiva y con recursos escasos, y con una capacidad de respuesta a su entorno hostil

    que a veces, incluso muy frecuentemente, resultaba excesivamente cruel y agresiva para

    los parmetros modernos. Sin embargo, en contraste con la dureza implacable de estas

    condiciones, destacan la fuerza y energa de sus realizaciones culturales, que han sabido

    perdurar sobre la modas y los siglos. A pesar del difcil equilibrio de luces y sombras y

    de todas las diferencias que nos separan de ellos -fue Jones, un estudioso de la tragedia

    que calific a este mundo de desesperadamente ajeno-, son tambin numerosos y

    prometedores los caminos que, a veces en forma indirecta y un tanto tortuosa nos

    conducen de nuevo hacia los antiguos griegos, la curiosidad innata por descubrir y

    explicar las cosas, la forma de dar expresin a nuestros sentimientos y emociones ms

    profundas, los cnones fundamentales de belleza y sensibilidad, la profundidad tica de

    algunos valores, una forma particular de organizar la sociedad, la fascinacin por los

    relatos bien construidos y elaborados o el simple gozo extasiado de vivir en un universo

    frgil y efmero, plagado de toda clase de sombras e incertidumbres.

    Grecia, los griegos son en parte una falacia histrica, pues nunca existi la unidad

    poltica bajo este nombre ni conocemos con mnimo detalle a la inmensa mayora de

    gentes que poblaron en su da la pennsula helnica y las islas de Egeo. Hablaban una

    lengua dividida en dialectos, vivan diseminados en pequeas comunidades a lo largo de

    un paisaje spero y duro y se hallaban separados por irreconciliables enfrentamientos.

    Pero veneraban a los mismos dioses y sentan como patrimonio comn los hermosos

    versos del poeta Homero. Con constituyeron una experiencia histrica singular e

    irrepetible que ha sabido perdurar a travs de los vaivenes caprichosos del tiempo

    gracias al testimonio imborrable de su arte y su literatura. Un bagaje poderoso y

    fascinante al que este libro pretende servir de gua introductoria.

    Alcal de Henares, abril 1998

  • 12 FCO. JAVIER GMEZ ESPELOSfN

    Nota sobre la bibliografa y el origen de algunas citas

    A la hora de determinar la ordenacin de la bibliografa fun-damental que acompaa a cada captulo, se ha seguido el si-guiente criterio: Cuando el tema de que se trata es relativa-mente uniforme, se ha optado por ordenar cronolgicamente los diferentes ttulos que aparecen, con el fin de dar mayor re-levancia a los ms recientes. En cambio, cuando dentro de un mismo tema se han considerado varios aspectos se ha preferi-do agrupar sucesivamente los diferentes ttulos que tratan de cada uno de ellos por separado.

    Para las citas de cierta extensin, me he valido de traduccio-nes ajenas cuyo origen consigno a continuacin: El texto de la pgina 33 pertenece a la traduccin de la Ilada llevada a cabo por E. Crespo y publicada en Biblioteca Clsica Gredos. Los textos de Jenfanes de Colofn (p. 83) y de Safo (p. 84) se han tomado de la Antologa de la poesa lrica griega (ss. VII-IV a.C.) de Carlos Garca Gua! (Alianza Editorial, 1980). Los fragmentos de la Historia de la guerra del Peloponeso de Tuc-dides citados en las pginas 194-196 se han extrado de la tra-duccin de Antonio Guzmn Guerra (Alianza Editorial, 1989). Por ltimo, los versos de la Eneida citados en la pgina 405 pertenecen a la traduccin de la misma hecha por Rafael Fontn Barreiro y publicada por Alianza Editorial en 1986.

    l. HOMERO Y LA EDAD OSCURA

    l. l. Panorama general

    l. l. l. Perfil histrico de la edad oscura La denominada edad oscura no fue un perodo uniforme desde el punto de vista geogrfico ni cronolgico. A la vista del pobre y heterogneo panorama que nos presenta la arq~eol~ga, podemos deducir que se caracteriz p~r una gran dive:s1-dad regional. Mientras algunas zonas sufneron de lleno el Im-pacto de la oleada de destrucciones masivas que t~vo lu~ar :n torno al ao 1200, otras reas continuaron su eXJstenc1a sm apenas experimentar cambios decisivos. Se puede hablar tam-bin de diferentes fases dentro de toda esta poca que ven-dran a coincidir ms o menos con clasificaciones basadas en los estilos de cermica. Tendramos as:

    - En primer lugar un perodo submicnico, que abarcar~a los tiempos inmediatos que siguieron al ocaso de los rei-nos micnicos durante la ltima parte del siglo xn y el XI.

    - En segundo lugar un perodo protogeomtrico, que en-globara la parte final del XI y el x . , .

    - Por ltimo el perodo propiamente geometrzco, que. ocu-para el siglo rx y entroncara ya de lleno con el conuenzo de la poca arcaica.

    13

  • 1.1 PANORAMA GENERAL 15

    ?e

    14

    1. HOMEROYLA EDADOSCURA

    El rasgo ms caracterstico de todo este perodo, sobre

    todo en sus etapas iniciales, son los movimientos de

    poblacin. Estos movimientos procedan en ocasiones del

    exterior del mbito egeo, como la debatida llegada de los

    dorios al Peloponeso. En otras ocasiones fueron el

    resultado de corrientes migratorias internas, como la

    famosa migracin jonia a las costas de Asia Menor. Estos

    dos acontecimientos son los nicos que aparecen

    refrendados por las leyendas de la tradicin posterior en

    forma de mitos como el retorno de los Herclidas para el

    primer caso ola serie de historias dramticas de fundacin de

    las diversas ciudades de Asia Menor para el segundo.

    El derrumbamiento de los reinos micnicos tuvo

    profundas repercusiones en todos los terrenos. La

    desaparicin de estos centros de poder organizados facilit la

    penetracin de gentes procedentes de las regiones

    montaosas del norte que ya no encontraron serios

    obstculos en su camino hacia el sur de la pennsula helnica.

    Las causas de esta infiltracin hacia el sur fueron la

    superpoblacin n de esas zonas y la presin que ejercan

    sobre ellos otras tribus procedentes de regiones situadas todava ms al norte. Sin embargo, no hay que entender estos

    movimientos como una serie de oleadas de invasin masiva

    que arrasaban todo lo que hallaban a su paso, tal y como refle-

    jan algunos han dejado su impronta en una forma muy

    habitual de hacer historia. Por el contrario, parece que

    debemos considerar esta clase de fenmenos como un proce-

    so histrico ms prolongado en el que intervinieron numero-

    sas variantes, que no podemos precisar, y que culmin final-

    mente con la instalacin definitiva de un grupo de poblacin

    diferente sobre el suelo griego.

    La famosa invasin doria parece haber sido ms bien

    una consecuencia ms de la desaparicin del mundo

    micnico que la causa que la provoc. Incluso se ha

    llegado a plantear la posibilidad de que los dorios se

    encontraran ya en el interior del mundo micnico como

    una clase dependiente, que, llegado un momento de

    crisis, aprovech la ocasin

    para revelarse contra el dominio de los seores micnicos.

    John Chadwick, uno de los estudiosos que particip de forma

    destacada en el desciframiento de las tablillas en Lineal B, ha

    sostenido esta hiptesis basndose en ciertos indicios de

    carcter lingstico existentes en estos documentos que

    parecen avalar esta suposicin. Durante esta poca se produjeron una serie de cambios que

    afectaron a la vida diaria de las gentes. En primer lugar, la

    modificacin aparente de las costumbres funerarias que

    supuso la sustitucin del rito de inhumacin existente hasta

    entonces por el de la incineracin del cadver. Tambin se modific la forma de enterramiento, abandonndose la

    tumba colectiva en favor de una individual en forma de cista.

    Sin embargo, no es preciso acudir a la idea de invasin

    procedente del exterior para explicar dichos cambios. La

    incineracin puede explicarse como la rehabilitacin de una

    costumbre ms antigua que ya haba estado vigente en el

    mundo griego con anterioridad al dominio micnico.

    Ambos fenmenos se entienden, adems, perfectamente

    desde la situacin precaria de los tiempos que siguieron al

    colapso de los reinos micnicos. Las estructuras comunitarias bien organizadas haban dejado de existir

    momentneamente, y con ellas desapareci tambin la posibi- lidad de llevar a cabo el esfuerzo colectivo necesario para la

    construccin de esas grandes tumbas que caracterizaron el

    perodo micnico. Tambin haban desaparecido los grandes

    seores que moraban en los palacios y ciudadelas, y, por tan- to, ya no era necesaria ni resultaba posible la exhibicin de

    prestigio y poder que los grandes tholoi (tumbas monumen- tales recubiertas de una falsa cpula) representaban. La inu-

    tilidad de mantener cementerios estables se explica tambin

    perfectamente por la situacin de dispora general, que im-

    pulsaba a las gentes a buscar lugares de proteccin y refugio que ya no podan ofrecerles los sistemas defensivos de los rei-

    nos micnicos. La incineracin era una forma rpida de des-

    hacerse del cadver y desde luego mucho menos costosa que

    un enterramiento tradicional a la manera antigua.

  • 16 1. HOMEROYLA EDAD OSCU RA

    Otro de los cambios decisivos de este perodo fue la apari-

    cin del hierro, que comenz a sustituir al bronce como metal

    bsico en armas y herramientas de todo tipo. Sin embargo,

    tampoco es necesario invocar la idea de invasin para

    explicar dicha innovacin. La ruptura momentnea en las

    relaciones comerciales con Oriente que provocaron las

    destrucciones masivas del 1200 tuvo como consecuencia

    inmediata la falta de cobre y estao, los dos metales que eran

    necesarios para la elaboracin del bronce. En estas

    circunstancias se impuso el tratamiento de un metal que

    poda hallarse con cierta facilidad en suelo griego para la

    continuidad de las actividades en la metalurgia.

    Estos cambios reflejan ms bien, por tanto, la necesidad de

    adaptarse a unas condiciones diferentes de las que haban im-

    perado durante el perodo micnico. Los reinos micnicos

    aglutinaban a su alrededor una poblacin considerable cuya

    vida estaba programada de forma minuciosa en todas sus ac-

    tividades desde el centro de poder que representaba el palacio

    central. Su desaparicin signific la prdida de referencia en

    todo tipo de actividades y comportamientos y supuso el co-

    mienzo de unos tiempos de incertidumbre e inseguridad a los

    que las gentes no estaban habituadas. Grupos dispersos de

    poblacin deban comenzar a organizar su vida de nuevo sin

    la proteccin que representaban los palacios y sin la gua de

    toda la estructura burocrtica que aparece reflejada en los

    registros de las tablillas. Ya no se daban tampoco las

    condiciones idneas para el cultivo de la tierra de forma

    extensiva con ciertas garantas de productividad y eficacia, y,

    por tanto, quedaron desiertos considerables espacios de

    terreno. Los nuevos lugares de asentamiento no adquiran

    carcter definitivo, y algunos de ellos ni siquiera duraron ocupados ms all de una generacin. Por ello, la mayor

    parte de las estructuras arquitectnicas que detecta la

    arqueologa son de carcter efmero y transitorio frente a la monumentalidad de las construcciones del perodo anterior.

    La pobreza de los ajuares refleja igualmente el modo de vida

    itinerante, motivado por la confusin

    1.1 PANORAMA GENERAL 17

    e inseguridad de los tiempos, que no buscaba vincularse de

    forma duradera a in territorio determinado.

    El arquelogo ingls Anthony Snodgrass ha propuesto como

    marco general de explicacin para esta poca un sistema de vida

    centrado en el pastoreo, una actividad que representaba el modo

    ms idneo de adaptacin a las cambiantes condiciones de los

    tiempos. El abandono de muchos lugares de habitacin

    proporcionaba amplios espacios de terreno disponible que

    resultaban muy adecuados para esta clase de economa. De esta

    forma se explicara tambin la ocupacin estacional de los

    asentamientos, en consonancia con esta forma de vida

    trashumante. Desde esta perspectiva se explica tambin otro

    fenmeno de la poca, como es la conservacin de los nombres

    originales de muchos lugares micnicos, a pesar de que fueron

    reocupados posteriormente. Al tratarse de lugares visitados de

    forma intermitente por los pastores, habran conservado con

    mayor facilidad sus antiguas denominaciones.

    Esta forma de vida pastoral guardara tambin una estrecha

    con dos de los rasgos ms caractersticos de la cultura material

    de la poca como son las construcciones de forma absidal y la

    cermica de gran calidad pero hecha a mano. Segn el

    arquelogo griego Michel Sakellariou, las construcciones de

    forma absidal son un tipo de hbitat que se asocia con frecuencia

    con los pastores mviles. Los objetos de cermica se explican

    como el producto de una comunidad mvil que no tena acceso a

    la rueda de alfarero. Una forma de vida, en suma, que no slo

    explica las manifestaciones materiales del perodo sino que est

    en consonancia tambin con la pobreza y dispersin de los

    testimonios con que contamos para su conocimiento.

    .

    1.1.2. Atenas y el estilo geomtrico

    La regin del tica fue una de las que permanecieron al margen

    de la oleada de destrucciones masivas que se produjeron en torno

    al 1200 y mantuvo ,por tanto, una cierta continuidad

  • IS 1. HOMERO Y LA EDAD OSCLRA

    con el perodo micnico anterior. El historiador ateniense Tu-cdides apunta a la escasa fertilidad del suelo tico como la ra-zn que disuadi a los invasores y convirti la regin en un lu-gar de refugio para todos aquellos que huan de los lugares que haban sido arrasados. Ciertamente, en el terreno arqueolgi-co se detecta una lnea de continuidad que no permite apreciar ningn tipo de ruptura que habra alterado el desarrollo de la vida en esta zona. Todo indica, adems, una cierta preeminen-cia de Atenas en todos los terrenos. Sus manifestaciones arts-ticas, sobre todo la cermica desarrollada en Atenas durante la segunda mitad del siglo xr, son superiores a las de las dems regiones, que adoptaron incluso sus formas y estilos. Atenas se convirti tambin en el punto focal de una red de comunica-ciones con el exterior, especialmente con las islas del Egeo y Chipre, que pone de manifiesto la pujanza y la prosperidad de la comunidad que habitaba por entonces la regin del tica. Estos contactos con la cuenca del Mediterrneo oriental y la existencia de una continuidad poltica y socioeconmica fue-ron la base del renacimiento cultural que se produjo hacia el ao 900. Un movimiento caracterizado sobre todo por el uso de un tipo especial de cermica de gran calidad cuya decora-cin predominante de carcter geomtrico ha dado nombre a todo el perodo que se inicia en estos momentos.

    La cermica geomtrica no representa sin embargo un fe-nmeno casual o repentino. Significa la culminacin de un largo proceso de desarrollo que se haba iniciado con la cer-mica submicnica y que haba continuado ms tarde con la de-nominada protogeomtrica. La mayora de las formas de los vasos se mantiene con algunas ligeras innovaciones de carc-ter tcnico. Los cambios afectan sobre todo al estilo decorativo y a la mejor calidad de su factura. El empleo del torno de alfa-rero, ms rpido, facilit la produccin de formas ms esbel-tas y mejor terminadas. Los crculos y semicrculos que predo-minaban en la decoracin de la fase protogeomtrica fueron sustituidos por una enorme abundancia de meandros, ziz-zags, rombos y otros motivos de carcter geomtrico que se

    1.1. PANOR.A.l\1A GE>/ ERAL 19

    disponan en bandas a lo ancho del vaso. Un rasgo fundamen-tal de este nuevo sistema decorativo era el contraste entre el claro y la sombra. Sin embargo, al lado de estos vasos de deco-racin geomtrica exclusiva se desarrollaron otros en cuya de-coracin predominaban las figuras de animales como caba-llos, cabras y ciervos. Los ms evolucionados dieron entrada a las primeras escenas figurativas con personajes humanos, aunque fuera de forma estilizada y trazadas a silueta. Por lo general, el esquema bsico consista en una cabeza de perfil con un torso frontal de forma triangular del que sobresalan los brazos y las piernas.

    Las piezas ms representativas de todo este perodo son las grandes nforas procedentes del cementerio ateniense del Di-piln. Todas ellas tienen un tamao monume~t.al que ~n alg~n caso alcanza hasta 1,75 m. Tenan como func10n servir de m-dicadores de las tumbas sobre las que se hallaban situadas. Las representaciones que se encuentran en sus bandas decorativas son, por tanto, cortejos fnebres, lamentaciones en torno al cadver o escenas de batalla y de caza. Se trata en su mayor parte de escenas tipo que no corresponden a ninguna ~ituacin real concreta. La mayora de estas nforas fue realizada por un grupo reducido de artesanos para el consumo de un crculo tambin reducido de familias atenienses. En ellas apa-recen reflejados, por tanto, los intereses y las preocupaciones que afectaban a este grupo social privilegiado de la soci~dad tica de aquel tiempo. Constituyen de esta forma un testimo-nio importante para el historiador acerca de la mentalidad e incluso de las formas de vida de aquella sociedad. Estas nfo-ras guardan tambin, quiz, una cierta relacin con el naciente culto a los hroes, que ser una de las bases ideolgico-religio-sas sobre las que se constituir la polis.

    La importancia que Atenas adquiri a lo largo de todo este perodo se comprueba tambin a travs de la gran dif~sin que alcanz el estilo geomtrico por el resto de las reg10nes griegas, especialmente en l~ Arglide, Beocia y ~orinto, que son las zonas limtrofes al Atica, o en la afluencia de nuevas

    ,.i:: ,i.. . ).

  • 20 !. HO '.'v1ERO YLA EDAD OSCl.:RA

    formas artsticas en objetos de metal y marfil importadas de Oriente. Este ambiente de prosperidad que reflejan las mani-festaciones de carcter artstico se explica por varias clases de razones. Unas de carcter poltico, como el proceso de unifica-cin que tuvo lugar en el tica, conocido con el trmino de si-necismo (sun-oikismos: agrupacin de lugares de habitacin). Otras de tipo ideolgico, como el nfasis que pusieron algunos miembros ilustres de la sociedad en establecer un vnculo con un pasado ideal, que era concebido desde una perspectiva he-roica, que otorgaba prestigio y legitimidad a las clases dirigen-tes de la comunidad. Todo ello explica el papel predominante de Atenas en el inicio del perodo arcaico, cuando aparece ya situada a la cabeza del mundo helnico en una poca tan tem-prana como el siglo rx y los inicios del vm.

    1.2. Problemas fundamentales

    1.2.1. La guerra de Troya

    Un tema de debate constante entre los estudiosos de este pero-do es la existencia histrica de la guerra de Troya. Este supuesto conflicto blico habra tenido lugar a finales del perodo mic-nico o en los inicios de la edad oscura. Existen al respecto di-versas opiniones. Algunos sostienen que la guerra se produjo tal y como aparece reflejada en la leyenda griega dada la confir-macin que aporta el testimonio de la arqueologa. Un segun-do grupo de estudiosos se alinea tambin con esta idea de que la guerra fue un acontecimiento de carcter histrico que re-sulta perfectamente explicable dentro del marco del imperia-lismo micnico. Sin embargo, piensa, por el contrario, que es preciso introducir ciertas matizaciones en el relato legendario que nos ha legado la tradicin pica, en el que predomina la li-cencia potica. Es as necesario readaptar la magnificencia del conflicto que describen los poemas a la realidad arqueolgica que presenta la colina de Hissarlik. Por fin, otro buen nmero

    1.2. PROBLEMAS FUNDAMENTALES 21

    de especialistas parte de la base de las contradicciones eviden-tes que existen entre la narracin pica y los datos arqueolgi-cos para reducir el conflicto a una simple razia ocasional en busca de botn, que fue ms tarde exagerada y magnificada en tonos heroicos por la epopeya, dada la tendencia habitual de este gnero a la sobrevaloracin literaria de una simple accin sin demasiada importancia (vase el caso de Roncesvalles y la Chanson de Roland).

    Ciertamente la pobreza del registro arqueolgico de Hissar-lik no contribuye mucho a confirmar la historicidad de la gue-rra. La ciudad que presuntamente fue el objeto del ataque de la (Oalicin micnica corresponde al estrato Vlla. Sin embargo en esos momentos Troya era una ciudad pobre y de reducido tamao. Se ha calculado que podra haber albergado una po-'.:>iacin de tan slo trescientos habitantes, lo que traducido en (apacidad militar equivaldra a un ejrcito compuesto de ape-:ias setenta y cinco individuos. Los famosos restos seos que se encontraron en las ruinas de la ciudad pertenecan a tan slo cuatro cadveres, y las huellas de armamento que podran apuntar a la existencia de un conflicto armado quedan reduci-das a una punta de flecha. Un bagaje demasiado escaso y hasta ridculo para justificar desde el punto de vista arqueolgico un asedio que se prolong durante diez aos.

    Existen por otra parte tres importantes clases de obstculos que impiden el establecimiento de una estrecha coincidencia entre el lugar sealado y la amplitud del conflicto tal y como lo describe la leyenda. En primer lugar obstculos de tipo crono-lgico. Los disturbios que se produjeron dentro del propio te-rritorio griego a lo largo de los aos 1250/1240 impedan toda posibilidad de que se organizara en aquellos momentos una expedicin militar en toda regla fuera de sus lmites. Esta posibilidad se habra dado slo en una poca anterior, que vendra a coincidir con un lapso de tiempo entre el 1400 1300, pero esto nos obligara a retrotraer hacia abajo el estrato arqueolgico correspondiente de Hissarlik. La Troya del nivel VI presenta a su vez graves problemas para ser identificada

  • 22 l. Hm.IEROYLAEDADOSCCRA

    con la ciudad homrica ya que parece haber sido destruida por la accin de un terremoto.

    En segundo lugar nos encontramos con obstculos de tipo poltico-econmico. La fragilidad poltica de los pequeos reinos micnicos, sometidos continuamente a querellas de or-den interno y a importantes desafos procedentes del exterior, no era una condicin que propiciase la salida masiva de tropas al exterior en una expedicin arriesgada.

    Por ltimo, no tenemos una causa histricamente plausible para el conflicto. El motivo del rapto de Helena constituye un tema legendario que aparece tambin en otras tradiciones n-ticas, como el mito de Europa, Medea en la saga de los Argo-nautas o el rapto de Ariadna por Teseo. Sin embargo, de todos ellos, el rapto de Helena es el nico que culmina en una guerra. Recientemente se han formulado otras hiptesis, como el de-seo de controlar los estrechos desde un punto de vista comer-cial, pero no encuentran confirmacin a la hora de concretar el objetivo material que poda haber suscitado dichas aspira-ciones. Parece que la produccin principal de Troya fueron los tejidos, sobre todo en vista de las numerosas pesas de telar que se han hallado en sus ruinas, pero no parece que constituyeran un objeto tan valioso como para suscitar una guerra. Algo pa-recido ocurre con los caballos que se criaban en su llanura, ya que los micnicos posean tambin esta clase de ganado. El aprovisionamiento de minerales, especialmente el bronce, po-dra proporcionar un motivo justificado, pero la pobreza ar-queolgica del estrato VIIa de Hissarlik tampoco confirma esta alternativa.

    As las cosas, lo ms lgico es pensar que pudo tratarse de un simple acto ocasional de pillaje que fue siendo progresiva-mente engrandecido al convertirse en un tema de la poesa pica. Incluso el poeta que inici el ciclo pudo haber procedi-do a reagrupar una serie de acontecimientos insignificantes convirtiendo el conjunto final en un conflicto de una enverga-dura mucho mayor. Ciertamente existe un fondo micnico en la leyenda, patente en pasajes como el clebre Catlogo de las

    J 2. PROBLEMAS FL':\DAME\'TALES 23

    naves del canto segundo, pero a este ncleo inicial se fueron agregando de forma sucesiva otros elementos de origen poste-rior como los que se encuentran presentes en las leyendas lo-cales de Asia Menor, tal y como ha sealado Sakellariou. La guerra de Troya se habra convertido en el conflicto por exce-lencia entre los colonos griegos de esta zona y los brbaros que . habitaban la regin. De esta forma, los hroes locales habran pasado a formar parte de los contingentes aqueos y sus adver-sarios en cambio pasaran a engrosar las filas de los aliados troyanos.

    Se han aportado incluso otras soluciones al dilema como la de imaginar que pudo haber habido varias Troyas, como su-giere Lionel Cason, situadas en puntos diferentes de la cuenca del Mediterrneo, como Cnosos y Biblos, que habran dejado su recuerdo en la tradicin legendaria de estas culturas. Inclu-so se ha apuntado la posibilidad de revisar la identificacin de Troya con Hissarlik en favor de una localizacin diferente que quiz no ha sido hallada todava.

    Las mayores expectativas de encontrar una posible solucin al problema se centran en el testimonio que aportan las fuen-tes orientales, particularmente las hititas. En ellas aparecen una serie de trminos que resulta tentador identificar con al-gunos de los protagonistas de la leyenda griega, tales como Pi-\'amaradus (Pramo), Alaksandos (Alejandro, el nombre de Par is) o Ahhiyawa (que constituira la versin hitita del trmi-:10 griego Ajaioi con el que se designaba a los aqueos). Estos textos reflejan el confuso panorama poltico de los aos pre-\i os a la destruccin final del imperio hitita y nos dan a cono-cer una serie de conflictos locales en toda la regin costera de Asia Menor en los que podran haber estado directamente im-plicados los micnicos, que de hecho haban ocupado ya Mi-leto. A pesar de que subsisten todava numerosos interrogan-tes e incertidumbres en este terreno, es muy probable que en este campo resida la nica explicacin histrica de un tema que la leyenda griega slo contribuy a desfigurar al haberlo convertido en un tema legendario, objeto del canto pico.

  • 24 l . HOMEROYLAEDADOSCURA

    1.2.2. Los orgenes de la edad oscura

    Uno de los principales problemas de este perodo es determi-nar las causas concretas que provocaron el derrumbamiento final de los reinos micnicos. Las viejas propuestas que busca-ban una nica causa determinante, bien fuera una invasin generalizada de pueblos del exterior de la cuenca egea, una ca-tstrofe natural o climtica o un estado de discordia civil, han dado paso a otro tipo de explicaciones ms complejas que contemplan la cuestin desde una perspectiva ms global en la que los diferentes factores intervienen de forma coordinada y complementaria. El grado de sofisticacin alcanzado por la ci-vilizacin micnica dependa para su correcto funcionamien-to de una serie de factores que guardaban una estrecha rela-cin de dependencia mutua. Nos referimos a factores como la agricultura y el mantenimiento del nivel de produccin de ali-mentos, la metalurgia y la obtencin de las materias primas adecuadas, la especializacin artesanal y el consumo de una elite en estrecha dependencia del mantenimiento de las rutas y circuitos comerciales con Oriente, el nivel de poblacin y el tamao de los asentamientos e incluso el conjunto de creen-cias religiosas asociado al mantenimiento de una estructura jerrquica determinada dentro de la escala socioeconmica.

    La buena marcha del sistema requera la interrelacin cons-tante y armoniosa entre sus diferentes elementos, as como su adecuacin a las condiciones del medio ambiente. Cualquier fallo o imprevisto que supusiera un cierto desequilibrio aca-rreara sin duda una serie de reacciones en cadena que iran incidiendo de forma negativa en el resto de los factores. Un de-sastre natural, por ejemplo, por limitadas que fueran sus con-secuencias inmediatas, creara las condiciones adecuadas para el aumento de la tensin en diferentes campos y el posible esta-llido de la violencia generalizada. El descontento creciente de la poblacin ante un problema de desabastecimiento en el su-ministro de alimentos provocara sin duda conflictos de orden interno en cada uno de los reinos. Esta situacin de inestabili-

    :. ~illEMASFUNDAMENTALES 25

    o: u"lterna incrementara el riesgo de conflictos entre los di-~~tes estados dentro del propio mundo micnico en la pug-

    .:nstante por el dominio de las mejores tierras o por el con--:r: de la riqueza mineral y comercial. Del m,ismo mo~' ::iese el exterior de sus fronteras se acentuana la pres10n ere:-cida desde sus lmites por tribus nmadas. El militarismo -:>erante entonces, como el que podemos vislumbrar a co--::....~nzos del siglo x11 por casi todas partes, redundara en un ;:escenso de la mano de obra dedicada a las tareas agrcolas, y ~ta circunstancia provocara a su vez un decaimiento notorio .::e la produccin. Las rutas comerciales se hara~ inseg~ras a 2 usa de las frecuentes incursiones de saqueo y la mdustna ar-esanal sufrira, de esta forma, un trastorno considerable.

    Esta situacin generalizada de inseguridad debi de ser ."Jrovechada por las tribus montaesas de los confin~s del

    ~undo micnico, especialmente en las regiones norocc1den-;:ales de la pennsula balcnica, que decidiera~ ampliar ~u : ampo de accin en busca de botn, sacando partid? del vac10 :-rogresivo de poder que se ira creando en determinadas zo-

    ~as. En estas circunstancias comenzaran a ser frecuentes las conjuras internas, las traiciones y ~efecci~nes, fenm~~os to-dos ellos corrientes en pocas de msegundad y de cns1s. Los campos sin cultivar por falta de protecc~n, los talleres vacos, la desercin de los lugares de asentamiento fueron la conse-cuencia inmediata de esta situacin. En este estado de confu-sin hicieron su aparicin los denominados Pueblos d~l mar, un conjunto heterogneo de gentes desde el punto de vista t-nico que se haba agrupado con la nica fmalidad de llevar. cabo expediciones de saqueo indiscriminado. Se les ha atn-buido una buena parte de responsabilidad en la ca_da final ~e las fortalezas micnicas y en la oleada de destrucciones masi-vas que sucedi a continuacin. Sin embargo, est?s pueblo~, difciles de identificar con precisin salvo el caso bien conoci-do de los filisteos (peleset), son ms un sntoma de estos tiem-pos que la causa de su directa aparicin, como ha sealado la arqueloga Nancy Sandars. En su opinin no representaran

  • 26 l. HOMERO Y LAEDADOSCURA

    otra cosa que la continuacin de la piratera endmica, propia de estos perodos de confusin, que haban llevado a cabo es-

    tado~ guerreros de reducido tamao y que haba sido moneda corriente durante siglos en el Mediterrneo oriental.

    El aumento creciente de la violencia no hizo, por tanto, ms que dar el golpe de gracia a un sistema que posiblemente haba alcanzado ya el mximo de sus posibilidades. El derrumba-miento final no sera otra cosa que la consecuencia irremedia-ble de la dislocacin completa de un sistema socioeconmico que se sustentaba en un equilibrio delicado y frgil entre nu-merosos factores que no era posible controlar del todo en un mundo de recursos limitados como ste y en medio de una na-turaleza imprevisible. El modo de vida artificial de los anti-guos centros polticos no fue capaz de sostener el esfuerzo y se fue produciendo el colapso gradual de todas sus estructuras. De hecho, a finales del siglo Xll la poblacin se haba visto re-ducida casi hasta un 10% con respecto a la existente cien aos antes.

    1.2.3. La migracin jonia a Asia Menor

    Uno de los fenmenos sobresalientes de este perodo es el po-blamiento de las costas occidentales de Asia Menor por grie-gos que procedan de la pennsula helnica. De hecho, en esta zona sera donde, ms tarde, tendra lugar el renacimiento griego de los siglos vm y VII y floreceran las primeras comu-nidades griegas de cierta importancia. La tradicin legendaria nos habla de un movimiento colonizador que tuvo su punto de partida en Atenas y en el que tomaron parte gentes provenien-tes de todos los rincones del mundo micnico, entonces ya en proceso de desaparicin. El testimonio de la arqueologa apunta a una fecha cercana al ao 1000 como la poca ms adecuada para que este movimiento hubiera tenido lugar. As, una gran parte de la costa minorasitica ha producido hallaz-gos de cermica de tipo pro to geomtrico, datable en el siglo x.

    - . OSLEMASFUNDAMENTALES 27

    El territorio, desde luego, reuna todas las condiciones ade-:uadas para que surgiera de modo natural la tpica forma de ida griega: grandes valles de tierra cultivable, encajonados entre montaas, que iban a parar al mar siguiendo el curso de ros como el Castro, el Caico y el Meandro. La costa presenta-ba adems buenos fondeaderos que podan servir como puer-tos y ofreca adems islotes y pequeas pennsulas que resul-taban muy adecuadas como proteccin y defensa. La regin no se hallaba adems muy poblada en aquellos tiempos y no exista ningn poder poltico organizado que pudiera obsta-culizar el establecimiento de los griegos. Para colmo, algunos de estos lugares, como Mileto, ya haban sido antes visitados, si es que no habitados de forma regular, por cretenses y mic-nicos. No eran por tanto regiones desconocidas u hostiles, y resulta fcil imaginar las razones que pudieron conducir hacia ellas a un conjunto de gentes procedentes del continente en unos momentos en los que la situacin all no les ofreca muy buenas perspectivas de futuro.

    La mayora de los establecimientos no fueron otra cosa que aldeas de reducidas dimensiones instaladas en las pequeas pennsulas que sobresalan de la costa. Un muro defensivo cir-cundaba un conjunto heterogneo de construcciones que se amontonaban unas contra otras sin ningn orden regular. Un ejemplo de este tipo de comunidades es Esmirna, cuyo empla-zamiento arcaico ha sido muy bien excavado.

    Sobre la relacin de estos primeros griegos con los habitan-~es indgenas de la zona contamos con el dudoso testimonio de una serie de leyendas que han sido transmitidas por historia-dores de poca tarda. Posiblemente reflejan, aunque de forma .:iertamente difusa y distorsionada, un eco de la realidad his-trica de aquellos primeros momentos. ste podra ser el caso de la ancdota que refiere Herdoto sobre Mileto, cuyas muje-:-es haban establecido el acuerdo tcito de no llamar por su ;'IOmbre a sus maridos ni sentarse nunca a comer en la mesa .:on ellos. Como motivo de esta decisin tan singular se apun-:a el hecho de que los griegos dieron muerte a sus padres, her-

  • 28 J. HOMERO Y LA EDAD OSCURA

    manos y maridos al establecerse en la zona. Sin duda, esta ancdota refleja de algn modo las conflictivas relaciones ini-ciales entre colonos e indgenas, en unos momentos en los que los recin llegados necesitaban mujeres y tomaron a la fuerza a las indgenas de la regin. De hecho, muchas de estas comu-nidades albergaron poblaciones de carcter mixto, y todava en pleno siglo v a.C. era posible encontrar griegos de esta re-gin que tenan madres indgenas, como el mismo Herdoto, cuya madre era de origen cario.

    Tambin se ocuparon en estos momentos otras regiones de la zona costera occidental de Asia Menor. La regin del norte fue poblada al parecer por griegos eolios, procedentes quiz de Beocia y Tesalia a tenor de sus respectivos dialectos. El cen-tro de mayor importancia fue sin duda la isla de Lesbos. A di-ferencia de lo que sucedi en la regin central de Jonia, lasco-munidades del norte permanecieron ms aisladas y en una relacin distante con el pueblo indgena que habitaba la zona, los misios, que apenas mostr inters alguno por la forma de vida griega. La parte meridional de la costa fue poblada por elementos de origen dorio quiz en un momento algo poste-rior a los dos anteriores. Los habitantes indgenas de la zona, los carios, acogieron favorablemente a los recin llegados y llegaron incluso a cohabitar con ellos de forma pacfica en mu-chas comunidades, como Ceramos y Yasos.

    Desconocemos en cambio todo lo relativo al desarrollo his-trico de estas regiones ya que estas tradiciones carecen por lo general de validez a causa de su carcter tardo y, en gran medida, ficticio. En opinin de Finley hay que entenderlas ms bien como una interpretacin esquemtica y sentimen-tal de los valores del pasado y como el reflejo de las reivindi-caciones de un tiempo ms reciente. Para remediar en cierta medida este estado de desinformacin general en que nos en-contramos podemos acudir al estudio de la situacin dialec-tal, ya que fue a lo largo de esta poca cuando se constituy el mapa lingstico griego que iba a predominar en los tiempos subsiguientes. Hallamos as una divisin horizontal en tres

    _;;. i't:ENTES 29

    ~o:..:J.

  • 30 l. HO:-.iEROYLAEDADOSCCRA

    mientos econmicos principales que se realizaban en estos reinos. Se crearon de esta forma una especie de rudimentarios archivos cuya desaparicin posterior produjo un absoluto va-co de documentacin escrita que afect sobremanera a todo el perodo subsiguiente.

    No contamos, por tanto, con una narracin continuada de los acontecimientos de este largo perodo. Ni siquiera tenemos algunas referencias fragmentarias o alusiones de carcter in-directo procedentes de fuentes orientales. La serie de rupturas que tuvieron lugar hacia el 1200 provocaron el aislamiento mutuo de regiones como Egipto, Siria o Mesopotamia, que durante los siglos xm y xn haban configurado una verdadera comunidad internacional en la cuenca oriental del Mediterr-neo. Las comunicaciones eran frecuentes a lo largo del pero-do micnico y se haba establecido un gil sistema de inter-cambios entre el mundo egeo y el Oriente, por el que circulaban con cierta fluidez las gentes, las ideas y los objetos materiales. La interrupcin de los contactos dej aislado al mundo griego, cerrado sobre s mismo y obligado a reiniciar un largo proceso de aprendizaje a partir de los escasos cimien-tos que haban quedado de la poca anterior. La poblacin tendi a concentrarse en las regiones del interior en busca de una mayor seguridad, que la pusiera a resguardo de posibles nuevos ataques como los que haban contribuido de forma de-cisiva a provocar los disturbios que condujeron de forma irre-misible al final de los reinos micnicos.

    Ante la ausencia completa de fuentes escritas, el nico re-curso con que contamos es el testimonio de la arqueologa, a pesar de los numerosos problemas de toda ndole que com-porta. Los objetos son mudos por definicin, ya que somos nosotros quienes debemos extraer de ellos la informacin pertinente m ediante deducciones e inferencias. Slo series de objetos, continuas y bien catalogadas como la cermica, nos permiten inferir argumentos consistentes de ndole cronol-gica. Es preciso tambin que la labor de excavacin se realice en condiciones ideales, con el cuidado y la precisin necesa-

    :_;sFUENTES 31

    ::os, para que la publicacin de sus resultados permita obte-::e:- la informacin suficiente sobre las condiciones mater ia-

    -~5 v las caractersticas de los hombres de aquel perodo. Sin ~:nbargo, la gran dispersin de los emplazamientos excava-:.os y la pobreza de los hallazgos materiales no han contribui-:.o mucho a nuestro conocimiento, siquiera relativo, de toda :sta poca. La arquitectura en piedra desapareci casi por : ompleto y, por tanto, no han quedado restos de edificacio-::es importantes. Las artes figurativas presentan una gran .?.usteridad decorativa. El patrimonio iconogrfico se reduce .?. motivos lineales y geomtricos dentro de un repertorio ar -

    ~tico muy limitado del que la figura humana ha desapareci-do por completo. Si, como suele decirse, una imagen vale ms que mil palabras, las que nos ofrecen los objetos artsticos de '.a edad oscura no nos permiten ir muy lejos por el carcter excesivamente esquemtico y redundante de sus imgenes.

    Existen, sin embargo, algunas excepciones dentro de este desolador panorama. Algunos lugares presentan una estrati-ficacin continuada desde el final del mundo micnico hasta el siglo vm a.C. y han sido objeto de una cuidada excavacin. Es el caso de LEFKANDI, en la isla de Eubea, donde se han en-contrado los restos de una comunidad comparativamente am-plia e in usualmente prspera para el nivel general atestiguado en este perodo. Uno de los hallazgos ms destacados es un edificio largo, rematado con un bside final, que constituye uno de los primeros ejemplos de heroon (santuario en honor de un hroe), levantado en honor de un guerrero que fue ente-rrado all con su consorte y sus caballos siguiendo un tipo de ritual funerario que se asemeja de forma sorprendente al que aparece descrito en los poemas homricos. A? han aparec~do tambin algunos de los primeros bienes de lu10 que fueron un-portados desde Oriente. La prospe~cin arqueolgica ha c~ntribuido tambin a aumentar considerablemente nuestras m-formaciones sobre regiones mal conocidas del mundo griego como Mesenia, donde se aprecia ya una cier ta divisin de la poblacin en pequeos emplazamientos. Dentro de este terre-

  • 32 l. HOMERO Y LA EDAD OSCCRA :3. LAS FUENTES 33

    no arqu~olgico no debemos olvidar la gran importancia que el es:u~10 de los estilos de la cermica ha tenido para el esta-blec1m1ento de una secuencia cronolgica consistente.

    Aunque la arqueologa es, sin lugar a dudas, la fuente princi-pal y casi nica con que contamos para el conocimiento parcial de este perodo, existen, sin embargo, otras posibilidades. Es el caso de la tradicin legendaria de carcter oral, que puede ha-berse conservado en los mitos que han llegado hasta nosotros a travs de autores de pocas posteriores. La poca micnica de las grandes fortalezas y de sus prncipes guerreros aparece cier-tamente como referencia lejana y difusa en muchos de los mi-tos griegos. Si~ embargo, no siempre resulta posible dar el gran salto en el vac10 que supone retrotraer estos elementos mticos hacia un pasado remoto, que ya era, sin duda, mal conocido entonces por sus propios descendientes o, en el mejor de los ca-sos, ~u~ fuero~ reel~borados en poca muy posterior bajo unas cond1c1on:s ?1en diferentes y con unos presupuestos ideolgi-cos muy d1stmtos. Las comunidades que haban sido afectadas

    de,U~no po~ la oleada de destrucciones tenan como objetivo mas mmediato la pura y simple supervivencia, en unos mo-mentos de confusin y miedo como los que debieron de seguir al colapso final del mundo micnico. La conservacin de las viejas leyendas debi de quedar relegada, por tanto, a un se-gundo plano en la sucesiva tarea de reconstruccin. Su restitu-cin se efectu, de hecho, sobre nuevas bases con la progresiva vuelta al orden y la remodelacin de nuevos espacios territo-riales. Slo algunos lugares emblemticos como Atenas, en los que hubo una cierta continuidad, mantuvieron intactos sus vnculos con el pasado ms remoto. En la mayora de los casos las t~~diciones volvieron a crearse sobre nuevos moldes y en func1on de los nuevos esquemas de vida que iban surgiendo al paso durante un perodo de confusin y desarraigo como ste.

    Nos faltan por tanto los elementos constitutivos bsicos a la hora de reconstruir las lneas fundamentales de la historia de este perodo. Una poca en la que, al igual que en las dems los acontecimientos se fueron sucediendo unos a otros, algu~

    nos individuos destacados adquirieron protagonismo y se lle-1.-aron a cabo determinadas realizaciones culturales. Todo ello ::ia quedado, sin embargo, sumergido casi por completo en el olvido y la oscuridad de unos tiempos remotos a causa de la desesperante falta de testimonios. La historia prosigui su curso implacable, pero nosotros no tenemos, hoy por hoy, ma-:::iera alguna de recuperarla.

    : .3.2. Los poemas homricos

    Aunque no pertenecen de lleno a la historia de este perodo, :os poemas homricos, la Ilada y la Odisea, constituyen un .iocumento imprescindible para el estudio de toda esta poca . .=u mbito de referencia no se limita, sin embargo, a la edad .:iscura. Alcanza desde la lejana poca micnica, de la que re-::ejan ecos evidentes aunque algo difusos, hasta el momento :::iismo de su composicin definitiva, que pudo tener lugar en 3..lgn momento del siglo vm a.C. Los poemas homricos .:onstituyen ciertamente un fenmeno cultural de carcter ex-.:epcional dentro de la civilizacin griega que slo puede com-,;ararse al papel que desempe la Biblia dentro de la cultura -.idaica. Desde el momento de su creacin se erigieron en el c:.:.itntico modelo a seguir en todos los terrenos y constituye-:un la fuente de la educacin cvica y moral del pueblo griego. :orno ha sealado Eric Havelock, Homero contena de alguna :::anera todo el saber de los griegos y constitua el instrumen-:o principal de la formacin y de la integracin del individuo =.:::i el contexto social.

    Sin embargo, los poemas homricos no pueden ser conside-.:-.?.dos como un documento histrico ms a travs del cual po-

    ~mos percibir algunos de los acontecimientos que ocurrieron =:::i un tiempo determinado. Se trata, por el contrario, de poe-:::as picos, un tipo de poesa tradicional elaborada a travs de :.:::i largo proceso de creacin oral en el que intervinieron dife-:entes individuos. Por ello, ms que de autores propiamente di-

  • 34 l. HOMERO Y LA EDAD OSCURA

    chos, debemos hablar de intrpretes de un extenso repertorio de temas que contribuan a modificar y ampliar con su inter-vencin particular en cada recitacin. Eran los aedos (canto-res), una de las pocas profesiones especializadas que tenan un reconocimiento social en la sociedad antigua, junto con el adi-vino, el mdico o el artesano. Estos personajes disfrutaban de un estatus particular dentro de la comunidad, ya que posean el don divino de evocar mediante la memoria las grandes haza-as del pasado, alegrando con su relato el corazn de los hom-bres. Obtenan su inspiracin por la accin mediadora de las Musas, divinidades que posean el prodigioso don de la memo-ria. Eran ellas las que hablaban a travs del poeta, transmitien-do de esta forma la sabidura divina a los hombres. El propio poeta es bien consciente de esta dependencia:

    Decidme ahora, Musas, dueas de olmpicas moradas, pues vosotras sois diosas, estis presentes y lo sabis todo, mientras que nosotros slo omos la fama y no sabemos nada, quines eran los prncipes y los caudillos de los dnaos. El grueso de las tropas yo no podra enumerarlo ni nombrarlo, ni aunque tuviera diez lenguas y diez bocas, voz inquebrantable y un broncneo corazn en mi interior, si las olmpicas Musas, de Zeus, portador de la gida, hijas, no recordaran a cuantos llegaron al pie de Ilio.

    Sin embargo, el poeta no era slo un mero transmisor de una sabidura de carcter tradicional, que era reconocida p-blicamente como el don prodigioso de las Musas, sin ninguna clase de aportacin de su genio particular. El aedo deba pose-er una techne, una habilidad especializada en el manejo de los recursos que tena a su alcance, de modo que tuviera la capa-cidad de dar forma y coherencia al legado de relatos orales transmitido hasta entonces. No debemos olvidar el hecho fun-damental de que en una sociedad tradicional, que no posea todava el manejo de la escritura, el proceso de composicin del poema slo alcanzaba su culminacin en el momento pre-

    f . -~

    i

    1.3. L\S FCE'\ TES 35

    ciso de cada recitacin, en el que el aedo, echando mano de sus habilidades

  • 36 l. HOMEROYLAEDADOSCL:RA

    alcanzaban las dimensiones extraordinarias de la Ilada y la Odisea, sobrepasaban con mucho las capacidades aparen-tes de un medio sin escritura a la hora de acumular infor-macin.

    Sin embargo, cuando nos referimos a su autor, preferimos utilizar la expresin genrica de poemas homricos en lugar de Homero, que parece remitirnos a un poeta singular. Desde la propia Antigedad existen numerosas incertidumbres sobre la existencia especfica de un personaje que llevara este nom-bre. Probablemente, en el estadio final del proceso de compo-sicin pica que supuso su puesta por escrito, result decisiva la intervencin creativa de un solo poeta que compuso y rea-grup alrededor de un nico tema una serie de episodios que circulaban anteriormente por separado, uniendo unos a otros mediante encadenamientos lgicos y dramticos. Si este indi-viduo fue un poeta llamado Homero por toda la tradicin des-de la Antigedad, es una cuestin que no podemos dilucidar a causa de nuestra absoluta ignorancia al respecto.

    El debate acerca de la autora concreta de los poemas inici sus pasos dentro de la erudicin moderna en el siglo XVIII, con el planteamiento de la denominada cuestin homrica por el estudioso alemn Federico Wolf. Dentro de una perspectiva analista, Wolf se inclinaba a favor de una autora mltiple de los poemas. Bien mediante la unificacin final, en un poema mayor, de unidades ms breves que habran existido con ante-rioridad de forma independiente, bien mediante la amplia-cin progresiva de un poema inicial de extensin ms reduci-da. Frente a esta tesis de los analistas se alz la denominada escuela unitaria, que atribua la obra completa a un nico autor y explicaba los aparentes fallos que se detectan en los poemas, en forma de incoherencias, repeticiones o contradic-ciones, como el resultado de las inevitables etapas de un largo proceso de creacin o como el producto de la evolucin natu-ral en la persona del compositor.

    Una tercera escuela, conocida como neoanalista, ha tra-tado de aproximar ambas posturas. Reconoce su lugar dentro

    1.3. LAS FL T\ TES 37

    de los poemas a las ineludibles etapas de un largo proceso de creacin de naturaleza oral pero sita en su etapa final el tra-bajo creador de un solo poeta que les habra dado la forma de-finitiva. Homero estara, por tanto, en el estadio final de un largo proceso, habra demostrado su maestra en el dominio de los recursos tcnicos a su alcance y habra aportado adems una concepcin grandiosa a todo el conjunto.

    El tema central de la Ilada es la clera de Aquiles, tal y como se anuncia en el primer verso del poema. No narra la guerra de Troya a pesar del ttulo, puesto con posterioridad a la propia composicin de la obra. El relato se centra en un solo ao de la guerra, el noveno, en el que acontecen los sucesos na-rrados. Existen, sin embargo, ciertas alusiones al conflicto como tal en episodios clebres como la descripcin de las fuerzas aqueas en el canto II (el clebre Catlogo de las na-ves) o la enumeracin que hace Helena de los principales caudillos aqueos desde las murallas de la ciudad asediada. Las acciones se suceden de acuerdo con una concepcin de con-junto que no olvida nunca su tema principal: la clera de Aquiles, primero contra Agamenn por haberle arrebatado una de sus esclavas favoritas y ms tarde contra Hctor por ha-ber dado muerte a su compaero Patroclo. Las escenas deba-talla se combinan con las asambleas de los dioses, en las que se tornan las decisiones clave que afectan al desarrollo de los acontecimientos. Estas intervenciones divinas sirven para acentuar el encadenamiento entre las diferentes partes de la accin y ponen de relieve el sentido trgico de todo el conjunto al cumplirse de forma inexorable lo decretado por el destino. En medio, una serie de gestos y emociones profundamente humanas que sirven para subrayar el aspecto humano de los personajes y su limitada capacidad de eleccin en un universo en el que priman los designios divinos y la presin colectiva de la comunidad.

    La Odisea tiene corno tema central las andanzas de Odiseo por los mares en busca del regreso a su patria. Se trata de una obra diferente de la Ilada. A la saga troyana, de la que Odisea

  • 38 l. HO~IERO Y LA EDAD OSCL"R-\

    forma parte, se aaden un relato de viaje fabuloso y el tema de la venganza sobre los pretendientes. La narracin combina hbilmente diferentes escenarios y perspectivas. Nos encon-tramos con la evocacin personal del protagonista y con el re-lato en ter~era persona de los distintos acontecimientos que se van sucediendo entre tanto en la patria del hroe. El tono he-roico del relato es tambin menor que en la Ilada. Odiseo slo cuenta con la ayuda de su hijo Telmaco, que prepara su regreso al hogar, y de la diosa Atenea, que le secunda en todas sus aventuras. El protagonista es adems un tipo de hroe

    m~ ~oderno que Aquiles y que representa, seguramente, el espmtu de una nueva poca. Acosado por dificultades de todas clases, las va superando con astucia, paciencia y entere-

    za, y demuestra adems una enorme confianza en sus posibi-lidades.

    1.3.3. Homero y la realidad histrica

    Los poemas homricos nos transportan dentro de un univer-so que es bsicamente el resultado de la ficcin, pero ello no impide que existan en su interior elementos alusivos a la reali-dad histrica. Este carcter ficticio se revela ya en el propio lenguaje utilizado para la composicin por escrito de los poe-mas. Se trata de una forma de griego artificial que nunca se ha-bl en ninguna parte del mundo griego. Es el resultado final de un largo proceso en el curso del cual han ido acumulndose formas dialectales diferentes, formas arcaicas junto a otras ms evolucionadas e incluso formas completamente artificia-les surgidas ex profeso por las exigencias mtricas. Un pano-rama semejante encontramos a la hora de analizar las referen-cias histricas que contienen los poemas.

    Para empezar, sus personajes principales no representan al hombre comn de una poca determinada. Son reyes y h-roes que, en muchos casos, descienden de los m ismos dioses. Son, por tanto, seres de una naturaleza excepcional y muy su-

    1.3. LAS FLT\JES 39

    periores a los de la experiencia contempornea de cualquier poca. Reflejan, a todas luces, un pasado idealizado que se re-monta a una edad lejana, que ha sido conscientemente embe-llecida mediante la accin potica. No rememora, por tanto, unos hechos determinados que acontecieron en un momento dado. Dentro de este proceso se yuxtaponen elementos muy antiguos, q_ue evocan realidades histricas del perodo mic-nico, como el esplendor de algunos palacios, el rito de la in-humacin o los escudos largos, junto a otros que reflejan la realidad de tiempos mucho ms recientes, como las moradas ms humildes, el rito de la incineracin o los escudos redon-dos. Es probable, incluso, que se hayan introducido en la na-rracin pica algunos elementos procedentes de la vida coti-diana de los tiempos del poeta, sobre todo a travs de los smiles y las comparaciones que sirven para ilustrar determi-nadas situaciones. Podemos percibir, de esta forma, aspectos de la naturaleza, noticias sobre las costumbres de las gentes comunes o rasgos que caracterizan a los nuevos tiempos como el uso del hierro o la prctica de la pesca. Sin embargo, el mundo de los hroes es un mbito bien distinto en el que predomina de forma clara el uso del bronce y se consume carne en las comidas. Quiz una forma de establecer un nexo de unin entre un universo y otro, el de los hroes y el de las gentes comunes, el de la ficcin potica y el de la realidad ms prosaica, son los smiles, como el de las bandadas de moscas que vagan en torno de los cntaros rebosantes de leche en los establos para dar una idea visual del avance de las tropas aqueas sobre Troya.

    Un ejemplo claro de esta yuxtaposicin lo encontramos en un aspecto tan importante a lo largo de los poemas como es la forma de combate. La lucha cuerpo a cuerpo de los hroes, en la que primaba sobre todo el valor individual y el apoyo de la divinidad, haba dado paso a una forma de combate mucho menos individualista y ms corporativa, en la que el factor predominante era el mantenimiento del orden compacto de la fila de guerreros que se apoyaban mutuamente con sus peque-

  • 40 l. HO~IEROYLA EDADOSCl.R->.

    os escudos. En algunos pasajes de los poemas nos enco?tra-mos de repente con alguna escena en la que aparece en p~rmer Flano de la accin esta nueva tctica, mient~as como telon de fondo sigue predominando el combate smgular, cuerpo a cuerpo, que libraban los reyes. . , .

    La arqueologa parece haber corrobora~o t~mb1en ~a reali-dad histrica bsica de estos poemas. Hemnch Schhemann descubri, aparentemente, a finales del siglo pasado al norte de Asia Menor los restos materiales de la mtica ciudad de Tro-ya, que fue el objeto de la expedicin. heroica que consti~uye el tema de fondo de los dos poemas. Sm embargo, todaVIa sub-sisten una serie de dudas acerca de la precisa identificacin de estas ruinas. Se trata, efectivamente, de unos restos considera-blemente humildes, que desde luego no se corresponden para nada con la esplendorosa ciudad que aparece reflejada en los poemas, objeto de un largo asedio que dur diez a~s. Page ha calificado el emplazamiento desenterrado por Schbemann en la colina de Hissarlik como una aldea miserable, en la que tan slo se haba encontrado una punta de flecha y algunos hue-sos. Dicho bagaje material parece demasiado pobre para ava-lar la grandeza descrita en los versos d~ la !la.da. ~ampoco existen causas aparentes que puedan justificar histncamen~e el conflicto, tales como motivos comerciales, polticos o ambi-ciones de carcter expansionista.

    El panorama resulta mucho ms alen_tador en el ~~ndo contrario, el de los aqueos asaltantes. Schhemann realizo ha-llazgos en la ciudadela de Micenas que .dem~estra~ que no estaban injustificados algunos de los calificativos picos em-pleados en los poemas para re~erirse a la ciudad de Agam~nn como la rica en oro. Un simple paseo a travs de las vi-trinas de la sala micnica del Museo Arqueolgico Nacional de Atenas basta para ilustrar esa afirmacin mediante la co~ -templacin del rico muestrario de objetos de oro que se exhi-be en ellas. Incluso algunos de los objetos ms sorprende~t~s han sido confirmados a travs de los hallazgos arqueolog1-cos. Es el caso del casco de cuero recubierto de dientes de ja-

    1.3. LAS Fl:E=-.IES 41

    bal que llevaba Odiseo, o del enorme escudo de yax hecho con siete pieles de buey recubiertas de una capa de bronce, o, incluso, de la famosa copa de Nstor que estaba adornada con clavos de oro y tena dos palomas en sus bordes. Eran en todo caso unos objetos de carcter excepcional cuya rareza se fue acentuando con el paso del tiempo. Su desaparicin con-tribuy a promover todava ms su recuerdo esplendoroso y a mantenerlo vivo entre las nuevas generaciones que ya no haban tenido la oportunidad de contemplarlos. Algo similar debi de suceder con ciertas tcnicas artesanales como la in-crustacin en metales o con algn tipo de adornos arquitec-tnicos de los que se han encontrado ejemplos en las tumbas de Micenas y en el palacio de Tirinto. Los aedos trasladaron su presencia del mbito cotidiano en el que haban existido al de lo maravilloso que todos los objetos excepcionales iban a parar en definitiva.

    Estos objetos desempeaban una funcin destacada a la hora de proceder a la evocacin de un pasado idealizado. El poeta, ajeno por completo a las preocupaciones histricas, se limitaba slo a embellecer su mundo fantstico con todos los medios a su alcance. Algunos podan tener su corresponden-cia en la realidad, aunque fuera en los estratos ms antiguos del largo proceso de composicin oral. Otros, en cambio, eran slo el resultado de la exageracin potica habitual, que tiende a magnificar las cosas por naturaleza, o de la simple inventiva del poeta. El ejemplo ms sobresaliente es quiz el clebre escudo de Aquiles, fabricado por el dios Hefesto, sobre cuya superficie se hallaba representado todo el uni-verso. Resulta difcil imaginar que algn da podamos en-contrar un objeto semejante. Sin embargo, las coincidencias entre la poesa homrica y la realidad histrica dejan de ser efectivas llegado un momento. Por ejemplo, en ninguna par-te de los poemas se refleja la complejidad de la administra-cin de los reinos micnicos que nos revelan los archivos conservados en las tablillas escritas en lineal B halladas en los palacios.

  • 42 l. HO.\-IEROYL..\.EDADOSCL:RA

    Moses Finley ha propuesto, en cambio, la primera parte de la edad oscura como el marco histrico adecuado que puede explicar las referencias que encontramos en ambos poemas. La Odisea nos presenta un mundo dominado por reyezuelos y nobles que posean las mejores tierras y los mejores rebaos, que habitaban en mansiones seoriales y dedicaban su t iempo a la prctica de la piratera o a realizar incursiones en busca de botn. Un mundo, en definitiva, cuyo centro de poder resida en el oikos (la casa seorial con sus tierras y las gentes que de-pendan directamente de ella), desde el que emanaban todas las iniciativas y donde tenan su punto de partida las activida-des sociales y econmicas. Las riquezas que estos reyezuelos obtenan en sus acciones de saqueo, las hazaas gloriosas que llevaban a cabo y la red de relaciones personales que estable-can mediante alianzas matrimoniales o pactos de hospitali-dad constituan la base de su soberana sobre la comunidad y eran, al mismo tiempo, su principal fuente de prestigio. Era un mundo en el que reinaba un equilibrio poltico tremendamen-te frgil, tal y como reflejan las disputas por el poder que retra-ta la Odisea. La presencia constante del rey era necesaria para confirmar su autoridad frente a las aspiraciones que pudieran ponerla en entredicho.

    Sin embargo, con independencia de la poca concreta que pudiera haber sido su marco histrico referencial, los poemas homricos ponen de manifiesto un cierto sentido histrico. sa es al menos la impresin que se desprende del extremo cuidado puesto en la correcta sucesin de las distintas generaciones de hroes o en el encadenamiento causal que domina el desenvol-vimiento de la accin, en un esquema lgico en el que unos acontecimientos son la causa inmediata de los que suceden con posterioridad. Esta conciencia histrica avant la lettre, es decir antes de que aqulla emergiera como tal con los primeros histo-riadores, es un fenmeno especficamente griego. Ciertamente, no es frecuente encontrar esta forma de ver las cosas con pers-pectiva histrica en otras tradiciones picas en las que predo-minan sobremanera los elementos fantsticos y sobrenaturales.

    1.3. LAS flJEXTES 43

    1.3.4. El valor histrico de los poemas

    co.n.todos sus condicionantes y limitaciones, los poemas ho-mencos nos permiten percibir un tipo de realidad histrica que va ms all de la referencia especfica a determinados acontecimientos o del reflejo puntual de ciertas instituciones. En la Ilada ha quedado reflejado todo un cdigo de valores heroicos, punto central de toda la tica aristocrtica que estu-vo vigente a lo largo de toda la poca arcaica y durante buena

    part~ d~ los ~erodos posteriores. De acuerdo con este cdigo, el Objetivo vital era la consecucin de la aret (la excelencia en todos los terrenos, que implicaba la superioridad sobre los de-ms), y se conceda la mxima importancia a la doxa (la opi-nin social), que se derivaba del continuo ejercicio y exhibi-cin de estas cualidades. Esta tica de carcter esencialmente aristocrtico imperaba de forma clara en todas las manifesta-ciones vitales, desde la demostracin del valor supremo en el momento del combate, que llevaba a preferir la muerte a la deshonra que significaba la derrota, hasta escenarios ms l-dicos pero no menos fundamentales en la escala de valores como era la prctica de las competiciones deportivas. Esta mentalidad de carcter esencialmente agonstico ( competiti-vo), que ser la caracterstica definitoria de toda la cultura griega y marcar especialmente el modo de vida y comporta-

    ~iento ~e sus elites, se encuentra expresada a modo de para-digma ejemplar en los poemas homricos.

    La Odisea, por su parte, nos permite vislumbrar el conjun-to de experiencias, emociones y actitudes mentales que carac-terizaron los ltimos tiempos de la denominada poca oscu-ra y los primeros momentos de edad arcaica. El comienzo, o el reinicio en algunos casos, de las navegaciones a ultramar con ~~es comer~iales o simplemente en busca de mejores cond1c1ones de vida puso a los griegos en contacto con nue-vos horizontes geogrficos y pueblos desconocidos que con-tribuyeron, sin duda, a estimular la imaginacin y que susci-taron entre sus protagonistas directos una serie de tensiones,

  • 44 1. HOYlEROYLAEDADOSCl.RA

    temores y expectativas. Los viajes de tanteo y exploracin de nuevos territorios debieron de ser frecuentes. La mayora se realizaba dentro de un espacio desconocido y comportaba, por tanto, un alto grado de riesgo y aventura que debi de de-jar sus huellas en los relatos al uso y en las tradiciones po-pulares.

    Era frecuente que los expedicionarios arribasen a tierras desconocidas despus de una azarosa navegacin de cabotaje, expuestos a los caprichos del mar y a los temores que desperta-ban las tormentas, los animales marinos o la actitud hostil de los indgenas. En el relato de las andanzas de Odisea podemos detectar los ecos de esta clase de experiencias y ver reflejados en ellas la gama diversa de sentimientos y actitudes que provo-caban en sus protagonistas reales. Sin embargo, este trasfondo humano real, que nos remitira a diferentes momentos de la ex-periencia histrica de los griegos, ha sido recreado potica-mente y trasladado a un universo mtico en el que predominan los elementos de carcter mgico y sobrenatural.

    Los viajes de Odiseo no constituyen, por tanto, la traduccin potica de una expedicin concreta que pudo haberse llevado a cabo en aquellos primeros tiempos. Tampoco sus diferentes episodios pueden ser situados dentro de un mapa real aun con las debidas modificaciones, a pesar del empeo constante de la erudicin antigua y moderna en este sentido. El escenario de sus hazaas no fueron, efectivamente, ni las regiones del Medi-terrneo occidental, como sospechaba Estrabn, ni el espacio desconocido del ocano exterior, tal y como propuso Crates, secundados en este camino por aventureros modernos con mayores o menores conocimientos tales como Vctor Brard, Timoty Severin o Ernle Bradford. Los viajes de Odisea trans-curren en un mbito mtico, un espacio puramente imaginario a cuya configuracin contribuyeron de forma decisiva los cuentos de marinos, algunos elementos del folclore popular o las leyendas que circulaban por entonces en boca de los mis-mos aedos. Sin embargo, dentro de este proceso de elaboracin potica tambin desempearon su papel algunos ingredientes

    1.4. BIBLIOGRAFA FUJ\:DA-V!El\'TAL 45

    de la propia realidad histrica, en un grado difcil de delimitar. Algunas de las experiencias individuales o colectivas que se de-sarrollaron dentro de este perodo histrico, seguramente dis-torsionadas por el paso del tiempo y por la ambigedad mani-fiesta de los canales de comunicacin utilizados para su difusin, incidieron sin duda en todo este proceso.

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